¿Construyeron los aborígenes que habitaron la zona de Jaruco? Por: Lic. Elias Zayas Ramírez. De los grupos humanos que habitaron en épocas prehispánicas la zona que hoy conocemos como territorio de Jaruco y su área de influencia, no se han encontrado evidencias de que estos hubiesen edificado viviendas o poblados en los cuales desarrollaran su vida socio-económica de forma sistemática y permanente. La anterior afirmación es aceptada de modo tácito por la mayoría de las personas con las que se comparte dicho tema, pero… en realidad, esa misma aseveración podría ser válida para afirmar que la ausencia de tales evidencias tampoco niega la posibilidad de que existiesen algunos poblados construidos por manos nativas en la zona. Entonces, ¿con qué contamos para alegar una u otra razón? ¿Edificaron de alguna forma, o no, asentamientos poblacionales los aborígenes que vivieron en el territorio que hoy conocemos como Jaruco y sus alrededores? Por los resultados de los estudios que se han llevado a cabo sabemos que en la región habitaron grupos de aborígenes pertenecientes a dos estadios de desarrollo diferentes: los pre-agroalfareros y agroalfareros. Lo anterior se fundamenta en los resultados arqueológicos de los sitios aborígenes Jaruco I, en la llamada Loma del Jagüey, y Jaruco II i en la margen occidental del río cercano al manantial conocido por La Taza, así como de otros no menos importantes lugares como en “El Farallón”, “La cueva de los Muertos” —ambos en la serranía de las Escaleras de Jaruco— y “Los Chorritos” en las proximidades de la línea del ferrocarril central. Los primeros desarrollaron una economía de apropiación logrando su sustento esencialmente de los recursos obtenidos directamente de la naturaleza sin prácticamente modificar la misma, lo cual permite comprender su modo de vida esencialmente semi-nómada lo cual se manifiesta, en mayor o menor grado, según las posibilidades que les brindara la zona en la cual se encontraran asentados. Estas características hace poco acertado hablar de la construcción de algún tipo de viviendas, incluso por muy rústica que fueran, por los miembros de estos grupo de individuos aún en un estadio de desarrollo Foto del autor cultural más bajo. Fig.1 Entorno natural actual próximo al sitio arqueológico Jaruco I En este comportamiento también influyó la ausencia de grandes depredadores en la isla que pusiera en riesgo sus vidas, lo benigno del clima que hacían de las lluvias, las tormentas de verano y los frentes fríos fueran prácticamente las causas más frecuentes que los obligara a realizar la búsqueda de un refugio, lo que además podía ser encontrado sin mucha dificultad en las numerosas grutas y cuevas que se hallan en el entorno de la serranía de las Escaleras de Jaruco, el abra del río y en los acantilados de las costas. En estas zonas se han encontrado restos de actividad aborigen que validan la utilización de las mismas como refugios temporales o de su utilización como lugares de enterramientos por parte de algunos de estos grupos humanos pre-hispánicos Osvaldo Correa, otrora historiador de Jaruco, nos reafirma lo anterior en uno sus trabajos sobre el tema al precisar lo siguiente: “Actualmente se investigan varios recintos funerarios del municipio que pudieran revelar una larga permanencia de estas comunidades comprendidas en la etapa de economía de apropiación en diferentes lugares del territorio,…” ii Y más adelante se refiere a trabajos realizados por la estudiosa Aida G. Martínez Gabino quien asegura que: “…en 34 cuevas de la costa norte del noreste de La Habana, varias de ellas guardan relación con la cercanía con el río Jaruco; demuestran su utilización como habitación permanente o temporal, como paraderos y funerarias; algunas presentan pictografías…”iii Lo que luego se reitera como resultado de los hallazgos encontrados: “En la Cueva de Aguirre más al S-W se planteaba la presencia de un petroglifo, además el lugar posee excelentes condiciones para habitación y comunicaciones por otras galerías existentes en el lugar (paso de los vientos) conocido por Sitio Perdido”.iv Por su parte los grupos agroalfareros, de una economía con características de productores, en la cual la agricultura y la pesca constituían sus principales fuentes propiciadoras de alimentos, podrían mostrar un carácter más sedentario y estable en la región. La insipiente práctica agrícola obligaba al grupo a permanecer más tiempo en un sitio y por consiguiente a pernoctar en él lo cual requería la creación de condiciones, aunque fueran mínimas de alojamiento. La investigadora Damarys Arencibia Villagarcía nos afirma al abordar los resultados de los estudios sobre el sitio arqueológico Jaruco I, lo siguiente: “El grupo de aborígenes asentados en el terreno comprendido por el sitio de la Loma del Jagüey, pertenecía al denominado agroalfareros,…. La recuperación de la evidencia fósil permite afirmar, que hubo una comunidad agricultora en el área del valle intramontano“(4) “…el conocimiento rústico del arte de la cerámica, precisa el estadio de su desarrollo”.v La cerámica como actividad productiva utilitaria evidencia la necesidad de una mayor permanencia de la comunidad aborigen en un mismo sitio teniendo en cuenta el tiempo y las técnicas que son necesarios emplear para la elaboración Foto del autor de las piezas. Fig. 2 Loma del Jagüey. El texto de la señalización dice: “Sitio arqueológico agro-alfarero Loma del Jagüey, considerado el más importante de la provincia de La Habana. Jaruco 17 de junio de 1978”. Pero a su vez la aparición de restos de cerámica en un lugar no necesariamente nos debe llevar a la única conclusión de que esta haya sido elaborada en ese propio lugar su hallazgo, pudiendo ser parte del ajuar trasladado por estos de una comarca a otra durante sus estaciones temporales de traslado para la caza y la pesca o producto del intercambio con otros grupos aborígenes de regiones cercanas. Sobre esto último hay arqueólogos que han formulado la posibilidad de contacto e intercambio entre los grupos agroalfareros pertenecientes a los sitios Jaruco I y Jibacoa I, de igual forma entre estos y comunidades pre-agroalfarera los grupos de ya establecidos con anterioridad en la zona noreste de las actuales provincias de La Habana y Mayabeque propiciando una amplia red de trueques que pudo ser aprovechada por los más desarrollados, incluso, hasta la llegada de los hispánicos a la región.vi Foto y montaje del autor Fig. 2 Parte de los residuales expuestos en el museo municipal de la localidad En el ajuar instrumental hallado en el sitio Jaruco I se pueden apreciar que los aborígenes contaban con algunos elementos capaces de ser utilizados en la elaboración de la madera y con ello también se abre la posibilidad de la construcción de algún tipo de cobijas y construcciones sencillas del mismo modo con que podían haber construido las canoas que empleaban para la navegación a través del río Jaruco hacia la costa norte o en sentido inverso. Arencibia Villagarcía puntualiza al respecto: “…abundan las hachas petaloides, algunas con un precioso acabado que ofrecen la posibilidad de suponer su empleo en ceremonias y ritos, y otras poco pulidas lo cual indica su uso utilitario a manera de herramienta. Entre tanto, el material lítico está compuesto por instrumentos para ser utilizados en la madera, los cuales son de poca calidad”.vii El empleo de las canoas es aceptado por varios de los estudiosos del tema en la zona, al igual que la utilización del río como vía de traslado tierra adentro desde el mar y en el sentido inverso. Razones para afirmar esto último también las ofrece el historiador Correa al referirse: “El estudio de la dieta indica que más del 50 % de su actividad económica estaba representada por la fauna marina con más de 9 familias de peces;…Los quelonios resultan los más abundantes y frecuentes (…) se deduce que estas enormes tortugas serían trasladadas 17 Km. tierra adentro”. viii Aunque como se afirma no se han encontrado evidencias de las viviendas utilizadas por este grupo de aborígenes en los sitios de nuestra localidad, el grado de desarrollo por ellos alcanzados, la actividad económica realizada por los mismos y la organización social que se les atribuye, puede considerase como muy posible que estos grupos humanos practicaran algunas formas y técnicas de construcción similares a las empleadas por los grupos agroalfareros del centro y el oriente de la Isla, de los cuales posiblemente procedieran. Los estudios presentados por Dacal Moure y Rivero de la Calle en el trabajo “Arqueología aborigen de Cuba” plantean: “De la madera de palma y el guano, construían sus casas, que nosotros en buena medida hemos heredado. Los de forma circulares y techo cónico son los llamados caneyes y los rectangulares bohíos. En estas construcciones se albergaban varias familias y es posible que algunas fueran de un tamaño de 6 x 9 metros de largo”.ix Por su parte el arqueólogo norteamericano Rafał Pilarek al referirse igualmente sobre los asentamientos aborígenes y las construcciones realizadas en ellas por los taínos de nuestra isla, dice: “Los asentamientos tainos contaban de 3 a 4 mil residentes. Poseían una plaza ceremonial rectangular y dos tipos de viviendas: la llamada caney (llamada por los españoles “casa grande”) – edificios cuadriláteros, sede del líder de la tribu y lugar de almacenamiento de deidades, y los bohíos – de plano circular, cubierta con un techo cónico fabricado de yaguas de palma, en los que vivían el resto de la comarca”.x Fig. 3. Viviendas de los indios Tainos A la izquierda vivienda tipo bohio para los miembros de la comunidad. A la derecha vivienda del cacique (Florida Museum of Natural History, https://www.flmnh.ufl.edu/histarch/ebs_taino_society.htm) Con relación al bohío como construcción genuinamente aborigen han surgido otras posiciones que consideran que el mismo fue el resultado de la influencia hispana en las construcciones originaria de nuestros primeros pobladores luego de la llegada de los colonizadores europeos. Al respecto Daniel Torres Etayo, al citar los estudios realizados por A. Versteeg y K. Schinkel, nos afirma: “La evidencia arqueológica tiende a confirmar esta suposición pues hasta la fecha no ha podido ser identificada una construcción rectangular correspondiente al momento precolombino”. xi Más adelante asegura que los poblados aborígenes se distribuyeron en todo tipo de territorio aunque se asentaban por lo general cercanos a los cursos de agua y en algunos lugares ocuparon lugares secos como fue el caso de las mesetas cársica de Maisí.xii El proceso tecnológico empleado por los aborígenes para la construcción de sus viviendas fue explicado por el cronista González Fernández de Oviedo en la siguiente descripción: “Hincaban unos postes a la redonda de buena madera, y de la grosera (cada uno) conveniente, y en un circuyto á cuatro pasos a cinco pasos el de un poste a otro, ó en el espacio que querían que óbviese de poste á poste: e sobre ellos, después de hincados en tierra, por encima de las cabezas, en lo alto pónenles sus soleras e sobre aquellas ponen en torno a la varazón (que es la templadura para la cubierta); las cabezas ó greso de las varas sobre las soleras que es dicho, é lo delgado para arriba, donde todas las puntas de varas se juntan e resumen en punta, á manera de pabellón. E sobre las varas ponen de través cañas, o latas de palmo á palmo (ó menos), de dos en dos (ó sencillas), é sobre aquesto cubren de paja delgada é luenga: otros cubren con hojas de bilhaos: otros con hojas de palma y también con otras cosas. En la baxe, en lugar de paredes desde la solera á tierra, de poste a poste ponen cañas hincadas en tierra, someras é tan juntas, como los dedos de las manos juntas; é una á par de otra hacen pared, é atanla bien con bexuco que son unas venas ó correas que se crían revueltas a los árboles (y también colgando dellas) como la correhuela: Los quales bexucos son muy buena atadura, porque son flexibles é tasables, é no se pudren, é sirven de clavaçon e ligaçon en lugar de cuerdas y de clavos para atar un madero con otro é atar las cañas assi mismo. El buhioó casa de tal manera fecho llamase caney”.xiii Si profundizamos en las huellas arqueológicas encontradas en los sitios arqueológicos aborígenes de Jaruco, ambos casos no permiten asegurar un posible período de asentamiento poblacional muy prolongado en la región donde estos fueron hallados, lo cual se evidencia por la delgadez del estrato de sus residuos arqueológicos el cual fue de apenas 10 cm de profundidad, infiriendo con ello una estadía de poco más de un año. En lo particular las condiciones topográficas donde fue hallado el sitio arqueológico Jaruco I no propicia el emplazamiento de un poblado estable y duradero con las construcciones comunales típicas aborígenes lo cual también es analizado por Alexis Rives, y otros: “Quizás en torno al asentamiento de Jaruco I, dada la complejidad que mostró el asentamiento de este sitio arqueológico, amén de su situación geográfica y la posición significativa de este residuario en las secuencias seriada”.xiv Algunos otros estudiosos del tema entre los que se encuentra el arqueólogo aficionado local Alfredo Curbelo coincide en que los aborígenes de la cultura agroalfarera que habitaron estos lares constituían grupos no numerosos que por determinada razones, aun no precisadas, podían haber sido desplazado de zonas más al este, posiblemente de Matanzas o Canasí y se adentraron en la región que ya ocupaban desde tiempos precedentes grupos aborígenes de cultura pre-agroalfarera, incluso ya en tiempos de la presencia de los colonizadores en la Isla. La posición del Jaruco I, en lo alto de una colina, es significativa y contradictoria pues la vegetación, hoy rala, pudo haber sido abundante sobre todo en palmas y otras especies de plantas como aún se manifiesta en la actualidad en casi todo su entorno, lo que pudo, además de proporcionarle alimentos y refugio, aprovecharse como una especie de atalaya natural a pequeños grupos de individuos, para prevenirse de cualquier peligro. Por lo tanto de lo encontrado en el sitio arqueológico Jaruco I podemos afirmar la presencia en la zona de aborígenes en una etapa de desarrollo correspondiente al neolítico con hábitos semi-nómadas que aprovechando las fuentes de agua cercanas se establecieron temporalmente para efectuar la caza y la posible práctica de una agricultura rudimentaria de subsistencia. Para su estancia en estos lugares pudieron construir ligeras casuchas de madera y paja (o guano). El uso frecuente de un mismo lugar como estancia por uno o varios grupos de individuos pudo propiciar la permanencia relativamente larga de la presencia aborigen en el mismo y con ella las conocidas huellas arqueológicas encontradas. Ha sido difícil para la ciencia llegar a demostrar con evidencias físicas las características de las edificaciones aborígenes en Cuba y en general en Las Antillas. No fue hasta el estudio del sitio arqueológico de Los Buchillones, en Ciego de Ávila, que se obtuvieron evidencias de las estructuras de las viviendas aborígenes antes de la llegada de los colonizadores a estas islas. Del resultado de ese hallazgo el investigador Daniel Torres Etayo expresa: “Hasta el momento, en el sitio han sido ubicados restos de no menos de seis estructuras constructivas que pudieron haber funcionado como viviendas, según sus dimensiones y la confrontación de los datos arqueológicos con la información histórica y etnográfica. Se trata de las estructuras constructivas aborígenes más completas y mejor conservadas del Caribe.”xv Si tomamos como referencia los resultados a los que se han llegado hasta el momento y las características del lugar donde fueron encontrados los restos arqueológicos en el sitio Jaruco I podríamos asumir que los nativos allí asentados pudieron formar parte de un campamento aborigen transitorio donde se procesaban los alimentos, lugares que fueron usados como estaciones breves para los trabajos de preparación de aquel, o como refugio durante las travesías. Torres Etayo refiere a descripciones realizadas por el padre Las Casa, el cual hizo mención de los recorridos realizados por grupos de españoles y de sus encuentros con estaciones indígenas, de lo cual planteaba lo siguiente: “Fueron y volvieron sin haber topado alguna gente ni casa, sino cabañuelas como ranchos, y lugares donde se habían hechos muchos fuegos, y los caminos muy anchos, indicios, en fin, de mucha gente; eso debía ser que venían a pescar a la mar, de sus poblaciones, y como duermen en el suelo andan desnudos siempre, hacen cada dos o tres indios, un gran fuego y cenan y duermen alrededor de él “.xvi En esta descripción se aprecia claramente que los aborígenes construían un tipo muy rústico y sencillo de construcción que les permitían permanecer períodos de tiempo no muy prolongados en una determinada zona de caza, pesca o de cultivo y luego las abandonaban al dejar la zona o alcanzar sus fines en el lugar, reutilizándolas, o no, de acuerdo a las circunstancias. Considerar la existencia de una aldea aborigen con una población permanente y construcciones de caneyes es una posibilidad poco imaginable en nuestra área. Cualquier tipo de construcción hecha por los indígenas por estos lares debió ser confeccionada sobre la base del empleo de materiales de fácil descomposición debido, principalmente, al uso de materiales de origen vegetal, lo cual en las condiciones de nuestro clima hace casi imposible la perdurabilidad de restos de las mismas. No obstante, el no disponer de evidencias de construcciones aborígenes no nos pude llevar a la conclusión de que no existió localmente algún tipo de “edificación aborigen” de estructura muy simple, efímera y de un marcado carácter utilitario en el territorio de Jaruco. Los hallazgos encontrados y los estudios realizados no permiten asegurar nada más, por el momento. Referencias y notas. i Se denominó Jaruco II por ser el segundo hallazgo aborigen pero el material residuario encontrado perteneció a grupos humanos más primitivos de la cultura pre-agroalfarera ya asentados en el lugar antes de la presencia de otros grupos aborígenes de agricultores que posteriormente ocuparon sus territorios. ii Osvaldo Correa. Ponencia: “Comunidades aborígenes en Jaruco”. Archivo del Museo Municipal de Jaruco. iii iv Osvaldo Correa. Obra cit. Osvaldo Correa. Obra cit. v Damarys Arencibia Villagarcía. “Historia de Jaruco”. Texto presentado al Instituto de Historia de Cuba como parte del trabajo realizado sobre las historias locales. Versión digital. Sin editar, 2012. vi Así lo plantean Alexis Rives, Juan Pose y Alex Rives en su trabajo “De los cacicazgos a San Cristóbal de La Habana. Critica a la leyenda negra” en https://books.google.com.cu/books?id=4gFFwAA. Fecha de acceso: 1 de junio de 2019.pp 80- 81. Según los autores las seriaciones de los residuales encontradas en estos sitios y otros de la misma región corroboran de manera general la presencia de un tenaz intercambio de materiales de concha, sílex y rocas entre los distintos sitios y con similares de Matanzas. vii Damarys Arencibia Villagarcía. Obra cit. viii Osvaldo Correa. Obra cit. ix Dacar Morell y Rivero de la Calle. “Arqueología aborigen de Cuba” x Aquí el autor cambia la denominación que comúnmente se acepta como bohío al darle la misma a la construcción de tipo circular lo cual debe ser una apreciación muy particular del mismo. Ver en Pilarek, Rafał “Cuba precolombina”. Instytut Etnologii i Antropologii Kulturowej UŁ (doktorant) Universidad de Lodz, Instituto de Etnología y Antropología Cultural xi Torres Etayo, Daniel Alejandro. “Taínos: mitos y realidades de un pueblo sin rostro” Editorial Asesor Pedagógico, S.A. de C.V. México D.F. Primera edición, 2006. Documento descargado de Cuba Arqueológica www.cubaarqueologica.org. xii Torres Etayo y Daniel Alejandro. Obra cit. xiii Aquí puede apreciarse como el cronista llamó a estas construcciones utilizando la denominación “buhioó casa” (casa bohío) sin embargo plantea que estos, hechos así en forma circular, se llaman caney, diferenciando al segundo como una tipoligía dentro de la del primero. Ver Torres Etayo y Daniel Alejandro. Obra cit. xiv Rives Rivero, Alexis;Juan Pose Quincosa y Alex Rives Cecín. “Obra cit. pp. 80-81. De esta cita se puede inferir que los autores reconocen las poco apropiadas características del lugar donde se produjo el hallazgo del sitio Jaruco I, lo que inicialmente llevó a considerar inicialmente que el mismo fuera una Encomienda india, hasta que el descubrimiento del sitio de Punta de Macao en el norte de La Habana confirmó la presencia de grupos agroalfareros en la región. xv Torres Etayo y Daniel Alejandro. Obra cit. xvi Torres Etayo y Daniel Alejandro. Obra cit.