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La Importancia de las Grasas Reconectando con Nuestras Raíces Ancestrales

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La Importancia de las Grasas: Reconectando con Nuestras
Raíces Ancestrales
En la actualidad, la alimentación se ha convertido en un campo de debate constante. Entre
las dietas de moda, las recomendaciones nutricionales cambiantes y la abundancia de
productos ultraprocesados, es fácil perderse en un mar de información contradictoria. Sin
embargo, al examinar nuestras raíces ancestrales, podemos encontrar una guía simple y
efectiva: el uso de grasas animales en la cocina.
La Ciencia Detrás de las Grasas Animales
Las grasas animales, como la manteca de cerdo, la grasa de res, la grasa de pato y la
mantequilla, han sido demonizadas en décadas recientes debido a su alto contenido en
grasas saturadas. Sin embargo, estas grasas no son tan malas como se pensaba. La
manteca de cerdo, por ejemplo, contiene entre un 40-45% de grasas saturadas, pero
también es rica en grasas monoinsaturadas, como el ácido oleico, que se encuentra en un
40-45% de su composición. Este perfil es similar al del aceite de oliva, un pilar de la dieta
mediterránea.
La grasa de pato, por otro lado, es conocida por su alto contenido en grasas
monoinsaturadas (45-50%) y su balance de grasas poliinsaturadas, que incluyen tanto
omega-6 como omega-3. La mantequilla, aunque rica en grasas saturadas (60-65%),
también aporta vitaminas liposolubles como la vitamina A, D, E y K2, esenciales para la
salud ósea y cardiovascular.
La Comparación con los Aceites Vegetales
Al comparar estas grasas animales con aceites vegetales como los de maíz, soya, girasol y
oliva, notamos diferencias clave. Mientras que los aceites vegetales tienen perfiles ricos en
grasas poliinsaturadas, especialmente en omega-6, las grasas animales ofrecen un
equilibrio único de saturadas y monoinsaturadas, proporcionando una estabilidad térmica
superior y un sabor robusto que enriquece nuestras comidas.
Los aceites vegetales refinados, como el de maíz y soya, aunque comunes en las cocinas
modernas, son productos altamente procesados que pueden contener ácidos grasos trans y
otros compuestos no deseados. Estos aceites, a menudo extraídos mediante procesos
industriales, pueden oxidarse fácilmente a altas temperaturas, liberando radicales libres que
pueden dañar nuestras células.
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Fuente
Grasas
Saturadas
(%)
Grasas
Monoinsaturadas
(%)
Grasas
Poliinsaturadas
(%)
Omega3 (%)
Omega6 (%)
Manteca de
cerdo
40-45
40-45
5-10
~0.5%
4-9%
Grasa de res
50-55
35-45
2-5
<1%
2-4%
Grasa de pato
30-35
45-50
10-15
~1%
9-14%
Mantequilla
60-65
25-30
2-5
<1%
1-4%
Aceite de maíz
~13
~25
~60
<1%
~55%
Aceite de soya
~15
~24
~61
~7%
~54%
Aceite de
girasol (alto
oleico)
~10
~80
~10
<1%
~9%
Aceite de oliva
~14
~73
~13
~1%
~10%
Aceite de
palma
~50
~40
~10
<1%
~9%
Aceite de coco
~82-92
~6
~2
<1%
~1%
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La Importancia de la Diversidad en las Grasas
La clave para una alimentación saludable y equilibrada radica en la diversidad. Al combinar
una variedad de grasas, podemos obtener todos los ácidos grasos esenciales necesarios
para el funcionamiento óptimo de nuestro cuerpo. Incluir manteca de cerdo, grasa de pato,
aceite de oliva y un toque de mantequilla en nuestra dieta puede ofrecer una gama
completa de ácidos grasos, desde los saturados hasta los poliinsaturados, incluyendo
Omega-3 y Omega-6.
Nuestros antepasados no contaban con aceites vegetales refinados. Ellos cocinaban con
las grasas disponibles en su entorno: la manteca del cerdo criado en el campo, la
mantequilla hecha en casa, la grasa de pato obtenida de animales silvestres. Estas grasas,
mínimamente procesadas, eran no solo fuente de energía, sino también un vehículo para
transportar y absorber vitaminas esenciales.
Reconectando con la Comida Ancestral
Volver a las raíces significa más que solo elegir las grasas adecuadas. Significa reconectar
con una manera de comer que honra tanto a nuestro cuerpo como a nuestra cultura.
Significa entender que la alimentación no es simplemente una cuestión de nutrición, sino un
ritual de amor y respeto hacia nosotros mismos y hacia nuestras tradiciones.
En un mundo donde la rapidez y la conveniencia dominan, tomarse el tiempo para cocinar
con ingredientes auténticos, como lo hacían nuestros abuelos, es un acto de resistencia
contra la inmediatez y la artificialidad. Es un acto de amor hacia nosotros mismos, de
respeto hacia nuestro cuerpo y de reconexión con la tierra que nos provee.
Al final del día, la alimentación es mucho más que la suma de sus partes. Es un ritual
que nos conecta con nuestros ancestros, nos nutre de manera holística y nos
recuerda que el verdadero bienestar proviene de un equilibrio armonioso entre lo
antiguo y lo nuevo. Comer es un acto sagrado, una expresión de amor propio y de
respeto hacia nuestro ser.
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