Subido por Herbert Pisquiy

Radiologia Pediatrica en Urgencias

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Radiología
pediátrica
en urgencias
ERRNVPHGLFRVRUJ
Robert Vezzetti, MD, FAAP, FACEP
Assistant Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics
Associate Program Director, Pediatric Residency Program
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s Medical Center
Austin, TX
USA
Jestin Carlson, MD, MS
Director of Resident Research
Emergency Medicine
Saint Vincent Hospital, Allegheny Health Network
Erie, PA
USA
Debra Pennington, MD, FACR
Affiliate Faculty
Department of Diagnostic Medicine
Dell Medical School at the University of Texas
Austin, TX
Adjunct Assistant Professor
Texas A&M Health Science Center College of Medicine
Round Rock, TX
USA
Avda. Josep Tarradellas, 20-30, 1.°, 08029, Barcelona, España
Pediatric Imaging for the Emergency Provider
Copyright © 2022 by Elsevier, Inc. All rights reserved.
ISBN: 978-0-323-70849-4
This translation of Pediatric Imaging for the Emergency Provider by Robert Vezzetti, Jestin Carlson and
Debra Pennington was undertaken by Elsevier España, S.L.U. and is published by arrangement with
Elsevier, Inc.
Esta traducción de Pediatric Imaging for the Emergency Provider, de Robert Vezzetti, Jestin Carlson y
Debra Pennington, ha sido llevada a cabo por Elsevier España, S.L.U. y se publica con el permiso de
Elsevier, Inc.
Radiología pediátrica en urgencias, de Robert Vezzetti, Jestin Carlson y Debra Pennington
© 2023 Elsevier España, S.L.U.
ISBN: 978-84-1382-294-5
eISBN: 978-84-1382-316-4
Todos los derechos reservados.
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siempre verificados personalmente por el facultativo. Con todo el alcance de la ley, ni Elsevier, ni los
autores, los editores o los colaboradores asumen responsabilidad alguna por la traducción ni por
los daños que pudieran ocasionarse a personas o propiedades por el uso de productos defectuosos
o negligencia, o como consecuencia de la aplicación de métodos, productos, instrucciones o ideas
contenidos en esta obra. Con el único fin de hacer la lectura más ágil y en ningún caso con una
intención discriminatoria, en esta obra se ha podido utilizar el género gramatical masculino como
genérico, remitiéndose con él a cualquier género y no solo al masculino.
Revisión científica:
Jesús López Lafuente
Médico especialista en radiodiagnóstico
Unidad de Diagnóstico por Imagen
Hospital Universitario Fundación Alcorcón
Alcorcón, Madrid
Servicios editoriales: DRK Edición
Compilador de la edición internacional: Sigfrido Ernesto García
Depósito legal: B. 13.507-2022
Impreso en la India
Dedicatorias
A mi mujer y mis hijos, que han tolerado con amor y paciencia mis travesuras en el hogar y en mi carrera,
y han hecho que mi vida sea absolutamente maravillosa; a mis pacientes, que me han mostrado
las numerosas alegrías de la pediatría y me han honrado con su confianza, y a todos mis compañeros,
con los que he tenido el privilegio de trabajar y de los que he aprendido mucho.
Robert Vezzetti
Me gustaría agradecer a mi mujer y a mis hijos todo su apoyo, sin el cual muchas cosas no serían posibles.
También me gustaría dar las gracias a todos los pacientes que me han confiado su cuidado durante muchos
de los acontecimientos más difíciles de sus vidas. Estos encuentros, que continúan conmoviéndome,
me han ayudado a crecer como profesional de la salud.
Jestin Carlson
A todos aquellos con los que he trabajado a lo largo de una gratificante carrera en radiología pediátrica,
desde mentores, compañeros, estudiantes, técnicos, auxiliares de radiodiagnóstico y administrativos
hasta los adorables niños a los que atendemos y sus familias. Me siento honrada y muy afortunada
por haber trabajado y aprendido de todos ellos. También quiero dedicar esta obra con mucho cariño
a mi marido y a nuestras hijas: gracias por estar siempre ahí.
Debra Pennington
Prólogo
La práctica de la medicina requiere la recopilación y la conside­
ración reflexiva de los hallazgos históricos y de la exploración fí­
sica, lo que permite al clínico sintetizar un plan de atención
adecuado que cubra mejor las necesidades del paciente y su
familia. La variación de la presentación de la enfermedad y de la
patología traumática puede hacer que este proceso sea complejo.
En la práctica clínica, este proceso puede simplificarse con­
firmando o rechazando un diagnóstico de sospecha mediante
el uso de pruebas auxiliares. Sin embargo, las limitaciones de
tiempo, los recursos ins­titucionales disponibles, las preocupa­
ciones económicas de los pacientes y el deseo innato del clínico
de llegar a un diagnóstico, especialmente uno correcto, son
factores que influyen en la utilización de las modalidades de
pruebas disponibles entre las que un clínico puede elegir. Las
pruebas radiográficas se emplean con bastante frecuencia en
el ámbito de las emergencias y las urgencias. En la actualidad,
existen innumerables modalidades de diagnóstico por imagen.
Esto, junto con los avances en la tecnología y las técnicas de
imagen, puede plantear al clínico un dilema: ¿qué modalidad
utilizar?
Además, sobre todo en el caso de los pacientes pediátricos,
existe la preocupación por la radiación ionizante. Aunque el
grado de exposición a la radiación ionizante puede atenuarse
mediante protocolos pediátricos de diagnóstico por imagen y
gracias a las técnicas de diagnóstico por imagen mejoradas,
sigue siendo una fuente importante de preocupación. Se debe
hacer un esfuerzo para emplear una tecnología de imagen
adecuada que minimice la exposición a la radiación ionizante
mediante el cumplimiento de las directrices ALARA (as low as
reasonably achievable; tan bajo como sea razonablemente posible).
La dificultad puede surgir cuando un clínico, ocupado en tratar
a múltiples pacientes con diferentes niveles de gravedad clínica,
en hablar con las familias y en trabajar con otros profesionales
médicos, se ve superado por no tener siempre un acceso fácil
a estas directrices aceptadas y recomendadas en un recurso
conciso y organizado.
El propósito de este libro de texto es ayudar al atareado clínico
a elegir una modalidad de imagen radiológica apropiada cuando
dicha prueba está clínicamente indicada para el paciente pediá­
trico. El formato se basa en casos y está diseñado para facilitar
la consulta de diversas modalidades de imágenes comúnmente
empleadas para la evaluación, el diagnóstico y el tratamiento
de enfermedades y lesiones pediátricas en un contexto de urgen­
cias/emergencias. Aunque se hace hincapié en los estudios
radiológicos, cada capítulo contiene una sucinta explicación
didáctica y sobre el tratamiento. Este texto está diseñado para
ayudar al profesional sanitario que atiende a niños en un con­
texto general sin recursos de apoyo fácilmente disponibles para
la subespecialidad pediátrica, al profesional que atiende a niños
en contextos en los que abundan tales recursos y a los que se
sitúan entre estos dos extremos.
Los pacientes pediátricos no son, como dice el antiguo dicho,
solo adultos pequeños. Esto es válido para la obtención de imáge­
nes en pacientes pediátricos. En nombre de nuestros compañeros
autores, esperamos sinceramente que este libro de texto sea un
recurso útil y de fácil acceso para cualquier profesional de la
salud que tenga el privilegio de atender a niños.
Robert Vezzetti, MD, FAAP, FACEP
Jestin Carlson, MD, MS
Debra Pennington, MD, FACR
ix
Agradecimientos
Nos gustaría agradecer a los numerosos médicos cuyo tiempo y dedicación a la excelencia
en la asistencia al paciente han hecho posible esta obra. Estamos en deuda con ellos.
xi
Colaboradores
Coburn Allen, MD
Associate Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics/Pediatric
Infectious Disease
Fellowship Director, Pediatric Emergency Medicine
Fellowship
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Jestin Carlson, MD, MS
Director of Resident Research
Emergency Medicine
Saint Vincent Hospital, Allegheny Health Network
Erie, PA
USA
Tina Chu, MD
Assistant Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Ada Earp, DO, FAAP
Clinical Assistant Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Michael Gorn, MD
Clinical Assistant Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Greg Hand, MD
Resident Physician
Emergency Medicine
Carl R. Darnall Army Medical Center
Uniformed Services University of the Health Sciences
Bethesda, MD
USA
Guyon Hill, MD
Emergency Medicine Faculty
Carl R. Darnall Army Medical Center
Uniformed Services University of the Health Sciences
Bethesda, MD
Attending Physician
Pediatric Emergency Medicine
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Sujit Iyer, MD
Associate Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics
Associate Fellowship Director
Pediatric Emergency Medicine Fellowship
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Malia J. Moore, MD
Associate Program Director
Simulation Director
Emergency Medicine Faculty
Carl R. Darnall Army Medical Center
Assistant Professor of Military/Emergency Medicine
Uniformed Services University of the Health Sciences
Bethesda, MD
USA
Erin Munns, MD
Fellow Physician
Pediatric Emergency Medicine
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Bhairav Patel, MD
Assistant Professor, Department of Diagnostic Medicine, Dell
Medical School
Associate Chair of Education, Department of Diagnostic
Medicine, Dell Medical School
Dell Children’s Medical Center
Austin, TX
USA
xiii
xiv
Colaboradores
Debra Pennington, MD, FACR
Affiliate Faculty
Department of Diagnostic Medicine
Dell Medical School at the University of Texas
Austin, TX
Adjunct Assistant Professor
Texas A&M Health Science Center College of Medicine
Round Rock, TX
USA
Tim Ruttan, MD
Clinical Assistant Professor
Pediatric Emergency Medicine
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Anna Schlechter, MD
Fellow Physician
Pediatric Emergency Medicine
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Mary Teeler, BS
Candidate for MD/MPH at Louisiana State University Health
Science Center
New Orleans, LA
USA
Winnie Whitaker, MD, FAAP
Clinical Assistant Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics
University of Texas at Austin Dell Medical School
Austin, TX
USA
Christopher Michael Wright, MD
Resident Physician, Pediatrics
Pediatric Residency Program
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Robert Vezzetti, MD, FAAP, FACEP
Assistant Professor
Pediatric Emergency Medicine/Pediatrics
Associate Program Director, Pediatric Residency Program
University of Texas Dell Medical School/Dell Children’s
Medical Center
Austin, TX
USA
Tabla de contenido
16.Ataques de gritos:
invaginación intestinal
17.¡Ay, mi barriga! Apendicitis
Portada
Copyright
Dedicatorias
Prólogo
Agradecimientos
Colaboradores
1.Elección de modalidades de
imagen en el paciente
pediátrico
19.¿Que te has tragado qué?
Ingestión de cuerpos extraños
20.Directamente de El
exorcista: estenosis pilórica
21.La vida da muchas vueltas:
torsión testicular
2.Principios ALARA
22.Eso parece doloroso:
hidrocele
3.Sedación/ansiolisis para el
diagnóstico por imagen
pediátrico
23.Un dolor extraordinario:
torsión ovárica
4.¡Vaya timo! Masas
mediastínicas en los
neonatos/lactantes
5.Va de sibilancias:
bronquiolitis/trastornos
víricos
6.¡Qué retorcido! Malrotación
7.Doble burbuja, doble
problema: obstrucción
duodenal
8.Cardiopatías congénitas
cianóticas y acianóticas
38.¿Eso es una neumonía?
Atelectasia
39.¿Se irá esta tos algún día?
Neumonía atípica
40.Por supuesto que tienes
asma: sibilancias persistentes
41.Abróchate el cinturón:
traumatismo abdominal
42.¿Dónde está el aire?
Neumotórax
24.Tanto dolor para nada:
cálculos renales
25.¿No tienes más barriga?
Tumor de Wilms
44.¡Atención! Traumatismo
craneoencefálico
26.ATO (absceso
tuboovárico): tres letras que
no quieres oír
45.En busca del hematoma:
contusión pulmonar
27.No pierdas la cabeza:
problemas relacionados con
derivaciones
ventriculoperitoneales (VP)
9.Más que estreñimiento:
ausencia de expulsión de
meconio
10.Ruidos de tripas:
neumatosis intestinal y
enterocolitis necrosante
30.Este comportamiento no es
normal: infarto lacunar e ictus
pediátrico
11.Asuntos del corazón:
pericarditis
31.Difícil de despertar:
cerebritis
12.Una ligera confusión:
cayado aórtico derecho
32.No tiene nada de bonito:
mielitis flácida aguda
13.Estás rodeado: anillo/arco
vascular
33.¿Qué dolor de cabeza?
Malformación arteriovenosa
pediátrica
15.Sin movimiento:
obstrucción intestinal
pediátrica
37.T raqueteo en el pecho:
neumonía extrahospitalaria
43.No puedo orinar:
trauma tismo vesical
pediátrico
28.Más que una migraña:
masa
intracraneal/meduloblastoma
29.Glioma pontino intrínseco
difuso: GPID
14.Tubos retorcidos:
problemas con la sonda de
gastrostomía
0
18.N o está de moda estar
delgado: el síndrome de la
AMS
36.Algo está creciendo:
quistes aracnoideos
pediátricos
34.¿Se puede ver? Celulitis
orbitaria
35.Tienes algo en el ojo:
celulitis periorbitaria
46.El corazón del problema:
laceración ventricular
47.Dolor de pecho:
traumatismo torácico
pediátrico
48.Revisa ese cuello: estudios
de imagen de la columna
cervical
49.M e duele la espalda:
fracturas vertebrales por
compresión
50.¿Cómo ha pasado esto?
Traumatismo no accidental
51.Dolores de crecimiento:
clasificación de Salter -Harris
de las lesiones fisarias
52.Esta fractura no tiene
ninguna gracia: fracturas
supracondíleas
53.Grasa en el codo: fracturas
del cóndilo lateral y de la
tróclea (cóndilo medial) del
húmero
54.Un viaje duro: fractura de
la escápula
55.Fracturas de la diáfisis del
húmero: ¡no tiene ninguna
gracia!
56.A trozos: fractura de la
clavícula
57.¡A jugar! Fracturas del
antebrazo
58.Gemelos italianos:
fracturas de Monteggia y Galeazzi
59.¿Huesos fuera de lugar?
Fracturas de la muñeca
60.¿Tabaquera? Fracturas del
escafoides
61.A golpes: fractura del
quinto metacarpiano (del
boxeador)
62.Dedos raros: fracturas de
falange (luxacion es, etc.)
63.No puedes mover las caderas:
fracturas de la pelvis 64.Todo
diversión y juegos:
fracturas del fémur
76.No es fácil ser niño:
fracturas de los primeros
pasos (toddler)
77.Duele estar de pie: discitis
78.Mi rodilla no deja de
hincharse: osteosarcoma
79.Sarcoma de Ewing
80.¿Qué es esto? Quiste óseo
81.¿Quién dejó salir a los
perros? Laringitis obstructiva
82.Babeo: absceso retrofaríngeo y
periamigdalino
83.Una rana en la garganta:
infecciones supraglóticas y
traqueítis bacteriana
84. Apéndice 1.Vías de pruebas
de imagen
85. Apéndice 2.Siglas utilizadas
en radiología
65.Dolor de rodilla: no
siempre se trata de la rodilla
(deslizamie nto de la cabeza
femoral)
Vezzetti, Robert, MD,FAAP,
FACEP
66.Debilidad en las rodillas:
luxación rotuliana
Copyright © 2023 Elsevier
España, S.L.U.
67.Así es como (no) se
camina: fracturas de la tibia y del
peroné
68.Un día duro: fractura triplanar
69.Me duelen los pies:
fractura del astrágalo
70.Dolor de espalda:
espondilolisis/espondilolistesi
s
71.Músculos doloridos:
piomiositis/miositis
72.Nariz taponada: sinusitis
73.¿Quién es Brodie? Absceso de
Brodie
74.Lo siento en los huesos:
osteomielitis
1
75.Más que un dolor de espalda:
absceso epidural espinal
1
Elección de modalidades
de imagen en el paciente
pediátrico
DEBRA PENNINGTON, MD, FACR
¿Hacer o no hacer pruebas de imagen?
La calidad en la atención sanitaria, tal y como la define la Agency
for Healthcare Research and Quality de EE. UU., consiste en
«hacer lo adecuado en el paciente adecuado, en el momento
adecuado y de la forma adecuada para conseguir los mejores
resultados posibles.»1 Cuando un paciente pediátrico es llevado
a urgencias, la decisión de qué prueba de imagen debe realizarse,
si es que debe realizarse alguna, puede ser un reto. Entre los
factores que hay que tener en cuenta están los del paciente, como
la edad, la fase de desarrollo y las enfermedades coexistentes, y
los del centro, como la experiencia disponible en diagnóstico por
imagen pediátrico, el apoyo clínico, como los servicios de cirugía
pediátrica, y si se dispone de capacidad de sedar al paciente en
caso necesario. Hay que tener en cuenta si la prueba de imagen
responde a la pregunta clínica, así como otras muchas cues­
tiones: ¿Puede el niño colaborar para el estudio? ¿Puede obte­
nerse una vía intravenosa (i.v.) si es necesario? ¿Es necesaria
una prueba o puede el diagnóstico establecerse clínicamente,
ya sea en el momento de la presentación o tras un periodo de
observación? ¿Puede retrasarse la prueba hasta que se disponga
de otros recursos (p. ej., el único ecografista pediátrico llega a las
7 de la mañana)? ¿Los beneficios de los resultados de la prueba
compensan los posibles riesgos? Hay que considerar si una estra­
tegia de obtención de imágenes sigue el principio «ALARA» (as
low as reasonably achievable): mantener la exposición del paciente a
las radiaciones ionizantes «tan baja como sea razonablemente
posible» (v. cap. 2), al tiempo que se garantiza la calidad diagnós­
tica de las imágenes. Si se considera una prueba que conlleve
el uso de radiación ionizante, ¿existe un modo alternativo de
realizar el diagnóstico con menos riesgo (p. ej., una resonancia
magnética rápida para detectar hidrocefalia en un paciente con
una derivación ventricular)? Puede haber lugar para la toma
de decisiones compartida, educando al paciente o a los padres/
tutores y haciéndoles partícipes de la decisión. El médico también
debe considerar si lo mejor para el paciente es realizar la prueba
de imagen en el propio centro o si es preferible trasladarlo a un
centro más especializado para el diagnóstico y el tratamiento.
Transición a la medicina basada
en la evidencia
Tradicionalmente, la toma de decisiones médicas se ha basado en
la experiencia individual del médico y en lo que este había apren­
dido a partir de lo que se ha denominado «medicina basada en la
eminencia»; sin embargo, más recientemente, se ha producido
una transición hacia la medicina basada en la evidencia, con
el objetivo principal de mejorar los resultados de los pacientes.2
La «medicina basada en la eminencia» se ha descrito como la
dependencia de aprender a partir de expertos, especialmente los
que se encuentran durante la formación médica, las publicacio­
nes nacionales y las reuniones, y este enfoque se basa en años de
experiencia en la práctica. En la medicina basada en la evidencia,
se asume que un solo profesional no puede realizar una evalua­
ción imparcial únicamente a través de la experiencia. En este
paradigma, la evaluación de la atención médica adecuada debe
basarse en la investigación basada en la evidencia. El profesional
no se limita a aceptar la información del experto, sino que asimila
y evalúa críticamente las pruebas derivadas de la investigación
disponibles en la literatura para orientar una decisión clínica.
En este proceso, se formula una pregunta clínica, se identifica la
literatura médica pertinente, se juzga la calidad de los estudios, se
elabora un resumen de la evidencia y se aplica la evidencia para
llegar a una acción clínica adecuada. Para un médico individual,
teniendo en cuenta el volumen de la literatura médica y el ritmo de
la innovación en el diagnóstico por imagen, esta tarea puede llegar
a ser abrumadora, especialmente para quien ejerce en un ámbito
de urgencias y atiende a pacientes con una amplia variedad de
enfermedades y lesiones. Se ha generado una necesidad de guías y
orientaciones basadas en la evidencia sobre las pruebas de imagen.
DIAGNÓSTICO POR IMAGEN BASADO
EN LA EVIDENCIA PARA EL PACIENTE DE URGENCIAS
Con el aumento de la disponibilidad y la complejidad de las tecno­
logías de imagen, el uso de las técnicas de imagen médicas puede
aumentar significativamente sin que se traduzca en ganancias
y beneficios clínicos para los pacientes. Uno de los objetivos del
diagnóstico por imagen basado en la evidencia es garantizar que
los pacientes reciban una atención de calidad y los beneficios del
diagnóstico por imagen, al tiempo que se minimizan los riesgos.
En 2015, la Society for Academic Emergency Medicine convocó
una conferencia multidisciplinaria llamada «Diagnostic Imaging
in the Emergency Department: A Research Agenda to Optimize
Utilization».3,4 Citando el aumento del uso del diagnóstico por
imagen en el ámbito de urgencias, los objetivos de esta conferencia
fueron establecer un programa de investigación prioritario para
el diagnóstico por imagen en urgencias, con el fin de guiar el dise­
ño de futuras investigaciones, y desarrollar unos conocimientos
basados en la evidencia para mejorar la calidad, la seguridad y los
resultados de los pacientes. Uno de los temas prioritarios fueron las
reglas de decisión clínica (RDC). Las RDC son algoritmos basados
en la evidencia que derivan de la investigación y se utilizan para
orientar la toma de decisiones clínicas. Las RDC pueden reducir el
uso de pruebas diagnósticas, disminuir la variabilidad inapropiada
en la práctica y capacitar al médico mediante evaluaciones de
riesgo para un conjunto dado de síntomas y signos clínicos.
APOYO A LAS DECISIONES CLÍNICAS (ADC)
Las RDC son una forma de ADC (o MADC, mecanismo de apo­
yo a las decisiones clínicas). Los criterios de uso idóneo (o AC,
2
booksmedicos.org
1 • Elección de modalidades de imagen en el paciente pediátrico
Appropriateness Criteria®), como los establecidos por el American
College of Radiology (ACR), son también un componente del ADC.
El ADC, que incluye criterios de uso idóneo como la regla para los
traumatismos craneoencefálicos (TCE) de la Pediatric Emergency
Care Applied Research Network (PECARN) y la regla Canadian
Assessment of Tomography for Childhood Head Injury (CATCH),5
facilita la formación de los profesionales y proporciona una guía
basada en la evidencia para el diagnóstico por imagen.
Una RDC ampliamente utilizada, la regla de la PECARN para
los TCE, se desarrolló utilizando una gran cohorte prospectiva
multicéntrica para identificar a los niños con un riesgo muy bajo
de sufrir un TCE clínicamente importante en el que se podría
evitar de manera segura la tomografía computarizada (TC).
Las reglas de predicción del TCE facilitan la toma de decisiones
identificando a los pacientes con bajo riesgo de TCE, en los que
sería seguro no realizar una TC, o con alto riesgo de TCE, en
los que la TC puede estar indicada.5 Las reglas de la PECARN
para la predicción de TCE han sido validadas externamente
y han demostrado ser fiables en la práctica clínica, con una
sensibilidad y un valor predictivo negativo excelentes para los
TCE clínicamente importantes. Lo ideal es aplicar las reglas de
predicción3,6 junto con el criterio clínico, basándose en factores
como el ámbito de la práctica y la experiencia del médico.5
Con el aumento de la disponibilidad y la complejidad de las
pruebas avanzadas de diagnóstico por imagen, es importante
darse cuenta de que el aumento de la utilización de una tecno­
logía de imagen puede disminuir el rendimiento diagnóstico
y crear daños debido a la realización de pruebas de imagen
innecesarias. El ADC puede proporcionar orientación basada en
la evidencia para disminuir este efecto. En un estudio reciente,
se dio a los proveedores la opción de utilizar una herramienta de
ADC en la decisión de solicitar una TC para detectar una embo­
lia pulmonar. El porcentaje de pruebas positivas para la embolia
pulmonar aumentó (un 38% más de rendimiento diagnóstico)
cuando los proveedores optaron por utilizar el ADC, en compa­
ración con cuando los proveedores optaron por no utilizar la
herramienta de ADC.7
Los MADC pueden integrarse en los protocolos asistenciales
y las historias clínicas electrónicas, para que estén fácilmente
3
disponibles para el médico en el momento de realizar la petición.
Los AC del ACR son un recurso útil para la orientación de la
evaluación de imágenes y están disponibles, junto con otras
directrices de los criterios de uso idóneo basados en la evidencia,
en el producto CareSelect Imaging (National Decision Support
Company, Madison, Wisconsin). Los AC del ACR también están
disponibles gratuitamente en línea en https://www.acr.org/Cli­
nical-Resources/ACR-Appropriateness-Criteria®. En EE. UU., los
proveedores de herramientas de ADC están obligados a ofrecer
una versión en línea gratuita de su producto.
Aunque las herramientas de ADC son valiosas, la experiencia
y el criterio del profesional individual siguen siendo importantes,5
al igual que el valor de la interconsulta al radiólogo. Como parte
de un estudio sobre cómo los MADC basados en programas infor­
máticos pueden integrarse con las herramientas actuales de ADC
en relación con las pruebas de imagen, se entrevistó a médicos
de urgencias pediátricas. Los médicos de urgencias recalcaron
que, aunque eran optimistas en cuanto a que los nuevos MADC
podrían mejorar el flujo de trabajo, afirmaron que los MADC no
sirven para arreglarlo todo: la interconsulta al radiólogo
seguía siendo un componente valioso del ADC en materia del
diagnóstico por imagen, y buscaban orientación a través de la
conversación con el radiólogo, especialmente cuando una situa­
ción clínica no encajaba bien en ninguno de los protocolos asis­
tenciales existentes. Los médicos afirmaron que la interconsulta
a un radiólogo permite comentar los matices de una situación
clínica, lo que hace posible un debate útil de los riesgos y los
beneficios, el daño potencial o los factores del paciente.8
Criterios de idoneidad (Appropriateness Criteria®)
del American College of Radiology
Las herramientas de ADC se han integrado eficazmente en el
tratamiento de los TCE pediátricos, y los AC del ACR para los TCE
en los niños9 dependen de la regla de la PECARN para los TCE.
Los AC del ACR para el TCE leve en un niño con riesgo intermedio
de daño cerebral clínicamente importante según los criterios de
la PECARN (tabla 1.1) indican que una TC craneal sin contraste
i.v. puede ser adecuada como prueba de imagen inicial, pero las
Tabla 1.1 Criterios de idoneidad (Appropriateness Criteria®) del American College of Radiology (ACR) para el traumatismo
craneoencefálico (TCE) pediátrico. Variante 2: niño. TCE agudo poco importante. Riesgo intermedio de lesión cerebral clínicamente
importante según los criterios de la Pediatric Emergency Care Applied Research Network (PECARN). Se excluye la sospecha de TCE
por maltrato. Prueba de imagen inicial
Procedimiento
Categoría de idoneidad
TC craneal sin contraste i.v.
Puede ser apropiada
Arteriografía cerebral
Normalmente no es apropiada
TC craneal con contraste i.v.
Normalmente no es apropiada
TC craneal sin y con contraste i.v.
Normalmente no es apropiada
Angio-TC craneal con contraste i.v.
Normalmente no es apropiada
Angio-RM craneal sin y con contraste i.v.
Normalmente no es apropiada
Angio-RM craneal sin contraste i.v.
Normalmente no es apropiada
RM craneal sin y con contraste i.v.
Normalmente no es apropiada
RM craneal sin contraste i.v.
Normalmente no es apropiada
Radiografía de cráneo
Normalmente no es apropiada
Nivel de radiación relativo
Angio-RM, angiorresonancia magnética; i.v., intravenoso; PECARN, Pediatric Emergency Care Applied Research Network; RM, resonancia magnética;
TC, tomografía computarizada.
Tomado de https://acsearch.acr.org/docs/3083021/Narrative/. El contenido de los criterios de idoneidad (Appropriateness Criteria®) del ACR se actualiza
con regularidad, y los usuarios deben visitar el sitio web (https://www.acr.org/Clinical-Resources/ACR-Appropriateness-Criteria®) para acceder a la versión
más actualizada y completa de los AC.
booksmedicos.org
4
Introducción
demás pruebas de imagen enumeradas no suelen ser apropiadas.
Las dosis de radiación relativas de las pruebas de imagen también
se indican de forma gráfica en esta tabla de clasificación.
Para utilizar los AC en línea del ACR como ADC, desde la pági­
na principal (cuadro 1.1), elija «Browse Topic» (o inicie sesión y
elija «Search Topics»). Después de elegir «Browse Topic», elija
«Pediatric» (cuadro 1.2), seleccione «Search» y desplácese hasta
«Head Trauma-Child». Al elegir «Narrative and Rating Table» se
abrirá un documento que contiene las múltiples variantes clínicas
y la tabla de clasificación de las pruebas de imagen para cada
variante, como la que se muestra en la tabla 1.1. Este documento
también contiene una narración de antecedentes sobre esos AC
específicos, incluido un resumen de la revisión bibliográfica, unas
consideraciones del diagnóstico por imagen por modalidad, una
explicación de cada modalidad de imagen por variante clínica,
un resumen de recomendaciones y una lista de referencias. Otros
documentos que pueden elegirse son una tabla de evidencias (en
la que se resume la literatura, se califica la calidad de los estudios
y se proporcionan los resultados de los estudios) y una búsqueda
bibliográfica (muestra qué búsquedas se realizaron con las fechas,
las estrategias de búsqueda y un resumen de la revisión biblio­
gráfica), y muchos AC incluyen un enlace a un breve resumen
de los AC que es fácil de entender para el paciente.
Resumen
La disponibilidad y la complejidad crecientes de las tecnologías
de imagen pueden dificultar al atareado médico de urgencias la
formulación de una estrategia de diagnóstico por imagen para
cada posible situación clínica que se presente, especialmente en
el paciente pediátrico, en el que es muy importante utilizar una
Cuadro 1.1 Página principal de los criterios de idoneidad (Appropriateness Criteria®) del American
College of Radiology (AC del ACR)
Tomado de https://www.acr.org/Clinical-Resources/ACR-Appropriateness-Criteria®.
Cuadro 1.2 Criterios de idoneidad (Appropriateness Criteria®) del American College of Radiology
(AC del ACR); tema de búsqueda: «pediátrico»
Tomado de https://acsearch.acr.org/list.
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1 • Elección de modalidades de imagen en el paciente pediátrico
estrategia de diagnóstico por imagen que potencie el beneficio
clínico a la vez que minimice el riesgo. Las guías de diagnóstico
por imagen basadas en la evidencia, en forma de RDC, criterios
de uso idóneo y protocolos asistenciales, son formas de ADC
que sirven para guiar la toma de decisiones clínicas. Este tipo
de apoyo a la toma de decisiones puede mejorar el rendimien­
to diagnóstico de las pruebas de imagen, disminuir el uso de
pruebas diagnósticas y reducir la variabilidad inapropiada en
la práctica. Los MADC pueden integrarse en las historias elec­
trónicas y también están disponibles en línea. Uno de ellos son
los AC del ACR. La mejor manera de utilizar las herramientas de
ADC es junto con el criterio clínico del profesional, y no deben
sustituir la interconsulta a un radiólogo cuando sea necesario.
Bibliografía
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Health Care Quality. 2016. Disponible en: https://archive.ahrq.gov/
consumer/guidetoq/guidetoq4.htm. [fecha de última consulta: 8 de
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Medina LS, Blackmore CC, editors. Evidence-Based Imaging: Optimizing
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8. Hogan J, Frasso R, Hailu T, et al. Optimizing imaging clinical decision
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booksmedicos.org
2
Principios ALARA
DEBRA PENNINGTON, MD, FACR
Exposición a la radiación
ionizante
ALARA: justificación y optimización
La exposición a la radiación ionizante es una consecuencia
natural de la vida en la Tierra. Estamos expuestos a la radiación
ionizante procedente del suelo que pisamos, del aire que respira­
mos, de los materiales de nuestro propio cuerpo y del espacio.
La radiación de fondo procedente de fuentes naturales varía en
función de la ubicación y, por lo general, es mayor en las zonas
más elevadas. Para una persona que se encuentre en los EE. UU.,
la exposición media a la radiación de fondo procedente de
fuentes naturales y artificiales se estima en aproximadamente
3 mSv/año.1
En 1982, la radiación natural de fondo contribuía a la mayor
parte de la exposición de la población general a la radiación
ionizante, y la exposición media anual asociada a los procedi­
mientos de diagnóstico médico se estimaba en 0,54 mSv por
persona en los EE. UU. En 2006, la contribución de la exposición
a la radiación procedente de los procedimientos de diagnóstico
médico en los EE. UU. había aumentado casi seis veces, hasta
aproximadamente 3 mSv por persona al año. Este aumento de la
exposición a la radiación médica se debió, en gran medida, a los
procedimientos de tomografía computarizada (TC) y medicina
nuclear. Aunque los procedimientos de TC representaron solo
el 15% de los procedimientos de diagnóstico, la TC aportó más
de la mitad de la dosis acumulada de los procedimientos de
diagnóstico.2 En un hospital, aunque la TC representaba solo
el 15% de los procedimientos radiológicos de diagnóstico, la TC
constituía aproximadamente el 75% de la dosis efectiva total.3
Riesgos de la exposición
a la radiación ionizante y ALARA
La principal preocupación asociada a la exposición de los
pacientes a las radiaciones ionizantes es el riesgo de inducción
de cáncer. Se considera que los niños tienen un mayor ries­
go relativo de exposición a la radiación que los adultos. Los
niños son más pequeños y reciben una mayor dosis efectiva por
unidad de masa corporal que los adultos para una exposición
determinada. Como los niños están creciendo, tienen una mayor
proporción de células en división y se consideran más sensi­
bles a la carcinogénesis inducida por la radiación.1 Los niños
también tienen más años de vida por delante, lo que les da más
tiempo para desarrollar los efectos tardíos de la exposición a la
radiación o para estar expuestos a más radiación ionizante. 1
Existe un debate entre los expertos sobre el riesgo de inducción
de cáncer por parte de las pruebas de imagen médicas,4 pero
todos coinciden en que debemos actuar con cautela, asumiendo
el riesgo. Aunque no hay unos límites absolutos definidos para
la exposición de los pacientes a la radiación, el objetivo es que la
exposición a la radiación procedente del diagnóstico por ima­
gen se mantenga «tan baja como sea razonablemente posible»
(ALARA, as low as reasonably achievable).5
Para alcanzar los objetivos ALARA, una prueba que conlleve
el uso de radiación ionizante debe realizarse solo cuando esté
justificada desde el punto de vista médico, y la exposición a
la radiación por una prueba médica debe mantenerse lo más
baja posible que permita obtener un resultado diagnóstico.6
La justificación es el proceso de asegurar que la exploración a
realizar es apropiada y que tiene un posible beneficio para el
paciente que es mayor que el riesgo que supone la prueba. Para
facilitar la justificación son útiles las herramientas de apoyo
a las decisiones clínicas, como las recomendaciones resumidas,
las reglas de decisión clínica y los criterios de idoneidad. Como
parte de la justificación, se considera si una prueba es necesaria
o si el uso de una prueba alternativa sin exposición a radiaciones
ionizantes, como la ecografía o la resonancia magnética, podría
permitir establecer el diagnóstico.
Una vez justificado el estudio, la técnica de imagen se optimiza
para garantizar el cumplimiento de los principios ALARA. Como
parte de la optimización, es importante adaptar la técnica al
tamaño del paciente, asegurando al mismo tiempo que el estudio
siga teniendo una calidad suficiente para establecer el diagnós­
tico. Esto se aplica a todas las modalidades que utilizan radiación
ionizante. Dado que la TC contribuye a una parte significativa de
la dosis de radiación por procedimientos de diagnóstico médico
recibida por los individuos y las poblaciones, es importante dis­
minuir la dosis de radiación debida a esta prueba. Hay muchos
mecanismos que permiten reducir la dosis de radiación debida
a las TC, el primero de los cuales es realizar únicamente los
estudios que estén indicados (justificados).
La optimización de la TC para reducir la dosis también incluye
el centraje del paciente en el equipo de TC, el uso de sistemas de
control automático de la exposición, la limitación de la ampli­
tud del barrido al área de interés y la eliminación de los estu­
dios multifásicos (que rara vez son necesarios en la población
pediátrica). Los equipos de TC más recientes también utilizan la
tecnología de reconstrucción iterativa, en la que el ordenador
realiza «varias pasadas» a través de los datos para mejorar la
relación señal/ruido y la calidad de las imágenes obtenidas con
dosis más bajas.
La mayoría de los fabricantes de equipos de TC proporcionan
actualmente directrices o protocolos de técnicas específicas para
pediatría, pero también hay protocolos de TC pediátrica fácil­
mente disponibles, como los proporcionados por la American
Association of Physicists in Medicine.7
Registro de índices de dosis
(Dose Index Registry®)
del American College of Radiology
Para un centro, comparar el rendimiento de la dosis de TC con el
de otros centros proporciona información valiosa para orientar
la optimización del protocolo de TC. El registro de índices de dosis
6
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2 • Principios ALARA
(DIR®, Dose Index Registry®) del American College of Radio­
logy se creó en 2011 y sirve como herramienta para mejorar la
calidad. A través del DIR, los centros pueden revisar los índices
de dosis y optimizar sus protocolos de imagen de TC. Los cen­
tros descargan el software del programa DIR, que les ofrece la
posibilidad de cargar los datos del estudio automáticamente.
Esto permite recopilar información sobre el índice de dosis en
todos los centros, pero no recoge las dosis individuales de los
pacientes ni los datos que permitan identificarlos. Los centros
reciben información trimestral a través del DIR, lo que les da
la oportunidad de comparar su práctica en relación con la TC
y los índices de dosis con los de otros centros, a nivel regional y
nacional. Además, los centros pueden obtener información en
línea del DIR en cualquier momento.8
7
Resumen
Aunque existe controversia sobre el grado de riesgo de la expo­
sición a la radiación ionizante procedente de las pruebas de
imagen médica en los niños, hay consenso en que se debe actuar
con cautela para que la exposición a la radiación procedente
del diagnóstico por imagen se mantenga «tan baja como sea
razonablemente posible» (ALARA). La justificación es el proceso
de asegurar que la exploración diagnóstica que se va a realizar
es apropiada, por lo que el posible beneficio de la exploración
es mayor que el posible riesgo. Una vez justificado el estudio, se
utiliza la optimización de la técnica de exploración para garan­
tizar el cumplimiento de los principios ALARA.
Bibliografía
Image Gently
La alianza Image Gently es una coalición de organizaciones
sanitarias dedicadas a promover unas pruebas de imagen pediá­
tricas seguras y de alta calidad en todo el mundo, con el objetivo
principal de concienciar sobre la necesidad de ajustar la dosis
de radiación cuando se realizan pruebas de imagen en niños.
El sitio web de Image Gently (www.imagegently.org) puede
utilizarse como recurso para que los padres, los radiólogos y los
médicos remitentes aprendan más sobre los estudios de imagen
y la exposición de los niños a la radiación.9
Aplicación de ALARA
La aplicación de los principios ALARA puede suponer un ver­
dadero cambio en la práctica. En un estudio sobre la aplicación
de las directrices ALARA durante un periodo de 6 meses, dos
radiólogos pediátricos revisaron las peticiones de TC para com­
probar si se cumplía la «justificación» y la «optimización».
De 1.392 peticiones de TC de localizaciones anatómicas individua­
les, se evitaron 111 peticiones de TC correspondientes a 105 pa­
cientes pediátricos. Así, se protegió al 8% de los pacientes de una
exposición innecesaria a la radiación mediante la aplicación de
los principios ALARA.10
En los EE. UU. se ha demostrado un efecto positivo a largo
plazo de la aplicación de los principios ALARA. La anterior
tendencia al alza de la dosis de radiación médica observada entre
1980 y 2006 ha disminuido, y la dosis per cápita estimada en los
EE. UU. en 2016 es inferior a la de 2006, ya que ha disminuido
de 2,9 mSv en 2006 a 2,3 mSv en 2016.11
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8. American College of Radiology website. Dose Index Registry. https://
nrdrsupport.acr.org/support/solutions/articles/11000028993?_
ga=2.238274056.944128003.1604275453-860268161.1563219551.
Published August 20, 2018. [fecha de última consulta: 17 de agosto de
2020].
9. Image gently. The Image Gently Alliance. Disponible en: https://www.
imagegently.org. Published January 22, 2008. Updated 2020. [fecha de
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booksmedicos.org
3
Sedación/ansiolisis
para el diagnóstico
por imagen pediátrico
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
La mayoría de los procedimientos de imagen pediátricos no
requieren sedación. Sin embargo, hay pacientes que requieren
algún nivel de sedación para obtener un estudio de imagen signi­
ficativo. Las razones para la sedación son muchas, pero incluyen
la ansiedad, un trastorno doloroso (como una fractura), la edad
del niño (los niños más pequeños tienden a ser menos colabo­
radores) o la duración del estudio. Los estudios largos (p. ej.,
una resonancia magnética extensa del cerebro o la columna
vertebral), los estudios con procedimientos dolorosos, los niños
con enfermedades complejas en las que la sedación puede ser
problemática (como los que tienen problemas cardiacos o pul­
monares), los niños con debilidad de las vías respiratorias o con
compromiso inminente de las vías respiratorias, o los niños con en­
fermedades con las que el médico no está familiarizado o no
se siente cómodo, deben consultar a un anestesiólogo pediátrico
(o un anestesiólogo que se sienta cómodo y esté cualificado para
tratar a niños, incluidos aquellos con enfermedades complejas).
Si no se dispone de dicha posibilidad, debe considerarse tras­
ladar al niño al centro pediátrico más cercano para el estudio y
la atención posterior.
Un excelente recurso complementario para fomentar la coo­
peración del paciente, mejorar su comodidad y completar un
estudio de imagen necesario es un especialista en atención
emocional pediátrica. Los especialistas en atención emocional
pediátrica utilizan técnicas de distracción y afrontamiento ade­
cuadas para la edad y han demostrado ser beneficiosos para
aliviar la ansiedad y aumentar la cooperación en los pacientes
pediátricos, así como para aumentar la satisfacción de la familia
con la atención.1-3
Las guías para la monitorización y el manejo de pacientes
pediátricos antes, durante y después de la sedación para procedi­
mientos diagnósticos y terapéuticos establecen que los objetivos
de la sedación son los siguientes4:
1. Velar por la seguridad y el bienestar del paciente.
2. Minimizar las molestias físicas y el dolor.
3. Controlar la ansiedad, minimizar el trauma psicológico y
potenciar la capacidad de amnesia.
4. Modificar el comportamiento y/o el movimiento para permitir
la realización segura del procedimiento.
5. Devolver al paciente a un estado en el que pueda recibir el
alta de la supervisión médica/dental de forma segura, según
unos criterios reconocidos.
Todo el personal que participe en el procedimiento de seda­
ción debe tener formación y autorización para realizar sedacio­
nes pediátricas. Se debe contar con un equipo adecuado para
pacientes pediátricos, teniendo en cuenta la edad, el peso, las
enfermedades subyacentes y el uso durante el proceso de seda­
ción, y sabiendo que los requisitos varían de un niño a otro. La
American Academy of Pediatrics (AAP), la American Academy
of Dentistry, el American College of Emergency Medicine y la
American Society of Anesthesiologists han publicado guías y
recomendaciones que abordan las prácticas óptimas para la
sedación pediátrica fuera del quirófano por parte de profesiona­
les que no son anestesistas.4-7 Está indicada la monitorización
continua antes, durante y después de la sedación; la monitori­
zación durante la sedación debe ser realizada, preferiblemente,
por personal que no participe de manera directa en la sedación
en sí.4-7 Los estudios han documentado que, a pesar de la mejora
en las prácticas de sedación pediátrica, existe una tasa persis­
tente (aunque baja) de acontecimientos que ponen en peligro
la vida, como la apnea, la obstrucción de las vías respiratorias
y el laringoespasmo.8
La seguridad del paciente debe ser siempre una prioridad
antes, durante y después del proceso de sedación. La sedación
fuera del quirófano en un entorno de urgencias es segura y
práctica, pero existen riesgos asociados. Los niños menores
de 6 años tienen un riesgo especialmente alto de sufrir efectos
adversos relacionados con la sedación debido a las reaccio­
nes sobre el impulso respiratorio y los reflejos protectores de las vías
respiratorias.4,8 Los médicos deben tener las habilidades clínicas
necesarias para rescatar a los pacientes de un nivel de sedación
más profundo no intencionado, que puede producirse durante
el proceso de sedación.9-11 Un estudio sobre la sedación y la
anestesia general en los pacientes pediátricos que se someten
a una tomografía computarizada o una resonancia magnética
descubrió que la tasa de hipoxemia era del 2,9% y que era más
probable que se produjeran acontecimientos respiratorios en los
niños con un índice ASA III o IV (índice de riesgo de la American
Society of Anesthesiologists).12 Estos acontecimientos se identi­
ficaron rápidamente y se intervino, y ningún niño tuvo secuelas
como resultado del acontecimiento respiratorio, lo que pone de
relieve la importancia de la formación adecuada del personal
que interviene en la sedación y la disponibilidad de equipos apro­
piados. Curiosamente, este estudio también destacó el problema
de un nivel insuficiente de sedación en su población de estudio.
La calidad de las imágenes obtenidas se consideró no óptima
en casi un tercio (29%) de los pacientes, el tiempo de sedación
hasta el inicio del procedimiento de obtención de imágenes
fue significativamente más largo y algunos procedimientos de
obtención de imágenes tuvieron que ser reprogramados, lo que
contribuyó a aumentar el coste y las molestias para las familias
de los pacientes debido a la sedación insuficiente de los pacien­
tes.12 Los autores propusieron la identificación de los niños con
riesgo de fracaso de la sedación antes de iniciarla y, en estos
casos, considerar la anestesia general para el procedimiento de
obtención de imágenes.12
Los factores de riesgo para una sedación insuficiente o un
fracaso de la sedación incluyen a los niños mayores, los niños
con un índice ASA más alto y el uso de un único fármaco (ben­
zodiazepinas), lo que pone de manifiesto que algunas poblacio­
nes pueden requerir anestesia general.12 La anestesia general
8
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3 • Sedación/ansiolisis para el diagnóstico por imagen pediátrico
también debe considerarse en los pacientes con enfermeda­
des más complejas (como cardiopatías congénitas) y en
aquellos que el profesional considere más propensos a experi­
mentar complicaciones por la sedación o una sedación insufi­
ciente.12
Hay varios factores que se asocian a los acontecimientos
adversos y las complicaciones de la sedación, como la moni­
torización fisiológica inconstante, una evaluación insuficiente
previa a la sedación, la falta de un observador independiente de
la sedación, los errores de medicación y los métodos inadecuados
de recuperación.10 Todo el personal que participe en la sedación
debe tener conocimientos de reanimación pediátrica y manejo de
las vías respiratorias, deben adoptarse unas guías específicas
de la especialidad para los procedimientos de sedación y debe
disponerse fácilmente de los medicamentos adecuados y del
equipo específico para cada edad.10
Las directrices promulgadas por la AAP y el American
College of Emergency Medicine proporcionan unas recomen­
daciones generales para contribuir a garantizar la seguridad
del paciente4-6:
1. Selección adecuada de pacientes.
2. Un responsable (preferiblemente dos adultos) que acompañe
al niño.
3. Instalaciones adecuadas para la sedación, incluidos el per­
sonal y el equipo necesarios para rescatar al niño en caso de
descompensación.
4. Servicios de urgencia de apoyo, si la sedación tiene lugar fuera
del entorno hospitalario.
5. Personal, medicamentos y equipos disponibles en el centro e
inmediatamente accesibles.
6. Documentación adecuada, incluido el consentimiento infor­
mado en el que se describen las indicaciones, los beneficios,
los riesgos y las opciones alternativas del procedimiento de
sedación.
7. Documentación antes, durante y después de la sedación. Se
debe registrar el peso del paciente en kilogramos y anotar
cualquier alergia conocida a los medicamentos.
La selección adecuada del paciente para la sedación es un
paso importante para garantizar la seguridad y el éxito de la
experiencia de sedación. Aunque no existe una prueba de detec­
ción que pueda predecir las complicaciones de la sedación, el
médico dispone de recursos para orientar el proceso de sedación.
La clasificación de la ASA puede ser útil para ayudar a seleccio­
nar qué pacientes son candidatos a la sedación.
Sistema de clasificación de la American Society
of Anesthesiologists (ASA):13
Clase I
Clase II
Clase III
Clase IV
Clase V
Paciente sano
Paciente con una enfermedad sistémica leve
(p. ej., enfermedad reactiva de las vías
respiratorias controlada)
Paciente con una enfermedad sistémica grave
(p. ej., un niño con sibilancias activas)
Paciente con una enfermedad sistémica grave
que supone una amenaza constante para
la vida (p. ej., un niño con estado asmático)
Paciente moribundo que no se espera que
sobreviva sin la operación (p. ej., un
paciente con una miocardiopatía grave
que requiere un trasplante de corazón)
Este sistema de clasificación no pretende predecir el riesgo per
se, pero un mayor índice ASA se ha asociado a un aumento de
la mortalidad perioperatoria.14,15 En el ámbito de los servicios
9
de urgencias pediátricos, un índice ASA II o superior se asoció
a una mayor incidencia de hipoxia.16 En los niños que tienen
un índice ASA III o superior, unas características anatómicas
que podrían complicar la sedación (como la secuencia de Pierre
Robin, el síndrome de Prader-Willi u otras anomalías del desa­
rrollo craneofacial) o cualquier otro problema anatómico o del
desarrollo es necesaria una interconsulta al servicio de anes­
tesiología o de la subespecialidad correspondiente antes de la
sedación.4,12,17
Es importante que el médico disponga de un método valida­
do y clínicamente útil para evaluar la calidad y la profundidad
de la sedación de los pacientes sedados. La AAP, el American
College of Radiology y la ASA han establecido cuatro niveles
de sedación para los procedimientos. 4-7,18-20 La escala del
estado de sedación pediátrica es una medida ampliamente
utilizada de la eficacia y la calidad de la sedación. 21 En el
desarrollo de esta escala propuesta se han tenido en cuenta
parámetros como el control del dolor, la ansiedad, el movi­
miento y los efectos adversos. Otra escala útil, sencilla de
aplicar clínicamente y que ha sido validada en los pacientes
pediátricos es la escala de sedación de la Universidad de Michi­
gan.22,23 Otras escalas de sedación utilizadas para evaluar la
profundidad de la sedación son la escala de evaluación del
estado de alerta/sedación por parte del observador, que ha
sido validada en niños pero que tiene una capacidad limitada
para diferenciar entre niveles de sedación más profundos.22,24
La escala de recuperación de la sedación de Vancouver es
capaz de diferenciar niveles más profundos de sedación, pero
es una de las escalas más complejas disponibles, lo que puede
dificultar su aplicación clínica.22,25
Niveles de sedación de la AAP, el ACR y la ASA:
NIVEL DE SEDACIÓN
Mínimo
Moderado
Profundo
Anestesia general
RESPUESTA DEL PACIENTE
Respuesta normal a las órdenes
verbales
Respuesta intencionada
a las órdenes verbales
o el tacto ligero
Dificultad para despertarse;
respuesta intencionada
a la estimulación dolorosa
o repetida
No hay respuesta
AAP, American Academy of Pediatrics; ACR, American College
of Radiology; ASA, American Society of Anesthesiologists.
Escala de sedación de la Universidad de Michigan:
VALOR
0
1
2
3
4
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ESTADO DEL PACIENTE
Despierto y alerta
Mínimamente sedado: cansado/
dormido; respuesta adecuada
a la conversación verbal
y/o el sonido
Moderadamente sedado:
somnoliento/dormido;
se despierta fácilmente
con una ligera estimulación
táctil o una simple orden
verbal
Sedación profunda: sueño
profundo; solo se despierta
con una estimulación física
importante
No es posible despertarlo
10
Introducción
Escala de sedación pediátrica (Cravero y cols.):21
ESTADO
5
4
3
2
1
0
COMPORTAMIENTO
El paciente se mueve (a propósito
o no) de manera que impide realizar
el procedimiento y requiere una
inmovilización enérgica. Esto
incluye el llanto o los gritos durante
el procedimiento, pero no es preciso
que haya vocalización. La puntuación
se basa en el movimiento.
Se mueve durante el procedimiento
(despierto o sedado), lo que requiere
una inmovilización suave para el
posicionamiento. Puede verbalizar
cierta incomodidad o estrés, pero no
hay llanto ni gritos que expresen estrés
u objeción.
Expresión facial de dolor o ansiedad
(puede verbalizar su incomodidad),
pero no se mueve ni impide la realización
del procedimiento. Puede requerir ayuda
para posicionarse (como en el caso de
una punción lumbar), pero no requiere
sujeción para impedir el movimiento
durante el procedimiento.
En silencio (dormido o despierto),
sin moverse durante el procedimiento
y sin fruncimiento del ceño que indique
dolor o ansiedad. No verbaliza ninguna
queja.
Profundamente dormido con constantes
vitales normales, pero requiere
intervención y/o asistencia en las vías
respiratorias (p. ej., apnea central
u obstructiva, etc.).
Sedación asociada a parámetros
fisiológicos anormales que requieren
una intervención aguda (es decir,
saturación de oxígeno <90%, presión
arterial un 30% inferior a la inicial,
bradicardia que requiere tratamiento).
Se ha debatido mucho sobre la necesidad del ayuno total y
la posibilidad de realizar una sedación. Existen guías de ayuno
total que se utilizan para determinar cuándo se considera segu­
ro administrar diversos niveles de sedación y anestesia en los
pacientes que se someten a procedimientos programados.26,27
La preocupación radica en si el riesgo de aspiración u otros acon­
tecimientos adversos aumentan al administrar sedación para
procedimientos radiológicos o de otro tipo cuando un paciente
no ha guardado ayuno durante un tiempo determinado. Las
sociedades profesionales han dado orientaciones diferentes
sobre el estado de ayuno absoluto y la sedación en un entorno
que se considera más urgente.26,27 Un estudio muy amplio de
casi 140.000 niños, realizado por el Pediatric Sedation Research
Consortium, examinó la relación entre el estado de ayuno total
y los acontecimientos de aspiración (definidos como un episodio
de emesis acompañado de un cambio en el estado respiratorio
del paciente o un nuevo hallazgo radiográfico).28 Se conocía
el estado en relación con el ayuno de 107.947 pacientes, de
los cuales 25.401 (23,5%) no habían guardado ayuno total.
El estado de ayuno total se definió como la ausencia de inges­
ta de alimentos sólidos durante 8 h, la ausencia de ingesta de
alimentos líquidos durante al menos 6 h y la ausencia de ingesta
de líquidos transparentes o translúcidos durante, al menos,
2 h.28 La aspiración se produjo en 8 de 82.546 pacientes que
habían guardado ayuno total, en comparación con 2 de 25.401 pa­
cientes que no lo habían hecho. Se produjeron complicaciones
importantes en 46 de 82.546 pacientes que habían guardado
ayuno total en comparación con 15 de 25.401 pacientes que
no lo habían hecho.28 En resumen, la aspiración fue infrecuente
(<1 episodio por cada 10.000 pacientes) y el estado de ayuno
total para líquidos y sólidos no fue un factor predictor indepen­
diente de complicaciones importantes o aspiración. Aunque
continúa el debate sobre la sedación y el estado de ayuno total
en la población pediátrica y la incidencia de aspiración o efectos
adversos es baja, el médico debe considerar las indicaciones,
la urgencia, los riesgos y los beneficios de la sedación para los
estudios de imagen.
Si se toma la decisión de utilizar la sedación en el servicio de
urgencias o en el ámbito de la atención urgente, hay distintos
fármacos disponibles. Los médicos deben estar familiarizados
con las indicaciones, los beneficios, los riesgos, los efectos secun­
darios y la farmacocinética de cualquier fármaco que decidan
utilizar para la sedación y/o la ansiolisis. Al considerar los fár­
macos, debe seleccionarse la menor dosis necesaria con el mayor
índice terapéutico para lograr realizar el estudio de imagen.4-6
Los fármacos de acción prolongada rara vez están indicados
para los estudios de imagen y, en general, deben evitarse. Si un
estudio de imagen es particularmente largo, como la resonan­
cia magnética del cerebro y la columna vertebral completa, se
debe cursar una interconsulta al servicio de anestesiología. Las
opciones incluyen analgésicos, sedantes-hipnóticos (ansiolíti­
cos) y fármacos que pertenecen a categorías propias, como la
ketamina, el propofol y el óxido nitroso.
Una vez finalizada la sedación, se debe monitorizar a los
pacientes (frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, pulsio­
ximetría y presión arterial) hasta que vuelvan a su situación
inicial. Una vez que los pacientes hayan recuperado el esta­
do mental y ambulatorio inicial, pueden ser dados de alta.29
También se deben proporcionar al cuidador del paciente las
instrucciones de alta apropiadas para el fármaco y el nivel de
sedación utilizados.
Analgésicos
Estos fármacos no se utilizan habitualmente para la sedación
asociada a estudios de imagen, pero un control adecuado del
dolor es importante para maximizar las posibilidades de obtener
un estudio de imagen significativo. El control del dolor con fár­
macos adecuados es importante para la obtención de imágenes
de fracturas. Un excelente ejemplo de ello es la obtención de
imágenes de fracturas supracondíleas; se busca obtener una
imagen lateral real para evaluar el tipo/grado de la lesión (p. ej., frac­
turas tipo I, II o III), lo cual es importante para planificar el
tratamiento adecuado.
MORFINA
Se ha comprobado que este fármaco es tan eficaz como el fen­
tanilo en el control del dolor en los pacientes pediátricos.30 Sin
embargo, como todos los opioides, la morfina puede causar
depresión respiratoria y disminuir la presión arterial a través
de la vasodilatación periférica.31 En general, la morfina no es
el fármaco de elección para la sedación.32 Este fármaco debe
utilizarse con precaución en los pacientes con compromiso de
las vías respiratorias o cardiovascular. La dosis habitual es de
0,1 mg/kg por vía intravenosa.
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3 • Sedación/ansiolisis para el diagnóstico por imagen pediátrico
FENTANILO
El fentanilo es un opioide sintético con una potencia aproxima­
damente 100 veces superior a la de la morfina. Este fármaco
tiene un inicio rápido (5 min), pero una corta duración de acción
(menos de 1 h).33 La dosis intravenosa inicial es de 1 µg/kg.34
Aunque estas propiedades hacen del fentanilo una buena opción
analgésica, existen varios efectos potenciales asociados a su
uso. Estos efectos son principalmente respiratorios (hipoxemia,
depresión respiratoria y apnea), son más probables cuando el
fentanilo se combina con otro sedante y se producen poco des­
pués de la administración (5-15 min).34,35
La rigidez muscular torácica (a veces conocida coloquialmen­
te como síndrome de tórax rígido) es una complicación bien
descrita y temida del uso del fentanilo, pero no es frecuente.36,37
El resultado de este fenómeno es la incapacidad para ventilar y
es una complicación potencialmente mortal. Si bien este cua­
dro se ha asociado al uso de grandes dosis (>4 µg/kg), se ha
notificado rigidez de la pared torácica en los pacientes con dosis
intravenosas adecuadas, especialmente con una administración
rápida (es decir, en embolada).34,37
El fentanilo intranasal se utiliza cada vez más. Este método
de administración es bastante ventajoso, ya que es eficaz, fácil,
indoloro y rápido.38,39 Una dosis típica es de 2 µg/kg, con un
máximo de 100 µg por dosis, que puede repetirse una vez en
5 min si está clínicamente indicado.
Hipnóticos-sedantes
ETOMIDATO
El etomidato tiene un rápido inicio de acción (menos de 30 s) y
una breve duración (normalmente menos de 15 min); la dosis
habitual es de 0,1-0,3 mg/kg por vía intravenosa con un bolo de
0,05 mg/kg administrado según la indicación clínica.33,34 Este
agente tiene varias ventajas, además de su rápido inicio, como
la reducción de la presión intracraneal y el mantenimiento del
estado hemodinámico.40 Los efectos adversos incluyen depresión
respiratoria, vómitos y mioclonías no epileptiformes.33,40 Dado
que el etomidato inhibe la producción endógena de esteroides,
no debe utilizarse en los pacientes con insuficiencia suprarre­
nal conocida y debe utilizarse con precaución en los pacientes
con shock séptico, ya que la supresión suprarrenal puede estar
presente en los pacientes con esta situación. Por esta razón, no
se recomiendan las infusiones de etomidato.
PROPOFOL
El propofol, un fármaco no opioideo que se ha utilizado amplia­
mente en entornos quirúrgicos y de cuidados intensivos, se
ha utilizado cada vez más para la sedación en procedimientos
realizados en los servicios de urgencias.8,41 Hay varias propie­
dades de este fármaco que lo hacen atractivo para su uso como
sedante. Este fármaco tiene un rápido inicio de acción y de
recuperación (segundos) y disminuye la presión intracraneal,
lo que hace que su uso sea especialmente apropiado para la
realización de estudios de imagen neurológicos en los pacientes
con lesiones craneales. El propofol puede administrarse en
bolo o infusión. La dosis inicial habitual es de 100-150 µg/kg
por minuto, y se aumenta gradualmente para lograr el efecto
deseado, con un máximo de 200 µg/kg por minuto. 33,34,40
Si el propofol se utiliza en bolo, la dosis inicial es de 1-2 mg/kg,
con bolos adicionales de 0,5 mg/kg, cada 3-5 min según
esté clínicamente indicado para mantener la sedación.34,40
Sin embargo, existen varios efectos potencialmente adversos
11
asociados al uso del propofol. Este fármaco no posee propie­
dades analgésicas; si se busca un efecto analgésico, el propo­
fol puede utilizarse en combinación con otros fármacos que
proporcionan analgesia, como la morfina, el fentanilo o la
ketamina. Estas combinaciones pueden aumentar la posibi­
lidad de depresión respiratoria, bradicardia e hipotensión, y
también pueden superar el nivel de sedación previsto.33,40 Un
estudio descubrió que en los pacientes sometidos a reducción
de fracturas bajo sedación con propofol y fentanilo, el 31%
de los pacientes experimentaron desaturación de oxígeno y
el 25% de los pacientes requirieron maniobras para tratar la
descompensación respiratoria.35 El propofol debe utilizarse con
precaución en los pacientes hipovolémicos o con disminución
de la función cardiaca o del gasto cardiaco; estos pacientes
deben recibir una embolada de líquidos intravenosos an­
tes de que se les administre propofol.8,33,40 El propofol también
provoca dolor durante su administración, que puede reducir­
se con la administración de lidocaína (0,5 mg/kg) antes del
propofol o en combinación con otro analgésico.33 Los efectos
adversos del uso de propofol incluyen depresión respiratoria,
apnea e hipotensión (hasta el 5% de los pacientes)41,42; se han
notificado paradas respiratorias y cardiacas, pero son poco
habituales.8,43
La alergia al huevo ha sido tradicionalmente una contraindi­
cación para el uso de propofol, pero los estudios han demostrado
que el propofol se ha utilizado con seguridad en los pacientes con
antecedentes de alergia al huevo.44,45 Se ha descrito el síndrome
de infusión de propofol en los pacientes pediátricos atendidos en
un ámbito de cuidados intensivos. Se trata de una constelación
de bradicardia resistente al tratamiento en combinación con
acidosis metabólica, rabdomiolisis e hiperlipidemia que progresa
hasta la asistolia. Este síndrome se asocia a la infusión prolonga­
da de propofol o en dosis elevadas (>4.000 µg/kg/24 h); suele
ser mortal y se desconoce su etiología exacta.46,47
DEXMEDETOMIDINA
Este fármaco es un agonista selectivo de los receptores adrenér­
gicos α2. La dexmedetomidina tiene principalmente propiedades
sedantes, pero tiene algunas propiedades analgésicas. La prin­
cipal ventaja de este fármaco es que proporciona una excelente
sedación con una mínima depresión respiratoria, y se ha com­
probado que la dexmedetomidina es segura en procedimientos
pediátricos que requieren sedación pero no necesariamente
analgesia.40 En los pacientes pediátricos se utilizan dosis supe­
riores a las empleadas en los pacientes adultos: 2-3 µg/kg en bolo
intravenoso, seguidos de una infusión de 1-2 µg/kg/h.34,40 Tam­
bién se ha comprobado que la dexmedetomidina es eficaz cuando
se administra por vía intranasal a dosis de 2,5-3 µg/kg.34,48,49
Otra ventaja de este agente es su uso en los pacientes con autis­
mo.40,50 Los efectos adversos graves, como el laringoespasmo,
no son frecuentes, aunque el 4% de los pacientes que recibieron
este fármaco tuvieron efectos cardiovasculares (aumento de la
frecuencia cardiaca y de la presión arterial o hipotensión); se
ha notificado hipertensión en el 5% de los pacientes a los que
se administró dexmedetomidina, y este efecto se asocia a una
edad más temprana, unas dosis más altas y la administración
de bolos múltiples.50
MIDAZOLAM
El midazolam es un fármaco de acción rápida y corta duración
que, administrado por vía intravenosa, tiene acciones ansiolíti­
cas, amnésicas y de relajación muscular. Puede combinarse con
fentanilo para proporcionar una sedación moderada; la dosis
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12
Introducción
habitual es de 0,1 mg/kg.33,34,40 Una clara ventaja del mida­
zolam es que hay otras vías por las que se puede administrar
este medicamento, como la oral, la sublingual y la intranasal.
El método preferido para administrar este medicamento por
vía intranasal es con un atomizador, que produce una mejor
absorción y proporciona una mayor comodidad al paciente
en comparación con la instilación directa del medicamento.
La dosis intranasal es mayor que la intravenosa; se utilizan
0,2 mg/kg con un máximo de 10 mg por dosis.34,51,52 Los efectos
adversos incluyen la depresión respiratoria y la apnea; este
riesgo aumenta con la coadministración de opioides.33 Se han
notificado reacciones paradójicas, como irritabilidad y compor­
tamiento agresivo.53 Las reacciones paradójicas y la depresión
respiratoria pueden revertirse con flumazenilo. El flumazenilo
debe utilizarse con precaución en los pacientes con un trastorno
convulsivo conocido, ya que este medicamento puede reducir el
umbral convulsivo y precipitar una convulsión.
Otros fármacos
KETAMINA
Este fármaco, uno de los más utilizados para la sedación pediá­
trica, produce un estado disociativo al tiempo que proporciona
efectos analgésicos y sedantes. La ketamina es un derivado de
la fenciclidina, más conocida como PCP, y produce sus efectos
al unirse a los receptores de N-metil-D-aspartato (NMDA). Este
fármaco actúa rápidamente y tiene una corta duración de la
acción. La ketamina se utiliza con mayor frecuencia para reali­
zar procedimientos breves y dolorosos, como la reducción de
fracturas. Además de una excelente y eficaz sedación y analge­
sia, la ketamina también proporciona amnesia e inmovilización,
al tiempo que preserva los reflejos protectores de las vías res­
piratorias y la respiración espontánea.33,40 La dosis intravenosa
inicial habitual de ketamina es de 1-1,5 mg/kg en bolo, segui­
da de dosis repetidas de 0,5-1 mg/kg según esté clínicamente
indicado. 34 En particular, el tratamiento inicial del dolor
con un opioide no es una contraindicación para la sedación con
ketamina. Aunque esto aumenta la incidencia de vómitos y
la necesidad de utilizar oxígeno, no aumenta la incidencia de
efectos adversos.54
La ketamina puede combinarse con el propofol. Cuando la ke­
tamina se utiliza de este modo, la dosis se reduce a 0,5 mg/kg.34
Una pauta posológica recomendada es la de 0,5 mg/kg de
ketamina, seguidos de 0,5 mg/kg de propofol, con una dosis
adicional de 0,5 mg/kg de propofol administrada según esté
clínicamente indicado.34,55
La administración intramuscular de la ketamina también es
una opción. Si la ketamina se administra por esta vía, la dosis
debe aumentarse para lograr el efecto. Una dosis intramuscular
habitual es de 4-5 mg/kg; si está clínicamente indicado, puede
administrarse una segunda dosis, 10 min después, de 2-4 mg/kg.34
Los efectos adversos de la ketamina suelen ser vómitos y
reacciones durante la recuperación (irritabilidad, alucinacio­
nes y agitación).33,40 Aunque son las posibles complicaciones
más graves, el laringoespasmo y la apnea no se observan con
frecuencia,33,40 suelen ser breves y pueden tratarse eficazmente
la mayoría de las veces con ventilación manual con ambú y
mascarilla con presión positiva.34,56 Varios estudios amplios
han documentado los efectos adversos de la ketamina (apnea
[<1%], laringoespasmo [<1%] y desaturación de oxígeno [3%]),
que se asocian de forma independiente a la edad temprana
(<2 años), a las dosis intravenosas superiores a una dosis inicial de
2,5 mg/kg o una dosis total >5 mg/kg o a la coadministración
de una benzodiazepina o atropina; los vómitos (8%) se asociaron
a la edad avanzada y a una dosis intravenosa elevada.34,57 La
administración intramuscular se asocia más comúnmente con
vómitos y tiempos de recuperación prolongados.58 Esta vía de
administración no parece estar asociada a una mayor incidencia
de laringoespasmo, como se pensaba antes.56,59 Aunque se
ha demostrado que la ketamina causa hipersalivación, no se
recomienda la administración sistemática de atropina o glicopi­
rrolato, ya que en estudios extensos no se ha demostrado que
el riesgo de laringoespasmo debido a la hipersalivación dis­
minuya con estos fármacos.60-62 Tampoco se recomienda la
administración sistemática de midazolam como medio para
mitigar los vómitos y/o las reacciones durante la reanimación
que a veces se observa con el uso de ketamina.34,63 Los vómitos
son el efecto adverso más frecuente de la administración de
ketamina, y algunos autores recomiendan la administración
sistemática de ondansetrón a los pacientes sometidos a seda­
ción con ketamina.34,54,64
La ketamina está contraindicada en los pacientes de menos
de 3 meses de edad o en aquellos pacientes que hayan tenido
reacciones graves durante la reanimación en el pasado.34 La
ketamina está relativamente contraindicada en los pacientes con
hipertensión intraocular (la evidencia de esto es controvertida), hi­
pertensión intracraneal (esto también es tema de debate),
hipertensión arterial y enfermedades de la tiroides.34,65
Recientemente se ha investigado la administración de keta­
mina por vía intranasal y se ha comprobado que es eficaz y
tiene pocos efectos adversos, el más común de estos fueron
los vómitos.66 Al igual que con la vía de administración intra­
venosa, no está avalada la coadministración sistemática de
una benzodiazepina, como se ha comunicado en los estudios
anteriores con ketamina en la población pediátrica. 66,67 Los
pacientes parecían tener una mayor incidencia de reacciones
durante la reanimación con la vía intranasal, pero no hubo
una definición uniforme de lo que constituía una reacción
durante la reanimación.57,66,68 La satisfacción percibida del
nivel de sedación con ketamina intranasal para la sedación no
ha sido uniforme en la literatura, y las dosis han oscilado entre
2 y 9 mg/kg.68,69 Se ha informado de que la analgesia es satis­
factoria.66,70 Sin embargo, no se ha demostrado la superioridad
de la ketamina intranasal con respecto a otros fármacos en
cuanto a la sedación, y se carece de estudios sobre el uso de
ketamina intranasal para la reducción de fracturas. La falta
de ensayos rigurosos sobre el uso de la ketamina intranasal
en la población pediátrica dificulta su uso rutinario para la
sedación en este momento,66 pero parece prometedor su uso
como sedante para procedimientos breves, como la realización
de un estudio de imagen.
Resumen
Aunque la sedación o la ansiolisis para los procedimientos
radiológicos pediátricos no siempre son clínicamente necesa­
rias, el uso adecuado de fármacos para estos fines favorecerá
la comodidad del paciente y minimizará el movimiento, lo que
dará lugar a un estudio radiológico útil. Los médicos deben
estar familiarizados con las indicaciones, las dosis y los posibles
efectos adversos de cualquier fármaco que se elija, así como con
las técnicas de rescate aplicadas sobre las vías respiratorias en
caso de que el paciente evolucione hacia niveles de sedación más
profundos de lo buscado. Un personal debidamente formado
y familiarizado con la práctica y los principios de la sedación
permitirá potenciar unos resultados satisfactorios y reducir al
mínimo las complicaciones. La elección del sedante/ansiolítico
debe tener en cuenta la dosis más baja eficaz necesaria para
realizar el estudio de imagen deseado.
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3 • Sedación/ansiolisis para el diagnóstico por imagen pediátrico
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4
¡Vaya timo! Masas mediastínicas
en los neonatos/lactantes
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Un niño de 8 meses de edad es llevado a urgencias por tos y
rinorrea intermitente de 2 meses de evolución. Ha sido atendido
varias veces por su pediatra de atención primaria y se le ha
diagnosticado en varias ocasiones una infección vírica de las
vías respiratorias superiores y una otitis media aguda, para
las que se le han recetado antibióticos orales. También ha tenido
fiebre intermitente, que se ha resuelto después de varios días. No
hay antecedentes de viajes ni contactos con personas enfermas,
ni tampoco antecedentes de asfixia o sospecha de ingestión de
cuerpos extraños.
La exploración física revela un niño delgado, pero de buen
aspecto y activo. Se encuentra afebril y las constantes vitales no
son destacables, excepto por una leve taquipnea (65 respiraciones por minuto). No hay rinorrea y la orofaringe está despejada.
La auscultación del tórax pone de manifiesto una disminución
de los ruidos respiratorios en la parte superior izquierda, pero
no hay crepitantes, tiraje, sibilancias ni estridor. La exploración
abdominal es normal.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta modalidad de imagen es la más utilizada para estudiar el
tórax en neonatos o lactantes.1 Se prefieren dos proyecciones
(anteroposterior y lateral) cuando sea posible. La radiografía
simple puede indicar la presencia de una masa torácica, lo que
obliga a utilizar modalidades de imagen avanzadas. El 90% de
las masas torácicas pueden visualizarse mediante una radiografía simple.2
La radiografía simple es la modalidad de imagen de primera
línea cuando se sospechan masas torácicas.3 Sin embargo, esta
modalidad puede pasar por alto masas pequeñas, por lo que
está indicado realizar más pruebas de imagen cuando se sospecha una masa mediastínica, ya que el diagnóstico no se suele
establecer solo con la radiografía simple.3
ECOGRAFÍA
Esta modalidad de imagen se utiliza cada vez más para la evaluación de trastornos torácicos específicos. Algunos ejemplos son el
neumotórax, el derrame pleural, el hemotórax y las masas torácicas.1 Sin embargo, la utilidad de la ecografía del mediastino es
limitada en los pacientes de más de 5 años de edad debido a la
ausencia de buenas ventanas acústicas.3 La falta de exposición a
la radiación ionizante, la rapidez, la disponibilidad y la ausencia
de necesidad de sedación son ventajas de la ecografía.
Esta modalidad de imagen se utiliza normalmente cuando la
radiografía simple es anormal y es preciso delimitar mejor una
presunta masa torácica. La TC también se utiliza para la planificación quirúrgica cuando está indicada.1 La TC es fácil y rápida y
normalmente no requiere sedación. La TC incluye la exposición
a la radiación ionizante, y se deben utilizar protocolos de pruebas
de imagen pediátricas apropiados para reducir esta exposición
en la medida de lo posible.
La TC se utiliza a menudo en los pacientes con masas mediastínicas. Ha demostrado ser muy precisa para la caracterización
de las masas (como el tamaño y la localización) y para determinar si hay afectación de las estructuras adyacentes.2-4 La TC
puede diferenciar entre estructuras quísticas y sólidas y determinar la presencia de calcificación, grasa o componentes vasculares.2 Se ha demostrado que los hallazgos de la TC repercuten
en el tratamiento en el 65% de los casos y añade información
diagnóstica adicional en el 82%.3,4
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Al igual que la TC, la RM se utiliza para lograr una mayor definición anatómica y la caracterización tisular de las presuntas
masas torácicas. La RM es particularmente idónea para diferenciar las estructuras quísticas de las sólidas, especialmente
en comparación con la TC.2,3 La RM también puede utilizarse
para planificar intervenciones quirúrgicas.1 La disponibilidad
y la necesidad de sedación son posibles desventajas de la RM.
TOMOGRAFÍA POR EMISIÓN DE POSITRONES
(PET, POSITRON EMISSION TOMOGRAPHY)
La PET no es una modalidad de imagen de primera línea para
diagnosticar masas mediastínicas en los pacientes pediátricos.
Sin embargo, la PET, incluida la PET-TC o la PET-RM, puede utilizarse para la estadificación de los tumores y el seguimiento de
la respuesta al tratamiento.3,5 Sin embargo, este tipo de técnicas
de imagen en los niños suele encontrarse en centros pediátricos
especializados y, por lo general, no está ampliamente disponible.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Al paciente se le realizó una radiografía simple de tórax con dos
proyecciones. Se observa una gran opacidad redondeada en el
tercio medio-superior del hemitórax izquierdo con un borde
bien definido a nivel lateral e inferior. Hay efecto masa sobre la
porción inferior de la tráquea (desplazamiento hacia la derecha)
y sobre el bronquio principal izquierdo (desplazado en sentido
inferior y medial) (fig. 4.1).
16
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4 • ¡Vaya timo! Masas mediastínicas en los neonatos/lactantes
17
Fig. 4.2 El corte coronal de la tomografía computarizada (TC) con con­
traste (A) muestra una masa mediastínica izquierda relativamente homo­
génea y con realce (flechas blancas). El corte axial de la TC (B) muestra
un aspecto compatible con una masa (flechas blancas) que se origina en
el mediastino posterior paravertebral y se extiende hacia el mediastino
medio y anterior. La masa linda con el timo, de aspecto normal (T), y
provoca el desplazamiento hacia la derecha de las estructuras medias­
tínicas normales, incluida la carina (C).
Fig. 4.1 La radiografía frontal (A) de tórax muestra una gran opacidad
redondeada que sugiere la presencia de una masa mediastínica en la
parte media y superior del hemitórax izquierdo (flechas blancas) con
efecto masa sobre la tráquea y el bronquio principal izquierdo (flechas
negras). La proyección lateral de la radiografía de tórax (B) permite
apreciar que la opacidad se encuentra en la parte posterior (flechas
blancas).
Conclusión del caso
El paciente fue ingresado y se cursaron interconsultas a los
servicios de oncología pediátrica y cirugía pediátrica. Se obtuvo
una TC torácica con contraste que puso de manifiesto la masa,
que aparece centrada en el mediastino posterior izquierdo, pero
que se extiende hasta afectar al mediastino medio y anterior
(fig. 4.2). La biopsia guiada por TC reveló que la masa era
un neuroblastoma. Se determinó que el tumor era de riesgo
intermedio. Se realizó una gammagrafía con metayodobencilguanidina en la que se descartó la presencia de metástasis; las
células neuroendocrinas captan la metayodobencilguanidina,
lo que hace que esta gammagrafía sea útil en la evaluación de
las metástasis de los tumores neuroendocrinos. El paciente fue
tratado con quimioterapia y posterior resección quirúrgica de
la masa residual.
La causa más común de un aumento del tamaño del mediastino en los neonatos y los niños pequeños es la prominencia
normal del timo. El timo es importante para el desarrollo del
sistema inmunitario durante la infancia, principalmente de los
linfocitos T, responsables de regular la inmunidad celular, y de
los linfocitos B, responsables de regular la inmunidad humoral.
La visualización del timo neonatal/infantil (edad <5 años) en
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18
SECCIÓN 1 • Neonatal
la radiografía simple es un hallazgo normal. Un timo normal
aparece en la radiografía simple de tórax como una opacidad
con densidad de partes blandas que sobresale en el mediastino
anterior, y que a veces ocupa toda la parte anterosuperior del
tórax en los lactantes pequeños.1 Puede ser difícil de distinguir
de la silueta cardiaca.6 Una característica del timo normal que
suele aparecer en la radiografía simple es el «signo de la onda
tímica», que es una ondulación del contorno lateral del timo
causada por las costillas, ya que el timo es de textura blanda y
linda con la parte anterior de las costillas y los cartílagos cos-
tales (fig. 4.3).7,8 Otro aspecto normal del timo en una proyección anteroposterior es que puede extenderse asimétricamente
hacia la derecha, sobre el pulmón, con un margen inferior recto,
y un borde lateral convexo, produciendo el llamado «signo de la
vela tímica» (fig. 4.4A-C).7 Sin embargo, no hay que confundir
este hallazgo con el «signo de la vela de spinnaker» o «signo
de las alas de ángel», en el que los lóbulos tímicos están desplazados en sentido lateral y superior debido a la presencia de
un neumomediastino (fig. 4.4D).7,8 Los lactantes y los niños
(menores de 5 años) tienen un timo con márgenes convexos.
Al crecer, el timo se vuelve más pequeño, con bordes más cóncavos y rectos. En la adolescencia, el timo deja de ser visible en
la radiografía simple.9 Mientras que el timo es normalmente
visible en la radiografía simple en los neonatos, los lactantes y
los niños pequeños, no es el caso de los adolescentes, y un timo
normal no debería causar un efecto masa. Un timo prominente
y normal puede confundirse con una masa mediastínica, lo que
ocasionalmente hace que se realicen más pruebas de imagen,
por lo general ecografías, TC o RM. Un timo normal aparecerá
en las imágenes obtenidas con técnicas avanzadas como una es­
tructura homogénea sin calcificación ni compresión de las
estructuras circundantes.6,9 La presencia de calcificación o
efecto masa debe impulsar la investigación para determinar
la causa.
La hiperplasia tímica debe considerarse en el contexto clínico
apropiado. La hiperplasia tímica suele observarse como un
fenómeno de rebote tras la atrofia tímica secundaria a una enfermedad, el uso de quimioterapia (la atrofia tímica se produce en
aproximadamente el 90% de los pacientes) o el uso prolongado
de corticoides.6,9 Una vez que se resuelve la etiología subyacente de la atrofia tímica, el timo vuelve a crecer y, en ocasiones,
supera el tamaño inicial.9 Mientras que los timomas se observan
con frecuencia en la población adulta, no son comunes en los
pacientes pediátricos.
El diagnóstico diferencial de las masas mediastínicas pediátricas es amplio y puede acotarse en función de la localización
de la masa sospechosa. Los compartimentos mediastínicos del
tórax son los siguientes:9,10
1. Compartimento anterior: limitado por el esternón (por delante) y el margen anterior del pericardio (por detrás).
2. Compartimento medio: limitado por el margen anterior del
pericardio y una línea trazada aproximadamente 1 cm por
detrás del margen anterior de los cuerpos de las vértebras
torácicas.
3. Compartimento posterior: limitado por una línea trazada
1 cm por detrás del borde anterior de los cuerpos de las vértebras torácicas (por delante) y los canales paravertebrales (por
detrás).
El diagnóstico diferencial de las presuntas masas torácicas
pediátricas puede acotarse en función de la localización y la
edad:3,9
COMPARTIMENTO
Anterior
Fig. 4.3 Las proyecciones anteroposterior (A) y lateral (B) de la radio­
grafía de tórax muestran un timo prominente normal en un lactante.
Obsérvese en la vista frontal (A) que los bordes laterales del timo no se
distinguen de los bordes cardiacos normales y que los bordes laterales
del timo muestran ondulaciones, el «signo de la onda tímica», donde el
timo blando se apoya en los cartílagos costales anteriores. Además,
el timo es anterior (flechas blancas), como se aprecia en la proyección
lateral (B); por tanto, no hay «espacio libre» en la región retroesternal.
Medio
Posterior
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DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Masas tímicas, neoplasias de
células germinales, linfoma,
adenopatías metastásicas
Linfoma, lesiones traqueales,
masas esofágicas, masas
cardiacas, quistes de
duplicación del intestino
primitivo proximal
Tumores de nervios periféricos,
tumores ganglionares,
meningocele torácico
4 • ¡Vaya timo! Masas mediastínicas en los neonatos/lactantes
19
Fig. 4.4 La radiografía de tórax en proyección anteroposterior (A) muestra el «signo de la vela tímica», una variación
normal del aspecto del timo, que se extiende asimétricamente sobre el pulmón derecho, con un borde inferior recto
(flechas blancas). Nótese que el borde lateral derecho del timo también muestra la ondulación propia del «signo de
la onda tímica». En la proyección lateral (B), el timo se ve en la parte anterior del tórax, también con un borde inferior
recto (flechas blancas). (C) Otro paciente con un signo de la vela tímica normal (flechas blancas). El signo de la vela
tímica normal no es el mismo que el signo de la «vela de spinnaker» o de las «alas de ángel», mostrado en (D). Estos
dos últimos términos se refieren al aspecto del timo cuando se eleva en sentido superior (puntas de flecha negras)
como consecuencia de un neumomediastino (*), como se ve en (D).
Aquí se muestran los porcentajes de localización de las masas
mediastínicas en la población adulta frente a la población pediátrica:11,12
LOCALIZACIÓN
Anterior
Medio
Posterior
POBLACIÓN
ADULTA
68
18
14
POBLACIÓN
PEDIÁTRICA
36
12
52
El linfoma es la causa más común de masas mediastínicas
anteriores en la población pediátrica y representa la tercera neoplasia más común en los pacientes pediátricos.2,6,11 El linfoma
puede afectar a cualquier parte del mediastino y puede infiltrar
y agrandar el timo. La afectación del timo en el contexto de un
linfoma o una leucemia suele deberse a una enfermedad sistémica.6 Las masas mediastínicas pediátricas pueden ser benignas,
pero la mayoría son malignas. Mientras que aproximadamente
la mitad de estas masas son asintomáticas, pueden cursar con
síntomas sistémicos (fiebre, tos y malestar general son los más
comunes) y se asocian con mayor frecuencia a un proceso
maligno.2,12
El linfoma pediátrico puede ser de Hodgkin o no hodgkiniano.
La mayoría de los linfomas pediátricos son no hodgkinianos.2,11
Los pacientes con linfomas no hodgkinianos presentan síntomas inespecíficos, como tos, estridor, dificultad respiratoria
y síntomas de obstrucción de la vena cava superior, así como
síntomas constitucionales como fiebre, pérdida de peso, sudores
nocturnos y adenopatías.2 El linfoma de Hodgkin se observa con
más frecuencia en los pacientes adolescentes y adultos jóvenes.
Las masas mediastínicas medias suelen ser restos del intestino primitivo proximal e incluyen los quistes broncógenos y
los quistes de duplicación esofágica. El tratamiento suele ser
quirúrgico.11
Las masas mediastínicas posteriores suelen ser de origen neurogénico, y derivan del ganglio simpático, los nervios intercostales y las células paraganglionares.11 El neuroblastoma deriva
de las células de la cresta neural embrionaria que comprenden
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20
SECCIÓN 1 • Neonatal
los ganglios simpáticos y las glándulas suprarrenales, es el
tumor maligno no relacionado con el sistema nervioso central
más frecuente en la población pediátrica y es la neoplasia más
común entre los lactantes, con una incidencia anual de 700 ca­
sos en Norteamérica; la media de edad en el momento del
diagnóstico es de 18 meses.13-15 En la mayoría de los pacientes,
los neuroblastomas tienen una localización retroperitoneal,
pero hasta un tercio son mediastínicos. El neuroblastoma es un
tumor muy agresivo y a menudo debuta con metástasis.11 Los
síntomas y los signos asociados al neuroblastoma son disnea,
síndrome de Horner (ptosis, miosis y anhidrosis), vómitos, distensión abdominal y síndrome opsoclono-mioclono (en el que
hay movimientos oculares rápidos e involuntarios).11,13
Los neuroblastomas se tratan con cirugía, radioterapia,
quimioterapia y/o inmunoterapia. El tratamiento depende del
estadio del tumor, ya que los tumores en estadios más avanzados
son más difíciles de extirpar quirúrgicamente. La supervivencia
es mayor (99%) en los pacientes con tumores en estadios menos
avanzados, aunque las tasas de supervivencia entre los pacientes con tumores en estadios más avanzados oscilan entre el
50-70%.11,16 El neuroblastoma también se clasifica en enfermedad de riesgo bajo, riesgo intermedio y riesgo alto. Los pacien­
tes con enfermedad de riesgo bajo pueden ser tratados con cirugía
con o sin quimioterapia en dosis mínimas, o en algunos casos
solo está indicada la observación, pero en la enfermedad de riesgo intermedio y alto, la cirugía puede realizarse después de una
pauta inicial de quimioterapia.13,17,18 El neuroblastoma puede
mostrar una regresión espontánea en los pacientes menores
de 18 meses, y en estos pacientes se puede adoptar una actitud
expectante siempre que no haya complicaciones que pongan en
peligro su vida, como hepatomegalia masiva (por la afectación
hepática), disfunción hepática o dificultad respiratoria.18,19 La
radioterapia y la inmunoterapia se reservan para los pacientes
de riesgo alto.15,20
A modo de comparación, en la figura 4.5 se presenta otro
caso.
Este paciente, un niño de 2 años de edad, fue atendido por
nerviosismo, disminución de la frecuencia de las deposiciones
y disminución del movimiento de las extremidades inferiores,
que progresó hasta el punto de negarse a deambular. El niño
fue atendido por su pediatra, que solicitó radiografías simples de las extremidades inferiores, que eran normales. En la
exploración física destacaba la presencia de taquipnea, la disminución del movimiento de las extremidades inferiores y la
ausencia aparente de reflejos tendinosos profundos. El niño se
negaba a deambular. Una radiografía de tórax, realizada por la
taquipnea, reveló una gran masa mediastínica (v. fig. 4.5A).
Después de cursar una interconsulta a los subespecialistas, se
tomó la decisión de ampliar el estudio con una RM de tórax
(v. fig. 4.5B,C), columna vertebral y cerebro. La RM reveló lesiones
con realce indicativas de metástasis en el cerebro, los pulmones y
los cuerpos vertebrales, con aplastamiento del cuerpo vertebral T9
Fig. 4.5 La radiografía de tórax en proyección ante­
roposterior (A) de un niño de 2 años muestra ensan­
chamiento del mediastino compatible con una masa
mediastínica (flechas blancas) que afecta al mediastino
bilateralmente, con efecto masa sobre la tráquea (flechas negras), desplazando la tráquea hacia la derecha
del paciente. Los cortes coronales (B) y axiales (C) de la
resonancia magnética (RM) ponderada en T2 muestran
una masa mediastínica quística y sólida heterogénea
(flechas blancas), centrada en el mediastino anterior, aun­
que también se extiende en dirección posterior,
como se ve en el corte sagital (flechas blancas) (D).
El corte sagital de la RM de la columna vertebral (D)
muestra el aplastamiento del cuerpo vertebral T9 (flecha negra), asociado a la presencia de unas masas con
densidad de partes blandas anteriores y posteriores
a T9 y a las vértebras adyacentes (puntas de flecha
blancas). La masa intrarraquídea posterior produce
efecto masa sobre la médula espinal torácica.
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4 • ¡Vaya timo! Masas mediastínicas en los neonatos/lactantes
asociado a una masa con densidad de partes blandas anterior
y posterior, esta última con un efecto masa sobre la médula
espinal (v. fig. 4.5D). El tratamiento inicial fue una laminectomía
de urgencia para la descompresión de la masa intrarraquídea.
Los estudios anatomopatológicos revelaron que esta masa era
una metástasis de un tumor de células germinales. El paciente
recibió la quimioterapia adecuada y se resolvió la enfermedad
paravertebral, del sistema nervioso central y pulmonar, pero la
masa mediastínica mostró una mejoría mínima. Se extirpó
la masa torácica y se descubrió que era un teratoma maduro
benigno. El paciente siguió una pauta de fisioterapia con un
buen resultado.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen inicial de
elección en los pacientes con masas mediastínicas, que a
menudo se descubren de forma fortuita cuando el estudio se
realiza para evaluar otros síntomas, como fiebre, tos, disnea
o dolor torácico.
2. La TC es una modalidad de imagen secundaria que tiene una
excelente resolución espacial y puede ayudar a delimitar las
relaciones de una masa mediastínica con las estructuras
circundantes. Esta modalidad también puede utilizarse para
planificar intervenciones quirúrgicas y controlar la progresión de la enfermedad o la respuesta al tratamiento.
3. La RM es una modalidad de imagen secundaria que a menudo
se utiliza para definir mejor la relación de una masa mediastínica con otras estructuras torácicas, ofrece una excelente
caracterización de las partes blandas y puede utilizarse para
controlar la progresión de la enfermedad o la respuesta al
tratamiento.
4. La PET es un estudio secundario y, en algunos casos, terciario
que se utiliza para estadificar el tumor y controlar la respuesta al tratamiento.
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Va de sibilancias:
bronquiolitis/trastornos víricos
SUJIT IYER, MD
Presentación del caso
Un bebé de 6 meses con tos, congestión y fiebre de 3 días de
evolución es llevado al servicio de urgencias por dificultad respiratoria. En la exploración física destaca una temperatura
de 38,8 °C, una frecuencia respiratoria de 55 respiraciones
por minuto, una saturación en la pulsioximetría del 92% y
tiraje intercostal, subcostal y supraesternal prominente. Se auscultan crepitantes difusos y sibilancias intermitentes en todos
los campos pulmonares. Las mucosas están húmedas y el niño
sigue alerta y con actitud de jugar a pesar del mayor trabajo
respiratorio.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Varios estudios han demostrado que la realización sistemática
de radiografías en niños con bronquiolitis leve o la variante
clásica de la enfermedad puede conducir a la administración
de antibióticos inadecuados y actualmente no se recomienda
su realización sistemática en las guías de práctica pediátrica.1-3
La neumonía bacteriana secundaria es una complicación
infrecuente y debe considerarse en los niños que no siguen la
evolución clínica esperada o en los que ingresan en la unidad
de cuidados intensivos.4
Es más probable que las radiografías sean útiles en los niños
con hallazgos focales, enfermedad grave o signos de complicaciones como el neumotórax, o cuando la anamnesis y la exploración física apuntan a otras causas en el diagnóstico diferencial
que pueden imitar aspectos de la exploración de la bronquiolitis
(es decir, cardiopatía no diagnosticada, miocarditis, cuerpo
extraño, etc.).
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Los hallazgos radiográficos más comunes en la bronquiolitis
son radiografías normales o una combinación de hallazgos que
suelen comprender engrosamiento peribronquial, tórax distendido y atelectasia. Las radiografías son ideales para detectar
complicaciones como el neumotórax o la coinfección bacteriana
en los niños que no presentan signos clínicos de bronquiolitis
clásica.
ECOGRAFÍA TORÁCICA
En estudios más pequeños se ha analizado el uso de la ecografía pulmonar en el ámbito hospitalario en correlación con los
hallazgos de la exploración clínica durante el estudio de una
neumonía. La presencia de líneas B, consolidaciones subpleurales y enfermedad intersticial a lo largo de múltiples espacios se ha
atribuido a un grado más grave de la enfermedad y a neumonía
bacteriana. Sin embargo, la fiabilidad entre evaluadores, la
variabilidad de los profesionales que realizan la técnica y
la falta de validación para diferenciar la enfermedad vírica de la
bacteriana en estos pequeños estudios limitan el uso de la ecografía a gran escala para la mayoría de los casos.5,6
Hallazgos de los estudios
de imagen
El pediatra de atención primaria del niño solicitó pruebas de
imagen en un momento anterior de ese mismo día. Se muestra
una radiografía de tórax con dos proyecciones. Hay opacidades
perihiliares bilaterales parcheadas y veteadas, prominencia
intersticial difusa y engrosamiento de las vías aéreas centrales.
No hay infiltrados focales ni derrames, incluyendo el espacio
retrocardiaco (figs. 5.1 y 5.2). También se muestran unos
hallazgos similares de los estudios de imagen realizados en otro
niño con bronquiolitis (figs. 5.3 y 5.4).
Conclusión del caso
Se practicó una aspiración de secreciones al paciente en el servicio de urgencias y se vigiló mediante pulsioximetría mientras se
alimentaba. Hubo una mejoría moderada del trabajo respiratorio después de la aspiración, y la saturación de oxígeno del niño
aumentó a >92% mientras se alimentaba y con la actividad. El
niño fue dado de alta a su domicilio y se indicó seguimiento por
el pediatra de atención primaria en 1 o 2 días, con la explicación
de que el apogeo de la enfermedad probablemente continuaría
durante las siguientes 72 h.
La bronquiolitis es la principal causa de hospitalización en los
lactantes y los niños pequeños. La incidencia máxima se da en
niños de entre 2-6 meses de edad.7 La evolución clínica clásica
comprende un periodo inicial de 1-3 días con síntomas de las
vías respiratorias superiores, entre los que destacan la rinorrea
y la congestión nasal. Entre los 3-6 días, los síntomas de las
vías respiratorias inferiores alcanzan su punto máximo, con
crepitantes prominentes y/o sibilancias, además de taquipnea y
signos de dificultad respiratoria. En la gran mayoría de los casos
se observa una etiología vírica, que puede incluir muchos virus
diferentes en función de la estación del año, siendo el virus respiratorio sincitial la causa más común.
22
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5 • Va de sibilancias: bronquiolitis/trastornos víricos
23
Fig. 5.1 La radiografía de tórax en proyección anteroposterior muestra
un aumento de las marcas pulmonares intersticiales en las regiones
parahiliares con engrosamiento de la pared bronquial.
Fig. 5.3 Radiografía simple de otro paciente con bronquiolitis. Se aprecian las opacidades estriadas habitualmente presentes en las infecciones
víricas de las vías respiratorias inferiores.
Fig. 5.2 La radiografía de tórax en proyección lateral muestra un aumento de las marcas pulmonares intersticiales en el centro.
Fig. 5.4 Proyección lateral en la que se muestran nuevamente opacidades estriadas compatibles con un proceso vírico.
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24
SECCIÓN 1 • Neonatal
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Bibliografía
1. La radiografía simple de tórax rara vez está indicada en la
bronquiolitis vírica clásica. Los hallazgos esperados de afectación de las vías respiratorias inferiores en la bronquiolitis
pueden llevar a la prescripción excesiva de antibióticos.
2. La radiografía de tórax debe considerarse cuando la exploración clínica y la anamnesis no se correlacionan con la
enfermedad clásica y se sospechan otras enfermedades o
complicaciones.
3. Los niños con bronquiolitis grave que requieren ingreso en
la unidad de cuidados intensivos constituyen una cohorte
diferente que puede justificar una mayor tasa de radiografías
de tórax.
4. La ecografía torácica sigue teniendo una utilidad limitada a
la hora de proporcionar información adicional para orientar
el tratamiento clínico de la bronquiolitis.
1. Swingler GH, Hussey GD, Zwarenstein M. Randomised controlled trial of
clinical outcome after chest radiograph in ambulatory acute lowerrespiratory infection in children. Lancet. 1998;351(9100):404-8.
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6
¡Qué retorcido! Malrotación
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un bebé varón de 5 días de edad presenta disminución de la
ingesta y de la actividad en las últimas 24 h. Los padres refieren
vómitos que inicialmente tenían el aspecto de la leche maternizada, pero que en las últimas 12 h se han vuelto de color «amarillo verdoso» y que en los últimos episodios han sido «verdes».
Los vómitos se han producido cada vez que se alimenta al niño,
lo que normalmente ocurría cada 3 h, aunque los padres han
intentado alimentarlo con más frecuencia (cada hora más
o menos) porque creen que el niño no «retiene nada». No
ha habido fiebre, tos, congestión, rinorrea ni traumatismos
conocidos. El niño había estado inicialmente inquieto y parecía
«molesto».
La exploración física del niño revela un aspecto enfermizo
y afebril. La frecuencia cardiaca es de 116 latidos por minuto,
la frecuencia respiratoria es de 20 respiraciones por minuto y
la saturación de oxígeno es del 96% con aire ambiente. Tiene la
fontanela anterior hundida, las mucosas secas y la piel seca,
aunque sin lesiones. La turgencia cutánea es escasa y se observa
retraso del llenado capilar. No se aprecian soplos cardiacos y la
auscultación pulmonar es normal. La exploración abdominal
muestra una distensión generalizada sin hepatoesplenomegalia
evidente y el abdomen parece tenso.
dios han determinado un valor predictivo positivo del 90%. 3
Los pacientes con malrotación tendrán una posición anormal
de la unión duodenoyeyunal; hay una variedad de posiciones
anormales que se asocian con malrotación. Si hay bandas de
Ladd, puede observarse una configuración duodenal anormal,
y si hay un vólvulo del intestino medio, puede verse un patrón
en sacacorchos y una posible obstrucción del duodeno.1,2,6,8
Se ha descrito que el EGD tiene una sensibilidad del 79% para
detectar vólvulos.5,7 Las variantes anatómicas pueden interferir en la interpretación adecuada de un EGD, por lo se debe
elegir cuidadosamente la técnica adecuada para garantizar un
estudio valorable.4,5,7 Esta prueba de imagen debe ser realizada
e interpretada por un radiólogo pediátrico o un radiólogo con ex­
periencia en radioscopia pediátrica. Si no se dispone de estos
expertos en el centro, el médico debe disponer el traslado del
paciente a un centro adecuado.
ECOGRAFÍA
La radiografía simple de abdomen es una modalidad de imagen
fácilmente disponible y puede proporcionar al médico una visión
general del patrón de gas intestinal, así como revelar la presencia de neumoperitoneo. Se trata de una modalidad de imagen
de primera línea cuando se sospecha una patología intestinal,
como una obstrucción intestinal, y puede mostrar la distensión
gaseosa del estómago y la porción proximal del duodeno cuando
hay un vólvulo. Sin embargo, los niños con malrotación suelen
tener un patrón de gas intestinal normal.1
El papel que desempeña la ecografía en el diagnóstico de la
malrotación intestinal y los vólvulos es objeto de debate. Aunque no hay estudios amplios, hay pruebas que sugieren que
la ecografía es útil para detectar la malrotación. Un hallazgo
descrito como indicativo de malrotación es la inversión de la
relación habitual entre la arteria mesentérica superior (AMS)
y la vena mesentérica superior (VMS). Aunque algunos autores
han comunicado de que esta inversión de la relación AMS/
VMS es sensible para detectar la malrotación, se han notificado resultados tanto falsos positivos como falsos negativos en
los estudios.1,2 También se ha utilizado una relación anormal
entre la AMS y el tercer segmento del duodeno en la ecografía
para detectar la malrotación, y la presencia de un «signo del
remolino» (un aspecto arremolinado del mesenterio y la VMS
alrededor de la AMS) es indicativo de la presencia de un vólvulo.1,2,9-11 Ante este último hallazgo, es necesaria la confirmación
mediante un EGD o bien se debe cursar una interconsulta al
servicio de cirugía.1,2,10,11 Al combinar estos tres signos ecográficos (inversión de la relación AMS/VMS, signo del remolino
y duodeno transversal intraperitoneal), Zhou y cols. observaron
una sensibilidad del 100% y una especificidad del 97,8% en un
estudio que incluyó a 70 niños con una media de edad de
31 días.9 La posibilidad de utilizar la ecografía como medio para
identificar la malrotación es emocionante, pero se necesitan más
estudios antes de que esta modalidad se considere una prueba
de primera línea o un sustituto del EGD. Además, el estudio
ecográfico de estas relaciones vasculares e intestinales depende
del ecografista y es probable que tenga una mayor utilidad en
las instalaciones con ecografistas pediátricos especializados y
equipos de imagen específicos para pacientes pediátricos, más
que en un entorno extrahospitalario general.
RADIOSCOPIA
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
El estudio gastroduodenal (EGD) es el estudio de imagen de
elección para el diagnóstico de la malrotación.1-6 El EGD tiene
una sensibilidad del 93-100% para la malrotación,1,7 y los estu-
Esta modalidad no es una prueba de imagen de primera línea y
normalmente no se emplea cuando se investiga la malrotación
o el vólvulo. Permite diferenciar entre la malrotación y la falta
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Las causas de la emesis en el neonato van desde las benignas
hasta las que ponen en peligro la vida, y la anamnesis y la
exploración física pueden ayudar a determinar la necesidad de
realizar estudios de imagen. Los vómitos biliosos pueden indicar
una urgencia quirúrgica y, aunque el estudio de imagen es
deseable, en estos pacientes no se debe demorar el tratamiento y
la interconsulta inmediata al servicio de cirugía, especialmente
si parecen enfermos o in extremis.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
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26
SECCIÓN 1 • Neonatal
de rotación y puede detectar una malrotación en un estudio
realizado por otras razones clínicas.1
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM no es una modalidad de imagen de primera línea para
evaluar la presencia de malrotación intestinal, pero puede
detectar este trastorno. En un estudio pediátrico en el que se
comparó la RM con el EGD, los autores observaron que si se
cumplían cuatro criterios anatómicos específicos en la RM, la
rotación intestinal podía considerarse normal.12 Aunque la RM
evita la exposición a la radiación ionizante, no es la modalidad
de referencia en este momento y, si se realiza, es como estudio
complementario.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se pensó que el niño no estaba lo suficientemente estable como
para someterse a un EGD. Se obtuvo una radiografía simple a
pie de cama mientras se iniciaba la reanimación inicial y se
intubaba al paciente. Se obtuvieron imágenes posteriores a
la intubación, consistentes en una proyección torácica y dos
proyecciones abdominales. Se identificó un gran neumoperitoneo; la punta del tubo endotraqueal se veía justo por encima
de la carina, pero retraída hacia la porción torácica media de
la tráquea; la sonda nasogástrica se observa en el estómago
(figs. 6.1 y 6.2).
Fig. 6.2 La proyección obtenida en decúbito lateral izquierdo muestra
de nuevo un gran neumoperitoneo, que delimita el hemidiafragma derecho (flecha) y el hígado (asterisco). El tubo endotraqueal se ha retraído
hacia la porción torácica media de la tráquea.
Conclusión del caso
Fig. 6.1 Proyección anteroposterior del tórax y el abdomen tras la intubación. Se observa un gran neumoperitoneo como una radiotransparencia anormal que ocupa todo el abdomen y la pelvis (flechas blancas). La
mayor opacidad del pulmón izquierdo es compatible con una atelectasia
relacionada con la posición baja del tubo endotraqueal, cuya punta se
encuentra justo por encima de la carina.
Se solicitó una interconsulta urgente al servicio de cirugía pediátrica y se llevó al niño al quirófano, donde se constató una malrotación intestinal con la consiguiente necrosis y perforación
de la curvatura mayor del estómago, que obligó a realizar una
gastrectomía parcial. Como tratamiento de la malrotación,
se realizó un procedimiento de Ladd; también se practicó una
apendicectomía. El niño tuvo una evolución complicada y
permaneció en la unidad de cuidados intensivos neonatales du­
rante 3 meses, durante los cuales fue atendido por múltiples
subespecialistas pediátricos antes de recuperarse y recibir el alta.
La malrotación intestinal es una anomalía congénita que se
produce aproximadamente en 1 de cada 500-2.000 nacidos
vivos.1,3,12 La mayoría (90%) de los casos de malrotación presentan síntomas en el primer año de vida, y el 75% debutan antes del
primer mes de vida.1,4 En la malrotación, la falta de fijación adecuada del intestino predispone a que el intestino se retuerza alrededor de la AMS y la VMS, lo que provoca un vólvulo e isquemia
potencialmente mortales. Los vómitos biliosos son un síntoma
de presentación frecuente, aunque los pacientes también pueden
presentar vómitos no biliosos, dolor abdominal y shock.1 Los niños
mayores pueden presentar síntomas más sutiles y pueden tener
una obstrucción parcial y un vólvulo crónico o intermitente.1,5
Hay varias afecciones congénitas que se asocian a la malrotación, como las trisomías 13, 18 y 21, el síndrome de Cornelia de
Lange y el síndrome de Eagle-Barret.1 Los lactantes que nacen
con hernia diafragmática congénita, gastrosquisis, atresia biliar,
atresia duodenal, anomalías genitourinarias y onfalocele también presentan mayores tasas de malrotación.1,2
Es importante identificar rápidamente la malrotación intestinal o el vólvulo del intestino medio, ya que estos niños pueden
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6 • ¡Qué retorcido! Malrotación
acudir bastante enfermos. El tratamiento definitivo es el procedimiento de Ladd (descrito por primera vez en 1936 por el
Dr. W. E. Ladd), que consiste en la devolvulación del intestino
en sentido contrario a las agujas del reloj, la separación de las
bandas de Ladd, el ensanchamiento del mesenterio del intestino
delgado y la reorientación del intestino delgado a la derecha
y del ciego y el colon a la izquierda.1,13
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. El EGD es la modalidad de imagen de elección para diagnosticar la malrotación con o sin vólvulo.
2. La radiografía simple puede ser útil en el paciente con vómitos, ya que permite evaluar el patrón de gas intestinal y la
presencia de neumoperitoneo.
3. La TC y la RM no son modalidades de primera línea para la
evaluación de la malrotación con o sin vólvulo.
4. En pacientes con aspecto grave, no se debe retrasar la
reanimación ni la interconsulta al cirujano pediátrico para
obtener pruebas de imagen. Aunque los estudios de imagen
son deseables, la malrotación con vólvulo puede poner en
peligro la vida del paciente y requiere atención urgente.
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7
Doble burbuja, doble problema:
obstrucción duodenal
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un paciente de 4 días de edad es llevado a urgencias por vómitos
intensos asociados a cada toma. Los vómitos se describen como
no sanguinolentos, de color ligeramente verdoso. Se ha observado una disminución de las tomas y de la actividad del niño en las
últimas 24 h. No ha habido fiebre, diarrea, tos o congestión. No
se refiere ningún traumatismo. El niño nació en un parto vaginal
espontáneo a término sin complicaciones y la madre recibió una
asistencia prenatal adecuada. Los padres afirman que el niño ha
tenido vómitos desde las 12 h de vida, pero se les dijo que se debía
a una «alergia a la leche maternizada» y se le cambió a una leche
maternizada de soja, pero los vómitos no han remitido.
La exploración física del paciente revela un niño tranquilo y
sin malestar aparente. No hay fiebre; el paciente presenta una
frecuencia cardiaca de 190 latidos por minuto, una frecuencia
respiratoria de 35 respiraciones por minuto, una presión arterial de 80/40 mmHg y una saturación en la pulsioximetría del
100% con aire ambiente. El niño ha experimentado una pérdida
de peso del 20% en comparación con el peso documentado al
nacer. La fontanela anterior está ligeramente hundida y las
mucosas están secas. No hay soplos cardiacos y la auscultación
pulmonar es normal. No hay distensión abdominal ni hepatoesplenomegalia. No parece haber puntos dolorosos a la palpación.
Se decide pedir a la madre que alimente al niño. Lo hace y,
varios minutos después, se producen vómitos biliosos evidentes.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple es la modalidad de imagen de primera
línea realizada habitualmente en los neonatos con vómitos,
en particular si son biliosos, aunque, por encima de los 2 días
de edad, el tránsito gastroduodenal (TGD) es también un estudio de imagen de primera línea para evaluar la malrotación
(tabla 7.1). En la radiografía simple se puede evaluar el patrón
de gas intestinal para detectar signos de obstrucción, así como
la presencia de aire libre. Sin embargo, la radiografía simple
puede ser inespecífica o poco reveladora.1,2 El signo de la «doble
burbuja» puede estar presente e indica obstrucción duodenal,
clásicamente una atresia duodenal, aunque no es totalmente
específico para esta entidad. El signo de la doble burbuja también puede estar asociado a malrotación, membrana duodenal,
estenosis duodenal y páncreas anular; estas entidades pueden
coexistir.3,4 El aspecto verdadero o clásico de la «doble burbuja»
se produce por la dilatación de la porción proximal del duodeno
y el estómago al estar llenos de aire, generalmente en asociación
con la ausencia de gas en el intestino más distal.3,5 La visualización de una «doble burbuja» en la radiografía simple y la falta
de gas intestinal distal sugieren una obstrucción duodenal, y
están indicados estudios adicionales y/o una interconsulta al
cirujano pediátrico.
TRÁNSITO GASTRODUODENAL
Muchos autores, así como las guías de idoneidad del American
College of Radiology (v. tabla 7.1) defienden que la presencia de
una «doble burbuja» clásica (dos burbujas de gas, la segunda
grande y redonda, a la derecha de la columna vertebral) en
un recién nacido, especialmente con 2 días de edad o menos,
en la radiografía simple es motivo de interconsulta al servicio
de cirugía, y que no están indicados más estudios,1,6 ya que la
obstrucción duodenal con dilatación duodenal indica una lesión
tributaria de tratamiento quirúrgico. Sin embargo, si se observa
una imagen de doble burbuja en un lactante prematuro o con
otras anomalías congénitas, como una cardiopatía congénita, que obliguen a retrasar la cirugía, puede estar indicado el
TGD para evaluar si existe una indicación quirúrgica urgente,
como una malrotación. El TGD también está indicado cuando
la etiología de los vómitos no está clara, como cuando no está
presente el clásico signo de la doble burbuja. Un TGD puede
sugerir la presencia de una obstrucción duodenal cuando
se observa dilatación de la porción proximal del duodeno y una
obstrucción duodenal que impide el paso del contraste.7 Se
requiere experiencia para realizar e interpretar esta prueba de
imagen y obtener un estudio útil.
ECOGRAFÍA
El polihidramnios está presente en aproximadamente el 80%
de los pacientes con atresia duodenal.1,3,8,9 La combinación de
polihidramnios, estómago dilatado y bulbo duodenal dilatado
en la ecografía prenatal sugiere una obstrucción duodenal, casi
siempre atresia duodenal, pero puede ser difícil de visualizar.1
Otras causas de obstrucción duodenal, como el páncreas anular,
pueden verse con la ecografía.1,10,11 La ecografía es útil para
evaluar la anatomía de la porción alta del tubo digestivo en los
lactantes con atresia esofágica y sospecha de obstrucción duodenal, ya que la radiografía simple tiene una utilidad limitada
y el TGD no puede realizarse si hay una falta de continuidad del
esófago. La ecografía puede utilizarse para evaluar la presencia
de malrotación y vólvulos, con el empleo de la posición del
duodeno transversal, la orientación de los vasos mesentéricos
(arteria y vena mesentéricas superiores) y el signo del remolino
que se observa en presencia de un vólvulo (v. cap. dedicado a
la malrotación)1,11-13. La ecografía también se puede emplear
para evaluar a un lactante con vómitos no biliosos en el que se
sospeche estenosis pilórica.
28
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7 • Doble burbuja, doble problema: obstrucción duodenal
Tabla 7.1
29
Criterios de idoneidad (Appropriateness Criteria®) del American College of Radiology: vómitos en lactantes*
Procedimiento
Categoría de idoneidad
Variante 1
Vómitos en los dos primeros días después del nacimiento. Mala alimentación
o ausencia de meconio. Estudio de imagen inicial.
Nivel de radiación relativo
Radiografía de abdomen
Por lo general es apropiada
Ecografía de abdomen (porción alta del tubo digestivo)
Normalmente no es apropiada
Radioscopia con enema de contraste
Normalmente no es apropiada
TGD con radioscopia
Normalmente no es apropiado
Gammagrafía para detectar reflujo gastroesofágico
Normalmente no es apropiada
Variante 2
Vómitos en los dos primeros días después del nacimiento. Las radiografías muestran
una doble burbuja clásica o una triple burbuja con gas a nivel distal escaso o ausente
(sospecha de obstrucción intestinal proximal o atresia). Siguiente estudio de imagen.
TGD con radioscopia
Puede ser apropiado
Ecografía de abdomen (porción alta del tubo digestivo)
Normalmente no es apropiada
Radioscopia con enema de contraste
Normalmente no es apropiada
Gammagrafía para detectar reflujo gastroesofágico
Normalmente no es apropiada
Variante 4
Vómitos biliosos en los dos primeros días después del nacimiento. Las radiografías
muestran una doble burbuja no clásica con gas en el intestino delgado distal,
pocas asas intestinales distendidas o un patrón de gas intestinal normal.
Siguiente estudio de imagen.
TGD con radioscopia
Por lo general es apropiado
Ecografía de abdomen (porción alta del tubo digestivo)
Puede ser apropiada
Radioscopia con enema de contraste
Normalmente no es apropiada
Gammagrafía para detectar reflujo gastroesofágico
Normalmente no es apropiada
Variante 5
Vómitos biliosos en un lactante de más de 2 días (sospecha de malrotación). Estudio
de imagen inicial.
TGD con radioscopia
Por lo general es apropiado
Ecografía de abdomen (porción alta del tubo digestivo)
Puede ser apropiada
Radiografía de abdomen
Puede ser apropiada (desacuerdo)
Radioscopia con enema de contraste
Normalmente no es apropiada
Gammagrafía para detectar reflujo gastroesofágico
Normalmente no es apropiada
Adaptado del Expert Panel on Pediatric Imaging. Alazraki AL, Rigsby CK, Iyer RS, et al. American College of Radiology ACR Appropriateness Criteria® vomiting
in infants. https://acsearch.acr.org/docs/69445/Narrative/
*El contenido de los Appropriateness Criteria® del ACR se actualiza con regularidad, y los usuarios deben visitar el sitio web (https://www.acr.org/
Clinical-Resources/ACR-Appropriateness-Criteria) para acceder a la versión más actualizada y completa de los Appropriateness Criteria®.
TGD, tránsito gastroduodenal.
Conclusión del caso
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
Esta modalidad no es una técnica de imagen de primera línea
en lactantes con vómitos o sospecha de obstrucción duodenal.
RESONANCIA MAGNÉTICA
Esta modalidad no es una técnica de imagen de primera línea
en lactantes con vómitos o sospecha de obstrucción duodenal.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se realizó una radiografía simple de abdomen (dos proyecciones:
decúbito supino y lateral izquierdo). Se observó una distensión
gaseosa anormal del estómago y de la porción proximal del
duodeno, sin gas en otras partes del intestino. No se observó
aire libre. Esto es compatible con una configuración de «doble
burbuja» (figs. 7.1 y 7.2).
Se cursó una interconsulta al servicio de cirugía pediátrica.
Aunque se sospechaba de una atresia duodenal, el lactante tenía
4 días de vida y no se comunicaron vómitos con la primera toma,
por lo que se recomendó un TGD, del que se presentan algunas
imágenes seleccionadas. El TGD demostró un píloro abierto,
ya que el contraste se vaciaba inmediatamente en el bulbo duodenal,
que se encontraba muy dilatado. Sin embargo, el contraste
no se vació del bulbo duodenal al duodeno descendente ni a
nivel más distal. El bulbo duodenal permaneció distendido
durante todo el estudio. Los hallazgos son compatibles con una
obstrucción duodenal completa distal al bulbo duodenal (figs. 7.3
y 7.4).
El paciente fue llevado a quirófano, donde se identificó un
páncreas anular, un duodeno distal colapsado y una membrana
duodenal justo distal al páncreas anular. También se observó un
divertículo de Meckel casi obstruido. El paciente fue sometido
a una duodenoduodenostomía y una resección del divertículo
de Meckel. Este procedimiento fue bien tolerado. Se realizó una
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30
SECCIÓN 1 • Neonatal
Fig. 7.1 La radiografía abdominal muestra un patrón de gas anormal; se
observa gas en el estómago (flechas blancas) y el duodeno, muy dilatado
(flecha negra), este último en el lado derecho del paciente, a la derecha
de la columna vertebral. Estos hallazgos son los de una verdadera «doble
burbuja» clásica. En esta proyección en decúbito supino, el gas se ve
tanto en el estómago como en el duodeno.
Fig. 7.3 El tránsito gastroduodenal (TGD) muestra que el contraste se
vacía del estómago (flechas blancas) a la porción proximal del duodeno
dilatado (flechas negras). No se observa que el contraste se vacíe de la
porción proximal a la porción media o distal del duodeno ni más allá.
Estos hallazgos son compatibles con una obstrucción duodenal completa justo distal al bulbo duodenal.
Fig. 7.2 En esta proyección en decúbito lateral izquierdo, el gas se ha
desplazado hacia el duodeno dilatado (flechas negras), y se observa
un nivel de aire-líquido en el duodeno. No se observa gas en los intestinos más allá del duodeno proximal dilatado, y tampoco se aprecia
aire libre.
Fig. 7.4 El tránsito gastroduodenal (TGD) muestra que el contraste se vacía
del estómago (flechas blancas) a la porción proximal del duodeno dilatado
(flechas negras). No se observa que el contraste se vacíe de la porción proximal
a la porción media o distal del duodeno ni más allá. Estos hallazgos son consistentes con una obstrucción duodenal completa justo distal al bulbo duodenal.
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7 • Doble burbuja, doble problema: obstrucción duodenal
evaluación exhaustiva para detectar cualquier enfermedad coexistente, incluidas las cardiopatías, y no se encontró ninguna.
Los vómitos en el paciente pediátrico pueden tener diversas
etiologías. Los vómitos se pueden clasificar como:14
1. Agudos: los vómitos agudos pueden deberse a causas infecciosas (como gastroenteritis vírica), quirúrgicas (como obstrucción intestinal, malrotación intestinal, torsión testicular
u ovárica y apendicitis), metabólicas (errores congénitos del
metabolismo), intracraneales (hemorragia, hidrocefalia o
masa), traumáticas, ingestión de cuerpos extraños, migrañas
o alergias a alimentos o proteínas.
2. Crónicos: los vómitos crónicos se definen por una duración
de días a semanas, rara vez son voluminosos y en contadas
ocasiones se asocian con deshidratación. Las causas a considerar incluyen la enfermedad por reflujo gastroesofágico, las
alergias alimentarias o los trastornos de la vesícula biliar.
3. Cíclicos: los vómitos cíclicos se caracterizan por periodos
agudos de emesis intercalados con periodos asintomáti­
cos. Los vómitos cíclicos tienden a ser estereotipados y repetitivos.
Las causas incluyen el síndrome de vómitos cíclicos, que es
una variante de la migraña.
La edad del niño es sumamente útil en el diagnóstico diferencial. Las causas más comunes de emesis en el periodo neonatal
(de 0-30 días) son las siguientes:
Vómitos agudos: enfermedad de Hirschsprung, atresia intestinal, malrotación, estenosis pilórica, síndrome de enterocolitis
inducida por proteínas alimentarias, enfermedades víricas.
Vómitos crónicos: enfermedad por reflujo gastroesofágico, síndromes metabólicos, cíclicos, enfermedad por reflujo gastroesofágico, enfermedad metabólica.14
Aunque el color del vómito no es patognomónico de ningún
proceso patológico en particular, la presencia de bilis (amarilla o
verde) es motivo de evaluación inmediata, ya que puede indicar
una obstrucción intestinal, y la más urgente es la malrotación
con vólvulo.14 Los vómitos que contienen sangre roja brillante
pueden ser indicativos de un proceso hemorrágico activo, de haber
tragado sangre procedente de la madre o una hemorragia nasal,
mientras que la sangre oscura puede ser indicativa de una hemorragia más lenta, como la que puede observarse en la gastritis.14
Aunque los vómitos se asocian a menudo con procesos gástricos o intestinales, no hay que pasar por alto la posibilidad de
un origen neurológico. Los signos de un proceso neurológico
incluyen el aumento del perímetro cefálico, las alteraciones
visuales, los hallazgos neurológicos focales en la exploración
física y las alteraciones de la marcha; los errores innatos del
metabolismo también pueden estar asociados a cambios del es­
tado mental.14
El páncreas anular es una causa bien documentada de obstrucción intestinal en los pacientes pediátricos. Se ha informado de que la incidencia es de 1 de cada 1.000 nacidos y es el
resultado de una rotación incompleta de la yema pancreática,
lo que da lugar a un anillo de tejido que rodea la segunda porción del duodeno. Los síntomas dependen del grado de cerramiento causado por el anillo: el paciente puede encontrarse
asintomático o presentar síntomas inespecíficos u obstrucción
duodenal.1,15 Las manifestaciones pueden aparecer al inicio de
la lactancia, principalmente en el periodo neonatal.10,16 Hay
anomalías cromosómicas asociadas al páncreas anular, así
como al divertículo de Meckel.1,16 En los pacientes con páncreas
anular, los vómitos suelen ser no biliosos y la obstrucción tiende
a ser incompleta. Un estudio encontró vómitos no biliosos en el
94% de los pacientes con páncreas anular, a diferencia de las
tasas de vómitos biliosos del 80-90% en los pacientes con otras
causas de obstrucción duodenal.16,17
31
El tratamiento del páncreas anular requiere consultar al
servicio de cirugía pediátrica; la duodenoduodenostomía es
el procedimiento quirúrgico de elección. Las tasas de supervivencia a largo plazo son muy buenas, y en las últimas décadas han mejorado notablemente (hasta el 100% en algunas
series).16,17
La atresia duodenal constituye la mitad de las obstrucciones
intestinales congénitas, con una incidencia de aproximadamente 1 de cada 5.000-10.000 nacimientos, y puede estar asociada a anomalías cromosómicas y otras anomalías congénitas,
incluidas anomalías cardiacas, la asociación VATER (Vertebral
anomalies, Anal atresia, Cardiac anomalies, Tracheoesophageal fistula, Renal anomalies; anomalías vertebrales, atresia anal, anomalías cardiacas, fístula traqueoesofágica, anomalías renales)
y malrotación. La atresia duodenal se asocia a menudo con po­
lihidramnios en el periodo prenatal, y muchos pacientes con
atresia duodenal nacen prematuramente.1,3,9,18 No se conoce
la causa exacta de la atresia duodenal, pero se han propuesto
varias teorías. Aunque suelen ser casos aislados, se han descrito
casos familiares.19 La presentación de la atresia duodenal puede ser inespecífica. El síntoma más común es el vómito, que suele
ser bilioso debido a la obstrucción distal a la ampolla de Vater. La
distensión abdominal no se observa con frecuencia.1 El momento de aparición de los vómitos en la obstrucción duodenal suele
depender de la causa subyacente de la obstrucción. Por ejemplo,
la atresia duodenal suele cursar con vómitos a las pocas horas de
iniciar la alimentación, mientras que en la obstrucción duodenal
parcial pueden aparecer más tarde.1
El tratamiento de la atresia duodenal supone una interconsulta a un cirujano pediátrico. La descompresión gástrica y la rehidratación adecuada deben realizarse según esté clínicamente
indicado. El tratamiento definitivo es la reparación quirúrgica
y, como en el caso del páncreas anular, el procedimiento de elección es la duodenoduodenostomía. Las tasas de supervivencia
son muy buenas, aproximadamente del 90%; la mortalidad
suele estar relacionada con las comorbilidades de las anomalías
asociadas o al síndrome del intestino ultracorto.1,3,18
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple se emplea como modalidad de imagen
de primera línea en los pacientes con vómitos, especialmente
en los lactantes, en los que se sospecha una causa abdominal
tributaria de tratamiento quirúrgico.
2. La presencia de una «doble burbuja» sugiere una obstrucción duodenal. Un lactante con un signo de «doble burbuja»
en la radiografía simple de abdomen que presenta vómitos
biliosos debe ser derivado al servicio de cirugía pediátrica, y
pueden estar indicadas o no otras pruebas de imagen, según
determine el cirujano pediátrico.
3. El TGD es la siguiente prueba de imagen recomendada en
los lactantes con sospecha de obstrucción duodenal en los
que se ha considerado necesario realizar más pruebas de
imagen. Un TGD puede ayudar a determinar si está indicada
una intervención quirúrgica inmediata (como en el caso
de la malrotación y el vólvulo) o una cirugía programada
prioritaria (como en el caso de la atresia duodenal).
4. La ecografía puede ser útil en el periodo prenatal para detectar signos de obstrucción duodenal. En el periodo posnatal,
aunque la ecografía es excelente para detectar la estenosis
pilórica, es menos útil para detectar la obstrucción duodenal
o la malrotación/vólvulo.
5. La tomografía computarizada y la resonancia magnética no
son modalidades de imagen de primera línea utilizadas para
evaluar a los neonatos/niños con vómitos.
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32
SECCIÓN 1 • Neonatal
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8
Cardiopatías congénitas
cianóticas y acianóticas
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un bebé de 12 h de vida presenta un «aspecto azulado» y la
madre no consigue que se alimente. El niño nació en su casa,
la madre no recibió atención prenatal y describe el embarazo
como «sin incidentes». La exploración física revela un bebé con
buen aspecto general y afebril. La frecuencia cardiaca es de
150 latidos por minuto, la frecuencia respiratoria es de 60 respiraciones por minuto, la presión arterial es de 68/48 mmHg y
la pulsioximetría es del 85% con aire ambiente. La auscultación
pulmonar es normal. La auscultación cardiaca muestra una
frecuencia y un ritmo regulares y un soplo sistólico de eyección
áspero III/VI difícil de localizar en el tórax. El relleno capilar
es de aproximadamente 2-3 s y los pulsos son 2+ en todas las
extremidades.
El acceso intravenoso es difícil de obtener y se colocan catéteres en la arteria umbilical. No se pudo colocar un catéter en la
vena umbilical. Se administran líquidos por vía intravenosa, se
extrae sangre para pruebas de laboratorio y se pautan antibióticos y prostaglandina, así como oxigenoterapia.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía de tórax (RxT) se utiliza como estudio de imagen
de primera línea en los pacientes con cardiopatías congénitas
(CC) o en los pacientes a los que se les acaba diagnosticando
esta afección, ya que los síntomas iniciales de las CC pueden
imitar una patología respiratoria (es decir, taquipnea, hipoxia,
crepitantes, tiraje, sibilancias). Se ha comprobado que la RxT
tiene una baja sensibilidad para las cardiopatías estructurales (26-59%), un valor predictivo negativo del 46-52% y una
menor sensibilidad en los lactantes prematuros, de menos de
35 semanas de edad gestacional.1 El uso de la RxT como prueba sistemática de cribado de las CC no está avalado, y en los
pacientes con radiografías anodinas en un contexto clínico
de sospecha de CC debería realizarse una ecocardiografía.1 El
rendimiento de la RxT en la detección de la cardiomegalia en los
pacientes pediátricos ha sido comparado con la ecocardiografía
como método de referencia. Se encontró que la RxT tenía una
especificidad y un valor predictivo negativo altos (92,3 y 91,1%,
respectivamente) para la cardiomegalia, pero una sensibilidad y
un valor predictivo positivo bajos (58,8 y 62,5%, respectivamente).2 La identificación de cardiomegalia mediante radiografía
simple de tórax en adultos también ha demostrado tener una
baja sensibilidad (40%), pero una alta especificidad (91%).3 El
índice cardiotorácico se ha utilizado como marcador del tamaño
cardiaco en los pacientes adultos y pediátricos; en los pacientes
adultos, se ha demostrado que un índice cardiotorácico superior
a 0,55 se correlaciona con un mayor riesgo de muerte.4
Sin embargo, la radiografía simple de tórax sí resulta útil. Las
causas de dificultad respiratoria, como la neumonía o el neumotórax, pueden detectarse mediante esta modalidad. Además, la
exposición a la radiación ionizante es mínima, no se requiere
sedación y la obtención de imágenes radiográficas es rápida y
ampliamente disponible.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Esta modalidad no invasiva es útil para obtener imágenes de las
estructuras vasculares y extracardiacas, especialmente las que
se visualizan peor en la ecocardiografía.5,6 La angiografía por TC
se ha utilizado para visualizar la anatomía cardiaca, las arterias
coronarias y otras estructuras vasculares.7 La angiografía por
TC es muy útil para evaluar las arterias y las venas principales,
el cayado aórtico y los anillos vasculares.5 También se puede
evaluar la relación entre las estructuras vasculares y las vías respiratorias.5,6 En comparación con la resonancia magnética (RM)
cardiaca, la angiografía por TC tiene una resolución espacial
superior (lo que permite una visualización más detallada de
los vasos pequeños), es preferible cuando hay anomalías de
las vías respiratorias o pulmonares y puede utilizarse en los
pacientes en los que la RM puede estar contraindicada, como
en los portadores de marcapasos, un desfibrilador interno o
clips de aneurismas.7
La TC implica la exposición a radiaciones ionizantes y el uso de
contraste intravenoso. Aunque, por lo general, no es necesaria la
sedación, a veces puede serlo. La TC es una modalidad fácilmente
disponible y proporciona de manera rápida imágenes útiles para
el diagnóstico y el tratamiento, pero, en los pacientes con CC, la
TC debe ser realizada e interpretada por personas con experiencia en el análisis de TC de CC pediátricas si se desea obtener un
estudio diagnóstico y una interpretación significativa.
RESONANCIA MAGNÉTICA
La RM y la angiografía por resonancia magnética han demostrado ser excelentes modalidades de imagen para los pacientes con
CC, tanto en el preoperatorio como en el postoperatorio. La RM
puede utilizarse para evaluar la anatomía y la función fisiológica
y permite evaluar múltiples enfermedades, como la tetralogía de
Fallot (TdF), la transposición de los grandes vasos, la fisiología
de ventrículo único, los tumores cardiacos, la miocarditis y las
miocardiopatías.5,6,8-10 No todos los estudios de RM cardiaca
requieren contraste intravenoso. Los contrastes habitualmente
utilizados son los de gadolinio. El realce proporcionado por el
contraste facilita la visualización de las estructuras vasculares y permite la realización de estudios de función y perfusión
33
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34
SECCIÓN 1 • Neonatal
cardiacas.5 En los pacientes con miocardiopatías, displasia ventricular derecha y miocarditis, los estudios de RM con contraste
pueden utilizarse para detectar cicatrices o fibrosis.5,11
Una de las desventajas de la RM cardiaca es el tiempo necesario para completar el estudio, y puede ser necesario aguantar la
respiración o sedar al paciente. Algunos bebés pequeños pueden
no necesitar sedación, ya que pueden ser envueltos en sábanas
para que permanezcan quietos.5,9,12
ECOGRAFÍA
La ecocardiografía sigue siendo una modalidad de imagen de
primera línea en los pacientes pediátricos con sospecha de CC.
La ecocardiografía permite una excelente visualización de la
estructura, la anatomía y la función cardiacas.5,13 La ecocardiografía puede utilizarse para diagnosticar enfermedades cardiacas estructurales y planificar el tratamiento quirúrgico, así como
para el seguimiento clínico de los pacientes.5
de cuidados intensivos cardiacos pediátricos y se cursaron
interconsultas a los servicios de cardiología pediátrica y cirugía
cardiotorácica pediátrica. Se realizó el tratamiento adecuado
y el paciente pudo ser dado de alta del hospital, indicándose
vigilancia y seguimiento de cerca. A los 4 meses de edad, se
realizó una angiografía por TC al paciente; se presentan algunas
imágenes escogidas. Este estudio demuestra hallazgos compatibles con la TdF con ausencia de la válvula pulmonar, incluida
una marcada dilatación de las arterias pulmonares principales
derecha e izquierda (fig. 8.2). Aunque la dilatación de la arteria
pulmonar no es un rasgo habitual de la TdF, es un hallazgo
característico de la TdF con ausencia de la válvula pulmonar,
debido a la insuficiencia pulmonar crónica. La TC también muestra una coartación aórtica justo después del origen de la arteria
subclavia izquierda (fig. 8.3).
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se obtiene una radiografía simple de tórax en proyección AP.
En la RxT se observa cardiomegalia con vasos pulmonares
normales. Los pulmones no muestran consolidación focal ni
neumotórax (fig. 8.1).
Conclusión del caso
El niño respondió, en parte, a la administración de oxígeno, y las
saturaciones de oxígeno mejoraron. Las pruebas de laboratorio
no eran indicativas de infección, pero se administraron antibióticos debido a la falta de cuidados prenatales y la posibilidad de
sepsis. Aunque se pensó en un síndrome metabólico como causa
de los síntomas del paciente, también se consideró una posible
etiología cardiaca. Se realizó un ecocardiograma de urgencia,
que mostró una anatomía compatible con la TdF con ausencia
de la válvula pulmonar. El paciente fue ingresado en la unidad
Fig. 8.1 Una proyección (anteroposterior) del tórax demuestra una
cardiomegalia leve con una vascularidad pulmonar normal en la radio­
grafía simple. Hay un cayado aórtico izquierdo, que se aprecia por el
arqueamiento de la tráquea hacia la derecha (flecha), alejándose del
lado del cayado aórtico. La punta del corazón también está a la izquierda.
Fig. 8.2 Las imágenes coronales (A) y axiales (B) de una angiografía
por tomografía computarizada (TC) del tórax demuestran un marcado
agrandamiento de las arterias pulmonares principales derecha (flechas
negras) e izquierda (flechas blancas). En los pacientes como este, con
tetralogía de Fallot (TdF) con ausencia de la válvula pulmonar, las arterias
pulmonares centrales están agrandadas debido a una insuficien­
cia pulmonar grave.
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8 • Cardiopatías congénitas cianóticas y acianóticas
Fig. 8.3 Reconstrucción tridimensional del estudio angiográfico por
tomografía computarizada (TC) que muestra la constricción focal (flecha)
de la porción proximal de la aorta descendente, compatible con una
coartación aórtica.
A los 6 meses de edad, el paciente fue sometido a la reparación
de los defectos cardiacos. Estuvo hospitalizado durante varias
semanas, pero evolucionó bien.
La incidencia de CC es de aproximadamente 4-10 por cada
1.000 nacidos vivos.5,14,15 El diagnóstico de las CC en los pacientes pediátricos puede ser difícil. Los síntomas iniciales pueden
imitar diversas enfermedades, como una infección vírica de las
vías respiratorias superiores, una enfermedad metabólica, deshidratación, neumonía y sepsis. Los antecedentes de cianosis,
aumento del trabajo respiratorio y sudoración o cansancio que
aparecen rápidamente durante las tomas deben hacer sospechar
una lesión cardiaca. La taquipnea y la hepatomegalia son signos
de CC, pero no están presentes de forma inmediata ni en todos los
casos. Debe prestarse atención a la palpación de los pulsos femorales. Unos pulsos femorales débiles o ausentes sugieren una
coartación de la aorta o una interrupción del cayado aórtico.
La prueba de la hiperoxia se ha utilizado como método rápido
para discernir si la hipoxia en un neonato es de origen cardiaco o pulmonar. La prueba se realiza administrando oxígeno
al 100% durante al menos 10 min. La ausencia de mejoría
35
con esta maniobra sugiere una enfermedad cardiaca; en una
prueba anormal (positiva), la presión parcial de oxígeno (PaO2)
no supera los 100 mmHg (y suele permanecer por debajo de
60 mmHg).15,16
Otra herramienta útil de la exploración física que puede
aplicarse para determinar si existe una coartación de la aorta o
una interrupción del cayado aórtico es la medición de la presión
arterial en las cuatro extremidades. Una diferencia de más de
20 mmHg entre las presiones arteriales de las extremidades
superiores e inferiores sugiere la existencia de una lesión obstructiva aórtica entre la irrigación arterial de las extremidades
superiores e inferiores, como una coartación aórtica o una interrupción del cayado aórtico.15,16
La prostaglandina es un medicamento esencial utilizado para
mantener la permeabilidad del conducto arterioso. Dado que
los lactantes con lesiones cardiacas dependientes del conducto
arterioso pueden descompensarse rápidamente, es esencial
mantener la permeabilidad del conducto arterioso para estabilizar al niño hasta que se pueda establecer un diagnóstico
definitivo. La prostaglandina E1 (alprostadil) se utiliza con este
fin en los pacientes pediátricos.17 Estas sustancias dilatan el
músculo liso del conducto arterioso y pueden administrarse por
vía intravenosa o intraósea. En los lactantes con sospecha de CC
dependiente del conducto arterioso no debe retrasarse la administración de prostaglandina. La dosis se aumenta gradualmente
hasta lograr el efecto deseado; se debe observar una mejoría de
la oxigenación (75-85%) y de los pulsos.17 Los posibles efectos
secundarios de la administración de prostaglandina son la
apnea y la fiebre (muy frecuentes); se ha descrito hipotensión,
taquicardia, disminución del umbral convulsivo, hipotermia y
parada cardiaca, pero son muy raros.17 El médico debe contar
con estos posibles efectos adversos y tratarlos adecuadamente.
En 2011 se implantó el programa de detección sistemática
universal en la mayoría de los estados de los EE. UU. y en el distrito de Columbia para cribar a los recién nacidos en busca de CC
críticas antes de darles el alta hospitalaria.15,18 El objetivo de este
programa es detectar en los recién nacidos las CC críticas que
suelen descubrirse en el periodo neonatal, como la coartación
de aorta crítica, la TdF, el tronco arterioso, la atresia tricuspídea,
el retorno venoso pulmonar anómalo total (RVPAT), la atresia
pulmonar y la transposición de los grandes vasos, entre otras,
aunque el cribado también puede poner de manifiesto un proceso
pulmonar, como la hipertensión pulmonar.15 Este cribado se realiza fácilmente mediante pulsioximetría, observando las diferencias
entre las extremidades, y se lleva a cabo a partir de las 24-48 h de
vida. En los lactantes que no superan el cribado se debe realizar
una RxT, un electrocardiograma (ECG) y una ecocardiografía.15,19
Sin embargo, un porcentaje significativo de lactantes será dado de
alta del hospital con una CC no diagnosticada.17
Cardiopatías congénitas (CC) cianóticas:
LESIÓN
Tetralogía de Fallot
CIV
Cabalgamiento de la aorta
Obstrucción de la salida
del VD
Hipertrofia del VD
Transposición de los grandes
vasos
Tronco arterioso
SIGNOS CLÍNICOS
Soplo de eyección
pulmonar áspero
Crisis hipóxicas
DIAGNÓSTICO INICIAL
Ecocardiograma
Crisis hipóxicas
RxT: corazón en forma de bota (no es sensible
ni específico); concavidad del segmento
principal de la arteria pulmonar
Disminución de la circulación pulmonar
Cianosis (generalmente Ecocardiograma
temprana)
RxT: silueta mediastínica superior estrecha
Normalmente no hay
(«huevo sobre una cuerda»)
soplo
Alto flujo pulmonar
Ecocardiograma
Soplo sistólico fuerte
RxT: alto flujo pulmonar
TRATAMIENTO
Crisis hipóxicas:
maniobras de
tranquilización/O2
Líquidos i.v.
Morfina
Reparación quirúrgica
Reparación quirúrgica
Diuresis
Restricción de líquidos
Reparación quirúrgica
(Continúa)
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36
SECCIÓN 1 • Neonatal
Cardiopatías congénitas (CC) cianóticas: (cont.)
LESIÓN
SIGNOS CLÍNICOS
DIAGNÓSTICO INICIAL
RVPAT
Cianosis (generalmente Ecocardiograma
temprana)
RxT: alto flujo pulmonar o hipertensión
Dificultad respiratoria
venosa pulmonar, si hay insuficiencia
Sobrecarga pulmonar
cardiaca grave, «blanqueamiento» de
los campos pulmonares, silueta cardiaca
de tamaño variable según el tipo;
mediastino en muñeco de nieve (RVPAT
supracardiaco)
Síndrome de hipoplasia
Cianosis cuando se
Ecocardiografía
de las cavidades izquierdas
cierra el conducto
RxT: congestión vascular pulmonar
arterioso
Insuficiencia cardiaca congestiva
Diuresis baja
Posible cardiomegalia
Pulsos débiles
Moteado
Dificultad respiratoria
TRATAMIENTO
Urgencia quirúrgica
Estabilización inicial
(prostaglandina E1)
Reparación paliativa
por etapas
CIV, comunicación interventricular; i.v., intravenoso; RVPAT, retorno venoso pulmonar anómalo total; RxT, radiografía de tórax; VD, ventrículo derecho.
Reproducido con autorización de Puri K, Allen HD, Qureshi AM. Congenital heart disease. Pediatr Rev. 2017 Oct;38(10):471-486.
TETRALOGÍA DE FALLOT
La TdF es la forma más común de cardiopatía cianótica.15 Las
crisis hipóxicas son ciclos de cianosis que se asocian al estrés o
la enfermedad. Durante estos momentos, la agitación o el llanto
aumentan la resistencia vascular pulmonar y la frecuencia
cardiaca, lo que incrementa la obstrucción de la salida pulmonar
y produce episodios cianóticos. El tratamiento de estos episodios
consiste en tranquilizar al paciente, administrar líquidos intravenosos, suministrar oxígeno de la manera más cómoda posible
(p. ej., oxígeno indirecto) y administrar morfina.15 El tratamiento
definitivo es la corrección quirúrgica de los defectos cardiacos, que ha sustituido a los procedimientos paliativos, como la
derivación de Blalock-Taussig. La reparación quirúrgica suele
llevarse a cabo entre los 3-11 meses, normalmente alrededor
de los 6 meses de edad.20 Las complicaciones posteriores a la
reparación incluyen la dilatación del ventrículo derecho debido
a la insuficiencia pulmonar posquirúrgica y la aparición de
arritmias, que pueden provocar muerte súbita.15,21
TRANSPOSICIÓN DE LAS GRANDES ARTERIAS (TGA)
La TGA es la segunda forma más común de cardiopatía cianótica.15 La TGA suele manifestarse durante la primera semana de
vida. En este defecto cardiaco, la aorta sale del ventrículo derecho
y la arteria pulmonar sale del ventrículo izquierdo. Suele haber
persistencia del agujero oval o una comunicación interauricular
(CIA) que permite la mezcla de la sangre.15 La mayoría de los
casos de TGA se manifiestan en las primeras 12 h de vida, pero
esto puede retrasarse si existe una comunicación interventricular
(CIV).15 El tratamiento definitivo en estos pacientes es la reparación quirúrgica, que consiste en restablecer la conexión normal
de los vasos con los ventrículos correspondientes.22 Las complicaciones posteriores a la reparación incluyen la insuficiencia
aórtica (>75%), la estenosis pulmonar supravalvular (>75%) y
la coronariopatía; hasta en el 30% de los pacientes es necesario
repetir la intervención quirúrgica en algún momento.15,23 Al
igual que los pacientes con la TdF, estos pacientes deben recibir
seguimiento por parte del cardiólogo durante el resto de su vida.
del tronco arterial común embrionario en la aorta y la arteria
pulmonar, produciendo un alto flujo pulmonar. Casi siempre
hay una CIV. El tronco arterioso está asociado a la deleción de
22q11.2 (síndrome de DiGeorge o síndrome velocardiofacial) en
un tercio de los pacientes con estas enfermedades genéticas.15
El tratamiento inicial de estos pacientes es estimular la diuresis
y restringir la administración de líquidos, y la reparación suele
realizarse en las 2 primeras semanas de vida.15,24
RETORNO VENOSO PULMONAR ANÓMALO
TOTAL (RVPAT)
Se trata de un defecto cardiaco poco frecuente. El retorno venoso pulmonar anómalo puede ser parcial (al menos una vena
pulmonar vuelve a la aurícula izquierda) o total (ninguna
vena pulmonar vuelve directamente a la aurícula izquierda). Suele
haber persistencia del agujero oval y/o comunicación interauricular, y cursa con hipertensión auricular derecha y mezcla de
sangre venosa pulmonar oxigenada con sangre venosa sistémica
desoxigenada que regresa al corazón.15
El RVPAT puede ser obstructivo o no obstructivo, dependiendo
de la disposición anatómica de las venas de retorno. La anatomía
obstructiva provoca hipertensión venosa pulmonar y edema
pulmonar (lo que puede dar lugar a hipertensión arterial pulmonar) y se manifestará clínicamente con cianosis y dificultad
respiratoria; la anatomía no obstructiva puede presentarse de
forma más sutil, con un retraso en la aparición de dificultad respiratoria pero con cianosis.15 La administración de oxígeno no
produce una mejora clínica, y la prostaglandina puede causar
un empeoramiento debido a la derivación de más sangre a nivel
del conducto arterioso.15 El RVPAT obstructivo es una urgencia
quirúrgica; los casos no obstructivos se pueden vigilar de cerca por
un cardiólogo pediátrico y un cirujano cardiotorácico pediátrico
con un plan de reparación urgente en una fecha posterior.15 Tras
la reparación quirúrgica, la recurrencia de la obstrucción pulmonar es de alrededor del 15%.15,25 Los síntomas de recurrencia
de la obstrucción pulmonar son disnea, taquipnea y sibilancias.
TRONCO ARTERIOSO
SÍNDROME DE HIPOPLASIA DE LAS CAVIDADES
IZQUIERDAS
Este defecto cardiaco se manifiesta de forma temprana en el
periodo neonatal. Se debe a una división incompleta o fallida
Esta lesión consiste en una estenosis o una atresia grave de las
válvulas mitral y aórtica, lo que da lugar a una hipoplasia del
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8 • Cardiopatías congénitas cianóticas y acianóticas
ventrículo izquierdo y de la aorta ascendente. El síndrome de
hipoplasia de las cavidades izquierdas es dependiente del conducto: el flujo sanguíneo sistémico depende de que el conducto
arterioso persistente permanezca abierto. El cierre natural del
ductus arterioso tras el nacimiento puede provocar un shock
agudo potencialmente mortal. El mantenimiento de la permeabilidad del conducto arterioso mediante la administración de
prostaglandina es fundamental para la estabilización inicial de
estos pacientes y puede salvarles la vida. La cirugía del síndrome
de hipoplasia de las cavidades izquierdas es un procedimiento
paliativo por etapas. El procedimiento paliativo consiste en la
creación de una fisiología de ventrículo único: el ventrículo
derecho, más grande y funcional, se reconvierte para bombear
a la circulación sistémica, y el retorno venoso sistémico se dirige
hacia las arterias pulmonares, sin un ventrículo intermedio. Esto
se consigue a través de las siguientes etapas:
Etapa I (procedimiento de Norwood): suele realizarse en
las primeras 1-2 semanas de vida. El ventrículo derecho se
reconvierte en el ventrículo sistémico desconectando la arteria pulmonar principal de las arterias pulmonares derecha e
izquierda y creando una neoaorta, mediante anastomosis de
la arteria pulmonar principal con la aorta existente, utilizando
un parche de homoinjerto para hacer más grande la aorta
proximal. También se hace que el suministro de sangre a las
arterias pulmonares provenga de la circulación sistémica,
mediante una derivación de Blalock-Taussig modificada desde
la arteria subclavia o una derivación de Sano desde el ventrículo, hasta las arterias pulmonares. También se crea una
CIA.15 Conviene destacar que después de este procedimiento
se produce una mezcla de sangre oxigenada y desoxigenada;
esto producirá unas saturaciones de oxígeno «normales» de
entre el 75-85%, aunque pueden ser más bajas o más altas
dependiendo de la cantidad de flujo sanguíneo pulmonar.15 Al
auscultar el tórax en estos pacientes debe escucharse un soplo.
Etapa II (procedimiento de hemi-Fontan o Glenn): la anastomosis de la vena cava superior con la arteria pulmonar (sistema arterial pulmonar) y el desmontaje de la derivación de
Blalock-Taussig son los siguientes pasos de este proceso de tres
etapas, conocido como procedimiento de Glenn. El momento
en que se realiza esta etapa depende del estado clínico y la aparición de síntomas que indiquen que la reparación realizada
en la etapa I ya no es suficiente, como la disminución de las
saturaciones de oxígeno. Lo más habitual es que esta etapa
se realice en torno a los 4-6 meses de edad.15 Sin embargo,
después de esta etapa, las saturaciones de oxígeno suelen
estar en el intervalo del 80-85% debido a la continua mezcla
de sangre oxigenada y desoxigenada.
Etapa III (Fontan): la última etapa de este proceso es la
conexión de la vena cava inferior (VCI) al sistema arterial
pulmonar, lo que impide la mezcla de sangre oxigenada y
37
desoxigenada; esto se denomina procedimiento de Fontan. Al
igual que con el procedimiento de Glenn, el momento elegido
para llevar a cabo esta etapa depende de la aparición de signos
y síntomas clínicos que indican que el procedimiento de Glenn
ya no es suficiente (tendencia a la baja de la saturación de
oxígeno). Esto suele ocurrir en torno a los 2-4 años de edad.15
Después de la intervención de Fontan, la saturación de oxígeno en estos pacientes debe ser aproximadamente del 95%.15
Tras la reparación paliativa del ventrículo único, los pacientes
corren el riesgo de desarrollar insuficiencia cardiaca derecha o
sistémica,15 dado que dependen de la fisiología de ventrículo único. Los signos de insuficiencia cardiaca son taquipnea, edema,
tos crónica y disminución de la ingesta oral y de la actividad. Las
complicaciones a largo plazo consisten en un mayor riesgo de
tromboembolia, enteropatía por pérdida de proteínas, bronquitis
plástica (que también es un trastorno por pérdida de proteínas)
y fibrosis hepática.
Evaluación de la embolia pulmonar (EP) en un paciente
sometido a un procedimiento de Fontan: dado que estos
pacientes tienen un mayor riesgo de tromboembolia, es importante tener en cuenta que la angiografía por TC para detectar la
EP o la gammagrafía de perfusión deben realizarse con modificaciones de la técnica de inyección de contraste y del momento del
estudio en el caso de la TC, y el radiólogo que la interprete debe
conocer la anatomía y la hemodinámica posteriores a la reparación para determinar e interpretar correctamente el protocolo
del estudio. Esto evita la interpretación errónea de la sangre no
opacificada de la VCI en las arterias pulmonares como una EP
si solo se realiza la inyección en las extremidades superiores o
inferiores. Debe realizarse una inyección de contraste simultánea en las venas de las extremidades superiores e inferiores para
la gammagrafía de perfusión o la angiografía pulmonar por TC,
con obtención de imágenes iniciales y tardías del tórax mediante
TC; otra opción es inyectar el contraste en una sola vena de las
extremidades para obtener una imagen tardía en fase de equilibrio del tórax mediante TC.26 Las alternativas para la obtención
de imágenes son la RM y la angiografía pulmonar con catéter.
Además, es importante tener en cuenta que un filtro de VCI
temporal y «recuperable» puede ser irrecuperable en un paciente
sometido al procedimiento de Fontan, ya que algunos filtros son
exclusivamente recuperables mediante un abordaje yugular y,
por tanto, podría ser imposible retirar el filtro en presencia de la
anatomía venosa posterior al procedimiento de Fontan. Cuando
se evalúa a un paciente sometido a un procedimiento de Fontan
para detectar complicaciones trombóticas, especialmente la EP,
y sobre todo si se considera pautar un tratamiento o instaurar
profilaxis para la EP, se recomienda consultar al cardiólogo o el
cirujano cardiaco del paciente, así como con el radiólogo intervencionista, y comentar la anatomía posterior al procedimiento
de Fontan, antes de indicar la colocación de un filtro de VCI.
Cardiopatías congénitas (CC) acianóticas:
LESIÓN
CIV
SIGNOS CLÍNICOS
Soplo pansistólico
Alto flujo pulmonar
DIAGNÓSTICO
Ecocardiograma
RxT: cardiomegalia, alto flujo
pulmonar
ECG (hipertrofia ventricular)
CIA
Soplo pulmonar
Desdoblamiento fijo del S2
ICC (con lesiones asociadas)
Ecocardiograma
RxT: agrandamiento de la (del)
aurícula/ventrículo derecha (o),
alto flujo pulmonar
TRATAMIENTO
Diuréticos (si están
indicados)
Apoyo nutricional
Reparación quirúrgica si
está indicada, algunas se
cierran espontáneamente
Reparación quirúrgica si
está indicada
Algunas se cierran
espontáneamente
(Continúa)
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38
SECCIÓN 1 • Neonatal
Cardiopatías congénitas (CC) acianóticas: (cont.)
LESIÓN
SIGNOS CLÍNICOS
DIAGNÓSTICO
Estenosis de
Soplo sistólico de eyección
Ecocardiograma
la válvula
ECG (hipertrofia ventricular)
aórtica
RxT: dilatación postestenótica
(EA) o
de la aorta ascendente (EA)
pulmonar
o de las arterias pulmonares
(EP)
principal e izquierda (EP)
Coartación
Pulso débil en las extremidades
Ecocardiograma, ATC, RM/ARM
de la aorta
inferiores
RxT: signo en «3» de la aorta
Shock que imita una sepsis
descendente proximal, efectos de los
Diferencia de gradiente entre la PA de las
vasos colaterales, incluidas muescas
extremidades superiores e inferiores
en las costillas (después de los 6 años)
Soplo áspero auscultado en la espalda
de las costillas inferiores 3.ª-8.ª
TRATAMIENTO
Valvuloplastia con globo
Valvulotomía quirúrgica
Cirugía de sustitución
valvular
Autoinjerto quirúrgico
Estabilización inicial
(prostaglandina E1)
Reparación quirúrgica
Las lesiones de CIV y CIA pueden no ser detectables en la radiografía simple de tórax, pero se detectan fácilmente en la ecocardiografía.
Reproducido con autorización de Puri K, Allen HD, Qureshi AM. Congenital heart disease. Pediatr Rev. 2017 Oct;38(10):471-486.
ARM, angiografía por resonancia magnética; ATC, angiografía por tomografía computarizada; CIA, comunicación interauricular; CIV, comunicación
interventricular; ECG, electrocardiograma; ICC, insuficiencia cardiaca congestiva; RM, resonancia magnética; RxT, radiografía de tórax.
COMUNICACIÓN INTERVENTRICULAR
Es la CC más frecuente, ya que representa hasta el 60% de los
casos, y la mayoría son perimembranosas.15 Inicialmente, los pa­
cientes pueden ser asintomáticos, pero puede oírse un soplo
pansistólico a medida que disminuye la resistencia vascular pulmonar y se desarrolla un cortocircuito de izquierda a derecha.
Los pacientes con una CIV hemodinámicamente significativa
pueden presentar insuficiencia cardiaca congestiva debido a
la sobrecarga pulmonar.15 Muchas de estas lesiones se cierran
solas. Los pacientes con una CIV significativa (retraso del crecimiento o indicios de hipertrofia del ventrículo o la aurícula
izquierdos) pueden ser tratados con diuréticos adecuados y
apoyo nutricional. En los pacientes sintomáticos con una CIV
persistente, la reparación se realiza con un parche quirúrgico o,
en algunos casos, se utilizan técnicas de cateterismo cardiaco.
COMUNICACIÓN INTERAURICULAR
Estos defectos cardiacos representan aproximadamente el 10%
de las CC.15 Existen varios tipos de CIA, pero la CIA secundaria
es la más común.15,27 La presencia de una CIA provoca un cortocircuito de sangre de izquierda a derecha, lo que aumenta el
volumen diastólico en el ventrículo derecho, con la consiguiente
dilatación. Si hay otras lesiones cardiacas asociadas, puede cursar con insuficiencia cardiaca congestiva. Una CIA secundaria se
repara quirúrgicamente mediante cierre directo o con un parche,
lo que suele hacerse alrededor de los 3-4 años de edad.15,28
COMUNICACIONES AURICULOVENTRICULARES
Estos defectos también se conocen como defectos del canal auriculoventricular y se observan con mucha frecuencia en los pacientes
con síndrome de Down, hasta en un 50% de los pacientes.15 Estos
pacientes tendrán soplos cardiacos y pueden presentar insuficiencia
cardiaca congestiva en algunos casos; también puede observarse
un retraso del desarrollo.15 Al igual que en el caso de la CIV, los
diuréticos y el tratamiento nutricional desempeñan un papel en
estadios iniciales. La reparación quirúrgica suele realizarse a los 3-4 me­
ses de edad, dependiendo de la presencia de insuficiencia cardiaca
congestiva, en cuyo caso la reparación puede realizarse antes.15
ESTENOSIS VALVULAR
La estenosis de las válvulas aórtica y pulmonar representa aproximadamente el 10% de las CC.15 Además de la obstrucción del flujo sanguíneo, puede haber regurgitación asociada. El tratamiento
depende del grado de estenosis. Los pacientes con estenosis crítica
requieren una valvuloplastia con globo en el periodo neonatal.15,26 Sin embargo, la reparación definitiva depende de las
pautas de medición del gradiente de la válvula.15,26 Los pacientes
sometidos a una valvuloplastia por estenosis crítica requieren
una reintervención en aproximadamente el 50% de los casos; la
reintervención es necesaria en aproximadamente el 30% de los
casos intervenidos por estenosis no crítica.15,29
COARTACIÓN DE LA AORTA
La coartación es el resultado del estrechamiento de la aorta y, en los
casos extremos, de la interrupción del cayado aórtico. La mayoría
de los pacientes con coartación tienen una CIV asociada.15 Aunque
clásicamente se ha descrito una diferencia de presión arterial y unos
pulsos femorales desiguales, los pacientes mayores con coartación
no crítica pueden no presentar una diferencia de presión arterial
significativa debido a la formación de circulación colateral.18 En
los pacientes con coartación crítica se debe iniciar la administración de prostaglandina a la espera de la reparación quirúrgica. El
tratamiento definitivo es quirúrgico en la mayoría de los lactantes,
pero los niños mayores pueden ser candidatos a una angioplastia
con globo y a la colocación de una endoprótesis por cateterismo.15
Aquí se ofrece un caso como comparación:
En una niña de 3 años se detectó un soplo en la exploración física,
sin cianosis. La RxT mostraba cardiomegalia, aumento del flujo
sanguíneo pulmonar y aumento de tamaño de un segmento de la
arteria pulmonar principal (figs. 8.4 y 8.5). Se realizó un ecocardiograma que reveló una CIA y un conducto arterioso persistente.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es una modalidad de imagen de primera
línea en los pacientes con sospecha de cardiopatía, pero no
es sensible ni específica. Sin embargo, es útil para evaluar las
afecciones pulmonares, como la neumonía, el neumotórax
y el edema pulmonar.
2. Hay ocasiones en las que la radiografía simple puede sugerir
una lesión cardiaca. Sin embargo, si las radiografías simples
son anodinas y se sospecha de una lesión cardiaca, se debe
realizar una ecocardiografía.
3. La ecocardiografía está indicada en los pacientes con sospecha de defectos cardiacos.
4. Las técnicas de imagen avanzadas, como la angiografía por
TC y la RM cardiaca, son modalidades complementarias a
la ecocardiografía.
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8 • Cardiopatías congénitas cianóticas y acianóticas
39
Bibliografía
Fig. 8.4 Proyección frontal del tórax de un niño de 3 años con un soplo
en la que se observan cardiomegalia y vasos pulmonares prominentes,
lo cual es compatible con un aumento del flujo sanguíneo pulmonar.
Hay un cayado aórtico izquierdo (flecha negra) y una arteria pulmonar
principal agrandada (flecha blanca abierta). El ecocardiograma demostró
comunicación interauricular (CIA) y persistencia del conducto arterioso,
que son dos lesiones acianóticas con cortocircuito de izquierda a dere­
cha que contribuyen al aumento del flujo sanguíneo pulmonar.
Fig. 8.5 Proyección lateral del tórax en un niño de 3 años con comuni­
cación interauricular (CIA) y persistencia del conducto arterioso, en la
que se observa cardiomegalia y aumento del flujo sanguíneo pulmonar.
El aumento del tamaño de las cavidades derechas se aprecia en la parte
anterior (flecha negra abierta), y la cardiomegalia hace que el borde pos­
terior del corazón se extienda anormalmente hacia atrás, hasta tapar la
columna vertebral (flecha blanca).
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9
Más que estreñimiento:
ausencia de expulsión
de meconio
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un paciente de 2 días de edad es remitido al servicio de urgencias
por ausencia de expulsión de meconio. Nació en casa y recibió
atención prenatal, aunque esta no fue sistemática, ya que la
madre había faltado a algunas de las citas. El parto fue a término (38 semanas de gestación), vaginal y aparentemente sin
complicaciones. El neonato mostraba un aspecto vigoroso y no
requirió más reanimación que el secado y la estimulación habitual. Las serologías de la madre fueron negativas. Ha realizado
tomas de 10-15 min en total, aproximadamente cada 2-3 h.
Parece que se alimenta bien. Ha tenido algunas micciones poco
abundantes.
La exploración física revela un niño afebril y vigoroso. La
frecuencia cardiaca es de 150 latidos por minuto, la frecuencia
respiratoria es de 30 respiraciones por minuto y la presión arterial es de 75/50 mmHg. La exploración general es normal, pero
se aprecia plenitud abdominal. No hay hepatoesplenomegalia,
dolor a la palpación aparente ni pigmentación del abdomen.
El ano está abierto y el tono rectal parece estar disminuido al
tacto rectal.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple es una excelente modalidad de imagen de
primera línea en los pacientes en los que se sospecha una obstrucción intestinal, ya sea mecánica o funcional. Es la modalidad de imagen inicial que se suele utilizar en la evaluación de
pacientes con sospecha de íleo meconial o síndrome de tapón
de meconio.1 En los pacientes con sospecha de enfermedad de Hirschsprung, las radiografías del abdomen pueden demostrar una
marcada distensión gaseosa del colon con un recto no dilatado
con una zona de transición intermedia.1,2 Esta modalidad tiene
la ventaja de detectar aire libre y calcificaciones y de evaluar los
patrones de gas del intestino.
ENEMA DE CONTRASTE
Tras la radiografía simple inicial, el enema de contraste yodado
hidrosoluble es la modalidad de imagen de elección para la evaluación adicional del recién nacido que no expulsa el meconio
y/o la distensión abdominal y las asas intestinales dilatadas que
sugieren una obstrucción de la porción baja del tubo digestivo.
El enema hidrosoluble puede ser terapéutico en los casos de íleo
meconial y síndrome del colon izquierdo inmaduro (también
llamado síndrome del colon izquierdo corto o síndrome del tapón
de meconio).1 Un enema para esta indicación debe ser realizado
únicamente por un radiólogo pediátrico o un radiólogo con
experiencia en radioscopia neonatal, ya que existe un riesgo de
perforación intestinal.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
En los neonatos con ausencia de expulsión de meconio y sospecha de obstrucción intestinal no se utiliza la tomografía
computarizada.
ECOGRAFÍA
La ecografía prenatal puede mostrar signos de obstrucción digestiva, lo que incluye hallazgos indicativos de íleo meconial y
enfermedad de Hirschsprung. Sin embargo, la ecografía no suele
utilizarse como estudio de primera línea en la evaluación de los
recién nacidos que no expulsan el meconio.
Hallazgos de los estudios
de imagen
El retraso en la expulsión del meconio era preocupante en este
niño. Se obtuvo una radiografía simple de abdomen. Estas imágenes demostraron un patrón de gas intestinal muy alterado,
con dilatación de las asas intestinales que sugería una obstrucción distal del intestino delgado o de la porción proximal
del colon, con un alto grado de sospecha de íleo meconial si se
tiene en cuenta el aspecto moteado en pompas de jabón del gas
en la parte derecha del abdomen (fig. 9.1).
Conclusión del caso
El niño fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos
neonatales; se consultó a múltiples subespecialistas, incluidos
cirujanos pediátricos, gastroenterólogos pediátricos y especialistas en genética médica. El paciente fue sometido a un enema
con contraste, que puso de manifiesto un colon no dilatado y
permeable, pero vacío, con reflujo del contraste hacia el íleon
distal no dilatado y sin meconio en el íleon distal visualizado.
Como uno de los diagnósticos diferenciales era la enfermedad
de Hirschsprung con afectación de todo el colon, se realizó una
biopsia rectal, que reveló la ausencia de células ganglionares en
el recto. La evaluación posterior también demostró la ausencia
de células ganglionares en el colon y el íleon. Durante la cirugía
se observó que la zona de transición estaba en el yeyuno distal/
íleon proximal. Esto era compatible con la enfermedad de Hirschsprung de segmento largo. Se creó una yeyunostomía distal
con una colectomía abdominal total y una resección ileal, así
41
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42
SECCIÓN 1 • Neonatal
Fig. 9.1 La proyección del abdomen en decúbito supino muestra asas
intestinales tubulares, dilatadas y llenas de gas en la mayor parte del
abdomen, con un asa intestinal marcadamente distendida en el hipocon­
drio derecho (flechas blancas). Es difícil distinguir el intestino delga­
do del colon en un neonato, pero el aspecto sugiere una obstrucción distal
del intestino delgado o proximal del colon. El aspecto es sospechoso de
íleo meconial si se tiene en cuenta la imagen moteada y burbujeante del
gas en la parte derecha del abdomen, que según parece corresponde
a gas presente en el contenido intraluminal (flecha negra).
como una bolsa de Hartmann en el recto; finalmente, el niño se
sometió a un procedimiento de descenso intestinal. La evolución
clínica fue complicada, con varios ingresos por enterocolitis y
deshidratación. El niño se sometió a pruebas genéticas y se descubrió que tenía un perfil genético compatible con la enfermedad
de Hirschsprung de segmento largo.
Cuando un neonato no expulsa el meconio, deben considerarse la fibrosis quística con íleo meconial, la enfermedad de
Hirschsprung y el síndrome del tapón de meconio como posibles etiologías, pero los trastornos metabólicos (enfermedad
tiroidea), los trastornos genéticos (síndrome de Down) y los
trastornos intestinales (p. ej., atresia intestinal) también forman
parte del diagnóstico diferencial. El íleo meconial es una obstrucción funcional a nivel del íleon terminal causada por el
meconio condensado.3-6 El síndrome del colon izquierdo inmaduro (colon izquierdo corto o síndrome del tapón de meconio)
es una causa benigna de obstrucción funcional del intestino
grueso en el periodo neonatal que se manifiesta con un retraso
en la expulsión del meconio. A menudo se necesita un enema
de contraste hidrosoluble para su resolución, aunque el síndrome del tapón de meconio puede resolverse por sí solo.1,7 En
la mayoría de los casos, tras el efecto terapéutico del enema, no
hay más problemas.1
Las pruebas de imagen en el íleo meconial mostrarán un
colon de longitud normal y de pequeño calibre (microcolon),
con meconio condensado en el íleon terminal y dilatación del
intestino delgado proximal a la obstrucción.1 En los pacientes
con síndrome de colon izquierdo inmaduro, el colon descendente
y el rectosigmoide son de calibre normal, con una transición
a un colon proximal más dilatado en el ángulo esplénico, y se
observan coprolitos de meconio dispersos por el colon. En casi
todos los pacientes con íleo meconial se detectará fibrosis quística, y puede ser necesario repetir los enemas para tratar el íleo
meconial. Si los enemas no consiguen aliviar la obstrucción,
puede ser necesario el tratamiento quirúrgico.
El enema de contraste es también la modalidad de diagnóstico por imagen de elección en los pacientes con sospecha de
enfermedad de Hirschsprung. Los hallazgos compatibles con
la enfermedad de Hirschsprung en el enema son un calibre
normal del recto y del colon distal a la transición entre el colon
con inervación normal y el segmento agangliónico, más distal. El intestino proximal a la transición está dilatado. En raras
ocasiones, la enfermedad de Hirschsprung puede afectar a todo
el colon o el intestino delgado. La retención de contraste en el
intestino 24 h después del enema en la radiografía tardía puede
observarse en la enfermedad de Hirschsprung u otros trastornos
de la motilidad.1
La enfermedad de Hirschsprung se describió por primera vez
en 1886. La etiología de la enfermedad de Hirschsprung se debe
a factores tanto celulares como genéticos, con una incidencia
de 1 de cada 5.000 nacidos.8 La interrupción temprana de la
migración de los neuroblastos derivados de la cresta neural
al intestino en desarrollo da lugar a un segmento agangliónico.1,6,8,9 Esto impide la propagación de las ondas peristálticas
debido a la ausencia de células ganglionares intrínsecas parasimpáticas, causando una obstrucción funcional.8,10 Existen
múltiples factores genéticos que influyen en la aparición de la
enfermedad de Hirschsprung, y tener hermanos con antecedentes de enfermedad de Hirschsprung se asocia a un mayor
riesgo de padecer la enfermedad en los hijos posteriores.8,11 La
mayoría de los pacientes se diagnostican en el periodo neonatal
(90%), pero el diagnóstico puede retrasarse, manifestándose
después del periodo neonatal como estreñimiento crónico.6,8,12
Además del retraso en la expulsión del meconio, también hay
síntomas de intolerancia a la alimentación, vómitos y dis­
tensión abdominal; la distensión abdominal y los vómitos son
síntomas especialmente comunes en los niños con enfermedad
de Hirschsprung.8 Los lactantes con fiebre, diarrea y distensión
abdominal deben ser evaluados cuidadosamente para detectar
la enterocolitis asociada a la enfermedad de Hirschsprung,
que, si no se identifica y trata adecuadamente con hidratación, antibióticos e interconsulta urgente al servicio de cirugía,
puede evolucionar a un megacolon tóxico, que tiene una alta
mortalidad.8,13
El diagnóstico de la enfermedad de Hirschsprung puede confirmarse por varios métodos. Las pruebas iniciales consisten en
enema de contraste, manometría anorrectal y biopsia rectal
de espesor total o biopsia por aspiración rectal. Se han descrito una sensibilidad y una especificidad para el diagnóstico
de la enfermedad de Hirschsprung del 65-80% y el 61-100%,
respectivamente, para el enema de contraste; del 75-100% y
el 85-97%, respectivamente, para la manometría anal; y del
90-100% para el diagnóstico quirúrgico.2,8,14
El tratamiento de la enfermedad de Hirschsprung debe
comenzar con una anamnesis y una exploración física exhaustivas. Si hay signos de enterocolitis asociada a la enfermedad
de Hirschsprung (fiebre, diarrea y distensión abdominal),
están indicados una reanimación agresiva, antibióticos y una
interconsulta urgente al servicio de cirugía; esta entidad puede
ocurrir tanto antes como después de la reparación y puede ser
mortal.6,15 La reparación quirúrgica de la enfermedad de Hirschsprung se ha realizado tradicionalmente en varias etapas,
pero también se han ideado y utilizado técnicas laparoscópicas
de desplazamiento inferior intestinal en una etapa.6,8,16-18 Los
booksmedicos.org
9 • Más que estreñimiento: ausencia de expulsión de meconio
resultados son generalmente buenos. Los pacientes con enfermedad de segmento largo y aquellos con síndrome de Down tienden
a tener peores resultados.6 Las complicaciones postoperatorias
pueden ser tempranas (infección de la herida, dehiscencia de
la herida y obstrucción intestinal) y tardías (obstrucción intestinal, estenosis, incontinencia y enterocolitis), aunque existe un
solapamiento clínico entre ambas.6,8
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple de abdomen es una buena opción como
modalidad de imagen inicial en los neonatos que no expulsan
el meconio con normalidad.
2. Tras la realización de una radiografía simple, el enema de
contraste hidrosoluble es la modalidad de imagen de elección
en los recién nacidos que no expulsan el meconio y en los que
se sospecha una obstrucción intestinal. El enema hidrosoluble también puede ser terapéutico en el íleo meconial y el
síndrome del colon izquierdo inmaduro. Esta prueba es útil
para diagnosticar la enfermedad de Hirschsprung, aunque
puede ser normal en algunos casos. Pueden indicarse pruebas adicionales (biopsia rectal o manometría anal) si existe
un alto grado de sospecha de esta etiología.
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10
Ruidos de tripas:
neumatosis intestinal
y enterocolitis necrosante
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una lactante de 10 días es llevado al servicio de urgencias por
nerviosismo, disminución de la ingesta oral, disminución de
la diuresis y tres deposiciones con mucha sangre en el último
día. No ha habido fiebre, tos, congestión, vómitos ni erupción.
La niña se alimenta exclusivamente con leche materna, y la
madre niega haber tenido grietas en los pezones o sangrado por
el pecho. Ha notado que hoy la niña mostraba menos energía
al alimentarse.
La niña nació por vía vaginal a las 34 semanas, pasó 4 días
en el hospital para la observación de su alimentación y requirió
oxígeno indirecto durante 24 h. La madre recibió una excelente
atención prenatal. Antes del alta hospitalaria, la lactante presen­
taba una alimentación y unas deposiciones normales.
La niña está afebril, con una frecuencia cardiaca de 170 lati­
dos por minuto, una frecuencia respiratoria de 30 respiraciones
por minuto y una saturación en la pulsioximetría del 98% con
aire ambiente. Aunque no muestra sufrimiento evidente, la niña
se muestra irritable durante la exploración, pero por lo demás
permanece tranquila, lo que, según los padres, no es lo habitual.
La exploración física no es destacable, excepto por una leve dis­
tensión abdominal sin dolor a la palpación evidente; el tacto
rectal muestra un ano permeable y la prueba de sangre oculta
en heces es positiva. Inmediatamente después del tacto rectal, se
produce una deposición semilíquida y con sangre macroscópica.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El descubrimiento de neumatosis en la radiografía es un signo,
más que un diagnóstico específico, que puede asociarse a afec­
ciones benignas o potencialmente mortales.1
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple es la modalidad de imagen de primera línea
empleada en muchos casos cuando se sospecha un trastor­
no intestinal. La neumatosis, el gas en la vena porta y el gas libre
intraperitoneal pueden detectarse en las radiografías abdomi­
nales. Las imágenes iniciales deben incluir una proyección en
decúbito supino y una proyección con trayectoria horizontal
del haz. Aunque se prefiere la proyección en decúbito lateral
izquierdo, la proyección con trayectoria horizontal del haz se
obtiene a menudo en decúbito supino en los lactantes con mal
aspecto para minimizar el movimiento.2 Debe prestarse atención
al gas intraluminal, intramural, en la vena porta e intraperito­
neal libre visualizado con la radiografía abdominal.2-6 En los
lactantes con una anamnesis y una exploración compatibles
con enterocolitis necrosante (ECN), el hallazgo de neumatosis
intestinal con o sin gas en la vena porta debe hacer pensar en
esta entidad.7 El neumoperitoneo puede demostrarse en la radio­
grafía simple, observándose como una radiolucencia central
inusual y, a veces, oblonga en la proyección anteroposterior,
que a menudo puede verse más fácilmente en una proyección
en decúbito lateral izquierdo.7 Aunque la radiografía abdominal
puede no ser lo suficientemente sensible como para detectar la
neumatosis en su fase inicial,1,7 sigue siendo la modalidad de
imagen inicial de elección.2,8
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC no es un estudio de imagen de primera línea, pero ha
demostrado ser más sensible a la hora de detectar la neumatosis
intestinal y el gas en la vena porta que la radiografía simple.1,4,6
La TC también puede demostrar engrosamiento de la pared
intestinal, líquido libre y festoneado de los tejidos blandos
periintestinales, todo lo cual se asocia a un proceso subyacente
grave.1 Esta prueba de imagen puede ser útil si el diagnóstico
es incierto o hay sospecha de enfermedad compleja o deterioro
del estado clínico.4,5
Tanto la radiografía simple de abdomen como la TC son útiles
para ayudar a distinguir la llamada pseudoneumatosis intestinal
(que consiste en gas atrapado en las heces o contra la superfi­
cie de la mucosa) de la verdadera neumatosis basándose en la
localización, el patrón y la distribución del gas observado.1 Las
características que sugieren una verdadera neumatosis son el
gas en la vena porta o en la vena mesentérica, el gas intramural
por encima de un nivel de gas-líquido, el gas continuo que tapiza
la pared intestinal y el gas disecante en el borde de la pared
intestinal.1
ECOGRAFÍA
La ecografía se ha convertido en una modalidad de imagen
interesante en los pacientes con neumatosis y sospecha de ECN.
Entre los lactantes con ECN, la ecografía es un complemento útil
de la radiografía simple del abdomen.2,8,9 Además de identificar
el gas libre, la neumatosis y el gas en la vena porta, la ecografía
puede detectar ascitis y engrosamiento de la pared intestinal, y
el examen Doppler puede detectar la isquemia de la pared intes­
tinal, lo que contribuye a evaluar la viabilidad del intestino.2,8,9
Los hallazgos ecográficos más preocupantes en los lactantes con
ECN son gas libre, ausencia de peristaltismo intestinal, ausencia
de perfusión de la pared intestinal y ascitis compleja.8 La eco­
grafía del intestino en los lactantes depende del personal, por lo
que se necesitan ecografistas y especialistas en imagen pediátrica
con experiencia para obtener e interpretar estos estudios.
44
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10 • Ruidos de tripas: neumatosis intestinal y enterocolitis necrosante
45
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se realizó una radiografía de abdomen que mostró un patrón
de gas intestinal no obstructivo, con una apariencia moteada del
gas en el cuadrante inferior izquierdo que sugiere neumatosis,
y una pequeña radiolucencia en la región superior derecha del
abdomen que levanta sospechas de posible gas libre (fig. 10.1).
A continuación se obtuvo una placa en decúbito lateral, que
demostró una radiolucencia irregular sobre la parte no declive
del abdomen adyacente al intestino distendido, lo que sugería
la presencia de gas libre (fig. 10.2).
Conclusión del caso
Se pautaron antibióticos intravenosos y reposo intestinal, y
la niña fue ingresada en el hospital para recibir tratamiento y
someterse a observación. Se realizaron exploraciones seriadas
y un estrecho seguimiento radiográfico. La exploración de la
paciente mejoró y las imágenes de seguimiento demostraron
la resolución de los hallazgos previamente identificados. No
requirió intervención quirúrgica.
La neumatosis intestinal es la presencia de gas en la pared
intestinal.4,5,10 Puede ser un hallazgo fortuito en la radiografía
simple de abdomen, pero también puede estar asociado a pro­
cesos más graves, como una infección o un traumatismo.11 El
Fig. 10.1 La radiografía de abdomen en decúbito supino muestra un
aspecto moteado del gas sobre el cuadrante inferior lateral izquierdo,
con radiolucencias en forma de burbujas y de líneas paralelas a la pared
intestinal del colon descendente y el lado izquierdo del recto, lo cual es
compatible con neumatosis (puntas de flecha blancas). Una pequeña
radiolucencia inusual (flecha negra) se proyecta en el cuadrante superior
derecho justo por encima de las asas intestinales y hace sospechar la
presencia de gas libre intraperitoneal. Además, en las asas intestinales
de la parte derecha del abdomen se observa el signo de Rigler, en el
que ambos lados de la pared de un asa intestinal están delimitados
por aire (puntas de flecha negras), un hallazgo indicativo de gas libre
intraperitoneal.
Fig. 10.2 Una radiografía en decúbito lateral izquierdo confirma la presencia de aire libre intraperitoneal: se ve como un triángulo de gas entre
el colon derecho y la pared abdominal (flechas blancas) y se observa el
signo de Rigler, en el que ambos lados de la pared de un asa intestinal
están delimitados por aire (puntas de flecha negras). A medida que el
gas desaparece de la luz de las asas intestinales en la parte izquierda del
abdomen, la neumatosis del lado izquierdo se visualiza mejor, observándose extensos arcos lineales y curvilíneos de gas en la pared intestinal
del colon izquierdo y el recto (flechas negras).
mecanismo exacto que produce la neumatosis no está claro, pero
existen múltiples teorías al respecto.5 La presentación clínica
puede incluir dolor abdominal, fiebre, vómitos, diarrea, dis­
tensión abdominal y signos de sepsis, pero la neumatosis puede
ser asintomática.1,5,12
La neumatosis intestinal puede estar asociada a procesos
isquémicos y no isquémicos, y ambos han sido bien descritos
en la literatura. Los procesos no isquémicos incluyen la hiper­
proliferación bacteriana (p. ej., en los pacientes inmuno­
comprometidos o inmunodeprimidos sometidos a tratamiento con
corticoides o quimioterapia) y la enfermedad inflamatoria intes­
tinal. En el primer caso, las bacterias penetran en la mucosa
intestinal y producen gas intramural; en el segundo, la mucosa se
ulcera, lo que permite que el gas penetre en la pared intes­
tinal.4,5,10,11,13 Los procesos isquémicos pueden estar presentes
durante la infección, como en el caso de la ECN o la enteritis, en
las que se produce gas intramural por necrosis de la pared intes­
tinal debido a la actividad de fermentación bacteriana.5,11,13,14
La neumatosis se ha asociado a traumatismos,5,13-15 invagi­
nación intestinal y vólvulos,4,5 y raramente después de una
cirugía laparoscópica, incluida la apendicectomía.6 Debe con­
siderarse un amplio diferencial cuando se identifica neumatosis
intestinal.
La neumatosis intestinal pediátrica fuera del periodo neonatal
se ha comunicado en la literatura y ha sido descrita como benig­
na en muchos casos.4,5,10,13,14 Se han postulado varias teorías
sobre la patología subyacente que conduce a la neumatosis
en el grupo de mayor edad.4 Se ha descrito la neumatosis en
los pacientes con afecciones subyacentes, como enfermedades
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46
SECCIÓN 1 • Neonatal
pulmonares, inmunodeficiencia, cardiopatía congénita y síndro­
me de intestino corto, siendo en algunos casos recurrente.4 En
otro estudio en el que se examinaron pacientes fuera del periodo
neonatal (de más de 30 días de edad) se encontró neumatosis no
solo en los pacientes con enfermedades crónicas, sino también
en niños sanos.16 En esta serie, la neumatosis fue causada por
colitis no infecciosa (32%), infección entérica aguda o toxinas
(27%), isquemia intestinal (20%) y dismotilidad gastrointes­
tinal (17%). La mayoría (78%) de los casos se resolvieron con
tratamiento médico; sin embargo, el gas en la vena porta y la
concentración baja de bicarbonato sérico se asociaron con malos
resultados.16 Se comunicó un caso de un niño dependiente
de los corticoides debido a una enfermedad crónica que tenía
neumatosis intestinal sin gas en la vena porta; fue tratado médi­
camente, con un buen resultado.10
La neumatosis intestinal por traumatismo abdominal
cerrado, aunque es rara, puede ocurrir.3,13-15 El desgarro de
la mucosa producido por la compresión súbita del intestino
permite la entrada de gas en el espacio intramural; esto provoca
una interrupción en el suministro de sangre al intestino, con
la consiguiente disección de la pared intestinal por el gas.1315 La presencia de gas en la vena porta también puede estar
asociada a un traumatismo abdominal; debido a un cambio
agudo de presión, el gas penetra en las venas submucosas y se
desplaza al sistema venoso portal.13,14,17 Es importante señalar
que, aunque la presencia de gas en la pared intestinal implica
una lesión de la mucosa, no significa necesariamente necrosis
en este contexto.14,17 Si la neumatosis intestinal, con o sin gas
en la vena porta, está presente en la radiografía, el médico debe
considerar causas traumáticas, particularmente si no hay datos
de la anamnesis, la exploración física o la analítica que sugieran
otra causa, como un proceso infeccioso. En la literatura se ha
descrito la necrosis intestinal como resultado de un traumatis­
mo abdominal cerrado y el subsiguiente deterioro clínico en un
lactante prematuro con neumatosis intestinal y gas extenso en
la vena porta, que finalmente provocó la muerte.15 Las lesiones
abdominales cerradas son una de las principales causas de
muerte por traumatismos no accidentales en la población pediá­
trica y pueden presentarse como un hallazgo aislado; la falta de
signos aparentes de maltrato físico (hematomas, hinchazón,
dolor) o de lesiones intraabdominales (laceraciones de órganos
sólidos o hematomas intestinales) no debe disuadir al médico de
considerar un traumatismo no accidental como posible etiología
cuando se descubre neumatosis en la radiografía.14
En el periodo neonatal, la neumatosis intestinal con o sin
gas en la vena porta es un signo de ECN, una enfermedad
extremadamente grave con una tasa de mortalidad de hasta el
30%.5,18,19 La ECN se observa con frecuencia en los lactantes
prematuros, y el riesgo que disminuye al aumentar la edad y el
peso,14,19,20 pero puede observarse en los lactantes a término.13
Se cree que la ECN se debe a la inmadurez intestinal, que con­
lleva una predisposición a la alteración endotelial, así como a
las propiedades especiales de la respuesta intestinal del recién
nacido a situaciones fisiológicas estresantes.14,15 El bajo peso
al nacer es el factor de riesgo más comúnmente notificado para
la ECN, pero también se han descrito como factores de riesgo el
ser pequeño para la edad gestacional, la respiración asistida, la
sepsis, la hipotensión y la rotura prolongada de membranas.18,19
Se ha demostrado que los bebés afectados por la ECN tienen
una mayor incidencia de resultados adversos del desarrollo
neurológico, estenosis intestinal, síndrome de intestino corto
y retraso del crecimiento.19,21 Los signos clínicos de la ECN
incluyen inestabilidad de la temperatura, mala alimentación,
letargo, apnea, hipotensión, distensión abdominal, heces san­
guinolentas y signos de sepsis.7 Las especies bacterianas que se
han identificado asociadas a la ECN son Escherichia coli, Klebsiella
pneumoniae, Proteus mirabilis, Enterobacter cloacae, Clostridium
perfringens y Pseudomonas aeruginosa.7
El tratamiento de la neumatosis depende de la anamnesis, la
exploración física y la presunta etiología subyacente. El trata­
miento de la ECN en el periodo neonatal consiste en antibióticos
de amplio espectro, reposo intestinal, líquidos intravenosos y
apoyo ionotrópico.7,19,22 La intervención quirúrgica suele estar
indicada si hay sospecha de necrosis, independientemente de la
etiología.3,5,23 Este suele ser el caso de la ECN que no responde
al tratamiento médico, ya que hasta el 50% de los lactantes con
ECN requieren cirugía y la necesidad de cirugía está relaciona­
da con una mayor tasa de mortalidad.7,19 La neumatosis que se
considera que no requiere intervención quirúrgica puede tra­
tarse médicamente con estrecha observación, reposo intestinal,
descompresión intestinal y antibióticos según se indique clínica­
mente.4-7,10,11,13,24 Dado que puede ser difícil distinguir los dos
cuadros desde el punto de vista radiográfico, los antecedentes
y la exploración clínica son fundamentales a la hora de inter­
pretar los resultados radiográficos11 y planificar el tratamiento.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La importancia del hallazgo de neumatosis en cualquier estu­
dio de imagen debe evaluarse en el contexto de la anamnesis
y la exploración física del paciente.
2. La radiografía simple es la modalidad de imagen inicial de
elección para detectar la neumatosis, así como el gas en la
vena porta y el gas libre intraperitoneal. Las radiografías
obtenidas en las primeras fases de la neumatosis pueden no
revelar ninguna anomalía, por lo que es apropiado realizar
un seguimiento con imágenes, cuando esté clínicamente
indicado. Esta modalidad tiene un bajo nivel de radiación
ionizante en comparación con la TC, está fácilmente dis­
ponible y es relativamente barata.
3. La TC es mejor para detectar la neumatosis que la radiografía
simple, sobre todo en las primeras fases de la neumatosis. Sin
embargo, no suele ser una modalidad de imagen de primera
línea. Puede estar indicada si el diagnóstico es dudoso o si
hay sospecha de enfermedad compleja o deterioro del estado
clínico. Esta modalidad emplea mucha más radiación ioni­
zante que la radiografía simple.
4. El uso de la ecografía para detectar la neumatosis intestinal
y otras localizaciones de gas abdominal ha ido en aumento.
Los estudios que utilizan la ecografía para la detección y el
tratamiento de la ECN indican que esta modalidad es prome­
tedora. Las ventajas de la ecografía incluyen la capacidad de
detectar líquido y ayudar a evaluar la viabilidad del intestino.
Algunos hallazgos ecográficos en los lactantes con ECN han
demostrado que también ayudan a predecir el pronóstico.
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11
Asuntos del corazón:
pericarditis
TIM RUTTAN, MD
Presentación del caso
ECOGRAFÍA CARDIACA/ECOCARDIOGRAFÍA
Un varón de 13 años acude al servicio de urgencias por dolor
torácico de 2 semanas de evolución. Describe el dolor como inten­
so y constante, y ha empeorado durante la última semana. Hace
2 semanas, el paciente tuvo fiebre de 38,8 °C y tos, tras lo cual
apareció un dolor torácico anterior agudo que describió como
«punzante». El dolor empeoraba al tumbarse. Fue atendido por su
médico de cabecera, que en ese momento indicó una radiografía
de tórax y un electrocardiograma (ECG), que fueron normales. Se
le diagnosticó una infección vírica y se le prescribió tratamiento
sintomático. La fiebre se ha resuelto, pero el dolor torácico ha
empeorado. Niega haber tenido vómitos, dolor abdominal, dolor
de espalda, dificultad para respirar o traumatismos.
La exploración física revela unas constantes vitales poco llama­
tivas, aparte de una leve taquicardia (frecuencia cardiaca de 110 la­
tidos por minuto con una presión arterial de 110/70 mmHg).
Los ruidos cardiacos están ligeramente apagados y parece haber
un roce sin que se distinga ningún soplo. La auscultación pulmo­
nar es normal. Se obtiene un ECG que demuestra un bajo voltaje
generalizado, sin otras anomalías agudas.
La ecocardiografía transtorácica es una excelente modalidad
de imagen para los pacientes en los que se sospecha un proceso
cardiaco, incluida la pericarditis. Esta modalidad puede detectar
el derrame pericárdico, evaluar la función cardiaca y ser útil
para distinguir entre pericarditis y miocarditis (en la que suele
haber disfunción cardiaca).3
Si es posible, debe realizarse una ecografía cardiaca en el lugar
donde se presta la asistencia en todos los casos sospechosos de
pericarditis para evaluar la presencia de derrame pericárdico
y signos de taponamiento cardiaco, ya que esta modalidad es
muy sensible y específica (96 y 98%, respectivamente) para el
derrame pericárdico.1 En particular, la obtención de imágenes
a pie de cama son esenciales en los pacientes con mal aspecto o
hipotensos, en los que la identificación temprana de un derrame
y la fisiología del taponamiento puede orientar el tratamiento y
la reanimación, incluida la pericardiocentesis.1 La ecocardio­
grafía realizada por especialistas en cardiología pediátrica puede
ayudar a identificar derrames más pequeños, especialmente en
los pacientes que no presentan manifestaciones de enfermedad
más avanzada.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
La elección de las modalidades de imagen dependerá de la pre­
sentación clínica, pero cuando se sospecha una pericarditis,
normalmente se comenzará con una radiografía simple de tórax,
que puede ir seguida de una ecografía, un ecocardiograma, un
estudio de tomografía computarizada cardiaca o una resonancia
magnética (RM) cardiaca.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía de tórax puede ser normal en muchos pacientes
con casos incipientes o leves de pericarditis. Además de ayu­
dar a identificar otras causas de dolor torácico o fiebre en los
pacientes con posible pericarditis, los hallazgos pueden incluir
cardiomegalia (la mayoría de las veces debido a un derrame
pericárdico; se conoce como «signo de la botella de agua»). Los
hallazgos asociados también pueden incluir derrame pleural,
edema pulmonar, infiltrados pulmonares o ensanchamiento
del mediastino.1,2 Un derrame pericárdico puede distorsionar
la silueta cardiaca, pero a menudo la radiografía de tórax no
presenta ningún signo.3 La radiografía simple también es útil
para detectar otras causas de dolor torácico, como el neumo­
tórax, las fracturas costales, el derrame pleural y la neumonía.
Esta modalidad es de fácil acceso, rápida y expone al paciente a
una radiación ionizante mínima.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA CARDIACA
Esta modalidad de imagen puede utilizarse en los pacientes con
pericarditis crónica o constrictiva, pero no está indicada en la
fase aguda de la enfermedad.1,3
RESONANCIA MAGNÉTICA CARDIACA
La RM cardiaca no suele estar indicada en el ámbito de urgencias
ni en la fase aguda, pero si el diagnóstico es dudoso o se conside­
ran complicaciones adicionales como pericarditis constrictiva,
derrame complejo y afectación miocárdica, estas pueden iden­
tificarse mediante la RM.1-3
Hallazgos de los estudios
de imagen
A este paciente se le realizó una ecografía en el servicio de urgen­
cias, que reveló una función cardiaca normal a grandes rasgos,
pero con un derrame pericárdico. Se consultó al servicio de
cardiología pediátrica. Dado que se consideró que el paciente se
encontraba estable para un estudio más confirmatorio, se tomó
la decisión de realizar una RM cardiaca. Se proporcionan algu­
nas imágenes escogidas de este estudio. Se observa un derrame pe­
ricárdico moderado, con engrosamiento y realce pericárdico,
pero, por lo demás, el estudio no presentaba ninguna anomalía
(figs. 11.1-11.3).
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11 • Asuntos del corazón: pericarditis
Fig. 11.1 La imagen de precesión libre en estado estacionario de una
resonancia magnética (RM) cardiaca obtenida en el eje transversal muestra un derrame pericárdico, con una alta señal (asteriscos), que rodea el
corazón. También se muestran el ventrículo izquierdo (VI) y el ventrículo
derecho (VD). (Imagen por cortesía de Karen Hasbani, MD, cardióloga
pediátrica del DCMC.)
Fig. 11.2 La resonancia magnética (RM) cardiaca con contraste obtenida en el eje transversal muestra un derrame pericárdico de baja señal
(asteriscos) que rodea el corazón. El pericardio está engrosado y presenta
realce (entre las flechas). También se muestran el ventrículo izquierdo
(VI) y el ventrículo derecho (VD). (Imagen por cortesía de Karen Hasbani,
MD, cardióloga pediátrica del DCMC).
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Fig. 11.3 La imagen de las cuatro cavidades obtenida por resonancia
magnética (RM) cardiaca con contraste muestra el engrosamiento y
el realce del pericardio visceral (entre las flechas blancas pequeñas) y
parietal (entre las flechas abiertas grandes), lo que es compatible con
una pericarditis. El derrame pericárdico (asteriscos) es de baja señal en
esta secuencia. También se muestran la aurícula izquierda (AI), el ventrículo izquierdo (VI), la aurícula derecha (AD) y el ventrículo derecho (VD).
(Imagen por cortesía de Karen Hasbani, MD, cardióloga pediátrica del DCMC.)
Conclusión del caso
El paciente fue ingresado en el hospital para su control clínico
debido al derrame pericárdico de tamaño moderado y para la
administración de antiinflamatorios no esteroideos. El pacien­
te experimentó un deterioro clínico 24 h después, presentando
hipotensión (presión arterial de 80/40 mmHg). Se realizó una
pericardiocentesis de urgencia, tras lo cual los síntomas mejoraron.
Los resultados del cultivo bacteriano del líquido obtenido fueron
negativos, pero los estudios de detección de virus revelaron la pre­
sencia del virus Coxsackie. El paciente se recuperó sin problemas.
El dolor torácico es un síntoma frecuente en los pacientes
pediátricos, pero su asociación a diagnósticos graves es poco fre­
cuente en comparación con la población adulta.1 La pericarditis
es un proceso que afecta a las capas que recubren el corazón.
Hay dos capas con una delgada película de líquido entre ellas
que actúa como lubricante y también sirve de barrera para
proteger el corazón de diversas enfermedades inflamatorias,
reumatológicas, infecciosas y neoplásicas.2-5 La pericarditis es
la forma más común de enfermedad pericárdica y tiene muchas
etiologías, incluidos procesos infecciosos (víricos o posvíricos;
es la causa más frecuente), autoinmunitarios, metabólicos,
traumáticos (incluidos los postoperatorios) y neoplásicos.1,2,5
En los pacientes adolescentes, la etiología suele ser vírica, y
la etiología bacteriana (Streptococcus o Staphylococcus) es más
común en los pacientes menores de 2 años.3,4 El síndrome pos­
pericardiotomía es un fenómeno que se observa en los pacientes
que han sido sometidos a cirugía cardiaca. En esta entidad se
produce un derrame pericárdico tras la intervención.3 Aunque
la aparición de un derrame pericárdico (que puede conducir a
un taponamiento pericárdico en algunos casos) es común en la
pericarditis, el derrame pericárdico no siempre está presente y
la pericarditis puede existir sin derrame.3
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SECCIÓN 2 • Corazón
El dolor torácico es un síntoma de presentación de la pericar­
ditis. Clásicamente, este dolor mejora al sentarse y empeora con
la tos o en decúbito supino; estos pacientes pueden resistirse a
tumbarse.2-5 Puede haber fiebre y taquicardia. Un antecedente
habitual es el de una infección vírica reciente o actual.1-3 Aun­
que los hallazgos de la exploración física pueden no ser notables,
la auscultación del tórax puede revelar un roce precordial; en
el caso de un gran derrame pericárdico, también puede haber
ruidos cardiacos apagados.3 No obstante, existe un amplio espec­
tro clínico con el que estos pacientes pueden presentarse, desde
una enfermedad o malestar leve hasta el shock y colapso vas­
cular, que ponen en peligro la vida del paciente.
El diagnóstico de la pericarditis puede ser difícil. Las pruebas
de laboratorio, el ECG y el uso de estudios de imagen contribuyen
a establecer el diagnóstico. Las pruebas de laboratorio incluyen el
recuento de leucocitos y los marcadores inflamatorios (pro­
teína C reactiva y velocidad de sedimentación globular), que
pueden estar elevados, pero son inespecíficos.1-3 La elevación de
la troponina puede observarse hasta en el 30% de los pacientes
con pericarditis.1,3 El ECG puede mostrar de forma aguda una
elevación difusa del segmento ST en las derivaciones precordia­
les, sin inversión de la onda T, y depresión del intervalo PR. La
mayoría de los pacientes tendrán un ECG anormal.1,3
Los antiinflamatorios no esteroideos son un pilar del trata­
miento de la pericarditis. Se recomienda consultar a un cardió­
logo pediátrico, especialmente al principio de la enfermedad.1
También se ha utilizado la colchicina para reducir la tasa de
recurrencia.1,6 El uso de corticoides no suele estar indicado
y, en algunos estudios, se ha asociado a la recurrencia de la
pericarditis.1,3 Sin embargo, se han utilizado dosis bajas de
corticoides (0,25-0,5 mg/kg/día) para la pericarditis resistente
a los antiinflamatorios no esteroideos o en los casos debidos a
un proceso inmunitario subyacente, pero hacen falta estudios
aleatorizados a gran escala en la población pediátrica.1,3,6 El
tratamiento sistemático con antibióticos no está indicado, pero
puede utilizarse si se identifica un patógeno específico.1 Si hay
un gran derrame pericárdico o signos de taponamiento, la peri­
cardiocentesis es terapéutica y puede ayudar a determinar la
etiología del derrame.1,3,7 Deben evitarse las actividades físicas
intensas hasta que el paciente esté asintomático, los marcadores
inflamatorios se hayan normalizado y el ecocardiograma y el
ECG sean normales.3,8
En la mayoría de los pacientes pediátricos, la pericarditis
sigue una evolución autolimitada y benigna. La muerte es rara,
pero es más habitual en los casos de etiología bacteriana.3 Los
pacientes con pericarditis constrictiva, aunque son muy raros,
tienen un peor pronóstico.3 La recurrencia de la pericarditis es
de alrededor del 10%.3,7
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía de tórax es la prueba de imagen de primera
elección en los pacientes con sospecha de pericarditis, pero
puede ser normal en la mayoría de los pacientes.
2. La ecocardiografía debe considerarse en todos los pacientes
con sospecha de pericarditis y ayuda a identificar el derrame
pericárdico y el taponamiento, así como a evaluar la función
cardiaca. Un paciente en estado crítico debe someterse cuan­
to antes a una ecografía cardiaca a pie de cama, si se dispone
de esta opción, ya que puede utilizarse para orientar el tra­
tamiento inmediato, que podría salvar la vida del paciente.
3. Las modalidades de imagen avanzadas, como la tomografía
computarizada cardiaca o la RM cardiaca, no están indica­
das en la fase aguda y se utilizan cuando el diagnóstico es
dudoso, en caso de sospecha de complicaciones y para la
pericarditis recurrente.
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12
Una ligera confusión:
cayado aórtico derecho
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 7 semanas presenta dificultad para respirar mientras se alimenta desde hace 1 día. El niño hace tomas de 88 ml de
leche maternizada cada 3-4 h, pero, en los últimos 2-3 días, ha
estado haciendo las tomas cada 4 h y sin terminarse los 88 ml.
Hace 1 día, se observó que hacía un mayor esfuerzo respiratorio
durante la toma y «se puso pálido durante varios segundos»,
según los padres. No hubo actividad tónico-clónica asociada
a este episodio y el niño no dejó de respirar. Esto continuó con
la mayoría de las tomas durante el día, pero, por lo demás, no
hubo otros motivos de preocupación. El día de la consulta, «se
puso azul durante unos segundos» mientras se alimentaba.
Además de estos episodios, la madre refiere que el niño tiene
congestión nasal y abundantes secreciones orales (con algo de
la leche maternizada) que ha estado aspirando con una pera de
goma. No ha habido fiebre, vómitos, diarrea, erupción cutánea
ni traumatismos conocidos, y el niño se encuentra, por lo demás,
en su estado habitual.
El niño llegó recientemente de Centroamérica. Los padres
refieren que el niño no ha tenido problemas de respiración o
alimentación en el pasado y «ha estado sano». Hubo pocos cuidados prenatales, pero a la madre le dijeron que el niño «tenía un
problema de corazón» en una ecografía prenatal, pero no entendió de qué se trataba y le dijeron que «no se podía hacer nada».
Aparte de esto, los padres no refieren ninguna otra preocupación
o problema. Todavía no han acudido a un pediatra local.
La exploración física revela un niño de buen aspecto y vigoroso que no presenta ningún problema agudo. Está afebril,
con una frecuencia cardiaca de 170 latidos por minuto, una
frecuencia respiratoria de 45 respiraciones por minuto y una pul­
sioximetría del 100% con aire ambiente. La exploración
es completamente normal; la exploración cardiaca no revela
ningún soplo, roce ni chasquido cardiaco; los pulsos son simétricos en todo el cuerpo y está bien perfundido.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE Y RADIOSCOPIA
La radiografía de tórax se emplea a menudo como recurso de
primera línea cuando se sospecha un proceso cardiopulmonar.
Al interpretar la radiografía de tórax, debe prestarse atención al
lado en el que se encuentran la punta cardiaca, el cayado aórtico
y la burbuja gástrica. En los lactantes y los niños pequeños,
el cayado aórtico puede no ser directamente visible, pero su
posición se infiere por el aspecto de la tráquea. Hay un leve
efecto masa sobre la tráquea desde el lado del cayado aórtico, y la tráquea se desvía ligeramente o se dobla hacia el lado
opuesto al cayado aórtico en una proyección frontal del tórax.
Si la posición del cayado aórtico es difícil de determinar en la
radiografía de tórax, se puede utilizar la radioscopia torácica.
Una esofagografía por radioscopia con contraste de bario es útil
en la evaluación de anillos y arcos vasculares, en los que las anomalías del desarrollo del cayado aórtico y la arteria pulmonar
pueden producir un efecto masa sobre el esófago y la tráquea.
La esofagografía con contraste para evaluar la anatomía vascular debe ser realizada por un profesional con experiencia en
estudios de imagen pediátricos.
ECOCARDIOGRAFÍA
En caso de sospecha de enfermedad cardiaca y de anomalías
del cayado aórtico, se emplea la ecografía, que puede demostrar la anatomía y la función. Si se descubre una anatomía
muy compleja, y especialmente si la anatomía aórtica no está
bien delimitada en la ecografía, puede ser necesario recurrir
a otras técnicas de imagen avanzadas, como la tomografía
computarizada (TC) o la resonancia magnética (RM). La ecografía depende de los recursos; se necesita experiencia en la
realización y la interpretación de ecografías pediátricas para
obtener un estudio y una interpretación útiles. Además, la
disponibilidad puede limitar el uso inmediato o sistemático en
el ámbito de urgencias.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
Esta modalidad de imagen se utiliza como estudio secundario
cuando la radiografía simple o la ecografía son anormales
o no concluyentes. La angiografía por TC ha resultado útil
para delimitar mejor la anatomía del cayado aórtico. 1,2 La
decisión de utilizar la TC puede tomarse tras consultar al subespecialista o en los pacientes hospitalizados que se someten
a una evaluación adicional. La angiografía torácica por TC
con contraste es especialmente útil en la evaluación de las
anomalías aórticas, incluidas las anomalías del cayado aórtico
y la coartación aórtica, así como para evaluar la anatomía de
la arteria pulmonar y los vasos colaterales de la circulación
sistémica a la pulmonar. Es necesario tener experiencia en
técnicas de imagen pediátricas para realizar e interpretar la
angiografía por TC en el contexto de las enfermedades cardiovasculares pediátricas.
RESONANCIA MAGNÉTICA
Esta modalidad también suele utilizarse después de las técnicas
iniciales, como la radiografía de tórax o un ecocardiograma.
La RM tiene la ventaja de proporcionar un excelente detalle
anatómico y puede utilizarse para evaluar las anomalías del
cayado aórtico, la coartación aórtica, la anatomía de la arteria
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SECCIÓN 2 • Corazón
pulmonar y la anatomía y la función del corazón. 2 Al igual
que en el caso de la TC, debe considerarse la posibilidad de
consultar a un subespecialista antes de recurrir a esta prueba
de imagen. Aunque la RM tiene la ventaja de que no utiliza
radiación ionizante, la duración del estudio suele requerir sedación en los lactantes y los niños pequeños. Es necesario tener
experiencia en técnicas de imagen pediátricas para realizar e
interpretar la RM cardiovascular pediátrica y la angiografía
por RM.
izquierda aberrante y un posible anillo vascular; había una
buena función sistólica biventricular.
Los hallazgos del ecocardiograma motivaron la realización
de una angiografía torácica con contraste para visualizar
mejor la anatomía vascular del paciente. Este estudio demostró
un cayado aórtico derecho con una arteria subclavia proximal
izquierda atrófica (cayado aórtico derecho con aislamiento de
la arteria subclavia izquierda) (fig. 12.2), sin anillo vascular.
Hallazgos de los estudios
de imagen
El antecedente de un problema cardiaco desconocido, junto
con la disminución de la alimentación y el cambio de color,
hizo temer un empeoramiento del trastorno cardiaco, aunque
la exploración física no era preocupante. Se obtuvieron radiografías de tórax seriadas en dos proyecciones que revelaron
un cayado aórtico derecho y una silueta cardiotímica en el
límite superior del intervalo normal en cuanto a tamaño
(fig. 12.1).
Conclusión del caso
Se realizó un electrocardiograma, que fue normal. Se consultó al
servicio de cardiología pediátrica y se realizó un ecocardiograma
(no se muestra) que demostró un cayado aórtico que parecía
encontrarse en el lado derecho, sin anomalías intracardiacas. El
patrón de ramificación del cayado aórtico no estaba claramente
definido, pero parecía haber un vaso que salía de la aorta descendente, lo que sugería la presencia de una arteria subclavia
Fig. 12.2 La imagen axial de una angiografía por tomografía computa­
rizada (TC) del tórax demuestra que el cayado aórtico transverso (flecha)
discurre a la derecha de la tráquea (T), lo que es compatible con un
cayado aórtico derecho.
Fig. 12.1 Una serie de radiografías de tórax en dos proyecciones muestra un cayado aórtico derecho. La proyección frontal (A) muestra un cayado aórtico
derecho (flecha blanca), una leve muesca en el lado derecho de la porción inferior de la tráquea (puntas de flecha negras) y una ligera desviación de
la porción inferior de la tráquea hacia la izquierda; estos hallazgos traqueales confirman la presencia de un cayado aórtico derecho. La proyección late­
ral (B) del tórax muestra una tráquea llena de aire con un aspecto normal (puntas de flecha blancas).
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12 • Una ligera confusión: cayado aórtico derecho
Se consultó al servicio de cirugía cardiotorácica pediátrica, que no recomendó ninguna intervención quirúrgica. Se
realizó un tránsito gastroduodenal, que incluyó la evaluación
del esófago, y con ello se demostró la existencia de reflujo gastroesofágico, pero sin efecto masa vascular sobre el esófago. El
niño se mantuvo en observación de cerca y fue dado de alta con
la indicación de estrecha vigilancia y seguimiento.
El cayado aórtico derecho es una variante de la anatomía aórtica en la que el cayado aórtico cruza por encima del bronquio
derecho y discurre a la derecha de la tráquea. Está presente hasta
en el 0,1% de los embarazos.3-6 Esta afección puede diagnosticarse prenatalmente, en ocasiones a partir de las 12 semanas
de gestación.5 Un cayado aórtico derecho puede estar asociado a
una cardiopatía congénita, como tronco arterioso, atresia tricuspídea, atresia pulmonar y comunicación interventricular.3,7-9
Sin embargo, un cayado aórtico derecho también puede ser
un hallazgo fortuito asintomático.3,7-9 El cayado aórtico derecho también puede estar asociado a un anillo vascular, que
produce un efecto masa sobre el esófago y la tráquea, y pue­
de producir síntomas de dificultad respiratoria o disfagia.3,9,10
El doble cayado aórtico es el anillo vascular completo más común
y sintomático, y puede aparecer como un doble cayado aórtico
o como un cayado aórtico derecho en la radiografía de tórax. El
cayado aórtico derecho se ha asociado al síndrome de DiGeorge (deleción del cromosoma 22q11), con una prevalencia del
8-24%.3,8,9 Un estudio encontró anomalías cardiacas, incluidos
el cayado aórtico derecho, anillos vasculares (formados con el
cayado en el lado derecho) y múltiples variaciones anatómicas
cardiacas, en el 75-80% de los pacientes con deleción del cromosoma 22q11.11
Existen varios tipos de cayados aórticos derechos, dependiendo del patrón de ramificación de los vasos del cayado:
Cayado aórtico derecho con arteria subclavia izquierda aberrante.
■ Cayado aórtico derecho con ramificación en espejo.
■ Cayado aórtico derecho con aislamiento de la arteria subclavia izquierda.
■
El cayado aórtico derecho con una arteria subclavia izquierda
aberrante es la variante más común del cayado aórtico derecho.12-14 Esta anomalía es a menudo asintomática y suele ser
un hallazgo casual en pruebas de imagen; sin embargo, puede
formarse un anillo vascular completo y causar una compresión
esofágica (observada habitualmente en adultos) o traqueal
(observada más comúnmente en poblaciones pediátricas).12,13
Si este es el caso, pueden presentarse síntomas como sibilancias
y tos crónica. Existen dos tipos de esta anomalía. En el primer
tipo, la arteria subclavia izquierda aberrante surge de una porción de la aorta dorsal izquierda que persiste como un divertículo
retroesofágico (divertículo de Kommerell); esta variante no suele
asociarse a anomalías cardiacas congénitas, pero es la segunda
causa más común de anillo vascular.12-14 En el otro tipo, menos
común, la arteria subclavia izquierda aberrante no está asociada
a un divertículo retroesofágico. Aunque en estos pacientes no se
forma un anillo vascular, esta variante se asocia a menudo con
otras anomalías cardiacas, en particular la tetralogía de Fallot
y el tronco arterioso.12-14
El cayado aórtico derecho con patrón de ramificación en
espejo es la segunda anomalía más común del cayado aórtico
derecho y casi siempre se asocia a una cardiopatía congénita
(hasta en el 98% de los casos), como tetralogía de Fallot, tronco
arterioso, atresia tricuspídea y transposición de los grandes
vasos, aunque no suele haber un anillo vascular.12
El cayado aórtico derecho con aislamiento de la arteria
subclavia izquierda, como se observa en este paciente, es una
entidad poco frecuente. En esta anomalía, un vaso del cayado
55
sale de la arteria pulmonar a través del conducto arterioso o del
ligamento arterioso sin conexión con la aorta.12 Se asocia a una
cardiopatía congénita en más del 50% de los casos, sobre todo
a la tetralogía de Fallot.12
El tratamiento de un cayado aórtico derecho depende de si
el paciente es sintomático y de qué otras anomalías asociadas
pueda haber. Los pacientes con anillos vasculares sintomáticos
son candidatos a tratamiento quirúrgico.3,7 Es conveniente
consultar con los servicios de cardiología pediátrica y cirugía
cardiotorácica pediátrica.
Los lactantes pueden presentar síntomas de compresión esofágica o de las vías respiratorias más tarde, durante los primeros
2 años de vida, y deben ser vigilados de cerca por si aparecen
dificultades respiratorias o para alimentarse.15 Algunos autores
recomiendan descartar una atresia esofágica en los lactantes
con diagnóstico prenatal de cayado aórtico derecho antes de
iniciar la alimentación.15
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen inicial de
elección en los pacientes con sospecha de enfermedad cardiovascular o pulmonar.
2. La ecografía es una excelente modalidad de imagen utilizada para evaluar la anatomía y la función cardiacas. Esta
modalidad requiere experiencia en cuanto a la técnica y la
interpretación.
3. La angiografía por TC con contraste es una modalidad de
imagen para el seguimiento que puede confirmar y delinear
la anatomía del cayado aórtico y, si está indicada la cirugía, es útil para la planificación quirúrgica. La decisión de
emplear esta modalidad suele tomarse tras consultar con un
cardiólogo pediátrico.
4. La RM es también una modalidad de imagen para el seguimiento que, al igual que la TC, puede utilizarse para confirmar y delinear mejor la anatomía del cayado aórtico. Sin
embargo, la disponibilidad y la necesidad de sedación pueden
ser factores limitantes.
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13
Estás rodeado:
anillo/arco vascular
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una niña de 2 años es llevada al servicio de urgencias con
sibilancias y tos. La familia afirma que ha tenido fiebre leve de
37,8 °C durante los últimos 2 días. No ha habido vómitos ni
diarrea. Ha tomado líquidos por vía oral sin problemas y, por lo
demás, se comporta como de costumbre. La exploración física
revela una niña de buen aspecto y sin problemas respiratorios.
Tiene congestión nasal y algunas sibilancias inspiratorias en los
campos pulmonares superiores.
Los padres afirman que están insatisfechos y «quieren algo
para la tos y las sibilancias», que han estado presentes de forma
intermitente «desde siempre» y que parecen empeorar cuando la
niña tiene infecciones de las vías respiratorias superiores. Han
acudido a su médico de cabecera varias veces por estos síntomas
y les han dicho que la niña tiene una enfermedad reactiva de las
vías respiratorias. Se le recetó albuterol, pero la familia afirma
que esta medicación no mejora las sibilancias de la niña. Se le
han prescrito varias tandas de corticoides orales y la niña ha
utilizado un inhalador de fluticasona, pero esto tampoco ha
tenido ningún efecto sobre los síntomas.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía de tórax de dos proyecciones (anteroposterior y
lateral) es la modalidad de imagen de primera línea en los pacientes con síntomas respiratorios y es una exploración útil para la
detección de anillos vasculares. En las proyecciones anteroposteriores se debe evaluar la relación de la aorta con respecto a la
tráquea, determinando el lado en el que se encuentra el cayado
aórtico, y se debe evaluar si existe estrechamiento traqueal en
la proyección lateral, lo que podría sugerir compresión por un
anillo o un arco vascular.1-5 Un cayado aórtico del lado derecho puede estar asociado a una variedad de lesiones cardiacas
(hasta en el 50% de los pacientes), como tronco arterioso persistente, atresia pulmonar con comunicación interventricular y
tetralogía de Fallot.3 Las anomalías del cayado aórtico y el patrón
de ramificación del cayado aórtico y la posición del conducto
arterioso resultantes determinarán si la vasculatura forma un
anillo vascular completo, lo que produce síntomas clínicos. 3
Se pueden observar dos patrones de ramificación de un cayado
aórtico derecho: una arteria subclavia izquierda aberrante retroesofágica (65%) y una ramificación en espejo (35%), y este último
es el más comúnmente asociado a las cardiopatías congénitas.3
Un cayado aórtico izquierdo con una arteria subclavia derecha
aberrante también puede asociarse a una cardiopatía congénita,
pero esta configuración formará un anillo vascular incompleto,
lo que produce menos síntomas clínicos en comparación con la
configuración de cayado aórtico derecho.
Los hallazgos sospechosos de un anillo vascular en las proyecciones anteroposteriores incluyen un cayado aórtico derecho,
una indentación traqueal anormal y una aorta descendente
derecha, mientras que los hallazgos radiográficos en la proyección lateral son el aumento de la opacidad retrotraqueal,
el estrechamiento traqueal y la inclinación de la tráquea hacia
delante.5,6 Si hay un doble cayado aórtico, la aorta puede no
visualizarse fácilmente.1,2 La hiperinsuflación unilateral del
pulmón derecho, el estrechamiento traqueal y una orientación atípica de los bronquios principales sugieren un arco de
la arteria pulmonar.3 La radiografía de tórax tiene la ventaja
de su amplia disponibilidad, rapidez y mínima exposición a la
radiación ionizante. Sin embargo, si se sospecha una anomalía,
es necesario recurrir a técnicas de imagen más avanzadas.
ESOFAGOGRAFÍA CON BARIO
La esofagografía con bario se ha utilizado históricamente para
evaluar la sospecha de anillos vasculares.1-4 Una esofagografía
es útil porque demuestra las impresiones extrínsecas relativamente características que dejan sobre el esófago los vasos
anómalos que contribuyen a un anillo vascular. La presencia
de un doble cayado aórtico puede deducirse por la visualización de las indentaciones bilaterales que producen el cayado
aórtico y los vasos transversales posteriores sobre el esófago.
Con otros anillos vasculares, dependiendo de la localización
y la orientación del anillo vascular, pueden verse diferentes
grados de indentación esofágica.1,3 La esofagografía con bario
también puede utilizarse para evaluar otras etiologías de las
dificultades para la alimentación, como el reflujo gastroesofágico
y las anomalías traqueoesofágicas. Sin embargo, esta modalidad
requiere experiencia para la realización del estudio y la interpretación de los resultados y conlleva la exposición a la radiación
ionizante. La disponibilidad puede depender del centro. Aunque
el diagnóstico de un anillo vascular puede hacerse con esta
modalidad, la esofagografía con bario no visualiza directamente
el anillo vascular y normalmente se requieren estudios de imagen adicionales.1 Una esofagografía con bario bien realizada
y con un resultado negativo permite descartar un anillo vascular, con la excepción de un tronco braquiocefálico aberrante.
Una esofagografía con bario anormal2,7 debe ir seguida de un
estudio de tomografía computarizada (TC) o una resonancia
magnética (RM). Estas modalidades de imagen transversales
proporcionarán imágenes directas de la vasculatura, lo que es
fundamental para determinar si existe una lesión tributaria de
cirugía y para planificar una reparación quirúrgica adecuada.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La angiografía por TC con contraste intravenoso es una modalidad de imagen excelente para identificar las anomalías vasculares del cayado aórtico y las arterias pulmonares y puede
mostrar los anillos vasculares resultantes.1,2,3,6 La TC se realiza a
menudo como parte del proceso de planificación prequirúrgica.
57
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58
SECCIÓN 2 • Corazón
RESONANCIA MAGNÉTICA/ANGIOGRAFÍA
POR RESONANCIA MAGNÉTICA (ARM)
Esta modalidad de imagen es muy útil para obtener imágenes de
las estructuras vasculares mediastínicas y puede proporcionar
información anatómica con o sin el uso de contraste intravenoso. La RM y la ARM también se utilizan como parte de la
planificación prequirúrgica.1,3,8
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
FRENTE A RESONANCIA MAGNÉTICA
La TC y la RM tienen la misma sensibilidad para detectar anillos
vasculares.3 La TC tiene las ventajas de la disponibilidad, la rapidez y que no requiere sedación en la mayoría de los casos. Esta
modalidad también tiene una excelente resolución espacial y
una capacidad de reconstrucción multiplanar y tridimensional,
puede utilizarse para la broncoscopia virtual y puede evaluar
la vasculatura, las vías respiratorias y, hasta cierto punto, el
esófago.3,6 La angiografía por TC implica el uso de radiación
ionizante y contraste intravenoso. La RM permite visualizar
muy bien la relación de la vasculatura y la tráquea, además de
detectar anomalías de las vías respiratorias, y también puede
proporcionar una evaluación del corazón y de cualquier anomalía asociada; no siempre se utiliza contraste intravenoso para la
RM y su uso puede depender del centro.2,3,8 Sin embargo, la RM
está limitada por la necesidad de sedación y la disponibilidad,
que puede depender del centro.
La modalidad empleada, TC o RM, puede depender de los
factores mencionados anteriormente, además de las preferencias del especialista. Es conveniente consultar con los servicios
de cardiología pediátrica o cirugía cardiotorácica y radiología
pediátrica antes de realizar estudios de imagen avanzados.
ECOGRAFÍA
Los pacientes con diagnóstico de anillo vascular deben someterse a una ecocardiografía, ya que el 12% de los pacientes con
anillo vascular tienen una cardiopatía congénita asociada. 2
Se ha descrito que la ecografía prenatal es útil para detectar
anillos vasculares. Si se sospecha la existencia de un anillo
vascular, se debe prestar mucha atención a la relación de los
arcos aórticos, los arcos ductales y la tráquea.3,9-13 La ecografía posnatal puede utilizarse para identificar la lateralidad del
cayado aórtico y los patrones de ramificación aórtica.4,13 La
ecografía tiene las ventajas de carecer de radiación ionizante,
no necesitar sedación y estar disponible de forma general.
Sin embargo, la ecografía es menos eficaz para visualizar
anomalías vasculares en los pacientes mayores (debido a
la disminución del tamaño de la ventana acústica tímica al
aumentar la edad).4,6
Fig. 13.1 Las proyecciones frontal (A) y lateral (B) del tórax muestran un
cayado aórtico derecho, que produce un leve efecto de masa en el lado
derecho de la tráquea en la proyección frontal (flechas blancas), con
una sutil desviación traqueal hacia la izquierda, hacia el lado opuesto al
cayado aórtico. La proyección lateral es normal.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Conclusión del caso
La paciente presenta una enfermedad aguda compatible con
una infección vírica. Sin embargo, debido a los antecedentes
de sibilancias y tos crónica, se decidió obtener una radiografía
simple del tórax; se facilitan las imágenes. La tráquea normalmente se aleja del lado del cayado aórtico. Se observa una
desviación de la tráquea hacia la izquierda compatible con un
cayado aórtico derecho. No hay consolidación focal ni derrame;
el tamaño del corazón y la vascularidad pulmonar son normales
(fig. 13.1).
A la paciente se le realizó una esofagografía con bario, después
de comentar el caso con el servicio de cirugía cardiotorácica
pediátrica. Aquí se ofrecen algunas imágenes escogidas. La
evaluación radioscópica durante la ingestión de bario demuestra
una indentación esofágica posterior prominente que sugie­
re una arteria subclavia izquierda aberrante en esta paciente con
cayado aórtico derecho (figs. 13.2 y 13.3).
Tras la esofagografía, se tomó la decisión de realizar una
angiografía por TC para confirmar y planificar una posible repa-
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13 • Estás rodeado: anillo/arco vascular
59
ración quirúrgica. Aquí se ofrecen algunas imágenes escogidas.
El cayado aórtico presenta el siguiente patrón de ramificación:
carótida común izquierda, carótida común derecha, subclavia
derecha, seguida de la arteria subclavia aberrante izquierda,
que sale de la aorta derecha y cruza el mediastino por detrás
del esófago. La vía aérea traqueal discurre por esta región sin
estrechamientos focales significativos, lo que indica que probablemente se trate de un anillo «laxo» (figs. 13.4 y 13.5).
La paciente se sometió a la reparación quirúrgica del anillo sin
incidentes y se recuperó sin problemas. Las sibilancias anteriores
se resolvieron.
Fig. 13.2 La proyección frontal de una esofagografía con bario demuestra una radiolucencia orientada oblicuamente a través de la porción
superior torácica del esófago (flechas), compatible con un efecto de masa
producido por un vaso que lo cruza. En este paciente con un cayado
aórtico derecho, el aspecto es indicativo de una arteria subclavia izquierda
aberrante, que surge de la aorta derecha y cruza por detrás del esófago.
Fig. 13.3 La proyección lateral de una esofagografía con bario muestra
una indentación extrínseca posterior prominente del esófago (flecha),
compatible con un vaso que cruza, probablemente una arteria subclavia
izquierda aberrante.
Fig. 13.4 El corte axial de tomografía computarizada (TC) con contraste demuestra un cayado aórtico derecho (flecha blanca) y una
arteria subclavia izquierda aberrante (flecha negra) que surge de un
divertículo de Kommerell (flecha negra) de la aorta derecha. Los vasos
rodean la tráquea (T) y la ubicación del esófago (e) sin una compresión
traqueal significativa. También se indica la localización de la vena cava
superior (VCS).
Fig. 13.5 El corte coronal reconstruido de una tomografía computarizada (TC) con contraste muestra un cayado aórtico derecho (flecha blanca)
y la aorta descendente (AD). La arteria subclavia izquierda aberrante
(flecha negra abierta) surge de la aorta derecha a partir de un divertículo
de Kommerell (flecha negra). La arteria subclavia derecha (flecha blanca
abierta) nace más proximalmente del cayado aórtico.
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60
SECCIÓN 2 • Corazón
Los anillos vasculares representan aproximadamente el 1%
de las anomalías cardiovasculares congénitas y pueden causar
compresión de la tráquea, del esófago o de ambos.3 La mayoría
de los anillos vasculares se manifiestan en los primeros meses
de vida.3 El desarrollo de un anillo vascular (incluido un doble
cayado aórtico) depende de la persistencia, la involución o la
regresión de los arcos aórticos embrionarios, y pueden darse
diversas variantes anatómicas.2,3 Las disposiciones anatómicas
comunes que conducen a un anillo vascular completo incluyen
un cayado aórtico doble con predominio derecho y un cayado
aórtico derecho con una arteria subclavia izquierda retroesofágica aberrante y un ligamento arterioso izquierdo (remanente
del conducto arterioso).2,14 Mientras que los arcos de la arteria
pulmonar (origen anómalo de la arteria pulmonar izquierda a
partir de la arteria pulmonar derecha) son la anomalía menos
frecuente, la arteria pulmonar anómala discurre entre la tráquea y el esófago, por lo que los arcos pulmonares se asocian a
menudo con estenosis traqueal.2,3 Los anillos vasculares pueden
asociarse a otros trastornos, como las afecciones renales y traqueobronquiales, así como a aberraciones cromosómicas, como
la deleción del cromosoma 22q11.3,15
Los anillos vasculares pueden clasificarse como completos o
incompletos; el International Congenital Heart Surgery Nomenclature and Database Committee ha propuesto un sistema
de clasificación:3,16
ANILLO VASCULAR
COMPLETO
Doble cayado aórtico
Cayado aórtico derecho,
arteria subclavia
izquierda aberrante
(retroesofágica)
ANILLO VASCULAR
INCOMPLETO
Síndrome de compresión
por tronco
braquiocefálico
Arco de la arteria pulmonar
Cayado aórtico izquierdo,
arteria subclavia derecha
aberrante
Clásicamente, los pacientes con un anillo vascular presentan
tos, sibilancias y respiración ruidosa; la tos puede recordar a
un ladrido.2,3 Los pacientes pueden tener síntomas indicativos
de reflujo gastroesofágico y disfagia; algunos pacientes pueden
haber sido diagnosticados de reflujo gastroesofágico o asma
antes de que se detecte el anillo. 2,3,17 Se ha descrito que los
arcos de la arteria pulmonar se asocian a acontecimientos
aparentemente mortales que ahora se denominan «episodios
inexplicables breves con resolución».2 También se han notificado infecciones recurrentes de las vías respiratorias superiores
y retraso en el desarrollo con los arcos pulmonares.3 El grado
de compresión del esófago y/o la tráquea por parte de los vasos
anómalos puede determinar la edad de presentación, así como
la gravedad; los pacientes con un doble cayado aórtico tienden a debutar en el periodo neonatal o en la primera infancia
con síntomas clínicos más graves, mientras que los anillos
menos compresivos pueden no manifestarse hasta la infancia
o incluso la edad adulta.3,17 El tipo de anillo vascular también
puede influir en la presentación clínica. Se ha observado que
los pacientes con doble cayado aórtico debutan principalmente con síntomas respiratorios secundarios a la compresión
traqueal, mientras que los pacientes con anomalías que dan
lugar a la compresión esofágica, como una arteria subclavia
aberrante, tienden a debutar principalmente con síntomas
gastrointestinales.18
La actitud ante un anillo vascular sintomático que requiere
tratamiento es quirúrgica. La reparación suele realizarse en el
primer año de vida de los pacientes sintomáticos.6 El enfoque
depende de la naturaleza del anillo (o arco) y su localización.2,3
Aunque en la mayoría de los pacientes se resuelven los síntomas, aproximadamente el 5% presentan síntomas recurrentes
y requieren una reintervención.2
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen inicial de
elección para los pacientes con sospecha de anillo/arco vascular. Dado que los síntomas de estas anomalías vasculares
remedan las afecciones respiratorias, como la infección y el
asma, y pueden presentarse con tos crónica o sibilancias,
esta modalidad es un primer paso razonable.
2. La esofagografía con bario ha sido tradicionalmente la
siguiente modalidad de imagen si la radiografía simple es
anormal o si hay una fuerte sospecha clínica de un anillo/
arco vascular. Esta modalidad también tiene la ventaja de
evaluar otras enfermedades, como la enfermedad por reflujo
gastroesofágico, pero una esofagografía muestra los efectos
secundarios de la anomalía vascular en lugar de visualizar
directamente los vasos anómalos.
3. La angiografía por TC con contraste intravenoso es una
modalidad de imagen excelente para visualizar las anomalías
vasculares y puede emplearse tras una radiografía de tórax o
una esofagografía con bario anormales. Al igual que la RM,
la angiografía por TC demuestra la relación entre el anillo
vascular, la tráquea y los bronquios.
4. La ARM también es excelente para evaluar la vasculatura. La
RM tiene la ventaja añadida de que permite realizar una eva­
luación cardiaca, si está indicada, y proporciona una
excelente visualización de la relación entre la tráquea y el
anillo. El contraste intravenoso no siempre es necesario, pero
a menudo se utiliza.
5. La decisión de emplear la angiografía por TC o la ARM se
basa en múltiples factores. Es razonable consultar a
un cardiólogo o un cirujano cardiotorácico pediátrico y a un
radiólogo pediátrico cuando esté indicada la realización de
pruebas de imagen avanzadas.
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14
Tubos retorcidos: problemas
con la sonda de gastrostomía
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 7 meses con antecedentes de prematuridad (27 se­
manas de gestación) se presenta con un botón de gastros­
tomía que se le ha caído aproximadamente 3 h antes de su
llegada al centro. El niño ha tenido el botón de gastrostomía
desde hace 3 meses. La madre le dice que el botón se «salió»
mientras alimentaba al niño. Intentó volver a colocarlo, pero
no lo consiguió. El niño fue atendido en un centro externo, en
el que se intentó volver a colocar el botón a través del estoma
existente. Se consiguió tras bastantes dificultades y se produjo
una pequeña hemorragia después de la inserción. No hay otros
síntomas ni motivos de preocupación.
La exploración física del niño no es destacable y las constantes
vitales son adecuadas para su edad. Se observa un estoma, que
presenta una cantidad mínima de tejido de granulación, pero
sin eritema, edema, secreción ni hemorragia. No hay distensión
abdominal ni dolor a la palpación aparente.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El diagnóstico por imagen puede utilizarse para confirmar la
posición de un botón de gastrostomía que se ha recolocado en un
ámbito de emergencia o en urgencias. La colocación incorrecta
de una sonda de gastrostomía puede provocar una perforación
gástrica, la formación de una falsa vía y una peritonitis.1 Sin
embargo, las tasas de complicaciones tras la recolocación de
la sonda de gastrostomía en el servicio de urgencias son bajas
y suelen estar asociadas a la recolocación de la sonda a través
de una vía sin cicatrizar o al cambio de un tipo de sonda por
otro.2-4 Según la literatura, un estudio con contraste para con­
firmar la recolocación de un botón de gastrostomía puede no
estar indicado de forma rutinaria; sin embargo, en el centro del
autor, dicha prueba se realiza sistemáticamente, utilizando una
inyección de contraste hidrosoluble y una radiografía simple,
según el protocolo del centro. Si el botón es difícil de colocar
o hay alguna duda sobre la posición del botón después de la
colocación, se debe obtener una radiografía de confirmación.
Las tasas de pruebas de imagen confirmatorias más elevadas se
dan en los pacientes sometidos a la recolocación del tubo o el
botón de gastrostomía con unas tasas significativamente más
altas de vías sin cicatrizar, la recolocación difícil de la sonda
de gastrostomía y la estenosis del estoma.2 Un signo clínico de
colocación adecuada es la aspiración del contenido gástrico a
través de la sonda de gastrostomía (aunque esto no siempre se
considera fiable).1,5,6
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta modalidad se ha utilizado tradicionalmente para confirmar
la correcta colocación de un botón de gastrostomía. Se instila un
contraste hidrosoluble a través del botón de gastrostomía y se
toman varias imágenes para documentar el paso del contraste
al estómago y descartar la fuga de contraste fuera del estómago,
y el estudio suele mostrar el vaciado del contraste en el intes­
tino delgado.
Ejemplo de protocolo para la confirmación de la colocación
de la sonda de gastrostomíaa:
1. Se coloca una sonda de gastrostomía.
2. Se obtienen dos proyecciones del abdomen (anteroposterior
en decúbito supino y en decúbito lateral izquierdo). Las imá­
genes se muestran al radiólogo para que confirme que se
puede proceder a instilar el contraste.
3. A continuación, se inyectan 10 ml de contraste hidrosoluble
en la sonda de gastrostomía, seguidos de 10 ml de solución
fisiológica estéril.
4. Se obtienen dos proyecciones del abdomen tras la inyección
del contraste hidrosoluble (proyecciones anteroposteriores
en decúbito supino y lateral).
ECOGRAFÍA
Se ha descrito la recolocación de un botón de gastrostomía
desprendido en un paciente pediátrico utilizando como guía la
ecografía en el lugar donde se presta la asistencia.1,7 El trans­
ductor se coloca en sentido transversal debajo del estoma con
el marcador de la sonda hacia la izquierda del ecografista y el
estoma, aproximadamente, en el punto medio del transductor,
teniendo cuidado de identificar el estómago y los puntos de
referencia circundantes antes de introducir la sonda.1 A conti­
nuación, se realiza una radiografía abdominal con contraste que
confirma la correcta colocación de la sonda.1 La ecografía tiene
como ventajas la ausencia de radiación ionizante, la portabilidad
y la rapidez de la colocación; sin embargo, el uso de la radio­
grafía para confirmar la colocación conlleva la exposición a la
radiación. Aunque el número de casos notificados en los que
se utiliza la ecografía para la colocación del botón de gastros­
tomía no es grande, la ecografía en el lugar donde se presta la
asistencia puede ser útil en los procedimientos de recolocación
de sondas de gastrostomía.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC ha demostrado ser útil para guiar la colocación de las
sondas de gastrostomía. Esto se ha demostrado en poblaciones ge­
nerales y a menudo se utiliza en los pacientes con situaciones
anatómicas complejas o cuando la colocación por endoscopia
o radioscopia no ha tenido éxito o está clínicamente contrain­
dicada.8 Esta modalidad de imagen permite una visualización
detallada de la anatomía circundante y puede detectar com­
plicaciones de la colocación de la sonda de gastrostomía que
aProtocolo por cortesía de Gael Lonergan, MD (Radiología Pediátrica, Dell
Children’s Medical Center of Central Texas, Austin, TX).
64
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14 • Tubos retorcidos: problemas con la sonda de gastrostomía
65
pueden no ser evidentes en la radiografía simple o los estudios
con contraste. La TC puede mostrar la presencia de neumoperi­
toneo y peritonitis causados por una fuga intraperitoneal o una
perforación gástrica o colónica.9 La TC puede demostrar un reco­
rrido aberrante de la sonda de gastrostomía, como una sonda
que atraviesa el colon entre el estómago y la pared abdominal.
Sin embargo, no está indicado el uso sistemático de la TC tras la
recolocación de una sonda de gastrostomía.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se decidió obtener una radiografía simple de abdomen con
inyección de contraste hidrosoluble para confirmar la posición
del botón de gastrostomía, ya que se habían descrito dificultades
para colocar la sonda. Las imágenes abdominales previas a la
inyección de contraste muestran la sonda de gastrostomía en el
hipocondrio izquierdo, cerca del estómago, como es de esperar
(fig. 14.1). Sin embargo, tras la inyección de contraste a través
del botón, dos proyecciones adicionales del abdomen mostraron
la presencia de contraste en la cavidad peritoneal delineando las
asas intestinales, y no se observó contraste dentro de la luz del
estómago o del intestino. Esto es compatible con la localización
extraluminal de la sonda de gastrostomía con fuga de contraste
a la cavidad peritoneal (fig. 14.2).
Conclusión del caso
Dados los resultados de los estudios de imagen, el equipo de
cirugía pediátrica decidió llevar al niño al quirófano para la
colocación quirúrgica del botón bajo guía laparoscópica. Durante
el procedimiento no se observó ninguna lesión iatrogénica. El
botón de gastrostomía se colocó sin dificultad y se confirmó su
funcionalidad. Se repitieron las pruebas de imagen después del
procedimiento y se inició la alimentación, que el niño toleró bien.
A modo de comparación, se proporcionan imágenes de una
sonda de gastrostomía correctamente colocada (figs. 14.3
y 14.4). Estas imágenes muestran un llenado normal del estó­
mago y el intestino delgado proximal tras la administración
de contraste hidrosoluble. No hay extravasación de contraste.
El uso de sondas de gastrostomía ha aumentado en la pobla­
ción pediátrica.1 Los botones de gastrostomía se colocan por
diversas razones, como para proporcionar soporte nutricio­
nal, mitigar el riesgo de aspiración, derivar una obstrucción,
administrar medicamentos y mejorar la calidad de vida tanto
de los pacientes como de los cuidadores.5,10 Las sondas de gas­
trostomía pediátricas pueden ser una sonda de gastrostomía
percutánea (sonda PEG), una sonda de gastrostomía larga o una
sonda de bajo perfil (comúnmente llamada «botón»). El botón
más habitual es el botón MIC-KEY (Avanos Medical Devices,
Alpharetta, GA).5 Las sondas PEG y de gastrostomía larga se
colocan con una técnica quirúrgica o de descenso intestinal;
estas sondas pueden reconvertirse en un botón de bajo perfil
después de 8 semanas.5
Las complicaciones tras la colocación inicial de la sonda
de gastrostomía pueden aparecer en dos periodos diferencia­
dos:5,11,12
Tempranas: se producen menos de 7 días después de la coloca­
ción y pueden consistir en neumoperitoneo, neumomedias­
tino, peritonitis, dehiscencia de la herida, malposición de
la sonda, hemorragia, infección de la herida, íleo, dolor e
intolerancia a la alimentación.
Fig. 14.1 Las proyecciones anteroposteriores en decúbito supino (A) y
decúbito lateral izquierdo (B) del abdomen muestran la porción externa
del botón de la sonda de gastrostomía (flecha negra) sobre el hipocondrio izquierdo y la punta interna (flecha negra abierta) de la sonda sobre
la cara inferior del estómago. En (A), las flechas blancas señalan el gas
en el estómago. El patrón de gas intestinal es normal y la proyección en
decúbito lateral izquierdo (B) no muestra gas libre.
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66
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
Fig. 14.2 Estudio con contraste en el que se observa una sonda de gastrostomía fuera de la luz gástrica. Las proyecciones anteroposteriores
en decúbito supino (A) y lateral (B) del abdomen tras la inyección de
contraste hidrosoluble no iónico a través del botón de la sonda de gastrostomía demuestran la fuga de contraste a la cavidad peritoneal (flechas negras). El contraste delinea los espacios peritoneales y rodea las
asas intestinales. No se observa contraste intraluminal en el estómago
(flechas blancas) ni en el intestino delgado. En la proyección lateral (B),
el botón de gastrostomía externa se indica con una flecha blanca abierta
y la sonda de gastrostomía interna y el balón de retención se marcan
con flechas negras abiertas.
Fig. 14.3 Imágenes obtenidas antes de la inyección del contraste de
una sonda de gastrostomía recientemente recolocada en la posición
correcta. La proyección anteroposterior en decúbito supino (A) muestra
la sonda de gastrostomía con el botón externo (flechas blancas abiertas)
sobre el hipocondrio izquierdo, y el globo de retención interno (flecha
negra abierta) está delineado por el gas gástrico (flechas blancas). La
flecha negra señala el tubo externo utilizado para acceder al botón.
La proyección en decúbito lateral izquierdo (B) no muestra gas libre intraperitoneal. La porción interna del tubo de gastrostomía está indicado
por la flecha negra; el globo de retención (flecha negra abierta) está parcialmente delineado por el gas de la luz del estómago (flechas blancas).
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14 • Tubos retorcidos: problemas con la sonda de gastrostomía
67
pérdida de la integridad cutánea, celulitis, formación de fís­
tulas y síndrome del tope interno enterrado (que se produce
debido a una tracción excesiva de la sonda o un gran cambio
en la constitución, lo que provoca la tracción del globo hacia
la submucosa de la pared gástrica, con el consiguiente dolor
y, a veces, peritonitis; se requiere una intervención quirúrgica
para tratar esta complicación). La formación de tejido de
granulación y el desprendimiento son las complicaciones
más frecuentes.
Fig. 14.4 Estudio con contraste de una sonda de gastrostomía recientemente recolocada en la posición correcta. Tras la instilación de 10 ml
de contraste hidrosoluble, seguidos de 10 ml de solución salina estéril,
se obtuvieron proyecciones anteroposteriores en decúbito supino (A)
y lateral (B). El contraste se ve en la luz gástrica (flechas blancas) y se ha
vaciado en las asas del intestino delgado (flechas negras). En la parte B,
el globo de retención (flecha negra abierta) de la sonda de gastrostomía
se ve delimitado por el contraste en la luz gástrica. El botón externo se
indica con una flecha blanca abierta.
Las fugas alrededor de las sondas de gastrostomía son una
razón habitual para acudir al médico. Una de las causas típicas
es el desinflamiento del globo, pero el globo también puede
romperse, lo que hace necesario el reemplazo de la sonda.5
Las fugas alrededor de la sonda pueden causar irritación de la
piel, que puede mitigarse con una crema protectora. Si existe
la sospecha de una infección por Candida, se puede aplicar un
antifúngico tópico, como la nistatina.5 En el caso de sospecha de
celulitis, se debe iniciar un tratamiento con antibióticos (orales o
intravenosos) adecuados en función del estado clínico del niño.
Las sondas también pueden obstruirse; la instilación de com­
primidos triturados es una causa frecuente.5 La irrigación de la
sonda obstruida con solución salina tibia utilizando la jeringa
que viene con el kit del botón de gastrostomía puede eliminar
la obstrucción; por lo general, no deben utilizarse refrescos ni
bebidas que contengan bicarbonato o fosfatos.5 A menudo se
forma tejido de granulación en el lugar del estoma, que puede
sangrar. La aplicación de varillas de nitrato de plata o crema de
triamcinolona ayudará a resolver este problema.5 Es importante
intentar limitar la aplicación del nitrato de plata al tejido de gra­
nulación y no a la piel circundante. Tras la aplicación del nitrato
de plata, el tejido de granulación debe cubrirse con una gasa.5
En la literatura se ha comunicado que la sonda se desprende
en los 5 años siguientes a su colocación en el 65% de los pa­
cientes.2,6,12 Si una sonda PEG o de gastrostomía larga se ha despren­
dido, suele estar indicada una interconsulta al subespecialista
(normalmente el especialista o el servicio de la especialidad que
colocó la sonda), ya que hay dispositivos de retención internos
(en el caso de la sonda PEG hay un tope interno, y en el caso de
la sonda de gastrostomía larga hay un globo) y ambas tienen un
dispositivo de retención externo,5,10 lo que puede complicar la
simple recolocación a pie de cama por un médico de urgencias.
Estos dispositivos también pueden ser recolocados por un radió­
logo bajo radioscopia si es necesario.5 Sin embargo, las sondas
largas que llevan más de 8 semanas colocadas y a las que se
les ha retirado el dispositivo de fijación extrínseco pueden ser
recolocadas por un médico de urgencias.5 Los botones de gas­
trostomía de bajo perfil suelen ser recolocados por los médicos
de urgencias, con una tasa muy baja de complicaciones.6 Sin
embargo, si el botón ha estado colocado durante menos de 6-8 se­
manas o si el estoma es difícil de visualizar, se recomienda con­
sultar a un subespecialista.5 Es importante tener en cuenta que
el sitio del estoma comenzará a cerrarse en un plazo de 1-6 h
una vez que la sonda de gastrostomía se haya desprendido.5 Si no
se puede recolocar el botón, el médico debe insertar una sonda
de Foley de un tamaño mayor, si es posible, para mantener el
estoma abierto hasta que se pueda colocar un botón definitivo.5
Las sondas gastroyeyunales suelen colocarse bajo radioscopia,
y si una sonda gastroyeyunal se desprende, debe ser recolocada
bajo radioscopia por un radiólogo cualificado.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Tardías: se producen más de 7 días después de la colocación y
pueden consistir en la formación de tejido de granulación,
desprendimiento de la sonda, drenaje alrededor de la sonda,
1. La confirmación radiográfica tras la recolocación de una
sonda o un botón de gastrostomía puede no estar indicada
de forma sistemática, pero hay circunstancias en las que se
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68
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
debe obtener una radiografía de confirmación. No existen
unas directrices generalizadas para el uso de la radiografía
de confirmación tras la recolocación de la sonda o el botón
de gastrostomía.
2. Se puede realizar una radiografía simple del abdomen con
contraste hidrosoluble para confirmar la correcta colocación
de la sonda.
3. La ecografía en el lugar donde se presta la asistencia se ha
utilizado para ayudar a colocar la sonda de gastrostomía y
confirmar su ubicación. Para ello es necesario tener expe­
riencia en la técnica de ecografía abdominal.
4. La TC puede utilizarse para evaluar las complicaciones de la
colocación de la sonda de gastrostomía, como un recorrido
aberrante de la sonda, y tiene la ventaja de demostrar la
anatomía detallada, pero no es una modalidad de imagen
de primera línea para recolocar sondas de gastrostomía.
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15
Sin movimiento:
obstrucción intestinal pediátrica
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un niño de 2 años de edad con antecedentes médicos de enfermedad de Hirschsprung que requirió colectomía y descenso ileoanal
es llevado a urgencias por múltiples episodios de vómitos no
biliosos y ausencia de defecaciones en las últimas 24 h. La madre
afirma que el perímetro abdominal del niño ha aumentado en
las últimas 48 h y se muestra irritable. Ha disminuido la ingesta
oral. No ha habido fiebre, tos, congestión ni diarrea.
Poco después de nacer, se le practicaron una colectomía y una
ileostomía (que se retiró varios meses antes del cuadro agudo
actual). Padece un trastorno crónico de dismotilidad y está en
seguimiento estrecho por el servicio de gastroenterología pediátrica. La madre ha probado la dilatación rectal y el uso de un
laxante en casa de acuerdo con la práctica habitual cuando el
niño presenta disminución de la defecación, sin éxito. También
ha observado que el niño no expulsa ventosidades.
La exploración física revela un niño interactivo, que no impresiona de gravedad, pero visiblemente incómodo. Se encuentra
afebril y tiene una frecuencia cardiaca de 130 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria de 24 respiraciones por minuto,
una presión arterial de 93/54 mmHg y una pulsioximetría del
99% con aire ambiente. En la exploración destaca un abdomen
moderadamente distendido, sin dolor a la palpación aparente ni
organomegalias. El tacto rectal provoca la expulsión explosiva
de heces líquidas, marrones y sin sangre.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
La localización de la presunta obstrucción ayudará al clínico a
determinar qué modalidad de imagen debe emplear.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta modalidad es a menudo una prueba de primera línea, está
rápidamente disponible y conlleva una mínima exposición a
la radiación ionizante. La radiografía simple puede ayudar a
identificar el nivel de obstrucción y puede orientar al médico en la
elección de modalidades de imagen más avanzadas, si están indicadas.1,2 Los patrones de gas intestinal pueden estar asociados
a diversas patologías: el signo de la «doble burbuja» de la atresia
duodenal, el signo de la «triple burbuja» de la atresia yeyunal
proximal, los diversos patrones anormales asociados al íleo meconial, las múltiples asas intestinales llenas de aire con ausencia
de gas rectal en el lactante con enfermedad de Hirschsprung, la
distensión gástrica en algunos lactantes con estenosis pilórica, los
cuerpos extraños radiopacos y un efecto de masa de densidad de
partes blandas en el lado derecho y la ausencia de gas en el colon
en algunos lactantes con invaginación intestinal.3 También
pueden demostrarse la perforación y la presencia de gas libre. Este
es un valor primordial de la radiografía simple de abdomen, pero
las radiografías simples pueden variar e incluso ser normales en
algunas patologías, como la malrotación y el vólvulo.4
ECOGRAFÍA
La ecografía es una modalidad de imagen de primera línea para
varias causas de obstrucción intestinal en los pacientes pediátricos, como la estenosis pilórica, la invaginación intestinal y
la apendicitis pediátrica.1,3 Se ha investigado la utilidad de la
ecografía para detectar la malrotación. En esta técnica, se evalúa
la relación entre la arteria mesentérica superior (AMS) y la vena
mesentérica superior (VMS). Normalmente, la AMS se encuentra a la izquierda de la VMS. Cuando la VMS está a la izquierda
de la AMS, la relación de los vasos se invierte. Se ha sugerido
que si esta relación es anormal, el paciente debe someterse a
un estudio gastroduodenal (EGD) para confirmar la presencia
o la ausencia de malrotación.4-6 Un estudio que examinó esta
relación comunicó una tasa de falsos positivos del 21% (ecografía anormal y EGD normal) y una tasa de falsos negativos del
2% (ecografía normal y EGD anormal).4,7 Otra serie encontró
que una relación anormal entre estas estructuras tiene una
sensibilidad y una especificidad del 67-100% y del 75-83% para
la malrotación.8 Por tanto, la inversión de la relación AMS/VMS
como hallazgo aislado no es muy sensible ni específico para la
malrotación. Otros signos ecográficos que aumentan el valor de
la ecografía para la malrotación son el «signo del remolino», en
el que el mesenterio y los vasos mesentéricos se enrollan alrededor de la AMS y la VMS,4 y la determinación de si el duodeno
transverso está en una posición retroperitoneal normal. Cuando
se evalúan estos dos signos adicionales, además de la inversión
de la relación AMS/VMS, la sensibilidad de la ecografía para
la malrotación aumenta notablemente; un estudio indica una
sensibilidad del 100% y una especificidad de más del 97% en la
detección de la malrotación.9 Sin embargo, se requiere de una
experiencia significativa en imágenes ecográficas pediátricas
para la realización y la interpretación de esta exploración, y sería
de mayor utilidad en un centro con especialistas en ecografía
pediátrica.
ESTUDIO GASTRODUODENAL
Es la prueba diagnóstica de elección en los pacientes con sospecha de malrotación con o sin vólvulo como causa de obstruc­
ción intestinal.2 Esta prueba produce resultados falsos positi­
vos y falsos negativos que pueden alcanzar unos valores de hasta
el 15 y el 6%, respectivamente,4,10 por lo que una técnica ade­
cuada y la experiencia en la interpretación de imágenes son
esenciales para obtener unos resultados significativos y precisos.
69
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70
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Aunque no es una prueba de imagen habitual de primera línea
en niños con sospecha de obstrucción intestinal, la TC es útil
para detectar dicha patología. La literatura pediátrica no es tan
prolífica en comparación con la literatura respecto a los adultos
sobre el uso de la TC en el diagnóstico de la obstrucción intestinal. Sin embargo, un estudio sobre obstrucción del intesti­
no delgado comunicó una sensibilidad del 87% y una especificidad
del 86% para la detección de obstrucción del intestino delgado en
los pacientes pediátricos (especialmente en los mayores de 2 años);
estos porcentajes incluían a los pacientes con íleo paralítico, ya
que este puede ser difícil de distinguir de la obstrucción intestinal
en la TC.11 La TC también es útil para detectar el nivel de obstrucción (de manera comparable a los estudios en adultos) en la mayoría de los pacientes (86%), pero no fue tan útil para determinar
la causa de la obstrucción (54%).11 La TC puede emplearse como
prueba secundaria si otras modalidades de imagen son equívocas
o existe la sospecha de un proceso intraabdominal complejo.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se obtuvo una radiografía simple del abdomen, que reveló dilatación de las asas del intestino delgado en la parte superior del
abdomen sin signos de gas libre (figs. 15.1 y 15.2).
Conclusión del caso
Se consultó a los servicios de cirugía pediátrica y gastroenterología pediátrica, y el niño fue hospitalizado para el tratamiento
de la obstrucción. Durante el primer día de hospitalización, se
Fig. 15.2 Proyección en decúbito lateral izquierdo del abdomen que
muestra asas del intestino delgado dilatadas con niveles hidroaéreos,
sin signos de gas libre; no hay gas rectal.
le practicaron una dilatación rectal y un enema con solución
salina, aceite mineral y glicerol, y se observó la expulsión de
una gran cantidad de heces líquidas. El paciente mejoró tras la
dilatación rectal y finalmente fue dado de alta.
La obstrucción intestinal pediátrica tiene muchas causas y
puede presentarse con una variedad de síntomas, como dolor
abdominal agudo, irritabilidad, vómitos y shock, o bien tener una
presentación más crónica, como puede ser el caso de episodios
parciales o recurrentes de obstrucción. Una anamnesis y una
exploración física minuciosas pueden guiar al médico en el estudio diagnóstico y el tratamiento de una obstrucción intestinal.
Puede ser útil pensar en las etiologías de la obstrucción intestinal
neonatal y pediátrica por posibles causas subyacentes. Estas
incluyen las congénitas, infecciosas, traumáticas, inflamatorias
y neoplásicas, entre otras. Hay que tener en cuenta la edad del
paciente, ya que algunas causas de obstrucción intestinal son
más frecuentes en determinados grupos de edad.
La obstrucción intestinal pediátrica tiene muchas causas y
se asocia a una morbilidad y mortalidad significativas si estas
afecciones no se detectan y tratan a tiempo. Al igual que en los
adultos, la apendicitis y las adherencias postoperatorias son
causas de obstrucción intestinal en los niños. Los niños también
experimentan obstrucción intestinal debido a enfermedades
congénitas y de otro tipo que generalmente no se ven en los
adultos. Las causas de obstrucción intestinal en los niños también incluyen las indicadas a continuación.
ATRESIA INTESTINAL
Fig. 15.1 Proyección anteroposterior (AP) del abdomen en decúbito
supino que muestra dilatación de las asas del intestino delgado en la
parte superior del abdomen; no hay gas rectal.
Esta es la causa más común de obstrucción intestinal congénita
y representa una gran parte de los casos de obstrucción neonatal.1 Aunque la mortalidad de esta afección era importante
(hasta el 90%), ha disminuido hasta alrededor del 10%. 1 La
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15 • Sin movimiento: obstrucción intestinal pediátrica
atresia duodenal (a menudo asociada a un páncreas anular)
y la atresia yeyunoileal pueden verse en este grupo de edad y
presentarse mediante vómitos biliosos. El aspecto clásico de
una «doble burbuja» en la radiografía simple sugiere una atresia duodenal.1,2 La indicación de las pruebas de imagen varía
según la etiología sospechada y el nivel de obstrucción, pero, si
están indicadas, deben ser realizadas por un radiólogo pediátrico
o un especialista en técnicas de imagen con un alto grado de
experiencia en los pacientes pediátricos. La rehidratación y el
tratamiento quirúrgico están indicados en estos pacientes.
ESTENOSIS PILÓRICA
Esta es la causa más común de obstrucción pilórica en este grupo
de edad y se observa típicamente en las primeras 3-6 semanas de
vida.1 La anamnesis habitual consiste en episodios repetidos de
vómitos no biliosos en «escopetazo» con la alimentación. Las
anomalías electrolíticas citadas a menudo son alcalosis metabólicas hipoclorémica e hipopotasémica. La prueba de imagen
de primera línea es la ecografía pilórica. La rehidratación, la
corrección de las alteraciones metabólicas y la interconsulta al
servicio de cirugía son las piedras angulares del tratamiento.
MALROTACIÓN CON O SIN VÓLVULO
La mayoría de los pacientes pediátricos con malrotación con
o sin vólvulo manifestarán síntomas en el primer mes de vida,
aunque esta entidad puede debutar en los niños mayores, incluso en los adolescentes.1,12 La prueba de imagen de primera línea
es el EGD por radioscopia. La identificación y el tratamiento quirúrgico rápidos son imprescindibles para evitar una morbilidad
y una mortalidad significativas asociadas a esta enfermedad.
ÍLEO MECONIAL
Aunque no es frecuente encontrarlo en el servicio de urgencias,
el íleo meconial es importante debido a su asociación con la
fibrosis quística y la disfunción pancreática. Los niños con fibrosis quística también pueden presentar síndrome de obstrucción
intestinal distal, estreñimiento, megacolon y prolapso rectal.1
El íleo meconial se manifiesta en el periodo neonatal, en los
primeros días de vida. Los casos no complicados de íleo meconial
se tratan con medidas sintomáticas y enema hiperosmolar;
los casos complicados exigen una interconsulta al servicio de
cirugía pediátrica y suelen tratarse con resección/anastomosis
quirúrgicas.1
INVAGINACIÓN INTESTINAL
Es la causa más común de obstrucción intestinal infantil y suele
darse en los niños menores de 6 años.1 La etiología subyacente
de la invaginación intestinal varía según el grupo de edad: los
lactantes y los niños pequeños suelen tener invaginaciones
«idiopáticas», con un punto de entrada de tejido linfoide intestinal inflamado, mientras que los niños mayores suelen tener
un verdadero punto de entrada, como un pólipo, un divertículo
de Meckel o un proceso neoplásico.1 La prueba de imagen de
primera línea en caso de sospecha de invaginación intestinal es
la ecografía, pero el tratamiento de la invaginación intestinal
idiopática consiste generalmente en un enema de aire. 1 Los
niños muy graves requieren rehidratación, especialmente antes
de cualquier estudio radiológico o intervención quirúrgica; en
estos pacientes puede ser necesario cursar una interconsulta al
servicio de cirugía pediátrica, especialmente si el paciente ha
tenido síntomas de larga evolución o hay signos de peritonitis.1
71
ENFERMEDAD DE HIRSCHSPRUNG
En una paciente con antecedentes de retraso en la expulsión
del meconio durante el puerperio inmediato y signos de obstrucción intestinal, el médico debe considerar la enfermedad
de Hirschsprung como posible etiología. Esta entidad puede
asociarse a otras enfermedades subyacentes, como el síndrome de Down. El estudio de imagen se realiza con un enema de
contraste hidrosoluble. Hasta que el paciente pueda someterse
a la corrección quirúrgica, se realizan enemas para intentar
mantener el intestino descomprimido.1
ESTENOSIS INTESTINALES
Como consecuencia de un traumatismo abdominal, se han
descrito estenosis intestinales que deben considerarse en un
paciente con antecedentes de perforación intestinal o cirugía
abdominal. 1,13 Los niños con antecedentes de traumatis­
mo abdominal cerrado que presentan signos de obstrucción intestinal pueden tener estenosis o adherencias. 13 Los niños con
enfermedad inflamatoria intestinal también pueden desarrollar
estenosis intestinales y masas inflamatorias en las porciones
afectadas del intestino, produciéndose signos de obstrucción
intestinal en ambos casos.1 Los niños con enfermedad de Crohn
pueden requerir una intervención quirúrgica en caso de estenosis.14 El tratamiento incluye la interconsulta a los servicios
de cirugía pediátrica y gastroenterología pediátrica para los
pacientes con complicaciones de la enfermedad inflamatoria
intestinal subyacente.
INGESTA DE CUERPOS EXTRAÑOS
La literatura está repleta de todo tipo de cuerpos extraños que
producen obstrucción intestinal; los niños con pica o con antecedentes de retraso del desarrollo tienen un riesgo particular de
ingestión de cuerpos extraños.15-19 La radiografía simple es la
modalidad de imagen de primera línea. El tratamiento depende
del tipo, la cantidad y la localización del cuerpo extraño, y puede
realizarse en colaboración con los servicios de cirugía pediátrica
y/o gastroenterología pediátrica.
TUMORES INTESTINALES
Los tumores intestinales no son comunes en los niños, pero
cuando se presentan como causa de obstrucción intestinal, el
linfoma es la patología predominante.1 El tratamiento se dirige
a la etiología subyacente del tumor.
RESTOS ONFALOMESENTÉRICOS
Un divertículo de Meckel puede causar obstrucción1,20 intestinal
y es una malformación congénita frecuente del tubo digestivo.20 La obstrucción intestinal es una complicación común
del divertículo de Meckel y puede producir obstrucción debido
a invaginación intestinal, adherencias o vólvulo.20 Estas complicaciones pueden detectarse con la TC. El tratamiento incluye
la interconsulta al servicio de cirugía pediátrica para la corrección quirúrgica.
Se presentan varios casos ilustrativos:
Las figuras 15.3 y 15.4 corresponden a una niña de 10 años
que acudió por dolor y distensión abdominal rápidamente progresivos, así como vómitos, de 1 día de evolución. La radiografía
simple del abdomen demostró una marcada distensión del colon.
Se consultó al servicio de gastroenterología pediátrica y se llevó
a la niña a la sala de endoscopia, donde se identificó un vólvulo
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72
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
sigmoide que se redujo con éxito. Curiosamente, se trataba de
la tercera recurrencia en la paciente. Se consultó al servicio
de cirugía pediátrica y la niña fue llevada al quirófano para
someterse a una sigmoidectomía.
Las figuras 15.5 y 15.6 corresponden a una niña de 10 años
que se tragó varios imanes 2 días antes de la evaluación, y luego
varios más 1 día antes de la evaluación. No informó a nadie de
la ingestión por no meterse en problemas. Presentó un episodio
de vómitos no biliosos ni sanguinolentos y dolor abdominal
generalizado. Las imágenes revelaron indicios de obstrucción
temprana o parcial del intestino delgado con niveles de airelíquido «en collar de perlas» dispersos y asas dilatadas y organizadas del intestino delgado. Se observan cuatro cuerpos extraños
radiopacos compatibles con el antecedente de la ingestión de
imanes, que parecen estar unidos entre sí. Debido a los síntomas, se consultó al servicio de cirugía pediátrica y se llevó a la
paciente al quirófano para la extracción de los cuerpos extraños
por laparoscopia. Durante este procedimiento, se observó que
el intestino delgado estaba dilatado y se descubrieron cuatro
microperforaciones. La paciente se recuperó sin problemas.
Las figuras 15.7 y 15.8 muestran a un niño de 15 meses que
se presentó con síntomas indicativos de invaginación intestinal.
La radiografía simple previa a la ecografía demostró una obstrucción del intestino delgado. La ecografía confirmó la invaginación intestinal. El niño fue sometido a un procedimiento
de enema de aire para reducir la invaginación, que tuvo un
éxito parcial. Se consultó al servicio de cirugía pediátrica, que
determinó que el niño precisaba una reducción quirúrgica.
Fig. 15.3 Proyección anteroposterior (AP) del abdomen en posición
vertical que muestra una marcada distensión del colon.
Fig. 15.4 Proyección anteroposterior (AP) del abdomen en decúbito
supino que muestra una marcada distensión del colon.
Fig. 15.5 Proyección anteroposterior (AP) del abdomen, obtenida en
posición vertical, que muestra una obstrucción temprana o parcial del
intestino delgado con asas dilatadas y organizadas del intestino delgado
con niveles hidroaéreos en la parte media del abdomen (flechas blancas),
aunque todavía hay gas presente en el colon. Se observan cuatro cuerpos
extraños metálicos radiopacos compatibles con imanes ingeridos, que
parecen estar unidos entre sí (flecha negra).
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15 • Sin movimiento: obstrucción intestinal pediátrica
73
Veinticuatro horas después, los síntomas de invaginación in­
testinal reaparecieron y fue necesario repetir la reducción
quirúrgica. No se identificó ningún punto guía patológico. Tras
la segunda reducción, evolucionó bien.
La figura 15.9 muestra una imagen de TC seleccionada de
un varón de 11 años que presentó vómitos y dolor abdominal
agudo. Inicialmente se le realizó una ecografía abdominal por
sospecha de apendicitis, que mostró unos resultados ambiguos.
Se consultó al servicio de cirugía pediátrica, que recomendó la
Fig. 15.6 Proyección anteroposterior (AP) del abdomen en decúbito supino
que muestra una obstrucción temprana o parcial del intestino delgado con
asas dilatadas y organizadas del intestino delgado en la parte media del
abdomen (flechas blancas), aunque todavía hay gas presente en el colon.
Se observan cuatro cuerpos extraños metálicos radiopacos compatibles
con imanes ingeridos, que parecen estar unidos entre sí (flecha negra).
Fig. 15.8 Proyección en decúbito lateral izquierdo que muestra un
intestino delgado tubular anormal dilatado y lleno de gas en gran parte
del abdomen, con muy poco gas en el colon, compatible con una obs­
trucción del intestino delgado.
Fig. 15.7 Proyección anteroposterior (AP) en decúbito supino que
muestra un intestino delgado tubular anormal dilatado y lleno de gas en
gran parte del abdomen, con muy poco gas en el colon, compatible con
una obstrucción del intestino delgado. El engrosamiento de los pliegues
del intestino delgado en la parte derecha del abdomen sugiere edema
de la pared intestinal (flecha).
Fig. 15.9 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contras­
te que muestra un asa de intestino delgado dilatada que contiene un
material similar a las heces (flechas) en la pelvis. El intestino delgado
normalmente no contiene material similar a las heces, excepto ocasional­
mente en el íleon más distal. Esta imagen de intestino delgado dilatado
que contiene un material similar a las heces en la TC es un hallazgo que
sugiere una obstrucción del intestino delgado. En la cirugía se constató
la presencia de un divertículo de Meckel como causa de la obstrucción
del intestino delgado.
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74
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
realización de una TC. Se obtuvo una TC con contraste intra­
venoso que mostraba una dilatación anormal del intestino delgado
hasta el íleon medio y una dilatación de las asas distales del
intestino delgado, que contenían un material similar a las heces,
todo lo cual apuntaba a una obstrucción del intestino delgado.
Se le llevó al quirófano y se descubrió que el origen de la obstrucción era un divertículo de Meckel. Se resecó y el paciente
evolucionó bien.
La figura 15.10 corresponde a un niño con antecedentes
de problemas médicos complejos, incluyendo un síndrome del
maullido de gato, una gastrostomía y un procedimiento de Ladd,
que acudió con vómitos y distensión abdominal. Tenía bastante
mal aspecto y precisó rehidratación. Se obtuvo una radiografía
simple de abdomen (aquí se proporciona una proyección seleccionada), que mostró niveles hidroaéreos alargados en varias
asas de intestino delgado dilatadas y ausencia de gas llamativo
en el colon, lo cual era compatible con una obstrucción del
intestino delgado. Debido a su complejidad, así como a los procedimientos quirúrgicos abdominales previos, se consultó al
servicio de cirugía pediátrica y el niño fue llevado al quirófano
para una laparotomía exploratoria. Se identificaron múltiples
sitios de adherencias intestinales, así como perforaciones del
intestino delgado. Se le resecó una parte del intestino delgado
y tuvo un postoperatorio muy complicado. Finalmente, tras
varias semanas en el hospital (incluso en la unidad de cuidados
intensivos pediátricos), pudo ser dado de alta.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. En caso de sospecha de obstrucción intestinal, la radiografía
simple es una buena opción de imagen de primera línea. En los
Fig. 15.10 Proyección en decúbito lateral izquierdo del abdomen que
muestra niveles hidroaéreos alargados en varias asas del intestino delga­
do dilatadas, un patrón compatible con obstrucción del intestino del­
gado. Se observa una sonda de gastrostomía en el hipocondrio izquierdo.
lactantes/niños pequeños (<8 años de edad), deben obtenerse,
si es posible, proyecciones anteroposteriores en decúbito supino y lateral izquierdo, y en los niños mayores, proyecciones en
bipedestación y decúbito supino. La radiografía simple tiene
la ventaja de la disponibilidad y la rapidez, y puede ayudar a
determinar el nivel de obstrucción, la presencia de gas libre y
la necesidad de realizar pruebas de imagen más avanzadas.
2. La ecografía es una modalidad de imagen excelente cuando
se sospecha invaginación intestinal, apendicitis o estenosis
pilórica. Aunque la ecografía suele estar fácilmente disponible, se requiere experiencia en la técnica y la interpretación
para obtener un estudio clínicamente útil.
3. El EGD es la modalidad de imagen de elección cuando se sospecha una malrotación, con o sin vólvulo. Se necesita experiencia en radioscopia pediátrica y en la interpretación, y este
estudio no siempre está disponible en centros no pediátricos.
4. La TC suele reservarse para casos dudosos o si se sospecha
una patología intraabdominal compleja. Se debe utilizar
contraste intravenoso.
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Ataques de gritos:
invaginación intestinal
TINA CHU, MD
Presentación del caso
Un niño de 15 meses es llevado al servicio de urgencias por
sus padres por llanto inconsolable desde hace 6 h. Ha estado
llorando, se niega a comer y ha tenido vómitos no sanguinolen­
tos ni biliosos en dos ocasiones. Se encuentra afebril y las otras
constantes vitales son una frecuencia cardiaca de 160 latidos
por minuto, una frecuencia respiratoria de 30 respiraciones por
minuto, una presión arterial de 107/89 mmHg y una saturación
de oxígeno del 98% con aire ambiente. Está dormido y no se
despierta salvo para hacer una mueca durante la exploración
abdominal. No se aprecian deformidades, abrasiones corneales
ni otras anomalías en el resto de la exploración.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Las modalidades de imagen dependen, en gran medida, de las
prácticas del centro, la disponibilidad de la radioscopia y la
ecografía, y la experiencia y la preferencia de los profesionales
que tratan al paciente. En los niños con signos evidentes de
peritonitis está justificada una interconsulta urgente al servicio
de cirugía, ya que se requiere un tratamiento quirúrgico. En el
caso de los niños que no están gravemente enfermos, los médicos
disponen de varias opciones de diagnóstico por imagen.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
ECOGRAFÍA ABDOMINAL
La ecografía tiene una sensibilidad del 98-100% y una especifi­
cidad del 88-100% para diagnosticar la invaginación intestinal
y un valor predictivo negativo cercano al 100%.4 Esto hace
que sea el método preferido para el diagnóstico. La ausencia de
radiación ionizante y la rapidez de la exploración hacen que esta
modalidad sea ideal en la población pediátrica. Sin embargo,
la ecografía para evaluar la invaginación intestinal puede no
estar disponible fácilmente en los centros no pediátricos, ya que
puede que el personal no esté familiarizado con esta técnica, y
se necesitan experiencia y conocimientos para obtener e inter­
pretar las imágenes. La ecografía también puede utilizarse como
modalidad de imagen de guía durante la reducción hidrostática
de la invaginación intestinal y para identificar la patología sub­
yacente, como pólipos u otros puntos guía que no se detectan
fácilmente con la radioscopia.4 Los hallazgos en la ecografía que
sugieren invaginación intestinal son los siguientes:
Signo de la diana (o signo del ojo de buey o de la rosquilla) que
muestra las diferentes capas intestinales de las asas concén­
tricas, representadas por bandas ecogénicas e hipoecogénicas
alternadas, que se ven al explorar transversalmente una
invaginación (fig. 16.4).
n Pseudorriñón, en el que el aspecto del segmento intestinal inva­
ginado se asemeja a un riñón, visto en el barrido longitudinal.
n Signo de la semiluna en una rosquilla, una variación del signo de
la diana, que se refiere a la presencia de una semiluna asimétri­
ca ecogénica dentro de la diana, creada por la grasa mesentérica
arrastrada hacia la invaginación con el borde anterior del intussusceptum, el asa interna de intestino invaginada (v. fig. 16.4).
n
Se prefiere un estudio con dos proyecciones (anteroposterior y
vertical o preferiblemente en decúbito lateral izquierdo) para
buscar signos de obstrucción (asas intestinales dilatadas, niveles
hidroaéreos) o de perforación intestinal (gas libre), especial­
mente antes de cualquier intento de reducción por enema o
intervención quirúrgica. Sin embargo, considerando la baja
sensibilidad (48%) y la especificidad (21%) de la radiografía
simple para la invaginación intestinal en pacientes pediátricos,
las radiografías abdominales, en general, no deben utilizarse
como única modalidad para descartar este diagnóstico.1 Las pro­
yecciones en decúbito lateral izquierdo son preferibles a las
proyecciones en posición vertical en los niños pequeños con
mayor riesgo de invaginación intestinal. En las proyecciones
en vertical, el gas se desplaza hacia arriba y disminuye el gas
presente en el ciego y el colon distal, lo que puede causar una
sospecha falsa de invaginación intestinal. En las proyecciones
en decúbito lateral izquierdo, el gas del colon se desplaza hacia
el ciego y el colon derecho, la zona de mayor interés en caso de
sospecha de invaginación intestinal.2 Los hallazgos que sugieren
una alteración, que dependen de la duración de los síntomas y el
grado de complicaciones asociadas, son los siguientes:
n
Masa alargada o redondeada en el hipocondrio derecho
(v. fig. 16.1), borrosidad del margen hepático o escasez focal de gas.
■ Signo de la diana superpuesta sobre el riñón derecho, con una
densidad de grasa central dentro de un área redondeada de
efecto de masa.3
n Signo del menisco: en la radiografía simple puede verse una
masa redondeada con densidad de partes blandas (el segmen­
to invaginado) que sobresale en el colon transverso lleno de
gas, pero el equivalente se ve bien en una imagen obtenida
con un enema de aire (fig. 16.3A).
n
Otros signos de obstrucción: dilatación intestinal proximal
con escasez de gas distal (figs. 16.1 y 16.2).
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La invaginación intestinal puede visualizarse en la tomografía
computarizada. Sin embargo, la tomografía computarizada no
es necesaria para el diagnóstico o el tratamiento de este cuadro
y no se recomienda como modalidad de diagnóstico inicial.
RADIOSCOPIA
Un enema hidrostático (de líquido) o de aire es el tratamiento
estándar tanto para el diagnóstico como para el tratamiento de
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SECCIÓN 3 • Gastroenterología
Fig. 16.1 Proyección anteroposterior que muestra un patrón de gas
intestinal anormal con escasez de gas en el colon. Las asas tubulares,
dilatadas y llenas de gas del intestino delgado son compatibles con
una obstrucción del intestino delgado. Hay un sutil efecto de masa que
sugiere una invaginación intestinal en el hipocondrio derecho (flechas).
Fig. 16.3 Imágenes seleccionadas de una reducción con enema de aire.
(A) Invaginación intestinal (flecha) identificada en la porción media del
colon transverso. (B) Defecto de repleción residual de una invaginación
(flechas) en el ciego lleno de aire, compatible con una reducción parcial.
Posteriormente, la invaginación se redujo por completo.
Fig. 16.2 Proyección en decúbito lateral izquierdo que muestra una obstrucción del intestino delgado, niveles hidroaéreos dispersos y ausencia
de gas libre.
la invaginación ileocólica en los niños estables sin indicios de
perforación intestinal. Ambos pueden realizarse sin sedación ni
anestesia general y tienen una tasa de éxito del 80-95%.5-7 La
técnica elegida depende de las prácticas del centro y la preferencia
del radiólogo. Se introduce aire o un medio hidrosoluble (solución
salina para la ecografía o contraste yodado para la radioscopia)
a través del recto y se utiliza esta presión retrógrada para reducir
la invaginación ileocólica. Se ha descrito que las tasas de éxito de
las reducciones con aire son mayores (83%) que las reducciones
hidrostáticas (70%).7 Existe un riesgo inferior al 1% de neumope­
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16 • Ataques de gritos: invaginación intestinal
77
Fig. 16.4 Ecografía que muestra el signo de la diana o de la rosquilla
de una invaginación intestinal (flechas) en una imagen transversal. El
signo de la semiluna en la rosquilla (cabezas de flecha) consiste en una
semiluna ecogénica de grasa mesentérica dentro de la invaginación.
ritoneo a tensión con las reducciones mediante enema de aire, y
los fracasos/complicaciones se asocian a los niños más pequeños
(menos de 6 meses), la duración prolongada de los síntomas (más
de 48 h) o la presencia de signos de obstrucción del intestino
delgado.8-11 Sin embargo, estos factores no son contraindicaciones
para la realización de una reducción con un enema terapéutico.
Fig. 16.5 Proyección anteroposterior que muestra un efecto de masa,
con ausencia localizada de gas intestinal, en la parte izquierda del abdomen (flechas).
Hallazgos de los estudios
de imagen
Ante la sospecha de invaginación, se obtuvo una radiografía
simple mientras se hacían los preparativos para proceder a la
ecografía abdominal. El estudio reveló un intestino delgado
anormal, tubular y lleno de gas en gran parte del abdomen, con
un aspecto que sugería edema de la pared intestinal del intestino
delgado dilatado en el abdomen derecho. Hay escasez de gas en
el colon y no se observa gas libre (v. figs. 16.1 y 16.2).
El estudio ecográfico muestra una invaginación en la par­
te derecha del abdomen, que se extiende hacia el hipocondrio
derecho (v. fig. 16.4).
A modo de comparación, se presenta otro caso. Un niño de
4 años acudió con dolor abdominal y vómitos durante la última
semana, habiendo expulsado heces con sangre durante el día
anterior. La radiografía simple mostró un efecto de masa con
densidad de partes blandas en el lado izquierdo del abdomen
(figs. 16.5 y 16.6). La ecografía (fig. 16.7) reveló una invagi­
nación intestinal que se extendía desde el hipocondrio izquierdo
hasta la fosa iliaca izquierda. Había una masa redondeada con
densidad de partes blandas con un tallo a lo largo de la parte
inferior de la invaginación, lo que hace pensar en un pólipo.
Debido a la sospecha de un punto guía observado en la ecografía,
se realizó inicialmente un enema con contraste hidrosoluble.
La invaginación se redujo de forma incompleta y se realizaron
intentos adicionales de reducción con aire. A pesar de los múlti­
ples intentos, la reducción no tuvo éxito. Este niño requirió una
intervención quirúrgica. En el momento de la cirugía, se des­
cubrió un pólipo, que probablemente sirvió de punto guía para
la invaginación colocólica. La biopsia determinó posteriormente
que se trataba de un pólipo juvenil.
Fig. 16.6 Proyección en decúbito lateral izquierdo que muestra nuevamente un efecto de masa en la parte izquierda del abdomen (flechas).
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SECCIÓN 3 • Gastroenterología
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Fig. 16.7 Ecografía que muestra el signo de la diana o de la rosquilla
característico de la invaginación (flechas) en el colon izquierdo.
1. Cuando las pruebas de imagen están indicadas para evaluar
una invaginación intestinal, la modalidad inicial de elección
es la ecografía abdominal orientada a este diagnóstico.
2. La radiografía abdominal con dos proyecciones es útil para
evaluar complicaciones como la obstrucción o el gas libre o
para determinar un diagnóstico alternativo, pero no debe
utilizarse para descartar la invaginación.
3. La reducción con enema es el tratamiento de referencia si
no hay indicios de perforación intestinal. En la mayoría de
los casos, se realiza un enema con aire o contraste yoda­
do hidrosoluble, dependiendo de lo que sea habitual en el
centro.
4. Si hay indicios clínicos o radiográficos de perforación intes­
tinal, entonces está indicado el tratamiento quirúrgico.
Bibliografía
Conclusión del caso
El niño fue sometido a una reducción satisfactoria de la inva­
ginación mediante un enema de aire (v. figs. 16.3A,B) y fue
hospitalizado para un mayor control. Fue dado de alta al día
siguiente tras tolerar la ingesta oral de líquidos.
La incapacidad de consolar a los lactantes es una queja pediá­
trica común. Las otitis, las úlceras orales, las abrasiones cornea­
les o los torniquetes formados por pelo se descartan fácilmente
mediante la exploración física. En presencia de irritabilidad,
letargo, vómitos y dolor abdominal, hay que pensar en una
invaginación intestinal. Esto ocurre más comúnmente en el
intervalo de edades comprendidas entre los 3-12 meses.12
La invaginación intestinal se produce cuando un segmento pro­
ximal del intestino (segmento invaginado; intussusceptum) se
introduce en la luz de un segmento distal del intestino (seg­
mento invaginante; intussuscipiens) y no se reduce, sino que se
agranda al ser arrastrado distalmente por el peristaltismo. La
invaginación intestinal persistente provoca congestión venosa
y linfática, con la consiguiente isquemia de la pared intestinal y
el mesenterio, edema de la pared intestinal, dolor y, finalmente,
el desprendimiento de la pared mucosa y hemorragia, que puede
presentarse clínicamente como «heces en mermelada de grose­
lla». Cabe destacar que solo el 20% de los lactantes presentan la
tríada clásica de dolor abdominal episódico, vómitos y heces con
sangre.12 La mayoría de las invaginaciones intestinales en niños
son ileocólicas (hasta el 90% de los casos),13 pero la afección
puede producirse en cualquier parte del intestino.
La invaginación ileocólica requiere reducción, y la mayoría de
los casos se tratan con éxito con un enema (a menudo se emplea
aire). Las reducciones parciales o sin éxito pueden requerir una
intervención quirúrgica, aunque pueden repetirse los intentos
de reducción en diferido a discreción del radiólogo pediátrico
y el cirujano pediátrico, mientras se vigila cuidadosamente al
paciente para detectar cualquier signo de descompensación
clínica. La invaginación corta de intestino delgado a intes­
tino delgado (p. ej., yeyunoyeyunal o ileoileal) generalmente
se reduce espontáneamente. Es objeto de controversia si los
niños deben ser dados de alta inmediatamente después de una
reducción exitosa o si deben mantenerse en observación durante
un periodo de tiempo, pero los estudios han sugerido que, en los
pacientes sin complicaciones, el alta y la observación cuidadosa
después de una reducción exitosa pueden ser apropiados.14-17
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17
¡Ay, mi barriga! Apendicitis
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
apropiada la evaluación por un cirujano antes de la realización
de pruebas de imagen.
Un varón de 10 años lleva 2 días con dolor abdominal, inicialmente intermitente y ahora constante. Afirma que el dolor
comenzó en el lado derecho del abdomen y era de tipo cólico,
aunque ahora se ha vuelto más punzante. El dolor se ha localizado ahora en la fosa iliaca derecha, aunque el paciente refiere
irradiación a la zona umbilical y al hipocondrio derecho. No ha
tenido fiebre documentada, pero su madre afirma que «lo
ha notado caliente» y que ha presentado náuseas, pero sin vómitos, diarrea, disuria ni dolor de espalda. No hay antecedentes de
traumatismos.
La exploración revela un niño que parece algo incómodo
con una temperatura de 37,8 °C, una frecuencia cardiaca de
105 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria de 18 respiraciones por minuto y una presión arterial de 100/65 mmHg.
Presenta dolor a la palpación en la fosa iliaca derecha y en la
región periumbilical, con leve defensa abdominal y signo de
Blumberg en la fosa iliaca derecha. No se observa hepatoesplenomegalia. No presenta sensibilidad ni edema escrotal ni
testicular. Se le pide que deambule, lo que hace con algunas
molestias en el lado derecho. Los análisis de laboratorio muestran una cifra de leucocitos de 10.000/mm3 con un 75% de
neutrófilos y un 20% de linfocitos. El análisis de orina es normal,
excepto por una densidad >1,030.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Aunque el diagnóstico definitivo de apendicitis lo realiza el
cirujano en el quirófano, el diagnóstico por imagen desempeña
un papel importante a la hora de determinar qué pacientes
pueden requerir una intervención quirúrgica. Sin embargo,
es igualmente importante saber qué pacientes no requieren
estudios de imagen para establecer el diagnóstico de apendicitis.
Esto se basa en la sospecha clínica, que incluye la anamnesis y
los hallazgos de la exploración física. La decisión de obtener o
no imágenes en última instancia puede depender del centro y
estar condicionada por factores como la disponibilidad de un
servicio de cirugía pediátrica y de recursos para la realización
de pruebas de imagen. Incluso en los servicios de urgencias
pediátricos especializados, existe una variabilidad en la elección de
la prueba de imagen inicial, en la que influye la variabilidad
de los recursos del hospital.1
Existen sistemas de puntuación de la apendicitis bien validados que pueden utilizarse para determinar la probabilidad de
apendicitis en el paciente pediátrico, como el Pediatric Appendicitis Score.2-4 También hay sistemas de puntuación propuestos
recientemente que utilizan nuevos biomarcadores además de
las pruebas de laboratorio tradicionales para ayudar al médico
a determinar qué pacientes tienen un bajo riesgo de apendicitis.5
Los pacientes con una puntuación indicativa de apendicitis
pueden no necesitar estudios de imagen; en estos casos puede ser
ECOGRAFÍA ABDOMINAL LIMITADA
La ecografía se ha convertido en la prueba de imagen inicial de
elección para la evaluación de la apendicitis pediátrica. Tanto
los criterios de idoneidad en caso de dolor en fosa iliaca derecha/
sospecha de apendicitis del American College of Radiology como
el American College of Emergency Physicians promueven la
ecografía como modalidad de imagen inicial en pacientes pediátricos.6,7 Esta modalidad no es invasiva, no utiliza exposición a
la radiación ionizante, está fácilmente disponible en los centros
pediátricos y su uso está aumentando. La fiabilidad de la ecografía en la detección de la apendicitis está bien documentada, con
sensibilidades de alrededor del 90%8 y especificidades del 95%
cuando el apéndice se visualiza claramente.9 Esta modalidad es
dependiente del ecografista, y es necesaria cierta habilidad en
ecografía pediátrica para identificar el apéndice e interpretar las
imágenes. El niño puede no cooperar para el estudio, lo que puede dificultar la obtención de imágenes útiles. La implantación de
un programa de formación en centros no pediátricos centrado
en el lenguaje, el nivel de desarrollo del niño y las técnicas de
interacción pueden hacer que la experiencia sea productiva.10
Existen criterios diagnósticos para la identificación de la
apendicitis por ecografía. Un diámetro apendicular superior
a 7 mm,11-13 una sola determinación del grosor de la pared
superior a 2 mm, la falta de compresibilidad del apéndice y la
presencia de un «signo de la diana» ecográfico, consistente en
una luz llena de líquido, son indicaciones directas de apendicitis.8,14 Puede identificarse un apendicolito, si está presente.
No se recomienda utilizar el diámetro del apéndice como único
criterio para detectar una apendicitis.13 Un estudio negativo
para apendicitis puede ser una ecografía en la que se consiga
la visualización completa de un apéndice de aspecto normal o,
aunque parte del apéndice no se aprecie, que haya una visualización adecuada de otras estructuras de la fosa iliaca derecha
y no haya signos secundarios indicativos de apendicitis.11 La
ecografía también puede demostrar un diagnóstico alternativo
como causa de los síntomas de presentación, como un trastorno genitourinario o del tubo digestivo. Los resultados de la
ecografía pueden ser ambiguos o no diagnósticos. La visualización puede verse limitada por una compresión insuficiente a
consecuencia del dolor o la obesidad, el gas suprayacente y la
localización retrocecal del apéndice. Si la ecografía no es concluyente y existen signos indirectos indicativos de apendicitis,
como líquido libre circundante y aumento de la ecogenicidad
de la grasa mesentérica,14 o una puntuación clínica indicativa
de apendicitis, debe considerarse la realización de pruebas de
imagen secundarias (como la tomografía computarizada [TC] o
la resonancia magnética [RM]) o, en algunos casos, cursar una
interconsulta al servicio de cirugía. Por el contrario, la ausencia
de estos hallazgos con una ecografía ambigua puede justificar la
observación del paciente, con instrucciones estrictas de regresar
si empeora y reevaluación en 24 h.6
79
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80
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC ha demostrado ser una excelente modalidad de imagen
para el diagnóstico de la apendicitis, habiéndose notificado
unas sensibilidades del 93% o más y unas especificidades del
92% o más.6,15 La TC también puede poner de manifiesto otras
etiologías del dolor abdominal, como la colitis, la obstrucción
intestinal, la patología ovárica y los cálculos urinarios, así
como la infección vesical y renal. También permite visualizar
las variaciones anatómicas de la ubicación del apéndice, como
en el caso de un apéndice retrocecal. Para este estudio se
recomienda el uso de contraste intravenoso. 11 Aunque la
mayoría de los apéndices normales miden 7 mm o menos
de diámetro en la TC, un apéndice normal puede tener un
diámetro mayor. Por tanto, el diámetro debe utilizarse con
precaución como criterio diagnóstico de apendicitis en la TC.13
Al igual que con la ecografía, hay que tener en cuenta otros
signos de un proceso inflamatorio, como engrosamiento de la
pared del apéndice, hiperrealce, inflamación periapendicular,
flemón o absceso.11
La tendencia actual y las recomendaciones de las prácticas
óptimas promueven el uso de la TC como estudio secundario
ante la sospecha de apendicitis no complicada,16 considerándose la TC en los pacientes en los que hay sospecha clínica de
apendicitis pero la ecografía es ambigua o no diagnóstica. Sin
embargo, en los centros en los que la ecografía no se utiliza de
forma sistemática para diagnosticar la apendicitis, la TC es una
estrategia de imagen alternativa aceptable, especialmente si no
se dispone de un servicio de cirugía pediátrica. La TC también
es apropiada en los casos en los que se sospechan complicaciones
intraabdominales, como la perforación y el absceso. Por supuesto,
esta modalidad expone al paciente a radiación ionizante y se
requiere la colocación de una vía intravenosa. La sedación rara
vez es necesaria, ya que la TC es rápida. Si se emplea la TC, debe
utilizarse la menor dosis de radiación ionizante necesaria para
lograr la visualización y un estudio concluyente.
estudio también describió que se podía reducir la duración de la
exploración a 11 min mediante la RM en niños.22
Hallazgos de los estudios
de imagen
En este niño se realizó una ecografía abdominal limitada con
compresión gradual en fosa iliaca derecha. Se observó una
estructura tubular no compresible con un extremo ciego, de
10 mm de diámetro. Hay hiperemia con algo de líquido libre alrededor de la estructura. No se observan apendicolitos (fig. 17.1).
Se observa la punta del apéndice rodada de edema e hiperemia
(fig. 17.2). A modo de comparación, se presentan los hallazgos
de apendicitis aguda en la TC con contraste intravenoso de otro
paciente (fig. 17.3).
Conclusión del caso
El niño tenía una puntuación de apendicitis pediátrica de 6
(ambigua para apendicitis). Se realizó una ecografía abdominal
limitada y se identificó el apéndice. Los resultados de los estudios de imagen eran compatibles con una apendicitis aguda sin
perforación. Se realizó una interconsulta al servicio de cirugía y
el niño fue sometido a una apendicectomía; los hallazgos duran-
RESONANCIA MAGNÉTICA
La RM se ha considerado recientemente como modalidad de
imagen para investigar la apendicitis pediátrica. Los protocolos
varían y no existe uno estándar que sea aceptado para evaluar
la apendicitis pediátrica, pero la mayoría utiliza una técnica
de secuencia rápida y no siempre se emplea contraste, ya que
no se ha demostrado que el gadolinio aumente la precisión
diagnóstica en la detección de la apendicitis.17,18 Las tasas de
sensibilidad y especificidad comunicadas en la población pediátrica son de aproximadamente el 96%.18,19 Los hallazgos que
se han comunicado como compatibles con apendicitis son un
diámetro apendicular mayor de 7 mm, infiltración de grasa
periapendicular y difusión restringida en la pared apendicular.17
La RM tiene la ventaja añadida de no exponer al paciente a
la radiación ionizante. Esto, y la aparente exactitud de la RM, la
convierten en una alternativa atractiva a la ecografía y la TC.
Sin embargo, esta modalidad no siempre está disponible, puede
requerir sedación para obtener imágenes óptimas en niños, puede no ser rentable en este momento y requiere experiencia para
la interpretación de los estudios pediátricos. Los estudios han
demostrado que, en niños mayores de 5 años, esta modalidad
puede utilizarse sin necesidad de sedación.17,20,21 Hasta ahora,
la mayoría de las RM de apendicitis se han realizado en centros
pediátricos especializados; sin embargo, un estudio reciente
demostró que la RM es clínicamente eficaz cuando se utiliza
en un algoritmo escalonado de ecografía a RM como estudios
de imagen para el diagnóstico de apendicitis en un hospital no
pediátrico, con interpretación por radiólogos no pediátricos. Este
Fig. 17.1 Imagen ecográfica de un caso de apendicitis. Imagen transversal de una estructura llena de líquido (flecha) que mide 10 mm, con
líquido libre alrededor. Es el clásico «signo de la diana».
Fig. 17.2 Imagen ecográfica de un caso de apendicitis. Se observa la
punta del apéndice, con pérdida de la definición habitual de la estructura
de la pared apendicular (flechas).
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17 • ¡Ay, mi barriga! Apendicitis
81
resultados ambiguos de la ecografía del apéndice, o si se
sospechan complicaciones intraabdominales.
5. La RM ha surgido como una alternativa útil a la TC cuando
la ecografía no es diagnóstica y el diagnóstico de apendicitis
está en duda.
Bibliografía
Fig. 17.3 Un corte axial de un estudio de tomografía computarizada
(TC) con contraste muestra una estructura llena de líquido de 1,2 cm de
diámetro (transversal) con realce de la pared (flechas), compatible con
apendicitis. No hay perforación ni absceso asociado.
te la cirugía laparoscópica fueron compatibles con apendicitis.
La intervención se realizó sin complicaciones y el niño fue dado
de alta al día siguiente.
Se desconoce la etiología de la apendicitis pediátrica, pero se
han propuesto múltiples mecanismos, entre los que se incluyen
etiologías genéticas (antecedentes familiares) e infecciosas.23
Curiosamente, la apendicitis ha mostrado una variación estacional.24 La apendicectomía laparoscópica es el método quirúrgico
preferido actualmente, mientras que el método tradicional de
apendicectomía abierta está disminuyendo.23,25 En muchos
centros pediátricos, la apendicectomía laparoscópica se ha
convertido en una intervención ambulatoria.23,26
Recientemente, la literatura quirúrgica sobre adultos ha
evaluado el tratamiento de la apendicitis solo con antibióticos.
Varios estudios han demostrado que, aunque el tratamiento
con antibióticos tiene menos complicaciones, existe una alta
tasa de recidiva en comparación con la apendicectomía.23,27,28
Se ha examinado esta opción de tratamiento en la población
pediátrica, pero faltan grandes estudios controlados y las tasas
de fracaso a corto y largo plazo en los niños no se conocen bien
en este momento.29-31
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. No en todos los pacientes pediátricos con sospecha de apendicitis es necesario el diagnóstico por imagen. En algunos
pacientes, los hallazgos de la anamnesis y la exploración
física pueden ser fuertemente indicativos de una apendicitis,
y la interconsulta al servicio de cirugía puede ser apropiada
antes o en lugar de realizar el estudio de imagen.
2. La ecografía debe ser la prueba de imagen inicial en los pacientes pediátricos con sospecha de apendicitis; sin embargo, esta
modalidad depende, en gran medida, del ecografista. En los
centros en los que no se dispone de ecografía del apéndice, se
puede utilizar la TC como modalidad de imagen inicial.
3. La ecografía en la que no se logra visualizar apéndice tiene su
valor. Los pacientes con hallazgos en las pruebas de imagen
que no confirman apendicitis, en el contexto de un paciente
con una baja probabilidad de apendicitis (según el sistema
de puntuación clínica), pueden ser observados de cerca con
exploraciones seriadas (de forma ambulatoria o en el hospital)
e instrucciones estrictas de regresar en caso de empeoramiento y con la realización de seguimiento oportuno.
4. La TC puede estar indicada en los casos en los que el diagnóstico de apendicitis no está claro, como tras obtener unos
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SECCIÓN 3 • Gastroenterología
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No está de moda estar delgado:
el síndrome de la AMS
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 14 años acude al servicio de urgencias con un
fuerte dolor abdominal difuso. Ha tenido múltiples episodios de
vómitos no sanguinolentos, pero sí biliosos, que acompañan al
dolor. No ha habido fiebre, diarrea ni traumatismos. No refiere
contactos con enfermos ni viajes. Ha disminuido la ingesta de
sólidos y líquidos debido a las náuseas durante los últimos
5 días. Cabe destacar que su peso es de 30,7 kg y su altura es de
177 cm (índice de masa corporal de 9,6 kg/m2).
La exploración física revela a un niño de aspecto abatido y
afebril que se encuentra tumbado en posición fetal con evidente
malestar. Las constantes vitales son una frecuencia cardiaca de
130 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria de 30 respiraciones por minuto y una presión arterial de 127/80 mmHg.
El niño está bastante delgado y parece desnutrido. Es difícil explorarlo, pero refiere un dolor abdominal difuso que no se consigue
localizar y el abdomen parece estar distendido.
Mientras se consideran las opciones de estudios de imagen,
la madre indica que el niño tiene antecedentes de «problemas
hepáticos» y que fue «prematuro, pero no estuvo en la unidad
de cuidados intensivos neonatales más que unas semanas». No
es capaz de facilitar más detalles sobre esta cuestión.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El dolor abdominal pediátrico es uno de los síntomas más
frecuentes que se encuentran en los servicios de urgencias.
La mayoría de estos niños tienen una causa benigna o autolimitada, como una enfermedad vírica o estreñimiento. Una
anamnesis y una exploración física minuciosas suelen ayudar
al médico a determinar la etiología del dolor abdominal, y no
todos los niños requieren pruebas de imagen.
Se debe considerar la realización de estudios de imagen abdominales en cualquier niño en el que se sospeche un trastorno
tributario de tratamiento quirúrgico potencialmente complejo
(como una apendicitis con absceso) o una obstrucción intestinal,
o cuando un diagnóstico sea dudoso y las pruebas de imagen
ayuden a aclarar la situación clínica. Este niño tiene una constitución delgada y presenta signos de obstrucción intestinal.
El médico dispone de varias opciones.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple, una modalidad de imagen fácilmente disponible con mínima exposición a la radiación ionizante, puede
ser útil en el paciente pediátrico con dolor abdominal agudo. No
se requiere sedación. La evaluación del patrón de gas intestinal se
realiza fácilmente y un patrón anormal puede sugerir una obs-
trucción intestinal. Se puede observar la presencia de gas libre si
está presente, lo que sugiere una perforación intestinal. También
puede observarse engrosamiento de la pared intestinal, lo que
sugiere edema, que puede ser secundario a un proceso inflamatorio, como la enteritis o la colitis. Los cuerpos extraños radiopacos
con alto riesgo de producir perforación u obstrucción, como objetos
punzantes o imanes, pueden ser una fuente de dolor abdominal en
los pacientes pediátricos y pueden identificarse fácilmente.
Es preferible una serie de dos proyecciones del abdomen (proyecciones anteroposteriores [AP] en decúbito supino y lateral
izquierdo en niños pequeños, normalmente menores de 8 años, o
proyecciones AP en decúbito supino y vertical en niños mayores)
para evaluar el patrón de gas intestinal y la presencia de gas libre,
obstrucción intestinal y cuerpos extraños radiopacos. Es necesario
realizar una radiografía con haz horizontal (proyecciones AP en
posición vertical o en decúbito lateral izquierdo) para evaluar la
presencia de gas libre intraperitoneal. Se deben incluir los diafragmas para evaluar adecuadamente el aire libre en una proyección
vertical. En una proyección en decúbito lateral izquierdo, el lateral
derecho del abdomen debe estar completamente incluido. Si no se
puede obtener una proyección en posición vertical o en decúbito
lateral izquierdo, se puede utilizar una proyección lateral horizontal
del abdomen, con el paciente en decúbito supino. Puede haber
situaciones en las que no sea posible obtener una serie abdominal de
dos proyecciones y haya que conformarse con una proyección AP.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC del abdomen es útil en la evaluación del dolor abdominal
en la población pediátrica. La TC muestra un amplio abanico
de causas de dolor abdominal, incluidas las inflamatorias (colitis, enteritis), infecciosas (absceso, pielonefritis) y quirúrgicas
(obstrucción intestinal, apendicitis, invaginación intestinal,
hernia), así como los cálculos renales y los traumatismos. La TC
suele ser rápida y de fácil acceso; los pacientes pediátricos rara
vez requieren sedación para obtener un estudio de calidad. La
radiación ionizante es motivo de preocupación, y deben aplicarse
los principios ALARA (as low as reasonably achievable; cantidad
tan baja de radiación como sea razonablemente posible) cuando
se decida hacer uso de la TC. Para los trastornos que pueden
evaluarse correctamente mediante ecografía, como la invaginación intestinal o la apendicitis, se prefiere esta modalidad como
prueba de imagen de primera línea. El contraste oral para la TC
no suele estar indicado en el contexto agudo.1 En caso de sospecha de litiasis renal, la TC se realiza sin contraste intravenoso
(i.v.). Para la mayoría de las demás presuntas causas de dolor
abdominal, está indicado el contraste i.v. Si hay alguna duda
sobre el uso del contraste i.v., se recomienda consultar con el
radiólogo. La colocación de una vía i.v. en el paciente pediátrico
puede ser traumática; si el tiempo lo permite, se puede aplicar
un anestésico tópico, como la lidocaína tópica (4%), para que
la colocación de la vía sea más suave.
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84
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
ECOGRAFÍA
Esta modalidad de imagen se utiliza habitualmente en los pacientes pediátricos con dolor abdominal, especialmente cuando se
sospecha de apendicitis. La ecografía también es la prueba de
imagen de primera línea ante la sospecha de invaginación intestinal y trastornos de las vías biliares (como colecistitis), ginecológicos, testiculares y de las vías urinarias. La disponibilidad,
la rapidez del estudio y la ausencia de exposición a la radiación
ionizante son atributos atractivos de la ecografía.
pueden seguir obteniendo imágenes una vez que el bario llega
al resto del intestino delgado. El EGD es útil para identificar
la malrotación/vólvulo, la estenosis pilórica (aunque no es la
prueba de imagen de primera línea preferida) y la obstrucción del
intestino delgado, incluido el síndrome de la arteria mesentérica
superior (AMS). Si el estómago está distendido en el momento
de la presentación, es útil vaciar el estómago con una sonda
nasogástrica, y esta puede utilizarse para administrar el bario
de forma controlada.
Conclusión del caso
Hallazgos de los estudios
de imagen
A este niño se le realizó inicialmente una radiografía simple. El
niño no pudo cooperar para la realización de un estudio con
dos proyecciones, a pesar de los analgésicos administrados; por
tanto, se obtuvo una sola proyección (AP) (fig. 18.1). No había
indicios evidentes de obstrucción intestinal, pero se observó
una escasez de gas intestinal (un hallazgo inespecífico), con un
aspecto sospechoso de distensión gástrica por líquido.
ESTUDIO GASTRODUODENAL (EGD)
Aunque no es habitual realizar esta prueba en el servicio de
urgencias, el médico debe recordar siempre que es muy valiosa.
El EGD es útil para evaluar el esófago, el estómago y el duodeno.2
Utilizando la radioscopia, se administra bario al paciente, ya
sea por vía oral o con una sonda nasogástrica si el paciente no
coopera o no puede beber el contraste. Las imágenes se obtienen
durante el estudio en tiempo real bajo radioscopia. También se
Fig. 18.1 La radiografía abdominal anteroposterior (AP) muestra escasez
de gas intestinal y un aspecto indicativo de un estómago distendido
por líquido (flechas).
El paciente continúa con un dolor importante y se obtiene una
TC con contraste i.v. El estómago y el duodeno proximal y medio
están notablemente distendidos y llenos de líquido (fig. 18.2).
Estas imágenes sugieren una obstrucción duodenal. Se realiza
un EGD que muestra distensión gástrica, distensión duodenal proximal y retraso en el paso del contraste a través de la
porción transversa del duodeno. Se observa una indentación
extrínseca del duodeno transverso, orientada en sentido vertical
(fig. 18.3A-D), compatible con la compresión extrínseca producida por la AMS. Más allá de esta indentación a la altura de la
AMS, las asas de intestino delgado llenas de contraste no están
dilatadas. Se diagnosticó un síndrome de la AMS.
El síndrome de la AMS se debe a la compresión de la porción
transversa del duodeno entre la aorta y la AMS. Esta compresión se produce por una disminución del ángulo existente entre
la AMS y la aorta, a menudo secundaria a una falta de grasa
intraperitoneal.3-7 Este ángulo suele estar comprendido entre
38-65°.5 El síndrome de la AMS puede observarse en caso de
traumatismos, anorexia e intervenciones quirúrgicas.3-7 El dolor
abdominal, los vómitos, la saciedad precoz y la falta de aumento
de peso son síntomas de presentación habituales.3-7
El tratamiento suele ser conservador y consiste en rehidratación, reposo intestinal, nutrición parenteral total y alimentación
enteral con una sonda nasoyeyunal insertada más allá de la obstrucción.3-7 También se han defendido las opciones quirúrgicas,
que a menudo se emplean en los pacientes adultos con síndrome
Fig. 18.2 El corte axial de la tomografía computarizada (TC) con contraste intravenoso (i.v.) muestra la distensión por líquido del estómago
(flechas blancas) y del duodeno transverso proximal (flecha negra). El
duodeno transcurre entre la aorta (A) y la arteria mesentérica superior
(AMS) (flecha blanca abierta). Distal al paso entre la aorta y la AMS, el
duodeno transverso está colapsado y no dilatado (flecha negra abierta).
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18 • No está de moda estar delgado: el síndrome de la AMS
Fig. 18.3 El estudio gastroduodenal (EGD) muestra la distensión de la porción proximal del duodeno (flechas
negras) y un peristaltismo de ida y vuelta en el duodeno proximal. Se observa el paso retardado e intermitente
del contraste desde el duodeno proximal dilatado hacia la porción distal del duodeno transverso no dilatado
(flechas blancas), a través del sitio de estrechamiento causado por la indentación extrínseca producida por la
arteria mesentérica superior (AMS) sobre el duodeno (flechas negras abiertas). También se observa la parte distal
del estómago llena de contraste (EST).
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86
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
de la AMS crónico.3-7 En todos los pacientes se debe tener en
cuenta la posibilidad de problemas psiquiátricos, como depresión, ansiedad y anorexia nerviosa, y tratarlos adecuadamente
si están presentes.
Este niño fue ingresado en el hospital, donde se inició el apoyo
nutricional. Los síntomas de este paciente mejoraron y su peso
aumentó. Las interconsultas cursadas a especialidades como
gastroenterología y psiquiatría pediátrica contribuyeron a su
recuperación.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple de abdomen puede ser útil para evaluar
la obstrucción intestinal, el gas libre y los cuerpos extraños
radiopacos. Produce una exposición a la radiación ionizante
relativamente baja y está ampliamente disponible, pero tiene
una utilidad diagnóstica limitada en muchas causas de dolor
abdominal.
2. La TC abdominal con contraste i.v. está indicada cuando
existe la posibilidad de procesos intraabdominales graves
(como un absceso), se sospecha de una etiología inflamatoria
o la etiología de los síntomas del niño no está clara y la TC
es necesaria para orientar el tratamiento en la dirección
correcta.
3. El contraste oral para la obtención de imágenes de TC rara vez
está indicado en las presentaciones agudas de dolor abdominal.
La interconsulta al servicio de radiología pediátrica o cirugía
pediátrica puede ser útil si se desea utilizar un contraste oral.
4. Un EGD puede ser una modalidad de imagen útil cuando hay
sospecha de obstrucción intestinal proximal, especialmente
cuando la malrotación y el vólvulo forman parte del diagnóstico diferencial. Esta prueba suele realizarse tras consultar al
especialista.
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19
¿Que te has tragado qué?
Ingestión de cuerpos extraños
GUYON HILL, MD, y GREG HAND, MD
Presentación del caso
ECOGRAFÍA EN EL LUGAR DONDE SE PRESTA
LA ASISTENCIA
Un niño de 4 años es llevado al servicio de urgencias después de
que sus padres vieran cómo se tragaba una moneda. Su madre
afirma que la sacó de su bolso, que estaba tirado en el suelo. El
paciente está descansando cómodamente en la habitación, sin que
presente ningún problema agudo. La auscultación pulmonar es
normal, no hay estridor y controla las secreciones correctamente.
Las constantes vitales están dentro de los límites normales.
Se han dado múltiples casos de uso de la ecografía en el lugar donde
se presta la asistencia para la identificación de cuerpos extraños
ingeridos por niños.4,5 El uso de esta modalidad depende del ecografista, pero puede ser especialmente útil en la identificación y la
localización de cuerpos extraños radiotransparentes. No solo proporciona una opción sin radiación ionizante, sino que también puede
realizarse a pie de cama. Los cuerpos extraños suelen visualizarse
como estructuras hiperecogénicas con sombra acústica posterior.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Las radiografías anteroposteriores (AP) y laterales del cuello, el
tórax y el abdomen deben ser la opción diagnóstica inicial cuando
se sospecha la ingestión de un cuerpo extraño.1,2 Esta recomendación es independiente de si se cree que el objeto es radiotransparente o si los síntomas indican una localización concreta del
cuerpo extraño. La radiografía ayudará a determinar el tamaño, la
ubicación y la forma de los cuerpos extraños radiopacos, así como
el plan de tratamiento. Aunque los objetos radiotransparentes
pueden no verse en las radiografías simples, hay signos secundarios que sí pueden apreciarse, como radiolucencias relativas,
niveles hidroaéreos, gas libre, atrapamiento de aire en el pulmón,
obstrucción intestinal o tumefacción de las partes blandas.2
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Debe considerarse la posibilidad de realizar una TC para evaluar más
a fondo la ingestión de un cuerpo extraño cuando no se encuentra
ningún cuerpo extraño en las radiografías y el niño presenta síntomas como dificultad para respirar, sibilancias o incapacidad para
tolerar las secreciones, o si el objeto probablemente ingerido tiene
características de alto riesgo (como un tamaño grande [≥25 mm de
diámetro o >5 cm de longitud]), cuando se sospecha la ingestión de
objetos extraños radiotransparentes o cuando hay antecedentes
de estenosis esofágica. Aunque un pequeño cuerpo extraño radiotransparente podría pasar desapercibido, la TC ha demostrado ser
muy eficaz para identificar cuerpos extraños ingeridos. La TC también ha resultado útil para identificar la perforación, la formación
de abscesos, la inflamación, la peritonitis y otras complicaciones
derivadas de la impactación de cuerpos extraños.1,3
ESTUDIO GASTRODUODENAL (EGD)
El EGD es otra opción útil en caso de ingestión de cuerpos extraños,
incluidos los objetos radiotransparentes que podrían no aparecer
en las radiografías simples. No se recomienda el uso de bario debido
a que dificultaría la visibilidad si se realiza una endoscopia posteriormente. En su lugar debe utilizarse un contraste hidrosoluble.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM también puede utilizarse para evaluar la ingestión de cuerpos extraños radiotransparentes y las complicaciones subsiguientes. Al igual que con la TC, esta prueba de imagen adicional no está
justificada si el paciente está asintomático y no hay constancia
de que el objeto tenga características de alto riesgo. La RM está
contraindicada en el caso de cualquier cuerpo extraño metálico.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se realizó una radiografía simple que demostró la presencia de un
cuerpo extraño metálico, plano y con forma de disco en la porción
distal del esófago torácico, probablemente una moneda (figs. 19.1
y 19.2).
Conclusión del caso
El paciente fue hospitalizado para su observación y la realización
de radiografías seriadas. La moneda pasó espontáneamente al
estómago sin complicaciones y el paciente fue dado de alta a su
casa con seguimiento ambulatorio.
Es bien conocida la costumbre de los niños de meterse objetos
en la boca. Aunque muchos de estos objetos avanzan sin ningún
síntoma o quizás sin que los padres se den cuenta, en ocasiones
pueden quedar impactados en el tubo digestivo y causar graves
complicaciones. Los niños pueden presentarse completamente
asintomáticos, acompañados por un padre o un testigo que
afirma haber visto una posible ingestión. Al evaluar a estos
pacientes en el servicio de urgencias, es vital determinar si se ha
producido una ingestión, qué se ha ingerido y dónde se encuentra el objeto, y evaluar el riesgo potencial para el niño.
Una impactación en el esófago suele requerir el tratamiento
más urgente. Los lugares anatómicos en los que el esófago suele
ser más estrecho y la impactación es más habitual son a la altura
del cayado aórtico y de los esfínteres esofágicos superior (apertura torácica superior) e inferior. Los pacientes con un cuerpo
extraño esofágico pueden presentar vómitos, acumulación de
secreciones, rechazo a comer, disfagia, dolor torácico o síntomas
87
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SECCIÓN 3 • Gastroenterología
respiratorios como estridor o sibilancias, o pueden ser asintomáticos. El tratamiento depende del objeto ingerido y el grado de
los síntomas. Las pilas de botón, los objetos afilados, los imanes
múltiples y los objetos grandes que causan una obstrucción
completa requerirán una extracción urgente por endoscopia.
En cambio, los objetos pequeños, redondos o inertes que no
causan síntomas significativos pueden observarse durante un
máximo de 24 h desde el momento de la ingestión para ver si
pasan espontáneamente al estómago.1
La gran mayoría de los cuerpos extraños que pasan espontáneamente al estómago continuarán su recorrido por el tubo
digestivo sin complicaciones. Por lo general, pueden controlarse
de forma conservadora con radiografías seriadas en régimen
ambulatorio hasta que el objeto se expulse. Puede ser necesario
extraer algunos objetos, dependiendo de su tamaño y forma.
MONEDAS
Fig. 19.1 La radiografía simple anteroposterior (AP) muestra un cuerpo
extraño metálico en forma de disco redondo (flecha) en el tercio mediodistal del esófago torácico, con un aspecto compatible con una moneda.
Las monedas son el cuerpo extraño más comúnmente ingerido
por los pacientes pediátricos.6 Debido a su naturaleza radiopaca, suelen detectarse en la radiografía simple. Deben obtenerse
proyecciones radiográficas AP y laterales del cuello, el tórax y el
abdomen, que incluyan desde la nasofaringe hasta el ano. El tratamiento dependerá de la localización y el tamaño de la moneda.
En los casos en los que se cuestiona la localización de la tráquea
por su posible confusión con el esófago, resulta muy útil utilizar
dos proyecciones para localizar el cuerpo extraño con respecto a la
columna de aire de la tráquea. Las enseñanzas tradicionales han
sostenido que las monedas en la tráquea tienden a orientarse en el
plano sagital, mientras que en el esófago tienden a orientarse en
el plano coronal. Se ha descrito que esto se debe a la orientación
sagital de las cuerdas vocales y de los anillos cartilaginosos
en forma de C de la tráquea, que harían que las monedas se alinearan sagitalmente, a lo largo del mayor diámetro AP, si se encuentran
en la tráquea.7 Sin embargo, esto no ha sido respaldado por la
literatura: las monedas tienen más probabilidades de alojarse
en el esófago y, aunque lo más habitual es que se alineen en un
plano coronal, una moneda en el esófago puede estar orientada
sagitalmente, en particular en los niños mayores.7,8
PILAS DE BOTÓN
La ingestión de pilas de botón supone un riesgo peculiar debido a
su capacidad de causar graves lesiones cáusticas en el esófago a las
pocas horas de su ingestión.10 El número de ingestas de este tipo
de pilas ha aumentado a medida que se han hecho más accesibles.
El tipo de pila puede identificarse a partir del código de la pila
que figura en el envase, si se dispone de él. Los dos primeros
números de un código de cuatro dígitos indican el diámetro en
milímetros. Los dos últimos números del código de cuatro dígitos
indican la altura en décimas de milímetro. Para obtener ayuda
en la identificación y el manejo de la ingestión de pilas, en EE. UU.
se puede llamar al 800-498-8666, la línea telefónica nacional
de ayuda en la ingestión de pilas.
Tratamiento prehospitalario9,11-13
No inducir el vómito
Fig. 19.2 En la proyección lateral, el borde del cuerpo extraño es simétrico (flecha blanca abierta), lo cual es compatible con una moneda. Las
pilas de botón (disco) tienen un borde asimétrico y biselado.
Presuponer que se han ingerido baterías de litio a menos
que haya constancia de lo contrario
Administrar miel (10 ml cada 10 min, hasta seis dosis) SI:
■
El niño tiene >12 meses de edad
■
El niño puede tragar
■
Se dispone de miel de manera inmediata
Pila de audífono no ingerida
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19 • ¿Que te has tragado qué? Ingestión de cuerpos extraños
Es muy importante distinguir entre una pila de botón que requiere una extracción urgente y una moneda de carácter benigno,
que puede avanzar espontáneamente. Dos características distintivas de una pila de botón en la radiografía que pueden ayudar
a diferenciar una pila de una moneda son el signo del halo y el
borde en escalón. Cuando una pila de botón se visualiza «de frente» en una radiografía (normalmente en la proyección AP del
89
esófago), habrá un segundo anillo brillante que se ve a lo largo
del borde exterior, que confiere el aspecto de un halo (figs. 19.3 A
y 19.4A,B). Una moneda no tendrá el segundo anillo brillante.
Cuando se observa una pila de botón de perfil (normalmente en
la proyección lateral del esófago), hay un escalón entre el lado
del ánodo y el del cátodo de la pila (figs. 19.3B y 19.5A,B), a
diferencia del borde simétrico de una moneda (v. fig. 19.2).14
Fig. 19.3 La radiografía simple anteroposterior (AP) y lateral muestra un cuerpo extraño metálico en forma de
disco de <2,3 cm (flechas blancas) con un signo de halo en la proyección AP (A, flechas negras) y bordes periféricos
biselados (B) (flechas blancas abiertas), que está atascado en el tercio proximal del esófago, y que es compatible con
una pila de botón ingerida. Obsérvese que la columna de aire traqueal (T) se encuentra anterior a la ubicación del
cuerpo extraño, y que no hay efecto de masa en la tráquea ni inflamación de tejidos blandos entre el cuerpo extraño
esofágico y la tráquea.
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SECCIÓN 3 • Gastroenterología
Fig. 19.4 La radiografía simple anteroposterior (AP) muestra un objeto
metálico con la forma típica de una pila de botón pequeña (flecha) que
sobresale en el hipocondrio izquierdo, probablemente en el estómago.
(B) Obsérvese que en la proyección AP hay un fino halo brillante (flechas
negras), lo que es un signo típico de las pilas de botón.
Fig. 19.5 La radiografía simple en proyección lateral muestra un objeto
metálico con la forma típica de una pila de disco pequeña (A, flecha
negra). El borde superior está biselado (B, flecha blanca abierta), lo que
es un signo típico de las pilas de botón.
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19 • ¿Que te has tragado qué? Ingestión de cuerpos extraños
91
Un lactante sufrió un episodio de asfixia mientras jugaba
sentado en una alfombra. La exploración física correspondía a
un niño con dificultad respiratoria moderada y babeo. La radiografía simple reveló dos cuerpos extraños circulares apilados
en el cuello, por detrás de la vía aérea subglótica, compatibles
con la localización en el esófago (figs. 19.6 y 19.7). Aunque los
objetos pueden parecer una sola pila de botón (especialmente
en la proyección lateral), una inspección más detallada revela
que se trata de dos monedas apiladas, con dos bordes simétricos
adyacentes en la proyección lateral. Se realizó una extracción
endoscópica urgente.
Diámetro y voltaje de las pilas de botón
El diámetro de una pila de botón ingerida influirá en la probabilidad de que pase a través del esófago y llegue al estómago
y más allá. Una pila con un diámetro de <12 mm tiene más
Fig. 19.6 La radiografía simple anteroposterior (AP) muestra un cuerpo
extraño metálico en forma de disco (flecha negra) en la parte inferior del
cuello, que parece ser un solo objeto en la proyección frontal y que en
la proyección lateral (fig. 19.7A) es posterior a la tráquea subglótica (T),
lo cual es compatible con una localización esofágica.
Fig. 19.7 La radiografía simple en proyección lateral (A) muestra un
cuerpo extraño metálico en forma de disco (flecha negra) posterior a
la tráquea subglótica (T), compatible con una localización esofágica.
Aunque el aspecto imita el de una pila de botón, una inspección más
de cerca (B) muestra un aspecto compatible con dos monedas adyacentes apiladas (flecha blanca abierta); la moneda más posterior tiene
un diámetro menor.
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92
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
probabilidades de avanzar por el tubo digestivo sin complicaciones que una pila de mayor diámetro; se ha demostrado que las
pilas con un diámetro de ≥20 mm tienen más probabilidades
de atascarse.16 Las pilas de litio tienen el doble de voltaje en
comparación con otras pilas y también se asocian con un mayor
daño de los tejidos esofágicos.16 Un mayor voltaje genera más
corriente, lo que provoca un daño más rápido de los tejidos. Las pi­
las de litio, por ejemplo, tienen 3 voltios (V), mientras que las
pilas alcalinas tradicionales tienen 1,5 V.16,17 Las pilas que no se
han utilizado tienen un mayor potencial de daño tisular debido
a su estado de descarga.17
IMANES
La ingestión de imanes de alta potencia supone otro riesgo particular. Estos también se conocen como imanes de tierras raras o
Un paciente de 9 años ingirió una pulsera magnética
por un juego de retos. Acudió al servicio de urgencias 24 h
después de la ingesta por dolor abdominal. Se obtuvo una
radiografía simple que demostró la presencia de una pulsera
metálica en la parte inferior derecha del abdomen, sin obstrucción (fig. 19.8). El paciente fue ingresado para someterlo
a exploraciones y radiografías en serie. La repetición de los
estudios de imagen demostró que el brazalete magnético
ingerido se proyectaba ahora en la fosa iliaca izquierda
(fig. 19.9). El dolor se resolvió y el paciente fue dado de alta
con un seguimiento estrecho, pero no acudió a su médico
de cabecera como se le había indicado. Acudió al servicio de
urgencias varios días después con dolor abdominal intenso y
vómitos. El diagnóstico por imagen demostró un patrón de gas
intestinal anormal, con niveles de aire-líquido en el intestino
de neodimio. Dos o más imanes o un imán y un cuerpo extraño
metálico en diferentes luces intestinales pueden atraerse entre
sí a través de la pared intestinal, lo que puede provocar necrosis
por presión, obstrucción, formación de fístulas, perforación,
infección y otras complicaciones.18 Deben obtenerse radiografías
que incluyan proyecciones AP y laterales del cuello, el abdomen
y la pelvis en todos los pacientes con sospecha de ingestión de
imanes. Se debe tener especial cuidado en determinar el número
de imanes ingeridos cuando sea posible, ya que pueden apilarse
unos encima de otros y aparecer como un solo imán en las radiografías. Aunque los imanes pueden verse alineados entre sí en
una radiografía, los imanes alineados pueden encontrarse en
diferentes asas intestinales. Incluso la ingestión de un solo imán
de alta potencia puede causar graves complicaciones si se ingiere
otro objeto metálico o si el imán atrae el metal de la ropa o de
cualquier otro objeto situado fuera del cuerpo.
delgado, que se encontraba dilatado, lo cual era indicativo de
obstrucción temprana o parcial del intestino delgado, y los
imanes seguían en la fosa iliaca izquierda (fig. 19.10). Se consultó al servicio de cirugía pediátrica y se llevó al paciente al
quirófano, donde se descubrió una fístula intestinal asociada
a los imanes vistos en la radiografía. Se retiraron los imanes
y se reparó la fístula.
OBJETOS LARGOS O AFILADOS
Los objetos largos y romos pueden no avanzar por el estómago o
quedar impactados en el intestino delgado, lo que hace necesaria
una intervención quirúrgica. Los objetos afilados que perforan
el esófago pueden causar dolor e hinchazón en el cuello, neumomediastino o crepitación.
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19 • ¿Que te has tragado qué? Ingestión de cuerpos extraños
93
Fig. 19.8 La radiografía de abdomen demuestra una configuración en
forma de brazalete de bolas metálicas magnéticas (flecha) en la parte
inferior derecha del abdomen, sin indicios de obstrucción intestinal.
Fig. 19.9 La imagen de seguimiento muestra que los objetos (flecha)
han avanzado, con una configuración similar, hacia la fosa iliaca izquierda, pero el patrón de gas intestinal sigue siendo normal.
Fig. 19.10 Las radiografías abdominales de seguimiento en posición
supina (A) y en decúbito lateral izquierdo (B) realizadas varios días después muestran que los imanes mantienen la relación entre sí, pero no
han pasado de la fosa iliaca izquierda (flechas negras). En este intervalo
de tiempo ha aparecido una dilatación de las asas del intestino delgado,
llenas de gas (flechas blancas), con niveles de aire-líquido en la proyección en decúbito (flechas blancas abiertas) y disminución del gas en
el colon. Este aspecto es compatible con una obstrucción temprana o
parcial del intestino delgado.
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SECCIÓN 3 • Gastroenterología
Si hay un alto grado de sospecha de cuerpo extraño pero no se ve
ninguno en las radiografías, se debe realizar una evaluación adicional debido al riesgo de pasar por alto cuerpos extraños radiotransparentes. Si el paciente está asintomático y el grado de sospecha es
alto, pueden utilizarse otras modalidades de imagen como la TC,
el EGD o la ecografía para identificar cuerpos extraños ingeridos.
Los pacientes sintomáticos justifican una interconsulta inmediata.
Una niña estaba con sus padres en su garaje cuando les
dijo que «se había tragado una cosa» y se quejaba de dolor de
garganta, que se resolvió cuando la niña llegó al servicio de
urgencias. Las imágenes demostraron un objeto extraño compatible con un tornillo ingerido (fig. 19.11). La niña fue controlada
en su domicilio y evolucionó bien.
Un adolescente estaba «jugando con un lápiz» en la boca
cuando se lo tragó accidentalmente. La radiografía simple
demostró un objeto tenuemente visible, compatible con un
lápiz (fig. 19.12), que fue extraído endoscópicamente sin complicaciones.
Fig. 19.11 Proyecciones anteroposterior (AP) (A) y lateral (B) de la radiografía simple que muestran un tornillo metálico
radiopaco de <3,4 cm de longitud (flechas), con una posición más compatible con una localización intragástrica.
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19 • ¿Que te has tragado qué? Ingestión de cuerpos extraños
95
Fig. 19.12 Las radiografías en proyección anteroposterior (AP) (A) y en decúbito lateral izquierdo (B) del abdomen
demuestran un cuerpo extraño lineal de aproximadamente 9-10 cm (flechas) en el hipocondrio izquierdo, lo que es
más compatible con una localización intragástrica del cuerpo extraño. La parte periférica del cuerpo extraño es radiotransparente (madera) y el núcleo es ligeramente radiopaco, lo cual es compatible con el antecedente de ingestión
de un lápiz. El patrón de gas intestinal es normal, sin indicios de gas libre intraperitoneal.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Las imágenes diagnósticas iniciales deben consistir en radiografías simples del cuello, el tórax y el abdomen en proyecciones AP y lateral. Esto permitirá visualizar la mayoría de los
cuerpos extraños. Las imágenes deben incluir todo el tubo
digestivo, desde la nasofaringe hasta el ano.
2. Si hay un alto grado de sospecha de ingestión de un cuerpo
extraño peligroso y no se encuentra ningún cuerpo extraño
en las radiografías iniciales, se debe realizar una TC para una
evaluación adicional.
3. En caso de perforación, el EGD debe realizarse con contraste
hidrosoluble.
4. La ecografía realizada en el lugar donde se presta la asistencia
puede ser una herramienta útil en la evaluación inicial de
cuerpos extraños ingeridos y no utiliza radiación ionizante.
5. Hay que buscar los signos del halo y del borde de escalón
cuando se quiera distinguir entre la ingestión de pilas de
botón y la ingestión de monedas.
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Directamente de El exorcista:
estenosis pilórica
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
ESTUDIO GASTRODUODENAL
Un varón de 3 semanas presenta vómitos no biliosos ni sanguinolentos desde hace 1,5 semanas. Al principio tenía dos o tres
episodios al día, ocasionalmente al alimentarse, pero estos han
ido en aumento hasta vomitar con cada comida. Los padres
describen los vómitos como «vigorosos», y después parece que
el niño quiere volver a comer. Ha disminuido la diuresis en las
últimas 24 h. No ha habido fiebre, diarrea ni traumatismos
conocidos. El niño se ha mostrado cada vez más irritable durante
los últimos días. Nació a término y no presenta antecedentes
médicos reseñables.
La exploración física es la de un niño afebril con una frecuencia cardiaca de 130 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria de 40 respiraciones por minuto y una presión arterial
de 84/60 mmHg. El bebé está inquieto, pero se consuela succionando el chupete con avidez. Las mucosas están ligeramente
secas, pero la exploración física es, por lo demás, normal.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple de abdomen no es especialmente útil para
el diagnóstico de la estenosis pilórica. Sin embargo, si se obtiene,
puede observarse una distensión gástrica o quizás la indentación
producida por el músculo pilórico engrosado sobre un antro
gástrico lleno de aire.1,2
ECOGRAFÍA
La ecografía es la modalidad de imagen de elección en los niños
con sospecha de estenosis pilórica. Esta modalidad está fácilmente disponible y no conlleva exposición a la radiación ionizante.
Los criterios que sugieren el diagnóstico de estenosis pilórica en
niños a término son los siguientes:1-4
1. Grosor del músculo superior a 3 mm.
2. Longitud del conducto superior a 16-18 mm.
La ecografía tiene una sensibilidad y una especificidad diagnósticas del 89 y el 100%, respectivamente.4 La visualización
del avance del contenido gástrico en tiempo real puede ayudar
a establecer el diagnóstico de estenosis pilórica en este grupo.2
Un fenómeno interesante es el del piloroespasmo, una causa
común de obstrucción pilórica en los neonatos; se trata de forma
conservadora, pero está indicado un seguimiento estrecho.1,5,6
Los lactantes con resultados dudosos también deben ser objeto
de un estrecho seguimiento, repitiendo las pruebas de imagen
cuando esté clínicamente indicado.6
Esta modalidad se utilizaba tradicionalmente para diagnosticar
la estenosis pilórica y tiene la capacidad de detectar otras afecciones que pueden imitar la estenosis pilórica, como el reflu­
jo gastroesofágico.1,3 La sensibilidad y la especificidad del estudio
gastroduodenal para la estenosis pilórica son del 96 y el 100%,
respectivamente.6 Esta prueba requiere experiencia en la técnica
de administración del contraste oral y en la interpretación de los
resultados. El estudio gastroduodenal incluye la exposición a la
radiación ionizante, y esta exposición puede aumentar debido
a los mayores tiempos de observación mediante radioscopia
necesarios por el retraso en el vaciado gástrico en los pacientes
con estenosis pilórica.1
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La tomografía computarizada del abdomen no está indicada
para diagnosticar la estenosis pilórica.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Dados los antecedentes y la exploración física, se obtuvo una
ecografía abdominal. Se observó un engrosamiento anormal
de la pared muscular circunferencial de la región antropilórica,
con un grosor de la pared simple de 4,4 mm, una longitud del
conducto de 19 mm y un efecto de masa sobre el antro gástrico
y el bulbo duodenal (figs. 20.1 y 20.2).
Conclusión del caso
Se consultó al servicio de cirugía pediátrica. Se realizaron análisis de sangre al niño, que revelaron unos valores de 2,5 mmol/l
de potasio, 90 mmol/l de cloruro y 35 mmol/l de CO2. Se administraron 20 ml/kg de solución salina fisiológica en embolada,
seguida de rehidratación. Los electrolitos del niño se normalizaron y fue llevado a quirófano para realizar una piloromiotomía.
Se recuperó sin problemas y fue dado de alta el segundo día
después de la operación.
La estenosis pilórica es una causa común de vómitos en el
periodo neonatal, con una incidencia de 1 a 4 por cada 1.000 na­
cimientos, y es más común en varones y primogénitos.3,4
La etiología exacta de esta enfermedad sigue siendo desconocida. Parece que existe una agrupación familiar.4 Las teorías
propuestas incluyen afecciones moleculares y de las neuronas,
que dan lugar a una mala inervación del músculo pilórico.3,7,8
Curiosamente, esta inervación vuelve a la normalidad en los
meses siguientes a la cirugía.3,7
97
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98
SECCIÓN 3 • Gastroenterología
Fig. 20.1 La imagen ecográfica transversal de la región antropilórica
muestra un aspecto redondeado y en forma de diana (flechas) del píloro
hipertrofiado en la estenosis pilórica. Las flechas cortas delinean el
espesor de la pared simple del músculo pilórico hipertrófico; esto es lo
que se mide para determinar el espesor del músculo pilórico.
Fig. 20.2 Imagen ecográfica longitudinal de la región antropilórica en
la estenosis pilórica. El antro gástrico está lleno de líquido. La región
pilórica muestra un engrosamiento alargado y circunferencial de la pared
muscular; el grosor de la pared muscular anterior se muestra delineado
por las puntas de flecha.
La presentación clínica de la estenosis pilórica sigue un patrón
clásico: un lactante previamente sano presenta vómitos progresivos no biliosos, no sanguinolentos y enérgicos (a menudo
descritos como en escopetazo). La edad de presentación varía
entre las 2-8 semanas, con un pico de presentación entre las 3-5 se­
manas de edad. Los lactantes prematuros tienden a debutar
antes en comparación con los lactantes a término.3,4 La mayoría
de los lactantes no tienen mal aspecto, aunque, a medida que los
síntomas se prolongan, se produce deshidratación y disminución
de la actividad. Los lactantes suelen tener hambre después de
los vómitos.
El médico también debe considerar un amplio diagnóstico
diferencial en el neonato con vómitos. Puede ser difícil diagnosticar inmediatamente la estenosis pilórica, ya que muchas otras
entidades pueden producir síntomas similares. Entre ellas se
encuentran el reflujo gastroesofágico y la sobrealimentación,
las causas quirúrgicas (como la malrotación, el vólvulo y las
obstrucciones intestinales), la infección, los trastornos metabólicos, las etiologías neurológicas (hidrocefalia) y las lesiones por
traumatismos no accidentales. Una anamnesis y una exploración física minuciosas suelen ayudar al médico a determinar la
etiología más probable de los vómitos y qué pruebas diagnósticas
están indicadas, incluidas las de imagen, de haberlas. El médico
debe hacer todo lo posible para determinar si los vómitos
son biliosos o no, ya que los vómitos biliosos en un neonato son
una urgencia quirúrgica hasta que se demuestre lo contrario,
debido a que sugiere malrotación con o sin vólvulo y requiere
evaluación inmediata.
El hallazgo clásico de la exploración física en un lactante con
estenosis pilórica es la palpación del músculo pilórico engrosado,
que se describe como la sensación de una pequeña masa, muy
parecida a una «aceituna». Esta masa es patognomónica de la
estenosis pilórica.4 Es habitual no palpar esta masa al principio
de la enfermedad, pero se hace más detectable a medida que los
síntomas empeoran y la deshidratación avanza.9 Si la enfermedad se detecta lo suficientemente pronto, es posible que la masa
nunca llegue a palparse.9 Si un médico sospecha una estenosis
pilórica, es conveniente consultar a un cirujano pediátrico antes
de realizar estudios de imagen. Si el cirujano al que se consulta
está familiarizado con el diagnóstico de la estenosis pilórica solo
con la exploración física, esto reduce la necesidad de realizar es­
tudios radiográficos y es rentable.3,10 A menudo se emplean
estudios de imagen para establecer el diagnóstico, sobre todo
teniendo en cuenta la disponibilidad de la ecografía.
La estenosis pilórica se asocia a anomalías electrolíticas, y
la medición de los electrolitos séricos puede ser útil, en particular en un niño clínicamente deshidratado. Estas anomalías
incluyen las clásicas alcalosis metabólicas hipopotasémica e
hipoclorémica y, si estas alteraciones metabólicas están presentes, pueden sugerir el diagnóstico.3 Es importante corregir
esta situación antes de la cirugía, y la vigilancia de unos electrolitos inicialmente alterados hasta que alcancen unos valores
apropiados para la edad puede orientar la reanimación. No es
necesario que estos valores se normalicen por completo para
que un lactante pueda someterse a una reparación quirúrgica;
cada centro puede tener unas guías para indicar cuándo puede
someterse el lactante a la cirugía.3 Tras la rehidratación, los
electrolitos de los lactantes con anomalías metabólicas graves
deben corregirse lentamente.3
Ante un lactante al que se le diagnostica estenosis pilórica, se
debe consultar a un cirujano pediátrico o un cirujano general
cualificado que esté familiarizado con el tratamiento de esta
afección, ya que el tratamiento de la estenosis pilórica es una
piloromiotomía. Aunque se puede emplear una cirugía abdominal tradicional, se ha utilizado con éxito una técnica laparoscópica que ha demostrado resultados superiores.3,8,11-13 Los
efectos a largo plazo de la afección y su reparación son mínimos,
y generalmente no hay secuelas a largo plazo.3,14 La estenosis
pilórica recurrente es muy rara, se considera una entidad clínica independiente de la piloromiotomía incompleta y puede
representar un proceso de novo.8 El tratamiento de la estenosis
pilórica recurrente es quirúrgico.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Ante un lactante con una anamnesis y una exploración
física compatibles con estenosis pilórica, se debe cursar una
interconsulta rápida al servicio de cirugía y puede que no
haga falta realizar ningún estudio de imagen.
2. Si se sospecha una obstrucción intestinal, la radiografía
simple puede ser útil.
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20 • Directamente de El exorcista: estenosis pilórica
3. Si se desea realizar estudios de imagen, la modalidad de
elección para la estenosis pilórica es la ecografía.
4. La tomografía computarizada del abdomen no está indicada
en lactantes con sospecha de estenosis pilórica. Sin embargo, si se sospecha un proceso intracraneal o una patología
abdominal compleja, puede emplearse esta modalidad.
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21
La vida da muchas vueltas:
torsión testicular
WINNIE WHITAKER, MD, FAAP
Presentación del caso
Un varón de 15 años se presenta con dolor escrotal izquierdo e
hinchazón desde hace 5 h. Afirma que estuvo saltando en una
cama elástica justo antes de experimentar los síntomas. Niega
haber sufrido un traumatismo genital. No ha tenido fiebre, dolor
de espalda, disuria, hematuria, secreción por el pene, dolor ab­
dominal ni vómitos. Niega ser sexualmente activo.
La exploración física revela un adolescente de aspecto afable
y con cierto malestar. Está afebril, pero tiene una leve taquicar­
dia, con una frecuencia cardiaca de 110 latidos por minuto; la
frecuencia respiratoria es de 16 respiraciones por minuto y la
presión arterial es de 125/65 mmHg. En la exploración abdo­
minal no se detectan puntos dolorosos a la palpación, signo de
Blumberg, defensa abdominal ni masas. La exploración genital
es la de un varón en estadio IV de Tanner, sin eritema ni masas
evidentes. No hay signos de traumatismo. Presenta sensibilidad
en el epidídimo izquierdo y el escroto izquierdo en general. Los
testículos son normales, pero refiere dolor al explorar el lado
izquierdo y el testículo izquierdo parece estar ligeramente más
alto que el derecho. Hay una leve inflamación escrotal izquierda.
Está circuncidado. No hay secreción por el pene y no se observan
lesiones.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Aunque la radiografía simple del abdomen puede utilizarse
en casos de dolor abdominal, no está indicada como estudio
de imagen de primera línea en los pacientes con sospecha de
patología testicular.
ECOGRAFÍA
Fácilmente disponible y sin exposición a la radiación ionizante,
la ecografía es un medio excelente para visualizar el escroto y
su contenido. Es la modalidad de imagen de elección en todos
los grupos de edad a la hora de descartar la torsión testicular,
en particular la exploración Doppler que incluye valoración
en color y espectral, con una sensibilidad y una especificidad
cercanas al 100%.1 La ecografía también es capaz de detectar
otras entidades que pueden imitar los síntomas de la torsión
testicular, como orquiepididimitis, hidroceles, varicoceles y
masas testiculares.
Se utiliza un transductor de alta frecuencia para explorar el
testículo en su totalidad en los planos transversal y longitudinal.
Hay que obtener imágenes en escala de grises y de Doppler en
color. Tanto el flujo venoso como el arterial pueden estar com­
prometidos. Una falta de flujo arterial normal es sospechosa de
torsión testicular; sin embargo, el fenómeno puede ser parcial o
intermitente, y la presencia de un flujo arterial Doppler normal o
disminuido no descarta el diagnóstico por completo. Un hallazgo
ecográfico definitivo para el diagnóstico de torsión testicular es
el «signo del remolino», en el que se observa un cambio brusco
en el trayecto del cordón espermático, que realiza un giro en es­
piral a la altura del anillo inguinal superficial o en la bolsa
escrotal.2 También puede observarse un «nudo de torsión» en la
ecografía, que consiste en que el cordón espermático redundante
y tortuoso se retuerce, a menudo alrededor de un pequeño hidro­
cele reactivo. Normalmente, los testículos tienen una posición
vertical. Una posición horizontal o una deformidad en forma
de badajo pueden deberse a una fijación anormal de la túnica
vaginal y se asocian a una torsión testicular intermitente. Una
ecografía que demuestre una posición horizontal u oblicua,
especialmente en el contexto de la disminución o la ausencia de
flujo intratesticular, debe hacer pensar en la torsión testicular.3
La ecografía es la modalidad de diagnóstico por imagen de
elección para todos los pacientes en los que se sospecha una
torsión testicular, pero la presencia de flujo vascular mediante
Doppler por sí sola no sirve para excluir esta afección en los
pacientes cuyos síntomas y exploración son compatibles con una
torsión testicular. El médico también debe tener en cuenta los
antecedentes, la exploración clínica y otros hallazgos ecográficos
al interpretar los resultados de la ecografía, y si el grado de sos­
pecha general es alto, está justificada una interconsulta urgente
al servicio de urología.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
En general, la TC no está indicada en el estudio de la torsión
testicular. Sin embargo, hay publicaciones que sugieren que la
TC de perfusión puede considerarse un método secundario para
diagnosticar la torsión testicular en casos dudosos.4 No debe
utilizarse como modalidad de imagen de primera línea debido a
la exposición a la radiación.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Aunque tampoco es una modalidad de imagen de primera línea
para los pacientes con dolor testicular, la RM se considera muy
sensible para la torsión testicular. Concretamente, la técnica
dinámica de sustracción con contraste puede demostrar cambios
en la perfusión testicular mediante la evaluación del realce del
contraste testicular.5 Sin embargo, la RM no es una opción prác­
tica para diagnosticar la torsión testicular debido a su limitada
disponibilidad, la duración del estudio y el coste.
GAMMAGRAFÍA ESCROTAL
La gammagrafía escrotal es un estudio de medicina nuclear en
el que se utiliza un radioisótopo para observar el flujo sanguíneo
testicular. Aunque se utilizó ampliamente a partir de 1971, ha
sido sustituida por la ecografía, que está fácilmente disponible
102
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21 • La vida da muchas vueltas: torsión testicular
103
y no requiere la exposición a la radiación ionizante. La gamma­
grafía puede seguir siendo útil cuando no se ha podido descartar
la torsión testicular y la ecografía no es concluyente.6
ESPECTROSCOPIA CERCANA AL INFRARROJO
La espectroscopia cercana al infrarrojo se ha propuesto como
una modalidad potencialmente útil para descartar la torsión tes­
ticular porque es no invasiva, portátil, de fácil acceso para su uso
a la cabecera del paciente y fácil de interpretar. Utiliza la trans­
misión y la absorción de la luz para medir la saturación de oxígeno
de los tejidos en las capas superficiales del cuerpo hasta varios
centímetros de profundidad. En la torsión testicular, cabe esperar
que el testículo afectado tenga una saturación de oxígeno tisular
significativamente menor que el testículo contralateral no afec­
tado. Aunque en teoría es una modalidad prometedora, no hay
pruebas suficientes que avalen el uso sistemático de la espectros­
copia cercana al infrarrojo en el estudio de la torsión testicular.7,8
Hallazgos de los estudios
de imagen
Al paciente se le realizó una ecografía en escala de grises y con
Doppler color y espectral. A continuación se muestran algunas
imágenes escogidas de ese estudio. Mientras que el epidídimo y el
testículo derecho tienen un aspecto y un flujo arterial normales
en las imágenes espectral y en color, el testículo izquierdo es
heterogéneo y ligeramente hiperecoico. No hay flujo Doppler
apreciable en este testículo. Estos hallazgos son altamente indi­
cativos de torsión testicular izquierda (figs. 21.1-21.3).
Conclusión del caso
Se consultó al servicio de urología pediátrica y el paciente fue
llevado a quirófano para el tratamiento definitivo. Durante la
intervención quirúrgica, se observó que el testículo izquierdo
Fig. 21.2 Imagen Doppler normal del testículo derecho. Las imágenes
Doppler transversal (A) y longitudinal (B) del testículo derecho demuestran el flujo de color en el testículo derecho, con un trazado Doppler
espectral arterial de aspecto normal (flechas blancas).
Fig. 21.1 La imagen ecográfica transversal de ambos testículos muestra
que el testículo izquierdo (flechas blancas) está aumentado de tamaño y
presenta una textura ecográfica ligeramente heterogénea y una mayor
ecogenicidad en comparación con el testículo derecho (flechas negras).
estaba torsionado con tres vueltas de 360° del cordón esper­
mático, proximal al epidídimo. El testículo presentaba un color
morado oscuro y se envolvió en una gasa empapada en suero
caliente mientras se exploraba el escroto derecho. Durante esta
exploración, el testículo derecho parecía sano, pero presentaba
una deformidad en forma de badajo, y se realizó una orquio­
pexia. Una vez concluida, el testículo izquierdo parecía haber
recuperado el color y fue colocado de nuevo en el escroto. El
paciente se recuperó sin problemas.
Se presenta un caso comparativo de un paciente con una
ecografía compatible con una torsión testicular izquierda
(figs. 21.4-21.6). Este paciente de 12 años consultó por dolor
abdominal, dolor escrotal e hinchazón escrotal izquierda de
2 días de evolución. Las imágenes seleccionadas de la ecogra­
fía escrotal muestran una falta de flujo arterial en el testículo
izquierdo, compatible con una torsión. Desgraciadamente, el
testículo no se pudo salvar.
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104
SECCIÓN 4 • Genitourinario
Fig. 21.5 Imagen Doppler color transversal; el color muestra el flujo
sanguíneo del testículo derecho (flecha negra), y se observa una falta de
flujo Doppler color en el testículo izquierdo (flecha blanca).
Fig. 21.3 La imagen Doppler color (A) y la imagen Doppler color con
trazado espectral (B) no muestran flujo Doppler color detectable ni trazados de flujo sanguíneo espectral detectables en el testículo izquierdo.
Estos hallazgos son compatibles con una torsión testicular izquierda.
Fig. 21.6 Las imágenes Doppler color longitudinales demuestran una
textura ecográfica heterogénea anormal del testículo izquierdo, sin
flujo Doppler color (A). El flujo Doppler color se aprecia claramente en
el testículo derecho (B). Los hallazgos son compatibles con una torsión
testicular izquierda.
Fig. 21.4 La imagen ecográfica transversal de ambos testículos muestra
que el testículo izquierdo (puntas de flecha blancas) está agrandado y
presenta una textura ecográfica anormal y heterogénea en comparación
con el testículo derecho, de aspecto normal (puntas de flecha negras).
La torsión testicular se debe a una torsión repentina del cor­
dón espermático en el escroto. Esta situación urgente produce
isquemia y, en algunos casos, daños irreversibles en el testículo
implicado. La incidencia estimada de esta afección es de 5 por
cada 100.000 varones, y los prepúberes y los adolescentes son
el grupo más comúnmente afectado.8,9 Existe una distribución
bimodal de la torsión testicular, en el primer año de vida y al
inicio de la adolescencia.1 La torsión puede ocurrir dentro de
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21 • La vida da muchas vueltas: torsión testicular
la túnica vaginal (torsión intravaginal) o asociada a la túnica
vaginal (torsión extravaginal).9,10 La mayoría de los casos que
suceden fuera del periodo neonatal son intravaginales; la torsión
extravaginal suele verse en el periodo neonatal y se asocia con
resultados generalmente malos. 9 El defecto anatómico más
común que conduce a la torsión intravaginal es la llamada
«deformidad en badajo de campana». La etiología de esta varian­
te anatómica es un punto de inserción alto de la túnica vaginal,
que impide el descenso completo del testículo en el escroto y
permite la rotación libre del testículo y el cordón espermático,
que pueden girar de forma impresionante (desde 180° hasta
más de 720°).9
La aparición aguda de un dolor escrotal intenso es el síntoma
clásico de presentación de la torsión testicular. El dolor abdo­
minal inguinal o en una fosa iliaca, la hinchazón escrotal y las
náuseas/vómitos también pueden ser síntomas de presentación.
La puntuación TWIST se desarrolló para diagnosticar la torsión
testicular en los pacientes pediátricos:11
SÍNTOMA/HALLAZGO
Inflamación testicular
Dureza testicular
Ausencia de reflejo cremastérico
Náuseas/vómitos
Testículos altos
PUNTOS
2
2
1
1
1
La validación retrospectiva ha revelado un valor predictivo
positivo del 100% en los pacientes con puntuaciones >5 y un
valor predictivo negativo del 100% en los pacientes con pun­
tuaciones <2.
La torsión testicular se trata mediante corrección quirúrgica
(orquiopexia). Aunque las pruebas de imagen son valiosas para
determinar si existe realmente una torsión, los pacientes con una
anamnesis y una exploración clínica que concuerden con una tor­
sión deben ser valorados inmediatamente por el urólogo; el
tratamiento quirúrgico no debe retrasarse para realizar estudios
de imagen, ya que esto podría prolongar la isquemia y conducir
a un resultado desfavorable.9 Se ha demostrado que la duración
de los síntomas es un factor pronóstico significativo para obtener
unos resultados favorables (o desfavorables). Lo ideal es que los
pacientes con torsión testicular fuera del periodo neonatal sean
tratados lo antes posible sin trasladarlos a un centro pediátrico si
se dispone de un urólogo general, un anestesista y un quirófano
adecuado, aunque muchas veces los pacientes pediátricos con
torsión son trasladados a centros pediátricos.9,12-15
Se ha utilizado una maniobra de detorsión manual como
medida provisional antes de la orquiopexia. Esta técnica consiste
en una torsión de medial a lateral del testículo afectado (la téc­
nica del «libro abierto»), ya que la torsión se produce al girar de
lateral a medial a lo largo del eje del cordón espermático.9,10 Sin
embargo, la torsión puede producirse en cualquier dirección y el
grado de torsión puede variar (puede haber múltiples torsiones),
por lo que la detorsión manual puede ser incompleta.9,15 Al
igual que en el caso de los estudios de imagen, las maniobras de
detorsión manual no deben retrasar la intervención quirúrgica,
y el tratamiento de referencia de la torsión testicular sigue siendo
la exploración quirúrgica y la orquiopexia.9
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Una anamnesis y una exploración compatibles con una
torsión testicular son motivo de interconsulta inmediata al
cirujano y no siempre hacen falta estudios de imagen.
105
2. Dado que a menudo se utilizan los estudios de imagen, la
ecografía Doppler escrotal es la prueba de imagen de primera
línea en los pacientes con sospecha de torsión testicular. Su
fácil disponibilidad, la ausencia de radiación ionizante y la
excelente capacidad para visualizar el flujo vascular de los
testículos hacen que sea una modalidad ideal.
3. La sensibilidad de la ecografía es muy alta (cercana al 100%),
pero la ecografía Doppler testicular puede depender del eco­
grafista. El flujo sanguíneo arterial por sí solo, detectado por
Doppler, no siempre es suficiente para descartar la torsión
testicular. El médico debe tener en cuenta todos los hallazgos
de la ecografía a la hora de determinar si existe torsión.
4. Cuando la ecografía es dudosa para el diagnóstico de tor­
sión testicular, se pueden considerar otras modalidades de
imagen, como la TC de perfusión, la RM o la gammagrafía
escrotal, como pruebas complementarias. Sin embargo,
hay que tener en cuenta la escasa disponibilidad, el tiempo
necesario para obtener las imágenes, el coste y la exposición
a la radiación ionizante.
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22
Eso parece doloroso: hidrocele
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 4 meses presenta una inflamación escrotal bilateral.
Según la madre, esto ha estado presente desde el primer mes de
edad, pero ha empeorado durante la última semana y ha notado
que el lado derecho del escroto parece más oscuro de lo normal.
La madre también afirma que el lactante ha presentado una leve
congestión y tos durante la última semana y que ha tenido fiebre
de 38 °C. Niega otros síntomas, como vómitos, diarrea, sarpullido o inquietud. Ha estado bebiendo bien. La exploración física
revela una temperatura de 38,3 °C, una frecuencia respiratoria
de 30 respiraciones por minuto y una frecuencia cardiaca de
120 latidos por minuto. Su aspecto es muy bueno y no parece
tener ninguna molestia. Tiene una leve congestión nasal con
membranas timpánicas normales. La auscultación pulmonar
es normal. La exploración abdominal es normal; no hay dolor
a la palpación aparente, masas ni hepatoesplenomegalia. La
exploración genital es la de un varón no circuncidado con un
aumento notable del tamaño del escroto bilateral, lo que dificulta
la exploración. No hay eritema, ni masas palpables; hay induración, pero no se palpa ninguna fluctuación. La transiluminación
del escroto revela la probable presencia de líquido.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Las dolencias escrotales pediátricas pueden ser agudas o crónicas y afectar al testículo o las estructuras extratesticulares. Las
etiologías comunes del dolor o la inflamación escrotal agudos
incluyen causas traumáticas (es decir, hematoma escrotal o
rotura testicular), infecciosas (epididimitis u orquiepididimitis,
celulitis) y vasculares (torsión testicular o torsión de un apéndice
testicular). En este grupo de trastornos agudos se incluye el
edema de la pared escrotal, que puede deberse a picaduras de
insectos o estar asociado a la púrpura de Schönlein-Henoch, a
menudo como primer signo de esta enfermedad.1,2 Otro hallazgo
que puede observarse en los pacientes pediátricos es la microlitiasis testicular. Esta se produce a partir de calcificaciones en los
túbulos seminíferos, y su importancia clínica no se ha establecido por completo. Aunque a menudo es idiopática, la microlitiasis
puede estar asociada a ciertos síndromes congénitos, como el
síndrome de Down y el síndrome de Klinefelter.3 Antiguamente,
se consideraba que conllevaban un riesgo de cáncer testicular,
pero esta asociación ha sido cuestionada, especialmente en
los pacientes asintomáticos.1-4 Aunque no existen protocolos
estandarizados para supervisar el riesgo de cáncer,4 el hallazgo
de una microlitiasis escrotal debería ser motivo de derivación al
servicio de urología pediátrica para un seguimiento continuo.
Las afecciones escrotales crónicas en la población pediátrica
suelen ser congénitas e incluyen hidroceles y criptorquidia. La
criptorquidia es un hallazgo importante. Los testículos pueden
estar localizados en cualquier parte del trayecto de descenso
de los testículos, pero el conducto inguinal es la localización
más común; aparecen asimétricos, pequeños e hipoecoicos
en comparación con los testículos normales.1 El hallazgo de
criptorquidia debe motivar la derivación al servicio de urología
pediátrica, ya que supone un riesgo de cáncer testicular.1,2,5,6
La hinchazón escrotal neonatal se debe con mayor frecuencia
a un hidrocele congénito, pero se han descrito otras etiologías,
como hernias inguinales (que se observan comúnmente en los
bebés prematuros7), hematomas escrotales (asociados a un peso
elevado al nacer, traumatismos y diátesis hemorrágicas8), neoplasias (poco frecuentes, ya sea un tumor de células germinales
o un tumor estromal) y torsiones testiculares (que se producen
con mayor frecuencia en el útero9).10
ECOGRAFÍA
La ecografía es la modalidad de imagen preferida para evaluar
los problemas escrotales agudos y crónicos en la población pe­
diátrica. La excelente resolución, la ausencia de radiación
ionizante y las funciones Doppler hacen que esta modalidad
sea una opción de imagen ideal para identificar los puntos de
referencia anatómicos importantes, como el epidídimo, el cordón espermático y los testículos, así como para visualizar el
conducto inguinal.1 Las imágenes Doppler son excelentes para
visualizar el flujo sanguíneo hacia los testículos y las estructuras
circundantes.4,11 Se requiere experiencia en la realización y la
interpretación de la ecografía escrotal pediátrica para obtener
un diagnóstico preciso e instaurar un tratamiento adecuado.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Al niño se le realizó una ecografía Doppler de flujo en color de
los testículos y el contenido escrotal. Se proporcionan algunas
imágenes escogidas. Se aprecia hidrocele bilateral, grande y simple (fig. 22.1); los testículos son normales en cuanto a textura
ecográfica y localización. La ecografía Doppler muestra unas
ondas normales con una amplitud normal, lo que indica un
flujo sanguíneo normal hacia los testículos (figs. 22.2 y 22.3).
No hay evidencia de torsión testicular.
Conclusión del caso
El niño fue remitido al servicio de urología pediátrica para su
evaluación y tratamiento ambulatorio, ya que las pruebas de
imagen no revelaron signos de torsión, hernia u otros procesos
quirúrgicos o infecciosos agudos. El análisis de orina del niño
fue normal; la fiebre se atribuyó a una infección vírica de las vías
respiratorias superiores.
Los hidroceles pediátricos se deben a la acumulación excesiva
de líquido en la túnica vaginal. Son la causa más común de
106
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22 • Eso parece doloroso: hidrocele
Fig. 22.1 En la imagen ecográfica transversal del escroto, los testículos
se ven como estructuras de partes blandas (flechas) rodeadas de líquido
del hidrocele.
107
hinchazón escrotal indolora en la población pediátrica.5,12 En
los lactantes y los niños pequeños, los hidroceles suelen ser
congénitos, debido al líquido que queda tras el cierre del proceso
vaginal, o pueden deberse a un proceso vaginal que permanece
permeable, lo que permite el flujo de líquido peritoneal hacia la
bolsa escrotal debido a la comunicación continua con la cavidad
abdominal.5,12 También se han descrito hidroceles inguinoescrotales (un proceso vaginal cerrado a la altura del anillo inguinal
profundo; el hidrocele se extiende desde esta localización hasta
el escroto) y abdominoescrotales (bastante raros; el hidrocele
se extiende hacia la cavidad peritoneal).13,14 Los niños mayores
pueden padecer un hidrocele adquirido, normalmente debido a
un traumatismo, una infección, una torsión testicular o (con
menor frecuencia) masas.5,12
La ecografía es la modalidad de imagen de elección para evaluar los hidroceles. Entre los hallazgos ecográficos compatibles
con hidrocele se incluye el líquido escrotal, que suele ser anecoico.3,12 Los hidroceles debidos a una infección mostrarán septos.3
El tratamiento de los hidroceles depende de la edad del niño
y los antecedentes que rodean la detección del hidrocele. En el
caso de los hidroceles congénitos, la mayoría se resuelven a los
2 años de vida.5 De los hidroceles que persisten más allá de esta
edad, los que aparecen en los niños mayores y los asociados a
un traumatismo escrotal importante o trastornos tributarios
de cirugía (como masas o torsión testicular) deben remitirse
rápidamente al servicio de urología pediátrica.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La ecografía es la modalidad de imagen de elección ante los
trastornos escrotales en la población pediátrica.
2. La ecografía escrotal debe realizarse con imágenes Doppler
para visualizar el flujo sanguíneo hacia los testículos y los
tejidos circundantes.
Bibliografía
Fig. 22.2 La ecografía Doppler color y espectral longitudinal del testículo derecho muestra el flujo sanguíneo Doppler color y los trazados
arterial y venoso.
Fig. 22.3 La ecografía Doppler color y espectral longitudinal del testículo izquierdo muestra el flujo sanguíneo Doppler color y los trazados
arterial y venoso.
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23
Un dolor extraordinario:
torsión ovárica
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una mujer de 13 años presenta un dolor agudo en la fosa iliaca
derecha desde hace 4 h. Afirma que su estado de salud es el habitual y que «solo iba caminando por la calle» cuando experimentó
el dolor, que iba acompañado de náuseas y de tres episodios
de vómitos no biliosos ni sanguinolentos. Afirma que después de
vomitar se siente «un poco mejor», pero que el dolor ha persistido. Niega haber tenido fiebre, diarrea o traumatismos. Niega
ser sexualmente activa y no hay antecedentes de sangrado o flujo
vaginal. Tuvo la menarquia hace 2 años y ha tenido dismenorrea
ocasional; la última menstruación fue hace 2 semanas.
La exploración física muestra a una paciente que parece
ligeramente molesta y que refiere dolor abdominal, principalmente en la fosa iliaca derecha. Está afebril y, aparte de una leve
taquicardia (frecuencia cardiaca de 120 latidos por minuto), las
constantes vitales son normales. Presenta una leve sensibilidad
a la palpación en la fosa iliaca derecha y la región suprapúbica;
no hay signo de Blumberg ni defensa abdominal. No presenta
masas abdominales palpables ni distensión abdominal; la prueba
de embarazo en suero es negativa.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Antes de realizar estudios de imagen, debe obtenerse una prueba
de embarazo, ya que esto ayuda al clínico a considerar la elección de
una modalidad de imagen adecuada para evaluar las causas no
ginecológicas y ginecológicas del dolor abdominal y evitar la
exposición del feto a la radiación ionizante. El American College
of Radiology (ACR) dispone de unos criterios de idoneidad (AC,
Appropriateness Criteria®) útiles para seleccionar entre varias
modalidades de imagen para la evaluación del dolor pélvico agudo
femenino en las pacientes de edad fértil, basándose en las presuntas
etiologías ginecológicas y no ginecológicas y en si la paciente está
embarazada o no. Como la paciente tenía una prueba de embarazo
en suero negativa, se aplica la variante 2 de los AC para «sospecha
de etiología ginecológica, β-hCG sérica negativa» (tabla 23.1).1
El contenido de los AC del ACR se actualiza periódicamente y los
usuarios deben consultar la página web (https://www.acr.org/
Clinical-Resources/ACR-Appropriateness-Criteria®) para acceder
a la versión más actualizada y completa de los AC.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Aunque la radiografía simple del abdomen puede utilizarse en
casos de dolor abdominal, no está indicada como estudio de
imagen de primera línea en pacientes en las que se sospecha
una patología ovárica como origen del dolor.
ECOGRAFÍA
Fácilmente disponible y sin exposición a la radiación ionizante,
la ecografía es un medio excelente para visualizar el ovario y las
estructuras circundantes. Es la modalidad de imagen de primera
línea para los casos de sospecha de torsión ovárica u otra patología
ginecológica en la que estén indicados los estudios de imagen.2
Se utiliza un transductor convexo de frecuencia media a alta,
y la vejiga se utiliza como ventana ecográfica, por lo que debe
estar llena para obtener resultados valorables.3-5 En las pacientes
pediátricas se suele emplear un abordaje transabdominal, aunque en determinadas pacientes, como las adolescentes sexualmente activas, se puede utilizar una técnica transvaginal.5 El
médico debe conocer la legislación local relativa al consentimiento informado para realizar una ecografía transvaginal,
que varía según las jurisdicciones. La decisión de realizar una
ecografía transvaginal debe basarse en los antecedentes sexuales
y clínicos, y en la edad de la paciente. Las preferencias de la
paciente, de los padres/tutores y del médico son factores que
influyen en la decisión de utilizar un abordaje transvaginal, y
debe obtenerse el consentimiento informado para el procedimiento.5 También debe informarse a la paciente de que el estudio
puede interrumpirse en cualquier momento, si la paciente lo
desea.5 Los médicos pueden utilizar los protocolos del centro,
si los hay.
La técnica transabdominal recomendada consiste en lo
siguiente:5
■ Una exploración de toda la pelvis en dos planos, asegurándose
de que la vejiga está llena.
■ Uso del Doppler color de baja frecuencia para asegurar una
correcta penetración.
■ Imagen del útero en dos planos, con determinación del volumen uterino.
■ Medición del grosor anteroposterior del endometrio en el
plano sagital medio y evaluación mediante Doppler color del
endometrio, en busca de lesiones endometriales.
■ Medición de los ovarios en tres planos ortogonales y cálculo
del volumen ovárico.
■ Evaluación de otros órganos (apéndice, riñones, pared intestinal) según indicación clínica.
La ecografía Doppler ha sido el método de imagen tradicional
para evaluar la presencia de torsión ovárica, ya que tanto el
flujo venoso como el arterial pueden verse comprometidos
durante este proceso. La falta de flujo sanguíneo normal es
indicativa de torsión ovárica. El flujo sanguíneo anormal tiene
una precisión moderada para identificar la torsión ovárica y,
aunque el flujo sanguíneo arterial anormal suele ser motivo de preocupación, el flujo sanguíneo venoso anormal se
observa antes en caso de torsión ovárica.1,6-12 La presencia de
flujo sanguíneo arterial hacia el ovario no excluye la torsión
ovárica, debido al suministro vascular ovárico secundario, y
no descarta la torsión intermitente, o incluso parcial. Deben
considerarse otros hallazgos, como el tamaño y la morfología
del ovario afectado (en comparación con el ovario no afectado), el flujo sanguíneo venoso, la presencia de líquido libre
o las masas ováricas. El aumento de tamaño de los ovarios
es especialmente preocupante en el caso de la torsión, y la
falta de flujo sanguíneo venoso es un hallazgo frecuente en
la torsión ovárica.10,11 Varios estudios confirman casos de
108
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23 • Un dolor extraordinario: torsión ovárica
109
Tabla 23.1 Criterios de idoneidad (AC, Appropriateness Criteria®) del American College of Radiology (ACR).
SITUACIÓN CLÍNICA: DOLOR PÉLVICO AGUDO EN EL GRUPO DE EDAD REPRODUCTIVA VARIANTE 2:
SOSPECHA DE ETIOLOGÍA GINECOLÓGICA, β-hCG EN SUERO NEGATIVA.
Procedimiento radiológico
Clasificación
Comentarios
RRL*
Ecografía pélvica transvaginal
9
Si es posible, deben realizarse tanto la ecografía transvaginal
como la transabdominal
Ecografía pélvica transabdominal
9
Si es posible, deben realizarse tanto la ecografía transvaginal
como la transabdominal
Ecografía Doppler dúplex pélvica
8
RM pélvica sin y con contraste i.v.
6
Este procedimiento puede realizarse si la ecografía no es
concluyente o no es diagnóstica. Véanse el resumen de la revisión
bibliográfica y el manual del ACR sobre medios de contraste para
obtener información sobre el uso de medios de contraste.
RM abdominal y pélvica
sin y con contraste i.v.
6
Este procedimiento puede realizarse si la ecografía no es
concluyente o no es diagnóstica. Véanse el resumen de la revisión
bibliográfica y el manual del ACR sobre medios de contraste para
obtener información sobre el uso de medios de contraste.
RM pélvica sin contraste i.v.
4
Este procedimiento puede realizarse si la ecografía no es
concluyente o no es diagnóstica. Véanse el resumen de la revisión
bibliográfica y el manual del ACR sobre medios de contraste para
obtener información sobre el uso de medios de contraste.
RM abdominal y pélvica
sin contraste i.v.
4
Este procedimiento puede realizarse si la ecografía no es
concluyente o no es diagnóstica. Véanse el resumen de la revisión
bibliográfica y el manual del ACR sobre medios de contraste para
obtener información sobre el uso de medios de contraste.
TC abdominal y pélvica
con contraste i.v.
4
Este procedimiento puede realizarse si la ecografía no es
concluyente o no es diagnóstica y no se dispone de RM. Véase
el resumen de la revisión bibliográfica para obtener información
sobre el uso de medios de contraste.
TC pélvica con contraste i.v.
4
Este procedimiento puede realizarse si la ecografía no es concluyente
o no es diagnóstica y no se dispone de RM. Al repetir el estudio
de imagen en mujeres jóvenes, debe considerarse la dosis de
radiación acumulada. Véase el resumen de la revisión bibliográfica
para obtener información sobre el uso de medios de contraste.
TC pélvica sin contraste i.v.
2
Este procedimiento puede realizarse si la ecografía no es
concluyente o no es diagnóstica y no se dispone de RM. Al repetir
el estudio de imagen en mujeres jóvenes, debe considerarse
la dosis de radiación acumulada.
TC pélvica sin y con contraste i.v.
2
TC abdominal y pélvica
sin contraste i.v.
2
TC abdominal y pélvica
sin y con contraste i.v.
2
Escala de valoración:
1, 2, 3: por lo general no es apropiada; 4, 5, 6: puede ser apropiada; 7, 8, 9: por lo general es apropiada
*Relative radiation level
(nivel de radiación relativo)
hCG, gonadotropina coriónica humana; i.v., intravenoso; RM, resonancia magnética; TC, tomografía computarizada.
Tomado de https://acsearch.acr.org/docs/69503/Narrative/. El contenido de los AC del ACR se actualiza con regularidad y los usuarios deben visitar el sitio web
(https://www.acr.org/Clinical-Resources/ACR-Appropriateness-Criteria®) para acceder a la versión más actualizada y completa de los AC.
torsión ovárica demostrada en los que las pacientes presentan
un ovario agrandado o falta de flujo sanguíneo venoso a pesar
de la presencia de flujo sanguíneo arterial en la ecografía Doppler.6,7,10,11,13,14 La combinación de hallazgos anormales, en
particular el agrandamiento del ovario y la presencia de líquido
libre, aumenta la sensibilidad de la ecografía para detectar la
torsión ovárica.6,7,10,13,15 La detección de la torsión del pedículo vascular (el «signo del remolino»), que se observa como
una estructura redonda hiperecoica con franjas hipoecoicas
concéntricas o como una estructura tubular con ecos internos
heterogéneos,11 sugiere una torsión ovárica. Se han descrito
las sensibilidades y las especificidades de varios hallazgos ecográficos para la torsión ovárica:1,16
HALLAZGO
DE LA ECOGRAFÍA
Edema tisular
Ausencia de
vascularidad
intraovárica
Ausencia de flujo
arterial
Ausencia o flujo
venoso anormal
SENSIBILIDADa
21%
52%
ESPECIFICIDADa
100%
91%
76%
99%
100%
97%
aEstos valores representan estimaciones al alza y podrían ser más bajos en función
de la habilidad de los profesionales que realizan e interpretan la prueba.
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110
SECCIÓN 4 • Genitourinario
La ecografía también puede detectar otras entidades ginecológicas que pueden simular los síntomas de la torsión ovárica,
como quistes ováricos (simples, complejos y hemorrágicos),
abscesos tuboováricos y masas ováricas, así como etiologías no
ginecológicas, como la apendicitis.3,17
La ecografía es la modalidad de diagnóstico por imagen de
elección para todas las pacientes en las que se sospecha una
torsión ovárica, pero la presencia de flujo arterial mediante Doppler no puede utilizarse por sí sola para descartar este trastorno
en las pacientes cuyos síntomas y exploración son compatibles
con una torsión ovárica. El médico también debe tener en cuenta
los antecedentes, la exploración clínica y otros hallazgos de la
ecografía ovárica al interpretar los resultados de la ecografía.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC se utiliza con frecuencia durante la evaluación del dolor
abdominal. Con los pacientes pediátricos, deben practicarse los
principios ALARA (as low as reasonably achievable; cantidad de
radiación tan baja como sea razonablemente posible).
No existen unos criterios de TC bien definidos para la torsión
ovárica, pero hay hallazgos que sugieren este proceso. El aumento de tamaño de los ovarios, la presencia de líquido libre pélvico,
un pedículo vascular retorcido, la estriación de la grasa debida
a la inflamación y la desviación del útero hacia el lado de la
torsión han sido hallazgos de la TC observados en las pacientes
con torsión ovárica demostrada.7,10,13,18 Algunos estudios han
propuesto que un ovario bien visualizado y de aspecto normal en
la TC permite descartar la torsión; en estos estudios, las pacientes
con torsión ovárica demostrada presentaban anomalías en las
imágenes, como un ovario agrandado, líquido pélvico libre,
realce ovárico anormal, desviación del útero y torsión del pedículo.10,19-21 En particular, hay hallazgos de la TC que pueden
simular una torsión ovárica, como el embarazo ectópico, la
endometriosis, el quiste funcional hemorrágico o los tumores.18
Aunque la TC no es una modalidad de imagen de primera
línea para investigar la torsión ovárica y no se debe utilizar
como método exclusivo para descartar este diagnóstico, una
TC normal parece hacer menos probable la torsión. Esta modalidad puede ser útil si los hallazgos de la ecografía son dudosos
o indeterminados, pero sospechosos de torsión, o si se sospecha
una patología no ginecológica como la apendicitis.4,7,10,19,20 Sin
embargo, si está disponible, se prefiere la resonancia magnética
(RM) con contraste intravenoso (i.v.) a la TC como modalidad de
imagen de segunda línea para estudiar la patología ginecológica,
incluida la torsión ovárica, si la ecografía no es diagnóstica. Así
lo promulga la variante 2 de los AC del ACR.1
RESONANCIA MAGNÉTICA
Aunque tampoco es una modalidad de imagen de primera línea
para la torsión ovárica, la RM es excelente para visualizar las
estructuras müllerianas y los ovarios.6,7 Los hallazgos de la RM
que sugieren una torsión son similares a los que se observan con
la TC: agrandamiento de los ovarios, masas (bien visualizadas en
imágenes ponderadas en T2), torsión del pedículo y líquido libre
(al que la RM es muy sensible).4,7,10 Aunque se utiliza con poca
frecuencia para la torsión ovárica, la RM es el estudio de elección
para la patología ginecológica, incluida la torsión ovárica, tras
una ecografía pélvica no concluyente. La RM es especialmente
útil si se sospecha el diagnóstico de torsión ovárica en las pacientes pediátricas, embarazadas, con insuficiencia renal o con graves
alergias al contraste i.v. cuando se necesita una prueba de imagen
secundaria para aclarar los resultados de la ecografía.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Mientras se obtenía un acceso i.v., se cursó una interconsulta
al servicio de cirugía pediátrica. La paciente pareció mejorar
durante la exploración, aunque seguía con dolor. Se solicitó
una ecografía pélvica transabdominal. Se habló largo y tendido
con la paciente y sus padres sobre la necesidad de que la vejiga
urinaria estuviera llena; no consintieron la colocación de una
sonda urinaria. En su lugar, se administraron varios bolos de
suero fisiológico, y la paciente, tras el segundo bolo, declaró
que sentía una fuerte necesidad de orinar, momento en el que
se obtuvo la ecografía. Aquí se presentan algunas imágenes
escogidas de ese estudio. El ovario derecho está agrandado y el
parénquima ovárico es difusamente heterogéneo, con un quiste
o un folículo prominente y algunos folículos pequeños dispuestos
periféricamente. El ovario derecho parece estar desplazado hacia
la línea media de la pelvis y la evaluación con Doppler no mostró
un flujo arterial ni venoso claro en el ovario derecho; se muestra
la comparación con el ovario izquierdo (figs. 23.1-23.4).
Fig. 23.1 Imágenes ecográficas longitudinales y transversales que demuestran un ovario derecho
agrandado (flechas blancas) con una sutil lesión hipoecoica (flechas negras) que corresponde a
un quiste hemorrágico encontrado durante la cirugía. También se observan pequeños folículos
dispuestos periféricamente (flechas blancas abiertas).
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23 • Un dolor extraordinario: torsión ovárica
111
Fig. 23.2 Imágenes ecográficas Doppler color longitudinal y transversal del ovario derecho (flechas blancas).
El Doppler color y el Doppler espectral del ovario derecho no mostraron ningún flujo sanguíneo arterial
o venoso discernible en el ovario derecho agrandado. El único color que se veía sobre el ovario en estas
imágenes se debía a «ruido» de artefacto, más que a indicios de flujo sanguíneo.
Fig. 23.3 Imágenes ecográficas longitudinal y transversal que muestran un ovario izquierdo de aspecto
normal (flechas blancas).
Conclusión del caso
Con estos hallazgos de imagen, la paciente fue llevada al quirófano
para ser sometida a una exploración laparoscópica por los cirujanos pediátricos. Este procedimiento reveló un ovario parcialmente
torsionado, de aspecto algo oscuro, acompañado de un gran
quiste ovárico hemorrágico. Se practicó una detorsión del ovario
y se realizó una ovariopexia. El quiste hemorrágico fue extirpado.
Antes de finalizar la intervención, se evaluó el ovario izquierdo,
que resultó ser normal. La paciente se recuperó sin problemas.
La torsión ovárica (aunque este es el término comúnmente utilizado, «torsión anexial» es más exacto, ya que tanto el
ovario como la trompa de Falopio están afectados 11) tiene
implicaciones importantes si no se establece un diagnóstico y
un tratamiento rápidos. Este proceso suele ocurrir en mujeres
en edad reproductiva, pero la torsión pediátrica también se
produce durante la infancia y la niñez (incluso en el útero); se
desconoce la prevalencia exacta.13,15,22 Un estudio descubrió
que la torsión ovárica pediátrica era la causa del 2,7% de los
casos de dolor abdominal.6 Otro estudio halló que la incidencia
de la torsión ovárica en mujeres de 1-20 años de edad era de
4,9 por cada 100.000 pacientes.23 Una presentación clásica de
la torsión ovárica es la aparición aguda de un dolor intenso en
la parte inferior del abdomen, pero no siempre es así, ya que el
dolor puede ser leve o intermitente y puede ser difícil de apreciar
en la exploración física; otros síntomas son la irradiación del
dolor a la espalda, las náuseas y los vómitos.6,7,13,22 En última
instancia, aunque las imágenes pueden sugerir una torsión, el
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112
SECCIÓN 4 • Genitourinario
histológicas en los ovarios sometidos a 4 y 24 h de torsión,
pero se produjo daño irreversible después de 36 h.13 No obstante, las recomendaciones de tratamiento actuales avalan la
intervención quirúrgica lo antes posible y la interconsulta a un
especialista en ginecología o un cirujano cualificado.13
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Fig. 23.4 Imágenes de ecografía Doppler que demuestran el flujo arterial
y venoso del ovario izquierdo (flechas blancas). (A) Trazados de Doppler espectral del flujo sanguíneo del ovario izquierdo, y (B) imágenes
de Doppler color que muestran el flujo pulsátil en el ovario izquierdo
(flecha blanca abierta).
diagnóstico es clínico8 y se confirma durante la exploración y la
reparación quirúrgica. Los intentos de desarrollar un algoritmo
diagnóstico de la torsión ovárica mediante revisiones sistémicas
y bibliográficas no han tenido éxito.22
Los estudios han examinado los factores de riesgo, si es que
existen, para la torsión ovárica. Entre los factores predisponentes se encuentran los quistes ováricos (que son tres veces más
frecuentes en las cohortes de pacientes con torsión ovárica),
las masas ováricas, la hiperestimulación ovárica durante el
embarazo y las intervenciones quirúrgicas abdominales previas
(distintas de la histerectomía); sin embargo, es posible que las
pacientes más jóvenes no presenten estos factores predisponentes.4,6,7,10,24
El tratamiento de la torsión ovárica consiste en una intervención quirúrgica inmediata para restablecer el flujo sanguíneo y evitar la pérdida del ovario. Los estudios han apoyado la
detorsión del ovario en lugar de la ovariectomía directa para
intentar preservar la función ovárica, así como vigilar de cerca
el ovario afectado y realizar una cirugía de seguimiento si está
indicada.10 En la población pediátrica, se prefiere el abordaje
laparoscópico.6 Aunque la isquemia puede comenzar a las pocas
horas de iniciarse los síntomas, no existe un tiempo específi­
co que determine el límite de la viabilidad ovárica.13,25 Un estudio
que indujo la torsión en modelos de rata no mostró diferencias
1. La ecografía pélvica con Doppler es la prueba de imagen de
primera línea en pacientes con sospecha de torsión ovárica.
La disponibilidad, la ausencia de radiación ionizante y la
excelente capacidad para visualizar el ovario hacen que sea
una modalidad ideal.
2. La sensibilidad de la ecografía para detectar la torsión ovárica es variable (hasta el 85%) y depende del ecografista. La
evaluación del flujo sanguíneo arterial detectado por Doppler
no siempre es suficiente por sí sola para descartar la torsión
ovárica. La morfología ovárica, el flujo sanguíneo venoso y
el líquido libre, por ejemplo, son hallazgos de imagen importantes a la hora de evaluar la torsión ovárica. El clínico debe
tener en cuenta todos los hallazgos de un estudio ecográfico
a la hora de determinar si existe torsión.
3. La TC puede mostrar hallazgos indicativos de torsión ovárica, pero la TC es más útil como modalidad de imagen para
evaluar la sospecha de patología no ginecológica, como la
apendicitis. Un ovario agrandado/asimétrico, la presencia
de líquido libre, la torsión del pedículo y un realce ovárico
anormal son indicativos de torsión ovárica. Sin embargo, la
TC no es una modalidad de primera línea para detectar la
torsión ovárica y conlleva exposición ionizante, así como el
uso de contraste i.v. La TC por sí sola no debe utilizarse para
descartar o diagnosticar la torsión ovárica, sino que los resultados deben interpretarse en el contexto de la anamnesis y
la exploración.
4. La RM puede utilizarse en la evaluación de la torsión ovárica,
y es la prueba de imagen de segunda línea preferida, después
de la ecografía, para la patología ginecológica, incluida la
torsión ovárica. La ausencia de radiación ionizante hace que
esta modalidad sea atractiva en aquellas pacientes pediátricas con una ecografía no concluyente y en las embarazadas.
Sin embargo, la posible falta de disponibilidad, el tiempo
necesario para obtener la imagen y el coste la convierten en
una modalidad de imagen de segunda línea.
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24
Tanto dolor para nada:
cálculos renales
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
ECOGRAFÍA
Un varón de 11 años de edad refiere un dolor agudo en la fosa
iliaca izquierda y el flanco izquierdo, que comenzó 1-2 h antes
de acudir. El paciente no estaba realizando ninguna actividad en
particular; afirma que «estaba descansando» cuando comenzó
el dolor. Niega haber sufrido un traumatismo. No ha habido
fiebre, dolor de espalda, disuria, hematuria, dolor/hinchazón
testicular, ni otro tipo de dolor abdominal. Si bien no ha tenido
vómitos, sí refiere náuseas.
El paciente parece notar molestias en la exploración física, pero
no impresiona de gravedad. Las constantes vitales muestran una
temperatura de 36,6 °C, una frecuencia cardiaca de 100 latidos
por minuto, una frecuencia respiratoria de 22 respiraciones por
minuto, una presión arterial de 108/58 mmHg y una saturación
de oxígeno con aire ambiente del 100%. La exploración física es
anodina. No presenta puntos de dolor a la palpación abdominal,
signo de Blumberg ni defensa abdominal; tampoco hay dolor
a la palpación del ángulo costovertebral. La exploración de la
columna torácica y lumbar es normal. La exploración genital
revela un estadio II de Tanner; no hay edema, eritema ni dolor a
la palpación del escroto. Está circuncidado. La zona inguinal no
presenta masas evidentes y no hay dolor a la palpación.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Los estudios de imagen son útiles para determinar no solo la presencia de nefrolitiasis, sino también las complicaciones asociadas,
como la obstrucción ureteral y la hidronefrosis. Las principales
modalidades de imagen utilizadas durante la evaluación de un
paciente pediátrico con sospecha de nefrolitiasis están generalmente
disponibles, y son la ecografía y la tomografía computarizada (TC).
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple puede detectar cálculos radiopacos, pero
tiene una sensibilidad y una especificidad bajas (62 y 67%, respectivamente).1 Un estudio descubrió que la radiografía simple
de abdomen tiene un valor limitado como única modalidad
de imagen para identificar cálculos renales pequeños, que los
cálculos detectados mediante la radiografía de abdomen también
habían sido detectados en su mayoría mediante ecografía y que
la adición de la radiografía de abdomen a la ecografía no aumentaba la tasa de detección.2 Existen directrices que sugieren el uso
de una combinación de ecografía y radiografía simple para el
seguimiento de los cálculos renales diagnosticados,3,4 pero esto
sigue siendo algo controvertido y es mejor dejarlo a la discreción
de un urólogo pediátrico. Por regla general, la radiografía simple
tiene poca utilidad en la detección y el tratamiento agudo de los
cálculos renales y no suele utilizarse.
La ecografía es la modalidad de imagen de elección en los
pacientes pediátricos con sospecha de nefrolitiasis, y la tecnología ha mejorado en los últimos 10 años.5,6 La ausencia de
radiación ionizante y la disponibilidad general de esta técnica
son atributos que la hacen atractiva. La ecografía no es tan
sensible ni específica para la nefrolitiasis en comparación con
la TC,6-9 y los estudios anteriores han demostrado una sensibilidad de aproximadamente el 30-50% en comparación con
la TC sin contraste.10,11 Estudios recientes han descubierto
que la ecografía tiene una sensibilidad y una especificidad
del 70 y el 100%, respectivamente, y que es capaz de detectar
cálculos clínicamente significativos.6,7,9 Otro estudio demostró
una sensibilidad del 67% con una alta especificidad (97%) en
comparación con la TC sin contraste,12 lo que coincide con la
literatura publicada recientemente. En particular, se ha demostrado que la ecografía tiene una tasa de detección elevada
(90%) para los cálculos renales, pero una tasa baja (38%) para
los cálculos ureterales.1,8
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC se considera la modalidad de referencia para la detección
de nefrolitiasis, con una sensibilidad y una especificidad cercanas al 100%.1,3,5-7 Aunque este estudio es generalmente rápido y
no precisa contraste intravenoso (i.v.), la exposición del paciente
pediátrico a la radiación ionizante es motivo de preocupación.
Un estudio con casi 8.000 niños descubrió que, de media, los
pacientes pediátricos eran sometidos a dos estudios de TC por
un solo episodio de nefrolitiasis.13 En otro estudio, se observó
que el uso de la TC había aumentado y estaba vinculado a varios
factores demográficos del paciente (edad, raza y situación del
seguro), y mostraba una fuerte correlación con el hospital donde
se realizaba el tratamiento, que fue el factor más importante.13
Debido a la mejora de la tecnología y las técnicas ecográficas,
la TC puede utilizarse como estudio de segunda línea en los
pacientes con una alta sospecha de nefrolitiasis de acuerdo con
la anamnesis y la exploración física, pero en los que la ecografía
no es diagnóstica.3,4,6,7
En un esfuerzo por reducir la exposición a la radiación
ionizante, las sociedades profesionales han elaborado recomendaciones para el diagnóstico por imagen: la American
Urological Association (2012) y la European Association
of Urology (2013) han recomendado la ecografía como modalidad de diagnóstico por imagen de primera línea en los pacientes
pediátricos, reservando la TC para los pacientes con hallazgos dudosos en la ecografía o sin hallazgos en la ecografía
en el contexto de una fuerte sospecha clínica de un cálculo
renal.3,4,6,7,14 Estas recomendaciones están en consonancia
con la Society for Pediatric Radiology, el American College of
Radiology y la campaña Image Gently de la American Society
of Radiologic Technologists para reducir la exposición ionizante en los pacientes pediátricos.14
114
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24 • Tanto dolor para nada: cálculos renales
115
Fig. 24.1 Las imágenes ecográficas longitudinal y transversal del riñón izquierdo muestran la presencia
de cálculos renales ecogénicos (flechas).
Fig. 24.2 Las imágenes longitudinales del riñón izquierdo muestran un cálculo renal ecogénico y un
signo del «centelleo» asociado en el Doppler color (flechas). El signo del «centelleo», que consiste en
un foco de colores alternantes en las interfases acústicas bruscas, puede aumentar la visibilidad de los
cálculos en la ecografía, pero no es un signo específico de la presencia de cálculos.
Hallazgos de los estudios
de imagen
A este paciente se le realizó una ecografía renal. El riñón derecho
es normal en tamaño y textura ecográfica, con una diferenciación corticomedular normal y un espesor cortical renal normal;
el riñón izquierdo es normal en tamaño y textura ecográfica,
con una diferenciación corticomedular normal y un espesor
cortical renal normal (figs. 24.1-24.3). Hay un cálculo de 3 mm
localizado en el polo superior del riñón izquierdo y un cálculo de
4 mm en la porción media del riñón.
A modo de comparación, se presenta otro caso. Este niño
acudió con un dolor en el flanco derecho que se irradiaba al
hipocondrio derecho, junto con náuseas y vómitos no biliosos
ni sanguinolentos. La ecografía inicial no detectó la existencia
de un cálculo renal y, debido a la sospecha clínica, se realizó un
estudio de TC sin contraste. La TC reveló un cálculo de 2 mm
en el uréter derecho distal, adyacente a la unión ureterovesical
derecha. El uréter derecho está ligeramente dilatado y se observa
una leve hidronefrosis derecha (figs. 24.4-24.6).
Fig. 24.3 La imagen ecográfica longitudinal muestra un tamaño, una
textura ecográfica y un grosor cortical normales del riñón izquierdo, con
una leve dilatación de la pelvis renal izquierda (flechas).
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116
SECCIÓN 4 • Genitourinario
Fig. 24.4 La imagen axial de la tomografía computarizada (TC) sin contraste de la pelvis muestra un cálculo de 2 mm en la poción distal del
uréter derecho, adyacente a la unión ureterovesical derecha.
Fig. 24.6 La imagen coronal de la tomografía computarizada (TC) muestra un cálculo en la porción distal del uréter derecho (flecha roja) y una
dilatación de la pelvis renal derecha y de la porción distal del uréter
derecho (flechas).
Fig. 24.5 La imagen axial de la tomografía computarizada (TC) sin contraste muestra una leve dilatación de la pelvis renal derecha (flechas).
Compárese con la pelvis renal izquierda normal, no dilatada (flechas
abiertas).
Conclusión del caso
El niño recibió líquidos por vía i.v., ondansetrón i.v. y analgesia
con ketorolaco i.v., y gracias a esto el dolor desapareció. Un análisis de orina mostró hematuria macroscópica con 11-20 eritrocitos por campo de alta potencia, pero, por lo demás, era normal.
Se consultó al servicio de urología pediátrica, que recomendó
continuar con la hidratación y la analgesia. Como el niño respondió bien al tratamiento inicial y toleraba los líquidos orales,
se le dio el alta con una estrecha observación y seguimiento.
La nefrolitiasis pediátrica ha ido aumentando en los últimos
años, entre un 6-10% anual,1,5,6,15 con una incidencia de 50 por
cada 100.000 adolescentes.5 La mayoría de los cálculos están
compuestos por oxalato de calcio.6,7,16 Se han establecido varias
asociaciones con el aumento de la nefrolitiasis, entre las que se
incluyen el sexo, el nivel socioeconómico, la raza, los factores
geográficos y la dieta/ingesta de líquidos.1,5,6,15 Un estudio ha
propuesto que la obesidad puede ser un factor de riesgo para
la aparición de cálculos, ya que existe una asociación con un
pH urinario más bajo y un aumento del oxalato urinario, del
ácido úrico y de la excreción de sodio y fosfato,5,17 aunque esta
teoría no ha sido aceptada universalmente.5,18 La presentación
de la nefrolitiasis en los niños varía según los grupos de edad.
Los niños mayores y los adolescentes suelen quejarse de dolor
abdominal o en el costado, mientras que los niños más pequeños
suelen presentar síntomas más inespecíficos, como dolor abdominal vago, vómitos y náuseas. En particular, la hematuria no es
frecuente.5 Los bebés son más propensos a presentar irritabilidad
y vómitos.5,19
El tratamiento médico se basa en la probabilidad de que un
cálculo sea expulsado espontáneamente. Aunque parece que
el tamaño y la ubicación del cálculo son factores asociados
a la expulsión espontánea, se ha investigado poco sobre qué
factores tienen más probabilidades de favorecer la expulsión
espontánea de un cálculo, incluido el tamaño de este. Por
ejemplo, hay estudios que afirman que los cálculos menores
de 10 mm y situados en el uréter distal tienen más probabilidades de expulsarse espontáneamente,7,20 mientras que otros
estudios afirman que un tamaño inferior a 4 mm es razonable
para permitir el avance sin intervención.1,21 Sin embargo, los
estudios han demostrado que la probabilidad general de avance
de los cálculos es bastante buena.5,20,22 Se han realizado pocos
estudios pediátricos sobre el uso del tratamiento médico para el
manejo de la nefrolitiasis, pero ha habido varios estudios que
han evaluado la eficacia de la tamsulosina como tratamiento
médico, y han demostrado que la tamsulosina tenía cierta eficacia para promover el paso de los cálculos.19,23 El tratamiento
médico tiene más probabilidades de ser eficaz en los cálculos
más pequeños o de localización distal.3,24,25 Los niños más
pequeños tienen más probabilidades de presentar cálcu­
los renales, mientras que los niños mayores tienen más cálculos
ureterales; los niños más pequeños tienen más probabilidades
de expulsar los cálculos y de que el tratamiento médico tenga
éxito.26
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24 • Tanto dolor para nada: cálculos renales
Los cálculos con pocas probabilidades de expulsarse con
la observación o el tratamiento médico o los cálculos que causan
obstrucción y que probablemente no se expulsen justifican la
intervención quirúrgica. Las opciones quirúrgicas incluyen
la descompresión urinaria, la ureteroscopia y la litotricia extracorpórea por ondas de choque (LEOC). La LEOC es especialmente
atractiva, dado el carácter no invasivo de esta técnica y la elevada tasa de desaparición de los cálculos (entre el 70-100%,3,5,27
aunque otros estudios citan una tasa inferior, del 59-80%1,28),
y se ha convertido en el método de elección para los pacientes
pediátricos. Los niños con antecedentes urológicos tienen una
tasa de éxito de la LEOC inferior, de alrededor del 15%.1,29 Otra
ventaja de la LEOC es la posibilidad de realizar este procedimiento
con diversos tipos de cálculos. Existen complicaciones asociadas,
como la hematuria e incluso la formación de cicatrices renales,
pero son autolimitadas.1,5,27
La recurrencia de los cálculos es menos común en los pacientes pediátricos que en la población adulta. La recurrencia descrita es de aproximadamente el 16%,7,24 y algunos estudios
comunican tasas tan altas como de alrededor del 50%.1,30 La
hipercalciuria es un factor de riesgo conocido para la recurrencia de los cálculos.31
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple tiene un uso limitado en la evaluación
aguda de los pacientes pediátricos con sospecha de cálculos
renales. La radiografía simple combinada con la ecografía
puede ser útil para el seguimiento de los niños con cálculos
renales conocidos.
2. La ecografía renal es la modalidad de diagnóstico por imagen
de elección en los pacientes pediátricos con sospecha de
cálculos renales.
3. La TC sin contraste debe reservarse para los pacientes con
un alto grado de sospecha clínica de cálculos renales, pero
en los que la ecografía no es diagnóstica.
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¿No tienes más barriga?
Tumor de Wilms
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
Una niña de 14 meses acude remitida por su pediatra de atención
primaria por un aumento del perímetro abdominal y la presencia
de una masa abdominal. Desde hace 1 mes, el abdomen de la niña
ha ido aumentando de tamaño, tal y como señalan sus padres. No
ha habido fiebre asociada, vómitos, diarrea, traumatismos, dolor
de espalda, molestias urinarias, dificultad respiratoria o tos. Por lo
demás, el comportamiento de la niña es el habitual.
La exploración física revela una niña de buen aspecto y que no
aparenta tener molestias. Las constantes vitales son normales y
adecuadas a su edad. En la exploración abdominal llama la atención una evidente distensión abdominal y una masa palpable
en el flanco derecho. No hay sensibilidad, defensa abdominal ni
signo de Blumberg.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
ECOGRAFÍA
Esta modalidad de imagen es una opción de primera línea
en los pacientes pediátricos en los que se sospecha una masa
intraabdominal.1,2 Por lo general, el estudio es de fácil acceso
y no requiere sedación para llevarlo a cabo. Además, no conlleva exposición a la radiación ionizante y la ecografía permite
diferenciar entre las masas abdominales y otras causas de efecto
de masa como hidronefrosis, distensión intestinal o distensión
vesical. Estos atributos hacen que la ecografía sea una excelente
modalidad de cribado. El tumor de Wilms suele aparecer como
una masa bien definida que surge del riñón; sin embargo, cuando la masa es muy grande, el lugar de origen puede ser difícil de
determinar. También deben obtenerse estudios de flujo Doppler,
ya que el tumor de Wilms puede invadir la vena renal, la vena
cava inferior o, raramente, la aurícula derecha (denominado
tumor de Wilms intracardiaco).1
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple puede utilizarse inicialmente en los pacientes con distensión abdominal. Los hallazgos pueden ser inespecíficos y las masas pueden visualizarse o no. Como regla general,
la radiografía simple del abdomen no es útil para la detección de
masas abdominales por sí sola, pero proporcionará una vista del
patrón de gas intestinal, puede detectar calcificaciones y puede
mostrar un efecto de masa si hay un tumor intraabdominal, lo
que instará a realizar una prueba de imagen adicional, que podrá
ser una ecografía o un estudio de tomografía computarizada (TC).
Si se encuentra una masa abdominal sospechosa de tumor de
Wilms en las pruebas de imagen, la radiografía de tórax puede
resultar útil, ya que los pulmones son una de las principales
localizaciones de las metástasis de este tumor.1-4
La TC es una excelente modalidad de imagen utilizada para
evaluar la patología intraabdominal. Aunque es fácil y rápida, el
paciente se expone a la radiación ionizante. Debe utilizarse contraste intravenoso. Debe realizarse un estudio de TC de abdomen
y pelvis si la ecografía demuestra una masa renal; si se sospecha
de un tumor de Wilms, puede obtenerse además una TC de
tórax, ya que el pulmón es un lugar común de metástasis en
presencia de esta lesión, y hasta un 15% de los pacientes tienen
afectación pulmonar en el momento del diagnóstico.1-4 La TC de
tórax también puede utilizarse si la radiografía simple de tórax
es anormal.1,2,4 El tumor de Wilms se visualiza como una masa
sólida que se origina en el riñón, en la que el parénquima renal
se extiende rodeando el borde de la masa (el «signo de la garra»);
las calcificaciones dentro del tumor son posibles, pero no se ven
con frecuencia. Una vez finalizado el tratamiento, la TC se utiliza
para controlar la aparición de recidivas.5
La decisión de utilizar la radiografía simple o la TC para
la obtención de imágenes del tórax puede determinarse tras
consultar al servicio de oncología pediátrica y/o cirugía
pediátrica.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Esta modalidad de imagen, al igual que la TC, se utiliza como
prueba secundaria cuando la ecografía es anormal. Al igual
que la TC, la RM permite visualizar el riñón contralateral y
el contenido intraabdominal. Sin embargo, la disponibilidad
puede ser un obstáculo y generalmente se requiere sedación
para completar un estudio útil. La RM se utiliza a menudo como
modalidad de imagen para el seguimiento.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se revisó el estudio de TC (con contraste intravenoso) obtenido
por el médico de atención primaria. Aquí se ofrecen imágenes
seleccionadas. Se observa una gran masa renal, de aspecto sólido; el resto de los órganos intraabdominales parecen normales
(figs. 25.1-25.3).
Conclusión del caso
La paciente fue ingresada en el hospital; se consultó a los servicios de cirugía pediátrica y oncología pediátrica. Se realizó
una TC de tórax, que demostró la ausencia de afectación pulmonar. La niña fue sometida a una nefrectomía derecha y a la
extirpación del tumor. La anatomía patológica confirmó un
tumor de Wilms con histología favorable, y las biopsias de los
ganglios linfáticos intraabdominales fueron negativas para la
118
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25 • ¿No tienes más barriga? Tumor de Wilms
119
Fig. 25.1 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
intravenoso que muestra una gran masa abdominal derecha (flechas
blancas). El parénquima renal derecho se extiende alrededor del borde
posterior de la masa (el «signo de la garra», indicado por las flechas
abiertas), lo que confirma el origen renal de la masa.
Fig. 25.3 Imagen coronal de tomografía computarizada (TC) con contraste intravenoso que muestra una gran masa abdominal derecha
(flechas blancas) compatible con un tumor de Wilms.
Fig. 25.2 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
intravenoso que muestra una gran masa abdominal derecha (flechas
blancas). El parénquima renal derecho se extiende alrededor del borde
posterior de la masa (el «signo de la garra», indicado por las flechas
abiertas), lo que confirma el origen renal de la masa.
enfermedad. La paciente completó un ciclo de quimioterapia
apropiado para la extensión de la enfermedad y la histología.
El seguimiento posterior no reveló ninguna recurrencia de la
enfermedad.
El nefroblastoma pediátrico también se conoce por su nombre
más común, tumor de Wilms. Esta lesión lleva el nombre de
Max Wilms (1867-1918), un anatomopatólogo y cirujano que
estudió ampliamente este tumor.1
El tumor de Wilms representa el 5% de las neoplasias pediátricas, con una distribución equitativa entre hombres y mujeres y una edad media de presentación de entre 2 y 3 años.1,6
Aunque la mayoría de los casos son espontáneos, existe una
variedad familiar, que suele presentarse a una edad más temprana y que se debe a una mutación genómica heredada.1 La
presentación más común del tumor de Wilms es la de una masa
abdominal asintomática, aunque puede haber hematuria o
hipertensión.1,4,6 El tumor de Wilms puede asociarse a síndromes y afecciones genéticas, como el WAGR (Wilms tumor,
aniridia, genitourinary anomalies, and developmental retardation;
tumor de Wilms, aniridia, anomalías genitourinarias y retraso
del desarrollo); las anomalías genitourinarias observadas incluyen hipospadias y criptorquidia.1,4,6 Puede observarse aniridia,
que no es común en la población general.1 La aniridia en un
paciente pediátrico debe hacer que el médico indique el cribado
ecográfico del tumor de Wilms si el paciente tiene menos de
9 años de edad, ya que el tumor de Wilms no suele encontrarse
después de esta edad.1 El tumor de Wilms también puede observarse en los pacientes con síndrome de Beckwith-Wiedemann
y hemihipertrofia de las extremidades. Los pacientes con estas
afecciones deben someterse a un cribado sistemático del tumor
de Wilms.
El tumor de Wilms puede extenderse a los ganglios linfáticos
abdominales; las metástasis pulmonares y hepáticas también
son localizaciones comunes.1 El tumor de Wilms suele afectar
a un solo riñón. Sin embargo, el 5% de los pacientes tendrá
enfermedad bilateral o presentará otra lesión en el riñón contralateral en algún momento; el 7% puede presentar más de un
tumor renal primario; esto suele verse en los pacientes con la
variedad familiar de la enfermedad.1
El tratamiento del tumor de Wilms requiere un enfoque multidisciplinar. Es necesario consultar a los servicios de ciru­
gía pediátrica y/o urología pediátrica, así como al de oncología
pediátrica. El tumor de Wilms unilateral se trata mediante
resección; dependiendo del tamaño del tumor, se puede iniciar la
quimioterapia antes de la resección, pero esto no se recomienda
sistemáticamente en EE. UU., ya que el tratamiento previo con
quimioterapia puede alterar los estudios histológicos y podría
repercutir en la estadificación y el pronóstico.1,6 La decisión de
utilizar quimioterapia antes de la cirugía se toma de forma individual.1,4 Normalmente se realizan biopsias de los ganglios linfáticos
regionales, los nódulos hepáticos sospechosos y los nódulos pulmonares que no tienen el aspecto típico de un tumor de Wilms.1
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120
SECCIÓN 4 • Genitourinario
La estadificación del tumor de Wilms se basa en los resultados
radiográficos y quirúrgicos:1,4
Estadio I (37% de los tumores): limitado al riñón.
Estadio II (20% de los tumores): se extienden más allá de la
cápsula renal o al seno renal.
Estadio III (20% de los tumores): enfermedad abdominal residual
tras la resección.
Estadio IV (23% de los tumores): metástasis pulmonares o
hepáticas.
Estadio V (7-13% de los tumores): tumores bilaterales.
La quimioterapia se basa en el grado histológico así como
en la presencia de metástasis del tumor, y existe una variedad
de protocolos de tratamiento disponibles. 1,4 La radioterapia
abdominal tiende a evitarse por los posibles efectos a largo plazo
que puede tener en la función del riñón único restante, y suele
reservarse para los pacientes con enfermedad irresecable.5 Los
factores que sugieren un buen pronóstico son el estadio inicial
del tumor I o II, el tratamiento con vincristina y dactinomicina
únicamente, la ausencia de radioterapia previa y una histología
favorable.4,7
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple puede utilizarse inicialmente en los
pacientes con distensión abdominal para evaluar el patrón
de gas intestinal y puede demostrar signos sospechosos de
una masa intraabdominal. En los pacientes en los que se sos-
pecha un tumor de Wilms, se puede obtener una radiografía
de tórax, pero a menudo se pospone en favor de la TC.
2. La ecografía es una modalidad de imagen de primera línea
en los pacientes con sospecha de masas intraabdominales.
3. La TC de abdomen con contraste intravenoso es la modalidad
de imagen de elección para el seguimiento de los hallazgos
abdominales anormales en la ecografía. Si se sospecha la
existencia de un tumor de Wilms, se suele emplear la TC de
tórax, ya que los pulmones son el principal lugar de metástasis de este tumor.
4. La RM puede emplearse como modalidad de imagen de
segunda línea en los pacientes con una ecografía abdominal
anormal.
Bibliografía
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26
ATO (absceso tuboovárico):
tres letras que no quieres oír
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una niña de 11 años presenta un fuerte dolor en la parte dere­
cha del abdomen que comenzó hace 5 días. La paciente informa
de que se encontraba en su estado habitual de buena salud hasta
que experimentó el dolor, que inicialmente parecía generalizado,
intermitente y molesto, pero que se ha vuelto más constante,
agudo y ahora se localiza principalmente en la fosa iliaca dere­
cha. Hace 2 días tuvo fiebre de 38,8 °C. Refiere náuseas, pero
no vómitos, diarrea, hematuria o traumatismos; afirma tener
disuria. También asegura que tuvo dolor en el flanco derecho
hace varios días, que ya se ha resuelto. En general, está sana,
pero tiene antecedentes de infecciones urinarias frecuentes y
a los 2 años fue sometida a un reimplante ureteral en el lado
derecho por reflujo vesicoureteral. Comenzó a tener la mens­
truación hace varios meses, pero esta ha sido algo irregular y
ocasionalmente se ha asociado con dolor bilateral en las fosas
iliacas.
La exploración revela una niña visiblemente molesta que
refiere dolor en la fosa iliaca derecha. Está afebril, tiene una fre­
cuencia cardiaca de 118 latidos por minuto, una frecuencia res­
piratoria de 20 respiraciones por minuto y una presión arterial
de 120/80 mmHg. Presenta un dolor focal a la palpación de la
fosa iliaca derecha, con defensa abdominal y signo de Blumberg
moderados. No hay dolor a la puñopercusión de la fosa lumbar.
No hay signos de traumatismo.
Los valores de laboratorio demuestran un recuento total de
leucocitos de 11.000/mm3 en sangre periférica, un nivel de
proteína C reactiva de 2,4 mg/dl y un análisis de orina positivo
para nitritos, 1+ para esterasa leucocitaria, con pocos leucocitos
y pocas bacterias.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Dado que el diagnóstico de absceso tuboovárico (ATO) exige la
presencia de una masa inflamatoria, se suelen emplear estudios
de imagen.1
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple puede emplearse como modalidad de ima­
gen durante la evaluación del dolor abdominal, pero no es útil
para identificar el ATO.
ECOGRAFÍA
La ecografía se emplea a menudo como modalidad de imagen
de primera línea en las pacientes adolescentes con dolor
abdominal.2,3 La disponibilidad general, la rapidez del estu­
dio y la ausencia de radiación ionizante hacen que sea un
medio atractivo para evaluar los órganos reproductores. La
ecografía es útil para detectar la patología ovárica (torsión,
quistes, masas) y el embarazo, tanto intrauterino como
ectópico.
La ecografía transvaginal es la modalidad de imagen de
elección cuando se sospecha un ATO (o la ecografía trans­
abdominal con la vejiga llena).3 En un estudio, el 89% de las
pacientes con sospecha de patología ovárica se sometieron a
estudios de imagen, y de ellos, el 97% fueron ecografías pélvi­
cas.3 Un ATO se observa como una masa quística multilocula­
da compleja con paredes gruesas e irregulares, tabiques y ecos
internos.1,4-6 La sensibilidad de las ecografías transvaginal y
transabdominal para el diagnóstico del ATO es del 75 y el 83%,
respectivamente.7
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Esta modalidad se emplea a menudo cuando se sospecha una
enfermedad compleja o se considera un diagnóstico alternativo,
como una apendicitis o un proceso intestinal inflamatorio. La
TC puede tener ventaja sobre la ecografía para la visualización
de un ATO. En comparación con la ecografía, la TC puede tener
una mayor sensibilidad para detectar un ATO (78-100% frente al
75-82%, respectivamente) y una mayor especificidad (100 frente
al 91%). 1,8 Los hallazgos más frecuentes en la TC en
presencia de un ATO son la localización unilateral (73%), la
multilocularidad (89%) y las paredes gruesas y uniformes con
realce; otros hallazgos menos comunes son el engrosamiento
del intestino (59%), el engrosamiento del ligamento uterosacro
(64%) y el piosálpinx (50%).1,9,10 Un ATO se observa en la TC
como una masa quística multiloculada, tabicada, rodeada por
una pared gruesa con realce.11 Sin embargo, la TC requiere el
uso de contraste intravenoso y expone a la paciente a la radia­
ción ionizante.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM permite detectar un ATO. El absceso se observa como
una masa anexial uniloculada o multiloculada con paredes
gruesas que presentan un realce intenso, con una intensidad de
señal baja en las imágenes ponderadas en T1 y una intensidad
de señal alta y heterogénea en las imágenes ponderadas en T2,
aunque esto puede variar en función del contenido proteico
del absceso.10-12 También pueden observarse paredes gruesas,
múltiples tabiques internos y adenopatías.13 Esta modalidad
no suele emplearse como estudio de imagen de primera línea
en las pacientes con sospecha de ATO, pero puede utilizarse
si se sospecha una infección más compleja o unas anomalías
anatómicas genitourinarias subyacentes.
121
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122
SECCIÓN 4 • Genitourinario
Fig. 26.1 Imagen ecográfica transabdominal longitudinal que muestra
una gran masa quística y sólida compleja (flechas blancas) en el anexo
derecho, que contiene el ovario derecho (od), pero no se pueden definir
los bordes del ovario y hay un foco quístico posterior (q).
Fig. 26.2 Imagen ecográfica transversal que muestra una gran masa
quística y sólida compleja en el anexo derecho (flechas blancas), que
contiene el ovario derecho (od). La estructura quística posterior (q) se
ve como una estructura alargada, tubular y llena de líquido a lo largo
de la periferia, y es compatible con una trompa de Falopio dilatada. Se
observa el útero (út).
Hallazgos de los estudios
de imagen
Inicialmente, se obtuvo una ecografía abdominal limitada a la
fosa iliaca derecha para descartar una apendicitis. Se identificó
el apéndice, que era normal. Dado que la paciente había comen­
zado sus ciclos menstruales y debido a los episodios previos de
dolor en la fosa iliaca derecha asociados a estos ciclos, se obtuvo
una ecografía pélvica (transabdominal con la vejiga llena); aquí
se presentan varias imágenes. Los bordes del ovario derecho
son difíciles de visualizar, pero hay una estructura compleja
similar a una masa de 7,1 × 6,3 × 6,0 cm en el anexo derecho,
que contiene el ovario, con una estructura tubular dilatada
llena de líquido, situada periféricamente. El ovario izquierdo
mide 3,9 × 2,4 × 2,5 cm. El estudio Doppler color con análisis
espectral del flujo muestra un flujo sanguíneo arterial y venoso
normal en ambos ovarios (figs. 26.1-26.3). Aunque los hallaz­
gos no son específicos, el ovario derecho no parece normal y el
diagnóstico diferencial incluye una torsión ovárica (la presencia
de flujo arterial en el estudio Doppler de un ovario no descarta
la torsión ovárica) o un proceso infeccioso.
Fig. 26.3 Imagen Doppler color transversal que muestra el flujo sanguíneo
de la estructura ovárica en el anexo derecho. od, ovario derecho; út, útero.
Conclusión del caso
Se cursó una interconsulta al servicio de cirugía pediátrica para
que evaluara a la paciente en el servicio de urgencias. Se decidió
realizar un estudio de TC con contraste intravenoso, ya que la
anamnesis, la exploración física y los resultados de la ecografía
eran inespecíficos y se deseaba visualizar mejor el ovario y las
estructuras circundantes. Aquí se presentan algunas imáge­
nes escogidas de este estudio. Estas imágenes muestran que el
ovario derecho es grande, con bordes mal definidos, con una
gran estructura tubular dilatada alrededor del ovario derecho,
y también se observa edema circundante (figs. 26.4 y 26.5).
La paciente fue llevada al quirófano, donde se identificó y
drenó un ATO derecho. En los cultivos de este absceso crecieron
múltiples microorganismos, pero no Neisseria gonorrhoeae ni
Chlamydia trachomatis. En el cultivo de orina también se identifi­
Fig. 26.4 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
que muestra una compleja masa quística y sólida en el anexo derecho
(flechas blancas) y la presencia de líquido de baja densidad adyacente a
la masa (flecha negra). q, acumulación de líquido en el quiste.
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26 • ATO (absceso tuboovárico): tres letras que no quieres oír
Fig. 26.5 Imágenes coronales de tomografía computarizada (TC) con
contraste que muestran una compleja masa quística y sólida en el anexo
derecho (flechas blancas) (A, B); se aprecia el ovario izquierdo normal
(cabeza de flecha, A). También se observa el útero (út).
caron múltiples especies. La paciente evolucionó bien y fue dada
de alta 2 días después de la operación, con doxiciclina y metroni­
dazol como tratamiento. Se programó una visita de seguimiento
con cirugía pediátrica y medicina del adolescente. Después de
una exhaustiva investigación por parte de los servicios sociales
y el equipo terapéutico, no se identificaron indicios ni sospecha
de abusos sexuales en esta paciente.
El diagnóstico diferencial en las pacientes que presentan dolor
abdominal bajo y en las que se identifica una masa anexial en los
estudios de imagen es amplio. Las causas habituales son el emba­
razo ectópico, el ATO, los quistes ováricos, los tumores ováricos
y la torsión ovárica, y los síntomas de estas afecciones pueden
superponerse.2 Un estudio que analizó las variables clínicas y
la capacidad de reconocer el ATO en las pacientes adolescentes
con EPI descubrió que el ATO aparece cuando ha transcurrido
más tiempo desde la menarquia y las pacientes aparentan menos
gravedad, ya que la frecuencia cardiaca, la temperatura, la cifra
de leucocitos y la velocidad de sedimentación globular son más
bajos en comparación con las pacientes con EPI.14 Las adoles­
centes con ATO también tenían más probabilidades de haber
tenido una EPI anteriormente, lo que sugiere que la infección y
la inflamación previas están asociadas a la aparición de un ATO,
pero los signos y los síntomas clínicos pueden ser menos agudos
que en las pacientes sin ATO.14
Un ATO es el resultado de una infección del aparato genital
superior y puede provocar daños irreversibles en las trompas
123
de Falopio y los ovarios, con la consiguiente infertilidad.1,15 Las
pacientes sexualmente activas constituyen el grupo de mayor
riesgo de padecer EPI y ATO.14 La EPI es cualquier combinación
de endometritis, salpingitis, ATO y peritonitis pélvica. 1,16,17
Aunque N. gonorrhoeae y C. trachomatis suelen identificarse en la
EPI, es posible que estos microorganismos no sean tan frecuentes
como se pensaba, ya que se identifican en menos del 50% de las
pacientes diagnosticadas de EPI. Una amplia variedad de otros
microorganismos (Escherichia coli, Bacteroides fragilis, espe­
cies de Bacteroides, Peptostreptococcus, Peptococcus y estreptococos
aerobios) se han relacionado recientemente tanto con la EPI
como con el ATO.1,16-18
A menudo se considera que el ATO es el resultado final de la
EPI, pero en la literatura se ha descrito que solo hasta la mitad de
las pacientes con ATO han tenido EPI.14 Sin embargo, la EPI es
un factor de riesgo para la aparición de un ATO, y hasta un tercio
de las pacientes con EPI experimentan un absceso.1,4,15,19,20 La
tasa de ATO entre las adolescentes con EPI ha ido disminuyendo,
posiblemente debido a un mayor cumplimiento y una mejor apli­
cación de las guías para el diagnóstico y tratamiento de la EPI
de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades,
que en 2002 se ampliaron.3 Se formará un absceso debido a una
infección no tratada, que dará lugar a un proceso inflamatorio
que se extiende desde la trompa de Falopio hasta el ovario.1,4,15
La perfusión de la parte interna del absceso se ve comprometida,
lo que crea un entorno ideal para la proliferación de organismos
tanto aeróbicos como anaeróbicos. La microbiología asociada a
la EPI y el ATO suele ser polimicrobiana.1,21
En la literatura se han descrito casos de ATO en las pacientes
adolescentes no activas sexualmente, lo que pone de relieve
un punto importante: los ATO no son exclusivos de las pacien­
tes sexualmente activas. La literatura que ha investigado esta
población ha encontrado que la mayoría de las pacientes no
sexualmente activas con ATO tienen comorbilidades asociadas,
como infección ascendente secundaria a infección urinaria,
translocación bacteriana desde el tubo digestivo (p. ej., debido
a enfermedad de Crohn o apendicitis), cirugía pélvica previa,
anomalías genitourinarias congénitas o infecciones transmiti­
das por la sangre.19,22,23 El ATO también puede simular una
masa ovárica que en un principio hace pensar en un tumor.20
La EPI causada por N. gonorrhoeae y C. trachomatis se asocia
a un sangrado vaginal abundante o irregular.14 Sin embargo,
las pacientes con EPI pueden presentar síntomas sutiles o ines­
pecíficos, por lo que puede pasar desapercibida.1,16 No existe
ningún hallazgo de la anamnesis o de la exploración física que
sea específico de la EPI, y el diagnóstico clínico de la EPI tiene
un valor predictivo positivo del 65-90%.16,24,25 Los criterios
diagnósticos de la EPI comprenden:1,16,21
Dolor a la movilización del cuello uterino O dolor a la palpación del
útero O dolor a la palpación de los anejos.
Si uno de ellos está presente, debe iniciarse el tratamiento empírico
de la EPI.16 Además, la presencia de uno o más de los siguientes
criterios aumenta la probabilidad de que exista una EPI:1,16
Temperatura oral >38,3 °C; flujo cervical mucopurulento anormal
o friabilidad del cuello uterino; presencia de abundantes leucocitos
en la observación al microscopio del flujo vaginal en suero salino;
velocidad de sedimentación globular elevada; proteína C reactiva
elevada, e infección cervical por N. gonorrhoeae o C. trachomatis
confirmada por el laboratorio.
El dolor abdominal o pélvico y la fiebre son síntomas comunes
de presentación del ATO.1,2 También pueden observarse fiebre,
dolor pélvico, flujo/sangrado vaginal y náuseas.1 Las pacientes
pueden tener un dolor importante y la exploración física puede
ser difícil debido a las molestias.4 Aunque a menudo se observa
leucocitosis, las pacientes pueden tener un recuento total
de leucocitos normal.1,2
booksmedicos.org
124
SECCIÓN 4 • Genitourinario
El tratamiento del ATO puede complicarse por la demora
en la consulta médica característica de las pacientes adoles­
centes.14 Todas las pacientes diagnosticadas de EPI y/o ATO
deben someterse a pruebas de detección del virus de la inmuno­
deficiencia humana, gonorrea y clamidia.16 Existen numerosas
pautas de tratamiento para la EPI promulgadas por los Centros
para el Control y la Prevención de Enfermedades, que utilizan
tanto la vía oral como la parenteral y que pueden adminis­
trarse en el ámbito ambulatorio u hospitalario.16 No se ha
demostrado que ninguna pauta en particular sea superior a
otra; la cobertura debe incluir N. gonorrhoeae, C. trachomatis y
Mycoplasma genitalium, pero también estreptococos, bacterias
entéricas gramnegativas (E. coli, Klebsiella spp. y Proteus spp.)
y microorganismos anaerobios asociados a la vaginosis.1,16 Si
hay alguna duda sobre el cumplimiento de la paciente, debe
considerarse seriamente la hospitalización. Las pacientes con
un ATO deben ser ingresadas en el hospital para el tratamiento
médico y, en algunos casos, quirúrgico; otras situaciones clíni­
cas que justifican la consideración de la hospitalización son el
embarazo, otras posibles afecciones susceptibles de tratamiento
quirúrgico, la mala respuesta al tratamiento ambulatorio de
la EPI o las pacientes que impresionan de gravedad.16 No hay
datos que avalen la hospitalización sistemática de las adoles­
centes con EPI; sin embargo, estos criterios deben aplicarse
a esta población cuando se consideren las decisiones tera­
péuticas.16 Todas las parejas sexuales deben ser evaluadas y
tratadas.
Debe prestarse especial atención al abuso sexual o el tráfico
sexual en cualquier paciente de edad pediátrica con EPI o ATO.
La infección documentada por gonorrea y/o clamidia fuera
de la edad neonatal se considera generalmente sospechosa de
abuso sexual,1,26 y el médico debe recabar una anamnesis social
exhaustiva. Los servicios sociales o las fuerzas del orden deben
intervenir si hay sospecha de cualquiera de las dos situaciones,
y todos los estados de EE. UU. tienen leyes de notificación obli­
gatoria. Además, debe ofrecerse y comentarse la profilaxis del
virus de la inmunodeficiencia humana, junto con la evaluación
y el tratamiento de la vaginosis bacteriana y la infección por
tricomonas, si está indicado.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple puede utilizarse para investigar el dolor
abdominal, pero no tiene ningún papel en el diagnóstico de
un ATO.
2. La ecografía es la modalidad de imagen inicial preferida
cuando hay sospecha de un proceso ovárico, como una
torsión o un ATO.
3. La TC puede detectar un ATO, pero no es una prueba de
imagen de primera línea. Suele utilizarse cuando la ecografía
es dudosa, cuando se sospecha una enfermedad compleja
o cuando se consideran diagnósticos alternativos (p. ej.,
apendicitis, enfermedad inflamatoria intestinal).
4. La RM puede detectar un ATO, pero no se utiliza como moda­
lidad de imagen de primera línea. Las indicaciones de uso son
similares a las de la TC, pero la RM tiene la ventaja de evitar
la radiación ionizante y, por tanto, es útil en las pacientes
pediátricas y embarazadas. La RM también proporciona
imágenes multiplanares y detalles adicionales del aparato
genitourinario que pueden ser útiles, especialmente si se
sospechan anomalías de dicho aparato.
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27
No pierdas la cabeza:
problemas relacionados
con derivaciones
ventriculoperitoneales (VP)
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
ECOGRAFÍA
Una lactante de 83 días, con antecedentes de hidrocefalia congénita y acumulación crónica de líquido subdural, presenta
mayor irritabilidad y disminución de la ingesta oral desde hace
1 semana. Tiene una derivación ventriculoperitoneal (VP) que
se colocó poco después del nacimiento; no ha realizado ninguna
revisión desde la colocación de la derivación. La madre refiere
que no ha habido fiebre, vómitos, diarrea ni erupción cutánea,
y que la diuresis ha sido adecuada. Dice que la niña fue atendida
por su pediatra de atención primaria hace varios días y que
observó un aumento del perímetro cefálico en comparación
con las mediciones anteriores, pero no puede dar más detalles
excepto que le dijo que pidiera una cita de seguimiento con el
neurocirujano pediátrico de la niña.
La exploración física es la de una niña irritable, pero no
impresiona de gravedad. Está afebril, la frecuencia respiratoria
es de 40 respiraciones por minuto y la frecuencia cardiaca es de
180 latidos por minuto. No se documenta la presión arterial. La
fontanela anterior parece tensa, aunque la madre no sabe decirle
cómo está la fontanela normalmente. Se puede palpar el tubo
de derivación en la parte parietal derecha del cuero cabelludo;
no se palpa el reservorio. El resto de la exploración es anodina.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Una serie de radiografías simples, más conocida como serie
de derivación, suele ser el primer paso en la evaluación de un
posible mal funcionamiento de la derivación. El propósito de
estas imágenes es examinar el tubo de derivación en busca de
grietas, dobleces o desconexiones. Una serie completa evaluará
toda la longitud de la derivación. El tubo suele estar enrollado
en la cavidad peritoneal para tener en cuenta el crecimiento
del paciente y reducir el número de revisiones necesarias para
compensar el crecimiento de un niño. Sin embargo, recientemente se ha cuestionado la utilidad de la serie de derivación
tradicional.1,2 Algunos expertos han propuesto pasar directamente a los estudios de neuroimagen cuando se sospecha un
mal funcionamiento de la derivación, dada la baja sensibilidad
de la radiografía simple para detectar este tipo de problemas.1,2
Los ajustes de las válvulas de derivación programables en
una derivación pueden verse en una «proyección de válvula».3
Esta proyección puede utilizarse para confirmar los ajustes de
la derivación.
La ecografía se ha utilizado para evaluar el diámetro de la vaina
del nervio óptico como medida de la presión intracraneal y ha
comenzado a considerarse como prueba de imagen para evaluar
un posible mal funcionamiento de la derivación.4-6 En algunos
estudios, cuando se combina con la radiografía simple de la serie
de derivación, la ecografía ha demostrado ser útil para detectar
el mal funcionamiento de la derivación en los pacientes con
una baja probabilidad preliminar de mal funcionamiento de
la derivación.4 Sin embargo, otro estudio en el que se utilizó la
ecografía ocular como única modalidad de imagen para detectar
el mal funcionamiento de la derivación mostró una sensibilidad
y una especificidad bajas.5 Se necesitan más investigaciones para
comprender el posible papel de la ecografía en los pacientes con
sospecha de mal funcionamiento de la derivación.
NEUROIMAGEN
Tomografía computarizada (TC)
La TC, que suele estar disponible y se realiza sin contraste intravenoso para esta indicación, ofrece una evaluación rápida del
tamaño de los ventrículos del niño, lo que ayuda al médico a
determinar si existe un mal funcionamiento de la derivación.
Rara vez se requiere sedación. La TC expone al paciente a la
radiación ionizante. Estos niños a menudo se han sometido a
múltiples estudios, y el potencial de secuelas de la exposición
a la radiación ionizante es acumulativo. La minimización de la
duración y la cantidad de exposición a la radiación mediante
la práctica de los principios ALARA (as low as reasonably achievable; cantidad de radiación tan baja como sea razonablemente
posible) contribuye a mitigar este riesgo. Se han propuesto
protocolos de TC de uso limitado; un centro inició un estudio
piloto con un protocolo de cuatro cortes (a la altura del tercer
ventrículo, el cuarto ventrículo, el ventrículo lateral y los ganglios basales) para evaluar el tamaño ventricular.7 Otro centro
elaboró un protocolo clínico que utilizaba una cobertura total
(es decir, una visualización completa del cerebro), pero una TC
craneal con dosis reducida y eliminaba las series de derivación
por radiografía habituales, de manera que solo se realizaban
radiografías simples dirigidas para indicaciones específicas. Los
resultados mostraron que este protocolo clínico reducía la dosis
efectiva de radiación de la TC en aproximadamente un 50% y
disminuía la dosis efectiva de las radiografías en un 64%, sin
efectos adversos en la atención al paciente.8 La TC puede ser la
única opción disponible (incluso en centros pediátricos especializados), y el riesgo de complicaciones por no identificar el mal
funcionamiento de la derivación o por retrasar el tratamiento
puede ser importante.
126
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27 • No pierdas la cabeza: problemas relacionados con derivaciones ventriculoperitoneales (VP)
127
Resonancia magnética (RM)
La RM se ha utilizado cada vez más en la evaluación de la derivación VP.9 No supone exposición a la radiación ionizante y no
requiere contraste intravenoso. La RM de adquisición rápida se
ha convertido en una alternativa a la RM cerebral convencional,
ya que permite una buena visualización del tamaño ventricular
con un tiempo de exploración corto. La precisión diagnóstica
es comparable a la de la TC, y la necesidad de sedación ha disminuido con los protocolos de adquisición rápida.4,10
Hay varias cuestiones que complican el uso de la RM. A me­
nudo, la RM no está disponible a discreción, ni siquiera en
los centros pediátricos. El tiempo requerido para completar un
estudio adecuado a veces requiere el uso de sedación, particularmente en los pacientes agitados, aunque la RM de adquisición
rápida ha hecho que esta necesidad sea menos común.
La mayoría de las válvulas de derivación VP programables
son compatibles con la RM. Sin embargo, algunas válvulas de
derivación programables se programan mediante imanes, y la
RM podría restablecer los ajustes actuales de la derivación. Es
importante averiguar si el niño tiene una derivación programable y si es preciso revisar los ajustes de la válvula de derivación
después de la exploración. Se puede realizar el estudio, pero será
necesaria una «proyección de válvula» (una radiografía simple
de una sola proyección) después de la RM para confirmar que
los ajustes no han cambiado.3,10
Independientemente del método de neuroimagen utilizado,
hay dos aspectos importantes a tener en cuenta. En primer lugar,
la experiencia en la interpretación de la neuroimagen pediátrica
es importante para determinar si existe un mal funcionamiento
de la derivación. En segundo lugar, los estudios de neuroimagen
previos son fundamentales. Debe hacerse una comparación
entre los resultados del estudio de neuroimagen actual y los de
estudios anteriores. Lo ideal es que se comparen modalidades
similares, pero es aceptable la comparación de la TC actual con
una RM anterior y viceversa.
Fig. 27.1 Proyección anteroposterior del tubo de derivación intacto.
Hallazgos de los estudios
de imagen
A esta niña se le realizó una serie radiográfica de derivación
(figs. 27.1-27.4) y una RM de adquisición rápida (figs. 27.527.7). Se presentan imágenes seleccionadas.
La serie de derivación identificó la derivación VP. No se apreció
desconexión evidente ni rotura del tubo.
La RM de adquisición rápida es bastante reveladora. En comparación con las imágenes anteriores, la punta de la derivación se encuentra ahora en el manto cortical parietal derecho,
sin comunicación con el sistema ventricular. En el intervalo
transcurrido entre las imágenes anteriores y las actuales, se ha
producido un aumento de la acumulación crónica de líquido
subdural y del tamaño del ventrículo lateral. Estos hallazgos son
compatibles con fallo en la derivación.
Conclusión del caso
La hidrocefalia congénita tiene múltiples etiologías. El tratamiento suele consistir en descargar el aumento de la presión
intracraneal mediante la colocación de una derivación, que
puede ser VP o de drenaje a otras localizaciones, como lumboperitoneal o ventriculoauricular. La derivación VP es la
más frecuentemente utilizada en los pacientes pediátricos. La
infección de la derivación se observa con mayor frecuencia en
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Fig. 27.2 Proyección lateral del tubo de derivación intacto.
128
SECCIÓN 5 • Neurología
Fig. 27.3 Proyección lateral del tubo de derivación intacto (flechas).
Se observa un área normal de radiolucencia en las zonas de conexión
alrededor de la válvula de derivación (puntas de flecha).
Fig. 27.4 Proyección anteroposterior del tubo de derivación (flecha).
Fig. 27.5 Imagen axial de la resonancia magnética (RM) que muestra el
agrandamiento de los ventrículos laterales, que presentan un aspecto
dismórfico (V), y la acumulación crónica de líquido subdural (flechas).
Se observa la punta de la derivación (punta de flecha), pero no se ve
ninguna derivación en los ventrículos laterales.
Fig. 27.6 Imagen axial de la resonancia magnética (RM) que muestra
una acumulación bilateral crónica de líquido subdural (flechas) y un
agrandamiento de un ventrículo dismórfico (V).
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27 • No pierdas la cabeza: problemas relacionados con derivaciones ventriculoperitoneales (VP)
Fig. 27.7 Imagen axial de la resonancia magnética (RM) en la que se
observa un mayor recorrido del tubo de derivación (flechas) que en
la figura 27.5, pero sigue sin verse que la derivación se extienda a los
ventrículos (V).
129
2. Una serie de derivación, que consiste en varias proyecciones
radiográficas simples, es útil para determinar la desconexión, la rotura o el acodamiento de la derivación. En estas
imágenes debe visualizarse la derivación completa. Algunos
expertos dudan de la utilidad de la serie de derivación tradicional para detectar el mal funcionamiento de la derivación,
excepto en los casos de rotura del tubo de derivación.
3. La TC sin contraste es una modalidad de imagen rápida que
puede identificar hallazgos de un posible mal funcionamiento
de la derivación. Aunque generalmente está disponible, debe
tenerse en cuenta la exposición a la radiación. Se pue­
de considerar la posibilidad de realizar un estudio de TC craneal
con menos dosis.
4. La RM de adquisición rápida es un estudio excelente para
evaluar el mal funcionamiento de la derivación. Tiene como
desventajas la disponibilidad limitada y la necesidad ocasional de sedación.
5. Los estudios de neuroimagen previos son importantes. La
comparación del tamaño ventricular actual con el anterior,
el grado de hidrocefalia (si está presente) y la visualización
general del cerebro y las estructuras asociadas pueden
ayudar a determinar si existe un mal funcionamiento de la
derivación.
6. No se debe retrasar la interconsulta al servicio de neurocirugía o el traslado (si está indicado) a un centro pediátrico
para obtener un estudio de neuroimagen en los pacientes
con hallazgos clínicos preocupantes o compatibles con un
fallo de la derivación, especialmente en los niños en estado
crítico. La obtención de un estudio de neuroimagen antes
de la interconsulta al neurocirujano es ideal, pero no debe
retrasar el tratamiento.
Bibliografía
el periodo agudo posterior a la colocación de la derivación (los
primeros 1-2 meses después de la cirugía).4 Una complicación
más común de la derivación es el fallo de esta, de manera que se
produce una derivación excesiva o insuficiente de líquido cefalorraquídeo, lo que provoca una serie de síntomas. Estos síntomas
pueden ser inespecíficos y a veces sutiles; consisten en vómitos,
irritabilidad, disminución del nivel de conciencia y cefalea.
A la hora de evaluar a estos pacientes, resulta útil preguntar al
cuidador del niño si este ha presentado un cambio brusco en su
comportamiento habitual.
Los estudios de neuroimagen se emplean habitualmente para
determinar si existe un mal funcionamiento de la derivación.
Se ha cuestionado hasta qué punto es útil repetir los estudios
de imagen en estos niños, sobre todo teniendo en cuenta la
exposición a la radiación ionizante que supone la TC.11 La utilización de la RM, especialmente la RM de adquisición rápida,
puede mitigar dicha exposición y las posibles complicaciones
asociadas a ella.
Dado el aparente cambio de tamaño ventricular y la localización de la derivación con respecto al estudio de neuroimagen
anterior, se cursó una interconsulta al servicio de neurocirugía pediátrica y el niño fue llevado al quirófano para revisar la
derivación.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Los niños con derivaciones VP pueden presentar una variedad de síntomas que quizás indiquen un mal funcionamiento
de la derivación. En estos pacientes se debe utilizar el diagnóstico por imagen si se sospecha de un mal funcionamiento
de la derivación.
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28
Más que una migraña:
masa intracraneal/
meduloblastoma
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
cha y el equilibrio.1 La realización de estudios de neuroimagen
debe considerarse en los niños que presenten estos hallazgos.
Presentación del caso
Un varón de 6 años, sin antecedentes médicos significativos,
presenta cefaleas desde hace 2 semanas. El dolor de cabeza se
describe como difuso y, aunque se produce durante todo el día,
parece ser peor por la noche, llegando a despertarle. También
ha tenido, a diario, vómitos no biliosos y no sanguinolentos a
primera hora de la mañana durante la última semana. No se
queja de dolor abdominal y no ha tenido fiebre ni diarrea. No
parece tener cambios en la visión y los padres niegan que presente dificultad para deambular o problemas de equilibrio. Hay
numerosos antecedentes familiares de migrañas, que padecen
tanto la madre como las hermanas mayores. El niño fue atendido
por su pediatra de cabecera unos días después de que comenzaran los dolores de cabeza y le diagnosticó probables migrañas.
Se le recetó magnesio por vía oral y se pidió a la madre que
llevara un registro diario de los dolores de cabeza y que le diera
ibuprofeno si el paracetamol no le ayudaba. La madre siguió
estas instrucciones; el ibuprofeno y el paracetamol inicialmente
proporcionaron cierto alivio, pero ahora no parecen ayudar. El
niño no ha realizado ningún viaje recientemente y ningún otro
miembro de la familia con la que convive ha tenido dolores de
cabeza al mismo tiempo que él.
La exploración física del niño revela que no tiene fiebre, la
frecuencia cardiaca es de 83 latidos por minuto, la frecuencia respiratoria es de 24 respiraciones por minuto y la presión arterial
es de 103/69 mmHg. No impresiona de gravedad, pero se queja
de dolor de cabeza. Es normocefálico y no hay signos de traumatismo. Las pupilas son iguales y reactivas; no hay fotofobia ni
nistagmo. Camina sin dificultad y presenta el mismo tono y fuerza
en todo el cuerpo. No se observan erupciones ni lesiones cutáneas.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple no es útil en la evaluación del paciente
pediátrico con cefalea.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC se utiliza a menudo como modalidad de imagen de primera
línea para detectar una patología intracraneal.3 Esta modalidad está fácilmente disponible en la mayoría de los ámbitos de
urgencias y emergencias. Si se sospecha una masa intracraneal,
se puede utilizar un estudio sin contraste.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Esta modalidad de imagen es el método preferido para visualizar
la patología intracraneal, incluidos los tumores cerebrales, y a
menudo se obtiene tras la detección de una masa cerebral en la
TC. Las técnicas convencionales de RM pueden proporcionar
información anatómica sobre las dimensiones y la localización
de un tumor cerebral; las técnicas avanzadas de RM, como las
imágenes ponderadas por difusión, la RM funcional y las imágenes con tensor de difusión, pueden utilizarse para obtener información fisiológica sobre la hemodinámica y la celularidad.4 Los
impedimentos para el uso de la RM incluyen el tiempo necesario
para completar un estudio y la falta de disponibilidad inmediata
en muchos casos. En los niños pequeños, a menudo se requiere
sedación para realizar el estudio.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Hallazgos de los estudios
de imagen
En un contexto agudo, las causas comunes de la cefalea pediátrica incluyen las enfermedades víricas y la migraña.1 La decisión
de realizar estudios de imagen en un paciente pediátrico con
cefalea se basa en la anamnesis y los hallazgos de la exploración
física. La mayoría de las cefaleas en la población pediátrica no se
deben a una patología intracraneal. Más del 90% de los niños
que presentan una masa intracraneal tendrán otros hallazgos
en la anamnesis o en la exploración física.2 Los signos de alarma
de la anamnesis son el empeoramiento progresivo de la cefalea,
despertarse en mitad de la noche por la cefalea, cefalea matutina
al despertarse, vómitos matutinos al despertarse, duración de
los síntomas inferior a 6 meses y ausencia de antecedentes familiares de migraña. Los signos de alarma de la exploración física
son los hallazgos neurológicos focales, el empeoramiento de la
cefalea con la maniobra de Valsalva y las alteraciones de la mar-
El niño se sometió a una TC cerebral sin contraste. Se identificó
una gran masa hiperdensa relativamente homogénea centrada en el cuarto ventrículo que mide 3,4 × 3,9 × 3,5 cm,
sin calcificaciones internas significativas. La masa obstruye
completamente el cuarto ventrículo, con dilatación de moderada a grave de los ventrículos laterales y tercero (hidrocefalia)
(figs. 28.1-28.3).
Conclusión del caso
Dados los resultados de los estudios de imagen, se consultó al
servicio de neurocirugía pediátrica. Se instauró tratamiento con
dexametasona intravenosa (0,6 mg/kg/dosis cada 6 h) y el niño
fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos pediátricos.
130
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28 • Más que una migraña: masa intracraneal/meduloblastoma
Fig. 28.1 Imagen axial de la tomografía computarizada (TC) que muestra
una gran masa homogénea hiperdensa en la fosa posterior (flechas)
que ocupa y obstruye el cuarto ventrículo. El tercer ventrículo (flecha
abierta) y las astas temporales de los ventrículos laterales (punta de
flecha) están dilatados.
Fig. 28.2 Imagen axial de la tomografía computarizada (TC) que muestra
un aumento de tamaño de ambos ventrículos laterales, compatible con
una hidrocefalia obstructiva.
131
Fig. 28.3 Imagen axial de un estudio de tomografía computarizada (TC)
que muestra un aumento de tamaño de las astas frontales (flechas) y
temporales (puntas de flecha) de ambos ventrículos laterales, así como
una dilatación del tercer ventrículo (flecha abierta), compatible con una
hidrocefalia obstructiva.
Al día siguiente, el niño fue sometido a una RM del cerebro y
de toda la columna vertebral. La masa se visualizó de nuevo
(fig. 28.4). Las imágenes de la columna vertebral revelaron
extensión leptomeníngea (fig. 28.5). Varios días después, el niño
fue sometido a una craneotomía suboccipital para la resección
del tumor del cuarto ventrículo con disección microscópica y
colocación de un drenaje ventricular externo. Se ofrece una
imagen seleccionada de la RM postoperatoria (fig. 28.6). El
paciente toleró bien el procedimiento. Se consultó al servicio
de oncología pediátrica y se instauró una pauta adecuada de
quimioterapia y radioterapia.
Los tumores cerebrales son la segunda neoplasia maligna
más frecuente y el tumor sólido más común en los pacientes
pediátricos.5-7 El meduloblastoma se produce en la fosa posterior,
representa entre el 10-15% de los tumores cerebrales pediátricos
y posee capacidad de diseminación leptomeníngea. 3,8 Estos
tumores son más comunes en la primera década de vida, con
un pico de incidencia bimodal a los 3-4 años y los 8-10 años de
edad.8 Este tumor ha sido descrito como la neoplasia cerebral
pediátrica más común,5 y las tasas de supervivencia global a los
5 años han mejorado desde el 30% en la década de 1960 hasta
más del 80% en las últimas décadas,9,10 dependiendo de la edad
y las características del tumor.
Los síntomas causados por el meduloblastoma suelen evolucionar rápidamente debido a la gran velocidad de crecimiento
típica de estos tumores. Los síntomas se deben al aumento de la
presión intracraneal y la disfunción cerebelosa. La irritabilidad,
la disminución de la capacidad mental, los vómitos, los dolores
de cabeza (especialmente por la mañana) y los cambios de comportamiento son signos habituales del aumento de la presión
intracraneal. Los síntomas debidos a la disfunción cerebelosa
dependen de la localización del tumor. Los tumores de la línea
media del cerebelo tienden a producir ataxia del tronco; los de
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132
SECCIÓN 5 • Neurología
Fig. 28.4 Imagen axial de la resonancia magnética (RM) que muestra
una masa (flecha) que ocupa y dilata el cuarto ventrículo.
Fig. 28.6 Imagen axial de la resonancia magnética (RM) ponderada en
T1 postoperatoria que muestra la cavidad (flechas) en la fosa posterior
tras la resección macroscópica de la masa.
Fig. 28.5 Imagen sagital de la resonancia magnética (RM) ponderada
en T1 con contraste que muestra una diseminación leptomeníngea con
una lesión con realce a lo largo de la superficie posterior de la médula
espinal torácica (flecha). La masa primaria se ve de nuevo en la fosa
posterior (flechas abiertas).
los hemisferios se manifiestan como ataxia de extremidades.8
Pueden presentarse déficits de los pares craneales debidos a la
compresión directa o a consecuencia del aumento de la presión
intracraneal.
Los estudios de neuroimagen están indicados para localizar
el tumor e identificar las complicaciones asociadas. La TC y
la RM son las modalidades de imagen más utilizadas para
este fin. Ambas modalidades de imagen pueden revelar signos
indicativos de meduloblastoma. En la TC se observan como
tumores hiperdensos (algunos con calcificaciones) que surgen del cerebelo (el vermis es una localización común) y se
extienden al cuarto ventrículo. A menudo se identifica hidrocefalia, con borramiento y dilatación del cuarto ventrículo
y dilatación de los ventrículos laterales y tercero.8 En la RM,
estos tumores son hipointensos con respecto a la sustancia
gris en las imágenes ponderadas en T1 con realce heterogéneo,
de iso- a hiperintensos con respecto a la sustancia gris en las
imágenes ponderadas en T2, e hiperintensos en las secuencias
de inversión-recuperación con atenuación de líquidos, y muestran una difusión restringida en las imágenes ponderadas
por difusión.3,8 Es conveniente obtener imágenes de toda la
columna vertebral, ya que el meduloblastoma es propenso a
la diseminación leptomeníngea.3,8
El tratamiento del meduloblastoma depende de la edad del
paciente y la clasificación del tumor. Se emplea una combinación de resección quirúrgica, radioterapia y quimioterapia.
La resección quirúrgica es la piedra angular del tratamiento
en todos los pacientes, y si los hallazgos radiográficos son
compatibles con el diagnóstico de meduloblastoma, no está
indicada la biopsia.8 Se recomienda la quimioterapia en todos
los pacientes, ya que se ha demostrado que mejora los resultados.8,11 La radioterapia es eficaz y se recomienda cuando
es posible.9
Los pacientes mayores de 3 años se estratifican en las categorías de riesgo estándar y riesgo alto, en función de la medición
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28 • Más que una migraña: masa intracraneal/meduloblastoma
del tumor residual postoperatorio y de la presencia o la ausencia
de metástasis:
Riesgo estándar (menos de 1,5 cm2 de enfermedad residual
postoperatoria): estos pacientes son tratados con radiotera­
pia postoperatoria y quimioterapia adyuvante. La tasa de supervivencia global a 5 años es del 85%.8,12
Alto riesgo (más de 1,5 cm2 de enfermedad residual post­
operatoria): estos pacientes son tratados con radioterapia postope­
ratoria y quimioterapia adyuvante. La tasa de supervivencia
global a 5 años es del 70%.8,13
Los lactantes o los niños menores de 3 años con meduloblastoma constituyen una categoría peculiar de pacientes.
Los resultados generales son desfavorables en estos pacientes,
en comparación con los niños mayores. La radioterapia tiene
un impacto negativo en el desarrollo neurológico de los niños
pequeños; por tanto, este componente de la pauta típica de tratamiento del meduloblastoma se omite en estos niños, que pueden
ser tratados solo con resección quirúrgica y quimioterapia.8,9
Varios estudios han comunicado unas tasas de supervivencia
sin progresión a 5 años y de supervivencia global del 38-50%
y el 43-80%, respectivamente, utilizando esta estrategia de
tratamiento.8,14-16
Los pacientes con meduloblastoma recidivante tienen un
mal pronóstico en general; las tasas de supervivencia a 5 años
comunicadas son de aproximadamente el 25%.8,17 Las opciones
de tratamiento incluyen la repetición de la resección quirúrgica
y de la radioterapia, la quimioterapia en dosis altas y el tratamiento con células madre.8,18,19 Para los niños pequeños que
inicialmente no eran candidatos a la radioterapia, los estudios
han demostrado que, en algunos casos, la administración de
radioterapia en este grupo de edad es eficaz.20
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Los hallazgos de la anamnesis y la exploración física ayudarán a identificar qué niños con cefalea requieren estudios de
neuroimagen. En aquellos con signos de alerta debe considerarse este tipo de estudios.
2. La TC sin contraste es la modalidad de imagen inicial más
utilizada en los pacientes pediátricos con sospecha de tumores intracraneales en el ámbito de los cuidados intensivos, ya
que esta modalidad es rápida y fácilmente disponible.
3. La RM es el método de referencia para la obtención de imágenes intracraneales en los pacientes pediátricos con sospecha
de un tumor intracraneal. Sin embargo, es posible que la RM
no esté disponible en el contexto de urgencias y a menudo
requiere sedación en los niños pequeños. Cuando la RM no
está disponible o no es factible en el contexto de urgencias,
se puede realizar una TC sin contraste y reservar la RM como
prueba secundaria cuando esté indicada.
4. Las técnicas avanzadas de RM, como las imágenes ponderadas por difusión, pueden utilizarse para proporcionar
información sobre la celularidad del tumor, la hemodinámica
y otras características fisiológicas que resultan útiles para el
tratamiento del tumor.
5. A menudo, las características de las imágenes y la localización de un tumor proporcionan indicios sobre el diagnóstico
probable en los pacientes pediátricos.
133
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29
Glioma pontino intrínseco
difuso: GPID
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una niña de 4 años acude con sus padres, que indican que la
niña «no camina bien» y «se tambalea» desde hace 3 semanas. Sufrió un traumatismo craneal 1 mes antes del motivo de
consulta actual, pero no hubo pérdida del conocimiento en ese
momento y la caída fue desde una silla a un suelo de madera,
lo que corresponde a una altura de menos de 60 cm. En ese
momento, no parecía estar lesionada y se encontraba en su
estado habitual hasta el inicio de los síntomas actuales. No
refieren fiebre, enfermedades recientes, vómitos, dolor de cuello,
dolor de espalda ni incontinencia. La familia ha observado que
los «ojos tienen un aspecto raro» y que parece «tener problemas
para enfocar la vista». También ha estado babeando (algo nuevo
en esta niña) y presenta dificultades para hablar de reciente
aparición, ya que la niña ha tenido un desarrollo adecuado.
La exploración física revela unas constantes vitales adecuadas
para su edad y la niña no presenta ningún tipo de malestar
general. Es normocefálica y no hay signos de traumatismo. Las
pupilas son redondas e igualmente reactivas a la luz y no hay
fotofobia. La niña tiene ptosis bilateral y parece tener dificultades
para enfocar los objetos. Tiene el mismo tono y fuerza en todo el
cuerpo, pero, cuando deambula, se observa ataxia y dismetría.
Babea y es difícil entenderla cuando habla.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El diagnóstico por imagen suele emplearse en los pacientes con
síntomas neurológicos generales, como una cefalea intensa, y
hallazgos neurológicos focales (como ataxia o una exploración
neurológica anormal), o si hay síntomas que hacen sospechar
un proceso intracraneal, como vómitos, cambios en la visión
o hallazgos preocupantes en la anamnesis (como despertarse
en mitad de la noche con cefalea, vómitos a primera hora de la
mañana, cefalea persistente o empeoramiento de la cefalea).1
Las opciones de pruebas de imagen incluyen la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM); la modalidad
que se emplee depende, en gran medida, de la anamnesis, la
exploración física y los recursos del centro.
Aunque el uso de los estudios de neuroimagen se ha convertido en algo habitual para la evaluación de diversos síntomas
en las poblaciones de pacientes pediátricos, como la conmoción
cerebral,2,3 las convulsiones sin causa conocida, la cefalea2,5 y
los mareos,2,6 los estudios de neuroimagen pueden no estar indicados en todos los pacientes. En varios estudios sobre la ataxia
aguda y subaguda en los pacientes pediátricos se encontraron
trastornos que requerían intervención en aproximadamente
el 13% de los pacientes a los que se les realizaron pruebas de
imagen.2,7 Cabe destacar que las características clínicas más
predictivas de las anomalías en las pruebas de imagen fueron la
edad del niño (los niños mayores tenían trastornos intracranea-
les más graves), la duración de los síntomas (más de 3 días era
significativa) y la presencia de signos neurológicos adicionales
en la exploración, como déficits de los pares craneales o hemiparesia.2,7 Los déficits de los pares craneales se asocian a una
variedad de patologías intracraneales, incluidas las enfermedades desmielinizantes y los tumores; más del 80% de los niños
con lesiones ocupantes de espacio tendrán signos de aumento de
la presión intracraneal, además de ataxia.2,8 Por tanto, es una
constelación de síntomas y hallazgos de la exploración lo que
lleva al clínico a sospechar un proceso intracraneal, más
que los síntomas individuales por sí solos.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta modalidad no tiene ningún papel en la evaluación de
pacientes pediátricos con hallazgos neurológicos focales.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC se utiliza a menudo como modalidad de imagen de primera
línea para detectar patología intracraneal. Esta modalidad está
fácilmente disponible en la mayoría de los ámbitos de urgencias
y emergencias y no requiere sedación. Si se sospecha una masa
intracraneal, se puede realizar un estudio sin contraste.
RESONANCIA MAGNÉTICA
La RM es el método preferido para visualizar la patología intracraneal, incluidos los tumores cerebrales, y a menudo se obtiene
tras la detección de una masa cerebral en la TC. En los casos con
un alto grado de sospecha, la RM es apropiada como prueba de
imagen inicial o tras una TC con hallazgos poco reveladores o
inespecíficos. Las técnicas convencionales de RM pueden proporcionar información anatómica sobre las dimensiones y la
localización de un tumor cerebral; las técnicas avanzadas de
RM, como las imágenes ponderadas por difusión, la RM funcional y las imágenes con tensor de difusión, pueden utilizarse
para obtener información fisiológica sobre la hemodinámica
y la celularidad.9 Los obstáculos al uso de la RM son el tiempo
necesario para completar un estudio y la falta de disponibilidad
inmediata en muchos casos. En los niños pequeños, a menudo
se requiere sedación para completar el estudio.
Hallazgos de los estudios
de imagen
La anamnesis y la exploración física de la niña hacían pensar
en un proceso intracraneal, especialmente una lesión ocupante
de espacio. Se realizó un estudio de TC sin contraste; se proporcionan imágenes seleccionadas. Se observa un agrandamiento
difuso y baja atenuación en todo el tronco del encéfalo, pero
particularmente en la región de la protuberancia, así como
134
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29 • Glioma pontino intrínseco difuso: GPID
135
Fig. 29.2 Imagen axial de resonancia magnética (RM) ponderada en T1
que muestra una masa de baja intensidad de señal que expande el tronco del encéfalo (flechas) y comprime el cuarto ventrículo (flecha abierta).
Fig. 29.1 Imagen axial de un estudio de tomografía computarizada (TC)
que muestra una gran masa de baja densidad en la protuberancia que
expande el tronco del encéfalo (flechas) y comprime/afecta el cuarto
ventrículo (flecha abierta).
compresión y borramiento del cuarto ventrículo, pero sin hidrocefalia; estos hallazgos son sospechosos de un glioma de tronco
del encéfalo (fig. 29.1).
A la luz de estos hallazgos de los estudios de imagen, la niña
se sometió a una RM del cerebro y de la columna vertebral con
y sin contraste intravenoso. Se proporcionan imágenes seleccionadas. Se requirió sedación para completar el estudio. Este
estudio reveló una gran masa pontina hiperintensa en T2 sin
realce ni hemorragia, con cierta extensión exofítica alrededor
de la arteria basilar, y compresión del cuarto ventrículo sin
hidrocefalia (figs. 29.2 y 29.3). No hay diseminación del tumor
por el líquido cefalorraquídeo.
Conclusión del caso
En vista de los resultados de los estudios de imagen, la niña fue
diagnosticada de glioma pontino intrínseco difuso (GPID). Se
consultó a los servicios de neurocirugía pediátrica y oncología
pediátrica y fue ingresada para recibir radioterapia planificada.
En este caso, la familia solicitó una biopsia, pero, después de
extensas discusiones, optaron por no realizar el procedimiento.
La niña empezó a recibir radioterapia. A modo de comparación,
se proporciona una RM de seguimiento que demuestra una
ligera disminución del tamaño del tumor con necrosis central, probablemente secundaria a la respuesta a la radioterapia
(fig. 29.4).
El GPID es una de las principales causas de muerte por tumores cerebrales pediátricos, con una supervivencia media de
9 meses; el 90% de los niños fallece en los 2 años siguientes al
diagnóstico inicial, con una tasa de supervivencia inferior al
1% a los 5 años.10-12 Curiosamente, los pacientes con un tumor
Fig. 29.3 Imagen de resonancia magnética (RM) axial ponderada en T2
que muestra una masa de alta intensidad de señal en T2 que expande
el tronco del encéfalo (flechas) y comprime el cuarto ventrículo (flechas
abiertas).
predominantemente exofítico, los tumores en los pacientes con
neurofibromatosis o los tumores que se originan cerca de los
pedúnculos cerebelosos o la unión cervicobulbar tienen una
evolución ligeramente más favorable.12 El tumor se origina en
la parte ventral de la protuberancia y es el glioma pediátri­
co del tronco encefálico más común (80% de todos los tumores
del tronco encefálico), ya que afecta a unos 300-400 niños
al año.12-14 Se han descrito diseminación al mesencéfalo y el
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136
SECCIÓN 5 • Neurología
radioterapia es el tratamiento de referencia, ya que contribuye
a aliviar los síntomas (a veces proporcionando una mejoría) y
prolonga la supervivencia; sin este tratamiento, la supervivencia
media es de 5 meses.10,12,17 La quimioterapia se ha utilizado
en todas las fases del proceso de radioterapia, sin que se haya
observado un aumento de la supervivencia.18-21 Los recientes
avances en el conocimiento genómico del GPID pueden ayudar
a idear futuros tratamientos para este devastador tumor.10,21,22
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La TC sin contraste es una modalidad de imagen inicial
comúnmente utilizada para los pacientes con cefalea en los
que la anamnesis o la exploración física suscitan sospechas
de una masa o una patología intracraneal, especialmente en
el contexto agudo, cuando la RM puede no estar disponible
o ser factible.
2. La RM se utiliza como prueba inicial para esta indicación
o como estudio secundario una vez que se ha realizado la
imagen inicial con TC. Aunque esta modalidad puede utilizarse como prueba inicial, la disponibilidad y la necesidad
de sedación son factores que deben tenerse en cuenta en el
contexto de la fase aguda.
3. El GPID tiene un aspecto distintivo en los estudios de neuro­
imagen, lo que a menudo elimina la necesidad de una biopsia.
Fig. 29.4 Imagen de resonancia magnética (RM) tras la radioterapia. La
imagen axial de RM ponderada en T1 tras la radioterapia muestra una
leve disminución del tamaño del tumor (flechas) con un foco de necrosis
dentro de la lesión (flecha abierta).
cerebelo, diseminación leptomeníngea y extensión supratentorial.15,16 Este tumor es agresivo y tiene muy mal pronóstico.
Los síntomas son rápidamente progresivos, y las manifestaciones clínicas son el resultado de la compresión de las estructuras
nerviosas que rodean a la parte ventral de la protuberancia. La
mayoría de los pacientes diagnosticados de este tumor presentan
los síntomas durante menos de 1 o 2 meses.10,12 Un signo inicial
y un indicativo de mal pronóstico es la presencia de parálisis del
sexto par craneal (nervio motor ocular externo), que da lugar a
una desconjugación de la mirada y diplopia; se ha descrito debilidad en las extremidades y la cara, y también pueden observarse
debilidad y alteraciones de la marcha.10,12 La llamada tríada
clásica del GPID (ataxia, dismetría y disartria) se observa solo
en la mitad de los pacientes con este tumor.10,12
El diagnóstico del GPID se basa en la exploración física y los
hallazgos radiográficos. Debido a la naturaleza infiltrante del
tumor, puede haber hallazgos característicos en los estudios de
neuroimagen, especialmente en la RM. Se puede observar lo
siguiente:10-12
1. Márgenes tumorales mal delimitados.
2. La arteria basilar se ve englobada.
3. Afecta a más del 50% del diámetro axial de la protuberancia.
4. Ausencia de realce con el contraste de gadolinio intravenoso.
Tradicionalmente, la biopsia quirúrgica no se recomienda
ni se ofrece. Esto se ha basado en el patrón de imagen que se
utiliza para diagnosticar el GPID, los riesgos asociados percibidos
con el procedimiento de la biopsia y el hecho de que la biopsia
no se utiliza para dirigir el tratamiento.10,12 Sin embargo, la
recomendación de no realizar una biopsia ha empezado a ser
cuestionada, y en algunos países se realiza la biopsia cuando
las imágenes radiológicas no son claras.10
Las opciones de tratamiento son limitadas. Debido a la naturaleza infiltrante y la invasión de las estructuras del tronco del
encéfalo por este tumor, la resección quirúrgica no es posible. La
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30
Este comportamiento
no es normal: infarto lacunar
e ictus pediátrico
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP, y BHAIRAV PATEL, MD
Presentación del caso
Un varón de 17 años presenta entumecimiento en el lado derecho de la cara y debilidad en las extremidades de forma intermitente durante el último mes. Hace varias horas, el paciente
notó que tenía dificultades para deambular al levantarse de
la cama debido a la debilidad, lo que hizo que se cayera. Pudo
evitar hacerse daño al estabilizarse con una silla. Volvió a tumbarse y luego llamó a su madre, que observó que farfullaba al
hablar. Fue llevado en ambulancia a un centro sanitario, donde
le dijeron que estaba «bien» y le dieron el alta. Su madre lo llevó
entonces a urgencias para que lo evaluaran porque se sentía
débil y volvía a farfullar al hablar; también se observó que tenía
la mitad derecha de la cara descolgada. Niega cambios en la
visión, episodios de ataxia, alteración del estado de conciencia,
enfermedades recientes y traumatismos recientes. No tiene
antecedentes médicos ni familiares significativos.
La exploración física revela un paciente de buen aspecto y sin
molestias. Las constantes vitales son adecuadas para su edad,
incluida la tensión arterial. En la exploración física destaca el
descolgamiento de la mitad derecha de la cara, la desviación
de la lengua hacia la derecha y la debilidad de la extremidad
superior derecha. No presenta otros déficits neurológicos.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Los pacientes pediátricos que presenten síntomas que hagan
pensar en un ictus, o que hayan tenido un ictus anteriormente y
exista la preocupación de que se haya repetido, deben someterse
a una prueba de imagen lo antes posible.1 Hay varias opciones
disponibles para el médico.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)/
ANGIOGRAFÍA POR TOMOGRAFÍA
COMPUTARIZADA (ATC)/VENOGRAFÍA
POR TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (VTC)
La ATC y los estudios de perfusión también pueden realizarse
en los niños con sospecha de episodios isquémicos, y se utilizan
a menudo en los pacientes en los que la resonancia magnética
(RM) podría estar contraindicada, como aquellos con implantes
cocleares u otros dispositivos médicos que no son compatibles
con la RM.1 La VTC es muy útil para detectar trombosis del seno
cavernoso.3,4
ANGIOGRAFÍA POR RESONANCIA MAGNÉTICA (ARM)/
VENOGRAFÍA POR RESONANCIA MAGNÉTICA(VRM)
La RM es una modalidad excelente para la obtención de imágenes de pacientes en los que se sospecha un episodio isquémico.
Un protocolo típico de ictus incluye secuencias de inversiónrecuperación con atenuación de líquidos, imágenes ponderadas por difusión, imágenes ponderadas por susceptibilidad y
secuencias T1.2 Ciertas secuencias de la RM son muy sensibles
para detectar hemorragias parenquimatosas, hemorragias
subaracnoideas (especialmente las secuencias de inversiónrecuperación con atenuación de líquidos e imágenes ponderadas
por susceptibilidad) y, mediante técnicas de perfusión, el flujo
sanguíneo cerebral, el volumen sanguíneo cerebral y los tiempos
de tránsito.1,2,5 La ARM y la VRM pueden utilizarse para evaluar
la permeabilidad de los vasos sanguíneos cerebrales y también
la anatomía vascular, y los estudios de imagen vasculares deben
realizarse cuando se sospecha que la causa del ictus es isquémica
o hemorrágica.1-3 La RM es más sensible que la TC para la isquemia aguda y es mejor para evaluar la fosa posterior, y puede ser
útil para diagnosticar trastornos que simulan un ictus.3
El International Pediatric Stroke Study Neuroimaging Consortium recomienda la RM como estudio de imagen de primera
línea.3,4 Debido al tiempo necesario para realizar el estudio,
puede ser necesaria la sedación, especialmente en los pacientes más jóvenes. Existen protocolos de adquisición rápida que
algunas instituciones han implantado, pero sigue siendo un
estudio de 20 min, y la sedación, incluso cuando se utilizan estos
protocolos, puede seguir siendo necesaria.3
ECOGRAFÍA
Esta modalidad de imagen es rápida y suele estar disponible, pero
implica la exposición a radiación ionizante. La TC sin contraste
es útil para detectar hemorragias y cambios característicos del
ictus isquémico en las 6 h siguientes al inicio del proceso isquémico, pero antes de este plazo, el estudio puede ser anodino.1,2
La sensibilidad y la especificidad de la TC para el ictus pediátrico
no han sido validadas en estudios, pero la opinión de los expertos
para su uso se ha basado en la extrapolación y la aplicación de
los datos existentes en los adultos.1 La TC sin contraste es la
modalidad de imagen inicial utilizada en los pacientes con una
anamnesis y una exploración sospechosas de un ictus hemorrágico y, en algunos casos, isquémico.
Esta modalidad es útil en los neonatos o los niños con fontanelas
abiertas, ya que permite obtener imágenes del parénquima
cerebral, aunque la visualización de la fosa posterior puede
ser limitada.1 La lesión isquémica del parénquima puede verse
como áreas de mayor ecogenicidad con efecto de masa.1 Sin
embargo, se ha demostrado que la ecografía es menos sensible
que la TC y la RM para detectar lesiones isquémicas.1,6 Aunque
esto limita la utilidad de la ecografía craneal en la detección de
isquemia, la disponibilidad, la ausencia de radiación ionizante y
la portabilidad de esta modalidad hacen que sea útil para evaluar
la hemorragia parenquimatosa, la hemorragia intraventricular
y la anatomía general del cerebro en los neonatos.
138
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30 • Este comportamiento no es normal: infarto lacunar e ictus pediátrico
139
ANGIOGRAFÍA POR CATÉTER
La angiografía cerebral es útil para evaluar las malformaciones
vasculares y es una modalidad precisa para evaluar la vasculatura
cerebral, ya que proporciona un gran detalle de los vasos sanguíneos, incluso de los vasos más pequeños y las ramas, aunque la
probabilidad de identificar una anomalía vascular en los pacientes
con una RM normal es baja.1,7 La angiografía también puede ser
terapéutica si se dispone de especialistas en neurorradiología intervencionista. Sin embargo, la utilización de esta prueba tiene varias
limitaciones. La angiografía por catéter a menudo solo está disponible en centros pediátricos especializados y puede ser necesaria
la sedación en los niños pequeños, ya que el riesgo de lesión arterial
durante el procedimiento es mayor en los niños que no cooperan.1
Hallazgos de los estudios
de imagen
En vista de la anamnesis y la exploración física, se tomó la
decisión de realizar estudios de imagen. Se realizó una RM
cerebral, con y sin contraste intravenoso. Aquí se presentan
imágenes seleccionadas de ese estudio. Estas imágenes muestran un área focal de difusión restringida que afecta al cuerpo
estriado izquierdo y la corona radiada izquierda, sin indicios de
hemorragia aguda, y un presunto infarto lacunar crónico en la
región talamocapsular izquierda (figs. 30.1 y 30.2).
Conclusión del caso
Se cursó una interconsulta al servicio de neurología pediátrica.
El paciente también fue sometido a una ATC de cabeza y cue-
Fig. 30.1 Resonancia magnética (RM) (imagen axial ponderada en
difusión) que muestra un área de difusión restringida que afecta al
cuerpo estriado izquierdo/corona radiada izquierda sin hemorragia
aguda (flecha blanca).
Fig. 30.2 Resonancia magnética (RM) (imagen axial ponderada en
difusión) que muestra un área de difusión restringida que afecta al
cuerpo estriado izquierdo/corona radiada izquierda sin hemorragia
aguda (flecha blanca).
llo, que fue normal. Inicialmente se le administró heparina no
fraccionada y también se consultó al servicio de hematología
pediátrica. Después de una extensa conversación entre la familia
y los especialistas, se cambió la anticoagulación por antiagregación con ácido acetilsalicílico. Los síntomas se resolvieron
en 48 h. Fue sometido a un seguimiento estrecho por los servicios de neurología y hematología pediátrica y no presentó más
síntomas. Las imágenes de seguimiento (se presentan algunas
imágenes seleccionadas) muestran encefalomacia y gliosis en la
localización del infarto agudo previo (figs. 30.3 y 30.4).
El ictus es un acontecimiento cerebrovascular que puede
ser isquémico o hemorrágico. Mientras que aproximadamente el 80% de los accidentes cerebrovasculares en los adultos
son isquémicos, solo aproximadamente el 55% de los accidentes cerebrovasculares pediátricos son isquémicos.1,7-9 La
incidencia de los accidentes cerebrovasculares pediátricos es
de 2-3/100.000 niños al año en EE. UU.10,11 Más de la mitad
de los pacientes pediátricos que han sufrido un ictus tendrán
discapacidades cognitivas y motoras y hasta un tercio tendrá
ictus recurrentes.9 Los infartos lacunares no son frecuentes en
la población pediátrica. Los infartos lacunares afectan a una
rama de una arteria cerebral que, cuando se ocluye, produce
un pequeño infarto no cortical. Estas ramas se originan en el
polígono de Willis, la arteria cerebral media o la arteria basilar.
Existen comorbilidades que se asocian a los accidentes cerebrovasculares isquémicos y hemorrágicos en los pacientes
pediátricos. Entre ellas se encuentran la anemia de células
falciformes, las anomalías vasculares, la hipertensión, las cardiopatías congénitas, los traumatismos de la cabeza y el cuello,
los trastornos de la coagulación y las infecciones.1,6,10,12-15 Las
lesiones de la pared vascular son también un factor de riesgo
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140
SECCIÓN 5 • Neurología
de ictus isquémico en esta población.11 Aproximadamente, la
mitad de los pacientes pediátricos tienen un factor de riesgo
de ictus previamente identificado en el momento del infarto, y
tras una evaluación completa, hasta dos tercios tienen más de
un factor de riesgo identificable; sin embargo, hasta un tercio
de los pacientes pediátricos con ictus no tienen una etiología
subyacente aparente.1,9,13
ANEMIA DE CÉLULAS FALCIFORMES
Los pacientes con anemia de células falciformes tienen un
mayor riesgo de sufrir un ictus en comparación con la población
general. En los pacientes con anemia de células falciformes que
sufren un ictus, entre el 60-90% presentarán anomalías de la
vasculatura cerebral en la angiografía o la ARM, como estenosis
y oclusiones.10,16,17
ANOMALÍAS VASCULARES/ANEURISMAS
Fig. 30.3 Resonancia magnética (RM) de seguimiento (secuencia de
inversión-recuperación con atenuación de líquidos) en plano axial que
muestra encefalomacia y gliosis en la localización del infarto agudo
previo (flecha blanca).
Los aneurismas sintomáticos no son comunes en los pacientes
pediátricos.1 Los aneurismas cerebrales pueden estar asociados
a enfermedades genéticas, como el síndrome de Ehlers-Danlos,
la coartación de la aorta y la poliquistosis renal autosómica
dominante. Los pacientes pediátricos pueden presentar una
hemorragia subaracnoidea, intraventricular o intracerebral, y
las anomalías vasculares están presentes en un amplio abanico
de edades, incluidos los recién nacidos.1 Un estudio demostró
que el 70% de los niños con anomalías vasculares presentaban
ictus recurrentes, mientras que los niños sin anomalías vasculares no tenían ninguno.8
ARTERIOPATÍA CEREBRAL FOCAL
Una de las causas más comunes de ictus en un niño previamente
sano es la arteriopatía cerebral focal de la infancia, o ACF, que
también se conoce como arteriopatía cerebral transitoria. La
fisiopatología exacta no se conoce bien. Se trata de una enfermedad aguda y monofásica que provoca una estenosis unilateral de
las arterias cerebrales intracraneales, que afecta principalmente
a la circulación anterior y que sitúa al niño en un alto riesgo de
sufrir un ictus recurrente (hasta un 25% en el plazo de 1 año).18-20
Los virus del herpes, especialmente el de la varicela y el virus
del herpes simple tipo 1, han sido identificados como posibles de­
sencadenantes de la ACF, a consecuencia de la inflamación
de las paredes de los segmentos arteriales afectados.19,20-22 Los
pacientes pediátricos con ACF pueden tener una rápida progresión en días o semanas, y la progresión rápida se asocia con un
riesgo de isquemia recurrente.19,21,23 Se ha demostrado que los
pacientes que presentan arteriopatías con realce en las imágenes
de la pared vascular tienen un mayor riesgo de progresión de la
arteriopatía que los que no presentan realce.19,21,23
HIPERTENSIÓN
La hipertensión es un conocido factor de riesgo de ictus en la
población adulta y puede ser un factor de riesgo de ictus en los
pacientes pediátricos.8,9,12,13 Una serie de casos de pacientes
pediátricos demostró una asociación significativa entre una
presión arterial superior al percentil 90 y las anomalías arteriales cerebrales.13
Fig. 30.4 Resonancia magnética (RM) de seguimiento (secuencia de
inversión-recuperación con atenuación de líquidos) en plano axial que
muestra encefalomacia y gliosis en la localización del infarto agudo
previo (flecha blanca).
CARDIOPATÍAS
Los pacientes pediátricos con cardiopatías congénitas complejas con cortocircuito de derecha a izquierda y cianosis son
propensos a sufrir un ictus, pero este puede estar asociado a
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30 • Este comportamiento no es normal: infarto lacunar e ictus pediátrico
cualquier lesión cardiaca.1 El ictus es más frecuente entre los
pacientes con cardiopatías no corregidas.1,24 El ictus también
puede observarse en los pacientes con valvulopatías como
resultado de una infección (p. ej., fiebre reumática), en aquellos
con válvulas cardiacas protésicas y como complicación de los
procedimientos de cateterismo cardiaco.
TRAUMATISMOS
La disección de la arteria carótida o de la arteria vertebral como
resultado de un traumatismo es un factor de riesgo reconocido
de accidente cerebrovascular.10
ANOMALÍAS DEL HEMATOCRITO/
COAGULOPATÍAS
Un hematocrito anormal es un factor de riesgo para la aparición
de un ictus. Los pacientes con un hematocrito bajo (lo que suele
observarse en los pacientes pediátricos con deficiencia de hierro)
corren un alto riesgo de sufrir un ictus arterial, mientras que
aquellos con un hematocrito elevado corren el riesgo de sufrir
una trombosis venosa central.1 Los trastornos de la coagulación
y la trombocitopenia son factores de riesgo para el ictus hemorrágico pediátrico, y el grado de gravedad del trastorno subyacente se correlaciona con el riesgo de hemorragia.1,25 En una
revisión de la asociación entre el ictus y la anemia ferropénica,
los niños previamente sanos con ictus eran significativamente
más propensos a tener anemia ferropénica, y los niños con
anemia ferropénica representaban más de la mitad de los casos
de ictus en la población estudiada (niños de 12-389 meses de
edad).26 Un estudio de casos y controles descubrió que los niños
previamente sanos que padecían un ictus eran 10 veces más
propensos a tener anemia ferropénica que los niños sanos sin
ictus, y que los niños con anemia ferropénica representaban
más de la mitad de todos los casos de ictus en los niños sin una
enfermedad médica subyacente.26
INFECCIONES
En la población pediátrica, el ictus se ha asociado a las infecciones. Se ha demostrado que la infección reciente por varicela se
asocia a un ictus con afectación de la arteria cerebral media.10,13
Los pacientes con inmunodeficiencia o leucocitosis previas también corren el riesgo de sufrir un ictus.10,27 En los pacientes con
otitis media y meningitis, la trombosis venosa del seno dural
puede ser una complicación, aunque esta entidad no es exclusiva
de los procesos infecciosos y puede ser consecuencia de otras
afecciones subyacentes, como enfermedades autoinmunitarias,
anemias, trastornos protrombóticos y enfermedades metabólicas. Las complicaciones intracraneales derivadas de la infección
pueden manifestarse mediante un derrame o un hematoma
subdural, una hemorragia subaracnoidea o una hemorragia
intracerebral; a menudo, los signos clínicos son inespecíficos,
como convulsiones y cefalea.1,28-30
La escala de ictus pediátrico de los NIH (PedNIHSS, NIH Pediatric Stroke Scale) es una adaptación de la escala de ictus de los
NIH para adultos (NIHSS, NIH Stroke Scale) y está diseñada
para su uso en los niños de 2 años o más con sospecha de ictus
isquémico (no se ha validado para el ictus hemorrágico). La
NIHSS se ha utilizado para cuantificar la gravedad del ictus y los
resultados a los 7 y 90 días.31,32 La PedNIHSS se parece mucho a
la NIHSS. Un estudio de cohortes multicéntrico descubrió que la
PedNIHSS mostraba una excelente fiabilidad entre evaluadores
y podría ser predictiva de la discapacidad futura.32,33 Existe una
herramienta en línea para calcular esta puntuación en https://
www.mdcalc.com/pediatric-nih-stroke-scale-nihss.
141
El tratamiento del ictus pediátrico depende de la etiología
subyacente. Es importante señalar que no existen protocolos
de tratamiento estandarizados para el tratamiento del ictus
pediátrico agudo. Una notable excepción es el tratamiento de
los pacientes con anemia de células falciformes. El ictus en estos
pacientes se trata con hidratación, corrección de las alteraciones
metabólicas subyacentes (como la hipoxemia) y exanguinotransfusión.1,10,33 En general, el tratamiento agudo del ictus
pediátrico puede incluir el uso de antiinflamatorios (como ácido
acetilsalicílico o corticoides) y antitrombóticos (como la heparina de bajo peso molecular o la warfarina).1,10 Las estrategias
de tratamiento se basan en estudios pediátricos limitados, la
opinión de los expertos, indicios aislados y estudios en adultos;
están diseñadas para el tratamiento inmediato del ictus, pero
también para prevenir la recurrencia, que se produce hasta en
un 25% de los pacientes.1 Independientemente de la etiología
del episodio isquémico, el tratamiento incluye la administración
de oxígeno a los pacientes hipoxémicos, el mantenimiento de
la normotermia, el tratamiento de las anomalías electrolíticas,
la rehidratación, el tratamiento de la anemia y el tratamiento
de las convulsiones, aunque no hay pruebas sólidas de que la
administración sistemática de antiepilépticos para la profilaxis de las convulsiones en ausencia de estas sea beneficiosa.1
No se recomiendan las medidas de hipotermia.1 Los estudios
han indicado que contar con un protocolo de ictus pediátri­
co establecido beneficia a los pacientes a través de un diagnóstico
rápido, lo que incluye la disminución del tiempo tanto para la
realización de las pruebas de imagen como para la instauración
del tratamiento.34,35
El tratamiento trombolítico es un área especialmente interesante del tratamiento del ictus isquémico pediátrico. Es
preferible la heparina de bajo peso molecular a la heparina
no fraccionada porque es más fácil de administrar y controlar, pero tiene la desventaja de que su efecto es más difícil de
revertir rápidamente.1,36 Ambos medicamentos se utilizan para
la anticoagulación a corto plazo; la anticoagulación a largo
plazo puede conseguirse con heparina de bajo peso molecular
o warfarina.1,37 El ácido acetilsalicílico puede ser otra opción en
los pacientes sin drepanocitosis que no presentan un trastorno
de hipercoagulabilidad.1 El activador tisular del plasminógeno
(tPA, tissue plasminogen activator) no ha sido bien estudiado en
los pacientes pediátricos. Se ha descrito su uso en los pacientes
pediátricos.38-40 Puede ser razonable considerar el uso de tPA si
se cumplen ciertos criterios, como déficits neurológicos persistentes e incapacitantes u oclusión de arterias cerebrales grandes
confirmada radiográficamente.33 Hasta que se disponga de datos
más definitivos, no se recomienda el uso sistemático de tPA y es
razonable consultar a un neurólogo pediátrico. La trombectomía endovascular también se ha explorado como tratamiento
trombolítico en el contexto agudo y puede ser útil en la población
pediátrica, dada la preocupación por la introducción de catéteres
en arterias inguinales y cerebrales pequeñas, las limitaciones por
el tamaño del medio de contraste y la exposición a la radiación.41
Dado que se carece de datos sobre la seguridad y la eficacia y que
no existen unas directrices definitivas sobre la trombectomía en
los pacientes pediátricos, es razonable consultar a un experto en
ictus pediátrico si se considera este tratamiento. El tratamiento
de los aneurismas en los pacientes pediátricos es muy similar al de
los adultos. Se utilizan técnicas microquirúrgicas y endovasculares.1,42,43 La interconsulta al servicio de neurocirugía pediátrica puede ser útil en el tratamiento de estos pacientes.
Los corticoides se utilizan cada vez con más frecuencia en los
niños con ACF, aunque la evidencia disponible no abunda.18,44
Un estudio en particular demostró una mejora en los niños con
ACF tratados con una combinación de corticoides y tratamiento
antitrombótico frente al tratamiento antitrombótico solo, obser-
booksmedicos.org
142
SECCIÓN 5 • Neurología
vándose un menor grado de deterioro neurológico en el grupo
que recibió el tratamiento combinado.45 Sin embargo, hay que
sopesar los posibles beneficios del uso de los corticoides con el
posible empeoramiento de un proceso infeccioso existente.
El tratamiento del ictus hemorrágico se extrapola a partir de
los estudios en los adultos. En general, se utilizan el control de
la presión arterial para prevenir la hipotensión, las estrategias
para prevenir el aumento de la presión intracraneal y los agentes hiperosmóticos (solución salina hipertónica).3 Las nuevas
hemorragias se pueden prevenir mediante la transfusión de plaquetas, los factores de coagulación, el plasma fresco congelado
o la vitamina K, dependiendo de la etiología de la hemorragia.3
Puede estar indicada la reversión del tratamiento antitrombótico, para lo que existen diversos fármacos. Si está clínicamente
indicado, se puede realizar una craniectomía quirúrgica cuando
haya necesidad de descompresión (compresión del tronco del
encéfalo, hemorragias >3 cm, hidrocefalia).3,46
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. El estudio de imagen inicial en los pacientes con sospecha de
ictus puede ser la TC o la RM:
• TC (sin contraste) cerebral + ATC cabeza ± cuello (en casos
de sospecha de disección carotídea).
• RM cerebral + ARM de cabeza ± cuello.
2. La TC es rápida y de fácil disponibilidad. Esta modalidad
puede detectar hemorragias y cambios característicos de los
episodios isquémicos agudos.
3. La ATC puede utilizarse para evaluar la anatomía vascular
y el flujo sanguíneo cerebral relativo.
4. La RM es una excelente modalidad de imagen para evaluar
los episodios isquémicos cerebrales. Utilizando diferentes
secuencias, la RM permite evaluar el flujo sanguíneo cerebral, la presencia de hemorragias y la vasculatura cerebral.
5. La angiografía por catéter puede utilizarse para evaluar la
vasculatura cerebral y para procedimientos intervencionistas, pero a menudo requiere sedación y conlleva un riesgo
de lesión vascular durante el procedimiento.
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31
Difícil de despertar: cerebritis
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un paciente de 20 meses de edad presenta una disminución de
la actividad, lo que incluye comer y beber, durante los últimos
2 días. Actualmente está tomando un segundo ciclo de antibióticos orales por una otitis media aguda y hace 1 semana completó
un ciclo de 10 días de cefdinir. Hoy se mostraba especialmente
somnoliento, según los padres, que decidieron llevarlo a su
médico de cabecera para que lo evaluara. Además, en la consulta
le han detectado una temperatura de 38 °C. De camino a la
consulta, los padres observaron que el paciente miraba fijamente
hacia delante sin interactuar con ellos; a continuación, empezó a
presentar espasmos en la mano y el brazo derechos, que duraron
varios minutos y luego se resolvieron. Después del episodio, ha
permanecido adormilado y resulta difícil despertarle. Los padres
afirman que es un niño, por lo demás, sano y que ha recibido
todas las vacunas recomendadas. Niegan cualquier posibilidad
de ingestión de sustancias extrañas o traumatismos.
La exploración física en el servicio de urgencias revela un
niño afebril que no presenta ningún problema agudo, pero que
está bastante somnoliento y es difícil de despertar. Tiene una
frecuencia cardiaca de 130 latidos por minuto, una frecuencia
respiratoria de 25 respiraciones por minuto y una presión arterial de 90/60 mmHg; la saturación de oxígeno es del 95% con
aire ambiente. No presenta signos de traumatismo evidente.
Las pupilas miden 3 mm y son isocóricas y reactivas; parece
tener fotofobia. Las membranas timpánicas y la orofaringe son
normales. Las exploraciones cardiovascular y abdominal no son
destacables. Es difícil realizar una exploración neurológica debido a la somnolencia del niño, pero mueve todas las extremidades
y, a grandes rasgos, el tono y la fuerza parecen ser simétricos.
No hay lesiones ni erupciones cutáneas.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Los pacientes con sospecha de patología intracraneal suelen
someterse a una prueba de neuroimagen como parte de la evaluación médica.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC sin contraste es una prueba de imagen que se utiliza a
menudo en los pacientes con sospecha de patología intracraneal.
En sus fases iniciales, la cerebritis aparece como un área de
baja atenuación; puede haber edema.1 Si se utiliza un contraste
intravenoso, la TC puede mostrar un realce irregular.1 La TC
está ampliamente disponible y tiene la ventaja de la rapidez, que
suele evitar la necesidad de sedación. Sin embargo, la TC expone
al paciente a la radiación ionizante.
Inicialmente, la TC en los pacientes con cerebritis puede parecer normal. A medida que el proceso progresa, puede observarse
un área mal definida de hipodensidad cortical o subcortical,
acompañada de edema y efecto de masa de diversos grados.1-3
En estadios más avanzados puede observarse un área de hipodensidad mejor definida con cierto realce anular.1-3
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM es más sensible que la TC para detectar los cambios tempranos observados en la cerebritis.1-3 En la cerebritis incipiente,
la RM mostrará señales iso- o hipointensas en las imágenes
ponderadas en T1; las imágenes de señal ponderada en T2 o
las secuencias de inversión-recuperación con atenuación de
líquido demostrarán un aumento de la intensidad de la señal y
un edema vasogénico.1-3 En las fases tardías de la cerebritis se
observa en la RM un realce progresivo sin absceso evidente.1-3
Las imágenes ponderadas en difusión pueden resultar útiles
para detectar la cerebritis y el posterior absceso cerebral.4 En las
imágenes ponderadas en difusión, las áreas de cerebritis muestran una difusión restringida. Los valores bajos del coeficiente
de difusión son muy indicativos de infección, lo que incluye la
presencia de pus y abscesos.
Hallazgos de los estudios
de imagen
El paciente fue sometido a un estudio de TC craneal sin contraste.
Se proporciona una imagen seleccionada de este estudio. Hay
baja atenuación en el lóbulo frontal izquierdo sin indicios de
hemorragia (fig. 31.1).
Conclusión del caso
Los resultados de la TC motivaron la realización de una RM
cerebral con y sin contraste intravenoso. También se obtuvieron
una arteriografía por RM y una venografía por RM, ya que los
hallazgos de la TC podrían atribuirse a un proceso infeccioso o
vascular. Se proporcionan imágenes seleccionadas. Los estudios
de arteriografía/venografía por RM fueron normales. La RM
mostró una difusión restringida, un realce anormal y una señal
anormal ponderada en T2 dentro de la corteza frontal izquierda,
lo cual es indicativo de cerebritis (figs. 31.2 y 31.3).
El paciente fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos
pediátricos. Se instauraron antibióticos intravenosos y se realizó una punción lumbar, ya que no había signos de absceso o
aumento de la presión intracraneal. La RM realizada 10 días más
tarde reveló que en ese intervalo de tiempo se había producido
una pequeña acumulación de líquido subdural en la región
frontal izquierda, así como una disminución de la anormalidad
de la señal previamente observada en el lóbulo frontal izquierdo
(fig. 31.4). El niño mejoró gradualmente y fue dado de alta con
anticonvulsivantes y 3 semanas adicionales de antibióticos
intravenosos administrados a través de un catéter central de
inserción periférica. Los cultivos del líquido cefalorraquídeo reve-
144
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31 • Difícil de despertar: cerebritis
145
Fig. 31.1 Imagen de tomografía computarizada (TC) axial sin contraste
que muestra una baja atenuación en el lóbulo frontal izquierdo (flechas),
compatible con cerebritis.
Fig. 31.3 Resonancia magnética (RM) axial (secuencia ponderada en
difusión) que demuestra un aumento de señal por restricción de
la difusión en la corteza frontal izquierda (flechas).
Fig. 31.2 Resonancia magnética (RM) axial (imagen ponderada en
T2) que muestra un aumento anormal de la señal en el lóbulo frontal
izquierdo (flechas).
Fig. 31.4 Resonancia magnética (RM) (imagen axial ponderada en T2)
que muestra la aparición en el intervalo de tiempo de una pequeña acumulación de líquido subdural (flechas) en el lóbulo frontal izquierdo. Ya
no se observa la señal anormal ni la inflamación previamente observadas
en el lóbulo frontal izquierdo.
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146
SECCIÓN 5 • Neurología
Fig. 31.5 Resonancia magnética (RM) axial (imagen ponderada en T2),
realizada 1 año después del tratamiento, que muestra la resolución de
la acumulación de líquido extraaxial y la pérdida de volumen/encefalomalacia (flechas) en la parte anterior del lóbulo frontal izquierdo, en la
localización anterior de la cerebritis.
este estadio, es posible la progresión a un absceso cerebral. La
formación de un absceso puede ocurrir 2 semanas después del
inicio de la infección.
Los síntomas de la cerebritis imitan una variedad de enfermedades, como un síndrome vírico y la meningitis. Los síntomas
de presentación más comunes son fiebre, cefalea, vómitos,
hallazgos neurológicos focales y convulsiones; muchos pacientes
debutan en la fase tardía de la enfermedad.1,5,7,8 La localización
del absceso cerebral depende de la localización de la cerebritis
inicial.7 El tratamiento de la cerebritis se dirige a la presunta
causa subyacente. El tratamiento antimicrobiano debe dirigirse
al microorganismo patológico más probable. Dado que la meningitis puede presentar síntomas similares a los de la cerebritis,
puede considerarse la realización de una punción lumbar. En
los pacientes con hallazgos neurológicos focales o si se considera el diagnóstico de absceso cerebral, la punción lumbar debe
retrasarse debido al riesgo potencial de herniación y a que la
probabilidad de identificar un patógeno es generalmente baja.7
Un plan asistencial sensato es la hospitalización para mantener
al paciente vigilado de continuo y administrar el tratamiento,
además de cursar interconsultas a otros especialistas. Si se ha
formado un absceso cerebral, el tratamiento antibiótico y
la interconsulta inmediata al servicio de neurocirugía pediátrica
son obligatorios.7 Mientras que un absceso cerebral tiene una
tasa de mortalidad comprendida entre el 5-10%, la presen­
cia de hidrocefalia debida a la compresión por un absceso en la fosa
posterior o a la rotura de un absceso ventricular en el sistema
ventricular se ha asociado a una tasa de mortalidad de hasta
el 85%.7
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
laron la presencia de Streptococcus pneumoniae, que era sensible
a todos los antibióticos evaluados en el antibiograma. El niño
se sometió a una evaluación inmunológica, que fue normal. El
niño fue sometido a un seguimiento estrecho, y la RM repetida
1 año después del tratamiento demuestra la resolución de la
acumulación de líquido extraaxial, con encefalomalacia en el
lóbulo frontal anterior izquierdo (fig. 31.5). Se retiraron los
anticonvulsivantes y el paciente evolucionó favorablemente.
La cerebritis es un área de inflamación cerebral mal definida
con un aumento de la permeabilidad vascular.1,2,5 Este proceso
suele deberse a la propagación hematógena o localizada de una
infección y consiste en congestión vascular, infiltración por
células inflamatorias y edema.1,5,6 Estos componentes constituyen las primeras fases de la cerebritis; las fases posteriores
de la enfermedad comprenden los procesos de licuefacción y
formación de cavidades.1 La cerebritis no tratada puede evolucionar hacia un absceso cerebral localizado.5,7 Hasta el 25%
de los casos de cerebritis se dan en los pacientes menores de
25 años.5 Si bien es frecuente encontrar una etiología bacteriana,
hasta el 30% de los casos son de etiología indeterminada.5
La cerebritis puede dividirse en dos etapas principales:1,2,7
CEREBRITIS TEMPRANA
Esta fase se caracteriza por edema, congestión vascular y necrosis coagulativa. Suele ser de corta duración, aproximadamente
2-3 días.
CEREBRITIS TARDÍA
Esta fase suele producirse 1 semana después del inicio de la
enfermedad. Se trata de una infección progresiva que conduce
a la necrosis por licuefacción del tejido afectado. A partir de
1. Los estudios de neuroimagen están indicados en los pacientes
con cambios agudos del estado mental en los que se sospecha
un proceso intracraneal. La TC y la RM son opciones disponibles.
2. La TC sin contraste es una opción razonable de primera
línea en los pacientes en los que se sospecha un proceso
intracraneal.
3. La RM se utiliza a menudo como estudio de seguimiento
en los pacientes con hallazgos anormales en la TC o si hay
una fuerte sospecha clínica de un proceso intracraneal y la
imagen inicial es anodina.
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32
No tiene nada de bonito:
mielitis flácida aguda
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un niño de 2 años presenta dificultad para deambular desde
hace 24 h. Sus padres afirman que el niño ha tenido fiebre,
tos y congestión durante los últimos 5 días. Fue atendido dos
veces por su pediatra de atención primaria, que le diagnosticó
una infección vírica de las vías respiratorias superiores. Una
radiografía de tórax realizada hace 1 día se interpretó como
compatible con un proceso vírico. Los padres le dicen que el
niño no ha defecado en los últimos 2 días y que hoy, además
de la dificultad para deambular, tampoco ha orinado. También
indican que el niño empezó a referir dolor o molestias en los
brazos y las piernas.
La exploración física es la de un niño tranquilo que, aunque
no impresiona de gravedad, no quiere deambular. No parece
presentar molestias evidentes. Tiene una temperatura de
38,8 °C y una frecuencia cardiaca de 130 latidos por minuto.
En la exploración neurológica es llamativa la disminución de
la fuerza en todo el cuerpo, aunque es capaz de incorporarse.
El tono muscular parece simétrico y los reflejos están dis­
minuidos bilateralmente. La sensibilidad está intacta. No hay
erupciones.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC del cerebro puede ser útil en los pacientes que presentan
cambios agudos del estado mental o hallazgos neurológicos.
Esta modalidad es útil para detectar masas intracraneales y
hemorragias agudas, está ampliamente disponible y no requiere
sedación en la mayoría de los casos. Sin embargo, la utilidad de
la TC es limitada en la evaluación de los síntomas neurológicos
cuando se sospecha una etiología infecciosa, como la cerebritis
o la encefalitis, o inflamatoria, como los trastornos desmielini­
zantes. Si se sospecha un trastorno desmielinizante, la TC no es
el estudio de imagen de elección.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM es la modalidad de elección en los pacientes con síntomas
neurológicos presuntamente debidos a una infección o un tras­
torno desmielinizante. La RM proporciona una imagen óptima
de la anatomía del cerebro y la médula espinal, incluidas la sus­
tancia gris y blanca, así como de las raíces nerviosas. Aunque la
ausencia de radiación ionizante es ventajosa, los obstáculos para
el uso de la RM incluyen el tiempo necesario para completar un
estudio y la falta de disponibilidad inmediata en muchos casos.
En los niños pequeños, a menudo se requiere sedación para
completar el estudio.
Hallazgos de los estudios
de imagen
El niño fue ingresado y se realizó una RM del cerebro y la médula
espinal. Se proporcionan imágenes seleccionadas. En las figu­
ras 32.1 y 32.2 se observa una señal anormal hiperintensa en
T2 de la sustancia gris central de prácticamente toda la médula
espinal, más marcada en la columna cervical.
Conclusión del caso
El niño fue hospitalizado con el diagnóstico de mielitis flácida
aguda (MFA). La punción lumbar reveló una leve pleocitosis y
una tinción de Gram negativa. En el momento del ingreso, se
consultó a los servicios de neurología pediátrica y de enferme­
dades infecciosas pediátricas y se inició la administración de
inmunoglobulina intravenosa (IGIV) y corticoides intravenosos
una vez que se conocieron los resultados de la RM y del análisis
del líquido cefalorraquídeo. Inicialmente ingresó en planta, pero
la debilidad progresó de manera rápida y, ante la preocupación
por un deterioro de la capacidad respiratoria, fue trasladado a
la unidad de cuidados intensivos pediátricos. Se observó una
mejoría gradual. La RM repetida a los 9 días de la hospitalización
mostró una mejoría significativa de la señal anormal anterior
de la médula con una mínima señal residual hiperintensa en
T2, que seguía siendo más prominente en la médula cervical
superior (figs. 32.3 y 32.4). En el momento del alta, la fuerza
motora del paciente había mejorado, pero aún tenía déficits. Se
programó un seguimiento con los subespecialistas, incluida una
pauta de fisioterapia intensiva con el servicio de rehabilitación
pediátrica. El paciente mostraba una recuperación completa
después de 1 año de tratamiento.
La MFA adquirió notoriedad tras la aparición de cohortes de
niños con unos síntomas clínicamente similares de parálisis
repentina e inexplicable. Estos grupos de casos se notificaron
inicialmente en California (2012), luego en Colorado (2014)
y después en Utah (2014). A finales de 2014, 120 niños de 34 es­
tados cumplían los criterios de los Centros para el Control y
la Prevención de Enfermedades (CDC, Centers for Disease Con­
trol and Prevention), que consistían en la aparición aguda de
debilidad flácida de las extremidades con lesiones en la médula
espinal o la sustancia gris del tronco del encéfalo.1-3 Al principio,
durante la notificación y la investigación de esta entidad, se
emplearon términos como «poliomielitis» o «síndrome similar
a la poliomielitis». El término «mielitis flácida aguda» se acuñó
para evitar la confusión con los síntomas causados por el virus
de la poliomielitis.
La MFA es un trastorno que afecta a la sustancia gris del
tronco del encéfalo y la médula espinal. Aunque los niños
afectados presentan una amplia variedad de edades, pare­
ce afectar predominantemente a los niños mayores, con una edad
147
booksmedicos.org
148
SECCIÓN 5 • Neurología
Fig. 32.1 Resonancia magnética (RM) previa al tratamiento. La RM sagital
ponderada en T2 muestra una señal hiperintensa en T2 de la sustancia
gris central de prácticamente toda la médula espinal, más marcada en
la columna cervical (flechas).
Fig. 32.2 Resonancia magnética (RM) previa al tratamiento. La RM sagital
ponderada en T2 muestra una señal hiperintensa en T2 de la sustancia
gris central de prácticamente toda la médula espinal, más marcada en
la columna cervical (flechas).
media de 4-7 años.1,4 La mayoría de los niños afectados estaban
previamente sanos.1,5 Parece seguir un patrón estacional, con
infecciones más frecuentes a finales del verano y en otoño. 6
El trastorno suele comenzar como una enfermedad febril, a
menudo con síntomas de infección de las vías respiratorias
superiores (como rinorrea y tos); los síntomas digestivos no
son infrecuentes (como vómitos o diarrea), y a esto le siguen
las mialgias de las extremidades, que se producen alrededor del
momento en el que aparece la debilidad.1,2,6,7 La debilidad de las
extremidades progresa rápidamente, en el transcurso de horas
o días, y a menudo es asimétrica, puede afectar a cualquiera de
las extremidades (aunque hay una tendencia a la afectación
de las extremidades superiores) y oscila entre la parálisis leve y la
completa.1-3,5-8 Otros síntomas notificados por los grupos de la
cohorte original han sido variables e incluían entumecimiento
acompañante,1,7 disfunción de los pares craneales (hipotonía,
disartria y disfagia),1,2,7 estreñimiento u otras disfunciones
intestinales y vesicales, y alteración del estado mental.1,2,5,7
La causa exacta de la MFA sigue siendo desconocida; sin
embargo, actualmente se está explorando una posible asocia­
ción con diversos virus, como el rinovirus, el virus respiratorio
sincitial, el virus paragripal y el adenovirus, que se han ais­
lado en los pacientes diagnosticados de MFA.1,2,5,7 Existe una
interesante posible relación entre la infección por el enterovirus
D68 y la aparición de MFA, ya que este virus se aisló en muchos
pacientes con MFA y en varios casos fue el único virus encon­
trado.1-3,5-8 El aumento de la circulación de este virus se produjo
durante la época de mayor identificación de MFA, al final del
verano y durante el otoño. Por el contrario, en 2015, cuando el
enterovirus D68 no presentaba un alto grado de circulación, no
hubo casos en EE. UU. y solo se diagnosticaron 21 casos de MFA
en todo el mundo. En 2016, se identificaron 122 casos en
EE. UU., coincidiendo con el aumento de la actividad del enterovi­
rus D68.9,10 Cabe destacar que no todos los pacientes dan positivo
en las pruebas de detección del enterovirus D68, aunque esto
puede deberse a la demora en la obtención de las muestras; es
necesario investigar más para establecer esta relación.1,3,4
Existen unos criterios diagnósticos normalizados que han sido
promulgados por los CDC, basados en la anamnesis y las pruebas
clínicas, que incluyen los hallazgos del líquido cefalorraquídeo
y la RM. Los criterios clínicos compatibles con el diagnóstico de
MFA son:1-3,5-7
1. Parálisis flácida de las extremidades de inicio agudo.
2. Lesión de la médula espinal en la RM, limitada, en gran medi­
da, a la sustancia gris y que abarca uno o más segmentos de
la columna vertebral.
Los criterios clínicos para el diagnóstico de una probable
MFA son:
1. Parálisis flácida de las extremidades de inicio agudo.
2. Pleocitosis en el líquido cefalorraquídeo.
Los pacientes con MFA presentan unos hallazgos caracterís­
ticos en la RM. Las lesiones observadas en la RM no muestran
realce con el gadolinio y se observan de forma óptima en una
serie ponderada en T2; en la mayoría de los casos se observan
anomalías de la señal poco definidas en la sustancia gris de la
médula espinal que, con la progresión de la enfermedad, se
definen mejor en la zona del asta anterior.1,3,4,8,11 Estas lesiones
afectan a varios segmentos de la médula espinal en la mayoría
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32 • No tiene nada de bonito: mielitis flácida aguda
149
Fig. 32.3 Resonancia magnética (RM) posterior al tratamiento. La RM
sagital ponderada en T2 realizada 9 días después muestra una mejoría
significativa de la señal anormal previa de la médula, con solo una mínima señal residual hiperintensa en T2, que sigue siendo más prominente
en la columna cervical.
Fig. 32.4 Resonancia magnética (RM) posterior al tratamiento. La RM
sagital ponderada en T2 realizada 9 días después muestra una mejoría
significativa de la señal anormal previa de la médula, con solo una mínima señal residual hiperintensa en T2, que sigue siendo más prominente
en la columna cervical.
de los pacientes. La región cervical es la más afectada, aunque
las áreas afectadas pueden extenderse por toda la longitud de la
médula.1,2,4,5,7 Puede haber lesiones del tronco encefálico si hay
hallazgos en los pares craneales; la protuberancia es la región
afectada con más frecuencia.11 Con la resolución de la enferme­
dad, estos hallazgos de la RM también suelen desaparecer.1,4,8
El tratamiento de la MFA es controvertido y no existe una
pauta estándar en este momento. Se recomiendan universal­
mente las medidas de apoyo.1-3,5,7 Las opciones de tratamiento
que se han defendido son el uso de IGIV, corticoides, plasmafé­
resis y antivíricos.1-3,5,7,12 Los antivíricos no han demostrado
ser eficaces contra el enterovirus D68 y no deben utilizarse a
menos que se sospeche una etiología vírica diferente, como el
virus del herpes. Una pequeña serie de casos ha demostrado
que la fluoxetina tiene actividad contra el enterovirus D68 y es
bien tolerada, pero no mejoró los resultados neurológicos.3,13
Los CDC publicaron unas directrices para el tratamiento de
la MFA:14
5. La plasmaféresis no ha demostrado ser beneficiosa en ensayos
controlados, y su uso no se recomienda ni se desaconseja. No
es probable que el uso de la plasmaféresis sea perjudicial.
6. La fluoxetina no ha demostrado ser eficaz en ensayos con­
trolados y no debe utilizarse de forma sistemática.
7. Los antivíricos (p. ej., el aciclovir) no deben utilizarse de forma
sistemática, a menos que se sospeche una infección por virus
del herpes. En ese caso, se recomienda iniciar la adminis­
tración de antivíricos adecuados hasta que se haya descartado
la infección por virus del herpes.
8. No se debe utilizar el interferón, ya que no hay datos que
avalen su eficacia y puede ser perjudicial.
9. Los productos biológicos no deben utilizarse, ya que no se ha
demostrado su eficacia y podrían producir daños.
1. No hay ningún tratamiento o intervención específicos que se
prefieran o deban evitarse.
2. Se recomienda consultar a los servicios de neurología y de
enfermedades infecciosas lo antes posible.
3. Los corticoides no han demostrado una eficacia clara en
los ensayos controlados, y su uso no se recomienda ni se
desaconseja. Deben tenerse en cuenta los posibles efectos
inmunosupresores de los corticoides.
4. La IGIV no ha demostrado ser beneficiosa en ensayos con­
trolados, y su uso no se recomienda ni se desaconseja. El uso
de IGIV no parece ser perjudicial.
El pronóstico tras la MFA es variable. Muchos pacientes
mejoran, pero la mayoría tienen algunos déficits funcionales
residuales.1,3,4,8,12,15 Los déficits motores de las extremidades
superiores son los más graves y han demostrado ser más per­
sistentes en comparación con los déficits de las extremidades
inferiores. Los déficits de los pares craneales, aunque se recu­
peran en su mayoría, pueden ser ligeramente persistentes
1 año después del diagnóstico.15 En un estudio, los hallazgos de
la RM no coincidían con los hallazgos clínicos en los meses pos­
teriores al diagnóstico y no se correlacionaban con el desenlace
clínico,15 aunque estos resultados no se han reproducido de
forma uniforme.16 Se ha demostrado que los niños que reciben
una intervención de rehabilitación integral presentan mejores
resultados neurológicos y funcionales.17 En definitiva, se des­
conoce el pronóstico a largo plazo de los pacientes con MFA.
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150
SECCIÓN 5 • Neurología
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La TC puede ser útil en la evaluación de niños con debilidad
de inicio agudo, cambios en el estado mental u otros hallaz­
gos neurológicos focales, pero la utilidad de la TC en el caso
de etiologías infecciosas o inflamatorias de tales síntomas es
limitada.
2. La RM es la modalidad de elección cuando se sospecha una
MFA. Se recomienda la obtención de imágenes del cerebro y
de toda la columna vertebral.
3. La MFA presenta hallazgos característicos en la RM, como la
afectación de la sustancia gris y las anomalías de la señal en
T2. La MFA puede afectar al cerebro, sobre todo a la protube­
rancia, y a toda la médula espinal, aunque la región cervical
es la más afectada, seguida de la región torácica superior.
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33
¿Qué dolor de cabeza?
Malformación arteriovenosa
pediátrica
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP, y BHAIRAV PATEL, MD
Presentación del caso
Un varón de 13 años se presenta con cambios en el estado mental de inicio brusco. Lo encontraron en su habitación, tumbado
boca abajo. Se llamó a los servicios médicos de urgencia. Cuando
llegaron, el paciente era capaz de mantener una conversación,
pero parecía somnoliento; respondía a las preguntas, pero estaba
confuso. Intentaba hablar, pero solo era capaz de pronunciar
unas pocas palabras.
Una vez en el servicio de urgencias, el paciente podía hablar
con más facilidad y parecía encontrarse más próximo a su situación habitual. Refiere haber tenido una cefalea frontal izquierda
antes de perder el conocimiento. Niega haber consumido sustancias ilegales. No tiene antecedentes de episodios anteriores
de pérdida del conocimiento y, por lo demás, está sano. No hay
antecedentes familiares de muerte súbita cardiaca, pero tiene
un primo con epilepsia.
Sigue quejándose de un dolor de cabeza frontal izquierdo.
Recuerda que se levantó y entonces «se apagaron las luces».
Las constantes vitales revelan que no tiene fiebre, la frecuencia
cardiaca es de 90 latidos por minuto, la frecuencia respiratoria
es de 18 respiraciones por minuto y la presión arterial es de
112/63 mmHg. La exploración física es normal, salvo por un
gran hematoma frontal doloroso a la palpación.
El paciente afirma que ha estado teniendo dolores de cabeza
frontales izquierdos durante las últimas 2 semanas, que describe
como «severos a veces». Ha tenido algunas náuseas matutinas
y tuvo vómitos matutinos no biliosos ni sanguinolentos hace
2 días.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El médico dispone de varias opciones de diagnóstico por imagen
cuando un paciente pediátrico presenta cambios agudos del
estado mental. La modalidad de imagen inicial de elección puede
depender del diagnóstico sospechado y los recursos del centro.
drenaje de una malformación arteriovenosa. 1 Si se requiere
una intervención quirúrgica urgente, esta modalidad puede
proporcionar la información necesaria para la planificación
quirúrgica más rápidamente que otras modalidades.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM (con y sin contraste) y la angiografía por RM (ARM)
son modalidades de imagen importantes que pueden utilizarse
cuando se sospecha una causa neurovascular de los síntomas de
un paciente, ya sea una sospecha clínica o a raíz de los hallazgos
de la TC. La RM es valiosa para evaluar las malformaciones
arteriovenosas por varias razones: permite localizar la malformación; la comparación de secuencias con contraste, sin contraste y con eco de gradiente ayuda a descartar otras lesiones
hemorrágicas; la ARM contribuye a definir la anatomía vascular
de la lesión, y puede utilizarse intraquirúrgicamente para guiar
la intervención.1 El principal obstáculo para una utilización
más inmediata de esta modalidad es el tiempo necesario para
completar el estudio y la necesidad habitual de sedación en los
pacientes pediátricos.
ANGIOGRAFÍA CEREBRAL
La angiografía cerebral convencional es el método de referencia
para el diagnóstico de las malformaciones arteriovenosas, ya
que proporciona las características de la malformación, como
la localización, el tamaño, las lesiones vasculares asociadas, las
venas de drenaje y otra información esencial.1,2 La angiografía
convencional también tiene la ventaja de detectar pequeñas
malformaciones que pueden no verse en la RM o la ARM.1
Hay casos en los que las malformaciones quedan ocultas a las
técnicas radiográficas; normalmente se localizan en la región
de la arteria cerebral media.1 Los pacientes pediátricos que
presentan una hemorragia intraparenquimatosa espontánea
y cuyos estudios de imagen sean negativos pueden tener una
malformación arteriovenosa, ya que el hematoma resultante
puede comprimir la malformación; en este caso, está indicado
el diagnóstico por imagen diferido, que puede revelar la malformación cuando el coágulo se haya resuelto.1
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Los cambios agudos del estado mental en los pacientes pediátricos tienen un amplio diagnóstico diferencial; cuando se sospecha una etiología intracraneal, como masas o hemorragias,
la TC es una excelente modalidad de imagen de primera línea.
Ampliamente disponible y rápida, esta modalidad no requiere
sedación. Además de la hemorragia y la masa intracraneal,
la TC puede detectar calcificaciones. Si se sospecha una causa neurovascular, la angiografía por TC puede proporcionar
información importante sobre el tamaño, la localización y el
Hallazgos de los estudios
de imagen
El paciente se mantuvo en observación en el servicio de urgencias mientras se le realizaban análisis de sangre y un electrocardiograma. Teniendo en cuenta los antecedentes recientes
de dolores de cabeza y náuseas, así como el aparente síncope de
inicio repentino del paciente, se tomó la decisión de obtener una
151
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152
SECCIÓN 5 • Neurología
Fig. 33.1 Tomografía computarizada (TC) axial sin contraste que muestra
un alto grado de atenuación mal definida en la parte inferior del lóbulo
frontal izquierdo (flechas).
TC cerebral sin contraste. Aquí se ofrece una imagen seleccionada de ese estudio. Hay un aumento sutil de la atenuación, mal
definida, de la sustancia blanca profunda de la parte anterior
del lóbulo frontal izquierdo e indicios de estructuras vasculares
prominentes alrededor de la periferia de esa región; no hay
calcificaciones ni hemorragias agudas en la región y los huesos
son normales (fig. 33.1).
Conclusión del caso
El paciente fue ingresado a cargo del servicio de neurocirugía
pediátrica. Se obtuvo una angiografía por TC, de la que se ofrece
aquí una imagen seleccionada. Este estudio demostró un área
mal definida de alta atenuación en el lóbulo frontal izquierdo
(fig. 33.2). También se obtuvo una RM que demostró la existencia de múltiples vasos agrupados, rodeados por arterias nutricias
agrandadas (fig. 33.3A,B) y un nido vascular irrigado por las
arterias cerebral anterior y media agrandadas y con múltiples
venas corticales de drenaje, también agrandadas (fig. 33.4).
Estos hallazgos son compatibles con una malformación vascular. El paciente fue sometido a una embolización endovascular
seguida de una resección quirúrgica y evolucionó bien.
Las malformaciones arteriovenosas son la causa más
común de hemorragia intraparenquimatosa espontánea en los
pacientes pediátricos, y se ha descrito una tasa de hemorragia
anual comprendida entre el 2-10%.1-4 La tasa de mortalidad
por cada episodio de rotura es del 25%, y el riesgo es mayor en
los primeros 5 años después del diagnóstico. 1,2,4-6 Existe un
debate sobre el tamaño de una malformación arteriovenosa
y el riesgo de rotura.2,7 Los factores de riesgo para la rotura de
una malformación arteriovenosa son el aumento de la edad, la
presentación hemorrágica, la localización cerebral profunda,
Fig. 33.2 Angiografía por tomografía computarizada (TC) en plano axial
que muestra múltiples vasos con realce en la parte inferior del lóbulo
frontal izquierdo, en el área de alta atenuación observada en la TC sin
contraste (flechas).
el drenaje venoso profundo, la morfología difusa y el sexo femenino.1,2,7,8 Los pacientes con malformaciones arteriovenosas
difusas tienen un alto riesgo de presentación hemorrágica.8 Los
pacientes pediátricos parecen tener un mayor riesgo de resangrado en comparación con sus homólogos adultos, aunque esto
se debate en la literatura.1,4,9
Las malformaciones arteriovenosas pediátricas conllevan
una mayor tasa de rotura en comparación con sus homólogas
en adultos, ya que el 80-85% de los pacientes pediátricos
presentan inicialmente una hemorragia, en comparación con
el 50-65% de los casos en los adultos.1,2,5,9 Estudios anteriores han informado que la edad media de diagnóstico de una
malformación arteriovenosa es de 31 años; el riesgo general
anual de hemorragia por una malformación arteriovenosa
en todos los grupos de edad se sitúa entre el 2-4%, 2,10,11 y
se cree que los pacientes pediátricos representan el 3% de
todas las malformaciones arteriovenosas. 2,5 Los pacientes
adultos con rotura de una malformación arteriovenosa suelen presentar síntomas neurológicos, como dolor de cabeza,
mareos, convulsiones y anomalías neurológicas progresivas
(indicativas de isquemia), y epilepsia, en comparación con los
pacientes pediátricos, que suelen presentar alteraciones del
estado de conciencia y dolor de cabeza.1,12 Curiosamente, los
niños suelen tener un mayor porcentaje de malformaciones
en los ganglios basales y el tálamo, que son más propensos
a las hemorragias, en comparación con los adultos. 1,9,13 Se
desconoce la razón exacta por la que se producen las malformaciones arteriovenosas. Dos mecanismos propuestos para
su formación son la persistencia de conexiones arteriovenosas embrionarias (que se forman principalmente durante la
tercera semana de embriogénesis) o la formación de nuevas
conexiones tras el cierre de las embrionarias.2
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33 • ¿Qué dolor de cabeza? Malformación arteriovenosa pediátrica
153
Fig. 33.4 Proyección anteroposterior de la angiografía por catéter tras la
inyección de contraste en la ACI (arteria carótida interna) izquierda, que
muestra un nido vascular irrigado por la ACA (arteria cerebral anterior) y
la ACM (arteria cerebral media) izquierdas agrandadas y múltiples venas
corticales de drenaje agrandadas (flecha blanca).
Fig. 33.3 Imágenes axiales en T1 (A) y T2 (B) después de la inyección
del contraste que muestran múltiples vasos estrechamente agrupados
con unas arterias nutricias agrandadas alrededor en el lóbulo frontal
izquierdo (flechas). Los vasos se ven brillantes debido al realce con el
contraste (A) y oscuros debido a los vacíos de flujo (B).
El tratamiento de las malformaciones arteriovenosas incluye
procedimientos quirúrgicos de resección vascular, radiocirugía y embolización endovascular. El objetivo del tratamiento
es la obliteración angiográfica completa de la malformación.
La forma de conseguirlo depende de varios factores, como las
propiedades de la malformación, el estado del paciente y la
modalidad de tratamiento seleccionada.2 Anteriormente, se
recomendaba el tratamiento conservador en los pacientes pediátricos con malformaciones arteriovenosas, pero este enfoque ha
caído en desuso, excepto en los casos en los que el tratamiento
puede resultar más perjudicial que beneficioso o se considera
ineficaz.1,2
La resección quirúrgica es la norma en los pacientes pediátricos.1,2 Permite eliminar la malformación y el hematoma. El
tratamiento se centra en la resección quirúrgica completa, si es
posible. Las malformaciones arteriovenosas se clasifican según
el sistema de clasificación de Spetzler-Martin,14,15 que asigna
un grado en función del tamaño, la localización y el sistema
de drenaje venoso; este sistema de puntuación se utiliza para
evaluar el riesgo de secuelas neurológicas en un paciente tras
una resección quirúrgica abierta, pero hay que tener cuidado al
aplicarlo a los pacientes pediátricos, ya que hay pocas evidencias
de su aplicación en esta población.
La radiocirugía se ha empleado en la población pediátrica,
pero implica la exposición a la radiación, lo que hace que esta
modalidad de tratamiento sea menos atractiva. Esta opción
de tratamiento se utiliza para tratar las malformaciones en
localizaciones que dificultan la resección quirúrgica y con riesgo de complicaciones importantes.1,2,16-20 La radioterapia es
eficaz en los pacientes pediátricos, pero las complicaciones a
largo plazo, como la aparición de neoplasias malignas, no están
bien estudiadas.1,18,19 La embolización endovascular se utiliza
como complemento de otros tratamientos, y la embolización por
etapas se utiliza especialmente para las malformaciones grandes,
seguida de la resección quirúrgica.1,2,9,20 Las malformaciones
más pequeñas son más susceptibles de ser obliteradas por completo que las grandes.6,21 Este procedimiento es bien tolerado y
eficaz en la población pediátrica.22-24
La evolución natural de las malformaciones arteriovenosas
pediátricas no está bien descrita en la literatura, pero un estudio
reportó el riesgo de hemorragia tras el tratamiento en relación
con las modalidades de tratamiento utilizadas: fue nulo (0,0%)
booksmedicos.org
154
SECCIÓN 5 • Neurología
con la resección microquirúrgica con o sin embolización, del
0,8% con la radiocirugía con o sin embolización, del 0,8% con
el tratamiento conservador (observación), del 2,8% solo con la
embolización y del 3,5% con la resección incompleta (cirugía
con radioterapia, con o sin embolización).4 Los pacientes que
presentaron hemorragias tuvieron también un mayor riesgo de hemorragia después del tratamiento. 4 En este estudio,
la presentación con convulsiones, la localización en el lóbulo
frontal, la presentación sin cefalea y la modalidad de tratamiento (p. ej., cirugía con radioterapia con o sin embolización)
se asociaron con unos malos resultados funcionales.4 Estudios
anteriores han informado de que el 86% de los pacientes con
malformaciones arteriovasculares (grado I-III) tuvieron unos
buenos resultados funcionales después de la resección quirúrgica, y el tratamiento multimodal también se asoció con buenos
resultados funcionales.20 Un estudio más reciente comunicó que
los pacientes tratados con resección quirúrgica microvascular
tenían buenos resultados funcionales, pero había una tasa de
déficit neurológico persistente del 38%, que se asociaba con la
presencia de déficits neurológicos preoperatorios, un tamaño de
la malformación >3 cm y localización en la corteza elocuente.25
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La TC sin contraste es una excelente modalidad de imagen de
primera línea cuando se sospecha una etiología intracraneal
de un cambio agudo en el estado mental de un paciente. Se
debe considerar la realización de una angiografía por catéter
si existe una fuerte sospecha de un problema vascular.
2. La RM y la ARM son útiles para localizar las malformaciones
arteriovenosas, delinear la anatomía de la malformación,
descartar otras causas de hemorragia y guiar los procedimientos intraoperatorios.
3. La angiografía cerebral es el método de referencia para el
diagnóstico de las malformaciones arteriovenosas.
4. Hay casos de malformaciones vasculares ocultas a las técnicas radiográficas. En estos casos, el diagnóstico por imagen
diferido, una vez disuelto el coágulo, puede ser útil.
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34
¿Se puede ver?
Celulitis orbitaria
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 10 años se presenta con edema y dolor en el ojo
izquierdo desde hace 2-3 días. El niño refiere una leve congestión desde hace 1 semana, pero no ha tenido fiebre, vómitos,
tos, cambios en la visión, secreción ocular ni traumatismos.
Afirma que le resulta difícil abrir completamente el ojo debido
a la hinchazón. Cuando lo hace, se queja de dolor ocular generalizado. No ha tenido fiebre, aunque durante la evaluación se
objetiva una temperatura de 38 °C, con una frecuencia cardiaca
de 105 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria de 18 respiraciones por minuto y una presión arterial de 100/75 mmHg.
La exploración física es anodina, excepto por el edema evidente
de los párpados superior e inferior izquierdos, con eritema y
calor. Hay una leve induración y no hay fluctuación palpable.
El paciente es capaz de abrir el ojo, y usted observa que no hay
edema ni eritema escleral, proptosis evidente ni hipema; la pupila
reacciona enérgicamente y es igual a la otra pupila. Presenta una
leve fotofobia. Al explorar los músculos extraoculares, el niño
refiere dolor al mirar principalmente en las direcciones medial
y lateral. La exploración neurológica no revela signos focales.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Los estudios de imagen se utilizan a menudo para distinguir las
complicaciones periorbitarias de las orbitarias o intracraneales
y para identificar a los pacientes que se beneficiarían de una
intervención quirúrgica. Ha habido estudios que han empleado
los hallazgos clínicos, en particular la proptosis y el movimien­
to ocular limitado o doloroso, para estratificar el riesgo de los pa­
cientes que requieren estudios de imagen. 1,2 No todos los
pacientes presentan los hallazgos clásicos de afectación orbitaria
o intracraneal1,2 y la decisión de obtener imágenes depende de
la anamnesis del paciente, los hallazgos de la exploración, la
experiencia del profesional y el grado de sospecha.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía orbitaria puede ser de cierta utilidad en el contexto de un traumatismo, pero esta modalidad no es útil en los
niños con sospecha de infección orbitaria.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC con contraste intravenoso (i.v.) es la modalidad de imagen
de elección para evaluar las infecciones orbitarias y las complicaciones asociadas.3 Los pacientes con signos de infección
orbitaria (fiebre, edema palpebral importante, proptosis, dolor
con los movimientos oculares) o en los que la exploración física
no es fiable o no se puede realizar correctamente (p. ej., pacientes
muy jóvenes o que no cooperan) son candidatos a la obtención
de estudios de imagen de la órbita. Los pacientes que no mejoren
(empeoramiento del estado clínico o persistencia de los síntomas tras 24-48 h de antibióticos adecuados) o que presenten
hallazgos neurológicos en la exploración clínica también deben
someterse a pruebas de imagen.3 Un absceso aparecerá primero
como una densidad de partes blandas, que evolucionará a una
masa con realce anular llena de líquido. La TC es útil para identificar la extensión de la infección y la presencia de un absceso,
pero puede no identificar un absceso en sus primeras etapas.3
Rara vez se requiere sedación para obtener este estudio, y esta
modalidad está fácilmente disponible en la mayoría de los centros. Aunque una desventaja es la exposición a la radiación
ionizante, que puede limitarse mediante la aplicación de los
principios ALARA (as low as reasonably achievable; cantidad de
radiación tan baja como sea razonablemente posible), la morbilidad y la mortalidad potenciales asociadas al hecho de no
identificar y tratar adecuadamente una infección orbitaria y
cualquier complicación asociada son elevadas.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Esta modalidad proporciona una resolución superior de las
partes blandas orbitarias en comparación con la TC y es especialmente útil en la identificación de abscesos subperiósticos u
orbitarios.3,4 La RM también es útil para detectar complicaciones
intracraneales de la celulitis orbitaria. En los casos en los que el
diagnóstico no está claro, la RM puede proporcionar la delimitación de procesos infecciosos y otros procesos inflamatorios.
Normalmente se utiliza la administración de gadolinio, pero las
imágenes ponderadas por difusión han demostrado ser útiles en
la detección de abscesos y puede considerarse su uso en los niños
con afectación renal.3,4 Sin embargo, la RM no está disponible
en muchos centros y a menudo requiere sedación para obtener
un estudio adecuado.
ECOGRAFÍA
La ecografía orbitaria no es útil en la identificación de la celulitis
orbitaria. Puede detectar abscesos orbitarios, pero carece de
sensibilidad en comparación con otras modalidades de imagen,
como la TC y la RM,1 y no permite obtener imágenes del tercio
posterior de la órbita y los senos paranasales.5
Hallazgos de los estudios
de imagen
El niño fue sometido a un estudio de TC orbitario con contraste
i.v. Se muestran algunas imágenes seleccionadas. Hay un absceso orbitario subperióstico medial izquierdo de 3 × 18 × 7 mm
con ligero desplazamiento lateral del músculo recto medial.
Se observa un edema de las partes blandas preseptales y una
opacificación del seno etmoidal izquierdo (figs. 34.1-34.3).
155
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156
SECCIÓN 5 • Neurología
Fig. 34.1 Imagen axial de un estudio de tomografía computarizada (TC)
orbitario con contraste que muestra un absceso orbitario subperióstico
medial (flechas blancas) con edema de las partes blandas preseptales
(flecha roja).
Fig. 34.2 Imagen axial de un estudio de tomografía computarizada (TC)
con contraste que muestra un absceso (flechas blancas) con opacifica­
ción etmoidal (flecha roja).
Conclusión del caso
El niño fue hospitalizado y comenzó a recibir antibióticos por vía
i.v. Se consultó al servicio de oftalmología pediátrica. Se revisaron las imágenes y se decidió que el absceso no era susceptible
de drenaje. Se continuó con los antibióticos y una cuidadosa
monitorización. Tras la mejoría clínica, el niño fue dado de
alta con antibióticos orales y se programó el seguimiento con
su médico de atención primaria y el servicio de oftalmología
pediátrica. No requirió intervención quirúrgica.
La celulitis orbitaria no es frecuente en la población general,
pero los pacientes pediátricos son un grupo de edad comúnmente afectado.3,5 Hay varias situaciones que predisponen
a los pacientes a padecer celulitis orbitaria con o sin absceso
Fig. 34.3 Imagen axial de un estudio de tomografía computarizada (TC)
con ventana ósea que muestra una opacificación del seno etmoidal iz­
quierdo mayor que la del derecho (flechas).
subperióstico: la propagación a partir de una infección sinusal
existente (estimada entre el 1-5%; menos del 1% desarrolla un
absceso), la propagación a partir de una infección de las vías
respiratorias superiores, un traumatismo o cuerpos extraños, y
la propagación a partir de infecciones dentales. Staphylococcus
aureus y la especie Streptococcus son los organismos etiológicos
típicos.6,7 Existen varios sistemas de clasificación para identificar
las complicaciones orbitarias de la sinusitis.
Los síntomas de presentación son el eritema y el edema de la
zona orbitaria (que normalmente son los primeros síntomas) y
el dolor progresivo, especialmente con los movimientos oculares.
Puede haber fiebre, pero la ausencia de esta no descarta una infección orbitaria. La proptosis y los cambios en la visión son hallazgos
posteriores, resultado de la progresión de la infección, que puede
ser rápida. Las complicaciones de las infecciones orbitarias incluyen la meningitis, el absceso cerebral y la pérdida de visión.
El tratamiento puede ser médico y quirúrgico.3,5,8-10 El tratamiento médico consiste en la administración de antibióticos i.v.
adecuados, con una cobertura dirigida a los microorganismos
más comunes, incluidos los anaerobios. En lugares donde el
Staphylococcus aureus resistente a la meticilina es problemático o si el paciente tiene antecedentes de infección por este, la
elección de los antibióticos debe incluir también la cobertura
de este microorganismo. Se han propuesto múltiples pautas de
antibióticos. 1,2 Si hay dudas sobre la elección de la pauta
de antibióticos, es conveniente hablarlo con especialistas cualificados, como los de enfermedades infecciosas pediátricas u
oftalmología pediátrica.
El tratamiento quirúrgico es algo controvertido y puede estar
indicado en determinados pacientes; sin embargo, cualquier
signo de compromiso de la visión o el fracaso del tratamiento
médico son indicaciones para el tratamiento quirúrgico.5,8-10
Curiosamente, los abscesos mediales e inferiores tienen más probabilidades de responder al tratamiento médico. Las complicaciones intracraneales son motivo de interconsulta al servicio de
neurocirugía pediátrica. Los cuerpos extraños retenidos deben
extraerse quirúrgicamente. Muchos pacientes requieren una
intervención quirúrgica adicional para la infección sinusal grave
concurrente; la interconsulta al servicio de otorrinolaringología
pediátrica es apropiada en estos casos.
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34 • ¿Se puede ver? Celulitis orbitaria
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. El diagnóstico por imagen está indicado en los pacientes con
edema orbitario grave, dolor intenso o dolor con los movimientos oculares, proptosis o un empeoramiento de la evolución clínica a pesar del tratamiento antibiótico adecuado.
2. La TC con contraste i.v. es la modalidad de imagen de elección
en los niños con sospecha de celulitis orbitaria y complicaciones asociadas.
3. La TC puede no identificar un absceso si el estudio se obtiene
al principio de la evolución de la enfermedad. Si existe un
alto grado de sospecha clínica, la RM puede ser útil para
determinar la presencia de un absceso.
4. La RM debe considerarse en los pacientes con sospecha de
complicaciones intracraneales, como un absceso cerebral.
La necesidad de sedación y la disponibilidad pueden ser obstáculos para la realización de este estudio en algunos centros.
157
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35
Tienes algo en el ojo:
celulitis periorbitaria
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un bebé de 7 meses presenta hinchazón infraorbitaria izquierda
y eritema desde hace 2 días, que ha progresado rápidamente.
Ha tenido fiebre de 38,5 °C durante las últimas 24 h. No ha
tenido tos, congestión, vómitos ni diarrea. Hace 4 días, el niño
estaba jugando con su hermano mayor, quien, en el transcurso
del juego, le lanzó un pequeño coche de juguete, golpeándolo
en el lado izquierdo de la cara (debajo del ojo) y causándole una
pequeña excoriación. La herida no parecía grande, y la madre ha
mantenido la zona limpia con agua y jabón. El niño ha comido y
bebido bien y, por lo demás, se encuentra en su estado habitual.
La exploración física es la de un niño sin molestias aparentes.
La temperatura es de 38,5 °C, la frecuencia cardiaca es de 137 la­
tidos por minuto y su frecuencia respiratoria es de 30 res­
piraciones por minuto. Presenta eritema e hinchazón evidentes
en la zona periorbitaria izquierda, especialmente en la zona
infraorbitaria, que está caliente y es dolorosa a la palpación.
No hay fluctuación, pero sí induración. El niño no puede abrir
el ojo (que resulta muy difícil de abrir a la fuerza debido a la
hinchazón) y, en consecuencia, la pupila, la conjuntiva y la
esclerótica no se pueden explorar. No hay proptosis. Hay una
cantidad moderada de secreción ocular amarilla y restos de este
material en las pestañas.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple no es una modalidad de imagen de primera
línea en los pacientes con sospecha de infección periorbitaria
y las complicaciones asociadas. Aunque pueden visualizarse
indicios de una enfermedad de los senos paranasales, los signos
de engrosamiento de la mucosa de los senos pueden ser ines­
pecíficos en los pacientes pediátricos, y no se visualizará ni la
celulitis ni un absceso con esta prueba de imagen.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Esta es la modalidad de imagen de elección para evaluar las
infecciones periorbitarias y orbitarias.1-3 La exploración del niño
con celulitis periorbitaria puede ser difícil, ya que los pacientes
pediátricos suelen estar ansiosos y no cooperar, y puede haber
una hinchazón y/o dolor importantes. La TC se ha utilizado cada
vez más para determinar la extensión de la infección y evaluar a
los pacientes en busca de una posible afectación orbitaria.4 Un
estudio describió el uso de la TC en casi el 94% de los pacientes.1
En los pacientes con una exploración clínica compatible con una
infección periorbitaria no complicada, es razonable aplazar la
TC e iniciar tratamiento antibiótico con vigilancia estrecha del
paciente. Si no se produce una mejoría en 48 h, la exploración
clínica empeora o aparecen signos de complicaciones (síntomas
neurológicos o aumento del dolor), es razonable realizar estudios
de imagen.5 La TC es apropiada cuando hay sospecha de una
infección orbitaria, un absceso o una complicación intracraneal
y cuando la exploración clínica es difícil.1-3,6,7 La celulitis perior­
bitaria aparecerá como un engrosamiento difuso de las partes
blandas y áreas con realce anteriores al tabique orbitario en la
TC.8 Debe utilizarse contraste intravenoso. Como los equipos
de TC actuales son rápidos, no suele ser necesaria la sedación.
Se recomienda el uso de protocolos pediátricos para reducir el
tiempo de exposición a la radiación ionizante según las direc­
trices del American College of Radiology.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Esta modalidad es excelente para detectar procesos infecciosos
e inflamatorios, pero no es una prueba de imagen de primera
línea. Se puede obtener un estudio con y sin contraste para
complementar los hallazgos de la TC si es necesario un mayor
detalle de un proceso patológico identificado.9 Si se sospecha
extensión intracraneal, se recomienda la RM, ya que detecta
mejor las partes blandas que la TC.9,10
ECOGRAFÍA
La ecografía orbitaria es una modalidad de imagen emergente,
pero actualmente no se utiliza de forma sistemática en la eva­
luación de la infección periorbitaria.10,11
Hallazgos de los estudios
de imagen
Los hallazgos de la exploración física eran indicativos de una
infección periorbitaria; sin embargo, la hinchazón era significa­
tiva, lo que dificultaba la capacidad de realizar una exploración
física completa. Después de hablar extensamente con la familia,
se tomó la decisión de realizar un estudio de TC orbitario con
contraste intravenoso. Aquí se presentan imágenes seleccio­
nadas de este estudio. Hay una inflamación difusa de las partes
blandas periorbitarias preseptales en el lado izquierdo sin sig­
nos de absceso ni de afectación intraorbitaria o intracraneal
(figs. 35.1-35.3).
Conclusión del caso
El niño fue hospitalizado y se inició tratamiento con ceftriaxona
y clindamicina, según el protocolo del hospital. Se consultó
al servicio de oftalmología pediátrica y se pudo realizar una
exploración ocular con blefarostato; se observó más secreción
y eritema conjuntival, pero, por lo demás, el ojo era normal. Se
obtuvieron cultivos de la secreción ocular y finalmente se cultivó
158
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35 • Tienes algo en el ojo: celulitis periorbitaria
Fig. 35.1 Imagen axial con ventana de partes blandas del estudio de
tomografía computarizada (TC) con contraste que muestra una inflamación de las partes blandas periorbitarias izquierdas (flechas), sin signos
de absceso ni de afectación intraorbitaria postseptal.
Fig. 35.2 Imagen axial con ventana ósea del estudio de tomografía
computarizada (TC) de órbita que muestra una inflamación de las partes
blandas periorbitarias (flecha), pero sin indicios de fractura o destrucción
ósea.
Fig. 35.3 Imagen coronal con ventana de partes blandas del estudio
de tomografía computarizada (TC) que muestra una inflamación de las
partes blandas periorbitarias izquierdas a nivel lateral (flechas), sin signos
de absceso. No hay indicios de afectación intraorbitaria.
159
Staphylococcus aureus resistente a la meticilina. El paciente mejo­
ró drásticamente con los antibióticos intravenosos y pudo pasar
a recibir antibióticos orales de acuerdo con el antibiograma. En
el tercer día de hospitalización, el paciente fue dado de alta y
completó el tratamiento antibiótico en casa.
La celulitis periorbitaria (o celulitis preseptal) no afecta al
tabique orbitario y, por lo general, no presenta complicaciones
graves, aunque se han descrito casos de absceso de la glándula
lagrimal, pérdida de visión por retinopatía isquémica y neuropa­
tía óptica, restricción de los movimientos oculares y propagación
de la infección a nivel local y al sistema nervioso central, lo que
puede provocar trombosis del seno cavernoso, meningitis y abs­
ceso cerebral.8,10,12,13 La celulitis periorbitaria es más frecuente
que la orbitaria.14 Este trastorno puede afectar a pacientes de
cualquier edad, pero es más frecuente en los pacientes pediátri­
cos. La edad media de los pacientes se sitúa en torno a los 3 años,
pero todos los grupos de edad pediátrica se ven afectados.1,3,12
Los factores que predisponen a la celulitis periorbitaria son la
sinusitis, la infección de las vías respiratorias superiores, las
picaduras de insectos, los traumatismos, la conjuntivitis y los
abscesos dentales.1-3,6,15 La propagación hematógena se produce
en niños menores de 3 años.3 Los síntomas comunes de la celu­
litis periorbitaria incluyen eritema localizado, hinchazón, calor
y sensibilidad, y el más frecuente es la afectación unilateral,
aunque se ha descrito la afectación bilateral.1,3 La oftalmoplejia
y la proptosis suelen observarse en la infección orbitaria más que
en la celulitis periorbitaria.1
La evaluación de la celulitis periorbitaria suele consistir en
pruebas de laboratorio, como hemograma completo, determi­
nación de la proteína C reactiva y hemocultivos. Los valores del
hemograma completo y la proteína C reactiva suelen estar ele­
vados en las infecciones periorbitarias, y los hemocultivos suelen
ser estériles, aunque los lactantes menores de 3 meses tienen
una mayor tasa de cultivos positivos.1,2,6,14 En ausencia de sín­
tomas sistémicos, no se recomiendan los hemocultivos.3,16 Sin
embargo, la secreción ocular, si está presente, debe cultivarse, ya
que tiene un elevado rendimiento diagnóstico.3 Los resultados
de los análisis de laboratorio no deben utilizarse exclusivamente
para diagnosticar infecciones periorbitarias.3
El tratamiento de la celulitis periorbitaria incluye tanto el
tratamiento hospitalario con antibióticos intravenosos1,3,6,17
como el tratamiento ambulatorio con antibióticos orales.3,15 Un
estudio descubrió que la mayoría de los pacientes con celulitis
periorbitaria fueron tratados de forma ambulatoria, pero el
46% fueron finalmente hospitalizados para recibir antibióticos
intravenosos debido a que no respondieron al tratamiento oral.
Los pacientes con fiebre superior a 39 °C mostraron una mayor
tasa de ingreso.15 En los pacientes hospitalizados se han utilizado
varias pautas de antibióticos intravenosos. Una cefalosporina
de tercera generación (ceftriaxona) es un antibiótico típico de
primera línea.1,6,15,17 Una vez demostrada la mejoría clínica, los
antibióticos pasan a administrarse por vía oral durante 10-14 días
en los casos no complicados.1,3 Los antibióticos deben cubrir
Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes.2,3,7,14,15 El Staphylococcus aureus resistente a la meticilina es cada vez más frecuen­
te en los pacientes con infecciones periorbitarias. Un estudio
documentó que este microorganismo era la causa de la infección
en más del 70% de los pacientes.3,18,16 No se recomiendan los
tratamientos complementarios, como los antihistamínicos, los cor­
ticoides nasales y los descongestionantes.3,19 Los protocolos
hospitalarios para el tratamiento de la celulitis periorbitaria,
que incluyen el uso de la TC, la elección del antibiótico, las reco­
mendaciones para el ingreso y las directrices para cursar inter­
consultas a los subespecialistas, son útiles para el tratamiento
adecuado de estos pacientes.2,7,15 Las razones más comunes
para el ingreso de los pacientes con celulitis periorbitaria son la
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160
SECCIÓN 5 • Neurología
celulitis con enfermedad sistémica, la imposibilidad de explorar
el ojo adecuadamente, los síntomas neurológicos, la diplopia y
la falta de respuesta al tratamiento antibiótico oral.1,2,15
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La modalidad de diagnóstico por imagen de elección en los
pacientes con celulitis periorbitaria es la TC con contraste
intravenoso.
2. Es razonable prescindir de los estudios de imagen en los
pacientes que no presentan signos de enfermedad sistémica,
signos de afectación orbitaria ni síntomas neurológicos (es
decir, diplopia, otros cambios en la visión o cefalea intensa).
3. Si los hallazgos clínicos empeoran, si no hay mejoría después
de 48 h de tratamiento antibiótico adecuado, si hay síntomas
neurológicos o si se sospecha la presencia de un absceso o
una afectación orbitaria, se debe realizar un estudio de TC
con contraste intravenoso.
4. La RM no es una modalidad de imagen de primera línea en
los pacientes con celulitis periorbitaria. Si se desea un mayor
detalle anatómico o hay sospecha de complicaciones intracra­
neales, ya sea por la clínica o la TC, debe considerarse la RM.
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36
Algo está creciendo:
quistes aracnoideos pediátricos
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Una joven de 16 años refiere cefalea intensa, náuseas y vómi­
tos durante las últimas 3 semanas. Fue atendida en un centro
de urgencias donde le diagnosticaron sinusitis y le recetaron
ondansetrón, prednisona y amoxicilina. Tras varios días con
estos medicamentos, no experimentó ningún alivio, por lo que
acudió a su médico de cabecera. Se le administró una inyección
de ceftriaxona, se cambió el antibiótico oral por cefdinir y se
redujo la dosis de corticoides. La cefalea, las náuseas y los vómi­
tos de la paciente persistieron, por lo que fue llevada al servicio
de urgencias para su evaluación.
Los dolores de cabeza se han vuelto diarios y duran todo
el día. Tiene cefalea nocturna, que comenzó hace 1 semana.
Afirma que las cefaleas le provocan náuseas, lo que le produce
vómitos. No refiere fiebre, dolor de cuello, dolor de espalda,
cambios en la visión, incontinencia o debilidad; ha notado ador­
mecimiento intermitente en las yemas de los dedos de ambas
manos. No refiere ningún traumatismo. Ha estado tomando
antiinflamatorios no esteroideos, que han perdido eficacia en
la última semana.
La exploración no revela ninguna anomalía, salvo la queja
de una leve cefalea, que se localiza principalmente en la parte
frontal izquierda. Se encuentra afebril; la frecuencia cardiaca es
de 84 latidos por minuto, la frecuencia respiratoria es de 18 res­
piraciones por minuto y la presión arterial es de 120/80 mmHg.
Está despierta, alerta y el estado es el adecuado para su edad.
Las pupilas son isocóricas, redondas y reactivas a la luz. No
hay indicios de papiledema y los movimientos extraocula­
res están intactos. No presenta defectos del campo visual y los pares
craneales II-XII están intactos. Los reflejos tendinosos profundos
son 2+ y simétricos. Mueve las extremidades de forma simétrica,
sin debilidad, espasticidad o hipotonía aparentes. La marcha
es estable y no hay signos cerebelosos. La sensibilidad parece
estar intacta.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El diagnóstico por imagen suele emplearse en los pacientes
con problemas neurológicos generales (como cefalea intensa),
hallazgos neurológicos focales (como ataxia) o si hay síntomas
que hacen sospechar de un proceso intracraneal (como vómitos
o cambios en la visión) o datos preocupantes de la anamnesis
(como despertar en la mitad de la noche con cefalea, vómitos
matutinos al levantarse o cefalea persistente/que empeora).1 La
elección de la modalidad de imagen puede verse influida por los
recursos disponibles en un centro concreto.
Esta modalidad de imagen es una excelente opción de prime­
ra línea cuando se sospecha la presencia de una hemorragia,
una masa o una lesión intracraneal. La TC está ampliamente
disponible, por lo general no requiere sedación y el contraste
intravenoso no suele estar indicado.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Esta modalidad de imagen puede proporcionar detalles de las
estructuras y la anatomía intracraneales. A menudo, esta prue­
ba se realiza para delinear mejor los hallazgos identificados
inicialmente en la TC. El coste, la disponibilidad y la posible
necesidad de sedación son obstáculos para el uso de la RM como
modalidad de imagen de primera línea.
Hallazgos de los estudios
de imagen
La paciente se sometió a una TC cerebral sin contraste. Se
presenta una imagen seleccionada de ese estudio. Estas imá­
genes muestran un quiste aracnoideo de aproximadamente
8 × 7 × 6 cm en la región de la cisura de Silvio izquierda, que
se extiende desde el espacio extraaxial frontal medio izquierdo
hasta el suelo de la fosa craneal media izquierda. Hay un leve
efecto de masa y una acumulación bilateral de líquido extra­
axial, lo cual es más compatible con higromas (fig. 36.1).
Conclusión del caso
Se consultó al servicio de neurocirugía pediátrica. La paciente
fue hospitalizada para mantenerla en observación y permaneció
estable. Tras hablar con la familia, se decidió realizar una fenes­
tración aracnoidea. Al día siguiente, se le realizó un estudio de
RM, antes de la cirugía, para evaluar cualquier otra anomalía
estructural. Este estudio demostró de nuevo el quiste aracnoideo
frontotemporal izquierdo que causaba una distorsión de los
contornos de los lóbulos frontal y temporal izquierdos y un
leve borramiento del ventrículo lateral izquierdo por el efecto
de masa. Se observan higromas subdurales frontoparietales
bilaterales de 6 mm de grosor. Se aprecia un leve aplanamiento
del contorno del parénquima hemisférico lateral por el efecto de
masa (figs. 36.2 y 36.3). La niña fue llevada al quirófano para
la fenestración programada del quiste aracnoideo, que se realizó
con éxito. Se recuperó sin problemas.
Se desconoce la etiología de los quistes aracnoideos. Se cree
que son secundarios a una malformación de la membrana
161
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162
SECCIÓN 5 • Neurología
Fig. 36.1 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) que muestra el gran quiste (cruces) con efecto de masa (flechas) y los higromas
subdurales bilaterales (asterisco).
Fig. 36.2 Imagen axial de resonancia magnética (RM) ponderada en
T1 que muestra el quiste sin realce (flecha) y los higromas subdurales
bilaterales (cruces).
Fig. 36.3 Imagen axial de resonancia magnética (RM) ponderada en
T2 que muestra el quiste (flecha) y los higromas subdurales bilaterales
(cruces).
aracnoidea embrionaria, por división o duplicación, que con­
duce a una acumulación de líquido.2-5 Los quistes aracnoideos
se encuentran habitualmente de forma fortuita en los pacientes
pediátricos.4-8 El aumento del uso de los estudios de neuroima­
gen, como la TC y la RM, ha permitido detectar cada vez más
quistes aracnoideos.6,9,10 También se han encontrado quistes
mediante la ecografía prenatal.6,11 En un estudio de casi 12.000 pa­
cientes pediátricos a los que se les realizó una prueba de neuro­
imagen (RM) durante un periodo de estudio de 11 años, se
observó una tasa de prevalencia del 2,6%; los varones presen­
taban con más frecuencia quistes aracnoideos, con una preva­
lencia máxima a los 1-5 años de edad.6 Curiosamente, en este
estudio se encontraron quistes aracnoideos múltiples en varios
pacientes.6 Las razones más comunes enumeradas para realizar
un estudio de neuroimagen fueron cefaleas, cambios agudos del
estado de conciencia y convulsiones.6 Los quistes aracnoideos
pueden encontrarse en diversas localizaciones: la cisura de Sil­
vio/fosa craneal media es la localización más común, pero los
quistes aracnoideos pueden ser supraselares, intraselares o, con
menos frecuencia, aparecer en la fosa posterior.5
Los estudios de neuroimagen demuestran fácilmente los
quistes aracnoideos. En la TC, estos quistes aparecen en una
localización extraaxial, tienen la misma densidad que el líquido
cefalorraquídeo y no presentan realce.5 En la RM, los quistes
aracnoideos tienen una intensidad de señal similar a la del líqui­
do cefalorraquídeo en las imágenes ponderadas en T1 y T2 y no
muestran realce con el gadolinio.5 La RM ponderada en difusión
puede utilizarse para distinguir entre quistes aracnoideos y
tumores epidermoides.5,12
Es conveniente consultar al servicio de neurocirugía. En gene­
ral, se considera que los quistes aracnoideos no son sintomáticos
y el tratamiento no está indicado de forma sistemática.5-7 Se ha
booksmedicos.org
36 • Algo está creciendo: quistes aracnoideos pediátricos
descrito la expansión de estos quistes, y aunque hay numero­
sas teorías que especulan sobre por qué puede ocurrir esto, el
mecanismo exacto que causa esta expansión no está claro.5
Es probable que los quistes asintomáticos puedan vigilarse sin
recurrir a la cirugía, y algunos autores proponen estudios de
RM seriados para controlar la progresión del quiste, lo que no
es habitual, especialmente en los pacientes de edad avanzada.6
Sin embargo, estas lesiones pueden asociarse a un aumento
del perímetro craneal, hidrocefalia, cefalea, síntomas cogniti­
vos, problemas de visión, afasia y neuropatía craneal, aunque
puede ser difícil atribuir la cefalea a la presencia de un quiste
aracnoideo por sí sola.4-6,13,14 Estos quistes pueden causar dolor
secundario a la expansión o a la hemorragia.4 Si un paciente
experimenta síntomas debido a un quiste aracnoideo, o si hay
un empeoramiento radiológico del quiste, suele recomendarse
el tratamiento quirúrgico.2,6,13 La hidrocefalia y la hiperten­
sión intracraneal son indicaciones absolutas para la cirugía.5
Un estudio que analizó las intervenciones quirúrgicas en los
pacientes pediátricos descubrió que la cirugía se realizaba con
más frecuencia si el quiste era grande, si había hidrocefalia o si
se había roto o había sangrado.15 Se ha descrito la resolución
espontánea, aunque es poco frecuente.4,16
Hay varias opciones quirúrgicas disponibles: la craneotomía
abierta para la escisión y fenestración del quiste, la fenestración
endoscópica y la derivación cistoperitoneal se emplean habi­
tualmente, y la craneotomía y la fenestración del quiste son los
procedimientos preferidos en muchos casos, dependiendo del
criterio del especialista y la localización del quiste.2,17
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La TC sin contraste es la modalidad de imagen inicial de elec­
ción en los pacientes en los que se sospecha una anomalía
intracraneal.
2. La RM se utiliza a menudo como modalidad de imagen de
segunda línea en los pacientes que presentan hallazgos
anormales en la TC inicial.
3. Se debe considerar la posibilidad de realizar una prueba
de neuroimagen en los pacientes que presenten una cefa­
lea persistente/que empeora, una cefalea que despierta al
paciente del sueño, vómitos persistentes o a primera hora de
la mañana, cambios en los síntomas anteriores o hallazgos
neurológicos focales en la exploración física.
163
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37
Traqueteo en el pecho:
neumonía extrahospitalaria
COBURN ALLEN, MD, y CHRISTOPHER MICHAEL WRIGHT, MD
Presentación del caso
Un niño de 7 años con antecedentes de asma lleva 7 días con tos
y «no se siente bien». Hace 4 días, el paciente presentó fiebre de
39,5 °C. Fue atendido por su pediatra de atención primaria hace
2 días y comenzó a tomar azitromicina, pero no ha comido ni
bebido bien durante los últimos días y ha tenido una disminución de la diuresis. Hoy se ha quejado de dificultad para respirar
a pesar del uso de albuterol, lo que ha motivado que lo llevaran
a urgencias. No ha tenido vómitos, diarrea ni dolor abdominal.
La exploración física revela una temperatura de 39,5 °C, una
frecuencia cardiaca de 120 latidos por minuto, una frecuencia
respiratoria de 25 respiraciones por minuto, una presión arterial
de 100/60 mmHg y una saturación de oxígeno del 94% con aire
ambiente. Tiene las mucosas ligeramente secas. La auscultación
pulmonar revela crepitaciones y ruidos respiratorios apagados
en el lóbulo superior derecho.
Sin embargo, esta modalidad de imagen no está exenta de
limitaciones; los hallazgos de la neumonía extrahospitalaria
(NEH) pueden variar, al igual que la descripción y el diagnóstico
de estos hallazgos por parte de los evaluadores.6 Un estudio multicéntrico internacional analizó la concordancia entre evaluadores con respecto a los hallazgos radiográficos de la neumonía
utilizando las directrices de interpretación normalizadas de la
Organización Mundial de la Salud. El estudio mostró una buena
concordancia para el hallazgo de consolidación, pero una esca­
sa concordancia para otros tipos de infiltrados en las radiografías
simples, como se ha descrito en otras publicaciones.6,7 Las pruebas de imagen por sí solas no permiten distinguir la etiología
vírica de la bacteriana.2,8 Aun así, la radiografía se utiliza a
menudo para confirmar una presunta etiología bacteriana y
se ha demostrado que se correlaciona bien con ese diagnóstico
en los niños con neumonía causada por Pneumococcus; se ha
descubierto que las radiografías negativas tienen un alto valor
predictivo negativo para el origen bacteriano en los pacientes
diagnosticados de neumonía clínicamente.9,10
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
El diagnóstico por imagen se utiliza con frecuencia en la evaluación de los niños con síntomas respiratorios. El diagnóstico
diferencial inicial es amplio, y la anamnesis y la exploración
física sirven para acotar el diagnóstico diferencial y ayudar al
médico a elegir la técnica de diagnóstico por imagen, si está
clínicamente indicado.
La TC no suele ser una modalidad de imagen de primera línea.
El uso de esta tecnología puede estar indicado en los niños con
enfermedades complejas, como derrames o empiemas que
requieren intervenciones invasivas (es decir, toracocentesis
guiada por imagen y colocación de catéteres de drenaje, cirugía
toracoscópica videoasistida [VATS, video-assisted thoracoscopic
surgery]), o cuando el diagnóstico es dudoso.17
RADIOGRAFÍA SIMPLE
ECOGRAFÍA
Los pacientes pediátricos con sospecha de etiología vírica o con
neumonía bacteriana no complicada no requieren la realización
sistemática de estudios de imagen, ya que el diagnóstico de neumonía puede establecerse clínicamente.1,2 Los estudios sobre el
manejo previo a las guías y el cumplimiento posterior a las guías
han mostrado una notable disminución de la frecuencia de realización de radiografías, sin que se haya observado un aumento
significativo de la neumonía diagnosticada clínicamente.3-5 La
radiografía simple es la opción de imagen de primera línea para
la confirmación/exclusión de la enfermedad, para los casos que
no siguen la evolución clínica esperada, si se sospechan complicaciones, si el niño está gravemente enfermo o para evaluar
los diagnósticos alternativos considerados, como la ingestión
de cuerpos extraños.1,2 Las dos proyecciones del tórax permiten
una visualización adecuada y completa de la anatomía torácica, incluidas las zonas ocultas por el corazón y las estructuras
mediastínicas.1,2 Esta modalidad de imagen conlleva una baja
exposición a la radiación ionizante y está fácilmente disponible.
El interés por la ecografía para diagnosticar la neumonía sigue
en aumento debido a la ausencia de radiación ionizante y su
coste relativamente bajo en comparación con otras modalidades
de imagen. La ecografía ha demostrado ser capaz de localizar
derrames y es más sensible que la TC.13 Se pueden detectar
consolidaciones, pero distinguir entre una atelectasia y una
neumonía verdadera puede ser difícil, lo que afecta a la precisión. Los estudios han descrito una sensibilidad equivalente
de la ecografía y la radiografía simple para la detección de la
neumonía, aunque la radiografía simple ha demostrado tener
una mayor especificidad.12 Varios estudios han demostrado que
la ecografía es eficaz para diagnosticar la NEH en determinados
pacientes,12,14,15 y el uso de la ecografía torácica puede reducir
la duración de la estancia y los costes en comparación con la
radiografía torácica.16 En los casos de neumonía complicada, la
ecografía es útil para evaluar si hay un derrame o un absceso,
ya que puede ser más sensible que la TC para los derrames de
pequeño volumen.13
166
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37 • Traqueteo en el pecho: neumonía extrahospitalaria
167
El uso de la ecografía transtorácica para facilitar el diagnóstico de la neumonía pediátrica sigue evolucionando. Esta modalidad puede ser útil, ya sea como prueba de primera línea o como
complemento para definir mejor los hallazgos anormales de la
radiografía simple. La ecografía tiene la ventaja de no exponer
a la radiación ionizante y el estudio es rápido de realizar. Sin
embargo, la realización adecuada de esta técnica requiere una
formación específica y podría no ser generalizable a los profesionales sin experiencia en ecografía torácica.17
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM no es una modalidad de imagen de primera línea para la
NEH. Anteriormente, el uso de esta modalidad estaba limitado
por las dificultades técnicas, pero estudios recientes han demostrado que la RM es sensible para detectar las complicaciones
de la neumonía, aunque es menos sensible que la TC para
detectar bronquiectasias, y puede considerarse una alternativa viable a la TC.16,18,19 La RM es precisa para detectar consolidación pulmonar, necrosis/abscesos pulmonares y derrames
pleurales.12
La ausencia de radiación ionizante es una ventaja. La disponibilidad de la RM puede ser un factor que limite un mayor uso
de esta modalidad, así como la probable necesidad de sedación
en los niños más pequeños.
Fig. 37.1 Radiografía posteroanterior de tórax que muestra una
opacidad pulmonar en el lóbulo superior derecho (flechas), que presenta un aspecto redondeado en la proyección frontal, sin derrame
asociado.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Si bien la historia clínica y los hallazgos de la exploración
física del paciente son indicativos de neumonía, ha habido un
empeoramiento de la evolución clínica a pesar del tratamiento
antibiótico. Se decidió obtener una radiografía de tórax con dos
proyecciones, que se presentan aquí. Se observa una opacidad
pulmonar en el lóbulo superior derecho sin derrame ni neumotórax asociados (figs. 37.1 y 37.2).
Conclusión del caso
El paciente recibió antipiréticos y líquidos intravenosos, lo que
produjo una mejoría de la temperatura y las constantes vitales.
Posteriormente, fue capaz de tolerar bien los líquidos orales en
el servicio de urgencias. Se dieron instrucciones de seguimiento
estrictas, se pautó un tratamiento de 10 días con amoxicilina
oral y se le dio el alta.
La NEH es una de las principales causas de morbilidad y
mortalidad en todo el mundo y una de las principales causas
de hospitalización en EE. UU.20,21 Se define como una infección
aguda del parénquima pulmonar y su etiología varía según la
edad. Los síntomas que se presentan pueden ser inespecíficos
(especialmente en los lactantes), pero a menudo hay fiebre, tos
y molestias respiratorias.
La NEH tiene diversas etiologías, y más del 90% se atribuye
a un origen vírico, que varía dependiendo de la edad.20 En los
menores de 2 años, las causas víricas predominan.20-22 A medida que los niños se hacen mayores, los virus son menos comunes; las causas bacterianas (especialmente bacterias atípicas)
aumentan en frecuencia.22,23 Entre las etiologías bacterianas,
Streptococcus pneumoniae, Staphylococcus aureus, Moraxella catarrhalis y Haemophilus influenzae son los microorganismos más
comunes.22,23
Para las etiologías bacterianas de la NEH, las pruebas diagnósticas suelen tener un rendimiento bajo y no existe un método de
Fig. 37.2 Radiografía lateral de tórax que muestra una opacidad
pulmonar en el lóbulo superior derecho (flechas), sin derrame
asociado.
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168
SECCIÓN 6 • Pulmonar
referencia.9,20 La reacción en cadena de la polimerasa se emplea
habitualmente para analizar muestras de las vías respiratorias
en busca de etiologías víricas. Los hemocultivos solo se realizan
cuando son necesarios según las directrices de la Infectious Di­
seases Society of America (IDSA) y la Pediatric Infectious
Diseases Society (PIDS), mientras que las muestras de lavado
broncoalveolar y los aspirados con aguja no suelen obtenerse
debido a su carácter invasivo.1,20,21
En los niños con sospecha de NEH, las opciones de antibióticos
de primera línea son los betalactámicos, como la amoxicilina,
pero los profesionales deben consultar el antibiograma en cada
caso, ya que la sensibilidad varía en función de la región.1,22,23
En el caso de los pacientes hospitalizados, se suelen utilizar antibióticos por vía intravenosa (p. ej., ampicilina en lugar de amoxicilina). La decisión de tratar o no con antibióticos no depende
en gran medida de los hallazgos radiográficos.24 Las pruebas
de laboratorio complementarias, como la determinación de la
procalcitonina, se han propuesto como posibles indicadores de
en qué pacientes hospitalizados se puede omitir el tratamiento
con antibióticos de forma segura.25 En el caso de los pacientes
que no responden al tratamiento inicial, puede estar indicado
realizar más pruebas de imagen para evaluar complicaciones
como abscesos o derrames.1,6 Los hallazgos en estas pruebas de
imagen pueden justificar otras intervenciones, como la colocación de un drenaje torácico con o sin fibrinolíticos o una VATS.1
Si se sospechan causas atípicas de neumonía, como Mycoplasma pneumoniae, se recomienda el uso de macrólidos. Dada la
frecuencia del origen vírico, estudios recientes han cuestionado
la tasa de prescripción de antibióticos.26
A modo de comparación, se presentan varios casos a continuación:
Las figuras 37.3 y 37.4 corresponden a un paciente de 35 me­
ses de edad que se presentó con fiebre y tos de 1 semana de
evolución; presentaba un valor de pulsioximetría del 91% con
aire ambiente y taquipnea leve. La radiografía de tórax con dos
proyecciones muestra una consolidación del lóbulo inferior
Fig. 37.4 Radiografía lateral de tórax que muestra una consolidación en
el lóbulo inferior izquierdo (flechas blancas) que dificulta la visualización
del hemidiafragma izquierdo, de manera que solo se visualiza el hemidiafragma derecho (flechas negras abiertas) en la proyección lateral.
izquierdo sin derrame. Mientras que la consolidación se ve en
ambas proyecciones en este paciente, si una consolidación del
lóbulo inferior afecta únicamente a la región retrocardiaca,
se podría pasar por alto en la proyección frontal y verse más
fácilmente en la proyección lateral. Esto subraya la importancia
de obtener radiografías de tórax con dos proyecciones en la
población pediátrica.
Un niño de 11 meses se presentó con fiebre y dificultad respiratoria y lucía bastante enfermo (figs. 37.5-37.8). Las radiografías simples de tórax revelaron una opacificación del hemitórax
izquierdo con efecto de masa, ya que el mediastino estaba desplazado hacia la derecha, alejándose del hemitórax opacificado.
En un niño que se presenta clínicamente con neumonía, estos
hallazgos son más indicativos de neumonía con derrame pleural,
pero los hallazgos de la radiografía de tórax no son específicos. Se
realizó una ecografía transtorácica del tórax que reveló un gran
derrame pleural izquierdo con múltiples tabicaciones y loculaciones (v. fig. 37.7). Se consultó al servicio de cirugía pediátrica y el
niño se sometió a una VATS con drenaje de un empiema y colocación de un drenaje torácico (v. fig. 37.8). Un estafilococo resistente a la meticilina creció en el cultivo de líquido de derrame.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Fig. 37.3 Radiografía anteroposterior de tórax que muestra una consolidación en el lóbulo inferior izquierdo (flechas blancas) que dificulta la
visualización del hemidiafragma izquierdo.
1. Los niños con un diagnóstico clínico de NEH no requieren la
realización sistemática de estudios de imagen.
2. La radiografía simple de tórax (con dos proyecciones) es la
modalidad de elección en los niños con sospecha de neumonía en los que está indicado el diagnóstico por imagen o en
los que puede ser útil (es decir, hospitalización, evolución
atípica, sospecha de complicaciones, sospecha de diagnósticos alternativos).
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37 • Traqueteo en el pecho: neumonía extrahospitalaria
169
Fig. 37.7 Imagen longitudinal de la ecografía transtorácica de la parte izquierda del tórax, que muestra la presencia de derrame pleural
izquierdo (DP), con loculaciones y tabiques (flechas); el diagnóstico
más compatible con esta presentación clínica es el empiema. El corazón
también se ve y se etiqueta en esta imagen.
Fig. 37.5 Radiografía anteroposterior de tórax que muestra una opacificación completa del hemitórax izquierdo (flechas blancas) en la
proyección frontal, con aumento de volumen y efecto de masa, ya que
el mediastino se desplaza hacia la derecha (flechas abiertas).
Fig. 37.8 Tras una cirugía toracoscópica videoasistida (VATS) con drenaje de un empiema pleural izquierdo, la radiografía anteroposterior
de tórax muestra una disminución de la opacificación del hemitórax
izquierdo con reexpansión del pulmón izquierdo (flecha blanca). Se
observa un drenaje torácico en el lado izquierdo (flecha negra).
3. La ecografía pulmonar transtorácica es una modalidad de
imagen útil en los niños con NEH para identificar derrames
pleurales y acumulaciones de líquido.
4. La TC y la RM no son pruebas de imagen de primera línea,
pero pueden estar indicadas en los casos de enfermedad
compleja o cuando se sospecha un diagnóstico alternativo.
Fig. 37.6 Radiografía lateral de tórax que muestra la opacificación completa del hemitórax izquierdo. La proyección lateral tiene una utilidad
limitada en comparación con la figura 37.5, pero solo se ve el hemidiafragma derecho; el izquierdo queda oculto por la opacificación del
tórax izquierdo. En un niño con una presentación clínica de neumonía,
estos hallazgos son más indicativos de neumonía del lado izquierdo con
derrame pleural o empiema, pero los hallazgos de la radiografía simple
no son concluyentes.
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38
¿Eso es una neumonía?
Atelectasia
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una niña de 22 meses se presenta con tos y congestión de 5 días
de evolución. Se ha observado una fiebre persistente de 38,8 °C.
La ingesta oral de líquidos ha sido adecuada, pero ha disminuido
en los últimos días, aunque sigue teniendo una diuresis aceptable.
No ha habido vómitos ni diarrea y no hay sospecha de ingestión de
cuerpos extraños o episodios de asfixia. La exploración física revela
una niña febril (38,6 °C) con una frecuencia respiratoria de 25 res­
piraciones por minuto, una frecuencia cardiaca de 140 latidos
por minuto y una pulsioximetría del 85% con aire ambiente.
Se muestra alerta y enérgica, pero con una leve dificultad res­
piratoria. Se auscultan crepitantes y sibilancias dispersas en todos
los campos pulmonares, pero especialmente en el lóbulo inferior
izquierdo. También hay tiraje intercostal moderado sin estridor
ni quejido espiratorio. El resto de la exploración no es destacable.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Suele ser la modalidad de imagen de primera línea en los pacientes
con sospecha de un proceso pulmonar, generalmente una neumo­
nía. La atelectasia en la radiografía simple puede ser difícil de dis­
tinguir de una consolidación lobular observada en otros procesos,
como la neumonía. Hay características radiográficas que pueden
ayudar a diferenciar la atelectasia de la consolidación. En compara­
ción con la neumonía, la atelectasia se asocia con signos de pérdida
de volumen, como un cambio en la posición normal de las cisuras
o los vasos pulmonares, un desplazamiento del mediastino hacia
el lado de la atelectasia o una elevación unilateral del diafragma.1
Aunque la atelectasia puede afectar a cualquier lóbulo pulmonar,
los lóbulos inferiores derecho e izquierdo y el lóbulo medio derecho
son lugares frecuentes de atelectasia, especialmente en los pacientes
con asma.1 La radiografía simple no expone al paciente a cantidades
significativas de radiación ionizante en comparación con otras
modalidades ionizantes (p. ej., la tomografía computarizada [TC]).
Se recomienda obtener dos proyecciones del tórax.1
ECOGRAFÍA
La ecografía es una modalidad de imagen emergente en muchas
aplicaciones de imagen pediátrica. Existen algunas publica­
ciones sobre el uso de la ecografía para detectar atelectasias,
especialmente en la población neonatal, que han resultado
prometedoras, pero la ecografía no suele ser una modalidad de
imagen de primera línea.2,3
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC puede detectar atelectasias, pero no se emplea como moda­
lidad de imagen de primera línea en general.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Se obtuvo una radiografía simple de tórax; se presenta un estu­
dio con dos proyecciones (posteroanterior y lateral) (figs. 38.1
y 38.2). El estudio muestra un aumento de las marcas inters­
ticiales parahiliares y engrosamiento peribronquial bilateral.
Hay consolidación retrocardiaca en el lóbulo inferior izquierdo,
con bordes angulosos, que adopta el aspecto de una banda en la
proyección lateral, lo cual es compatible con una atelectasia. No
hay derrame ni neumotórax. En vista de la anamnesis, el aspecto
radiográfico y el estudio clínico, estos hallazgos son compatibles
con una atelectasia secundaria a una enfermedad de las vías
respiratorias, más que con una neumonía.
Conclusión del caso
A la paciente se le administró oxígeno en flujos altos a través de
una cánula nasal, con la consiguiente mejoría de los síntomas.
Se realizó una aspiración nasal enérgica. Debido a la hipoxia
y la dificultad respiratoria, la niña fue hospitalizada para ser
vigilada y recibir tratamiento sintomático. Después de varios
días, mejoró y pudo ser dada de alta con una estrecha vigilancia
y seguimiento.
La atelectasia pediátrica tiene varias etiologías. Se pueden
clasificar como:1,4
1. Obstrucción de las vías respiratorias: ya sea por causas exóge­
nas (como un cuerpo extraño en las vías respiratorias o una
aspiración recurrente) o causas endógenas (tapones de moco
en la fibrosis quística o procesos infecciosos, como neumonía,
bronquiolitis o alteraciones de la movilidad ciliar).
2. Compresión del parénquima pulmonar: debida a masas
torácicas (primarias o debidas a metástasis), cardiomegalia,
neumotórax, derrame pleural, hemotórax o enfermeda­
des neuromusculares (como la atrofia muscular espinal).
3. Deficiencia de surfactante pulmonar: como puede verse en el
edema pulmonar, las lesiones por inmersión y el síndrome de
dificultad respiratoria aguda.
Una causa común de atelectasia en la población pediátri­
ca es la formación de tapones de moco asociada a un proceso
infeccioso.1 La presentación clínica de la atelectasia puede ser
inespecífica, pero a menudo depende del proceso subyacente.
Por ejemplo, en la bronquiolitis suele haber fiebre, sibilancias,
roncus y crepitantes en algún grado. Aunque ninguno de estos
hallazgos es específico de atelectasia, la presencia de sibilancias
focales o ruidos respiratorios apagados puede ser indicativa de
atelectasia.1 Una anamnesis y una exploración física exhaus­
tivas pueden ayudar al médico a determinar la etiología más
probable de la atelectasia.
Cabe destacar el síndrome del lóbulo medio derecho, descrito
originalmente por Graham para caracterizar la atelectasia por
compresión del bronquio del lóbulo medio derecho debida a
171
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172
SECCIÓN 6 • Pulmonar
Fig. 38.1 La proyección posteroanterior de la radiografía de tórax
muestra el engrosamiento parahiliar de la pared bronquial, y a la derecha se observa claramente un engrosamiento significativo de la pared
bronquial (flecha negra). Hay una consolidación focal retrocardiaca en
el lóbulo inferior izquierdo (flechas blancas), con bordes angulosos,
especialmente en la región parahiliar izquierda, que tiene un aspecto
colapsado, en forma de banda, en la proyección lateral (fig. 38.2). Este
aspecto es compatible con una atelectasia más que con una neumonía.
Fig. 38.2 Proyección lateral de la radiografía de tórax que muestra el
engrosamiento parahiliar de la pared bronquial. Se aprecia una consolidación focal retrocardiaca en el lóbulo inferior izquierdo (fig. 38.1),
con bordes angulosos, especialmente en la región parahiliar izquierda,
que tiene un aspecto colapsado, en forma de banda, en la proyección
lateral (flechas blancas). Este aspecto es compatible con una atelectasia
más que con una neumonía.
adenopatías peribronquiales.4,5 También se han descrito hallaz­
gos similares al síndrome del lóbulo medio derecho en otras
secciones del pulmón.4,6 Se desconoce la prevalencia exacta,
pero esta entidad se encuentra con mayor frecuencia en la pobla­
ción de edad preescolar.4 El síndrome del lóbulo medio derecho
debe sospecharse cuando los pacientes presentan tos crónica o
persistente, sibilancias o «neumonía» recurrente/persistente
en el lóbulo medio derecho.4 Curiosamente, los médicos suelen
pasar por alto esta entidad, y los pacientes a menudo han sido
tratados con múltiples pautas de antibióticos antes del diagnós­
tico.4 El síndrome del lóbulo medio derecho, que se observa con
frecuencia en los pacientes pediátricos con asma, se debe en la
mayoría de los casos a la inflamación de la pared bronquial y a la
formación de tapones en el lóbulo medio derecho con atelectasia
persistente.1,4 Los hallazgos radiográficos a menudo se inter­
pretan erróneamente como neumonía y se tratan como tal,
aunque los antibióticos no están indicados.4 La radiografía de
tórax es la modalidad de imagen de primera línea para investigar
el síndrome del lóbulo medio; la TC puede utilizarse como estudio
de imagen secundario para investigar la permeabilidad del árbol
bronquial, evaluar la presencia de bronquiectasias y valorar
cualquier causa de compresión extrínseca, como adenopatías o
masas, o lesiones endobronquiales, como masas o cuerpos extra­
ños.4 Aunque el papel de la ecografía en el estudio del síndrome
del lóbulo medio está por definirse, la resonancia magnética ha
surgido como una opción de imagen.4 El tratamiento depende
de la etiología subyacente del síndrome del lóbulo medio y a
menudo implica la consulta a otros especialistas, en particular al
servicio de neumología pediátrica. Los resultados de los pacien­
tes con síndromes del lóbulo medio son, en general, favorables,
aunque se carece de resultados a largo plazo.4,7 Se ha descrito
que hasta un tercio de los pacientes presentan síntomas res­
piratorios residuales, incluida una enfermedad obstructiva leve
de las vías respiratorias.4,7,8
El tratamiento de la atelectasia depende de la enfermedad
subyacente. Los pacientes con asma, fibrosis quística y enfer­
medades crónicas subyacentes se tratan con los medicamentos
y los tratamientos apropiados para la enfermedad subyacente.
La fisioterapia respiratoria es otro método que se ha empleado,
especialmente en el ámbito hospitalario, para ayudar a aliviar la
atelectasia y mejorar la eliminación de moco de los pulmones.1,9
Hay pocos estudios publicados que evalúen el tratamiento de
la atelectasia pediátrica, aunque se han investigado diversas
modalidades, como los medicamentos nebulizados y la percusión
intrapulmonar, además de la fisioterapia respiratoria.9-11 Los
pacientes con atelectasias persistentes deben ser atendidos por el
neumólogo pediátrico y debe considerarse la posibilidad de reali­
zar una broncoscopia flexible.4,12 Hay cuadros (p. ej., tumores
endobronquiales) que pueden manifestarse como atelectasias
persistentes y que requieren una investigación más allá de la
radiografía simple.13,14
A continuación, se presentan varios casos con fines de com­
paración:
Una niña de 6 años con antecedentes de asma presentó dos
episodios de fiebre, tos y sibilancias, con 5 meses de diferencia.
En el primer episodio, se observó opacidad y pérdida de volu­
men en el lóbulo inferior derecho en la radiografía de tórax,
compatible con atelectasia del lóbulo inferior derecho. Cuando
volvió a presentar síntomas 5 meses más tarde, la radiografía
de tórax mostraba reexpansión del lóbulo inferior derecho, con
un aspecto normal, pero había opacidad y pérdida de volumen
en el lóbulo inferior izquierdo, lo que concuerda con una atelec­
tasia del lóbulo inferior izquierdo. Obsérvese el aspecto similar
de la atelectasia en los dos lóbulos inferiores, ya que ambos
se colapsan característicamente en sentido inferior y medial
(figs. 38.3 y 38.4).
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38 • ¿Eso es una neumonía? Atelectasia
Fig. 38.3 Proyección posteroanterior de la radiografía de tórax del
mismo paciente de la figura 38.4, realizada con 5 meses de diferencia.
Aquí hay una opacidad asimétrica aumentada en la porción retrocardiaca
del lóbulo inferior derecho, debida a una atelectasia del lóbulo inferior
derecho (flechas). Obsérvese el borde superolateral derecho, anguloso
y bien definido, de esta opacidad, que corresponde a la cisura mayor
deprimida (flechas).
173
Fig. 38.5 Proyección posteroanterior de una atelectasia del lóbulo
superior izquierdo. En esta figura se observa un aumento de la opacidad
en la porción media-superior del pulmón izquierdo (flechas) que se
asocia a la prominencia y la mala definición de las estructuras hiliares
izquierdas y a la escasa definición del borde cardiaco superior izquierdo.
Fig. 38.4 Proyección posteroanterior de la radiografía de tórax del
mismo paciente, realizada 5 meses después. Aquí, la opacidad del lóbulo
inferior derecho se ha resuelto, pero han aparecido una opacidad y
una pérdida de volumen compatibles con una atelectasia del lóbulo
inferior izquierdo (flechas). Obsérvese la depresión de la cisura mayor
a la izquierda (flechas), compatible con la pérdida de volumen del
lóbulo inferior.
Un paciente de 8 años acude con tos y sibilancias. Una serie de
tórax con dos proyecciones revela una opacidad en las porciones
media y superior del pulmón izquierdo en la proyección frontal,
que produce un borramiento de las estructuras hiliares izquier­
das y el borde superior izquierdo del corazón. En la proyección
lateral, la opacidad es anterior. Este es el aspecto característico
de la atelectasia del lóbulo superior izquierdo y no representa
una neumonía ni una masa. Aunque se sabe que el lóbulo supe­
rior derecho se colapsa en sentido superior y medial, el lóbulo
Fig. 38.6 Proyección lateral de una atelectasia del lóbulo superior
izquierdo. Esta figura demuestra la localización anterior de la opacidad
(flechas), ya que el lóbulo superior izquierdo se colapsa en sentido
anterior.
superior izquierdo, en cambio, se colapsa en sentido anterior,
dando lugar al aspecto característico que se observa en este niño.
Es importante reconocer esto como una atelectasia del lóbulo
superior izquierdo y evitar la confusión con una neumonía o
una masa hiliar (figs. 38.5 y 38.6).
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174
SECCIÓN 6 • Pulmonar
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple de tórax es la modalidad de imagen de
primera línea en los pacientes con sospecha de enfermedad
pulmonar. Es preferible un estudio con dos proyecciones.
2. La TC puede detectar atelectasias, pero no es la modalidad
de imagen inicial en la mayoría de los casos.
3. El papel de la ecografía en la detección de atelectasias en los
pacientes pediátricos está en evolución, pero es prometedor.
4. Puede ser difícil distinguir radiográficamente la atelectasia
de otros procesos pulmonares, como infiltrados o derra­
mes. En general, las atelectasias se asocian a una pérdida
de volumen y suelen afectar a los lóbulos medio o inferior
derechos, pero también a cualquier lóbulo. Ciertos procesos
patológicos, como la bronquiolitis no complicada o el asma,
suelen asociarse a una atelectasia y no a una neumonía
bacteriana.
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39
¿Se irá esta tos algún día?
Neumonía atípica
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 12 años con antecedentes de autismo lleva 3 se­
manas con tos. Inicialmente hubo fiebre de 38,8 °C, pero
solo duró 2-3 días y luego se resolvió. Fue atendido por su médi­
co de atención primaria hace 2 semanas y diagnosticado de
una infección vírica de las vías respiratorias superiores. No ha
tenido congestión, vómitos, diarrea ni dolor abdominal. No se
refiere asfixia ni sospecha de ingestión de cuerpos extraños. Ha
comido y bebido bien. La exploración revela una temperatura
de 37,2 °C, una frecuencia cardiaca de 90 latidos por minuto,
una frecuencia respiratoria de 20 respiraciones por minuto, una
presión arterial de 110/75 mmHg y una saturación de oxígeno
del 93% con aire ambiente. Parece estar cómodo y no muestra
dificultad para respirar. No presenta estigmas de alergias. En
la auscultación pulmonar se observan roncus dispersos sin
crepitantes; se escuchan unas ligeras sibilancias en ambas bases
pulmonares. No tiene ninguna erupción.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El diagnóstico por imagen se emplea a menudo en la evaluación
de niños con problemas respiratorios. El diagnóstico diferencial
puede ser amplio, y la modalidad de imagen empleada por el
médico depende de la anamnesis y la exploración física.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Los pacientes pediátricos en los que se sospecha una etiología
vírica o una neumonía bacteriana no complicada no suelen
requerir pruebas de imagen. La radiografía simple es una exce­
lente opción de imagen de primera línea en los pacientes que no
siguen la evolución clínica esperada, si hay sospecha de com­
plicaciones de una infección pulmonar previamente diagnos­
ticada, en los niños gravemente enfermos o si se considera un
diagnóstico alternativo, como la ingestión de un cuerpo extraño.
Se necesitan dos proyecciones del tórax para lograr una visuali­
zación adecuada y completa de la anatomía del tórax, incluidas
las zonas ocultas por el corazón y las estructuras mediastínicas.1
La radiografía simple tiene limitaciones, como la variabilidad
en la interpretación de la imagen y la técnica de adquisición
de la imagen, lo que puede dificultar la obtención de estudios
significativos en determinados pacientes.
La infección vírica es la causa más común de neumonía en la
población pediátrica. Aunque es controvertida, la radiografía se
utiliza a menudo para confirmar una presunta etiología bacte­
riana y se ha demostrado que se correlaciona bien con ese diag­
nóstico en los niños con neumonía por Pneumococcus; los niños
con una radiografía normal y un diagnóstico clínico de neumo­
nía bacteriana no suelen tener una infección neumocócica.2 En
un estudio, la mayoría de los niños hospitalizados con neumonía
extrahospitalaria grave mostraban infiltrados alveolares en la
radiografía, y los que tenían infiltrados en el lóbulo superior
junto con derrames presentaban una mayor gravedad de la
enfermedad.3 (Para consultar un análisis completo de la neumo­
nía bacteriana y la radiografía, véase el capítulo 37: «Traqueteo
en el pecho: neumonía extrahospitalaria».)
ECOGRAFÍA
Se ha producido un aumento del interés por la ecografía para
ayudar al diagnóstico de la neumonía. La ecografía tiene la
ventaja de carecer de radiación ionizante y es bastante eco­
nómica en comparación con otras modalidades de imagen. La
ecografía ha demostrado su capacidad para localizar derrames
y es más sensible que la tomografía computarizada.1,4 Permite
detectar consolidaciones, que se ven como una zona hipo­
ecogénica con mala definición de los bordes, pero la distinción
entre una atelectasia y una neumonía verdadera puede ser
difícil, lo que afecta a la precisión.1,5 Otros estudios han demos­
trado que la ecografía es eficaz en el diagnóstico de la neumonía
extrahospitalaria en determinados pacientes4-7 y puede reducir
la duración de la estancia y los costes en comparación con la
radiografía de tórax.8 El uso normalizado de la ecografía trans­
torácica para ayudar al diagnóstico de la neumonía pediátrica es
una práctica en fase de desarrollo. Los estudios realizados hasta
el momento han demostrado que esta modalidad puede ser útil,
ya sea como prueba de primera línea o como complemento para
definir mejor los hallazgos anormales de la radiografía simple,
aunque esta modalidad requiere una formación específica para
realizarla adecuadamente y la precisión observada puede no
ser generalizable a los profesionales que no tienen experiencia
en ecografía torácica.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La tomografía computarizada no suele ser una modalidad de
imagen de primera línea. El uso de esta técnica puede estar
indicado en los niños con enfermedades complejas o cuando el
diagnóstico es dudoso.
Hallazgos de los estudios
de imagen
El paciente se sometió a una radiografía de tórax con dos pro­
yecciones. Las imágenes muestran opacidades intersticiales en
los pulmones, con una opacidad parenquimatosa más focal en
el pulmón inferior derecho, que se ve mejor en la proyección
anteroposterior. No hay signos de derrame/líquido pleural. La
silueta cardiaca es normal, con la aorta en el lado izquierdo
(figs. 39.1 y 39.2).
175
booksmedicos.org
176
SECCIÓN 6 • Pulmonar
Conclusión del caso
Fig. 39.1 Proyección anteroposterior: múltiples áreas de opacidad
intersticiales con una opacidad confluyente más focal (flechas) en el
lóbulo inferior derecho, que borra parcialmente el hemidiafragma lateral
derecho.
Fig. 39.2 La opacidad del lóbulo inferior derecho se ve más sutilmente
en la proyección lateral, como una opacidad que se extiende posterior
a la cisura mayor (flecha), lo que borra la parte posterior del hemidiafragma derecho.
La anamnesis, la exploración y la radiografía de tórax del
paciente sugerían una infección por Mycoplasma pneumoniae.
El paciente fue dado de alta del servicio de urgencias pediá­
tricas con indicación de estrecha vigilancia, tratamiento con
azitromicina durante 5 días y seguimiento por su médico de
cabecera. No se realizaron pruebas serológicas.
El término «neumonía errante» se ha utilizado para descri­
bir las infecciones por Mycoplasma pneumoniae. La convención
actual utiliza el término «neumonía atípica» para describir las
infecciones atribuidas a especies de Mycoplasma y Chlamydia.
Mycoplasma pneumoniae ha sido reconocido como una etiología
importante y común de las infecciones respiratorias entre los
niños en edad escolar.9 Se ha notificado una prueba de reacción
en cadena de la polimerasa (PCR, polymerase chain reaction)
positiva o una serología positiva para este microorganismo en
hasta un tercio de los niños hospitalizados con neumonía extra­
hospitalaria.9-11 La mayoría de las infecciones por Mycoplasma
son leves y autolimitadas. Los síntomas comunes consisten en
signos de infección respiratoria, como febrícula y tos, así como
síntomas similares a los del asma.9,12,13 La infección puede ser
grave y se han descrito complicaciones extrapulmonares, como
trastornos dermatológicos (exantemas inespecíficos y eritema
multiforme) y neurológicos (encefalitis y síndrome de GuillainBarré), aunque todos los sistemas del organismo pueden verse
afectados.9,10,12-14
La radiografía de tórax suele mostrar infiltrados intersticiales
bilaterales y difusos, pero también puede mostrar derrames.10,13
Algunos estudios han descrito infiltrados periféricos en los niños
mayores y adenopatías hiliares en los niños más pequeños.13
También son frecuentes la pérdida de volumen y la afectación
multilobular.15,16 Sin embargo, los hallazgos de la radiografía
simple son variables y no son específicos de la infección por
Mycoplasma. Una combinación de datos de la anamnesis y
hallazgos clínicos, en combinación con la radiografía, puede
ayudar a establecer el diagnóstico de infección por Mycoplasma.
En general, las técnicas avanzadas de diagnóstico por imagen
no están indicadas en los pacientes con sospecha clínica de
infección por Mycoplasma no complicada.
Existen varias opciones de pruebas diagnósticas que pueden
utilizarse para confirmar la infección por Mycoplasma. La PCR
se considera el método de referencia debido a su excelente sen­
sibilidad y a la rapidez de los resultados. La serología para IgM
e IgG y las pruebas rápidas de antígenos son menos sensibles
que la PCR, y los ensayos de aglutinación han sido sustituidos
por la PCR y las pruebas serológicas. El cultivo no se utiliza debi­
do a los requisitos especiales del medio y al tiempo necesario para
obtener un resultado.10,12,17 Sin embargo, ningún método de
análisis puede confirmar de forma fiable la infección por Mycoplasma en los niños.
El tratamiento de esta infección depende de la sospecha clí­
nica y los hallazgos radiográficos. En los niños con sospecha de
neumonía extrahospitalaria, los antibióticos de primera línea
son los betalactámicos, como la amoxicilina.10,18 Sin embargo,
debido a la ausencia de pared celular, los betalactámicos no
son eficaces contra Mycoplasma. Por ello se recomiendan los
macrólidos, como la azitromicina, para el tratamiento de las
infecciones por Mycoplasma, aunque las pruebas que apoyan su
uso son limitadas y la resistencia ha ido aumentando.9,10,11,18-20
El médico también debe considerar el tratamiento de una infec­
ción por Mycoplasma en los niños que están siendo tratados
por neumonía extrahospitalaria con antibióticos de primera
línea adecuados y que no mejoran o no responden como se
esperaba.10,11
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39 • ¿Se irá esta tos algún día? Neumonía atípica
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. En los niños con un diagnóstico clínico de neumonía no
complicada no es preciso realizar sistemáticamente estudios
de imagen del tórax.
2. La mayoría de las neumonías infantiles son de etiología vírica.
Si se plantea el uso de antibióticos, la elección del tratamiento
debe basarse en la anamnesis y los hallazgos clínicos.
3. La radiografía simple de tórax (idealmente con dos proyec­
ciones) es la modalidad de elección en los niños con sos­
pecha de neumonía en los que está indicado o sería útil el
diagnóstico por imagen. Los niños con una evolución atípica
de una presunta infección vírica y en los que se sospechan
complicaciones o un diagnóstico alternativo son candidatos
apropiados para la obtención de pruebas de imagen.
4. La ecografía transtorácica ha surgido como una prueba
de imagen potencialmente útil en los niños con neumonía
extrahospitalaria. Esta modalidad es muy útil para la iden­
tificación de derrames pleurales y acumulaciones de líquido.
La ecografía tiene una eficacia desigual para distinguir entre
atelectasias e infiltrados en la población pediátrica; se nece­
sitan más estudios.
5. La tomografía computarizada no es una prueba de imagen
de primera línea en la gran mayoría de los niños en los que
se sospecha una neumonía. En los niños con enfermedades
complejas o cuando se sospecha un diagnóstico alternativo,
esta modalidad puede ser útil.
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40
Por supuesto que tienes asma:
sibilancias persistentes
TIM RUTTAN, MD
Presentación del caso
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Un niño de 8 años lleva 3 días con tos, fiebre y dolor de cabeza.
Había sido atendido el día anterior por su pediatra, que lo derivó
al servicio de urgencias después de que la radiografía de tórax
realizada de forma ambulatoria mostrara hallazgos sospechosos
de neumonía. Hace 6 semanas se le diagnosticó una neumonía
del lóbulo inferior derecho y se le trató con amoxicilina oral, pero
no presentó una mejoría clínica y fue hospitalizado para recibir
tratamiento adicional. Tras objetivarse una mejoría clínica, fue
dado de alta a su domicilio, donde debía completar una pauta
de antibióticos orales.
En la anamnesis destaca un diagnóstico de enfermedad
reactiva de las vías respiratorias a los 3 años de edad, que respondió, en gran medida, al tratamiento con broncodilatadores.
Su madre observó que parecía tener más problemas respiratorios
en los últimos 3 años, y en este periodo de tiempo fue diagnosticado en múltiples ocasiones de neumonía clínica y «bronquitis»
de forma ambulatoria.
La exploración física es la de un niño que no impresiona de
gravedad, cuya única queja es un dolor torácico en el lado derecho con la inspiración profunda. Las constantes vitales muestran una temperatura de 38,8 °C, una frecuencia cardiaca de
130 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria de 24 respiraciones por minuto, una presión arterial de 127/68 mmHg y
una pulsioximetría del 95% con aire ambiente. La exploración es
anodina a excepción de la auscultación pulmonar, que presenta
ruidos respiratorios apagados en el lado derecho, sin crepitantes
ni roncus, pero con sibilancias inspiratorias y espiratorias leves;
no presenta tiraje ni quejido espiratorio.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Aunque la gran mayoría de los pacientes pediátricos con sibilancias tendrán una etiología vírica, el médico debe ampliar el
diagnóstico diferencial en los pacientes con persistencia de los
síntomas respiratorios. La etiología puede dividirse en dos grandes categorías: causas estructurales y causas funcionales. Las
causas estructurales incluyen los anillos y los arcos vasculares, la
traqueomalacia, la estenosis traqueal, las membranas traqueales
y las masas. Las causas funcionales incluyen el asma/enfermedad
reactiva de las vías respiratorias, la enfermedad por reflujo gastroesofágico (especialmente en los lactantes), la disfunción de las
cuerdas vocales (especialmente en los pacientes adolescentes), las
infecciones persistentes o recurrentes y los cuerpos extraños. La
radiografía simple es la modalidad de imagen inicial de elección
para los pacientes con sibilancias persistentes u otros síntomas
respiratorios (como taquipnea o hipoxia).
Siempre que sea posible, debe obtenerse un estudio con dos
proyecciones (posteroanterior o anteroposterior y lateral).
La TC es una modalidad de imagen de segunda línea para evaluar la enfermedad pulmonar complicada, en particular las
lesiones que afectan a los bronquios o en el caso de sospecha
de un cuerpo extraño bronquial. La TC proporciona una mayor
definición de la patología subyacente que la radiografía simple.
Además, dado el amplio diagnóstico diferencial característico, la
TC puede ayudar a orientar los siguientes pasos del diagnóstico
y el tratamiento, así como a localizar la patología, para guiar la
broncoscopia o la cirugía. Si se realiza un estudio de TC debido
a la aspiración aguda de un cuerpo extraño, no es necesario el
uso de contraste intravenoso. Sin embargo, para procesos más
subagudos o procesos que pueden ser infecciosos o relacionados
con una neoplasia, debe utilizarse el contraste intravenoso para
definir la vasculatura, diferenciar la vasculatura de adenopatías
u otras masas y facilitar la caracterización de una masa, una
neumonía o un absceso.
ECOGRAFÍA
A diferencia de la evaluación de las neumonías y los derrames
más típicos, la ecografía pulmonar no proporciona detalles suficientes para evaluar los procesos que afectan al árbol bronquial.
RESONANCIA MAGNÉTICA
Esta modalidad no se utiliza como estudio de imagen de primera
línea y puede emplearse en los pacientes en los que es preciso
aclarar los hallazgos de la radiografía simple o la TC.
Hallazgos de los estudios
de imagen
El paciente fue sometido a una radiografía simple de tórax. Aquí
se ofrece una imagen seleccionada de este estudio. Este estudio
se comparó con la radiografía de tórax realizada 6 semanas
antes (no se muestra) y reveló una consolidación persistente del
lóbulo inferior derecho y una pérdida de volumen, sin cambios
significativos en el intervalo (fig. 40.1).
Conclusión del caso
El niño fue hospitalizado para proseguir la evaluación y establecer el diagnóstico. Se obtuvo una TC de tórax con contraste intravenoso. Aquí se facilitan algunas imágenes escogidas
de la TC, que muestran una opacificación completa del lóbulo
inferior derecho con un defecto de repleción del bronquio del
lóbulo inferior derecho, lo que sugiere una lesión endobronquial
como un cuerpo extraño, una masa o un granuloma (figs. 40.2
y 40.3). Se consultó al servicio de neumología pediátrica y se
realizó una broncoscopia flexible, tras la cual se estableció el
178
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40 • Por supuesto que tienes asma: sibilancias persistentes
Fig. 40.1 Radiografía anteroposterior de tórax que muestra una consolidación y la pérdida de volumen en el lóbulo inferior derecho (flechas),
con un aspecto sin cambios con respecto a una radiografía de tórax
previa realizada 6 semanas antes.
Fig. 40.2 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con ventana
pulmonar que muestra una masa endobronquial a la derecha (*), con una
media luna de aire que rodea parcialmente la masa en el bronquio derecho afectado (flechas negras). El lóbulo inferior derecho está colapsado
y consolidado (flecha blanca).
diagnóstico histológico de carcinoma mucoepidermoide endobronquial. El paciente fue sometido a fotoablación con láser y
evolucionó favorablemente, observándose una mejoría de la
función pulmonar.
La mayoría de los estudiantes de medicina pueden recitar el
dogma de que «todo lo que curse con sibilancias no es asma»,
pero en un contexto clínico ajetreado, puede ser un reto pensar más allá de las etiologías comunes. Entre los diagnósticos
que pueden imitar el asma o la neumonía se encuentran las
malformaciones congénitas (anillos y arcos vasculares, traqueomalacia y broncomalacia, malformaciones congénitas
de las vías respiratorias y secuestros pulmonares), los cuerpos
extraños, la tuberculosis, la miocarditis, los tapones de moco y
la hemosiderosis pulmonar.1-3
179
Fig. 40.3 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con ventana
pulmonar, a una altura más baja que la de la figura 40.2, que muestra
aire en los bronquios más periféricos del lóbulo inferior derecho (flecha
negra), así como una atelectasia densa y una consolidación en la base
del lóbulo inferior derecho (flechas blancas).
Las sibilancias y la enfermedad reactiva de las vías respiratorias son frecuentes en la población pediátrica, y existe un gran
interés por limitar la cantidad de radiografías de tórax realizadas
a los pacientes con sospecha de asma.4 Aunque está claro que
existe el riesgo de recurrir a las pruebas de imagen en exceso,
hay ciertos factores que deberían instar al médico a solicitarlas.
La edad inusual de inicio, la gravedad de la enfermedad, la respuesta atípica al tratamiento y los síntomas recurrentes pueden
indicar la necesidad de realizar pruebas de imagen. Además, una
anamnesis cuidadosa podría ayudar a identificar una patología
como un cuerpo extraño retenido. Por ejemplo, un niño con
neumonías recurrentes tras un episodio inicial de atragantamiento debería someterse a una investigación adicional para
evaluar la presencia de un cuerpo extraño. Además, la revisión
de las pruebas de imagen anteriores (si se dispone de ellas) puede
ayudar a evaluar los cambios, así como indicar los patrones de
afectación de las vías respiratorias.
Varios casos descritos en la literatura han ilustrado la capacidad de las neoplasias para simular una neumonía o el asma.1,5,6
Los médicos deben mantener un alto índice de sospecha de
presentaciones atípicas de enfermedades comunes para establecer cuanto antes el diagnóstico del paciente.
El carcinoma mucoepidermoide fue descrito en 1952 por
Hubbell y Liebow.7 Estas lesiones son tumores malignos que
proceden de las células epiteliales secretoras de moco y afectan
a los pacientes con un amplio abanico de edades.8 Los pacientes
con grados histológicos más bajos y las lesiones en estadios
más tempranos en el momento del diagnóstico tienen mejores
resultados y una mayor supervivencia.8
La presentación de estos tumores en los niños puede ser sutil. Sin
embargo, se suelen notificar varios signos y síntomas, como neumonía recurrente, sibilancias recurrentes y frecuentes (que a menudo
no responden al tratamiento habitual de la enfermedad reactiva
de las vías respiratorias), tos crónica y, en ocasiones, hemoptisis.
Los hallazgos radiográficos en el carcinoma mucoepidermoide suelen consistir en un área de colapso lobular persistente o una consolidación que persiste a pesar del tratamiento
adecuado. La broncoscopia es esencial para la evaluación de
las vías respiratorias en los casos de consolidación crónica o
sibilancias atípicas para determinar la etiología y, a veces, el
tratamiento.9-11 La obtención de imágenes adicionales con TC o
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180
SECCIÓN 6 • Pulmonar
resonancia magnética puede ser útil, pero no se utiliza de forma
sistemática.1,9-11 La elección de los estudios de imagen suele
depender del médico y el centro.
La principal modalidad de tratamiento de los tumores endobronquiales es la resección quirúrgica que, en ocasiones, puede llevarse a cabo durante la broncoscopia. En algunos casos,
puede ser necesaria la resección lobular o pulmonar. La tasa
de recurrencia de estos tumores es baja tras la resección completa.9,12 Si no es viable la resección completa, se puede utilizar
radioterapia o quimioterapia; no se ha determinado la eficacia
de estos tratamientos adicionales.1,9,11
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Se debe considerar la realización de estudios de imagen del tórax
en un paciente con una anamnesis atípica o la ausencia de respuesta al tratamiento del asma y la neumonía. La radiografía
simple debe ser la modalidad de imagen inicial de elección.
2. Se recomienda comparar los estudios de imagen previos, si
están disponibles, con los estudios de imagen actuales.
3. La TC puede proporcionar detalles adicionales de las patologías pulmonares cuando se ha identificado una anomalía en
la radiografía de tórax y puede ayudar a guiar el tratamiento.
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41
Abróchate el cinturón:
traumatismo abdominal
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un niño de 4 años llega en un helicóptero sanitario tras sufrir
un accidente en un vehículo todoterreno. El niño iba con su
hermana mayor (él iba delante, sentado en el regazo de su hermana) cuando el vehículo volcó a gran velocidad, haciendo que
el niño fuera volteado en su interior. El padre y varios testigos
del accidente lo sacaron del coche y se llamó a una ambulancia.
El niño se quejaba de fuertes dolores abdominales y tenía una
puntuación en la escala de coma de Glasgow de 12. El accidente
se produjo a 1 o 2 h en coche del centro de traumatología pediátrica más cercano, por lo que se decidió transportar al niño en
un helicóptero sanitario.
Al llegar, está alerta y llorando, pero logra tranquilizarse y
dice que tiene «dolor de barriga». Las constantes vitales son
llamativas: frecuencia cardiaca de 114 latidos por minuto, frecuencia respiratoria de 22 respiraciones por minuto y presión
arterial de 95/65 mmHg. Presenta una sensibilidad abdominal difusa con defensa y un leve hematoma en el hipocondrio
derecho. Las pruebas de función hepática están elevadas: AST
(aspartato-aminotransferasa) de 1.721 U/l y ALT (alaninatransaminasa) de 1.083 U/l.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El diagnóstico por imagen se emplea de forma sistemática en la
evaluación de los traumatismos abdominales cerrados y su uso
es bastante habitual en las víctimas adultas de traumatismos. Sin
embargo, la utilidad de las pruebas de imagen durante la evaluación del traumatismo abdominal en la población pediátrica es algo
controvertido. De hecho, no todos los pacientes pediátricos que
sufren un traumatismo abdominal requieren pruebas de imagen.
Se han ideado varias herramientas de decisión clínica para ayudar
al médico a determinar qué pacientes podrían tener una lesión
intraabdominal1,2 y beneficiarse de la realización de estudios de
imagen y en qué pacientes puede evitarse la tomografía computarizada (TC) de forma segura, con la utilización de la anamnesis,
la exploración física y los hallazgos de laboratorio para tomar una
decisión sobre la obtención de estudios de imagen.3-7 Tales reglas
de decisión parecen reducir la realización de pruebas de imagen
(específicamente de la TC) y el coste de la asistencia, y podrían
reducir el riesgo de futuros casos de cáncer.6,8 A continuación se
ofrece un ejemplo de una de estas reglas de decisión, ideada por
Streck y cols.,3 que tiene en cuenta cinco variables en los pacientes
con un traumatismo abdominal cerrado:
1. AST >200 U/l.
2. Traumatismo, dolor a la palpación o distensión de la pared
abdominal.
3. Radiografía de tórax anormal.
4. Queja de dolor abdominal.
5. Enzimas pancreáticas alteradas.
Este estudio incluyó a casi 2.200 niños con una edad media
de 8 años. Los pacientes con un resultado negativo para las
cinco variables tenían un riesgo del 0,6% de sufrir una lesión
intraabdominal y del 0,0% de sufrir una lesión intraabdominal
que requiriera una intervención. Por tanto, este modelo de predicción clínica tenía un valor predictivo negativo del 99,4% para
las lesiones intraabdominales y del 100,0% para las lesiones
intraabdominales que requerían una intervención urgente en
los pacientes que no presentaban ninguna de las variables de la
regla de predicción.3
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta modalidad puede utilizarse para detectar el gas libre en
el abdomen y las fracturas pélvicas asociadas. Sin embargo,
la radiografía simple no es útil para visualizar las lesiones de
órganos sólidos intraabdominales.
ECOGRAFÍA
El uso de la ecografía con la técnica FAST (focused assessment with
sonography for trauma) para la evaluación sistemática de los traumatismos abdominales en los adultos está bien documentado y
avalado, y ha demostrado ser eficaz para detectar lesiones de los
órganos abdominales y útil para guiar el tratamiento, incluida la
obtención de imágenes adicionales y la reparación quirúrgica.
Las ventajas de la ecografía para el paciente pediátrico incluyen
la rapidez del estudio, la disponibilidad general y la eliminación
de la exposición a la radiación ionizante.
Sin embargo, los estudios han demostrado que la ecografía
FAST es menos fiable en los pacientes pediátricos. Un gran
metaanálisis de aproximadamente 4.000 pacientes que incluía
estudios prospectivos y retrospectivos encontró una sensibilidad del 66% y una especificidad del 95% para la FAST en la
detección de lesiones de órganos sólidos intraabdominales en
los pacientes adultos.9,10 Otros estudios han comunicado resultados similares.11,12 En un reciente estudio multicéntrico con
niños de 16 años o menos, se demostró que la FAST tiene una
sensibilidad para las lesiones intraabdominales del 27% y una es­
pecificidad del 91%; la tasa de utilización de la TC entre los
grupos con y sin realización de la FAST fue aproximadamente la
misma; los centros que realizaron la FAST con mayor frecuencia
no tuvieron una mayor precisión, y todos los pacientes que
requirieron intervención presentaban alteraciones en la exploración física, incluidos 15 niños con FAST negativa.13 En otro
estudio con niños hemodinámicamente estables, no se respaldó
el uso sistemático de la FAST en comparación con la asistencia
traumatológica habitual, ya que la tasa de realización de TC
182
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41 • Abróchate el cinturón: traumatismo abdominal
abdominales, el tiempo en el servicio de urgencias, los gastos
hospitalarios o las lesiones intraabdominales no mejoraron
en los pacientes asignados al azar para someterse a una FAST
frente a los asignados al azar para recibir la asistencia traumatológica habitual.14 Los estudios han tratado de mejorar la baja
sensibilidad asociada a la FAST pediátrica con la utilización de
las pruebas de función hepática junto con la FAST. Un estudio
de aproximadamente 3.000 pacientes descubrió que la FAST
por sí sola tenía una sensibilidad baja (50%), pero cuando se
combinaba con las pruebas de función hepática, la sensibilidad
aumentaba hasta el 88%.10,15
Un avance interesante es el uso de la ecografía con contraste
intravenoso (i.v.). El uso de esta modalidad mejora enormemente
la sensibilidad para la detección de lesiones de órganos sólidos
intraabdominales, en comparación con la ecografía convencional.16-18 La ecografía con contraste i.v. depende, en gran
medida, del ecografista y aún no está disponible en la mayoría
de los centros de EE. UU. En la actualidad, su aplicación parece
más prometedora en los niños hemodinámicamente estables,
con sospecha de lesión de órganos sólidos por traumatismo
abdominal cerrado de baja energía, o para el seguimiento de
lesiones conocidas. Se necesitan más estudios sobre esta técnica
de imagen antes de que pueda aplicarse de forma generalizada,
pero las investigaciones preliminares parecen prometedoras.
El lugar que ocupa la ecografía en la evaluación del traumatismo pediátrico está evolucionando. En particular, la
American Academy of Pediatrics ha publicado una guía que
avala el uso de la ecografía como complemento del diagnóstico
y las intervenciones, promulgando los programas/planes de
formación eficaces, la acreditación y las medidas de control de
la calidad.3,10,19 En muchos programas de subespecialización
en urgencias pediátricas se ha incorporado la ecografía en el
lugar donde se presta la asistencia, aunque su implementación
varía.19,20 Sin embargo, en la actualidad, el uso de la ecografía
abdominal como única modalidad de imagen para descartar
de forma fiable una lesión intraabdominal no está respaldado.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
El manual Advanced Trauma Life Support del American College of
Surgery establece que la TC debe utilizarse en los niños hemodinámicamente estables solo cuando sea necesario, pero no hay directrices específicas al respecto.21 La TC expone a los niños a la radiación ionizante, que puede causar efectos adversos más adelante
en la vida. Esta modalidad es excelente para identificar lesiones
intraabdominales. El médico debe tener en cuenta lo siguiente:
183
debe realizarse con contraste i.v. y con la utilización de la técnica
adecuada para evitar la necesidad de repetir el estudio debido a
un resultado deficiente.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
Actualmente, esta modalidad no se considera una prueba de
primera línea para el traumatismo abdominal pediátrico. La
literatura que describe la utilidad de la RM en los pacientes pediátricos con un traumatismo abdominal cerrado es escasa. Se han
descrito casos sobre el uso de la RM en los pacientes adultos con
traumatismos abdominales.26,27 Un estudio inicial demostró que
la RM sin contraste no ofrecía ninguna ventaja sobre la TC con
contraste para el diagnóstico de lesiones de órganos sólidos,28 y
otro estudio comunicó que la RM con contraste i.v. era comparable a la TC para evaluar el traumatismo abdominal cerrado.29
Sin embargo, hay casos en los que la RM puede resultar útil.
Los pacientes con una reacción grave previamente documentada al contraste yodado i.v., los pacientes con función renal
disminuida, las pacientes embarazadas 30 o los pacientes en
los que los resultados de la TC u otra modalidad de imagen son
indeterminados pueden ser candidatos a la RM.31 El papel que
puede desempeñar o desempeñará la RM en la evaluación de
los traumatismos pediátricos cerrados sigue sin determinarse
en este momento.
Hallazgos de los estudios
de imagen
Teniendo en cuenta la anamnesis y la exploración física, se
realizó una TC con contraste i.v. del abdomen y la pelvis. También se obtuvieron reconstrucciones de imágenes de la columna
torácica y lumbar. La TC demuestra una rotura hepática que se
extiende desde el margen anterolateral del hígado hasta el hilio
hepático, con hemorragia perihepática (fig. 41.1). El grado de
lesión es compatible con una rotura hepática de grado IV. En las
imágenes iniciales se observa un área lobulada de alta atenuación de 2 cm en el lugar de la lesión, que aumenta de tamaño
en las imágenes tardías, compatible con extravasación activa de
contraste debida a hemorragia activa (figs. 41.2 y 41.3).
1. Utilizar la TC solo cuando sea necesario (es decir, cuando
los resultados del estudio repercutan en las decisiones de
tratamiento).
2. Realizar estudios de imagen con poca dosis de radiación
(es decir, seguir los principios ALARA [as low as reasonably
achievable; cantidad de radiación tan baja como sea razonablemente posible]).
3. Evitar la pantomografía en los pacientes pediátricos. Aunque
esta técnica se utiliza con frecuencia en los pacientes adultos,
expone a los pacientes pediátricos a una radiación innecesaria
y tiene una repercusión escasa en el tratamiento clínico o los
resultados.22-24
En un porcentaje significativo de pacientes pediátricos es
preciso repetir la prueba de imagen de la misma parte del cuerpo
en un centro especializado en traumatología pediátrica después de la prueba de imagen inicial realizada en el hospital que
lo deriva, lo que aumenta la dosis de radiación que recibe el
paciente.25 Si se realiza una TC antes de trasladar al paciente a
un centro especializado en traumatología pediátrica, el estudio
Fig. 41.1 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
que muestra una rotura hepática (flechas negras), que se extiende desde la cápsula hepática anterolateral hasta el hilio hepático. Se observa
hemoperitoneo en los espacios perihepáticos, incluida la fosa hepatorrenal (flechas blancas).
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184
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 41.2 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
que muestra un área de alta atenuación dentro de la rotura hepática
(flecha).
Fig. 41.3 Fase tardía de la tomografía computarizada (TC) axial que
muestra el aumento de tamaño del foco de alta atenuación (flechas)
dentro de la rotura hepática, lo cual es compatible con extravasación
de contraste debida a hemorragia activa.
Se proporciona una imagen de otra paciente con rotura esplénica (fig. 41.4). La paciente en este caso se cayó de un caballo,
aterrizando sobre su lado izquierdo. Se observa una hemorragia
periesplénica, con rotura esplénica de espesor total que se extiende hasta el hilio esplénico, y una desvascularización en el tercio
medio a inferior del bazo, sin extravasación arterial activa. Estos
hallazgos son compatibles con una rotura esplénica de grado IV.
El paciente de la figura 41.5 sufrió un accidente de tráfico, y la TC
muestra una rotura de grado III del riñón izquierdo con un hematoma de aproximadamente 2,7 cm, que se extiende hasta el hilio renal,
y un hematoma perirrenal. No había extravasación de contraste
desde el sistema colector en las imágenes tardías (no se muestran).
Conclusión del caso
Se consultó al servicio de traumatología pediátrica. Debido a
la sospecha de hemorragia activa, se consideró apropiada la
embolización abdominal por parte del servicio de radiología
Fig. 41.4 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste que muestra una rotura esplénica que se extiende hasta el hilio
esplénico (flecha negra), con falta de realce del contraste en los dos
tercios posteriores del bazo (flechas blancas), lo cual es compatible con
desvascularización.
Fig. 41.5 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
que muestra una rotura de grado III con hematoma (flechas negras) en
el riñón izquierdo, que se extiende hasta el hilio renal. También hay un
hematoma perirrenal izquierdo (flechas blancas).
intervencionista. El niño fue sometido a la embolización de la
arteria hepática derecha sin incidentes. Su evolución posterior
a la lesión se complicó con la formación de un bilioma, que se
infectó, y el niño evolucionó hacia una sepsis. También presentaba una gran fuga del conducto colédoco intrahepático derecho, que se trató con una colangiopancreatografía retrógrada
endoscópica. El paciente toleró este procedimiento y se recuperó
de la sepsis tras la administración de los antibióticos adecuados.
Los traumatismos abdominales cerrados son una de las principales causas de lesiones abdominales en los niños, constituyendo
hasta el 90% de las lesiones en esta población; los accidentes de
tráfico y las caídas son las principales causas, y los traumatismos no accidentales también deben considerarse en el diagnóstico diferencial.1-3,7,32 El bazo y el hígado son los órganos más
comúnmente afectados, seguidos por los riñones. Las lesiones
pancreáticas, vesicales y uretrales no son tan habituales. Las
lesiones intestinales son raras y pueden ser difíciles de detectar
radiográficamente, y su presentación puede ser tardía. El uso
booksmedicos.org
41 • Abróchate el cinturón: traumatismo abdominal
de herramientas de decisión clínica validadas para facilitar la
detección de lesiones intraabdominales puede ser útil.1,3,5,7
La mayoría de las lesiones intraabdominales pediátricas se tratan de forma no quirúrgica.32,33 La American Association for the
Surgery of Trauma tiene un sistema de puntuación validado que se
utiliza para identificar el grado de lesión de los órganos abdominales
sólidos y que puede facilitar el manejo de lesiones específicas,34 aunque más recientemente, el estado hemodinámico se ha convertido
en el factor más importante para guiar la asistencia.35,36 La interconsulta a un cirujano pediátrico o un traumatólogo cualificado es
útil para el tratamiento de estos pacientes. Deben tomarse estrictas
precauciones de seguimiento a cualquier niño dado de alta que
haya sufrido un traumatismo abdominal cerrado.
En la población adulta, la embolización arterial a través de
un catéter se utiliza habitualmente para controlar la hemorragia de forma rápida, pero se carece de estudios pediátricos
amplios. Sin embargo, estudios anteriores han demostrado que
los procedimientos de embolización abdominal y pélvica en los
pacientes pediátricos pueden tener éxito con una baja tasa de
complicaciones,37-39 y las complicaciones de dicho procedimiento tienden a resolverse con el tiempo.37 Queda por ver qué papel
tienen los procedimientos de embolización en el tratamiento
habitual de los traumatismos abdominales cerrados pediátricos.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Se deben aplicar los principios ALARA cuando se realicen
pruebas de imagen a un niño con un traumatismo abdominal cerrado.
2. La radiografía simple es útil para detectar una cantidad
importante de aire libre en el abdomen y las fracturas pélvicas, pero, por lo demás, tiene un uso limitado en los traumatismos pediátricos.
3. Aunque la TC sigue siendo el método de referencia para la
obtención de imágenes en los niños con traumatismos abdominales significativos, se desaconseja el uso sistemático y confirmatorio de la TC en los pacientes pediátricos con traumatismos abdominales cerrados. Existen herramientas de decisión
clínica validadas para ayudar al médico a determinar qué niños
podrían beneficiarse de la realización de una TC, y que incluyen
la anamnesis, la exploración física y los estudios de laboratorio.
4. Si se utiliza la TC, evitar la pantomografía. Este método no ha
demostrado ser beneficioso y no repercute en el tratamiento
clínico ni mejora los resultados en la población pediátrica.
5. La interpretación de los resultados de la ecografía abdominal
en el contexto de los traumatismos pediátricos debe hacerse
con precaución, dada la baja sensibilidad del estudio en
este momento. Deben tenerse en cuenta la anamnesis, la
exploración física y los valores de laboratorio, además de los
resultados de la ecografía, a la hora de tomar decisiones sobre
el tratamiento de estos pacientes.
6. Una combinación de anamnesis, exploración física y resultados de laboratorio anormales (pruebas de función hepática
elevadas, por ejemplo) puede mejorar la sensibilidad de la
ecografía en los traumatismos pediátricos cerrados.
7. La ecografía con contraste parece mejorar la sensibilidad
cuando se utiliza para evaluar a los niños con traumatismos
abdominales cerrados; sin embargo, se necesitan más estudios.
8. La RM no es una prueba de imagen de primera línea para
evaluar los traumatismos abdominales pediátricos, pero
puede ser una opción en lugar de la TC en los pacientes
con alergia grave documentada al contraste de la TC, en
las pacientes embarazadas y en aquellos con insuficiencia
renal que hayan sufrido un traumatismo abdominal cerrado
y puedan beneficiarse del estudio de imagen.
185
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42
¿Dónde está el aire?
Neumotórax
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 16 años presenta un dolor torácico en el lado
izquierdo desde hace 1 semana. Afirma que el dolor comenzó
mientras practicaba con la banda de música. Toca el trombón y
afirma que debió «sufrir un tirón muscular en el pecho» porque
estaba «tocando muy fuerte». Sintió inmediatamente el dolor,
pero siguió tocando. No refiere disnea, pero el dolor empeora
con la inspiración profunda y siente que respira más rápido de
lo habitual después de haber estado caminando. Niega haber
sufrido una enfermedad reciente o un dolor abdominal o de
espalda. Fue atendido por su médico de cabecera hace 2 días y
se le hizo un electrocardiograma, que fue normal. Le dijeron que
tomara ibuprofeno, lo que le ha ayudado un poco.
En la exploración física se observa a un adolescente alto, delga­
do y agradable, que no presenta sufrimiento evidente. Está afebril;
la frecuencia cardiaca es de 85 latidos por minuto, la frecuencia
respiratoria es de 18 respiraciones por minuto, la presión arterial
es de 118/70 mmHg y la pulsioximetría es del 93% con aire
ambiente. Habla con facilidad, pero se queja de dolor en el lado
izquierdo del pecho. Los ruidos respiratorios están ligeramente
apagados en el hemitórax izquierdo, sin crepitantes ni roncus.
No hay tiraje. El resto de la exploración física no es destacable.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
En los pacientes con sospecha de neumotórax se pueden reali­
zar pruebas de imagen para confirmar el diagnóstico. En los
pacientes en los que se sospecha un neumotórax a tensión o que
presentan descompensación clínica, el tratamiento inmediato
y la estabilización no se deben retrasar para realizar pruebas
de imagen.
La posición óptima del paciente pediátrico que se somete a
una radiografía por sospecha de neumotórax no se ha estudiado
a fondo. Tradicionalmente se han utilizado radiografías de tórax
inspiratorias en bipedestación,1 pero esto puede no ser factible
en la población pediátrica, ya que la cooperación puede suponer
un problema, o en los pacientes traumatizados, que pueden estar
inmovilizados. Aunque se prefieren las radiografías inspiratorias
en bipedestación, pueden obtenerse vistas en decúbito supino
o lateral.1 La radiografía de tórax debe permitir visualizar todo
el tórax y los pulmones.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC se utiliza a menudo como estudio de seguimiento en los
pacientes con neumotórax recurrente o si existe sospecha clí­
nica de bullas/burbujas pleurales.4 Por lo general, no es una
modalidad de imagen de primera línea; sin embargo, en los casos
de traumatismo torácico penetrante o de sospecha de lesiones
vasculares, la TC puede utilizarse.
Para los pacientes con una radiografía de tórax que revele
bullas pulmonares grandes o si se sospechan anomalías estruc­
turales del pulmón, la TC puede estar indicada y a menudo se
utiliza si se está considerando el tratamiento quirúrgico.1,5,6 Las
directrices del American College of Chest Physicians no reco­
miendan la TC para el primer neumotórax espontáneo.1,7 Sin
embargo, hay autores que recomiendan la realización de una
TC en todos los pacientes con un primer episodio de neumotórax
espontáneo primario para evaluar las anomalías pulmonares
y ayudar a establecer el plan de tratamiento, pero esto no se
recomienda de forma universal.1 En una serie de pacientes, Tsou
y cols. no encontraron diferencias en la duración del ingreso
hospitalario, la duración de la intervención ni en la tasa de
complicaciones en los pacientes que se sometieron a una TC
antes de los procedimientos quirúrgicos por toracoscopia.1,8
ECOGRAFÍA
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta modalidad de imagen es la prueba inicial de elección para
los pacientes cuando se sospecha un neumotórax. Es muy acce­
sible y poco costosa en comparación con otras modalidades.
La presencia de una línea pleural y la ausencia de marcas vas­
culares más allá de esta línea son las características distintivas
de la identificación del neumotórax en la radiografía de tórax.1
El signo del surco profundo, que es un área de hiperclaridad
en un ángulo costofrénico deprimido, es patognomónico de
neumotórax y se observa en las radiografías no realizadas en
bipedestación.1 El aire pleural también puede verse en las zonas
subpulmonar y anteromedial, así como lateralmente.1,2 En un
metaanálisis de adultos, la sensibilidad y especificidad conjunta
de la radiografía de tórax para el diagnóstico de neumotórax fue
del 52 y el 100%, respectivamente.1,3
El uso de la ecografía para identificar el neumotórax ha ganado
interés. Las ventajas son la ausencia de radiación ionizante, el
menor gasto en relación con otras modalidades avanzadas y la
disponibilidad general. Hay varios hallazgos de la ecografía que
sugieren un neumotórax. La ausencia de deslizamiento pulmonar
y de las denominadas colas de cometa (artefactos en la escala de
grises que están presentes en el parénquima pulmonar normal)
ha demostrado tener una sensibilidad y una especificidad del 100
y el 96,5% para el neumotórax;9 la ausencia de colas de cometa se
encontró en el 100% de los pacientes con neumotórax.10
RESONANCIA MAGNÉTICA
Esta modalidad no está indicada para la evaluación de los
pacientes con sospecha de neumotórax.
187
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188
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 42.2 Radiografía de tórax portátil realizada tras la colocación de
un catéter en J, en la que no se aprecia un neumotórax o un derrame
pleural significativo.
Fig. 42.1 Radiografía de tórax posteroanterior obtenida en bipedestación que muestra un neumotórax del lado izquierdo. Se observa la
línea pleural visceral blanca en el vértice del pulmón izquierdo (puntas
de flecha blancas), separada del vértice torácico. También se aprecia un
pequeño derrame pleural izquierdo, que provoca un borramiento del
ángulo costofrénico lateral izquierdo (flecha blanca). El derrame pleural
también se ve como una línea recta, que indica un nivel de aire-líquido
correspondiente a un hidroneumotórax, en la base del pulmón izquierdo
(flechas negras).
Hallazgos de los estudios
de imagen
drenaje torácico y la radiografía de seguimiento demostró que
no había neumotórax residual. Fue dado de alta con indicación
de seguimiento y evolucionó bien.
El neumotórax se define como la presencia de aire entre la
pleura visceral y la parietal y, debido a las diferencias de presión
entre el pulmón y el espacio pleural, provoca un colapso pulmo­
nar. El neumotórax puede ser espontáneo o traumático.4 Los sín­
tomas típicos del neumotórax son dolor torácico ipsilateral, que
puede irradiarse al hombro ipsilateral, y disnea. La gravedad de
los síntomas está relacionada con el tamaño del neumotórax.4
Existen varias manifestaciones del neumotórax.1,4
NEUMOTÓRAX ESPONTÁNEO PRIMARIO
Se realizó una radiografía de tórax. Este estudio de dos proyeccio­
nes muestra un neumotórax en el lado izquierdo y un derrame
pleural izquierdo muy pequeño, sin tensión ni otras anomalías
pulmonares evidentes (fig. 42.1).
Conclusión del caso
El equipo de cirugía pediátrica evaluó al paciente en el servicio
de urgencias. Se inició la administración de oxígeno mediante
una mascarilla y se tomó la decisión de hospitalizar al paciente
para monitorizarlo y realizar radiografías torácicas seriadas. Más
tarde, durante el día del ingreso, se supo que el paciente había
tenido dos episodios anteriores de dolor torácico y síntomas
similares que se resolvieron solos al cabo de varios días. Esto
suscitó la sospecha de episodios recurrentes de neumotórax. Se
realizó una TC de tórax para evaluar la presencia de hemorragias
o bullas subyacentes. La TC mostró el neumotórax, pero ningún
otro hallazgo. Se colocó un drenaje torácico con catéter pigtail
para descomprimir el neumotórax, con resultado satisfactorio
(fig. 42.2). El paciente permaneció en observación en el hos­
pital durante varios días y se le realizaron radiografías seriadas
que documentaron la resolución del neumotórax. Se retiró el
Esta forma de neumotórax no está asociada a una enfermedad
pulmonar identificada radiográficamente.1,4 El neumotórax
espontáneo primario es más frecuente en varones adoles­
centes, delgados y altos; la mayoría de los casos se producen
en reposo.1,4 El tabaquismo es un factor de riesgo conocido.1,4
Aunque los pacientes con neumotórax espontáneo primario
no tienen una enfermedad pulmonar clínicamente evidente en
la radiografía de tórax, en la mayoría de los casos se detectan
bullas subpleurales al someterse a una cirugía toracoscópica
videoasistida (VATS).4
NEUMOTÓRAX ESPONTÁNEO SECUNDARIO
Los pacientes con asma, fibrosis quística, síndrome de Marfan/
hábito marfanoide y trastornos del tejido conjuntivo son propensos
al neumotórax espontáneo secundario.1,4 Los pacientes pueden
experimentar un neumotórax a consecuencia de una tos grave o
una neumonía.1 Estos pacientes tienden a tener una presentación
clínica más grave y presentan mayores tasas de recurrencia.4
NEUMOTÓRAX TRAUMÁTICO
El neumotórax traumático puede deberse a causas iatrogénicas
(como en los pacientes con ventilación asistida, después de una
biopsia con aguja transtorácica, que es una de las principales cau­
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42 • ¿Dónde está el aire? Neumotórax
sas de neumotórax iatrogénico, y después de la colocación de una
vía central)4 o a un traumatismo torácico cerrado o penetrante.
En este último caso, puede haber una lesión significativa asociada.
NEUMOTÓRAX ABIERTO
Esta variedad de neumotórax suele asociarse a otras lesiones
derivadas de un traumatismo torácico.
NEUMOTÓRAX A TENSIÓN
El neumotórax a tensión se debe a la entrada de aire en el espacio
pleural que no puede salir, lo que provoca un colapso pulmonar
ipsilateral con un desplazamiento mediastínico hacia el lado
contralateral. Esto puede dificultar el retorno venoso, reducir el
gasto cardiaco y comprometer el estado cardiovascular normal y
la estabilidad hemodinámica. Los síntomas clínicos que sugieren
un neumotórax a tensión son hipotensión, desviación traqueal,
taquicardia y cianosis, además de dolor torácico y disnea.1,4
No existen unas directrices consensuadas para el tratamiento
del neumotórax pediátrico, pero, en general, depende de muchos
factores, como el tipo, el tamaño y la localización del neumo­
tórax. También se tienen en cuenta los antecedentes del paciente,
incluidas las enfermedades existentes y los episodios anteriores.
El tamaño del neumotórax es un factor crucial para determinar
el plan de tratamiento.1,4 Sin embargo, no existen unos valores
de volumen pulmonar normal universalmente aceptados en los
pacientes pediátricos.1 El American College of Chest Physicians
clasifica el tamaño del neumotórax utilizando la distancia entre
el vértice pulmonar y la cúpula ipsilateral de la cavidad toráci­
ca; un neumotórax pequeño es el que mide menos de 3 cm y
un neumotórax se considera grande cuando esta distancia es
superior a 3 cm.1,4,11 Otros sistemas de clasificación incluyen el
sistema de la British Thoracic Society, que utiliza una distancia
superior a 2 cm entre el borde pleural y la pared torácica para
considerar que un neumotórax es grande.1,12
Tratamiento
189
NEUMOTÓRAX PRIMARIO GRANDE O PEQUEÑO
SINTOMÁTICO
Los pacientes con un neumotórax grande suelen ser hospitali­
zados y tratados mediante la colocación de un tubo torácico o
un catéter de pequeño calibre (pigtail).1,4,11 Hay pocos estudios
que comparen el uso de catéteres pigtail con los tubos torácicos
tradicionales en la población pediátrica, pero un estudio demos­
tró una eficacia similar, una duración de la estancia similar
y una menor necesidad de analgésicos en los pacientes a los
que se les colocó un catéter pigtail.1,16 El uso de una técnica
de Seldinger modificada ha demostrado ser un método eficaz y
menos invasivo para el tratamiento de los neumotórax.1,17,18
Las directrices de la British Thoracic Society sugieren que se
intente la aspiración del neumotórax con una aguja, seguida de
una cuidadosa observación en el servicio de urgencias duran­
te varias horas; se recomienda la hospitalización en el caso de
neumotórax recurrente, si el control del dolor es insuficien­
te o si no se puede garantizar el seguimiento ambulatorio.1,12 El
American College of Chest Physicians no recomienda el drenaje
del neumotórax mediante la aspiración con aguja.1,11
NEUMOTÓRAX SECUNDARIO
Los pacientes con neumotórax secundario suelen ser tratados
por especialistas debido a las enfermedades crónicas subyacen­
tes. Es preciso consultar con ellos para tratar a estos pacientes.1
NEUMOTÓRAX A TENSIÓN
Dado que el neumotórax a tensión es una afección potencial­
mente mortal, es imperativo identificarlo y tratarlo de inmediato.
Si se sospecha un neumotórax a tensión, no hay que retrasar
el tratamiento para confirmar el diagnóstico con estudios de
imagen. La descompresión con aguja es la primera intervención,
seguida de una toracostomía con colocación de un drenaje torá­
cico.1 El tratamiento también debe tener en cuenta las lesiones
coexistentes.
NEUMOTÓRAX ABIERTO
NEUMOTÓRAX ESPONTÁNEO PRIMARIO
PEQUEÑO
Los neumotórax pequeños suelen tratarse solo con observación
y, por lo general, se reabsorben a un ritmo del 1-2% diario.1,13
Algunos autores recomiendan la oxigenoterapia, que, debido al
«lavado de nitrógeno» (un proceso que aumenta la absorción
de nitrógeno, incrementando la tasa de reabsorción del neumo­
tórax), ha demostrado en algunos estudios que aumenta la
velocidad de reabsorción del neumotórax hasta un 5% al día.1,4,14
Otros estudios han demostrado que la administración de oxígeno
no acelera la reabsorción del neumotórax .15 Una radiografía
de tórax de seguimiento, que puede obtenerse en función de la
exploración clínica, debe revelar un neumotórax estable, si no
más pequeño; si este es el caso, no está indicado ningún tra­
tamiento adicional; el tratamiento está indicado si se observa
un empeoramiento del neumotórax.1,4 Los pacientes con un
neumotórax pequeño, mínimamente sintomático y clínicamente
estables y en los que se puede garantizar el seguimiento pueden
controlarse de forma ambulatoria después de un periodo de
observación con repetición de las pruebas de imagen en el servi­
cio de urgencias.1,4,11 Si no se puede garantizar una observación
y un seguimiento ambulatorios adecuados, el paciente debe ser
hospitalizado.1,11 Una opción conservadora de tratamiento sería
también el ingreso para administrar oxígeno, realizar radio­
grafías seriadas y cursar una interconsulta al subespecialista.1
El tratamiento inicial consiste en la aplicación de un apósito
de «válvula de aleteo» (un apósito fijado por tres de los lados y
con el cuarto lado abierto) y la colocación de un tubo torácico.1
Los pacientes requieren una intervención quirúrgica para el
tratamiento definitivo.
Existen otras opciones de tratamiento para los pacientes pediá­
tricos con neumotórax, aunque el momento en el que deben
utilizarse estas técnicas es objeto de debate. El tratamiento
quirúrgico consiste en la resección de las bullas o la resección
apical.6 La VATS ha demostrado ser eficaz y bien tolerada.19-21
También se puede considerar el uso de agentes esclerosantes. La
instilación de estos agentes provoca una irritación entre las capas
pleurales parietal y visceral, lo que provoca una cicatrización y el
cierre este espacio, con el objetivo de prevenir la recurrencia.4,6
Las indicaciones para el tratamiento quirúrgico son el segundo
neumotórax ipsilateral, el primer neumotórax contralateral,
el neumotórax bilateral y la fuga de aire persistente.6,11,12
La tasa de recurrencia de un neumotórax espontáneo prima­
rio se ha descrito como entre el 30-50%; en la mayoría de ellos,
la recurrencia se produce en los primeros 2 años después del
diagnóstico.1,4 Los factores de riesgo de recurrencia son la edad
joven, la constitución delgada, la evidencia de fibrosis pulmonar
y el tabaquismo.4
El paciente de las figuras 42.3-42.5, un varón de 16 años,
experimentó un dolor torácico de inicio repentino en el lado
booksmedicos.org
190
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 42.3 Radiografía de tórax posteroanterior obtenida en bipedestación que muestra un gran neumotórax derecho (flechas blancas),
sin tensión.
Fig. 42.5 Esta imagen muestra la resolución total o casi completa del
neumotórax derecho tras la colocación de un drenaje torácico derecho.
Fig. 42.6 Radiografía de tórax realizada antes de la cirugía toracoscópica videoasistida (VATS). Esta imagen muestra un gran neumotórax
derecho, que llena la mayor parte del hemitórax derecho, con colapso
del pulmón derecho (las flechas blancas indican el pulmón derecho
colapsado). Hay un desplazamiento mínimo y sutil del corazón hacia la
izquierda, compatible con un efecto de masa/tensión mínimos, pero el
mediastino está, por lo demás, en la posición habitual.
Fig. 42.4 Radiografía lateral de tórax obtenida en bipedestación que
muestra un gran neumotórax derecho (flechas blancas), sin tensión.
derecho mientras realizaba un examen en la escuela. Presentaba
taquipnea leve y una oxigenación del 92% con aire ambiente.
La radiografía de tórax reveló un gran neumotórax derecho.
Se le colocó un drenaje torácico y posteriormente se resolvió
el neumotórax. Varios meses más tarde, presentó recurrencia del
neumotórax, se le hizo una TC que reveló varias hemorragias
y se le practicó una VATS con bullectomía apical, pleurodesis y
colocación de un tubo torácico.
El paciente adolescente de las figuras 42.6 y 42.7 se presentó
con un dolor torácico de inicio brusco en el lado derecho, hipoxia
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42 • ¿Dónde está el aire? Neumotórax
191
Bibliografía
Fig. 42.7 Radiografía de tórax realizada tras una cirugía toracoscópica
videoasistida (VATS). La figura muestra la reexpansión del pulmón derecho tras la VATS con la colocación de un drenaje torácico derecho. Hay
un enfisema postoperatorio de la pared torácica derecha y en la región
cervical (flechas negras).
y dificultad para respirar. La radiografía de tórax reveló un gran
neumotórax derecho con colapso casi completo del pulmón dere­
cho, con mínimo efecto de masa y desplazamiento del corazón
hacia la izquierda. Se consultó al servicio de cirugía pediátrica y
se comentaron las opciones con la familia del paciente: colocar
un tubo torácico primario o realizar una VATS. En la VATS se
encontraron varias hemorragias pulmonares; el paciente fue
tratado mediante la colocación de un tubo torácico y pleurodesis.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen inicial de
elección en los pacientes con sospecha de neumotórax.
2. La TC no es generalmente una modalidad de imagen de
primera línea para los pacientes con sospecha de neumo­
tórax. La TC puede obtenerse después de la radiografía simple
si se sospechan anomalías anatómicas, como bullas, o en
los pacientes con episodios repetidos de neumotórax. Si un
paciente ha sufrido un traumatismo y hay sospechas de una
lesión vascular, la TC es apropiada.
3. La ecografía se está convirtiendo en otra modalidad de
imagen que puede utilizarse para el diagnóstico del neumo­
tórax y que podría ser una alternativa a las modalidades
tradicionalmente utilizadas. Se requiere experiencia para la
realización y la interpretación de la ecografía torácica.
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43
No puedo orinar:
traumatismo vesical pediátrico
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una niña de 8 años es trasladada al servicio de urgencias en un
vehículo particular tras ser atropellada por un coche. La niña se
encontraba en la entrada de su casa cuando su padre, que estaba
sacando la furgoneta familiar del garaje, la golpeó y pasó por encima de ella. Está acompañada por sus dos padres. La madre corrobora el relato del padre. No se refiere una pérdida de conocimiento
y los padres están seguros de que la niña no se golpeó la cabeza. No
se queja de dolor cervical ni torácico, ni tampoco refiere disnea.
Sí se queja de dolor abdominal y lumbar, pero ha mejorado desde
el accidente. Debido a los antecedentes y los síntomas, la niña es
llevada inmediatamente al cuarto de traumatología.
La exploración física revela una niña afebril con una frecuencia cardiaca de 170 latidos por minuto, una frecuencia
respiratoria de 32 respiraciones por minuto, una presión arterial
de 87/56 mmHg y una saturación de oxígeno del 97% con aire
ambiente. La puntuación en la escala de coma de Glasgow es
de 15. Refiere dolor difuso en la cadera y la parte inferior de
ambas piernas. No hay signos de traumatismo craneal, cervical,
torácico o abdominal. Se le coloca un collarín cervical, dadas sus
otras lesiones. La exploración abdominal revela dolor difuso a la
palpación y defensa en ambas fosas iliacas. Presenta múltiples
excoriaciones en la zona suprapúbica, en ambas fosas iliacas y en
la parte superior de ambos muslos. Hay sangre en el meato urinario. La zona vaginal no presenta otros signos de traumatismo.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
La realización de pruebas de imagen está indicada si se sospecha, ya sea por la anamnesis o la exploración física, una
lesión intraabdominal (incluida una lesión de la vejiga) o si
hay hematuria microscópica significativa o hematuria macroscópica. La cantidad de hematuria microscópica que se considera
significativa y que justifica la realización de estudios de imagen
es objeto de debate y no existe una norma universalmente aceptada. Algunos autores han sugerido que no están indicadas las
pruebas de imagen en los pacientes con hematuria microscópica
de menos de 25 eritrocitos por campo de gran aumento.1
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta modalidad de imagen está fácilmente disponible y se utiliza como modalidad de primera línea en el caso de sospecha
de lesiones pélvicas pediátricas. La proyección estándar es la
anteroposterior (AP). La radiografía simple puede utilizarse
para diagnosticar fracturas pélvicas, pero puede no mostrar
bien ciertas fracturas, como las del anillo pélvico posterior,2,3
y es menos sensible que la tomografía computarizada (TC).4 La
detección de fracturas pélvicas en la radiografía simple puede
instar al médico a investigar la presencia de una lesión vesical.
Algunos autores recomiendan pasar a la TC si hay fracturas pélvicas.5 Otras recomendaciones son evitar la radiografía
pélvica sistemática en los pacientes pediátricos de bajo riesgo:
aquellos que no tienen lesiones en las extremidades inferiores,
que no presentan alteraciones en la exploración física de la
pelvis y la cadera, que no tienen dolor abdominal, que no tienen
hematuria, que tienen una puntuación en la escala de coma de
Glasgow de 13 o más, que están hemodinámicamente estables
y que no necesitan una TC abdominal/pelvis.6,7 Si el paciente
debe someterse a una TC de abdomen/pelvis, puede aplazarse
la radiografía simple de pelvis.4
Tradicionalmente, la radiografía simple o la cistografía radioscópica se ha utilizado para evaluar la presencia de una lesión
vesical. Este estudio se realiza mediante la instilación de un
contraste yodado en la vejiga y la obtención de imágenes para
comprobar si hay extravasación del contraste; las imágenes
posmiccionales son importantes para no pasar por alto las
lesiones de la vejiga y la extravasación, que no son evidentes en
las imágenes iniciales.8 Sin embargo, la densidad del contraste
utilizado para la cistografía convencional (radiografía simple o
radioscopia) impedirá la realización de una TC abdominopélvica
después de la cistografía.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC es la modalidad de imagen de elección para los traumatismos abdominales o genitourinarios cerrados o penetrantes. Sin
embargo, la TC convencional no es adecuada para diagnosticar
la rotura vesical. La cistografía por TC, con llenado retrógrado de
la vejiga con contraste yodado muy diluido, está indicada para
este fin y es el método preferido sobre la cistografía convencional
en los pacientes en los que se realiza una TC de abdomen y pelvis
por otras lesiones.9
Los autores han recomendado la cistografía por TC en presencia
de ciertas lesiones o hallazgos: hematuria macroscópica, líquido
libre pélvico en la TC abdominal/pélvica con contraste intravenoso
(i.v.), fracturas pélvicas específicas (diátesis de la sínfisis púbica,
diátesis sacroiliaca y fracturas de las ramas sacra, iliaca y púbica)
y hematuria microscópica con fracturas pélvicas.1,5,9
Sea cual sea el método utilizado para realizar la cistografía,
la vejiga debe estar completamente distendida. Más adelante
se presentan instrucciones sobre cómo realizar una cistografía
por TC y los volúmenes vesicales sugeridos para realizar una
cistografía.
RESONANCIA MAGNÉTICA
En general, la resonancia magnética no está indicada en la
evaluación aguda de las lesiones pélvicas y genitourinarias
pediátricas. En el caso de antecedentes de alergia grave al
192
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43 • No puedo orinar: traumatismo vesical pediátrico
contraste i.v., puede considerarse esta modalidad en el paciente
traumatizado, pero se carece de literatura relativa a los pacientes
pediátricos.
Hallazgos de los estudios
de imagen
193
la realización de una TC con contraste i.v. y una cistografía por
TC. Este estudio demostró una rotura en la cúpula vesical, que
se apreciaba mejor en las imágenes tardías. El contraste se filtra
hacia el espacio peritoneal. La pared vesical es marcadamente
irregular y está engrosada (figs. 43.2-43.6).
Conclusión del caso
La niña se sometió a una radiografía AP de la pelvis. Esta imagen reveló múltiples fracturas, incluidas fracturas del ala iliaca
izquierda, la sínfisis púbica derecha con diástasis de la sínfisis
púbica, una fractura de la rama púbica inferior derecha y una
fractura del cuello femoral derecho (fig. 43.1). Estos hallazgos,
sumados a la presencia de hematuria macroscópica, motivaron
Fig. 43.1 Proyección anteroposterior (AP) de la pelvis que muestra
una fractura oblicua inferolateral del ala iliaca izquierda (flecha blanca), una
fractura de la sínfisis púbica derecha con ensanchamiento de esta (flecha
negra corta), una fractura de la rama inferior del pubis derecho con un
pequeño fragmento en forma de mariposa desplazado en la sincondrosis
isquiopúbica (flecha blanca abierta) y una fractura no desplazada del
cuello femoral derecho (flecha gris larga).
Fig. 43.2 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
que muestra el engrosamiento de la pared vesical (flecha blanca) y la
presencia de líquido, incluido líquido hemorrágico de mayor densidad,
en el espacio extraperitoneal perivesical (flechas blancas abiertas) y en
el fondo del saco intraperitoneal (flecha negra). También se observan
múltiples hematomas de partes blandas (flechas negras abiertas).
La niña recibió concentrado de hematíes (15 cc/kg) y analgésicos. Además de las lesiones ya mencionadas, se le detectó una
fractura del cuello del fémur derecho; se consultó al servicio de
traumatología pediátrica en relación con esta lesión. Fue llevada
al quirófano para realizar una laparotomía exploratoria y reparar la rotura vesical, y durante este procedimiento se descubrió
que la lesión afectaba a la cúpula vesical. Se colocó una sonda
de Foley y, 1 semana después, se realizó una cistouretrografía.
No hubo extravasación y se retiró la sonda. Finalmente se le dio
el alta con indicación de seguimiento estrecho.
Fig. 43.3 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con ventana
ósea que muestra una fractura conminuta del ala iliaca izquierda (flecha ne­
gra) y un aumento de tamaño del músculo iliaco izquierdo (flecha
blanca), compatible con un hematoma del músculo iliaco.
Fig. 43.4 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con contraste
del abdomen que muestra líquido libre intraperitoneal y líquido en
ambas gotieras paracólicas, como se observa en los laterales (flechas).
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194
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 43.5 Imagen coronal de tomografía computarizada (TC) con contraste
que muestra un engrosamiento de la pared vesical, más pronunciado en la
cúpula (flechas blancas), y líquido libre intraperitoneal en la región pericecal
(flecha negra). Se observan de nuevo las fracturas pélvicas (flechas abiertas).
El traumatismo pélvico no es común en la población pediátrica, habiéndose descrito una incidencia del 2-7%.10-12 La
mortalidad por traumatismo pélvico suele deberse a las lesiones
asociadas.10 El patrón de las lesiones pélvicas en los pacientes pe­
diátricos difiere del de los adultos. Aunque la mayoría de las
fracturas pélvicas pediátricas son menos graves que las de los
adultos, son consecuencia de mecanismos de alta energía (como
accidentes de tráfico y atropellos) y suelen llevar asociadas
lesiones intraabdominales o genitourinarias.13,14 Las lesiones
vesicales están presentes hasta en un 15% de los traumatismos
pélvicos pediátricos.10,11
Las lesiones genitourinarias pediátricas suelen ser consecuencia de un traumatismo cerrado, más que penetrante,
y las colisiones con vehículos a motor son un mecanismo
común.9,14 Curiosamente, las actividades deportivas, como
el ciclismo y los deportes de contacto, son otras causas
comunes de rotura vesical; las artes marciales han sido una
actividad citada con frecuencia debido a las patadas en el
abdomen, ya que la vejiga es un órgano intraabdominal en
el paciente pediátrico. 9 Las lesiones uretrales y vesicales
son las segundas lesiones genitourinarias en frecuencia, y
aunque las lesiones hepáticas y del bazo pueden acompañar
a los traumatismos genitourinarios, las lesiones intestinales
son las más frecuentes. 14-16 Hasta el 50% de los pacientes con lesiones genitourinarias tienen lesiones abdominales
asociadas, y este aumento del riesgo de traumatismo abdominal asociado es mayor con las lesiones vesicales que con
las renales.14,17
La clasificación de las lesiones vesicales según la American
Association for the Surgery of Trauma es la siguiente:15,18,19
Grado I: hematoma, rotura de espesor parcial.
Grado II: rotura extraperitoneal <2 cm de la pared vesical.
Grado III: rotura vesical extraperitoneal (>2 cm) o intraperitoneal (<2 cm).
Grado IV: rotura >2 cm de la pared vesical intraperitoneal.
Grado V: rotura de la pared vesical intra- o extraperitoneal que
se extiende al cuello vesical o el orificio ureteral.
Fig. 43.6 Imagen coronal de un cistograma por tomografía computarizada (TC) que muestra la extravasación de contraste (flecha blanca)
procedente de la cúpula vesical (VE), lo cual es compatible con una
rotura vesical intraperitoneal. El contraste extravasado se observa en la
fosa iliaca derecha y en ambas gotieras paracólicas (flechas abiertas), así
como en el espacio perihepático derecho (flecha negra).
La vejiga puede sufrir contusión, rotura o una combinación de ambas. Las contusiones vesicales son de naturaleza
benigna y no requieren tratamiento, pero debe hacerse una
evaluación cuidadosa para descartar otras lesiones intraabdominales o genitourinarias. 8,9 La rotura vesical puede ser
extraperitoneal (en la mayoría de los casos, la fuga se limita al
espacio perivesical) o intraperitoneal (causada por la pérdida
de integridad de la superficie peritoneal con la consiguiente
extravasación de orina a la cavidad peritoneal). 9 La rotura
vesical extraperitoneal suele ir acompañada de fracturas
pélvicas, 9,10,20 y se estima que el 80% de los pacientes con
rotura vesical tienen fracturas pélvicas asociadas. 9,10,20 La
vejiga distendida es un factor de riesgo para su rotura. Se
ha descrito rotura vesical en los pacientes que sufren un
traumatismo contuso importante y no presentan fracturas
pélvicas, así como en el 1,6% de los traumatismos abdominales cerrados pediátricos.8,9,14 La rotura vesical intraperitoneal
suele producirse por un golpe directo que aumenta la presión
intravesical, lo que lesiona la parte más débil de la vejiga, que
es la cúpula.9
La hematuria macroscópica, así como el dolor abdominal
suprapúbico y los problemas para miccionar, son un síntoma
de presentación de las lesiones vesicales.1,9,10,21 La hematuria
puede ser macroscópica (en la mayoría de los pacientes), microscópica o incluso transitoria.9,22
En el tratamiento de las lesiones vesicales pediátricas debe
participar no solo el equipo de cirugía traumatológica pediátrica, sino también el de urología pediátrica. Mientras que
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43 • No puedo orinar: traumatismo vesical pediátrico
la reparación de la rotura intraperitoneal es el tratamiento
habitual, la rotura extraperitoneal puede tratarse simplemente
con drenaje por sonda, pero se recomienda la reparación si
el paciente se somete a una laparotomía exploratoria para el
tratamiento de otras lesiones.8,10,23,24 Se ha demostrado que la
reparación se asocia con una disminución de las complicaciones
y unos mejores resultados, incluso en los pacientes con rotura
extraperitoneal.15,23,25,26 Un amplio estudio nacional sobre los
traumatismos vesicales en los niños descubrió que las lesiones
vesicales tenían más probabilidades de ser reparadas si había
una rotura intraperitoneal que si había una rotura extraperitoneal; sin embargo, la reparación de la rotura intraperitoneal
se realizó en el 66% de los pacientes con este tipo de lesión,
lo que sugiere que el tratamiento recomendado (es decir, la
reparación de la rotura vesical intraperitoneal) no se siguió en
todos los casos.23 Además, se observó una disminución del 82%
de la mortalidad intrahospitalaria tras la reparación, después
de controlar la puntuación global de las lesiones corporales, y
una reducción de la mortalidad independientemente del tipo
de lesión vesical.23
195
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La proyección AP de la pelvis no está indicada de forma sistemática en los pacientes con traumatismos pediátricos.
2. El diagnóstico por imagen debe realizarse en los pacientes
en los que la exploración física o los hallazgos de laboratorio
sugieran una lesión pélvica o genitourinaria.
3. Debe considerarse la realización de una TC abdominopélvica
si se encuentran fracturas pélvicas en la radiografía simple.
En algunos casos, por ejemplo, en presencia de fracturas
acetabulares aisladas, esto puede no estar indicado.
4. Si está previsto realizar una TC, la radiografía simple de la
pelvis no está indicada.
5. La TC abdominopélvica con contraste i.v., incluso si se realiza
con adquisición de imágenes tardías de la vejiga, no es suficiente para descartar la rotura vesical.
6. Si se sospecha una rotura vesical, se debe realizar una cistografía. Esta puede realizarse con una radiografía simple,
una radioscopia o una TC (la modalidad preferida para investigar esta lesión).
Procedimiento de cistografía por TC
(v. «Instrucciones detalladas» si es necesario)
Después de una TC abdominopélvica completa
por un traumatismo (o prolongar la exploración de la pelvis
para realizar la cistografía con la vejiga llena):
Vaciar la vejiga por gravedad a través de la sonda de Foley.
Instilar contraste diluido (v. instrucciones de dilución más abajo)
a través de la sonda de Foley por gravedad, con el fondo
de la bolsa de contraste 40 cm por encima de la mesa.
Una vez que la vejiga está llena, se pinza la sonda de Foley y se
realiza una TC de la pelvis. Los cortes son axiales, pero también
se realizan reconstrucciones coronales y sagitales.
Una vez completado el estudio, aflojar la pinza de la sonda de Foley
y drenar el contraste de la vejiga (se puede bajar la bolsa
de contraste para facilitar el drenaje).
Volver a conectar la sonda de Foley al drenaje de la bolsa de
orina y asegurarse de aflojar la pinza de la sonda Foley una vez
finalizado el procedimiento.
Instrucciones detalladas
Instrucciones para una concentración original del contraste
de aproximadamente 300.
Utilizando una técnica aséptica, inyectar el contraste sin diluir en
una bolsa de solución fisiológica estéril: 50 ml en una bolsa de
1 l, 25 ml en una bolsa de 500 ml o 20 ml en una bolsa de 300 ml.
Agitar la bolsa para mezclar.
Conectar el tubo i.v. con toma de aire y conexión de Luer a la bolsa
de suero con contraste; purgar el aire del tubo.
Después de vaciar la vejiga, pinzar la sonda de Foley.
Introducir un adaptador cónico (conector i.v. hembra) en la sonda
de Foley para permitir la conexión del tubo i.v. desde la bolsa de
contraste hasta la sonda de Foley. Aflojar la pinza de la sonda
de Foley una vez que esté conectada de forma segura.
Instilar el contraste por gravedad, 40 cm por encima de la mesa
de TC. Pinzar la sonda una vez que se haya alcanzado el volumen
deseado en la vejiga y, a continuación, realizar la TC de la
pelvis.
Después de la exploración, aflojar la pinza de la sonda de Foley
y drenar el contraste de la vejiga (se puede bajar la bolsa
de contraste para facilitar el drenaje).
Pinzar la sonda mientras se vuelve a conectar la sonda Foley
a la bolsa de orina.
Aflojar la pinza de la sonda Foley al finalizar el procedimiento
y antes de que el paciente abandone la sala de TC.
Volumen de la vejiga:a
Menos de 2 años: peso (en kg) × 7 (volumen de la vejiga en ml)
2-14 años: (edad en años × 30) + 30 (volumen de la vejiga en ml)
Más de 14 años: 500 ml
aFrimberger D, Mercado-Deane MG. AAP Section on Radiology. Establishing a standard protocol for the voiding cystourethrography. Pediatrics. 2016
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44
¡Atención!
Traumatismo craneoencefálico
WINNIE WHITAKER, MD, FAAP, y BHAIRAV PATEL, MD
Presentación del caso
ECOGRAFÍA
Una niña de 7 meses es llevada al servicio de urgencias tras
caerse de un sofá. La madre de la niña, visiblemente angustiada
y preocupada porque «su hija se haya fastidiado el cerebro»,
refiere que la niña se cayó del sofá y se golpeó contra el suelo
de madera. La distancia de la caída es de aproximadamente
60-90 cm. La niña lloró inmediatamente y desde el suceso, que
ocurrió hace aproximadamente 1 h, se ha encontrado en su
estado habitual. No refiere vómitos.
La exploración física revela unas constantes vitales adecuadas
para la edad. La niña se muestra alerta, interactiva y sonriente.
Hay un hematoma frontal derecho de 3 cm con algunas equimosis, pero sin resaltes óseos ni cortes. La niña mueve bien el
cuello. No hay dolor a la palpación aparente del abdomen ni de la
columna vertebral. La niña mueve bien todas las extremidades y
no se observan otras zonas con hinchazón, dolor a la palpación
o deformidad.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
La mayoría de los niños con traumatismos craneoencefálicos
leves no requieren estudios de neuroimagen. Las lesiones,
como las pequeñas fracturas de cráneo sin hundimiento, no
son clínicamente significativas y no provocarían daños si no se
identifican. Más bien, la decisión de realizar estudios de imagen
radiológicos debe tomarse cuando los datos de la anamnesis o
la exploración física conducen a un alto grado de sospecha de
lesión cerebral traumática clínicamente importante que pueda
precisar una hospitalización o una intervención quirúrgica. Se
han publicado unas reglas de predicción clínica para ayudar a
determinar qué pacientes pueden o no requerir estudios de neuroimagen, y las más utilizadas son las planteadas por la Pediatric
Emergency Care Applied Research Network (PECARN).1
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La utilidad de las radiografías simples en los traumatismos craneales pediátricos es limitada. Las radiografías de cráneo pueden
ayudar a diagnosticar las fracturas y determinar si una fractura
presenta hundimiento, pero no pueden detectar lesiones intracraneales. Esto es importante para el tratamiento del paciente,
ya que a menudo hay una lesión cerebral significativa presente
sin una fractura de cráneo asociada.2 Por ello, la mayoría de
los expertos recomiendan prescindir de la radiografía simple
en favor de la tomografía computarizada (TC) en los pacientes
con sospecha de traumatismo craneal, ya que la TC puede identificar las lesiones intracraneales que requieren intervención
quirúrgica.2,3
La ecografía puede ser útil para diagnosticar una fractura de
cráneo en los niños que presentan un traumatismo craneoencefálico. Varios estudios han demostrado que la ecografía tiene
una sensibilidad y una especificidad altas para identificar las
fracturas de cráneo en comparación con la TC.4-7 La ventaja de
la ecografía es que puede realizarse a pie de cama, sin sedación,
y a menudo puede hacerla un médico de urgencias. Una limitación importante de la ecografía, similar a la de la radiografía
simple, es la incapacidad de identificar lesiones intracraneales
clínicamente importantes que pueden o no estar asociadas a
una fractura de cráneo. La utilidad de la ecografía para esta
indicación también depende del ecografista.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC sin contraste es la modalidad de imagen de primera línea para
diagnosticar lesiones cerebrales traumáticas clínicamente importantes.1,3 Es relativamente barata y, por lo general, de fácil acceso,
y puede diagnosticar rápidamente lesiones que podrían requerir
una intervención urgente. La TC puede detectar hemorragias sub­
aracnoideas, hematomas subdurales y epidurales, neumoencéfalo,
isquemia, edema cerebral, desplazamiento de la línea media y signos
de herniación, así como lesiones del cuero cabelludo y la presencia
de cuerpos extraños. Sin embargo, los hallazgos sutiles, como las
pequeñas hemorragias o el edema cerebral incipiente, pueden ser
difíciles de detectar, y la calidad del estudio puede verse limitada por
los artefactos de movimiento si los pacientes no están completamente quietos.3 Los beneficios de la información obtenida con una
TC craneal deben sopesarse con el riesgo potencial de mortalidad
por cáncer debido a la radiación necesaria para realizar el estudio.
El riesgo estimado de por vida debido a la malignidad inducida
por la radiación de una TC craneal es de aproximadamente 1 de
cada 1.500 en un niño de 1 año y de aproximadamente 1 de cada
5.000 en un niño de 10 años, y el riesgo disminuye a medida que
los pacientes envejecen.8 Este riesgo de exposición puede mitigarse
mediante la aplicación de protocolos de realización de pruebas
de imagen específicos para niños que se adhieran a las directrices de
dosis de radiación del American College of Radiology.9-11
La angiografía se utiliza en los pacientes con mayor riesgo
de lesión de los vasos principales debido a un traumatismo craneoencefálico penetrante, pero, en la práctica, se suele realizar
una venografía si la fractura atraviesa la ubicación prevista del
seno venoso dural. Los niños con heridas de entrada faciales u
orbitarias, con una trayectoria de penetración transdural o una
hemorragia intracraneal acompañante tienen más probabilidades de formación de un aneurisma.12
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM es una alternativa atractiva a la TC para el diagnóstico de
las lesiones cerebrales traumáticas clínicamente importantes
197
booksmedicos.org
198
SECCIÓN 7 • Traumatismos
en los niños, ya que evita la exposición a la radiación ionizante
a la vez que produce imágenes de calidad superior. Las desventajas de la RM son el coste, la disponibilidad limitada, el tiempo
necesario para su realización y el hecho de ser muy sensible a
los artefactos de movimiento, lo que puede aumentar la necesidad de sedación. Los protocolos con tiempos de adquisición
reducidos permiten que la RM sea una opción viable en lugar
de la TC cuando está disponible. Se ha determinado que estas
RM rápidas, o de adquisición rápida, tienen una sensibilidad
y una especificidad similares cuando se comparan con la TC
en el diagnóstico de lesiones cerebrales traumáticas.13 La RM
es más sensible que la TC en la visualización del tronco del
encéfalo y la fosa posterior, así como en la identificación de
lesiones intraparenquimatosas sutiles como la lesión axonal
difusa, el edema cerebral y la contusión.3 Por ello, la RM es
una modalidad útil como indicador de pronóstico una vez que
ha sido estabilizado el paciente y suele ser el estudio preferido
para el seguimiento.
Hallazgos de los estudios de imagen
La paciente tiene un riesgo bajo de sufrir una lesión intracraneal
aguda que requiera una intervención neuroquirúrgica según las
directrices de la PECARN; por tanto, no se realizó ningún estudio
de neuroimagen en esta paciente.
Conclusión del caso
Después de hablar con la madre de la niña sobre las indicaciones,
los riesgos y los beneficios de la TC, se tomó la decisión de dar de
alta a la paciente sin realizar estudios de neuroimagen. La madre
se sintió cómoda cuando la niña fue dada de alta con indicación
de una estrecha vigilancia y unas estrictas precauciones de seguimiento.
Los traumatismos craneoencefálicos pediátricos son una
de las principales causas de lesiones y muerte en los niños. Se
calcula que en EE. UU. se producen más de 800.000 visitas a
los servicios de urgencias al año por traumatismos craneoencefálicos en los niños menores de 18 años. 14 La mayoría de
los pacientes pediátricos con traumatismos craneoencefálicos
presentan lesiones menores y no requieren intervención. Sin
embargo, hay pacientes que presentan lesiones importantes, y los traumatismos craneoencefálicos pediátricos son la
principal causa de muerte en los pacientes de más de 1 año
de edad, ya que provocan más de 3.000 muertes al año, y son
una de las principales causas de morbilidad significativa.15 El
mecanismo del traumatismo craneoencefálico difiere entre las
distintas edades de los pacientes pediátricos. Los niños peque­
ños tienden a sufrir caídas y son más a menudo víctimas
de traumatismos no accidentales, mientras que los pacientes de
más edad son más propensos a sufrir traumatismos craneales
por lesiones penetrantes, lesiones deportivas y accidentes de
tráfico.15
La decisión de obtener estudios de imagen es multifactorial
y ha sido un área de ferviente debate. En algunos pacientes, la
decisión de realizar un estudio de neuroimagen es sencilla (p. ej.,
un paciente con una puntuación preocupante en la escala de
coma de Glasgow [GCS, Glasgow coma scale; tablas 44.1-44.3]
o aquellos pacientes con una anamnesis y una exploración sospechosas de un traumatismo craneal significativo). Sin embargo,
hay una mayoría de pacientes en los que la decisión de realizar un
estudio de neuroimagen presenta más matices. Se han desarrollado varias reglas de decisión clínica validadas. La regla de decisión
de la PECARN se utiliza habitualmente en la práctica en EE. UU.
Tabla 44.1 Escala de coma de Glasgow (modificada) (GCS),
<2 años de edad
Actividad
Mejor respuesta
Apertura de ojos
Espontánea
A los gritos
Al dolor
Ninguna
4
3
2
1
Verbal
Sonrisa/arrullo
Llanto/inconsolable
Llanto inapropiado persistente
Agitado, inquieto
Ninguna
5
4
3
2
1
Motora
Sonrisa/arrullo
Localización del dolor
Retirada al dolor
Decorticación
Descerebración
Ninguna
6
5
4
3
2
1
Total
Puntuación
/15
Tabla 44.2 Escala de coma de Glasgow (modificada) (GCS),
2-5 años de edad
Actividad
Mejor respuesta
Apertura de ojos
Espontánea
A las órdenes verbales
Al dolor
Ninguna
4
3
2
1
Verbal
Palabras/frases coherentes
Palabras incoherentes
Llanto y gritos persistentes
Gruñidos
Ninguna
5
4
3
2
1
Motora
Normal/espontánea
Localiza el dolor
Se retira al dolor
Decorticación
Postura de descerebración
Ninguna
6
5
4
3
2
1
Total
Puntuación
/15
Tabla 44.3 Escala de coma de Glasgow (modificada) (GCS),
>5 años de edad
Actividad
Mejor respuesta
Apertura de ojos
Espontánea
A las órdenes verbales
Al dolor
Ninguna
4
3
2
1
Verbal
Orientado
Confuso
Palabras incoherentes
Sonidos inespecíficos
Ninguna
5
4
3
2
1
Motora
Normal/espontánea
Localización del dolor
Retirada al dolor
Decorticación
Postura de descerebración
Ninguna
6
5
4
3
2
1
Total
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Puntuación
/15
44 • ¡Atención! Traumatismo craneoencefálico
Regla de decisión clínica de la PECARN en función de la TC para pacientes menores
de 2 años. AT, accidente de tráfico; GCS, escala de coma de Glasgow; PC, pérdida
de conciencia; PECARN, Pediatric Emergency Care Applied Research Network;
TC, tomografía computarizada; TCE, traumatismo craneoencefálico.
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200
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Regla de decisión clínica de la PECARN en función de la TC para pacientes mayores
de 2 años. AT, accidente de tráfico; GCS, escala de coma de Glasgow; PC, pérdida
de conciencia; PECARN, Pediatric Emergency Care Applied Research Network;
TC, tomografía computarizada; TCE, traumatismo craneoencefálico.
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44 • ¡Atención! Traumatismo craneoencefálico
Esta regla de decisión clínica es útil para estratificar el riesgo de
los pacientes que han sufrido un traumatismo craneoencefálico y
guiar al médico en lo que respecta a los estudios de neuroimagen.
Esta herramienta, junto con la anamnesis, la exploración física
(incluida la GCS) y la experiencia del profesional, puede emplearse para determinar qué pacientes probablemente no requieren
un estudio de neuroimagen.
La actitud ante un traumatismo craneal depende de la lesión
del paciente. Las consideraciones generales para el tratamiento
deben seguir las reglas de reanimación cardiopulmonar en los
pacientes traumatizados. Si se sospecha que hay una lesión de
la columna cervical, deben mantenerse las precauciones al respecto de acuerdo con las directrices recomendadas en el caso de
traumatismo. Es apropiado cursar una interconsulta al servicio
de neurocirugía pediátrica para los pacientes con fracturas
craneales o hemorragia intracraneal.
FRACTURAS CRANEALES
La presencia de una fractura de cráneo puede indicar que se
ha sufrido un impacto importante y aumenta la probabilidad
de que haya una lesión intracraneal.15 Los pacientes con sospecha de fractura de cráneo deben someterse a una TC como
estudio de imagen inicial. Si se identifica una fractura de cráneo
inicialmente mediante una radiografía simple de cráneo, debe
realizarse un estudio de TC. El tratamiento de las fracturas de
cráneo depende de la localización y la complejidad de la fractura.
Las fracturas complejas o asociadas a lesiones intracraneales
requieren una interconsulta al servicio de neurocirugía pediátrica. Estudios anteriores han demostrado que muchos pacientes
con fracturas de cráneo aisladas y lineales sin lesión intracraneal
a consecuencia de un traumatismo craneoencefálico cerrado
son hospitalizados para mantenerlos en observación.16,17 Sin
embargo, los niños que presentan este tipo de lesiones pueden
ser dados de alta con indicación de vigilancia estrecha, ya que no
es probable que se produzca una descompensación o que
aparezcan complicaciones que requieran una intervención
neuroquirúrgica.17-20 La mayoría de los pacientes de un estudio (85%) fueron dados de alta en el plazo de 1 día y la tasa de
intervención neuroquirúrgica fue del 0,2%; no hubo muertes.16
Los traumatismos no accidentales también deben tenerse en
cuenta en los pacientes con fracturas de cráneo y deben tratarse
adecuadamente antes del alta. Un estudio de niños de 18 meses o
menos con fracturas de cráneo aisladas no debidas a accidentes
de tráfico o caídas de carros de la compra descubrió que el 6%
de la población del estudio presentaba fracturas adicionales en
el estudio del esqueleto.21
201
FRACTURAS DE LA BASE DEL CRÁNEO
Las fracturas de la base del cráneo se asocian clásicamente
con hemotímpano, hematoma retroauricular (signo de Battle), hemorragia/fuga de líquido cefalorraquídeo por la oreja
y equimosis de las regiones infraorbitarias (ojos de mapache).
Estas fracturas cursan con una mayor incidencia de lesiones
intracraneales y una mayor asociación con meningitis, aunque
este riesgo es bajo.15 Debido a la proximidad del recorrido de los
pares craneales, estas fracturas pueden asociarse a déficits de
los pares craneales.
HEMORRAGIA EPIDURAL
Estas lesiones se deben, en la mayoría de los casos, a un traumatismo cerrado y suelen estar asociadas a fracturas de cráneo (aproximadamente, el 80% de los casos), y el origen de la hemorragia
se identifica como arterial en el 30% de los casos; la hemorragia
venosa es más frecuente en los pacientes pediátricos.15,23 La descripción clásica de pérdida de conciencia seguida de un intervalo de
lucidez y el posterior deterioro clínico no es común en los pacientes
pediátricos, en los que solo un 20% experimenta una pérdida de
conciencia; la cefalea persistente y los vómitos son los síntomas
más comunes.15 El hematoma epidural aparece como una densidad bien definida en forma de lente en la TC. Para el tratamiento es
preciso consultar al servicio de neurocirugía pediátrica; no todas
las hemorragias epidurales requieren intervención quirúrgica,
pero está indicada la hospitalización para una estrecha vigilancia.
HEMORRAGIA SUBDURAL
Estas lesiones suelen deberse a los traumatismos directos y las
caídas desde alturas importantes y pueden verse en los traumatismos no accidentales; la hemorragia se produce por la
rotura de las venas emisarias entre la duramadre y la aracnoides,
aunque no suele haber una fractura asociada.15 La hemorragia
subdural crónica puede observarse en los niños con coagulopatías,15 pero en estos pacientes también debe considerarse
un traumatismo no accidental. La hemorragia subdural tiene
forma de semiluna en la TC. Por lo general, se asocia a una lesión
cerebral subyacente.15,23 La hemorragia subdural se asocia a
una morbilidad a largo plazo, como convulsiones y retraso en
el desarrollo, sobre todo cuando la presentación inicial consiste
en deterioro neurológico o las imágenes de la TC muestran una
lesión cerebral subyacente; las tasas de mortalidad asociadas se
sitúan entre el 10-20%.15 Ante estos pacientes, es preciso cursar
una interconsulta urgente al servicio de neurocirugía pediátrica.
FRACTURAS DEL CRÁNEO EN CRECIMIENTO
HEMORRAGIA SUBARACNOIDEA
Hay que hacer mención especial a las llamadas fracturas del
cráneo en crecimiento. Se trata de complicaciones poco frecuentes de las fracturas craneales pediátricas, pero también
pueden producirse tras cirugías craneales. Se cree que se forman
debido a la presencia de una fractura de cráneo con un desgarro
de la duramadre subyacente, con la aracnoides intacta.22 Son
más frecuentes en los niños menores de 3 años y una manifestación común es la tumefacción del cuero cabelludo parietal
(asociada a una fractura craneal lineal parietal); a menudo la
puntuación inicial en la GCS es baja.22 Las fracturas del cráneo
en crecimiento pueden ser difíciles de diagnosticar. Los pacientes
con riesgo de presentar esta rara complicación deben ser controlados por el servicio de neurocirugía pediátrica durante los
3 meses siguientes a la lesión inicial.22 El tratamiento de las
fracturas del cráneo en crecimiento depende del tamaño del
defecto y la edad del paciente.22
Esta lesión es el resultado del desgarro de los vasos más pequeños
de la piamadre. La hemorragia subaracnoidea puede ser traumática (asociada a lesiones por cizallamiento) o no traumática
(por rotura de aneurismas o malformaciones arteriovenosas).15
La TC suele mostrar sangre hiperintensa en las cisternas basales
y los espacios subaracnoideos.15
LESIÓN AXONAL DIFUSA
Se trata de una lesión de los tractos de sustancia blanca, a
menudo debida a lesiones por cizallamiento, que se observan
comúnmente con las fuerzas que intervienen en los accidentes
de tráfico, como la aceleración y la desaceleración.23 El tratamiento indicado es sintomático, pero se asocia a una mortalidad
de hasta el 15% y se observa una disfunción neurológica en
aproximadamente un tercio de los supervivientes.15
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202
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 44.3 Imagen reconstruida en 3D del cráneo a partir de una tomografía computarizada (TC) que muestra la denominada fractura «en
pelota de ping pong» (flecha negra).
Fig. 44.1 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) que muestra un
hematoma epidural (flecha negra) sin desplazamiento de la línea media.
Fig. 44.2 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) con ventana
ósea que muestra la denominada fractura «en pelota de ping pong»
(flecha negra).
Ejemplos de casos
La figura 44.1 es una imagen de TC seleccionada de un lanzador
de 14 años que recibió un golpe en la cabeza con un bate de béisbol. Se observa un hematoma epidural sin desplazamiento de la
línea media. El paciente fue hospitalizado para su monitorización
y no requirió intervención quirúrgica.
Las figuras 44.2 y 44.3 son imágenes de TC seleccionadas
que muestran un tipo de fractura denominado «en pelota de
ping pong». Las ventanas cerebrales de la TC (no mostradas) no
revelaron ninguna hemorragia intracraneal, desplazamiento de
la línea media u otra lesión intracraneal. El paciente, un bebé
de 6 meses, se cayó al rodar desde una cama y se golpeó con una de
las patas de la cama, que era de hierro. El paciente fue llevado al
quirófano para reparar la fractura mediante una craneotomía,
que se llevó a cabo una vez hubo remitido la hinchazón del
cuero cabelludo. Se llevó a cabo una evaluación de un posible
traumatismo no accidental.
La figura 44.4 es una imagen de TC seleccionada de una niña
de 3 años que sufrió una caída de aproximadamente 1 m de
altura desde un taburete mientras estaba sentada en la cocina,
aterrizando en el suelo de baldosas. Se observa una hemorragia
extraaxial en la convexidad con forma de semiluna, correspondiente a la sangre subdural, sin efecto masa ni desplazamiento
de la línea media.
La figura 44.5 es una imagen de TC seleccionada de un
paciente de 15 años que fue golpeado en la cabeza por un disco
lanzado durante un entrenamiento de atletismo. Se observa una
fractura de cráneo parietal y temporal derecha, conminuta y con
hundimiento. El paciente fue llevado al quirófano para reparar
el hundimiento asociado a la fractura y se recuperó bien.
La figura 44.6 es una imagen de TC seleccionada de un niño
de 3 meses que fue llevado al servicio de urgencias con alteración
del estado mental; la exploración física corresponde a un niño
en estado muy grave, con convulsiones activas, estado mental
deprimido y esfuerzo respiratorio. Se observa una hemorragia
subdural derecha con componentes agudo, subagudo y crónico;
hay un marcado efecto masa y un desplazamiento de la línea
media hacia la izquierda, sin fracturas. El niño fue trasladado
de urgencia al quirófano para evacuar el hematoma y colocar
un drenaje subdural. Se realizó una evaluación de un posible
traumatismo no accidental, durante la cual se descubrieron
numerosas hemorragias retinianas en varias capas de la retina;
el estudio del esqueleto fue normal. La falta de una explicación
para la presentación clínica del paciente, los hallazgos oftalmológicos y los hallazgos radiográficos suscitaron un alto grado de
sospecha de traumatismo no accidental.
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44 • ¡Atención! Traumatismo craneoencefálico
Fig. 44.4 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) que muestra
sangre subdural (flecha negra) sin efecto masa ni desplazamiento de
la línea media.
203
Fig. 44.6 Imagen axial de tomografía computarizada (TC) que muestra una hemorragia subdural derecha (puntas de flecha blancas) con
componentes agudo, subagudo y crónico, con membranas internas
(flechas negras); hay un marcado efecto masa y desplazamiento de la
línea media hacia la izquierda (flecha blanca).
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple no es una modalidad de imagen de
primera línea en los pacientes con traumatismo craneal. Si
bien se pueden identificar las fracturas simples del cráneo,
las fracturas complejas no estarán bien delineadas, y esta
modalidad no proporciona información sobre las lesiones
intracraneales asociadas, incluida la hemorragia intracraneal.
2. La TC sin contraste es la modalidad de imagen de elección
en los pacientes que han sufrido un traumatismo craneal. La
capacidad de esta prueba para identificar fracturas y hemorragias intracraneales, así como la rapidez y la disponibilidad
de este estudio, la hacen ideal para este fin.
3. La RM se utiliza como prueba de imagen de segunda línea en
los pacientes con lesiones identificadas por TC cuando está
clínicamente indicado.
4. La ecografía puede identificar las fracturas de cráneo; sin
embargo, esta modalidad tiene una capacidad limitada para
evaluar el cerebro subyacente en busca de hemorragias
intracraneales.
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Fig. 44.5 Imagen axial de la tomografía computarizada (TC) con ventana
ósea que muestra una fractura de cráneo parietal y temporal derecha
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45
En busca del hematoma:
contusión pulmonar
GUYON HILL, MD
Presentación del caso
Un niño de 13 años es llevado a urgencias tras ser atrope­
llado por un camión de gran tamaño cuando intentaba cruzar
una autopista en bicicleta. No ha perdido el conocimiento. El
paciente se encuentra afebril, con una frecuencia cardiaca de
120 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria de 28 res­
piraciones por minuto, una presión arterial de 100/70 mmHg
y una pulsioximetría del 91% con aire ambiente. A su llegada
habla de forma coherente y presenta hematomas en la par­
te inferior derecha medial del cuello y en la parte superior
y media del pecho, a ambos lados. Afirma que le duele la
clavícula derecha y ambos lados del tórax, más el izquierdo
que el derecho, al realizar inspiraciones profundas. No hay
crepitación. Presenta un ligero dolorimiento en el hipocon­
drio izquierdo. También tiene una deformidad evidente en la
extremidad inferior izquierda, pero está intacta desde el punto de
vista neurovascular. La puntuación en la escala de coma
de Glasgow es de 14.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Las radiografías simples son la modalidad de imagen más uti­
lizada para diagnosticar un traumatismo pulmonar pediátrico
y deben realizarse en todos los niños en los que se sospeche
una contusión pulmonar y, en general, en todos los niños con
lesiones graves.1 En comparación con las técnicas de imagen
avanzadas, como la tomografía computarizada (TC), las radio­
grafías simples son la modalidad de imagen de primera línea más
adecuada para identificar contusiones pulmonares clínicamente
significativas, aunque la radiografía simple puede subestimar el
tamaño de la lesión.2,3 Las opacidades localizadas en forma de
parches que no siguen la distribución anatómica en la zona del
impacto son la anomalía observada con más frecuencia cuando
hay contusiones pulmonares. Aunque las radiografías obtenidas
poco después del traumatismo pueden ser negativas en cuanto a
signos de contusión pulmonar, pueden mostrar otros hallazgos
anormales como neumotórax o fracturas costales, que harán
más probable la existencia de contusiones.2 No es necesario
repetir las radiografías si son inicialmente negativas, a menos
que el estado respiratorio del niño empeore.1,2
ECOGRAFÍA TORÁCICA
La ecografía puede utilizarse para evaluar los pulmones en los
pacientes pediátricos, aunque los hallazgos asociados a las con­
tusiones pulmonares son inespecíficos y deben ser interpretados
por un profesional con experiencia. Los hallazgos incluyen lo
que comúnmente se conoce como «líneas B», que indican edema
intersticial, con un significado equivalente al de las líneas B de
Kerley encontradas en las radiografías de tórax.4 También puede
observarse un broncograma aéreo dinámico,4 similar al de la
neumonía, debido a la consolidación del parénquima, pero con
movimiento dinámico de aire en los bronquios permeables. Es
necesario aplicar el contexto clínico para diferenciar las líneas B
secundarias a la contusión de otras causas de líneas B eco­
gráficas, como el edema pulmonar o la neumonía.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC proporciona más detalles que la ecografía o la radiografía
simple; sin embargo, la TC no se recomienda con el único propó­
sito de diagnosticar una contusión pulmonar.1 Las contusiones
pulmonares aparecen como opacidades localizadas en forma
de parches en la TC. La TC es más sensible para detectar una
contusión pulmonar que las radiografías simples, pero esto no
se correlaciona necesariamente con los síntomas del paciente
o el grado de la lesión. Las contusiones pequeñas pueden ser
visibles únicamente en la TC.
Hallazgos de los estudios de imagen
Se realizó una radiografía de tórax inicial con una sola proyec­
ción. La imagen muestra opacidades pulmonares anormales,
más en el lado izquierdo que en el derecho, indicativas de con­
tusión pulmonar izquierda. La opacidad observada en el lóbulo
inferior derecho, predominantemente retrocardiaca, es más
probable que corresponda a una atelectasia (fig. 45.1).
Conclusión del caso
Al paciente se le colocó una mascarilla con reservorio para
corregir la hipoxia, con lo que se observó una mejoría de la
saturación de oxígeno. Se le realizaron más pruebas de imagen
para evaluar los demás hallazgos de la exploración física: un
estudio de TC abdominopélvico con contraste intravenoso reveló
una rotura esplénica de grado II, y la radiografía simple del
fémur izquierdo mostró una fractura de fémur moderadamente
desplazada. Debido al hematoma del cuello y la sospecha de una
lesión vascular asociada, el paciente fue sometido a una angio­
grafía por TC de los vasos cervicales. No se observó ninguna
lesión vascular ni neumotórax, pero sí una contusión pulmonar
izquierda (figs. 45.2 y 45.3). El paciente fue hospitalizado para
someterse a monitorización, reducción cerrada de la fractura
de fémur y limpieza del árbol traqueobronquial. El estado res­
piratorio del paciente no empeoró y fue dado de alta 2 días
después sin complicaciones residuales.
205
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206
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 45.1 Proyección anteroposterior única de una radiografía de tórax
que muestra una opacidad pulmonar en el lado izquierdo, compatible
con una contusión pulmonar (flechas).
Fig. 45.2 Imagen axial del tórax con ventana pulmonar de la angiografía
por tomografía computarizada (TC) cervical que muestra opacidades
consolidadas parcheadas en el lóbulo superior izquierdo y en el segmento superior del lóbulo inferior izquierdo (flechas), más compatibles
con una contusión pulmonar.
La contusión pulmonar es la lesión más común resultante
de un traumatismo torácico en los niños y puede deberse a
mecanismos cerrados o penetrantes a gran velocidad. 2,3,5,6
El médico debe estar muy atento para poder diagnosticar la
contusión pulmonar de forma temprana. Varios factores hacen
que esta lesión sea más probable en la población pediátrica. En
los pacientes jóvenes, la pared torácica presenta una mayor
distensibilidad debido a la osificación incompleta de las cos­
tillas.2,3,5,6 También hay una menor masa muscular en compa­
ración con los adultos, lo que permite una mayor transmisión de
la fuerza.2,3,5,6 La presentación de los pacientes puede ser desde
asintomática con hallazgos fortuitos en las radiografías, hasta
con taquipnea o hipoxia e incluso insuficiencia respiratoria que
requiera ventilación mecánica. La mayoría de los niños tendrán
algún grado de síntomas, aunque sean mínimos,2,5,6 pero los
signos externos de traumatismo pueden ser mínimos o inexis­
tentes.2 Muchos de estos pacientes tendrán lesiones asociadas
como neumotórax, hemotórax, derrames pleurales y otras frac­
turas, especialmente de las extremidades. Es más común que los
niños tengan contusiones pulmonares sin fracturas costales, y
la presencia de una fractura costal implica un impacto con una
fuerza considerable.2,3,5-7 También deben tomarse en cuenta las
lesiones extratorácicas.2,3,7 Aunque el síndrome de dificultad
respiratoria aguda es una complicación poco frecuente, cuando
se presenta, es más a menudo secundario a un politraumatismo
o un shock que a una lesión pulmonar directa.2
El tratamiento inicial de la contusión pulmonar sintomática
comienza con la administración de oxígeno para mantener la
saturación; esto, sumado a una estrecha vigilancia, es todo
el tratamiento necesario para la mayoría de estas lesiones.1,2
La limpieza intensiva del árbol traqueobronquial y la espiro­
metría incentiva también son beneficiosas.1,2 En los pacientes
más inestables desde el punto de vista clínico, la ventilación
con presión positiva no invasiva puede ser beneficiosa.1,2 En el
caso de lesiones graves, puede ser necesaria la intubación y la
ventilación con presiones positivas al final de la espiración más
altas.1,2 Los pacientes con una contusión pulmonar suelen ser
hospitalizados para vigilar el estado respiratorio y comprobar
que no se produce un deterioro clínico.2
La contusión pulmonar en los adultos se correlaciona con
una mayor morbilidad, pero no es necesariamente el caso de los
pacientes pediátricos. En la mayoría de los niños, las contusiones
pulmonares aisladas se resolverán espontáneamente sin efectos
a largo plazo, y cualquier morbilidad asociada al episodio está
generalmente asociada a las lesiones concomitantes.2,5,6
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Fig. 45.3 Imagen axial del tórax con ventana pulmonar de la angiografía
por tomografía computarizada (TC) cervical que muestra opacidades
consolidadas parcheadas en el lóbulo superior izquierdo y en el segmento superior del lóbulo inferior izquierdo (flechas), más compatibles
con una contusión pulmonar.
1. Las radiografías de tórax son el método de elección para diag­
nosticar contusiones pulmonares clínicamente significativas
en la población pediátrica. Las radiografías iniciales pueden
ser negativas si se obtienen poco después de la lesión, pero
no se justifica repetirlas a menos que el estado pulmonar del
paciente empeore.
2. La fuerza necesaria para causar una contusión pulmonar es
considerable, por lo que es importante tomar en cuenta un
amplio diagnóstico diferencial de posibles lesiones intratorá­
cicas y extratorácicas asociadas. Se debe plantear el uso de
modalidades de imagen avanzadas, como la TC, cuando esté
clínicamente indicado.
3. La TC puede ser una modalidad de imagen útil para evaluar
otras lesiones traumáticas asociadas, pero no es necesaria
para el diagnóstico de contusión pulmonar o si no va a
conllevar un cambio de la actitud clínica. Una contusión
pulmonar observada en la TC por sí sola no es indicativa de
una lesión clínicamente significativa.
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45 • En busca del hematoma: contusión pulmonar
4. La ecografía torácica es una modalidad de imagen poten­
cialmente útil en los pacientes pediátricos con sospecha de
contusión pulmonar, pero es necesario seguir investigando
en este campo. El médico debe interpretar los hallazgos eco­
gráficos en el contexto de la presentación del paciente, ya
que los signos ecográficos pueden ser indicativos de diversos
procesos pulmonares.
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46
El corazón del problema:
laceración ventricular
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
Un varón de 12 años acude con una lesión en el pecho. Al
parecer, estaba «jugando» con una pistola de clavos y esta se
disparó, provocando que un clavo le entrara en el pecho. El
paciente se encuentra afebril, parece asustado y está pálido y
diaforético. La frecuencia cardiaca es de 112 latidos por minuto,
la frecuencia respiratoria es de 22 respiraciones por minuto, la
presión arterial es de 112/62 mmHg y la pulsioximetría es del
95% con aire ambiente. Tiene lo que parece ser una herida en
el hemitórax derecho, inmediatamente lateral al esternón a la
altura del pezón, sin hemorragia activa. Los ruidos respiratorios
son simétricos. No se observa ninguna otra lesión.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El traumatismo torácico penetrante pediátrico representa hasta
el 8% de los casos de traumatismo pediátrico.1-3 La mayoría de
los casos se observan en poblaciones adolescentes.2 Las lesiones
asociadas incluyen neumotórax, hemotórax y lesiones cardiacas
y de los grandes vasos. Cuando se produce una lesión penetrante
en el corazón, el ventrículo derecho se ve afectado con mayor
frecuencia y suele haber un taponamiento cardiaco asociado.4,5
Las lesiones por arma de fuego en la población pediátrica son
poco frecuentes. Para una exposición completa sobre el traumatismo torácico pediátrico, véase el capítulo 47 («Dolor de pecho:
traumatismo torácico pediátrico»).
La TC puede ser útil en las lesiones torácicas penetrantes pediátricas, ya que la posibilidad de lesiones vasculares es mayor
en los pacientes que sufren este mecanismo traumático. Hay
que considerar la utilización de esta modalidad en los niños en
los que se sospechan lesiones cardiovasculares.8,9 También es
razonable considerar el empleo de la TC torácica con angiografía
en los niños con radiografías torácicas iniciales anormales que
sugieran una lesión aórtica.
Hallazgos de los estudios de imagen
Se realizó de inmediato una radiografía simple de tórax al paciente. Las imágenes revelaron la presencia de un objeto metálico
lineal de 5,7 cm de longitud por encima del lado derecho de la
silueta cardiaca, en la parte anterior del tórax. La localización y
la orientación del objeto sugieren una localización intracardiaca
(figs. 46.1 y 46.2).
Conclusión del caso
Mientras se llevaban a cabo los preparativos para la intervención quirúrgica, se realizó una ecocardiografía a la cabecera del
paciente, que mostró un gran derrame pericárdico. Se consultó
al servicio de cirugía cardiotorácica pediátrica y se llevó al niño
al quirófano para la exploración y la reparación. Se identificó
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple es una excelente modalidad de imagen de
primera línea para identificar la presencia de cuerpos extraños
radiopacos implicados en una lesión torácica penetrante y puede
identificar lesiones asociadas clínicamente significativas, como
el neumotórax y el hemotórax. En una serie de casos de lesiones
torácicas penetrantes debidas a pistolas de clavos, la radiografía
de tórax fue diagnóstica en todos los pacientes; no se realizaron
más pruebas de imagen y todos los pacientes de esta serie fueron
sometidos a una intervención quirúrgica urgente.6
ECOGRAFÍA
El ecocardiograma puede utilizarse para identificar derrames
pericárdicos y evaluar la función ventricular y puede ser útil
para planificar la intervención quirúrgica.4,7 También permite
visualizar los cuerpos extraños retenidos y determinar su ubicación. Se puede detectar una hemorragia pericárdica y alertar
al clínico de la presencia de un taponamiento cardiaco que, en
una revisión, estaba presente hasta en el 73% de los pacientes
con lesiones cardiacas por pistolas de clavos.4 Las ventajas de la
ausencia de radiación ionizante y la disponibilidad hacen que
esta modalidad de imagen sea especialmente atractiva.
Fig. 46.1 Proyección anteroposterior que muestra un objeto extraño
compatible con un clavo, que se proyecta sobre la silueta cardiaca derecha (flecha).
208
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46 • El corazón del problema: laceración ventricular
209
Fig. 46.3 La proyección anteroposterior obtenida después de la esternotomía media muestra que se ha retirado el clavo. Se observa una
atelectasia postoperatoria del lóbulo superior derecho.
Fig. 46.2 La proyección lateral muestra la trayectoria intratorácica
del clavo, con una localización que sugiere que el cuerpo extraño es
intracardiaco.
una rotura de 12 mm en la pared anterior del ventrículo derecho; el clavo se localizó en el ventrículo derecho. Se extrajo el
clavo y se reparó el ventrículo sin complicaciones. La ecocardiografía de seguimiento no mostró anomalías. La radiografía
simple postoperatoria demostró atelectasia del lóbulo superior
derecho, pero no se identificó derrame pleural ni neumotórax
(fig. 46.3). Estos hallazgos desaparecieron en el seguimiento. No
hubo efectos residuales de su lesión ventricular.
Al explorar más a fondo los antecedentes del niño, se descubrió que había antecedentes de depresión sin autolesiones,
y no se determinó de manera clara el mecanismo por el cual se
descargó la pistola de clavos en el pecho. A la luz de estos antecedentes, se consultó al servicio de psiquiatría pediátrica, que
consideró que el niño estaba en condiciones de ser dado de alta
con una estrecha vigilancia y seguimiento; no tenía tendencias
suicidas y se comprometió a no provocarse lesiones. La familia
se sintió cómoda con este plan de atención.
Se han descrito anteriormente lesiones cardiacas debidas
a traumatismos provocados por una pistola de clavos descargada.4-7,10-12 Muchas de estas lesiones afectan a adultos, y se
desconoce su incidencia exacta. Los mecanismos descritos que
producen las lesiones por pistolas de clavos incluyen la descarga
accidental, el descuido, la formación insuficiente y el rebote; se
ha indicado que muchas son autoinfligidas.4,10,13 La mortalidad
por lesiones cardiacas penetrantes debidas a pistolas de clavos es
similar a la de las heridas por arma blanca: un 25%.4,11
El tratamiento de elección para la mayoría de estas lesiones
es quirúrgico, y la extracción del clavo debe realizarse en un
entorno controlado, ya que existe la posibilidad de que se produzca una descompensación circulatoria al extraer el objeto.
La toracotomía es la intervención quirúrgica aceptada para
las lesiones torácicas penetrantes que afectan al corazón. Los
pacientes hemodinámicamente inestables deben someterse a
una intervención quirúrgica inmediata. Sin embargo, si un
paciente ha sufrido una lesión por la penetración de un objeto
a baja velocidad, las constantes vitales son estables y no hay
signos de taponamiento pericárdico o de hemorragia activa,
se puede considerar un tratamiento conservador y no quirúrgico.4,11
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Los pacientes hemodinámicamente inestables que han sufrido un traumatismo torácico penetrante deben ser explorados
e intervenidos en el quirófano de inmediato. No se debe retrasar el tratamiento en los pacientes inestables para realizar
estudios de imagen.
2. La radiografía simple es una modalidad de imagen de primera
línea razonable en los niños que han sufrido un traumatismo
torácico penetrante.
3. La ecocardiografía, cuando está disponible, es una prueba
de imagen rápida que puede emplearse en los pacientes
pediátricos con traumatismos torácicos penetrantes. Esta
modalidad permite detectar y evaluar el líquido pericárdico,
la función ventricular y el taponamiento cardiaco.
4. La TC puede emplearse en los pacientes con sospecha de
lesión vascular o cardiaca. La angiografía por TC es especialmente útil para identificar lesiones vasculares. La TC
convencional sin angiografía no se recomienda en los casos
de lesión torácica penetrante.
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Dolor de pecho:
traumatismo torácico pediátrico
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un joven de 17 años acude al servicio de urgencias tras haber
recibido un disparo en la espalda. Refiere dolor torácico y disnea.
Las constantes vitales son: frecuencia cardiaca de 110 latidos
por minuto, presión arterial de 110/75 mmHg y frecuencia
respiratoria de 25 respiraciones por minuto. En la exploración
física destaca un orificio de entrada en la axila derecha, sin
orificio de salida evidente. También se queja de dolor abdominal
a la palpación del hipocondrio derecho, aunque no hay signos
externos de lesión.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
La elección de la modalidad de imagen depende del mecanismo
de la lesión y de la exploración clínica. En los niños con una
exploración física fiable y sin hallazgos tras haber sufrido un
traumatismo torácico menor aislado no suelen ser necesarias
las pruebas de imagen. Aunque no hay situaciones clínicas
específicas de traumatismo torácico que exijan la realización de
estudios de imagen del tórax, los niños que han sufrido un traumatismo torácico importante (como una lesión penetrante); que
presentan lesiones asociadas importantes (como una fractura de
fémur o una hemorragia intracraneal); que han experimentado
un politraumatismo, con un hemotórax significativo, que no
se resuelve o que empeora; o con hallazgos anormales en la
exploración física deben someterse a estudios de imagen. Debe
prestarse especial atención a las anomalías en la presión arterial,
la puntuación de la escala de coma de Glasgow, la frecuencia
respiratoria, los hallazgos torácicos focales o la presencia de
fracturas de fémur, ya que se ha demostrado que estos hallazgos se correlacionan con las lesiones torácicas.1 Existen varias
opciones de diagnóstico por imagen a disposición del médico.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple del tórax es la modalidad de imagen de
primera línea en el paciente pediátrico con traumatismo torácico, ya que es de fácil disponibilidad, es rentable y la exposición
a la radiación ionizante es mínima.1-5 Las lesiones clínicamente
significativas se identifican con facilidad, como el hemotórax y el
neumotórax. Aunque las proyecciones anteroposterior y lateral
son útiles, una proyección anteroposterior única es aceptable en
el caso de traumatismo.3
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
No existen directrices sobre el uso de la TC en los traumatismos
torácicos pediátricos cerrados o penetrantes. Sin embargo, la
TC no suele ser una modalidad de imagen de primera línea en
la mayoría de los traumatismos torácicos pediátricos, y no se
aconseja su uso sistemático, especialmente en los traumatismos
torácicos cerrados.
Traumatismo torácico cerrado
Se ha demostrado que la TC se utiliza en exceso en los traumatismos torácicos cerrados pediátricos.2,6 Aunque la TC es superior
a la radiografía simple para diagnosticar lesiones torácicas pediátricas como la contusión pulmonar y el neumotórax, la identificación de estas lesiones mediante la TC de tórax no hace que se modifique el tratamiento en la mayoría de los casos.2,3 El mecanismo
de la lesión y una radiografía de tórax anormal se han propuesto
como predictores fiables de lesiones torácicas significativas en los
pacientes pediátricos con traumatismos torácicos cerrados, lo que
sugiere que la TC de tórax no está indicada sistemáticamente en
estos pacientes. Es preferible reservar la TC para los pacientes con
hallazgos anormales preocupantes en la exploración física y/o ha­
llazgos iniciales en la radiografía simple en los que sea preciso
esclarecer la patología identificada.4,6,7 Se han desarrollado reglas
clínicas de predicción de lesiones torácicas significativas en los
pacientes pediátricos1,6 que se han mostrado prometedoras para
reducir la exposición innecesaria a la radiación ionizante al limitar
el uso de la TC torácica en los pacientes pediátricos que han sufrido
un traumatismo torácico cerrado.
Traumatismo torácico penetrante
Existen situaciones clínicas en las que la TC torácica puede estar
indicada y ser útil. Los traumatismos torácicos penetrantes
pueden producir lesiones cardiacas o vasculares, incluidas las
de los grandes vasos. Aunque este mecanismo de lesión es poco
frecuente en los pacientes pediátricos, dichas lesiones se asocian
a una mayor mortalidad. Se debe considerar la realización de
una TC de tórax en los niños con sospecha de lesiones cardiovasculares o de posibles lesiones en el árbol traqueobronquial.2,7
También es razonable considerar el empleo de la TC torácica
en los niños con radiografías torácicas iniciales anormales que
sugieran una lesión aórtica, como ensanchamiento del mediastino.1 Si se emplea la TC, está indicada la angiografía por TC con
contraste para evaluar los vasos en busca de lesiones.5
ECOGRAFÍA TORÁCICA Y ECOCARDIOGRAFÍA
El American College of Surgeons reconoce la evaluación ecográfica abdominal focalizada en los pacientes con traumatismos
(FAST, focused assessment with sonography for trauma) como un
complemento en la evaluación de los pacientes pediátricos con
traumatismos, pero es una técnica en evolución en esta población y actualmente no está respaldada como una modalidad de
imagen sistemática.8,9 Sin embargo, la ecografía torácica ha
demostrado su utilidad en la identificación de derrame pleural y
pericárdico.3,4 El uso de la ecografía torácica como componente
211
booksmedicos.org
212
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 47.2 Proyección anteroposterior de la radiografía de tórax que
muestra una disminución del tamaño del hemotórax derecho (flecha
blanca) tras la colocación del drenaje torácico. Se observa, de nuevo, el
fragmento metálico de bala (flecha negra).
Fig. 47.1 Radiografía anteroposterior de tórax que muestra una acumulación de líquido pleural en el lado derecho, compatible con un
hemotórax (flechas blancas), así como un cuerpo extraño metálico
compatible con un fragmento de bala (flecha negra).
del examen eFAST (extended FAST, FAST ampliado) en las poblaciones adultas ha demostrado su eficacia en la identificación
del neumotórax, con aplicaciones emergentes en la identificación de fracturas costales y contusiones pulmonares.4,10 Se
debe realizar una ecocardiografía a los niños cuya anamnesis o
exploración física sugiera una lesión cardiaca o que presenten
una elevación de los biomarcadores cardiacos (p. ej., troponina)
o un electrocardiograma anormal para evaluar la existencia de
un derrame pericárdico.
Hallazgos de los estudios de imagen
A este paciente se le realizó una radiografía simple de tórax
(fig. 47.1). Se observa un derrame pleural derecho de tamaño
moderado, que supuestamente es un hemotórax dados los antecedentes de traumatismo, con un cuerpo extraño metálico, que
se supone que es un fragmento de bala. No hay neumotórax.
Se coloca un drenaje torácico (fig. 47.2) a través del cual se
obtienen 600 ml de sangre.
El paciente seguía quejándose de dolor abdominal en el hipocondrio derecho, y los valores de las pruebas de función hepática
estaban elevados. La TC abdominal con contraste intravenoso
demostró la presencia de hemotórax (fig. 47.3), focos hipodensos
con gas en el hígado, así como objetos de densidad metálica;
estos hallazgos son compatibles con un hematoma hepático y
fragmentos metálicos de bala (fig. 47.4).
Conclusión del caso
El paciente fue hospitalizado a cargo del servicio de traumatología, y se le vigiló para detectar signos de nuevas hemorragias
y descompensación. No hubo indicios de empeoramiento y
Fig. 47.3 Imagen axial de la tomografía computarizada (TC) con contraste
intravenoso que muestra una acumulación de líquido pleural en el lado
derecho moderadamente grande, compatible con un hemotórax (flechas
blancas), así como una atelectasia en el pulmón derecho (flecha negra).
las pruebas de función hepática se normalizaron. Se retiró el
drenaje torácico y el niño fue dado de alta tras varios días en
el hospital.
Los traumatismos torácicos pediátricos no son frecuentes,
ya que representan hasta el 8% de los casos de traumatismos
pediátricos, pero son la segunda causa de muerte relacionada
con traumatismos pediátricos, después de las lesiones cerebrales, con unas tasas de mortalidad del 14-25%.1,3,4 La presencia de lesiones torácicas significativas se correlaciona con
la gravedad general de las lesiones y el aumento de la mortalidad.3,5,10,11 Las lesiones torácicas, por lo general, se asocian
a las lesiones extratorácicas.5 La mayoría de estos pacientes
han sufrido un traumatismo cerrado (85%), a menudo por
accidentes de tráfico o traumatismos no accidentales, mientras que las lesiones torácicas penetrantes suelen deberse a
heridas de bala o por arma blanca. 3,4,11 Los protocolos de
estudios de imagen comúnmente utilizados en la población
adulta no son directamente aplicables a los pacientes pediátricos,3 sobre todo si se tiene en cuenta que las peculiaridades
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47 • Dolor de pecho: traumatismo torácico pediátrico
213
de la anatomía y la fisiología pediátricas dan lugar a diferentes
patrones de lesiones.11
2. La radiografía simple de tórax identificará la mayoría de las
lesiones torácicas clínicamente significativas en los pacientes
pediátricos.
3. Los pacientes pediátricos con traumatismos torácicos no
suelen requerir una TC de tórax, y la TC no está indicada
como imagen de primera línea en la mayoría de los pacientes.
4. La TC con contraste intravenoso debe considerarse en los
casos de traumatismo penetrante, si se sospecha una lesión
vascular a raíz de la radiografía simple, si está indicada una
evaluación adicional de una lesión identificada y es probable
que la TC cambie la actitud terapéutica, o en los casos de
descompensación del paciente. Siempre hay que tener en
cuenta otras lesiones en cualquier niño con un traumatismo
torácico, ya que son frecuentes.
5. Las exploraciones FAST y eFAST son técnicas de imagen en
evolución para los pacientes con traumatismos pediátricos y
son útiles para identificar derrames pleurales o pericárdicos.
Sin embargo, no se ha demostrado que la identificación de
otras lesiones torácicas mediante esta modalidad sea sistemáticamente fiable en esta población de pacientes, y la ecografía no debe sustituir por el momento a otras modalidades
de imagen, como la radiografía simple.
6. La ecocardiografía debe emplearse cuando se sospeche una
lesión cardiaca, ya sea por la anamnesis, la exploración física
o los hallazgos anormales de laboratorio o del electrocardiograma.
TRAUMATISMOS CERRADOS
Bibliografía
Los traumatismos torácicos cerrados se observan con frecuencia en los pacientes jóvenes, aunque se producen a cualquier
edad.3,11 Las lesiones asociadas en los pacientes pediátricos
incluyen contusión pulmonar (la más común), neumotórax,
hemotórax y fracturas costales. Las fracturas costales son menos
comunes en los lactantes dada la flexibilidad de sus huesos, lo
que da lugar a contusiones pulmonares. Una notable excepción
son los traumatismos no accidentales, que a menudo producen
fracturas costales, especialmente posteriores.3,5
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Fig. 47.4 Imagen axial de la tomografía computarizada (TC) con contraste que muestra una lesión hepática hipodensa compatible con un
hematoma hepático (flechas blancas). Los focos de baja densidad (punta
de flecha blanca) son compatibles con la presencia de gas secundario al
recorrido de la bala a través del pecho, y los focos densos son compatibles con pequeños fragmentos de bala (flechas negras).
TRAUMATISMOS PENETRANTES
Los traumatismos penetrantes se observan casi exclusivamente
en la población adolescente.3 Las lesiones asociadas son muy
parecidas a las del traumatismo cerrado, pero el neumotórax
y el hemotórax son más frecuentes. Las lesiones de los vasos
sanguíneos, del árbol traqueobronquial y del corazón, aunque
son muy raras en los pacientes pediátricos, son más habituales
en el caso de lesiones penetrantes.11
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Cuando las pruebas de imagen están indicadas en un traumatismo torácico pediátrico, la modalidad inicial de elección
debe ser la radiografía simple del tórax. En la mayoría de
los casos de traumatismo, es aceptable realizar solo una
proyección anteroposterior.
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48
Revisa ese cuello:
estudios de imagen
de la columna cervical
ANNA SCHLECHTER, MD, y BHAIRAV PATEL, MD
Presentación del caso
Una niña de 12 meses es llevada a urgencias tras verse implicada en un accidente de tráfico. Al parecer, la niña iba sujeta
en una silla de seguridad en el asiento posterior; sin embargo,
se le encontró fuera del vehículo y tirada en la acera. El accidente entre dos vehículos se produjo a gran velocidad (110130 km/h), y ambos sufrieron daños considerables, pero no
hubo víctimas mortales en el lugar del accidente.
En el servicio de urgencias, la niña presenta un estado mental
con altibajos, con una puntuación en la escala de coma de Glasgow que varía entre 8 y 12. Presenta algunos hematomas en
el lado derecho de la frente, sin crepitación ni resaltes óseos, y
no parece haber lesiones en la cara; lleva un collarín cervical
colocado por el personal de la ambulancia antes de su llegada al
hospital. La exploración del cuello no muestra anomalías, pero la
niña parece resistirse a la movilización del cuello y parece haber
algo de dolor a la palpación de las vértebras cervicales, aunque
es difícil determinar el nivel medular exacto. No mueve bien la
pierna izquierda y hay hinchazón del muslo.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Las radiografías simples de la columna cervical deben ser el
estudio radiológico inicial para evaluar las lesiones de la
columna cervical en la mayoría de los niños que requieren un
estudio.1 Como estudio inicial, debe realizarse una serie de tres
proyecciones de la columna vertebral (lateral con trayectoria
horizontal del haz, anteroposterior y, cuando se pueda obtener,
proyección de odontoides con boca abierta).2 La sensibilidad
de la proyección lateral con trayectoria horizontal del haz para
detectar lesiones es del 79% y aumenta al 90% si se añaden las
proyecciones anteroposterior o de odontoides.3 Es necesario
revisar las imágenes para comprobar que se visualizan todas las
vértebras cervicales, ya que la causa más frecuente de que no se
detecte una lesión del cuerpo vertebral es una serie inadecuada.4
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La sensibilidad y la especificidad de la TC para detectar lesiones
óseas de la columna cervical son ≥98%.4 Sin embargo, la TC
debe indicarse con prudencia y de acuerdo con los principios
ALARA. La realización de una TC de la columna cervical expone
al niño a una dosis de radiación mayor que la de una serie de
radiografías simples. En 2002, se demostró que una TC helicoidal de la columna cervical suponía una exposición de la piel y la
tiroides de un niño a una radiación alrededor de 10 y 14 veces
mayor, respectivamente, en comparación con las radiografías
de cinco proyecciones de la columna cervical.5 Con la nueva
tecnología de TC actual, la diferencia en la exposición no sería
tan grande, pero seguiría siendo mayor con la TC que con
la radiografía simple. En los niños con una puntuación ≤9 en la
escala de coma de Glasgow, déficits neurológicos en la explora­
ción física o radiografías de la columna cervical inadecua­
das (en el contexto de una alta probabilidad de lesión basada en
la anamnesis y la exploración física), está indicada la realización de
una TC de la columna cervical en lugar de radiografías simples.6
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
En los pacientes con una exploración neurológica anormal, o
cuando sea necesario obtener imágenes de la médula espinal
o de otras partes blandas de la columna vertebral, debe obtenerse
una RM.1 La RM es menos sensible que la TC para la detección de
lesiones óseas de la columna cervical y la unión craneocervical,
pero es mejor que la TC para la identificación de hernias de disco
intervertebrales, lesiones ligamentosas y lesiones de la médula
espinal, así como traumatismos de partes blandas.1
Hallazgos de los estudios de imagen
Dado que se realizó a la paciente un estudio de TC craneal, la
columna cervical se visualizó con esta modalidad. A continuación se ofrecen imágenes seleccionadas del estudio de la columna
cervical. Se identificó una fractura de la columna cervical (C2)
con aumento de la distancia entre C1 y C2, así como fracturas
de las apófisis espinosas de C1 y C2 y múltiples fracturas de las
apófisis espinosas (fig. 48.1).
Conclusión del caso
La niña siguió presentando un estado mental inestable y posteriormente fue intubada. Se realizó una RM de la columna
vertebral. Estas imágenes mostraron, además de la fractura de
la columna cervical, varias fracturas por compresión de cuerpos vertebrales torácicos y la rotura completa de la membrana
atlantoaxoidea posterior (fig. 48.2).
Se consultó a varios subespecialistas pediátricos durante la
atención de esta niña. Los servicios de neurocirugía pediátrica y
cirugía de la columna vertebral llevaron a la niña al quirófano y
realizaron una artrodesis occipitocervical para tratar las lesiones
de las vértebras cervicales (fig. 48.3). Las fracturas por compresión de las vértebras torácicas no requirieron intervención
quirúrgica y fueron tratadas mediante una ortesis toracolumbo-
214
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48 • Revisa ese cuello: estudios de imagen de la columna cervical
Fig. 48.1 (A) Imagen sagital de la tomografía computarizada (TC) que muestra una fractura angulada de C2 (flecha
roja), un ensanchamiento anormal entre el arco posterior de C1 y la apófisis espinosa de C2 que indica una lesión
ligamentosa (flecha blanca) y fracturas de la apófisis espinosa (flechas amarillas). (B) Imagen sagital de la TC que
muestra el ensanchamiento de la articulación atlantooccipital izquierda (flecha blanca). (C) Imagen coronal de la
TC que muestra un ensanchamiento bilateral de las articulaciones C1-C2 (flechas blancas).
Fig. 48.2 (A) Imagen sagital de una secuencia STIR (short-tau inversion recovery) de la resonancia magnética (RM)
que demuestra una fractura de C2 (flecha blanca), la rotura completa de la membrana atlantoaxoidea posterior
(flecha amarilla) y varias fracturas por compresión de la columna torácica superior, evidenciadas por el edema de
alta señal de los cuerpos vertebrales con un hematoma anterior a la columna a este nivel (flechas rojas). (B) Imagen
sagital en T2 de la RM que muestra un hematoma epidural dorsal (flecha roja).
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215
216
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 48.2 (cont.) (C) Imagen sagital de una secuencia STIR de la RM que muestra un ensanchamiento de la
articulación atlantooccipital izquierda (flecha roja). (D) Imagen coronal de la RM que muestra un ensanchamiento
bilateral de las articulaciones laterales de C1-C2 (flechas blancas).
Fig. 48.3 Proyección lateral de la radiografía postoperatoria de la
columna cervical.
sacra. Tras una prolongada estancia en el hospital, la paciente
fue dada de alta con seguimiento y cuidados continuados a cargo
de la subespecialidad. El único déficit neurológico residual fue la
disfagia orofaríngea, que fue tratada por foniatras y el servicio
de otorrinolaringología pediátrica.
Las lesiones de la columna cervical en los niños son raras, ya
que solo se producen en el 1-2% de los traumatismos cerrados
pediátricos.7 Los mecanismos que se consideran de alto riesgo
para las lesiones de la columna cervical incluyen la colisión de
vehículos a motor con un mecanismo intenso (colisión frontal,
vuelco, expulsión del vehículo, víctimas mortales en el mismo
accidente o velocidad >90 km/h), las lesiones por inmersión/
carga axial, el ahorcamiento y la tracción sobre el cuello por
cuerdas o cables.8 Los signos de sospecha de una lesión de la
columna cervical son los síntomas neurológicos focales (incluso
si se han resuelto en el momento de la evaluación), los síntomas cervicales (dolor, tortícolis, disminución de la amplitud de
movimiento o dolor posterior en la línea media), la alteración del
estado mental, las lesiones coexistentes importantes (fracturas
faciales, pélvicas o de huesos largos, hemorragia intracraneal o
lesiones de órganos sólidos) o las enfermedades predisponentes,
como los antecedentes de cirugía de la columna cervical, la
artritis cervical, el síndrome de Ehlers-Danlos o el síndrome de
Down.8
Aproximadamente, el 75% de las lesiones de la columna
cervical en los niños menores de 8 años son lesiones axoideas
de la columna cervical (del occipucio hasta C2).9 Los niños de
este grupo de edad tienen la cabeza relativamente más grande
que el cuerpo, una musculatura cervical más débil, una mayor
laxitud ligamentosa, unas articulaciones inmaduras y unas
superficies articulares inclinadas horizontalmente que facilitan
el deslizamiento.10 En comparación, los niños mayores de 8 años
presentan lesiones subaxoideas de la columna cervical (de C3 a
C7) en aproximadamente el 50% de los casos, y las lesiones más
comunes son las fracturas del cuerpo y del arco vertebrales.9,11
Es fundamental identificar las lesiones de la columna cervical,
ya que con frecuencia justifican una intervención quirúrgica y
se asocian a los déficits neurológicos permanentes y la muerte
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48 • Revisa ese cuello: estudios de imagen de la columna cervical
en hasta el 21 y el 7% de los pacientes, respectivamente.9 En
un niño con una exploración física normal y una evaluación
que, por lo demás, indica un bajo riesgo de lesión de la columna
cervical, se puede descartar este tipo de lesión clínicamente sin
necesidad de realizar un diagnóstico por imagen.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Un niño sin dolor en el cuello y con una amplitud de movimiento completa que, por lo demás, se encuentre bien, y sin
antecedentes de lesiones en la columna cervical, no requiere
la realización de pruebas de imagen para descartar lesiones
de la columna cervical.
2. Por lo general, debe obtenerse una serie de tres proyecciones
de la columna vertebral (lateral con trayectoria horizontal
del haz, anteroposterior y, cuando se pueda obtener, de odontoides con boca abierta) como prueba de detección inicial en
la mayoría de los pacientes pediátricos que se someten a la
evaluación de una posible lesión de la columna cervical.
3. La causa más frecuente de que no se detecte una lesión en
un cuerpo vertebral es una serie radiográfica inadecuada.
4. La TC es sumamente sensible y específica para identificar
lesiones óseas de la columna cervical, pero expone al niño
a una mayor cantidad de radiación ionizante que la radiografía simple. Si se realiza una TC craneal, normalmente
se obtienen imágenes de la columna vertebral en la misma
prueba.
5. La RM es superior a la TC para visualizar las partes blandas,
las hernias discales, las lesiones ligamentosas y las lesiones
de la médula espinal, incluidas las hemorragias.
217
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49
Me duele la espalda:
fracturas vertebrales
por compresión
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Una niña de 9 años es llevada a urgencias tras caerse de la bicicleta. Afirma que estaba montando su bicicleta e intentó «hacer
un caballito». Al hacerlo, se cayó hacia atrás, separándose de la
bicicleta y aterrizando inicialmente sobre las nalgas, pero luego
sobre la espalda. No se refiere que haya perdido el conocimiento
y llevaba casco. Niega que le duela el cuello. No se golpeó con el
manillar y no refiere dolor torácico ni abdominal.
La exploración física revela la ausencia de fiebre, una frecuencia cardiaca de 100 latidos por minuto, una presión arterial de
105/54 mmHg y una saturación de oxígeno del 99% con aire
ambiente. No presenta signos externos de traumatismo. No hay
dolor a la palpación de la región torácica ni abdominal. La pelvis
está estable y no duele a la palpación. Se queja de dolorimiento
difuso alrededor de la columna torácica media, pero no puede
señalar un punto preciso de dolor. No hay signos externos evidentes de traumatismo (es decir, no hay hematomas ni excoriaciones)
y no se detectan resaltes óseos, crepitación ni deformidades. Las
extremidades no presentan signos de traumatismo. Es capaz de
deambular, pero se queja de dolor de espalda en la parte media del
tórax. El componente neurovascular está aparentemente intacto.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple es la modalidad de imagen inicial de elección. Un estudio con dos proyecciones (anteroposterior y lateral)
es suficiente,1 y es esencial obtener una vista completa del segmento de interés. Los segmentos de la columna vertebral que se
deben explorar inicialmente pueden basarse en la anamnesis y
los hallazgos de la exploración física.
ejemplo, las imágenes de reconstrucción de la columna vertebral
a partir de una TC de abdomen y pelvis incluirán la parte inferior
de la columna torácica, pero no la parte superior. Se desaconseja
el uso sistemático de la TC como prueba de imagen inicial.1
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM se utiliza cuando hay signos o sospecha de afectación de
la médula espinal y ofrece una excelente visualización del conducto raquídeo, la médula espinal y los elementos ligamentosos
de los cuerpos vertebrales. El uso de esta modalidad debe reservarse para los pacientes con hallazgos neurológicos (parestesias,
entumecimiento, debilidad o parálisis).1-3 La RM también puede
utilizarse para confirmar el edema de médula ósea relacionado
con la fractura vertebral cuando las imágenes obtenidas con
otras modalidades son negativas o dudosas. La pérdida de más
del 50% de la altura anterior del cuerpo vertebral debe hacer
sospechar una alteración de los elementos posteriores y debe
considerarse la posibilidad de realizar una RM.1,4 La disponibilidad y la necesidad de sedación pueden ser obstáculos para el
uso de la RM en el ámbito de urgencias.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
FRENTE A RESONANCIA MAGNÉTICA
En un estudio que comparaba específicamente la TC y la RM
para la identificación de las fracturas torácicas por compresión
se encontró una concordancia entre las dos modalidades con
respecto al número y la distribución de las fracturas.5 En este
estudio, todos los pacientes fueron sometidos a TC y RM. La TC
resultó ser muy sensible en comparación con la RM, y las decisiones terapéuticas y los resultados no cambiaron por el hecho
de añadir la RM en esta población de estudio, lo que sugiere que
la información proporcionada por la RM debe sopesarse respecto
al gasto, el tiempo y la necesidad de sedación.5
Hallazgos de los estudios de imagen
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC se utiliza a menudo como estudio complementario para
visualizar mejor las fracturas identificadas en la radiografía simple, especialmente las fracturas complejas, ya que la TC ofrece una
excelente visualización de los elementos óseos de la columna vertebral y muestra la retropulsión de los fragmentos de la fractura.
La TC también se utiliza para evaluar la columna vertebral cuando
un paciente se somete a una TC del cuerpo como parte de una
evaluación traumatológica. La reconstrucción de la columna vertebral incluida en el estudio es útil para la detección de fracturas
y se realiza sin exposición adicional a la radiación. En estos casos,
las imágenes de TC de la columna vertebral reconstruidas contendrán únicamente las zonas incluidas en el estudio original. Por
Se realizó una radiografía simple de la columna torácica. Esta
prueba reveló fracturas por compresión en la parte anterior de los
cuerpos vertebrales T5 a T8, con una pérdida de aproximadamente
el 50% de la altura anterior del cuerpo vertebral T7, y fracturas por
compresión anteriores más leves de T5, T6 y T8 (figs. 49.1 y 49.2).
Conclusión del caso
Una vez identificadas las fracturas, la niña fue sometida a un
estudio de imagen adicional. Se consultó al servicio de traumatología pediátrica. Se realizó una radiografía simple de la columna
218
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49 • Me duele la espalda: fracturas vertebrales por compresión
Fig. 49.1 La proyección anteroposterior de la columna torácica no
muestra indicios de fractura.
Fig. 49.2 La proyección lateral de la columna vertebral muestra fracturas
por compresión de la porción anterior de los cuerpos vertebrales de T5
a T8 (flechas). Se observa una pérdida del 50% de la altura anterior del
cuerpo vertebral en T7 y del 25% o menos en T5, T6 y T8.
219
Fig. 49.3 Reconstrucción en sagital del estudio de tomografía computarizada (TC) de la columna vertebral que muestra de nuevo las fracturas
por compresión de la parte anterior de los cuerpos vertebrales de T5 a T8.
cervical y no se encontraron más fracturas. Dado que había una
pérdida del 50% de la altura del cuerpo vertebral de T7, fracturas
contiguas asociadas y ningún síntoma neurológico, la niña fue
sometida a una TC sin contraste de la columna torácica y lumbar;
se facilita una imagen sagital seleccionada. La TC confirmó las
fracturas por compresión de T5 a T8, y la más importante es
la de T7 con una pérdida de altura del 50%, sin retropulsión
de los fragmentos de la fractura (fig. 49.3). La niña fue hospitalizada para controlar el dolor y mantener reposo absoluto,
y se le colocó una ortesis toracolumbosacra. Fue dada de alta
con un seguimiento cuidadoso y unas indicaciones de volver a
consultar, sobre todo si aparecían síntomas neurológicos, como
incontinencia, debilidad o entumecimiento. Se recuperó sin pro­
blemas.
A continuación se presenta un caso a modo de comparación, con una imagen seleccionada. Este niño se cayó desde
una altura de aproximadamente 1,80 m mientras jugaba en
unas barras trepadoras. Cayó sobre las nalgas y solo refería
dolor lumbar. No había síntomas neurológicos. Las imágenes
revelaron una fractura por compresión en cuña anterior de T12
con menos del 25% de pérdida de altura del cuerpo vertebral;
se aprecia una posible combadura sutil de la corteza anterior
de L1 (fig. 49.4). Se le realizaron más radiografías simples de
la columna vertebral, que incluyeron los segmentos cervical
y torácico, y no se encontraron más fracturas. Se consultó al
servicio de traumatología pediátrica y el niño fue hospitalizado
para el control del dolor, el reposo absoluto y la colocación de
una ortesis toracolumbosacra.
Se presenta una imagen seleccionada de otro caso. Este niño
se quejaba de dolor lumbar desde hacía 2 semanas sin antecedentes conocidos de traumatismo. En estas imágenes se observa
un ligero acuñamiento anterior de L1 (fig. 49.5). El acuña-
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220
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 49.4 Proyección lateral de la columna lumbar que muestra una
fractura en cuña por compresión anterior de T12 (flecha) con menos del
25% de pérdida de altura del cuerpo vertebral.
Fig. 49.5 Proyección lateral de la columna lumbar que muestra un leve
acuñamiento anterior de L1 (flecha), probablemente fisiológico.
miento anterior leve de los cuerpos vertebrales se observa con
frecuencia en los pacientes pediátricos, incluso sin antecedentes
de traumatismo, y es más frecuente en la unión toracolumbar.6
Por tanto, una leve disminución de la altura anterior de los
cuerpos vertebrales en comparación con la altura posterior de
los cuerpos vertebrales, especialmente en la región de la unión
toracolumbar, debe interpretarse con precaución y correlacionarse estrechamente con la anamnesis y la presentación.
En el caso del paciente de la figura 49.5, se consideró que el
acuñamiento observado era un hallazgo fortuito y correspondía
a una variante de la normalidad.
Aunque las fracturas vertebrales no son frecuentes en los
pacientes pediátricos, ya que representan hasta el 4% de las
lesiones por traumatismos pediátricos,7 las fracturas vertebrales
por compresión se encuentran entre las lesiones de la columna
más comunes en esta población.8 Las fracturas vertebrales por
compresión suelen ser consecuencia de mecanismos de baja
energía, como una caída desde poca altura; el resto se deben
a otras formas de lesión, como las deportivas.1,8-10 Las lesiones vertebrales más graves, como las lesiones por rotación, las
fracturas por estallido y las fracturas por compresión lateral, se
asocian a mecanismos de alta velocidad, como los accidentes
de tráfico.1,8-10 La distribución por edades de las fracturas por
compresión es bimodal: las caídas son más comunes en los niños
pequeños y los mecanismos de alta energía o deportivos son
más habituales en los niños mayores y los adolescentes.1,8-10
Los pacientes adolescentes tienden a presentar más lesiones
en la parte inferior de la columna vertebral, especialmente en
la columna lumbar, que los niños más pequeños.1,9-11 La zona
torácica más frecuentemente lesionada es la comprendida entre
T4 y T12.12 La pérdida de altura de la corteza anterior del cuerpo vertebral, normalmente inferior al 20% de la altura del cuerpo
vertebral, es compatible con una fractura por compresión.1 La
afectación neurológica es rara en las fracturas vertebrales por
compresión.1
Las fuerzas mecánicas que conducen a las fracturas por compresión en la población pediátrica se deben, con mayor frecuencia, a lesiones en hiperflexión, más que en hiperextensión
o por cizalladura.8,12 En esta población, el cuerpo vertebral de
la columna inmadura es más propenso a sufrir lesiones que el
disco intervertebral.8,13 La fractura vertebral sin afectación de
la médula espinal es más frecuente en la población pediátrica
que en la adulta.9 Sin embargo, la lesión medular sin anomalía
radiográfica (SCIWORA, spinal cord injury without radiographic
abnormality) ha sido descrita en la literatura, y Pang y Wilberger
fueron los primeros en describirla, en 1982.14 Desde entonces,
la definición de SCIWORA ha sido objeto de debate, especialmente con la aparición de la RM. Una modificación propuesta
de la definición tradicional de SCIWORA ha sido la ausencia de
anomalías tanto en las radiografías simples como en la RM.15
Aunque la SCIWORA se observa con mayor frecuencia en las
lesiones de la columna cervical, se ha descrito en las lesiones
de la columna torácica, especialmente en el contexto de un
mecanismo de lesión de alta energía.9,16 Un estudio reciente que analiza la SCIWORA definió esta entidad como «una
lesión medular aguda asociada a un déficit sensorial o motor,
o ambos, con una duración de los síntomas de al menos 24 h
y sin signos de lesión en la radiografía simple o la tomografía
computarizada».9,17 En esta serie de 250 pacientes pediátricos
con lesiones medulares en todos los niveles, hubo una tasa
de SCIWORA del 6%;9 las tasas de SCIWORA comunicadas
en la literatura van desde el 1% hasta casi el 40%.9,18 En una
serie de casos de 578 pacientes pediátricos con traumatismos
vertebrales se descubrió que 45 tenían mielopatía traumática
y 3 tenían SCIWORA; de esos pacientes, 2 presentaban lesiones
medulares torácicas por accidentes de tráfico a alta velocidad y
déficits neurológicos permanentes.18
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49 • Me duele la espalda: fracturas vertebrales por compresión
Un aspecto importante del tratamiento es la evaluación del
paciente para detectar otras fracturas por compresión, ya que
cuando hay una fractura vertebral no es infrecuente la afectación de varios niveles, tanto contiguos como no contiguos.1,19-21
Un estudio describió que el 32% de los pacientes con fracturas
vertebrales tenían fracturas secundarias; de ellos, el 6% tenían
lesiones no contiguas que se encontraban al menos a tres niveles
de distancia de la lesión primaria, y estas lesiones secundarias
se localizaban en la columna torácica y lumbar superior.22 Otro
estudio comunicó una tasa menor (∼12%) de pacientes con
lesiones no contiguas, de los cuales son los niños mayores los
más propensos a tener estas lesiones, y el 44% tenía lesiones asociadas (la mayoría de las veces, traumatismos craneoencefálicos
cerrados).23 Teniendo en cuenta esto, es razonable plantear el
manejo del paciente con una fractura de columna identificada,
incluidas las fracturas por compresión, como si tuviera otras
fracturas de columna (tanto contiguas como no contiguas)
y evaluar al paciente en consecuencia (es decir, realizar una
radiografía simple adicional por encima y por debajo del nivel
de la lesión identificada). En los pacientes que han sufrido un
mecanismo traumático de alta energía se debe sospechar que
presentan otras fracturas no contiguas y lesiones asociadas
hasta que se demuestre lo contrario.1,9,11,19-23
El tratamiento de las fracturas vertebrales por compresión suele ser sintomático.8 El reposo absoluto, la analgesia y la estabilización no quirúrgica de la fractura son los pilares fundamentales
del tratamiento.1,8,11,12,19 Se ha demostrado que la ortesis toraco­
lumbosacra y la fisioterapia de seguimiento son bien toleradas
y producen buenos resultados.1,12,24 La intervención quirúrgica
para las fracturas por compresión rara vez está indicada, pero hay
casos en los que se puede considerar esta opción de tratamiento.
Los síntomas neurológicos no suelen estar asociados a las fracturas por compresión y es más probable que se observen en las
fracturas por estallido de las lesiones por flexión-hiperextensión
(p. ej., las fracturas de Chance).12,24,25 El tratamiento quirúrgico
en estos casos ha demostrado ser eficaz.12,25
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen inicial en los
pacientes con sospecha de fracturas vertebrales. Se prefieren
dos proyecciones (anteroposterior y lateral).
2. La TC no debe realizarse de forma sistemática en los pacientes
con sospecha de fracturas vertebrales. Las fracturas complejas en las que sea precisa una mejor visualización pueden
obtenerse con esta modalidad.
3. La RM no debe utilizarse de forma sistemática en los pacientes
con fracturas vertebrales. Aunque las lesiones neurológicas
asociadas a las fracturas por compresión no son frecuentes,
los pacientes con hallazgos o síntomas neurológicos deben
ser evaluados con RM.
4. No es infrecuente que los pacientes con fracturas vertebrales
presenten afectación en varios niveles. Debe considerarse
seriamente la posibilidad de obtener imágenes de varios
niveles por encima y por debajo de una fractura identificada, o de obtener imágenes de toda la columna vertebral.
La radiografía simple es una modalidad de imagen inicial
apropiada para este propósito.
5. Las técnicas avanzadas de diagnóstico por imagen pueden
estar indicadas en los pacientes con fracturas en varios
221
niveles o con mecanismos de lesión intensos, ya que no es
infrecuente que se produzcan lesiones asociadas, sobre todo
en las fracturas no contiguas.
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50
¿Cómo ha pasado esto?
Traumatismo no accidental
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 3 meses es llevado a urgencias por los padres, que
refieren que se muestra irritable desde ayer. El niño ha tenido
congestión nasal en los últimos días, por lo que lo llevaron a un
servicio de urgencias hace 1 día, donde se le hizo una prueba del
virus respiratorio sincitial que fue negativa y una radiografía de
tórax que, según los padres, no presentaba ninguna anomalía.
Los padres observaron que, tras ser dado de alta del centro,
el niño parecía tener dolor con la manipulación de la pierna
izquierda, y esto ha persistido durante las últimas 24 h.
La exploración física revela un niño de buen aspecto que no
presenta malestar evidente. Está afebril, con una frecuencia
cardiaca de 150 latidos por minuto, una frecuencia respiratoria
de 36 respiraciones por minuto y una saturación de oxígeno
del 98% con aire ambiente. No se mide la presión arterial. No
presenta signos evidentes de traumatismo y mueve todas las
extremidades sin dificultad. El resto de la exploración física es
normal hasta que se palpa la parte proximal de la pierna izquierda, lo que provoca el llanto del niño.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
El diagnóstico por imagen desempeña un papel fundamental
en la evaluación de los traumatismos no accidentales (TNA). El
American College of Radiology (ACR) y la American Academy
of Pediatrics han promulgado unas guías diseñadas para orientar al médico en la elección de las pruebas de imagen apropiadas
en los niños que pueden haber sufrido un TNA.1-3
Después de los hallazgos cutáneos, como los hematomas, las
fracturas son la segunda manifestación más común del TNA,
especialmente en los niños menores de 18-24 meses.3-8 Las
fracturas en los niños con TNA pueden verse en cualquier loca­
lización, y aunque ninguna fractura es absolutamente diagnós­
tica de maltrato, 9 hay patrones radiográficos que sugieren
un TNA. Cualquier fractura debe hacer sospechar de maltrato en
el contexto de una explicación ausente, incongruente o cambiante.9 Las fracturas más específicas de lesión por maltrato son
las fracturas costales en los niños pequeños, en particular las
posteriores, las fracturas múltiples en distintas etapas de consolidación sin enfermedad ósea metabólica o displásica subyacente,
las fracturas metafisarias clásicas, las fracturas de escápula, las
fracturas de esternón y las fracturas de las apófisis espinosas.9-12
Las fracturas metafisarias, denominadas coloquialmente «fracturas en asa de cubo» o «fracturas en esquina», son el resultado
de fuerzas de cizalladura aplicadas a los huesos largos y, por
lo general, no se deben a caídas.7,10,13 Estas lesiones son muy
específicas de los TNA en los niños menores de 1 año.7-10,12,14
Las localizaciones habituales de estas fracturas son el tercio
distal del fémur, el tercio distal del húmero y el tercio proximal
de la tibia y el peroné.7
También se ha descrito un alto grado de asociación entre las
fracturas costales posteriores y laterales y los TNA en los niños
menores de 1 año.8-10,12 Estas lesiones se producen al comprimir el tórax. Un estudio descubrió que las fracturas costales
posteriores tienen un valor predictivo positivo del 95% para
los TNA, que aumentaba al 100% cuando se tenía en cuenta
la anamnesis.12,15 Curiosamente, rara vez se han notificado
fracturas costales anteriores en relación con la reanimación
cardiopulmonar,16 y aún no se ha determinado si la técnica
de reanimación cardiopulmonar con los dos pulgares que se
emplea habitualmente en los lactantes conduce a un aumento
de las fracturas costales posteriores.17 La flexibilidad de la caja
torácica pediátrica hace que las fracturas costales sean raras al
margen de los TNA, y las fracturas costales en distintas fases de
consolidación son muy específicas de los TNA, especialmente
en ausencia de enfermedades metabólicas o esqueléticas.9
El traumatismo craneoencefálico por maltrato es una forma
común de lesión no accidental en la población pediátrica y es
una de las principales causas de muerte en los niños menores
de 1 año.7,8,10,18 Los mecanismos de lesión varían y pueden
producir tanto fracturas como hemorragias intracraneales,
aunque una fractura puede o no estar asociada a una hemorragia intracraneal. Los estudios de neuroimagen, tanto la
tomografía computarizada (TC) como la resonancia magnética (RM), desempeñan un papel importante en el manejo urgente
de un paciente con sospecha de TNA y contribuyen a establecer
el pronóstico del paciente.10 Las fracturas lineales de cráneo aisladas o las lesiones intracraneales aisladas no son específicas de
TNA, y las fracturas lineales de cráneo se observan tanto en las
lesiones accidentales como en las producidas por maltrato. Por
tanto, es necesario establecer una correlación con la anamnesis
y la exploración física, y se debe considerar la posibilidad de
realizar una evaluación adicional con una serie ósea si no se
ofrece una explicación verosímil para la lesión.7,10,18,19 Las fracturas múltiples de cráneo, las fracturas que atraviesan líneas de
sutura o las fracturas bilaterales de cráneo son características
radiográficas significativamente asociadas a los traumatismos
craneoencefálicos por maltrato.18,20 Los hematomas subdurales
son el hallazgo intracraneal más común asociado al TNA, pero
no son específicos.7,10,18 La correlación con la anamnesis, la
exploración física, las pruebas de laboratorio y otros hallazgos
radiográficos es fundamental para ayudar a establecer si la
presencia de una hemorragia intracraneal se debe a un TNA.
Existen otras enfermedades metabólicas y genéticas subyacentes que pueden simular los hallazgos radiográficos del TNA.
Por ejemplo, los pacientes con osteogénesis imperfecta son más
propensos a sufrir fracturas. Sin embargo, las enfermedades
óseas metabólicas tienen patrones predecibles que pueden iden-
222
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50 • ¿Cómo ha pasado esto? Traumatismo no accidental
223
tificarse en las pruebas de imagen.10 Además, es mucho más
probable que se produzcan fracturas debidas a un TNA que a
una anomalía metabólica.9,11
La TC del abdomen está indicada si se sospecha, ya sea por la
clínica o los hallazgos de laboratorio, una lesión intraabdominal.
Se debe utilizar contraste intravenoso.7,8,10
RADIOGRAFÍA SIMPLE
RESONANCIA MAGNÉTICA
La serie ósea radiográfica es un estudio de imagen inicial esencial
para la evaluación de niños con sospecha de TNA. Existen unos
parámetros de práctica promulgados por el ACR y la Society
for Pediatric Radiology que recomiendan las proyecciones que
deben incluir la serie ósea en los niños menores de 2 años con
sospecha de TNA.2,7,10,19 Se deben obtener imágenes de cada
región anatómica por separado, sin combinar regiones separadas como el húmero y el antebrazo ni obtener proyecciones de
las extremidades derecha e izquierda juntas. Deben obtenerse
más imágenes específicas de determinadas zonas para aclarar
los resultados iniciales de la serie ósea, por ejemplo, añadiendo
proyecciones laterales hasta centrarse en una región de interés,
como la muñeca o la rodilla. Las proyecciones de una serie ósea
completa son las siguientes:2,10,12,19
La RM se utiliza a menudo como estudio de seguimiento cuando
hay hallazgos anormales en la prueba de neuroimagen inicial (TC) y puede emplearse para determinar el pronóstico del
paciente.7,8,10,24 La RM también puede utilizarse en el contexto
no agudo para evaluar la presencia de lesiones parenquimatosas
o hemorragias.7,8 Esta modalidad puede no estar fácilmente
disponible en el ámbito de urgencias y puede ser necesaria la
sedación para obtener un estudio útil.
PROYECCIONES DEL
ESQUELETO DE LAS
EXTREMIDADES
Húmeros (AP)
Antebrazos (AP)
Manos (PA)
Fémures (AP)
Piernas (AP)
Pies (AP)
PROYECCIONES DEL ESQUELETO
AXIAL
Cráneo (frontal y lateral, incluida
la columna cervical)
Columna cervical (lateral, si no se
incluye adecuadamente en la
proyección lateral del cráneo)
Tórax (AP, lateral y oblicua
bilateral, incluidas las costillas
y la columna vertebral)
Hallazgos de los estudios de imagen
La queja principal y los hallazgos de la exploración física motivaron la realización de una radiografía simple del fémur, la tibia y
el peroné izquierdos. Estas imágenes se presentan aquí.
Las imágenes con dos proyecciones del fémur izquierdo y de
la tibia-peroné izquierdos mostraron alteraciones en la metáfisis
del tercio distal del fémur y del tercio proximal de la tibia, con
un patrón compatible con las lesiones/fracturas metafisarias
clásicas (figs. 50.1-50.3).
Conclusión del caso
Los hallazgos de las pruebas de imagen iniciales realizadas en
este paciente suscitan sospechas de TNA, ya que se trata de
fracturas metafisarias, que son muy específicas de TNA. Esto,
Columna lumbosacra (lateral)
Abdomen, incluida la pelvis (AP)
AP, anteroposterior; PA, posteroanterior.
Se ha demostrado que una serie ósea adecuada y completa
aumenta la detección de fracturas.4,7,12 Una radiografía de
cuerpo entero NO es adecuada para la correcta visualización de
las fracturas en la evaluación del TNA y no debe realizarse.7,12
En los niños que presentan hallazgos dudosos o en los que
hay fuertes sospechas de TNA, debe realizarse una serie ósea
de seguimiento 2 o 3 semanas después del estudio inicial, ya
que esto aumenta la posibilidad de detectar fracturas ocultas y aumenta la sensibilidad y la especificidad para detectar
fracturas en proceso de consolidación.2,7,21,22 Sin embargo,
si la evaluación radiográfica inicial no es destacable y la sospecha de TNA es débil de acuerdo con otras evaluaciones y
estudios complementarios, no está indicada la repetición de
las imágenes.7
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La TC craneal se utiliza cuando se sospecha una lesión intracraneal o una fractura de cráneo, ya sea clínicamente o por
los antecedentes. La TC aumenta la sensibilidad para detectar
fracturas de cráneo.7,10 Estas lesiones suelen estar ocultas,10,23
por lo que el médico siempre debe estar atento para detectar una
posible lesión intracraneal al evaluar a los niños con un TNA.
Los niños pequeños (<6 meses de edad) y cualquier niño con
signos de traumatismo craneoencefálico, cambios en el estado
mental o hallazgos neurológicos focales deben considerarse
candidatos a la realización de un estudio de neuroimagen.2,19
Fig. 50.1 Fracturas metafisarias del tercio distal del fémur izquierdo y
el tercio proximal de la tibia izquierda. No es inusual que las fracturas
metafisarias tengan un aspecto diferente en distintas proyecciones,
ya que consisten en que un disco delgado de hueso se separa de la
metáfisis. Esta imagen es una proyección anteroposterior de la rodilla
ampliada desde la radiografía del fémur izquierdo y muestra un aspecto
de asa de cubo de la fractura metafisaria del tercio proximal de la tibia
izquierda (flechas blancas).
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224
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Fig. 50.4 Proyección anteroposterior del tórax que muestra la consolidación de las fracturas, con callo óseo, de la parte posterior de las costillas
izquierdas 8.ª y 10.ª (flechas blancas) y de la 9.ª costilla (flecha negra).
Fig. 50.2 Proyección anteroposterior de la parte proximal de la tibia
y el peroné izquierdos con una proyección ligeramente diferente a la
de la figura 50.1. La fractura tibial (flechas abiertas) aparece como una
línea radiolucente horizontal subyacente al cartílago de crecimiento,
con aspecto de asa de cubo en la parte lateral.
Fig. 50.3 Proyección lateral que muestra la fractura metafisaria tibial
izquierda como un fragmento óseo irregular a nivel posterior (flecha
blanca); se aprecia que la fractura metafisaria del tercio distal del fémur
presenta el aspecto de una fractura de esquina en la parte anterior y de
asa de cubo en la parte posterior (flechas negras).
junto con la ausencia de una explicación verosímil y la edad del
niño, motivó la realización de estudios de imagen adicionales. Se
obtuvo una serie ósea completa, de la cual se presentan algunas
imágenes seleccionadas.
Se observan fracturas subagudas y en proceso de consolidación de la parte posterior de las costillas izquierdas 8.ª y 10.ª y
de la 9.ª costilla derecha (figs. 50.4-50.6).
No se obtuvieron las proyecciones habituales del cráneo como
parte de la serie ósea, ya que el niño también se sometió a una
TC craneal, que no mostró ninguna fractura ni hemorragia. Si
Fig. 50.5 Proyección oblicua del tórax que muestra unas fracturas en
proceso de consolidación, con callo óseo, de la parte posterior de las
costillas izquierdas 8.ª y 10.ª (flechas blancas) y de la 9.ª costilla (flecha
negra).
un paciente se somete a una TC craneal, es razonable no realizar
radiografías simples adicionales del cráneo; esto reducirá la
exposición a la radiación, y la TC es una modalidad excelente
para detectar fracturas de cráneo.
Se consultó al servicio de traumatología pediátrica y el equipo
especializado en la detección del maltrato infantil. También se
realizaron análisis de laboratorio, cuyos resultados no fueron
destacables y no sugirieron la existencia de un trastorno metabólico o genético que predispusiera al niño a las fracturas. Se
notificó a los servicios de protección al menor y se inició una
investigación sobre la causa de las lesiones del niño. Una serie
ósea de seguimiento realizada a las 2 semanas no reveló más
fracturas.
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50 • ¿Cómo ha pasado esto? Traumatismo no accidental
225
Fig. 50.6 Proyección oblicua del tórax que muestra unas fracturas en
proceso de consolidación, con callo óseo, de la parte posterior de las
costillas izquierdas 8.ª y 10.ª (flechas blancas) y de la 9.ª costilla (flecha
negra).
A continuación se presenta otro caso:
Un niño de 2 meses fue llevado al servicio de urgencias por
tumefacción en la parte superior de la pierna izquierda y dolor
aparente. No se facilitó ningún antecedente, aparte de que el
padre del niño declaró que tal vez había tirado sin querer de la
pierna del niño y había oído un chasquido. Las imágenes mostraron una fractura proximal del fémur izquierdo (figs. 50.7
y 50.8). Una serie ósea demostró la presencia de callos de
fractura, indicativos de fracturas en proceso de consolidación,
de la porción posterior de las costillas derechas 3.ª, 4.ª, 5.ª,
8.ª y 9.ª y múltiples fracturas metafisarias bilaterales de las
extremidades (v. fig. 50.7). Estas lesiones también motivaron
la evaluación por parte del servicio de traumatología pediátrica y el equipo especializado en la detección del maltrato
infantil. Se notificó a los servicios de protección al menor y
se inició una investigación sobre la causa de las lesiones del
niño.
No existe una presentación «típica» de un niño que haya
sufrido un TNA.7 Los factores de riesgo del TNA varían según
la edad y son multifactoriales.2 Se ha comunicado que la tasa
de maltrato físico infantil es del 1-2% de la población estado­
unidense, de la cual son los niños menores de 2 años los que
corren un mayor riesgo de sufrir este tipo de episodios.9 Es
probable que las lesiones por maltrato infantil estén infra­
declaradas, y se estima que hasta el 20% de las fracturas debidas
a un TNA se atribuyen a otras causas.9,25 Además, podría
haber una infradetección de TNA, ya que los estudios han
demostrado una infrautilización de las pruebas de laboratorio y de imagen recomendadas para evaluar el TNA, al igual
que la derivación a los servicios de protección al menor. 10,26
Llamativamente, hasta el 25% de los niños que han sufrido
un episodio de TNA vuelven a experimentarlo en el plazo de
1 año, y muchos de estos niños presentan lesiones previas que
se consideraron «menores»; el TNA puede no ser el resultado
de un único suceso, sino formar parte de un ciclo de lesiones
repetidas.27 El 30% de los niños hospitalizados por traumatismos craneoencefálicos no accidentales han sufrido un episodio
centinela.27,28
Fig. 50.7 Proyección anteroposterior del fémur izquierdo que muestra
una fractura metafisaria del tercio distal del fémur, vista en sentido
medial y lateral (flechas negras), y la formación de callo óseo sobre el
tercio proximal del fémur (flechas blancas) en el lugar de una anterior
fractura. La fractura del tercio proximal del fémur se ve mejor en una
proyección de rana lateral (fig. 50.8).
Fig. 50.8 Proyección anteroposterior de la pelvis que muestra una
fractura del tercio proximal del fémur proximal (flecha), en la que se
observa un callo óseo medial a la fractura.
La evaluación del TNA consiste en una anamnesis lo más
detallada posible, los antecedentes médicos del niño, los antecedentes familiares, los acontecimientos que rodean a la lesión
(si se refiere un acontecimiento lesivo) y la exploración física,
teniendo en cuenta que muchos niños con fracturas no presentan hematomas asociados.2,9,29 Entre el 10-40% de las fracturas
encontradas en relación con un TNA no se sospechan a partir
de la clínica.6
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226
SECCIÓN 7 • Traumatismos
Entre los aspectos de la anamnesis que sugieren un TNA destacan los siguientes:2
1. No se da ninguna explicación o se da una explicación vaga
para una lesión importante.
2. Negación explícita del traumatismo en un niño con lesiones
evidentes.
3. Un detalle importante de la explicación cambia de forma sustancial.
4. Se proporciona una explicación que no es coherente con el
patrón, la edad o la gravedad de la lesión o las lesiones.
5. Se da una explicación que no es coherente con las capacidades
físicas y/o el nivel de desarrollo del niño.
6. Se ha producido un retraso notable inexplicable o inesperado
en la consulta al médico.
7. Diferentes testigos ofrecen explicaciones muy diferentes sobre
la lesión o las lesiones.
Los hallazgos de la exploración física deben considerarse en
el contexto de los antecedentes, o de la falta de ellos. Aunque
hay pocos hallazgos de la exploración física específicos de un
TNA, hay hallazgos que son sospechosos, como los siguientes:2
1. CUALQUIER lesión en un lactante que aún no deambula,
incluidas las contusiones, las lesiones bucales, las fracturas
y las lesiones intracraneales o abdominales.
2. Lesiones en múltiples sistemas y órganos.
3. Múltiples lesiones en diferentes etapas de curación.
4. Lesiones con un patrón.
5. Lesiones en localizaciones no óseas o inusuales, como en el
torso, las orejas, la cara, el cuello o los brazos.
6. Lesiones significativas inexplicables.
7. Pruebas adicionales de abandono.
También se utilizan pruebas de laboratorio, y los estudios
indicados se determinan en función de la anamnesis, la exploración física y los hallazgos radiográficos. Por ejemplo, si hay
sospecha de lesión abdominal, se recomienda determinar los
niveles de enzimas hepáticas y pancreáticas, y las pruebas de
laboratorio recomendadas para la hemorragia intracraneal o
los hematomas incluyen estudios de coagulación y de factores.2
Si se cuestiona la normalidad de la mineralización ósea, se recomienda determinar los niveles de vitamina D, calcio, fosfatasa
alcalina y hormona paratiroidea. Aunque la determinación sistemática de los niveles de vitamina D es algo controvertida, ya
que los estudios no han indicado ninguna asociación entre unos
niveles bajos de vitamina D y un mayor riesgo de fractura en los
pacientes pediátricos,9,30,31 está recomendada por la American
Academy of Pediatrics.2 Muchos centros pediátricos especializados tienen protocolos que recomiendan pruebas radiográficas
y de laboratorio específicas en función de los resultados de la
anamnesis y la exploración física.
Se ha estudiado el cumplimiento de las directrices publicadas
de diagnóstico por imagen recomendadas ante la sospecha de
TNA. Anteriormente, se ha descrito una variabilidad del cumplimiento de las directrices nacionales, tanto en EE. UU. como en
otros países (en los que hay unas directrices de diagnóstico por
imagen similares a las del ACR), con un cumplimiento general
deficiente.4,7,32,33 Esto ha dado lugar a múltiples iniciativas de
mejora de la calidad con el objetivo de aumentar el cumplimiento de las directrices de diagnóstico por imagen. Los estudios
han comunicado un aumento en el cumplimiento a través de
varios métodos, como la distribución a nivel estatal de materiales
educativos a los radiólogos,4 la implementación de protocolos de
estudios de imagen y de laboratorio específicos para cada edad
en el servicio de urgencias34 y el empleo sistemático de cuestionarios de cribado para los niños hospitalizados por traumatismos craneoencefálicos.35
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. El cumplimiento de las directrices de diagnóstico por imagen
publicadas es importante para la evaluación radiográfica
adecuada de los pacientes en los que se sospecha un TNA.
2. Es esencial una serie ósea adecuada (que incluya todas las
proyecciones recomendadas del esqueleto axial y de las ex­
tremidades). La radiografía de cuerpo entero NO es una
prueba de imagen aceptable para los pacientes en los que se
sospecha un TNA.
3. La TC de cráneo está indicada en cualquier paciente con
signos de traumatismo craneal o síntomas neurológicos.
También es importante considerar la TC en los lactantes
pequeños (es decir, de menos de 6 meses de edad), ya que
las lesiones intracraneales pueden no ser clínicamente evi­
dentes.
4. La TC abdominal está indicada cuando existe la sospecha
clínica de un traumatismo abdominal o si hay una alteración de los datos de laboratorio en relación con el abdomen
(es decir, elevación de AST [aspartato-transaminasa], ALT
[alanina-aminotransferasa] o análisis de orina anormales).
5. La RM se reserva para el seguimiento de los hallazgos anormales de la TC en el contexto no agudo. No es una modalidad
de imagen de primera línea en el contexto agudo.
6. La datación de las fracturas puede ser difícil, y aunque las
imágenes pueden ser útiles para establecer el grado de agudeza (es decir, la presencia de un callo que indique consolidación), se debe tener precaución a la hora de realizar estas
interpretaciones en el ámbito de urgencias. Es preferible
dejar la datación de las fracturas en manos de radiólogos
con experiencia en pediatría y de médicos con formación
específica en maltrato infantil.
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51
Dolores de crecimiento:
clasificación de Salter-Harris
de las lesiones fisarias
ERIN MUNNS, MD
Presentación del caso
Un varón de 15 años acude al servicio de urgencias con dolor en
la muñeca derecha. El paciente refiere que se cayó sobre la mano
derecha en extensión mientras practicaba con el monopatín. En
la exploración física destaca una leve inflamación con dolor a
la palpación en la parte distal del antebrazo derecho. Los pulsos
radiales son 2+, la amplitud de movimiento es completa y la
sensibilidad está intacta en las distribuciones de los nervios
radial, cubital y mediano. El tiempo de relleno capilar de los
dedos es normal. No hay dolor en el hombro ni en el codo, ni
tampoco hinchazón ni deformidad.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
quirúrgica o para detallar la clasificación de las fracturas de
Salter-Harris tipo III-V, dependiendo del lugar de la lesión. Antes
de obtener una tomografía computarizada en los niños con este tipo
de fracturas, debe hablarse con un especialista en traumatología.
ECOGRAFÍA
La ecografía es un estudio de imagen emergente para las fracturas
pediátricas; sin embargo, las radiografías simples siguen siendo el
método de referencia para el diagnóstico de las fracturas fisarias.
En la actualidad, la ecografía está indicada únicamente como
modalidad diagnóstica de primera línea en entornos en los que
no se dispone de radiografía simple. La reducción de fracturas de
antebrazo guiada por ecografía también es una tendencia al alza,
pero se necesitan más datos antes de que pueda recomendarse
esta modalidad sobre las técnicas de reducción tradicionales.4
RESONANCIA MAGNÉTICA
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Las radiografías simples son la modalidad de imagen habitual para
las fracturas fisarias. Las imágenes deben obtenerse en, al menos,
dos planos. Es importante controlar adecuadamente el dolor en
los pacientes con posibles fracturas para optimizar la colocación
y facilitar la interpretación del estudio de imagen. Hay casos en
los que una fractura puede no ser evidente inmediatamente en la
radiografía simple. En las fracturas de Salter-Harris tipo I no desplazadas, las radiografías pueden ser normales o presentar únicamente hallazgos sutiles, como el ensanchamiento del cartílago de
crecimiento o la inflamación de las partes blandas circundantes.
Los pacientes que sigan refiriendo dolor a la palpación del cartílago de crecimiento en la exploración deben ser tratados como si
tuvieran una fractura de Salter-Harris tipo I, con inmovilización
de la extremidad incluso en el caso de que las radiografías sean
normales. Estos pacientes necesitarán radiografías de seguimiento
ambulatorias a los 7-10 días, especialmente si siguen teniendo
dolor, para evaluar los signos de respuesta de consolidación ósea
u otros indicios de fractura que puedan no haber sido evidentes en
los estudios de imagen originales.1-3 Las fracturas de Salter-Harris
tipo II-V suelen ser patentes en las radiografías simples.
Las fracturas fisarias del antebrazo en los niños pueden tener
una fractura supracondílea asociada, por lo que la proyección
lateral del antebrazo debe incluir el tercio distal del húmero o bien
obtenerse proyecciones del codo adjuntas. Si las imágenes de la
muñeca muestran una fractura fisaria cubital distal aislada, debe
obtenerse una evaluación adicional del tercio proximal del radio
para descartar una fractura radial o una luxación asociada, ya
que las fracturas aisladas de la fisis cubital son infrecuentes.1-3
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La tomografía computarizada sin contraste de las fracturas
fisarias está indicada solo si es necesaria para la planificación
La resonancia magnética puede ser útil en el ámbito ambulatorio para ayudar a diferenciar las lesiones agudas de las lesiones
crónicas repetitivas en los pacientes que tienen un dolor continuo después de la consolidación prevista, pero tiene una utilidad
diagnóstica limitada en el servicio de urgencias ante la sospecha
de una lesión fisaria.
Hallazgos de los estudios de imagen
Se realizó al paciente un estudio radiográfico en dos proyecciones del antebrazo derecho y un estudio en tres proyecciones de
la muñeca derecha. Se proporcionan imágenes seleccionadas
de la serie de la muñeca. Hay una fractura desplazada en relación
con el cartílago de crecimiento del tercio distal del radio derecho,
que parece corresponder a una fractura tipo II de Salter-Harris;
hay una fractura oblicua no desplazada del tercio proximal
del primer metacarpiano derecho, así como una fractura de la
apófisis estiloides cubital (figs. 51.1 y 51.2).
Conclusión del caso
El paciente fue tratado con una reducción cerrada bajo sedación con ketamina tras consultar al servicio de traumatología
pediátrica, que realizó el procedimiento de reducción (figs. 51.3
y 51.4). Al paciente se le colocó una escayola y se programó un
seguimiento con traumatología pediátrica 7 días después de la
visita al servicio de urgencias.
Las fracturas fisarias son una consideración exclusiva de los
pacientes pediátricos, ya que afectan al cartílago de crecimiento
abierto. El cartílago de crecimiento representa una zona de
relativa debilidad y es más susceptible a las lesiones en comparación con el hueso y los ligamentos circundantes. Dado que los
230
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51 • Dolores de crecimiento: clasificación de Salter-Harris de las lesiones fisarias
231
Fig. 51.3 Imagen obtenida tras la reducción de la fractura tipo II de
Salter-Harris.
Fig. 51.1 Proyección posteroanterior que muestra una fractura desplazada relacionada con el cartílago de crecimiento del tercio distal del
radio derecho (flecha roja), que se ve mejor en la proyección lateral posterior; una fractura oblicua no desplazada del tercio proximal del primer
metacarpiano derecho (flecha abierta), y una fractura no desplazada de
la apófisis estiloides cubital (flecha blanca).
Fig. 51.4 Proyección lateral obtenida tras la reducción que muestra
una mejoría de la alineación, casi anatómica, de la fractura tipo II de
Salter-Harris (flechas).
Fig. 51.2 Proyección lateral que muestra una fractura tipo II de Salter-Harris
desplazada del tercio distal del radio derecho. El fragmento de fractura distal está compuesto por la epífisis distal del radio (flechas blancas pequeñas)
y el fragmento metafisario distal dorsal (flecha roja), y está desplazado y
rotado dorsalmente con respecto al fragmento de fractura proximal, que
incluye la metáfisis volar del radio (flecha blanca más grande).
ligamentos son más fuertes y flexibles, los pacientes pediátricos
tienen más probabilidades de sufrir una fractura fisaria que un
esguince.3 Las fracturas fisarias representan el 18% de todas las
fracturas pediátricas.1,3 Se producen con mayor frecuencia en
las niñas de entre 11-12 años y en los niños de entre 12-14 años,
pero pueden observarse en cualquier punto en el que la
fisis permanezca abierta.5
El método clásico para describir las lesiones fisarias fue descrito por primera vez en un artículo de Salter y Harris en 1963.6
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232
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
El sistema de clasificación de Salter-Harris divide las fracturas
fisarias en cinco tipos, denominados I-V (fig. 51.5). Este método
puede desglosarse de la siguiente manera:
Tipo I: «recta o deslizada».
Tipo II: «por encima».
Tipo III: «inferior».
Tipo IV: «transversal».
Tipo V: «compresión».
El tipo I implica una fractura «recta» a través del cartílago
de crecimiento. El tipo II afecta al cartílago de crecimiento y la
metáfisis «por encima» del cartílago de crecimiento. Los tipos I
y II también pueden describirse como desplazados o no des­
plazados. El tipo III afecta al cartílago de crecimiento y la epífisis
«inferior». El tipo IV «atraviesa» el cartílago de crecimiento, así
como la metáfisis y la epífisis. El tipo V suele implicar una lesión
por un mecanismo de alta intensidad y provoca una compresión (o lesión por aplastamiento) del cartílago de crecimiento.1,7
La fisis se cura rápidamente en los niños, normalmente en
3-6 semanas, lo que hace que el diagnóstico y la reducción
tempranos de estas fracturas sean importantes para garantizar
una curación adecuada.2 Las complicaciones de una mala consolidación incluyen la detención del crecimiento, el crecimiento
asimétrico y la disminución de la amplitud de movimiento.3,5
En general, los tipos III-V presentan tasas significativamente
más altas de complicaciones en cuanto a la consolidación. Las
fracturas no desplazadas tipo I y II suelen tratarse con férulas
y seguimiento ortopédico. Las fracturas desplazadas tipo I y II
suelen requerir una reducción cerrada. Los tipos III-V suelen
requerir una reparación quirúrgica.1,2
A modo de comparación, se ofrece una imagen de una fractura tipo IV de Salter-Harris. Este paciente sufrió una lesión en
la muñeca mientras montaba una moto de cross; se cayó de esta
y aterrizó sobre la muñeca. Se muestra la serie de la muñeca,
que pone de manifiesto una fractura tipo IV de Salter-Harris del
tercio distal del radio con desplazamiento dorsal del fragmento
dorsal distal (figs. 51.6 y 51.7).
Por último, las imágenes de una niña de 14 años que se cayó
de un árbol sobre el tobillo izquierdo muestran una fractura tipo II
Fig. 51.5 Clasificación de Salter-Harris de las fracturas fisarias. (Tomado
de Shin EK. Fractures. In: Skirven TM, Feldscher SB, Amadio PC, et al., eds.
Rehabilitation of the Hand and Upper Extremity. 7th ed. Philadelphia,
PA: Elsevier; 2021: fig. 22.5.)
Fig. 51.6 Fractura tipo IV de Salter-Harris del tercio distal del radio. La
proyección posteroanterior muestra el ensanchamiento del cartílago
de crecimiento distal del radio (flecha negra) y la fractura a través de
la epífisis distal del radio (flecha abierta), asociada al desplazamiento
lateral de la epífisis distal lateral (estiloides). También hay una fractura
de la estiloides cubital (flecha blanca).
Fig. 51.7 Fractura tipo IV de Salter-Harris del tercio distal del radio. La
proyección lateral muestra la fractura a través del cartílago de crecimiento (flecha roja), a través de la epífisis radial (flecha blanca pequeña) y a
través de la metáfisis radial (flecha blanca grande). Se observa un leve
desplazamiento dorsal del fragmento distal de la fractura.
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51 • Dolores de crecimiento: clasificación de Salter-Harris de las lesiones fisarias
Fig. 51.8 Fractura tipo II de Salter-Harris del tercio distal de la tibia, a
través de una fisis en proceso de cierre, y fractura tipo I de Salter-Harris del
tercio distal del peroné. La proyección posteroanterior muestra un ensanchamiento de la fisis distal del peroné con inflamación de partes blandas
(flecha blanca), un ensanchamiento de la fisis distal lateral de la tibia
(flecha abierta) y una fractura de la metáfisis distal de la tibia (flecha negra).
233
Fig. 51.10 Proyección oblicua de una fractura tipo II de Salter-Harris del
tercio distal de la tibia (flechas negras) y de una fractura tipo I de SalterHarris del tercio distal del peroné (flecha blanca). La flecha abierta señala
la fractura a través de la fisis distal de la tibia.
de Salter-Harris de la tibia y una fractura tipo I de Salter-Harris
del tercio distal del peroné (figs. 51.8-51.10). Se trata de una
fractura a través de la fisis tibial que está parcialmente cerrada,
debido a la maduración ósea. Hay una fractura oblicua de la
metáfisis distal de la tibia izquierda, que se extiende a través de
la fisis abierta restante en sentido posterior y lateral, y se aprecia
un ensanchamiento de la fisis distal del peroné. La alineación
tibioastragalina parece conservada. Se trató con una férula, tras
lo cual se colocó una escayola y se sometió a un seguimiento
estrecho.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Fig. 51.9 Fractura tipo II de Salter-Harris del tercio distal de la tibia. La
proyección lateral muestra una fractura orientada horizontalmente con
un ensanchamiento de la fisis media y posterior del tercio distal de la
tibia (flecha negra) y una fractura oblicua a través de la metáfisis tibial
distal (flecha blanca).
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen habitual
para el diagnóstico de las fracturas fisarias en los niños.
2. Las fracturas fisarias pueden clasificarse en los tipos I-V de
Salter-Harris, lo que contribuye a establecer el tratamiento y
el pronóstico, así como la comunicación con los especialistas
en traumatología pediátrica.
3. Los pacientes con dolor continuo a la palpación sobre el
cartílago de crecimiento deben ser tratados como si tuvieran
una fractura tipo I de Salter-Harris, incluso en presencia
de radiografías normales, ya que los pacientes pediátricos
tienen más probabilidades de tener una fractura oculta del
cartílago de crecimiento en comparación con un esguince
ligamentoso.
4. En los niños con una fractura fisaria, los huesos y las articulaciones circundantes deben explorarse detenidamente para
asegurarse de que no haya otra fractura asociada.
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234
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
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52
Esta fractura
no tiene ninguna gracia:
fracturas supracondíleas
ADA EARP, DO, FAAP
Presentación del caso
Un niño de 5 años es llevado a urgencias por dolor e hinchazón
en el codo derecho tras caerse de las barras trepadoras mientras jugaba en el colegio. La caída fue presenciada por varios
profesores y compañeros, que no informaron de pérdida de
conocimiento ni de otras lesiones. El niño refiere dolor en el codo
derecho, pero niega dolor de cuello o de espalda. Su exploración
física destaca por una impresionante hinchazón y dolor en el
codo derecho. El estado neurovascular está respetado y no hay
ninguna otra lesión aparente.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Para la evaluación adecuada de las presuntas fracturas supracondíleas es preciso obtener proyecciones anteroposterior y
lateral del codo.1,2 La proyección lateral se obtiene con el codo
en flexión en un ángulo real de 90° o, al menos, lo más cercano
a este.1,2 Las proyecciones oblicuas no suelen ser necesarias,
pero pueden utilizarse para identificar mejor las fracturas con
desplazamiento mínimo si existe una fuerte sospecha clínica
de fractura.2 El médico debe tener en cuenta la posibilidad de
fracturas adicionales asociadas a una fractura supracondílea.
Las fracturas asociadas de la muñeca y el antebrazo son las
más comunes, pero también se producen fracturas del tercio
proximal del húmero o de la clavícula. Por tanto, cuando hay
una fractura supracondílea, se debe considerar seriamente la
realización de estudios de imagen de otras localizaciones de
interés clínico, como la muñeca o el antebrazo, cuando esté
clínicamente indicado por la exploración física, o cuando esta
sea difícil, en particular en los niños pequeños.1,2
Hay varios elementos clave que hay que tener en cuenta cuando se evalúa una radiografía simple en busca de fracturas supracondíleas, ya que no todas son fácilmente evidentes. La proyección
lateral es particularmente importante para este propósito:1
ELEMENTO
Almohadilla grasa
Anterior
Posterior
Línea humeral
anterior
COMENTARIOS
Normalmente se visualiza, pero
se eleva con el derrame articular
Visualización asociada al derrame
articular
Parte de la cortical anterior
del húmero y suele pasar
por el tercio medio del cóndilo
humeral; excepciones por debajo
de los 5 añosa
ELEMENTO
Ángulo diafisariocondíleo
Línea coronoidea
COMENTARIOS
Ángulo entre los ejes del húmero
y del cóndilo humeral,
normalmente de 30-45°
Línea tangencial que une el borde
anterior de la apófisis coronoides
con el borde anterior del cóndilo
lateral
aLa línea humeral anterior en los niños menores de 4 años puede pasar
por el tercio anterior (31%), el tercio medio (52%) o el tercio posterior
(18%) del cóndilo humeral sin que haya ninguna patología.1,3
Las almohadillas grasas del codo son un elemento importante, ya que pueden ser el único indicio de una fractura. Las
almohadillas grasas pueden verse en una localización posterior
o anterior.1,4 La almohadilla grasa posterior siempre se asocia
a un derrame articular cuando se ve en la proyección lateral
con el codo flexionado (de ahí la importancia de la radiografía
lateral de codo a 90°).2,4 La presencia de una almohadilla grasa
posterior se asocia a una fractura de codo oculta en el 76% de
los casos cuando no se identifica ninguna fractura en las radio­
grafías iniciales.5 Sin embargo, la presencia de una almohadilla grasa posterior no es exclusiva de las fracturas supracondíleas.
En una serie se comunicó que la presencia de una almohadilla
grasa posterior se asociaba a una fractura supracondílea en el
53% de los casos, del tercio proximal del cúbito en el 26% de los
casos, del cóndilo lateral en el 12% de los casos o del cuello del
radio en el 9% de los casos.5 La almohadilla grasa anterior se
visualiza normalmente en una proyección lateral del codo en
flexión, pero puede encontrarse elevada debido a la presencia
de derrame en la articulación del codo.
ECOGRAFÍA
La ecografía tiene las ventajas de carecer de radiación ionizante
y de estar disponible en general, pero se requiere habilidad para
producir un estudio útil. Esta modalidad tiene una sensibilidad
de hasta el 96% y una especificidad de hasta el 90% para la
detección de fracturas de codo pediátricas cuando es realizada
por personal de urgencias con formación específica en la obtención de imágenes osteomusculares por ecografía.4
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
El uso sistemático de la tomografía computarizada no está indicado ante la sospecha de fracturas supracondíleas pediátricas.
Sin embargo, esta modalidad tiene una excelente sensibilidad y
especificidad para la detección de estas lesiones.4,6 La tomografía
computarizada puede utilizarse si hay una lesión compleja, pero es
conveniente consultar al especialista antes de obtener dicho estudio.
235
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236
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
RESONANCIA MAGNÉTICA
El uso sistemático de la resonancia magnética no está indicado
ante la sospecha de fracturas supracondíleas pediátricas. Esta
modalidad de imagen es capaz de detectar lesiones de partes
blandas y del cartílago.6,7
Hallazgos de los estudios de imagen
Tras la administración de fentanilo intranasal, se obtuvieron
radiografías simples del codo y el antebrazo. Aquí se presentan
Fig. 52.2 Radiografía lateral del codo que muestra una fractura supracondílea tipo III de Gartland, con desplazamiento posterior del fragmento de fractura distal (flecha blanca) respecto al fragmento de fractura
proximal (flecha negra) y superposición de los fragmentos de fractura.
imágenes seleccionadas que muestran una fractura supracondílea con un desplazamiento importante (figs. 52.1 y 52.2).
Conclusión del caso
Fig. 52.1 Radiografía anteroposterior del codo que muestra una fractura
supracondílea tipo III de Gartland, con desplazamiento medial del fragmento de fractura distal (flecha blanca) respecto al fragmento de fractura
proximal (flecha negra) y superposición de los fragmentos de fractura.
TIPO DE GARTLAND
I
II
III
IV
Se consultó al servicio de traumatología pediátrica para que
evaluara al paciente, al que se le colocó una férula larga posterior de brazo sin intento de reducción. Se le llevó al quirófano
varias horas después para realizar una reducción cerrada y una
fijación percutánea de la fractura; el paciente se recuperó sin
complicaciones.
Las fracturas supracondíleas son frecuentes en la población
pediátrica y representan el 3% de todas las fracturas.1,2 El mecanismo habitual de la lesión es una caída con el brazo extendido
y puede ser resultado de lesiones en extensión y flexión, de las
cuales la mayoría de ellas son en extensión.1,2,8 Las fracturas
en extensión se clasifican según el sistema de clasificación de
Gartland (fig. 52.3), que cataloga estas fracturas en función
del grado de desplazamiento de la fractura que se observa en la
radiografía simple en proyección lateral:1,2
HALLAZGOS
Desplazamiento mínimo (<2 mm) o inexistente
Línea humeral anterior intacta
Ligero desplazamiento (>2 mm) con una
angulación posterior del fragmento distal
La línea humeral anterior no cruza
correctamente el cóndilo humeral
Cortical posterior intacta
Desplazamiento posteromedial o posterolateral
del fragmento distal
Pérdida de la integridad de la cortical posterior
No hay hallazgos radiográficos específicos, pero
se observa inestabilidad multidireccional
durante la reducción quirúrgica
¿ESTABLE?
Sí
Quizás
ACTITUD
Conservadora: inmovilización
durante 3-4 semanas
Controvertida
No
Reducción cerrada y fijación
con agujas de Kirschner
No
La técnica quirúrgica varía
Una almohadilla grasa posterior puede ser la única indicación radiográfica de una fractura supracondílea tipo I. Una fractura tipo IV puede diagnosticarse
durante la reducción quirúrgica; existe inestabilidad multidireccional, pero no se diagnostica radiográficamente. Véase la figura 52.3.
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52 • Esta fractura no tiene ninguna gracia: fracturas supracondíleas
237
Fig. 52.3 Radiografías laterales que muestran la clasificación de Gartland modificada de las fracturas supracondíleas
del húmero. Las fracturas tipo I no están desplazadas. La línea anterior del húmero (roja) cruza el cóndilo humeral.
Las fracturas tipo II presentan una pérdida de continuidad cortical anterior con una cortical posterior intacta. La
línea anterior del húmero (roja) no atraviesa el cóndilo humeral, que está desplazado en sentido posterior. Las
fracturas tipo III presentan una pérdida completa de la continuidad cortical anterior y posterior y son inestables.
(Tomado de Douglas RR, Ho CA. Fractures of the pediatric elbow and shoulder. In: Abzug JM, Neiduski R, Kozin SH,
eds. Pediatric Hand Therapy. Elsevier, 2020. Figure 19.2.)
El grado de inflamación y de dolor en las fracturas supracondíleas puede variar en función de la gravedad de la fractura y la
tolerancia al dolor de cada paciente. Antes de realizar la radiografía, debe proporcionarse una analgesia adecuada. Esto puede
lograrse fácilmente con fentanilo intranasal, que es eficaz y seguro, antes de obtener una vía intravenosa. Una vez establecido el
acceso intravenoso, la morfina o el fentanilo son buenas opciones.
La exploración física puede ser difícil debido al dolor y la
ansiedad. La manipulación de las deformidades evidentes debe
reducirse al mínimo durante la exploración física, ya que puede
potenciar las lesiones neurovasculares.1,9 Debe prestarse atención al estado neurovascular de la extremidad lesionada, ya que
las fracturas supracondíleas pueden tener lesiones acompañantes de las estructuras cercanas, ya sea por lesión directa o debido
a la compresión por inflamación. Las lesiones neurovasculares
son más comunes en las lesiones tipo III, con una incidencia
del 10-15%.2 La lesión más común afecta a la rama del nervio
interóseo anterior del nervio mediano que, si se lesiona, impide
la oposición del pulgar al segundo dedo (es decir, la incapacidad
de hacer el signo de «okey»).1,2 El tratamiento de las fracturas
supracondíleas depende del tipo de fractura.1,3,9,10
Existe un consenso entre los expertos sobre el tratamiento de
las fracturas tipo I y III. El tratamiento de las fracturas tipo II es
algo controvertido. Algunos autores recomiendan un enfoque
conservador para las fracturas que no presentan malrotación o
desplazamiento,1,11 mientras que en las fracturas desplazadas se
debe proceder a una reducción cerrada y la fijación con agujas de
Kirschner.1,9 Las fracturas tipo II que se tratan inicialmente
de forma conservadora pueden requerir una reparación quirúrgica y deben ser supervisadas de cerca por un especialista
en traumatología. Además de las agujas de Kirschner, que se
han utilizado tradicionalmente para la reparación quirúrgica,
se han utilizado clavos intramedulares elásticos y estables y dispositivos de fijación externa.12,13 Las directrices del American
College of Orthopedic Surgery para el tratamiento de las fracturas supracondíleas pediátricas del húmero recomiendan la
reducción cerrada y la fijación con clavos para las fracturas
tipo II y III.14 Las directrices no especifican el momento óptimo
de la reparación en los pacientes que no tienen compromiso
neurovascular, pero es razonable consultar cuanto antes al
servicio de traumatología antes de determinar la actitud a seguir
en cualquier paciente con lesiones tipo II y III. Algunos autores
recomiendan la ferulización con reparación en las 12-18 h
siguientes a la lesión, con hospitalización y cuidadosa vigilancia del estado neurovascular, siempre que no haya compromiso neurovascular.9 Otros recomiendan la reducción y
la reparación de forma urgente (<8 h) o prioritaria (<24 h).2
Independientemente del momento en el que se lleve a cabo la
reparación quirúrgica, la extremidad debe inmovilizarse en una
posición cómoda hasta que se realice el procedimiento. Además,
no hay recomendaciones sobre la duración de la fijación y el
momento de la retirada de los clavos, pero suelen retirarse entre
3-4 semanas después de la operación.2,9 La reducción abierta
no suele ser necesaria.2
Las complicaciones quirúrgicas de la fijación con clavos
no son frecuentes (4%), pero pueden consistir en infecciones,
lesiones nerviosas, migración de los clavos y, rara vez, síndrome
compartimental.9,15 La malformación en codo varo es la complicación más común del tratamiento con inmovilización o fijación
con clavos y da lugar a un brazo con aspecto de «culata».9
El síndrome compartimental es raro en las fracturas supracondíleas. En los pacientes pediátricos, la necesidad de aumentar
la analgesia con opiáceos es el indicador más fiable del síndrome
compartimental.9,15 Los pacientes que requieren la reparación
de una lesión vascular también tienen un mayor riesgo de presentar un síndrome compartimental.9,16,17
A modo de comparación, se presentan aquí otros dos casos
con imágenes seleccionadas:
Las figuras 52.4 y 52.5 corresponden a un niño de 5 años
que sufrió una fractura supracondílea derecha no desplazada
tras caerse mientras perseguía a un perro. Inicialmente, se le
colocó una férula larga posterior de brazo y se llevó a cabo un
seguimiento por parte del servicio de traumatología pediátrica.
Posteriormente, se le colocó un yeso largo de brazo durante 3 se­
manas y se recuperó.
Las figuras 52.6 y 52.7 corresponden a una niña de 2 años que
se cayó mientras jugaba en un parque infantil y se lesionó el codo
derecho. Las imágenes revelaron una fractura supracondílea del
tercio distal del húmero, con una ligera angulación posterior del
fragmento de fractura distal. La paciente fue llevada al quirófano
para una reducción cerrada y la colocación de clavos percutáneos
tras consultar al servicio de traumatología pediátrica.
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238
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
Fig. 52.6 Radiografía lateral del codo que muestra una fractura supracondílea tipo II de Gartland (flecha blanca), con una leve angulación
posterior del fragmento de fractura distal.
Fig. 52.4 Radiografía anteroposterior del codo que muestra una fractura
supracondílea tipo I de Gartland no desplazada (flechas blancas).
Fig. 52.5 Radiografía lateral del codo en la que se observa una fractura
supracondílea tipo I de Gartland no desplazada (flecha blanca). En esta
proyección, la almohadilla grasa posterior se visualiza (flecha negra
abierta) y la almohadilla grasa anterior está elevada (flecha blanca abierta); estos hallazgos son compatibles con un derrame de la articulación
del codo.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen de elección
en los pacientes pediátricos con sospecha de fracturas supracondíleas.
2. Las imágenes del codo deben consistir en un estudio de dos
proyecciones que incluya una proyección lateral del codo a 90°.
3. Hay varios elementos, como la presencia de una almohadilla grasa posterior y la línea humeral anterior, que pueden
Fig. 52.7 Radiografía anteroposterior del codo que muestra una fractura
supracondílea tipo II de Gartland (flechas blancas).
ayudar al médico a determinar la presencia de una fractura
y el tratamiento posterior.
4. Se debe considerar siempre la posibilidad de fracturas adicionales, especialmente en el antebrazo o la muñeca. Si existe
la sospecha de una fractura adicional, debe obtenerse una
serie separada específica de esa parte.
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53
Grasa en el codo: fracturas
del cóndilo lateral y de la tróclea
(cóndilo medial) del húmero
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un niño de 4 años presenta dolor e hinchazón en el codo derecho. Estaba jugando en las barras trepadoras de su escuela
cuando se cayó, aterrizando sobre el brazo y el codo derechos.
Cayó desde una altura aproximada de 1 m. No hubo pérdida
de conocimiento y el niño lloró inmediatamente. Se quejó de
dolor en el codo y fue llevado directamente a urgencias para
su evaluación.
El niño está afebril y tiene unas constantes vitales adecuadas
a su edad. No presenta signos de traumatismo craneoencefálico.
No tiene dolor de cuello o de espalda, crepitación, hinchazón ni
deformidad y es capaz de deambular. No parece tener ninguna
lesión en los hombros ni en el brazo izquierdo. Al principio se
niega a mover el brazo derecho, que está hinchado. Finalmente
se le convence para que mueva el codo, pero la movilidad está
limitada por el dolor. No hay dolor, hinchazón ni deformidad
en el brazo, el antebrazo, la muñeca, la mano o los dedos. La
función neurovascular está conservada.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Normalmente se obtienen proyecciones anteroposteriores (AP) y
laterales del codo para evaluar la fractura. En general, estas proyecciones serán suficientes, pero una proyección oblicua interna
es útil para evaluar el grado de desplazamiento de las fracturas
condíleas. Un estudio comunicó discrepancias significativas entre
el desplazamiento aparente de los fragmentos de la fractura
del cóndilo lateral en las proyecciones AP y lateral, en comparación
con una proyección oblicua interna.1 Este estudio demostró que
la mayoría de las fracturas que se detectaron en las proyecciones AP y lateral tenían un grado de desplazamiento y un patrón de
la fractura diferentes a los observados en la proyección oblicua
interna, y los autores recomendaron añadir una proyección
oblicua interna a las proyecciones AP y lateral para evaluar las
fracturas del cóndilo lateral.1,2 Algunos autores también han
recomendado la radiografía oblicua interna para el seguimiento
tras la radiografía inicial con dos proyecciones, ya que es útil para
detectar el desplazamiento en las fracturas del cóndilo lateral
inicialmente no desplazadas o mínimamente desplazadas.3
Al igual que en las fracturas del cóndilo lateral, en las fracturas de la tróclea (cóndilo medial) se suelen utilizar pruebas
de imagen con dos proyecciones. Algunos han sugerido la utilización de proyecciones oblicuas internas en estas fracturas,4
aunque en otra serie de casos, los autores identificaron todas las
fracturas con las proyecciones AP y laterales.5
Las fracturas de la epitróclea se visualizan en las proyecciones AP y lateral. Sin embargo, las proyecciones oblicuas pueden
ayudar a determinar el desplazamiento del fragmento de la
fractura, por lo que es aconsejable obtenerlas.6
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC no está indicada como prueba de primera línea en la
evaluación de la mayoría de las lesiones de codo. En las lesiones
especialmente complejas, la TC sin contraste puede proporcionar
información adicional sobre la anatomía de la lesión. Se debe
considerar una interconsulta al servicio de traumatología pediátrica antes de realizar un estudio de TC.
RESONANCIA MAGNÉTICA (RM)
La RM tampoco es una prueba de imagen de primera línea para
las lesiones agudas del codo. Ha demostrado ser útil para las
imágenes de seguimiento en los casos en los que la detección
del desplazamiento mediante la radiografía simple es difícil.7 La
RM también se ha utilizado en las fracturas no desplazadas para
delimitar mejor si la fractura es completa o no.8
Hallazgos de los estudios de imagen
En este niño se obtuvieron inicialmente imágenes en dos
proyecciones del codo derecho. Estas imágenes muestran una
fractura del cóndilo lateral, sin desplazamiento significativo.
Hay un derrame en la articulación del codo, demostrado por la
sutil visualización de la almohadilla grasa posterior (figs. 53.1
y 53.2). Debido a la presencia de la fractura del cóndilo lateral,
se obtuvo también una proyección oblicua interna. La fractura
se ve de nuevo, sin desplazamiento significativo (fig. 53.3).
Conclusión del caso
Se consultó al servicio de traumatología pediátrica y, debido
al mínimo desplazamiento de la fractura, el niño fue tratado
con inmovilización con yeso. Se programó un seguimiento
en 1 semana, y la repetición de las pruebas de imagen en ese
momento demostró que el desplazamiento no había empeorado.
El paciente se recuperó sin problemas.
FRACTURAS DEL CÓNDILO LATERAL
Las fracturas del cóndilo lateral se encuentran entre las lesiones humerales más comunes en los pacientes pediátricos, solo
superadas por las fracturas supracondíleas, y representan entre
240
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53 • Grasa en el codo: fracturas del cóndilo lateral y de la tróclea (cóndilo medial) del húmero
Fig. 53.1 Proyección lateral del codo que muestra una fractura del
cóndilo lateral del tercio distal del húmero. La fractura no se visualiza
bien en esta proyección lateral, pero hay una sutil visualización de la
almohadilla grasa posterior (flecha), lo cual es compatible con un derrame en la articulación del codo.
Fig. 53.2 La proyección anteroposterior (AP) muestra el fragmento de
la fractura del cóndilo lateral (flecha) separado ligeramente del húmero
subyacente, pero sin un desplazamiento significativo.
241
Fig. 53.3 Fractura del cóndilo lateral visualizada en la proyección oblicua
(flecha), con un desplazamiento mínimo, pero no significativo.
el 10-20% de las fracturas humerales en esta población; sin
embargo, se trata de fracturas tipo IV de Salter-Harris, en las
que la fractura se produce a través de un equivalente metafisario y epifisario, y este último es cartilaginoso.1,9 La causa más
frecuente de las fracturas del cóndilo lateral son las caídas, y las le­
siones asociadas incluyen luxaciones ipsilaterales y fracturas
del miembro superior ipsilateral.9-12
Existen múltiples sistemas de clasificación utilizados para describir las fracturas de los cóndilos laterales y ayudar a orientar el
tratamiento. Estos sistemas incluyen los de Milch, Jakob, Rutherford
y Badelon.9,13-15 Estos sistemas de clasificación abogan por la reducción cerrada y la inmovilización mientras la fractura permanezca
estable; de lo contrario, está indicada la reparación quirúrgica.9,13-15
El tratamiento de las fracturas del cóndilo lateral viene determinado por el grado de desplazamiento. Las tasas de complicaciones
son bajas en los pacientes que tienen un desplazamiento inferior a
2 mm.9,16-19 Por tanto, la mayoría de los autores sugieren que las
fracturas con un desplazamiento inferior a 2 mm pueden tratarse
de forma no quirúrgica (fractura tipo I), mientras que las fracturas
con un desplazamiento de entre 2-4 mm a menudo muestran
un empeoramiento del desplazamiento y pueden necesitar una
reducción cerrada y la fijación con clavos (fractura tipo II), y las
fracturas de más de 4 mm se benefician de la reducción abierta y
la fijación interna (fractura tipo III); el cartílago articular intacto
puede ser útil como factor predictivo para la fijación cerrada con
clavos frente a la reducción abierta y la fijación interna.2,9,16-19
Se recomienda realizar una radiografía de seguimiento a la
semana para evaluar el desplazamiento de la fractura.9,20 En un
estudio se encontró una tasa de desplazamiento de casi el 15%,
que suele producirse en la primera semana tras la lesión, con complicaciones como la pseudoartrosis, la consolidación defectuosa
y la disminución del movimiento.20 Otro estudio encontró una
tasa de desplazamiento de alrededor del 10%; el desplazamiento
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242
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
se detectó mediante radiografías posteriores en el seguimiento
realizado en el plazo de 1 semana en todos los casos menos en
uno.21 Se sugirió la intervención quirúrgica en el caso de desplazamiento mayor de 2 mm, y la radiografía de seguimiento más
allá de la primera semana no se indicó hasta después de aproximadamente 3 semanas de inmovilización.21 El cumplimiento
del tratamiento también puede influir en el tratamiento de las
fracturas del cóndilo lateral mínimamente desplazadas. Aunque
estas fracturas pueden no requerir una fijación quirúrgica, si hay
riesgo de incumplimiento del seguimiento, puede estar indicada
la reducción y la fijación para garantizar una consolidación
adecuada y potenciar el retorno a la función normal.12
La reparación quirúrgica se lleva a cabo con mayor frecuencia
mediante la colocación de agujas.9-11,22,23 La mayoría de las
fracturas consolidan bien, pero hay casos de retraso de consolidación o pseudoartrosis. En estos casos, los pacientes fueron
tratados de forma no quirúrgica o recibieron un tratamiento
quirúrgico insuficiente.9,16,21 También se han notificado casos
de consolidación defectuosa, y las causas comunes de esta complicación incluyen una reducción inicial inadecuada o un desplazamiento posterior.9,10,12,18
FRACTURAS DE LA TRÓCLEA (CÓNDILO MEDIAL)
Las fracturas trocleares son infrecuentes, y comprenden entre
el 1-2% de las fracturas del codo en la población pediátrica.4,24
Estas lesiones son fracturas tipo IV de Salter-Harris, y pueden
complicarse con pseudoartrosis y daños de la fisis.4,24 Debido
a la osificación tardía de la tróclea, estas fracturas pueden ser
difíciles de detectar radiográficamente. 4,24-26 La literatura
anterior ha indicado que las fracturas trocleares se observan
principalmente en los niños de mayor edad (con una media
de 9 años) y que las fracturas mínimamente desplazadas se
producen en los niños más pequeños;5 sin embargo, un estudio
más reciente ha encontrado una media de edad de casi 5 años,
sin que se haya observado ninguna diferencia entre la edad y la
gravedad de la fractura.4 Curiosamente, las fracturas trocleares
se han descrito en pacientes de tan solo 6 meses de edad.27
Las fracturas de la tróclea, al igual que las fracturas del cóndilo lateral, se tratan en función del grado de desplazamiento
y generalmente consolidan bien. Las fracturas mínimamente
desplazadas (menos de 2 mm) deben inmovilizarse, y los resultados funcionales suelen ser buenos.4,24,26,27 El tratamiento
quirúrgico suele realizarse con agujas y se recomienda para las
fracturas con un desplazamiento superior a 2 mm.4
una indicación absoluta de intervención quirúrgica para evitar
secuelas dolorosas; la parálisis del nervio cubital (el nervio más
comúnmente afectado con estas lesiones) no es una indicación
absoluta de cirugía.6,28,31
CENTROS DE OSIFICACIÓN DEL CODO
El conocimiento del orden de osificación de los huesos del codo
pediátrico es útil a la hora de interpretar las imágenes del codo.
Esto es especialmente útil para evitar diagnosticar erróneamente
una fractura de codo. Los seis centros de osificación del codo
aparecen y se osifican de forma predecible según la edad.32,33 Una
regla mnemotécnica útil para recordar este orden es CRITOE:32,33
CENTRO DE
OSIFICACIÓN
Cóndilo humeral
Cabezal radial
Epicóndilo interno
(epitróclea)
Tróclea
Olécranon
Epicóndilo externo
(lateral)
EDAD DE
APARICIÓN
1 año
4-5 años
6-7 años
EDAD DE LA
FUSIÓN FISARIA
14 años
16 años
15 años
8-10 años
10 años
11 años
14 años
14 años
16 años
Se trata de una orientación general. En particular, se ha
demostrado que estos centros de osificación aparecen antes en
las mujeres que en los hombres, y hay variaciones en la edad de
aparición y osificación para ambos sexos.34
A modo de comparación, se presentan varios casos:
El niño de la figura 53.4 se cayó sobre el brazo extendido
mientras corría, lo que provocó una fractura desplazada del
cóndilo lateral. Tras consultar al servicio de traumatología
pediátrica, el niño fue llevado al quirófano para una reducción
cerrada y una fijación.
FRACTURAS DE LA EPITRÓCLEA
Las fracturas epitrocleares representan esencialmente todas
las fracturas epicondíleas en la población pediátrica.6,28 Una
característica importante de estas lesiones es la asociación con
una luxación que, si está presente, puede atrapar el fragmento
epitroclear desplazado dentro de la articulación, ya sea antes o
después de la reducción.6,28
Las fracturas de la epitróclea suelen consolidar bien, incluso
en los casos de pseudoartrosis fibrosa (que ocurre hasta en el
90% de los pacientes), con secuelas escasas o inexistentes; el tratamiento tradicional ha sido la inmovilización con yeso.6,28,29
Más controvertida es la cantidad de desplazamiento necesaria
para indicar una intervención quirúrgica. Algunos autores
sugieren que las fracturas con un desplazamiento inferior a
5 mm pueden tratarse con inmovilización,6,28-30 y otros han
sugerido el tratamiento no quirúrgico en los pacientes con un
desplazamiento de la fractura de hasta 15 mm,29 con gran
variabilidad en el tratamiento.6,28,30 El atrapamiento de un fragmento de la fractura de la epitróclea dentro de la articulación es
Fig. 53.4 Proyección anteroposterior (AP) que muestra una fractura
desplazada del cóndilo lateral. El fragmento distal de la fractura (flecha)
está desplazado lateralmente con respecto al húmero.
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53 • Grasa en el codo: fracturas del cóndilo lateral y de la tróclea (cóndilo medial) del húmero
243
Las figuras 53.5 y 53.6 corresponden a un niño que se cayó
de un árbol, lo que provocó una luxación de la articulación del
codo y una fractura desplazada del cóndilo lateral que requirió
una reducción quirúrgica y la colocación de clavos.
Fig. 53.5 Proyección anteroposterior (AP) que muestra una luxación de
la articulación del codo, con luxación medial del extremo proximal del
cúbito (flecha blanca) y del radio con respecto al húmero. Se observa una
fractura que atraviesa el cóndilo lateral, con un marcado desplazamiento
y una rotación distal y lateral del fragmento de la fractura distal del
cóndilo lateral (punta de flecha), incluido el fragmento de la fractura
lateral del cóndilo humeral osificado (flecha negra).
Fig. 53.7 Proyección anteroposterior (AP) de una fractura por avulsión
de la epitróclea (flecha), con un grado leve de desplazamiento.
La imagen seleccionada en la figura 53.7 corresponde a una
fractura de la epitróclea con un ligero desplazamiento. El niño
fue tratado solo con inmovilización y evolucionó bien.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen de elección
ante la sospecha de lesiones condíleas y epicondíleas en los
pacientes pediátricos.
2. Las imágenes deben incluir proyecciones AP, laterales y oblicuas del codo. Si se obtienen inicialmente proyecciones AP y
laterales y se descubre una fractura condílea o epicondílea,
entonces deben obtenerse proyecciones oblicuas.
3. Se debe considerar la posibilidad de obtener imágenes de
las zonas situadas por encima y por debajo de la presunta
lesión (es decir, el húmero y/o el antebrazo), ya que no es
infrecuente que se produzcan lesiones asociadas.
4. La TC puede ayudar a definir mejor una fractura, pero no
debe ser una prueba de primera línea para las lesiones agudas del codo, y es razonable consultar al servicio de traumatología pediátrica antes de realizar un estudio de TC.
5. La RM puede utilizarse para visualizar fracturas difíciles de
detectar con la radiografía simple, pero no es una prueba de
imagen de primera línea para las lesiones agudas del codo.
Bibliografía
Fig. 53.6 Proyección anteroposterior (AP) después de la reducción y
la fijación que muestra una alineación casi anatómica, con el cóndilo
humeral (flecha) en la ubicación esperada.
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54
Un viaje duro:
fractura de la escápula
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Hallazgos de los estudios de imagen
Un varón de 17 años presenta dolor en el hombro derecho tras
caerse mientras jugaba al fútbol. El paciente tropezó mientras
corría y cayó sobre el hombro. Pudo seguir jugando, pero ahora se
queja de dolor impreciso en el hombro derecho. Cuando se le pide
que localice el dolor, señala la espalda, en la parte inferior de la
escápula. No tiene dolor de cuello ni de otras partes de la espalda,
dolor abdominal, entumecimiento, debilidad ni otras lesiones.
Al paciente se le realizó una radiografía simple. Se observa una
línea radiolucente transversal a lo largo del borde lateral del
cuerpo de la escápula, confirmada en múltiples proyecciones,
compatible con una fractura no desplazada (figs. 54.1-54.3).
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Una vez diagnosticada la fractura de la escápula, se realizó una
cuidadosa reevaluación en busca de otras lesiones. No se encontraron otras lesiones y la paciente mantenía unas constantes vitales normales. Se consultó al servicio de traumatología pediátrica
y se le colocó un cabestrillo. Se indicó a la familia y al niño que
volvieran a la consulta de traumatología pediátrica en 3-5 días
para una nueva evaluación. Se recomendó analgesia y reposo.
Las fracturas escapulares son poco frecuentes.2 La mayoría de
estas fracturas son secundarias a mecanismos de alta energía,
como los accidentes de tráfico. Por ello, muchos pacientes con
fracturas de la escápula tienen lesiones asociadas, como lesiones
torácicas (contusiones pulmonares y fracturas costales), lesiones
de las extremidades superiores ipsilaterales (fracturas del acromion y de la apófisis coracoides), fracturas de la columna vertebral (especialmente de la columna torácica) y fracturas del anillo
pélvico. Se ha descubierto que las lesiones de las extremidades
superiores, torácicas y del anillo pélvico se asocian con mayor frecuencia a las fracturas de la escápula, pero también se ha descrito
que los pacientes con lesiones más graves presentan una mayor
asociación con las fracturas de la escápula.3 En la población
de pacientes pediátricos, los niños implicados en accidentes de
tráfico de alta energía que presentaban fracturas de la escápula
no tenían una tasa de mortalidad más alta asociada, pero sí
se observó una asociación con una mayor morbilidad, como
hemorragias intracraneales, lesiones torácicas, fracturas de las
extremidades superiores y fracturas de la columna vertebral.4 Se
han descrito fracturas escapulares aisladas.5 En cualquier caso,
cuando un médico diagnostica una fractura de la escápula, debe
realizar una anamnesis y una exploración física cuidadosas.
Las fracturas escapulares se asocian a lesiones de los grandes
vasos, especialmente en los pacientes con una puntuación de
gravedad de la lesión elevada.2,6 Una fractura de la escápula que
se produce en el contexto de un traumatismo torácico cerrado de
gran fuerza debe plantear la realización de estudios de imagen
adicionales para detectar lesiones torácicas asociadas. Como
mínimo, debe realizarse una radiografía simple del tórax y debe con­
siderarse la posibilidad de realizar un estudio de TC del tórax
con contraste intravenoso, dependiendo de los antecedentes (es
decir, accidentes de tráfico a gran velocidad, presencia de dolor
en el tórax, dificultad para respirar), los hallazgos de la exploración física (es decir, baja saturación de oxígeno, taquipnea,
dificultad para respirar, signos de traumatismo torácico) y los
resultados de la radiografía del tórax (si se observan alteraciones,
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple es la modalidad de imagen de primera línea a
emplear en los pacientes con lesiones de las extremidades, incluido
el hombro. Una «serie de hombro» consiste generalmente en un
estudio de dos o tres proyecciones de la articulación glenohumeral.
Las proyecciones estándar son una anteroposterior (AP) y otra
vista ortogonal, como la proyección lateral en Y de la escápula.
Hay muchas variaciones y modificaciones de esta serie básica
que pueden utilizarse en el contexto de un traumatismo, pero la
proyección en Y de la escápula proporciona una imagen de perfil
de la escápula y es útil en el caso de sospecha de fractura escapular.
También se puede utilizar una serie escapular, que suele consistir
en proyecciones AP y lateral (escapular en Y). Esta técnica permite
identificar fracturas clínicamente significativas, la exposición
relativa a la radiación ionizante es baja y la amplia disponibilidad
de la radiografía simple hace que sea una opción atractiva.
ECOGRAFÍA
La ecografía es una modalidad de imagen útil para detectar fracturas en el paciente pediátrico. Se ha descrito la identificación de
fracturas escapulares mediante esta técnica de imagen, pero se
necesitan más estudios antes de que este método pueda emplearse de forma sistemática.1 La principal reserva es la dependencia
del ecografista. Las fracturas escapulares pueden ser difíciles de
detectar, y si se utiliza la ecografía para detectar fracturas, el
estudio debe realizarlo un ecografista con experiencia.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC puede ser útil en la evaluación de los pacientes pediátricos
con fracturas escapulares. Los niños que sufren un traumatismo cerrado importante pueden requerir un estudio de TC para
evaluar otras lesiones torácicas potencialmente mortales. En
estos pacientes puede haber lesiones pulmonares o de los grandes vasos, lo que requiere más estudios de imagen aparte de
la radiografía simple. La historia clínica y la exploración física
deben orientar la evaluación radiográfica posterior.
Conclusión del caso
245
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246
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
Fig. 54.1 Radiografía del hombro derecho en proyección anteroposterior (AP) que muestra una línea radiolucente (flechas) a lo largo de la
cara lateral del cuerpo de la escápula.
Fig. 54.3 La proyección lateral confirma la existencia de una línea radiolucente transversal en el cuerpo escapular, compatible con una fractura
no desplazada (flecha).
mos cerrados de alta energía y a menudo se asocian con
otras lesiones torácicas, de las extremidades superiores
y de la columna vertebral. La presencia de una fractura
escapular debe llevar al médico a realizar una anamnesis
y una exploración física cuidadosa en busca de lesiones
concurrentes.
2. La radiografía simple es la modalidad de imagen de primera
línea en los pacientes pediátricos con un mecanismo de
lesión de bajo riesgo y sin otros hallazgos en la exploración
física que sugieran una lesión torácica que ponga en peligro
la vida. Las proyecciones AP y lateral o en Y de la escápula,
ya sea una serie del hombro o de la escápula, son las proyecciones estándar para la evaluación ante la sospecha de una
fractura de la escápula.
3. La TC torácica puede estar indicada en los pacientes con
hallazgos en la anamnesis o la exploración física que sugieran una lesión significativa. La radiografía simple debe obtenerse antes de la TC de tórax. La decisión de realizar una TC
torácica debe basarse en la anamnesis, la exploración física
y la radiografía simple de tórax.
Bibliografía
Fig. 54.2 Radiografía del hombro derecho en proyección anteroposterior (AP) que muestra una línea radiolucente (flechas) a lo largo del
cuerpo de la escápula.
como un mediastino o un botón aórtico ensanchados, se debe
considerar la realización de un estudio de TC).6
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Las fracturas escapulares son poco frecuentes en los pacientes pediátricos. Estas fracturas se han descrito en traumatis-
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Fracturas de la diáfisis
del húmero:
¡no tiene ninguna gracia!
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un niño de 6 años presenta dolor en el brazo y el hombro derechos tras caerse de un caballo mientras montaba al trote rápido.
No ha perdido el conocimiento y niega dolor de cuello, abdominal, de espalda o de codo. Las constantes vitales son apropiadas
para su edad y no hay ninguna lesión obvia aparte de un leve
edema y una sensibilidad en la parte proximal del húmero derecho. No hay debilidad ni entumecimiento aparentes. El relleno
capilar es rápido y el pulso radial es fuerte. La sensibilidad está
intacta. No hay desgarros ni excoriaciones en la piel.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
complejas, puede tener cierta utilidad,3 pero es razonable cursar
una interconsulta al servicio de traumatología pediátrica o a un
traumatólogo que se sienta cómodo con el tratamiento de estas
fracturas en los pacientes pediátricos antes de utilizar técnicas
de imagen avanzadas.
RESONANCIA MAGNÉTICA
Al igual que la tomografía computarizada, la resonancia magnética no suele estar indicada en la evaluación inicial de las
fracturas del húmero proximal. Si se trata de una fractura compleja o se sospecha una lesión neurovascular, la resonancia
magnética puede tener cierta utilidad,3 pero es razonable cursar
una interconsulta al servicio de traumatología pediátrica o a un
traumatólogo que se sienta cómodo con el tratamiento de estas
fracturas en los pacientes pediátricos antes de utilizar técnicas
de imagen avanzadas.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La clasificación de las fracturas del húmero depende de su localización: las fracturas fisarias proximales se catalogan mediante
la clasificación de Salter-Harris, de las cuales la mayoría de ellas
son fracturas tipo I o II, mientras que las fracturas de la diáfisis
del húmero se clasifican por su angulación, desplazamiento y
localización.1 Es posible que un niño no pueda indicar con exactitud el origen del dolor y que se obtengan estudios de imagen
del hombro en lugar de imágenes específicas del húmero si se
sospecha inicialmente una lesión del hombro. El tercio proximal
del húmero puede visualizarse en una serie de hombro, y las
proyecciones típicas son la anteroposterior (AP), escapular en
Y y axilar.2,3 Los estudios de imagen con dos proyecciones (AP
y lateral) de la extremidad afectada suelen ser suficientes cuando se evalúan las lesiones pediátricas de huesos largos4 y son
adecuadas para diagnosticar las fracturas de la diáfisis humeral
en estos pacientes.1,2 Las vistas comparativas no suelen estar
indicadas. Se debe considerar la realización de un estudio de
imagen de las articulaciones situadas por encima y por debajo
de una lesión; en las radiografías del húmero generalmente se
visualizarán de manera adecuada las articulaciones del codo y
del hombro, pero se deben obtener imágenes específicas de esas
localizaciones si está clínicamente indicado.
Antes de realizar los estudios de imagen, se debe controlar
debidamente el dolor. El fentanilo intranasal (una dosis de 2 µg/
kg) ha demostrado ser eficaz para controlar el dolor con mínimos
efectos secundarios, lo que permite la realización de estudios de
imagen al paciente.5
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La tomografía computarizada no está indicada en la evaluación
de las fracturas de la diáfisis del húmero. En los casos de fracturas
Hallazgos de los estudios de imagen
Se realizó un estudio de imagen del hombro que reveló una
fractura proximal de la diáfisis del húmero con 2 cm de superposición; la cabeza del húmero está alineada con la cavidad
glenoidea (figs. 55.1 y 55.2). En esta proyección no se visualiza
el húmero completo, y está indicada la obtención de imágenes
del húmero completo para evaluar si hay una lesión distal del
húmero asociada. Se obtuvieron dos proyecciones del húmero,
en las que se observó, de nuevo, la fractura y que permitieron
apreciar una superposición de los fragmentos de la fractura
con desplazamiento posterior y lateral del fragmento distal de
la fractura (figs. 55.3 y 55.4).
Conclusión del caso
Como no había indicios de fractura abierta, enfermedades etiológicas subyacentes o lesiones vasculares, este niño fue tratado
con la colocación de un cabestrillo y una analgesia adecuada. Se
tramitó la derivación al servicio de traumatología pediátrica y el
niño fue atendido de forma ambulatoria para el seguimiento. La
consolidación se controló con estudios seriados y radiografías
simples de seguimiento. La fractura consolidó correctamente y
no requirió intervención quirúrgica (figs. 55.5 y 55.6).
Las fracturas pediátricas del tercio proximal del húmero no
son frecuentes, y representan aproximadamente el 2% de todas
las fracturas pediátricas.1-3,6 En los pacientes pediátricos, los
varones son más propensos a sufrir fracturas del tercio proximal
del húmero y predominan dos mecanismos de lesión: el traumatismo directo en el hombro (caída, lesión deportiva o accidente
de tráfico; las lesiones relacionadas con los caballos también
247
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248
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
Fig. 55.1 Proyección anteroposterior (AP) del hombro. Se observa una
fractura proximal de la diáfisis humeral (flecha).
Fig. 55.3 Proyección anteroposterior (AP) del húmero que muestra
la superposición de los fragmentos de la fractura y el desplazamiento
lateral del fragmento distal de la fractura (flecha).
Fig. 55.2 Proyección anteroposterior (AP) en rotación interna del hombro que muestra, de nuevo, la fractura del húmero derecho. Se observa
una superposición de los fragmentos de la fractura con desplazamiento
lateral del fragmento distal (flecha).
son un mecanismo común) y la caída con el brazo extendido, en
abducción y en rotación interna.1-3,6,7 Estas fracturas pueden
producirse en la metáfisis o a través de la fisis; los pacientes
adolescentes tienden a fracturarse la fisis, mientras que los niños
más pequeños tienden a fracturarse la metáfisis.1 La lesión de
la fisis, que contiene condrocitos activos, por medios directos o
indirectos, puede repercutir negativamente en el futuro crecimiento óseo, y la identificación de tales lesiones es importante.8
Las fracturas de la diáfisis del húmero, al igual que las fracturas proximales del húmero, tampoco son frecuentes en los
pacientes pediátricos, ya que representan menos del 10% de
todas las fracturas del húmero.1 Los mecanismos de lesión, al
igual que en las fracturas proximales del húmero, suelen ser un
golpe directo o una caída sobre la mano extendida.1 La mayoría
se producen en el tercio medio del húmero, seguido del tercio
proximal.
El suministro de sangre al tercio proximal del húmero procede
de la arteria axilar y la inervación corresponde al nervio axilar.
Las lesiones vasculares son poco frecuentes y las lesiones nervio-
Fig. 55.4 Proyección lateral del húmero que muestra la superposición
de los fragmentos de la fractura y el desplazamiento posterior del fragmento distal de la fractura (flechas).
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55 • Fracturas de la diáfisis del húmero: ¡no tiene ninguna gracia!
249
(con o sin vendaje), la analgesia y el seguimiento por parte del
servicio de traumatología pediátrica. El potencial de remodelado
en los pacientes pediátricos es importante, y la intervención
quirúrgica está indicada rara vez o nunca.1-3 Si se considera
la posibilidad de una intervención quirúrgica, se debe tener
en cuenta la edad del niño y la cantidad de desplazamiento/
angulación, aunque no hay ningún criterio absoluto de desplazamiento o angulación que determine la necesidad de una
intervención quirúrgica.1,3,6,9 Es razonable consultar al servicio
de traumatología pediátrica antes de dar de alta al paciente
para garantizar un seguimiento adecuado y un tratamiento
definitivo.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
Fig. 55.5 Proyección anteroposterior (AP) de seguimiento del húmero
obtenida 2 meses después. Se observa formación de callo y remodelado
óseo sin deterioro funcional.
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen de elección
en la evaluación de la fractura proximal del húmero con una
serie de hombro, que debe incluir proyecciones AP y transescapulares o axilares.
2. Se debe garantizar un control adecuado del dolor antes de
realizar el estudio de imagen. Aunque los protocolos de analgesia suelen depender de la institución, los medicamentos
intranasales, como el fentanilo, han demostrado ser eficaces.
3. Por lo general, no están indicadas las proyecciones de comparación con la extremidad contralateral.
4. Se debe considerar la posibilidad de obtener imágenes de
las articulaciones situadas por encima y por debajo de una
fractura diafisaria. La decisión de obtener imágenes de estas
zonas debe basarse en los hallazgos de la anamnesis y la
exploración física. En ausencia de traumatismo o si el historial del desarrollo del niño no coincide con el mecanismo de
la lesión, se debe considerar la evaluación de un traumatismo
no accidental.
Bibliografía
Fig. 55.6 Proyección lateral de seguimiento del húmero obtenida 2
meses después. Se observa formación de callo y remodelado óseo sin
deterioro funcional.
sas tampoco son habituales en los pacientes pediátricos; si están
presentes, suelen resolverse espontáneamente.1,6
La consideración de la edad de desarrollo del niño, los antecedentes médicos y el mecanismo de la lesión deben formar
parte de la evaluación de los niños con cualquier fractura; en el
caso de sospecha de traumatismo no accidental, debe realizarse
una evaluación adecuada (v. cap. 50: «¿Cómo ha pasado esto?
Traumatismo no accidental»).
La gran mayoría de las fracturas pediátricas de la diáfisis del
húmero no requieren más que la colocación de un cabestrillo
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56
A trozos: fractura de la clavícula
SUJIT IYER, MD
Presentación del caso
Un varón de 12 años acude tras una caída directa sobre el brazo
y el hombro derechos mientras jugaba al fútbol. No refiere dolor,
pero prefiere mantener el brazo pegado al cuerpo y sostiene el
brazo lesionado con la mano contraria. Hay una protuberancia
evidente en la parte media de la clavícula sin que se vean excoriaciones o desgarros en la piel. No se aprecia la formación de
una «tienda de campaña» en la piel.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
La radiografía simple es la modalidad de imagen de elección en
los niños con sospecha de fractura de la clavícula. Estas fracturas
pueden verse fácilmente en una serie de hombro o una radiografía de tórax. Una serie de hombro es suficiente si no hay sospecha
de lesión pulmonar asociada. Si se sospecha una lesión torácica
asociada, se debe obtener una radiografía simple de tórax.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Una sola proyección anteroposterior (AP) suele ser suficiente
para diagnosticar la mayoría de las fracturas del tercio medio de
la clavícula y definir el ángulo de desplazamiento. La proyección
AP con inclinación cefálica (con un ángulo de 15-45°) se utiliza
a menudo junto con la proyección AP convencional para proyectar la clavícula por encima de las costillas, lo que facilita la
visualización de las fracturas y el desplazamiento asociado. Las
proyecciones oblicuas de la clavícula pueden añadirse cuando
se intenta distinguir entre una lesión de la articulación acromioclavicular (AC) y una fractura del tercio distal de la clavícula, o
cuando se sospecha una lesión del tercio medial de la clavícula.
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA (TC)
La TC rara vez es necesaria en la mayoría de las fracturas de
la clavícula. Sin embargo, las fracturas del tercio medial de la
clavícula y los trastornos de la articulación esternoclavicular
pueden pasar desapercibidos en la radiografía simple, por lo
que la TC puede estar justificada para detectar estas lesiones, así
como para evaluar otras lesiones torácicas importantes en estos
casos.1 En determinados casos en los que la medición precisa
del acortamiento puede influir en la decisión del tratamiento
quirúrgico, puede utilizarse la TC, pero debe sopesarse el riesgo
de exposición a la radiación ionizante en un paciente joven.2
ECOGRAFÍA
Un pequeño estudio pediátrico demostró que la ecografía a pie
de cama tenía unos valores predictivos positivos y negativos
altos (95 y 96%) sin añadir dolor o molestia en comparación
con las radiografías simples para las fracturas de la clavícula. En
entornos con recursos limitados, esta puede ser una modalidad
precisa para confirmar el diagnóstico cuando la sospecha clínica
es alta y los médicos tienen suficiente formación para realizar
ecografías osteomusculares.3
Hallazgos de los estudios de imagen
Se proporcionan imágenes seleccionadas de la clavícula de este
niño. Hay una fractura transversal aguda de la parte media de
la clavícula, con un leve desplazamiento inferior del fragmento
distal de la fractura, con solo una mínima angulación superior
del vértice de la fractura (fig. 56.1). En la figura 56.2 se muestra
una imagen de la fractura en proceso de consolidación, con formación de callo óseo; esta imagen se obtuvo 3 semanas después.
A modo de comparación, en la figura 56.3 se muestra una
fractura distal de la clavícula en otro niño. Se observa una fractura oblicua no desplazada del tercio lateral de la clavícula
derecha, justo medial a la articulación AC.
En la figura 56.4 se observa una fractura de la clavícula más
compleja en otro niño que sufrió un accidente de tráfico. Estas
imágenes muestran una fractura segmentaria conminuta de
la clavícula izquierda, con el fragmento de fractura lateral desplazado en sentido inferior con respecto al fragmento de fractura
proximal/medial, y un fragmento de fractura central intermedio
está girado perpendicularmente al eje mayor del hueso.
Conclusión del caso
Una única proyección AP demostró una fractura transversal no
desplazada del tercio medio de la clavícula. Se colocó al paciente
un cabestrillo para mayor comodidad y se le dieron instrucciones de
inmovilizar la zona durante 3 semanas con recomendaciones
de evitar los deportes de contacto durante 2 semanas más. La
fractura consolidó sin secuelas de dolor, restricción o limitación
del movimiento.
El niño con la fractura del tercio distal de la clavícula también
fue tratado con un cabestrillo y analgesia. La fractura consolidó
bien, sin complicaciones aparentes. El niño implicado en el
accidente de tráfico requirió una intervención quirúrgica y
evolucionó bien (figs. 56.5 y 56.6).
Las fracturas de la clavícula son una lesión común en los
niños; el 90% se produce en el tercio medio de la clavícula, y
los niños pequeños (menores de 10 años) suelen tener fracturas no
desplazadas.4 En un niño pequeño, la anamnesis suele incluir
una caída directa sobre el hombro, y los hallazgos de la exploración suelen consistir en un hematoma localizado con preferencia
por no levantar o abducir el brazo afectado. La formación de
una tienda de campaña en la piel o los signos de fractura abierta
(excoriaciones o marcas de pinchazos) deben justificar la remisión urgente al traumatólogo. Las fracturas del tercio distal de la
clavícula son menos frecuentes y pueden presentar un aspecto
clínico similar al de las separaciones AC, con signos de dolor
localizado y que aumenta con la aducción del brazo sobre el
250
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56 • A trozos: fractura de la clavícula
251
Fig. 56.1 Radiografía anteroposterior (AP) que muestra una fractura del
tercio medio de la clavícula con un desplazamiento inferior de casi un
ancho de la diáfisis del fragmento de fractura lateral/distal (flecha) y una
angulación superior mínima del vértice de la fractura.
Fig. 56.4 Radiografía anteroposterior (AP) del tórax que muestra una
fractura segmentaria conminuta de la clavícula, con desplazamiento
inferior del fragmento de fractura lateral (flecha blanca), y un fragmen­
to de fractura central intermedio (flecha negra) que está girado perpendi­
cularmente al eje principal del hueso.
Fig. 56.2 Radiografía anteroposterior (AP) que muestra una fractura del
tercio medio de la clavícula en proceso de consolidación. Obsérvese la
formación de callo óseo (flecha).
Fig. 56.5 Imagen intraoperatoria de una fractura conminuta de clavícula,
que muestra una alineación casi anatómica tras la fijación con placa y
tornillo.
Fig. 56.3 Radiografía anteroposterior (AP) que muestra una fractura
oblicua no desplazada del tercio distal de la clavícula (flecha).
pecho. Se debe sospechar una fractura distal de la clavícula si el
dolor es más medial a la articulación AC, y puede ser necesario
obtener proyecciones oblicuas de la clavícula. Las fracturas
del tercio proximal de la clavícula son las menos comunes y se
observan clásicamente tras recibir un golpe de gran impacto,
como en un accidente de tráfico. En estas fracturas está más
justificado buscar lesiones importantes en la cabeza, el cuello,
los pulmones y el abdomen debido a la alta velocidad necesaria
para causar estas lesiones.
Aunque la mayoría de las fracturas del tercio medio de la
clavícula pueden tratarse de forma no quirúrgica, las pruebas
más recientes en adultos respaldan una intervención quirúrgi­
ca más temprana en las fracturas de la clavícula conminutas
y completamente desplazadas para reducir la pseudoartrosis y
mejorar la función. En estudios pediátricos de menor tamaño,
esto ha llevado a una tendencia hacia la intervención quirúrgica
más temprana en los adolescentes.5,6
booksmedicos.org
252
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. Cuando el grado de sospecha clínica es alto, una sola proyección AP es suficiente para diagnosticar la mayoría de las
fracturas de la clavícula. Si la proyección AP es normal, se
debe considerar la obtención de una proyección AP con una
angulación cefálica mayor.
2. Las fracturas del tercio distal de la clavícula pueden ser
difíciles de distinguir de las lesiones de la articulación AC
sin el uso de radiografías y pueden requerir la obtención de
proyecciones oblicuas.
3. La TC tiene un uso limitado en la mayoría de las lesiones
de clavícula, pero cuando el grado de sospecha clínica es
alto, puede estar justificada para dilucidar las fracturas de la
clavícula proximal y evaluar también otras lesiones causadas
por mecanismos de alto impacto.
Bibliografía
Fig. 56.6 Imagen intraoperatoria de una fractura conminuta de clavícula,
que muestra una alineación casi anatómica tras la fijación con placa y
tornillo.
Las fracturas de la clavícula son las más frecuentes en los
recién nacidos, con una incidencia que oscila entre el 0,51,6%.7,8 Los factores de riesgo clásicos son el parto vaginal
difícil, el peso elevado al nacer y la distocia de hombros. Las
fracturas desplazadas suelen ser más evidentes en el puerperio
inmediato, con signos de restricción del movimiento del brazo,
llanto al intentar envolver al paciente en ropas o edema local.
Las fracturas no desplazadas pueden no ser evidentes hasta
que se forme un callo visible, ya que los lactantes suelen estar
asintomáticos. En general, las fracturas neonatales aisladas de
clavícula producidas en el parto no conllevan complicaciones
a largo plazo.
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57
¡A jugar!
Fracturas del antebrazo
SUJIT IYER, MD
Presentación del caso
TÉCNICAS DE IMAGEN AVANZADAS (TOMOGRAFÍA
COMPUTARIZADA Y RESONANCIA MAGNÉTICA)
Un niño de 4 años es llevado a urgencias tras caerse sobre la
mano extendida mientras corría en el colegio. Se queja de dolor
en el antebrazo derecho; la enfermera del colegio le coloca una
férula y el personal de primeros auxilios le administra analgésicos. No hay ninguna excoriación ni laceración en la piel. Las
constantes vitales son las adecuadas para su edad. No parece
haber ninguna lesión en la cabeza, el cuello, la espalda, el hombro, el brazo o la muñeca. El niño está intacto desde el punto de
vista neurovascular.
Estas modalidades de imagen no están indicadas para la evaluación inicial de las lesiones del antebrazo. Sin embargo, en el caso
de fracturas complejas o si el alcance de la fractura no está claro,
pueden utilizarse estas modalidades. Es conveniente consultar
a un especialista en traumatología pediátrica antes de emplear
estas modalidades.
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
Tras la administración de la analgesia adecuada, se realizó al
paciente un estudio de imagen con dos proyecciones del antebrazo, que demostró fracturas diafisarias del tercio medio del
cúbito y el radio con una leve angulación volar de los fragmentos
distales de la fractura; las porciones visualizadas del codo y el
tercio distal del húmero parecen normales (figs. 57.1 y 57.2).
La mayoría de las fracturas del antebrazo son el resultado de
una caída sobre la mano extendida, y el control inmediato del
dolor es clave para realizar un examen exhaustivo, así como para
obtener radiografías adecuadas.1 El fentanilo intranasal (2 µg/
kg, dosis única máxima de 100 µg) administrado a través de un
pulverizador nasal puede controlar el dolor en 10 min mientras
se obtienen las radiografías y el acceso intravenoso.
RADIOGRAFÍA SIMPLE
Esta es la modalidad de imagen de elección cuando se evalúan
pacientes con sospecha de fracturas del antebrazo. La proyección
anteroposterior (AP) verdadera y la proyección lateral verdadera
del antebrazo deben incluir la muñeca y el tercio distal del húmero. Una proyección lateral verdadera del antebrazo ilustrará
la superposición parcial del radio y el cúbito en los extremos
proximal y distal; el codo debe estar flexionado a 90°. Si se sospecha una fractura o una luxación del codo, deben obtenerse
radiografías específicas del codo.
ECOGRAFÍA
La ecografía ha demostrado ser un método viable para diagnosticar fracturas aisladas del antebrazo en entornos con recursos limitados y se ha utilizado para guiar las reducciones.2 La
combinación de la ecografía con los instrumentos de decisión
clínica también se ha utilizado en entornos con muchos recursos
para diagnosticar y gestionar el tratamiento de las fracturas
distales del antebrazo con la intención de reducir el uso de la
radiografía.3 La mayoría de los estudios han demostrado que el
tiempo necesario para formar a los médicos de urgencias en el
diagnóstico de las fracturas distales del antebrazo es corto (1 h).4
La utilidad de la ecografía es más limitada cuando se evalúan las
fracturas del tercio medio y proximal del antebrazo que afectan
al codo, o en lesiones más complicadas.
Hallazgos de los estudios de imagen
Conclusión del caso
Se consultó al servicio de traumatología pediátrica y se colocó
una escayola al niño. Aunque la fractura no requería reducción,
la fractura se moldeó durante la aplicación del yeso y, debido al
buen control del dolor, el paciente lo toleró bien. Se programaron
visitas de seguimiento. Las imágenes obtenidas 2 meses después
mostraron la formación de un callo óseo con una alineación casi
anatómica (figs. 57.3 y 57.4).
Las fracturas del antebrazo son las más frecuentes en los niños,
y representan casi el 50% de todas las fracturas pediátricas.5 El
radio y el cúbito están unidos de una forma peculiar por una membrana interósea en sentido longitudinal y por las articulaciones
del codo y la muñeca. Si la exploración o la radiografía indican que
uno de los huesos está fracturado, debe prestarse especial atención
al otro hueso, así como a las articulaciones proximal y distal,
para detectar lesiones concurrentes. La exploración física debe
prestar especial atención a las laceraciones en la piel con salida
de sangre, que pueden ser un signo de una fractura abierta con
un segmento retraído. La exploración de las funciones sensorial y
motora es importante para evaluar las neurapraxias de los nervios
mediano, radial y cubital. Las fracturas del antebrazo pueden
presentar raramente una fractura supracondílea complicada (también llamada «codo flotante»), por lo que los profesionales
deben explorar minuciosamente el codo y evaluar también los
signos de síndrome compartimental en estos casos.6
Las fracturas distales del antebrazo deben evaluarse mediante
una radiografía para detectar las lesiones fisarias y correlacionar
el riesgo de lesiones tipo I de Salter-Harris según la sensibilidad
localizada en la exploración. Las fracturas en rodete (torus) suelen producirse en el tercio distal de la metáfisis y es importante
253
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254
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
Fig. 57.1 Fracturas diafisarias del radio y el cúbito no desplazadas (flechas),
con una leve angulación volar de los fragmentos distales de la fractura. Las
partes visualizadas del tercio distal del codo y el húmero parecen normales.
Fig. 57.2 Fracturas diafisarias del radio y el cúbito no desplazadas (flechas),
con una leve angulación volar de los fragmentos distales de la fractura. Las
partes visualizadas del tercio distal del codo y el húmero parecen normales.
Fig. 57.3 Radiografía de seguimiento que muestra la formación de callo
óseo y la alineación casi anatómica (flechas).
Fig. 57.4 Radiografía de seguimiento que muestra la formación de callo
óseo y la alineación casi anatómica (flechas).
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57 • ¡A jugar! Fracturas del antebrazo
255
diferenciarlas de las fracturas en tallo verde no desplazadas mediante una radiografía. Una fractura de la apófisis estiloides cubital es
una fractura por avulsión distal que a menudo cursa con una fractura radial concurrente, pero las avulsiones de la base de la propia
apófisis estiloides pueden justificar la intervención quirúrgica.
El tratamiento de estas lesiones depende de varios factores,
como la edad del niño y la gravedad de la fractura. El tratamiento
tradicional de las fracturas del antebrazo desplazadas consiste en
la reducción cerrada seguida de la inmovilización con yeso.7,8
Las fracturas que se tratan con la reducción cerrada y la inmovilización tienen un riesgo notificado de pérdida radiográfica
de la reducción del 5 al 75%; este riesgo está relacionado con la
cantidad de desplazamiento inicial y la incapacidad de lograr la
alineación anatómica tras la reducción, entre otros factores.9,10
El tratamiento quirúrgico debe realizarse en los pacientes con
fracturas abiertas, fracturas con compromiso neurovascular
y fracturas en las que haya fracasado el intento de reducción ce­
rrada.11,12 La técnica quirúrgica más utilizada es la fijación
intramedular o la fijación interna con placas/tornillos.11,12
Debe prestarse especial atención a las fracturas en arco y
en tallo verde. Las deformidades plásticas (o fracturas en arco)
mostrarán un arqueamiento en la radiografía sin una fractura
clara. Las fracturas en tallo verde son exclusivas de los pacientes
pediátricos y muestran una fractura completa en un lado de la
corteza y un arqueamiento en el otro lado. Las fracturas en arco
pueden pasar desapercibidas en la interpretación radiográfica
inicial. El tratamiento de estas fracturas varía, ya que algunos
autores defienden que todas las deformidades en arco deben
someterse a reducción y otros citan la edad y el grado de deformidad como criterios para la reducción.12,13 Las fracturas en
Fig. 57.6 Fracturas plásticas en arco (flechas negras) de las diáfisis del
radio y el cúbito, con arqueamiento posterior del vértice. También se
observa una fractura en tallo verde no desplazada del tercio proximal
de la diáfisis del radio (flecha blanca).
Fig. 57.5 Fracturas plásticas en arco de las diáfisis del radio y el cúbito,
con arqueamiento posterior del vértice; las fracturas en arco se ven
mejor en la figura 57.6. También se observa una fractura en tallo verde
no desplazada del tercio proximal de la diáfisis del radio (flecha blanca).
tallo verde se tratan generalmente con la reducción cerrada y la
inmovilización, aunque existe controversia sobre si el hueso debe
fracturarse por completo y luego reducirse.12 La consulta con
un especialista en traumatología pediátrica es apropiada y útil
para determinar las opciones de tratamiento en estos pacientes.
A modo de comparación, se presentan aquí otros casos:
El paciente de las figuras 57.5 y 57.6 se cayó de las barras
trepadoras mientras jugaba en un parque. Las imágenes del
antebrazo muestran fracturas plásticas en arco de la diáfisis
del radio y el cúbito, con arqueamiento posterior del vértice.
También se observa una fractura en tallo verde no desplazada
del tercio proximal de la diáfisis del radio. Se consultó al servicio
de traumatología pediátrica, que habló largo y tendido con la
familia, ofreciéndole el enyesado con vigilancia estrecha o la
reducción en quirófano. Después de comentar los riesgos y los
beneficios de cada opción, la familia eligió la escayola.
El paciente de las figuras 57.7 y 57.8 saltó de un columpio
del parque infantil, cayendo sobre el brazo. Las imágenes muestran una fractura tipo IV de Salter-Harris del tercio proximal del
radio y una fractura intraarticular del olécranon. Se consultó al
servicio de traumatología pediátrica y el paciente fue sometido a
una reducción en el servicio de urgencias, tras lo cual se colo­
có una escayola y fue dado de alta con un seguimiento estrecho.
La paciente de la figura 57.9 se cayó mientras corría, aterrizando sobre el brazo extendido. Las imágenes muestran fracturas anguladas y desplazadas de los tercios distales del radio y
el cúbito. Las fracturas se redujeron hasta lograr la alineación
anatómica bajo sedación en el servicio de urgencias por especialistas en traumatología pediátrica. La reducción se mantuvo
y no fue necesaria la intervención quirúrgica.
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256
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
Fig. 57.7 Fractura tipo IV de Salter-Harris del radio y fractura del olécranon. La proyección lateral muestra las fracturas de la metáfisis (cuello)
y la epífisis (cabeza) del radio (flechas negras) y una fractura intraarticular
del tercio proximal del cúbito (flecha blanca).
Fig. 57.9 Proyección anteroposterior (AP) que muestra la presencia
de fracturas transversales del tercio distal del radio (flecha blanca) y
el cúbito (flecha negra). En la fractura del radio se aprecia una superposición de los fragmentos de la fractura, un desplazamiento lateral
del fragmento de la fractura distal y una angulación medial del vértice
de la fractura. La fractura del cúbito también muestra un ligero desplazamiento lateral del fragmento distal y una angulación medial del
vértice de la fractura.
luxaciones concurrentes y las lesiones proximales y distales
al punto de contacto, ya que su presencia podría modificar
el tratamiento.
3. Una radiografía adecuada del antebrazo debe incluir siempre
la muñeca y el tercio distal del húmero para evaluar por completo las porciones proximal y distal del radio y del cúbito y
sus articulaciones.
Bibliografía
Fig. 57.8 Fractura tipo IV de Salter-Harris del radio y fractura del olécranon. La proyección anteroposterior (AP) muestra, de nuevo, la
fractura del tercio proximal del radio (flecha), con un desplazamiento
medial del fragmento de la fractura distal y una angulación medial
del vértice de la fractura. La fractura del cúbito no se visualiza bien en
la proyección AP.
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. El control del dolor es clave para obtener las proyecciones AP
y laterales indicadas en las fracturas del antebrazo.
2. Las lesiones del radio y el cúbito son frecuentes. Debe prestarse especial atención a los signos de fractura abierta, las
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57 • ¡A jugar! Fracturas del antebrazo
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58
Gemelos italianos: fracturas
de Monteggia y Galeazzi
ROBERT VEZZETTI, MD, FAAP, FACEP
Presentación del caso
Un varón de 4 años presenta dolor en el antebrazo derecho tras
caerse mientras jugaba en un castillo hinchable. Al parecer, el
niño estaba en casa con otros niños y se cayó sobre el brazo,
lo que fue presenciado por otras personas. Los padres observaron
que tenía hinchazón en el codo derecho. No se informa de nin­
guna otra lesión, y el personal de primeros auxilios le colocó
una férula temporal y le administró fentanilo intranasal (2 µg/
kg) para controlar el dolor.
En la exploración física destacan el dolor y la hinchazón del
codo derecho. La amplitud de movimiento del antebrazo en
el codo es limitada, pero no parece tener lesiones en el hombro, el
brazo, la muñeca, la mano o los dedos. La función neurovascular
del paciente está intacta.
el tercio proximal-medio de la diáfisis del cúbito derecho, super­
puesta a una fractura en arco de la diáfisis cubital. Hay luxación
de la cabeza del radio (figs. 58.1 y 58.2).
Aunque la presencia de la férula impide apreciar algunos
detalles, el proceso de retirada de la férula fue complicado, lo
que dificultó la obtención de imágenes del niño. Si se coloca
una férula antes de la radiografía, debe retirarse si es posible; si
esto no es posible, las imágenes deben realizarse con las mejores
proyecciones que permita la situación clínica.
A modo de comparación, se presentan aquí dos casos adi­
cionales:
La niña de las figuras 58.3-58.5 se cayó mientras montaba en
bicicleta. Estas imágenes muestran una fractura no desplazada
del tercio proximal de la diáfisis cubital, con luxación anterior de
la cabeza del radio, lo cual es compatible con una fractura
de Monteggia. Obsérvese que la luxación de la cabeza del radio
se ve en la proyección lateral (v. fig. 58.3), pero no se ve bien
Consideraciones sobre los estudios
de imagen
RADIOGRAFÍA SIMPLE
La radiografía simple es una modalidad de imagen apropiada en
los pacientes con sospecha de lesión ósea. Es importante obtener
imágenes adecuadas, que deben incluir proyecciones antero­
posteriores (AP) y laterales de todo el antebrazo y el codo (importan­
te en el caso de sospecha de fractura de Monteggia) y la muñe­
ca (importante en el caso de sospecha de fractura de Galeazzi).1,2
TOMOGRAFÍA COMPUTARIZADA
La tomografía computarizada no suele ser útil en la evalua­
ción de los pacientes con sospecha de fractura de Monteggia o
Galeazzi. La tomografía computarizada puede estar indicada si
se sospecha una lesión en las articulaciones radiocapitelar o
radiocubital que no se confirma en las radiografías simples ini­
ciales, o si la lesión es compleja (p. ej., una fractura conminuta).
Fig. 58.1 Proyección radiográfica del antebrazo con una férula que
muestra una fractura transversal no desplazada en la unión de los tercios
proximal y medio de la diáfisis del cúbito (flecha blanca), superpuesta
a una fractura en arco del cúbito. También se observa una luxación ra­
diocapitelar, consistente en una luxación anterior de la cabeza del
radio (flecha negra) respecto al cóndilo del húmero (c).
RESONANCIA MAGNÉTICA
Esta modalidad no suele estar indicada en la evaluación inicial
de una lesión osteomuscular. Si hay una lesión compleja o unos
síntomas neurológicos, entonces puede estar indicada la reso­
nancia magnética; en estos casos sería aconsejable consultar a
un especialista en traumatología pediátrica.
Hallazgos de los estudios de imagen
Se obtuvieron radiografías simples del antebrazo derecho del
paciente, que incluyeron proyecciones AP y laterales y que se
proporcionan aquí. Hay una fractura transversal que atraviesa
Fig. 58.2 Proyección radiográfica del antebrazo con una férula que
muestra una fractura transversal no desplazada de la unión de los tercios
proximal y medio de la diáfisis del cúbito (flecha blanca), superpuesta
a una fractura en arco del cúbito, en la que el arco se dirige en sentido
posterolateral.
258
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58 • Gemelos italianos: fracturas de Monteggia y Galeazzi
259
Fig. 58.3 Proyección radiográfica lateral que muestra una fractura
transversal no desplazada del tercio proximal de la diáfisis del cúbito
(flecha blanca), con una mínima angulación anterolateral del vértice de
la fractura. Obsérvese la luxación anterior de la cabeza del radio (flecha
negra) con respecto al cóndilo del húmero (c).
en las proyecciones oblicua y frontal (v. figs. 58.4 y 58.5). Esto
demuestra la importancia de obtener una proyección lateral de
buena calidad de la región del codo.
La figura 58.6 es una única proyección que muestra una
fractura de Monteggia. Obsérvese la cabeza del radio luxada.
Fig. 58.5 Proyección radiográfica anteroposterior (AP) que muestra una
fractura transversal no desplazada del tercio proximal de la diáfisis del
cúbito (flecha blanca).
Fig. 58.6 Proyección lateral única que muestra una fractura de Monteg­
gia, en la que la fractura del cúbito está ligeramente desplazada (flecha
blanca). Se aprecia la luxación de la cabeza del radio (flecha negra). Se
muestra la línea radiocapitelar (rc).
Fig. 58.4 Proyección radiográfica oblicua que muestra una fractura
transversal no desplazada de la diáfisis proximal del cúbito (flecha blanca), con una mínima angulación anterolateral del vértice de la fractura.
Es útil dibujar la línea radiocapitelar, que es una línea trazada
centralmente en el radio, a lo largo del eje longitudinal del radio
proximal, y especialmente el cuello, que de manera habitual
debe cruzar el cóndilo del húmero en todas las proyecciones,
pero especialmente en la lateral; si no lo hace, es indicativo de
una luxación radiocapitelar. Sin embargo, en algunos codos nor­
males, y especialmente en los pacientes jóvenes con una menor
osificación del cóndilo del húmero, la línea radiocapitelar puede
no cruzar el cóndilo del húmero osificado o ser tangencial a este.
Por tanto, la correlación clínica con la lesión y la evaluación
clínica son importantes.
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260
SECCIÓN 8 • Osteomuscular
Conclusión del caso
Se consultó al servicio de traumatología pediátrica y el niño fue
sometido a una reducción cerrada de la luxación de la cabeza del
radio, que se realizó sin complicaciones. Se colocó una escayola
y se programó el seguimiento. En las figuras 58.7 y 58.8 se
muestra el aspecto 3 meses después de la lesión. Se observa una
consolidación ósea y una remodelación activa en la localización
de la fractura del cúbito.
FRACTURA DE MONTEGGIA
La fractura de Monteggia fue descrita por primera vez por
Giovanni Batista Monteggia en 1814 y bautizada en su honor
en 1909.3,4 La fractura de Monteggia describe una fracturaluxación: hay una fractura del cúbito asociada a una altera­
ción de la articulación radiocubital proximal y a luxación de
la cabeza del radio. Posteriormente, se han acuñado y descrito
los términos lesión de Monteggia y lesión de Monteggia equivalente.4,5 La clasificación de Bado se basaba en la dirección de la
luxación de la cabeza del radio, generalmente asociada al tipo de
fractura del cúbito: tipo I (anterior), tipo II (posterior), tipo
III (lateral) y tipo IV (presencia de una fractura diafisaria del
radio concomitante, además de la fractura del cúbito).5,6 Los
pacientes pediátricos tienden a tener lesiones de fractura-luxa­
ción anterolateral, más que posterior.6 Se ha comprobado que
la distribución de los distintos tipos de fractura de Monteggia
se correlaciona con la edad, ya que las fracturas tipo I de Bado
se producen por igual en los niños de edad preescolar y escolar,
mientras que las tipo II o III se producen principalmente en los
niños de edad preescolar; en general, las fracturas tipo I son
las más frecuentes.7
La fractura del cúbito puede ser una deformación plástica,
una fractura metafisaria en rodete, una fractura en tallo verde
o una fractura completa desplazada. 6 El tratamiento suele
consistir en la reducción cerrada de la fractura del cúbito y la
luxación de la cabeza del radio, seguida de inmovilización.6,8,9
Se ha notificado la pérdida de la reducción o la inestabilidad en
aproximadamente el 20% de los casos, y existe variabilidad
en el tratamiento de estas lesiones.8,10 Algunos autores han
propuesto una estrategia de tratamiento basada en el com­
ponente de la fractura del cúbito, por lo que recomiendan
la reducción cerrada para la fractura incompleta del cúbito y la
reducción abierta para las fracturas completas del cúbito, las
fracturas oblicuas/transversales, las fracturas conminutas
o si la cabeza del radio no se puede reducir. 8-11 Parece que
una estrategia de tratamiento basada en el componente de
la fractura del cúbito produce resultados excelentes en los
pacientes pediátricos. 8 La tasa global de complicaciones es
baja, pero la pseudoartrosis del cúbito y la lesión del nervio
interóseo (el nervio más comúnmente lesionado en la fractura
de Monteggia) u otros nervios son los resultados adversos más
comúnmente descritos.9
La fractura de Monteggia puede ser difícil de detectar, especial­
mente si la fractura del cúbito no es completa. En hasta el 50%
de los pacientes, el diagnóstico no se realiza en la evaluación
inicial y el tratamiento es controvertido en estas lesiones pasadas
por alto que se diagnostican de forma tardía.12-14 Aunque en
el pasado se ha defendido el tratamiento conservador, muchos
autores recomiendan la reducción abierta, ya que una cabeza
de radio que no se ha reducido se asocia a dolor y los resultados
de la reducción abierta son buenos, aunque se ha descrito una
restricción residual de la movilidad.14,15
Hay varios factores asociados a un mal pronóstico. El fracaso
en la reducción del cúbito hasta lograr la alineación anatómica,
la luxación persistente de la cabeza del radio y el daño nervioso
asociado se han relacionado con un mal resultado.9 La fracturaluxación crónica de Monteggia debe tratarse quirúrgicamente
con una reducción abierta.9
FRACTURA DE GALEAZZI
Fig. 58.7 Proyección lateral que muestra una fractura del cúbito en
proceso de consolidación, con un callo maduro que contribuye a la
remodelación (flecha blanca), con consolidación ósea, 3 meses después
de la lesión. No se observa luxación.
Fig. 58.8 Proyección anteroposterior (AP) que muestra una fractura del
cúbito en proceso de consolidación, con un callo maduro que contribuye
a la remodelación (flecha blanca), con consolidación ósea, 3 meses des­
pués de la lesión.
Se trata de una fractura del radio asociada a una luxación de
la articulación radiocubital. Esta fractura no es frecuente en
la población pediátrica.7,16 La fractura recibe el nombre del
cirujano italiano Riccardo Galeazzi. Las fracturas de Galeazzi
representan entre el 1-3% de las fracturas del antebrazo y a
menudo pasan desapercibidas;16,17 en una serie, el 41% de estas
lesiones no se detectaron.17 La fractura del radio suele localizarse
en el tercio distal y medio del hueso. La categorización más
utilizada de esta fractura es el sistema de clasificación de Letts y
Rowhani, que también describe las variantes de Galeazzi.9,18,19
En los pacientes con un esqueleto inmaduro existe una fractura
equivalente a la de Galeazzi, en la que la alteración asociada de
la articulación radiocubital distal aparece como una epifisiolisis
cubital distal.19
Las lesiones de Galeazzi suelen tratarse de forma conservado­
ra en los pacientes pediátricos (a diferencia de la población adulta,
en la que el tratamiento conservador suele asociarse a unos
malos resultados), mediante la reducción cerrada seguida de
inmovilización. Sin embargo, si hay inestabilidad, fracaso de la
reducción cerrada o si se sospecha que hay un atrapamiento de
un tendón extensor, está indicada la reparación quirúrgica.1,9,16
Las complicaciones no son frecuentes, pero existe un pequeño
riesgo de pseudoartrosis del radio o de subluxación recurrente; la
tasa de complicaciones aumenta con el retraso en el diagnóstico
o la inmovilización inadecuada.1,9
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58 • Gemelos italianos: fracturas de Monteggia y Galeazzi
PUNTOS ESENCIALES DE LOS ESTUDIOS DE IMAGEN
1. La radiografía simple es la modalidad de imagen de elección
ante los traumatismos osteomusculares.
2. Deben obtenerse dos proyecciones del antebrazo (AP y late­
ral).
3. Se debe controlar debidamente el dolor para optimizar el
estudio de imagen. Si se ha colocado una férula, debe reti­
rarse antes de obtener las imágenes si es posible.
4. Una lesión de Monteggia consiste en una fractura 
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