Subido por Elena Contreras Enciso

MUJERES QUE DAN FRUTO

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CONGRESO DE MUJERES REMA 2024
Ps. Elena de Morales
12 el justo florecerá como la palmera;
Crecerá como cedro en el Líbano.
13 plantados en la casa de Jehová,
En los atrios de nuestro Dios florecerán.
14 aun en la vejez fructificarán;
Estarán vigorosos y verdes,
Salmo 92:14
“Fructificando en la Vejez: El Llamado de Dios a la Plenitud”
Buenas tardes, queridas hermanas en Cristo…
Es un honor estar aquí con ustedes en este congreso de mujeres, un espacio dedicado
a nuestro crecimiento espiritual y a fortalecer nuestros lazos como hermanas en la fe.
Hemos estado explorando junto con mis hermanas pastoras expositoras, el Salmo 92,
versos 12 y 13. A mí me toca que revisemos el versículo 14, que dice:
“Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes.”
Este versículo no solo es una promesa maravillosa, sino también un recordatorio de
la valiosa perspectiva de Dios sobre todas las etapas de nuestra vida. A medida que
avanzamos, quiero que consideremos cómo podemos aplicar esta verdad y cómo podemos
florecer y fructificar, sin importar nuestra edad. Veamos los siguientes tres puntos:
I. La Vejez en la Perspectiva de Dios
En nuestra sociedad, la juventud suele ser vista como la cima de la vida, mientras que
la vejez es a menudo sinónimo de inutilidad. Sin embargo, en el plan de Dios, se nos muestra
una visión radicalmente diferente.
La vejez es una temporada para fructificar con más sabiduría
Fructificar en todas las etapas de la vida: La capacidad de dar fruto no se desvanece con
la edad. Dios nos llama a ser productivas, dar buenos resultados al continuar impactando la
vida de los demás. Esta promesa se aplica tanto en lo espiritual como en lo práctico.
El vigor del que habla el salmista va más allá de lo físico: Se refiere a una energía y
vitalidad espiritual que viene de una relación profunda con Dios. Este vigor se refleja en
nuestra disposición para servir, amar y compartir nuestra fe. Es una invitación a mantenerse
activos en la vida de la iglesia, a mentorear a las generaciones más jóvenes y a ser ejemplos
vivientes de la gracia y fidelidad de Dios.
En la Biblia, encontramos numerosos ejemplos de personas que realizaron grandes obras para
Dios en su vejez. Menciono dos de ellos:
1. Ana, la profetisa:
Estaba también allí Ana, profetisa, (…), de edad muy avanzada, (…); y era viuda hacía
ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos
y oraciones, (…) hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. (Lucas
2:36-38).
2. Aarón y Moisés:
Este es aquel Aarón y aquel Moisés, a los cuales Jehová dijo: Sacad a los hijos de Israel de
la tierra de Egipto por sus ejércitos. Estos son los que hablaron a Faraón rey de Egipto, para
sacar de Egipto a los hijos de Israel. Moisés y Aarón fueron estos (…) Era Moisés de edad
de ochenta años, y Aarón de edad de ochenta y tres, cuando hablaron a Faraón. (Éxodo 6:2627 y 7:7).
3. Abraham y Sara:
Dijo también Dios a Abraham: A Saraí tu mujer no la llamarás Saraí, más Sara será su
nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre
de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro,
y se rio, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de
noventa años, ha de concebir? (Génesis 17:17).
II. Cultivando el Vigor y la Vitalidad Espiritual
Fortaleciendo nuestra relación con Dios: La oración, el estudio de la Biblia y la adoración
son fundamentales para mantenernos conectadas con Dios. Es en Su presencia donde
encontramos la fortaleza y el entusiasmo que necesitamos.
Plenitud en el servicio: Estar plantadas en la casa de Dios significa una vida activa en la
comunidad de fe. Podemos servir de muchas maneras, desde liderar un grupo de oración,
enseñar a los niños, hasta ser mentoras para las mujeres más jóvenes.
Compartir sabiduría: Nuestras experiencias y lecciones de vida son tesoros que podemos
compartir. En la comunidad, podemos ser guías y ejemplos vivos de la fidelidad de Dios.
Salud física y mental: Nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20),
y debemos cuidarlo. Mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio regularmente y participar
en actividades que estimulen la mente son esenciales.
Actividades enriquecedoras: Lectura, aprender nuevas habilidades, y participar en
actividades sociales pueden ayudarnos a mantenernos activas y alertas.
III. Aplicaciones Prácticas en Nuestra Vida Diaria
Recordar la fidelidad de Dios: Tomarnos un momento para reflexionar sobre cómo Dios ha
sido fiel en nuestras vidas nos fortalece y nos permite ver Su mano guiándonos en cada etapa.
Testimonio para otros: Nuestras historias de vida pueden ser un faro de esperanza y ánimo
para otras mujeres. Consideremos compartirlas en grupos de estudio bíblico o escribirlas para
que sean leídas por futuras generaciones.
Servicio en la iglesia y la comunidad: Identifiquemos áreas donde podemos ser de ayuda.
Desde liderar un estudio bíblico, visitar a personas enfermas, hasta apoyar en eventos de la
iglesia, cada acto de servicio cuenta.
Pequeños actos de bondad: No subestimemos el impacto de nuestras acciones, no importa
cuán pequeñas parezcan. Cada gesto de amor y servicio es significativo en el reino de Dios.
Crecer juntas en fe: La comunión con otras mujeres de fe es vital. Grupos de oración y
apoyo son espacios donde podemos compartir nuestras cargas y alegrías y fortalecernos
mutuamente. Participar en estudios bíblicos y talleres nos ayuda a crecer juntas, a aprender
unas de otras y a profundizar nuestra fe.
Conclusión
El Salmo 92:14 nos ofrece una visión maravillosa de la vejez en el reino de Dios. Nos asegura
que, incluso en nuestra vejez, podemos seguir siendo fructíferas, vigorosas y llenas de vida.
Hermanas, cada etapa de nuestra vida tiene un propósito divino. Dios nos llama a abrazar
cada momento con fe, a seguir sirviendo y creciendo, y a ser un testimonio de Su amor y
fidelidad.
Desafío personal: Les invito a reflexionar sobre cómo pueden seguir siendo fructíferas y
vigorosas en sus propias vidas. ¿Dónde pueden servir? ¿Cómo pueden fortalecer su relación
con Dios? ¿Cómo pueden compartir su sabiduría y experiencia con otras?
Llamado a la acción: Sigamos adelante con valentía y fe, floreciendo y dando fruto para la
gloria de Dios.
Oración de Cierre
Oremos juntas:
Padre Celestial, te damos gracias por tu palabra y por la promesa de una vida fructífera en
todas las etapas. Ayúdanos a mantenernos conectadas contigo, a ser fuentes de tu amor y luz
para los demás, y a seguir sirviendo con alegría y vigor. Fortalece a cada una de nosotras,
que podamos vivir plenamente y con propósito, sin importar nuestra edad. En el nombre de
Jesús, Amén.
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