Hermanas mayores - Hijas de la Caridad

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HERMANAS MAYORES EN LA COMPAÑÍA
“Qué alegría ser hoy una de las Hijas de la Caridad mayores en la Compañía”, dirá cada Hermana que por su condición de “mayor”, es objeto del
afecto, atención, cuidados y otros gestos humanos y espirituales que la Compañía le brinda.
Qué alegría estar en este mundo, acompañando
la sucesión de cambios asombrosos, rápidos,
constantes y numerosos, como también de
hechos con las mismas características; hechos
por los cuales hay que maravillarse, por lo novedosos y útiles a la humanidad, y otras porque son
interpelantes, motivos de reflexión, de dolor, por
lo inhumanos y destructores.
Las Hermanas mayores queremos ser, en cuanto
esté de nuestra parte, miembros vivos y útiles a la
Compañía y a los Pobres, en este mundo que
hemos vivido y en el que estamos “…”. Queremos
ser conscientes de nuestra realidad humana personal y comunitaria en la Compañía: comprendemos que, en todo aspecto, nuestras fuerzas y posibilidades van
disminuyendo; todavía conservamos otras y gozamos de la alegría espiritual e inmensa para seguir disfrutando
los bienes que el Dueño de la vida nos depara.
Miremos la vida siempre con expectativa, con optimismo e ilusión, y disponibles a encarar gozosamente la alternativa que nos permita volar….y volar. No asumiremos lo que supera nuestras posibilidades, pero no huiremos
a aquello para lo que nos sentimos todavía capaces y felices.
ENVEJECIMIENTO
No es de carácter patológico. No es una enfermedad. Es un proceso con sus etapas definidas, pero imperceptibles en sus efectos: bebé, infancia, niñez, adolescencia, joven, adulto, adulto mayor, viejo…. La
vejez, pues no es equivalente a enfermedad, ni a incapacidad, ni a invalidez, aunque en su mayor grado
pueda padecer una de estas limitaciones. La vejez es una etapa hermosa de la vida y empieza, dicen
unos, “desde cuando nacemos”, y otros: “desde los 50”, a la cual, sin o con preparación, se llega.
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La edad cronológica, como la psíquica y la física, no es la misma en todas las personas, al contrario, es notable su diversidad, y esta obedece a muy variadas razones (hereditarias, psicológicas,
de salud, culturales, otras), que no vamos a tratar aquí.
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Sólo digamos: entre los factores que influyen en el proceso de la vejez están el emocional, la calidad de vida de esta etapa, el acompañamiento de la familia, la aceptación de la natural y propia
finitud, que hace aprender a vivir cada día, naturalmente, (sin angustia) el proceso de envejecimiento; saber que cualquier posibilidad de vivir una vida saludable y útil, hace sentirse bien.
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Nos encontramos no en raras ocasiones con personas que llegan a 90 o 95 años todavía, lúcidas y
físicamente capaces de desenvolverse normalmente.
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En algunos países, como Estados Unidos, pronostican que para las próximas décadas habrá hasta
millones de personas de más de cien años, físicamente sanas y lúcidas.
HERMANAS MAYORES EN LA COMPAÑÍA
TIEMPO DE ESCOGER
Estamos en la etapa de mayor oportunidad que nos
permite más que nunca atrevernos a ser nosotras
mismas y a cambiar, cuando el horizonte ya no
está tan lejano y no hay tiempo para postergar.
La forma de desperdiciar el resto de la vida es deprimirse y convencerse que no hay alternativas
frente a las limitaciones, cuando sabemos que todas las etapas tienen sus propios límites.
Otra forma de perder oportunidades de nuevos desafíos es negando el paso del tiempo aferrándose a
las mismas fórmulas de etapas anteriores, tratando
de seguir compitiendo en una carrera perdida de
antemano, y reflejando una imagen patética de si
mismos a los descendientes.
Lo mejor es aceptar los límites para lograr trascenderlos y poder llegar a sentirse mejor que nunca, con la serenidad de quien a madurado sanamente como para comprender el sentido esencial de los cambios en la existencia. Es la oportunidad del viaje del alma hacia la interioridad, que no tiene edad ni tiempo, de cuidar el cuerpo
manteniéndose activo y sociable, de disfrutar de la pareja, de renovar intereses, distracciones y actividades, y
de intentar una mayor apertura al mundo liberándose de las estructuras rígidas, atreviéndose a incursionar en lo
novedoso y creyendo firmemente en que el desarrollo y crecimiento personal no tiene fin y que nunca es tarde
para empezar.
DURACIÓN DE LA VIDA
Séneca dice: “En la vida sucede igual que en el teatro: lo importante no es cuánto dura la actuación,
sino cuán buena es”. De igual manera, no importa cuánto viva un hombre sino cómo vive, por qué vive.
La edad promedio en los seres humanos es de 115 años máxima.
La supervivencia de los seres humanos, registrada entre 110 y 115 años no ha cambiado durante el
último siglo. Es posible que la duración máxima de la vida de sea ente 110 y 120 años.
En 1986, la persona de mayor edad fue Shigechuyo Izumi, un japonés cuyo nacimiento se registró en
1864 (122 años de edad).
Dato curioso en los animales: La duración de vida en un elefante indio es 70 años; l del caballo 46; la
del gato doméstico 28; la del cerdo 27; la de la oveja y el perro 20; la de la rata 5 y la del ratón casero 3.
Salmo 92, 13 – 15
El justo florecerá como una palmera, crecerá como cedro del Líbano.
Plantado en la casa del Señor, florecerá en los atrios de nuestro Dios.
Aún en la vejez seguirá dando fruto, conservará su verdor y lozanía.
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