Subido por Camila

Pensando en las prácticas.

Anuncio
Pensando en las prácticas
En la presente clase, trabajaremos sobre el abordaje de la enseñanza y haremos especial énfasis en los
difíciles requerimientos que el presente nos demanda afrontar.
Nuestros objetivos están orientados a que el tratamiento de los contenidos propuestos posibiliten la
proyección de prácticas de enseñanza configuradas desde la didáctica crítica para dar respuesta a contextos
diversos, en formatos creativos, sostenidas en el vínculo pedagógico y comprometidas con los principios de
inclusión y democratización del conocimiento. Esperamos también favorecer la reflexión sobre las
decisiones que como docentes vamos tomando en relación con el currículo a partir de las vivencias que ha
provocado el aislamiento social y la educación remota de emergencia.
Hacia una reconfiguración de la enseñanza en este presente
Los y las docentes se ven interpelados en este tiempo por un nuevo reto: enseñar sin el contacto cotidiano,
cara a cara, con sus estudiantes y sobre todo, enseñar construyendo con ellos una relación mediada por la
tecnología. Este presente nos impone desarrollar prácticas educativas en la escuela centralmente definidas
por la tecnología, o por su ausencia, con todo lo que ella posibilita e imposibilita.
De esta manera, la educación remota impuesta por la pandemia ha significado abandonar el espacio del
aula física, y lo que implicaba: el disciplinamiento de los cuerpos y las subjetividades, las posibilidades de
encontrarse con el conocimiento en procesos comunicacionales “orquestales”, el juego y la conflictividad
propia de la grupalidad y la diversidad, y todo lo que supone la experiencia de habitar espacios comunes con
fines educativos. Estos procesos en el aula física tenían efectos performativos en subjetividades de docentes
y estudiantes —entendemos la performatividad como un mecanismo lingüístico, social y político que
produce aquello que nombra y que tiene efectos materiales y simbólicos sobre nuestras vidas—. Así, los
lugares que ocupamos en las aulas, estar en la “zona de acción” o en los márgenes, los rituales que
repetimos, los roles que se nos asignan y asignamos producen en nosotros esquemas de acción que se
trasladan al espacio social y posibilitan un sostén identitario que constituye y da sentido a la escena
educativa.
¿Cómo ha sido esto interpelado en el presente? ¿Qué formas tienen y tendrán los cuerpos y miradas que
ahora parecen ser “formateados” a través de las pantallas?
La imagen que compartimos, cuyo autor es Chelo Candia, parece ser elocuente respecto de los efectos
performativos de estas nuevas escenas educativas sobre los niños. O más bien, sobre aquellos que pueden
estar tomando clases a través de plataformas de videoconferencias, que sabemos que no representa a toda
la población escolar.
La #pospandemia y les pibites 1 - Humor gráfico - digital (Chelo Candia)
Publicado el 4/09/2020 en https://www.facebook.com/artechelocandia/
Enseñar en ausencia de presencialidad ha significado para el colectivo docente la necesidad de repensar sus
prácticas, para “acomodarlas” a nuevas exigencias, exigencias que no formaban parte del horizonte
inmediato de sus preocupaciones y, para muchos de ellos, ni siquiera de un horizonte lejano. Aprender a
enseñar de manera creativa recurriendo a las múltiples herramientas que la tecnología ofrece, pensando en
cómo construir saberes con los estudiantes, apelando a modos no explorados antes, encontrar las maneras
para que la relación pedagógica se produzca en el marco de la educación remota, ¿son los nuevos
significados de la educación transformadora? ¿En qué consiste en este contexto la transformación?
Citando a Freire, señala que la educación transformadora, problematizante, se enraíza en el presente
dinámico y llega a ser revolucionaria, en tanto educación comprometida con la denuncia de las injusticias y
la transformación de la realidad.
A partir de esta breve caracterización, nos interesa actualizar la pregunta por las funciones de la educación,
trayéndola al ruedo de este presente, atravesado por la pandemia, con la consecuente e inevitable
transformación de las prácticas educativas escolares, en prácticas desarrolladas a través de medios
tecnológicos. Un presente en el que, si algo ha resultado contundente, ha sido la acentuación de la
desigualdad en términos del acceso a esos recursos. Entonces, entendemos que estas preguntas tienen hoy
más actualidad tal vez que en otros contextos socio-histórico-políticos.
¿Es suficiente aprender a enseñar apelando a recursos aportados por la tecnología, para el desarrollo de la
función renovadora de la educación?
El currículum en el contexto de pandemia: qué enseñar y por qué
La selección de saberes relevantes y con sentido para el presente y para un mundo desconocido por-venir.
Refresquemos algunas breves cuestiones sobre el currículo, como para saber a qué nos referimos con ese
concepto.
Macedo y Lopes (2011) consideran que, para describir el currículum, es necesario dar cuenta no solo de lo
formal, de aquello sobre lo que prescribe enseñar, sino también de lo vivido, de lo cotidiano. Más aún,
señalan que, para comprender lo que el currículo representa, es necesario salirse de las ataduras de tales
distinciones, pues en cualquier caso el currículum es una práctica de producción de sentidos, una práctica
de poder. Así, construye la realidad, proyecta nuestra identidad.
Para Tadeu da Silva (1999), también el currículum es centralmente una cuestión de poder, que se expresa
de múltiples maneras. Por ejemplo, en los procesos de selección y distribución del conocimiento escolar, al
privilegiar un conocimiento sobre otros. Se expresa también en el tipo de subjetividades que contribuye a
configurar, pues, entre las múltiples posibilidades, se privilegia una identidad o subjetividad como ideal por
sobre otras. En ese sentido, remarca, el currículum es una cuestión de identidad, porque “en el curso de
esta ‘carrera’ que es el currículo terminamos por convertirnos en lo que somos”. (p. 6)
Para estos autores, las preguntas centrales en el currículum están referidas por una parte al qué, qué se
transmite en la escuela, al por qué de esa selección y, junto con estas, ¿en qué quiere (el currículum)
convertir a las personas? Refieren entonces al futuro y obligan a pensar qué tipo de ciudadano debe la
escuela contribuir a formar. En ese sentido, la pregunta por los contenidos, que refiere a por qué estos y no
otros es crucial. Para mostrar de modo más cabal el influjo que ejerce el currículum, sobre las personas,
junto con ello, ineludiblemente hay que pensar: ¿entre quiénes y cómo se reparte el conocimiento escolar?
Con la intención de ampliar estas reflexiones, los invitamos a mirar el siguiente video, prestando especial
atención a la relación entre el mundo, la cultura y el currículum, orientados por las siguientes preguntas:
¿Qué elegir y por qué, frente a al ritmo vertiginoso de la producción de conocimiento sobre las
problemáticas del presente? ¿Seguimos con el ABC de nuestras disciplinas? ¿Transmitimos todo lo que
podemos? ¿O elegimos aquello que pueda provocar pensamiento y conmoción frente al mundo?
¿Qué papel cumple el currículum prioritario?
"Alike" es corto dirigido por Daniel Martínez Lara y Rafa Cano Méndez.
https://www.youtube.com/watch?v=kQjtK32mGJQ
Con el video y estas reflexiones, queremos mostrar la relevancia que el currículum y las teorías del
currículum, intentan evidenciar, cómo, a lo largo del extenso recorrido que representa nuestro paso por las
instituciones escolares, terminamos siendo lo que somos. El sentido del currículum como cuestión de
identidad es muy potente. No sólo porque da cuenta de lo dinámico de esa producción, recordemos que las
identidades nunca son fijas, sino porque nos permite dimensionar el peso de la influencia escolar sobre
nuestras vidas. Como lo han mostrado de manera magistral tanto los teóricos críticos como los poscríticos,
las escuelas no son espacios donde el conocimiento circula y se distribuye por igual entre las y los
estudiantes, sino más bien, se trata de espacios donde la desigualdad se produce y reproduce
cotidianamente de modos diversos.
Hemos transcurrido ya más de medio año de un ciclo lectivo que ha requerido del colectivo docente un gran
número de “acomodaciones”. No sólo la de aprender a movernos en el mundo de la tecnología, con las
revisiones necesarias en términos de estrategias de enseñanza, sino la de hacer esfuerzos enormes por
revisar una y otra vez nuestras planificaciones para repensar en los contenidos incluidos. De nuevo las
tensiones: se orientan hacia el qué enseñar y hacia los modos en que ese conocimiento se distribuye entre
todos. La cuestión se plantea entonces, por una parte, entre enseñar aquello que estaba incluido en el
currículum o enseñar poniendo en primer plano el presente, incluyendo nuevos contenidos que la
pandemia impone a la humanidad.
Algunas preguntas que dan cuenta de esta tensión son:
¿Cómo se define lo relevante, lo significativo? Más aún, ¿cómo se define lo necesario, lo imprescindible?
¿Relevante es lo que está ya definido en mis planificaciones o relevante es lo que el contexto de alguna
manera “impone”? Aquí es importante que ustedes lean el Currículum prioritario de Nivel Primario.
Por otra parte, la tensión también se extiende hacia los modos de distribución del conocimiento escolar.
¿El conocimiento está al alcance solo para aquellos estudiantes con los recursos tecnológicos necesarios
para acceder a él? O ¿Cómo resolver la apropiación de contenidos por parte de los estudiantes con escasos
o nulos recursos tecnológicos? ¿Qué otras nuevas tareas me demanda como docente garantizar que el
conocimiento llegue a todos?
Justicia curricular en un contexto desigual
Con Connell (1997), podemos ahondar el análisis de los retos que el contexto impone a las y los docentes no
solo al momento de decidir qué enseñar, sino también en el devenir del desarrollo cotidiano del currículo.
También en la lectura del texto seguramente encontrarán conceptos que les ayudarán a dar respuestas a las
preguntas anteriores referidas a las tensiones en el campo del currículum.
Como punto de partida, nos parece central señalar que, para Connell, la educación es una “empresa moral”
en el sentido de que la enseñanza y el aprendizaje como prácticas sociales nos enfrentan inevitablemente
con la definición acerca de nuestros propósitos y criterios para la acción, del mismo modo que con la
responsabilidad respecto de sus consecuencias. Esa calidad moral afecta también a las instituciones
educativas de modo que “si el sistema educativo trata injustamente a algunos de sus alumnos, no son estos
los únicos que lo padecen. La calidad de la educación de todos los demás se degrada”, (p. 22). Una
educación digna, señala, debe ser justa. A sabiendas de que la educación es no solo reproductora, sino
productora y legitimadora de desigualdad, en tiempos como los que vivimos en los que el acceso a la
tecnología es tan diverso y sobre todo desigual, la lectura de Connell representa un llamado de atención,
más aún, una exhortación a no continuar reforzando ni produciendo más injusticia a través de la propuesta
educativa que realicemos a los estudiantes.
Adoptar el concepto de justicia curricular que la autora desarrolla, permitirás visibilizar algunas formas en
que la escuela acrecienta las injusticias y, de ese modo, combatirlas. Volver visible lo que no nos aparece a
simple vista en los procesos educativos es una práctica necesaria pero difícil, porque nos sustrae de nuestro
trabajo cotidiano y exige de nosotros un esfuerzo de develamiento. Connell postula tres principios en torno
a los cuales analizar si las escuelas son justas o no y proponer a partir de ellos un currículo justo:
1) Atender los intereses de los sectores menos favorecidos de la sociedad. Llevar adelante este principio en
el campo del currículum implica la construcción de currícul contrahegemónicos; pero no uno solo, sino
varios proyectos que abarquen las múltiples diversidades, de género, etnia, clase, entre otros.
2) Garantizar la participación y la escolarización común. Este principio nos conduce a sostener que en una
sociedad democrática los estudiantes, como ciudadanos, deben ser participantes activos en la toma de
decisiones, lo que requiere conocimientos y destrezas que la escuela debe proporcionarles a todos por
igual. Esa es la base, dice Connell, del currículum común, que debe distribuirse por igual entre todos los
estudiantes, sin mediar procesos de selección para acceder a él, puesto que la selección podría favorecer a
unos grupos sobre otros.
3) Producción histórica de la igualdad. Este principio nos vuelve consciente el hecho de que es necesario,
desde una perspectiva crítica, enseñar a nuestros alumnos a analizar las relaciones entre educación, cultura,
política, economía. De ese modo, es posible mostrarles que la igualdad en la sociedad no es estática, sino
que se está produciendo siempre, y que el papel de la acción humana es fundamental, en tanto puede
contribuir a alcanzarla, sostenerla y reafirmarla. Sostiene Connell que “las prácticas curriculares son injustas
cuando reducen las capacidades de las personas a mejorar su mundo. Aniquilar el sentido de posibilidad
puede ser tan efectivo como cualquier propaganda positiva en favor de la esclavitud”, (p. 72).
Para pensar en base a lo que compartieron en el encuentro sincrónico, con respecto a la información
obtenida en el contacto con algunas docentes orientadoras:
¿Cuán justas son nuestras prácticas de enseñanza en este contexto mediado por tecnologías? ¿Contribuyen
con la construcción de un currículum común?, ¿atienden los intereses y necesidades de los estudiantes
menos favorecidos de nuestros cursos? ¿Les permiten problematizar su rol frente al currículum en sus
futuras prácticas como docentes?
Posibilidades de la educación dialógica crítica en la enseñanza remota
Asumiendo el deseo y el posicionamiento crítico transformador de las prácticas de la enseñanza con la
mirada puesta en la justicia curricular, otro interrogante que emerge en el campo de la didáctica tiene que
ver también con el cómo, con los modos en los que se puede dar forma a esta ambición en este contexto.
En una propuesta con intencionalidad transformadora, desde las perspectivas crítica, y tomando a Paulo
Freire como referente, no podemos obviar la cuestión del diálogo como un elemento nodal y no solo como
un recurso accesorio o introductorio a las propuestas de enseñanza.
Desde la didáctica, Marta Souto definía al acto pedagógico en 1993 como un encuentro, una relación, que
se da en un espacio y en un tiempo compartido, conjugándose en un contexto sociocultural, un tiempo
histórico social, y tiempos históricos personales.
Este es el concepto que hemos escuchado durante años, en el que la construcción dialógica del
conocimiento cobraba sentido en relación con el mundo social. El tiempo presente nos obliga a revisar su
significado e incluir variables para dar cabida a la multiplicidad de escenas educativas que se suceden,
mediadas por la tecnología o no, que se caracterizan mayormente por la “asincronía” y la multiplicación de
tiempos y espacios para aprender, en las que los límites entre lo público, lo privado y lo doméstico parecen
haberse esfumado. Uno de los riesgos que algunos especialistas (Dussel, Terigi, Caruso2) están advirtiendo
respecto de esta falta de fronteras entre estas esferas está vinculado con la necesidad que tiene la escuela
de erigirse simbólica y materialmente como “un espacio otro” donde se pueda diferenciar de la experiencia
cotidiana para construir saberes con otras lógicas.
Es claro, entonces, que, cuando la escuela se materializa en la casa de los estudiantes, se requieren
movimientos para intentar conservar, construir, redefinir un espacio simbólico de encuentro donde la
construcción del conocimiento sea posible en estas condiciones y que, además, nos permita repensar las
estrategias didácticas más allá de la situación de emergencia. Como dice Patricia Sadovsky, el diseño y la
distribución de tareas se ha constituido en una de las prácticas de enseñanza más frecuentes en un primer
momento del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en nuestro país. Mientras los docentes de los
niveles inicial y primario intentaron sostener el trabajo de los estudiantes mediante este recurso, los
profesores de los niveles medios y superiores se focalizaron en la distribución de contenidos mediante el
ofrecimiento de lecturas, teniendo como horizonte que los estudiantes no “pierdan”, no se “retrasen”, tal
como dijimos antes, a la espera de poder realizar la actividad de mediación cuando volvamos a la
presencialidad. En uno y otro caso, cabe preguntarnos por el lugar de la interacción, del vínculo pedagógico
y de la construcción dialógica de los saberes.
Nuevamente nuestras preguntas:
¿Es suficiente el intercambio de tareas o contenidos con su respectiva valoración, para hablar de estrategias
de educación dialógica?
Para ayudarnos a pensar la respuesta, recordemos el concepto de estrategia didáctica que propone
Anijovich (2009): Son modos de pensar la clase, son opciones y posibilidades para que algo sea enseñado;
son decisiones creativas para compartir con nuestros alumnos y para favorecer su proceso de aprender; son
una variedad de herramientas artesanales con las que contamos para entusiasmarnos y entusiasmar en una
tarea que, para que resulte, debe comprometernos con su hacer. (p. 23)
Si bien las estrategias didácticas siempre nos remiten a la dimensión metodológica, entendidas como el
proceso de toma de decisiones de los docentes para orientar el aprendizaje de los estudiantes, se pueden
pensar como una trama que da sentido a la selección de contenidos, a su secuenciación y presentación, a
las actividades de aprendizaje que proponemos, a los recursos que presentamos, a la estética que
adoptamos, a los modos en los que nos comunicamos y, por supuesto, a la evaluación.
Una estrategia que privilegie el diálogo como posicionamiento ideológico y pedagógico enlazará cada uno
de estos componentes, teniendo siempre como punto de partida un interrogante a ser presentado a los
estudiantes. Intentará recuperar saberes previos, concepciones acerca del mundo, inquietudes y deseos;
provocará la reflexión y el intercambio entre los participantes; generará espacios de puestas en común de
los conceptos trabajados; respetará los tiempos personales y grupales para generar los conocimientos
compartidos; y seleccionará recursos abiertos con posibilidades de ser intervenidos por todos.
Si propuestas de estas características ya son un desafío en los espacios educativos conocidos, es
comprensible que nos resulte un reto aún mayor en el presente que estamos atravesando. Para afrontarlo,
hay un condicionante más sobre el que tenemos que tomar una decisión y es el medio por el que se
materializarán las interacciones de enseñanza y aprendizaje: no será lo mismo pensar en una plataforma
educativa (Moodle o Clasroom), una red social como Facebook, o un intercambio mediante correos
electrónicos o mensajería del tipo Whatsapp, o en formato de cuadernillos. Cualquiera sea la opción que
adoptemos debemos contemplar para su elección la disponibilidad de recursos tecnológicos de los
estudiantes ( o de la búsqueda de material impreso en la institución) y una evaluación respecto de las
posibilidades que brinda en torno a las interacciones grupales e interpersonales que posibilitarán o no una
estrategia dialógica. Entendiendo también que esta estrategia debe intentar evitar los intercambios
superfluos respecto a los saberes y posibilitar un intercambio significativo, un diálogo que permita
problematizar los contenidos y sostener procesos de reflexión compartidos acerca de ellos.
Bibliografía utilizada para el armado de la clase:
Abdala C. y Saientz, D. (2020). Clase Nro. 2: Pensar la clase y la enseñanza desde la didáctica crítica.
¿Otros/nuevos sentidos para la reproducción y la transformación? Saberes necesarios para repensar las
prácticas educativas en la Formación Docente. Buenos Aires: Ministerio
Descargar