Joveret de Socialismo Tema Tnua LA ESENCIA KIBUTZIANA Fundamentos kibutzianos: (qué conforma la esencia de la vida en el kibutz) Participación y pleno compromiso mutuo Corresponsabilidad, por la cual cada individuo es responsable por sí mismo y por los demás. La comunidad toda es responsable por el bienestar, la educación y el desarrollo del conjunto de los javerim, durante toda su vida. Participación en muchos de los sistemas vitales. Confianza, fraternidad y solidaridad como condición existencial Aliento de las relaciones humanas entre los javerim. Consideración, apoyo y estímulo. Trato integral e informal. El trabajo como creación Trabajo como fuente de sustento, como aporte a la sociedad, como medio de expresión personal. Igual valoración para todas las tareas. Motivación interna Motivación basada en la identificación, la conciencia social y la disciplina, y no en “premios y castigos” personales. Conducta moral Cultura de consideración y tolerancia. Comportamiento individual según normas éticas. Aporte laboral y no especulación. No-explotación del prójimo. Libertad Margen de decisión para la elección personal con responsabilidad social y consideración del otro. Compromiso socio-político Confrontación con desafíos socio-políticos. Corresponsable por el futuro del pueblo judío y la conformación de la sociedad israelí. Realización Aspiración de concreción de ideales y principios como valor en sí mismos. El kibutz – cédula de identidad: El kibutz es una comunidad colectiva compuesta por individuos y familias cuyo objetivo principal es potencial las virtudes de lo colectivo, para desarrollar al hombre y asegurarle una vida rica y significativa en el marco de una sociedad justa. El kibutz es un intento social constate de dar respuestas responsables a los problemas del hombre y la sociedad en las circunstancias cambiantes que la realidad les depara. El kibutz aspira a tomar parte en la formación de la sociedad israelí y en la creación cultural judía y universal, a partir de un compromiso activo en los círculos sociales, económicos, culturales y políticos, aplicando modelos colectivistas a la resolución de problemas básicos que escapan a su entorno inmediato. Esta militancia es esencial a su existencia, pero su importancia va más allá de lo existencial y ahonda el sentido de la vida en el kibutz. Después de ochenta años de existencia, es necesario admitir valiente y sinceramente que no siempre y no en todas las áreas puede decirse que el kibutz logró concretar sus metas. Precisamente en estos días nos encontramos sumidos en una época muy dura, en la que se han multiplicado los interrogantes y acrecentado las dudas. La lucha y la confrontación incesante en aras de la consecución de las metas válidas, revisando constantemente los medios para lograrlas, son la justificación para la continuidad de este experimento singular que es la vida comunitaria en el kibutz. Principios esenciales del kibutz y valores del socialismo Centralidad del hombre (humanismo): considerar a cada persona como objetivo de la cción colectiva, aún cuando es ella quien sirve a la sociedad. La responsabilidad comunitaria por la cristalización del máximo de potencial humano de la maoría de los javerim. Confianza recíproca: un alto grade de confianza basado en ele conocimiento y la selección controlada de los socios, y en sistemas de control (que aún debemos institucionalizar) que sustentan la confianza. Fraternidad (solidaridad): una sociedad que fomenta las relaciones humanas, la amistad y la consideración de las necesidades del prójimo, la informalidad, la reducción de la alienación y la soledad, y cultiva la cultura grupal. Libertad (voluntarismo): integración y abandono por libre elección (el kibutz se reserva el derecho de rechazo), y preservación de un margen de elección y decisión personal, tomando en cuenta las necesidades del individuo y las de la comunidad. Igualdad: igualdad física básica e igualdad de derecho de satisfacción de las necesidades básicas propìas de cada individuo, independencia directa entre la capacidad y el aporte concreto del javer en la satisfacción de sus necesidades. Igualdad de valor e igual valor de la opìnión (democracia). Trabajo: el trabajo como sustento, como expresión personal, como participación activa por medio del equipo, y como manifestación de la responsabilidad social. Abstención de explotación del prójimo e igual valoración de toda tarea y de todo trabajador. Autogestión democrática: una sociedad que administra todos sus sistemas vitales y mantiene un régimen de vida de democracia activa e informal. La participación y el compromiso de sus miembros se da a través de las distintas áreas del equipo, la comisión, el grupo de interesados, etc. Realización: una forma de vida que brega constantemente por la realización de los valores y por la consecución de las metas como un valor en si mismo. Una combinación entre la auto-realización, el aporte a la sociedad y la particiàción en objetivos comunes. LOS PRINCIPIOS KIBUTZIANOS EN DISTINTAS ÉPOCAS Período Características generales Años:1930-1950 Sociedad disciplinada, miembros involucrados, individuo al servicio de la comunidad, condiciones de vida pobres, énfasis en el activismo, objetivo: construcción del país vinculado al ideal. Años: 1960-1980 Sociedad productiva, miembros productivos, kibutz como hogar, individuo al servicio de la comunidad, nivel de vida crece, énfasis en el consumismo, objetivo: construcción del kibutz considerando al individuo. Igualdad Igualdad en pobreza, felices con poco. Libertad de pertenencia (pertenencia total a la comunidad) Igualdad en cantidad (objetos) Libertad de socios (y resignación en aras de estar juntos). Democracia Decidir juntos. Sobre todo los líderes dirigen y el individuo se identifica. Responsabilidad común Apoyo al javer necesitado en los límites de lo posible Participación Participación absoluta: todos se hacen juntos Decidir juntos la mayor parte, las instituciones dirigen y el individuo participa No hay límite al apoyo al javer necesitado dentro del kibutz. Gran participación, que deja alguna autoridad para la familia Trabajo Colaborar en la construcción del país: infraestructura agrícola (alimento), asentamientos (seguridad) Se trabaja donde se puede Libertad Colaboración interna en el kibutz: infraestructura industrial, servicios, nivel de vida. Se trabaja en ramos locales Años: 1990-2000 Sociedad creativa, miembros creativos, kibutz como marco de vida, comunidad como apoyo del individuo, calidad de vida crece, énfasis en implementar las capacidades, objetivo: construcción del ser humano responsable por la comunidad. Igualdad por elección (satisfacción) Libertad de elección (elección personal) libertad de responsabilidad. Decidir juntos lo principal, los equipos dirigen, el individuo decide en lo suyo. Apoyo al javer necesitado hasta el límite de la explotación o abuso. Participación elemental como base para el crecimiento del infividuo y la sociedad Sustento y creación construcción del ser humano: desarrollo de aptitudes, conocimientos y profesionales, tomando en cuenta consideraciones rentables y tratando de aumentar ingresos. Se trabaja en donde conviene y es interesante. COMPROMISO BÁSICO DEL JAVER KIBUTZ El javer acuerda personalmente atenerse a estas reglas y firma un documento escrito. El incumplimiento prolongado de este compromiso lo hará pasible de expulsión del kibutz. Los organismos del kibutz quedan obligados al incumplimiento de estos términos por decisión de la asamblea. Una instrancia de crítica interna o externa garantizará la implementación. Obligaciones individuales Obligaciones del kibutz Solidaridad Respeto de las decisiones: el javer Responsabilidad por el bienestar del respeta las decisiones básicas del javer: el kibutz se hacer cargo de la kibutz y actúa en consecuencia seguridad social del javer, y lo (forma de vida, corrección). apoya en caso de enfermedad o crisis personales. Responsabilidad por los hijos delos javerim: el kibutz se responsabiliza por la educación de todos los hijos de los integrantes hasta la mayoría de edad. Ocupación del trabajo Obligación de trabajar: el javer se Ocupación para todos: el kibutz integra a un trabajo productivo y asegura lugar de trabajo para todo cumple con las obligaciones javer interesado en trabajar, sin comunes de acuerdo con su grado límite de edad. de involucración y sus posibilidades. Ingresos personales Aporte de todos los ingresos Garantía de condiciones aceptables ordinarios: el javer aporta todos sus de vida: el kibutz asegura nivel de ingresos ordinarios, laborales y vida y condiciones de vivienda patrimoniales, a la caja del kibutz. aceptables a todos sus miembros, según sus posibilidades. Sistema de sanciones Sistema de sanciones: interrupción Sistema de sanciones: apelación a de la javerut en caso de una instancia externa. incumplimientos reiterados y Publicación de su evaluación, renuncia a atenerse a las reglas. obligación de cumplir sus indicaciones. OBLIGACIONES RECÍPROCAS – EL JAVER KIBUTZ Compromiso básico Obligación del javer Trabajar en una tarea rentada Aportar todos sus ingresos al kibutz Compromiso de acuerdo Actaur según las reglas y las decisiones y no abusar de la responsabilidad solidaria Expectativas Participar en las actividades del kibutz, desempeñarlas funciones y aportar en la medida de su capacidad. Consideración del prójimo y disposición a ayudarlo en la satisfacción de sus necesidades especiales. Obligación del kibutz Responsable del bienestar del javer, de su desarrollo y progreso personal y social,m de su seguridad social, de apoyo en la necesidad. Poner en práctica un sistema de acuerdos que asegur los derechos del javer y su futuro yle exija el cumplimiento de sus obligacioens. Poner en práctica reglas que eviten el abuso de la responsabilidad solidaria Desarrollar un sistema de negociación y encuentros sociales formales e informales. Consideración del otro y de sus necesidades especiales en todas las etapas de la vida. EL KIBUTZ SE RENUEVA El kibutz tradicional Participación centralizada y obligatoria Alto grado de solidaridad con preeminencia de las necesidades comunes Economía de producción esencialmente agríocola e industrial en el marco de las ramas productivas del kibutz Educación secundaria para todos, y educación superior (funcional) solo para parte de los miembros La mayor parte de los servicios y de los trabajos tienen lugar en marco del kibutz. El kibutz distinto Lo colectivo se reduce al mínimo La comunidad asegura solamente servicios básicos El sustento pasa a ser responsabilidad del individuo y las leyes de competencia de mercado rigen la red laboral interna La educación es elegida por el individuo y su entera responsabilidad. Desarticulación de las estructuras colectivas con miras a un “Yishuv Kehilatí”. El kibutz renovador Libertad de participación selectiva y descentralización de la responsabilidad. Solidaridad y responsabilidad conjunta por las necesidades del prójimo. Amplia gama de medios de subsistencia y ocupación profesional a cargo del kibutz, en gran medida. Educación superior para todos, y amplias posibilidades de formación profesional. Variedad de posibilidades de compartir, más allá del encuadre del kibutz, todas las estructuras vitales – “participación abierta”. REACCIÓN A LA CRISIS: COMUNAS Y KIBUTZIM URBANOS El kibutz dejó de satisfacer las aspiraciones de los jóvenes integrantes de muchos de los movimientos juveniles en Israel y en la Diáspora. La crisis en el movimiento kibutziano hizo a las tnuot replantearse si el kibutz seguía siendo su máxima aspiración de realización. Una de las respuesta a la crisis de los kibutzim fueron las comunas y los kibutzim urbanos. Ambas nuevas sociedades, dejaron de lado lo que algunos considerariían el pilar del kibutz: el trabajo agrícola, pasando a reemplazarlo por el cooperativismo y la preocupación por la sociedad y la justicia social. Los movimientos juveniles israelíes asociados con el sionismo socialista solían mandar a sus miembros a trabajar de forma voluntaria un año al kibutz (Shnat sherut) antes del servicio militar, también lo hacían los movimientos juveniles con la misma inclinación política de la diáspora. Sin embargo, desde hace unos años, el movimiento Hanoar Haoved Vehalomed (tnuá hermana de Habonim Dror), el más grande movimiento israelí, cambio su proceso tnuatí y comenzó a utilizar ese año para formar comunas en las ciudades en lugar de mandar a los jóvenes al kibutz. Los movimientos israelíes como Majanot Haolim y Hashomer Hatzair han seguido su ejemplo; desde hace ya unos años nuestra tnuá también lo ha checho, a paso más lento pero como gruto hoy existen cuatro comunot de Habonim Dror. Estos movimientos se enfrentan con problemas similares con los que se ha engrentado el kibutz a lo largo de su historia, pero ellos poseen el ejemplo para guiarse, analizar y decidir que paso deben para no repetir errores que ha cometido en algún momento del pasado el kibutz. En Hanoar Haoved Vehalomed, los miembros se niegan aa estudiar educación no formal en un marco no universitario (la universidad representa un sistema que hay que combatir), son expulsados. En Habonim Dror existen miembros que desarrollan una vida comunal y no necesariamente deben estudiar educación no formal, muchos de ellos han asistido o asisten a la universidad, la mayoría trabajan en el movimiento, encontramos miembros que trabajan con los sectores más débiles de la sociedad israelí y también existen aquellos que no necesariamente trabajan en relación con la educación. FORMAS DE VIDA SOCIALISTA Distinguimos básicamente 3 formas de vida socialista. Kibutz: es la forma de vida tradicional con un establecimiento agrícola colectivo donde se mantienen los valores socialsitas en la vida en comunidad. Los javerim adquieren derechos y compromisos frente al kibutz y al resto de los javerim. En un principio, y hoy en día en algunos casos, trabajan la tierra para contribuir al país. Otras contribuciones son por ejemplo el estableciemiento para marcar límites y defensa de Israel o el ulpan kibutz como sevicio para olim. Kibutz ironí: es el famoso kibutz urbano donde en una ciudad se juntan varias familias con ideales similares. Forman un bloque en la misma ciudad y tienen espacios colectivos como mohadon o jedar ojel. Es una adaptación de la idea kibutziana al mundo actual. También es conocido como “kvutzá kvutzot”, pues varias kvutzot (en la mayoría de sus casos en su forma más simple: en forma de familias) forman una kvutzá. Su contribución al estado es básicamente a nivel educativo con escuelas o mismo con trabajo social. Como claro ejemplo podemos poner al kibutz TAMUZ. Comuna: es la forma más simple donde se agrupa una kvutzá bajo un mismo techo y viven de una forma colectiva y colaboracionista. Todos colaboran para mantener la casa ya sea con las labores y/o financiamiento. Fragmentos de “La utopía del kibutz posible” Por: Darío Teitelbaum El hecho de la crisis del kibutz no necesariamente preanuncia su desaparición, a condición que separemos la idea humana que le dio origen, de su concreción en sistemas prácticos. (Hablando con un amigo que fue a visitarlo al kibutz) …Le advertí que estaba hablando de dos temas diferentes. Uno, la crítica a la sociedad llamada kibutz, más que una sociedad, una "marca registrada". Y el segundo, la forma que yo me manifiesto frente a los cambios. De una u otra manera el kibutz es el "cuchillo de mi Bobe", una marca registrada, una conciencia y concepto trascendental, más allá de la realidad concreta que viva hoy. EL KIBUTZ COMO "IDEA HUMANA" Todos queremos igualdad básica entre los hombres o por lo menos "igualdad de posibilidades para todos los seres humanos". Todos queremos democracia. Todos queremos una "vida significativa". Todos queremos "desarrollo personal y autorrealización". Todos queremos vivir en sociedad .Todos queremos "hacer algo más que comer-trabajar-dormir-procrear". Todos queremos "ser especiales, diferentes". Todos queremos ser distintos que la generación que nos precede. Todos queremos "dejar huella" en la historia de nuestro pueblo y en la historia humana. Todos queremos libertad sin oprimir a otros... Pues bien, se puede decir con un alto grado de seguridad que el kibutz en su "Idea Pura" se puso como objetivo utópico la combinación de los deseos ("todos queremos" de una juventud efervescente plasmándolo en un "modelo de vida ejemplar", plenamente antagónico a modelos de vida judía–humana en la diáspora a principios del siglo XX. …en líneas generales el común denominador de estas aldeas cooperativas (basado en la Idea Humana) se podría resumir en pocas frases que quizás no encierren ni la complejidad ni la significación de la empresa, pero dan una perspectiva comprensible inclusive hoy en día. 1. Co-propiedad de los medios de producción. 2. Igualdad (mecánica o progresiva) entre los miembros. 3. Democracia participativa y directa. 4. Responsabilidad mutua. 5. Misión popular-nacional. 6. Auto-abastecimiento económico, social y cultural. 7. Colectivismo ideológico. A esta síntesis de la "Idea Humana" se podrían agregar conceptos adicionales (y diferenciales entre cada uno de los movimientos kibutzianos), pero creo que son la esencia de lo que conocemos como "Movimiento Kibutziano". EL KIBUTZ COTIDIANO Me permito mencionar los factores centrales que propiciaron los cambios en el kibutz y en la sociedad kibutziana, sean estos factores exógenos o endógenos del kibutz. 1. Cambio generacional (el kibutz como sociedad multi-generacional). 2. Cambios en la sociedad israelí (¿normalización?). 3. Cambios en la sociedad judía (en Israel y en la Diáspora). 4. Establecimiento del Estado de Israel. 5. Cambios globales (y muy especialmente la supuesta muerte de las ideologías). Ante todos los factores de cambio mencionados, el kibutz desarrolló un paulatino (pero continuo) proceso de cambios, manejándose entre tres tensiones contradictorias presentes en toda discusión real o virtual. Bases fundacionales - Funcionamiento práctico – Voluntades personales LA UTOPIA POSIBLE Y justamente para ilustrar las posibles contradicciones, me permito presentar una serie de preguntas. 1. ¿Es necesario que los co-propietarios de los medios de producción coman juntos? 2. ¿En qué medida la democracia participativa es el camino práctico que permite tomar decisiones y ejecutarlas? 3. ¿Qué importancia tiene la misión voluntaria cuando ya existe el Estado de Israel? 4. ¿En qué medida realmente el kibutz permite el pleno desarrollo del potencial humano de sus miembros? 5. En una sociedad de múltiples identidades, ¿es posible mantener un "colectivo ideológico"? 6. ¿Qué ocurre cuando el principal medio de producción no es el tractor, sino la capacidad y creatividad del individuo kibutziano? 7. ¿Cómo conviven juntas tres o cuatro generaciones (abuelos–fundadores; hijos–producto clásico o víctima del sistema; nietos reformistas o neo-revolucionarios)? Y por último: ya que el kibutz es una isla cooperativista–socialista en un mar capitalista, ¿es posible mantener un sistema interno (kibutz) con normas morales y de conductas propias y, al mismo tiempo, relacionarse con el exterior desde la norma "todo vale" sin que esto influya en la propia vida interna del kibutz y sus normas? Ya entrando en la contradicción, y percibiendo los cambios que atraviesa el movimiento kibutziano y sus kibutzim, y sin abrir juicio o manejar prejuicio, quisiera decir que la Vida Kibutziana se podría presentar como oportunidad o como riesgo, especialmente para aquellos que consideran que la Utopía es noble, es humana, es justa, es valedera aun en días en los que parece que "el dinero triunfó", es digna y dignifica a quienes guían sus vidas con una brújula moral y justa. Digo oportunidad, ya que considero que el sistema kibutziano actual, más allá de su importancia en la gesta nacional–social y su rol en la empresa sionista, se alejó significativamente de su carácter de sociedad utópica y a pesar de esto, sigue siendo una de las sociedades más justas y humanas en el mundo. Digo riesgo, ya que lo que conocemos como el kibutz actual podría desesperanzar a jóvenes que ven a la Utopía como brújula, pero desisten ante la imposibilidad de ver en dicho kibutz actual un canal viable para sus vidas. Podría ser que justamente un kibutz distinto al de hoy, en el cual los recursos humanos, materiales y culturales de sus miembros co-actúen para lograr un bienestar general, sea también un ejemplo para el mundo de que se puede vivir en una sociedad basada en la igualdad (respetando las particularidades y las necesidades diversas), en la democracia (y un protagonismo real), en la solidaridad y en la voluntad de ser parte íntegra de la sociedad. El Kibutz - Qué, por qué, cuándo, dónde? Octubre 1999 - Por John Fedler, periodista, miembro del kibutz Beit Haemek Ha pasado casi un siglo desde que un pequeño grupo de jóvenes judíos que habían emigrado de Europa oriental, inspirados en el sionismo y el socialismo, fundaran la primera kvutzá ("grupo", en hebreo, posteriormente llamado kibutz, "comuna", cuando el número de miembros creció) en las riberas del Mar de Galilea. Si bien cada kibutz es una unidad social y económicamente autónoma, las federaciones nacionales coordinan las actividades y también algunos servicios. Hasta los primeros años del siglo XXI, la federación nacional más grande era el Movimiento Kibutziano Unificado, usualmente mencionado por su acrónimo hebreo TAKAM, a la que se encontraban afiliados cerca del 60% de los kibutzim. Aproximadamente un 32% de ellos pertenecían al movimiento Hakibutz Haartzí. Hoy en dia TAKAM y Hakibutz Haartzí estan unificados y forman parte del TAKATZ La tercera federación es Hakibutz Hadatí (kibutzim religiosos), a la que está afiliado un 6% de los kibutzim. Finalmente hay dos kibutzim ultraortodoxos que pertencen al movimiento Poalei Agudat Israel. La mayor parte de los kibutzim tienen una disposición similar, las instalaciones comunales como el comedor, un auditorio, las oficinas y la biblioteca en el centro, rodeadas por las casas de los miembros y los jardines. Las instalaciones educativas y deportivas se encuentran detrás de éstas y los edificios industriales y la tierra laborable se encuentran en el perímetro. En 1909 un grupo de jóvenes pioneros que desecaban pantanos cerca de Hadera y vivían como una comuna colectiva decidieron crear una granja independiente, propiedad de sus miembros-trabajadores, en Degania, formando así la primera "kvutzá". Otros grupos siguieron su ejemplo y hacia la Segunda Guerra Mundial había más de 30 comunidades de ese tipo en Palestina. Estos "padres fundadores" habían inmigrado a fines del siglo XIX y principios del siglo XX principalmente desde Rusia y estaban imbuidos por los ideales socialistas y el espíritu de la época, inspirados en la Revolución Rusa. Creían también en un sionismo basado en el retorno a la Tierra de Israel y en el cultivo de los campos. Creían que de esa manera llegarían a la creación de una nueva identidad judía, y esta posición expresaba también su posición política en la fundación de asentamientos judíos en Palestina. Estas primeras poblaciones se veían a sí mismas como familias ampliadas y contaban con pocos miembros. Por ejemplo, en 1913-14 Degania tenía sólo 28 integrantes. Eran pobres, la vida era dura y las tareas se centraban en la agricultura, que requería el desecado de pantanos, la remoción de rocas en las colinas y la transformación de partes del páramo en fértiles campos de labranza. Debían afrontar también el excesivo calor, la malaria y las enfermedades vinculadas con la desnutrición. La vida social giraba en torno del comedor, en el que la gente se encontraba, comía y hablaba. Las decisiones se adoptaban por medio de la democracia directa. En las discusiones, que frecuentemente se prolongaban hasta las altas horas de la noche, los miembros resolvían cómo distribuir los trabajos del día siguiente, cumplir con sus obligaciones, los quehaceres de la cocina y otras tareas; también debatían los problemas y tomaban las decisiones pertinentes.En la década del 80, la inflación de tres dígitos y las exorbitantes tasas de interés llevaron a muchas fábricas kibutzianas (junto con muchas otras empresas particulares) y a las comunidades en las que ellas se encontraban prácticamente a la ruina. Las deudas que los kibutzim habían contraído con los bancos crecieron drásticamente junto con la inflación (que en 1984 llegó al 450%). La macroinestabilidad causó severos problemas al movimiento kibutziano, que había tomado grandes préstamos para el desarrollo de sus industrias y un cambio en su estructura interna. En 1985, un tercio de los kibutzim se encontraban en dificultades financieras. El gobierno, los bancos y las federaciones kibutzianas llegaron a dos grandes acuerdos para la cancelación y la reestructuración de las deudas. El precio fue elevado: algunos kibutzim debieron vender tierras laborables para pagar sus deudas; otros, debieron reducir sus costos operativos, encontrar nuevas fuentes de ingresos y aumentar su productividad. Con frecuencia esto requirió recortes drásticos en la comida, la asistencia médica no esencial, la educación y los viajes, así como el abandono de ciertas concepciones ideológicas largamente sostenidas, en especial en el campo de la igualdad. En las primeras décadas de la vida independiente del estado, a pesar de algunos altibajos se vio un acelerado crecimiento de los kibutzim, tanto a nivel demográfico como económico. Nació una tercera y una cuarta generación de kibutznikim (miembros del kibutz) que dio lugar a la formación de grandes grupos familiares. El nivel de vida aumentó; en la década del 60 creció más rápidamente que en el país en general. En un lapso de 75 años, la población del kibutz creció continuamente; a partir de 1990 se encuentra en ligera declinación. Hacia 1948, con el establecimiento del Estado de Israel, los kibutzim habían logrado no sólo crear una sociedad singular sino que también eran en muchos aspectos un instrumento en la lucha para la creación del Estado y su temprano desarrollo. Los kibutzim tuvieron una función clave en el asentamiento de zonas alejadas y junto a las fronteras del futuro estado, en la absorción de nuevos inmigrantes, la defensa y el desarrollo agropecuario. Desde que esas funciones pasaron a manos del gobierno, la interacción entre los kibutzim y la sociedad general ha disminuido grandemente; si bien nunca ha desaparecido por completo, hoy en día es marginal. Año 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 201 Población 10 805 3900 26554 66708 77950 85110 111200 125100 115500 Número de kibutzim 1 12 29 82 214 229 229 255 270 267 21/01/2013 El País, España Regreso a los kibutz Hoy es el gran día para Inbal y Dori. Llevan dos años esperando este momento. El kibutz Gal-on decidirá esta tarde en asamblea si acepta a esta joven pareja israelí como miembros. Habrá una votación y, si todo va bien, Inbal y Dori se convertirán en una de las miles de parejas culpables de la resurrección del colectivismo en Israel. Los cientos de kibutz que encandilaron a la progresía de medio mundo durante los primeros años de existencia de Israel cuelgan ahora el cartel de completo. Con 143.000 miembros, los kibutz no habían tenido nunca antes tantos pobladores en sus 102 años de vida. Hoy los jóvenes quieren sentir el contacto con la naturaleza y el calor de la vida en comunidad. Pero sobre todo vuelven porque el 75% de los kibutz han cambiado a golpe de asamblea la forma de organizarse. Los miembros aún comparten mucho –comedor, coche, escuela, sistema de pensiones…–, pero ya no tanto como antes. El individuo ha ganado terreno al grupo. Se han modernizado y adaptado a las exigencias de una sociedad más individualista, dicen unos. Se han descafeinado hasta casi perder su razón de ser, piensan otros. Lo cierto es que han cambiado y que ese cambio ha seducido a miles de israelíes, a los que la colectivización total asfixiaba. Tras décadas de declive, aquellos experimentos sociales que sorprendieron al mundo florecen de nuevo. La joven pareja de Gal-on superó el test psicotécnico, el económico y la entrevista hace meses. Ahora forman parte de las 35 familias preseleccionadas que esperan una decisión final. A pesar de la trascendencia del momento, Dori dice que no está demasiado nervioso. Cuando le tocó salir al escenario a exponer los motivos por los que pedía el ingreso hace dos días ante el pleno de la comunidad, lo hizo casi a pelo, improvisó. Porque al fin y al cabo, él nació en este kibutz. Y aquí, en este vergel próximo a la depauperada franja de Gaza, casi todo el mundo lo conoce. Saben que creció en la casa de niños del kibutz, donde las madres dejaban a sus bebés a los tres días de parir y donde los cuidadores criaban a todos los niños del kibutz por turnos durante las noches. Por las tardes eran los padres los que se ocupaban de sus hijos. Los recuerdos de la infancia de Dori, como los de muchos niños del kibutz, son memorias de una niñez feliz. “A mí me encantaba. Podía enredar y jugar toda la noche. Si teníamos algún problema, había un interfono para llamar a los cuidadores”. Crecieron niños independientes, muy capaces de relacionarse con su entorno, aseguran los defensores del modelo. Pero la crianza colectiva fue precisamente la primera gran reforma del kibutz. La lideraron algunas madres que se negaron a abandonar a sus hijos por las noches. Con los años han aflorado multitud de traumas infantiles. Los niños diferentes –el gordo, el feo, el lento, el sensible– cuentan, ya de mayores, que sufrían más de la cuenta sin tener al lado a unos padres que les ayudaran a amortiguar los golpes propios de la crueldad infantil. A Inbal, la otra aspirante a Gal-on, como a muchos otros israelíes, la idea de colectivizar hasta los hijos le espanta. Las casas de niños ya no funcionan en ningún kibutz de Israel. Cada chaval duerme en casa con sus padres. El día lo pasan en la escuela infantil y jugando con los amigos entre el verdor de estos minipoblados, en los que no entran los coches. Los niños corretean y van de una casa a otra, sin que ninguna valla les corte el paso. Porque el kibutz es un lugar común. Lo dicen los estatutos y lo demuestra la arquitectura de estas comunidades repartidas por todo el país y que a simple vista podrían parecer una urbanización española con vecinos muy bien avenidos. Un paseo por el interior de cualquier kibutz enseguida desvela que esto es otra cosa. A las nueve de la mañana es hora punta en el comedor comunal de Ein Hashofet, en el norte del país, en la Galilea. Huevos cocidos, aceitunas, arenques ahumados y una bonita cristalera por la que entra el sol y a través de la cual se puede ver a los alumnos del colegio. Decenas de hombres y mujeres de todas las edades llenan sus bandejas con un opíparo desayuno propio de un bufé de hotel de lujo. Aquí esto es el pan nuestro de cada día. Comida subvencionada a precio de saldo, a cuenta del fondo común. Los 480 miembros depositan su salario en la caja comunal. A cambio reciben una paga mensual para sus gastos. La cuantía de la paga depende del tamaño de la familia. El kibutz se encarga del resto. Salud, escuela, universidad –que aquí consideran “una necesidad básica en la vida”–, pensiones para los mayores y cultura, entre una infinidad de servicios. Hay un lema que preside todo el invento y que resume muy bien la filosofía sobre la que se asienta el kibutz: “Todo el mundo pone lo que puede y recibe lo que necesita”. Tienen un pub, un auditorio, un pequeño museo, una piscina, un dentista gratuito, un diario interno que da cuenta de nacimientos, muertes y otros eventos, y hasta un minizoo en el que cada niño adopta y da nombre a uno de los animales. Compran además bienes y servicios en bloque al mundo exterior, lo que les permite beneficiarse de ofertas como, por ejemplo, en teléfonos móviles. Así se han organizado en Ein Hashofet cuatro generaciones durante 75 años. Desde que a finales de los años treinta, judíos polacos y estadounidenses recalaran en este pedazo de territorio. Las fotos de la época muestran un terreno baldío. En las imágenes algo posteriores se ven ya las pequeñas viviendas unifamiliares. Diminutas, porque no había lugar ni para niños ni para lavadoras ni para casi nada. Apenas una cama de matrimonio y poco más. El resto: baños, duchas, casas de niños, cocinas… todo era común. Con los años, las casas se fueron ampliando y ahora son pequeños chalés con todo tipo de comodidades. Hoy, el 25% de los ingresos de Ein Hashofet proceden de la agricultura –aguacates, pollos, vacas– y el resto viene de la producción industrial. Elaboran un componente de las luces de neón y piezas de automóviles. La fábrica de helados y quesos da salida a parte de la producción láctea. Allí, un empleado masajea las cervicales de una compañera junto a las máquinas. El ambiente laboral es a todas luces muy relajado. Eitzik Shafran, uno de los miembros, explica que funcionan con todo tipo de ajustes laborales. Los jubilados, por ejemplo, pueden trabajar a tiempo parcial, si quieren, para seguir contribuyendo a la comunidad. La aparente prosperidad esconde, sin embargo, importantes dificultades económicas. El azar, el destino y, sobre todo, la decisión de los padres fundadores quisieron que Ein Hashofet firmara sus contratos de distribución de piezas para automóviles con la General Motors (GM) estadounidense. Miguel Zarkus, el secretario general del kibutz, explica que “cuando GM entró en crisis, la producción en Ein Hashofet se paró”. Luego cambiaron las leyes ambientales y también perdieron el dominio del mercado de los componentes de las lámparas. Después llegó la crisis financiera global. “Empezaron los miedos. Antes nadie dudaba del sistema colectivo. Ahora ya hay gente que se plantea la privatización del kibutz. Cuando las familias tienen miedo, impera el sálvese quien pueda. El modelo comunitario es mucho más fácil cuando las cuentas están saneadas”, sostiene Zarkus, con barba cana y aire sesentayochero. Ein Hashofet es uno de los 64 kibutz tradicionalistas que quedan en Israel. Uno de los que no han optado por la llamada privatización, por la que hasta 190 kibutz han dejado de compartir bastantes cosas, pero en los que todavía hay un fondo común para casos de enfermedades graves, jubilaciones, desempleo y otras necesidades acuciantes. Lo llaman privatización, pero en realidad casi lo único que no es común son los salarios. Operan bajo el principio de la responsabilidad mutua. Cuando un miembro flaquea, la comunidad sale al rescate. En los privatizados hay coches comunes, y multitud de decisiones todavía se votan en asamblea. La diferencia con los tradicionalistas es que el sueldo se lo guarda cada uno y lo gasta como quiere, salvo la cuota que se paga a la comunidad. Ese ha sido el gran cambio, el gran atentado a la premisa igualitaria del universo kibutz. Ese es además el gran debate que la mayoría de los kibutz en Israel ha mantenido durante años y que ahora aterriza en Ein Hashofet: el de cómo competir en una economía globalizada y, sobre todo, el de cuánto compartir cuando vienen las vacas flacas. De momento, la mitad de los miembros están a favor de la mal llamada privatización, y la otra mitad, en contra. El tiempo dirá. Mientras, han plantado olivos y naranjos y empiezan a probar suerte con la energía solar. Las privatizaciones son procesos largos que pueden durar seis u ocho años y en los que, votación tras votación, la comunidad se reinventa a sí misma. Shlomo Getz, profesor de la Universidad de Haifa y conocido como el gran experto en el colectivismo israelí, explica cómo nació la necesidad del cambio: “Algunos empezaron a envidiar la capacidad de consumo de los que no vivían en los kibutz. Veían cómo compraban coches, viajaban al extranjero… Luego estaba lo que llamamos problema de los aprovechados. No todo el mundo trabajaba igual, pero todos cobraban lo mismo y recibían lo que necesitaban. Igual solo había un 5% de aprovechados, pero muchos miembros tenían la sensación de ser los únicos que de verdad trabajaban y de que los demás se aprovechaban de ellos”. Así, poco a poco, el 75% de los kibutz mudó de piel. Decidió seguir compartiendo, pero menos. Ese cambio, según los entendidos, ha favorecido la llegada en masa de nuevos miembros. “La gente vuelve porque la apertura [privatización] de los kibutz ha hecho posible que los jóvenes vivan en una comunidad, pero a la vez sean dueños de sus actos y de sus salarios. Que dependan menos unos de otros. Los kibutz son además un reducto de tranquilidad donde la gente vive con las puertas abiertas”, explica Marc Levy, director general del Movimiento del Kibutz, la federación de comunidades, en su sede en Tel Aviv. La gran vuelta al kibutz de los últimos dos o tres años se produce después de un par de décadas de crisis profunda. En los años ochenta, los kibutz se encontraron con un nivel de endeudamiento desorbitado. Además, respondían solidariamente los unos de los otros, lo que supuso un problema añadido. La principal culpable de la crisis del modelo colectivo fue la gran inflación israelí de aquellos años. El paso de la casa de niños a la de los padres fue otro de los factores definitivos. Las familias se embarcaron en grandes inversiones para ampliar sus viviendas en un momento económicamente inoportuno. A la vez, las empresas propiedad de los kibutz empezaban a quedarse atrás, a ser incapaces de competir. Cuentan los miembros de las comunidades que se dieron cuenta de que para triunfar en la economía moderna había que especializarse, que no todos los miembros del kibutz servían para todo. Que el maestro o el que ordeñaba las vacas no podía convertirse en el gerente de la fábrica de un día para otro. Coincidió además con un momento en el que el paternalismo estatal de los primeros años de vida de Israel empezaba a diluirse con un salto a la economía capitalista, que en algunos sectores se produjo a velocidad de vértigo. “Los kibutz empezaron a vaciarse”, relata Getz. “Las deudas eran de los kibutz, no de los individuos, y mucha gente simplemente se fue. Entonces surgió la necesidad de replantearse el sistema”, cuenta en el porche de su casa Gadot, en el norte, junto a Líbano. La crisis forzó un gran pacto entre los bancos y el Estado. Condonaron parte de la deuda según la capacidad real de devolución de cada kibutz y, a cambio, las comunidades cedieron parte de sus tierras al Estado y privatizaron la industria láctea. Hoy día, la gran mayoría de los kibutz son empresas rentables. Muchos combinan la producción agrícola con la fabricación de todo tipo de productos. Envases plásticos, blindaje para coches, piezas de electrodomésticos. Casi de todo. Sus miembros suman apenas el 1% de la población de Israel, pero representan el 40% de la producción agrícola y en torno al 9% de la industrial. Viendo la vitalidad que se respira en el comedor de Ein Hashofet, resulta casi imposible pensar que hace 15 años este kibutz, como los del resto del país, languideciera. Sucedió casi de repente, hace unos años, cuando empezó a llegar sangre nueva, parejas jóvenes que huían de la gran ciudad y la inseguridad urbana. Que buscaban un lugar agradable para ver crecer a sus hijos –aquí van en bicicleta a la guardería– y que anhelaban la vida en comunidad. Hoy, la lista de espera para entrar es de al menos un año. Cuando hay vacantes, los que superan la entrevista personal y las tres votaciones están dentro. Ahora, en Ein Hashofet esperan tener más tierras y algo más de dinero para poder ampliar. El cambio ha permitido la supervivencia, pero también ha generado lo que algunos viven como nuevas contradicciones. Amikam Osem, un pionero veterano, lo explica muy bien. Dice que una cierta privatización ha sido necesaria. Bien. Que se abrieron las puertas y muchos miembros empezaron a trabajar fuera, en las ciudades. Mientras, las fábricas y los sembrados se llenaron de obreros de fuera –tailandeses y palestinos con pasaporte israelí sobre todo–. También bien. “El problema es que los beneficios de esos campos y esas fábricas siguen yendo a los miembros del kibutz, y eso no es justo. Si somos tan socialistas, habrá que repartir los dividendos entre los trabajadores, digo yo”. En la inmensa mayoría de los kibutz no se ve una kipá, con la que se tapan la coronilla los judíos más religiosos. El perfil del pionero fundador del Estado de Israel era el de un judío laico y askenazí –de origen europeo– con ideales sionistas y socialistas. Se trataba de colonizar la tierra, de hacer florecer el desierto, como ordenaba el padre del país, David ben Gurión. De crear un nuevo mundo y de labrar la imagen del nuevo judío, en la que la cultura reemplazaría a la religión. Querían acometer revoluciones personales, “reducir la distancia entre lo que se dice y lo que se hace”. Pero la presencia de la religión crece a marchas forzadas en Israel y eso también se nota en los kibutz. En algunos se construyen sinagogas y hay incluso un par que son religiosos al 100%. Es decir, no admiten por ejemplo miembros que no respeten las reglas del kashrut, las que el judaísmo impone para la alimentación, entre ellas la separación de carne y lácteos. El sabbat, el día de descanso, se cumple a rajatabla. Es el caso de Sha’alvim, en el centro del país. Aquí, todas las cabezas van cubiertas con una kipá. Unos son nacionalistas-religiosos, y otros, haredim –ultraortodoxos–, “pero todos somos sionistas”, aclara Moshe Oren, uno de los fundadores. Hace esta aclaración porque parte de la comunidad ultrarreligiosa de Israel se declara antisionista y en contra de la creación del Estado de Israel. Piensan que solo el Mesías, cuando llegue, podrá fundar un Estado judío. Los religiosos de Sha’alvim pertenecen, sin embargo, a otra corriente. A la de los que piensan que el camino de la redención pasa por asentar la que consideran la tierra prometida. Son fruto del variadísimo cóctel ideológico-teológico que en Israel compite por la identidad del Estado. “Cuando llegamos, éramos religiosos, pero también teníamos ideales socialistas. No queríamos ser pequeñoburgueses”. A principios de los cincuenta, unas diez familias aterrizaron en estas tierras, pegadas a la frontera que hasta 1967 fue Jordania, con la idea de poblarlas y proteger las fronteras. Hoy viven aquí unas 70 familias, pero están construyendo un barrio nuevo para alojar a los que vienen. Oren nos recibe en su casa, un pequeño habitáculo decorado con fotos de la familia y todo tipo de objetos religiosos. Él es uno de los primeros pobladores. Nacido con el nombre de Marcel Tanenbaum, recaló en Sha’alvim en 1956 tras escapar del nazismo en Estrasburgo. Enseguida comenzaron a cultivar la tierra y a criar ganado. Hoy, buena parte de la actividad del kibutz gira en torno a la gran yeshiva hesder, donde estudiantes israelíes y estadounidenses combinan enseñanzas religiosas con el Ejército. El caso de Sha’alvim es especialmente interesante, porque de alguna manera ilustra la emigración ideológica de ciertos sectores de la sociedad israelí. Oren y el resto de los llamados pioneros llegaron a Sha’alvim porque querían conquistar la tierra y participar en la construcción del Estado de Israel en el que creían. Los hijos de Oren –“con la ayuda de Dios tenemos muchos”– se consideran también sionistas e idealistas y viven en asentamientos en los territorios ocupados palestinos. “No se trata de colonizar, sino de liberar, porque esta tierra [Cisjordania] nos pertenece desde que Dios la creó”, estima Oren. Algunos de sus nietos –unos 50, dice que ha perdido la cuenta– viven en los outpost, grupos de caravanas incrustadas en el corazón de Cisjordania e ilegales incluso según la ley israelí. En los cincuenta, los pioneros, los idealistas patriotas, fundaban kibutz. Hoy levantan outposts y pueblan los asentamientos que ponen en peligro cualquier acuerdo de paz con los palestinos. La intimidad de la gran familia del kibutz da calorcito, acoge. Pero también en ocasiones asfixia. “No solo conozco a todos los miembros del kibutz, sé también con quién se acuesta cada uno”, confiesa entre risas Amikan Osem, el pionero veterano que vive en Afikim, en el valle del Jordán. Este kibutz ha acogido a 100 nuevas familias en el último año. Osem conoce Afikim como la palma de su mano y le gusta enseñarlo subido en uno de los típicos triciclos eléctricos que circulan por los kibutz de todo el país y que se fabrican aquí. Deja escapar una mueca-sonrisa cuando recuerda los años de los –y sobre todo las– voluntarios/as. Muchos israelíes siguen añorando el desembarco de las nórdicas, las inglesas, las estadounidenses. “Aquí sabes quién es tu madre, pero nunca estás seguro de quién es tu padre”, dice un chascarrillo que recorre los kibutz y que hace alusión a aquellos años. La juventud internacional recalaba en este rincón del planeta, deseosa de aprender, de cumplir su sueño socialista… y de divertirse. Amoríos y rollos de verano hubo muchos. Matrimonios, también unos cuantos. Ahora los jóvenes solidarios se embarcan en flotillas que aspiran a romper el embargo de la franja de Gaza, o por lo menos a llamar la atención sobre este castigo colectivo al más de millón y medio de palestinos que allí viven. Y los kibutz reciben ahora voluntarios cristianos sionistas y surcoreanos que quieren ver mundo, pero que no son necesariamente idealistas. “Es el precio de la ocupación. Ahora el mundo nos ve como opresores, como colonizadores”, admite Levy, director general del movimiento. El perfil del voluntario ha cambiado. El del kibutz está todavía en mutación, se está reinventando. Por un lado ha resucitado el deseo de volver a la tierra. Los jóvenes se apuntan en las listas de espera porque quieren vivir una vida más simple y, en definitiva, ser más felices. Quieren vivir en comunidad, pero sin que el grupo les reemplace y decida por ellos. El consenso pasa a veces por diluir el invento. La esencia, sin embargo, permanece de momento. “El kibutz aún está buscando su identidad. No va a ser lo que era antes, pero todavía tiene que decidir qué quiere ser de mayor”, cree Diana Bogoslavsky, directora del conglomerado empresarial de los kibutz del valle del Jordán. El futuro es incierto. Tanto, que desde hace 20 años una legión de agoreros vaticinan la muerte del kibutz, que dicen que de la privatización a la defunción hay un paso. Pero por ahora disfrutan una segunda vida y con su nueva piel demuestran a diario que no hay una forma única de organizarse en sociedad, sino muchas. Tzdaká y justicia Si bien el término tzdaka es usualmente traducido como "caridad", la raíz de la palabra hebreo la conecta con el término justicia o rectitud (tzedek). El capítulo 19 de Levítico establece que "Y cuando segareis las mieses de vuestra tierra, no acabarás de segar el rincón de tu campo, y las espigas verdes al cosechar tu mies, no recogerás; ni los granos de uva de tu viña recogerás; para el pobre y para el peregrino los dejarás; Yo soy el Eterno, vuestro Dios.". La intención es ofrecerle al necesitado una forma digna de ganar su alimento, sin ponerlo en la necesidad de rogar por limosna, y este es uno de los principios que guían al precepto de "Tzedaka". En este sentido, el concepto de tzdaká se distingue del concepto de "caridad" en que la caridad es otorgada cuando el filantropista está en condiciones emocionales y económicas de dar, mientras que la tzdaká es una obligación ordenada por Dios a todos los judíos. Incluso una persona pobre no está absuelta del precepto. Niveles de tzdaká Maimónides, en su obra Mishné Torá, estableces ocho niveles de tzdaká, en orden decreciente: Darle trabajo a una persona (o otorgarle un préstamo para que inicie un negocio), de forma tal que no dependa la tzdaká en el futuro. Quién da este tipo de tzdaká ayuda a su prójimo no solo en lo inmediato sino a largo plazo. Hay cuatro subniveles: Darle trabajo a un necesitado, o ayudarlo a conseguir uno. Establecer una sociedad con el necesitado (es inferior al anterior ya que pone al receptor en una condición de inferioridad, ya que lo haría sentir que no aportó lo suficiente). Otorgar un préstamo. Otorgar un regalo. Dar anónimamente sin conocer la identidad del receptor. Dar anónimamente conociendo la identidad del receptor. Dar públicamente a un receptor anónimo. Dar antes de que se le pida. Dar por debajo de las posibilidades de uno después de que se le pida. Dar voluntariamente, pero menos por debajo de las posibilidades de uno. Dar de mala manera.