RESUMEN COMPLETO DE CIENCIAS POLITICAS Derecho 1er año @tutarea.uy SARTORI ¿QUÉ ES LA POLÍTICA? La expresión "ciencia política" se determina en función de dos variables: 1) el Estado de la organización del saber, 2) el grado de diferenciación estructural de los componentes humanos. La noción de ciencia política varía en función de qué se entienda por ciencia y qué por política. Esta división es necesaria porque "ciencia" y "política" son variables que han cambiado mucho, en épocas diferentes y con diversas velocidades. Cualquier teoría de la ciencia política, debe ser dividida en periodos, en función de cómo se combinan, una idea diferente de la ciencia con un concepto particular de la política. Se debe separar la Política de la Ciencia Política. Por Ciencia Política se entiende como una disciplina que busca generar conocimiento científico acerca de la política. Este conocimiento científico es un conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y razonamiento, sistemáticamente estructurados, de los que se deducen principios y leyes generales. Para que exista un conocimiento cerca de un objeto de estudio, debe surgir una especialización en la sociedad que otorgue al ámbito político un espacio funcional diferenciado del resto (esto entiende la perspectiva positivista). Debe surgir personas que se dediquen a la actividad política y sean diferenciados de otros. El surgir de la política está relacionada con la actividad política. Según Sartori, los economistas liberales ayudaron a hacer de la esfera política un ámbito autónomo ya que argumentaban una autonomía de la esfera económica. La política es necesaria para poder vivir en sociedad, leyes que permitan convivir, creación de bienes públicos, los cuales serían ineficientes si son creados a nivel privado, pero se vive mayormente en la vida privada, entonces lo que se hace es hacerla una actividad rentada. LA IDEA DE POLÍTICA Hoy estamos habituados a distinguir entre lo político y lo social, entre el Estado y la Sociedad. Estas distinciones y contraposiciones se consolidan en su significado actual en el siglo XIX. Sartori en su texto distingue dos conceptos: horizontalidad de la política y verticalidad. Horizontalidad: La horizontalidad de la política habla que esta no siempre fue el ámbito especializado, con la especialización funcional que se ve en las sociedades modernas, no siempre fue posible distinguir la política de otros ámbitos, como lo moral, económico o religioso. Al decir animal político, Aristóteles expresaba la concepción griega de la vida. Una concepción hacia la polis. En el vivir político y en la politicidad, los griegos no veían una parte o aspecto de la vida, sino la veían en su totalidad y esencia. El hombre no político, era un ser defectuoso, un ser carente, inferior, cuya insuficiencia consistía en haber perdido, o no haber adquirido, la dimensión y plenitud de la simbiosis con la propia polis. Los griegos no eran capaces de entender la vida de los hombres dedicada al ámbito privado. El vivir político (el y para la polis) era al mismo tiempo el vivir colectivo, en comunidad. La vida política para ellos era vivir en la polis, y esta no se diferenciaba casi de la vida social, económica y moral. Discutir política era discutir acerca de cómo vivir en comunidad. Por lo tanto, no se debe decir que Aristóteles incluía la socialidad en la política, sino que ambos términos eran para él un único término, y ninguno de los dos se resolvía en el otro, por la razón de que "político" significaba conjuntamente las dos cosas a la vez. A esta baja diferenciación, Sartori la llama horizontalidad, ya que no existía ningún ámbito donde la política separara representantes y representados. La vida en sociedad formaba parte de la horizontalidad griega, el encontrarse con lo que consideraban como la esencia del ser humano. No existía una verticalidad, sobre todo porque tenían una democracia directa, no tenían representantes. Existían ciertos representantes por sorteo, con el argumento de que todos tienen una igualdad radical, que todos están capacitados para desempeñar cualquier tarea, era un mecanismo igualitario. La política de Aristóteles era a la vez una antropología; una antropología ligada al "espacio" de la polis. Caída la polis, la "politicidad" se diluye. Por un lado, la política se juridiciza, por otro lado, la política se teologiza, primero adecuándose a la visión cristiana del mundo, después en relación con la lucha entre el papado y el Imperio, y luego en función de la ruptura entre el catolicismo y el protestantismo. LA AUTONOMÍA DE LA POLÍTICA Al hablar de la autonomía de la política, el concepto de autonomía no debe entenderse en sentido absoluto, sino relativo. Se sostienen cuatro tesis: 1) la política es diferente 2) la política es independiente, sigue leyes propias, instaurándose como ley de sí misma 3) la política es autosuficiente, basta para explicarse a sí misma 4) la política es una causa primera, una causa generadora no sólo de sí misma sino de todo el resto, dada su supremacía. Verticalidad: La idea de verticalidad recién aparece con fuerza en el príncipe de Maquiavelo en la Edad Media, y con esta verticalidad también aparecerá la autonomía de la política. En la Edad Media se buscaba una organización en la religión, con la secularización eso cambia hasta llegar a Maquiavelo, autor clave para Sartori. Con Maquiavelo aparece esta idea de verticalidad de la política, comienza a verse como una actividad individual de las altas esferas de poder, ya no de los pueblos. Maquiavelo es un asesor político, pero no asesora el pueblo, sino al Príncipe, hay una identificación clara de la política de una ámbito especializado y concentrado. La política comienza a ser una actividad de los políticos. Se ve la política autónoma de otros ámbitos para Maquiavelo. En política los principios morales y éticos no siempre son adecuados para ese ámbito, a veces algo bueno para el ámbito moral no son efectivas para el ámbito político. La política no se construye en contra de la moral y ética, sino que tienen otras reglas. La moralidad y la religión son, ingredientes fundamentales de la política; pero a título de instrumentos. Sin embargo, debemos entender y recordar que Maquiavelo no representa una forma moderna para realizar Ciencia Política. Hobbes teoriza una política más "pura" que Maquiavelo. Si el príncipe de Maquiavelo gobernaba aceptando las reglas de la política, el Leviatán gobernaba creándolas, estableciendo qué es la política. Él no planteaba únicamente la absoluta independencia y autarquía de la política, sino que afirmaba que todo lo reabsorbe y lo genera todo a partir de la política. EL DESCUBRIMIENTO DE LA SOCIEDAD La Política tiene diversas definiciones, las extensas abarcan todas las actividades, desde dar un discurso a realizar una simple acción; las acotadas dicen que la marca distintiva de una acción política es que puede forzarse su cumplimiento, ya que el gobierno puede obligar a la gente a obedecer por medio de la amenaza de la fuera física o su empleo. Podemos observar cómo se relaciona con el instrumento detrás encargado de aplicar la fuerza. Lo más difícil es establecer la diferencia entre Estado y sociedad. A Locke se le atribuye una primera formulación de sociedad. Pero esta atribución corresponde al contractualismo en su totalidad. La idea de sociedad es una idea de paz, que pertenece al contractualismo de la escuela del derecho natural. No es la revuelta contra el soberano, sino el "contrato" con el soberano, el que pasa a ser convenido en nombre de un contratante denominado sociedad. La autonomía de la sociedad con respecto al Estado presupone otra diferencia: la de la esfera económica. La separación de lo social con respecto a lo político supone la diferencia entre la política y la economía. LA IDENTIDAD DE LA POLÍTICA En el mundo contemporáneo la palabra política se emplea sin medida, pero esta sufre una "crisis de identidad". En política no se da un comportamiento que tenga características de uniformidad asimilables a los comportamientos morales y económicos. La expresión "comportamiento político" no equivale a indicar un tipo particular de comportamiento, sino un ámbito, un contexto. Los comportamientos políticos son comportamientos que pueden calificarse de la misma manera que todos los comportamientos no morales; esto es, en función de los ámbitos que se anexan al "sistema político". Sartori sugiere para afrontar la crisis de identidad de la política, no preguntarse en qué se diferencian el comportamiento del animal político del animal social y económico; sino cómo se han ido diferenciando y organizando desde el punto de vista estructural las colectividades humanas. La pregunta pasa a ser: cuál será la denotación de las expresiones "en política" y "sistema político", con respecto a las del sistema social y del sistema económico. Los conceptos de "poder" y de "coerción" no bastan por sí solos para caracterizar y circunscribir la esfera de la política, además del poder político, existe un poder económico, un poder militar, un poder religioso, y más. A la coerción política se agrega la coerción social, la coerción jurídica, la coerción económica, y así sucesivamente. En las sociedades primitivas donde no existía el Estado, igualmente había estructuras de autoridad, aunque estén dispersas y no muy claras, siempre existieron. La dimensión horizontal pasa a ser asumida por la sociología mientras que la vertical asociada al Estado pasa a estar en el ámbito de la Ciencia Política. Pasa a ser una ciencia del Estado. La esfera de la política se restringe en el sentido de que se reduce a una actividad de gobierno, y en sustancia a la esfera del Estado. A su vez hay fenómenos por fuera del Estado que no eran políticos y pasan a serlo, por ejemplo, el movimiento feminista, LGBT, ambientalistas, etc. El Estado muchas veces comienza a regular esto y generar incluso normativas globales. Ubicuidad: La política por lo tanto no es solo un ámbito del Estado, hoy hay una masificación y democratización de la actividad política, hay más gente metida en este ámbito de las que había antes. Esta masificación y democratización diluye las definiciones clásicas de la política. Hoy no podemos decir que solo el poder vertical hace a la política, o sea la autoridad del Estado, sino que también comienzan a surgir fenómenos por fuera del Estado, comienza de nuevo a surgir una horizontalidad de la política y se cruzan esas dimensiones, la horizontal comienza a tomar otra relevancia. La verticalidad ha perdido poder, hay ciertos lugares en que el Estado no se puede imponer de forma homogénea en todo el territorio. Lo que hay hoy entonces con estos fenómenos es una crisis de la identidad de la política como una crisis de ubicación. Es difícil identificar un lugar donde en la sociedad donde esté la política. El concepto de sistema político es bastante flexible y permite incluir diversos subsistemas en la medida en que se politicen (subsistema militar, sindical, etc.) Es un sistema como un subconjunto de ámbitos interconectados que producen decisiones. La política se puede nutrir de diversos ámbitos y subsistemas. Las decisiones políticas pueden definirse como decisiones colectivizadas soberanas reconocibles como tal, a las que es más difícil no ser afectadas por estas, tanto por su ámbito territorial restringido como su intensidad coercitiva. Esto distingue una decisión política de otras, esto está ligado con el concepto de verticalidad. Condicionar e influir sobre el poder político no es lo mismo que ejercerlo. Por más que las corporaciones sean influyentes, no quiere decir que su poder sea "soberano", sobreagregado al poder político. En la medida en que un sistema político funciona, las órdenes predominantes y vinculadoras erga omnes son los dictados que emanan del propio dominio político. Solamente las decisiones políticas se aplican con fuerza coercitiva a la generalidad de los ciudadanos. ¿Tiene sentido definir lo político? No, es justamente lo interesante de la ciencia política la flexibilidad de su objeto de estudio, su fluidez. La ciencia política debe responder a esta característica de su objeto, generando nuevos enfoques y metodologías que permitan un mejor estudio del mismo. La ciencia política se adapta a esos cambios de la política. Las dificultades para la realización de una ciencia de lo político son: Dificultades para controlar variables y establecer causalidades. Las ciencias sociales tienen dificultades para realizar experimentos controlados como tal y lo hacen las ciencias naturales. Se trabaja con el comportamiento de la gente y este no es estable. Conocimiento históricamente condicionado. Las sociedades construyen tradiciones culturales distintas, y diferentes formas de interpretación de las instituciones sociales, por lo que las conclusiones obtenidas del estudio de una sociedad no serían válidas para otra debido a esas diferencias. Igualmente, es posible construir teorías capaces de ser aplicables a sociedades culturalmente distintas. Por esto también es difícil crear y trabajar con teorías generales, hoy se utilizan más teorías específicas. Relación entre conocimiento producido y objeto de estudio. El conocimiento producido por las ciencias sociales es pasible de ser “apropiado” por los sujetos que se están estudiando. Las encuestas crean opinión, el resultado de estas puede condicionar el pensamiento de los ciudadanos. Ese conocimiento vuelve a la sociedad y genera dos tipos de fenómenos: la predicción suicida (idea que un conocimiento generado en un momento determinado queda invalidado cuando ese conocimiento se presenta en la sociedad, por ejemplo, el conocimiento establecido por el estudio anterior, puede repercutir en su siguiente votación) y profecía auto realizadora (hipótesis que al momento formulada no tiene ningún sustento empírico en medida que la gente empieza a actuar suponiendo que ese conocimiento es válido). Subjetividad de los temas sociales. Los temas estudiados de las ciencias sociales tienen una naturaleza subjetiva que impide su estudio de forma objetiva. Las conductas solo pueden ser entendidos a treves de nuestra experiencia subjetiva. La empatía no genera a un conocimiento científico. “Principio de no conciencia” como premisa del conocimiento en el área social, no se puede construir un conocimiento científico o ninguna teoría según lo que nos parece, el sentido común. Sesgo valorativo. La neutralidad valorativa no es posible en las ciencias sociales. Es posible separar hechos y valores, los hechos de un dato de lo que pienso sobre algo. Hay diferencia entre un hecho, y lo que yo opine o si me parece bien o mal. BORON: TEORÍA POLÍTICA MARXISTA O TEORÍA MARXISTA DE LA POLÍTICA El materialismo histórico es una teoría que concibe a la historia dividida en épocas y cada época se caracteriza por un modo de producción. Modo de producción es un conjunto de relaciones sociales de producción. Hay una gran diferencia entre los que son dueños de los medios de producción y los que trabajan para ellos. Esta gran división comienza con la disminución del trabajo artesanal cuando el trabajo artesanal se suplanta por el industrial. Para Marx esta diferencia de roles constituye la base de la diferencia entre la sociedad. Las relaciones sociales fomentan el desarrollo de la producción basado en esta lucha de clases, en el choque entre estas fuerzas productivas. El marxismo hace una teoría del cambio basado en el interés económico basado en estos dos roles. Llama a este conflicto de intereses el motor de la historia, lo que fomenta el cambio. La ideología para el marxismo nubla la realidad, no les deja ver el rol que ocupan en el sistema económico. Afecta sobre todo al proletariado creando la falsa conciencia ideológica. Marx creía que, si al proletariado se lo enseña y se le otorgan las herramientas para esta toma de conciencia, el sistema económico cae por su propio peso. El problema es que esta conciencia de clase no viene por si sola, es necesario crearla. Lo importante es que la clase trabajadora realice el mismo proceso que realizó la burguesía, que adquieran conciencia para comprender la realidad y por qué está en lugar que esta y ahí se produce el cambio social. Si el proletariado pudiese ver con claridad su rol económico en la sociedad, para el marxismo el sistema económico terminaría a los individuos querer cambiarlo. La realidad no es transparente, no se puede ver de forma clara, si estos roles serían tan claros para todos, viviríamos en conflicto. El conocimiento de la realidad, por fuera de la ideología tiene un carácter subversivo, si comprendemos con claridad la base social y la significación de lo que haceos no seguiríamos comportándonos de la misma manera. Una vez que los trabajadores adquieren conciencia del rol que ocupan se produce un cambio social radical. Los trabajadores comprenden las condiciones naturales de su existencia y la realidad ya no va a estar condicionada por esa ideología. ¿PODEMOS HABLAR DE UNA TEORÍA POLÍTICA MARXISTA? Autores dicen que el marxismo carece de teoría de la política porque tenía una visión negativa de la política. Negativo y no existente, no son sinónimos y, por lo tanto, decir que una teoría sobre algún tema en particular es “negativa” no significa que sea inexistente, sino que la valoración que se hace de su objeto de indagación es negativa. De acuerdo a Boron, el pensamiento de Marx no carece de una teoría, simplemente no habla de tal. La política del marxismo es un derivado del rol que ocupan los individuos en la economía. El problema es que para aquellos que dicen que el marxismo no tiene una teoría a política buscan una teoría política de este violando las premisas epistemológicas del materialismo histórico buscando separar la política de lo económico. Buscan cambiar la forma en la que el marxismo ve la realidad. Boron dice que tienen una visión positivista de lo social, en el sentido que busca mirar los ámbitos como separadas, visiones separadas de esos ámbitos. La pregunta por la existencia de una teoría “política” marxista sólo tiene sentido cuando se la construye a partir de los supuestos básicos de la epistemología positivista de las ciencias sociales. El marxismo va a ser un crítico de los economistas liberales, que separan la económica de la política, Marx va a intentar hacer esa conexión. El conjunto de las relaciones de producción constituye las relaciones económicas de la sociedad, y sobre esto se construye la superestructura jurídica y política. El modo de producción es lo que condiciona todo el proceso social y político sobre el que se va a desarrollar la vida de los individuos. El marxismo tiene una visión negativa de la superestructura política y jurídica, porque tiene una visión negativa del Estado. El Estado busca favorecer la burguesía. Busca legitimar la división de clases en medida que legitima la propiedad. Tiene una visión negativa del Estado, y por lo tanto de la política y que cree que la política es una política burguesa, tomando la sociedad burguesa como una esfera alienante y alienada. El objetivo último del marxismo es la eliminación del Estado, lo paradójico es que para eliminar el Estado hay que tomarlo, de ahí es el paso de la dictadura del proletariado al socialismo. El problema es que buscamos una teoría política del marxismo, pero del lado liberalista, y eso es ir en contra de la visión del Marxismo. Pero, no es posible comprender lo político sin entender lo que sucede a nivel económico, esto es lo que el marxismo llama una forma dialéctica de comprender la realidad. Es el funcionamiento mismo de la realidad, la idea de que no podemos comprender un momento separado del otro. El punto de partida de la reflexión sobre el carácter “negativo” de la política en Marx exige repensar su significado como una actividad práctica en el conjunto de la vida social. En las sociedades clasistas, la política es la principal esfera de la alienación, un espacio privilegiado de la ilusión y el engaño. El estado “realmente existente” es en realidad un complejo dispositivo institucional puesto al servicio de intereses económicos bien particulares, y garante final de una estructura de dominación y explotación que la política convencional jamás pone en cuestión. La propia pregunta de si existe una teoría política, es que estamos preguntado mal. ¿Existe una teoría política, separada del resto? No, pero la política existe. Teoría política como tal no hay, sino que la política está presente ligada a la economía. Para el marxismo ninguna dimensión de la realidad social puede teorizarse al margen –o con independencia– de la totalidad en la cual dicho aspecto se constituye. No hay ni puede haber una “teoría económica” del mercado o del capitalismo en Marx; tampoco una “teoría sociológica” de la sociedad burguesa. Lo que debe haber, y hay, es un corpus teórico totalizante que unifique diversas perspectivas de análisis sobre la sociedad contemporánea, ninguna de las cuales puede, por sí sola, iluminar satisfactoriamente un aspecto aislado de la realidad. Es este, al rasgo distintivo del materialismo histórico. La concepción “negativa” de la política en Marx tiene como uno de sus fundamentos la teoría de la alienación. La política y el estado, lejos de ser lo que Hegel decía, eran estratégicas instancias de la alienación que contribuían a encubrir la explotación del trabajo asalariado y, de ese modo, a preservar una sociedad injusta. A los ojos del marxista, la sociedad sin clases se revela en donde las identidades y diferencias étnicas, religiosas, de género, de opción sexual, estéticas, etc., serán potenciadas cuando hayan desaparecido las restricciones que impiden su florecimiento: la sociedad de clases y la explotación clasista. Se trata, de potenciar estas diferencias cuidando que no se conviertan en fuentes de desigualdades. El “progresismo burgués”, en cambio, desarrolla un argumento a favor de las diferencias, que alienta la creciente polarización clasista de nuestras sociedades. Lo que distingue al marxismo de otras corrientes teóricas en las ciencias sociales, no es la primacía de los factores económicos, ni políticos, sino el punto de vista de la totalidad. La tradición marxista pretende construir una teoría integrada de lo social en donde la política sea concebida como la resultante de un conjunto dialéctico de factores causales, algunos de los cuales son de naturaleza política, mientras que muchos otros son de carácter económico, social, ideológico y cultural. Lo que hay en el marxismo, en realidad, es algo epistemológicamente diferente: una “teoría marxista” –es decir, totalizante e integradora– de la política, que integra una diversidad de factores explicativos, que trascienden las fronteras de la política, y combina una variedad de elementos procedentes de todas las esferas distinguibles de la vida social. Así como desde el marxismo no hay, ni puede haber, una teoría “económica” del capitalismo o una teoría “sociológica” de la sociedad burguesa, tampoco puede haber, una teoría “política” de la política. Para Marx, la función de la teoría es transformar el mundo desenmascarándolo. EASTON Easton busca analizar cómo sobreviven las instituciones políticas y su estabilidad; esta es la principal teoría funcionalista. Busca explicarlo en sociedades modernas y en lugares en donde no se creó este ámbito diferenciado de instituciones políticas. La búsqueda de la respuesta revelará los procesos vitales de los sistemas políticos -las funciones fundamentales sin las cuales ningún sistema político podría perdurar. El análisis de estos procesos y de la naturaleza y condiciones de las respuestas constituye el problema central de la teoría política. LA VIDA POLÍTICA COMO SISTEMA ABIERTO Y ADAPTABLE La vida política es un sistema de conducta incorporado a un ambiente a cuyas influencias está expuesto el sistema político mismo, que reacciona frente a ellas. Las interacciones políticas de una sociedad, constituyen un sistema de conducta. Easton no habla de política sino de sistema político. Lo característico de lo político para Easton es la asignación autoritaria de valores para la resolución de conflictos en la sociedad, esto es la distribución de cosas valoradas por personas y grupos, como el dinero y la educación. El sistema político asigna estos valores a través de mecanismos. Lo que hace entonces es resolver conflictos mediante esta asignación autoritaria. No todos los conflictos llegan al sistema político, a veces se solucionan de forma autónoma, y entran instituciones no políticas. Estos conflictos llevan son llevados sistema político, estos toman decisiones mediante los mecanismos y asignan valores autoritariamente a la sociedad. Si esos conflictos se resuelven, el sistema va a recibir legitimidad, si no es así, va a recibir perturbaciones que afecten su legitimidad. Si funciona bien y cumplen con estos conflictos orgánicamente, va a haber homeostasis. La vida política forma un sistema abierto. Por su misma naturaleza de sistema social separado de otros sistemas sociales, debe considerarse expuesto a influencias procedentes de los demás sistemas a los que está incorporado. El hecho de que algunos sistemas sobrevivan, cualesquiera sean los golpes recibidos de sus ambientes, advierte que necesitan poseer capacidad de responder a las perturbaciones y, de adaptarse a las circunstancias en que se hallan. Entonces, los sistemas políticos pueden ser adaptables, y no necesitan reaccionar de modo pasivo a las influencias de sus ambientes. Una de las propiedades esenciales de la organización interna de un sistema político (compartida con todos los demás sistemas sociales) es su capacidad variable para responder a las circunstancias en que funciona. Los sistemas políticos poseen gran cantidad de mecanismos mediante los cuales pueden tratar de enfrentarse con sus ambientes. Gracias a ellos son capaces de regular su propia conducta y transformar su estructura interna. Pocos sistemas, aparte de los sociales, gozan de esta posibilidad. Hay sistemas que desaparecen y otros que persisten. El sistema político no permanece estable, pero si su fin. Cambia ciertos rasgos, pero su fin permanece estable. La persistencia de los sistemas está en la función. Persisten porque cambian, cuando comienzan a perder legitimidad cambian para poder persistir en el tiempo. Los sistemas políticos no están indefensos de las tensiones y perturbaciones de ambiente. Las tensiones son demandas de la sociedad para la asignación autoritaria de valores, estas pueden ser internas o externas. Son circunstancias que ponen a prueba el sistema para subsistir porque amenazan las funciones. El sistema político se encuentra acorralado por arriba y abajo donde constantemente se demanda intervención. EL ANÁLISIS DEL EQUILIBRIO Y SUS DEFICIENCIAS Uno de los defectos de la forma de indagación en la investigación política -el análisis del equilibrio- es que depende de esas capacidades variables de los sistemas para hacer frente a influencias ambientales. Un análisis que conciba a un sistema político tratando de mantener un estado de equilibrio tiene que tener en cuenta la presencia de influencias ambientales, ya que son éstas las que alejan de su estabilidad a las relaciones de poder del sistema. Existen dificultades que se oponen al eficaz equilibrio para el análisis de la vida política. Entre ellas hay dos relevantes. 1) Los miembros de un sistema tienen solo una meta básica al tratar de hacer frente a un cambio o perturbaciones: restablecer el antiguo punto de equilibrio o encaminarse a otro nuevo; búsqueda de estabilidad. 2) Poca o ninguna atención se presta a los problemas relacionados con el camino que sigue el sistema en esos desplazamientos. Perturbaciones son actividades de cambios que es esperable que desplacen al sistema, pero no amenazan esa función. Es característica de todos los sistemas su capacidad de adoptar una serie de acciones positivas para desviar o absorber cualquier fuerza de desplazamiento del equilibrio. No es obligatorio que un sistema reaccione ante una perturbación en torno a un punto de equilibrio anterior o pasando a otro nuevo. Puede hacerle frente tratando de modificar su ambiente, de modo que los intercambios con él ya no provoquen tensión; puede tratar de aislarse contra cualquier otra influencia del ambiente. CONCEPTOS MÍNIMOS PARA UN ANÁLISIS SISTÉMICO Podemos definir un sistema como cualquier conjunto de variables, independientemente del grado de relación existente entre ellas. Puede denominarse sistema político a aquellas interacciones por medio de las cuales se asignan autoritariamente valores en una sociedad; esto es lo que lo distingue de otros sistemas de su medio. El ambiente puede dividirse en dos partes: la intrasocial y la extrasocial. La primera son aquellos sistemas que pertenecen a la misma sociedad que el sistema político pero que no son sistemas políticos. Los sistemas intrasociales comprenden actitudes e ideas como la economía, la cultura, la estructura social; son segmentos funcionales de la sociedad. La segunda parte del ambiente, la extrasocial, comprende todos los sistemas que están fuera de la sociedad dada. Son componentes de una sociedad internacional. Estas dos clases de sistemas ajenos al sistema político, comprenden su ambiente total. Las influencias que con ellos se originan son una posible fuente de tensión. Las perturbaciones son aquellas influencias del ambiente total de un sistema que actúan sobre éste y lo modifican. No todas las perturbaciones crean tensión: hay algunas favorables a la persistencia del sistema y otras neutrales en esa materia. En muchos casos, es previsible que contribuyan a aumentar la tensión. ¿Cuándo podemos decir que existe tensión? Todos los sistemas políticos se caracterizan, de que para describirlos como persistentes, tenemos que atribuirles el cumplimiento exitoso de dos funciones: 1) asignar valores para una sociedad, la capacidad de tomar decisiones relativas a la sociedad y 2) lograr que la mayoría de sus miembros acepten estas asignaciones como autoritarias. Estas son independientes, se puede tener una y no la otra. Una persona puede tomar decisiones por su cargo, y la sociedad puede aceptarlas o no. Estas dos propiedades distinguen a los sistemas políticos de otras clases de sistemas sociales. Sin su presencia no podríamos decir que una sociedad tiene vida política. Ninguna sociedad podría existir sin alguna clase de sistema político. Estas variables esenciales nos permiten establecer cómo causan tensión en un sistema las perturbaciones que actúan sobre él. Se produce tensión cuando existe peligro de que dichas variables sean impulsadas más allá de su margen crítico. Esto significa que algo puede estar ocurriendo en el ambiente: una crisis económica provoca una desorganización y gran descontento. Si las autoridades se muestran incapaces de tomar decisiones, o las decisiones que adoptan no son aceptadas regularmente como obligatorias, ya no resulta posible la asignación autoritaria de valores, y la sociedad se hunde por carecer de un sistema de conducta que le permita desempeñar una de sus funciones vitales. Por lo tanto, entendemos que una tensión es un cambio en el ambiente que amenaza la asignación autoritaria de valores por parte del sistema político. Toda tensión es una perturbación pero no toda perturbación necesariamente es una tensión. Todo sistema tiene capacidad de hacer frente a la tensión ejercida sobre sus variables esenciales, aunque no siempre lo logra: puede desmoronarse por no adoptar las medidas apropiadas para manejarla. Lo primordial es su capacidad de responder a la tensión. La respuesta adoptada servirá para evaluar la probabilidad de que el sistema sea capaz de alejar el peligro. VARIABLES DE ENLACE ENTRE SISTEMAS Si los sistemas no estuvieran acoplados de algún modo, todos los aspectos de la conducta en una sociedad, serían independientes entre sí, situación improbable. Este acoplamiento sugiere un modo de averiguar los complejos intercambios a fin de reducir su diversidad a proporciones manipulables. «Outputs del primer sistema», y, en consecuencia, «inputs del segundo sistema», son los efectos que se trasmiten a través de los límites de un sistema hacia algún otro. Una transacción o intercambio entre sistemas será considerado como un enlace que adopta la forma de relación input-output. DEMANDAS Y APOYOS COMO INDICADORES DE INPUTS Gracias a los inputs es posible ver el efecto de acontecimientos y circunstancias ambientales, en vinculación con la persistencia de un sistema político. Sin él es difícil delinear el modo en que la conducta de los diversos sectores de la sociedad afecta lo que ocurre en la esfera política. La medida en que puedan emplearse como variables sintéticas dependerá de cómo los definamos. Podemos concebirlos en su sentido más amplio, comprendiendo todo acontecimiento externo al sistema que lo altere de una u otra manera. Pero, si lo empleáramos con esa amplitud, nunca agotaríamos la lista de inputs actuantes. La tarea se simplifica si nos limitamos a ciertas clases de inputs. Ello nos exime de tratar por separado las consecuencias de cada tipo de suceso ambiental. Las influencias ambientales más destacadas se centran en dos inputs: demandas y apoyo. A través de ellos se resume e influye en la vida política una amplia serie de actividades. Es en las vacilaciones de los inputs de demandas y apoyo donde encontramos los efectos de los sistemas ambientales que se transmiten al sistema político. OUTPUTS Y RETROALIMENTACIÓN Output nos ayuda a organizar las consecuencias, no de las acciones del ambiente, sino de la conducta de los miembros del sistema. Lo que más nos preocupa es el funcionamiento del sistema político. Para comprender los fenómenos políticos no necesitaríamos ocuparnos de las consecuencias que de ellos y en ellos tienen las acciones políticas en los sistemas ambientales. Pero las actividades de los miembros del sistema pueden tener importancia por las acciones o circunstancias subsiguientes. En esa medida, no cabe menospreciar las acciones que fluyen desde un sistema hacia su ambiente. Además de influir en los sucesos de la sociedad más amplia de la que forma parte el sistema, los outputs ayudan a determinar cada tanda sucesiva de outputs que penetran en el sistema político. Existe un circuito de retroalimentación (feedback loop) cuya identificación contribuye a explicar los procesos mediante los cuales el sistema puede hacer frente a la tensión. Gracias a él, se aprovecha lo sucedido buscando modificar en consecuencia la conducta futura. La retroalimentación implica que el sistema funciona bien y las demandas son resultas con salidas y decisiones del sistema. Si han de tomarse decisiones para satisfacer demandas o crear las condiciones que las satisfagan, es preciso retroalimentar, por lo menos a estas autoridades, con información relativa a los efectos de cada tanda de outputs. De lo contrario las autoridades tendrían que actuar a ciegas. Es de vital importancia explorar la forma en que operan los procesos de retroalimentación. Cualquier cosa que contribuya a diferir o cortar el flujo de información que llega a las autoridades, redunda en detrimento de su capacidad para adoptar medidas tendentes a mantener el apoyo en un nivel que garantice la persistencia del sistema. El circuito de retroalimentación se divide en varias partes. 1) Consta de la elaboración de outputs por parte de las autoridades, 2) de una respuesta de los miembros de la sociedad a estos outputs, 3) de la comunicación a las autoridades de la información relativa a esta reacción, y 4) de las posibles resoluciones posteriores de las autoridades. De esta manera, una nueva tanda de outputs, respuesta, retroalimentación de información y reacción de las autoridades se pone en movimiento y forma la trama íntegra de actividades. Lo que ocurra en esta retroalimentación tiene profunda influencia sobre la capacidad del sistema para enfrentar la tensión y persistir. UN MODELO DE FLUJO DEL SISTEMA POLÍTICO La teoría debe averiguar cómo logra persistir un sistema cualquiera el tiempo suficiente para seguir tomando decisiones de esta índole, y cómo actúa frente a la tensión a que puede estar expuesto en cualquier momento. Es importante hacer constar que los outputs de los procesos de conversión retroalimentan el sistema y, de esta forma, conforman su conducta posterior. Es este rasgo, junto con la capacidad del sistema de emprender acciones constructivas, lo que permite que intente adaptarse a una posible tensión o hacerle frente. El análisis sistémico de la vida política se apoya en la idea de que los sistemas están insertos en un ambiente y sujetos a posibles influencias ambientales, que amenazan con llevar sus variables esenciales más allá de su margen crítico. Ello lleva a suponer que el sistema, para persistir, debe ser capaz de reaccionar con medidas que atenúen la tensión. Las acciones emprendidas por las autoridades son particularmente críticas en este aspecto; para que puedan llevarlas a cabo, necesitan obtener información sobre lo que ocurre, a fin de reaccionar en la medida que lo deseen o se vean obligados a ello. Contando con información, estarán en condiciones de mantener un nivel mínimo de apoyo para el sistema. SISTEMA POLÍTICO Y PARAPOLÍTICO Hay una diferencia entre sistemas políticos y parapolíticos, si bien al igual que asignan valores autoritariamente, hay una diferencia en esta asignación, se encargan de problemas relativos de la asignación autoritaria dentro de grupos reducidos, y tienen competencias más limitados para reducir las diferencia, por ejemplo, las escuelas, familia, sindicatos. Esa autoridad se basa en roles acotados, por ejemplo, en el caso familiar no puede trascender a otros grupos, tiene autoridad limitada. El sistema político asigna valores generales, ejercería no solo para esa familia sino para todas dentro de ese territorio. Además, el sistema político tiene instituciones validadas para respaldar esa fuerza. KARL SCHMITT El concepto de Estado supone el de lo político. El Estado es el status político de un pueblo organizado en el interior de unas fronteras territoriales. Al preguntarse que es la política, casi siempre se equipara lo político con lo estatal, o al Estado. El Estado se muestra como algo político, entonces se torna un círculo vicioso. El Estado no va a ser un formalismo jurídico, o sea solo un conjunto de instituciones que dictan normas en un determinador territorio, sino que tiene más que ver con el concepto de status, situación. Entiende al Estado como una situación vivencial, anterior a la creación de normas, del aparato jurídico institucional que típicamente entendemos como Estado. Ese status vivencial es lo que une a los pueblos y permite hablar de un Estado unificado. Schmitt busca romper un concepto vicioso entre política y Estado. Se pregunta si primero fue lo político o el Estado, y él dice que primero que lo político. Si entendemos el Estado como aparato institucional, primero hay que vernos como sociedad, conjunto de individuos que comparten algo, y luego creamos este aparato que regule la convivencia. La mayor virtud del concepto de política de Schmitt estaría entonces en generar una definición de política sin referirla a ningún espacio institucional; como el Estado. El autor se pregunta si hay un concepto de lo político, que diferencie lo político de otros ámbitos. Este autor se identifica con un pensamiento conservador. Los aportes de este autor los podemos encontrar en la idea de soberanía y decisionismo. Lo jurídico estaba sujeto a lo político, y lo político esta antes que lo jurídico. Lo jurídico se basa en lo político y sus decisiones, depende de lo político para subsistir. Schmitt plantea una concepción de lo político flexible y móvil, no lo fija en un lugar sino busca encontrar su esencia. No fija lo político en la económico, estado, etc. Busca que es lo que los distingue de otros conceptos. Sostiene que lo político no puede ser confundido con lo estatal. El concepto de Estado presupone el de político por ende lo político es parte y anterior al Estado. Lo político tiene sus propios criterios, y estos operan de manera peculiar en relación con los diversos dominios independientes del pensar y hacer humanos, sobre todo en referencia a lo moral, estético y económico. Lo político debe hallarse en una serie de distinciones propias, autónomas y que se imponga por si misma como criterios imple de lo político. El objetivo de Schmitt es realizar una definición de lo político, generando categorías específicas de este ámbito. Al igual que el marxismo lo político se liga al conflicto, lo ve como un conflicto. Es un conflicto más particular y radical que el marxismo en el sentido que es más intenso. Para Schmitt lo que distingue lo político de otros ámbitos es que la política es esencialmente conflicto. Un conflicto entre dos concepciones. Así como existen ámbitos económicos, lo que distingue la política es la relación amigo y enemigo, relación que señala un conflicto que distingue de otros conflictos por su grado de intensidad de una unión o separación, de asociación o disociación. Según Schmitt, existe un concepto de lo político en la política representada en los partidos políticos, ya que en ese tipo existe un conflicto intenso. Estos conceptos se deben tomar en su sentido concreto y existencial, no como metáforas o símbolos. Es una distinción autónoma, en el sentido que no se funda en una o varias de otras distinciones ni se la puede reconducir a ellas. Este criterio se puede aplicar en la teoría y la práctica, sin necesidad de aplicar simultáneamente otras distinciones morales, estéticas, económicas, etc. La idea de amigo y enemigo tiene una influencia de la visión existencial. El enemigo no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo; el enemigo es el hostil, es un otro que es diferente a mí, pero es más que esto, por el mero hecho de existir amenaza mi propia existencia. La separación no es espacial, el enemigo puede ser une enemigo, sino es relacionado con un modo de vida, a un vivir existencial y lo que altera mi modo de vida. Esta noción de enemigo refiere a una alteridad vivencial radical frente a un otro. Un conflicto extremo solo puede ser resuelto por los implicados, solo ellos pueden decidir si la presencia del extraño representa el conflicto actual, y en consecuencia si hay que rechazarlo o combatirlo para preservar la propia forma esencial de vida. Enemigo no es cualquier competidor o adversario, sino es un conjunto de hombres que se opone combativamente a otro conjunto similar. Solo es enemigo el enemigo público, hace referencia a un conjunto de personas, un pueblo entero. Schmitt entiende la política como un conflicto de existencias diferentes. Todos los conceptos, ideas, poseen un sentido polémico, se formulan con vistas a un antagonismo concreto, vinculados a una situación concreta cuya consecuencia es una agrupación según amigos y enemigos, que se manifiesta en guerra, y se convierten en vacías cuando pierda vigencia la situación. En la manera usual de expresarse en el marco de las polémicas, el termino político aparece como equivalente a propio de la política de partidos; la falta de objetividad de toda decisión política, defecto que es reflejo de la distinción entre amigo y enemigo inherente a toda conducta política. Se debe dar una posibilidad efectiva de lucha, para que se hable de política, pero cuando se da un conflicto de la política interior, ya no se refiere a la guerra entre dos unidades populares organizadas (Estados o Imperios), sino a la guerra civil. Guerra es una lucha armada entre unidas políticas organizadas, y guerra civil es una lucha armada en el seno de una unidad organizada (por eso se vuelve problemática). Lucha se debe tomar en sentido originario. Los conceptos amigo, enemigo y lucha adquieren su sentido real por el hecho de que están y se mantienen en conexión con la posibilidad real de matar físicamente. La guerra procede de la enemistad, es su realización extrema, esta es una negación de un ser distinto. Entonces, la existencia política es una guerra sangrienta, cada acción política es una acción militar de lucha, como si cada pueblo está constantemente enfrentado respecto de los demás. En la guerra los adversarios suelen enfrentarse como tales, se aparecen por un uniforme modo de distinción entre amigo y enemigo, de modo que el problema político no lo tenga que resolver un soldado en acción. Sin embargo, la guerra no es un modo o contenido de la política, pero constituye el presupuesto que está dado como posibilidad real, que determina la acción y el pensamiento de humanos y origina una conducta específicamente política. Solo la lucha real se hace consecuencia de la agrupación política según amigos y enemigos. Un mundo sin posibilidad de lucha, un mundo pacífico, seria ajeno a la distinción de amigo y enemigo, y en consecuencia carente de política. El fenómeno de lo político solo se deja aprehender por referencia a la posibilidad de agrupación según amigos y enemigos, con independencia de las consecuencias que puedan derivarse de ello para la valoración religiosa, moral, estética, o económica de lo político. La guerra como medio político revela la posibilidad de distinción entre amigo y enemigo, y solo por esta razón tiene sentido mientras esa distinción tiene lugar en la humanidad. Schmitt considera que esta es la forma de justificar la guerra. Pero, si una guerra se lleva a cabo por motivos puramente religiosos, morales, jurídicos, seria un contra sentido. Todo antagonismo de cualquier clase se transforma en oposición política en cuanto gana suficiente fuerza para agrupar de modo efectivo a los hombres en amigos y enemigos. La agrupación de amigos y enemigos es tan fuerte que en el momento en que una oposición no política produce esta agrupación, pasan a segundo plano los anteriores criterios, puramente económicos, religiosos, etc., queda sometida a las consecuencias nuevas de la situación convertida en política. En política siempre toda agrupación que se orienta por referencia al caso decisivo. Debe ser soberana en el sentido que posea la competencia para decidir en el caso decisivo. La unidad política es por su esencia la que marca la pauta en el caso decisivo, cuando existe, es la unidad suprema. El pluralismo jurídico dice que el Estado se transforma en una asociación en competencia con otras, viene a ser una sociedad junto a y entre otras, que se desenvuelven dentro o fuera del Estado. Schmitt rechaza esto y dice que no hay ninguna sociedad o asociación política, lo que hay es solo una unidad política. La posibilidad real de agruparse como amigos y enemigos basta para crear una unidad que marca la pauta, unidad diferente con carácter decisivo. El Estado, en su condición de unidad política, tiene la posibilidad real de determinar por propia decisión quien es el enemigo y combatirlo (ius belli). Este también tiene la posibilidad de declarar la guerra, y en consecuencia de disponer de la vida de las personas. El ius belli implica la capacidad de disposición: requerir los miembros del propio pueblo la disponibilidad para matar y ser muertos, y la de matar personas del lado del enemigo. Sin embargo, un Estado normal busca producir dentro del Estado procurar la paz, seguridad y orden, así crear una situación normal para que las normas jurídicas tengan vigencia en general, ya que ninguna norma puede tener vigencia en una situación extraña por referencia a ella. Esa necesidad de pacificación dentro del Estado, hace que este sea capaz de identificar por si mismo también al enemigo interior. Esta seria la señal de guerra civil, según el grado de declaración del enemigo del Estado. Esto sería la disolución del Estado como unidad política organizada. Mientras un pueblo exista en la esfera de lo político tendrá que decidir por miso quien es su enemigo y amigo, esa es la esencia de su existencia política. Si no tiene capacidad o voluntad de tomar esta decisión, deja de existir políticamente. Si se deja decir por un extraño quien es el enemigo y contra quien debe o no combatir, no es un pueblo políticamente libre, sino esta sometido a otro sistema político. El sentido de la guerra no esta en que se la haga por ideales, sino que se haga contra un enemigo real. No existen guerras de la humanidad como tal, la humanidad no es un concepto político y no le corresponde unidad política ni posee status político. La humanidad es una construcción social ideal que comprende a todos los seres humanos de la tierra; es una despolitización porque refiere a una categoría universal, donde no hay ligar para el conflicto, en medida que todos los individuos somos seres humanos. Lo político para Schmitt entonces es un enfrentamiento radical entre un amigo y un enemigo, entre dos formas de vida tan diferentes que la mera existencia de una amenaza a la otra, por lo que son incapaces de convivir. La política no es hacer la guerra. En la guerra no hay política, los solados no hacen política, simplemente cumplen órdenes. Lo político entonces está en la decisión de hacer la guerra. Cuando un Estado se lo declara al otro, le está declarando que es un enemigo. No es el hacer guerra en sí, sino declarar al otro como un enemigo. La guerra es una consecuencia de esa decisión, donde la mayor parte de las veces no forman parte los que están batallando. ELITISTAS Autores elitistas son neomaquiavelistas porque comparte entre sí, una visión de la política que comenzó con Maquiavelo. Esta idea que la política no está en todos lados, es una actividad que tiene un centro de poder, y ese centro de poder está en el Estado, pero particularmente en la figura que representa el Estado, el príncipe. Los elitistas dicen que, si queremos saber qué es la política, darle efectividad, no hay que mirar en cualquier lado, sino focalizar en el punto en el que se concentra el poder, y para ellos se concentra en la elite. A partir de esto surgen distintas visiones. PARETO Pareto es un autor que tiene una visión particular acerca de lo político. Su visión responde al pensamiento filosófico basado en la tradición liberal, en donde va a reconocer al individuo como la soberana identidad en la sociedad. El centro de su teoría está en el individuo. La sociedad para Pareto es un conjunto de individuos, no hay nada más allá de estos, no hay visión comunitaria de la sociedad. El individualismo metodológico es la idea de que el centro de la teoría se basa en el individuo, no en ideas que trasciendan a esa entidad individual. Estos individuos lo que hacen en sociedad es interactuar y competir por bienes, puestos de trabajo, bienestar, posiciones de poder. Pareto concibe la historia como «cementerio de aristocracias». Pareto analizará la democracia representativa, por ser la más frecuente en las sociedades occidentales, aunque se referirá a ella simplemente como democracia. Respecto a esta cree, por un lado, que se enfrenta al Gobierno de una élite que persigue sus propios intereses, aunque trata de convencer al pueblo para hacerlos coincidir con los suyos, mediante todo tipo de ideologías, y por otro, reconoce el peligro que entraña el desgobierno, aunque no es tirano y no usa indiscriminadamente de la fuerza. Sin embargo, advierte que la democracia representativa no existe, ya que la soberanía del pueblo acaba al depositar su voto en la urna. Pareto cree que la democracia basada en el equilibrio de poderes y en el pluralismo político sigue siendo un modelo válido a falta de otro mejor. Concibe la historia como el mismo fenómeno permanente: una minoría arrebata el poder a la mayoría que domina y se erige en minoría dominante. Como los bienes son escasos, se da un proceso donde hay individuos que logran llegar a posiciones de poder, unos que logran tener mayor bienestar que otros, y otros que logran sobresalir sobre los demás. Se genera un proceso de desigualdades, es un proceso que está en la naturaleza del hombre, la competencia por sobresalir. Lo que sucede es que los individuos más aptos, que se desempeñan mejor en la sociedad, sobresalen y alcanzan posiciones de poder, bienestar económico mayor que otros y conformar una elite. A una clase con individuos que son los mejores en ciertas actividades, se asignaría el nombre de elite. Siempre hay individuos que sobresalen, que tienen más talentos y por lo tanto son mayor reconocidos, y hay una restitución económica por las actividades que desempeñan. Los individuos que llegan a la elite son muy pocos, y por eso son destacados. En la política también se forma una elite, individuos que sobresalen, porque son mejores, tienen mayor ambición. El problema de la actividad política es que suceden cosas que no suceden en otros ámbitos, que hacen que la elite sea particular. Hay individuos con talentos, pero por sus recursos no logran sobresalir, y quedan a un costado, por fuera de esa elite. La actitud fundamental que debe tener una elite política es la habilidad para mantenerse en el poder. Mientras estos individuos se mantengan en el poder van a conformar esa elite. Entonces, lo que hace Pareto en base a esta teoría es una visión de la historia diferente, momentos de la historia. La historia es una historia de minorías de poder, estas elites. Por lo tanto, en toda sociedad podemos distinguir una elite gobernante, o sea que tiene el poder político, de una no gobernante, que puede tener poder, pero no tiene poder político. Si un pueblo tiene un buen desarrollo, es en gran medida gracias a las elites que tienen las riendas de poder en esa sociedad. Acá se ve el individualismo metodológico, lo importante es el individualismo, no lo colectivo. Las élites no son permanentes: declinan, degeneran y mueren, unas veces con lentitud y otras con rapidez. Disminuyen en cantidad y calidad, dejando lugar para la incorporación de nuevos elementos de otros estratos, poniendo en movimiento la «circulación de las élites». Gracias a sus aptitudes y que los individuos sobresalen, van formando parte de las elites, pero el problema es que, particularmente en la elite política comienzan a surgir obstáculos para que los mejores, con más aptitudes, lleguen a la elite política. Estos obstáculos surgen porque la propia elite los coloca, pero ya no eligiendo a los más aptos con mayor capacidad sino colocando a los conocidos, amigos y familiares. Lo que sucede muchas veces es que la elite política en momentos de la historia no está conformada por los más aptos y mejores en la sociedad, sino por individuos que llegaron de forma independiente de sus aptitudes. Va a llegar un momento en el que va a existir mayor cantidad de personas con aptitudes y aspiraciones de llegar a la elite política, que están fuera, que las que están dentro de ella. Ahí para Pareto comienzan los cambios sociales, la formación de partidos políticos, golpes de estado, etc. Ese proceso se pude expresar en diversos cambios políticos, lo que sucede es un cambio de elite. Cuando esto suceden estos cambios de elite, hay personas que van a querer entrar en esta, y lo van a conseguir, mediante revoluciones etc. Estos que ingresan van a ser los más aptos, pero luego van a seguir con las prácticas de las anteriores elites, hacer entrar a amigos, etc., y esta elite va a caer. Así se vuelve un círculo vicioso. Pareto explica los cambios históricos en base a esta teoría de la circulación de las elites. Su visión de la historia como alternancia indefinida de los poderes de las élites está marcada por la oscilación entre dos tipos en la Jefatura del Gobierno: los zorros y los leones. Lo ideal en las sociedades es tener un equilibrio entre estas dos personas. Los leones son los que toman el poder y no dudan en ejercer la fuerza, pero no saben gestionar las circunstancias. Los zorros son los que no ejercen poder, pero son buenos gestionando los asuntos. La debilidad de los leones consiste en su empecinamiento y por eso caen, para saber cuándo reprimir y cuando no. La debilidad de los zorros es que le dedican más tiempo a mantenerse en el poder que a responder las necesidades de los ciudadanos. La naturaleza humana no cambia, se pueden localizar en cualquier momento hombres con capacidad para mandar y hombres que quieren ser dominados. Las claves del equilibrio social, de la estabilidad de la clase política, se encuentran en la estructura psicológica permanente de la naturaleza humana. La historia nos enseña, que cualquier esfuerzo por cambiar la situación social es una pérdida de tiempo. La historia se desarrollaba de forma caótica, y la razón y el progreso eran simples ilusiones. En los pueblos civilizados modernos hay tendencia a usar una forma de gobierno en la que el poder de hacer leyes corresponde en gran parte a una asamblea elegida, por una parte, al menos de los ciudadanos. El Estado de Derecho es un mito porque carece de entidad. Critica al régimen parlamentario representativo y afirma que la soberanía pertenece al pueblo. Sin embargo, la soberanía está en manos de una minoría que acude a los principios democráticos sólo para dar una apariencia legítima a sus actuaciones. Para mantenerse en el poder, las élites modernas utilizan la persuasión ideológica más que la fuerza, aparece una de las dimensiones del «otorgamiento del poder» al pueblo: esta es una derivación sobre la cual es más eficaz la creación de consenso. La democracia no es posible porque siempre hay una élite gobernante: todo régimen social es siempre aristocrático. La idea de una humanidad común, implícita en el concepto de igualdad de todos los hombres, es incompatible con su clasificación en órdenes superiores e inferiores. Igualmente, las élites democráticas son las menos peligrosas porque respetan la libertad de los individuos. Las teorías elitistas conciben que se alcanza el interés general cuando la política del Gobierno concuerda con la opinión de la élite. Pareto ofrezca su propia clasificación de los tipos de gobierno: 1) Gobiernos que usan principalmente la fuerza material y la de los sentimientos religiosos u otros similares: Predominan los residuos de la clase II (persistencia de los agregados/leones) sobre los de clase I (instinto de las combinaciones/zorros) y, por tanto, expertos en mantener el orden, la estabilidad y la tradición. Sin embargo, no estimulan la iniciativa económica bien porque huyen de las novedades, o porque obstaculizan el ascenso de los que tienen nuevas ideas al respecto. Su enriquecimiento será precario y caerán en manos de una turba armada. 2) Gobiernos que usan principalmente la inteligencia y la astucia apelando a los sentimientos: Se trata de Gobiernos teocráticos, como los de los antiguos reyes de Grecia, hoy desaparecidos en Occidente, por lo que Pareto no procede a su examen. 3) Gobiernos que usan principalmente del arte y la astucia, apelando a los intereses: Es un Gobierno de «especuladores», donde prevalece la clase I de residuos y la circulación de las clases selectas es rápida, pero está determinada por la capacidad de producir innovaciones económicas de los aspirantes. Pueden degenerar en Gobiernos astutos, pero débiles, derribados por la violencia interna o externa. La historia está marcada por oscilaciones periódicas en las que la clase gobernante va de la coerción a la astucia; sin embargo, una confianza excesiva en la fuerza o en el ingenio no da buen resultado a la larga. Las decisiones políticas se toman de acuerdo con los sentimientos de una colectividad particular. La fuerza centrípeta que potenciaba la concentración del poder hacia el centro, se encuentra enfrentada con una fuerza centrífuga muy ponderosa. El poder central, como está sometido a tal fuerza, se disgrega lentamente, y la soberanía pierde poco a poco su atributo más importante: la eficacia. Como el poder tiene horror al vacío, los particulares y grupos que ocupaban papeles secundarios, intentan del modo más natural conquistar las plazas vacantes. En la mayor parte de los casos se conforman con ejercer un poder de hecho, real y efectivo, aunque todavía jurídicamente inexistente. De estas transformaciones surgirá una nueva élite que barrerá a la antigua y se apropiará de los resortes del poder. Aunque la élite cambie de derivación o de teoría, la realidad es la misma. Ante la imposibilidad efectiva de la democracia directa, Pareto reitera la importancia de las instituciones democráticas como foro de opinión, pluralismo político y garantía básica de libertad. ELITISMO Y DEMOCRACIA La filosofía política moderna comenzó por una reacción frente a una forma de elitismo: el elitismo del status y el privilegio hereditarios. Ni Maquiavelo ni Hobbes pueden considerarse demócratas, pero ambos criticaron la aristocracia hereditaria. Mientras la democracia se rige porque todos pueden decidir, la tecnocracia pretende que los llamados a decidir sean los especialistas. La consecuencia política de la visión pesimista y no igualitaria de la naturaleza humana es una aceptación de la necesidad de un gobierno autoritario o, de un liderazgo autoritario ejercido por una élite, en general sin la participación o el control de la masa. El dominio de una élite es inevitable: se trata de tener la mejor de las élites posibles: la antigua aristocracia liberal. ¿Cuál sería entonces el régimen político preferido por Pareto? Este sería el régimen de «garantía o defensa jurídica» por Gaetano Mosca. El principio de la protección jurídica es un criterio para comprender las formas de gobierno buenas de las malas, al examinar los «mecanismos sociales que regulan la disciplina del sentido moral», refiere al freno espontáneo o provocado de los sentimientos egoístas, ninguna sociedad puede sobrevivir sin preocuparse de formar, alimentar y conservar el sentido moral. No todas las formas de organización política consiguen instituir una eficaz protección jurídica. Las formas mejores o menos malas son las que la defensa jurídica alcanza con mayor aproximación el fin, que consiste en proteger al grupo social de los efectos destructivos de los comportamientos extraviados. El mejor sistema de protección jurídica es el que se funda sobre la presencia efectiva del mayor número de fuerzas sociales contrapuestas. En él se ha conseguido la defensa de las libertades individuales gracias a un perfecto equilibrio político y social. Puede alcanzarse mientras se logre llevar al poder a una élite compuesta por individuos que no defiendan los intereses particulares de un grupo social concreto, sino que piensen en términos del bien común y que establezcan un gobierno basado en el respeto a la ley. Pareto creía que la iniciativa individual era el mecanismo económico más favorable para aumentar la riqueza. Se muestra liberal en economía, aunque aceptaba las intervenciones del Estado para agilizar el funcionamiento del mercado. En el plano político, su pensamiento se caracteriza por un régimen de carácter autoritario, pero moderado en su conducta, donde los gobernantes pueden adoptar decisiones, pero no pretenden resolverlo todo ni imponer a los gobernados lo que deben pensar y creer. Pretende reducir al mínimo el dominio inevitable del hombre sobre el hombre. A su juicio, lo mejor sería dejar actuar a los mecanismos del mercado en un Estado lo bastante fuerte para imponer respeto a las libertades. MICHELS Michels a diferencia de Mosca va a estudiar la formación de partidos políticos. Lo que hace es estudiar al partido social demócrata más grande del mundo en ese momento, el alemán. Se pregunta acerca de las posibilidades de funcionamiento democrático de masas de los partidos políticos. Si un partido puede funcionar democráticamente. Debemos aclarar que este partido por supuesto no es la excepción en la tendencia oligárquica. Este plantea la ley sociológica fundamental, la organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegantes. Quien dice organización dice oligarquía. No se concibe la democracia sin organización. la organización es el único medio para llevar adelante una voluntad colectiva. La organización es el arma de los débiles en su lucha contra los fuertes. Las probabilidades de triunfo dependerán del grado en que la lucha sea conducida sobre una base de solidaridad entre las personas cuyos intereses son idénticos. El principio de organización es condición esencial para la lucha política de las masas. Sin embargo, este principio de organización, políticamente necesario, trae con sigo otro peligro: salimos de las llamas para caer en las brasas. La organización es el manantial desde donde parten las corrientes conservadoras que riegan la llanura de la democracia. El ideal de la democracia consiste en el gobierno propio de las masas, de acuerdo con las decisiones de asambleas populares; aunque este sistema limita el principio de delegación, no logra brindar garantía alguna contra la constitución de una oligarquía. La plebe está siempre expuesta a la sugestión, y es fácilmente influida por la elocuencia de los grandes oradores populares. Es más fácil dominar una gran multitud que una audiencia pequeña. La adhesión de la multitud es tumultuosa e incondicional. Las reuniones públicas enormes, adoptan resoluciones por unanimidad; si estas mismas asambleas, se las divide en pequeñas secciones serán más cautas en sus aprobaciones. Un número tan grande de personas pertenecientes a una organización unitaria, no puede realizar ninguna tarea práctica con el sistema del debate directo. Hay, sin embargo, otras razones de carácter técnico y administrativo que hacen imposible el gobierno propio y directo de grandes grupos. En el partido democrático moderno es imposible que la colectividad emprenda la solución directa de todas las controversias que puedan surgir. De allí nace la necesidad de delegación, de un sistema donde haya delegados que representen a la masa y lleven a la práctica su voluntad. La división social de trabajo entre lideres y masas imposibilita el gobierno democrático. El poder de determinación pasa a ser considerado como uno de los atributos específicos del liderazgo, y las masas lo pierden mientras se concentra solo en las manos de los líderes. Los líderes, que al principio eran solo órganos ejecutivos de la voluntad colectiva, se emancipan pronto de la masa y se hacen independientes de su control. La organización implica la tendencia a la oligarquía. En toda organización, se manifiesta la tendencia aristocrática. El mecanismo de la organización, induce algunos cambios importantes en la masa organizada, e invierte la posición respectiva de los conductores y los conducidos. Como consecuencia de la organización, todos los partidos o gremios profesionales llegan a dividirse en una minoría de directivos y una mayoría de dirigidos. La democracia no puede existir hasta que se ha alcanzado una etapa superior de vida social, mejor desarrollada. Sí pasamos de la esfera de la democracia a la del partido, podremos observar que, a medida que se desarrolla la democracia, aparece un efecto lateral: con el avance de la organización, la democracia tiende a declinar. En los diversos partidos y organizaciones de los diferentes países, el grado de desarrollo de la organización es lo que determina, la influencia de los líderes. Donde la organización es más fuerte, es menor el grado de aplicación de la democracia. Toda representación partidaria representa un poder oligárquico fundado sobre una base democrática. Toda organización sólidamente construida, favorece la diferenciación de órganos y funciones. Cuanto más extenso y ramificado es el aparato oficial de la organización, mayor es el número de sus miembros y más rico su tesoro, pero menos eficiente el control ejercido por la masa y más reemplazado por el poder de las comisiones. Los actos de los dirigentes están expuestos a la crítica de la masa. El dirigente es un empleado comprometido a cumplir las instrucciones que recibe. Debe atender las ordenes de la masa, de la cual es el órgano ejecutivo. Pero en la realidad, a medida que la organización aumenta, esta dependencia se hace ficticia. Los miembros deben abandonar la idea de que supervisan la administración total, y están obligados a dejar esas tareas en manos de personas, designadas para ese fin: en manos de funcionarios asalariados. La masa debe contentarse con informes breves, y con la designación de algunas comisiones de investigación. El jefe se acostumbra a resolver cuestiones importantes con su propia responsabilidad, y a decidir diversos asuntos relativos a la vida del partido sin intentar consulta alguna a la masa. El control democrático sufre de este modo una disminución progresiva, y se ve reducido finalmente. La democracia es solo una forma de organización, y cuando deja de ser posible armonizar la democracia y la organización, es preferible abandonar aquella y no ésta. La organización es el único medio de alcanzar los fines del socialismo como extracto del contenido revolucionario del partido, y este contenido esencial nunca debe ser sacrificado por la forma. Una organización fuerte, debe tener un liderazgo igualmente fuerte. Rousseau es fundador de la crítica a la democracia; define al gobierno popular como el ejercicio de la voluntad general, y plantea que ésta nunca puede serle sustraída, y el soberano, que no es más que un concepto colectivo, solo puede ser representado por sí mismo. En consecuencia, desde el instante en que un pueblo se entrega a representantes, deja de ser libre. Una masa que transfiere su soberanía a las manos de unos pocos individuos, abdica de sus funciones soberanas. La voluntad del pueblo no es transferible. Así el poder sigue así un ciclo: procede del pueblo y termina levantándose por encima de este. Quien tiene el cargo de delegado adquiere un derecho moral a ese cargo, y los delegados lo conservan a menos que sean privados de éste en circunstancias extraordinarias. La costumbre se hace un derecho. Quien ha desempeñado durante cierto tiempo el cargo de delegado, considera que ese cargo es propiedad suya. Si se le niega la reelección amenaza con represalias. El adversario está obligado a mostrar en respuesta una deferencia mayor, y esto sobre todo cuando el líder es indispensable, o la masa lo considera como tal. En todos los partidos políticos, donde surge un obstáculo, los líderes están prontos para ofrecer su renuncia. Declaran que están cansados y hastiados del cargo, cuando en realidad su intención es mostrar a los disidentes él carácter indispensable del propio líder. La gran masa de electores constituye la extensa base; sobre ésta se superpone la masa menor de miembros enrolados en el comité local del partido, viene el número mucho pequeño de los miembros que asisten regularmente a las reuniones; luego viene el grupo de funcionarios del partido; y por encima de todo, de los miembros que constituyen el comité ejecutivo. El poder efectivo está aquí en razón inversa del número de quienes lo ejercen. En la masa, y aun en la organizada, existe una necesidad de dirección y guía. Esta se acompaña por un culto de los líderes, considerados héroes. Acostumbrada a ser dirigida, la masa necesita una labor considerable de preparación para poder ser puesta en movimiento. A falta de esto, y cuando los líderes, de manera imprevista, la masa no comprende, y no les presta atención. La masa tiene imapasión por los oradores distinguidos, por los hombres de gran renombre, y si no puede obtenerlos, insiste al menos en un diputado. Los líderes de las posiciones más altas poseen muchos cargos honoríficos. Una de las características de los partidos democráticos modernos es la acumulación de cargos. Esto da honores al líder, le da poder sobre la masa lo hace cada vez más indispensable; pero supone también un aumento de trabajo, y puede derribar a quienes no tengan una constitución fuerte. Además de la indiferencia política de las masas y de su necesidad de guía, contribuye a la supremacía del líder; es la gratitud que experimenta la multitud hacia quienes hablan o escriben en su defensa. Los líderes adquieren fama como defensores y consejeros del pueblo. Hay una lucha, entre un líder y otro; y la masa tiene que intervenir en esta lucha, y decidir entre los adversarios. Al favorecer a un competidor manifiesta por fuerza «ingratitud» hacia el otro. Por lo general este sentimiento de gratitud se manifiesta en la reelección continua de los líderes que lo han merecido, con lo que el liderazgo por lo común se hace perpetuo. La pregunta es por qué toda organización deviene en oligarquía, identifica dos causas: psicológica y técnica. La psicológica afecta a las masas, y la masa necesita contar con lideres porque son incapaces de gobernarse y organizarse a sí mismos. Con la institución de un liderazgo comienza la transformación de lideres en una casta cerrada, estos individuos que toman más poderes de otros y se vuelve inaccesible para los demás. Estos gobernantes más que gobernar a sus electores se gobiernan a ellos mismo y priorizan sus intereses. En los partidos social demócratas, el liderazgo supone una transformación ideológica, que es la moderación y el abandono de la revolución como forma de acceso al poder. Buscan competir y mantenerse en el poder a través de las elecciones. Esto surge de las ansias de poder que tienen los lideres. La causa técnica es que toda organización requiere especialización de funciones de técnicos y expertos. Comienza a surgir un desbalance de organización técnica de masas. Los lideres manejan más información que la masa, viven cotidianamente para la organización y comienza a surgir un desequilibrio de información entre el poder y la masa, y utilizan esa información ahora permanecer en el poder, mientras que la masa no puede lograr el conocimiento profundo que tienen los lideres del funcionamiento de la organización política, y hace que ellos lideres se vuelvan especialistas y la usen para permanecer en el poder. MARX Y SU CONCEPCIÓN Las elites en el mundo moderno constituyen clases. Las elites del mundo premoderno constituían estamentos. Marx: los grupos sociales en los que se estructuraba la sociedad eran los siervos, o sea los campesinos sometidos a la servidumbre para trabajar para el señor feudal; y los señores feudales. En principio la estructura social moderna es una estructura abierta, y las pre modernas es una estructura cerrada donde no hay posibilidad de movilidad social. Se es feudal, o se forma parte de la nobleza por heredación. La clase se define en función de la relación que el individuo tiene con lo económico. Marx la clase la define el ser o no propietario de los medios de producción. Weber la define según lo que tengamos para ofrecer en el mercado, y eso no tiene por qué ver con el capital, los medios de producción. La condición de una persona en el mundo moderno está condicionada por el grado de escasez con lo que tiene para ofrecer en el mercado. En nuestra sociedad nuestras diferenciaciones son de tipo de clase, no estamentarias, ya que estas están abolidas. Estamento político profesional, alto empresariado, sujetos que ostentan un grado de prestigio o reconocimiento público, son sectores de elite, ciertas veces entre estos hay grados de competencia, puede suceder que un individuo pertenezca a más de un grupo de estos al mismo tiempo. Michels con esta teoría, critica al marxismo, dice que la transformación socialista de la sociedad a través del proceso revolucionario, lejos de terminar con desigualdades, crea otro tipo de desigualdad basado en la organización burocrática. Genera una casta de burocracia oligarquizada que se diferencia de la masa y tiene privilegios que no tiene la masa. MOSCA LA CLASE POLÍTICA PREDOMINIO DE UNA CLASE DIRIGENTE SOBRE TODA LA SOCIEDAD Deitano Mosca al igual que Pareto afirma que en toda sociedad hay una minoría única que detenta el poder frente a una mayoría. Un predominio de una clase dirigente sobre toda la sociedad. La diferencia de Pareto con Moca es la organización, la clase gobernante para Mosca es así porque está organizada. El ejercicio del poder necesita una justificación acerca de quién y por qué se da ese mandato. A pesar de que el poder esté en la organización, busca una justificación del mandato. A esta justificación Mosca la llama una formula política, esta es el conjunto de creencias aceptadas que le otorgan a la clase política una base de legitimidad, o sea una justificación. Hace que ese poder de hecho, se transforme en un poder legitimo. La clase dirigente es siempre la menos numerosa, realiza todas las funciones políticas, monopoliza el poder y goza de ventajas. La sociedad y más numerosa, es dirigida y regulada por la primera, y la provee de los medios materiales de subsistencia y las vitales para el organismo político. La teoría de la clase política entonces sostiene que una sociedad es su clase gobernante. La historia es la historia de la clase gobernante. Esto es volver a Maquiavelo, el poder no existe como ente colectivo, sino individuos que conviven entre sí. Existen dos tipos de individuos, y para entender a la sociedad hay que estudiar a los que gobiernan, no los que están por fuera. En cada organismo político hay siempre una persona cabeza de la jerarquía de toda clase política que dirige el timón del Estado. Esta no tiene por que ser la que empuña legalmente el poder supremo. Bajo ciertas circunstancias, puede haber en lugar de una, dos o tres que desempeñan las funciones de suprema dirección. A su vez, las presiones provenientes del descontento de las masas gobernadas, ejercen influencia sobre la acción de la clase política. El hombre a la cabeza del Estado no podría gobernar sin el apoyo de una clase numerosa que siga y respete sus órdenes. Lo que puede constituir la verdadera superioridad de la clase política, es la importancia que su constitución variable tiene al determinar el tipo político y el grado de civilización de los pueblos. La teoría de la clase política sostiene dos cosas: una sociedad es la sociedad de su clase gobernante. La historia es la historia de la clase gobernante. Quienes son responsables del bien social en definitiva no es toda la sociedad, la historia no la hacen los pueblos, sino la clase gobernante, aquellos que por estar organizados gobiernan la sociedad. Para estudiar la sociedad hay que focalizar su estudio en la clase gobernante. PREVALENCIA DE LA MINORÍA ORGANIZADA SOBRE LA MAYORÍA Un solo individuo no puede mandar a una masa sin tener una minoría que lo sostenga, las minorías gobiernan a las mayorías. La fuerza de la minoría es irresistible frente a cada individuo de la mayoría, el cual este asilado ante la totalidad de la minoría organizada. Se puede decir que esta organizada por ser minoría. Cuanto mas grande es una comunidad política, menor será la proporción de la minoría gobernante respecto a la mayoría gobernada, y más difícil será para la mayoría organizarse en reacción contra ella. Los elitistas van en contraposición de la monarquía, sostienen que es imposible que nos gobierne uno solo. El gobierno lo forma un conjunto de personas y estas son necesarias para sostener esta clase gobernante. Por más que haya una monarquía, siempre va a haber más de una persona con el poder. Frente a la democracia, a pesar de que se eligen, lo que hace es autoelegirse, se eligen un conjunto de minorías organizadas y los electores no tienen una realmente libertad de elegir a quien quieran. Si esto sucediera sería un caos e imposible elegir. La democracia es una aristocracia más amplia. Además, las minorías gobernantes se distinguen de la masa de los gobernados por ciertas cualidades que les dan superioridad material, intelectual, y moral. Son herederos de los individuos que poseyeron estas cualidades. Deben tener un atributo, verdadero o aparente, que sea fuertemente apreciado y de mucho valor en la sociedad que viven. Hay ambigüedad en el concepto de clase gobernante de Mosca. Esta ambigüedad muchas veces lo acerca o aleja de Pareto. Una pregunta que se hace Mosca es qué condiciones se deben hacer los individuos para permanecer en esa clase gobernante. Mosca habla de que los individuos que forman parte de la clase gobernante expresan o representan lo que la llama fuerzas sociales. Estas son actividades humanas que la sociedad valora. En las sociedades donde estas actividades son valoradas, los individuos de poder van a provenir de esas actividades. LAS FUERZAS POLÍTICAS Y EL VALOR MILITAR En la sociedad primitiva, que está en el primer estado de su organización, el valor militar es la cualidad que más fácil abre el acceso a la clase política dirigente. La guerra, que en las sociedades civilizadas avanzadas es un estado excepcional, se considera normal en aquellas que están en inicio de su desarrollo. Los individuos muestran las mejores aptitudes en la guerra, así obtienen su supremacía sobre sus compañeros: los mas valientes se convierten jefes. Normalmente el dominio de la clase guerrera sobre una multitud pacifica, se suele tribuir a una superposición de razas, a la conquista que un pueblo belicoso hace de otro no belicoso. LA RIQUEZA La clase guerrera dominante adquiere casi en exclusividad la propiedad de la tierra, que en los países no civilizados es la principal fuente de producción y riqueza. A medida que la civilización progresa, el valor de las tierras aumenta. Con el crecimiento de la población suele crecer la rentabilidad, porque se crean grandes centros de consumo constituidos en capitales. Así, puede devenir una transformación social muy importante. La cualidad mas característica de la clase dominante es la riqueza; los gobernantes son los ricos, no los fuertes. Como el poder político produce riqueza, la riqueza produce poder. En una sociedad madura, en la cual la fuerza individual es tenida bajo freno por la de la colectividad si los poderosos son los ricos; basta con ser rico para convertirse en poderoso. En todos los países, otros medios de influencia, con conocimiento especializado, se adquieren mas fácilmente por los ricos que los pobres. Los ricos tienen un camino mas corto que recorrer que los pobres. LAS CREENCIAS RELIGIOSAS Y LA CULTURA CIENTÍFICA En las sociedades donde las creencias religiosas son muy fuertes y los ministerios del culto forman una clase especial, se constituye una aristocracia sacerdotal, que obtiene casi siempre una parte de la riqueza, y del poder político. Frecuentemente los sacerdotes poseen todo tipo de conocimiento y representan una clase intelectual elevada. Las jerarquías sacerdotales tienden a monopolizar el conocimiento y obstaculizan la difusión de los métodos y procedimientos que hacen posible el aprendizaje. Lo sagrado y la cultura científica se convierten en fuerzas políticas importantes solo en un estado muy avanzado de civilización, y solo entonces se abre acceso a la clase gobernante para aquellos que lo poseen. A la fracción mas distinguida de la clase política, la práctica de regir el organismo militar de la comunidad, hace nacer y desarrollar un verdadero arte de gobierno superior a todo lo que sugiere la simple experiencia individual. Aquí se constituyen aristócratas de funcionarios. El dominio del arte de gobernar que un individuo tiene es una cualidad difícil de comprobar, si la persona no ha dado una demostración practica de poseerlo. LA INFLUENCIA DE LA HERENCIA EN LA CLASE POLÍTICA En ciertos países, existen castas hereditarias; la clase gobernante está restringida a un número de familias, y el nacimiento es lo único que determina la entrada o exclusión a esa clase. Todas las clases políticas tienden a convertirse en hereditarias, todas las fuerzas políticas poseen como cualidad la tendencia a permanecer en un punto en el que se encuentran. El valor militar y la riqueza, por tradición, se mantienen en familias. La práctica de los grandes cargos, los hábitos y las aptitudes, se adquieren más fácil cuando desde pequeño se familiariza con ello. Aunque los concursos sean “abiertos” a todos, la mayoría no tiene los recursos para una larga preparación, y otros no tienen las relaciones y parentescos por los cuales un individuo se evita los tropiezos, inevitables cuando se entra a un ambiente desconocido, sin apoyo alguno. El principio democrático de elección de sufragio parecería estar en contradicción con esta tendencia hacia la estabilidad de la clase política; pero los candidatos que tienen éxito en las elecciones democráticas, casi siempre son de fuerzas políticas hereditarias. Cuando vemos en un país establecerse una casta hereditaria que monopoliza el poder político, el status de jure fue precedido por uno de facto. Antes de proclamar su derecho hereditario de poder, las familias poderosas debieron tener fuertes sus manos al mando, debieron monopolizar todas las fuerzas políticas de la época y del pueblo en el que se afirmaron, sino esta pretensión hubiera generado protestas y luchas. Las aristocracias hereditarias argumentan con orígenes sobrenaturales, o diferentes y superiores a aquellos de las clases gobernadas. Todas las clases gobernantes tienden a justificar su poder apoyándolo en un principio moral de orden general. Las aristocracias han permanecido cerradas, y por lo tanto exclusivas. Los individuos que pertenecen a las aristocracias deben sus cualidades especiales a la particular educación que han recibido y desarrollado tendencias intelectuales y morales, y no tanto por la sangre. Mosca también va a hablar de principios y tendencias. Las tendencias hacen referencia al origen de los nuevos miembros de la clase gobernante. Los principios refieren a la forma de elección de esos miembros de la clase gobernante. Mosca distingue dos tendencias: aristocrática y democrática, La aristocrática hace referencia a cuando cambian los miembros de la clase gobernante y los que los sustituyen son individuos que ya estaban vinculados a la clase gobernante anterior. La tendencia democrática es cuando estos nuevos miembros tienen un origen por fuera de la clase gobernante anterior. Los dos principios que distingue son: autocrático y liberal. El principio autocrático la forma de elección de la clase gobernante es que la propia clase el gobernante elige sus miembros. En el principio liberal quienes eligen los miembros de la clase gobernante son de la clase no gobernante. Los principios y tendencias son independientes en Mosca. Un principio se puede cruzar con una tendencia. Entre los factores que figuran en la jerarquización social, la superioridad intelectual es la que menos tiene relación con la herencia. Los hijos de hombres con inteligencia frecuentemente tienen mediocres talentos. Por esto, las aristocracias hereditarias nunca han defendido su gobierno solo con su superioridad intelectual, sino de carácter y riqueza. La posición social la tradición de familia, los hábitos de la clase en la cual vivimos, contribuyen al desarrollo de estas cualidades. PERIODOS DE ESTABILIDAD Y RENOVACIÓN DE LA CLASE POLÍTICA Cuando se desajustan las fuerzas políticas, si las nuevas fuerzas nacen, si las antiguas pierden importancia o se produce un cambio en su distribución, cambia también la manera como la clase política esta formada. Las clases políticas decaen cuando no pueden ejercer la cualidad por la cual arribaron al poder, o perdió su importancia en su ambiente. WEBER Hay dos visiones, política como conflicto y como orden. En la visión que pone énfasis en el conflicto, la política desaparece cuando desaparecen las relaciones de poder. En un caso, la noción de poder está conectada a la contraposición, y en el otro a la composición. Al igual que los contractualistas, el poder siempre tiene que estar justificado. Solo la justificación transforma una relación de mera fuerza en una relación jurídica; contrato social. La distinción entre legitimidad y legalidad se borró y se asume que todo poder legal es legítimo. La legitimidad se refiere al título del poder, la legalidad a su ejercicio. Cuando se exige que el poder sea legitimo se pide que quien lo detenta tenga el derecho a tenerlo (no sea un usurpador). Cuando se hace referencia a la legalidad del poder, se pide que quien lo detenta no ejerza con base en el propio capricho, sino de conformidad con reglas establecida (no sea un tirano). La dominación es la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado, para mandatos específicos, o para toda clase de mandatos. Es la probabilidad de ejercer "poder" o "influjo" sobre otros hombres. En el caso concreto esta dominación ("autoridad"), puede descansar en diversos motivos de sumisión: desde la habituación inconsciente hasta lo que son consideraciones puramente racionales con arreglo a fines. Un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer, es esencial en toda relación auténtica de autoridad. No toda dominación se sirve del medio económico, ni tiene toda dominación fines económicos. Toda dominación sobre una pluralidad de hombres requiere (no absolutamente siempre) un cuadro administrativo; o sea, la probabilidad en la que se puede confiar, de que se dará una actividad, dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos concretos, por parte de un grupo de hombres cuya obediencia se espera. Este cuadro administrativo puede estar ligado a la obediencia de su señor por la costumbre, de un modo afectivo, por intereses materiales, o por motivos ideales (con arreglo a valores). En lo cotidiano domina la costumbre y con ella intereses materiales, utilitarios, tanto en ésta como en cualquiera otra relación. Pero, la costumbre y la situación de intereses, como los motivos puramente afectivos y de valor (racionales con arreglo a valores), no pueden representar los fundamentos en que la dominación confía. Se les añade otro factor: la creencia en la legitimidad. Ninguna dominación se contenta con tener como probabilidades de su persistencia motivos puramente materiales, afectivos o racionales con arreglo a valores. Todas procuran fomentar la creencia en su "legitimidad". Según sea la clase de legitimidad pretendida, es diferente el tipo de la obediencia, como el del cuadro administrativo destinado a garantizarla, como el carácter que toma el ejercicio de la dominación; y también sus efectos. Por eso, parece adecuado distinguir las clases de dominación según sus pretensiones típicas de legitimidad. 1-La "legitimidad" de una dominación tiene una importancia que no es puramente "ideal”, mantiene relaciones determinadas con la legitimidad de la "propiedad". 2-No toda "pretensión" convencional o jurídicamente garantizada debe llamarse "relación de dominación". 3-La "legitimidad" de una dominación debe considerarse sólo como una probabilidad, la de ser tratada prácticamente como tal y mantenida en una proporción importante. 4-"Obediencia" significa que la acción del que obedece actúa como si el mandato se hubiera convertido, en máxima de su conducta; eso en méritos de la relación formal de obediencia, sin tener en cuenta la propia opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal. 5-El ámbito de la influencia autoritaria de las relaciones sociales y de los fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera vista parece. 6-Que el dirigente y el cuadro administrativo de una asociación aparezcan según la forma como "servidores" de los dominados, no demuestra el carácter de "dominación”. La dominación, o sea la probabilidad de hallar obediencia a un mandato determinado, puede fundarse en diversos motivos: -Puede depender directamente de una constelación de intereses, o sea de consideraciones utilitarias de ventajas e inconvenientes por parte del que obedece. -Puede depender de la "costumbre ". -De la ciega habituación a un comportamiento antiguo. -Puede fundarse, por fin, en el puro afecto, en la mera inclinación personal del súbdito. Sin embargo, la dominación que sólo se fundara ellos sería relativamente inestable. En las relaciones entre dominantes y dominados, la dominación suele apoyarse en motivos jurídicos, en motivos de su "legitimidad", de tal manera que el rompimiento de esa creencia en la legitimidad suele, acarrear graves consecuencias. En forma totalmente pura, los "motivos de legitimidad" de la dominación son tres: 1. Dominación legal en virtud de estatuto: Su tipo más puro es la dominación burocrática. Sin embargo, ninguna dominación es exclusivamente burocrática, ya que ninguna es ejercida únicamente por funcionarios contratados. Su idea básica es: que cualquier derecho puede crearse y modificarse por medio de un estatuto sancionado correctamente en a la forma. La asociación dominante es elegida, y ella y todas sus partes son servicios. Un servicio heterónomo y heterocéfalo suele designarse como autoridad. El equipo administrativo consta de funcionarios nombrados por el señor, y los subordinados son miembros de la asociación ("ciudadanos"). Se obedece, no a la persona en virtud de su derecho, sino a la regla estatuida, la cual establece a quién y en qué medida se debe obedecer. El tipo del funcionario es de formación profesional, cuyas condiciones de servicio se basan en un contrato, con un sueldo fijo, según el rango del cargo y derecho de ascenso conforme a reglas fijas. Su administración es en virtud del deber objetivo del cargo; debe disponer sin la menor influencia de motivos personales y sentimentales de ninguna clase, libre de arbitrariedad y capricho. El deber de obediencia está graduado en una jerarquía de cargos, con subordinación de los inferiores a los superiores. Dentro de este forman parte la estructura moderna del Estado y el municipio, la relación de dominio en una empresa capitalista privada, de cualquier tipo que disponga de un equipo numeroso y jerárquicamente articulado. 2. Dominación tradicional en virtud de creencia en la santidad de los ordenamientos y los poderes señoriales existentes desde siempre: Su tipo más puro es el del dominio patriarcal. La asociación de dominio es comunización; el tipo del que ordena es el "señor'‘, y los que obedecen son "súbditos". El cuerpo administrativo lo forman los "servidores". Se obedece a la persona en virtud de su dignidad propia, santificada por la tradición: por fidelidad. En principio se considera imposible crear nuevo derecho frente a las normas de la tradición. Pueden observarse dos formas características distintas: -La estructura puramente patriarcal de la administración: los servidores se reclutan en dependencia personal del señor, ya sea en forma puramente patrimonial (esclavos, siervos), o extra patrimonial (plebeyos)." Su administración es totalmente heterónoma y heterocéfala: no existe derecho alguno del administrador sobre su cargo, y tampoco existen selección ni honor profesionales del funcionario; los medios materiales de la administración se aplican en nombre y por cuenta del señor. no existe garantía alguna contra su arbitrariedad. -La estructura de clase: los servidores no lo son personalmente del señor, sino que son personas independientes, de posición social superior; están investidos con sus cargos por privilegio del señor, o poseen en virtud de un negocio jurídico (compra, pignoración o arriendo) un derecho propio al cargo, del que no se les puede despojar sin más, de modo que su administración, limitada, es autocéfala y autónoma, ejerciéndose por cuenta propia y no por cuenta del señor: dominación gremial. El poder señorial se halla, repartido entre el señor y el cuerpo administrativo con título de propiedad y privilegiado, y esta división de poderes por clases caracteriza en alto grado el tipo de la administración. 3. Dominación carismática: En virtud de devoción afectiva al señor y a sus dotes sobrenaturales (carisma) y, en particular: facultades mágicas, revelaciones o heroísmo, poder intelectual u oratorio. Sus tipos más puros son el dominio del profeta, del héroe guerrero y del gran demagogo. El tipo del que manda es el caudillo. El tipo del que obedece es el “apóstol”. Se obedece exclusivamente al caudillo personalmente a causa de sus cualidades excepcionales, y no en virtud de su posición estatuida . Mientras su carisma subsiste, su posición también. En cambio, cuando es "abandonado" por su dios, o cuando decaen su fuerza heroica o la fe de los que creen en su calidad de caudillo, su dominio también caduca. El cuerpo administrativo es escogido según carisma y devoción personal, y no por calificación profesional (como el funcionario), de su clase (como el cuerpo administrativo de clase), o de su dependencia doméstica o en alguna otra forma personal (como es el cuerpo administrativo patriarcal). La diferencia entre un caudillo elegido y un funcionario elegido es, el funcionario se comportará en todo como mandatario de su señor de los electores, y el caudillo, como responsable exclusivamente ante sí mismo, o sea, mientras aspire con éxito a la confianza de aquéllos, actuará según su propio arbitrio (democracia de caudillo) y no, como el funcionario, conforme a la voluntad, expresada o supuesta (en un "mandato imperativo"), de los electores. CONCEPTOS Weber identifica dos tipos de dominación: -Dominación mediante constelación de intereses (situación de monopolio): dominio monopolizador del mercado. Esta muchas veces se puede revertir, quien a veces es dominado se puede convertir en dominador. El rol de dominador y dominado no está fijo. -Dominación por autoridad (poder de mandato y deber de obediencia): ejercido por el padre de familia, por el funcionario o por el príncipe. Siempre el rol de dominado y dominador no cambia, está fijo. La dominación sucede por legitimidad. Hay tres tipos: Tipos de legitimidad: Racional: que descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (autoridad legal). Tiene que ver con los cargos. Es impersonal y racional. Tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad (autoridad tradicional). Es irracional y personal. Carismático: que descansa en la entrega extra cotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (autoridad carismática). Es irracional. Muere con la persona. Es la más inestable. FOUCALUT EL SUJETO Y EL PODER Su objetivo ha consistido en crear una historia de los diferentes modos de subjetivación del ser humano en nuestra cultura. Se ha ocupado de tres modos de objetivación que transforman a los seres humanos en sujetos. -Primero están los modos de investigación que tratan de otorgarse a sí mismos el estatus de ciencia; por ejemplo, la objetivación del sujeto hablante en la filología y la lingüística. O, la objetivación del sujeto productivo, que trabaja, en el análisis de la riqueza y de la economía. O, la objetivación del mero hecho de estar vivo en la historia natural o en la biología. -Luego la objetivación del sujeto las "prácticas divisorias". El sujeto se encuentra dividido en su interior o dividido de los otros. Este proceso lo objetiva. Algunos ejemplos son el loco y el cuerdo, el enfermo y el sano, los criminales y los "buenos muchachos". -Finalmente, su trabajo actual, es estudiar el modo en que un ser humano se convierte a sí mismo en sujeto. Por ejemplo, el dominio de la sexualidad -el modo como los hombres aprendieron a reconocerse a sí mismos como sujetos de "sexualidad". Así, el tema general de su investigación no es el poder sino el sujeto. Mientras que el sujeto humano está inmerso en relaciones de producción y de significación, también se encuentra inmerso en relaciones de poder muy complejas. Era necesario, extender las dimensiones de una definición del poder para utilizar esta definición en el estudio de la objetivación del sujeto.; ¿Necesitamos una teoría del poder? Una teoría supone una objetivación previa, no se le puede tomar como base de un trabajo analítico. Este trabajo analítico no puede llevarse a cabo sin una conceptualización progresiva. Y esta conceptualización implica un pensamiento crítico. Lo primero que debe revisarse son las "necesidades conceptuales". Necesitamos conocer las condiciones históricas que motivan nuestra conceptualización. Necesitamos una conciencia histórica de nuestra circunstancia actual. Lo segundo que debe revisar es el tipo de realidad de la que nos estamos ocupando. El poder no es sólo una cuestión teórica, sino que forma parte de nuestra experiencia. Necesitamos una nueva economía de las relaciones de poder. La relación entre la racionalización y los excesos del poder político es evidente. Foucault sugiere una manera de analizar los vínculos entre la racionalización y el poder. Podría ser prudente analizar este proceso en diversos campos, cada uno en referencia a una experiencia fundamental: la locura. la enfermedad, la muerte, el crimen, la sexualidad, etcétera. Debemos analizar racionalidades específicas, en lugar del progreso de la racionalización en general. Sugiere otra manera de avanzar hacia una nueva economía de las relaciones de poder. Este nuevo modo de investigación consiste en tomar como punto de partida las formas de resistencia contra los diferentes tipos de poder, en utilizar esta resistencia para que permita poner en evidencia las relaciones de poder, ver dónde se inscriben. Descubrir sus puntos de aplicación y los métodos que utilizan. En lugar de analizar el poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, se trata de analizar las relaciones de poder a través del enfrentamiento de las estrategias. Por ejemplo, para averiguar lo que significa cordura para nuestra sociedad, deberíamos investigar lo que está sucediendo en el campo de la locura. Y, para comprender en qué consisten las relaciones de poder, analizar las formas de resistencia y los intentos hechos para disociar estas relaciones. Características del poder: Omnipresencia: está en todas partes, no engloba todo, sino que viene de todas partes. No se adquiere o convierte, se ejerce a partir de puntos y en el juego de relaciones móviles no igualitarias. Las relaciones de poder no están en posición de exterioridad respecto de otros tipos de relacionamientos, sino que son inherentes (inmanentes). El poder viene de abajo, no hay en el principio de las relaciones de poder una oposición entre dominadores y dominados. Las relaciones de fuerza se forman y actúan en los aparatos de producción. Las relaciones de poder son intencionales y no subjetivas. Donde hay poder hay resistencia, y esta nunca está en posición de exterioridad respecto al poder. Como punto de partida, tomemos una serie de oposiciones que se desarrollaron los últimos años: la oposición al poder de los hombres sobre las mujeres, de los padres sobre los hijos, de la psiquiatría sobre los enfermos mentales. No basta decir que se trata de luchas contra la autoridad; debernos tratar de definir con más precisión qué tienen en común: 1. Son luchas "transversales"; no se limitan a un solo país, a una forma de gobierno política o económica particular. 2. El objetivo de estas luchas son los efectos del poder como tales. Por ejemplo, no se critica la profesión médica por ser una empresa lucrativa, sino porque ejerce un poder incontrolado sobre los cuerpos, la salud de los individuos, su vida y su muerte. 3. Son luchas "inmediatas". La gente critica instancias de poder más cercanas a ella. No buscan al "enemigo principal", sino al enemigo inmediato. Tampoco esperan solucionar su problema en el futuro (revoluciones, fin de la lucha de clases). 4. Cuestionan el estatus del individuo: sostienen el derecho a ser diferentes y subrayan lo que hace a los individuos individuales. Por otro lado, atacan lo que puede aislar al individuo, hacerlo romper sus lazos con los otros, dividir la vida comunitaria. Estas luchas no están a favor o en contra del "individuo", están contra el "gobierno de la individualización". 5. Se oponen a los efectos del poder vinculados con el saber, la competencia y la calificación: luchan contra los privilegios del saber. Se cuestiona el nodo como circula y funciona el saber, sus relaciones con el poder; el régimen del poder. 6. Estas luchas actuales se mueven en torno a la cuestión: ¿quiénes somos? Son un rechazo de estas abstracciones, de la violencia estatal económica e ideológica que ignora quiénes somos individualmente, y también un rechazo de una inquisición científica o administrativa a que determina quién es uno. El objetivo principal de estas luchas no es tanto atacar tal institución de poder, élite, o clase, sino más bien a una forma de poder. Esta forma de poder se ejerce sobre la vida cotidiana inmediata que clasifica los individuos en categorías, los designa por su propia individualidad, los ata a su propia identidad, les impone una ley de verdad. Transforma a los individuos en sujetos. Hay dos significados de la palabra sujeto: sometido a otro a través del control y la dependencia; y sujeto atado a su propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí mismo. Ambos significados sugieren una forma de poder que somete. Hay tres tipos de luchas: 1. Las que se oponen a las formas de dominación (étnica, social y religiosa) 2. Las que denuncian formas de explotación que separan a los individuos de lo que producen 3. Las que combaten aquello que ata al individuo a sí mismo y de este modo lo somete a otros (luchas contra la sujeción, contra formas de subjetividad y de sumisión). En la sociedad feudal prevaleció la primera forma. En el siglo XIX la lucha contra la explotación alcanza el primer plano. Hoy en día, la lucha contra las formas de sujeción se vuelve cada vez más importante. Todo tipo de sujeción consiste en fenómenos derivados, que son consecuencias de otros procesos económico-sociales: las fuerzas de producción, la lucha de clases y las estructuras ideológicas que determinan la forma de la subjetividad. No pueden estudiarse los mecanismos de sujeción independientemente de sus relaciones con los mecanismos de explotación y dominación. Estos mecanismos mantienen relaciones complejas y circulares con otras formas. La razón por la cual este tipo de lucha tiende a prevalecer en nuestra sociedad se debe a que desde el siglo xv, se desarrolló de manera continua una nueva forma de poder político. Esta nueva estructura política es el Estado. Pero casi todo el tiempo, se percibe al Estado como un tipo de poder político que ignora a los individuos, buscando sólo los intereses de la comunidad o, de una clase o de un grupo de ciudadanos. El poder del Estado (y ésta es una de las razones de su fuerza) es una forma de poder individualizadora y totalizadora. Ello se debe a que el Estado moderno occidental integró, en una nueva forma política, una vieja técnica de poder que nació en las instituciones cristianas. A esta técnica de poder la llamamos el poder pastoral. El cristianismo propuso y extendió nuevas relaciones de poder a todo el mundo antiguo. Postula que ciertos individuos, en virtud de su calidad religiosa, pueden servir a otros no como príncipes, profetas, benefactores o educadores, sino como pastores. Su objetivo es asegurar la salvación individual en el otro mundo. No es solo una forma de poder que ordena; también debe estar preparado a sacrificarse por la vida y salvación del rebaño. En ello se distingue del poder soberano, el cual exige el sacrificio de sus súbditos para salvar el trono. No sólo se preocupa por toda Ia comunidad, sino por cada individuo particular. Esta forma de poder no puede ejercerse sin conocer el pensamiento interior de la gente, sin explorar sus almas. Implica el conocimiento de la conciencia y la habilidad de guiarla. Esta forma de poder se orienta hacia la salvación (en oposición al poder político). Es oblativa (en oposición al principio de soberanía); es individualizante (en oposición al poder jurídico); es coextensivo y continuo con la vida; se vincula con una producción de verdad del propio individuo. Esto pertenece a la historia; el pastorado, si bien no ha desaparecido, ha perdido la parte de su eficacia. Hay dos aspectos del poder pastoral: la institucionalización eclesiástica, que ha perdido su vitalidad desde el siglo SVIII, y la función de esta institucionalización, que se ha extendido y multiplicado fuera de la institución eclesiástica. Alrededor del siglo xviii tuvo lugar un fenómeno importante: una nueva distribución, una nueva organización de este tipo de poder individualizante. El "Estado moderno" debe considerarse como una entidad que se desarrolló por encima de los individuos ignorando lo que son, sino que, por el contrario, es una estructura en la que pueden integrarse los individuos, con una condición: que esta individualidad adquiera una nueva forma y se vea sometida a un conjunto de mecanismos específicos. El Estado puede verse como una matriz de individualización, o como una nueva forma de poder pastoral. 1. Ya no se trata de guiar a la gente a su salvación en el otro mundo, sino de asegurarla en este mundo. La palabra salvación adquiere varios sentidos: salud, bienestar, seguridad. Metas "mundanas" reemplaza a las metas religiosas del pastorado tradicional. 2. Aumentaron los funcionarios del poder pastoral. Algunas veces se ejercía esta forma de poder por medio del aparato de Estado o, por una institución pública como la policía. A veces ejercían el poder empresas privadas. Pero las antiguas instituciones, por ejemplo, la familia, también se movilizaron en esta época para asumir funciones pastorales. 3. La multiplicación de las metas y de los agentes del poder pastoral concentraron el desarrollo del conocimiento del hombre en torno a dos papeles: globalizador y cuantitativo, relacionado con la población: el otro, analítico, relacionado con el individuo. Ello implica que el poder de tipo pastoral, vinculado durante siglos con una institución religiosa particular, de pronto se extendió a todo el cuerpo social; encontró apoyo en múltiples instituciones. Y, en lugar de un poder pastoral y de un poder político, más o menos rivales, se desarrolló una "táctica" individualizadora, característica de una serie de poderes: el de la familia, la medicina, la psiquiatría, la educación y los empresarios. El objetivo principal en estos días no es descubrir lo que somos, sino rechazar lo que somos. Tenemos que construir lo que podríamos ser para librarnos de este tipo de "doble atadura" política, que consiste en la individualización y totalización de las estructuras del poder moderno. El problema político, ético, social de nuestros días no consiste en tratar de liberar al individuo del Estado, y de las instituciones del Estado, sino liberarnos del Estado y del tipo de individualización vinculada con él. Debemos fomentar nuevas formas de subjetividad mediante el rechazo del tipo de individualidad que se nos ha impuesto durante varios siglos. ¿Cómo se ejerce el poder? Plantearse el "cómo" del poder, los limitaría a describir sus efectos, sin relacionarlos a causas ni a una naturaleza. Esto haría de este poder una sustancia misteriosa. Al proceder así, parecen sospechar la presencia de una especie de desesperanza. Le otorga cierta posición privilegiada a la cuestión del "cómo", no porque desee eliminar las preguntas sobre el "qué" y el "por qué", sino trata de presentar estas cuestiones de distinta manera; saber si es legítimo imaginar un poder que unifica en sí mismo un qué, por qué y cómo. Empezar el análisis por el "cómo" es sugerir que el poder como tal no existe. Es sospechar que se está dejando escapar una configuración compleja de realidades. Con respecto a este poder, es necesario distinguir el que se ejerce sobre las cosas y proporciona la capacidad de modificarías, consumirlas o destruirlas, un poder que surge de aptitudes inscritas en el cuerpo o que se transmite mediante instrumentos externos. Se trata de una cuestión de "capacidad". Por otra parte, lo que caracteriza el poder que estamos analizando es que pone en juego relaciones entre individuos o entre grupos. Si hablamos de estructuras o de mecanismos de poder, es sólo en la medida en que suponemos que ciertas personas ejercen poder sobre otras. El término "poder" designa relaciones entre "parejas". También es necesario distinguir las relaciones de poder de las relaciones de comunicación que transmiten una información por medio de un lenguaje o cualquier otro medio simbólico. La comunicación es una manera de actuar sobre los otros. Pero las relaciones de poder poseen una naturaleza específica, pasen o no pasen a través de sistemas de comunicación. No debe confundirse las relaciones de poder, las relaciones de comunicación y las capacidades objetivas. Ello no quiere decir que se trate de tres dominios separados. Se trata de tres tipos de relaciones que se apoyan recíprocamente y se utilizan mutuamente como instrumentos. La aplicación de las capacidades objetivas implica relaciones de comunicación, también está vinculada a relaciones de poder. Las relaciones de comunicación implican actividades terminadas y, en virtud de la modificación del campo de información entre parejas, producen efectos de poder. En cuanto a las relaciones de poder, se ejercen mediante la producción y el intercambio de signos; difícilmente se Ies disocia de las actividades terminadas, ya sean las que permiten ejercer el poder, o las que recurren a relaciones de poder con el fin de desarrollar su potencial. La coordinación entre estos tres tipos de relaciones no es ni uniforme ni constante. En una sociedad dada, no hay un tipo general de equilibrio entre las actividades terminadas, los sistemas de comunicación y las relaciones de poder. Hay diversas formas, lugares, ocasiones o circunstancias en las que estas interrelaciones se establecen según un modelo especifico. Hay "bloques" en los que el ajuste de habilidades, las redes de comunicación y las relaciones de poder constituyen sistemas regulados y concertados. Por ejemplo, una institución educativa: los reglamentos que regulan la vida interna, las distintas actividades que se organizan, las diversas personas que viven o se encuentran ahí, cada una con su propia función, todo esto constituye un bloque de capacidad-comunicación-poder. Estos bloques, en los que la puesta en práctica de capacidades técnicas, el juego de comunicaciones y las relaciones de poder, se ajustan entre sí según fórmulas pensadas, disciplinas. Las disciplinas muestran cómo pueden articularse los sistemas de finalidad objetiva, los de comunicación y los de poder. Exhiben diferentes modelos de articulación, dándoles privilegio algunas veces a las relaciones de poder y de obediencia, a veces a actividades terminadas (disciplinas de hospitales o talleres), a veces a relaciones de comunicación (disciplinas de aprendizaje), y a veces a una saturación de los tres tipos de relaciones (disciplina militar). Abordar el tema del poder por medio de un análisis del "cómo", es, por lo tanto, introducir varios cambios en relación con el supuesto de un poder fundamental. Es plantearse como objeto de análisis relaciones de poder y no un poder; relaciones de poder que son distintas de las capacidades objetivas y de las relaciones de comunicación. ¿En qué consiste la especificidad de las relaciones de poder? El ejercicio del poder no es simplemente una relación entre "parejas", individuales o colectivas; se trata de un modo de acción de algunos sobre algunos otros. Lo que, es decir, que no existe el poder, que existiría universalmente, en forma masiva o difusa, concentrado o distribuido. Sólo existe el poder que ejercen "unos" sobre "otros'. El poder no es una especie de consentimiento. En sí mismo no es renuncia a una libertad, transferencia de derechos, poder de todos (no impide que el consentimiento pueda ser una condición para Ia existencia o mantenimiento de la relación de poder); la relación de poder puede ser el efecto de un consentimiento, pero no es por naturaleza la manifestación de un consenso. Lo que define una relación de poder es que es un modo de acción que no actúa de manera directa e inmediata sobre los otros, sino que actúa sobre sus acciones: una acción sobre la acción. Una relación de violencia actúa sobre un cuerpo o cosas: fuerza, somete, destruye: cierra la puerta a toda posibilidad. Su polo opuesto sólo puede ser la pasividad. En cambio, una relación de poder se articula sobre dos elementos, indispensables para ser una relación de poder: que "el otro" sea totalmente reconocido y que se le mantenga hasta el final como un sujeto de acción y que se abra, frente a la relación de poder todo un campo de respuestas, reacciones, efectos y posibles invenciones. La puesta en juego de relaciones de poder no es más exclusiva del uso de la violencia que de la adquisición del consenso; sin duda, el ejercicio del poder no puede prescindir del uno o de la otra, y con frecuencia de ambos a la vez. Pero, a pesar de que el consenso y la violencia son los instrumentos o los resultados, no constituyen el principio o la naturaleza básica del poder. El ejercicio del poder es un conjunto de acciones sobre acciones posibles; opera sobre el campo de posibilidad o se inscribe en el comportamiento de los sujetos actuantes: incita, induce, seduce, facilita o dificulta; amplía o limita, vuelve más o menos probable; siempre es una manera de actuar sobre un sujeto actuante o sobre sujetos actuantes, en tanto que actúan o son susceptibles de actuar. El ejercicio del poder consiste en "conducir conductas" y en arreglar probabilidades. El poder es menos una confrontación entre dos adversarios o la vinculación de uno con otro, que una cuestión de gobierno. "Gobierno" no se refería únicamente a las estructuras políticas o a la gestión de los Estados; más bien designaba el modo de dirigir la conducta de individuos o grupos: el gobierno de las comunidades, de las familias, de los enfermos. No sólo cubría las formas instituidas y legítimas de sujeción económica o política, sino también modos de acción pensados, destinados a actuar cobre las posibilidades de acción de otros individuos. Gobernar, en este sentido, es estructurar el posible campo de acción de los otros. El modo de relación del poder no debería buscarse del lado de la violencia o de la lucha, ni del lado del contrato o de la vinculación voluntaria, sino del lado del modo de acción singular, que es el gobierno. Cuando se define el ejercicio del poder como un modo de acción sobre las acciones de los otros, se incluye la libertad. El poder se ejerce únicamente sobre "sujetos libres" y sólo en la medida en que son "libres". Sujetos individuales o colectivos, enfrentados con un campo de posibilidades, donde pueden tener lugar diversas conductas, diversas reacciones y diversos comportamientos. El poder produce conductas como si fueran autónomas. Donde las determinaciones están saturadas, no hay relación de poder; la esclavitud no es una relación de poder cuando el hombre está encadenado (se trata de una relación física de coacción), sino cuando puede desplazarse y en última instancia escapar. La relación de poder y la libertad no pueden separarse. ¿Como debe analizarse la relación de poder? Puede analizarse en instituciones bien determinadas. Sin embargo, el análisis de las relaciones de poder en espacios institucionales cerrados presenta inconvenientes. Una parte de los mecanismos que pone en práctica una institución, está destinado a asegurar su propia conservación, y conlleva el riesgo de descifrar funciones esencialmente reproductivas, en las relaciones de poder "interinstitucionales". Segundo, al analizar las relaciones de poder a partir de las instituciones, se expone a buscar la explicación y el origen de éstas en aquéllas, a explicar, el poder por el poder. Finalmente, en la medida en que las instituciones actúan poniendo en juego dos elementos, reglas y un aparato, se corre el riesgo de darle a uno o a otro un privilegio exagerado en la relación de poder y, por lo tanto, de ver en estas últimas únicamente modulaciones de la ley y de la coerción. Vivir en una sociedad es vivir de modo tal que es posible que unos actúen sobre la acción de los otros. Una sociedad "sin relaciones de poder" sólo puede ser una abstracción. Las relaciones de poder, y del "agonismo" entre las relaciones de poder y la intransitividad de libertad, es una tarea política incesante; y ésta es la tarea política inherente a toda existencia social. El análisis de las relaciones de poder exige el establecimiento de cierto número de puntos: 1. El sistema de diferenciaciones que permiten actuar sobre la acción de otros: toda relación de poder pone en marcha diferenciaciones que son al mismo tiempo sus condiciones y sus efectos. 2. El tipo de objetivos perseguidos por aquellos que actúan sobre la acción de los otros: mantener privilegios, acumular ganancias, hacer funcionar la autoridad estatutaria, ejercer una función o un oficio. 3. Las modalidades instrumentales: se ejerza el poder por la amenaza de las armas, por los efectos de la palabra, por mecanismos complejos de control, por sistemas de vigilancia, etcétera. 4. Las formas de institucionalización: éstas pueden mezclar disposiciones tradicionales, estructuras jurídicas; pueden formar sistemas muy complejos dotados de múltiples aparatos, como en el caso del Estado que tiene como función constituir la instancia de control global, el principio de regulación y, la distribución de todas las relaciones de poder en un conjunto social dado. 5. Los grados de racionalización: la puesta en juego de relaciones de poder como acción en un campo de posibilidades puede ser elaborada en función de la eficacia de los instrumentos y de la certeza del resultado o también en función del costo eventual. El ejercicio del poder no es un hecho bruto, un dato institucional, ni es una estructura que se mantiene o se rompe: se elabora, se organiza, se provee de procedimientos que se ajustan más o menos a la situación. Las relaciones de poder están arraigadas en el tejido social. Ello no quiere decir, que existe un principio primario de poder que domina la sociedad hasta en su más mínimo detalle; pero, tomando como punto de partida la posibilidad de la acción sobre la acción de los otros, las múltiples formas de disparidad individual, de instrumentaciones dadas sobre nosotros y a los otros, de institucionalización más o menos sectorial o global, definen distintas formas de poder. El Estado en las sociedades contemporáneas no es sólo una de las formas de ejercicio del poder, sino que de cierta manera todas las otras formas de relación de poder se refieren a él. Pero no es porque cada uno se derive de él. Es más bien porque se ha producido una estatización continua de las relaciones de poder. Relaciones de poder y relaciones estratégicas: La palabra estrategia se utiliza: primero, para designar la elección de los medios empleados para conseguir un fin; la racionalidad empleada para alcanzar un objetivo. Segundo, para designar la manera en que un compañero en un juego dado, actúa en función de lo que él piensa que debería ser la acción de los otros; la manera en que se trata de tener ventaja sobre otro. Tercero, para designar los procedimientos utilizados en un enfrentamiento con el fin de privar al adversario de sus medios de combate y de obligarlo a renunciar a la lucha; se trata, entonces, de los medios destinados a obtener la victoria. La estrategia se define entonces por la elección de las soluciones "ganadoras". Puede llamarse "estrategia de poder" al conjunto de medios establecidos para hacer funcionar o para mantener un dispositivo de poder. También puede hablarse de estrategia propia de las relaciones de poder en la medida en que éstas constituyen modos de acción sobre la posible acción de los otros. Los mecanismos puestos en práctica en las relaciones de poder pueden, entonces. descifrarse en términos de "estrategias". No hay una relación de poder sin resistencia, sin escapatoria o huida. Toda relación de poder implica una estrategia de lucha. Toda estrategia de enfrentamiento sueña con convertirse en una relación de poder, y toda relación de poder se inclina a convertirse en una estrategia victoriosa. Entre una relación de poder y una estrategia de lucha, hay un llamamiento recíproco. Es la interferencia de las dos lecturas lo que hace aparecer esos fenómenos de "dominación" que presenta la historia de las sociedades humanas. Lo que convierte en fenómeno central en la historia de las sociedades al hecho de la dominación de un grupo, y al hecho de las resistencias o revueltas a las que se enfrenta, bajo una forma global y masiva, a escala de todo el cuerpo social, es el enganche de las relaciones de poder con relaciones estratégicas, y sus efectos de incitación recíproca. STEVEN LUKES Con las recientes olas de inmigración hacía Europa, las fallidas intervenciones humanitarias llevadas a cabo por países occidentales o las personas desplazadas internamente debido a catástrofes naturales, el poder recobra un sentido biológico. Así, de acuerdo con la herencia foucaultiana, Mark Duffield se plantea que la gobernación mundial es una forma de biopoder. Giorgio Agamben se propone completar el paradigma foucaultiano, y, restaurar la soberanía como una forma originaria de biopoder. Para él, la soberanía, más que emerger de un contrato social reside en el poder para decidir la excepción; es decir, en el poder para fijar dentro del lenguaje la frontera entre quién y qué es excluido o incluido como vida válida. Estas definiciones de poder que destacan en la teoría de las relaciones internacionales en Europa, se topan con la visión de poder como proceso de dominación presentada por Lukes. Robert Dahl decía: “A tiene poder sobre B cuando consigue que B haga algo que de otra forma no haría”. Esta definición, aclara Lukes, es la de poder como dominación. Con esta afirmación presenta esta nueva edición como una crítica al concepto foucaultiano de poder. Esta es la primera dimensión del poder. El método de Dahl consiste en determinar con respecto a cada decisión qué participantes propusieron alternativas que, fueron adoptadas, vetaron alternativas propuestas por otros, o propusieron alternativas que fueron rechazadas. Estas acciones después son clasificadas como éxitos o derrotas individuales. Los participantes con la mayor proporción de éxitos sobre el total de estos fueron considerados como los más influyentes. Critica la definición de poder propuesta Michel Foucault, que resalta el lado positivo y productivo del poder basándose en la idea de que si el poder no se ejerce por coerción es porque el sujeto sometido al poder consiente el ejercicio del mismo. A pesar de esta crítica, Lukes sí concede la posibilidad de la coexistencia del poder consentido y el no consentido, subrayando que todo poder convive con cierta resistencia a la vez que encuentra cierto consentimiento. El porqué de la vigencia de la visión tridimensional se explica para Lukes por oposición a las otras dos visiones de poder. La visión unidimensional del poder, centrada en el estudio del comportamiento, en la toma de decisiones, en los asuntos claves sobre los que se toman decisiones, en el conflicto observable y en los intereses definidos como “preferencias demostradas a través de la participación política”, ofrece un paradigma claro, aunque al mismo tiempo perpetúa los perjuicios del sistema político estudiado y no contempla las formas en las que la agenda política es controlada. Por su parte, la visión bidimensional de poder incluye el análisis de los perjuicios y de las formas de control de la agenda, pero lo hace sin tener en cuenta una perspectiva sociológica en la que encuadrar ni los procesos de decisión y las decisiones no tomadas por los poderosos ni los distintos modos de conflictos latentes. Un examen satisfactorio del poder bidimensional implica un examen tanto de la adopción de decisiones como de las no decisiones. Hay una crítica hacia el individualismo metodológico. En la medida en que una persona o un grupo-consciente o inconscientemente- crea o refuerza barreras al aireamiento de los conflictos políticos esa persona o grupo tiene poder. Centra su atención en su propuesta de poder tridimensional, que sí que considera los procesos de no-toma de decisión, los conflictos latentes y abiertos, el control de la agenda política y los intereses subjetivos, y que permitirá un análisis a la vez normativo, teórico y empírico. Hace hincapié en el poder como dominación, en cómo los poderosos aseguran la obediencia de los que dominan y en concreto, cómo hacen para que esta obediencia sea voluntaria, a pesar de que coexista con la resistencia. Lukes recoge la definición de Weber de dominación como la probabilidad de que una orden con un contenido concreto sea obedecida por un determinado grupo de personas y, así, la existencia de dominación se concreta en la presencia real de una persona dando órdenes a otras de forma satisfactoria. Así, hablar de poder como dominación significa, para Lukes, estudiar la imposición de límites significativos sobre los sometidos a ese poder, ya sea sobre sus intereses, deseos y propósitos, ya sea sobre su posibilidad de perseguirlos, o incluso sobre la formulación de dichos deseos, intereses y propósitos. Para Lukes el concepto de poder es radical en el momento en que se le considera una capacidad diferenciada de su ejercicio o de su forma de ejercerla. Sin embargo, el debate sobre el poder que interesa a Lukes es el que se centra en el poder como potestas, como dominación sobre los demás, y la pregunta central que le preocupa es cómo es el poder como dominación y, en particular, cómo son los resultados indicados y los mecanismos que los producen, para poder estudiarlo empíricamente, teorizar sobre él y entenderlo. Tres críticas a esta forma de concebir el poder (Lukes 1974): 1. Su crítica al behaviorismo sigue estando demasiado apegada al behaviorismo, al estudio del comportamiento efectivo, abiertas, cuyas decisiones concretas en situaciones de conflicto son consideradas paradigmáticas (individualismo metodológico). Pueden existir decisiones no conscientemente elegidas. 2. Asocia al poder con el conflicto efectivo, observable. No presta atención a que el poder actúa también formando preferencias para evitar los conflictos. 3. El poder de adopción de no decisiones existe solamente donde existen protestas que no entran al proceso político. Pero si estas protestan no existen se asume que no existe un consenso genuino en el sistema político. FORERO HIDALGO Hablar de cómo se desarrolló el proceso de formación de los Estados modernos remite a preguntarse por las ideas modernas acompañaron asuntos de centralización nacional e institucionalización del poder político. A principios del siglo xix, los esquemas del pensamiento nacionalista ya habían sido expuestos por autores, quienes centraron su obra en la idea de nación como el elemento adhesivo de determinados pueblos o etnias, conjuntamente con su territorio. Para ellos, era necesario un mantenimiento de la relación “nación-tierra”, y este era, el papel del Estado. Bajo la influencia de la Revolución Francesa, Europa fue testigo de la aparición de la idea moderna de Estado-nación, la idea de que los pueblos son soberanos y poseen destinos históricos que deben ser concretados a través de la conjunción de elementos fundamentales: una tierra que permita el crecimiento del pueblo y un Estado centralizado que provea la seguridad necesaria para alcanzar las metas, y, la idea de nación, de una pertenencia común de un mismo origen y un mismo conjunto de prácticas culturales (lenguaje, religión, etc.) , que crean una unidad articulada por los otros dos factores. Esta noción de Estado-nación de corte alemán, marcó y consolidó los desarrollos de la teoría política en el siglo xix, en particular la concepción de pensadores como Weber, quien propuso entender el Estado como una institución política de actividad permanente que concentra de forma legítima el monopolio del poder de la coacción para el mantenimiento del orden vigente. Uno de los métodos utilizados por las ciencias sociales, en especial por la sociología, la ciencia política y la historia, es el método comparativo, que ha resultado útil para el estudio de los procesos de formación del Estado-nación, encontrando regularidades y patrones más generales. Sin embargo, autoras sostienen que no existe un único método. Uno de los métodos que sugieren es la comparación de análisis macrosocial, según el cual, a partir de un “n” pequeño, trata de explicar grandes transformaciones y establecer mecanismos causales. Algunos modelos explicativos desde la perspectiva comparada de la formación de los Estadosnación modernos: Los modelos de Moore y de Tilly: Existen enfoques tradicionales sobre la formación del Estado que incluyen análisis estatistas, geopolíticos, del modo de producción y del sistema mundial, los cuales van desde el determinismo económico hasta la plena autonomía de la política, y desde posturas internalistas hasta las que otorgan el peso fundamental al sistema internacional. Estos enfoques han sido cuestionados y criticados ya que han resultado insatisfactorios en su explicación. Han pasado por alto la viabilidad de tipos diferentes de Estado en las diversas etapas de la historia europea porque han localizado la explicación de la variación entre Estados en características individuales. Moore y Tilly, asumieron la necesidad de reconocer diferentes vías de cambio seguidas por los Estados en su proceso de transición a Estados nacionales industriales modernos. Existe entre estos autores una confluencia en la clásica definición de lo que es un Estado propuesta por Weber, quien lo considera como una comunidad humana que exitosamente se arroga el legítimo monopolio de la fuerza física o violencia dentro de un territorio dado. Este concepto implica la consideración de que, sin la existencia del uso de la fuerza, el concepto de Estado no existiría, al no existir Estado que administre la violencia emergería la anarquía. Las características que se distinguirían como constituyentes de un Estado bajo esta perspectiva tienen que ver con: -penetración del territorio bajo un sistema legal -capacidad para hacer la guerra -capacidad para extraer tributos de la población -una economía suficientemente dinámica -un esfuerzo por establecer tanto un aparato educativo centralizado como un sistema religioso. Entendido así, el Estado es una relación de hombres dominando hombres, y si existe Estado es porque los dominados obedecen la autoridad que se reconoce como tal, basada en el uso legítimo de la violencia. Moore y su modelo relacional de clase social: Moore establece su modelo de clase social, donde pretende explicar los diferentes papeles políticos de las clases superiores terratenientes y el campesinado en la transformación de las sociedades agrarias en sociedades industriales modernas. Trata de descubrir condiciones históricas bajo las que esos grupos se convirtieron en fuerzas importantes para la emergencia de las versiones parlamentarias occidentales de la democracia y de las dictaduras. Esto permitiría explicar el papel que jugaron las clases altas rurales y los campesinos en las revoluciones burguesas que condujeron a la democracia capitalista; las revoluciones burguesas abortadas que condujeron al fascismo, y las revoluciones campesinas que condujeron al comunismo. Se pueden distinguir tres vías en el tránsito del mundo preindustrial al moderno: 1. Revoluciones burguesas: ciertos cambios violentos tuvieron lugar en las sociedades inglesa, francesa y norteamericana, en su evolución hacia democracias industriales modernas. El avance capitalista destruyó la sociedad rural, porque se inició en un nuevo país, como en Estados Unidos, sin auténtico campesinado. Esta vía condujo a la combinación de capitalismo y democracia occidental. 2. La segunda vía fue también capitalista, pero culminó durante el siglo xx en el fascismo desarrollado en Alemania y Japón. Representa un tipo de “revolución desde arriba”, donde el impulso burgués fue mucho más débil. Sectores de la débil clase comercial e industrial contaron con elementos contrarios reclutados sobre todo en el campo, para imponer cambios políticos y económicos indispensables para la construcción de una sociedad industrial moderna. El desarrollo industrial fue rápido, pero el resultado de esta vía, tras un breve e inestable periodo de democracia, fue el fascismo. 3. La tercera vía fue el camino seguido por Rusia y China que llevó al comunismo. Las burocracias agrarias de esos países sirvieron para privar los impuestos comerciales e industriales en mayor medida que en los casos anteriores. Los resultados, se dieron en dos sentidos: las clases urbanas fueron demasiado débiles para constituir una alianza que asumiera la forma de modernización y, al faltar los pasos hacia la modernización, el campesinado continuó siendo ingente. En segundo lugar, el campesinado, sujeto a nuevas y presiones al introducirse el mundo moderno, suministró la mayor multitud de fuerza revolucionaria destructiva que echó abajo el antiguo orden e impulsó a aquellos países a la era moderna bajo regímenes comunistas. Charles Tilly y la relación coerción-capital: Tilly reconoce diferentes vías de cambio seguidas por los Estados europeos durante distintas épocas en función de la acumulación y concentración de la coerción, del capital, o de su combinación, pero también al situar la organización de la coerción y la preparación de la guerra en el centro de su análisis. Las relaciones entre los Estados —a través de la guerra y su preparación— afectaron la totalidad del proceso de formación del Estado. Las estrategias usadas por los gobernantes para extraer recursos en función de preparar y desarrollar la guerra variaron en las regiones intensivas en coerción y en capital, por tanto, las formas organizativas de los Estados siguieron trayectorias diferentes en estas partes de Europa. La creciente escalada bélica y la organización del sistema europeo de Estados a través de la interacción comercial, militar y diplomática dio superioridad bélica a aquellos Estados que podían desplegar ejércitos permanentes. El papel que jugó el capital y la coerción, así como la interacción entre ciudades y Estados, fue importante. Todos los Estados siguieron una dirección hacia una mayor concentración de coerción y capitales explicada, por un lado, por la competencia permanente y agresiva entre Estados por el comercio y los territorios, por otro lado, por los procesos mediante los cuales los Estados adquirieron y asignaron los medios para llevar a cabo sus principales actividades. La guerra y su preparación empeñaban a los gobernantes en la labor de extraer los medios entre los que poseían los recursos esenciales y que se resistían a entregarlos sin fuertes presiones o compensaciones, constituyendo la extracción y la lucha por los medios bélicos las estructuras organizativas centrales de los Estados. Tilly sostiene que las trayectorias de cambio de los Estados se diferenciaron y produjeron tipos muy diversos de Estados. Se identifican tres tipos de trayectorias hacia la creación del Estado: 1. 1. Vía intensiva en coerción: zonas de pocas ciudades y predominio agrícola, donde la alianza de clases era dada por terratenientes armados y príncipes guerreros, otorgando concesiones a la nobleza, restricción para la burguesía y explotación al campesinado. 2. Vía intensiva en capital: zonas de múltiples ciudades y predominio comercial, el intercambio y una producción orientada al mercado, estructuras de Estado efectivas y sin burocracias grandes, con modos eficaces para pagar los costos de guerra y con instituciones representativas de la burguesía en el Estado mismo. 3. Vía de coerción capitalizada: zonas que establecieron una concentración de coerción y capital equilibradas, aliando a comerciantes y terratenientes. Aplicaciones de los modelos para América Latina: Estudiosos han puesto de relieve la importancia de la guerra en la formación del Estado para el caso de América Latina. Se analiza que la guerra interestatal ha sido poco frecuente y, cuando ha ocurrido, es de carácter limitado. Centeno, intenta hacer una aplicación de los postulados sobre la formación del Estado en América Latina y sus transformaciones al preguntarse sobre las relaciones recíprocas entre la guerra y el Estado-nación en América Latina. Una distinción que hace Centeno respecto al tipo de guerras desarrolladas en Europa, es la distinción entre guerras totales y limitadas, en América Latina, la mayoría de las ocasiones el enemigo de guerra provenía desde adentro. Este es un punto crucial en la aplicación y confrontación del modelo, el tipo de guerra que se da en América Latina. Centeno sostiene que “América Latina ha sido relativamente pacífica, porque no formó sofisticadas instituciones políticas, capaces de gestionar guerras”. Las explicaciones de Centeno sobre la debilidad de los Estados en América Latina están referidas a la falta de capacidad estatal para luchar las guerras; una geografía física que impedían el desarrollo de una autoridad centralizada; divisiones étnicas y sentimientos racistas; priorización de mercados externos y, por tanto, una dependencia con la potencia hegemónica regional. Pero, si las guerras en América Latina fueron irrelevantes porque los Estados fueron débiles o inexistentes, después que los Estados crecieron más fuertes, deberían haber comenzado guerras más del “tipo europeo”. De este modo, o su explicación es incorrecta, o la descripción empírica del siglo xix como relativamente pacífica no aplica para el caso de América Latina. López-Alves usa una metodología comparativa (de tipo macro-analítica), que tiene en cuenta dos tipos de situaciones: sociedades que compartían características económicas, culturales y sociales, pero no engendraron instituciones ni regímenes similares, y sociedades que no tenían mucho en común, pero engendraron Estados y regímenes similares. Latinoamérica se ubicaría en la categoría de “coerción capitalizada”, en la que los formadores del Estado utilizan tanto la coerción como el capital para centralizar el poder. Dos lecciones saca el autor del contraste entre las experiencias de Europa y América Latina, por un lado, el conflicto resulta inherente a la formación del Estado. Por otro lado, la ubicación geográfica del esfuerzo bélico marca una diferencia en la formación del Estado. López-Alves sostiene que fue el tipo de guerra, más que su frecuencia, lo que delineó la formación de cada Estado. También sugiere que el tipo de guerra, más que la cantidad de guerras experimentadas durante la construcción nacional, modeló la organización política. El estudio de Rueschemeyer y Stephens sostiene que, la clase burguesa no es la clase democrática por excelencia, ya que cumple un papel limitado. Quien asume este papel es la clase trabajadora, en quien, para el caso de América Latina, ha recaído el proceso de democratización. Los autores sostienen que la estructura del Estado depende de la relación entre las clases, mediada por los partidos políticos. Conclusiones: Las explicaciones centradas únicamente en patrones de urbanización-modernización, en modos de producción y relaciones de producción resultan ser limitadas. El modelo interpretativo de formación del Estado de los países europeos considera: 1) la importancia de la guerra, “la guerra hizo al Estado” y “el Estado hizo la guerra”, como lo dijera Tilly; 2) en el proceso de obtención de recursos para la guerra, el Estado generó los beneficios y derechos del ciudadano, 3) el Estado gradualmente logró el monopolio de la violencia. Las investigaciones han confirmado la tesis de que la estructuración de las formas de Estado estuvo afectada fundamentalmente por la organización de la coerción, en particular por la guerra y su preparación. Se ha motivado la elaboración de modelos interpretativos advirtiendo: a) las guerras de Independencia en este subcontinente se desarrollaron de manera distinta que las guerras en Europa y generaron consecuencias diversas; b) se han dado interrelaciones particulares entre Estado, fuerzas armadas y sociedad civil; c) hay que considerar el impacto de los rivales externos y el de los internos, entre otros. Esto permite superar la creencia que estimaba únicamente que el proceso de formación estatal en América Latina estaba definido por la tensión entre los caudillos regionales que se aliaban con los pobladores bajo su control para oponerse a un poder central. Puede afirmarse que la construcción del Estado nacional no fue pacífica en Latinoamérica en el siglo xix. La guerra contribuyó a dividir países en secciones geográficas y a identificar pueblos, ciudades y regiones con subculturas políticas específicas. Para algunos de los autores analizados, el proceso de formación del Estado tanto en Europa como en Latinoamérica tiene en común la importancia de la guerra y la coerción, y que diferentes tipos de guerra conforman diferentes tipos de Estado. WEBER SEMANA 5 Weber trabaja con conceptos típico ideales: representaciones que simplifican conscientemente la realidad para realizar evaluaciones de los fenómenos sociales. El estado racional como asociación de dominio institucional con el monopolio del poder legítimo: Desde el punto de vista de sociológico, una asociación "política", el "Estado", no se pueden definir por el contenido de lo que hacen. No existe tarea alguna que una asociación política no haya tomado, ni tampoco hay ninguna que haya sido siempre exclusivamente propia de asociaciones políticas, o Estados, o que fueron históricamente precursoras del Estado moderno. Sociológicamente el Estado moderno sólo puede definirse en última instancia a partir de un medio específico que le es propio: el de la coacción física. Todo Estado se basa en la fuerza. Si sólo subsistieran construcciones sociales que ignoraran la coacción como medio, el concepto de Estado hubiera desaparecido; entonces se hubiera producido una "anarquía". La coacción no es el medio normal o único del Estado, pero sí su medio específico. El Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima. Lo específico de la actualidad es que a las demás asociaciones o personas individuales sólo se les concede el derecho de la coacción física en la medida en que el Estado lo permite. Este se considera como fuente única del "derecho" de coacción. El monopolio y la coacción física, el territorio son conceptos claves Decimos que una institución tiene el monopolio cuando es la única capaz de ejercer esa coacción. El Estado determina si un acto es legítimo o no. El Estado puede ejercer coacción legitima solo en su estado, no en territorio extranjero, tiene límites. El estado puede reclamar este ejercicio legítimo, pero no por eso siempre la puede ejercer, por eso el concepto de reclamar para si con éxito, como por ejemplo en ciertas zonas de poco acceso, o en lugares donde el estado pierde ese monopolio frente a otras organizaciones como los narcos. Si el Estado no puede ejercer el monopolio esas zonas se convierten en zonas donde no rige la ley escrita. Aquí el Estado de derecho pierde sentido. Sin la coacción física legitima en un territorio no hay Estado de derecho. A estas zonas donde no hay presencia del Estado, se les llamó zonas marrones. La "política" sería la aspiración a la participación en el poder, o a la influencia sobre la distribución del poder, entre Estados o, en el interior de un Estado. Cuando se dice que una cuestión es "política”, o de una decisión que tiene carácter "político", se entiende que los intereses de la distribución o conservación del poder son determinantes de la respuesta a aquella cuestión, o determinan la esfera de actuación del funcionario en cuestión. El que hace política aspira a poder, ya sea como medio al servicio de otros fines ideales o egoístas, o poder "por el poder mismo" (para gozar del sentimiento de prestigio que confiere). El Estado es una relación de dominio de hombres sobre hombres basada en la coacción legítima. Para que perdure es necesario que los hombres dominados se sometan a la autoridad de los que dominan. Cuando y por qué lo hagan, sólo puede comprenderse cuando se conocen los motivos internos de justificación y los medios externos en los que la dominación se apoya. Motivos de justificación interior, motivos de legitimidad de una dominación: 1. Autoridad del "pasado", de la costumbre consagrada por una validez inmemorial y por la actitud habitual de su observancia: dominación "tradicional''. 2. La autoridad del don de gracia personal extraordinario (carisma), la devoción personal y la confianza personal en revelaciones, heroísmo y otras cualidades de caudillaje del individuo: dominación "carismática", como la ejercen el profeta o el príncipe guerrero escogido, el gran demagogo y jefe político de un partido. 3. La dominación en virtud de "legalidad", en virtud de la creencia en la validez de un estatuto legal y de la "competencia" objetiva fundada en reglas racionalmente creadas, es decir: disposición de obediencia en el cumplimiento de deberes conforme a estatuto; ésta es la dominación tal como la ejercen el moderno "servidor del Estado". Condicionan el sometimiento motivos poderosos de miedo y esperanza: temor de la venganza, o esperanza de una recompensa en el otro mundo o en éste, al lado de otros intereses. Sin embargo, por motivos de "legitimidad" de dicho sometimiento, nos encontramos con esos tres tipos "puros". Los tipos puros se encuentran raramente en la realidad. Esos políticos de "profesión", no son las solas figuras decisivas en la lucha política por el poder. Decisiva es, la clase de los medios auxiliares de que disponen. Todo dominio que requiere una administración continua, necesita la actitud de obediencia en la actuación humana con respecto a aquellos los portadores del poder legítimo y, la disposición de elementos materiales necesarios para el empleo físico de la coacción: el cuerpo administrativo personal y los medios materiales de administración. El cuerpo administrativo, se encuentra ligado a la obediencia frente al detentador del poder sobre todo por medios que apelan directamente al interés personal: retribución material y honor social. Para el mantenimiento de todo dominio por la fuerza se necesitan determinados elementos materiales externos: Los ordenamientos estatales se pueden clasificar en dos grupos: 1. Según si las personas que constituyen el cuerpo de obediencia al soberano poseen en propiedad los medios de administración, como dinero, edificios, automóviles, etc. 2. El cuerpo administrativo esté "separado" de los medios de administración, como actualmente, que el empleado y el proletario estén "separados", en la empresa capitalista, de los medios materiales de producción. La asociación política en que los medios materiales de la administración se encuentran total o parcialmente en el poder propio del cuerpo administrativo se articula "en clases". En la asociación "en clases" el señor gobierna con la ayuda de una "aristocracia" autónoma, o sea que comparte el poder con ella. En la segunda, se apoya en siervos domésticos o en plebeyos, o sea en capas desposeídas, carentes de honor social propio; que le están materialmente ligadas por completo y no disponen de poder propio. Corresponden a este tipo las formas de dominación ordenamiento estatal burocrático. Este último, en su formación más racional caracteriza también al Estado moderno. Procesos en la formación del Estado moderno: Expropiación de los titulares privado del poder administrativo (paralelismo con el desarrollo capitalista). Concentración de poder en la cumbre Separación del cuadro administrativo y los medios materiales y económicos de la administración. En la Edad media, cada feudo era una unidad política en sí misma, esta tenía una yuxtaposición de limites difusos entre estos titulares del poder administrativo. En el proceso al Estado moderno se comienza a eliminar esos feudos y el poder se empieza a concentrar en una única institución llamada Estado. El desarrollo de éste se inicia a partir del momento en que se empieza a expropiar por parte del príncipe a aquellos portadores de poder administrativo que figuran a su lado: aquellos poseedores en propiedad de medios de administración, de guerra, de finanzas y de bienes políticamente utilizables de toda clase. El proceso de Estado se da por este fenómeno de expropiación que va en paralelo con el desarrollo del capitalismo, que tiene que ver con los medios de producción y el desarrollo de los individuos. Este se da con la eliminación del trabajo artesanal y el surgimiento del proletariado, personas que no tiene medios para producir un bien y comienzan a ganar su sustento vendiendo el único bien que pueden que es su fuerza de trabajo. En el "Estado" actual, y esto constituye un rasgo esencial del concepto, la "separación" del cuerpo administrativo o sea de los funcionarios y los trabajadores administrativos, de los medios materiales de administración, se ha llevado a cabo por completo. El Estado moderno es una asociación de dominio de tipo institucional, que en el interior de un territorio ha tratado con éxito de monopolizar la coacción física legítima como instrumento de dominio, y reúne a dicho objeto los medios materiales de explotación en manos de sus directores, pero habiendo expropiado para ello a todos los funcionarios de clase autónomos, que anteriormente disponían de aquéllos por derecho propio, y colocándose a sí mismo, en lugar de ellos, en la cima suprema. La empresa estatal de dominio como administración. Dirección política y burocracia: El último proceso que termina de delinear los contornos del estado moderno es la separación del cuadro administrativo y los medios materiales y económicos de la administración del Estado. Esta es la creación de la burocracia. Quienes recaudaban el estado muchas veces lo hacían para su propio beneficio, eran dueños de los cargos que ejercían, pero comienza un proceso de separación del cargo y estos medios materiales. El Estado comienza a crear sus propios medios administrativos separados de los individuos que forman parte de él. Los medios no son de las personas que forman, sino de la propia institución. Estos tres procesos van en paralelo al desarrollo de la economía capitalista, con el proceso de expropiación de los medios de producción, la eliminación del trabajo artesanal y la creación del proletariado. En el Estado moderno, el verdadero dominio, se encuentra en manos de la burocracia, tanto militar como civil. Lo mismo que el progreso hacia el capitalismo a partir de la Edad Media constituye la modernización de la economía, así constituye también el progreso hacia el funcionario burocrático, basado en el empleo, en sueldo, pensión y ascenso, en la preparación profesional y la división del trabajo, y en la subordinación y la superioridad jerárquica. Desde el punto de vista de la sociología, el Estado moderno es una "empresa" con el mismo título que una fábrica: en esto consiste su rasgo histórico específico. Se halla asimismo condicionada de modo homogéneo, en ambas, la relación de poder en el interior de la empresa. Así como la independencia relativa del artesano, del campesino con tierra propia, del noble y del vasallo se fundaba en que eran propietarios ellos mismos de los utensilios, así descansa también la dependencia jerárquica del obrero, del empleado de escritorio, del empleado técnico y del funcionario estatal y el soldado, en el hecho de que los utensilios, existencias y medios pecuniarios indispensables para la empresa y su existencia económica están concentrados bajo la facultad de disposición del empresario, en un caso, y del soberano político en el otro. Ese fundamento económico decisivo, o sea la "separación" del trabajador de los medios materiales del trabajo (de los medios de producción en la economía, de los medios bélicos en el ejército, de los medios materiales administrativos en la administración pública, etc) es común, como tal fundamento decisivo, tanto a la empresa político-militar estatal moderna como a la economía capitalista privada. La disposición de dichos medios está en manos de aquel poder al que el aparato de la burocracia (jueces, funcionarios, oficiales, capataces, empleados, suboficiales, etc.) obedece; aquel aparato característico de todas aquellas formaciones y cuya existencia y función están ligadas, a aquella "concentración de los medios materiales de explotación" o, lo que, es más, cuya forma constituye. Significa hoy, burocratización creciente. El "progreso" hacia lo burocrático, hacia el Estado que juzga y administra conforme a un derecho estatuido y a reglamentos concebidos racionalmente, está en la conexión más íntima con el desarrollo capitalista moderno. La empresa capitalista moderna necesita para su existencia una administración cuyo funcionamiento pueda calcularse racionalmente, por normas fijas generales con exactitud. Weber analiza dos procesos simúlatenos en occidente: -Surgimiento de políticos profesionales -Surgimiento de la burocracia. En el curso del proceso político de expropiación surgieron las primeras categorías de "políticos profesionales", individuos que no se proponían ser señores ellos mismos, sino que entraban al servicio de señores políticos. Sólo en Occidente encontramos esta clase de políticos profesionales al servicio también de otros poderes, al lado del servicio del príncipe. En el pasado dichos políticos se desarrollaron también en la lucha del príncipe contra los estamentos, al servicio del primero. "Estamentos" son los poseedores por derecho propio de medios militares, o medios materiales importantes para la administración, o poderes de dominio personales. Parte de ellos estaban lejos de dedicar su vida al servicio de la política. Aprovechaban su poder para la obtención de beneficios, y actuaban al servicio de la asociación política, cuando el señor o sus compañeros de estamento se lo pedían especialmente. Contra los estamentos, el príncipe se apoyaba en capas políticamente utilizables de carácter no estamental: 1) Los clérigos estaban al margen de la agitación de los intereses políticos y económicos, y no caían en la tentación, como ocurría con los feudatarios; estaban "separados" de los medios de explotación de la administración del príncipe por sus propias cualidades de estamento. 2) literatos de formación humanista. 3) nobleza cortesana; una vez que los príncipes hubieron logrado despojar a la nobleza de su poder político estamental, la atrajeron a la corte y utilizaron en el servicio político y diplomático. 4) formación inglesa, patriciado que abarcaba al pequeño comerciante y rentista urbano y se designaba como "gentry'': capa que el príncipe utilizó originariamente contra los barones, poniéndola en posesión de los cargos del "self-govemment", pero de la que se fue luego haciendo cada vez más dependiente. Esa capa se mantuvo en posesión de todos los cargos de la administración local, ejerciéndolos gratuitamente en interés de su propio poder social. 5) Una quinta capa fue peculiar del Occidente, y fue de importancia decisiva a la estructura política del mismo: la de los juristas de formación universitaria. El llevar un asunto con eficacia en beneficio de los interesados es el cometido del abogado de profesión. En ello, éste es superior a cualquier "funcionario". Puede llevar con éxito, técnicamente "bien", una causa apoyada en argumentos lógicamente inconsistentes, o sea, "mala". En cambio, el funcionario en calidad de político convierte, mediante una conducción técnicamente "mala", una causa "buena" bajo todos los aspectos en una causa "mala". La política actual tiene lugar de modo predominante en público y por los medios de la palabra hablada o escrita. El apreciar los efectos de la misma cae en la esfera de las tareas propias del abogado, y no en la del funcionario profesional que no es un elocuente ni debe serlo, y si, pese a todo, se esfuerza por serlo, suele convertirse por lo regular en un mal demagogo. Dos tipos de políticos: -Vivir de la política: hacen de la política su actividad principal y sus fuentes de ingresos. Son políticos profesionales. -Vivir para la política: no tienen en la política su ingreso principal y viven de su ingreso privado. Ha de poseer bienes de fortuna o una posición privada que le rinda ingresos suficientes. Debe ser además económicamente "sustituible", en el sentido de que sus ingresos no dependan del hecho de que haya de poner constantemente todo su trabajo y su atención personales, o en todo caso de modo muy preponderante, al servicio de sus ingresos. Esta oposición no es exclusiva. Por lo regular, ambas cosas van juntas. La distinción se refiere a un aspecto económico. Los políticos profesionales por mucho tiempo no existieron. El problema para Weber es que en donde solo exista en donde vivan para la política, y al haber una política elitista, solo los privilegiados se van a poder dedicar a la política como un hobby. Por eso en el occidente comenzaron a surgir personas donde se les paga un sueldo para dedicarse a esta. Esto fue de la mano de una democratización de la política, ya no solo los de dinero pueden hacer política sino surgen políticos de otras clases sociales porque la actividad comenzó a ser remunerada. El político profesional que vive "de" la política obtiene ingresos de derechos y tasas por determinadas actividades, o recibe una cantidad fija en especie o en dinero o ambas a la vez. Puede adoptar el carácter de un "empresario" que considera sus costos como una inversión de capital de la que saca provecho mediante el empleo de su influencia. O puede percibir un sueldo fijo, como un secretario de partido, un ministro o un funcionario político. Frente a esto se sitúa el desarrollo del funcionarismo moderno en trabajadores intelectuales calificados profesionalmente por medio de un entrenamiento especializado, con un honor altamente desarrollado en interés de la integridad, sin el cual afectaría sobre nosotros el peligro de una corrupción o mediocridad vulgar, que amenazaría al propio tiempo el funcionamiento técnico del aparato estatal. Simultáneamente con el ascenso del funcionarismo de formación profesional tuvo lugar el desarrollo del "jefe político". Hasta ahí había habido siempre personalidades individuales como consejeros o, como guías de los príncipes. Pero la organización de las autoridades había seguido otros caminos. Se habían formado autoridades administrativas supremas colegiadas. Dichos cuerpos se reunían bajo la presidencia del príncipe, que formulaba la decisión. Por medio de ese sistema que daba lugar a informes, contrainformes y votos motivados de la mayoría y la minoría, y rodeándose además de personas de su confianza -el "gabinete"- por cuya mediación pronunciaba sus decisiones sobre los acuerdos del consejo de Estado, el príncipe, cada vez quedaba más relegado, trataba de sustraerse al peso creciente de la formación profesional de los funcionarios y de conservar la dirección suprema en sus manos. La situación sólo cambió frente a los Parlamentos y a las aspiraciones al poder de los jefes de los partidos. Condiciones diversas condujeron con todo al mismo resultado externo. Los intereses del príncipe se hallaban enlazados con los del funcionarismo contra el Parlamento y sus ambiciones de poder. Los funcionarios tenían interés en que los puestos directivos, los ministerios, se proporcionaran de sus filas, convirtiéndose en oportunidad de ascenso para ellos mismos. Y el monarca estaba interesado en poder nombrar los ministros, también de entre las filas de los funcionarios que le eran devotos. Por lo tanto, ambas partes tenían interés en que la dirección política se enfrentara al Parlamento, que el sistema colegiado se reemplazara por un jefe de gabinete unitario. La dominación específicamente moderna es al racional legal que aparece con el Estado moderno y su cuadro administrativo. La burocracia se compone de individuos libres que se incorporan a la administración pública mediante un contrato y en el ejercicio de su profesión están sujetos a normas y obligaciones del cargo que ocupan. El burócrata debe hace todo lo que le diga el político, y su límite es la ley. El burócrata no hace política, trabaja para el político en función de los intereses del que ocupe ese puesto. La burocracia es la forma moderna de organización del mundo. Las instituciones tienden a crear burocracias y organizarse en base a estas. Esta elimino formas de dominación no racionales. El verdadero funcionario no ha de hacer política, sino que ha de "administrar" y, ante todo, de modo imparcial; en la medida en que no estén afectados los intereses vitales del orden dominante. El funcionario ha de ejercer su cargo sine ira et studio, "sin cólera ni prejuicio". No hace lo que el político. El partidarismo, la lucha y la pasión -ira et studium- constituyen el elemento del político. El honor del funcionario está en su capacidad para, cuando pese a sus representaciones el superior jerárquico persiste en una orden que a aquél le parece errónea, ejecutarla bajo la responsabilidad del mandante con la misma exactitud que si correspondiera a su propia convicción. Sin esta disciplina, todo el aparato se vendría abajo. Debe reprimir su voluntad, sus pensamientos, someter la suya a la de otros. A diferencia del político, por malas decisiones a este no se lo puede destituir, porque no es el responsable de la decisión. El honor del jefe político, está, en cambio, en asumir la responsabilidad de lo que hace, responsabilidad que no puede ni debe declinar o descargar en otros. La burocracia no es la única forma moderna de organización. Pero el futuro es de la burocratización. La burocracia se caracteriza frente a otros vehículos históricos del orden de vida racional moderno por su inevitabilidad mayor: por la especialización y la preparación profesionales racionales. El funcionario moderno tiene cada día mayor preparación profesional y especialización en concordancia con la técnica racional de la vida moderna. Allí donde el funcionario profesional preparado llega a dominar, su poder es inquebrantable, porque toda la organización del abastecimiento vital se halla cortada por el modelo de sus servicios. Puede concebirse una eliminación cada vez más extensa del capitalismo privado. Suponiendo que se lograra esto alguna vez, ello no significaría una ruptura de la estructura del moderno trabajo industrial, sino que, por el contrario, ahora se burocratizaría también la dirección de las empresas confiadas a una forma de "economía colectiva". Una vez eliminado el capitalismo privado, la burocracia estatal dominaría ella sola. Las burocracias privada y pública, que ahora trabajan una al lado de la otra y, manteniéndose, hasta cierto punto mutuamente en jaque, se fundirían en una jerarquía única. El tipo más puro de dominación legal es aquel que se ejerce por medio de un cuadro administrativo burocrático. La totalidad del cuadro administrativo se compone, en el tipo más puro, de funcionarios individuales. Características de la burocracia: Los individuos son personas libres (no están sujetos a otras personas), se deben solo a los deberes objetivos de su cargo. Esta organizada en una jerarquía de cargos rigurosa. La dominación burocrática se ofrece en forma más pura donde rige con mayor fuerza el principio del nombramiento de los funcionarios. Una jerarquía de funcionarios electivos no existe con igual sentido que una jerarquía de funcionarios nombrados; la disciplina no puede nunca naturalmente alcanzar idéntica severidad donde el funcionario subordinado depende en igual forma que el superior de una elección. Cada cargo tiene competencia claramente definidas Su cargo está sujeto a un contrato sobre la base de libre elección. Son elegidos sobre la base de su calificación técnica, en el caso más racional por medio de ciertas pruebas o del diploma que certifica su calificación. El que los modernos "ministros" y "presidentes" sean los únicos "funcionarios" que no requieren la calificación profesional demuestra que son funcionarios sólo en sentido formal pero no en sentido material. Perciben un salario por sus funciones con sueldos fijos, derecho a pensión las más de las veces; son revocables siempre a instancia del propio funcionario y en ciertas circunstancias (particularmente en los establecimientos privados) pueden también ser revocados por parte del que manda; su retribución está graduada primeramente en relación con el rango jerárquico, luego según la responsabilidad del cargo y, en general, según el principio del "decoro estamental” Ejercen su función como única o principal ocupación Tiene perspectiva de carrera administrativa, de ascensos y avances por años de ejercicio, o por servicios o ambas cosas, según juicio de sus superiores El funcionario no es propietario ni del cargo, ni de los medios de administración que utiliza. El funcionario este sujeto a la disciplina en el ejercicio del cargo y vigilancia administrativa El desarrollo de las formas "modernas" de asociaciones en toda clase de terrenos (estado, iglesia, ejército, partido, explotación económica, asociación de interesados, fundaciones, etc) coincide con el desarrollo e incremento creciente de la administración burocrática: su aparición es, el germen del estado moderno occidental. El saber profesional especializado, está condicionado por los caracteres de la técnica y economía modernas de la producción de bienes, siendo completamente indiferente que tal producción sea en la forma capitalista o en la socialista. Y lo mismo que los dominados sólo pueden defenderse de una dominación burocrática existente mediante la creación de una contraorganización propia, igualmente sometida a la burocratización, así también el aparato burocrático mismo está ligado a la continuidad de su propio funcionamiento por intereses tanto materiales como objetivos, es decir, ideales. Sin ese aparato, en una sociedad que separa a los funcionarios, empleados y trabajadores de los medios administrativos, y que requiere de modo indispensable la disciplina y la formación profesional, cesaría toda posibilidad de existencia para todos con excepción de los que todavía están en posesión de los medios de abastecimiento (campesinos). La burocracia continúa funcionando para la revolución triunfante o el enemigo en ocupación. La cuestión es ¿quién domina el aparato burocrático existente? La necesidad de una administración más permanente, rigurosa y calculable, tal como la creó el capitalismo, determina el carácter de la burocracia como médula de toda administración de masas. Sólo el pequeño instituto (político, económico, etc.), podría prescindir de ella. De igual manera que el capitalismo en su actual desarrollo fomenta la burocracia. La administración burocrática significa: dominación gracias al saber; éste representa su carácter racional fundamental y específico. Más allá de la situación de poder condicionada por el saber de la especialidad, la burocracia tiene la tendencia a acrecentar aún más su poder por medio del saber de servicio: conocimiento de hechos adquirido por las relaciones del servicio o "depositado en el expediente". El concepto de "secreto profesional", no exclusivo, pero sí específicamente burocrático procede de este impulso de poderío. La dominación burocrática significa socialmente en general: 1. Tendencia a la nivelación en interés de una posibilidad universal de reclutamiento de los más calificados profesionalmente. 2. Tendencia a la plutocratizacíón en interés de una formación profesional que haya durado el mayor tiempo posible. 3. La dominación de la impersonalidad formalista: sine ira et studio, sin odio y sin pasión, o sea sin "amor" y sin "entusiasmo", sometida tan sólo a la presión del deber estricto; "sin acepción de personas", formalmente igual para todos, es decir, para todo interesado que se encuentre en igual situación de hecho: así lleva el funcionario ideal su oficio. El "espíritu" normal de la burocracia racional es: 1. Formalismo, exigido ante todo para garantizar las oportunidades personales de vida de los interesados, cualquiera que sea su clase. 2. Inclinación de los burócratas a llevar a cabo sus tareas administrativa; de acuerdo con criterios utilitarios materiales en servicio de los dominados. Este utilitarismo material suele manifestarse revestido con la exigencia de los reglamentos. Disfunciones de la burocracia: Merton habla sobre esto, como la burocracia muchas veces se desvirtúa. 4. Interiorización de las normas y exagerado apego a los reglamentos 5. Exceso de formalismo y papeleo 6. Resistencia al cambio 7. Despersonalización de las relaciones 8. Jerarquización como base del proceso de decisión 9. Excesiva conformidad con rutinas y procedimientos Las disfunciones de la burocracia dependerán también del rol que se la asigne al Estado, y este no siempre es el mismo porque el estado ha cambiado sus funciones; y del tipo de intervención que se requiera del mismo. Por ejemplo, los requerimientos del cuerpo administrativo no son lo mimos en un estado liberal que en un estado de bienestar. ESTADO LIBERAL Y ABSOLUTISTA El Estado ha experimentado trasformaciones de importancia a lo largo de su existencia. En dichas alteraciones han influido los cambios de su entorno económico, social y cultural. Entre los rasgos que registran diferencias podemos señalar: - El vinculo entre el poder político y el individuo - El estatuto reconocido a este individuo - La creación del derecho - La organización de las funciones políticas estatales - La relación con el entorno económico y social - Las bases de su legitimación ideológica La alteración de estos componentes comporta una sucesión de tipos de Estado. Entre los siglos XVI y XIX se encuentran el estado absoluto y liberal. El estado absoluto o el soberano sin límites: La primera versión del Estado que se identifica es el absoluto. Se dibuja en las monarquías del norte y oeste de Europa, donde el rey consolida su dominio supremo a costa de otros centros de poder. -La relación política básica es la que se establece entre el soberano (capacidad política ultima) y el súbdito (presta sumisión total a cambio de la seguridad que el soberano le ofrece). Estado y monarquía son una misma cosa, porque el soberano del estado como forma de organización política se confunde con el dominio supremo de un único titular del poder: el rey. -Cada individuo tiene un campo de actuación definido por los privilegios reales. Se trata de concesiones que el monarca absoluto otorga a particulares, gremios, ciudades, etc. -El derecho es expresión de a la voluntad del rey como soberano. Se señala la desvinculación del imperativo general de otras fuentes (naturaleza, divinidad) que no sean las del propio poder del soberano. El monopolio jurídico que el estado reclama frente a otras instancias es ejercido directamente por el monarca. -Todas las funciones políticas (militares, fiscales, judiciales) son asumidas por el monarca. La concentración de poder en el soberano puede ser compatible con la delegación de estas funciones a otras autoridades, pero estas ejercen su competencia como meros representantes del monarca. -El Estado absoluto se encarga de la económica y del trafico mercantil. Otorga monopolios, patentes y privilegios para producir determinados bienes y comercializar con ellos. El soberano regula precios y retribuciones en algunos sectores de la actividad productiva. Esto se conoce como mercantilismo, el soberano político debe asegurar la riqueza colectiva, y por ende intervenir en las relaciones económicas internas y externas de los particulares. -No corresponde al estado velar por el bienestar material de la población. Es función de la Iglesia, universidades, hospitales, etc., ejercer la beneficencia en pro de los desfavorecido. El rey puede atender a necesidades de sus súbditos, pero como muestra de generosidad personal. -El fundamento ideológico de este estado se encuentra en los autores que perciben las transformaciones de los sistemas feudales y estamentales contribuyendo a la elaboración de una primera teoría del estado como Maquiavelo o Hobbes. Tienen una definición teórica del estado absoluto, centralizado y autónomo respecto de otros poderes. -Todos los monarcas absolutos hicieron de la religión de Estado uno de sus más importantes instrumentos legitimadores, se erigieron ellos mismo en jefes de su iglesia nacional, o intervinieron en los asuntos de la Iglesia Católica en competencia con el Papado. Durante un siglo, aprecia que este modelo se había afianzado definitivamente, pero la Ilustración del S. XVIII encerraba ya una critica del absolutismo y la emergencia de un nuevo modelo: el estado liberal. El estado liberal: la aparición del ciudadano Las revoluciones norteamericana y francesa del S. XVIII dieron forma al estado liberal. -Ante el poder estatal aparece ahora la figura del ciudadano, como sujeto protegido, vigilante y dispuesto a intervenir en la vida política. -La posición de ese ciudadano no depende de su herencia ni privilegios. Lo que le protege de una intervención desmesurada del poder es la existencia de unos derechos fundamentales, que el propio poder debe respetar y defender: el derecho a la vida, integridad física, libertad de conciencia y propiedad. El individuo se convierte en actor político reconocido. -La producción de leyes sigue siendo el monopolio estatal. Ya no refleja la voluntad del monarca soberano, aquí la ley es expresión de a voluntad general de los propios ciudadanos. La racionalidad preside la deliberación ciudadana, y permite que todo el aparato legal se ordene de forma sistemática, por escrito y con publicidad, en la constitución y códigos. -El derecho también obliga y compromete al poder estatal, que no es limitado ni absoluto. El Estado ahora es estado de derecho, hace el derecho, pero también se somete a este. -Existe una garantía de limitación que es la separación de funciones estatales o división de poderes. Las principales funciones ya no se concentran en unas manos, se atribuyen a diferentes titulares con el finde que se compensen y equilibren. En su primera etapa el estado liberal define una división de poderes ente el rey y un parlamento elegido. -Este Estado rechaza como interferencia el activismo estatal y confía en la competencia libre y espontanea del mercado para aumentar la riqueza disponible y distribuirla de la mejor manera posible. El único papel reservado al estado liberal es el de actuar como un guardián o gendarme que hace la ronde de vigilancia y debe intervenir cuando se ve amenazado el funcionamiento del mercado. -Esta visión ignora las desigualdades de hecho con que se accede al intercambio mercantil y las consecuencias de este intercambio para una parte de la población. La política de masas y la crisis del estado liberal: El liberalismo concebía la comunidad como una asociación de propietarios. El Estado debía garantizar el derecho de propiedad, y con ella la libertad de sus transacciones. Le correspondía preservar con sus leyes el orden natural de las cosas, pero esta visión no se corresponda con la realidad de las sociedades más desarrolladas: -El desarrollo técnico y económico alternaba este panorama ideal. El mismo éxito del capitalismo llevaba a la concentración de la propiedad y de la influencia económica. Con ello, las desigualdades entre actores se agudizaban. Gracias a esto surgían movimientos de protesta social. Las crisis cíclicas de la económica capitalista comportaban desempleo masivo, bajos salarios y marginalización social. -La afirmación igualitaria se hacía inadmisible para muchos que la actividad política estuviera reservada a una minoría social. La reivindicación del derecho al sufragio y asociación política y sindical forman parte de esta dinámica democratizadora. -La separación equilibrada de poderes entre la monarquía y el parlamento entro en crisis. La monarquía cedió el control de gobierno y quedó relegada a funciones simbólicas. El parlamento era visto como una elite cerrada socioeconómica y perdía capacidad para obtener un consenso social suficiente. El estado liberal debía ser corrupto y reprimir para controlar a los sectores ciudadanos que no se conformaban con lo político y social. La progresiva incapacidad del estado liberal para regular conflictos sociales fue denunciada desde otras perspectivas corrientes demócratas que reclamaban el sufragio universal, movimientos socialistas y libertarios que apostaban por la revolución social, etc. La política se convertía gradualmente en una práctica abierta a la ciudadanía, en lugar de un ejercicio reservado. La política de masas dio origen a las nuevas versiones del estado que sucedieron al modelo liberal. ESTADO LIBERAL Y DE BIENESTAR EL CAPITALISMO DE LAISSEZ-FAIRE: La forma de economía política con el menor grado de interferencia gubernamental ha recibido la denominación de capitalismo de laissez-faire. Significa “dejar hacer”. De acuerdo con este modelo de economía capitalista (economía basada en la propiedad privada), el Estado proporciona un marco de libertades para que operen las empresas privadas. En una economía de laissez-faire completamente pura, la empresa privada es verdaderamente una empresa “libre”: el Estado interviene poco o nada en la actividad empresarial. Apenas existen impuestos, protección social o médica, ni leyes que impongan el pago de un salario mínimo a sus trabajadores, limiten sus horas de trabajo, establezcan sus vacaciones pagadas, la edad mínima de entrada al mercado de trabajo o la máxima de salida del mismo. El capitalismo de laissez-faire beneficia particularmente a los empresarios, les permite competir libremente, sin trabas, con otras empresas. Pero, perjudica a los trabajadores, los deja sin protección frente a las demandas de sus empleadores. Esta forma de capitalismo era la predominante en Estados Unidos, y otros países industrializados en tiempos de Marx. El capitalismo de laissez-faire puro es, la variedad de economía de mercado menos regulada. Por economía de mercado se entiende un sistema económico en el que la oferta y la demanda regulan y determinan la mayor parte de los precios. El gobierno no controla el sistema de precios. Los precios de los bienes y los servicios los fija “el mercado”: se determinan en virtud de las decisiones independientes de vendedores y compradores, que buscan obtener el máximo de dinero en un mercado que se caracteriza por la competencia abierta entre empresas. Uno de los primeros teóricos y defensores de este tipo de sistema económico fue Adam Smith. Según Smith, la persecución del propio interés económico de cada individuo aumenta, la riqueza de la sociedad en su conjunto. La ganancia personal incrementa el bien común. Las iniciativas económicas de los individuos están motivadas por la búsqueda de estatus social y riqueza material. Sin embargo, los empresarios privados, terminan por promover el bienestar general. Smith afirmó que las interesadas decisiones económicas de los individuos conducían al aumento del bienestar de la sociedad, como si una “mano invisible” les guiara hacia ese fin. Recomendaba que no se pusiera freno al interés privado y que se eliminasen todos los impedimentos estatales a la “libertad perfecta” en la vida económica. Argumentaba que la economía de mercado que opera con libertad no conduce al caos. Al contrario, es un mecanismo autónomo que regula la producción, los precios, los salarios e incluso la población. En la época en la que escribía este autor, la economía de Gran Bretaña era una mezcla de empresa privada y regulación y monopolios estatales. Gran Bretaña estaba influida por la doctrina del mercantilismo, donde el Estado debería expandir su papel directo en la economía y controlar el comercio exterior para maximizar la riqueza y el poder nacional. Smith rechazaba el mercantilismo. A su juicio, la implicación del Estado en la economía había retardado el crecimiento económico de Inglaterra. No creía que los principales beneficiarios del sistema de libre mercado fueran los empresarios constituidos en una pequeña elite, sino toda la población, ya que, en última instancia, la "mano invisible” generaría mayor igualdad económica. Smith afirmaba que era deber del Estado encargarse de las obras públicas poco rentables para los empresarios privados (como las carreteras, los puentes y los canales), así como de la educación pública. Atribuía al Estado un papel importante en la promoción de actividades culturales que impidieran que la población se "deformara” espiritual e intelectualmente. David Ricardo afirmaba que los empresarios privados no tenían más elección que "exprimir” a sus trabajadores para producir todo lo que pudieran, a cambio de salarios más bajos posibles. Sino los capitalistas no podían amasar los fondos que necesitaban para invertir más y expandir sus negocios. Thomas Malthus mantenía que, mientras la población crecía en progresión geométrica (2, 4, 6, 8...), la provisión de alimentos lo hacía en progresión aritmética (1, 2, 3, 4...). Sugería no alentar la reproducción de la población a través de elevados salarios, mantener bajos sueldos para evitar la creación de familias muy numerosas. Los darwinistas sociales afirmaban que la humanidad evolucionaba de acuerdo con la ley de "la supervivencia del más apto”. La sociedad en su conjunto podía avanzar sólo si se fomentaba y recompensaba el logro económico individual. Ya que las características innatas o heredadas tienen mayor influencia que la educación, al Estado no le incumbe ayudar a los pobres ni tampoco educarlos. La economía estadounidense había reflejado desde sus orígenes los principios del capitalismo del laissez-faire. A finales del siglo XIX se acumularon fortunas, cuando los magnates del ferrocarril, el petróleo y el acero, pudieron realizar sus negocios libremente, sin regulaciones gubernamentales que restringieran sus márgenes de actuación. No existió prácticamente ningún impuesto federal hasta que se ratificó en 1913 la decimosexta enmienda a la Constitución. La teoría económica del laissez-faire perdería su atractivo para economistas y políticos estadounidenses con la llegada del New Deal de Franklin D, Roosevelt tras la crisis de 1929 y la Gran Depresión. En Europa, los mayores adversarios de la economía del laissez-faire eran los socialistas, que, promovían la abolición del capitalismo. El movimiento socialista se moderó con el tiempo en Europa occidental; tras la Segunda Guerra Mundial, los partidos democráticos empezaron a apoyar el Estado del bienestar, propio de la economía mixta. Sin embargo, el socialismo que se aplicó en Rusia, introdujo el sistema económico de planificación central. LA ECONOMÍA DE PLANIFICACIÓN CENTRAL: Una vez ganada la guerra civil, los comunistas rusos consolidaron su poder. Tras un breve período en el que la empresa privada estuvo permitida, a finales de la década de 1920 se impuso la nacionalización de todos los sectores de la economía. Con raras excepciones (como pequeñas explotaciones agrícolas familiares), todas las fábricas y granjas pasaron a estar controladas por agencias estatales. Fue así surgiendo una burocracia planificadora para organizar la producción de todos los bienes manufacturados y la provisión de todos los servicios. La agricultura se “colectivizó" y se sometió a supervisión burocrática. Los precios fueron fijados por las autoridades planificadoras, cuyos decretos remplazaron las leyes económicas de la oferta y la demanda. Los gobiernos diseñaban planes anuales que obligaban a las fábricas y granjas a cumplir cuotas de producción oficiales, especificadas en términos de cantidades de bienes (pares de zapatos, toneladas de cereales, unidades de tornillos, etc.). Los planes quinquenales establecían objetivos de producción a largo plazo. El rasgo distintivo de este tipo de sistema es la fusión del Estado y la economía. El Estado es “propietario" de la economía. Son las autoridades públicas, no los individuos ni las empresas privadas, quienes determinan qué y cuánto debe producirse, cómo deben distribuirse los bienes y a qué precio. Los comunistas concebían el mercado como un mecanismo caótico, con multitud de individuos y empresas privadas adoptando decisiones en interés propio. El mercado conducía a la inflación, el desempleo y la desigualdad. En cambio, una economía planificada podía evitar esos problemas. El crecimiento bajo una economía de planificación central podía ser mayor y más rápido que bajo una economía capitalista, y la distribución más justa. Pero, una economía planificada facilita a la elite política el control sobre la población. En efecto, este sistema priva a los individuos o grupos de toda oportunidad de independencia frente al Estado. La producción industrial de la Unión Soviética aumentó en la década de 1930 con el sistema de planificación y, en pocos años, pasó de ser un país agrícola atrasado a un industrial. Sin embargo, la producción agrícola tuvo dificultades debido a el proceso de colectivización en las zonas rurales, que obligó a los propietarios de tierras a ceder al Estado sus campos, cosechas y animales. Y sufrió más reveses durante la Segunda Guerra Mundial; cuando la Alemania nazi invadió la Unión Soviética, tuvieron como resultado la destrucción de ciudades soviéticas y la devastación de la economía agrícola. La economía soviética se recuperó gradualmente después de la guerra y, los dirigentes comunistas empezaron a proponerse el objetivo de adelantar a la economía estadounidense en diez años. Lejos de alcanzar ese monumental objetivo, la economía soviética se quedó cada vez más a la zaga de sus competidores con economías mixtas. Entre 1978 y 1985 la economía soviética tuvo un crecimiento cero. Mientras Estados Unidos, Japón y Europa occidental apuntaron al desarrollo de la tecnología, la lenta burocracia de la planificación central soviética no pudo competir con las técnicas de producción de las empresas privadas que concurrían en los mercados globales. En 1992, Rusia, constituida ya en un país independiente, empezó a moverse hacia una economía mixta con la introducción de empresas privadas y mecanismos de mercado para determinar los precios. El sistema de economía central planificada pertenece ya al pasado. En Europa del Este y central se han producido desarrollos similares desde la caída del comunismo y la instauración de la democracia en la última década del siglo XX. La experiencia china ha puesto en cuestión la hipótesis según la cual el proceso de privatización económica promueve la democratización. De acuerdo con esta tesis, el proceso de liberalización económica implica un desafío a los gobiernos comunistas y promueve la democracia. Una hipótesis alternativa sugiere que el proceso de privatización en economías según el sistema de planificación central puede minar el apoyo a la democracia. Si las transformaciones económicas producen niveles inaceptables de inflación, desempleo, desigualdad o corrupción, es plausible que grandes segmentos de población, se opongan al cambio económico y, simultáneamente, al cambio político. LA ECONOMÍA MIXTA: El sistema económico más adoptado en el mundo actualmente es la economía mixta, que combina la existencia de empresas privadas y la implicación del Estado en los asuntos económicos. Las diferencias de los países con economías mixtas se manifiestan en la dimensión de la intervención estatal (en la magnitud del gasto público), y en las formas que ésta adquiere. En algunos casos, la implicación económica del Estado es indirecta; el Estado permite que la empresa privada y los mecanismos de mercado sean los protagonistas de la economía nacional, pero influye en el comportamiento privado para lograr objetivos económicos y sociales nacionales. Por otor lado, el gobierno puede adoptar medidas de política fiscal, subiendo o bajando los impuestos para poner en marcha programas públicos o promover la demanda interna o el ahorro. Una de las formas más utilizadas de intervención estatal indirecta en la economía consiste en un conjunto de mecanismos políticos denominado keynesianismo. Keynes sostenía que la mejor manera de estimular el crecimiento económico durante una depresión consiste en incrementar el gasto total de la economía (es decir, la demanda agregada de bienes y servicios). Además de emplear formas indirectas de intervención económica, los gobiernos pueden implicarse en formas de actividad más directas en las economías mixtas. En algunos países, el Estado es propietario único, o accionista junto con otros inversores, de grandes empresas estratégicas (como eléctricas o las de extracción de recursos naturales). Las empresas que posee el Estado en las economías mixtas se denominan "empresas públicas" o "de participación pública". La diferencia principal entre las empresas públicas y las privadas es que, en las primeras, el Estado contrata a los directivos y trabajadores, y los beneficios que obtiene forman parte de los ingresos público. Sus defensores las consideran una manera eficaz de combatir el desempleo y financiar los gastos presupuestarios. En cambio, los que se oponen a las empresas públicas afirman que son menos eficientes y competitivas que las privadas, menos transparentes y, más vulnerables a la corrupción. Estos argumentos en contra de las empresas públicas han impulsado a defender su privatización, a convertir las empresas propiedad del Estado en empresas de propiedad privada (el proceso contrario por el que las empresas privadas se convierten en propiedad del Estado se denomina nacionalización). Otro tipo de intervención directa del Estado en la economía mixta consiste en la coordinación burocrática de la economía. En las economías en las que se da esta coordinación, el Estado desempeña un papel constante y directo en la ordenación de las actividades de las empresas privadas, justificando su intervención en virtud del interés nacional. Entonces, la intervención directa e indirecta de los Estados en las economías mixtas puede articularse a través de muchas vías, entre ellas, la política monetaria o fiscal, las empresas públicas o los mecanismos de coordinación burocrática. Pero el arreglo institucional con el que más se identifica en nuestros días a las economías mixtas es el Estado del bienestar. Los Estados del bienestar: apuntes sobre sus orígenes filosóficos y políticos: El Estado del bienestar es un modelo de economía política en la que el Estado asume la responsabilidad del bienestar general de su población, especialmente de los individuos más vulnerables, destinando parte del gasto a la sanidad, educación, vivienda, pensiones, seguro de desempleo y otros programas sociales. El concepto “Estado del bienestar" empezó a utilizarse en Reino Unido en las décadas de 1930 y 1940. Aunque los Estados del bienestar se han desarrollado en el siglo XX. Cuando se expandió el capitalismo de laissez-faire y, con él, aumentó la clase trabajadora, se comenzaron a plantear diversas preguntas sobre cómo sostener el crecimiento económico evitando generar enormes bolsas de pobreza entre la clase trabajadora. Fue la conservadora elite dirigente de la Alemania decimonónica la que introdujo algunos de los principales programas de bienestar social de Europa. En la década de 1880, el gobierno autoritario lanzó el primer programa público de salud y accidentes laborales del mundo industrializado, y el primer programa público de pensiones. El desarrollo de los Estados del bienestar en la posguerra: El apogeo de los Estados del bienestar tuvo lugar en las tres décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial. En 1945, el Partido Laborista de Reino Unido ganó la mayoría en la Cámara de los Comunes. El nuevo ejecutivo tomó medidas sociales y nacionalizó varias empresas privadas. El mayor logro de la legislación laborista estribó en la puesta en marcha del Servicio Nacional de Salud, que garantizaba a los ciudadanos británicos protección médica, sin entorpecer la oferta de protección privada para quienes quisieran pagarla. La mayoría de los demás países industrialmente avanzados también extendieron sus programas de bienestar social después de la Segunda Guerra Mundial sobre la base de compromisos respaldados por las instituciones del Estado, entre los representantes de los trabajadores, los agricultores y los empresarios. Entre 1960 y 1975 se produjo una rápida expansión de los Estados del bienestar. Cuando las democracias económicamente avanzadas iniciaron el camino del posindustrialismo en la década de 1960, sus gobiernos se embarcaron a promover el bienestar de la población y el crecimiento de la economía. Muchos utilizaron políticas de gasto keynesianas para mantener elevadas tasas de crecimiento y empleo. La riqueza nacional aumentó y, al mismo tiempo, la cantidad de dinero disponible para programas de bienestar social. El "Estado del bienestar keynesiano” se convirtió en el modelo dominante en los Estados democráticos del mundo económicamente avanzado. Los Estados del bienestar son diversos. El grado de distinción entre estos estados de bienestar da por cuanto protegen a esa ciudadanía. La tipología de los Estados del bienestar más influyente es la que formuló el científico social Gosta Esping-Andersen. Propuso un esquema de clasificación que no atendía sólo a criterios de magnitud del gasto social y cobertura de beneficiarios, sino que también tenía en cuenta otras dos dimensiones: a) hasta qué punto los Estados "desmercantilizan” a los ciudadanos, es decir, los liberan o independizan de las fuerzas del mercado, y b) en qué medida estratifican las sociedades, estableciendo diferencias entre grupos sociales y promoviendo la igualdad social. En cualquier sociedad hay tres instituciones importantes para otorgar bienestar: el estado, el mercado y la familia. Hay estados que protegen más que otros. En términos de suficiencia y tiempo, de cuánto me rinde lo que el estado me brinda. Por ejemplo, el seguro de desempleo, cuan equivalente es de lo que yo ganaba antes, y por cuanto tiempo me lo brindan. Cuanto mayor sean los beneficios que brinda el estado de protección, mayor es la desmercantilización que logre. Cuanto los ciudadanos vivan sin depender del mercado. Los nórdicos fueron los que más lograron esta desmercantilización del mundo; tienen muchos impuestos y salarios muy altos. Todos pagan impuestos y todos se benefician de los servicios públicos que estos impuestos financian. También podemos calificar a los Estados en base de la desfamiliarización, en base a cuanto no dependen de la familia para su propio bienestar. A partir de la consideración de estos criterios, Esping-Andersen distinguió tres tipos ideales de regímenes de bienestar: Modelo socialdemócrata: corresponde a un Estado comprometido con el pleno empleo y que ofrece prestaciones sociales universales (a todos los ciudadanos, simplemente por el hecho de serlo) y generosas. Propio de países escandinavos. Modelo conservador-corporatista: proporciona prestaciones cuya naturaleza dependen de la ocupación profesional del beneficiario. Propio de Alemania, Francia y Austria. Modelo liberal: administra prestaciones más selectivas, destinadas fundamentalmente a procurar una red de seguridad que evite la pobreza. Propio de países anglosajones. Común a estos tres modelos es que los programas estatales de bienestar social han beneficiado a los sectores más desfavorecidos, a la clase trabajadora, y a la clase media. En los Estados del modelo socialdemócrata y del modelo conservador corporatista, ciudadanos con distintos niveles de renta se han beneficiado del aumento de las oportunidades educativas, del seguro de salud, de las pensiones de jubilación y de otros programas financiados por el Estado. En estos Estados del bienestar, todos los partidos respaldan el sistema de protección social, aunque disientan sobre el grado o la forma de financiación pública de las prestaciones sociales. Reconocen que este tipo de prestaciones gozan de amplio apoyo social y que su suerte electoral depende, en medida, de su capacidad para proporcionar beneficios sociales a segmentos clave de la población. Las fronteras entre estos modelos se han ido difuminando a medida que aumentaba la presión financiera (derivada en medida del envejecimiento de la población, y el crecimiento del gasto en pensiones, sanidad y asistencia a las personas dependientes), forzando a los Estados del bienestar a introducir reformas en sus programas sociales. LA CRISIS DE LOS ESTADOS DEL BIENESTAR: Hacia mediados de la década de 1970 empezaron a surgir dudas sobre la sostenibilidad de los Estados del bienestar. En 1973, los principales países exportadores de petróleo impusieron una subida repentina del crudo, cuadriplicando su precio. Irrumpió entonces una crisis que desembocó en el fenómeno nuevo denominado “estanflación”, una forma de estancamiento económico y elevada inflación. Ya no funcionaban los preceptos keynesianos para el ajuste de la economía nacional que hasta la década anterior habían tenido éxitos. Los déficits presupuestarios de muchas democracias industriales avanzadas, que habían “engordado” debido a la expansión de los programas públicos de bienestar social, amenazaban con descontrolarse. Grandes segmentos de la población pedían un aumento de las pensiones públicas, prestaciones por desempleo y otras ayudas públicas para afrontar el encarecimiento del coste de la vida. Pero las haciendas públicas hallaban dificultades para satisfacer estas demandas porque la disminución de la actividad económica implicaba menores ingresos fiscales y requería compensaciones para la cobertura de gastos públicos, entre ellos, los subsidios de paro, destinados a los principales agraviados de la crisis económica. Para muchos expertos, el Estado del bienestar y, en general, la intervención pública en la economía parecía haber tocado techo. En la mayoría de las democracias, el gasto en bienestar social sigue suscitando un amplio apoyo popular. ALGUNOS ARGUMENTOS CRÍTICOS SOBRE LOS ESTADOS DEL BIENESTAR: Los más críticos con la expansión de los Estados del bienestar sostienen que las sociedades democráticas actuales formulan a sus gobiernos demandas de prestaciones sociales tan costosas, que empujan los déficits públicos imposibilitando su estricto control. A su vez, estos déficits sofocan el crecimiento económico al generar unos tipos de interés altos o una elevada inflación. De acuerdo con este argumento, las modernas democracias del bienestar son contradictorias: impiden el crecimiento de la riqueza nacional necesario para satisfacer las crecientes demandas de servicios públicos. Al mismo tiempo, la ciudadanía democrática presiona tanto a los representantes electos para que provean mejores instituciones de enseñanza, más protección sanitaria, más ayuda a los pobres, etc., que los políticos no consiguen salir elegidos, a menos que hagan promesas falsas. Una vez elegidos, descubren que no pueden proveer los servicios que han prometido, debido a las limitaciones presupuestarias u otras condiciones económicas adversas sobre las que apenas tienen control inmediato. Los Estados del bienestar producen, un círculo vicioso. A los gobernantes les interesa utilizar los poderes que les da su cargo para orientar la política económica en direcciones que maximicen sus oportunidades de reelección. Las ofertas electorales realizadas por los líderes durante la campaña rara vez se pueden cumplir en su totalidad; y las promesas incumplidas suelen generar descontento entre los votantes. La política social democrática acaba generando engaño por parte de los partidos políticos y los líderes, y una "mentalidad de tener derecho a todo” por parte de los votantes. Si se reduce el tamaño de los Estados del bienestar, los electores generarán menos expectativas respecto al alcance de sus prestaciones, los políticos no se verán empujados a formular ofertas de servicios públicos de difícil financiación y no incumplirán promesas. La solución pasa por desarrollar un mayor pluralismo de bienestar; conseguir que el Estado comparta con otros agentes, como las empresas privadas y las familias, la responsabilidad de provisión de servicios de bienestar. Científicos sociales y líderes políticos alegan que el Estado del bienestar democrático, a pesar de todos sus defectos e insuficiencias, es el sistema más estable y solidario de economía política que ha tenido la humanidad. Combina las libertades de la empresa privada con la seguridad de una red de garantías sociales que ha conseguido reducir la pobreza y la miseria, mientras ha proporcionado oportunidades educativas y servicios comunitarios. El Estado del bienestar democrático constituye un modelo que muchos países se esfuerzan por emular. AUTORITARISMO El término autoritarismo se convirtió en un concepto fundamental de la política comparada desde que fue connotado por Juan Linz para caracterizar al franquismo y diferenciarlo de distintas experiencias políticas europeas y soviéticas: estalinismo, fascismo, nazismo. Hasta América Latina dicho concepto se afirma por el interés de estudiar las formas sorpresivas de acceso al poder político (golpes de Estado), y las opresivas del ejercicio del poder político (Estado o régimen burocrático autoritario, dictaduras, nuevos autoritarismos). El autoritarismo se asocia a las diferentes formas nacionales del ejercicio opresivo del poder político. De modo que, por el clima generado por la guerra fría y desde finales de los años setenta en América Latina, autoritarismo y dictadura fueron empleados indistintamente. El concepto autoritarismo retorna acompañado por diversos adjetivos calificativos (competitivo, electoral), o territorialmente especificativos (subnacional, global). Diversos trabajos desde fines de los noventa, señalan que el autoritarismo no surge necesariamente de un golpe de Estado, ni requiere de la acción militar o de la presencia de las fuerzas armadas. Emergen conceptos que señalan la no contradicción entre una forma política autoritaria y la competencia en elecciones abiertas a intervalos regulares de tiempo. Estos otros autoritarismos ya no se parecen a los del pasado porque se presentan como formas políticas mixtas que perviven dentro de la democracia, la cohabitan, conviven con métodos democráticos, con instituciones democrático-liberales, o con democracias iliberales. A partir de las investigaciones de Juan Linz, el autoritarismo es considerado un régimen político, un conjunto de reglas formales y/o informales con las cuales se determina la elección de los gobernantes y el acceso al gobierno. Permite analizar cómo ocurre el cambio político. Caracterización de un concepto político fundamental: Autoritarismo es una voz contemporánea que señala una forma opresiva y/o represiva del ejercicio del poder político sin recurrir a los conceptos sincrónicamente disponibles (totalitarismo, fascismo). Tampoco acude a categorías que caracterizan un tipo de personalidad hacia la forma del ejercicio del poder político, como las clásicas figuras de tiranía y tirano, dictadura y dictador, despotismo y déspota. Con este término, régimen político autoritario, se intenta construir una tipología que se desprende de la persona o personalidad extra cotidiana del gobernante y de un enfoque estatal. Se esfuerza por encontrar una dimensión analítica distintiva: el régimen político. Estas distinciones buscaban desarmar un problema persistente para analizar el cambio político como un continuum entre el totalitarismo y la democracia. Aunque Linz consideraba que autoritarismo y totalitarismo eran formas autocráticas del ejercicio del poder político, las distinguía. En el totalitarismo se borra la diferenciación entre Estado y sociedad (civil); algo de esta separación pervive en el autoritarismo. El pluralismo limitado de los regímenes autoritarios en el que sobreviven la propiedad privada y la autonomía moral es heterogéneo respecto del monismo de los sistemas totalitarios en donde la ambición del líder es central. El pluralismo es fundamental para diferenciar entre sí las formas opresivas del ejercicio del poder político, y a estas de la democracia. Donde el régimen desmoviliza a las masas, limitando, controlando represivamente, y persiguiendo hasta destruir instituciones y grupos específicos, el totalitarismo moviliza a las masas y, al mismo tiempo, penetra y destruye las instituciones y grupos sociales y políticos preexistentes creando otros nuevos que no nacen de la sociedad. Viajes conceptuales hacia América Latina: Autoritarismo burocrático. La creación del concepto burocrático-autoritario, proviene de O’Donnell, nombra el proceso político represivo inaugurado en Argentina con el golpe de Estado de 1966. Poco después, se afianza la preocupación por las distintas formas de dominación autoritaria en Europa meridional y América Latina. O’Donnell niega una hipótesis de la teorización de la modernización y el desarrollo político. Esta consideraba que, en los países del tercer mundo, el desarrollo económico, seguido por procesos de activa modernización social, conduciría al triunfo del capitalismo y a la estabilidad democrática. Sin embargo, la Argentina de 1966 y el Brasil de 1964 demostraban que, en el contexto sudamericano, los procesos de activa modernización se correspondían con la emergencia de regímenes burocráticos-autoritarios, y no con la democracia política. Linz define régimen político como el conjunto de pautas que determinan formas y canales de acceso a los principales cargos de gobierno, la característica de actores admitidos o excluidos, y los recursos y estrategias que se puedan emplear para ganar tal acceso. De esta forma, el autoritarismo-burocrático es un régimen político represivo que limita el pluralismo político, anula la expresión de la soberanía popular, persigue y elimina a la oposición política, restringe las formas de participación y expresión en el espacio público sin suprimir la autonomía individual. Como forma política, pone en crisis a la democracia política entendida como una aplicación entre derechos civiles y derechos políticos. La dominación autoritaria: La democracia política comienza a usarse como su concepto contrario, como una definición normativa del reverso autoritario, y el lugar al cual deberían transitar los procesos políticos: desde el autoritarismo a la democracia. El resultado de este proceso es la producción de una teoría política para pensar el cambio político que produce una teoría innovadora para considerar los procesos de cambio político que preguntan sobre las posibilidades o dificultades para recorrer un camino desde el autoritarismo a la democracia política. El concepto de transición ofrece una manera de asociar el cambio a un proceso gradual y paulatino. Esta teorización sobre el cambio político da nombre a los puntos de partida: dominación autoritaria, y de llegada: democracia política. Aflora una nueva reflexión sobre las formas políticas que no son plenamente democráticas ni autoritarias. O’Donnell avanza desde los residuos autoritarios dentro de la democracia liberal, hasta la crítica de los procesos de transición que habían planteado una desembocadura en las democracias liberales o representativas. O’Donnell dice que los estados en América latina son esquizofrénicos porque mezclan funcional y territorialmente características democráticas y autoritarias. Ni nuevos, ni viejos: otros autoritarismos: ¿Las elecciones agotan la democracia?: autoritarismos electorales y/o competitivos. Hay regímenes políticos nacionales en donde la realización de elecciones y la presencia de partidos políticos que compiten por el voto del pueblo no pueden identificarse con la democracia. Las elecciones pueden ser fraudulentas o manipuladas en un proceso aparentemente competitivo. La decadencia de los autoritarismos ha legado unos regímenes políticos que no son democráticos, ni autoritarios. Son formas políticas híbridas que combinan ambos elementos. Estos regímenes tampoco suelen garantizar los derechos individuales y/o las libertades civiles, por lo que serían parcialmente libres. De la calificación de hibridez surgieron términos: semi o pseudo democracia, iliberal, parcialmente libre, semiautoritarismo, autoritarismo electoral, autoritarismo competitivo, etc. Estos describen a partir de los atributos que poseen o carecen las democracias que no se agotan en las elecciones y que son iliberales, o los autoritarismos que, sin ser cerrados, poseen algún rastro de la decisión soberana del pueblo. Sobre los regímenes políticos competitivos mixtos, pero que se inclinan hacia la democracia. Dimensiones: 1) arena electoral, permite la competencia y la sucesión presidencial y/o el recambio de élites. Se diseña una cadena de la elección democrática que debe cumplirse para que exista una democracia electoral y no un autoritarismo electoral. 2) arena parlamentaria, el Parlamento es un lugar donde se expresa la pluralidad de voces representativas del pueblo y es espacio para la audibilidad de las minorías. Las dos dimensiones son de más fácil acceso para la observación. 3) Poder Judicial, su independencia y relación con el gobierno son cruciales para la existencia de regímenes competitivos que se inclinan hacia la democracia. 4) complicada para la observación analítica son los medios de comunicación de masas, el papel que juegan y el lugar que tienen en relación al gobierno y al Estado. Diamond menciona que los regímenes electorales autoritarios carecen de una arena de competencia abierta, libre y justa, como para que el partido gobernante ceda el poder de manera voluntaria si ya no cuenta con el favoritismo de la mayoría del electorado. Durante las elecciones, una victoria de la oposición no es imposible, pero debe haber observadores internacionales que imposibiliten o deslegitimen manipulaciones y fraudes electorales. Para determinar si hay un régimen electoral autoritario, es fundamental observar la dinámica entre gobierno y oposición. Andreas Schedler considera que las elecciones son una condición necesaria pero no suficiente para la democracia. Aunque no las agoten, en las democracias las votaciones son necesarias. En la democracia electoral las elecciones libres, justas y competitivas permiten que los partidos políticos pierdan o ganen elecciones. Mientras que los autoritarismos electorales celebran elecciones periódicamente para dar una apariencia de legitimidad, y toleran algún pluralismo y competencia multipartidista, pero quebrantan normas democráticas. Para que exista una democracia electoral, Andreas Schedler elabora una cadena de la elección democrática. Aunque, según este autor, ni en las democracias avanzadas se cumple perfectamente, permite observar las variaciones que pueden ocurrir dentro de un régimen político (qué premisa normativa se esté incumpliendo, o qué norma democrática se esté violando y con cuál estrategia). Estos conceptos no alcanzan a decir el persistente problema de la violación de derechos humanos y de las garantías constitucionales. Schedler es el único que menciona la importancia de la ciudadanía en los procesos de variación de regímenes políticos, no tanto por el cambiante lazo contemporáneo que une a gobernados y gobernantes, sino porque los considera árbitros decisivos, al igual que a los militares o a la comunidad internacional. El autoritarismo es aquello que pervive y convive con la democracia por lo que reaparece la asociación de ambos conceptos. Democratización nacional heterogénea: Otros trabajos constatan que en aquellos regímenes políticos nacionales que produjeron una transición desde los gobiernos autoritarios, la democratización no ha sido territorialmente homogénea. Tanto el autoritarismo como la democracia son conceptos territoriales, configuraciones históricas dentro de un Estado-nación. Instituciones estatales que no logran monopolizar la violencia física legitima en todo el territorio y presentan practicas contra la ciudadanía que violan sus derechos básicos como civiles y sociales. Surgen las denominadas zonas: Zonas azules: alta presencia del estado tanto en lo funcional como territorial, existe la burocracia presencia estatal en el territorio y un estado de derecho. Zonas verdes si bien existe el estado, existe una presencia funcional mucho menor, es difícil el contacto del contacto directo con el estado por parte de la ciudadanía. Zonas marrones: el estado no existe ni funcional ni territorialmente, no hay legalidad del estado. Esta situación se da en América latina post transición a la democracia. Es importante tener ciudadanía efectiva y que se cumplan los derechos de los ciudadanos. Esto plantea un espacio de igualdad de las personas en sociedad independientemente del nivel de ingreso, raza, edad, etc. La ciudadanía es igualadora de derechos. El problema es que, si el estado no puede respaldar los derechos de ciudadanía, en vez de generar este espacio de igualdad, reproduce las desigualdades sociales que se producen en el mercado y otros ámbitos. Al existir un estado débil donde conviven prácticas democráticas y autoritarias, surge reproducción de desigualdades y la ciudadanía en vez de surgir un espacio de igualdad refuerza la desigualdad social. Muchas veces el Estado además de no proteger, violenta a la ciudadanía. Estas prácticas autoritarias conviven con elecciones limpias, donde el estado violenta continuamente derechos. Lo que propone O’Donnell es complejizar la transición a la democracia en América latina y como se resuelven algunos problemas como el tener elecciones, pero no se resuelven otros. Datos encuestados de América Latina: La elite en América latina tiene una preferencia por la democracia, y eso es bueno, ya que la democracia sobrevive en medida que las elites visualicen la democracia como la única forma de acceso al poder las elecciones. A su vez, ay desconfianza acerca de la democracia por parte de la ciudadanía, y eso es grave ya que la ciudadanía que son quienes votan, son importantes. La ciudadanía está poco satisfecha, y es un problema ya que demuestra que la democracia no logra resolver los problemas de las personas. Si la democracia no es capaz de resolverlos, el ciudadano pierde confianza en esa institución. Hay una baja confianza de la ciudadanía y las elites en los partidos políticos, que es el principal canal de acceso a las posiciones de gobierno en una democracia. Al ser democracias representativas, necesitamos organizaciones que son los partidos políticos para elegir cargos de gobierno. POLIARQUÍA, DEMOCRATIZACIÓN Y OPOSICIÓN PÚBLICA El desarrollo de un sistema político que facilite la oposición, la rivalidad y la competencia entre el gobierno y sus antagonistas es una faceta importante del proceso democrático. Los procesos de democratización y de desarrollo de la oposición no son idénticos. La democracia es un ideal de gobierno y puede entenderse como un sistema político que se caracteriza por su continua actitud para responder a las preferencias de los ciudadanos, sin establecer diferencias políticas entre ellos- Dahl. Para que un gobierno responda durante un período de tiempo dado a las preferencias de sus ciudadanos sin distinciones políticas, todos ellos deben tener igualdad de oportunidades para: 1. Formular sus preferencias. (libertad de asociación, de expresión, de voto, para que los lideres políticos compiten en busca de apoyo, diversidad de fuentes de información) 2. Manifestar públicamente dichas preferencias entre sus partidarios y ante el gobierno, individual y colectivamente (elegibilidad para la cosa pública, derecho a los lideres políticos a competir en busca de apoyo, elecciones libres e imparciales). 3. Recibir por parte del gobierno igualdad de trato; es decir, éste no debe hacer discriminación alguna por causa del contenido o del origen de tales preferencias (instituciones que garanticen que la política del gobierno depende de los votos y demás formas de expresar preferencias). Estas condiciones son fundamentales a la existencia de la democracia, y para que se den entre el gran número de habitantes de que constan la mayoría de los Estados-naciones actuales, las instituciones sociales de estos países deben garantizar, estas condiciones. Una escala que refleje estas condiciones nos permitirá comparar los distintos regímenes de acuerdo con la amplitud con que facilitan la oposición, el debate público o la lucha política. Los regímenes varían también según el número de personas facultadas para participar, en un plano de mayor o menor igualdad, en el control y discusión de la política del gobierno: tener voz en un sistema de debate público. Una escala que expresara el derecho a participar en el debate público nos permitiría comparar los diferentes regímenes de acuerdo con su capacidad de representación. El régimen será tanto más representativo cuanto mayor sea el número de ciudadanos que gocen de este derecho. La democracia no existe en la realidad porque es un ideal, se le da muchas exigencias que no se pueden dar en la realidad. Como no existe un régimen real que pueda expresar idealmente el ideal democrático, Dahl propone definir la democracia mediante dos dimensiones: debate público y participación. Las poliarquías son regímenes relativamente democráticos o, son sistemas sustancialmente liberalizados y popularizados, es decir, muy representativos y abiertos al debate público. Puede existir una variable sin que exista la otra, son independientes las unas de las otras. Suiza tiene uno de los sistemas de debate público más desarrollados del mundo y, sin embargo, en Suiza todavía están excluidas las mujeres, es decir, la mitad de la población, del derecho a voto. Por contraste, en la U.R.S.S., que no tiene prácticamente sistema de debate público, el sufragio es universal. En un país donde haya sufragio universal pero el gobierno sea represivo, la oposición tendrá muchas menos oportunidades que en otro con sufragio restringido y gobierno más tolerante. El desarrollo de un sistema de debate público no equivale, necesariamente, a la plena democratización. En un país donde no existe ninguna de las dos variables, se le llama hegemonía cerrada. En donde tienen mucha participación, pero poco debate, se llama hegemonía representativa, puede decirse que camina hacia una mayor popularización. Donde hay mucho debate, pero poca participación, oligarquía competitiva. Al no haber en la realidad ningún régimen de dimensión totalmente democratizado, llama poliarquía a los sistemas que tienen el máximo de ambas variables. Se consideran las poliarquías regímenes relativamente (pero no completamente) democráticos; sistemas sustancialmente liberalizados y popularizados, muy representativos, y abiertos al debate público. Hoy en día existen poliarquías, Uruguay podría ser una de ellas. El espacio que ocupa el centro de la figura no equivale a una ausencia de regímenes; la gran mayoría de los sistemas actuales quedan dentro de esta zona central. Muchos cambios importantes en los regímenes implican entrar o salir de esta zona central, según que dichos regímenes sean más o menos representativos y aumenten o reduzcan las oportunidades de debate público. Sobre los sistemas que quedan dentro del espacio central, se habla de «próximo» o «casi»: en un régimen «próximo» al hegemónico hay más oportunidades para el debate público que en un régimen de hegemonía total; un régimen «casi» poliárquico puede ser bastante representativo, pero presentar, en cambio, restricciones más severas para el debate público que la poliarquía total. La democratización comprende transformaciones históricas bien definidas. 1) Una de ellas es el tránsito de hegemonías y oligarquías competitivas a regímenes casi poliárquicos. 2) El segundo es la modificación de las cuasi poliarquías en poliarquías plenas. 3) El tercero es la plena democratización de las poliarquías. Este proceso histórico puede fecharse en la época de rápido desarrollo del estado de prosperidad democrática tras la Gran Depresión. Cuando los regímenes hegemónicos y las oligarquías competitivas evolucionan hacia la poliarquía aumentan las oportunidades de participación y de debate auténticos, y, por consiguiente, el número de individuos, grupos e intereses cuyas preferencias hay que considerar al ejercer el poder político. Vista desde la perspectiva de los que detentan el poder, una transformación de este tipo implica nuevas posibilidades de conflicto, y consecuentemente sus portavoces (o ellos mismos) pueden ser sustituidos por nuevos individuos, grupos e intereses. En cuanto a la oposición, su problema es una réplica del problema que afecta a los gobernantes. Toda transformación que ofrezca a los opositores al gobierno mayores oportunidades para traducir sus metas en actos políticos respaldados por el Estado, implica la posibilidad de conflicto con los individuos o intereses a los que deponen en tal gobierno. Cuanto más grande sea el conflicto entre el gobierno y la oposición, mayores serán las posibilidades de que uno niegue al otro la participación efectiva en el ejercicio del poder político. Cuanto más fuerte sea el conflicto entre un gobierno y sus opuestos, más alto será el precio que cada uno tendrá que pagar para tolerar al otro. Puesto que la oposición debe ganar el control del Estado para poder suprimir a los gobernantes. La poliarquía puede surgir de varias formas, cambiando el alcance de las variables. Para que exista, debe existir un equilibrio entre el costo de tolerar a la oposición y el de reprimirla. La democracia surge cuando el costo de represión es más alto que el de tolerar a la oposición. A medida que aumenta el costo de reprimir a la oposición, aumenta la probabilidad de un régimen competitivo, de que surja la democracia o se mantenga. Cuando el precio de tolerar es muy alto, el gobierno va a tener incentivos para eliminar la oposición, y disminuye la probabilidad de un régimen competitivo. Axioma 1: La probabilidad de que un gobierno tolere la oposición aumenta en la medida que disminuye el precio de dicha tolerancia. No obstante, el gobierno ha de considerar, la cuantía de los riesgos de suprimir la oposición, porque si la tolerancia puede ser cara, la supresión puede serlo más, y aún podría decirse que insensata a todas luces. Axioma 2: La probabilidad de que un gobierno tolere la oposición crece en la medida en que aumenta el precio de suprimirla. Axioma 3: En la medida en que el precio de la supresión exceda al precio de la tolerancia, mayores son las oportunidades de que se dé un régimen competitivo. Cuanto más bajo es el precio de la tolerancia más seguridades tiene el gobierno. Cuanto más alto el precio de la supresión mayores son las seguridades de la oposición. DEMOCRACIA La democracia es el conjunto de instituciones políticas, que no tiene nada que ver del origen griego. La visión de la democracia fue cambiando a lo largo de la historia. Esta no siempre gozó de buena fama: para Aristóteles es una deformación de la república. En la concepción clásica la democracia era entendida como el gobierno de los pobres ya que es el gobierno de la mayoría, y la mayoría son los pobres. Aristóteles prefería la república. La democracia está asociada al gobierno de la mayoría sobre una minoría. La democracia griega era un régimen donde gobernaban los ciudadanos mediante un gobierno directo, no era representativa. La representativa llega como una solución frente a las incapacidades continuar con democracia directa, pero con la necesidad de mantener la democracia. La democracia antigua era directa, la moderna representativa. La participación total no es un requisito indispensable de la democracia. El gobierno representativo permite el surgimiento de la sociedad civil. Los griegos no distinguían entre titularidad y ejercicio del poder (idea de soberanía popular). Hoy en día tenemos regímenes totalmente distintos a la idea de los griegos como democracia. Democracia antigua y moderna: El principio de mayoría era desconocido por los griegos. Este principio violaba el espíritu de unión de la bella totalidad griega. Hasta Locke el principio sostenido por la doctrina era el de unanimidad, Locke era mayoritario. Las técnicas electorales se iniciaron en la edad media en las órdenes religiosas. Nuestra democracia coloca al individuo la unidad política básica y no a la sociedad o la comunidad. Hoy en día nuestros derechos como ciudadano son individuales. La idea de comunidad en las instituciones políticas modernas está perdida. La modernidad toma como centro al individuo, es un conjunto de individuos que conviven y la sociedad se conforma por la suma de esas individualidades. La doctrina clásica según Schumpeter: A partir del S XVIII La democracia se asocia a la idea de bien común y voluntad general. Si la idea de la voluntad general es la suma de lo que quieren los individuos no existe, y si es algo más, se preguntan que es. La democracia se vuelve un método institucional de arribar a decisiones políticas que reflejan la voluntad general al otorgar poder de decisión al pueblo sobre asuntos mediante la elección de individuos que se reúnen para llevar a cabo su voluntad. Schumpeter critica esta definición tradicional. Si la democracia es una forma de gobierno que refleja la voluntad general podemos preguntar: ¿Existe algo así como la voluntad general o el bien común? ¿Podemos identificarlo? La respuesta de Schumpeter es que no podemos y que debemos revisar esta definición de democracia. Schumpeter: “método democrático es aquel sistema institucional, para llegar a las decisiones políticas, en el que los individuos adquieren el poder de decidir por medio de una lucha de competencia por el voto del pueblo.” En esta definición no hay idea de voluntad general. Según Schumpeter, la democracia se convierte en un método para elegir individuos que gobiernan, pero no habla del contenido de las decisiones que deben tener. En cambio, según la definición tradicional, la democracia es un método para llegar a decisiones que reflejen la voluntad general, se les da un contenido normativo. Schumpeter da una definición de democracia como un procedimiento de selección de lideres. La democracia no tiene un contenido normativo sustantivo como voluntad general o el bien común, es simplemente una forma de elección de gobierno basada en la competencia por el voto. Beneficio: ofrece una definición mínima que permite distinguir a las democracias de las no democracias. Esto era importante en el marco de la guerra fría: democracias liberales vs democracias populares. Democracia, competencia y capacidad de respuesta al electorado: Sartori señala que podemos definir democracia como el mecanismo que genera una poliarquía abierta cuya competición en el mercado electoral atribuye poder al pueblo al imponer la respuesta de los elegidos frente a los electores. La lucha competitiva produce receptividad entre electores y elegidos. La definición procedimental para Sartori tiene consecuencias acerca de las decisiones que se toman porque los gobernantes quieren mantenerse en el poder y tienen que tomar decisiones que tengan en cuenta las demandas de quienes los eligieron. Esa receptividad se produce por motivos egoístas de los representantes, en medida que ellos se quieren mantener en el poder, deben tener en cuentas esas demandas, no porque les interesan, sino que necesitan representarlas para mantenerse allí. Con el argumento de Sartori podemos conciliar la tradición clásica con la moderna. La clásica nos habla de bien común y voluntad general, y la moderna sobre un método. Sartori dice que es un método, pero tiene consecuencias en donde deben atender a la voluntad general. Democracia como posibilidad de destitución del gobierno: La democracia es un régimen donde los partidos pierden elecciones. Hay dos formas de gobierno: las que es posible deshacerse del gobierno sin derramamiento de sangre, y las que no es posible. La primera forma es democracia y la segunda dictadura o tiranía. Lo decisivo es la destituibilidad del gobierno. La democracia es alternancia- Popper. DEMOCRACIA DELEGATIVA: O’Donnell Describe una “nueva especie”, un tipo dentro de las democracias existentes sobre el cual aún no se ha teorizado. Los académicos que han estudiado las transiciones y consolidaciones democráticas han señalado que, dado que no todos estos procesos culminan en el mismo resultado, se necesita una tipología de las democracias. Sin embargo, los factores más decisivos en la generación de diversas clases de democracia no se relacionan con las características del régimen autoritario ni con el proceso de transición. Más bien, en varios factores históricos de larga data, como en la gravedad de los problemas socioeconómicos que heredan los gobiernos democráticos recién instalados. Su argumento es: Muchas democracias latinoamericanas a pesar de cumplir con los rasgos generales de la poliarquía se diferencian de las democracias de los países desarrollados. Algunas democracias instaladas recientemente constituyen democracias en el sentido de que cumplen con los criterios de Robert Dahl para la definición de poliarquía. Sin embargo, estas democracias no son democracias representativas; presentan características de democracias delegativas. Estas no son democracias consolidadas, es decir, institucionalizadas (no han logrado institucionalizar el funcionamiento de las instituciones políticas democráticas básicas: Parlamento, Partidos, Poder Judicial, Administración burocrática, Controles a los Poderes Públicos, etc), pero pueden ser duraderas. No hay peligro de reversión autoritaria. La profunda crisis social y económica que estos gobiernos heredaron de sus predecesores autoritarios refuerza prácticas acerca del ejercicio adecuado de la autoridad política, que conducen hacia la democracia delegativa, no a la representativa. La instalación de un gobierno elegido democráticamente abre camino a una “segunda transición” más extensa y compleja que la transición inicial desde el gobierno autoritario. Esta segunda transición se desarrolla entre un gobierno elegido democráticamente y un régimen democrático institucionalizado y consolidado. Las nuevas democracias pueden retroceder a un gobierno autoritario, o se pueden atascar en una situación de ineficacia e incertidumbre. Esta situación podría mantenerse sin que surjan posibilidades para las formas institucionalizadas de democracia. El elemento fundamental para el éxito de la segunda transición es la construcción de un conjunto de instituciones que se conviertan en puntos de decisión importantes dentro del flujo del poder político. Para que se produzca tal exitoso desenlace, las políticas gubernamentales y las estrategias políticas de diversos agentes deben incorporar el reconocimiento de un interés compartido en la construcción de las instituciones democráticas. Los casos exitosos han mostrado una coalición decisiva de líderes políticos con un respaldo. A su vez, estas instituciones han facilitado el manejo de los problemas sociales y económicos heredados del régimen autoritario. En contraste, los casos de democracia delegativa no han alcanzado un progreso institucional ni una considerable eficacia gubernamental para abordar sus respectivas crisis sociales y económicas. Acerca de las Instituciones: Las instituciones son patrones de interacción regulados, conocidos y comúnmente aceptados, no necesariamente aprobados mediante normas, por los agentes sociales que esperan continuar interactuando bajo las reglas y normas plasmadas en esos patrones. En ocasiones las instituciones se convierten en organizaciones formales; se materializan en edificios, sellos, rituales y personas que desempeñan roles que las autorizan a “hablar por” la organización. Las instituciones democráticas son instituciones políticas. Poseen una relación reconocible y directa con los principales aspectos de la política: la toma de decisiones que son obligatorias dentro de un territorio determinado, los canales de acceso a los roles de toma de decisiones, y la configuración de los intereses e identidades que reclaman dicho acceso. Características de una configuración institucional funcional: 1. Las instituciones incorporan tanto como excluyen. Determinan qué agentes se aceptan como participantes válidos en los procesos de toma de decisiones e implementación. Estos criterios son selectivos: se adecúan y favorecen a algunos agentes. El alcance de una institución corresponde al grado en que incorpora y excluye al conjunto de agentes potencialmente pertinentes. 2. Las instituciones determinan la probable distribución de resultados. Procesan sólo determinados actores y recursos, y lo hacen de acuerdo con ciertas reglas. Por ejemplo, las instituciones democráticas excluyen el uso de la amenaza o la fuerza y los resultados que éstas generarían. Las instituciones de representación de intereses son más apropiadas para procesar la intensidad de las preferencias. 3. Las instituciones tienden a agregar el nivel de acción y organización de los agentes que interactúan con ellas y a estabilizar esta agregación. Las reglas establecidas por las instituciones influyen sobre las decisiones estratégicas de los agentes de acuerdo con el nivel de agregación que sea más eficaz para ellas en términos de la probabilidad de resultados favorables. En consecuencia, esas personas prefieren interactuar con relativamente pocos agentes y temas a la vez. 4. Las instituciones inducen modelos de representación. Las instituciones favorecen la transformación de las voces potenciales de sus electores en varias que puedan afirmar que hablan como sus representantes. Por una parte, la representación implica el derecho reconocido de hablar en nombre de otros relevantes y, por otra, la capacidad de producir el acuerdo de esos otros con lo que el representante decide. 5. Las instituciones estabilizan a los agentes/representantes y sus expectativas. Los líderes y representantes de las instituciones esperan comportamientos de un conjunto de actores con los que esperan encontrarse nuevamente en la próxima ronda de interacciones. Una institución, que probablemente se ha transformado en una organización formal, es fuerte. La institución está en un equilibrio; a nadie le interesa cambiarla, salvo de manera incremental y consensual. 6. Las instituciones extienden los horizontes de tiempo de los actores. La estabilización de los agentes y de las expectativas incluye una dimensión temporal; se espera que las interacciones institucionalizadas continúen en el futuro entre el mismo conjunto de agentes, que dicho conjunto cambie en forma lenta y más bien predecible. La institucionalización conlleva grandes costos; no sólo la exclusión, sino también la burocratización y el tedio. Una democracia no institucionalizada se caracteriza por el alcance restringido, la debilidad y la baja intensidad de las instituciones políticas existentes. El lugar de las instituciones que funcionan adecuadamente lo ocupan otras prácticas no formalizadas, pero fuertemente operativas: el clientelismo, el patrimonialismo y la corrupción. Caracterizando la Democracia Delegativa: Las democracias delegativas se basan en la premisa de quien sea que gane una elección presidencial tendrá el derecho a gobernar como considere apropiado, restringido sólo por las relaciones de poder existentes y por un período en funciones limitado constitucionalmente. El presidente es considerado como la encarnación de un país, principal custodio e intérprete de los intereses. Las políticas de su gobierno no necesitan guardar ninguna semejanza con las promesas de su campaña. Generalmente, en las DDs los candidatos presidenciales ganadores se sitúan a sí mismos sobre los partidos políticos y sobre los intereses organizados. Otras instituciones —por ejemplo, los tribunales de justicia y el poder legislativo— constituyen estorbos. La rendición de cuentas a dichas instituciones aparece como un obstáculo a la plena autoridad delegada al presidente. La democracia delegativa no es ajena a la tradición democrática. Es más democrática, pero menos liberal que la democracia representativa. La DD es fuertemente mayoritaria. Consiste en constituir mediante elecciones limpias una mayoría que faculta a alguien para convertirse, durante un determinado número de años, en la encarnación y el intérprete de los altos intereses de la nación. A menudo, las DD utilizan recursos como la segunda vuelta electoral si en la primera vuelta no se produce una clara mayoría. La DD es muy individualista, pero de un modo hobbesiano: se espera que los votantes elijan, independientemente de sus identidades y afiliaciones, al individuo más apropiado para hacerse responsable del destino del país. Los candidatos compiten por la posibilidad de gobernar prácticamente sin ninguna restricción salvo las que imponen las propias relaciones de poder no institucionalizadas. Después de la elección, los votantes (quienes delegan) deben convertirse en una audiencia pasiva, pero que aclame lo que el presidente haga. El individualismo al constituir el poder ejecutivo se combina con el organicismo del Leviatán. La nación y su expresión política “auténtica”, el líder y su “movimiento”, se presentan como organismos vivos. El líder debe sanar a la nación mediante la unión de sus fragmentos dispersos en un todo armonioso. La resistencia, sea del congreso, los partidos políticos, los grupos de interés, o las multitudes en las calles, se debe ignorar. Se consuma el mito de la delegación: el presidente se aísla de la mayoría de las instituciones políticas e intereses organizados, y asume en forma exclusiva la responsabilidad por los éxitos y fracasos de “sus” políticas. La representación y la delegación no son polos opuestos. La representación trae consigo la rendición de cuentas. Los representantes son considerados responsables de sus acciones por aquellos sobre quienes afirman tener el derecho a representar. Tipos de accountability: En las democracias institucionalizadas, la rendición de cuentas funciona de manera vertical, de modo que los funcionarios elegidos sean responsables frente al electorado, y también en forma horizontal; a través de una red de poderes relativamente autónomos; instituciones que pueden cuestionar, y castigar, las formas incorrectas de liberar de responsabilidades a un funcionario determinado. La representación y la rendición de cuentas llevan en sí la dimensión republicana de la democracia; la existencia y la observancia de una distinción entre los intereses públicos y privados de quienes ocupan cargos públicos. La rendición de cuentas vertical, junto con la libertad para formar partidos y para intentar influir sobre la opinión pública, existe tanto en las democracias representativas como en las delegativas. Pero la rendición de cuentas horizontal, es característica de la democracia representativa, no existe en las democracias delegativas. Además, debido a que las instituciones que hacen efectiva la rendición de cuentas horizontal son vistas por los presidentes delegativos como trabas a su “misión”, estos llevan a cabo esfuerzos por obstaculizar el desarrollo de dichas instituciones. La fuerza, a la manera de una norma, de ciertos códigos de conducta determina el comportamiento de los agentes pertinentes en las democracias representativas mucho más que en las delegativas. Accountability societal: mecanismo de control vertical, no electoral, de las autoridades políticas basado en las acciones de un espectro de asociaciones y movimientos ciudadanos, así como en acciones mediáticas. Las acciones de estos actores tienen por objeto monitorear el comportamiento de los funcionarios públicos, exponer y denunciar actos ilegales de los mismos, y activar la operación de agencias horizontales de control (Smulovitz y Peruzzotti). Esta puede canalizarse por vías institucionales como no institucionales y a diferencia de la electoral no tiene calendarios fijos. PARTIDOS POLÍTICOS MALAMUD Los partidos políticos poseen hoy una característica significativa: su universalidad. Ninguna democracia occidental es concebible sin ellos. Esto no implica que todos los partidos tengan la misma naturaleza ni que cumplan estrictamente las mismas funciones. Los partidos aparecen como la consecuencia de la masificación de las sociedades y la expansión territorial de los estados, cuyas dinámicas van a dar lugar a un nuevo fenómeno: el de la representación política. Burke: un partido es un grupo de hombres unidos para fomentar, mediante sus esfuerzos conjuntos, el interés nacional, basándose en principio determinado en el que sus miembros están de acuerdo. Los partidos políticos iban en contra del interés nacional, es difícil que un partido fomente el interesado todos, sino que fomentan los intereses de una parte de la sociedad. Un partido que dice representar toda la sociedad va a ver a otro partido como una facción, como un conjunto de interés que va en contra del interés nacional. Weber: son formas de socialización que, descansando en un reclutamiento formalmente libre, tiene como fin proporcionar poder a sus dirigentes dentro de una asociación y otorgar por ese medio a sus miembros activos probabilidades ideales o materiales. La institución de la representación, establece la frontera histórica y teórica entre la democracia antigua o directa y la moderna o representativa. La condición histórica del surgimiento de los partidos fue el incremento de la participación política. Un análisis sobre el origen de los partidos debería contemplar que cada caso particular responde a distintos factores, sean institucionales, históricos o estructurales; pero una ponderación global que busque generalizar las regularidades detectadas aún no se ha logrado. Las descripciones evolutivas que se realizan generalmente acerca del surgimiento de los partidos toman como paradigma al proceso británico. En todos los casos, compartieron la mala fama de ser percibidos inicialmente como agrupaciones facciosas que actuaban en desmedro del bien común persiguiendo sus intereses egoístas. Por mucho tiempo fueron vistos de esa forma porque para que existan partidos políticos debe haber un consenso básico de la sociedad por la forma de resolver los conflictos, y eso era difícil que sucediera. El disenso partidario (la existencia de varios partidos) solo puede surgir sobre una base de consenso, de una base de unanimidad sobre la forma en la que se van resolver los conflictos entre partidos, una unidad procedimental. Los partidos políticos en el tiempo sobreviven en la medida que estos actores partidarios forman un acuerdo sobre el que hacer con la forma que van a resolver los conflictos. La forma que van a resolver los conflictos va a ser por la competencia del voto. Si no hay consenso sobre la competencia del voto, pueden surgir graves problemas. A principios del S.XX comienza a surgir cierto consenso acerca de las reglas el juego. Los partidos pueden tener visiones diferentes de la sociedad e intereses diferentes, pero deben estar de acuerdo en la forma de llegar al poder, y esa forma es compitiendo por el voto de la ciudadanía. Los partidos saben que en la poliarquía un día gana uno y al otro otro, la poliarquía es alternancia, y esa alternancia debe ser lo menos conflictiva posible. Los partidos entonces surgen cuando surge ese consenso. Cuantos más partidos en el sistema, más difícil es de tener la mayoría. Los primeros partidos en el mundo se forman por los intereses de los legisladores en el parlamento en el marco de la monarquía. Ese parlamento quiere adquirir más poder, entonces forma una organización fuera del parlamento para obtener más votos. Puede tomarse como acta de nacimiento formal de los partidos a la Reform Act (reforma electoral) dada en Inglaterra en 1832, lo que implica considerar a todas las asociaciones políticas sectoriales anteriores a esa fecha como antecesores de los partidos modernos. Los partidos en su acepción moderna empiezan a contar sus años desde principios del siglo XIX. Sartori distingue tres orígenes de los partidos. Dice que generalmente surgen por crisis: Crisis de legitimidad: formación de partidos que comienzan a buscar apoyo popular frente a la monarquía. Son los primeros que aparecen en el mundo, legisladores que en el marco de la monarquía comienzan a converger intereses y para tener poder sobre la monarquía comienzan a buscar apoyo e interés popular. Son partidos que tienen escasa organización fuera del parlamento, son de elite. Crisis de participación: partidos socialistas y laboristas. Nuevos grupos que buscan influencia en el gobierno. Buscan el voto de la clase trabajadora en contra de los partidos de elite. Luego de tomar el poder por la monarquía por las elites, va a comenzar una crisis de participación de los partidos, ellos representan bien a las elites, pero no a las clases trabajadoras. Tienen una organización muy fuerte por fuera del parlamento. Crisis de integración: el problema de integridad territorial, más el proceso por el cual comunidades étnicas llegan a acomodarse unas a otras ha dado surgimiento a partidos políticos. Por trazados de límites de países quedan dentro de un mismo territorio diferentes etnias que tienen que aprender a convivir entre ellas. Eso da surgimiento a partidos políticos para respetarse mutuamente. Los partidos cumplen con una función de expresiva, elaboran una retórica para la traducción de los contrastes de la estructura social y cultural de las exigencias y presiones para la acción o la no acción. (Lipset y Rokkan) Identifican un conjunto de clivajes en Europa que dan origen a los partidos políticos. Después de la consolidación de los estados nacionales en Europa, surgen cuatro líneas de división critica: 1. Cultura sometida vs cultura dominante 2. Iglesia vs secularización 3. Terratenientes vs empresarios industriales 4. Patronos vs obreros Estos clivajes dan origen a partidos políticos. Las primeras dos líneas de conflicto son producto de la revolución nacional mientras que las segundas son consecuencia de la revolución industrial. La naturaleza: Hay diversos criterios para clasificar a los partidos. Las tipologías están determinadas por preocupaciones sociales, las inquietudes ideológicas y el marco teórico de cada autor. Puede construirse una tipología triple de los partidos en función de los siguientes ejes: 1) su base social, 2) su orientación ideológica y 3) su estructura organizativa. 1.La taxonomía más habitual para clasificar a los partidos, de acuerdo con su base social, divide en obreros y burgueses, aunque es necesario agregar la categoría de partido populista para los casos que abarcan una amplia masa multiclasista. Los primeros caracterizan sobre todo a los países desarrollados (de Europa occidental o de raíces culturales anglosajonas), el último predomina en las naciones en vías de desarrollo. En ciertos estados, la heterogeneidad social puede llevar a la formación de partidos campesinos, o representativos de minorías étnicas, lingüísticas o religiosas. Tal diversidad, para estos autores, corrobora que lo que define a un partido es su sociología. Es fundamental el análisis de los clivajes sociales (división social políticamente relevante; no implica cualquier fractura dentro de una sociedad, sino aquélla que impacta sobre el sistema político a través de la organización). 2.Quienes sostienen que el elemento distintivo de cada partido es su orientación ideológica, afirman que los objetivos de la organización, y no su composición social, son lo que determinan su accionar. La principal tipología se construye en torno al par derecha-izquierda. Las fuerzas de izquierda tienden a cambiar el estado de cosas de la sociedad, preferentemente en favor de los sectores más bajos de la población; las de derecha pretenden mantener la situación social dentro de los límites estructurales en que se encuentra; y por otro, la izquierda propone una mayor intervención del estado en la economía y las políticas sociales; la derecha suele sostener la conveniencia de la no ingerencia estatal. Una base obrera se asocia con una ideología más combativa y transformadora; en tanto, los partidos de composición burguesa o de clases medias tienden a tener menos elementos revolucionarios. 3.Una tercera perspectiva desplaza el foco tanto de la base social como de la orientación ideológica, para centrarse en lo que distingue a los partidos modernos de cualquier otro grupo organizado que históricamente haya cumplido funciones similares, a la vez que los acerca al aparato burocrático dentro del cual funcionan: el estado. Los partidos, al ser concebidos en cuanto organizaciones, se suponen movidos por fines propios que trascienden los objetivos que les dieron origen, al tiempo que también superan y transforman los intereses de los individuos que los integran. El grado en que un partido establece estrategias de adaptación o de predominio sobre la realidad exterior depende de la fortaleza de su institucionalización. Los tipos: La clasificación más extendida de los partidos, es la que los distingue entre partidos de representación individual y partidos de representación de masas. Los dos tipos de partido son característicos de épocas consecutivas, separadas entre sí por el proceso político que condujo a la adopción del sufragio universal. Tipos de partidos: 1. Partido de cuadros o de notables. Surgen de la crisis de legitimidad. 2. Partido de masas. Surgen de la crisis de participación. 3. Partido catch-all o de todo el mundo. Son los partidos que tenemos hoy, comienzan siendo de masas, pero buscan el voto de toda la ciudadanía. Para esto se moderan ideológicamente. Comienzan a ofrecer a la ciudadanía un programa de gobierno más difuso. Los partidos de masa tenían el problema de que difícilmente llegaban al gobierno solo con el voto de la clase trabajadora, así amplían su ámbito adquiriendo otras clases. Para esto hacen cambios en la organización; hacen cambios de programas más amplios que permiten más representación y comienzan a buscar el voto de toda la ciudadanía. Los partidos de izquierda son una representación de este tipo de partidos. Transforman su ideología para lograr llegar al gobierno. Aquí también surge la idea de propaganda electoral, hay que vender la marca del partido como un producto comercial. Comienzan las estrategias de marketing asociadas al mercado. Los partidos comienzan a venderse en el mercado como un producto a cambio del voto. Definición, organización y funciones: Sartori, brinda una definición de los partidos que limita su validez a las naciones occidentales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Sartori sostiene que "un partido es cualquier grupo político identificado con una etiqueta oficial que presenta a las elecciones, y puede sacar en elecciones (libres o no), candidatos a cargos públicos". Siguiendo la metodología weberiana para la definición del estado y de los mismos partidos, hace hincapié en el medio específico de la asociación, que la distingue de todas las demás: en este caso, la lucha por el poder a través de las elecciones. Quedan desterrados del término "partidos", los grupos políticos autoritarios o totalitarios que, habiéndose adueñado del poder del estado, proscriben a los demás partidos y anulan las elecciones, sin volver a convocarlas durante su gestión. También se descarta a los pequeños partidos que, presentándose en elecciones, no obtienen en ningún momento los cargos públicos por los que compiten: a ello se hace referencia con el concepto candidaturas viables. La definición de Sartori conserva dos principios de la conceptualización de Schmitt sobre la política: el componente agonal o de lucha (amigo-enemigo, expresado más pacíficamente mediante las elecciones) y el componente de lo público (público- privado, expuesto en la ambición de candidatearse ante la comunidad para aspirar a cargos públicos). Schumpeter y Downs aplican una metáfora del funcionamiento del mercado económico, concibiendo a la democracia (o sistema competitivo de caudillos o partidos) como un mercado político en el cual los líderes partidarios cumplen el rol del empresario, que dentro de una firma (el partido) desarrolla la tarea de producir, promover e intercambiar una serie de bienes o servicios (decisiones y políticas públicas, o cargos y prebendas) por un recurso de poder que hace las veces de dinero: el voto. -Schumpeter: un partido es un grupo cuyos miembros se proponen actuar en la lucha competitiva por el poder político. -Downs: un partido político es un equipo de personas que tratan de controlar el aparato de gobierno mediante el poder conseguido en elecciones constitucionalmente correctas. La función propia de los partidos es la de fungir como actores de intermediación entre la sociedad y el estado. Las funciones de los partidos pueden definirse de acuerdo al carácter ascendente o descendente de la corriente de interacción. Las funciones cumplidas abarcan desde el reclutamiento de las elites y personal político (los líderes se forman dentro de las estructuras partidarias o son cooptados por ellas); hasta la toma de decisiones y la formación de políticas públicas (a través de la formulación de programas y su implementación desde los ámbitos de autoridad). La actividad que realizan los partidos puede ser resumida en los conceptos de representación (de la sociedad en el estado) y gobierno (sobre la sociedad por el estado). Si predomina la primera, se estará en presencia de una nación más pluralista y con mayor autonomía de sus grupos de interés o de identidad, poliarquías. Si es a la inversa, responderá a una pauta de menor autonomía societal, mayor control de los gobernantes sobre los gobernados. Las características que pueden presentar los partidos, y que los diferencian entre sí más allá de sus funciones comunes: a) competencia, o indispensabilidad para cumplir una función b) relaciones con el entorno, incluye la capacidad para establecer alianzas y conflictos con otras organizaciones c) comunicación, el control ejercido sobre los canales de información d) reglas formales, facultad de interpretación para aplicar u omitir los estatutos e) financiación, o control del flujo de dinero f) reclutamiento, que implica la definición de los requisitos de admisión, carrera y permanencia. La composición de la coalición dominante y su configuración (su cohesión, estabilidad y poder) dependerán de la medida en que sus miembros logren adueñarse de los recursos de control sobre las áreas de incertidumbre, garantizando el éxito o la supervivencia de la organización. Sistemas de partido: Los partidos, no actúan solos en un medio aislado, sino que están en interacción permanente con las otras "partes" (partidos) del ambiente. En este sentido, se diferencian de la burocracia y las demás instituciones estatales porque, a título individual, carecen de monopolio alguno de representación o función. Esta característica excluye el caso de los partidos únicos. Cada partido compite en un espacio más o menos abierto, de acuerdo al marco general del régimen político, por la obtención del voto popular que le otorgue mayor capacidad de influir en la toma de decisiones públicas. Su accionar está condicionado por las restricciones jurídicas, el ordenamiento social y las pautas culturales, y por la presencia, fortaleza y estrategias de los demás partidos. El sistema de partidos, se define como una estructura de cooperación y competencia entre partidos. Las propiedades de un sistema de partidos se desarrollan históricamente, y pueden cambiar a lo largo del tiempo. Algunas de las más relevantes son la volatilidad (cambio agregado de votos entre elecciones), la polarización (distancia ideológica entre los partidos, por ejemplo, en términos de izquierda y derecha), el número efectivo de partidos (de acuerdo a sus bancas parlamentarias), la desproporcionalidad electoral (diferencia entre número de votos y número de bancas), y la cantidad de dimensiones temáticas (define la estructura de clivaje del sistema). PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS: SARTORI Sartori busca clasificar sistemas de partidos. En los partidos como comunidades individuales, y la interacción de partidos, estos son los sistemas de partido. La distinción entre sistemas unipartidistas, bipartidistas y multipartidistas es insuficiente. Los primeros serían propios de los países totalitarios, los segundos como característicos de las democracias estables, los últimos, manifiestan el grado de fragmentación política existente en las democracias más inestables. Sartori cree que importan cuántos son los partidos, indican una característica importante del sistema político: la medida en que el poder político esta fragmentado o no, disperso o concentrado. Con saber cuántos partidos existen, estamos alerta al numero de posibles corrientes de interacción que intervienen. Estas posibles corrientes ocurren a múltiples niveles: electoral, parlamentario y gubernamental Cuanto mayor sea el número de partidos que tienen voz, mayor será la complejidad y complicación del sistema. Sartori cree que deberíamos darle otra oportunidad a este criterio. El numero de partidos es un elemento visible que refleja las condiciones del mundo real de la política. El numero de votos que cada partido obtiene en las elecciones es la mejor y más segura base de datos. El problema es: ¿Qué partidos importan? No podemos contar los partidos solo por las apariencias, ni por el orden decreciente de sus fuerzas. Es cierto que el cuantos son tiene que ver con el que fuerza tienen. Persiste la cuestión de cuanta fuerza hace que un partido sea importante y cuanta debilidad hace que un partido no tenga importancia. A falta de la mejor solución, se trata de establecer un umbral por debajo del cual no se hace caso de un partido. Esta no es la solución, si se establece el umbral al nivel del 5 por 100, lleva a omisiones graves. Cuanto mas se rebaja el umbral, mas son las posibilidades de incluir partidos sin importancia. La importancia de un partido esta en la función de la posición que ocupa en la dimensión izquierda-derecha. Un partido que se ubica en torno al nivel del 10 por 100 puede contar mucho menos que un partido que obtiene un nivel del 3 por 100. Se debe establecer un criterio de no importancia respecto de los partidos menores. Sin embargo, la grandeza o pequeñez de un partido se inciden por su fuerza. La fuerza de un partido es su fuerza electoral. Los votos se traducen en escaños (banco que ocupa un político en una de las cámaras parlamentarias), y eso nos lleva a la fuerza del partido parlamentario. Muchas veces basta, en los sistemas bicamerales, con remitirse a los escaños en la Cámara Baja, siempre que en la otra Cámara las mayorías nos sean diferentes. La fuerza del partido parlamentario se indica por su porcentaje de escaños en la Cámara Baja. Lo siguiente consiste en cambiar el foco al partido como instrumento de gobierno. Cuanto mas sean los partidos, mas debemos preguntarnos acerca del potencial de gobierno, o las posibilidades de coalición de cada partido. Lo que pesa en la balanza del multipartidismo es la medida en que se pueda necesitar a un partido para las mayorías gubernamentales. Un partido puede ser pequeño y sin embargo tener grandes posibilidades en las negociaciones para montar una coalición. O, un partido puede ser fuerte y carecer de capacidad para negociar una coalición. La cuestión es la de si se puede realizar un cálculo de las posibilidades de coalición de cada partido en base a exclusivamente su fuerza. La respuesta es no. En este caso lo que nos interesa son las condiciones viables, las ideológicamente consonantes y permisibles. Por lo tanto, la norma para decidir en una situación multipartidista cuando se debe o no contar a un partido es: • Norma 1: Se puede no tener en cuenta por no ser importante a un partido pequeño siempre que a lo largo de cierto periodo de tiempo siga siendo superfluo, en el sentido de que no es necesario ni se lo utiliza para ninguna mayoría de coalición viable. A la inversa, debe tenerse en cuenta a un partido, por pequeño que sea, si se halla en posición de determinar a lo largo de un periodo de tiempo, como mínimo una de las posibles mayorías gubernamentales. Esta norma solo es aplicable a los partidos orientados hacia el gobierno, y que son ideológicamente aceptables para los demás miembros de la coalición. Ello puede excluir a partidos grandes de la oposición permanente. Por lo tanto, el criterio de no importancia necesita un complemento residual. Las coaliciones son viables, por ende, los partidos que tienen posibilidades de coalición, coinciden en la práctica con los partidos que han participado en gobiernos de coalición o han dado a los gobiernos el apoyo que necesitan para llegar o permanecer en el poder. • Norma 2: Un partido cuenta como importante siempre que su existencia afecte la táctica de la competencia entre partidos y cuando altera la dirección de la competencia de los partidos orientados hacia el gobierno. Capacidad de chantaje que tiene un partido hacia la oposición, como un partido por más pequeño que sea pude cambiar la forma en que se compite en un sistema. Se basa en la capacidad de intimidación. La dirección de la competencia no es fácil de evaluar. En la practica la idea del partido del chantaje guarda relación sobre todo con la idea del partido antisistema. Como el partido del chantaje suele coincididir con uno antisistema, es posible continuar con la evaluación en el terreno parlamentario. Las posibilidades del chantaje del partido electoral hallan su equivalente en las posibilidades del veto. En resumen, podemos dejar de contar a los partidos que no tienen: 1) Posibilidades de coalición 2) Posibilidades de chantaje La pregunta es: ¿permite el criterio numérico ordenar también clases nuevas? Como norma general, la existencia de pocos partidos indica poca fragmentación, mientras que muchos partidos indican gran fragmentación. Al contar los partidos también podemos hallar su fuerza. Lo que necesitamos para ordenar es contar la distribución en que un partido cuenta mas que todos los demás partidos juntos; la clase de los sistemas de partido predominante. Un sistema de partido predominante puede ser resultado de un exceso de fragmentación de todos los demás partidos. Un sistema de partidos esta fragmentado cuando tiene muchos partidos, ninguno de los cuales se acerca al punto de la mayoría absoluta. Una clasificación es una ordenación basada en clases mutuamente excluyentes que se establecen conforme al criterio elegido para esa clasificación. Una tipología es una ordenación resultada de más de un criterio. Sartori dice que hay un problema con el criterio numérico, que es muy simple, hay que tomar en cuenta también otros criterios. Va a complejizar este criterio. Donde hay un solo partido, Sartori va a ver tres. Criterio numérico- sociológico: 1. De partido único: es autoritario; no hay competencia; es unipolar y unipartidista. 2. De partido hegemónico: es autoritario; no hay competencia; es unipolar y unipartidista. 3. De partido predominante: es democrático; hay competencia; es bipolar y unipartidista. 4. Bipartidista: es democrático; hay competencia y es bipolar. 5. De pluralismo limitado (moderado): forma de competencia en el centro, centrípeta. Los partidos compiten por votantes de centro. Se basa en base a la escala de derecha e izquierda. Es multipartidista, bipolar y hay competencia. 6. De pluralismo extremo (polarizado): Se compite polarización ideológica en el sistema de partidos, centrifuga. Se basa en la escala de derecha e izquierda. Es multipartidista, multipolar y hay competencia. 7. De atomización: Hay partidos políticos en todos los sectores. Se dividen pequeñas porciones del electorado. Es multipolar; hay competencia y es multipartidista. Sartori combina la dimensión cuantitativa (numérica) con una cualitativa (ideológica). Para este fin definió un formato héptuple, subdividiendo las categorías de Duverger. En primer lugar, desglosa en tres categorías el bloque unipartidista. En el caso del unipartidismo, el poder político lo monopoliza un solo partido, y no permite la existencia de otro. Se puede establecer como monopolio. Un partido hegemónico permite la existencia de otros partidos solo como subordinados, no se puede desafiar la hegemonía del partido en el poder. Estos partidos secundarios periféricos cuentan menos. Se los identifica con una forma de contar primero al partido hegemónico y a los partidos subordinados por separado. Se puede establecer como jerarquía o monopolio relajado. El sistema de partido dominante, es una configuración del poder en la que gobierna uno solo, sin estar sujeto a la alternación, siempre que continue obteniendo electoralmente una mayoría absoluta. Se puede establecer como concentración unimodal, o sea prevalencia sin alternación. Aquí se mantiene. Los sistemas bipartidistas tienen una configuración del poder transparente: dos pardos que compiten por una mayoría absoluta que está al alcance de cualquiera de ellos. Se le llama concentración equilibrada o bipolar. En segundo lugar, desglosa el bloque multipartidista, conforme a que los sistemas de más de dos partidos prueban la pobreza de las normas para contar. La configuración del multipartidismo se puede detallar: 1) es probable que ningún partido se acerque o mantenga a una mayoría absoluta, 2) la fuerza o la debilidad de los partidos se puede clasificar conforme a su indispensabilidad para las coaliciones, 3) su capacidad potencial de intimidación (chantaje). La ultima categoría, la atomización, entra en la clasificación para indicar que ya no se necesita una cuenta precisa, no importa el número de partidos. Los sistemas atomizados de partidos se pueden definir como la situación en que ninguna empresa tiene un efecto apreciable en ninguna otra empresa. La distinción de tres a cinco partidos, o sea el pluralismo limitado tienen operaciones diferentes a las que existen entre seis y ocho partidos, o sea el pluralismo extremo. La fragmentación puede ser resultado de una multiplicidad de factores. La fragmentación del sistema de partidos puede reflejar una situación de segmentación o de polarización, de distancia ideológica. Aquí pasamos de la clasificación a la tipología, y aplicar el criterio número utilizando la ideología como criterio. El concepto de distancia ideológica (ámbito general del espectro ideológico de cualquier comunidad política dada) interviene en los sistemas de mas de un partido, mientras que la idea de la intensidad ideológica (temperatura o afecto de un contexto ideológico dada) es indispensable para las comunidades unipartidistas. El objeto de la clasificación modificada es resolver el problema que deja intacto la clasificación numérica: como acabar con la segmentación. La solución se halla en verificar las comunidades políticas segmentadas en contraste con la variable ideología. Si están fragmentadas, pero no polarizadas se atribuirán al pluralismo moderado. Si están fragmentadas y polarizadas, pertenecen al pluralismo polarizado. Cuando se clasifican los sistemas de partidos conforme al criterio numérico se clasifican conforme a su formato: cuantos contiene. El formato interesa en la medida en que afecta a la mecánica: como funciona el sistema. Una cualidad del nuevo ordenamiento reside en que permite determinar la presencia o ausencia de competencia, hecho que el modelo anterior no describía fielmente. Ello habilita a evaluar la mecánica de los casos competitivos, que puede desarrollarse en forma bipolar, moderada o centrípeta (equilibrando el sistema político) o, por el contrario, de modo multipolar, polarizado y centrífugo (en el que los partidos antisistema acumulan votos y radicalizan la lucha electoral y parlamentaria, hasta provocar el colapso del régimen). LEGISLACION ELECTORAL Y SISTEMAS DE PARTIDOS: EL CASO URUGUAYO GONZÁLEZ Discute como afecta el sistema electoral al de partidos. El sistema electoral es la forma que se cuentan los votos en un país. Las estructuras políticas incluyen: rasgos constitucionales (en el sentido político, por ejemplo, si el sistema es federal) rasgos puramente políticos de la comunidad (por ejemplo, las características ideologías de las elites). Estos rasgos se convierten en estructuras políticas solo si ya han sido institucionalizados en el sentido sociológico en el término. Los sistemas políticos exhiben diferentes tipos de estructuras políticas. Consideramos las crisis como no estructuradas. Cuando las leyes son rasgos institucionales de las comunidades, no son necesaria o automáticamente estructuras políticas, porque no siempre están institucionalizadas. Las leyes requieren un tiempo para institucionalizarse, necesitan un proceso de aprendizaje. Tiene sentido considerar los efectos de la legislación electoral sobre los sistemas de partidos solo cuando la legislación electoral es una estructura política o parte de ella. Las leyes referidas a los efectos de la legislación electoral sobre los sistemas de partidos son tendenciales. Establecen el curso más probable de los acontecimientos en ciertas circunstancias, no en el curso necesario. Hay dos leyes tendenciales en relación al impacto de la legislación electoral. Estas son la Ley de Katz y la Ley de Duverger. La idea de que la regla de mayoría simple favorece el bipartidismo. Uruguay, a partir de 1918 ha sido una democracia durante 50 años, y nuevamente desde 1985. Todos los componentes principales de su legislación electoral vigente han funcionado regularmente desde principios de los ’40. Estas leyes pueden ser consideradas como una estructura política. El sistema de partidos durante el primer medio siglo de la democracia a uruguaya (1918-1968): Los partidos Colorado y nacional tienen cerca de 150 años, tanto como el mismo país. En el siglo pasado no eran partidos políticos en el sentido actual del término, pero eran organizaciones políticas fuertes con apoyo masivo. Los partidos tradicionales nacieron en los años posteriores a la Independencia, la Guerra Grande fue decisiva en su desarrollo. Los colorados se convirtieron en la versión uruguaya de los partidos liberales latinoamericanos, y los blancos, en el partido conservador. Cada partido tenía apoyo de la mitad del país. Estos rasgos fueron duraderos. Los partidos han sido polis clasistas desde el comienzo. Clivaje social urbano-rural. Blancos y Colorados ganaron entre ellos cerca del 90% de los votos hasta la mitad del ’60. Varios partidos compartían el 10% restante. Esto definía un sistema bipartidista porque los restantes partidos nunca entraban al poder en alianzas con el partido mayor. Después de la II Guerra Mundial los blancos gobernaron desde 1959 hasta 1966, mientras los colorados lo hicieron desde 1966 hasta el golpe de Estado de 1973. En base a esta evidencia decimos que en la mayor parte del siglo XX el Uruguay se ha caracterizado por un sistema de partidos bipartidista. Pero esta afirmación ha recibido dos críticas: Primer critica: El predominio en el gobierno del Partido Colorado nos permite hablar de un sistema de partidos predominante. Bajo gobiernos democráticos Uruguay ha tenido un sistema bipartidista la mayor parte del tiempo, pero los colorados lograron convertirse en partido predominante durante cerca de un tercio de vida democrática del país. Podemos discutir el predominio del Partido Colorado (González 1991). Para Sartori podemos considerar predominante a un partido que obtenga tres mayorías absolutas consecutivas en la cámara baja: i) Las reales garantías electorales no se establecieron hasta 1918. Por lo tanto, desde este año debemos comenzar a discutir la hipótesis de predominio. ii) Desde 1918 hasta el golpe de Estado de 1933 los colorados nunca obtuvieron “tres mayorías consecutivas” en la cámara baja; iii) las cuatro elecciones siguientes fueron todas ganadas por los colorados, pero en 1946 no obtuvieron una mayoría absoluta en la cámara baja. iv) Los blancos ganaron en 1958 y 1962. v) Los colorados ganaron de nuevo las dos elecciones generales siguientes que precedieron al golpe de 1973 (en 1966 y 1971), aunque en la última obtuvieron poco más del 40% de la banca de la cámara baja. Segunda critica: refiere a la estructura intenta de ambos partidos. A lo largo de este siglo los partidos tradicionales han estado altamente fraccionados. La mayor parte del tiempo ambos han sido flexibles coaliciones de fracciones. Como consecuencia, se dijo que este bipartidismo disfrazaba mal un real sistema multipartidista. Esto se puede discutir: 1) permanencia en el tiempo de los partidos tradicionales. ii) Los partidos tradicionales son partidos catch-all por eso es esperable la amplitud ideológica que presentan. iii) Desde 1918 las fracciones podían aparecer o desaparecer, podían incluso abandonar su partido, pero una fracción de uno de los partidos tradicionales nunca se convirtió en fracción del otro. iv) La visión que los uruguayos mismo tenían de sus dos partidos mayoritarios también apoya la última idea. Ven a las fracciones como pertenecientes a cada partido. Durante el primer medio siglo de la democracia uruguaya hubo en el país dos partidos mayoritarios, blancos y colorados, nacidos ambos a mediados del siglo XIX, estos compiten en el marco de un formato bipartidista y definieron un sistema bipartidista durante la mayor parte de ese periodo. La legislación electoral como un marco estable: La legislación electoral es una de las piezas fundamentales el marco institucional uruguayo: 1. Representación proporcional en la elección de ambas cámaras 2. Listas cerradas y bloqueadas 3. Doble voto simultaneo 4. Mayoría simple para decidir qué partido gana la presidencia En 1934 se agregó otro factor: 5. Todas las elecciones se realizan a la vez, cada cuatro años antes de 1966, y cada cinco años desde entonces. La representación proporcional ha estado en vigencia en la cámara baja desde 1918. Cada Departamento debe elegir al menos dos presentantes. La mecánica de asignación de bancas en ambas cámaras se basa en el sistema D’Hondt. Este sistema de RP ha sido siempre un sistema de listas cerradas y bloqueadas. Una alteración de las listas entregadas por los partidos anula el voto. Método D’Hont: • Compiten 4 partidos por 10 bancas parlamentarias. • El método D’Hont asigna bancas de acuerdo al criterio del mayor resto. • Divide el número de votos totales de cada partido por el número de bancas disponibles. • Se asignan las bancas a aquellos partidos que presentan los restos mayores. • Los restos utilizados se van desechando. El doble voto simultaneo (DVS), desde 1910, si permite opciones intrapartidarias, los votantes no pueden alterar las listas, pero pueden elegir ente diversas listas de un mismo partido. El DVS significa que los votantes votan al mismo tiempo por un partido y un conjunto de candidatos dentro del partido. El ganador de la carrera presidencial no es necesariamente el candidato más votado, sino el candidato más votado del partido ganador. El votante debe elegir un partido y luego, dentro del partido hay otras opciones. Este sistema electoral es una estructura antigua. Los efectos de la legislación electoral sobre el sistema de partidos (1918-1968): el bipartidismo: El sistema electoral puede determinar el nuero de partidos, su coherencia y estructura. La legislación electoral contribuye a moldear los sistemas de partidos. El sistema electoral influye sobre el sistema de partidos dice. Otorga incentivos a los partidos que participan del sistema. • Ley tendencial #1: las disposiciones electorales de mayoría simple facilitan un formato bipartidista y, por el contrario, obstruyen el multipartidismo. Tiende a un sistema dualista con alternativas de dos grandes partidos independientes. Los partidos tienen incentivos para unirse y hacer una coalición contra el partido más grande. • Ley tendencial #2: la representación proporcional y el mayoritario de dos vueltas facilita el multipartidismo y, contrariamente, difícilmente conduce al bipartidismo. La atención se focaliza en la carrera presidencial, que es decidida por mayoría simple de votos, por lo que el sistema electoral se aplica la ley tendencial #1 de Sartori-Duverger. Como todas las elecciones ocurren simultáneamente, la representación proporcional a nivel de la legislatura no tiene efecto sobre la competencia interpartidaria, porque la prohibición de cortar boleta impuesta por el Doble Voto Simultaneo asegura que la regla de la mayoría de la carrera mayor (la presidencia) domina la lógica electoral. Un sistema de mayoría no produce por sí mismo un formato bipartidista, pero ayudara a mantener uno ya existente. La estabilidad del bipartidismo uruguayo es resultado de la acción combinada del marco institucional y de la legislación electoral. Los tres rasgos principales de la legislación electoral uruguaya no jugaron el mismo rol. Uno de ellos actuó positivamente; la regla de la mayoría simple en la carrera presidencial fue el elemento activo que presionó hacia el formato bipartidista, mientras los otros dos (el DVS y la simultaneidad de todas las elecciones) actuaron negativamente, o sea cancelando los efectos eventuales de la RP sobre el sistema de partidos. Identifica dos efectos: mecánico y psicológico: El efecto mecánico es la penalización que realiza el sistema electoral a los partidos menores. Al no tenerlos en cuenta, los penaliza bajo regla de mayoría simple. El efecto psicológico son los incentivos que brinda el sistema a los votantes en un sistema de mayoría simple. Es la anticipación que realizan los votantes del efecto mecánico del sistema electoral. El votante comienza a razonar que esta desperdiciando su voto ya que el sistema electoral mayoritario no lo tiene en cuenta. Voté a tal partido, y ese nunca llegó al gobierno entonces cambio y adapto mis preferencias para que el sistema electoral me tome en cuenta. En este caso voto a los que tengan mayores votos, y si todos piensan así los partidos más chicos tenderán a desaparecer. Los efectos de la legislación electoral sobre el sistema de parido (1918-1968): la fraccionalización de los partidos: Los partidos tradicionales ya estaban fraccionalizados cuando nació la democracia. En las poliarquías, los partidos laxamente organizados, como los tradicionales uruguayos, están modelados esencialmente por reglas y fuerzas extrapartidarias. En Uruguay, la legislación electoral promovió la fraccionalización de los partidos. El DVS convierte a Uruguay en un sistema electoral que permite el voto preferencial intrapartidario. Esto es lo que llama Ley de Katz, los candidatos no pueden apoyarse exclusivamente en su partido, deben desarrollar por lo menos una mínima base organizacional propia. El voto preferencial está asociado con la desunión intrapartidaria. El DVS permite que diversos candidatos compitan por los mismos puestos sin perder votos, ya que todos pertenecen al mismo partido. El estímulo provisto por el DVS es reforzado por la RP, que asegura que no es necesario conseguir el primer premio para permanecer en carrera; un éxito electoral modesto es suficiente para proveer puestos importantes para los lideres de cada fracción o subfracción, lo que a su vez puede beneficiar indirectamente sus socios menores. La fraccionalización aparece como resultado del DVS y de la RP. El DVS es el principio activo que impulsa la fraccionalización y la RP es la condición facilitante, porque al ofrecer más premios disminuye el costo esperado de la competencia. Los últimos veinte años: Los procesos de construcción de coaliciones entre los pequeños partidos de izquierda que habían comenzado en 1962 llevaron al nacimiento del Frente Amplio en 1971. En 1971 el Frente obtuvo el 18% de los votos a nivel nacional y supero a uno de los partidos mayores en Montevideo. De acuerdo a las “reglas de conteo” de Sartori, el bipartidismo había terminado. El bipartidismo tradicional uruguayo vigente hasta fines de los años ’60 se había transformado desde el año 1971 en un sistema de pluripartidismo moderado que hacia 1989 tenía cuatro actores relevantes. El número de partidos, la fragmentación creciente del sistema apunta en dirección contraria a la de la ley tendencial de Duverger-Sartori y los cambios en la fraccionalización de los principales partidos no se adecuan a lo esperado según la ley tendencial de Katz. Conclusión: La historia política uruguaya desde el nacimiento de la democracia puede ser dividida en dos períodos diferentes. El primero cubrió medio siglo de cambios en el país, pese a lo cual la evolución del sistema de partidos siguió estrictamente las expectativas de las reglas de Duverger- Sartori y Katz. El segundo período está divido en dos secciones por el régimen autoritario. Este período exhibió estancamiento social y económico y muy alta polarización y conflicto políticos. Importancia de dos prerrequisitos para una discusión empíricamente fundada de las “leyes tendenciales”: 1) existencia de una política verdaderamente competitiva, sin democracia real los procesos involucrados en estas reglas no pueden actuar. 2) el tiempo, para que las leyes tendenciales funcionen se requiere un proceso de aprendizaje de los políticos y del electorado. Pronóstico: de acuerdo a la regla Duverger-Sartori se debería esperar que la lógica política de los acontecimientos impulse el retorno del bipartidismo; de acuerdo a la regla de Katz se debería esperar una fraccionalización creciente de los partidos mayores. TEXTOS COMPLEMENTARIOS: LA ESTRUCTURA POLÍTICO JURÍDICO DEL ORDEN MODERNO LAS PREMISAS SIMBÓLICAS Desde su origen la historia de la cultura occidental es una crónica de sucesivas rupturas y desgarramientos; primero fueron separadas las ideas de la materia, el alma del cuerpo, y hoy hemos sido separados, de todos los elementos que han servido para la definición de la identidad y los sentidos de pertenencia. Así para quedar libres de toda atadura, en combate con nuestro propio cuerpo, sometidos al poder de nuestra propia razón. A lo largo de este proceso reconocemos dos hitos fundamentales; 1) dio lugar a la idea de voluntad y a nuestra ruptura del mundo natural, 2) separación del hombre de la comunidad. Fuera de los márgenes de Occidente, antes de Platón, el hombre se concebía como parte de un orden cósmico que lo trasciende y determina, y está en armonía con él. El hombre se vio sujeto a las leyes que gobiernan el universo, teniendo miedo sobre los riesgos que podría acarrear para él y su comunidad trasgredir esas leyes cósmicas. Ese sentido de paralización al orden cósmico debe entendérselo como la necesidad de adecuar nuestras acciones a las fuerzas inexorables, a la energía ciega del cosmos. El apartamiento de las leyes que estructuran el orden cósmico no da lugar a un castigo definido en base a un juicio de deber ser, los efectos negativos que esa “trasgresión” genera para los hombres es la simple consecuencia de la acción de fuerzas inexorables que gobiernan por igual a los hombres y a los dioses. Frente a esas fuerzas no vale apelar a justificación alguna a fin de reclamar una exoneración de culpa tal como podría ocurrir en un tribunal penal. Esa separación del orden de lo natural puso al hombre en tensión consigo y la naturaleza, tal que puso en riesgo la supervivencia de la especie humana y de la vida en la tierra. Esta separación entre el hombre y el orden cósmico fue para el hombre un desgarramiento interior; llevó a que, nos separemos de nosotros mismos, porque qué somos sino parte del orden de lo natural, una realidad biológica que nace, vive y muere. Esa ruptura del orden natural implicara una de nosotros mismos. Nuestro yo fue asociado hasta la confusión con la conciencia racional, y pasó a quedar reducido a ella. Esta conciencia racional inscripta en el universo de las ideas adquirió las propiedades de eternidad, inmutabilidad, perfección. Esa conciencia racional, entendida como una manifestación de lo divino en el hombre, fue primero la esencia y luego el hombre en sí mismo, el yo inmutable, un yo separado de la materialidad de la que emerge y produce. De allí que el yo fuera puesto en combate consigo mismo, con el propio cuerpo del que emerge. La separación entre la materia y las ideas, y el haberlas desanclado de las leyes que gobiernan el cosmos, dio lugar a la atribución a la voluntad de una fuerza suprema, todo el edificio cultural, político, social, económico y “ecológico” occidental, se ha construido en base a la creencia de la supremacía de la voluntad y en el poder autónomo de la razón. La voluntad y la razón, y el sentido lineal del tiempo le dieron forma a la noción moderna de progreso, nociones que han organizado la vida y definido la forma del conflicto político en Occidente en los últimos siglos. Este poder atribuido a la voluntad y a la razón en el plano político y jurídico se ha expresado en la idea del orden racional. De un orden construido sin atender a las fuerzas dadas del cosmos; un orden configurado y estructurado en la razón y solo fundado en ella. Con el contractualismo surgió la idea de que el orden político debe estar definido solo en función de la razón humana, ello nos ha puesto en la estructuración de una organización colectiva de la vida humana de espaldas a las leyes naturales de la vida, y a las demandas de todas aquellas partes que no integran la conciencia racional. El otro gran hito de efectos en el campo jurídico y político fue la separación del individuo de la comunidad. El hombre es interdependiente, el ser humano ha sido parte de una especie que vive en comunidad; el lenguaje, el pensamiento, los adquirimos en nuestras interacciones con los otros, en procesos de intercambio. Nuestra sobrevivencia material, depende del esfuerzo colectivo. Pero a contrapelo de esta realidad, en Occidente ha surgido la idea de individuo, de un hombre que debe valerse por sí mismo, responsable de todas sus acciones, y al que se le debe imputar todos sus errores, pero también sus logros. Nos formamos en sociedad, estamos sometidos a procesos que en esa sociedad se desarrollan; venimos al mundo en familia, que tiene acceso a determinados recursos, forma parte de un segmento o clase de la sociedad, y nacemos en un país que ocupa una determinada posición dentro de la estructura jerárquica de las naciones; de allí resulta absurdo culpar o premiar a un solo individuo por una acción, un logro, un suceso. LA SOCIEDAD Y LA ESTRUCTURA POLÍTICO JURÍDICO DE LA MODERNIDAD El orden moderno se constituyó alrededor de una reconfiguración de los modos de entender y concebir el hombre y la comunidad. El hombre pasó a ser entendido como un producto de sí mismo, un sujeto racional y por ello libre, para el cual la sociedad no es más que pura exterioridad, un mero campo de acción. El individuo existe fuera de la sociedad y del cosmos, no está sujeto a su influencia, solo habita el mundo. El individuo es un antecedente de lo social. La sociedad no es una realidad natural sino un artefacto construido por los individuos. Este marco, tiene su expresión ius-filosófica. Los contractualistas, Hobbes, Locke, separaron al individuo de la comunidad. El espacio comunitario pasó a ser un instrumento puesto al servicio de la realización de los fines individuales. La sociedad se constituye imaginariamente a los efectos de un mejor resguardo de la libertad de cada individuo, el individuo le transfiere limitadas potestades a la comunidad, se le trasfiere solo los poderes necesarios para arbitrar las medidas que garanticen ese mejor resguardo de esos derechos. Se establece un ámbito de asuntos que queda reservado al gobierno personal (universo de lo privado) y un conjunto de asuntos que interesan a la comunidad toda (el terreno de lo público). Esta separación de poderes, territorios y competencias constituye una forma nueva de libertad, (la de los Modernos) diferente a la que se reconocía en la antigüedad clásica. La ruptura de cuerpos que dispuso el contractualismo hizo concebible la libertad de gobernarse a sí mismo, definiendo toda una esfera de asuntos que quedan fuera de las reglas de la mayoría. MODERNIDAD POLÍTICA, DERECHO, Y SUBJETIVIDAD El hombre como animal político es un ser socialmente producido. La sociedad lo antecede como realidad y su ser se constituye en su seno mediante complejos procesos de interacción. La sociedad está formada por relaciones estructuradas a partir de todo un conjunto de prácticas que le dan forma a los distintos escenarios institucionales que la componen. La Modernidad, el capitalismo, constituye un orden articulado en función de una escisión que deslinda el territorio social en dos espacios; el universo de lo público, y lo privado. Las lógicas en base a las que se articulan las interacciones humanas en cada uno de esos dos universos son distintas, pero están relacionadas. Existe una dualidad en el orden moderno que se manifiesta como tensión en el campo de la subjetividad; por un lado, la sociedad demanda y produce un sujeto libre, un ser que se ve como un producto de sus propias decisiones, y que se representa a la sociedad como un simple territorio en el que operar, y por lo tanto como una realidad “puramente exterior”. La sociedad así queda liberada de toda imputación. La narrativa jurídica de la ciudadanía y libertad civil que articula las relaciones en el campo de lo público, organiza la manera en que se representan las relaciones privadas. Las relaciones que los hombres traban en el espacio privatizado, están determinadas por la relación de los sujetos con respecto de las cosas y vertebradas en las lógicas de la necesidad, dependencia, y subordinación. Ello no es percibido como tal por los sujetos, que ven esos vínculos como devenidos de su voluntad, y es así como la verticalidad inherente a las relaciones que los sujetos entablan en el campo productivo es presentada y formalizada como un acuerdo de voluntades. En lo narrativo la sociedad aspira darle forma a un sujeto libre, autónomo y responsable, pero en la práctica busca disciplinar el cuerpo, amoldando al sujeto a las exigencias que la sociedad impone. Lo que se busca es la constitución de un ser, que asuma, como responsabilidad exclusiva de sí, sus desgracias, que acepte la apropiación individual de la riqueza socialmente producida, constituyéndose en un sujeto productivo. Esta combinación de agentes determinantes en el proceso de socialización, generan como resultado, un ser con objetivos predeterminados, que el individuo incorpora como propios, tal que el sujeto ni siquiera se cuestiona si esos objetivos, son en realidad los que quiere para sí mismo. La consecución de esos objetivos se constituye en el fin y en el sentido principal de la existencia. El querer es personal, la razón es, en última instancia, siempre social; de allí que la individualidad resulte ilusoria. La sociedad actual constituye un orden de masas, en el que, en multitudinaria soledad, casi todos los individuos hacen, actúan y piensan de la misma manera. LA TIRANÍA DE LA RAZÓN Este cúmulo de separaciones, le dio forma a una sociedad, funciona bajo el poder tiránico de la razón. Paradojalmente los hombres hoy vivimos sometidos al poder de uno de nuestros particulares atributos y nos esclavizamos a nosotros mismos. La razón técnico productiva les da forma a los barrotes de nuestra cárcel. Una vez que nos “separamos” de la naturaleza y quedamos en tensión con ésta y que nuestra subjetividad quedó reducida a nuestra conciencia racional, cuya libertad dependía del dominio que ejerciéramos sobre la naturaleza exterior y sobre nuestro propio cuerpo, los hombres nos lanzamos a conquistar el mundo, a someter al cosmos bajo el poder de nuestra razón. El dominio de la naturaleza, también se ha constituido en fuente de esclavitud para los hombres, y lo que debiera ser medios para el desarrollo de la vida, se convierten en fines en sí mismo. Hoy la vida se organiza en función de incrementar nuestras capacidades para producir, vivimos en función de la producción y no producimos en función de nuestras necesidades. Ese estado de productividad exige que direccionemos todas nuestras energías hacia afuera, al trabajo; todo para cumplir las metas que siempre están referidas, en última instancia, a logros materiales. El auto sometimiento, la tiranía de la razón y el haber proclamado a los objetos de consumo como fines en sí mismos, es manifestación evidente de la alienación del hombre occidental. A la misma vez, hemos resquebrajado el sistema de deberes que les han dado forma a los ancestrales vínculos de solidaridad humana, haciendo cada vez más penosos y agobiante el cuidado del otro, ese cuidado del que dependimos nuestros primeros años de la vida y del que dependamos en el ocaso de nuestras vidas. EL IMPERIO DEL CONTRATO Las relaciones entre los sujetos de publica autoridad y los ciudadanos comunes pasaron a vertebrarse en el pacto social. El individuo quedó libre de toda atadura, pero también desprovisto de la más mínima seguridad y estabilidad. El individuo está librado a su suerte; esa liberación entraña paradojalmente la fuente de su “Universal dependencia” y fue una liberación acompañada del despojo. La desestructuración de todas las formas de propiedad comunal o colectiva, la apropiación individual de los medios de producción posibilitada por la acción coactiva, y la fuerza del estado le dieron forma al orden liberal en el que la mayoría debe someterse libremente por necesidad y entregar su fuerza de trabajo, su tiempo, a cambio de un salario. “Esa libertad” es la de la razón, y no aquella que garantiza la posibilidad efectiva de realizar nuestro querer. EL SABER POLITOLÓGICO Y EL OFICIO JURÍDICO El hombre es por naturaleza un animal político. Nacemos, nos desarrollamos y morimos en el seno de una comunidad. La Política y lo político son el conjunto de operaciones, conflictos, pactos y consensos mediante las que los seres humanos organizan la vida. La comunidad humana sea tanto una realidad política como una entidad bilógica. La vida humana no es concebible ni real fuera de la comunidad. La Política entonces es, entre otras cosas, el mecanismo mediante el que los seres humanos organizamos nuestra propia existencia. El Derecho hasta hace un tiempo no había sido concebido como algo separado de la Política, de la Moral o de la Economía. La idea de lo jurídico como un fenómeno dividido de lo político es de reciente. El Derecho como realidad y saber, fue dividido de la Política en el marco del mismo proceso de transformaciones culturales que vino a definir la existencia de un ámbito de lo público en contraposición del espacio de lo privado, y que le dio forma al concepto de individuo como un ser que se produce a sí mismo y existe más allá de la comunidad que forma parte. Esa separación entre Política y Derecho es artificiosa, el Derecho es una herramienta para organizar la vida en común en función de ciertos preceptos del deber ser; en el Derecho se sintetizan y se expresan de manera estática las dinámicas y las interacciones mediante las que se produce y se genera el orden que organiza y estructura la vida en común. Es el resultado del proceso de acuerdos, convenios, pactos, es la expresión, el resultado de todos esos procesos, son preceptos del deber ser, pactan como debe organizarse y actuar la sociedad. Ese conjunto de consignas de deber ser que constituyen el derecho es la resultancia del proceso político. Es una acción que se desenvuelve en el plano de lo material y lo narrativo, aquí aparece la ideología, el sentido común. Esas ideas de orden descansan sobre un basamento moral, sobre un conjunto de nociones en torno a lo que es justo y a lo que es injusto. El derecho y esos procesos políticos, se relacionan dado que el derecho puede ser una herramienta para ordenar ámbitos sociales. Consecuentemente, los procesos políticos es la forma que dará lugar al derecho, es decir, son los políticos los encargados de formar el derecho. El Derecho es Política, y forma parte de lo político en tanto lo político es todo aquello que refiere a la organización de la vida en común. Al jurista no le corresponde solo la interpretación del derecho escrito, este debe analizar la eficacia y utilidad de una norma jurídica para la resolución de un determinado problema social; debe poder mirar al Derecho y la sociedad desde afuera, y eso solo puede efectuarse si cuenta con conceptos, categorías y saberes que solo la Ciencia Política, la Sociología, la Filosofía Política y la Antropología pueden aportar. POLÍTICA Y CONSTRUCCIÓN DE SENTIDO LOS DISCURSOS EN TORNO A LA POLÍTICA Y EL DISCURSO DE LOS POLÍTICOS IDEOLOGÍA Y SENTIDO COMÚN El hombre necesita darle sentido a las distintas opciones y a sus propias elecciones; el lenguaje es la objetivación primaria de esas ansias. En los discursos de los políticos y respecto de la política se puede apreciar esa necesidad. Cuando se analiza el entramado del discurso relacionado con la política, se distinguen dos modulaciones: 1) la narrativa explicativa 2) los discursos prescriptivos. El contexto epistémico en el que están inscriptos cada una de estas formas del lenguaje define marcos y planos de la lógica bien diferentes; la explicación pertenece al campo del ser, lo prescriptivo integra el deber ser. El campo del ser se corresponde con aquellas experiencias que remiten al territorio del descubrimiento. El ámbito del deber ser se inscribe en el de la construcción. Las ciencias del ser buscan develar el universo, las ciencias del deber ser pretenden rellenar ese agujero de aparente libertad, esa zona de indeterminación que caracteriza al hombre, estableciendo pautas, mandamientos y definiciones mediante las que ordenar el hacer. La teoría política y la ideología son las dos formas esenciales del discurso en torno a la política. La teoría es un relato explicativo, la ideología un discurso prescriptivo; la teoría es una explicación, una interpretación de la realidad. La ideología, en cambio, es un discurso construido para justificar un orden o proyecto político, es un relato elaborado con el objeto de demostrar que una determinada propuesta política o una forma de organización social, es más preferible y justa que otra. En toda teoría política hay una concepción antropológica, una idea en torno a la naturaleza del hombre, mientras éste es el sujeto de las relaciones políticas, toda explicación que se formule en torno a la dinámica económica, a los procesos culturales y sociales, debe partir de una determinada concepción acerca de la naturaleza del hombre. Desde el hombre vacío, las distintas teorías en torno a la política dan cuenta de distintas maneras de concebir y entender la naturaleza y el carácter del hombre. La teoría como ejercicio explicativo y la ideología como praxis prescriptiva, aparecen entremezcladas en el relato en torno a lo político. En la narrativa en torno a la política suele ocurrir que se pase progresivamente de la descripción del ser a la definición del deber ser, porque toda ideología, todo discurso prescriptivo, todo proyecto social y político pretende demostrar, no sólo que es el más justo, sino que es realizable. Para demostrar que el proyecto puede ser llevado a la práctica, la ideología recurre a la teoría. En un sentido más cotidiano, el discurso habitual de los actores políticos también entrelaza explicación y prescripción, descripción y justificación; el operador político construye realidad u opta por una construcción de realidad que haga viable su propuesta política. La cuestión del ser y del deber ser, se mezclan en el campo de la narrativa política. Al momento de producir teoría entrarán en juego las preferencias valorativas del sujeto; pero ello no es estorbo para distinguir a la ideología de la teoría. Diferenciación que se determina por la intencionalidad del hablante. Describir o fundar, explicar o prescribir, y también por la textura misma del discurso, cuando el eje narrativo es el mundo se trata de teoría, cuando el eje discursivo sean los valores es ideología. Por ello, es posible afirmar que la mayor parte del relato marxista es teoría, así como señalar que el discurso contractualista es ideología. La ideología es un componente central de la estructura simbólica de la Modernidad. Con la Modernidad surgió la noción de que el hombre debía ordenar su vida en común en base a parámetros racionales de justicia. Debía construir racionalmente el orden. En las etapas históricas que antecedieron al giro racionalista y antropocéntrico que delineó las coordenadas que estructuran la civilización moderna y el orden capitalista, primó la idea de que la sociedad debía adecuarse a un orden ya dado, y sujetarse a las fuerzas inexorables del cosmos, de la naturaleza. Las ideologías son por ello, realidades recientes, su origen no puede situarse más allá en el tiempo del que debe de ubicarse el nacimiento de la Modernidad. La ideología es un cumulo articulado de preposiciones que definen y proclaman un cierto sentido de lo justo y una idea del bien. Las ideologías conforman el marco simbólico y cultural que organizan nuestras prácticas y percepción de la realidad. Definen la manera en que nos pensamos y pensamos el mundo, y lo hacen de múltiples formas, muchas veces sin que seamos conscientes de ello. Una vez estructuradas y reproducidas, las ideologías instituyen formas y modos del pensar que se trasmiten, que se reproducen y que nos producen y generan a la vez, condicionando nuestra manera de ser, nuestras actitudes, nuestros juicios, nuestras opiniones. Toda una generación de instrumentos de carácter simbólico se encarga de trasmitir y reproducir ideología, y de que incorporemos de forma muchas veces no consciente, esa estructura de prescripciones y valores que las conforman. A ese cumulo de prescripciones y valores que conforma nuestra subjetividad y estructuran la manera en que nos pensamos y pensamos, y de la que, la mayoría del tiempo no somos conscientes, se denomina sentido común. Esa ideología inconsciente que organiza y pauta juicios, comportamientos y opiniones. Esa ideología inconsciente se instala y opera como verdades obvias y evidentes que no parece posible de cuestionamientos o problematización alguna. Estas verdades a la vez que son socialmente producidas, son políticamente instituidas por actores y agentes que manejan los dispositivos simbólicos más poderosos, entre los que se encuentran los medios de comunicación, las industrias culturales y en última instancia todos los responsables de disminuir el aburrimiento. EL ORDEN, SUS AGENTES Y LOS DISCURSOS LEGITIMADORES Los hombres existimos en una comunidad estructurada; y esa organización refleja un modo de entender y vivir, expresa un sentido de la “realidad” y manifiesta un modo de ser, una manera de estar en el mundo. A lo largo del tiempo los hombres hemos producido distintos órdenes de dominación; le hemos dado forma a organizaciones colectivas de la vida, vertebradas en vínculos irregulares de poder. El orden moderno es uno de esos sistemas de dominación, poseen un carácter asimétrico, como consecuencia de la desigual distribución de los instrumentos reales de poder. Los recursos económicos, vínculos, y bienes simbólicos que posee la familia en la cual nacemos determinan en medida nuestras posibilidades de acceso a los instrumentos de poder. Si bien las recompensas y honores son accesibles para todos independientemente de las condiciones sociales y económicas de origen, la herencia, condiciona las posibilidades de acceder a estos. La elite política profesional, los grandes empresarios, la alta burocracia, los medios masivos de comunicación, constituyen el elenco de agentes del poder. Una manifestación del carácter asimétrico de las relaciones que articulan al orden moderno es la manera en que se operan los procesos de producción de la política pública, el cumplimiento obligatorio de reglas comunitarias. El gobierno es el único ente con la capacidad de establecer dichas reglas. Pero, existe un elenco de actores sociales que tienen una influencia significativa en el proceso de la definición de esas reglas. Esas reglas organizan la vida comunitaria mediante la regulación de las conductas (derecho penal), o, a través de la asignación de valores como consecuencia de la administración política de los bienes producidos (impuestos, servicios públicos, etcétera). Dichas reglas son el producto de procesos sociales, generadas por los conflictos, acuerdos y negociaciones. El cúmulo de interacciones entre cada uno de estos actores y las relaciones que cada uno de ellos tiene con la sociedad en su conjunto, y con la gente del común, le dan forma al sistema político. Una manera de conceptualizar el sistema es el esquema de oferta y demanda de política pública. Los ciudadanos somos demandantes de política pública, los partidos oferentes, el gobierno proveedor de la misma. El sistema se articula mediante una dinámica de demandarespuesta, aprobación – desaprobación. Los partidos, el estamento político profesional en su conjunto, el discurso mediático, nos plantean respuestas a los problemas que ellos nos dicen que tenemos. Problemas que asumiremos como propios mientras tengan conexión con nuestros miedos, esperanzas, aspiraciones. Así se instala en la sociedad una determinada demanda de política pública que luego deberá ser respondida por el gobierno. De esta manera, los agentes del poder, la elite empresarial, política, operan como los verdaderos productores de demanda de políticas; un hacer que es exitoso cuando se engancha con el sentir del hombre común y se convierte, en más o menos autoritaria para los poderes públicos. Los grandes empresarios poseen una gran capacidad de poder que se deriva de las potestades efectivas que despliegan en el mercado, pero también son titulares de un poder simbólico, la sociedad escucha con atención lo que ellos tienen para decir, ya que son la encarnación del éxito y del triunfo y ello les otorga a sus opiniones magnificencia. La capacidad económica les otorga también la posibilidad de incidir en los procesos de producción y circulación de las ideas. Los que controlan los medios de comunicación son titulares de una parte de poder en las sociedades. El discurso que los medios elaboran en torno a la realidad, organiza modos de pensar, intermedian entre el sujeto y el mundo, y en ello reside su poder. La manera en que construyen realidad, lo que cuentan y cómo lo cuentan, influye en el proceso de construcción de opinión. Hay una gama reducida de sujetos investidos con una inmensa capacidad de poder, y otros sometidos a ese poder. De allí que nuestras sociedades modernas sean ordenes de dominación. Esa dominación se sustenta en el ejercicio de cargos, en la propiedad y en el prestigio, los que son distribuidos de manera desigual por el mercado y la herencia. Esa dominación se sostiene en dos pilares narrativos: la meritocracia y la soberanía popular. El primero, legitima la desigualdad económica y de posiciones, y de estatus simbólico en las diferencias de mérito. El segundo, sustenta la idea de que todo lo que hacen las autoridades, en última instancia es el producto de la decisión ciudadana. La constatación de las extremas desigualdades de origen y el carácter esencialmente vertical de nuestros procesos políticos e institucionales, ponen en entredicho la razonabilidad de dichos discursos.