Venus La Afrodita de Milo (en griego, Αφροδίτη της Μήλου), más conocida como Venus de Milo, es una de las estatuas más representativas del periodo helenístico de la escultura griega, y una de las más famosas esculturas de la antigua Grecia. Fue creada en algún momento entre los años 130 a. C. y 100 a. C., y se cree que representa a Afrodita (denominada Venus en la mitología romana), diosa del amor y la belleza;2 mide, aproximadamente, 2,11 m de alto. Esta estatua fue encontrada en Milo —Cícladas—,3 desenterrada por un campesino y vendida a Francia entre 1819 y 1820. El precio que el campesino pedía por la escultura era demasiado alto, y Dumont d'Urville —viajero que realizó una parada en este lugar—,4 no llevaba el dinero suficiente, por lo que recurrió a un embajador francés en Constantinopla, quien accedió a comprarla. Sin embargo, anteriormente el campesino había acordado venderla a los turcos, lo que inició un conflicto por la posesión de la estatua.56 La escultura fue hecha en mármol blanco, en varios bloques cuyas uniones no son visibles, en un tamaño ligeramente superior al natural. Se desconoce su autor,1 pero se ha sugerido que pudiera ser obra de Alejandro de Antioquía. Esta escultura posee un estilo característico del final de la época helenística,7 que retoma el interés por los temas clásicos al tiempo que los renueva. El aspecto clasicista de sus formas hacen suponer que su autor se inspiró en la estatua del siglo IV a. C. de Lisipo, la Afrodita de Capua. Jules Dumont D'Urville fue un oficial naval, explorador y recolector botánico francés. Encontró la Venus de Milo en una expedición a las tierras turcas, donde, con apoyo del marqués de Riviere, la compraron para el Museo de Louvre. La estatua se encontró semienterrada, en dos pedazos, el 8 de abril de 1820 en la isla egea de Melos,3 llamada también Milo, por un campesino llamado Yórgos Kendrotás.3 Cerca de la estatua se encontró un fragmento de un antebrazo y la mano con una manzana (en lengua griega, Μήλο significa literalmente manzana) y estos restos son considerados parte de sus brazos.8 Lo cierto es que no está claro si los brazos pudieron perderse después del hallazgo moderno de la escultura: Yórgos dejó una mitad de la Venus en el mismo lugar donde la había encontrado por no poder desenterrarla, pues su peso es de al menos 900 kilos, y la otra mitad la llevó al establo, ofreciendo en primer lugar la venta de la estatua a un clérigo ortodoxo. En aquellos momentos Grecia se encontraba aún bajo dominio de kontxi, y el clerigo griego contactó, para eludir a las autoridades turcas, con un oficial naval francés Jules Dumont D'Urville,4 quien enseguida reconoció el valor de la estatua y presuntamente arregló con el clérigo una oscura compra del embajador francés en Constantinopla, el Marqués de Riviere.4 Esta es la versión oficial, aunque algunos historiadores apuntan a que la estatua salió de la isla por la fuerza, perdiendo los dos brazos al golpearse contra las rocas; sin embargo, también se dice que los turcos atacaron la embarcación y en la pelea la estatua perdió los brazos. Lo cierto es que después de algún trabajo de reparación, la estatua fue presentada al Rey Luis XVIII en 1821.9 Finalmente, el Rey la entregó al Museo del Louvre en París,5 donde todavía se muestra hoy a la admiración pública.5 La Afrodita de Milo salió de Grecia el 1 de marzo de 1821, apenas veinte días antes de que la Grecia moderna declarara su independencia del imperio otomano, el 25 de marzo de ese mismo año. Pocos años antes, en 1815, el Museo del Louvre había tenido que devolver a Italia, su lugar original, otra escultura famosa, la llamada Venus de Médici, traída a París por Napoleón Bonaparte y que la restaurada monarquía francesa había devuelto a Italia.10 Durante la Segunda Guerra Mundial, la estatua permaneció en el castillo de Valençay.11 En 1960, una comisión de arqueólogos turcos presentó ante André Malraux una petición en la que reclamaba la devolución de la Venus de Milo.6 Este pedido se basaba en un informe del jurista Ahmed Rechim, quien acusaba a los franceses de haber robado la estatua y decía que esta pertenecía al imperio otomano.6 Calificaba el descubrimiento de Yórgos como un «incidente» y que solo tres familias conocían la ubicación de los brazos de la Venus,6 y al final, Ahmed acaba con un mensaje amenazador:12 Si Francia devuelve la estatua, Turquía retornará los brazos a su lugar, dotando al mundo de una gran obra en todo su esplendor original; de lo contrario, la Venus de Milo seguirá mostrando sus muñones en el Museo de Louvre. 6 Malraux declaró la idea como un «chantaje cultural» y se negó a devolverla,6 aclarando que «la Venus de Milo es tan francesa como la Madelón».6 Esto ha generado un gran debate entre los historiadores, quienes consideran que pudo haber sido un mensaje con el único fin de presionar a Francia y no la verdad sobre la localización de los brazos de la Venus.13 El periodo helenístico o alejandrino es una etapa histórica de la Antigüedad, cuyos límites cronológicos vienen marcados por dos importantes acontecimientos políticos: la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) y el suicidio de la última soberana helenística, Cleopatra VII de Egipto, y su amante Marco Antonio, tras su derrota en la batalla de Actium (30 a. C.). En esta etapa, la herencia de la cultura helénica de la Grecia clásica fue recibida por los propios griegos a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con la persona de Alejandro Magno, y después de su muerte, con los diádocos (διάδοχοι) o sucesores, los reyes de las tres grandes dinastías: Ptolemaica, Seléucida y Antigónida.14 Esta etapa suele ser considerada como un periodo de transición entre el declive de la época clásica griega y el ascenso del poder romano.15 Sin embargo, el esplendor de ciudades como Alejandría, Antioquía o Pérgamo, la importancia de los cambios económicos, el mestizaje cultural, y el papel dominante del idioma griego y su difusión, son factores que modificaron profundamente el Oriente Medio antiguo en esta etapa. Esta herencia cultural será asimilada por el mundo romano, surgiendo así con la fusión de estas dos culturas lo que se conoce como cultura clásica, fundamento de la civilización occidental. El término helenístico fue utilizado por primera vez por el historiador alemán Johann Gustav Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un criterio lingüístico y cultural, es decir, la difusión de la cultura propia de las regiones en las que se hablaba el griego (ἑλληνίζειν – hellênizein), o directamente relacionadas con la Hélade, a través del propio idioma, un fenómeno alentado por las clases gobernantes de origen heleno de aquellos territorios que nunca tuvieron relación directa con Grecia, como pudo ser el caso de Egipto, Bactriana o los territorios del Imperio seléucida. Este proceso de helenización de los pueblos orientales, y la fusión o asimilación de rasgos culturales orientales y griegos, tuvo continuidad, como se ha mencionado, bajo el Imperio romano. El contexto histórico en el que se realiza el hallazgo de la Venus de Milo, Francia se encontraba gobernada por Luis XVIII. Durante este periodo Selim III y Mahmud II (1808-1839), se encontraban reformando el Imperio Otomano. Lo principal de su esfuerzo iba dedicado a purificar, eliminando la corrupción y el nepotismo en la administración. Además crearon unas fuerzas militares totalmente nuevas, llamadas Nizam-i Cedid, cuando los continuos reveses militares demostraron la supremacía europea. Dejaron intactos los antiguos cuerpos, muy hostiles a esta creación, por lo que ambos sultanes se vieron obligados a limitar su número, por eficientes que llegaran a ser. Durante el reinado de Luis XVIII se formó un nuevo gobierno radical encabezado por el Conde de Villèle que sin embargo se mostró luego tan cauteloso como su Rey y, en tanto Luis XVIII vivió, las políticas reaccionarias fueron mantenidas bajo mínimos. Durante esta etapa, en la que se descubrió la Venus, sucedieron gran cantidad de cambios en el mundo, pero sobre todo en Europa pues, por primera vez, se abolía la Inquisición de manera definitiva por parte de los liberales el 9 de marzo de 1820. Asimismo, el día siguiente, Fernando VII de España juraba respetar la Constitución de Cádiz.