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IV
PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA FILOSOFIA CRITICA.
LOS "PROLEGOMENOS". LAS "IDEAS" DE HERDER Y LA
FUNDAMENTACION DE LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA
Poco antes de cumplir los 58 años, Kant entregóse con la energía
de una firme resolución de voluntad a aquel trabajo mental constantemente renovado que tenía como punto de partida la disertación de 1770 V que presentaba nuevas y nuevas derivaciones. Al
cabo de unos cuantos meses, pudo dar cima a su Crítica de la
razón pura, empresa que, incluso desde el punto de vista puramente literario apenas tiene paralelo en la historia general del
espíritu.
En este período de elaboración, de suprema concentración del
pensamiento y la voluntad en la preocupación de dar remate a
su obra, necesariamente hubieron de pasar a segundo plano, para
Kant, todos los problemas referentes a las repercusiones que esta
obra pudiera tener. Exactamente lo mismo que en sus años de
meditación solitaria, entregóse por entero a los progresos de la obra
misma, sin preocuparse de los medios a que podía recurrir para
lograr que encontrase más rápidamente acceso a los lectores de su
época y a las escuelas filosóficas. Era, en realidad, tal y como
lo proclamaban aquellas palabras de Bacon, que Kant pondría
como divisa al frente de la segunda edición de su Crítica: "Nada
diremos de nosotros mismos; en cuanto a la idea que aquí se expone, rogamos a los hombres que no la consideren simplemente
como una opinión, sino como el fruto de una necesidad y que
estén seguros de que con esta obra no nos proponemos sentar las
bases para una secta o para cualquier sistema caprichosamente
urdido, sino para la grandeza y el bienestar del género humano."
Sin embargo, los primeros botones de prueba del juicio que la
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LOS PROLEGOMENOS
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obra encontraba vinieron a sacar a Kant, de pronto, de este estado
de espíritu en que durante tanto tiempo había laborado para dar
cima a su Crítica de la razón pura. Por mucho que discrepasen
entre sí, estos juicios coincidían en apreciar que allí donde el autor había creído plantear un problema sencillamente necesario y
de validez general, sus críticos sólo veían la manifestación de una
"opinión" y un criterio individuales. Sentíanse atraídos por la
obra o repelidos por ella según que aquella opinión coincidiese en
todo o en parte con la suya propia, o la contradijese; pero nadie
dió, por el momento, ni la menor prueba de comprensión de lo
que era fundamental, a saber: que el planteamiento del problema
en Kant no encajaba ya en modo alguno dentro de los marcos
trazado por los deslindes tradicionales de las escuelas filosóficas.
Durante mucho tiempo los intérpretes se quebraron la cabeza
pensando si el sistema propuesto por Kant debía denominarse o
concebirse como un sistema de "idealismo" o de "realismo", de
"empirismo" o de "racionalismo". Es cierto que Mendelssohn, en
una conocida obra, se salió de este camino trillado y proclamó la
primacía crítica del libro de Kant, al llamar a éste el "destructor
de todo", patentizando de este modo, por lo menos, un sentimiento
certero en cuanto a la distancia que lo separaba de la filosofía
tradicional. Sin embargo, este nuevo tipo de concepción y de enjuiciamiento no se puso claramente de relieve para el propio Kant
sino en una extensa nota bibliográfica sobre la obra que vió la luz
en la publicación científica titulada Góttinger Gelehrte Anzeige
("Noticias Eruditas de Goringa"), de 19 de enero de 1782. La
historia de esta nota bibliográfica es conocida.^ Christian Ga^ve,
escritor muy conocido y estimado en el campo de la filosofía popular del siglo XVIII, en un viaje que hizo a Gotinga, habíase comprometido a entregar un trabajo crítico extenso para aquella revista, en prueba de agradecimiento "por las muchas pruebas de
cortesía y amistad" que allí recibiera. Y prometió que su trabajo
versaría sobre la Crítica de la razón pura, obra que aún no había
1 Ha sido, tratada-más en detalle que por nadie por Emil Arnoldt, Vergleichung der Garveschen und der Federschen Rezension über die Kritik der
reinen Vernunft (en Arnóldts Gesammelte Schriften, t. iv, pp. 1 ss.). Véase
también Albert Stern, Ühér die Beziehungen Chr. Garves zu Kant, Leipzig,
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PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA
CRITICA
leído, pero de la que "esperaba recibir una grata impresión —como
él mismo se. expresa en una carta de 13 de julio de 1783, dirigida
a Kant—, a juzgar por los pequeños trabajos anteriores del mismo autor, que ya conocía".
Sin embargo, las primeras páginas del nuevo libro que leyó
hubieron de convencerle del error en que estaba. Tropezaba en
su lectura con un cúmulo de dificultades, pues no estaba preparado, ni mucho menos, para afrontar semejante tarea por sus estudios anteriores, que habían versado esencialmente sobre problemas
estéticos y de psicología moral, y por estar sufriendo además, a la
sazón, las consecuencias de una enfermedad bastante grave de que
hacía poco había salido. Fué el deseo de cumplir la palabra dada
lo que le movió a llevar adelante su trabajo, a pesar de todo, y a
redactar un extenso comentario bibliográfico que, después de haberlo reelaborado y abreviado varias veces, envió por fin a la redacción de la citada revista.
Estaba al frente de ella un hombre de su oficio, a quien no
inquietaban en absoluto aquellas dudas y aquellos escrúpulos que
Garve había sentido durante la lectura de la obra de Kant.
Johann Georg Feder era uno de aquellos típicos profesores de Gotinga que consideraban fallado ya sin apelación el juicio de Kant.
Como poco antes de la aparición de la Crítica de la razón pura
Jacob Christian Kraus aventurase en uno de aquellos círculos
profesorales la manifestación de que Kant tenía en el telar una
obra que habría de costar a los filósofos grandes fatigas y angustias,
alguien le replicó que difícilmente podía esperarse semejante cosa
de un "diletante en filosofía".^
Este espíritu presuntuoso propio del filósofo de gremio aparecía realzado, además, en Feder por su destreza de "director de
revista" que, sin grandes escrúpulos ni preocupaciones de fondo,
sabía adaptar todos los artículos, en cuanto a su extensión y a su
contenido, a las necesidades momentáneas de la publicación por
él dirigida. Con unos cuantos plumazos vigorosos redujo también
el comentario escrito por Garve sobre la Crítica de la razón pura
a casi una tercera parte de su extensión original e introdujo, además, en él toda una serie de cambios de estilo; no contento con
2 Véase Voigt, Das Leben des Prof. Christian Jacob Kraus, Königsberg,
1819, p. 87.
LOS PROLEGOMENOS
261
esfo, aportó al artículo numerosas adiciones de su propia cosecha,
en las que se preocupaba de asignar inmediatamente al lector un
determinado "punto de vista" para el estudio y la comprensión
de la obra de Kant.
Añádase a todo esto que los medios sistemáticos manejados en
el comentario de referencia no podían ser más limitados: consistían, sencillamente, en la aplicación de las conocidas rúbricas de
la historia de la filosofía, tal como aparecían recogidas en todos
los manuales de la asignatura y santificadas por el uso. "Esta
obra —eran las palabras con que comenzaba la nota sobre el
libro de Kant, en la versión de Peder—, esta obra, que estimula
la inteligencia de sus lectores, aunque no siempre la ilustre y aunque, con frecuencia, fatigue la atención hasta el agotamiento, si
bien a veces acude en ayuda de ella mediante imágenes felices o
la recompensa por medio de conclusiones inesperadas y de interés
común, constituye un sistema de idealismo superior o, para decirlo
con la terminología del autor, de idealismo trascendental; de un
idealismo que abarca por iguál el espíritu y la materia, que transforma al universo y nos transforma a nosotros mismos en ideas
y que hace que todos los objetos nazcan de los fenómenos por
medio de una operación que intenta de un modo necesario, aunque vano, vincular el entendimiento a una serie de experiencia
y desplegar y unir la razón dentro de un sistema universal total y
completo."
Con la sola lectura de estas líneas iniciales comprenderemos
la impresión que este comentario bibliográfico tenía que producir
a Kant. Si atenderlos al fondo del asunto, veremos que ninguna
de las durísimas expresiones de su respuesta es realmente excesiva; en lo único en que Kant se equivocó fué en ver una intención
personal de fraude y tergiversación donde debió ver, exclusivamente, la obra simplista y franca de la limitación y la presunción
de los comentadores. Sin embargo, el hecho de que la crítica de
la revista de Gotinga le irritase y al mismo tiempo le moviese a
desarrollar una vez más, con apretada concisión, las ideas fundamentales de su teoría, hizo que aquel pobre y fortuito trabajo adquiriese a través de él una importancia sistemática universal: gracias a la nota bibliográfica de Garve-Feder v como reacción contra
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PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA
CRITICA
ella surgieron los Prolegómenos a toda futura metafísica que quiera presentarse como ciencia.
Desde el punto de vista histérico-literario, asistimos aquí a la
crisis decisiva de la filosofía alemana de la Ilustración. Los Prolegómenos destruyen de golpe aquel tipo de la filosofía popular en
boga hasta entonces, la "filosofía del sano sentido común", que
tan honradamente y sin prejuicios venía sustentando, por ejemplo,
un Garve. "El mazo y el escoplo —dice el prólogo de los Proíegómenos— son byenos, indudablemente, para tallar un pedazo de
madera, pero para grabar en cobre hace falta el punzón". En ninguna obra ejerce Kant c'on tanta superioridad como aquí este arte
sutil consistente en poner de manifiesto las más finas diferencias
y los más suaves matices de los conceptos fundamentales del conocimiento, al lado de sus conexiones generales.
Ahora podía enfrentarse ya con su propia obra terminada como
lector y como crítico; aliora podía desplegar de nuevo el multiforme tejido de su obra y, al rnismo tiempo, destacar y señalar con
seguridad los hilos principales que lo mantenían unido como un
todo. Hacía mucho tiempo que Kant —por ejemplo, en una carta
a Marcus Herz, de enero de 1779— venía reflexionando "sobre los
principios de la popularidad en las ciencias en general y en particular en la filosofía"; el problema que allí se planteaba había quedado ahora resuelto en lo teórico y en lo práctico. Sus Prolegómenos
representan, en rigor, una nueva forma de popularidad auténticamente filosófica, una introducción al sistema de la crítica de la
razón que nada deja que desear ni admite paralelo con ninguna
otra en cuanto a claridad y nitidez.
No hemos de desarrollar aquí, una vez más, el contenido material de esta obra; nos veríamos llevados de nuevo, con ello, a la
exposición de las ideas centrales'de la Crítica de la razón pura,
ya que no es sino la interpretación auténtica más segura de ellas.
Pero al lado de este contenido material los Prolegómenos tienen
también una significación personal en la trayectoria de su autor.
Al abarcar libremente con la mirada todo lo realizado hasta aquí,
Kant siente la necesidad de emprender una nueva y más vasta
obra de creación. Su labor crítica no ha terminado aún; empieza
a poner ya los cimientos para las futuras "elaboraciones sistemáticas" que habrán de enlazarse a las tres Críticas.
LOS PROLEGOMENOS
263
Los Principios metafisicos de la ciencia de la naturaleza,
obra publicada en 1784, contienen el nuevo bosquejo de la filosofía kantiana de la naturaleza. Dan una definición del concepto
de materia en la que palpita el espíritu trascendental en cuanto
que la existencia de la materia no aparece en ella como algo originario, sino como algo derivado, en cuanto que sólo se considera
como una expresión distinta de la acción y sujeción a leyes de
las fuerzas. La materia descansa para nosotros, según su concepto
empírico puro, en una determinada relación dinámica, en un equilibrio entre la atracción y la repulsión. Nuestro análisis no tiene
por qué remontarse más atrás, ni puede tampoco, en realidad, calar más hondo. En efecto, la llamada esencia metafísica de la
materia, ese algo "simplemente interior" que se da por supuesto
en ello, no pasa de ser una quimera vacía de todo sentido, "un
simple algo del que ni siquiera llegaríamos a comprender lo que
es, suponiendo que hubiese alguien que pudiera decírnoslo".
Lo único que empíricamente podemos captar de la materia es
una proporción matemáticamente determinable de la acción misma y, por tanto, naturalmente, sólo un algo comparativamente
interior, que consiste, a su vez, en proporciones externas.^ Cómo
se regulan estas proporciones, cómo se someten a los conceptos
generales de leyes y se coordinan con ellos, lo había expuesto ya
la Critica de la razón pura, en el capítulo sobre las "Analogías de la
experiencia". Los Principios metafisicos de la ciencia de la naturaleza se encargan de desarrollar de un modo concreto las ideas
centrales allí expuestas. Presentan las tres leges motus de que
partía Newton: la ley de la inercia, la ley de la proporcionalidad
de causa y efecto y la ley de la igualdad de las acciones y reacciones, como determinadas proyecciones de los principios generales
y sintéticos de la relación.
Al lado de esta labor realizada sobre la "metafísica de la ciencia de la naturaleza" aparece para Kant, ahora, la nueva orientación hacia la metafísica de la historia. En el número de la
Berlinische Monatsschrift ("Revista mensual de Berlín") correspondiente a los meses de noviembre y diciembre de 1784 vieron la
3 Véase Crítica de la razón pura, 2^ ed., p. 333 (iii, 237 s.) ; más detalles
sobre la construcción dinámica de la materia en Kant v. en August Stadler,
Kants Theorie der Materie, Leipzig, 1883.
264
PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA CRITICA
luz dos estudios de Kant titulados Idea para una historia general
concebida en un sentido cosmopolita y Contestación a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?, con los que se enlazan los Comentarios
bibliográficos a la primera y segunda parte de la obra de Herder,
Ideas para la filosofía de la historia de la humanidad, publicados
por Kant, en 1785, en la Allgemeine Literaturzeitung ("Revista general de Literatura") de Jena.
Parece, a primera vista, que estos artículos no pasan de ser trabajos breves y ocasionales, redactados a la ligera, y, sin embargo,
se contienen ya en ellos todos los fundamentos de la nueva concepción desarrollada por Kant acerca de la naturaleza del estado
y de la historia. Por eso hay que asignar a estos estudios, tan
pequeños en apariencia, una significación en cuanto a la trayectoria interna del idealismo alemán que apenas es inferior a la que,
dentro del círculo de sus problemas, corresponde a la Crítica de
la razón pura. El primero de ellos, que tiene por título Idea para
una historia general concebida en un sentido cosmopolita, lleva
consigo un recuerdo de alcance universal en la historia del espíritu: fué el primer escrito de Kant que Schiller leyó y que hizo
a nuestro gran poeta tomar la firme determinación de estudiar a
fondo la doctrina kantiana."*
Este estudio representa también en otro sentido una importante línea divisoria en la trayectoria espiritual de conjunto. De una
parte, se halla todavía dentro de las ideas histórico-políticas de
las postrimerías del siglo xviii; de otra, se anuncian ya claramente
en él las nuevas concepciones fundamentales del siglo xix. Kant
habla todavía aquí el lenguaje de Rousseau, pero lo ha dejado ya
atrás en cuanto a la fundamentación sistemática y metodológicade sus pensamientos.
Mientras que Rousseau concibe la historia humana como un
proceso en que el hombre va desviándose del estado primitivo de
inocencia y de dicha en que vivió antes de su entrada en la
sociedad, antes de su agrupación en colectividades sociales, Kant
considera como algo puramente utópico la idea de aquel estadio
primitivo, en cuanto hecho, y en cuanto ideal moral la cree equívoca y confusa. Es cierto que la ética kantiana gira en torno al
4 Véase carta de Schiller a Körner, 29 de agosto de 1787.
LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA
265
individuo y al concepto fundamental de la personalidad moral y
de sus leyes autónomas, pero la concepción histórica y filosóficohistórica de Kant conduce a la convicción de que sólo a través
de la sociedad puede llegar a realizarse empíricamente, de hecho,
la misión ideal de la autoconciencia moral del hombre.
El valor de la sociedad, medido por la dicha del individuo,
puede llegar a parecemos una magnitud negativa, pero lo único
que ello demuestra, según Kant, es que este punto de vista de la
medición y de la pauta es falso de por sí. El verdadero criterio
para aquilatar este valor no reside precisamente en lo que la sociedad y el estado hagan en provecho del individuo, por asegurar
su existencia empírica y su bienestar, sino en lo que significan
como medios de educación para la libertad. Y así planteado el
problema, se desprende para Kant esa antítesis fundamental que
abarca el contenido de toda su concepción de la historia.
La teodicea, la justificación moral interior de la historia, surge
cuando se comprende que el camino hacia la verdadera unidad
moral del género humano pasa siempre a través de la lucha y la
contradicción, que el camino hacia las leyes autónomas del hombre tiene que remontar siempre los obstáculos de la coacción. La
naturaleza, la "providencia" ha querido que el hombre cree exclusivamente por sí mismo cuanto trasciende de la ordenación mecánica de su existencia animal y que no comparta otra dicha ni
otra perfección que las que a sí mismo se procure, libre de todo
instinto y por obra de su propia razón: esto la obligaba a colocar
al hombre en un estado en que fuese, físicamente considerado, superior a toda otra criatura. Lo creó más lleno de necesidades y
más desamparado que a otros seres, precisamente para que aquella
plétora de necesidades fuese el acicate que le moviese a salir de
su natural limitación y de su natural aislamiento. No fué un impulso social colocado primitivamente en el hombre el que dió vida
a las primeras agrupaciones sociales, sino que fué el aguijón de la
necesidad, que siguió constituyendo también en lo sucesivo una de
las condiciones esenciales que mantuvieron en pie y fortalecieron
y consolidaron la trabazón social.
Lo que su estudio de los Principios metafisicos de la ciencia de
la naturaleza había desarrollado con vistas al organismo físico es
también aplicable, si se interpreta certeramente, al organismo so-
266
PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA
CRITICA
cial. Tampoco éste se mantiene en cohesión simplemente por obra
de aquella armonía interior primitiva de las voluntades individuales, sobre aquella base de moral social que invocaban en apoyo
de su optimismo un Shaftesbury y un Rousseau, sino que tiene sus
raíces, lo mismo que la cohesión de la materia, en las leyes de la
atracción y la repulsión, es decir, en un antagonismo de fuerzas.
Esta antítesis forma el embrión y la premisa de todo orden social.
"Así se dan los primeros verdaderos pasos de la barbarie a la
cultura, la cual consiste, propiamente, en el valor social del hombre; así van desarrollándose poco a poco todos los talentos, así va
formándose el gusto y, a fuerza de ilustración, se sientan incluso las bases iniciales para la fundamentación de un modo de
pensar que, con el tiempo, puede ir convirtiendo las toscas dotes
naturales, para los fines de distinción moral, en determinados principios del orden práctico y, finalmente, la coincidencia puramente patológica y forzada para formar una sociedad en un todo
auténticamente moral. Sin aquellas cualidades por sí poco simpáticas de la insociabilidad, de las cuales nace la resistencia, con
la que necesariamente tiene que chocar cualquiera en sus pretensiones egoístas, en una vida arcaica de pastores en la que reinasen
la armonía y el amor mutuo más completos y que se bastase por
entero a sí misma, todos los talentos se quedarían por siempre
en embrión; los hombres, bondadosos por naturaleza como las ovejas que apacientan, apenas atribuirían a su propia existencia mayor valor que el que tiene este ganado; no se preocuparían de llenar el vacío de la creación con respecto a su fin como naturaleza
racional. Demos, pues, gracias a la naturaleza por la incompatibilidad y las rencillas que reinan entre los hombres, por las rivalidades nacidas de su vanidad, por su apetito insaciable de riqueza
o de poder, pues sin esto dormitarían eternamente en la humanidad, sin llegar a desarrollarse, sus dotes naturales más excelentes."
Por donde, en el transcurso y a través del progreso de la historia, el mismo mal se convierte necesariamente en fuente y acicate del bien y la discordia aparece como el único fundamento
de la verdadera concordia moral, segura de sí misma. La verdadera idea del orden social no consiste en hacer que las voluntades
individuales desaparezcan en una nivelación general, sino en mantenerlas en su propia peculiaridad y, por tanto, en su antagonismo;
LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA
267
pero, al mismo tiempo, en determinar la libertad de todo individuo
de tal modo que termine allí donde empiece la libertad de los
demás.
La meta ética hacia la que marcha y se proyecta todo el desarrollo de la historia consiste en hacer que la propia voluntad del
hombre se asimile esta determinación, que por el momento sólo
puede imponerse por medio de la coacción externa, y la reconozca
como la realización de su propia fama y de su postulado fundamental. Es aquí donde reside el problema más difícil que el género humano tiene que resolver y para el que no son más que
otros tantos medios todas las instituciones político-sociales y el
mismo orden público y el estado en todas las formas y modalidades de su existencia histórica. Por lo tanto, no sólo es posible el
intento filosófico de enfocar desde este punto de vista la historia
general del mundo, viendo en ella, consecuentemente, la realización progresiva de un "plan de la naturaleza" que tienda hacia la
completa unificación civil del género humano, sino que además
el tal plan debe reputarse saludable y estimulante para este mismo designio de la naturaleza.
"No es uno de los móviles menos importantes —he aquí las
palabras con que Kant pone fin a este estudio— que nos llevan a
adoptar un punto de vista especial en la consideración del universo el de justificar a la naturaleza o, mejor dicho, a la providencia.
Pues ¿de qué sirve ensalzar y encarecer la magnificencia y la sabiduría de la creación en el reino irracional de la naturaleza si la
parte del gran escenario de la sabiduría suprema en que se encierra sobre todo el fin de ésta —o sea la historia del género humano— constituye una incesante protesta contra ello, de la que nos
vemos obligados a apartar constantemente la vista con repugnancia y que, desesperando de encontrar jamás aquí abajo una intención racional acabada, nos obliga a cifrar nuestras esperanzas en
otro mundo?" ^
Siempre y cuando nos mantengamos dentro del punto de
vista del problema trascendental, volvemos a encontrarnos con
que lo que debe retener nuestro interés no es tanto el contenido
5 Idea para una historia general concebida en un sentido cosmopolita
151-166Ì.
(iv,
268
PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA
CRITICA
de esta concepción de la historia como su metodología peculiar.
Lo que Kant busca aquí, ante todo, es un nuevo "punto de vista
para considerar el mundo", una actitud distinta de nuestro conocimiento ante el curso de la existencia histórico-empírica. Y el
propio Kant se cuida de advertir expresamente al final de su ensayo que esta actitud no afecta en absoluto ni intenta en
modo alguno desplazar a la concepción histórica al uso, la cual se
preocupa de captar y exponer narrativamente los fenómenos en
el terreno puro de los hechos.®
Pero al lado de este método tradicional tiene que haber necesariamente otro que nos revele verdaderamente el sentido de los
fenómenos históricos, por medio del cual se manifieste su significación de un modo totalmente distinto que a través del entrelazamiento puramente empírico de los hechos. En este punto de la
investigación aún no es posible abarcar completamente con la mirada y delinear con absoluta nitidez, en el plano de los principios,
el carácter fundamental de este nuevo método, pues la filosofía de
la historia de Kant es simplemente un eslabón dentro de su sistema general de la teleología. Será el desarrollo total de este sistema en sus obras éticas fundamentales y en la Critica del juicio lo
que permita emitir el fallo crítico último y definitivo sobre los
problemas fundamentales de la teleología histórica.
Sin embargo, ya aquí, en estos rudimentos de la filosofía kantiana de la historia, se nos revela con toda claridad el viraje decisivo. Ya las primeras líneas de la teoría kantiana nos llevan del
terreno del ser, en que venía moviéndose la investigación crítica,
al terreno del deber ser. Para Kant sólo existe "historia", en el estricto sentido de este concepto, allí donde consideramos una determinada serie de acaecimientos de tal modo que no vemos en ellos
solamente la sucesión en el tiempo de algunos de sus aspectos o
su conexión causal, sino que los referimos a la unidad ideal de
una "meta" inmanente. Sólo allí donde aplicamos consecuentemente este pensamiento, esta nueva manera de enjuiciar, se destaca el acaecimiento histórico,, en su independencia y peculiaridad,
de la corriente uniforme del devenir, del complejo de la simple
trama natural de causas y efectos.
® Idea para una historia general...
(rv, 165 s.).
LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA
269
Dentro de este contexto nos damos cuenta inmediatamente de
que el problema del "fin de la historia" tiene para Kant, en consonancia con su fundamental concepción trascendental, un significado completamente distinto que para la concepción usual del
mundo y para la metafísica tradicional. Así como sólo se conseguía penetrar plenamente en la vigencia de las "leyes naturales"
al comprender que no es que la naturaleza dada "tenga" leyes,
sino que es, en rigor, el concepto mismo de ley el que determina
y constituye el concepto de naturaleza, la historia no posee tampoco, ni siquiera accesoriamente, un "sentido" y una "finalidad"
peculiares, considerada como un contenido, por lo demás fijo, de
hechos y acaecimientos, sino que es la premisa de este sentido mismo la que crea su propia "posibilidad", la posibilidad y la significación específica de la historia. La "historia" sólo existe verdaderamente allí donde no nos situamos con nuestras reflexiones en el
plano de los simples acaecimientos, sino en el plano de los actos:
pues el concepto mismo de acto lleva implícito el concepto de
libertad.
He aquí cómo el principio de la filosofía kantiana de la historia apunta de antemano al principio de la ética kantiana, que le
sirve de remate y en el que se cifra su completa y acabada explicación. Y esta correlación, sustancial para Kant en un sentido
metodológico y forma originaria de su concepto de la historia, es
también determinante para el contenido de ésta. La evolución
histórico-espiritual de la humanidad coincide con los progresos,
con la comprensión cada vez más clara y con la penetración cada
vez más profunda de la idea de libertad.
La filosofía de la Ilustración alcanza aquí su meta más alta; y
en el ensayo de Kant que lleva por título Contestación a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? encontramos también el remate claro y programático de aquella filosofía. "La Ilustración es el término de la minoría de edad del hombre debida a su propia culpa.
Llamamos minoría de edad a la incapacidad para servirse del
propio entendimiento sin ayuda de otro. Y esta minoría de edad
se debe a la propia culpa del hombre si su causa no reside en la
falta de entendimiento, sino en la falta de decisión y de valentía
para servirse de él sin necesidad de la ayuda de nadie. Sapere
270
PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA
CRITICA
aude! Ten el valor de servirte de tu propia inteligencia: tal es,,
por tanto, el lema de la Ilustración."
Pero este lema es, al mismo tiempo, el de toda la historia humana, pues es en el proceso de la propia liberación, en la línesw de
progreso que va de la vinculación natural a la conciencia autónoma del espíritu con respecto a sí mismo y a su misión en lo que
reside lo único que podemos llamar "acaecer" en el sentido espiritual de la palabra.
Con esta convicción y este espíritu fundamental aborda Kant
las Ideas para la filosofía de la historia de la humanidad, de Herder, y partiendo de aquí es como podemos comprender inmediatamente el antagonismo que necesariamente tenía que declararse
entre el autor de esta obra y él. Es cierto que también en la concepción de esta obra fundamental suya sigue siendo Herder el
discípulo de Kant, es decir, del hombre que en los años de estudiante en Königsberg le señaló antes que nadie le camino para
aquella filosofía "humana" que en lo sucesivo habría de ser su
ideal permanente. Pero más profundamente que nuestro filósofo
influyó en el conjunto de su manera de ver la historia la concepción del mundo de Hamann, con el que se sentía verdadera e íntimamente compenetrado en su espíritu.
Lo que Herder buscaba en la historia era la intuición de las
manifestaciones infinitamente múltiples e infinitamente varias de
vida de la humanidad, que se revela, sin embargo, y se manifiesta a través de todas ellas, con ser tan multiformes, como una y la
misma. Cuanto más va ahondando en este todo, no para reducirlo
a conceptos y reglas, sino para sentirlo y revivirlo, más claramente comprende que ninguna pauta abstracta, ningún concepto moral
uniforme de norma y de ideal puede, por sí solo, agotar su contenido. Toda edad del mundo y del tiempo, toda época y toda nación lleva dentro de sí misma la medida de su plenitud y de su
"perfección". No vale, en este punto, "comparar" lo que son y lo
que quieren; no vale destacar los rasgos comunes en los que se
extingue y borra precisamente lo característico, lo que hace de lo
particular algo concreto y vivo.
Así como el contenido de vida del niño no puede medirse por
el del hombre adulto o el del anciano, sino que posee en sí mismo,
como el propio niño, el centro de su ser y de su valor, así acontece
LA FILOSOHA DE LA HISTORL\
271
también con la vida histórica de los pueblos. La idea de la "perfectibilidad" intelectual y moral sin cesar progresiva del género
humano no es otra cosa que una pretenciosa ficción en que se apoya la época que es en cada caso la última para creerse autorizada
a mirar desdeñosamente a todas las fases anteriores de cultura
como a épocas ya superadas y caducas. Si queremos captar la verdadera imagen de la historia tenemos que dejar que se proyecte
sobre nosotros con todo su brillo y con todo su abigarramiento y
también, por tanto, con toda la irreductibilible variedad de sus
rasgos concretos.
Claro está que no proponiéndose, como no se propone la obra
de Herder, ser simple historia, sino filosofía de la historia, entraña
también determinadas directivas y orientaciones teleológicas a que
ha de ajustarse la infinita variedad del acaecer. También a Herder
se le va revelando en la marcha progresiva de la historia un "plan"
providencial; pero aquí este plan no entraña ninguna meta externa
que se imponga a los acaecimientos, ninguna finalidad general sobre la que todos ellos se proyecten. Lejos de ello, es siempre la
plasmación individual la que determina en última instancia la forma de la totalidad en que la idea de la humanidad se realiza de
un modo concreto. En el cambio de acaecimientos y de escenas,
de individualidades y vicisitudes nacionales, de orto y ocaso de
determinadas formas históricas de existencia aparece ante nosotros,
en último resultado, un todo, el cual, sin embargo, no puede ser
captado como resultado desprendido de todos estos factores, sino
solamente como su conjunto vivo.
Herder no se detiene a seguir investigando las características
del conjunto. Si alguien lo posee es que la historia le ha revelado
su secreto; éste no necesita ya de ninguna norma exterior a él que
se la revele y explique. Por tanto, mientras que Kant, para comprender el senrido de la historia, necesita de la unidad abstracta
de un postulado ético y ve en ella la solución cada vez más perfecta de un problema infinito, Herder se detiene en ella como en
algo dado y nada más; y mientras que aquél, para llegar a comprender interiormente lo que acaece, necesita proyectarlo sobre un
"deber ser" inteligible, Herder se detiene, por decirlo así, en el
plano del puro "devenir". A la concepción èrica del mundo, basada en el dualismo de "ser" y "deber ser", de "naturaleza" y
272
PRIMERAS REPERCUSIONES DE LA CRITICA
"libertad" se contrapone *aquí con absoluta nitidez la concepción
orgánica y dinámica de la naturaleza, que se esfuerza en concebir
ambas cosas simplemente como dos aspectos de la misma evolución.
Sólo enfocándolas desde el punto de vista de este antagonismo
fundamental en la historia del espíritu podemos llegar a comprender y valorar en su verdadero sentido los dos comentarios de
Kant a las Ideas de Herder. Quiso el trágico destino de Herder
que éste no fuese capaz de seguir los derroteros de Kant y de la
filosofía crítica desde la década del sesenta, que no pudiera remontarse a las alturas de estas reflexiones y que, como consecuencia
de ello, su polémica con Kant fuese degenerando cada vez más en
querellas mezquinamente personales. En cuanto a Kant, no se le
puede considerar totalmente libre de la culpa —si es que en los
pleitos espirituales de esta clase puede hablarse realmente de "culpa" o de "inocencia"— de haber cerrado su espíritu, dada la superioridad que su análisis crítico de los conceptos fundamentales le
daba, a la gran concepción de conjunto que vivía en todo Herder,
pese a todos los defectos conceptuales de que sus deducciones filosófico-históricas pudieran adolecer. Un hombre como él, como
Kant, que se preocupaba ante todo del rigor del razonamiento, de
la precisa y exacta derivación de los principios y de la nítida separación de su esfera de vigencia, no podía ver en la metodología de
Herder otra cosa que "una gran sagacidad para descubrir analogías y una intrépida imaginación en el modo de manejarlas, combinada con la habilidad de reaccionar ante su objeto, envuelto
siempre en una forma oscura, por medio de sentimientos y sensaciones que, como resultado de una gran plétora de ideas o como
sugerencias llenas de sentido, permiten conjeturar mucho más de
lo que se alcanzaría, probablemente, con un frío enjuiciamiento
del problema".
El crítico y analítico filosófico exigía también aquí, implacablemente, la renuncia a toda forma de "sincretismo" metodológico,"^ renuncia que, indudablemente, habría anulado también los
más peculiares métodos personales del método herderiano.® Pues
7 Cf. carta de Kant a Fr. Heinr. Jacobi, 30 de agosto de 1789 (ix, 4315.).
8 Más detalles sobre la lucha de Herder contra Kant v. en la excelente
exposición de Kühnemann, Herder,
ed., pp. 383 55.
LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA
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este método consiste precisamente en pasar continua y directamente de la intuición al concepto y de éste a la intuición, es decir, en
que Herder es, en cuanto filósofo, poeta, y en cuanto poeta, filósofo. Esto explica también la irritación de que dió pruebas a partir de ahora en su lucha contra Kant y la creciente furia con que
siguió su controversia contra el filósofo de la crítica de la razón:
dábase cuenta y sabía que lo que aquí se estaba ventilando no era
precisamente un problema concreto, sino que los postulados teóricos fundamentales de Kant ponían en tela de juicio, en realidad,
la esencia misma de su concepción y su talento más propio y
peculiar.
Por lo que se refiere a los dos comentarios kantianos de la obra
maestra de Herder, es cierto que en ellos no aparece desarrollado
todavía en su plenitud este antagonismo. Aún no había dado
cima Kant a la fundamentación de su ética ni había llegado a
esclarecer de un modo definitivo su concepto de la libertad, y esto
hacía que no se diese todavía una de las premisas fundamentales
para ello. Es cierto que ya la Critica de la razón pura había proclamado el concepto de la libertad y comentado la antinomia entre este concepto y el de autonomía; pero, en realidad, la cosa
seguía, en conjunto, dentro de los límites de una determinación
puramente negativa del contenido de la idea de libertad.
La aparición de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, en 1785, marca la transición hacia un orden de reflexiones positivas, es decir, encaminadas a sacar definitivamente de
quicio toda la anterior antítesis de "deterrninismo" e "indeterminismo", del que parecía seguir dependiendo la crítica de la razón
pura. Desde este punto de vista es como podemos comprender lo
que los estudios filosófico-históricos de los años 1784 y 1785 representan dentro del conjunto de las actividades de Kant como
escritor filosófico. Establecen el enlace con todo un círculo de
problemas nuevos en el que se irá concentrando cada vez más
intensamente, en lo sucesivo, el interés sistemático. El concepto
kantiano de la historia no es sino un ejemplo concreto de un complejo de problemas que tienen todos ellos su verdadero centro
de gravitación en el concepto de la "razón práctica", campo que
Kant investigará a fondo en esta nueva etapa de su vida y de
su obra.
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