Subido por Beatriz Guijosa Vazquez

Ellie-Alex Chapters 4-5 Revisión en español

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Los días pasan volando. Antes de que me dé cuenta, ya es
sábado por la noche y aquí estoy, de pie frente a su edificio,
todavía debatiendo si ha sido prudente por mi parte venir aquí, y
sobre todo aceptar seguir discutiendo el asunto. El tiempo no ha
hecho nada para convencerme de que este es un buen plan. Al
contrario, siento que esto es solo abrir la puerta a nuevos
problemas.
El apartamento de Alex está en el decimocuarto piso de una
torre de aspecto moderno construida hace dos años. Al levantar
la cabeza hacia la elegante estructura, hago una mueca. Todo es
plateado y pulido y por los pasillos cuelgan cuadros de arte
moderno sin sentido. Prefiero los lugares con alma, con historia.
No me sorprende que haya elegido vivir en un lugar así, me
encuentro murmurando para mí misma mientras me dirijo al
ascensor de cristal. Seguro que hasta contrató a un diseñador de
interiores para decorar su piso.
Dos minutos más tarde, salgo del ascensor y entro en un
pasillo con luz cálida. Me dirijo a la puerta minimalista de madera
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oscura del piso de Alex. Estoy a punto de llamar cuando él abre la
puerta. Me saluda con una sonrisa.
—Quiero asegurarte que esta noche seré un caballero, lo
prometo. Sé que tus heroínas se sienten incómodas cuando están
cerca de un hombre guapo que les gusta.
Hago una mueca.
—Si piensas pasar la noche burlándote de mí, mejor me doy
la vuelta.
Levanta las manos y se hace a un lado para invitarme a pasar.
—Seré el anfitrión perfecto. Quiero que pasemos una velada
agradable y que discutamos la propuesta de Meg con la cabeza
despejada.
Su piso es como me lo esperaba: bonito, pero sin alma.
Algunos muebles modernos en una combinación de colores
bastante monocromática ocupan la mayor parte del espacio.
Estoy a punto de hacer un comentario cuando me llega un
delicioso aroma a cocina italiana.
—¿Has estado cocinando? —pregunto, llevándome una mano
al pecho.
Él asiente con la cabeza.
—Tortellini rellenos de pollo, en salsa de tomate y albahaca.
—Interesante elección. Apuesto a que le preguntaste a Meg
cuál es mi comida favorita.
Alex hace poco esfuerzo para ocultar su sonrisa mientras me
lleva a un balcón que es más grande que toda mi habitación. La
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vista a la bahía es impresionante: brilla bajo la luna llena contra
un cielo claro y negro. Alex habla con voz suave mientras me
acerca una silla.
—Si mi intención fuera impresionarte o incluso, Dios no lo
permita, seducirte, créeme, habría buscado una forma mucho
más efectiva que con la comida. Tengo más de una idea para hacer
que nuestra velada sea interesante.
¿Está coqueteando conmigo? ¿Por qué de repente está
coqueteando conmigo? Normalmente, tiene un objetivo:
molestarme. Mantengo la boca cerrada y acepto la copa de vino
que me ofrece mientras me enseña el piso. Tiene tres
habitaciones, dos baños, una gran cocina, un amplio salón y una
terraza que rodea toda la planta. No hay nada para criticar, ni
aunque se estuviera dispuesto a encontrarle defectos. Cuando me
dice que lo ha decorado él mismo, me siento culpable por mis
pensamientos anteriores, aunque no lo suficiente como para
compartirlos con él y disculparme. No cambio de opinión cuando
me enseña su dormitorio y me dice:
—¿Qué te parece? ¿Les gustaría a tus heroínas? Te juro que
no le doy el mismo uso que Logan.
—Apuesto a que no —murmuro y él niega con la cabeza, con
una leve sonrisa que se le asoma en los labios.
—Qué poca fe.
Volvemos al balcón y no tarda en traer unos cuencos
profundos con la pasta caliente y humeante.
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No me gusta admitirlo, pero sus tortellini son los mejores que
he probado en la vida y no tardamos en reírnos mientras
hablamos. Para cuando nuestros platos están limpios, me siento
de buen humor. Alex es el primero en abordar el tema que nos
reúne esta noche.
—He reflexionado sobre la propuesta de Meg —dice—y puede
que algo de razón tenga. Deberíamos intentarlo.
No me sorprende su decisión. De alguna manera, me lo
esperaba. Le gustan los retos más que a la mayoría de las personas
y el hecho de que no hubiera rechazado la idea de inmediato ya
había sido revelador.
—Yo también lo he pensado —respondo— pero no veo cómo
podría funcionar. ¿Sobre qué vamos a escribir?
—Esa decisión la tomaremos juntos. Podemos compartir
nuestros puntos de vista y partir de ahí.
—¿Y quién tiene la última palabra?
Estira su mano para tocar las yemas de mis dedos.
—Los dos. Si, por ejemplo, uno de nosotros no está de acuerdo
con una escena, podemos cortarla, modificarla y, como último
recurso, siempre podemos pedir la opinión de Meg. Al fin y al
cabo, es muy buena en su trabajo.
Golpeteo el dedo índice contra mi copa de vino mientras mis
ojos se desvían hacia la playa, a unos metros de distancia.
Considero su sugerencia.
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—Voy a serte sincera. Escribir aventuras románticas siempre
ha sido un sueño. Pero me pregunto si tú y yo podemos hacerlo
juntos.
Ladea la cabeza y se encoge de hombros.
—¿Por qué no?
—¿Por qué no? Sabes bien por qué. Para empezar, no sientes
ningún aprecio especial ni por mí ni por mis libros. Si a eso le
añadimos que te considero arrogante y maleducado, ahí tienes la
respuesta. Con tanta animosidad entre nosotros, dudo mucho de
nuestra capacidad para encontrar algún punto en común, sin
importar el tema.
Le da un sorbo a su copa antes de buscar mi mirada.
—Si me preguntas, tengo una opinión diferente sobre las
razones por las que te niegas a trabajar conmigo. Te sientes
amenazada por mí...
Levanto las manos.
—¿Amenazada? Qué teoría tan absurda. ¿Por qué me sentiría
amenazada?
Se hunde de nuevo en su silla.
—Porque te sientes atraída por mí —me lanza—. Por lo tanto,
tienes miedo de que si trabajamos juntos, no puedas resistirte a
mí durante mucho tiempo. Tienes miedo de no tener el control de
tu vida; por eso prefieres no arriesgarte.
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Vacío mi copa de un trago y le lanzo una mirada sombría. Su
arrogancia me asombra. ¿Es esto lo que ha estado imaginando
todo este tiempo? ¿Cómo ha podido llegar a esa conclusión?
—¿Me estás tomando el pelo? —Me esfuerzo por bajar la voz—
. ¡No me atraes! Nunca he pensado en ti de esa forma.
Se inclina hacia mí y entonces, en ese momento, dimensiono
lo pequeña que es la mesa. Sus labios se acercan a los míos y
cuando su aliento acaricia mi piel, mi cuerpo se despierta. Puede
que nunca haya pensado en él de forma romántica, pero de
repente, la palabra "peligro" pasa por mi mente. Dudo poder
hacer algo para detenerlo si intenta besarme.
—No me creo ni una palabra de lo que acabas de decir —
susurra.
Por suerte para mí y para mi corazón acelerado, solo está
jugando conmigo. Cuando se echa hacia atrás, me doy cuenta de
que sigo inclinada hacia él.
—Así que —comienza a decir dejándose caer en su silla—
estamos de acuerdo. Supongo que no hay razón para que no
podamos trabajar juntos. Por el bien de nuestras carreras,
digamos que no deseas mi cuerpo y yo puedo resistirme a tu
encanto.
Una vez que proceso lo que está diciendo, mi estómago se
revuelve. Odio el hecho de que me haya hecho caer en la trampa.
Si insisto en decir que tengo problemas para trabajar con él,
parecerá que admito que me atrae.
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Vuelve a llenar mi copa. Se la arrebato y doy un largo sorbo.
—Bueno, entonces... —Decido seguirle la corriente—¿Sobre
qué deberíamos escribir?
—He pensado que, ya que te gustan las aventuras y los viajes,
nuestros personajes deberían viajar.
Sus palabras inician una batalla en mi interior. Por un lado,
temo no estar a la altura, pero por otro, me encantaría escribir
una aventura romántica que tuviera lugar en un escenario exótico.
Giro mi anillo distraída.
—Reconozco que esa idea me atrae. Llevo años soñando con
escribir este tipo de libro. —En cuanto empiezo a hablar de mi
oficio, el entusiasmo se apodera de mí—. No lo he hecho hasta
ahora porque no me imagino captando la atmósfera de un lugar
que nunca he visitado. Eso es más bien lo tuyo.
Cuanto más evalúo el potencial de una novela así, más ganas
tengo de sumergirme de lleno. Hago caso omiso del hecho de que
Alex no ha dicho ni una palabra y continúo hablando sin
detenerme siquiera a respirar.
—El problema es que si dividimos el trabajo de esta manera y
nos ceñimos a lo que se nos da bien, no alcanzaremos nuestro
objetivo, que es ampliar nuestros horizontes. No mejoraremos
nuestro oficio.
Se acaricia la barbilla.
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—No tenemos que dividir el trabajo de esa manera.
Deberíamos escribir nuestro libro in situ, juntos, a medida que se
desarrolla la trama.
Casi me hace escupir el vino.
—¿Ya estoy ebria o acabas de decir que vamos a escribir el
libro in situ? ¿Quieres decir en los lugares sobre los que vamos a
escribir?
Me mira con una leve sonrisa que hace que se me estremezcan
hasta los dedos de los pies. Concéntrate, Ellie. No eres una idiota.
No vas a caer en la sonrisa de Alex.
—No es tan descabellado como parece. Siempre visito los
países a los que viaja Logan. Quiero que sus aventuras suenen
auténticas, pero también satisfacer mi propia sed de viajes y
aventuras. ¿Por qué no hacer lo mismo à deux? Démonos dos
meses; sería suficiente para escribir el primer borrador. Así
tendríamos tiempo de conocer los sitios que visiten nuestros
personajes y de impregnarnos de la atmósfera de los lugares.
Alex me mira con ojos tan vívidos que me obliga a hacer las
maletas y comenzar este viaje de inmediato.
—Es increíblemente tentador —no puedo evitar decir. Sin
embargo, la espina de la duda permanece—.Pero, ¿cómo vamos a
elegir nuestro destino? —¿Y podría dejar de sonreír? Vuelve a ser
el idiota arrogante que conocí hace tres años.
—No tendremos que hacerlo; nuestros héroes lo harán por
nosotros —responde, ajeno a mi batalla interna por controlar mis
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manos e impedir que busquen acariciar su apuesto rostro—. Ellos
son los que viajan, ¿recuerdas?
Me recompongo y miro con cara de piedra su sonrisa
bobalicona.
—Digamos que seguimos con este plan. ¿Quiénes son
nuestros personajes? ¿Qué hacen? ¿Arqueólogos, tal vez?
Siempre me ha gustado leer libros sobre arqueólogos.
—Me gusta ese ángulo, pero me temo que estaremos
atascados en tener que inventar siempre intrigas alrededor de una
reliquia. Además, no olvidemos que Logan ya busca objetos
valiosos en la mayoría de mis libros. Para mí, sería como escribir
lo mismo, por mucho que me guste Logan.
Asiento con la cabeza.
—Entonces, ¿qué? ¿Un aventurero que tiene suficiente dinero
para hacer lo que se le antoje y se aburre lo suficiente como para
buscar aventuras de todo tipo?
—No pareces muy entusiasmada.
Me encojo de hombros.
—No es eso. De hecho, sería fácil crear un personaje con una
fuente de riqueza infinita a su disposición. —Sonrío, clavando los
ojos en él—. El problema que preveo es que podríamos acabar
tomando el camino fácil y caer en la trampa de un personaje que
resuelve sus problemas y seduce a las mujeres gracias a su
fortuna. Me temo que te resulte difícil esquivar ese obstáculo
Me da un codazo juguetón.
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—Touché. Pero permíteme aclarar que Logan rara vez se
aprovecha de su fortuna como arma de seducción, como estás
insinuando. Lo que hace que las mujeres se enamoren de él es su
increíble carisma. Ya deberías saberlo.
—¿Por qué debería? —pregunto confundida, hasta que me
doy cuenta. Está hablando de nosotros, de mí y de mis
sentimientos hacia él. No hay ningún "nosotros" y tengo que
dejarlo claro—. Oh, muy inteligente, usando mis propias palabras
en mi contra, excepto que no te encuentro carismático en lo más
mínimo. En cuanto a Logan, se la pasa usando su fortuna para
conseguir sus objetivos.
Aunque estamos discutiendo, el ambiente es más amistoso
que de costumbre, y empiezo a vislumbrar la perspectiva de
escribir sobre una pareja de aventureros con él.
—¿Y su relación? ¿Serán una pareja desde el principioo se
convertirán en una más adelante? —le pregunto.
—¿Qué prefieres? —Su mirada se vuelve vanidosa mientras
me sonríe.
Le respondo de modo que entienda que soy consciente de su
pequeño juego.
—Como lectora, prefiero ver algo de tensión, de suspenso
antes de que pase algo entre ellos. Me gustan las chispas que solo
una atracción no revelada puede provocar, pero... puede que
cambie de opinión si me convences de lo contrario. —Hago un
movimiento juguetón con las cejas.
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Se queda sin palabras por un momento antes de responder
con una voz entrecortada por la risa:
—Ellie Adams, ¿tienes un lado secreto aparte del romántico y
divertido que compartes con tus heroínas? ¿Se equivoca todo el
mundo contigo?
—Nunca lo sabremos, ¿verdad? —le respondo.
Vuelve a inclinarse hacia delante.
—Oh no, acabas de cometer un error de principiante. Nunca
debería
desafiarme,
señorita
Mis-Ojos-Cambian-De-Color-
Según-Mi-Humor.
Luchando por ocultar mi sorpresa, mantengo el contacto
visual y una voz firme.
—Tú empezaste este juego y no quiero que te hagas la ilusión
de que no soy una oponente digna. Puede que escriba comedias
románticas, pero puedo ser apasionada y me gustan los retos. No
cometas el error de pensar que puedes manipularme. Yo pongo
las reglas, te lo aseguro.
Inesperadamente, coge mi mano y entrelaza nuestros dedos.
Su voz parece una caricia cuando dice:
—No lo cuestiono ni un segundo, pero ¿quién dijo que me
molestaría? De vez en cuando, me gusta que otro ponga las reglas.
Estaré de acuerdo con lo que quieras, ya sea que estén
enamorados y no puedan alejarse el uno del otro o que tengan un
largo camino por recorrer antes de enamorarse. Solo te pediré una
cosa.
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—¿Y qué sería…? —tartamudeo. Me ha perturbado,
haciéndome perder el hilo de mis pensamientos tan solo cogiendo
mi mano y susurrándome al oído.
—Tendrán que coquetear y besarse en cada oportunidad.
—¿Qué? Eso es ridículo. Para besarse, tendrían que sentirse
atraídos el uno por el otro. Sería una tontería que se besaran sin
motivo.
—Motivos podemos darles. Solo se necesita un poco de
imaginación y a ninguno de los dos nos falta. —Con estas
palabras, capto sus ojos recorriendo mi rostro antes de posarse en
mis labios entreabiertos. Me restriego las manos, consciente de su
acalorada mirada.
—Todavía no estoy convencida de que esto sea una buena
idea.
En cuanto las palabras salen de mis labios, sé que no estoy
hablando únicamente de nuestra posible pareja imaginaria. Y él
lo sabe. Su pulgar traza círculos en la palma de mi mano y pronto
está tan cerca que sus labios casi rozan los míos. Mi corazón se
acelera. La delicadeza de su tacto enciende mi deseo de responder
a sus caricias y dejarme llevar por su juego, y aunque sé que estoy
entrando en terreno peligroso, no encuentro la fuerza para
apartarme.
Lo que me salva es que, en mi pánico, vuelco mi copa de vino
sobre toda mi blusa y mis pantalones de color morado claro. Me
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levanto de golpe cuando él salva la copa de que ruede por la mesa
y se rompa.
—¿Crees que podemos incluir esta escena en una de nuestras
historias? —me pregunta, fingiendo una expresión seria.
Frunzo el ceño cuando lo absurdo de lo que hemos estado a
punto de hacer me golpea, y me culpo por comportarme de forma
tan imprudente.
—¿Sabes?Si vamos a trabajar juntos, tienes que dejar de jugar
a estos juegos conmigo.
—Corrígeme si me equivoco, pero por lo que pude ver, estabas
lejos de ser indiferente a mis juegos.
Hace un momento, estaba dispuesta a hablar con él de forma
tranquila y profesional, pero su atrevimiento al decir que quería
que me besara me deja sin palabras. También me dan ganas de
hacerlo pedazos y salir corriendo. Tenga razón o no, es indecente
señalarlo de forma tan rotunda.
Me río burlonamente.
—Pues te equivocas. No te engañes creyendo que puedes
seducirme. Tu poder de seducción sobre mí es inexistente.
—Entonces ya tenemos la respuesta.
—¿Perdón? —Parpadeo varias veces, esperando que me
explique a qué se refiere.
—La respuesta sobre nuestra pareja. Se te da bien interpretar
la indiferencia, así que sugiero que nuestros personajes se tomen
su tiempo para estar juntos. Confío en ti para escribir esas
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escenas. Para mí sería más difícil. Tendría la tentación de
acercarlos en cada oportunidad —dice en voz baja con una
sonrisa.
Me quedo mirándolo un momento sin decir nada antes de
susurrar:
—Eres imposible, ¿lo sabes?
—Puedo serlo, pero mis otras cualidades hacen que se olviden
mis defectos. Así es como veo nuestra colaboración: ambos
tenemos habilidades diferentes, así que cuento contigo para
completarme; y sí, esa es la palabra correcta.
—¿Piensas seguir jugando a este juego mucho más tiempo?
—Mientras me siga divirtiendo.
Sonríe burlonamente mientras estira su pierna para tocar la
mía.
—¿Sabes qué? No puedo esperar a pasar tiempo contigo. Eres
lo que necesito en mi vida ahora mismo. Solo han pasado tres
horas desde que estamos juntosy ya quiero escribir sobre Logan y
una hermosa mujer de pelo chocolate y ojos verde mar, que le
hará la vida imposible durante un tiempo.
—Oh, me halaga mucho que me imagines como tu heroína, y
nada menos que en términos tan elogiosos. —Le hago ojos y él se
ríe.
—Sin embargo, tengo dudas. Sospecho que no te va a gustar
el final que tengo pensado.
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—¿Te refieres a tu idea tan original de terminar cada uno de
tus libros con Logan en la cama con su última conquista? No te
preocupes, sobreviviré. Incluso yo puedo resistirme a un seductor
que conocí en el mundo imaginario de alguien.
Esta vez, un brillo desafiante cruza por sus ojos.
—Mmm, tan confiada en tu capacidad de resistirte a la
tentación. No olvides que debes ayudarme a mejorar mis textos.
¿Estás segura de que puedes hacerlo sabiendo que estaba
pensando en ti cuando escribí sobre cómo Logan atrapó sus labios
y empezó a dibujar...
—¿Puedes parar? —pregunto con brusquedad mientras me
levanto de un salto y empiezo a pasearme.
Suelta una risa ligera mientras me tiende la mano.
Espontáneamente, pongo la mía en la suya y me atrae haciasu
regazo.
—Ves, tenía razón. Puedo hacer que dejes caer tu fachada —
dice. Siento contra mi piel el leve peso de su mano extendida
sobre mi cintura, pero emana ondas de calor a través de todo mi
cuerpo. Sé que debería apartarme o al menos resistirme. Sin
embargo, no hago nada.
—Podemos hacerlo —dice esta vez con seriedad.
—Ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo sobre su
profesión. ¿Cómo se supone que vamos a decidir sobre todos los
demás detalles que hacen que un libro tenga éxito? —Mi voz es
firme, a pesar de la confusión que reina en mi mente.
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—Los inventaremos sobre la marcha.
Frunzo toda la cara.
—No estoy segura de que esa sea la mejor manera de trabajar.
—Así es exactamente como debemos hacerlo. Dejar que nos
sorprendan. Te he dicho mil veces que nunca entenderé cómo
puedes escribir con un plan. Trabajar sin un plan es liberador y
divertido. Arriésgate y confía en mí por una vez.
Me acaricia suavemente la parte baja de la espalda, lo que
hace que mi corazón se acelere. Un deseo de acurrucarme en sus
brazos me abruma y, por primera vez en una eternidad, me siento
vulnerable en presencia de un hombre.
—Periodistas —grito de repente para distraerme—. Lo sé, se
ha hecho mil veces, pero nos permitiría escribir sobre el tema que
quisiéramos. Siempre es interesante ser periodista. Podemos
ponerlos constantemente en situaciones inéditas.
—Puedo verle el potencial. Lo que tenía en mente era que uno
de ellos fuera un ladrón de alto nivel y que el otro lo persiguiera.
—Oh... ya veo por qué te gustaría eso, pero no me convence la
idea.
Detiene momentáneamente su caricia hipnótica.
—Espero que entiendas que deben tener algunos defectos.
—¿Qué? Sí, por supuesto. Mi problema no es que uno de ellos
sea un ladrón. Simplemente no creo que pueda escribir bien
personajes así. Además, siempre trabajaríamos sobre el mismo
tema. En cambio, si son periodistas, pueden seguir el rastro de un
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ladrón de alto nivel, así como el de un multimillonario de
vacaciones por el Mediterráneo, que hace desaparecer el cuerpo
de su mujer para estar con su joven amante.
Se ríe.
—Ya veo a dónde quieres llegar. Entonces, ¿quieres que la
primera historia tenga lugar en el Mediterráneo? Eso, lo admito,
es bastante tentador.
—¿De verdad? ¿Podemos elegir ese escenario para nuestra
historia? —Una sonrisa reservada se dibuja en mis labios
mientras me imagino escribiendo desde el balcón de un hotel en
Cannes, con una impresionante vista al mar Mediterráneo. Estoy
deseando empezar nuestra aventura. Ni qué decir que me niego a
considerar la idea de que el hecho de que todo me parezca tan
atractivo se deba a las continuas y casi enloquecedoras caricias de
Alex en mi espalda.
Me pregunto si es consciente de su gesto. Sin duda, son las
dos copas de vino las que me hacen bajar la guardia, pienso. Me
consuelo lo mejor que puedo porque si resulta que me atrae, sé
que me estaré buscando problemas. Vuelvo a dirigir la
conversación hacia el tema de nuestra colaboración, ignorando su
aliento constante y cálido contra mi cuello, que me produce
escalofríos por todo el cuerpo.
—¿Quién se encargará de gestionar nuestras finanzas?
Tendremos gastos de viaje, comida, hoteles...
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—Podemos abrir una cuenta de gastos conjunta, o podemos
gestionar cada uno nuestro propio presupuesto. Depende de ti.
Lo pienso, pero no puedo decir que tenga una preferencia.
—No puedo decidirme. ¿Y tú? —digo finalmente.
—Bueno, creo que ambas opciones pueden funcionar. Quizá
sea más fácil si abrimos una sola cuenta para los gastos
importantes, como hoteles, billetes, etc. Así cualquiera de
nosotros puede manejarlo de forma independiente. Si tenemos
que gastar una gran cantidad de dinero, deberíamos hablar de
antemano, pero eso es todo. Cuando se trate de pequeños gastos
diarios, podemos manejar nuestros propios presupuestos.
Trazo círculos en la mesa con mi dedo, reflexionando sobre
sus palabras.
—Estoy de acuerdo.
—Pienso gastar el dinero que gané con mi último libro para
financiar el nuestro. No podemos esperar ganar nada con este
libro hasta dentro de cinco meses y ni siquiera estamos seguros
de poder terminarlo. Y como no tenemos ni idea de si funcionará
o no, quiero asegurarme de que eres consciente de las
incertidumbres inherentes a un proyecto así, de que aceptas
plenamente los riesgos. —El repentino tono solemne de su voz me
dice que está realmente preocupado por esto: quiere que me meta
en esta aventura con los ojos abiertos. Cuando me encuentro con
su mirada seria, tengo la confirmación de que es sincero.
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—No me he tomado vacaciones en los últimos tres años por
miedo a perder un día de escritura. No tengo gustos lujosos, así
que puedo permitirme vivir un año sin ingresos. Y no es que mis
otros libros no se vayan a vender durante este tiempo. Siempre
habrá ingresos mensuales en mi cuenta. Así que sí, puedo y quiero
hacerlo —respondo con voz decidida.
Un suspiro de alivio escapa de sus labios.
—Tienes razón. Los dos llevamos semanas sin escribir una
línea, pero tenemos una lista de libros atrasados que todavía se
venden, aunque no se vendan tan bien como los nuevos.
—Entonces, ¿está decidido? ¿Estamos a punto de empezar
nuestra nueva aventura?
Me inclina ligeramente la cabeza hacia él y me coloca un
mechón de pelo detrás de la oreja.
—Sí, durante los próximos dos meses, tú y yo viviremos una
aventura juntos.
¿Por qué cada vez que habla, solo puedo pensar en cómo su
aliento resbala por mi piel como la seda? Hace años que no beso
a un hombre. Esta es la única razón de mi intensa atracción hacia
él. Nada más. No aprecio especialmente a los hombres como Alex
–demasiado seguros de sí mismos, demasiado aventureros,
demasiado... todo–, así que no puedo dejar que perciba lo
vulnerable que me siento en su presencia.
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De nuevo, es probable que sea el alcohol el que habla, pero
digo:
—Ahora me toca a mí hacerte una pregunta. Sé que parezco
una persona fácil de llevar y que piensas que soy una versión viva
de mis heroínas, pero... en el fondo soy más compleja. ¿Estás
seguro de que estás preparado para tenerme como compañera de
escritura?
Un parpadeo de diversión cruza por su rostro.
—Es entrañable que supongas que das una impresión de
facilidad. Pero respondiendo a tu pregunta, sí, quiero vivir esta
experiencia contigo, sobre todo si estás abierta a que la vida nos
sorprenda.
Me muerdo el labio.
—Una parte de mí sigue preocupada por no poder dejar mi
vida atrás y lanzarme a la aventura. Especialmente con alguien
como tú, que parece haber encontrado la manera de hacerme
perder la calma todo el rato.
Su expresión juguetona se suaviza y dice:
—No deberías preocuparte. Te prometo que superarás tus
dudas. Y te juro que tienes el mismo poder sobre mí. También me
haces perder la calma. La única diferencia es que a mí me gusta
perder la calma gracias a ti. No me asusta el poder que tienes
sobre mí.
Me acuna el rostro mientras nos sostenemos la mirada y, esta
vez, no hay dudas de que su intención es besarme. El corazón me
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da un vuelco, pero en lugar de dejar que se acerque, le suplico con
una voz que apenas reconozco:
—No lo hagas.
—¿Por qué no? —Su voz es un suave murmullo que casi me
incita a retirar mis palabras.
—No quiero ser otra mujer que caiga en tus bien aceitadas
tácticas de seducción. Quiero tener la cabeza despejada y ser
capaz de contradecirte y derribarte de tu pedestal si es necesario.
Si me besas ahora, no puedo saber qué pasará después, si seré
capaz de resistirme a ti.
Bajo la cabeza para no tener que mirarlo a los ojos después de
mi confesión y él entierra su cara en mi pelo.
—No sé qué decir —responde después de un rato—. Ni por un
segundo imaginé una reacción así por tu parte. Imaginaba que me
golpearías en la cabeza o que te dejarías llevar por nuestro beso,
pero no esta franqueza que desarma. Por favor, abstente de
pedirme que no te vuelva a besar; me lo pones aún más
complicado.
Su voz suena tan sincera; ahora deseo desesperadamente
retirar mis palabras. Pero tiene razón. Tengo miedo de los
sentimientos que despierta en mí. No puedo arriesgarme.
—Tienes mi palabra. Mejor aún, no dejaré que te acerques
tanto a mí a partir de ahora. Mantendré la distancia, y si tú haces
lo mismo, no habrá complicaciones entre nosotros. Somos
adultos, después de todo. Sabemos cómo mostrar contención. —
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Mis palabras salen a borbotones de mi boca, pero es como si
intentara convencerme a mí misma más que a él; y él lo sabe.
—Ellie, por favor, deja de hablar.
Permanezco en silencio porque entiendo por qué me lo pide.
La tentación es demasiado fuerte y las palabras no cambian nada.
Solo aumentan la tensión.
—Me voy a levantar —digo solemnemente como si le
anunciara a la tripulación que estoy abandonando mi barco a los
piratas. Sin embargo, no hago ningún movimiento.
—No te retengo —dice con picardía, apartando su mano de
mí.
Trago saliva. Él sabe que no tengo ningún deseo de
levantarme, pero ahora no tengo otra opción. Eres una tonta, me
regaño a mí misma. No habría estado mal quedarme cerca de él
y disfrutar de sus suaves caricias un poco más. Tiene razón. Me
comporto peor que mis personajes.
Unos minutos más tarde, después de que, de alguna manera,
he encontrado la fuerza para hacer lo más sensato y decir que
tenía que irme, me acompaña escaleras abajo hasta mi coche.
Justo antes de salir, se apoya en el capó de mi coche y me mira a
los ojos.
—Si alguna vez cambias de opinión y decides que ya no
puedes resistirte a mis encantos, a pesar de tus esfuerzos, no
dudes en decírmelo. No te lo echaré en cara.
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Cualquier sensación de atracción que sentía hacia él se
disuelve.
—Tengo suerte de que seas incapaz de sostener el papel de un
tipo decente durante mucho tiempo —digo cerrando de golpe la
puerta del coche y arrancando a toda velocidad.
¡Qué idiota!
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Desde aquella extraña noche, nuestra relación ha vuelto a su
ritmo habitual. Pasamos más tiempo discutiendo que en modo
seducción. Hablamos por teléfono todos los días y por fin hemos
conseguido tomar algunas decisiones importantes: yo elegí el
nombre de nuestro héroe, Luke, y Alex hizo lo mismo con la
heroína, Emma. También hemos decidido que nuestro primer
destino será Milán, Italia.
Por momentos todavía tengo reservas sobre nuestra
colaboración, especialmente cuando ninguno de los dos está
dispuesto a ceder en nada, pero tengo la esperanza de que las
cosas mejoren. Tenemos una idea aproximada de nuestros
personajes, pero aún no hemos decidido la naturaleza exacta de
su relación. Sin embargo, después de lo que pasó la última vez que
discutimos el tema, prefiero no traerlo a colación.
Así que, un mes después de nuestro encuentro en su
apartamento, nos encontramos en un avión rumbo a Italia entre
el cielo azul claro y las nubes de algodón de azúcar. Italia fue mi
elección y él aceptó sin la menor objeción. Siempre he soñado con
visitar el país y a finales de la primavera debe ser precioso.
Después de dos horas agitadas de correr de un lado para otro
hasta casi perder el vuelo, por fin me relajo en el avión junto a
Alex.
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—Deberías haber aceptado mi oferta de recogerte —dice
mientras ajusta mi asiento para que esté más cómoda.
—Es fácil decirlo ahora —murmuro.
Sonríe con conocimiento de causa y no sigue con el tema. Mis
ojos se pasean por el lugar, captándolo todo, desde el tamaño del
avión hasta el color de nuestros asientos de primera clase. No me
gustó que Alex me dijera que nos había reservado dos billetes de
primera clase, y se lo dije. Pero no tenía motivos para quejarme
cuando me dijo que era un regalo para celebrar el inicio de nuestra
colaboración.
Me vuelvo hacia él.
—Gracias de nuevo por los billetes.
—Ni lo menciones. Ya te he dicho que no te librarás. Tendrás
que comprarme un helado todos los días.
—Trato hecho.
Estoy rebosante de energía, con ganas de empezar a escribir.
Alex tiene los ojos cerrados, pero eso no me impide preguntar:
—¿Has pensado en un motivo para que Luke y Emma viajen
a Milán? ¿Cómo podría comenzar su aventura?
Me he acostumbrado a hablar de nuestra pareja como si
existiera, lo que le hace sonreír cada vez.
—Todavía no tengo la respuesta a eso, pero sé lo que vamos a
hacer. Vamos a comer helado justo después de deshacer la maleta
—responde, con los ojos aún cerrados—.Tienes que empezar a
pagar la deuda cuanto antes, después de todo.
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—Espero que recuerdes que no estamos de vacaciones —le
reprendo en tono de profesora.
Abre los ojos y toma mi mano entre las suyas, acariciando
lentamente mi palma.
—Siempre estás muy tensa. Tienes que vivir un poco la dolce
vita para relajarte.
—No estoy tensa. Solo digo que tenemos un objetivo y que no
debemos distraernos. —Miro fijamente nuestras manos.
—Lo siento —dice, soltando mi mano, aunque parece
cualquier otra cosa menos una disculpa—. Te prometo que no será
así, pero si no visitas al menos una gelateria italiana, no veo cómo
podrías crear convincentemente una escena interesante con ellos
dos y si no lo haces, ¿qué sentido tiene enviarlos a Italia?
—Entonces, según lo que dices, ¿la única razón para visitar
Italia es comer helado? ¿No para ver los célebres monumentos o
explorar algún lugar famoso?
—No es helado, es gelato. Y, por supuesto, todo eso está en la
agenda; sin embargo, son los pequeños detalles los que suelen
marcar la diferencia. Debemos abarcar todas las facetas de la
región que visitan nuestros personajes; ese es el secreto de los
libros de aventuras. Además, si no querías que me distrajera,
deberías haber sugerido una cabaña en las montañas sin medios
de transporte. Aunque, en ese caso, probablemente buscaría otro
tipo de distracción.
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Siento el calor que me sube a las mejillas y echo humo, sobre
todo porque su mirada cómplice me demuestra que se ha dado
cuenta de mi reacción. Creí que habíamos acordado no jugar a
estos jueguitos idiotas; hiervo por dentro.
—Siempre podríamos escribir sobre la gastronomía italiana o
la moda italiana —continúa rápidamente—. Pero danos un poco
de tiempo para sumergirnos en la cultura del país y verás qué
rápido te vienen las ideas. Hablemos más bien de Luke. ¿Por qué
el nombre de Luke? ¿Es un antiguo novio por el que todavía
suspiras? —Las comisuras de su boca se curvan en una sonrisa
socarrona.
—¿Por qué Emma? —le respondo—. ¿Una antigua novia?
—Sí.
Su respuesta me toma por sorpresa.
—¿Hablas en serio? ¿Cada vez que escribo sobre ella, tengo
que pensar que te inspiraste en una mujer con la que te acostaste?
—¿Te molesta la idea?
Su sonrisa de satisfacción me dice que nada le gustaría más
que hacerme admitir que sí me molestay me planteo negarlo. Sin
embargo, es solo un segundo fugaz. No hay manera de que le
mienta sobre eso. Emma debe irse.
—La verdad, sí.
—Interesante.
—No porque me importe tu vida amorosa, no te engañes. Es
que me parece mal escribir sobre alguien que existe.
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Se toma su tiempo antes de responder:
—No te preocupes. Emma es mi abuela, una mujer que
siempre ha estado llena de vida y dispuesta a lanzarse a la
aventura. Conoció a mi abuelo mientras recorría Grecia, sola, a
principios de los años sesenta. Se propuso ver Delfos, pero no
podía permitírselo, así que fue haciendo trabajos esporádicos por
el camino para cubrir sus gastos y finalmente llegó a Delfos
después de treinta días de viaje.
Se detiene, pero le hago un gesto para que continúe con su
historia.
—Así que ahora estás interesada en Emma.
Le pongo los ojos en blanco.
—Por favor, madura. ¿Qué pasó después?
—Mi abuelo acababa de llegar al lugar con su grupo de
amigos, todos recién licenciados de la universidad y sin
preocupaciones
económicas.
Discutió
con
él
sobre
una
inscripción, diciéndole que, si después de haber recibido un título
tan prestigioso, no podía ni siquiera leer una inscripción en griego
antiguo, o era un estudiante mediocre o su escuela era de baja
categoría. Le informó que iba a escribir un artículo sobre el
incidente y la importancia de una buena educación y que lo
presentaría para su publicación en el periódico de su ciudad. Se
ganó a mi abuelo con su ingenio y carisma y desde entonces nunca
se separaron. Mi abuelo se convirtió en profesor de historia y ella
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escribió artículos sobre sus viajes. Al final de cada curso
académico, comenzaba una nueva aventura para toda la familia.
Sigo escuchándolo fascinada por la posibilidad de vivir una
vida tan plena.
—¿Aún vive?
—Tiene ochenta y cinco años y sigue llena de vida. Se casó con
mi abuelo cuando tenía treinta años. Deseaba “vivir en pecado”
antes de sentar cabeza, como suele decir. Tuvo a mi madre y a mi
tío poco después. Esperaba inculcarles el amor por los viajes, pero
ninguno de los dos siguió sus pasos. Soy yo quien ha heredado su
amor por la aventura —concluye con un guiño—. Así que esa es la
historia de Emma. ¿Te sientes mejor ahora? ¿Puedes escribir
sobre ella sin ponerte celosa?
Frunzo el ceño y se echa a reír. Me quita de las manos la
tableta que he estado utilizando para actualizar mi página web y
repasa el texto que estoy escribiendo en el diminuto teclado.
—Deja que te ayude... deja que escriba tu biografía. Tendrás
una visión de primera mano de mi talento.
Empieza a teclear mientras lee en voz alta con un tono
exagerado.
—Llevo años escribiendo comedias románticas. Soy feliz
siendo autora y he tenido éxito, pero un día lluvioso tuve que
admitir que, aunque mis premisas eran originales y divertidas de
escribir, poco a poco me resultaba cada vez más difícil no
repetirme. Necesitaba un nuevo concepto, un soplo de aire fresco.
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Fue entonces cuando Alex Green, el apuesto autor de la serie de
aventuras más leída de la última década, acudió en mi rescate.
Aceptó poner su inmenso talento a mi servicio, y actualmente
estamos planeando escribir nuestro primer libro juntos: una
aventura romántica.
Le quito la tableta de las manos.
—¿Has venido a rescatarme? Yo también te estoy haciendo un
favor. No olvides que pusiste a Logan en un aprieto y ahora tienes
muy poco margen para actuar. Para resucitar la serie, necesitas
un milagro. Nuestro libro puede ser el último manotazo que te
salve. —Le clavo una sonrisa de suficiencia.
—Me encanta ver cómo intentas ganar la partida.
Me dedica una sonrisa descarada y se me acelera el pulso. No
me extraña que la azafata haya pasado cuatro veces para
preguntar si necesitamos algo.
El resto del viaje es bastante tranquilo, ya que me duermo y
me despierto justo antes de que aterricemos en Milán, unas horas
más tarde.
—Bienvenida a Italia, dormilona —dice Alex.
Estiro los brazos y respondo con una sonrisa perezosa, más
relajada que nunca e impaciente por empezar esta nueva aventura
con él. Estoy deseando descubrir la capital lombarda y trabajar en
nuestro libro. Las posibilidades parecen infinitas.
Poco sabía que este viaje sería el comienzo de una aventura
totalmente diferente, una aventura que nos impulsaría en medio
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de un asesinato que ocurre durante un prestigioso desfile de
moda. En un viaje de Milán a Venecia, a través del lago de Como,
en un intento de resolver dicho asesinato, llegaremos a vivir una
primera colaboración bastante accidentada.
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