Los días pasan volando. Antes de que me dé cuenta, ya es sábado por la noche y aquí estoy, de pie frente a su edificio, todavía debatiendo si ha sido prudente por mi parte venir aquí, y sobre todo aceptar seguir discutiendo el asunto. El tiempo no ha hecho nada para convencerme de que este es un buen plan. Al contrario, siento que esto es solo abrir la puerta a nuevos problemas. El apartamento de Alex está en el decimocuarto piso de una torre de aspecto moderno construida hace dos años. Al levantar la cabeza hacia la elegante estructura, hago una mueca. Todo es plateado y pulido y por los pasillos cuelgan cuadros de arte moderno sin sentido. Prefiero los lugares con alma, con historia. No me sorprende que haya elegido vivir en un lugar así, me encuentro murmurando para mí misma mientras me dirijo al ascensor de cristal. Seguro que hasta contrató a un diseñador de interiores para decorar su piso. Dos minutos más tarde, salgo del ascensor y entro en un pasillo con luz cálida. Me dirijo a la puerta minimalista de madera 1 oscura del piso de Alex. Estoy a punto de llamar cuando él abre la puerta. Me saluda con una sonrisa. —Quiero asegurarte que esta noche seré un caballero, lo prometo. Sé que tus heroínas se sienten incómodas cuando están cerca de un hombre guapo que les gusta. Hago una mueca. —Si piensas pasar la noche burlándote de mí, mejor me doy la vuelta. Levanta las manos y se hace a un lado para invitarme a pasar. —Seré el anfitrión perfecto. Quiero que pasemos una velada agradable y que discutamos la propuesta de Meg con la cabeza despejada. Su piso es como me lo esperaba: bonito, pero sin alma. Algunos muebles modernos en una combinación de colores bastante monocromática ocupan la mayor parte del espacio. Estoy a punto de hacer un comentario cuando me llega un delicioso aroma a cocina italiana. —¿Has estado cocinando? —pregunto, llevándome una mano al pecho. Él asiente con la cabeza. —Tortellini rellenos de pollo, en salsa de tomate y albahaca. —Interesante elección. Apuesto a que le preguntaste a Meg cuál es mi comida favorita. Alex hace poco esfuerzo para ocultar su sonrisa mientras me lleva a un balcón que es más grande que toda mi habitación. La 2 vista a la bahía es impresionante: brilla bajo la luna llena contra un cielo claro y negro. Alex habla con voz suave mientras me acerca una silla. —Si mi intención fuera impresionarte o incluso, Dios no lo permita, seducirte, créeme, habría buscado una forma mucho más efectiva que con la comida. Tengo más de una idea para hacer que nuestra velada sea interesante. ¿Está coqueteando conmigo? ¿Por qué de repente está coqueteando conmigo? Normalmente, tiene un objetivo: molestarme. Mantengo la boca cerrada y acepto la copa de vino que me ofrece mientras me enseña el piso. Tiene tres habitaciones, dos baños, una gran cocina, un amplio salón y una terraza que rodea toda la planta. No hay nada para criticar, ni aunque se estuviera dispuesto a encontrarle defectos. Cuando me dice que lo ha decorado él mismo, me siento culpable por mis pensamientos anteriores, aunque no lo suficiente como para compartirlos con él y disculparme. No cambio de opinión cuando me enseña su dormitorio y me dice: —¿Qué te parece? ¿Les gustaría a tus heroínas? Te juro que no le doy el mismo uso que Logan. —Apuesto a que no —murmuro y él niega con la cabeza, con una leve sonrisa que se le asoma en los labios. —Qué poca fe. Volvemos al balcón y no tarda en traer unos cuencos profundos con la pasta caliente y humeante. 3 No me gusta admitirlo, pero sus tortellini son los mejores que he probado en la vida y no tardamos en reírnos mientras hablamos. Para cuando nuestros platos están limpios, me siento de buen humor. Alex es el primero en abordar el tema que nos reúne esta noche. —He reflexionado sobre la propuesta de Meg —dice—y puede que algo de razón tenga. Deberíamos intentarlo. No me sorprende su decisión. De alguna manera, me lo esperaba. Le gustan los retos más que a la mayoría de las personas y el hecho de que no hubiera rechazado la idea de inmediato ya había sido revelador. —Yo también lo he pensado —respondo— pero no veo cómo podría funcionar. ¿Sobre qué vamos a escribir? —Esa decisión la tomaremos juntos. Podemos compartir nuestros puntos de vista y partir de ahí. —¿Y quién tiene la última palabra? Estira su mano para tocar las yemas de mis dedos. —Los dos. Si, por ejemplo, uno de nosotros no está de acuerdo con una escena, podemos cortarla, modificarla y, como último recurso, siempre podemos pedir la opinión de Meg. Al fin y al cabo, es muy buena en su trabajo. Golpeteo el dedo índice contra mi copa de vino mientras mis ojos se desvían hacia la playa, a unos metros de distancia. Considero su sugerencia. 4 —Voy a serte sincera. Escribir aventuras románticas siempre ha sido un sueño. Pero me pregunto si tú y yo podemos hacerlo juntos. Ladea la cabeza y se encoge de hombros. —¿Por qué no? —¿Por qué no? Sabes bien por qué. Para empezar, no sientes ningún aprecio especial ni por mí ni por mis libros. Si a eso le añadimos que te considero arrogante y maleducado, ahí tienes la respuesta. Con tanta animosidad entre nosotros, dudo mucho de nuestra capacidad para encontrar algún punto en común, sin importar el tema. Le da un sorbo a su copa antes de buscar mi mirada. —Si me preguntas, tengo una opinión diferente sobre las razones por las que te niegas a trabajar conmigo. Te sientes amenazada por mí... Levanto las manos. —¿Amenazada? Qué teoría tan absurda. ¿Por qué me sentiría amenazada? Se hunde de nuevo en su silla. —Porque te sientes atraída por mí —me lanza—. Por lo tanto, tienes miedo de que si trabajamos juntos, no puedas resistirte a mí durante mucho tiempo. Tienes miedo de no tener el control de tu vida; por eso prefieres no arriesgarte. 5 Vacío mi copa de un trago y le lanzo una mirada sombría. Su arrogancia me asombra. ¿Es esto lo que ha estado imaginando todo este tiempo? ¿Cómo ha podido llegar a esa conclusión? —¿Me estás tomando el pelo? —Me esfuerzo por bajar la voz— . ¡No me atraes! Nunca he pensado en ti de esa forma. Se inclina hacia mí y entonces, en ese momento, dimensiono lo pequeña que es la mesa. Sus labios se acercan a los míos y cuando su aliento acaricia mi piel, mi cuerpo se despierta. Puede que nunca haya pensado en él de forma romántica, pero de repente, la palabra "peligro" pasa por mi mente. Dudo poder hacer algo para detenerlo si intenta besarme. —No me creo ni una palabra de lo que acabas de decir — susurra. Por suerte para mí y para mi corazón acelerado, solo está jugando conmigo. Cuando se echa hacia atrás, me doy cuenta de que sigo inclinada hacia él. —Así que —comienza a decir dejándose caer en su silla— estamos de acuerdo. Supongo que no hay razón para que no podamos trabajar juntos. Por el bien de nuestras carreras, digamos que no deseas mi cuerpo y yo puedo resistirme a tu encanto. Una vez que proceso lo que está diciendo, mi estómago se revuelve. Odio el hecho de que me haya hecho caer en la trampa. Si insisto en decir que tengo problemas para trabajar con él, parecerá que admito que me atrae. 6 Vuelve a llenar mi copa. Se la arrebato y doy un largo sorbo. —Bueno, entonces... —Decido seguirle la corriente—¿Sobre qué deberíamos escribir? —He pensado que, ya que te gustan las aventuras y los viajes, nuestros personajes deberían viajar. Sus palabras inician una batalla en mi interior. Por un lado, temo no estar a la altura, pero por otro, me encantaría escribir una aventura romántica que tuviera lugar en un escenario exótico. Giro mi anillo distraída. —Reconozco que esa idea me atrae. Llevo años soñando con escribir este tipo de libro. —En cuanto empiezo a hablar de mi oficio, el entusiasmo se apodera de mí—. No lo he hecho hasta ahora porque no me imagino captando la atmósfera de un lugar que nunca he visitado. Eso es más bien lo tuyo. Cuanto más evalúo el potencial de una novela así, más ganas tengo de sumergirme de lleno. Hago caso omiso del hecho de que Alex no ha dicho ni una palabra y continúo hablando sin detenerme siquiera a respirar. —El problema es que si dividimos el trabajo de esta manera y nos ceñimos a lo que se nos da bien, no alcanzaremos nuestro objetivo, que es ampliar nuestros horizontes. No mejoraremos nuestro oficio. Se acaricia la barbilla. 7 —No tenemos que dividir el trabajo de esa manera. Deberíamos escribir nuestro libro in situ, juntos, a medida que se desarrolla la trama. Casi me hace escupir el vino. —¿Ya estoy ebria o acabas de decir que vamos a escribir el libro in situ? ¿Quieres decir en los lugares sobre los que vamos a escribir? Me mira con una leve sonrisa que hace que se me estremezcan hasta los dedos de los pies. Concéntrate, Ellie. No eres una idiota. No vas a caer en la sonrisa de Alex. —No es tan descabellado como parece. Siempre visito los países a los que viaja Logan. Quiero que sus aventuras suenen auténticas, pero también satisfacer mi propia sed de viajes y aventuras. ¿Por qué no hacer lo mismo à deux? Démonos dos meses; sería suficiente para escribir el primer borrador. Así tendríamos tiempo de conocer los sitios que visiten nuestros personajes y de impregnarnos de la atmósfera de los lugares. Alex me mira con ojos tan vívidos que me obliga a hacer las maletas y comenzar este viaje de inmediato. —Es increíblemente tentador —no puedo evitar decir. Sin embargo, la espina de la duda permanece—.Pero, ¿cómo vamos a elegir nuestro destino? —¿Y podría dejar de sonreír? Vuelve a ser el idiota arrogante que conocí hace tres años. —No tendremos que hacerlo; nuestros héroes lo harán por nosotros —responde, ajeno a mi batalla interna por controlar mis 8 manos e impedir que busquen acariciar su apuesto rostro—. Ellos son los que viajan, ¿recuerdas? Me recompongo y miro con cara de piedra su sonrisa bobalicona. —Digamos que seguimos con este plan. ¿Quiénes son nuestros personajes? ¿Qué hacen? ¿Arqueólogos, tal vez? Siempre me ha gustado leer libros sobre arqueólogos. —Me gusta ese ángulo, pero me temo que estaremos atascados en tener que inventar siempre intrigas alrededor de una reliquia. Además, no olvidemos que Logan ya busca objetos valiosos en la mayoría de mis libros. Para mí, sería como escribir lo mismo, por mucho que me guste Logan. Asiento con la cabeza. —Entonces, ¿qué? ¿Un aventurero que tiene suficiente dinero para hacer lo que se le antoje y se aburre lo suficiente como para buscar aventuras de todo tipo? —No pareces muy entusiasmada. Me encojo de hombros. —No es eso. De hecho, sería fácil crear un personaje con una fuente de riqueza infinita a su disposición. —Sonrío, clavando los ojos en él—. El problema que preveo es que podríamos acabar tomando el camino fácil y caer en la trampa de un personaje que resuelve sus problemas y seduce a las mujeres gracias a su fortuna. Me temo que te resulte difícil esquivar ese obstáculo Me da un codazo juguetón. 9 —Touché. Pero permíteme aclarar que Logan rara vez se aprovecha de su fortuna como arma de seducción, como estás insinuando. Lo que hace que las mujeres se enamoren de él es su increíble carisma. Ya deberías saberlo. —¿Por qué debería? —pregunto confundida, hasta que me doy cuenta. Está hablando de nosotros, de mí y de mis sentimientos hacia él. No hay ningún "nosotros" y tengo que dejarlo claro—. Oh, muy inteligente, usando mis propias palabras en mi contra, excepto que no te encuentro carismático en lo más mínimo. En cuanto a Logan, se la pasa usando su fortuna para conseguir sus objetivos. Aunque estamos discutiendo, el ambiente es más amistoso que de costumbre, y empiezo a vislumbrar la perspectiva de escribir sobre una pareja de aventureros con él. —¿Y su relación? ¿Serán una pareja desde el principioo se convertirán en una más adelante? —le pregunto. —¿Qué prefieres? —Su mirada se vuelve vanidosa mientras me sonríe. Le respondo de modo que entienda que soy consciente de su pequeño juego. —Como lectora, prefiero ver algo de tensión, de suspenso antes de que pase algo entre ellos. Me gustan las chispas que solo una atracción no revelada puede provocar, pero... puede que cambie de opinión si me convences de lo contrario. —Hago un movimiento juguetón con las cejas. 10 Se queda sin palabras por un momento antes de responder con una voz entrecortada por la risa: —Ellie Adams, ¿tienes un lado secreto aparte del romántico y divertido que compartes con tus heroínas? ¿Se equivoca todo el mundo contigo? —Nunca lo sabremos, ¿verdad? —le respondo. Vuelve a inclinarse hacia delante. —Oh no, acabas de cometer un error de principiante. Nunca debería desafiarme, señorita Mis-Ojos-Cambian-De-Color- Según-Mi-Humor. Luchando por ocultar mi sorpresa, mantengo el contacto visual y una voz firme. —Tú empezaste este juego y no quiero que te hagas la ilusión de que no soy una oponente digna. Puede que escriba comedias románticas, pero puedo ser apasionada y me gustan los retos. No cometas el error de pensar que puedes manipularme. Yo pongo las reglas, te lo aseguro. Inesperadamente, coge mi mano y entrelaza nuestros dedos. Su voz parece una caricia cuando dice: —No lo cuestiono ni un segundo, pero ¿quién dijo que me molestaría? De vez en cuando, me gusta que otro ponga las reglas. Estaré de acuerdo con lo que quieras, ya sea que estén enamorados y no puedan alejarse el uno del otro o que tengan un largo camino por recorrer antes de enamorarse. Solo te pediré una cosa. 11 —¿Y qué sería…? —tartamudeo. Me ha perturbado, haciéndome perder el hilo de mis pensamientos tan solo cogiendo mi mano y susurrándome al oído. —Tendrán que coquetear y besarse en cada oportunidad. —¿Qué? Eso es ridículo. Para besarse, tendrían que sentirse atraídos el uno por el otro. Sería una tontería que se besaran sin motivo. —Motivos podemos darles. Solo se necesita un poco de imaginación y a ninguno de los dos nos falta. —Con estas palabras, capto sus ojos recorriendo mi rostro antes de posarse en mis labios entreabiertos. Me restriego las manos, consciente de su acalorada mirada. —Todavía no estoy convencida de que esto sea una buena idea. En cuanto las palabras salen de mis labios, sé que no estoy hablando únicamente de nuestra posible pareja imaginaria. Y él lo sabe. Su pulgar traza círculos en la palma de mi mano y pronto está tan cerca que sus labios casi rozan los míos. Mi corazón se acelera. La delicadeza de su tacto enciende mi deseo de responder a sus caricias y dejarme llevar por su juego, y aunque sé que estoy entrando en terreno peligroso, no encuentro la fuerza para apartarme. Lo que me salva es que, en mi pánico, vuelco mi copa de vino sobre toda mi blusa y mis pantalones de color morado claro. Me 12 levanto de golpe cuando él salva la copa de que ruede por la mesa y se rompa. —¿Crees que podemos incluir esta escena en una de nuestras historias? —me pregunta, fingiendo una expresión seria. Frunzo el ceño cuando lo absurdo de lo que hemos estado a punto de hacer me golpea, y me culpo por comportarme de forma tan imprudente. —¿Sabes?Si vamos a trabajar juntos, tienes que dejar de jugar a estos juegos conmigo. —Corrígeme si me equivoco, pero por lo que pude ver, estabas lejos de ser indiferente a mis juegos. Hace un momento, estaba dispuesta a hablar con él de forma tranquila y profesional, pero su atrevimiento al decir que quería que me besara me deja sin palabras. También me dan ganas de hacerlo pedazos y salir corriendo. Tenga razón o no, es indecente señalarlo de forma tan rotunda. Me río burlonamente. —Pues te equivocas. No te engañes creyendo que puedes seducirme. Tu poder de seducción sobre mí es inexistente. —Entonces ya tenemos la respuesta. —¿Perdón? —Parpadeo varias veces, esperando que me explique a qué se refiere. —La respuesta sobre nuestra pareja. Se te da bien interpretar la indiferencia, así que sugiero que nuestros personajes se tomen su tiempo para estar juntos. Confío en ti para escribir esas 13 escenas. Para mí sería más difícil. Tendría la tentación de acercarlos en cada oportunidad —dice en voz baja con una sonrisa. Me quedo mirándolo un momento sin decir nada antes de susurrar: —Eres imposible, ¿lo sabes? —Puedo serlo, pero mis otras cualidades hacen que se olviden mis defectos. Así es como veo nuestra colaboración: ambos tenemos habilidades diferentes, así que cuento contigo para completarme; y sí, esa es la palabra correcta. —¿Piensas seguir jugando a este juego mucho más tiempo? —Mientras me siga divirtiendo. Sonríe burlonamente mientras estira su pierna para tocar la mía. —¿Sabes qué? No puedo esperar a pasar tiempo contigo. Eres lo que necesito en mi vida ahora mismo. Solo han pasado tres horas desde que estamos juntosy ya quiero escribir sobre Logan y una hermosa mujer de pelo chocolate y ojos verde mar, que le hará la vida imposible durante un tiempo. —Oh, me halaga mucho que me imagines como tu heroína, y nada menos que en términos tan elogiosos. —Le hago ojos y él se ríe. —Sin embargo, tengo dudas. Sospecho que no te va a gustar el final que tengo pensado. 14 —¿Te refieres a tu idea tan original de terminar cada uno de tus libros con Logan en la cama con su última conquista? No te preocupes, sobreviviré. Incluso yo puedo resistirme a un seductor que conocí en el mundo imaginario de alguien. Esta vez, un brillo desafiante cruza por sus ojos. —Mmm, tan confiada en tu capacidad de resistirte a la tentación. No olvides que debes ayudarme a mejorar mis textos. ¿Estás segura de que puedes hacerlo sabiendo que estaba pensando en ti cuando escribí sobre cómo Logan atrapó sus labios y empezó a dibujar... —¿Puedes parar? —pregunto con brusquedad mientras me levanto de un salto y empiezo a pasearme. Suelta una risa ligera mientras me tiende la mano. Espontáneamente, pongo la mía en la suya y me atrae haciasu regazo. —Ves, tenía razón. Puedo hacer que dejes caer tu fachada — dice. Siento contra mi piel el leve peso de su mano extendida sobre mi cintura, pero emana ondas de calor a través de todo mi cuerpo. Sé que debería apartarme o al menos resistirme. Sin embargo, no hago nada. —Podemos hacerlo —dice esta vez con seriedad. —Ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo sobre su profesión. ¿Cómo se supone que vamos a decidir sobre todos los demás detalles que hacen que un libro tenga éxito? —Mi voz es firme, a pesar de la confusión que reina en mi mente. 15 —Los inventaremos sobre la marcha. Frunzo toda la cara. —No estoy segura de que esa sea la mejor manera de trabajar. —Así es exactamente como debemos hacerlo. Dejar que nos sorprendan. Te he dicho mil veces que nunca entenderé cómo puedes escribir con un plan. Trabajar sin un plan es liberador y divertido. Arriésgate y confía en mí por una vez. Me acaricia suavemente la parte baja de la espalda, lo que hace que mi corazón se acelere. Un deseo de acurrucarme en sus brazos me abruma y, por primera vez en una eternidad, me siento vulnerable en presencia de un hombre. —Periodistas —grito de repente para distraerme—. Lo sé, se ha hecho mil veces, pero nos permitiría escribir sobre el tema que quisiéramos. Siempre es interesante ser periodista. Podemos ponerlos constantemente en situaciones inéditas. —Puedo verle el potencial. Lo que tenía en mente era que uno de ellos fuera un ladrón de alto nivel y que el otro lo persiguiera. —Oh... ya veo por qué te gustaría eso, pero no me convence la idea. Detiene momentáneamente su caricia hipnótica. —Espero que entiendas que deben tener algunos defectos. —¿Qué? Sí, por supuesto. Mi problema no es que uno de ellos sea un ladrón. Simplemente no creo que pueda escribir bien personajes así. Además, siempre trabajaríamos sobre el mismo tema. En cambio, si son periodistas, pueden seguir el rastro de un 16 ladrón de alto nivel, así como el de un multimillonario de vacaciones por el Mediterráneo, que hace desaparecer el cuerpo de su mujer para estar con su joven amante. Se ríe. —Ya veo a dónde quieres llegar. Entonces, ¿quieres que la primera historia tenga lugar en el Mediterráneo? Eso, lo admito, es bastante tentador. —¿De verdad? ¿Podemos elegir ese escenario para nuestra historia? —Una sonrisa reservada se dibuja en mis labios mientras me imagino escribiendo desde el balcón de un hotel en Cannes, con una impresionante vista al mar Mediterráneo. Estoy deseando empezar nuestra aventura. Ni qué decir que me niego a considerar la idea de que el hecho de que todo me parezca tan atractivo se deba a las continuas y casi enloquecedoras caricias de Alex en mi espalda. Me pregunto si es consciente de su gesto. Sin duda, son las dos copas de vino las que me hacen bajar la guardia, pienso. Me consuelo lo mejor que puedo porque si resulta que me atrae, sé que me estaré buscando problemas. Vuelvo a dirigir la conversación hacia el tema de nuestra colaboración, ignorando su aliento constante y cálido contra mi cuello, que me produce escalofríos por todo el cuerpo. —¿Quién se encargará de gestionar nuestras finanzas? Tendremos gastos de viaje, comida, hoteles... 17 —Podemos abrir una cuenta de gastos conjunta, o podemos gestionar cada uno nuestro propio presupuesto. Depende de ti. Lo pienso, pero no puedo decir que tenga una preferencia. —No puedo decidirme. ¿Y tú? —digo finalmente. —Bueno, creo que ambas opciones pueden funcionar. Quizá sea más fácil si abrimos una sola cuenta para los gastos importantes, como hoteles, billetes, etc. Así cualquiera de nosotros puede manejarlo de forma independiente. Si tenemos que gastar una gran cantidad de dinero, deberíamos hablar de antemano, pero eso es todo. Cuando se trate de pequeños gastos diarios, podemos manejar nuestros propios presupuestos. Trazo círculos en la mesa con mi dedo, reflexionando sobre sus palabras. —Estoy de acuerdo. —Pienso gastar el dinero que gané con mi último libro para financiar el nuestro. No podemos esperar ganar nada con este libro hasta dentro de cinco meses y ni siquiera estamos seguros de poder terminarlo. Y como no tenemos ni idea de si funcionará o no, quiero asegurarme de que eres consciente de las incertidumbres inherentes a un proyecto así, de que aceptas plenamente los riesgos. —El repentino tono solemne de su voz me dice que está realmente preocupado por esto: quiere que me meta en esta aventura con los ojos abiertos. Cuando me encuentro con su mirada seria, tengo la confirmación de que es sincero. 18 —No me he tomado vacaciones en los últimos tres años por miedo a perder un día de escritura. No tengo gustos lujosos, así que puedo permitirme vivir un año sin ingresos. Y no es que mis otros libros no se vayan a vender durante este tiempo. Siempre habrá ingresos mensuales en mi cuenta. Así que sí, puedo y quiero hacerlo —respondo con voz decidida. Un suspiro de alivio escapa de sus labios. —Tienes razón. Los dos llevamos semanas sin escribir una línea, pero tenemos una lista de libros atrasados que todavía se venden, aunque no se vendan tan bien como los nuevos. —Entonces, ¿está decidido? ¿Estamos a punto de empezar nuestra nueva aventura? Me inclina ligeramente la cabeza hacia él y me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja. —Sí, durante los próximos dos meses, tú y yo viviremos una aventura juntos. ¿Por qué cada vez que habla, solo puedo pensar en cómo su aliento resbala por mi piel como la seda? Hace años que no beso a un hombre. Esta es la única razón de mi intensa atracción hacia él. Nada más. No aprecio especialmente a los hombres como Alex –demasiado seguros de sí mismos, demasiado aventureros, demasiado... todo–, así que no puedo dejar que perciba lo vulnerable que me siento en su presencia. 19 De nuevo, es probable que sea el alcohol el que habla, pero digo: —Ahora me toca a mí hacerte una pregunta. Sé que parezco una persona fácil de llevar y que piensas que soy una versión viva de mis heroínas, pero... en el fondo soy más compleja. ¿Estás seguro de que estás preparado para tenerme como compañera de escritura? Un parpadeo de diversión cruza por su rostro. —Es entrañable que supongas que das una impresión de facilidad. Pero respondiendo a tu pregunta, sí, quiero vivir esta experiencia contigo, sobre todo si estás abierta a que la vida nos sorprenda. Me muerdo el labio. —Una parte de mí sigue preocupada por no poder dejar mi vida atrás y lanzarme a la aventura. Especialmente con alguien como tú, que parece haber encontrado la manera de hacerme perder la calma todo el rato. Su expresión juguetona se suaviza y dice: —No deberías preocuparte. Te prometo que superarás tus dudas. Y te juro que tienes el mismo poder sobre mí. También me haces perder la calma. La única diferencia es que a mí me gusta perder la calma gracias a ti. No me asusta el poder que tienes sobre mí. Me acuna el rostro mientras nos sostenemos la mirada y, esta vez, no hay dudas de que su intención es besarme. El corazón me 20 da un vuelco, pero en lugar de dejar que se acerque, le suplico con una voz que apenas reconozco: —No lo hagas. —¿Por qué no? —Su voz es un suave murmullo que casi me incita a retirar mis palabras. —No quiero ser otra mujer que caiga en tus bien aceitadas tácticas de seducción. Quiero tener la cabeza despejada y ser capaz de contradecirte y derribarte de tu pedestal si es necesario. Si me besas ahora, no puedo saber qué pasará después, si seré capaz de resistirme a ti. Bajo la cabeza para no tener que mirarlo a los ojos después de mi confesión y él entierra su cara en mi pelo. —No sé qué decir —responde después de un rato—. Ni por un segundo imaginé una reacción así por tu parte. Imaginaba que me golpearías en la cabeza o que te dejarías llevar por nuestro beso, pero no esta franqueza que desarma. Por favor, abstente de pedirme que no te vuelva a besar; me lo pones aún más complicado. Su voz suena tan sincera; ahora deseo desesperadamente retirar mis palabras. Pero tiene razón. Tengo miedo de los sentimientos que despierta en mí. No puedo arriesgarme. —Tienes mi palabra. Mejor aún, no dejaré que te acerques tanto a mí a partir de ahora. Mantendré la distancia, y si tú haces lo mismo, no habrá complicaciones entre nosotros. Somos adultos, después de todo. Sabemos cómo mostrar contención. — 21 Mis palabras salen a borbotones de mi boca, pero es como si intentara convencerme a mí misma más que a él; y él lo sabe. —Ellie, por favor, deja de hablar. Permanezco en silencio porque entiendo por qué me lo pide. La tentación es demasiado fuerte y las palabras no cambian nada. Solo aumentan la tensión. —Me voy a levantar —digo solemnemente como si le anunciara a la tripulación que estoy abandonando mi barco a los piratas. Sin embargo, no hago ningún movimiento. —No te retengo —dice con picardía, apartando su mano de mí. Trago saliva. Él sabe que no tengo ningún deseo de levantarme, pero ahora no tengo otra opción. Eres una tonta, me regaño a mí misma. No habría estado mal quedarme cerca de él y disfrutar de sus suaves caricias un poco más. Tiene razón. Me comporto peor que mis personajes. Unos minutos más tarde, después de que, de alguna manera, he encontrado la fuerza para hacer lo más sensato y decir que tenía que irme, me acompaña escaleras abajo hasta mi coche. Justo antes de salir, se apoya en el capó de mi coche y me mira a los ojos. —Si alguna vez cambias de opinión y decides que ya no puedes resistirte a mis encantos, a pesar de tus esfuerzos, no dudes en decírmelo. No te lo echaré en cara. 22 Cualquier sensación de atracción que sentía hacia él se disuelve. —Tengo suerte de que seas incapaz de sostener el papel de un tipo decente durante mucho tiempo —digo cerrando de golpe la puerta del coche y arrancando a toda velocidad. ¡Qué idiota! 23 Desde aquella extraña noche, nuestra relación ha vuelto a su ritmo habitual. Pasamos más tiempo discutiendo que en modo seducción. Hablamos por teléfono todos los días y por fin hemos conseguido tomar algunas decisiones importantes: yo elegí el nombre de nuestro héroe, Luke, y Alex hizo lo mismo con la heroína, Emma. También hemos decidido que nuestro primer destino será Milán, Italia. Por momentos todavía tengo reservas sobre nuestra colaboración, especialmente cuando ninguno de los dos está dispuesto a ceder en nada, pero tengo la esperanza de que las cosas mejoren. Tenemos una idea aproximada de nuestros personajes, pero aún no hemos decidido la naturaleza exacta de su relación. Sin embargo, después de lo que pasó la última vez que discutimos el tema, prefiero no traerlo a colación. Así que, un mes después de nuestro encuentro en su apartamento, nos encontramos en un avión rumbo a Italia entre el cielo azul claro y las nubes de algodón de azúcar. Italia fue mi elección y él aceptó sin la menor objeción. Siempre he soñado con visitar el país y a finales de la primavera debe ser precioso. Después de dos horas agitadas de correr de un lado para otro hasta casi perder el vuelo, por fin me relajo en el avión junto a Alex. 24 —Deberías haber aceptado mi oferta de recogerte —dice mientras ajusta mi asiento para que esté más cómoda. —Es fácil decirlo ahora —murmuro. Sonríe con conocimiento de causa y no sigue con el tema. Mis ojos se pasean por el lugar, captándolo todo, desde el tamaño del avión hasta el color de nuestros asientos de primera clase. No me gustó que Alex me dijera que nos había reservado dos billetes de primera clase, y se lo dije. Pero no tenía motivos para quejarme cuando me dijo que era un regalo para celebrar el inicio de nuestra colaboración. Me vuelvo hacia él. —Gracias de nuevo por los billetes. —Ni lo menciones. Ya te he dicho que no te librarás. Tendrás que comprarme un helado todos los días. —Trato hecho. Estoy rebosante de energía, con ganas de empezar a escribir. Alex tiene los ojos cerrados, pero eso no me impide preguntar: —¿Has pensado en un motivo para que Luke y Emma viajen a Milán? ¿Cómo podría comenzar su aventura? Me he acostumbrado a hablar de nuestra pareja como si existiera, lo que le hace sonreír cada vez. —Todavía no tengo la respuesta a eso, pero sé lo que vamos a hacer. Vamos a comer helado justo después de deshacer la maleta —responde, con los ojos aún cerrados—.Tienes que empezar a pagar la deuda cuanto antes, después de todo. 25 —Espero que recuerdes que no estamos de vacaciones —le reprendo en tono de profesora. Abre los ojos y toma mi mano entre las suyas, acariciando lentamente mi palma. —Siempre estás muy tensa. Tienes que vivir un poco la dolce vita para relajarte. —No estoy tensa. Solo digo que tenemos un objetivo y que no debemos distraernos. —Miro fijamente nuestras manos. —Lo siento —dice, soltando mi mano, aunque parece cualquier otra cosa menos una disculpa—. Te prometo que no será así, pero si no visitas al menos una gelateria italiana, no veo cómo podrías crear convincentemente una escena interesante con ellos dos y si no lo haces, ¿qué sentido tiene enviarlos a Italia? —Entonces, según lo que dices, ¿la única razón para visitar Italia es comer helado? ¿No para ver los célebres monumentos o explorar algún lugar famoso? —No es helado, es gelato. Y, por supuesto, todo eso está en la agenda; sin embargo, son los pequeños detalles los que suelen marcar la diferencia. Debemos abarcar todas las facetas de la región que visitan nuestros personajes; ese es el secreto de los libros de aventuras. Además, si no querías que me distrajera, deberías haber sugerido una cabaña en las montañas sin medios de transporte. Aunque, en ese caso, probablemente buscaría otro tipo de distracción. 26 Siento el calor que me sube a las mejillas y echo humo, sobre todo porque su mirada cómplice me demuestra que se ha dado cuenta de mi reacción. Creí que habíamos acordado no jugar a estos jueguitos idiotas; hiervo por dentro. —Siempre podríamos escribir sobre la gastronomía italiana o la moda italiana —continúa rápidamente—. Pero danos un poco de tiempo para sumergirnos en la cultura del país y verás qué rápido te vienen las ideas. Hablemos más bien de Luke. ¿Por qué el nombre de Luke? ¿Es un antiguo novio por el que todavía suspiras? —Las comisuras de su boca se curvan en una sonrisa socarrona. —¿Por qué Emma? —le respondo—. ¿Una antigua novia? —Sí. Su respuesta me toma por sorpresa. —¿Hablas en serio? ¿Cada vez que escribo sobre ella, tengo que pensar que te inspiraste en una mujer con la que te acostaste? —¿Te molesta la idea? Su sonrisa de satisfacción me dice que nada le gustaría más que hacerme admitir que sí me molestay me planteo negarlo. Sin embargo, es solo un segundo fugaz. No hay manera de que le mienta sobre eso. Emma debe irse. —La verdad, sí. —Interesante. —No porque me importe tu vida amorosa, no te engañes. Es que me parece mal escribir sobre alguien que existe. 27 Se toma su tiempo antes de responder: —No te preocupes. Emma es mi abuela, una mujer que siempre ha estado llena de vida y dispuesta a lanzarse a la aventura. Conoció a mi abuelo mientras recorría Grecia, sola, a principios de los años sesenta. Se propuso ver Delfos, pero no podía permitírselo, así que fue haciendo trabajos esporádicos por el camino para cubrir sus gastos y finalmente llegó a Delfos después de treinta días de viaje. Se detiene, pero le hago un gesto para que continúe con su historia. —Así que ahora estás interesada en Emma. Le pongo los ojos en blanco. —Por favor, madura. ¿Qué pasó después? —Mi abuelo acababa de llegar al lugar con su grupo de amigos, todos recién licenciados de la universidad y sin preocupaciones económicas. Discutió con él sobre una inscripción, diciéndole que, si después de haber recibido un título tan prestigioso, no podía ni siquiera leer una inscripción en griego antiguo, o era un estudiante mediocre o su escuela era de baja categoría. Le informó que iba a escribir un artículo sobre el incidente y la importancia de una buena educación y que lo presentaría para su publicación en el periódico de su ciudad. Se ganó a mi abuelo con su ingenio y carisma y desde entonces nunca se separaron. Mi abuelo se convirtió en profesor de historia y ella 28 escribió artículos sobre sus viajes. Al final de cada curso académico, comenzaba una nueva aventura para toda la familia. Sigo escuchándolo fascinada por la posibilidad de vivir una vida tan plena. —¿Aún vive? —Tiene ochenta y cinco años y sigue llena de vida. Se casó con mi abuelo cuando tenía treinta años. Deseaba “vivir en pecado” antes de sentar cabeza, como suele decir. Tuvo a mi madre y a mi tío poco después. Esperaba inculcarles el amor por los viajes, pero ninguno de los dos siguió sus pasos. Soy yo quien ha heredado su amor por la aventura —concluye con un guiño—. Así que esa es la historia de Emma. ¿Te sientes mejor ahora? ¿Puedes escribir sobre ella sin ponerte celosa? Frunzo el ceño y se echa a reír. Me quita de las manos la tableta que he estado utilizando para actualizar mi página web y repasa el texto que estoy escribiendo en el diminuto teclado. —Deja que te ayude... deja que escriba tu biografía. Tendrás una visión de primera mano de mi talento. Empieza a teclear mientras lee en voz alta con un tono exagerado. —Llevo años escribiendo comedias románticas. Soy feliz siendo autora y he tenido éxito, pero un día lluvioso tuve que admitir que, aunque mis premisas eran originales y divertidas de escribir, poco a poco me resultaba cada vez más difícil no repetirme. Necesitaba un nuevo concepto, un soplo de aire fresco. 29 Fue entonces cuando Alex Green, el apuesto autor de la serie de aventuras más leída de la última década, acudió en mi rescate. Aceptó poner su inmenso talento a mi servicio, y actualmente estamos planeando escribir nuestro primer libro juntos: una aventura romántica. Le quito la tableta de las manos. —¿Has venido a rescatarme? Yo también te estoy haciendo un favor. No olvides que pusiste a Logan en un aprieto y ahora tienes muy poco margen para actuar. Para resucitar la serie, necesitas un milagro. Nuestro libro puede ser el último manotazo que te salve. —Le clavo una sonrisa de suficiencia. —Me encanta ver cómo intentas ganar la partida. Me dedica una sonrisa descarada y se me acelera el pulso. No me extraña que la azafata haya pasado cuatro veces para preguntar si necesitamos algo. El resto del viaje es bastante tranquilo, ya que me duermo y me despierto justo antes de que aterricemos en Milán, unas horas más tarde. —Bienvenida a Italia, dormilona —dice Alex. Estiro los brazos y respondo con una sonrisa perezosa, más relajada que nunca e impaciente por empezar esta nueva aventura con él. Estoy deseando descubrir la capital lombarda y trabajar en nuestro libro. Las posibilidades parecen infinitas. Poco sabía que este viaje sería el comienzo de una aventura totalmente diferente, una aventura que nos impulsaría en medio 30 de un asesinato que ocurre durante un prestigioso desfile de moda. En un viaje de Milán a Venecia, a través del lago de Como, en un intento de resolver dicho asesinato, llegaremos a vivir una primera colaboración bastante accidentada. 31