ESTILOS DE APEGO El apego es el vínculo emocional y afectivo que se desarrolla con otras personas significativas. En concreto, el vínculo de apego más relevante es aquel que se establece con las personas que nos cuidan a lo largo de nuestra infancia, es decir, con nuestras figuras de referencia cuando somos niñas, generalmente padres y/o madres, aunque también pueden haber sido tíos/tías, abuelas/abuelos, etc. Cuando somos niñas, desde el momento en el que nacemos hasta que ya adquirimos cierta autonomía, somos dependientes de otras personas. Especialmente, en nuestra infancia esta dependencia hacia las personas que nos cuidan es completa, ya que, sin ellas, no sobreviviríamos, ¿verdad? Es por esto por lo que las personas estamos biológicamente preparadas para vincularnos y formar ese importante vínculo de apego con las personas que nos rodean y cuidan. ¡Fíjate qué importante es! Decimos, por tanto, que el apego es positivo y necesario, pues, además de cubrir nuestras necesidades físicas, también promueve que se cumplan nuestras necesidades de seguridad o protección. Y, ahora sí, ¿cómo se desarrolla el apego en la infancia? El apego se empieza a desarrollar ya en el útero con la mamá. Desde que nacemos, sonreímos o lloramos para atraer la atención de las personas que nos cuidan, y enseguida vemos quienes son nuestras figuras de cuidado o de apego. Cuando las necesitemos, las buscaremos. Y será en muchos momentos en que las necesitemos siendo niñas, como es evidente, desde darnos de comer, hasta cuando nos caigamos al empezar a caminar, o cuando en el parque nos de miedo una paloma. A medida que crecemos, nuestra autonomía será mayor, y la dependencia se irá rebajando. Pero el apego nunca desparece. De hecho, en la adultez ese vínculo de apego lo volvemos a establecer con personas como la pareja. Tipos de apego según Bowlby El vínculo de apego que establezcamos en la infancia con las personas que nos cuidan va a depender de cómo está siendo ese cuidado, de cómo de presentes estén esas figuras para nosotras, de cómo de disponibles -física y emocionalmente estén-, y, en definitiva, de cómo están satisfaciendo las necesidades -físicas y emocionales– que tenemos en nuestro desarrollo. La Teoría del apego de Bowlby explica que el apego infantil tiene varias características: el mantenimiento de la proximidad, el refugio seguro en el que buscar consuelo cuando tenemos miedo o hay peligro, el hecho de ser una base segura para explorar el entorno, y la angustia generada ante la separación de la figura de apego. Lo que ocurre es que no siempre se atienden nuestras necesidades, no siempre tenemos figuras de cuidado seguras, que estén disponibles emocionalmente para nosotras, que nos muestren cariño, o que estén siempre ahí. Pero, ¡ojo! Porque esto no 1 ESTILOS DE APEGO significa que no desarrollemos este vínculo de apego, sino que lo desarrollaremos de una forma u otra. Es por esto que, en función de cómo se hayan satisfecho todas estas necesidades que te comentaba, se vio que existen diferentes estilos de apego. En general, podemos hacer una división amplia entre estilo de apego seguro y estilo de apego inseguro. El tipo de apego seguro es aquel en que este vínculo se ha desarrollado de forma saludable, ya que las figuras de cuidado han estado ahí para mí a todos los niveles, mientras que en los tipos de apego inseguros, ha habido carencias de algún modo en mi cuidado o necesidades. Vamos a verlo con detalle. Tipos de apego infantil Has visto que podemos diferenciar, en general, entre estilo de apego seguro y estilos de apego inseguros. Dentro de estos últimos, encontramos otros tres: ambivalente, evitativo, y desorganizado. Aquí nos centraremos en los tres primeros estilos, sin entrar en el apego desorganizado, dado que es más complejo y está más relacionado con experiencias que pueden estar ligadas a lo que se conoce como trauma de apego. Tipo de apego seguro El estilo de apego seguro infantil se forma cuando, a lo largo de nuestro desarrollo como niñas, hemos tenido figuras de cuidado (padres, madres, tías, abuelos, abuelas, etc.) que, no solo han podido satisfacer nuestras necesidades fisiológicas (comida, descanso, higiene…), sino que también han cubierto nuestras necesidades emocionales. Han estado presentes físicamente y disponibles emocionalmente de manera habitual y estable en el tiempo. De esta forma, cuando hemos tenido este estilo de apego infantil, aprendemos que tenemos esa base segura, y podemos acudir a ella cuando lo necesitemos, pero también sentimos que podemos explorar el entorno y desarrollar nuestra autoestima. Tipo de apego ambivalente Viendo ahora los estilos de apego inseguro, tenemos el ambivalente o ansioso. Este estilo de apego se construye cuando, de niñas, las figuras de cuidado no siempre estaban para nosotras de forma emocional. Quizá a veces sí y otras no, es decir, estaban de forma intermitente. Como esto no nos permitía predecir cuándo la persona a la que necesito va a estar ahí, me da miedo separarme de ella, y me angustia mucho estar sola o explorar, por ejemplo. No sé si tendré ese refugio al que ir si lo necesito. Tipo de apego evitativo Siguiendo con los estilos inseguros, el tipo de apego evitativo se desarrolla cuando mi persona(s) cuidadora(s) fueron fríos/as a nivel emocional. Quizá fueron personas que 2 ESTILOS DE APEGO me querían mucho, pero que no transmitían tanto este cariño, porque no hablaban mucho el idioma de las emociones, y que no las validaban o escuchaban. Además, este estilo está relacionado con fomentar mucho la independencia o autonomía. En este caso no hay incertidumbre, como en el anterior, sino que sé que, en ciertos aspectos (sobre todo afectivos), mis figuras de referencia no siempre conectan conmigo. Tipos de apego adulto Como dice el título del artículo, no solo es importante conocer los tipos de apego, sino saber cómo influyen en nuestra vida. Y es que, el vínculo de apego que establecemos en nuestra infancia con nuestros/as cuidadores/as primarios/as influye enormemente en nuestro desarrollo emocional y social. Así que ahora volveré a nombrar los tipos de apego anteriores para ver cómo cada uno de ellos se traduce cuando somos adultas. Tipo de apego seguro El estilo de apego seguro, en la adultez, se ve reflejado en la capacidad para tener relaciones con otras personas saludables, en las que poder desarrollar intimidad y cercanía, ya que nuestra confianza en las demás personas ha podido formarse. Además de tener esta capacidad y de saber que a veces necesitamos a otras personas, también tengo mis propios recursos para desenvolverme con autonomía y confianza en mí. Generalmente, puedo hacerme cargo y gestionar mis emociones. Tipo de apego ambivalente Como el vínculo importante de mi infancia ha estado marcado por la incertidumbre, como adulta lo que puede ocurrirme es que tenga miedo al abandono o a la soledad, que dependa de otras personas por la poca confianza que tengo en mí, o que mi capacidad de autonomía no esté muy desarrollada. Puede que me vea envuelta en relaciones de dependencia emocional o que necesitemos validación constante. Tipo de apego evitativo Al haber crecido en un entorno poco afectuoso, o en el que las emociones no eran importantes o se escondían e invalidaban, como adulta siento rechazo hacia la sensación de compromiso, me da miedo o no sé gestionar cuando las relaciones empiezan a tener cierto grado de intimidad, y todo esto a veces me genera incomodidad en las relaciones personales, pues valoro mucho la independencia. Además, he aprendido a valerme por mí misma, siendo incapaz o huyendo de pedir ayuda. De hecho, yo misma huyo de hablar de emociones, de mostrarlas, o de permitírmelas. Es ese típico “a mí déjate de emociones”. Algo que es esencial tener en cuenta es que, aunque el apego nos influye en gran medida, no nos condiciona para siempre, sino que puede trabajarse. Esta información puede servirnos para conocernos mejor y, a partir de ahí, seguir construyéndonos. 3