469 Conductos biliares 25 Gerard M. Doherty, MD EMBRIOLOGÍA Y ANATOMÍA El primordio de los conductos biliares y el hígado es un divertículo que se forma en la cara ventral del intestino anterior en el embrión, cuando éste mide 3 mm. La porción superior (craneal) se convierte en el hígado, una yema caudal da origen al páncreas ventral y otra, intermedia, se desarrolla para formar la vesícula biliar. Al principio, el divertículo hepático es hueco, pero se convierte en una masa compacta de células que, más tarde, se recanalizan para formar los conductos; los más pequeños de éstos (los canalículos biliares) primero constituyen una red basal entre los hepatocitos primitivos que, al final, se diseminan por todo el hígado (figura 25-1). Numerosas microvellosidades incrementan el área superficial de los canalículos, donde se secreta bilis, la cual circula por los conductillos interlobulares (conductos de Hering) y los conductos lobulares, para luego pasar al conducto hepático, ubicado en el hilio. En la mayoría de los casos, el colédoco se forma por la unión de un solo conducto derecho y uno izquierdo, pero en 25% de las personas, las divisiones anterior y posterior del conducto derecho se unen por separado al conducto izquierdo. El punto de origen del colédoco está cerca del hígado (siempre fuera de la sustancia hepática) y se extiende unos 4 cm antes de unirse al conducto cístico para formar el colédoco, el cual nace en el ligamento hepatoduodenal, cruza por detrás de la primera porción del duodeno y se extiende por un surco en la parte posterior del páncreas hasta ingresar al duodeno; su último centímetro está estrechamente adherido a la pared duodenal. El colédoco tiene una longitud total aproximada de 9 cm. En 80 a 90% de las personas, el conducto pancreático principal se une al colédoco para formar un conducto común de más o menos 1 cm de longitud. El segmento intraduodenal de este conducto es conocido como ampolla hepatopancreática o ampolla de Vater. La vesícula biliar es un órgano en forma de pera, adherido a la superficie inferior del hígado, en un surco que divide los lóbulos derecho e izquierdo. El fondo de la vesícula se proyecta 1 a 2 cm hacia abajo del borde hepático y con frecuencia es palpable, cuando existe una obstrucción en el conducto cístico o en el colédoco. Rara vez el peritoneo cubre toda la vesícula, pero cuando esto sucede predispone a infarto por torsión. La vesícula contiene alrededor de 50 ml de bilis cuando está distendida por completo. El diámetro del cuello vesicular disminuye de forma gradual hasta convertirse en el estrecho conducto cístico, que se comunica con el colédoco. En su luz, el conducto cístico contiene un tabique mucoso (la válvula espiral de Heister), que presenta ligera resistencia al flujo biliar. En 75% de las personas, el conducto cístico ingresa al colédoco en ángulo; en las demás, se extiende paralelo al conducto hepático o lo rodea antes de unirse al colédoco (figura 25-2). En el ligamento hepatoduodenal, la arteria hepática queda a la izquierda del colédoco y la vena porta está en posición posterior y medial. Por lo regular, la arteria hepática derecha se extiende por detrás del conducto hepático y luego desemboca en la arteria cística, antes de penetrar al lóbulo hepático derecho, aunque con frecuencia se observan variaciones. El epitelio mucoso de los conductos biliares varía de una estructura cuboidal en los conductillos a otra columnar en los conductos principales. La mucosa de la vesícula biliar forma bordes prominentes cuando el órgano se colapsa, los cuales se aplanan durante la distensión. Las altas células columnares de la mucosa vesicular están cubiertas de microvellosidades en su cara luminal. Las células individuales están separadas por anchos surcos que cumplen una importante función en la absorción de agua y electrólitos. Las paredes de los conductos biliares sólo contienen poco músculo liso, pero el extremo del colédoco está envuelto por un complejo esfínter muscular. La musculatura vesicular se compone de hacer entrelazados de unas fibras longitudinales y otras ordenadas en espiral. El árbol biliar está inervado por los sistemas parasimpático y simpático. Los primeros contienen fibras motoras para la vesícula biliar y fibras secretorias para los conductos epiteliales. Las fibras nerviosas aferentes del simpático median el dolor de los cólicos biliares. FISIOLOGÍA XX Flujo biliar Los hepatocitos y las células de los conductos producen bilis a razón de 500 a 1 500 ml/d. Las sales biliares secretadas de forma activa hacia los conductillos biliares causan la mayor parte del volumen de bilis y de sus fluctuaciones. El sodio (Na+) y el agua establecen de modo pasivo la isoosmolalidad y la neutralidad eléctrica. La lecitina y el colesterol ingresan a los conductillos a velocidades correlacionadas con las variaciones del egreso de sales biliares. Los hepatocitos secretan activamente bilirrubina y otros numerosos aniones orgánicos (estrógenos, sulfobromoftaleína, etc.) por un sistema de transporte distinto al que sirve para regular las sales biliares. Las células columnares de los conductos agregan un líquido rico en HCO3– al producido en los conductillos. Esto implica secreción activa de Na+ y HCO3– por una bomba celular estimulada por secretina, polipéptido intestinal vasoactivo (VIP, por sus siglas en inglés) y colecistocinina. El K+ y el agua se distribuyen de forma pasiva a lo largo de los conductos (figura 25-3). Entre comidas, la bilis queda almacenada en la vesícula biliar, donde aumenta su concentración a un ritmo de hasta 20% por hora. Durante la absorción, los iones Na+ y HCO3– o Cl– son transportados de forma activa. En la figura 25-4 se ilustran los cambios de composición ocasionados por las variaciones de concentración. Los siguientes tres factores regulan el flujo de bilis: secreción hepática, contracción de la vesícula biliar y resistencia del esfínter booksmedicos.org 4 70 CAPÍTULO 25 Figura 25-1. Fotomicrografía electrónica de una placa hepática con sinusoides adyacentes y microvellos sinusoidales, con canalículos que se extienden en el centro de los hepatocitos. Aunque no tienen límites bien definidos, alrededor de cuatro hepatocitos forman la sección de placa en la parte media de la fotografía. Los sinusoides contienen eritrocitos ocasionales. (Reducida de un aumento de 2 000 ×.) (Cortesía del Dr. James Boyer.) del colédoco. En estado de ayuno, la presión del colédoco es de 5 a 10 cm H2O y la bilis producida por el hígado es transportada hacia la vesícula biliar. Después de comer, la vesícula biliar se contrae, el esfínter se relaja y la presión en el conducto excede (de manera intermitente) la resistencia del esfínter, con lo que impulsa chorros de bilis hacia el duodeno. Al contraerse la vesícula, la presión interna se incrementa a 25 cm H2O y la del colédoco alcanza de 15 a 20 cm H2O. La colecistocinina (CCK, por sus siglas en inglés) constituye el principal estímulo para la contracción posprandial de la vesícula biliar y la relajación del esfínter, pero otros impulsos vagales facilitan esta acción. La mucosa del intestino delgado libera CCK hacia la corriente sanguínea, por acción de grasas o productos lipolíticos en la luz intestinal. Los aminoácidos y polipéptidos pequeños son estímulos más débiles, en tanto que los carbohidratos son ineficaces en este sentido. Durante la alimentación, el flujo biliar aumenta por el recambio de sales biliares en la circulación enterohepática y porque secretina, VIP y CCK estimulan la acción secretora de los conductos. La motilina estimula el vaciamiento parcial y episódico de la vesícula durante la fase interdigestiva. XX Sales biliares y circulación enterohepática Alrededor de 90% de los elementos sólidos de la bilis son sales biliares, lecitina y colesterol; el resto se compone de bilirrubina, ácidos grasos y sales inorgánicas. El líquido biliar contenido en la vesícula tiene más o menos 10% de sólidos y sales biliares en concentraciones de 200 a 300 mmol/L (figura 25-4). Las sales biliares son moléculas esteroideas formadas por hepatocitos a partir de colesterol; la velocidad de su síntesis es determinada por un control de retroalimentación y puede incrementarse hasta un máximo de 20 veces. El hígado produce dos sales biliares primarias (colato y quenodesoxicolato), que se conjugan con glicina o taurina antes de ser excretados en la bilis, con lo que aumenta su hidrosolubilidad. Las bacterias intestinales modifican estos compuestos para generar las sales biliares secundarias desoxicolato y litocolato. La primera de éstas es reabsorbida y entra al hígado, pero el litocolato es insoluble y se excreta en heces. La bilis se compone de 40% de colato, 40% de quenodesoxicolato y 20% de desoxicolato, conjugados con glicina o taurina en proporción de 3:1. Las funciones de las sales biliares son: (1) inducir el flujo biliar, (2) transportar lípidos y (3) fijar los iones calcio de la bilis. Se desconoce cuál es la importancia de esta última función. La moléculas de ácidos biliares son anfipáticas (es decir, tienen un polo hidrófilo y otro hidrófobo), y en la bilis forman agregados multimoleculares llamados micelas, en las que los polos hidrófilos se alinean frente al medio acuoso. Los lípidos insolubles en agua, como el colesterol, pueden disolverse en los centros hidrófobos de las micelas de ácidos biliares. Las moléculas de lecitina son insolubles en agua, pero tienen bipolaridad lipídica y se agregan en bicapas hidratadas que forman vesículas en la bilis; además, se incorporan a las micelas de ácidos biliares y con ello forman micelas mixtas. Estas últimas tienen mayor capacidad para transportar lípidos, en comparación con las micelas compuestas sólo de ácidos biliares. El colesterol se transporta en la bilis dentro de vesículas de fosfolípidos y micelas de sales biliares. Las sales biliares permanecen en la luz intestinal de todo el yeyuno, donde participan en la digestión y absorción de grasas (figura 25-5). Al llegar a la porción distal del intestino delgado, son reabsorbidas por medio de un sistema de transporte activo localizado en los 200 cm terminales del íleon. Más de 95% de las sales biliares que llegan del yeyuno son transferidas por este proceso hacia la sangre de la vena porta; el resto entra al colon, donde se convierten en sales biliares secundarias. El contenido total de sales biliares (de booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES 471 Vesícula biliar Conductos hepáticos izquierdo y derecho Arteria hepática derecha Arteria hepática izquierda Arteria cística Vena porta Conducto cístico Colédoco Arteria hepática primitiva Borde libre del ligamento hepatoduodenal Unión anterior en espiral Unión posterior en espiral Unión paralela larga Figura 25-2. Anatomía de la vesícula y variantes de la anatomía del conducto cístico. 2.5 a 4 g) completa dos veces la circulación enterohepática durante cada comida y realiza de seis a ocho ciclos al día. La pérdida diaria normal de sales biliares en heces es de 10 a 20% de la reserva total y es restituida por la síntesis hepática de dichas sales. Arias IM et al: The biology of the bile canaliculus. Hepatology 1993;17:318. Gustafsson U, Sahlin S, Einarsson C: Biliary lipid composition in patients with cholesterol and pigment gallstones and gallstonefree subjects: deoxycholic acid does not contribute to formation of cholesterol gallstones. Eur J Clin Invest 2000;30:1099. Hofmann AF: The continuing importance of bile acids in liver and intestinal disease. Arch Intern Med 1999;159:2647. Kullak-Ublick GA: Regulation of organic anion and drug transporters of the sinusoidal membrane. J Hepatol 1999;31:563. Sahin M et al: Effect of octreotide (Sandostatin 201-995) on bile flow and bile components. Dig Dis Sci 1999;44:181. XX Bilirrubina Cada día se excretan de 250 a 300 mg de bilirrubina en la bilis, más o menos; el 75% proviene de la lisis de eritrocitos del sistema reticuloendotelial y 25% del recambio de la fracción hemo en sangre hepática y hemoproteínas. Primero se libera la fracción hemo de la hemoglobina y se extraen el hierro y la globina para que el organismo las reutilice. El primer pigmento que forma la fracción hemo es la biliverdina; ésta se reduce a bilirrubina no conjugada, que es la detectada por reacción indirecta en la prueba de van den Bergh. La bilirrubina no conjugada es insoluble en agua y se fija a la albúmina, con la que es transportada por el plasma. Los hepatocitos extraen la bilirrubina no conjugada de la sangre y la conjugan con ácido glucurónico para formar diglucurónido de bilirrubina, que es la bilirrubina directa hidrosoluble. Esta conjugación es catalizada por glucuroniltransferasa, una enzima del retículo endoplásmico. La bilirrubina es transportada al interior del hepatocito por proteínas fijadoras de citosol, que liberan con rapidez la molécula en la membrana canalicular para su secreción activa hacia la bilis; incluida en ésta, la bilirrubina conjugada es transportada, en gran parte unida a micelas lipídicas mixtas. Después que la bilirrubina ingresa al intestino, las bacterias entéricas la reducen a diversos compuestos, conocidos como urobilinógenos, los que luego son oxidados y se convierten en urobilinas pigmentadas. Con frecuencia se utiliza el término urobilinógeno para referirse tanto a las urobilinas como a los urobilinógenos. EXAMEN DIAGNÓSTICO DEL ÁRBOL BILIAR XX Radiografía simple del abdomen En proyección radiográfica posteroanterior del abdomen, con el paciente en posición supina, se aprecian cálculos biliares en 10 a booksmedicos.org 4 72 CAPÍTULO 25 Lípidos biliares Sales biliares Sales biliares Sales biliares HÍGADO H2O Circulación enterohepática Micelas mixtas Pigmentos biliares (otros iones orgánicos) Iones inorgánicos Tono vagal Secretina, CCK, gastrina HCO3−, Na+ CONDUCTO BILIAR K+, Cl−, H2O HCO3−, Na+, H2O Bilis Figura 25-3. Formación de la bilis. Las flechas gruesas hacia la luz del conducto indican transporte activo; las flechas punteadas representan desplazamiento pasivo. Absorción de grasa Yeyuno 15% de los casos, cuando son radioopacos. A veces, la bilis por sí sola contiene una cantidad de calcio (leche de calcio biliar o lodo biliar) suficiente para observarlo en las placas. En ocasiones se identifica hipertrofia vesicular como una masa de tejido blando, que está llena de gas. En varios tipos de enfermedad biliar es posible inferir el diagnóstico, cuando la radiografía simple muestra gas en los conductos biliares. Por lo regular, esto indica una fístula biliar intestinal (causada por enfermedad o por cirugía), pero en raras ocasiones también es detectada en casos graves de colangitis, colecistitis enfisematosa y ascariasis biliar. XX Colecistografía con medio de contraste administrado por vía oral En la noche anterior al estudio, el paciente ingiere tiropanoato sódico o ácido iopanoico, con una merienda ligera. El fármaco es absorbido y se fija a la albúmina de la sangre portal, de donde la extraen los hepatocitos para luego secretarlo en la bilis. Sólo se logra la opacificación cuando las concentraciones promedio en la vesícula biliar son óptimas 10 horas después de la ingestión de Íleon tiropanoato. Se toman placas con proyecciones posteroanterior y oblicua en posición supina, lo mismo que en posición erguida o en decúbito lateral. Los colecistogramas con medio de contraste administrado por vía oral resultan insatisfactorios cuando la absorción intestinal del medio de contraste es insuficiente o el hígado no lo excreta en la cantidad necesaria. Con frecuencia, la absorción es menor en pacientes con enfermedad intestinal aguda, por íleo, vómito o diarrea. Es probable que la excreción hepática resulte insuficiente cuando la concentración de bilirrubina sea mayor de 3 mg/dl. En 5% de los exámenes se obtienen resultados falsos negativos. Aunque la vesícula biliar esté sana, es probable que no se logre la opacificación durante varias semanas después de un traumatismo grave o una enfermedad mayor. En 20% de los pacientes no se obtiene opacificación después de la dosis única usual. Al administrar una segunda dosis y repetir la radiografía al día siguiente se logra en 25% de los casos. La persistencia de la falta de opacificación constituye un signo bastante seguro (> 95% de positivos verdaderos) de enfermedad en la vesícula. Cuando una sola dosis no la genera, en lugar de dar una segunda dosis de medio de contraste para la colecistografía resulta más sencillo realizar una ecografía como siguiente paso. booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES Bilis concentrada en la vesícula biliar Bilis hepática 300 mmol/L Aniones Hígado Colesterol K+ ca 0 5 g/d Sales biliares (reserva = 3.5 g) 200 Cationes 473 Na+ 100 0 Sistema porta BS − 100 Cl 85% al día 200 Vesícula biliar HCO3− 300 Volumen 5 0 ca 15% Yeyuno 10 ml ca 70% Íleon ca 0.5 g/d 0 1 2 3 4 5 6 Colon Tiempo (h) Figura 25-4. Cambios en la composición de la bilis, producidos en la vesícula biliar. (Cortesía de J. Dietschy.) Figura 25-5. Circulación enterohepática de sales biliares (Cortesía de M. Tyor.) XX Colangiografía transhepática percutánea (THC, PTC) XX Ecografía Esta técnica consiste en introducir una aguja delgada a través de la parte inferior derecha de la caja costal y del parénquima hepático, hasta la luz de un conducto biliar. Se inyecta medio de contraste hidrosoluble y se toman radiografías. La eficacia de esta técnica depende del grado de dilatación de los conductos biliares intrahepáticos. La THC resulta de valor especial en la definición de la anatomía biliar de pacientes con estenosis biliares benignas o lesiones malignas en el conducto biliar proximal, lo mismo que en casos en que falló la colangiopancreatografía endoscópica retrógrada (ERCP, por sus siglas en inglés; véase la siguiente sección). El hecho de que el medio de contraste no ingrese a un conducto no demuestra la inexistencia de una obstrucción. Se debe practicar THC en casos de colangitis, hasta que se haya controlado la infección con antibióticos. Se debe dar tratamiento preliminar con antibióticos en casi absolutamente todos los casos, sin importar si la persona padece choque séptico por colangitis debida a la inoculación de microorganismos biliares a la circulación sistémica. De otra suerte, las contraindicaciones son las mismas que las de biopsia hepática percutánea. Esta técnica de imagen es sensible y específica para la detección de cálculos vesiculares y conductos biliares dilatados. Son raras las veces que los estudios diagnósticos de litiasis vesicular originen diagnósticos falsos positivos o den resultados falsos negativos, ya que de los pacientes examinados por ecografía de tiempo real, sólo 5% tienen cálculos pequeños o contracción vesicular. Por lo general, la ecografía no permite detectar cálculos en el colédoco. La dilatación de conductos biliares en pacientes con ictericia indica obstrucción en dichos conductos, pero es frecuente que éstos permanezcan normales aunque estén obstruidos. Cuando la ecografía muestra conductos dilatados, la THC casi siempre da buenos resultados técnicos. En ocasiones, el operador del ecógrafo informa que la vesícula biliar contiene “lodo”. Este material opaco en la ecografía no proyecta una “sombra” acústica y forma una capa en la parte inferior de la vesícula; en análisis clínico, se halla que es una delgada capa de bilirrubinato de calcio precipitado. Ese lodo puede acompañar una litiasis vesicular o ser un descubrimiento aislado; se le observa en diversos trastornos clínicos, muchos de los cuales se caracterizan por estasis de la vesícula (p. ej., por ayuno prolongado). Por sí solo, el lodo no constituye una indicación de colecistectomía. XX Colangiopancreatografía endoscópica retrógrada (ERCP) XX Estudios de imagen con radionúclidos (HIDA) Esta técnica requiere la canulización del esfínter de Oddi con guía visual directa por medio de un duodenoscopio con visión lateral. Para emplear endoscopios fibrópticos se requiere capacitación especial para que el operador se familiarice con el instrumento. Por lo regular, es posible opacificar tanto los conductos pancreáticos como los biliares. En general, se prefiere el procedimiento de examen del árbol biliar en pacientes con presunta coledocolitiasis o lesiones obstructivas en la región periampollar. Los derivados del ácido iminodiacético (IDA, por sus siglas en inglés) marcados con tecnecio-99m son excretados en alta concentración en la bilis y generan excelentes imágenes gammagráficas. Por lo regular, las imágenes de los conductos y la vesícula biliares aparecen en la gammagrafía 15 a 30 minutos después de la inyección intravenosa del radionúclido, en tanto que las de intestino se forman en los primeros 60 minutos. Si el paciente sufre dolor e hipersensibilidad agudos en el cuadrante superior derecho y se obtiene una buena imagen del conducto biliar, pero ninguna de la vesícula, booksmedicos.org 4 74 CAPÍTULO 25 esto indica obstrucción en dicho conducto y constituye una base prácticamente segura para el diagnóstico de colecistitis aguda. Se trata de un examen fácil de realizar y, en ocasiones, resulta un método útil para confirmar tal diagnóstico. ICTERICIA Se clasifica a la ictericia como prehepática, hepática o poshepática, según el sitio de la enfermedad que la provoque. La principal causa de la prehepática es hemólisis, que implica aumento en la producción de bilirrubina; otras causas menos comunes son la enfermedad de Gilbert y el síndrome de Crigler-Najjar. La ictericia por trastorno de parénquima hepático se subdivide en los tipos hepatocelular y colestásico. El primero incluye hepatitis viral aguda y cirrosis alcohólica crónica. En algunos casos, la colestasis intrahepática es indistinguible, por clínica o por bioquímica, de la ocasionada por obstrucción de conductos biliares. Las modalidades más frecuentes son la cirrosis biliar primaria y la ictericia por fármacos tóxicos, colestásica o posoperatoria. La mayoría de las veces, la ictericia extrahepática es resultado de obstrucción biliar por un tumor maligno, coledocolitiasis o estenosis biliar. Otras causas menos frecuentes son seudoquiste pancreático, pancreatitis crónica, colangitis esclerosante, cáncer metastásico y diverticulitis duodenal. En la mayoría de los casos, es posible valorar la causa de la ictericia sólo con base en observaciones clínicas y resultados de laboratorio. En los demás, se requieren THC, ERCP o estudios por ecografía o CT. En las siguientes secciones se considerarán las indicaciones de estos exámenes. XX Antecedentes Se debe registrar edad, género y paridad (en el caso de mujeres) de los pacientes, así como sus posibles hábitos dañinos. La mayoría de los enfermos de hepatitis infecciosa son mayores de 30 años. Un antecedente de drogadicción es posible indicación de hepatitis sérica transmitida por compartir agujas hipodérmicas. Por lo regular, se puede demostrar alcoholismo crónico en personas cirróticas y, por lo general, la ictericia aguda en alcohólicos es resultado de una borrachera reciente. En pacientes de edad avanzada es más frecuente la obstrucción por cálculos biliares. A veces, la ictericia por coledocolitiasis se acompaña de cólico biliar, fiebre y escalofríos; además, en algunos casos se informa de episodios similares anteriores. El dolor por obstrucción maligna es profundo, sordo y, en ocasiones, de intensidad que varía por cambios de posición. Con frecuencia se sufre dolor en la región hepática durante las primeras etapas de hepatitis viral y en lesiones alcohólicas agudas en el hígado. Varios pacientes con obstrucción extrahepática informan que sus heces se han vuelto de color más claro y su orina más oscura. A menudo, las lesiones colestásicas se acompañan de prurito que a veces causa grandes molestias. En ocasiones, el prurito antecede a la ictericia, pero generalmente aparecen al mismo tiempo. La comezón es más intensa en las extremidades y se acentúa en climas cálidos y húmedos. No se ha dilucidado la causa del prurito, pero no se correlaciona con la concentración de sales biliares en la piel, como alguna vez se creyó. Por lo regular, la colestiramina (una resina de intercambio aniónico) alivia la molestia al fijar sales biliares en la luz intestinal e impedir que sean reabsorbidas. XX Examen físico La hepatomegalia es común, tanto con ictericia hepática como poshepática. En algunos casos, la palpación del hígado es indicativa de cirrosis o cáncer metastásico, pero percepciones de este tipo no son confiables. Por lo general, la ictericia alcohólica aguda se acompaña de estigmas secundarios de cirrosis; los signos de color amarillento en las palmas de las manos, angiomas aráneos, ascitis, venas colaterales en paredes abdominales y esplenomegalia son indicativos de cirrosis. En un paciente ictérico, la vesícula biliar palpable y no hipersensible es signo de obstrucción maligna en el colédoco (ley de Curvoisier), pero la imposibilidad de palpar la vesícula carece de importancia para descartar cáncer. XX Estudios de laboratorio En pacientes con enfermedad hemolítica, el aumento en la concentración de bilirrubina se produce, sobre todo, en la fracción indirecta no conjugada. La bilirrubina no conjugada no es hidrosoluble, de modo que la ictericia en estos casos es acolúrica. La concentración de bilirrubina total en pacientes con hemólisis rara vez excede de 4 a 5 mg/dl, ya que la tasa de excreción se incrementa al elevarse la concentración de bilirrubina y pronto alcanza una meseta. Concentraciones más altas son indicativas de enfermedad en el parénquima hepático. La ictericia causada por enfermedad del parénquima hepático se caracteriza por aumento en las concentraciones séricas de bilirrubina, tanto conjugada como no conjugada. La elevación de la fracción conjugada siempre es signo de trastorno en el parénquima hepático; en más o menos 50% de estos casos predomina la bilirrubina directa. La colestasis intrahepática y la obstrucción extrahepática hacen que se incremente la fracción de bilirrubina directa, pero la fracción indirecta también aumenta un poco. Como la directa es hidrosoluble, se desarrolla bilirrubinuria. Si la obstrucción extrahepática es completa, la concentración de bilirrubina se eleva hasta una meseta de 25 a 30 mg/dl; a este nivel, las pérdidas por orina son iguales a la producción diaria adicional. Concentraciones mayores son signo de hemólisis concomitante o función renal disminuida. En caso de obstrucción extrahepática causada por neoplasias, es frecuente que la concentración de bilirrubina exceda de 10 mg/ dl y su concentración promedio sea de más o menos 18 mg/dl. A menudo, la ictericia obstructiva por cálculos en el colédoco genera aumentos transitorios en un rango de 2 a 4 mg/dl en la concentración de bilirrubina, pero ésta rara vez supera los 15 mg/dl. En pacientes con cirrosis alcohólica o hepatitis viral aguda, los niveles séricos de bilirrubina son muy variables en relación con el grado de lesión parenquimatosa. Con obstrucción extrahepática son frecuentes las elevaciones modestas de la concentración de aspartato aminotransferasa (AST), pero se llegan a detectar concentraciones hasta de 1 000 unidades/L (aunque rara vez) en personas con cálculos en el colédoco o colangitis. En este último caso, las altas concentraciones sólo persisten pocos días y se acompañan de aumentos en los niveles de lactato deshidrogenasa (LDH). En general, las concentraciones de AST superiores a 1 000 unidades/L son signo de hepatitis viral. La fosfatasa alcalina sérica se origina en tres sitios: hígado, huesos e intestino. En personas sanas, la producción hepática y la ósea son más o menos iguales, en tanto que el intestino contribuye poco. La fosfatasa alcalina hepática es producida por las células epiteliales de los colangiolos y los aumentos en su concentración por enfermedad hepática son resultado de mayor producción de la enzima. Los trastornos por colestasis intrahepática, colangitis u obstrucción extrahepática ocasionan incremento en la concentración de fosfatasa alcalina. Como la elevación se debe a producción excesiva, es probable que ésta ocasione lesiones hepáticas focales sin ictericia. Por ejemplo, una sola metástasis hepática, un absceso piógeno solitario en un lóbulo o un tumor que obstruya sólo un conducto, a veces, no causan la suficiente obstrucción en el parénquima hepático para generar ictericia, aunque por lo general conllevan aumento en la concentración de fosfatasa alcalina. En caso de colangitis con obstrucción extrahepática incompleta, es probable que la concentra- booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES ción sérica de bilirrubina sea normal o un poco elevada, pero la de fosfatasa alcalina en suero puede ser muy alta. A veces, las enfermedades óseas complican la interpretación de concentraciones altas de fosfatasa alcalina (figura 25-6). Cuando se sospeche que el nivel sérico aumentado de la enzima es de origen óseo, habrá que determinar las concentraciones séricas de calcio, fósforo y 5´-nucleotidasa o leucina aminopeptidasa. Estas dos últimas enzimas también son producidas por colangiolos y su concentración es alta en casos de colestasis, pero sus niveles séricos no varían por enfermedad ósea. Los cambios en la concentración sérica pueden ser signo de disfunción del parénquima hepático. Con cirrosis, los niveles séricos de albúmina disminuyen y los de globulinas aumentan. En algunos casos de cirrosis biliar primaria la concentración sérica de globulinas alcanza niveles elevados. Por lo regular, la obstrucción biliar no provoca cambios, a menos que se haya desarrollado cirrosis biliar secundaria. XX Diagnóstico El principal objetivo del diagnóstico es distinguir entre ictericia (obstructiva) quirúrgica y no quirúrgica. Los antecedentes, el examen físico y los resultados básicos de laboratorio permiten establecer un diagnóstico preciso, la mayoría de las veces sin necesidad de pruebas invasivas (como biopsia hepática o colangiografía). En la primera consulta, la mayoría de los pacientes ictéricos no padecen enfermedad crítica, de modo que es posible ejecutar por pasos las acciones diagnósticas y terapéuticas, con elección de cada examen según la información disponible en el momento. Sólo se requiere intervención urgente en casos de colangitis grave o que empeore. Con frecuencia, si la ictericia es leve y reciente, se resuelve en 24 a 48 horas y durante este tiempo se puede practicar colecistografía, con medio de contraste administrado por vía oral, o estudio ecográfico para comprobar si hay litiasis biliar. Normal Cirrosis posnecrótica o de Läennec Hepatitis viral Ictericia obstructiva (cálculos) Ictericia obstructiva (maligna) Mononucleosis infecciosa Cirrosis biliar secundaria Hepatitis tóxica (colestásica) Carcinoma parenquimatoso Cirrosis biliar primaria 0 20 40 60 Por lo regular, el primer examen que se realiza en casos de ictericia persistente es un estudio ecográfico, con el cual es posible observar conductos biliares intrahepáticos dilatados (signo de obstrucción de conductos) o cálculos biliares. Una forma de delinear mejor la lesión es por medio de ERCP o THC. La primera de éstas es preferible cuando se cree que la obstrucción está en el extremo inferior del conducto (p. ej., en casos de probable carcinoma en el páncreas u otros tumores periampollares). En general, se prefiere la THC cuando se trata de lesiones proximales (como estenosis biliar o neoplasia en la bifurcación de los conductos hepáticos), pues con esta técnica se logra mejor opacificación de los conductos proximales al sitio obstruido y, por tanto, se obtiene más información útil para planear la cirugía. Si el cuadro clínico es indicativo de obstrucción neoplásica, se puede preferir la CT sobre la ecografía, ya que da mejor definición de lesiones masivas y, a la vez, permite determinar la existencia y localización general de la obstrucción de conductos biliares. Cuando los estudios por CT o ecografía indican obstrucción biliar, se debe decidir si están indicados los colangiogramas. En general, los pacientes con litiasis biliar no requieren colangiogramas preoperatorios, los cuales sí son de rutina en casos de obstrucción neoplásica, estenosis biliar benigna o ictericia por causas raras o desconocidas. PATOGENIA DE LOS CÁLCULOS BILIARES En Estados Unidos existen más de 20 millones de personas que padecen litiasis biliar y cada año se realizan alrededor de 300 000 operaciones por esta enfermedad, con al menos 6 000 muertes por complicaciones del tratamiento. La incidencia de litiasis biliar aumenta con la edad, de modo que entre los 50 y los 65 años de edad, 20% de las mujeres y 5% de los varones la padecen (figura 25-7). En 75% de los casos, los cálculos biliares se componen principalmente de colesterol (70 a 95%), por lo que son llamados cálculos de colesterol. En el 25% restante, los cálculos son de pigmentos. Sin importar cuál sea su composición, todos los cálculos biliares dejan secuelas clínicas similares. XX Cálculos de colesterol Hígado graso Hepatitis tóxica (hepatocelular) 475 80 100 Fosfatasa alcalina (unidades Bodansky) Figura 25-6. Rangos de valores de la concentración de fosfatasa alcalina en diversos trastornos hepatobiliares. Estos cálculos se forman cuando el hígado secreta bilis sobresaturada de colesterol. Por influencia de diversos factores, el colesterol se precipita de la solución y los cristales así formados crecen hasta convertirse en cálculos macroscópicos. Excepto si el colédoco está dilatado o sólo sufre obstrucción parcial, los cálculos de esta enfermedad se forman dentro de la vesícula biliar, casi en forma exclusiva; por lo general, los que se hallan en los conductos llegaron allí a través del conducto cístico. La incidencia de la enfermedad por cálculos de colesterol es máxima en nativos americanos, menor en personas de raza blanca y mínima en pacientes de raza negra, con un gradiente de dos a uno entre cada grupo y el siguiente. Más de 75% de las mujeres de raza americana mayores de 40 años sufren la enfermedad. Antes de la pubertad, el trastorno es raro y de igual frecuencia en ambos géneros. Después, la afección es más frecuente en mujeres que en varones, hasta la menopausia, cuando la discrepancia disminuye. También se aprecian efectos hormonales en la mayor incidencia de litiasis en multíparas y en la menor saturación biliar de colesterol después de consumir anticonceptivos orales. Otro factor de riesgo importante es la obesidad. El riesgo relativo aumenta en forma proporcional al grado de sobrepeso, debido al aumento progresivo en la secreción de colesterol con la bilis. Como ya se dijo, el colesterol es insoluble y, en la bilis, es necesario que lo transporten las micelas de sales biliares y vesículas de fosfolípidos (lecitina). Cuando la cantidad de colesterol excede la capacidad para retenerlo, sus cristales empiezan a separarse de las vesículas de fosfolípidos y se precipitan. booksmedicos.org CAPÍTULO 25 4 76 Bilis litógena 100 pacientes 2 Litiasis biliar asintomática 35 63 Colecistitis supurativa (empiema) 1 Perforación localizada 1 Colecistitis aguda 10 Edema (raro) Perforación libre 1 8 1 Colecistitis crónica (cólico biliar) 64 1 Fístula colecistoentérica 2 Íleo por cálculos 1 Figura 25-7. Evolución natural de los cálculos biliares. Los números representan porcentajes aproximados de pacientes en cada categoría. Nótese que la mayoría de las personas con colecistitis aguda padecieron cólicos biliares previos. La secreción de sales biliares y colesterol hacia la bilis está vinculada. Dichas sales lavan el colesterol de la membrana de los hepatocitos, cuando éstos ingresan a los conductillos biliares. A mayores niveles de excreción de sales biliares, la cantidad de colesterol disminuye con respecto a la de sales biliares que entran a la bilis. Esto significa que durante los periodos de bajo flujo biliar (es decir, durante el ayuno), la capacidad de la bilis para retener colesterol se satura más que en los intervalos de flujo biliar alto. De hecho, en los países occidentales, casi 50% de las personas tiene bilis sobresaturada de colesterol por la mañana, después del ayuno nocturno. La reserva de sales biliares en personas con litiasis biliar es más o menos la mitad de la que tiene la gente sana, pero esto es consecuencia de la litiasis (es decir, los cálculos desplazan bilis de la vesícula) y no su causa. Para que se desarrolle litiasis biliar es necesario que la bilis se sobresature de colesterol, pero esto solo no basta. En las personas que no tienen cálculos biliares, la precipitación espontánea del colesterol que sobresatura la bilis se realiza a mucha menor velocidad que en los pacientes con litiasis biliar. Más aún, entre personas con bilis sobresaturada sólo se demuestra formación de cristales de colesterol in vivo en quienes padecen litiasis. Esto es resultado de proteínas biliares específicas que pueden estabilizar o desestabilizar las vesículas de fosfolípidos que contienen colesterol. En la formación de cálculos, los factores que promueven la formación de núcleos (como inmunoglobulinas, glucoproteínas de mucosas, fibronectina y orosomucoide) parecen más importantes que los factores antinucleares (como glucoproteína, apolipoproteína y citoqueratina). A veces, la variación en las concentraciones de estas proteínas es el factor crítico determinante para la formación de cálculos biliares en muchas personas con bilis saturada. El hecho de que se formen cálculos biliares casi exclusivamente en la vesícula, aunque la composición de la bilis hepática sea anormal, destaca que la vesícula biliar cumple importantes funciones en la patogenia de los cálculos biliares, como concentrar la bilis, cons- tituir nidos (como pequeños granos de pigmento) para la cristalización de colesterol, suministrar mucoproteína para que se aglutinen cálculos entre sí y servir como un área de estasis que posibilite la formación y crecimiento de cálculos biliares. XX Cálculos pigmentarios Éstos constituyen 25% de los cálculos biliares en pacientes estadounidenses y 60% en los japoneses. Los cálculos pigmentarios son de color negro a pardo oscuro, miden de 2 a 5 mm de diámetro y son amorfos. Se componen de una mezcla de bilirrubinato de calcio, polímeros complejos de bilirrubina, ácidos biliares y otras sustancias no identificadas. Alrededor de 50% de estos cálculos son radioopacos y en Estados Unidos suman dos terceras partes de la cantidad total de cálculos radioopacos. Su incidencia es similar en mujeres y varones, como también entre personas de raza blanca o raza negra. Rara vez se forman cálculos pigmentarios en pacientes indoamericanos. Los factores que predisponen al desarrollo de estos cálculos son cirrosis, estasis biliar (por estenosis o por gran dilatación del colédoco) y hemólisis crónica. La concentración biliar de bilirrubina no conjugada es alta en algunas personas con cálculos pigmentarios. Por medio de estudios con microscopio electrónico, se ha demostrado que alrededor de 90% de los cálculos pigmentarios se componen de densas mezclas de bacterias y glucocáliz bacteriano, con pigmentos sólidos. Esto indica que las bacterias cumplen una función primaria en el desarrollo de litiasis biliar, lo que ayuda a explicar porqué pacientes con cálculos biliares pigmentarios padecen sepsis con mayor frecuencia que quienes tienen cálculos biliares de colesterol. Es posible que la β-glucuronidasa bacteriana cause la desconjugación del diglucurónido de bilirrubina soluble para convertirlo en bilirrubina no conjugada insoluble que, luego, el glucocáliz acumula para formar cálculos macroscópicos. booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES Beckingham IJ: ABC of diseases of liver, pancreas, and biliary system. Gallstone disease. BMJ 2001;322:91. Caroli-Bosc FX et al: Cholelithiasis and dietary risk factors: an epidemiologic investigation in Vidauban, Southeast France. General Practitioner’s Group of Vidauban. Dig Dis Sci 1998;43:2131. Cicala M et al: Increased sphincter of Oddi basal pressure in patients affected by gall stone disease: a role for biliary stasis and colicky pain? Gut 2001;48:414. 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Cada año, cerca de 2% de los enfermos de litiasis asintomática desarrollan síntomas (cólico biliar, la mayoría de las veces), en vez de alguna complicación de la litiasis. En general, quienes padecen cólicos crónicos presentan los síntomas con igual intensidad y frecuencia. Parece que es apropiada la práctica actual de reservar la cirugía para los pacientes asintomáticos y dejar que quienes no los tienen evolucionen solos. La existencia de cualquiera de los siguientes factores indica una evolución más grave y, a veces, ésta constituye una razón para efectuar colecistectomía profiláctica: (1) cálculos grandes (> 2 cm de diámetro), ya que ocasionan colecistitis con mayor frecuencia que los cálculos de menor tamaño, y (2) calcificación de la vesícula biliar, porque en muchos casos se relaciona con carcinoma. Sin embargo, la mayoría de los pacientes asintomáticos no presentan características especiales. No se debe considerar la cirugía para personas con trastornos coexistentes (cardiopulmonares o de otro tipo) que incrementen los riesgos de la operación. La colecistectomía no es recomendable para el paciente asintomático promedio. Sin embargo, existe la tendencia de operar a los más jóvenes y contemporizar con los de edad avanzada. Beckingham IJ: ABC of diseases of liver, pancreas, and biliary system. Gallstone disease. BMJ 2001;322:91. CÁLCULOS BILIARES Y COLECISTITIS CRÓNICA (CÓLICO BILIAR) PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO Dolor abdominal episódico. Dispepsia. Cálculos biliares en colecistografía o ecografía. XX Aspectos generales La colecistitis crónica constituye la forma más frecuente de enfermedad de la vesícula biliar y casi siempre es causada por cálculos 477 biliares. En general, se aplica el término colecistitis a todos los casos de litiasis biliar, sin tomar en cuenta el aspecto histológico de la vesícula. Episodios repetidos de obstrucción menor del conducto cístico ocasionan cólicos biliares intermitentes e influyen en la inflamación y la subsiguiente formación de escara. Cuando un paciente asintomático tiene cálculos biliares, pero nunca ha sufrido un ataque de colecistitis aguda, la vesícula tendrá uno de los siguientes aspectos: (1) en algunos, la mucosa está un poco aplanada, pero la pared vesicular es delgada, sin arrugas y, excepto por los cálculos, parece normal; (2) en otros se observan signos obvios de inflamación crónica, con engrosamiento parietal, infiltración celular, pérdida de elasticidad y fibrosis. No siempre es posible establecer diferencias entre las historias clínicas de los pacientes de estos grupos, pues a veces se descubren cambios inflamatorios en casos de litiasis asintomática. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas y signos Los cólicos biliares constituyen el síntoma más característico y su causa es la obstrucción transitoria del conducto cístico debida a cálculos. Por lo regular, el dolor es de inicio súbito, puede durar de algunos minutos a varias horas y luego disminuye poco a poco. Por lo general, el dolor cólico biliar es uniforme, sin intermitencias, como las de los cólicos intestinales. Algunos pacientes sufren estos ataques después de comer, pero otros los padecen sin relación alguna con los alimentos. La frecuencia de los ataques varía mucho de un caso a otro, desde constituir un problema casi continuo hasta episodios separados por muchos años. A veces, el dolor se acompaña de náuseas y vómito. Por lo general, el cólico biliar se siente en el cuadrante superior derecho, pero también son frecuentes los dolores epigástricos y en el lado izquierdo del abdomen; además, algunos sufren dolor precordial. En algunos casos, la dolencia se irradia alrededor del margen costal hasta la espalda y, en otros, se refiere hacia la región escapular. El dolor es raro en la parte superior del hombro y, cuando aparece, es signo de irritación en el diafragma. Por lo regular, cuando la persona padece ataques intensos se retuerce en el lecho y cambia de posición con frecuencia, en un intento de aminorar el sufrimiento. En ocasiones, el cuadrante superior derecho es hipersensible durante los ataques y, raras veces, la vesícula es palpable. Los síntomas de intolerancia a los alimentos, dispepsia, indigestión, agruras, flatulencias, náuseas, singultos y otros se relacionan con litiasis biliar. Pero estos síntomas también son comunes en la población general, por lo cual es posible que su aparición en determinada persona con litiasis sólo sea una coincidencia. B. Estudios de laboratorio Por lo general, el primer estudio que se debe realizar es una ecografía de la vesícula. En 95% de los casos es posible demostrar cálculos biliares y los resultados positivos de litiasis casi nunca son erróneos. Es necesario obtener un colecistograma cuando los resultados de la ecografía son ambiguos, se considera litotripsia o tratamiento con ursodiol, o los síntomas son muy indicativos y la ecografía dio resultados normales. La ecografía y las colangiografías por vía oral dan resultados de normalidad en alrededor de 2% de los casos de litiasis biliar. Por tanto, cuando exista gran probabilidad clínica de este trastorno y estos dos estudios den resultados negativos, habrá que estudiar con ERCP (para opacificar la vesícula y buscar cálculos) o insertar una sonda duodenal para examinar la bilis duodenal en busca de cristales de colesterol o gránulos de bilirrubinato. booksmedicos.org 4 78 CAPÍTULO 25 XX Diagnóstico diferencial A veces, la historia clínica indica de forma muy precisa que un cólico es vesicular, pero siempre habrá que confirmar la impresión clínica con un estudio ecográfico. Es posible confundir un cólico biliar con dolores por úlcera duodenal, hernia hiatal, pancreatitis o infarto miocárdico. Se deben obtener electrocardiograma y radiografía de tórax para detectar posible enfermedad cardiopulmonar. Se ha dicho que, a veces, un cólico biliar agrava las enfermedades cardiacas, pero la angina de pecho y los signos electrocardiográficos anormales rara vez constituyen indicaciones para efectuar colecistectomía. En ocasiones se confunde con cólico biliar al dolor radicular en los dermatomas T6 a T10. Las radiografías muestran espolones osteoartríticos, lesiones vertebrales o tumores y, a veces, estos trastornos son indicados por hiperestesia en la piel abdominal. En ocasiones está indicada una serie radiográfica de la porción superior del tubo gastrointestinal para buscar espasmo esofágico, hernia hiatal, úlcera péptica o tumores gástricos. En algunos pacientes es posible confundir el síndrome de colon irritable con molestias en la vesícula. A veces se pasa por alto un carcinoma en el ciego o el colon ascendente, porque alguien supuso que el dolor debido a estos trastornos era causado por litiasis biliar. XX Complicaciones La colecistitis crónica predispone al desarrollo de colecistitis aguda, cálculos en el colédoco y adenocarcinoma en la vesícula biliar. Mientras mayores sean los cálculos formados, mayor será la incidencia de tales complicaciones. Sin embargo, éstas son poco frecuentes y la detección de cálculos no es razón suficiente para realizar colecistectomía en pacientes con enfermedad asintomática o con síntomas leves. XX Tratamiento A. Tratamiento médico Será de ayuda que el paciente no consuma alimentos que provoquen el trastorno. 1. Disolución. En algunos casos es posible disolver los cálculos de colesterol que estén en la vesícula por medio de tratamiento crónico con ursodiol, que reduce la concentración biliar de colesterol al inhibir la secreción de este último; así, la bilis no saturada podrá disolver con lentitud el colesterol sólido de los cálculos. Desafortunadamente, el tratamiento de sales biliares es de eficacia marginal. Los cálculos deben ser pequeños (< 5 mm) y no contener calcio (es decir, no ser opacos a la CT); además, la vesícula biliar debe ser opaca a la colecistografía con medio de contraste administrado por vía oral (lo cual indica que no hay obstrucción al flujo de bilis entre el conducto biliar y la vesícula). El tratamiento es adecuado para más o menos 15% de los pacientes con litiasis biliar. En 50% de los pacientes muy seleccionados se logra la disolución en plazo máximo de dos años. Sin embargo, se observa recurrencia de los cálculos en los primeros cinco años. En general, se aplica muy rara vez el tratamiento de disolución, con o sin litotripsia. 2. Litotripsia y disolución. La litotripsia extracorporal con ondas de choque (ESWL, por sus siglas en inglés) implica enviar ondas de choque, que atraviesan tejidos y líquidos, y enfocarlas sobre los cálculos biliares. Los cálculos se fragmentan por la explosión de pequeñas burbujas de aire que hay en los intersticios de la sustancia sólida. La litotripsia resulta de poco valor terapéutico, ya que los fragmentos permanecen en la vesícula, a menos que se les pueda disol- ver. En consecuencia, cuando se aplica litotripsia también se debe administrar tratamiento con ursodiol. En alrededor de 25% de pacientes seleccionados de manera adecuada, se logra la eliminación total de cálculos biliares en un plazo de nueve meses. Este procedimiento tiene varias desventajas y, por tanto, la US Food and Drug Administration no le ha dado su aprobación. B. Tratamiento quirúrgico La colecistectomía está indicada para la mayoría de los pacientes con síntomas. Es posible programar la intervención, según convenga al paciente, para semanas o meses después del diagnóstico. Antes de la operación, se debe tratar cualquier enfermedad concurrente que eleve el riesgo quirúrgico. En algunos casos de enfermedad crónica es necesario postergar la cirugía por tiempo indefinido. La mayoría de las veces se realiza colecistectomía laparoscópica, pero cuando está contraindicado el empleo de laparoscopio (p. ej., por demasiadas adherencias) o la técnica no logra buenos resultados, se puede practicar la operación a través de una laparotomía. La diferencia entre estas técnicas es que el procedimiento laparoscópico requiere unos cuatro días menos de estancia hospitalaria y menos semanas de preparación. Por cualquiera de las dos técnicas, con frecuencia se incluye colangiografía operatoria para buscar cálculos en el colédoco y cuando son encontrados se puede realizar una exploración de este conducto (véase después coledocolitiasis). XX Pronóstico Es raro que la operación tenga complicaciones graves o cause la muerte. La mortalidad operatoria es de más o menos 0.1% en pacientes menores de 50 años y alrededor de 0.5% en personas mayores de esa edad. La mayoría de los decesos es de pacientes en quienes se habían identificado mayores riesgos en el preoperatorio. La cirugía alivia los síntomas en 95% de los casos. Beyer AJ 3rd, Delcore R, Cheung LY: Nonoperative treatment of biliary tract disease. Arch Surg 1998;133:1172. Binmoeller KF, Schafer TW: Endoscopic management of bile duct stones. J Clin Gastroenterol 2001;32:106. Calland JF et al: Outpatient laparoscopic cholecystectomy: patient outcomes after implementation of a clinical pathway. Ann Surg 2001;233:704. Fletcher DR et al: Complications of cholecystectomy: risks of the laparoscopic approach and protective effects of operative cholangiography: a population-based study. Ann Surg 1999;229:449. Gadacz TR: Update on laparoscopic cholecystectomy, including a clinical pathway. Surg Clin North Am 2000;80:1127. Maxwell JG et al: Cholecystectomy in patients aged 80 and older. Am J Surg 1998;176:627. Montori A et al: Endoscopic and surgical integration in the approach to biliary tract disease. J Clin Gastroenterol 1999;28:198. 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La evolución natural de la colecistitis varía, lo que depende de si hay alivio de la obstrucción, así como de la extensión de infecciones bacterianas secundarias, la edad del paciente y la existencia de otros factores agravantes, como diabetes mellitus. La mayoría de las veces, el trastorno se resuelve de manera espontánea, sin intervención quirúrgica ni otros tipos de tratamiento específicos, excepto cierto aumento en la tendencia al desarrollo de abscesos o perforación libre con peritonitis generalizada. Los cambios patológicos de la vesícula biliar evolucionan con un patrón característico. Las primeras alteraciones son edema y hemorragia subserosos, con necrosis mucosa en parches; luego llegan leucocitos polimorfonucleares (PMN); en la etapa final se desarrolla fibrosis. A veces se desarrollan gangrena y perforación apenas tres días después de iniciado el trastorno, aunque la mayoría de las perforaciones ocurren hasta la segunda semana. En los casos de resolución espontánea, la inflamación ya está muy reducida hacia la cuarta semana, pero algunos signos de inflamación residual duran varios meses. En alrededor de 90% de los casos de extirpación de la vesícula durante un ataque agudo, se observa escara crónica, aunque muchos de estos pacientes niegan que antes hayan sufrido síntomas. Aún se conjetura, en parte, la causa de la colecistitis aguda. En la mayoría de los casos se descubre obstrucción del conducto cístico, pero en experimentos con animales se ha visto que dicha obstrucción no ocasiona colecistitis, a menos que se llene la vesícula con bilis concentrada o saturada de colesterol. También se cuenta con pruebas de que en los traumatismos causados por cálculos, las células de la mucosa vesicular liberan fosfolipasa; a continuación la lecitina biliar se convierte en lisolecitina, que es un compuesto tóxico con capacidad para causar más inflamación. Parece que las bacterias participan poco en las primeras etapas de colecistitis aguda, a pesar de que la mayoría de las complicaciones de esta enfermedad incluyen supuración. En alrededor de 20% de los casos, la colecistitis aguda se desarrolla sin colelitiasis (colecistitis acalculosa). Algunas veces, estos casos se deben a obstrucción del conducto cístico por otros procesos, como algún tumor maligno. En raras ocasiones, la colecistitis acalculosa aguda es resultado de oclusión en la arteria cística o de infección bacteriana primaria por Escherichia coli, clostridios o, en casos raros, Salmonella typhi. Casi siempre este trastorno afecta a pacientes hospitalizados por otras enfermedades; la colecistitis acalculosa aguda es en particular frecuente en víctimas de traumatismos (civiles o militares) y en personas que reciben nutrición parenteral total. En las primeras etapas se produce oclusión de vasos pequeños y, a menos que sea tratada pronto, la enfermedad progre- El primer síntoma es dolor en el cuadrante superior derecho, a veces referido a la región escapular derecha. En 75% de los casos, la persona sufre ataques previos de cólico biliar que, al principio, es indistinguible de la enfermedad real. Sin embargo, con colecistitis aguda el dolor persiste y se acompaña de hipersensibilidad abdominal. Alrededor de 50% de los pacientes sufren náuseas y vómito, aunque este último rara vez es intenso. En 10% de los casos se observa ligera ictericia. Por lo regular, la temperatura del enfermo varía de 38 a 38.5°C. No son comunes fiebre alta y escalofríos; cuando los hay, indican la posibilidad de complicaciones o de diagnóstico erróneo. El paciente sufre hipersensibilidad en el cuadrante superior derecho y la vesícula es palpable en alrededor de 33% de los casos (con frecuencia en posición lateral a la normal). Unas veces, la reacción defensiva voluntaria durante el examen impide detectar si hay hipertrofia de la vesícula; otras, la vesícula es de tamaño normal porque la escara en sus paredes restringe la distensión. Si al palpar la región subcostal derecha se indica a la persona que realice respiración profunda, aumentará la hipersensibilidad y se producirá una interrupción inspiratoria repentina (signo de Murphy). B. Estudios de laboratorio Por lo general, la cuenta de leucocitos está elevada hasta 12 000 a 15 000/µl. Es frecuente que dicha cuenta sea normal, pero si aumenta a mucho más de 15 000, es signo de probables complicaciones. Es común un ligero incremento de la concentración sérica de bilirrubina (de 2 a 4 mg/dl), que con seguridad se debe a inflamación secundaria del colédoco contiguo a la vesícula. Si los niveles de bilirrubina rebasan esos límites, lo más probable es que indiquen la coexistencia de cálculos en el colédoco. A veces, estos ataques se acompañan de un leve aumento en la concentración de fosfatasa alcalina. En algunos casos, se produce un aumento transitorio en la concentración sérica de amilasa hasta 1 000 unidades/ dl o más. C. Estudios de imagen A veces, en una radiografía simple de abdomen se observa la sombra de la vesícula hipertrófica. En 15% de los casos, los cálculos biliares contienen el calcio suficiente para resultar visibles en las placas radiográficas. En las ecografías se observan cálculos biliares y lodo, así como la pared vesicular engrosada; con esto, el ecografista puede establecer (incluso mejor que el clínico) si el punto de máxima hipersensibilidad se localiza sobre la vesícula (signo ecográfico de Murphy). Sin embargo, en muchos casos de gangrena vesicular este signo no se manifiesta. Por lo regular, la ecografía es el único examen que se requiere para establecer el diagnóstico de colecistitis aguda. Cuando conviene obtener mayor información (p. ej., si la ecografía resulta confusa o negativa), se debe realizar una gammagrafía de excreción de radionúclido. Dicho estudio no permite demostrar cálculos biliares, pero la imagen de la vesícula sirve para descartar colecistitis acalculosa (en casi todos estos casos se obtienen resultados positivos). La obtención de la imagen del conducto biliar, pero no de la vesícula, fundamenta el diagnóstico de colecistitis aguda. Se observan pocos falsos positivos en casos de litiasis biliar avanzada, sin inflamación aguda, y de pancreatitis biliar aguda. booksmedicos.org 4 80 CAPÍTULO 25 XX Diagnóstico diferencial Éste incluye otras causas frecuentes de dolor e hipersensibilidad abdominales agudos. Los antecedentes de dolor epigástrico que se alivia con alimentos o antiácidos son signos de probable úlcera péptica, perforada o no. En la mayoría de los casos de úlcera perforada, las radiografías muestran aire libre bajo el diafragma. A veces es de ayuda una serie radiográfica de urgencia de la porción superior del tubo gastrointestinal. En ocasiones, se confunde la pancreatitis aguda con colecistitis aguda, sobre todo cuando esta última se acompaña de altas concentraciones de amilasa. Además, los estudios de HIDA no sirven para delinear la vesícula en casi todos los casos de pancreatitis biliar aguda. En algunos casos, ambas enfermedades coexisten, pero no se debe aceptar un segundo diagnóstico de pancreatitis si no se detectan signos específicos. A veces, la apendicitis aguda en personas con ciego en posición alta genera signos y síntomas muy similares a los de colecistitis aguda. Varias pacientes con perihepatitis gonocócica aguda (síndrome de Fitz-Hugh-Curtis) sufren dolores intensos en el cuadrante superior derecho, con fiebre e hipersensibilidad local. Las claves del diagnóstico adecuado se encuentran en hipersensibilidad de los anexos, demostración de gonococos en secreciones vaginales y desproporción entre la fiebre alta de las pacientes y su estado general de toxicidad. XX Complicaciones Las principales complicaciones de colecistitis aguda son empiema, gangrena y perforación. A. Empiema En caso de empiema (colecistitis supurativa), el contenido de la vesícula es francamente purulento y la persona sufre mayor intoxicación, con fiebre de espigas altas (39 a 40°C), además de escalofríos y leucocitosis superior a 15 000/µl. Es necesario administrar antibióticos por vía parenteral y practicar colecistostomía o colecistectomía. B. Perforación seminación del dolor y la hipersensibilidad indican el diagnóstico. Siempre que se considere probable perforación libre, se debe tratarla con laparotomía de urgencia. Los resultados de paracentesis abdominal pueden ser confusos y se ha demostrado que son de poco valor diagnóstico. Se debe realizar colecistectomía cuando el estado del paciente lo permita; de lo contrario, se practica colecistostomía. La tasa de mortalidad depende en parte de si el conducto cístico permanece obstruido o si el cálculo es desalojado después de la perforación. En el primer caso se desarrolla peritonitis purulenta, letal en 20% de los casos; en el segundo, resulta inevitable una verdadera peritonitis biliar y más de 50% de los pacientes fallece. Mientras más pronto se realice la operación, mejor será el pronóstico. 3. Fístula colecistoentérica. A veces, la vesícula sufre inflamación aguda y desarrolla adherencias al estómago, el duodeno o el colon adyacentes, y se desarrolla necrosis en el sitio de una de estas adherencias; a continuación, es posible que se produzca una perforación hacia la luz intestinal. Con frecuencia, esto ocasiona una descompresión con la que se alivia el trastorno agudo. Si los cálculos biliares pasan a través de la fístula y son lo bastante grandes, pueden causar obstrucción en el intestino delgado (íleo por cálculos; ver más adelante en este mismo capítulo). En raras ocasiones, los pacientes vomitan cálculos que entraron al estómago por una fístula colecistogástrica. En la mayoría de los casos, el ataque agudo remite y la fístula colecistoentérica pasa desapercibida en clínica. Por lo regular, las fístulas colecistoentéricas no generan síntomas, a menos que en la vesícula biliar persista obstrucción parcial por cálculos o escara. La vesícula y la fístula no aparecen opacas en colangiogramas con medio de contraste administrado por vía oral o intravenosa, pero es posible detectar la fístula por medio de una serie radiográfica de la porción superior del tubo gastrointestinal, aunque es necesario diferenciarla de fístulas debidas a úlcera péptica perforada. En casos aislados de fístulas colecistocolónicas se ha informado de malabsorción y esteatorrea. En tales casos, es posible que la causa de esteatorrea sea la falta de bilis en el intestino proximal, debido a que ésta es desviada hacia el colon, o más rara vez, al exceso de bacterias en el intestino delgado. Las fístulas colecistoentéricas asintomáticas hay que tratarlas con colecistectomía y cierre de la fístula. Casi todos los casos son descubiertos de manera fortuita durante colecistectomía por enfermedad sintomática en la vesícula biliar. XX Tratamiento Ésta puede ser de tres formas distintas: (1) localizada, con absceso pericolecístico; (2) libre, con peritonitis generalizada, y (3) perforación en una víscera hueca adyacente, con formación de fístula. La perforación puede aparecer sólo tres días después del inicio de la colecistitis aguda o, bien, hasta el final de la segunda semana. La frecuencia total de perforaciones es de más o menos 10%. 1. Absceso pericolecístico. Corresponde a la forma más común de perforación y se debe sospechar su existencia cuando progresan los signos y síntomas, sobre todo cuando se acompañan de la aparición de una masa palpable. Muchos de estos pacientes sufren intoxicación, con fiebre hasta de 39°C y cuenta leucocítica mayor de 15 000/ µl, aunque a veces no existe correlación entre los signos clínicos y la formación de absceso local. En muchos de estos casos es posible y seguro llevar a cabo colecistectomía y drenaje del absceso, pero si la condición del paciente es inestable se debe preferir la colecistectomía percutánea. 2. Perforación libre. Ésta sólo se produce en 1 a 2% de los pacientes, casi siempre en las primeras etapas de la enfermedad, cuando se desarrolla gangrena antes que se formen adherencias que aíslen a la vesícula. El diagnóstico es prequirúrgico en menos de 50% de los casos. En algunos pacientes con dolor localizado, la súbita di- Se deben administrar líquidos por vía IV para corregir la deshidratación y el desequilibrio electrolítico; además, es necesario insertar una sonda nasogástrica. En caso de colecistitis aguda de gravedad promedio, se administra cefazolina por vía parenteral (2 a 4 g/día). Cuando el trastorno es grave, se requiere administrar penicilina por vía parenteral (20 millones de unidades al día), con clindamicina y un aminoglucósido, aunque una buena alternativa es la monoterapia con imipenem. Existen dos corrientes teóricas acerca del tratamiento de la colecistitis aguda. La enfermedad se resuelve con antibióticos y cuidados de sostén en 60% de los casos, de modo que una de las perspectivas consiste en aplicar tratamiento de expectación, con un programa para efectuar colecistectomía electiva después de la recuperación y reservar la cirugía durante ataque agudo para pacientes con enfermedad grave o que empeora. (Este tratamiento es impracticable en caso de colecistitis acalculosa aguda.) El programa preferido es realizar colecistectomía a todos los pacientes, a menos que tengan contraindicaciones específicas para la cirugía (p. ej., enfermedad grave concomitante). Los resultados de cuatro estudios con testigos han fundamentado esta alternativa con base en los siguientes datos: (1) con la cirugía temprana no aumenta la frecuencia de complicaciones técnicas; (2) la opera- booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES ción temprana reduce la duración total de la enfermedad en más o menos 30 días, la hospitalización en unos cinco a siete días y los costos médicos directos en varios miles de dólares, y (3) la tasa de mortalidad es un poco menor con la cirugía temprana, ya que en algunos casos se trata en tiempo oportuno a enfermos que habrían empeorado durante el periodo de expectación. Parece que, después de concluidas estas investigaciones, la gravedad de los casos promedio se ha incrementado y los argumentos contra el tratamiento de expectación se han vuelto aún más incontestables. Los siguientes son los principales factores que influyen en la decisión (figura 25-8): (1) diagnóstico establecido; (2) estado general de salud del paciente, alterado por un trastorno coexistente o la enfermedad actual, y (3) signos de complicaciones locales de la colecistitis aguda. El diagnóstico debe estar bien definido y es necesario preparar al paciente de manera óptima. La cirugía de urgencia está indicada en caso de probable perforación o empiema. En alrededor de 30% de los casos, el diagnóstico de colecistitis aguda está establecido, pero el estado general del paciente es insatisfactorio. Si es posible, en estos casos habrá que posponer la cirugía hasta que se controle la enfermedad coexistente. Sin embargo, si las manifestaciones de la colecistitis empeoran, no se puede mantener con rigidez el tratamiento de expectación. Alrededor de 10% de los pacientes necesita tratamiento de urgencia. Esto sucede, por lo general, en circunstancias clínicas en que la enfermedad tiene complicaciones o está a punto de tenerlas. Fiebre alta (39°C), leucocitosis elevada (> 15 000/µl) o escalofríos son signos de progresión supurativa. La colecistitis acalculosa aguda ingresa de forma automática en esta categoría. Cuando el estado general del paciente es malo, el mejor tratamiento es colecistostomía percutánea por sonda. A los enfermos con mejor estado general de salud se les debe tratar con colecistectomía. La aparición repentina de dolor abdominal generalizado es posible signo de perforación libre. El desarrollo de una masa palpable mientras el paciente está en observación indica probable perforación local y formación de absceso. Los cambios de este tipo constituyen indicaciones para efectuar cirugía de urgencia. La colecistectomía es la operación preferible en casos de colecistitis aguda y es posible realizarla por laparoscopia en alrededor 481 de 50% de los pacientes. Casi siempre se necesita practicar colangiografía durante la intervención; además, habrá que explorar el colédoco, cuando esté indicado (ver sección sobre coledocolitiasis). Si el enfermo padece colecistitis aguda grave y su estado es malo para colecistectomía de urgencia, es necesario tratarlo con colecistostomía percutánea. A veces, esta última es el tratamiento preferible en casos de colecistitis acalculosa aguda. La inserción de una sonda, con guía ecográfica o de CT, permite drenar la bilis o el pus acumulados en la vesícula biliar. Con la descompresión resultante se controla la enfermedad aguda, incluso cualquier infección local, pero el procedimiento no permite la extracción de cálculos. Por tanto, se debe practicar la colecistectomía después de que el paciente se recupere, con la finalidad de evitar ataques recurrentes. La resección de la vesícula es el tratamiento definitivo para pacientes con colecistitis acalculosa. En algún tiempo se practicó colecistostomía quirúrgica, pero hoy la mayoría de los hospitales cuenta con radiólogos capacitados en el método percutáneo, que es más sencillo. XX Pronóstico La tasa de mortalidad general por colecistitis aguda es de más o menos 5%; casi todos los fallecimientos son de pacientes mayores de 60 años de edad o que padecen diabetes mellitus. En los enfermos de mayor edad, las complicaciones secundarias, cardiovasculares o pulmonares son factor importante de la tasa de mortalidad. La sepsis no controlada con peritonitis y absceso intrahepático son los trastornos locales más importantes como causa de muerte. Alrededor de 15% de los pacientes con colecistitis aguda tiene cálculos en el colédoco y algunos de los más enfermos padecen a la vez colangitis por obstrucción biliar. La pancreatitis aguda también puede complicar la colecistitis aguda y la combinación de estos trastornos conlleva alto riesgo. Los pacientes que desarrollan formas supurativas de enfermedad de la vesícula, como empiema o perforación, tienen menores probabilidades de recuperarse. La hospitalización y la colecistectomía tempranas reducen la posibilidad de que surjan estas complicaciones. Dolor e hipersensibilidad en CSD Colecistectomía aguda (o colecistostomía) Sí Vesícula biliar hipersensible y palpable Enfermedad tóxica avanzada Sí No Riesgo operatorio aceptable No sti ó gn No s ca ca sti ó gn a Di No No Tratamiento de expectación Sí Ecografía o gammagrafía con 99m Tc-HIDA dia Respuesta al tratamiento Pronta mejoría Sí Figura 25-8. Esquema del tratamiento de colecistitis aguda (CSD, cuadrante superior derecho). booksmedicos.org Revaloración y colecistectomía tardía 4 82 CAPÍTULO 25 Berber E et al: Selective use of tube cholecystostomy with interval laparoscopic cholecystectomy in acute cholecystitis. Arch Surg 2000;135:341. Borzellino G et al: Emergency cholecystostomy and subsequent cholecystectomy for acute gallstone cholecystitis in the elderly. Br J Surg 1999;86:1521. Davis CA et al: Effective use of percutaneous cholecystostomy in highrisk surgical patients: techniques, tube management, and results. Arch Surg 1999;134:727. Eldar S et al: The impact of patient delay and physician delay on the outcome of laparoscopic cholecystectomy for acute cholecystitis. Am J Surg 1999;178:303. Geoghegan JG, Keane FB: Laparoscopic management of complicated gallstone disease. Br J Surg 1999;86:145. Greenwald JA et al: Standardization of surgeon-controlled variables: impact on outcome in patients with acute cholecystitis. Ann Surg 2000;231:339. Kim KH et al: Percutaneous gallbladder drainage for delayed laparoscopic cholecystectomy in patients with acute cholecystitis. Am J Surg 2000;179:111. Laycock WS et al: Variation in the use of laparoscopic cholecystectomy for elderly patients with acute cholecystitis. Arch Surg 2000;135:457. Lillemoe KD: Surgical treatment of biliary tract infections. Am Surg 2000;66:138. Lobe TE: Cholelithiasis and cholecystitis in children. Semin Pediatr Surg 2000;9:170. Svanvik J: Laparoscopic cholecystectomy for acute cholecystitis. Eur J Surg 2000;(Suppl 585):16. COLECISTITIS ENFISEMATOSA Es un trastorno raro en el que se forman burbujas de gas por infección anaeróbica, las cuales aparecen en la luz y las paredes vesiculares, el espacio pericolecístico y, en algunos casos, en los conductos biliares. La mayoría de las veces los microorganismos causales son del género Clostridium, pero también es posible detectar otros anaerobios formadores de gas, como E. coli o estreptococos anaerobios. La afección es tres veces más frecuente en varones que en mujeres y 20% de los enfermos padecen diabetes mellitus. A diferencia de la forma más frecuente de colecistitis aguda, es probable que esta enfermedad sea causada desde el principio por infección bacteriana. Muchos de los enfermos no tienen cálculos vesiculares. La enfermedad inicia con dolor súbito y de progreso rápido en el cuadrante superior derecho. La fiebre y la leucocitosis alcanzan pronto altos niveles y el paciente sufre intoxicación mucho más grave que la observada en los casos de colecistitis aguda común. Por lo regular, en el examen físico se detecta una masa en el cuadrante superior derecho. En radiografías simples del abdomen se aprecia enfisema en los tejidos que envuelven a la vesícula biliar y, en algunos casos, se observa un nivel de aire líquido en la luz vesicular. El cuadro clínico y las imágenes radiográficas son tan característicos que, por lo regular, el diagnóstico resulta obvio. Si los cambios radiográficos observados son confusos, es posible definirlos mediante CT. Se debe tratar al paciente con altas dosis de antibióticos eficaces contra Clostridium y las demás bacterias antes mencionadas. Después de las medidas iniciales de reanimación, se debe proceder con tratamiento quirúrgico de urgencia. En la mayoría de los casos resulta segura la colecistectomía, pero si la enfermedad se halla en el estado más crítico, será mucho mejor una colecistostomía. Las complicaciones en estos pacientes son similares a las de otras formas de colecistitis aguda, pero la enfermedad es más grave y su tasa de mortalidad es más alta. Danse EM, Laterre PF: Images in clinical medicine. Emphysematous cholecystitis. N Engl J Med 1999;341:1126. Garcia-Sancho Tellez L et al: Acute emphysematous cholecystitis. Report of twenty cases. Hepatogastroenterology 1999;46:2144. Zeebregts CJ et al: Percutaneous drainage of emphysematous cholecystitis associated with pneumoperitoneum. Hepatogastroenterology 1999;46:771. ÍLEO POR CÁLCULOS BILIARES Éste es un trastorno de obstrucción intestinal mecánica, ocasionado por grandes cálculos biliares alojados en la luz entérica. Afecta con mayor frecuencia a las mujeres, a una edad promedio de 70 años. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas Por lo general, la persona se presenta a consulta con obstrucción intestinal obvia, ya sea parcial o completa. El cálculo obstructor entra al intestino a través de una fístula colecistoentérica localizada en el duodeno, en el colon o (rara vez) en el estómago o el yeyuno. Es posible que la vesícula biliar contenga uno o varios cálculos, pero el diámetro de los que causan íleo casi siempre es de 2.5 cm o mayor. La luz de la porción proximal del intestino permite el paso de casi todos estos cálculos en sentido caudal, hasta que se desarrolla el íleo. Unas veces, la obstrucción del intestino grueso se debe al paso de un cálculo por una fístula en el ángulo hepático; otras, incluso es ocasionada por un cálculo que pasó por todo el intestino delgado. B. Signos En la mayoría de los casos, los signos detectados en el examen físico son característicos de obstrucción distal en el intestino delgado. Cuando el problema está en el duodeno o el yeyuno, es posible que genere un cuadro desconcertante debido a que no se observa distensión. En ocasiones se detectan hipersensibilidad y una masa en el cuadrante superior derecho, pero a veces se dificulta realizar un examen preciso del abdomen distendido. C. Estudios de imagen Además de mostrar dilatación del intestino delgado, las radiografías abdominales simples pueden revelar un cálculo radioopaco y, a menos que se tenga en mente la posibilidad de íleo por cálculo biliar, la posición ectópica de éste puede ocasionar desconcierto. En alrededor de 40% de los casos, el examen detallado de la placa permite apreciar gas en el árbol biliar, lo que es signo de fístula colecistoentérica. Si el cuadro clínico no es claro, habrá que obtener una serie radiográfica de la porción superior del tubo digestivo, con la que será posible demostrar una fístula colecistoduodenal y verificar obstrucción intestinal. XX Tratamiento La intervención terapéutica adecuada es una laparotomía de urgencia y extracción del cálculo obstructor a través de una enterotomía pequeña. Se debe realizar una revisión minuciosa de la porción proximal del intestino, en busca de algún otro cálculo que podría ocasionar recurrencia posoperatoria. En la primera intervención es necesario dejar intacta la vesícula biliar. Si después de su recuperación el paciente sufre síntomas de trastorno vesicular crónico, se debe programar una colecistectomía electiva. Con base en lo anterior, en 30% de los casos se requerirá un intervalo para la colecistectomía. Por sí sola, la fístula rara vez causa problemas y en la mayoría de los casos se cierra de manera espontánea. booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES XX Pronóstico La tasa de mortalidad a causa de íleo por cálculos biliares se mantiene en más o menos 20%, en gran parte debido al mal estado general de los pacientes de edad avanzada al momento de practicarles una laparotomía. En muchos de estos enfermos surgen complicaciones cardiacas o pulmonares durante el retardo preoperatorio, debido a que el diagnóstico aún no estaba bien definido. Lobo DN, Jobling JC, Balfour TW: Gallstone ileus: diagnostic pitfalls and therapeutic successes. J Clin Gastroenterol 2000;30:72. Scarpa F et al: Gallstone ileus: diagnostic pitfalls and therapeutic successes. J Clin Gastroenterol 2000;30:72. COLANGITIS (BACTERIANA) Las infecciones bacterianas en los conductos biliares siempre causan obstrucción biliar, pues cuando los conductos no están obstruidos, incluso una gran contaminación bacteriana sería incapaz de generar síntomas o cambios patológicos. El bloqueo al flujo puede ser parcial o, en menos casos, completo. Las principales causas son coledocolitiasis, estenosis biliar y neoplasias. Otros factores causales menos frecuentes son pancreatitis crónica, estenosis ampollar, seudoquiste pancreático, divertículo duodenal, quiste congénito e invasión de parásitos. A veces, la colangitis yatrógena se complica por colangiografía transhepática o con sonda en T. Sin embargo, no todas las lesiones obstructivas ocasionan colangitis. Por ejemplo, sólo en 15% de los casos se desarrolla obstrucción por neoplasia. La probabilidad de padecer colangitis es máxima cuando la obstrucción se produce después de establecida una población bacteriana residente en el conducto. Con la obstrucción, se eleva la presión en el conducto, mientras las bacterias proliferan y escapan a través de los sinusoides hepáticos hacia la circulación sistémica. En experimentos se ha observado que la frecuencia de hemocultivos positivos por infección ductal es directamente proporcional a la elevación absoluta de la presión en el conducto. En ocasiones, los síntomas de colangitis (a veces llamados tríada de Charcot) son cólico biliar, ictericia, escalofríos con fiebre, aunque la tríada completa sólo aparece en 70% de los casos. Los principales resultados de laboratorio son leucocitosis y altas concentraciones de bilirrubina y fosfatasa alcalina. Los microorganismos que predominan en la bilis son E. coli, Klebsiella, Pseudomonas, enterococos y Proteus. En alrededor de 25% de los casos se detectan Bacteroides fragilis y otros anaerobios (como Clostridium perfringens) y su presencia se correlaciona con múltiples operaciones previas en vías biliares (muchas veces con anastomosis bilioentérica), síntomas graves y alta incidencia de complicaciones supurativas posoperatorias. Casi siempre se observan anaerobios junto con aerobios. En más o menos 50% de las muestras se cultivan dos especies de bacterias. Es probable que se desarrolle bacteriemia en la mayoría de los casos, ya que los hemocultivos realizados en momentos adecuados contienen los mismos microorganismos que la bilis. Con frecuencia, una ecografía realizada en las primeras etapas de un ataque sirve para obtener valiosa información diagnóstica. A veces, también proceden otros estudios diagnósticos (THC, ERCP, etcétera) que se realizan más tarde, después de lograr el control de las manifestaciones agudas. La colangiografía resulta peligrosa durante colangitis activa. Se utiliza el término colangitis supurativa para referirse a la forma más grave de esta enfermedad, cuando las manifestaciones de sepsis se superponen a las de enfermedad hepatobiliar. La péntada de colangitis supurativa se compone de dolor abdominal, ictericia, fiebre y escalofríos, confusión mental o letargo y choque. Con frecuencia se yerra en el diagnóstico porque se pasan por alto los signos de enfermedad biliar. 483 En la mayoría de los casos es posible controlar la colangitis con antibióticos por vía IV. Se prefiere una cefalosporina (p. ej., cefazolina o cefoxitina) para tratar los casos leves a moderados. Si la enfermedad es grave o empeora de forma progresiva, se debe agregar un aminoglucósido más clindamicina o metronidazol. Si el paciente padece colangitis grave o que no remite, a pesar de suministrarle antibioterapia, será necesario descomprimir el conducto biliar a la mayor brevedad posible. La mayoría de los casos de colangitis aguda grave se relacionan con coledocolitiasis y, cuando así sucede, el mejor tratamiento es por esfinterectomía endoscópica de urgencia. En las raras ocasiones que esta intervención no da resultados, está indicada una laparotomía para descomprimir el conducto biliar. Cuando la colangitis se acompaña de obstrucción neoplásica, es posible tratarla mediante la inserción de una sonda transhepática para drenaje del conducto biliar. No se debe ordenar colangiografía porque el procedimiento puede agravar la sepsis. Se requiere intervención de urgencia (p. ej., esfinterectomía endoscópica, drenaje transhepático percutáneo o descompresión quirúrgica) en alrededor de 10% de los pacientes con colangitis aguda. Los demás (90%), tarde o temprano son tratados con cirugía programada o esfinterectomía endoscópica, después de antibioterapia y valoración diagnóstica completa. Elsakr R et al: Antimicrobial treatment of intra-abdominal infections. Dig Dis 1998;16:47. Hanau LH, Steigbigel NH: Acute (ascending) cholangitis. Infect Dis Clin North Am 2000;14:521. Poon RT et al: Management of gallstone cholangitis in the era of laparoscopic cholecystectomy. Arch Surg 2001;136:11. Raraty MG, Finch M, Neoptolemos JP: Acute cholangitis and pancreatitis secondary to common duct stones: management update. World J Surg 1998;22:1155. COLEDOCOLITIASIS PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO Dolor biliar. Ictericia. Colangitis episódica. Cálculos en la vesícula biliar o colecistectomía previa. XX Aspectos generales Alrededor de 15% de las personas con cálculos en la vesícula biliar también los tienen en los conductos biliares. Por lo general, los cálculos en el colédoco se acompañan de otros en la vesícula, pero ésta se halla vacía en 5% de los casos. El número de cálculos en los conductos varía de uno a más de 100. Los cálculos en el colédoco tienen dos orígenes posibles. Las pruebas indican que la mayoría de los de colesterol se desarrollan dentro de la vesícula y luego atraviesan el conducto cístico para llegar al colédoco; se les llama cálculos secundarios. Algunos cálculos de pigmento tienen el mismo origen, pero es más frecuente que se formen desde el principio en el colédoco; a éstos se les llama cálculos primarios del colédoco. Alrededor de 60% de los cálculos del colédoco son de colesterol y 40% de pigmento. Por lo regular, estos últimos conllevan manifestaciones clínicas más graves. Estos enfermos pueden tener uno o más de los siguientes signos clínicos importantes, todos los cuales se deben a obstrucción al flujo de bilis o de jugos pancreáticos: cólico biliar, colangitis, ictericia y pancreatitis (figura 25-9). Sin embargo, es probable que hasta 50% de los pacientes con coledocolitiasis permanezcan asintomáticos. booksmedicos.org CAPÍTULO 25 4 84 o ictericia. Algunos pacientes notan oscurecimiento transitorio de su orina durante el ataque, aunque no tengan ictericia manifiesta. Por lo regular, las obstrucciones persistentes por largo tiempo generan prurito. La comezón es más intensa en climas cálidos, cuando el paciente transpira y, por lo general, es más intensa en las extremidades que en el tronco. El prurito es mucho más frecuente en las obstrucciones neoplásicas que en las ocasionadas por cálculos biliares. Bilis litógena Cálculos biliares 100 15 B. Signos Litiasis asintomática en el colédoco 6 Colangitis 3 Pancreatitis Cólico biliar 1 2 Ictericia 3 Rara Algunos pacientes padecen ictericia e intoxicación, con fiebre alta y escalofríos, mientras otros tienen aspecto totalmente sano. Es raro que la vesícula biliar sea palpable en casos de ictericia obstructiva por cálculos en el colédoco, ya que estas obstrucciones son transitorias y parciales, además que la escara en la vesícula le quita elasticidad y no le permite distenderse. Algunos de estos enfermos sufren hipersensibilidad en el cuadrante superior derecho, aunque no tan marcada como en los casos de colecistitis aguda, úlcera péptica perforada o pancreatitis aguda. A veces se desarrolla hígado hiperplásico hipersensible. C. Estudios de laboratorio Colangitis supurativa Figura 25-9. Evolución natural de los cálculos biliares. De cada 100 pacientes con cálculos biliares, 15 los tienen en el colédoco, lo que genera toda la gama de síndromes indicados en la ilustración. Nótese que hay traslape de síntomas, lo cual indica que pueden aparecer en conjunto, en diversas combinaciones. El colédoco se dilata a unos 2 a 3 cm (en sentido proximal) de una lesión obstructiva y, a veces, su distensión en pacientes con tumores biliares es en verdad enorme. En casos de coledocolitiasis o estenosis biliar la reacción inflamatoria restringe la dilatación, de modo que la distensión es menor. Las cirrosis también pueden limitar la dilatación del sistema ductal interno del hígado. Los cólicos biliares se deben a rápidos incrementos en la presión biliar, a causa de bloqueo en el colédoco o en el cuello de la vesícula. La oclusión gradual del conducto (p. ej., por cáncer) rara vez ocasiona la misma clase de dolor que las enfermedades vesiculares. XX Manifestaciones clínicas En caso de colangitis, la leucocitosis es por lo general de 15 000/µl y con frecuencia excede de 20 000/µl. En muchos casos se produce un aumento en la concentración de bilirrubina en las primeras 24 horas siguientes al inicio de los síntomas. Por lo regular, la concentración absoluta se mantiene por debajo de 10 mg/dl, casi siempre en el rango de 2 a 4 mg/dl. La fracción directa es mayor que la indirecta, pero ésta se incrementa en la mayoría de los casos. Por lo común, la concentración de bilirrubina no alcanza los altos niveles que se observan con tumores malignos, ya que la obstrucción casi siempre es transitoria e incompleta. En realidad, la ictericia fluctuante es tan característica de la coledocolitiasis que resulta un signo confiable para diferenciar entre obstrucción benigna y maligna. Por lo regular se eleva la concentración de fosfatasa alcalina y, a veces, ésta es la única anomalía química en pacientes sin ictericia. Cuando se alivia la obstrucción, las concentraciones de fosfatasa alcalina y bilirrubina deben volver a sus niveles normales en plazo de 1 a 2 semanas, excepto porque la de fosfatasa alcalina se mantiene alta cuando la obstrucción fue prolongada. En muchos casos de obstrucción extrahepática de los conductos, se observa ligero aumento en las concentraciones de AST y ALT; raras veces, la de AST alcanza niveles transitorios de 1 000 unidades. D. Estudios de imagen A. Síntomas En algunos casos, la coledocolitiasis es asintomática, pero en otros causa colangitis tóxica súbita, lo que ocasiona muerte rápida. La gravedad del enfermo depende directamente del grado de obstrucción, la cronicidad del trastorno y lo extensa que sea la infección bacteriana secundaria (véase la sección anterior sobre colangitis). Es posible que se desarrollen manifestaciones aisladas de cólico biliar, ictericia o pancreatitis, o bien, que surjan en cualquier combinación, con signos de infección (colangitis). No se puede distinguir entre el cólico causado por obstrucción biliar y el ocasionado por cálculos en la vesícula biliar. El dolor ataca en la región subcostal derecha, el epigastrio e incluso en el área subesternal. Es frecuente un dolor referido a la región escapular derecha. Se debe considerar gran probabilidad de coledocolitiasis cuando el cólico biliar se acompaña de escalofríos intermitentes, fiebre En radiografías simples y CT se observan los cálculos radioopacos. Por lo general, la ecografía muestra los cálculos en la vesícula biliar y, dependiendo del grado de obstrucción, el conducto biliar dilatado. La ecografía y la CT no detectan los cálculos en el colédoco. La ERCP está indicada cuando al paciente ya se le practicó colecistectomía; si no se le ha realizado esta operación se debe incluir colangiografía en el tratamiento quirúrgico. Algunos clínicos eligen ERCP preoperatoria para pacientes programados para colecistectomía, con la finalidad de limpiar el colédoco. Si la ERCP no da buenos resultados, el cirujano quedará obligado a realizar una exploración abierta del colédoco para extraer los cálculos de este conducto. Las concentraciones de bilirrubina superiores a 10 mg/dl son tan raras en personas con coledocolitiasis que al encontrar este signo se debe practicar colangiografía para descartar la posibilidad de obstrucción neoplásica. booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES XX Diagnóstico diferencial En los estudios diagnósticos es necesario considerar las mismas posibilidades de diagnóstico diferencial que en los casos de colecistitis. Las causas probables de concentración sérica de amilasa superior a 500 unidades/dl son pancreatitis, colecistitis aguda y coledocolitiasis. Se deben registrar otras manifestaciones de enfermedad pancreática, antes de aceptar un diagnóstico de pancreatitis mal fundamentado. La cirrosis alcohólica y la hepatitis alcohólica aguda pueden manifestarse con ictericia, hipersensibilidad en el cuadrante superior derecho y leucocitosis. A veces, a partir sólo de datos clínicos resulta imposible distinguir entre estos trastornos y colangitis. El antecedente de una borrachera reciente es indicativo de enfermedad hepática aguda. La biopsia hepática percutánea puede resultar específica. En ocasiones se dificulta distinguir entre obstrucción extrahepática y colestasis intrahepática por drogas, embarazo, hepatitis activa crónica o cirrosis biliar primaria. La ERCP es adecuada para esta diferenciación, sobre todo cuando otros estudios (p. ej., ecografía) no lograron hallar pruebas de litiasis biliar. Si la ictericia ha persistido durante cuatro a seis semanas, es probable que su causa sea mecánica. La mayoría de los pacientes mejora en ese tiempo, de modo que nunca se debe suponer que la ictericia persistente sea resultado de enfermedad parenquimatosa, a menos que los resultados normales de una colangiografía descarten obstrucción de los conductos principales. La ictericia intermitente y la colangitis, después de colecistectomía, son compatibles con estenosis biliar, pero se requiere ERCP para la diferenciación. Por lo regular, los tumores biliares causan ictericia intensa sin cólicos biliares ni fiebre; una vez iniciada la ictericia, rara vez remite. XX Complicaciones Las infecciones ductales de larga duración pueden generar abscesos intrahepáticos. A veces, las obstrucciones no aliviadas durante largo tiempo ocasionan insuficiencia hepática o cirrosis biliar secundaria. Por lo general, la obstrucción es incompleta e intermitente, de modo que la cirrosis se desarrolla sólo después de varios años de enfermedad sin tratamiento. En el capítulo 26 se estudiará la pancreatitis aguda, que es una complicación muy frecuente de enfermedad biliar calculosa. En raras ocasiones, un cálculo en el colédoco erosiona la ampolla y, con ello, causa íleo por litiasis biliar. Otra complicación es la hemorragia (hemobilia). XX Tratamiento La colangitis aguda debe tratarse con antibióticos por vía sistémica y las otras medidas descritas en la sección anterior; por lo general, con esto se controla el ataque en plazo de 24 a 48 horas. Si empeora el estado del paciente o si no se observa notable mejoría en 2 a 4 días, será necesario practicar esfinterectomía endoscópica o quirúrgica y exploración del colédoco. Es característico que el paciente llegue a consulta con colangitis leve y pruebas de cálculos vesiculares obtenidas por ecografía. En estos casos está indicada la colecistectomía laparoscópica, y según la experiencia que tenga el cirujano se debe realizar una exploración laparoscópica del colédoco, si una colangiografía o una ecografía realizada durante la intervención demuestra coledocolitiasis. Por lo regular, la exploración laparoscópica del colédoco se realiza a través del conducto cístico (que a veces es necesario dilatar), pero cuando el colédoco está distendido (> 1.5 cm), es posible realizar la exploración a través de una incisión de coledocotomía, igual que en 485 una cirugía abierta. A fin de cuentas, casi todos los casos de litiasis en el colédoco son tratables por técnicas laparoscópicas; sin embargo, en esta etapa, la mayoría de los hospitales no cuentan con todo el equipo laparoscópico que se requiere. Si el cirujano considera que no es posible la extracción laparoscópica de los cálculos alojados en la vesícula biliar, tal vez lo mejor sea extirpar la vesícula por laparoscopia y extraer los cálculos del colédoco por esfinterectomía endoscópica. Si con esto no es posible la extracción de los cálculos por esfinterectomía, lo más probable es que se requiera una segunda operación (abierta). No se tiene un consenso en relación con la importancia de hacer una colangiografía o una ecografía durante la colecistectomía cuando no se cuenta con indicios de cálculos en el conducto. En tales casos, la probabilidad de hallar un cálculo es de sólo 3 a 5% y algunos consideran que no se justifica el esfuerzo. Por otra parte, los colangiogramas operatorios también permiten confirmar la anatomía biliar, lo que ayuda a no causar lesiones en los conductos biliares; además, es de preocupar la evolución natural de algunos cálculos que se pasen por alto. Por lo tanto, parece mejor la posición de quienes practican con liberalidad la colangiografía operatoria en tales casos. Cuando se explora el colédoco a través del conducto cístico y se extraen cálculos, es necesario ligar este último conducto, pero generalmente no se deja una sonda para drenaje dentro del colédoco. Al realizar la exploración del colédoco a través de una coledocotomía (durante operación laparoscópica o abierta), por lo general se deja una sonda en T en el conducto y se obtienen colangiografías, más o menos una semana después de la intervención; en caso de descubrir uno o más cálculos residuales, será posible extraerlo(s) por la sonda en T. La esfinterectomía endoscópica es el mejor tratamiento para personas con cálculos en el colédoco a las que ya se practicó colecistectomía. Se canula la ampolla por medio de un duodenoscopio con visión lateral y, con un electrocauterio de alambre, se abre una incisión de 1 cm en el esfínter; esta abertura permite que los cálculos contenidos en el conducto pasen al interior del duodeno. No es probable que la esfinterectomía endoscópica sea de utilidad para pacientes con cálculos grandes (> 2 cm); además, esta intervención está contraindicada en pacientes con estenosis del conducto biliar en posición proximal al esfínter. En pocos casos se requieren laparotomía y exploración del colédoco. Por lo general, durante la exploración del colédoco es posible extraer sin dificultad los cálculos alojados en las ramas intrahepáticas del conducto biliar. Sin embargo, en algunos casos, uno o más conductos intrahepáticos quedan taponados por cálculos y la consecuente inflamación crónica ocasiona estenosis del conducto, cerca de su unión con el conducto hepático común. En muchos de estos casos resulta imposible eliminar los cálculos del conducto y si la enfermedad afecta sólo un lóbulo (el izquierdo por lo regular), estará indicada la lobulectomía hepática. Binmoeller KF, Schafer TW: Endoscopic management of bile duct stones. J Clin Gastroenterol 2001;32:106. Lauter DM, Froines EJ: Laparoscopic common duct exploration in the management of choledocholithiasis. Am J Surg 2000;179:372. Prat F et al: Prediction of common bile duct stones by noninvasive tests. Ann Surg 1999;229:362. 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SÍNDROME POSCOLECISTECTOMÍA Se da este nombre a un grupo heterogéneo de trastornos que afectan a pacientes en los que persisten los síntomas después de la colecistectomía. En realidad no se trata de un síndrome y el término resulta desorientador. La principal causa de alivio incompleto después de colecistectomía es que el diagnóstico preoperatorio de colecistitis crónica era incorrecto. El único síntoma totalmente característico de esta enfermedad es el cólico biliar. Cuando se extirpa una vesícula calculosa con la esperanza de aliviar dispepsia, intolerancia a los alimentos grasosos, regüeldos y otros síntomas del paciente, es posible que la operación los deje intactos. El síntoma inicial puede ser dispepsia o dolor. Es más probable encontrar una causa orgánica de los síntomas en personas con dolor episódico intenso que en quienes tienen otros síntomas. Los signos de resultados anormales en pruebas de función hepática, ictericia y colangitis son otras manifestaciones que indican enfermedad biliar residual. Cuando se observan signos sospechosos en un paciente, se deberá estudiarlo por ERCP o THC. Las causas más frecuentes de estos síntomas son coledocolitiasis, estenosis biliar y pancreatitis crónica. Hoy se acumulan pruebas de que la dismotilidad del esfínter de Oddi también ocasiona dolor en algunos casos. Es posible establecer el diagnóstico por manometría biliar, pero aún no se ha adquirido la suficiente experiencia para justificar la aceptación de esta entidad sin cuestionamientos. A veces, la esfinterectomía endoscópica produce alivio. También se ha considerado que las causas de la persistencia de síntomas son estenosis de la ampolla hepatobiliar, conducto cístico largo remanente y neuromas, pero son raros los casos bien verificados. CARCINOMA DE VESÍCULA BILIAR Ésta es una neoplasia rara que se desarrolla en pacientes de edad avanzada. Se relaciona con litiasis biliar en 70% de los casos y el riesgo de degeneración maligna aumenta con la cronicidad de los cálculos. El tumor es dos veces más frecuente en mujeres que en varones, como debería esperarse por su relación con los cálculos biliares. La mayoría de los tumores vesiculares primarios son adenocarcinomas con aspecto histológico escirroso (60%), papilar (25%) o mucoide (15%). El tumor se disemina en etapa temprana, ya sea por invasión directa al hígado y estructuras hiliares o por envío de metástasis a ganglios del colédoco, hígado o pulmones. En muy raros casos, cuando se detecta el carcinoma de manera fortuita durante una colecistectomía por litiasis biliar, el tumor queda confinado a la vesícula, como carcinoma in situ o lesión invasiva temprana. Sin embargo, al momento de la cirugía, la mayoría de los carcinomas ya se diseminó, ya que su propagación temprana es inminente cuando el tumor ha progresado al grado de generar síntomas. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas y signos La molestia inicial más frecuente es dolor en el cuadrante superior derecho, similar al de episodios previos de cólico biliar, pero de mayor persistencia. A veces, la obstrucción del conducto cístico por un tumor inicia un ataque de colecistitis aguda. Otros casos se manifiestan con ictericia obstructiva, y en ocasiones, con colangitis por infección secundaria del colédoco. Por lo general, en el examen físico se detecta una masa en la región vesicular, que a veces no es identificada como neoplasia cuando el paciente padece colecistitis aguda. Si la colangitis es el síntoma principal, es raro que se perciba vesícula palpable con coledocolitiasis sola y constituye una indicación de carcinoma de vesícula biliar. B. Estudios de imagen En las colecistografías casi nunca se observa opacidad, excepto en personas con pequeños cánceres que son descubiertos de manera fortuita. En ocasiones, los estudios de CT y ecografía muestran la extensión de la enfermedad, pero la mayoría de las veces sólo muestran cálculos biliares. XX Complicaciones La obstrucción del colédoco puede generar múltiples abscesos intrahepáticos; con frecuencia, éstos se hallan en la vejiga con tumor o cerca de ella. XX Prevención En años recientes, la frecuencia de cáncer vesicular ha disminuido en la medida en que se ha incrementado la práctica de la colecistectomía. Se calcula que por cada 100 de estas intervenciones realizadas para tratar litiasis biliar, se evita un caso de cáncer en la vesícula biliar. XX Tratamiento Cuando se identifica un carcinoma vesicular localizado en una laparotomía se debe realizar colecistectomía, junto con resección radical en cuña de un segmento adyacente de hígado sano, de 3 a 5 cm, así como disección de ganglios linfáticos del ligamento hepatoduodenal. Si durante una colecistectomía para tratar litiasis biliar se pasa por alto un pequeño carcinoma invasivo y, más tarde, lo descubre el patólogo, está indicada una nueva operación para resección en cuña del lecho hepático y linfadenectomía. Algunos cirujanos recomiendan que también se incluya el colédoco como rutina (es decir, aunque no haya invasión macroscópica) en la disección de ganglios por cualquier lesión de espesor total en la pared vesicular. En los pocos casos sin penetración cancerosa a la mucosa muscular, bastará la colecistectomía sola. Una hepatectomía más extensa (p. ej., lobulectomía derecha) no resultaría de utilidad. Si es posible, se deben resecar las lesiones que invadan el colédoco y ocasionen ictericia. Cuando esto no sea posible, habrá que insertar una endoprótesis por técnica endoscópica o percutánea. De poco sirve la cirugía en casos con metástasis hepáticas o diseminación a mayor distancia. XX Pronóstico La radioterapia y la quimioterapia no son medidas paliativas eficaces. Alrededor de 85% de estos enfermos fallece en plazo máximo de un año, contado a partir del diagnóstico. El 10% de los pacientes que han sobrevivido más de cinco años corresponde a las personas en quienes se descubrió el carcinoma de manera fortuita durante una colecistectomía para tratar litiasis biliar y a los casos en que se realizó resección amplia con la que se extrajo todo el tumor. Baillie J: Tumors of the gallbladder and bile ducts. J Clin Gastroenterol 1999;29:14. booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES Bismuth H, Majno PE: Hepatobiliary surgery. J Hepatol 2000;32(1 Suppl):208. Kondo S et al: Regional and para-aortic lymphadenectomy in radical surgery for advanced gallbladder carcinoma. Br J Surg 2000;87:418. Mainprize KS, Gould SW, Gilbert JM: Surgical management of polypoid lesions of the gallbladder. Br J Surg 2000;87:414. Scott TE et al: A case-control assessment of risk factors for gallbladder carcinoma. Dig Dis Sci 1999;44:1619. Sugiyama M, Atomi Y, Yamato T: Endoscopic ultrasonography for differential diagnosis of polypoid gall bladder lesions: analysis in surgical and follow up series. Gut 2000;46:250. TUMORES MALIGNOS EN EL CONDUCTO BILIAR PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO Ictericia colestásica y prurito intensos. Anorexia y dolor sordo en el cuadrante superior derecho. Conductos biliares intrahepáticos dilatados en ecografía o CT. Estenosis focal en colangiografía transhepática o endoscópica retrógrada. XX Aspectos generales Los tumores en conductos biliares primarios ya no son tan comunes en personas con colelitiasis y afectan a varones y mujeres con la misma frecuencia. Estas neoplasias aparecen en personas con edad promedio de 60 años, pero pueden desarrollarse en cualquier momento entre los 20 y los 80 años de edad. En los últimos años se ha observado mayor número de jóvenes con estas neoplasias. Con frecuencia se acompañan de colitis ulcerativa y, en casos ocasionales, se ha desarrollado cáncer de conductos biliares en enfermos de colitis ulcerativa que, según se sabe, han sufrido colangitis esclerosante durante varios años. En países orientales, es posible que las infestaciones parasitarias crónicas de conductos biliares sean la causa de mayor incidencia de tumores de dichos conductos en esas regiones. La mayoría de los tumores biliares malignos son adenocarcinomas que se localizan en conducto hepático o colédoco; su estructura histológica varía desde adenocarcinoma característico hasta tumores formados principalmente por estroma fibroso y pocas células. A veces, cuando no se realizan las biopsias adecuadas, se confunde a los tumores acelulares con estenosis biliares benignas o colangitis esclerosante. En alrededor de 10% de los casos, estos tumores son papilares y voluminosos que, por lo regular, son menos invasivos y tienen menor tendencia a enviar metástasis. En el cuadro clínico inicial es raro encontrar metástasis, pero en muchos casos el tumor ha crecido en la vena porta o la arteria hepática. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas y signos Las primeras manifestaciones de esta enfermedad son ictericia de inicio gradual o prurito. Por lo general, la persona no padece escalofríos, ni fiebre ni cólicos biliares, y excepto por una molestia profunda en el cuadrante superior derecho, se siente bien; tiene bilirrubinuria desde el principio y sus heces son más claras de lo normal. Con el tiempo y de manera gradual, la persona desarrolla anorexia y pierde peso. La ictericia es el signo físico más evidente. Si el tumor está localizado en el colédoco, es posible que la vesícula biliar se distienda y resulte palpable en el cuadrante superior derecho. Por sí solo, el 487 tumor nunca es palpable. En los enfermos con neoplasias en el conducto hepático, la vesícula no crece hasta ser palpable; con frecuencia padecen hepatomegalia. Cuando no se alivia la obstrucción, el hígado terminará por desarrollar cirrosis, con manifestaciones secundarias de esplenomegalia, ascitis o varices hemorrágicas. B. Estudios de laboratorio Con frecuencia, la obstrucción del conducto es completa, de modo que generalmente la concentración sérica de bilirrubina es mayor de 15 mg/dl y también está elevada la concentración sérica de fosfatasa alcalina. Es raro que haya fiebre o leucocitosis, ya que la bilis es estéril en casi todos los casos. A veces se detecta sangre oculta en heces, pero esto es más frecuente en los casos de tumores pancreáticos o en la ampolla hapatopancreática que con las neoplasias de conductos biliares. C. Estudios de imagen Por lo regular, en ecografía o CT se detectan conductos biliares intrahepáticos dilatados. La THC y la ERCP permiten delinear la lesión y ambas están indicadas en la mayoría de los casos. Es mejor la THC, ya que muestra mejor la anatomía de los conductos en el lado hepático de la lesión. Cuando un tumor afecta la bifurcación del colédoco (tumor de Klatskin), es importante determinar la extensión proximal de la lesión (para saber si las primeras ramas de los conductos lobulares también están afectadas). La ERCP es de utilidad para tumores proximales, ya que muestra obstrucciones concomitantes en el conducto cístico; en muchos casos, el diagnóstico es de cáncer vesicular que invadió al colédoco, en vez de neoplasia en el colédoco. El patrón característico de cáncer distal en el colédoco es con estenosis del conducto biliar, sin afección del conducto pancreático. Estenosis adyacentes en ambos conductos (signo de doble conducto) indican cáncer pancreático primario. En ocasiones, la colangiopancreatografía por MR es de utilidad cuando se dispone de recursos para estudios de alta calidad. En ocasiones, el estudio citológico de las muestras de bilis tomadas durante THC muestra células malignas, pero esta prueba no resulta en particular útil, ya que se debe presuponer el diagnóstico de cáncer a partir de las observaciones hechas en la colangiografía y los resultados negativos de estudios citológicos no son confiables. En la angiografía es posible hallar signos de invasión a la vena porta o encajonamiento de la arteria hepática. Sin embargo, a veces se obtienen resultados falsos positivos. XX Diagnóstico diferencial Se deben considerar otras causas extrahepáticas e intrahepáticas de ictericia colestásica. La coledocolitiasis se caracteriza por episodios de obstrucción parcial, dolor y colangitis, lo que contrasta con la ictericia persistente por obstrucción maligna. En caso de obstrucción por cálculos biliares, las concentraciones de bilirrubina rara vez exceden de 15 mg/dl y, por lo regular, son inferiores a 10 mg/dl; por el contrario, siempre se mantienen por arriba de 15 mg/dl cuando la obstrucción es ocasionada por una neoplasia. Los aumentos rápidos de los niveles de bilirrubina en un paciente con colangitis esclerosante son indicativos de neoplasia superpuesta. Algunos tumores distales del colédoco provocan dilatación de la vesícula, pero ésta se observa rara vez con obstrucción por cálculos. Por lo general, se considera que la combinación de vesícula hipertrófica con ictericia obstructiva es causada por una neoplasia. Si la vesícula no es palpable, se pueden descartar cirrosis biliar primaria, ictericia farmacoinducida, hepatitis activa crónica, cáncer hepático metastásico y cálculos en el colédoco. En general, si el enfermo padece ictericia colestásica que ha durado más de dos semanas booksmedicos.org 4 88 CAPÍTULO 25 y se tiene incertidumbre diagnóstica, es necesario estudiarlo por THC y ERCP. La detección de estenosis focal de conducto biliar, sin cirugía biliar previa, resulta casi patognomónica de neoplasia. XX Tratamiento Cuando no se hallan pruebas de metástasis ni otros signos de cáncer avanzado (p. ej., ascitis), la intervención adecuada es una laparotomía. Un 30% de los pacientes que no cubre los requisitos para someterse a esta intervención es posible insertarles por vía transhepática una sonda endoprotésica en el colédoco, bajo control radiográfico, o hacerlo a través del duodeno, con guía ecográfica. Se coloca la sonda de modo que sus orificios queden por arriba y por debajo del tumor, y permitan restablecer el flujo de bilis hacia el duodeno. Por lo general, cuando ambos conductos lobulares están bloqueados por un tumor en la bifurcación del colédoco se requiere colocar una sonda transhepática en uno solo de dichos conductos. Si la lesión bloquea los conductos segmentarios en su origen, las endoprótesis rara vez resultan benéficas. Sin embargo, en la mayoría de los casos está indicada una laparotomía, con la finalidad de resecar el tumor. La descompresión preoperatoria del conducto biliar con sonda percutánea para aliviar la ictericia no reduce la incidencia de complicaciones posoperatorias. Después de laparoscopia diagnóstica, se puede practicar la cirugía de inmediato y en ella se debe determinar la extensión del tumor, por medio de examen externo del conducto biliar, de la vena porta adyacente y de la arteria hepática. Se debe tratar a los tumores distales del colédoco por pancreatoduodenostomía radical (procedimiento de Whipple) cuando se considera que es posible extirpar el tumor completo. El principal motivo de irresecabilidad de neoplasias en esta localización es la afección secundaria de la vena porta. Si es posible, también habrá que resecar los tumores de la porción media del colédoco o del conducto hepático inferior. Cuando no sea posible extirpar la neoplasia se deberá restablecer el flujo de bilis hacia el intestino por medio de una colecistoyeyunostomía o una coledocoyeyunostomía en U. La elección entre estos procedimientos depende de consideraciones técnicas. Siempre que sea posible, habrá que resecar los tumores localizados en el hilio hepático y practicar una hepatoyeyunostomía en Y de Roux. Por lo general, se establece una anastomosis enterohiliar, en vez de hacerla entre el intestino y conductos biliares individuales. Para que la operación sea curativa, siempre se requiere resecar un lóbulo hepático lateral (el derecho o el izquierdo) y, en todos los casos, el lóbulo caudado. La causa más frecuente de irresecabilidad de estos tumores es afección secundaria de la arteria hepática o la vena porta. Las resecciones subtotales causan poco efecto paliativo. Por lo regular, se recomienda radioterapia posoperatoria. XX Pronóstico El paciente promedio con adenocarcinoma de conducto biliar sobrevive menos de un año. La tasa de supervivencia general a cinco años es de 15%. Después de operación radical completa, la supervivencia a cinco años es de más o menos 40%. Las causas de muerte más frecuentes son cirrosis biliar, infección intrahepática y debilidad general con neumonitis terminal. A veces, las resecciones paliativas y la colocación de endoprótesis biliares aumentan la duración y calidad de la supervivencia, pero es rara la curación completa por cirugía. La limitada experiencia en trasplante de hígado para tratar esta enfermedad ha resultado desalentadora, ya que el tumor recurre en la mayoría de los casos. Ahrendt SA, Nakeeb A, Pitt HA: Cholangiocarcinoma. Clin Liver Dis 2001;5:191. Burke EC et al: Hilar cholangiocarcinoma: patterns of spread, the importance of hepatic resection for curative operation, and a presurgical clinical staging system. Ann Surg 1998;228:385. Chamberlain RS, Blumgart LH: Hilar cholangiocarcinoma: a review and commentary. Ann Surg Oncol 2000;7:55. Jarnagin WR: Cholangiocarcinoma of the extrahepatic bile ducts. Semin Surg Oncol 2000;19:156. Kosuge T et al: Improved surgical results for hilar cholangiocarcinoma with procedures including major hepatic resection. Ann Surg 1999;230:663. Lillemoe KD, Cameron JL: Surgery for hilar cholangiocarcinoma: the Johns Hopkins approach. J Hepatobiliary Pancreat Surg 2000;7:115. Molmenti EP et al: Hepatobiliary malignancies. Primary hepatic malignant neoplasms. Surg Clin North Am 1999;79:43. TUMORES BENIGNOS Y SEUDOTUMORES DE VESÍCULA BILIAR En el colecistograma se observan varias lesiones no relacionadas en forma de proyecciones de la pared vesicular. La diferenciación entre dichas lesiones y cálculos biliares se basa en la observación de si los cambios de posición de las proyecciones corresponden a los cambios de postura del paciente, ya que los cálculos no son fijos. Se debe considerar probable cáncer en todos los casos con lesión polipoide mayor de 1 cm. XX Pólipos En su mayoría, éstos no son verdaderas neoplasias, sino pólipos de colesterol, que son una forma local de colesterosis. Por histología, son una acumulación submucosa de macrófagos llenos de lípido. Cuando se manipula la vesícula biliar durante la cirugía se desprenden con facilidad de la pared donde se formaron. No se sabe si los pólipos de colesterol son importantes para la generación de cálculos biliares. Algunos pacientes sufren dolor en la vesícula, pero no se ha establecido si esto se debe a los pólipos en sí o es una manifestación funcional de enfermedad vesicular. También se ha informado de pólipos inflamatorios, pero en muy raras ocasiones. XX Adenomiomatosis En colecistografía, este trastorno se manifiesta como una ligera convexidad intraluminal que, en muchos casos, tiene una umbilicación central. Por lo general se halla en el fondo de la vesícula, pero puede formarse en cualquier otra parte de ésta. Aún no está claro si la adenomiomatosis es una lesión degenerativa adquirida o una anomalía del desarrollo (es decir, un hamartoma). En las publicaciones médicas se utilizan los siguientes sinónimos: hiperplasia adenomatosa, colecistitis glandular proliferante y diverticulosis de la vesícula biliar. Es probable que este trastorno sea asintomático en muchos casos, pero en otros causa dolor abdominal. En los casos de adenomiomatosis se debe practicar colecistectomía. XX Adenomas Éstos se forman como pólipos adenomatosos pediculados, que son neoplasias verdaderas; por histología, algunos son papilares y otros no lo son. Se ha encontrado que, en pocos casos, se relacionan con carcinoma vesicular in situ. TUMORES BENIGNOS EN CONDUCTOS BILIARES En el epitelio de los conductos biliares pueden formarse papilomas y adenomas benignos. A la fecha, sólo se ha informado sobre 90 casos. La propensión del epitelio ductal al desarrollo de neoplasias booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES es muy amplia, de modo que con frecuencia da lugar a múltiples tumores y que haya recurrencias después de extirparlos. Para lograr la cura definitiva es necesaria la extirpación radical del conducto afectado. LESIONES DE CONDUCTOS BILIARES Y SUS ESTRUCTURAS 489 C. Estudios de laboratorio En casos de estenosis, la concentración sérica de fosfatasa alcalina es alta; la de bilirrubina sérica varía en relación con los síntomas, pero generalmente se mantiene por debajo de 10 mg/dl. Por lo regular, los hemocultivos son positivos durante colangitis aguda. D. Estudios de imagen PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO Colangitis episódica. Cirugía biliar anterior. Con alguna frecuencia, la colangiografía transhepática es diagnóstica. XX Aspectos generales En más o menos 95% de los casos, las estenosis y lesiones biliares benignas son ocasionadas por traumatismo quirúrgico. Las demás son resultado de traumatismo abdominal externo o, rara vez, de erosión en el conducto por causa de un cálculo biliar. Las medidas preventivas para evitar lesiones del conducto dependen de una combinación de habilidad técnica, experiencia y conocimiento completo de la anatomía normal de los conductos biliares y sus variaciones en el hilio hepático. Se ha notado que, desde hace pocos años, el número de lesiones en conductos biliares se ha incrementado con rapidez, a medida que se ha sustituido la colecistectomía abierta con la laparoscópica. La lesión más frecuente es la resección de un segmento del colédoco porque se le confundió con el conducto cístico. Otros ejemplos son: transección parcial, oclusión por presillas metálicas (“clips”), lesión del conducto hepático derecho y fugas en el conducto cístico. Un estudio completo de la forma en que se producen estas lesiones y cómo prevenirlas queda fuera de los alcances de este texto. El mejor tratamiento de una incisión limpia del conducto, sin otras lesiones, consiste en abrir el abdomen y suturar la incisión con material de sutura delgado y absorbible. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas A veces, las manifestaciones de traumatismo en el conducto no son apreciables en el posoperatorio. Después de cirugía laparoscópica, el cuadro clínico más frecuente es de ascitis, que se manifiesta como distensión abdominal, hinchazón y dolor, con ictericia leve, pues por lo general, el conducto queda abierto al abdomen. Los síntomas son relativamente leves y es posible que, durante algún tiempo, se crea que sólo corresponden a íleo, hasta que el cuadro empeora y se requiere mayor investigación. El cuadro clínico más común de lesiones por colecistectomía abierta incluye colangitis o ictericia intermitente, debido a estenosis biliar. A veces, los primeros síntomas claros del trastorno aparecen hasta semanas o meses después de la cirugía. B. Signos Éstos no son distintivos. La ascitis biliar provoca distensión abdominal, íleo y, rara vez, peritonitis biliar verdadera con intoxicación. En ocasiones, el cuadrante superior derecho es hipersensible, pero no por lo general. Es común la ictericia durante los ataques de colangitis. En ecografía o CT es posible apreciar la probabilidad de que el paciente tenga ascitis biliar. Es necesario aspirar el líquido y, si es biliar, el diagnóstico será claro. Se necesitan THC y ERCP para delinear la anatomía. Después de colecistectomía laparoscópica, el patrón más frecuente es de bloqueo de conducto inferior (por una presilla metálica) y drenaje libre del conducto superior al abdomen. En caso de estenosis, los signos más comunes son constricción del colédoco a no más de 2 cm de la bifurcación y dilatación leve a moderada de los conductos intrahepáticos. XX Diagnóstico diferencial La mayoría de las veces, la coledocolitiasis es el trastorno que se debe diferenciar de estenosis biliar, ya que, con frecuencia, los resultados de laboratorio de ambas enfermedades son idénticos. Un antecedente de traumatismo en el conducto hará que el diagnóstico más probable sea estenosis. Por lo regular, la distinción final debe basarse en observaciones radiográficas o quirúrgicas. Los resultados de THC o ERCP serán definitivos. En algunos casos es necesario descartar otras causas de ictericia colestásica. XX Complicaciones Si no se controla el derrame, pronto aparecerán complicaciones. A veces se desarrollan peritonitis y abscesos. En casos de estenosis es posible que la colangitis progrese a múltiples abscesos intrahepáticos y ocurra muerte séptica. XX Tratamiento Las lesiones en conductos biliares deben repararse por cirugía, excepto en pocos pacientes que tienen probabilidades de mejorar con tratamiento no quirúrgico. Para la mayoría de las lesiones, agudas o crónicas, está indicada la resección del conducto lesionado y hepatoyeyunostomía en Y de Roux. Antes de la cirugía, es necesario delinear la anatomía de todo el árbol biliar por medio de colangiografía. Las claves del éxito terapéutico son que la disección sea completa y que, al final, se tenga la capacidad de anastomosar un conducto sano a un intestino saludable. A su vez, esto depende de la experiencia del cirujano en este tipo particular de operación. Cuando la reparación definitiva es técnicamente imposible, se puede utilizar una sonda transhepática con globo en la punta para dilatar la parte estenosada. Esto se aplica en particular a personas con hipertensión portal y numerosas colaterales venosas en el hilio, que hacen riesgosa la operación. XX Pronóstico La mortalidad por lesiones biliares es de más o menos 5% y con frecuencia la enfermedad es grave. Cuando no se repara la estenosis, la colangitis episódica y una enfermedad hepática secundaria resultan inevitables. En alrededor de 90% de los casos es posible lograr la corrección quirúrgica de las estenosis. La experiencia en centros con interés especial en este problema indica que se pueden obtener buenos resultados, aunque en varios intentos anteriores no se haya logrado booksmedicos.org 4 90 CAPÍTULO 25 aliviar la obstrucción. En esta enfermedad, los trasplantes de hígado no tienen función alguna. Nealon WH, Urrutia F: Long-term follow-up after bilioenteric anastomosis for benign bile duct stricture. Ann Surg 1996;223:639. Savader SJ et al: Laparoscopic cholecystectomy-related bile duct injuries: a health and financial disaster. Ann Surg 1997;225:268. Strasberg SM, Eagon CJ, Drebin JA: The “hidden cystic duct” syndrome and the infundibular technique of laparoscopic cholecystectomy: the danger of the false infundibulum. J Am Coll Surg 2000;191:661. Strasberg SM, Hertl M, Soper NJ: An analysis of the problem of biliary injury during laparoscopic cholecystectomy. J Am Coll Surg 1995;180:101. Strasberg SM, Picus DD, Drebin JA: Results of a new strategy for reconstruction of biliary injuries having an isolated right-sided component. J Gastrointest Surg 2001;5:266. Yeh TS et al: Value of magnetic resonance cholangiopancreatography in demonstrating major bile duct injuries following laparoscopic cholecystectomy. Br J Surg 1999;86:181. CAUSAS RARAS DE OBSTRUCCIÓN DE CONDUCTO BILIAR XX Hemobilia Este trastorno se manifiesta con una tríada de cólico biliar, ictericia obstructiva y hemorragia intestinal, sea oculta o manifiesta. En culturas occidentales, la mayoría de los casos se manifiestan varias semanas después de traumatismo hepático con hemorragia de una rama intrahepática de la arteria hepática hacia un conducto biliar. El trastorno se ha vuelto menos frecuente gracias a que hoy se ha logrado entender mejor los principios generales del tratamiento de traumatismos hepáticos. Por lo general, en los países orientales la hemobilia aparece después de infección parasitaria de conductos biliares (por Ascaris lumbricoides) o de colangiohepatitis oriental. Se puede hacer el diagnóstico provisional a partir de una gammagrafía con eritrocitos radiomarcados con tecnecio-99m, pero en general se requiere una arteriografía para el diagnóstico definitivo y la planeación del tratamiento. A veces es posible interrumpir la hemorragia al embolizar la lesión con bobinas de acero inoxidable, Gelfoam o coágulos de sangre autóloga que se infunden a través de un catéter que se coloca de manera selectiva en la arteria hepática. Si con esto no se obtienen buenos resultados, se requerirá la ligadura directa del punto hemorrágico en el hígado o, en el hilio, ligar una rama anterior de la arteria hepática, en un punto proximal. Green MH et al: Haemobilia. Br J Surg 2001;88:773. XX Quistes congénitos en el colédoco Alrededor de 30% de los quistes congénitos del colédoco generan sus primeros síntomas en adultos, por lo general con un cuadro inicial de ictericia, colangitis y una masa en el cuadrante superior derecho. Se puede establecer el diagnóstico por THC o ERCP. El procedimiento quirúrgico óptimo es la resección del quiste y la práctica de una hepatoyeyunostomía en Y de Roux. Si no se tiene la posibilidad técnica de hacer esto o si el estado del paciente no permite una operación prolongada, habrá que sacar del quiste todo el lodo biliar precipitado y crear una anastomosis cistoentérica. Los quistes congénitos en el árbol biliar tienen alta incidencia de degeneración maligna, lo que constituye otra razón para optar por la resección, en vez de drenaje. Vercruysse R, Van den Bossche MR: Choledochal cyst in adults. Acta Chir Belg 1998;98:220. Watanatittan S, Niramis R: Choledochal cyst: review of 74 pediatric cases. J Med Assoc Thai 1998;81:586. XX Enfermedad de Caroli Este trastorno es otra forma de enfermedad cística congénita; consiste en una dilatación sacular intrahepática de los conductos. En algunos casos, la anormalidad biliar es un trastorno aislado, pero es más frecuente que se relacione fibrosis hepática congénita y poliquistosis renal medular. Los pacientes que llegan a primera consulta con este último trastorno son niños o adultos jóvenes que padecen complicaciones de hipertensión portal. En otros, el cuadro clínico inicial es de colangitis e ictericia obstructiva. No se cuenta con una solución quirúrgica definitiva al problema, excepto en los raros casos de afección aislada en un solo lóbulo hepático, para los cuales resulta curativa la lobulectomía. El régimen más utilizado es la administración intermitente de antibióticos. Hara H et al: Surgical treatment for congenital biliary dilatation, with or without intrahepatic bile duct dilatation. Hepatogastroenterology 2001;48:638. Parada LA et al: Clonal chromosomal abnormalities in congenital bile duct dilatation (Caroli’s disease). Gut 1999;45:780. Waechter FL et al: The role of liver transplantation in patients with Caroli’s disease. Hepatogastroenterology 2001;48:672. XX Pancreatitis Esta enfermedad puede causar obstrucción en la porción intrahepática del conducto biliar, por hinchazón inflamatoria, encajonamiento por escara o compresión por un seudoquiste. Es posible que el paciente tenga ictericia o colangitis indoloras. En ocasiones, durante la exploración física del abdomen se palpa la vejiga distendida. La diferenciación de este trastorno y coledocolitiasis o pancreatitis secundaria aguda depende de radiografía de los conductos biliares o de exploración quirúrgica, si la ictericia perdura. Cuando ésta sólo se debe a inflamación, rara vez dura más de 2 semanas, pero si persiste después de un ataque de pancreatitis aguda indica desarrollo de un seudoquiste, pancreatitis crónica subyacente con obstrucción por fibrosis o incluso una neoplasia obstructora. Cuando es causada por pancreatitis crónica, la obstrucción biliar tiene pocas manifestaciones o ninguna. Por lo regular, origina ictericia, pero la concentración máxima promedio de bilirrubina es de sólo 4 a 5 mg/dl. En algunas personas con estenosis funcionalmente significativa, la única anormalidad es la persistencia de concentraciones altas de fosfatasa alcalina; con frecuencia, cuando no se realiza la descompresión del conducto, estos enfermos desarrollan cirrosis biliar secundaria en plazo aproximado de un año. Se establece el diagnóstico de estenosis por ERCP, que muestra el problema en un largo segmento de la porción intrahepática del conducto, con dilatación proximal y disminución, paulatina o abrupta, de su luz en el borde pancreático, en ocasiones acompañada de angulación del conducto. Cuando la colangiografía muestra estenosis y la concentración de bilirrubina se mantiene por arriba del doble de lo normal, la estenosis es de importancia funcional y tiene pocas probabilidades de resolverse, de modo que se requiere corrección quirúrgica; en la mayoría de los casos se practica coledocoduodenostomía. Esta operación no es confiable, ya que el conducto cístico con frecuencia es demasiado pequeño para permitir descompresión biliar prolongada. Por lo general, los pacientes con ictericia obstructiva y seudoquiste mejoran con drenaje quirúrgico de este último. Sin embargo, algunos (pocos) no mejoran porque su obstrucción es causada por escara crónica, no por el quiste. Los procedimientos para drenaje del conducto biliar y del quiste están indicados cuando la colangiografía intraoperatoria muestra persistencia de la obstrucción ductal después de la descompresión del quiste. booksmedicos.org CONDUCTOS BILIARES XX Disfunción y estenosis ampollares Se ha considerado que la estenosis de la ampolla hepatopancreática (estenosis ampollar) es la causa de dolor y otras manifestaciones de obstrucción ampollar y, a menudo, de molestias poscolecistectomía. A veces es un trastorno idiopático, pero también puede ser resultado de traumatismo causado por cálculos biliares. Cuando la persona padece manifestaciones secundarias de obstrucción biliar (p. ej., ictericia, concentración elevada de fosfatasa alcalina o colangitis) y, sin tener cálculos biliares ni otra lesión obstructiva, la colangiografía muestra dilatación del colédoco, es aceptable considerar estenosis ampollar; sin embargo, la mayoría de las veces se propone el diagnóstico como causa de dolor abdominal, sin tomar en cuenta estas observaciones más objetivas. En estos casos, se considera disfunción ampollar. A veces, la disfunción del esfínter de Oddi ocasiona dolor tipo cólico biliar y, con frecuencia, se considera que la padecen los pacientes en quienes persiste la molestia después de colecistectomía. Se cree que la patogenia de estos síntomas es similar a la de dismotilidad esofágica y a la de síndrome de intestino irritable. Es característico que la persona sufra dolor intenso e intermitente en la porción superior del abdomen, durante 1 a 3 horas, en ocasiones después de comer. Primero se deben descartar litiasis y enfermedad pancreática residuales. Después, es posible diagnosticar disfunción ampollar por manometría del esfínter de Oddi. Se clasifica a los pacientes en uno de tres grupos, según presenten tres manifestaciones objetivas de obstrucción biliar: resultados anormales en pruebas de función hepática, evacuación prolongada (> 45 minutos) del medio de contraste contenido en el colédoco después de ERCP, y diámetro del colédoco mayor de 12 mm. Las personas del grupo I tienen los tres signos; las del grupo II presentan uno o dos de éstos, y las del grupo III no padecen ninguno. Se considera que con los clasificados en el primer grupo se tienen las suficientes pruebas de enfermedad para practicar esfinterectomía, sin necesidad del estudio manométrico; por lo general sufren motilidad anormal, de modo que difícilmente se podría no considerarlos para esta intervención. Por tanto, a menudo los estudios de motilidad resultan más útiles para determinar qué pacientes del grupo II mejorarán con esfinterectomía. Las anomalías que se buscan en los estudios de motilidad son presión basal elevada (> 40 mmHg) en el esfínter y aumento paradójico de esta presión en respuesta a la colecistocinina (CCK). La primera es una prueba más confiable. Alrededor de 50% de los pacientes del grupo II tienen presión esfintérica elevada y son quienes se beneficiarían con la esfinterectomía. Los estudios gammagráficos pueden tener la misma precisión. Se administra al paciente un bolo de CCK, seguido de ácido iminodiacético isopropílico con tecnecio-99m (99mTc-DISIDA) y con una cámara de rayos gamma se captan imágenes del hígado y el conducto biliar durante 60 minutos. Un sistema de calificación (de 0 a 12 puntos) se basa en la velocidad del paso del medio de contraste por los diversos puntos de interés (p. ej., aparición y salida a través del hígado, el conducto biliar y el intestino). El rango normal es de 0 a 5 y el anormal de 6 a 12. La disfunción del esfínter de Oddi es una rara causa de dolor abdominal y conviene ser escéptico, a menos que se cuente con pruebas contundentes de obstrucción biliar. Sin embargo, en casos muy seleccionados la esfinterectomía resulta benéfica. Chen JW, Saccone GT, Toouli J: Sphincter of Oddi dysfunction and acute pancreatitis. Gut 1998;43:305. Rosenblatt ML et al: Comparison of sphincter of Oddi manometry, fatty meal sonography, and hepatobiliary scintigraphy in the diagnosis of sphincter of Oddi dysfunction. Gastrointest Endosc 2001;54:697. 491 Silverman WB et al: Hybrid classification of sphincter of Oddi dysfunction based on simplified Milwaukee criteria: effect of marginal serum liver and pancreas test elevations. Dig Dis Sci 2001;46:278. Thomas PD et al: Use of (99m)Tc-DISIDA biliary scanning with morphine provocation for the detection of elevated sphincter of Oddi basal pressure. Gut 2000;46:838. Toouli J et al: Manometry based randomized trial of endoscopic sphincterotomy for sphincter of Oddi dysfunction. Gut 2000;46:98. XX Divertículos duodenales Por lo regular se forman en la cara medial del duodeno, a no más de 2 cm del orificio para el conducto biliar; en algunas personas, dicho conducto drena directamente en el divertículo. Incluso en tal caso, los divertículos son inocuos, por lo general. En ocasiones aparecen síntomas, debido a la distorsión en la entrada del conducto, por formación de enterolitos en el divertículo. La mayoría de las veces, para restablecer el drenaje biliar la coledocoduodenostomía y la coledocoyeyunostomía en Y de Roux son métodos más seguros que los intentos de resecar el divertículo y reimplantar el conducto. XX Ascariasis Cuando los gusanos de Ascaris lumbricoides migran del duodeno e invaden el conducto biliar, la ascariasis puede provocar síntomas de obstrucción ductal. A veces, en las radiografías simples se observa aire dentro de los conductos. Se deben administrar antibióticos hasta controlar la colangitis y dar tratamiento antihelmíntico (con mebendazol, albendazol o pamoato de pirantel). Por lo regular, los síntomas agudos ceden con los antibióticos; en caso contrario, habrá que realizar una esfinterotomía endoscópica para intentar la extracción de los gusanos. Si este procedimiento falla y persiste la enfermedad aguda, habrá que practicar cirugía para evacuar el conducto. XX Colangitis piógena recurrente (colangiohepatitis oriental) Este trastorno es una forma de colangitis crónica recurrente que prevalece en áreas costeras, desde Japón hasta el sureste de Asia. Por frecuencia, en Hong-Kong es la tercera indicación para laparotomía de urgencia y la clase más frecuente de enfermedad biliar. Hoy se cree que este trastorno es resultado de bacteriemia portal crónica, con flebitis portal previa a la enfermedad biliar. E. coli causa infección secundaria en los conductos biliares, con lo que provoca la formación intraductal de cálculos pigmentarios. La obstrucción biliar por cálculos ocasiona colangitis recurrente que, a diferencia de la enfermedad calculosa de los países occidentales, a veces no se acompaña de cálculos biliares. Por lo general, la vesícula biliar está distendida durante los ataques y en algunos casos contiene pus. Con frecuencia, la infección crónica recurrente provoca estenosis biliares y formación de abscesos; por alguna razón desconocida, la afección es más intensa en el lóbulo hepático izquierdo. Es común encontrar cálculos biliares intrahepáticos y, en ocasiones, resulta difícil, incluso imposible, su extracción quirúrgica. Por lo general, el enfermo sufre dolor abdominal agudo, escalofríos y fiebre alta; además, en 50% de los casos se desarrolla ictericia. Por lo regular, existe marcada hipersensibilidad en el cuadrante superior derecho y la vesícula biliar es palpable en 80% de los casos. La mejor manera de estudiar el árbol biliar es por medio de ERCP o THC, técnicas que a veces ayudan a determinar cuándo se requiere cirugía y de qué tipo debe ser ésta. Para combatir la colangitis aguda se deben administrar antibióticos por vía sistémica. El tratamiento quirúrgico consiste en colecistectomía, exploración del colédoco y extracción de cálcu- booksmedicos.org 4 92 CAPÍTULO 25 los. También es posible practicar esfinterectomía para lograr que cualquier cálculo residual o recurrente salga del conducto. La coledocoyeyunostomía en Y de Roux está indicada en casos de estenosis, marcada dilatación de conductos (> 3 cm) o recurrencia de la enfermedad después de una esfinteroplastia previa. La cirugía da buenos resultados en 89% de los pacientes. Para tratar la litiasis intrahepática crónica y la infección (a menudo en un solo lóbulo), a veces se requiere resección quirúrgica del lóbulo hepático afectado. Aunque muchos pacientes sanan, una vez que se desarrolla estenosis o los conductos intrahepáticos quedan encajonados, resulta casi inevitable que la enfermedad se prolongue por infecciones repetidas. Cosenza CA et al: Current management of recurrent pyogenic cholangitis. Am Surg 1999;65:939. Harris HW et al: Recurrent pyogenic cholangitis. Am J Surg 1998;176:34. Kim M et al: MR imaging findings in recurrent pyogenic cholangitis. AJR Am J Roentgenol 1999;173:1545. Park MS et al: Recurrent pyogenic cholangitis: comparison between MR cholangiography and direct cholangiography. Radiology 2001;220:677. XX Colangitis esclerosante Ésta es una rara enfermedad crónica de causa desconocida; se caracteriza por estenosis inflamatoria no bacteriana en los conductos biliares. Alrededor de 60% de los casos son de pacientes con colitis ulcerativa y más o menos 5% de las personas que padecen el trastorno desarrolla colangitis esclerosante. Otros trastornos que lo acompañan con menor frecuencia son tiroiditis, fibrosis retroperitoneal y fibrosis mediastínica. La enfermedad afecta, sobre todo, a varones de 20 a 25 años de edad. En la mayoría de los casos, el proceso inflamatorio abarca todo el árbol biliar y ocasiona obliteración parcial e irregular de la luz de los conductos. Sin embargo, a veces la estenosis ductal queda confinada a los conductos intrahepáticos o extrahepáticos, pero casi nunca en un segmento tan corto que pueda confundirse con estenosis maligna postraumática o focal. Las paredes son duras como madera; contienen mayor cantidad de colágena, así como más elementos linfoides y al engrosarse reducen la luz ductal. Por lo general, el cuadro clínico inicial es de ictericia y prurito leves, que evolucionan de manera paulatina. Es raro que surjan síntomas de colangitis bacteriana (como fiebre y escalofríos) en pa- cientes que no se han sometido a cirugía biliar. Los resultados de estudios de laboratorio son característicos de colestasis. La concentración sérica de bilirrubina total es, en promedio, de unos 4 mg/ dl y pocas veces excede de 10 mg/dl. Por lo general, la ERCP resulta diagnóstica, ya que permite demostrar estenosis ductal e irregularidades, que en muchos casos dan aspecto de rosario al conducto. Por biopsia de hígado es posible demostrar pericolangitis y estasis biliar, pero estos cambios no son específicos. Las principales complicaciones de colangitis esclerosante son litiasis biliar y adenocarcinoma en el conducto biliar. Este último es más frecuente en personas con colitis ulcerativa. Además, quienes padecen tal tipo de colitis y colangitis esclerosante afrontan mayor riesgo de sufrir displasia de mucosa colónica y cáncer de colon, en comparación con los enfermos de colitis ulcerativa sin colangitis esclerosante. Con ursodiol (ácido ursodesoxicólico) en dosis de 10 mg/kg/d mejoran los resultados de las pruebas de función hepática y los síntomas disminuyen. La colestiramina alivia el prurito. A veces, la dilatación transhepática percutánea con globo resulta útil para el tratamiento de estenosis dominante. La hepatoyeyunostomía en Y de Roux está indicada en casos en que la enfermedad está prácticamente confinada al conducto extrahepático distal y los conductos proximales están dilatados. Se puede considerar trasplante de hígado para pacientes con afección intrahepática grave. La evolución natural de la colangitis esclerosante se caracteriza por cronicidad y gravedad impredecibles. Parece que algunos pacientes logran la remisión completa con el tratamiento, pero esto no sucede con frecuencia. Si después de la cirugía no se establece drenaje adecuado, es probable que se desarrolle colangitis bacteriana. En tales casos, se requiere administración de antibióticos, a intervalos. La mayoría de los enfermos sufre cirrosis biliar secundaria de evolución paulatina, luego de varios años de ictericia y prurito de grado leve a moderado. Cuando la enfermedad ya es avanzada, está indicado el trasplante de hígado, que da buenos resultados. Ghosh S, Shand A, Ferguson A: Ulcerative colitis. BMJ 2000;320:1119. Kim WR et al: A revised natural history model for primary sclerosing cholangitis. Mayo Clin Proc 2000;75:688. Kubicka S et al: K-ras mutations in the bile of patients with primary sclerosing cholangitis. Gut 2001;48:403. Ryder SD, Beckingham IJ: ABC of diseases of liver, pancreas, and biliary system. Other causes of parenchymal liver disease. BMJ 2001;322:290. van Hoogstraten HJ et al: Ursodeoxycholic acid therapy for primary sclerosing cholangitis: results of a 2-year randomized controlled trial to evaluate single versus multiple daily doses. J Hepatol 1998;29:417. booksmedicos.org 493 Páncreas Gerard M. Doherty, MD Lawrence W. Way, MD EMBRIOLOGÍA El páncreas se forma en la cuarta semana de la vida fetal, a partir de la parte caudal del intestino anterior, donde nacen las gemaciones pancreáticas dorsal y ventral. Ambos primordios giran hacia la derecha y se fusionan cerca del punto de origen del páncreas ventral. Luego, a medida que el duodeno gira, el páncreas se desplaza hacia la izquierda. En el adulto, únicamente la porción caudal de la cabeza pancreática y el proceso unciforme (o gancho del páncreas) se derivan del páncreas ventral. La parte craneal de la cabeza pancreática, todo el cuerpo y la cola son derivados del páncreas dorsal. La mayoría de los conductos pancreáticos dorsales se unen al conducto del páncreas ventral para formar el conducto pancreático principal (conducto de Wirsung) y una pequeña parte queda como accesoria (conducto de Santorini). En 5 a 10% de las personas, los conductos pancreáticos dorsales y ventrales no se funden y la mayor parte de las regiones del páncreas drenan a través del conducto de Santorini y el orificio de la papila menor. En este caso, sólo el pequeño páncreas ventral drena junto con el colédoco por la papila de Vater. 26 denal, se extiende en paralelo al duodeno y, por último, llega a la arteria pancreaticoduodenal inferior izquierda (que es una rama de la mesentérica superior) para formar un arco. La arteria esplénica alimenta a tributarias que irrigan el cuerpo y la cabeza pancreáticos; a las ramas principales se les conoce como arterias pancreáticas dorsal, magna y caudal. La vasculatura venosa de la glándula es paralela a la arterial. El drenaje linfático desemboca en los ganglios peripancreáticos, localizados a lo largo de las venas. La inervación pancreática se deriva de los nervios vago y el esplácnico. Las fibras aferentes atraviesan el plexo celiaco desde la rama celiaca del nervio vago derecho hasta terminar en los ganglios ubicados en los tabiques interlobulares del páncreas. Las fibras posganglionares de estas sinapsis inervan los ácinos, los islotes y los conductos. Las fibras viscerales aferentes del páncreas también se extienden por los nervios vago y esplácnico, pero las mediadoras de dolor están confinadas al esplácnico. Las fibras simpáticas que llegan al páncreas se extienden desde los nervios esplácnicos, cruzan el plexo celiaco e inervan la vasculatura pancreática. FISIOLOGÍA ANATOMÍA XX Función exocrina El páncreas es un órgano delgado de forma más o menos elíptica y se localiza en la parte superior del abdomen, por dentro del retroperitoneo (figuras 26-1 y 26-2). En el adulto, mide de 12 a 15 cm de longitud y pesa de 70 a 100 g. Se puede dividir esta glándula en tres porciones: cabeza, cuerpo y cola. La cabeza pancreática está estrechamente adherida a la porción medial del duodeno y está ubicada al frente de la vena cava inferior y los vasos mesentéricos superiores. Tiene una pequeña lengüeta de tejido que se llama proceso unciforme (también páncreas menor, páncreas de Winslow o gancho del páncreas) y se localiza detrás de los vasos mesentéricos superiores, que surgen del retroperitoneo. En sentido anterior, el estómago y el primer segmento del duodeno se hallan, en parte, por delante del páncreas. El colédoco se extiende a través de un surco posterior en la cabeza del páncreas adyacente al duodeno. El cuerpo del páncreas hace contacto posterior con la aorta, el pilar izquierdo del diafragma, la glándula suprarrenal izquierda y el riñón izquierdo. La cola del páncreas se aloja en el hilio del bazo. El conducto pancreático principal (conducto de Wirsung) se extiende a lo largo de la glándula, desde la cola hasta la cabeza, y se anastomosa con el colédoco, justo antes de penetrar al duodeno, en la ampolla de Vater. El conducto pancreático accesorio (conducto de Santorini) entra al duodeno a una distancia aproximada de 2 a 2.5 cm de la ampolla de Vater, en sentido proximal (figura 26-1). La irrigación sanguínea del páncreas proviene de ramas de las arterias celiaca y mesentérica superior (figura 26-2). La arteria pancreaticoduodenal superior derecha surge de la arteria gastroduo- El páncreas emite de 1 a 2 L/d de secreciones externas, formadas por una solución clara y alcalina (pH de 7.0 a 8.3), que contiene enzimas digestivas. La secreción es estimulada por descargas vagales parasimpáticas y por las hormonas secretina y colecistocinina (CCK). Estas dos últimas son sintetizadas y almacenadas en células de la mucosa duodenal, que las liberan en respuesta a estímulos específicos. Los ácidos en la luz del duodeno provocan la liberación de secretina, en tanto que los productos intraluminales de la digestión de grasas y proteínas estimulan la liberación de colecistocinina. Las células centrales de los ácinos y otras intercaladas en los conductos secretan agua y electrólitos, sobre todo por estímulos de secretina. Las secreciones se modifican por procesos de intercambio y la secreción activa en el sistema colector del conducto; contienen la misma concentración de cationes sodio y potasio que el plasma, mientras que la de los aniones bicarbonato y cloruro varían según la velocidad de secreción: cuando ésta aumenta se eleva la concentración de bicarbonato y disminuye la de cloruro, de modo que la suma de ambas concentraciones es constante en todo el rango de velocidades de secreción. El jugo pancreático ayuda a neutralizar el ácido gástrico que llega al duodeno y ajusta el pH al nivel que permite la actividad óptima de las enzimas pancreáticas. Las células acinares de la glándula sintetizan las enzimas pancreáticas y las almacenan (como gránulos de cimógeno), para luego liberarlas, sobre todo en reacción a estímulos de colecistocinina y vagales. Las enzimas pancreáticas son proteolíticas, lipolíticas booksmedicos.org CAPÍTULO 26 4 94 Colédoco Conducto pancreático accesorio (de Santorini) Ampolla accesoria Conducto pancreático principal (de Wirsung) Ampolla de Vater Figura 26-1. Configuración anatómica del sistema de conductos pancreáticos. (Cortesía de W. Silen.) y amilolíticas. La lipasa y la amilasa son almacenadas y secretadas en su forma activa. Las enzimas proteolíticas son secretadas como precursores inactivos a los que excita la enzima duodenal enterocinasa. El páncreas secreta otras enzimas, como ribonucleasa y fosfolipasa A. Esta última es liberada como proenzima inactiva (que es activada por la tripsina en el duodeno) y cataliza la conversión de lecitina biliar a lisolecitina. El recambio proteínico en el páncreas es mayor que en cualquier otro órgano del cuerpo. Cuando se inyectan aminoácidos por vía IV, éstos se incorporan a la proteína enzimática y pueden aparecer en el jugo pancreático antes de una hora. Existen tres mecanismos que impiden la autodigestión del páncreas por sus enzimas proteolíticas: (1) las enzimas son almacenadas en células acinares como gránulos de cimógeno y quedan separadas de otras proteínas celulares; (2) las enzimas son secretadas en su forma inactiva, y (3) el jugo y los tejidos pancreáticos contienen inhibidores de enzimas proteolíticas. XX Función endocrina La función del páncreas endocrino consiste en facilitar el almacenamiento de material alimenticio mediante la liberación de insulina, después de las comidas, y proporcionar un mecanismo para movilizarlo por liberación de glucagon durante los periodos de ayuno. La insulina y el glucagon, igual que los polipéptidos pancreáticos y la somatostatina, son producidos por los islotes de Langerhans. Arteria y vena pancreatoduodenales superiores, posteriores La insulina es un polipéptido (MW 5734) compuesto de 51 residuos de aminoácidos; se forma en las células β del páncreas, a partir del precursor proinsulina. La secreción insulínica es estimulada por el aumento o las concentraciones altas de sustratos metabólicos como glucosa, aminoácidos y, tal vez, ácidos grasos de cadena corta. El principal estímulo normal de la liberación de insulina es la glucosa. La liberación y síntesis de insulina es estimulada por la activación de glucorreceptores específicos que están ubicados en la membrana superficial de las células β. Otros estimulantes de la liberación de insulina son calcio, glucagon, secretina, colecistocinina, péptido intestinal vasoactivo (VIP) y gastrina, todos los cuales sensibilizan a los receptores de las células β para glucosa. La adrenalina, la tolbutamida y la clorpropamida inducen la liberación insulínica al actuar en el sistema adenililciclasa. El glucagon es un polipéptido (MW 3485) compuesto de 29 residuos de aminoácidos y se forma en las células pancreáticas α. La liberación de glucagon es estimulada por bajas concentraciones de glucosa en sangre, aminoácidos, catecolaminas, descargas de nervios simpáticos y colecistocinina. La hiperglucemia y la insulina suprimen esta liberación. Las principales funciones de la insulina son estimular las reacciones anabólicas de carbohidratos, grasas, proteínas y ácidos nucleicos; además, aminora los procesos de glucogenólisis, lipólisis, proteólisis, gluconeogénesis, ureagénesis y cetogénesis. El glucagon estimula la glucogenólisis hepática, así como la proteólisis y lipólisis, tanto en tejidos adiposos como en el hígado. Al aumentar Vena porta Arteria y vena esplénicas Arteria y vena gastroepiploicas derechas Vena subpilórica Vena pancreática inferior Tronco gastrocólico Arteria y vena mesentéricas superiores Arteria pancreatoduodenal común inferior Arteria y vena pancreatoduodenales superiores, anteriores Tronco común de las venas pancreatoduodenales inferiores, anterior y posterior Figura 26-2. Distribución arterial y drenaje venoso del páncreas. (Cortesía de W. Silen.) booksmedicos.org PÁNCREAS la lipólisis se incrementan la cetogénesis y la gluconeogénesis. El glucagon eleva las concentraciones de cAMP en hígado, corazón, músculo esquelético y tejido adiposo. La regulación a corto plazo de la gluconeogénesis depende del balance entre insulina y glucagon. Los estudios relativos a la insulina y el glucagon indican que las hormonas ejercen efecto vía receptores de la membrana celular. Antes de ingresar a la circulación sistémica, la sangre drenada de los islotes de Langerhans irriga los ácinos pancreáticos y se cree que esta exposición a elevadas concentraciones de hormonas influye en la función acinar. PÁNCREAS ANULAR Éste es un raro trastorno congénito en que un anillo de tejido de la cabeza pancreática envuelve al duodeno descendente. Por lo regular, la anormalidad se manifiesta en la infancia como obstrucción duodenal y vómito posprandial. El vómito contiene bilis cuando la parte constreñida es distal a la entrada del colédoco. En las radiografías se aprecia dilatación del estómago y el duodeno proximal (signo de la doble burbuja), así como poco o nada de aire en resto del intestino delgado. Después de corregir el desequilibrio de líquidos y electrólitos, es necesario evitar el segmento obstruido mediante una duodenoyeyunostomía u otro procedimiento similar. No se debe intentar la resección de la porción duodenal obstruida, ya que a menudo se forma una fístula pancreática o se desarrolla pancreatitis aguda después de la operación. En raras ocasiones, aparece páncreas anular en adultos, con síntomas similares. PANCREATITIS Ésta es una enfermedad no bacteriana frecuente; es ocasionada por activación y liberación intersticial de enzimas pancreáticas que realizan la autodigestión del propio páncreas. Unas veces sí y otras no, el proceso se acompaña de cambios morfológicos y funcionales en la glándula. Se sabe bastante sobre las causas de la pancreatitis, pero a pesar de la gran cantidad de información acumulada, los conocimientos acerca de su patogenia aún son incompletos. Con la pancreatitis aguda, de manera repentina se desarrollan dolor en la porción superior del abdomen, náuseas y vómito, así como elevada concentración sérica de amilasa. La pancreatitis crónica se caracteriza por dolor crónico, calcificación pancreática observada en radiografías e insuficiencia exocrina (esteatorrea) o endocrina (diabetes mellitus). Con frecuencia, personas que padecen la enfermedad crónica sufren ataques de pancreatitis aguda. Se define como pancreatitis recidivante aguda al trastorno con múltiples ataques de pancreatitis, sin que se produzca escara permanente en el páncreas; la mayoría de las veces, este cuadro se relaciona con pancreatitis biliar. Resulta inadecuado el término pancreatitis recidivante crónica, que denotaría la recurrencia de ataques agudos sobreimpuestos a pancreatitis crónica; por tanto, no será utilizado en el presente capítulo. Muchas veces, la pancreatitis alcohólica sigue este patrón. También se ha utilizado el término pancreatitis subaguda para denotar ataques agudos menores, que son característicos en etapas avanzadas de la pancreatitis alcohólica. XX Causas La mayoría de los casos de pancreatitis se deben a litiasis biliar o alcoholismo; algunos son consecuencia de hipercalcemia, traumatismo, hiperlipidemia o predisposición genética y el resto son idiopáticos. Se observan importantes diferencias entre las manifestaciones y la evolución natural de la enfermedad, según sean ocasionados por uno u otro de estos factores. 495 A. Pancreatitis biliar Alrededor de 40% de los casos de pancreatitis se relaciona con litiasis biliar; por lo general, cuando ésta no es tratada provoca ataques agudos adicionales. Por razones desconocidas, incluso varios ataques repetidos de pancreatitis biliar aguda rara vez ocasionan pancreatitis crónica. La erradicación de los cálculos biliares casi siempre sirve para evitar pancreatitis recurrente. El mecanismo etiológico más probable es la obstrucción transitoria de la ampolla de Vater y el conducto pancreático, por un cálculo biliar. Se detecta coledocolitiasis en sólo 25% de los casos, pero más de 90% de los pacientes excreta cálculos en las heces después de 10 días de ocurrido el ataque; por tanto, se supone que la mayoría de los episodios se deben a cálculos o lodo biliar atorados en el colédoco y la ampolla de Vater. Más adelante se consideran otros pasos posibles de la patogenia iniciada por la salida de un cálculo. B. Pancreatitis alcohólica En Estados Unidos, el alcoholismo causa alrededor de 40% de los casos de pancreatitis. Es característico que los pacientes sean grandes consumidores de licores o vino fuertes; el trastorno es relativamente raro en países donde la cerveza es la bebida alcohólica más popular. Lo más común es que, antes de producirse el ataque inicial de pancreatitis haya un periodo de consumo excesivo de alcohol de seis o más años. Incluso en las primeras manifestaciones clínicas, al realizar examen microscópico de la glándula es posible detectar signos de pancreatitis crónica. Por tanto, casi siempre se considera que pancreatitis alcohólica es sinónimo de pancreatitis crónica, sin importar cuáles sean los signos clínicos. Se considera que el acetaldehído (un metabolito del etanol) es un mediador del trastorno, ya que puede generar metabolitos oxigenados tóxicos por acción de la xantina oxidasa. En estudios experimentales, se ha observado que el alcohol reduce la incorporación de fosfato a los fosfolípidos del parénquima, aminora la síntesis de cimógeno y ocasiona cambios ultraestructurales en las células acinares. La administración crónica de alcohol estimula la secreción pancreática e induce espasmos en el esfínter de Oddi. Se ha comparado esto con experimentos en los que se provoca pancreatitis aguda al combinar obstrucción parcial de conductos y estimulación de las secreciones. Si es posible convencer al paciente que deje de tomar bebidas alcohólicas, será posible evitar ataques agudos, aunque la lesión parenquimatosa se producirá, debido a la persistencia de la obstrucción ductal y la fibrosis. C. Hipercalcemia A veces, la pancreatitis aguda complica el hiperparatiroidismo y otros trastornos que se acompañan de hipercalcemia. Al transcurrir el tiempo se desarrollarán pancreatitis crónica y cálculos en los conductos. Se cree que, a veces, el incremento de las concentraciones de calcio en el jugo pancreático causa activación prematura de las proteasas; también es probable que facilite la precipitación de cálculos en los conductos. D. Hiperlipidemia En algunos pacientes (sobre todo alcohólicos) se desarrolla hiperlipidemia transitoria durante los ataques agudos de pancreatitis; en otros que padecen hiperlipidemia primaria (en particular cuando se acompaña de alta concentración de quilomicrones y lipoproteínas de muy baja densidad), parece que la pancreatitis es consecuencia de la anormalidad metabólica. Por lo general, la hiperlipidemia durante ataques de pancreatitis se acompaña de concentración sé- booksmedicos.org 4 96 CAPÍTULO 26 rica normal de amilasa, ya que los lípidos interfieren la determinación química de la amilasa; es posible que el contenido de esta enzima en la diuresis aún esté elevado. Es necesario el estudio visual del suero de todo paciente con dolor abdominal agudo, ya que si es lactescente, casi siempre, el diagnóstico correcto será el de pancreatitis. Cuando existe una anomalía primaria de lípidos, el control dietario reduce la probabilidad de otros ataques de pancreatitis y de otras complicaciones. E. Pancreatitis familiar Por lo general, con este trastorno, desde la infancia inician ataques de dolor abdominal. Hay un trastorno genético que se transmite como rasgo dominante no ligado a X, con diversos grados de penetrancia. Algunas familias afectadas también padecen aminoaciduria, pero esto no sucede en todos los casos. Es raro que estas personas sufran diabetes mellitus. La mayoría de los pacientes terminan por desarrollar pancreatitis con calcificaciones y muchos de ellos requerirán cirugía para tratar el dolor crónico. El carcinoma pancreático es más frecuente en personas con pancreatitis familiar. F. Deficiencias proteínicas La incidencia de pancreatitis crónica es alta en ciertas poblaciones con ingesta muy deficiente de proteínas. Se desconoce la razón de esta relación, sobre todo en vista de que la pancreatitis afecta a las personas alcohólicas que consumen gran cantidad de proteínas y grasas, con mayor frecuencia que quienes consumen menos proteínas y grasas. G. Pancreatitis posoperatoria (yatrógena) La mayoría de los casos de pancreatitis posoperatoria se manifiesta después de exploración quirúrgica del colédoco, sobre todo después de practicar esfinterectomía. Dos procedimientos, que ya no se practican, eran causa frecuente de esto: (1) empleo de una sonda en T en el colédoco, con un brazo largo que atravesaba el conducto de Oddi, y (2) dilatación del esfínter hasta 5 a 7 mm durante cirugía exploradora del colédoco. Otra causa son las cirugías de páncreas, incluso las biopsias pancreáticas. Unos cuantos casos aparecen después de operaciones gástricas o, incluso, de operaciones remotas al páncreas. En particular, frecuente es la pancreatitis luego de cirugía cardiaca con derivación cardiopulmonar, con riesgos preoperatorios de insuficiencia renal, cirugía de válvulas, hipotensión posoperatoria y (sobre todo) administración perioperatoria de cloruro de calcio (> 800 mg de cloruro de calcio por metro cuadrado de superficie de área corporal). A veces, la pancreatitis también es una complicación en intervenciones endoscópicas de pancreatografía retrógrada o esfinterectomía endoscópica. En raras ocasiones, se desarrolla pancreatitis después de gastrectomía de Billroth II, debido a la obstrucción aguda del asa aferente y reflujo de secreciones duodenales por alta presión sobre los conductos pancreáticos. Se ha reproducido experimentalmente este trastorno en perros (preparación de asa de Pfeffer). H. Pancreatitis farmacoinducida Tal vez, los fármacos provoquen más casos de pancreatitis aguda de lo que se cree por lo general. Los medicamentos causales más frecuentes son corticosteroides, anticonceptivos con estrógenos, azatioprina, diuréticos tiazídicos y tetraciclinas. Por lo regular, la pancreatitis por consumo de estrógenos es consecuencia de hipertrigliceridemia farmacoinducida. Se desconocen los mecanismos por los que afectan otros fármacos. I. Pancreatitis obstructiva Unas veces, la obstrucción parcial crónica del conducto pancreático es congénita, pero otras es resultado de lesiones o inflamación. Con el tiempo, el parénquima que debería drenar el conducto obstruido es reemplazado por tejido fibroso, con lo que se desarrolla pancreatitis. En ocasiones, también surgen episodios agudos de esta enfermedad. El páncreas dividido (o pancreas divisum) puede predisponer a un tipo de pancreatitis obstructiva. A veces, cuando una persona con esta anomalía sufre constricción adicional en la abertura de la papila menor (p. ej., por un proceso inflamatorio), el orificio resulta insuficiente para permitir el flujo del jugo pancreático. Es posible establecer el diagnóstico de páncreas dividido por colangiopancreatografía retrógrada (ERCP). Cuando se registran episodios de pancreatitis aguda en un paciente que tiene la anomalía y no se halla otra causa, es razonable suponer que la causa es la anomalía. Se han propuesto como tratamientos la esfinteroplastia quirúrgica o la inserción de una endoprótesis, pero ambas dan resultados subóptimos. Quizá ello se deba a cambios irreversibles en el parénquima y persistencia de la inflamación crónica. En personas con cambios evidentes por pancreatitis crónica, el tratamiento necesario es por resección o drenaje del páncreas (véase pág. 486). J. Pancreatitis idiopática y por causas diversas No se detecta causa alguna del trastorno en más o menos 15% de estos casos (que forman el tercer grupo más grande de pancreatitis, después de los que sufren las formas biliar y alcohólica). En análisis más detallados que los usuales (p. ej., de drenaje duodenal en busca de cristales de colesterol), se hallará que muchos de estos pacientes tienen cálculos o lodo biliares indetectables por ecografía. Algunos datos recientes establecen una relación entre mutaciones en el gen de fibrosis quística y la pancreatitis idiopática. Algunas infecciones virales y picaduras de alacrán causan pancreatitis. XX Patogenia El concepto de que la pancreatitis se debe a digestión enzimática de la glándula se fundamenta en la detección de enzimas proteolíticas en líquido ascítico y concentraciones elevadas de fosfolipasa A y lisolecitinas en los tejidos pancreáticos de pacientes con pancreatitis aguda. En experimentos resulta fácil provocar pancreatitis al inyectar a presión enzimas activadas en los conductos pancreáticos. En los tejidos afectados de páncreas humano no se han encontrado concentraciones excesivas de tripsina, tal vez a causa de la acción de inhibidores de dicha enzima. A pesar de esto y de que no se cuenta con pruebas definitivas, la teoría de la autodigestión es aceptada de manera casi universal. Otros factores propuestos son insuficiencia vascular, congestión linfática y activación del sistema calicreínacinina. Durante muchos años se ha considerado que la tripsina y otras proteasas son los principales agentes lesivos, pero pruebas recientes dan mayor importancia a la fosfolipasa A, la lipasa y la elastasa. Por lo regular, la tripsina no ataca a las células vivas e, incluso, cuando esta sustancia es forzada a penetrar en espacios intersticiales, la pancreatitis resultante no incluye necrosis por coagulación, que es una característica de máxima importancia en la pancreatitis humana. En presencia de pequeñas cantidades de sales biliares, la fosfolipasa A ataca a los fosfolípidos libres (p. ej., lecitina) y a los que están unidos a membranas celulares, para producir lisocompuestos de muy alta potencia. La lisolecitina (producida por acción de la fosfolipasa A en la lecitina biliar) o la propia fosfolipasa A, aunadas booksmedicos.org PÁNCREAS a las sales biliares, son capaces de ocasionar pancreatitis necrosante grave. La tripsina es importante en este contexto, ya que se necesitan pequeñas cantidades de ella para activar a la fosfolipasa A, a partir de su precursor inactivo. La elastasa, que es tanto elastolítica como proteolítica, es secretada en su forma inactiva. Esta enzima puede digerir las paredes de los vasos sanguíneos, por lo cual se cree que es un factor importante en la patogenia de la pancreatitis hemorrágica. Si la autodigestión es la vía final común de las pancreatitis, será necesario que en las primeras etapas se demuestre la presencia de enzimas activas y sus productos de reacción en los conductos, así como su escape hacia los intersticios. Las siguientes son las teorías más populares en las que se intenta establecer el vínculo entre los factores causales conocidos y la autodigestión. A. Obstrucción y secreción Por lo general, la ligadura del conducto pancreático en animales ocasiona edema leve en el páncreas, el cual se resuelve en no más de una semana. Después se atrofia el aparato secretor; por otra parte, se produce obstrucción intermitente de los conductos, que es muy parecida a la que ocurre en humanos y puede provocar pancreatitis franca cuando se estimula la secreción de la glándula. La principal desventaja de estos experimentos es la dificultad que entraña el provocar pancreatitis grave de esta manera. Sin embargo, el páncreas humano produce 10 veces más fosfolipasa A que los de perros y ratas, de modo que resulta aceptable considerar que la obstrucción en humanos puede ser más grave. B. Teoría del conducto común Opie observó un caso de pancreatitis en un paciente que tenía un cálculo biliar incrustado en la ampolla de Vater; entonces, especuló sobre la posibilidad de que el proceso se hubiera iniciado por reflujo de bilis hacia los conductos pancreáticos. El flujo entre los conductos biliares y los pancreáticos requiere de un conducto común que comunique a estos dos sistemas con el duodeno. Dichos conductos convergen en 90% de los humanos, pero sólo en 10% de los casos existe un conducto común de longitud suficiente para permitir el reflujo biliopancreático cuando la ampolla contiene un cálculo biliar. En los experimentos sólo se ha reproducido pancreatitis por obstrucción del conducto pancreático, de gravedad similar a la de una pancreatitis por obstrucción de un conducto común, de modo que se descarta el reflujo biliar como factor causal de esta enfermedad. C. Reflujo duodenal Las teorías anteriores no explican la activación de enzimas pancreáticas (que es un proceso normal) por acción de la enterocinasa en el duodeno. En experimentos con animales se realiza la conversión quirúrgica del segmento duodenal donde desemboca el conducto pancreático para transformarlo en un asa cerrada (asa de Pfeffer), el reflujo del jugo duodenal inicia una pancreatitis grave. Es probable que la pancreatitis o la obstrucción aguda en el asa aferente formada en la gastrectomía de Billroth II sea resultado de factores similares. Aparte de este ejemplo específico, no se cuenta con ninguna otra prueba directa de reflujo duodenal en la patogenia de la pancreatitis humana. D. Difusión retrógrada por el conducto pancreático Así como la mucosa gástrica debe servir como barrera para mantener altas concentraciones de ácido, el epitelio del conducto pan- 497 creático tiene la función de evitar la difusión de las enzimas luminales hacia el parénquima pancreático. En experimentos con gatos, se ha demostrado que la función de barrera del conducto pancreático es vulnerable a varios agentes lesivos, como alcohol y ácidos biliares. Más aún, el alcohol (incluso consumido por vía oral) puede afectar, ya que es secretado en el jugo pancreático. Las lesiones de la barrera hacen que el conducto sea permeable a moléculas con peso molecular de hasta 20 000 y las enzimas de la luz pueden penetrar en la glándula y provocar pancreatitis. En sus estudios, Steer y colaboradores demostraron que, en varias formas de pancreatitis experimental, un episodio muy temprano (incluso por obstrucción del conducto pancreático) es la activación de cimógeno dentro de células acinares, por acción de hidrolasas lisosómicas (como catepsina B). Es posible que esto sea lo que permita la tan buscada explicación unificadora. Sin embargo, es necesario tomar en cuenta otros factores para entender las variaciones en la gravedad del trastorno. En la pancreatitis biliar, el problema inicial más probable es la obstrucción transitoria de la ampolla de Vater por un cálculo biliar. En la pancreatitis alcohólica es posible hallar varias causas, como obstrucción ductal parcial, estimulación de secreciones, efectos agudos de la barrera ductal y efectos tóxicos del alcohol en las células del parénquima. E. Manifestaciones sistémicas A veces, la pancreatitis aguda se complica por trastornos multiorgánicos, sobre todo insuficiencia respiratoria (síndrome de insuficiencia respiratoria aguda [ARDS]), depresión miocárdica, insuficiencia renal y úlcera gástrica por estrés. La patogenia de estas complicaciones es similar en muchos aspectos a la de insuficiencia multiorgánica por sepsis y, de hecho, cuando esta última es ocasionada por un absceso pancreático se convierte en un factor que influye en algunos de los casos más graves de pancreatitis aguda. Durante los ataques de pancreatitis aguda se liberan a la circulación sistémica proteasas del páncreas, endotoxinas bacterianas y otros agentes activos. Los factores concentrados en el suero pueden formar complejos con proteasas (p. ej., macroglobulina α2) y reducir de manera proporcional la gravedad del trastorno; además, la macroglobulina α2 que normalmente los macrófagos eliminan con rapidez se acumula al formar complejos. Se cree que estos complejos circulantes, que conservan su actividad proteolítica, participan en la intoxicación sistémica. Tal vez la endotoxina se origine en bacterias que atraviesan una mucosa intestinal con permeabilidad anormal. En la circulación, las proteasas y la endotoxina activan el sistema del complemento (en particular C5) y las cininas. La activación del complemento ocasiona aglomeración de granulocitos y acumulación de estos agregados en los capilares pulmonares. Los granulocitos liberan elastasa neutrófila, anión superóxido, peróxido de hidrógeno y radicales hidróxido; estos factores se aúnan a la bradicinina para causar efectos tóxicos locales en el epitelio pulmonar que, en consecuencia, aumenta su permeabilidad. Es posible que también participen de algún modo los metabolitos de araquidonatos (p. ej., PGE2, PGI2 y leucotrieno B4). Se cree que en otros órganos ocurren trastornos análogos. 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XX Aspectos generales Las pancreatitis edematosa y hemorrágica son manifestaciones de procesos patológicos iguales y para las dos se aplican los mismos principios terapéuticos, pero la forma hemorrágica conlleva tasas más altas de complicaciones y mortalidad. En el trastorno edematoso, el tejido glandular y las estructuras retroperitoneales circunvecinas se congestionan con líquido intersticial, mientras el páncreas es infiltrado por células inflamatorias que rodean a pequeños focos de necrosis parenquimatosa. Por su parte, la pancreatitis hemorrágica se caracteriza por efusión de sangre hacia el parénquima de la glándula y a las estructuras parenquimatosas que la rodean, además de extensa necrosis pancreática. En ambas modalidades, es posible que las superficies peritoneales estén tachonadas de pequeñas calcificaciones que constituyen áreas de esteatonecrosis. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas y signos Con frecuencia, los ataques agudos aparecen después de una comida abundante e incluyen dolor epigástrico intenso que irradia hacia la espalda. El dolor es incesante y, por lo general, se acompaña de vómito y arcadas. En casos graves, el paciente puede sufrir colapso por choque. Según la gravedad del trastorno, es posible observar deshidratación profunda, taquicardia e hipertensión postural. La función miocárdica se deprime cuando la pancreatitis es grave, seguramente a causa de factores circulantes que afectan la actividad cardiaca. En el examen físico del abdomen se descubre que los ruidos intestinales están disminuidos o son nulos y hay hipersensibilidad, que a veces es generalizada, aunque con mayor frecuencia se localiza en el epigastrio. Por lo regular, en casos de pancreatitis sin complicaciones, la temperatura se mantiene normal o aumenta un poco. En ocasiones se observan signos de derrame pleural, sobre todo en el lado izquierdo. Cuando se detecta una masa abdominal, ésta puede corresponder al páncreas inflamado (flemón) o, en etapas más avanzadas de la enfermedad, a un seudoquiste o un absceso. De 1 a 2% de los enfermos presenta decoloración azulosa en el flanco (signo de Grey Turner) o en el área periumbilical (signo de Cu- llen), que es indicativa de pancreatitis hemorrágica con disección hemorrágica retroperitoneal en esas áreas. B. Estudios de laboratorio En caso de pancreatitis hemorrágica el hematócrito estará elevado (como consecuencia de la deshidratación) o bajo (a causa de la pérdida de sangre en el abdomen). Por lo regular, se halla leucocitosis moderada, pero cuando no existen complicaciones supurativas es raro que la cuenta total de leucocitos sea mayor de 12 000/µl. Por lo general, los resultados de las pruebas de función hepática son normales, pero a veces se detecta un ligero aumento en la concentración sérica de bilirrubina (por lo común < 2 mg/dl). En las primeras 6 horas posteriores al inicio de un episodio agudo, la concentración sérica de amilasa se eleva a niveles superiores al doble de lo normal y, por lo regular, se mantiene elevada durante varios días. En 95% de los pacientes con pancreatitis biliar y 85% de los casos de pancreatitis alcohólica, durante las primeras etapas del ataque se alcanzan niveles de 1 000 IU/dl. Quienes padecen enfermedad más grave tienen mayores probabilidades de mantener concentraciones de amilasa inferiores a 1 000 IU/dl. Después de un ataque agudo, en la primera etapa y varios días después, es posible hallar alta concentración sérica de lipasa. Por lo general, el nivel de lipasa aumenta en caso de pancreatitis alcohólica; por su parte, la concentración de amilasa se incrementa con la pancreatitis calculosa; por tanto, se ha considerado a la razón lipasa/amilasa como recurso para distinguir entre estos dos trastornos. También es posible encontrar altas concentraciones de amilasa en otros trastornos abdominales agudos, como colecistitis gangrenosa, obstrucción en intestino delgado, infarto mesentérico o úlcera perforada, aunque rara vez son mayores de 500 IU/dl. En algunos episodios de pancreatitis aguda no se observan aumentos en la concentración sérica de amilasa; esto sucede cuando no hay hiperlipidemia. Además, es posible que las concentraciones elevadas vuelvan al nivel normal antes que se extraiga sangre. Con los métodos más utilizados para medir la concentración sérica de amilasa se detectan las amilasas pancreática y salival, así como macroamilasa. Sin embargo, algunos enfermos padecen hiperamilasemia con dolor abdominal cuando la concentración de amilasa sólo está elevada en la saliva o en macroamilasa, pero el páncreas no está inflamado. La excreción urinaria de amilasa también aumenta, lo que es de valor diagnóstico. La excreción de más de 5 000 unidades/24 h es anormal. La eliminación de amilasa en la orina se incrementa durante la pancreatitis aguda, debido a la menor reabsorción tubular de esta enzima (normalmente 75% de la amilasa filtrada). En algún tiempo se creyó que esto era específico y se utilizaba la razón de eliminación amilasa/creatinina como prueba diagnóstica para determinar pancreatitis aguda. Sin embargo, el aumento en los niveles de eliminación de amilasa es resultado de sobrecarga de la vía de reabsorción tubular, por diversas proteínas urinarias, de modo que constituyen un efecto no específico de lesión en tejidos, que se observa en muchas enfermedades agudas o después de traumatismo. En casos graves de pancreatitis, la concentración sérica de calcio puede disminuir debido a que este elemento forma complejos con ácidos grasos (liberados de la grasa retroperitoneal por acción de la lipasa) y la reabsorción de calcio óseo disminuye por acción de la calcitonina (liberada por la elevada concentración de glucagon). También se ha detectado participación de hipoparatiroidismo e hipoalbuminemia relacionados. C. Estudios de imagen En alrededor de 66% de los casos, en la radiografía simple del abdomen se observan anormalidades. Lo más frecuente es una dila- booksmedicos.org PÁNCREAS tación aislada de un segmento intestinal (asa centinela) de yeyuno, colon transverso o duodeno adyacente al páncreas. Se observa gas de distensión en el colon ascendente, que se corta de manera abrupta en la porción izquierda o en la parte media del colon transverso (signo de interrupción del llenado de gas del colon transverso [cut-off]), debido a un espasmo colónico adyacente a la inflamación pancreática. Estos dos signos son relativamente inespecíficos. A veces es notable la calcificación de la glándula, lo que indica pancreatitis. En una serie radiográfica de la porción superior del tubo gastrointestinal se puede observar un asa duodenal ensanchada, ampolla de Vater hinchada y, en ocasiones, signos de irritabilidad gástrica. Las radiografías de tórax pueden mostrar derrame pleural en el lado izquierdo. Se debe realizar una CT de páncreas con medio de contraste intravenoso en todo caso de pancreatitis aguda, cuando la enfermedad no se resuelve en 48 a 72 horas. Los signos radiográficos pueden ser compatibles con cualesquiera de las siguientes circunstancias: páncreas de apariencia relativamente normal, flemón pancreático, con o sin extensión del proceso inflamatorio a espacios extrapancreáticos adyacentes, necrosis pancreática y seudoquiste o formación de absceso en el páncreas. En ocasiones, las radiografías simples muestran cálculos biliares radioopacos. A veces, el estudio ecográfico demuestra cálculos biliares en las primeras etapas del ataque, lo que puede servir como nivel basal para exámenes secuenciales del páncreas. A veces, varias semanas después de que haya cedido la pancreatitis, una ERCP resulta de utilidad en casos con diagnóstico preliminar de pancreatitis idiopática (es decir, personas sin antecedentes de alcoholismo ni signos de cálculos biliares en ecografía o colecistograma con medio de contraste administrado por vía oral). La ERCP revela cálculos biliares o cambios por pancreatitis crónica en alrededor de 40% de los pacientes. XX Diagnóstico diferencial Hasta cierto grado, el diagnóstico de pancreatitis aguda se determina por exclusión de otros trastornos agudos en la parte superior del abdomen (p. ej., colecistitis aguda, úlcera duodenal penetrante o perforada, obstrucción alta en intestino delgado, apendicitis aguda e infarto mesentérico), a los que siempre se debe considerar probables. La mayoría de las veces es posible hacer la diferenciación con base en el cuadro clínico, estudios de laboratorio y CT. El problema central es que, con frecuencia, las enfermedades a las que es más probable confundir con pancreatitis aguda resultan letales cuando no son tratadas con cirugía. Por tanto, cuando no es posible descartar por clínica tales trastornos, está indicada una laparotomía diagnóstica. Raramente se presenta hiperamilasemia crónica sin alguna relación con enfermedad pancreática. Algunos casos son causados por insuficiencia renal, sialadenitis crónica, tumores salivales, tumores ováricos o enfermedad hepática, pero otros son inexplicables. El análisis de isoenzimas de amilasa en suero es el único medio para determinar si la amilasa proviene de las glándulas salivales o del páncreas. Se llama macroamilasemia a una hiperamilasemia crónica en la que la amilasa normal (por lo regular salival) se fija a grandes proteínas séricas o a una molécula de inmunoglobulina y, en consecuencia, no es excretada en la orina. El diagnóstico se basa en la combinación de hiperamilasemia con baja concentración urinaria de amilasa. Se ha detectado macroamilasemia en pacientes con otros trastornos, como malabsorción, alcoholismo y cáncer. Muchos de estos enfermos padecen dolor abdominal, pero no se sabe a ciencia cierta qué relación tiene esto con la macroamilasemia. XX Complicaciones La principal complicación de la pancreatitis aguda es la formación de abscesos y seudoquistes, que serán tratados en secciones aparte. 499 Muchas hemorragias gastroduodenales son causadas por inflamación adyacente en estómago o duodeno, rotura de un seudoquiste o úlcera péptica. Algunas hemorragias intraperitoneales espontáneas provienen de la arteria celiaca o la esplénica, o bien, del bazo, después de una trombosis aguda en la vena esplénica. A veces, cuando el proceso inflamatorio afecta colon transverso o duodeno, ocasiona obstrucción parcial, hemorragia, necrosis o formación de fístulas. La detección temprana de los pacientes con mayor riesgo de complicaciones, permite tratarlos de manera más enérgica, lo que reduce la tasa de mortalidad. El criterio de gravedad que ha resultado confiable es el que se basa en las manifestaciones sistémicas de la enfermedad, que se reflejan en los resultados de estudios clínicos y de laboratorio o en cambios pancreáticos locales observados en estudios de CT. Ranson se basó en el primer enfoque para desarrollar los criterios de clasificación por etapas que se presentan en el cuadro 26-1. La sola observación de secuestro de líquidos (es decir, la diferencia entre el ingreso de líquidos y el gasto urinario) superior a 2 L/d, durante más de dos días, constituye una línea divisoria razonable entre enfermedad grave (que pone en riesgo la vida) y trastorno leve a moderado. A veces, los cambios pancreáticos locales vistos por CT son, incluso, más reveladores. La existencia de cualesquiera de los siguientes signos indica alto riesgo de infección local en el lecho pancreático: afección del proceso inflamatorio en espacios extrapancreáticos, necrosis del páncreas (áreas de la glándula que no son reforzadas con medio de contraste administrado por vía IV) y signos tempranos de formación de absceso (p. ej., burbujas de gas en el tejido). XX Tratamiento A. Tratamiento médico Los objetivos del tratamiento médico son reducir el estímulo secretorio del páncreas y corregir los trastornos de líquidos y electrólitos. 1. Succión gástrica. Se interrumpe la ingestión oral y se inserta una sonda nasogástrica para aspirar las secreciones del estómago, aunque esto último no produce efectos terapéuticos específicos. Se debe reanudar la alimentación por vía oral hasta que el paciente ha- Cuadro 26-1. Criterios de Ranson en cuanto a la gravedad de la pancreatitis aguda.1 Criterios iniciales Edad > 55 años Cuenta de leucocitos > 16 000/µl Glucosa sanguínea > 200 mg/dl LDH en suero > 350 IU/L AST (GOT) > 250 IU/dl Criterios de evolución en las primeras 24 horas Disminución del hematócrito > 10% Aumento de BUN > 8 mg/dl Ca2+ en suero < 8 mg/dl Po2 arterial < 60 mmHg Déficit basal > 4 meq/L Cálculo de líquido secuestrado > 600 ml Las tasas de morbilidad y mortalidad se correlacionan con el número de criterios que se cumplan. La correlación con mortalidad es la siguiente: 0 a 2 criterios cumplidos = 2%; 3 o 4 = 15%; 5 o 6 = 40%; 7 u 8 = 100%. Clave: IU, unidades internacionales; LDH, lipoproteínas de alta densidad; AST, aspartato transaminasa; SGOT, transaminasa glutamicooxalacética sérica; BUN, nitrógeno en urea sanguínea. 1 booksmedicos.org 5 00 CAPÍTULO 26 lla mejorado mucho, recupere el apetito y la concentración normal de amilasa disminuya a niveles normales. La reanudación prematura de la alimentación por vía oral puede exacerbar la enfermedad. 2. Reemplazo de líquidos. Las personas con pancreatitis aguda padecen secuestro de líquidos en el retroperitoneo, pero requieren grandes cantidades de líquido para mantener el volumen de sangre circulante y la función renal. A quienes sufran pancreatitis grave se les debe administrar albúmina para combatir los derrames capilares que contribuyen a la fisiopatología. A veces, en casos de pancreatitis hemorrágica grave también se requieren transfusiones de sangre. El reemplazo adecuado de líquidos es el aspecto más importante del tratamiento médico. De hecho, un reemplazo insuficiente puede ser factor de progresión de la pancreatitis; la forma más precisa de valorarlo es por medio de vigilancia del volumen y la densidad específica de la orina. 3. Antibióticos. No son de utilidad en casos leves de pancreatitis aguda. Sin embargo, en recientes estudios se demostró que son beneficiosos los que penetran en el tejido pancreático de pacientes con pancreatitis grave. El más utilizado es el imipenem. También se deben administrar antibióticos para tratar complicaciones quirúrgicas específicas. 4. Calcio y magnesio. A veces, en ataques graves de pancreatitis aguda con hipocalcemia se requiere reemplazo de calcio por vía parenteral, en dosis que son determinadas por mediciones seriadas de la concentración de este elemento. Es importante identificar hipocalcemia, ya que puede ocasionar arritmias cardiacas. También es frecuente la hipomagnesemia, sobre todo en alcohólicos, y se le debe tratar con reemplazo de magnesio, en dosis indicadas por la concentración sérica de éste. 5. Oxígeno. Alrededor de 30% de los pacientes con pancreatitis aguda desarrollan hipoxemia tan grave que requiere tratamiento. Con frecuencia, la reducción de oxígeno evoluciona de manera paulatina, sin signos clínicos ni radiográficos y fuera de proporción con la gravedad de la pancreatitis. Los casos más notables acompañan a una pancreatitis grave, muchas veces relacionados con hipocalcemia. Aún no se entiende bien la lesión principal, que es una forma de síndrome de dificultad respiratoria del adulto. Algunos de los cambios pulmonares son capacidad vital disminuida y deficiencia de difusión de oxígeno. Se debe sospechar hipoxemia en todo paciente y es necesario medir los gases en sangre arterial, cada 12 horas durante los primeros días de la hospitalización. Si la Pao2 es menor de 70 mmHg, está indicada la administración de oxígeno complementario. Algunos pacientes (muy pocos) necesitan intubación endotraqueal y ventilación mecánica. A veces, los diuréticos sirven para reducir la cantidad de agua en los pulmones y mejorar la saturación de oxígeno arterial. 6. Lavado peritoneal. Se ha realizado este procedimiento en casos graves resistentes al tratamiento, con la finalidad de eliminar toxinas del líquido peritoneal que, de lo contrario, serían absorbidas hacia la circulación sistémica. Parece que algunos enfermos mejoran como resultado de este tratamiento, aunque los estudios con testigos no han comprobado su eficacia. Por lo general, estará indicado un lavado peritoneal si la pancreatitis es grave y no se aprecia mejoría después de 24 a 48 horas de aplicar el procedimiento estándar con el paciente hospitalizado. La técnica consiste en infundir y luego extraer 1 a 2 L de solución lactada de Ringer, a través de una sonda de diálisis peritoneal; se hace esto cada hora, durante uno a tres días. Por metaanálisis de los datos disponibles no se descubre beneficio alguno. No se recomienda aplicar este tratamiento fuera de estudios clínicos. 7. Nutrición. Con nutrición parenteral total se evita la estimulación del páncreas y se le debe administrar para dar sostén nutricional a todos los enfermos de gravedad que no puedan comer durante más de una semana. Las dietas elementales administradas por la boca o por sonda al intestino delgado no evitan que se estimule la secreción. Ninguna forma de nutrición tiene efecto directo en la recuperación pancreática. 8. Otros fármacos. En estudios con testigos se ha demostrado que el octreótido, los bloqueadores del receptor H2, los anticolinérgicos, el glucagon y la aprotinina no generan efectos benéficos. B. Esfinterotomía endoscópica La pancreatitis biliar es causada por cálculos biliares que se alojan en la ampolla de Vater. En la mayoría de los casos, los cálculos pasan hasta el intestino, pero en ocasiones se incrustan en la ampolla, lo que ocasiona enfermedad más grave. La pancreatitis biliar es grave en menos de 10% de los casos (es decir, con calificación de tres o más, según los criterios de Ranson), pero se ha demostrado que, en los casos de gravedad, la práctica de esfinterotomía en las primeras 72 horas posteriores al inicio de la enfermedad reduce la incidencia de sepsis biliar concomitante y aminora la tasa de mortalidad por pancreatitis. C. Tratamiento quirúrgico Por lo regular, la cirugía está contraindicada en casos de pancreatitis aguda sin complicaciones. Sin embargo, cuando no se tiene un diagnóstico seguro para un paciente con dolor abdominal intenso, se considera que una laparotomía diagnóstica no agravará la pancreatitis. Si al efectuar laparotomía diagnóstica se halla pancreatitis leve a moderada y se detectan cálculos, habrá que realizar colecistectomía y colangiografía quirúrgica, pero se debe dejar intacto el páncreas. En caso de pancreatitis edematosa grave, será necesario separar el epiplón gastrocólico y revisar visualmente el páncreas. Algunos cirujanos colocan drenes y sondas para irrigación en la región pancreática, pero es preferible no introducir cuerpos extraños en esta zona. Por lo general, es posible sospechar el diagnóstico de pancreatitis biliar con base en estudios ecográficos de la vesícula biliar, realizados en las primeras etapas del ataque agudo. Poco después de terminar el ataque agudo se deberá practicar colecistectomía a estos enfermos durante su hospitalización por dicho ataque. Los retrasos mayores (incluso de pocas semanas) conllevan alta incidencia (80%) de pancreatitis recurrente. Los ataques de pancreatitis aguda rara vez ponen en riesgo la vida, de modo que pocas veces se justifica una operación (para exploración del colédoco o esfinteroplastia) o un tratamiento endoscópico (esfinterotomía) en las primeras etapas de un ataque; sin embargo, cuando éste es en particular grave, se debe diferir la colecistectomía electiva durante varios meses para permitir que el paciente se recupere por completo de la pancreatitis. Hoy se considera que el desbridamiento de tejido pancreático necrosado (que a menudo es colonizado por bacterias [40% de los casos]), reduce la mortalidad por pancreatitis necrosante aguda grave. Los registros históricos establecen una tasa de mortalidad de 19 a 80% si no se da tratamiento y de 10 a 40% en los casos en que sí se practica necrosectomía. Se considera probable el diagnóstico de pancreatitis necrosante a partir de observaciones clínicas. Los pacientes tratados con cirugía cumplen tres o más de los criterios de Ranson, con un promedio aproximado de 4½ criterios. Desde las primeras etapas de la enfermedad se obtiene CT reforzada con medio de contraste y son analizadas en busca de áreas no contrastadas, que indican falta de irrigación vascular y reflejan la existencia booksmedicos.org PÁNCREAS de grasa necrosada peripancreática o en el parénquima de la glándula. En estas áreas se lleva a cabo aspiración percutánea con aguja para detectar si hay colonización bacteriana. Se distingue entre los casos de “pancreatitis necrosante infectada” y los de “absceso pancreático”, que se puede desarrollar en etapas tardías de la enfermedad. Las personas que padecen el trastorno con infección y signos clínicos graves son los que se benefician más con la cirugía, pero es posible practicar laparotomía sólo por causa de un deterioro del estado de pacientes con pancreatitis necrosante, aunque no tengan colonización bacteriana. Durante la cirugía se abren todos los espacios peripancreáticos y se extirpa todo el tejido necrótico por disección roma cuidadosa. Se colocan dos drenes grandes en los espacios desbridados, los cuales son utilizados después de la operación para lavado estéril. Se infunden alrededor de 8 L de líquido diarios a través de este sistema, durante un periodo promedio de dos semanas. Aparte de las pruebas de tejido necrótico, con o sin infección, obtenidas por CT, hoy no se cuenta con otros criterios de uso general para decidir la cirugía de páncreas en casos de pancreatitis grave. Más adelante, en este mismo capítulo, se considerará el tratamiento quirúrgico para complicaciones de pancreatitis aguda, como absceso, seudoquiste y ascitis pancreática. XX Pronóstico La pancreatitis aguda conlleva una tasa de mortalidad de más o menos 10% y casi todos los decesos ocurren durante el primer ataque de pacientes que cumplen tres o más de los criterios de gravedad de Ranson. La insuficiencia respiratoria y la hipocalcemia son signos de mal pronóstico. La mortalidad ocasionada por pancreatitis necrosante grave es de 50% o más, pero el tratamiento quirúrgico reduce esta tasa hasta más o menos 20%. Por lo general, una fiebre persistente o hiperamilasemia por tres o más semanas, después de un ataque de pancreatitis, es signo de absceso pancreático o seudoquiste. Abu-Zidan FM, Bonham MJ, Windsor JA: Severity of acute pancreatitis: a multivariate analysis of oxidative stress markers and modified Glasgow criteria. Br J Surg 2000;87:1019. Beckingham IJ, Bornman PC: ABC of diseases of liver, pancreas, and biliary system. Acute pancreatitis. BMJ 2001;322:595. Bornman PC, Beckingham IJ: ABC of diseases of liver, pancreas, and biliary system. Chronic pancreatitis. BMJ 2001;322:660. Brivet FG, Emilie D, Galanaud P: Pro- and anti-inflammatory cytokines during acute severe pancreatitis: an early and sustained response, although unpredictable of death. 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XX Aspectos generales Los seudoquistes pancreáticos son acumulaciones de líquido encapsuladas que se forman en el páncreas y contienen altas concentraciones de enzimas. Por lo general, se localizan dentro de esta glándula o adyacentes a ella, en la bolsa menor, pero también es frecuente hallarlas en cuello, mediastino y pelvis. Las paredes del seudoquiste se forman por fibrosis inflamatoria de las membranas peritoneal, mesentérica y serosa, que limitan la dispersión del líquido cuando se produce la lesión. El nombre de seudoquiste indica que no existe una cubierta epitelial, a diferencia de los quistes verdaderos, que sí la tienen. En la patogenia de los seudoquistes pancreáticos participan dos procesos distintos. Muchas veces constituyen complicaciones de pancreatitis aguda grave, por extravasación del jugo pancreático y necrosis glandular por la que se forma una bolsa estéril de líquido que no se reabsorbe al desaparecer la inflamación. La sobreinfección de tales acumulaciones de líquido no da lugar a seudoquistes, sino a la formación de abscesos. En otros casos, sobre todo de alcohólicos y víctimas de traumatismos, la formación de quistes no es precedida de pancreatitis aguda. En estos pacientes, el mecanismo consiste en obstrucción ductal y formación de quistes de retención que pierden su cubierta epitelial al crecer hasta el exterior de la glándula. Por lo regular, los seudoquistes postraumáticos no generan síntomas sino hasta varias semanas después de la lesión. Algunos son yatrógenos, como los que se forman durante esplenectomía; otros son resultado de un golpe externo en el abdomen. En alrededor de 2% de los casos de pancreatitis aguda se forman seudoquistes; en 85% aparece un solo quiste y en el resto se forman varios. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas y signos Se debe sospechar seudoquiste cuando una persona con pancreatitis aguda no logra recuperarse después de una semana de tratamiento o cuando, luego de una mejoría temporal, los síntomas reaparecen. Hoy es casi de rutina realizar CT en las primeras etapas de un ataque de pancreatitis aguda grave, de modo que a menudo se detecta por radiografía la formación de seudoquistes, antes que surjan las primeras manifestaciones clínicas. Por lo general, el primer signo clínico es una masa palpable e hipersensible en el epigastrio, debida a hinchazón del páncreas y vísceras contiguas (un flemón). A veces, la masa desaparece al pasar el tiempo, pero si persiste lo más probable es que se trate de un seudoquiste. En otros casos, el seudoquiste se desarrolla de forma paulatina sin que se produzca ningún ataque manifiesto de pancreatitis aguda. booksmedicos.org 5 02 CAPÍTULO 26 El signo más común es dolor, sin importar cuál sea el tipo de fase prodrómica. Alrededor de 50% de los pacientes desarrollan fiebre, pérdida de peso, hipersensibilidad y una masa palpable. En unos cuantos se observa ictericia, que es signo de obstrucción en el segmento intrapancreático del conducto biliar. B. Estudios de laboratorio En más o menos 50% de los casos se detectan alta concentración sérica de amilasa y leucocitosis. Si existe obstrucción biliar, se manifiesta por niveles elevados de bilirrubina. Se desarrollarán seudoquistes en alrededor de la mitad del grupo de pacientes con pancreatitis aguda y con alta concentración sérica de amilasa que persiste por más de tres semanas. C. Estudios de imagen Los estudios de CT (figura 26-3) son el estudio diagnóstico preferido. En ellos se pueden apreciar el tamaño y la forma del quiste, así como sus relaciones con otras vísceras. Con frecuencia, los seudoquistes agudos son de forma irregular; los crónicos casi siempre son circulares o casi circulares. En pacientes con pancreatitis crónica se detecta conducto pancreático hipertrofiado. La dilatación del colédoco es indicativa de obstrucción biliar, ya sea ocasionada por el quiste o por la pancreatitis crónica causal. Se debe realizar un estudio ecográfico de la vesícula biliar en busca de cálculos, sobre todo en personas que padecen pancreatitis aguda. La ecografía también puede mostrar seudoquistes, pero con menor grado de detalles importantes que los obtenidos por CT y, por tanto, la ecografía es utilizada principalmente para vigilar los cambios de tamaño de los seudoquistes agudos ya delineados por CT, con la finalidad de minimizar la exposición a los rayos X. Se debe practicar ERCP cuando se cree que el conducto biliar o el pancreático tienen anormalidades importantes, según se observe en imágenes de CT o en los resultados de pruebas de función hepática. Es posible que cualquiera de estos conductos esté dilatado y se requiera drenarlos al mismo tiempo que al seudoquiste. Por lo regular, el seudoquiste también aparece como opacidad en la ERCP, pero la información obtenida generalmente no es de gran importancia para la planeación del tratamiento, de modo que no se realiza dicho estudio de manera rutinaria. Con frecuencia, en series radiográficas de la porción superior del tubo gastrointestinal se detecta una masa en la bolsa menor, la cual distorsiona la imagen del estómago o el duodeno, pero esta información no es de particular utilidad. La principal indicación para obtener series de la porción superior del tubo gastrointestinal es la búsqueda de un sitio de obstrucción gástrica o duodenal en personas que padecen vómitos. Con frecuencia se demuestran seudoquistes asintomáticos mediante la práctica liberal de estudios de imagen sensibles. La evolución natural de estas lesiones subclínicas es benigna y no está indicado un tratamiento profiláctico por cirugía. XX Diagnóstico diferencial Se debe distinguir a los seudoquistes pancreáticos de absceso y flemón agudo en el páncreas. Los pacientes con absceso tienen signos de infección. Rara vez, las personas con seudoquiste manifiestan pérdida de peso, ictericia y vesícula biliar palpable, pero indolora. Primero se cree que padecen carcinoma pancreático, pero los estudios por CT muestran una lesión llena de líquido, que es indicativa del diagnóstico correcto. Los quistes neoplásicos —cistadenoma o cistadenocarcinoma— constituyen alrededor de 5% de todos los casos de masas quísticas y pancreáticas; a veces, resulta imposible su diferenciación preoperatoria como seudoquistes. Es posible llegar al diagnóstico correcto a partir del aspecto macroscópico de una muestra para biopsia obtenida durante la cirugía. XX Complicaciones A. Infecciones Estas complicaciones ocurren raras veces y ocasionan fiebre alta, escalofríos y leucocitosis. Se requerirá drenaje tan pronto como se sospeche este diagnóstico. Es posible drenar algunas lesiones hacia el exterior, por medio de una sonda percutánea que se insertará con guía ecográfica. También se puede lograr drenaje interno de seudoquistes adheridos al estómago a través de una cistogastrostomía quirúrgica; si ésta no es posible, habrá que drenar hacia el exterior, ya que las líneas de sutura de una cistoyeyunostomía en Y de Roux a veces no cicatrizan. Figura 26-3. CT de un gran seudoquiste pancreático que invade la pared gástrica posterior. La flecha grande señala el seudoquiste; la pequeña señala el estómago. A: hacia la parte cefálica del abdomen, el seudoquiste linda con el estómago y con el hígado. B: hacia la parte caudal del abdomen, el seudoquiste se halla en posición inmediata posterior al antro gástrico. El estómago está comprimido contra la pared abdominal anterior y el intestino queda estirado por arriba del seudoquiste; esto causa sensación de saciedad. Generalmente, lo mejor es que los quistes en esta posición sean drenados hacia el estómago. booksmedicos.org PÁNCREAS B. Rotura Las perforaciones hacia la cavidad peritoneal libre ocasionan grave peritonitis química, con rigidez abdominal tipo tablero y dolor intenso. A veces se nota rápido crecimiento del quiste antes que se rompa. Esto requiere tratamiento quirúrgico de urgencia, con irrigación de la cavidad peritoneal y procedimiento de drenaje del seudoquiste. Por lo regular, la pared de un seudoquiste roto es muy endeble y no retiene suturas con seguridad, de modo que se debe drenar hacia el exterior a la mayoría de los quistes rotos. La rotura de seudoquistes ocurre en menos de 5% de los casos, pero puede resultar letal, aunque se aplique pronto tratamiento. C. Hemorragia En ocasiones se produce hemorragia hacia la cavidad del quiste o hacia una víscera adyacente erosionada por el quiste. El sangrado intraquístico se puede manifestar como una masa abdominal creciente con anemia debida a la pérdida de sangre. Si el quiste erosiona el estómago será posible observar hematemesis, melena o sangre en aspirado nasogástrico. Con frecuencia, la rapidez de la pérdida de sangre provoca choque hemorrágico, que dificultaría la realización de una arteriografía. Sin embargo, cuando se cuenta con tiempo suficiente habrá que practicar arteriografía de urgencia para delinear el sitio hemorrágico, que generalmente es un falso aneurisma en una arteria de la pared del quiste y, de ser posible, habrá que embolizarla. Si con este procedimiento se logra ocluir el vaso hemorrágico, habrá que esperar varias semanas para tener la seguridad de que la hemorragia no recurrirá y, entonces, se deberá establecer drenaje quirúrgico del seudoquiste, igual que en el caso de los no hemorrágicos. Cuando no es posible detener la hemorragia con embolización, es necesario practicar cirugía de urgencia. Por lo general, todo lo que se puede hacer es abrir el quiste, ligar con suturas el vaso sangrante de la pared quística y, a continuación, drenar el quiste hacia el exterior o al interior. En algunos casos es posible extirpar el quiste, lo cual es deseable, ya que ésta es la forma más eficaz de evitar el riesgo de hemorragia recurrente. XX Tratamiento Las principales finalidades del tratamiento de seudoquistes pancreáticos son mejoría sintomática y prevención de complicaciones. Datos recientes indican que la evolución natural de estas lesiones es más benigna de lo que antes se creía: que si no había síntomas ni signos radiográficos de crecimiento del quiste (sin importar su tamaño), el tratamiento de expectación no era irracional y que algunos quistes no tratados se resolvían de manera espontánea, incluso después de haber permanecido estables durante meses. El tratamiento de expectación resulta de especial importancia en los primeros 6 a 12 meses de vida de quistes que se formaron durante un ataque de pancreatitis aguda. La probabilidad de resolución espontánea es de más o menos 40%. El drenaje por sonda en esta etapa es una intromisión inadecuada y el drenaje interno por cirugía a veces resulta dificultoso o, incluso, imposible. Después, si el quiste es mayor de 5 cm, se recomienda tratamiento activo en vez de expectante (siempre que no existan contraindicaciones, como enfermedad concomitante grave), porque en la mayoría de los casos es posible eliminar los quistes por medio de drenaje percutáneo con sonda o drenaje quirúrgico hacia el estómago o el intestino. Con esto se obvia la necesidad de vigilancia prolongada, con repetidas CT, y se evita el riesgo (aunque sea bajo) de complicaciones. A las personas que tienen un seudoquiste asintomático, sin antecedente de pancreatitis aguda reciente, es posible tratarlas sin la espera de seis a 12 semanas, ya que las paredes de sus quistes tienen la suficiente dureza (están maduras) para resistir suturas y permitir 503 una anastomosis con el intestino. Por lo regular, la ictericia en pacientes con seudoquiste se debe a la presión que éste ejerce sobre el conducto biliar. Por lo general, con el drenaje de quiste se alivia la obstrucción, pero se requiere colangiografía durante la operación para tener seguridad. A. Resección Este es el tratamiento más definitivo, pero en general está restringido a casos de seudoquistes crónicos en la cola del páncreas. Se recomienda este procedimiento en especial para quistes causados por traumatismo, cuando la cabeza y el cuerpo de la glándula permanecen intactos. Se debe drenar la mayoría de los quistes, ya sea al exterior o internamente al intestino. B. Drenaje externo Este es el mejor tratamiento para enfermos en estado crítico o cuando la pared del quiste no ha madurado lo suficiente para anastomosarlo a otros órganos. Se sutura una sonda de gran calibre a una punta de la luz del quiste y se saca el otro extremo a través de la pared abdominal. En 33% de los pacientes, el drenaje externo se complica por una fístula pancreática que a veces requiere drenaje quirúrgico, aunque, por lo general, cierra por sí sola después de varios meses. La incidencia de seudoquiste recurrente es alrededor de cuatro veces mayor después de drenaje externo que luego de drenaje hacia el intestino. C. Drenaje interno Éste es el método terapéutico preferido. Consiste en establecer una anastomosis en Y de Roux a un extremo del yeyuno (cistoyeyunostomía), a la pared posterior del estómago (cistogastrostomía) o al duodeno (cistoduodenostomía). Es necesario revisar el interior del quiste en busca de signos de tumor y, cuando es adecuado, realizar estudios de biopsia. La cistogastrostomía es preferible en casos de quistes ubicados en la parte posterior y que están muy adheridos al estómago. Es muy probable que en el futuro esta intervención se realice por laparoscopia. En otras localizaciones del quiste, la cistoyeyunostomía en Y de Roux brinda drenaje libre por gravedad. La cistoduodenostomía está indicada para quistes profundos ubicados en la cabeza pancreática y los adyacentes a la pared medial del duodeno (lesiones que serían difíciles de drenar por cualquier otra técnica). El procedimiento consiste en abrir una duodenotomía lateral, abrirla al quiste a través de la pared duodenal y, a continuación, cerrar la duodenotomía. Pocas semanas después del drenaje interno la cavidad del quiste se oblitera. Incluso luego de cistogastrostomía, es permisible una dieta sin restricciones en la primera semana posterior a la operación; por lo general, las radiografías tomadas en este periodo muestran sólo una pequeña cavidad quística residual. D. Drenaje no quirúrgico Se puede establecer drenaje externo por una sonda percutánea, que se inserta en el quiste, con guía radiográfica o ecográfica. Éste es el método preferido para tratar seudoquistes infectados. En algunas instituciones también lo aplican como tratamiento primario para la mayoría de quistes no complicados. Por este método se logra erradicar de manera definitiva alrededor de 66% de los quistes; también resulta útil para encoger seudoquistes de tamaño enorme (p. ej., alguno que ocupe la mitad de la cavidad abdominal), ya que la técnica para lograr drenaje interno adecuado al intestino se dificulta mucho en estos casos. En ocasiones, un quiste estéril booksmedicos.org 5 04 CAPÍTULO 26 se infecta cuando se le inserta una sonda estrecha. Esto es más probable si la luz del quiste contiene detritos que este procedimiento no drenará de manera eficaz. Una posible complicación del método es la formación de una fístula pancreática externa crónica. Se han intentado otras dos técnicas de drenaje: (1) introducir una sonda percutánea a través de la pared abdominal anterior, la pared gástrica anterior y la pared posterior del estómago, hasta el quiste; luego de varias semanas se extrae la sonda y queda un conducto crónico del quiste a la luz gástrica, y (2) utilizar un gastroscopio fibroóptico para abrir una pequeña incisión a través de la pared gástrica posterior, hacia el quiste. Ninguno de estos métodos es muy utilizado debido a las dudas que hay acerca de su eficacia y seguridad. XX Pronóstico La tasa de recurrencia de seudoquistes pancreáticos es de más o menos 10% y las recidivas son más frecuentes después de tratamiento con drenaje externo. Rara vez se produce hemorragia posoperatoria grave en el quiste (casi siempre con cistogastrostomía). Sin embargo, en la mayoría de los casos, el tratamiento quirúrgico de seudoquistes no se complica y permite una solución inmediata y definitiva del problema. Más tarde, muchos pacientes sufren dolor crónico, como manifestación de pancreatitis crónica subyacente. Cooperman AM: Surgical treatment of pancreatic pseudocysts. Surg Clin North Am 2001;81:411. Heider R et al: Percutaneous drainage of pancreatic pseudocysts is associated with a higher failure rate than surgical treatment in unselected patients. Ann Surg 1999;229:781. Heider R, Behrns KE: Pancreatic pseudocysts complicated by splenic parenchymal involvement: results of operative and percutaneous management. Pancreas 2001;23:20. Mori T et al: Laparoscopic pancreatic cystogastrostomy. J Hepatobiliary Pancreat Surg 2000;7:28. Neff R: Pancreatic pseudocysts and fluid collections: percutaneous approaches. 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XX Manifestaciones clínicas Se debe sospechar la existencia de un absceso cuando una persona padece pancreatitis aguda que no cede y desarrolla fiebres crecientes o cuando los síntomas reaparecen después de un periodo de recuperación. En la mayoría de los casos se observa una mejoría sintomática transitoria, antes que surjan signos de infección dos a cuatro semanas después de que inició el ataque. Los factores clave para el diagnóstico son dolor e hipersensibilidad en el epigastrio, con una masa palpable. En muchos casos, los signos no son de impresionar (p. ej., sólo aumentos moderados de temperatura y el paciente no sufre sepsis). Algunos enfermos padecen vómito o ictericia, pero otros sólo desarrollan signos febriles y de leucocitosis. En ocasiones se eleva la concentración sérica de amilasa, pero generalmente es normal. Es característico que la concentración sérica de albúmina sea menor de 2.5 g/dl y que la de fosfatasa alcalina esté elevada. En radiografías de tórax es posible detectar líquido pleural y parálisis del diafragma. Mediante una serie radiográfica de la porción superior del tubo gastrointestinal se puede observar deformidad gástrica o duodenal debida a una masa, pero esto sucede rara vez y de todas maneras los cambios no son específicos. Por lo regular, los estudios diagnósticos por CT indican acumulación de líquido en el área del páncreas. La detección de gas en radiografía simple o CT es prácticamente diagnóstica. Es posible practicar aspiración percutánea guiada por CT como auxiliar diagnóstico y obtener una muestra para tinción de Gram y cultivo. En general, es difícil establecer el diagnóstico, con frecuencia se instituye tarde el tratamiento, la enfermedad es grave y la tasa de mortalidad es alta. XX Tratamiento El pus acumulado debe ser drenado. A veces sirve el drenaje percutáneo como un primer paso para reducir la toxicidad u obtener una muestra para cultivo. En algunos casos, este procedimiento resulta definitivo, pero casi siempre el espacio retroperitoneal está infectado y contiene detritos necróticos que no pasan por la sonda, de modo que se necesita desbridamiento quirúrgico. Lo mejor es considerar que el drenaje por sonda es un paso preparatorio para la cirugía y no un tratamiento curativo, puesto que tal es la relación común. De lo contrario, podría surgir la tendencia a retardar demasiado la cirugía y repetir esfuerzos fútiles para mover las sondas a mejores posiciones. En realidad, estas dos medidas (desbridamiento quirúrgico y drenaje por sonda) son complementarias. En el preoperatorio, se deben administrar al paciente antibióticos de amplio espectro, ya que los microorganismos constituyen por lo regular una flora mixta (casi siempre con Escherichia coli, Bacteroides, Staphylococcus, Klebsiella, Proteus, Candida albicans y otros). Es necesario extraer los detritos necróticos e instituir drenaje al exterior. En ocasiones se produce hemorragia posoperatoria (inmediata o tardía) en el absceso. XX Pronóstico La tasa de mortalidad es de más o menos 20%, debido a la gravedad del trastorno, drenaje quirúrgico incompleto e incapacidad para establecer el diagnóstico en algunos casos. Baril NB et al: Does an infected peripancreatic fluid collection or abscess mandate operation? Ann Surg 2000;231:361. Beger HG, Rau B, Isenmann R: Prevention of severe change in acute pancreatitis: prediction and prevention. J Hepatobiliary Pancreat Surg 2001;8:140. Kang CY et al: Development of HIV/AIDS vaccine using chimeric gagenv virus-like particles. Biol Chem 1999;380:353. Tsiotos GG, Sarr MG: Management of fluid collections and necrosis in acute pancreatitis. Curr Gastroenterol Rep 1999;1:139. Venu RP et al: Endoscopic transpapillary drainage of pancreatic abscess: technique and results. Gastrointest Endosc 2000;51(4 Part 1):391. 4. Ascitis y derrame pleural pancreáticos La ascitis pancreática consiste en una acumulación de líquido pancreático en el abdomen, sin peritonitis ni dolor intenso. Muchos de quienes la padecen son alcohólicos, de modo que a menudo se cree al principio que padecen ascitis cirrótica. Casi siempre, el síndrome es ocasionado por derrame crónico desde un seudoquiste, pero en booksmedicos.org PÁNCREAS pocos casos la causa es la rotura de un conducto pancreático. Los principales factores etiológicos son pancreatitis alcohólica en adultos y traumática en menores. Una de las principales manifestaciones clínicas es reciente pérdida de peso; la resistencia de la ascitis a los diuréticos es otra clave para el diagnóstico. El líquido ascítico varía de color entre rojo fresa y un matiz sanguinolento, y contiene altas concentraciones de proteína (> 2.9 g/dl) y amilasa. Cuando se sospecha de la existencia de este trastorno, el diagnóstico definitivo se basa en un análisis químico del líquido ascítico y de la pancreatografía endoscópica retrógrada. Con frecuencia, por este último procedimiento se detecta el sitio del derrame de líquido, lo que permite un acceso quirúrgico adecuado cuando se requiere de operación. El tratamiento inicial debe consistir en un periodo de alimentación IV y administración de somatostatina. En muchos casos, esto resuelve el problema. Si no se logra mejoría importante en dos a tres semanas, habrá necesidad de intervención quirúrgica. Es indispensable una ERCP preoperatoria para determinar el sitio de la fuga. Cuando no se detecta su localización con las placas tomadas durante la ERCP, se deberá realizar una CT de inmediato, mientras el medio de contraste aún permanezca en el conducto pancreático. Por su mayor sensibilidad, la CT permite descubrir el diminuto goteo del conducto pancreático al abdomen. La operación implica colocar una sutura en Y de Roux en el sitio del derrame, sobre la superficie del páncreas o de un seudoquiste pancreático. Con el tratamiento adecuado, los resultados son excelentes. La mortalidad es baja en pacientes tratados antes que se debiliten demasiado. Los derrames pleurales crónicos de origen pancreático constituyen una variante en que la fístula del páncreas drena hacia el tórax. Se determina el diagnóstico al medir altas concentraciones de amilasa (por lo general > 3 000 IU/dl) en el líquido. Se debe realizar una CT de páncreas y una pancreatografía retrógrada. El tratamiento médico consiste en drenar el líquido por una sonda torácica, administrar somatostatina y dar nutrición parenteral total. Si la fístula persiste después de varias semanas o recurre luego de la extracción de la sonda, será necesario drenar la fuga en el páncreas por medio de una anastomosis en Y de Roux con extremo del yeyuno o resecarla como parte de una pancreatectomía distal. Dugernier T, Laterre PF, Reynaert MS: Ascites fluid in severe acute pancreatitis: from pathophysiology to therapy. Acta Gastroenterol Belg 2000;63:264. Kaman L et al: Internal pancreatic fistulas with pancreatic ascites and pancreatic pleural effusions: recognition and management. Aust N Z J Surg 2001;71:221. Takeo C, Myojo S: Marked effect of octreotide acetate in a case of pancreatic pleural effusion. Curr Med Res Opin 2000;16:171. 5. Pancreatitis crónica PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO 505 quier causa o predisposición hereditaria (pancreatitis familiar). Los traumatismos de la glándula, sean por golpe externo o por lesión quirúrgica, pueden provocar pancreatitis crónica cuando en el proceso de cicatrización se desarrolla estenosis ductal. En estos casos es frecuente que la enfermedad se localice en el segmento de glándula drenado por el conducto que tiene la obstrucción. La litiasis biliar puede causar repetidos ataques de pancreatitis aguda, pero es raro que éstos evolucionen a pancreatitis crónica. Se tienen pruebas de que, normalmente, el jugo pancreático contiene una proteína específica para mantener en solución al carbonato de calcio. La concentración de dicha proteína está disminuida en personas con pancreatitis crónica, lo cual permite que el carbonato cálcico se precipite y forme cálculos. La presión intraductal es mayor en pacientes con pancreatitis crónica (≈ 40 cm H2 O), en comparación con la que se observa en personas sanas (≈ 50 cm H2O). Esto es causado por el incremento de la viscosidad del jugo pancreático, la obstrucción por el cálculo y la menor distensibilidad de la glándula debido a fibrosis difusa (como síndrome compartimental). La presión del esfínter se mantiene en niveles normales, pero el incremento en la presión intraductal ocasiona dilatación del conducto cuando el proceso de cicatrización aún no ha fijado el páncreas del paciente. Esto también puede reducir el flujo de la sangre con nutrientes, lo que agravará el trastorno funcional. Los principales cambios patológicos en la glándula serán destrucción de parénquima, fibrosis, desdiferenciación de ácinos, formación de cálculos y dilatación ductal. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas y signos La pancreatitis crónica es asintomática en muchos casos, pero en otros ocasiona dolor abdominal, malabsorción, diabetes mellitus, o bien (por lo general) estas tres manifestaciones. Es característico que el dolor sea profundo, en la parte superior del abdomen, e irradie hacia la espalda, además de aumentar y disminuir de un día a otro. En las primeras etapas de la evolución de la enfermedad es probable que el dolor sea episódico, dure días o semanas y luego desaparezca varios meses, hasta que vuelve a surgir. A veces se producen ataques de pancreatitis aguda, superpuestos al patrón de dolor crónico. Muchos pacientes se vuelven adictos a los narcóticos que se les prescriben contra el dolor. B. Estudios de laboratorio Los resultados anormales en estos estudios pueden ser resultado de: (1) inflamación pancreática, (2) insuficiencia exocrina del páncreas, (3) diabetes mellitus, (4) obstrucción del conducto biliar o (5) otras complicaciones, como formación de seudoquiste o flebotrombosis esplénica. 1. Amilasa. En ocasiones, las concentraciones sérica y urinaria de Dolor abdominal persistente o recurrente. Calcificación pancreática observable en radiografías (50% de los casos). Insuficiencia pancreática (30% de los casos); malabsorción y diabetes mellitus. Casi siempre, la causa es alcoholismo. XX Aspectos generales La mayoría de los casos de pancreatitis crónica son causados por alcoholismo crónico, pero algunos se deben a cálculos biliares, hipercalcemia, hiperlipidemia, obstrucción de conductos por cual- amilasa se incrementan en exacerbaciones agudas de pancreatitis, pero esto sucede muy pocas veces, tal vez porque la fibrosis pancreática aniquila gran parte de la capacidad del parénquima para formar enzimas. 2. Pruebas de función exocrina del páncreas. Las pruebas de estimulación de secretina y colecistocinina son las más sensibles para la detección de disfunción exocrina, pero resultan difíciles de realizar. 3. Diabetes mellitus. Alrededor de 75% de los pacientes con pancreatitis calcificada y 30% de quienes padecen pancreatitis sin calcificaciones están enfermos de diabetes insulinodependiente. En booksmedicos.org 5 06 CAPÍTULO 26 casi todos los demás casos las pruebas posalimentación indican curva de tolerancia normal a la glucosa o concentración sérica de insulina anormalmente baja. El margen de reserva es tal que resulta muy probable que la pancreatectomía parcial ocasione que los pacientes que no requerían insulina empiecen a necesitarla después de la operación. 4. Obstrucción biliar. El atrapamiento fibrótico del extremo inferior del conducto biliar puede ocasionar aumentos en la concentración de bilirrubina o en la de fosfatasa alcalina. En el diagnóstico diferencial de obstrucción biliar se debe considerar inflamación pancreática crónica, seudoquiste o neoplasia en el páncreas. 5. Otras complicaciones. La flebotrombosis esplénica puede provocar hiperesplenismo secundario o varices gástricas. C. Estudios de imagen La pancreatografía endoscópica retrógrada sirve para establecer el diagnóstico de pancreatitis crónica (al descartar seudoquiste pancreático y neoplasia) y para planear la operación de pacientes considerados para cirugía. Los signos característicos observados por esta técnica son cálculos e irregularidad ductales, con dilatación o estenosis y, en ocasiones, oclusión del conducto. Con frecuencia se detectan pequeños seudoquistes inesperados. Se debe realizar colangiografía simultánea para determinar si la pancreatitis ocasiona compresión del colédoco, establecer si hay cálculos biliares y ayudar al cirujano a evitar lesiones al colédoco durante la cirugía. XX Complicaciones Las principales complicaciones de pancreatitis crónica son seudoquiste pancreático, obstrucción biliar, obstrucción duodenal, desnutrición y diabetes mellitus. El adenocarcinoma pancreático es más frecuente en personas con pancreatitis crónica familiar que en la población general. 1. Procedimientos de drenaje. La dilatación del sistema ductal in- dica obstrucción y, por lo general, cuando dicho sistema está dilatado, los procedimientos para mejorar el drenaje de los conductos por lo general alivian el dolor. Casi siempre, la pancreatitis alcohólica calcificada se clasifica en esta categoría. El signo más frecuente es que el conducto tiene irregularidades y está muy dilatado (de 1 a 2 cm de diámetro), con sitios de estenosis (con aspecto de una “cadena de lagos”) y cálculos ductales. La pancreatoyeyunostomía (procedimiento de Puestow) es lo apropiado en estos casos (figura 26-4). Se abre una incisión anterior en el conducto, desde la cola hasta la cabeza de la glándula y se realiza una anastomosis laterolateral en Y de Roux con un segmento proximal de yeyuno. Se logra disminución posoperatoria del dolor en alrededor de 80% de los pacientes, pero es raro que haya mejoría de la insuficiencia pancreática. Sin embargo, este procedimiento tiene bajo índice de buenos resultados cuando el conducto pancreático es estrecho (< 8 mm). La esfinteroplastia y la pancreatoyeyunostomía distal (caudal, procedimiento de Du Val) son otras técnicas de drenaje que se utilizaron con mayor frecuencia en el pasado. La segunda sólo es de interés histórico, pero la esfinterectomía con extracción de cálculos ductales sigue en uso. Hoy se ha intentado algo similar mediante la aplicación de una onda de choque de litotripsia externa a los cálculos pancreáticos, seguida de esfinterotomía endoscópica y extracción de los cálculos. Otro método experimental consiste en descomprimir el conducto por medio de una endoprótesis que se coloca por técnica endoscópica. Algunas dudas sobre la seguridad y eficacia de este procedimiento han moderado el entusiasmo inicial que despertaron estos procedimientos. 2. Pancreatectomía. Cuando el conducto pancreático no está dilatado, el mejor procedimiento es la pancreatectomía; a menudo es posible determinar la extensión de la parte que se resecará por medio de estudios de CT y pancreatografía. En pacientes que tienen XX Tratamiento A. Tratamiento médico La malabsorción y la esteatorrea se tratan con medidas de sostén. En estudios con testigos se ha demostrado que administrar enzimas pancreáticas surte poco efecto contra el dolor. Se debe insistir a los enfermos de pancreatitis crónica que dejen de consumir alcohol, ya que la abstención disminuye el dolor, crónico o episódico, en más de 50% de los casos, aunque las lesiones en el páncreas son irreversibles. A veces, el tratamiento psiquiátrico resulta benéfico. Por lo regular, estos enfermos padecen diabetes insulinodependiente. Conducto pancreático B. Tratamiento quirúrgico La principal utilidad del tratamiento quirúrgico es aliviar el dolor crónico intratable. Es fundamental hacer todo lo posible para eliminar el consumo excesivo de alcohol. Los pacientes para los que es mejor la cirugía son aquellos en quienes persiste el dolor después de abandonar el consumo de alcohol. En la mayoría de los casos, el tratamiento quirúrgico consiste en un procedimiento que facilita el drenaje del conducto pancreático o la resección de la porción de páncreas afectada, o bien, ambas cosas. Es posible elegir el tipo de cirugía antes de la operación, con base en observaciones realizadas en una pancreatografía retrógrada y estudios de CT. Es frecuente que exista obstrucción biliar concomitante y se le debe tratar con coledocoduodenostomía simultánea. Figura 26-4. Pancreatoyeyunostomía longitudinal (procedimiento de Puestow) para tratar pancreatitis crónica. booksmedicos.org PÁNCREAS conductos pequeños, la enfermedad grave se localiza por lo general en la cabeza de la glándula y, en tal caso, la mejor intervención es una pancreatoduodenectomía (procedimiento de Whipple). Una variante de esta técnica consiste en resecar la cabeza pancreática, pero conservar el duodeno. Se crea una anastomosis en Y de Roux para unir un muñón de yeyuno a las dos superficies seccionadas de páncreas. Si el conducto también está dilatado en la cola de la glándula se puede combinar la resección de la cabeza con una pancreatoyeyunostomía longitudinal en esa parte del páncreas. El alivio del dolor es satisfactorio en alrededor de 80% de los pacientes tratados con estas operaciones. La pancreatectomía total está indicada cuando una pacreatoduodenostomía o una pancreatectomía distal no proporcionaron alivio satisfactorio del dolor. Los informes de resultados son contradictorios; en el Reino Unido se comunica excelente alivio del dolor, pero en Estados Unidos no se han obtenido tan buenos resultados. En 30 a 40% de las personas con diabetes mellitus que se han sometido a pancreatectomía total surgen dificultades para controlar dicha enfermedad que, en ocasiones causa la muerte. Por esta razón, la pancreatectomía total está contraindicada para pacientes que no dejan el alcoholismo. En casos de pancreatitis alcohólica crónica, la resección de la porción izquierda del páncreas (pancreatectomía subtotal distal) da mucho mejores resultados que la resección de la cabeza de la glándula, pero se practica rara vez en la actualidad. La indicación más frecuente es pancreatitis postraumática focal y crónica, cuando es probable que la cabeza pancreática esté sana. 3. Bloqueo de plexo celiaco. Se puede realizar este bloqueo, como un intento para lograr alivio del dolor, antes de proceder a una resección pancreática mayor en casos de pancreatitis de conductos pequeños. Una variante nueva y más eficaz de este procedimiento consiste en realizar esplacnicectomía toracoscópica, que es la resección de segmentos de los nervios esplácnicos mayor y menor, en el punto donde ingresa al tórax, proveniente del abdomen. El procedimiento es relativamente menor cuando se realiza por toracoscopia, pero con él se tiene mayor certeza de interrumpir las fibras aferentes del dolor. XX Pronóstico Con pancreatoyeyunostomía longitudinal se logra alivio del dolor en alrededor de 80% de los pacientes con dilatación ductal. Muchos pacientes sufren aumento de peso, pero esto es menos pronosticable. La pancreatoduodenostomía da buenos resultados en 80% de los casos de dilatación ductal, pero la resección de la porción distal del páncreas es menos eficaz. Se reserva la pancreatectomía total, sobre todo para casos en que fallaron otras operaciones y proporciona alivio satisfactorio en 30 a 90% de los casos, dependiendo de cada serie. Se desconoce la causa de tan amplia diferencia en los resultados. El bloqueo de plexo celiaco da beneficio duradero a no más de 30% de los pacientes. En algunos casos, el dolor cede al progresar la insuficiencia pancreática. Excepto en casos avanzados de dolor continuo, muchos alcohólicos que se persuaden de dejar de beber experimentan alivio del dolor y de los ataques recurrentes de pancreatitis. Cuando esta enfermedad es de tipo familiar progresará de manera inexorable y muchos de los pacientes necesitarán cirugía. La pancreatoyeyunostomía da excelentes resultados contra la pancreatitis familiar. Numerosos pacientes tienen graves problemas de adicción a narcóticos, diabetes y desnutrición. Adamek HE et al: Long term follow up of patients with chronic pancreatitis and pancreatic stones treated with extracorporeal shock wave lithotripsy. Gut 1999;45:402. Apte MV, Keogh GW, Wilson JS: Chronic pancreatitis: complications and management. J Clin Gastroenterol 1999;29:225. 507 Berney T et al: Long-term metabolic results after pancreatic resection for severe chronic pancreatitis. Arch Surg 2000;135:1106. Bornman PC, Beckingham IJ: ABC of diseases of liver, pancreas, and biliary system. Chronic pancreatitis. BMJ 2001;322:660. Izbicki JR et al: Extended drainage versus resection in surgery for chronic pancreatitis: a prospective randomized trial comparing the longitudinal pancreaticojejunostomy combined with local pancreatic head excision with the pylorus-preserving pancreatoduodenectomy. Ann Surg 1998;228:771. Jimenez RE et al: Outcome of pancreaticoduodenectomy with pylorus preservation or with antrectomy in the treatment of chronic pancreatitis. Ann Surg 2000;231:293. 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No se desarrollan malabsorción ni esteatorrea, sino hasta que se pierde más de 90% de la función exocrina del páncreas; con 2 a 10% de la función normal, la esteatorrea es de leve a moderada; cuando es menor a 2% de lo normal se produce esteatorrea intensa. Con una dieta que contenga 100 g de grasas por día, las personas sanas excretan de 5 a 7 g/día y la eficiencia de la asimilación es similar en un amplio rango de niveles de consumo de grasas. La pancreatectomía total causa alrededor de 70% de malabsorción de grasas. Por lo general, cuando el páncreas remanente está sano, las resecciones subtotales causan poco efecto en la absorción. La insuficiencia pancreática afecta más la absorción de grasas que la de proteínas y carbohidratos, ya que la pepsina gástrica ayuda a la digestión de proteínas, en tanto que las amilasas salival y duodenal ayudan a la de carbohidratos. La malabsorción de vitaminas rara vez constituye un problema significativo. Las vitaminas B hidrosolubles son absorbidas por el intestino delgado y las liposolubles, aunque dependen de la solubilización de sales biliares en la micela, no requieren de enzimas pancreáticas para ser absorbidas. En algunos pacientes con insuficiencia pancreática se ha detectado malabsorción de vitamina B12, pero esto rara vez representa un problema clínico y el reemplazo de esta vitamina resulta innecesario. En resumen, el principal problema en casos de insuficiencia pancreática no complicada es la malabsorción de grasas, acompañada por desnutrición calórica. XX Pruebas de función pancreática exocrina A. Prueba de secretina y colecistocinina Se obtienen muestras de jugo pancreático a través de una sonda duodenal, introducida por la boca, y se mide la reacción a una inyección intravenosa de secretina o colecistocinina. Los resultados varían según la dosis y la preparación de la hormona utilizada. Ambas pruebas (con hormonas purificadas o el octapéptido sintético de colecistocinina) son confiables. Por lo general, el líquido pancreático contiene bicarbonato en una concentración mayor de 80 meq/L y una producción de bicarbonato superior a 15 meq/30 min. booksmedicos.org 5 08 CAPÍTULO 26 B. Prueba de pancreolauril Se administra dilaurato de fluoresceína por vía oral, con el desayuno, y se mide la excreción urinaria de fluoresceína. La liberación y absorción de esta última depende de la acción de la estereasa pancreática. Es una prueba relativamente específica, pero se requiere considerable insuficiencia exocrina para que dé resultado positivo. Hoy, ésta es la prueba más utilizada para medir la función exocrina, ya que es fácil de practicar y de costo económico. DiMagno EP: Gastric acid suppression and treatment of severe exocrine pancreatic insufficiency. Best Pract Res Clin Gastroenterol 2001;15:477. Durie PR: Pancreatic aspects of cystic fibrosis and other inherited causes of pancreatic dysfunction. Med Clin North Am 2000; 84:609. Layer P, Keller J: Pancreatic enzymes: secretion and luminal nutrient digestion in health and disease. J Clin Gastroenterol 1999;28:3. Tsiotos GG et al: Long-term outcome of necrotizing pancreatitis treated by necrosectomy. Br J Surg 1998;85:1650. C. Prueba de excreción de PABA (bentiromida) ADENOCARCINOMA PANCREÁTICO El paciente ingiere 1 g de del péptido sintético bentiromida (BzTy-PABA) y se mide la excreción urinaria de aminas aromáticas (PABA). La escisión del péptido para liberar PABA depende de la actividad que tenga la quimiotripsina intraluminal. Los pacientes con pancreatitis crónica excretan alrededor de 50% de la cantidad normal de PABA. Se calculaba que para 2008, en Estados Unidos habría 37 680 pacientes que desarrollarían cáncer pancreático, y que 34 290 morirían por esta enfermedad. Tales números, no muy distintos entre sí, ejemplifican el desalentador pronóstico que, por lo general, conlleva el carcinoma pancreático. La tasa de mortalidad por cada 100 000 habitantes prácticamente no ha variado desde el decenio de 1960 y suma alrededor de 13/100 000 varones y 10/100 000 mujeres. Después de los tumores de pulmón, colon, mama en mujeres y próstata en varones, el carcinoma pancreático es la cuarta mayor causa de muerte por cáncer y ocasiona el 6% de todos los fallecimientos por cáncer. Los factores que aumentan el riesgo de padecer cáncer de páncreas son tabaquismo, obesidad, pancreatitis crónica, diabetes, cirrosis y mascar tabaco. Este cáncer alcanza su máxima incidencia en el quinto y el sexto decenios de la vida. En un 33% de los casos, el tumor se localiza en la cabeza del páncreas, los demás se ubican en el cuerpo o la cola de la glándula. El 80% de estas neoplasias corresponde a adenocarcinoma ductal, que se caracteriza por un patrón celular mal diferenciado; el resto es de tumores de células de los islotes y cistadenocarcinomas, los que serán comentados más adelante, en este capítulo. El adenocarcinoma pancreático se caracteriza por su extensión local muy temprana a estructuras contiguas y por metástasis en ganglios linfáticos regionales e hígado. Más tarde, aparecen metástasis pulmonares, peritoneales y en ganglios distantes. D. Prueba de balanceo de grasas en heces El paciente ingiere una dieta que contiene de 75 a 100 g de grasas por día, durante 5 días. Se debe medir las dosis de grasas y éstas deben ser constantes todos los días. La excreción de menos de 7% de grasas ingeridas es normal. Se considera esteatorrea clínicamente significativa cuando la malabsorción de grasas excede de 25%. La pancreatectomía total ocasiona alrededor de 70% de malabsorción de grasas. Los exámenes de muestras de heces en busca de glóbulos de grasa (que obviamente son mucho más sencillos que las pruebas de balanceo de grasas) son específicos y tienen sensibilidad relativa para detectar malabsorción de grasas. XX Tratamiento Se debe buscar que la dieta contenga de 3 000 a 6 000 kcal/día, sobre todo en carbohidratos (400 g o más) y proteínas (100 a 150 g). Algunos pacientes con esteatorrea sufren diarrea y otros no, pero la restricción de grasas en la dieta es importante en particular para controlar la diarrea. A quienes padecen este último trastorno se les puede restringir el consumo de grasas a 50 g e incrementar la cantidad hasta que desaparezca la diarrea. El consumo permisible de lípidos es, en promedio, de 100 g/día, distribuidos de manera equitativa en cuatro comidas. Es posible reemplazar la lipasa pancreática por medio de extractos pancreáticos que contengan de 30 000 a 50 000 unidades de lipasa, distribuidos entre las cuatro comidas diarias. Las dosis menores son mucho más eficaces; es probable que un régimen de dosificación cada hora no genere ventajas. Si la sola administración de enzimas no reduce la malabsorción en grado suficiente, es probable que el problema se deba a destrucción de la lipasa por acción del ácido gástrico. Esto se puede resolver en gran medida al agregar un bloqueador de los receptores de H2 al régimen enzimático. La preparación de enzimas en microesferas con cubierta entérica (Pancrease) es menos vulnerable a pH bajos y tal vez resulte más eficaz en casos rebeldes. Se pueden administrar triglicéridos de cadena mediana (MCT, por sus siglas en inglés), que es posible conseguir en polvo o en forma de aceite, como complemento calórico. Este producto se hidroliza con mayor rapidez y la absorción de estos ácidos grasos es más fácil que la de triglicéridos de cadena larga, que constituyen hasta 98% de la grasa contenida en una dieta normal. Desafortunadamente, el aceite de MCT es de sabor desagradable y con frecuencia ocasiona náusea, vómito, meteorismo y diarrea, que restringen su aceptabilidad para el paciente. XX Manifestaciones clínicas A. Síntomas y signos 1. Carcinoma en la cabeza del páncreas. En alrededor de 75% de los pacientes con este tipo de carcinoma, el cuadro clínico incluye pérdida de peso, ictericia obstructiva y dolor abdominal profundo. Un 25% de los enfermos sufre dolor de espalda, que conlleva peor pronóstico. En general, los tumores de menor tamaño que se hallan confinados al páncreas provocan menos dolor. La pérdida promedio de peso es de unos 44 kg (20 libras). En 50% de los casos se desarrolla hepatomegalia, pero esto no significa que, por necesidad, se disemine al hígado. Casi siempre, una masa palpable (que se halla en 20% de los pacientes) significa que el trastorno no es curable por cirugía. La mayoría de las veces, la ictericia no desaparece, pero en 10% de los enfermos es fluctuante. Sólo 10% de los pacientes desarrolla colangitis, con obstrucción del conducto biliar. Si la vesícula biliar es palpable, pero no hipersensible, es indicativa de obstrucción neoplásica en el colédoco (signo de Courvoisier), casi siempre causada por cáncer del páncreas; se observa este signo en más o menos 50% de los casos. Con frecuencia, la ictericia se acompaña de prurito, sobre todo en manos y pies. 2. Carcinoma en cuerpo y cola del páncreas. Estos carcinomas son remotos al conducto biliar y, en consecuencia, menos de 10% de los pacientes desarrolla ictericia. Las primeras molestias son pérdida de peso y dolor, que a veces aparece en paroxismos lancinantes. Por lo general, los pocos pacientes con ictericia o hepatomegalia sufren afección metastásica. En 10% de los casos se desarrolla trombofle- booksmedicos.org PÁNCREAS bitis migratoria; alguna vez se creyó que éste era un signo relativamente específico de cáncer pancreático, pero hoy se sabe que esta complicación afecta a personas con otros tipos de enfermedad maligna. A veces el diagnóstico de carcinoma pancreático resulta en extremo difícil. El paciente característico que sufre dolor abdominal, pérdida de peso e ictericia obstructiva, rara vez representa problema, pero en ocasiones se califica de psiconeuróticos a quienes sólo padecen pérdida de peso, sufren dolor abdominal vago y no tienen radiografías diagnósticas, mientras se vuelve obvio que padecen cáncer. Si predomina la dorsalgia, primero habrá que buscar causas ortopédicas o neuroquirúrgicas. Una característica distintiva es la tendencia del paciente a sentarse con la columna flexionada, en busca de alivio; por otra parte, la posición de decúbito agrava la molestia y, en ocasiones, les imposibilita dormir en cama. El 25% de estos enfermos desarrolla diabetes mellitus de inicio súbito, como manifestación temprana. B. Estudios de laboratorio Las altas concentraciones de fosfatasa alcalina y bilirrubina son signo de obstrucción en el colédoco o de metástasis hepáticas. Cuando existe obstrucción neoplásica, la concentración promedio de bilirrubina es de 18 mg/dl, que es muy superior a la que se observa por lo general en casos de enfermedad benigna en los conductos hepáticos. Es raro que aumente mucho la concentración sérica de aminotransferasa. En numerosos casos se obtienen resultados positivos de exámenes repetidos en busca de sangre oculta en heces. La mayoría de los pacientes con cáncer pancreático tiene altos niveles del marcador tumoral CA 19-9, pero es probable que la sensibilidad de lesiones resecables (< 4 cm) sea demasiado baja (50%) para que el marcador sirva como medio de detección. La concentración del CA 19-9 también se incrementa con otros cánceres gastrointestinales y la mayor utilidad de sus mediciones es para vigilar los resultados de los tratamientos. Después de la resección total de un tumor, la concentración del marcador vuelve a sus niveles normales, pero aumentará de nuevo si hay recurrencia. 509 conducto pancreático. Las lesiones adyacentes en el conducto biliar o el pancreático son muy indicativas de enfermedad neoplásica, en particular cuando la afección biliar es focal. La ERCP permite distinguir entre diversas clases de tumores periampollares, pero esta información rara vez modifica el tratamiento. 3. Series radiográficas de la porción superior del tubo gastrointestinal. No son sensibles para descubrir cáncer pancreático, pero permiten obtener información acerca de la permeabilidad del duodeno, lo que a veces ayuda a decidir si es necesario practicar una gastroyeyunostomía. Los signos característicos son ensanchamiento de la curva duodenal, constricción de la luz y el “signo del 3 invertido”, así llamado por la configuración duodenal. 4. Otros estudios. No se ha demostrado que la angiografía sea confiable para la detección o la clasificación por etapas de neoplasias pancreáticas y las imágenes ecográficas resultan deficientes en comparación con las de CT. D. Biopsia por aspiración Los estudios de biopsia por aspiración percutánea de masas pancreáticas dan resultados positivos en 85% de los casos de tumores malignos. El procedimiento es relativamente seguro, pero se corre el riesgo de diseminar un tumor localizado (resecable), de modo que está contraindicado en pacientes considerados para cirugía; cuando se desee la biopsia, habrá de llevarse a cabo durante una laparotomía. La principal utilidad de los estudios de biopsia por aspiración percutánea es para verificar un diagnóstico preliminar de adenocarcinoma en el páncreas, en casos con signos radiográficos de irresecabilidad. En estas circunstancias, los estudios citológicos son de importancia, ya que las decisiones terapéuticas no deben basarse sólo en las pruebas indirectas obtenidas por CT u otras técnicas de imagen. Se corre demasiado riesgo de dar un diagnóstico erróneo de algo poco frecuente, como linfoma o sarcoma retroperitoneal, o de administrar un tratamiento inadecuado. XX Diagnóstico diferencial C. Estudios de imagen En casi todos los casos se debe realizar estudio de CT. 1. Estudios de CT. Permiten detectar una masa pancreática en 95% de los casos, por lo general con una masa central menos acentuada, y en 90% de los pacientes, con tal masa se observan signos de diseminación más allá de los límites del páncreas. Se aprecia dilatación del conducto pancreático ascendente en 70% de los casos y del conducto biliar en 60% (sobre todo los ictéricos). La dilatación de ambos conductos es muy indicativa de cáncer pancreático, incluso en quienes no tienen una masa. Los principales signos de irresecabilidad son diseminación del tumor (p. ej., detrás del páncreas o en el hilio hepático), invasión a órganos contiguos (p. ej., duodeno o estómago), metástasis lejanas, afección en los vasos mesentéricos superiores o los portales, y ascitis; el tamaño de la masa se relaciona poco con la resecabilidad. Los estudios de CT por técnicas dinámicas modernas de barrido son tan precisos como la angiografía en la valoración de afección vascular. 2. ERCP. Esta técnica resulta innecesaria en pacientes con historia clínica característica y masa pancreática observada por CT, pero cuando no existe dicha masa, la ERCP está indicada; es la prueba más sensible (95%) en la detección de cáncer pancreático, aunque tiene poca especificidad para la diferenciación entre cáncer y pancreatitis. Por tanto, es necesario realizar pancreatografía en etapa temprana de casos con lesión pancreática probable, pero no demostrada. Las observaciones consisten en estenosis u obstrucción del A veces, las demás neoplasias periampollares (carcinoma en ampolla de Vater, en porción distal del colédoco o en duodeno) también se manifiestan con dolor, pérdida de peso, ictericia obstructiva y vesícula biliar palpable. En algunos casos, la colangiografía y la radiografía gastrointestinal preoperatorias indican el diagnóstico correcto, pero en otros se requiere laparotomía. XX Complicaciones En ocasiones, la obstrucción de vena esplénica por un tumor causa esplenomegalia e hipertensión portal segmentaria, con hemorragia gástrica o de varices esofágicas. XX Tratamiento La resección del páncreas por cáncer pancreático sólo es adecuada si es posible extirpar todo el tumor mediante una operación estándar. Se considera que la lesión es resecable cuando no hay tumor en las siguientes áreas: (1) arteria hepática, cerca del origen de la arteria gastroduodenal; (2) arteria mesentérica superior, en su porción que se halla bajo el cuerpo de la glándula, y (3) ganglios linfáticos del hígado o regionales. El páncreas está muy cercano a la vena porta y los vasos mesentéricos superiores, de modo que estas estructuras a veces son afectadas en etapas tempranas. Alrededor de 20% de las neoplasias en la cabeza pancreática son resecables, pero las del cuerpo y la cola de la glándula rara vez lo son debido a diseminación local o a distancia. booksmedicos.org CAPÍTULO 26 5 10 Por lo general, es posible establecer el diagnóstico histológico mediante estudio de biopsia por aspiración. En algunos casos de lesiones pequeñas en la cabeza del páncreas se dificulta la obtención de una muestra para diagnóstico histológico, ya que gran parte de la masa puede componerse de tejido pancreático inflamado. En ocasiones resulta imposible establecer el diagnóstico histológico y las decisiones terapéuticas deben basarse en pruebas indirectas. Se requiere pancreatoduodenectomía (procedimiento de Whipple) para tratar lesiones curables en la cabeza pancreática (figura 26-5). Esta cirugía incluye resección de colédoco, vesícula biliar, duodeno y de páncreas hasta la mitad de su cuerpo. Existe una tendencia cada vez mayor a conservar el antro y el píloro. La afección de un segmento corto (< 1.5 cm) de la vena porta no contraindica la resección curativa; ésta se practica por medio de una resección parcial o circunferencial del área afectada. Cuando el procedimiento es practicado por cirujanos que lo efectúan con frecuencia, la mortalidad operatoria es inferior a 5%; con cirujanos menos experimentados aumenta hasta 20 a 30%. Los decesos posoperatorios se deben a complicaciones, como fístulas pancreáticas y biliares, hemorragia e infección. Como intento para incrementar la tasa de curaciones se han realizado investigaciones con pancreatectomía total, con base en la teoría de que muchos cánceres de páncreas son multicéntricos; sin embargo, este procedimiento ocasiona un tipo de diabetes mellitus que afecta la calidad de vida y no conlleva mayor tasa de curaciones. La colecistoyeyunostomía y la coledocoyeyunostomía proporcionan alivio de la ictericia y el prurito. Es necesario realizar una colangiografía para verificar la permeabilidad entre el conducto cístico y el colédoco, a menos que ésta sea obvia a simple vista. Las endoprótesis, percutáneas o colocadas por procedimiento endoscópico, también generan paliación eficaz y son preferibles a la descompresión biliar por cirugía, cuando se sabe que la lesión es irresecable. Si el tumor bloquea el duodeno se requiere gastroyeyunostomía y si antes se practicó laparotomía, se debe considerar gastroyeyunostomía, a menos que el paciente sufra obstrucción duodenal porque, al paso del tiempo, ésta se desarrollará antes que otras complicaciones que hacen peligrar la vida. Practicar laparoscopia constituye un primer paso útil en pacientes programados para posible procedimiento de Whipple. Cuando se descubren metástasis que impiden una resección curativa, será posible realizar gastroyeyunostomía o colecistoyeyunostomía laparoscópica (o ambas). De lo contrario, será necesario proceder a una laparotomía. Durante esta última, se descubre tumor irresecable en alrededor de 15% de los casos en que se había considerado enfermedad localizada, con base en estudios preoperatorios. La quimioterapia con gemcitabina produce claros beneficios a las personas con enfermedad metastásica y está bien definida su utilidad en combinación con radioterapia, como tratamiento coadyuvante. XX Pronóstico La media de supervivencia después de tratamiento paliativo es de siete meses; luego de un procedimiento de Whipple, es de 18 meses. Los principales factores relacionados con recurrencia tumoral y menor supervivencia son afección ganglionar, tamaño tumoral mayor de 2.5 cm, invasión a vasos sanguíneos y cantidad de sangre transfundida. Rara vez se logra supervivencia por largo plazo cuando las células tumorales ya se diseminaron más allá de los márgenes de la muestra resecada; si los márgenes están limpios, alrededor de 20% de los pacientes sobreviven más de cinco años. La supervivencia general a cinco años es de más o menos 10%, pero lo cierto es que sólo 60% de estos pacientes quedan libres de tumor. Balci NC, Semelka RC: Radiologic diagnosis and staging of pancreatic ductal adenocarcinoma. Eur J Radiol 2001;38:105. Bodner WR, Hilaris BS, Mastoras DA: Radiation therapy in pancreatic cancer: current practice and future trends. J Clin Gastroenterol 2000;30:230. Bornman PC, Beckingham IJ: ABC of diseases of liver, pancreas, and biliary system. Pancreatic tumours. BMJ 2001;322:721. Crane CH et al: Combining gemcitabine with radiation in pancreatic cancer: understanding important variables influencing the therapeutic index. Semin Oncol 2001;28(3 Suppl 10):25. Farnell MB, Nagorney DM, Sarr MG: The Mayo clinic approach to the surgical treatment of adenocarcinoma of the pancreas. Surg Clin North Am 2001;81:611. Kozuch P et al: Treatment of metastatic pancreatic adenocarcinoma: a comprehensive review. Surg Clin North Am 2001;81:683. Tumor A B Figura 26-5. Pancreatoyeyunostomía (procedimiento de Whipple). A: relaciones anatómicas preoperatorias; se observa un tumor en la cabeza del páncreas. B: reconstrucción quirúrgica; se observan anastomosis pancreática, biliar y gástrica. El procedimiento incluye también colecistectomía y vagotomía troncal bilateral. En muchos casos es posible conservar una porción gástrica distal y el píloro; en tal caso, la vagotomía resulta innecesaria. booksmedicos.org PÁNCREAS Madura JA et al: Adenosquamous carcinoma of the pancreas. Arch Surg 1999;134:599. Mangray S, King TC: Molecular pathobiology of pancreatic adenocarcinoma. Front Biosci 1998;3:D1148. Molinari M, Helton WS, Espat NJ: Palliative strategies for locally advanced unresectable and metastatic pancreatic cancer. Surg Clin North Am 2001;81:651. Rose DM et al: 18Fluorodeoxyglucose-positron emission tomography in the management of patients with suspected pancreatic cancer. Ann Surg 1999;229:729. 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Los primeros, que por lo regular son adenomas microquísticos, son lesiones bien circunscritas y compuestas de muchos quistes pequeños de tamaño variable, desde microscópicos hasta de más o menos 2 cm. La superficie de los cortes es de aspecto esponjoso. Por lo general (aunque no siempre), la naturaleza multiquística de la lesión resulta obvia en la CT, en la que también es posible observar unas cuantas calcificaciones. El epitelio (plano o cuboidal) no tiene potencial maligno. Por lo general, el tratamiento incluye la resección, aunque en raros casos resulta demasiado riesgosa; también es posible dejar la lesión in situ, pues se sabe que rara vez surgen complicaciones. Los cistadenomas serosos ocasionales se componen de uno o más quistes grandes (es decir, son macroquísticos). Los cistadenomas mucinosos (adenomas macroquísticos), mucho más frecuentes en mujeres que en varones; pueden ser lesiones uniloculares o, con mayor frecuencia, multiloculares y tienen una cubierta lisa con proyecciones papilares. Es característico que tengan aspecto tabicado en las imágenes de CT. Los espacios quísticos miden de 2 a 20 cm de diámetro y contienen moco. La cubierta se compone de células columnares altas y esféricas que, muchas veces, están ordenadas en un patrón papilar. Con el tiempo, la mayoría de los cistadenomas mucinosos evoluciona a cistadenocarcinomas, de modo que se requiere su resección total. Todos los cistadenocarcinomas son focos malignos dentro de un cistadenoma preexistente. Con frecuencia, los tumores son muy grandes (de 10 a 20 cm) al momento del diagnóstico. En alrededor de 25% de los casos se detectan metástasis. Con la resección total, la tasa de supervivencia a cinco años es de 70%. En raras ocasiones se hallan raras lesiones, llamadas neoplasias papilares sólidas o cisticopapilares del páncreas; se desarrollan casi sólo en mujeres jóvenes (menores de 25 años). Por lo general, el tumor es grande y a veces produce invasión local, pero rara vez genera metástasis y debe esperarse que la resección sea curativa. Balci NC, Semelka RC: Radiologic features of cystic, endocrine and other pancreatic neoplasms. Eur J Radiol 2001;38:113. Balcom JH 4th et al: Cystic lesions in the pancreas: when to watch, when to resect. Curr Gastroenterol Rep 2000;2:152. Le Borgne J, de Calan L, Partensky C: Cystadenomas and cystadenocarcinomas of the pancreas: a multiinstitutional retrospective study of 398 cases. French Surgical Association. Ann Surg 1999;230:152. Sarr MG et al: Cystic neoplasms of the pancreas: benign to malignant epithelial neoplasms. Surg Clin North Am 2001;81:497. Sarr MG et al: Clinical and pathologic correlation of 84 mucinous cystic neoplasms of the pancreas: can one reliably differentiate benign from malignant (or premalignant) neoplasms? Ann Surg 2000;231:205. Los casos de estos tumores constituyen alrededor del 10% de las neoplasias que obstruyen la porción distal del conducto biliar. Un 33% de ellos son adenomas y un 66% son adenocarcinomas. En la mayoría de los adenocarcinomas existe un remanente de adenoma benigno; por tanto, se cree que el cambio maligno de los adenomas origina la mayoría de los adenocarcinomas. Casi siempre, el síntoma inicial es ictericia o, en ocasiones, hemorragia gastrointestinal. Los carcinomas ocasionan pérdida de peso y dolor con mayor frecuencia que los adenomas, pero la diferencia no es tan grande que permita distinguir entre estas neoplasias con esta única base. Por CT y ecografía se aprecia dilatación del árbol biliar y el conducto pancreático. En 20% de los casos se detectan cálculos biliares de manera fortuita y cuando se hallan en el colédoco, es posible creer en forma errónea que son la causa de la obstrucción biliar. En este caso, la ERCP es el estudio diagnóstico más importante. El 75% de los pacientes tiene un tumor que se observa a través del duodenoscopio como lesión papilar exofítica, tumor ulcerado o masa infiltrante. Por lo regular, es posible obtener muestras adecuadas para biopsia de estas lesiones. En 25% de los casos no se halla crecimiento intraduodenal y se requiere esfinterotomía para observar la neoplasia. Lo mejor es esperar de 10 a 14 días para efectuar la biopsia de estos tumores, ya que la esfinterotomía crea artefactos temporales. Por ERCP también se demuestra dilatación de los conductos biliar y pancreático. Se ha vuelto frecuente la práctica de esfinterotomía, siempre que es posible, no sólo para facilitar la biopsia, sino para descomprimir el árbol biliar y resolver la ictericia antes de aplicar el tratamiento quirúrgico. No se ha definido cuál es el valor de este paso. Se han logrado buenos resultados con la extirpación con trampa de algunos adenomas o, de preferencia, por lisis tumoral con láser de neodimio: YAG, resección local o pancreatoduodenectomía, que es mejor por la significativa probabilidad de que se dé tratamiento insuficiente a un carcinoma invasivo que sea curable en esta etapa. Es necesario reservar estos métodos no quirúrgicos para casos en los que no conviene la resección. El tratamiento de adenocarcinoma consiste en pancreatoduodenectomía, igual que para carcinoma pancreático. La tasa de mortalidad operatoria es menor de 5% y la supervivencia a cinco años es de más o menos 50%. El descubrimiento de metástasis en ganglios linfáticos peripancreáticos que son resecables no constituye una contraindicación para la pancreatoduodenotomía, ya que la supervivencia a cinco años en estas circunstancias todavía es de un respetable 25%. La resección local es otra alternativa para tratar adenocarcinoma papilar no infiltrante en personas que correrán poco riesgo con la extirpación de páncreas y duodeno, aunque tal cirugía no da tan buenos resultados como la pancreatoduodenectomía. La esfinterotomía, con o sin colocación de una endoprótesis retrógrada (por lo regular se requiere combinarlas), está indicada cuando se cuenta con pruebas definitivas de que el tumor es incurable (p. ej., metástasis hepáticas). Sin embargo, la supervivencia promedio con este método es inferior a un año. booksmedicos.org 5 12 CAPÍTULO 26 Bakaeen FG et al: What prognostic factors are important in duodenal adenocarcinoma? Arch Surg 2000;135:635. Crucitti A et al: Ampullary carcinoma: prognostic significance of ploidy, cell-cycle analysis and proliferating cell nuclear antigen (PCNA). Hepatogastroenterology 1999;46:1187. Howe JR et al: Factors predictive of survival in ampullary carcinoma. Ann Surg 1998;228:87. Lee JH et al: Outcome of pancreaticoduodenectomy and impact of adjuvant therapy for ampullary carcinomas. Int J Radiat Oncol Biol Phys 2000;47:945. Roberts RH et al: Pancreaticoduodenectomy of ampullary carcinoma. Am Surg 1999;65:1043. TUMORES DE CÉLULAS DE LOS ISLOTES PANCREÁTICOS También llamados tumores de células insulares, pueden ser funcionales (p. ej., productores de hormonas) o no funcionales, y malignos o benignos. Más de 50% son funcionales y menos de 50% son malignos. El insulinoma es la más común neoplasia funcional de células de los islotes; se origina en las células β, produce insulina y genera síntomas de hipoglucemia. Los tumores de células δ y α1 producen gastrina y provocan síndrome de Zollinger-Ellison. Las neoplasias de células α2 producen exceso de glucagon y causan hiperglucemia. Otras neoplasias que no son de células de los islotes secretan serotonina, hormona adrenocorticotrópica ACTH) y hormona estimulante de melanocitos o cininas (y evocan síndrome carcinoide); algunas ocasionan cólera pancreático, que es una enfermedad diarreica grave. 1. Tumores no funcionales de células de los islotes La mayoría de estas lesiones son tumores malignos en la cabeza pancreática; se manifiestan con dolor abdominal y dorsal, pérdida de peso y, en muchos casos, una masa abdominal palpable; en ocasiones se acompañan de ictericia. Por CT se descubre una masa en páncreas y en la angiografía es característico observar que está hipervascularizada. El patrón histológico en las muestras de biopsia es diagnóstico de tumor de células insulares, pero la definición de las lesiones como malignas o benignas se basa en pruebas de invasión o de metástasis, no en el aspecto de las células. La tinción inmunohistoquímica del tejido da resultados positivos de cromogranina y enolasa específica de neuronas (marcadores de tumores de captación y descarboxilación de los precursores de aminas [APUD]). Al momento del diagnóstico se hallan metástasis en 80% de los pacientes. La resección total del tumor (p. ej., por el procedimiento de Whipple), el tratamiento preferido, es posible en menos de 50% de los pacientes, debido a diseminación local o metástasis lejanas. El régimen quimioterapéutico más eficaz es con una combinación de estreptozocina y doxorrubicina. La supervivencia a cinco años sin enfermedad es de más o menos 15%. Bartsch DK et al: Management of nonfunctioning islet cell carcinomas. World J Surg 2000;24:1418. Jensen RT: Carcinoid and pancreatic endocrine tumors: recent advances in molecular pathogenesis, localization, and treatment. Curr Opin Oncol 2000;12:368. Somogyi L, Mishra G: Diagnosis and staging of islet cell tumors of the pancreas. Curr Gastroenterol Rep 2000;2:159. 2. Insulinoma Se ha informado de este tipo de tumor en pacientes de todas las edades; en alrededor de 75% de los casos son neoplasias malignas; por lo regular, al momento del diagnóstico se detectan metástasis en 10% de los pacientes. El otro 15% corresponde a manifestaciones multifocales de enfermedad pancreática, ya sea adenomatosis, nesidioblastosis o trastorno de células insulares hiperplásicas. Los síntomas (relacionados con la privación de glucosa cerebral) son comportamiento anormal, pérdida de memoria o inconsciencia. A veces, de forma errónea, se da tratamiento contra enfermedad psiquiátrica a estos pacientes. Es posible que se produzcan profundas descargas del simpático, con palpitaciones, sudores y temblores. Por lo general, el ayuno precipita episodios hipoglucémicos que rara vez se alivian con la comida, de modo que muchos pacientes aumentan de peso. En la mayoría de los casos se cumplen los criterios clásicos de la tríada de Whipple: (1) síntomas de hipoglucemia ocasionados por ayuno, (2) concentración sanguínea de glucosa menor de 50 mg/dl durante los episodios sintomáticos y (3) alivio sintomático con la administración intravenosa de glucosa. La mejor prueba diagnóstica y la única indicada en casi todos los casos (excepto en pocos), es la demostración de hipoglucemia en ayuno con concentraciones de insulina elevadas de manera inapropiada. Se pone en ayuno al paciente y se le toman muestras de sangre cada 6 horas para medir los niveles de glucosa e insulina. Se prolonga el ayuno por un máximo de 72 horas o hasta que surja hipoglucemia. Si esta última no se ha desarrollado en 70 horas, el paciente debe hacer ejercicio durante las últimas 2 horas. La concentración de insulina no siempre está elevada en personas con insulinoma, pero sí lo estará respecto del nivel de glucosa en sangre. Las razones de insulina a glucosa plasmáticas son diagnósticas cuando exceden de 0.3. Se calculan estas razones antes y durante el ayuno. En 5% de los pacientes también se debe medir la concentración de proinsulina, que constituye más de 35% del total de insulina (límite superior de lo normal). Los niveles de proinsulina superiores a 40% son indicativos de tumor maligno de células de los islotes. En el pasado se utilizaban fármacos que liberan insulina (tolbutamida, glucagon, leucina, arginina, calcio) en pruebas de estimulación; hoy no se aplican dichas pruebas. Es importante localizar el tumor, aunque a veces se dificulta ubicarlo. En más o menos 10% de los casos, el tumor es tan pequeño o se localiza tan profundo que resulta muy difícil o imposible hallarlo en una laparotomía. Con CT de alta resolución y MR se logra demostrar un 40% de las neoplasias. Mediante exámenes de ecografía endoscópica es posible detectar estas lesiones en mucho mayor porcentaje. El examen de mayor importancia es la ecografía durante la operación, que permite identificar tumores pancreáticos en casi todos los enfermos. Esta prueba es más sensible que cualquier otra preoperatoria. En ocasiones se dificulta el estudio ecográfico cuando a la persona se le practicó anteriormente una resección o cirugía significativa en porción superior del abdomen; en tal caso, es posible que sirva una prueba preoperatoria invasiva. La angiografía da un rendimiento aproximado de 50%. Se ha demostrado que el muestreo de sangre venosa de la porta transhepática es un método de localización preciso, ya que se define la ubicación en el páncreas de más o menos 95% de las lesiones. Sin embargo, esta prueba toma mucho tiempo y es algo invasiva, pues se requiere ingresar a la vena porta con un catéter introducido por vía percutánea, a través del hígado, y tomar muestras de sangre en varios sitios de las venas porta, mesentérica superior y esplénica, para medir la concentración de insulina. El sitio donde aumenta de manera abrupta el nivel de insulina indica el sitio del tumor. Una alternativa de prueba invasiva de localización consiste en aplicar infusión selectiva de calcio en las arterias que irrigan al páncreas. En las muestras de sangre tomadas de las venas hepáticas la concentración de insulina se eleva al infundir calcio en la arteria que alimenta al tumor. XX Diagnóstico diferencial A veces, algunos tumores que no son de los islotes pancreáticos se manifiestan con hipoglucemia de ayuno. En clínica, el trastorno resulta idéntico al ocasionado por insulinoma, pero la causa rara vez es la secreción tumoral de insulina, ya que la concentración sé- booksmedicos.org PÁNCREAS rica de ésta se mantiene normal. En el examen físico se detecta con facilidad a la mayoría de los tumores de células no insulares, que son grandes y se acompañan de hipoglucemia; la mayoría son de origen mesenquimatoso (p. ej., hemangiopericitoma, fibrosarcoma y leiomiosarcoma) y se localizan en el abdomen o el tórax, pero los hepatomas, los carcinomas suprarrenocorticales y muchas otras lesiones también pueden provocar hipoglucemia. El siguiente es el principal mecanismo por el que estos tumores ocasionan hipoglucemia: (1) secreción tumoral de factor insulinoide II de crecimiento (IGF-II), un péptido parecido a la insulina que por lo regular media los efectos de la hormona del crecimiento; (2) inhibición de la glucogenólisis o la gluconeogénesis. Por su rápido consumo tumoral de glucosa, se ha considerado que la sustitución de tejido hepático por metástasis y la secreción de insulina son otros mecanismos que, tal vez, sean poco frecuentes. En ocasiones se ha observado autoadministración subrepticia de insulina, sobre todo en personas que en su trabajo tienen acceso a este producto. Cuando se administran inyecciones de insulina durante dos meses, en el suero del paciente se detectan anticuerpos contra dicha hormona. La concentración de péptido C circulante permanece normal en estos enfermos, pero se incrementa en casi todos los casos de insulinoma. Es posible descubrir la ingestión de sulfonilurea al medir la concentración plasmática del fármaco. XX Tratamiento Se debe practicar cirugía lo más pronto posible, ya que los ataques hipoglucémicos repetidos causan lesión cerebral permanente y el paciente se vuelve cada vez más obeso. Además, es posible que el tumor sea maligno. El tratamiento médico queda reservado para lesiones incurables por cirugía. 513 pancreatectomía distal de 80%. La distribución de los tumores es homogénea, de modo que tal estrategia sirve para eliminar un 80% de los tumores. Con frecuencia se mantiene vigilancia de glucosa sanguínea durante la operación, como un recurso para determinar si el tumor ya fue extirpado, pero esta táctica no es confiable. Con exploración ecográfica durante la cirugía, no más de 1 a 2% de los tumores permanecen ocultos y muy rara vez se considera una pancreatectomía distal a ciegas. Por lo regular, las personas con insulinoma acompañado de múltiples neoplasias endocrinas (MEN-1) tienen varias lesiones (tres en promedio). En tales circunstancias es mucho más probable que la enfermedad persista después de una intervención quirúrgica estándar; por tanto, la operación recomendada para estos casos es una pancreatectomía distal con enucleación de cualquier lesión que se descubra en la cabeza del páncreas. Por lo regular, en casos de hiperplasia de células insulares, nesidioblastosis o múltiples adenomas benignos, con la pancreatectomía se reduce la concentración de insulina lo suficiente para que el tratamiento médico se simplifique. En las personas con carcinomas de células de los islotes se justifica la resección de lesiones, tanto primarias como secundarias, y es técnicamente factible. Los pacientes con insulinomas esporádicos desarrollan vida normal después de que se les extirpa el tumor. El resultado es menos pronosticable en personas con MEN-1, que pueden tener varios tumores productores de insulina. Dolan JP, Norton JA: Occult insulinoma. Br J Surg 2000;87:385. Grant CS: Surgical aspects of hyperinsulinemic hypoglycemia. Endocrinol Metab Clin North Am 1999;28:533. Grant CS: Insulinoma. Surg Oncol Clin N Am 1998;7:819. Service FJ: Classification of hypoglycemic disorders. Endocrinol Metab Clin North Am 1999;28:501. A. Tratamiento médico Se administra diazóxido para suprimir la liberación de insulina. En caso de carcinoma de células insulares incurable, la estreptomicina es el mejor agente quimioterápico, aunque su toxicidad es considerable, por lo que no se recomienda usarla de rutina como tratamiento coadyuvante de la cirugía. B. Tratamiento quirúrgico En la operación, se debe palpar de manera minuciosa todo el páncreas, pues los tumores son por lo general pequeños y difíciles de localizar. Durante la intervención también es necesario efectuar un examen ecográfico de la glándula; con frecuencia, dicho estudio permite ubicar tumores no palpables o descubrir signos de invasión (p. ej., bordes irregulares) que indican enfermedad maligna, la cual no es posible detectar por palpación. Al encontrar el tumor será posible su enucleación, si es superficial, pero si es de localización profunda o invasiva habrá que resecarlo como parte de una pancreatectomía parcial. Casi todos los insulinomas en la cabeza pancreática son factibles de ser enucleados. Los tumores que es posible localizar antes de la cirugía son los que se hallan en ubicaciones anatómicas favorables y, a veces, se les puede resecar por técnica laparoscópica. Para esto, se siguen los mismos principios que en las resecciones locales completas. En muchos casos, la ecografía laparoscópica sirve como guía para la exploración. Antes, con estos métodos no se detectaban los tumores en más o menos 5% de los casos y la recomendación tradicional era extirpar la porción distal del páncreas y ordenar al patólogo que rebanara la pieza quirúrgica en secciones delgadas para buscar el tumor. Cuando éste era localizado, la operación concluía; en caso contrario, se resecaba otra parte de páncreas y así, hasta completar una 3. Cólera pancreático (síndrome WDHA: diarrea acuosa, hipopotasemia y aclorhidria) La causa de la mayoría de los casos de cólera pancreático es un tumor de células no β de los islotes pancreáticos, el cual secreta polipéptido intestinal vasoactivo (VIP, por sus siglas en inglés) y péptido histidina isoleucina. Este síndrome se caracteriza por diarrea acuosa profusa, pérdida masiva de potasio por las heces, baja concentración sérica de potasio y debilidad extrema. Por lo general, la secreción de ácido es poca o nula, incluso después de estimulación con betazol o pentagastrina. Durante episodios agudos se excreta un volumen de heces de más o menos 5 L/d, que contienen más de 300 meq de potasio (20 veces más que lo normal). Con frecuencia, la pérdida de bicarbonato en heces ocasiona acidosis metabólica grave. La mayoría de estos enfermos padece hipercalcemia, tal vez por secreción tumoral de una sustancia similar a la hormona paratiroidea. En ocasiones, la hipopotasemia genera tolerancia anormal a la glucosa y altera la sensibilidad a la insulina. Cuando un paciente sufre diarrea intensa, antes de considerar seriamente el diagnóstico de síndrome WDHA, se le debe estudiar en detalle en busca de otras causas. En muchos casos, la causa de los trastornos es el abuso crónico de laxantes. La mejor prueba inicial de imagen es la CT; la gammagrafía de receptores de somatostatina también es muy útil para la localización. Alrededor de 80% de los tumores son solitarios, se localizan en el cuerpo o la cola del páncreas y es fácil extirparlos. Más o menos 50% de las lesiones son malignas y, al momento de la exploración, 75% de éstas ya enviaron metástasis. Incluso cuando no sea posible la resección total del tumor, la extracción de su mayor parte genera alivio sintomático en 40% de los pacientes, aunque el promedio de supervivencia es de sólo un año. En varios casos se ha logrado la remisión al tratar con estreptozocina, pero la nefrotoxicidad de booksmedicos.org 5 14 CAPÍTULO 26 este fármaco limita su eficacia. El tratamiento con análogos de la somatostatina de acción prolongada reduce la concentración de VIP, controla la diarrea e incluso, reduce el tamaño del tumor. El efecto persiste por tiempo indefinido en la mayoría de los pacientes, pero en unos cuantos es transitorio. Jensen RT: Overview of chronic diarrhea caused by functional neuroendocrine neoplasms. Semin Gastrointest Dis 1999;10:156. Soga J, Yakuwa Y: Vipoma/diarrheogenic syndrome: a statistical evaluation of 241 reported cases. J Exp Clin Cancer Res 1998;17:389. 4. Glucagonoma El síndrome de glucagonoma se caracteriza por dermatitis necrolítica migratoria (por lo regular en piernas y peritoneo), pérdida de peso, estomatitis, hipoaminoacidemia, anemia y diabetes mellitus leve a moderada. En algunos casos se ha informado de escotomas y cambios en la agudeza visual. El rango de edades de este trastorno es de 20 a 70 años y afecta sobre todo a mujeres. Se puede sospechar el diagnóstico con base en la lesión cutánea distintiva; de hecho, la pura existencia de exantema prominente en un paciente con diabetes mellitus basta para despertar la sospecha. También se debe considerar probable glucagonoma en toda persona mayor de 60 años con diabetes de inicio reciente. La confirmación del diagnóstico depende de que se midan altas concentraciones séricas de glucagon. Por CT se detectan el tumor y los sitios de diseminación. La angiografía no es indispensable, pero indica lesión hipervascular. El glucagonoma se desarrolla a partir de células α2 de los islotes del páncreas. Al momento de diagnóstico, la mayoría de estos tumores son de gran tamaño. Alrededor de 25% de las lesiones son benignas y están confinadas al páncreas. Las demás, al momento del diagnóstico ya enviaron metástasis, casi siempre a hígado, ganglios linfáticos, glándulas suprarrenales o vértebras. Pocos casos se han debido a hiperplasia de células de los islotes. Antes de operar se debe corregir la desnutrición grave, con un periodo de nutrición parenteral total y tratamiento con análogos de la somatostatina. Está indicada la resección quirúrgica de la lesión primaria y las secundarias que puedan extirparse, cuando sea técnicamente posible. Aun cuando no fuera factible extraer todos los depósitos tumorales, con la resección subtotal se puede lograr paliación considerable, de modo que la cirugía está indicada en casi todos los casos. Es necesario dar tratamiento con dosis bajas de heparina antes de la operación, ya que existe alto riesgo de trombosis venosa profunda y embolia pulmonar. Los agentes quimioterápicos estreptozocina y dacarbacina son los más eficaces en caso de lesiones irresecables. El tratamiento con somatostatina normaliza las concentraciones séricas de glucagon y aminoácidos, elimina el exantema y promueve el aumento de peso. Por lo general, la evolución clínica es paralela a los cambios en la concentración sérica de glucagon en respuesta al tratamiento. Bernstein M et al: Amino acid, glucose, and lipid kinetics after palliative resection in a patient with glucagonoma syndrome. Metabolism 2001;50:720. Chastain MA: The glucagonoma syndrome: a review of its features and discussion of new perspectives. Am J Med Sci 2001;321:306. El Rassi Z et al: Necrolytic migratory erythema, first symptom of a malignant glucagonoma: treatment by long-acting somatostatin and surgical resection. Report of three cases. Eur J Surg Oncol 1998;24:562. Metz DC: Diagnosis of non-Zollinger-Ellison syndrome, non-carcinoid syndrome, enteropancreatic neuroendocrine tumours. Ital J Gastroenterol Hepatol 1999;31(Suppl 2):S153. 5. Somatostatinoma Los signos característicos de este tumor son: diabetes mellitus (leve, por lo regular), diarrea, malabsorción y dilatación de la vesícula biliar (por lo general con colelitiasis). A veces, están elevadas las concentraciones séricas de calcitonina e IgM. El síndrome es ocasionado por secreción de somatostatina de un tumor de células insulares del páncreas, la mitad de los cuales son malignos y se acompañan de metástasis hepáticas. La mayoría de las lesiones son grandes y fáciles de detectar por CT. Se puede establecer el diagnóstico con base en la identificación clínica del síndrome y la medición de alta concentración de somatostatina en el suero. Sin embargo, muchas veces no se distingue el síndrome de somatostatina sino hasta que se obtienen muestras de carcinoma metastásico de células insulares. Cuando se identifica la enfermedad, la resección logra la cura en 50% de los casos. La enucleación de estos tumores es inadecuada. El mejor tratamiento para tumores irresecables es con estreptozocina, dacarbazina o doxorrubicina. También se ha informado acerca de pequeños tumores ricos en somatostatina en duodeno o ampolla de Vater, pero ninguna de estas lesiones se ha relacionado con alta concentración de somatostatina ni con el síndrome clínico. Metz DC: Diagnosis of non-Zollinger-Ellison syndrome, non-carcinoid syndrome, enteropancreatic neuroendocrine tumours. Ital J Gastroenterol Hepatol 1999;31(Suppl 2):S153. Soga J, Yakuwa Y: Somatostatinoma/inhibitory syndrome: a statistical evaluation of 173 reported cases as compared to other pancreatic endocrinomas. J Exp Clin Cancer Res 1999;18:13. Tanaka S et al: Duodenal somatostatinoma: a case report and review of 31 cases with special reference to the relationship between tumor size and metastasis. Pathol Int 2000;50:146. booksmedicos.org 515 Bazo 27 Douglas L. Fraker, MD ANATOMÍA El bazo es un órgano color púrpura oscuro, con vascularidad alta y forma de frijol, de origen mesodérmico, situado en el cuadrante superior izquierdo del abdomen, al nivel de la octava a undécima costillas, entre el fondo del estómago, el diafragma, la flexura esplénica del colon y el riñón izquierdo (figura 27-1). El bazo adulto pesa 100 a 150 g, mide aproximadamente 12 × 7 × 4 cm, y por lo general no se puede palpar. Está insertado en las vísceras adyacentes, la pared abdominal y el diafragma por medio de pliegues o “ligamentos” peritoneales. El ligamento gastroesplénico contiene los vasos gástricos cortos. Los otros ligamentos son avasculares, excepto en pacientes con hipertensión portal o mielofibrosis. La cápsula esplénica consta de peritoneo por encima de una capa fibroelástica de 1 a 2 mm, que contiene pocas células de músculo liso. La capa fibroelástica envía a la pulpa gran cantidad de bandas fibrosas (trabécula) que forman el marco del bazo. Los estudios de corrosión demuestran que el bazo consta de segmentos específicos basados con una numeración de suministro arterial entre 2 y 6, separados por un plano avascular. La arteria esplénica entra en el hilio del bazo, se ramifica hacia las arterias trabeculares y después hacia las arterias centrales, que corren a través de la pulpa blanca circundante y envían ramificaciones radiales a la zona marginal periférica y la pulpa roja más distante. La pulpa blanca consta de tejido linfático, incluidas células T adyacentes a la arteria central (hojas linfoides periarteriolares [PALS]), con un área circundante que contiene folículos linfoides ricos en células B mezcladas con células dendríticas y reticulares importantes en la presentación de antígeno. Los espacios vasculares de la zona marginal entre la pulpa roja y blanca canalizan sangre hacia los cordones de Billroth y la sacan hacia las cavidades relacionadas. Las estructuras vasculares de pulpa roja tienen una membrana de sótano no contigua que filtra células como eritrocitos senescentes hacia las cavidades recubiertas por macrófagos. En 10 a 15% de la población normal se observan bazos accesorios (esplenúnculos) y se localizan, sobre todo, en los ligamentos gastroesplénicos, gastrocólicos y lienorrenales, pero también se encuentran a lo largo de la cavidad peritoneal en el epiplón, el mesenterio intestinal y la pelvis. Tal vez los bazos accesorios sean el resultado de una incapacidad de infusión de los tejidos embriológicos del bazo. Aunque por lo general no tienen importancia, llegan a tener un papel en la recurrencia de ciertos trastornos hematológicos para los que se realiza la esplenectomía. El retiro de bazos accesorios puede llevar a la remisión de la enfermedad en estos pacientes. Es más difícil identificar a los bazos accesorios con procedimientos laparoscópicos, pero el uso de un puerto manual ha permitido la identificación y resección de bazos accesorios con un método mínimamente invasivo. Los pacientes que no responden a la esplenectomía inicial deben someterse a una exploración con glóbulos rojos etiquetados con tecnecio –99m o plaquetas etiquetadas con indio-111, para identificar posibles sitios de bazos accesorios omitidos y se identifican de forma intraoperatoria con un contador manual gamma. El bazo ectópico (bazo errante) es una enfermedad inusual en que un pedículo esplénico largo permite que el bazo se mueva dentro del peritoneo. Por lo general, reside en el abdomen inferior o pelvis, donde un bazo de tamaño normal se puede sentir como una masa. El padecimiento es 13 veces más común en mujeres que en hombres. La exploración diagnóstica con radionúclido diagnostica la masa como un bazo. En ocasiones, ocurre una torsión aguda del pedículo, lo que necesita una esplenectomía de urgencia, y se recomienda la extirpación electiva de bazos errantes en la pelvis. FISIOLOGÍA El bazo tiene una función dual, como un órgano linfoide secundario importante en la inmunidad del huésped y como un filtro hemático que retira eritrocitos senescentes y que recicla hierro. La anatomía del bazo proporciona un ambiente ideal para estas dos funciones con la actividad inmune en la pulpa blanca y la función hematológica de la pulpa roja. El bazo recibe 5% de la producción cardiaca total, o entre 150 y 300 ml/min, de forma tal que cada eritrocito pasa en promedio mil veces al día por el bazo. Las células sanguíneas normales pasan rápidamente por el bazo, mientras que las anormales y senescentes son más lentas y se quedan atrapadas. Conforme recorren los cordones esplénicos y las cavidades de la pulpa roja hipóxicos, acidóticos y privados de glucosa, los eritrocitos senescentes pasan a los espacios vasculares y son fagocitados por macrófagos en un proceso denominado selección. Se retira parte de la membrana de los eritrocitos a través de los espacios entre células endoteliales que recubren los espacios vasculares en un proceso similar llamado extracción. En la presencia de esplenomegalia y otros estados patológicos, los patrones de flujo del bazo se parecen más a un circuito conforme se expande el volumen de la pulpa roja, por lo que aun las células normales se quedan atrapadas. El bazo se considera un órgano secundario del sistema inmune y representa la acumulación más grande de tejido linfoide en el cuerpo. La pulpa blanca del bazo contiene los diversos componentes celulares necesarios para generar una respuesta inmune, con relaciones estructurales y funcionales, similares a las de los ganglios linfáticos. Los linfocitos y las células circulantes que presentan antígeno entran en la pulpa blanca por medio de los capilares de la zona marginal y atraviesan PALS ricas en células T antes de atravesar los canales de puente hacia la pulpa roja. Los folículos primarios o centros germinales con folículos secundarios en la periferia de la pulpa blanca son sitios de expansión de células B y producción de inmunoglobulina. La sangre que atraviesa el bazo está expuesta a booksmedicos.org CAPÍTULO 27 5 16 Páncreas Estómago Hígado Bazo Riñón Figura 27-1. Relaciones anatómicas normales del bazo. todos los componentes celulares clave, necesarios para respuestas inmunes humorales y celulares. Los macrófagos de tejido en el bazo son componentes clave en la generación de una respuesta inmune, sobre todo en órganos encapsulados. Además, la concentración de macrófagos en los espacios vasculares de la pulpa roja facilita la opsonización de partículas cubiertas con IgG y juega un papel importante en la filtración y el retiro de eritrocitos senescentes, las enfermedades hematológicas autoinmunes, y explica el aumento del riesgo de septicemia después de una esplenectomía en niños menores de dos años de edad. Aun en adultos, la esplenectomía produce una reducción ligera pero definitiva en la función inmune. Por lo general, casi 30% de la reserva total de plaquetas está secuestrada en el bazo. La esplenomegalia suele incluir la expansión de la pulpa roja, que aumenta este secuestro a entre 80 y 95% de la masa celular de plaquetas. El almacenamiento de eritrocitos y granulocitos en el bazo es limitado en humanos, pero los reticulocitos recién formados liberados de la médula ósea se concentran en el bazo para someterse a un proceso de maduración. Brendolan et al: Development and function of the mammalian spleen. Bioessays 2007;29:166. Hilmes MA et al: The pediatric spleen. Semin Ultrasound CT MR 2007;28:3. Mebius RE, Kraal C: Structure and function of the spleen. Nat Rev Immunol 2005;5:606. Scandella JT et al: Form follows function: lymphoid tissue microarchitecture in antimicrobial immune defence. Nature Reviews. Immunology 2008;8:764. INDICACIONES OPERATORIAS PARA LA ESPLENECTOMÍA Para describir y entender mejor las indicaciones operatorias en la cirugía del bazo, se pueden clasificar las correspondientes a una esplenectomía o los procedimientos del bazo en ocho áreas generales: 1. El hiperesplenismo se caracteriza por un agrandamiento difuso del bazo por trastornos neoplásicos, hematopoyéticos de la médula ósea y metabólicos o de almacenamiento. Estos múltiples procesos patológicos generan un agrandamiento difuso del bazo y amplifican la función normal de eliminación de las células sanguíneas circulantes, llevando a pancitopenia general. Los eritrocitos y las plaquetas son los que suelen verse afectados. El hiperesplenismo también puede causar síntomas de saciedad temprana debido al tamaño esplénico. 2. Trastornos autoinmunes/eritrocíticos. Las citopenias específicas se relacionan con anticuerpos que atacan plaquetas, eritrocitos y neutrófilos. Una segunda categoría de enfermedades se relaciona con cambios estructurales intrínsecos dentro del eritrocito que llevan a un acortamiento de la vida media de los glóbulos rojos con una limpieza esplénica acelerada. No hay nada intrínsecamente malo con el bazo y el tamaño esplénico suele ser normal. 3. Traumatismo o lesión al bazo. 4. Enfermedades vasculares. La trombosis y el aneurisma de la arteria esplénica pueden requerir esplenectomía para el tratamiento. 5. Los quistes, abscesos y tumores esplénicos primarios son lesiones de masa del bazo. Esta categoría incluye el tratamiento de quistes simples, quistes equinocócicos, absceso esplénico y múltiples neoplasmas benignos, incluidos hamartomas, hemangiomas, linfangiomas y lesiones malignas raras. 6. Procedimientos diagnósticos. Esta categoría de esplenectomía ocurre cuando se retira el bazo de forma primaria para hacer un diagnóstico clínico, en caso de que no haya uno disponible. Una subcategoría es la laparotomía en etapas para la enfermedad de Hodgkin, que no se ha podido eliminar con base en técnicas alternativas de imagen y regímenes actuales de tratamiento. 7. Esplenectomía yatrogénica. La esplenectomía que se realiza debido a una lesión incidental del bazo durante una cirugía dentro de la cavidad abdominal general o, de manera específica, el cuadrante superior izquierdo, se puede clasificar como esplenectomía yatrogénica. Es probable que esta categoría se reporte con poca frecuencia y puede considerarse una subcategoría de traumatismo. 8. Esplenectomía incidental. El bazo puede extirparse como parte de una operación estándar para retirar, con más frecuencia, el páncreas distal y también para cáncer gástrico, carcinomas de células renales del lado izquierdo, cáncer suprarrenal y sarcomas retroperitoneales en el cuadrante superior izquierdo. El bazo se extirpa en estos casos debido a la extensión directa del tumor, la afección vascular o la necesidad de escisión de los ganglios linfáticos del hilio esplénico. Con el aumento en la conservación esplénica por traumatismo, muchas series institucionales incluyen los padecimientos médicos como las indicaciones más frecuentes para esplenectomía. Las series más recientes reportan de 40 a 50% para padecimientos hematológicos, de 35 a 40% para traumatismo y de 20 a 30% para enfermedad neoplásica. Dentro de esta categoría, la púrpura trombocitopénica idiopática tiene la incidencia más alta para esplenectomía. Cada categoría de la enfermedad, incluidas la etiología y la fisiopatología del trastorno, indicaciones específicas para esplenectomía, tratamientos alternos y los resultados de la esplenectomía se analizan en este capítulo. Harbrecht BG et al: Is splenectomy after trauma an endangered species? Am Surg 2008;74:410. Katz SC et al: Indications for splenectomy. Am Surg 2006;72:565. Morgenstern L et al: Love in the time of spleen: a personal memoir. J Am Coll Surg 2006;202:335. Wood L et al: Splenectomy in haematology—a 5-year single centre experience 2005;10:505. HIPERESPLENISMO En el pasado, el término hiperesplenismo, o aumento de la función esplénica, se ha utilizado para denotar el síndrome caracterizado por agrandamiento esplénico, deficiencia de una o más líneas de células sanguíneas, celularidad normal o hiperplásica de líneas celulares deficientes en la médula y aumento del recambio de células afectadas. La mayor comprensión de la fisiopatología de trastornos específicos ha demostrado que hiperesplenismo no es un sinónimo booksmedicos.org BAZO de esplenomegalia. Algunos trastornos en que hay destrucción dependiente del bazo de elementos sanguíneos no manifiestan todas las características del hiperesplenismo. Por ejemplo, en raras ocasiones la esplenomegalia es una característica de la púrpura inmune trombocitopénica y la esplenectomía no siempre resulta curativa. Por el contrario, otros padecimientos que agrandan el bazo tal vez no lleven a la destrucción o el secuestro de elementos sanguíneos con citopenias resultantes. En trastornos con patogénesis conocida, la tendencia reciente ha sido clasificarlos como entidades patológicas separadas, más que como padecimientos hiperesplénicos. Los defectos en el hiperesplenismo son exageraciones de las funciones esplénicas normales, sobre todo relacionadas con la pulpa roja. La principal causa de citopenias en el hiperesplenismo es el aumento del secuestro y la destrucción de células sanguíneas en el bazo, que presenta hipertrofia o aumento del volumen en varias enfermedades. Algunos factores etiológicos incluyen: (1) infiltración neoplásica, (2) enfermedad de la médula ósea en que el bazo se vuelve un sitio de hematopoyesis extramedular y (3) trastornos metabólicos/genéticos como la enfermedad de Gaucher. El bazo hiperplásico no es selectivo en su hiperfunción en la mayor parte de estos trastornos. La esplenomegalia puede llevar a un aumento en el recambio en eritrocitos y plaquetas, con un menor efecto sobre los leucocitos. Por ejemplo, casi 60% de los pacientes con cirrosis desarrollan esplenomegalia y 15% hiperesplenismo. El hiperesplenismo de la cirrosis rara vez tiene importancia clínica. La anemia y la trombocitopenia suelen ser leves y en alguna ocasión son indicaciones para la esplenectomía. XX Manifestaciones clínicas A. Signos y síntomas Las manifestaciones clínicas dependen en gran medida del trastorno o son secundarias al vaciado de los elementos sanguíneos circulantes provocado por el hiperesplenismo (cuadro 27-1). Las manifestaciones del hiperesplenismo suelen desarrollarse de manera gradual y el diagnóstico suele darse después del examen físico y de laboratorio rutinario. Algunos pacientes experimentan llenado del cuadrante superior izquierdo, molestia (puede ser grave) o saciedad temprana. Otros tienen hematemesis, debido a varices gastroesofágicas. La púrpura, los hematomas y la hemorragia difusa de la membrana mucosa suelen ser síntomas inusuales, a pesar de la presencia de trombocitopenia. La anemia puede producir fatiga significativa, que llega a ser la queja principal en esta población de pacientes. Se pueden observar infecciones recurrentes en pacientes con leucopenia grave. B. Hallazgos de laboratorio Los pacientes con hiperesplenismo primario suelen mostrar pancitopenia de grado moderado e hiperplasia generalizada de la méCuadro 27-1. Trastornos relacionados con hiperesplenismo secundario. Esplenomegalia congestiva (cirrosis, obstrucción venosa portal o esplénica) Neoplasma (leucemia, carcinoma metastásico) Enfermedad inflamatoria (sarcoide, lupus eritematoso, síndrome de Felty) Infecciones agudas con esplenomegalia Infección crónica (tuberculosis, brucelosis, paludismo) Enfermedades de almacenamiento (enfermedad de Gaucher, enfermedad de Letterer-Siwe, amiloidosis) Enfermedades hemolíticas crónicas (esferocitosis, talasemia, deficiencia de glucosa-6-fosfato deshidrogenasa, eliptocitosis) Trastornos mieloproliferativos (mielofibrosis con metaplasia mieloide) 517 dula. La anemia es lo más prominente, reflejándose en destrucción de eritrocitos en la pulpa roja con hipertrofia del bazo. La trombocitopenia ocurre debido al secuestro de plaquetas, pero también es posible que se deba a mayor recambio. En casi todos los casos, se presentan tipos celulares más inmaduros como reticulocitos, reflejando la actividad excesiva de la médula ósea para compensar las pancitopenias. Una excepción es la metaplasia mieloide, en que la disfunción de la médula ósea es el principal defecto. C. Evaluación del tamaño esplénico Antes de que se vuelva palpable, el bazo agrandado puede provocar matidez a la percusión por arriba del margen costal izquierdo. La esplenomegalia se manifiesta en las radiografías en posición supina del abdomen por medio del desplazamiento medial del estómago y el desplazamiento hacia abajo del colon transverso y la flexura esplénica. La exploración con CT es útil para diferenciar el bazo de otras masas abdominales y para demostrar agrandamiento esplénico o lesiones intraesplénicas. En estos tipos de enfermedad ocurren algunos de los bazos masivos más grandes (peso del bazo > 1 500 g). Es frecuente hallar el borde del bazo debajo de la cresta iliaca y a través de la línea media abdominal. XX Diagnóstico diferencial La leucemia y el linfoma se diagnostican por medio de la aspiración medular, la biopsia de ganglios linfáticos y el examen de la sangre periférica (conteo de leucocitos y diferencial). En la esferocitosis hereditaria hay esferocitos, aumenta la fragilidad osmótica y las plaquetas, y los glóbulos blancos se encuentran normales. Las hemoglobinopatías con esplenomegalia se diferencian con base en la electroforesis de hemoglobina o la demostración de un nivel inestable de hemoglobina. La talasemia se vuelve muy evidente en la niñez temprana y la morfología del frotis sanguíneo es característica. En la mielofibrosis, la médula ósea muestra proliferación de fibroblastos y reemplazo de elementos normales. En la púrpura trombocitopénica idiopática el bazo se encuentra normal o ligeramente agrandado. En la anemia aplásica el bazo no se encuentra agrandado y la médula es grasa. XX Tratamiento y pronóstico El curso, la respuesta al tratamiento y el pronóstico de los síndromes hiperesplénicos difieren en gran medida dependiendo de la enfermedad y su respuesta al tratamiento; esto se analiza para cada trastorno particular. Las indicaciones para la esplenectomía se proporcionan en el cuadro 27-2. La esplenectomía puede disminuir los requisitos de transfusión, además de la incidencia y el número de infecciones, prevenir la hemorragia y reducir el dolor. El curso de la esplenomegalia congestiva debido a la hipertensión portal depende del grado de obstrucción venosa y el daño hepático. Es raro que el hiperesplenismo sea un problema importante y casi siempre se ve opacado por la hemorragia varicosa o la disfunción hepática. ENFERMEDADES NEOPLÁSICAS Las enfermedades neoplásicas en que la esplenectomía puede jugar un papel en el tratamiento del hiperesplenismo incluyen la leucemia linfocítica crónica (CLL), la tricoleucemia y el linfoma no Hodgkin. El linfoma se analiza de manera detallada en el capítulo 44. Los trastornos neoplásicos relacionados de mielofibrosis idiopática y mastocitosis también se analizan como precursores o variantes de enfermedades neoplásicas en los cuales en ocasiones se indica la esplenectomía. booksmedicos.org 5 18 CAPÍTULO 27 Cuadro 27-2. Indicaciones para la esplenectomía. Esplenectomía indicada siempre Tumor esplénico primario (raro) Esferocitosis hereditaria (anemia hemolítica congénita) Esplenectomía indicada por lo general Hiperesplenismo primario Púrpura trombocitopénica inmune crónica Trombosis de vena esplénica que produce varices gástricas Absceso esplénico (raro) Esplenectomía indicada en ocasiones Lesión esplénica Enfermedad hemolítica autoinmune Eliptocitosis con hemólisis Anemias hemolíticas congénitas no esferocíticas Enfermedad de Hodgkin (para estadificación) Púrpura trombocitopénica trombótica Mielofibrosis idiopática Aneurisma de la arteria esplénica Síndrome de Wiscott-Aldrich Enfermedad de Gaucher Enfermedad de mastocitosis agresiva Esplenectomía rara vez indicada Leucemia crónica Linfoma esplénico Macroglobulinemia Talasemia mayor Anemia de células falciformes Esplenomegalia congestiva e hiperesplenismo debido a hipertensión portal Síndrome de Felty Leucemia de célula vellosa Síndrome de Chédiak-Higashi Sarcoidosis Esplenectomía no indicada Hiperesplenismo asintomático Esplenomegalia con infección Esplenomegalia relacionada con IgM elevada Anemia hemolítica hereditaria de grado moderado Leucemia aguda Agranulocitosis 1. Leucemia linfocítica crónica La CLL es un neoplasma de grado bajo del linaje de células B caracterizado por acumulaciones de poblaciones de linfocitos que son morfológicamente maduros, pero funcionalmente incompetentes. En Estados Unidos, la CLL ocurre como 25 a 30% de todas las leucemias con una edad media al momento del diagnóstico de 72. Las manifestaciones clínicas y la evolución varían, pero al principio la enfermedad tiende a ser indolente. En etapas más avanzadas, la esplenomegalia, que con frecuencia es masiva, es una característica común de la CLL. Casi todos los síntomas relacionados con el bazo son por trombocitopenia y anemia debido al hiperesplenismo secundario (80 a 90% de los síntomas esplénicos). De 10 a 20% de los pacientes pueden tener síntomas relacionados, sobre todo con la presión por el tamaño del bazo agrandado. Otras causas de citopenia en la CLL se relacionan con una caída en la producción celular por parte de la médula ósea. La insuficiencia de la médula ósea puede deberse al reemplazo con células leucémicas o con el vaciado de la médula ósea como efecto tóxico de una quimioterapia antitumor previa. La esplenectomía en pacientes con CLL corrige la trombocitopenia en 70 a 85% de los casos, la neutropenia en 60 a 70% y la anemia en 50 a 60% de los casos. La mediana de la duración del beneficio para las plaquetas y las poblaciones de glóbulos rojos es de casi un año. Los pacientes con bazos más pequeños antes de la operación, conteos de plaquetas más bajos antes de la operación y quimioterapia extensa previa tienen menos probabilidades de responder a la esplenectomía. Sin embargo, un aspirado positivo de médula ósea para células leucémicas no es una contraindicación para la esplenectomía en la CLL. Los pacientes que no tienen un buen estado de desempeño no deben someterse a una esplenectomía, porque los pacientes en etapas terminales tienen una morbilidad operatoria inaceptable. Hill J et al: Laparoscopic splenectomy for autoimmune hemolytic anemia in patients with chronic lymphocytic leukemia: a case series and review of the literature. Am J Hematol 2004;75:134. Petroianu A et al: Subtotal splenectomy for the treatment of chronic lymphocytic leukemia. Ann Hematol 2003;82:708. Ruchlemer R et al: Splenectomy in mantle cell lymphoma with leukemia: a comparison with chronic lymphocytic leukemia. Br J Haematol 2002;118:952. Subbiah V et al: Outcomes of splenectomy in T-cell large granular lymphocyte leukemia with splenomegaly and cytopenia. Exp Hematol 2008;36:1078. 2. Tricoleucemia La tricoleucemia es un trastorno linfoproliferativo de grado bajo con “tricoleucocitos” característicos (es decir, linfocitos B con protrusiones citoplasmáticas irregulares positivas para la reacción de tartrato de fosfatasa ácida), que infiltran la médula ósea y el bazo. Por lo general, los pacientes son hombres y la enfermedad aparece en la quinta o sexta década de la vida. Los síntomas se relacionan con pancitopenia, con anemia que requiere transfusiones y con neutropenia, caracterizada por un aumento de la susceptibilidad a las infecciones y en las tendencias hemorrágicas. Algunos pacientes pueden tener síntomas por la esplenomegalia, que se presenta en 80% de los pacientes al momento del diagnóstico de tricoleucemia. Las citopenias se deben a una combinación del reemplazo de médula ósea e hiperesplenismo secundario. El tratamiento estándar para la tricoleucemia entre 1960 y 1995 era la esplenectomía, pero los avances recientes en farmacoterapia han superado este método quirúrgico. Hoy en día el tratamiento de primera línea es con análogos de nucleósidos de purina, sobre todo cladribina, con un índice completo de respuesta de 80 a 90%. Nunca se ha demostrado que la esplenectomía ofrezca un beneficio de supervivencia en esta enfermedad indolente y la operación debe reservarse para la paliación de la esplenomegalia en pacientes en quienes ha fallado el tratamiento con cladribina y el agente de segunda línea rituximab e interferón α. Gidron A et al: Hairy cell leukemia: towards a curative strategy. Hematol Oncol Clin North Am 2006;20:1152. Haberman TM, et al: Splenectomy, interferon, and treatments of historical interest in hairy cell leukemia. Hematol Oncol Clin North Am 2006;20:1075. Riccioni R et al: Hairy cell leukemia. Curr Treat Options Oncol 2007;8:129. 3. Síndrome mielodisplásico Los síndromes mielodisplásicos son un grupo heterogéneo de trastornos clínicos hematopoyéticos de células madre manifestados por pancitopenias y displasia de la médula ósea. Los cambios patológicos incluyen fibrosis extensa de médula ósea, hematopoyesis extramedular en el bazo y el hígado, y una reacción sanguínea leucoeritroblástica que puede evolucionar a leucemia mieloide aguda. La médula ósea suele reemplazarse casi por completo con tejido fibroso, aunque en algunos casos es hiperplásica y la fibrosis es mínima. La hematopoyesis extramedular se desarrolla, sobre todo, en el bazo, el hígado y los huesos largos. Los síntomas se atribuyen a booksmedicos.org BAZO la anemia (debilidad, fatiga, disnea) y a la esplenomegalia (llenado abdominal y dolor, que puede ser grave). El dolor sobre el bazo por infartos esplénicos es común. La hemorragia espontánea, la fatiga, la infección secundaria, el dolor óseo y un estado hipermetabólico son frecuentes. En algunos casos se desarrolla hipertensión portal como resultado de fibrosis hepática, aumentando en gran medida el flujo sanguíneo esplénico, o ambos. La hepatomegalia se presenta en 75% de los casos y esplenomegalia con un bazo firme e irregular en todos los casos. Los cambios sorprendentes en la sangre periférica se refieren a la combinación de hematopoyesis extramedular e hiperesplenismo. Los pacientes están uniformemente anémicos y los eritrocitos varían en gran medida en tamaño y forma, muchos de ellos se distorsionan y fragmentan. El conteo de leucocitos suele ser alto (20 000 a 50 000/μl). El conteo de plaquetas puede estar elevado, pero en 30% de los casos se observan valores menores a 100 000/μl debido a un hiperesplenismo secundario. Los aspirados de médula ósea con frecuencia generan una tapa seca, debido a que la médula se reemplaza con fibrosis. Alguna vez se pensó de forma incorrecta que el bazo tenía una función crucial de hematopoyesis extramedular en esta enfermedad y que la esplenectomía podría ser letal. En realidad, muchos pacientes con metaplasia mieloide se sienten mejor si se retira el bazo masivo y suele corregirse su hiperesplenismo. Casi 30% de los pacientes no presentan síntomas al momento del diagnóstico inicial y no requieren tratamiento. Cuando las citopenias y la esplenomegalia producen síntomas el tratamiento es sobre todo de apoyo, utilizando transfusiones, esteroides androgénicos, antimetabolitos y factores de crecimiento hematopoyéticos, según se indique. Algunos tratamientos más nuevos incluyen el tratamiento con fármacos inmunomodulatorios como la talidomida o anticuerpos para el factor de crecimiento vascular endotelial y factor de necrosis tumoral. Un subgrupo de pacientes con metaplasia mieloide tienen un componente de anemia hemolítica autoinmune y en este grupo de pacientes el tratamiento inmunosupresivo puede ser benéfico. La esplenectomía se indica en las siguientes situaciones: (1) hemólisis importante que no responde al tratamiento médico, (2) síntomas graves de esplenomegalia masiva con un efecto masivo del bazo, (3) trombocitopenia que amenaza la vida y (4) hipertensión portal con hemorragia varicosa. Esta es una de las raras ocasiones en que la hipertensión portal puede curarse por medio de una esplenectomía. La esplenectomía en la metaplasia mieloide se relaciona con un índice de muerte de 7 a 10% y complicaciones frecuentes que suelen relacionarse con morbilidad hepática posesplenectomía. La esplenectomía alivia mejor los síntomas de la esplenomegalia y la hipertensión portal, pero sólo casi 75% de los pacientes obtienen alivio de la anemia y la trombocitopenia. Los pacientes más jóvenes con conteos normales de plaquetas y síntomas son los mejores candidatos para la esplenectomía en la mielofibrosis idiopática. Mesa R et al: Myeloproliferative disorder-associated massive splenomegaly. Clin Adv Hematol Oncol 2008;6:278. Mesa RA et al: Palliative goals, patient selection, and perioperative platelet management: outcomes and lessons from 3 decades of splenectomy for myelofibrosis with myeloid metaplasia at the Mayo Clinic. Cancer 2006;107:361. Reilly JT et al: Idiopathic myelofibrosis: pathogenesis to treatment. Hematol Oncol 2006;24:56. 4. Enfermedad sistémica de mastocitos La enfermedad sistémica de mastocitos, o mastocitosis, es un padecimiento raro caracterizado por infiltración de mastocitos de algunos tejidos, incluido el bazo. Existen dos tipos: indolente y agresiva. En la enfermedad sistémica de mastocitos indolente, no hay nece- 519 sidad de considerar la esplenectomía. El tipo agresivo se relaciona con enfermedades hematológicas con características de linfoma. Puede ocurrir una esplenomegalia, con los síntomas predominantes que se producen por trombocitopenia debido al hiperesplenismo. En este subgrupo de pacientes con enfermedad agresiva, la esplenectomía mejora los conteos de plaquetas y se relaciona con un tiempo de la mediana de supervivencia más prolongado que para pacientes con enfermedad agresiva que no se someten a una esplenectomía, aunque se ha demostrado que el tratamiento sistémico que incluye interferón α es efectivo. Hennessy B et al: Management of patients with systemic mastocytosis: review of the M.D. Anderson Cancer Center experience. Am J Hematol 2004;77:209. Maalouf M et al: Portal vein thrombosis after laparoscopic splenectomy for systemic mastocytosis: a case report and review of the literature. Surgical Laparosc Endosc Percutan Tech 2008; 18:219. TRASTORNOS METABÓLICOS Los trastornos metabólicos adecuados para la esplenectomía son las enfermedades hereditarias raras, que incluyen como componente el agrandamiento esplénico debido al depósito patológico de material dentro del bazo. En la enfermedad de Gaucher se deposita un exceso de esfingolípido en el bazo. En la sarcoidosis, el bazo se ve afectado por granulomas no caseantes, como se observa en los ganglios linfáticos. Los trastornos hereditarios también incluyen la enfermedad en que hay un blanco inmunológico específico con destrucción relacionada en el bazo. 1. Enfermedad de Gaucher La enfermedad de Gaucher es un trastorno autosómico recesivo caracterizado por una deficiencia en la β-glucosidasa, una enzima lisosómica que degrada la glucocerebrosida esfingolípida. Hay una mayor incidencia de este trastorno en judíos ashkenazi. Existen tres tipos de esta enfermedad, y la que es adecuada para la esplenectomía es la tipo I, o de adulto. Desde el punto de vista patológico, la enfermedad de Gaucher produce acumulación de lípido dentro de la pulpa blanca del bazo, el hígado o la médula ósea. Los síntomas predominantes se relacionan con la esplenomegalia masiva, ya sea por los efectos directos del tamaño del bazo o secundarios a las citopenias por hiperesplenismo. XX Tratamiento y pronóstico El tratamiento por medio de esplenectomía total alivia los síntomas, pero produce una enfermedad hepática y ósea acelerada, además de un aumento importante en el riesgo de infecciones posteriores a la esplenectomía. El tratamiento con esplenectomía parcial o subtotal se ha estudiado durante los últimos 10 años en adultos y niños con enfermedad de Gaucher. La extirpación de la mayor parte del bazo corrige los síntomas de esplenomegalia, pero el dejar un remanente esplénico proporciona un sitio para el depósito posterior de lípido que protege el hígado y el hueso. El principal problema con la esplenectomía parcial es la recurrencia eventual y el agrandamiento del remanente esplénico acompañado por síntomas recurrentes. Al igual que con la esferocitosis hereditaria, hay mayor incidencia de vesículas pigmentadas que ocurren en hasta dos terceras partes de pacientes femeninas y una tercera parte de pacientes masculinos. El objetivo de la esplenectomía subtotal en la enfermedad de Gaucher es dejar un pequeño fragmento casi del tamaño del puño del paciente. Desde hace poco se dispone del tratamiento de reemplazo con enzima glucocerebrosidasa recombinante, pero se prohíbe el costo del tratamiento crónico. booksmedicos.org 5 20 CAPÍTULO 27 Cox TM et al: Management of non-neuronopathic Gaucher disease with special reference to pregnancy, splenectomy, bisphosphonate therapy, use of biomarkers and bone disease monitoring. J Inherit Metab Dis 2008;31:319. Jmoudiak M et al: Gaucher disease: pathological mechanisms and modern management. Br J Haematol 2005;129:178. 2. Síndrome de Wiskott-Aldrich El síndrome de Wiskott-Aldrich es una enfermedad vinculada a X caracterizada por trombocitopenia, inmunodeficiencia de células B y T combinada, eccema y propensión a desarrollar malignidades. La trombocitopenia es una característica principal de este trastorno raro, la mayoría de los pacientes presentan diarrea sanguinolenta, epistaxis y petequia a edad temprana. Los conteos de plaquetas suelen ir de 20 000 a 40 000/μl, y las plaquetas que se presentan son de entre un cuarto y una mitad del tamaño normal. El bazo secuestra y destruye plaquetas en esta enfermedad, liberando “microplaquetas” de regreso a la circulación. El defecto genético en este trastorno puede relacionarse con una molécula anormal de adhesión que afecta la interacción inmune, además de la interacción de plaquetas de célula a célula. XX Tratamiento y pronóstico En alguna época se excluyó la esplenectomía del síndrome de Wiskott-Aldrich, porque el curso posoperatorio se caracterizaba por infecciones graves y fatales debido al defecto inmune de este trastorno combinado con pérdida de la función inmune del bazo. Sin embargo, la esplenectomía normaliza la forma, el tamaño y los números de las plaquetas, y el uso de antibióticos profilácticos después de la esplenectomía ha aumentado de forma significativa los índices de supervivencia. El tratamiento óptimo del síndrome de WiskottAldrich es un trasplante humano de médula ósea apareado con antígeno de leucocito humano (HLA). Sin embargo, la esplenectomía con antibióticos produce una mejor supervivencia que el trasplante de médula ósea no apareado. Los pacientes que no se someten a un trasplante de médula ósea o una esplenectomía, por lo general no sobreviven después de la edad de cinco años. Conley ME et al: An international study examining therapeutic options used in the treatment of Wiskott-Aldrich syndrome. Clin Immunol 2003;109:272. Verni W et al: The spleen in the Wiskott-Aldrich syndrome: histopathologic abnormalities of the white pulp correlate with the clinical phenotype of the disease. Am J Surg Pathol 1999;23:192. 4. Sarcoidosis La sarcoidosis es una enfermedad granulomatosa de origen desconocido que puede afectar casi a cualquier órgano o área del cuerpo. La enfermedad pulmonar es la más común, pero estudios de autopsia han mostrado que el bazo es el segundo sitio más común con agrandamiento por granulomas no caseantes en 50 a 60% de los pacientes. Sin embargo, casi ninguno tiene una esplenomegalia masiva. Cuando esto ocurre, los pacientes presentan citopenias significativas relacionadas con hiperesplenismo, además de los síntomas y la hipercalcemia que constituyen la sarcoidosis. En este subgrupo de pacientes la esplenectomía se indica como procedimiento potencialmente curativo para cada uno de estos síntomas. Rodriguez-Garcia JL: Systemic sarcoidosis with spleen involvement. Postgrad Med J 2001;77:265. Xiao GQ et al: Asymptomatic sarcoidosis presenting as massive splenomegaly. Am J Med 2002:113:698. TRASTORNOS ERITROCÍTICOS En esta categoría de enfermedades, por lo general no hay anormalidad intrínseca del bazo, a diferencia del hiperesplenismo, en que el bazo se ve infiltrado sobre todo por la neoplasia o productos de almacenamiento y produce citopenias, debido al aumento de volumen del tejido esplénico. En los trastornos autoinmunes hay una respuesta humoral de anticuerpos contra proteínas en las células sanguíneas circulantes, lo que produce el vaciado, en especial dentro del bazo. Los trastornos que afectan las plaquetas, los eritrocitos y los neutrófilos aparecen en la lista en orden descendente de incidencia. Los trastornos eritrocíticos son defectos genéticos en componentes estructurales o hemoglobina que aumentan la limpieza de los glóbulos rojos en el bazo, provocando una disminución significativa en la vida media de los eritrocitos. 1. Esferocitosis hereditaria PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO Malestar, molestia abdominal. Ictericia, anemia, esplenomegalia. Esferocitosis, aumento de la fragilidad osmótica de glóbulos rojos, prueba de Coombs negativa. 3. Síndrome de Chédiak-Higashi XX Consideraciones generales El síndrome de Chédiak-Higashi es una enfermedad autosómica recesiva rara caracterizada por inmunodeficiencia que aumenta la susceptibilidad a infecciones bacterianas y virales y se manifiesta por fiebre recurrente, nistagmo y fotofobia. La mayoría de los pacientes experimentan una infiltración diseminada de tejidos con histiocitos similares a linfoma. La hepatoesplenomegalia secundaria con linfadenopatía, leucopenia y complicaciones hemorrágicas ocurre en la fase acelerada del síndrome de Chédiak-Higashi. El tratamiento estándar incluye quimioterapia, esteroides y ácido ascórbico, pero estos pacientes tienen un pronóstico desfavorable. La esplenectomía se ha utilizado en la fase acelerada con resultados benéficos. La esferocitosis hereditaria (ictericia hemolítica congénita, anemia hemolítica familiar), la anemia hemolítica congénita más común (afecta a 1:5 000 individuos), se transmite como un rasgo autosómico dominante. Se produce por diversos defectos genéticos relacionados con proteínas celulares estructurales anormales, sobre todo banda de ankirina 3, espectro alfa y beta, y proteína 4-2, que alteran la unión del citoesqueleto a la membrana celular, provocando una disminución de la plasticidad celular con pérdida de membrana. La forma normal del eritrocito cambia de un disco bicóncavo a una esfera y la disminución de la proporción del volumen membrana a célula disminuye provocando una falta de capacidad de deformación que retrasa el paso por los canales de la pulpa roja esplénica. Sólo ocurre una destrucción celular significativa en presencia del bazo. La hemólisis se alivia en gran medida gracias a la esplenectomía. El padecimiento se observa en todas las razas, pero es más frecuente en blancos que en negros. Cuando se descubre de forma temprana en la infancia, puede parecerse a una enfermedad hemolítica del recién nacido debido a una incompatibilidad ABO. En ciertas Dinauer MC et al: Disorders of neutrophil function. Methods Mol Biol 2007;412:489. Harfi HA et al: Chédiak-Higashi syndrome: clinical, hematologic, and immunologic improvement after splenectomy. Ann Allergy 1992;69:147. booksmedicos.org BAZO circunstancias, el diagnóstico no se realiza hasta más adelante en la vida adulta, pero suele descubrirse en las primeras tres décadas. XX Manifestaciones clínicas A. Signos y síntomas Las principales manifestaciones son esplenomegalia, anemia leve a moderada e ictericia. El paciente puede quejarse de fatiga fácil. El bazo casi siempre se encuentra agrandado y puede provocar llenado y molestia en el cuadrante superior izquierdo. Sin embargo, la mayoría de los pacientes son diagnosticados durante una entrevista familiar en el momento en que no presentan síntomas. Pueden ocurrir exacerbaciones periódicas de la hemólisis. Las crisis hipoplásicas raras, que suelen presentarse después de enfermedades virales agudas, pueden relacionarse con anemia profunda, cefalea, náuseas, dolor abdominal, pancitopenia y médula hipoactiva. B. Hallazgos de laboratorio El conteo de eritrocitos y hemoglobina se reduce de manera moderada. Algunos de los pacientes asintomáticos detectados por medio de entrevistas familiares tienen conteos normales de eritrocitos cuando son vistos por primera vez. Los glóbulos rojos suelen ser normocíticos, pero puede ocurrir microcitosis. Ésta puede presentarse durante periodos de reticulocitis marcada. En una mancha con tinción de Wright se observan esferocitos en diversos números, tamaños y formas. El conteo de reticulocitos aumenta de 5 a 20%. La bilirrubina indirecta sérica y el urobilinógeno en heces suelen estar elevados, y la haptoglobina sérica suele estar reducida o ausente. La prueba de Coombs es negativa. Aumenta la fragilidad osmótica, se puede observar una hemólisis de 5 a 10% de las células a concentraciones salinas de 0.6%. Un reflejo más preciso de la fragilidad lo aporta la prueba de criohemólisis, que tiene una sensibilidad y especificidad de casi 95% para la esferocitosis. En ocasiones, la fragilidad osmótica es normal pero la prueba de fragilidad incubada (sangre desfibrinada incubada a 37°C por 24 horas) muestra mayor hemólisis. La autohemólisis de sangre desfibrinada incubada bajo condiciones estériles por 48 horas suele aumentar en gran medida (de 10 a 20%, comparado con un valor normal < 5%). La adición de glucosa a 10% antes de la incubación disminuye la fragilidad osmótica anormal y la autohemólisis. La infusión de la propia sangre del paciente con 51Cr muestra un periodo de vida acortado de los glóbulos rojos y secuestro en el bazo. Los glóbulos rojos normales etiquetados con 51Cr tienen un periodo de vida normal cuando se transfunden a un paciente esferocitótico, lo que indica que la función esplénica es normal. XX Diagnóstico diferencial En el presente, no hay una prueba patognomónica para la esferocitosis hereditaria, aunque la prueba de criohemólisis es muy prometedora. Los esferocitos en números grandes pueden presentarse en anemias hemolíticas autoinmunes, en que puede aumentar la fragilidad osmótica y la autohemólisis, pero no suele mejorar con la incubación con glucosa. La prueba de Coombs positiva, los antecedentes familiares negativos y una reducción marcada de la supervivencia de glóbulos rojos donadores normales son diagnósticos de hemólisis autoinmune. También se observan esferocitos en la enfermedad de hemoglobina C, en algunos alcohólicos y en algunas quemaduras graves. XX Complicaciones En 85% de los adultos con esferocitosis ocurren litos biliares pigmentados, pero no son comunes en menores de 10 años de edad. 521 Por otra parte, los litos biliares en niños deben sugerir esferocitosis congénita. Las úlceras crónicas en piernas no relacionadas con varicosidades son una complicación rara, pero cuando se presentan sólo sanan después de extirpar el bazo. XX Tratamiento La esplenectomía es el único tratamiento para la esferocitosis hereditaria y se indica aunque se compense por completo la anemia, y el paciente esté asintomático. Cuanto más perdure el proceso hemolítico, mayor será el posible riesgo de complicaciones como crisis hipoplásicas y colelitiasis. En la operación, se debe inspeccionar la vesícula para buscar piedras y bazos accesorios. Cuando hay una colelitiasis relacionada se debe realizar una colecistectomía junto con la esplenectomía. A menos que las manifestaciones clínicas sean graves, se debe retrasar la esplenectomía en niños hasta de seis años de edad para evitar el riesgo de aumentar la infección debido a la pérdida de función reticuloendotelial. En niños menores de cinco años con enfermedad grave y necesidades elevadas de transfusión, una esplenectomía parcial (80%) puede corregir los síntomas, a la vez que mantiene las funciones inmunes normales del bazo. XX Pronóstico La esplenectomía cura la anemia y la ictericia en todos los pacientes. La anormalidad de membrana, la esferocitosis y el aumento de la fragilidad osmótica persiste, pero el periodo de vida de los glóbulos rojos se vuelve casi normal. Si se pasa por alto un bazo accesorio, en ocasiones se provoca el fracaso de la esplenectomía. La presencia de cuerpos de Howell-Jolly en glóbulos rojos hace que sea poco probable la presencia de bazos accesorios. Diesen DL et al: Partial splenectomy for children with congenital hemolytic anemia and massive splenomegaly. J Pediatr Surg 2008;43:466. Perrotta S: Hereditary spherocytosis. Lancet 2008;372:1411. Tracy ET et al: Partial splenectomy for hereditary spherocytosis. Pediatr Clin North Am 2008;55:503. 2. Eliptocitosis hereditaria Este trastorno genético autosómico dominante, también conocido como ovalocitosis, suele tener poca importancia clínica. Por lo general, se puede observar hasta 15% de eritrocitos ovales o elípticos en un frotis de sangre periférica. En la eliptocitosis, por lo menos 25% y hasta 90% de los eritrocitos circulantes son elípticos. Al igual que con la esferocitosis hereditaria, esta enfermedad se debe a diversos defectos genéticos en proteínas citoesqueléticas como la espectrina. La anormalidad predominante es la existencia de esta proteína estructural como un dímero en lugar de un tetrámero, lo que lleva a un cambio en la forma del eritrocito, una disminución de la plasticidad y un acortamiento del periodo de vida de la célula. La mayoría de los individuos afectados se encuentran asintomáticos, casi 10% tiene manifestaciones clínicas que constan de anemia moderada, ictericia ligera y bazo palpable. Los pacientes sintomáticos deben recibir una esplenectomía y si hay litos biliares, una colecistectomía. El defecto de glóbulos rojos persiste después de la esplenectomía, pero la hemólisis y la anemia se curan. Gallagher PG: Update on the clinical spectrum and genetics of red blood cell membrane disorders. Curr Hematol Rep 2004;3:85. Silveira P et al: Red blood cell abnormalities in hereditary elliptocytosis and their relevance to variable clinical expression. Am J Clin Pathol 1997;108:391. booksmedicos.org 5 22 CAPÍTULO 27 3. Anemia hemolítica no esferocítica hereditaria Éste es un grupo heterogéneo de anemias hemolíticas raras propiciadas por defectos heredados intrínsecos de glóbulos rojos, que provocan una hemólisis oxidativa. El grupo incluye la deficiencia de la piruvato cinasa y la deficiencia de glucosa 6-fosfato deshidrogenasa (G6PD). Por lo general, se manifiestan de forma temprana en la niñez con anemia, ictericia, reticulocitosis, hiperplasia eritroide de la médula y fragilidad osmótica normal. Al igual que con otras anemias hemolíticas, puede haber una colelitiasis relacionada. Con frecuencia se requieren múltiples transfusiones sanguíneas. La esplenectomía, aunque no es curativa, puede mejorar algunos de estos padecimientos, sobre todo la deficiencia de piruvato cinasa. En la deficiencia de G6PD, la esplenectomía no es benéfica y el tratamiento consiste en evitar oxidantes dietéticos. Baronciani L et al: Hematologically important mutations: red cell pyruvate kinase. Blood Cells Mol Dis 1998;24:273. 4. Talasemia mayor (anemia del Mediterráneo; anemia de Cooley) En la forma más común de este trastorno autosómico dominante, un defecto estructural en la cadena de β-globina produce un exceso de cadenas α para precipitar en la superficie interna de la membrana del eritrocito y produce glóbulos rojos anormales (p. ej., células blanco). Por lo general, los heterocigotos tienen anemia leve (talasemia menor); sin embargo, desde una etapa temprana en la infancia, los homocigotos tienen anemia crónica grave acompañada por ictericia, hepatoesplenomegalia (con frecuencia masiva), crecimiento corporal retardado y agrandamiento de la cabeza. El frotis de sangre periférica revela células de destino, glóbulos rojos nucleados y una anemia microcítica hipocrómica. Hay litos biliares en casi 25% de los pacientes. Un elemento característico es la persistencia de la hemoglobina fetal (Hb F). Puesto que la anemia de la talasemia se debe a un aumento de la destrucción de glóbulos rojos y una disminución de la producción de hemoglobina, la esplenectomía no cura la anemia, como en la esferocitosis, pero puede reducir las necesidades de transfusión al extirpar un bazo agrandado e incómodo. El tratamiento es por medio de quelación con hierro y transfusión. Aessopos A et al: Cardiovascular effects of splenomegaly and splenectomy in beta-thalassemia. Ann Hematol 2005;84:353. Konstadoulakis MM et al: Laparoscopic versus open splenectomy in patients with beta thalassemia major. J Laparoendosc Adv Surg Tech A 2006;16:5. debido a que los macrófagos no tienen receptores Fc para IgM. Este mecanismo también explica por qué el tratamiento con globulina inmune intravenosa de dosis alta es benéfico en estas enfermedades debido a que bloquea el receptor Fc de macrófagos. 1. Anemia hemolítica adquirida PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO Fatiga, palidez, ictericia. Esplenomegalia. Anemia y reticulocitosis persistentes. XX Consideraciones generales Las anemias hemolíticas autoinmunes también se han clasificado de acuerdo con la temperatura óptima a la que reaccionan los autoanticuerpos con la superficie de los eritrocitos (anticuerpos calientes o fríos). Esta clasificación es muy útil, porque los pacientes con anticuerpos fríos no obtienen beneficios por la esplenectomía, pero quienes tienen anticuerpos calientes pueden hacerlo. Aunque puede ocurrir una hemólisis sin anticuerpos demostrables en la uremia (prueba de Coombs negativa), la cirrosis hepática, el cáncer y ciertas infecciones, en casi todos los casos las membranas de los glóbulos rojos están recubiertas con inmunoglobulina o complemento (prueba de Coombs positiva). El anticuerpo en la anemia hemolítica autoinmune IgG se dirige de manera específica contra el locus Rh en el eritrocito. El inicio de esta enfermedad es idiopático (40 a 50%) o secundario a la exposición de fármacos, trastornos del tejido conectivo o linfoproliferativos. La anemia hemolítica debida a los anticuerpos fríos es menos común y siempre resulta secundaria a una respuesta inmune. Por lo general, la anemia hemolítica de aglutinina fría se debe a una IgM dirigida contra el antígeno I de eritrocitos, y ocurre una hemólisis intravascular por fijación del complemento y no dentro del bazo, lo que hace que la esplenectomía no resulte benéfica en el contexto de los anticuerpos fríos. Casi 20% de los casos de anemia hemolítica inmune secundaria se deben al uso de fármacos y la hemólisis suele medicarse por medio de anticuerpos calientes. La penicilina, la quinidina, la hidralazina y la metildopa suelen relacionarse más a menudo con este síndrome (cuadro 27-3). XX Manifestaciones clínicas A. Signos y síntomas TRASTORNOS AUTOINMUNES La producción de autoanticuerpos IgG específicos para proteínas de la membrana celular en los eritrocitos provoca anemia hemolítica autoinmune; en las plaquetas, produce púrpura trombocitopénica idiopática (ITP) y puede causar neutropenia en el síndrome de Felty. Los macrófagos expresan receptores Fc para IgG y las células recubiertas con anticuerpos que atraviesan las cavidades esplénicas de la pulpa roja entran en contacto con estas células fagocíticas. Además, el microambiente de la pulpa roja con flujo lento de sangre con alto contenido celular o a través de espacios que crean circuitos facilita la opsonización de las células en el bazo. La producción de autoanticuerpos en la pulpa blanca germinal también puede aumentar la destrucción celular, sobre todo en la ITP. Es importante entender este mecanismo fisiopatológico, porque la anemia hemolítica autoinmune provocada por autoanticuerpos IgM (es decir, anemia hemolítica de aglutinina fría) no responde a la esplenectomía, La anemia hemolítica autoinmune puede encontrarse a cualquier edad, pero es más común después de los 50 años; ocurre con el doble de frecuencia en mujeres. La aparición suele ser aguda, consta de anemia, ictericia leve y en ocasiones fiebre. El bazo se encuentra agrandado a la palpación en casi 50% de los pacientes y los cálculos biliares de pigmento se presentan en el 25%. En raras ocasiones, una aparición grave repentina produce hemoglobinuria, necrosis tubular renal y un índice de mortalidad de 40 a 50%. Cuadro 27-3. Trastornos relacionados con la hemólisis inmune. Reacción inmune a fármacos (penicilina, quinidina, hidralazina, metildopa, cimetidina) Enfermedad vascular de colágeno (lupus eritematoso, artritis reumatoide) Tumores (linfoma, mieloma, leucemia, quistes dermoides, teratoma ovárico) Infección (Mycoplasma, paludismo, sífilis, viremia) booksmedicos.org BAZO 523 B. Hallazgos de laboratorio XX Consideraciones generales La anemia hemolítica se diagnostica demostrando una anemia normocrómica normocítica, reticulocitosis (casi 10%), hiperplasia eritroide de la médula y elevación de la bilirrubina sérica indirecta. El urobilinógeno en heces puede aumentar mucho, pero no hay bilis en la orina. La haptoglobina sérica suele estar baja o ausente. La prueba directa de Coombs es positiva, porque los glóbulos rojos están recubiertos con inmunoglobulinas o complemento (o ambos). La púrpura trombocitopénica inmune es un síndrome hemorrágico con diversas causas que ocurre en forma aguda o crónica y se caracteriza por una reducción marcada en el número de plaquetas circulantes, megacariocitos abundantes en la médula ósea y acortamiento del tiempo de vida de las plaquetas. Puede ser idiopática o secundaria a un trastorno linfoproliferativo, fármacos o toxinas, infección bacteriana o viral (sobre todo en niños), lupus eritematoso sistémico u otros padecimientos. Aunque las respuestas a los corticosteroides y la esplenectomía en estos pacientes se comparan con las respuestas observadas en otros pacientes con púrpura trombocitopénica inmune, la esplenectomía debe reservarse para los pacientes con signos de pérdida de sangre, porque las complicaciones quirúrgicas son altas y la supervivencia puede ser corta. Sin embargo, debido a la incidencia de la ITP, esta enfermedad suele ser la indicación más común para la esplenectomía en casi todas las series institucionales. La patogénesis de los trastornos primarios y secundarios incluye un anticuerpo IgG antiplaquetario circulante que suele dirigirse contra una proteína de membrana, que es el receptor de fibrinógeno (glucoproteína IIb/IIIa). En este trastorno, el bazo es el principal sitio de destrucción de plaquetas y también puede ser una fuente significativa de producción de autoanticuerpos. La esplenomegalia, presente sólo en 2% de los casos, suele ser una manifestación de otra enfermedad subyacente como linfoma y lupus eritematoso. De los pacientes VIH positivos, 5 a 15% tiene trombocitopenia, independiente del estado inmunológico de su enfermedad, que no se distingue clínicamente de la ITP crónica típica. Se desconoce el mecanismo fisiopatológico preciso en relación con la infección por VIH. XX Tratamiento Se debe buscar de forma cuidadosa y tratar a las enfermedades relacionadas de manera apropiada. Para la anemia hemolítica secundaria inducida por fármacos, se debe eliminar una exposición posterior al agente agresor. Los corticosteroides producen una remisión en casi 75% de los pacientes, pero sólo 25% de las remisiones son permanentes. Se debe evitar, si es posible, la transfusión, porque llega a ser demasiado difícil realizar pruebas de compatibilidad, lo que requiere eritrocitos lavados y antisuero activo con solución salina. El rituximab es un tratamiento efectivo de segunda línea que hoy en día produce respuestas perdurables en 40% de los casos resistentes a esteroides. La esplenectomía está indicada para pacientes con hemólisis de anticuerpos calientes que no responden a las cuatro a seis semanas de tratamiento con corticosteroide de dosis alta, para pacientes que recaen después de una respuesta inicial cuando se retiran los esteroides y para pacientes en quienes se contraindica el tratamiento con esteroides (p. ej., quienes tienen tuberculosis pulmonar activa). Los pacientes que requieren tratamiento crónico con esteroides de dosis alta también deben considerarse para la esplenectomía, porque los riesgos de la administración a largo plazo de esteroides son sustanciales. La esplenectomía es efectiva porque extirpa el sitio principal de destrucción de eritrocitos. En ocasiones, la esplenectomía identifica la presencia de un trastorno, como un linfoma. Casi la mitad de los pacientes que no responden a la esplenectomía sí lo hacen a la azatioprina o la ciclofosfamida. La plasmaféresis se ha empleado como tratamiento de salvación en pacientes con anemia hemolítica refractaria. XX Pronóstico Pueden ocurrir recaídas después de la esplenectomía, pero son menos frecuentes si la respuesta inicial fue buena. El pronóstico final en los casos secundarios depende del trastorno. Packman CH et al: Hemolytic anemia due to warm autoantibodies. Blood Rev 2008;22:17. Valent P et al: Diagnosis and treatment of autoimmune haemolytic aneaemias in adults: a clinical review. Wien Klin Wochenschr 2008;120:136. 2. Púrpura trombocitopénica inmune (púrpura trombocitopénica idiopática, ITP) PRINCIPIOS DE DIAGNÓSTICO Petequia, equimosis, epistaxis, formación fácil de hemato- mas. Ausencia de esplenomegalia. Disminución del conteo de plaquetas, el tiempo prolongado de hemorragia, retracción desfavorable de coágulos, tiempo normal de coagulación. XX Manifestaciones clínicas A. Signos y síntomas La aparición puede ser aguda, con equimosis o baños de petequia, y es posible que se acompañe de hemorragia en encías, vaginal y gastrointestinal, así como hematuria. En 3% de los pacientes ocurre una hemorragia del sistema nervioso central. La forma aguda es la más común en niños, suele ocurrir antes de los ocho años de edad e iniciar de una a tres semanas después de una enfermedad viral respiratoria superior. La forma crónica, que puede iniciar a cualquier edad, es más común en mujeres. De manera característica, tiene una aparición insidiosa, por lo general con antecedentes prolongados de facilidad para generar hematomas y menorragia. Pueden ocurrir baños de petequia, en especial sobre áreas de presión. Las remisiones cíclicas y las exacerbaciones pueden continuar por muchos años. B. Hallazgos de laboratorio El conteo de plaquetas disminuye de forma moderada a grave (siempre debajo de 100 000/μl) y las plaquetas pueden estar ausentes del frotis de sangre periférica. Aunque los conteos de leucocitos y eritrocitos suelen ser normales, puede haber anemia por deficiencia de hierro como resultado de la hemorragia. La médula ósea muestra un mayor número de megacariocitos grandes sin gemación de plaquetas. El tiempo de hemorragia es prolongado, la fragilidad capilar (prueba de Rumpel-Leede) aumenta en gran medida y la retracción de coágulos es desfavorable. El tiempo parcial de tromboplastina, el de protrombina y el de coagulación son normales. Hoy en día se pueden valorar de forma rutinaria determinaciones específicas de títulos de anticuerpos antiplaquetas para ayudar al diagnóstico. La reducción de la supervivencia de glóbulos rojos o plaquetas booksmedicos.org 5 24 CAPÍTULO 27 puede medirse etiquetando las células del paciente con 51Cr o las plaquetas con Indio-111 y midiendo la velocidad de desaparición de reactividad de la sangre. La función del bazo en la producción de la anemia o la trombocitopenia se determina midiendo la proporción de la radiactividad que se acumula en el hígado y el bazo durante la destrucción de las células etiquetadas; una proporción bazo-hígado mayor de 2:1 indica una acumulación esplénica importante y sugiere que la esplenectomía proporcionaría beneficios. El beneficio de la esplenectomía para ITP relacionada con VIH es aún menos claro. El riesgo de infección y la reducción general de la supervivencia en esta población son argumentos en contra de la esplenectomía. Sin embargo, en pacientes con VIH sin sida, la trombocitopenia clínicamente significativa responde por completo en 70% y hay una mejoría parcial en 20% después de la esplenectomía. Al parecer, la esplenectomía no altera la evolución natural de la infección por VIH. XX Diagnóstico diferencial XX Pronóstico Se deben descartar otras causas de trombocitopenia no inmunológica, como la leucemia, la anemia aplásica y la macroglobulinemia. La trombocitopenia y la púrpura pueden ser provocadas por una trombocitopoyesis infecciosa (p. ej., anemia perniciosa, estados preleucémicos) o por una destrucción no inmune de plaquetas (p. ej., septicemia, coagulación intravascular diseminada u otras causas de hiperesplenismo). La púrpura trombocitopénica inmune aguda en niños menores de 16 años tiene un pronóstico excelente; casi 80% de los pacientes tienen una remisión espontánea completa y permanente. Esto ocurre rara vez en adultos. La esplenectomía tiene éxito en casi 80% de los pacientes, pero con mayor frecuencia en casos idiopáticos que en los secundarios a otro trastorno. La proporción de pacientes que se someten a una esplenectomía para ITP ha disminuido debido a la eficacia del tratamiento médico que no es esteroideo, aunque ha aumentado la incidencia de la ITP crónica. Los agentes para estimular la trombopoyetina pueden tener un beneficio significativo para los pacientes que no mejoran en el conteo de plaquetas después de la esplenectomía. XX Tratamiento El tratamiento de la púrpura trombocitopénica inmune depende de la edad del paciente, la gravedad de la enfermedad, la duración de la trombocitopenia y la variante clínica. Las trombocitopenias inmunes secundarias se tratan mejor por medio de la atención del trastorno primario (p. ej., si es inducido por fármacos, éstos se deben descontinuar). Los pacientes con síntomas leves o ausentes no necesitan un tratamiento específico, sino evitar la realización de deportes de contacto, la cirugía electiva y todos los medicamentos no esenciales. Se indican corticosteroides en pacientes con púrpura moderada a grave de corta duración. Por lo general, se requieren 60 mg de prednisona (o equivalente) al día; esto se continúa hasta que el conteo de plaquetas regresa a la normalidad y se disminuye poco a poco después de cuatro a seis semanas. Los corticosteroides producen una respuesta en 70 a 80% de los casos, pero las remisiones sostenidas sólo se dan en 20% de los adultos. El tratamiento de segunda línea con rituximab mejora los conteos de plaquetas en 30 a 40% de los pacientes y se logra una respuesta completa sostenida en 10 a 20%. Se están estudiando nuevos agentes para estimular la producción de plaquetas como la trombopoyetina (TPO) contra AMG531 y eltrombopag como tratamientos médicos de tercera línea. La esplenectomía es la forma más efectiva de tratamiento y se indica para pacientes que no responden a corticosteroides, para quienes recaen después de una remisión inicial bajo esteroides y para pacientes dependientes de esteroides. El tratamiento con corticosteroides no es necesario en el periodo preoperatorio inmediato, a menos que la hemorragia sea grave o el paciente estuviera recibiendo esteroides antes de la operación. Si se indica, se administran transfusiones de plaquetas intraoperatoriamente sólo después de la ligadura de la arteria esplénica o la extirpación del bazo, porque las plaquetas de una transfusión más temprana se secuestran rápidamente en el bazo. Para el tratamiento temporal de la trombocitopenia, es efectiva la inmunoglobulina intravenosa (IGIV). La esplenectomía produce una remisión sostenida en casi 68% de los pacientes. Al igual que con los corticosteroides, los índices de éxito son mejores con la púrpura trombocitopénica inmune crónica. Dos factores relacionados con mejores resultados son una duración más corta de la enfermedad y una edad más joven. El conteo de plaquetas suele elevarse de forma adecuada después de la esplenectomía (p. ej., puede duplicarse en 24 horas) y alcanza un pico después de una a dos semanas. Si el conteo de plaquetas permanece elevado después de dos meses, se debe considerar al paciente curado. Cuando fallan los corticosteroides y la esplenectomía, los fármacos inmunosupresores (azatioprina, vincristina) logran una remisión en 25% de los casos. Arnold DM et al: Current options for the treatment of idiopathic thrombocytopenic purpura. Semin Hematol 2007;44:512. Cooper N et al: Should rituximab be used before or after splenectomy in patients with immune thrombocytopenic purpura? Curr Opin Hematol 2007;14:642. Dolan JP et al: Splenectomy for immune thrombocytopenic purpura. Am J Hematol 2008;83:93. Godeau B et al: Rituximab efficacy and safety in adult splenectomy candidates with chronic immune thrombocytopenic purpura: results of a prospective multicenter phase 2 study. Blood 2008;112:999. Kuter DJ et al: Efficacy of romiplostim in patients with chronic immune thrombocytopenic purpura: a double-blind randomized controlled trial. Lancet 2008;371:395. Neunert CE et al: Severe chronic refractory immune thrombocytopenic purpura during childhood: a survey of physician management. Pediatr Blood Cancer 2008;51:513. Newland W et al: Emerging strategies to treat chronic immune thrombocytopenic purpura. Eur J Haematol 2008;69:27. Rodeghiero F et al: First-line therapies for immune thrombocytopenic purpura: re-evaluating the need to treat. Eur J Haematol 2008;69:19. Shojaiefard A et al: Prediction of response to splenectomy in patients with idiopathic thrombocytopenic purpura. World J Surg 2008;32:488. Stasi R et al: Idiopathic thrombocytopenic purpura: current concepts in pathophysiology and management. Thromb Haemost 2008;99:4. Tarantino MD et al: Update on the management of immune thrombocytopenic purpura in children. Curr Opin Hematol 2007;14:526. 3. Síndrome de Felty Casi 1% de los pacientes con artritis reumatoide tiene esplenomegalia y neutropenia (una tríada conocida como síndrome de Felty). Se han identificado niveles elevados de IgG en la superficie de los neutrófilos, con evidencia de un aumento de la granulopoyesis en la médula ósea. El análisis patológico del bazo en pacientes con síndrome de Felty muestra un aumento en mayor proporción en la pulpa blanca, al contrario de la mayor parte de los padecimientos de esplenomegalia. Existe evidencia de una acumulación excesiva de neutrófilos en la zona de células T de la pulpa blanca, además del cordón y las cavidades de la pulpa roja. Los pacientes con neutropenia grave tienen síntomas clínicos de infecciones recurrentes en el síndrome de Felty. Los pacientes sintomáticos que tienen evidencia de IgG en la superficie de los neutrófilos deben ser considerados para esplenectomía. La neutropenia mejora en 60 a 70% de estos pacientes, pero puede haber una recaí- booksmedicos.org BAZO da de la neutropenia, además de infecciones recurrentes en presencia de conteos normales de neutrófilos, y estos eventos inesperados reducen el entusiasmo por la esplenectomía en esta enfermedad. Balint GP, Balint PV: Felty’s syndrome. Best Pract Res Clin Rheumatol 2004;18:631. Burks EJ, Loughran TP: Pathogenesis of neutropenia in large granular cells leukemia and Felty’s syndrome. Blood Rev 2006;20:265. 4. Púrpura trombocitopénica trombótica La púrpura trombocitopénica trombótica (TTP) es una enfermedad rara, con cinco características clínicas: (1) fiebre, (2) púrpura trombocitopénica, (3) anemia hemolítica, (4) manifestaciones neurológicas, y (5) insuficiencia renal. Se desconoce la causa, pero se ha relacionado con la autoinmunidad a las células endoteliales o un defecto primario de plaquetas, y se ha reportado su ocurrencia en pacientes con sida. Es más común entre los 10 y los 40 años. Es probable que la trombocitopenia se deba a un acortamiento del periodo de vida de las plaquetas. La anemia hemolítica microangiopática se produce por el paso de eritrocitos por pequeños vasos sanguíneos dañados que contienen tiras de fibrina. En el bazo se atrapan y fragmentan glóbulos rojos rígidos, mientras que los que escapan del bazo pueden ser más vulnerables al daño y la destrucción en la microvasculatura anormal. La anemia suele ser grave y puede empeorar por la hemorragia secundaria a la trombocitopenia. En 35% de los casos ocurre hepatomegalia y esplenomegalia. XX Tratamiento y pronóstico Hasta hace poco no había un tratamiento efectivo para este trastorno y se reportaban índices de mortalidad de hasta 95%. La mayoría de los pacientes morían por insuficiencia renal o hemorragia cerebral. En fechas recientes ha surgido la plasmaféresis con intercambio de plasma como una forma efectiva de tratamiento, que es superior a la infusión simple de plasma con un índice de respuesta completa de 55 a 65%. El fracaso del intercambio de plasma puede salvarse con la esplenectomía, y 60% tiene una respuesta sustancial y un índice de recaída de 20 a 30%. Kappers-Klunne MC et al: Splenectomy for the treatment of thrombotic thrombocytopenic purpura. Br J Haematol 2005; 130:768. Outschoorn UM et al: Outcomes in the treatment of thrombotic thrombocytopenic purpura with splenectomy: a retrospective cohort study. Am J Hematol 2006;81:895. 525 esplénica en 20% de los pacientes. La inflamación de una úlcera gástrica posterior es otra causa. La extensión directa del carcinoma del páncreas o el estómago hacia el saco menor puede causar trombosis de la vena esplénica, pero el diagnóstico por lo general no es sutil debido a las demás manifestaciones de estas malignidades. La fibrosis retroperitoneal idiopática puede ser una causa alterna de trombosis de la vena esplénica. La trombosis de la vena esplénica se presenta como una hemorragia gastrointestinal superior debido a varices gástricas aisladas. Con la oclusión de la vena esplénica, el flujo de salida de sangre del bazo se desvía hacia las venas gástricas cortas, como el resto de los vasos colaterales, las cuales se dilatan y se vuelven varices principalmente en el fondo del estómago, lo que produce hemorragia en 15 a 20% de los pacientes. XX Diagnóstico Se sospecha trombosis de la vena esplénica cuando hay varices aisladas del estómago, sobre todo en la curvatura mayor proximal sin varices esofágicas. Puesto que no se presenta hipertensión portal, no hay signos o síntomas relacionados de cirrosis. El diagnóstico definitivo se realiza al confirmar que no hay flujo de sangre en la vena esplénica principal. No se necesita la venografía invasiva, porque este diagnóstico se puede realizar por medio de una CT o MRI con material de contraste o por medio de un ultrasonido de alta resolución. Se prefiere la CT o MRI porque el gas intestinal puede ocultar la vena esplénica en el ultrasonido y la CT o MRI permite la caracterización de las estructuras circundantes (páncreas, estómago) para valorar la patología causante. XX Tratamiento y pronóstico La esplenectomía es curativa en pacientes con trombosis de la vena esplénica. Todos los síntomas se relacionan con un aumento del flujo esplénico de sangre a través de vasos colaterales; la eliminación de ese flujo de sangre es curativa. Si se diagnostica trombosis de la vena esplénica (aunque los pacientes no hayan tenido un episodio de hemorragia gastrointestinal superior), se indica una esplenectomía electiva o profiláctica si los pacientes se encuentran, por lo demás, sanos. En pacientes con trombosis de la vena portal, se amplifica en gran medida la magnitud de la enfermedad y los problemas relacionados, y la esplenectomía casi nunca está indicada porque no es curativa. Agarwal AK et al: Significance of splenic vein thrombosis in chronic pancreatitis. Am J Surg 2008;196:149. TRASTORNOS VASCULARES DEL BAZO La enfermedad vascular del bazo tratada por esplenectomía ocurre con el influjo arterial y el flujo venoso de salida. La enfermedad más común es la trombosis de la vena esplénica y se trata de forma directa por medio de la esplenectomía. Los aneurismas de la arteria esplénica son uno de los sitios más comunes de aneurismas viscerales y pueden requerir esplenectomía. 1. Trombosis de la vena esplénica XX Etiología La trombosis de la vena esplénica puede ocurrir como un evento aislado que no se debe a hallazgos patológicos en el bazo, sino debido a enfermedades que tienen un impacto en la vena esplénica conforme ésta viaja a lo largo del borde superior del páncreas. La causa más común es pancreatitis aguda o crónica o un seudoquiste del cuerpo o la cola del páncreas, o ambos, con reacción inflamatoria general en el páncreas que produce trombosis de la vena 2. Quistes y tumores del bazo Los quistes parasíticos casi siempre son equinocócicos. Pueden ser asintomáticos, pero el paciente suele observar esplenomegalia. En las radiografías se puede observar una calcificación de la pared del quiste. Se puede encontrar eosinofilia, y las pruebas serológicas pueden confirmar el diagnóstico. El tratamiento a elegir es la esplenectomía. Otros quistes son dermoides, epidermoides, endoteliales y seudoquistes. Se piensa que los últimos son los resultados tardíos de un infarto o traumatismo. La esplenectomía puede indicarse para excluir el tumor; sin embargo, se ha defendido la esplenectomía parcial y la observación. Los tumores primarios raros del bazo incluyen linfoma, sarcoma, hemangioma y hamartoma. Los hamartomas pueden confundirse de forma general con un linfoma esplénico en la laparotomía. Estas lesiones suelen ser asintomáticas, hasta que la esplenomegalia produzca molestia abdominal o una masa palpable. Los tumores booksmedicos.org 5 26 CAPÍTULO 27 vasculares benignos del bazo (angiomas) producen hiperesplenismo. Puede ocurrir una rotura espontánea con hemorragia masiva. La esplenectomía se indica si parece que el tumor se limita al bazo. Los seudotumores inflamatorios son lesiones benignas compuestas de una mezcla de células inflamatorias y una reacción granulomatosa que puede ocurrir en varios órganos, incluido el bazo. Los síntomas constitucionales de letargia, pérdida de peso y fatiga ocurren, y pueden aliviarse por medio de la esplenectomía. El bazo es un sitio común para las metástasis en cánceres avanzados, sobre todo del pulmón, y el pecho y el melanoma. Las metástasis esplénicas son hallazgos comunes de las autopsias, pero rara vez tienen importancia clínica. Atmatzidis K et al: Splenectomy versus spleen-preserving surgery for splenic echinococcosis. Dig Surg 2003;20:527. Kraus MD, Fleming MD, Vonderheide RH: The spleen as a diagnostic specimen: a review of 10 years’ experience at two tertiary care institutions. Cancer 2001;91:2001. Mackenzie RK, Youngson GG, Mahomed AA: Laparoscopic decapsulation of congenital splenic cysts: a step forward in splenic preservation. J Ped Surg 2004;39:88. Wu HM et al: Management of splenic pseudocysts following trauma: a retrospective case series. Am J Surg 2006;191:631. Yu RS, Zhang SZ, Hua JM: Imaging findings of splenic hamartoma. World J Gastroent 2004;10:13. INFECCIONES DEL BAZO (ABSCESO ESPLÉNICO) Los abscesos esplénicos no son comunes, pero resultan importantes porque el índice de mortalidad es de entre 40 y 100%. Pueden ser provocados por la siembra hematogenosa del bazo con bacterias de una septicemia remota, como una endocarditis, mediante la diseminación directa de una infección de estructuras adyacentes, o por el traumatismo esplénico que genera un hematoma esplénico infectado de forma secundaria. El absceso esplénico es una complicación del abuso de drogas intravenosas. En 80% de los casos existe uno o más abscesos en órganos, además del bazo, y el absceso esplénico se desarrolla como una manifestación terminal de una septicemia incontrolada en otros órganos. En dos terceras partes de los abscesos esplénicos se encuentran microorganismos entéricos, y los estafilococos y estreptococos no entéricos abarcan gran parte del resto del porcentaje. En algunos pacientes las manifestaciones que se presentan son septicemia inexplicable, agrandamiento esplénico progresivo y dolor abdominal. Tal vez no se palpe el bazo debido a sensibilidad y retracción del cuadrante superior izquierdo. Una efusión pleural izquierda combinada con una leucocitosis sin explicación en un paciente séptico sugiere un absceso esplénico. El hallazgo de gas en el bazo en la radiografía abdominal simple es patognomónico del absceso esplénico, pero la CT es la manera óptima para definir y diagnosticar un absceso esplénico. La mayor parte de los abscesos esplénicos permanecen localizados, invaden de manera periódica el flujo sanguíneo con bacterias, pero puede ocurrir una rotura espontánea o peritonitis. La esplenectomía es esencial para la cura si la septicemia se localiza en el bazo. En ocasiones se puede realizar un drenado de abscesos yuxtacapsulares grandes y solitarios, pero se relaciona con un índice de mortalidad demasiado alto y debe reservarse para pacientes incapaces de tolerar una operación. Tung CC et al: Splenic abscess: an easily overlooked disease? Am Surg 2006;72:322. ESPLENECTOMÍA DIAGNÓSTICA Una indicación para la esplenectomía es para el diagnóstico en un paciente por demás asintomático. La esplenectomía puede ser ne- cesaria para realizar un diagnóstico cuando se observa una lesión de masa asintomática dentro del bazo en una CT, un ultrasonido o una MRI para la cual no se puede realizar un diagnóstico definitivo por medio de la radiografía. Otro ejemplo es cuando un paciente tiene un bazo palpable en el examen físico o cuando se encuentra un bazo agrandado en la exploración y no tiene otro trastorno diagnósticamente claro. XX Lesiones de masa esplénica En el caso de los pacientes que tienen una masa esplénica aislada, 60% resultan ser lesiones malignas y 40% benignas. La mayoría de las lesiones malignas son linfoma, las que le siguen en frecuencia son los carcinomas metastásicos, incluidos algunos en que no se ha realizado un diagnóstico primario previo. En pacientes con lesiones benignas, se encontró que más de la mitad eran quistes, y también había hamartomas y hemangiomas esplénicos. Al diagnosticar una masa esplénica aislada, la mayor parte de estas lesiones se diagnostican realizando una biopsia por aspiración con aguja fina. Ciertas lesiones (como las quísticas o hemangiomas) tienen una apariencia clásica en la MRI con contraste por gadolinio y estas exploraciones son otra modalidad de imagen que puede utilizarse para diferenciar lesiones de masa sin biopsia de tejido. Las PET identifican de forma confiable el linfoma de alto grado y los tumores metastáticos, pero pueden omitir el linfoma de grado bajo o de la zona del manto. El riesgo de hemorragia es significativo en pacientes con hemangiomas. Estos tumores benignos de células endoteliales pueden diagnosticarse de forma definitiva con una MRI con contraste por gadolinio y esta prueba de imagen es óptima para caracterizar una masa esplénica aislada. XX Esplenomegalia sin diagnóstico La segunda indicación diagnóstica para la esplenectomía es la esplenomegalia inexplicable. La mayor parte de estos bazos agrandados terminará siendo un linfoma. La menor parte tiene diagnósticos benignos, incluida proliferación linfoide benigna, lesiones vasculares benignas y enfermedad granulomatosa, además de infarto esplénico y hemorragia. La función de la biopsia por aspiración y otras percutáneas para la esplenomegalia no diagnosticada es muy limitada, sin una masa distintiva para realizar la biopsia; habría un resultado muy bajo como para realizar el diagnóstico con esta forma de biopsia. XX Laparotomía de estadificación para enfermedad de Hodgkin Otro tipo de procedimiento diagnóstico es la laparotomía de estadificación para enfermedad de Hodgkin. El análisis de este procedimiento es apenas una nota histórica, porque tiene un uso limitado en la práctica actual en el tratamiento de esta forma de linfoma. Una práctica estándar para la estadificación patológica entre 1960 y 1990 era la realización de una laparotomía de estadificación en la mayoría de los pacientes con enfermedad de Hodgkin. La razón para realizar este procedimiento invasivo se basó en los reportes de que la laparotomía alteraba la etapa clínica de la enfermedad en casi 35% de los pacientes. Hay muchas razones por las que ha disminuido la realización de la laparotomía de estadificación durante los últimos 10 a 15 años. La principal razón es que no altera el tratamiento de la enfermedad de Hodgkin, de acuerdo con los resultados de series clínicas recientes. Puesto que la quimioterapia sistémica trata a todo el paciente, la estadificación patológica precisa no tiene un impacto sobre el resultado y las decisiones relacionadas con el tratamiento. booksmedicos.org BAZO Kraus MD, Fleming MD, Vonderheide RH: The spleen as a diagnostic specimen: a review of 10 years’ experience at two tertiary care institutions. Cancer 2001;91:2001. Rose AT et al: The incidence of splenectomy is decreasing: lessons learned from trauma experience. Am Surg 2000;66:481. Rutherford SC et al: FDG-PET in prediction of splenectomy findings in patients with known or suspected lymphoma. Leuk Lymphoma 2008;49:719. Los procedimientos en que se realiza una movilización del cuadrante superior izquierdo (como una reflexión del bazo y el páncreas en sentido medial para exponer tejido retroperitoneal, suprarenalectomía izquierda y nefrectomía izquierda) ponen al bazo en riesgo de lesión durante la disección. La movilización simple de la flexión esplénica del colon puede generar hemorragia del polo inferior del bazo que puede ser difícil de controlar. Los ligamentos que van directamente desde el epiplón hasta la cápsula del bazo pueden ser la causa más común de traumatismo esplénico yatrogénico, porque es una práctica común para retraer de forma agresiva el epiplón, como se necesita para la exposición. Si hay ramificaciones directas que pueden medirse desde el epiplón hasta la cápsula esplénica, esto puede producir una alteración capsular y hemorragia problemática. Una base de datos nacional de procedimientos antirreflujo de 86 411 pacientes reportó una incidencia de esplenectomía yatrogénica de 2.3%, que se traduce en 1 987 esplenectomías yatrogénicas para esta indicación por sí sola en un periodo de casi seis años. En un estudio de resultados para cáncer de colon de 42 000 pacientes se reportó esplenectomía yatrogénica en menos de 1% de todos los pacientes pero 6% de los cánceres de colon en el pliegue esplénico. La esplenectomía tuvo un aumento significativo en duración de la estadía y un aumento de 40% en la morbilidad. Una serie reciente incluyó 73 esplenectomías yatrogénicas en un periodo de 10 años, o un promedio de siete por año. Esto abarcó 8.1% de todas las esplenectomías realizadas durante ese periodo. Tal vez el número de lesiones menores o moderadas al bazo es muchas veces mayor a ese número durante operaciones no relacionadas en que no se extirpó el bazo, sino que se reparó o se salvó. Justo igual que en el traumatismo del bazo, las técnicas de esplenorrafia pueden emplearse para conservarlo. Un reporte reciente indica que el uso de una esplenorrafia con una envoltura de red, aun en el caso de la cirugía intestinal, no aumenta la incidencia de infección. Para la alteración capsular menor, el uso de un coagulador de haces de argón para la cauterización de la superficie es una técnica útil. El principal punto de enseñanza relacionado con las lesiones yatrogénicas es que la mejor manera de conservar el bazo es no dañarlo en primer lugar. Esto requiere cuidado al movilizar tejido hacia adentro y alrededor del bazo, además de una inspección visual de las inserciones del bazo antes de la movilización cerrada. Siempre que sea posible, se debe tratar de conservar el bazo para disminuir el riesgo de septicemia posesplenectomía. Berry MF, Rosato EF, Williams NN: Dexon mesh splenorrhaphy for intraoperative splenic injuries. Am Surg 2003;69:176. Cassar K, Munro A: Iatrogenic splenic injury. J Roy Coll Surg Edinburgh 2002;47:731. Flum DR et al: The nationwide frequency of major adverse outcomes in antireflux surgery and the role of surgeon experience. J Am Coll Surg 2002;195:611. McGory ML et al: The significance of inadvertent splenectomy during colorectal cancer resection. Arch Surgery 2007;142:668. 2. Esplenectomía incidental En una serie grande reciente que evaluaba las razones para la esplenectomía en instituciones terciarias, la indicación más común era 527 un procedimiento incidental en las operaciones sobre un órgano adyacente. En estas situaciones el bazo debe extraerse, ya sea para completar la resección o debido a la división de la vasculatura esplénica. Los principales tratamientos actuales para estas múltiples entidades patológicas en órganos adyacentes son tema de muchos otros capítulos en este libro de texto, pero se deben hacer algunos comentarios sobre las razones para la esplenectomía y si son posibles los procedimientos de conservación esplénica. Una indicación común para una esplenectomía incidental consiste en extirpar tumores localizados en el páncreas distal. Por décadas, fue una práctica estándar extirpar el bazo al extraer el cuerpo y la cola del páncreas debido a que la vena esplénica está íntimamente relacionada con el páncreas distal. Debido al interés en la conservación esplénica por la incidencia de infección posesplenectomía, se han desarrollado operaciones para extirpar el páncreas distal preservando el bazo. La operación con el mayor reto técnico es una pancreatectomía distal con conservación de la arteria y la vena esplénica. Una segunda pancreatectomía distal que conserva el bazo implica la ligadura de la arteria y la vena esplénica, pero conservando los vasos gástricos cortos y la utilización de estos vasos como un influjo colateral y un flujo externo para mantener la viabilidad esplénica. En épocas recientes también se ha reportado la extracción del páncreas distal con conservación esplénica como un procedimiento laparoscópico. En el caso de pacientes con tumores que demandan la extirpación de los ganglios linfáticos del hilio esplénico o con relación directa del tumor con parénquima esplénico, es más apropiado realizar una operación con base en principios neoplásicos y la realización de una pancreatectomía/esplenectomía distal. En otras indicaciones, si la anatomía es apropiada y no se logra completar la resección del tumor, es posible la conservación del bazo. Algunos procedimientos adicionales en que es común realizar una esplenectomía incluyen cánceres gástricos proximales. Durante varias décadas se ha debatido la importancia de la disección completa de ganglios en resultados a largo plazo en resecciones gástricas. Los nodos linfáticos de nivel X se localizan en el hilio esplénico y para 20 a 25% de los cánceres gástricos proximales, estos ganglios tienen cáncer metastásico que demandan la extirpación. Un ensayo aleatorio mostró un aumento de la morbilidad con una esplenectomía y una mejoría marginal en la supervivencia. Otros tumores del cuadrante superior izquierdo y el retroperitoneo pueden requerir esplenectomía, incluidos carcinomas grandes de célula renal, tumores suprarrenales izquierdos y sarcomas retroperitoneales que pueden infiltrarse en sentido superior hacia el bazo. Aunque el estado esplénico vuelve a los pacientes susceptibles a infecciones (consúltese la sección anterior sobre Hipoesplenismo), el bazo debe considerarse como un órgano prescindible si es necesario lograr la resección completa de malignidades y no debe dudarse en extirparlo en estas situaciones para realizar una operación apropiada de cáncer. Carrere N et al: Spleen-preserving distal pancreatectomy with excision of splenic artery and vein: a case matched comparison with conventional distal pancreatectomy with splenectomy. World J Surg 2007;31:375. Hartgrink HH et al: Extended lymph node dissection for gastric cancer: who may benefit? Final results of the randomized Dutch gastric cancer group trial. J Clin Oncol 2004;22:2069. Pryor A et al: Laparoscopic distal pancreatectomy with splenic preservation. Surg Endosc 2007;21:2326. Yu W et al: Randomized clinical trial of splenectomy versus splenic preservation in patients with proximal gastric cancer. Br J Surg 2006;93:559. booksmedicos.org CAPÍTULO 27 5 28 ESPLENOSIS (AUTOTRASPLANTE ESPLÉNICO) En la esplenosis, varios implantes pequeños de tejido esplénico crecen en áreas diseminadas en las superficies peritoneales, a lo largo del abdomen. Surgen de la diseminación y el autotrasplante de fragmentos esplénicos después de la rotura traumática del bazo. Los implantes esplénicos o los autotrasplantes intencionales tienen la capacidad de seleccionar células y, al parecer, se muestra cierta función inmunológica en casos de autotrasplante intencional. No se garantizan los intentos agresivos de escisión quirúrgica. La esplenosis suele ser un hallazgo incidental que se descubre mucho más adelante, durante la laparotomía para un problema no relacionado. Sin embargo, los implantes estimulan la formación de adhesiones y pueden ser causa de obstrucción intestinal. Deben distinguirse de los nódulos peritoneales de carcinoma metastásico y de bazos accesorios. Desde el punto de vista histológico, difieren de bazos accesorios por la ausencia de fibras musculares elásticas o lisas en la cápsula delicada. Cothren CC et al: Radiographic characteristics of postinjury splenic autotransplantation: avoiding a diagnostic dilemma. J Trauma-Injury Infection & Crit Care 2004;57:537. Young JT et al: Splenosis: a remote consequence of traumatic splenectomy. J Am Coll Surg 2004;199:500. ESPLENECTOMÍA La preparación preoperatoria de pacientes que se someten a una esplenectomía electiva debe corregir las anormalidades de coagulación y los déficit en la masa de eritrocitos, debe tratar infecciones y controlar reacciones inmunes. Puesto que las plaquetas se retiran de forma tan rápida de la circulación, por lo general sólo se administran para la trombocitopenia hasta después de que se ha ligado la arteria esplénica. Los anticuerpos en el suero del paciente pueden complicar las pruebas de compatibilidad sanguínea. Muchos pacientes con trastornos autoinmunes requieren cobertura de corticosteroides en el periodo perioperatorio. En la esplenectomía de urgencia se debe corregir la hipovolemia por medio de transfusiones de sangre entera. En casos electivos, se recomienda la vacuna profiláctica con una neumocócica polivalente que proteja contra un microorganismo agresor común encapsulado en la infección poses- A plenectomía. Hoy en día, la esplenectomía electiva se realiza con más frecuencia como un procedimiento laparoscópico. Esto reduce el periodo de recuperación y la tolerancia de la mayoría de los pacientes es mucho mejor. Los detalles de la técnica quirúrgica no se encuentran dentro del propósito de este libro, pero se debe mencionar que existen dos métodos para la esplenectomía abierta (figura 27-2). En uno de ellos, que es valioso sobre todo en la rotura traumática del bazo, el órgano se moviliza de inmediato y se asegura la arteria esplénica desde la parte trasera conforme entra en el hilio. En el otro método, que es de vital importancia para extirpar bazos masivamente agrandados, el órgano se deja in situ. Se abre el ligamento gastrocólico y se liga la arteria esplénica conforme recorre el borde superior del páncreas. Esto permite que la sangre abandone el bazo a través de la vena esplénica mientras se dividen las demás inserciones (es decir, los vasos gástricos cortos y las inserciones cólicas) antes de entregar el bazo. El método permite extirpar bazos masivamente agrandados casi sin pérdida de sangre. La esplenorrafia es la reparación operatoria del bazo después de un traumatismo. Sus principios son el desbridamiento del tejido desvitalizado y el intento de aproximar el contorno normal del bazo con suturas capsulares o envolturas externas de material. Pueden realizarse resecciones esplénicas parciales para el traumatismo o para los estados patológicos en que se indica la reducción de volumen esplénico, pero tal vez no tenga éxito con un índice más alto de complicación inmediata. Se ha reportado esplenectomía parcial para la enfermedad de Gaucher, los quistes grandes o los tumores benignos utilizando dispositivos automáticos para engrapar, además de coaguladores de microondas. Por otra parte, en trastornos autoinmunes, es absolutamente esencial para la cura extirpar por completo el bazo, incluida una escisión de los bazos accesorios. Puede haber cierto beneficio en obtener una exploración nuclear preoperatoria y la identificación intraoperatoria con un contador gamma manual. La esplenomegalia masiva se define como un peso del bazo mayor a 1 500 g u 8 a 10 veces mayor del tamaño normal. Los procesos patológicos que llevan a esplenomegalia masiva incluyen linfoma, leucemia y enfermedades metabólicas de almacenamiento. Los índices de morbilidad y mortalidad de la esplenectomía para la esplenomegalia masiva aumentan sobre todo como resultado del riesgo de pérdida sanguínea intraoperatoria grave y rápida. En es- B Figura 27-2. A: método anterior para la arteria esplénica. B: movilización del bazo con exposición posterior de la arteria esplénica. booksmedicos.org BAZO tos casos, el método operatorio es la ligadura inicial de la arteria esplénica a través del saco menor en el borde superior del páncreas. Después, se realiza la ligadura de los vasos gástricos cortos a lo largo de la curvatura mayor hasta la unión gastroesofágica, permitiendo la retracción del estómago y el lóbulo izquierdo del hígado lejos del bazo. Sólo después de la disminución del influjo arterial esplénico por medio de las maniobras anteriores se debe realizar la movilización de las inserciones lateral y superior, lo que produce la extirpación del bazo masivo. La esplenectomía laparoscópica es hoy en día el estándar de atención en casi todos los centros importantes con volúmenes altos de cirugía esplénica. Casi cualquier indicación para la esplenectomía electiva califica para un método laparoscópico, incluidos pacientes con trombocitopenia grave, con esplenomegalia masiva o que necesitan esplenectomía parcial, y para extirpar bazos accesorios y el bazo errante. Las contraindicaciones para la esplenectomía laparoscópica incluyen hipertensión portal y enfermedad comórbida grave. Con la mejoría en las técnicas, hoy en día se ha reportado esplenectomía parcial laparoscópica para lesiones focales de masa y enfermedades hematológicas hereditarias. La esplenectomía laparoscópica suele realizarse utilizando cuatro puertos. Se colocan puertos de la línea media para la cánula y para la retracción del estómago lejos del hilio esplénico. Los puertos subcostales izquierdos se utilizan como sitios de operación para la disección del hilio esplénico. Se requiere un laparoscopio angulado para la visualización de las inserciones superior y lateral del bazo. Los vasos se dividen con clips, suturas o dispositivos para engrapar. Es preferible la exposición precisa del hilio con una tracción delicada en sentido superior sobre el bazo para estirar y exponer los vasos, en lugar del engrapado ciego del hilio. Los padecimientos clínicos, como la púrpura trombocitopénica idiopática y la esferocitosis hereditaria, son las indicaciones más comunes para la esplenectomía laparoscópica, porque el bazo es de tamaño normal. Resulta importante la búsqueda, por medio del laparoscopio, de bazos accesorios para que se tenga éxito en estos procedimientos, y esto puede facilitarse por medio de un puerto manual para la palpación. Bergeron E et al: The use of a handheld gamma probe for identifying two accessory spleens in difficult locations in the same patient. Ann Nucl Med 2007;22:331. Becmeur HG et al: Laparoscopic partial splenectomy: indications and results of a multicenter retrospective study. Surg Endosc 2008;22:45. Feldman LS et al: Refining the selection criteria for laparoscopic versus open splenectomy for splenomegaly. J Laparoendosc Adv Surg Tech A 2008;18:13. Grahn SW et al: Trends in laparoscopic splenectomy for massive splenomegaly. Arch Surg 2006;141:755. Habermalz B et al: Laparoscopic splenectomy: the clinical practice e guidelines of the European Association for Endoscopic Surgery. Surg Endosc 2008;22:821. Kasaje N et al: Short-term outcomes of splenectomy avoidance in trauma patients. Am J Surg 2008;196:213. Rescoria FJ et al: Laparoscopic splenic procedures in children: experience in 231 children. Ann Surg 2007;246:683. Stamou KM et al: Prospective study of the incidence and risk factors of postsplenectomy thrombosis of the portal, mesenteric, and splenic veins. Arch Surg 2006;141:663. EFECTOS HEMATOLÓGICOS DE LA ESPLENECTOMÍA La ausencia del bazo en un adulto normal suele tener pocas consecuencias clínicas. El conteo y los índices de glóbulos rojos no cambian, pero pueden aparecer glóbulos rojos con inclusiones citoplásmicas (p. ej., cuerpos de Heinz, cuerpos de Howell-Jolly y siderocitos). La granulocitosis ocurre inmediatamente después de la esplenectomía, pero se reemplaza en varias semanas por medio 529 de la linfocitosis y la monocitosis. Las plaquetas suelen estar elevadas, en ocasiones de forma marcada, y pueden permanecer en niveles de 400 000 a 500 000/μl durante un año. Incluso se puede desarrollar una trombocitosis más marcada (p. ej., 2 a 3 millones/ μl) después de la esplenectomía para la anemia hemolítica. Un conteo de plaquetas de más de un millón no es una indicación para anticoagulantes, pero los agentes antiplaquetarios como el ácido acetilsalicílico ayudan a prevenir la trombosis. William BM et al: Hyposplenism: a comprehensive review. Part I: basic concepts and causes. Hematology 2007;12:1. William BM et al: Hyposplenism: a comprehensive review. Part II: clinical manifestations, diagnosis, and management. Hematology 2007;12:89. SEPTICEMIA U OTROS PROBLEMAS POSESPLENECTOMÍA Las complicaciones relacionadas con la esplenectomía per se resultan relativamente escasas; las más comunes son la atelectasia, pancreatitis y hemorragia posoperatoria. Si la esplenectomía se realiza para una trombocitopenia, puede ocurrir una hemorragia secundaria, aunque el conteo de plaquetas suele elevarse de forma inmediata. Se deben administrar transfusiones de plaquetas si la hemostasis primaria es anormal (es decir, si hay exudado) y el conteo de plaquetas permanece bajo. Las complicaciones tromboembólicas pueden ser más comunes después de una esplenectomía, pero esta complicación no se relaciona con el grado de trombosis. El riesgo de trombosis de la vena portal es de 3% y ocurre con más frecuencia después de la esplenectomía para la anemia hemolítica de bazos masivos y no después del traumatismo o la esplenectomía para la trombocitopenia. Los síntomas incluyen fiebre, dolor abdominal, diarrea y pruebas de función hepática anormal. El tratamiento consta de anticoagulación, además de antibióticos. Los individuos son más susceptibles a la bacteriemia fulminante después de la esplenectomía y se han reportado casos entre una semana y más de 20 años después de la esplenectomía. Esto es resultado de los siguientes cambios que ocurren después de la esplenectomía: (1) disminución de la limpieza de bacterias de la sangre, (2) disminución de los niveles de IgM y (3) disminución de la actividad opsónica. El riesgo es mayor en niños pequeños, sobre todo en los primeros dos años después de la cirugía (80% de los casos) y cuando el trastorno por el que se requirió la esplenectomía fue una enfermedad del sistema reticuloendotelial. En general, cuanto más joven sea el paciente que se somete a la esplenectomía y más grave sea la enfermedad, mayor será el riesgo de desarrollar una infección abrumante posesplenectomía. Existe un riesgo pequeño pero significativo de infección, aun en adultos por demás normales después de una esplenectomía. La mayor parte de estas infecciones ocurre después del primer año y casi la mitad ocurre más de 5 años después de la esplenectomía. La septicemia letal es muy rara en adultos. Existe un síndrome clínico distintivo: síntomas leves y no específicos seguidos por fiebre alta y choque por septicemia, que puede llevar rápidamente a la muerte. Los patógenos más comunes son Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae y meningococos. La coagulación intravascular diseminada es una complicación común. La conciencia de esta complicación fatal ha llevado a esfuerzos por evitar la esplenectomía o a realizar una esplenectomía parcial o una reparación esplénica para bazos con rotura (análogos al tratamiento quirúrgico para el traumatismo hepático) para mantener una función esplénica adecuada. El autotrasplante esplénico también puede lograr la restauración parcial de la función esplénica después de la esplenectomía. El riesgo de septicemia fatal es menor después de la esplenectomía para el traumatismo que para los trastornos hematológicos, tal vez debido al autotrasplante esplénico. Se debe utilizar la va- booksmedicos.org 5 30 CAPÍTULO 27 cuna profiláctica contra la septicemia neumocócica en todos los pacientes quirúrgicos o funcionalmente asplénicos. Puesto que la función esplénica puede ser importante en la respuesta inmune a la vacuna, se recomienda la administración temprana de una vacuna neumocócica polivalente. Ésta proporciona protección en adultos y niños mayores por cuatro a cinco años, después de lo cual se recomienda la revacunación. Puesto que la vacuna es efectiva sólo contra 80% de los microorganismos, algunas autoridades han recomendado un curso de dos años, un tratamiento hasta los 16 años de edad, o la profilaxis durante toda la vida con penicilina después de la esplenectomía. Otros han defendido el uso de la ampicilina para proporcionar cobertura para H. influenzae, además de neumococos. La profilaxis antibiótica es esencial en niños menores de dos años y debe continuarse por lo menos hasta los seis años de edad. En general, se debe posponer la esplenectomía hasta la edad de seis años, a menos que el problema hematológico sea especialmente grave. Cadili A et al: Complications of splenectomy. Am J Med 2008;121:371. Krauth MT et al: The postoperative splenic/portal vein thrombosis after splenectomy and its prevention—an unresolved issue. Haematologica 2008;93:1227. 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