E1. EL AMOR DE DIOS QUE NOS SOSTIENE 1. Ponerme en la presencia de Dios... Me pongo en la presencia del Señor. Tomo conciencia del momento de oración que voy a iniciar. Preparo mi cuerpo y mi corazón. Entro en contacto con Dios, que me ama. 2. Petición: Pido al Señor que yo reconozca y sienta el amor “sobreabundante” de Dios hacia cada uno. Y me maraville ante su amor por mí. 3. Composición de lugar: Revivo la experiencia de Jeremías, cuando dice: “Antes de formarte en el seno de tu madre ya te conocía; antes de que tú nacieras yo te consagré” (Jer. 1,5). La experiencia principal de la vida del cristiano es el sentirse amado por Dios. Nuestro amor a Dios nace del sentirnos tan regalados –perdonados, amados, sostenidos...- por Dios. No nace de un sentimiento de obligación, no podemos pretender que nuestro amor nos “gane” el de Dios. Al contrario, como dice la primera carta de Juan, “en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo..., que nos amó primero”. Por otra parte, para Juan el amor de Dios se manifiesta en el amor cotidiano de los cristianos: “nadie ha visto nunca a Dios, pero si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se dilata libremente entre nosotros” (1 Juan 4, 7-12). • Procuro abrirme a Dios y a las maravillas que ha hecho en torno a mí. • Veo la gratuidad del amor de Dios por mí. Me ama como soy y no por lo que yo creo que debo ser. • Reconozco cómo Dios que un día creo la naturaleza, *hoy la sigue “sustentando” y “creando”. *me ha cuidado y se sigue preocupando por mí en todas las circunstancias de mi vida. *entreteje la vida en medio de la historia y los acontecimientos, celebrando encuentros, creando esperanza, dando motivación. • Siento cómo Dios está palpitando, dándole vida *a mi vida / *a la naturaleza / *a la historia, a mi historia. • Agradezco por ese Dios tan “vital”, tan “amante” ... que se hace presente en todas las circunstancias de mi vida. Agradezco por situaciones, momentos, personas y lugares concretos. 4. Para terminar: Le expreso a Dios las palabras que me quedan resonando en el corazón. Oro en silencio, tranquilo y con confianza. María también experimentó por siempre el gran amor de Dios, en Nazaret, con su familia, en Belén, en Jerusalén y al pie de la cruz. Me identifico con María y oro al Señor con sus mismos sentimientos. 5. Evaluación de mi oración. Dedico unos minutos a evaluar. ¿Qué ha hecho Dios en mí, en este Ejercicio de oración? Palabra de Dios Jeremías 1,5 “Antes de formarte en el seno de tu madre ya te conocía; antes de que tú nacieras yo te consagré” 1 Juan 4, 7-12 Queridos, amémonos unos a otros, porque el mor viene de Dios; todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, ya que Dios es amor. Dios ha demostrado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos gracias a él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y envió a su Hijo para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados. Queridos, si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.