ENAMORARSE DEL AMOR

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ENAMORARSE DEL AMOR
Como personas dotadas de sentimientos y por el hecho de serlo, ya sea antes o
después todos acabamos enamorándonos. Amamos por instinto, sin saberlo o incluso sin
quererlo, pero nuestra naturaleza es sin duda más fuerte que nuestra voluntad. Caer
enamorado es, claro está, el proceso por excelencia del amor. Mas como bien se ha
demostrado a lo largo de la historia y recogido en magníficas obras, no es necesario el
contacto físico para que dos almas caigan rendidas o para que una sola lo haga. La
respuesta se encuentra en nuestra realidad social y en la historia que nos ha acontecido.
Si bien es cierto que en numerosas ocasiones el proceso de enamoramiento
comienza sin duda con el contacto visual, que genera a su vez un proceso en cadena en
el cual desde la curiosidad inicial se acaban desarrollando los cimientos del amor; no
siempre ha de ser así. Platón, uno de los padres de la filosofía, ya clasificaba hace unos
2400 años diversos tipos de amor: el del alma, el del cuerpo y un amor que hacía
referencia a la unión de los anteriores.
Así pues, en el primero de los anteriormente citados no hay necesidad alguna de
cualquier clase de contacto físico, puesto que aquel que se rinde al amor del interior de
una persona, como le ocurre a Roxane en “Cyrano de Bergerac” está preso del alma de
su amado. El aspecto físico, pues, quedad subordinado a la personalidad del sentir
interno, a los aptitudes que no se sitúan a flor de piel, sino tras ella. Este tipo de amor es
honesto y seguro, un amor cuya profundidad le otorga unos lazos más complejos de
quebrar al estar protegido de la superficie. Protegido de los percances físicos, a los que
de continuo estamos sometidos. Un ser enamorado de la misma alma supone una
entrega total al amado ya que como bien nos expone Carlos Barral “el amor como
gimnasia entre gente ocupada no me interesa”. Y por lo tanto este amor se vuelve noble
y se convierte en desinteresado.
No sólo podemos expresar que no hace falta el contacto físico para que la saeta
de Cupido, bien dirigida ejerza su función; volviendo la vista a lo ya sucedido. Miremos
a nuestro alrededor. Las sociedades cambian y sin lugar a dudas la nuestra puede ser ya
calificada de cibernética. Las redes sociales nos ponen en contacto, con un “clic”, con
gente de todo el mundo y páginas como “Meetic” despuntan como las más utilizadas.
Somos personas y amamos, amamos porque nos hace falta. Amar es más
hermoso que ser amado:”no ser amado es triste desventura, la verdadera desgracia es no
saber amar” nos recuerda Albert Camus. Todos sean cuales nuestras circunstancias,
poseemos el talento de amar.
Si amamos por naturaleza y no nos es impuesta la forma de relacionarnos
podemos pues contactar con otras almas, con otros mundos en la red. Podemos hablar,
contar nuestras aventuras y desventuras. Incluso podemos en nuestra moderna
correspondencia adjuntar fotos. Mas teniendo siempre presente que podemos ser
engañados, pues no existe certeza alguna de que la persona contactada sea quien dice
ser. Pero como enamorarse en alto grado no de nosotros mismos, sí podemos
enamorarnos con riesgos diferentes a los que encontraríamos en el contacto directo. Si
algún día llegamos a percibir el ardid sabremos que tomamos un riesgo que hoy muchos
están dispuestos a correr y que los sentimientos entregados se transforman en otros
mucho más dolorosos.
La semilla del amor y enamorarse reside en todos y es capaz de sacar lo más
bello de cualquier ser. Unos conviven con ella en su más profundo interior, otros bajo
la piel, pero todos ellos esperando, esperando sin saber. Hasta que un buen día llega la
primavera y la nata semilla se alimenta de este calor, que hace que medre y crezca
produciendo la más delicada flor. La cual no exige medios ni escoge la forma de
contacto, tan solo, siente.
Adrian López Alba.
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