La búsqueda de un criterio de verdad: la duda metódica. Descartes intentaba, ante la crisis escolástica, restablecer el edificio del saber sobre unas bases firmes y seguras. Hacía falta proponer nuevos fundamentos para levantarlo: un nuevo criterio de verdad y un nuevo método. Para encontrar ese criterio de verdad se inspiró en los argumentos escépticos, así desarrolló su duda metódica. ¿En qué consiste y cuáles son sus objetivos? Se planteó como objetivo la búsqueda de unos primeros principios evidentes e indudables que superasen las objeciones escépticas y sobre los cuales se pudiera construir con toda seguridad el edificio de la filosofía y de la ciencia. Pero antes, debía someter todo lo conocido a examen para ver si tenía validez o no, quería eliminar todas las opiniones y falsas creencias derivadas de la educación recibida, para poder comenzar de nuevo desde una nueva base y establecer algo firme y constante en las ciencias (pensaba que todos debemos someter a examen crítico todo lo aprendido y considerado como verdadero). ¿Cómo se lleva a cabo? Intentar revisar todo lo adquirido es imposible, es mejor dirigir mi duda contra los fundamentos en que se basan esos aprendizajes, no hace falta demostrar que todos son falsos sino que basta con hallar el más pequeño motivo de duda para rechazarlos, sólo así nos aseguramos de que lo que se mantenga como verdadero lo sea de modo seguro: la única manera de superar el escepticismo radical es serlo tú mismo. ¿Por qué es una duda metódica? La duda de Descartes es metódica porque se aplica de manera sistemática, empezando por un criterio de duda, una razón que permita dudar de un conocimiento que tenemos. Pero por sí solo no acabará con nuestras certezas y hallaremos conocimientos que se resistirán, que este criterio no nos permite poner en duda. Entonces propone un criterio más potente que nos hace dudar, así sucesivamente hasta comprobar si queda algún conocimiento indudable. ¿Qué criterios de duda se aplican y qué conocimientos se ponen en duda? Siguiendo el orden de sus “Meditaciones metafísicas”, los pasos que se hacen en su aplicación sistemática son estos: 1) la duda de la información que nos proporcionan los sentidos: es la primera y la más obvia razón para dudar de nuestros conocimientos, radica en el hecho de que los sentidos a veces nos engañan y nos podemos fiar. ¿Qué certeza tenemos de que nos inducen siempre al error? Es probable que no siempre es así, solo basta con la más pequeña duda para hacer del conocimiento algo no absolutamente fiable, así podemos deducir que tal vez las cosas no son como nos las muestran los sentidos pero no por eso podemos dudar de que existan; 2) la dificultad para distinguir la vigilia del sueño: esta sospecha abierta nos permite cuestionarnos la existencia del mundo material (las cosas) y que este sea la causa de las ideas o percepciones que tengo en mi mente. Pero también nos permite dudar de la existencia de mi propio cuerpo (como parte de este mundo material). Sin embargo, aún hay verdades que se mantienen con igual grado de certeza en el estado de vigilia y en el del sueño: las verdades matemáticas, y 3) la hipótesis del genio maligno: es la más radical, si Dios permite que me engañe a veces, no es posible que al razonar me engañe siempre, hasta cuando estoy más absolutamente seguro, como en el caso de las verdades matemáticas?. La hipótesis del genio maligno se formula así: “no es posible que en lugar de Dios exista un ser infinitamente poderoso e inteligente cuyo afán no sea otro que hacer que me confunda y engañe incluso hasta cuando estoy más seguro de mis razonamientos. Es posible que no exista, pero, ¿y si existe?” No tengo seguridad de que no exista, por eso puedo dudar absolutamente de todo lo que antes estaba completamente seguro, así puedo dudar de las verdades matemáticas, de la misma existencia de Dios y de su veracidad. La duda metódica en el “Discurso del método”. En la cuarta parte del “Discurso del método” se hace un resumen simplificado de la duda metódica, pero cambiando algunos pasos. Se inicia con la duda sobre los sentidos, después la duda sobre la posibilidad de errar en los razonamientos y al final el derivado de la dificultad de distinguir entre la vigilia y el sueño. La diferencia más importante es la planteada respecto a la argumentación que nos lleva a dudar de la fiabilidad de la razón, que en las “Meditaciones metafísicas” es más radical al introducir la hipótesis del genio maligno. En el “Discurso del método”, al limitarse en constatar que podemos equivocarnos al razonar en nuestras demostraciones, no llega a poner en cuestión la existencia y la verdad divinas. ¿Qué hay que hacer al descubrir que no hay ningún conocimiento seguro? Llegados a este punto, no hay nada seguro en el conocimiento humano, no hay ninguna cosa que no nos ofrezca duda, estamos ante un escepticismo radical. Descartes nos dice que si queremos encontrar algo seguro y constante en las ciencias, hemos de suspender el juicio (epokhé) sobre esos pensamientos y no darles crédito, hay que persistir en la duda y recordarlo continuamente porque la fuerza de la costumbre nos hace caer en el error y el hábito nos inclina a caer en antiguas opiniones. Esta suspensión del juicio se aplica sólo al pensamiento y a la meditación, nunca a la acción porque en ese ámbito no se vacila y se rige por otras leyes de la moral provisional. ¿Qué utilidad puede tener esta duda tan radical? Esta incerteza nos libera de los prejuicios y acostumbra nuestro espíritu a alejarse de los sentidos, principal fuente de error. Además, hace que no podamos dudar de lo que después descubrimos como verdadero, la exigencia hará que si encontramos alguna verdad esta será absolutamente cierta e indudable. El hallazgo de la primera certeza y la formulación del criterio de verdad. Después Descartes reprende su duda y se centra en el “yo”: Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que sin estos no puedo ser? Si no hay nada en el mundo, yo tampoco existo? así encuentra su primera afirmación indudable: “si pienso alguna cosa, es porque soy…”. Puedo dudar de todo “lo que pienso”, pero no de que pienso, la duda puede afectar al contenido del pensamiento pero no al pensamiento mismo, y si pienso es porque existo: “pienso, entonces existo (cogito ergo sum)”, así obtiene su primera certeza: “yo pienso, yo existo”. Podría ser que al razonar de este modo me estuviera engañando por acción del genio maligno, pero eso no sería posible si yo no existiera, por tanto existo. Esta primera verdad supera el criterio de duda más fuerte establecido, y se presenta como una verdad absoluta e indudable, además de darle el criterio de verdad que buscaba y deviene el modelo de toda su certeza posterior: 1) criterio de verdad: “lo que mi razón concibe como claro y distinto será verdadero”, 2) modelo de “evidencia racional”: con el mismo grado de certeza y claridad que nos impone la primera verdad, así se nos imponen los demás tipos de verdad. Así, con el primer principio (existo) y el criterio de verdad, Descartes se propone levantar el edificio del saber de manera sólida y fundamentada. La reconstrucción del saber desde bases seguras. Intenta reconstruir todo el saber partiendo solo de la constatación de la propia existencia y usando el criterio de verdad establecido, Descartes se propone comprobar qué conocimientos de los que tenía antes se podían recuperar. ¿Qué soy yo? ¿Qué soy yo?. “Ya sé que soy, pero aún no sé con claridad lo que soy..”. Para investigarlo examina lo que creía ser: un ser compuesto de cuerpo y alma, y repasa los atributos respectivos que siempre había supuesto: 1) respecto al cuerpo descubre que la tesis del genio maligno le permite dudar de todos los atributos, los conoce a través de los sentidos que están en constante duda; 2) respecto al alma, ve que de algunos puede dudar, p.ej, nutrirse, crecer o caminar, que eran las funciones que Aristóteles atribuía al alma sensitiva y vegetativa, pero existe uno indudable: el hecho de pensar. Así llega a la segunda verdad: “No soy más que una cosa que piensa, un Entendimiento o una Razón”. Esta cosa que piensa (res cogitans o sustancia pensante) que Descartes identifica con el alma es concebida como diferente e independiente del cuerpo (res extensa) y más fácil de conocer que este. A continuación, deduce las acciones propias de la “res cogitans”, el alma es sujeto de las siguientes actividades: dudar, concebir, afirmar, negar, querer y no querer, imaginar y sentir, todas se dan en el pensamiento y tienen la misma certeza que la primera verdad, superan la tesis del genio maligno y la distinción entre la vigilia y el sueño. Como sucedía en el pensamiento, los contenidos de la imaginación o la sensación pueden ser engañosos, pero no lo es la existencia de la actividad de estas facultades, puedo dudar que lo que imagino o siento sea real, pero no que estoy imaginando o sintiendo. ¿Cómo podría lograr nuevas certezas? Ya sabe lo que es, ahora se plantea como podría tener nuevas certezas y por eso hace un repaso de lo que había dudado: a) que la realidad sea tal y como nos la muestran los sentidos (que haya un parecido entre nuestras ideas y las cosas); b) que exista un mundo material (donde se incluye nuestro cuerpo) como causa de nuestras ideas; c) la validez de las verdades matemáticas, si no es por la hipótesis del genio maligno sería indudable, ya que tienen el mismo grado de certeza que la primera verdad; y d) que Dios exista y sea veraz. Trata de someter a análisis cuales son ciertas y cuáles no, mientras se mantenga la tesis del genio maligno será imposible establecer otra certeza, por eso debemos eliminarla y primero debemos demostrar que Dios existe y es veraz (no quiere que me engañe cuando pienso con corrección). El camino pasa por analizar los contenidos del pensamiento y ver si, partiendo de estos, podemos lograrlo. Los tipos de ideas Descartes parte de una evidencia: pensamos ideas, pero no todas parecen ser iguales; su origen, realidad y fiabilidad parecen diferentes. Establece la siguiente distinción, aunque siempre es hipotética hasta que no se establezca la existencia del mundo extramental: 1) ideas adventicias: me muestran mis sentidos y parecen proceder de fuera de mí (del exterior? del mundo extramental o material?), p.ej, la sensación de un ruido, del sol o el calor; su realidad o fiabilidad es puesta en duda porque los sentidos no son fiables; 2) ideas factícias: inventadas o producidas por mí, como cuando combino dos ideas formo la idea de sirena o quimera; en este caso su realidad y fiabilidad no tienen valor porque sabemos que son mera ficción de mi imaginación; y 3) ideas innatas: parecen haber nacido conmigo, forman parte de mi naturaleza, están en mi pensamiento y se me imponen por sí mismas de modo inmediato y evidente; p.ej, la idea de pensar, existir, infinitud o perfección. Como son las únicas que me dan fiabilidad, son las que me permitirán reconstruir el conocimiento. Las demostraciones de la existencia de Dios. En sus dos obras, Descartes hace hasta 3 demostraciones diferentes de la existencia de Dios, de las cuales la tercera es la más célebre. En estas parte de siempre de la evidencia de que poseemos en nuestra mente la idea de un ser sumamente perfecto e infinito que identifica con Dios (sustancia infinita). Esta idea no puede ser adventícia porque nunca he tenido su conocimiento a través de los sentidos, ni tampoco facticia porque considera que es imposible que alguna cosa imperfecta y finita (yo) pueda engendrar la idea de algo perfecto e infinita (Dios). Deberá ser una idea innata porque nos ofrece una realidad y fiabilidad más grande. A partir de aquí hace las 3 demostraciones. 1) Argumento gnoseológico: prueba a partir de la presencia en nosotros de lo que es perfecto e infinito: Descartes parte de dos supuestos básicos en sus dos primeras demostraciones, el primero es que debe haber al menos tanta realidad en la causa como en el efecto (de donde puede sacar el efecto su realidad si no es de la causa); el segundo es que lo más perfecto, lo que posee más realidad, no puede provenir de lo que es menos perfecto: “Las ideas son en mí como cuadros o imágenes, que pueden ser fácilmente copias defectuosas de las cosas, pero en ningún caso pueden contener nada más grande o más perfecto que estas”. La primera demostración parte de que yo tengo en mi mente la idea de lo que es perfecto e infinito, pero como no soy ni perfecto ni infinito no puedo ser la causa. Su causa ha de ser algo que sea perfecto e infinito en sí mismo, o sea, Dios. Dios existe y es la causa de que posea en mí la idea innata de un ser perfecto e infinito; 2) Argumento de la causalidad: prueba a partir de la imperfección y la dependencia de mi ser: parte de la evidencia de que existe y que posee en la mente la idea de un ser sumamente perfecto e infinito (demuestra que es ser imperfecto) y se pregunta que si Dios no existe: ¿De dónde recibimos nuestra existencia? y considera las diferentes posibilidades. Si fuera el autor de mi ser, causa de mí mismo, me habría dado todas las perfecciones que puedo concebir (las de Dios), sería yo mismo perfecto y eso no pasa. Después se plantea la posibilidad de haber sido causado por sus padres o por una causa menos perfecta que Dios, pero debe haber tanta realidad en la causa como en el efecto, sea cual sea ésta ha de ser una cosa que piense y que posea en sí la idea de todas las perfecciones de Dios. Se pregunta de nuevo de quién recibe su ser, si es de la causa misma ha de ser Dios, sino debe encontrar la causa en una causa anterior, como esto no puede prolongarse hasta el infinito debe encontrar una causa última que sea causa de sí misma, que piense y posea esa idea, y ésta ha de ser Dios; y 3) Argumento ontológico: prueba a partir de la definición de la idea de Dios: está inspirada en el argumento ontológico de San Anselmo. Geómetras y matemáticos no pueden concluir en sus demostraciones, que son las más acertadas al reflexionar sobre sus objetos, por más evidentes y correctos que sean, la existencia de ninguno de estos, pero no pasa idem con la idea de Dios. En esta tercera demostración parte de la idea innata de Dios como ser sumamente perfecto y de la aplicación del criterio de verdad. Si yo encuentro una idea innata en mi entendimiento, todo lo que conciba clara y distintamente en ésta le pertenecerá efectivamente. Analiza la idea de Dios y concluye que no es concebible que a la idea de un ser sumamente perfecto le falte una de las perfecciones (existir). Así, le pertenece a la esencia del ser sumamente perfecto la cualidad de la existencia; en Dios la existencia es inseparable de su esencia, como es inseparable de la esencia de un triángulo que la suma de sus ángulos equivalga a la de dos ángulos rectos, o es inseparable de la idea de montaña la idea de valle. Así demuestra que Dios existe. Eliminación de la hipótesis del genio maligno. Como Dios es sumamente perfecto y engañar es una imperfección, Dios es veraz y no quiere que me engañe cuando algo se presenta en mi espíritu como claro y distinto, así queda restablecida la verdad en el ámbito de las matemáticas con Dios como garante de la evidencia racional. Cuando mi razón actúa rectamente, siguiendo el criterio de verdad y el método, sus resultados son verdaderos, aunque a veces erre. Los errores dependen de la intervención de dos facultades: la de conocer (entendimiento) y la de elegir (voluntad); la primera nos hace concebir o entender las ideas de las cosas. El juicio, que las dude, afirme o niegue, depende de la segunda. Un hecho esencial de la voluntad es que Dios ha hecho que sea libre, nuestra libertad de aceptar o no lo que el entendimiento concibe hace posible el error; poseemos una cierta facultad de juzgar que hemos recibido de Dios, que no quiere que nos engañemos, si hacemos un buen uso no nos equivocaremos sino erraremos. La demostración de la existencia del mundo extramental. Descartes constata que si disponemos de una facultad pasiva que nos permite recibir las ideas (sentir), debe haber alguna facultad activa que sea capaz de formar y producir estas ideas recibidas. Es la pregunta por el origen de las ideas que había llamado adventicias. Que esta facultad activa no está en mí lo deduzco del hecho de que estas ideas no responden a mi voluntad (aparecen independientemente de mis deseos y no tengo poder sobre estos). Pueden proceder de Dios, pero si la mayoría de seres humanos tenemos la fuerte inclinación a creer que proceden de las cosas materiales, y Dios es perfecto y veraz, es imposible que quiera que nos engañemos todos pensando que es realmente así. Por tanto, el mundo material (res extensa o sustancia extensa) existe. La veracidad divina garantiza que mis ideas (adventicias) estén causadas por las cosas materiales, pero no que éstas sean tal como las percibimos por los sentidos; la duda que se planteó sobre los sentidos no se podrá suprimir, eso nos conduce al análisis del conocimiento humano en Descartes. Los límites del conocimiento: el mundo como representación. ¿En qué medida las ideas son un reflejo de las cosas? Restablecido el saber sobre nuevas bases firmes según Descartes, persiste la desconfianza en la información que nos dan los sentidos. ¿Las cosas son tal como las percibimos? Él diferencia entre: a) las cualidades primarias: al ser conocidas por la razón y ser cuantificables (matematizables), se nos muestran clara y distintamente; así Dios garantiza que pertenecen a las cosas, que son objetivas. Son la magnitud, la figura, el nombre, la situación, la duración y el movimiento; b) las cualidades secundarias: al ser conocidas por los sentidos (cualitativas), no podemos tener certeza de las mismas ni asegurar que pertenecen a las cosas, sino que son subjetivas y son producto o afección de los sentidos. Son los colores, los olores, los sonidos, los sabores, etc.,. Conocemos las ideas, no las cosas: el mundo como representación. La duda metódica tiene efectos en la posterior teoría del conocimiento, por primera vez se duda de que nuestras ideas (nuestro conocimiento de la realidad) sean una copia fiel e idéntica de lo que son las cosas. Esta idea, hasta entonces válida, se corresponde con una concepción ingenua del conocimiento: realismo gnoseológico. Descartes introduce aquí la idea del mundo como representación, nuestro conocimiento es una representación mental de la realidad. En este “volver a hacerse presente del mundo” en nuestra mente ya no hay seguridad sobre si esta representación es copia fiel o no, ni cómo refleja o no la realidad de las cosas. Hay entonces una evidencia: tenemos ideas en la mente (idealismo cartesiano) y de éstas sólo las cualidades primarias reflejan fielmente el ser de las cosas (realismo moderado). La filosofía adquiere conciencia del sujeto y de su tarea mediadora en el conocimiento, Descartes plantea en su duda metódica unos interrogantes sobre el origen de las ideas (si se parecen a las cosas, si hay realidad extramental) que serán inevitables para la filosofía posterior. Cree haber aportado certezas y seguridades, pero los filósofos continuarán metiéndose en estas cuestiones y señalarán mejor los límites del conocimiento humano. El origen y la constitución del conocimiento: el método. Para acabar de describir la teoría del conocimiento cartesiana, abordamos el segundo pilar para construir el edificio del saber: el método (que nos señala los pasos para poder elaborar un conocimiento cierto). Los presupuestos gnoseológicos del racionalismo moderno. La teoría del conocimiento del racionalismo moderno se caracteriza por tres hechos esenciales: 1) menosprecio de la información sensorial: se puede llegar a conocer la realidad sin recurrir a la información que nos dan los sentidos, incluso apartarse de ellos porque nos induce al error. El pensamiento por sí mismo, y al margen de una experiencia sensible, es capaz de descubrir la estructura de la realidad, 2) innatismo: hay un conjunto de ideas que nacen con cada ser humano y forman parte de la estructura de su propia racionalidad. Las ha puesto Dios en nosotros al nacer y son el punto de partida de todo conocimiento, sólo hay que pensar correctamente para poder conseguirlas y 3) las matemáticas como ideal del modelo del saber riguroso: estas verdades innatas constituyen primeros principios a partir de los cuales y mediante razonamiento (deducción) se puede construir el edificio entero del saber humano. Sigue como modelo del saber riguroso el de las matemáticas (more geometrico) tal y como aparece en los “Elementos” de Euclides. La capacidad para conocer es muy parecida en todos los seres humanos, lo que los distingue es la manera de aplicarlo: “No basta tener el espíritu bueno, sino que lo principal es aplicarlo bien”. El método asegura un buen uso de la razón para avanzar en el conocimiento de modo sistemático, firme y seguro. Cuando usamos rectamente la razón: los tipos de conocimiento. 1) Intuición: “luz natural” de la razón mediante la cual ésta capta de modo inmediato un concepto simple. Es una verdad que la razón concibe clara y distintamente, que se nos impone (evidencia) y en la que no hay posibilidad de duda (certeza absoluta): “Pienso luego existo”. No confundirlo con la percepción sensible, el juicio o la deducción; 2) Deducción: partimos de certezas obtenidas por intuición y nos basamos en la memoria, de modo mediato captamos por intuición las conexiones entre conceptos simples y otros en un movimiento continuo de la razón. Al basarnos en la memoria puede existir el error, pero será tan segura como la intuición siempre que parta de principios ciertos. p,ej, partimos de la idea de un ser sumamente perfecto (intuición) y recordamos que existir es perfección (intuición). Deducimos que el ser sumamente perfecto existe (captamos por intuición que una idea pertenece a otra y las conectamos entre sí). Cómo podemos asegurar el avance: las reglas del método. Como se trata de definir los pasos que se deben seguir para establecer todo tipo de conocimiento riguroso, podemos imaginarnos que nos enfrentamos a un problema matemático, físico o personal complejo, p.ej, calcular el área de una figura. -Regla I. Enunciación del criterio de verdad: regla introductoria en la que se establece la evidencia racional como criterio de verdad (no aceptar como verdadero nada que no se presente en mi razón como claro y distinto), a su vez señalan las precauciones que se deben tomar para no caer en el error: se debe evitar la precipitación (aceptar como verdadera alguna cosa antes de que podamos saber con evidencia que lo es) y la prevención (no aceptar como verdadera ninguna cosa que ya se nos presenta clara y distinta). -Regla II. Análisis: regla básica para abordar todo problema de modo eficaz. Hemos de descomponer las cuestiones complejas y difusas en elementos más simples que podamos entender y resolver con más claridad. Este proceso tiene un límite: cuando logramos los conceptos que pueden ser captados por intuición. Estos se convertirán en los átomos del conocimiento a partir de los cuales podemos resolver el problema. En el ejemplo, descompondríamos la figura en formas geométricas que sepamos calcular directamente y calcularíamos el área de cada una de éstas. -Regla III. Síntesis: partiendo de conceptos simples (captados con certeza mediante la intuición) y de un modo ordenado, hay que remontarse a las cuestiones más complejas mediante la deducción: intuyendo las conexiones entre estos y relacionándolos, esto nos permitirá pasar de la seguridad de los conceptos simples a las cuestiones complejas. En el ejemplo, sumaríamos cada una de las áreas, previamente calculadas, para lograr la suma total. -Regla IV. Enumeración: tiene la función de revisar y corregir los posibles errores que se hayan podido producir. Hace falta examinar con sumo cuidado la cadena deductiva para estar seguros de no haberse olvidado nada y no haber hecho ningún paso de modo incorrecto. Se comprueba la corrección en la unión de cada eslabón en un “movimiento continuo ininterrumpido del pensamiento” para poder evitar que la debilidad de la memoria nos haga pasar algún error desapercibido. En el ejemplo, revisaríamos que la suma esté bien hecha y que no nos hayamos olvidado ninguna de las partes a sumar. El problema de la realidad en la metafísica racionalista. La realidad como sustancia. ¿Qué es la realidad para Descartes? igual que para Aristóteles o la escolástica la realidad es sustancia. Sigue teniendo el sentido de lo permanente (sustrato) aunque cambian los accidentes y que hace que una cosa sea lo que es (esencia), pero este término adquiere nuevos significados: si en Aristóteles se refería al ser individual y concreto, en Descartes designa “una realidad que existe de tal modo que no necesita ninguna otra realidad para existir”(Principios de filosofía I, 51). En su proceso de reconstrucción del saber, había demostrado la existencia de tres realidades diferentes: a) el alma o yo (res cogitans), b) Dios (res infinita) y el mundo material (res extensa), pero aplicando la definición que nos da, sólo una lo es propiamente: Dios, porque es el único ser cuya esencia implica la misma idea de existencia (argumento ontológico) y para existir no necesita nada más. Las otras dos sólo podrán ser sustancias por analogía (comparación), ya que para existir necesitan a Dios, de quien dependen la creación y la conservación. Descartes acentúa la idea de independencia, de no necesitar otra realidad para existir porque quería separar y señalar la independencia mutua del alma (sustancia pensante) y el mundo material (sustancia extensa). Defendía un mundo regido por el mecanicismo y el determinismo, pero como era filósofo cristiano quería mantener la posibilidad de la libertad en la acción humana (sin ésta la acción moral pierde sentido). Quería salvar el pensamiento del determinismo mecanicista y por eso estableció la mutua independencia de estas dos realidades sujetas a diferentes dinámicas (determinismo/libertad), el problema surgirá cuando quiera explicar la relación entre cuerpo y alma en el ser humano. La ontología cartesiana: las tres sustancias. ¿Cuáles son las características de las tres sustancias? Primero hemos de distinguir entre sus atributos (esenciales) y sus modos (no esenciales). El atributo de la sustancia pensante es el pensamiento, sin el cual ésta no se puede concebir; pero sus modos, de los que forman parte las facultades de imaginar o sentir, no son necesarios para concebir la sustancia, y a la vez no pueden ser concebidos si no residen en la sustancia; lo mismo sucede con la sustancia extensa y sus modos. Veámoslo en detalle: 1) sustancia infinita: Dios- es la única sustancia hablando con propiedad, no es creada, es independiente absolutamente y sumamente perfecta. Sus atributos son: infinitud, eternidad, inmutabilidad, omnisciencia y omnipotencia. No tiene modos.; 2) sustancia pensante: yo o alma-sustancia por analogía, es creada, depende de Dios y es independiente de la “res extensa”, es finita e imperfecta. Su atributo es el pensamiento y en ella rige la libertad. Sus modos son el entendimiento y la voluntad, los cuales se analizan en este cuadro: 3) sustancia extensa: mundo material o cuerpos- sustancia por analogía, es creada, depende de Dios, es independiente de la “res cogitans”, es finita e imperfecta. Su atributo es la extensión (cosa extensa en longitud, ancho y profundidad) y está regida por la necesidad (determinismo). Sus modos son cualidades primarias: magnitud, figura, número, situación, duración (tiempo) y movimiento. Las cualidades secundarias, conocidas por los sentidos, no pertenecen a las cosas (son subjetivas). El problema del ser humano y la moral. El dualismo antropológico cartesiano. Descartes piensa que el ser humano es un compuesto de cuerpo (res extensa) y alma (res cogitans), pero añade novedades. Las diferencias entre el ser humano y el resto de animales. En primer lugar, el ser humano es un ser singular y el único en el cual ambas sustancias se muestran unidas. Es el único animal capaz de pensar, hasta los animales superiores (monos) se rigen por rutinas y patrones limitados. Si a eso le unimos el hecho de que no poseen un lenguaje que vaya más allá de ruidos que usan para expresar sus estados corporales, podemos concluir que les falta inteligencia, son concebidos como sola extensión y sus movimientos obedecen a causas puramente mecánicas como autómatas. En segundo lugar, su concepción del alma no sigue la tradición que la entendía como principio vital o del movimiento, no es lo que da vida al ser humano o mueve el cuerpo. La diferencia entre un ser vivo y uno muerto (inerte) es mecánica, como entre un reloj en movimiento y otro parado. Así, Descartes se desmarca de Aristóteles y piensa que los animales no tienen alma aunque tengan movimiento. La relación entre el cuerpo y el alma. Esta cuestión es fundamental para Descartes, el problema deriva de que son dos sustancias totalmente diferentes (una material y otra inmaterial), independientes y regidas por principios contrarios (mecanicismo y determinismo/libertad). Esta independencia tiene dos funciones principales: salvaguardar la libertad del alma, sin la que la acción moral no tiene sentido y que el hecho de pueda existir sin necesidad de del cuerpo posibilita plantearse su inmortalidad. En su “Tratado de las pasiones”, intenta solucionarlo. Quiere explicar cómo puede mover el cuerpo de modo voluntario y, a la vez, cómo el alma puede ser afectada por los cambios y las necesidades que se producen en el cuerpo. El alma está en todas las partes del cuerpo, menos en un lugar del cerebro en el que se produce especialmente la interacción entre ambas sustancias:”la glándula pineal”: en ella hay un tenue fluído, “los espíritus animales”, que fluye por los nervios y sirve para trasladar la información desde ésta hasta el resto del cuerpo y viceversa. Las sensaciones, las percepciones, los sentimientos y las pasiones son estados del cuerpo transmitidos al alma mediante esta glándula. Cuando se producen en alguna parte del cuerpo, se transmiten a través del sistema nervioso mecánicamente mediante los “espíritus animales” a la glándula que se agita y afecta al alma. De manera inversa, nuestras acciones voluntarias resultan de un acto intencional del alma, que mueve la glándula y ésta, a la vez, afecta al movimiento de los “espíritus animales”, que cambian su dirección camino de la parte del cuerpo que queremos mover. El resto de acciones humanas involuntarias, como el latido del corazón, la digestión, etc., obedecen a causas puramente mecánicas, en esto somos iguales al resto de animales. La moral provisional cartesiana. Los sentidos y la finalidad de la moral provisional cartesiana. En el momento más crítico de la duda metódica, cuando todo había sido puesto en duda y parecía que nada se podía saber con seguridad, Descartes indicaba que esta incerteza se debía aplicar sólo al terreno del pensamiento, pero no al de la vida práctica (la acción). En el ámbito de la acción moral nos propone las reglas de la “moral provisional”, que debe servir para guiar nuestras acciones mientras no se puedan restablecer las verdades y elaborar una nueva moral racional. Es una moral provisional, pero en su sentido literal (“morale par provision”) también significa una moral de “provisión”, que nos provee o nos da un conjunto de normas prácticas para evitar la indecisión (quedarnos paralizados por la duda) y hacer posible un modo de vida lo más feliz posible (eudemonismo). En éstas sólo se combina un conformismo social con las ideas derivadas de la influencia recibida de la moral estoica y el intelectualismo moral socrático. Descartes parece curarse en salud porque su duda metódica no se interprete como modo de justificar actitudes libertinas o licenciosas, por eso defiende el conformismo social, la moderación, y el hecho de acomodarse a las circunstancias en cada caso. Aquí se critica la vacilación y la falta de determinación en los actos. Aunque estemos en el terreno de la probabilidad y no de la certeza, no podemos cambiar continuamente de opinión o criterio. Si lo hacemos, nos arrepentiremos constantemente o tendremos remordimientos porque lo que nos parecía bien ahora no nos lo parece. Hay que evitar ser dudoso, ser firmes y decididos nos evitará estos sentimientos desagradables. ¿Qué es más fácil de cambiar, nuestros deseos o el orden del mundo?. Debemos ser conscientes de nuestros límites y del orden de la naturaleza que el ser humano no puede cambiar. Hemos de obrar lo mejor posible, pero siempre desde la conciencia de que allí donde no nos es posible llegar no llegaremos. La moral estoica señala que hay cosas que están fuera de nuestro alcance y aceptarlo serenamente y resignadamente es la única manera de poder ser felices. Finalmente, añade unas apreciaciones inspiradas en el intelectualismo moral socrático, el fin último y mejor para el ser humano es dedicar la vida a la búsqueda de la verdad, a “cultivar la razón” para llegar mediante ésta a aprender a juzgar correctamente (racionalismo moral) y así adquirir la virtud. Conocer el bien equivale a practicarlo (intelectualismo moral) y su ejercicio da como resultado el bien y la felicidad del individuo.