Subido por Evangelina Collins Ruiz

DIEZ PILARES DE LA EDUCACION EN ISRAEL

Anuncio
DIEZ PILARES DE LA EDUCACION EN ISRAEL
1. La vocación innata del pueblo judío
Nada se entiende sin la innata vocación del pueblo judío –especialmente el
originario de Europa-, fruto de su larga peripecia y muy a menudo dramática historia,
en favor del estudio y la educación como bases del actual sistema educativo israelí.
El 22 % de los galardonados con un Premio Nóbel son judíos, cuando ellos sólo
componen el 0,2 % de la población mundial. Claro está que no todos los judíos son
israelíes, sin embargo Israel posee 11 premios Nóbel desde 1948 hasta el momento
presente, cifra nada despreciable cuando hoy en día sólo cuenta con 7,5 millones
de habitantes, una población similar a la de Cataluña. De todas formas, dado que
no existe ningún gen judío ni se diferencian en nada intelectualmente del resto de
los humanos, la razón debe buscarse en factores culturales y en los valores de la
cultura judía a favor del estudio.
2. Un método de sobrevivir
El nuevo Estado no se construyó sobre la nada en el 1948 en cuanto a educación.
El pueblo judío residente en Israel había construido ya una fuerte red educativa bajo
la ocupación turca y el mandato británico pero también en las peores condiciones
como fue durante el Holocausto acaecido en Europa (1940-1945). Dos ejemplos
significativos nos lo demuestran. En 1884 ya se propuso crear una universidad
judía. Recaudando fondos en EEUU, en abril de 1925 abrió sus puertas la
Universidad Hebrea de Jerusalén. Albert Einstein, judío alemán, dictó la clase
inaugural, 23 años antes del nacimiento del propio Estado de Israel. Un segundo
ejemplo, este dramático: durante el Holocausto la vida en los guetos judíos era
espantosa, con muerte y miseria constante; pero los judíos organizaron su propio
sistema educativo, que aunque prohibido por los nazis continuó funcionando en la
clandestinidad. Pese a ello, los niños aprendían hebreo y yiddish, matemáticas y
también canto y trabajos manuales. Se organizaban ensayos teatrales y clases de
nutrición. Los judíos mayores de edad podían pasar la prueba de bachillerato. Como
los niños desnutridos tenían dificultades para atender, las clases no superaban los
20 o 30 minutos, cantando mucho y con ejercicios sencillos. La comida llegaba
después de las lecciones impartidas. Lo sorprendente era que el nivel educativo
siguió siendo muy alto ante la misma antesala de la muerte segura para todos ellos.
El nuevo Estado creado en 1948 no ha sido ajeno a una historia que ha calado
profundamente en la psicología colectiva que asume la educación como uno de los
fundamentos claves del país y su desarrollo. Por ello, se considera al sistema
educativo israelí como uno de los mejor valorados del planeta y sólo se entiende
ello porque para la ciudadanía y los sucesivos gobiernos (de izquierdas, centro o
derecha), la educación es la continuidad de un legado histórico pero también la
clave para el futuro y desarrollo del país, especialmente en el campo científico y
técnico. La educación es el enlace entre el pasado, el presente y el futuro. Como ha
afirmado el Dr. Shuki Gleitman, uno de los mayores expertos en la industria
tecnológica israelí, “el origen de esta capacidad es debido al carácter nacional. Aquí
la improvisación es algo positivo, las discusiones son constantes, los israelíes son
inconformistas y son curiosos”. Y añadía en 2010: “hay un chiste muy descriptivo
sobre la diferencia entre un ingeniero estadounidense y uno israelí. El primero se
lee las instrucciones por completo antes de encender la máquina, mientras que el
israelí directamente enciende la máquina y sólo si algo falla se lee el manual”.
3. Multicultural por naturaleza
En el Israel actual la escuela obligatoria es de 6 a 16 años y gratuita hasta los 18.
No obstante la educación primaria se inicia ya a la temprana edad de 1 año y sigue
hasta los 6. Israel es, sin embargo, una sociedad multicultural, a diferencia de otros
países exitosos en educación como Finlandia o Corea del Sur, prácticamente
uniformes en cuanto a sus ciudadanos. Este factor es a su vez una debilidad y una
fortaleza pues su gestión no es nada sencilla.
La escuela israelí está dividida en cuatro grupos: la escuela estatal, mayoritaria, la
escuela estatal religiosa, dirigida a los estudios judíos y la religión, las escuelas
árabes y drusas, con enseñanza en árabe y con énfasis en el estudio de la historia,
cultura y religión árabe y drusa y las escuelas privadas. Ello es una fortaleza
innegable, pero también comporta flaquezas, por la enorme dificultad de compartir
culturas y tradiciones de judíos de más de 100 orígenes diferentes y la minoría
árabe-israelí que supone el 20% de la ciudadanía.
4. Casi la mitad de israelíes es inscrita en una de sus nueve universidades
públicas
El papel de la enseñanza superior es clave en el desarrollo del país. El sistema
universitario goza de libertad académica y también administrativa. Con 7,5 millones
de habitantes, Israel cuenta con 9 Universidades: la Hebrea de Jerusalén –la más
antigua-, el Tejnión-Instituto Tecnológico-, la de Tel-Aviv, la de Bar-Ilán, la de Haifa,
la Ben-Gurión, en pleno desierto del Néguev y el Instituto Weizmann, a la que se
une la Open Universitiy a distancia. Debemos destacar que la mayoría de los
estudiantes que se inician en la Universidad tienen ya una edad muy madura, a
partir de 21 años por lo general, debido a los tres años de servicio militar que deben
cumplir los hombres y los dos años que sirven las mujeres. Aún así, el 45 % de la
población israelí cuenta con estudios universitarios.
5. Israel se encuentra entre los mejores en educación del mundo
Pese a ser un país casi siempre en guerra o en conflicto latente, el gasto público en
educación es muy elevado. Una característica similar a Corea del Sur y con
resultado igualmente exitoso. Desde 1999 se sitúa en casi el 8 % del PIB. No
obstante, se observa un cierto retroceso fruto de la política neoliberal vigente. Sin
embargo, según la OCDE el 45 % de la población tiene un nivel altamente educado
(esto es, posee una educación superior a la secundaria), tras Canadá con un 50%.
Israel supera a EEUU, Corea del Sur, Noruega, Reino Unido, Australia, Finlandia y
Nueva Zelanda, que completan los diez primeros lugares. El 92% de la población
ha superado la graduación en secundaria –superior a la media de la OCDE-. A ello
se une una amplia formación en idiomas, al finalizar la formación secundaria:
conocimiento pleno del hebreo –y en mucha menor medida del árabe-, del inglés y
del idioma originario del país de origen del israelí o de su familia (el español es
ampliamente hablado –entre 100 y 200 mil ciudadanos y cerca de un millón que
conocen el ruso). Tres idiomas aprendidos de forma “natural” a los cuales se une
algún otro a lo largo de la vida académica, como el árabe, el francés, el alemán o
alguno de los países emergentes.
6. Financiar la educación no presenta problemas, por ahora
La financiación no es un elemento menor en la educación israelí. Todos los
gobiernos han apostado por ella. En el 2009, se invirtió el 7,2 % del PIB –inferior al
casi 8% del 1999-. Sin embargo, el porcentaje sigue siendo muy elevado. La reforma
del sistema educativo denominada Ofek Hadash (Nuevo Horizonte) supuso una
mejora de la remuneración de los maestros y profesores, y por consiguiente, en la
calidad de la educación de los jóvenes no universitarios. Entre 2005 y 2010, los
salarios de los maestros de primaria se incrementaron un 32 % mientras que en la
secundaria fue sólo de un 8 %. Y aunque la diferencia parezca importante, el
promedio en la OCDE en el mismo periodo fue un incremento del 5% y 4%,
respectivamente.
En todo caso, la financiación pública desciende y ello se ha acelerado con los
gobiernos conservadores de Ehud Olmert y Netanyahu. Así, en el indicador de la
UNESCO entre 1973 y 2010, el valor medio de Israel se situó en el 6,86 % del PIB,
con un mínimo del 5,15 % en 1988 y un máximo del 9 % en 1985. Israel ha optado
también por un sistema semipúblico, con fuerte participación privada, que no se ha
desvelado especialmente negativa ni discriminatoria. En EEUU, el 28 % de la
financiación educativa es privada, que alcanza al 40 % en Corea del Sur . Australia
el 33%. En el 2011 Israel se situaba en el 21%.
Esta parte privada –esto es, el pago por parte del alumno o su familia- va in
crescendo. Puede ser peligroso para el futuro del sistema. Sin embargo, hasta el
momento, los estudiantes israelíes invierten también personalmente o sus familias
en la educación y los resultados son notables y el coste no desalienta a los
estudiantes, quizá debido al fuerte crecimiento económico del país y a la baja tasa
de desempleo (5,6 % en 2011) y de desempleo juvenil (16-26 años, que no supera
el 15% cuando en España alcanza casi el 60 %), que permite situar a la economía
israelí entre las mas en progreso del mundo; el crecimiento económico israelí fue
del 3,5% del PIB, más del doble que la media de los países de la OCDE. El Fondo
Monetario Internacional prevé un 3,8% para el 2013 y un 3,3% para el 2014. Sin
embargo, no puede negarse que los informes más recientes acreditan que el mayor
nivel de preparación académica se concentra en los segmentos de población con
mayor potencialidad económica para el gasto educativo privado.
7. Emigración y inmigración: bendiciones y retos
El papel trascendental de la inmigración hacia Israel por parte de ciudadanos con
altos niveles de educación ha sido una pieza básica de su desarrollo a partir del
1990. La Aliá es el término hebreo para definir los inmigrantes judíos que se
asientan en Israel. La primera Aliá data de principios del siglo XX, pero en cuanto a
las últimas décadas, debemos destacar los 500.000 nuevos ciudadanos llegados
desde 1968 y 1988, y el más de 1 millón entre 1989 –caída del Muro de Berlín- y el
2000. Ello ha supuesto que con la inmensa cantidad de ingenieros y científicos
originarios de la antigua Unión Soviética que se han asentado en Israel, el país
posea entre sus filas a 145 ciudadanos con este perfil por cada 10.000 habitantes,
superando a EEUU que ostenta la cifra –excepcional- de 85.
Gracias a la emigración desde el bloque soviético, Israel ha alcanzado las más altas
cotas de desarrollo en matemáticas, física, electrónica y fue la base de la revolución
tecnológica del país, acreditada también en otros ámbitos, como la música,
fuertemente enraizada en la cultura de la antigua Unión Soviética y que se ha
trasladado a Israel. La inmigración, en este ámbito, ha sido altamente positiva para
la capacidad educativa y de desarrollo de Israel, si bien deben destacarse algunos
claroscuros significativos, como es la inmigración de judíos africanos.
La inmigración de judíos falashas de Etiopía fue orquestada por el Estado (las
operaciones “Moisés” y “Salomón”), pero en los últimos años, la inmigración ilegal
de ciudadanos con origen en Sudán o Eritrea, no judíos, ha supuesto un revulsivo
en la sociedad que no siempre ha reaccionado con generosidad, cuando no con
rechazo. Esta actitud se deriva en gran medida por la dificultad de integración de
colectivos con origen en países con escasa o nula tradición educativa pública y con
enormes diferencias culturales de difícil encaje en la muy competitiva sociedad
israelí. El caso de los judíos etíopes falashas ha sido paradigmático, por su enorme
dificultad de integración social, pese a los esfuerzos educativos efectuados a favor
de ello.
8. El papel prominente del ejército
El papel del Ejército en el sistema educativo ha sido de una importancia capital.
Sorprendente en extremo a nuestros ojos.
En primer lugar, se conforma como lugar de integración para los nuevos inmigrantes
jóvenes, procedentes de más de cien países, por lo que se ha constituido en un
elemento de enseñanza para aquellos que carecen de formación y en especial, para
nuclear a los recién llegados en torno a los valores del Estado de Israel y en la
enseñanza del idioma común, el hebreo.
El Ejército fomenta la educación de los reclutas con niveles más bajos e impulsa la
formación universitaria de los oficiales. A lo largo de su historia también ha
desempeñado un papel social, incluido en el ámbito educativo, en cuanto a la
población civil, aspecto este que se ha ido diluyendo conforme el nuevo Estado
nacido en el 1948 se ha consolidado. El Ejército, foco permanente del conflicto que
mantiene Israel con los países árabes y con el pueblo palestino, goza sin embargo
de un especial prestigio entre la ciudadanía israelí, lo que le ha permitido mantener
ese papel fundamental social y de soporte educativo, que no han ostentado otros
Ejércitos europeos occidentales.
¿Cuál es la clave de las Fuerzas Armadas en la formación personal y académica de
los jóvenes? Más allá del compromiso personal patriótico de la sociedad israelí que
–con mayores o menores razones- se siente fuertemente amenazada por los países
del entorno, durante el largísimo servicio militar (3 años los hombres, casi 2 las
mujeres), no sólo se forma a los ciudadanos en tácticas militares sino que se incide
en gran medida en la educación no militar. El ejército israelí no desea soldados
obedientes, sino que pretende fomentar la creatividad, haciendo visible el lema judío
de “donde haya dos judíos, habrá tres opiniones”. En el libro Start-Up Nation –
editado en España por Aleph- se indica que hay un colapso de solicitudes para
ingresar voluntariamente en las fuerzas de élite tecnológicas de las IDF (Israel
Defence Forces), como son la unidad 8200, de donde los soldados han acabando
creando grandes compañías como Checkpoint o ICQ. No es nada extraño que los
fundadores de las miles de start up israelíes que se crean se hayan conocido en el
Ejército.
A ello se suma que tras finalizar el servicio militar y con la paga ahorrada, es práctica
habitual de los y las jóvenes israelíes tomarse un año sabático para viajar por el
mundo y luego iniciar su vida universitaria. Finalizada esta, no es extraño que en la
entrevista de selección a la que concurran a una empresa haya tres preguntas
claves: ¿qué y dónde has estudiado?; ¿En qué unidad militar serviste? y ¿te
tomaste un año sabático para viajar, dónde fuiste y con qué medios económicos?
Un servicio militar y un viaje personal individual que fortalecen el carácter ya de por
si correoso y expeditivo de los ciudadanos israelíes y que se une a una educación
universitaria de élite.
9. Mientras el gobierno se retira, los negocios invierten
La excelencia en educación se ha traslado por consiguiente al crecimiento
económico del país, a pesar del contexto muy difícil en que debe moverse Israel. La
Universidad ha debido adaptarse a los cambios y reinvertarse para continuar
creciendo. Es un buen ejemplo la respuesta dada por el Weizmann Institute,
considerado la 12ª institución académica del mundo y la primera fuera de los EEUU
en cuanto a transferencia tecnológica; quien era su director de transferencia, afirmó
en 2013 que “el Estado hace años nos avisó que iba a disminuir su aportación
gradualmente en la institución”, pasando del “70% inicial a algo menos del 40%”.
Resultado: “esta estrategia fue muy positiva para nosotros, que nos incentivó a
incrementar la cooperación con las empresas, la venta de patentes o la búsqueda
de mecenas…y a centrar los gastos en lo realmente importante”.
Por lo demás, la Universidad está plenamente conectada con el mundo de la
empresa y el gobierno apoya la internacionalización de estas empresas creadas o
ya existentes. Esta colaboración es muy fluida. Por ello, casi todas las grandes
empresas tecnológicas mundiales como Microsoft o Motorola mantienen
importantes laboratorios y centros de desarrollo en Israel. IBM, por ejemplo, tiene
su mayor laboratorio fuera de EEUU en territorio israelí.
10. Los claroscuros del sistema exitoso
¿Cuáles son los claroscuros de todo este sistema exitoso? Sin duda los hay y no
son menores. Citaremos tres, pero podrían ser más.
El primero: Israel no es homogéneo, y ello puede ser reconducido o aliviado en
cuanto al pueblo judío, cristiano o no creyente, pero con ellos comparten ciudadanía
un 20% de población árabe de nacionalidad israelí –no se incluye en el porcentaje
a los palestinos de Gaza y Cisjordania-.
Son, por tanto, ciudadanos israelíes (“árabes de Israel” o “árabes israelíes”, como
términos más usuales) de lengua materna árabe y de religión mayoritariamente
musulmana. Suponen 1,4 millones de habitantes y van en aumento. Su crecimiento
general crea no poca inquietud entre los israelíes, pues pone en cuestión la
condición del Estado judío con que se define Israel y sus propios valores
democráticos. Algunas voces radicales proponen literalmente su expulsión del país.
Las diferencias de oportunidades, también en el ámbito educativo, son evidentes.
El 70% de la población árabe israelí es pobre, el desempleo asciende al 25% y sólo
el 17% de las mujeres trabaja, frente al 52% de las israelíes que sí desempeñan un
oficio o profesión. Árabes no judíos y judíos –practicantes o no- e israelíes viven
separados y si comparten ciudad, no viven “revueltos”. Pocos israelíes conocen el
idioma árabe y los árabes israelíes en cambio sí deben conocerlo y muy bien para
acceder a las universidades públicas. Su no presencia en el servicio militar –
justificable en términos de defensa- supone que no pueden los jóvenes árabesisraelíes beneficiarse de créditos, becas, prestaciones o trabajos públicos.
Insistimos: el Ejército es la institución básica del Estado, en torno a la cual se rige
la vida de todos los judíos israelíes, creyentes o no, y también los no judíos no
árabes, por lo que su exclusión supone un punto débil en el sistema de educación
en Israel.
El segundo gran déficit es que en Israel continúa teniendo una fuerte presencia de
la religión judía en la vida social, pública y en el Estado. Es un tema no resuelto y
ello supone que quien opta por no tener una educación tradicional judía religiosa,
queda fuera del sistema en un país altamente competitivo y que ha apostado por el
desarrollo científico y tecnológico, lo que obliga al Estado a subsidiar un colectivo
nada despreciable numéricamente de judíos ultraortodoxos.
Destacan entre ellos los jaredíes. Viven al margen de la sociedad laica o judía
moderada que los rodea. Cuentan con barrios propios e incluso ciudades, con
partidos políticos, comercios y sus propias escuelas, y la media de hijos es de 7 por
pareja. Sus relaciones con los demás judíos (al menos los laicos o no creyentes)
son muy difíciles. Un fuerte debate se ha dado en los últimos años, pues también
han estado excluidos de la obligación del servicio militar.
Educativamente, su objetivo fundamental es el estudio de los textos religiosos en
una Yeshiva (centro de estudios de la Torá y el Talmud), donde se forman los
hombres. Literalmente, los varones jaredíes no quieren desperdigar esfuerzos y por
ello se centran en el estudio de la religión y sólo si no puede mantenerse,
compatibilizará trabajo con estudio. Los estudios laicos son poco valorados. Son
“una pérdida de tiempo”, pues les resta tiempo para el estudio de la religión. Por
ello, no hay –o son muy escasos- médicos, abogados, ingenieros o incluso
trabajadores manuales como un fontanero o mecánico entre los jaredíes en
Israel. Un grave problema al cual hacer frente: se calcula que para el 2020 serán
un 1 millón de habitantes y el 17% de la ciudadanía.
Sin duda, estos ámbitos son los focos negros del éxito del sistema educativo en
Israel y que forzará obligatoriamente en el futuro al poder público a adoptar medidas
que no pasan sólo por el sistema educativo, sino también por el social, la
configuración del Estado y el mismo futuro de Israel como nación. Casi el 70% de
ciudadanos en un país en marcha y con altas cualificaciones académicas y más de
un 30% que por motivos religiosos o de minoría árabe que quedan fuera del
imparable ascenso económico del país supone un desequilibrio peligroso. Pero
existe una tercera nube en el horizonte, comprensible. Israel debe hacer frente al
reto de la “fuga de cerebros”. Con un nivel educativo muy alto, muchos licenciados
completan su formación en el exterior, especialmente en EEUU. Allí estudian, luego
trabajan y, a menudo, no retornan más a su país de origen.
Descargar