Los tiempos y espacios del conflicto Palestino

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Los tiempos y espacios del conflicto
Palestino-Israelí hoy
de dios los socorrerá por ser mártires. El
cielo los espera.
En Colombia donde tenemos una amplia
extensión territorial de más de un millón de
kilómetros cuadrados, donde nuestra capital
es casi ajena a la cotidianidad de la guerra o
mejor dicho, donde esta se manifiesta de
otras maneras, en Israel y en Palestina el
conflicto es el plato que se sirve en la mesa a
la hora de las comidas, no obstante, este se
ha naturalizado tanto que un ataque más en
Jerusalén u otro check point en el West-Bank
no frenan la cotidianidad de sus habitantes.
Del lado israelí en Yaffo, la vida es
maravillosa, con una vista al mar inigualable
donde sus viejas calles cuentan las historias
del antiguo Impero Otomano y con la
imponente influencia árabe, los paseos a la
playa de las grandísimas familias ortodoxas
que superan los 10 miembros por cada una
en su mayoría Ashquenazí cuentan de otra
forma las disputas entre árabes y judíos,
entre árabes musulmanes o cristianos y
judíos que dan cuenta de sus múltiples
orígenes que migraron a la tierra prometida
y que paradójicamente son el obstáculo a la
solución del conflicto con los palestinos si no
logran unificarse al interior de su estado, el
Estado Judío.
Caminar por la ciudad vieja de Jerusalén, por
Yaffo en Tel Aviv, por Hofa Carmel en Haifa,
por Nazareth o en el desierto del Neguev al
lado de los Beduinos no solo hace pensar en
las maravillas de la geografía sino en las
complejidades de un conflicto que se
solucionaría no solo con voluntad política
sino en la atención a los detalles, tales como
el muro que encierra el territorio palestino,
los asentamientos en Hebron o Nablus.
En Bethelhem o Belén para nosotros, la cosa
es extraña, los ciudadanos palestinos ofrecen
walking tours alrededor del muro, cuentan
quien es el famoso artista y grafitero
armenio-palestino, Benji que escribió en la
gran pared “Make Humus Not Walls” lo que
en su traducción al español sería “Haga
Humus no Muros” y quien a su vez cuenta la
historia de los campos de refugiados al
interior de su amada Palestina en
Cisjordania.
¿Es esta costumbre, resignación o
acomodación? Es increíble pero los
palestinos no se resignan, prefieren morir
intentando un clavar un puñal en la espalda
de un soldado israelí que asumir la pérdida
del territorio de sus ancestros, igual la gloria
¿Por qué la anterior afirmación? Porque
Israel es un mosaico de múltiples culturas e
interpretaciones de la ley hebraica, con
diversidad de procedencias y cosmovisiones
que se encontraron con la creación del
Estado de Israel que originalmente fuera un
proyecto político europeo y para una elite, la
Ashquenazí.
El pueblo que se pelea a Israel no es solo
Asquenazí o del centro de Europa, el pueblo
que pelea su tierra prometida son muchos
pueblos, los Sefardies provenientes de
Sefaradat (España) y Turquía, los judíos del
Magreb que habitaron el norte de Africa y
quienes comparten bastantes elementos de
la cultura árabe como lo son los libios,
marroquíes, egipcios, tunecinos y argelinos.
Otros países con los que comparten
elementos culturales son los yemeníes, los
iraquíes, los judíos iraníes y los judíos kurdos
quienes lograron la utopía de un Estado
mucho antes que sus coterráneos kurdos en
las fronteras entre Siria e Irak. Los judíos
etíopes y eritreos negros descendientes de
Melenik el hijo de Salomon y la Reina de
Saba; los judíos rusos y ucranianos quienes
nos fueron muy bien recibidos después de la
disolución de la Unión Soviética en los
noventa pero que también se sumaron en a
las brigadas de voluntarios en el Hagana y el
Palmach en el desierto del Neguev.
Todos estos rasgos permanecen en la cultura
israelí, en las múltiples identidades del
Estado judío y que no saben cómo unificarse
debido a que además de los Ashquenazí el
resto no fue muy bien recibido siendo estos
considerados ciudadanos de segunda clase,
víctimas de racismo y exclusión social que
dejaron de lado el proyecto socialista del
MAPAI y de su primer Primer Ministro David
Ben Gurión para dar paso en los años setenta
a un país capitalista que poco a poco se suma
a las dinámicas del neoliberalismo que
justifica la pobreza de unos y que promueve
como sofisma de distracción la idea de que el
enemigo se encuentra al otro lado del muro.
Una paz así es casi imposible de conseguir si
sumamos al problema de la identidad, la
dicotomía entre la influencia occidental de
los israelíes y la radicalización de los
religiosos en Israel, donde Jerusalén como
capital del Estado es indivisible y donde su
rol conector entre el cielo y la tierra es y
debe ser propiedad del pueblo elegido.
Gente maravillosa, cálida, abierta a contar de
donde y viene y en lo que cree, con las ganas
más grandes de mostrar quienes son y
hacerte parte de ellos solo debe encontrar su
camino unificarlo para al fin sentarse a
hablar de paz con los palestinos.
Evelyn González Joven Investigadora del
Centro
de
Estudios
Políticos
de
Internacionales CEPI Universidad del Rosario.
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