01/06/2015 - Iglesia Galilea

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Las riquezas de nuestra relación con Dios
Juan 10:10
INTRODUCCIÓN: La vida está llena de oportunidades, muchas de ellas al alcance
de nuestras manos. Así lo quiso dar a entender nuestro Señor Jesús cuando
compartió las palabras registradas en Jn 10:10. Luego de llegar a ser hijos de Dios
por medio de la fe, Dios nos llama a una vida exquisita, diferente, única. No podría
entenderse de otra manera las palabras de Jesús “Yo he venido para que tengan
vida…” cuando estas, no se dirigen a un grupo de cadáveres sino a los vivos. ¿De
qué tipo de vida abundante hablaba Jesús?
De la misma manera en que un padre o madre expresa afecto y cariño a su hijo/a,
desarrollándose entre ellos la confianza; debemos nosotros también entender, que
Dios desea que desarrollemos la cercanía y confianza con Él. Estamos llamados a
aprovechar el privilegio de nuestra relación de hijos e hijas de Dios, debiendo tener
cuidado de no confundir el tener confianza con ser un confianzudo/a.
DESARROLLO
1) Dios desea que le conozcamos: Léase Jeremías 9:23-24. Dios exhorta a su pueblo
a abstenerse de confiar en su sabiduría o en su propia valentía; por el contrario,
Dios desea que si su pueblo en algo hubiere de alabarse, sea en entenderlo y
conocerlo. Si Dios expresa esto con claridad, es porque es posible conocer y
entender a Dios, aun a pesar de nuestro limitado entendimiento. Compare esta cita
con lo que menciona el profeta Oseas en 4:6 ¿Por qué el pueblo de Dios pereció?
2) Debemos tratar a Dios con reverencia: Éxodo 3:14. En el pasaje que terminamos
de leer, encontramos a Moisés viendo una extraña visión. Veía que una zarza ardía
sin consumirse y su curiosidad lo llevó a acercarse, Dios mismo le manda a
detenerse diciéndole “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar
en que tú estás, tierra santa es” V. 5. Dios es un Dios Santo, Dios es fuego consumidor,
así lo entendió Moisés quien quiso evitar ver la visión por temor a morir por ver el
rostro de Dios. Cuando Moisés le preguntó al Señor, que habría de contestar si le
preguntaban quien lo enviaba para liberar Israel del yugo egipcio, Dios le respondió
“YO SOY EL QUE SOY”; es decir, el que existe por Sí mismo, que no tiene principio de
días ni final, que es eterno.
¿Podemos nosotros en nuestro anhelo de confraternizar con Dios, tratarlo como
quien trata a un hombre? La respuesta es sí, “si se puede” como reza el slogan de
la selección, pero no se debe. Debemos ser conscientes que vamos a tratar con el
Gran Yo Soy; y por tanto, no podemos ser irreverentes pues aquello nos impedirá
conocer más y mejor a Dios. Cuando queremos tratar con Dios tenemos que tratar
con Él en Sus términos, no en los nuestros, Dios no desea ser tratado como “pana”
ni como “cuate”, desea ser tratado como Dios, como Él que es en Sí mismo. No
estamos tratando con un presidente de una nación, ni con un rey de determinado
país, estamos buscando relacionarnos con el Rey del Universo.
3) En la presencia de Dios hay perdón: Isaías 6:1-7. En este pasaje bíblico podemos
advertir al profeta Isaías, siendo testigo de una visión sobrecogedora de la
Majestad, Poder, Santidad, Grandeza de Dios. De pronto, pasa de ser testigo a
protagonista de esta impresionante visión. Todo en derredor de Dios es puro y santo,
y en la presencia de Dios, Isaías es más consiente que nunca de su pecado, de su
inmundicia, tanto que pensó que moriría consumido por el poder de Dios. Pero el
Señor le muestra al profeta su misericordia, pues un ángel toma con unas tenazas
un carbón encendido del altar de Dios y lo posa sobre los labios inmundos de Isaías:
“He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” V. 7.
En la presencia de Dios somos transformados, es desnudado nuestro corazón. Si
tenemos pecados, debemos arrepentimos y pedir perdón. Dios nos concederá su
perdón.
Sepa usted bien, existe una enorme diferencia entre saber acerca del poder de
Dios y vivir saboreando de continuo las bendiciones de Su poder. Por ejemplo; todos
sabemos que debemos ser santos; sin embargo, ¿nos comportamos como santos
todo el tiempo? El conocimiento en si (aunque no es malo) puede marearnos,
llenarnos de “humo” la cabeza. El cristianismo no es cuestión de saber sino de ser.
4) Dios desea ser alabado: Salmo 100 y 150. Debemos dar a Dios la honra debida
por su causa de Su poder, Sus hechos prodigiosos y Su grandeza. El canto a Dios
debe necesariamente reflejar nuestra relación con Dios y debe ser hecho en medio
de alegría, con voces de exaltación. Léase 2 Samuel 6:12-23 en donde se relata el
júbilo que había en Israel y en su rey David, por el regreso del arca. David celebraba
con gozo esta bendición así como su pueblo, pero en medio de ese jubilo Mical su
esposa, hija del rey Saúl, cuestionó y critico la forma de alabanza de David. Dios
trajo juicio sobre la vida de Mical, dejándola estéril hasta su muerte por
menospreciar al Rey. Fue como si Dios hubiese dicho: “No llames vil a este hombre
que celebró mi grandeza”. Cuando usted alabe a Dios, no tema ser criticado, sea
expresivo en la alabanza a Quien ha dado Su vida por usted.
5) Credenciales espirituales para desarrollar nuestra relación con Dios: Salmo 24:36. ¿Quiénes serán aquellos que gozarán de una relación estrecha de confianza con
Dios? La biblia lo expresa con toda claridad: “El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. El recibirá
bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación” V. 4-5.
De modo que la Biblia no concede atajos para acercarse a Dios, debemos tener
manos limpias (ceros robos, cero coimas, cero violencia), pureza y nobleza de
corazón (motivaciones correctas y puras), que no sea vanidoso (sencillez de
corazón, humildad, privilegiando a los demás por encima de sí mismo) y labios puros
(no más chismes, murmuraciones, mentiras y palabras soeces)
APLICACIÓN: Dios tiene la capacidad de revestirnos de santidad, esas credenciales
nos facultan a acercarnos a Dios confiadamente (Sal 96:7-9). Empéñese en dar lo
mejor para buscar desarrollar su relación con Dios. Disfrute de ella y compártala
con aquellos que aun están distantes de conocerla.
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