5. ¡Mantengamos la esperanza! Meditación para Adviento a modo de Lectio Divina Introducción En Costa Rica y en el mundo, vivimos situaciones de sufrimientos, injusticia, muerte, violencia y pobreza. Basta con que echemos una mirada alrededor, para que nos demos cuenta de cómo se ha fragmentado nuestro país, la situación de desconfianza, desilusión, apatía, pérdida del sentido de la vida y desesperanza de mucha gente, aunado al sentimiento de inseguridad reinante, violencia doméstica, accidentes y muerte... Nuestro pueblo se siente amenazado, la vida es disminuida, la muerte ronda... Y, para colmo, la corrupción, la inestabilidad y la desesperanza, que producen las diversas situaciones, de un país que, hasta hace poco, era todo lo contrario, nos desconcierta a todos. Sin embargo, somos un pueblo fuerte, amante de la vida, que lucha, que no se rinde, que se aferra a la existencia, a la vida, la libertad y la esperanza. No queremos resignarnos a vivir en la muerte, ya que la vida es más fuerte que ella. Y porque, sobre todo, persiste en nosotros la fe en un Dios que salva, que viene en este Adviento y viene siempre, para que todos tengamos vida y la tengamos en abundancia. En este momento de contacto con la Palabra de Dios, vamos a ver lo que nos dice el profeta Isaías, que nos anuncia la justicia y la paz y nos llama a mantener la esperanza, aún en medio de las situaciones de muerte y de pecado, en especial, del pecado social o de la corrupción que nos aqueja. El Niño de Belén es el Dios fuerte, el Príncipe de la paz (Is 9,5). Él es nuestra salvación. Él nos da la fuerza y la esperanza, para construir una nueva historia y para esperar una nueva vida. Lectura y comentario de Isaías 9,1-6 El pueblo que caminaba en tinieblas, ha visto una gran luz, a los que habitaban en tierra de tinieblas y sombras una luz les ha brillado. Has multiplicado su júbilo, has aumentado su alegría, se alegran en tu presencia con la alegría de la cosecha, como se regocijan los que se reparten un botín. Porque, como hiciste el día de Madián has roto el yugo que pesaba sobre ellos la vara que castigaba sus espaldas, el látigo de opresor que los hería. Arden devorados por el fuego la bota del guerrero prepotente y su manto empapado en sangre. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. sobre sus hombros descansa el poder, y su nombre es: “Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz”. Acrecentará su soberanía y la paz no tendrá límites; establecerá y afianzará el trono y el reino de David, sobre el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El amor ardiente del Señor todopoderoso lo realizará. Comentario al texto El profeta Isaías escribió este bello y magnífico texto, en una situación dramática y difícil para los pueblos de Israel y de Judá, amenazados e invadidos por el poder de los asirios. Los gobernantes centraban sus esperanzas en alianzas con otros pueblos, lo que desencadenó una crisis interna aún peor. En medio de esta situación tan caótica, oscura y desesperanzadora, el profeta Isaías deja entrever una gran luz, pues la promesa de la llegada del Mesías Salvador estaba vigente. La tradición cristiana vio la realización plena de este anuncio profético en el nacimiento de Jesús, y en el Reino que Él inauguró (Mateo 4,12-16). Para nuestra reflexión personal ¿Qué nombre le da Isaías al niño que “nos ha nacido”? ¿Quién es este niño? ¿Qué nos traerá este niño? ¿Por qué podemos poner en él nuestra esperanza? ¿Cuál es el rostro de Dios que nos deja entrever este texto? En medio de la situación que vive Costa Rica y nuestras comunidades que estamos afrontando, y de los anuncios de salvación que nos vienen de todas partes ¿En qué o en quién ponemos generalmente nuestra esperanza de una vida mejor? ¿Cómo puede la luz de esta próxima Navidad reavivar nuestra esperanza? ¿Cómo podríamos trabajar, en nuestras comunidades cristianas, en la familia, en la consecución y construcción del reino de justicia, de amor y de paz? ORACIÓN FINAL De luz nueva se viste la tierra, porque el Sol que del cielo ha venido en el seno feliz de la Virgen nuestra carne mortal ha asumido. El amor hizo nuevas las cosas, el Espíritu ha descendido y la sombra del que es poderoso en la Virgen su luz ha encendido Ya la tierra reclama su fruto y de bodas se enuncia alegría, el Señor que en los cielos moraba se hizo carne en la Virgen María. Gloria a Dios, el Señor poderoso, a su Hijo y Espíritu Santo, que en su gracia y su amor nos bendijo y a su reino nos ha destinado. Amén