A quién votar

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¿A quién votar?
Roberto Fermín Bertossi
El 10 de diciembre de 1983 pareció marcar el despliegue de una democracia plena, fecha
que sin dudas nos llenó de alegrías y entusiasmo por entonces, no sólo por las equidades
satisfactivas humanas que auguraba sino por las promesas que le acompañaban.
A casi tres décadas de aquel momento, el balance no es todo lo optimista que se hubiera
podido presagiar entonces.
En efecto, la desigualdad, la pobreza, los desencuentros y una nueva época de privilegios
desmedidos traducidos en nuevas 'aristocracias públicas y privadas' vienen mellando y
desalentando mucho pueblo argentino respecto de los beneficios reales del sistema
democrático, un sistema que adicionalmente hoy está acechado por viejos y nuevos
fantasmas pudiendo citar entre los primeros a nuestro pasado dictatorial y de los
segundos: inseguridad, corrupción, inflación, anarquía y autocracia.
Esto mismo acredita lo dificultoso y complicado que resulta restaurar y consolidar una
democracia real e intensa.
Precisamente, gran parte de la última década fue pariendo un régimen autoritario,
corrupto y antifederal, con una inmensa capacidad clientelar de cooptación,
representación y alineamiento frente a la mayoría de una oposición implosionada,
atomizada y patética a la que en estas condiciones, le resulta harto difícil cualquier
esquema de reflexión, introspección y reacción proactiva.
Hablamos de esa oposición vitalicia que atónitamente le resulta cínicamente mucho más
fácil cultivar una subespecie fantasmagórica y estéril como resultan nuestras alquimias
políticas vernáculas, tarea que ha emprendido con todo empeño sin tapujos ni pudores,
¡faltaba más!
Casi siempre debemos elegir entre los mismos de siempre, los testimoniales que nos
mintieron y no asumieron o, que habiendo asumido, especulativamente una y otra vez,
descaradamente no asisten a las sesiones ni cumplen con todo su mandato…entre
sospechados, encausados, procesados y tal.
Como cuesta identificar políticos probos (los hay y no pocos) cuando ellos mismos
recurren repetidamente in extremis a personas notorias, creíbles y queridas de la
sociedad civil para conservar su exiguo capital de credibilidad que viene decreciendo con
cada embaucamiento o defraudación ciudadana por incumplimientos de promesas
electorales, paradójicamente hoy con la reproducción de ofertas políticas huérfanas de
propuestas posibles y ricos en descalificaciones de adversarios/contrincantes.
Consecuentemente, a los `cucos y fantasmas´ propios y ajenos de cierta oposición que por
décadas se sirve del poder con enriquecimientos obscenos, se corre todo el riesgo de
incrementar el absentismo, el desinterés ciudadano; es decir, una autónoma,
independiente, responsable, noble y cabal participación personal ciudadana.
Esta enorme anomalía democrática no inquieta a la crisis de los partidos políticos ni
mínimamente en la medida que sus prerrogativas económicas y financieras electorales se
vienen incrementando exponencialmente, sin transparencias ni trazabilidades mayores
pero con recursos públicos, digo, de toda la ciudadanía nacional, provincial y municipal.
Otro fantasma para mucha oposición es la grandeza para lograr acuerdos creíbles,
sumatorios y potenciadores de todas aquellas coincidencias básicas que prevalezcan
parejamente sobre eventuales discrepancias coyunturales, personalistas o de orden
inferior pero superables con grandeza y generosidad cívica. El desacuerdo como rostro
principal de la realidad política argentina es la moneda cuyo anverso y reverso revela toda
mezquindad para acordar y construir una alternativa que entusiasme y contagie a todos;
hoy por hoy, toda una alternativa fantasma.
Por el contrario como leemos en los diarios de estos días, ya se inauguraron los
escándalos/escandaletes entre las minorías de las minorías; bochornos que abruman,
espantan y desencantan al grueso de la ciudadanía que trabaja en serio por generaciones,
todos los días y a pesar que una y otra vez le violan todo contrato social exponiéndoles
impunemente –entre otros males- a la intemperie y el caos en materia de bienes y
servicios públicos.
Finalmente, ante este estado de cosas y catálogo de posibilidades, bueno será tener
siempre presente y oportunamente una célebre frase/apotegma de Roosevelt: “Una gran
democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia”, frase que hoy
cabe y encarna como nadie la gran mayoría de la oposición argentina en franca
descomposición.
-------------------------------------(*)Docente e Investigador universitario.
Experto de la Coneau
Premio Adepa-Faca a la abogacía, 1990
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