Subsidio Miércoles de Ceniza

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MIÉRCOLES DE CENIZA
ARQUIDIÓCESIS DE MONTERREY
18 DE FEBRERO DE 2015
INTRODUCCIÓN
“La Cuaresma es un tiempo privilegiado
que nos prepara a la vivencia de la Pascua”
Muchas veces pensamos y actuamos como si la Cuaresma fuera un tiempo de preparación para la Semana
Santa y casi todo tiende a prepararnos para esos días: Ejercicios Espirituales, penitencias, via crucis, ayunos,
ramos, agua bendita, monumento, etc. Pero la Cuaresma tiene un sentido más amplio, hasta me atrevería a
decir “espejeado” con la Pascua.
Es decir, al pensar en “Cuaresma” debo pensar mejor dicho en “Pascua”. Sí, primero tengo que planear la
Pascua, sí, los cincuenta días que la conforman y no solo en la Semana Santa o en el Triduo Pascual, que sin
restarles su basilar importancia… ya no necesitan de tanta promoción. En cambio, la cincuentena pascual
sufre de una notoria apatía tanto celebrativa como vivencial.
En el marco de nuestro plan anual “La Parroquia Renovada” conviene que pensemos y reflexionemos qué
tipo de Pascua queremos vivir y testimoniar:
1. La Pascua es el tiempo litúrgico que la Iglesia nos ofrece para presentar a la humanidad una ventana
de lo que es la vida en el cielo.
a) La Pascua está formada por 50 días (7 semanas + 1 día: 7x7= 49+1= 50) y (7+1= 8) lo que quiere
decir que 50 y 8 significan lo mismo, es decir, la vida eterna (de hecho el “8” acostado es la
representación de lo infinito).
b) Los cincuenta días de fiesta (que deben festejarse como si fuera un solo día) se abren, como toda
celebración litúrgica en tres dimensiones: la histórica, la presente y la escatológica (fin del
mundo).
c) Históricamente trae a nuestra memoria la resurrección de Cristo, sus últimas recomendaciones a
sus apóstoles y discípulos, el envío universal, su gloriosa ascensión, la venida del Espíritu Santo
y, la inauguración del ministerio apostólico en la Iglesia.
d) Para el presente debe iluminar nuestra concreta realidad reflejada en el espejo de lo que Dios nos
tiene prometido como vida eterna, como la salvación definitiva, como la consolidación de Reino
Universal del Cristo, como la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte y, por supuesto la
resurrección de los muertos. Debe no solo iluminar esta realidad (PASTORAL CATEQUÉTICA)
sino además testificarla como auténtica (PASTORAL SOCIAL) de tal modo, que año tras año,
hasta que el Señor regrese, estas realidad se vuelven cada vez más claras y evidentes pues van
purificando y cambiando este mundo en aquel que un día, por la gracia de Dios, esperamos
alcanzar.
e) Así al considerar y contemplar esta visión-realidad de la vida eterna, la Iglesia en fuerza del
Espíritu Santo, va tensionando la vida de los hombres y mujeres, de las culturas e instituciones
hacia esa vida eterna hasta que la segunda venida de Cristo sea una realidad.
2. La Asamblea Eclesial Diocesana haciéndose eco de la Exhortación Post-sinodal: Evangelii Gaudium:
quiere que nuestra iglesia diocesana se una IGLESIA DE PUERTAS ABIERTAS Y EN SALIDA.
Una iglesia de destierre el desinterés, que se sensibilice, que sea más amable, más atenta a las
necesidades y sufrimientos de sus hermanos.
Que las parroquias sean verdaderas comunidades que superen el espiral egoísta de sus propias
necesidades y se abra a las necesidades de las parroquias menos favorecidas o en inicial desarrollo.
Finalmente, recordar que la celebración de la imposición de la ceniza, en este tiempo, la debemos considerar
más como un signo positivo: acelerar en nosotros el crecimiento de la gracia. De la misma manera que los
antiguos pastores quemaban los pastizales secos a fin de provocar, incentivar el retoño de los pastos, pues al
quemar la hierba seca que impedía que la luz del sol calentara la tierra, los nuevos brotes tardaban en aparecer,
en cambio, sin nada que impida a los rayos del sol calentar la tierra, la raíz de las pastas estimula el
crecimiento de los brotes… así nuestro Miércoles de Ceniza, si bien todos somos pecadores, no es el afán de
la Iglesia de estarlo recordando lastimosamente todos los años, más bien, suscitar en nosotros esa “prisa” de
que brote en nosotros con mayor fuerza, la gracia de Dios.
P. Jorge Rodríguez Moya
Secretario
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2015
«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero
sobre todo es un «tiempo de gracia» (2Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros
amemos a Dios porque él nos amó primero» (1Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en
cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno
de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos
bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos
interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces nuestro corazón cae
en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud
egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de
una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le
plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es
el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso,
necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada
hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre
definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que
tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el
testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo
y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia,
nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí
mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26)
La Iglesia:
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia
con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se
ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo
revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del
Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después
entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este
servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con
Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede
cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En
ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan
a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en
Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es
honrado, todos se alegran con él» (1Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de
cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la
respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en
las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos
unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos
llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a
su obra de salvación.
2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9)
Las parroquias y las comunidades:
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y
comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo?
¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más
débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se
compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta
cerrada? (cf. Lc 16,19-31). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar
los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura
una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su
plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo
no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya
contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la
indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los
santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía
convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo
hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es
seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de
nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para
nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la
sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse
replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La
misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada
hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Act 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la
hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos.
E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular
nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la
indiferencia.
3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
La persona creyente:
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de
noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda
nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror
y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la
oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia
—también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las
lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para
mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma
humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del
hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos
humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas
posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer
que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de
Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas
est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso
necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar
por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un
corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum
secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón
de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje
encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra
provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen
los guarde.
FRANCISCO
CELEBRACIÓN DE LA IMPOSICIÓN
DE LA CENIZA
FUERA DE LA MISA
RITOS INICIALES
CANTO
Hoy en oración,
quiero preguntar Señor,
quiero escuchar tu voz
tus palabras con tu amor.
Hoy quiero seguir
tus caminos junto al mar,
tus palabras, tu verdad
ser imagen de ti.
Ser como eres Tú:
servidor de los demás,
dime cómo en qué lugar
te hago falta más.
Ser como eres Tú:
servidor de los demás,
dime cómo en qué lugar
te hago falta más.
DIME SEÑOR EN QUE TE PUEDO SERVIR;
DÉJAME CONOCER TU VOLUNTAD.
DIME SEÑOR EN TI YO QUIERO VIVIR;
QUIERO APRENDER DE TI, SABER AMAR.
ENCOMENDACIÓN
Celebrante: Dios mío, ven en mi auxilio.
Asamblea: Señor, date prisa en socorrerme.
Celebrante: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Asamblea:
Como era en un principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Oremos, hermanos, para que con este gesto de la imposición de la ceniza erradiquemos el pecado en nosotros,
apuremos la gracia y podamos dar testimonio de ser una comunidad parroquial que año con año se renueva a la
luz del Evangelio.
Nos ponemos de rodillas.
(Todos oran en silencio por un momento)
Celebrante:
ayuno con el que iniciamos, Señor, esta Cuaresma, sea el principio de una verdadera conversión
Quea ti,elydíaquedenuestros
actos de penitencia nos ayuden desde la parroquia a ser solidarios con los más necesitados
y marginados de este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por lo siglos de los siglos.
R. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses
2, 1-5
H
ermanos: Si alguna fuerza tiene una advertencia en nombre de Cristo, si de algo sirve una
exhortación nacida del amor, si nos une el mismo Espíritu y si ustedes me profesan un afecto
entrañable, llénenme de alegría teniendo todos una misma manera de pensar, un mismo amor,
unas mismas aspiraciones y una sola alma. Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien,
por humildad, cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo y no busque su propio interés,
sino el del prójimo. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
HIMNO CRISTOLOGICO
Cristo Jesús el cual existía en la forma de Dios
no exigió tener la gloria debida a su divinidad.
Se anonado tomando la forma del siervo de Dios
y se asemejo a todos los hombres en su condición.
HACIÉNDOSE HOMBRE SE HUMILLO,
SE HIZO OBEDIENTE
HASTA MORIR EN LA CRUZ
HASTA MORIR EN LA CRUZ.
Por eso Dios
de modo admirable a Cristo exaltó
y le otorgó un nombre tan alto que a todo exedió.
Para que así el cosmos entero se centre en Jesús
El es el Señor que a todos conduce al Padre: AMEN.
EXHORTACIÓN
Se trata de presentar a los fieles el aspecto “positivo” de la imposición de la ceniza, no solo como acto de
penitencia, sino además y sobre todo como un momento intenso de gracia y oración.
Se trata de que no solo mantengamos abierto nuestro corazón a los demás, sino además y sobre todo a tomar
una actitud y una acción positiva y efectiva en favor de los pobres, los enfermos, los abandonados, los
marginados.
Ser conscientes de ser una Iglesia en busca de la oveja perdida, de la oveja herida y a no sentir lastima por
ellas, sino llenarnos del santo coraje de Dios y hacerles justicia como hijos de Dios que todos somos y, por
lo tanto, merecedores de una vida digna de esta vocación.
Por tanto exhortamos a los fieles a que motivados y movidos por la gracia de Dios aceptemos de corazón
volver nuestra mirada hacia él, y por él hacia nuestros hermanos convirtiéndonos de corazón y ponernos
indiscutiblemente a su servicio.
Recordemos, además la práctica de las obras de misericordia:
Las Espirituales: Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que yerra.
Perdonar las injurias. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Rogar a Dios por vivos
y difuntos.
Las Corporales: Visitar y cuidar a los enfermos. Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Dar
posada al peregrino. Vestir al desnudo. Redimir al cautivo y enterrar a los muertos.
La práctica del ayuno en este día y el Viernes Santo, así como la abstinencia de carne todos los viernes.
El ayuno consiste en desayunar y cenar la mitad de lo acostumbrado, no comer entre horas y una comida
normal. Ayunar es uno de los mandamientos de la santa madre Iglesia y es obligatorio para los mayores de
edad hasta cumplir los 60 años.
En cambio, la abstinencia que debería ser todos los viernes del año es obligatoria a partir de los 14 años. Los
invitamos a considerar el aspecto positivo de estas prácticas cuaresmales, en el sentido de fortalecer nuestro
ser, tener un mejor control sobre nuestras tendencias y debilidades para ser y mostrarnos más íntegros.
IMPOSICIÓN DE LA CENIZA
Acompañados por un canto penitencial,
los asistentes pasan uno por uno a que les impongan la ceniza.
"ARREPIENTE Y CREE EN EL EVANGELIO".
O bien
"ACUÉRDATE DE QUE ERES POLVO Y AL POLVO HAS DE VOLVER".
CANTOS
PERDÓN, OH DIOS MÍO. PERDÓN E INDULGENCIA.
PERDÓN Y CLEMENCIA. PERDÓN Y PIEDAD (2) .
PERDÓN Y PIEDAD.
Pequé ya mi alma,
su culpa confiesa,
mil veces me pesa
de tanta maldad (2).
Y Yo, en recompensa,
pecado a pecado,
la copa he llenado
de la iniquidad (2).
Mil veces me pesa
de haber obstinado
tu pecho rasgado
¡Oh suma bondad!
Yo fui quien de duro
madero inclemente
te puso pendiente
con vil impiedad (2).
Mas ya, arrepentido,
te busco lloroso,
¡Oh Padre amoroso!
¡Oh Dios de bondad! (2)
PERDONA A TU PUEBLO, SEÑOR. PERDONA A TU PUEBLO, PERDÓNALE, SEÑOR.
No estés eternamente enojado.
No estés eternamente enojado.
Perdónale, Señor.
Por las heridas de pies y manos,
por los azotes tan inhumanos.
Perdónale, Señor.
Por tus profundas llagas tan crueles,
por tus salivas y tus hieles.
Perdónale, Señor.
Una vez concluida la imposición,
el Celebrante y sus ayudantes, se lavan las manos y,
se concluye con la Oración Universal de los Fieles.
ORACIÓN UNIVERSAL DE LOS FIELES
Celebrante: Hermanos, con el empeño de que año tras año nuestras parroquias se renueven a la luz del
Evangelio, pidamos a Dios al inicio de este santo tiempo de la Cuaresma que nos permita cuidar de nuestros
hermanos y no ponerle resistencia a su gracia para que en la Pascua podamos disfrutar de una comunidad
parroquial donde se respire la suave fragancia de la resurrección de Cristo, y digamos con fe y esperanza:
R. SEÑOR, QUE TE PODAMOS SERVIR CON ALEGRÍA Y GENEROSIDAD.

Para que vivamos alegremente nuestro desprendimiento en favor de los demás, principalmente a los más
pobres y alejados, oremos. R.

Para que transformados por la Palabra de Dios veamos en las necesidades de nuestros hermanos una
oportunidad para compartir lo que Dios a manos llenas nos ha dado, oremos. R.

Para que desterremos de nuestras comunidades cualquier tipo de indiferencia, oremos. R.

Para que tengamos siempre en nuestro corazón y en nuestras prioridades pastorales a aquellos que privados
de su libertad purgan alguna pena o delito, oremos. R.

Para que llevemos alegría y esperanza a aquellos que sufren en la soledad o en la enfermedad, oremos. R.
Celebrante:
P
adre que la palabra de Cristo habite en nuestra Comunidad Parroquial con toda su riqueza para
tengamos amor, que es el vínculo de la perfecta unión, y así el mundo crea en tu Hijo Jesucristo, al que
tanto amas y que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
DESPEDIDA
La Bendición se suprime debido al rito de la ceniza.
Celebrante:
Asamblea:
Con la convicción de prepararnos a la celebración de la Pascua, vayamos en paz.
R. Demos gracias a Dios.
CANTO
RENUÉVAME SEÑOR JESÚS
YA NO QUIERO SER IGUAL.
RENUÉVAME SEÑOR JESÚS
PON EN MÍ TU CORAZÓN.
PORQUE TODO LO QUE HAY DENTRO DE MÍ
NECESITA SER CAMBIADO SEÑOR.
PORQUE TODO LO QUE HAY
DENTRO DE MI CORAZÓN
NECESITA MÁS DE TÍ.
Ediciones SAPAL
Monterrey, N.L., México
Febrero de 2015
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