MENSAJE DE CUARESMA DEL AÑO DEL SEÑOR 2015 DEMOS UN NO A LA INDIFERENCIA Quiero iniciar mi mensaje citando al Papa Francisco: “El Señor no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno y nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos agusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… entonces nuestro corazón cae en la indiferencia… ésta actitud egoísta y de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que debemos afrontar como cristianos” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2015). Necesitamos aprender a sanar heridas. Jesús tomó postura ante el sufrimiento y el dolor de modo único: mirando, escuchando, compadeciendo, acercándose y amando. Se hizo próximo del caído a la vera del camino para aliviarlo y consolarlo. Se hizo Buena Nueva en el encuentro con todos, especialmente con los que sufrían. La clave de la espiritualidad y dinamismo de la Iglesia es: su interés, respeto y afecto con todos los que sufren: “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo, te lo doy. ¡Por el nombre de Jesucristo de Nazaret, camina!” (Hech. 3,6). La santidad y perfección de la Iglesia es la actitud de compadecer y preocuparse por los que se duelen y sufren a nuestro alrededor. Todos los bautizados, como Iglesia del Señor, como discípulos y misioneros, debemos ser profesionales que miran y aman; que hacen prójimos a los que padecen y curan sus heridas; dignifican y ponen de pie a las personas y exigen justicia para que puedan tener el lugar que le corresponde en la sociedad y junto con todos, hacer con su 1 vida, la Historia de la Salvación. Es la misión que el Señor nos confía y nos eligió para ella: construir un mundo de hermanos y hacer de la humanidad la gran familia de Dios. ALGO DE NUESTRA REALIDAD Ante la realidad de pobreza, hambre y miseria, hemos de ser conscientes de que la ignorancia, el egoísmo, la indiferencia y una actitud insensible ante el sufrimiento inocente y débil del otro, es algo que nos identifica en el tiempo actual. Debemos sentir la llamada del Crucificado, especialmente en este tiempo penitencial de la Cuaresma, para unirnos con los crucificados de la historia de hoy. La fe en el Reino nos hace creer que la injusticia y el mal que provocan la marginación y exclusión ya están vencidos, y creemos que al pueblo de Dios le duele y le afectan estas crisis y sabe que debemos luchar juntos y que no quedaremos defraudados, pues Dios siempre está con nosotros y a nuestro favor. Es el momento de despertar como cristianos para hacernos cargo de nuestra sociedad e historia de una manera activa y participativa. Estamos llamados como comunidad eclesial a encarnarnos en este momento histórico y descubrir, para salvar, tantas señales de sufrimiento y pobreza de toda índole en el mundo. Hoy nos toca ceñirnos la toalla del servicio, la que nos entregó nuestro Hermano mayor en la Última Cena y creer que como Él murió y resucitó, merece la pena gastar nuestras vidas y comprometernos en la construcción de un mundo nuevo, el mundo de la vida, de la libertad, del amor y de la alegría del Resucitado. Oigamos al Papa Francisco “Nos lo recuerda la Liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser solo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio solo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Solo estos tienen “parte” con Él (Jn. 13,8) y así pueden servir al hombre”. (Mensaje de Cuaresma 2015). EXCLUIDOS AYER Y HOY En nuestra sociedad siguen existiendo marginación y exclusión tan terribles como las de ayer. Hay gente marginada de la salud: tantos enfermos, especialmente niños, que mueren por la falta de asistencia y medicina. Como en tiempos del Señor, se temía el contagio de la lepra y no tocaban al enfermo por miedo a contraerla: hoy existe el sida y otros males y quienes los padecen son excluídos. Hay exclusión religiosa por el integrismo religioso. Hay exclusión social por la xenofobia y el racismo. Hay pobreza y hambre por tantos Epulones que no saben ver a los Lázaros de hoy. Más aún, si abrimos un poco nuestra mirada y la dirigimos al ambiente sociocultural, descubriremos actitudes que parecen nos están diciendo que necesitamos 2 establecer distancias para con los otros, pues su cercanía engendra problemas y, por lo mismo, no hay que ir a su encuentro, ni acercarnos y menos aún tocarlos. Lo que más duele es que, ante estas situaciones, antes y ahora, nos estamos acostumbrando a esta realidad y terminamos por pensar que son actitudes normales o al menos inevitables. UN HOMBRE NUEVO Y COMPASIVO Sí, aunque parece extraño, debe surgir un hombre nuevo al que no le importa levantarse y salir al encuentro de los demás, ni tampoco lo asusta “extender la mano” y “tocar” al leproso a pesar de que era algo prohibido por la ley. La palabra, el corazón y las manos de este hombre nuevo abrirán todos los caminos a quienes estaban olvidados, marginados y despreciados, a fin de que reconstruyamos estructuras sociales más justas y solidarias. Se trata de una actitud de cercanía y de riesgo. Hay que tocar con cariño estremecido la realidad social; acoger cada día al desamparado; dejar abierta la puerta y una silla vacía para quienes deseen compartir y sentarse a la mesa. No olvidemos que todo es para la Gloria de Dios y que, como nos dice en el siglo segundo S.II San Irineo, “la Gloria de Dios es el hombre vivo”. Estemos siempre dispuestos a abrir nuestras puertas y nuestros sentimientos para ver la realidad que hoy reclama nuestra compasión. Seamos solidarios para luchar y acabar con la tragedia de la insolidaridad. Es urgente generar un nuevo orden de relación entre personas, instituciones, asociaciones, empresas, organismos y pueblos para vivir la fraternidad que nos una a todos. Un mundo así lo lograremos cuando aprendamos todos a ver con respeto y con ternura a los demás. Por un mundo así todos debemos apostar por la solidaridad y regirnos en nuestro trato con los demás con reglas tan extrañas como éstas: “el que pierde gana”, “es más importante el que más sirve”. Es bueno abrazarnos a Dios y compartir este abrazo a todos como hermanos. Se están dando ya pasos por estas sendas y debemos seguir luchando para resolver la terrible tragedia de cada día en nuestra vida. PASAJES BIBLICOS El Santo Padre Francisco nos propone en su Mensaje Cuaresmal meditar tres pasajes bíblicos. 1. “Si un miembro sufre, todos sufren con el” (1Co. 12,26). 3 “La caridad de Dios rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia. El Cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en El no se es indiferente hacia los demás”. 2. “¿Dónde está tu hermano?” (Gen. 4,2). Somos responsables de nuestros hermanos y por lo mismo estamos llamados a cruzar el umbral que nos pone en relación con la sociedad, con los pobres y los alejados. La Iglesia es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para éllos. Nuestras comunidades deben llegar a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia. 3. “Fortalezcan sus corazones” (St. 5,8). Los creyentes también tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer?. En primer lugar, orar en comunión con toda la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. El Santo Padre ha manifestado un deseo que se celebre en la Iglesia, en los días 13 y 14 de marzo, las “24 horas para el Señor” y pidamos que seamos sensibles, con un corazón humano y no de piedra, al hermano que nos necesita. Podemos también ayudar con gestos de caridad, llegando a personas cercanas y alejadas. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación con la humanidad”. También el sacrificio y el sufrimiento del hermano es una invitación a la conversión, porque nos recuerda la fragilidad de la vida; pero también las infinitas posibilidades del Amor de Dios. El Papa Benedicto XVI (Deus Caritas est n° 31) nos invita a vivir un camino de formación del corazón: “Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme y cerrado al ser tentados, pero abierto a Dios. Es un corazón que se deja impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y todo lo da por el otro. 4 Para no caer en el vértigo de la globalización de la indiferencia el Santo Padre Francisco nos pide rezar en esta Cuaresma: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo para no permitir que se encierre en sí mismo, sino que se abra a los demás”. ORACION PARA LA SOLIDARIDAD Señor, que tengamos manos que se unan entre sí y, unidas a las Tuyas, unirlas a las manos de los pobres. Que nuestras manos sean manos de Buena Nueva, sembradoras de vida, lámparas de esperanza y constructoras de la paz. Que sean manos solidarias que partan el Pan para todos y manos traspasadas en tantas manos clavadas en las cruces del mundo y unirlas a tus Manos ya gloriosas de Pascua. Manos abiertas, sin límites, sin fronteras para llegar a todas las otras manos y ser capaces de estructurar de fraternidad el mundo siendo fieles a tu Reino. Manos que dan lo que reciben y que tengamos cada día más manos que se entrelazan. Concédenos que a ejemplo de la Virgen María, Madre de Misericordia, seamos siempre capaces de sentir y vivir el dolor de los demás y hacer presencia donde podamos y debamos hacer el bien. Afectísimo en Cristo y María. + J. ULISES MACÍAS SALCEDO Arzobispo de Hermosillo 5