La (des)confianza y la (in)formalidad Domingo, 12 de agosto de 2012. : Luis Véliz, El viernes nos sorprendió con la imagen del congresista oficialista Rubén Condori aprovechando una leve distracción de su excorreligionaria Rosa Mavila, para votar a favor de la delegación de facultades al Ejecutivo para legislar en materias de Defensa e Interior (propuesta respecto a la cual la citada congresista estaba en contra, dicho sea de paso). Con este “pícaro” regate del congresista Condori, además de haberse escrito un punto adicional en el “Manual del pendejo peruano”, se brinda a la ciudadanía un argumento más para la desconfianza a nuestro sistema político. La que es apoyada, además, por una serie de hechos previos que han dado a conocer a nuestra vitrina política como una pandilla de pendejeretes, empezando por el último trío de presidentes. Si algo tienen en común los tres es el sólido énfasis que dieron en campaña a una propuesta política de izquierda que, sin embargo, al obtener el poder, viró a la derecha de manera grosera. Esto ha sido llamado en muchas ocasiones “traición” por parte de quienes se sintieron identificados con las propuestas del candidato y, luego, decepcionados por las decisiones de la autoridad. ¿Hay, sin embargo, ante esta opaca realidad, espacio para que la situación cambie? ¿Hay razones para creer en que nuestros políticos se pueden regenerar y volverse un poco más serios y responsables? Como siempre, eso depende de nosotros, los electores. Particularmente, creo que el cambio dependerá en gran medida de que nuestro sistema caudillista informal (que se da desde PPK hasta Gregorio Santos) se transforme en uno, ya no partidos, que en este momento sería pedir mucho, sino al menos de agrupaciones políticas cuyo único fin no sea obtener el poder. En el país, los partidos existen mientras tengan la inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones, es decir, mientras puedan aspirar a participar de comicios electorales. Esta visión excluye a los partidos políticos de realizar actividades fuera del ámbito electoral, con la consecuencia lógica de que las decisiones de este espacio estarán determinadas por la posibilidad (o no) de obtener éxito en la conquista del poder. Sin embargo, ¿porqué no esperar que nuestros partidos políticos sean espacios de generación de conocimiento y formación de cultura política? ¿Porqué no visualizar partidos políticos que lideren proyectos de cambio ciudadano, que convoquen voluntarios y repliquen las extraordinarias experiencia de cambio que hay en la sociedad peruana? Mi pregunta fundamental es porqué no pedirle a mi partido político que sea el líder de estos procesos de cambio, que vean a la política no sólo como la obtención del poder sino como un ejercicio cotidiano de cambio social, que puede experimentarse fuera del ámbito electoral. Esto haría incluso más viable la legitimidad de los partidos y, por tanto, la obtención del poder. Es una visión de difícil concreción, sin embargo. Lo cotidiano en el debate de la agenda pública son las pugnas por los espacios de representación y la agenda de los próximos 10 años no ayuda: tendremos elecciones el 2014 (regionales), el 2016 (nacionales), el 2018 (regionales), el 2021 (nacionales). Es decir, elecciones casi cada dos años, lo que será como una sobredosis de cafeína para nuestros débiles partidos-políticos-electorales, que muy probablemente no verán más que encuestas y pancartas durante los siguientes 10 años. Sin embargo la oferta y la demanda siempre juegan en pared. Las posibilidades reales de cambio se circunscriben a que nosotros, como electores, demandemos de nuestros representantes algo más que un slogan de campaña. Es decir, que apostemos sin ambages (y ya no sólo como votantes, sino tomando partido) por propuestas políticas que vayan más allá de lo electoral y más allá del caudillo. Con esta toma de posición habremos logrado bastante. ____________________________ Nota: Un ejemplo de lo que no debemos hacer. En enero del 2010, mucho antes de la dicotomización que trajo la segunda vuelta y aún con tiempo para realizar un esfuerzo más orgánico, un grupo de intelectuales firmaban una carta de apoyo al caudillo Ollanta Humala. ¿Acaso no nos la buscamos cuando apoyamos personas en lugar de instituciones?