www.muyhistoria.es Nº145 ORIGEN Y ESPLENDOR Del siglo X al siglo XVII ‘BUSHIDO’ Una ética de vida EL ARTE DE LA GUERRA Un gran ejército de élite BATALLA DE SEKIGAHARA El conflicto que cambió Japón VIVIR EN EDO ¿Cómo era su día a día? LOS 47 ‘RONIN’ Entre el mito y la realidad ‘UKIYO-E’ Héroes inmortalizados SAMURÁIS Guerreros inmortales EDITORIAL La muerte antes que rendirse ALBUM P ocos guerreros hay más míticos que los samuráis. Junto con los caballeros medievales de las órdenes religioso-militares de Occidente componen nuestro imaginario de lo que es la ética, la lealtad y la obediencia a unos principios y a un señor o jefe. De hecho, el término “samurái” proviene del verbo saburau, que significa “servir a alguien”. Los primeros samuráis aparecieron en el siglo IX y originalmente eran individuos que protegían a los miembros de alto rango de la corte imperial. Posteriormente, cuando el poder de la aristocracia se debilitó y la sociedad comenzó a ser dominada por guerreros, las personas que Onoe Matsusuke como samurái del clan Fujiwara. combatieron y dirigieron las batallas fueron llamadas samuráis. Su filosofía de vida, conocida como bushido, se regía por unos principios generales: “Dedicar tu vida a realizar tus propias acciones y cumplir con tus responsabilidades”, “servir a tu señor hasta el extremo de sacrificar tu vida” y “estar preparado para dar tu propia vida en caso de fracaso”. Esto último conllevaba el seppuku, una forma de suicidio que consistía en hendirse el abdomen. La era de los samuráis acabó en 1868 con la Restauración Meiji. En este número de MUY HISTORIA nos acercamos a ellos, profundizamos en su contexto histórico, analizamos su principio y final, las armas que empleaban, las batallas legendarias en las que participaron, su papel como mecenas del arte (algo muy poco conocido), su representación en los bellos ukiyo-e –esas estampas que tanto influyeron a artistas como Van Gogh, por ejemplo–, y establecemos una correlación con otros personajes míticos nipones: las geishas. ¿Qué les acerca y les diferencia? Descúbrelo. Feliz lectura. Carmen Sabalete Directora ([email protected]) IMAGEN DE PORTADA: SHUTTERSTOCK. MUY HISTORIA 3 SUMARIO SAMURÁIS GUERREROS INMORTALES ALBUM 20 36 44 GETTY SHUTTERSTOCK GETTY 28 REPORTAJES Origen y esplendor de los samuráis 20 Líderes legendarios 64 ‘Bushido’, el camino del honor 28 La venganza de los 47 ‘ronin’ 72 El arte de la guerra 36 El guerrero en los grabados ‘ukiyo-e’ 78 Armas, de lo funcional a lo simbólico 44 Los señores del regalo 86 1600: La batalla de Sekigahara 50 Samuráis y geishas 94 Vida cotidiana en la capital del sogunato 56 El fin de los samuráis 102 4 MUY HISTORIA PRISMA PHOTOAISA 50 56 GETTY ALBUM 64 72 SECCIONES 86 ALBUM Las listas de MH Entrevista: Manuel Cruz 10 Momentos estelares 13 Imágenes con historia 14 Historias del cine 18 Historia alternativa 116 Historia en el arte 118 Panorama 120 ASC DOSSIER: Misiones pedagógicas 108 GETTY CENTRO CENTRO 94 6 78 102 MUY HISTORIA 5 LAS LISTAS DE MH Diez listas variopintas de todos los tiempos En esta ocasión, presentamos una “lista de listas” elaboradas desde los albores de la historia en Mesopotamia hasta nuestros días y formadas por todo tipo de elementos: nombres de reyes, clases de sueños, normas morales, libros prohibidos, personajes caídos en desgracia o influyentes... POR NACHO OTERO Libro de los sueños del Antiguo Egipto 1 (hacia 1279 a.C.) La fascinación por los sueños y la necesidad de descifrarlos son tan antiguas como el momento en que el ser humano se percató de la existencia de esa realidad paralela que solo surge cuando dormimos. Así, el documento de codificación onírica más antiguo que se conserva es este papiro egipcio, probablemente escrito durante el reinado de Ramsés II, de la Dinastía XIX (Papiro Chester Beatty III, abajo). En él se enlistan en primer lugar los sueños considerados “buenos” y en segundo lugar los “malos”. El libro o lista de los sueños se conserva en la actualidad en el Museo Británico (Londres, Inglaterra). ASC 2 Lista Real Sumeria Este listado de reyes de la antigua Mesopotamia, escrito en lengua sumeria cuneiforme, se halla en varios documentos y artefactos arqueológicos, de los cuales el mejor conservado y más antiguo –finales de la dinastía de Isin– es el Prisma de Weld-Blundell (en la imagen). La lista divide a los reyes en antediluvianos (con reinados de inverosímil longitud), considerados míticos, y posdiluvianos. El primer rey mencionado cuya existencia es reflejada en documentos fuera de la lista es Mebaragesi de Kish, contemporáneo de Gilgamesh. 6 MUY HISTORIA ASC (hacia 1817 a.C.) 3 ASC 4 SHUTTERSTOCK Index Librorum Prohibitorum 1564 El Índice de Libros Prohibidos (arriba, portada de su primera edición) es una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia católica catalogó como perniciosas para la fe y que, por tanto, los católicos no estaban autorizados a leer. Fue promulgado por primera vez por Pío IV, a petición del Concilio de Trento, el 24 de marzo de 1564. El Index conoció más de 40 ediciones; la última, la de 1948. En 1966, el papa Pablo VI lo suprimió. Diez Mandamientos (siglo VI a.C.) 5 ALBUM También conocidos como el Decálogo, este conjunto de principios éticos y de adoración –que todos nos hemos sabido alguna vez de memoria– juega un papel importante en el judaísmo y el cristianismo. Los Diez Mandamientos aparecen dos veces en la Biblia hebrea, en el Éxodo y en el Deuteronomio. De acuerdo a la historia narrada en el primero, Dios escribió estos mandatos en dos tablas de piedra y se las dio a Moisés (en la ilustración, partiendo las aguas del mar Rojo) en el monte Sinaí. Incluyen prohibiciones en contra de la idolatría, el asesinato, el robo, la deshonestidad y el adulterio, junto a instrucciones para adorar a Dios. Lista de los reyes godos (fecha indeterminada) De origen incierto, se afianzó durante el franquismo y dejó de estar en los planes de estudios con la llegada de la democracia. Consiste en una lista ordenada cronológicamente de 33 reyes del reino visigodo, desde Ataúlfo (siglo V; en la miniatura, a la izquierda) a Rodrigo (siglo VIII), que había que aprender de memoria. La pedagogía progresista la utilizó como prueba de cómo la pedagogía tradicional reducía la asignatura de Historia a la enumeración acrítica de nombres, datos y fechas. MUY HISTORIA 7 ‘Lista de la compra’ de Franco 1940 Así llama con sorna el hispanista Paul Preston al pliego de exigencias que Franco presentó a Hitler para considerar la entrada de España en la II Guerra Mundial. A saber: 400.000 toneladas de gasolina, 700.000 toneladas de trigo, 200.000 toneladas de carbón y cantidades análogas de otras materias primas (diésel, algodón, caucho, etc.), así como armamento y, en el aspecto territorial, la devolución de Gibraltar y la cesión del Marruecos francés. Hitler no entró en la “letra pequeña” de tan desorbitado precontrato y este quedó, finalmente, sin efecto. GETTY 6 7 Lista de Schindler La película La lista de Schindler (1993, Steven Spielberg; dcha., una escena) se basó en una novela y esta, a su vez, en un hecho real: la lista elaborada por Oskar Schindler, empresario alemán en principio simpatizante de los nazis, para salvar de morir en el Holocausto a casi 1.200 judíos polacos, durante la Segunda Guerra Mundial, empleándolos como trabajadores en sus fábricas o simplemente haciéndolos pasar por tales empleados. Por esta acción humanitaria, Schindler sería nombrado Justo entre las Naciones por el gobierno de Israel en 1963. 8 MUY HISTORIA AGE 1944 Lista Negra de Hollywood 8 9 ASC En plena ola de histeria “antirroja” en EE UU, en este listado siniestro se incluyó, a partir del 25 de noviembre de ese año, a guionistas, actores, directores, músicos y otros profesionales del cine estadounidense por sus simpatías o lazos con el Partido Comunista, fueran estos reales o supuestos. Todos los “alistados” perdieron su trabajo, algunos para siempre, y hubo algunos que incluso fueron juzgados y condenados a prisión o que se quitaron la vida. Los más famosos fueron los primeros despedidos por la industria, los llamados Diez de Hollywood: los guionistas y directores Alvah Bessie, Herbert Biberman, Lester Cole, Edward Dmytryk, Ring Lardner Jr., John Howard Lawson, Albert Malz, Samuel Ornitz, Adrian Scott y Dalton Trumbo (en la imagen, nueve de ellos). Los 100 de Michael H. Hart 1978 Este libro, escrito por un astrofísico estadounidense, consiste en una lista de las cien personas que, según el autor, han sido las más influyentes en la historia de la humanidad. La lista es –según propia confesión de Hart– absolutamente personal, por lo que no debe ser considerada como fuente de información verídica, pero ha resultado a su vez muy influyente en otras enumeraciones similares posteriores (y también ha sido muy criticada: solo dos mujeres, Isabel I de Inglaterra e Isabel la Católica). Lista Forbes 1987 10 SHUTTERSTOCK ASC 1947 Publicada por primera vez en marzo de 1987 y reeditada desde entonces anualmente, es la clasificación que hace la revista Forbes (a la izquierda, su sede en Nueva York) de los multimillonarios más ricos del mundo, según su patrimonio neto documentado. La última lista publicada, correspondiente al año 2021, la encabezan Jeff Bezos (177.000 millones de dólares), Elon Musk (151.000 millones de dólares), Bernard Arnault (150.000 millones) y Bill Gates (124.000 millones). El español Amancio Ortega ocupa el puesto número 11 con “solo” 77.000 millones de dólares. MUY HISTORIA 9 ENTREVISTA MANUEL DESIRÉE RUBIO DE MARZO CRUZ El filósofo y político catalán Manuel Cruz Rodríguez (Barcelona, 1951), actualmente miembro del Senado por el PSC, desgrana los pormenores de su último libro, Democracia. La última utopía (Espasa, 2021). FERNANDO COHNEN PERIODISTA 10 MUY HISTORIA E n los últimos tiempos, la democracia ha sido objeto de numerosas críticas. ¿Cuáles son las razones de estos ataques? En los momentos más álgidos de la crisis de 2008, vivimos una deriva hacia lo que Jonathan Hopkin (profesor de la London of Economics and Political Science) llamó “política antisistema” por parte de aquellos sectores ciudadanos descontentos con el aumento de la desigualdad económica. Dicho descontento se dirigió en primera instancia contra sus representantes políticos tradicionales, a los que se les reprochó precisamente no cumplir con la función representativa para la que habían sido elegidos. El hecho de que el discurso contra las élites prendiera en su momento con fuerza en países tan diferentes como Reino Unido, EE UU, Italia, Grecia o España, protagonizado a su vez por fuerzas políticas tan diversas entre sí como el Partido Conservador de Johnson, Trump, Cinco Estrellas, Syriza o Podemos, prueba que era el denominador común del aumento de la brecha entre pobres y ricos el que permitía explicar la mencionada deriva antisistema por parte de determinados sectores sociales, históricamente alineados con formaciones políticas clásicas. En su nuevo libro, Democracia. La última utopía, usted se pregunta: ¿Y si el problema de la democracia fueran los ciudadanos? A mi juicio, ya no da más de sí el cansino discurso que intentaba ubicar en las élites la causa del malestar de los ciudadanos. A quienes manejan una idea extremadamente pobre y simplista de la democracia les parece que nada hay más democrático que adular de manera permanente a la ciudadanía, sea cual sea el rumbo que esta pueda emprender, las acciones que pueda respaldar o los líderes a los que pueda apoyar. Aunque, eso sí, cuando la ciudadanía no se comporta como ellos desearían, de inmediato pasan a considerarla como una criatura inocente que ha resultado ser víctima de un engaño por parte de algún político desaprensivo. En todo caso, lo que parece claro es que lo que PERFIL PROFESIONAL C atedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz es autor de más de una treintena de libros (algunos de ellos traducidos a otros idiomas) y compilador de casi una quincena de volúmenes colectivos, habiendo sido galardonado con los premios Anagrama de Ensayo 2005 por Las malas pasadas del pasado, Espasa de Ensayo 2010 por Amo, luego existo y Jovellanos de Ensayo 2012 por Adiós, historia, adiós, entre otras distinciones. Cruz colabora en diversos medios de comunicación, tanto nacionales como extranjeros (Clarín), y ha sido colaborador en la Cadena SER y en Catalunya Ràdio. Fue diputado del PSC en el Congreso entre 2016 y 2019 y presidió el Senado en la XIIIª Legislatura. Ha recogido su experiencia de esos años en el libro Transeúnte de la política (2020, Taurus). se suele denominar el factor humano constituye un elemento insoslayable en el análisis. Como asimismo parece claro que a esta variable hay que dotarla de un contenido concreto para que no pueda ser identificada con una vacía apelación a la libertad que poco ayuda a la comprensión de las situaciones. ¿Quién controla a los controladores? En mi opinión, el control, necesario por completo, no se debería ejercer únicamente sobre los poderes del Estado, sino sobre todos los poderes de la sociedad, sin excluir ningún sector empoderado. Con una puntualización inexcusable: dicho control debería ser llevado a cabo por parte de la misma sociedad. O, por decirlo con otras palabras, este es un empeño que solo se podrá llevar a cabo desde la democracia y no desde la política en sentido estrecho. El objetivo es tratar de perseverar y profundizar en el quehacer de democratizar la democracia. ¿Lo prioritario es cuidar la libertad? Reconozco que me dejaron tan sorprendido como preocupado las recientes palabras de Vargas Llosa poniendo por delante un presunto “votar bien” al “votar en libertad”. Entre otras razones, porque, paradójicamente, coinciden con lo que siempre han manifestado los independentistas, a los que tanto ha criticado nuestro Premio Nobel: que los resultados finales son lo que importa y que los procedimientos se deben subordinar a ellos. Me sorprende también porque Vargas Llosa ha hecho en reiteradas ocasiones grandes elogios a Karl Popper, y la democracia es muy popperiana, siempre ofrece segundas oportunidades y, en caso de que los ciudadanos no voten bien (signifique esto lo que signifique), les ofrece la posibilidad de enmendar su error. Frente a esto, lo que creo es que deberíamos ser capaces de dejar en libertad las ideas para que pudieran debatir entre ellas y crecer, en vez de seguir aceptando su sustitución por todas esas mentiras flagrantes y escándalos prefabricados que hoy atruenan el espacio común, o de promover prohibiciones y vetos más que cuestionables en democracia. En su libro usted afirma que uno de los ropajes discursivos con los que se ha revestido un sector de la izquierda en España ha sido el del populismo. ¿Es esta izquierda la que ha desdeñado la democracia, tildándola de meramente formal? El desdén hacia la democracia, por meramente formal, no es cosa de estos días, aunque en ellos se haya activado de manera intensa. Hay toda una tradición en la izquierda (en la de la IIIª Internacional, para entendernos) que siempre mantuvo esta actitud, y a la que le resultó complicado asumir como propio el proyecto democrático. No solo le reprochaban su condición formal, sino que también la acusaban de ser una superestructura política dependiente de la infraestructura económi- >>> MUY HISTORIA 11 >>>ca. Nada tiene de extraño entonces que tales sectores puedan haber recuperado en los últimos tiempos un cierto protagonismo político. Pero también parece claro a estas alturas que dicha recuperación política no ha venido acompañada de la recuperación explícita de su viejo discurso, sino más de una mutación del mismo en la dirección ‘iliberal’ que venimos comentando y que, a qué ocultarlo, conserva un cierto aroma de las antiguas esencias. ¿No es posible que esta izquierda que usted llama populista esté exigiendo más democracia, más justicia social, mejora de los servicios públicos, reforma tributaria, etc.? No pongo en cuestión que dicha izquierda plantee tales exigencias. Lo único que digo al respecto son dos cosas. La primera, que no fueron esas exigencias las que mostraron como bandera específica cuando se presentaron como nueva política en la escena pública, y que en ese momento impugnaron a la entera totalidad de los representantes de los ciudadanos, a los que calificaron de “casta”, un término que abandonaron bien pronto. La segunda, que las reivindicaciones que se mencionan en la pregunta han formado parte desde siempre del ADN de las formaciones socialdemócratas clásicas. Que es como se definen ahora, como socialdemócratas reformistas, los populistas de hace no tanto. Los cuales, dicho sea de paso, no solo no rechazaban esa etiqueta, sino que incluso la teorizaban, hablando del “momento populista”. Usted afirma que la democracia es mucho más que una caja de herramientas, que es una caja de valores. ¿Podría explicar esta idea? ‘DEMOCRACIA. LA ÚLTIMA UTOPÍA’ anuel Cruz recuerda que la democracia viene siendo objeto, desde hace ya un tiempo, de ataques y críticas de muy diferente tipo. Convendría extraer alguna lección de tanta acumulación de reproches. “Porque al peligro, absolutamente real, de que pueda terminar viéndose dañada por los embates de los autoritarismos de variado pelaje, deberíamos sumar otro, de diferente naturaleza, pero no por ello menor, relacionado con la esfera de las ideas”, advierte el autor del libro Democracia. La última utopía (Espasa). Cruz cree que es peligroso entender la democracia en términos puramente instrumentales, como un mero conjunto de procedimientos formales para organizar la vida en común. Ello significaría desdeñar las enormes potencialidades emancipatorias que ofrecen los sistemas democráticos y la posibilidad que nos brindan de materializar por fin aquellos valores que alumbraron el mundo moderno. M Aludíamos anteriormente a ese desdén hacia la legalidad vigente, tan generalizado en los últimos tiempos entre nosotros con el demagógico argumento de que la democracia está por encima de la ley. Pero si algo está en el origen de la democracia es precisamente el principio de la igualdad de todos ante la ley, principio que en modo alguno debe ser considerado como una declaración de carácter abstracto, sin aplicación al mundo real. La necesidad de la obediencia a las leyes, tan impugnada por algunos demagogos, incluso de izquierdas, se basa en el principio clásico ciceroniano de que ellas han de ser instrumento de la libertad. De la misma manera, para que las leyes se constituyan en instrumentos para alcanzar una auténtica igualdad no basta con que todos estemos sometidos al imperio de la ley, sino que El objetivo es profundizar en el quehacer de democratizar la democracia 12 MUY HISTORIA se necesita que todos participemos en su elaboración y en sus beneficios. ¿Se puede mejorar el funcionamiento de la democracia actual? A mi entender, no conocemos otra manera de mejorar la democracia que profundizando en ella. Y profundizar en la democracia es encontrar la mejor manera de vivir juntos. Y esa manera no excluye ningún procedimiento, siempre que acepte el propio marco democrático. De ahí que se insista tanto en el libro en que la democracia tiene como una de sus principales funciones ofrecer un conjunto de procedimientos que sirvan a los ciudadanos para regular los desacuerdos y, de esta forma, facilitar la convivencia. No deberíamos perder de vista en ningún momento la importancia de este asunto, porque no disponemos de mejor alternativa que la democrática para afrontar esa tarea tan importante en nuestras sociedades, tan diversas y complejas. No es tarea fácil, pero lo que es seguro es que se convertirá en ardua si no encontramos la forma de mediar en la pluralidad de puntos de vista en materia de valores o en el conflicto de intereses antagónicos. De no encontrarla, las soluciones a los problemas se vencerán siempre del lado del más fuerte o del más astuto. MH MOMENTOS ESTELARES DE LA VIDA COTIDIANA Historia del lavavajillas E El primer lavavajillas moderno fue creado por Josephine Cochrane en 1886. Lo ideó, pues, una mujer –protagonismo excepcional en los avances técnicos de la época–, lo que suele atribuirse a la sensibilidad femenina con respecto a las tareas del hogar. Cochrane era nieta de John Fitch, el inventor del barco de vapor. Según el relato más difundido, se interesó por este avance cuando el servicio rompió unos jarrones chinos del siglo XVII. Fue el punto de partida de la iniciativa que buscó un lavado mecánico. Este lavavajillas –con estantes para platos, platillos y tazas, agua caliente a presión y motor que lo hacía funcionar– no se difundió en el mercado doméstico. Era una máquina cara, pero las familias pudientes entendían que el lavado de la vajilla era una función del servicio. El utensilio, sin embargo, tuvo éxito en la Exposición Internacional de Chicago de 1893. Fue rentable comercialmente, pues se vendió para su uso en hoteles, éxito que permitió la introducción de sucesivas mejoras. Desde 1910, abundan las noticias de distintos prototipos en Europa y América que incorporaban novedades técnicas, fuese el motor de diésel o eléctrico. De momento, el lavavajillas quedaba restringido a hoteles y restaurantes por el tamaño voluminoso de los aparatos, su precio alto y la necesidad de llevar a los hogares una corriente de agua mayor de la que era habitual. Además, para las clases altas el símbolo de estatus era el servicio doméstico, no los utensilios de lavado, por modernos que fuesen. A fines de los años veinte, las tuberías de plomo y los primeros componentes eléctricos permitieron su mayor difusión, pero la demanda social era aún limitada. Se entendía que el lavado a mano formaba parte de las tareas cotidianas de la mujer en el hogar. Las circunstancias cambiaron tras la Segunda Guerra Mundial. A finales de los años cuarenta, se redujo el tamaño del lavaplatos. En la siguiente década aparecerían detergentes específicos, y en los sesenta llegó el lavavajillas automático. Paulatinamente, penetró en el consumo de las clases medias. Había adquirido el carácter de un electrodoméstico que facilitaba las tareas del hogar. La incorporación de los microprocesadores (1978) potenció aún más su difusión. En los años ochenta, se convirtió en un artículo de consumo común en los países avanzados. La estandarización de estos dispositivos fue paralela a su mayor sofisticación técnica, que ofrecía distintos niveles de consumo. MH MANUEL MONTERO ■ Catedrático de Historia Contemporánea y Rector de la Universidad del País Vasco entre 2000 y 2004, Manu Montero (Bilbao, 1955) es autor de numerosos libros –Historia general del País Vasco, Voces vascas. Diccionario de uso, En el nombre de Bilbao, La construcción del País Vasco contemporáneo, Mineros, banqueros y navieros, Algo habré hecho...–. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos en 2018 por El sueño de la libertad. Mosaico vasco de los años del terror (Ediciones Nobel), un lúcido análisis del impacto del terrorismo de ETA. LOURDES GAMINDE DE LOS HOTELES A LOS HOGARES SHUTTERSTOCK l lavavajillas se inventó en el siglo XIX, pero su difusión masiva no se produjo hasta la segunda mitad del siguiente siglo, cuando lo exigieron la incorporación femenina al mercado laboral y las nuevas mentalidades que requerían facilitar las tareas domésticas. El desarrollo técnico siguió, así, a la necesidad social, en un producto cuya evolución no estuvo incentivada por la demanda inicial de las clases altas, para las que no fue símbolo de estatus. El primer lavaplatos del que tenemos noticia lo patentó en Estados Unidos Joel Houghton en 1850. De funcionamiento manual –una máquina de madera que salpicaba agua en los platos–, no tuvo éxito. Sin embargo, indicaba que en los albores de la sociedad de masas existía un ámbito de las labores domésticas que podía mecanizarse. MUY HISTORIA 13 IMÁGENES CON HISTORIA MUJERES SAMURÁIS Poco conocidas y mal documentadas, formaban parte de familias nobles samuráis y se las instruía para defender su hogar en ausencia de los hombres. Algunas se salieron de estos cánones. POR CARMEN SABALETE pesar del sometimiento al padre y al marido que la sociedad feudal japonesa imponía a las mujeres, se tiene constancia de algunas que participaron en las actividades bélicas de la época. Formaban parte de familias de samuráis, también llamados bushi, quienes las entrenaron para defender su casa y a su familia en ausencia del hombre, sobre todo en tiempos de guerra. El término onna bugeisha hace referencia a ellas. Estas mujeres eran entrenadas en el uso de la naginata (una lanza o alabarda de asta larga y hoja curva que les permitía mantener las distancias con el enemigo), el kaiken (una daga de hoja recta) y el tanto (una catana corta). Aunque sobre todo se las entrenaba A 14 MUY HISTORIA para repeler a enemigos que llegaran a su hogar cuando no había hombres para defenderlo, hubo casos en los que las mujeres participaron en acciones bélicas. Hojo Masako, Nakano Takeko y Tomoe Gozen son algunas de ellas. De esta última, que vivió en el siglo XII, hay constancia en el Cantar de Heike (escrito en el siglo XIII, es uno de los poemas clásicos más importantes de la literatura japonesa, en el que se habla de un sinfín de personajes y leyendas). Se estima que el antecedente de estas guerreras fue la emperatriz Jingu, un personaje de leyenda que ocupó el lugar de su marido, el emperador Chuai, a su muerte (siglo III). Jingu asumió el gobierno y encabezó el ejército en la conquista de Corea, de la que regresó victoriosa al cabo de tres años. Aunque la historia de su reinado pudo haberse inventado para explicar el periodo de interregno entre los años 200 y 270 registrados respectivamente en el Kojiki y el Nihonshoki (los libros históricos más antiguos de Japón), a Jingu se la representa como una fiera guerrera que impuso su voluntad ante una sociedad que la rechazaba y acabó por superar todos los obstáculos. GE TT Y La letal y bella Tomoe Gozen GETTY Sin lugar a dudas, la mujer samurái más conocida de la historia nipona es Tomoe Gozen, a la que se describe así en el Cantar de Heike: “Era especialmente hermosa, de piel blanca, pelo largo y bellas facciones. También era una excelente arquera, y como espadachina era una guerrera que valía por mil, dispuesta a enfrentarse a un demonio o a un dios, a caballo o en pie. Domaba caballos salvajes con gran habilidad; cabalgaba por peligrosas pendientes sin rasguño alguno”. Tomoe iba un paso más allá y superaba los estándares de las onna bugeisha tanto por sus habilidades como por las situaciones en las que se vio involucrada. Es uno de los pocos casos en los que una mujer participó en una acción bélica ofensiva, concretamente en la batalla de Awazu (1184), donde dirigió a un reducido número de tropas contra las de Minamoto Yoritomo. Se dice que combatía junto a su marido (o amante), Kiso Yoshinaka. Su final no está claro, ya que se afirma tanto que murió o se suicidó en combate como que fue una de las pocas supervivientes de la batalla. os casos de mujeres guerreras en Japón son mucho más comunes de lo que uno podría pensar y se extienden en el tiempo hasta el mismísimo final de los samuráis. Un caso especial es el de Hojo Masako, contemporánea de Tomoe Gozen pero cuya vida está mejor documentada y menos mitificada. Hojo Masako era esposa de un sogún y, como tal, decidió acompañarle en sus disputas como lugarteniente. Se dice que, cuando su esposo murió, ella abandonó la vida guerrera y se hizo monja, pero más tarde retomó las armas y siguió ejerciendo como onna bugeisha. El caso más reciente, y tal vez por ello uno de los más L conocidos, es el de Nakano Takeko. Vivió entre 1847 y 1868 y era hija de un oficial que la educó tanto en la literatura como en el combate. Durante la Guerra Boshin, que enfrentó al desgastado sogunato Tokugawa contra un grupo de nobles que buscaban devolver el poder al emperador, Nakano Takeko fue leal al sogún y encabezó un ejército formado íntegramente por mujeres. Murió durante la batalla de Aizu cuando, herida de gravedad, decidió hacerse el seppuku (ritual de suicidio) para evitar ser atrapada con vida. Fue enterrada bajo un famoso pino en el templo de Hôkaiji, donde se le rinde culto cada año (por ejemplo, en el festival de Aizu celebrado en otoño). GETTY Otras mujeres samuráis relevantes HISTORIAS DEL CINE A propósito de ‘La parada de los monstruos’ ÓSCAR CURIESES ESCRITOR ALBUM Tod Browning con sus ‘criaturas’ en el set de rodaje de La parada de los monstruos (1932). E n 1932, hace noventa años, se estrenó La parada de los monstruos (Freaks), una de las películas más polémicas, audaces y conmovedoras de la historia del cine. Tod Browning, su director, había cosechado un enorme éxito para Universal Pictures en 1931 con su adaptación de Drácula (inspirada en la obra de Broadway, no tanto en la novela de Bram Stoker). Fue entonces cuando la Metro Goldwyn Mayer fichó a Browning –que dejó Universal– con el ánimo de que este superase la notoriedad alcanzada por Frankenstein (1931, James Whale), de su anterior productora. La trayectoria de Browning resultaba idónea para ese reto: se le consideraba un reputado director especializado en films de misterio, 18 MUY HISTORIA terror y aventuras (más de cincuenta películas entre 1915 y 1932), que se encontraba en la cima de su carrera. LOS MONSTRUOS MÁS HUMANOS La popularidad del cine de terror comenzó poco antes de la Primera Guerra Mundial en Europa y Estados Unidos, alcanzando entre 1920 y 1935 uno de sus momentos más destacados. Solo hay que echar un vistazo a la siguiente nómina de clásicos para comprobarlo: El gólem (1920), Nosferatu (1922), El jorobado de Notre Dame (1923), El fantasma de la ópera (1925), Metrópolis (1928), Drácula y Frankenstein (1931), Vampyr y La momia (1932), El hombre invisible y ALBUM ALBUM Una escena de la película y su cartel publicitario (dcha.). En esta película, a los monstruos se les humaniza frente a personajes “normales” que actúan de modo monstruoso King Kong (1933), El hombre lobo y La novia de Frankenstein (1935). Drácula y Frankenstein fueron las más exitosas quizá por dos motivos: uno, porque partieron de versiones teatrales previas que ya gozaban de un notable éxito en Broadway; dos, porque fueron rodadas dentro de la industria estadounidense, que, a la larga, se impondría al resto. Al igual que las anteriores, La parada de los monstruos tenía como telón de fondo un texto literario (Espuelas, de Tod Robbins), pero el trabajo de Browning no fue, a diferencia de Frankenstein, Drácula y otras, una película sobre monstruos. La palabra inglesa freak designa lo anormal, lo anómalo o lo informe, no tanto lo monstruoso. La traducción del título original Freaks por La parada de los monstruos resulta inadecuada y nos confunde, aunque no tanto como confundió a las audiencias de los años 30: esperaban monstruos ficticios y se encontraron con discapacitados reales. Tanto Jeffrey Jerome Cohen en su Monster Theory (1996) como Maria Beville en The Unnameable Monster in Literature and Film (2013) han trabajado de manera extensiva y brillante sobre ese concepto (remito al lector a esos textos). Yo, desde mi sensibilidad como espectador, quizás querría sugerir o subrayar –pues se encuentran implícitos en los trabajos anteriores– dos elementos más: uno, que el monstruo constituye una representación de lo irracional e inconsciente; dos, que esa representación se efectúa a través de lo ficcional y lo imaginario. Creo que es justo por eso por lo que La parada de los monstruos no es una película sobre monstruos, sino algo diferente. Aquí la mayoría de los personajes no parecen tales, es decir, entidades de ficción, ya que apenas existe distancia entre lo que son (discapacitados) y lo que representan (discapacitados). Incluso me atrevería a decir que no interpretan real- mente un papel, o no al menos como sucedía con Bela Lugosi en Drácula o Boris Karloff en Frankenstein. En la obra de Browning, los freaks son mostrados del mismo modo en que se hacía antiguamente en los circos y ferias, solo que al contrario de lo que ocurría en esos espectáculos se les humaniza, se les concibe como seres humanos, contrastándolos con otros personajes aparentemente normales, sin taras físicas o psíquicas, que sí se comportan de un modo “monstruoso”, a pesar de no ser discapacitados. En ese aspecto, resulta muy llamativo y desconcertante insertar la película en su contexto histórico, a la luz de las teorías partidarias de la eugenesia desarrolladas en Occidente por esa época (no solo en Alemania y Estados Unidos). Sin embargo, nada hay de monstruoso en el comportamiento de los discapacitados de Freaks. Quizá sea precisamente por eso, por su condición realista, por lo que la película trastocó los esquemas imperantes en el cine y la sociedad de su tiempo, llegando a ser prohibida por obscena e inmoral. Aquí, al contrario de lo que acontecía en Drácula, Frankenstein o El hombre invisible, no se mostraba a seres perversos e imaginarios que eran derrotados para restablecer “el orden del mundo”, sino a discapacitados que seguirían existiendo tal cual aparecían en la pantalla una vez que la proyección hubiera terminado. La parada de los monstruos se volvió a estrenar en el Festival de Venecia de 1962 con el beneplácito de la crítica, y a partir de los años setenta se convirtió en un referente ineludible de la contracultura y de la propia historia del cine. Sin ella, películas como Cabeza borradora (1977) o El hombre elefante (1980), de David Lynch, o el deslumbrante episodio titulado Meal ticket que aparece en La balada de Buster Scruggs (2018), de los hermanos Coen, MH jamás se hubiesen rodado o no serían lo mismo. MUY HISTORIA 19 ORIGEN Y ESPLENDOR DE LOS SAMURÁIS Hay diversas teorías historiográficas acerca de la procedencia –cazadores, marineros, protectores de campesinos, forajidos– de estos guerreros nipones, que vivieron su etapa de máximo auge entre los siglos XII y XVII. DRA. MARÍA LARA MARTÍNEZ PROFESORA DE HISTORIA MODERNA, EMBAJADORA DE LA MARCA EJÉRCITO Y ESCRITORA L a aparición del samurái se sitúa en torno al siglo X. Se utilizaron diversos vocablos para aludir al guerrero, pero se impuso el de saburai, esto es, “servidor”, y de ahí se popularizaría “samurái”. Hay hipótesis que apuntan a que los primeros samuráis eran soldados-cazadores en las provincias del este y otras que indican que eran soldados-marineros del oeste, o que protegían fincas agrarias. También se habla de la supuesta legalización, mediante el desempeño de las armas, de forajidos que mantenían contactos comerciales con comunidades agrícolas. DE LAS ARMAS A LA POLÍTICA En el siglo X ya estaban definidas las dos señas de identidad de los samuráis: la propiedad de la tierra y su potencial bélico. Inicialmente, el samurái era el guerrero, sin connotaciones políticas, aunque en 200 años el término, además de hacer referencia al soldado en lucha, designaría a la élite militar que gobernaría Japón. 20 MUY HISTORIA ALBUM SOLDADOS DE ÉLITE. A partir del siglo XII, los samuráis fueron un prestigioso cuerpo militar y político. Copia de un dibujo de Okumura Masanobu de un samurái que se cubre la cara con un sombrero. MUY HISTORIA 21 ASC EL PODER DEL SOGÚN. Esta especie de valido era quien gobernaba en realidad, y no el emperador. Arriba, retrato (siglo XIV) del sogún Ashikaga Takauji (13051358), fundador del sogunato Ashikaga. 22 MUY HISTORIA Este viraje se explica debido a que, a partir de finales del siglo XII, se instituyó la figura del sogún, el jefe máximo de los samuráis, que acabaría derivando en un cargo parecido al de valido (si lo comparamos con la organización política europea), pues llevaba las riendas del país mientras que el emperador quedaba en la sombra como mero espectador de los sucesos. Las Guerras Genpei se llaman así por la suma de la primera sílaba del nombre de los dos bandos de samuráis en litigio: los Genji y los Heike. Las pendencias eran continuas entre ellos. Los últimos detentaban el poder y su cabecilla, Kiyomori, había maltratado a la nobleza. Para defenderse, la aristocracia pidió ayuda al otro clan samurái, el de los Genji. Yoritomo, jefe de los Genji, con la ayuda de su primo Kiso y de su hermanastro Yoshitsune, concitó los ánimos para luchar contra los Heike y emprendió una guerra que duraría 5 años, desde 1180 hasta 1185. En aquel lustro, en las sociedades ibéricas, Alfonso VIII de Castilla y los otros reyes peninsulares luchaban contra los almohades. El 25 de abril de 1185 tuvo lugar la batalla decisiva, la de Dan-no-ura. Se desarrolló entre las grandes islas de Honshu y Kyushu. Es un episodio famoso en la historia de Japón, que causó gran impacto y perdura hoy en la memoria. La flota que los Genji habían logrado reunir estaba formada por 3.000 naves, mientras que la de los Heike contaba con un millar de navíos y con varias decenas de embarcaciones chinas. La superioridad técnica parecía ser de los Genji, aunque antes de aquella jornada del 25 de abril iban ganando los Heike. Un cambio de marea hizo que la victoria fuera para los Genji. El mar se tiñó de rojo por la sangre de los samuráis caídos. Los supervivientes de los Heike, cogidos de la mano de dos en dos, se lanzaron al mar con sus pesadas armaduras antes de ser hechos prisioneros por el clan rival. Entre estas víctimas voluntarias se encontraba la viuda de Kiyomori, el líder de los Heike, que se echó a las aguas con su nieto, el emperador niño Antoku, en brazos. Conforma una de las estampas más trágicas de la historia de Japón. La etnografía afirma que los caparazones de los cangrejos pescados en Dan-no-ura parecen reproducir el rostro desesperado de los suicidas. En Dan-no-ura fue derrotado el poder político de la corte imperial. Desde entonces hasta la revolución Meiji, los samuráis marcaron la norma. De Dan-no-ura salió triunfante Yoshitsune, CLANES ENEMIGOS. ALBUM En las Guerras Genpei (1180-1185) se enfrentaron los samuráis del clan Heike y los del clan Genji, uno de cuyos antepasados protagoniza La historia de Genji (1010; izda., ilustración), de la escritora Murasaki Shikibu, que se considera la primera novela moderna de la historia. Inicialmente, el samurái era el guerrero, pero 200 años después el término designaría a la élite gobernante ganador de las Guerras Genpei. Con 26 años fue el samurái más famoso, pero no pudo vivir mucho porque su hermano Yoritomo lo persiguió durante cuatro años y terminó con su vida a la edad de 30. La biografía de Yoshitsune ha sido recreada en películas, videojuegos, series de manga y anime. La etapa de apogeo del dominio militar de los samuráis se correspondió con el periodo Sengoku, que se inició en 1467. Este estuvo marcado por la lucha entre clanes y dio al tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna nipona un sesgo de inestabilidad. En 1466, los bonzos (monjes budistas) bajaron con armas a Kioto desde el monte Hiei. En 1480, ante el despliegue de los wokou (piratas japone- ses), asesorados por chinos, la corte de los Ming prohibió el comercio con Japón, pero siguió habiendo contrabando. En la península ibérica se desarrollaba en esos momentos el reinado de Isabel y Fernando; en 1492, Castilla enviaba a Colón a buscar Cipango navegando hacia el oeste e inesperadamente tenía lugar el descubrimiento de las Indias, continente luego llamado América. Isabel la Católica acababa –en 1479– de vencer a su supuesta sobrina, Juana “la Beltraneja”, en la guerra civil castellana, y las arcas estaban vacías de dinero. Lo mismo sucedía en Japón. En 1500, el cadáver de Go-Tsuchimikado (103º emperador de Japón) estuvo seis semanas insepulto por carecer la casa imperial de monetario para los funerales. Los samuráis tuvieron un poder casi ilimita- MUY HISTORIA 23 ASC BATALLA DE DAN-NO-URA. >>>tado hasta el comienzo del sogunato To- LA EMBAJADA KEICHO kugawa en 1603, etapa que se extendería hasta 1868. El sistema recibe el nombre de un terrateniente samurái llamado Tokugawa Ieyasu. Fue sorprendente que, al convertirse en sogún, quisiera reducir los privilegios de la casta guerrera. No obstante, este proceso de fortalecimiento del emperador ante el sogún y los samuráis no culminaría hasta el último tercio del siglo XIX, con la Restauración Meiji. En el siglo XVII Japón desplegó un contacto con la monarquía hispánica que puede ser considerado como paradigma del diálogo entre Oriente y Occidente, entre la filosofía de los samuráis, inamovible durante centurias, y la mentalidad del Siglo de Oro español, marcada por el peso de la Iglesia y las batallas de los Tercios. Esta misión fue conocida como “embajada Keicho”, porque Keicho es la era japonesa comprendida entre 1596 y 1615. La embajada Keicho empezó a fraguarse, de improviso, en 1609. Don Rodrigo de Vivero, gobernador de Filipinas, resultó sorprendido en su tornaviaje por una tormenta que arrastró el San Francisco desde la latitud de la isla de Guam hasta la costa japonesa de Chiba, donde naufragó. Los nipones trataron con cordialidad a los 317 supervivientes y, tras el salvamento, la tripulación compareció ante el sogún en Edo (Tokio) y Sunpu. En la época en la que jesuitas y franciscanos competían por el monopolio del cristianismo entre los japoneses, un heredero del amor a la naturaleza de Asís, Luis Sotelo, convenció al señor de Sendai de los beneficios que reportaría una embajada a Roma. Con ayuda de los náufragos que quedaban por aquellos lares, se empezó a construir en la península de Ojika un bajel denominado por los japoneses Mutsu Maru y por los españoles San Juan Bautista. La embajada Keicho fue encabezada por Hasekura Tsunenaga y Luis Sotelo. El samurái había dado muestras de su heroísmo en los conflictos de Corea de 1591 y 1607. El franciscano, descendiente de una ilustre familia sevillana de origen ASC Fue el choque naval decisivo de las Guerras Genpei, librado el 25 de abril de 1185 (arriba, pintura, s. XII). HONSHU. Es la isla más grande y poblada de Japón (en el mapa, en verde) y alberga todas sus sucesivas capitales: Kioto, Nara, Kamakura y Tokio. 24 MUY HISTORIA “NO TOCABAN LA COMIDA CON LOS DEDOS” a expedición Keicho quería llegar a Roma para que el pontífice aprobara un episcopado franciscano en el noroeste de Japón. El mal tiempo varó los buques en el puerto francés de Saint-Tropez en octubre de 1615. Fue el primer contacto de Francia con los samuráis. La nobleza local tuvo ocasión de rendirles homenaje y, también, de observarlos minuciosamente. Los anfitriones tomaron ciertas notas que detallan el comportamiento de los emisarios asiáticos: “No tocaban la comida con los dedos, sino que usaban para comer dos pequeñas varas que sujetaban con tres dedos. Se sonaban la nariz en papeles de seda suave del tamaño de una mano, que nunca usaban dos veces; los arrojaban al suelo después de usarlos, y les complacía ver a nuestros sirvientes precipitándose a recogerlos. Sus espadas cortaban tanto que podían partir una hoja de papel solo con ponerla sobre el filo y dejar que el viento soplara sobre ella”. ASC L El fortalecimiento del emperador ante el sogún y los samuráis culminó con la Restauración Meiji judío, había estudiado en Salamanca y evangelizado Nueva España y Filipinas, y en 1608 viajó a Edo, ya que en esa fecha Paulo V autorizó a los franciscanos y a los dominicos a predicar en Japón, hasta entonces monopolio jesuítico. Enterado de la protección del terrateniente de Sendai hacia los cristianos, se refugió allí y, al instante, se ganó su confianza. El 28 de octubre de 1613, el galeón se dirigió hacia Acapulco, en Nueva España. A finales de enero de 1614, la embajada Keicho se hallaba en la ciudad de México y, superada la escala en La Habana, el 30 de septiembre de 1614 sus miembros divisaron Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). El duque de Medina Sidonia envió carrozas para honrar a los embajadores de Asia y les aparejó dos galeras que los condujeron río Guadalquivir arriba. En Coria del Río, población de 2.000 habitantes que en el siglo XVII vivían de la pesca fluvial y la cría de caballos, algunos japoneses creyeron hallar el Paraíso terrenal y, mediante el mestizaje, el séquito de Hasekura echó raíces en Andalucía. En el registro parroquial de Santa María de la Estrella, el apellido Japón está presente desde dicha centuria. En la España Moderna era común usar los topónimos como gentilicios y, en el presente, de los 30.000 habitantes del municipio, alrededor de 1.000 pertenecen a este linaje. De Coria pasaron a Sevilla. Fueron hospedados como príncipes en los Reales Alcázares y aprovecharon para visitar la catedral gótica y subir a la Giralda. Una semana después, fueron atendidos por el cabildo y Hasekura hizo entrega de la catana y del sable corto como presentes del daimio. Con dos carros, dos literas y 22 acémilas de monta y carga desplegadas sobre el camino, vieron Córdoba, Toledo y finalmente Madrid. La pareja afrontaba el reto con entusiasmo, si bien desde el Consejo de Indias, la Casa de Contratación y el virreinato se sucedían los informes negativos remitidos a Felipe III. Aparte de los dispendios ocasionados durante la estancia mexicana, se acusaba a fray Luis de haber abandonado su demarcación sin licencia del prelado. En la villa y corte se alojaron en el convento TOKUGAWA IEYASU. Este antiguo samurái fundó el sogunato Tokugawa (1603-1868) y redujo los privilegios de la que había sido su casta. MUY HISTORIA 25 LA IMAGEN DEL SAMURÁI nicialmente, la silueta del samurái no era la del espadachín, sino la del arquero a caballo. La espada fue cobrando peso frente al arco en épocas de paz, convirtiéndose la catana (una suerte de alfanje) en su símbolo, aunque también empleaban flechas y armas de fuego. La condición de samurái se transmitía hereditariamente. Los campesinos sentían miedo ante los samuráis porque iban armados. Sin embargo, la aristocracia los despreciaba por derramar sangre, de manera que no quería relacionarse con el estamento guerrero para no contaminarse. Los samuráis seguían un código ético conocido como bushido, “el camino del guerrero”. Algunos aspectos significativos de su pauta moral eran la autodisciplina, el respeto y la lealtad hacia su maestro, dueño o daimio (señor feudal de Japón, desde el siglo X hasta el XIX). I ASC >>>de San Francisco y el 30 de enero de 1615 HASEKURA TSUNENAGA. El samurái (1571-1622) protagonista de la expedición Keicho retratado a su paso por Roma por Archita Ricci. 26 MUY HISTORIA fueron recibidos por Felipe III, que debió de henchirse de gozo al escuchar a Hasekura: “Así yo, viniendo de una región desprovista de la luz del cielo a estos reinos de cristianos para encontrarla, y compareciendo ante su real presencia, que es un sol de cristiandad que ilustra el mundo...”. En una suntuosa ceremonia, que contó con la asistencia de la familia real, el 17 de febrero Hasekura fue bautizado en el monasterio de las Descalzas Reales como Felipe Francisco (nombres del monarca y del duque de Lerma). Los embajadores quedaron muy satisfechos con las fiestas y los torneos celebrados en su honor, especialmente con los juegos de cañas. No obstante, muy pronto Pedro de Leganés, guardián del convento de San Francisco, empezó a pedir que se buscara otra casa a los japoneses que tenían alojados en la enfermería para evitar los contagios por tabardillo que se estaban produciendo. El periplo continuó por Alcalá de Henares, adonde llegaron el 22 de agosto y en donde los acogió la comunidad franciscana. En la universidad fueron recibidos igualmente con honores por el rector y los estudiantes. A los dos días, se encaminaron a Daroca, y luego estuvieron en Zaragoza y en Barcelona. Ya en la península itálica, el Senado de Roma honró a Hasekura con el título de ciudadano. El 3 de noviembre de 1615, el anciano Paulo V es- SHUTTERSTOCK SHUTTERSTOCK DE CORIA A ROMA. La embajada Keicho fue paradigma del diálogo entre Oriente y Occidente en el siglo XVII cuchó a fray Luis y también a Hasekura, que, en la cámara asignada para su asueto, había reemplazado el vestido negro por el traje de colores, el apropiado para comparecer ante los soberanos. A mediados de mes, su secretario fue bautizado en San Juan de Letrán, y el 25 de diciembre el propio samurái recibió la confirmación junto al Tíber. El hospedaje, en el convento de Santa María de Aracoeli, corrió a cargo del erario pontificio. El 7 de enero de 1616, la comitiva salió de Roma. El papa había dado muy buenas palabras a fray Luis, pero, al decir adiós a la Ciudad Eterna, una zozobra inexplicable advirtió al hermano de que, tal vez, las hermosas intenciones se quedarían encerradas en la cripta de San Pedro. En marzo la embajada se adentró por segunda vez en España, mas el cariz del regreso distaba del olor de multitudes que había marcado su anterior entrada. El Consejo de Indias, con su habitual animadversión en idénticas proporciones hacia Sotelo y hacia los gastos, exigió que se dirigieran a Sevilla sin parar en Madrid, con vistas a que embarcaran lo antes posible en la flota de México. Pero, cuando llegó el día de zarpar, subieron a proa 20 japoneses y dos franciscanos. Hasekura fingió problemas de salud y, al parecer, a fray Luis se le había fracturado una pierna. Los internaron en el convento de Nuestra Señora de Loreto, en Espartinas, a la espera de que se recuperaran y, al año, en julio de 1617, los oficiales de la Casa de Contratación y del Consejo de Indias suspiraron aliviados cuando los devolvieron a Asia. Aunque Madrid y Roma consideraron de poca monta esta delegación oficial, pues había sido promovida por una autoridad menor, a la larga se elevó a la condición de hito en las relaciones bilaterales. A corto plazo, lamentablemente ni Sotelo ni Hasekura lograron imponer la política de la simpatía que preconizaban. Tras recorrer en 7 años casi 50.000 kilómetros, el samurái fue encarcelado por orden del sogún y murió pobre, sin su casaca de gola blanca. Al religioso lo devoraron las lenguas de la hoguera. Nunca ciñó la mitra, pero Pío IX lo beatificaría el 7 de julio de 1867. La felicidad inmediata solo alcanzó a los japoneses que se avecindaron a orillas del Guadalquivir. MH A la izquierda, la iglesia de Santa María de la Estrella (Coria del Río, Sevilla). Sobre estas líneas, convento y basílica de Santa María de Aracoeli (Roma). MUY HISTORIA 27 GETTY LOS CA B A L L EROS A N DA N T ES N IPON ES EL CAMINO DEL En el Japón del siglo X, surgió una nueva casta guerrera de especialistas en el arte militar: los samuráis. Regidos por un particular código, el bushido, eran leales caballeros de su señor. ALBERTO PORLAN ESCRITOR Y FILÓLOGO SHUTTERSTOCK TRADICIÓN RECREADA. El pintor y dibujante academicista francés Alphonse de Neuville publicó en 1867 en la revista Le Tour du Monde esta ilustración (General y oficiales japoneses vestidos a la antigua usanza militar), basada en fotografías de la época. 30 MUY HISTORIA H oy en día, una camisa de caballero puede cubrir el pecho de cualquier canalla, porque usamos el término “caballero” para referirnos a todo varón a partir de una cierta edad. No obstante, también distinguimos con esa palabra a aquel de quien no se esperan actitudes indignas. Y esa segunda acepción, mucho más noble, es fruto de la historia. En los siglos X y XI apareció un fenómeno casi simultáneamente en el islam, Europa y Japón: el de los guerreros especialistas. En las tierras musulmanas surgieron los fityan, jóvenes entrenados y versados en las técnicas militares que vagaban sin señor por Irak y por Persia en busca de una oportunidad para desarrollar las virtudes que les habían inculcado sus maestros. A su vez, en Europa, los caballeros fueron tomando cuerpo a partir de la preponderancia militar que demostraron los cuerpos de caballería, mucho más rápidos y poderosos en la batalla. GUERREROS MONTADOS Esa eficacia los convirtió en una élite superior a la infantería, y más si tenemos en cuenta que el guerrero montado necesitaba realizar un notable desembolso para completar el equipo que requería su actividad. Solo los miembros de familias pudientes, la nobleza y la pequeña nobleza, estaban en situación –gracias a los privilegios heredados– de entrenar a sus vástagos y dotarlos de la parafernalia propia de un guerrero montado, de tal modo que el dinero también fue un factor clave en la aparición de la caballería occidental. Muy contados individuos provenientes de las clases inferiores –los caballeros pardos– merecieron por su destreza y su valentía ser reconocidos oficialmente como caballeros. El poder siempre ha abierto los brazos a los especialistas militares. Hoy los llamamos mercenarios porque luchan por la paga. Pero en los siglos en que no se reconocía sino el poder feudal, cuando los territorios eran islas rodeadas de otras islas acechantes, atentas a mejorar su estado a expensas unas de otras, los señores sobrevivían gracias a especialistas cuya condición más estimada era la fidelidad: el dinero no resultaba tan importante, y además el señor estaba moralmente obligado a ser generoso. Entre nosotros, el arquetipo pintiparado es el Cid, cuya epopeya no es sino la del vasallo que busca patéticamente un buen señor a quien servir. Esas fueron también las condiciones generales que alumbraron a los samuráis en el remoto Japón. La agitada historia del medievo japonés sumió a las islas en un período feudal tan profundo como el que se vivía en Europa, aunque con sus particularidades específicas. Parece que siglos antes de que existieran samuráis ya se designaba con ese nombre a ciertos servidores no militares de los señores feudales, y que más tarde se reservó el término para aquellos vasallos que demostraban mejores capacidades en el empleo de las armas: guerreros especialistas al servicio del amo feudal. Como es natural, esa relación entre el poder y la fuerza ejecutiva exigía reglas muy estrictas por ambas partes. Del lado de los samuráis, fidelidad total; del lado de los señores, justicia en las órdenes, porque un samurái no era un sicario al que encargar asesinatos por capricho, ira o codicia. Para aquellos hombres había una sola manera de actuar en el mundo, y esa línea de conducta la trazaba el código moral llamado bushido. CÓDIGOS CABALLERESCOS El término bushido está formado por tres palabras japonesas enlazadas: guerrero, jinete y camino. Es innegable la analogía con nuestros caballeros andantes, quienes poseían asimismo su propio código, que nos transmite o resume en el siglo XIII el mallorquín Ramon Llull. Y también los caballeros musulmanes lo tenían: ellos lo llamaban futuwwa. A pesar de ser independientes y de que no se debieron nada en su origen unos a otros, los tres códigos coinciden notablemente en sus requerimientos morales básicos: honradez, veracidad, lealtad, valor, decencia y dignidad. Y esa coincidencia entre ámbitos sociales tan distintos es algo ASC En los siglos X y XI surgió casi a la vez en el islam, Europa y Japón el fenómeno de los guerreros especialistas LA MUERTE POR DESHONOR l suicidio ritual o seppuku (arriba, ilustración) es algo que los occidentales nunca hemos llegado a comprender. Abrirse el vientre por deshonor es algo que no entra en nuestras mentes, pero está lleno de sentido para el código samurái. En una sociedad como fue la japonesa, la vida sin honor no merecía la pena ser vivida. Era como afrontar la existencia después de saber que se padece una enfermedad incurable. Y, al menos, la ceremonia estaba revestida de dignidad. Lord Redesdale Mitford nos ha dejado una terrible descripción del seppuku de Taki Zenzaburo, el oficial a cargo de las tropas que dispararon contra los europeos en Kobe a mediados del siglo XIX. Los espectadores occidentales fueron conducidos a un salón imponente y tomaron asiento. Al poco, entró Zenzaburo vestido con sus galas ceremoniales y acompañado por su kaishaku, un alumno escogido por su destreza con la espada. Ambos saludaron ceremoniosamente y subieron al estrado. Un oficial entregó a Zenzaburo la afiladísima daga wakizashi y este la aceptó con una inclinación. Luego, se declaró culpable del cargo, se desnudó hasta la cintura y, según Mitford, se clavó la daga profundamente a la izquierda, debajo de la cintura, la llevó lentamente hacia la derecha, la hizo girar y la movió hacia arriba sin mover un músculo de la cara. Extrajo la daga, se inclinó hacia adelante y estiró el cuello para que el ayudante que lo acompañaba lo decapitara de un solo tajo. La cabeza rodó por el suelo. El kaishaku hizo una profunda reverencia, limpió la hoja de su espada con una hoja de papel y recogió solemnemente la daga manchada de sangre que usara Zenzaburo. E MUY HISTORIA 31 SOGUNES, DAIMIOS Y SAMURÁIS. SHUTTERSTOCK Durante el sogunato Kamakura, el daimio Takezaki Suenaga (arriba, a caballo en una ilustración) luchó con su ejército de samuráis contra los mongoles. Abajo, modelo de armadura y máscara samuráis. 32 MUY HISTORIA sobre lo que vale la pena meditar. Europeos y musulmanes añadían a estos valores la defensa de sus respectivas religiones, pero los samuráis no necesitaban ser paladines de su fe. El bushido, desde luego, estaba impregnado de confucianismo y sintoísmo, aunque no era imperativamente religioso como los otros dos. Digamos que había interiorizado los principios morales de su religión, pero no precisaba luchar contra ninguna otra. Para sintetizar el bushido, un conocido samurái lo explicaba así: “Tomar la decisión de morir cuando es correcto morir y de matar cuando es correcto matar”. Sin embargo, también hay quien dice que en nombre del código de guerreros se cometieron bárbaros excesos. Una tradición japonesa refiere que un aldeano que avisó a un samurái de que una pulga le estaba recorriendo la espalda fue inmediatamente partido en dos por la espada del guerrero, que se ofendió por sentirse asimilado con una bestia. En el siglo XII, el poder feudal lo ostentaban los daimios, sobre los que se encontraba la autoridad del sogún, el jefe supremo del ejército que estaba teóricamente a las órdenes del emperador, pero que en la práctica era quien tomaba las decisiones. Los daimios, a su vez, controlaban fuerzas militares propias, cuyos elementos más efectivos eran los samuráis. En esas condiciones, se entiende que se produjesen constan- temente escaramuzas, batallas y matanzas a lo largo de una terrible época que se prolongó nada menos que medio milenio, desde el siglo XII al XVII. Durante ese tiempo, la supremacía de un sogún sobre todo el país nipón solo se produjo dos veces: con el sogunato residente en la ciudad de Kamakura, que duró 40 años, y con el sogunato Ashikaga, establecido cerca de Kioto, que prevaleció dos siglos y medio. Pero durante esas épocas tampoco hubo estabilidad ni paz duradera, y esto sin contar con los dos intentos de invasión de las islas por parte de los temibles ejércitos mongoles durante el imperio de Kublai Kan. MONGOLIA ATACA Los samuráis tuvieron ocasión de medirse por primera vez con tropas extranjeras cuando los mongoles desembarcaron en la isla de Kyushu, considerada como la cuna de la civilización nipona. Kublai había enviado toda una serie de embajadores sucesivos explicando que era el amo de toda Asia y que por tanto Japón debía entregarse a su imperio. Los japoneses dijeron no, y en 1274 Kublai preparó una flota de mil barcos y 30.000 guerreros que fondeó en el norte de Kyushu. Los samuráis que los estaban esperando en Fukuoka se encontraron frente a unas tácticas militares completamente distintas a las que conocían. El enemigo desembarcó máquinas infernales de guerra (catapultas) y masas de arqueros que cubrían el cielo con sus saetas, pero se desencadenó una formidable tempestad que destrozó numerosos barcos mongoles, de forma que el ejército invasor volvió a los barcos que aún flotaban y se retiró. Sin embargo, la amenaza mongola continuaba. Kublai volvió a enviar ASC Los samuráis empezaron a recibir como pago tierras y posesiones, lo que los convirtió en daimios o señores feudales embajadores en 1279, esta vez un grupo de cinco notables a los que el sogún Kamakura ordenó decapitar sin más preámbulos. En respuesta, el Gran Mongol reunió y adiestró a 160.000 hombres, los embarcó en una flota compuesta por 4.000 naves, la mayor conocida hasta entonces, y la expidió hacia Fukuoka. Aunque habían fortalecido con un sólido muro defensivo la bahía de Hataka, los samuráis de Kamakura no lograron reunir más de 40.000 hombres de armas, lo que los situaba en una proporción numérica de 1 a 4 frente a los invasores. Era una catástrofe segura, pero de nuevo llegaron en su ayuda los elementos: un tifón irresistible deshizo la escuadra enemiga y la temida derrota que habría puesto a las islas bajo el dominio del Kan no llegó a producirse. Los japoneses interpretaron el acontecimiento como una prueba de la ayuda celestial a su causa y bautizaron a aquél tifón con el nombre de “kamikaze” o viento divino. Los portaaviones estadounidenses volverían a recibir aquel viento en plena cara durante la Guerra del Pacífico, siete siglos después. Tras aquellos dos intentos de invasión, las luchas intestinas proliferaron en las islas japonesas. Los samuráis recibían como pago por sus servicios tierras y posesiones, de manera que ellos mismos se convirtieron en daimios y el sistema feudal se fragmentó todavía más. Algunos samuráis asumieron el papel de jefes de ejércitos propios, capaces de decidir el resultado de las incesantes batallas entre familias de grandes señores feudales con aspiraciones de ocupar el trono imperial. En aquel feroz ambiente fue cuando se consolidaron las técnicas y las armas que harían de los samuráis uno de los grupos militares más eficaces y temidos del mundo. TRADICIÓN EN TORNO AL TÉ a cortesía es el lenguaje de los caballeros, y Japón es el país de la cortesía. Esta arraigada tradición nipona es tan exquisita que se convirtió en una obra de arte. Una muestra de ello es la Cha-no-yu o ceremonia del té (dcha., ilustración), que resulta fascinante por su elegancia y sofisticación. Asistir a este ritual por parte de un samurái significaba dejar a un lado toda la rudeza de las maneras militares y penetrar en un ámbito cortés concebido para inspirar calma, paz y orden espiritual. No hay exhibición ni espectáculo en la ceremonia del té: se trata de un acto deliberado de respeto mutuo en el que unos seres humanos apaciguan sus mentes en común y disfrutan durante algún tiempo de una burbuja de tranquilidad y cordura. Solo una civilización tan refinada y cuidadosa en el trato como la nipona pudo ser capaz de inventar semejante acto de convivencia. ALBUM L MUY HISTORIA 33 LA FORMACIÓN SAMURÁI La educación del aspirante a samurái se desarrollaba en dos grandes planos: de una parte la técnica militar y, de otra, el espíritu del bushido, de manera que ambas se complementasen. Se trataba de formar hombres de acción lo más perfectos posible, sin hacer de ellos eruditos ni fanáticos embrutecidos por la sangre. La religión era algo accesorio y estaba reservada a la casta sacerdotal. Las ciencias solo servían para mejorar el dominio de las armas. La literatura y la poesía constituían un entretenimiento, una afición. En cuanto al pensamiento y a la moral, giraban en torno a los tres conceptos fundamentales del bushido: la valentía (yu), la sabiduría (chi) y el altruismo compasivo (jin). En muchos aspectos, un samurái es un Don Quijote cuerdo para quien la conducta correcta es la única ley. Inazo Nitobe, uno de los más finos autores que han escrito modernamente sobre el bushido, compara al Quijote con un samurái antes de afirmar que ambos “desprecian el dinero, el arte de ganarlo y de acumularlo. Para ellos, el lucro es algo sucio”. Y luego recuerda la magnífica y sucinta expresión japonesa con que se describen las señales de una era decadente: “Los civiles amaban el dinero y los militares temían a la muerte.” ATAVÍOS DEL GUERRERO. Este samurái moderno (imagen tomada en un festival contemporáneo) va totalmente equipado: lanza, catana, wakizashi, armadura yoroi y casco con máscara. FORJANDO HOMBRES DE ACCIÓN En cuanto a la técnica militar, los aspirantes a samurái tenían que dominar el arco, la lanza, la espada, la hípica y el jiu-jitsu, además de adquirir nociones de historia, táctica militar, ética, literatura y caligrafía. Los maestros eran objeto de veneración. Una frase samurái afirma: “Mi padre me engendró; mi maestro me hizo hombre”. Y sin duda eran personas sabias y venerables: escogían a sus discípulos en función de su carácter, no de su inteligencia. El propósito que los animaba, como se dijo antes, era forjar hombres de acción, de modo que preferían el autocontrol en sus alumnos al arrebato furioso o al cálculo frío. En ese sentido, su ideal se correspondía con el de la imperturbabilidad o ataraxia griega y era consecuente con la tradicional reserva japonesa a expresar sentimientos en público. Nitobe recuerda un lamentable dicho que se hizo popular en Japón después de la Segunda Guerra Mundial: “Los americanos besan a sus mujeres en público y las golpean en privado; los japoneses las golpeamos en público y las besamos en privado”. Cuando el futuro samurái cumplía cinco años era revestido con ropa militar, tal como en España se viste aún a los niños que hacen la primera comunión de marinero o de almirante; con la diferencia de que al niño japonés se le entregaba 34 MUY HISTORIA El bushido giraba en torno a tres conceptos: la valentía (yu), la sabiduría (chi) y el altruismo compasivo (jin) una daga auténtica, aunque sin filo, con la que debía vérselo siempre que saliera de la casa de su padre. Años después, el infante recibía permiso para afilar el arma, y a los 15 se le reconocía el estatus de adulto y se le permitía portar la espada larga (catana) y la corta (wakizashi). El estoque del samurái tenía connotaciones casi místicas para su dueño y también para los artesanos que los fabricaban. Es difícil encontrar un objeto no sagrado sobre el que se haya depositado a lo largo de los siglos más respeto que sobre una antigua espada japonesa. Sin embargo, los más grandes ráis supieron adaptarse al nuevo estilo de lucha. En 1575, la batalla del castillo de Nagashino entre el clan Takeda y Oda Nobunaga demostró lo que los samuráis arcabuceros podían hacer frente a la caballería tradicional. Protegidos detrás de fuertes parapetos, los tiradores de Nobunaga deshicieron las filas de la caballería enemiga y los samuráis de Takeda fueron exterminados y decapitados. En el siglo XVII, el sogunato Tokugawa desencadenó una batalla legal contra los samuráis que produjo el desmoronamiento de lo que hasta entonces había permanecido en relativo orden. Centenares de samuráis se hicieron bandidos o piratas, y otros muchos se quedaron sin señor pasando a ser ronin, palabra japonesa que puede traducirse como “hombre-ola”. Su estatuto social era muy desairado: resultaban sospechosos, y ningún daimio quería aceptarlos. SHUTTERSTOCK SUBLEVACIÓN CONTRA EL EJÉRCITO IMPERIAL entre los samuráis sabían mantenerla en la vaina. El conde Katsu, samurái de una familia que vivió una época turbia y sanguinaria, declaró en su ancianidad que le desagradaba en extremo matar, y que había conseguido no matar a nadie en toda su vida. Dijo también que los amigos que le aconsejaban comer guindillas y berenjenas para matar con más soltura habían muerto mucho tiempo antes que él. MÁSCARAS TERRORÍFICAS Tras adquirir el dominio de la espada, el arco y la lanza, el caballero necesitaba la protección de una armadura y de un casco. Las armaduras evolucionaron desde las primitivas de hierro a las clásicas, llamadas yoroi, más ligeras porque alternaban el metal con el cuero endurecido en las partes menos expuestas a las armas enemigas. También se usaban máscaras para la protección del rostro, que además daban al guerrero un aspecto tan inexpresivo como terrorífico. Cuando llegaron las armas de fuego, los samu- La historia de los guerreros del bushido terminó cuando el famoso samurái Saigo Takamori, decepcionado por la penetración en las islas de la influencia occidental y la consiguiente pérdida de las tradiciones ancestrales, se retiró a su región natal de Satsuma y comenzó a abrir centros de preparación y enseñanza militar. Su iniciativa tuvo un enorme éxito, y en poco tiempo consiguió reclutar y formar a miles de adeptos. La región entera de Satsuma se sublevó contra las tropas imperiales, pero ya era demasiado tarde, históricamente hablando, para que las espadas vencieran a las ametralladoras y los cañones del moderno ejército japonés. En la batalla de Shiroyama, los 300.000 soldados imperiales exterminaron a los 40.000 samuráis rebeldes de Satsuma, entre los que apenas quedó en pie el uno por ciento. El propio Saigo, coherente hasta el final con su código de honor, se suicidó cometiendo seppuku o, como decimos en Occidente, haciéndose el hara-kiri, el 24 de septiembre de 1877. La era de los samuráis había durado más de 600 años, pero el código caballeresco, el bushido, seguiría alentando a los militares nipones durante el siglo XX. Aunque los excesos cometidos contra las poblaciones invadidas durante la Segunda Guerra Mundial en Corea, China y Filipinas no fueron precisamente caballerescos, ni lo fue la traidora acción de Pearl Harbor, la ciega resistencia que ofrecieron las tropas regulares japonesas a los estadounidenses en las islas del Pacífico aún estaba impregnada de aquel espíritu que había soplado sobre muchas generaciones de sus antepasados en las tierras del Sol Naciente. MH MUY HISTORIA 35 COMBATE CUERPO A CUERPO. A partir del siglo XII, las batallas se convirtieron en grandes duelos de esgrima en los que cada samurái luchaba en combate singular con otro, y la espada o catana pasó a ser el arma más importante. ARTE GUERRA EL DE LA S A M U R Á IS, U N E JÉRCI TO DE ÉLI T E En el antiguo Japón, la sociedad estaba militarizada y dirigida por la nobleza, que ejercía el control de la corte imperial a través de estos guerreros guardianes del Sol Naciente. SHUTTERSTOCK JUAN CARLOS LOSADA HISTORIADOR Y ESCRITOR Dado su valor militar como guerreros profesionales, enseguida pasaron a ser los protagonistas de los conflictos bélicos L a historia de Japón es violenta desde sus inicios. Primero lucharon entre sí los aproximadamente cien clanes que dominaban las islas; luego, contra los coreanos entre los siglos IV y VII, y más tarde, en el siglo VIII, contra los rebeldes habitantes del norte. Todo ello fue conformando una sociedad fuertemente militarizada en la que, obviamente, solo los más ricos podían tener un buen equipo y tiempo para entrenarse, por lo que fue formándose una élite militar que acabaría siendo el núcleo de los ejércitos nipones y que sería la casta dominante durante ocho siglos: los samuráis. EL ORIGEN DE LOS GUERREROS YORITOMO MINAMOTO. ALBUM En el siglo XII, este sogún (a la derecha, en una escultura) estableció una auténtica dictadura militar. A principios del siglo IX, con la era Heian, los rebeldes del norte de Japón ya estaban sometidos, pero el fraccionamiento del mando, propio del feudalismo, alcanzó niveles muy altos. Los emperadores apenas tenían influencia real, en parte por el gran poder de la nobleza local, que se fue haciendo con el control de la corte, y también porque, influenciados por el budismo –religión introducida desde China y Corea–, se fueron enclaustrando (llegando, incluso, a tomar los votos). La competencia por el poder de los diversos clanes y familias dio lugar a un clima de constantes guerras civiles. Por ello era necesario contar con guerreros de confianza y bien entrenados y comenzaron a proliferar esos soldados de élite que se llamarían samuráis (“los que sirven”), los cuales se fueron consolidando como fuerza en el 38 MUY HISTORIA mundo rural alejado de la corte; ligados a la defensa de la propiedad agraria, transmitían por herencia su condición. Dado su valor militar como guerreros profesionales, enseguida pasaron a ser los protagonistas de los conflictos bélicos que, durante dos siglos y medio, mantuvieron a varios clanes enfrentados, sobre todo a dos: los Minamoto y los Taira, que lucharon en las llamadas Guerras Genpei. APOGEO DE UNA CASTA Las guerras civiles no cesaron hasta finales del siglo XII, cuando uno de los grandes señores de la guerra, Yoritomo Minamoto, logró ser nombrado sogún y estableció una dictadura militar. Con ello se inauguraba la era Kamakura, en la que el feudalismo militar alcanzó su cénit; tanto es así que los intentos del emperador Go-Toba, durante los inicios del siglo XIII, de volver a hacerse con el poder fracasaron por completo. Con ello, los samuráis desplazaron a la aristocracia civil imperial y se ennoblecieron. Los bienes de los derrotados fueron repartidos entre los nobles vencedores, los daimios, sometidos por lazos de vasallaje al sogún. Todos los señores ejercían la autoridad sobre sus respectivos samuráis, que, a su vez, tenían bajo su dominio a los humildes campesinos, lo más bajo de la pirámide social. Los intentos de invasiones mongolas, en 1274 y 1281, fracasaron en parte por la decidida resistencia de los samuráis –aunque la razón fundamental fue el mal tiempo, que impidió el desembarco de invasores y suministros–, lo cual les otorgó aún más prestigio e hizo que aumentara su número, aunque no llegaron nunca a ser más del 10% de la población. Sin embargo, si hubiesen logrado desembarcar, los mongoles posiblemente habrían triunfado. Los arcos compuestos de los invasores eran más manejables, de mayor número y alcance que los nipones; además, utilizaban máquinas de guerra que eran letales ante los castillos japoneses, pobremente amurallados, y sus caballos eran asimismo mucho mejores. Durante el siglo XIV, con Japón de nuevo inmerso en guerras civiles, los samuráis –espina dorsal de los distintos ejércitos enfrentados– fueron creando y perfeccionando su código de vida y comportamiento. Se sabían el centro del poder y necesitaban, tanto frente a la sociedad como ante ellos mismos, creerse y demostrarse CONSOLIDACIÓN DE UN NUEVO ESTADO Cuando ambos murieron le llegó el turno del poder a otro gran samurái, Oda Nobunaga, y luego a uno de sus generales, Toyotomi Hideyoshi, quien fue el que tomó medidas más drásticas para debilitar el poder de sus rivales vencidos, ordenando la demolición de cientos de castillos y prohibiendo portar armas, sobre todo espadas, a quienes no fuesen samuráis. Su poder fue tanto que incluso intentó invadir China y Corea, aunque fracasó en la empresa. Al empezar el siglo XVII, ya en el período de Tokugawa Ieyasu –también conocido como la era Edo–, comenzó el lento declinar de los samuráis. El nuevo sogunato centralizó y unificó definitivamente el país, imponiendo una dictadura que supuso, de hecho, su pacificación progresiva. Esta nueva situación precisó de la anulación del poder de los samuráis, pues, si bien en siglos de guerras eran muy útiles, ahora suponían un peligro para la consolidación del nuevo Estado. Se les siguieron permitiendo sus privilegios de casta guerrera y su derecho a portar espada, pero se les fue impidiendo la posesión directa de tierras. Esto les supuso abandonar sus feudos y verse obligados a trasladarse a la ciudad, burocratizándose, y entrar al servicio de sus daimios como funcionarios, o bien convertirse en simples artesanos o campesinos. A mediados de ese siglo se les prohibieron, en una vuelta de tuerca más, los duelos personales, y a finales de la centuria, el entrenamiento de sus prácticas marciales. El período de paz más largo de Japón estaba acabando con su élite militar. OCASO SAMURÁI Muchos de ellos se resistieron de diversas formas a abandonar su forma de vida. Unos se aferraron al código de valores, el bushido, encerrándose en su mundo al margen de la sociedad; otros se proletarizaron dedicándose al campo o la pequeña industria y otros más se convirtieron en ronin, en samu- GUERREROS ‘NINJA’ os llamados ninja eran soldados expertos en tareas de sabotaje, infiltración, espionaje y asesinato, con cierto paralelismo respecto a lo que hoy son las fuerzas de operaciones especiales de los ejércitos. Al igual que los samuráis, tenían un entrenamiento exhaustivo en todas las armas y técnicas de combate, pero, como su fin era muchas veces asesinar, también eran expertos en el disfraz, el camuflaje y la elaboración de venenos y otras artimañas mortales. Además, estaban preparados psicológicamente para aceptar las condiciones más duras, el dolor y la muerte, a la que debían entregarse antes que traicionar nunca a sus amos. A diferencia de los samuráis, su cuna no era elevada; además, sus métodos de lucha, aunque eficaces, no eran los aceptados por los estrictos códigos de conducta honorable de aquellos. Los ninja buscaban conseguir los objetivos encargados por sus señores sin importarles los medios, mientras que los samuráis basaban todo su prestigio en acciones públicas y visibles. Los primeros, aunque muy necesarios y valiosos, eran despreciados por la clasista sociedad nipona, en contraste con la exaltación de los segundos. En el clima de las constantes guerras civiles de Japón fueron empleados por todos los daimios, aunque siempre de forma discreta para salvar las formas. Pero, igual que sucedió con los samuráis, a medida que se fue instaurando el poder centralizado y, con él, la pacificación, sus actividades fueron cada vez menos necesarias, por lo que también entraron en lenta decadencia desde finales del siglo XVI. Abajo, un ninja luchando en un dibujo de Kunisada (siglo XIX). L PHOTOAISA permanentemente diferentes y superiores al resto. Por ello desarrollaron una mística y un estricto código de comportamiento que se conocería como el bushido o “camino del guerrero”. Desde mediados del siglo XIV y durante las guerras civiles de los siglos XV y XVI, la casta militar samurái alcanzó su máximo apogeo. Distintos daimios al mando de sus ejércitos privados compitieron todos contra todos para hacerse con el poder absoluto y unificar el territorio. Fue la época de los grandes samuráis de leyenda, que tan solo por su valor y sus habilidades militares eran capaces de alcanzar las más altas cumbres del poder partiendo de los escalones más humildes de la sociedad, y que acababan convirtiéndose en sus propios daimios. En este contexto se dieron las cinco batallas de Kawanakajima, desde 1553 hasta 1565, que enfrentaron a las fuerzas de dos grandes samuráis: Takeda Shingen y Uesugi Kenshin. En el cuarto de los choques llegaron a participar casi 40.000 hombres, alcanzando las bajas a las dos terceras partes de los mismos. MUY HISTORIA 39 Con el fin del régimen feudal, la modernización –impuesta a marchas forzadas– dejó a muchos samuráis en precarias condiciones AISLAMIENTO DE JAPÓN. Sin embargo, al estar ligados por sus juramentos de fidelidad a sus respectivos señores, hubo samuráis en los dos bandos. Además, parte de los más pudientes de entre ellos, que habían viajado al extranjero y se habían culturizado, comprendieron que solo salvarían la identidad de su país y lo fortalecerían adoptando ciertos aspectos de modernización que les ofrecía Occidente, como en los planos militar e industrial, y no rechazando todo lo extranjero como había hecho China. FIN DEL FEUDALISMO Por fin, en 1867, el último sogún Tokugawa cedió el poder al emperador tras ser vencido; comenzaba la era Meiji, que iba a acabar con el feudalismo. Sabiendo lo inestable de la situación, y con ayuda extranjera, el emperador se lanzó a modernizar el ejército comprando armas y buques, reclutando un ejército nacional entre toda la población y abriendo el país al comercio con el exterior. Obviamente, parte de los samuráis que lo habían apoyado se sintieron traicionados. A SHUTTERSTOCK Hasta el siglo XIX, el país del Sol Naciente se cerró en banda a las influencias foráneas y los samuráis siguieron existiendo, aunque ya lejos de su antiguo esplendor. ráis sin señor, que podían actuar al margen de la ley o como simples mercenarios, lo que acrecentaba el recelo que las autoridades sentían hacia ellos. Sin embargo, el aislamiento de Japón en el plano internacional hizo que sus estructuras sociales quedasen congeladas, por lo que los samuráis siguieron existiendo, aunque como una simple sombra de lo que habían sido centurias atrás. Durante el siglo XIX, las potencias occidentales fueron incrementando la presión sobre Japón para poder penetrar en su mercado de más de 30 millones de habitantes, y el país del Sol Naciente demostró su incapacidad militar para hacer frente a las ambiciones imperialistas. En 1853, la famosa acción del comodoro norteamericano M. C. Perry forzando la entrada en la bahía de Edo rompió el equilibrio de la sociedad nipona. Los sectores tradicionales, con buena parte de los samuráis a la cabeza, vieron una humillación en esta acción. Como el sogún había sido incapaz de impedirla, volvieron sus ojos al emperador, estallando nuevas guerras civiles entre los partidarios de la apertura al exterior y los contrarios. 40 MUY HISTORIA LOS MONJES GUERREROS ‘SOHEI’ os sohei o monjes budistas combatientes (en la ilustración, el que aparece sentado) aparecieron hacia el año 970, cuando los principales monasterios precisaron de ejércitos permanentes para defenderse tanto de asaltantes como de las ambiciones de otros monasterios, acrecentadas por las divisiones sectarias existentes en el budismo nipón. Eran, como los cristianos de las órdenes religiosas de Tierra Santa, medio monjes y medio soldados, ya que habían jurado proteger su orden. Los templos más importantes mantenían ejércitos de varios miles de hombres, y sus principales jefes militares apenas se diferenciaban de los samuráis. Ya en el año 1081, por ejemplo, miembros del templo de la familia Fujiwara de Kofuku-ji atacaron otros en el monte Hiei y el Miidera, incendiando el último y saqueando sus tesoros. En otras ocasiones efectuaban incursiones sobre las capitales –como sucedió en Kioto– exigiendo tributos a las autoridades civiles. Fueron combatientes temibles, pues el factor religioso añadía un fanatismo suicida a sus actividades. Su armamento y sus habilidades eran similares a los de los ejércitos civiles. Dada su importancia militar, los sohei eran codiciados como aliados por los respectivos bandos en las guerras civiles a cambio de donaciones a los templos, siendo el más poderoso y temido el de Enryaku-ji. Pero como consecuencia de la consolidación del poder central a partir de la segunda mitad del siglo XVI, primero de la mano de Oda Nobunaga y luego con Hideyoshi y Tokugawa, se fue acabando su poder autónomo; los templos rebeldes fueron sometidos y sus milicias quedaron disueltas. diferencia de otros sectores que también habían apostado por el emperador, algunos clanes –sobre todo, los de las provincias de Satsuma y Choshu– no querían suicidarse como casta, lo que significaba que no estaban dispuestos a renunciar al sistema económico feudal y a todo su código cerrado de valores. Además, la modernización impuesta a marchas forzadas con el fin del régimen feudal había dejado a muchos sin trabajo y en precarias condiciones económicas. La gota que colmó el vaso fue la prohibición de portar armas, ya que, a partir de entonces, solo las podrían llevar los soldados reclutados, en su mayoría, entre los sectores más humildes de la población. Como reacción, en 1876 unos doscientos autodenominados kamikazes atacaron la guarnición del ejército imperial en Kumamoto; los que no murieron por el moderno fuego de los fusiles se suicidaron a modo de protesta. REVUELTA MILITAR Pero la revuelta más importante se produjo un año después, encabezada por el que está considerado como el último samurái, Takamori Saigo, quien consiguió reunir un ejército de 40.000 hombres al que equipó no solo con armas blancas, sino con fusiles e incluso dos baterías de artillería. Takamori fue derrotado en las dos batallas en las que se enfrentó al ejército imperial, que estaba mucho mejor armado y dotado –por ejemplo, de ametralladoras–, y, tras resultar herido, se suicidó. Quedó demostrado que un ejército de reclutas campesinos, modernizado al estilo occidental, bien adiestrado y mandado paradó- ALBUM L jicamente por antiguos samuráis, podía ser más eficaz que la vieja casta militar aferrada a su viejo código de valores. En sus inicios, los samuráis eran, sobre todo, jinetes equipados con arcos (yumi), que eran el arma principal y que fácilmente sobrepasaban los dos metros de longitud, hechos de bambú o boj y recubiertos de cuerda. Seguía en importancia la espada o catana, pero solo se recurría a ella cuando se desmontaba para iniciar un combate cuerpo a cuerpo. Era de un solo filo y ligeramente curvada, de casi un metro de longitud y de apenas un kilo de peso. Proliferó desde el siglo X como arma preferentemente usada contra los caballos y en el XIII ya había alcanzado una gran perfección y era sumamente cara. Se usaba también a modo de escudo y se sostenía con ambas manos, y podía cortar limpiamente algunos huesos. Una segunda espada más corta servía para rematar al enemigo o suicidarse. A partir del siglo XV se fue extendiendo el uso de la lanza o yari, que utilizaban tanto los samuráis como los soldados de inferior categoría. El samurái, aparte de formarse desde niño como jinete, arquero, espadachín, nadador, buceador y, más tarde, tirador de armas de fuego, también adquiría habilidades en las artes marciales, que le permitían matar al enemigo solo con su cuerpo y sus manos desnudas. Llevaba siempre una armadura, combinación de hierro y cuero, cuyas piezas iban unidas por cordones de seda. Un yelmo más o menos cerrado completaba su protección. A sus órdenes combatían sus sirvientes, campesinos en su mayoría, que formaban la infantería ligera: los ashigaru, MUY HISTORIA 41 que con el paso de los siglos fueron cada vez más numerosos. Todos ellos acudían a la llamada de sus señores cuando estallaba un conflicto con todas sus armas y su equipo, que era muy pobre en comparación al de sus amos. En los primeros siglos, cuando acababa la guerra, solían volver a sus quehaceres de propietarios agrícolas, pero el fortalecimiento de los daimios y de sus recursos permitió avanzar hacia ejércitos más permanentes, tanto de samuráis como de infantería. Al principio, cuando el fraccionamiento del poder era muy elevado y había muchos clanes en guerra, los samuráis buscaban la sorpresa y la emboscada, por lo que eran los tiempos en que el disparo rápido de la flecha mientras se cabalgaba era decisivo, estando los combates más basados en escaramuzas que en choques de grandes dimensiones. Pero, a medida que se fueron reduciendo los bandos y concentrando el poder, las emboscadas y los combates por sorpresa fueron cada vez menos frecuentes y se evolucionó a los choques en grandes batallas campales que se iniciaban con gran pompa y ceremonia. INDUSTRIA ARMAMENTÍSTICA De esta manera, a partir de los siglos XII y XIII, los enfrentamientos parecían grandes duelos de esgrima en los que cada samurái luchaba en combate singular con otro, y la espada pasó paulatinamente a ser el arma más importante. Tras vencer al oponente en el duelo, el samurái lo decapitaba y entregaba a su señor la cabeza del vencido. La llegada de los portugueses en 1543 fue decisiva, porque puso a Japón en contacto con los arcabuces. Rápidamente los adoptaron como arma común en sus ejércitos, desterrando progresivamente al arco, aunque durante siglos convivieron ambas armas. Fue el sogún Oda Nobunaga, el antecesor de Hideyoshi, quien desarrolló la industria local GIORGIO ALBERTINI En 1543, la llegada de los portugueses fue decisiva porque puso a Japón en contacto con armas de fuego como los arcabuces 42 MUY HISTORIA de armas de fuego, equipando en su ejército a 500 arcabuceros que demostraron su efectividad en el campo de batalla ante la caballería enemiga. Lo mismo que en Europa, muchos samuráis mostraron su rechazo ante esta arma que, en manos de un simple campesino, podía matar a un honorable caballero; pero su desarrollo fue imparable y acabó siendo una constante en la guerra. Las batallas campales solían iniciarse tras el intercambio de flechas, seguido de diversos duelos simultáneos a muerte entre samuráis, de alto valor simbólico y cuyo resultado podía afectar a la moral de los bandos. Seguidamente se lanzaban las infanterías a la carga bajo el mando de samuráis a caballo, que también buscaban el combate singular. Poco antes de llegar al cuerpo a cuerpo se disparaban los arcabuces, tras lo cual sus portadores se retiraban a una segunda fila para tratar de recargarlos, dejando el peso de la lucha a los infantes con sus lanzas. En ese momento ya se había trabado una confusa melé en la que los samuráis, generalmente ya a pie, podían explotar todas las ventajas de su armamento y habilidad. Con su poder destructivo, trataban de causar el mayor daño posible a sus oponentes. El final de las batallas también estaba cargado de rituales: ofrendas a los dioses, ceremonia del té y exposición de los trofeos y cabezas de los enemigos. Lo mismo que en la Europa medieval, los castillos jugaron un papel importante en las guerras. Casi todos eran de madera y sus defensas estaban más basadas en su posición geoestratégica y topográfica que en sus murallas o baluartes. Como la artillería apenas se desarrolló en Japón, no hubo la imperiosa necesidad de emplear la piedra, que, a lo sumo, solo se utilizaba para la base de las fortificaciones. En las tácticas bélicas se perseguía más tomar el castillo, tras rendir a los defensores por hambre, que conquistarlo al asalto, por lo que sus estructuras defensivas no son comparables a las europeas. MH ARMAS Y PERTRECHOS. En la ilustración, seis ejemplos de guerreros samuráis de distintas épocas y unidades de combate, del siglo X (dcha.) al XVI (izda.), en el que se añadieron protecciones metálicas en la cara y se empezó a portar el shashimono o estandarte. MUY HISTORIA 43 LAS ARMAS DEL SAMURÁI DE LO FUNCIONAL A LO SIMBÓLICO A lo largo de la historia de Japón, los samuráis portaron numerosas armas, cada una hija de su época y circunstancia. Mencionarlas todas supondría un trabajo enciclopédico, pero aquí intentaremos citar las más relevantes, que fueron asimismo las más valoradas por esta casta guerrera. DR. MARCOS A. SALA IVARS HISTORIADOR (UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID) A la hora de adentrarnos en el mundo de las armas de la nobleza guerrera japonesa –los bushi o samuráis–, es importante establecer una serie de clasificaciones diferenciadas, de forma que el estudio resulte más ordenado. La primera sería la división entre armas funcionales y armas de estatus, en la que las primeras serían meros objetos para la guerra mientras que las segundas, además de cumplir su función práctica, contarían con un importante peso simbólico y protocolario. En el primer grupo estarían las hachas, cachiporras, guadañas y un sinfín de armas de madera con o sin refuerzos metálicos, tales como bastones de diferentes tamaños. En el segundo bloque, piezas que nos son más familiares cuando pensamos en samuráis, es decir, arcos, lanzas, alabardas y, por supuesto, sables o espadas. Es importante destacar que las armas del primer grupo adquieren su condición de armas cuando han sido concebidas para el combate desde su origen, descartándose así un sinfín de objetos domésticos que fácilmente pueden incluirse en 44 MUY HISTORIA arsenales de campesinos o del imaginario ninja. Otra forma de clasificarlas sería por su valor económico y artístico; obviamente, el primero de los grupos serían aquellas armas de escaso valor dentro de la ya mencionada dimensión funcional. Sin embargo, también dentro del segundo grupo podemos encontrar armas como el jutte, que definía a algunos cuerpos samuráis del periodo Edo (1603-1868), o el arco y la flecha, símbolo del samurái hasta casi el siglo XV, que rara vez alcanzaban un alto valor económico o artístico, salvo contadas excepciones más protocolarias que funcionales. De otra parte, sables, puñales, lanzas, alabardas e incluso arcabuces tuvieron por lo general un elevado precio, y en la mayoría de los casos eran realizados por artistas de la forja, la orfebrería, el lacado, la ebanistería... Estamos hablando de piezas cuyo valor superaba 1 ryō, moneda de oro con la cual podía adquirirse la cantidad de arroz necesaria para comer durante un año. Una vez hemos dejado claro que no todas las armas gozaban de la misma consideración simbólica, monetaria o artística, podemos abordar aquellas que moldea- GETTY Fotografía de finales del siglo XIX que muestra a un actor que posa ataviado de samurái – armadura con protecciones metálicas, casco, catana y wakizashi al cinto, yari en ristre– sobre el escenario de un teatro. MUY HISTORIA 45 EL DOMINIO DEL ARCO. ASC Se consideraba esencial en la formación de un samurái. En este dibujo en tinta sobre papel de 1878, un arquero se ejercita en el tiro con cuatro tipos de dianas: convencional (mato), cuadrada (hasami-mono), maru-mono y kusajishi. ARMAS ENASTADAS. ASC Las más comunes fueron la alabarda (naginata) y la lanza (yari). En la imagen, distintos tipos de puntas de yari. 46 MUY HISTORIA ron la historia “visible” de los samuráis. Llegados a este punto, podemos hablar de otros dos grupos: el de las armas de largo alcance y las de medio/corto alcance. Dentro del primer grupo estarían todas las armas de longitud superior a la de un sable, así como aquellas que disparaban proyectiles. El medio/corto alcance englobaría el resto, incluyendo sables de diferentes dimensiones, puñales y otros objetos punzantes o contundentes. Aunque se fomentaba que un samurái dominara cuantas más armas mejor, así como escuelas de artes marciales, se pretendía que, al menos, dominara un arma de cada grupo; a saber, una de largo alcance y otra de corto/medio alcance. A continuación, veremos algunas de estas armas, analizando la predilección de los samuráis por ellas dependiendo de las épocas. ARMAS ARROJADIZAS Y PROYECTILES: EL ARCO ASIMÉTRICO JAPONÉS Debido a la orografía cambiante de Japón, los samuráis precisaban de un arma de largo alcance certera y mortalmente efectiva, que no sería otra sino el arco y las flechas. Hay que esperar a los periodos Yayoi (1000 a.C.–250 aprox.) y Kofun (250-538 aprox.) para encontrar referencias literarias al arco japonés en fuentes chinas. Las campanas de bronce (dōtaku) fundidas en el periodo Yayoi evidencian en sus decoraciones la existencia de estos arcos largos y asimétricos. Desde el periodo Asuka (538-710), el arco (yumi) comenzó a posicionarse como el arma predilecta de los guerreros hasta que, llegados al periodo Nara (710-794), se convirtió en el símbolo distintivo de la nobleza guerrera o samurái. La importancia del arco era tal que todo señor feudal (daimio) o samurái que se preciara debía tener en la casa central de su familia un espacio para practicar el tiro con arco, tanto cubierto como al aire libre. El arco estándar tenía una longitud de entre 2,10 y 2,40 metros. La empuñadura se dividía en dos y la parte superior era el doble de larga que la ASC inferior. La punta metálica de las flechas recibía el nombre de ya no ne y medía entre 10 y 14 cm. Durante el periodo Edo, estas puntas se convirtieron en “lienzos” idóneos para la decoración más barroca por medio de horimono (dibujos grabados) y sukashi (decoración tallada). No debemos olvidar, dentro de la historia de las armas samuráis, los arcabuces o teppō –también llamados tanegashima–. En 1543, el navegante y jesuita portugués Fernâo Mendes Pinto llegó a la isla de Tanegashima. De entre los intercambios comerciales que se hicieron en este encuentro destacó la venta a los japoneses de arcabuces, bautizados inicialmente como tanegashima en honor al lugar de recepción. Cinco años más tarde, los nipones ya habían perfeccionado la técnica de fabricación de arcabuces de llave de mecha, denominados, de manera genérica, teppō. El gusto por estas nuevas armas corrió como la pólvora (nunca mejor dicho) entre los señores feudales más afines al exotismo extranjero; el más importante de todos ellos fue, sin duda, Oda Nobunaga, quien en 1576 ya contaba con 3.000 arcabuceros, algo que fue decisivo en su victoria en la batalla de Nagashino. Esta arma continuaría siendo atesorada por los samuráis, que no dejaron de actualizarse en el uso de nuevas armas de fuego llegadas de Francia, Inglaterra y, principalmente, Estados Unidos hasta mediados del siglo XIX. Por lo tanto, debemos desterrar la creencia popular de que un samurái consideraba un acto deshonroso utilizar un arma de fuego. ARMAS ENASTADAS: ALABARDAS Y LANZAS Los samuráis han gustado de usar armas enastadas (emono) a lo largo de toda su historia, desde simples bastones de madera hasta complejas he- rramientas para la detención de criminales. De todas ellas, destacan dos grupos por ser los que mayor peso tuvieron en las artes de la guerra y, al mismo tiempo, en la historia artística de las armas japonesas: el yari (lanza) y la naginata (alabarda). Ambas tenían tres elementos en común: una parte metálica superior con filo y punta, un asta de madera (lacada o no) y una contera metálica denominada ishizuki (perforapiedras). Para rastrear los orígenes arqueológicos de la naginata y el yari es necesario remontarse a los periodos Yayoi y Kofun, con el tipo de lanza dōhōko y la alabarda dōka. En ambos casos, la unión con el asta se realizaba introduciendo la madera en una oquedad de la parte metálica. Hacia el siglo IX, estas armas evolucionaron en dos aspectos capitales: la forma de sus terminaciones metálicas y el modo de unión con el asta. En el primer caso, los yari adoptarían terminaciones de doble filo mucho más puntiagudas que en los modelos prehistóricos, lo que dio lugar a una amplia variedad de tipologías. Por su parte, las hojas de las naginata evolucionarían hacia un único filo curvo semejante a un sable. Hacia finales del periodo Heian (794-1185) y durante el periodo Kamakura (1185-1333), hubo un grupo de guerreros que se especializaron en el uso de la naginata: los sōhei o monjes guerreros, una orden militar budista. En ese momento existía una predilección especial por las armas largas, llamadas nagamono, un gusto que se prolongaría hasta finales del periodo Muromachi (1333/1336-1573). En lo que respecta al yari, a partir del siglo XV las pequeñas escaramuzas empezaron a convertirse en grandes batallas campales y, en ese contexto, se comenzó a estudiar la acción del yari como principal freno a la caballería, alcanzando dimensiones incluso mayores que las de la naginata. FUEGO A DISCRECIÓN. Los arcabuces –aquí, tres ejemplares del periodo Edo– y otras armas de fuego también formaron parte del arsenal de los guerreros nipones. MUY HISTORIA 47 ASC DOS ARTES EN UNA. Durante la Edad de Oro de la forja japonesa –de 987 a 1596– se crearon sables con unas excelencias técnicas inigualadas y, a su vez, con decoraciones en empuñaduras y hojas de alto valor artístico. En la imagen, varios ejemplos de esta destreza decorativa en una serie de wakizashi o sables cortos. En el siglo XVI, la naginata se empieza a desligar del campo de batalla y se asocia a la mujer para la defensa de su hogar y su familia. Para ello se modificó la hoja haciéndola más fina y ligera, lo que la diferenció de las armas que manejaban los sōhei. Durante el periodo Edo, el estudio de la naginata formaría parte básica de las enseñanzas de toda buena mujer de ascendencia noble. SABLES, EL ALMA DEL SAMURÁI Nihontō es quizás la palabra más correcta para referirse a los diferentes tipos de sables japoneses. Si bien no siempre fue el arma más definitoria del samurái, ni la más utilizada en el campo de batalla, si podemos decir que caracteriza a los samuráis como parte de su indumentaria. El nihontō no es solo un arma, es una obra de arte en sí mismo, e incluso más: un conjunto de obras de arte, cada una fruto de diferentes artistas formados en escuelas que se remontan a los inicios de la historia nipona. El proceso evolutivo de la forja en Japón no fue rápido ni fácil. Los primeros trabajos del metal se remontan al periodo Yayoi. Estas primeras espadas rectas y de doble filo (tsurugi-dōken) están consideradas como meras piezas votivas con fines religiosos (aunque no se descarta una posi- ble utilización bélica). Aproximadamente hacia finales del siglo VI, aparece en Japón el primer horno tatara como una solución al problema de la extracción del hierro de las arenas ferruginosas llamadas satetsu. Con este proceso se consigue el tamahagane, un acero rico en carbono, materia prima indispensable para poder hablar de nihontō. Solo a partir de mediados del siglo VIII es cuando empiezan a aparecer modelos con una cierta curvatura. Durante el periodo Kamakura se formarán las bases sobre las que, aún hoy en día, se apoya el arte del nihontō. Los talleres de forjadores darán forma a los tachi, una tipología del nihontō caracterizada por su pronunciada curvatura y por portarse con el filo hacia abajo. A principios del periodo Muromachi, surgió un gusto especial por los sables de gran tamaño y nacieron los ōdachi, que llegaron a alcanzar tamaños de hasta dos metros de hoja, precisando de dos personas para blandirse contra la caballería. A partir de entonces, las hojas se fueron acortando paulatinamente hasta llegar al periodo Sengoku, cuando el peso que perdió la caballería en favor de la infantería no hizo ya necesario portar el sable colgado a un lado, y los nuevos soldados prefirieron introducirlo directamente en el cinturón o fajín (obi). Estos nuevos nihontō se dispondrían con el filo hacia arriba, al contra- Aunque no siempre fue el arma más usada en batalla, el sable caracteriza al samurái estéticamente 48 MUY HISTORIA ARMA DE MUJER. En este bello dibujo de Utagawa Kuniyoshi, de 1851, Yatsushiro, una mujer samurái (onnabugeisha), lucha con una naginata o alabarda, junto a un lobo, contra una lluvia de flechas. Esta arma fue también femenina a partir del siglo XVI. Escanea este código QR para saber más y profundizar en todos los detalles sobre las armas más emblemáticas de los samuráis. GETTY rio que los tachi, y recibirían el nombre de uchigatana, de donde deriva la catana samurái que nos es tan familiar. Con la llegada del periodo Edo, puesto que ya no había tantos combates que librar, la evolución del nihontō se centró fundamentalmente en patrones estéticos, más allá de su practicidad. Los sables pasaron a ser una herramienta y un símbolo de los samuráis y, así, quedó configurado el daishō o conjunto de sable largo (catana) y sable corto (wakizashi), que hoy en día seguimos considerando como las formas más arquetípicas del nihontō. El sable japonés cuenta con su propia cronología de periodos histórico-artísticos, lo que atestigua la alta consideración de los artistas que intervenían en ello, en muchos casos más apreciados que los pintores o escultores. Así, podemos hablar del periodo kokoshinryō o de “los materiales arqueológicos”, que incluye las armas previas al siglo VII. Le sigue el periodo jokotō, que se podría traducir como “las piezas anteriores a los sables antiguos” y que abarca desde el siglo VII hasta el año 987. El periodo kotō o “sables antiguos” representa la Edad de Oro de la forja japonesa, con unas excelencias técnicas y artísticas que hasta hoy no han podido ser igualadas; son las obras producidas entre 987 y 1596. El siguiente periodo se denomina de “nuevos sables” o shintō y abarca desde 1596 hasta 1781. A este periodo le seguirá el periodo shinshintō o de “nuevos-nuevos sables”, que cubre los años entre 1781 y 1868/1876. El inicio de la era moderna en Japón, con la Restauración Meiji y la publicación del Edicto Haitōrei en 1876, que prohíbe portar nihontō en público, dará paso al periodo gendaitō o de “sables modernos”, que llega hasta nuestros días. Mencionar cada una de las armas portadas por los samuráis en su larguísima historia excedería con mucho el espacio e intención de este artículo, pero sin duda puede servir de muestra de algunas de las más representativas y vaMH loradas por la nobleza guerrera nipona. MUY HISTORIA 49 1600 LA BATALLA DE SEKIGAHARA 50 MUY HISTORIA UN NÚMERO DE TROPAS NUNCA VISTO ANTES. PHOTOAISA De 80.000 a 108.000 soldados de Ishida contra 70.000-104.000 de Tokugawa: esa es la actual estimación de fuerzas en la batalla de Sekigahara, recreada en este biombo. Fue el hecho de armas que cambió Japón para siempre, por la magnitud del combate y porque el vencedor, Ieyasu, concentró todo el poder. Sucedió junto a la aldea de Sekigahara el 21 de octubre de 1600. ENRIQUE F. SICILIA CARDONA ESCRITOR MUY HISTORIA 51 L a guerra por la supremacía era una costumbre en el Japón Sengoku (“clanes en guerra”). Desde finales del siglo XV, los más importantes señores feudales o daimios habían intentado imponer su voluntad al resto de sus compañeros de casta samurái. Tras innumerables campañas, asedios y combates, solo los unificadores Oda Nobunaga y, en mayor medida, Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) habían conseguido la estabilidad política en su persona. A la muerte de este último, la situación amenazaba con volverse otra vez peligrosa: su hijo Hideyori no podía gobernar por sí solo al tener cinco años de edad. Para ayudarlo, se designó a cinco regentes en el llamado Consejo de los Cinco Ancianos, entre los que se encontraba el prestigioso Tokugawa Ieyasu (1543-1616), el más poderoso de los samuráis y antiguo rival de Toyotomi. DOS BANDOS En la foto, arcabuces del siglo XVI en la armería del Castillo de Himeji. En manos de los ashigaru, se convirtieron en la herramienta más letal en batallas y asedios. Fue en este tiempo cuando se perfilaron los dos bandos enfrentados entre los partidarios del joven heredero Hideyori y los de Tokugawa. Los clanes más importantes que apoyaban al primero estaban concentrados en la parte oeste u occidental del archipiélago japonés, mientras que los segundos estaban, la mayoría, situados en el este. Reuniones, cartas, sobornos y secretos se sucedían entre unos y otros, en un clima de inestabilidad general. En 1599 hubo varios complots para matar a Tokugawa, pero fueron descubiertos a tiempo. El instigador de los mismos, Ishida Mitsunari (1560-1600), era un san-bugyo o comisionado administrativo que había destacado como subordinado de Toyotomi y que ahora profesaba una lealtad absoluta hacia el pequeño Hideyori. Una vez descubierto, escapó vestido de mujer en un palanquín y se presentó ante el propio Tokugawa para pedirle clemencia, y con este increíble acto de valentía salvó su vida. Tokugawa no lo consideraba todavía tan peligroso y sabía que tampoco contaba con el beneplácito de otras prominentes figuras samuráis del oeste. Tiempo después, con el gran enfrentamiento civil ya comenzado, confesaría a sus allegados que al perdonarle la vida en ese momento quizás se había equivocado. EL DESAFÍO DE UESUGI A comienzos de 1600, la excelente red de espías de Tokugawa lo avisó de ciertos movimientos ofensivos en la región norteña de Tohoku de la isla de Honshu –la mayor del Japón y donde hoy se asientan sus principales ciudades– por parte de Uesugi Kagekatsu, otro de los cinco regentes. Su intención era construir un nuevo castillo muy cercano a los dominios personales de Tokugawa; ese desafío a su posición era algo que no podía permitir. En el mes de mayo le escribió una carta para que reconsiderase la decisión y un mes después le llegó la contestación de Uesugi diciéndole que seguiría adelante con su proyecto. A Tokugawa no le quedaba más remedio que imponer sus razones por la fuerza de las armas. Pidió la colaboración de todos los clanes para su expedición punitiva contra Uesugi y, taimado como era, decidió encaminarse a su propio feudo en Edo –la actual Tokio– para controlar mejor las operaciones. Mientras se dirigía hacia allí, toda- NOVEDOSAS ARMAS DE FUEGO n 1543, unos comerciantes portugueses llegaron arrastrados por una tormenta a la isla japonesa de Tanegashima y enseñaron unos arcabuces de probable influencia hindú al daimio local, el cual quedó asombrado por esos artefactos que manejaban aquellos nanbanjin o bárbaros del Sur (así los llamaban). Este encuentro propició que en las décadas siguientes hubiera una aceleración armamentística en todo el Japón: a finales del siglo XVI, el teppo o arcabuz japonés ya era, en manos de los ashigaru, la herramienta más letal en batallas y ase- ALAMY E 52 MUY HISTORIA dios. Era un arma larga y portátil de antecarga y llave de mecha, con caja de carrillera, doble mira para apuntar, una longitud aproximada de 90-135 cm y un peso estimado entre 2,7 y 3,5 kg, según las regiones donde se construyera. Su alcance máximo rondaba los 500 metros, aunque su precisión aumentaba mucho a 50 metros y era letal para cualquier armadura a 30 metros o menos. La bala esférica de plomo tenía normalmente un peso de 10 monme (1 monme equivalía a 3,75 gramos) y un diámetro de 18,3 mm, y solía estar dentro de los hayago o recipientes tubulares con taco y pólvora negra que facilitaban la carga rápida del arma. El proceso de un disparo organizado por la voz de un oficial podía durar unos 45 segundos; en caso de actuar por sí solo, un tirador avezado podía cargar y disparar cada 30 segundos o menos. En Sekigahara hubo auténticas concentraciones de tiradores en ambos bandos (unos 25.000 en total) y el propio Ishida, como curiosidad, llegó a utilizar cinco pequeños cañones de campaña desde su puesto de mando. vía tuvo tiempo de visitar en el Castillo de Osaka a Hideyori y recibir de sus partidarios numerosos regalos. Tras su partida a finales de julio, Ishida tomó definitivamente las riendas del oeste y comenzó a preparar a sus fuerzas para el enfrentamiento decisivo contra los clanes del este. chipiélago, aunque el foco de las operaciones estuvo situado en poblaciones y castillos cercanos al lago Biwa, el más grande de Japón, en la región central de Kinki. Para comprender mejor esta campaña, debemos fijarnos en las comunicaciones existentes entre las dos cardinales bases enemigas, ubicadas en la zona de Osaka-Kioto (las fuerzas de Ishida) y en Edo (las de Tokugawa). LOS EJÉRCITOS SAMURÁIS LA CAMPAÑA DE 1600 Entre ambas discurrían dos vías de comunicación vitales, el Nakasendo y el Tokaido. El primero atravesaba el interior montañoso, mientras que el segundo recorría la costa bañada por el Pacífico. Ambos trayectos tenían más de 500 km de longitud y en ellos se habían construido algunos de los castillos más significativos del Japón, cuya posesión otorgaría ventaja al bando que los controlara. Con ese objetivo en mente, las fuerzas del oeste partieron el 27 de agosto para conquistar el Castillo de Fushimi, cercano a Kioto. Un día después le llegó el turno al de Tanabe, alejado en la costa del mar del Japón. Esa estrategia divergente, que desperdigaba tropas en varios asedios simultáneos, no era la más adecuada desde el punto de vista militar: fue seguida por creer que Tokugawa estaría entretenido contra Uesugi y así les dejaría el tiempo suficiente para asentar su influencia en esa disputada zona central. El principal ejército del este, efectivamente, se había encaminado hacia esa amenaza norteña, pero cuando a Tokugawa le llegaron las noticias de la caída de Fushimi, a principios de septiembre, reevaluó su estrategia para enfrentarse a la principal amenaza que emanaba desde OsakaKioto. El 10 de septiembre regresó a Edo y allí decidió que una fuerza de vanguardia, al mando del capaz Fukushima, partiría por el Tokaido para CASTILLO DE OSAKA. Tokugawa visitó a Hideyori –entonces joven heredero– en esta fortaleza antes de enfrentarse a él. ASC Los ejércitos japoneses de las décadas finales del siglo XVI estaban compuestos por dos tipos de combatientes: los samuráis y los ashigaru. Los primeros eran los amos de la estructura piramidal de la sociedad japonesa. Originariamente habían sido una clase de servidores y luego guerreros llamados mononofu. Su paso al frente se había producido durante las llamadas Guerras Genpei (1180-1185) y, desde que repelieran las invasiones mongolas de Kublai Kan en el siglo XIII, su ascendente no había hecho más que crecer. En el periodo que nos ocupa eran la clase dirigente y su vida estaba consagrada a la guerra. Ataviados con armaduras de placas de metal lacado, portaban como armamento principal dos espadas ligeramente curvadas, la catana y una más corta llamada wakizashi; cuando iban a caballo, solían llevar una larga lanza (yari). En su marcial idiosincrasia entraban en juego diferentes influencias que podríamos rastrear en la divinizada historia de Japón, en el budismo zen y en la defensa de un código moral sustentado en el ichibun (conducta destinada a mantener el honor). Si bien los samuráis eran la élite del ejército en campaña, la espina dorsal del mismo estaba configurada por los más numerosos ashigaru, versátil infantería de clase baja que dominaba los campos de batalla desde la aparición de las armas de fuego portátiles. Su importancia táctica estaba asentada desde la batalla de Nagashino (1575), en la que la elitista caballería samurái del clan Takeda sufrió una derrota decisiva a manos de las fuerzas combinadas de Oda y Tokugawa, propiciada en parte por las estacadas de bambú y los certeros disparos de sus ashigaru. Aparte de esas unidades especializadas de arcabuceros, solían estar organizados en grandes grupos de lanceros armados con yari y en otras pequeñas unidades de arqueros. Por último, no debemos olvidar que, acompañando a samuráis y ashigaru, iban los auxiliares no combatientes (portadores, mozos, cocineros, monjes, comerciantes, etc.), que a menudo superaban en número a los otros dos grupos juntos. Por ejemplo, en la expedición japonesa a Corea de 1592, una de las agrupaciones que participaron en la invasión contaba con 10.000 hombres, de los cuales solo 600 eran samuráis, 3.600 eran ashigaru y 5.800, auxiliares. Durante el año 1600, el destino de los clanes samuráis se disputaría en varias zonas geográficas del ar- MUY HISTORIA 53 ASC 25.000 TIRADORES. La de Sekigahara fue la primera gran contienda nipona en la que las armas de fuego fueron decisivas, como ilustra este biombo decorado. Entre ambos bandos se emplearon 25.000 teppo, los arcabuces que habían llegado a Japón desde Portugal. controlar los castillos de Okazaki y Kiyosu y sería seguida, poco después, por otra fuerza dirigida por Ikeda para asegurar mejor la ruta de la costa. A su hijo Hidetada le ordenó partir con decenas de miles de hombres por el Nakasendo para que avanzara y abriera el más complejo camino del interior. Por último, él mismo se movería más tarde por la costa con sus tropas personales hacia Kiyosu-Ogaki para, todos juntos, decidir la campaña. Esta estrategia con líneas de operaciones dobles tampoco fue la mejor, pues dejaba a su hijo con excesivas fuerzas, a cientos de kilómetros de la costa y con una completa autonomía. Su rival Ishida se encontraba el 15 de septiembre en su base avanzada del Castillo de Ogaki y estaba en una inmejorable situación para tomar ventaja dirigiendo un ataque hacia Kiyosu. En lugar de eso, fueron las tropas rivales de Fukushima e Ikeda las que se adelantaron y conquistaron sucesivamente los castillos de Takegahana y Gifu, tras una serie de combates con superioridad de fuerzas entre el 28 y el 30 de septiembre. A continuación, empezaron también a construir en Akasaka un enorme campo fortificado o jinya, en frente de Ogaki. La actuación de estos mandos del este estaba siendo muy eficaz y permitió luego que Tokugawa pudiera llegar sin adversidades al teatro decisivo. En las primeras semanas de octubre, el oeste seguía atascado en algunos asedios (Tanabe y Otsu), y ese retardo fue aprovechado por Tokugawa para alcanzar Akasaka el 20 de dicho mes, ante la sorpresa de Ishida y de todos los mandos occidentales, que no se esperaban tan pronto su presencia. Para Tokugawa todo estaba funcionando a las mil maravillas, salvo que las tropas de su hijo Hidetada no habían llegado todavía. La pregunta obvia era: ¿dónde estaban? Hidetada, en su marcha personal por el Nakasendo, se había entretenido innecesariamente en tomar el Castillo de Ueda, una acción en la que ya había fracasado su padre en el pasado. Los cuatro días que perdió en el infructuoso asedio –del 12 al 16 de oc- tubre– eran la respuesta para esa tardanza. De todas formas, Tokugawa se encontraba bastante confiado ante la inminente batalla, pues conocía las disensiones que existían en el bando contrario con el mando único de Ishida y, lo más importante, contaba con las ganadas lealtades de algunos de los principales jefes del oeste: durante meses había enviado cientos de cartas a algunos de ellos para asegurarse de que, llegado el caso de un enfrentamiento armado, pondrían sus fuerzas de su lado para derrotar a Ishida y obtener recompensas posteriores en forma de feudos y castillos. Con Tokugawa levantando sus nobori (estandartes) a sus puertas, los líderes del oeste tuvieron un consejo de guerra para planear sus siguientes pasos. Era el 20 de octubre y corría el rumor de un posible ataque enemigo hacia Sawayama, el castillo personal de Ishida. Tras unos tensos momentos, decidieron hacer una salida hacia el campamento enemigo de Akasaka para levantar la moral de las tropas. Este movimiento ofensivo provocó horas después un combate en las riberas del río Kuisegawa –que dividía en dos a los ejércitos enfrentados–, en el que la victoria fue para las tropas del oeste. Al atardecer de ese mismo día, Ishida ordenó salir a casi todas sus tropas hacia Sekigahara, una pequeña aldea cruzada por el Nakasendo que se encontraba en un cuello de botella natural, a unos 14 km de Ogaki. Perdida la iniciativa estratégica desde hacía días, Ishida esperaba al menos sorprender tácticamente a su rival. Un fuerte aguacero acompañó al ejército del oeste hacia las posiciones convenidas; una vez en el paso, comenzaron a mejorar las defensas –con zanjas y estacadas y desbrozando sus posiciones– y a desplegar sus tropas para la inminente batalla. SIETE HORAS DE COMBATE Al amanecer del 21 de octubre de 1600, las tropas del este, que habían seguido de madrugada a sus rivales, llegaron a Sekigahara. Los estudios sobre la Si bien los samuráis eran la élite del ejército nipón, su espina dorsal la formaban los ashigaru, la infantería de clase baja 54 MUY HISTORIA batalla estiman que las tropas reunidas por Ishida estarían entre los 80.000 y los 108.000 hombres, y las de Tokugawa, entre los 70.000 y los 104.000; unos números impresionantes que en Europa no se alcanzarían en las batallas campales hasta finales del siglo XVII. Los primeros embates frontales empezaron alrededor de las ocho de la mañana y continuaron sin interrupción hasta las tres de la tarde, aproximadamente. En esas siete horas hubo más de 30.000 bajas –muchas provocadas por la gran cantidad de armas de fuego presentes–, la mayoría de ellas en el derrotado bando de Ishida. La clave de la batalla se produjo alrededor del mediodía cuando las tropas de Hideaki tomaron finalmente partido por un alterado Tokugawa y atacaron por el flanco derecho a sus, hasta ese momento, compañeros de armas. Esta decisiva felonía decidió el igualado choque y acabó con los sueños de Ishida. A eso hay que sumar la inacción del clan Mori, el más numeroso del oeste en Sekigahara, cuyo líder, Terumoto, estaba ausente; los otros cabecillas del clan, con una marcada antipatía o indiferencia hacia Ishida, decidieron no intervenir. Una vez finalizada la lid, Tokugawa asistió en su jinmaku (puesto de mando) a la habitual ceremonia samurái en la que le mostraron las cabezas cortadas de sus principales adversarios. En ese momento, apareció su hijo Hidetada junto a unas tropas que no habían intervenido en la gran batalla. Por esta causa, no quiso recibirlo en un principio, aunque luego suavizaría su postura. A fin de cuentas, su triunfo en Sekigahara era absoluto y solo quedaba encontrar al escurridizo Ishida, que había huido en el último instante. Éste vagó errante por la zona hasta que fue capturado, días más tarde, con prin- cipio de disentería. El 6 de noviembre sería decapitado en Kioto junto a otros dos ilustres jefes del oeste, el samurái convertido al cristianismo Konishi Yukinaga y Ekei el Monje. JAPÓN EN SUS MANOS Sekigahara fue el hecho militar más decisivo del periodo Sengoku y el verdadero colofón de los conflictos internos entre samuráis, debido a la magnitud numérica del encuentro, el enconamiento de los bandos enfrentados, la participación de los principales líderes y la posterior reordenación territorial practicada por Tokugawa. En realidad, fue una batalla más bien política, pues se ganó ciertamente mucho antes del sangriento choque disputado ese 21 de octubre. En los meses previos, Tokugawa consiguió atraer hacia su causa a algunas de las figuras fundamentales del oeste. En 1603, Tokugawa fue nombrado sogún por el divinizado emperador; con esa nueva respetabilidad marcial, todos esperaban que pudiera mantener la paz conseguida tras décadas de luchas intestinas. Con mucha inteligencia, delegó ese título dos años después en su hijo Hidetada para instaurar un patrón dinástico familiar que perpetuaría lo obtenido por las armas. Ahora Japón estaba en sus manos y solo le quedaba acabar con el otro clan que podía todavía disputarle la supremacía obtenida en Sekigahara: los Toyotomi, con el joven Hideyori a la cabeza. Algo que conseguiría diez años después, tras la victoriosa campaña de verano del sitio de Osaka (1615). Desde ese momento, concentró todo el poder en su familia, y así persistiría sin cambios hasta la Restauración Meiji, en el siglo XIX. MH Kobayakawa Hideaki (abajo, en un grabado coloreado) ha pasado a la historia del Japón feudal como paradigma del traidor. HIDEAKI,EL TRAIDOR K (1597-1598). Mientras servía en ese puesto, su conducta fue duramente criticada en algunos informes enviados por Ishida, el cual también se encontraba en Corea como inspector de las fuerzas. Eso hizo que cayera en desgracia y que Toyotomi le rebajara sus posesiones. Con el honor mancillado, Tokugawa intercedió por él y así pudo restaurar su anterior estatus de samurái. Estos hechos pueden explicar la decisiva traición a sus compañeros del oeste en Sekigahara. Ishida, conocedor del rencor que le tenía, quiso ganárselo al principio de la campaña de 1600 ofreciéndole el título de kanpaku (asistente directo del emperador) y la tutela de Hideyori. En el asedio de Fushimi, sus tropas participaron activamente por la causa del oeste y eso pareció convencer a Ishida de su lealtad. En realidad, seguía en tratos secretos con Tokugawa y por carta le aseguró que en la batalla se pondría de su lado. Así fue y, tras su actuación en Sekigahara, tomó por asalto el Castillo de Ishida en Sawayama, dos días después. Murió en 1602 con el impopular estigma de traidor. ASC obayakawa Hideaki nació en 1577 y era el quinto hijo de Kinoshita Iesada, cuñado de Toyotomi. Fue acogido luego por el daimio Kobayakawa Takakage, del cual tomó el nombre, sus tierras en la isla de Kyushu (obtenidas a su muerte en 1596 y cifradas en 336.000 koku, una unidad de volumen basada en el arroz y que expresaba el valor del suelo) y la influencia de pertenecer técnicamente al clan Mori. Toyotomi, que lo tenía en gran estima, lo envió luego como comandante samurái a la segunda campaña de Corea MUY HISTORIA 55 V IDA COT IDI A N A EN L A CA PI TA L DEL SOG U N ATO VIVIR EN EDO A partir de 1600, con el inicio de la era del sogún Tokugawa Ieyasu, la actual Tokio se convirtió en el centro neurálgico de Japón y en la sede de un mundo de sexo, arte y refinamiento. FERNANDO COHNEN PERIODISTA PRISMA CAPITAL DEL PLACER. Este grabado coloreado muestra el bullicio nocturno en Edo –la actual Tokio– en la era Tokugawa. MUY HISTORIA 57 En la pirámide social nipona, la casta de los samuráis estaba por encima de campesinos y mercaderes ALBUM (daimios) tenían la obligación de residir un año en sus feudos y el siguiente en Edo (actual Tokio), dejando a algunos familiares como rehenes en la nueva sede del régimen militar. Esta medida debilitó a los daimios, que tuvieron que desembolsar enormes cantidades de dinero para sus desplazamientos a Edo y los de sus numerosos séquitos, que en algunos casos se componían de 3.000 y hasta 5.000 personas. El sankin kotai tuvo también consecuencias económicas positivas. La medida del sogunato de mejorar los principales caminos que recorrían Japón para facilitar los traslados temporales de los señores feudales a la capital reactivó el intercambio de bienes y personas. El camino del Tokaido, que unía Edo con Kioto, se llenó de legiones humanas que lo recorrían a pie, a caballo o en palanquines. Aunque Kioto siguió siendo la sede de la corte imperial, Edo se convirtió en la ciudad de mayor tamaño y en el centro neurálgico del régimen militar o sogunato, también llamado Bakufu. En los dos siglos y medio que duró la etapa Tokugawa, Japón disfrutó de una estabilidad política sin precedentes que a la larga facilitó el progreso económico del país. SAMURÁIS OCIOSOS EN LA CASA DE TÉ. Eran locales más refinados que los burdeles y las posadas donde también se entablaban relaciones con cortesanas. Grabado en madera Ukiyo-e del artista del s. XVIII Kitagawa Utamaro. 58 MUY HISTORIA T ras el fallecimiento del poderoso dictador militar Toyotomi Hideyoshi, los señores feudales japoneses se enfrentaron en una lucha sin cuartel para dominar el gobierno de la nación. En 1600, cada facción envió a sus mejores guerreros a la batalla de Sekigahara [ver artículo anterior], cuyo desenlace iba a decidir el destino del país. Cerca de cien mil samuráis participaron en una lucha violentísima que duró tres interminables días. Los vencedores fueron los samuráis comandados por Tokugawa Ieyasu, que se hizo con el poder e inició el sogunato de Tokugawa. Para evitar posibles sublevaciones, el nuevo sogún impuso un sistema de servidumbre llamado sankin kotai según el cual los señores feudales Sin enemigos a la vista, el sogún tuvo que buscar ocupación a cientos de miles de guerreros, cuyo mantenimiento supuso un gasto enorme para las arcas del régimen. Sin apenas oportunidad de mostrar su destreza con la espada, los samuráis de menor rango comenzaron a frecuentar los burdeles y las casas de té de Edo, Kioto y Osaka. Algunos intelectuales del siglo XVII criticaron la actitud de aquellos guerreros, muchos de los cuales mostraban evidentes síntomas de decadencia económica y moral. Los samuráis que podían permitírselo frecuentaban a las cortesanas más caras, llamadas oirán, o a las maikos, aprendices de geisha, mujeres que eran educadas en las artes de la música, la danza y la poesía para deleite de los clientes más refinados. Los samuráis menos favorecidos se conformaban con las prostitutas más baratas. EL VIAJE POR EL TOKAIDO sta ruta que conectaba las ciudades de Edo (la actual Tokio) y Kioto fue la más transitada de Japón durante el régimen Tokugawa y la que utilizaron muchos señores feudales y sus séquitos en sus obligados viajes bianuales a la capital política del sogunato. A lo largo del camino, se dispusieron 53 estaciones y diversos controles de policía, en los que los viajeros debían presentar sus permisos de tránsito. El famoso artista Utagawa Hiroshige, uno de los máximos representantes de los grabados en madera Ukiyo-e, dibujó con maestría cada una de las 53 estaciones de descanso del Tokaido. Otros artistas, escritores y poetas de la época Edo viajaron por aquella carretera y narraron sus experiencias. El pueblo llano quedó tan fascinado con el camino del Tokaido que pronto floreció una forma de turismo virtual a través de libros, guías y numerosos grabados Ukiyo-e. Los lectores consumían con avidez los relatos del escritor Ikku Jippensha, que se editaron por entregas en ALBUM E 1802. El autor narra en ellos las aventuras de dos gamberros muy divertidos, Yajirobei y Kitahachi, en su enloquecido viaje a lo largo del Tokaido. Esta sátira fue un auténtico best seller tanto entre los lectores de su época como para los de las generaciones posteriores. Jippensha des- Tras completar la unificación del país, Tokugawa Ieyasu organizó la pirámide social japonesa. La clase superior la constituían los samuráis que estaban al servicio de un daimio con posesiones feudales. Tras ellos se situaban los samuráis que tenían relación directa con el sogún, siendo los más ricos los que ocuparon puestos de consejeros o maestros de ceremonias. En un nivel inferior aparecían los samuráis que ejercían sus labores militares y que habían perdido sus tierras y las rentas que generaban. PIRÁMIDE SOCIAL DE CASTAS La segunda clase social la componían los campesinos, que tenían prohibido abandonar sus tierras. A continuación se encontraban los artesanos y finalmente los mercaderes, quienes, según la tradicional interpretación confuciana, se encargaban de los “sucios negocios monetarios”. Por encima de aquella pirámide social se situaban los nobles y los miembros de la familia imperial, a los que a cribe con meticulosidad el frívolo mundo de las posadas, de las chicas que trabajan en ellas, de los samuráis, de los músicos itinerantes y de los señores feudales, así como el ambiente disparatado de las compañías de teatro kabuki que viajaban por aquel legendario camino. Grabado en madera de Utagawa Hiroshige, el último de la serie Las 53 estaciones del Tokaido (18331834), que muestra la llegada a Kioto por un puente. pesar de su alto rango les estaba vetado el poder ejecutivo. Pero este sistema de castas no se correspondía con el verdadero nivel adquisitivo de las distintas clases sociales. De hecho, los artesanos y los comerciantes cuyas empresas marchaban bien eran mucho más ricos que un samurái de bajo nivel. La separación de guerreros y campesinos en dos clases diferenciadas empobreció a los samuráis, que ya no tenían tierras de las que vivir. Los de mayor rango social, los señores feudales poseedores de grandes terrenos, debían mantener a sus vasallos y gastar fortunas en sus obligados viajes a Edo, lo que a la larga los arruinó. En sus momentos de mayor gloria, los samuráis habían encontrado en el budismo zen la expresión espiritual de su estricto código de conducta, el bushido (“el camino del guerrero”). Además de incluir el suicidio ritual (mediante seppuku o harakiri) como prueba de honor, el bushido imprimía otros valores que hicieron de los samuráis autoridades no solo militares, sino también morales y filosóficas. MUY HISTORIA 59 ALBUM Esta mezcla de danza y teatro (arriba, en un grabado de U. Hiroshige) empezó siendo procaz y escandalosa, pero tras prohibirse la participación en ella de las mujeres y de los hombres jóvenes se volvió un arte refinado. UN UNIVERSO DE PLACER Cuando llegaron las apreturas económicas en 1600, aquellos rígidos guerreros comenzaron a comportarse de forma inapropiada. Como reacción a su declive, un samurái llamado Yamamoto Tsunetomo publicó en 1716 una obra titulada Hagakure, que trató de renovar el código del bushido resaltando los elementos marciales de unos guerreros cuyo mundo de luchas se había desvanecido con la paz impuesta por Tokugawa Ieyasu. Aquellas reglas quedaron en nada a mediados del siglo XVIII, cuando la crisis económica, la devaluación de la moneda y la disminución de la paga pusieron a los samuráis todavía más contra las cuerdas. Muchos de ellos prefirieron renunciar a su rango para poder trabajar como artesanos o ganarse la vida como comerciantes. La rígida política impuesta por el régimen dictatorial del sogún, influenciada por preceptos confucianos que legitimaban el estricto orden social, provocó la reacción de la gente, que buscó una vía de escape a la presión a la que se veía sometida. La progresiva implantación de la imprenta contribuyó a elevar la tasa de alfabetización en Japón, lo que posibilitó el surgimiento de una clase burguesa que quería disfrutar con la nueva narrativa, el teatro, la pintura, las luchas de sumo o la ceremonia del té. Al mismo tiempo, los comerciantes prosperaron tanto que fueron ellos los que financiaron las actividades que se llevaban a cabo en el deno- SHUTTERSTOCK KABUKI, DE LO POPULAR A LO EXQUISITO. Mujeres con kimonos tradicionales paseando por Kawagoe, “la pequeña Edo”, ciudad cercana a Tokio que conserva su centro como en la era Edo. minado “mundo flotante” (Ukiyo), un concepto que evocaba un universo imaginario de extravagancia, elegancia e ingenio en el que primaban la diversión, el hedonismo y la transgresión. Ese espacio imaginado, donde las distinciones de clase se diluían, quedó perfectamente reflejado en los grabados en madera Ukiyo-e, cuya temática abordaba aspectos de la vida cotidiana japonesa como paisajes famosos, actores, cortesanas, geishas y samuráis. El mundo flotante floreció en los barrios de placer de las ciudades y en los populares teatros de kabuki. ESCÁNDALO TEATRAL El dramaturgo Chikamatsu popularizó este género teatral con 160 obras, muchas de las cuales relataban los conflictos entre el deber y el amor. Los orígenes del kabuki hay que buscarlos en 1603, cuando una maiko del santuario de Izumo ideó un nuevo estilo de danza en el que las bailarinas interpreta- Quien mejor describió el mundo flotante fue Ihara Saikaku, autor de una docena de novelas eróticas 60 MUY HISTORIA CORTESANAS PARA TODOS LOS BOLSILLOS En otro libro, Vida de una mujer amorosa, el escritor se pregunta: “¿En qué lugar, sino en la capital, hay mujeres de hermosura tan imponente como la montaña Jigashi cuando florecen los cerezos en ella? Para quien ha visto a las cortesanas de Shimabara [el barrio de placer de Kioto], observando cómo destacan entre mil, y ha gastado doscientos nyos en alguna de ellas, ni las hojas de arce, ni la Luna ni las mujeres de su tierra cuentan ya en lo sucesivo”. Uno de los barrios de placer más famosos fue el de Yoshiwara, creado en Edo por orden del sogunato en 1617. El objetivo del régimen era restringir la prostitución a áreas delimitadas para controlarla, pero estos planes se fueron al traste en poco tiempo. Los barrios de placer se pusieron de moda y dieron lugar a una cultura urbana llena de vida. El sogunato, que se distinguía por su carácter paternalista, intentó por todos los medios que la mujer quedara relegada al plano familiar y doméstico, tal y como proclamaba el confucianismo. Para desgracia del régimen militar, la vida en Yoshiwara comenzó a pivotar en torno a las mujeres, algunas de las cuales contribuyeron al flore- EL PODEROSO INFLUJO DE LAS GEISHAS n sus orígenes, las geishas eran en realidad hombres que bailaban y cantaban para entretener a los clientes que acudían a los burdeles. La primera mujer geisha documentada se remonta a 1750, cuando una cortesana llamada Kikuya se impuso ese distintivo. A partir de entonces, muchas otras cortesanas tayu se hicieron llamar geishas, aunque no lo eran. Con el tiempo, los clientes comenzaron a quejarse del alto precio que tenían estas meretrices y de los variados rituales que debían soportar antes de consumar el acto sexual. Aquel descontento hizo que la demanda fluyera hacia las prostitutas más baratas, quedando casi desierto el rango de cortesanas refinadas. Pero los clientes de mayor poder adquisitivo rechazaron a esas mujeres sin ingenio ni habilidades artísticas; fue el momento que aprovecharon las geishas para hacer su entrada triunfal en un mercado muy restringido. Su gran instrucción en música, caligrafía y oratoria colmaba los deseos de los hombres más sofisticados. Al poder trabajar fuera de los barrios de placer, los dueños de los burdeles exigieron que fueran sometidas a fuertes controles. Si alguna geisha era sorprendida manteniendo relaciones con un cliente, podía ser suspendida de empleo por un tiempo. Pero el intento de controlarlas fracasó por completo. Las geishas se pusieron de moda y evolucionaron hacia un modelo de mujer todavía más refinado. A finales del siglo XIX, las cortesanas tayu habían desaparecido y las geishas se extendieron por todo Japón. E A la izquierda, una joven geisha fotografiada hacia el año 1880 en Tokio. ALBUM ban los papeles masculinos y femeninos recreando situaciones cómicas de la vida cotidiana de la época. Las representaciones se hicieron tan populares que pronto surgieron otros grupos similares. Aquella conjunción de danzas y teatro dio lugar al kabuki, cuyas actrices también se dedicaban a la prostitución. Sus contenidos fueron virando hacia una vertiente cada vez más burlesca y escandalosa, lo que hizo reaccionar al sogunato, que en 1629 ordenó la expulsión de las mujeres de la escena teatral obligando a los promotores de kabuki a contratar a actores jóvenes para representar tanto los papeles masculinos como los femeninos. Pero la prostitución y los escándalos asociados a este teatro no desaparecieron. A partir de entonces, fueron los actores los que ofrecieron servicios sexuales tras las representaciones. Dos décadas después de la expulsión de las mujeres, el Bakufu prohibió a los jóvenes subirse a los escenarios y ordenó que los actores fueran hombres maduros, y así este género teatral se volvió un espectáculo más sofisticado llamado yaro kabuki. El maestro de la ficción en prosa que mejor describió el mundo flotante fue Ihara Saikaku, que empezó su carrera como poeta y la culminó con una docena de novelas eróticas en tono de humor. En una de ellas, titulada El hombre que pasó su vida enamorado, el protagonista llega a los 60 años tras haber seducido a 3.743 mujeres. MUY HISTORIA 61 SHUTTERSTOCK cimiento de los negocios relacionados con el sexo y el placer. Interminables legiones de clientes acudían a esos paraísos de disipación, deseosos de evadirse del estricto orden social que trataban de imponer las autoridades. El enorme distrito del placer de Edo llegó a contar con más de 3.000 prostitutas, que tenían prohibido salir fuera de los muros que lo delimitaban. Las cortesanas de rango medio debían exponerse en unos cubículos enrejados a la mirada lasciva de los potenciales clientes. Para evitar cualquier conato de violencia, los samuráis que accedían a Yoshiwara tenían que dejar sus armas en la entrada del recinto amurallado. En su interior, los clientes podían encontrar numerosos salones de té, tiendas, tabernas y más de un centenar de burdeles que ofrecían los servicios de distintos tipos de meretrices. Las de menor nivel estaban al alcance de los bolsillos menos acaudalados y se situaban en las plantas bajas de los establecimientos o junto a los fosos que rodeaban el distrito, pero hacía falta mucho dinero para acceder a las oirán, las cortesanas más instruidas. Las más refinadas, las más bellas y talentosas eran las tayu, que solo ofrecían sus favores a los señores feudales y a los comerciantes más acaudalados. Ni las tayu ni las oirán mostraban nunca sus estados de ánimo, manteniendo constantemente la misma expresión facial afable y discreta. Es probable que esa sea la razón por la que el erotismo japonés ha parecido siempre tan frío a los ojos de los occidentales. ENTRE LO BUFO Y LO FANTÁSTICO E l espír itu burles co y transgresor de la sociedad japonesa en la era Tokugawa animó a un conocido poeta a gastar una broma pesada a sus familiares: 62 MUY HISTORIA dejó todo dispuesto para que a su muerte un amigo íntimo escondiera en su mortaja fuegos artificiales. Cuando quemaron su cuerpo, los asistentes al sepelio huyeron despavoridos ante el sorpresivo espectáculo pirotécnico. Ese ambiente pecador y grotesco quedó presente en algunos grabados de madera Ukiyo-e, sobre todo en los del artista Tshusai Sharaku. La feroz sátira iba dirigida al budismo y al sistema confuciano heredado de China, cuya seriedad y gravedad eran un lastre para los japoneses de mediados del siglo XVIII y del XIX, tan rebosantes de vida y tan amantes de burdeles, teatros y tabernas. A través de lo bufo y lo ridículo, los japoneses se despojaron de la rigidez y el pesimismo que destilaban las tradiciones religiosas. Los grabados Ukiyo-e, despreciados por la altanera aristocracia, fueron el engranaje a través del cual el arte llegó a la gente de la calle. Los admiradores de esos grabados re ve re n c i a b an a sus creadores, unos artistas superlativos cuyos dibujos reflejaban con precisión la vida sensual del mundo flotante. Algunos de esos artistas recogieron las leyendas que florecieron en los años dorados de la dinastía Tokugawa, como la creencia de que en Yoshiwara existían algunas meretrices de lujo que en realidad eran temibles criaturas felinas: se las llamaba bakendo . La leyenda tenía variantes, pero la historia fundamental giraba en torno a la experiencia amorosa de un joven samurái y una meretriz que, en mitad de la noche, se convertía en una mujer con cabeza de gato. Otras variaciones más truculentas de la historia hacían referencia al canibalismo de las bakendo, que devoraban a sus clientes tras haber EDIO DENIATEM ACCATUR ra ALBUM cuptae vitas ma cone comnient. Veritas quiatiur aut eos nulland aectum acepell endit, quation sequias ENJAULADAS. hecho el amor con ellos. Los más morbosos y crédulos estaban dispuestos a pagar verdaderas fortunas para pasar una noche loca con una supuesta mujer felina. Aquel interés dio lugar a que algunas cortesanas adoptaran un cierto “estilo bakendo”, adornando sus cubículos de placer con gatos y maquillándose el rostro con rasgos felinos. EL FIN DE UNA LARGA ERA Ajenos a la bulla y al desmadre que imperaban en los barrios de placer, la anquilosada corte del emperador japonés y el poderoso Bakufu se estremecieron en 1853 cuando el comodoro estadounidense Matthew Perry atracó en la bahía de Tokio con cuatro buques de guerra. Se negó a levar anclas si antes no entregaba al sogún una carta del presidente de EE UU en la que reivindicaba el derecho de su país a aprovisionarse y comerciar con Japón. Debilitado por tensiones internas, el sogún no tuvo más remedio que acceder. La inesperada visita de los buques estadounidenses no solo fue el comienzo de la apertura de Japón a Occidente, sino también el principio del fin de un poder feudal incapaz de asumir la modernidad que precisaba el país. Tras más de doscientos cincuenta años de dictadura militar, el sogunato Tokugawa llegó a su fin en 1868. A partir de entonces, el joven emperador Meiji pasó a ser la figura principal y el símbolo de unidad de Japón. Tras dos siglos y medio de reclusión en Kioto, el Mikado volvió a reinar en el país del Sol Naciente. Aunque la restauración imperial acabó con el estilo de vida de los samuráis, algunos se convirtieron en figuras relevantes del nuevo gobierno. Si en 1970 sus herederos ocupaban el 21% de los cargos directivos del país, su espíritu sigue vivo hoy día en los ámbitos financieros y políticos de MH Japón. Las cortesanas de rango medio o bajo del barrio de Yoshiwara se exponían a las miradas de los clientes en cubículos enrejados, como vemos en el grabado en madera de arriba, del siglo XIX, que muestra una escena nocturna cotidiana en el mundo flotante. La era del samurái, y con ella la idea del mundo flotante, llegó a su fin con la apertura a Occidente en 1868 MUY HISTORIA 63 LÍDERES LEGENDARIOS LOS GRANDES SAMURÁIS El ideal del bushido se basaba en actitudes y destrezas que estos ocho guerreros reunían con creces. De los actos de estos héroes en el campo de batalla dependió el devenir de la historia del país nipón. D entro de las cortes feudales japonesas, donde las conspiraciones y las luchas de poder estaban a la orden del día, era primordial hacer uso de la agudeza, que a los ocho guerreros nipones que se presentan en este artículo les valió el triunfo y un lugar en la historia de Japón. Pero, además, por lo que destacaron estos héroes samuráis fue porque cada uno poseía una cualidad –o más de una– en la que sobresalió de manera especial. En el caso del guerrero Kusunoki Masashige, será recordado siempre por su lealtad, un valor recogido en el código ético samurái, el bushido. El sogún Takeda Shingen representa la inteligencia y la verdad. El popular señor 64 MUY HISTORIA de la guerra Oda Nobunaga acertó con su visión comercial y bélica cuando entró en el mercado de las armas de fuego. El regente imperial, Toyotomi Hideyoshi, se centró en la conquista de nuevos territorios para ampliar el poder japonés y ordenó la invasión de Corea. Ya en el siglo XVI, el sogún Tokugawa Ieyasu creó un Estado militarizado y su clan lo gobernaría durante 250 años. Otros enfocaron su ambición no tanto a la política como al perfeccionamiento de la lucha cuerpo a cuerpo. Así, con grandes dotes en las artes de la guerra, son significativos los samuráis Kato Kiyomasha, Date Masamune y Miyamoto Musashi, que crearon leyenda y escuela en el mundo samurái. GETTY JOSÉ ÁNGEL MARTOS PERIODISTA Y ESCRITOR Guerreros samuráis del siglo XIII en una ilustración. Estos héroes destacaron porque cada uno poseía cualidades específicas en las que sobresalió MUY HISTORIA 65 Kusunoki Masashige LE A L H ASTA L A T UMBA E AGE ste inteligente guerrero de la primera mitad del siglo XIV es un modelo de lealtad samurái hacia su emperador, una cualidad que no todos sus pares mostraron. Tan admirado resultó por ello que, cinco siglos después de su muerte, el gobierno Meiji que renovó la sociedad japonesa le dio honores de héroe. En 1900 se levantó una enorme estatua ecuestre suya en bronce frente al Palacio Imperial de Tokio, en una localización privilegiada. Kusunoki (1294-1336) nació en la provincia medieval de Kawachi, al este de Osaka. Su familia remontaba su influencia en el gobierno nipón hasta el siglo VIII, pero en su época no era más que un clan de la nobleza provincial sin personajes significativos. Sería Kusunoki el primero en volver a sobresalir, como héroe samurái decisivo en el retorno al trono del emperador Go-Daigo, exiliado tras intentar acabar con el poder del clan Kamakura. Esta familia acaparaba el rango de sogún, el máximo mando militar del país, que llevó aparejado durante muchos siglos ser el verdadero hombre fuerte del gobierno. El emperador Go-Daigo había experimentado lo que era estar metido dentro de una jaula de oro, y 66 MUY HISTORIA Frente al Palacio Imperial de Tokio, Kusunoki Masashige está representado en una estatua ecuestre de bronce que fue un regalo al emperador en 1900. conspiró dos veces contra el sogún Kamakura Morikuni. Sus reiterados intentos, fracasados, lo llevaron al exilio, pero contó con lealtades como la de Kusunoki, quien plantó batalla al dictador desde su zona de influencia en Osaka. A pesar de su inferioridad numérica, resistió bravamente el asedio de las fuerzas oficiales en la fortaleza de montaña de Akasaka, que él había erigido y convertido en una pesadilla llena de trucos para los sitiadores. Siempre ingenioso, cuando se le cortó el aprovisionamiento de agua y parecía que la resistencia tocaba a su fin, Kusunoki tuvo una idea para evadirse: erigió una gran pira con los muertos mientras los que quedaban vivos se fueron marchando en pequeños grupos. Dejó a un único superviviente, que informó a los atacantes de que el líder samurái y sus hombres habían cometido un suicidio colectivo. Cuando descubrieron la verdad, ya era tarde. PERSISTENCIA EN SUS OBJETIVOS Kusunoki construyó una segunda fortificación en la montaña vecina, a la que llamó Chihaya. Levantada en madera, la dotó de sistemas defensivos que hicieron de ella un lugar infranqueable. Quienes la asaltaban eran recibidos por troncos y rocas que, situados en gran número por todo el perímetro, se lanzaban rodando contra los atacantes. Después, se encontraban con puentes móviles que la defensa retiraba a voluntad. Por último, las posiciones internas estaban organizadas en forma de terrazas que dificultaban el acceso de una a otra. Chihaya se mantuvo invicta frente a todos los asaltos del sogún. Kusunoki fue elevado a gobernador de Kawachi, su provincia natal. Otros samuráis que ayudaron al retorno de Go-Daigo no se mantuvieron fieles, en particular Ashikaga Takauji, que había tomado Kioto. El enfrentamiento entre ambos guerreros resultó inevitable y en 1336 lucharon en una gran batalla, en la que Kusunoki se encontró en inferioridad numérica decisiva y teniendo que cumplir las órdenes del emperador: dar batalla abierta en la desembocadura de un río, en lugar de hacerlo en la montaña como él prefería, para dificultar el acceso al enemigo con sus ardides. Viéndose perdido, Kusunoki le preguntó a su hermano, que lo acompañaba, cómo querría reencarnarse: “Mi deseo es nacer siete veces como el mismo ser humano para aniquilar al enemigo del emperador”, le contestó. Entusiasmado, Kusunoki gritó: “¡Siete vidas para la patria!”, y ambos se suicidaron. Fue el culmen de la lealtad. Ta k e d a Sh i ngen UN SA MUR Á I DE CINE GANANDO FUERZAS A partir de esta victoria, Shingen fue ganando terreno en la importante provincia de Shinano, en el centro de Japón. Allí logró varios éxitos, como la toma del Castillo de Kuwabara, y se convirtió en uno de los grandes caudillos. A medida que iba ganando fuerzas, quedaban pocos rivales que le pudieran disputar la supremacía, pero encontró uno formidable en los límites provinciales: Uesugi Kenshin, señor de la guerra que dominaba la vecina provincia de Echigo. Ambos se convertirían en grandes enemigos –se los conocía como “tigre y dragón”–. Sus fuerzas eran prácticamente equivalentes y se vieron abocados a épicas batallas, repetidas a lo largo de un período de once años, entre 1553 y 1564. Cinco veces se enfrentaron y las cinco en el mismo lugar, Kawanakajima, una fértil planicie donde confluyen dos ríos. Se trataba de batallas honorables, disputadas entre samuráis con un código guerrero lleno de rituales y de rasgos de honor. Se cuenta que en una de las ocasiones, cuando Takeda se quedó sin sal porque otro clan había interceptado un suministro, fue su propio rival quien se la envió de sus almacenes, explicándole que él combatía con espadas y no con alimentos. FRENTE A FRENTE Estas batallas de igual a igual solían acabar sin un ganador claro. En la cuarta, sucedida en 1561, se produjo un hecho excepcional cuando Uesugi comandó personalmente una carga de caballería que pilló desprevenido al ejército rival. La penetración de Uesugi en el campo enemigo fue fulgurante, tanto que se encontró de repente delante del propio Takeda. Los dos míticos samuráis se hallaban frente a frente sin interposición y Takeda estaba prácticamente desarmado. La tradición cuenta que se defendió frente a su poderoso enemigo tan solo utilizando su abanico de metal –que se usaba para dar órdenes–. Con el precario artilugio consiguió desviar los golpes de la espada de Uesugi hasta que un lancero acuchilló al caballo de este, que cayó al suelo. En ese momento irrumpieron varios guerreros de ambos bandos, interponiéndose. Los dos caudillos ya no volvieron a verse y la batalla continuó su curso. Takeda expandió su poder en la década de 1560, tomando entre otras la provincia de Suruga. Su siguiente reto fue enfrentarse a la alianza de dos poderosos samuráis, uno de ellos Oda Nobunaga, que sería su talón de Aquiles, como veremos en la biografía de este. Takeda Shingen murió en 1573. ASC E n la obra maestra del cineasta Akira Kurosawa, el film Kagemusha (1980), vemos cómo un ladronzuelo es reclutado para ejercer como doble de un señor de la guerra. Este último no es otro que Takeda Shingen, uno de los caudillos más relevantes de los inicios de la época de guerras intestinas entre los grandes líderes samuráis que fue el siglo XVI, tras la descomposición del poder imperial y el incendio de Kioto. Nacido en 1521 en el noble clan de los Takeda, en la provincia de Kai –al oeste de Tokio–, Shingen fue un joven que destacó pronto por su inteligencia, pero también por su ambición. Tanta era esta que derrocó a su padre prematuramente, lo hizo exiliarse y tomó el control de su clan a la corta edad de veintiún años. Muy rápidamente, en la batalla de Sezawa, se forjó una reputación como gran guerrero al derrotar a nobles rivales que le disputaban su expansión. A pesar de contar con unas fuerzas muy inferiores (3.000 guerreros contra 12.000), Shingen sorprendió a sus enemigos con un ataque relámpago antes de lo esperado y destrozó a su ejército. Shingen luchó por el control de Japón en el período Sengoku (1467-1568). A la izquierda, representado por Kuniyoshi. MUY HISTORIA 67 Oda Nobunaga UN LOCO MU Y INTELIGENTE N ada hacía presagiar que Nobunaga, nacido en 1534, fuera a ser uno de los grandes unificadores de su país. De joven mantuvo un comportamiento arrogante y excéntrico que lo llevó a ser conocido como “el loco de Owari”. Se cuentan anécdotas como la de que le gustaba vestir hakamas (los pantalones largos anchos tradicionales) con rayas de piel de tigre, o que tuvo un acceso de rabia en el entierro de su padre y arrojó el quemador de incienso contra el altar. Rehusó posicionarse en la sucesión de su progenitor y esto provocó que uno de sus servidores cometiera seppuku para llamar la atención del joven sobre su falta de interés por los asuntos importantes. Parece que la radical medida surtió efecto y, ya como caudillo, corrigió su vena lunática. Pronto comprobaría las dificultades del liderazgo en aquella convulsa época, pues hubo de imponerse a sangre y fuego ASC Las conquistas militares de Hideyoshi (abajo, réplica de su armadura) iniciaron un proceso de unificación de Japón en el siglo XVI. 68 MUY HISTORIA dentro de su propio clan: uno de los episodios más duros fue tener que matar a su hermano menor, que a su vez había planeado asesinarlo. Su meteórico ascenso al poder se fundamentó en su éxito contra pronóstico en la batalla de Okehazama (1560). Se enfrentaba al mucho más poderoso ejército de Imagawa Yoshimoto, el líder más poderoso del momento (solo al nivel de Takeda Shingen). En lugar de dejarse sitiar, como era habitual, simuló mantenerse en su fortaleza mientras se dirigía contra el enemigo por sorpresa. Resultó que los hombres de Yoshimoto celebraban con bebida y bailes sus imparables progresos. Los de Nobunaga aprovecharon la confusión para acercarse y lanzaron un ataque tan rápido que Imagawa y sus soldados no pudieron reaccionar y muchos murieron sin saber qué estaba pasando, entre ellos Imagawa: un samurái le cortó la cabeza. To y o t o m i H i d e y o s h i EL PLEBE YO QUE UNIFICÓ JA PÓN U no de los guerreros más expansionistas y con mayor poder del Japón feudal tuvo unos orígenes modestos: provenía de una familia de campesinos. Este linaje no impidió que Hideyoshi tuviera querencia por el mundo guerrero de los samuráis. Pronto, sus méritos en batalla le propiciaron el ascenso en el escalafón de los ejércitos de Oda Nobunaga, hasta llegar a general. A pesar de que Nobunaga había sido su mentor, en el momento en que fue traicionado y asesinado, él, como algún otro general, estaba sospechosamente ausente. Eso no impediría que luego aprovechase la situación para caer sobre el traidor Akechi con todas sus fuerzas y presentarse como el reparador de la injusticia cometida contra el gran caudillo. Hideyoshi se movió con rapidez para plantar cara al clan Mori, el principal rival en aquel momento del clan Oda, del que él formaba parte. Consiguió transformarlos en vasallos y aliados y, entre los diferentes candidatos a la sucesión de Nobunaga, se posicionó a favor del hijo de este, al que luego manejaría como un títere. Con el dominio de las provincias centrales, Hideyoshi iría sumando posesiones territoriales significativas, como la isla de Shikoku, y de- rrotando a enemigos internos. También levantó el Castillo de Osaka, germen de la gran ciudad actual. Todo esto lo convirtió en el verdadero unificador de Japón y le puso en posición de reclamar el puesto de sogún, pero como no tenía sangre azul estaba inhabilitado para ello. Buscó otro cargo y consiguió ser nombrado kanpaku, regente imperial. Convertido en el hombre fuerte de Japón, decidió seguir su agresiva política expansionista más allá de las fronteras del país y ordenó la invasión de Corea en 1592, paso previo a la conquista de China, concebida como una venganza frente a la invasión mongola de Japón en el siglo XIII. Su plan consistía en que los propios coreanos, conquistados y sometidos a vasallaje, fueran luego el grueso del ejército que invadiese China, reservándoles así el duro rol de ser carne de cañón. Durante seis años, los mejores generales japoneses lucharon en Corea, pero la tarea resultó compleja para sus fuerzas. La habilidad de los coreanos en el combate naval –modalidad en que infligieron derrotas decisivas a los nipones– y la participación de enormes contingentes chinos imposibilitaron los megalómanos proyectos de Hideyoshi, que falleció en 1598 en pleno segundo intento de invasión de Corea. En esta ilustración está representado el daimio Nobunaga, del clan Oda, armado con una catana. AGE A partir de entonces, Nobunaga se convertiría en el nuevo caudillo en alza y llegó a aliarse con el gran Takeda Shingen, con quien años después rompería. Participó en los principales acontecimientos militares y, en particular, en 1568 protagonizó la entrada en Kioto en apoyo del candidato a sogún Yoshiaki, cuyo nombramiento inauguró un nuevo periodo de la historia de Japón. Uno de sus grandes aciertos fue adoptar con entusiasmo las nuevas armas tanegashima, los arcabuces, introducidos por los portugueses en 1543 en la isla japonesa del mismo nombre. Enseguida, los arcabuces se hicieron muy populares entre los señores de la guerra. En tan solo diez años ya había 300.000 en Japón. Nobunaga los utilizaría decisivamente para derrotar a la caballería de Takeda Shingen en la batalla de Nagashino (1575), la más famosa de la historia de Japón. El uso de las armas con pólvora fue todo un signo de hacia dónde se movían los tiempos. Nobunaga también construyó una gran fortaleza, Azuchi, en las afueras de Kioto, preparada para resistir asaltos con cañones y otras armas de fuego. Era un auténtico castillo, algo poco habitual y prueba de su clarividencia militar. El final de Nobunaga vino propiciado por la traición de uno de sus generales, Akechi, al que había tratado cruelmente en diversas ocasiones. Sitiado por este en un templo de Kioto y herido, Nobunaga se quitó la vida suicidándose entre edificios en llamas. Su cuerpo jamás fue recuperado. To k u g a w a I e y a s u EL A RTÍFICE DEL ESTA DO SA MUR Á I LUCHA POR EL PODER Se mantuvo ajeno a la invasión de Corea y siempre cercano a la corte de Hideyoshi, aceptando formar parte del consejo de cinco regentes previsto para el momento en que falleciese el gran líder. Este quería que su hijo Hideyori le sucediera pero, cuando murió, el pequeño solo tenía 5 años y se desató una guerra civil entre Ieyasu y sus rivales. El destino de la sucesión se decidiría en la batalla de Sekigahara, el 21 de octubre de 1600 [ver artículo en página 50], y fue en favor de Ieyasu. Tokugawa parecía haber superado todos los obstáculos, pero se encontró con la inesperada resistencia de Hideyori, que duraría casi una década. El enfrentamiento clave entre ambos llegó en 1615 en la batalla de Tennoji, un lugar cercano al Castillo de Osaka, que Hideyori pretendía tomar. Fue una batalla que certificó el cambio de estrategia en las costumbres guerreras propiciado por las armas de fuego: la lucha transcurrió mayoritariamente entre apretadas infanterías de arcabuceros, ajenos a los gloriosos enfrentamientos a espada de los antiguos samuráis. Ieyasu solo viviría un año más, pero su familia, los Tokugawa, detentó el sogunato durante 250 años. Lo hicieron creando un Estado militarizado imbuido de tradicionalismo en el que los samuráis, acabadas sus guerras intestinas, impusieron su forma de ver la vida y la política a todo un país. AGE A l contrario que Hideyoshi, Tokugawa Ieyasu provenía de una familia de larga tradición guerrera y supo alcanzar una posición de creciente influencia. Llegó incluso a plantar cara a Hideyoshi en 1584, aunque acabarían por firmar la paz; Ieyasu quedó situado como el segundo señor de la guerra más importante de la época. En 1603, Tokugawa Ieyasu recibió el título oficial de sogún de manos del emperador Go-Yozei a los 60 años de edad. MUY HISTORIA 69 Miyamoto Musashi EL SA MUR Á I IN V IC TO D ecir el nombre de Miyamoto Musashi es hablar de una auténtica leyenda para aquellos que más veneran el arte de la espada y la técnica samurái. Aunque fue un personaje de nula relevancia política –nunca dominó ningún feudo–, es considerado el ejemplo más depurado de luchador. Su técnica y su filosofía de la lucha las transmitió a las generaciones posteriores en su famosa obra El libro de los cinco anillos. De su vida se desconoce su año de nacimiento (quizás 1584) y solo se sabe con certeza lo que él quiso explicar en su libro, que son sobre todo los datos propiamente relacionados con su actividad como duelista. Y su currículum habla a las claras de un personaje realmente letal desde una temprana edad, ya que, como él mismo escribe, dedicó su espíritu “a la ciencia de las artes marciales desde que era joven”. GUERRERO PRECOZ Con 21 años se fue a la capital –Kioto por entonces–, donde conoció a los principales maestros de artes marciales del país, con los que depuró su técnica. También se dedicó a los duelos; según su propia contabilidad, hasta los 29 años participó en más de sesenta duelos: “Nunca perdí”. Posiblemente haya que dar por buena la afirmación, pues si hubiese sido derrotado difícilmente habría habido ocasión de que su libro viera la luz. Se considera que Musashi debió ser un ronin, nombre con el que se conoce a los guerreros errantes que se quedaron sin empleo cuando Tokugawa Ieyasu empezó a ejercer un control más directo sobre los ejércitos y las armas. Los ronin, acorralados por la pobreza, se convirtieron en mercenarios dispuestos a realizar cualquier trabajo violento que les pudiese garantizar el sustento. Date Masamune GUERRERO DE L A LUN A CRECIENTE F AGE Excelente en tácticas militares, Date Masamune era identificado porque le faltaba un ojo: se le conocía con el sobrenombre de “Dragón de un solo ojo”. ue y sigue siendo uno de los guerreros más icónicos de la era samurái. Su inconfundible casco coronado por una enorme Luna en cuarto creciente se convirtió en uno de los más espectaculares símbolos guerreros nipones y aún hoy sus admiradores lo siguen utilizando en las recreaciones y exhibiciones de la época. A ello hay que sumar que le faltaba un ojo, a causa de la viruela. En las guerras de unificación de la época, recibió la petición de Toyotomi Hideyoshi de unirse a sus fuerzas. En un acto de independencia, Masamune no dio respuesta, lo que enfureció al gran caudillo. Ambos se reunieron en un tenso encuentro en el que Masamune, lejos de acobardarse, se presentó ataviado con su más feroz traje guerrero. Parecía que ese podía ser su final, pero Hideyoshi decidió perdonarlo con una frase que ha pasado a la posteridad: “Puede ser de utilidad más adelante”. En efecto, lo fue. Él y sus hombres participaron en las invasiones de Corea, la gran misión emprendida 70 MUY HISTORIA por Hideyoshi. Tras ese encargo, Masamune recibió como compensación un castillo en el Norte, Iwadeyama. Luego, por sus servicios al siguiente sogún, Tokugawa Ieyasu, recibiría el dominio sobre el área de Sendai, donde fundaría la ciudad del mismo nombre, en la que se instaló, ya que estaba mejor comunicada que el castillo. Esta es hoy una urbe de más de un millón de habitantes. COMERCIANTE MARÍTIMO Desde Sendai, Masamune se dedicó a promover el comercio y estableció lazos con el extranjero. Organizó una importante misión hacia los dominios españoles que, por vía marítima, encabezó uno de sus samuráis, Hasekura Tsunenaga, a través del Pacífico [ver artículo en página 20]. Este fue recibido en la corte española y, en Roma, por el papa Paulo V. De esta forma, su señor Masamune intentaba crear lazos comerciales con el Imperio español. Se conserva una carta suya al papa redactada en latín, posiblemente por Luis Sotelo, un monje franciscano de Sevilla que había llegado hasta Japón y al que Masamune salvó de ser ejecutado. ASC A los 30 años, Musashi tomó una decisión radical: abandonar los duelos y empezar a reflexionar sobre los principios de las artes marciales. Llegó a la conclusión de que había triunfado por una capacidad innata, e incluso por los fallos de quienes enseñaban en las escuelas. En definitiva, no se consideraba preparado. Así que se propuso ahondar en lo necesario para ser un buen guerrero, de forma que con los años llegó a lo que él llama “ciencia de las artes marciales”. En su libro nos habla de alguien que se dedica a la lucha como una auténtica vocación. Por ello, hoy es visto como un asceta de la guerra, una suerte de monje guerrero. En la obra trata cuestiones como “la actitud del espíritu en las artes marciales”, con recomendaciones tales como que “es esencial pulir diligentemente el intelecto y el espíritu”. Tenía cincuenta años cuando, según él mismo, alcanzó este conocimiento científico, y sabemos que su libro lo empezó a escribir en 1643, cuando debía estar a punto de cumplir los sesenta. Dos años después, tras haber acabado su texto, falleció de muerte natural. El disciplinado carácter de Kiyomasha (en la estatua) le proporcionó importantes cualidades para la batalla. Kato Kiyomasha EL HÉROE MÉRITOS EN BATALLA Kato Kiyomasha dirigió uno de los tres ejércitos en que se subdividió la fuerza expedicionaria japonesa. Lo cierto es que con los otros dos generales la relación era más bien mala, entre otras cosas porque ambos eran cristianos, y la invasión se convirtió en una carrera por ver quién de los tres desembarcaba primero, conquistaba Seúl en primer lugar y, en definitiva, hacía más méritos ante el caudillo Hideyoshi. De este modo, su propia competitividad los llevó a protagonizar una exitosa guerra relámpago, que en un primer momento les glorificó pero que a la larga resultaría infructuosa por la aguda resistencia de los coreanos y la presencia de enormes contingentes chinos, que los invasores no podían llegar a igualar ni de lejos. Kiyomasha, curiosamente, encontraría la muerte en una travesía marítima en 1611. AGE C on 14 años y debido al fallecimiento de su padre, entró al servicio de Hideyoshi. De esta forma, Kiyomasha se educó en las artes guerreras a las que iba a consagrar su vida. Ascendió con rapidez; en 1580, con 18 años, ya lo encontramos convertido en señor de un castillo, el de Kumamoto, y mandando una cohorte de casi mil samuráis. Pronto se hizo famoso por su fiereza, que en parte se incrementaba a causa de su excentricidad indumentaria: Kiyomasha utilizaba un casco de batalla de casi un metro de altura con forma de aleta de tiburón y llevaba una desarreglada barba que le cubría la cara, algo insólito en los japoneses de la época. Aunque para entonces ya se había configurado como una pieza clave de las fuerzas de Hideyoshi, su fama se propagaría aun más después de la batalla de Shizugatake (1583). A Kiyomasha se le reconoció como una de las “Siete Lanzas de Shizugatake”, un título que designaba a los oficiales que habían resultado más decisivos. Hideyoshi pronto encontró una misión complicada en la que emplear el talento militar de Kiyomasha: la invasión de Corea. Musashi se mantuvo relativamente alejado de la sociedad, dedicándose a la búsqueda de iluminación a través del arte de la espada. MUY HISTORIA 71 EN T R E L A R E A L IDA D Y EL MI TO Fue uno de los sucesos más sangrientos de uno de los siglos más pacíficos de la historia de Japón: el XVIII, en la etapa Edo. Quizá por ello, se convirtió en leyenda de la mano de la literatura, el teatro y el cine. ROBERTO PIORNO HISTORIADOR Y PERIODISTA L a mañana del 30 de enero de 1703, Edo (actual Tokio) era un hervidero de rumores. Huérfanos de grandes acontecimientos, los habitantes de la capital reaccionaron con excitación ante las noticias, aún confusas en las primeras horas del día, de los disturbios de la madrugada anterior en el exclusivo distrito residencial a orillas del río Sumida. Un siglo de paz y orden extremos prácticamente ininterrumpido era lo que la noticia de una venganza samurái, de esas que ni los más viejos del lugar acertaban a recordar, necesitaba para cuajar en mito casi instantáneo y expandirse por la ciudad como la pólvora. Los culpables del sensacional revuelo eran un grupo de vasallos del clan Asano que habían asaltado con alevosía en medio de la noche la mansión de Kira Yoshihisa, maestro de ceremonias del sogún, dándole muerte y decapitándolo. Imposible no estar al corriente del episodio en las calles de Edo. No solo por el revuelo causado durante el asalto, sino por la ruidosa y nada discreta marcha a pie protagonizada por los presuntos justicieros desde la mansión del enemigo muerto hasta el Sengakuji, el templo en el que descansaban los restos mortales de su señor, sobre cuya tumba depositaron la cabeza del enemi- 72 MUY HISTORIA go muerto. Durante semanas, nadie hablaba en Edo de otra cosa. UN EXTRAÑO INCIDENTE PREVIO Es preciso remontarse al 17 de abril de dos años antes para dar con la raíz de la discordia. Ese día, altos dignatarios de la casa imperial, con sede en Kioto, se encontraban en Edo en una visita de cortesía correspondiendo al sogún que, a comienzos de año, había enviado una delegación a Kioto para transmitir al emperador sus felicitaciones de Año Nuevo. Para agasajarlos conforme al protocolo, y siguiendo al dedillo los rituales y las normas de etiqueta confucianas, Kira Yoshihisa, maestro de ceremonias del sogún y miembro de una ilustre familia samurái cuyo leal servicio a la casa Tokugawa se remontaba a los inicios del siglo anterior, preparó una acogida a la altura de las circunstancias. Como era costumbre, dos de entre los daimios (señores feudales) más prominentes eran escogidos para ejercer de anfitriones de las delegaciones del emperador y de el exemperador respectivamente, lo que se tenía entonces por un altísimo honor. Naganori, señor de la casa de Asano, un hombre de reputación dudosa, mujeriego y hedonista (características todas ellas ma- ‘CHUSHINGURA’. PHOTOAISA La obra teatral así llamada –a la que pertenece esta ilustración de Utagawa Kuniyoshi–, de enorme éxito, sublimó el trágico episodio y convirtió a los 47 ronin en figuras heroicas. EL CASTILLO DE AKO. ALBUM DE LA HISTORIA AL TEATRO. Xilografía ukiyo-e del periodo Edo que muestra a un actor de kabuki en el papel de uno de los 47 ronin. LOS RONIN, DIVIDIDOS La rapidez de la sentencia y de la posterior ejecución obedecía a la incontestable gravedad del deli- SHUTTERSTOCK El feudo de Asano (abajo) fue expropiado por orden del sogún: fue una de las causas de la venganza. quilladas a posteriori por las obras de ficción que forjaron el mito), tenía el cometido de atender y agasajar al séquito del emperador Higashiyama. El 14 de abril, las dos delegaciones llegaron a Edo. Antes, Kira Yoshihisa había adiestrado a Asano en la intrincada complejidad del rígido ritual confuciano que decoraba la pomposa bienvenida. Todo transcurrió conforme a lo previsto hasta el 17 de abril, el último día de estancia del séquito imperial en Edo. Y en la meticulosa preparación del ritual de despedida es donde afloraron, presuntamente, las primeras fricciones entre Kira y Asano. Un cambio de planes de última hora precipitó el desencuentro; Asano, adaptándose al imprevisto, se dirigió al llamado Corredor de los Pinos. Allí encontró a Kira departiendo con un funcionario sogunal cuyo informe por escrito de los hechos es nuestra única fuente de información fidedigna. Según este, y sin mediar aparentemente ofensa alguna, Asano desenfundó entonces su wakizashi (la espada corta de los samuráis) y atacó a Kira por la espalda pronunciando unas crípticas palabras: “¿Recuerdas mi resentimiento de estos últimos días?”. El maestro de ceremonias resultó ileso, pero en pocos minutos Asano era arrestado y puesto bajo custodia en la mansión del daimio Tomura Takeaki, en espera de que los hechos fueran esclarecidos y se estableciese el castigo oportuno. Apenas cuatro horas después de su arresto, se decretó su inmediata ejecución. Así, en la casa de Tomura y sin apenas tiempo para reaccionar, Asano Naganori procedió a abrirse el vientre con su wakizashi suicidándose mediante seppuku. 74 MUY HISTORIA to: Asano había agredido a un alto funcionario del sogún en la residencia de este y, como agravante, había desenfundado su espada en presencia de delegados imperiales, vulnerando un ancestral principio sintoísta que consideraba la sangre como un agente altamente impuro, más aún en tan solemne escenario. Sin apenas margen para asumir la gravedad del crimen, Asano aún tuvo tiempo para enviar un mensaje de despedida a sus vasallos, a su feudo de Ako. En la misiva no había una sola referencia a las causas que habrían provocado y, eventualmente, justificado su airada reacción contra Kira. Asano, por ello, se iba a la tumba llevándose consigo las razones del agravio, sin que conste en lugar alguno la naturaleza de la ofensa que lo había empujado a atentar contra la vida del maestro de ceremonias del sogún. Lamentablemente, gran parte de las interpretaciones relativas al incidente son posteriores a la venganza de los vasallos de Asano, coincidiendo con un proceso de heroización que iba a cristalizar en un sinfín de obras teatrales, novelas y películas que contribuirían en gran manera a distorsionar la verdad y a mezclar arbitrariamente la realidad, el mito y el rumor callejero más infundado. El incidente comenzó a adquirir tintes de gran tragedia pocas horas después del seppuku. Las noticias del grave ¿HÉROES O VILLANOS? l heroísmo de los 47 ronin tiene, a la luz de los hechos, demasiados claroscuros. En realidad, obviaban interesadamente cuestiones esenciales, y de muy dudosa legalidad, que desacreditaban sus nobles principios. Para empezar, Asano había atacado a Kira por la espalda: una agresión nada admirable que, por si fuera poco, había puesto de relieve la torpeza de su señor en el manejo de las armas. Asano, después de todo, distaba mucho de ser un samurái ejemplar. Por otro lado, jamás existió una disputa como tal; fue una agresión en toda regla sin respuesta alguna por parte del agredido. Circunstancias, todas estas, que desacreditaban las demandas de los ronin. La supervivencia del clan, la conservación de sus bienes y, por ello, de su privilegiado estatus social, frente al abismo del desempleo, en un Japón en el que los samuráis sin dueño se veían empujados frecuentemente a la miseria y a un terrible horizonte de supervivencia marginal, colocaron en realidad las “obligaciones” morales para con su señor en un segundo plano hasta que estuvo todo perdido. Por otro lado, ¿por qué los ronin no cometieron seppuku después de ejecutar su venganza en el Sengakuji, junto a la tumba de su señor? No son pocos los contemporáneos que se hicieron esta misma pregunta, incluido Yamamoto Tsunetomo, autor del célebre Hagakure. El debate confuciano en torno a la legalidad-moralidad de la acción de los 47 en los meses posteriores al suceso es, en sí, infinitamente más trascendental que el propio incidente. Lo cierto es que la renuncia al seppuku espontáneo y la espera, durante semanas, de una sentencia del Bakufu invitan a pensar que, lejos de resignarse a su suerte, los ronin todavía esperaban un perdón colectivo y, quizá, incluso recuperar el empleo que habían perdido a raíz de la caída en desgracia del clan al que servían. E LA HONRA DEL SAMURÁI La versión oficial, condicionada por la admiración popular a la lealtad inquebrantable de los ronin, interpretó la venganza como una causa justa, pero ¿lo era realmente? Los ronin no acertaban a digerir una cosa: el protocolo samurái, una reliquia de tiempos pasados y un recuerdo anacrónico de una sociedad guerrera, extinta hacía más de un siglo, sugería que tras una disputa entre samuráis, si el agresor era condenado, el agredido, deshonrado, debía correr la misma suerte. Las autoridades judiciales en estos casos solían aplicar el mismo rasero dando por bueno el juicio moral que repudiaba la cobardía y la indignidad samurái del perdedor, aplicando idéntica condena a uno y a otro. Los ronin censuraban la cobardía de Kira, que renunció a defenderse de la agresión de Asano. Igualmente entendían como una obligación de lealtad hacia su señor eliminar al enemigo al que las circunstancias habían salvado de la ira y el acero de Asano. En un documento firmado por los vasallos horas antes de ejecutar la ansiada venganza, confesaban “la imposibilidad de seguir viviendo bajo el mismo cielo que el enemigo de nuestro señor”. Casi dos años transcurrieron entre la muerte de Asano y el día D elegido para la ejecución de la implacable venganza de los ronin. En ese intervalo de tiempo, planificaron el asesinato de Kira con una meticulosidad admirable. Lamentablemente, esos meses de transición son una nebulosa en las crónicas del periodo, y son sobre todo las múltiples ficciones teatrales las que han forjado la imagen, sin duda idealizada, del heroico comportamiento de los ronin en ese tiempo. Dice la leyenda que unos y otros urdieron una sofisticada mascarada en virtud de la cual exhibían una total renuncia a la dignidad y respetabilidad samurái para despistar al ene- PHOTOAISA suceso no tardaron en llegar a Ako, para indignación del chambelán del clan, Oishi Kuranosuke, y demás leales vasallos de Asano. Muerto aquél, el Bakufu ordenó a dos oficiales tomar posesión del Castillo de Ako. Igualmente se dispuso el arresto de Asano Nagahiro, hermano menor de Naganori y por tanto heredero natural y cabeza visible del clan. En la práctica, estas dos medidas se traducían indirectamente en una terrible condena para los 270 vasallos de Asano repartidos entre Ako y Edo. Sin señor al que servir y sin castillo que custodiar, perdían su condición de samuráis para convertirse en ronin –estigmatizados por la caída en desgracia de su empleador– y, por tanto, en vasallos sin empleo, con espada potencialmente en venta al mejor postor. Los siguientes días fueron críticos en el interior del Castillo de Ako. Mientras el veterano e inflexible Oribe Yahei, cabecilla de la facción dura, abogaba por la venganza inmediata, el chambelán Oishi, más templado y estratega, tras especular con la posibilidad de una estéril defensa del castillo hasta la última sangre, sostenía la necesidad de acatar la sentencia, abandonar Ako y esperar acontecimientos. Finalmente, venció la línea blanda. En el fondo, el chambelán Oishi confiaba en que la disposición de los vasallos a acatar pacíficamente la sentencia ablandara la postura intransigente de las autoridades, propiciara el perdón del hermano de Asano y consintiera la restauración del clan y, en última instancia, la redención de los ronin y el mantenimiento de su estatus samurái. Naturalmente, el Bakufu no dio marcha atrás; la suerte de los vasallos de Asano estaba echada. Fue entonces cuando, perdida toda esperanza, Oishi cedió al fin a las tesis duras de Oribe. Los ronin, finalmente, acabarían con la vida de Kira Yoshihisa aunque fuera lo último que hicieran. Arriba, un libro e-hon (relatos ilustrados que son un antecedente remoto del manga) obra del gran Utagawa Kuniyoshi (17971861). El dibujo a tinta retrata a Asano (izda.) frente a Kira. MUY HISTORIA 75 migo. Mientras, Oishi Kuranosuke, el chambelán, jugaba al despiste entregándose a una vida de desenfreno, alcohol y excesos. Pero, como siempre, la leyenda tiene un inevitable trasfondo verídico. Fuentes del periodo, en efecto, aluden a la rutina de moral distraída y dispendio de Oishi durante estos meses, pero en ningún lugar se menciona que esta actitud del chambelán fuese una estrategia de distracción. Es decir, que el mito interpretó como una actitud virtuosa y una demostración de extrema lealtad lo que bien pudo ser una afición un tanto aparatosa a la buena vida y al exceso. CONDENADOS PERO IDEALIZADOS Abajo, Asano Naganori según una ilustración. Su muerte por seppuku descabezó a su clan y convirtió a sus samuráis en ronin. De los más de doscientos cincuenta vasallos del clan, solo 47 (o quizá 46 o 48, según diversas fuentes) tomaron parte en la conspiración, lo que de por sí denota importantes disensiones internas entre los propios feudatarios de Asano. Y, aunque los hechos sugieren que los 47 no estaban resignados a una sentencia de muerte cierta, las pocas cartas que se conservan redactadas por algunos de los ronin a modo de despedida de sus familiares denotan hasta qué punto eran conscientes de que difícilmente volverían a ver a los suyos. Eligieron la noche del 30 de enero de 1703 para ajustar cuentas de una vez por todas con Kira. Aparentemente, conocían al dedillo el plano de la mansión del maestro de ceremonias del sogún. Según la le- UNA INTOLERABLE AFRENTA ada más que especulaciones, mejor o peor fundadas, engrosan las crónicas contemporáneas acerca del incidente en el Corredor de los Pinos. La teoría más extendida, recogida por Muro Kyūsō, un erudito confuciano, dos años después de la agresión (y, por tanto, la más cercana a los hechos), apunta a la escasa “generosidad” de Asano para con el maestro de ceremonias del sogún, quien habría quedado muy contrariado ante la magra cuantía del preceptivo “regalo” en agradecimiento por las lecciones de etiqueta. Esta clase de compensaciones y obsequios estaban a la orden del día en la corte nipona y, según la versión de Kyūsō, el clan Asano habría descuidado este trámite, desencadenando de esta manera la ira del maestro de ceremonias que, a modo de represalia, habría cuestionado públicamente la diligencia de Asano. Sea o no veraz esta versión de los hechos, lo indiscutiblemente cierto es que en 1703, cuando fue puesta por escrito, estaba en boca de todos en Edo y alrededores. PHOTOAISA N yenda, uno de los ronin contrajo matrimonio con la hija del arquitecto de la morada de Kira para hacerse con los planos. Así, a la orden de un golpe de tambor de Oishi Kuranosuke, armados con catanas, lanzas y naginatas, iniciaron el asalto nocturno. Los vasallos de Kira, totalmente desprevenidos, lucharon valerosamente, pero hasta 17 de ellos perdieron la vida antes de que los ronin encontraran a Kira escondido en un pequeño almacén de carbón en el patio. Según Chushingura, la obra kabuki que inmortalizó la hazaña de los 47, Oishi le brindó la posibilidad de morir dignamente haciéndose seppuku. Ante su negativa, el chambelán de Asano lo decapitó con la misma espada con la que su señor se había abierto el vientre dos años antes. Los ronin habían satisfecho su sed de venganza. Sin perder un segundo, los vasallos de Asano emprendieron la marcha por las calles de Edo hasta el Sengakuji, el templo donde yacían los restos mortales de su señor. Una vez depositada la cabeza de Kira a modo de trofeo sobre la tumba de su señor, y con la satisfacción del deber cumplido, optaron por someterse a la voluntad de las autoridades. Oishi y los suyos fueron arrestados, dispersados y puestos bajo custodia de diversos daimios en espera de sentencia. Con Edo patas arriba a causa de los rumores, mientras se forjaba oral y espontáneamente la heroización de los 47, la corte suprema del sogún se reunió para determinar el destino de los ronin. La decisión se demoró varios días y finalmente, tras un acalorado debate, la corte sentenció a muerte a los 47 por conspiración y alteración del orden, no sin alabar, y esto es lo verdaderamente sorprendente, la actitud de heroica lealtad de los ronin. Se censuraba legalmente su acción pero a la vez, paradójicamente, se loaba desde el punto de vista moral. Edo se debatía entre la consternación y la admiración por el valor de los agresores, entre la fría lógica de la ley y la anacrónica apelación a una ética samurái ya en desuso que, indudablemente, suscitaba aún notable entusiasmo y admiración en todos los estamentos de la sociedad nipona. La nostalgia de la edad dorada de una presunta ética del honor samurái, que en verdad era, en un altísimo porcentaje, una reinvención contemporánea, una idealización de los usos y costumbres de una casta guerrera que en tiempos de paz necesitaba inventar mitos para justificar su posición privilegiada, impulsó la canonización informal de Oishi y demás vasallos de Asano. Pero la ley es la ley y en su defensa, el 20 de marzo, dos largos meses después del asalto a la mansión de Kira, se ejecutó la sentencia de muerte. Los leales samuráis de Asano se sometieron al ritual del seppuku y, tras el rastro de sangre de unos y otros, se forjó el mito. Enterrados bajo el mismo suelo que su señor, en el cementerio del Sengakuji, los ronin rubricaron su implacable venganza desde el más allá. Siete años después de su muerte, Asano Nagahiro, hermano de Naganori, fue formalmente perdonado y, finalmente, los herederos adultos de los ronin pudieron abandonar el exilio. En medio de un clima de simpatía cercano a la devoción, Oishi Kuranosuke y demás vasallos de Asano cuajaron en el imaginario colectivo como héroes nacionales gracias, entre otras cosas, al estreno en 1748 de la legendaria obra de kabuki titulada Chushingura, la fuente de la que bebe la distorsionada lectura de la gesta de los 47, alimentada por la literatura y el cine. Oishi y Asano pasaron a la historia como héroes trágicos y vestigio de una filosofía del honor y la lealtad que la modernidad, en el siglo XVIII, estaba definitivamente barriendo. Al tiempo, Kira Yoshihisa cristalizó como villano de cabecera, quintaesencia de samurái cobarde, némesis de todo lo noble e irresistiblemente atávico que representaban los ronin. La realidad, naturalmente, choca frontalmente con el mito, pero ¿por qué los japoneses convirtieron la venganza y muerte de los 47 en uno de los episodios estelares de su memoria histórica? A comienzos del siglo XVIII, Japón vivía un proceso de transformación sociopolítica irreversible. El Estado central trataba de embridar y desarmar legal y definitivamente no ya el poder, muy mermado a estas alturas, de los señores feudales –cuyas ambiciones regionales, OISHI KURANOSUKE. ALBUM El líder de los vengadores (en la ilustración) dio un golpe de tambor como señal para iniciar el asalto. SHUTTERSTOCK CHUSHINGURA, LA FORJA DEL MITO SENGAKUJI. aplastadas por Ieyasu, el primer sogún Tokugawa, habían sumido a Japón en una sangrienta guerra civil un siglo antes–, sino la propia influencia moral de los valores que estos encarnaban. Frente al rígido esquema del legalismo confuciano, característico de un Estado que doblaba la esquina para dejar atrás el Medievo y sumergirse en la modernidad, la insumisión de los ronin al imperativo legal encendía la nostalgia por el glorioso pasado samurái de un país atrapado en una contradicción acuciante. La postura de la corte suprema del sogún a la hora de fijar una sentencia contra los ronin refleja perfectamente esta fascinante tensión: una cosa era la legalidad y otra la moralidad, dos conceptos que, en el Japón de principios del XVIII, aún no iban necesariamente de la mano. Los ronin habían vengado a su señor, culpable de un delito incontestable con escasos atenuantes, cometiendo otro aún mayor. Se habían tomado la justicia por su mano mediante una emboscada nocturna impropia de samuráis, asesinando a 17 personas inocentes, los vasallos de Kira, con tal de saciar su cuestionable sed de venganza. Una conspiración en toda regla coronada con una actitud, cuando menos, cuestionable. Lo que subyace detrás de la “canonización” de los 47 es el debate, muy vivo entonces, entre autoridad central y autoridad feudal, entre modernidad y tradición, entre legalidad colectiva y ética individual. Sea como fuere, la bola fue creciendo. Con la Restauración Meiji, a finales del siglo XIX, los 47 se convirtieron en un símbolo, en una banda de valientes, insumisos frente a la ley sogunal en un momento en que el emperador había retomado el control y necesitaba un esfuerzo propagandístico para censurar el pasado inmediato. El Sengakuji de Tokio se convirtió así en centro de peregrinación, y los vasallos de Asano en un ejemplo de excelencia samurái que, incluso hoy, solo se cuestiona en círculos académicos. Una vez más, la historia sucumbió al irresistible empuje de la leyenda. MH En este templo de Tokio –en su cementerio– se hallan enterrados los 47 ronin. En la imagen, algunas de las tumbas. Escanea este código QR para saber más y profundizar en todos los detalles de la venganza de los 47 ronin en el Japón de 1703. MUY HISTORIA 77 EN T R E LO H ISTÓRICO, LO FICT ICIO Y LO FA N TÁ ST ICO El guerrero en los grabados ‘UKIYO-E’ Desde el siglo XVII, la generalización del grabado en madera permitió producir estampas sobre papel a un precio lo suficientemente asequible para satisfacer las demandas de un publico urbanita cada vez más numeroso. Estos grabados son conocidos habitualmente como ukiyo-e. GONZALO SAN EMETERIO CABAÑES HISTORIADOR (UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID) GÉNERO SANGRIENTO. ASC Tsukioka Yoshitoshi enfatizó el lado cruel y violento de la actividad guerrera. En este grabado (1883), el samurái Hatakeyama Shigetada al final de una batalla. C ORÍGENES Y TEMÁTICAS Los musha-e o “pinturas de guerreros” tienen su origen artístico, por un lado, en las ilustraciones que se incorporaron a las primeras ediciones de crónicas épicas y libros edificantes que comenzaron a publicarse a comienzos del siglo XVII. Por otro lado, hay que destacar las pinturas votivas dibujadas sobre madera, que se donaban a los templos buscando el favor de los dioses. Originalmente centradas en representar caballos, una de las ofrendas sagradas más habituales, a mediados del siglo XVI las pinturas votivas pasarían a adoptar otras temáticas, siendo las escenas épicas bastante habituales. Dado que estas pinturas se colocaban en lo alto de las columnas de los templos, fueron una de las primeras formas de acceso por parte de la gente común a las representaciones gráficas de sus queridas leyendas heroicas, generando una demanda de imágenes similares. A lo largo de los más de dos siglos y medio que se extiende la producción de grabados centrados en guerreros samuráis, puede hablarse de tendencias y modas que hicieron eclipsar, elevar y transformar a una miríada de héroes en función de la demanda popular. Aunque resulta difícil establecer patrones comunes, se puede señalar la particular predilección de la gente por aquellos guerreros 80 MUY HISTORIA ASC omo se puede esperar de una sociedad dominada desde finales del siglo XII y hasta el siglo XIX por una élite guerrera, existe en Japón una larga tradición de representación pictórica de gestas, batallas y personajes heroicos. Las familias samuráis más privilegiadas buscaron a lo largo de los siglos patrocinar artistas que elaborasen rollos ilustrados y biombos para recordar los enfrentamientos y heroicidades de antaño. El interés por estas narrativas no era exclusivo de la élite; también era compartido por la gente común, que disfrutaba de estas historias a través de la tradición oral, pero la representación pictórica de estas gestas estaba limitada al conjunto de la nobleza militar. Este monopolio visual se rompe en el siglo XVII con el desarrollo de los centros urbanos y el avance en las técnicas de impresión. La generalización del grabado en madera permitió producir estampas sobre papel a un precio lo suficientemente asequible para satisfacer las demandas de un publico urbanita con medios modestos, pero cada vez más numeroso. Estos grabados son conocidos habitualmente como ukiyo-e y, entre las diversas temáticas que se solicitaban –actores, beldades, paisajes...–, no podían faltar los guerreros samuráis, cuyas representaciones son consideradas un género en sí mismo, llamado musha-e. brillantes y valientes, pero con final trágico. Este es el caso de Minamoto Yoshitsune (1159-1189), el héroe guerrero de Japón más querido, y uno de los personajes claves del Cantar de Heike. En esta obra, escrita en el siglo XIII y considerada el mejor exponente de la épica japonesa, Yoshitsune derrota a las tropas del enaltecido y soberbio clan Heike con valentía e ingenio, para morir perseguido por los vasallos de su propio hermano. Otro representante de este ideal es Kusunoki Masashige (1294-1336), personaje de la Crónica de la Gran Pacificación –escrita en el siglo XIV–, cuya incuestionable lealtad al emperador le llevará a acudir a una batalla por orden del monarca a sabiendas de que la misma será un desastre y perderá la vida en ella. Una temática igual de recurrente es la del héroe que busca vengarse por el asesinato de un familiar o de su señor (acto conocido como kataki-uchi ). Muy representados en los musha-e son los protagonistas de la Historia de los hermanos Soga , escrita en el siglo XIV. Esta narrativa cuenta las desventuras de esta pareja de hermanos que, desde pequeños, dedican su Pintura votiva de 1635 que muestra a dos héroes de esta obra épica dando muerte a un monstruo con cara de mono y garras de tigre. vida a buscar la oportunidad de vengarse del hombre que mató a su padre. Dado que la sociedad del momento impedía el ascenso de la gente común al estrato samurái, era de esperar que otra figura popular en los musha-e fuese el señor de la guerra Hideyoshi Toyotomi (15361598), protagonista de la Crónica de Taikō, publicada en 1626. Esta obra se centra en la vida de Toyotomi, presentado al principio como un joven sin estatus que, a través de la fuerza y del ingenio en la batalla, consigue escalar el “ascensor social” para convertirse en señor de todo el país. Finalmente, el atractivo de la fuerza bruta desatada también será un elemento que atraiga a las masas hacia ciertas escenas de las narrativas heroicas. Los grabados que muestran competiciones de fuerza entre samuráis (conocidas como chikara-kurabe) serán muy queridos, pero no habrá manera más popular de demostrar la fuerza de un guerrero que enfrentarlo a INICIOS DE UN ESTILO. El joven Minamoto Yoshitsune entrena con un monje del monte Kurama en este ejemplo temprano de musha-e, con sus típicos trazos gruesos y ojos redondos (Okumura Masanobu, principios del siglo XVIII). ASC ‘CANTAR DE HEIKE’. A lo largo de más de dos siglos y medio, las tendencias y modas en los grabados musha-e fueron cambiando MUY HISTORIA 81 KATSUKAWA SHUNSHÕ. ASC Este pintor de la segunda mitad del siglo XVIII apostó por el realismo, como en esta escena del Cantar de Heike en la que el samurái Sasaki Moritsuna asesina a un pescador para que no revele información estratégica. una criatura sobrenatural. Es por esto que también abundan las escenas de lucha entre héroes y monstruos, entre las que destacarán aquellas basadas en la Historia del demonio Shutendōji –compuesta en el siglo XV–, que narra la lucha del guerrero Minamoto Yorimitsu (944-1021) y sus vasallos contra el monstruo devorador de mujeres Shutendōji. 82 MUY HISTORIA LA CONSTANTE INFLUENCIA DEL TEATRO Más allá de las obras épicas, poderosos agentes de cambio en las pinturas musha-e serían el teatro de marionetas y el teatro kabuki, en cuyos escenarios se representarán, a la par que epopeyas clásicas, historias nuevas protagonizadas tanto por héroes bien conocidos como completamente nuevos. Uno de los casos más representativos de la influencia en LOS ARTISTAS DETRÁS DE LOS HÉROES Los primeros grabados de guerreros que se conservan en la actualidad se remontan a mediados del siglo XVII y destacan por su impresión monocroma y la sencillez de su composición, ocupando las escenas no más de una o dos hojas. Los principales artistas que trabajaron el género fueron los pertenecientes a la escuela Torii, cuyas obras destacan por el uso de unos característicos trazos gruesos para enfatizar la fuerza de los personajes y unos ojos marcadamente redondos para manifestar su ASC este género pictórico será la obra de teatro de marionetas Kanadehon Chūshingura, escrita en 1748. Este es uno de los pocos casos de una narrativa que gozó de gran popularidad como grabado, pero que no nace de la épica de épocas pasadas. La obra está basada en un caso real de asesinato por venganza acaecido en 1702 [ver artículo anterior]. 47 samuráis, contraviniendo las órdenes del gobierno, asaltaron la mansión de un noble y lo asesinaron. Este último había sido el causante de una afrenta al señor de los samuráis que le había llevado a cometer el suicidio, empujado por las autoridades, un año antes. El acto de venganza movido por el honor y el dramático final de los fieles samuráis –que acaban suicidándose–, así como la detallada descripción de los sacrificios familiares que tuvieron que llevar a cabo, son el centro de la obra, que gozó de popularidad sin igual. Naturalmente, la temática fue a intervalos censurada por el gobierno, dado que exponía las contradicciones que existían en esa época en el orden social. El interés por las imágenes de este tipo de historias muestra que los grabados musha-e no deben entenderse únicamente como una forma de admiración por parte del pueblo hacia la élite representada, ni una técnica de escapismo frente a la realidad, sino como una muestra del interés que existía por aquellos personajes con la suficiente fuerza y voluntad para escapar a la autoridad. A pesar del carácter mayoritariamente patriarcal de una sociedad guerrera como la del Japón de antaño, también hay espacio en este género para las heroínas. Es el caso de la guerrera Tomoe Gozen –un personaje cuya historicidad está en cuestión– que aparece en el Cantar de Heike y que gozó de gran popularidad en los grabados. Aunque los registros históricos muestran cierta participación de mujeres samuráis en conflictos armados, la mayoría de las heroínas guerreras representadas en los grabados deben su presencia al poder transformativo del teatro. Un claro ejemplo es el de Shizuka Gozen, bailarina sin par y concubina de Yoshitune en la obra Cantar de Heike. El escenario y, por extensión, el grabado la convertirán en estratega, luchadora y compañera de fatigas del héroe. agresividad. Posteriormente, el pintor Katsukawa Shunshō (1726-1792) abogó por un estilo más estilizado y realista apoyándose en la generalización de las técnicas de grabado a color a mediados del siglo XVIII. Shunshō, además, utilizaba hasta tres hojas para representar una escena formando un tríptico, lo que permite un mayor detalle y la inclusión de nuevos personajes. La idea del tríptico fue explotada por pintores posteriores para representar espectaculares batallas con decenas de personajes, así como enfrentamientos con criaturas cuyas dimensiones desafían los límites del papel. Entre ellos destacará Utagawa Kuniyoshi (1798-1861), considerado el pintor más representativo del género musha-e. Este artista destacó por desarrollar un estilo particular, a la vez forzado, detallista y dinámico, que le permitía expresar fuerza, poder y emociones en los personajes. Kuniyoshi debe su reconocimiento como pintor de grabados, en primer lugar, a la publicación a HÉROES PODEROSOS. Una de las escenas de demostración de fuerza más populares: el samurái Asahina Yoshihide derriba la puerta de una fortaleza con sus propias manos. Obra de Katsukawa Shun’ei, finales del siglo XVIII. MUY HISTORIA 83 Junto a estas líneas, el bandido Ensei, identificable por sus tatuajes, arranca un pilar para luchar contra un grupo de enemigos (obra de la serie que hizo famoso a Utagawa Kuniyoshi, pintada alrededor de 1828). A la derecha, un ejemplo del uso del tríptico para representar al gigantesco monstruo Shutendoji, a punto de ser ejecutado por un grupo de héroes (obra de Katsukawa Shuntei, principios del siglo XIX). ASC EVOLUCIÓN EN EL S. XIX. partir de 1827 de una serie de musha-e centrados en los personajes de una novela china titulada A la orilla del agua, escrita en el siglo XV. La misma había sido adaptada al japonés a principios del siglo XIX y gozaba de una gran popularidad. Esta obra estaba centrada en algo más de un centenar de personajes de fuerza sobrehumana y marcado sentido del honor –características propias de los héroes guerreros–, pero dedicados al bandidaje y opuestos al gobierno de la época. Este último detalle fue enfatizado por Kuniyoshi, que cubrió en sus grabados los cuerpos de trece de los personajes con tatuajes, una característica de los marginados. La contradicción inherente que existía al dibujar a marginados y rebeldes como representantes de los ideales guerreros puede interpretarse como una crítica indirecta a los valores promovidos por las autoridades de la época y se cree que formaba parte de la atracción que generaban los grabados de este pintor. Paradójicamente, Kuniyoshi también se beneficiaría de la promoción por parte de la élite, a mediados del siglo XIX, de las crónicas épicas antes mencionadas en un intento de revalorizar la figura del samurái y los valores guerreros. Esta era una medida que buscaba hacer frente a la tensión general causada por la presión internacional para que el país abriese sus fronteras. El pintor supo capitalizar este revival pintando varias series de grabados centrados en las narrativas épicas clásicas. No obstante, la situación no impidió que el artista, con la colaboración de su editor, fuese capaz de utilizar las narrativas épicas clásicas para colar veladas críticas a la autoridad. Parejo en fama a Kuniyoshi es su discípulo Tsukioka Yoshitoshi (1839-1892), que contaba apenas once años cuando murió su mentor. Yoshitoshi será el que se encargue de liderar la pintura de musha-e y, en general, las estampas La falta de apreciación internacional hizo que este género perdiese valor y acabase por caer en el olvido 84 MUY HISTORIA EDIO DENIATEM ACCATUR ra ASC cuptae vitas ma cone comnient. Veritas quiatiur aut eos nulland aectum acepell endit, quation sequias ukiyo-e a través de la agitada transición entre el antiguo régimen, basado en la élite samurái, y el nuevo, basado en los principios de un Estado occidental. Liberado de cualquier tipo de censura histórica a partir de 1869, Yoshitoshi manifestó la inestabilidad de sus tiempos tanto en su aproximación a temáticas de la épica clásica como en la representación de los conflictos internos recientes. En algunos casos sus personajes aparecen contorsionados, muchas veces demacrados y aplastados por las circunstancias, en otros representados con unas facciones que parecen rozar la locura. No obstante, Yoshitoshi también se beneficiaría de las políticas del nuevo gobierno, que, buscando establecer un nuevo modelo educativo que promoviese el amor al país y la lealtad al emperador, promocionaría las obras con ilustraciones “históricas”, entre las que no podían faltar escenas cuidadosamente seleccionadas de las épicas más clásicas. TRANSFORMACIÓN FINAL Los musha-e gozarán de amplia popularidad hasta las postrimerías del siglo XIX. Es en este momento cuando el mercado del arte japonés se abre a Occidente, disparándose la demanda de grabados entre los coleccionistas extranjeros. Dado que los musha-e eran un género que requería un conocimiento previo de las narrativas en las que se basaban las escenas para poder interpretarlas, su valor entre los marchantes era muy bajo. La falta de apreciación internacional hizo que este género, como objeto de arte, perdiese valor y acabase por caer en el olvido. Otro motivo fue la situación internacional del momento. Las guerras que Japón libró contra China entre 1894 y 1895 y luego contra Rusia entre 1904 y 1905 popularizaron otro género de imágenes que, si bien recibía mucha influencia estética de los ukiyo-e, estaba centrado en las luchas militares contemporáneas, los enfrentamientos marítimos y, en general, la alabanza al MH naciente Imperio japonés de ultramar. MUY HISTORIA 85 SEÑORES DE LA GUERRA y señores del regalo REGALOS RITUALIZADOS. Ilustración de Yoshu Chikanobu (1838-1912) que recrea la entrega de espadas al sogún por parte de varios samuráis. Un aspecto poco conocido de la cultura samurái es la gran importancia que esta le daba al obsequio y el mecenazgo, en un contexto de reciprocidad que establecía vínculos de obligación y deferencia. En el período álgido de dicha cultura (siglo XVI), se dieron varios ejemplos espectaculares de intercambio de presentes subyaciendo a las complejas tramas geopolíticas del momento en el archipiélago japonés. ALBUM DANIEL SASTRE DE LA VEGA CENTRO DE ESTUDIOS DE ASIA ORIENTAL (UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID) U CULTURA DEL REGALO. Desde el siglo XVI estuvo muy arraigada en Japón, también entre las geishas (abajo, Geishas bajo los cerezos de Gotenyama, hacia 1785, Torii Kiyonaga). ALBUM 88 MUY HISTORIA n regalo nunca era inocente en este contexto, y en ocasiones su aceptación supuso el cambio de suerte de su receptor y su consecuente caída. Estos actos de intercambio creaban valor tanto para los objetos que se intercambiaban, que iban ganando en reputación, como para las personas que participaban en la operación, que recibían prestigio. Representaban formas del poder guerrero. UN FAMOSO PAR DE BIOMBOS Los sogunes Ashikaga heredaron e intensificaron una cultura de intercambios sofisticados de regalos que se iban engranando en los calendarios rituales que marcaban diferentes celebraciones a lo largo del año. Eran momentos en que convenía intercambiar regalos con sus vasallos regionales u otros daimios. Por ejemplo, con ocasión del hassaku o celebración del primer día del Octavo Mes –recordemos que en el antiguo Japón se utilizaba el calendario lunar chino–, los sogunes Ashikaga Yoshimochi (1386-1428) y Yoshinori (1429-1441) recibieron biombos pintados, contenedores de oro y plata, cerámicas y abanicos. Los sogunes solían devolver los regalos a su vez aportando espadas, cerámicas u obras de arte. Uno de los regalos más famosos –y afortunadamente bien documentado– es el espléndido par de biombos que Oda Nobunaga (1534-1582), considerado el primero de los tres unificadores del archipiélago, envió a uno de sus rivales, el renombrado Uesugi Kenshin (1530-1578). Esta obra fue creada por el que posteriormente se ASHIKAGA YOSHIMOCHI. convertiría en el artista más famoso del periodo, Kanō Eitoku (1543-1590), quien en su juventud demostró ya su genio, como atestiguan estos biombos. En una de las fuentes que documentan este obsequio podemos comprobar la alta estima de dicho presente, a la luz de los términos que se emplean: “En el tercer mes del mismo año [1574], Oda Nobunaga de la provincia de Owari envió a Sasa Ichibei como mensajero a la provincia de Echigo para dar un par de biombos; el pintor era Kanō Genshirō Jōshin (Sadanobu), [conocido como] Nyūdō Eitokusai. Los pintó en el tercer día del noveno mes, Eiroku 8 [1565]; [representan] vistas detalladas de la Florida Capital, y es imposible apreciarlas lo suficiente por escrito”. LA SOCIABILIDAD DE LAS ÉLITES Podría sorprender la elección del regalo, ya que nuestra idea actual de los samuráis está muy desvirtuada debido a las imágenes que nos han transmitido muchas producciones culturales de la actualidad, pero no todo eran batallas sangrientas. Es fundamental tener presente que, en aquel momento, los samuráis querían integrarse en los circuitos de poder de la capital y, para ello, habían de acomodarse a toda una cultura de sociabilidad tejida por las élites ASC Cuarto sogún (1386-1428) de la dinastía Ashikaga, fue el iniciador de la espléndida colección de objetos de prestigio de su clan. cortesanas y aristocráticas. En dichos círculos, se entendía el intercambio de objetos artísticos, así como su correcta apreciación, como un elemento definitorio del carácter de la persona que, en consecuencia, le ayudaba a ganar prestigio, y apoyos a las causas que capitanease. No había que ser solamente una persona con poder, sino que también había que demostrar, aunque fuese tan solo de modo nominal, que se poseía el carácter y discernimiento que el decoro social requería. Y en este entraba la apreciación de los objetos artísticos. En ocasiones, la aceptación de un presente suponía el ascenso social de su receptor o su caída BIOMBOS. ASC Eran uno de los objetos artísticos más apreciados –y por tanto obsequiados–. Este pertenece a la Escuela Kano, vigente entre los siglos XV y XIX. MUY HISTORIA 89 ASC ASC RECEPTOR Y AUTOR. Sobre estas líneas, el samurái Uesugi Kenshin (15301578) pintado por Kuniyoshi. El sogún Oda Nobunaga le envió como regalo un par de biombos del gran artista Eitoku (arriba dcha., detalle de uno de ellos). También es clave comprender que en el siglo XVI ya se había establecido de un modo muy claro la apreciación de los denominados meibutsu u “objetos famosos”, que estaban relacionados no solamente con una región sino especialmente con la genealogía de posesión de dichos objetos. Así, la posesión de objetos que habían pasado por las manos de prestigiosos gobernantes o de practicantes de la ceremonia del té –los objetos más apreciados y buscados por las élites– legitimaba en cierto modo las aspiraciones a conseguir el poder político, así como la estatura moral que se esperaba de dicha persona. Dentro de este mapa de posesión de los objetos existía una fuente clara de autoridad que era la colección sogunal de la familia Ashikaga, que desde el siglo XIV había venido acumulando una formidable colección de arte, especialmente chino, que influyó en la creación de espacios estéticos de apreciación como el tokonoma, o alcoba decorativa donde se colocan objetos artísticos para su apreciación (también arreglos florales de acuerdo a la estación correspondiente), y que el sogún Ashikaga Yoshimasa (1435-1490) contribuyó a codificar en el pabellón Tōgu-dō del templo Jishō-ji (más popularmente conocido como el Pabellón de Plata,) ubicado en las montañas orientales de la ciudad de Kioto donde había fijado su residencia personal. A LA CAZA DE TESOROS Así, a pesar de la decadencia política que arrastraron los últimos miembros de la familia Ashikaga a finales del siglo XV y durante el siglo XVI, su sogunato había supuesto una referencia clara de quién manejaba las riendas políticas del archipiélago durante dos siglos y no debe, por ello, extrañarnos en absoluto que los nuevos daimios con aspiraciones a sucederlos en el puesto quisiesen replicar su aura. La colección Ashikaga comenzó a dispersarse hacia al final de la vida del propio Yoshimasa, ya En el siglo XVI, la apreciación de los meibutsu u “objetos famosos” quedó claramente establecida 90 MUY HISTORIA EDIO DENIATEM ACCATUR ra SHUTTERSTOCK cuptae vitas ma cone comnient. Veritas quiatiur aut eos nulland aectum acepell endit, quation sequias que este, a causa de la inestable situación política, había comenzado a dejar de recibir las rentas de sus tierras, por lo que se vio obligado a deshacerse de varios de esos objetos cuya reputación los hacía altamente valiosos y que terminarían de este modo sufragando los gastos cotidianos del sogún. Durante el siglo XVI se produciría una incesante búsqueda –o “cacería”, según la jerga contemporánea– de dichos tesoros. Tenemos constancia de que varios de los samuráis más relevantes del periodo se embarcaron en la reunión de dichos objetos como método de legitimación para ser nombrados ellos mismos sogunes y conseguir con ello la autoridad para gobernar el país. RELACIONES ASIMÉTRICAS Por otra parte, el intercambio de regalos podía suponer, incluso, salvar tu propia integridad física y la de tu dominio. El famoso caso de Matsunaga Hisahide (1510-1577) es un buen ejemplo de ello. Queriendo congraciarse con el nuevo señor militar en ascenso a mediados del siglo XVI, Oda Nobunaga, y sabiendo que este tenía una apetencia singular por los objetos artísticos y de prestigio, le hizo tres impactantes presentes. En primer lugar, una jarrita de cerámica china de uso en la ceremonia del té que había pertenecido a la prestigiosa colección sogunal de los Ashikaga. En segundo lugar, y procedente de la misma colección, un pequeño recipiente cerámico para guardar el té en dichas ceremonias. Finalmente, un trozo de la armadura que se suponía había sido posesión del famoso héroe Minamoto Yoshitsune (1159-1189). El intercambio de estos objetos enfatizaba la asimetría evidente de las relaciones de poder que había entre los diferentes daimios. El mismo Nobunaga realizó a lo largo de toda su vida multitud de este tipo de intercambios de regalos. Por ejemplo, era habitual que no solo regalase caballos, tierras o víveres a sus generales más leales, sino que también eligiese PABELLÓN DE PLATA. Ese es el nombre con el que se conoce el palacete (en la imagen) que el sogún Ashikaga Yoshimasa (1435-1490) erigió en las montañas de Kioto para albergar su colección de arte. MUY HISTORIA 91 El intercambio de obsequios mostraba las diferencias jerárquicas y podía reflejar tensiones entre samuráis TENSIONES Y HALCONES En ocasiones, el intercambio podía reflejar cierta tensión entre los samuráis. Por ejemplo, tras la jura de lealtad por parte de Tokugawa Ieyasu (1543-1616) a Toyotomi Hideyoshi, este último le regaló una jarra de té, un halcón, ropajes ceremoniales y dos espadas. El primero respondió enviándole diez caballos, cien piezas de oro y una espada. Ninguno quería quedar como el que menos espléndido se mostrara en sus manifestaciones de gratitud. Algo similar ocurriría años después cuando Tokugawa Ieyasu tuvo que tratar con otro Toyotomi: en esta ocasión, el hijo del anterior, Toyotomi Hideyori (15931615). A pesar de haber sido designado heredero de su padre Hideyoshi tras la muerte de este en 1598, e Ieyasu haber sido nombrado regente, junto con un comité de samuráis, hasta la mayoría de edad del joven, 92 MUY HISTORIA Ieyasu decidió asumir el poder (algo que conseguiría tras su victoria en 1600 en la batalla de Sekigahara; ver artículo en página 50). Se produjo entonces una situación de convivencia en la que Ieyasu casó a su hija Senhime (1597-1666) con Hideyori para evitar reticencias por parte del clan Toyotomi. Es en este contexto de tensión política en el que se produjeron intercambios de obsequios entre los dos personajes que llaman poderosamente la atención. En primer lugar, Ieyasu envió a sus hijos al Castillo de Osaka, donde vivía Hideyori, con espadas, un caballo negro, trescientas piezas de oro y otros tesoros. Hideyori respondió enviándole un meibutsu –una famosa espada atribuida a Mitsutada (uno de los maestros forjadores más renombrados de Japón en el período Kamakura, 1185-1333)– y cien piezas de plata, así como pequeños obsequios para la familia Tokugawa. Ieyasu volvió a responder con otro conjunto de espadas, tres halcones, diez caballos y otras posesiones, lo que impulsó de nuevo a Hideyori a corresponderle enviándole a su vez mil piezas de plata, una espada y un corcel para Ieyasu, entre otros objetos. Finalmente, Hideyori pareció tener la última palabra en este interminable intercambio, lo que demuestra de nuevo que existía una jerarquía clara en la munificencia entre el señor y su vasallo, que Hideyori no estaba dispuesto a saltarse a la ligera. Un aspecto interesante dentro de estos intercambios de regalos durante el siglo XVI, y que se perpetuará en los siglos posteriores, es la constante presencia de halcones entre los obMET MUSEUM ellos objetos de renombre que eran incluso más apreciados que todo lo anteriormente enumerado. Así, como agradecimiento por su contribución a la construcción de su castillo en Azuchi, regaló a Niwa Nagahide (1535-1585) un tazón de celadón chino que había pertenecido al famoso maestro del té Murata Jukō (1423-1502), así como una pintura china. También, a Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), que había participado asimismo en la construcción del castillo, le regaló un rollo vertical ilustrado. Como relata la Crónica del señor Nobunaga (Shinchō Kōki, s. XVII), “Los dos contaban con sus bendiciones. Su habilidad para adquirir tales objetos preciosos era, ellos lo sabían, reflejo del poder de su señor y su gloria”. COLECCIÓN ASHIKAGA. Comenzó a dispersarse a finales del siglo XV e inicios del XVI. Esta armadura yoroi de principios del siglo XIV, que hoy se muestra en el Met (Metropolitan Museum of Art, Nueva York), formó parte de ella. ODA NOBUNAGA. ASC Este destacado daimio (15341582; en la imagen, su estatua) practicó asiduamente el intercambio de objetos de prestigio como heramienta política. sequios que se realizaban. La cetrería estaba muy extendida entre los samuráis y uno de sus grandes admiradores y practicantes fue precisamente Tokugawa Ieyasu, quién también la empleó como una herramienta política. A mediados del siglo XVI, en el periodo de mayor descentralización territorial que experimentó el archipiélago y con la consiguiente existencia de numerosos territorios y daimios locales, la práctica de la cetrería permitía, bajo el disfraz de un pasatiempo de las élites políticas, hacerse una buena idea del territorio que un señor local poseía, así como del estado de los territorios aledaños. Una batida de caza con cetrería daba la ocasión de inspeccionar las instalaciones militares de los señores que podrían en el futuro convertirse en enemigos, y actuar de modo conveniente. De hecho, también Toyotomi Hideyoshi estableció zonas protegidas de caza con halcón en amplias áreas del archipiélago, en las que se prohibía cazar al conjunto de la población pero que también revestían un valor estratégico. Ieyasu ampliaría esta idea al crear numerosas reservas para la cetrería en sus dominios y, posteriormente, al gobernar sin oposición política en todo el archipiélago. Y no solo eso, sino que también impuso restricciones sobre quiénes podían practicar la cetrería, dejándola casi exclusivamente en manos de la clase guerrera samurái. Esto también tuvo un carácter simbólico, relacionado una vez más con la cultura del intercambio de regalos. En efecto, con las presas que cazaba Ieyasu con sus halcones se producía un ceremonial en el que rutinariamente enviaba a sus vasallos las piezas cazadas. Entre los destinatarios se encontraban también el emperador o el anteriormente citado Hideyori, cimentándose así un mensaje de superioridad, al ser él mismo un cazador y al mismo tiempo estar alimentando simbólicamente a sus súbditos. RITUALES QUE PERDURARON Hemos visto, pues, cómo el ejercicio del poder, hasta los convulsos años del periodo AzuchiMomoyama (1568-1603), se manifestó de un modo muy particular en las ceremonias del intercambio de regalos entre los diferentes señores militares japoneses o daimios, lo que ejemplificó al mismo tiempo la necesidad de acomodarse a la etiqueta no solamente militar, sino también de las élites políticas de la capital, para conseguir ejercer la autoridad con legitimidad plena. La transformación que dicho periodo insufló a todos estos procesos de ritualización del intercambio de objetos se perpetuaría, asimismo, durante todo el posterior periodo Edo (1603-1868). MH MUY HISTORIA 93 SAMURÁIS Y Los guerreros más admirados y las mujeres más seductoras de Japón siempre han estado envueltos en misterio y rodeados de leyendas, que muchas veces se han convertido en estereotipos que no responden a su verdadera naturaleza. CARMEN CASTELLANOS PERIODISTA C rueles y oscuros, sensuales y misteriosas. Samuráis y geishas son dos de las figuras más icónicas de la tradición secular japonesa, la que engloba el mundo de la guerra y el del arte y la cultura. De ellos se creó una fama de soldados de honor, solitarios y nobles. A ellas, inmersas en el karyukai (“el mundo de la flor y el sauce”), se las consideró, sobre todo en Occidente, prostitutas, cuando tener una relación íntima con una de ellas en una reunión era bastante poco probable. El cine y la literatura, por su parte, han construido una identidad no muy fiel a la realidad de ambos, marcada por prejuicios culturales que han perpetuado estereotipos y patrones, a veces idealizados y otras deformados. >>> 94 MUY HISTORIA CENTRO CENTRO ELLOS Y ELLAS. Grabado en madera ukiyo-e fechado en 1798-1799, obra del gran Utamaro Kitagawa. Forma parte de una serie sobre Yügiri e Izaemon, personajes del teatro kabuki. CENTRO CENTRO INSTRUIDAS GEISHAS. Fotografías de finales del siglo XIX que muestran a un grupo de estas mujeres en la ceremonia del té y entregadas a la escritura, el baile y la música. 96 MUY HISTORIA >>>HONOR Y RECTITUD NO SIEMPRE RESPETADOS Los samuráis se educaban y formaban en una casta exclusivamente militar, siguiendo un riguroso código de honor llamado bushido (“el camino del guerrero”), los modos que los nobles combatientes debían observar en su vida diaria así como en su vocación. Cuando en Japón se instauró el feudalismo, la clase profesional de guerreros adquirió protagonismo: eran conocidos como los samuráis, que significa literalmente guardia o asistente, pero también se adoptó la palabra bushi (“caballeros combatientes”). Esta clase aristocrática tenía como principal precepto el cumplimiento del deber hacia su daimio o señor, sin miedo a la muerte. Estos guerreros profesionales privados se distinguían de los oficiales de la corte, los oficiales de palacio y los campesinos reclutados. Otro de los conceptos más contundentes de su código era el de la rectitud o justicia: “La rectitud es el poder de decidir un determinado curso de conducta de acuerdo con la razón, sin vacilar; morir cuando es correcto morir, golpear cuando es correcto golpear”. Por eso, incluso en los últimos tiempos del feudalismo, cuando la larga paz trajo el ocio a la clase guerrera, el calificativo gishi (“un hombre de rectitud”) se consideraba superior a cualquier otro. Sin embargo, no siempre tenían daimio al que servir –como los ronin– y, a veces, cambiaban de señor feudal y no seguían el precepto de lealtad. Los preceptos del bushido se glorificaron, pero no siempre fueron respetados por los samuráis. El tríptico que sostiene el marco del bushido es Samuráis y geishas son dos de las figuras más icónicas de la tradición secular japonesa NI TAN SOLITARIOS NI SOLO HOMBRES La leyenda y el mito han hecho del samurái un héroe solitario, alejado del mundo y de la socie- dad. Sin embargo, los samuráis tenían familia y muchos lucharon junto a sus padres y hermanos y tuvieron esposas. Vivían formando clanes de poder y las mujeres también recibían instrucción marcial desde su juventud. En muchas regiones se impuso la costumbre de que, tras el matrimonio, la mujer samurái colgase su naginata –alabarda japonesa de hoja curva– sobre la entrada de la casa familiar para tenerla a mano cuando la necesitara. Además, la historia de los samuráis también cuenta con personajes femeninos, un reducido grupo de mujeres guerreras que lucharon por la supervivencia y el honor de sus familias, bien porque habían sido instruidas para la batalla o para defender sus castillos cuando sus esposos estaban en campaña. Tomoe Gozen (1157-1247) es una de estas guerreras samuráis y destacó en la Guerras >>> DELICADEZA NIPONA. Bajo estas líneas, Lluvia en el quinto mes, de Tomioka Eisen (1864-1905), que representa a una geisha protegiéndose de la lluvia. CENTRO CENTRO chi, jin, yu (“sabiduría, benevolencia y valor”). Los civiles amaban el dinero y los soldados temían a la muerte, y eso era lo que en teoría desaprobaba el samurái, pero las circunstancias y la historia hicieron que no siempre pudieran ser fieles a dichos principios. A algunos samuráis les caracterizó el egoísmo y la violencia: un samurái podía matar a un campesino si este no le mostraba el suficiente respeto y, aunque el lujo se consideraba la mayor amenaza para la virilidad y a la clase guerrera se le exigía la más severa austeridad, algunos samuráis también fueron extorsionadores y se aprovecharon de su estatus social. CIO-CIO SAN, UN MITO PERPETUADO POR LA MÚSICA a ópera Madame Butterfly, de Giacomo Puccini (izda., cartel), es una de las obras que más han contribuido a extender y divulgar la figura de las geishas. Estrenada en la Scala de Milán en 1904, se desarrolla a principios del siglo XX en Nagasaki, donde se prepara la boda de la joven japonesa Cio-Cio San, una geisha de 15 años conocida como Madame Butterfly, con el teniente Pinkerton de la Armada de Estados Unidos. Esta dramática e intensa ópera, en la que ella se entrega al matrimonio para dejar de ser una geisha, nos ha dado uno de los momentos más memorables y emotivos del bel canto: el aria Un bel dì, vedremo (Un hermoso día, veremos), en que ella, aunque ha sido abandonada, sigue convencida de que Pinkerton regresará, ya que lo prometió. Él vuelve, pero con su nueva esposa y para llevarse al hijo de Cio-Cio San. A principios del siglo XX, el japonismo y el exotismo de los escenarios y tradiciones nipones estaban en auge, y Puccini no fue ajeno a este interés. Para dibujar el carácter de los personajes y crear un ambiente veraz para el drama, no dudó en entrevistarse con japoneses. En sus cartas, se muestra obsesionado por obtener la mayor documentación posible para sus obras, y para esta entrevistó a la actriz Sadayakko, que le informó sobre los instrumentos japoneses, el ritmo del habla, la armonía y delicadeza de los movimientos... También habló con la esposa del embajador japonés en Italia, que le proporcionó partituras de música popular y con la que descubrió que Madame Butterfly había existido de verdad. Para documentarse, también leyó Kokoro. Ecos y nociones de la vida interior japonesa, de Lafcadio Hearn, Viaje al Japón, de Rudyard Kipling, y El Japón y Madame Crisantemo, de Pierre Loti. La heroína de Puccini, como la geisha, es delicada, sacrificada y educada, pero a la vez fuerte y digna: “Con honor muere quien no puede vivir ya de manera honorable”. Madame Butterfly es la encarnación de una auténtica geisha: hermosa como una flor y fuerte y flexible como un sauce. CENTRO CENTRO L >>>Gempei de finales del siglo XII. Estas mujeres eran conocidas como onna bugeisha. Hōjō Masako (1156-1225) fue otra guerrera que lideró las principales regiones del país y luchó junto al clan Minamoto. En el periodo Sengoku (1467-1568), los señores feudales estaban continuamente guerreando y eso requería que las mujeres del clan pudieran defender sus castillos: fue la época de florecimiento de las onna bugeisha, entrenadas en las artes marciales y en el uso de las armas. RELACIONES HOMOSEXUALES PARA MANTENER LA VIRILIDAD Los samuráis tenían relaciones sexuales con mujeres y formaban familias, pero también practicaban el wakashudo o shudo (“el camino del hombre joven”), una disciplina que consistía en instruir en las relaciones amorosas y sexuales a hombres 98 MUY HISTORIA jóvenes. En esta práctica, que estuvo vigente desde la Edad Media hasta finales del siglo XIX, un hombre maduro iniciaba sexualmente a un joven. El mayor recibía el nombre de nenja y el joven era llamado wakashü. Esta tradición derivó a la clase samurái desde los monasterios budistas. Se consideraba que, si la iniciación sexual de un joven la realizaba una mujer, el adolescente podía acabar feminizándose y no alcanzar los atributos de la clase guerrera. Con estas relaciones, se establecía un lazo de lealtad y fidelidad entre ambos. El samurái ofrecía protección y trabajo al joven y este debía serle sincero y fiel. La relación duraba hasta la mayoría de edad del muchacho, y luego ambos solían mantener una profunda amistad. Con la restauración de la era Meiji y la influencia del cristianismo y la cultura occidental, esta práctica fue sancionada y abandonada. CENTRO CENTRO CENTRO CENTRO EN EL ARTE. EN LA PAZ, NUEVOS ROLES A pesar del desprecio que los samuráis sentían por las tareas ajenas a su carácter guerrero, un largo tiempo sin guerras en la era del sogunato Tokugawa o periodo Edo, de 1603 a 1868, les obligó a cambiar de vida para poder sobrevivir y cuestionó su existencia. Así, tuvieron que adoptar nuevos roles como funcionarios de las organizaciones administrativas del sogunato o de los feudos de cada región. El samurái pasó a velar por la seguridad, a asumir la creación de leyes, la restauración de carreteras y puentes, el control de las inundaciones, la prevención de incendios y desastres y otras funciones ajenas, hasta entonces, a su clase. La Restauración Meiji fue su final: algunos formaron parte del nuevo gobierno e incluso uno ocupó el cargo de director del Banco Nacional. Se les obligó a devolver sus posesiones territoria- les a cambio de pagarés del Estado y se les prohibió portar sus espadas. En 1970, sus herederos ocupaban el 21% de los cargos directivos de Japón. Hoy forman parte de organizaciones políticas y financieras y han dejado atrás ese carácter mítico de héroes alejados de la vida mundana. LA GUERRA SUCIA DE LOS SAMURÁIS Recreación de dos geishas: a la izquierda, Aki, otoño, de Shuho Yamanaka (1898-1944); sobre estas líneas, Bijin que abre una carta, de Utagawa Kunisada (1786-1864). Los samuráis se regían por el honor, así que para las labores de espionaje o de guerra sucia debían recurrir a otros que hicieran por ellos ese trabajo. Los shinobi –o ninjas, como fueron mundialmente conocidos– eran guerreros mercenarios encargados de realizar las acciones secretas y los asesinatos. Shinobi quiere decir literalmente “aquel que recopila información” y también “sigilo” y “viajero de incógnito”. Muchas veces MUY HISTORIA 99 eran mujeres, las kunoichi, que podían hacerse pasar por sirvientes para infiltrarse en fortalezas. Los shinobi eran expertos en infiltrarse, asesinar, robar documentos... Los samuráis debían contar con ellos en sus estrategias para que realizaran las tareas que resultaban indignas para ellos, pero que podían pagar para que las realizaran otros. A mediados del siglo XV, surgieron organizaciones formadas por familias samuráis dedicadas a esas actividades en las provincias de Iga y Koga. Los shinobi, a diferencia de los samuráis, nacían shinobi: el conocimiento se transmitía de padre a hijo, de maestro a discípulo, y, al ser familias samuráis, su formación era común y comenzaba desde la infancia: artes marciales, catana, arte, lanza, arco, pistola, arcabuz, montar a caballo y nadar, escritura, cartografía, supervivencia, conocimiento sobre explosivos y venenos, etc. La misión del shinobi, en resumen, era entrar, actuar y salir, sembrar el caos. Entonces los samuráis podían lanzar el ataque definitivo y llevarse la gloria de la batalla. GEISHAS, LA FRUTA PROHIBIDA Las geishas, que ejercen un oficio de más de 400 años, muchas veces son juzgadas bajo el enfoque distorsionado de una mirada occidental y superficial, que no comprende la cultura ni la estética japonesas. La sensualidad de las geishas –geiko, en el dialecto de Kioto–, educadas para exhibir una delicada y sugerente femineidad en la que cada detalle, movimiento, color o gesto tiene un significado, no debe llevar a confundir su labor de refinadas y solícitas acompañantes con el ejercicio de la prostitución. Las geishas no son prostitutas, ni MACABRAS COSTUMBRES: DESFILES DE CABEZAS l acabar la batalla, los samuráis, no exentos de supersticiones, cumplían con el ritual de cortar las cabezas de sus enemigos más destacados y llevarlas hasta el alto mando. En la batalla, los samuráis portaban un saco para meter las cabezas de los enemigos vencidos. A su vez, evitaban que el enemigo se llevara su cabeza en caso de caer con un collarín de hierro y el yelmo muy reforzado. Antes de la batalla quemaban incienso dentro del yelmo, para que su cabeza tuviera un olor agradable si morían en la lucha. Al soldado vencido se le decapitaba, se limpiaba la sangre, se le ennegrecían los dientes –los dientes blancos eran signo de dignidad– y se le peinaba. Posteriormente se perfumaba la cabeza y se colocaba en una peana, con un rótulo con su nombre y rango bajo la barbilla. Eran las mujeres del daimio las que realizaban estas tareas, utilizando cosméticos para presentarlas más agradables a la vista. Las cabezas eran observadas con detenimiento y su expresión se consideraba un presagio: si miraban al cielo se estimaba que era un mal augurio, si miraban a la derecha significaba buena fortuna y si tenían los ojos cerrados era que el muerto descansaba en paz. Para honrar la cabeza de un general enemigo o de un samurái distinguido, esta 100 MUY HISTORIA ALBUM A era llevada ante el daimio y “comía” de tres platos: las algas eran colocadas en su boca de forma ceremoniosa, mientras que el sake era rociado con una taza. Pero no siempre este ritual, supuestamente honorable, se realizaba correctamente. En la segunda invasión de Corea en 1597, Hideyoshi recompensó a sus soldados por el número de cabezas cortadas. Los japoneses cortaron unas 3.000 cabezas y, ante la imposibilidad de llevárselas todas, decidieron cortar las narices de los enemigos caídos, encurtirlas y meterlas en barriles. casi nunca lo han sido. Geisha significa artista –persona (sha) que domina un arte (gei)–, y en el pasado las geishas fueron solo hombres. En la Antigüedad, eran llamadas saburuko o “quienes sirven”. La geisha es la encarnación de los placeres estéticos y su formación requiere un duro entrenamiento y años de estudio. Aunque su origen las enlaza con las antiguas cortesanas y prostitutas, desde el siglo XVIII su misión era la de cantar y bailar. En el siglo XII ya había mujeres que actuaban para entretener a los samuráis. En el siglo XVII, cuando el sogún prohibió el kabuki femenino, que provocaba continuas reyertas entre los espectadores, decretando que fuera interpretado exclusivamente por hombres, estas mujeres se convirtieron en instructoras de música o danza en casas de nobles, o en prostitutas. Los barrios del placer en los que trabajaban fueron denominados en 1661 por el escritor Ryoi Asai ukiyo (“el mundo flotante”), lugares donde se vivía, aunque solo fuera por unos momentos, una vida hecha de ilusiones. Allí las cortesanas, sensuales, inteligentes y con talento, aprendían música y danza para atraer a los clientes. SENSUALES ACOMPAÑANTES Y ARTISTAS La primera mujer que se autodenominó geisha, Kikuya –una meretriz del barrio de Fukawaya, en Edo–, decidió dignificar su oficio valiéndose de su arte para el canto y la danza. Así, las geishas consiguieron ser más valoradas, e incluso deseadas, que sus predecesoras, las cortesanas. En el siglo XIX el proceso era el siguiente: un hombre pasaba la noche en una casa de té, varias geishas llenaban su vaso y le entretenían conversando y con danzas y cantos. Entre sus funciones también estaba la de flirtear, pero, si más tarde el cliente decidía ir a un burdel, la geisha se retiraba cuando la pareja entraba en el dormitorio. La ocupación norteamericana de Japón tras la Segunda Guerra Mundial contribuyó a confundir el papel de la geisha: los soldados llamaban CENTRO CENTRO La geisha es la encarnación de los placeres estéticos y su formación requiere un duro entrenamiento EL MUNDO FLOTANTE. así a las prostitutas y ellas se hacían llamar así para ofrecer sus servicios. A pesar de todo, una geisha podía tener amantes y contar también con la protección de un danna, el mecenas o amante oficial. Este costeaba su vestuario, así como los gastos de su aprendizaje. Actualmente, es prácticamente imposible encontrar un danna y la compañía de una geisha se solicita únicamente para agasajar a clientes importantes MH o extranjeros. Así se llamó a los barrios de placer donde las geishas ejercían su oficio. Mujer en las termas, de Hashiguchi Goyo (18811921). Escanea este código QR para saber más y profundizar en todos los detalles sobre el fascinante mundo de las geishas en Japón. MUY HISTORIA 101 En 1868, el fin del sogunato Tokugawa y el advenimiento de la Restauración Meiji los convirtieron en reliquias del pasado. DRA. LAURA LARA MARTÍNEZ PROFESORA DE HISTORIA DE LA EDUCACIÓN, EMBAJADORA DE LA MARCA EJÉRCITO Y ESCRITORA GETTY “DECADENTES” EXTRANJEROS. Xilografía coloreada nipona de 1854 que retrata, de izquierda a derecha, al comandante Anan, el comodoro Matthew Perry y el capitán Henry Adams, integrantes de la misión comercial estadounidense que arribó ese año a Japón. MUY HISTORIA 103 OASIS COMERCIAL. GETTY El dibujo recrea la concesión de Dejima –en neerlandés, Desjima–, fundada en 1634 en la bahía de Nagasaki como punto excepcional de libre comercio con el extranjero (al principio, con Portugal, y más tarde, con China y sobre todo Holanda). Funcionó hasta 1853. D TRATADO DE KANAGAWA. Este acuerdo de paz y amistad entre Japón y Estados Unidos se cerró en 1854 y se ratificó el 21 de febrero de 1855. 104 MUY HISTORIA ASC os de los personajes más conocidos de la cultura japonesa son el samurái y la geisha. Precisamente, estos dos arquetipos se dieron prácticamente el relevo. El samurái era el guerrero que ejercía, desde su casta, el gobierno militar desde el siglo XII. Lo hacía gracias al estatus conseguido por las maniobras del sogún o valido. Algunos samuráis fueron monjes y poetas, además de soldados, porque en su código ético estaba el apaciguar la violencia con serenidad. La geisha era la muchacha instruida para la música, la danza y la ceremonia del té que era contratada para entretener en ceremonias masculinas. Aunque también había geishas que eran hombres. Los geishas varones decrecieron desde 1800, empezando a usarse el término para referirse a las mujeres con habilidades para la distracción: es ese el significado que se le da en el presente. Tanto el samurái como la geisha se dedicaban a servir, ella como artista y él protegiendo, acepciones que forman parte de sus etimologías. Pero en 1868, con la Restauración Meiji, el emperador se afianzó como autoridad máxima y los samuráis fueron relegados al ámbito de la nostalgia. LA RESTAURACIÓN MEIJI El sogunato Tokugawa se mantuvo desde 1603 hasta 1868. Progresivamente, en esta etapa el emperador fue recuperando su poder primigenio y, como fue una época de relativa paz, los samuráis ejercieron más como administradores que como guerreros. En el siglo XVIII, en la era de la Ilustración –el tiempo de las expediciones científicas, cuando la razón era la lente desde la que se contemplaba el mundo–, el tráfico comercial nipón se fue acrecentando. Sin embargo, la subida de los impuestos ocasionó rebeliones. Y no se trataba de un comercio totalmente libre, pues el clan Tokugawa trataba de evitar que otros señores feudales compraran armas y que los jesuitas convirtieran a la población. El proceso culminó con el decreto que vetaba la entrada de extranjeros y cristianos (salvo en una concesión holandesa en Nagasaki), además de prohibir al pueblo japonés viajar fuera del archipiélago. En 1854, la visita del comodoro Matthew Perry por iniciativa estadounidense abrió los puertos de Japón al mundo. En ese año, el ALBUM Tratado de Kanagawa (localidad cercana a Yokohama) supuso el establecimiento de relaciones comerciales con Estados Unidos, así como la concesión de dos puertos. Del mismo modo, Francia, Gran Bretaña y Rusia se vieron favorecidas por acuerdos mercantiles. Los samuráis vieron con prevención estos acontecimientos; temían que el sistema se erosionara, como realmente ocurriría. En este contexto, Yoshida Shoin, uno de los intelectuales más significativos de la historia contemporánea de Japón, empezó a articular su pensamiento. Venía de una familia de samuráis y había empezado a frecuentar la universidad con 8 años. Combinaba el nacionalismo con un cierto populismo; su objetivo era echar del país a representantes de otras naciones, pues consideraba que el sogún era incapaz de realizar dos funciones al unísono: no creía que el delegado del emperador pudiera “servir al emperador y expulsar a los bárbaros”. Shoin decidió abrir en Choshu una escuela para enseñar su doctrina; de este centro saldrían los futuros constructores del Japón Meiji. Shoin intentó sin éxito entrar en secreto en los barcos americanos, encabezó una revuelta y fue encarcelado y ejecutado con 29 años, en 1859. El joven Emperador Meiji había accedido con 14 años al trono; fue a la muerte de su padre, YOSHIDA SHOIN. Retrato de este intelectual (1830-1859), descendiente de samuráis y opuesto al sogunato, ejecutado por su activismo. LA ACTUALIDAD DE LOS SAMURÁIS U la pena capital mediante la horca. En el lado amable está el fomento de la siesta entre los japoneses. Como el país acumula deuda de sueño, durante el apogeo económico ya era habitual ver a personas durmiendo casi de pie en el transporte público o en las reuniones de trabajo (cabezaditas a las que los nipones llaman inemuri). Pero ahora, para aumentar la productividad más si cabe, las empresas habilitan dormitorios en las oficinas y, así, los trabajadores reposan antes de retomar la tarea. En los años 90 del siglo XX, una encuesta reveló que la práctica más usual entre los nipones (por delante del culto a los ancestros y de las ofrendas florales) era el karaoke. Además, hay que añadir la difusión del manga. Entre los dibujos animados made in Japan se encuentra la serie Shin-Chan (iniciada en 1990), cuya ciudad en la ficción, Kasukabe, existe en la realidad (en la imagen) y es un espacio donde cada calle recuerda las aventuras de este travieso niño de 5 años, su hermana y sus amigos. El espíritu de los samuráis no desapareció después de la revolución Meiji. En 1970, los herederos de los samuráis ocupaban el 21% de los cargos directivos de Japón. Hoy siguen presentes en los ámbitos financieros y políticos. La honradez, la valentía, el honor, la lealtad y el autocontrol, además de ser valores del bushido (“el camino del guerrero”), son los principios de una suerte de religión civil que sirve de contrapeso emocional a las influencias materiales de Occidente. Dos películas, una japonesa y otra estadounidense, hablan de los años finales de los samuráis. En El ocaso del samurái (2002), del director nipón Yoji Yamada, Seibei Iguchi es un soldado de rango inferior del clan Unasaka que vive en la provincia de Shonai, al noreste de Japón. Allí trabaja como burócrata. La historia transcurre a mediados del siglo XIX. Sin embargo, para mantener a su madre, ya anciana, y a sus dos hijas, este samurái viudo se verá obligado a hacer algún trabajo extra. En El último samurái (2003), dirigida por el estadounidense Edward Zwick, el emperador Meiji es presentado como un hombre fácil de manejar, rodeado de algunos asesores con intereses creados. Las pulsiones de los guerreros veteranos y la reverencia del Ejército Imperial ante el cadáver del “último samurái” evocan la complejidad, tanto a escala internacional como interior, del desembarco de Japón en la modernidad. AGE no de los elementos de Japón que confirma que, en ocasiones, la historia no supone evolución sino involución es el obstáculo que se pone a las mujeres para llegar al trono del crisantemo. Hasta finales del siglo XIX, las mujeres pudieron ser emperatrices, pero siempre que se casaran con uno de los miembros de la familia imperial o que se quedaran solteras. Por ello, ha habido cinco emperatrices titulares. Sin embargo, desde la Ley de Sucesión de 1947, las mujeres solo pueden llegar a ser emperatrices si no hay ningún pariente varón a su alrededor. A partir de 1947, el sufragio universal está garantizado para los mayores de 20 años. No obstante, es lamentable que una sociedad tan desarrollada en lo tecnológico mantenga la desigualdad entre hombres y mujeres. En la Dieta (Parlamento), solo un 10% de los escaños son ocupados por hembras. Y Japón sigue activando en su justicia medidas drásticas como MUY HISTORIA 105 El Emperador Meiji heredó un país preindustrial y feudal y lo convirtió en potencia mundial del Pacífico MEIJI TENNÕ. Fotografía de 1872 (con 20 años) del emperador Mutsuhito (1852-1912), abuelo de Hirohito y llamado el Emperador Meiji. Kōmei, acaecida el 3 de febrero de 1867. Kōmei había sido diagnosticado de viruela, sin tener patologías previas. En aquellas fechas, el gobierno se enfrentaba a la bancarrota y las potencias coloniales que rodeaban Japón estaban expectantes para conseguir beneficios en el comercio con el trono del crisantemo. Si Japón no quería ser colonizado, como otros territorios asiáticos, debía ponerse al día en tecnología. Por eso, Mutsuhito reclamó para sí mismo, en calidad de emperador, el derecho de ejercer el poder sin delegar en el sogún. En 1868, el gobierno militar del sogunato fue derribado y el emperador pasó a ser la figura principal de Japón. A través de una serie de transformaciones en sectores clave, el nuevo equipo imperial pretendía equiparar la sociedad japonesa con la europea tomando como modelo la Prusia de Guillermo II. El emperador abandonó la antigua capital de Kioto para instalarse en Edo, llamada Tokio a partir de entonces. Mutsuhito, conocido por su nombre póstumo como Meiji Tennō, fue el emperador 122º y se mantuvo en el poder hasta su muerte, el 30 de julio de 1912. Heredó un país preindustrial y feudal y consiguió elevar al Imperio del Sol Naciente a potencia mundial del Pacífico. La escolarización gratuita y el fin de las viejas estructuras sociales permitieron a las capas más humildes tener nuevas oportunidades. Se habilitó una amplia red de ferrocarril, se tendió hilo de telégrafo, hubo construcción de industrias, de astilleros y de fábricas de municiones; se organizó de acuerdo a Occidente el calendario, la policía, la sanidad, etc.; hubo éxodo desde el campo a la ciudad y, desde el punto de vista cultural, Japón se puso de moda, causando furor el kimono y el arte nipón. ASC TIERRAS Y CATANAS 106 MUY HISTORIA La revolución Meiji trató de acabar con el estilo de vida de los samuráis. Ellos habían sido la columna vertebral del sistema feudal; ahora se les prohibía llevar sus espadas sagradas, y los antiguos dominios feudales fueron abolidos y sustituidos por prefecturas dependientes del gobierno central, para que no hubiera multiplicidad de señores sino una sola autoridad general. En 1872 se modificó el ejército, tomando como referencia el francés y el prusiano. Se configuró el servicio militar obligatorio, que acabó con la pretensión de los samuráis de formar una clase distinta. Y estalló la protesta de los samuráis ante la obligatoriedad de devolver sus posesiones territoriales a cambio de pagarés del Estado. En 1877, Saigō Takamori (samurái que primero apoyó la Restauración, pero luego encabezó un grupo de descontentos) congregó un ejército para poner fin a la Restauración Meiji. Veinte mil guerreros, vestidos a la usanza tradicional con corazas, lanzas y espadas, fueron aniquilados por las bombas y ametralladoras del ejército del emperador. La protesta duró 8 meses. Saigō, coherente con sus principios, se suicidó mediante el seppuku. Otros samuráis desistieron y se sumaron al nuevo equipo: bien como burócratas, como nobles (con títulos de marqueses y condes según parámetros occidentales), como políticos en el Parla- EL CREDO LEGIONARIO ara los samuráis la muerte no era el final, sino una fase más. La muerte es contemplada también desde una perspectiva especial en la Legión. El novio de la muerte es una canción interpretada en ocasiones solemnes por la Legión. Este cuplé, cantado por Lola Montes, se presentó por primera vez el 20 de julio de 1921 en el Teatro Vital de Málaga. Ahondando en situaciones extremas, encontramos el harakiri, el suicidio ritual que practicaban los samuráis si iban a caer en manos del enemigo. El kamikaze (“viento divino”) alude a los aviones japoneses suicidas que sembraban el pánico entre la flota de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Los doce espíritus que conforman el credo legionario están inspirados en el bushido o código de valores de los sa- EFE P muráis. En 1920, el militar José Millán Astray (en la imagen) creó la Legión, un cuerpo de élite para defender las posiciones españolas frente a las tropas del Rif. La Legión Española tiene como modelo la Legión Extranjera Francesa, pero si en aquella los efectivos son llamados “señores soldados”, en la española son “caballeros legionarios”. Millán Astray tradujo del francés el bushido y lo tomó como pauta mística de comportamiento de sus tropas. Entre los principios de los legionarios, inspirados en los de los samuráis japoneses, se encuentran el espíritu de compañerismo, de unión y socorro, de marcha, de sufrimiento y dureza, de disciplina, etc. Para un legionario, como para los antiguos samuráis, morir en combate es el mayor honor y lo más horrible es vivir siendo un cobarde. destierro, Isabel II perdía la pista de las credenciales diplomáticas que firmara poco antes de instalarse en París. Entre gritos de “Viva la España con honra”, Tokio acusó recibo de los documentos en pleno Sexenio Democrático. Japón inició con celeridad la industrialización, fue la potencia con mayor desarrollo de Asia al inicio del siglo XX y, tras el ataque que perpetró contra la base aeronaval de Pearl Harbor, se sumó a la Segunda Guerra Mundial en el bando de las potencias del Eje. En agosto de 1945, sufriría el terrible ataque de las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. MH SAIGÕ TAKAMORI. El llamado “último samurái” (en el centro de esta pintura de 1877), político y militar nipón (1828-1877), discutiendo acalorado durante el llamado Seikanron, debate de 1873 que dividió al gobierno Meiji. ASC mento o como financieros. Por ejemplo, en 1882, uno de ellos, Shibusawa Eiichi, pasó a dirigir el Banco Nacional, creado años antes con el dinero que se entregó a guerreros de alto rango. Desde la expedición Keicho –que había traído a los samuráis a la Monarquía Hispánica en 1614 [ver artículo en página 20]–, transcurrieron más de 200 años hasta que Japón y España retomaron el contacto. En 1868, los dos Estados afrontaban vidas paralelas: la Restauración Meiji y la revolución Gloriosa. Después de la visita del comodoro Perry, acabó el aislamiento nipón y el emperador recuperó su capacidad de mando mientras, en el MUY HISTORIA 107 DOSSIER LO CULTO Y LO POPULAR. La mezcla de ambos era lo que perseguían las Misiones Pedagógicas. En la imagen, Barraca de feria (1900), de Pablo Picasso (Museo Picasso de Barcelona). 1931-1936 : L L E VA R L A C U LT U R A A LOS PU EBLOS LAS MISIONES PEDAGÓGICAS “Es natural que queráis saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo. No venimos a pediros nada. Al contrario; venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos”. (Patronato de Misiones Pedagógicas) LUNA G. ALIJARCIO HISTORIADORA TEATRO PARA TODOS. ALBUM Tanto el Teatro y Coro del Pueblo como el grupo La Barraca (en la foto) llevaron los clásicos de nuestra escena a pueblos y aldeas. LUMINARIAS. Al frente de las Misiones estuvieron intelectuales y artistas como los pintores Maruja Mallo (en la imagen), Ramón Gaya y Eduardo Vicente, el poeta Luis Cernuda, la filósofa María Zambrano o el dramaturgo Alejandro Casona. 110 MUY HISTORIA A cargo de voluntarios que llegaban a pie, en carro o en burro, las bibliotecas, las proyecciones de cine, los gramófonos y las obras de teatro recorrieron los lugares más recónditos de España. Fueron en su mayoría maestros, pedagogos y miembros del mundo intelectual, pero también muchas personas anónimas las que integraron las Misiones Pedagógicas con la intención de educar a la gente de los pueblos. Pero, sobre todo, de procurar diversión y alegría a personas que vivían en la mayor indigencia cultural. Las Misiones Pedagógicas son conocidas como el proyecto tal vez más romántico de la Segunda República, que fue la edad de oro de la educación en España. En esta etapa se pusieron en marcha numerosas iniciativas educativas, entre las que destacó esta como una de las más novedosas e idealistas. Las Misiones eran la culminación del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que había surgido en 1876 liderada por Francisco Giner de los Ríos. Ya a finales del siglo XIX, la ILE había pretendido dar un giro a la educación española creando centros educativos con unos sistemas completamente distintos a los de la escuela tradicional. Se valoraban las excursiones, las clases al aire libre, el fomento de la creatividad y de las artes. Se practicaba la coeducación, no se utilizaban libros de texto (pero sí de consulta) y el alumno era el protagonista de su aprendizaje. La ILE había pretendido hacer llegar maestros y recursos a las escuelas más pobres, pero la realidad era que, treinta años después del cambio de siglo, en el mundo rural los docentes seguían con un sueldo mísero y en ocasiones sin vivienda propia, en un medio totalmente falto de recursos y con un amplio número de niños y niñas aún sin escolarizar. Siendo presidente provisional de la República Niceto Alcalá-Zamora y ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Marcelino Domingo, se creó, por Decreto del 29 de mayo de 1931, el Patronato de Misiones Pedagógicas. El objetivo principal era que la población rural –una gran parte de la sociedad en aquel entonces– recibiese educación, cultura y formación. A este proyecto dedicó Manuel Bartolomé Cossío, principal discípulo de Giner de los Ríos, todas sus energías en sus últimos años de vida. El origen de las Misiones, decía, había que buscarlo en la abismal diferencia no solo intelectual sino también económica que existía entre la ciudad y el campo, donde se carecía de la “cultura difusa” que se recibe en la ciudad, es decir, aquella educación ALBUM A este proyecto dedicó Manuel Bartolomé Cossío, discípulo de Giner de los Ríos, sus últimos años de vida que otorgan la radio, la música o el cine: “El niño en la ciudad tiene, señores, el periódico, el teatro, la conversación culta de la atmósfera que le rodea, los museos, una exposición permanente en los escaparates de cada tienda; pero el pobre niño del campo, ¿dónde puede ver jamás una estatua? ¿Quién le dirá que ha habido un Shakespeare o un Velázquez? ¿Quién le hará sentir la belleza de una melodía de Mozart, de una estrofa de Calderón [...]?”. De esta manera, el Patronato diseñaba un plan de acción para llevar libros, música, teatro y obras de arte a los pueblos, con un triple fin: fomentar la cultura general (con bibliotecas, cine, coros), la orientación pedagógica (atención a las escuelas y maestros) y la cultura ciudadana (con charlas y contenidos de índole política e histórica). Las Misiones Pedagógicas entendieron que el sistema educativo nacional no se centraba solamente en la escuela. Iban dirigidas a todo el mundo, sin diferencia de edad ni sexo, a un público no profesional, irreflexivo y libre, con esca- so nivel cultural. Aunque el contenido era muy diferente al que se daba en las escuelas, era el maestro el mayor colaborador de los voluntarios y quien introducía las actividades. Esta fructífera colaboración entre maestros y voluntarios la encontramos en novelas como Historia de una maestra (Josefina Aldecoa) o Todo lo que se llevó el diablo (Javier Pérez Andújar), maravillosos testimonio y recreación, respectivamente, de aquel impulso educador. Las Misiones tuvieron también la función de actualizar pedagógicamente a los maestros de las escuelas rurales, que vivían a menudo en un ambiente sin estímulos. Asimismo, trabajaron por lograr una transformación social del estatus del maestro (seguro que hemos oído el dicho “pasa más hambre que un maestro de escuela”) y colocar a este en el escalón social que se merecía –acorde con el ideario de la República, periodo en el que se subieron los sueldos de los maestros–. Así, se sembró en la figura del docente la continuidad del espíritu de las Misiones. Ellos quedaban como herederos de esta experiencia de educación popular, eran los “guardianes” de la cultura que se había difundido. ¿CÓMO COMENZABA UNA MISIÓN EN UN PUEBLO? Antes de organizar una Misión, era necesario entregar en el Patronato un informe sobre las características geográficas, económicas, culturales y de transportes de la comarca. Una vez aprobada y designado el personal que la realizaría, salían hacia su destino. El primer pueblo al que fueron las Misiones Pedagógicas fue Ayllón (Segovia), donde estuvieron entre el 17 y el 23 de diciembre de 1931. ¿Quiénes realizaban las Misiones? Estaban integradas por jóvenes pedagogos, estudiantes, artistas, escritores... Aproximadamente quinientos voluntarios –en su mayoría anónimos– fueron los artífices de aquella utopía de educación basada en “enseñar deleitando”. Entre ellos también se encontraban figuras importantes del panorama cultural, como Alejandro Casona, Maruja MUY HISTORIA 111 El material de trabajo se componía de un proyector, películas, libros, gramófonos y una selección de discos aprenden y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñároslo; pero que vengamos también, y lo primero, a divertiros. Y nosotros quisiéramos alegraros, divertiros casi tanto como os alegran y divierten los cómicos y los titiriteros” (Patronato de Misiones Pedagógicas). ¿CÓMO ERAN RECIBIDOS LOS ‘MISIONEROS’ EN LOS PUEBLOS? A los ‘misioneros’ se les veía como personas venidas de otra galaxia. La cultura resultó ser un descubrimiento para los campesinos, admirados ante los espectáculos y las nuevas gentes. Pero no serán los ‘misioneros’ los únicos que transmitan conocimientos. Aunque de otro tipo, los campesinos también les muestran cosas a los voluntarios. Estos van a descubrir una España desconocida y mísera –la cual filman y fotografían–, llevándose nuevas experiencias a la ciudad. Asimismo, descubren otros valores, pues regresan sobrecogidos por la pobreza y las necesidades del mundo rural, conscientes de la urgencia del cambio. MNCARS ¿QUÉ SE HACÍA UNA VEZ ALLÍ? FEDERICO Gª LORCA. Fue el artífice de una iniciativa paralela surgida en 1932, la compañía de teatro La Barraca, integrada por universitarios vinculados a la Residencia de Estudiantes. 112 MUY HISTORIA Mallo, Luis Cernuda, Ramón Gaya, Rafael Dieste, María y Matilde Moliner, Eduardo Vicente, María Zambrano... El material de trabajo del equipo se componía de un proyector cinematográfico, con películas educativas y de recreo, bibliotecas para las escuelas de las comarcas visitadas y gramófonos, con una selección de discos que después de la actuación se dejaban al maestro para que continuase con la obra iniciada. He aquí su carta de presentación: “Porque el Gobierno de la República que nos envía nos ha dicho que vengamos ante todo a las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas, a las más abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo Una de las iniciativas que más divertía a los lugareños era el Teatro y Coro del Pueblo. “Elemental, ambulante, de fácil montaje, sobrio de fondos y ropajes”, se definía. Un autobús con los estudiantes y un camión con los bártulos era todo lo necesario para realizar la puesta en escena de obras de autores clásicos y contemporáneos. Cada representación era previamente anunciada con carteles y a su llegada eran recibidos con desbordante alegría. El Teatro y Coro de las Misiones recorrió unos ciento quince pueblos entre 1931 y 1933, integrado por cincuenta estudiantes que compartían un escenario de madera de 4x6 metros. Al frente de la compañía ambulante estaba Alejandro Casona, dramaturgo de la Generación del 27 e inspector de Primera Enseñanza. Él realizaba las adaptaciones y dirigió el teatro por gran parte de España, teniendo especial consideración con aquellos lugares en los que tenía raíces. Así, Be- PINTURA, TEATRO... ASC ... Y cine, música, poesía... Todas las bellas artes con opción de ser ambulantes llegaron a los rincones más remotos. A la izda., función teatral en la plaza de un pueblo. sullo, su pueblo natal en Asturias, fue uno de los que más se beneficiaron del teatro. Allí donde los montajes escénicos no podían llegar se realizaba el retablo de fantoches, un teatrillo de guiñol al frente del cual se encontraba Rafael Dieste. Otra de las iniciativas más destacadas, por su acción y permanencia a largo plazo, fueron las bibliotecas. En algunos de aquellos pueblos los libros no existían, o los pocos ejemplares que había, normalmente de la Biblia o el Quijote, permanecían en las iglesias, escondidos como un tesoro. “Cuando acabes con tu trabajo, lávate las manos y coge el libro que has pedido en la biblioteca. Busca un sitio tranquilo y lee. Recordarás siempre con placer estos ratos. Guarda luego el libro cuidadosamente hasta que puedas volver a seguir leyendo. Procura que, al devolver el libro ya leído, esté tan limpio como cuando te lo entregaron. ¡Buena idea se tendrá de un pueblo donde los libros se leen mucho y se conservan limpios y cuidados!”. Con esta nota del Patronato se encontraba el lector en la primera hoja de los 600.000 libros que dejaron las Misiones repartidos por todo el país en aproximadamente 5.500 bibliotecas. Fijas y ambulantes, con la escuela como prioridad para su establecimiento, no solo tenían el objetivo de enseñar a leer y a escribir, sino también de estimular la lectura por placer. También llevaban obras de arte gracias al Museo ambulante. Era, como explicaba Cossío, “un museo no para los que han viajado, sino para EN LA DICTADURA FRANQUISTA TAMBIÉN HUBO ‘MISIONES PEDAGÓGICAS’ unque con un carácter e intencionalidad notablemente diferentes a los de las Misiones de la Segunda República, durante la dictadura se continuó en cierta medida con esta labor. En 1946 surgieron las Cátedras Ambulantes, promovidas y organizadas por la Sección Femenina. En un principio, su labor estuvo destinada exclusivamente a las mujeres, pues de esta manera se cumplía una de las bases ideológicas del régimen, que era hacer de la mujer la responsable del afianzamiento del modelo tradicional de familia. Ambos proyectos de educación fueron edificados desde modelos políticos muy diferentes –democracia frente a autoritarismo–, pero también con distintos fundamentos intelectuales –regeneracionismo frente a tradicionalismo–, bases ideológicas dispares –krausismo frente a fascismo– y opuestas dimensiones educativas: institucionismo frente a nacionalcatolicismo. Sin embargo, es cierto que las dos Misiones Pedagógicas se acercaban bastante en cuanto a las metas o finalidades de las propuestas, que no eran otras que la alfabetización del mundo rural, acercar la cultura nacional a los pueblos y atender a las necesidades sociales de estas zonas. A MUY HISTORIA 113 EDUCAR PARA EL FUTURO. ASC Junto a estas líneas, anuncio en prensa de la llegada del Museo del Pueblo a Castro del Río (Córdoba). A la derecha, niños asistiendo extasiados a una proyección cinematográfica de las Misiones Pedagógicas. >>>todos, un museo muy pequeñito, reducido, pobre, pero al fin y al cabo un museo. Para los que no han visto nunca verdaderos cuadros o no conocen ninguna obra de los grandes pintores”. Artistas comprometidos con la causa, como Ramón Gaya o Eduardo Vicente, se encargaban de realizar las copias de los cuadros presentes en el Museo del Prado que iban a circular por los pueblos. El Museo se anunciaba de antemano con un cartel y permanecía más o menos una semana en cada pueblo. Dos o tres ‘misioneros’ acompañaban a la comitiva para realizar pequeñas explicaciones de los cuadros, a menudo ante unas gentes atónitas que, impresionadas, interpretaban las obras de diversas maneras en voz alta, comentando a menudo que era imposible que eso pudiera haberlo pintado alguien. La mayor afluencia se producía al terminar las labores agrícolas. Normalmente, durante el día se visitaba el Museo y por la noche se asistía a las proyecciones luminosas de otros cuadros, y al finalizar, a los asistentes se les obsequiaba como recuerdo con reproducciones fotográficas de los cuadros, que también se regalaban para decorar la escuela, el ayuntamiento o las propias casas. Son muchas las fotografías y los recuerdos de las Misiones que nos hacen vibrar y viajar en el tiempo. Pero quizá aquellas que más nos impresionan son las de los rostros asombrados de aquellas personas que veían cine por primera vez. El cine suscitaba en los pueblos gran conmoción, pues mostraba escenas que, al no haber salido jamás del pueblo, nunca habían contemplado. En las imágenes apreciamos cómo el cine les divierte y les deslumbra, desatando felices comentarios. Todo ello está recogido en la película documental Estampas, dirigida en 1932 por José Val del Omar. ¿QUÉ OCURRIÓ CON LAS MISIONES? Desgraciadamente, su periodo de actuación fue muy breve. Cuando la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) triunfó en las elecciones de 1934, el Gobierno cortó el pre- Cuando la CEDA triunfó en las elecciones de 1934, el nuevo Gobierno de derechas cortó el presupuesto 114 MUY HISTORIA LA BARRACA l teatro universitario La Barraca, con más intereses artísticos que pedagógicos, surgió hacia 1932 y lo integraron jóvenes universitarios vinculados a la Residencia de Estudiantes y herederos del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. La dirección artística era responsabilidad de Federico García Lorca y Eduardo Ugarte, y todos los participantes prestaban sus servicios voluntaria y gratuitamente. Aunque La Barraca, por estar unida a la figura de Lorca, ha alcanzado más fama en la actualidad que aquel Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas, lo cierto es que, con ciertas limitaciones en su capacidad de movimiento, no llegó a tener en su momento la misma importancia y el mismo alcance que este último. Desde su creación hasta el cese de sus actividades, con el comienzo de la Guerra Civil española, se representaron un total de trece obras de teatro en setenta y cuatro localidades diferentes. EFE E supuesto y algunos proyectos se quedaron en el camino, como las emisiones radiofónicas. No pudieron realizar todo lo que se propusieron ni abarcar hasta donde hubieran querido. Entre 1934 y 1936 disminuyeron notablemente, hasta que el golpe de Estado y la Guerra Civil supusieron la paralización total. Muchos voluntarios que habían integrado las Misiones fueron encarcelados o condenados a muerte o tuvieron que huir al exilio, la inmensa mayoría para no volver. A día de hoy, esta iniciativa sigue resultando controvertida. De las Misiones Pedagógicas se ha dicho que trataban de adoctrinar al pueblo y sembrar el republicanismo. Como reflejaba el Patronato, el Gobierno republicano pretendía que los campesinos fuesen colaboradores de la evolución nacional y mostrarles el “aliento del progreso”. Por lo tanto, en sus programas no era extraña la inclusión de charlas o actividades de carácter político. También ha sido criticado su aspecto idealista. En palabras de Tuñón de Lara, su actuación era “plantar árboles por la copa”, al no haberse llevado primero a cabo una reforma agraria y cambios económicos básicos. Además de la labor pedagógica, en algunas Misiones se realizaron otro tipo de acciones. Un ejemplo se dio en Sanabria en 1934, adonde se llevaron multitud de alimentos, medicamentos y consejos para una mejor higiene. Al año siguiente se realizó otra de las mismas características en San Martín de Castañeda, con ayuda material y humanitaria, en la que se intentó también enseñar a los habitantes a conseguir un mayor rendimiento del suelo agrario y mejorar su situación económica de forma directa. “Es tarea larga; nosotros no gozaremos del fruto, si lo hay. Pero, pasados bastantes años, otros podrán aprovecharlo. No recordarán, quizá, quiénes abrieron el camino. Pero no importa. Nuestro esfuerzo debe ser el único premio”. Así pensaba Luis Cernuda de su labor en las Misiones. Es cierto que no podía realizarse un cambio de la situación del mundo rural solamente a través de la cultura, pero con las Misiones trataron de sentarse unos principios que no habían sido dados hasta entonces, y ahí radica la importancia de esta iniciativa. Para las gentes del mundo rural, era necesario un cambio en el sentido de su existencia, un cambio de actitud respecto a la vida. El pensamiento educativo de Cossío quería transmitir algo tan básico como que en los pueblos también podían divertirse y estar felices, no solo depender del trabajo. Las Misiones Pedagógicas, con sus ideales utópicos y una labor educativa para muchos insuficiente, lograron algo digno de admirar: suscitar en personas sin acceso a la cultura el deseo de aprender. MH MUY HISTORIA 115 HISTORIA ALTERNATIVA ¿Y si Trotski, y no Stalin, hubiese sucedido a Lenin al frente de la Unión Soviética? La muerte temprana del fundador de la URSS, a los 54 años, abrió una sorda guerra de sucesión entre sus dos ‘delfines’, León Trotski y Iósif Stalin. ¿Qué habría pasado, en Rusia y en el mundo, si el más inteligente de los dos se hubiese impuesto al más paranoico y brutal? POR JOSÉ PARDINA la III Internacional rompía con la Internacional Socialista y agrupaba bajo su protección –y a sus órdenes– a los nuevos partidos comunistas que surgían como setas por todo el mundo. El Partido Comunista de España se creó en 1921 a partir de una escisión del ala revolucionaria del PSOE. DISPUTA SUCESORIA Insomne y de salud muy precaria, tan cínico e irascible en su actividad política como encantador en la esfera privada, una sífilis y varios infartos cerebrales acabaron prematuramente con la vida de Lenin en 1924, tras haber pasado sus dos últimos años de vida inmovilizado en una silla de ruedas y con grandes dificultades para hablar y escribir. Entretanto, la disputa sucesoria entre Stalin y Trotski, disfrazada de diferencias ideológicas, se dirimía en la sombra. Finalmente, el 21 de enero de Muere Lenin (dcha.). Se constituye una troika gobernante con Stalin, Sokólnikov y Trotski. Este ordena a Dzerzhinski, director de la Checa y la GPU, que envenene a los dos primeros. 116 MUY HISTORIA GETTY 21 de enero de 1924 LOS TRES TENORES DE LA REVOLUCIÓN. GETTY T ras la Revolución de Octubre en Rusia y la toma del poder por los bolcheviques, en plena Primera Guerra Mundial (1917), Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, y sus camaradas revolucionarios constituyeron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Tras una cruenta guerra civil, el Ejército Rojo creado por Trotski y la NKVD, policía secreta, acabaron con cualquier oposición a sangre y fuego: el país, que en tiempos de los zares contaba con 175 millones de habitantes, perdió más de 40 millones en apenas cinco años. En 1919, un Lenin sin rivales y su camarilla del Comité Central fundaron la Internacional Comunista para “luchar por la supresión del sistema capitalista, establecer la dictadura del proletariado y abolir las clases sociales, como primer paso a la consecución del socialismo y la sociedad comunista”, tal como recogían sus primeros estatutos. Paralelamente, Vladímir Lenin, nacido en 1870, era el mayor de los tres ‘padres fundadores’. Su autoridad moral sobre Stalin (1878) y Trotski (1879; en la foto) era indudable. ese año, la causa oficial de la muerte del Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo fue arterioesclerosis, aunque años después Trotski acusaría a Stalin de haber ordenado a Yagoda, jefe de la NKVD, que lo envenenara. Tras la desaparición de Lenin, una troika formada por Stalin, Kámenev y Zinóviev tomó el control del Partido y del nuevo Estado, situándose en un punto que ideológicamente estaba entre Trotski, a la izquierda, y Bujarin, a la derecha. Stalin, de manera calculada, abandonó el énfasis bolchevique respecto a la revolución mundial y lo cambió por su política de construir 9 de abril de 1926 Tras ser nombrado Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, Trotski relanza la Nueva Política Económica y el Primer Plan Quinquenal. El país despega económicamente mientras la Internacional Comunista educa y entrena a comisarios y militantes de todo el mundo. “el socialismo en un solo país”, en contraste con la teoría trotskista de la revolución permanente. Su verdadero objetivo: dividir a sus adversarios políticos. En apenas cinco años, a pesar de que había sido el favorito de Lenin, Trotski fue expulsado del Partido, deportado a Kazajistán y, finalmente, desterrado de la URSS bajo la acusación de traidor. Su imagen desapareció de las fotos oficiales y su nombre de los libros de historia. En la década siguiente, un paranoico Stalin desencadenó el Gran Terror y purgó el Partido y el Ejército. Antes de la Segunda Guerra Mundial, todos los viejos camaradas bolcheviques habían sido físicamente eliminados por ‘Koba el Temible’. En el verano de 1940, el comunista español Ramón Mercader, tras ganarse la confianza del viejo Trotski, le clavó un piolet en la cabeza mientras trabajaba en su casa de México, donde se había exiliado con sus familiares y leales. Por orden de Stalin, enfermo de envidia. Solo entonces pararon las purgas. ¿Y si Trotski hubiera ganado la lucha por el poder? Poco habrían cambiado las cosas. Trotski fue tan brutal como Stalin en la imposición de sus ideas, como lo había sido Robespierre en la Revolución Francesa (1794), aunque tal vez no habría matado a sus mejores generales. Eso sí: en algún momento habría comenzado una Segunda Guerra Mundial muy diferente de la que conocemos, tras alentar la URSS levantamientos revolucionarios en todo el mundo y declarar una especie de Yihad comunista a través de su III Internacional. De hecho, el italiano Mussolini fue el primero en alertar contra la revolución permanente de Trotski y en 1923 llegó a plantearse liderar la lucha contra la tiranía de una URSS trotskista. MH 4 de mayo de 1932 1930 Tras el Crac del 29 y la Gran Depresión (en la imagen), Trotski alienta y financia la Revolución Proletaria Mundial en Europa, Estados Unidos y Extremo Oriente. Las revueltas y la violencia estallan en las grandes capitales. ASC Mussolini declara la guerra a la URSS, en respuesta a las intentonas revolucionarias y a los atentados contra prominentes fascistas. Estalla la Segunda Gran Guerra Mundial: Italia, Austria, Polonia y Hungría se alían contra los comunistas, mientras Japón ataca a China y se queda con Siberia. MUY HISTORIA 117 HISTORIA EN EL ARTE Unas vistas de éxito Esta xilografía coloreada del gran Utagawa Hiroshige forma parte del conjunto Cien famosas vistas de Edo (Meisho Edo Hyakkei), una serie de grabados xilográficos sobre temas populares destinados a la clase media urbana japonesa. Esta corriente tuvo una gran influencia en artistas occidentales de la época. POR EVA DOMÍNGUEZ AGUADO E l artista nipón Utagawa Hiroshige (1797y pintorescos de la capital. La imagen de este 1858) fue uno de los últimos representantes grabado en concreto presenta una composición de la corriente Ukiyo-e, un género de grabatriangular, formada por el puente y la orilla del dos realizados mediante xilografía, o técnica de río, que pretende reflejar la rápida subida del grabado en madera, que se produjeron en masa agua y el posible desbordamiento fluvial. Este en Japón entre los siglos XVII y XIX y entre los proyecto fue uno de los más ambiciosos –y el que abundan las imágenes paisajísticas, de esceúltimo de una cierta relevancia– en la producnas del teatro y de zonas de alterne. El Ukiyoción del artista, que falleció de cólera en 1858, e alcanzó su mayor grado de popularidad en la solo un año después de concluir la serie. Con cultura metropolitana de Edo durante la segunda ella pretendió reflejar los cambios sufridos por mitad del siglo XVII, y a mediados del XVIII la la capital nipona durante esos últimos años, en técnica permitió la producción de estos impresos que los que el progreso y la modernidad avana todo color (los llamados nishiki-e). La elabozaban vertiginosamente destruyendo las costumbres y tradiciones ancestrales de Japón. ración de un grabado Ukiyo-e comenzaba por la creación de un dibujo principal con tinta, que luego era impreso en un relieve para poder realizar posteriormente las copias, que podían entinUNA CORRIENTE QUE MARCÓ TENDENCIA tarse con diferentes colores en la propia plancha El Ukiyo-e, particularmente los paisajes de Hode madera. kusai e Hiroshige, fue fundamental para conforA mediados del siglo XIX, las estampas de geishas mar la percepción occidental del arte japonés a y de temas políticos, entre otros finales del siglo XIX. A partir asuntos, fueron prohibidas, lo que de la década de 1870, la moda Ficha técnica favoreció la popularización de las del japonismo se convirtió en estampas paisajísticas. En el mouna tendencia importante y Título: El puente Ōhashi en Atake bajo una lluvia mento de realizar esta obra, Hirotuvo una fuerte influencia en repentina shige se hallaba en la cumbre de los primeros impresionistas, Autor: Utagawa Hiroshige su carrera; recibió el encargo de como Edgar Degas o Claude Estilo: Ukiyo-e Uoya Eikichi, un editor que quería Monet; asimismo, causó un Fecha: 1857 reflejar gráficamente los cambios gran impacto en posimpreTécnica: Xilografía acaecidos en Edo –la actual Tosionistas como Vincent van Dimensiones: 34 x 22,5 cm kio– tras el terremoto que sufrió la Gogh, que realizó una copia de Localización: Museo Brooklyn, ciudad en 1855. Hiroshige plasmó la obra de Hiroshige en 1887 Nueva York (EE UU) esta idea en un total de cien vistitulada Japonaiserie: Puente tas de los lugares más conocidos bajo la lluvia. MH Detalles del cuadro 1. La lluvia destaca por su realismo y por la originalidad del encuadre, al situarla como una cortina que empaña toda la obra en primer plano cayendo en forma de líneas oblicuas desde una nu- 118 MUY HISTORIA be negra. 2. Lo que se aprecia al fondo de la obra es el barrio de Atake. 3. El puente llama la atención, puesto que es la clave para apreciar la composición diagonal que el autor utiliza en el grabado. 4. La perspectiva aérea, junto con la composición de la obra en diagonal, es lo que le confiere su dinamismo e instantaneidad accidental. 1 2 4 ALBUM 3 MUY HISTORIA 119 PANORAMA ENTREVISTA PALOMA FUENTES M POR CRISTINA ENRÍQUEZ édica experta en Neurociencia y neurofelicidad, apasionada de las personas y “gerente de felicidad”, la doctora Paloma Fuentes lleva años centrando sus esfuerzos en impulsar una nueva visión de la Medicina en la que las personas nos erijamos en protagonistas de nuestra salud y felicidad. Esa es la mejor base para construir una vida plena y saludable hasta el final, y ese es el camino por el que nos guía en el libro La medicina de la felicidad, editado por Pinolia. En esta entrevista con la doctora Fuentes descubrimos que salud y felicidad son un binomio inseparable y ampliamente avalado por la ciencia y la experiencia a lo largo de la historia de la humanidad. ¿Existe alguna emoción primigenia que haya conformado a la especie humana? Si nos apoyamos en la estrategia biológica cerebral claramente predominante, la de la supervivencia, la emoción primigenia más “pura” sería el miedo, pero también el resto de las que componen el espectro emocional. Todas, las agradables y las que no lo son tanto, tienen un origen adaptativo y un papel claro en su objetivo de salvarnos la vida y perpetuarla. El cambio drástico que se ha ido produciendo en nuestra forma de vida ha provocado que aquellas eficaces emociones primarias hayan ido perdiendo una parte de su funcionalidad, convirtiéndose algunas de ellas en el origen de trastornos psicológicos. Por ejemplo, en nuestra sociedad la emoción “miedo” ha perdido el sentido de supervivencia que poseía y se ha transformado en diversas variantes, como las fobias. Y una fobia no solo no representa una ventaja competitiva para la supervivencia, sino todo lo contrario. 120 MUY HISTORIA En las épocas de crisis, ¿qué emoción o sentimiento destaca? Depende del tipo de crisis y de cómo la percibamos. Si percibimos la crisis como una amenaza, predominarán las emociones del miedo y el enfado. Estas son emociones que, con el paso del tiempo, se pueden convertir en tristeza y apatía. Si por el contrario, la percibimos como una oportunidad, se producirán emociones de asombro, alegría, esperanza y gratitud. Las emociones son acontecimientos mentales automáticos; son consecuencias directas de un pensamiento. Por tanto, los acontecimientos no son lo que marca el signo de la emoción generada, sino cómo nosotros percibimos eso que nos pasa. ¿Ha existido una época feliz? La historia de la humanidad es una historia constante de felicidad. Hubo felicidad en las personas que durante el Neolítico aprendieron a cultivar las semillas y crearon los primeros asentamientos humanos en el Próximo Oriente. Había felicidad en los constructores de esas maravillosas ermitas románicas que, durante la Edad Media, cincelaban su fe en increíbles capiteles de piedra. Y, a pesar de esta durísima pandemia de covid que estamos viviendo, sigue habiendo felicidad en las personas que vi- ven en este planeta. Y todo se debe a que nuestro cerebro produce en sus redes neuronales sustancias químicas maravillosas que nos producen tranquilidad, regocijo, placer, confianza o satisfacción, es decir, felicidad. La supervivencia y la felicidad están ligadas biológicamente desde nuestros primeros antepasados. Una vez, una alumna de la famosa antropóloga americana Margaret Mead le preguntó cuál era, a su juicio, la primera señal de cultura humana (esperando una respuesta ligada a herramientas manuales o de caza, restos de cerámica, etc.). La respuesta de Margaret Mead fue que el primer signo de cultura humana era el hallazgo de un hueso largo con un callo de fractura. Porque, en los primeros grupos humanos, cuando uno de sus miembros se rompía un fémur o una tibia y no podía caminar, el grupo lo abandonaba a su suerte y era devorado por los depredadores. Encontrar un hueso largo con un callo de fractura significaba que el herido no había sido abandonado, que alguien se había quedado a su lado y cuidado de él el tiempo suficiente para que el hueso soldara y pudiera continuar con su vida. A esta reflexión tan extraordinaria, yo añado que, sin ninguna duda, esas dos personas –el cuidado y el cuidador– sintieron felicidad. VITAMINAS MENTALES einte vitaminas mentales extraordinarias, sencillas y eficaces, que nos permitirán fortalecer la salud mediante el cuidado del cerebro y la mente. Ese es el tesoro que albergan las páginas de este libro destinado a los que quieren pasar de supervivientes a súper vivientes, a los que creen en la felicidad como valor de vida, a los que la crean, a los que la añoran, a los que la ignoran y a los que la conquistan. Pinolia. 19,95 euros. V LIBROS CON HISTORIA ‘Guerra Civil. Los episodios más oscuros’ ALBERTO DE FRUTOS Fue el conflicto más sangriento en Europa desde el final de la Primera Guerra En la era poscovid, ¿qué nos recomendarías para ser felices? Varias cosas. Lo primero es aplicar la aceptación. Es imprescindible que aceptemos lo que nos llega, que le demos la bienvenida, porque eso nos permite guardar la energía suficiente para afrontar las adversidades con las mejores herramientas. La segunda cosa es esforzarse en extraer lo bueno que ha tenido y tiene vivir esta situación: disfrutar de las pequeñas cosas, tener más tiempo para nosotros, aprender a trabajar de otra manera, valorar nuestra salud y la de los nuestros por encima de todo, aproximarnos a la naturaleza... Hay cientos de oportunidades de aprendizaje y crecimiento escondidas en todos estos meses tan duros que llevamos. Pequeños tesoros que debemos extraer y sacar a la superficie para disfrutar más de ellos. Y lo tercero es valorar y cuidar un poquito más de las personas de nuestro entorno, escucharlas más, caminar más con ellas, hacer, en definitiva, que sientan nuestro afecto por ellas y la gratitud por todo lo que nos dan. Mi última recomendación es dedicar cada día unos minutos a tomarnos un café o un té con nosotros mismos para reflexionar sobre el día, anotando por escrito las conclusiones. ‘Alejandro Magno’ ANTHONY EVERITT Se ha escrito mucho sobre el conquistador que construyó un imperio que iba desde el reino de Macedonia hasta el mundo helénico, Persia y la India, sobre aquel que “solo se detendría al llegar al océano (Pacífico)”, pero cuya prematura muerte cercenó ese sueño. A pesar de todo lo escrito, este ensayo biográfico –del autor de la estupenda biografía de Cicerón– nos hace sentir que aún nos faltaba mucho por conocer de Alejandro Magno. Edhasa. 34,50 euros. Mundial. Muertos, heridos, desaparecidos, enfermedad, exilio, destrucción... Así se resume un enfrentamiento que marcó la historia contemporánea de nuestro país. Grandes especialistas en este periodo histórico analizan en profundidad aspectos como el mito de la Quinta Columna, los requetés o la caída de Madrid y exploran los episodios más oscuros de la guerra, como la masacre de Badajoz, el bombardeo ‘La Primera Cruzada. La llamada de Oriente’ PETER FRANKOPAN Según la tradición, la Primera Cruzada fue instigada por el papa Urbano II y culminó en julio de 1099, cuando miles de caballeros de Europa occidental liberaron Jerusalén de la amenaza del islam. Pero Frankopan mira hacia Oriente, a Constantinopla, sede del Imperio bizantino cristiano, y hacia el verdadero instigador de la Primera Cruzada: el emperador Alejo I Comneno. Crítica. 24,90 euros. de Almería o las chekas de Barcelona. Este libro nos permite conocer las distintas aristas de una contienda considerada el preludio de la Segunda Guerra Mundial. Pinolia. 19,95 euros. ‘Tras la sombra de un submarino’ ROBERT KURSON Estamos ante el relato verídico de la increíble aventura de dos submarinistas, John Chatterton y Richie Kohler, que durante siete años arriesgaron sus vidas para resolver uno de los misterios más insondables de la Segunda Guerra Mundial: la aparición en 1991, en la costa de Nueva Jersey, de los restos de un submarino alemán del que ningún historiador, experto o gobierno tenía ni idea de su procedencia. Península. 21,90 euros. MUY HISTORIA 121 LA HISTORIA EN TV ‘CÓMO SE CONVIRTIERON EN TIRANOS’ DOCUSERIE Netflix acoge la primera temporada de esta sarcástica docuserie, protagonizada por Peter Dinklage, en la que déspotas históricos demuestran cómo un aspirante a dictador debe dominar el manual del poder absoluto para gobernar con puño de hierro. Inaugura la clase magistral Adolf Hitler y le siguen Saddam Hussein, Idi Amin, Stalin, Muamar el Gadafi y la dinastía Kim de Corea del Norte: Kim Il-sung, Kim Jong-il y Kim Jong-un. ‘LA HISTORIA DEL EJÉRCITO ROJO’ DOCUMENTAL Durante 70 años, el Ejército Rojo fue uno de los fundamentos de la URSS, un instrumento de miedo y admiración, un símbolo de liberación y coerción. Este documental –que podemos ver en RTVE PLAY– explora su historia combinando narrativa épica y deconstrucción del mito a través de dos capítulos: La gran guerra patriótica, sobre el combate del Ejército Rojo contra el nazismo a costa de 10 millones de muertos, y La Guerra Fría, que se centra en ese tenso periodo en el que el mundo estuvo dividido en dos polos: capitalismo y comunismo. EXPOSICIÓN ‘KÂULAK: FOTÓGRAFO, PINTOR Y ESCRITOR’ SALA HIPÓSTILA. BIBLIOTECA NACIONAL (MADRID). Del 11 de marzo al 28 de agosto. Antonio Cánovas del Castillo Vallejo (1862-1933) fue un intelectual polifacético. Antes de dedicarse a su gran vocación, la fotografía, fue funcionario del Estado, crítico de arte, periodista, escritor, compositor, empresario y político (diputado en Cortes y gobernador civil de Málaga). Su trayectoria como fotógrafo tiene dos partes: la primera como amateur (1890-1904), siendo uno de los fundadores de la Sociedad Fotográfica de Madrid; y la segunda como profesional (Dalton Kâulak). Fue entonces cuando puso en marcha Kâulak, la que sería una de las más prestigiosas galerías fotográficas de Madrid y de España. Allí retrató a la familia real, la aristocracia, la burguesía y, también, a intelectuales, políticos y artistas (en la imagen, María Guerrero caracterizada para Isabel de Castilla). Fue apodado popularmente “el retratista de las damas” y, desde comienzos del siglo XX, su obra llenó las más importantes revistas ilustradas. En la exposición de la BNE (entrada gratuita) se exhiben más de 160 obras suyas (fotografías, libros impresos, grabados, instrumentos de fotografía, óleos...) pertenecientes a la BNE y a otras instituciones y coleccionistas. 122 MUY HISTORIA Directora Carmen Sabalete ([email protected]) REDACCIÓN Redactora jefe Cristina Enríquez ([email protected]). Jefe de redacción Nacho Otero ([email protected]). Coordinador de diseño Óscar Álvarez ([email protected]). Edición gráfica Eva Domínguez ([email protected]). Secretaria Mar Pastor ([email protected]). Responsable Redacción Digital Guillermo Pérez ([email protected]), Editores online Sarah Romero ([email protected]), María del Mar Aguilar ([email protected]). Vídeo Jesús Nicolás ([email protected]), Pablo Cantudo ([email protected]), Adriana Toca ([email protected]). Colaboran en este número: Luna G. Alijarcio, Carmen Castellanos, Fernando Cohnen, Óscar Curieses, Laura Lara Martínez, María Lara Martínez, Juan Carlos Losada, José Ángel Martos, Manuel Montero, José Pardina, Roberto Piorno, Alberto Porlan, Marcos A. Sala Ivars, Gonzalo San Emeterio Cabañes, Daniel Sastre de la Vega, Enrique F. Sicilia Cardona. DEPARTAMENTO CREATIVO Jefes de Diseño María Somonte, Jaky González Diseñadores Daniel Montero, Esther García, Javier Vicente Tratamiento de Imagen Marga Esteban EVENTOS Y RRPP Responsable Inés Pérez ([email protected]) Claudia Olmeda ([email protected]) REDACCIÓN EN MADRID Calle Alcalá N.º 79, Piso 1º-A, 28009-Madrid. Tel.: 810583412. E-mail: [email protected] Consejera Delegada Marta Ariño Director General Financiero Carlos Franco Director de Brand Development Óscar Pérez Solero CRO Alfonso Julia DEPARTAMENTO DE PUBLICIDAD Y DELEGACIONES Jefe de Publicidad Cristian Toledo ([email protected]). Coordinación Marianela Álvarez ([email protected]). BARCELONA. 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