Subido por ROMERO DE BUÑOL

Treinta y tres rombos

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Treinta y tres
Rombos
NOA
Ediciones
Título: Poemas de amor y sombras
© del texto: Romero de Buñol
www.versospaco.blogspot.com
© de la portada: Romero de Buñol
© de esta edición: NOA Ediciones
www.noaediciones.com
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E-mail. [email protected]
Tel. 964454451
Maquetación: Javier Garrit Hernández
Primera edición: junio de 2020
ISBN:
Depósito Legal:
Printed in Spain - Impreso en España
Impreso por Quares Salesforce S.L.
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se haga constar su procedencia y autor.
Romero de Buñol
Treinta y tres
Rombos
Prólogo
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía.
Paco Romero es un poeta de hoy, muy actual. Conozco
a Paco lo suficiente como para valorar su obra poética
y este es su cuarto libro de poemas con un relato final.
El autor se atreve esta vez como persona valiente y apasionada a regalarnos un Poemario Erótico, es ahí donde Paco demuestra su enorme capacidad creadora y su
vehemencia como conocedor de los entresijos del alma
humana y los deseos corporales, además, nos regala un
relato erótico demostrando su excelente capacidad narrativa y nos subyuga con ese amor y deseos desmedidos hacia la protagonista una deliciosa pelirroja de ojos
verdes y misteriosa mujer.
Yo recomiendo al lector encarecidamente que solo lea a
diario uno o dos poemas para saborear en profundidad
los versos. En este, su cuarto libro, manifiesta el autor
su personalidad y carácter indomable.
Debemos reconocer por la lectura de este poemario, su
pasión y vehemencia, por lo tanto, DISFRÚTALO.
Firmado
Doctor Francisco Chelos López
Médico y Humanista.
Servidor del amor.
-5-
Te propongo que seas mi pecado,
ese cuerpo que deseo
y vierto en él toda mi locura.
Ese
que amo sin prejuicios,
que poseo a las horas pares e impares,
de día y de noche.
Te propongo…
que pequemos encolerizados,
que nuestros cuerpos no hallen más cordura
que la piel.
Si aceptas…
cabalgaremos en la grupa de la pasión
y nuestros besos chillarán,
ansiosos de morder la sabrosa carne
endulzada con la especia del deseo.
Si aceptas mi locura,
pecaremos
y nos ganaremos el cielo,
pues nos amaremos
como jamás nadie antes amó…
Te propongo que seas mi pecado,
¿aceptas?
-7-
Había música…
sé que sonaban unos acordes,
pero no logro unir su melodía.
Había velas, inciensos
y una penumbra que nos envolvía.
¿Recuerdas?,
tu desnudez se reflejaba en mi deseo
y nuestras caricias enajenaban la noche…
Recuerdo el sabor de tus labios,
aquel carmín rojo cereza,
el perfume de tu piel,
dulce, que se volvía deseo
a cada prenda que se caía al suelo…
Recuerdo…
Cada jadeo que se escapaba de nuestras bocas,
cada gemido, cada beso…
cada caricia…
Los gritos
¿Recuerdas?
Aquel día nos amamos
cuando todos dormían
y nadie sabía de nosotros.
-8-
Tengo sed de ti,
de beber tu cuerpo
y relamer mis labios después.
Tengo hambre,
del néctar de tu feminidad,
de tu licor obsesivo,
de tu piel sedienta de mí.
Rompe
el desconsuelo de tu ausencia.
Rompe
tus vestiduras, las mías…
y que nuestros cuerpos desnudos
sacien la obcecación
de perdernos en los enjambres
del placer carnal,
entre alaridos, gritos, besos,
barbarismos esclavos del deseo.
Estoy sediento, famélico…
necesito gozar de ti.
-9-
Déjame…
adentrarme en lo prohibido.
Sí… Destruyamos las reglas
y besémonos sin piedad.
Déjame morder tus labios,
que el delirio de la pasión
endulce el frenesí de nuestras bocas...
Rompe…
la mesura comedida de lo formal,
la conciencia del deseo
y que el desenfreno psicótico te inunde
para hacer hervir cada poro de tu ser
de ansia de besos…
Besémonos…
sin medida,
sin tiempo…
sin conciencia de la vida.
Solo…
con la furia de nuestros cuerpos.
-10-
A esta hora que nadie duerme,
tú y yo andamos soñando.
Vamos a rendir cuentas a nuestro deseo.
Vente a mi locura,
abraza mi sinrazón,
bebe el veneno de mis labios
y, en el latir de una caricia,
demos vida a nuestra pasión.
No mintamos a nuestros cuerpos
y dejemos que gocen de las caricias
del otro cuerpo desnudos,
de los labios ardientes rozando la piel…
Vente…
y ahoguemos el deseo
entre las lenguas y los labios,
entre mordiscos, arañazos,
gritos y jadeos….
Sí…
sí mujer, ahora…
vamos a darle forma y nombre a ese sueño
de tener tu cuerpo entre mis dientes
rugiendo junto al mío
-11-
Voy a descubrir los silencios de tu piel,
los que callas
y solo tú sabes de ellos.
Voy a disolver los miedos
que sobre ella esculpiste…
y crearé la melodía de tu júbilo
rozando cada sílaba que has callado
desde siempre.
Voy a sentir tu piel fundirse
entre carcajadas de locura,
entre gritos de lo que siempre callaste.
Lujuria…
que anida en tu piel
envuelta en miedos y deseos,
sueños y pesadillas…
Lujuria…
que con mis dientes sacaré
de entre los silencios
que tu piel calla.
-12-
Ella…
sólo quería que probara sus labios,
el sabor afrutado de su carmín.
Ella…
vestía desnudez
en su cuerpo de piel canela.
Acariciaba su cuerpo
y me incitaba a imitarla…
Ella…
escondía su mirada,
no quería verme,
no quería que viera sus ojos…
Sólo deseaba sentirme…
Sentir como me adueñaba de su cuerpo.
Sentir como la poseía delirantemente.
Sentir…
Ella deseaba sentir.
Pero en un estremecimiento de su locura
su mirada se escapó entrando en mis ojos…
Entonces fue cuando su cuerpo tomo forma
de deseo.
Fue entonces cuando la besé,
la amé…
Fue entonces cuando la hice mía…
y ella me atrapó
-13-
No hay tiempo,
ni hay día…
Habla nuestra piel
en la cólera de un jadeo…
Besos, caricias…
nuestra desnudez…
el delirante sabor a sexo
amortiguando la ausencia de gravedad.
¿Sigue la vida?
No hay segundos, ni minutos,
solo el latir del gozo
marca el ritmo de la vida…
-14-
Prívame de la cordura,
de la serenidad, la razón...
y que la demencia
guíe mis manos
en el lienzo desnudo
donde escribo el legado
de la humanidad en caricias.
Que el anhelo riegue
de dulce lascivia tus labios,
para que, ebrio de ti,
muera amando el cuerpo
de mi delirios…
Prívame de la cordura,
de la serenidad, la razón…
la vida,
pero no del gozo de amarte.
-15-
Hoy puedo amarte.
Podemos perder la eternidad
abrazando el instante mismo
de la rendición del frenesí obsesivo,
el silencioso grito de mi alma
sobre tus labios excitados.
Hoy…
la pasión cabalga encabritada
sobre las venas de la moralidad.
Todo lo prohibido está permitido,
así pues lameré y morderé tu cuerpo
como venganza al desespero.
No habrá condena para nosotros,
pues hoy…
será el día de la creación
donde todo toma forma y sentido.
Hoy puedo amarte
con todos mis pecados.
Puedo poseerte
con toda mi esencia,
recrear el momento justo
donde la vida y la eternidad
se confunden en un mismo rugido.
Hoy podemos
detener la creación
y abocarnos en el pecado
de jugar a dioses mortales.
-16-
Esta noche…
que la luna se esconde
y las estrellas no brillan…
En la que el silencio anida en las aceras
y las farolas alumbran soledades…
Sí…
hoy, cuando
las sombras me camuflen
y cubierto de silencio
invada tu luz…
Hoy seremos uno…
un silencio,
una sombra embravecida
un aullido…
Tras el infiel beso,
los cuerpos escondidos
en las sábanas castas
de tu matrimonio…
-17-
Eres pecado…
Prohibido…
Y esta noche
burlaré la conciencia
y amaneceré en tu alcoba.
La luna
iluminará tu lujuriosa sonrisa.
Tu cuerpo desnudo
reflejará la ambrosía
del pecado ilícito….
Y entre besos,
caricias,
y palabras calladas,
condenaremos esta vida
a la lujuria de amarnos…
Y nos amaremos…
más allá de lo legal,
de lo confesable…
Y mañana
te desearé en secreto,
tan secreto
como nuestros besos fueron.
-18-
Dame tu boca de labios rojos,
dame…
tu cuello descubierto…,
en ellos clavaré mi felonía
irreverentemente desmedida.
Besaré…
tus labios demoníacos,
tu lascivia beberé, tu cuello morderé
y me alimentaré de tus gritos.
Dame tus jadeos
y recorreré tu cuerpo desnudo
tan lentamente…
que arderá en el infierno de mi lengua.
Poseeré cada poro de tu cuerpo
si tus labios rojos
hierven junto a los míos…
en la marmita donde se fraguan
las locuras de Anteros.
-19-
Caminaré esta noche por la calle de las fuentes,
donde duermes y esperas mi presencia.
Subiré a tu alcoba donde desnudo tu cuerpo aguarda,
beberé la esencia anhelada de tu delirio,
comeré ardiente de la mesa de Afrodita,
caminaré por el monte de Venus…
y, postrado ante ti, me sumergiré en tu sexo,
lamiendo el néctar de los dioses que allí mana.
Duerme… ardiente,
esa mano que acaricia tus senos es la mía,
la lengua que escribe pasiones, es la mía,
soy yo quien se ha metido en tu sueño,
y febril te ama esta noche.
Retuércete sobre mi cuerpo,
gime y jadea descompasada,
grita en tu sueño
mientras con el mío te poseo,
saboreando el néctar que con mi lengua
y mis dedos hago fluir de tu cuerpo…
Caminaré esta noche por la calle de las fuentes,
donde duermes…
y beberé y volveré a beber… de todas tus fuentes.
-20-
Tu piel en mi piel,
los besos ansiosos
de tus labios encontrando
el huracán de los míos…
Tu cuerpo lleno de deseo
bajo mis manos ávidas de él,
ansiosas de tu calidez,
de tu frenesí.
Mis labios,
llamaradas ardientes de pasión,
escribiendo una senda de deseo
sobre los valles carnales de tu piel.
Muerdo la comisura de tu locura,
y tus entrañas me brindan su húmeda esencia.
Bebo,
el fruto ácido de tu demencia
que transporta mi ser al abismo de la vida,
donde solo tú… existes.
-21-
Arde…
hierve…
se agita incesante el deseo
de la piel sobre la piel.
Tu movimiento pélvico sentada sobre mí,
tu boca devorando mi lengua,
mis manos acariciando tu acalorada fogosidad…
Arde…
hierve…
se agita incesante el deseo
de oler, morder, lamer… tu sublevado deleite.
Te agitas excitada sobre mí,
tu cuerpo se convierte en humedad
y mis dedos en placentero antídoto
a la enajenación de tu delirio.
Ardes…
y nos consumimos uno encima del otro
unidos por nuestros labios…
Descubrimos la rendición de la vida
en el éxtasis de un fragor ahogado de placer.
-22-
Esa noche…
Mi universo fue tu desnudez.
Tu cuerpo…
la perdición de mi serenidad,
sobre el que afloraban
mis pasiones más lascivas.
Esa noche…
Mis dientes mordieron tu piel.
Mi lengua…
acarició tu esencia de mujer…
Nuestros gritos rompían la oscuridad
y la luna te iluminaba entre mis brazos.
Desnuda…
Mi mirada te recorría…
Mi deseo se embravecía…
Perdimos las fronteras de la cordura
y gozamos
Saboreamos los cuerpos
mientras tú y yo
creábamos un universo
donde la lujuria danzaba borracha
en los brazos del deseo.
-23-
Eran dulces sus caricias,
jugosos sus labios,
su piel…
Ay su piel…
Por su piel morí,
renací y volví a morir…
Lo que producía en mí,
el tacto se su dermis en mi boca.
Sentirla… Sentirla desnuda,
abrazando mi cuerpo con su cuerpo…
Amarla era como caminar por el edén.
La frescura de sus risas,
la pasión de su entrega,
sus ojos llenos de felicidad…
Ese segundo que se queda prendido
durante horas sobre los labios.
El éxtasis que viene tras unas caricias
en lo más profundo del ser…
Sí…
Eran dulces sus caricias.
Sí…
Jugosos sus labios…
Pero amarla…
Amarla es la locura, la sinrazón
que sigue dando sentido
a los pecados.
-24-
En mis brazos,
tus labios buscaban los míos.
Tu cuerpo… mi cuerpo,
Henchido de locura mordía
los labios envueltos en carmín
tu cabello acariciaba mi desnudez…
Y ahí
paramos el universo,
cuando nuestras almas mortales
se fusionaron en una…
y todo se colapsó en un ahora.
Hasta que un ronco grito
de enajenación desmedida
nos devolvió la conciencia…
Y el manuscrito de nuestra abstracción
se mostraba claro en nuestros cuerpos
que se negaban a separarse.
-25-
Ahora,
ahora que nadie nos ve,
ámame.
Desliza tu provocación en mí,
inunda de ti
cada poro de este instante...
Cierra los ojos,
detén el tiempo,
y que nuestros cuerpos
no hallen el momento
que pone fin a un gemido,
a una caricia.
Ahora...
ámame ahora...
en el silencio de las horas perdidas,
ahora...
que nadie sabe que me amas
y la locura
se convierte en algo por descubrir.
-26-
Bésame…
Con la abnegación prohibida
del pecado carnal.
Sacia mi anhelo de ti,
Que tu piel ardiente
repte por mi cuerpo desnudo,
lamiendo cada poro
que desea abdicar a tu lujuria.
Sacia mi anhelo de ti.
Y rompamos los límites morales
para llegar allí…
Donde tu locura
se encuentra con mi demencia
y un estallido orgásmico
nos devuelve la vida…
Sacia mi anhelo de ti.
Pues…
Cada segundo
se vuelve una eternidad
deseando…
sentir como tu piel
encoleriza de deseo
bajo mis manos…
Sacia mi anhelo de ti
antes que esta locura
me robe la vida .
-27-
Comamos la manzana prohibida
y nuevamente condenemos la eternidad.
Bebamos el elixir prohibido del cuerpo
y, compás a compás, construyamos
la melodía de nuestra locura.
Que fluyan tu ansia, tus gritos
las palabras vulgares…
se inunde todo de la música descompasada
de nuestra enajenación…
¡Aúlla!
Cuando mis fauces se claven insolentes en ti.
¡Chilla!
Cuando mi lengua entre profanado tus secretos.
Y ahora que tu obsesión
se estremece con mi delirio
fundámonos en el colapso de los sentidos
y comamos nuevamente la manzana prohibida.
-28-
Siento
el lento palpitar
de tu ardiente deseo,
que te estremece…
El fuego
que colapsa tus sentidos,
abocándote a la demencia primogénita.
Y en un apocalipsis nos entregamos
a la destrucción de la cordura…
Y, nuevamente,
la creación de la vida
se forja en nuestros cuerpos.
La noche
nos atrapa tras el último beso
de nuestros cuerpos…
destruidos en el aquelarre
del génesis.
-29-
Ábreme la puerta del infierno,
esa que nace en tu piel ardiente,
esa que muestras en tu mirada,
que anuncian tus labios…
Llévame más allá de lo permitido,
donde los juegos prohibidos nacen
y sobre tu cuerpo escribo mi condena,
desnudo de vanidades,
vestido con la alevosía de gozarte.
Ábreme la puerta del infierno,
mientras me recreo en tu sexo
y mi lengua recorre tu ser carnal.
Grítale a Satán, o a los ángeles,
mientras te hago mía,
suplícame clemencia mientras te amo,
con ese alarido de pasión
cuando tu cuerpo se rinde a mí.
Llévame más allá de lo permitido,
a las puertas del cielo,
o la antesala del infierno…
pero gozando de ti,
gozando de tu cuerpo.
-30-
Escúpeme tus vulgaridades
mientras desgarro tus medias
y con mi boca destrozo tu tanga.
Maldíceme rabiosa,
insúltame a la vez que desnudas mi cuerpo
que arde en el abismo de tu furor.
Chilla y vuelve a humillarme
cuando mi sexo entre bestialmente
profanando tu mortal cuerpo,
que muere por la codicia de gozarme.
¿Y ahora?
Ya con mi falo gozando de ti,
con tu hastío hambriento,
entregada en lujuriosos alaridos,
sigue soltándome vulgaridades
que alimentan descomunalmente
mi ansia de ser dueño de tu entrega.
No pares,
sigue escupiéndome tu palabrería,
soez y vulgar…
mientras abofeteo tus nalgas,
y te penetro enérgicamente.
-31-
Desperté
entre sabanas que olían a ti.
Tu cuerpo ausente
todavía calentaba mi deseo.
Como las marcas del cantero,
las tuyas,
todavía rojas aparecían en mi piel.
Las copas de vino de la noche,
medio llenas esperando tus labios,
que tras el pago,
salieron de mi vida…
sin un último beso…
Para ti… tan solo fue trabajo.
-32-
Yo…
y este vicio que nos ata
cuando estamos juntos,
Tú…
y esta cama vestida con sedas blancas,
una rosa que la adorna en el centro
que nos incita a amarnos…
No, no digas mi nombre,
ni como voy a gozar de ti…
Lo primero…
taparé tus ojos
con una de tus negras medias.
Luego…
iré desnudando tu cuerpo
que se acariciará
y retorcerá sobre las sábanas de seda.
No…
No dejaré que te quites
el antifaz improvisado,
no dejaré que tus ojos
secuestren mi mirada
y no pueda deleitarme
en la contemplación
de tu desnudez….
-33-
No dejaré…
que seas tú quien me ame…
Hoy eres mía
y gozaré de tu cuerpo
como yo desee.
Sin prisa,
mordiendo, lamiendo, sintiendo
el ardiente palpitar de todos los poros
que tu piel atesora…
Beberé ávido de tu copa de vida,
me emborracharé con tu cuerpo
y cuando, ya ebrio, se me escape la vida,
te entregaré lo que queda de ella
en un ronco jadeo…
-34-
Quiero amarte ahora,
en el silencio de un compás
de horas lentas…
Quiero
hacerte gozar,
que mis besos causen
la arritmia de tu corazón.
Que mis manos
acaricien tu desnudez…
Que mueras con el tiempo
entre jadeos y gritos de “no pares”…
Quiero amarte ahora
que anhelas el goce,
sentir mi piel sobre la tuya….
Sí…
amarte en este instante
que nuestros cuerpos
agonizan soledades,
y el tiempo nos regala,
en silencio, esta eternidad
-35-
Ámame
en el infierno de un arco iris,
allí…
donde todo es posible
y nada es real.
Pinta mi cuerpo de acuarela
para que se pierda en tus aguas
y seamos un delirio de lluvia.
Ámame…
en los inconfesables pentagramas del pecado,
entre aullidos,
y delirantes gritos…
No mires la noche,
ni mires el día…,
he parado el universo
para que este segundo sea eterno,
y no anochezca ni amanezca…
Solo tú.
Solo yo…
Solo…
Ámame mientras dure el arco iris.
-36-
Y sí…
Siento…
Siento cómo irremediablemente
me sumerjo en la atracción de tu cuerpo,
en el placer de tu dulce carne
Me pierdo en la codicia,
en el deleite
en que sumerges mi mente.
Siento
tu agitación…
Tus labios como brasas,
y tu sexo inundado.
Siento cómo la seda se desliza suavemente
acariciando la fruición de desearte…
Cómo, desnuda, juegas sobre mi cuerpo,
y eufórica
te adentras en el éxtasis y la demencia,
Siento…
cómo la vida se detiene a cada jadeo,
y retoma su latir en cada beso,
cómo muero en cada embestida
y cómo renazco a cada grito…
-37-
Y si…
Siento…
Siento este deseo hoy
de morir entre tus labios
sin más antídoto
que tu cuerpo amándome.
-38-
Sus labios carmesíes,
la demencia de esa noche.
Su cuerpo cubierto con encajes rojos,
provocando en mí
el alarido de la pasión desmedida.
Pasaban las horas
y nuestras bocas desenfrenadas
no encontraban un beso final.
Nuestras manos deseosas de la piel ajena,
nuestros cuerpos rabiosos de deseo…
Sus carmesíes labios
recorrían mi cuerpo,
para renacer en mis labios.
Mis manos…
indiscretas recorrían su sexo,
húmedo,
excitados.
La hacían estremecer
Y caían los minutos,
horas....
Nuestros cuerpos no callaban la pasión…
Una y otra vez repartían cada caricia.
-39-
Entre cópulas amaneció,
su cuerpo
desnudo junto a mí
dormía.
-40-
¿Pecamos?
Porque tus labios se hicieron de deseo,
se forjaron en el infierno,
donde mi desvelo los anhela.
¿Pecamos?
Porque tu voluptuoso cuerpo
enciende mi sinrazón
y no quiero salvar mi alma
si no es entre tus gritos
ansiosos de mi locura...
¿Pecamos?
Porque el infierno ya lo vivo en tu ausencia,
y ardo en él cuando rememoro tu pasión.
Pequemos...
¡Sí… mujer!
Que las horas ardan y se marchite el día...
Que las sábanas se amontonen a nuestros pies.
Y sobre la cama,
nuestros cuerpos desnudos,
enrojecidos de deseo, muerdan cada palabra.
Y cada beso
sea un pecado
inconfesable de lujuria...
¿Pecamos...?
Yo...
lo confieso, me condeno por ti.
-41-
El armario de Lurdes
Sí, todo sucedió como lo voy a narrar, sin duda
soy culpable, pero tampoco quiere decir que me
arrepienta de lo sucedido, más bien es un estímulo
para los días que restan de existencia.
Aquel día me entró un whatsapp de un número
que no tenía registrado, entró con un simple «hola»,
al cual yo contesté con otro corto, frío y escueto
«hola». Resultó ser una mujer que dijo llamarse Lurdes que había cogido mi teléfono de un grupo de esos
donde estamos tantísima gente, que le había parecido
interesante mi foto y había decidido saludarme. Me
pareció genial pues ella también mostraba una foto
donde aparecía como una mujer muy hermosa y sensual, y… ¿A quién no le gusta mantener una conversación con el sexo contrario donde se ve un atractivo?
Estuvimos hablando unos días de temas intranscendentes sin más fondo que la cotidianidad de los
días. Pero un día a ella se le ocurrió que teníamos
que conocernos, tomar un café y esas risas que surgían por el whatsapp en forma de caritas que fueran
nuestros rostros alegres. Yo dudé porque mi condi-43-
ción de padre y marido me infringía un respeto. Pero
pensé que no había nada malo en tomar algo con una
persona la cual me era agradable y no tenía intención
de romper mi integridad.
Quedamos un jueves por la tarde, y yo a mi esposa
le dije que había quedado a cenar con Luis, un compañero de trabajo que estaba separándose e íbamos
a tomar algo y a hablar. Luis fue Lurdes, la cual vino
a nuestra cita exquisitamente sensual, con una mini
falda, botines y una blusa clara que resaltaba el rojo
cobrizo de sus cabellos. Sus verdes ojos se alegraron
al verme entrar en el bar donde habíamos acordado
vernos. Le pregunté el por qué de tanta alegría y me
dijo que dudaba que fuera a acudir, a lo cual tan solo
le dije que yo era un hombre de palabra y si había
quedado con ella, pues aquí estaba.
Lo dicho al principio, en ese momento no sabía
dónde mi vida estaba a punto de precipitarse, pero
si lo hubiera sabido igualmente me hubiera dejado
arrastrar por el huracán de emociones, sensaciones
que estaban a punto de desencadenarse. Los secretos
que Lurdes guardaba en el armario de su dormitorio,
las vivencias que acaecieron sobre su lecho y el armario abierto…
Comenzamos tomando un Martini y una cerveza antes de decidir dónde íbamos a ir a cenar. Sus
-44-
impertinentes ojos verdes no dejaban de observarme
con una muestra de alegría, felicidad, sensualidad.
Su cara perfectamente maquillada, con sus carmesíes
labios que no paraban de reír, pletórica de felicidad.
Nos fuimos a la cena; fuimos paseando al restaurante, estaba dentro del mismo barrio y para nada
lejos. Ella me preguntó si podía cogerme del brazo,
obviamente no vi ningún problema ni razón para decirle que no, era una mujer muy agradable y los dos
estábamos en una noche muy divertida, así que se
cogió con sus dos finos brazos sobre el mío, y entre
risas y conversación llegamos al restaurante.
Nos pusieron en un rinconcito tranquilo, y de la
cena no voy a contar nada, tan solo que Lurdes resplandecía, su sensualidad se acentuó cuando tomó
una copita de vino y su mirada todavía se volvió más
anhelante de mí, y yo veía como sus labios me deseaban… Yo no podía evitar sentirme atraído por esos
rojos labios… Pero anteponía la imagen de mi mujer
e intentaba esconder el deseo de besarla. Vino el café,
una copa, y ella se acercó todavía más a mí, su pierna
rozaba la mía, su brazo el mío y nuestras miradas se
confundían, la mía viajaba de sus labios a su escote,
a sus ojos, nuevamente sonreía… su mirada permanecía anclada en mí, saboreándome, excitándome. El
vino, la copa, el deseo ya habían jugado su papel y
me tenía a su merced.
-45-
Sutilmente acarició mis labios con los suyos en
un momento que juntos nos acercábamos a la mesa
para coger nuestras copas, y con un susurro cálido,
jadeante, entrecortado me dijo: «Vámonos de aquí».
Pagué atropelladamente, y salí a la calle tembloroso, seguido por ella. Al salir me giré para preguntarle a dónde íbamos, pero no me dio tiempo a más
y Lurdes me abrazó y llenó mi boca con su beso
cálido, fogoso, desmedido. Yo no me hice atrás pues
mi excitación me impedía acordarme de mi vida, y
tan solo deseaba poseer el cuerpo de esta chica que
estaba deshilachando mis valores, y me inducía a
caer en el precipicio de la locura de compartir un
secreto, que tal vez a ella le daba lo mismo que fuera
público o no.
Me dijo, «calla y vente conmigo».
Cogimos un taxi que nos llevó a una dirección
que ella había dicho, era un adosado de la periferia.
Durante el trayecto no le importó para nada la presencia del taxista y sus labios corrían por mi cuello,
besaban, mordían, y sus manos buscaban satisfacer
sus anhelos tocando mi cuerpo por donde nunca
pensé que se podría acariciar. Llegamos a la dirección y mientras yo pagaba ella abrió la puerta, el
taxista me sonrió socarrón y cuando me deseo las
buenas noches se le notaba otra intención más allá
-46-
de la cordialidad, me guiñó el ojo y marchó, yo fui
hacia la casa donde Lurdes me esperaba.
Al entrar todo cambió en ella, la excitación, la
demencia con que venía en el taxi se volvió serenidad y más pausada me besó dulce e intenso, breve y
profundo. Se separó de mí, caminó hacia un mueble
y con la serenidad que había retomado me preguntó
qué me apetecía tomar, y mi repuesta me desconcertó, pues fue: «A ti».
Un estremecimiento me recorrió desde lo más
profundo del estómago, vino a mi la imagen de mi
esposa, y el perfume inocente de mi hijo. Cerré el
alma en ese momento y le dije a Lurdes: «Un whisky, por favor». Me miró, rio, y cuando lo trajo me
dijo burlona: «Pero esto no te libra de tomarme a mí
también». Y cogiéndome de la mano me llevó por
la casa. Subimos por una escalera al piso de arriba
donde estaban las habitaciones, todas con las puertas
cerradas y entramos en una de ellas.
Estaba decorada con un aire hindú, una cama
con grandes almohadones, una manta decorada de
algodón, lámparas estañadas y cristales multicolores, una cómoda con candelabros para velones y un
quemador de conos de incienso. Al frente de la cama
un armario de aspecto viejo, color caoba oscuro, las
puertas con rejilla entrecruzada de boga, y al lado de
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la cama dos mesitas de color blanco donde en una
había un mando de televisión, y una tablet. En la otra
dos libros amontonados y cruzados entre sí.
Lurdes me cogió el vaso de la mano, pero antes
le di un largo trago que cerrara más mi conciencia y
callara la voz de mi hijo. Luego me sentó en la cama y
se colocó ella con las piernas abiertas encima de mí,
comenzó a quitarme la camisa y besarme en el cuello
conforme se iba quedando desnudo. Con sus caricias
mis remordimientos se fueron con furia, y arranqué
su ropa más que la desnudé y sus pequeños senos
quedaron al aire mostrando unos pezones excitadísimos que me miraban retando mi masculinidad. Perdí en ellos mi boca, que los mordía y estiraba, como
si quisiera arrancarlos, mientras mis manos se introducían por debajo de la falda buscando sus nalgas
para atraer más hacia mí a Lurdes.
En ese momento se separó y dijo: «Espera».
Y aquí fue cuando de verdad vendí mi vida al
diablo.
Fue al armario que había delante de la cama,
abrió de par en par la puerta, y se vieron colgadas
fotos de ella desnuda, todas en posturas muy sexis y
sugerentes, tenía un par de consoladores y lubricantes, una televisión de gran pantalla la cual encendió
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y sintonizó una película. Mi estupefacción vino al
ver un video de Lurdes masturbándose con los consoladores. Desnuda al pie de la cama, se acariciaba
con una mano mientras que con la otra jugaba con
el aparato fálico.
Me miró y estalló en carcajadas. «Ven aquí tonto,
me gusta gozar y verme me excita, así que me pongo
videos míos».
La verdad es que mi excitación llegó a cotas que
jamás pensé que podría alcanzar y gozaba de su pequeño cuerpo, a veces lento, muy lento, mientras
que la oía a ella jadear entre mis brazos y oía sus
jadeos en la televisión. La oía gritar por los altavoces, se giraba a mirar y yo notaba como su excitación crecía nuevamente. Se arrodilló ella cara
a la pantalla invitándome a mí a penetrarla desde
atrás, los dos viendo el video, cómo se introducía
el consolador, chillaba de placer y se retorcía. Así
comenzó a gritar ella también y en ese momento
que mi excitación llegaba al límite, comencé yo a
gritar también. Aquello se convirtió en un psiquiátrico orgásmico, lleno de gritos de la televisión, ella
corriéndose y gritando delante de mí y yo rindiéndome entre roncos rugidos.
Caímos los dos extenuados, en un abrazo cubiertos de silencio.
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Me quedé a dormir en la habitación de Lurdes,
no me importaba nada más de la vida en ese momento. Sólo ella. Sólo su locura, su armario…
Cuando desperté a la madrugada y sentí su cuerpo desnudo rozando el mío, una nueva erección me
incitó a abrazarme a ella y traerla nuevamente del
sueño a mis fauces hambrientas. Mordí su cuello a
la vez que mis dedos invadían su interior vaginal.
Ella jadeó y se abrió para que pudieran entrar más
cómodos dentro, pero pronto cambie de idea y fue
mi lengua quien apartaba sus labios exteriores buscando su clítoris para jugar con él a la vez que mi
índice entraba lo más profundo. Ahora fue Lurdes
la que se giró buscando mi pene y metiéndoselo en
la boca. No hubo penetración esa primera mañana,
tras un rato de jugar con las lenguas y nuestros sexos
me corrí en su boca mientras ella estaba a la vez en
una convulsión de su orgasmo.
Sin saber qué explicaciones daría en casa, pues el
teléfono apagado estaba lleno de llamadas y whatsapps, marché hacia el trabajo, esperando que durante el día encontrara alguna justificación creíble que
darle a mi esposa.
Todo se viene abajo cuando la inconciencia actúa,
y esa mañana vino mi esposa asustada a buscarme al
trabajo y no tuve ninguna excusa preparada para ella,
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tan solo le dije que me había quedado sin teléfono, me
lo habían robado, y que nos habíamos emborrachado
Luis y yo. Nos habíamos quedado a dormir en casa de
un conocido de él. Obviamente todo sonaba a mentira, mal tramada y mal articulada y entre lágrimas
me dijo que luego en casa lo hablaríamos, que estaba
cabreadísima por el susto de no saber nada en toda la
noche. Le dije que se tranquilizara, que cuando llegara
le explicaría, que llegaría algo tarde porque tenía que
solucionar lo del teléfono.
La verdad era que no tenía que solucionar nada,
tan solo mi enajenación, y cuando salí del trabajo fui
corriendo a casa de Lurdes que me estaba esperando
ya con el armario abierto. Me preguntó si me parecía
bien que grabara nuestra fiesta, así la podría poner
mientras gozábamos o cuando se masturbaba.
¿Cómo podría negarme a nada que me pidiera?
Conectó la cámara y nuevamente mi boca tenía su
tersa piel entre los labios, su sexo, depilado con afrodisíaco aroma a mujer, húmedo. Los gritos que salían de la televisión, los que nosotros producíamos.
El tiempo corría veloz entre penetraciones, felaciones, y el deleite de saborear su sexo con mis dedos
entrando y saliendo de ella. Pero tuve que marchar al
desierto de su ausencia y volver a casa donde mi mujer me esperaba con la intranquilidad acuchillándole
el ser más profundo.
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Llegué triste y meditabundo, abatido, con una
sensación de desconsuelo y le dije que no me encontraba nada bien, que el alcohol de la noche anterior me había afectado y no me sentía con ánimo de
nada, tan solo de morir. Se apiadó de mí y me dejo
marchar a la cama a descansar sin más.
Los días que siguieron como pude fui evadiendo
sus preguntas, y cada tarde buscaba una razón para
llegar tarde a casa, y cada tarde abría el armario del
pie de la cama de Lurdes y los gritos de la enajenación inundaban la casa solitaria.
Mi mujer comenzó a sospechar. La obsesión mía
por estar en los brazos de Lurdes gritando nuestros
orgasmos fue en aumento y ya no me conformaba
con las tardes después del trabajo, ya comencé a quedarme alguna noche dando la excusa de que salía a
trabajar fuera. En el trabajo comencé a fallar diciendo que estaba enfermo y pasaba el día en la letanía de
los jadeos de mi amante.
Mi vida transcurría en el pensamiento de cómo
iba a amarla, y en amarla delante del armario; ella
mirando el video de nuestras escaramuzas, y yo gozándola desde detrás.
Pero todo acaba, y un día sin más puso punto final y no volví a saber nada más de ella hasta esta se-52-
mana. Un compañero de trabajo me llamó en privado y me dijo, «mira esto». Lurdes y yo en una página
de erotismo amateur en uno de los videos grabados.
Así es como todo sucedió señor agente, por eso
quiero poner la denuncia y que quiten los videos
donde yo aparezco. Atentan contra mi integridad
moral, pues fueron grabados en la intimidad como
juego de dos amantes. Ya le dije antes que no me
arrepiento de nada, que lo volvería a hacer… Pero
Lurdes desapareció con sus cabellos rojos, sus verdes
ojos y el armario de mi locura.
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Romero de Buñol:
Poeta autodidacta que nace
en 1967 en París, de padres
emigrantes. En la infancia
vuelve a Buñol (Valencia), el
pueblo de ellos.
Mal estudiante, decide estudiar formación profesional,
donde estudió delineación.
En la adolescencia ya hizo
alguna intrusión al mundo
poético, pero pronto cayó en el olvido, y no es hasta un divorcio
que no vuelve a tomar el verso.
Tiene tres libros “Antología” publicado en la editorial Mandala & LápizCero (2009), “Versos para Paula” en la misma
editorial en el 2011 y “Poemas de amor y sombras” con NOA
ediciones en el 2012. También participa en dos libros “Alquimia de los sentidos” editorial Hispalage, una recopilación de
varios autores del grupo a-rimando, y en “Antología poética”
de la editorial Dexeo editores.
Como Rapsoda ha participado en recitales en distintos lugares de la comunidad valenciana (Torrente, Valencia, Elche,
Buñol…)
Actualmente es miembro de la asociación de arte multidisciplinar “Torrent de Paraules” y también mueve un grupo minoritario (Bigornia), donde el objetivo no es otro que hablar un rato
de poesía, relatos, contarse historias para motivar y hacer que
la gente se adentre en el arte de la palabra.
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