Subido por Armando Carrasquel

Origen del Cuento Rev00

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República Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria
Instituto Universitario de Tecnología Industrial “Rodolfo Loero Arismendi”
Barcelona - Edo. Anzoátegui
Especialidad: Educación Preescolar
Asignatura: Literatura infantil
Docente:
Alumna:
Carmen Tineo
María Pereira
Lechería, 24 / ENE / 2022
CI: 13.338.908
INTRODUCCION
El Cuento, es una narración breve, oral o escrita, de un suceso real o imaginario.
Aparece en él un reducido número de personajes que participan en una sola acción
con un solo foco temático. La palabra cuento se emplea para designar diversas clases
de narraciones breves, como el relato fantástico, el cuento infantil o el cuento
folclórico o tradicional.
Muchos de los cuentos que se publican hoy día tienen una gran antigüedad; al
principio, estos relatos no estaban destinados al público infantil sino al público
general, y algunos solo a un público adulto. Los niños, en muchas comunidades, eran
enviados a la cama cuando empezaban las sesiones de narraciones orales. Con la
llegada de los modernos medios de entretenimiento y la reorganización de la
estructura y tiempos familiares, la cultura oral, tal como se manifestaba en las sesiones
de narraciones de cuentos tradicionales, parecía condenada a desaparecer; sin
embargo, la narración oral empieza a resurgir bajo una nueva forma en nuestros días;
los narradores orales contemporáneos incorporan mucho del saber de tiempos
antiguos y lo adaptan a las situaciones reales contemporáneas, incorporando nuevas
técnicas narrativas y nuevas maneras de comunicar.
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El relato en la antigüedad
En los tiempos en que las sociedades se comunicaban solo oralmente, todo el saber
que una comunidad atesoraba debía mantenerse en la memoria, y por tanto los
recursos nemotécnicos adquirieron mucha importancia.
El saber enciclopédico quedaba encerrado en las narraciones de carácter mítico,
histórico o legendario, y la expresión poética era el medio de transmisión preferido.
Aun hoy día, en las sociedades en que predomina la transmisión oral, la cultura se
encuentra codificada en relatos que presentan modelos de conducta y paradigmas de
conocimiento reconocibles y fáciles de recordar.
Los narradores orales retenían las tramas o argumentos y otros elementos esenciales,
como personajes y objetos significativos, y aprendían una amplia gama de recursos
narrativos que permitía recrear los relatos dándoles nueva vida en cada actuación, de
acuerdo con las circunstancias y el contexto que cada ocasión presentaba.
Cada relato que se ha recreado dentro de la larga tradición oral, sin dejar de ser el
mismo, es diferente de los otros que narran la misma historia. La variación ha sido la
norma en la transmisión de los relatos durante la mayor parte de la historia de la
humanidad, es decir, hasta que se extendió el uso de la reproducción mecánica y
exacta de los textos.
La situación cambió bastante cuando apareció la escritura. La cultura oral, de carácter
concreto e inmediato, se centraba en la acción; en este entorno se favorecía la narrativa
y con ella el pensamiento simbólico y poético; la cultura escrita, en cambio, permitió
al ser humano concentrarse en la esencia de las cosas, es decir, propició el
pensamiento abstracto. Esto permitió que
se desarrollaran otros tipos de
pensamiento, el filosófico y el científico.
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El Cuento en la Edad Antigua.
La evolución histórica del cuento es más difícil de fijar que la de la mayoría de los
géneros literarios. Originariamente, el cuento es una de las formas más antiguas de
literatura popular de transmisión oral. El término se emplea a menudo para designar
diversos tipos de narraciones breves, como el relato fantástico, el cuento infantil o el
cuento folclórico o tradicional. Su origen circunda entre lo mitológico o histórico, a
pesar de haber estado desnaturalizado por la fantasía popular.
Los cuentos más antiguos aparecen en Egipto en torno al año 2000 a.C. Más adelante
cabe mencionar las fábulas del griego Esopo y las versiones de los escritores romanos
Ovidio y Lucio Apuleyo, basadas en cuentos griegos y orientales con elementos
fantásticos y transformaciones mágicas. En el mundo helénico tuvo importante
difusión los cuentos llamados milesios, obscenos y festivos por naturaleza. Junto a la
eternamente popular colección de relatos indios conocida como Panchatantra (siglo IV
d.C.), la principal colección de cuentos orientales es sin duda Las mil y una noches.
Cada noche, por espacio de mil y una, Scheherazade se salva de morir a manos de su
marido, el sultán, contándole apasionantes cuentos recogidos de diversas culturas. La
influencia de esta obra fue decisiva para el desarrollo posterior del género en Europa.
El cuento en Mesopotamia
La Mesopotamia fue otra de las cunas de nuestra civilización; en ella vivieron acadios,
sumerios, caldeos, asirios y babilonios, pueblos que nos dejaron sus escritos en forma
de tablillas de barro con escritura cuneiforme, que en su mayoría constituyen
documentos legales y cuentas comerciales, pero también se encuentran algunos
escritos religiosos que encierran relatos mitológicos, “novelle”, leyendas parábolas y
cuentos maravillosos. La literatura mesopotámica y el arte de los escribas parece haber
sido un proceso que se produjo sin crisis ni altibajos, y por tanto se han podido
encontrar textos que cubren periodo de más de mil quinientos años, en versiones
procedentes de diversas localidades. La importancia de los relatos mesopotámicos
para la historia del cuento comenzó a hacerse patente a partir del último cuarto del
siglo xix, especialmente entre los investigadores alemanes.
El relato más importante que esta civilización nos ha legado es el del gran héroe
mesopotámico Gilgamesh, cuyos textos se han datado en el 650 a.C.; su historia fue
escrita en tablillas cuneiformes por sacerdotes, con un estilo que sin duda ya empieza
a alejarse del de los narradores orales. Estos escritos se encontraron en las
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excavaciones que el arqueólogo caldeo cristiano Hormuz Rassam (1826-1910) realizó
en Nínive durante el siglo xix para el British Museum.
El ciclo de Roma
El conjunto de relatos heredados no solo de la capital del Imperio, sino también del
mundo griego, fue tratado en la Edad Media con el anacronismo que la caracteriza.
Así, Orfeo pasó a ser un caballero en busca de su dama Eurídice; Hércules, Jasón o
Perseo también se convirtieron en héroes al estilo caballeresco; y Vespasiano y Tito
marcharon a Tierra Santa en cruzada para vengar la muerte de Cristo.
Hacia 1150 Benoît de Sainte-Maure, poeta de la corte de Leonor de Aquitania, escribe
el Roman de Thèbes, obra sacada de la Tebaida del poeta napolitano Estacio (45-96)
que desarrolla el tema de los Siete contra Tebas; cuenta la guerra entre Polínice, hijo
de Edipo, y sus aliados contra su hermano Etéocles por el trono de Tebas; incluye las
leyendas del ciclo tebano sobre Edipo y Yocasta y sobre Antígona.
La leyenda de Alejandro comenzó muy temprano; ya en vida se consideraba que
Alejandro de Macedonia (356-323 a.C.) tenía un origen divino. Escritores como
Plutarco, Justino, Diodoro Sículo o Quinto Curcio no podían discernir lo realmente
histórico de lo fabuloso en la historia de este héroe. Pronto, junto con los relatos en
prosa latina, empezaron los poemas épicos vernáculos a cantar las hazañas heroicas
de
Alejandro.
Los
escritores
griegos,
persas,
árabes,
hebreos
y
armenios
contribuyeron a la construcción de una leyenda cada vez más llena de fantasía y
fabulaciones. Relatos tradicionales sobre Alejandro de Macedonia existen en el Corán
y en el Talmud, donde se suele retratar a este héroe hablando con rabinos, y del que
se cuenta que llegó hasta las puertas del Paraíso. Su historia se convirtió en una serie
de aventuras a cual más fantástica.
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El cuento en la Edad Media.
El fin de la época antigua supuso la incorporación de las tradiciones céltica y germánica
y de la cristiana a la cultura greco-romana; de las primeras se incorporarían los relatos
míticos y heroicos y las sagas; de la segunda, el milagro como relato, las parábolas y
los exempla. Como podemos ver, la división entre historia, leyenda y cuento, así como
la división entre narrativa erudita y narrativa popular, quizá sean conceptos que en la
Edad Media aún no se habían desarrollado, al menos como los conocemos en nuestros
días. En esta época, el saber patrimonial era propiedad de todos y tanto los narradores
orales como los autores de libros de relatos y sus lectores e intérpretes no tenían
ninguna pretensión de originalidad. Por otra parte, el concepto de relato histórico
seguía basándose en la ejemplaridad de los hechos más que en su realidad histórica.
Para una sociedad que consideraba que la verdad se encontraba ya puesta por escrito,
lo importante era repetir las palabras sabias.
En esta época, los cuentos maravillosos no se nos suelen presentar como tales en los
documentos antiguos y medievales de que disponemos; sin embargo, como hemos
visto en más de un ejemplo, sus elementos estructurales y motivos narrativos aparecen
en numerosos relatos de las edades Antigua y Media, como sucede, por ejemplo, en
el relato del héroe que mata a un dragón para liberar a una doncella, que aparece en
el mito griego de Perseo, en la leyenda de San Jorge, en Saxo Gramático y en leyendas
heroicas alemanas.
La relación entre literatura latina y tradiciones vernáculas es también difusa en esta
época. Un relato tradicional adopta diversas formas moviéndose libremente entre
literatura y oratura, y apareciendo en diversas lenguas. Un relato alemán en verso
latino de alrededor de 1200 nos ofrece el cuento “Asinarius”, que se emparenta con la
novela de Apuleyo. Los hermanos Grimm incluirían este cuento en su famosa
colección. Los elementos maravillosos son obvios.
Durante la edad media se escriben en Europa occidental numerosos relatos de tema y
estilos diversos. Los romances de caballeros, en prosa o en verso, fueron muy
populares en Francia. El poeta inglés Geoffrey Chaucer y el italiano Giovanni Boccaccio
conservaron y desarrollaron lo mejor de la tradición antigua y medieval en sus variadas
historias escritas en prosa y verso: fábulas, epopeyas de animales, ejemplos (cuentos
de carácter didáctico-religioso), romances, fabliaux (cuentos eróticos y de aventuras)
y leyendas. Los Cuentos de Canterbury de Chaucer, El conde Lucanor del infante don
Juan Manuel y el Decamerón de Boccaccio, que figuran entre lo más destacado del
género, están claramente inspirados en Las mil y una noches. A partir de Boccaccio, la
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narración breve en prosa de carácter realista conocida como novella se desarrolla en
Italia como forma artística. La influencia de este autor se deja sentir en Francia en Las
cien nuevas novelas, una serie de cuentos en prosa de autor anónimo y carácter
burlesco, y el Heptamerón de Margarita de Navarra. También en Francia, durante el
siglo XVII, Jean de La Fontaine escribió fábulas en verso basadas en el modelo de
Esopo. En obras como Las mil y una noches, el Decamerón y el Heptamerón se reafirma
el significado de la palabra ‘cuento’ desde el punto de vista etimológico: computum,
cómputo. Un cuento sucede a otro en un proceso acumulativo que difiere la llegada
de la muerte (Las mil y una noches) o evita enfrentarse con la realidad de la peste que
asola a Florencia (Decamerón). Proceso semejante, aunque distante, es el que se
cumple en las ruedas de amigos contando chistes (considerado, por otra parte, otra
forma del relato breve). El mundo de la ficción narrada permite separarse por un
tiempo de los azares de la vida cotidiana.
Los cuentos escritos que sobreviven de la Edad Media nos aportan información sobre
del arte de contar medieval. Podemos comparar los argumentos de sus relatos y el
estilo con que se contaban con relatos de la tradición oral contemporánea, como ha
hecho la escuela histórico-geográfica finlandesa, pero con la finalidad de conocer
mejor aspectos de las artes narrativas y de la visión del mundo de aquella época.
La Edad Media interesa para la cuentística popular no solo porque muchos cuentos
tradicionales o bien se fraguaron en este periodo o bien se transmitieron desde
tiempos más antiguos adquiriendo características medievales.
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El cuento en la Era Contemporánea
El cuento tal como lo conocemos hoy alcanza su madurez a lo largo del siglo XIX en
las numerosas publicaciones aparecidas en las revistas literarias, que a menudo
reflejan las principales modas de la época. Durante el romanticismo destacan los
relatos de Heinrich von Kleist y E.T.A. Hoffmann en Alemania; Edgar Allan Poe y
Nathaniel Hawthorne en Estados Unidos, y Nikolái Gógol en Rusia. El realismo florece
en Francia durante la década de 1830 y hacia finales del siglo desemboca en el
naturalismo, basado en la posibilidad de predecir científicamente las acciones y
reacciones humanas. Otras influencias estilísticas dignas de mención en el relato del
siglo XIX son el simbolismo y el regionalismo.
Hasta la llegada del siglo XIX el cuento tiene como elemento principal la narración de
determinados acontecimientos. A partir de este momento, los escritores se interesan
más por las motivaciones de los personajes que por los propios sucesos.
Simultáneamente, su atención se dirige hacia una economía narrativa: estructuración
elaborada de los hechos, exclusión de todo mater al secundario, control estricto del
punto de vista y concisión. Edgar Allan Poe fue el primer escritor que definió de este
modo el relato y demostró su teoría artística en algunos de sus propios cuentos,
manipulando el escenario, los personajes y los diálogos para crear inexorablemente
en el lector el estado de ánimo propicio para el crimen perfecto.
La brevedad y la necesidad de condensación recomendadas en principio para el cuento
demuestran su parentesco con la poesía. Prueba de ello es que la Filosofía de la
composición de Poe parte de análisis de su poema “El cuervo”: los rasgos apuntados
en el texto se convirtieron en la base teórica para la caracterización del cuento, tal
como se lo entiende actualmente. Los cuentos de Hawthorne, por su parte, ponían
seriamente a prueba el carácter y la importancia moral de los hechos, ofreciendo una
descripción ambigua de su realidad física.
Henry James, uno de los principales maestros del género, cuya influencia se deja sentir
en varias generaciones de narradores, destacó la importancia de una “inteligencia
central” para configurar y filtrar los elementos del relato. En algunos de sus relatos
James se sirve del narrador para transmitir una sensación de proximidad y realismo
psicológico, mientras que, en otros, como “El fajo de cartas”, experimenta con el punto
de vista para presentar la historia a través de una serie de cartas escritas por seis
personas que viven en una pensión francesa.
Durante la primera mitad del siglo XIX los cuentos rusos se ocupan de hechos
fantásticos o sobrenaturales, y abundan en ellos, como en otras literaturas europeas,
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los relatos de fantasmas, apariciones y seres de otros mundos. Posteriormente se
desarrolló una corriente realista que analizaba los pensamientos y emociones del ser
humano o criticaba la sociedad de su época.
El cuento en el siglo XX
A lo largo del siglo XX se han escrito cuentos en todas las lenguas europeas, así como
en las lenguas de Asia, Oriente Próximo y algunas lenguas africanas. Una lista que
incluyera sólo a los principales exponentes del género resultaría ya excesivamente
larga. Entre los más sugerentes y cautivadores cabe citar al escritor checo Franz Kafka.
En sus relatos, la realidad se funde magistralmente con la fantasía, al tiempo que
aborda temas siempre vigentes como la soledad humana, la ansiedad y la relación
entre el arte y la vida.
La rica tradición yidis continúa influyendo en la literatura contemporánea. Destaca en
este sentido la obra de los judíos centroeuropeos, entre los que cabe mencionar al
escritor de origen polaco Isaac Bashevis Singer. Los autores del África subsahariana,
ya sean negros o blancos, comparten invariablemente la fusión de fantasía, realidad y
compromiso político. Son de destacar en este ámbito los Cuentos africanos de Doris
Lessing o los Cuentos escogidos de Nadine Gordimer. Los cuentos asiáticos se mueven
entre la fidelidad a la tradición y el experimentalismo contemporáneo. Los autores
más conocidos en Occidente son el japonés Yukio Mishima y el indio Rabindranath
Tagore. En ningún otro país el cuento ha cuajado tan ampliamente como en Estados
Unidos. Entre los principales autores del siglo cabe citar a Mark Twain, Stephen Crane,
Ernest Hemingway, William Faulkner, Isaac Asimov y Raymond Carver.
Dentro de la tradición literaria argentina relacionada con la evolución del cuento, debe
citarse a Horacio Quiroga, autor de un “Decálogo” en el que fija las pautas que ha de
seguir un buen cuentista: brevedad, concisión, huida de lo ampuloso, ambigüedad,
entre otras. En el panorama iberoamericano deben ser citados nombres como el de la
brasileña Clarice Lispector, el colombiano Gabriel García Márquez, la chilena Isabel
Allende, el uruguayo Juan Carlos Onetti o el mexicano Juan Rulfo. En la obra de este
último lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico. Esta nueva
concepción de lo literario se ha dado en llamar realismo mágico.
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BIBLIOGRAFIA (REFERENCIAS)
- http://sincronia.cucsh.udg.mx/montoya02.htm
- https://aleph.org.mx/cual-es-el-origen-de-los-cuentos-tradicionales
- https://prezi.com/mecnseqgfwys/origen-y-desarrollo-del-cuento/
- https://alejandroarri.wordpress.com/2020/05/22/origen-del-cuento/
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