Pesaj 5772 Valores, sentidos y reflexiones

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Pesaj 5772
Valores, sentidos y reflexiones
Índice
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Egipto, la Biblia y el Titanic, Rabino Marcelo Polakoff
Buscando el iPhocoman, Rabino Gustavo Surazski
El éxodo en tiempo de elecciones, Rabino Joshua Kullock
Pesaj, Pascua y la Redención, Rabino Gustavo Kraselnik
O copo do Eliahu, Rabino Michel Schlesinger
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Egipto, la Biblia y el Titanic
Rabino Marcelo Polakoff, Córdoba, Argentina
Un día como hoy –un 10 de abril, pero de 1912– zarpaba el Titanic hacia su trágico
destino.
Y en esta misma semana, pero ya no hace 100 años sino un poco más de 3.300, en otro
mar, las mismas aguas cristalinas opacaban el ánima de miles de soldados egipcios que, al
mando de un faraón tirano (difícil no serlo en ese rol), perseguían a muerte a un grupo de
esclavos ya hartos de siglos de opresión.
¿Qué es, si acaso lo hay, aquello que une a estos dos sucesos de la historia?
¿Qué se teje bajo la superficie de un barco único en su tipo, un transatlántico de “culto”
(no es casual la palabra) y del relato bíblico que da origen a la festividad de Pesaj , la
antecesora judía de la Pascua cristiana?
Me parece que tras tanto oleaje, si orientamos la brújula en la dirección correcta,
podremos atisbar a proa que la marea que marea es el coqueteo irresponsable con lo
divino.
Mil trescientos años antes de la era común, en pleno Egipto, a nadie se le ocurría
cuestionar el origen del faraón, una especie de representación humana de Ra, el dios sol,
destinado por la eternidad a sostener en cada generación de su familia el báculo real.
Toda la corporación sacerdotal que alentaba esta idea implicaba trabajar en pos de un
ejercicio cultural paradigmático, encaminado a hacer creer a las masas que el orden
natural era el mismo que debía perpetuarse en el orden social. Vale decir que aquel que
había nacido esclavo, así lo seguiría siendo a través de sus tataranietos, por los siglos de
los siglos, y amén. Por supuesto, quienes se hallaban en lo alto de la pirámide (¡social!)
también permanecerían allí para siempre, intocables. Y entre ellos, en la cúspide, el
faraón.
He aquí que ante este modelo, se presentó un tal Moisés, imbuido de un mensaje
revolucionario basado sobre el descubrimiento de la idea del monoteísmo ético que
promovía la igualdad de toda la raza humana ante un Dios que demandaba precisamente
ese trato equitativo. Su planteo fue sencillo y enorme al mismo tiempo: el orden social no
responde a la naturaleza. No es cierto que la sociedad sea algo cíclico, repetitivo y eterno.
Sólo afirmando que lo que ahora es así no necesariamente deberá seguir siendo igual,
Moisés y el pueblo judío lograron terminar, al menos de manera parcial, con uno de los
regímenes más opresivos de la historia.
El faraón y su séquito coquetearon con lo divino, disfrazándose de eternos, y terminaron
ahogándose en sus propias aguas.
Distinto, pero a la postre similar, tal vez más disimulado o más elaborado, fue el suceso
del Titanic. Allí fue la vanidad humana, encriptada en las bonanzas que trae la ciencia y la
tecnología, la que estuvo por detrás del hundimiento.
No fue el iceberg el culpable de las 1.500 muertes del crucero. Eso fue evidentemente la
punta del iceberg, pero lo que yacía en el fondo, bien profundo, era la certeza
(absolutamente ingrata) de haber construido el barco invencible, la nave perfecta.
Si no terminamos de entender que la perfección está más allá de lo humano y seguimos
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apostando a coronar nuestro notable entendimiento por encima de toda duda, estamos
condenados a volver a ahogarnos.
La ciencia sin conciencia es otro tipo de coqueteo con pronóstico reservado.
Parece ser, entonces, que si sostenemos un poco mejor los límites, y desde los poderes y
desde los cerebros restringimos lo divino en el horizonte, para tenerlo en todo caso como
norte pero nunca como destino real, estaremos más cerca de un buen puerto y
probablemente lamentemos muchas menos víctimas.
Jag Sameaj, Felices Pascuas.
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Buscando el iPhocoman
Rabino Gustavo Surazski, Ashkelon, Israel
Mi hija mayor me pregunta todos los años acerca de mi festividad preferida. Y yo, casi sin
pestañar, le respondo "Pesaj".
Mi esposa me escucha y me dice: "¡¿Pesaj?! ¿Viste lo que es la casa ante de Pesaj? Hay
que darla vuelta para limpiar y preparar la comida contrarreloj...¡Ni fuerzas me quedan a
la hora del Seder!".
Sin embargo, la respuesta a mi hija mayor sigue siendo la misma: "Pesaj".
Y la razón es que en esta festividad nada de lo que ocurre debe tomarse por
sobreentendido.
Este año me detuve a investigar la historia del canto "Ejad mi iodea" y la razón de su
inclusión en la Hagadá de Pesaj. Según se cree, este tradicional canto tiene origen en una
célebre canción popular alemana e ingresó en la Hagadá de Pesaj recién hacia el fines del
siglo 15.
Sin embargo, encontré una respuesta que –a la luz de lo que ocurre en nuestros días- me
parece sumamente relevante.
La Hagadá comienza con el "Ma Nishtaná" y finaliza con el "Ejad Mi Iodea".
Al inicio de la Hagadá, es el niño el que pregunta y el padre quien responde. Al final,
ocurre lo contrario: el padre pregunta "¿Ejad mi Iodea?" y el niño responde "¡Ejad ani
iodea!".
...
He dicho que nada de lo que ocurre en esta festividad debe ser tomado hoy por
sobreentendido.
No se da por sobreentendido que cuando un niño pregunta su padre responde, y cuando
un padre pregunta su hijo reacciona.
No se da por sobreentendido que un padre cuenta a su hijo una historia antes de irse a
dormir.
No se da por sobreentendido que los niños esperan hasta el final de la comida para
levantarse de la mesa.
Me resulta especialmente asombroso pensar cómo en la era de las comunicaciones, en la
cual podemos conversar casi instantáneamente con amigos (o desconocidos) ubicados del
otro lado del océano, resulte -a menudo- tan difícil establecer contacto y conversar con
aquellos seres que habitan con nosotros bajo el mismo techo.
...
Una miembro de mi congregación me contó que, hace algunos días, su hija adolescente
invitó a una amiga a su casa.
Ella ingresó a la habitación a servirles una bebida y encontró a una de las jóvenes sentada
frente al escritorio navegando por Facebook y a la otra recostada sobre la cama jugando
con el iPhone.
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Ella "incautó" gentilmente los aparatos y les dijo: "Ahora...¡hablen!".
Pero finalmente, ésa es la escena que puede verse en casi cualquier casa en la que habitan
niños o adolescentes.
Uno juega con el iPhone.
El otro, frente a la computadora.
La madre revisa mails.
El padre navega por facebook.
...
Les propongo un ejercicio.
Supongamos que Moshé baja hoy del Monte Sinaí con la palabra de Di-s en sus manos.
Seguramente no traería consigo dos tablas de piedra, sino más bien dos iPads cuarta
generación.
Moshé descendería del monte, y no escucharía voces de alboroto provenientes del
campamento de Israel. Tan sólo silencio...
El becerro, quedaría relegado a un costado, sin compañeros de baile.
Y mientras tanto, cada hijo e hija de Israel, estaría en su tienda, smartphone en mano,
comunicándose con el mundo y aislándose de sus congéneres.
Y Moshé –estoy seguro- partiría en pedazos sus dos "Tablets", también esta vuelta.
...
Ante esta cruda realidad el precepto "Y le contarás a tu hijo" (Ve-Higadta Le-Binjá) cobra
una nueva dimensión.
No se trata, tan sólo, de pasar la antorcha de generación en generación. Se trata de
fortalecer los frágiles nexos de comunicación que existen (?) entre los miembros de la
familia.
Se trata de dialogar.
De que haya una mesa ordenada y servida, y una comida familiar que se inicie y que
concluya exactamente a la misma hora para cada uno de los miembros de la familia.
(Mi corazón rebosó de alegría al ver que aquel rectángulo delgado que mis hijas corrieron
a buscar al término del seder se llamaba Afikomán y no iPhone).
Pesaj es mi festividad preferida, porque nos proporciona un tiempo de calidad familiar
que no abunda en nuestros días.
Hoy ya no es necesario que los niños observen la matzá y el maror y pregunten por qué
esa noche es diferente del resto de las noches.
Les basta con ver a su padre responder a sus preguntas y contándoles un cuento antes de
ir a la cama.
Esa es razón más que suficiente para preguntar Ma Nishtaná.
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El éxodo en tiempos de elecciones
Rabino Joshua Kullock, Guadalajara, México
Ayer por la noche comenzó la festividad judía de Pesaj. En ella recordamos el relato bíblico
de la salida de Egipto y celebramos la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud a la
que nos tenía sometidos el Faraón.
Pesaj cuenta con una importante cantidad de valores y sentidos, los cuales exceden las
posibilidades de este espacio. Sin embargo, a fin de recuperar algunas ideas centrales de
la festividad, quisiera analizarlas a la luz de estos tiempos de campañas políticas que nos
acercan a la pronta oportunidad que tendrá el país de elegir en libertad y democracia a
sus próximos gobernantes.
Las primeras dos noches de Pesaj -la festividad se extiende por ocho días- están signadas
por una cena pascual que se comparte en familia, rebosante de símbolos. En ella, no sólo
cenamos, sino que también dedicamos una parte importante de la velada a leer un libro
(llamado Hagadá) que contiene la narración de aquellos días aciagos que el pueblo de
Israel vivió en Egipto. Comenzamos relatando los momentos más difíciles, para luego
finalizar con los tiempos de alegría, esperanza y redención. Esta misma estructura bien
podría servir de base para las diversas campañas y plataformas de los candidatos:
Afianzados en una lectura real, clara y lúcida de lo que acontece hoy, dar cuenta de
aquello que todavía no funciona, para poder entonces proponer soluciones concretas a
problemas específicos. Si no podemos identificar cuáles son los desafíos, difícilmente
podamos aspirar a resolverlos. Las campañas no deberían tener que girar en base a
nombres o carismas, sino a partir de plataformas que nos digan por qué hoy estamos en
Egipto, y hacia qué geografías los distintos candidatos nos quieren llevar.
En la mesa de la cena, hay un alimento que no puede faltar. La Matza, o pan ácimo, es
también llamada el pan de la pobreza. Al comerla, recordamos que al salir de Egipto no
hubo tiempo para que el pan leude y que esa masa fue la única que pudieron llevarse de
allí. Pero asimismo la Matza nos interpela a reconocer que mientras que los judíos
debemos comer pan ácimo durante ocho días, hay gente que durante todo el año sufre la
carencia de pan y de los requisitos básicos para vivir dignamente. En tiempos de
campañas y elecciones, acostumbrados a escuchar una catarata de promesas electorales
sobre el fin de la pobreza, la Matza pone de manifiesto una vez más que el hambre duele,
y que la defensa de los que menos tienen y más necesitan se efectiviza con acciones, y no
con meras dicciones.
En la Hagada también se nos habla de cuatro hijos arquetípicos que participan de la cena
pascual: el inteligente, el malvado, el simple y aquel que no sabe preguntar. En este caso,
mi intención al mencionarlos no es la de invitar al lector a que arriesgue qué candidato se
corresponde con que hijo (si lo hicieron o no, queda a vuestro buen criterio y libre
albedrío), sino para recuperar el valor de que todos los hijos e hijas sin distinción
participan de la misma cena y se sientan a compartir la misma mesa como hermanos. En
épocas en donde muchas veces la falta de propuestas se trastoca en acusaciones que
intentan lastimar a las personas, tal vez esta imagen de toda la familia unida nos permita
reflexionar sobre lo importante que es que en la mesa que representa a México, todas las
partes aprendan a convivir independientemente de las diferencias de opinión, carácter y
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visión que pudieran tener, ya que al compartir el espacio se encuentran para trabajan
desde su lugar por el mejoramiento de la República y el bien de todos sus habitantes.
Por último, un mensaje para los votantes. Ser libres implica compromisos y
responsabilidades. Cuando en la noche de Pesaj leemos sobre el éxodo y recordamos que
fuimos esclavos del Faraón, también nos acordamos de que cuando uno vive en
regímenes totalitarios no tiene la necesidad de elegir ya que otros eligen por uno. Salir de
Egipto implicó comenzar a hacernos cargo de nuestras decisiones. De igual manera, vivir
en democracia significa tomar nuestro lugar ciudadano y construir a conciencia nuestro
futuro.
Ser libres nunca es una tarea sencilla. Pero es la única manera en la que algún día
llegaremos a nuestra propia tierra prometida.
¡Pesaj Sameaj y Felices Pascuas!
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Pesaj, Pascua y la Redención
Rabino Gustavo Kraselnik, Panamá, Panamá
Esta noche comienza la celebración de la fiesta de Pésaj, la Pascua judía, que conmemora
la liberación de los israelitas de la esclavitud de Egipto. De acuerdo con el relato bíblico, la
intervención divina se hace presente para torcer la voluntad del faraón opresor y permitir
el éxodo de los descendientes de Abraham que, a partir de la gesta libertadora, se
constituyen como pueblo.
Si bien la fiesta se extiende por ocho días, en los cuales no se puede comer nada que
tenga levadura, el ritual principal se desarrolla durante las primeras dos noches. Sentados
alrededor de la mesa hogareña las familias judías celebran el Seder, una cena ceremonial
que incluye la ingesta de determinados alimentos cargados de simbolismos asociados con
la fiesta: la matzá, el pan ácimo que representa el apuro por la salida y que también es el
pan de la pobreza; las hierbas amargas en recuerdo de la esclavitud, etc., y la narración de
la historia del éxodo, de manera que, tal como se recita esa noche, cada uno se vea a sí
mismo como si él hubiera salido de Egipto.
De acuerdo con la tradición judía, Pésaj no es solo la evocación de la liberación pasada,
sino además el arquetipo de lo que será la redención futura. Quizás por eso la presencia
del profeta Elías, aquel que vendrá a anunciar la llegada del Mesías, tiene un papel
destacado durante el Séder. Invocamos su presencia y abrimos las puertas de nuestras
casas ansiando su arribo.
Y ciertamente en esta faceta de la celebración, el deseo por ver materializada la aspiración
mesiánica, podemos encontrar una conexión significativa con nuestros hermanos
cristianos que también en esta fecha están celebrando la Pascua.
La cercanía en el calendario de ambas festividades no es casual, ya que existe un profundo
vínculo histórico y teológico entre ellas (hasta el día de hoy sigue el debate sobre si la
última cena de Jesús fue un Séder de Pésaj).
Sin embargo, creo que es en la noción redentora donde podemos hallar un sustrato
común que, a partir de estas jornadas centrales para ambas tradiciones, se proyecta como
una convocatoria a lo largo del año.
Siguiendo el mensaje de los profetas, comprendemos que el anhelo mesiánico cobra vida
a partir de nuestro firme convencimiento y nuestras acciones por construir una sociedad
basada en la justicia, la solidaridad, el respeto y la paz. Reconocer en cada persona una
criatura divina y desarrollar lazos de hermandad entre todos los miembros de la especie
humana constituye el inicio del camino que nos lleva a la Redención.
Con nuestras diferencias, profundas por cierto, judíos y cristianos compartimos en estas
Pascuas el llamado a renovar nuestro esfuerzo por alcanzar un futuro diferente.
Responder con integridad y compromiso es nuestra responsabilidad común.
Eso me recuerda una bella anécdota que escuché una vez. En los orígenes del diálogo
judeo-cristiano, allá en la década del 60 del siglo pasado, le preguntaron a un rabino cómo
era posible que pudiesen conversar si los judíos creían que el Mesías aún no había llegado
y los cristianos pensaban que sí.
La respuesta fue contundente: “El día que llegue el Mesías le preguntaremos si es su
primera visita o si ya estuvo antes, mientras tanto, trabajemos juntos para que venga”.
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Posiblemente en aquellas palabras se resume el espíritu que nos hermana a judíos y
cristianos en la celebración de las Pascuas.
Jag Sameaj – Felices Pascuas.
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O copo do Eliahu
Rabino Michel Schlesinger, Sao Paulo, Brasil
Em sua obra “Contra o Fanatismo”, Amós Oz conta que sua “sábia avó” explicou a
diferença entre um judeu e umcristão. “Veja só”, disse ela, “os cristãos acreditam que o
Messias já esteve aqui e que certamente voltará algum dia. Os judeus sustentam que o
Messias ainda está por vir”. “Já houve”, disse a avó do romancista israelense, “tanta raiva,
perseguição, derramamento de sangue, ódio a respeito disso...Por quê? Se o Messias vier
e disser ‘oi. É muito bom revê-los’, os judeus vão ter que reconhecer seu engano. Se, de
outro modo, o Messias chegar dizendo ‘muito prazer, é um prazer conhecê-los’, todo o
mundo cristão terá que pedir desculpas aos judeus. Entre o dia de hoje e esse
momento”,disse sua sábia avó, “apenas viva e deixe viver”.
Uma das passagens do seder mais esperadas pelas crianças é a entrada de Eliahu Anavi.
Em um momento específico do jantar, abrimos as portas de casa e damos as boas vindas
ao profeta Elias.
A origem deste costume encontra-se em uma discussão talmúdica. Os sábios discordaram
sobre o número de copos que deveria haver no jantar de Pessach. Enquanto alguns
acreditavam que deveriam haver apenas quatro copos, outros defendia que deveríamos
beber cinco copos de vinho. Omotivo da discussão era a discordância sobre a quantidade
de versículos bíblicos que tratam da saída do Egito.
A solução da disputa foi estabelecer um quinto copo do qual não se beberia. Este copo
ficou conhecido com o copo do profeta Elias porque, segundo a tradição, ele voltará um
dia para solucionar todas as disputas. Inclusive esta, sobre o número de copos que deve
ter o seder de Pessach.
A chegada do profeta é um símbolo. Elias seria uma figura mística que não teria morrido,
mas subido ao céu em uma carruagem de fogo. Esta personalidade mágica que nos visita
na noite do seder é recebida com muita alegria.
Uma questão nos chama a atenção. Por que será que precisamos abrir as portas para a
entrada de Eliahú? Afinal de contas, uma figura mágica como ele poderia facilmente
entrar pela janela. Provavelmente poderia também atravessar paredes. Qual é o
significado de abandonarmos nossaspoltronas e abrirmos as portas?
Antigamente, a porta era aberta no inicio do seder quando dizemos “todos que têm fome
venham e comam” e permanecia aberta durante todo o jantar. Mais tarde, nos séculos 18
e 19, esta prática tornou-se perigosa em função das perseguições religiosas. Desta
maneira, estabeleceu-se a tradição de abrir a porta por um breve instante perto do final
da cerimônia. Alguns defendem que a abertura da porta surgiu justamente para verificar
se havia algum inimigo do lado de fora.
O messianismo é um movimento que surgiu apenas no judaísmo pós-bíblico. Na época da
Torá, o Messias não é citado nenhuma vez. Na época dos profetas, o uso
do termomashiach referia-se ao líder do povo, o ungido. A origemetimológica da palavra
faz alusão ao ritual de jogar óleo na cabeça de um dirigente do povo como uma forma de
coroação.
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Com o passar dos anos, desenvolveu-se a idéia de umredentor de carne e osso que
chegaria para salvar a humanidade. Este homem, segundo a visão clássica, atravessaria os
portões de Jerusalém sentado em sua mula branca anunciando a chegada da paz.
Com o advento do judaísmo liberal no século 19, passou-se a questionar de forma
enérgica a visão clássica do Messias. O Judaísmo Reformista Alemão incomodou-se com a
idéia de que deveríamos aguardar passivamente a chegadade um salvador. Ao invés disto,
as linhas religiosas pluralistas como o nosso judaismo Massorti advogam a idéia de uma
era messiânica no lugar de um messias.
Segundo estas correntes, ao invés de esperar por um redentor, deveríamos trabalhar
ativamente pela construção da redenção. Por mais sutil que esta diferença possa parecer
ela é, na realidade, abismal.
Aguardar a chegada do messias pode significar uma atitude passiva em relação aos
desafios do mundo. Por outro lado, trabalhar pela construção de uma era messiânica
significa abandonar nossa zona de conforto e assumir total responsabilidade pelos
caminhos da humanidade.
Talvez seja justamente este o símbolo da porta que abrimos no seder de Pessach.
Metaforicamente, abandonamos nossas confortáveis poltronas e tomamos uma atitude.
Abrir a porta na noite do seder pode representar uma opção simbólica pela construção de
um mundo diferente.
Que Deus nos conceda a capacidade de abandonar o conforto de nossas poltronas. E que
possamos abrir as portas para a chegada de uma Era Messiânica. Enquanto isto não
acontece, vamos seguir o conselho pluralista da avó de Amós Oz: “viva e deixe viver”.
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