Rabino Marcelo Polakoff

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La Matzá: el pan de la libertad
Rabino Daniel Kripper
De todos los símbolos de la festividad de Pesaj la matzá o el pan ázimo sobresale sin duda como el
elemento característico, ligado a la historia y a la esencia misma de la celebración.
En la noche del Seder evocamos el recuerdo del primer bocado que ingerimos como pueblo libre y
dueño de su destino, que, a pesar de representar “el pan de la pobreza”, es de imaginar que poseía un
gusto único, encantador.
Tal vez por esta razón se convirtió la matzá en un símbolo tan paradigmático en medio de la abundancia
culinaria del Seder, con su variados y exquisitos platos. La matzá ilustra el eterno mensaje que la libertad
no se confunde con lo grandilocuente y pomposo, sino que se pone de manifiesto en la dimensión de lo
simple y esencial.
Es sabido que nuestros sabios y rabinos introdujeron al diseñar el Seder algunas costumbres tomadas
del banquete romano, como inclinarse al recitar ciertas partes, o el comer verduras como aperitivo,
justamente para ilustrar el motivo de libertad en nuestras vidas. Sin embargo ni la comida más
sofisticada ni las costumbres de mesa refinadas de los más acomodados son considerados como el signo
típico del Seder. No sea que confundamos la libertad con la riqueza y la prosperidad material.
Es un dato innegable de la realidad que la fortuna amplía el espectro de posibilidades de la libertad
personal de las personas, así como la pobreza la limita, y la restringe.
La Torá de Moisés no pregona la pobreza como ideal; mas por otra parte, y como elocuentemente lo
enseña el relato de la Hagadá, la libertad en su sentido profundo, está en lo interior de nuestro ser, en
nuestro espíritu.
En el plano simbólico de la Fiesta ello se expresa a través de un pan sencillo, chato, casi sin gusto, que se
denomina “matzá”.
¿Y qué nos dice la matzá?
La libertad como valor fundamental no pertenece sólo a un núcleo cerrado de privilegiados. La matzá
declara a viva voz que el reino de la libertad está abierto para todo el mundo.
Y este mensaje cundió a lo largo de los milenios, desde los tiempos más antiguos, y continúa resonando
hasta el dia de hoy como mensaje de esperanza para pueblos y naciones que aspiran a una vida de
dignidad y emancipación verdadera.
¿Y Pascual?
Rabino Marcelo Polakoff
¿Conocen algún "Pascual"? Si es así, pregúntenle si sabe qué significa su nombre. Estoy casi seguro de
que ninguno de ellos conoce la respuesta correcta.
Pues he aquí que tal nombre es de origen hebreo, y el original "Pasaj" (base de la fiesta de Pesaj, la
Pascua Hebrea que se inició 1300 años a.e.c y que este año termina hoy) quiere decir "pasaje", una
palabra castiza que evidentemente tiene muy poco de tal.
Del hebreo "pasaj" pasó al griego "pasjá" y luego al español "pascua".
Esta pequeña aventura etimológica tiene por objetivo dilucidar no sólo el origen del vocablo, sino
fundamentalmente su sentido.
Se trata precisamente de un pasaje. De acuerdo al relato bíblico es el pasaje que acontece con el pueblo
judío desde la esclavitud en Egipto hacia su libertad, un pasaje que se constituye a la vez en el
nacimiento del mismo pueblo, dado simbólicamente a luz al cruzar las uterinas aguas del Mar de los
Juncos, abiertas por orden divina y por voluntad humana.
¿Cuál fue la motivación de aquel pequeño grupo de esclavos comandados por Moisés para enfrentarse
al imperio más poderoso del mundo de entonces? Una idea hermosamente simple y revolucionaria: que
aquello que así es ahora, no necesariamente debe seguir siendo así por siempre.
Todos los faraones, los de antaño y los actuales, buscan convencer a sus pueblos de que el orden social
es un espejo exacto del orden natural. Y si este último es eterno, cíclico y repetitivo (como de hecho lo
es), pues entonces la sociedad debiera moverse con iguales e inamovibles cánones. Una manera muy
elegante y eficaz de dominación. Es que si los descendientes de los ratones por siempre serán ratones,
¿por qué suponer acaso que una esclava alguna vez podría parir a un ser humano libre?
Ante este paradigma se rebeló el pueblo judío en la primera gesta libertadora que registra la historia.
Una lección que aún hoy tiene total vigencia cuando bajo otros matices y otros disfraces todavía hay
quienes pretenden convencernos de que las cosas siempre fueron y siempre serán así.
¡Pobres! No saben que existen muchos "Pascuales" con sus pasajes a mano y muy bien dispuestos a
cruzar todo charco que se les interponga en su camino a la tierra prometida.
Recuperando nuestras propias preguntas simples
Rabino Ariel Kleiner
El número cuatro en la festividad de Pesaj es un número que vuelve sobre sí mismo.
Cuatro son los nombres de la festividad, cuatro son las copas que tomamos en el Seder, alrededor de las
cuales narramos la historia a nuestros hijos como en el simposio Griego, cuatro son las preguntas que
escuchamos de los más chiquitos sobre las diferencias que ellos perciben - con la tradicional melodía del
MaNishtana y cuatro son los hijos sobre los cuales la Hagada hace hincapié, que son una suerte de
estereotipos de personas que están presentes alrededor de cada mesa de Pesaj.
Sobre estos cuatro hijos: el sabio, el malvado, el simple y el que no sabe cómo preguntar me gustaría
compartir hoy un comentario que le pertenece al Rabino Itzjak Niseimbom de Polonia. Él nos propone
que estos cuatro hijos de los cuales nos habla la Hagada representan a cuatro tipos de generaciones (el
padre, el hijo, el abuelo y el bisabuelo).
El hijo sabio representa la generación del abuelo, que su vida y su práctica diaria manifiesta su judaísmo.
El hijo malvado representa la generación siguiente quien se rebela contra su padre preguntado: “¿qué
es todo este ritual para vosotros?”
El simple representa al hijo del malvado y al nieto del sabio. Con simpleza pregunta: “¿Qué es esto?” ¿Por qué en la casa de mi abuelo se practica de una forma que es tan distinta a la que se practica en la
casa de mi padre?
La siguiente generación es hija del simple, nieta del malvado y bisnieta del sabio. Nació cuando el
bisabuelo ya no estaba en este mundo, no pudo ver en la práctica lo que su padre y su abuelo vieron. Es
por esto que no sabe cómo preguntar – ni sobre qué preguntar, ya que no lo vivenció.
Pesaj es la fiesta de la libertad, es por eso que se valoran especialmente las preguntas y los
interrogantes del MaNishtana tienen un lugar central en la noche del Seder. Solo las personas libres,
quienes vivimos en democracia, tenemos la posibilidad de preguntar.
Nuestro desafió es recuperar nuestras propias preguntas. Observar, dejarnos sorprender por las
diferencias y colocar los interrogantes.
Quiera Dios que podamos vibrar con un judaísmo vivo, haciendo nuestras propias preguntas, relevantes
para nosotros en el día de hoy.
¿En qué se diferencia Pesaj de Januca?
Rabino Ariel Kleiner
Les propongo hacer un recorrido. Ya que en Pesaj experimentamos lo que vivimos en Egipto, y los
elementos que tenemos sobre la mesa son símbolos que nos ayudan a revivir esas sensaciones. Así el
agua con sal nos recuerda las lágrimas, las hiervas amargas la amargura que pasamos, el jaroset la
argamasa y el trabajo forzado, etc., etc. Propongo que nos movamos un poco en el tiempo y nos
ayudemos a pensar con otra festividad.
Una festividad diferente, una festividad “moderna” en el sentido que no es bíblica sino posterior. Estoy
pensando en la festividad de Januca. En Januca hablamos de la libertad de culto, recordamos cuando los
griegos profanaron el Templo de Jerusalén y los Macabeos con valentía se rebelaron contra el Imperio y
reinauguraron el templo. En Januca hablamos de la identidad, de la no asimilación y depositamos en la
cultura griega todo lo asimilacionista.
Ahora volvamos a Pesaj. Uno de los nombres y por ende valores centrales que trabajamos en la
festividad es: la Libertad. ¿Cómo celebramos esta fiesta? Lo hacemos a través del Seder que
compartimos en estos días. Cuando pensamos en el seder vemos que hay elementos, como por ejemplo
un dialogo sobre la libertad alrededor de cuatro copas de vino (el Simposio – palabra griega que quiere
decir: “beber juntos”), el lavar nuestras manos antes de comer aperitivos que sumergimos en alguna
mezcla, el recostarnos sobre almohadones, el “Afikoman” palabra griega para designar al postre. Gran
parte del ritual de la noche del Seder tiene que ver con lo que hacían los griegos en la época de la
Mishna, cuando el ritual del seder fue generado.
Ya que Pesaj es La fiesta de las preguntas (porque sólo los libres podemos preguntar), pensaba: ¿Cómo
es que en januca hablamos de nuestra identidad y metafóricamente nos apartamos de todo lo que
tenga que ver con la cultura griega y en Pesaj hablamos de nuestra libertad y para celebrarla tomamos –
justamente – elementos griegos?
¿No es una suerte de contradicción? ¿Será con intención para despertar nuestra curiosidad y que
preguntemos?
Me animaría a decir que el espíritu Macabeo es el adolescente que se revela para poder fortalecer su
identidad y empezar el mundo de la juventud. Pero Pesaj, el tiempo de la primavera, es cuando
comenzamos a ver los verdaderos frutos. Cuando llegamos a la adultez y nos animamos a vivir en
equilibrio con nuestra identidad al punto tal que adquirimos la capacidad de tomar los elementos de
celebración de la cultura circundante y no lo vemos como una amenaza hacia nuestra identidad, sino
como un enriquecimiento.
En Pesaj, y tradicionalmente en este Shabat Jol HaMoed Pesaj, leemos el Shir HaShirim, el cantar de los
cantares, son cantos de amor. Es un tiempo de enamorados. Que podamos recuperar el tiempo
primaveral, el amor adulto con nuestra tradición, fortaleciendo nuestra identidad y celebrándola con la
cultura circundante que no hace más que embellecerla.
¿Cómo seguir el Seder sin desistir en el intento?
Rabino Ariel Kleiner
Los Rabinos del Talmud nos proponen tener una noche de simposio, un diálogo sobre nuestra historia
alrededor de las cuatro copas de vino. Estos son los quince pasos de este Seder que nos lleva hacia la
libertad.
Kadesh: Bendecir el tiempo. El tiempo es lo más preciado que tenemos los seres humanos. Es lo que le
da sentido a nuestras vidas. Cuando tomamos conciencia de la bendición que es estar reunidos
alrededor de una mesa con nuestros seres queridos es ahí que el tiempo queda consagrado. El vino,
fruto de la vid, lo utilizamos como instrumentos, a través del cual, realizamos la consagración. (Se bebe
en este paso la primera de las copas de vino).
Urjatz: Lavado ritual de manos sin bendición. ¿Por qué SIN bendición? Quizás porque aún no vamos a
comer. Y ¿Por qué aún no vamos a comer? Quizás para invertir el orden que estamos acostumbrados,
para no ser esclavos del orden, innovar, ser creativos, despertar la curiosidad de los participantes, hacer
que pregunten! Quizás porque antes vamos a escuchar nuestra historia. “Si no hay alimento no hay
Tora” (leemos en el Pirkei Avot), así que este lavado ritual es, también, para prepararnos para el
aperitivo, el Karpas… el alimento antes de contar la historia, que es Tora.
Karpas: ¡Qué bueno que llega el aperitivo!, así nos dan la cálida bienvenida a esta velada. Uno de los
nombres de la festividad es Jag HaAviv, fiesta de la primavera que comienza en esta época en el
hemisferio norte. El Karpas es el fruto de la tierra (como la primavera donde los frutos comienzan a
asomar) mojado en agua con sal, símbolo de las lágrimas de nuestro sufrimientos y aflicciones. En
muchas familias acostumbran en este paso servir una importante ensalada de frutos que provienen de
la tierra (papa, cebolla, zanahoria, morrones, zapallos, calabazas, pepino, etc., etc.) esto nos ayuda a
compartir la velada de diálogo, canciones y conceptos.
Iajatz: Partimos y compartimos nuestro alimento. No todos tenemos la misma bendición de tener el
alimento a diario sobre nuestra mesa. Pero compartirlo es una elección. Cuando partimos y
compartimos socializamos y somos con los otros una Común unidad. Así escondemos una mitad para
después poder buscarla y reencontrarnos en unidad.
Maguid: “y le narraras a tu hijo en aquél día” Es el corazón de la Hagada. Es contar la historia. Es
verbalizar de dónde venimos para saber hacia dónde vamos. Es la posibilidad de celebrar el ser. Es
donde encontramos el Ma Nishtana, Avadim Ainu, Daieinu, las plagas y todo aquello que recordamos de
nuestra infancia… (Finaliza con la segunda copa de vino de la velada).
Rojtza: Lavado de manos ritual con la bendición. Nos dice el Midrash que a partir de la destrucción de
los Templos de Jerusalén cada hogar paso a ser un pequeño santuario y cada uno un sacerdote. Así
como ellos tenían que estar en estado de pureza para realizar las ofrendas, así nosotros emulamos esa
pureza con este lavado, previo a servirnos de la mesa.
Motzi – Matza: Ahora sí, luego del lavado ritual de manos compartimos el alimento por excelencia, el
pan (Motzi). En este caso no es un pan como todo los panes (Matza), es el pan de la pobreza, el pan de
la aflicción, el pan que no llegó a leudar, porque salimos apresurados de la Tierra de Egipto.
Maror: Recordando la amargura. Recordamos la amargura de la esclavitud. El judaísmo es una forma de
vida, no solo hablamos sobre los temas sino que los vivenciamos con nuestros sentidos. Diversas son las
costumbres respecto a qué utilizar en este paso. La lechuga es el único alimento que tenemos certeza
que es Maror, lo juntamos con Jaroset (que representa la argamasa de los trabajos forzados). Si bien los
dos símbolos, Maror y Jaroset, representan la esclavitud uno es amargo y otro es dulce… quizás como la
vida misma, compuesta por momentos de dolor y momentos de alegría. Lo comemos junto, porque la
vida es todo junto… y nos desafía a encontrar el Jaroset que hay en el Maror.
Korej: En épocas que el Templo estaba en pie se solía comer Matza, Maror y la misma ofrenda de Pesaj.
Hoy en día no tenemos más la ofrenda, pero nos queda la costumbre de comer Matza con Maror. Este
sea, quizás, uno de los tantos ejemplo de cómo el judaísmo es vivo. No se quedó estancado por la falta
de Templo, sino que tomando el modelo se adaptó a las nuevas circunstancias.
Shuljan Orej: Pesaj es la fiesta de la libertad. Cuando nos sentamos alrededor de una mesa dispuesta nos
sentimos en libertad. Compartir la mesa de la festividad es la mayor de las bendiciones. Cuentan los
místicos que en el sabor de la comida están escondidos algunos de los secretos del Shabat y las
festividades.
Tzafun: Buscando el Afikoman, la mitad que nos falta y que nos completa. Retornar a la unidad.
Sentirnos libres de verdad, como en primavera. En épocas en las que el Templo estaba en pie el último
sabor que conservábamos en nuestra boca era el de la ofrenda de Pesaj. Hoy en día, “simbólicamente”
comemos el Afikoman encontrado por los participantes más pequeños (los participantes – ya no tan
pequeños – acostumbran a darle regalos a los niños que buscaron). Proponemos hacer este paso y el
siguiente después del plato principal y antes del postre, es una forma de hacer la velada ágil y dinámica.
Barej: La bendición después de las comidas. Es el momento oportuno para agradecerle a todos los
presentes por haber hecho posible el hermoso Seder que estamos compartiendo y muy especialmente a
todos los que ayudaron con cada uno de los detalles para la noche. (Se bebe la tercera copa de vino).
Halel: Salmos de alabanzas, canciones, el “fogón” de la noche. Este es un buen momento para servir el
postre y la sobre mesa. (Se bebe la cuarta y última copa de vino de la noche)
Nirtza: Canciones finales y la esperanza del año próximo en Yerushalaim.
Eco-Cashrut
Rabino Michel Schlesinger
Durante Pessach, a cashrut assume níveis de rigidez maiores. Mesmo onde existe alguma flexibilidade
em relação às normas dietéticas judaicas no dia-a-dia, nesta semana, estas regras tornam-se bastante
severas. Por exemplo, se uma pequena quantidade de comida não casher se mistura por enganos com
comida casher, durante todo o ano é possível consumir o alimento como se fosse casher (batel
beshishim), no entanto, em Pessach, uma ínfima porção de chamets já “descasheriza” todo o alimento
(afilo beelef lo batel).
Existe muita desinformação a respeito do que se pode ou não se pode comer nesta semana. Tudo o que
fermenta é chamets? Como ficaria então o vinho ou o iogurte que é fermento lácteo? Tudo que cresce
é chamets? Não devemos então consumir pipoca ou pão-de-queijo? Por que determinados grãos foram
proibidos? Entre diversas outras perguntas.
A definição de chamêts é bastante clara. É chamêts qualquer alimento que leva um dos seguintes cinco
tipos de cereais: aveia, centeio, trigo, cevada ou trigo sarraceno (cashe). Todos os demais alimentos não
podem ser chamados de chamêts.
Na comunidade asquenazi, existe o costume de são se consumir leguminosas, ou kitniót. O motivo desta
proibição vem do fato de que alguns desses alimentos eram transportados junto com trigo e, então,
acontecia uma mistura. Assim, alimentos como arroz, amendoim, ervilha, feijão, lentilha, milho, soja,
grão-de-bico, gergelim, entre outros, embora não sejam consumidos por diversas famílias com origem
européia, não podem ser consideradoschamêts e não precisam ser retirados de casa.
Nos últimos anos, o Movimento Massorti resgatou uma noção que já existia no judaísmo, mas foi
abandonada. A idéia de que a cashrut deve incluir aspectos éticos, sociais e ambientais já aparece em
histórias judaicas clássicas, mas foi ignorada por grande parte da indústria dos certificados casher.
Para que um alimento seja casher, defendem os adeptos da eco-cashrut, os impostos envolvidos em sua
produção precisam ser pagos para o governo de forma honesta, os trabalhadores precisam ser
remunerados com dignidade, a sustentabilidade ambiental precisa ser levada em conta, os animais
precisam ser bem tratados, a ética precisa estar presente em todas as etapas de produção e venda do
produto.
Assim, muitos alimentos poderiam até ser casherdo ponto de vista da certificação rabínica ortodoxa,
mas ser reprovado por adeptos da cashrut ética. Penso que esta é uma contribuição extraordinária dos
movimentos liberais que colaboram para a prática de um judaísmo comprometido com o ritual e, ao
mesmo tempo, empenhado em difundir valores essenciais para a vida em sociedade.
Conta a lenda que, todo ano, o Rabino Israel Salanter costumava supervisionar a produção dematzá.
Analisava todo o processo e verificava se tudo fora realizado corretamente.
Uma vez, o rabino ficou doente e não pôde supervisionar a matzá. Seus alunos se ofereceram para
verificar a produção em seu lugar. Eles pediram: “rabino, nos diga no que nós precisamos ser mais
cuidadosos para que as matzót fiquem completamente casher”.
“Se vocês querem que as matzót fiquem realmente casher”, respondeu o rabino, “devem se preocupar
com a mulher que trabalha para produzi-las. Ela é uma pobre senhora. Tomem o cuidado de não gritar
com ela e não deixá-la magoada. Quanto melhor vocês tratarem essa senhora, mais casherficarão as
nossas matzót”.
Que tenhamos todos um Pessach eco-casher.
PORTALES AÑEJOS DE PESAJ Y PASCUAS
Por el rabino Marcelo Polakoff
Algunos, sin saberlo, suponen que son alarmas.
Parecen, pero no. En todo caso, es otro tipo de dispositivo pero con una función similar: la de dar cuenta
acerca de movimientos importantes a través de las casas.
Es que en la mayoría de los hogares de las familias judías, sobre el marco de la puerta de entrada (tal vez
en otras puertas internas también) es muy probable que se encuentre una pequeña cajita de
aproximadamente unos 10 cm de largo por unos 3 cm de ancho, cuyo contenido principal está oculto en
su interior.
Allí dentro, muy bien enrollado, descansa un diminuto pergamino de cuero animal que contiene dos
párrafos bíblicos (tomados de Deuteronomio 6 y 11) que comienzan con una declaración de fe en la
existencia de un único Dios.
Es la llamada “mezuzá”, un objeto que -con más de tres mil años de tradición encima-, persiste a través
del tiempo y del espacio, más allá de todo estilo arquitectónico.
Su ubicación no tiene nada de fortuito, y está completamente entroncada con la fiesta de Pesaj, la fiesta
de Pascua.
Para comprender su sentido es menester remontarnos a tierras egipcias bajo el dominio de un tirano
faraón que venía esclavizando por centurias al pueblo hebreo. El libro del Éxodo nos relata en detalle
cómo fue esta primera gesta libertadora registrada por la historia y que -conducida por Moisés- tenía
como objetivo central la constitución de una nación enraizada bajo el imperio de la ley divina,
concentrada en la recepción de los Diez Mandamientos.
La salida de la servidumbre se produjo recién después de las diez famosas plagas que azotaron al
imperio más poderoso de la época con todo tipo de calamidades. La última de ellas -la muerte de los
primogénitos- tenía como condición para los hebreos marcar con sangre de cordero el borde de sus
puertas a fin de que la mortandad se “saltee” (“pasaj” en hebreo o “pascua” en griego ya latinizado) a
sus hogares.
¿Por qué precisamente en la puerta? Porque es el límite exacto entre el dominio privado y el dominio
público. Porque es lo que conecta intimidad con comunidad. Porque es la frontera entre lo que es
puertas adentro y lo que se es puertas afuera.
Toda “mezuzá” de alguna manera recuerda aquel momento fundacional, un momento de temor
supremo ligado taxativamente a la idea de la muerte, y en el que la puerta estaba indefectiblemente
cerrada.
Sin embargo, ya a partir del primer aniversario de este hecho en plena travesía por el desierto, y de allí
en más sin interrupción alguna hasta hoy, más de tres milenios y tanto después, en las noches de Pesaj
(como este miércoles y jueves), en medio del encuentro de la cena familiar que re-actualiza en cada
generación la salida de Egipto, las puertas de los hogares paradójicamente requieren ser abiertas.
Al iniciarse el ritual -y mientras se abre la puerta casa- se recita una antiquísima plegaria en arameo que
reza: “Este es el pan de la pobreza que comieron nuestros antepasados. Quien tenga hambre que venga
y que coma. Todo el que tenga necesidad, que venga y celebre con nosotros”.
No se puede festejar en plenitud la libertad a puertas cerradas. No se puede celebrar judaicamente
Pesaj (y me atrevo a decir que tampoco la Pascua cristiana) sin compartir el alimento con quien le falta,
y la compañía con quien está solo.
Casi al finalizar la cena, el “seder”, la puerta debe volver a abrirse una segunda vez. En este caso es para
dejar entrar -simbólicamente- al profeta Elías, el responsable de anunciar la redención final, cuando
todos los hombres y mujeres del mundo puedan convivir sin ningún tipo de opresión.
Portales añejos, cargados de sentido, que nos invitan una vez más a asomarnos al prójimo, y a través del
prójimo, también asomarnos a Dios.
MOISES EL TARTAMUDO Y LA POLITIQUERIA CASERA
Rabino Marcelo Polakoff
Hace más de 3300 años hubo alguien que se atrevió a quebrar uno de los paradigmas más poderosos del
mundo al clamar que la historia del hombre podía ser distinta.
Me explico. ¿Quién osaría entonces siquiera pensar que la vida de las sociedades podría ser diferente
del ciclo natural que regía la vida de la naturaleza? Era imposible especular semejante desparpajo, pues
era tan claro como la luz del día que así como ese sol que se asomó al amanecer se ocultaría en el ocaso,
aquel que nació esclavo esclavo moriría, y que así sería por el resto de las generaciones. No cabía otra
posibilidad.
Pero llegó un tal Moisés con su mensaje revolucionario, con la primera gesta libertadora que registra la
humanidad, para plantarse ante el faraón de Egipto, la superpotencia por antonomasia de aquellos
tiempos, y afirmar que no. Que esa verdad no era eterna. Que las leyes de lo social no son equiparables
a las inmutables leyes de la naturaleza. Y que el que hoy es esclavo, mañana no sólo podrá, sino que
deberá ser libre.
A partir de ese momento el liderazgo de Moisés quedó instalado en la historia de la humanidad como
uno de los modelos más emblemáticos de conducción popular.
Un liderazgo básicamente transformacional, que contagia a su pueblo la pasión por la justicia y el deseo
de una vida más digna, que le abre a su gente la capacidad de ir previendo metas a la vez de ir
trabajando cotidiana y esforzadamente en pos de su realización. Un líder que combina sus innatos dones
de dirección con el aprendizaje de dicho rol. Alquien que es capaz de escuchar, de dar marcha atrás
cuando hace falta, y con la humildad de aceptar que no puede hacerlo todo solo, ni que sabe hacerlo. Y
con la gracia de saber asumir la responsabilidad por sus desaciertos. Alguien que también, como todo
humano que se precie de tal, recurre a la pregunta y a la ayuda de los demás.
Un líder que sabe armonizar eso que últimamente parece imposible de articularse: el poder con la ética.
Y bien, señoras y señores, semejante personaje, maestro y profeta, era tartamudo.
Así es. Encima hay quienes sostienen que en realidad era gangoso. De cualquier manera, más allá del
cuál sea, algún problema de comunicación sin dudas tenía, ya que en el texto bíblico se describe a sí
mismo diciendo “...Yo no soy hombre de palabras...porque soy difícil de habla y difícil de lengua...”
(Exodo 4:10).
Extrañísimo desde donde se lo mire. ¿Moisés tartamudo? ¿Justo el que tenía que gobernar a millares de
esclavos y negociar su libertad con las autoridades egipcias? ¿Un hombre careciente de palabras para
transmitir precisamente el mensaje divino?.
Si se percibe en su meollo qué significa liderar, pues entonces no será tan incomprensible esta aparente
contradicción. Es más, creo adivinar en ella un fascinante dejo de ironía por parte de nuestra Torá al
despojar tan despiadadamente del arte de la oratoria al mismísimo Moisés. Como si estuviera
burlándose de algunos cuantos caudillos que basan su autoridad y hegemonía en brillantes discursos.
No es este el caso que nos convoca. Porque cuando se lidera con mayúsculas, las palabras son siempre
lo accesorio. Lo nodal está en otro lado. Se descubre mucho más en el mensaje que en los vocablos, y se
revela prístino, como siempre, en las acciones.
Quienes son capaces de dirigir con vocación acuden menos a los términos y más a los hechos, y se
asocian más a la tarea que a las locuciones. Son más afectos a los quehaceres que a los dimes y diretes.
Y se enamoran tanto de su misión que no les queda mucho tiempo como para preocuparse por el qué
dirán ni por el que diré.
En el Midrash Sojer Tov, una colección antiquísima de leyendas judías se nos cuenta que Dios, al crear la
lengua humana, reconoció su poder para causar daño. Y que entonces decidió aprisionarla dentro de la
boca. Pero como conocía muy bien el carácter de su criatura predilecta, la ubicó especialmente detrás
de dos muros; uno duro, los dientes; el otro blando, los labios.
Parece que no fue suficiente. Porque generalmente no somos como Moisés, “difíciles de lengua”, sino
más bien, demasiado sueltos.
Se cuenta que el discípulo apenas podía reprimir las ganas que tenía de contarle al rabino el rumor que
había oído en el mercado.
- Aguarda un minuto - dijo el maestro, -¿Lo que tienes para contar es verdad?
- No lo creo- contestó el alumno.
- ¿Es útil?
- No lo es.
- ¿Es divertido?
- No.
- Entonces, ¿por qué tenemos que oírlo?
A la luz, o mejor dicho a la sombra, de lo que venimos padeciendo por parte de varios de nuestros
líderes, incluso la tartamudez ya sería una especie de bendición.
´Pésaj´, Pascua y la Redención
Rabino Gustavo Kraselnik
Esta noche comienza la celebración de la fiesta de Pésaj, la Pascua judía, que conmemora la liberación
de los israelitas de la esclavitud de Egipto. De acuerdo con el relato bíblico, la intervención divina se
hace presente para torcer la voluntad del faraón opresor y permitir el éxodo de los descendientes de
Abraham que, a partir de la gesta libertadora, se constituyen como pueblo.
Si bien la fiesta se extiende por ocho días, en los cuales no se puede comer nada que tenga levadura, el
ritual principal se desarrolla durante las primeras dos noches. Sentados alrededor de la mesa hogareña
las familias judías celebran el Seder, una cena ceremonial que incluye la ingesta de determinados
alimentos cargados de simbolismos asociados con la fiesta: la matzá, el pan ácimo que representa el
apuro por la salida y que también es el pan de la pobreza; las hierbas amargas en recuerdo de la
esclavitud, etc., y la narración de la historia del éxodo, de manera que, tal como se recita esa noche,
cada uno se vea a sí mismo como si él hubiera salido de Egipto.
De acuerdo con la tradición judía, Pésaj no es solo la evocación de la liberación pasada, sino además el
arquetipo de lo que será la redención futura. Quizás por eso la presencia del profeta Elías, aquel que
vendrá a anunciar la llegada del Mesías, tiene un papel destacado durante el Séder. Invocamos su
presencia y abrimos las puertas de nuestras casas ansiando su arribo.
Y ciertamente en esta faceta de la celebración, el deseo por ver materializada la aspiración mesiánica,
podemos encontrar una conexión significativa con nuestros hermanos cristianos que también en esta
fecha están celebrando la Pascua.
La cercanía en el calendario de ambas festividades no es casual, ya que existe un profundo vínculo
histórico y teológico entre ellas (hasta el día de hoy sigue el debate sobre si la última cena de Jesús fue
un Séder de Pésaj).
Sin embargo, creo que es en la noción redentora donde podemos hallar un sustrato común que, a partir
de estas jornadas centrales para ambas tradiciones, se proyecta como una convocatoria a lo largo del
año.
Siguiendo el mensaje de los profetas, comprendemos que el anhelo mesiánico cobra vida a partir de
nuestro firme convencimiento y nuestras acciones por construir una sociedad basada en la justicia, la
solidaridad, el respeto y la paz. Reconocer en cada persona una criatura divina y desarrollar lazos de
hermandad entre todos los miembros de la especie humana constituye el inicio del camino que nos lleva
a la Redención.
Con nuestras diferencias, profundas por cierto, judíos y cristianos compartimos en estas Pascuas el
llamado a renovar nuestro esfuerzo por alcanzar un futuro diferente. Responder con integridad y
compromiso es nuestra responsabilidad común.
Eso me recuerda una bella anécdota que escuché una vez. En los orígenes del diálogo judeo-cristiano,
allá en la década del 60 del siglo pasado, le preguntaron a un rabino cómo era posible que pudiesen
conversar si los judíos creían que el Mesías aún no había llegado y los cristianos pensaban que sí.
La respuesta fue contundente: “El día que llegue el Mesías le preguntaremos si es su primera visita o si
ya estuvo antes, mientras tanto, trabajemos juntos para que venga”.
Posiblemente en aquellas palabras se resume el espíritu que nos hermana a judíos y cristianos en la
celebración de las Pascuas.
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