Subido por Lidia González Hernández

TEMA 3. CRÓNICOS. INT. PSICOSOCIAL

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TEMA 3. INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL
Tema 3.
Diseño de una intervención psicosocial dirigida al
incremento de la adherencia al tratamiento en
pacientes crónicos.
En el caso que nos ocupa, el de la adherencia a las prescripciones terapéuticas en
pacientes crónicos, es evidente que se trata de un problema de importante repercusión
social. Su interés se justifica por las consecuencias negativas que el incumplimiento
terapéutico está ocasionando no sólo en los propios afectados, con el consiguiente
agravamiento de sus enfermedades (en la práctica diaria entre un 30 y un 50 por ciento
de los pacientes diagnosticados como enfermos crónicos no siguen las
recomendaciones dictadas por los profesionales sanitarios, porcentajes que varían
sustancialmente en función de si los tratamientos requieren o no cambios importantes
en los hábitos de vida, sino también para sus familias, los médicos que les atienden y,
en general, para el propio sistema de cuidado de salud (carga financiera, inadecuado
uso de los sistemas sanitarios, desaprovechamiento de recursos humanos y materiales,
pérdida de tiempo y esfuerzos empleados, etc.). La aparición y diagnóstico de una
enfermedad crónica supone para este tipo de pacientes un cambio, a veces radical, en
su forma de vida, ya que en la mayoría de los casos no sólo deben cumplir con un
régimen farmacológico estricto, sino que también necesitan de un control de la dieta,
abandono del consumo de tabaco o alcohol, inclusión de ejercicio físico de forma
regular, etc.; en definitiva, supone una importante transformación en sus hábitos de vida
(Lefevre, 2003). De acuerdo con las fases que definen el diseño de una intervención,
que acabamos de ver en el capítulo segundo, he aquí la primera de ellas: la
identificación del problema.
La adherencia al tratamiento en pacientes crónicos
Las enfermedades crónicas reducen la calidad de vida de las personas, provocan un
desajuste en las relaciones sociales, ocasionan un importante incremento del estrés y,
en muchas ocasiones, entorpecen las actividades de la vida diaria, lo que puede
desencadenar en depresión o ansiedad, en especial, si la enfermedad viene asociada a
dolor o si produce incapacidad y dependencia de otras personas.
Existe una gran diferencia entre unas enfermedades crónicas y otras, tanto en la forma
de su inicio, como en su desarrollo y en su tratamiento; sin embargo, en todas ellas es
necesario seguir, de la forma más estricta posible, una serie de recomendaciones
médicas y unas constantes pautas de cuidado.
Para que una enfermedad crónica sea considerada como tal debe cumplir una o más
de las siguientes características (OMS, 2003): a) debe ser permanente; b) conducir a
una incapacidad residual; c) es causada por una alteración patológica no reversible; d)
requiere especial entrenamiento del paciente para su rehabilitación, y e) puede ser
necesario un largo periodo de seguimiento médico, observación o cuidado. La propia
definición de enfermedad crónica implica, por tanto, un proceso de seguimiento
terapéutico y nos lleva irremediablemente al concepto de adherencia. Los términos
adherencia o cumplimiento terapéutico se refieren, en general, al grado en que los
pacientes llevan a cabo las conductas y tratamientos que sus médicos les han
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recomendado. Muy a menudo ambos términos han sido y son utilizados de forma
intercambiable, aunque el término «cumplimiento» tiene ciertas connotaciones
negativas que le hacen ser menos adecuado, ya que sugiere que el paciente es un mero
«cumplidor» de las recomendaciones médicas y no juega un papel activo en su propio
proceso de salud y/o enfermedad. La adherencia requiere de un acuerdo entre el
profesional y el paciente, por lo que la relación y comunicación establecida entre ambos
juega un papel crucial para una práctica clínica eficaz (OMS, 2003). Bajo esta
denominación se engloba el seguimiento por parte del paciente de las recomendaciones
médicas, incluyendo las prescripciones farmacológicas, los cambios de estilos de vida
e incluso la asistencia a las visitas programadas. De forma específica, la OMS en su
informe publicado en 2003, adopta como representativa la siguiente definición de
adherencia: «la medida en la cual la conducta de una persona —tomar la medicación,
seguir una dieta y/o llevar a cabo cambios en los estilos de vida— se ajusta a las
recomendaciones acordadas con un profesional de la salud»
En general, las medidas autoinformadas, tanto las dirigidas al paciente como a los
profesionales de la salud, han sido las más ampliamente utilizadas dada su facilidad de
diseño y aplicación, su sencillez y la posibilidad de acceder a una muestra de mayores
dimensiones. Sin embargo, los resultados obtenidos hasta la fecha con este tipo de
instrumentos no han sido nada satisfactorios; investigaciones previas han podido
constatar que los pacientes que dicen no seguir las recomendaciones médicas
describen sus conductas con precisión, mientras que los pacientes que dicen seguir sus
tratamientos informan de sus conductas inadecuadamente. En general, cuando se
toman como medida de adherencia las informaciones proporcionadas por el propio
paciente, éste suele sobrestimar la ejecución de conductas positivas, aunque cuentan
con la ventaja de que este tipo de instrumentos aportan información sobre los motivos
de la no (o pobre) adherencia. Dadas estas limitaciones, algunos autores han optado
por diseñar cuestionarios estandarizados.
Otras medidas más objetivas como la determinación del nivel de fármacos, la
monitorización electrónica, el recuento de la medicación sobrante, las mediciones
bioquímicas, o la asistencia a citas de dispensación de medicamentos pueden
proporcionar en algunos casos (y con algunas enfermedades crónicas específicas como
el VIH) información cuantitativa más detallada, pero tienen otra serie de inconvenientes
ligados principalmente a su coste (económico y de tiempo) o al requerimiento de la
utilización de nuevas tecnologías, no disponibles para todo el mundo. Por ese motivo,
algunos autores sugieren la combinación de medidas cualitativas (información
proporcionada por el propio paciente) y otras de carácter cuantitativo, así como la
utilización conjunta de medidas generales de adherencia y otras más específicas ligadas
al seguimiento de prescripciones concretas.
Factores
psicosociales
implicados
en
la
adherencia
al
tratamiento
Algunos estudios, como el citado en el apartado anterior, indican que ciertas variables
relacionadas con el propio paciente afectan a la conducta de adherencia: el olvido, el
estrés, la ansiedad por los posibles efectos adversos, la baja motivación o el
conocimiento inadecuado, son sólo algunos de los factores que limitan la adherencia y
que, por tanto, debieran ser perfectamente identificados cara a futuras intervenciones.
También existen otros aspectos ligados al propio tratamiento que inciden sobre su
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seguimiento: tener que acudir regularmente al médico, aprender el uso correcto de la
medicación, el número elevado de dosis…
Pero las razones del incumplimiento no están únicamente relacionadas con el paciente
o el tratamiento, también los profesionales sanitarios tienen un importante nivel de
responsabilidad en este asunto. En muchas ocasiones, las creencias erróneas de los
pacientes vienen dadas por la escasa información proporcionada por sus médicos, bien
porque éstos no son capaces de utilizar un lenguaje sin tecnicismos y cercano al
paciente, bien porque la interacción entre ambos carece de un tono afectivo positivo.
Una buena comunicación es esencial para incrementar la satisfacción del paciente y,
con ello, el seguimiento.
Entre esa «maraña» de factores intervinientes la OMS recoge cinco grandes bloques
(OMS, 2003): a) los factores económicos y sociales, entre los que se incluyen el estatus
socioeconómico, bajo nivel educativo, desempleo, redes sociales escasas o poco
efectivas, factores organizacionales y algunas variables sociodemográficas, en especial,
la edad, el género y la raza; b) factores relacionados con el sistema de salud, entre los
que destaca la relación entre el profesional de la salud y el paciente; a su vez, falta de
conocimientos y habilidades de los profesionales para enfrentarse a enfermos crónicos.
La ineficacia de sus habilidades de comunicación, o el desconocimiento de los factores
que pueden afectar a la adherencia pueden afectar negativamente al seguimiento de
las recomendaciones de salud; c) factores relacionados con la enfermedad: algunos
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aspectos fuertemente asociados a la adherencia son aquellos que tienen que ver con la
severidad de los síntomas, el nivel de deterioro o discapacidad asociada, la progresión
de la enfermedad y la disponibilidad de tratamientos eficaces; d) factores relacionados
con el tratamiento: los más notables son aquéllos ligados a la complejidad del régimen
médico, la duración del tratamiento, los fracasos previos de otros tratamientos, los
beneficios inmediatos y los efectos secundarios. Así, las intervenciones en adherencia
deben estar dirigidas a las necesidades del paciente en orden a alcanzar un máximo
impacto; e) factores relacionados con el paciente. El conocimiento de los pacientes y
sus creencias acerca de la enfermedad, la motivación que tienen para hacerle frente, la
autoeficacia percibida o confianza en sus habilidades para manejar sus conductas de
control de la enfermedad, las expectativas sobre el resultado del tratamiento y las
consecuencias del incumplimiento terapéutico interactúan de muy diversas formas para
conducir a la conducta de adherencia
Fundamentación teórica del programa: el modelo de creencias
de salud
El Modelo de Creencias de Salud –MCS– ha sido uno de los marcos teóricos más
usualmente utilizados para explicar y predecir una amplia variedad de conductas de
salud, entre ellas, la adherencia al tratamiento. Su concepción original, conformada por
cinco constructos (susceptibilidad percibida, gravedad percibida, beneficios percibidos,
barreras percibidas y claves para la acción) ha sido posteriormente ampliada con la
inclusión de una nueva dimensión: la autoeficacia percibida. En el caso específico del
incumplimiento terapéutico, este modelo ha sido utilizado para entender las conductas
de salud y las posibles razones del incumplimiento. Además, proporciona guías para el
desarrollo de intervenciones dirigidas a incrementar la adherencia.
El MCS se dirige a los siguientes cuatro grandes componentes:
a) las barreras percibidas para cumplir con las recomendaciones de salud;
b) los beneficios percibidos de las conductas de salud recomendadas;
c) la susceptibilidad percibida a sufrir la enfermedad, y
d) la gravedad o severidad percibida de la enfermedad.
A estos cuatro elementos se suman los denominados factores modificantes, que
incluyen variables sociodemográficas, características personales, las claves para la
acción (que funcionan a modo de «disparadores» de la conducta de salud; pueden ser
externas, como la influencia de los medios de comunicación social, de la información
prestada por los profesionales de la salud, etc., o internas, como la aparición de
síntomas y/o dolor, o el estado de salud percibido), y la autoeficacia percibida de las
acciones de salud recomendadas. En síntesis, el MCS asume que la probabilidad de
que una persona lleve a cabo la conducta de salud deseada —en nuestro caso el
seguimiento de las recomendaciones médicas— depende del grado en que dicha
persona crea que es vulnerable a padecer en el futuro una enfermedad derivada del
incumplimiento terapéutico, y de sus percepciones acerca de la severidad de las
consecuencias.
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Fundamentación empírica del programa
Programas dirigidos a incrementar la adherencia al tratamiento en
pacientes crónicos
Los programas diseñados para pacientes crónicos suelen reunir intervenciones de tipo
cognitivo-conductual dirigidas a tratar los diferentes aspectos relacionados con cada tipo
de enfermedad. Tomando como base los principios de la teoría del aprendizaje social y
la terapia cognitivo-conductual, las intervenciones se han dirigido básicamente a
modificar los hábitos de salud, siendo más efectivas aquéllas de amplio espectro o
multimodales que pretenden modificar las percepciones de eficacia de un tratamiento
concreto, aumentar la vulnerabilidad percibida ante las consecuencias de la
enfermedad, cambiar actitudes, aumentar la autoeficacia percibida, etc.
A pesar de recomendar intervenir sobre todos los actores que participan en el proceso
de adherencia (pacientes, profesionales de la salud y sistema sanitario en general), la
OMS afirma que la mayoría de los programas existentes hasta el momento se han
centrado en modificar las conductas de los pacientes; de todos ellos, los métodos más
prometedores para incrementar la conducta de adherencia son aquéllos que usan una
combinación de las siguientes estrategias: a) educación del paciente; b) habilidades
conductuales; c) auto-refuerzos, y d) apoyo social. Todas estas intervenciones ponen
énfasis en el proceso de autoregulación de la conducta de salud por parte del paciente,
proveyéndole de las destrezas necesarias para su propio control; de esta forma estos
programas inciden directamente sobre la salud de los pacientes crónicos y, a la vez,
reducen la utilización por parte de aquéllos de los servicios asistenciales de salud. A
pesar de que estas técnicas han mostrado efectos positivos, esas mejoras en la
conducta de adherencia se van minimizando cuando el tratamiento se mantiene a largo
plazo.
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