EL DIABLO EN LA BOTELLA AUTOR Es Robert Louis Stevenson Nació el 13 de noviembre de 1850 en Edimburgo, Escocia. Fue un escritor que desarrolló diversos géneros literarios como novelas, cuentos y poesía. Vivió una infancia feliz, aunque de naturaleza enfermiza, heredada de su madre, lo que le llevó a viajar y pasar largas temporadas en diversos países, buscando una mejoría para su salud. En el año 1888, emprendería un viaje por el Pacífico Meridional, uno de sus grandes sueños, atraído por el clima, la vida exótica y lo primitivo de las islas, paisajes que lo llevarían a instalarse, definitivamente, en Samoa, en la isla de Upolu, donde construyó «Vailima, su casa grande», en 1891, frente al mar, rodeada de bosques y, donde el escritor, pasaría los tres últimos años de su vida, falleciendo así el 3 de diciembre de 1894 a la edad de 44 años. Durante ese tiempo, Robert Louis Stevenson, llevaría a escribir diversas obras acerca de la vida de los nativos en las islas, entre ellas la obra de El diablo en la botella. BASADO EN El diablo de la botella fue publicado por el diario New York Herald desde el 8 de febrero hasta el 1 de marzo de 1891. En realidad, según llegó a comentarse en la época Stevenson se basó en una leyenda indígena que había oído en los primeros días de su estancia en la isla para escribir la obra, pero el propio autor desmintió semejante afirmación en una nota que debería publicarse con su relato, sin embargo el diario omitió su aclaración y provocó críticos mal informado acusaran de plagio al autor. Sin embargo, Stevenson afirmó que su relato si está basado en una obra teatral titulada, The Bottle Imp (en español “el diablillo de la botella”), que había sido representada con éxito en Inglaterra, la que a su vez estaba basada en el cuento del alemán Friedrich LaMotte Fouqué, Das Galgenmännlein (en español “El verdugo”), un relato posteriormente recopilado por los hermanos Grimm y otros autores alemanes a lo largo del XIX. En el caso de nuestro autor, Stevenson escribió esta adaptación ambientada en las islas tropicales, en lugar de la europa medieval del cuento original. ESTRUCTURA NARATIVA La obra se califica como relato y no como novela o cuento. Esto es, sobre todo, debido a la extensión de la narración. Como cuento no presenta una sola acción en la que gira toda la narración, y como novela, no cumple con la estructura estándar de la separación de capítulos y de la extensión. Por otra parte, la narración está hecha en tercera persona, y el narrador es omnisciente y toma distancia de los personajes ya que la narración de las emociones más intensas nos permite entender a los personajes. Dependiendo de la editorial, puede variar entre 40 y 80 páginas. El narrador del relato pone como fecha de creación el año 1889 y como lugar, Apia, Upolu, Islas de Samoa. TRAMA La historia narra los acontecimientos sufridos por Keawe, un marino pobre, que adquiere una botella donde habita el diablo; la historia avanza narrándonos la realización de los deseos de su propietario y el precio que debe pagar por ello. Este pacto tiene un altísimo costo para sus dueños ya que consiste en la venta de su alma; y por otra parte, por cada deseo concedido se debe enfrentar una desgracia. Por lo que, los deseos otorgados por el diablo nunca son plenamente disfrutados, ya que la amenaza de un posible castigo atormenta a los personajes de manera constante y muchos ven en su destino final la condena del infierno. Para poder deshacerse de la botella se debe venderla más barata a lo que la compró o si no regresa al dueño. PERSONAJES Keawe: Kokúa: Lopaka: El hombre que le vendió la botella a Keawe: El joven de Beritania Street: El anciano que le compra la botella a Keawe, gracias a Kokúa. El bebedor delincuente que le compra la botella a Kokúa. Marinero, delincuente prófugo. HISTORIA Un día Keawe, nativo de Hawái, decide conocer otras tierras y se embarca en un barco que se dirige a San Francisco, donde se queda fascinado al ver una casa preciosa, cuyo dueño, en cambio, parece triste y solo. Al entablar conversación con él y preguntarle el motivo de su tristeza, el anciano le enseña una botella de vidrio blanco en cuyo interior se puede ver una sombra y fuego que se mueve confusamente. Asombrado, el anciano le cuenta que en esa botella habita un demonio rodeado por el fuego del infierno que puede conceder cualquier deseo, excepto uno: alargar la vida a una persona. Pero esto tiene un alto precio, el dueño debe vender la botella a otra persona antes de morir a menor costo al que la compró o su alma irá al infierno. Keawe cree que está siendo estafado por este hombre, pero lo piensa bien y termina con la botella en su poder, resignado, desea ser el dueño de una gran mansión en Kona, Hawái. El deseo se cumple: su tío fallece y su único primo muere ahogado, y él hereda una gran fortuna, con la cual puede construirse su nueva casa. Tras haber visto cumplido su sueño, Keawe vende la botella a Lopaka, su compañero del barco y vive feliz en la que él llama “la casa resplandeciente”. Poco tiempo después conoce a una hermosa mujer, llamada Kokua, al principio ella no le corresponde y se burla de él, pero luego él se le declara. Su noviazgo es apresurado y ya han decidido casarse, pero entonces Keawe descubre mientras se bañaba que ha contraído el Mal Chino, mejor conocido como lepra, y por eso considera renunciar, no sólo a Kokua, si no a la casa Resplandeciente, para ir a vivir a una colonia de leprosos. Para evitar tal pesadilla, el hawaiano busca la botella de nuevo y siguiendo su rastro en todas las mansiones recién construidas y en todos los millonarios que encuentra a su paso. Por fin da con el último de sus dueños, el joven haole de Beritania Street, descubriendo que ahora la botella solo cuesta un centavo: si la compra él se convierte en el último dueño y, por tanto, irá al infierno. Aun sabiendo esto, decide comprarla, puesto que Keawe cree que por Kokúa vale la pena ir al infierno. Entonces se casan, pero Keawe no puede disfrutar plenamente de su felicidad, ya que le agobia el destino de su alma. Kokúa, al darse cuenta de la situación de su marido, Keawe le cuenta toda su historia y ella le propone una solución: viajar a la isla francesa, Tahití, donde un centavo son 4 céntimos, y vender allí la botella. Pero, a su llegada, descubren que los habitantes del lugar rehúsan comprar tal cosa porque creen que son brujos y les mienten. Llegados a este punto, ella decide sacrificarse y convence al anciano extranjero mendigo que sufre de tos, para que la compre por cuatro céntimos y ella, en secreto, se la comprará por tres. Cuando Keawe descubre esto decide comprar la botella otra vez y salvar a su mujer. Keawe le pide a un hombre haole rastrero marinero y prófugo, que estaba bebiendo con él, que acepte comprarle la botella a su mujer, para liberarla del demonio, y Keawe se la comprará de vuelta. El marinero compra la botella, pero se rehúsa a venderla de nuevo, ya que sabiendo que iría al infierno, de una manera u otra, por todo lo que había hecho en su vida, y como la botella le concede todos sus deseos, prefiere quedársela. Fue así como se librados de la maldición, regresaron a su Isla y vivieron felices en su mansión: La Casa Resplandeciente. MENSAJE Se podía decir que la obra tiene una crítica moral importante hacia la cultura occidental y en particular a la sociedad europea elitista que se cree superior a cualquier otra cultura diferente a ella. Esto es debido a que el mismo autor, Stevenson, vivió y conoció las islas y a sus habitantes desde 1889, se dio cuenta de la situación de discriminación en la que vivían. Entonces esta obra en parte es una muestra de las diferencias entre las personas de las islas y los europeos. La gran mayoría de los protagonistas de El diablo de la botella son nativos de las islas y en la historia se les describe como personas nobles, racionales, generosas y sencillas con sueños y aspiraciones de vivir mejor pero no a costa de los demás. Mientras que los europeos también llamados 'haole' en la obra, son representados en la historia por el hombre marinero, bebedor, egoísta y ambicioso que no le importa la condenación de su alma a cambio que se le concedan sus deseos materiales. La avaricia y las cuestiones éticas Por otra parte, sin ninguna duda, el tema eje del relato es la avaricia. Tal vez mezclada en parte con los sueños o con las ilusiones de cualquier ser humano que no tenga las comodidades suficientes. Cada uno de los personajes que tuvo en su poder la botella no pensó en ningún momento en la posibilidad de ayudar con ella al prójimo. Todos los deseos giraron en torno a sus propias expectativas y sueños de vida. Por ejemplo, Keawe, aunque sintió dolor por la muerte de sus familiares, olvidó rápidamente el hecho porque La Casa Resplandeciente hacía olvidar cualquier tipo de problema o de dificultad. Recordemos, para ejemplificar un poco más la cuestión de la avaricia y relacionarla con la poca intensión altruista dentro de los deseos de los personajes, que Keawe se reía y mofaba del viejo que le compró la botella por 4 céntimos, y lo llegó a considerar hasta estúpido. Kokua, claro está, no pensaba de la misma manera. En muchas ocasiones hizo reflexionar sobre el dolor ajeno de quien tuviera la botella en sus manos, y Keawe tomaba tales comentarios como ofensas de su mujer en cuanto a que no se alegraba de su recuperación espiritual y de su salvación. “El diablo de la botella” es, entonces, un relato que, representa uno de los más grandes rasgos humanos: la avaricia, acompañada del más grande desdén hacia el prójimo. Es un relato de aventuras, de sufrimientos, de caídas y de reposiciones. “El diablo de la botella” es la configuración de una cualidad humana que desea lo que no se tiene sin pensar en las consecuencias. Es por esta razón por la que Keawe reitera una y otra vez a lo lago de la obra la frase: “Ya está hecho (…) y una vez más tendré que aceptar lo bueno junto con lo malo”.