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historia de la educacion social tiana Ferrer

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Historia de la
Educación Social
Alejandro Tiana Ferrer
Miguel Somoza Rodríguez
Ana María Badanelli Rubio
(Editores)
Historia de la
Educación Social
Editores
ALEJANDRO TIANA FERRER
MIGUEL SOMOZA RODRÍGUEZ
ANA MARÍA BADANELLI RUBIO
Autores
(Los editores son también autores de algunos capítulos)
ANA MARÍA BADANELLI RUBIO
MIRYAM CARREÑO RIVERO
JEAN-LOUIS GUEREÑA
JULIO LANCHO PRUDENCIANO
KIRA MAHAMUD ANGULO
CECILIA CRISTINA MILITO BARONE
FELICIANO MONTERO GARCÍA
IRENE PALACIO LIS
CÁNDIDO RUIZ RODRIGO
MIGUEL SOMOZA RODRÍGUEZ
ALEJANDRO TIANA FERRER
ELENA VIDAL SEVILLANO
UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la
autorización escrita de los titulares del
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en las leyes, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio
o procedimiento, comprendidos la reprografía
y el tratamiento informático, y la distribución
de ejemplares de ella mediante alquiler
o préstamos públicos.
© Universidad Nacional de Educación a Distancia
Madrid 2014
XXXVOFEFTQVCMJDBDJPOFT
© Alejandro Tiana Ferrer, Miguel Somoza Rodríguez, Ana María Badanelli Rubio (editores)
Miryam Carreño Rivero, Jean-Louis Guereña, Julio Lancho Prudenciano, Kira Mahamud
Angulo, Cecilia Cristina Milito Barone, Feliciano Montero García, Irene Palacio Lis,
Cándido Ruiz Rodrigo, Elena Vidal Sevillano
ISBNFMFDUSØOJDP: 978-84-362-
&diciónEJHJUBM: NBS[o de 2014
El infierno de los vivos no es algo que será: hay uno, es aquel que existe ya aquí,
el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos.
Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno
y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige
atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio
del infierno, no es infierno, y hacerle durar, y darle espacio.
Ítalo Calvino, Las Ciudades Invisibles.
ÍNDICE
Capítulo 1
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Alejandro Tiana Ferrer
Introducción
1. La educación como proceso de socialización 2. Etapas clave en la evolución de la educación social 2.1. Las transformaciones económicas y sociales de la Edad
Moderna 2.2. La caída del Antiguo Régimen 2.3. El inicio del intervencionismo estatal 2.4. La construcción del Estado del Bienestar 3. Los ámbitos de la educación social
3.1. La educación de las personas adultas 3.2. La educación no formal 3.3. La inserción de las personas con necesidades educativas especiales
3.4. La acción socioeducativa
Bibliografía Lectura
Capítulo 2
LA
ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL
EN LA
BAJA EDAD MEDIA Y PRIMERA MODERNIDAD (SIGLOS
Miryam Carreño Rivero
Introducción
XVI Y XVII)
1. Pobreza y caridad en los orígenes de la asistencia social 1.1. Concepto de pobreza HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
1.2. La pobreza en la Edad Media 1.3. Pobreza y caridad 1.4. La organización de la limosna y la asistencia social a los
pobres
2. La pobreza como problema en los inicios de la Sociedad Moderna:siglos
XVI y XVII 2.1. Cambios en la percepción del pobre 2.2. El comienzo de la intervención de los poderes públicos en la
asistencia a los pobres: control y reeducación 2.3. La propuesta de J. L. Vives 2.4. Acuerdos y desacuerdos con la nueva política social 2.5. Políticas de reclusión y enseñanza de la disciplina de
trabajo 3. España en el contexto europeo: el problema de la pobreza 3.1. Propuestas de solución al problema de la pobreza. El
proyecto de reforma social y de reeducación de pobres de
Cristóbal Pérez de Herrera 3.2. El albergue: pieza clave de la reforma 3.3. La reeducación de las mujeres y la educación de los niños 3.4. Las repercusiones del proyecto Bibliografía Lecturas
Capítulo 3
LA
EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN
EUROPA
DURANTE LAS GRANDES
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y POLÍTICAS (SIGLOS XVII A PRINCIPIOS DEL XIX)
Miguel Somoza Rodríguez
Introducción
1. La educación de las «clases inferiores» en un contexto histórico
de grandes cambios sociales
2.
Francia. De las escuelas de caridad de la Salle a la Ilustración 2.1. Las escuelas de los Hermanos Cristianos 2.2. El movimiento de la Ilustración
ÍNDICE
3. Inglaterra. La Revolución Industrial y la formación de la mano deobra
fabril 3.1. Contexto económico y social. Transformaciones agrarias,
protoindustrialización y acumulación de capital
3.2. Formación de la clase trabajadora. El sistema de enseñanza
mutua
Bibliografía
Recursos Web
Lecturas
Capítulo 4
INICIATIVAS
DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO
EDUCACIÓN SOCIAL
Feliciano Montero García
EN EL ÁMBITO DE LA
Introducción
1. Catolicismo social, movimiento católico y educación social
2. Los ámbitos y expresiones de la educación social católica
3. Los dilemas sobre los métodos y las formas de educación
4. Del Patronato a la Pedagogía Activa: los modelos de educación social 4.1. El Círculo Católico de Obreros 4.2. El Círculo de Estudios y la formación de militantes 4.3. El modelo de la Pedagogía Activa (la Encuesta o la Revisión
de Vida)
Bibliografía
Lecturas
Capítulo 5
INICIATIVAS
DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Jean-Louis Guereña
Introducción
1.
Historia de la «educación social», historia de la «educación
popular» 1.1. Analfabetismo y trabajo infantil 1.2. Los espacios de la educación social o popular HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
2. Los orígenes del movimiento obrero. La primera internacional y
la «enseñanza integral» 2.1. Francisco Ferrer, la «enseñanza racionalista» y el movimiento
anarquista
2.2. El movimiento socialista y las Casas del Pueblo
3. Conclusión
Bibliografía
Lecturas
Capítulo 6
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Alejandro Tiana Ferrer
Introducción
1. Las diversas respuestas ante la cuestión social
2. Los instrumentos del proyecto reformista y el papel de la
educación popular 2.1. La actuación de la Comisión y el Instituto de Reformas
Sociales 2.2. La educación popular como instrumento de reforma social.
3. Higienismo y protección a la infancia
3.1. Higienismo y educación
3.2. La protección a la infancia 4. Iniciativas educativas del reformismo español
Bibliografía
Lecturas
Capítulo 7
POLÍTICAS
Introducción
ESPAÑA (1900-1970)
Cándido Ruiz Rodrigo
Irene Palacio Lis
DE EDUCACIÓN SOCIAL EN
ÍNDICE
1. Educación y asistencia en el primer tercio del siglo xx
1.1. Consideraciones previas: el Estado ante la cuestión social.
1.1.1. Cuestión social e intervencionismo de Estado
1.1.2. La infancia como valor y como problema. El
movimiento protector
1.2. Protección de menores
1.2.1. La protección del abandono
1.2.2. La protección del delincuente: Tribunales Tutelares de
Menores e instituciones reeducadoras
1.2.3. La explotación laboral de niños y jóvenes. Leyes e
instituciones protectoras
1.3. Experiencias paraescolares y políticas de extensión cultural.
1.3.1. La escuela como espacio de socialización
1.3.2. Alfabetización y extensión cultural
2. Educación y asistencia durante el Franquismo
2.1. Consideraciones previas: el Estado ante la cuestión social
2.2. Nacional-catolicismo: acción social benéfico-paternalista
(1939-1960). Experiencias y espacios de acción socioeducativa 2.2.1. Promoción asistencial-educativa 2.2.2. Promoción socio-cultural y educación de adultos
2.3. Desarrollo económico y social: hacia la asistencia social
(1960-1970). Experiencias y espacios de acción socioeducativa 2.3.1. Promoción asistencial y educativa
2.3.2. Promoción y animación socio-cultural
Bibliografía
Selección de textos y documentos
Capítulo 8
ESPAÑA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX:
TARDOFRANQUISMO (1959-1975), TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA (1976-1981)
Y DEMOCRACIA HASTA FIN DE SIGLO (1982-2000)
Ana María Badanelli Rubio
Kira Mahamud Angulo
Cecilia Cristina Milito Barone
LA
EDUCACIÓN SOCIAL EN
Introducción
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
1. Precisiones teórico-metodológicas: la periodización histórica
2. El tardofranquismo (1959-1975)
2.1. Contexto histórico
2.2. Aproximación a la situación socio-educativa
2.3. Desarrollo de la Educación Social
3. La transición democrática (1977-1982)
3.1. Contexto histórico
3.2. Aproximación a la situación socio-educativa
3.3. Desarrollo de la Educación Social
4. Gobierno socialista (1982-1996)
4.1. Contexto histórico
4.2. Aproximación a la situación socio-educativa
4.3. Desarrollo de la Educación Social
5. Primer gobierno popular (1996-2000)
5.1. Contexto histórico
5.2. Aproximación a la situación socio-educativa
5.3. Desarrollo de la Educación Social
Bibliografía
Recursos Web
Lecturas
Capítulo 9
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO.
DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
Julio Lancho Prudenciano
Introducción
1. La incorporación de España a Europa y el Acta Única Europea
1.1. El Plan de Acción Internacional de Viena sobre el
envejecimiento
1.2. El Programa Juventud con Europa
1.3. La Conferencia de Jomtiem y el Programa FORCE
1.4. El Memorandum sobre la formación profesional
ÍNDICE
2. Del Tratado de Maastricht a la cumbre de Lisboa
2.1. La educación y la formación en el Tratado de Maastrich
2.2. Libro Blanco: crecimiento, competitividad, empleo
2.3. La Iniciativa Comunitaria de Empleo y Desarrollo de
.
Recursos Humanos
2.4. Libro blanco: hacia la sociedad cognitiva
2.5. El informe Delors
2.6. Políticas y programas dirigidos a las personas mayores
2.7. La Conferencia de Hamburgo
3. La estrategia de Lisboa
Bibliografía
Normativa
Internacional
Comunitaria
Española
Recursos Web
Capítulo 10
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
Elena Vidal Sevillano
Introducción
1. La evolución del sistema migratorio europeo
1.1. La formación del sistema migratorio europeo
1.2. La crisis de los setenta y el asentamiento de los inmigrantes
1.3. La Europa del Sur se hace inmigrante
1.4. La inclusión de la Europa comunitaria del Este en el sistema
migratorio
2. La formación de la «España inmigrante»
2.1. Primera etapa: hasta 1985
2.2. Segunda etapa: de 1986 a 1999
2.3. Tercera etapa: de 2000 a 2007
2.3.1. Los nuevos retos de la inmigración
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
2.3.2. La institucionalización de la cuestión de la
inmigración
2.3.3. El problema de la inmigración ilegal
2.4. Cuarta etapa: desde 2008
2.4.1. Panorama de la general de la inmigración en España
2.4.2. La nueva legislación de extranjería
2.4.3. La posible evolución de los flujos migratorios
3. Las
3.1.
3.2.
3.3.
políticas de inmigración en Europa
Los dos ejes de las políticas de inmigración
La legislación en la Unión Europea
Las políticas de integración en Europa
4. La integración escolar del alumnado inmigrante en Europa
4.1. Legislación europea sobre el derecho a la educación de los
menores inmigrantes
4.2. Medidas para la integración escolar de los menores
inmigrantes en los sistemas educativos europeos
5. Educación no formal y mediación social con población
inmigrante
Bibliografía
Recursos Web
Lecturas
Capítulo 11
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS
Julio Lancho
DEL SIGLO XXI
Introducción
1. Hacia la redefinición de los sistemas de educación y formación
1.1. Una nueva perspectiva sobre el aprendizaje permanente. El
Memorándum europeo
1.2. La influencia en España del discurso pragmático europeo
1.3. La educación por competencias
1.3.1. Competencias y sistema educativo
ÍNDICE
2. La educación como instrumento de lucha contra la pobreza y la
exclusión social
2.1. La educación de adultos compensatoria. La conformación
del gueto
2.2. Escuela e inmigración
2.3. El problema del fracaso escolar
Bibliografía
Normativa
Comunitaria
Española
Recursos Web
Capítulo 1
La evolución de la Educación Social
como campo académico y profesional
Alejandro Tiana Ferrer
INTRODUCCIÓN
La constitución de la educación social como un campo académico y profesional consolidado es un fenómeno reciente, que solamente se ha producido en las últimas décadas del siglo XX. En los últimos cuarenta años han ido
apareciendo perfiles profesionales con distintas denominaciones (educador
de calle, monitor de tiempo libre, monitor ocupacional, alfabetizador, educador de adultos, animador sociocultural, educador en instituciones cerradas o abiertas, por no citar sino algunos términos usuales), que con el paso
del tiempo se han ido integrando en el grupo de profesiones que hoy conocemos con la denominación genérica de «educador social».
Se trata de una profesión joven, que posiblemente aún se encuentre en
su etapa de adolescencia, si bien parece haber alcanzado la necesaria legitimidad social y comenzado a elaborar un saber propio, a partir de un conocimiento que en su origen fue básicamente empírico. No obstante, hay que
reconocer que, en este como en otros ámbitos, la construcción de un nuevo
campo profesional es un proceso lento, no exento de vaivenes y de tanteos.
Quizás así se explique la diversidad de denominaciones que hoy coexisten
en el mismo campo científico (educación social, pedagogía social, animación sociocultural, educación social especializada, etc.), así como la imprecisión conceptual y terminológica que todavía la aqueja.
No obstante, no hay que confundir la formalización de un campo profesional o de una disciplina académica con la inexistencia previa de prácticas
profesionales concretas en el mismo ámbito. Una cosa es que la educación
social sea, en cuanto tal, un campo profesional y académico recientemente
constituido y otra muy diferente que no cuente con una tradición histórica
que se remonta a épocas antiguas. Así, por no poner sino un ejemplo concreto, la atención y la reeducación de la juventud «desviada» es una tarea
que se lleva desarrollando varios siglos, aunque con un enfoque y unos pro-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
cedimientos a veces muy distintos a los actuales. Será en épocas recientes
cuando esa práctica centenaria se configure como una verdadera profesión
y exija la formación específica de profesionales.
En este tema se pretende mostrar cómo ha ido evolucionando a lo largo
del tiempo el ámbito de actuación educativa que hoy conocemos con el
nombre de educación social. El objetivo de esta presentación consiste en situar históricamente los cambios que se han ido produciendo en relación
con la atención educativa a ciertos sectores y grupos sociales. Como se podrá comprobar, las necesidades sociales y las mentalidades colectivas han
ido reclamando actuaciones educativas que, en cada momento histórico, se
han adaptado a los conocimientos existentes y a los códigos sociales vigentes. Lo que en una época fue imposible, en otra pudo sin embargo alcanzar
un desarrollo propio. Por ese motivo, no solamente han evolucionado los
procedimientos y los modelos institucionales utilizados, sino incluso el propio concepto de la educación social y las esferas de actuación que deberían
quedar dentro o fuera de ese ámbito. Entender correctamente esa evolución
es precisamente el propósito de este tema.
1. LA EDUCACIÓN COMO PROCESO DE SOCIALIZACIÓN
Para comprender la evolución del concepto de educación social conviene
hacer algunas consideraciones previas que nos ayuden a contextualizarlo. Y
hablando de educación social hay que comenzar recordando que la educación ha sido tradicionalmente concebida como un proceso de socialización.
Es bien sabido que el proceso educativo tiene dos vertientes complementarias, que no se pueden disociar sin riesgo de distorsión. Por una parte, la
educación tiene como propósito formar personas capaces de alcanzar un
desarrollo lo más completo y armónico posible. Por otra parte, la educación
pretende ayudar a las personas a insertarse adecuadamente en su entorno
cultural y social. Obviamente, la concepción acerca de lo que es un desarrollo personal completo y una inserción social adecuada va cambiando con el
paso del tiempo, lo que explica la existencia de diversos modelos educativos.
Pero lo que siempre se ha aceptado, salvo excepciones muy concretas y generalmente radicales, de signo comunitarista o individualista, es que ambas dimensiones deben marchar aparejadas.
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
A lo largo de la historia, han sido varios los autores que han enfatizado
la vertiente social de la educación sobre la individual, aunque sin llegar necesariamente a oponerlas. El nacimiento de la Sociología en el siglo XIX
contribuyó a subrayar la concepción de la educación como uno de los mecanismos de socialización de que dispone el ser humano. Entre los primeros
sociólogos que se ocuparon de la educación destaca especialmente Emile
Durkheim (1858-1917), quien definía así la educación en el Nouveau
Dictionnaire de Buisson:
La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre
aquéllas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para
la vida social. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto
número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la
sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que
está especialmente destinado (Durkheim, E., 2009: 57).
De acuerdo con esa concepción, la persona no se forma en abstracto,
como si fuese un individuo en estado puro o en el vacío, sino como un ser
que se desenvuelve en un medio social determinado, que a su vez le condiciona. En consecuencia, las sociedades establecen mecanismos de transmisión cultural, que pueden considerarse como instrumentos educativos, en
sentido amplio. La definición de educación que propone José Luis Castillejo,
por ejemplo, acepta básicamente ese planteamiento cuando afirma que «es
el proceso por el cual las generaciones jóvenes se incorporan o asimilan el
patrimonio cultural de los adultos» (Diccionario de las Ciencias de la
Educación, 1983, vol. I: 475).
En la actualidad, el concepto de socialización se considera como «el proceso por el cual el individuo en desarrollo se adapta a los requerimientos de
la sociedad en que vive» (Diccionario de Sociología, Madrid, Alianza, 1998,
p. 695). Aunque se considere un proceso único y que abarca toda la vida (y
no solamente la edad infantil, como indicaba Durkheim), pueden distinguirse tres tipos de socialización, correspondientes a otras tantas etapas
cronológicas: una socialización primaria, que se efectúa en la infancia, fundamentalmente a través de la familia, de manera muy poco crítica y por
medio de la cual se adquieren los elementos sociales más importantes; una
socialización secundaria, realizada a través de los iguales y de las diversas
instituciones sociales, mediante la cual se interiorizan los valores y normas
y se incorporan pautas de conducta que habrán de permitir la integración
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
de los jóvenes en el mundo de los adultos; y una socialización terciaria, que
puede producirse ocasionalmente en caso de transculturación o integración
en otros sistemas sociales y suele producirse en la edad adulta.
Así concebida la socialización, puede apreciarse claramente la indefinición de sus límites con la educación. De hecho, son muchos los autores que
concuerdan con la tesis de Durkheim, quien afirmaba que «la educación
consiste en una socialización metódica de la joven generación». Por ejemplo,
Mariano Fernández Enguita considera que «la educación es la socialización
consciente, o sea, algo menos que todo proceso de socialización pero mucho
más que la simple escolaridad» (Diccionario de Sociología, 1998: 230).
La distinción establecida entre educación formal, no formal e informal,
planteada a comienzos de los años setenta del siglo XX por Philip H. Coombs,
contribuyó a agudizar la indefinición de los límites conceptuales existentes
entre educación y socialización. Como es sabido, la primera se refiere a la
actividad propiamente escolar, desarrollada en el sistema educativo; la segunda tiene carácter metódico y objetivos definidos, pero se desarrolla al
margen del sistema educativo formal; la tercera es un proceso no sistemático por medio del cual las personas adquieren conocimientos, habilidades y
actitudes en interacción con su entorno. En consecuencia, puede apreciarse
que la confluencia de las tres modalidades educativas constituye el proceso
de socialización en conjunto.
Es necesario entender que los mecanismos de socialización han ido
cambiando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, es notoria la importancia que
ha ido adquiriendo la escolarización entre los medios de socialización secundaria, abarcando campos cada vez más amplios. El aprendizaje de oficios es uno de los ejemplos más llamativos: si durante muchos siglos la entrada en el gremio, en el taller o en los establecimientos profesionales era la
única vía posible para adquirir una socialización tan fundamental como es
la laboral (con todo lo que implica desde el punto de vista de inserción social), en épocas recientes ese aprendizaje ha pasado a ser en buena medida
competencia de las instituciones educativas, con lo que un canal de socialización secundaria no formal ha sido sustituido por otro formal. Y lo mismo
se podría decir de la ampliación de la esfera de responsabilidad de la escuela, al asumir funciones que antes ejercía la familia y formalizar así algunos
elementos de la anterior socialización primaria. Esa ampliación progresiva
de las funciones de la escolarización en el contexto de la socialización será
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
uno de los factores que habrá que tener en cuenta para entender correctamente la evolución del concepto de educación social.
Si aceptamos que la educación constituye uno de los medios privilegiados de socialización de las generaciones jóvenes, resultará indudable el interés que tiene el análisis de su evolución. Desde el punto de vista de la educación social, ese análisis tiene especial importancia, puesto que se trata de
un ámbito de actuación que ha estado siempre en una situación de frontera.
La estrecha relación de la educación social con la educación no formal, así
como con los medios de socialización secundaria no propiamente escolares, nos obliga a movernos en ese campo no siempre bien definido que se
sitúa entre la educación y la socialización.
2. ETAPAS CLAVE EN LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Lo que hoy entendemos como educación social no es sino el resultado de
un proceso tendente a dar respuesta a una serie de nuevas necesidades y
demandas sociales, motivadas por diversos cambios producidos en el entramado colectivo de la vida humana. A medida que las condiciones sociales
fueron cambiando, aparecieron nuevos modos de acción educativa, que cubrieron ámbitos de actuación anteriormente desatendidos. Por ese motivo,
cuando intentamos analizar la evolución del concepto de educación social,
debemos necesariamente hacer referencia a las grandes etapas que se pueden distinguir en la evolución de las sociedades, puesto que el análisis de los
cambios producidos y de sus consecuencias nos permitirá comprender el
sentido de los nuevos planteamientos educativos que fueron surgiendo.
Aunque no se ha pretendido analizar aquí exhaustivamente la evolución
social, económica y política registrada desde la Edad Media hasta la actualidad, se han destacado las etapas fundamentales que pueden distinguirse
en ese proceso evolutivo, para comprender el impacto que han ejercido sobre la acción educadora. Para alcanzar dicho objetivo, se ha adoptado una
visión macroscópica, fundamentalmente europea, sin descender al análisis
de las situaciones nacionales concretas. Ese planteamiento entraña cierto
riesgo, puesto que los ritmos de evolución social, económica y política de los
distintos países son y han sido claramente diferentes. Por ejemplo, aunque
aquí se hable de la revolución industrial como de un fenómeno continental,
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
no se puede olvidar que entre su implantación en los países pioneros, como
Inglaterra, y los más retrasados, como los mediterráneos, hubo un desfase
aproximado de un siglo. Por lo tanto, hay que tener siempre presente el carácter general de este análisis, relativizándolo para los diversos casos nacionales cuando sea necesario.
2.1. Las transformaciones económicas y sociales de la Edad Moderna
Los primeros cambios socioeconómicos importantes que ejercieron un profundo impacto en lo que hoy entendemos como educación social tuvieron lugar
durante la Edad Moderna. En ese periodo histórico tuvo lugar un proceso de
transformación de las estructuras económicas y sociales medievales, centradas
en torno a las actividades agrícolas y a la artesanía gremial, que produjo como
resultado final la aparición de un modo de producción capitalista (o si se quiere, proto-capitalista), tanto en el medio rural como en el urbano.
Las transformaciones registradas fueron amplias y diversas, aunque es
imposible analizarlas aquí en profundidad. En relación con el tema que tratamos, interesa subrayar algunos de los principales cambios registrados en
esa época. En primer lugar, se produjo un proceso de acumulación de capital,
que permitió la aparición de organizaciones proto-industriales y comerciales
que generaron riqueza en torno de las ciudades y regiones más emprendedoras e hicieron aparecer nuevas categorías de trabajadores. En segundo lugar,
se produjo un proceso de urbanización, mediante el cual muchos campesinos
dejaron sus hogares en el medio rural y se desplazaron a las florecientes ciudades en busca de más y mejores medios de subsistencia, que escaseaban en
sus lugares de origen (en algunos casos, iniciaron incluso un proceso que
podríamos denominar de transhumancia moderna, desplazándose de unas
ciudades a otras en busca de trabajo o de ayuda económica). En tercer lugar,
las nuevas administraciones municipales tomaron en sus manos algunos aspectos de la vida colectiva, antes dejados a la acción individual o a los mecanismos caritativos tradicionales, apareciendo nuevas modalidades de acción
social, como el recogimiento y atención a los pobres y vagabundos.
En este contexto de ruptura de los modos medievales de vida y de transformación económica, se produjo un fenómeno de pauperización o extensión de la pobreza, que afectó muy señaladamente a las clases populares.
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Los factores que produjeron dicha pauperización fueron de tres tipos
(Santolaria, 1997: 7-21). En primer lugar, hay que mencionar unos factores
coyunturales, que tuvieron que ver con el alza casi continua de los precios
durante todo el siglo XVI y parte del XVII, y con las periódicas «crisis de subsistencias», provocadas por las malas cosechas y que se tradujeron en crisis
de hambre y epidemias. En segundo lugar, unos factores estructurales, relacionados con los cambios producidos en los ciclos de la vida individual y
familiar, y que implicaron la imposibilidad de obtener los medios suficientes para subsistir en determinadas etapas críticas de la vida (por ejemplo,
con el nacimiento de hermanos o hijos o en la vejez). En tercer lugar, unos
factores accidentales, como la enfermedad (especialmente grave si afectaba
al cabeza de familia) u otras circunstancias similares. Todo ello determinó
la aparición de un número creciente de pobres y vagabundos de distintos
tipos y condición, cuya cifra fluctuaba al vaivén de las cambiantes circunstancias y que llegó en ocasiones a representar hasta una quinta parte de la
población.
Ante esta nueva realidad, la vía tradicional de la caridad individual se reveló insuficiente y comenzaron a aparecer nuevos proyectos de asistencia y
reeducación de los pobres y vagabundos, en cuyo desarrollo los poderes públicos (primero los municipales y regionales y más tarde los centrales o estatales) fueron tomando un papel cada vez más activo. Durante los siglos XVI,
XVII y, sobre todo, en el XVIII, fueron planteándose diversos proyectos de atención a los pobres, como la célebre propuesta de Luis Vives (De subventione
pauperum, 1526), y se fueron creando distintos tipos de instituciones de acogimiento, reclusión y reeducación, como fueron las casas de misericordia, los
colegios de reeducación, las casas de arrepentidas, los colegios de huérfanos,
las casas de corrección o los hospicios. La realidad de esas instituciones fue
muy diversa y estuvo en buena medida influida por las imágenes sociales
predominantes acerca de la pobreza. En unos casos primó su función segregadora o de acogida, mientras que en otras se impuso su función correccional o integradora, según que los pobres y marginados se percibiesen como
una amenaza social o como una oportunidad desaprovechada (por ejemplo,
para contar con más ciudadanos útiles, como trabajadores o soldados).
Esta etapa representó el inicio de un proceso de institucionalización de
la acción social, mediante el cual llegaron a desarrollarse medidas colectivas de asistencia, que comenzaron siendo municipales y voluntarias y aca-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
baron siendo de carácter nacional y muchas veces obligatorias, para hacer
frente a las adversidades que afectaban a los individuos (Swaan, 1992). Las
reformas urbanas de la beneficencia, que comenzaron a producirse y expandirse en el siglo XVI, acabarían traduciéndose en leyes y planes nacionales que se aplicaron a partir del siglo XVIII.
Merced al impulso de esas nuevas necesidades educativas y a la creación
de diversas instituciones que intentaban satisfacerlas, fue desarrollándose
un nuevo ámbito de la acción educadora, que todavía no se diferenciaba
claramente de la acción punitiva. Con el paso del tiempo, se fue planteando
la necesidad de reeducar a ciertos grupos de jóvenes marginales o delincuentes, elaborándose modelos diferentes de atención para las diversas categorías existentes. Aunque con mucho más retraso, también se planteó la
necesidad de formar adecuadamente a las personas que deberían trabajar
con dichos niños o jóvenes, apareciendo así ya antes del siglo XIX un nuevo
ámbito profesional de acción educativa, relativo al tratamiento de los delincuentes, abandonados o marginales, que se mantendrá hasta la actualidad.
Aunque su origen histórico fuese muy diferente de su realidad actual, se
puede apreciar que constituye un claro antecedente de la educación social
contemporánea.
2.2. La caída del Antiguo Régimen
A finales del siglo XVIII se produjeron grandes cambios en las sociedades
europeas, que dieron como resultado un modelo social, económico y político muy diferente del anteriormente existente. La amplitud de las transformaciones fue tal que algunos coetáneos se refirieron al sistema que desaparecía como Antiguo Régimen, poniendo así de relieve que se trataba de un
régimen obsoleto, que venía a ser sustituido por uno nuevo.
La transformación más patente de todas las que se produjeron fue la
política, debido fundamentalmente al fuerte impacto que produjo la
Revolución francesa (1789-1799). Ese acontecimiento, considerado habitualmente el hito que marca el tránsito de la Edad Moderna a la Edad
Contemporánea, representó el final de la monarquía absolutista en Francia,
en la que el poder del rey no estaba limitado por ningún parlamento, y su
sustitución por un nuevo régimen político de base representativa. La
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Revolución francesa y la subsiguiente invasión napoleónica supusieron el
final de las monarquías absolutas en muchos países europeos y la aparición
de los regímenes políticos liberales. De ese modo, se abría una nueva etapa
política en el continente, en la que el súbdito dejaba paso al ciudadano, se
proclamaban los derechos individuales (que el Estado debía salvaguardar y
respetar), se separaban los tres poderes básicos del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) y se creaban instituciones que ejercían el poder que los
ciudadanos delegaban en ellas por medio del sufragio (parlamentos o cámaras). Ese nuevo régimen político estaba basado en la libertad, tanto política como económica o del espíritu, de donde deriva su denominación de
liberal.
Pero la espectacularidad del cambio político, que fue acompañado de
enfrentamientos y conflictos, no debe ocultar la importancia de otras transformaciones, no tan evidentes pero no por ello menos influyentes. Entre
todas ellas hay que destacar forzosamente el impacto que produjo la denominada revolución industrial, que comenzó a producirse en Europa la segunda mitad del siglo XVIII y que creó el ambiente propicio para otros cambios de mayor calado.
La revolución industrial se caracterizó por la aplicación sistemática de
los avances científicos a la producción, lo que alteró totalmente el sistema
artesanal anterior y dio origen a un nuevo modelo económico, el capitalismo. Comenzó con el descubrimiento de nuevos modos de producción de
energía, entre los que ocupó un lugar privilegiado la máquina de vapor. La
aplicación de esa nueva tecnología revolucionó sectores tradicionales de
producción como el textil o el siderúrgico, favoreció la mecanización de la
agricultura y permitió la construcción de los primeros ferrocarriles, que
permitieron a su vez un incremento espectacular de las relaciones comerciales. Paralelamente, el desarrollo de la investigación de carácter químico y biológico, que dio lugar a la producción de fertilizantes o de nuevas
variedades de plantas y al desarrollo de nuevas técnicas de cultivo, permitió la modernización de la agricultura, aumentando notablemente su productividad.
Todo este conjunto de transformaciones produjo unos importantes cambios sociales y económicos, que alteraron notablemente el aspecto de las
sociedades europeas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. En primer
lugar, hay que destacar que el aumento de la productividad agrícola permi-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
tió la acumulación de capital por parte de los propietarios de la tierra, lo
que favoreció la organización y la posterior expansión de una dinámica red
bancaria y financiera que canalizó la inversión hacia la naciente industria.
Es así como el desarrollo de la agricultura actuó como factor decisivo para
producir la transformación industrial. Esas nuevas condiciones económicas sentaron las bases para la aparición y posterior expansión del sistema
de producción capitalista.
Por otra parte, los avances científicos y tecnológicos, así como el desarrollo de la medicina, produjeron una mejora (aunque desigual) en las condiciones higiénicas y sanitarias de la población, lo que favoreció a su vez el
crecimiento demográfico. El descenso sostenido de la mortalidad, que
inauguró lo que se ha llamado el ciclo demográfico moderno, permitió a
países como Inglaterra duplicar su población durante el siglo XVIII y de nuevo en la primera mitad del siglo XIX. Esos cambios demográficos, unidos a
la atracción ejercida por las ciudades, donde se ubicaba la nueva industria,
favorecieron un proceso acelerado de urbanización, que se dejó sentir con
fuerza desde finales del siglo XVIII.
Por último, el desarrollo del capitalismo industrial, el crecimiento demográfico y el proceso de urbanización favorecieron la aparición de nuevas
clases sociales, que vinieron a sumarse a las anteriormente existentes.
Concretamente, hay que destacar la aparición y el ascenso de una nueva
burguesía industrial y comercial, con intereses contrapuestos a la aristocracia rural, pero con la que estableció, no obstante, algunas alianzas, y de un
proletariado urbano, formado por los trabajadores de la industria. Estas
dos clases, que habían permanecido ajenas al poder político, pronto reclamarían un lugar propio en la sociedad moderna: primero lo haría la clase
media, más fuerte y con mayor consistencia, y después, el proletariado, que
iría ocupando un nuevo lugar social. Es así como se sentarían las bases
para las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX
y para las revoluciones socialistas que se extenderían por Europa desde mediados del siglo XIX.
Todo ello produjo un nuevo tipo de sociedad, muy diferente de la del
Antiguo Régimen, que estaba organizada en estamentos. El principio de la
igualdad de todos los ciudadanos ante la ley se plasmó en documentos
tan famosos como la Declaración de Independencia de los Estados Unidos
de América (1776) o la Declaración de los Derechos del Hombre y del
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Ciudadano (1789) de la Revolución francesa. La organización de la sociedad en estamentos o estados (como se denominaron en Francia) dejó paso
a una sociedad supuestamente igualitaria, donde todos los ciudadanos tenían el mismo valor. No obstante, la realidad del régimen capitalista, que
dividía a los ciudadanos entre los que poseían los medios de producción y
el capital y los que no poseían más que su fuerza de trabajo, acabaría forzando la aceptación del concepto socialista de la sociedad de clases, que
reconocía la existencia de diversos niveles de riqueza, asociados a otros
privilegios sociales. La sociedad liberal, teóricamente igualitaria, engendraría grandes diferencias en su seno, que darían lugar a conflictos sociales y obligarían finalmente a reaccionar a los poderes públicos.
La construcción de los Estados liberales exigió la creación de nuevas
instituciones. Mientras que en las sociedades estamentales el lugar del ciudadano venía dado por su cuna y la cohesión estatal derivaba del poder
real, considerado de origen divino, en la nueva sociedad liberal había que
buscar nuevas vías de cohesión nacional y de aceptación del lugar social
que a cada cual le correspondiese. Entre los instrumentos fundamentales
que se crearon en esta época para construir los nuevos Estados-nación hay
que mencionar los sistemas educativos nacionales.
El proceso de construcción de los sistemas educativos nacionales se inició en la última parte del siglo XVIII y fue plasmándose en realidades institucionales a partir de comienzos del XIX. La constitución de estos nuevos
aparatos formativos representó un momento clave en la evolución histórica
de la educación, ya que permitió romper con el particularismo de las formas especializadas de enseñanza, orientadas a la formación de clérigos,
artesanos o funcionarios, y superar los intereses corporativos de las iglesias, las ciudades, los gremios y las familias, estableciendo un sistema formativo al servicio de la nación, de interés nacional, y considerado, en última
instancia, un asunto del Estado (Green, 1990).
La creación de los sistemas educativos implicó la aparición de un nuevo
concepto de educación, que desde entonces no ha dejado de extenderse y
utilizarse. No hay que interpretar que el proceso de constitución de dichos
sistemas supusiera una ruptura total con el pasado, ni tampoco que implicase la creación de instituciones completamente diferentes a las anteriormente existentes. Como diversos historiadores han subrayado, los modelos
educativos del Antiguo Régimen, algunos de ellos procedentes de épocas
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
históricas muy anteriores, continuaron utilizándose tras el final de esa etapa. También muchas de las instituciones creadas durante la Edad Media y
Moderna siguieron existiendo en las nuevas circunstancias. Pero, no obstante, se produjo un doble cambio fundamental, consistente en la concepción sistémica (por rudimentaria que fuese todavía) de ese aparato escolar
y la nueva función que se le atribuía al servicio de la construcción nacional.
Las transformaciones mencionadas ejercieron una gran influencia sobre la educación, en general, y sobre la evolución de la educación social, en
particular. Ante todo, hay que mencionar que los sistemas educativos se
convirtieron en uno de los mecanismos fundamentales de socialización secundaria, absorbiendo muchas de las funciones antes desempeñadas por
otras instituciones sociales y sobre todo por las familias. Así, al configurarse un floreciente ámbito de educación formal, se acotó considerablemente el
espacio que quedaba al margen suyo, y concretamente el campo que hoy
conocemos como educación no formal. La educación social quedaría por
tanto situada al margen de unos aparatos escolares cada vez más fuertes y
amplios, que encarnarían la idea común que se posee acerca de la educación. Podemos decir que es en esta etapa histórica cuando comienza a identificarse educación con escolarización, aunque esa idea hiciese crisis más
adelante. Sería ya en tiempos recientes cuando volviese a impulsarse la educación no formal y, por consiguiente, la educación social.
Primer esbozo histórico del concepto de educación permanente
«Hemos observado, por último, que la instrucción no debía abandonar a los
individuos en el momento de su salida de las escuelas; que debía abarcar todas
las edades, que no hay ninguna en la que no sea útil y posible aprender, y que
esta segunda instrucción es tanto más necesaria cuanto más estrechos hayan
sido los límites que hayan encerrado la instrucción de la infancia. Esta es también una de las causas principales de la ignorancia en la que se hallan sumidas
hoy las clases pobres de la sociedad; la posibilidad de recibir una primera instrucción no se echa tanto de menos como la de conservar sus ventajas».
Condorcet (1792): Informe y proyecto de decreto sobre la organización general de la
instrucción pública. Versión española de Negrín Fajardo, O. (Madrid, Ed. Centro de
Estudios Ramón Areces, 1990), p. 44.
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Por otra parte, la aparición de una sociedad de clases planteó abiertamente la cuestión de la atención educativa prestada a los miembros de cada
una de ellas. Los primeros sistemas educativos fueron de carácter dual o
bipolar, esto es, ofrecieron vías educativas alternativas para los distintos
grupos sociales. Mientras que las clases populares sólo podían aspirar (en
el mejor de los casos) a una educación primaria de carácter básico e instrumental (lectura, escritura y cálculo, más alguna instrucción religiosa y política), las clases medias y superiores tenían el camino abierto hacia la segunda enseñanza y la universitaria, que les aseguraría una mejor posición
social. Además, no se debe olvidar la existencia de una población marginada o con duras condiciones de existencia, como los niños trabajadores o los
nuevos pobres urbanos, que quedaban fuera de los beneficios de los sistemas educativos. Por lo tanto, el reparto de los bienes educativos era desigual, como también lo era el de los recursos materiales.
En esas circunstancias, a lo largo del siglo XIX se fue abriendo un nuevo
ámbito de la educación social, que algunos autores han denominado educación popular, consistente en ofrecer acceso a la cultura, tanto escolar (alfabetización y escolarización, básicamente) como no escolar (actividades sociales y culturales, formación artística, aprendizaje de oficios, formación
militante), a esas personas y colectivos excluidos de los circuitos educativos
convencionales. Entre los componentes de las clases acomodadas, algunos
ciudadanos particulares, organizaciones religiosas y asociaciones de diversa ideología política emprendieron diferentes iniciativas de educación de las
clases populares o de atención a esos grupos marginados. Se trata de un
estilo de actuación que habría que considerar incluido en el campo de la
educación social en el momento en que se produjo, pero que hoy no tendría
necesariamente la misma consideración, puesto que una parte importante
de tales actividades quedarían integradas en la actual educación formal,
estrictamente hablando. Del mismo modo, las organizaciones populares y
obreras desarrollaron diversas actividades encaminadas a asegurar el acceso a la educación a los hijos de esas clases y a ellos mismos, en forma de
escuelas laicas, clases nocturnas, ateneos obreros, bibliotecas y universidades populares. En consecuencia, algunos ámbitos propios de la actual educación social, como es el caso de la educación de adultos, se convertirían en
espacio de confrontación y de reivindicación.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
Así pues, las transformaciones producidas a finales del siglo XVIII y durante el XIX también incidieron sobre la evolución de la educación social.
Por una parte, contribuyeron a redefinir el concepto que se poseía acerca de
la educación, reforzando su identificación con la actuación propia de los
sistemas educativos, con la escolarización. Por otra parte, abrieron nuevos
ámbitos específicos de actuación educativa, como la educación popular o la
educación de adultos. Por último, afianzaron algunos campos ya asentados
de la educación social, como la actuación benéfico-educativa.
2.3. El inicio del intervencionismo estatal
El desarrollo del capitalismo produjo como consecuencia la división de
la sociedad en clases y un desigual reparto de la riqueza, que acabó provocando conflictos sociales. El nuevo proletariado, compuesto por el conjunto
de los obreros industriales, reaccionó de diversas maneras ante esa situación. A mediados del siglo XIX surgió el movimiento socialista, en sus diferentes versiones (utópica, anarquista y marxista). Por esas mismas fechas
comenzaron a aparecer las organizaciones obreras de resistencia y de socorros mutuos, y poco después los sindicatos, que estaban ya asentados en los
países más avanzados en la década de los sesenta. En el último tercio del siglo se constituiría la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), vertebrando así el joven movimiento obrero por encima de las fronteras nacionales y amenazando internacionalmente la hegemonía política de la burguesía.
Las primeras revoluciones sociales de 1848 dieron paso a movimientos más
amenazadores, como la insurrección de la Comuna de París (1871), que fue
percibida como un toque de atención por muchos dirigentes europeos, obligándoles a reaccionar. El triunfo de la Revolución soviética en 1917 sería la
confirmación de que la amenaza no era puramente retórica, sino muy real.
La nueva situación de conflicto de clases comenzó a extenderse por los
países europeos en la segunda mitad del siglo XIX, aludiéndose muchas veces
a ella con la denominación de cuestión social. Hubo diversos modos de reacción ante las demandas obreras. Una parte de la burguesía eligió la vía represiva, denominada en muchos lugares de defensa social. Pero hubo otro sector
de la burguesía que entendió que debía adaptar las estructuras políticas y sociales a los nuevos tiempos, adoptando posiciones de reforma social. Los grupos políticos y de opinión adscritos a esta última posición consideraron que
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
para preservar la paz social era necesario conceder un nuevo espacio político
a la clase obrera, hasta entonces prácticamente excluida del Estado liberal.
Es así como surgiría una tendencia, que se irá imponiendo en el último
tercio del siglo XIX y el primer tercio del XX, según la cual el Estado debía
intervenir en materia social, abandonando la actitud abstencionista que
adoptó en la época liberal. Surge de ese modo el concepto del Estado social,
que tendrá entre sus misiones la de asegurar unos nuevos derechos individuales, que ya no serán meramente derechos de libertad, sino derechos sociales o prestacionales. Según esta nueva concepción, el Estado tendría la
obligación de realizar acciones positivas para permitir el pleno desarrollo
de los derechos de sus ciudadanos. Además, debería integrar en su seno a
las clases populares, por medio de los mecanismos propios de la democracia representativa. En consecuencia, en esta época se introduce en muchos
países el sufragio universal (aunque todavía limitado a los varones durante
el siglo XIX y comienzos del XX), se permite la asociación libre de los trabajadores y se conceden otras libertades civiles y políticas. Es una etapa de
reformas sociales y políticas de diverso tipo, diseñadas o llevadas a cabo
por medio de instituciones diseñadas a tal efecto, como fue el caso en
España de la Comisión de Reformas Sociales (1883) o del Instituto de
Reformas Sociales (1903).
Este Estado social y democrático desarrollará nuevos mecanismos de
previsión y de seguridad social, dictará leyes para regular las condiciones
laborales (como el trabajo nocturno y peligroso o el de niños y de mujeres),
establecerá mecanismos de protección frente a la enfermedad (los primeros
seguros obligatorios de enfermedad) y reorganizará la beneficencia sobre
nuevas bases. Como afirma Abram de Swaan, el Estado llevaría entonces a
su culminación el proceso de colectivización de la asistencia social que se
había iniciado al final de la Edad Moderna. Al llegar a la Segunda Guerra
Mundial, prácticamente todos los países europeos contaban con instituciones para la colectivización de la asistencia médica, la educación y la protección contra la pérdida de ingresos. Dicho proceso no fue rápido ni estuvo
exento de resistencias y de tensiones, pero lo cierto es que acabó imponiéndose en un plazo de poco menos de un siglo de duración.
Estas transformaciones también ejercieron una influencia notable sobre
la educación, siguiendo dos grandes orientaciones. En primer lugar, las
nuevas circunstancias contribuyeron a la generalización de la escolariza-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
ción obligatoria. Si muchos países europeos habían dictado leyes a favor de
la obligatoriedad escolar durante el siglo XIX (en Prusia, incluso a finales del
XVIII), lo cierto es que en muchos de ellos (caso de España, donde se había
establecido en la Ley Moyano de 1857) esa normativa estaba lejos de ser una
realidad. A finales del siglo XIX se produjeron algunas reformas educativas
de gran envergadura, como la emprendida por la Tercera República francesa, que universalizó la asistencia a una escuela común, gratuita, laica y republicana. Incluso Inglaterra, que había tenido un desarrollo lento y atípico
de su sistema educativo nacional, aceptaría y comenzaría a convertir en
realidad por esa época la idea de la obligatoriedad escolar. En los países
europeos más avanzados esa era una realidad a comienzos del siglo XX,
aunque en otros lugares debería esperar algunas décadas más.
La educación, asunto del Estado
«Si [...] la educación tiene, ante todo, una función colectiva, si tiene por meta
la de adaptar al niño al ámbito social en el cual está destinado a vivir, es imposible
que la sociedad se desentienda de semejante coyuntura. [...] De no estar la sociedad siempre presente y ojo avizor para obligar la acción pedagógica a desarrollarse en un sentido social, ésta se pondría necesariamente al servicio de creencias
particulares y la gran alma de la patria se dividiría y se reduciría a una multitud
de pequeñas almas en conflicto las unas con las otras. Nada más en contraposición con la meta fundamental de toda educación. Es menester escoger: si se precia en algo la existencia de la sociedad [...] es indispensable que la educación asegure entre los ciudadanos una suficiente comunidad de ideas y de sentimientos,
sin la cual no puede haber sociedad; y para que pueda rendir ese resultado aún
hace falta que no quede a merced de la arbitrariedad de los particulares. A partir
del momento en que la educación es una función esencialmente social, el Estado
no puede desinteresarse de ella. Muy al contrario, todo cuanto es educación debe
quedar, en cierta medida, supeditado a su influencia. Lo que no viene a decir por
ello que el Estado deba necesariamente monopolizar la enseñanza».
Durkheim, E. (1911): «Éducation», en: Buisson, F.: Nouveau Dictionnaire de Pédagogie et
de l’instruction primaire (Paris, Hachette). Versión española en Durkheim, E. (2009):
Educación y sociología (Madrid, Editorial Popular), pp. 63-64.
En segundo lugar, la expansión de los mecanismos de previsión y de seguridad social no se limitó al ámbito laboral y al asistencial, sino que alcan-
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
zó al mundo de la infancia y a la juventud. Durante esta época se desarrollaron modelos más sofisticados de protección a la infancia (orientados tanto a
su desarrollo físico como al intelectual y moral), de corrección de los jóvenes
desviados, de atención a los denominados anormales o de tutela de los niños
abandonados. Fue el periodo de aparición y de expansión de instituciones
tales como los tribunales tutelares de menores, los patronatos de protección
a la infancia, las colonias de reeducación de jóvenes delincuentes, los servicios de lactancia, la inspección médica escolar o las colonias infantiles de
verano. Y las nuevas condiciones sociales también favorecieron la aparición
de asociaciones juveniles, algunas en países de tradición democrática, como
los boy scouts, y otras en países o periodos de tendencia totalitaria, como los
pioneros rusos, las juventudes nazis alemanas o los balillas italianos.
A pesar del reforzamiento de los sistemas educativos, que alcanzaron una
dimensión que apenas se vislumbraba en el momento de su creación, puede
apreciarse que en esta etapa se produjo un auge importante de todo el campo
incluido en la actual educación social. Fue una época en la que se constituyeron algunas instituciones y modelos educativos que siguen plenamente vigentes, aunque hayan experimentado las lógicas transformaciones. Y la puesta en
marcha de tantas y tan diversas iniciativas de educación social obligaría posteriormente a la formación de profesionales preparados en campos tales como la
educación especializada, la educación de deficientes, las actividades paraescolares o el asociacionismo juvenil, poniendo así las bases para un desarrollo
posterior de la profesión. Puede decirse que fue una etapa muy fructífera desde
el punto de vista de la evolución de la educación social, por la riqueza de las
iniciativas puestas en marcha. Desde el punto de vista de su desarrollo, se trató
sin embargo de un periodo de tanteos, en el que no todas las actuaciones emprendidas llegaron a su formalización. Puede aquí apreciarse cómo la intervención del Estado en materia social influiría en la expansión de las iniciativas de
educación social, fenómeno que también se dejaría sentir en la etapa siguiente.
2.4. La construcción del Estado del Bienestar
Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, se reforzaría
notablemente la tendencia intervencionista que se iniciaba en la etapa anterior, adquiriendo nuevo impulso el proceso de construcción de lo que se denominaría el Estado del Bienestar. La novedad de esta etapa consistió en la
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
colaboración mantenida entre los empresarios, los trabajadores y el Estado
para hacer frente a los desafíos que planteaba la reconstrucción posbélica.
Ello llevaría, como contrapartida, a una situación en la cual el Estado desempeñaría un papel fundamental en la protección y la promoción del bienestar
de los ciudadanos. Aunque la organización estatal concreta variase de unos
lugares a otros, el rasgo común estaría en la aplicación del principio de igualdad de oportunidades y en la aceptación de la responsabilidad pública hacia
todas aquellas situaciones de desprotección (desempleo, enfermedad, abandono) de sus ciudadanos. Se puede considerar que el establecimiento del
Estado del bienestar fue el resultado de un gran pacto social en el que todos
los actores implicados (empresarios, trabajadores, poderes públicos) pusieron
algo de su parte para construir una red social de protección y asistencia frente a las adversidades individuales. Así se fueron expandiendo considerablemente los servicios de seguridad social, que se convirtieron en el elemento
central de dicho modelo. La educación, los servicios de salud y el alojamiento
fueron algunos otros de los campos atendidos por el Estado benefactor.
Aunque se haga aquí hincapié en la transformación del Estado, utilizándolo como criterio determinante para denominar esta etapa, no se puede
ignorar que los cambios producidos durante el largo periodo que se abre
con el fin de la guerra mundial fueron muy amplios y afectaron a distintas
esferas de la vida humana. Simplificando quizás en exceso, podemos distinguir dos grandes tipos de cambios, los socioeconómicos y los socioculturales, por su notable influencia en la evolución de la educación social.
El final del enfrentamiento bélico y la fuerte inversión realizada para reconstruir los países y los sistemas productivos nacionales contribuyeron a
abrir un nuevo ciclo económico, que acabó cambiando profundamente la situación existente. La primera transformación que merece la pena destacar
consistió en el inicio de un proceso acelerado de industrialización y de desarrollo tecnológico. La evolución fue tan rápida que acabó dando paso en pocos años a lo que se denominó la sociedad posindustrial, caracterizada por la
transformación de los modos de producción tradicionales y el abandono de
los modelos industriales clásicos, como consecuencia de la introducción de
nuevas tecnologías. El proceso no ha hecho sino acelerarse progresivamente,
hasta haber generado lo que hoy denominamos la sociedad de la información
o del conocimiento, en la cual las tecnologías avanzadas de la información y la
comunicación rigen la mayor parte de los procesos económicos.
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Ese cambio en los modos de producción acarreó, como había ocurrido con
la revolución industrial, varias consecuencias sociales. Si el proceso de urbanización ya se había impulsado entonces, ahora cobraría una dimensión espectacular, comenzando la expansión acelerada de las grandes ciudades, hasta su transformación en megaurbes. La movilidad geográfica implicaría otras
transformaciones complementarias en aspectos tales como la estructura familiar o la del empleo. Y además iría estrechamente ligado a la transformación de la estructura de clases, debido a la paulatina desaparición del proletariado tradicional, el crecimiento de las clases medias y la aparición de nuevos
fenómenos de pobreza y marginación. Todo ello tendría consecuencias ambivalentes desde el punto de vista social. Por una parte, los cambios registrados
serían fuente de enriquecimiento personal y social y de aparición de nuevas
oportunidades, pero también implicarían, en contrapartida, la aparición de
situaciones de desarraigo y marginación, con todas sus secuelas (conductas
disruptivas, delincuencia, desorientación personal) que requerirán respuesta
y tratamiento por parte del Estado benefactor. Así surgirán nuevos ámbitos de
la educación social, como la integración educativa de la infancia marginada,
la prevención de las drogodependencias o la asistencia socioeducativa.
Los cambios producidos en esta etapa también se dejaron sentir en el
ámbito sociocultural. Un aspecto bastante llamativo consiste en que la progresiva reducción de la jornada laboral y la nueva estructura del empleo y
de la producción dio lugar a un aumento del tiempo de ocio. La situación es
tal que hay incluso quien llega a hablar de una sociedad del ocio. Aunque es
posible que esa denominación sea una exageración, puesto que se trata de
un bien que no está repartido equitativamente ni alcanza a todos, no cabe
duda de que los espacios de tiempo desocupado por el trabajo han crecido
apreciablemente, hablando en términos generales. Ello ha hecho surgir
nuevas necesidades y ha generado la eclosión de nuevos ámbitos de educación social, como la pedagogía del ocio, las actividades o los clubes de tiempo libre o el asociacionismo deportivo.
Otro cambio importante consiste en lo que se ha denominado la democratización cultural. Frente al predominio de una concepción elitista de la
cultura, tiene lugar en esta nueva etapa el desarrollo de una cultura de masas, que ya no es la antigua cultura popular de carácter militante, sino que
se caracteriza por la puesta en marcha de políticas culturales públicas y por
la introducción de mecanismos de consumo cultural. Todo ello genera la
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
aparición de nuevas demandas, que se aprecian en diversos planos. Por una
parte, surge la preocupación por hacer partícipes a los ciudadanos en la
construcción de sus propias pautas culturales, apareciendo así el campo
prometedor de la animación sociocultural. Por otra parte, comienza la
construcción de un mercado cultural, en el que no se debe menospreciar la
puesta en marcha de iniciativas culturales públicas, que generan un nuevo
espacio formativo (departamentos pedagógicos de museos, promotores y
gestores culturales, servicios culturales municipales).
Todo este conjunto de transformaciones ejerció una influencia decisiva
para la configuración del nuevo campo de la educación social. Como se puede apreciar fácilmente muchos de esos cambios están directamente en el
origen de la aparición de nuevas iniciativas y áreas de actuación educativa. A
todo ello habría que añadir las transformaciones registradas por los propios
sistemas educativos. Entre todos los cambios que éstos han experimentado,
merece la pena destacar dos que han abierto nuevas líneas en su evolución.
Por una parte, hay que mencionar la crisis que tales sistemas experimentaron durante la segunda mitad del siglo XX, que produjo diversos movimientos de contestación a la escuela tradicional (como la desescolarización
de Illich y Reimer, la pedagogía de la liberación de Freire, el antiautoritarismo de Nelly o Goodman o la autogestión de Lobrot) y que llevó a Philip
Coombs a publicar un famoso libro con ese título a comienzos de los setenta
(Coombs, 1971). La tesis central de ese libro era que los sistemas educativos
habían crecido para dar respuesta a las nuevas necesidades planteadas, pero
que no podían hacerlo indefinidamente. Los recursos necesarios eran tan
considerables que el modelo resultaba insostenible a largo plazo. Uno de los
puntos centrales del análisis de Coombs consistía en reconocer la necesidad
de apoyar la expansión de la educación no formal, renunciando a la pretensión de incluir toda la actividad educativa en el seno de los sistemas educativos. La tendencia que se había alumbrado en el siglo XIX, según la cual educación podía considerarse sinónimo de escolarización, se veía ahora puesta
en entredicho desde un organismo internacional constituido tras la Segunda
Guerra (la UNESCO).
Resulta lógico que este diagnóstico contribuyese a reforzar las tendencias
que los cambios sociales, económicos y culturales estaban alumbrando y que
entrásemos así en una etapa favorable para la expansión de la educación so-
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
cial. La aparición de los nuevos campos profesionales que se señalaban al
comienzo del capítulo se insertaban así en un movimiento de gran amplitud.
Por otra parte, los sistemas educativos también se han visto afectados
por la adopción del concepto de educación permanente. Aunque esa idea ya
aparecía en el informe que Condorcet elaboró en 1792 por encargo de la
Asamblea legislativa durante la Revolución francesa, lo cierto es que su
principal y casi única traducción práctica antes de 1945 consistió en el desarrollo de una educación de adultos de carácter bastante formal. A partir
de esa fecha, la situación cambió y comenzó a extenderse el nuevo concepto, primero con poca fuerza, pero cada vez con más impulso. El reconocimiento y adopción reciente de la necesidad de un aprendizaje a lo largo de la
vida ha venido a replantear el lugar de la educación formal en el itinerario
formativo de las personas. La consecuencia principal de ese cambio ha
sido la aceptación de que existen ámbitos formativos que no deben necesariamente ser integrados en la educación formal, aun cuando tienen gran
importancia. Por otra parte, ha venido a reconocer la importancia de la
educación de las personas adultas y otras actividades similares. El cambio
es tan importante que, al inicio del siglo XXI, algunos se preguntan si no
estaremos asistiendo al final de los sistemas educativos, al menos entendidos en su concepción tradicional y tal como fueron concebidos hace más
de doscientos años.
Como puede apreciarse, los cambios experimentados en los últimos cincuenta años son de una gran importancia y amplitud. Aunque su presentación
haya sido muy resumida, se comprende fácilmente la influencia decisiva que
han ejercido sobre la expansión y la formalización de la educación social, que
se ha configurado como un nuevo espacio educativo. Lo que hoy conocemos
como tal no es una realidad definitiva, sino que tiene que ver con las respuestas que nos hemos visto obligados a dar ante los grandes desafíos planteados.
Pero, al igual que los cambios que se han producido en las etapas históricas
anteriores han determinado su evolución, lo mismo sucederá en el futuro.
3. LOS ÁMBITOS DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Como puede apreciarse, lo que hoy denominamos educación social es el
resultado de una evolución guiada por la necesidad de dar respuesta educa-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
tiva a algunos desafíos sociales, económicos, políticos y culturales planteados a lo largo de la historia. Es así como se ha ido configurando este nuevo
ámbito de actuación educativa y de trabajo profesional.
En la actualidad existen cuatro grandes ámbitos de actuación en el seno de
la educación social: la educación de personas adultas, la educación no formal,
la inserción de personas con discapacidad o con «necesidades educativas especiales», y la acción socioeducativa. Cada uno de estos campos se ha ido constituyendo académica y profesionalmente con el paso del tiempo, como ya se ha
podido apreciar en el apartado anterior, y es previsible que todos ellos sigan
transformándose en el futuro. Por lo tanto, para completar esta presentación
de la evolución del concepto de la educación social, vale la pena comentar su
trayectoria y su configuración actual, aunque sea a grandes rasgos, puesto que
sobre estos asuntos se volverá en los capítulos siguientes.
La profesión de educador social
«La educación social es una profesión joven. A pesar de que se pueden rastrear
antecedentes de estas intervenciones socioeducativas en el pasado, se puede decir
que, de una forma más o menos organizada, las intervenciones socioeducativas
no comienzan a producirse en nuestro país hasta la década del 60. Esto supone,
entre otras cosas en la actualidad, la ausencia de un cuerpo científico de conocimientos consolidado. [...] Es una profesión heterogénea y compleja. Heterogeneidad y complejidad derivadas de la variedad de destinatarios, de situaciones y de
problemáticas con o sobre los que él o la profesional de la educación social actúan.
[...] La educación social de nuestros días está constituida por una constelación de
perfiles profesionales diferenciados y especializados en función: 1.º) De un cúmulo
de espacios de acción e intervención social y 2.º) De una tipología de destinatarios
que responden a situaciones vitales, problemáticas o no, extraordinariamente diversas. Lo que resulta todavía más curioso es que los educadores y educadoras
sociales están creando o descubriendo continuamente nuevos espacios de intervención profesional en lo social, con lo que se podría también afirmar que dicha
constelación crece y se expande. Son los mismos educadores sociales quienes detectan nuevos nichos de ocupación y nuevos ámbitos de trabajo.»
Ucar, X. (2001): Actualidad de la profesión de educador social, Letras de Deusto, vol. 31,
n.º 91, pp. 69-80.
No se puede olvidar, no obstante, que esta clasificación en cuatro áreas
es objeto de discusión en la actualidad. Algunos autores consideran que se
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
trata de una propuesta demasiado convencional, que no responde al modo
en que la educación social se ha ido configurando y que yuxtapone categorías muy diversas, basadas en criterios no homogéneos (Ucar, 1996 y 2001).
Por lo tanto, aun cuando dicha clasificación se adopte aquí a efectos analíticos, debe considerarse no definitiva y abierta a la crítica. Si la adoptamos
no es tanto por el interés de las categorías concretas que propone, que son
discutibles, sino con el fin de comprender los factores históricos que han
influido en la evolución del campo académico y profesional de la educación
social, hasta alcanzar el estado en que hoy se encuentra.
3.1. La educación de las personas adultas
La edad adulta no fue en general considerada un ámbito de actuación
educativa hasta que la creación de los Estados nacionales planteó abiertamente la necesidad de la formación de los ciudadanos. Al mismo tiempo, la
constitución de los sistemas educativos implicó que algunas personas quedasen excluidas de sus beneficios y no llegasen a adquirir, por tanto, las
herramientas culturales necesarias para vivir en sociedad (fundamentalmente, la lectura y la escritura). Algunos autores de proyectos educativos,
entre los que destaca el marqués de Condorcet, habían llamado la atención
sobre este hecho a finales del siglo XVIII. No obstante, la preocupación por
ofrecer vías formativas a este grupo de población no se traduciría en iniciativas prácticas hasta la primera mitad del siglo XIX, cuando en diversos países europeos se abrieron clases de adultos, para enseñar a leer, escribir y
contar a las personas que no dominaban esos recursos instrumentales básicos. En Francia, por ejemplo, las clases de adultos se abrieron por efecto de
un decreto de 1836, basado en la Ley Guizot de 1833. En España encontrarían su respaldo legal en el Reglamento de las escuelas de instrucción primaria de 1838, aunque su despegue se produciría a partir de 1860, fecha en
que alcanzarían los 30.000 alumnos.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que la consideración de adulto que
se utilizaba en esos momentos era muy diferente de la actual. En general,
durante los siglos XIX y XX se consideraron adultas a efectos educativos a las
personas que superaban la edad de asistencia a la escuela primaria. Dado
que las primeras leyes de escolarización obligatoria del siglo XIX limitaban
ese periodo desde los seis hasta los nueve o diez años, y que a comienzos del
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
siglo XX la edad superior de ese intervalo no superaba los doce años, en la
práctica eran muchos los adolescentes de trece o catorce años o los jóvenes
de dieciséis o diecisiete que acudían a dichas clases. Por lo tanto, aunque las
clases se denominasen de adultos, no siempre eran propiamente adultos sus
asistentes.
Un nuevo avance en la educación de adultos se produjo cuando comenzaron a desarrollarse actividades de formación profesional (conservatorios
de artes y oficios, escuelas industriales y de oficios, escuelas comerciales),
con la intención de adaptar a los trabajadores a las nuevas condiciones de la
producción industrial y del comercio. La importancia que adquirió la revolución industrial en Inglaterra explica que allí apareciesen instituciones
pioneras, como los Mechanics’ Institutes, creados a partir de 1823. Durante
el siglo XIX se fue extendiendo esa realidad por muchos países europeos,
acentuándose aún más dicha tendencia en el primer tercio del siglo XX. Hay
que tener en cuenta que los cambios producidos por la revolución industrial
vinieron a superponerse con la desaparición del sistema gremial y con la
decadencia del artesanado, rompiendo así las vías de socialización profesional tradicionales. Todo ello confluyó en el planteamiento de nuevas necesidades formativas, manifestadas por un número significativo de adultos, generalmente trabajadores.
Como ocurrió en otros ámbitos, los grandes cambios en el campo de la
educación de las personas adultas se produjeron a partir de 1945, cuando
aumentaron las necesidades formativas de la población, en dos sentidos paralelos. Por una parte, aumentó la demanda de cualificación académica de
los ciudadanos y de los trabajadores, acudiendo muchos adultos a las aulas
de los distintos niveles educativos, con el fin de completar la formación que
no adquirieron en su momento. La demanda creció de tal modo que dio lugar a la creación de nuevos tipos de instituciones, como los centros de educación abierta y a distancia, que permitían una mejor combinación de medios para atender a las personas adultas con compromisos familiares o
laborales. Por otra parte, el incesante cambio en los sistemas de producción
obligó a muchas personas a adquirir una actualización profesional o incluso a efectuar una verdadera reconversión. Ello determinó la puesta en marcha de un conjunto de iniciativas de formación profesional para la población adulta, así como el aumento de la oferta de formación continua.
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
De ese modo, se fue configurando paulatinamente el ámbito de la educación de personas adultas, con una doble vertiente, académica y profesional. Posteriormente surgirían otras iniciativas ligadas al cultivo del ocio o
al enriquecimiento personal, completando así un triángulo de actuación,
que quedaba plenamente reconocido en la definición que adoptaba la
Conferencia General de la UNESCO de 1976 (Nairobi):
El término educación de adultos denota el cuerpo total de los procesos
educativos organizados cualquiera que sea su contenido, nivel y método, ya
sean formales o informales y ya sea que prolonguen o reemplacen la educación inicial, en escuelas, institutos y Universidades, así como un aprendizaje mediante el cual, las personas consideradas adultas por la sociedad a la
que pertenecen, desarrollan sus capacidades, amplían sus conocimientos,
mejoran sus cualificaciones técnicas o profesionales o toman nuevas direcciones y obran cambios en sus actitudes o comportamiento, en la doble
perspectiva del desarrollo personal y de la participación en un desarrollo
social, económico y cultural independiente y equilibrado.
La educación de personas adultas es en la actualidad uno de los campos
más dinámicos de la educación social. No obstante, no puede ignorarse que
sus límites con la educación formal están algunas veces algo difuminados,
sobre todo cuando se trata de actividades de carácter académico.
3.2. La educación no formal
El segundo de los ámbitos que abarca la educación social es el de la educación no formal, utilizando la terminología que difundió la UNESCO en los
años setenta del siglo XX. Por educación no formal se entienden todas aquellas actividades formativas que quedan fuera del sistema educativo, esto es,
que tienen una voluntad educadora, pero que no están integradas en los diversos niveles que componen el sistema de educación formal.
La distinción tripartita de la UNESCO (educación formal, no formal e informal) está cada vez más puesta en entredicho, sobre todo a medida que se
van difundiendo nuevos conceptos que contribuyen a difuminar los límites
entre las tres categorías, como es el caso del aprendizaje a lo largo de la vida
(lifelong learning). No obstante, hay que reconocer que el campo de actuación de la educación social, tanto en la actualidad como en sus anteceden-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
tes, se ha situado generalmente en el ámbito que queda fuera de la enseñanza reglada.
El campo que hoy denominamos de educación no formal no ha estado
siempre bien delimitado, por su propia naturaleza. Tratándose de un ámbito que se define por exclusión de otro (la educación formal), su espacio ha
venido determinado por el que ha ocupado este último. A medida que los
sistemas educativos fueron ampliando su campo de actuación, se fue reduciendo paralelamente el de la educación no formal. Así, por ejemplo, la educación de párvulos y la de adultos comenzaron su desarrollo fuera del sistema educativo, siendo ambas posteriormente integradas en él, bajo la forma
de educación preescolar o infantil y educación de personas adultas.
No obstante, la dinámica social y económica ha ido abriendo permanentemente espacios educativos nuevos, que han sido atendidos en primer lugar por las instituciones y los mecanismos de educación no formal. Ha sido
posteriormente cuando muchos de esos espacios han sido colonizados por
los sistemas educativos.
Como veíamos de manera sintética en el apartado anterior, a lo largo de
la historia siempre se han desarrollado actividades de educación no formal,
aunque en ocasiones no han estado claramente diferenciadas de los mecanismos de socialización secundaria. El caso de la formación profesional es
claro: a medida que los modelos de socialización secundaria tradicionales
en el mundo laboral (aprendizaje, regulación gremial) fueron desapareciendo, se sustituyeron por modelos de carácter escolar (escuelas profesionales
y técnicas). Pero la escolarización de la formación profesional no impidió la
apertura de nuevos campos formativos, atendidos por canales educativos
no formales. Es el caso de la formación continua o de la formación ocupacional, que tienen un gran desarrollo en la actualidad como educación para
el empleo y están llamadas a seguir creciendo. Aunque hoy se está planteando nuevamente su formalización, al menos parcial, es muy improbable que
esa tendencia pueda imponerse. Y también puede comprobarse cómo la
educación de las personas adultas se ha insertado parcialmente en el sistema de educación formal, pero han ido apareciendo nuevos ámbitos de aquella, como la educación de la tercera edad o de las personas mayores, que
desbordan los límites anteriores.
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Así pues, puede afirmarse que la relación entre la educación formal y la
no formal ha sido siempre fluctuante y dialéctica. Aunque haya habido una
tendencia indudable hacia la formalización de este ámbito educativo, se han
abierto nuevos espacios de actuación, incluso más amplios que los anteriores. El reconocimiento que a partir de los años setenta del siglo XX se hizo
de la educación no formal y de su importancia para el desarrollo social y
económico ha contribuido a reforzar este ámbito de actuación plenamente
inserto en el seno de la educación social. De ese modo, la educación no formal constituye hoy un ámbito educativo pujante, en el que se insertan algunas actividades tan extendidas como la formación de los desocupados, la
formación continua de carácter profesional, la educación de las personas
mayores, o la capacitación para el uso de las nuevas tecnologías, que siguen
teniendo una considerable demanda social.
3.3. La inserción de las personas con necesidades educativas especiales
El tercer ámbito de la educación social corresponde a la inserción de las
personas «desadaptadas», con discapacidad o con necesidades educativas especiales. Se trata de un campo de actuación educativa que, como hemos visto, cuenta con una larga tradición, pues ya en la Edad Moderna había comenzado a esbozarse. No obstante, su cobertura, su caracterización e incluso su
denominación han cambiado sustancialmente con el paso del tiempo.
Su foco de atención ha estado siempre en las personas que han ocupado
posiciones de marginación en sus respectivas sociedades. Obviamente, el
significado de una posición de marginación es algo que ha ido cambiando
de unos momentos a otros y en los diferentes medios sociales. En la Edad
Moderna tenían tal consideración los pobres, mendigos y vagabundos; tras
la revolución industrial fueron los proletarios desocupados o jornaleros sin
trabajo, así como los excluidos del sistema productivo; en la actualidad son
las personas que no disfrutan de redes de protección familiar o laboral, debiendo acogerse, en el mejor de los casos, a la asistencia social. Además, el
grado de exclusión y marginación varía considerablemente en el interior de
cada uno de esos grupos.
La denominación que se atribuye a este campo es engañosa, pues parece
atribuir la responsabilidad de la marginación al individuo y no a la socie-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
dad. En efecto, cuando se habla de desadaptación (quizás sería terminológicamente más correcto hablar de inadaptación) parece que es el sujeto el que
no se adapta a las condiciones de su entorno, siendo así que las causas de tal
inadaptación son la mayoría de las veces de origen social. Por lo tanto, aun
aceptando que existen situaciones de inadaptación de origen personal, preferimos hablar de personas en situación de marginación, pues el término
admite las dos interpretaciones.
Por otra parte, el tratamiento educativo de las personas con discapacidad no se integra exclusivamente en el ámbito de la educación social, puesto
que comparte modos de actuación con otros campos profesionales como la
psicopedagogía, la educación especial o la orientación educativa. En aquellas épocas en que los minusválidos eran considerados difícilmente recuperables y por tanto necesitados de tratamiento separado, fueron los antecesores de los educadores sociales quienes se ocuparon de ellos. En la medida
en que se tendió a considerar que las personas con minusvalías eran educables, aunque fuese con limitaciones, fueron siendo integrados en los sistemas educativos y cambió incluso el modo de referirse a ellas. El desarrollo
del principio de integración escolar y, sobre todo, la extensión de la idea de
que existen necesidades educativas especiales y la aceptación del principio
de atención a la diversidad llevaron a la inserción de la educación de las personas con discapacidad en la educación formal, dejando de lado las viejas
tendencias de comienzos del siglo XIX de educación de los anormales, minusválidos u orientaciones semejantes.
Si todas las sociedades han afrontado problemas de marginación, no
todas los han intentado resolver del mismo modo. Como veíamos más arriba, en un primer momento primaron las soluciones de acogimiento y reeducación, de carácter aislacionista y muy vinculadas a la caridad tradicional. Con el paso del tiempo, los poderes públicos construyeron redes
asistenciales y reeducadoras para atender a dichas personas, comenzando
a primar el carácter preventivo sobre el recuperador y, más aún, sobre el
represivo. Cada sociedad, en cada momento histórico, ha entendido de manera diferente la marginación y ha puesto en marcha diferentes medios de
resolverla (e incluso ha valorado de distinto modo la propia conveniencia
de resolverla).
Esa evolución de las situaciones sociales explica que recientemente se
haya extendido una denominación que implica un nuevo modo de enfocar
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
el tratamiento de la marginación. Cuando se habla, como hoy se hace, del
tratamiento educativo de la infancia y la juventud en situación de riesgo se
está remitiendo a una idea de prevención de los riesgos existentes, por medio de una actuación integrada. En esa nueva estrategia, la educación ocupa un lugar fundamental, pero está lejos de ser la única solución. Los países
más avanzados en estas cuestiones han desarrollado servicios integrados de
atención a estos niños y jóvenes, donde la vertiente asistencial, la sanitaria,
la laboral o la familiar se compenetran estrechamente con la educativa. Por
lo tanto, la educación social demuestra aquí cómo su ámbito de actuación
se encuentra en la encrucijada de un conjunto de estilos de actuación que
proceden de diversos campos de la acción social.
3.4. La acción socioeducativa
El cuarto ámbito de la educación social recibe una denominación muy
poco precisa. Por acción socioeducativa se entiende todo el conjunto de actuaciones en que la educación contribuye al logro de finalidades sociales,
mediante una actuación en el seno de los grupos o comunidades que componen la sociedad. En última instancia, se puede afirmar que toda actividad educativa tiene esa característica (toda educación es social por naturaleza), si bien es cierto que en la literatura especializada se suele contraponer
la acción socioeducativa con la educación formal, sin especificar claramente en qué se diferencia de la educación no formal. Es un ejemplo más de la
imprecisión conceptual que todavía aqueja a este campo.
Desde este punto de vista, el fomento de las experiencias de sociabilidad
natural, como las que desarrollaron las asociaciones obreras durante muchas décadas de los siglos XIX y XX, la constitución de instituciones culturales, ateneos, casinos y entidades semejantes por grupos ideológicos, religiosos y políticos, o muchas de las iniciativas de educación popular del primer
tercio del siglo XX, por no citar sino algunos casos concretos, pueden considerarse buenos ejemplos de acción socioeducativa. La extensión universitaria, sobre todo la desarrollada en la Inglaterra de finales del siglo XIX, con
sus célebres settlements, al estilo del famoso Toynbee Hall, constituye un
ejemplo muy característico de los antecedentes de la actual acción socioeducativa.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
Con el paso del tiempo, las necesidades sociales que impulsaron la aparición de aquellas experiencias socioeducativas pioneras fueron encontrando respuestas diversas y así se abrieron nuevos ámbitos de actuación. Con el
desarrollo de una cultura de masas y la expansión del consumo cultural a
partir de los años cincuenta del siglo XX, muchas de las iniciativas decimonónicas y de comienzos del siglo fueron languideciendo, aunque eso no implicase la resolución de los problemas planteados. Los cambios sociales,
sobre todo los derivados de la extensión del modelo industrial y urbano, que
acarreó una profunda transformación del estilo de relaciones sociales existentes en las sociedades tradicionales, fomentó la aparición de iniciativas de
acción cultural, muchas veces de carácter crítico o alternativo.
Entre las iniciativas que se inscriben en este campo, quizás la más rica e
interesante de las desarrolladas en el último medio siglo sea la denominada
animación sociocultural. En realidad, la animación sociocultural constituye
un modelo participativo de acción social y cultural, que intenta generar dinámicas de interacción y de activación en el medio social en que se desarrolla. Los especialistas la definen como un proceso de intervención socioeducativa en una comunidad delimitada territorialmente, que pretende
conseguir que sus miembros se conviertan en sujetos activos de su propia
transformación y la de su entorno, con objeto de mejorar sustantivamente
su calidad de vida (Ucar, 1992). La animación sociocultural constituye uno
de los campos más significativos de la moderna educación social y es un
ejemplo de respuesta educativa a los nuevos problemas sociales y culturales
planteados.
Otro de los cambios registrados en estos mismos años ha consistido en
la aparición de nuevos espacios de ocio y la necesidad de desarrollar actividades encaminadas a su tratamiento educativo. Es el campo de la pedagogía del ocio, que ha venido a renovar y vigorizar el asociacionismo infantil y
juvenil tradicional. Se trata de un campo que se expande en un momento
histórico caracterizado por la crisis de identidad y la necesidad de encontrar nuevos modos de pertenencia, que sin duda reclamará atención en el
futuro.
Para finalizar, puede decirse que los ámbitos actuales de la educación
social son el resultado de un largo proceso histórico, lejos aún de haberse
completado. La novedad está en que unos campos que estaban desligados
entre sí han venido a integrarse, aunque sea artificialmente, como se ha cri-
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
ticado, en un campo profesional emergente. Los profesionales que trabajan
en el mismo deben estar atentos para comprender que se trata de un campo
sometido a una evolución incesante, en el que las cosas no han sido siempre
como son ahora, ni tampoco es previsible que lo sean en el futuro. Esa es la
enseñanza que la historia puede aportar a los nuevos profesionales.
BIBLIOGRAFÍA
COOMBS, P. H. (1971): La crisis mundial de la educación, Barcelona, Península.
DURKHEIM, E. (2009): Educación y sociología, Madrid, Editorial Popular.
GREEN, A. (1990): Education and State Formation. The Rise of Education Systems in
England, France and the USA, London, MacMillan.
OSSENBACH, G. (Coord.) (2011): Corrientes e instituciones educativas contemporáneas, Madrid, UNED.
SANTOLARIA, F. (1997): Marginación y educación. Historia de la educación social en
la España moderna y contemporánea, Barcelona, Ariel.
SWAAN, A. DE (1992): A cargo del Estado, Barcelona, Pomares-Corredor.
UCAR, X. (1992): La animación sociocultural, Barcelona, CEAC.
— (2001): «Actualidad de la profesión de educador social», Letras de Deusto,
vol. 31, 91, pp. 69-80.
VVAA. (1983): Diccionario de las Ciencias de la Educación, Madrid, DiagonalSantillana, vol. I, p. 475.
— (1998): Diccionario de Sociología, Madrid, Alianza.
No hay mucha bibliografía en lengua castellana para profundizar en los
asuntos abordados en este tema. Una de las historias de la educación social
más conocidas es la de Santolaria, F. (1997): Marginación y educación.
Historia de la educación social en la España moderna y contemporánea
(Barcelona, Ariel), aunque en realidad sólo aborda uno de los cuatro campos que hoy abarca la educación social. Para entender el papel que fueron
desempeñando los poderes públicos en la construcción de un nuevo mecanismo asistencial, resulta fundamental la consulta del trabajo de Swaan, A.
de (1992): A cargo del Estado (Barcelona, Pomares-Corredor), que no se centra exclusivamente en el ámbito educativo, sino que también aborda otras
esferas de la acción social. La relación existente entre el desarrollo del
Estado y la construcción de los sistemas educativos es el objeto central del
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
libro ya clásico de Green, A. (1990): Education and State Formation. The Rise
of Education Systems in England, France and the USA (London, Macmillan).
Algunos aspectos relativos a la evolución de los sistemas educativos se pueden encontrar bien y ampliamente tratados en el libro de Ossenbach, G.
(Coord.) (2011): Corrientes e instituciones educativas contemporáneas
(Madrid, UNED). Para entender los cambios registrados a consecuencia de
la crisis de los sesenta hay que acudir al trabajo clásico de Coombs, P. H.
(1971): La crisis mundial de la educación (Barcelona, Península). Por último,
para conocer los desarrollos recientes de la educación social y entender la
polémica planteada con ocasión de la formalización académica de ese campo, se puede recurrir a los trabajos de Ucar, X. (1992): La animación sociocultural (Barcelona, CEAC) y (2001): «Actualidad de la profesión de educador social», Letras de Deusto, vol. 31, n.º 91, pp. 69-80.
LECTURA
Enseñanza informal: alcanzar, mantenerse y avanzar
Los países industrializados de Europa y Norteamérica han venido reconociendo cada día más que la enseñanza formal —en cualquier nivel— debe
complementarse con las formas apropiadas de una enseñanza continua en el
curso de la vida de cada persona. Una educación permanente es esencial en
una sociedad que evoluciona y progresa por tres razones principales: a) asegurar la movilidad de trabajo de los individuos y convertir aquellos «abandonos» inempleables del pasado en empleables; b) conservar aquellas personas
ya bien preparadas al corriente de los nuevos conocimientos y tecnologías
esenciales para su alta y continua productividad en sus campos respectivos; y
c) mejorar la calidad y la satisfacción de las vidas individuales, enriqueciendo
culturalmente su tiempo, cada vez mayor, de ocio (...).
Como réplica a estos varios requerimientos, en la mayoría de los países
industrializados se ha desarrollado, muy rápidamente, una red sorprendente
de programas de «educación continua». Es muy posible que en algunos países (p. ej., los Estados Unidos y la Unión Soviética) la suma de los recursos
económicos y las energías humanas ya comprometidas en estos programas
de tiempo parcial se acerque al total dedicado a una enseñanza formal de
tiempo completo (...).
LA EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN SOCIAL COMO CAMPO ACADÉMICO Y PROFESIONAL
Esta proliferación en la sombra de sistemas educativos seguramente continuará al mismo ritmo en los países industrializados. La necesidad es evidente, los motivos son poderosos y pueden hallarse los recursos. Además de
mantener a la gente al día, estos programas, más flexibles, compensan las
deficiencias del sistema de enseñanza formal que se anquilosa al no poder
adaptarse rápidamente a las necesidades en continua evolución.
Todo esto subraya la importancia de desplegar una perspectiva más coherente del «sistema de enseñanza informal» que facilite una coordinación
efectiva entre sus muchas partes y la enseñanza formal.
Las mismas condiciones que crearon la necesidad de una «educación
continua» en estos países, han hecho también necesaria una redefinición
fundamental del papel de la enseñanza formal. En este nuevo contexto de
cambio rápido, el papel principal de la enseñanza formal debe ser el de «enseñar a la gente a aprender por sí mismos» para que más tarde puedan absorber eficientemente nuevos conocimientos y habilidades por sí solos. Aun las
mejores universidades no pueden esperar haber producido gente «educada»
—en el sentido de que han «completado» su educación. Su objetivo y aspiración deben ser el producir gente educable, bien preparada para una vida de
aprendizaje, que es un objetivo muy diferente.
Coombs, P. H. (1971): La crisis mundial de la educación
Barcelona, Península, pp. 202-207.
Capítulo 2
La asistencia social y las políticas
de reeducación y educación social
en la Baja Edad Media
y primera modernidad
(siglos XVI y XVII)
Miryam Carreño Rivero
INTRODUCCIÓN
El objeto de este capítulo es abordar la asistencia social y las propuestas
de educación y reeducación en la Baja Edad Media y en los primeros siglos
de la modernidad. Se parte de la consideración de que no es posible estudiar estas cuestiones sin aludir a la realidad más amplia —histórica, social,
económica— que contextualiza las cuestiones que se pretenden analizar.
En este caso es el fenómeno de la pobreza el que enmarca, con porfiada
persistencia, los aconteceres del periodo de estudio. La pobreza, enraizada
en la estructura social, contextualiza y explica no sólo los hechos sino, también, el pensamiento y la reflexión que conducen a la formulación de acciones asistenciales, educativas y reeducativas destinadas a mitigar el problema del pauperismo.
Con respecto al periodo cronológico estudiado, es necesario señalar
que la búsqueda de la procedencia de los fenómenos analizados obliga, a
veces, a examinar más atrás en el tiempo para descubrir las raíces de los
cambios que nos ofrecen los acontecimientos coyunturales. Por otra parte,
el estudio de los siglos XVI y XVII se ha realizado, en primer lugar, desde la
idea de que entre estas centurias —en el tema que aquí se estudia— no hay
separaciones tajantes sino, más bien, una continuidad que se fundamenta
en la estructura social. Las resonancias en la sociedad de las crisis económicas son más largas, más sostenidas, que la propia crisis a pesar de que
en ese tiempo largo puedan ocurrir mejorías coyunturales. En segundo lugar, se ha prestado especial atención a los cambios producidos en el periodo
—agrícolas, fiscales, demográficos, migratorios, etc.—, que fueron transformando el perfil de las sociedades propiciando mudanzas en las actitudes
y en los sentimientos hacia los desheredados que evolucionaron hacia el
desafecto, el miedo, la repulsión y propiciaron políticas sociales claramente
represivas.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
Dadas las características de este trabajo, no ha sido posible tratar los
temas con la extensión que, algunas veces, se hubiese deseado. Se ha intentado presentar, sin embargo, una síntesis acreditada en la bibliografía y en
los comentarios al pie, de acuerdo con el objetivo de ofrecer un instrumento
de trabajo para lograr un conocimiento básico.
1. POBREZA Y CARIDAD EN LOS ORÍGENES DE LA ASISTENCIA
SOCIAL
1.1. Concepto de pobreza
La amplitud de la acepción del término y los matices y cambios que la
evolución histórica le ha aportado, dificulta una definición exenta de objeción. El hecho de que en la más reciente contemporaneidad la definición del
denominado «umbral de pobreza» haya generado controversia y de que las
técnicas utilizadas para su medición hayan cambiado notablemente en las
últimas décadas, indica también, la dificultad que presenta cualquier intento de definición en ese sentido.
Admitida la complejidad del problema es posible, sin embargo, realizar
un acercamiento a la noción de pobreza. Un buen camino para llevar a cabo
esta aproximación es la comprobación de que el término «pobre» mantiene
sus características semánticas a través del tiempo. Las ideas de necesidad,
carencia, falta de capacidad, de potencia para hacer, se encuentran siempre
como fundamento de la noción de pobreza. Con Santo Domingo de Guzmán
(1170-1221) puede decirse que el pobre es «el hombre al que la debilidad de
sus recursos coloca siempre a merced de todos en la sociedad», es decir, los
pobres son hoy y en el pasado, los necesitados, los débiles, los desamparados. De acuerdo con estas características M. Mollat (1988: 12) define al pobre, de forma amplia, como aquel que:
[...] de manera permanente o temporal, se encuentra en una situación de
debilidad, de dependencia, de humillación, caracterizada por estar privado
de los medios, variables según las épocas y las sociedades, de potencia y de
consideración social: dinero, relaciones, influencia, poder, ciencia, calificación técnica, honorabilidad del nacimiento, vigor físico, capacidad intelectual, libertad y dignidad personales. Viviendo al día, no tiene ninguna posibilidad de levantarse sin la ayuda ajena.
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
La definición de Mollat, por su amplitud, incluye a todos los marginados, no es específica de ninguna época ni de ninguna geografía particular.
Incluye, también, a todos aquéllos que practicaron la pobreza de forma voluntaria de acuerdo a un ideal ascético y que, en pos de ese ideal, se desprendieron de sus bienes materiales. Este último grupo no forma parte del
análisis de este capítulo, sino que, por el contrario aquí se tratará lo relativo
a los pobres que lo fueron involuntariamente, es decir, aquéllos que no eligieron la pobreza como forma de vida y que, por lo tanto, esa situación en
sus vidas fue originada fuera del ámbito de la libre decisión individual.
Se suele diferenciar el término «pobreza» de sus afines «indigencia», «miseria» y «pauperismo». Las coincidencias semánticas entre ellos son, sin embargo, notorias; de ahí que las disparidades no hacen alusión más que a gradaciones y, a veces, sólo matizaciones, como se puede comprobar en el significado
que el Diccionario de la Lengua Española adjudica a estas palabras. Recogiendo
las mencionadas distinciones, Maza Zorrilla (1987: 13) señala que:
Frente a la idea relativa de carencia que expresa la pobreza, la indigencia
equivale al estado en el cual las necesidades esenciales, de forma intermitente, no pueden ser satisfechas, y la miseria es la indigencia permanente.
Cuando esta miseria afecta a un conjunto de individuos, a una parte de la
población, podemos hablar con rigor de pauperismo, de pobreza general o
«epidemia de miseria».
1.2. La pobreza en la Edad Media
Si bien es cierto que la cuestión de la pobreza se plantea con urgencia
hacia el siglo XVI, ésta, como otras realidades históricas de la Edad Moderna,
es una herencia medieval. La pobreza fue un componente del orden feudal,
un resultado de la estructura social.
Si bien la complejidad del tema no permite respuestas completamente
ciertas, la pregunta sobre las causas de la pobreza merece, al menos, cierta
atención. En este sentido, no hay duda de que existe una estrecha relación
de este fenómeno con sistemas socioeconómicos generadores de tajantes
diferencias en el reparto de los excedentes. Es el caso del feudalismo, sistema social y económico dominante en el periodo que se analizará en este
apartado. Es decir, que el fenómeno de la pobreza está vinculado a la es-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
tructura social. Esta pobreza estructural o estática puede ser agravada, sin
embargo, por situaciones coyunturales como los ascensos demográficos,
las guerras con sus secuelas de muertes, enfermedades, viudeces y un sinfín
de carencias debidas a los grandes esfuerzos económicos dirigidos a mantener ejércitos. Pero sobre todo, los historiadores destacan, dentro de los factores coyunturales que agravaron la pobreza estructural en la época referida, los desastres naturales. Éstos trajeron como resultado las crisis agrícolas
ocasionadas por las malas cosechas, consecuencia directa de esos desastres
naturales tales como huracanes, sequías, lluvias prolongadas, inundaciones, granizadas, etc. Las crisis agrícolas, que a veces se prolongaron en
años sucesivos, tuvieron como efecto inmediato la reducción del grano, tanto para la alimentación como para las posteriores siembras y la consecuente subida de los precios, factores que se añadían a la escasez permanente de
los sectores sociales inferiores, es decir, de los grupos pauperizables: enfermos, viejos, huérfanos, viudas. La escasez y los precios altos se unieron en
perjuicio de la dieta de los pobres que estuvieron, así, más indefensos ante
las enfermedades.
Mollat (1988: 60-61) analiza estas arremetidas circunstanciales a la pobreza de siempre, producidas en la Europa medieval (siglos XI a XIV) a consecuencia de fenómenos atmosféricos. Estas crisis tenían una repercusión
muy amplia ya que la actividad rural constituía la base en la que se apoyaban todas las otras. De ahí que, en general, los historiadores estén de acuerdo con Geremek en que «las raíces profundas del pauperismo se encuentran
en el campo, aunque sus dramas más espectaculares se desarrollan en las
ciudades» (cit. Mollat, 1988: 215). Ya en el siglo VI, hay escritos como los de
Gregorio de Tours, que atestiguan la identidad de la palabra «pobre» y la
expresión «trabajador del campo» (Mollat, 1988: 34).
En un sistema agrícola que, por razones económicas y técnicas, era en
buena parte sólo de subsistencia, con escasos o nulos excedentes, las capas
bajas de la población estaban siempre expuestas a la carencia y bastaba una
mala cosecha para desestabilizar el débil equilibrio entre la tierra y el hombre que vive de ella. Esto vino a fijar un régimen de escasez para el pueblo
trabajador, que apenas alcanzaba a consumir los mínimos imprescindibles.
La incompleta satisfacción de las necesidades tanto de vivienda como de
alimento y vestido que, en los sectores sociales inferiores tenía un carácter
permanente, se agravaba en las crisis coyunturales y el hambre era la con-
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
secuencia ineludible. Por eso las crisis alimentarias coincidían con una desmesurada aparición de mendigos en las ciudades más ricas y en las rutas
que conducían a ellas buscando alimento y refugio. Por otra parte, fueron
seguidas de una inacabable secuela de enfermedades ya que la falta de una
dieta equilibrada y las deficiencias en los cuidados higiénicos, conducen
fácilmente a ellas.
A pesar de admitir la relevancia que tienen los desastres naturales en la
determinación de la pobreza, Mollat (1988: 144) le da gran importancia a las
actitudes humanas en esta compleja red de causas.
La malicia de los hombres —dice— hizo más que los caprichos de la
naturaleza por aumentar, a costa de los más infortunados, las dificultades
de una recesión económica progresiva. Prendidas en la penuria, el alza de
los precios, de los víveres y de los alquileres, la inestabilidad monetaria, las
exigencias fiscales y la explotación del trabajo manual, agravaron la condición de los humildes, engendraron nuevas formas de pobreza y plantearon
nuevos problemas de asistencia.
Entre esas nuevas formas de pobreza el autor citado destaca la que denomina «pobreza laboriosa». Esta categoría comprende a aquellos pobres
que aún siendo válidos para el trabajo, que aún conociendo y practicando
un oficio, el salario obtenido, insuficiente y precario, no daba para asegurar
la subsistencia. Por lo tanto, no se trata de incapacidad física, ni de falta de
un oficio, ni de un trabajo, sino de que éste no es suficiente para vivir decentemente. Estos pobres, en general, no eran reconocidos como tales salvo
en situaciones de calamidad. No eran, pues, objeto explícito de las obras de
caridad ni ésta resolvía sus problemas. Tal vez por esto mismo, con el tiempo, se volvieran reivindicativos.
1.3. Pobreza y caridad
En el mundo europeo medieval, en el que predominó el sentido cristiano
de la pobreza, el pobre representaba al Cristo necesitado en la tierra. En
este universo el pobre cumplía una doble función que legitimaba su presencia en aquella sociedad; por un lado, como representante de Cristo en la
tierra, era un pecador elegido para expiar sus culpas y acceder, así, a la salvación eterna. Pero, además de su propia salvación, procuraba también la
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del rico, quien podía salvarse ejerciendo el acto de la limosna. Riqueza y
pobreza son, pues, en la Edad Media, situaciones complementarias que cobran sentido en un contexto de ideas que hace percibir el orden existente
como natural e inmutable.
En estas circunstancias la limosna cumple una función espiritual, la
salvación del rico y, también, una función social, una forma de asistencia
social derivada de un acto personal, individual. En este sentido, señala
Cavillac (1975: LXXV-LXXVI):
Lejos de aparecer como una lacra social, la pobreza era una gracia divina, pues permitía además que el rico se salvara merced al poder purificador
de la limosna. En la práctica, tan necesarios venían a ser los indigentes
como los poderosos. En efecto, a lo largo de los siglos medievales, pobreza
y riqueza no son nociones antagónicas, sino complementarias; en aquella
sociedad estamental de estricta jerarquización vertical donde cada elemento debe concurrir con sus características propias a la armonía espiritual y
material del conjunto, la caridad asume una función reguladora ya que
gracias a ella se subliman las tensiones del cuerpo de la república. Esta
dialéctica del pobre y del rico, socialmente conservadora y moralmente
tranquilizadora para las clases acomodadas, domina toda la literatura cristiana desde los Padres de la Iglesia (San Cipriano, San Ambrosio, San Juan
Crisóstomo y San Agustín) hasta los teólogos de la contrarreforma: La fe
con obras salva.
La idea de salvación como horizonte de todo ser humano forjó conductas, comportamientos, indicó cómo vivir para lograr ese fin. Es necesario
tener en cuenta este contexto de creencias para analizar las actitudes sociales hacia el pobre y la pobreza en la Edad Media.
El punto de referencia en la conformación de actitudes será la Sagrada
Escritura, particularmente el mensaje social del Evangelio, donde se originarán no sólo las ideas acerca de la pobreza y las conductas de ella derivadas, sino las acciones misericordiosas dirigidas a dar solución al problema.
Los conceptos medievales de pobreza y misericordia se enraizaron, pues,
en la Biblia. El pensamiento de los Padres de la Iglesia y la literatura del
primer cristianismo resaltan no sólo la pobreza y la humildad como valores
espirituales, sino también las expresiones exteriores de esta cualidad, es
decir, la carencia de bienes materiales, a la vez que llama la atención en re-
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petidas ocasiones sobre el peligro de la riqueza y el riesgo que corren los
opulentos. Se dio, en algunos casos, la paradoja de considerar al pobre
como el verdadero rico ya que, supuestamente, gozaba de las riquezas espirituales. Tal es el significado de la parábola de «El rico Epulón y el pobre
Lázaro» del evangelio según San Lucas (Lucas 16, 19-31).
La elaboración doctrinal alrededor de la pobreza incluye un elemento
complementario que es el elogio de la misericordia considerada como un
deber general que debían cumplir los ricos, y que se materializó en la limosna. Ésta, que en principio es un acto individual y espiritual, adquirió poco
a poco una dimensión social. La iglesia, como receptora de las donaciones,
se convirtió en gestora y en redistribuidora de la riqueza de los cristianos y,
a su vez, en representante de los intereses de los pobres. Realizó, así, la tarea de redistribución de bienes sin alterar el orden social ni las condiciones
que generaron la dependencia y la exclusión. Desde esta perspectiva, la limosna fue una estrategia de salvación y una justificación de la riqueza en lo
personal y, además, un medio de preservar la estabilidad del orden social
corrigiendo las desigualdades sociales aunque sin suprimirlas.
La limosna verdadera es, por naturaleza, libre, desinteresada, habitual.
Sin embargo, no siempre tuvo este carácter. En todas las épocas existió el
donativo obligatorio o de acuerdo a las costumbres sociales del momento
como la colecta parroquial, la ofrenda en Cuaresma, la limosna con motivo
de un matrimonio o la impuesta por el confesor. En muchos casos fue
acompañada de ostentación y teatralidad por parte del rico quien llegó a
tener, en el colmo del alarde, sus pobres. Éstos actuarían, según la creencia
religiosa, como sus intercesores a la hora de la salvación. Esta teatralidad
se inmiscuye también en la Iglesia y la caridad pasa a formar parte del rito
como el lavado de los pies a doce pobres, la invitación a un número determinado de necesitados a la mesa del monasterio junto a los monjes, el reparto
de raciones de comidas especiales en los días señalados como los de
Cuaresma, Navidad, etc.
También los pobres ejercieron la teatralidad. Los mendigos inventaron
técnicas para despertar los sentimientos de los posibles donantes; el cuerpo,
su única posesión, jugó un papel fundamental. Para suscitar piedad expusieron las enfermedades, los achaques, las deformaciones físicas, a veces
exagerados o inventados, simularon ceguera o cojera, gimieron mostrando
llagas o exhibieron una criatura medio desnuda alquilada a otro mendigo.
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Estos fraudes a la caridad fueron tan comunes que se convirtieron en tema
de conversación, pasaron al refranero y a la literatura1. El arte de la mendicidad tiene una larga tradición que, en España, fue recogido en la novela
picaresca y también en los tratados que pretendían solucionar el problema
de la pobreza. El engaño o la sospecha de engaño, acompañaron siempre a
la profesión de mendicante.
A pesar de esa construcción ideológica a la que se ha hecho referencia,
que brindó apoyo al mantenimiento del orden social establecido, se sucedieron estallidos de violencia en los que los pobres reclamaron alimentos, vestidos, cobijo. Estas rebeliones se intensificaron hacia el final de la Edad
Media. Como consecuencia, el sentimiento de compasión comienza a transformarse, en muchos casos, en temor y la actitud de acogida, en rechazo.
1.4. La organización de la limosna y la asistencia social a los pobres
La Iglesia asumió el papel de mediadora entre los pobres y los ricos.
Jugaba este papel fundamentalmente de dos formas: por un lado, destinaba
una parte de las rentas eclesiásticas a los pobres; por otra, gestionaba la
caridad de los laicos que se realizaba, muchas veces, en forma de donaciones a los monasterios. Éstos tenían entre sus funciones, la de ocuparse de
los pobres, llevando a cabo, de esta manera, la redistribución de las ofrendas recibidas.
Con estas donaciones, se crearon las instituciones más importantes de
la Edad Media para la asistencia de los necesitados: los hospitales. Ellos
fueron los destinatarios por excelencia de la caridad aunque los hubo de
iniciativa laica. A partir del siglo XIII las fundaciones de hospitales, de importancia diversa, se multiplicaron por toda Europa.
Los pobres fueron casi los únicos usuarios de estas instituciones durante muchos siglos de manera tal que la afirmación de los Hospitalarios,
«nuestros señores los pobres, nuestros señores los enfermos», no fue una
fórmula vacía. Desempeñaron, fundamentalmente, las funciones de acogida y cuidado, atendiendo a los enfermos y dando cobijo a peregrinos y via1
Sobre los vagabundos en Europa, según la imagen recogida en la literatura, puede verse:
Geremek, B., 1991): La estirpe de Caín, Madrid, Mondadori.
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jeros y recogiendo a los menesterosos. En sus inicios fueron casa de acogida más que de asistencia sanitaria pero con el transcurso del tiempo
comienza a esbozarse una asistencia médica propiamente dicha, así como
el tratamiento específico particular de algunas afecciones determinadas.
Dentro del ámbito hospitalario hay que hacer mención especial de las leproserías. Desamparados entre los desamparados, temidos más que los vagabundos, los leprosos fueron apartados de la sociedad, de manera que es común la existencia de leproserías en las afueras de las ciudades.
Los pobres, destinatarios de la limosna a través de esta mediación de la
Iglesia, no conformaban un grupo indiferenciado; había distintas clases.
Entre ellos destaca el grupo de los denominados «pobres de solemnidad», es
decir, los desamparados en razón de la edad, los viejos y los niños; en razón
del sexo, las mujeres, sobre todo las viudas; en razón de la salud, los enfermos y, entre ellos, los leprosos, ejemplo por excelencia de la indefensión, de
la orfandad y del desamparo. A todos ellos se les reconocía como necesitados, al menos tácitamente, y no se cuestionaba su derecho a limosnear. La
enfermedad se podía convertir en un drama tanto para el campesino cuya
cosecha dependía en exclusiva de su trabajo y, por lo tanto, de su salud,
como para el asalariado.
Otro grupo estaba constituido por los pobres vergonzantes que eran
aquéllos que, habiendo poseído bienes, los habían perdido. Avergonzados de
su nueva condición, tratan de ocultarla bajo apariencia de honorabilidad. Al
contrario de los anteriormente mencionados que se exhibían públicamente,
éstos se escondían, disimulaban. El pobre vergonzante sólo es pobre por su
precariedad económica; su mentalidad, en cambio, y sus costumbres, formadas en otra situación social, le alejan del mundo de los pordioseros. Este
sector, que recibió ayuda silenciosa, fue uno de los más atendidos. Los pobres laboriosos, a los que se ha hecho referencia en el apartado anterior,
conforman otro grupo.
Más allá de los pobres incluidos en la comunidad que los socorría, se
situaba el grupo de los marginados, no aceptados como los anteriores y que
constituyen el objeto fundamental del rechazo de la sociedad. Pequeños robos para cubrir las necesidades solían ser el comienzo de la marginalidad,
del vivir fuera de la ley. Por eso, más que hablar de un grupo diferente habría que hablar de una fase que se ubica más allá de la mendicidad en el
momento en que ésta no soluciona la subsistencia. Es difícil establecer una
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diferencia clara entre estos pobres y los pobres aceptados ya que el propio
trasfondo de la pobreza desvanece y difumina las diferencias, dificultando
el establecimiento de límites. Desconfianza, miedo y sospecha recorren un
apretado itinerario que suele finalizar en la acusación.
2. LA POBREZA COMO PROBLEMA EN LOS INICIOS
DE LA SOCIEDAD MODERNA: SIGLOS XVI Y XVII
El principiar de la Edad Moderna está marcado por un fuerte incremento de gentes sin hogar, de pobres y mendigos que se echan a los caminos en busca del vivir diario. El panorama tiene similitud con el que
presentó la Edad Media. Como en los siglos anteriores, la estructura económica actuó como condicionante fundamental en la composición de los
grupos de pobres; también como en la Edad Media, determinados acontecimientos coyunturales agravaron la situación de la población económicamente más débil.
Si bien, pues, de una manera general, se pueden establecer similitudes
con el periodo anterior hay que destacar algunas situaciones nuevas. Como
señala Santolaria (1997: 8):
Durante los siglos modernos se vive una lenta pero profunda transformación de las estructuras de producción agraria y artesanales hacia las
formas de producción y comercialización capitalistas en el mundo rural y
en el urbano que van a provocar un importante coste social de pobreza
tanto entre los pequeños campesinos y jornaleros como entre los obreros y
artesanos urbanos.
Se registró también, en este siglo, una lenta y sostenida inflación general
de los precios que repercutió especialmente en los grupos sociales más débiles cuyo poder adquisitivo se vio mermado. Esto supuso el deterioro de
las condiciones de vida de la población pauperizable que fue en aumento
durante el resto del siglo. Las ocasionales crisis agrícolas se sumaron a dicha situación agravando aún más las condiciones de vida de los pobres.
Éstos, no sólo sufrieron las consecuencias de la escasez del grano y, por eso
mismo, del pan, sino que la alimentación precaria los convirtió en las principales víctimas de las enfermedades que se desarrollaron en ese periodo.
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Además, otros factores con efectos empobrecedores pueden señalarse para
este tiempo. Como indica S. Woolf (1989: 21):
[...] a principios de la edad Moderna la comercialización de la agricultura,
redujo a los minifundistas y a los que tenían un oficio inseguro a la condición de jornaleros o emigrantes; en la misma época, el crecimiento y el
poder de los gremios urbanos excluyó a los inmigrantes rurales del acceso
a los empleos especializados, obligándoles a ingresar en el mercado de trabajo temporal y del servicio doméstico; la difusión de las industrias textiles
en el campo, al igual que la competencia de la mecanización y la industrialización, tuvo efectos depauperativos para un amplio sector de obreros
tanto rurales como urbanos.
Esta situación revistió dimensiones europeas. El historiador citado anteriormente (Geremek, 1989: 19) señala pormenorizadamente los años de crisis
que provocaron una devastadora carestía. Geremek (1989: 87) les atribuye una
especial significación puesto que considera que sus secuelas constituyen el
principal estímulo para la comprensión y discernimiento del pauperismo
como problema en toda Europa; afirma que, a partir de esta situación, se llega
a una «toma de conciencia de los problemas sociales de dimensiones nuevas».
Hay que considerar, también, el aumento demográfico como otro factor
agravante que generó una dramática incompatibilidad con los recursos disponibles de alimentos. Entre el desarrollo demográfico y el económico se
produjo un corte, de manera tal que la dinámica del ascenso del primero
está en contradicción con el estancamiento del segundo. La consecuencia
primera es, también, la de siempre, o sea, el aumento de los precios y el descenso rápido del nivel de vida que afecta, sobre todo, a la población económicamente más débil. El incremento inusitado de la mendicidad, registrado
por los historiadores, es una consecuencia inmediata. El mendigo es una
figura omnipresente en las ciudades y pueblos europeos. Es abundante la
iconografía —El Bosco, Brueghel el Viejo, Ribera, Murillo— que representa
esta presencia mendicante formando parte de la vida cotidiana.
2.1. Cambios en la percepción del pobre
En las circunstancias antes aludidas la doctrina cristiana de la caridad
por sí sola, con su justificación ideológica de la riqueza y de la pobreza, no
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podía mantener a los desheredados al margen de los estallidos de violencia.
Éstos se sucedieron, intensificándose, a lo largo del siglo XVI. Las revueltas
ocasionadas por los pobres y su presencia cuantitativamente cada vez mayor estimularon, al filo de la Edad Moderna, un cambio en aquella visión
reverencial de la pobreza, propia de los siglos anteriores. Se produjo, como
consecuencia, un endurecimiento de las actitudes, por parte de las autoridades civiles, hacia esos grupos.
Si bien, como se ha dicho hasta ahora, la pobreza fue aceptada como
camino que conduce a la salvación, la aceptación no era unánime. Ya en el
siglo XII la doctrina de la caridad cristiana introduce en la reflexión teológica una distinción entre dos tipos de pobreza, distinción que puede considerarse la raíz de futuras meditaciones y la base de cambios de actitud que se
producirán con claridad a partir del siglo XVI. Se trata de una reflexión que
se detiene especialmente en la pobreza no elegida, involuntaria. Se distingue entre los pauperes cum Lázaro y los pauperes cum Pedro. Pobres involuntarios, los primeros, pobres voluntarios, los segundos. Es decir, ocurre,
aunque en sectores minoritarios, una toma de conciencia sobre la pobreza
como fenómeno social y, en consecuencia, la idea de que el pobre no es solamente el instrumento de salvación del rico. Se plantea, pues, la oposición
entre una pobreza idealizada, que corresponde al ámbito del espíritu y la
pobreza material, situada en el ámbito de la vida social cuyos aspectos degradantes eran cada vez más visibles. Esta antítesis se hará más evidente en
la medida en que la pobreza material se agudice. Un momento crucial en
este sentido fue, justamente, el inicio de la modernidad. De ahí que Woolf
(1989: 31) afirme que «a partir de de la Edad Moderna, el concepto de pobreza ha sufrido mayores transformaciones que la propia composición de
los pobres».
Por otra parte, si bien, como ya se ha dicho, en la Edad Media la percepción de la pobreza está fundamentada en las concepciones de los Padres de
la Iglesia, ello no significa que los sentimientos que despertara fueran siempre favorables. A pesar de que la pobreza fuese aceptada como camino de
salvación, esta actitud, aunque mayoritaria, no excluye sentimientos de rechazo. En el estudio de las actitudes y de sistemas de valores, el análisis
histórico descubre discontinuidades y diversidad de actitudes. El hecho de
que la pobreza fuese asociada al vicio, como se manifiesta en los refraneros
más antiguos y que ya en los Proverbios del Antiguo Testamento se pida a
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Dios que no deje caer al hombre en tanta pobreza que haya de mendigar y
obligado por la necesidad acabe robando, nos habla de falta de unanimidad
en los sentimientos hacia el pobre. Esta ambivalencia de sentimientos se
acentúa hacia el final de la Edad Media, periodo en que las revueltas formaron parte, también, del cuadro de la pobreza. Aunque la peste del siglo XIV
había causado grandes bajas entre los más necesitados, esto no resolvió el
problema demográfico y el pauperismo siguió creciendo y, con ese aumento, la disconformidad y el enojo de los indigentes que se concretaron en los
estallidos de violencia que sucedieron en Europa.
El pobre comienza a dejar de ser el representante de Cristo en la tierra y
se va transformando, a los ojos de la sociedad, en un potencial peligro, causante de enfermedades y epidemias. En muchos casos la actitud ambivalente a la que se ha hecho referencia fue reemplazada —significativamente en
el siglo XVII— por una manifiesta hostilidad. Imágenes de mendigos como
las que brindan los grabados de J. Collot muestran una realidad muy lejana
a la idealización del indigente. Esta situación se entreteje con el surgimiento del primer capitalismo que trae consigo una exigencia de mano de obra
desconocida hasta entonces, lo que influirá, también, para potenciar el
cambio en la percepción del pobre y de la pobreza. A los ojos de esta sociedad del primer capitalismo, la imagen del menesteroso se aleja cada vez
más de la del Lázaro del Evangelio para transformarse en un «no trabajador». Por otra parte, en este momento de los inicios de la modernidad, se
produce en algunos sectores sociales, como señala Maravall (1986: 45-74), el
auge de la estimación de la riqueza y, consecuentemente, el envilecimiento
de la pobreza y la repulsa de la condición del pobre. La pobreza ya no es,
pues, una estricta cuestión moral; se produce poco a poco una desacralización del pobre, del pordiosero, que comienza a ser percibido, dentro del
ámbito de la configuración de los valores burgueses, como un ser dañino
para el bien público, como una presencia molesta.
En este contexto —en el que se advierte una presencia cuantitativamente excepcional de mendigos, cambios económicos entre los que destaca el
surgimiento del primer capitalismo en algunas zonas de Europa, cambios
en la percepción de la riqueza y de la pobreza—, hay que situar las primeras
propuestas de tratamiento de lo que ahora se percibe claramente como un
problema. En ellas aparece con claridad la contradicción esbozada en la
Edad Media, entre pobreza como virtud y pobreza como problema. Aunque
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seguirá persistiendo en muchos sectores la convicción del valor de la pobreza y la exigencia de la limosna como uno de los medios de lograr la vida
eterna, la miseria real de los pobres y su considerable aumento vinieron a
demostrar la ineficacia del sistema medieval de la limosna y de la asistencia
hospitalaria.
2.2. El comienzo de la intervención de los poderes públicos
en la asistencia a los pobres: control y reeducación
Las decisiones más significativas en lo que se refiere a la reorganización
de las acciones sociales con respecto a los pobres, se toman en el segundo
decenio del siglo XVI, época en que, como se señaló en el apartado anterior,
se produjeron varias crisis agrícolas con sus secuelas alimentarias.
En la base de la nueva política social está la clasificación de los pobres
en «verdaderos» y «falsos», clasificación que responde a la transformación
del concepto de pobreza al que se aludía antes. Para los verdaderos pobres
permanecen las posibilidades de atención a través de la limosna y, para los
falsos, la obligación de trabajar y el castigo en caso de resistencia. Esta extraña mezcla de represión y ayuda caracterizará toda la política social de la
modernidad.
Las ciudades del norte de Europa, donde las formas del primer capitalismo estaban más desarrolladas, conformaron el ámbito en el que surgieron
las reformas más decididas con respecto al tratamiento de la pobreza y de
los pobres. Este movimiento reformista se difundió posteriormente hacia el
centro y sur de Europa. Las disposiciones legislativas que dieron origen a
esas reformas contienen la prohibición de mendigar en público, la represión
de los vagabundos y, además, la asistencia organizada para los verdaderos
pobres. Tal fue el sentido del ordenamiento de Iprés de 1525 similar a otros
que entraron en vigencia a partir de los años veinte del siglo XVI (Nüremberg
en 1522, Estrasburgo en 1523, Brujas en 1526, etc.). Dicha legislación, surgida en el ámbito económico y social de esta segunda década, puede considerarse el punto de partida de la nueva política social mediante la cual se
reorganiza la asistencia al pobre. Estas reformas se caracterizaron por su
naturaleza esencialmente municipal de manera que, como dice Woolf (1989:
37): «Las autoridades civiles reemplazaron a la Iglesia en la responsabilidad
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de los actos caritativos e intentaron centralizar y racionalizar los recursos
[....]». Fueron muchas las ciudades en las que el municipio, es decir, el poder
público, tomó a su cargo esta tarea de asistencia iniciándose, de esta manera, un proceso de secularización de la asistencia a los menesterosos que,
por otra parte, es una característica de la nueva política social.
2.3. La propuesta de J. L. Vives
En este periodo que venimos analizando destacan las acciones propuestas por el humanista español Juan Luis Vives (Valencia, 1492-Brujas, 1540),
orientadas a la atención de los pobres. Dichas propuestas están recogidas
en su obra De subventione pauperum (Del socorro de los pobres) publicada
en 1526 y dedicada a los burgomaestres y Senado de la ciudad de Brujas en
la que residió la mayor parte de su vida. Se suele considerar que esta dedicatoria es algo más que una deferencia hacia las autoridades de la ciudad,
que también contiene una exhortación a los poderes públicos para que pusieran en práctica su plan.
El tratado De subventione pauperum está dividido en dos libros. En el
primero realiza una serie de reflexiones filosóficas y teológicas en las que,
en primer lugar, advierte la menesterosidad material y moral como una característica del hombre que atribuye al desorden introducido por el pecado
original. Como consecuencia de esta indigencia, el hombre necesita de bienes espirituales y materiales que la mitiguen. La vida en sociedad necesita
de ayuda mutua que, por otra parte, constituye un factor de cohesión social.
Es por esto que Vives se dirige a los ricos a quienes reprocha el hecho de
abstenerse de procurar hacer beneficios a los pobres. Todo el que padece
pobreza necesita ayuda, limosna. Pero este vocablo, en el pensamiento de
Vives, adquiere un significado más amplio porque «no consiste exclusivamente en la sola distribución de dinero, como piensa el vulgo, sino en toda
obra con que se alivia la insuficiencia humana». (Vives, 1992: 52). También
se dirige a los pobres a los que recuerda que la pobreza les ha sido enviada
por «un Dios justísimo por un oculto juicio» (ibídem: 77) por lo que debe ser
llevada con resignación y abrazada con alegría como un don de Dios. En
este aspecto, Vives no se aparta de la tradicional concepción cristiana medieval de la pobreza. Les incita, también, a ser agradecidos, a la prudencia,
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a educar a los hijos y a trabajar, «los que puedan trabajar no estén ociosos,
—dice— que eso lo prohíbe San Pablo discípulo de Cristo [...]» (ibídem: 79).
En la segunda parte, «Libro segundo», expone su plan para solucionar
el problema de la pobreza que supone una reforma con respecto a las acciones llevadas a cabo en los siglos anteriores. Defiende la intervención de los
poderes municipales en la cuestión de la asistencia a los menesterosos de
manera que, frente al secular control de la Iglesia, Vives responsabiliza a
los poderes públicos del arreglo de este problema. Partiendo de la idea de
que los que gobiernan deben atender a los necesitados de su comunidad,
expone las consecuencias que pueden acarrearse para la colectividad de la
falta de intervención de los poderes públicos. En primer lugar, el peligro de
revueltas porque «en la República las clases humildes no se descuidan sin
perjuicio de los poderosos» (ibídem: 146). En segundo lugar, el peligro de
contagio de enfermedades. «¿Cuántas veces vemos —dice— que un solo individuo introdujo en la ciudad una cruel y grande dolencia que ocasionó la
muerte de muchos, como peste, morbo gálico y otras epidemias semejantes?» (ibídem: 148). En el trasfondo de la exposición de estos peligros, están
presentes los miedos de esa naciente burguesía que, por otra parte, son miedos que se corresponden con realidades vividas e instaladas ya en el imaginario colectivo. Tanto las revueltas como las epidemias formaron parte de
aquella sociedad.
A estos dos peligros, añade Vives otros motivos para reclamar la intervención de las autoridades municipales en la cuestión del socorro de los
pobres. Entiende que también corresponde a los poderes públicos velar
para que «una parte tan grande de la ciudad sea no sólo inútil sino perniciosa a sí y a los otros [...]» (ibídem: 149). Como se decía en apartados anteriores, el pobre es visto, en este entorno de afirmación de los valores burgueses, como un «no trabajador», un individuo que se transforma en una carga
pesada para la colectividad laboriosa. Las malas costumbres de los pobres,
del todo ajenas a la religión cristiana, constituyen otro motivo para la intervención de los poderes públicos que deberían encargarse de la moralización
de estos grupos brindándoles educación.
La clave del sistema de reforma en la propuesta de Vives, estaba en el
trabajo obligatorio para todo aquel que pudiera trabajar. Esta acción iría
precedida de un control por parte del poder municipal que permitiera distinguir entre los pobres verdaderos y los pobres falsos, como ya se había
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propuesto en algunas ordenanzas. Para ello habría que realizar un censo de
todos los pobres y mendigos: aquéllos que están acogidos en establecimientos de asistencia; los «que padecen en sus casas los agobios de la pobreza» y
los «mendigos vagos sin domicilio fijo que gozan de salud declaren el nombre ante el consistorio y la causa porque mendigan». Se elegirían, además,
dos censores encargados de vigilar las costumbres de los pobres, que intervendrían cuando éstos se desviasen de la laboriosidad. Los funcionarios
seleccionados para esta labor tendrían «amplios poderes para obligar, compeler, y aún encarcelar» a los que no obedecieran (ibídem: 154-156). Este
censo constituye el primer paso hacia la solución que, para Vives, es el trabajo. «Ante todo se ha de decretar —dice— lo que impuso el Señor a todo el
género humano [...] a saber: que cada uno coma su pan adquirido por su
trabajo» (ibídem: 157).
El elogio del trabajo es una constante en esta segunda parte de De
subventione pauperum a la vez que el ocio es anatemizado ya que, para
Vives, puede conducir a la desidia. Si bien en su plan de socorro de pobres
se tiene consideración con los viejos y los enfermos, alerta de sus posibles
engaños. «Para soslayar esta simulación se ha de recurrir al dictamen médico y el que engañare sea castigado» (ibídem: 158). Pocos serían los que
en la colectividad dejarían de cumplir con la máxima del trabajo. «Ninguno
hay tan inválido —dice— a quien les falten las fuerzas en absoluto para
hacer algo» [...] (ibídem: 163). «Ni aún se ha de consentir que los ciegos
anden o estén ociosos.; son muchas las faenas en que pueden ejercitarse»
(ibídem: 162). Igualmente «a los enfermos y a los viejos señálenseles trabajos livianos, según su edad y estado de salud les consientan. Este encomio
al trabajo y su oposición al ocio considerándolo como origen de los males
sociales, muestra su concepción del trabajo como regenerador. «Así se conseguirá —afirma— que ocupados (los mendigos) y dados al trabajo intensamente se les cohíban los malos pensamientos y los afectos del alma desordenados, hijos de la ociosidad» (ibídem: 163). Pero el trabajo no era sólo
un instrumento regenerador, una forma de eliminar hábitos reprobables,
era además, en el pensamiento de Vives, una realidad alcanzable. Sostenía
la idea de que había trabajo para todos los pobres ociosos. Todos esos nuevos operarios, formados según su plan, encontrarían ocupación en los talleres de los artesanos —«la mayoría de los artesanos se quejan de la escasez de oficiales» (ibídem, 160)— y en la naciente industria. Esta pobreza
útil, asalariada, reeducada, haría perder sentido a la limosna que, por otra
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parte, dejaría de ser lícita ya que los que no pudiesen trabajar recibirían
una ayuda municipal.
Una buena administración de las instituciones de asistencia es, además
del trabajo, otra medida imprescindible para llevar a cabo su plan de socorro de pobres. En este sentido, Vives denuncia la malversación hecha por la
Iglesia de los dineros destinados a los pobres. «Empezó la Iglesia —dice— a
emular al mundo y a contender con él en pompa, fausto y lujo» y para sostener los gastos que esto ocasionaba «convirtieron en hacienda y rentas propias el que fue patrimonio de los pobres» (ibídem: 178-179). Para evitar esta
situación propone el control municipal de todas las rentas y bienes de las
instituciones de asistencia, racionalizándolas y secularizándolas.
Después de haber tratado de la regeneración de los mendigos adultos
por el trabajo, de haber propuesto la enseñanza de un oficio para los adolescentes, aborda la educación de los niños. Para ellos propone la existencia de
un hospital donde se criarían los huérfanos. Los que tuvieran madres serían criados por ellas hasta los seis años, edad en la que ingresarían en la
escuela pública donde aprenderían «las primeras letras y buenas costumbres» (ibídem: 169). Vives reclama, para estos niños, una educación sobria
fundamentada en la piedad cristiana, que les acostumbre, de acuerdo con
su condición de pobres, a contentarse con poco apartándolos de «todos los
deleites (ibídem: 170).
Los historiadores suelen hacer hincapié en que en el pensamiento de
Vives se expresa una convivencia de la concepción tradicional medieval del
pobre —que se puede apreciar en «Libro primero»— y una mentalidad moderna que le lleva a plantear la cuestión de la pobreza en términos muy diferentes a los acostumbrados hasta aquel momento. De ahí que, se suele
asegurar, De subventione pauperum se convirtiera en un libro de referencia
para los defensores y para los detractores de las reformas de este ámbito.
Fue atacado y alabado. Pero más allá de esas polémicas, esta obra tuvo gran
influencia e inspiró las reformas de la asistencia social en toda Europa, no
sólo por sus argumentaciones teóricas sino por el diseño de estrategias de
tratamiento y control de los mendicantes. Como señala Cavillac (1975: XC),
Vives fue «el primer tratadista que enjuició la pobreza en términos sociológicos poniendo al descubierto los límites de la concepción medieval de la
caridad» en la asistencia a los necesitados.
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2.4. Acuerdos y desacuerdos con la nueva política social
Queda claro, pues, que en la primera modernidad se producen cambios
tanto en la concepción de la pobreza como en las actitudes hacia el pobre.
La legislación contra el vagabundeo y la mendicidad acreditan la cada vez
mayor hostilidad hacia estos grupos. La pobreza comienza a desvincularse
del ámbito de lo sagrado; ya no es virtud sino defecto, un defecto que hay
que corregir reeducando a los pobres y mendigos a través de la inculcación
de nuevos hábitos, fundamentalmente los del trabajo. Una terapia laboral
reeducadora que transformará al mendigo en pieza importante de una nueva forma económica, el capitalismo.
Martín Lutero dio un impulso decisivo a esta nueva política social al considerar el cuidado de los pobres como una función pública. De ahí que se
vinculen estas reformas a los países protestantes. Sin embargo, Geremek
(1989: 237) entiende que no se pueden hacer distinciones entre países católicos y protestantes ya que la conceptualización del trabajo como medio de
asistencia social y reeducación no es una invención de los grupos protestantes ni un atributo exclusivo de sus políticas sociales. Advierte el citado autor,
con sobrada razón, que un fenómeno similar se produce en algunos Estados
católicos en los que se emprendieron iniciativas municipales secularizadoras.
Por otra parte, el mismo fenómeno se observa en las decisiones pontificias
del siglo XVI y en la evolución de las doctrinas sociales de determinados círculos católicos. Las políticas sociales no estuvieron, por lo tanto, inspiradas sólo
en las ideas religiosas sino que se conformaron, en buena medida, atendiendo
al entorno económico. De ahí que el autor antes citado concluya que:
El programa de la «corrección por el trabajo», del trabajo coactivo,
parece estar ligado a los centros y a las zonas aventajadas en el desarrollo
económico: las actitudes sociales promovidas por la ética protestante,
encuentran su confluencia con las necesidades de las sociedades que toman
el camino del desarrollo industrial.
En el mundo católico, en general, las reformas fueron aceptadas.
Pero hubo voces de protesta contra esas reformas. Tales discrepancias
no pueden pasarse por alto ya que testimonian la falta de un pensamiento
unívoco al respecto, lo que lleva a considerar cierta diversidad de actitudes.
La moderna política social no fue aceptada unánimemente. La laicización
de las instituciones de ayuda chocó, muchas veces, con la oposición de las
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DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
autoridades eclesiásticas que defendían como asunto propio su tradicional
preeminencia en esta labor social. La prohibición de pedir limosna y de
ofrecerla, como señala Geremek (1989: 196), «chocaba con la necesidad de
mostrar sentimientos cristianos, de realizar el postulado de la solidaridad
humana, de ofrecer un donativo de caridad y de afirmar la propia posición
material y social». La diversidad de opiniones ante la nueva política social
se manifestará no sólo en esta disparidad de actitudes sino en el ámbito de
las ideas con disputas y polémicas, recogidas en una extensa literatura. La
reflexión teológica también expresó desacuerdos importantes como el que
enfrentó a los teólogos españoles Domingo de Soto y Juan de Medina, polémica a la que se hará referencia más adelante.
2.5. Políticas de reclusión y enseñanza de la disciplina de trabajo
Originado en las reformas surgidas en esta primera mitad del siglo XVI y
apoyado por la legislación contra el vagabundeo y la haraganería, se produjo en toda Europa un movimiento generalizado de internamiento de pobres
y vagabundos en instituciones creadas para ese fin, que se extenderá también al siglo XVII. Este fenómeno fue denominado por M. Foucault «el gran
encierro» (2000: 75-125), atendiendo a las dimensiones europeas que cobró
y a su poder ejemplarizante. El encierro de pobres conformó el apogeo de la
nueva política social en relación con los mendigos, así como el punto culminante de la secularización que caracterizó la asistencia social; es la lógica
continuación de las medidas iniciadas en las primeras décadas del siglo XVI.
Estas instituciones han sido estudiadas también desde la historia del derecho penal; es el caso de las investigaciones de los profesores D. Melossi y
M. Pavarini (2005) cuyos estudios concluyen que la cárcel contemporánea
deriva de las instituciones aquí referidas. Ponen de manifiesto la existencia
de un vínculo entre el surgimiento del modo capitalista de producción y las
instituciones de encierro de este periodo. La obligación de trabajar, según
estos autores, iría encaminada a transformar a las personas devenidas por
las fluctuaciones económicas en vagabundos, en clase obrera. El trabajo
como castigo estaría dirigido a habituar a los pobres a la disciplina de producción.
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
Si bien el encierro de pobres originó instituciones diversas en las diferentes regiones europeas, todas ellas tienen unos fundamentos comunes2.
El recogimiento de los pobres se vio como la mejor medida para solucionar
los problemas que planteaba la indigencia porque proporcionaba los mínimos necesarios de subsistencia para los necesitados, los aislaba evitando el
contagio de enfermedades y, al obligar a trabajar, las instituciones de encierro aparecían como un instrumento de corrección de la vida libertina y
ociosa adjudicada a los vagabundos y, por lo tanto, medio de reeducación de
los indigentes. Se justificó, pues, el trabajo obligatorio, tanto en los países
protestantes como en los católicos, por razones educativas. A través del trabajo, los pobres, adquiriendo nuevos hábitos, podían no sólo reeducarse en
nuevos valores morales sino reintegrarse en la sociedad. Pero este sentido
moral del trabajo va matizándose con el tiempo y se va convirtiendo en una
estrategia punitiva de corrección que se coloca en primer plano, dejando a
un lado la connotación educativa, moral y religiosa. En algunas de las nuevas instituciones se incluyeron castigos físicos para aquéllos que incumplieran los reglamentos.
Como se señaló antes, la política de encierro y represión no siempre fue
aceptada unánimemente; el sentimiento de compasión ante la pobreza rompió, algunas veces, la conformidad. En este sentido, hay que recordar que
San Vicente de Paúl expresó su duda acerca de que la política de encierro de
pobres estuviese de acuerdo con la voluntad de Dios al rehusar la dirección
del Hospital General de París.
3. ESPAÑA EN EL CONTEXTO EUROPEO: EL PROBLEMA
DE LA POBREZA
La situación en España no se diferencia sustancialmente de lo ya explicado para el contexto europeo. Padeció crisis agrícolas y de subsistencia
que se mantuvieron constantes durante los siglos XVI y XVII; igualmente experimentó la tendencia alcista de los precios (1504-1506; 1520-1522; 1525-1530;
1557-1558; 1575-1579; 1597-1600; 1614-1615, etc.). Sin embargo, tiene parti2
Geremek (1989: 223-246) realiza un análisis de estas instituciones en Europa bajo el título de
«Prisiones para los pobres».
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cularidades destacables como las señaladas por P. Vilar (1976: 158) para el
siglo XVI, cuya primera mitad fue una época de optimismo porque,
España, vendiendo a las Indias en mayor cantidad de lo que compraba
fuera, acumulaba realmente. Esto ocurrió durante la primera mitad del
siglo. Después vino una época de toma de conciencia en la que empezaron
a resaltar los peligros de un parasitismo colonial, de las alzas irreversibles
de los precios, de la importaciones en constante aumento; son los decenios
que rodean la quiebra de 1557 [...].
En este estado de cosas el aumento de mendigos cobró caracteres alarmantes. J. Arias de Miranda (1862: 43) en su Reseña histórica de la beneficencia española y refiriéndose a este momento, dice «[...] nunca decayó [en
España] el espíritu de socorro a los necesitados; pero el número de éstos era
cada día mayor y no había recursos que alcanzasen a dar limosnas en proporción de lo que crecían los que pedían, y mermaba la fortuna de la nación».
Esta situación va a encontrar respuesta en las sucesivas disposiciones
legislativas que tienen la finalidad, en un primer momento, de limitar el limosneo a un área geográfica predeterminada impidiendo, así, el desplazamiento de los mendigos entre unas ciudades y otras3. Estas disposiciones
introducen una clasificación de los pobres en verdaderos y falsos pero sin
llegar a establecer una represión clara de estos últimos; se respeta el derecho a limosnear, según la tradicional concepción cristiana católica:
Mandamos que las personas que verdaderamente fueren pobres, y no
otros, puedan pedir limosna en las ciudades y villas y lugares de nuestros
Reynos donde fueren naturales y moradores [...] teniendo para ello cédula
y licencia como adelante será declarado y no de otra manera (Novísima
Recopilación de las Leyes de España, 1805: 703).
Las medidas más firmes iban dirigidas a limitar el limosneo al área geográfica propia del mendigo denominada «de su naturaleza» y a proporcionar una certificación que permitiese mendigar dentro de un territorio acotado. La reiteración de estas disposiciones pone de manifiesto el escaso eco
3
Las Cortes de Valladolid, en 1523, establecieron «que porque de andar generalmente los pobres
por estos nuestros Reynos se sigue que hay muchos holgazanes y vagabundos que no puedan andar ni
anden pobres por estos Reynos, vecinos ni naturales de otras partes, sino que cada uno pida en su naturaleza». Novísima Recopilación de las Leyes de España, 1805, p.703.
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
que tuvieron4. En 1540 y dado el incumplimiento de las disposiciones anteriores, se tomará una medida más drástica contra la mendicidad según una
normativa de Carlos V que, por primera vez en España, establece la prohibición del limosneo por cuenta propia obligando a trabajar a los que se encuentren en condiciones para ello.
Esta norma estimuló la manifestación de dos formas, de encarar la pobreza y la mendicidad, concretadas en las teorías de los teólogos católicos
Fray Domingo de Soto y Fray Juan de Robles o de Medina. El primero fue
uno de los más prestigiosos teólogos del siglo XVI. En su Deliberación en la
causa de los pobres de 1545, critica la política de control y castigo que se
desprende de la normativa de 1540, referida antes, desde la consideración
de que la libertad del mendigo es un derecho. Entonces, suprimirlo suponía,
a su juicio, no sólo privar de la subsistencia a los necesitados sino dar a los
ricos una oportunidad de desentenderse de los problemas de los pobres.
Critica especialmente la limitación que establece la norma al prohibir la
mendicidad fuera de la naturaleza del mendigo que traía como consecuencia su expulsión. Para fray Domingo no hay pobres forasteros; todos son
realmente pobres, de ahí que la expulsión que establecía esta ley le parecía
una injusticia, una medida desproporcionada con la que se castigaba los
crímenes y pedir —sostenía—, si se tiene necesidad, no es ningún crimen.
Establece, pues, la protección del pobre desde la defensa de la libertad para
pedir limosna como derecho sagrado. Su obra se situaba, pues, en el ideal
medieval de la pobreza.
De la misma imprenta y en el mismo año de 1545, salió el libro de Juan
de Robles titulado De la orden que en algunos pueblos de España se ha puesto
en la limosna: para remedio de los verdaderos pobres, dedicada al príncipe
Felipe. Este teólogo, al contrario que Fray Domingo de Soto, defendía el
contenido de la norma de 1540. Los argumentos defendidos por Robles son
similares a los que utilizó Vives a favor de una distinción entre pobres verdaderos y pobre falsos y en la defensa del valor del trabajo de manera que el
mendigo sano, útil para el trabajo, no sería merecedor de la limosna.
Siguiendo a Vives, aboga por una política secularizadora de la asistencia y
justifica, en la necesidad que tiene el Estado de mirar por el bien público, la
suspensión de algunas libertades señaladas en la referida norma.
4
Una relación de las disposiciones legislativas sobre pobres puede verse en, Jiménez Salas, M.
(1958): Historia de la asistencia social en España en la Edad Moderna, Madrid, CSIC.
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EDUCACIÓN SOCIAL
Hay que destacar que en la obra de Robles se percibe una clara distinción entre las esferas de la vida religiosa y de la vida civil. En definitiva, la
argumentación de Juan de Robles constituye un intento de racionalización
de la limosna. Para Maravall (1982: 218), este teólogo:
[...] representa un paso extraordinario. Además de recoger todo aquello que,
innegablemente había traído de nuevo el planteamiento de Luis Vives,
Robles añade un paso decisivo, hasta tal punto que su influencia tardará
mucho en madurar: el desplazamiento del plano de una moral de práctica
de la caridad al de una política de justicia social.
En España, la formulación de Robles no va tener éxito. Su pensamiento
es demasiado atrevido y sus proposiciones podían ser calificadas de heréticas en una época en que las tesis de la contrarreforma pesaban demasiado.
Predominará, entonces, la concepción tradicional de la caridad fundamentada en los argumentos de Domingo de Soto. El Concilio de Trento, en el que
este teólogo tuvo una actuación destacada, afirmará esta línea de actuación
con respecto a la pobreza y a los pobres en el contexto de la reafirmación de
los dogmas católicos frente a las novedades del protestantismo. En consecuencia la normativa que suscitó la controversia fue cayendo en desuso. Sin
embargo, el pauperismo siguió aumentando a pesar de empeños caritativos
de gran importancia como los de Juan de Dios o Antón Martín.
En las últimas décadas del siglo XVI la situación se deteriora. Como observa P. Vilar (1976: 158). «Con la muerte de Felipe II, con la peste de 15991600 (que revela la crisis demográfica), con la inversión de la tendencia de
los precios de la plata, con la inflación del vellón, España entra en la fase de
decadencia». Se produce, entonces, un incremento del éxodo rural —sobre
todo desde tierras castellanas—, hacia las ciudades. Son integrantes de ese
éxodo rural, muchos labradores —«pobres laboriosos»— que, agobiados
por las deudas, se veían despojados de sus tierras.
3.1. Propuestas de solución al problema de la pobreza. El proyecto
de reforma social y de reeducación de pobres de Cristóbal Pérez
de Herrera
En las circunstancias ya descritas del final del siglo XVI, hay que situar
el pensamiento y los proyectos de Pérez de Herrera (....–1620), sumándose a
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
los planes de reforma de la asistencia al pobre que surgen en ese siglo (Luis
Vives, Miguel Giginta y Juan de Robles) y de los que recibe influencia. Fue,
según Cavillac (1975: CXLIII), «el primer laico desde Vives en enfrentarse a
la problemática de los pobres». Hay que considerar, pues, su pensamiento y
su proyecto como una respuesta a las necesidades de un entorno social gravemente deteriorado y, a la vez, como la maduración de un pensamiento
social forjado en la amplia experiencia de su trabajo.
Unos sucintos rasgos biográficos permiten entender mejor su trayectoria
de reformador social. Nació en Salamanca hacia 1556 —no se conoce la fecha exacta de su nacimiento— cuando comenzaba, por lo tanto, el reinado de
Felipe II. Estudió humanidades y luego medicina en su ciudad natal graduándose como bachiller en esta disciplina en 1577. Posteriormente se trasladó a Madrid donde ejerció como médico en la Casa Real. En 1580 fue nombrado Protomédico de las galeras de España, un cargo que solía ser previo al
protomedicato del Rey. Así comienza su experiencia como facultativo y el
contacto con el mundo de la mendicidad, de la delincuencia y de la picaresca,
experiencias de gran importancia para su pensamiento y su obra posterior.
Esta experiencia es el punto de partida de sus reflexiones expuestas posteriormente en su obra Amparo de pobres, de 1598, donde explicó su proyecto de
reforma del mundo del pauperismo y de la mendicidad. Hacia 1592 abandonó
las galeras y se instaló en Madrid. Es la última década del siglo XVI, caracterizada por el visible quebranto económico y el desánimo que generó la derrota de la Armada Invencible. No paran de llegar a la Corte mendigos que buscan los mínimos para subsistir. Comienza, entonces, a dar forma escrita a
sus reflexiones. Pero su tarea va más allá de las reflexiones porque éstas son
el primer paso para sus propuestas concretas y realizaciones.
En el Discurso Primero de la obra citada, expone los inconvenientes
que los pobres ocasionan en la sociedad. Los males espirituales encabezan
la lista: estos pobres
[...] ni confiesan, ni comulgan, ni oyen misa, ni pienso saben la doctrina
cristiana y, con achaque de pedir limosna y que son pobres, deben de comer
carne en los días prohibidos por la Iglesia, sin licencia de médicos espirituales ni corporales... (Pérez de Herrera, 1975: 24).
Advierte luego sobre los engaños y proporciona abundantes informaciones sobre las perfidias de los mendigos para fingir enfermedades y lesiones físicas (ibídem: 27-39). En estas descripciones presenta un cuadro
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semejante al de la literatura picaresca aunque sin manifestación de simpatía o comprensión por la azarosa vida y el drama de los individuos. Los
robos, conforman otro de los inconvenientes de la pobreza mendicante.
Aludiendo a su experiencia como médico, alerta del grave peligro del contagio de enfermedades como consecuencia de «la corrupción y coinquinación del aire que causa esta gente por ser tanta y andar tan sucia [...] alteran y corrompen el aire engendrando tabardillos y, a veces, pestes [...]»
(ibídem: 42). Son argumentos en los que puede apreciarse claramente la
influencia de Vives y que, como en él, justifican una necesaria intervención
en el mundo de la mendicidad.
Otro inconveniente estaba vinculado a lo económico; se queja de la improductividad de los ociosos mendigos a los que considera una carga para
la maltrecha economía del Estado. Hay que destacar, en este sentido, que
tampoco se olvida del parasitismo rentista de buena parte de la aristocracia
que, en nombre del honor, desechaba el trabajo como forma de vida. Puede
situarse, pues, su pensamiento dentro del contexto utilitarista propio de los
inicios del capitalismo, en el grupo de los que piensan que los pobres integran una gran fuerza de trabajo que es necesario aprovechar para el bien
común, combatiendo la ociosidad para obtener la mano de obra que aquella
sociedad necesitaba. Son muy claras, en este sentido, las afirmaciones realizadas en el Discurso Tercero, donde expresa que la aplicación del proyecto
supondrá la riqueza de la nación al ocupar a todos los ociosos, porque
[...] al presente, por haber tantos vagabundos, no hallan los labradores
quien los ayude a cultivar las tierras, ni otros oficiales de la república a
quien enseñen sus oficios [...] ni otras gentes tienen quien les sirva».
Además, como fingen ser pobres, «nos llevan y usurpan lo que tenemos, y
quitan la limosna a los verdaderos [...] (ibídem: 110).
Estamos, pues, muy lejos de los planteamientos escatológicos propiamente medievales con respecto a la pobreza, porque Pérez de Herrera da
cumplido detalle de todos los males y peligros que suponen los pobres para
el cuerpo de la república. Justamente uno de los pilares de esta reforma
será la inculcación de hábitos de trabajo donde éste aparece vinculado a la
virtud, así como el ocio, al vicio. El pobre ha dejado de ser aquella pieza
imprescindible para el funcionamiento de la sociedad estamental. Esto no
quiere decir, sin embargo, que no hubiera quienes sostuvieran la tesis tradicional de la pobreza. Pero ahora toma cuerpo una corriente de pensamiento
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
que considera el pauperismo como un problema que trae consigo graves
consecuencias sociales y económicas.
3.2. El albergue: pieza clave de la reforma
El aspecto nuclear de la reforma está en la creación de una institución,
el albergue, destinado exclusivamente al recogimiento nocturno de los necesitados. En esta institución se daba comienzo a la política de pobres que
consistía, fundamentalmente, en separar los fingidos de los verdaderos mediante un examen. Este examen —de todos los pordioseros que pidan limosna por caminos y ciudades— se llevaría a cabo, justamente en los albergues. Los pobres legítimos podían recogerse en los albergues durante la
noche y quedarían autorizados para pedir limosna en el ámbito de su municipio, mediante un certificado que se les extendería una vez realizado el
examen. Esta autorización debía hacerse ostensible mediante «alguna insignia al cuello, cruz e imagen de nuestra señora, con rosario y armas de
aquella ciudad o villa [...]» (ibídem: 55). Una vez que hubiesen oído misa, los
pobres podían salir a mendigar. No se suprimía, pues, la mendicidad ni la
caridad entendida en el sentido más riguroso. Por lo tanto, los recogidos en
los albergues vivirían de la limosna. El proyecto no postula, pues, la prohibición de la mendicidad sino la regulación y el control del fenómeno.
Pérez de Herrera no adjudica al albergue las funciones propias de los
hospitales tradicionales —a las que se ha hecho referencia en el apartado 1.4— pues en estas nuevas instituciones habitarían sólo los mendigos
sanos y verdaderos. El albergue es, fundamentalmente, un asilo nocturno
donde los pobres irían «a dormir cada noche temprano, al poner el sol»
(ibídem: 56). Se advierte, así, una idea más moderna en el planteamiento del
albergue ya que se elimina de éste la función tradicional de recogida de
pobres, enfermos y peregrinos. En los albergues se pretendía, además, lograr una cierta regeneración moral ya que los recogidos tenían obligación
de aprender la doctrina cristiana y de oír misa todos los días antes de salir
a limosnear. Los pobres vergonzantes serían atendidos en sus propias casas
y parroquias. En cada parroquia se fundaría
[...] una hermandad de la Misericordia para pobres vergonzantes, eligiendo
cada año en ella un mayordomo, que se llame padre de los pobres, o administrador de la parroquia» (ibídem: 67) que tendría la misión de socorrerlos
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en sus necesidades materiales y de proporcionales atención médica y, a la
vez, vigilar sus costumbres comprobando «si viven virtuosa y cristianamente para que se les de la limosna [...] (ibídem: 69).
En lo que respecta a la administración de los albergues, la parroquia era
la unidad asistencial propuesta por Pérez de Herrera. Esta demarcación territorial, por su tamaño relativamente pequeño, permitía un mayor conocimiento de los socorridos y control de sus vidas. Además este espacio permitía una gestión más rápida y el aprovechamiento de lo que tradicionalmente
los grupos de cofrades y asociaciones caritativas aportaban al sostenimiento de los pobres. El modelo administrativo de Pérez de Herrera es la parroquia de San Martín de Madrid que describe en el Discurso Segundo. En la
administración de los albergues que propone, se pone de manifiesto la intención de secularizar la asistencia social. Aunque en el cuerpo administrativo tenían presencia representantes de la Iglesia, el peso de la actividad
administradora lo tenían los representantes reales que, mediante convocatoria periódica de juntas, controlarían la gestión. Por lo tanto, en última
instancia, el control de la gestión provendría del Estado5.
Una administración estatal como la propuesta, permitía un control más
eficaz de la mendicidad que una iniciativa puramente municipal. La realización de reformas en una sola ciudad había provocado que, en el momento del empadronamiento, se produjera un desplazamiento de mendigos,
reacios al control, a otro municipio en el que dicho censo no se hubiera realizado aún. Entonces, intentando superar las dificultades que el censo de
mendigos había puesto de manifiesto en anteriores intentos reformadores,
propone que éste se realice en todos los grandes centros urbanos de la monarquía española de manera simultánea; «en un día señalado» y «a un mismo tiempo» debían acudir a empadronarse todos los pobres que pedían limosna por puertas y caminos. Una estrategia cercana a la utopia del control
total con la finalidad de quebrar la resistencia de los mendigos a la pérdida
de su libertad.
Apartados y controlados los pobres verdaderos había que resolver qué
medidas tomar con los fingidos para que «ninguno ande ocioso en estos
reinos» (ibídem: 98). En la reforma de Pérez de Herrera esta cuestión es fundamental, se trata de cambiar la holganza por el trabajo; «de reducir los
5
En los discursos Segundo y Cuarto hace referencias precisas a los aspectos administrativos.
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
ociosos a trabajar». Una solución tópica, ya propuesta anteriormente —por
ejemplo en el plan de Vives— que supone la creencia de que para cada individuo hay un puesto de trabajo. El primer paso de este proceso se daba en
los albergues donde, como se ha visto, se separaba a los falsos de los fingidos. En segundo lugar, en cada Ayuntamiento se nombraría un «padre de
mozos» y un «padre de trabajadores». El primero era la persona encargada
de llevar un registro de todos los que llegaban en busca de trabajo. Este registro evitaba que pudieran ser considerados vagabundos y castigados. De
esta manera, se favorecía —según Pérez de Herrera— el funcionamiento del
mercado laboral. El padre de trabajadores debía concurrir cada mañana a
la plaza del pueblo para ayudar a acomodar y alquilar a los jornaleros (labranza, oficios mecánicos, servicio). Un último paso era el castigo para
aquéllos que eludieran el trabajo según se prescribía en las leyes de 1565.
3.3. La reeducación de las mujeres y la educación de los niños
En el Discurso Cuarto de Amparo de pobres se ocupa de las mujeres vagabundas. En el mismo título del discurso —«De la forma de reclusión y
castigo para las mujeres vagabundas...»— se expresa la finalidad represora
que está en la base de la política reeducadora de «las vagabundas, perdidas
y delincuentes [...]» (ibídem: 118). Entre las consecuencias que la pobreza
traía en el colectivo de las mujeres estaba la prostitución, un problema que
preocupaba tanto a la Iglesia como al Estado. Pero los delitos imputados a
las mujeres son más amplios y al hablar de vagabundas se hace referencia a
una población variada —prostitutas, alcahuetas, hechiceras, ladronas—
que, sin embargo, tenían la característica común de vivir al margen de las
normas sociales aceptadas.
El remedio propuesto por Pérez de Herrera para la corrección de las vagabundas giraba alrededor de ciertas estrategias básicas, por otra parte, comunes a casi todas las propuestas reeducadoras de la época: la pérdida de la libertad, el trabajo obligatorio y el castigo. Es necesario que estas mujeres
tengan «[...] alguna pena de temor, escarmiento, y desaguadero, con que muden costumbres [...] porque con el escarmiento ellas y las demás no se atreverán a andar ociosas [...]» (ibídem: 118-119). Para el recogimiento de las vagabundas propone la creación de las casas del trabajo y labor donde se llevaría a
cabo el encierro y la condena de las «vagabundas ociosas o delincuentes de
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hurtos, hechicerías o embustes o de otros delitos, por uno, dos o más años, y
aun por diez, conforme a sus culpas y de por vida a la que mereciere casi pena
de muerte» (ibídem: 121). La vida en estas casas debía ser extremadamente
austera. Vestirían «de jerga o herbaje que es sayal delgado y llevarían el pelo
corto no sólo por razones de higiene sino como castigo. Se le proporcionaría
una «comida moderada, de poca costa» y «camas pobres, con algún jergón de
paja o heno [....]» (ibídem: 123). El trabajo obligatorio completaba el plan de
corrección: «hilar algodón, lino, estopa y estambre al torno, torcer hilo... y
hacer botones de toda suerte» (ibídem: 123). Por otra parte, estos trabajos serían productivos ya que proporcionarían ganancias suficientes para que las
internas «pasen su vida y aún les sobre muy bien» con lo que podía pagarse el
sueldo de sus cuidadores y la atención médica que fuera necesaria (ibídem).
Sugiere para el buen orden y funcionamiento de estas casas, la presencia de
algunas mujeres honradas y de buena vida a quienes las internas respeten y
obedezcan «que vivan allí con ellas que las consuelen, amonesten y guarden y
fuerzen a que trabajen [...]» (ibídem: 124). Encierro y trabajo obligatorio bajo
continua vigilancia, darían a estas casas el poder disuasorio que su mentor
esperaba, intimidando a la población delincuente y ociosa.
En la organización de las casas del trabajo y labor se ponen de manifiesto también, los aspectos secularizadores que caracterizan la totalidad del
proyecto de recogida de pobres así como aspectos carcelarios y de socorro.
Otra parte importante del proyecto era la asistencia y educación de los
niños y niñas pobres y huérfanos. Para ellos expuso un plan según el cual los
municipios nombrarían un «protector de huérfanos» que se encargaría de
repartir a los más pequeños «entre gentes ricas que los criasen y los tomasen
a su cargo» para hacerles aprender oficios «con obligación de pagarles lo que
les hubieren servido» (ibídem: 103). Aquellos que no encontraran acomodo
de esta manera «se podrían criar en las casas de los expósitos» o en los albergues «para que en el cuarto de las mujeres pobres sean socorridos»
(ibídem: 106). A los mayores de 7 años debía procurárseles contratos para
aprender un oficio, o de servicio, en el caso de las niñas. A los más fuertes y
saludables, de 10 a 14 años, le parecía conveniente destinarlos a la Armada o
a la fabricación de armas; otros podrían aprender oficios útiles a la república como el manejo de telares, «fabricar tapicería como la de Flandes [...]» y
paños de colores como los de Londres [...]» (ibídem: 106). Propone, además,
la conveniencia de escoger a los más hábiles para que se integraran a semi-
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narios donde «se les enseñasen y leyesen matemáticas cosa de gran utilidad
para la república» y otras disciplinas como arquitectura e ingeniería de manera de formar profesionales que desempañaran funciones útiles al Estado
(maquinistas, niveladores, artilleros, etc.). De esta manera, «no tendrá V.M.
necesidad de servirse para este efecto de gentes de diferentes naciones»
(ibídem: 108). Así, se podría llegar a la riqueza y prosperidad del reino.
Como puede apreciarse, en estos planes educativos se aúnan la regeneración moral y la idea de transformar a los vagabundos en trabajadores
para una nación en decadencia económica y necesitada de trabajadores.
3.4. Las repercusiones del proyecto
La muerte de Felipe II, el principal valedor de Pérez de Herrera, trajo
serias dificultades para la puesta en práctica del proyecto; solamente en
Madrid se llegó a abrir un albergue. Sin embargo, inspiró algunas realizaciones como el examen y recogimiento de pobres en algunas ciudades del
reino (Madrid, Sevilla y Valladolid). También se aplicaron sus estrategias
para el control de pobres en algunos municipios cuando se produjeron aumentos relevantes de necesitados en sus demarcaciones (Santolaria, 1997:
151). También su planteamiento de reeducación de las vagabundas tuvo repercusiones posteriores. Así, por ejemplo, a principios del siglo XVII se fundaron instituciones de encierro para mujeres entre ellas la conocida, por la
dureza del trato, como galera. Hay que destacar, también la notable influencia que tuvo Pérez de Herrera en los hombres de la Ilustración.
Más allá de la eficacia y de las carencias y dificultades de la puesta en
práctica de este proyecto, las ideas secularizadores en las que se basa tuvieron, además de una larga influencia posterior, una satisfactoria acogida en
su momento. Puede decirse, entonces, que a finales del siglo XVI, en la católica España, la cuestión de la atención al pobre ha cobrado un carácter bien
distinto de la concepción medieval. Los planteamientos secularizadores
han ganado terreno y la asistencia se seculariza y se vincula a las necesidades del Estado moderno, previsor y vigilante. Esto no significa, sin embargo, que la cuestión quedase definitivamente zanjada hacia el final del periodo estudiado; por el contrario, seguirá siendo materia de discusión que
se retomará con especial interés en el siglo XVIII.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
BIBLIOGRAFÍA
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LECTURAS
De qué manera se ha de procurar el mantenimiento de todos (los pobres)
Ante todo se ha de decretar lo que impuso el Señor a todo el género humano, como por multa del delito, a saber: que cada uno coma su pan adquirido
por su trabajo. Cuando uso las voces comer, alimentarse, sustentarse, quiero
LA ASISTENCIA SOCIAL Y LAS POLÍTICAS DE REEDUCACIÓN Y EDUCACIÓN SOCIAL EN LA BAJA EDAD MEDIA...
que no se entienda sólo la comida, sino, también, el vestido, el hogar, la leña,
la lumbre y, en suma, todo lo que comprende el mantenimiento del cuerpo
humano [...]
Se ha de tener consideración con la edad y el posible quebranto de la salud, pero con la precaución de que no nos engañen con ficción o pretexto de
algún achaque, lo que acontece no raras veces. Para soslayar esta simulación
se recurrirá al dictamen de los médicos; y el que engañare sea castigado. De
los mendigos sanos, los forasteros deben reexpedirse a sus pueblos de origen,
como lo precave el derecho civil, pero dándoles para el viaje, pues fuera medida inhumana despachar al necesitado sin recurso para el camino. Quien esto
hiciera, ¿qué otra cosa demandaría sino robar?
A los indígenas (no forasteros) se les ha de preguntar si saben algún oficio. Los que no saben ninguno, si tuvieren edad proporcionada, se les ha de
instruir en aquel para el cual sintieren mayor propensión, siempre que sea
posible, y si no, en algún otro análogo; por manera que el que no supiese coser vestidos, cosa polainas, botines y calzas. Pero si fuere ya algo alcanzado
de días o de ingenio demasiado tardo, enséñesele algún oficio más fácil y, en
último término, el que cualquiera pueda aprender en pocos días, como cavar,
sacar agua, llevar algo a cuestas, hacer portes con un pequeño carro, acompañar al magistrado, traer mensajes, recados y cartas [...].
A los que malversaron su fortuna con modos feos y torpes, como el juego,
rameras, lujos, gula, hay que alimentarlos, pues a nadie se le ha de matar
de hambre; pero por lo demás, mándeseles trabajos más modestos y déseles
comida más tasada, porque sean escarmiento de los otros y ellos se arrepientan de la vida anterior, porque no fácilmente reincidan en los mismos vicios
estrechados con la pobreza del alimento y la dureza de los trabajos. No se le
de ha de matar de hambre, no; pero han de sufrir sus aguijones.
A todos éstos no faltarán talleres donde se les admita [...]. La mayoría de
obreros se quejan de la escasez de oficiales [...].
En los hospitales, los que tienen buena salud y están allí agarrados como
zánganos que se aprovechan de los sudores ajenos, salgan y envíense a algún
trabajo si no es que les pertenezca su permanencia en el establecimiento
benéfico por algún derecho, verbigracia, de sangre, por haberles dejado esta
conveniencia sus mayores o porque ellos de su propia hacienda, hicieron a
la casa algún legado importante.
Vives, J. L. (1992): Del socorro de los pobres, Barcelona, Hacer, pp. 157-160.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
Del amparo, distribución y ocupación de los niños y niñas pobres,
y huérfanos desamparados
Todos los niños, varones y hembras, que al presente se hallaren de los pobres, o huérfanos, y de otros que los desamparen, que fuesen muy pequeños
por criar, sería de importancia que se repartiesen, por mano de los prelados
y corregidores, entre caballeros y ciudadanos y gentes ricas, que los criasen
y los tomasen a su cargo para hacerlos poner a oficios adelante, o servirse
dellos, con obligación de remediarlos o pagarles lo que les hubieren servido;
que fío de la misericordia de Dios, que muchos que se hallasen sin hijos los
prohijarían. Y por este camino, habiendo de ser por el otro gente miserable
y olvidada del cuidado que deben tener de sus almas podrían ser hombres
honrados, virtuosos, y algunos de importancia para el servicio de Dios y de la
república. Y los que sobrasen desta edad, se podrían criar en las casas de los
expósitos, donde están los demás niños echados a las puertas de las iglesias;
pues en todos los lugares grandes de V.M. hay hospitales y cofradías donde
se hace esta buena obra que de allí, en siendo mayorcitos, los van sacando
buenas gentes y tomando a su cargo.
[...] A los de buenas fuerzas y salud, de diez a catorce años, que andan
perdidos, mandar a los corregidores de los lugares marítimos que los embarquen en los navíos de alto borde en las armadas de V.M. para grumetes
y pajes dellos, y otros por proeles de las galeras de España, con los sueldos
acostumbrados, donde se irán criando y haciendo escogidos marineros, de
que hay tanta necesidad [...].
Otra parte de los niños que se han de poner a oficios, siendo V.M. servido,
puede mandar que en algunos lugares grandes de sus reinos, que tuvieren
agua bastante para ellos y fueren a propósito, se hagan algunas armerías por
cuenta de las rentas que V.M. allí tiene, a donde se podrán fabricar armas
para, en tiempo de necesidades, poder armar sus vasallos, que con tan buen
ánimo le sirven en cualquiera ocasión, como deben, haciendo traer oficiales
extranjeros y españoles que los vayan enseñando allí a hacer todos géneros
dellas; y fabricar y refinar pólvora, y fundir artillería, hacer balas, y cuerda, y
otros instrumentos de fuego y artificios militares [...] para que no tenga V.M.
necesidad de valerse de Italia, Francia, Flandes ni Inglaterra, trayéndolo a
mucha costa y de otras partes adonde esto se fabrica.
Pérez de Herrera, C. (1975): Amparo de pobres,
Madrid, Espasa-Calpe, pp. 103-105.
Capítulo 3
La educación de los pobres en Europa
durante las grandes transformaciones
económicas y políticas (siglos XVII
a principios del XIX)
Miguel Somoza Rodríguez
INTRODUCCIÓN
Durante los siglos XVII y XVIII se produjeron grandes cambios en la sociedad y la economía de Europa occidental. En el orden tradicional de la Edad
Media la sociedad se estructuraba según una concepción «organicista» que
utilizaba el cuerpo humano como símbolo del orden social que, a su vez, era
considerado una expresión del orden «natural» instituido por la divinidad
cristiana: los laboratores (trabajadores) representaban el tronco y las extremidades inferiores del cuerpo, los bellatores (los guerreros) los miembros superiores, y los oratores, la clase sacerdotal, la cabeza. Estos últimos eran los
únicos agentes sociales que recibían una educación intelectual más o menos
sistemática y completa, según los parámetros de la época. El estamento al
que cada uno pertenecía por nacimiento determinaba, por lo tanto, la función social y la «preparación» para desempeñarla, es decir, la educación, formación y entrenamiento adecuados para ello. Las transformaciones sociales
y políticas ocurridas durante los siglos siguientes fueron variando y complejizando esta tripartición social medieval y, junto con ello, surgió la necesidad
de obtener la formación necesaria para ejercer las funciones, ocupaciones y
oficios correspondientes. La aparición el capitalismo mercantil primero y su
evolución hacia el capitalismo industrial impulsaron la necesidad de la alfabetización y el surgimiento de instituciones que se ocuparan de la vigilancia
y disciplinamiento laboral de niños y de adultos pobres o empobrecidos, la
mayor parte de las veces a través de instituciones de caridad pero también, y
crecientemente, por medio de la intervención de los poderes públicos.
1. LA EDUCACIÓN DE LAS «CLASES INFERIORES» EN UN
CONTEXTO HISTÓRICO DE GRANDES CAMBIOS SOCIALES
Entre la nobleza de la época Moderna había ido surgiendo la necesidad
de adquirir conocimientos intelectuales elementales, normas de cortesía y
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
caballerosidad, música y canto, además de las habilidades propiamente militares, para refinar las toscas costumbres de las cortes reales y las más
pequeñas cortes de los altos aristócratas, proceso educativo que se conoce
históricamente como la «formación de príncipes». Por su parte, los artesanos se formaban directamente en los talleres, bajo la tutela y supervisión de
los maestros artesanos. El aprendiz entraba de niño en la casa del maestro,
quien se ocupaba de su mantenimiento y formación a cambio de transmitir
las habilidades necesarias para el ejercicio del oficio. Estas obligaciones
mutuas entre maestro y aprendiz solían quedar establecidas por medio de
un contrato de aprendizaje firmado por el padre.
En las ciudades del norte de Italia, poco más tarde en los Países Bajos y
otras regiones de Europa, fueron apareciendo nuevas clases y grupos sociales especializados como artesanos, comerciantes y banqueros que necesitaban, además de conocimientos y habilidades técnicas que podían adquirir
en la práctica misma (como era también el caso de los campesinos), saber
leer, escribir, y contar para ejercer sus ocupaciones y oficios. Se fue extendiendo la idea de que así como el futuro soberano y los futuros aristócratas
debían poseer conocimientos y habilidades para poder ejercer cargos y funciones, también los artesanos y los comerciantes requerían formación para
las suyas, sin olvidar que la principal preocupación de aquellas épocas en
Europa era la formación religiosa católica, es decir, conocimiento del dogma, de la liturgia y de las preceptivas normas morales que conducían a la
salvación del alma de los creyentes.
Con la aparición de la llamada Reforma Protestante (Lutero da a conocer las 95 Tesis en 1517) ocurre un hecho que incidirá enormemente en las
tradiciones culturales europeas. Mientras que para los católicos las enseñanzas y la palabra de Cristo debían ser trasmitidas e interpretadas únicamente por los sacerdotes y demás miembros de la iglesia católica autorizados para ello, los cristianos reformados sostuvieron la necesidad de que cada
creyente se acercara y conociera la palabra de Cristo directamente, a través
de la lectura personal de los evangelios. Esto provocó no solo las conocidas
guerras de religión que devastaron Europa durante varios siglos sino un
hecho de enorme trascendencia cultural: las gentes comunes tenían que saber leer para poder conocer la palabra y las enseñanzas de los evangelios.
Mientras que para las formas de predicación, moralización y gobierno de
la iglesia católica no era necesario saber leer las escrituras sagradas e, inclu-
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
so, no era deseable, por cuanto la lectura e interpretación personal de los
evangelios propiciaba las herejías y corrupciones del dogma, los cristianos
reformados o protestantes alentaron la alfabetización de todos los creyentes
para acceder a las escrituras, incluyendo a los de condición social inferior,
junto con otro fenómeno cultural añadido: la utilización de las lenguas vernáculas como lenguas de «cultura» en lugar del latín. El propio Martin Lutero
tradujo la Biblia al alemán y propició la alfabetización de la población mientras que la Iglesia católica seguía la dirección contraria: mantuvo el latín,
cuestión que aseguraba que la transmisión del dogma fuera solo posible a
través de los sacerdotes, e impuso el control de la impresión y difusión de libros y otros escritos, controlando a las imprentas, a los impresores y a los
contenidos impresos, que necesitaban de previa autorización eclesiástica
para editarse y/o eran censurados posteriormente y prohibida su lectura y
circulación (en 1559, en el pontificado de Paulo IV, se publica por primera vez
el Index auctorum et librorum prohibitorum —Índice de autores y de libros
prohibidos—, bajo la dirección de la Sagrada Congregación de la Inquisición).
Durante los siglos XVI y XVII, como se explica en el capítulo anterior, se
habían ido desarrollando un conjunto de instituciones de formación y educación que extendieron la alfabetización básica y el disciplinamiento laboral a porciones crecientes de la población. Si bien los alfabetizados siguieron siendo una parte minoritaria de la población el porcentaje de
alfabetización empezó a marcar significativas diferencias entre diferentes
regiones de Europa, siendo el norte, el centro y el oeste del continente las
zonas en que más aumentó la alfabetización, en detrimento de las regiones
y países del sur y del este europeo. En las regiones que se conservaron católicas, además de las antiguas escuelas parroquiales, catedralicias, de algunos monasterios y abadías, y enseñantes particulares, debido a la presión
del movimiento reformista y a las propias críticas internas, surgieron congregaciones y órdenes religiosas especializadas en actividades educativas,
como las Ursulinas, los Oratorianos y los Escolapios, mientras que los
Jesuitas (la orden fue aprobada por el Papa en 1550) se dedicaron, preferentemente, a la educación de los sectores burgueses y aristocráticos de la sociedad, conservando el latín como lengua de la enseñanza.
En las regiones protestantes hubo un interés mayor por la alfabetización
de segmentos más amplios de la población, aunque en estos siglos el avance
fue lento. La lectura directa de la Biblia en las comunidades religiosas y en
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
los propios hogares familiares fomentó la adquisición de conocimientos no
solo entre los grupos más acomodados sino también entre campesinos y
artesanos. La ciudad de Weimar, en Sajonia, fue la primera en disponer la
obligatoriedad de asistir a la escuela para todos los niños entre seis y diez
años, en 1619 y, poco después, en 1642, hizo lo mismo la cercana ciudad de
Gotha. Normas similares fueron apareciendo sucesivamente en otras regiones protestantes de Alemania, en los reinos de Dinamarca y Suecia, y en las
provincias holandesas. En el reino de Prusia, ya entrado el siglo XVIII,
Federico II dictó en 1763 el Reglamento General de las Escuelas del País,
que establecía la obligación de asistir a la escuela para todos los niños entre
los cinco y los trece años.
En Inglaterra, posterior cuna de la Revolución Industrial, sobre todo después de la separación de la iglesia católica en tiempos de Enrique VIII (1491-1547,
empezó a reinar en 1509 hasta su muerte), la educación de los plebeyos continuó en las escuelas de fundación religiosa, pero se fueron creando también
escuelas municipales y de los gremios de artesanos. La separación de la iglesia de Roma implicó que la monarquía inglesa controlara la iglesia anglicana con mano férrea para evitar el regreso del catolicismo y de la disidencia
política, ordenando el uso de la lengua inglesa tanto en la predicación religiosa como en la enseñanza en las escuelas, y estableciendo la obligatoriedad de utilizar únicamente los textos autorizados anglicanos tanto en un
ámbito como en el otro. La educación de las clases superiores continuó,
como era tradicional, en las escuelas de gramática y en las universidades.
Durante el siglo XVII Francia continuó dividida internamente entre diferentes corrientes religiosas, enfrentadas entre sí: principalmente, católicos,
hugonotes y jansenistas, cada una con una organización que se ocupaba de
la educación propia. Mientras los católicos continuaban con el sistema tradicional (escuelas parroquiales y catedralicias, seminarios, universidades),
los hugonotes (protestantes con fuerte influencia del calvinismo, que habían obtenido el permiso legal para practicar sus creencias con el Edicto de
Nantes en 1598, que garantizaba la libertad de cultos) organizaron un sistema propio de educación, similar al de los jesuitas pero desde una perspectiva protestante. Los jansenistas, por su parte, constituían un movimiento
puritano de reforma interna del catolicismo, pero fue considerado herético
y condenado por el papa Inocencio X en 1653 y, posteriormente con las bulas papales de 1705 y 1713. Para ellos, la salvación no dependía tanto de la
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
asistencia a las ceremonias de la iglesia sino de una disciplinada, rigurosa y
austera vida personal dedicada a Dios, rechazando la riqueza, el lujo y la
ostentación mundana del papado. Tuvieron su principal centro educativo en
el monasterio de Port-Royal y en un conjunto de escuelas organizadas bajo
aquellas reglas. Tomaron sus ideas educativas del neoplatonismo cristiano
y de San Agustín, siendo la salvación del alma el objetivo prioritario de la
educación, a través del «entendimiento» (estudio) y de la voluntad (formación del carácter para una vida piadosa). Utilizaron el francés en lugar del
latín como lengua de la enseñanza.
Por otra parte, la creciente importancia del capitalismo mercantil empezó a provocar cambios en las condiciones de vida y de trabajo de las poblaciones, aunque en principio limitados a algunas ciudades y regiones caracterizadas por la producción para vender en los mercados locales (ya no
solamente para autoconsumo), o por el comercio a grandes distancias
(como los Países Bajos o ciudades del norte de Italia y de Alemania), fue
extendiendo su influencia a otras regiones más vastas en las que empezaron
a cambiar las concepciones medievales acerca del trabajo, de la pobreza, del
comercio y del préstamo de dinero con interés (recordemos que cobrar por
prestar dinero era una práctica rechazada por el catolicismo medieval). Los
conceptos de pobreza y de «caridad cristiana» fueron mutando desde la
idea tradicional de representar la imagen de Cristo, la primera, y la práctica
de la virtud individual, la segunda, a nuevas concepciones derivadas de los
cambios económicos, sociales y culturales que se fueron produciendo en los
siglos XVI y XVII. Además de estos cambios estructurales, la situación se vio
agravada por fenómenos más circunstanciales, como una serie de años de
malas cosechas, que acentuaron el fenómeno de la pobreza masiva en una
situación en la que una parte significativa de la población ya vivía en el límite de las condiciones de alimentación y supervivencia.
En este nuevo contexto, la «caridad» se mantuvo como conducta virtuosa
individual pero perdió importancia frente al nuevo concepto de «beneficencia», que implicaba un accionar colectivo e institucional en el que los poderes
públicos y organizaciones seculares se introducían en un ámbito antes reservado a las iglesias. De esta forma, se fueron creando una serie de instituciones
encargadas de brindar asistencia indispensable a la numerosa población empobrecida que vivía en condiciones de miseria material. Pero ahora ya no se
trataba de proporcionar solo el alimento o los cuidados indispensables para la
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
supervivencia sino que, además y vinculado a las nuevas ideas de «trabajo productivo» y del ocio como «vicio» y como «pecado», se trataba de entrenar y
aculturar a los pobres y a la población semi-marginal para que fueran útiles
(es decir, funcionales) a las nuevas condiciones sociales y económicas.
Surgieron, de esta manera, un tipo de instituciones que se ocupaban de la supervivencia y de la salud de la población empobrecida pero que, al mismo
tiempo, era forzada a adaptarse a la disciplina y a los ritmos de trabajo necesarios para la expansión de la producción manufactura, mercantil y, poco después, industrial. Este tipo de instituciones fueron los hospicios o asilos para
pobres en general, es decir, instituciones a medio camino entre la asistencia y
la cárcel, que recibieron diferentes denominaciones según los países y, aunque
con características diferenciadas entre sí, tenían en común el encierro de los
pobres y semimarginales (es decir, la parte de la población que ahora era considerada peligrosa para el mantenimiento del orden social pero necesaria para
su aprovechamiento económico: pobres, mendigos, vagabundos, prostitutas),
la corrección moral de los mismos y el ofrecer algo de formación e instrucción
básica para desempeñar algún oficio. Las más importantes de este tipo de
instituciones asistenciales, correctoras, instructivas y carcelarias, se denominaron Workhouses en Inglaterra, Hopitaux Generaux en Francia, y Albergues
y Casas de Misericordia en España.
Tanto los campesinos como los artesanos rechazaban el nuevo sistema de
trabajo en las manufacturas. Como escribió Fernández Enguita (1990: 44),
[…] acostumbrados al trabajo al aire libre, a los ritmos estacionales, a los
abundantes días de fiesta, a poder abandonar las tareas en cualquier
momento, en suma, a seguir su propio ritmo en vez de un calendario, un
horario y un ritmo impuestos, no podían dejar de sufrir un violento choque.
Por ello se negaban a acudir a las fábricas y, cuando se veían forzados, no
era raro que desertaran en masa, incluso en momentos ya avanzados de la
industrialización.
Un texto de un reformador francés de los Hopitaux Generaux ilustra
adecuadamente la mentalidad y los procedimientos utilizados en estas instituciones para someter a campesinos y pobres en general a las nuevas condiciones de la producción económica:
Para las casas de corrección «los holandeses han inventado un método
excelente: consiste en destinar a la bomba a aquellos que desean ejercitar en el
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
trabajo; hacerles desear el empleo de cultivar la tierra y prepararlos para ello
mediante un trabajo mucho más duro, pero que la necesidad hace practicar.
Se encierra tan sólo al personaje al que se trata de habituar al trabajo
en un reducto que los canales inundan, de tal manera que lo ahogan si no
da vueltas sin cesar a la manivela de la bomba. Sólo se le dan tanta agua y
tantas horas de ejercicio como soporten sus fuerzas los primeros días; pero
se aumenta continuamente mediante graduación.
Es éste el primer trabajo que infligimos a los culpables encerrados en
nuestra casa correccional. Es natural que se aburran de girar así continuamente y de ser los únicos ocupados tan laboriosamente. Sabiendo que
podrían trabajar la tierra del recinto en compañía, desearán que se les permita trabajar como los otros. Es una gracia que se les acordará tarde o
temprano, según sus faltas y sus disposiciones actuales» (Baudeau, 1765;
tomado de Fernández Enguita, 1990: 48).
En Inglaterra, como se dijo, los asilos para pobres recibieron el nombre
de Workhouses, establecimientos donde se ofrecía alojamiento a cambio de
trabajo. Creadas en la primera mitad del siglo XVII, la vida interna en estas
instituciones era dura. Hombres, mujeres y niños ocupaban instalaciones
diferenciadas. Las familias eran separadas al ingresar y no se les permitía
comunicarse entre sí. Los niños recibían alguna escasa formación para desempeñar un oficio pero no se les enseñaba a leer ni a escribir. En la primera
mitad del siglo XIX, ya en plena industrialización inglesa, instituciones de
este tipo aparecen descritas en las novelas de Charles Dickens, ambiente
que el autor conocía bien porque pasó varios años de su infancia en condiciones muy difíciles, casi sin ir a la escuela y trabajando 10 horas diarias en
una fábrica de betún para calzado. En su novela Oliver Twist describe
Dickens las condiciones habituales de vida de la infancia pobre:
En aquel hospicio pasó Oliver los diez primeros meses de su vida.
Transcurrido este tiempo, la junta parroquial lo envió a otro centro situado
fuera de la ciudad donde vivían veinte o treinta huérfanos más. Los pobrecillos estaban sometidos a la crueldad de la señora Mann, una mujer cuya
avaricia la llevaba a apropiarse del dinero que la parroquia destinaba a cada
niño para su manutención. De modo que aquellas indefensas criaturas
pasaban mucha hambre, y la mayoría enfermaba de privación y frío. El día
de su noveno cumpleaños, Oliver se encontraba encerrado en la carbonera
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
con otros dos compañeros. Los tres habían sido castigados por haber cometido el imperdonable pecado de decir que tenían hambre. […]
En el [nuevo] hospicio, el hambre seguía atormentando a Oliver y a sus
compañeros: sólo les daban un cacillo de gachas al día, excepto los días de
fiesta en que recibían, además de las gachas, un trocito de pan. Al cabo de
tres meses, los chicos decidieron cometer la osadía de pedir más comida y,
tras echarlo a suertes, le tocó a Oliver hacerlo. Aquella noche, después de
cenar, Oliver se levantó de la mesa, se acercó al director y dijo:
— Por favor, señor, quiero un poco más.
— ¿Qué? —preguntó el señor Limbkins muy enfadado.
— Por favor, señor, quiero un poco más —repitió el muchacho.
El chico fue encerrado durante una semana en un cuarto frío y oscuro;
allí pasó los días y las noches llorando amargamente. Sólo se le permitía
salir para ser azotado en el comedor delante de todos sus compañeros. El
caso del «insolente muchacho» fue llevado a la junta parroquial; ésta decidió poner un cartel en la puerta del hospicio ofreciendo cinco libras a quien
aceptara hacerse cargo de Oliver (Dickens, 18381).
Para Michael Foucault estas instituciones, más que representar una forma
de la caridad o de benevolencia frente a la enfermedad o la miseria, tenían la
misión principal de reunir mano de obra para las manufacturas e incipientes
fábricas frente a la renuencia y rechazo de campesinos, jornaleros y artesanos
empobrecidos a la explotación de su trabajo en talleres y manufacturas. La
consigna moral de toda esta época era combatir lo que se llamaba «ociosidad
de las clases pobres». Así como la soberbia había sido el pecado por antonomasia durante la Edad Media y la avaricia lo había sido durante el Renacimiento,
a partir del siglo XVII todos los escritos morales anunciaban el triunfo infernal
de la pereza (Foucault, 1998: 55). Los orígenes de la industrialización estarían
protagonizados por diferentes formas de trabajo forzado y de organización fabril compulsiva. Así lo entendería también el sociólogo Max Weber:
El reclutamiento de obreros para la nueva forma de producción, tal
como se ha desarrollado en Inglaterra desde comienzos del siglo XVIII, a
base de la reunión de todos los medios productivos en manos del empresario, se realizó en ocasiones utilizando medios coercitivos muy violentos, en
1
Accesible en: http://www.liderazgoymercadeo.com/ob_ebook.asp?ebk=83B383C3 [Consultado el
10/06/2013].
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
particular de carácter indirecto. Entre éstos figuran, ante todo, la ley de
pobres y la ley de aprendices de la reina Isabel. Tales regulaciones se hicieron necesarias dado el gran número de vagabundos que existía en el país,
gente a la que la revolución agraria había convertido en desheredados. La
expulsión de los pequeños agricultores por los grandes arrendatarios y la
transformación de las tierras laborables en pastizales (si bien se ha exagerado la importancia de este último fenómeno) han determinado que el
número de obreros necesarios en el campo se hiciera cada vez más pequeño, dando lugar a un excedente de población que se vió sometida al trabajo
coercitivo. Quien no se presentaba voluntariamente era conducido a los
talleres públicos regidos por severísima disciplina. Quien sin permiso del
maestro o empresario abandonaba su puesto en el trabajo, era tratado
como vagabundo; ningún desocupado recibía ayuda sino mediante su
ingreso en los talleres colectivos. Por este procedimiento se reclutaron los
primeros obreros para la fábrica. Sólo a regañadientes se avinieron a esa
disciplina de trabajo. Pero la omnipotencia de la clase acaudalada era absoluta; apoyábase en la administración, por medio de los jueces de paz, quienes, a falta de una ley obligatoria, administraban justicia tan sólo conforme
a una balumba de instrucciones particulares, según el propio arbitrio; hasta
la segunda mitad del siglo XIX dispusieron a su antojo de la mano de obra,
embutiéndola en las nuevas industrias (Weber, 2001: 260).
2. FRANCIA. DE LAS ESCUELAS DE CARIDAD DE LA SALLE
A LA ILUSTRACIÓN
2.1. Las escuelas de los Hermanos Cristianos
En Francia funcionaban escuelas de caridad y beneficencia dedicadas a
ofrecer una instrucción elemental a las clases pobres en casi todas las regiones, aunque sin gran implantación, desde principios del siglo XVII. Este tipo
de escuelas tuvieron un desarrollo espectacular a partir de la acción de
Jean-Baptiste de La Salle (1651-1719), canónigo de la catedral de Reims,
miembro de una acaudalada familia, que había sido educado en el seminario católico de San Sulpicio, en París. Hombre piadoso, se entregó a la creación de escuelas convencido de que la educación de las clases pobres era
necesaria para que llevaran una vida cristiana y cumplir, así, con el mandato de la iglesia. Estas escuelas de caridad evolucionarían más tarde hasta
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
integrarse en el futuro sistema educativo nacional francés durante el periodo de Napoleón.
Ayudado por algunas personas ricas logró que en 1682 funcionaran tres
escuelas de caridad en Reims y organizó a los primeros maestros bajo la
denominación de Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas para
que trabajaran en ellas. Sorteando una serie de dificultades y oposición iniciales, estas escuelas fueron desarrollándose, ofreciendo estudios elementales que comprendían lectura y escritura, canto y religión, junto con un noviciado y un seminario para la formación de los Hermanos. Los inicios de su
actuación coincidieron con la política de re-catolización del reino francés
por parte de Luis XIV, quien, en 1685, promulgó el Edicto de Fontainebleau,
que revocaba el anterior Edicto de Nantes, derogando así la libertad de cultos e imponiendo nuevamente al catolicismo como la única religión legal en
Francia. A causa de esto, los hugonotes y otros grupos religiosos fueron
obligados a la conversión forzosa, favoreciendo la expansión de las escuelas
de caridad organizadas por La Salle.
La organización básica de estas escuelas consistía en grupos de 100 niños a cargo de un maestro, por lo cual la principal preocupación de cada
maestro era mantener el orden y control de la clase. La Salle elaboró las
normas mediante las cuales debían regirse estas escuelas: La conduite des
Écoles Chrétiennes (Guía de las escuelas cristianas). Se establecían en ella
las «lecciones» o asignaturas a dictar: lectura, escritura, ortografía, aritmética y contabilidad, orientadas todas a brindar una formación básica y práctica. Se utilizaba la lengua vernácula (el francés) y todas las «lecciones»
empezaban y terminaban con una oración devota.
Cien años más tarde, en la época en que se inició la Revolución Francesa
(1789), esta orden se había convertido en la mayor corporación dedicada a la
enseñanza, contando con más de mil hermanos distribuidos en más de 120
establecimientos. Hay que señalar que estos no eran solamente una versión
actualizada de las viejas escuelas católicas asistencialistas para pobres
(aunque también lo eran) sino que incorporaban la experiencia de las escuelas protestantes al constituir una forma elemental de escuelas «técnico-profesionales» e, incluso, una experiencia pionera de las escuelas de formación
para maestros seculares, actividad reservada hasta entonces a los clérigos.
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
La Guía de las escuelas cristianas era un completo manual de funcionamiento de estas escuelas. Se ocupaba detalladamente de los horarios y de la
disciplina, tanto la de los alumnos como la de los maestros:
La puerta de las escuelas se abrirá siempre a las siete y media por la
mañana, y a la una por la tarde […]. Al entrar en la escuela, todos los escolares caminarán tan suave y pausadamente que no se les oiga; con el gorro
quitado, tomarán agua bendita, y después de hacer la señal de la santa cruz,
irán en seguida derecho a sus clases […]. Se les animará a que entren en sus
clases con profundo respeto, en atención a la presencia de Dios. Llegados al
centro, harán una inclinación profunda al crucifijo, y saludarán al maestro,
si está allí; luego se arrodillarán para adorar a Dios y hacer una breve oración a la Santísima Virgen. Después de haberla hecho, se levantarán, harán
de nuevo una inclinación al crucifijo, saludarán al maestro y luego irán
pausadamente y sin ruido a su puesto ordinario […].
[Los maestros] Al entrar en clase se quitarán el sombrero y tomarán agua
bendita con mucho respeto. Llegados al centro de la clase se inclinarán ante
el crucifijo, se arrodillarán, harán la señal de la santa cruz y luego breve
oración; a continuación, después de hacer una inclinación ante el crucifijo,
irán a su sitio. Cuando los maestros entren en la escuela, todos los escolares
de la clase de cada maestro se levantarán, y seguirán de pie hasta que el
maestro haya llegado a su sitio. Aquellos por delante de quienes pase, lo
saludarán al pasar ante ellos, y los demás lo saludarán cuando llegue al centro de la clase para hacer su oración; y todos saludarán de nuevo al maestro
cuando llegue a su sitio, y no se sentarán hasta que él se haya sentado2.
También de las comidas:
El maestro debe cuidar que los escolares lleven todos los días con qué
desayunar y con qué merendar, a menos que tenga certeza de su pobreza. No
les permitirá que lleven carne; y si alguno la lleva, hará que se la den a los más
pobres, de quienes esté seguro que no la toman en casa […]. Se evitará cuidadosamente aceptar la excusa de los escolares para no llevar pan a la escuela
que sus padres se lo prohíben, por temor a que les obliguen a entregarlo en
2
Todas las citas de la Guía de las Escuelas Cristianas están tomadas de: La Salle, J., Obras
Completas; Obras Pedagógicas y Escolares. (Traducción, introducción general y presentación de cada
obra: José María Valladolid, fsc). Accesible en: http://www.lasalle.org/wp-content/uploads/pdf/estudios_
lasalianos/ocjbs_es/09-guia_escuelas.pdf [Acceso: 10/06/2013]. Existe una edición impresa de la misma
obra: Guía de las escuelas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, cuya edición estuvo a cargo de J. M. Valladolid
y P. Dávila.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
clase. Pues no se les debe obligar a que lo den a los pobres, ya que eso es
totalmente libre, y deben hacerlo sólo de buen grado y por amor de Dios.
Del repaso de las oraciones devotas:
Los alumnos que hayan de repasar las oraciones y las respuestas de la
santa Misa, las repasarán, en todas partes, unos después de otros; repasarán
las oraciones todas seguidas, y luego, en orden separado al de las oraciones,
repasarán, todas seguidas, las respuestas de la santa Misa. Cada vez que se
repasen las oraciones, el maestro cuidará de marcar en el registro del
banco, con algún signo especial, los nombres de los dos últimos que las
hayan repasado, con el fin de tenerlo en cuenta y saber, para la próxima vez
que se repasen, quiénes habrán de ser los primeros en repasarlas.
Y, por supuesto, de la escritura, de la aritmética y de los tipos de «lecciones», es decir, la enseñanza de la lectura, que precedía a la enseñanza de la
escritura y de la aritmética:
Habrá nueve tipos de lecciones [lectura] en las Escuelas Cristianas: 1. El
cartel [mural] del alfabeto; 2. El cartel [mural] de las sílabas; 3. El silabario;
4. El primer libro; 5. El segundo libro en el que comenzarán a leer los que
sepan deletrear perfectamente; 6. El tercer libro, que sirve para leer por
pausas; 7. El salterio; 8. La Urbanidad; 9. Los manuscritos.
Cada una de estas «lecciones» se dividían, a su vez, en tres órdenes: los
principiantes, los medianos y los adelantados. Hasta la «lección» sexta los
alumnos aprendían el francés; a partir de la séptima (el libro de los Salmos)
aprendían el latín bíblico clásico, donde comenzaban otra vez por el silabeo
hasta alcanzar el nivel de «adelantados». Una vez que los alumnos sabían
leer tanto en francés como en latín, se les empezaba a enseñar a escribir, al
mismo tiempo que comenzaban con el libro de Urbanidad. Ambas cosas
ocurrían, aproximadamente, al llegar los niños a los diez años de edad.
Este libro [de los Salmos] contiene todos los deberes tanto para con Dios
como para con los padres, y las reglas de cortesía civil y cristiana. Está impreso en letra gótica, más difícil de leer que los caracteres franceses. En este
libro no se deletreará ni se leerá por sílabas, sino que todos aquellos a quienes
se dé este libro leerán desde el comienzo y siempre de seguido y por pausas.
Una vez que los alumnos habían adquirido cierta destreza con la escritura y las normas de urbanidad se les enseñaba a leer documentos manus-
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critos, en pergamino o papel, que, además de constituir una práctica avanzada de lectura, servían como «formación profesional» para darles a
conocer documentos comerciales, diferentes tipos de contratos, testamentos y otros escritos legales.
Hay que destacar que el modelo didáctico y organizativo implementado
en las escuelas de los Hermanos Cristianos es conocido como el modelo de
la «enseñanza simultánea», caracterizado por el hecho de que un maestro
daba la misma lección a un grupo numeroso de alumnos situados en el mismo nivel de edad y de aprendizaje de una disciplina escolar o de una técnica
(como la escritura), ayudado secundariamente por escolares avanzados que
los Hermanos denominaban «oficiales», utilizando la terminología de los
gremios de artesanos. Esto no nos sorprende en la actualidad porque este
modelo es el predominante en los sistemas educativos escolares de prácticamente todos los países, pero lo es, precisamente, porque el modelo de la
«enseñanza simultánea» resultó el modelo triunfante de las enseñanzas elementales sobre otros modelos vigentes en la época (la enseñanza individual
con preceptor para la clases altas, o el pequeño salón de un maestro con
alumnos de diversas edades y estadios de aprendizaje para los demás) e,
incluso, posteriores, como el modelo de la «enseñanza mutua» o «lancasteriano», como veremos un poco más adelante. El sistema de «enseñanza simultánea», por otra parte, generalizó el modelo de manual escolar que seguimos utilizando en nuestros días, dado que exigía utilizar un mismo libro
de texto para toda la clase o grupo de alumnos. Otra característica fundamental de este modelo de enseñanza era la total separación, didáctica y organizativa, entre la lectura y la escritura, que tenían maestros, lugares, horarios y procedimientos y contenidos diferenciados, orientada la primera
hacia la aculturación religiosa y moral, y la segunda hacia las prácticas
profesionales artesanales y mercantiles (Manacorda, 1987: 364).
La enseñanza de la escritura debía seguir un procedimiento muy detallado. Era obligación de los alumnos llevar el papel, mientras que la tinta
era proporcionada en la escuela. El papel debía estar cosido para formar
cuadernos. La preparación de las plumas (auténticas plumas de ganso) para
escribir requería habilidades y un protocolo muy cuidadoso, hasta el punto
de constituir un ritual casi litúrgico. Mientras que al empezar era el maestro quien cortaba y preparaba las plumas de los escolares, al ir avanzando
en la escritura tenían que hacerlo ellos mismos. Existían ocho «órdenes»
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DE LA
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(grados) de escritura, empezando por el copiado de letras sueltas. Llegar al
quinto orden significaba que ya se sabía escribir «el alfabeto ligado, completo y de seguido en cada línea». En el sexto orden se escribían textos con
«letra de contabilidad», en el séptimo, con letra de «contabilidad y de comercio», y el octavo «será el de aquellos que escriben por la mañana letra de
comercio, y por la tarde letra de acta». En los primeros niveles se escribía en
letra redondilla y al llegar al quinto, se empezaba a escribir en bastardilla.
Es necesario que el maestro revise cada vez a todos los que escriben, e
incluso varias veces a los que empiezan, y que al revisarlos advierta si las
plumas de los que las cortan están bien cortadas, si mantienen el cuerpo en
la postura correcta, si el papel está derecho y limpio, si sujetan bien la
pluma, y si tienen modelos, si escriben todo lo que deben, si se aplican a
realizarlo bien, si no escriben demasiado deprisa, si hacen derechos los
renglones, si trazan todas las letras con la misma inclinación y con la distancia conveniente, si el cuerpo de todas las letras es de la misma altura y
del mismo tipo, si son claras y están bien trazadas, y si las palabras y renglones no están ni demasiado juntos ni demasiado separados.
La enseñanza de la escritura implicaba, además, la enseñanza de posturas corporales determinadas, la correcta sujeción de la pluma con los dedos, la dirección de los trazos de escritura, la prohibición de escribir cualquier otra cosa que no fuera el texto indicado para el ejercicio y la utilización
de depurados procedimientos de corrección de la escritura. Igualmente
puntillosos y detallados eran las técnicas didácticas aplicadas a la enseñanza de la aritmética, del catecismo, de las oraciones cristianas y de la asistencia a misa. Pero la «enseñanza simultánea» (es decir, un maestro frente a
una clase homogénea de muchos alumnos como «unidad educativa», en un
edificio con varias «unidades educativas» similares entre sí) exigía refinados procedimientos de vigilancia, control y disciplina, a los que dedicaba la
Guía una buena parte de su extensión.
El silencio estricto que se exigía en las escuelas de los Hermanos era una
de las principales formas de control. Las correcciones a la lectura, por ejemplo, no las hacía el maestro indicando directamente la lectura correcta sino
mediante gestos (golpecitos en las mesas), gestos que significaban órdenes
mudas que el alumno debía conocer y cumplir (dos golpecitos: leer de nuevo
la última palabra). Las escuelas estaban regidas por un completo código de
señas y gestos dirigidos a una muchedumbre de niños inmersos en una casi
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inmovilidad y silencio conventuales: el único momento en que podían hablar era durante las lecciones de lectura, durante las oraciones o respondiendo al maestro en voz baja y con la mirada dirigida al suelo. El sistema
de control se extendía a los momentos de entrada y salida, a la asistencia a
misa, a la conducta en las calles, a las posturas corporales. El control de los
cuerpos era considerado un mecanismo imprescindible para la corrección
de las almas, al mismo tiempo que este tipo de organización era un recurso
«económico», en el sentido de que permitía que un solo maestro (o muy pocos maestros) enseñaran a grupos relativamente numerosos de niños.
El silencio es uno de los principales medios para establecer y mantener
el orden en la escuela; por eso, cada maestro exigirá que se observe exactamente el silencio en su clase, y no consentirá que se hable sin permiso […].
Cuando algún alumno solicite hablar, no se lo concederá sino rara vez; y éste
no le hablará hasta que se haya sentado en su sitial, y siempre en voz baja
[…]. El maestro logrará con facilidad que se observe el silencio si procura
que los alumnos estén siempre sentados, que tengan el cuerpo derecho, que
miren hacia delante, ligeramente vueltos hacia el maestro; que sostengan sus
libros con las manos y que lo miren de continuo; que tengan los brazos y las
manos colocados de tal forma que pueda verlos el maestro; que no se toquen
unos a otros con los pies o con las manos, que no se den nada unos a otros,
que nunca se miren uno a otro y que nunca se hablen por señas; que tengan
siempre los pies colocados con modestia, que no saquen nunca los pies de
los zapatos o de los zuecos; que los que escriben no se echen sobre la mesa
al dar la lección, y que no tengan ninguna postura inconveniente.
La Salle dispuso un detallado sistema de castigos corporales (palmeta,
varas, azotes) y penitencias, aunque con la recomendación de que los maestros fueran siempre prudentes al aplicarlos y que fueran proporcionados a
la ofensa o mala acción cometida y a quien la cometía. Paralelamente, existía un sistema de premios y recompensas: premios por la piedad, por la capacidad y por la asiduidad de la asistencia, que se materializaban en libros,
estampas en pergamino, figuras devotas en yeso o estampas en papel con
sentencias piadosas y moralizantes. Por otra parte, La Salle afirmó claramente que las escuelas de los Hermanos debían a atender a los niños pobres
y proporcionarles los libros y el papel necesarios en caso de que sus familias no pudieran comprarlos. En el mismo sentido, indicó a los maestros
que debían tratar a todos los alumnos por igual y que no debían mostrar
HISTORIA
DE LA
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preferencia o amistad por unos más que por otros y que, en todo caso, podían ser más compasivos con los pobres que con los ricos.
La meticulosidad con que está contemplada toda la organización de la vida
escolar, la forma de dar las lecciones, la conducta de los maestros y de los
alumnos, la formación y las obligaciones de los maestros, los compromisos
que debían asumir los padres, las metodologías didácticas y el adoctrinamiento religioso, formaba parte, según Michael Foucault, de la emergencia de una
nueva «tecnología del poder» y de una serie de nuevas instituciones (escuelas,
cárceles, hospicios, técnicas judiciales y militares) que tenían por objeto hacer
de la población sujetos dóciles y productivos. Ya no se trataba de castigar los
cuerpos de los delincuentes como en la Edad Media o la temprana Modernidad
en acciones masivas y teatrales que impusieran temor y reverencia ante la
grandiosidad espectacular del poder (torturas, mutilaciones, quemas de herejes y brujas) sino de limitar, por un lado, los castigos físicos que implicaban
pérdidas o inutilidad de miembros o partes del cuerpo, o la crueldad excesiva
que se asimilaba a los mismos crímenes por los cuales eran castigados los
reos, porque el trabajo humano se había hecho más productivo y había que
preservar el cuerpo para poder realizar los trabajos. Por otro lado, había que
entrenar esos cuerpos y mentes para los nuevos tipos de trabajo, las grandes
manufacturas como los Gobelinos en Francia, por ejemplo, que requerían conocimientos técnicos especializados y trabajo en serie, y reducir los impulsos
de rebelión y destrucción de bienes y propiedades por parte de los excluidos.
Foucault llamó «las disciplinas» a esta nueva «tecnología del poder», que:
[…] implica una coerción ininterrumpida, constante, que vela sobre los
procesos de la actividad más que sobre su resultado, y se ejerce según una
codificación que reticula con la mayor aproximación el tiempo, el espacio
y los movimientos. A estos métodos que permiten el control minucioso de
las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus
fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se
puede llamar las «disciplinas» […] las disciplinas han llegado a ser en el
transcurso de los siglos XVII y XVIII unas fórmulas generales de dominación
[…] El momento histórico de las disciplinas es el momento en que nace un
arte del cuerpo humano, que no tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de
un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil, y al revés (Foucault, 2000: 141).
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La Revolución Francesa prohibió a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza, lo que afectó también a las escuelas de los Hermanos. Algunos años
más tarde, Napoleón reorganizaría toda la estructura de la educación francesa que, de manera incipiente y bastante efímera, se había iniciado durante el periodo revolucionario, ocupándose preferentemente de los niveles superiores de la educación (Universidad Imperial, Liceos, Academias, Escuela
Normal) dejando en la práctica la enseñanza básica en manos nuevamente
de la Iglesia Católica, en particular, en manos de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, a quienes se les reconocía su eficacia organizativa y
didáctica, sirviendo este acuerdo, al mismo tiempo, como expresión de un
pacto político entre el Emperador y la Iglesia Católica.
2.2. El movimiento de la Ilustración
Como es bien conocido, el siglo XVIII se caracterizó por un gran movimiento cultural y político que se denominó las Luces, o la Ilustración, con
especial desarrollo en Francia y, poco después, en Alemania, protagonizado
por un conjunto de filósofos y pensadores que se proponían situar a la razón en el centro de las acciones humanas, al reclamar que las instituciones
políticas y, en general, todas las formas de organizar la convivencia y la
cultura estuvieran sujetas a la explicación razonada y a la experimentación
empírica, desplazando o relativizando, de esta manera, los dogmas religiosos tanto en la comprensión de los fenómenos naturales como en su función
de principios legitimadores del poder de las monarquías (monarquías de
derecho divino: el poder del monarca proviene directamente de Dios) y de la
división en clases sociales rígidas o estamentos basados en la herencia y el
linaje, que imponían automáticamente la posición, el lugar y la condición de
cada persona, posiciones que estaban jurídicamente establecidas y sancionadas en los regímenes políticos comprendidos en el Antiguo Régimen
(nombre que recibieron las monarquías absolutas después de producida la
Revolución Francesa). Racionalismo y naturalismo como principios cognoscitivos fueron los elementos centrales de la filosofía de la Ilustración que
enfrentaron a los principios tradicionales de la creencia (la fe) y de la especulación intelectual desvinculada de la investigación experimental.
Ambos principios intelectuales se habían ido desarrollando y afirmando durante el siglo XVII en Inglaterra y Francia, dando lugar a un nuevo
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DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
modelo de pensamiento político y científico que desembocó en grandes
descubrimientos en las ciencias naturales, por una parte, y en un pensamiento político que cuestionaba el absolutismo monárquico fundado en el
derecho divino y proponía formas de organización política y social sustentadas en las ideas de contrato social y soberanía del pueblo, es decir, en
un cierto pacto o acuerdo original entre la población y los gobernantes
que limitaba el poder omnímodo e incuestionable de los monarcas, presentado generalmente bajo formas de monarquía constitucional que obligaban al monarca a sujetarse a la ley y limitaban las prerrogativas de las
clases aristocráticas.
El inglés Tomás Hobbes (1588-1679) es uno de los grandes representantes de este nuevo pensamiento. En su obra Leviatán introduce la idea de
contrato originario entre los hombres: al salir de su estado de naturaleza,
en el que los hombres vivían en libertad pero bajo un constante peligro y
en guerra de todos contra todos, se someten voluntariamente al dominio
de un soberano y al principio de autoridad (que no es un principio de justicia ni de verdad). Otro gran pensador de esta corriente fue el también inglés John Locke (1632-1704), considerado como uno de los fundadores del
liberalismo político moderno, quien acentúa los aspectos más igualitarios
de la teoría del contrato al sostener que la soberanía emana del pueblo y
que el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad son derechos naturales de los hombres.
Este principio del contrato político entre hombres libres que acuerdan
voluntariamente una autoridad fue continuado en Francia dentro del movimiento de la Ilustración y ampliado por un conjunto de autores entre los que
destacaremos aquí a Montesquieu (Carlos de Secondat, barón de Montesquieu,
1689-1755) y Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). La obra El espíritu de las leyes, del primero nombrado, en la que proponía la división de poderes del
Estado, en abierta confrontación con el modelo de monarquía absoluta, constituyó la fuente de las ideas parlamentaristas en la que se inspiraron los
Ilustrados y los revolucionarios posteriores para sentar las bases de la república representativa. Rousseau, quien al igual que los anteriormente mencionados se ocupó de múltiples disciplinas científicas, sociales y políticas, incluyendo la educación, en su Contrato Social enfatiza las ideas de igualdad entre
los hombres, bien común, voluntad general y soberanía del pueblo, anticipando el modelo de las modernas democracias. No casualmente los autores nom-
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brados escribieron también tratados sobre la educación, porque entendían
que las facultades que proporciona la naturaleza a los humanos son insuficientes para organizar las sociedades. Si en las monarquías el príncipe tiene
que ser educado para que pueda luego ejercer las funciones de soberano, en
las repúblicas el pueblo tiene que ser igualmente educado en tanto es el nuevo
soberano.
Una de las manifestaciones más conocidas de las ideas ilustradas fue la
Enciclopedia francesa (Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences,
des arts et des métiers). Perseguía el propósito de ofrecer a los hombres todo el
conocimiento de su época bajo una forma organizada y sistemática. Dirigida
por D’Alembert (Jean Le Rond D’Alembert, 1717-1783) y Diderot (Denis
Diderot, 1713-1784) constituyó uno de los emprendimientos intelectuales más
importantes de su tiempo y desde el principio chocó con las ideas e instituciones tradicionales, tanto políticas como religiosas. Fue combatida por la iglesia católica, especialmente por los jesuitas (por la tendencia a la tolerancia
religiosa, sus críticas al dogma y el elogio de pensadores protestantes), y por
los defensores del Antiguo Régimen. La Enciclopedia fue incluida en el índice
de libros prohibidos (Index librorum prohibitorum) en 1759 y sufrió innumerables contratiempos editoriales, con prohibiciones estatales, renuncias, conflictos entre los autores y abandonos, pero logró ser definitivamente publicada en diecisiete volúmenes entre 1751 y 1772. Poco después se agregaron
cinco volúmenes suplementarios, once de láminas y dos de índices hasta
1780. Si bien iba dirigida a «los hombres de letras» no se limitaba al saber o a
los conocimientos eruditos (ciencias y artes liberales) sino que se ocupaba
también de las «artes mecánicas» y de los oficios manuales, destacando la
utilidad que su práctica proporcionaba a toda la humanidad.
Dependiendo las artes mecánicas de una operación manual, y bajo la
servidumbre, permítaseme la expresión, de una especie de rutina, han sido
abandonadas a los hombres que los prejuicios han situado en la clase más
baja. La indigencia que ha obligado a estos hombres a dedicarse a trabajo
tal […] ha sido luego una razón para despreciarlas, que tanto daña la indigencia a todo lo que la acompaña. […]. Pero la sociedad, que respeta con
justicia a los grandes genios que la iluminan, no debe envilecer las manos
que la sirven (D’Alembert, 1953: 64-65).
Como muestra de algunas ideas de los filósofos ilustrados contenidas en
la Enciclopedia citaremos la entrada «Colegio», atribuida a Rousseau, don-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
de critica el tipo de educación que recibían los jóvenes burgueses y aristócratas en los colegios jesuitas, que para los ilustrados constituían el tipo de
educación dogmática, anacrónica e inútil que había que desterrar.
Y por ello resulta que un muchacho, tras de haber pasado en un colegio
diez años que deben colocarse entre los más preciosos de su vida, sale de él,
cuando mejor ha empleado su tiempo, con un conocimiento muy imperfecto de una lengua muerta, con preceptos de retórica y principios de filosofía
que debe tratar de olvidar. Además con una corrupción de costumbres cuya
menor consecuencia es la salud deficiente; a veces con principios de una
devoción mal entendida […] (Diderot-D’Alembert, 1982: 39).
Otra expresión de las ideas ilustradas y burguesas que se estaban instalando en la mentalidad de la época podría ejemplificarse con la voz «Pueblo»,
en la que se enjuicia duramente las concepciones aristocráticas y estamentales de los estados absolutistas. El artículo comienza expresando que en
tiempos anteriores se consideraba al pueblo como la parte más útil, mas
preciosa y la más respetable de la nación, pero que en su tiempo el tipo de
hombres que están dispuestos a formar parte de él se reduce cada día más.
Si antes el pueblo era el estado general de la nación, simplemente opuesto al
de los nobles, en la actualidad, dice el autor, se reduce a los obreros y a los
labradores. Después de describir las numerosas penurias, esfuerzos y desprecios que padecen cotidianamente obreros y labradores, «la parte más
numerosa y más necesaria de la nación», continúa el autor:
¿Cómo creer que alguien se haya atrevido en nuestros días a pronunciar
la máxima de una política infame de que tales hombres no deben estar a su
gusto si queremos que sean industriosos y obedientes? Si esos pretendidos
políticos, si esos lindos genios llenos de humanidad viajasen un poco,
verían que en ninguna parte es tan activa la industria como en los países en
los que el bajo pueblo vive bien, y que en parte alguna cualquier tipo de
obra resulta más perfecta (D’Alembert-Diderot, 1982: 115-116).
3. INGLATERRA. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA FORMACIÓN
DE LA MANO DE OBRA FABRIL
Se conoce como «Revolución Industrial» al conjunto de transformaciones tecnológicas, económicas, sociales y culturales que tuvieron lugar entre,
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aproximadamente, 1770 y 1830, que comenzaron en Inglaterra y se extendieron poco después a otros países del occidente europeo como Francia y los
Países Bajos y, algo más tarde, a regiones de la actual Alemania, el norte de
Italia y algunas otras regiones del, por entonces, Imperio Austro-Húngaro.
Los cambios tecnológicos afectaron, en primer lugar, a las industrias textiles
inglesas, que pasaron de la organización artesanal o manufacturera a la organización de tipo industrial y a la producción en serie en grandes cantidades de productos textiles, lo que permitiría bajar el coste de producción por
unidad, bajar los precios de venta, crear un mercado nacional que demandaba esos productos, primero, y exportar a otros países los tejidos manufacturados, poco después. Los cambios ocurridos en el sistema de producción no
transformaron solamente a la industria textil (que pasó, rápidamente, de los
tejidos de lana, los típicos de la Europa de la primera mitad del siglo XVIII, a
los de algodón) sino que significaron una completa transformación económica y social que tenía como fundamento la aplicación del conocimiento
científico y técnico a los métodos y sistemas de producción.
Los avances científicos del siglo XVII se aplicaron a la organización y
sistematización de los métodos de producción en diferentes ramas económicas, como las del hierro y del acero y, a su vez, cambiaron las fuentes de
energía, antes basadas en las fuerzas hidráulicas, los animales de tiro y la
leña, que fueron reemplazadas por el carbón mineral como principal fuente
de energía en la industria, lo que, a su vez, favoreció el desarrollo de las fundiciones y de la producción de hierro y acero.
Si los motores impulsados por el vapor fueron determinantes de la
transformación industrial, la aplicación, algunos años más tarde, de esta
técnica al trasporte dio nacimiento al ferrocarril, lo que también provocaría una revolución en el comercio de mercancías y en las comunicaciones
en general, acortando el tiempo de viaje, abaratando los costes del transporte terrestre y comunicando rápidamente localidades antes aisladas, favoreciendo el desarrollo del comercio, de las transacciones y de los viajes.
El transporte marítimo también se benefició extraordinariamente con la
aplicación del motor a vapor a las embarcaciones, repitiendo y aumentando a escalas intercontinentales lo ocurrido poco antes con el ferrocarril.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
3.1. Contexto económico y social. Transformaciones agrarias,
protoindustrialización y acumulación de capital
Los cambios tecnológicos y en la producción industrial que hemos señalados fueron posibles, en buena medida, por algunas transformaciones
agrícolas previas. La llamada Revolución Industrial tiene como condición
necesaria la anterior Revolución Agrícola, igualmente decisiva en el conjunto de cambios sociales, demográficos y culturales ocurridos en este periodo. A finales del siglo XVII y principios del XVIII la agricultura seguía en casi
toda Europa métodos de cultivo que provenían de la Edad Media, siendo la
productividad agrícola muy baja, apenas por encima del nivel de subsistencia, lo que ocasionaba grandes hambrunas y catástrofes sociales ante la
menor pérdida de cosechas, motivadas ya por causas climáticas o políticas
(guerras fundamentalmente, y conflictos sociales de todo tipo). La aplicación de los nuevos conocimientos científicos obtenidos en las ciencias naturales a la producción agrícola se hicieron visibles en la selección de semillas, en la rotación de los cultivos, en la selección más adecuada de las
especies vegetales a las características del terreno de cultivo, en la organización metódica del trabajo, en la difusión de nuevas especies vegetales provenientes de América como la patata y el maíz, la extensión de los árboles
frutales, la canalización para el riego y la desecación de zonas pantanosas
que así podían dedicarse a los cultivos.
El aumento de la productividad agrícola, junto con las mejoras paralelas
conseguidas en la cría de ganado, puso a disposición de la población una
masa de alimentos, calorías y proteínas hasta poco antes casi impensables,
lo que permitió a conjuntos importantes de la población emerger del nivel
de subsistencia vital, mejorar su alimentación y, con ello, la salud y la esperanza de vida, lo que condujo al aumento de la población en vastas zonas de
Europa. También contribuyó a este aumento demográfico las mejoras en la
higiene, como las canalizaciones públicas de aguas potables y residuales, el
desecamiento de pantanos y la consecuente disminución de enfermedades e
infecciones transmitidas por insectos, el descubrimiento de la vacuna contra la viruela en 1796 por parte del médico inglés Edward Jenner, y un conjunto de nuevos conocimientos médicos tales como los analgésicos y la
anestesia en cirugía.
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Las antiguas técnicas agrícolas como el barbecho (dejar sin cultivar
una parcela durante uno o más ciclos productivos y destinarla al pastoreo
de ganado para que la abone) fueron sustituidas por la rotación de cultivos,
que combinaban la plantación de los cereales tradicionales con el maíz y
las patatas venidas de América, con plantes de forraje y otras especies
como nabos o lúpulo, que regeneraban la tierra ayudando a fijar el nitrógeno en ella. De esta manera ya no había que dejar sin cultivar una parte de
las tierras sino que, además de aprovechar toda la tierra cultivable para
aumentar la producción aumentaba también la productividad agrícola (capacidad de producir más en similares condiciones) por medio de la selección de las semillas, las mejoras en el diseño de los arados y otros instrumentos de cultivo (en las últimas décadas del siglo XVIII aparecen las
primeras sembradoras y trilladoras mecánicas), y la sustitución del buey
por el caballo como animal de tiro, lo que aumentaba la velocidad tanto al
labrar las tierras como en los medios de transporte. En cuanto a la ganadería, se produjo una creciente especialización en la cría de animales, incluyendo la selección de razas, lo que redundó en un aumento de la producción de carne y leche.
Este conjunto de transformaciones técnicas y de nuevas formas de
organizar el trabajo fue acompañado de transformaciones en la propiedad de la tierra, que provocaron una concentración de la misma en manos de propietarios que, por medio de la presión que podían ejercer en el
Parlamento británico, obtuvieron las conocidas Leyes de Cercamiento
(Enclosures Acts). Estas leyes establecían la división, el reparto y el cercado de las antiguas tierras comunales (open fields, ya fueran campos,
prados o dehesas) y baldías, favoreciendo la concentración de la propiedad en manos de los terratenientes y aristócratas, con el consiguiente
éxodo de la población rural hacia las grandes ciudades, convertida en
mano de obra de bajo coste que sería empleada en las nacientes industrias.
Durante el siglo XVIII muchas familias campesinas compartían el cultivo de las tierras con el trabajo textil doméstico, del que se ocupaban
preferentemente en los momentos de menor intensidad de las labores
agrícolas. Las técnicas y los instrumentos textiles era rudimentarios y
todos los miembros de la familia participaban del trabajo que se realiza-
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DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
ba en el propio hogar. En un primer momento, era la familia quien hilaba, tejía y vendía los productos en los mercados cercanos. Con el paso
del tiempo estas labores domésticas que aportaban un ingreso extra al
hogar fueron reorganizadas por comerciantes que aportaban las materias primas para que las familias las trabajaran. Estos comerciantes
proveían la materia prima y luego recogían el producto de varias familias y de varias localidades, y los vendían en mercados más lejanos, como
los de las grandes ciudades e, incluso, empezaron a participar en el comercio a gran distancia. Las familias campesinas, de este modo, empezaron a hilar y tejer (sobre todo productos de lana) para comerciantes
que eran los propietarios del producto final. A cambio recibían un pago
en metálico.
Este sistema se difundió en varias zonas de Europa como Gran Bretaña,
Holanda, norte de Italia, Cataluña, y otras regiones de centroeuropa, donde
estos tipos de comerciantes fueron convirtiéndose en una especie de empresarios de industrias textiles rurales y dispersas, sistema designado como
puttint out system, considerado como «protoindustrial», el antecedente del
posterior sistema industrial que, como rasgo general, consistiría en la concentración del capital comercial para aplicarlo a la producción de mercancías en grandes cantidades y en la reunión en un mismo local (ya no en
cada una de las casas familiares campesinas) de las maquinarias y de los
trabajadores. El sector textil fue el primero en industrializarse, centrándose
en los tejidos de lana y algodón. El perfeccionamiento de la máquina de vapor por James Watt a partir de 1774 y su aplicación en los nacientes talleres
textiles fue lo que convirtió a estos en los prototipos del sistema de producción industrial.
La concentración en un mismo local de maquinarias y trabajadores dio
lugar a la aparición de un nuevo modo de relaciones sociales y económicas:
el trabajo asalariado y el proletariado industrial, por un lado, y al capitalista y la ganancia, por el otro. Como sistema histórico, la ganancia del capitalista (quitado lo necesario para su sustento personal y familiar) se transformaba en capital (medios de producción), que era empleado con el
propósito principal de acumular, sucesivamente, más capital. La mercantilización de todas las relaciones sociales es otra de sus características definitorias.
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
«El capitalismo histórico es, pues, ese escenario integrado, concreto, limitado por el tiempo y el espacio, de las actividades productivas dentro del cual
la incesante acumulación de capital ha sido el objetivo o “ley” económica que
ha gobernado o prevalecido en la actividad económica fundamental (…) Es ese
sistema social en el cual el alcance de esas reglas (la ley del valor) se ha hecho
cada vez más amplio, los encargados de aplicar estas reglas se han hecho cada
vez más intransigentes y la penetración de estas reglas en el tejido social se ha
hecho cada vez mayor, aun cuando la oposición social a tales reglas se haya
hecho cada vez más fuerte y más organizada».
Inmanuel Wallerstein, El capitalismo histórico.
La expulsión y éxodo de población rural hacia las ciudades ocasionó la
formación una masa de trabajadores manuales que no poseían ninguna
propiedad para ganar su sustento. Solo poseían su fuerza de trabajo que
cedían a un empresario industrial a cambio de un salario, con lo cual el
trabajo humano mismo se convirtió en una mercancía que se compraba y
se vendía en el mercado laboral, aunque en desigualdad de condiciones
entre proletarios y propietarios. Las penosas condiciones de trabajo de los
obreros, los salarios escasos y las jornadas interminables constituyeron
las condiciones iniciales del capitalismo industrial que afectaban no solo
a los varones adultos sino, quizás más intensamente, a los niños y a las
mujeres.
Una descripción de estas duras condiciones de trabajo (además de las ya
referidas por Charles Dickens) las podemos encontrar en los informes de los
inspectores de fábricas de la Children’s Employment Commission «Comisión
sobre el Trabajo Infantil», nombrada por el gobierno británico, cuyo primer
informe sobre el trabajo infantil en las minas data de 1842, seguido de otros
informes similares en diferentes sectores industriales. En el sector textil,
por ejemplo:
Presidiendo una asamblea, celebrada en el salón municipal de fiestas de
Nottingham el 14 de enero de 1860, Mr. Broughton, un County Magistrate
(50), declaró que en el sector de la población urbana que vivía de la fabricación de encajes reinaba un grado de tortura y miseria desconocidos en el
resto del mundo civilizado... A las 2, a las 3, a las 4 de las mañana, se sacan
a la fuerza de sus sucias camas a niños de 9 a 10 años, y se les obliga a tra-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
bajar para ganarse un mísero sustento hasta las 10, las 11 y las 12 de la
noche, mientras su musculatura desaparece, su figura se va haciendo más
y más raquítica, los rasgos de su cara se embotan y todo su ser adquiere un
pétreo torpor, que con sólo contemplarlo hace temblar. No nos extraña que
Mr. Mallet y otros fabricantes interviniesen para protestar contra toda discusión... El sistema, tal como lo ha descrito el rev. Montagu Valpy, es un
sistema de esclavitud desenfrenada en todos los sentidos, en el social, en el
físico, en el moral y en el intelectual... ¿Qué pensar de una ciudad en la que
se celebra una asamblea pública para pedir que la jornada de trabajo de los
hombres se reduzca ¡a 18 horas al día!?...3.
En el sector de la siderurgia las condiciones de trabajo no eran diferentes:
En un taller de laminación en que la jornada nominal de trabajo comenzaba a las 6 de la mañana y terminaba a las 5 y media de la tarde, había un
muchacho que trabajaba 4 noches cada semana hasta las 8 y media, por lo
menos, del día siguiente... haciéndolo así durante 6 meses.» «Otro, de edad
de 9 años, trabajaba a veces durante tres turnos de 12 horas seguidas, y otro
de 10 años dos días y dos noches sin interrupción.» «Un tercero, que cuenta
actualmente 10 años, trabajó desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la
noche durante tres noches seguidas, y otra hasta las 9 de la noche.» «El
cuarto, que tiene actualmente 13 años, trabajó durante toda una semana
desde las 6 de la tarde hasta las 12 del día siguiente, llegando en ocasiones
a trabajar en tres turnos seguidos, v. gr. desde el lunes por la mañana hasta
el jueves por la noche.» «El quinto, que cuenta hoy 12 años, trabajó en una
fundición de Stavely desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche
durante 14 días, hallándose incapacitado para seguirlo haciendo.» Jorge
Allínsworth, de 9 años: «Vine aquí el viernes pasado. Al día siguiente, nos
mandaron comenzar a las 3 de la mañana. Estuve aqui, por tanto, toda la
noche. Vivo a 5 millas de aquí. Dormía sobre el suelo, tendido encima de un
mandil de herrero y cubierto con una chaqueta. Los otros dos días, me presenté a las 6 de la mañana. Sí, aquí hace mucho calor. Antes de venir a esta
fábrica, trabajé también, durante un año seguido, en un alto horno. Era una
fábrica muy grande, situada en medio del campo. Comenzaba a trabajar los
sábados por la mañana hacía las 3, pero allí, por lo menos, podía ir a dormir
3
Daily Telegraph de Londres, número de 17 de enero de 1860. Tomado de Marx, Karl, El Capital
(1867), Tomo I. Sección III: Producción del Plusvalor Absoluto. Capítulo 8: La jornada laboral. Accesible
en: http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/ [Acceso: 10/06/2013].
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a casa, pues vivía cerca. Al día siguiente, comenzaba a trabajar a las 6 de la
mañana y terminaba a las 6 o las 7 de la noche4.
3.2. Formación de la clase trabajadora. El sistema
de enseñanza mutua
En este contexto de explotación extrema de la población trabajadora industrial (formada en su mayoría, recordemos, por excampesinos o jornaleros rurales o por la primera generación nacida en las urbes) surge una nueva modalidad para la educación de los niños obreros y los pobres (al mismo
tiempo que continuaban anteriores instituciones y prácticas, como las mencionadas Workhouses o los asilos) que tuvo una rápida extensión en
Inglaterra y, poco después, en otros países europeos y americanos: el sistema de enseñanza mutua o enseñanza con monitores (monitorial system),
puesto en práctica, por separado, por Andrew Bell (1753-1832) y por Joseph
Lancaster (1778- 1838).
Si bien la utilización de monitores o ayudantes del maestro era una
práctica antigua (utilizada, entre otros, por los jesuitas o por los Hermanos
de La Salle, también por Pestalozzi), no había tenido antes la centralidad ni
la importancia que adquirió con este método, en el que no era el maestro
quien enseñaba directamente a los niños de una clase o escuela sino que él
formaba a los monitores (alumnos más aventajados) para que fueron luego
estos quienes enseñaban a los demás niños, aunque bajo su supervisión.
Este método permitía que muy pocos maestros pudieran enseñar conocimientos básicos a gran cantidad de niños (la relación ideal era la de un
maestro por cada mil niños) y que fuera, por lo tanto, muy económico en
recursos y salarios, apropiado para enseñar a niños pobres en instituciones
benéficas sostenidas por donaciones de particulares, aunque fue también
empleado más adelante en las escuelas militares inglesas y en los incipientes sistemas públicos de educación de países europeos y americanos, pero
por poco tiempo.
4
Children’s Employment Commission, Fourth Report, 1865. Tomado de Marx, Karl, El Capital
(1867), Tomo I. Sección III: Producción del Plusvalor Absoluto. Capítulo 8: La jornada laboral. Accesible
en: http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/ [Acceso: 10/06/2013].
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
El primero en usar este método fue Andrew Bell (que era sacerdote anglicano) en el orfanato militar de Madrás (cuando India era una colonia
inglesa). Al regresar a Inglaterra lo puso en práctica en unas pocas escuelas. Siendo clérigo y contando con el apoyo oficial de la iglesia anglicana, le
fue posible extender este modelo rápidamente a otras escuelas inglesas. En
1811 se fundó la Asociación Nacional para la Educación de los Pobres bajo
los Principios de la Iglesia Cristiana (National Society for the Education of
the Poor in the Principles of the Christian Church), lo que posibilitó que se
llegara a contar con más de diez mil de estas escuelas sostenidas económicamente por la iglesia anglicana y otras instituciones vinculadas a ella, en
las que se enseñaba conocimientos elementales y doctrina religiosa.
Sin embargo, la expansión y el éxito del método mutuo se debieron principalmente a la acción de Joseph Lancaster, razón por la cual lleva su nombre. Lancaster era de origen social humilde y pertenecía al movimiento religioso de los Cuáqueros (Quakers o Religious Society of Friends, originado
en Inglaterra a mediados del siglo XVII, movimiento orientado a recuperar
la pureza de costumbres de los primitivos cristianos; defendían la sencillez
de costumbres, la justicia, la honradez y el pacifismo) y, por lo tanto, enemistado con la iglesia oficial anglicana. Su preocupación por la educación
de la infancia pobre lo llevó a planificar y sistematizar un método de enseñanza basado en tres principios «racionalistas»: tiempo, economía y disciplina, es decir, instruir a la mayor cantidad de niños posible, en el menor
tiempo posible y al coste más bajo posible, valiéndose para ello de una estricta disciplina de tipo militar o fabril.
Todo su sistema de educación de masas a bajo coste, en realidad, estaba
estrechamente relacionado con el modo de organizar la producción fabril y,
si bien sufrió el desprecio de la iglesia anglicana, tuvo el apoyo del propio
rey de Inglaterra y de algunos de los principales aristócratas y filántropos.
Los niños que asistían a estas escuelas pagaban una pequeña cantidad de
dinero, pero si sus padres estaban imposibilitados para pagar, los recibía
gratuitamente. Hacia 1811 existían en Inglaterra 95 escuelas que atendían a
más de 30.000 niños. Para administrar las donaciones y gestionar estas escuelas se había creado en 1808 una asociación lancasteriana (Society for
Promoting the Lancasterian System for the Education of the Poor) integrada
por figuras prominentes de la política y la aristocracia británicas más liberales, que en 1814 se refundaría y pasaría a llamarse Sociedad de Escuelas
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
para Gran Bretaña y el Extranjero (British and Foreign School Society for
the Education of the Labouring and Manufacturing Classes of Society of Every
Religious Persuasion).
Una típica escuela lancasteriana inglesa funcionaba en una gran nave de
tipo industrial. En el centro se colocaban largos bancos de madera con capacidad para diez o quince niños cada uno, mirando hacia el extremo de la
nave donde se ubicaba la cátedra del maestro, sobreelevada para poder vigilar a todos y para que todos pudieran ver sus directivas y órdenes, indicadas
de viva voz, por movimientos de manos y brazos, y por medio de silbatos y
campanillas. El primer aprendizaje que tenían que hacer los niños era el de
este sistema de órdenes. En el extremo de cada banco se situaba un monitor, responsable de ese grupo de aproximadamente diez niños, quien trasladaba las indicaciones del maestro, repartía las tareas, daba las explicaciones y enseñanza necesarias, y vigilaba su cumplimiento. Se exigía absoluto
silencio y atención. Imaginemos una gran nave con cientos de alumnos,
cada grupo de ellos realizando tareas diferentes, correspondientes a diferentes niveles de aprendizaje de escritura, lectura, aritmética, dirigidos por
un solo maestro, en total silencio como aspiración ideal (salvo los que estaban en la lección de lectura), pasando de unas tareas a otras según las órdenes del maestro, con los niños monitores afanándose por cumplirlas y enseñando, al mismo tiempo, a los otros niños, lo que ellos mismos habían
aprendido poco antes. La rígida disciplina era un elemento fundamental de
este sistema, que preparaba también a los niños pobres para la dura disciplina de las fábricas.
Como los recursos económicos necesarios para atender a esa masa de
niños eran siempre insuficientes, Lancaster tuvo que idear métodos e instrumentos pedagógicos de bajo coste. Como los cuadernos y hojas de papel
resultaban excesivamente caros, las prácticas iniciales de escritura se hacían sobre cajoncillos de arena. Los libros de texto no los utilizaban directamente los niños sino que Lancaster procedió a cortar las hojas y a pegarlas sobre las paredes y sobre bastidores de madera portables, para que
estuvieran disponibles y a la vista de todos los niños. Incorporó al utillaje
educativo, además, otros elementos como las pizarras y los pizarrines, lecciones impresas y pegadas en carteles y selecciones de lecturas. Prohibió los
castigos corporales y dispuso un sistema de premios (medallas, estampas)
para recompensar a los mejores alumnos.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
La instrucción que brindaban estas escuelas se limitaba a los conocimientos básicos de lectura, escritura, aritmética y algo de geometría. No se
enseñaba ningún tipo de dogma religioso (uno de los motivos de la animadversión de los anglicanos, tanto como de los católicos), aunque se leían trozos de la Biblia sin hacer comentarios y se orientaba moralmente según los
principios cristianos. Además de la enseñanza no-confesional, las escuelas
lancasterianas también fueron las primeras en enseñar de manera simultánea la lectura y la escritura, constituyendo éste un avance pedagógico muy
innovador. Recordemos que el método tradicional (seguido por los Hermanos
de las Escuelas Cristianas tanto como por los jesuitas, escuelas dominicales
y otras corporaciones de enseñanza) disponía que el aprendizaje de la escritura se iniciara recién después de que el alumno hubiese adquirido los primeros niveles de lectura. Por otra parte, la organización interna del aprendizaje también fue muy novedosa. A diferencia de la «enseñanza simultánea»
o por grupos de edad y nivel de conocimientos, en las escuelas lancasterianas no había «clases» o grupos de edad sino que los alumnos se organizaban
en distintos grupos de aprendizaje según el grado de avance en cada materia
o disciplina. Un alumno podía estar, digamos, en el grupo (y nivel) tres de
lectura, en el uno de aritmética y en el dos de escritura, cambiando de grupo
según cambiaban las enseñanzas durante la jornada.
Lancaster estaba a favor de la educación de las niñas y se fueron creando escuelas de este tipo para ellas, dirigidas en principio por sus hermanas,
en las que se añadía algo de costura y labores femeninas a las enseñanzas
básicas. Con la expansión del sistema hubo que entrenar a nuevos educadores, para lo cual se creó, además, una especie de escuela de magisterio especializada en la enseñanza mutua.
El sistema lancasteriano, como se dijo, encontró numerosos seguidores
en Europa y América durante los primeros años del siglo XIX. Hubo escuelas lancasterianas en España, Francia, Alemania y los países nórdicos. El
propio Joseph Lancaster viajó y organizó este tipo de escuelas en Canadá,
Estados Unidos y Venezuela. Los países americanos que se habían independizado de España también fundaron establecimientos regidos por el sistema de monitores, como en Colombia, México, Argentina, Ecuador y Perú.
Sin embargo, y a pesar del gran éxito inicial, hacia mediados del siglo XIX
este sistema y las asociaciones que lo promovían estaban ya en decadencia,
debido a un conjunto complejo de causas.
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
Por un lado, Joseph Lancaster era un mal administrador y gestor, y vivía
lleno de deudas, situación de la que fue socorrido en varias ocasiones por
sus mecenas filantrópicos. Tuvo también problemas con otros miembros de
las sociedades lancasterianas, hasta que fue, incluso, expulsado de la inglesa que había fundado. Pero, por otro lado, factores sociales y políticos intervinieron en el rápido declive de su sistema de enseñanza. En Inglaterra el
método quedó en manos de la red de escuelas de la iglesia anglicana. Las
crecientes necesidades de financiamiento de las escuelas lancasterianas hicieron que el gobierno fuera interviniendo, poniéndolas bajo su dirección e
integrándolas en los subsistemas educativos existentes, con la fuerte distinción de clases sociales que los caracterizaba. En otros lugares, el sistema no
pudo sobrevivir sin el impulso y entusiasmo de su creador. La inestabilidad
política y las guerras civiles también jugaron en contra en los países de
América Latina.
Además de estas razones, hay que tener en cuenta que una parte importante de las clases y grupos aristocráticos y burgueses, no veía con buenos
ojos que los pobres recibieran instrucción, y se opusieron política y socialmente a este sistema y a sus escuelas. Por su parte, el sistema mutuo tenía
limitaciones importantes. Ideado para ofrecer instrucción elemental a bajo
coste no podía sino brindar una formación mecanicista y un disciplinamiento acorde con las labores industriales, pero era incapaz por sí mismo
de proporcionar recursos suficientes para la emancipación intelectual y
profesional a las vastas masas de trabajadores asalariados.
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LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
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http://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Lancaster
The Lancasterian Monitorial System of Education
http://www.constitution.org/lanc/monitorial.htm
The Workhouse
http://www.workhouses.org.uk/intro/
LECTURAS
A los Magistrados de todas las ciudades alemanas para que construyan
y mantengan escuelas cristianas. (Selección)
En primer lugar, podemos contrastar la experiencia que se palpa en Alemania entera: aquí y allá se deja que las escuelas se desmoronen, las escuelas
superiores apenas si se ven visitadas, los conventos van desapareciendo […].
Todos y cada uno de los ciudadanos deberían conmoverse ante la siguiente
consideración: si hasta ahora han tenido que perder tanto dinero y tantos bienes en indulgencias, misas, vigilias, fundaciones, mandas, cabos de año, frailes
mendicantes, cofradías, romerías y tantas aberraciones por el estilo, y se han
visto para siempre liberados de tales robos y donativos por la gracia de Dios,
sería muy conveniente entregar parte de lo que suponía como la mejor inversión en beneficio de las escuelas y de la educación de los pobres niños […].
Pero ¿quién va a solucionar el problema cuando los padres no hacen
nada? ¿Habrá que dejarlo de lado y abandonar a los niños? […]. Incluso en
el caso de que los padres estuviesen capacitados para hacerlo y quisieran
hacerlo gustosamente, las ocupaciones del mantenimiento de la casa y otros
negocios no les dejarían tiempo ni lugar. Por eso se hace necesario contar con
educadores comunes para los niños, a no ser que todos estuviesen decididos a
mantener por sí mismos a uno propio. Lo último sería una carga insoportable
para el común, y no sería excepcional el caso en que un muchacho bien dotado se viese abandonado a causa de la pobreza […]. La mejor prosperidad,
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
salud y fuerza de una ciudad consiste en disponer de ciudadanos muy inteligentes, razonables, honrados y bien educados […].
Tenemos que hacer algo, por tanto, y aplicar nuestro esfuerzo y nuestras expensas para educarlas y crearlas nosotros mismos. ¿Quién, si no la
autoridad, es el responsable de que en nuestras ciudades sean tan escasas
las personas capacitadas? Ha dejado que los jóvenes vayan creciendo como
árboles de la selva, sin cuidarse de su enseñanza y educación. Por eso la
juventud ha crecido tan desordenadamente […] sabemos, o debemos saber,
lo útil, necesario y agradable que a Dios resulta que un príncipe, un señor,
un magistrado o el que tenga que gobernar esté instruido y preparado para
ejercer ese quehacer de forma cristiana. Incluso, como dejo dicho, aunque
no existiese el alma, aunque las escuelas y las lenguas no fuesen necesarias
para la Escritura y por motivos divinos, sería más que suficiente motivo para
instituir en todos los lugares las mejores escuelas para muchachos y muchachas, la necesidad que tiene el mundo para el gobierno temporal de hombres
y mujeres preparados, de tal forma que los hombres puedan regir al país y
a la gente, y las mujeres educar y gobernar perfectamente a los niños, a los
domésticos y a la casa […].
Como he dicho antes, el hombre corriente no hace nada por ello, ni puede, ni quiere, ni sabe hacerlo; luego tienen que realizarlo los príncipes y señores […].
Me argumentarás: «De acuerdo, pero ¿quién podrá prescindir de sus hijos
para educarlos como aristócratas? Tienen que desempeñar trabajos domésticos, etc.». Respuesta: No creo que las escuelas tengan que funcionar de forma
que se tenga que permanecer en ellas hasta los veinte o treinta años […].
Y lo mismo con las muchachas: disponen de tiempo suficiente para acudir una hora diaria a la escuela y poder emplearse después en la casa. Mucho
más se dedica a dormir, danzar y jugar. Lo que falta es la voluntad sincera de
educar debidamente a la juventud y de ayudar y asistir al mundo con personas preparadas […].
[Documento completo disponible en: http://www.escriturayverdad.cl/LUTERANISMO/1517%20-%201520/A%20LOS%20MAGISTRADOS%20ALEMANES.pdf]
[Acceso: 10/06/2013].
Martín Lutero (1523)
LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES EN EUROPA DURANTE LAS GRANDES TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS...
La situación de la clase obrera en Inglaterra. (Selección)
LAS GRANDES CIUDADES
Esta enorme centralización, este amontonamiento de 3,5 millones de seres humanos en un solo lugar ha centuplicado el poderío de estos 3,5 millones
de hombres. La misma ha elevada a Londres al rango de capital comercial del
mundo, creado los muelles gigantescos y reunido los millares de naves que
cubren continuamente el Támesis. No conozco nada que sea más importante
que el espectáculo que ofrece el Támesis, cuando se remonta el río desde el
mar hasta el London Bridge. […] Por lo que toca a los sacrificios que todo
ello ha costado, no se les descubre sino más tarde. Cuando uno ha andado
durante algunos días por las calles principales, cuando se ha abierto paso penosamente a través de la muchedumbre, las filas interminables de vehículos,
cuando se ha visitado los «barrios malos» de esta metrópoli, es entonces solamente cuando se empieza a notar que estos londinenses han debido sacrificar
la mejor parte de su cualidad de hombres para lograr todos los milagros de la
civilización de los cuales rebosa la ciudad […].
St. Giles se halla situado en la parte más poblada de la ciudad, rodeado
de calles anchas y luminosas, donde bulle el mundo elegante londinense, muy
cerca de Oxford Street, de Regent Street, de Trafalgar Square y del Strand.
Es una masa de casas de tres o cuatro plantas, construidas sin plan, con
calles estrechas, tortuosas y sucias donde reina una animación tan intensa
como en las calles principales que atraviesan la ciudad, excepto que en St.
Giles sólo se ve gente de la clase obrera. Las calles sirven de mercado: cestas de legumbres y de frutas, naturalmente todas de mala calidad y apenas
comestibles, dificultan mucho más el tránsito, y de ellas emana, como de las
carnicerías, un olor nauseabundo. Las casas están habitadas desde el sótano
hasta el techo, tan sucias en el exterior como en interior, y tienen un aspecto
tal que nadie tendría deseos de vivir en ellas. Pero eso no es nada comparado
con los alojamientos en los patios y las callejuelas transversales a donde se
llega por pasajes cubiertos, y donde la inmundicia y el deterioro por vejez
exceden la imaginación. No se ve, por decirlo así, un solo vidrio intacto, los
muros están destrozados, las guarniciones de las puertas y los marcos de las
ventanas están rotos o desempotrados, las puertas —si hay— hechas de viejas
planchas clavadas juntas; aquí, incluso en este barrio de ladrones las puertas
son inútiles porque no hay nada que robar. Por todas partes los montones de
detritos y de cenizas y las aguas usadas vertidas delante de las puertas terminan por formar charcas nauseabundas. Aquí es donde viven los más pobres
de los pobres, los trabajadores peor pagados, con los ladrones, los estafadores
y las víctimas de la prostitución, todos mezclados. La mayoría son irlandeses
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
o descendientes de irlandeses, y aquellos que aún no han naufragado en el
torbellino de esta degradación moral que los circunda, se hunden cada día
más, pierden cada día un poco más la fuerza de resistir a las influencias desmoralizadoras de la miseria, de la suciedad y del medio ambiente […].
El barrio obrero más grande, sin embargo, se halla al este de la Torre de
Londres, en Whitechapel y Bethnal Green, donde está concentrada la gran
masa de obreros de la ciudad. Veamos lo que dice M.G. Alston, predicador de
St. Philip, en Bethnal Green, del estado de su parroquia:
«La misma cuenta con 1400 casas habitadas por 2795 familias, o sea unas
12000 personas. El espacio donde habita esta importante población no llega
a 400 yardas cuadradas (1200 pies), y en tal apiñamiento no es raro hallar un
hombre, su mujer, 4 o 5 niños y a veces también el abuelo y la abuela en una
sola habitación de 10 a 12 pies cuadrados, donde trabajan, comen y duermen. Yo creo que antes de que el obispo de Londres llamara la atención del
público sobre esta parroquia tan miserable, la misma era tan poco conocida
en el extremo oeste de la ciudad como los salvajes de Australia o las islas de
los mares del sur. Y si quisiéramos conocer personalmente los sufrimientos
de estos desventurados, si los observamos cuando se disponen a comer sus
escasos alimentos y los vemos encorvados por la enfermedad y el desempleo, descubriremos entonces tanta penuria y miseria que una nación como
la nuestra debiera avergonzarse de que esto pueda ocurrir. Yo he sido pastor
cerca de Huddersfield durante los tres años de crisis, en el peor momento
de marasmo de las fábricas, pero desde entonces jamás he visto a los pobres
en una aflicción tan profunda como en Bethnal Green. Ni un solo padre de
familia de cada diez en todo el vecindario tiene otra ropa que la de trabajo, y
ésta de lo más andrajosa; asimismo, muchos no tienen más que estos harapos
para cubrirse por la noche, y su cama es un saco lleno de paja y viruta.»(23)
Esta descripción nos muestra ya a qué se parecen de ordinario esas viviendas. Citaremos, además, informes de las autoridades inglesas sobre viviendas proletarias que a veces tienen ocasión de visitar.
En la oportunidad de una descripción practicada por Mr. Carter, coroner
de Surrey, sobre la causa de la muerte de Ann Galway, de 45 años de edad, el
16 de noviembre de 1843, los periódicos describieron la vivienda de la difunta
en estos términos: ella vivía en el núm. 3 de White Lion Court, Bermondsey
Street, Londres, con su marido y su hijo de 19 años, en una pequeña habitación donde no había ni cama, ni sábanas ni mueble alguno. Ella yacía muerta
al lado de su hijo sobre un montón de plumas, esparcidas sobre su cuerpo
casi desnudo, pues no había allí ni frazada ni sábanas. Las plumas se pega-
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ban de tal modo a su cuerpo, que hubo que limpiar el cadáver para que el
médico pudiera examinarlo; él lo halló totalmente descarnado y lleno de parásitos. En el piso de la pieza había un hoyo que servía de retrete a la familia.
El lunes 15 de enero de 1844, dos muchachos fueron presentados ante el
tribunal de policía de Worship Street, en Londres, porque acicateados por el
hambre habían hurtado en una tienda un trozo de carne medio cocida y lo
habían devorado instantáneamente. El juez de policía ahondó en el asunto
y pronto obtuvo de los policías las aclaraciones siguientes: la madre de estos
muchachos era la viuda de un exsoldado que más tarde fue agente de la policía
y ella había sufrido miserias con sus nueve hijos desde la muerte de su marido.
Ella vivía en la mayor miseria, en el número 2 de Pools’ Place, Quaker
Street, en Spitalfields. Cuando el agente de policía fue a su casa, la halló con
seis de sus hijos, literalmente apiñados en una pequeña habitación al fondo
de la casa, sin otros muebles que dos viejas sillas de mimbre desfondadas, una
mesa pequeña con dos patas rotas, una taza rota, y un plato pequeño... El fogón
medio apagado, y en un rincón tantos trapos como los que pudiera necesitar
una mujer para un delantal, pero que servían de cama a toda la familia. Ellos
no tenían otras cobijas que sus propias ropas raídas. La pobre mujer contó
que había tenida que vender su cama el año anterior, para obtener alimentos;
había empeñado las sábanas al tendero por algunos víveres, y había tenido que
vender todo sencillamente para comprar pan. El juez de policía concedió a esta
mujer una suma bastante importante con cargo al Fondo de Pobres.
En febrero de 1844, una viuda de 60 años, Theresa Bishop, fue confiada,
con su hija enferma de 26 años de edad, a la benevolencia del juez de policía
de Malborough Street. Ella vivía en el número 5 de Brown Street, Grosvenor
Square, en una pequeña habitación que daba al patio, no más grande que
un armario de pared, donde no había ni un solo mueble. En un rincón había
unos trapos donde ambas dormían, una caja servía a la vez de mesa y de silla.
La madre ganaba algunos centavos haciendo la limpieza de casas; el propietario dijo que ellas habían vivido en ese estado desde mayo de 1843, poco a
poco habían vendido o empeñado todo lo que poseían, y sin embargo nunca
habían pagado el alquiler. El juez de policía les concedió una libra esterlina
con cargo al Fondo de Pobres.
Yo no pretendo en modo alguno que todos los trabajadores londinenses
viven en la misma miseria que las tres familia citadas; yo sé bien que por un
hombre que es aplastado sin compasión por la sociedad, diez viven mejor que
él. Pero yo afirmo que millares de buenas y laboriosas familia mucho más
buenas; mucho más honorables que todos los ricos de Londres se hallan en
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
esta situación indigna, y que todo proletario, sin excepción alguna, sin que
sea culpa suya y a pesar de todos sus esfuerzos, puede correr la misma suerte.
Más, después de todo, aquellos que poseen un techo, cualquiera que sea,
son todavía afortunados en comparación con aquellos que no tienen ninguno. En Londres, 50000 personas se levantan cada mañana sin saber dónde
reposarán la cabeza la noche siguiente. Los más afortunado son aquellos que
logran disponer de un penique o dos cuando llega la noche y van a lo que se
llama una «casa-dormitorio» [lodging house] que se hallan en gran número en
las grandes ciudades y donde se les da asilo a cambio de su dinero. ¡Pero qué
asilo! La casa está llena de camas de arriba a abajo; 4, 5, 6 camas en una pieza,
tantos como puedan caber. En cada cama se apilan 4, 5, 6 personas, igualmente tantas como quepan, enfermos y sanos, viejos y jóvenes; hombres y mujeres,
borrachos y no borrachos; como sea, todos mezclados. Hay discusiones, riñas,
y lesionados, y cuando los compañeros de cama se soportan es todavía peor:
planean robos o se entregan a prácticas cuya bestialidad nuestra lengua, que
es civilizada, rehuye describir. ¿Y aquellos que no pueden pagar tal albergue?
Pues bien, esos duermen donde pueden, en los pasillos, en los portales, en un
rincón cualquiera, donde la policía o los propietarios los dejan dormir tranquilos; algunos de ellos la pasan mejor en los asilos construidos aquí y allá por
instituciones privadas de beneficencia, otros duermen en los bancos de los
parques, exactamente debajo de las ventanas de la reina Victoria […].
Me referí anteriormente a los asilos para los que carecen de hogar; dos
ejemplos nos mostrarán cuán congestionados se hallan. Un Refuge of the
Hauseless (Asilo para los sin vivienda) construido recientemente en la Upper
Ogle Street, con capacidad para albergar 300 personas cada noche, desde su
apertura el 27 de enero, hasta el 17 de marzo de 1844, acogió a 2740 personas
por una o varias noches; y aunque el invierno se hizo menos riguroso, el número de solicitudes se incrementó considerablemente tanto en éste como en
los asilos de White Cross Street y de Wapping, y cada noche hubo que rechazar a una multitud por falta de espacio. En el asilo central de Playhouse Yard,
que cuenta por término medio con 460 camas cada noche, se dio albergue a
6681 personas en total en los tres primeros meses de 1814, y se distribuyeron 96141 raciones de pan. Sin embargo, la junta directiva declara que este
establecimiento no bastó para acomodar a todos los indigentes sino cuando
abrió igualmente sus puertas el asilo del este para acoger a los desamparados.
[Accesible en: http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/index.htm] [Acceso: 10/06/2013]
Friedrich Engels, Leipzig, 1845.
Capítulo 4
Iniciativas del movimiento social católico
en el ámbito de la Educación Social
Feliciano Montero García
INTRODUCCIÓN
En el último tercio del siglo XIX y la primera mitad del XX tuvieron lugar
un conjunto de iniciativas de educación social, a cargo de distintos agentes.
Por una parte, algunos sectores católicos renovaron su modo tradicional de
actuación social, dando lugar a lo que se conoció como catolicismo social o
movimiento social católico. Por otra parte, el movimiento obrero realizó
diversas propuestas formativas para las clases populares, que se plasmaron
en varias iniciativas concretas. Por último, algunos sectores de la burguesía
liberal adoptaron posiciones reformistas, promoviendo una intervención
del Estado en materia social. Este capítulo se centra en el primero de los
movimientos señalados, dedicándose los dos capítulos siguientes al estudio
de las otras dos tendencias.
1. CATOLICISMO SOCIAL, MOVIMIENTO CATÓLICO Y EDUCACIÓN
SOCIAL
El primer catolicismo social nace en Europa estrechamente ligado al
clima de intransigencia antiliberal que provoca en la Iglesia y en el mundo
católico el triunfo de la revolución liberal, y más aún la consolidación del
movimiento secularizador desde la mitad del siglo XIX, en el contexto del
auge del positivismo científico (Remond, 1998). En ese sentido el catolicismo social es una parte más de un Movimiento católico general que se confronta alternativamente con el Movimiento secularizador, tanto el liberalrepublicano como el socialista. Pero además el catolicismo social y las obras
educativas y asistenciales por él promovidas nacen de un impulso, sensibilidad y conciencia, a la vez tradicional y renovada: la contemplación y el
descubrimiento de unas nuevas formas de pobreza a gran escala, generada
por los procesos de la revolución industrial.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
Pío IX en el Syllabus (1864) se había enfrentado en general con el mundo
moderno y el liberalismo; al final de su pontificado, la pérdida de los
Estados pontificios (1870) agudizó esa confrontación, dando impulso a la
emergencia de varios Movimientos católicos en los países europeos.
León XIII, sin abandonar esa dimensión antiliberal, introdujo un frente
nuevo: la crítica a los efectos inhumanos del liberalismo económico, y el
reconocimiento de las nuevas formas de acción social que algunos pioneros
del catolicismo social habían impulsado a lo largo del siglo XIX.
La acción social y la reforma social promovida por los católicos sociales
y consagrada por la Rerum Novarum de León XIII en 1891 tenía una dimensión educativa fundamental. No se trataba sólo de paliar las carencias
y necesidades materiales, sino sobre todo de preservar o recuperar (reconquistar) un pueblo supuestamente descristianizado por la influencia de
otras propagandas liberales, socialistas, anarquistas.
El Círculo Católico de Obreros puesto en marcha por los franceses La
Tour du Pin y Albert de Mun, inmediatamente después de la Comuna de
París (1871), era el modelo asociativo ideal, por su capacidad de integrar los
diversos fines u objetivos del primer catolicismo social: los religiosos y los
morales, los instructivos y educativos, los económicos y asistenciales, y
los recreativos. Para la cobertura de cada uno de esos fines, el Círculo
Católico de Obreros tenía obras y actividades específicas: gremios o asociaciones profesionales mixtas, cajas de ahorros, cooperativas y sociedades de
socorros mutuos, escuelas diurnas y nocturnas para los obreros y sus hijos,
charlas y conferencias, actos litúrgicos y piadosos, actividades festivas y
recreativas.
Es claro que en el conjunto de los fines y actividades del Círculo la instrucción y la educación social tenían un papel central. Se trataba de dar
una educación profesional, en un tiempo en que apenas se habían fundado
las primeras escuelas de artes y oficios, con enseñanzas de dibujo o de contabilidad, pero acompañada de fuertes contenidos ideológicos y moralizadores, acordes con el orden social cristiano que defendía la Rerum Novarum:
un orden basado en el respeto a la familia, la propiedad y la patria; crítico
con el liberalismo económico puro del laissez faire, pero más aún con la lucha de clases y el ideal socialista de la igualdad social; defensor de la armonía social y por ello de un modelo de asociaciones profesionales mixtas, según el ideal corporativo del gremio.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
El modelo de reforma social que defiende el primer catolicismo social
tiene pues un componente fuertemente paternalista, pues parte del respeto
a las jerarquías sociales y la desigualdad natural, y convoca al ejercicio respectivo, por parte de patronos y obreros, de sus deberes respectivos desde el
respeto al orden social y económico vigente. Por ello, junto a la legítima intervención protectora del Estado, en forma de las primeras leyes laborales,
la Rerum Novarum apela al comportamiento moral cristiano del buen patrón (padre) y del buen obrero; y aspira a reconstruir la armonía social
frente al capitalismo inhumano y frente a la revolución socialista. El Círculo
Católico de Obreros, fundado y patrocinado económica y moralmente por
los patronos y las clases altas en general (nobleza y burguesía), debería ser
la expresión práctica y el lugar de aprendizaje de ese ideal social armónico.
Pero el modelo paternalista y eminentemente religioso-moral del Círculo
había empezado a entrar en crisis en el seno mismo del catolicismo social,
en el tiempo en el que León XIII publicó la Rerum Novarum. La propia encíclica, aunque había expresado claramente su preferencia por el «gremio»
o asociación mixta había dejado finalmente abierta la legitimidad del sindicalismo obrero o asociación profesional «pura». Y aunque apelaba al comportamiento del «buen patrón» no dejó de establecer las bases y criterios
para la definición de un salario justo y mínimo, en función de unas condiciones de vida dignas de una familia obrera, y para la legítima intervención
del Estado, legislando sobre las relaciones laborales.
En los años que siguieron a la publicación de la Encíclica se abrió un
debate en el interior del catolicismo social entre una tendencia más paternalista y «mixta» y otra más democrática y pura. Se discutía sobre una
cuestión que afectaba directamente al modelo asociativo o sindical católico:
poco a poco se fue abriendo camino el principio del sindicalismo profesional «puro» y «libre», es decir centrado preferentemente en la defensa de los
intereses profesionales o laborales, y desligado de cualquier proteccionismo
patronal. Pero además se ponía en cuestión el modelo de educación paternalista. La difusión del ideal social católico tenía que ser obra de los propios obreros; y el método de asimilación y concienciación tenía que ser participativo y democrático. Frente a la clase y la conferencia, el Círculo de
Estudios era un método de trabajo más activo y participativo.
Este debate se produjo en la década final del siglo XIX, en la onda de la
publicación de la Rerum Novarum y se tradujo en una serie de obras e ini-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
ciativas nuevas, en Italia en torno a Romulo Murri y en Francia en torno a
los «abbé» demócratas. Avanzado el siglo XX surge en Francia, en el seno de
la Association General de la Jeunesse française, un Movimiento juvenil fundamentalmente educativo que expresa muy bien ese giro ideológico y metodológico del paternalismo al democratismo. Es el Sillon de Marc Sangnier.
Unos párrafos de la condena pontificia del citado Movimiento, en 1910, expresan bien el sentido y el alcance revolucionario del método del Sillon:
Las doctrinas del Sillon no quedan en el dominio de la abstracción filosófica. Son enseñadas a la Juventud católica y además se hacen ensayos
para vivirlas. (...) En efecto, no hay jerarquía en el Sillon. La minoría que lo
dirige se ha destacado de la masa por selección, es decir, imponiéndose a
ella por su autoridad moral y por sus virtudes. La entrada es libre, como es
libre también la salida. Los estudios se hacen allí sin maestro; todo lo más
con un consejero. Los círculos de estudio son verdaderas cooperativas intelectuales en las que cada uno es al mismo tiempo maestro y discípulo. La
camaradería más absoluta reina entre los miembros y pone en contacto
total sus almas; de aquí el alma común del Sillon. Se la ha definido «una
amistad». El mismo sacerdote , cuando entra en él, abate la eminente dignidad de su sacerdocio y, por la más extraña inversión de papeles, se hace
discípulo, se pone al nivel de sus jóvenes amigos y no es más que un camarada1.
El método participativo y democrático quedó de momento interrumpido
por la condena del Papa Pío X que en el clima antimodernista o integrista
del momento, entendió que esos métodos, y la tendencia general del movimiento del Sillon eran una forma de «modernismo social». Pero la tendencia
reaparecería y se impondría a partir de los años treinta con el nacimiento de
la JOC y su método de la «encuesta». Según el modelo de la JOC surgieron
para los otros ambientes sociales, los campesinos, los estudiantes, y el mundo urbano, asociaciones específicas de Acción Católica especializada, que
alcanzaron ya en los años treinta, antes del inicio de la 2.ª Guerra Mundial
una expansión notable, convirtiéndose en el modelo preferido por la Iglesia
en los años inmediatamente posteriores a la 2.ª Guerra Mundial. Luego, en
los años cincuenta comenzaron a experimentar crisis internas y conflictos
con la Jerarquía, por sus posiciones y declaraciones públicas. Desde el punto
1
Pío X, «Notre Charge apostolique», en Doctrina Pontificia, II, Documentos Políticos, BAC, Madrid,
1958, p. 414.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
de vista del método de formación y del modelo educativo la clave consistía en
la sustitución del Círculo de Estudios (método deductivo) por la encuesta del
«Ver-Juzgar y Actuar» (método inductivo).
2. LOS ÁMBITOS Y EXPRESIONES DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
CATÓLICA
Las obras e iniciativas de educación social católica, insertas como se ha
dicho en el conjunto del Movimiento católico y de la acción social católica
se centraron fundamentalmente en tres ámbitos, por este orden de importancia: la juventud, la mujer y el mundo obrero adulto.
Las obras relacionadas con la educación de la juventud, objetivo siempre prioritario, hay que agruparlas en dos tipos: las destinadas preferentemente a las clases populares y trabajadoras, y las destinadas al conjunto de
la población infantil y juvenil.
En el primer caso tienen un objetivo propiamente escolar e instructivo,
aunque el objetivo religioso y moral siempre fuera el motor y el prioritario.
Pero se trataba de cubrir un vacío escolar que la iniciativa pública no llenaba, y de atender a sectores sociales marginales y marginados en el incipiente mundo urbano. Son las escuelas de los Círculos Católicos de Obreros
para los hijos de los socios, o las promovidas por los Patronatos para la
protección de los artesanos jóvenes, o anteriormente las Escuelas
Dominicales sobre todo para las sirvientas, y en general las múltiples escuelas populares promovidas por las más diversas asociaciones católicas.
En el segundo caso, los Patronatos Escolares nacen en el marco de la
continuidad de la catequesis infantil, como «catecismos de perseverancia»,
especialmente como respuesta a la ofensiva laicista de finales del siglo XIX
y principios del XX, y la consiguiente eliminación de la enseñanza de la religión en la escuela. El conflicto laicismo-catolicismo se plantea especialmente en la Francia de la III República y allí se difunden los Patronatos
escolares como forma de respuesta alternativa con objetivos predominantemente catequéticos.
En España, a pesar de la mayor debilidad del movimiento laicista, surgen también ese tipo de Patronatos y obras educativo-catequéticas, espe-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
cialmente durante el sexenio liberal-democrático (1868-74) y en la primera
década del siglo XX.
Las obras destinadas a la educación de la mujer surgen también en ese
clima de confrontación con el laicismo, en este caso frente al movimiento
feminista, avanzado ya el siglo XX. Pero a la vez como una respuesta concreta a la condición de la mujer trabajadora fuera del hogar, y a las consecuencias nefastas para la preservación del modelo familiar, que esa situación
provoca.
Para el catolicismo social de Rerum Novarum la creciente incorporación
de la mujer a las fábricas era un mal menor que exige una especial legislación protectora, que en la medida de lo posible preserve las funciones prioritarias de la mujer como madre y esposa. Por ello prefiere el trabajo a domicilio y aspira al ideal de que la mujer pueda retornar al hogar. Mientras
tanto trata de preservar la moralidad de las jóvenes trabajadoras en las fábricas, mediante la separación de sexos, la limitación o evitación del trabajo
nocturno, y especialmente la protección de la mujer gestante (mediante un
incipiente seguro de maternidad).
Algunas obras educativas católicas estaban especialmente destinadas a
las jóvenes del servicio doméstico. Una forma de patronato específicamente
destinada a la instrucción, la moralización y el recreo sano en los domingos. Posteriormente, a medida que la condición de mujeres trabajadoras se
estabiliza, en el seno del catolicismo social surgirán iniciativas menos paternalistas, sindicatos católicos femeninos en sectores como la confección o
la dependencia mercantil. Y dentro de esos sindicatos, como una sección,
escuelas de instrucción elemental, de moralidad y también de una incipiente formación profesional.
Las obras de preservación y protección de las mujeres trabajadoras son
una respuesta surgida específicamente dentro del mundo femenino católico, con el impulso y bajo las directrices del clero y la Jerarquía, dentro de
un movimiento general de «feminismo cristiano» que se presenta como alternativo al feminismo laicista.
Por un lado se reafirma en el modelo de mujer tradicional, preferentemente volcada en sus funciones de madre y esposa. Pero, por otro, reconociendo la nueva realidad social y económica, trata de prepararlas lo mejor
posible para la doble función real que tienen que desempeñar de madres y
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
trabajadoras. En este sentido se crean en Europa escuelas domésticas (menagères en Francia y Bélgica), para el mejor y más profesional desempeño
de las tareas domésticas en sus múltiples facetas: una forma de respuesta a
la ruptura de la trasmisión de tradiciones y comportamientos provocada
por la revolución industrial y las migraciones obreras.
Pero también, por iniciativa católica surgen obras destinadas a la educación y la formación profesional de las mujeres en general, y especialmente
de las clases medias, como el Instituto de Cultura y Biblioteca Popular para la
Mujer creado en Barcelona en 1909. Según un estudio reciente esta obra del
feminismo católico catalán, al igual que alguna otra iniciativa similar de la
Acción Católica de la Mujer, en Madrid, representaría, dentro del mundo
católico femenino un cambio significativo respecto al modelo tradicional.
Pues sin dejar de defender y patrocinar los tradicionales roles femeninos
asumía también la necesidad de modernizar esa situación mediante una
educación específica para el desempeño de ciertas profesiones (García
Checa, 2001).
La educación nocturna de los trabajadores adultos en los Círculos
Católicos de obreros, y luego en los Sindicatos; y las veladas instructivas y
recreativas en fiestas especiales; además de la educación en valores de ahorro y previsión a través de las cajas de ahorro y mutualidades se pueden
considerar instrumentos genéricos de educación popular, de iniciativa católica, paralelas y alternativas a las fundadas por iniciativa liberal o socialista. En el contexto de las obras de «extensión universitaria» surgieron también «universidades populares católicas» y otras obras análogas. Además la
tendencia a formar militantes y propagandistas obreros, capaces de dirigir
su propias asociaciones y actividades, obligó a crear instituciones destinadas a preparar esa élite obrera católica como el español Instituto Social
Obrero, promovido por la Acción Católica de Ángel Herrera en el tiempo de
la 2.ª República.
3. LOS DILEMAS SOBRE LOS MÉTODOS Y LAS FORMAS
DE EDUCACIÓN
En las obras católicas de educación social se puede observar una significativa evolución de los métodos que tiene que ver con la evolución de los
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
objetivos y planteamientos generales del Movimiento Católico y del catolicismo social. Es una evolución atravesada por una serie de debates internos
igualmente significativos, entre los que podemos señalar los siguientes:
¿Es preferible la preservación y protección de los peligros exteriores en
un espacio propio, aislado del enemigo, o la ofensiva hacia fuera, buscando
la reconquista del terreno perdido? Es un dilema estratégico recurrente,
que se plantea desde el inicio del catolicismo social, pero también y sobre
todo a partir del nacimiento de la Acción Católica especializada por ambientes; cuando se discute sobre el mejor lugar para el desarrollo de las
obras católicas, incluidas las educativas: la parroquia o el ambiente social.
El Patronato, tanto el «escolar» como el «social» para jóvenes trabajadores,
es el modelo de obra de preservación; una obra por otro lado muy ligada a
la parroquia y su actividad pastoral. El Movimiento especializado de Acción
Católica (según el tipo de la Juventud obrera, JOC) es el modelo de educación inserta en los problemas del medio social.
En el Patronato la acción educativa es una tarea dirigida desde arriba,
según unas formas y métodos paternalistas. En los Movimientos especializados la educación parte de los problemas y cuestiones que plantea la realidad social, mediante la primera fase de la «Encuesta», que es el «Ver» la
realidad. Es un método formativo que exige la participación y la implicación activa del sujeto. Por eso a ese método educativo típico de la A.C. especializada, en primer lugar la Juventud Obrera (JOC, se le ha llamado
«Pedagogía Activa»).
Pero en medio de estos dos polos, hay un método y una fase intermedia,
que requiere ya una dinámica participativa por parte del educando: el
Círculo de Estudios. Es el método de formación típico de la AC juvenil desde
su inicio. En el Círculo de Estudios a diferencia de la Encuesta no se parte
de la realidad social, sino de los principios de la doctrina social de la Iglesia,
es decir de los documentos y encíclicas de los Papas, desde León XIII. Pero
la dinámica del Círculo exige también la discusión y la participación en torno a una exposición doctrinal previamente planteada. Ciertamente el
Círculo de Estudios estaba destinado a una Juventud con un cierto nivel
educativo, y, sobre todo, trataba de formar militantes, apóstoles o propagandistas, es decir una élite.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
En las obras de educación católica subyace también casi siempre otro
dilema que afecta tanto a los objetivos como al método: ¿educación de las
élites o conquista de las masas? En la práctica el dilema se resuelve mediante la cobertura de ambos frentes. Por una parte se considera fundamental
la formación de élites y militantes, el mejor ejemplo en España sería la fundación de la Asociación de Jóvenes Propagandistas (ACNP) en 1910 (a partir
de un grupo selecto de exalumnos de colegios de Jesuitas). Por otra parte el
destinatario de la obra de los Patronatos es la masa juvenil; y la preocupación de Pío XI en los años veinte del siglo XX, cuando impulsa la Acción
Católica, y del propio Cardjin, cuando funda la JOC, es combatir la «apostasía de las masas». En la práctica lo que se plantea es una combinación de
ambos objetivos y métodos: hay una escuela especial de militantes, más
exigente y completa; y unas actividades educativas y recreativas destinadas
a influir en el conjunto de las masas. La Acción Católica especializada es un
buen ejemplo de esta acción educativa combinada, destinada por un lado a
la formación de sus militantes y por otra a la influencia general en el medio
social.
En cuanto a los contenidos de la educación social católica no hay que
olvidar que tiende a ser integral e integrada, pero guardando siempre
una jerarquía clara en la que el primer lugar lo ocupan los objetivos religiosos y morales. Eso está claro en la definición de objetivos, y se plasma
igualmente en la distribución de las asignatura impartidas. Después, según el destinatario, se añaden a los asignaturas instrumentales básicas
(lectura, escritura), dibujo, comercio, contabilidad, según casos y niveles. Siempre, especialmente en el modelo de patronato o de Círculo, las
actividades recreativas juegan un papel fundamental, como medio de
atracción y de preservación respecto a otras formas de ocio peligrosas
moralmente.
4. DEL PATRONATO A LA PEDAGOGÍA ACTIVA: LOS MODELOS
DE EDUCACIÓN SOCIAL
De lo señalado anteriormente sobre los dilemas y la evolución de los objetivos y de los métodos se puede deducir la trayectoria general de la educación social católica entre 1870 y 1945 en torno a tres modelos que se corres-
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
ponden aproximadamente con tres etapas, aunque también coexisten: el
Patronato, el Círculo de Estudios y la Pedagogía Activa.
4.1. El Círculo Católico de Obreros
El modelo paternalista de educación social católica por excelencia es el
Círculo Católico de obreros. Un tipo de asociación polivalente en el que por
otra parte estaban integrados los fines instructivos y educativos junto con
los religiosos y morales, los materiales y asistenciales y los recreativos. Para
el cumplimiento de los fines directamente instructivos el Círculo Católico
de Obreros ofertaba una escuela diurna para los hijos de los socios, y otra
nocturna para los socios del Círculo, los obreros adultos. Pero además la
función educativa se ejercía de forma indirecta y difusa a través del resto de
servicios y actividades, desde los ciclos de conferencias, y las veladas festivas, hasta la formación en hábitos de ahorro y previsión a través de las mutualidades y cajas de ahorro.
Por supuesto la oferta católica de educación y cultura popular se hacía
también a través de escuelas parroquiales, escuelas dominicales, y centros
instructivos para obreros, o escuelas profesionales creadas ex profeso por
múltiples asociaciones católicas y congregaciones religiosas, especialmente
a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Para los jóvenes trabajadores y en general para los de las clases populares el modelo de Patronato eminentemente recreativo y deportivo alcanzó
gran éxito y difusión en los medios católicos. Gerard Cholvy (1999) en su libro sobre las organizaciones y movimientos cristianos de juventud en
Francia, le dedica un capítulo importante. Pero sobre todo en el libro colectivo por él coordinado sobre los Patronatos católicos, con motivo del centenario de su fundación se presentan con todo detalle y desde las distintas
perspectivas la evolución institucional, y las principales actividades deportivas y recreativas que llevaron a cabo. Se trataba de una obra destinada a
la preservación católica de la gran masa juvenil que tuvo su gran apogeo en
los años anteriores a la primera guerra mundial, pero que mantuvo su vitalidad y capacidad de atracción en el periodo de entreguerras, al lado de
otras iniciativas como la A.C. especializada siempre más selectiva y exigente. Sólo a partir de los años cincuenta empezó a entrar en crisis, entre otras
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
razones por el avance en el mundo católico de la crítica social antipaternalista y del proceso general secularizador.
Un folleto práctico de un director español de Patronatos define muy
bien, a la altura de los años cuarenta del siglo XX, su naturaleza y su espíritu
a diferencia de otras obras católicas:
Nosotros concebimos el Patronato como un centro de reunión de jóvenes en el que tras su trabajo cotidiano y en las primeras jornadas festivas,
se les procure un honesto esparcimiento y sea para ellos un verdadero
hogar que coopere a su auténtica formación cristiana integral […].
El Patronato no es, pues un Aspirantado de Acción Católica ni un
Centro de Luises ni una Juventud católica de ninguna especie […] externamente y a primera vista aparecerá como un Centro recreativo, de deportes,
etc. Pero tampoco es un Club o una Sociedad. Y no lo es porque el entretenimiento , el deporte, etc. es en estas últimas entidades un fin esencial y
único, mientras que en el Patronato no pasan de ser simples «medios»
—atractivos, cebos— para el fin expresado, que no es sino la formación
cristiana, íntegra, total de la juventud obrera. […] Es una especie de
Juventud católica «camuflada» y no por un «snobismo» revolucionario sino
con el único objeto de llegar hasta quienes de otro modo quedarían totalmente fuera de nuestras posibilidades de conquista…»2.
Según esta definición el objetivo del Patronato era la atracción de una
masa alejada mediante una oferta deportiva y recreativa que facilitara la
influencia moral y religiosa. El objetivo final era la educación religiosa y
moral de los jóvenes obreros, pero el inmediato y directo eran las actividades deportivas y recreativas por él organizadas. Por ello las exigencias religiosas dentro del Patronato eran mínimas, y la inasistencia esporádica no
podía ser motivo de expulsión. Se trataba de atraer y no de exigir unas prácticas piadosas y un compromiso fuerte de vida cristiana; para eso estaban
la Juventud de Acción Católica y las otras congregaciones de tipo piadoso y
apostólico.
2
Ezcurdia Lavigne, J. Antonio, (1949), Notas para un estudio sobre la Obra de los Patronatos para
jóvenes obreros, San Sebastián, pp. 23-24. Para la descripción del modelo nos basamos en estas muy
ilustrativas «Notas». Se puede comparar esta descripción con el Reglamento del Patronato incluido por
el P. Vicent en su obra de divulgación «Socialismo y Anarquismo» 1895: o en el estudio sobre el
Patronato para la Juventud Obrera de Valencia, incluido en Ruiz Rodrigo, C. (1982), Catolicismo social
y educación, pp. 169-179.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
El Patronato estaba especialmente destinado a recoger a los jóvenes de
14 a 16 años, como continuación de la catequesis parroquial, y eventualmente, en algunos casos podía ser el paso previo al ingreso en otras organizaciones juveniles católicas de militantes. Pero en general la estancia en el
Patronato solía prolongarse algunos años más, hasta los 20, sin desembocar
en otra organización juvenil.
El ideal es que el Patronato estuviera abierto diariamente, por las tardes, después de la jornada laboral, pero sobre todo la actividad del Patronato
se desarrollaba los domingos por la tarde; ahí se concentraban las actividades deportivas, recreativas y las charlas formativas. El Patronato debería
disponer de un local con salón-capilla, y algunas otras dependencias aparte, y , sobre todo, de terreno suficiente para la práctica deportiva. Por ello lo
lógico es que el Patronato se ubicara en la periferia de las ciudades, próximo, por otra parte, a sus principales destinatarios.
El director del Patronato debería ser preferentemente un sacerdote, pero
sus actividades dependían de un buen grupo de colaboradores, preferentemente jóvenes universitarios católicos, procedentes de la Juventud Católica.
Así que la buena marcha de un Patronato dependía de su relación con otras
Asociaciones católicas, que le podía prestar colaboradores y ayuda material.
El funcionamiento del Patronato era responsabilidad principal del director
sacerdote, pero era conveniente incorporar a los jóvenes «beneficiarios» en
la organización y programación especialmente de las tareas deportivas.
4.2. El Círculo de Estudios y la formación de militantes
En la evolución del Movimiento Católico surgió pronto la necesidad de
organizar asociaciones de propagandistas y militantes, especialmente en el
ámbito juvenil, para contrarrestar la actividad de los Movimientos enemigos, laicista y socialista. La primeras «juventudes católicas» surgieron en
ese contexto, en Italia, Francia, España, en medios urbanos burgueses y
nobiliarios, paralelamente a las Asociaciones de católicos, en torno a 1870
(caída de los Estados pontificios). Poco a poco las Asociaciones juveniles de
Acción Católica fueron definiendo su ideal y su método en torno a la trilogía, «Piedad, Estudio, Acción». El objetivo «Estudio» se fue plasmando en
un modelo de reunión, el «Círculo de Estudios», que se convirtió durante
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
varias décadas en el método de formación de los jóvenes militantes de
Acción Católica. Un método novedoso respecto al tradicional de las clases y
conferencias, porque implicaba la participación activa de los jóvenes en la
adquisición de conocimientos y criterios doctrinales. Este carácter participativo del método queda perfectamente subrayado en el siguiente párrafo
de un folleto de divulgación para España de las asociaciones juveniles católicas belgas, publicado por el jesuita español Victoriano Feliz en 1933:
El Círculo de Estudios no es un escuchar conferencias o discursos a
grandes eminencias científicas o literarias. Los oradores han de ser los circulistas mismos, que han de irse turnando en sus exposiciones. Forma
hombres conscientes, convencidos, capaces de defender sus ideas, es el fin
del Círculo de estudios. Y sabido es que para poseer plenamente una ideas
y estar penetrado de ella, es preciso haberla meditado y como habérsela
asimilado. Y eso no se consigue sino habiéndola estudiado detenidamente.
Si, pues, los circulistas han de dar cuenta ante sus compañeros de una cuestión, la estudiarán personalmente y quedarán con una ideal, con una impresión de esa cuestión muy distinta de si la hubiesen oído exponer a un conferencista, por brillante que él fuese (Feliz, 1933: 128-129).
En el contexto del catolicismo social los temas de estudio y debate en los
Círculos de Estudios se basaban fundamentalmente en los contenidos teóricos y prácticos de la doctrina social de la Iglesia, tal como eran definidos en
la Rerum Novarum y en otros documentos. El modo de celebración de un
Círculo de estudios podía seguir estas pautas:
Las sesiones serán semanales y durarán una hora. Se da comienzo rezando
un Padrenuestro. A continuación se tiene lo que se ha dado en llamar «cambio
de impresiones», que dura unos diez minutos. Es el tiempo de los comentarios
sobre lo ocurrido durante la semana, de interés para los circulistas. Se comentan los artículos interesantes que sobre el particular hayan salido en la prensa […]. Sigue la exposición de los temas, que pueden ser dos en cada sesión;
social el uno y apologético el otro. Al terminar la exposición de cada uno de
ellos se abre discusión en la que pueden tomar parte los circulistas. Se cierra
la sesión con la lectura comentada por el consiliario, de un pasaje del Evangelio,
y por fin se termina con un Padrenuestro (Feliz, 1933: 130).
El Círculo de Estudios fue el método de trabajo y formación de la francesa Association Generale de la Jeunesse Française, fundada en 1886, del «Sillon»
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
y de las otras Juventudes católicas europeas de las primeras décadas del siglo
XX. El método de la Encuesta, «Ver-Juzgar y Actuar», puesto en práctica por
la JOC y luego por los demás movimientos especializados, supuso un cambio
significativo, pero partiendo de ese modelo del Círculo de Estudios tal como
era definido por el jesuita español en el folleto de divulgación citado:
Un Círculo de estudios no es otra cosa que una reunión de personas
donde, por medio de un trabajo fraternal, se procura adquirir el complemento
de instrucción de formación religiosas, morales y sociales necesarias hoy no
solamente para ser hombre honrado, ciudadano consciente y cristiano sólido,
sino también para ejercer influencia alrededor de sí y actuar eficazmente en
el medio ambiente en que se vive. La obra propia del Círculo de Estudios es
crear individualidades robustas, aptas para la conquista […] (Feliz, 1933: 127).
El Círculo de Estudios podía ser utilizado por los centros juveniles interclasistas de la Acción Católica general o parroquial, pero la práctica aconsejaba la separación de circulistas por ambientes sociales. Así lo aconsejaba el
jesuita Feliz en 1933 siguiendo la experiencia belga y francesa:
No hay que olvidar que los Círculos de estudios son ante todo escuelas de
apóstoles, de militantes. El campo de apostolado obrero, por otra parte, es la
fábrica, el taller, la mina, etc. Y para ese apostolado necesitan los jóvenes
obreros, jefes. Ahora bien; si los Círculos de estudios estuvieran formados por
obreros y estudiantes, ¿qué sucedería? Que de hecho los jefes, los directores
de estos Círculos serían los estudiantes, y resultaría que los obreros, como
tales, carecerían de jefes propios, de directores propios capaces de influir en
las fábricas […]. Se encontrarían, en tal caso, los católicos sin directores,
enfrente de los socialistas, a quienes no les faltan los suyos (Feliz, 1933: 132).
4.3. El modelo de la Pedagogía activa (la Encuesta o la Revisión
de Vida)
El Círculo de Estudios, método de formación utilizado ampliamente
desde principios del siglo XX por las Asociaciones de Juventud Católica, implicaba, como hemos visto, una participación del joven en el debate sobre la
ponencia presentada en el Círculo. Pero la Encuesta o la Revisión de Vida,
utilizada por la JOC de Cardjin y los sucesivos Movimientos especializados
de A.C. suponía un cambio significativo en el proceso de formación. Ahora
no se partía de la exposición doctrinal sino de los «hechos de vida», de la
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realidad directamente vivida por los jóvenes. De forma inductiva, el análisis
de la realidad llevaba a descubrir los valores cristianos (juzgar) y a comprometerse en la transformación de esa realidad de acuerdo con los valores y
principios descubiertos.
El propio Victoriano Féliz, en su divulgación para España de la nueva
JOC, sin utilizar aún el término «encuesta» o Revisión de Vida, señalaba la
peculiaridad del Círculo de Estudios practicado por la JOC:
Un Círculo de estudios no es sólo una serie de lecciones y de conferencias. No es sólo una escuela de ciencias sociales […]. El Círculo de estudios
apelará en primer lugar a su propia experiencia. Y los circulistas irán cayendo poco a poco en la cuenta de todos esos problemas que ellos mismos van
proponiendo y personifican en sí. Ellos mismos cooperan a investigar, a
reunir y a aportar toda la materia viva y vivida, los hechos, las encuestas,
las monografías, las conferencias, las lecciones […]. En un Círculo de estudios no se comienza por definiciones abstractas sobre la sociedad, el salario, el trabajo, el sindicato; no se sigue la explicación de cada palabra de una
definición para deducir de ella todas las otras nociones complementarias.
¡No, mil veces no! Es necesario contar, repetir hechos vividos y sucesos de
una manera concreta, de una manera viva. Es preciso proponer cuestiones
concretas sobre la vida y el trabajo de los jóvenes obreros: ¿dónde trabajas?
¿cómo fuiste a ese trabajo? ¿Cuántas veces has cambiado de trabajo, de
profesión? ¿Cuánto ganas? ¿Cómo te tratan en el taller? ¿Qué escuchas, qué
ves en el trabajo? ¿En qué estado se hallan las salas de trabajo, los talleres,
los w.c., etc.? La encuesta sobre la adolescencia obrera contiene centenares
de cuestiones de todos los aspectos de la vida de los jóvenes obreros. De esta
manera viva es como se ha de ir de los hechos vividos por los circulistas a
los principios, y descender a las conclusiones y precisar la norma de vida
que se debe llevar y la actitud que se ha de adoptar (Feliz, 1933: 137-139).
Este método nada intelectual o teórico estaba especialmente bien adaptado a la situación y el nivel educativo de los jóvenes obreros, pero se difundió, en los años treinta, como método ideal también para la formación de
los jóvenes campesinos y estudiantes.
En España adquirió una cierta difusión en los años de la 2.ª República
pero no se generalizó como método hasta los años sesenta, momento álgido
de la Acción Católica especializada. Una Asamblea de Presidentes diocesanos
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DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
de la Juventud masculina de la Acción Católica española, en 1960, justificaba
la adopción del nuevo método subrayando las virtudes de la Revisión de Vida:
De dos maneras se puede educar: o dando lecciones o haciendo participar al educando en su propia formación. Este segundo sistema es el que se
conoce por «método activo» o «pedagogía activa». Aceptar el método activo,
o lo que es igual, la Revisión de Vida, quiere decir que cada uno de nosotros,
cada militante, va a realizar y a buscar su formación a través de la acción
partiendo de problemas de vida. Métodos de formación puede haber
muchos, pero nosotros necesitamos uno que sea sencillo y que eduque integralmente. Sencillo para que pueda ser utilizado con facilidad por la mayoría de los jóvenes. Que eduque integralmente, es decir, un método que
desarrolle la inteligencia, la voluntad, el espíritu de reflexión, de observación, el espíritu de iniciativa […]. Cuando decimos que la Revisión de Vida
no es antiintelectual queremos decir que la misma RV crea un hábito, una
actitud de espíritu que es plenamente intelectual, si por intelectual se
entiende afán de «leer dentro», penetrar dentro de los problemas […]. La
educación se puede intentar hacer o a la fuerza, y, por tanto, con una actitud pasiva del educando, o por el contrario, la educación se puede realizar
comprometiendo en esa educación a toda la persona del hombre que queremos educar provocando en éste la inquietud, el deseo de formarse3.
BIBLIOGRAFÍA
Para profundizar en este tema, puede acudirse a las fuentes que a continuación se relacionan:
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et al., Historia de la acción educadora de la Iglesia en España, Madrid, BAC,
pp. 835-868.
3
XXVII Jornadas Nacionales de Presidentes Diocesanos de la JACE, La Granja, julio 1960, pp. 43-45;
Dentro del tema de estudio, Los movimientos especializados, el apartado «Síntesis doctrinal sobre formación y acción de los militantes» En estas Jornadas la Juventud masculina de AC española (JACE)
decidió impulsar la transformación de los Centros generales o parroquiales en Movimientos de A.C.
especializada según el método de la JOC. En Francia y en Bélgica este cambio se inició hacia 1926, y
adquirió un auge importante en los años de la inmediata posguerra.
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HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
LECTURAS
Patronatos de la Juventud Obrera
Artículo. 15. Para que llene dicho fin el Patronato, se proponen los medios
siguientes:
1.º Escuelas dominicales, en las que reunirá en las tardes de los domingos y días festivos a los jóvenes patrocinados para enseñarles la Doctrina
Cristiana y tenerles además entretenidos con juegos inofensivos, alejándoles
así de los peligros que en otros lugares pudieran correr.
2.º En estas tardes se podrá guardar la distribución siguiente: la primera
hora se empleará en la enseñanza del catecismo; las restantes, hasta el anochecer, se les entretendrá en diferentes juegos, procurando que éstos no sean
sedentarios, sino de movimiento, como gimnasia, juego de pelota, de bolos,
birlas, etc., dándose, si los fondos del Patronato lo permiten, merienda a los
niños, y al terminar los juegos hará el Consiliario, en el local del Patronato,
una breve exhortación, procurando que no exceda de un cuarto de hora, y
terminando la tarde con la rifa o sorteo de un objeto de utilidad, como una
pieza de ropa, libros, etc.
3.º Los socios activos procurarán, tanto en la enseñanza del catecismo
como en los juegos, la separación de los patrocinados por edades del modo
siguiente: 1.ª brigada, la constituirán los niños de siete a doce años; 2.ª los de
doce a dieciséis, y 3.ª los de dieciséis en adelante; debiendo ser recogidos en
sus propias casas por los socios activos en las tardes de los domingos y días
festivos, siempre que dichos niños se reuniesen con puntualidad en el local
del Patronato.
4.º Escuelas nocturnas en los días de trabajo, en las cuales se enseñará
gratuitamente a leer, escribir, cuentas y Catecismo. Podrá, en casos excepcionales, la junta Directiva establecer escuelas de aplicación a artes y oficios
para los jóvenes que más se distingan por su ingenio y aplicación. En los
pueblos agrícolas se podrá dar a los jóvenes patrocinados de mayor edad
nociones de agricultura.
5.º Podrá establecerse en todo Patronato una banda de música, o en su
defecto un orfeón o coro, y un teatro, cuyas funciones solamente las podrán
representar los jóvenes asociados, examinando y aprobando previamente las
piezas, comedias, sainetes, etc., el Consiliario, y en caso de duda, deberá consultar con el Consejo Diocesano, la conveniencia o no de dichas piezas.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
6.º La apertura de las escuelas del Patronato se solemnizará con una comunión a la que, a más de asistir los socios protectores en activo, concurrirán
los patrocinados que se hallen en aptitud para ello, y se terminará el curso
escolar con una solemne distribución de premios.
7.º Existirá una biblioteca y gabinete de lectura, rigiéndose ambos por un
reglamento especial formado por la Junta Directiva, en el que se determinarán
la forma y condiciones con que en su caso podrán dejarse a domicilio, tanto a
los socios activos como a los patrocinados, los libros y revistas de la biblioteca.
8.º La Junta Directiva podrá acordar la celebración de sesiones solemnes
artístico-literarias.
9.º Para cumplir igualmente el fin instructivo, la junta Directiva podrá
acordar la suscripción a las revistas científicas y de propaganda católica, repartiéndolas gratis a los patrocinados, pudiendo también acordar el reparto
de hojas de propaganda.
Artículo 15.º del Reglamento general publicado por el P. Vicent en Socialismo
y anarquismo, extraído de Cándido Ruiz Rodrigo, Catolicismo social y educación
(Valencia, 1982) pp. 163-164.
Características del Círculo de estudios
1.ª Los circulistas han de ser pocos. Quince sería un buen número. De
esta manera se podrá atender mejor a cada uno en particular y podrán todos
fácilmente tomar parte activa en las exposiciones doctrinales, en el cambio de
impresiones, en las discusiones. De ser muchos, se seguiría el inconveniente
de que sólo unos cuantos más audaces estarían siempre con la palabra en la
boca, con perjuicio de muchos otros que no tendrían ocasión de manifestar
sus bellas cualidades. El ser pocos ayudará mucho a que en el Círculo de estudios reine un espíritu familiar, lo que contribuirá no poco a que las mismas
exposiciones se puedan hacer más sencillamente, yendo inmediatamente al
grano. Siendo muchos, fácilmente el encargado de exponer una cuestión, por
sencilla que ésta fuese, se creería en la obligación de descolgarse con todo
un discursazo, en el que no faltase bucle por rizar. Todo lo cual sería harto
perjudicial para el fin que en el Círculo se persigue, que es, no la formación
del estilo, sino la formación del criterio, no la formación de oradores, sino la
formación de apóstoles.
2.ª Estudio activo de los circulistas. El Círculo de estudios no es un escuchar conferencias o discursos a grandes eminencias científicas o literarias.
HISTORIA
DE LA
EDUCACIÓN SOCIAL
Los oradores han de ser los circulistas mismos, que han de irse turnando en
sus exposiciones. Formar hombres conscientes convencidos, capaces de defender sus ideas, es el fin del Círculo de estudios. Y sabido es que para poseer
plenamente una idea y estar penetrado de ella, es preciso haberla meditado y
como habérsela asimilado. Y esto no se consigue sino habiéndole estudiado
detenidamente. Si, pues, los circulistas han de dar cuenta ante sus compañeros de una cuestión, la estudiarán personalmente y quedarán con una idea,
con una impresión de esa cuestión muy distinta de si la hubiesen oído exponer a un conferencista, por brillante que él fuese.
3.ª Espíritu práctico. «La ciencia para la acción» ha de ser el lema del
Círculo de estudios. Precisamente por ser los trabajos de carácter eminentemente práctico se prescinde en ellos de toda cuestión puramente teórica.
Las palpitantes y vivas cuestiones trascendentales del día han de ser el objeto
preferido para el Círculo de estudios.
No se trata de saber mucho, sino de comprender lo que se sabe.
En suma, el «círculo» ha de ser un foco de acción y de vida. De él han de
salir los jóvenes, más que polemistas, apóstoles; cualidades intelectuales, más
bien que conocimientos científicos.
4.ª Espíritu familiar y fraternal. Esto ya se consigue en parte con el solo
hecho de que sean pocos los circulistas; pero ha de procurarse además positivamente en toda la actividad del Círculo. Este espíritu ayuda mucho a que
la exposición misma de las cuestiones sea sencilla y se vaya desde luego al
grano, y facilita el que los circulistas expongan sin reparo todas sus dificultades. Desde la primera sesión ha de quedar desterrado del Círculo todo lo que
huela a aparato o artificio.
5.ª Espíritu manifiestamente católico. Ya se ve que así ha de ser; pues se
trata, ante todo, de formar convencidos apóstoles.
Tomado de V. Feliz (1933): La conquista de la juventud obrera,
Madrid, Razón y Fe, pp. 128-129.
Círculos de Estudio para la JOC
El Círculo de estudios apelará, en primer lugar, a su propia experiencia. Y
los circulistas irán cayendo poco a poco en la cuenta de todos esos problemas
que ellos mismos van proponiendo y personifican en sí. Ellos mismos cooperan a investigar, a reunir y a aportar toda la materia viva y vivida; los hechos,
las encuestas, las monografías, las conferencias, las lecciones. Los jóvenes
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
circulistas son obreros que deben ver, sentir, deben moverse, deben hablar y
actuar en el Círculo y fuera de él. Para los circulistas, el Círculo de estudios
será una, cooperativa de estudios, de acción y de organización. […]
En el Círculo de estudios no se comienza por definiciones abstractas sobre
la sociedad, el salario, el trabajo, el sindicato; no se sigue la explicación de cada
palabra de una definición para deducir de ella todas las otras nociones complementarias. ¡No, mil veces no! Es necesario contar, repetir hechos vividos y sucesos de una manera concreta, de una manera viva. Es preciso proponer cuestiones concretas sobre la vida y el trabajo de los jóvenes obreros: ¿Dónde trabajas?
¿Cómo fuiste a ese trabajo? ¿Cuántas veces has cambiado de trabajo, de profesión? ¿Cuánto ganas? ¿Cómo te tratan en el taller? ¿Qué escuchas, qué ves en el
trabajo? ¿En qué estado se hallan las salas de trabajo, los talleres, los w. c. etc.?
La encuesta sobre la adolescencia obrera contiene centenares de cuestiones en todos los aspectos de la vida de los jóvenes obreros. De esta manera
viva es como se ha de ir de los hechos vividos por los circulistas a los principios, y descender a las conclusiones y precisar la norma de vida que se debe
llevar y la actitud que se ha de adoptar. Después, en apoyo de estas conclusiones se ha de contar la vida de hombres célebres que hayan vivido de una
manera ejemplar para un obrero; se ha de insistir en sus esfuerzos, en sus
sacrificios, a fin de que esos ejemplos inflamen a los circulistas.
Paralelamente a los abusos que los circulistas descubren en la vida obrera,
es necesario estudiar y dar los remedios; por ejemplo, las instituciones y las
organizaciones que han de combatir esos abusos en lo sucesivo. Y el Círculo
de estudios promueve, organiza y sostiene todos esos medios de acción. (…)
No hay cosa más sencilla que un Círculo de estudios. Por medio de sus
miembros y por su espíritu, permanece en contacto con toda la acción y con
toda la organización del movimiento obrero de la región. Insensiblemente
van adquiriendo los miembros una mentalidad religiosa y social; aprenden
por sí mismos a hablar, a actuar, a dirigir, a organizar y a mandar. De esta manera el Círculo de estudios es la cuna de la acción y de la organización, que
poco a poco abarca a toda la juventud obrera de una parroquia y de un municipio y de una región. El Círculo de estudios da a todos sus miembros una
formación general, religiosa, moral, social y económica. Pero cada miembro,
por medio de sus encuestas personales, sus estudios y de la organización
particular de que él se ocupa, se especializa en los diferentes problemas que
se han de resolver»
Tomado de V. Feliz (1933): La conquista de la juventud obrera,
Madrid, Razón y Fe, pp. 138-139.
Capítulo 5
Iniciativas del movimiento obrero
en el ámbito de la educación social
Jean-Louis Guereña
INTRODUCCIÓN
Antes de centrarnos en la exposición de algunas de las iniciativas y planteamientos educativos llevados a cabo en España en el seno del movimiento
obrero —es decir, las propuestas de las organizaciones políticas y sindicales
obreras—, contemplando sus principales orientaciones históricas, o sea, los
movimientos anarquista y socialista desde mediados del siglo XIX hasta la
Guerra de 1936-1939, nos ha parecido necesario situarlas en el marco de la
historia de la educación social y de la historia de la educación popular, en
las cuales estas propuestas cobran su pleno sentido.
También hemos incluido en esta presentación del tema determinados
elementos referidos al analfabetismo, siempre persistente en las épocas estudiadas aquí, y al trabajo infantil. Ambas cuestiones permiten explicar los
motivos de dichas iniciativas obreras en el conjunto de los espacios de la
educación social, tal como nosotros la entendemos.
1. HISTORIA DE LA «EDUCACIÓN SOCIAL», HISTORIA
DE LA «EDUCACIÓN POPULAR»
En un reciente balance de la producción historiográfica española referida a la temática general de la historia de la educación social que nos interesa aquí, Julio Ruiz Berrio, uno de los pioneros españoles en el campo de la
Historia de la Educación, incluye entre los diversos epígrafes de su trabajo
la «formación e inserción laboral» así como la «animación sociocultural y
educación de adultos», aludiendo, por ejemplo, a algunas instituciones concretas de principios del siglo XX a las cuales nos referiremos más adelante,
tales como las Casas del Pueblo socialistas o las llamadas Universidades
Populares (Ruiz Berrio, 2010: 251-253). Estamos, pues, muy cerca de determinados ámbitos y de realizaciones educativas que se pueden calificar tam-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
bién como propias de los campos de estudio de la historia de la «educación
popular» o de la historia de la «educación de adultos».
En otro trabajo anterior, el mismo autor definía en efecto la «historia de
la educación social» como «[la] historia de los procesos educativos destinados a equilibrar, superar o prevenir dos categorías fundamentales: la marginación y la exclusión, especialmente en la infancia y juventud, a través de
los tiempos» (Ruiz Berrio, 1999: 7).
Así mismo, en el capítulo primero de este libro, referido a la «Evolución
del concepto de Educación Social», al tratar de «los ámbitos de la educación
social», Alejandro Tiana Ferrer alude a «la educación de las personas adultas». Por otra parte, el presente capítulo dedicado específicamente a las iniciativas del movimiento obrero está en relación directa y complementaria
con el siguiente, referido a las iniciativas del movimiento «reformista» y, en
particular, del republicanismo dentro de sus distintas tendencias, en materia de educación social.
Nos parece, pues, que no hay fronteras estrictas entre los campos abarcados por la historia de la «educación social» y por la historia de la «educación popular», por lo menos en algunos de los componentes que ambas
disciplinas comparten, ya que la «educación social» integra otros elementos que no forman parte, a nuestro parecer, de la «educación popular»,
tales como la beneficencia y la asistencia infantil, los niños expósitos,
los reformatorios y las casas de corrección... (Santolaria, 2007; Ruiz
Berrio, 2011).
Por nuestra parte, seguimos entendiendo por «educación popular», a la
que nos vamos a referir en este capítulo, el conjunto polimorfo de los procesos de formación dirigidos a la educación de las clases populares (o grupos
sociales dominados, subalternos y/o instrumentales de toda sociedad, recogiendo la famosa expresión gramsciana). Puede tratarse de jóvenes en edad
escolar (según la normativa vigente en cada época) pero no escolarizados
en el circuito institucional, o de adultos y adultas no alfabetizados o, aun
estando alfabetizados, adultos que desean un complemento de formación a
los estudios realizados previamente, fuera o paralelamente a los circuitos y
procesos escolares institucionales o reglados, tanto públicos como privados
(Guereña y Tiana, 1989: 15-16; 1994: 142). Por supuesto, la noción de «adul-
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
to» ha de apreciarse históricamente, y particularmente, en función del mercado laboral y de su evolución.
Tal definición general de la educación popular nos parece válida por lo
menos para la llamada época contemporánea (o sea los siglos XIX y XX) y las
realidades europeas (aunque la noción alemana de volksbildung [literalmente, «educación del pueblo»] desplace ligeramente, sin modificarlo del
todo, el objeto de estudio) y, en particular, también aplicable al caso español
(Guereña, 2001). La definición pretende ser amplia, abarcando diversas finalidades (promoción individual, liberación colectiva, control social e ideológico), diversos niveles formativos de carácter básico referidos a un público
popular (alfabetización, enseñanza elemental, formación profesional, cultura general), y diversos agentes (el Estado, las clases medias o altas, asociaciones recreativas e instructivas, organizaciones confesionales, la propia
clase obrera mediante sus organizaciones sindicales y políticas). Pero, al
mismo tiempo, pretende delimitar un campo de estudios relativamente preciso, aunque transversal en cierta manera.
En la base de esta definición, nos parece central la noción de exclusión,
es decir, la exclusión de los campos culturales dominantes, la exclusión de
los sectores populares de los circuitos reglados de formación. Como noción
complementaria, señalamos la de apropiación, entendiendo por tal la voluntad y el modo de acceder a una cultura dominante pensada y presentada
como un modelo de universalidad (sin serlo). En este marco, se puede plantear la existencia de una demanda popular de educación y de cultura como
modalidad particular de este proceso de apropiación (singularmente, en el
seno del movimiento obrero), frente a las diversas estrategias políticas y
sociales que consideran la Educación (concebida más como aprendizaje de
normas que de saberes) como la clave de la socialización y de la productividad. Como lo veremos, cabe observar en esta demanda popular tanto una
dimensión cuantitativa (más educación) como una dimensión cualitativa
(otra educación).
La aparición del llamado «movimiento obrero» en la época contemporánea puede considerarse como el resultado de las profundas transformaciones económicas, políticas y sociales producidas a consecuencia de la llamada «revolución industrial» y de la disolución del Antiguo Régimen (Tuñón
de Lara, 1972). El liberalismo económico y la industrialización contribuyeron a crear una nueva clase social, conocida como proletariado industrial
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
(al que cabe asociar en España el proletariado rural, en particular en las
zonas latifundistas del sur), cuyas lamentables condiciones de vida y de trabajo —incluido el infantil, lo que impedía la escolarización de muchos jóvenes (Guereña, 1996)— produjeron una serie de reacciones sucesivas, que se
dejaron sentir ya desde comienzos del siglo XIX.
A las primeras reacciones de destrucción de la máquinaria fabril (los
movimientos denominados ludditas, denominación que proviene del nombre de un obrero inglés llamado Ludd) —cuya introducción obviamente suponía el aumento de la productividad y de la producción así como nuevas
formas de organización del trabajo— siguió la creación de las primeras sociedades de resistencia o de ayuda mutua para protegerse de amenazas
como la enfermedad o el paro, tales como la Sociedad de Protección Mutua
de Tejedores de Barcelona (Castillo, 1994). Posteriormente se llegó a la constitución de los primeros sindicatos, como la Unión General de Trabajadores
(UGT) fundada en 1888 y que sigue existiendo hoy en día, y a la realización
de las primeras huelgas y manifestaciones, como forma de lucha colectiva
para la obtención de las reivindicaciones obreras.
A mediados del siglo XIX, tanto los países más industrializados (Inglaterra
en particular) como algunos de los que mantenían una economía de base
agrícola (como era el caso de España en su conjunto, pese a contar entonces
con polos industriales como Cataluña) ya conocían estas formas de reacción ante la explotación del trabajo asalariado por el capital. Como consecuencia de estos conflictos, la naciente clase obrera fue logrando, no sin
dificultades, algunas de sus reivindicaciones y mejorando paulatinamente
sus condiciones de vida y de trabajo, incluyendo las de los niños y jóvenes.
1.1. Analfabetismo y trabajo infantil
A finales del siglo XIX y principios del XX, como es bien conocido, contrariamente a lo que ocurriera en otros países europeos (como en Francia, por
ejemplo), no había aún terminado en España el proceso de instrucción popular iniciado y proyectado a principios del siglo XIX, con la Constitución de
Cádiz de 1812 y el Informe de Quintana de 1813, y la legislación escolar específica como la ley Moyano de 1857, o sea, la alfabetización mayoritaria y
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
la generalización de la enseñanza elemental a toda la población juvenil en
edad escolar.
Casi las dos terceras partes de la población española seguían entonces
aún analfabetas (71,6% en 1887; 63,8% en 1900; 59,4% en 1910), si bien cabe
matizar un tanto los datos brutos contenidos en los censos de población ya
que incorporaban la población juvenil menor de cinco años, y persistía,
pese a progresos indudables y constantes en la escolarización y la alfabetización a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y primeros decenios del
XX, un bloque irreductible de casi doce millones de analfabetos de 1860 a
1920, esa «losa de plomo» a la que se refería, a principios del siglo XX, Adolfo
Posada [1860-1944], que constituía un freno evidente para el desarrollo y
obstáculo de peso hacia al progreso y la modernización del país.
El desfase entre prescripciones legislativas y realidades escolares fue
constante a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y a principios del XX,
y la ley Moyano de 1857, que declaraba obligatoria la enseñanza primaria
para los jóvenes entre los 6 y los 9 años, no se cumplía en totalidad aún a
principios del siglo XX, o sea unos cincuenta años más tarde (cuando se intentaba precisamente ampliar el periodo de la escolarización obligatoria
hasta los doce años), quedando fuera de la escuela una masa importante de
jóvenes, en particular los procedentes de sectores populares.
El número de escuelas y de alumnas y alumnos conoció desde luego un
crecimiento notable a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX —acompañando el movimiento general de la población—, estabilizándose a principios del XX (existían unas 17.170 escuelas y 780.000 alumnos en 1850; 29.776
escuelas y 1.850.000 alumnos en 1900), pero se trataba de un esfuerzo aún
insuficiente para lograr escolarizar a la totalidad de la población juvenil en
edad escolar. La escasa densidad de la red escolar y la falta acuciante de
escuelas y de maestros contribuían desde luego a la subescolarización y a
su corolario inevitable, el analfabetismo, a partir del cual se efectuaban las
comparaciones europeas, poco halagüeñas por cierto para España. Habría
que esperar a la época de la dictadura de Miguel Primo de Rivera (19231930) y, sobre todo, a la Segunda República (1931-1936) para que las cosas
empezaran realmente a cambiar.
También cabe apuntar aquí la necesidad del salario de los niños en los
hogares populares como obstáculo de peso a la escolarización infantil
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
(Borrás Llop, 1996). «El trabajo de los niños», afirmaba en 1884 la Comisión
local de Reformas Sociales de Alcoy en respuesta a la pregunta n.º 108 del
cuestionario de la Comisión de Reformas Sociales (uno de los precedentes
de lo que llegaría a ser el Ministerio de Trabajo en 1923), «es incompatible
con su asistencia a las escuelas de instrucción primaria, y tampoco pueden
asistir a las nocturnas por la razón fácil de comprender de que cuando terminan el trabajo corporal no están sus escasas fuerzas en estado de emprender otro intelectual».
La patronal seguía considerando, ya bien entrado el siglo XX, como indispensable esta mano de obra especialmente barata, oponiéndose por lo
tanto a la elaboración y aplicación de una legislación protectora de los jóvenes obreros, así como a una escolarización realmente obligatoria y gratuita,
que les privaría de esa misma mano de obra. Su utilización quedó por fin
regulada con la Ley del 13 de marzo de 1900 acerca del trabajo de las mujeres y de los niños, y el Reglamento correspondiente del 13 de noviembre de
1900. Pero el mismo Manual del inspector del trabajo de 1918 recomendaba,
sin embargo, «proceder con ese criterio de moderación y de progresivas correcciones», haciendo la vista gorda en el trabajo de las mujeres y de los niños, en el caso de algunas regiones, y de algunas industrias que empleaban
casi exclusivamente esta clase de mano de obra, con el fin de evitar la ruina
y el paro.
1.2. Los espacios de la educación social o popular
¿Qué espacios y qué contenidos cabían, pues, para las diversas modalidades de educación popular en este marco? La coyuntura decimonónica finisecular y de principios del siglo XX —con el choque que supuso el «desastre» de 1898— será favorable al despliegue de múltiples iniciativas a favor
de la educación popular, tal como fue definida anteriormente, para hacer
frente a las carencias del sistema escolar y en función de determinadas estrategias socio-políticas.
Se trataba entonces tanto de la continuación y del desarrollo de redes ya
existentes (como las escuelas de adultos acopladas a las escuelas primarias
elementales y que funcionaban como una segunda red de alfabetización),
como de la emergencia de nuevas experiencias, como las Extensiones
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Universitarias y las Universidades Populares, y de la toma en cuenta cada
vez en mayor grado de las necesidades educativas de los sectores populares
por parte de las organizaciones obreras. Indudablemente, este movimiento
a favor de la educación popular parece emblemático de la coyuntura finisecular y de principios del siglo XX, junto con la formación de una red asociativa dedicada a la educación obrera dentro de las propias organizaciones
obreras (Guereña, 1999).
Las primeras décadas del siglo XX supusieron desde luego avances notables en la definición y regulación de la educación de adultos (dentro del
sistema educativo regido por el Estado), así como en la expansión de sus
efectivos (que eran esencialmente masculinos). Por ejemplo, en 1915-1916,
las 12.751 escuelas de adultos existentes en España recibían más de 252.000
alumnos. Pero el retraso con lo que sucedía en otros países, Francia e
Inglaterra en particular, era evidente. A pesar de estas iniciativas (a las que
habría que sumar las Escuelas de Artes y Oficios), buena parte de la educación popular se desarrolló fuera del marco escolar. Nacieron, en particular
a fines del siglo XIX y principios del XX, diversas modalidades no formales
de educación popular que podemos reagrupar bajo la noción de «sociabilidad popular».
La sociabilidad remite en la historiografía actual a la aptitud de los seres
humanos para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva
que se estructuran con este objetivo. Una noción amplia, desde luego, pero
también fecunda, que se sitúa en el cruce de la antropología cultural, la etnología de la vida cotidiana, la sociología del ocio, y la historia social, política y cultural, y que supone, pues, multiplicidad de espacios y formas.
Tiempo disponible y tiempo de ocio se hallan en íntima relación con las
condiciones de la vida social, y la frecuentación de los Ateneos y los Círculos
de recreo dependía directamente de las posibilidades de acceso al tiempo
libre. Así, en la provincia de Oviedo, los trabajadores «apenas frecuentaban
los Ateneos y Círculos de recreo, fundados generalmente por personas pertenecientes a otras clases», según el Informe de la Comisión Provincial de
Reformas Sociales en 1885, que anotaba al propio tiempo que en diversos
puntos de la provincia «se han establecido Casinos y Ateneos obreros que
les resultan beneficiosos para la instrucción y la educación que procuran».
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Para principios del siglo XX, época de nacimiento de las Casas del Pueblo
socialistas, podemos referirnos a las 335 sociedades obreras que los responsables de la encuesta sobre asociaciones del Instituto de Reformas Sociales
clasifican en 1916 como «sociedades instructivo-recreativas». En las doce
provincias en las que constan más de diez asociaciones «instructivo-recreativas» (227 en total, o sea más de las dos terceras partes del conjunto), se
destacan claramente dos grandes polos: Andalucía (casi la tercera parte), y
Cataluña (12,5%). La estadística de 1916 destaca claramente un hecho nuevo y esencial a principios del siglo XX: la irradiación, especialmente en
Andalucía, del «republicanismo cultural», aparecido a fines del siglo XIX.
Cuarenta y siete Círculos republicanos instructivos obreros, de los cuales
treinta se encontraban en Málaga y su provincia, traducían, en este período
de conjunción Republicano-Socialista (que permitirá al líder socialista
Pablo Iglesias [1850-1925] conseguir su primer escaño parlamentario), la
fuerza de atracción de la corriente republicana en las capas populares.
También demostraban la importancia que venía cobrando la educación
en las estrategias sociales de los movimientos políticos, cuando el movimiento obrero ya había empezado a invertir en la esfera educativa y cultural. En el largo periodo de la Restauración (1872-1931), la educación popular
se convirtió en foco de atención para diversos grupos sociales, ideológicos y
políticos, por razones doctrinales o estratégicas. Será el caso de los católicos, particularmente activos en el campo de la educación popular, como de
los anarquistas y de los socialistas, sobre los cuales vamos ahora a detenernos más concretamente, pero, obviamente, con estrategias totalmente distintas.
2. LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO. LA PRIMERA
INTERNACIONAL Y LA «ENSEÑANZA INTEGRAL»
Las primeras modalidades de la reivindicación obrera del derecho a la
instrucción y a la cultura son desde luego antiguas. Desde sus orígenes mismos, o sea desde la primera mitad del siglo XIX, el movimiento obrero organizado tomó efectivamente conciencia de las carencias de las clases populares en materia de instrucción y de la utilidad personal y social de los
aprendizajes elementales.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Por lo tanto, como venía indicado en un manifiesto de febrero de 1841
de Las clases trabajadoras asociadas a los diputados a Cortes y particularmente a los de la antigua Cataluña, «lo primero que piden a los representantes del país en bien del mismo, es el establecimiento de escuelas de párvulos
y adultos, en las que puedan aprender fuera de las horas de trabajo ellos y
sus hijos e hijas [...]» (Ollé Romeu, 1973: 249). En octubre de 1855, El Eco de
la Clase Obrera, el primer semanario obrero publicado en España, dirigido
por Ramón Simó i Badía, incluía a partir de su número 10 «una sección
científica donde iremos dando los elementos de todas las ciencias que componen hoy la segunda enseñanza y la instrucción primaria».
Hacia la misma época, o sea antes de la Revolución de Septiembre
de 1868 y de la implantación de la Primera Internacional en España, en las
fases iniciales de constitución del movimiento obrero español, aparecieron
las primeras iniciativas de educación popular promovidas por republicanos
y socialistas utópicos como Antonio Ignacio Cervera [1825-1860] o Ramón
de la Sagra [1798-1871], quienes proyectaron y abrieron escuelas para jóvenes artesanos y obreros, como la Escuela del Trabajador, fundada en Madrid
en 1851. También fue el caso de los casinos de artesanos y ateneos obreros
creados en diversos puntos de la geografía peninsular, entre los que destaca
el célebre Fomento de las Artes, fundado en Madrid en 1847 con el nombre
de Velada de Artistas, Artesanos, Jornaleros y Labradores por Inocencio
María Riesco Legrand [1807-1864] (Villacorta Baños, 1986).
En torno a 1860, y tras la constitución del mencionado Fomento de las
Artes, hicieron su aparición, principalmente en Cataluña (en donde radicaba entonces lo esencial de la población fabril), varias sociedades culturales
que se proponían esencialmente la instrucción de los medios populares, en
una coyuntura en la que el repliegue hacia lo cultural se hacía necesario, en
razón de las políticas represivas del final de la monarquía de Isabel II. En
ellas pudieron formarse muchos de los militantes obreros que destacaron
posteriormente durante la época de la Primera Internacional y de la
Restauración. Tal fue el caso, por ejemplo, del socialista Francisco Mora
[1842-1924] o del anarcosindicalista Anselmo Lorenzo [1841-1915].
Podemos citar así el Ateneo Catalán de la Clase obrera en 1861, el Ateneo
Igualadino de la Clase Obrera en 1863, el Ateneo Manresano de la Clase
Obrera, la Asociación para la enseñanza gratuita de las clases proletarias
(Barcelona), la Sociedad Filantrópica Artística de Valladolid en 1864, el
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Círculo de Artesanos de Cáceres en 1865... En este tipo de experiencias confluyeron demócratas y republicanos (especialmente los federales) con socialistas utópicos (tanto fourieristas, como saint-simonianos o cabetianos) 1 y
obreros societarios. Esta participación de diversos grupos sociales opositores al régimen establecido sería una característica que se dejaría sentir durante bastante tiempo.
Posteriormente, la exclusión del medio escolar sobre la base de las desigualdades sociales, o los numerosos obstáculos a la escolarización juvenil,
serían denunciados repetidamente, pero también quedaría afirmada la voluntad de las organizaciones obreras de recuperar la escuela —o una forma
de escolarización— para los sectores populares. «Aun con todos sus errores
y preocupaciones», afirmaba así en septiembre de 1871 un artículo publicado en el periódico La Emancipación 2,
[...] la escuela hoy es un privilegio para el que tiene bienes que llaman de fortuna. El pobre, el desheredado, no puede mandar a su hijo a la escuela, porque
no tiene medios con que pagar el colegio y necesita hasta del tiempo y fuerzas
de su hijo para que ayude a la subsistencia de la familia (Guereña, 1996: 374).
Algunas secciones españolas de la Primera Internacional habían intentado incluso ir más allá de la mera denuncia para plantear la construcción
de una red escolar propia con orientaciones y finalidades distintas de la
entonces existente (de todos modos claramente insuficiente, recordémoslo,
para hacer frente a todas las necesidades potenciales). Citemos algunos
ejemplos. En Sevilla en septiembre de 1871, «varios individuos de la Sección
de Oficios Varios […] se han reunido para fundar una escuela de niños y
adultos, donde se dé una educación completamente social, sin mezcla alguna de preocupaciones». En Sanlúcar de Barrameda, la Federación local recibe las felicitaciones del Consejo Federal por haber abierto «una escuela
donde la juventud pueda tomar la sana instrucción limpia de toda farsa». Y
en Carmona como en Córdoba, la federación local proyecta fundar «una
1
François Maria Charles Fourier (1772-1837), socialista francés que propuso la creación de comunas autónomas o «falansterios» regidos por un cooperativismo integral y la igualdad entre sus miembros. Claude-Henri de Rouvroy, Conde de Saint-Simon (1760-1825), filósofo precursor de las ideas
socialistas; Étienne Cabet (1788-1856), pensador socialista francés, crítico del capitalismo, también
propulsor de comunas socialistas autosuficientes.
2
La Emancipación era uno de los órganos en España de la Asociación Internacional de los
Trabajadores (AIT) o Primera Internacional, fundada en Londres en 1864 e introducida en España
en 1868.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
escuela, laboratorio de la nueva sociedad, donde la niñez puede adquirir
una completa instrucción, limpia y libre de la inferencia burguesa» 3.
Una de las intervenciones presentadas en el tercer Congreso de la
Federación Regional Española de la Asociación Internacional de los
Trabajadores (nombre entonces de la Primera Internacional en España),
reunido en Córdoba el 1.º de enero de 1873, informaba precisamente acerca
de los «Medios de establecer escuelas puramente internacionales en el mayor número posible de poblaciones»:
La instrucción que nos conviene a nosotros y en general la instrucción
de toda clase, debemos proporcionárnosla nosotros mismos, porque el
Estado supremo conservador de privilegios y monopolios, tiene acaparados
todos los medios dispuestos solamente para aquellos que poseen capital,
esto es para los parásitos y explotadores.
Y un dictamen había sido presentado ya —sin llegar a ser aprobado sin
embargo «por ser de la incumbencia de las colectividades del porvenir resolver lo que juzguen mejor respecto al particular»— en el Congreso de
Zaragoza de la misma Federación Regional Española celebrado en abril
de 1872, por Trinidad Soriano, profesor de Ciencias y delegado por Sevilla,
sobre el tema de «La enseñanza integral», concebida como desarrollo todas
las facultades del individuo «hasta el punto de poder comprender todos los
fenómenos que en el orden natural se verifican» (Lorenzo, 1974: 260).
A nivel internacional, dicho proyecto de «enseñanza integral», que representaba un verdadero programa político-pedagógico, hizo su aparición
en el congreso de Lausanne (1867) de la AIT bajo la influencia del pedagogo
francés Paul Robin [1837-1912] —autor de un Manifiesto a los partidarios de
la educación integral— y se debatió posteriormente en el congreso de
Bruselas en 1868 (Hernández Díaz: 1992; Tiana Ferrer: 1994). Concebida
simultáneamente como general y especializada, científica y práctica, intelectual y manual, artística y tecnológica, amén de quedar asociada al trabajo productivo, la «enseñanza integral» debía constituir un poderoso instrumento emancipador para las clases trabajadoras.
3
Cartas, Comunicaciones y Circulares del Consejo [luego de la Comisión] Federal de la Región
Española, Barcelona, Universidad de Barcelona (Colección de documentos para el estudio de los movimientos obreros en España en la época contemporánea), 1972, 1979 y 1983.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2.1. Francisco Ferrer, la «enseñanza racionalista» y el movimiento
anarquista
El vínculo de la «enseñanza integral», tal como fue presentado en España
en 1872, con la «enseñanza racionalista» defendida por la Escuela Moderna
de Francisco Ferrer Guardia [1859-1909] es claro, señalaba en el segundo
volumen de sus valiosas memorias publicadas bajo el título de El proletariado militante el veterano militante anarquista Anselmo Lorenzo, quien oponía sin embargo «una idea fugaz expuesta [por Trinidad Soriano, como lo
vimos] en un medio circunstancial» al «pensamiento y la voluntad de un
propagandista enérgico y entusiasta, como Ferrer» (Lorenzo, 1974: 262)
El movimiento anarquista, floreciente desde la reconstitución de la
Federación de los Trabajadores de la Región Española [FTRE] en 1881, no
había esperado sin embargo a Francisco Ferrer y su Escuela Moderna (ver
Solà, 1978) para desarrollar una teoría y una práctica educativa concreta a
fines del siglo XIX (Boyd, 1978). Los congresos de la FTRE celebrados en
1882 y 1887 recomendaban el establecimiento de escuelas laicas como medios de emancipación del proletariado. Y el congreso fundacional de la
Confederación Nacional del Trabajo [CNT] realizado en Barcelona en 1910
por grupos anarcosindicalistas incluyó en su orden del día el tema titulado
«Necesidad de establecer escuelas dentro de los sindicatos obreros. Manera
de llevarlo a efecto», estimulando a sociedades obreras y a federaciones locales a emprender dicha tarea.
Asimismo, el congreso del Teatro de la Comedia (Madrid, 1919) de la
organización cenetista aprobó un dictamen según el cual «sería conveniente que aquellos sindicatos que contaran con fuerzas y medios próximos fueran inmediatamente a la implantación de dichas escuelas». Y en el congreso
celebrado en Zaragoza en 1936 se aprobó el llamado «Concepto confederal
del comunismo libertario», en el que se defendía, entre muchos otros temas,
una enseñanza «libre, científica e igual para los dos sexos, dotada de todos
los elementos precisos para ejercitarse en no importa qué ramo de la actividad productora y del saber humano».
La Escuela ferrerista de la calle Bailén en Barcelona fue desde principios del siglo XX el núcleo del Movimiento de la Escuela Moderna, en relación con otros centros de enseñanza laica, y su principal escaparate.
Dividida en tres secciones (Párvulos, Elemental y Elemental Superior), la
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Escuela acogía a niños procedentes más bien de clases medias (170, en 1906)
desde la edad de los cinco años. Dotada de un buen material pedagógico
moderno (colecciones de mineralogía, gabinete de física, aparato de proyecciones...), y dando especial énfasis a la vulgarización de las ciencias naturales y de la higiene, desarrollará un programa de educación laica e integral,
tal como lo acuñó teóricamente el propio Ferrer en su obra póstuma, publicada en 1912, La Escuela Moderna.
El racionalismo significaba para Ferrer la ausencia de dogmas y el libre
discurso de la razón: el calificativo de enseñanza «racional» fue, pues, sinónimo de enseñanza «científica», no dogmática, y por lo tanto laica. «No hay
razón ni puede haber pretexto para que en la escuela de primeras letras [...]
se enseñe que Dios hizo el mundo de la nada en seis días, ni toda la colección de absurdos de la leyenda religiosa», afirmaba Ferrer (2010). También
cabe señalar la ausencia de premios y castigos a los alumnos, tan presentes
en la escuela oficial, así como el rechazo de los exámenes y la implantación
de la coeducación entre ambos sexos.
Sobre la base de este programa se montará toda una red de escuelas racionalistas, particularmente en Cataluña, en donde los Ateneos Obreros y
Libertarios se integraban plenamente dentro de los movimientos de educación popular (Solà, 1976), pero también ocurría un fenómeno similar en
Valencia (Lázaro Lorente, 1989 y 1992). En este movimiento participaron
activamente tanto los sindicatos federados dentro de la CNT como las agrupaciones de Juventudes Libertarias o, más tarde, de Mujeres Libres. Y en general no fueron pocas las sociedades obreras que en un momento u otro
abrieron escuelas para los hijos de sus afiliados, por ejemplo, el grupo escolar del Avance Obrero (Sociedad Obrera de La Unión), dirigido por el profesor José Flores Ruiz (Guereña, 1996: 427).
No cabe la menor duda de que dirigentes y militantes anarquistas incluyeron la educación dentro de su estrategia revolucionaria. La principal directriz era que la educación era inseparable de la revolución. Una educación
que debería desarrollarse en y para la libertad, y que debería ser «integral»,
formando a personalidades equilibradas y atacando así las bases de la división social del trabajo.
El periodo de la Segunda República supuso un nuevo impulso en este ámbito y durante la Guerra las colectividades anarquistas encontraron la oca-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
sión propicia para poner en práctica sus ideas de reorganización social, incluyendo varias iniciativas en materia de enseñanza primaria, formación
profesional y extensión cultural (Tiana Ferrer, 1987; Escrivá Moscardó, 2011).
2.2. El movimiento socialista y las Casas del Pueblo
El movimiento socialista también recogió esta herencia de la educación
laica e integral, junto con el modelo institucionista de Giner de los Ríos.
Dentro del movimiento que, tras el ‘98, intentaba hacer de la educación la
gran cuestión nacional, los socialistas españoles iban a modificar en efecto
sus planteamientos culturales iniciales, eliminando una clara desconfianza
hacia la educación, perfectamente manifiesta en los momentos iniciales de
El Socialista 4, fundado en 1886 y periódico oficial del Partido Socialista
Obrero Español.
Estos recelos iban a dejar paso a un esfuerzo por ocupar el espacio educativo y cultural. La educación se inserta de ahora en adelante en el programa socialista, viene a ser también un instrumento de la táctica revolucionaria. «Cuanto más instruido es el obrero, mejor puede trabajar por su
emancipación», repetía sin cesar El Socialista, en los años 1899-1900, añadiendo: «Debe el obrero instruirse. Debe adquirir los conocimientos precisos para la vida, debe perfeccionar su educación técnica y social, en la medida impuesta por la falta de medios».
La marginación de las clases populares de los campos y circuitos culturales dominantes fue denunciada cada vez más con frecuencia por los socialistas, quienes afirmaban reiteradamente la necesidad de una formación
educativa y cultural:
En los programas de todos los partidos socialistas está inscrita como
reivindicación inmediata la enseñanza integral, laica, gratuita y obligatoria;
en nuestra patria los centros obreros organizan conferencias, cursos abreviados, escuelas [...], solicitan con empeño las ventajas de extensión universitaria; son así mismo en España los socialistas quienes sostienen mayor
número de periódicos, quienes adquieren más libros (Morato, 1901).
4
Colección digital completa disponible en la Fundación Pablo Iglesias. http://archivo.fpabloiglesias.es/fundacionpabloiglesias/fpi/index.jsp?q=fundacionpabloiglesias/fpi/index.jsp
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
La educación obrera abarcaba desde luego distintos niveles: educación
política partidista, enseñanza primaria y alfabetización, formación profesional, cultura general. Pero, en la concepción de los dirigentes socialistas,
la propia organización obrera debía ser el principal agente educador. Esta
noción aún instrumentalista de la educación obrera, que ha de verificarse
en y por la organización, acompañaba un obrerismo siempre presente que
impedía toda tentativa de autonomizar el trabajo cultural. En el primer tercio del siglo XX la red de las Casas del Pueblo socialistas vendrá a ocupar un
espacio esencial de la sociabilidad popular.
La colaboración de socialistas con intelectuales institucionistas, particularmente en la labor de la Extensión Universitaria llevada a cabo por universitarios ovetenses (Guereña, 2005), la publicación de artículos relativos a
problemas educativos en la prensa socialista, como en los extraordinarios
del Primero de Mayo de El Socialista, o bajo la forma de folletos 5, revelaron
progresivamente nuevas concepciones, nuevas actuaciones, que evidenciaban la demanda popular de educación.
En 1900, en el Centro Obrero madrileño de la calle de Relatores, se organizaron así conferencias semanales sobre temas diversos, en las que tomaron parte «a más de elementos inscritos en las entidades que forman el
Centro, personas de fuera de él, notables en ciencias, artes, literatura, etc.».
Con la creación de la Asociación Artístico-Socialista en junio de 1900, que
iba a potenciar la formación de un Orfeón y de un Cuadro artístico, los socialistas pretendían promover también la lectura de
[...] nuestras buenas novelas, [...] los sonoros versos de nuestros poetas, y
[...] las buenas traducciones de las «literaturas extranjeras», bajo la forma
de «lecturas públicas», comentadas por hombres inteligentes, que despertaran el deseo de leer por sí (Tiana Ferrer, 1992).
A principios del siglo XX se puede observar, pues, en los socialistas españoles una preocupación por la formación laica y racionalista de los jóvenes,
y la tentativa consecuente de disponer de aparatos educativos propios (De
Luis Martín, 1994). En la medida en que «el funcionamiento de la escuela de
hoy no es a propósito para instruir el pueblo, sino para formarlo según las
conveniencias de una clase, que se cree con derecho para imponerle hasta el
5
Señalamos, por ejemplo, el de Rafael Altamira, Lecturas para obreros. Indicaciones bibliográficas
y consejos, Madrid, Imprenta de Inocente Calleja, Biblioteca de «La Revista Socialista» II, 1904, 21 pp.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
modo de pensar» (El Socialista, 27-XII-1901), aparecía imprescindible crear
«escuelas puramente socialistas, de donde salgan luchadores firmes, inteligentes y convencidos, de donde broten hombres del porvenir, libres, justos y
buenos» (La Revista Socialista, 1906).
Francisco Domenech, que «ha tomado parte activa en la constitución de
una Sociedad destinada a la creación de escuelas laicas en Madrid para niños y adultos de ambos sexos», afirmaba en 1906 que «los socialistas han
hecho muy poco por la educación laica socialista», haciendo a continuación
un ardiente llamamiento a la fundación de tales escuelas socialistas:
[...] Los obreros buenos, sobre todo los socialistas, tienen el supremo deber
de salvar a sus hijos de la prostitución de todos los órdenes del capitalismo,
ora en el hogar, ora en el Centro, ora uniéndose unos con otros, creando
escuelas laicas socialistas, si es posible hasta con asignaturas que al efecto
vayan escribiendo nuestros mismos compañeros competentes en la materia, si no de España, del extranjero 6.
No existe sin embargo un modelo pedagógico propio, y es de notar la
dependencia del modelo educativo socialista frente a republicanos y anarquistas, al referirse todos a escuelas laicas y racionalistas. Los análisis de
Rafael Martínez, «maestro racionalista» de la Casa del Pueblo de Madrid,
recogen claramente la herencia ferrerista y por supuesto institucionista:
La enseñanza racionalista es la única que puede emancipar a las futuras
generaciones educando a los niños en un ambiente de verdadero amor y
constante dulzura que les permita ver en la Escuela, no un lugar donde se
les mortifica y tortura constantemente, con el aprendizaje de lecciones y
cosas las más inútiles para la vida real, sino un sitio donde todo se respire
amor, donde en todo momento se les alienta y anima en el descubrimiento
de verdades y conocimientos útiles, sitio donde no se les contraría sus naturales inclinaciones y donde por su propia iniciativa, ayudados y dirigidos
por sus profesores, vayan sin darse cuenta, aun en el mismo recreo, aprendiendo una multitud de cosas de inmediata aplicación para la vida práctica
cuya utilidad sea reconocida por ellos mismos (Vida Socialista, 6-II-1910).
La nueva estrategia educativa y cultural socialista se concretará a principios del siglo XX en los espacios propios de sociabilidad que irá constru6
Ver Guereña, 2008: 91
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
yendo progresivamente el movimiento socialista y que ofrecerán entre otras
un conjunto de actividades educativas y culturales (Guereña, 1994). Núcleos
de difusión cultural y de formación militante, estos centros obreros concretan una nueva sociabilidad donde la educación, en sentido amplio, desempeña un papel central.
El hermoso nombre de Casa del Pueblo no es propio del mundo socialista. Lo utilizan también los republicanos (por ejemplo en Barcelona a iniciativa de Lerroux) y hasta los católicos (en Oviedo). Pero es en el espacio socialista donde adquirió mayor peso, siguiendo los modelos socialistas
extranjeros (el belga y el alemán). Se trataba de un proyecto global de estructuración de la sociabilidad obrera que remitía, en cierto modo, a una
organización social autónoma por la multiplicidad del campo cubierto (resistencia, socorros, cooperativa, instrucción, recreo, cultura), y donde los
aspectos mutualistas y cooperativistas constituían, por lo menos al principio, un componente esencial.
La realización más espectacular y completa fue sin duda la Casa del
Pueblo de Madrid (110 Sociedades, agrupando a 28.000 afiliados, tenían en
1908 su sede en ella), que iba a servir de modelo y estímulo para las organizaciones socialistas (Moral Sandoval, 2008). La Casa del Pueblo de Madrid
acogía en su seno a sociedades obreras, afiliadas o no a la UGT (secciones
sindicales, sociedades de socorro y de resistencia, cooperativas), organizaciones socialistas (Agrupación Socialista Madrileña, Juventud Socialista,
Grupo Femenino), y asociaciones culturales y educativas (Asociación
Artístico-Socialista, Orfeón Socialista Madrileño, Escuelas Laicas, Escuela
Nueva). La red escolar de la Casa del Pueblo integraba todos los niveles educativos: instrucción primaria para niños, clases nocturnas para adultos, y
formación profesional. Paralelamente existían asociaciones profesionales
para los maestros (Guereña, 2008; De Luis Martín, 2008; Tiana Ferrer, 2008)
Constituida en 1906, la Sociedad obrera de escuelas laicas graduadas
agrupaba las escuelas laicas creadas por los socialistas madrileños para los
hijos de los miembros de las diversas Sociedades obreras asentadas en el
Centro obrero madrileño. La introducción de métodos pedagógicos activos,
que hacían hincapié en la iniciativa del alumno y el desarrollo de su personalidad de futuro ciudadano y militante, caracterizaban, pues, la enseñanza de estas escuelas socialistas: «Nuestro método de enseñanza desarrolla
de una manera tal sus facultades, que los futuros ciudadanos salen de la
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
escuela sabiendo razonar, abstraer, generalizar, y con una voluntad bien
formada para practicar el bien» (Vida Socialista, 13-VII-1913).
A la coeducación, la supresión de los castigos personales, la implantación
de la gimnasia, y la exposición de trabajos de alumnos, se añadía la celebración de «excursiones campestres o instructivas» para traducir el proyecto
pedagógico de estas escuelas. Pero el aparato educativo y cultural montado
en los diversos Centros obreros y Casas del Pueblo no podía constituir una
red de alternativa global al sistema escolar vigente. Se imponía pues la transformación del sistema educativo español conforme con un plan coherente.
Bien pedía el Programa mínimo del PSOE, en las medidas económicas, la
«creación de escuelas profesionales y de primera y segunda enseñanza, gratuita y laica», y el Programa municipal la fundación de «cantinas escolares
donde se dé gratuitamente una comida sana a los hijos de los trabajadores
en el tiempo que media entre la clase de la mañana y la de la tarde». Con el
programa educativo presentado por la Escuela Nueva de Manuel Núñez de
Arenas [1886-1951] en el XI Congreso del PSOE en 1918, el Partido Socialista
se hallaba por fin en medida de pretender transformar el conjunto del sistema escolar, aunque las ideas básicas procedieran de los institucionistas 7.
Durante la Segunda República, el PSOE estuvo en condiciones de poner en
práctica sus ideas de reforma educativa con Rodolfo Llopis [1895-1983], encargado de llevar a cabo la reforma educativa durante el bieno reformista desde
la Dirección General de Primera Enseñanza del Ministerio de Instrucción
Pública y Bellas Artes. Pero en 1934, en su libro Hacia una escuela más humana, el mismo Llopis (1934: 192) observaba que la escuela primaria
[...] que, de hecho, por ser obligatoria y gratuita, es la escuela del pueblo,
no es tampoco la escuela que demandan y necesitan las masas trabajadoras.
Advierten, no sin fundamento, que esa escuela no es la suya. No está hecha
para ellos. No sirve sus intereses. Y, a veces, adquieren la convicción de que
está hecha contra ellos.
La importancia de una red educativa y cultural militante seguía, pues,
siendo reivindicada dentro de la organización socialista incluso si ya no tenía el mismo papel que antes.
7
Sobre la Escuela Nueva, ver Tuñón de Lara, 1970; Guereña, 1984; Tiana Ferrer, 2008.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
3. CONCLUSIÓN
Dentro de sus principales orientaciones ideológicas —cabría añadir a
las mencionadas el movimiento comunista, que nació en la década de los
veinte del siglo XX y sólo tuvo alguna influencia a partir del periodo del
Frente Popular y durante la Guerra, con Jesús Hernández [1907-1971] como
Ministro de Instrucción Pública—, el movimiento obrero español intentó,
pues, construir, tanto teórica como prácticamente, un modelo de educación
popular que sirviera los intereses de las clases populares y que se oponía
frontalmente al modelo educativo oficial imperante durante la Restauración.
Tan sólo con la proclamación de la Segunda República y la llegada al
poder de hombres procedentes de la Institución Libre de Enseñanza, el sistema educativo español mejoró no sólo cuantitativamente sino también
cualitativamente, con la pérdida de poder e influencia de la iglesia católica
en los sectores educativos. Durante la Guerra, el tema educativo siguió cobrando nuevos impulsos con iniciativas como la de las Milicias de la Cultura,
encargadas de alfabetizar a los soldados del Ejército popular. Pero la victoria franquista y la derrota de todas las organizaciones obreras que se habían comprometido con la defensa de la República supuso una paralización
completa de todas esas iniciativas educativas que se habían impulsado desde aquellas organizaciones y una vuelta hacia atrás en las concepciones y
modelos educativos.
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LECTURAS
La educación de los niños en New Lanark (Robert Owen)
Lo que hasta ahora se ha llevado a cabo en la comunidad de New Lanark [...] consistió principalmente en eliminar algunas de las circunstancias
que tendían a generar, continuar o aumentar los tempranos malos hábitos; es
decir, deshacer lo que la sociedad por ignorancia había hecho... Los principios
se derivaban del estudio de la naturaleza humana y no podían fracasar en sus
resultados... Con este objeto se levantó un edificio que se llamó la «Nueva Institución», en el centro del establecimiento, con una zona cercada delante. Esta
zona se destinó a patio de recreo para los niños del pueblo, desde el día en que
comenzasen a caminar hasta que fuesen a la escuela. Será evidente para quienes tengan la práctica de observar a los niños con atención, que la mayor parte
de malo o de bueno, lo aprenden o adquieren en un periodo muy temprano
de su vida; que mucho de su temperamento natural se forma correcta o incorrectamente antes de cumplir los dos años de edad; y que muchas impresiones
perdurables se producen en los primeros doce e incluso seis meses de su existencia [...] Fue para prevenir, o de alguna manera contrarrestar estos males
primarios a los que las clases pobres y trabajadoras se exponen con sus hijos,
por lo que la zona de recreo pasó a formar parte de la Nueva Institución [...]
Por lo tanto, a cada niño cuando entra en el patio de recreo se le enseña, por
medio del lenguaje que sea capaz de entender, que «nunca debe hacer daño a
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
sus compañeros, sino que, por el contrario, tiene que contribuir con todas sus
fuerzas a hacerlos felices [...].
La zona también será un lugar de encuentro para los niños de cinco a diez
años de edad, antes y después de las horas de clase, y servirá como zona de
adiestramiento... Estos son los fines más importantes a que puede destinarse
un patio de recreo junto a una escuela»
Owen, R. (1982): Una nueva visión de la sociedad. Ensayos sobre
la formación del carácter humano, Barcelona, Hacer, pp. 75-79.
La instrucción integral (Michail A. Bakunin)
«Hemos demostrado que, mientras haya dos o varios grados de instrucción para las diferentes capas de la sociedad, habrá necesariamente clases,
es decir, privilegios económicos y políticos para un pequeño número de afortunados, y la esclavitud y la miseria para la mayoría. Como miembros de la
Asociación Internacional de Trabajadores, queremos la igualdad, y porque la
queremos debemos querer también la instrucción integral, igual para todos
[...]. La sociedad debe a todos, sin excepción, una educación y una instrucción
absolutamente iguales, sin tener en cuenta la diferencia, real o ficticia, de las
inclinaciones y de las capacidades, ni derecho alguno a determinar la carrera
futura de los niños.
La Instrucción debe ser igual en todos los grados para todos, por consiguiente debe ser integral, es decir, debe preparar a los niños de ambos sexos
tanto para la vida intelectual como para la del trabajo, con el fin de que todos
puedan llegar a ser hombres completos [...].
En la instrucción integral, al lado de la enseñanza científica o teórica, debe
de haber necesariamente la enseñanza industrial o práctica. Sólo así se forma
el hombre completo: el trabajador que comprende y sabe [...].
Además de la enseñanza científica e industrial, existirá necesariamente la
enseñanza práctica, o más bien una serie sucesiva de experiencias de moral,
no divina, sino humana [...].
La educación de los niños, tomando como punto de partida la libertad,
debe conducir sucesivamente a ella. Entendemos por libertad, desde el punto
de vista positivo, el desarrollo pleno de todas las facultades que se encuentran
en el hombre, y desde el punto de vista negativo, la completa independencia
de la voluntad de cada uno frente a la de los demás [...].
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
A pesar de nuestro gran respeto por la importante cuestión de la educación integral, declaramos que no es eso lo más importante para los pueblos.
Lo primero es su emancipación política, que engendra necesariamente su
emancipación intelectual y moral».
Bakunin, M. (1979): La instrucción integral, Barcelona,
José J. de Olañeta editor, pp. 39-60.
Capítulo 6
Iniciativas del movimiento reformista
en el ámbito de la Educación Social
Alejandro Tiana Ferrer
INTRODUCCIÓN
Además de las iniciativas que han sido objeto de estudio en los dos capítulos precedentes, a finales del siglo XIX y comienzos del XX surgieron algunos otros modelos de educación social promovidos por grupos sociales distintos a los analizados. Concretamente, dentro de la burguesía surgieron
algunas voces relevantes que denunciaron los problemas sociales que se estaban planteando como consecuencia de la nueva organización socioeconómica del capitalismo y que propusieron la búsqueda de soluciones acordes
con las necesidades surgidas.
Si hay algún calificativo que convenga a ese sector de la burguesía, el
más adecuado es el de reformista. En efecto, su preocupación central fue la
reforma social, como pusieron además de manifiesto en la denominación de
muchas de las iniciativas que promovieron. Por reforma social entendieron
todo un conjunto de medidas e iniciativas de diverso tipo (legales, laborales,
asistenciales y educativas) que serán tratadas en las páginas que siguen. La
voluntad de reforma se extendió de tal manera por los países europeos que
hay autores que han denominado a ese periodo la «era de los reformismos».
Aunque los grupos reformistas no fuesen muy amplios en términos cuantitativos, su impacto fue considerable. Su principal contribución consistió en
alentar el intervencionismo del Estado en materia social y laboral, lo que se
tradujo en la adopción de diversas iniciativas (entre otras, de tipo educativo)
por parte de los poderes públicos. Puede decirse que ese tipo de actuación
preludió el desarrollo del Estado del Bienestar que se extendería tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Por ese motivo merece la pena dedicarle una atención especial, realizando en este capítulo el análisis de sus planteamientos y de sus principales iniciativas.
Aunque el fenómeno del reformismo se apreció en toda Europa, en este
capítulo nos centraremos especialmente en la situación española. Hay que
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
entender que muchas de las afirmaciones que aquí se hacen resultan plenamente aplicables a otros países continentales. Francia, la recién unificada
Alemania, Inglaterra y otras naciones europeas se situaron en vanguardia
de esa intervención estatal en materia social. No obstante, la diversidad de
situaciones nacionales y la limitación de espacio han aconsejado dedicar
más atención a lo que sucedió en España, con el fin de evitar el riesgo de
generalidad en que fácilmente podría caerse.
1. LAS DIVERSAS RESPUESTAS ANTE LA CUESTIÓN SOCIAL
La aparición del movimiento obrero ocasionó un conjunto de alteraciones en el sistema social y económico del siglo XIX, que fueron inicialmente
minusvaloradas, pero que acabaron produciendo una creciente inquietud
entre las clases medias y los grupos dominantes de las naciones europeas. A
ese fenómeno de resistencia ante la expansión capitalista y de crecimiento
de las organizaciones obreras, con su secuela de huelgas y movimientos reivindicativos, es a lo que dio en llamarse cuestión social. En el último tercio
del siglo XIX aparecieron diversas voces y publicaciones dedicadas al análisis de la denominada cuestión social, que proponían la adopción de diversos
medios para hacer frente a la misma.
También en España se produjo el mismo fenómeno. Aunque el desarrollo del movimiento obrero había sido tardío en relación con otros países, a
finales de los años cincuenta del siglo XIX y durante la década de los sesenta
ya se produjeron diversas huelgas y se crearon las primeras sociedades
obreras de resistencia y de socorros mutuos. Ese primer movimiento obrero, que ya no detendría su evolución, crearía malestar y preocupación entre
las clases dirigentes de la época de la Restauración. Ante esos acontecimientos se manifestaron distintas posturas individuales y grupales, que no
resulta sin embargo abusivo reducir a tres actitudes básicas, fácilmente
identificables.
La primera actitud, que se dejó sentir sobre todo entre algunos sectores
de las clases superiores, fue la conservadora, que también podríamos denominar de defensa social, utilizando un término que estuvo bastante extendido en la época. Para quienes se adscribieron a esta posición defensiva, la
preocupación fundamental consistió en el mantenimiento del orden social,
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
casi a cualquier coste. Aunque sus promotores también confiaron en la contribución que podían hacer ciertas vías pacíficas para tratar la cuestión social, como es el caso de la beneficencia, la caridad, la moralización o la
cristianización, no dudaron en recurrir a la fuerza cuando esas vías se demostraban insuficientes y cuando se manifestaban conflictos sociales. Los
sectores que mantuvieron esta actitud no renunciaron a reclamar la intervención policial o gubernativa, e incluso la actuación militar, para solucionar los conflictos sociales. Aunque este conjunto de personas no llegaron a
despreciar la vía educativa, prefirieron la política de contención, e incluso
de represión, llegado el caso.
Una segunda actitud, presente sobre todo en algunos sectores de las clases populares, fue la de revolución social. Sus promotores optaron por la vía
de la transformación de carácter revolucionario, atacando directamente al
núcleo sustentador del sistema político-social: la propiedad privada, la familia y el Estado, utilizando una clásica formulación marxista. Aunque en
esa época ya se hubiese producido la escisión entre marxismo y anarquismo, en ambas tendencias existía coincidencia en la necesidad de sustituir el
orden social burgués por otro igualitario, denominado comúnmente socialista, aunque este término tuviese diversas interpretaciones. Lógicamente,
los defensores de esta posición se preocuparon por el fortalecimiento del
movimiento obrero, considerado el principal agente transformador. Esta segunda tendencia también presentó su propia alternativa educativa, que ya
ha sido objeto de análisis.
Una tercera actitud, que podemos denominar de reforma social, fue la
mantenida por un sector minoritario pero representativo de la burguesía
progresista. Se trata del sector constituido por los liberales reformistas, que
no dudaron en criticar «las imperfecciones manifiestas del orden social actual», como decía Adolfo Posada, proponiendo una acción que corrigiese las
injusticias y los desequilibrios surgidos. Aunque reconocían la existencia de
desajustes sociales, sus ataques no alcanzaron al núcleo central del sistema
capitalista, esto es, el orden social establecido y el principio de propiedad
privada de los medios de producción. Su intención era conseguir la integración del movimiento obrero en el sistema constitucional, confiando en evitar así los conflictos derivados de la oposición de clases. Para ello, propusieron una serie de reformas en los ámbitos legislativo, laboral y sociopolítico.
Estas personas y grupos eran sensibles a la amenaza que suponía la ideolo-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
gía socialista, a la que atribuyeron una «función incitadora, apremiante, de
presión y hasta de invitación al miedo, muy eficaz y convincente», también
en palabras de Posada. Ese temor a las iniciativas revolucionarias era, en
opinión de este grupo personas, el aliciente más poderoso para la reforma
social.
Las ideas reformistas se nutrieron en España de los planteamientos teóricos del liberalismo krausista, que se plasmarían en la actuación de la
Institución Libre de Enseñanza (ILE), creada en 1876: organicismo social,
que implicaba la defensa de la organización libre de los grupos humanos y
su imbricación como si de un verdadero organismo se tratase, confianza en
el desenvolvimiento armónico de la sociedad, fuerte sentido moral, liberalismo político, fe en el poder de la educación. Entre los principales representantes del reformismo español aparecen muchos nombres vinculados a
la segunda y tercera generación del krauso-institucionismo 1: Gumersindo
de Azcárate, Segismundo Moret, José Canalejas, Adolfo Álvarez Buylla,
Adolfo Posada o Rafael Altamira, por no citar sino a algunos de los principales reformistas españoles.
1
Se conoce como krauso-institucionismo a la concreción de las ideas krausistas que Julián Sanz
del Río introdujo en España, tal como se llevó a cabo en la Institución Libre de Enseñanza. En realidad,
las ideas de la ILE no eran exclusivamente krausistas, aunque ese fuese su núcleo originario. Por ese
motivo, resulta más adecuado hablar de krauso-institucionismo que de krausismo para hacer referencia
al conglomerado intelectual que se aglutinó en torno a la ILE.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
La Institución Libre de Enseñanza
La Institución Libre de Enseñanza se creó en Madrid en 1876, como resultado de lo que se denominó la «segunda cuestión universitaria». Su primera
influencia se encontró en la filosofía krausista, que había difundido en España
Julián Sanz del Río. En torno a él se reunieron algunos profesores universitarios y científicos relevantes, movidos por la intención de modernizar y moralizar la vida nacional.
La figura central de la ILE fue Francisco Giner de los Ríos, al que rodearon
personalidades tan relevantes como Rafael María de Labra, Gumersindo de Azcárate, Adolfo Posada, Manuel B. Cossío, Adolfo Álvarez Buylla o Joaquín Costa, entre otros. Ese grupo de universitarios, intelectuales y políticos desempeñó
un papel fundamental en el reformismo de la Restauración e influyó decisivamente en la educación española de la época. La ILE tuvo siempre una ideología
laica y humanista, defendiendo una educación libre de dogmas. Su Boletín fue
una de las publicaciones más influyentes en la vida cultural de la Restauración.
La vida de la ILE pasó por varias etapas. La primera estuvo centrada en la
constitución del propio centro de enseñanza, que pretendió ser una universidad
libre y acabó siendo un centro innovador de enseñanza primaria y secundaria.
La segunda etapa estuvo caracterizada por la influencia de ese grupo de personas en la política educativa española, sobre todo a través de los gobiernos del
Partido Liberal. Así, en 1882 se creó el Museo Pedagógico Nacional, que dirigió
Cossío, en 1907 se fundó la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas, en 1910 se creó la Residencia de Estudiantes y en 1918 el Instituto
Escuela, por no citar sino algunas de sus iniciativas. Todas ellas fueron creaciones destacadas del núcleo institucionista, que ejercieron una influencia fundamental en la evolución del sistema educativo español. La tercera etapa fue la
de influencia directa de la ILE en la política educativa española, fenómeno que
se hizo especialmente visible en la reforma educativa emprendida durante la
Segunda República, en conjunción con los socialistas.
La ILE existió hasta 1939, fecha en que fue disuelta y perseguida por el
régimen franquista, acusada de ser un vivero de antipatriotas y germen de buena parte de los males nacionales. Su reivindicación y reconocimiento debió
esperar de nuevo a la muerte del dictador, cuando la libertad política permitió
difundir la valiosa contribución que esa institución había realizado para la modernización de España.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Aunque la caracterización anterior sea defendible, tampoco conviene tomarla excesivamente al pie de la letra. Así, por ejemplo, el catolicismo social
combinó actitudes defensivas con otras reformistas, que confluyeron en el
reformismo conservador que se manifestó en esos años. Por otra parte,
también los límites existentes entre el reformismo y la actitud revolucionaria fueron algo difusos. Así, también por ejemplo, cuando el PSOE aceptó la
conveniencia de las reformas sociales a final de la década de los ochenta del
siglo XIX, cambió algunos de sus planteamientos revolucionarios por otros
reformistas, sin perder por ello su carácter genuinamente obrero. Por ese
motivo, hay que tomar con precaución y sin excesiva rigidez la distinción
anterior.
2. LOS INSTRUMENTOS DEL PROYECTO REFORMISTA
Y EL PAPEL DE LA EDUCACIÓN POPULAR
Los sectores reformistas españoles actuaron de una manera parecida a
como lo hicieron sus homólogos europeos. Los principales instrumentos
que aplicaron para cumplir sus objetivos fueron cuatro. En primer lugar,
una legislación laboral intervencionista, compuesta por un conjunto de leyes denominadas «sociales», que se promulgaron a partir de 1900. En segundo lugar, el fomento del asociacionismo obrero, debidamente controlado, y de la previsión, que culminaría con la creación del Instituto Nacional
de Previsión en 1908. En tercer lugar, el arbitraje en los conflictos entre capitalistas y trabajadores, regulando las huelgas y otros enfrentamientos semejantes. Y en cuarto lugar, la educación de las clases populares, asunto
que tiene especial importancia en el contexto que aquí nos ocupa.
2.1. La actuación de la Comisión y el Instituto de Reformas Sociales
Uno de los principales instrumentos puestos en marcha por los reformistas europeos fue la promulgación de una legislación obrera, que constituyó un buen modelo del nuevo estilo de intervención estatal que se estaba
desarrollando en la última parte del siglo XIX. Frente al enfrentamiento social de las décadas anteriores, se trataba ahora de regular las relaciones
entre empresarios y trabajadores, para conseguir unas condiciones que per-
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
mitiesen el mantenimiento del marco existente y evitasen el estallido revolucionario.
Fue así como surgieron las leyes obreras o de fábrica, que protegían a los
trabajadores y limitaban las atribuciones de los empresarios. Su objetivo
consistía en regular la duración de la jornada laboral, limitar el trabajo de
mujeres y niños, establecer las condiciones del trabajo peligroso, promover
la educación básica de los niños trabajadores, y otros aspectos semejantes.
Algunas de esas leyes se dictaron en Inglaterra tan tempranamente como a
comienzos del siglo XIX (la Health and Moral of Apprentices Act fue aprobada
en 1802 y la Althorp Act, que regulaba la inspección de las fábricas, en 1833),
si bien en la mayoría de los países europeos fueron más tardías, correspondiéndose con su grado de desarrollo industrial. Uno de los ejemplos más
destacados de ese tipo de legislación fue el establecimiento del seguro de
enfermedad en la Prusia de Bismarck (1883), intentando evitar uno de los
principales problemas que se planteaban a la población trabajadora que dependía exclusivamente de su salario para asegurar su supervivencia.
La primera ley obrera aprobada en España fue la dedicada a la «regularización del trabajo en los talleres y la instrucción en las escuelas de los niños obreros de ambos sexos» (1873), también conocida como Ley Benot, por
el Ministro de Fomento que la impulsó. Aunque no fue la primera medida
legal que se aprobó en ese sentido, fue la concreción más clara de los afanes
reformistas de los primeros republicanos españoles. No obstante, no llegó
realmente a aplicarse e incluso fue considerada por algunos políticos y empresarios como una «verdadera locura legislativa».
Aunque esa legislación temprana no se llegase a aplicar, sirvió de modelo para otras iniciativas que se adoptarían durante la época de la
Restauración. La medida más destacada que impulsaron los reformistas
españoles fue la creación en 1883 de la denominada Comisión de Reformas
Sociales. Promovida por Segismundo Moret, político liberal, vinculado a la
Institución Libre de Enseñanza y por entonces Ministro de Gobernación,
tenía como propósito realizar el «estudio de las cuestiones que interesan a
la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre capital y trabajo». Se trataba de un
organismo que pretendía armonizar la relación entre trabajadores y capitalistas, evitando el conflicto social abierto.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Una de las iniciativas más ambiciosas emprendidas por esa Comisión
fue la recogida de una amplia «información oral y escrita sobre el estado y
las necesidades de los trabajadores». En ella participaron agrupaciones socialistas (pese a su desconfianza hacia la iniciativa), personalidades de la
Institución Libre de Enseñanza, el Ateneo de Madrid, el Fomento de las
Artes y otras instituciones y asociaciones de gran presencia pública. La información recopilada constituye una de las fuentes más importantes para
conocer la situación de la clase obrera española a finales del siglo XIX.
Los trabajos de la Comisión de Reformas Sociales sirvieron de base para
la preparación de una notable legislación obrera, que comenzaría a promulgarse a partir de los primeros años del siglo XX. Así, en 1900 se aprobaron la
ley de accidentes de trabajo y la ley sobre el trabajo de las mujeres y los niños, en 1904 la ley del descanso dominical y la ley de protección a la infancia, en 1911 la ley del contrato de aprendizaje, en 1912 la ley denominada
«de la silla» y la ley de prohibición del trabajo nocturno de las mujeres en
talleres y fábricas, por no citar sino algunas de las primeras y más destacadas. Dichas leyes irían asociadas a otras de carácter social, como la de viviendas baratas.
En el año 1903, la Comisión dio paso a la creación del Instituto de
Reformas Sociales, que seguiría los pasos de su antecesora, con el encargo
de «preparar la legislación del trabajo en su más amplio sentido, cuidar de
su ejecución, organizando para ello los necesarios servicios de inspección y
estadística, y favorecer la acción gubernativa en beneficio de la mejora o
bienestar de las clases obreras». El Instituto desempeñó un papel fundamental en la España de comienzos del siglo XX, hasta que se integró en el
nuevo Ministerio de Trabajo en 1920, para acabar desapareciendo en 1924.
El Instituto de Reformas Sociales creó el servicio de inspección del trabajo, estableció mecanismos de negociación entre capital y trabajo, intentando evitar las huelgas, propuso medidas para facilitar la vida de las familias obreras y divulgó los avances que estaban produciéndose en otros países
en este ámbito. No obstante, el impacto de su actuación fue limitado, pues
las clases dominantes españolas no adoptaron en general una actitud reformista ante la cuestión social, sino que reaccionaron más bien a la defensiva.
Las propias estadísticas publicadas por el servicio de Inspección del Trabajo
dan buena cuenta del alto grado de incumplimiento de las leyes aprobadas
durante el primer tercio del siglo XX.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2.2. La educación popular como instrumento de reforma social
Junto a los instrumentos mencionados, también la educación de las clases populares (denominada por muchos educación popular) fue considerada
un elemento importante de la estrategia reformista. Tanto en los escritos y
actos públicos de los reformistas mencionados, como a través de los documentos y la actuación de la Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, se
dejó sentir un apreciable interés por la educación popular. Considerando la
acción educativa como un elemento fundamental de su estrategia moralizadora, los reformistas concedieron una gran importancia al cambio de valores y actitudes que debería propiciar.
Las ideas que los reformistas españoles mantuvieron acerca de la educación popular estuvieron muy influenciadas por el pensamiento krauso-institucionista. La ILE manifestó en varias ocasiones su posición al respecto,
tanto a través de las páginas del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza
(BILE) como en otros trabajos, entre los que destaca el presentado por
Joaquín de Sama sobre ese tema a la Comisión de Reformas Sociales. Los
planteamientos mantenidos por el reformismo español sobre la educación
popular pueden sintetizarse en cuatro tesis fundamentales, que se exponen
a continuación.
a) La primera tesis consiste en que la educación de la clase obrera constituía un requisito indispensable para asegurar el correcto funcionamiento
de un sistema político democrático. Los reformistas españoles dieron la
bienvenida a la participación de las masas populares en la vida política, sobre todo a partir de la aprobación de la ley que establecía el sufragio universal masculino en 1890. Ahora bien, el protagonismo que las masas adquirían con su voto exigía como contrapartida una educación adecuada, si no
se quería poner en riesgo la estabilidad del sistema político. Quizás fuese
Adolfo Posada uno de los que mejor manifestase ese sentir, en un discurso
pronunciado precisamente en esa fecha:
Ahora más que nunca es preciso, por lo tanto, que los llamados a elegir sus
mandatarios en las Cortes adquieran la suficiente conciencia de los hombres
y de las cosas, se interesen por el régimen atinado de la política nacional,
penetren en lo posible las soluciones de los graves problemas de gobernación
del Estado, sientan, en fin, piensen y quieran con criterio ilustrado («Sobre la
necesidad actual de la educación del obrero», BILE, n.º 330, 1890: 325-330).
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Como afirmaba otro ilustre reformista, Eduardo Vincenti, en una intervención en el Congreso de los Diputados, el 31 de mayo de 1892,
[...] el obrero ha entrado hoy en la vida moderna, el obrero es un elemento
del Estado, tiene asiento en las Cámaras y puede intervenir en todo lo que
se refiere a los altos destinos de la Patria; el obrero tiene hoy en todas partes
influencia y, por consiguiente, hay que educarle.
En última instancia, se trataba de que los obreros no fuesen elementos
perturbadores, sino agentes constructivos de la democracia. Y esa tarea exigía la contribución de todos, incluso de los propios trabajadores, que deberían por lo tanto colaborar en su propia formación. Todas las clases estaban
interesadas en la educación de los sectores populares.
b) La segunda tesis consiste en una confianza expresa en que la superación del conflicto social podría lograrse adecuadamente por la vía educativa.
En efecto, si los reformistas defendieron la necesidad de educar al obrero
como consecuencia de su plena incorporación a la vida política, ello fue en
buena medida debido al temor que sentían ante la amenaza potencial que
representaban las clases populares. Reiteradamente expresaron su convicción de que la cuestión social requería un tratamiento preventivo, en el cual la
educación desempeñaba un papel fundamental. Así, por ejemplo, Concepción
Arenal consideraba que la cuestión social «es en gran parte cuestión pedagógica» («La instrucción del obrero», BILE, n.º 380, 1892: 353), mientras que
Adolfo Posada afirmaba que «la gravísima cuestión social es una cuestión
educativa, a su modo» («La educación del obrero como base de su influencia
política», BILE, n.º 305, 1889: 308). La educación popular se inscribió así en
una estrategia de contención social, confiando en que contribuyese a lograr
un funcionamiento armónico de la sociedad. Ese sería el camino por el cual
«la sociedad podrá realizar sus fines y el Estado contar con elementos sanos
y de orden, que tales serán sin duda las clases obreras, así atendidas, mientras que de otra suerte son más bien elementos perturbadores de disolución,
peligrosos y temibles», como afirmaba el propio Posada en ese mismo texto.
c) La tercera tesis consiste en que la educación popular era un eficaz
instrumento para lograr una adecuada integración social. El reformismo,
en efecto, no concibió una sociedad absolutamente igualitaria, pero tampoco aceptaba la existencia de una jerarquía inamovible de clases sociales.
Entre una y otra concepción, optó por una vía intermedia que consideraba
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
inevitables las diferencias sociales, aunque tendiese a hacerlas menos importantes. La educación debería, por tanto, beneficiar a todas las clases,
nivelando las diferencias existentes y promoviendo lo que cada persona tiene de valioso, único e irrepetible. Sin embargo, el objeto último de esa acción no era acabar con la división clasista, sino integrar a cada uno en el
lugar que le es propio y al que está destinado, como afirmaba Adolfo Posada:
La ilustración, por otra parte, además de proporcionar al trabajador la
necesaria compensación, dadas sus habituales ocupaciones, es el camino
más seguro para que, sin dejar ni despreciar su estado, antes bien concibiéndolo mejor, se dignifique y eleve («La educación del obrero como base
de su influencia política», BILE, n.º 306, 1889: 322-323).
d) La cuarta tesis consiste en que la educación debía aspirar a formar a
la persona nueva que precisa la nueva sociedad. El reformismo aspiraba a
construir un nuevo tipo de sociedad, donde la cuestión social, el enfrentamiento de clases, cediese el paso a comportamientos solidarios, donde las
distintas clases colaborasen en el logro de la felicidad colectiva, donde la
paz social se impusiese sobre la lucha por la vida. Los hombres y las mujeres que hubiesen de construir tan favorable entorno para su desarrollo habrían de estar revestidos de una serie de valores morales todavía poco difundidos. Una y otra vez aparecen en sus declaraciones referencias a valores
tales como la honradez, la sobriedad, el amor a la cultura, la entrega en el
trabajo, el desprendimiento, la moralidad, la fraternidad o la justicia, considerados como rasgos distintivos de esa persona que se toma por ideal. Pero,
puesto que tales valores no constituían todavía la norma imperante de conducta individual y social, se imponía una decidida labor educativa para lograr su difusión. Solamente en la medida en que la educación alcanzase a la
mayor parte del pueblo, serían realizables tales anhelos de reforma social.
De ahí lo insistentes que fueron en la necesidad de desarrollar la educación
popular.
3. HIGIENISMO Y PROTECCIÓN A LA INFANCIA
Si bien la superación del conflicto social fue una de las motivaciones
principales que inspiró la actuación reformista, la actividad de estos sectores no se centró exclusivamente en ese campo. Es cierto que la existencia de
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
tensiones y conflictos movió a la burguesía reformista a la acción, siguiendo la estrategia que se ha esbozado en las páginas anteriores, pero también
se plasmó en otras esferas de la vida social. Entre ellas destacan especialmente el campo de la salud pública y de la higiene, por una parte, y la protección a la infancia, por otra.
3.1. Higienismo y educación
En los años finales del siglo XIX y en los iniciales del XX se produjo una
importante expansión de las ideas higienistas, sobre todo por influencia de
una nueva tendencia que se manifestó en los países europeos y que llegó
poco después a España, conocida como medicina social. Esta nueva disciplina, que se situaba en un punto intermedio entre la Medicina y las Ciencias
sociales, aunó dos conceptos clave: el de prevención y el de previsión. Por
una parte, se trataba de adelantarse a la aparición de los problemas, adoptando medidas preventivas. Por otra parte, había que prever la aparición de
dichos problemas, estableciendo un sistema de redes de protección, de mecanismos de previsión, que permitiesen reaccionar cuando dichos problemas se planteasen. En el primer sentido se orientaban, por ejemplo, el desarrollo de la higiene pública o la protección a las madres y a los niños. En el
segundo sentido se orientaba la acción de las mutualidades o la previsión
ante la aparición de las enfermedades. La medicina social consiguió una
expansión apreciable en el primer tercio del siglo XX, cuando creó sus propios medios de expresión y sus propias asociaciones.
La preocupación por la higiene pública derivaba de una idea que
Benjamín Disraeli ya había expuesto en el Parlamento inglés: «La salud de
los pueblos es la base sobre la cual descansan el bienestar de la nación y la
fuerza del Estado» (Ruiz Rodrigo y Palacio Lis, 1999: 35). Dicho de otro
modo, un pueblo sano sería un pueblo grande, motivo por el cual la salud
pública no era un asunto reservado a los ciudadanos individuales, sino que
debía constituir una preocupación central del Estado. Por ese motivo, problemas como la elevada mortalidad infantil, las altas tasas de enfermedad,
la insalubridad de la vivienda o la alimentación deficiente deberían preocupar sinceramente a los poderes públicos, moviéndoles a intervenir para remediarlos. Los motivos de esa preocupación no eran de carácter exclusivamente moral o filantrópico, sino también de tipo económico y social. Por
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
una parte, las condiciones económicas y sociales eran las que provocaban
buena parte de dichos problemas; por otra, las abundantes enfermedades y
la elevada mortalidad suponían un freno para la expansión económica y
para la paz social. Por lo tanto, había razones pragmáticas que aconsejaban
emprender acciones de reforma.
Desde esa perspectiva preventiva y previsora, no debe extrañar que la
educación y la higiene se considerasen dos caras de la misma moneda.
Como afirmaba el médico aragonés Patricio Borobio en 1915,
Higiene y Educación se buscan, atraen y completan. La Higiene educa,
la Educación higieniza; sin Educación no hay Higiene, sin Higiene la
Educación es deficiente. La Higiene persigue esencialmente la salud, la
Educación tiende a poseer la verdad, ambas por su acción moral, que se
llama virtud. Si el individuo es sano, instruido y bueno, los pueblos serán
fuertes, adelantados, grandes y prósperos, que fortaleza, progreso, grandeza
y prosperidad son los frutos con que Higiene y Educación premian a los que
rinden fervoroso y racional culto (Ruiz Rodrigo y Palacio Lis, 1999: 31).
Estos planteamientos del movimiento higienista encontraron un primer
campo de actuación privilegiado en la lucha contra la mortalidad infantil.
Las altas tasas de mortalidad en los primeros años de vida se empezaron a
considerar inaceptables a finales del siglo XIX, buscando remedios de diverso tipo para reducirlas. Las principales medidas adoptadas tuvieron que ver
con la protección médico-higiénica de la madre y del niño pequeño.
La protección médica de las madres y de sus hijos se desarrolló mediante diversas iniciativas. Una de las más influyentes consistió en la creación
de los Consultorios de Niños de Pecho y las denominadas Gotas de Leche,
instituciones innovadoras en su tiempo. Su objetivo consistía en regular la
lactancia artificial de los recién nacidos, evitando su desnutrición y la muerte por enfermedad. En España existieron Gotas de Leche desde 1902 (la
primera fue creada en Barcelona) y Consultorios desde 1904 (el primero fue
creado en Madrid), estando la mayor parte de ellos ubicados en capitales de
provincia. Su desarrollo fue bastante rápido, creándose instituciones semejantes en la mayor parte de capitales y en las poblaciones importantes durante los treinta años siguientes.
Otro tipo de iniciativa importante consistió en el desarrollo de la
Puericultura, concebida como la versión preventiva y social de la Pediatría.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Desde esta perspectiva, se crearon Escuelas de Maternología, para enseñar
a las madres cómo tratar a sus hijos pequeños, y se pusieron en marcha
instituciones y servicios municipales de Puericultura, que impartieron cursos, publicaron cartillas y formaron profesionales en ese campo. El reconocimiento más patente de la tarea realizada consistió en el establecimiento
del Seguro de Maternidad en 1929. Sin duda, todas esas iniciativas influyeron notablemente en la reducción que en esos años se produjo de la mortalidad infantil.
Además de este tipo de iniciativas protectoras de las madres y de los niños pequeños, también se debe a los reformistas buena parte del impulso de
otro tipo de iniciativas orientadas a la mejora de la salud infantil. Entre ellas
hay que destacar el fomento de la educación física, la realización de colonias
escolares de mar y de montaña, la apertura de escuelas al aire libre y la celebración de excursiones escolares, así como el fomento del deporte. Todos
ellos fueron medios encaminados a la mejora de los individuos y de la raza.
3.2. La protección a la infancia
La medicina social impulsó una serie de medidas protectoras a favor de
las madres y los niños pequeños, pero la protección a la infancia no se redujo solamente a ese campo. Uno de los mejores medios para evitar los problemas sociales era, para los reformistas, la educación de las clases populares,
como se ha visto anteriormente. En consecuencia, dedicaron una buena
parte de sus esfuerzos a conseguir la escolarización infantil, considerando
que la escuela era el espacio natural de los niños, el que mejor podía prevenir la aparición de problemas.
Pero los reformistas reconocieron que existía un sector más o menos
amplio de la infancia y de la juventud que no tenía una vida sencilla y que
no se beneficiaba de las redes de integración social habituales, por quedar
al margen suyo. Eran los niños y jóvenes que necesitaban unas instituciones
y un tratamiento adecuados para salir de la marginación.
Los problemas que presentaba ese colectivo eran de diverso tipo. En primer lugar había un problema de abandono que, si bien se fue paliando con
el paso de los años, seguía siendo importante a comienzos del siglo XX. Para
acoger, educar y preparar para la vida a los niños y jóvenes abandonados
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
por sus familias existían instituciones como las inclusas, los hospicios o los
asilos. Eran instituciones con mucha tradición y larga historia en muchos
casos, pero que en estos momentos fueron objeto de reforma, con la intención de conseguir la integración efectiva de los niños abandonados, antes de
que cayeran en la marginación.
Un segundo problema era el de la mendicidad infantil. Los golfos y los
niños mendigos que han descrito algunos novelistas de la época, como Pío
Baroja para el caso de Madrid, constituían una fuente de conflicto en las
ciudades. Para resolver ese problema, se adoptaron dos tipos de medidas.
Unas fueron de carácter preventivo y estuvieron encaminadas a asegurar la
escolarización regular de esos niños, así como a la mejora de las condiciones higiénicas de su entorno, el control del cumplimiento de las leyes sociales y la reorganización de la beneficencia. Otras medidas fueron de carácter
represivo y consistieron básicamente en la aplicación de las leyes de control
de la mendicidad y de prohibición de la mendicidad infantil.
Un tercer problema era el planteado por la delincuencia infantil. Los
niños delincuentes requerían un tratamiento especial, que permitiese su
reinserción social, evitando el simple castigo de sus acciones. El concepto
de reeducación se convirtió en un elemento central de esa nueva orientación
política, que convertía la cuestión penal en un asunto educativo. Ello dio
lugar a la creación de reformatorios, donde la sanción al delito fuese acompañada por la corrección. El cambio producido se dejó sentir sobre todo
con la creación de los Tribunales Tutelares de Menores por ley de 1918.
El desarrollo de estos nuevos enfoques y la promoción de dichas instituciones de tratamiento de la infancia marginada requirió un cambio en el
modelo de organización de la asistencia social y en sus fuentes de financiación. Si éste había sido un campo tradicionalmente reservado a la beneficencia privada y a la caridad, el cambio que se produjo a comienzos del siglo XX consistió en atribuir un papel central al Estado en la acción asistencial.
El intervencionismo del Estado que propugnaron los reformistas tuvo en
este ámbito una de sus principales manifestaciones. En consecuencia, en
esos años se adoptaron diversas iniciativas de reorganización de la beneficencia, con la intención de conceder un lugar más relevante a la beneficencia pública. Aunque el proceso de transformación fue lento, debemos a los
reformistas sociales el tránsito de una política basada en la beneficencia a
otra apoyada en el bienestar social.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Todas estas iniciativas acabaron confluyendo en el desarrollo de un nuevo concepto de protección de la infancia, de carácter mucho más amplio y
completo que el vigente con anterioridad. Esos nuevos planteamientos se
plasmaron en varias declaraciones internacionales, entre las que destaca la
conocida Declaración de Ginebra, aprobada por la Sociedad de Naciones
en 1924. Por otra parte, en el ámbito estrictamente nacional, todo confluyó
en la creación de una Obra de Protección de Menores, que abarcaba las
Juntas Locales y Provinciales, y que fue una de las principales iniciativas
públicas en ese sentido.
Declaración de Ginebra (1924)
Por la presente Declaración de los Derechos del Niño, llamada declaración
de Ginebra, los hombres y mujeres de todas las naciones, reconociendo que la
humanidad debe dar al niño lo mejor que tiene, afirman sus deberes por encima
de toda consideración de raza, nacionalidad y de creencia:
I. El niño debe ser puesto en condiciones para desarrollarse de una manera normal, material y espiritualmente.
II. El niño hambriento debe ser alimentado; el niño enfermo debe ser cuidado; el niño retrasado debe ser alentado; el niño desviado debe ser
conducido; el huérfano y abandonado deben ser recogidos y socorridos.
III. El niño debe ser el primero en recibir ayuda en tiempo de miseria.
IV. El niño debe ser puesto en condiciones de ganarse la vida, y debe ser
protegido contra toda explotación.
V. El niño debe ser educado en el sentimiento de que sus mejores cualidades deberían ser puestas al servicio de sus hermanos.
4. INICIATIVAS EDUCATIVAS DEL REFORMISMO ESPAÑOL
Los reformistas españoles elaboraron el modelo de actuación social y
educativa que se ha ido exponiendo en las páginas anteriores. Ese modelo
se plasmó en un conjunto de iniciativas, entre las que merece la pena destacar las de carácter educativo, tanto por su importancia como por su espe-
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
cial significación. Los ámbitos que abarcaron en su actuación fueron fundamentalmente cuatro: la enseñanza primaria, la formación profesional, la
educación de adultos y las instituciones denominadas postescolares.
El primer ámbito de atención educativa del movimiento reformista correspondió a la enseñanza primaria. Para los reformistas, ninguna nación
que se preciase de moderna podía descuidar el establecimiento de un sistema
educativo que asegurase la instrucción primaria al conjunto de su población,
tanto rural como urbana, bien fuese de origen social elevado o humilde.
Como atinadamente observaba Rafael María de Labra en 1898, «en todas
partes aumenta el interés político atribuido al particular de la enseñanza primaria, y se vigoriza y agranda la tendencia a que el Estado [...] dedique a ella
la mayor atención posible» (El problema político-pedagógico en España,
Madrid, Agustín Avrial: 11). En España, a pesar de que la obligatoriedad de
asistencia a la escuela se remontaba a la Ley Moyano (1857), en el primer tercio de siglo aún no asistían a la escuela todos los niños y niñas entre los seis y
los doce años, que era por entonces la edad de escolarización obligatoria. No
es extraño, por tanto, que la reivindicación de la creación de escuelas primarias fuese una constante en el movimiento reformista, ni que la Segunda
República convirtiese dicha creación en una de sus políticas centrales.
La ausencia de un verdadero sistema educativo nacional explica que los
reformistas, pese a que muchos de ellos eran de tendencia política liberal y
por lo tanto desconfiasen de una excesiva intervención del Estado, confiasen en éste como el principal agente escolarizador. Dado que la enseñanza
primaria apenas estaba atendida por la iniciativa privada, sería el propio
Estado quien debería cubrir esa necesidad. De acuerdo con tales ideas, los
reformistas reivindicaron primero la creación del Ministerio de Instrucción
Pública, lo que consiguieron en 1900, defendieron después la inclusión del
pago a los maestros en los Presupuestos del Estado, lo que lograron en 1902,
propusieron la mejora económica y profesional de los maestros, iniciaron la
política de graduación escolar y llevaron a cabo otras iniciativas semejantes
para conseguir el perfeccionamiento de la escuela primaria española.
Tras la enseñanza primaria, los reformistas españoles se preocuparon por
un segundo ámbito, la formación profesional, considerándola un poderoso
instrumento de modernización económica. En un momento en que se estaba
produciendo la industrialización en España y en que se asistía a la sustitución de los antiguos oficios por los nuevos perfiles productivos, no sorprende
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
que estos representantes de la burguesía reformista defendiesen la necesidad
de desarrollar nuevos modelos de formación profesional. En consecuencia,
promovieron diversas reformas de la enseñanza técnica, como la emprendida
por Romanones en 1901, reformaron las Escuelas de Artes y Oficios para
adaptarlas a los nuevos tiempos y crearon centros privados con ese mismo
propósito para formar los trabajadores que requería la nueva situación.
El tercero de los ámbitos a que dedicaron atención los reformistas fue a
la educación de los adultos. En efecto, consideraron que no bastaba con
formar profesionalmente a los obreros, puesto que existía una estrecha interrelación entre su instrucción general y su formación profesional. Como
argumentaba Rafael Altamira en 1914,
[...] la misma habilidad técnica será en él mayor [...] cuanto más despierta
tenga la inteligencia por un cultivo amplio de sus funciones, dado que hay
cosas de la cultura general que para nada influirán en la vida propia del
obrero como obrero. ¿Pero acaso éste no es, ante todo, hombre? («La educación del obrero», en: Cuestiones obreras, Valencia, Prometeo, 1914: 18 y 21).
El elevado analfabetismo existente en el primer tercio del siglo XX, unido
a la baja tasa de escolarización, determinaron el carácter remedial de la
educación de adultos, primando la instrucción básica sobre su carácter de
formación general. Los reformistas contribuyeron a abrir clases nocturnas
para adultos y adultas en diversas instituciones públicas y privadas, reformaron dichas enseñanzas a través de una nueva legislación e impulsaron la
atención pública a este sector educativo.
Estos tres tipos de iniciativas educativas se complementaron con otras
que se denominaron, en términos generales, instituciones postescolares. En
ese amplio grupo de propuestas se engloban las iniciativas de extensión
universitaria, las universidades populares, los cursos para obreros, las bibliotecas populares o las ediciones baratas, por no citar sino algunas de las
principales. Algunas de estas iniciativas se encuentran entre las más llamativas de las desarrolladas en la España de comienzos del siglo XX. Es el caso
de las Misiones Pedagógicas, verdaderos proyectos de dinamización cultural y de lo que hoy podríamos llamar animación sociocultural. Algunos de
esos proyectos fueron interrumpidos con la sublevación militar de 1936,
pero fueron retomados, debidamente transformados, en la España democrática.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
BIBLIOGRAFÍA
PALACIO LIS, I. Y RUIZ RODRIGO, C. (2002): Redimir la inocencia. Historia, marginación infantil y educación protectora, Valencia, Universidad de Valencia–
Departamento de Educación Comparada e Historia de la Educación.
RUIZ RODRIGO, C. Y PALACIO LIS, I. (1999): Higienismo, educación ambiental y previsión escolar. Antecedentes y prácticas de Educación Social en España (19001936), Valencia, Universidad de Valencia–Departamento de Educación
Comparada e Historia de la Educación.
TIANA, A. (1992): Maestros, misioneros y militantes. La educación de la clase obrera
madrileña, 1898-1917, Madrid, CIDE.
VVAA (1985): De la beneficencia al bienestar social. Cuatro siglos de acción social,
Madrid, Siglo XXI.
Para ampliar algunos de los apartados de este tema se puede acudir al libro de
Tiana, A. (1992): Maestros, misioneros y militantes. La educación de la clase obrera
madrileña, 1898-1917 (Madrid, CIDE), especialmente a los capítulos 5, 6 y 7. Para
profundizar en el cambio producido en esta época que condujo a la intervención
del Estado, se puede consultar el libro de VVAA (1985): De la beneficencia al bienestar social. Cuatro siglos de acción social (Madrid, Siglo XXI). Una obra valiosa acerca de la evolución de una importante parcela de la educación social es la de Palacio
Lis, I. y Ruiz Rodrigo, C. (2002): Redimir la inocencia. Historia, marginación infantil y educación protectora (Valencia, Universidad de Valencia – Departamento de
Educación Comparada e Historia de la Educación). De los mismos autores puede
también consultarse Ruiz Rodrigo, C. y Palacio Lis, I. (1999): Higienismo, educación ambiental y previsión escolar. Antecedentes y prácticas de Educación Social en
España (1900-1936) (Valencia, Universidad de Valencia–Departamento de
Educación Comparada e Historia de la Educación).
LECTURAS
La acción social de la escuela
Sin la necesidad de acudir al argumento de la explotación del proletariado, la mera indiferencia del capitalista hacia el obrero, la separación social
del capital y el trabajo, con la consiguiente diferenciación de clases, son un
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
mal grave que entraña un peligro gravísimo para la paz entre los hombres.
Del propio modo que el capital se concentra, y concentrado se organiza para
la defensa y el ataque, el trabajo se concentra también, los obreros del mundo
se unen y forman el gran ejército del proletariado, que provoca a veces estados de tremenda intranquilidad, que seguramente conoceréis por experiencia
todos vosotros.
Ante estos movimientos de concentración de las clases para una lucha de
egoísmos e intereses, en esta situación actual de guerra por que atraviesa el
mundo civilizado, la Escuela tiene su papel, está llamada a desempeñar una
importantísima y eficaz función pacificadora, y entiendo en este caso por
Escuela, no sólo la primaria, sino la Escuela en todos sus grados, que aquí no
valen categorías oficiales. Aludo a la Escuela propiamente dicha y a los demás organismos de la enseñanza secundaria y superior que forman el sistema
de la educación nacional moderna.
[…] De ahí la importancia que alcanza la Escuela en el problema social.
Y así lo entienden en todo el mundo. Siendo, en efecto, el problema social
un problema humano, un problema de cultura, de educación, después de
todo, ¿cómo prescindir de la Escuela para resolverlo o aliviarlo? Ella va poco
a poco tomando sus posiciones y desplegando sus fuerzas, a medida que se
aclara en la conciencia de los pueblos la gran misión civilizadora moral que
está llamada a adquirir.
Es, sin duda, la Escuela una importantísima institución social, en la que
ahora se concentran las energías espirituales directoras de nuestros tiempos
[…]. Puede decirse que la fe característica de los pueblos más civilizados hoy
es la fe en la Escuela, reflejo de la fe en la ciencia, que es, a su vez, reflejo de
la fe en el esfuerzo humano, en el trabajo fecundo y noble, y por fecundo y
noble, eficaz siempre […].
Esa Escuela es la que puede considerarse como el más poderoso instrumento de desenvolvimiento social y de cultura en los tiempos que corren.
Sin negar el mérito que puedan tener las escuelas de partido, ni desconocer su misión civilizadora y emancipadora, entiendo que es más fecunda la
acción social de la Escuela neutral, y además, que la Escuela neutral por excelencia debe ser la Escuela pública, la Escuela del Estado, que, como sabéis,
es cosa esencialmente distinta del gobierno, porque el gobierno, puede ser
liberal, conservador, radical, mientras el Estado, ni puede ni debe ser nada de
eso concreta y exclusivamente.
INICIATIVAS DEL MOVIMIENTO REFORMISTA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
[…] Ahora bien; la Escuela del Estado debe ser, como el Estado, neutral,
imparcial, de todos; debe ser, además, el sitio adonde puedan acudir todos los
hijos de los ciudadanos, donde no deben admitirse ni germinar los antagonismos sociales. Antes han de recogerse allí y suscitarse todos los motivos de
unión, todo lo que sirva para despertar y robustecer una conciencia común
en los hombres y la armonía dichosa de sus intereses.
Posada, A.G. (1906): Pedagogía, Valencia, Sempere y Cía, pp. 93-105.
La educación post-escolar y la extensión universitaria
No basta la educación de la escuela para formar los ciudadanos de los
pueblos modernos. Es indispensable continuar la acción escolar después que
los alumnos dejan de concurrir a las clases […]. De otro modo la acción moralizadora de la escuela produce muy escaso efecto ante las múltiples causas de
depravación del sentido moral que se le ofrecen por todas partes al adolescente. Por eso tampoco bastan las clases de adultos; hay que obrar directamente sobre los niños que salen de la escuela y se encuentran desorientados en
medio del mundo. En todas las naciones cultas los educadores y los hombres
de Estado se han dado cuenta de esta necesidad […]. En estos momentos en
que tantas gentes se preocupan, o aparentan preocuparse de la regeneración
de España, creemos que no carecen de interés las precedentes noticias. Aquí
está el campo virgen; se puede empezar por cualquier parte. Los maestros,
los curas, los médicos, todos los que pueden enseñar algo y educar al mismo
tiempo, prestarían señalados servicios a la cultura del país y a su moralidad
siguiendo el ejemplo de los conferenciantes y maestros franceses, y de los alcaldes y pastores alemanes. El Estado haría obra útil, de mayor utilidad que
cualquier otra que pudiera emprender, dedicando a la educación post-escolar,
al mismo tiempo que a la de la escuela, tan necesitada también de sus cuidados, algunas, por lo menos, de las sumas fabulosas que gasta en cañones que
no han de dispararse, fortificaciones que no han de amparar nada, buques que
no navegan, y otras cosas semejantes.
La Extensión universitaria de Oviedo tiene ya historia […]. Forma la Extensión parte de un movimiento general y muy complejo en pro de la educación post-escolar. Se ha comprendido que en las sociedades modernas, en
cuyo régimen tan poderosamente influye la opinión pública, soberana en definitiva cuando sabe hacer valer su voluntad, sería, sobre injusto, peligroso
dejar abandonada a sus propias fuerzas, desde el momento de su salida de
la escuela primaria, a una gran parte, la más numerosa, de la población. Los
que no pueden cursar la segunda enseñanza, ni concurrir a las Universidades
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
y escuelas especiales, tienen también derecho a participar de los beneficios
y goces de la cultura intelectual […]. Llamándolos a aprovecharse de los resultados de la labor científica, a contemplarla de cerca, a colaborar en ella,
se borran diferencias y rivalidades odiosas, se estrechan lazos que, por sobre
todas las divisiones artificiales, deben unir a los hombres de buena voluntad, y
se trabaja eficazmente por la paz del mundo y por el reinado de la fraternidad
y la justicia.
Sela, A. (1910): La educación nacional: hechos e ideas,
Madrid, V. Suárez, pp. 267-269.
Capítulo 7
Políticas de educación social en España
(1900-1970)
Cándido Ruiz Rodrigo
Irene Palacio Lis
INTRODUCCIÓN
Aunque el periodo que abarcamos en este tema es amplio y los contextos sociopolíticos, educativos y religiosos de las tradicionales etapas en
que se subdivide, son de alguna manera contrapuestos, pueden observarse, sin embargo, nexos de unión y líneas continuas en cuanto a «experiencias» o «políticas» de educación social («protección a la infancia», «educación ambiental» o «extensión cultural», entre otras), incluso durante el
franquismo, al que sin embargo dedicamos un apartado con sustantividad propia dada su especificidad ideológica y política. La compleja problemática de la infancia, y de la marginada en particular, supone una
constante en el conjunto de estas décadas, demandando la atención recurrente de los poderes públicos, que propiciaron una amplia legislación
protectora, sin olvidar los reiterados esfuerzos por hacer frente, al margen de la compleja escolarización, a las elevadas cifras de analfabetismo
en jóvenes y adultos, auspiciando diferentes políticas de extensión cultural y educativa. El problema infantil es abordado en la primera parte de
este trabajo desde tres ángulos diferentes, aunque cohesionados entre sí:
la protección al abandono físico, reseñando algunas de las más importantes medidas e instituciones que la tuvieron por objeto; la protección al
menor moralmente abandonado, en segundo lugar, con explicitación de
las normas preventivas y de reeducación a través de los Tribunales
Tutelares de Menores y sus instituciones auxiliares; para finalizar con la
protección laboral, describiendo la explotación, las políticas arbitradas
para su remedio, así como las diferentes soluciones que desde el ámbito
de la higiene, del derecho y la educación, se propusieron. Se recogen, además, algunas experiencias socioeducativas referidas al ámbito escolar,
como las llamadas «instituciones paraescolares», de carácter físico-sanitario, económico-social y medioambiental. La extensión cultural, alfabe-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
tización y escolaridad nocturna y dominical, constituyen otros ámbitos
que conforman el contenido de este apartado.
Ya en alusión concreta a la posguerra, la problemática social, como cabe
suponer, se vio altamente condicionada por la penuria y la escasez económica, así como por los planteamientos ideológicos del nuevo régimen, en
íntima connivencia con los postulados y las prácticas eclesiales, retomándose una serie de políticas sociales dirigidas a menores, jóvenes y adultos
que pretendieron, en primera instancia, paliar en lo posible las consecuencias de la guerra, desde una actitud paternalista, con claros tintes benéficocaritativos y con una amplia implicación de la iniciativa privada, particularmente religiosa. Aludiremos, así, entre otras, a las acciones en favor de
mujeres y niños, que para el Nuevo Estado —en consonancia con otros regímenes fascistas europeos— suponían afianzar la grandeza futura de la
patria; los progresivos esfuerzos por luchar contra el analfabetismo, bajo el
creciente convencimiento de que la instrucción debía ser la base en que se
sustentara la nueva sociedad o la promoción de la juventud obrera y de la
agraria, en particular.
1. EDUCACIÓN Y ASISTENCIA EN EL PRIMER TERCIO
DEL SIGLO XX
1.1. Consideraciones previas: el estado ante la cuestión social
1.1.1. Cuestión social e intervencionismo de Estado
Mientras que, ya desde finales del siglo XIX , los Estados europeos
fueron asumiendo responsabilidades de carácter social ante los problemas generados a la clase obrera por el ritmo de la producción fabril, en
España, con un desarrollo industrial tardío y desigual, la aquí denominada cuestión social se concretaba en largas jornadas laborales, salarios
de hambre, deficiente salubridad en los lugares de trabajo, utilización
masiva de mano de obra dócil y barata (mujeres y niños), masificación y
generalizada falta de higiene en la vivienda obrera, elevadas tasas de
mortalidad, etc., mientras la subsistencia de los hombres del campo,
jornaleros y pequeños campesinos, se dibujaba por igual, con trazos de
extrema pobreza. Todo ello obligó a los gobiernos de la Restauración a
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
mediar en los conflictos laborales que afectaban, en mayor medida si
cabe, a los menores y jóvenes trabajadores, ocupados mayoritariamente,
aunque no en exclusiva, en fábricas o talleres. Fue así como el intervencionismo estatal en el ámbito socio-laboral se convirtió en asunto central para políticos e intelectuales, iniciándose un debate acerca de su
pertinencia y sus límites, que no sólo tuvo lugar en el Parlamento a partir de la última década del X I X , sino que suscitó igual interés en
Academias, Círculos, Asociaciones científicas o Ateneos obreros.
Paulatinamente, fueron ganando terreno las tesis intervencionistas en
las que se alinearon no pocos pensadores y reformadores sociales, potenciadas por los poderes públicos ante el temor a la conflictividad social, generando la elaboración y aplicación de nuevas políticas, con el
apoyo de diversas instituciones oficiales, creadas al objeto de analizar
la problemática laboral a través de encuestas y estudios varios, que eran
trasmitidos a los gobiernos a modo de propuestas de reforma para su
oportuna transformación normativa. Entre tales instituciones, alguna
ya de finales del XIX, cabe citar:
— la Comisión de Reformas Sociales (Decreto de 23 de abril de 1883, creada a iniciativa del Ministro de Gobernación, el liberal Segismundo Moret).
— el Instituto de Reformas Sociales en el seno del Ministerio de
Gobernación (R.D. 23 de abril de 1903).
— el Instituto Nacional de Previsión (Ley de 27 de febrero de 1908).
— el Ministerio de Trabajo, creado en 1920 (R.D. de 8 de mayo) como
institución de primer orden en la política social española.
Así se cerró este primer ciclo intervencionista, que hizo florecer una amplia legislación socio-laboral, llegando a promulgarse, por ejemplo, en el
plazo de diez años, 531 disposiciones al respecto, fruto de las élites intelectuales y políticas que gobernaron al margen del electorado, animadas por
diferentes ideologías. Pero el reformismo se prolongó incluso en épocas
convulsas como la Dictadura y la República, cuyos gobiernos se mostraron
especialmente sensibles ante la cuestión social, en particular durante el periodo republicano, en que se propiciaron iniciativas varias y de los menores
en particular, traducidas en normas legales al amparo del artículo 43 de la
nueva Constitución: «El Estado prestará asistencia a los enfermos y ancianos, y protección a la maternidad y a la infancia, haciendo suya la
«Declaración de Ginebra» o tabla de los derechos del niño».
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
1.1.2. La infancia como valor y como problema. El movimiento protector
En tal contexto intervencionista, iniciado a finales del siglo XIX y dirigido a reorientar la degradada cuestión social, debemos situar la compleja
problemática infantil, a cuya solución concurrieron filántropos, arbitristas,
higienistas y educadores —conocedores del grado verdaderamente alarmante de la situación— en un intento por implicar y hacer intervenir al
Estado mediante políticas preservadoras del abandono, la delincuencia y la
explotación laboral de los menores. Así, durante las primeras décadas del
siglo XX, punto de arranque de nuestras consideraciones, comenzaba a hacerse eco en España la atención a la infancia que se reclamaba en el entorno
internacional y que había llevado a E. Key a vindicar el Siglo del Niño. Y en
esta línea, junto a las intervenciones estrictamente «protectoras», el psicologismo, la psicopedagogía y la paidología alumbraron, por ejemplo, el multiforme y complejo movimiento de la Escuela Nueva, que introdujo en España
su «paidocentrismo» a través de la Institución Libre de Enseñanza.
Comenzaron pues a alzarse voces —siguiendo el ejemplo de países de
nuestro entorno— que reclamaban la atención a los menores, como un signo de civilización, a través de Sociedades protectoras, Congresos, Asambleas,
Ligas o Declaraciones públicas, y el Estado a asumir la inexcusable obligación de protegerlos material y moralmente, neutralizando o reduciendo la
lacra social de la pobreza, el abandono y la explotación. Su misión tutelar
imponía el deber de suplir la inferioridad del menor en la lucha por la vida
velando por su salubridad, bienestar y educación. Y todo ello con un carácter de imposición, desde arriba, a una sociedad menor de edad, necesitada
de tutela.
En definitiva, como expresara M. Tolosa Latour —una de las voces más
comprometidas al respecto, en nuestro país— si al comenzar el siglo XIX se
habían proclamado los derechos del hombre, el siglo XX debía declarar y
defender los derechos del niño, como efectivamente se hizo desde diferentes
instancias. Es el caso de la «Declaración de Ginebra», dada a conocer en
1912 y posteriormente adoptada por la ONU, afianzando, a nivel nacional e
internacional, el movimiento de protección a la infancia.
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
Movimiento protector de la infancia
Llevado a cabo desde los ámbitos:
—
—
—
—
del derecho.
la medicina.
la pedagogía.
y la política.
en favor de la infancia:
—
—
—
—
abandonada.
delincuente.
trabajadora.
escolar.
1.2. Protección de menores
1.2.1. La protección del abandono
A comienzos del siglo XX, se observaba —en expresión de Álvaro López
Núñez, uno de nuestros más significados filántropos— un grado verdaderamente alarmante de abandono infantil por quienes tenían la obligación de
protegerles: resultaba escandaloso, por ejemplo, el número de niños de pecho
que morían en España, a los que había que sumar el colectivo infantil de entre uno y cinco años; igualmente, la alimentación deficiente y el trabajo excesivo de las mujeres embarazadas, causa de abortos y partos prematuros y, en
fin, la falta de cuidados, la habitación insalubre, la asistencia médica deficiente o simplemente nula, eran factores que en las familias más humildes
incrementaban de forma inquietante la pérdida de los menores, por diarrea,
bronquitis, enfermedades infecciosas o por causas más comunes. A la precariedad de los primeros años, en efecto, en que acechaban mil peligros de naturaleza intrínseca, había que sumar las causas mediatas (antihigiénicas,
económicas y sociales) y, en especial, la generalizada insalubridad en que se
desenvolvía la vida de las clases trabajadoras, con gravísimas carencias de
vivienda y alimentación, sin olvidar el descuido, el abandono y la ausencia, en
fin, de apoyo efectivo a los más débiles. Y muchos de los que morían en los
primeros años de vida, eran víctimas, en último término, de la ignorancia de
quienes tenían la responsabilidad directa de su cuidado: madres que desco-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
nocían los más elementales principios de higiene infantil, muchas de ellas
forzadas a incorporarse al trabajo extradoméstico por la extrema necesidad
económica e incapaces de ofrecerles la atención que requerían los hijos.
La adopción de medidas higiénico-sanitarias en nuestro contexto era, por
tanto, urgente y prioritaria, dando lugar a lo que se ha denominado medicalización de la infancia en alusión, no sólo a la intervención de la medicina en los
problemas relativos al abandono físico y a la protección médica de los primeros años, sino a otros diferentes aspectos relacionados con el crecimiento y
desarrollo. No es extraño, en consecuencia, constatar que el movimiento de
protección de menores tuviera su origen aquí en el ámbito sanitario, siendo la
Sociedad Española de Higiene la promotora de la Ley de Protección a la
Infancia y Represión de la Mendicidad, sancionada por el rey Alfonso XIII el
12 de agosto de 1904. La norma dejaba en manos de las correspondientes
Juntas provinciales y locales la misión de organizar, con la ayuda de instituciones benéficas y de personas caritativas que contribuyeran con sus recursos: los servicios de Puericultura; los Tribunales para niños; el aprendizaje en
los Asilos; el establecimiento de comedores para madres lactantes, Colonias
escolares, Cantinas, Roperos, etc.; coadyuvar a la Ley reguladora del Trabajo
infantil, denunciando los casos de explotación; promover instituciones de
previsión y Mutualidades; atender con preferencia a los menores anormales
mentales, sordomudos y ciegos; fomentar la profilaxis de enfermedades evitables y procurar a los niños educación adecuada a su edad y sexo así como
enseñanzas profesionales que permitiera a los asilados atender a su subsistencia al salir de los Centros benéficos. Todo bajo la acción directiva del
Consejo Superior y la implicación directa de la sociedad en su conjunto. El
Reglamento de 24 de enero de 1908, que desarrollaba la Ley preveía, así, que
los niños no sólo fuesen asistidos físicamente, sino que también recibieran
una «educación protectora». Amparo y tutela que procurarían las diferentes
Secciones en que se dividía el citado Consejo y sus correspondientes Juntas:
— Puericultura y primera infancia, con carácter exclusivamente sanitario, que dio lugar a numerosas instituciones: Dispensarios de Puericultura y
Pediatría, Guarderías infantiles, Comedores para madres lactantes, Casas de
Maternidad, Consultorios o Gotas de Leche, Escuelas de Maternología, etc.;
— Asistencia social, con carácter mixto —asistencial y sanitario— que
tuvo un sesgo marcadamente educativo ocupándose, preferentemente, de
proteger a la segunda infancia (de tres a dieciséis años), a través de la vigilan-
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
cia higiénica de los lugares de asistencia y educación (parvularios, escuelas,
sanatorios), así como de la elaboración de estadísticas epidemiológicas, la
denuncia de casos de explotación o la implantación de nuevos modelos educativos, entre otros, dando lugar al establecimiento de Colegios mediopensionados, Cantinas, Colonias y Roperos o Juntas antituberculosas, entre otros;
— Medicina y tutela moral, con un carácter exclusivamente tutelar por
causas de orden moral, cumplía, entre otras funciones, la de cooperar a la
extinción de su principal objeto (la mendicidad y la vagancia) a través de
instituciones conocidas como Casas de Familia, Casas de Observación,
Grupos Benéficos y de Enseñanza Profesional, Granjas o Colonias agrícolas;
— Tribunales Tutelares y Jurídica y legislativa, que funcionaron con
plena independencia de las Juntas. A ello nos referimos en el capítulo siguiente.
Cabe subrayar, sin embargo, que la atención al abandono infantil, no
sólo se fundamentó en este modelo secularizado e intervencionista del
Estado que, a pesar de todo, nunca dejó de tener ese carácter asistencial y
benéfico, sino que persistieron los viejos usos, así como las instituciones
asilares tradicionales, también bajo el influjo, más si cabe, de la beneficencia y la caridad —en particular, Casas de Beneficencia y Misericordia, en
las que siempre existió una población asilada mayoritariamente infantil—
supervisadas por las Juntas Locales y Provinciales de Beneficencia y sostenidas con fondos de las Diputaciones Provinciales.
Tanto en unas como en otras instituciones, la educación se consideró elemento imprescindible de la asistencia. La instrucción/moralización (adoctrinamiento y práctica religiosa) y el adiestramiento laboral y profesional o aprendizaje de un oficio, constituyeron las bases formativas de los menores asilados
tanto en las instituciones benéficas como en las dependientes del Consejo
Superior, generalmente en régimen de aislamiento (internalización/control).
1.2.2. La protección del delincuente: Tribunales Tutelares de Menores
e instituciones reeducadoras
Hacia una jurisdicción propia de menores
El movimiento protector buscó también nuevas formas de control social de los menores infractores. Conviene recordar que la conflictividad
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
juvenil se acentuó en nuestro país en un momento en que la familia, debido
fundamentalmente al proceso de industrialización, a la consecuente migración campo-ciudad y a la progresiva incorporación de las mujeres al
trabajo extradoméstico, sufría tan honda transformación en sus estructuras que llevaba a situaciones extremas de abandono o pérdida de control
sobre los hijos. Ello llevó a valorar las ventajas de una diligente actuación
pública en su tutela y, en consecuencia, a medida que el movimiento paidológico tomaba fuerza y se asumían las diferencias entre menores y adultos,
se fue imponiendo, en el ámbito del Derecho Penal, la necesidad de crear
órganos competentes que, como los Tribunales Tutelares, juzgasen sus delitos independientemente de la justicia ordinaria, cuidando, a la vez, de sus
intereses como menores. Exigencias que se reiteraron en las secciones jurídicas de las Asambleas y Congresos Internacionales de Protección a la
Infancia, celebradas a comienzos de siglo en Europa, en cuyas conclusiones se solicitaban juicios rápidos para los jóvenes delincuentes y trato corrector diferente al de los adultos evitando su internamiento en cárceles
comunes.
Se demandaba que la actuación del Derecho Penal sobre menores, aplicara soluciones pedagógicas más que penalizadoras, apartándolos de las
prisiones (lugares de reclusión y castigo), considerando irrenunciable su
educación y su reintegración social. Se instaba al Estado a no «agotar» allí a
los hombres sino a «regenerarlos». Se trataba, en definitiva, de hacer de la
aplicación del Derecho un capítulo de pedagogía, declarando incompatibles,
ya en el umbral del siglo XX, los conceptos «niño» y «cárcel», con el fin de
sustituir ésta por instituciones de tutela como exigían las nuevas teorías penalistas, ampliamente discutidas ya en la segunda mitad del siglo XIX, que
apuntaban al «hombre» (antropología penitenciaria) más que al «crimen».
A las tesis del positivismo, que transformaba el concepto de castigo en el
de tratamiento, se unieron en España los planteamientos correccionalistas,
con propuestas reeducativas, como las de Concepción Arenal o la Institución
Libre de Enseñanza (Giner de los Ríos y Alfredo Calderón, entre otros), que
consideraron prioritario el estudio de la realidad del delincuente y los factores que intervenían en la comisión del delito. La cuestión penal se convertía
en un asunto educativo y se asumía el reto de transformar internamente al
infractor. La sociedad, en consecuencia, no se había de contentar con defenderse ante la trasgresión de la ley, sino que debía tratar de «corregir» la vo-
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
luntad débil de aquél a través de medidas educativas, entendiendo que la
reforma del delincuente garantizaba la defensa social, más eficazmente que
el puro y simple castigo.
En atención a tales principios, asistimos a un primer intento de reforma
por parte del Gobierno al autorizar, por Ley de 4 de enero de 1883, la fundación en Madrid de asilos de corrección paternal y Escuelas de Reforma, con
carácter privado, en donde recibieran educación correccional o reformadora los menores de 18 años. Paulatinamente se fueron creando otros con similares objetivos, bien de carácter oficial, privado o mixto.
Cabe destacar, entre las públicas: Escuela Central de Reforma de Alcalá de
Henares (antiguo Reformatorio de Jóvenes delincuentes), con dos secciones,
una para varones entre 9 y 15 años y otra para niñas menores de 12, así como la
Colonia Penitenciaria del Dueso, con una sección para menores.
Desde el ámbito privado: Escuela de Reforma de Santa Rita, de Carabanchel
Bajo (Madrid); Casa de Familia, de Barcelona; Patronato de niños abandonados, de Valladolid; Asilo de golfos «Porta Coeli», de Madrid; Escuela de Reforma,
de La Carolina; Protectorado del Niño Delincuente; Casa Concepción Arenal, de
Madrid y Colonia de San Hermenegildo de Dos Hermanas (Sevilla), entre otras.
El «Juez Pedagogo»
La reforma definitiva llegó en 1918, en que se aprobó la Ley de Tribunales
Tutelares, tras el impulso ejercido por los primeros Congresos Penitenciarios
españoles, así como su Reglamento, el 6 de abril de 1922. Sus funciones básicas,
así como las asignadas a sus instituciones auxiliares, habían de centrarse en:
— reeducar a los menores desviados.
— adaptarlos a la vida social.
— y reinsertarlos en la familia, en la escuela y en el trabajo.
Su jurisdicción, por tanto, no debía tener carácter represivo sino educativo y tutelar. El menor, más que un culpable a castigar venía a ser considerado un enfermo al que curar, por lo que a los Presidentes de los Tribunales,
además de los saberes jurídicos, se les exigía poseer una cierta formación
educativa («juez pedagogo»). Se podía recurrir al internamiento pero sólo
cuando los medios ordinarios de integración familiar y escolar (amonestación, libertad vigilada, custodia en familia o entidad tutelar) se hubieran
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
agotado. Sin embargo, tal práctica con la consiguiente separación de los
infractores de su medio habitual, fue una realidad frecuente, prodigada en
nuestro país hasta la última década del XX.
Tras diversas reformas y adaptaciones normativas, como el Texto refundido
de la Legislación sobre Tribunales Tutelares (Decreto de 11 de junio de 1948), la
justicia de menores se actualizó a través de la Ley Orgánica 4/1992 de 4 de junio
sobre la Reforma de la Ley Reguladora de la Competencia y el Procedimiento de
los Juzgados de Menores, vigente hasta la actual Ley Penal del Menor, aprobada
el 22 de diciembre de 1999 y puesta en vigor en enero del 2001.
1.2.3. La explotación laboral de niños y jóvenes. Leyes e instituciones
protectoras
La problemática de la explotación laboral de niños y jóvenes adquiría en
España especial relevancia a finales del XIX y comienzos del XX. Con el progresivo desarrollo industrial, el empeño por hacer competitivas las empresas, llevó a los patronos a emplear mano de obra dócil, poco conflictiva y
sobre todo barata, al objeto de conseguir mayor volumen de trabajo y consecuente productividad.
El estudio de esta problemática interesa por cuanto transciende al tiempo,
tanto como fenómeno del pasado como del presente. Como es sabido, todavía
en la actualidad —la era de la globalización y del desarrollo económico— numerosos menores se ven obligados a trabajar en condiciones a veces infrahumanas. Se trata de una realidad que mueve sensibilidades a nivel nacional e internacional y que, aunque afecta especialmente a países con escaso desarrollo, no
deja de tener lugar, si bien de manera residual, en los civilizados o avanzados.
Pero nuestro objetivo es dirigir la mirada al pasado.
Por unos u otros motivos, el abuso sobre los menores se extendió progresivamente con el consiguiente correlato de indefensión generalizada frente
a patronos y empresarios que normalmente les obligaban a realizar esfuerzos superiores a sus fuerzas en actividades varias, con escasos salarios,
menguadas o nulas condiciones higiénicas por lo general y mucho menos
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
educativas. Su condición, en fábrica y talleres, en situación de aprendizaje o
no, quedaba normalmente al arbitrio de la codicia y la veleidad de los propietarios. Se iniciaban laboralmente a partir de los seis años, en agotadoras
jornadas de once a catorce horas, a las que había que sumar las largas distancias que en ocasiones habían de recorrer para acceder a los lugares de
trabajo.
La búsqueda de soluciones no podía afrontarse de manera aislada, sino
que requería medidas preventivas, en primer lugar, a través tanto de una
legislación oportuna, con carácter coercitivo hacia los contratantes, si fuera
necesario, como de la creación de mecanismos e instituciones inspectoras
y, en segundo lugar, de medidas educativas que protegieran y rehabilitaran a los prematuros asalariados.
Medidas preventivas
La inicial legislación laboral española, como respuesta a la cuestión
obrera, trató de proteger, en primera instancia, a los más débiles, menores y
mujeres. Las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, en efecto, contemplaron una decidida actuación normativa, dando lugar a lo que se ha
calificado como «época heroica de la legislación social». Fue especialmente
significativa la Ley de 24 de julio de 1873, firmada por Eduardo Benot,
Ministro de Fomento, que regulaba por primera vez las condiciones de trabajo de ambos colectivos, haciendo expresa referencia a la educación de los
obreros más jóvenes. En su articulado se incluían los más amplios referentes protectores al uso:
— edad mínima laboral (diez años),
— duración de la jornada laboral y prohibición del trabajo nocturno (en
consonancia con las más modernas leyes extranjeras de su categoría)
— y referencias expresas acerca de la instrucción de los jóvenes obreros.
Normativa social y tutelar que, sin embargo, y por diferentes motivos,
obtuvo escaso eco por lo que debió ser reformulada de nuevo a través de la
Ley de 13 de marzo de 1900 y el Reglamento para su ejecución de 13 de noviembre. Considerada la más importante norma al respecto, constituyó el
fundamental apoyo de la Inspección de Trabajo. Las medidas que contem-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
plaban, supusieron un punto de inflexión en la acción protectora del Estado,
fijando, por ejemplo:
— la edad mínima y la jornada laboral de los menores explicitando los
requisitos y certificaciones exigibles, como el necesario permiso del
padre o la madre, tutor o director del establecimiento benéfico, mediante acta extendida ante la autoridad local;
— la acreditación de la edad, mediante certificado del Registro Civil;
— los certificados médicos, expedidos gratuitamente por los médicos forenses o los de Beneficencia municipal, donde quedara anotado que el
trabajo a que fuera a dedicarse el menor correspondía a sus fuerzas;
que había sido vacunado y que no padecía enfermedad infecto-contagiosa;
— la instrucción religiosa y moral y los trabajos prohibidos.
Cabe recordar que la lucha contra el trabajo infantil requería el consenso
y la participación internacional a través de la firma de acuerdos en que los Estados se comprometieran a intervenir contra las peores formas de explotación.
Tales acuerdos, hoy aceptados por la mayoría de países, tienen su origen
histórico en 1919, con la creación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en cuya sede de Ginebra se celebran, desde entonces, Conferencias
y encuentros anuales entre representantes de los Gobiernos, la patronal y los
trabajadores y se elaboran Convenios vinculantes para todos los Estados miembros, con carácter legal obligatorio de Tratado Internacional y Recomendaciones que, sin la fuerza normativa de aquéllos, han marcado las directrices de las
políticas laborales nacionales. Los más antiguos, el Convenio n.º 5, que establecía, en 1919, la edad mínima de 14 años para el trabajo en la industria y la
Recomendación n.º 14, de 1921, que prohibía el trabajo agrícola a menores de
esa misma edad. Los gobiernos de la II República, por ejemplo, especialmente
sensibles ante la cuestión social, ampliaron la prohibición a los menores de 14.
Y no menos significativas fueron las paralelas normas que protegían a
los menores de la explotación en el ámbito de la mendicidad, como la Ley de
23 de julio de 1903, que no sólo prohibía su ejercicio, sino también que vagaran o pernoctaran en parajes públicos, aun acompañados de mayores.
Asimismo, las referidas al trabajo de las mujeres en la industria de la aguja
o la textil en particular, que ocupaba fundamentalmente a adultas y niñas,
obligándolas a permanecer largas jornadas en posiciones inmóviles e incó-
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
modas, hasta que se promulgó la Ley de la Silla de 27 de febrero de 1912,
que obligaba a los patronos a disponer de un asiento para cada empleada.
Desde 1919, diferentes normativas fueron modificando la edad mínima laboral, atendiendo a los requerimientos internacionales, en especial de la
Organización Internacional del Trabajo, con sede en Ginebra.
Medidas educativas
Pero además de las disposiciones legislativas o preventivas que habían
de contribuir a frenar la explotación laboral de los menores, se precisaba
de otras complementarias, pero igualmente irrenunciables, de carácter escolar y educativo. La dificultad, en efecto, cuando no la imposibilidad, de
adquirir al menos una educación básica o elemental (imprescindible para
la defensa ante la vida y para el desarrollo personal) era, sin duda, la mayor carencia para quienes se veían abocados a un trabajo normalmente
extenuante y siempre prematuro. Es por ello que políticos, reformadores
sociales y, por supuesto educadores, concibieron la escuela, la instrucción,
como el medio más elemental y práctico de prevenir el abandono y la explotación. En consecuencia, la legislación española, desde mediados del
siglo XIX, procuró sintonizar la escolarización con la ocupación laboral,
intentando (no siempre con éxito) hacer coincidir la finalización de la primera con el inicio de la segunda.
No obstante, es preciso subrayar la falacia de la obligatoriedad escolar que
había establecido la Ley Moyano en 1857, dada la penuria económica en el ámbito de la enseñanza, la consecuente falta de escuelas y la inexistente gratuidad
de la enseñanza obligatoria que implicaba poseer el «certificado de pobreza» al
que no todos podían acceder. Conocemos también la oposición de determinadas familias a posibles reglamentaciones restrictivas del trabajo infantil, como
el requisito educativo y el desinterés e incluso el rechazo a la escuela. Se cuestionó el principio de escolaridad obligatoria, argumentándose que atacaba los
derechos naturales y que sólo el padre era el responsable de los hijos, con lo que
se desvirtuaba la que era, para muchos, la primera y más esencial obligación del
Gobierno. Lo cierto es que la ignorancia de las clases trabajadoras y el menosprecio hacia la cultura dificultaron la eficacia tanto de la legislación protectora
del trabajo infantil como del cumplimiento de la obligatoriedad escolar.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Conviene recordar que la enseñanza primaria elemental comenzó a tener carácter obligatorio para todos los españoles entre seis y nueve años
tras la promulgación de la Ley Moyano de 1857. Sin embargo, la edad mínima de empleo, según la referida Ley Benot, de 1873, se mantenía en los diez,
obligando, además, a los establecimientos fabriles, situados a más de cuatro
kilómetros de una población, a mantener escuelas de instrucción primarias
para los adultos y sus hijos menores de nueve años.
Dicho desfase entre ambas edades se superó, no obstante, a partir de la
Ley Orgánica de 13 de marzo de 1900, ya más específica sobre la protección
laboral de niños y jóvenes, al permitir el acceso al mundo del trabajo a los
menores de nueve años pero siempre que supieran leer y escribir; y posibilitaba a los que ya estuvieran trabajando y carecieran de una mínima alfabetización (menores de catorce años que no la hubiesen recibido), disponer de
dos horas, no computables en la jornada laboral, para adquirir tales conocimientos en escuelas próximas o en las que el establecimiento fabril crease
con sus propios fondos. La «generosidad pedagógica» de la norma, superaba pues a la de Moyano, al obligar a la asistencia escolar a todos los trabajadores entre los nueve y los trece años —catorce para las niñas— al menos
durante unas horas diarias. Medida, sin embargo, de difícil cumplimiento,
a pesar de castigarse con multas de 125 a 1250 pesetas, viéndose obligado el
Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Antonio García Alix, a rebajar a una hora el tiempo disponible para recibir dicha instrucción, por
Decreto de 25 de mayo de 1900, mientras insistía, igualmente, en la necesidad de establecer escuelas para obreros menores en las fábricas, explotaciones, minas y talleres.
Desde 1900 hasta 1923, la edad mínima para acceder a un puesto de trabajo fueron los diez años (nueve como excepción), según la citada Ley orgánica. Sin embargo, la edad escolar se prolongó, en 1901, a los doce y a los
catorce a partir de 1923 (Ley de 18 de mayo). Difícilmente podrían ser cumplidos ambos preceptos (laboral y educativo) de modo simultáneo, sobre
todo cuando se permitían jornadas de seis horas a los menores. La consecuencia era inevitable para quienes se incorporaban al trabajo antes de concluir su escolarización que debían, en la práctica, abandonar la escuela. No
obstante, se posibilitó iniciar relaciones laborales antes de los catorce, siempre que mediase el permiso paterno. Más adelante, tanto durante la Dictadura
de Primo de Rivera (Código del Trabajo), como durante la II República
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
(Contrato del Trabajo), se negó a los menores capacidad contractual respetando, de este modo, el límite fijado en los catorce años por el Convenio n.º 5
de la OIT, en Conferencia celebrada en 1919. Así, ambos ordenamientos, convergían finalmente en los catorce años.
«Los niños menores de catorce años no podrán ser empleados, ni podrán
trabajar en empresas industriales, públicas o privadas o en sus dependencias,
con excepción de aquellas en que únicamente estén empleados los miembros
de una misma familia»
Convenio n.º 5 de la OIT. Art. 2.
Superado el periodo convulso de la Guerra Civil, la regulación laboral de
menores, si bien no experimentó cambios significativos, quedando refrendadas algunas normas en sus principios más básicos aunque adaptadas a
las nuevas orientaciones políticas, los desajustes entre ambas normativas
fueron notorios, al rebajarse en dos años la obligatoriedad escolar, por la
nueva Ley de Enseñanza Primaria de 17 de julio de 1945. Forzosamente
pues, al ser la salida de la escuela inferior en dos años a la del acceso laboral, los menores habían de permanecer desocupados durante este intervalo
de tiempo y expuestos, en consecuencia, al peligro del vagabundeo o del
empleo ilegal.
Con el Plan de Desarrollo Económico-Social (década de los sesenta) se
declaraba ampliado, al fin, el periodo de escolaridad obligatoria de los seis a
los catorce años (Ley 27/1964 de 27 de abril), definitivamente consolidado
por la Ley General de Educación de 4 de agosto de 1970. Aunque tampoco en
este caso se ajustaba al límite de la edad laboral (dieciséis años) que exigía,
poco más tarde, la Ley de Relaciones Laborales y el posterior Estatuto de los
Trabajadores, los dos años que separaban la escolaridad obligatoria (catorce)
y la del contrato de trabajo (dieciséis), fueron compensados por la citada Ley
General (art. 40), ofreciendo itinerarios formativos para, una vez concluida
la escolaridad, continuar con los estudios de bachillerato o iniciar los de formación profesional, cuyo primer nivel o grado finalizaba a los dieciséis, previsto ya, en el Decreto de Ordenación de la Formación Profesional de 14 de
marzo de 1970.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
La regulación de los «aprendizajes» fue también objeto reiterado del interés de los legisladores, dado que tradicionalmente se confundía al aprendiz con los fámulos o criados, dedicándolos, más que al adiestramiento en
un oficio, a otros quehaceres domésticos, como aguador, niñero o recadero
mozo de cuerda, sin ningún beneficio económico. En este contexto, las
Escuelas de Artes y Oficios, existentes desde finales del XIX, tampoco cumplieron, por diversas razones, las expectativas con las que fueron creadas. A
remediar el problema se dirigió el primer ordenamiento que en España, en
línea con otros países europeos, regulaba los Contratos de Aprendizaje, tratando de poner fin a la utilización masiva de menores en situación de aprendizaje y formulando determinadas exigencias formativas al respecto.
Aludimos a la Ley de 17 de julio 1911 que, sin embargo, tampoco consiguió
los resultados deseados al ligar los Contratos a las empresas haciendo recaer únicamente en ellas, es decir en los patronos, la formación de los
aprendices, como sucedía en los antiguos gremios. Habría que esperar al
desarrollo de la legislación social durante la Dictadura de Primo de Rivera,
cuyo Estatuto de formación profesional (Real Decreto Ley de 21 de diciembre de 1928) unía esta formación tanto al ámbito socio-laboral (empresas)
como educativo (administración pública).
1.3. Experiencias paraescolares y políticas de extensión cultural
1.3.1. La escuela como espacio de socialización
Desde comienzos del XX, filántropos y reformadores sociales entendieron la escuela como un medio, elemental y práctico, de prevenir y remediar
los males que afectaban a los menores, así como un laboratorio en que prepararles para la socialización. Se asumía que podía abandonarse a los niños dejándoles desnudos y desnutridos, pero también privándoles de los
medios para educarse. De acuerdo con todo ello, durante las primeras décadas de siglo, fueron fundamentalmente los hijos de la clase popular y urbana, altamente depauperada, los clientes potenciales —y en gran medida
ocasionales— de la escuela pública —«escuela de pobres»— cuyos locales,
por lo demás, no solían gozar de mejor ambiente y acomodo que las calles
de la ciudad, en que imperaba el lodo, la suciedad y los gérmenes de todas
las infecciones, físicas y morales, tan vivamente retratados por la literatura
de la época.
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
Aludiendo a este contexto, más que a la propia escolarización, nos referiremos a toda una serie de iniciativas de carácter paraescolar —o complementario— que con un cierto aire asistencial pretendían paliar diferentes
precariedades infantiles (higiénicas, sanitarias, nutricionales…) o infundir
en los niños determinados hábitos (relativos a la propia higiene individual,
al respeto a la naturaleza, a la solidaridad, la previsión y el ahorro, etc.) que
habrían de repercutir —de acuerdo con sus ideólogos y prácticos— en beneficio de los escolares y de la comunidad.
Instituciones paraescolares
Físico-Sanitarias
Inspección Médico-Escolar
Colonias Escolares
Escuelas al Aire Libre
Otras
Cantinas y Roperos Escolares
Mutualidades Escolares
Económico-Sociales y de Previsión
Cajas y Libretas de Ahorro Escolar
Otras
Pedagógicas y Medioambientales
Paseos y Excursiones
Cotos Escolares
Fiesta del Árbol
Campos de Experimentación Agrícola
Bibliotecas y Museos
Otras
Algunas de las más significativas experiencias de carácter higiénico-sanitario ensayadas en España tras el ejemplo europeo —al margen de la instauración de la Inspección Médico-Escolar, creada por R. D. de 16 de junio
de 1911— fueron, entre otras, las Cantinas y Baños Escolares, así como las
Colonias y Escuelas al Aire Libre. Las primeras —que aparecen ya aludidas
en el R.D. de 7 de febrero de 1908, sobre Juntas Locales de Enseñanza—
perseguían una doble finalidad: atender, completándolo, el déficit alimenticio —cuantitativo y cualitativo— de un elevado número de escolares e insistir en su tutela educativa. Era esta última dimensión —en teoría— la que se
trataba especialmente de potenciar: todos los niños eran iguales en la escuela, con idéntico derecho a gozar de los beneficios sociales y educativos,
buscando trascender el mero carácter benéfico-social, que convertiría las
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Cantinas en simples «comedores» de caridad. La insuficiencia o la precariedad absoluta de los presupuestos, sin embargo, llevaban naturalmente a
priorizar la atención a los más necesitados o con carencias familiares manifiestas. Se trataba, en definitiva, de «acallar el hambre de los niños de la
escuela», realizando una «gran obra de redención física» que resolviera «el
problema de la nutrición y el lúcido desarrollo de la infancia», en expresión
del doctor Tolosa Latour.
Un Real Decreto de 23 de abril de 1915 sobre Inspección médico-escolar,
aludía a la necesidad de su fomento e inspección, mientras que el Reglamento
de escuelas graduadas de 19 de septiembre de 1918, determinaba: «Se procurará que en cada escuela graduada se establezca una cantina y un ropero escolares, dirigidos por los maestros…». Su práctica, sin embargo, fue esporádica por la falta de reglamentación efectiva, por la carencia de medios o por
la ausencia de interés o de criterio pedagógico de los directamente implicados, lo que puede postularse, no sólo en relación con las cantinas, sino con el
conjunto de las iniciativas a las que venimos aludiendo, como el de la implantación de los Baños escolares. No obstante, durante el periodo republicano,
se intensificaron las sensibilidades al respecto, desde la convicción de que la
escuela no debía, exclusivamente, enseñar a leer, escribir y contar ni reducirse a un espacio cerrado, fomentándose de manera significativa la creación de
cantinas dedicando específicas cantidades a subvencionarlas. Ese fue el espíritu del Decreto de 28 de agosto de 1931, al señalar que «la función social de la
escuela encuentra quizá su mayor exponente» en tales instituciones.
Una de las iniciativas higienistas de mayor entidad en nuestro país fueron, sin embargo, las Colonias Escolares que, con una notable tradición internacional, se incorporaron en España a partir de 1887. La práctica colonial se extendió al principio lentamente pero con éxito notable por todo el
territorio, tras la primera experiencia llevada a cabo en San Vicente de la
Barquera (Santander), bajo el aliento y la dirección de Manuel B. Cossío,
desde el Museo Pedagógico Nacional.
La finalidad de las Colonias no era otra que la de «restaurar las energías
físicas del niño debilitadas en un medio social extremadamente pobre o
producto de una tara familiar, mediante un plan de vida higiénico en la
montaña o en el mar», al objeto de hacer más efectiva la finalidad escolar.
Su instauración fue asumida por diferentes colectivos o entidades, tanto
públicos como privados: Municipios, Diputaciones, Centros de Protección a
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
la Infancia, Institución Libre de Enseñanza, Museo Pedagógico Nacional,
Parroquias, sociedades obreras, filantrópicas y otros grupos o personas
particulares, aunque parecía común la convicción de que los gastos de sostenimiento de las Colonias debieran sufragarse, directa o indirectamente,
por el Estado. En mayo de 1911, un Real Decreto disponía su organización
oficial en España, mereciendo especial atención durante la II República, en
que fueron subvencionadas con cantidades significativas, en función de los
presupuestos.
Las Colonias, las posteriores Escuelas al Aire Libre o los más modestos
paseos o excursiones escolares, pretendían, en fin, la «regeneración física»
de los menores y, en concreto, que recibieran —sacándolos de su habitual
cárcel, escolar y doméstica— «en pleno aire y en plena luz la salud del cuerpo, el alimento de la inteligencia y las ideas de moralidad que se deducen al
contemplar frente a frente las obras de Dios», como expresara, con un matiz
trascendente, la significada profesora de la Escuela Normal de Valencia
María Carbonell Sánchez. A todo ello pretendió contribuir, también, la institucionalización la Fiesta del Árbol o el establecimiento de huertos o campos escolares, entre otros.
Con igual carácter protector, pero con una especificidad más socializadora, cabe citar la creación de las Mutualidades Escolares. La exposición de
motivos del Decreto de 7 de julio de 1911, que las organizaba en nuestro país,
argumentaba que «si el objeto principal de la enseñanza pública es formar
hombres, en la más amplia y sana acepción de la palabra, y no sólo cerebros
repetidores de fórmulas teóricas y de conocimientos transmitidos de generación en generación, no cabe duda que la práctica de aquellas formas de previsión económica y de solidaridad social han de contribuir en grandísima medida a conseguirlo». Las Mutualidades, junto a otras formas de previsión
escolar ensayadas con diferente éxito —Cotos, Cajas o Libretas de Ahorro,
por ejemplo— pretendían «arraigar en el corazón del niño la virtud de la economía por medio del ahorro bien entendido, en armonía con las demás virtudes sociales», objetivo por el que todo profesor debía esforzarse, combatiendo
a la vez «cualquier otro vicio que perciba en oposición a aquellas virtudes», en
el decir de Ezequiel Solana, uno de sus más decididos promotores.
Entendidas pues como «instituciones protectoras de la infancia», y como
«escuelas de ciudadanía y de solidaridad», un Real Decreto de 20 de septiembre de 1919 disponía la obligatoriedad de su establecimiento en las
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Escuelas Nacionales, prosiguiendo una legislación que sería después retomada, con mayor o menor efectividad práctica, por los gobiernos de la
República y del primer franquismo, dando lugar a una irregular y desigual
distribución, habida cuenta, como ante otras tantas disposiciones, del mayoritario incumplimiento de la norma.
Debemos concluir, en fin, subrayando la gran distancia que mediaba
entre las demandas teóricas que se formulaban para la escuela —no exentas
de altas dosis de utopismo— y la realidad escolar misma. Recordemos, por
mencionar algún dato concreto, que en 1908, de un censo de población escolar (de 6 a 12 años) de 2.899.001 niños, se encontraban matriculados
1.492.072, lo que suponía la ausencia de un 50% del colectivo infantil, al que
tampoco hubiera podido darse acomodo —a pesar de la obligatoriedad legal, establecida desde 1857— por la falta efectiva de aulas.
Ante éstas y otras circunstancias —el absentismo y el abandono escolar,
la escasez de recursos públicos, el desencanto del magisterio, las lamentables condiciones higiénico-sanitarias de los locales, la ignorancia y el desinterés social...— ¿qué maestros harían suyas sólo alguna —al menos— de las
instituciones complementarias que al respecto proponía una administración
educativa que no alcanzaba a dar cumplimiento a otras tantas de absoluta
prioridad? ¿A cuántos niños llegarían realmente las ventajas del mutualismo escolar o la práctica de los baños, por poner dos ejemplos concretos?
Sin duda a un colectivo insignificante y siempre gracias al voluntarismo de
maestros excepcionales, no sólo convencidos de los beneficios teóricos de su
implantación, sino también, y lo más importante, dispuestos a una dedicación complementaria probablemente no comprendida ni apoyada por el medio social y mucho menos reconocida a nivel económico y profesional. Pero
indudablemente también, sería injusto infravalorar la intención y el esfuerzo que tales iniciativas supusieron desde una sensibilización creciente hacia
los problemas infantiles y hacia los más necesitados en particular.
1.3.2. Alfabetización y extensión cultural
Escolaridad nocturna
Aunque el primer objetivo, desde la puesta en vigor de la Ley Moyano
en 1857, fue paliar las carencias intelectuales y conseguir una alfabetización
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
funcional que permitiera a todos leer y escribir (art. 106), hubo que esperar
a que el Estado, a fin de aminorar la baja condición cultural de una mayoría
de españoles, emprendiera, a comienzos del XX, un nuevo intento alfabetizador, a través de la instauración de las clases o escuelas nocturnas (Decreto
de 6 de julio de 1900), mantenidas por los Ayuntamientos. Pero la realidad
fue, no obstante, que además de lograr una escasa implantación, la medida
no concitó el interés ni de los potenciales alumnos, ni de quienes habían de
sustentarla, los maestros, regentes, a su vez, de las escuelas primarias que
llegaron a cuestionarla, arguyendo que la enseñanza, para ser efectiva, debía ser diurna porque ni la luz artificial era la más recomendable para tales
propósitos, ni parecía oportuno sujetar a los jóvenes obreros, tras las penosas faenas del día, al no menos arduo trabajo intelectual. En efecto, a pesar
de estar inicialmente destinadas a los adultos, la edad de ingreso requerida,
los nueve años, límite de la escolaridad obligatoria, hace suponer que la
clientela más habitual de las escuelas nocturnas fuesen niños y su número
escaso, consecuencia lógica, como señalábamos, la fatiga laboral que exigía, para no perjudicar su salud, expansión y descanso.
Tampoco los Ayuntamientos, sobre los que recaía la responsabilidad de
su creación, se vieron capaces, económica y socialmente, de dar cumplimiento a lo establecido. En consecuencia, los tímidos intentos para culturizar a los obreros e hijos de obreros se reducían, en la práctica, a alguna escuela dominical y a otras tantas nocturnas, de titularidad pública en escaso
número o a cargo, fundamentalmente, de asociaciones privadas, mientras
desde diferentes instancias sociales, se hacían llamamientos a los gobiernos
centrales, provinciales y locales a promover estímulos para quienes desearan aprender, y se instaba a los maestros de obras, dueños de fábricas, jefes
de talleres o capataces de granjas y caseríos, revestidos de la autoridad que
su posición les concedía, a no transigir con los aprendices, operarios y jornaleros que careciesen de la instrucción suficiente, exhortándoles sin cesar
a que mejoraran su condición, acudiendo a las escuelas nocturnas.
Si bien nuevas normas trataron de impulsarlas, a lo largo del primer
tercio de siglo (Real Decreto de 4 de octubre de 1906 y Orden de 28 del mismo mes) siguieron manteniendo su carácter escolar, es decir de ampliación
de las clases de enseñanza primaria y, sólo pasados ciertos años, ya en periodo republicano (Decreto 18 de mayo de 1932), tras potenciarse una diferente organización pedagógica y administrativa, se las hizo depender de la
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Administración Central, implicando a los maestros y facilitando su acceso
a los mayores analfabetos a fin de que consiguieran los conocimientos que
la escuela no les había proporcionado y que su profesión y la propia vida
social les exigían (formación básica, permanente y profesional). Y aunque
la enseñanza nocturna constituyó una de las prácticas fundamentales del
programa de erradicación del analfabetismo durante la II República —intento que ya se había ensayado durante la Dictadura, con la creación de la
Comisión Central contra el analfabetismo (Decreto de 31 de agosto de
1922)—, problemas de índole presupuestario, hicieron fracasar el intento,
viniendo, de nuevo, la iniciativa privada, a paliar tales deficiencias a través
de ateneos, sociedades, círculos instructivos y culturales, etc. Es el caso,
también, de las Casas del Pueblo socialistas o los Círculos Católicos de
Obreros. Más adelante, la Ley de Educación Primaria de 1945, en su artículo treinta y uno, tratando de regular la asistencia obligatoria a las clases
de adultos para todos los carentes del Certificado de estudios primarios,
las reorganizaba para los mayores de 12 años de ambos sexos, mientras
recordaba a las empresas su deber de colaborar con el Ministerio haciendo
constar en los contratos laborales, la obligación de asistir a tales escuelas
especiales, aún a costa de horas de trabajo. El Decreto de 7 de septiembre
de 1954, exigía, así, que los analfabetos comprendidos entre los doce y los
veintiún años quedasen «igualmente obligados a matricularse en las clases
de adultos, en las mismas circunstancias y con las mismas prevenciones
que para los niños se establecen en los anteriores artículos» (art. 8).
Extensión cultural
En el ámbito de la educación no formal hemos de hacer referencia a las
tres iniciativas de educación popular más significadas durante el primer
tercio del siglo: la Extensión Universitaria, las Universidades Populares y las
Misiones Pedagógicas:
La primera experiencia de Extensión Universitaria, surgida en Inglaterra
a finales del XIX, pronto encontró eco en algunas universidades españolas
como las de Oviedo (1898) y Valencia (1902), entre otras, que al objeto de dar
cumplimiento a lo que entendían como su misión social, programaron toda
una serie de iniciativas especialmente dirigidas a las clases populares que
se concretaron básicamente en ciclos de conferencias, cursos breves o actos
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
culturales varios. Tras un periodo de esplendor durante la primera década
de siglo, pervivieron aunque con escaso éxito.
Las denominadas Universidades Populares ofrecieron, en paralelo, un
elenco similar de actividades. Aunque fueron numerosos los promotores,
es de destacar la experiencia valenciana, en 1903, a cargo de Vicente Blasco
Ibáñez y su grupo republicano, dirigida fundamentalmente a los obreros, a
la que dio réplica, con idéntico objetivo de educación popular, si bien con
connotaciones ideológicas concretas, la Universidad Popular Católica desde 1906, en clara pugna con su oponente. En líneas generales, el impulso
de las Universidades Populares se debió a profesores, profesionales e intelectuales reformistas pero también a estudiantes, como es el caso de las
creadas, durante la II República, por la Unión Federal de Estudiantes
Hispanos, cuyos asociados asumieron el reto de difundir los conocimientos adquiridos en las universidades entre las clases sociales que no habían
podido acceder a ellas, por su condición social y económica.
Pero fueron, sin duda, las Misiones Pedagógicas la experiencia de extensión cultural más genuina de la época que nos ocupa. Gestadas en los
primeros años de la II República (recordemos que sus gobiernos trataron
de reducir la alta tasa de analfabetismo —entre un 30% y un 40%— tanto
por la vía de creación escuelas —«planes quinquenales»— como por el
fomento de la cultura popular) se trataba, en este último caso, de llevar al
ámbito rural algunos de los medios de cultura que sólo se disfrutaba en
la ciudad (cine, teatro, bibliotecas, audiciones musicales, conferencias,
etc.). No cabe duda que el objetivo prioritario fue establecer puentes de
comunicación entre el medio urbano y el rural, y «humanizar la vida de
las pequeñas aldeas», pero tampoco debe obviarse el objetivo político de
atraer al republicanismo a los hombres y mujeres del campo que, masivamente, en las elecciones de 12 de abril de 1931, habían votado a favor de
la Monarquía y no de la República, como lo habían hecho las ciudades.
El Decreto de 29 de mayo de 1931, firmado por Marcelino Domingo,
creaba un Patronato de Misiones Pedagógicas y fijaba las actividades a realizar respecto a la cultura general, a la orientación pedagógica y en relación
a la educación ciudadana. «Se trata —leemos en el art. 1.º— de llevar a las
gentes con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento
del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en
los ejemplos del avance universal, de modo que los pueblos todos de España,
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
aún los apartados, participen en las ventajas y goces nobles reservados a los
centros urbanos».
Estas fueron algunas de las iniciativas a desarrollar:
a) Bibliotecas populares, fijas y circulantes (siembra de libros para despertar el interés por la lectura: Galdós, Valera, A. Poe, Pérez de Ayala, Quevedo,
Cervantes, Tolstoi, etc.). Con la participación del Museo Pedagógico Nacional y
el Ministerio de I.P.;
b) Lecturas y conferencias públicas (sobre cuestiones pertinentes a la estructura del Estado, la Administración pública y organismos de participación
ciudadana; sobre los principios democráticos de la sociedad; normas de orden
higiénico y técnico en los núcleos agrícolas, etc.);
c) Sesiones de cine (proyecciones fijas sobre temas de agricultura, ciencias
naturales, humor, dibujos animados, geografía, etc.);
d) Sesiones musicales (cancionero popular, música clásica —Mozart, Bach,
Haendel, Albéniz, Falla, etc.— con pequeñas orquestas y coros o audiciones de
radio o discos;
f) Exposiciones de obras de arte (museos circulantes);
g) Coro y teatro (a cargo de estudiantes y profesores de Facultades y Escuelas de Magisterio).
Se trataba, en definitiva, de permitir al pueblo participar en el goce y las
emociones estéticas y contribuir a la formación intelectual, higiénica y técnica de los habitantes de los pueblos y aldeas. Generosas propuestas, sin
duda, a las que faltó infraestructura económica para llevarlas a cabo. Nos
preguntamos, en todo caso, si los elevados índices de analfabetismo de la
sociedad española, a los que aludíamos, hubiera permitido asimilar el vasto
bagaje cultural que se pretendía transmitir, de manera puntual y en muy
breves periodos de tiempo, a colectivos muy concretos.
2. EDUCACIÓN Y ASISTENCIA DURANTE EL FRANQUISMO
2.1.
Consideraciones previas: el Estado ante la cuestión social
Durante el largo periodo franquista, las políticas sociales y las experiencias socio-educativas, no fueron uniformes ni en cuanto a proyectos ni en
cuanto a realizaciones, en función de los condicionamientos económicos y
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
sociales así como de las orientaciones políticas del nuevo régimen. Resulta
significativa la transformación que se operó en la sociedad española, fundamentalmente agraria, desde los tiempos de la posguerra, hasta la época
de crecimiento y desarrollo urbano generado por el despegue de la industria y el sector servicios. Pero si bien la penuria excepcional de los primeros
años requería de un amplio despliegue asistencial, durante el periodo de
posterior crecimiento económico, hubo que hacer frente también a numerosos desajustes sociales.
En una primera etapa, extensible hasta la década de los sesenta —y sobre todo en la inmediata posguerra— las políticas sociales se dirigieron a
paliar las necesidades más apremiantes, con medidas de carácter benéficocaritativo paternalista. La legislación no concedía derecho alguno al necesitado, viéndose obligado a justificar sus carencias para recibir prestaciones,
quedando a expensas de las disponibilidades de la Administración. Además,
el principio de subsidiariedad, asumido por el régimen en muchos ámbitos
de la vida social, incluido el educativo, llevó a la acción particular a paliar
numerosas penurias, al amparo del propio Estado, retomándose el tradicional modelo asistencial.
Superado el primer estadio y tras un periodo de desarrollo económico y
cierta legitimación del régimen, a partir de la década de los sesenta surgieron los primeros síntomas de lo que podríamos calificar como «inicios de
bienestar social», con la implementación de políticas sociales y experiencias
socio-educativas más complejas y numerosas, con la paulatina transformación de la Beneficencia pública y privada en Asistencia social.
Cabe subrayar el valor central que el sistema asistencial concedió a la
familia durante el franquismo, así como su impronta nacionalista y religiosa. El teórico altruismo de las distintas iniciativas asistenciales, en efecto,
sin distinguir en principio respecto de la ideología de los receptores, quedó
matizado por el empeño en transmitir claramente para su interiorización,
que tales auxilios derivaban de una identidad nacional, católica y sindicalista. Mientras el Estado social, en fin, se afianzaba en Europa tras la 2.ª
Guerra Mundial, en base a unos regímenes democráticos promotores de
políticas de previsión, redistribución de riquezas y empleo, de progresiva
fiscalidad y de promoción de los Servicios Sociales, su implantación en
España hubo de esperar a la promulgación de la Constitución de 1978.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2.2. Nacional-catolicismo: acción social benéfico-paternalista
(1939-1960). Experiencias y espacios de acción socio-educativa
2.2.1. Promoción asistencial-educativa
Las dos entidades que principalmente ejemplificaron el carácter caritativo y benéfico de la acción social durante el primer franquismo, fueron
Auxilio Social y Cáritas. El decreto de 17 de mayo de 1940, consideraba a la
primera como ente oficial encargado de cumplir, bajo el protectorado del
Estado, determinadas funciones benéficas y político-sociales, entre ellas: la
fundación de establecimientos donde se atendiera a la subsistencia y educación de los huérfanos pobres de ambos sexos menores de dieciocho años; la
tutela asistencial de la infancia, no estrictamente sanitaria, que facilitara su
pleno desarrollo físico y moral; la creación de instituciones de asistencia a
embarazadas y parturientas, etc. A tal efecto, dio lugar, entre otras, a la
Obra de Protección a la Madre y al Niño, Obra del Hogar NacionalSindicalista, Auxilio al Enfermo, y Auxilio a la Vejez.
Todo ello en el contexto de la Sección Femenina, creada en junio de 1934
por Pilar Primo de Rivera en el seno de Falange, que al margen de su
dimensión asistencial, se convirtió en el instrumento por antonomasia de la
socialización de las mujeres españolas —en íntima connivencia con el sistema
educativo formal— desde una perspectiva paternalista y claramente
diferenciadora de la entidad y los roles sociales de ambos sexos. Son múltiples
los frentes en que actuaron las mujeres de S. F., en consonancia con las prioridades sociales del momento. Las tareas sanitario-asistenciales fueron las más
significativas durante el periodo bélico y el primer franquismo, quedando
también en sus manos, el Servicio Social de la Mujer, creado por decreto de 7
de octubre de 1937, que contempló, inicialmente, la prestación gratuita de tareas de carácter básicamente asistencial durante un periodo de seis meses.
Por su parte, la Iglesia potenció una amplia red de organizaciones benéficas y asistenciales, entre las que cabe destacar Cáritas, que bajo el rótulo
de Secretariado Nacional de Caridad, dependiente de Acción Católica, iniciaba sus actividades en 1942, orientadas a cubrir situaciones sociales deficitarias, no siempre controladas por los poderes públicos, que llevaron a
crear centros de estudio, organizar cursos y asambleas, vehicular información a través de los medios de comunicación, impulsar colonias infantiles
de verano u emprender actividades escolares benéfico-asistenciales.
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
Obtenida personalidad jurídica propia e independiente en 1957, Cáritas impulsó, dando un giro menos benéfico a su actividad, un Centro de Estudios
de Sociología Aplicada, sin descuidar la formación de formadores a través
de iniciativas varias, como las Escuelas de Asistentes Sociales.
Otro ámbito de atención del Nuevo Régimen, en políticas sociales, fue el
contingente asilado en las instituciones de competencia provincial y local
(casas de misericordia y beneficencia, hospicios, etc.). Aludimos a iniciativas benéfico-asistenciales por el carácter graciable de su acción socioeducativa, dado que el número de acogidos dependía de las disponibilidades económicas. Las condiciones de admisión del colectivo infantil, el más
numeroso, requerían la orfandad y la pobreza y la atención corrió a cargo
de congregaciones e institutos religiosos femeninos en régimen de internado, y la formación, una vez superado el periodo escolar, tuvo un carácter
profesionalizador, que permitiera a los menores una rápida inserción social,
mientras se redoblaba, más si cabe, el carácter moralizador —confesional
católico— de la enseñanza, presente en tales instituciones desde su origen.
2.2.2. Promoción sociocultural y educación de adultos
Extensión cultural
La acción cultural popular, dentro del contexto de asistencia benéficopaternalista, tuvo variadas manifestaciones, en general ligadas a Falange y
Sección Femenina, así como a los diferentes movimientos eclesiales. Entre
otras iniciativas, concluida la guerra, el régimen adoptó el esquema y denominación de las Misiones Pedagógicas republicanas, con diferente orientación axiológica, al objeto, también, de conectar y mejorar a la sociedad rural,
como lo exigía el artículo 32 de la Ley de Enseñanza Primaria de 1945. Y al
igual que entonces, se sirvieron de diferentes medios: bibliotecas, conferencias, teatro, radio, exposiciones, música popular o proyecciones, entre otros.
De otro lado, a la Comisaría de Extensión Cultural, creada por Decreto de
18 de diciembre de 1953, se encomendaba «la difusión de los valores de la
cultura entre todos los españoles de edad postescolar», tratando de proporcionar una educación fundamental y de base a quienes no la poseyeran, colaborando con la Junta Nacional contra el Analfabetismo en las denominadas
Misiones Culturales, con las que Sección Femenina colaboró a través de sus
Cátedras Ambulantes, al objeto educar e incorporar a las mujeres a la vida
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
ciudadana, pero también de poner al alcance de pueblos y aldeas, enseñanzas
y actividades que contribuyeran a elevar su vida espiritual, cultural y social.
Lucha contra el analfabetismo
Durante los años cuarenta, fue afianzándose la convicción de que la recuperación del país, en términos económicos, exigía necesariamente la expansión de la instrucción primaria, así como la pertinente cualificación del
personal técnico y profesional. El temor de los obreros a no ser aceptados
en determinados puestos que exigían conocimientos básicos, actuó como
elemento motivador indirecto.
A todo ello responde la creación de la Junta Nacional contra el
Analfabetismo (D. de 10-03-1950); la implantación de la Cartilla Escolar y
del Certificado de Estudios Primarios, como aval mínimo para el acceso al
mundo del trabajo; el apoyo del Estado a diversas iniciativas alfabetizadoras procedentes de entidades eclesiásticas, del Movimiento, empresariales,
etc.; o el impulso de las Misiones Pedagógicas, entre otras. La Junta, en
concreto, nacía con el objetivo de erradicar definitivamente la «vieja enfermedad» del analfabetismo que por entonces alcanzaba un 17,30%, de reparto desigual en función del territorio y del sexo.
Aunque sin emplear esta terminología, ya el artículo 106 de la Ley Moyano
de 1857, señalaba que el Gobierno «fomentará el establecimiento de secciones
de noche o de domingo para los adultos cuya instrucción haya sido descuidada,
o que quieran adelantar en sus estudios»…
Los Decretos de 4 de octubre de 1906 y 9 de mayo de 1911, organizaron,
respectivamente, las clases de adultos y adultas.
Otro, de 27 de abril de 1920, creaba la Junta de extinción del analfabetismo
y después de varias vicisitudes, la Real Orden de 31 de agosto de 1920 nombraba una Comisión Central encargada de proponer y aplicar los medios de
combatir el analfabetismo.
Ya en el Franquismo, la Orden de 15 de diciembre de 1948 disponía que
«los empresarios y patronos que mantengan a su servicio personal alejado del
área de funcionamiento de las Escuelas primarias y de las clases nocturnas para
adultos que establece la Ley de Primera Enseñanza, tendrán la obligación de
proveer con sus propios medios lo necesario para redimir del analfabetismo a
los adultos y menores establecidos bajo su dependencia».
Fuente: Maillo, A., Analfabetismo, Madrid, Biblioteca Auxiliar de Educación, s.f., pp. 6-8.
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
2.3. Desarrollo económico y social: hacia la asistencia social
(1960-1970). Experiencias y espacios de acción socio-educativa
2.3.1. Promoción asistencial y educativa
Obra de Protección de Menores
El carácter asistencial-protector que tuvo la protección a la infancia en
España ya desde comienzos de siglo XX (Ley de 1904 y Reglamento de 1908),
como decíamos, permaneció invariable a lo largo del franquismo, bajo la
denominación de Obra de Protección de Menores (a través del Texto refundido de la legislación al respecto de 1948), hasta la llegada de la democracia.
El Consejo Superior, su órgano rector, contó con la asistencia de las respectivas Juntas Locales y Provinciales y los Tribunales Tutelares de Menores
que, divididos en Secciones, actuaron de forma autónoma.
Las políticas de protección contemplaron, entre otras, la problemática
de la explotación laboral de los menores a través de una legislación que,
como en el caso anterior, se remontaba a comienzos de siglo e incluso finales del XIX. Tras las primeras normas al respecto, se fue modificando la
edad mínima para el empleo, hasta alcanzar los catorce años en la inmediata posguerra, a través de la Ley de Contrato de Trabajo de 1944 y a los dieciséis, a partir de la Ley de Reformas Laborales de 1976, adaptándose al
Convenio 138 de la OIT.
Por su lado, la atención socio-educativa a la infancia y juventud delincuente formó parte sustancial del movimiento protector que fue asumida
por los Tribunales Tutelares de Menores. El franquismo vio la necesidad de
sistematizar y armonizar la legislación existente, con lo preceptuado en el
nuevo Código Penal de 1944, que castigaba las faltas cometidas contra los
menores, aprobándose el Texto refundido de Legislación sobre Tribunales
de Menores en 1948 que, manteniendo en lo sustancial los preceptos del
Decreto de creación, incorporaba las normas que se consideraban precisas
para el cumplimiento de la misión que se les encomendaba. El nuevo modelo, podría calificarse como «benéfico-paternalista» y «tutelar protector» al
no ofrecer, por ejemplo, garantías jurídicas ni procesales y ampliar, fruto de
un contexto social represor, la posibilidad de criminalizar conductas irregulares de menores de dieciséis años, no tipificadas en el Código Penal
(«prostituidos, vagos y vagabundos»).
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Para el cumplimiento de la facultad reformadora, que el Decreto asignaba a los Tribunales, el juez disponía de una serie de medidas reeducadoras
de carácter aislado (amonestaciones) o de carácter duradero o tutela permanente (libertad vigilada, custodia en familia o entidad tutelar). Cuando
estos recursos de integración ordinaria fallaban, se recurría al internamiento en Reformatorios, separando a los jóvenes de su medio social y provocando, en ocasiones, problemas en el desarrollo personal y dificultades
en el trato, cuando no rechazo general a la institución. Salvados estos aspectos negativos, la atención educativa también estuvo presente en estas
instituciones, armonizando la específica instrucción literaria con el trabajo
manual con fines profesionalizadores. Pero mientras la instrucción en las
instituciones benéficas se consideró función de los maestros, las tutelares y
reeducadoras fueron atendidas mayoritariamente por personal religioso
(Terciarios Capuchinos y Mercedarios).
En definitiva, tanto los centros benéficos como los protectores, cumplieron sus funciones asistenciales a través de la internalización y aislamiento
en instituciones de régimen cerrado; la instrucción y moralización, vinculada al adoctrinamiento y a la práctica religiosa; y el aprendizaje de un oficio.
Protección Escolar
En las iniciales medidas educativas del Nuevo Régimen, apenas hubo
lugar para las ayudas económicas al estudio, cuando las condiciones sociales mostraban necesidades más graves y acuciantes. Un primer impulso, sin
embargo, corresponde a la promulgación de la Ley de Protección Escolar de
19 de julio de 1944, al objeto de no malograr «ningún talento por falta de
medios económicos». Tras subrayar el texto legal que la concesión de ayudas para el estudio no era una obra meramente benéfica, sino un deber del
Estado y una obligación social, se preveía un doble procedimiento: la ayuda
escolar directa —a través de becas— y la protección escolar indirecta, en
alusión a las instituciones privadas, que se verían obligadas, para mantener
su condición de «centros reconocidos», a matricular como externos, con
carácter gratuito, un porcentaje de alumnos (entre el 5 y el 15%), ya previsto
en la Ley de 1945. No obstante, los presupuestos fueron muy limitados y
faltó unanimidad de criterio en las concesiones, al depender de cada distrito universitario, hasta la creación, en 1955, de la Comisaría General de
Protección Escolar.
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
Al inicio de la década de los sesenta, el Plan Nacional para el Fomento
del Principio de Igualdad de Oportunidades, en consonancia con el despegue económico-social, incrementó notablemente el número y dotación de
las ayudas. En todo caso, en el proceso de selección de los optantes, seguía
primando el «talento» sobre la situación económica familiar.
De otro lado, entre las iniciativas «paraescolares», cabe incluir las
Mutualidades y Cotos escolares, Colonias, Cantinas o Comedores y Roperos,
entre otros. Todas ellas con una andadura previa, ahora retomada. La Ley
de 1945 señalaba, en efecto, que la función docente en la escuela, habría de
completarse con actividades pedagógicas y sociales, tendentes a mejorar la
formación o a prestar ayuda a los alumnos, a través de instituciones paraescolares que habrían de fomentar, entre otras, la práctica del ahorro, la previsión y el mutualismo.
2.3.2. Promoción y animación sociocultural
Movimientos juveniles y obreros y promoción agrícola de la juventud
Las acciones de promoción y animación sociocultural llevadas a cabo
entre menores y jóvenes se desarrollaron, fundamentalmente, en el seno de
los movimientos juveniles, vinculados unos al Régimen (Frente de
Juventudes) y a las organizaciones religiosas otros: Juventud Obrera
Cristiana (JOC), Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Movimiento
Junior, etc., así como al movimiento Scout, introducido en España en la
primera década del XX. Las instituciones afectas al Régimen trataron de
formar a los jóvenes, política, física y militarmente a través de la organización de campamentos, albergues, actividades deportivas varias, talleres
manuales, música, teatro, etc., mientras los movimientos vinculados a la
Iglesia (JOC y HOAC), adquirieron un sólido compromiso con la realidad
social.
De otro lado, en contextos y ambientes no urbanos observamos cómo,
una vez finalizada la guerra y al objeto de recuperar la maltrecha economía
del país, se inició en 1951, desde el Ministerio de Agricultura, un proceso de
racionalización del sector agrícola que incluía la formación de los hombres
del campo. Entre los proyectos más relevantes al respecto, citaremos las
Escuelas de Capacitación Agraria, en régimen de internado, dirigidas a ma-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
yores de dieciocho años y menores de treinta, anejas a amplias zonas cultivables y de explotación ganadera, con finalidades prácticas. Pero la experiencia más significada fue la creación del Servicio de Extensión Agraria en
1955 y, en su seno, los Planteles de Extensión Agraria, regulados en 1970,
aunque venían funcionando desde 1965. Constituían grupos de aprendizaje
y acción integrados por jóvenes campesinos, de edades superiores a los dieciséis años. Su objetivo: aprendizaje a través de la práctica, al margen de la
escolaridad obligatoria.
Paralelamente, el Servicio de Orientación Rural de la Mujer, difundió
enseñanzas agrícolas y pecuarias favoreciendo las industrias familiares,
mientras las Instructores del Hogar Rural ofrecían cursos de formación
en Hogares Femeninos. En concreto, un decreto de 1953, hacía extensiva a
las mujeres la capacitación agraria, ofertando a las alumnas el título oficial de Instructoras Diplomadas Rurales, siempre que el aprovechamiento
lo justificara.
Ocio y tiempo libre: Colonias Escolares y Obra Sindical de Educación
y Descanso
La educación para el ocio y el tiempo libre, referida a la infancia y la
juventud, constituye otro ámbito más de la intervención socio-educativa del
franquismo. Aludimos, en tal sentido, a las Colonias de verano y
Campamentos juveniles, así como a las actividades de la Obra Sindical de
Educación y Descanso.
No son pocos los referentes históricos en los que el colectivo infantil
aparece como actor y receptor de tales iniciativas. Es el caso de las Colonias
escolares, de larga tradición, como ya hemos señalado, y cuya práctica supuso originariamente la mejora temporal de la vida de los menores más
necesitados, aquejados en ocasiones de enfermedad y desnutrición, a través
del contacto con la naturaleza y de una dieta sana y equilibrada, rompiendo
con la vida reglamentaria del aula. Durante el franquismo continuó la práctica colonial, patrocinada tanto por la iniciativa pública como privada y
eclesial en particular.
De otro lado, entre las instancias de soporte al Movimiento Nacional
—además de las juveniles, tanto masculinas como femeninas— merecen
destacarse las Organizaciones Sindicales en su doble vertiente: Obra
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
Sindical de Formación Profesional Acelerada y Obra de Educación y
Descanso. Las actividades de ésta última, que no tuvieron otro objetivo que
proporcionar a los trabajadores expansión espiritual y material en su tiempo libre, se diversificaron en diferentes Secciones: Cultura y Arte, Deportes,
Viajes y excursiones, Albergues y Residencias y Grupos de empresa.
Educación permanente de adultos y formación para el trabajo
Tras la creación, en 1950, de la anteriormente citada Junta Nacional contra el Analfabetismo, en 1963 se iniciaba una nueva Campaña Nacional de
Alfabetización y Promoción Cultural de Adultos coincidiendo con la etapa de
evolución y progreso socio-económico a que aludíamos. En conjunto, no se
trataba sólo de «alfabetizar», sino de facilitar la obtención del certificado de
estudios primarios a quienes no hubieran concluido la enseñanza elemental,
obligando a participar en la Campaña a todos los analfabetos mayores de
catorce años. Precisamente, la puesta en marcha de los Planes de Desarrollo
tuvo como uno de sus objetivos, no sólo reducir los altos índices de analfabetismo, tratando de equiparar a España al resto de los países desarrollados,
sino también cualificar la mano de obra ante las nuevas exigencias laborales.
A cargo de maestros alfabetizadores, la Campaña contó, durante los primeros años, con la colaboración de entidades varias y plurales, como
Sección Femenina, Organización Juvenil Española (OJE), Acción Católica,
Congregaciones religiosas, Servicio Universitario del Trabajo (SUT),
Universidad Pontificia de Salamanca, Radio Popular o Ejército, entre otras,
«dando lugar a uno de los más ricos e intensos periodos de cuantos ha conocido nuestra historia reciente por lo que a alfabetización se refiere».
Durante la década de los sesenta, en vías de consecución de un importante descenso del analfabetismo y un notable incremento de la escolarización y al amparo de las nuevas coordenadas socioeconómicas, la necesidad
de cualificación profesional y de formación permanente en el ámbito laboral, se sintió de manera más acuciante dadas las deficiencias del sector agrícola y las necesidades derivadas del tránsito a la industria, construcción y
servicios. A tales efectos, el Ministerio de Trabajo impulsó (a través de la
Dirección General de Promoción Social, en 1962), toda una serie de iniciativas formativas de carácter laboral, como Cursos de Formación Profesional
Acelerada y Formación Profesional Intensiva, así como el específico
Programa Nacional de Promoción Profesional Obrera (1964).
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
BIBLIOGRAFÍA
Para mayor profundización, puede acudirse a las fuentes que a continuación se citan:
a) En relación al contexto:
MARTÍN VALVERDE, A. Y OTROS (1987): La legislación social en la Historia de España.
De la Revolución liberal a 1.936, Madrid, Ed. Congreso de los Diputados.
MONTERO GARCÍA, F. (1988): Orígenes y antecedentes de la previsión social, Madrid,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
PALACIO MORENA, J. I. (1.988): La institucionalización de la reforma social en España
(1.883-1.924). La Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, Madrid, Ed.
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
b) Sobre la protección a la infancia en general:
BORRÁS LLOP, J.M. (dir.) (1996): Historia de la Infancia en la España contemporánea.
1834-1936, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales-Fundación
Germán Sánchez Ruipérez.
RUIZ RODRIGO, C. (2004): Protección a la infancia en España. Reforma y social y educación, Valencia, Universitat de València.
SANTOLARIA, F. (1997): Marginación y educación. Historia de la Educación Social en
la España moderna y contemporánea, Barcelona, Ed. Ariel.
c) Protección del abandono físico:
PALACIO LIS, I. (2003): Mujeres ignorantes: madres culpables. Adoctrinamiento y
divulgación materno-infantil en la primera mitad del siglo XX, Valencia,
Universitat de València.
d) Protección del abandono moral (delincuencia):
DE LEO, G. (1985): La justicia de menores, Barcelona, Teide.
GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, M. (1999): «Los Tribunales para niños. Creación y desarrollo», Historia de la Educación 18, 111-125.
PALACIO LIS, I. Y RUIZ RODRIGO, C. (2002): Redimir la inocencia. Historia, marginación infantil y educación protectora, Valencia, Universitat de València.
e) Protección del trabajo infantil:
RUIZ RODRIGO, C. (2013): La Fábrica o la Escuela. Trabajo infantil y educación protectora en la España de los siglos XIX y XX, Madrid, Ed. Dykinson.
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
TIANA, A. (1987): «Educación obligatoria, asistencia escolar y trabajo infantil en
España en el primer tercio del siglo XX», Historia de la Educación, 6, 43-61.
f) Protección escolar: instituciones paraescolares:
RUIZ RODRIGO, C. Y PALACIO LIS, I. (1999): Higienismo, educación ambiental y
Previsión escolar. Antecedentes y prácticas de Educación Social en España (19001936), Valencia, Universitat de València.
g) Educación y asistencia social durante el régimen franquista:
PALACIO LIS, I. Y RUIZ RODRIGO, C. (2010): «L´educació social a Espanya durant el
franquisme», en Vilanou, C. y Planella, J. (coord.): De la compassió a la ciutadania. Una història de l´educació social, Barcelona, UOC, pp. 163-188.
— (1993): Infancia, pobreza y educación en el primer franquismo, Valencia,
Universitat de València.
SELECCIÓN DE TEXTOS Y DOCUMENTOS
Los derechos individuales del niño. Conclusiones del Primer Congreso
Español de Higiene Escolar
Habitantes de un planeta regido por el Sol rodeado de atmósfera y cubierto de
agua en las dos terceras partes, corresponde por modo ilegislable a todos los niños:
1.º El derecho a la luz del sol.
2.º El derecho al aire abundante.
3.º El derecho al agua y a la limpieza que con ella se obtiene.
Ni el Estado, ni quienquiera que sea, tiene derecho a recluir al niño en
locales cerrados a la luz y al influjo del sol, escasos de aire y privados de agua
y de limpieza, por más que tales mazmorras se condecoren con el nombre
abusivo de escuelas.
Por su condición de ser en el periodo de desarrollo, el niño necesita alimento, bastante ejercicio saludable, alegría que dilate su organismo, amor
que fomente su vida moral, verdad que nutra su vida intelectual. Por esto
tiene inalienablemente:
4.º El derecho al sustento.
5.º El derecho al ejercicio corporal.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
6.º El derecho a la alegría.
7.º El derecho al amor.
8.º El derecho a la verdad.
Por esto es deber primario de la familia, y subsidiariamente del Estado,
procurar la suficiente alimentación, la saludable recreación y alegría de los
niños, a los cuales se les debe la verdad y el amor.
Es crimen de lesa niñez criar al niño rodeado de tristeza.
Enseñarle la mentira, con cualquier traje que se la disfrace es crimen de
lesa humanidad.
Revista Pro Infantia 40 (1912), 493-502.
Carácter que debe revestir la Fiesta del Árbol
La Fiesta del Árbol, en cuanto que afecta a la riqueza del país, debe ser
una fiesta nacional. A ella deben adherirse las autoridades eclesiásticas, civiles y militares, prestándole su ayuda y protección.
La Fiesta del Árbol es altamente educativa, y por ello se ha querido asociar a su celebración la escuela primaria, pidiéndole su colaboración real,
extensa y permanente. La escuela, por su parte, que es vehículo de las ideas,
factor de cultura y progreso, ha prestado su colaboración decidida a una fiesta en que se vinculan grandes beneficios para lo porvenir.
La Fiesta del Árbol interesa a las familias, ya porque no puede serles indiferente cuanto afecte a su salud y riqueza, ya porque en ella toman parte sus
hijos y justo es que donde se halla el objeto de sus cariños, se asocien los padres y hermanos, dando a la fiesta con su presencia un carácter popular. Pero
la fiesta, ante todo y sobre todo es educativa y debe ser escolar. nada se opone
a que la escuela realice esta obra de cultura en colaboración con el pueblo,
ni los rigores de la reglamentación disciplinaria, ni los cánones pedagógicos.
La plantación de los árboles por los niños resulta una enseñanza intuitiva y completa a todas luces: es científica, porque ofrece ocasión oportuna al
maestro para dar lecciones objetivas de botánica práctica; es física, porque el
trabajo manual de la plantación, y las operaciones sucesivas culturales constituyen otros tantos ejercicios de grande utilidad y provecho; es estética, porque se hace en plena naturaleza y contribuye a adornar y embellecer terrenos
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
desprovistos de cultivo; es moral, porque despierta en las mentes infantiles el
respeto a la propiedad ajena y el amor a las bellezas naturales que son las más
útiles y perfectas; es patriótica porque se pueden encarecer incidentalmente
las especies de árboles de nuestro país, los pinares y robledales, los encinares
y hayedos que cubren una buena parte de nuestros montes; es, finalmente,
religiosa, porque la Iglesia toma parte en su celebración, porque despierta
nobles sentimientos y lleva el alma a admirar la obra grande, sublime de
nuestro Creador…
Solana, E., La fiesta del Árbol,
Madrid, Ed. El Magisterio Español, pp. 61-64.
El trabajo infantil
El problema de la infancia obrera se halla íntimamente relacionado, es un
aspecto del problema obrero general, y, por lo tanto, no es posible resolverlo,
ni siquiera mejorar los términos en que se plantea, sin resolver o mejorar las
condiciones de vida la clase proletaria. El problema obrero es como la mayor
parte de los que han surgido en nuestra patria, un problema de cultura, lo
mismo para el obrero que para el patrono. Es un problema de cultura, porque
los jornales escasos, las jornadas largas, los abusos de todos ordenes que con
los trabajadores se cometen, tienen un origen común en la falta de cultura
en el obrero, el egoísmo del patrono, que se resiste a las innovaciones modernas, sin comprender que el gasto que su implantación le ocasione es el más
reproductivo de todos los gastos, y que lo mismo la máquina perfeccionada,
que el aparato de seguridad perfecto, que local ventilado y espacioso, que el
descanso convenientemente repartido, son, a la larga, factores que redundan
en beneficio de su industria y que aumentan su rendimiento. Tratándose del
niño obrero, la importancia del aspecto cultural del problema aumenta y adquiere preponderancia extraordinaria. Hay que conseguir que sus padres no
le envíen al trabajo tan pronto, que comprendan el interés que tienen la enseñanza primaria y la educación profesional, que no agosten en flor las energías
del niño por tal de ganar un mísero jornal más que añadir a los suyos. Y esta
es tarea lenta que requiere solamente una acción constante sobre los padres
del menor, sino una intervención enérgica por parte del Estado. Es preciso
que se cumplan las Leyes relativas a la enseñanza elemental, que no haya
niño obrero que no la reciba, ya sea en las escuelas públicas, ya sea en las que
los patronos tienen el deber de crear en sus establecimientos. Es preciso además que a la enseñanza elemental se añada la enseñanza técnica, sin la cual
el obrero es una máquina viviente, un complemento de las que funcionan en
la fábrica, desarmado ante cualquier contingencia, incapaz de ganarse la vida
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
por su propio esfuerzo. Para todo esto, lo más conveniente sería elevar la minoría legal obrera de los diez años a los catorce, y prohibir terminantemente
el trabajo de los menores de esta edad. Es absurdo que la Ley consienta, en
determinados casos, la existencia de obreros de nueve años.
Juderías, J. (1917), El problema de la infancia obrera en España,
Madrid, Imp. Sobrinos de M. Minuesa de los Ríos.
El niño y la cárcel
Nada impresiona más en las visitas a una cárcel que el espectáculo de un
adolescente recluido en una celda, y, lo que es peor muchas veces, en situación
de preso preventivo, con una culpabilidad no bien definida o una inocencia en
entredicho. Al recordar que la visión de un niño en nuestras prisiones era hasta hace pocos años un caso harto demasiado frecuente, y al pensar que desde
la creación de los Tribunales para niños los menores de quince años ya no van
a la cárcel, nos congratulamos de que persona tan autorizada como el Sr. Ossorio haga, por vía de crítica, la apología de nuestros Tribunales juveniles. La
conocida frase del Congreso de Derecho penal de París de 1905: «El niño ha
salido del Derecho penal», hace ya que en nuestro siglo XX los términos Niño
y Cárcel aparezcan como incompatibles. Es que se ha reconocido que los que
hablaban del niño encarcelado no sabían lo que era una cárcel o ignoraban
lo que es un niño. El haberla suprimido para los menores de quince años, no
sólo como prisión preventiva, sino como establecimiento destinado a la extinción de una condena impuesta por una Audiencia es el mayor timbre de gloria
de los Tribunales para niños, que han obviado las dificultades que el cambio de régimen traía aparejadas mediante la creación de instituciones mucho
más adecuadas que las prisiones para el cumplimiento de los fines que a toda
obra encaminada a corrección de la infancia, mal llamada delincuente, deben
asignarse. Mucho se ha hablado de la nefasta influencia de la cárcel para los
menores. Se la ha calificado, conforme es bien sabido, de escollo de virtud,
escuela práctica del vicio, tortura de la inocencia; es más, la insigne doña
Concepción Arenal la llega a calificar del más repugnante de los cómplices. El
recuerdo de tantos pequeñuelos que desde que comenzamos nuestras visitas a
la cárcel de Barcelona hemos visto recluidos en celdas, o amontonados en infectos y húmedos locales, en medio de la más repugnante promiscuidad, que
patentizaban la necesidad de cambiar la condición moral de estos candidatos
a la delincuencia, no podía menos de influir en nuestro ánimo para coadyuvar
con entusiasmo a la iniciativa del malogrado D. Avelino Montero Villegas, au-
POLÍTICAS DE EDUCACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (1900-1970)
tor de nuestra ley de Tribunales para niños, y procurar, al tener el honor de ser
llamados por él a cooperar en su obra…
Albó, R. (1925), «El niño y la cárcel»,
Revista Pro Infantia 160, pp. 352-356.
Declaración de Ginebra. Los derechos de la infancia
Por la presente Declaración de los Derechos del Niño, llamada Declaración de Ginebra, los hombres y mujeres de todas las naciones, reconociendo
que la humanidad debe dar al niño lo mejor que tiene, afirman sus deberes
por encima de toda consideración de raza, nacionalidad y de creencia:
I. El niño debe ser puesto en condiciones para desarrollarse de una manera normal, material y espiritualmente.
II. El niño hambriento debe ser alimentado; el niño enfermo debe ser
cuidado; el niño retrasado debe ser alentado; el niño desviado debe ser conducido; el huérfano y abandonado deben ser recogidos y socorridos.
III. El niño debe ser el primero en recibir ayuda en tiempo de miseria.
IV. El niño debe ser puesto en condiciones de ganarse la vida, y debe ser
protegido contra toda explotación.
V. El niño debe ser educado en el sentimiento de que sus mejores cualidades deberían ser puestas al servicio de sus hermanos.
Revista Pro Infantia 152 (1924), p. 169.
Capítulo 8
La educación social en España
en la segunda mitad del siglo XX:
tardofranquismo (1959-1975),
transición democrática (1976-1981)
y democracia hasta fin de siglo (1982-2000)
Ana María Badanelli Rubio
Kira Mahamud Angulo
Cecilia Cristina Milito Barone
INTRODUCCIÓN
El periodo histórico que cubre este capítulo abarca cerca de cuarenta
años (1959-2000) con subperiodos muy heterogéneos en los que se experimentaron cambios sociales, económicos y políticos vertiginosos para
España en un lapso temporal muy acotado. Con la apertura del régimen de
Franco al ámbito internacional durante los años cincuenta (tímida a principios de la década pero decisiva hacia el final) comenzó una etapa de crecimiento económico que provocó grandes cambios a nivel social aunque se
dejaran intactas las estructuras políticas autoritarias. Fue a mediados de
los setenta, con la crisis política del régimen y la muerte de su dictador,
cuando se produjo la transición a la democracia, el consenso político y la
sanción de la Constitución (1978), que definió a España como un Estado
social y democrático de derecho. Con la consolidación del sistema democrático en las décadas de los ochenta y los noventa aparecieron problemas sociales completamente diferentes a los conocidos hasta entonces y, terminando el siglo, la sociedad española se vio inmersa en una reorganización
estructural a nivel global con la llamada sociedad de la información y el
conocimiento. El indicador demográfico es también relevante puesto que
en el periodo 1956-1970 el crecimiento natural de la población española se
elevó sustancialmente, llegando a alcanzar su nivel máximo histórico, debido al importante repunte en la natalidad y al continuado descenso de la
mortalidad (Reher, 2003: 1-26).
En paralelo asistimos a la evolución de la Educación Social. Entre 1959
y 1978 se encuentra dispersa en el ámbito de la asistencia social; se va consolidando en la etapa de los servicios sociales que comienza con la sanción
de la Constitución de 1978 y, finalmente, se incorpora como disciplina al
ámbito académico en la década de los noventa. Las transformaciones económicas, sociales y políticas nombradas produjeron importantes cambios
en la vida social y en la mentalidad colectiva introduciendo una nueva
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
reorientación de la estructura administrativa hacia un tratamiento diferenciado de las necesidades ciudadanas y creando organismos que, como los
servicios sociales, cooperarán al bienestar social. Dentro de este cambio de
perspectiva se originó el crecimiento de la Educación Social como disciplina, aunando los cuatro ámbitos fundamentales que conforman su práctica,
que por otra parte se solapan en algunas de sus actuaciones: la educación
no formal (educación ambiental, vial) —cada vez menos reducida a la etapa
infantil y juvenil—; la educación de adultos y personas mayores (en conexión con la alfabetización —también funcional— y al aprendizaje a lo
largo de la vida); la acción socioeducativa (animación sociocultural y pedagogía del ocio y tiempo libre); y la inserción social dirigida a determinados
colectivos o personas en situaciones de marginación e inadaptación. Los
ámbitos y destinatarios de la Educación Social se van ampliando en el siglo XXI, tomando protagonismo y relevancia en la comunidad «como contexto idóneo para la acción educativo-social» (Varela Crespo, 2010: 137-148)
y en otros grupos cuyo objeto de «atención educativa va más allá de los colectivos en conflicto social» (Ruiz Rodrigo, 2003: 30).
1. PRECISIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS: LA PERIODIZACIÓN
HISTÓRICA
La organización de este apartado lleva por eje la periodización histórica.
El conocimiento del contexto en el que ocurren los hechos es clave para que
el estudiante pueda estructurar mentalmente sus aprendizajes. Por eso,
para cada periodo hemos incluido las cuestiones políticas, económicas,
educativas y demográficas más importantes; la situación social —imprescindible en esta materia—; y la evolución e institucionalización progresiva
de los servicios socioeducativos que, a su vez, llevan su propia periodización. La tarea del estudiante consistirá en enmarcar dicha evolución en su
propio contexto. La organización en etapas atiende a características fundamentales y propias que mantiene cada una, lo que no descarta, por supuesto, continuidades y rupturas. De esta manera, las etapas que elegimos para
los últimos cuarenta años del siglo XX son tres: el modelo tecnocrático franquista (1959-1975), la transición democrática (1975-1981) y la democracia
hasta fin de siglo (1982-2000), aunque, como veremos, ésta última se divide,
a su vez, en dos sub-etapas marcadas por el partido político en el gobierno.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
La primera etapa corresponde a la segunda parte del franquismo. Los
treinta y seis años que perdura este régimen no resultan ser un bloque monolítico. Dos periodos de corte muy distinto se suceden en él, principalmente debido a cambios socioeconómicos derivados de las relaciones internacionales mantenidas con las naciones vencedoras de la Segunda Guerra
Mundial. La periodización del largo franquismo se ha llevado a cabo en
función de diversos criterios que lo estructuran en distintas fases aunque
todas ellas mantengan algunos denominadores comunes 1. Algunos historiadores organizan el régimen de Franco en tres etapas económicas: la autárquica (comienzos del régimen en 1939 hasta principios de la década del
cincuenta); la etapa bisagra (década del cincuenta) y la etapa de la expansión (desde los sesenta hasta finales del régimen en 1975). Otros, lo organizan en sólo dos grandes etapas: la del primer franquismo (desde sus comienzos hasta 1959) y la etapa tecnocrática (desde 1959 hasta finales del
régimen). Ambas posturas coinciden en afirmar el año 1959 como hito clave
de apertura y cambio. En este capítulo se sigue esta segunda periodización.
La segunda etapa del capítulo corresponde al contexto de la Transición
democrática, es decir, los años en que se realiza el pasaje del régimen de
Franco a un sistema democrático consolidado.
La última etapa del capítulo versa sobre lo ocurrido durante el periodo
de consolidación democrática, que aquí termina en el año 2000 pero que
aún sigue vigente. En ella se identifican, a su vez, los periodos del gobierno
socialista con Felipe González como presidente de gobierno y la primera
legislatura del gobierno popular con Aznar como presidente de gobierno.
Desde el enfoque de la acción social, se destacan tres etapas que siguen un
ritmo similar a los periodos descritos: (1) la etapa de beneficencia del Estado,
que abarca desde la Guerra Civil hasta el Plan de Estabilización (1939-1959);
(2) la etapa de asistencia social, que comienza en el mismo plan de 1959 y
concluye con la Constitución de 1978; y (3) la etapa de los servicios sociales,
«que se abre con la Constitución de 1978 y permanece en plena reorganización hacia una definición específica» (Cedeira Gutiérrez, 1987: 136).
1
Ver, por ejemplo, los argumentos de Fernández Soria, J. M. (1998): Educación, socialización y
legitimación política (España 1931-1970), Valencia, Tirant lo Blanch, y de Tuñón de Lara, M. (1977):
«Algunas propuestas para el análisis del franquismo». En: VVAA, Ideología y sociedad en la España contemporánea. Por una análisis del Franquismo, VII Coloquio de Pau. De la crisis del Antiguo Régimen al
Franquismo, Madrid, EDICUSA, Editorial Cuadernos para el Diálogo.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2. EL TARDOFRANQUISMO (1959-1975)
2.1. Contexto histórico
A partir de 1959 comenzó la segunda y última etapa del franquismo que
abarcó toda la década del sesenta y se prolongó hasta 1975. Franco resolvió
la histórica tensión entre falangistas e integristas católicos pertenecientes a
las familias políticas que manejaban su gobierno llevando a cabo en 1957
una profunda renovación ministerial e introduciendo una nueva fuerza: la
tecnocracia opusdeísta (Martín Izquierdo, 1991: 15). Ese gobierno tecnocrático2 mantuvo intactas las estructuras políticas del régimen pero tuvo a su
cargo las reformas económicas necesarias que comenzaron en 1959, poniendo en marcha el Plan Nacional de Estabilización Económica o de
reajuste económico. Las transformaciones se sucedieron en España de forma bastante apurada, en medio de un clima internacional favorable y en
una Europa que intentaba reorganizarse después de la Segunda Guerra
Mundial a través de sistemas políticos democráticos volcados en la construcción de sus Estados de bienestar. Si bien España llegó a ello años más
tarde y una vez acabado el régimen, la economía española mostró en los
años sesenta una extraordinaria capacidad de asimilación de las favorables
condiciones del mercado internacional protagonizando un profundo proceso de crecimiento e industrialización. En esta etapa de modernización se
hallan las fuentes del proceso que derivó más tarde en la democracia.
Entre 1960 y 1975 la economía española creció a una tasa anual media
de un 7%. Este crecimiento se debió a un conjunto de factores: por un lado,
la inversión extranjera en los sectores secundarios y terciarios de la economía que, como foco de atracción de mano de obra, dio lugar a grandes migraciones del campo a las ciudades, provocando, a su vez, un crecimiento
desordenado de los suburbios de las grandes capitales. España dejó de ser
entonces un país básicamente agrario. Por otro lado, la recuperación (después de la Segunda Guerra Mundial) y el posterior crecimiento económico
2
Puelles Benítez define la tecnocracia como «Gobierno de los técnicos. Subyace en la tecnocracia
la idea de que debe suprimirse la política por entender que en sociedades tan complejas como las del
mundo desarrollado las soluciones deben ser dadas por los técnicos, los expertos o los especialistas […].
La idea de primar la técnica sobre la política olvida interesadamente que las decisiones importantes son
siempre políticas…». Puelles Benítez, M. de (2002): «Evolución de la educación en España durante el
franquismo», en Tiana Ferrer, A., Ossenbach Sauter, G. y Sanz Fernández, F., Historia de la Educación
(Edad Contemporánea), Madrid, UNED, p. 341.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
de los países de Europa occidental actuaron en dos sentidos: como válvula
de escape para la población activa (emigración) —aliviando las tensiones
del mercado interno aún en ese momento infradesarrollado (Bahamonde
Magro, 2004: 155-266)— y como impulsores de turismo hacia España. De
esta forma, las inversiones extranjeras, las remesas de los emigrantes y el
turismo, potenciaron el desarrollo que produjo un cambio radical en la estructura social (Puelles Benítez, 2010: 317). Ésta dejó de ser marcadamente
rural para pasar a ser urbana, industrial y de consumo. El creciente nivel
de vida y las perspectivas de empleo contribuyeron a generar una ancha
clase media. Sin embargo, al mismo tiempo, la rapidez del fenómeno provocó fuertes diferencias regionales y sociales. Así, el despliegue económico de
las grandes capitales convivió con bolsas de subdesarrollo en regiones como
Extremadura o Andalucía, cuyas tierras fueron abandonadas.
Una vez liberalizada la economía y en marcha el crecimiento socioeconómico, los tecnócratas comenzaron a utilizar determinados instrumentos necesarios para una nueva legitimación del régimen orientada sobre todo a la
legitimación de ejercicio. Para ello, implementaron una nueva retórica política vacía de referentes ideológicos explícitos (Aguilar Fernández, 1996: 71),
más cercana al lenguaje administrativo conjugado con una retórica democrática matizada, con clara intención de asemejarse al discurso democrático de
las potencias europeas y americanas pero vaciado de contenido real. La Ley
Orgánica del Estado aprobada en referéndum (Palacios Bañuelos, 2004: 413)3
en 1966 y promulgada en 1967 completó la institucionalización del régimen y
respaldó dicha pretensión de semejanza. Esta ley intentó dar una definición
completa y distintiva de lo que se entendía por democracia orgánica tanto
como superar las contradicciones de las seis Leyes Fundamentales anteriores, eliminando, a su vez, «los vestigios de la terminología fascista que aún
perduraban». La propaganda del régimen la denominó «constitución abierta»
aunque no resultaba más que una carta «que Franco daba graciosamente al
pueblo español» (ibídem).
En el contexto tecnocrático de finales del régimen de Franco, un decreto
del 16 de abril de 1968 nombró a Villar Palasí como nuevo Ministro de
3
Las pretendidas votaciones a semejanza de las democracias occidentales no se realizaban para
elegir los representantes en el Gobierno (ni siquiera se permitían partidos políticos). Sólo se utilizaban
para aprobar o desaprobar las Leyes Fundamentales que en la duración del franquismo fueron sólo siete
y no pasaron todas por dicho referéndum. Palacios Bañuelos, L. (2004): España, del liberalismo a la
democracia (1808-2004), Madrid, Diles, p. 413.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Educación y Ciencia. Cuando accedió a su cartera, las necesidades de escolarización —falta de maestros, escuelas, instalaciones deficientes, porcentaje elevado de analfabetismo y otras cuestiones— eran abrumadoras (Puelles
Benítez, 2010: 320). En 1969 se llevó a cabo un análisis del estado de la cuestión educativa, conocido luego como el Libro Blanco de la Educación
(Ministerio de Educación y Ciencia, 1969), que se convirtió en el referente
de información para los legisladores de la reforma que vio la luz un año
más tarde. El mérito de este diagnóstico de la situación educativa general
del país consistió en reconocer públicamente la grave discriminación de
acceso a la educación que permanecía en la base del sistema: existían dos
tipos de enseñanza primaria, una que llegaba y finalizaba a los catorce años
y otra que llegaba hasta los diez y permitía a los alumnos seguir ascendiendo en los niveles educativos posteriores (Puelles Benítez, 2010: 329-330). Así,
la Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa
(LGE) sancionada el 4 de agosto de 19704, constituyó la primera intención
de reforma completa del sistema, regido hasta la fecha por la Ley Moyano
de 1857, promoviendo la creación de un auténtico sistema educativo integral y articulado, que luego no pudo aplicarse en su totalidad por falta de
financiamiento.
Esta primera etapa con la que comenzamos la organización del capítulo
se cierra con la crisis y el agotamiento del modelo de crecimiento económico protagonizado por las naciones industrializadas desde la segunda posguerra mundial, crisis que se dejó sentir en España a lo largo de la década
de los setenta, siendo un factor más a superar en la transición política.
Hacia 1973 se yuxtapusieron los primeros efectos de esa crisis con el asesinato de Carrero Blanco —como evidencia de la crisis política— y, en 1975,
con la agonía del régimen y de su líder.
2.2. Aproximación a la situación socioeducativa
El aumento del nivel económico, la perspectiva de una educación y una
cultura más abiertas y accesibles a todos, los grandes medios difusores de
noticias y espectáculos, la atmósfera internacional que se filtraba a través
4
Ley 14/1970, de 4 de agosto, General de Educación y Financiación de la Reforma Educativa, con
la modificación establecida por Ley 30/1976, de 2 de agosto. (BOE de 6 de agosto de 1970, correcciones
de errores en BOE de 7 de agosto de 1970 y de 10 de mayo de 1974, y modificación en BOE de 3 de
agosto de 1976).
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
del turismo, la influencia cada vez mayor de grupos juveniles con su propia
ideología, las nuevas costumbres y la confusión en algunos sectores de la
Iglesia convergieron en una sociedad española más abierta, permisiva y laica dónde los hábitos de libertad se ejercían al margen de la norma (y no sin
reacciones represivas por parte del régimen). Dentro de esta coyuntura debemos situar, además, el florecimiento de ciertos movimientos feministas
que reivindicaban la igualdad de la mujer, obligada durante el franquismo a
la abnegación y el sometimiento al hombre. La década de los setenta vivió el
resurgir mundial del último asociacionismo femenino, previo a la inclusión
de las políticas de igualdad en la mayoría de los gobiernos democráticos
(Díaz Silva, 2009: 321).
La construcción del Estado de bienestar en España tras el progresivo
enriquecimiento del país y el aumento de la calidad de vida de las clases
medias trajo como consecuencia una demanda generalizada de la ampliación y universalización de las coberturas sanitarias y sociales, demandas
que el Estado aún no estaba en condiciones de cubrir. El profesor Manuel
de Puelles Benítez explica esta situación paradójica señalando que
[…] el proceso acelerado y, en cierto modo, desordenado por el que España
se encamina hacia la sociedad industrial, supone también un incremento
proporcional de la demanda de bienes y servicios, ante el cual el Estado se
verá desbordado en su capacidad de respuesta. La incapacidad del Estado
para responder al crecimiento de la demanda social —viviendas, sanidad,
transportes, educación— va a producir notables desajustes cuya manifestación más ostensible va a ser el crecimiento paralelo de la conflictividad
social (Puelles Benítez, 2010: 318).
Así, distintos frentes conflictivos se materializaron en este contexto. (1)
Por un lado, se experimentó la aparición de una nueva clase obrera que comenzó a organizarse y presentar batalla en el campo industrial a través de
las huelgas. La lucha por el salario y la vivienda constituyeron los principales motores de su lucha puesto que en dicha coyuntura se combinaron la
incorporación a la fábrica y el hacinamiento en los arrabales de las ciudades.5 La reivindicación sindical, salarial y social chocó con las estructuras
5
En los suburbios de Madrid existieron, en los años sesenta, treinta mil chabolas. Suponían el 6%
de la población de la ciudad, con un 40% de población menos de catorce años, sólo un 1% con agua
corriente y un 4% con retrete. Juárez, M. (1995): V Informe sociológico sobre la situación social en
España, vol. 1. Madrid, Fundación FOESSA, p. 38.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
obsoletas del sindicato único y la falta de libertades políticas 6. (2) En el
ámbito religioso, la repercusión del concilio Vaticano II 7 en los jóvenes sacerdotes de esos años y en la misma jerarquía eclesiástica supuso la superación del viejo catolicismo integrista y tradicional. Los movimientos apostólicos cristianos tenían reconocidos los derechos de asociación y reunión
que se le negaba al resto de los españoles. A la sombra de la Iglesia creció,
entonces, un activismo antifranquista en paralelo, y a veces en acción conjunta, con los movimientos sindicales8. (3) Por otro lado, existió una permanente agitación en los centros universitarios cuya demanda principal consistía en la exigencia de libertad en todos los ámbitos. Esta presión por la
libertad se extendió también a otros colectivos sociales como los colegios
profesionales. Periodistas y abogados estuvieron en primera línea de la lucha antifranquista en lo que se ha dado en llamar la rebelión de los profesionales y que formó parte de una amplia protesta social para la apertura
democrática. (4) Asimismo, la organización vasca ETA con acciones armadas contra la dictadura representó el ámbito más radical de la protesta.
El crecimiento económico influyó en algunos comportamientos sociales: la «euforia matrimonial» de los años cincuenta mantiene un boom de
matrimonios durante la década de los sesenta (disminuyendo además la
edad de contraer matrimonio). El comportamiento de la fecundidad «sigue
una trayectoria muy similar, pero no igual al de la nupcialidad» (Reher,
2003: 1-26). La fecundidad alcanzó sus niveles más bajos entre 1951 y 1955,
año en que comenzó a recuperarse en mujeres jóvenes. A partir de este año
continuó y se consolidó el aumento de la esperanza de vida al nacer (comenzado en el primer franquismo) y tuvo lugar una gran expansión demográfica que terminó en torno a 1975 (Cabrejas de las Heras, 2003).
6
No existía la libertad sindical. Trabajadores y empresarios se organizaban en un sindicato único,
vertical, separados por áreas laborales. Esta organización sindical nunca toleró la huelga aunque estas
fueron una realidad constante en España desde mediados de los sesenta. La máxima represión del régimen estuvo puesta sobre el movimiento obrero.
7
El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia Católica convocado por el papa
Juan XXIII, quien lo anunció en el mes de enero de 1959. Se pretendió que fuera un aggiornamento o
puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el
fondo y la forma de todas sus actividades. Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el
mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.
8
En la contestación obrera fueron importantes los círculos cristianos organizados en las
Juventudes Obreras Católicas (JOC) y las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) así como
también en la Unión Sindical Obrera (USO) a la que pronto se incorporaría el Partido Comunista
Español (PCE). Bahamonde Magro, L. E. y Otero Carvajal, L. E. (2004): Enciclopedia Temática…, op. cit.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
Los procesos de industrialización, masificación y aglomeración urbanos
dieron pie a un tipo de pobreza asociada a la marginación, la exclusión y los
conflictos sociales y, con ello, la aparición de nuevos estilos de vida asociados a la drogadicción, la delincuencia juvenil y los flujos migratorios. Estas
consecuencias sociales permanecieron desde entonces, sobre todo en las
grandes ciudades. La pobreza constituyó un problema social dominante durante toda la década de los sesenta. «No es que sea mayor que antes sino que
a partir del despegue económico se hace más visible y se la considera más
injusta» (Juárez, 1995: 37). En esta coyuntura, las instituciones benéficas
del primer franquismo coexistieron con nuevas formas de entender la acción social.
2.3. Desarrollo de la Educación Social
A mediados de los años cincuenta se había iniciado un proceso de impulso y cambio de un sistema de beneficencia social (claramente caritativo)
dirigido hacia la aparición de los primeros servicios públicos de acción social. Aun así, en esta década resulta todavía difícil distinguir entre lo propiamente social y educativo de las meras prácticas caritativas imperantes
en la ideología franquista y de la Iglesia. El nuevo modelo de acción social
convivió con el de beneficencia.
La acción socioeducativa destacó en este primer periodo por la labor
que realizaron, por un lado, los grupos y movimientos asociados a movimientos juveniles franquistas, como, por ejemplo, desde el ámbito político, la Sección Femenina (constituida en 1934 como la rama femenina del
partido político Falange Española y Tradicionalista de las JONS); desde
el ámbito extraescolar, el Frente de Juventudes y; desde el terreno religioso, determinadas organizaciones católicas. Los primeros se distinguieron
por su organización falangista, antidemocrática y jerárquica. La Sección
Femenina desplegó una serie de actividades culturales y propagandísticas a través de sus diversas secciones: Círculo de Juventudes, el Servicio
Social y las Escuelas de Hogar (dirigidas a las mujeres rurales, de barrios
populares y a las obreras en general), promoviendo la formación de la
mujer según los ideales de esposa y madre subordinada y sacrificada 9.
9
Para más información se puede consultar Ballarín Domingo, P. (2001): La educación de las mujeres en la España Contemporánea (siglos XIX y XX), Madrid, Síntesis de Educación.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Entre los segundos puede citarse la labor desarrollada por la Iglesia
Católica promoviendo un tipo de educación que ensalzaba las virtudes
cristianas creando para ello una importante red de infraestructuras por
todo el país. Los movimientos apostólicos obreros, en lo que se ha denominado Catolicismo Social, provenientes del siglo XIX, tomaron fuerza
resaltando un tipo de educación de la juventud basada en la necesidad de
alcanzar la más alta perfección cristiana. Muchas de las instituciones
creadas fueron dirigidas, además de a los obreros, a niños en situación de
riesgo social: asilos de niños abandonados, hospitales, hospicios y centros asistenciales de acogida. Entre dichas iniciativas puede apreciarse la
obra de Cáritas Española. Extendió la labor de la Iglesia iniciando, a finales de los años cincuenta, una serie de acciones encaminadas a satisfacer las carencias básicas de los grupos más necesitados a través de infraestructuras proporcionadas por las parroquias, pero desplegando,
poco a poco, todo un conjunto de tareas de promoción social, de animación comunitaria y de programas de ayuda a inmigrantes, así como la
puesta en marcha de proyectos de desarrollo socioeconómico de carácter
nacional e internacional 10.
En relación con el plano académico y la formación de los profesionales
durante los años cincuenta, la educación social tuvo un carácter meramente formativo e informal sin que existiera un planteamiento institucional.
Los pasos dados hacia una formación específica en educación social como
disciplina estaban en la enseñanza de la Pedagogía Social, introducida en el
plan de estudios de la Universidad de Madrid en 1944. En la década siguiente, J. Tusquets fue nombrado (primer) catedrático de Pedagogía General y
Social en las Universidades de Barcelona, en 1956 (Fermoso Estébanez,
2003: 70).
A lo largo de los años sesenta la Educación Social fue tomando una
forma más específica en todo el proceso de crecimiento y reorganización de los sistemas de atención y acción de la administración pública,
tanto en los planos de intervención en marginación y exclusión social de
colectivos desfavorecidos como en la animación sociocultural y en educación de adultos. En esta etapa se produjo el primer impulso de las intervenciones socioeducativas cuando comienzan a desarrollarse los
10
Cáritas España. Historia: http://www.caritas.es/cCaritas_historia.aspx?Id=1
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
servicios sociales. Una de las primera leyes que marcó el comienzo del
cambio fue la ley 45/1960 de julio, de la Jefatura del Estado, por la que se
crearon una serie de fondos recogidos mediantes impuestos 11. Es decir,
se puso en marcha el sistema de «lograr fines sociales a través de la política tributaria» 12. El Fondo Nacional de Asistencia Social (FONAS) vino,
sin embargo, por otro lado, a responder también a uno de los principios
del Movimiento Nacional, por el que «[t]odos los españoles tienen derecho a los beneficios de la asistencia y de la Seguridad Social», pero no
sustituyó al ya existente Fondo de Protección Benéfico-Social creado en
diciembre de 1936. Representantes de Auxilio Social estaban todavía
presentes en el patronato del FONAS. A partir de ese momento salieron
a la luz otras disposiciones legislativas en torno a la asistencia social,
como las pensiones de vejez y enfermedad, y se reorganizaron los órganos administrativos encargados de la gestión social. Los años sesenta
fueron los años de transición de la beneficencia del Estado a la asistencia social.
En el año 1963 se promulgó la Ley 193/1963, de 28 de diciembre, de
Bases de la Seguridad Social que supuso el inicio de la reorganización y
clarificación competencial entre diferentes organismos y entidades públicas a nivel nacional, provincial y local (Martín García, 2003: 271-272).
Durante el periodo que transcurrió desde 1964 hasta 1967 tuvo lugar el
primer Plan de Desarrollo Económico y Social que consideró como áreas
o ámbitos de actuación la infancia y la juventud, los vagos y los maleantes
—incluyendo alcohólicos y toxicómanos— asistencia social a la mujer, sordomudos, inválidos, ancianos y desarrollo comunitario. Por otro lado, se
produjo una apertura del sistema educativo hacia lo extraescolar, lo que
supuso una mayor atención y consideración de la comunidad como generadora de nuevos destinatarios, espacios, escenarios, tiempos educativos y
reeducativos y un mayor énfasis en aspectos más cualitativos. Todo ello
repercutió en la expansión de la educación social. En abril de 1966 apareció el texto articulado que desarrolla la Ley 193/1963 sobre Bases de la
Seguridad Social, en la que se organizaron los servicios sociales en cuatro
11
BOE núm. 176, de 23 de julio de 1960 (RCL 1960/1038). Ver la tesis doctoral de Martínez-Gijón
Machuca, M. A. (2004), Universidad de Sevilla, p. 74. La tesis fue posteriormente (2005) publicada con
el mismo título: Protección Social, Seguridad Social y Asistencia Social: España y la Unión Europea,
Madrid, Consejo Económico y Social.
12
Ibídem.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
campos: higiene y seguridad del trabajo, medicina preventiva, recuperación de inválidos y acción formativa.
«En tal sentido la Ley se propone hacer uno de los ejes de la reforma que en
ella se contiene: los servicios de recuperación y rehabilitación para trabajadores inválidos, concibiendo la propia recuperación en sentido amplio como un
derecho y como un deber de la persona, basado aquel en el reconocimiento de
su dignidad humana y de su potencial económico y fundado éste en el principio
general de solidaridad nacional de esfuerzos. Ante el caso concreto, sin mengua
ni atentado a los derechos inviolables del individuo sobre su propia persona, los
servicios de recuperación tratarán a toda costa de que el invalido vuelva a su
antiguo trabajo o que adquiera la aptitud necesaria para prestar otro distinto en
consonancia con su capacidad reducida».
Ley 193/1963, de 28 de diciembre, sobre Bases de la Seguridad Social
BOE núm. 312, 30 de diciembre de 1963, p. 18182
A continuación, en el mismo año, se reorganizó la administración en
esta área, creándose la Dirección General de Política Interior y Asistencia
Social, de manera que la organización administrativa adoptó la siguiente
estructura:
1.1. Ministerio de la Gobernación.
1.2. Dirección General de Política Interior y Asistencia Social:
a) Auxilio Social (de 1936).
b) Fondo de Protección Benéfico-Social (de 1936).
1.3. Fondo Nacional de Asistencia Social (FONAS) (de 1960).
Historia institucional de Auxilio Social
«El origen de esta institución a nivel nacional se encuentra en el Auxilio de
Invierno, creado el 29 de octubre de 1936, a partir de los comedores de huérfanos.
El 29 de diciembre de 1936 se publica una Orden sobre la asistencia a niños y a
ancianos, por la que se procede a la reorganización de los establecimientos
benéficos-sociales existentes, y se prohíbe toda cuestación no autorizada. El
24 de mayo de 1937 la Delegación Nacional de Auxilio de Invierno cambia su
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
nombre por el de Delegación Nacional de Auxilio Social; quedando integrada
por el Auxilio de Invierno, la Obra de Protección a la Madre y al Niño, el Auxilio
al Enfermo, y todas las obras benéficas que percibían subvenciones del Fondo
de Protección Benéfico-Social. Por la Ley de 30 de enero de 1938, que organiza
la Administración Central en Ministerios, la Dirección General de Beneficencia,
y con ella el Auxilio Social, pasa a depender del Ministerio del Interior. Este,
por Decreto de 28 de mayo de 1938, crea el Consejo Superior de Beneficencia y
Obras Sociales. El Decreto de 17 de mayo de 1940 convierte esta Delegación Nacional en una entidad oficial, integrada en F.E.T. y de las J.O.N.S., estableciendo
las siguientes funciones: prestación de asistencia benéfica a indigentes; fundación de establecimientos para el cuidado de huérfanos pobres que fueran menores de edad, y de las embarazadas y parturientas; prestación a los niños de los
cuidados asistenciales de naturaleza no sanitaria; gestión de la rehabilitación
física de convalecientes; y, cooperación en estadísticas de establecimientos benéficos. Así mismo, se crea una estructura periférica formada por Delegaciones
Provinciales, en las que existirá junto con el Delegado un Secretario Provincial.
Por Orden de 9 de enero de 1970 de la Secretaría General del Movimiento, los
servicios de la Delegación Nacional de Auxilio Social se integran provisionalmente en el Servicio Nacional de Auxilio Social. El Decreto de 17 de agosto de
1973 integra este Servicio en la Dirección General de Política Interior y Asistencia Social del Ministerio de la Gobernación como organismo autónomo, cambiando su nombre por el de Instituto Nacional de Auxilio Social. Por Decreto
de 05 de abril de 1974 pasará a depender de la Dirección General de Asistencia
Social del anterior ministerio, de la que dependerá con su nueva denominación
de Instituto Nacional de Asistencia Social (I.N.A.S.) En general, la organización
periférica de esta Delegación Nacional se estructuraba en Delegaciones provinciales, comarcales y locales. La organización de las Delegaciones Provinciales
se constituía en torno a los siguientes servicios: asistenciales (Auxilio de Invierno y Obra de Protección a la Madre y al Niño); administrativos (departamentos de abastecimiento, transportes y ajuar); especiales (asesoría de cuestiones
morales y religiosas); técnicos (servicios médicos y de educación); y, generales
(Secretaría Técnica Provincial y Personal)».
Reseña biográfica. Código de Referencia: ES.28005.AGA/821
Título /Nombre: Delegación Provincial de Auxilio Social de Madrid
Fuente: http://censoarchivos.mcu.es/CensoGuia/fondoDetail.htm?id=1047127
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Algunos colectivos específicos comenzaron a recibir tratamiento legislativo diferenciado, como es el caso de los enfermos mentales que debían ser
hospitalizados, para los cuales se aprobó la Orden de 24 de septiembre de
1968. En el mismo año se elaboró la asistencia económica e institucional de
los entonces denominados subnormales y, en 1970, la asistencia específica a
los ancianos. Los servicios sociales integraron lentamente las ayudas económicas con las técnicas. En la Orden de 26 de febrero de 1971, que sacó a
la luz el Plan Nacional de Asistencia a Los Ancianos, se percibe el comienzo
de la ruptura de la distinción entre servicio y asistencia social (MartínezGijón Machuca, 2004).
Los cambios continuaron en la década de los setenta, ya que en mayo de
1974 se aprobó el nuevo Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad
Social y se alteró en dos ocasiones la estructura del Ministerio de
Gobernación. A partir de ese momento se modificó el nombre de varias instituciones:
a) El Instituto Nacional de Auxilio Social pasó a llamarse Instituto
Nacional de Asistencia Social.
b) El Servicio de Asistencia a Subnormales y el Servicio Social de
Recuperación y Rehabilitación de Minusválidos se fusionaron en el Servicio
de Recuperación y Rehabilitación de Minusválidos Físicos y Psíquicos
(SEREM).
c) El Servicio Social de Asistencia a Ancianos pasó a denominarse
Servicio Social de Asistencia a Pensionistas.
En cuanto a la formación de los educadores sociales, también en esta
época comenzaron a surgir escuelas y centros de formación específica. En
1969 se inauguró en Barcelona el primer Centro de Formación de
Educadores Especializados, impulsado por José Juan Piquer y Jover, quien
era director del Laboratorio Psicotécnico del Tribunal Tutelar de Menores
de Barcelona (Núñez, 1989: 13-38) y redactor jefe de la revista Pro Infancia
y Juventud, que estuvo patrocinada por la Junta Provincial de Protección
de Menores de Barcelona. La publicación nació en julio de 1950 y desapareció en septiembre de 1974, después de veinticinco años. En sus números
se publicaron informes sobre el abandono y la delincuencia infantiles y
juveniles.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
3. LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA (1977-1982)
3.1. Contexto histórico
El proceso de cambio político que protagonizó España a mediados de
los años setenta, es decir, el pasaje de la dictadura de Franco a un sistema
político democrático, es lo que se denomina comúnmente la Transición española. Aunque su corte temporal formal va desde la muerte del dictador13
hasta la consolidación democrática marcada por el fallido golpe militar de
1981 y el triunfo del PSOE en 1982, no puede ser explicado como un hecho
puntual sino como un proceso en el cuál se combinan gran cantidad de factores que tienen sus orígenes en la transformación económica y social que
explicamos en la etapa anterior, donde se van organizando las estructuras
sociales que podrán sustentar luego dicho pasaje. Grosso modo dichos factores fueron los siguientes: el papel que juega la sociedad civil, sus transformaciones económicas, sociales y culturales previas y su aprendizaje para
ejercer la presión política en pos de sus propios intereses. Unido a esto, el
clima de deslegitimación y erosión que fueron sufriendo las propias estructuras políticas del régimen que aunque queriendo adaptarse a las nuevas
demandas, continuó manteniendo su rigidez y autoritarismo 14. De todos
modos, las familias franquistas mantuvieron el poder mientras que en la
oposición se encontraban los nuevos grupos políticos emergentes que habían estado o estaban aún en la clandestinidad. Además, a partir del marco
internacional se tomaron como modelos las democracias occidentales en
cuyo seno ya se habían construido los Estados del bienestar, aunque sufrieran en ese momento la crisis mundial del petróleo desde 1973. Por otra parte, se vivía también la complicada sucesión del régimen en la que Juan
Carlos I tuvo su papel preponderante. Por último, la Iglesia, con su marcada
13
Algunos autores opinan que políticamente hablando el punto de origen de la etapa está en la
proclamación de Juan Carlos como rey de España, tras el fallecimiento del dictador.
14
Tusell, sin embargo, sostiene que el régimen en esta etapa practicó cierta tolerancia: «La etapa
de “liberalización” no aumentó la libertad, aunque sí la tolerancia porque la sociedad española había
crecido al margen del sistema político y eso hacía que la propia clase dirigente sintiera su inanidad y
fuera incapaz de enfrentarse a la sociedad, mientras que no le quedaba más remedio, si quería evitar
conflictos graves, que admitir una creciente tolerancia», Tusell, J. (1988): «La transición española a la
democracia desde un punto comparativo», Cuenta y Razón n.º 41. Accesible en http://www.cuentayrazon.org/revista/pdf/041/Num041_012.pdf [Consultado el 10-02-2012]; para Pérez, «El propio estado
franquista combinó una cultura y una política tradicionales con una economía moderna, e intentó basar
parte de su legitimidad en el desarrollo económico de los sesenta.», Pérez Díaz, V. (1993), La primacía
de la sociedad civil, Madrid, Alianza Editorial, pp. 46-47.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
oposición en los últimos años, y la posición de los grupos militares, acostumbrados hasta el momento a obedecer al general y permanecer al margen de temas políticos. Asimismo, la transición tuvo lugar en medio de tensiones y dificultades: la crisis energética citada; la reivindicación de los
nacionalismos periféricos; el problema del terrorismo en el País Vasco; la
explosión de conflictos sociales y la amenaza de un golpe militar para terminar con ellos. A pesar de todo, uno de los hechos clave de la transición lo
constituyó el consenso de todos los grupos políticos con representación parlamentaria en torno a la Constitución de 1978.
Para la educación, la aplicación del consenso básico entre fuerzas, históricamente, antagónicas se plasmó en el artículo 27 que reconoce el derecho a la educación y la libertad de enseñanza. Igualdad y libertad aparecieron en un mismo
plano jurídico. También es posible registrar, los inicios del periodo de transición,
algunos logros positivos en el camino de la extensión de la escolarización.
«Entre 1975 y 1981 lo que más crece es el bachillerato (BUP + COU) y formación profesional (FP). La escolaridad aumenta a todos los niveles, pero más
a los niveles obligatorios. […] La enseñanza general básica (EGB) es en donde
se observan menos cambios, tendiéndose a la escolarización total, y decreciendo las desigualdades provinciales, que eran dos de los problemas seculares de la
Educación en España. A nivel de bachillerato lo que más llama la atención es el
progreso evidente de la enseñanza pública, mientras que la privada se mantiene
estable, y desaparece la educación llamada “Libre”».
Juárez, M.; (1995),
V informe sociológico sobre la situación social en España, Vol. 1.
Madrid, Fundación FOESSA, p. 65.
Sin embargo, la LGE se fue implementando de forma lenta y con ciertas
dificultades, sin los recursos necesarios y tratando de salvar las diferencias
con el franquismo. En 1980, la UCD elaboró la LOECE 15, ley que intentó
desarrollar el artículo 27 de la Constitución desde una perspectiva conservadora. Dicha ley nunca entró en vigor porque el PSOE la recurrió ante el
Tribunal Constitucional por no respetar el espíritu de consenso constituyente.
15
Ley Orgánica 5/1980, de la Jefatura del Estado, de 19 de junio, por la que se regula el Estatuto
de Centros Escolares.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
3.2. Aproximación a la situación socioeducativa
La crisis energética de 1973 influyó profundamente sobre la economía
española, aunque su efecto fue más patente en la década de los ochenta.
Disminuyeron el ritmo de crecimiento, el grado de concentración demográfica y el éxodo del campo a la ciudad. El nivel de empleo descendió de continuo en los diez años posteriores a 1974 y los más afectados fueron los jóvenes. En este sentido, la fuerte protesta social y la conflictividad
huelguística crecieron vertiginosamente desde 1974 y continuaron haciéndolo desde 1977 hasta 1979. El rápido crecimiento económico de la década
anterior no solo no contribuyó a paliar las desigualdades sociales, sino que
generó nuevas formas de pobreza con características urbanas vinculadas al
mercado de trabajo. En este marco, los nuevos marginados pasaron a ser
los desempleados, aquellos en situación de precariedad laboral y las personas con menos recursos (grupos marginales, minorías, mujeres). «Por otro
lado, la incidencia del delito, especialmente entre los jóvenes, aument[ó] a
partir de 1980 sobre todo en los municipios de más de un millón de habitantes» (Martín García, 2003: 275).
La progresiva introducción de la mujer en el mercado laboral se vivió
también —pero en otro sentido— en el sistema educativo. «Por primera vez
las mujeres [fueron] más numerosas en BUP + COU que los varones, aumentando su número en la educación universitaria e incluso en FP» 16. La
conflictividad estudiantil permanente de la década de los setenta, sobre
todo en el ámbito universitario, perdió protagonismo social a principios de
los ochenta.
La nueva situación económica, laboral y social de finales de los setenta y
principios de los ochenta, hizo surgir, por un lado, nuevas formas de exclusión social (como, por ejemplo, el grave problema de acceso a la vivienda) y,
por otro, nuevos movimientos y asociaciones sociales. «Las relaciones de los
movimientos ciudadanos en la transición democrática (1973-1981) estuvieron caracterizadas por un tejido social homogéneo en cada localidad, cohesionado en torno a una asociación formal unitaria en cada barrio, que se
sitúa frente al aparato institucional (se siente y actúa simultáneamente
16
«El proceso de feminización del bachillerato es tan acelerado que en 1981 ya hay más mujeres
que varones (54 %)». Juárez, M. (1995): V informe sociológico…, op. cit., p. 65.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
como asociación y movimiento social transformador)» (Alberich Nistal,
2007: 76).
Definición del concepto de exclusión social
«Proceso mediante el cual los individuos o grupos son total o parcialmente
excluidos de una participación plena en la sociedad en la que viven» (European
Foundation, 1995:4). Tal proceso, opuesto al de «integración social», da lugar
a una privación múltiple, que se manifiesta en los planos económico, social y
político.
El concepto de «exclusión social» surgió en los años 70 en Francia (donde
desde hacía tiempo ya se venía utilizando el de «exclusión»), entendida como
una ruptura de los lazos sociales, algo que afectaba a la tradición francesa de integración nacional y solidaridad social. Su creación se atribuye a René Lenoir,
entonces Secretario de Estado de Acción Social en el gobierno de Chirac, con su
libro Les exclus: un Français sur Dix, publicado en 1974, en el que se refería al
10% de la población francesa que vivía al margen de la red de seguridad social
pública basada en el empleo (discapacitados, ancianos, niños que sufren abusos, toxicómanos, etc.). El concepto se popularizó en Francia durante los 80,
tanto en el plano académico como político y social, para referirse a los sectores
desfavorecidos y afectados por nuevos problemas sociales (desempleo, guetos,
cambios en la estructura familiar), a los cuales las viejas políticas del Estado del
bienestar no daban respuesta adecuada. Así surgieron nuevas políticas y programas sociales orientados a la «inserción» de individuos, familias y grupos, entre los que destacaron los de: el Ingreso Mínimo de Inserción, orientado a proporcionar formación y trabajo a parados de larga duración (con más de 700.000
beneficiarios a mediados de los 90); educación en áreas marginales; prevención
de la delincuencia mediante centros para jóvenes; y desarrollo social de los barrios (viviendas, trabajo comunitario, servicios) (De Haan, 1998:11)».
Karlos Pérez de Armiño y Marlen Eizagirre
Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo
Universidad del País Vasco
http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/96
3.3. Desarrollo de la Educación Social
En esta etapa destacaron los cambios y traspasos de la gestión de la asistencia y los servicios sociales. En abril de 1977 se transfirieron «las competencias y funciones en materia de asistencia social del Ministerio de
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
Gobernación al Ministerio de Trabajo, que las recoge en una Dirección
General de Asistencia y Servicios Sociales. Meses después, será el Ministerio
de Sanidad y Seguridad Social, creado por decreto 1918/77, el que tome el
relevo al de Trabajo» (Martínez-Gijón Machuca, 2004). Las reformas profundas tuvieron lugar en 1978, año de la Constitución española. Ésta marcó
el camino a seguir en materia de derechos sociales, en principio, por el
Estado y, más tarde, por las Comunidades Autónomas (Martín García,
2003: 271). En noviembre de 1978, salió a la luz un Real Decreto-Ley de
Gestión Institucional de la Seguridad Social, la Salud y el Empleo, por el
que cual se volvía a transferir competencias en materia de seguridad social
de unas administraciones a otras. Destacaron las tres áreas diferenciadas
que se crearon en el Ministerio de Sanidad y Seguridad Social: Salud,
Seguridad Social y Servicio de asistencia social.
En la década de los 80, especialmente durante los primeros años, comenzaron a estructurarse muchos departamentos o áreas de servicios sociales en los diferentes niveles de organización territorial de la
Administración Pública. Las transferencias en materia de bienestar, servicios social y educación a las Comunidades Autónomas permitieron impulsar iniciativas y acciones conforme a modelos de gestión más especializados y modernos, lo que supuso la creación de nuevos centros de prevención,
de atención y seguimiento de la infancia y juventud y centros de día para
personas mayores. Sin embargo, aunque el sistema de Seguridad Social se
mantuvo a cargo del Estado, se fue desdibujando la separación entre la asistencia social y el sistema de seguridad social, o mejor dicho, sus actuaciones van convergiendo cada vez más. Un ejemplo de este hecho fue la ley de
Integración Social del Minusválido, de 1982, en la cual se mencionan los
servicios sociales de orientación familiar, de atención domiciliaria y del
tiempo libre, entre otros.
En esta etapa se produjeron cambios importantes en relación con el tratamiento, la atención y la propia conceptualización de los centros de menores, consolidándose la tendencia a crear centros residenciales medios o pequeños. Aparecieron los centros de día y los hogares funcionales; lo que
implicó un cambio ideológico y pedagógico. Se pusieron en marcha en las
comunidades, leyes y nuevos programas de prevención e intervención que
abarcaron campos como la drogadicción, la delincuencia juvenil o la justicia de menores. El cambio fue sustancialmente cualitativo y supuso un sal-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
to desde las instituciones benéficas propias de tiempos anteriores a un modelo más integrador, democrático y abierto.
En cuanto a la animación sociocultural surgieron acciones que también
significaban una nueva situación más rica y diversa. Cabe destacar las
Universidades Populares, creadas en 1981, destinadas a los sectores más
desfavorecidos y con el objetivo claro de promocionar la participación social y cultural, junto con las Casas de Cultura que habían sido creadas en
1956 (Pérez Rioja, 1975: 13-30) (aunque fueron propuestas años antes), los
Centros Cívicos17, con oferta formativa no reglada (Juárez, 1995: 291), definidos como locales municipales para la prestación de servicios públicos y
equipamientos socioculturales de carácter público, ubicados en los distintos barrios y ciudades que pretendían fomentar el tejido asociativo y participativo (VVAA, 1989, 2000 y 2004), impulsar actividades encaminadas al
desarrollo cultural y social, promocionar la vida asociativa y la participación de la ciudadanía en tareas de la comunidad. Aunque las instituciones
anteriores incluyeran la participación de adultos, la educación de adultos
propiamente dicha aún se centraba en enfoques compensadores. Empezaron
a aparecer aires e influencias provenientes del exterior referidos a la idea de
educación permanente y a lo largo de toda la vida.
Se crearon Albergues Juveniles y Colonias o Campamentos de verano
que ofrecían nuevas pautas de disfrute del tiempo libre, así como los Centros
de Promoción de la Salud que ponen en marcha proyectos de prevención y
educación para la salud. Desde la Iglesia aparecieron también iniciativas
eclesiales, especialmente desde las diócesis y las parroquias o desde instituciones y congregaciones. Por último, tomaron iniciativas algunos grupos
sociales sin ánimo de lucro como, por ejemplo, Aldeas Infantiles, Hogares
Promesa, Mensajeros de la Paz y la Ciudad Escuela de los Muchachos.
El desarrollo de la disciplina en este periodo destacó por la clausura del
anterior Centro de Formación de Educadores Especializados de Barcelona
sustituido por la Escuela «Flor de Maig», clasificada como Centro de
Formación Profesional de 2.º Grado con la categoría de homologado, en la
rama «Hogar», donde se implantó el título de Técnico-Especialista en
Adaptación Social-Enseñanzas no Regladas. El antecedente está en la
17
Algunas de sus características son: ser espacios polivalentes, adaptados para distintos usos;
ofrecer servicios públicos, no admitir la privatización de los espacios; facilitar la compactación de servicios, pudiéndose situar en un mismo espacio físico varios equipamientos (sociales, educativos, etc.).
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
Escuela de Formación Profesional «Luis Amigó» de Godella, aprobada por
Orden Ministerial el 14 de agosto de 1980 (Ruiz, 2003: 272). En esta linea,
las Comunidades Autónomas, Diputaciones o Ayuntamientos promovieron
Centros y Escuelas de Tiempo Libre y animación sociocultural de clara influencia francesa.
Se percibe por tanto una lenta labor de construcción progresiva del
Estado de bienestar y con él, el desarrollo de los servicios sociales, ayudado
por la construcción de un sistema educativo formal que permitiría la expansión hacia el sector no formal.
4. GOBIERNO SOCIALISTA (1982-1996)
4.1. Contexto histórico
Hacia 1982 el sistema democrático empezó a consolidarse. El juicio negativo de la sociedad española sobre el partido gobernante hasta ese momento, la UCD, dio la mayoría absoluta al partido socialista que a partir de
ese año y hasta 1996 gobernaría con Felipe González en la presidencia. Las
cuatro legislaturas que protagonizó tienen características dispares. Durante
la primera (1982-1986), atravesó una difícil situación económica provocada
por el segundo impacto de la crisis energética de 1973; debió enfrentar una
dura campaña terrorista de ETA; mantuvo los límites en sus relaciones con
el ejército hasta llegar a la reforma que establece «de forma decidida e irreversible, la primacía del poder civil sobre el militar» (Tusell, 2010: 344); en
materia educativa sancionó la LODE (1985) que promovió la enseñanza
obligatoria y gratuita hasta los dieciséis años y la LRU (1983) Ley de Reforma
Universitaria; accedió en 1986 a la Comunidad Económica Europea y acabó
de diseñar el mapa autonómico del país con la aprobación de distintos estatutos de autonomía. En la segunda legislatura (1986-1989), participó de un
importante ciclo de desarrollo económico que duró hasta 1992, los servicios
educativos, sanitarios y de pensiones aumentaron de forma notable sustentados por un sistema fiscal relativamente progresivo. La tercera legislatura
(1989-1993) se enmarcó en una recesión mundial iniciada a principios de los
noventa que trajo como consecuencia inflación y paro y el coste político de
los problemas de corrupción derivados de la hegemonía de un solo partido
en el poder (Ibídem: 351), cuya consecuencia más clara fue la pérdida de la
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
mayoría absoluta en la cuarta legislatura (1993-1996). En ésta tuvo que solicitar el apoyo parlamentario de Convergència i Unió de Pujol. Cuando dicho
partido dejó de prestarle apoyo en 1996, convocó elecciones anticipadas en
las que triunfó el Partido Popular18.
En 1990 se sancionó la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema
Educativo (LOGSE). Se abandonó entonces la LGE para ir dando paso progresivo a esta nueva ley que supuso una nueva naturaleza, concepción y estructura del propio sistema educativo. La enseñanza se hizo obligatoria
desde los seis hasta los dieciséis años, como ya se había aprobado en la
LODE, pero esta vez los niveles de primaria y secundaria coincidían con las
edades obligatorias. En materia educativa, el énfasis durante estas legislaturas estuvo sobre la igualdad de la educación para todos los ciudadanos,
«especialmente durante el periodo en que José María Maravall estuvo al
frente del Ministerio de Educación (1982-1988), época de marcado signo socialdemócrata en que se diseñaron diversas estrategias igualitarias cuya
proyección se mantuvo hasta el final del periodo socialista» (Puelles Benítez,
2008: 135).
4.2. Aproximación a la situación socioeducativa
A principios de la década de los ochenta el panorama socioeconómico
español era completamente distinto que a comienzos de los sesenta. La
evolución acelerada del proceso de industrialización y la introducción de
nuevas tecnologías —abandonando así los modelos industriales tradicionales— incidieron por completo en la estructura social de la época. En
consecuencia, aparecieron nuevas oportunidades ligadas al enriquecimiento personal y social pero también «nuevas situaciones de desarraigo y
marginación con todas sus secuelas (conductas disruptivas, delincuencia,
desorientación personal)». Los datos de Cáritas indican que en 1983 había
en España cuatro millones de pobres y marginados, consecuencia sobre
todo de la desigualdad social. Estas situaciones de pobreza y marginación
se debían, en gran medida, a las fuertes reconversiones industriales, es decir, al mundo del trabajo y a las crisis de la época. Por otro lado, a comien18
Para ampliar información sobre los últimos gobiernos democráticos españoles puede visitarse la
página web Historia siglo20.org en el siguiente enlace http://www.historiasiglo20.org/ [Consultado el
18-07-2013].
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
zos de los ochenta, los flujos migratorios al interior y exterior del país descendieron notablemente en relación a épocas anteriores. La tendencia se
invirtió y España comenzó a ser un país receptor de inmigración. Este
proceso masivo y acelerado presentó un panorama de trabajo público cuyo
objetivo fue la cohesión social y la integración de las familias inmigrantes
en la sociedad receptora.
Los nuevos marginados eran los parados, pero también inmigrantes y
exiliados, extranjeros, drogadictos y prostitutas. El Estado benefactor tenía
que dar respuesta a estas situaciones y fue aquí donde se generaron nuevos
ámbitos de acción para la educación social: integración educativa de la familia marginada, prevención de la drogodependencia y asistencia socioeducativa, entre algunas de las acciones (Tiana, 2003: 62). El notable crecimiento del gasto público social por habitante dedicado a cubrir servicios públicos
como sanidad, educación y servicios sociales fue corrigiendo el enorme déficit social que la España democrática había heredado de la dictadura
(Navarro, 2013).
A su vez, los sistemas educativos vivían una etapa de crisis en la segunda
mitad del siglo XX, consecuencia de su falta de respuesta hacia demandas
sociales que no podían cubrir, lo que se combinó con una desviación de procesos hacia otros ámbitos de educación, generando una expansión de la
educación no formal. La educación permanente, por ejemplo, replanteó el
lugar de la educación formal en el itinerario formativo de las personas reconociendo otros tipos de formación que no necesariamente estaban incluidos dentro del sistema educativo. Unido al cambio en la estructura poblacional por edades cuyo emergente era el envejecimiento de la población, la
educación permanente reconoció también la educación de personas mayores y otras similares.
Por otro lado, la incorporación de beneficios laborales tales como la reducción de la jornada de trabajo o la extensión del periodo vacacional, unida a las nuevas formas de empleo optimizadas por las nuevas tecnologías y
la democratización cultural —cultura de masas— convergieron en la aparición del ocio y el tiempo libre, campo de trabajo idóneo para la animación
sociocultural.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
4.3. Desarrollo de la Educación Social
Cuando el Partido Socialista se hizo cargo del Gobierno se encontró con
una Administración Pública que no había sufrido ninguna depuración política durante la Transición. Con los primeros gobiernos socialistas, las viejas
denominaciones e instituciones previas a la Guerra Civil (Casas del pueblo o
Casas de cultura), fueron adaptándose paulatinamente a los nuevos modelos y denominaciones. La reforma organizativa de los servicios sociales se
configuró de acuerdo con el modelo horizontal o territorial, estructurándose en los diferentes niveles de organización territorial de la Administración
Pública. La base organizativa se realizó dividiendo el territorio en áreas,
cada una de las cuales fue dotada de uno o varios centros según las demandas habituales y básicas de la población. En 1991 se registraron 777 Centros
de Servicios Sociales que representaron el 79% de los municipios y el 83%
de la población (Juárez, 1995: 430).
La relación entre la asistencia social y el Sistema de Seguridad Social
fue desvaneciéndose en esta etapa, así como difuminándose los perfiles entre ellas, no sólo por los enlaces que se empezaron a producir entre una y
otra a través de la gestión sino porque, además, en estos años empezó a decaer definitivamente el criterio subjetivo que diferenciaba ambas.
En cuanto a la educación especializada se aprecian también, en esta etapa, interesantes cambios; uno de los más significativos está en relación con
el tratamiento, la atención y la propia conceptualización de los centros de
menores. La ley 21/1987, de 11 de noviembre modificó el tratamiento de las
situaciones de desprotección infantil desjudicializándolo y derivándolo hacia el sistema de Servicios Sociales, lo que condujo a un cambio de modelo
en el que los centros concebidos como instituciones benéficas y asistenciales (en algunos casos represivas) se volvieron más integradores, relacionales, democráticos y, en definitiva, educativos (Martín García, 2003: 276).
Empezaron también a florecer las acciones pro-mujeres: en el año 83 se
creó el Instituto de la Mujer con el objetivo de promover la igualdad de los
sexos y la participación de la mujer en la vida colectiva. El Instituto estuvo
adscrito al Ministerio de Cultura hasta 1988, año en el que pasó a formar
parte del Ministerio de Asuntos Sociales.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
Para la educación de adultos (EA), estos cambios significaron un impulso importante. Apareció en 1983 el Real Decreto 1174 de 27 de abril
que contempló el desarrollo de campañas para la erradicación del analfabetismo aún existente en la población adulta, y la posibilidad de formalizar convenios con entidades públicas y privadas. En 1984 apareció, como
documento de trabajo, el Libro Verde de la Educación de Adultos cuyo resultado quedó recogido en el Libro Blanco de la Educación de Adultos publicado por el Ministerio en 1986 y que se hizo cargo de la situación de
una manera muy gráfica: «No hay que confundir educación permanente
con escolaridad permanente» (Ministerio de Educación y Ciencia, 1986).
Tres años después, la Orden Ministerial de 8 de mayo de 1989, persiguió
un modelo transformador, convirtiendo a los Centros de Adultos en algo
más que instituciones expedidoras del Graduado Escolar, para ser centros
desde los que se impulsó y satisficieron necesidades socioculturales, ocupacionales y formativas y de rectificación profesional 19. En 1990 la LOGSE
recogió la nueva concepción de la Educación de Adultos en el Título III.
Así pues la educación de Adultos quedó definida en términos de política
escolar y académica de promoción social y cultural, aunque su imbricación con el sistema educativo no fuera muy importante, «pretendiendo
conseguir un tipo de enseñanza postobligatoria que se adapte a todos los
grupos sociales y a todas las edades, dando prioridad a las personas con
carencias de formación básica o dificultades de reinserción laboral y facilitando ofertas concretas con diversas actuaciones conducentes a título».
Con este cambio, la educación de adultos se dirigió no sólo a aquellos que
abandonaron el sistema escolar tempranamente, sino a todos aquellos que
precisaban una constante recualificación profesional y a los que buscaban nuevos retos formativos y de auto enriquecimiento personal. A partir
de 1990 las Comunidades Autónomas fueron las que, en el ejercicio de sus
competencias, empezaron a regular y a aprobar diferentes leyes de educación de adultos.
19
O. M. de 8 de mayo de 1989 sobre Centros Públicos de EPA dependientes del Ministerio de
Educación y Ciencia (BOE, 10 de mayo de 1989)
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Título Tercero: De la educación de las personas adultas
Artículo 51
1. El sistema educativo garantizará que las personas adultas puedan adquirir, actualizar, completar o ampliar sus conocimientos y aptitudes para su desarrollo personal y profesional. A tal fin, las Administraciones educativas colaborarán con otras Administraciones públicas con competencias en la formación
de adultos y, en especial, con la Administración laboral.
2. De acuerdo con lo dispuesto en el apartado anterior, la educación de las
personas adultas tendrá los siguientes objetivos:
a) Adquirir y actualizar su formación básica y facilitar el acceso a los distintos niveles del sistema educativo.
b) Mejorar su cualificación profesional o adquirir una preparación para el
ejercicio de otras profesiones.
c) Desarrollar su capacidad de participación en la vida social, cultural, política y económica.
3. Dentro del ámbito de la educación de adultos, los poderes públicos atenderán preferentemente a aquellos grupos o sectores sociales con carencias y
necesidades de formación básica o con dificultades para su inserción laboral.
4. En los establecimientos penitenciarios se garantizará a la población reclusa la posibilidad de acceso a esta educación.
5. La organización y la metodología de la educación de adultos se basarán
en el auto-aprendizaje, en función de sus experiencias, necesidades e intereses,
a través de la enseñanza presencial y, por sus adecuadas características, de la
educación a distancia.
Artículo 52
1. Las personas adultas que quieran adquirir los conocimientos equivalentes a la educación básica contarán con una oferta adaptada a sus condiciones
y necesidades.
2. Las Administraciones educativas velarán para que todas las personas
adultas que tengan el título de Graduado Escolar puedan acceder a programas
o centros docentes que les ayuden a alcanzar la formación básica prevista en la
presente ley para la educación secundaria obligatoria.
3. Las Administraciones educativas, en las condiciones que al efecto se establezcan, organizarán periódicamente pruebas para que personas mayores de
dieciocho años de edad puedan obtener directamente el título de Graduado en
Educación Secundaria. En dichas pruebas se valorarán las capacidades generales propias de la educación básica.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
En esta época se consolidaron iniciativas de animación sociocultural
surgidas anteriormente, entre las que destacamos:
— la reaparición de las Universidades Populares que a mediados de los
noventa sobrepasaban ya el centenar;
— los Centros Cívicos ubicados en determinados barrios de las ciudades —que venían a sustituir a las antiguas Casas de la cultura o Casas
del pueblo— perseguían, entre otros objetivos: servir de base al desarrollo comunitario y a la participación ciudadana; constituir un punto
de encuentro sociocultural, posibilitando así un ocio activo y creativo;
detectar, acoger, estimular y ayudar a materializar todo tipo de iniciativas del entorno; cubrir aquellos segmentos de actividades sociales y
culturales que el barrio solicita; prestar servicios públicos dirigidos a
la mejora de las condiciones sociales y culturales del entorno y, en definitiva, pretenden ser espacios de encuentro para la cultura, lugares
de libre transmisión e intercambio de conocimientos a través de la experimentación colectiva;
— los Centros de Acción Social (CEAS) que se constituyeron como un importante servicio de atención asistencial en un ámbito territorial determinado, (denominado «Zona de Acción Social», que en unos casos
hacía referencia a cada uno de los distintos barrios de una ciudad o
bien a un conjunto de municipios de la provincia), al tiempo que un
importante foco de dinamización sociocomunitaria (Martín García,
2003: 277) basando su acción en tres servicios sociales: Servicios de
Información y Orientación, Servicio de Apoyo a la Familia y
Convivencia y Servicio de Animación Comunitaria;
— los albergues juveniles, las colonias y los campamentos de verano que
permitieron nuevas pautas de disfrute del tiempo libre y de la naturaleza;
— los Centros de Promoción de la Salud que actuaron en el ámbito de la
prevención y la educación para la salud.
Especial atención merece el tema del voluntariado, definido por el
Comité de Ministros del Consejo de Europa en 1985 como «trabajo realizado de manera desinteresada por personas que, por su propia voluntad, participan en la acción social» 20. Esta iniciativa favoreció el desarrollo de mul20
Recomendación n.º (85) 9 del Comité de Ministros del Consejo de Europa sobre el trabajo voluntario en actividades de bienestar social.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
titud de acciones promovidas por muy diversas organizaciones y entidades,
y contribuyó, extraordinariamente, a extender el radio de actuación de la
intervención socioeducativa.
Fue en estas décadas cuando tomó fuerza y se masificó el movimiento
okupa, que surgió como un exponente de las contradicciones existentes entre el derecho a la vivienda y la existencia de un potente mercado inmobiliario basado en la propiedad privada. La okupación se produjo sobre edificios
abandonados o infrautilizados, no exclusivamente residenciales, pues también afecta a locales industriales o de espectáculos; de modo preferente suele tratarse de personas con fuertes carencias residenciales o grupos de jóvenes radicales, que consideran esta actividad como una vía hacia una forma
de vida alternativa y contestataria. El movimiento comenzó a gestarse en
España en los años sesenta y setenta tomando como referencia el movimiento inglés conocido como squatting 21, debido, entre otros factores, a la
gran demanda de vivienda que se había generado por la afluencia de la población rural hacia las ciudades. A partir de 1980, el movimiento okupa adquirió un sesgo claramente juvenil y alternativo, suscitando reacciones muy
diversas. En determinadas ocasiones y lugares fue reprimido con violencia,
pero en otras zonas se adoptaron posturas tolerantes, como es el caso de
ciertos ayuntamientos vascos. Incluso algunas sentencias judiciales han relacionado el fenómeno con el derecho a la vivienda. En cualquier caso, el
fenómeno se mantiene vivo y con una gran relevancia mediática.
En relación a la constitución de la disciplina académica, fue en esta época cuando el Consejo de Universidades aprobó el título universitario de
Diplomado en Educación Social (regulado en el Plan aprobado en 1991). El
debate generado alrededor de la creación de este título, favoreció la clarificación sobre los perfiles profesionales del educador social, el diseño curricular de los estudios, las posibilidades de integración y homologación con
otros títulos. La disciplina nació para capacitar profesionalmente a educadores que tenían que ocuparse de campos y sectores educativos radicalmente distintos, dispersos y fuera del sistema educativo; en esta época era
una titulación todavía muy rígida con planes de estudio demasiado acadé21
Movimiento de larga tradición, cuya historia y aplicación dentro de la legalidad se explica en el
Squatters Handbook, publicado por el Advisory Service for Squatters, con la 13.ª edición en julio
del 2009.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
micos y formalistas, además de contar con poca perspectiva práctica y concreta (Hernández Díaz, 2008: 13).
5. PRIMER GOBIERNO POPULAR (1996-2000)
5.1. Contexto histórico
El triunfo del Partido Popular (PP) en 1996 —cuya presidencia asumiría
José María Aznar— no fue con mayoría absoluta y, por tanto, tuvo que pactar con los partidos nacionalistas regionales de centro-derecha. La necesidad de pactar con sus aliados supuso que el PP no pudo desarrollar plenamente su programa electoral. Tuvo que esperar a la siguiente legislatura
para desarrollarlo plenamente. La diferencia entre una y otra legislatura estriba en que la primera fue de corte netamente neoliberal y la segunda de
signo predominantemente neoconservador. Los defensores del neoliberalismo —como dijimos, ideología propia de la legislatura que nos ocupa— «son
partidarios del libre mercado sin control alguno, reduciendo el papel del
Estado a garantizar la eficiencia del mercado mediante la salvaguarda del
orden público» (Puelles Benítez, 2010: 412). La política económica ortodoxa
aplicada estuvo dirigida a cumplir los objetivos del Tratado de Maastricht
de 1991, es decir, convergía con las políticas económicas de los estados
miembros de la Unión Europea (entrada en el euro y reducción del Estado).
Una sensible disminución del desempleo tuvo como contrapartida una «tendencia a la precarización de los contratos y la extrema austeridad presupuestaria (que en 1997 supuso la congelación de los salarios de los trabajadores públicos)». El nivel de diálogo alcanzado por los sindicatos con el
Ejecutivo «permitió satisfacer las reclamaciones inmediatas a costa de postergar reivindicaciones de más calado» 22. La corrección del déficit social
puesta en marcha durante los gobiernos socialistas fue interrumpida como
consecuencia de la integración de España en la eurozona. El objetivo de
reducir el déficit del Estado a un porcentaje igual o menor de 3% se hizo a
costa de reducir el gasto público social (Navarro, 2013).
22
CIDOB, Centro de Estudios y Documentación Internacional de Barcelona. http://www.cidob.org/
es/cidob [Consultado el 19-07-2013].
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
5.2. Aproximación a la situación socioeducativa
La aceleración del tiempo, regida por la productividad, rentabilidad y
eficiencia instrumental propias de las economías neoliberales, introdujeron
en la sociedad la mercantilización de la vida personal y social, de la vida
cotidiana. Como consecuencia de ello comenzaron a estar en primer plano
nuevos valores como la inmediatez, la superficialidad, la infantilización, el
consumo compulsivo y la ansiedad (Somoza Rodríguez, 2011: 573-614).
En la aplicación del patrón economicista que salpicó a todos los ámbitos
sociales, el empleo devino en gran parte precario. En este sentido podemos
hablar de progresiva dualización del mercado laboral. Por un lado, trabajadores estables y fijos (los propietarios empleadores y trabajadores a tiempo
completo), muy cualificados; y, por otro, trabajadores a tiempo parcial, subocupados, con baja cualificación. En este último grupo se incluían también
las personas en paro. El desempleo, a su vez, se desglosaba en paro juvenil
(mayormente aquellos jóvenes que no accedían al primer empleo) y paro de
larga duración (que afectaba a los adultos de más de cuarenta y cinco años).
La expansión del sector servicios y el predominio creciente de las tecnologías de la comunicación y de la información llevaron a la tercerización de la
economía y a la aparición de nuevos perfiles profesionales, cerrando nuevamente el círculo en la polarización de la cualificación de los trabajadores.
La formación pasó a ser clave, promoviendo así la educación a lo largo de la
vida. Por otro lado, la masiva incorporación de las mujeres al mercado de
trabajo originó una determinada reestructuración familiar con su respectiva reasignación en el trabajo doméstico y de cuidado de niños y personas
mayores.
La aplicación de las reglas del libre mercado al ámbito educativo promovió también la progresiva degradación de la educación pública, incluyendo
en este proceso la sutil y decantada polarización de las clases sociales en
escuelas públicas, concertadas y privadas respectivamente.
El continuo proceso de atracción de población inmigrante —con un
cambio cualitativo de la procedencia de estos colectivos a partir de la década de los noventa— en busca de mejores condiciones de vida que las que
tenía en sus lugares de origen produjo un choque entre la pluralidad de valores y diferentes modos de vida de los inmigrantes con los tradicionalmen-
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
te homogéneos 23 de la sociedad receptora, convirtiéndose así en fuente de
conflicto casi permanente. La interculturalidad en las sociedades locales
fue entonces uno de los campos de trabajo cotidianos para los educadores
sociales.
En este sentido es interesante observar que se pusieron en marcha esfuerzos y mecanismo a favor de ayudar a otras personas dentro y fuera de
España, en los terrenos educativo, cultural y de desarrollo. Dentro de las estructuras socioeconómicas, se consolidó con fuerza como «un sector informal configurado por iniciativa de organizaciones no gubernamentales de
tipo popular» (ONG) como movimiento civil24 que pareció convertirse en una
«especie de vía de salvación de lo social/comunitario» (Juárez, 1995: 131). En
este sentido, el estado neoliberal antes que prohibirlas, negarlas o desprestigiarlas, parece haber sido partidario de aprovecharlas como vía de evasión de sus responsabilidades sociales. Un hecho que apoya la permisividad y conveniencia de estas iniciativas civiles fue la promulgación de la
Ley estatal del Voluntariado 6/1996. Ésta y otras leyes que le sucedieron
«reconocen unánimemente la importancia del voluntariado, su papel
como expresión de la participación ciudadana en el desarrollo cultural,
político, económico, de la comunidad social, y expresan el compromiso de
los poderes públicos en su impulso y promoción» 25. Actualmente, las
Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo (ONGD) ocupan también «un lugar destacado dentro del conjunto de actores de la política española de cooperación para el desarrollo siendo su pujanza una característica especialmente sobresaliente en nuestro país» 26.
La consecución del bienestar, la eliminación de déficits, la lucha contra
todo tipo de exclusión, la defensa de la igualdad de oportunidades para los
grupos más desfavorecidos, la búsqueda de un correcto equilibrio en la
solución a los problemas de identidad, la mejora de la convivencia ciudadana, el incremento de una mayor dinamización y vertebración social o la
apuesta —en suma— por un desarrollo humano sostenible, fueron algunos
23
Hay que aclarar que las sociedades no son homogéneas pero comparten ciertos valores y tradiciones históricos.
24
Las ONGs ya se mencionan en el artículo 71 de la Carta Fundacional de la Organización de las
Naciones Unidas, en 1945.
25
Ver la Web del Voluntariado: http://www.voluntariado.net/castellano/scripts/plantilla.asp?Pag=9.
[Consultado el 4-07-13]
26
Ver la actividad de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo
(AECID), en http://www.aecid.es/es/la-aecid/ [Consultado el 4-07-13].
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
de los retos más significativos en el tránsito al nuevo milenio (López
Martín, 2003: 229).
5.3. Desarrollo de la Educación Social
La complejidad de las sociedades fuertemente tecnológicas y globalizadas, en constante proceso de cambio y renovación, puso de manifiesto el
protagonismo de las cuestiones sociales y la necesidad de reclamar aportaciones novedosas o soluciones imaginativas que ofrecieran respuesta a los
desafíos presentes y futuros. En este sentido la educación social asumió
nuevos fines: formar capacidades o habilidades sociales, dinamizar los recursos para la universalización del bienestar, generar oportunidades para
la igualdad de todos los ciudadanos, animar a los colectivos excluidos o más
desfavorecidos, fortalecer la cohesión social y vertebrar compromisos cívicos (ibídem, p. 230). Este escenario exigió el trabajo de aspectos pedagógicos acordes con este final de siglo, como la solidaridad, el sentido de la
responsabilidad, la tolerancia, el respecto a la diversidad y la formación de
habilidades sociales de convivencia.
Fue entonces cuando empezó a urgir derribar las barreras entre el ámbito puramente educativo y el mundo social, entre los sistemas educativos y
las actividades de educación no formal e informal y romper así el aislamiento institucional de la escuela. Entre ambas surgió un nuevo concepto
de los servicios socioeducativos; las llamadas «pedagogías de la sociedad
civil» que intentaron ofrecer respuestas socioeducativas, exigidas por los
ciudadanos y a los que el poder institucional no lograba atender.
La consolidación del sistema democrático moderno llevaba implícita la
instauración de un Estado capaz de asegurar bienestar colectivo; sin embargo, muchos derechos conseguidos comenzaron a verse amenazados a
través de la excesiva rigidez de las políticas de mercado, de la falta de cohesión ante la diversidad cultural creciente y de la ausencia de canales de formación del ciudadano, por nombrar algunos de los aspectos más destacables de una crisis en pleno crecimiento que exigía la búsqueda de
herramientas capaces de solidificar las estructuras de la democracia.
Los cambios políticos e ideológicos provocaron la exacerbación de sentimientos locales y nacionalistas, a la vez que se ampliaron los espacios de
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
interrelación política. Esto supuso una interrelación de los procesos sociales, culturales y económicos en un mundo que, integrado por la información, era conducido hacia nuevos valores, hacia movimientos migratorios
masivos y hacia la expansión de una economía intensiva en conocimientos.
Se estaba generando una nueva «cuestión social» destinada, por una parte,
al desempleo y a las nuevas formas de pobreza y de marginalidad, y por
otra, a la gran diversificación cultural y de públicos que se configuraron
como nuevas «audiencias instructivas»: colectivos de difícil inserción, parados de larga duración, prejubilados y jóvenes con baja formación.
Este cambio social generó efectos en la sociedad dividiéndola en sectores que caminaban a distinta velocidad. Dicho de otro modo, la nueva sociedad creó nuevas víctimas y generó nuevos excluidos y marginados: los que
carecen de las competencias y destrezas cognitivas básicas para desenvolverse en el «nuevo mundo». En expresión de Toffler, carecen del nuevo «cognitario» (Toffler, A. y Toffler, H., 2006). La educación social participó y promovió la actividad, la conciencia social y la emergencia de valores a favor de
la ayuda social para los grupos más necesitados, desde diversos espacios y
lugares comunitarios como la familia, las asociaciones cívicas, las instituciones humanitarias, los sindicatos, así como participando en proyectos individuales o colectivos en sectores específicos para la prevención de situaciones de marginalidad.
La nueva situación social descrita anteriormente, obligó a modificar
conceptos básicos que incidían directamente en la educación social. El nuevo concepto de ciudadanía se vinculó a políticas sociales o a servicios públicos para que se trabajara por unos niveles aceptables de justicia social. Se
vinculó también a intervenciones que facilitaran la construcción de una
identidad colectiva y a todo tipo de actividades encaminadas a establecer
canales de participación (López Martín, 2003: p. 236).
La llamada «sociedad del conocimiento y de la información» provocó un
aumento de las desigualdades sociales. Nos referimos a la llamada «brecha
digital». Ante esta situación, la educación institucional se vio desbordada e
imposibilitada ante la necesidad de socializar a generaciones que convivían
en un mundo que cambiaba con rapidez. Las políticas sociales y el ámbito
de la educación no formal se presentaron como una posibilidad de ofrecer
nuevas oportunidades —especialmente de educación permanente— que
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
erradicaran todo tipo de exclusión y dotaran a los ciudadanos de un bagaje
instrumental de conocimientos necesarios en el siglo XXI.
En esos años se consolidó plenamente la Educación Social como disciplina académica. A partir de 1997 se impulsó la creación de colegios profesionales de educadores sociales en diferentes comunidades. Cataluña,
Galicia y Baleares fueron pioneras en esta iniciativa. Los educadores sociales, a través de estos colegios, aspiraban a definir espacios profesionales,
funciones y roles, así como las capacidades y las competencias que debían
mostrar su idoneidad en la tarea. En el Congreso de Educación Social, celebrado en Madrid en 1998, se puso de relieve la importancia de crear la licenciatura de Educación Social y la Universidad de Barcelona impartió este
título como propio desde el curso 2000-2001 (Pérez Serrano, 2003: 174).
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LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
RECURSOS WEB
[ACCESO: 10/06/2013]
Asociación Estatal de Educación Social, ASEDES: http://www.eduso.net/asedes/
Constituida en diciembre del año 2000.
Centro integrado de formación profesional escuela de educadores en Navarra:
http://escuelaeducadores.educacion.navarra.es/el-centro/historia/
Revista de Educación Social (Res). Res es una publicación digital editada por el
Consejo General de Colegios de Educadoras y Educadores Sociales (CGCEES).
Se puede acceder a través de este enlace: http://www.eduso.net/res/?b=18&c=191
(Último acceso: 22/01/2013).
Servicios Sociales en la Transición Española (1975-1982): http://serviciossocialestransi.blogspot.com.es/
Sección de publicaciones de Cáritas España: http://www.caritas.es/publicaciones.aspx
Quaderns d’Animació i Educació Social. Revista semestral para animador@s socioculturales y educador@s sociales: http://quadernsanimacio.net
LECTURAS
«EL CHABORRILLO»
La primera de las realidades humanas que hemos de aceptar plenamente es que los miembros que en nuestra patria, constituyen las minorías son
nuestros hermanos. Por mantener las mismas creencias religiosas y espirituales y por hallarse protegidos en el cuadro de los derechos humanos en
la misma forma que cualquier ciudadano español. Éste es nuestro punto de
partida. Sus valores y contravalores pueden luego analizarse, discutirse y valorarse. Pero nada de razas superiores e inferiores. Situaciones de privilegio
en los ya situados, e infravaloración de los menos dotados socioeconómicamente. Y desde tal actitud, iniciemos una breve marcha por el amplio campo
que el tema sugiere. Limitado en explanación por el tiempo en que debe desarrollarse y su consiguiente extensión escrita.
A diario, en el transcurso de las alegres horas mañaneras especialmente,
en medio de la ciudad, en sus horas más bullidoras, es frecuente encontrar
gitanos llevando del ronzal caballerías que arrastran un carricoche en el que
se amontonan los más variados objetos de desecho. Junto a ellos se encuentra
el hijo, pequeño en edad y estatura. Sus ojos brillan de vida, su melena negra
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
está alborotada y de vez en cuando habla con el autor de sus días y jefe del
clan familiar.
Puede ocurrir que esta visión del representante de un pueblo universalmente extendido resulte indiferente al «payo». Quizá no tarde en presentarse
ante su vista otra manifestación del mismo tipo aunque en su versión femenina: la gitana llevando pendiente de un costado a un hijo pequeño y, seguramente, otro en gestación en su seno. Practican la mendicidad, solicitan, niño y
madre, una limosna a los transeúntes, que suelen rechazarles malhumorados.
Hay otra estampa más amarga en su vida, desenvuelta tras un fatigoso
desarrollo en el que van a encontrar dificultades, oposiciones, rechazos, enfermedades y toda clase de carencias.
El público, en general, desconoce la profundidad de esta otra estampa
amarga de la comunidad gitana, integrada por diferentes grupos asentados
en los suburbios de las grandes y pequeñas ciudades, en villas y pueblos,
cobijados en chabolas o en edificios medio derruidos. Sin perder nunca su
filosofía pragmática, su humor sereno y su norma de vida. Aunque desde antes de nacer como ha escrito Botey, el «chaborrillo» perciba todo un pasado
cuajado de sinsabores, la alegría no dejará de dibujar en su rostro signos de
singular simpatía.
Las leyes del Estado, los acuerdos internacionales, las reuniones del más
variado carácter les amparan. En muy amplios frentes sociales de todo el
mundo los legisladores se sienten generosos. En España, la Constitución les
considera ciudadanos de pleno derecho, como a cualquier otro. Porque los
gitanos son y se sienten españoles. Lo dicen y aseguran con orgullo. No suspiran por marchar a una tierra nueva que nadie les ha prometido, como los
judíos. Pues sí: el del carricoche, su hijo, la gitana y el ser que asomará su faz
al mundo son españoles. Nada hay que objetar al estamento jurídico. Hasta
los últimos restos que pudieran interpretarse discriminatorios, los anuló el
Parlamento a petición de un diputado «calé».27
Las realidades, las frecuentemente tristes realidades, aparecen opuestas
a los principios anteriormente indicados. Al examinar sobre el campo de los
hechos humanos, la situación de esta minoría es que dejó la itinerancia para
asentarse, aunque puedan mantener una migración interna. Las noticias en
la prensa nacional recoge noticias frecuentes sobre los gitanos. Si las enclava
en la sección negra de los sucesos, el periodista subrayará la condición racial
27
Nos referimos aquí a unas disposiciones sobre vigilancia de la Guardia Civil que fue anulada
ante la petición de J. de Dios Ramírez de Heredia.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
de los autores del hecho luctuoso o denigrante. Junto a esta actitud de separación primaria, pueden hallarse otros no menos expresivos:
—
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rechazos violentos de grupos «payos» en los barrios,
la destrucción de sus chabolas,
si hay puestos de trabajo vacantes, es preferido el «payo»,
si hay readaptación laboral, el primer despedido es el gitano,
la actitud de rechazo puede presentarse en los centros de enseñanza,
carecen de asistencia sanitaria,
constituyen grupos independientes no unidos para la defensa de su
propio interés,
— la madre es el eje y sostén de la familia,
— viven a su aire, sin perder su propia psicología.
Artículo científico: Alfonso Iniesta Corredor, «Infancia marginada:
el caso de los gitanos», en Educar, 9 (1986), pp. 85-98.
MINISTERIO DE TRABAJO
DECRETO 907/1966, de 21 de abril, aprobando el texto articulado primero de la Ley 193/1963, de 25 de diciembre, sobre Bases de la Seguridad. Social.
El artículo segundo de la Ley ciento noventa y tres/mil novecientos sesenta y tres, de veintiocho de diciembre, sobre Bases de la Seguridad Social,
autorizó al Gobierno para aprobar, en el plazo de dos años, el texto o textos
articulados en desarrollo de la misma. Posteriormente, por Decreto-ley uno/
mil novecientos sesenta y seis, de doce de enero, fue prorrogado hasta treinta
de abril del mismo año el plazo inicialmente fijado.
En su virtud, a propuesta del Ministro de Trabajo, previo informe de la
Organización Sindical, de conformidad con el primer voto particular formulado por cinco Consejeros, en las materias a que el mismo se refiere y en las
restantes, de conformidad en lo sustancial con el dictamen del Consejo de
Estado, y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día
Quince de abril de mil novecientos sesenta y seis.
DISPONGO
Artículo único. se aprueba el adjunto texto articulado primero, de la Ley
ciento noventa y tres/mil novecientos sesenta y tres, de veintiocho de diciembre, sobre Bases de la Seguridad Social.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Así lo dispongo por el presente Decreto, dado en Madrid a veintiuno de
abril de mil novecientos sesenta y seis.
FRANCISCO FRANCO
El Ministro de Trabajo
Jesús Romeo Gorria
TEXTO ARTICULADO 1
de la Ley 193/1963, de 28 de diciembre, de Bases de la Seguridad Social
TITULO PRIMERO
Normas generales del sistema de la Seguridad Social
CAPITULO PRIMERO
Normas preliminares
Artículo l. Alcance de la presente Ley.
l. El derecho de los españoles a la Seguridad Social, establecido en las
declaraciones III y X del Fuero del Trabajo, en el artículo 28 del Fuero de los
Españoles y en el IX de los Principios del Movimiento Nacional se ajustará a
lo dispuesto en la presente Ley de la Seguridad Social.
2. No obstante, el presente texto articulado no será de aplicación a los
funcionarios públicos, civiles y militares cuya Seguridad Social se regirá por
la Ley o Leyes especiales que se dicten al efecto, en las que se regularán cuanto se refiera a su alcance, competencia, gestión, régimen económico-financiero, procedimiento y, en general. Todos los demás aspectos que afecten a
la misma.
Art. 2. Fines de la Seguridad Social.
A través de la Seguridad Social el Estado español garantiza a las personas que por razón de sus actividades están comprendidas en su campo de
aplicación y a los familiares o asimilados que tuvieran a su cargo, protección
adecuada en las contingencias y situaciones que en esta Ley se definen y la
progresiva elevación de su nivel de vida en los órdenes sanitario, económico
y cultural.
Art. 3. Delimitación de funciones.
l. Corresponde al Estado la ordenación, jurisdicción e inspección de la
Seguridad Social.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX: TARDOFRANQUISMO (1959-1975)...
2. La Organización Sindical tendrá los derechos y deberes que determina
la Declaración XIII del Fuero del Trabajo en materia de previsión, de acuerdo
con sus normas constitutivas, y sin perjuicio de la superior inspección del
Estado y de la necesaria coordinación con el Sistema de la Seguridad Social.
3. Los trabajadores y empresarios colaboraran con la Seguridad Social
en los términos previstos en la presente Ley.
4. En ningún caso la Ordenación de la Seguridad Social podrá servir de
fundamento a operaciones de lucro mercantil.
Art. 4. Competencia del Ministerio de Trabajo.
l. En relación con las materias reguladas en la presente Ley, corresponden al Ministerio de Trabajo las siguientes facultades:
a) Proponer al Gobierno los Reglamentos generales para su aplicación.
b) El ejercicio de la potestad reglamentaria no comprendida en el apartado anterior.
c) La dirección, vigilancia y tutela de las Entidades Gestoras de la Seguridad Social, pudiendo suspender o modificar los poderes y facultades de estas
en los casos y con las formalidades y requisitos que se determinen reglamentariamente.
d) La dirección, vigilancia y tutela de todos los demás Servicios, Organismos o Instituciones que se enumeran en el artículo 199 de la Ley en cuanto
colaboren en la gestión de la Seguridad Social.
e) La Inspección de la Seguridad Social a través del cuerpo Nacional de
Inspección de Trabajo.
f) La creación y organización de los Servicios o Instituciones que hayan
de llevar a cabo los oportunos estudios jurídico, sociológicos, económicos y
estadísticos de la Seguridad Social, así como los de simplificación y racionalización de las operaciones y trámites administrativos que exija su desarrollo
y aplicación.
2. El ejercicio de las competencias atribuidas al Ministerio de Trabajo
en relación con la Seguridad Social, corresponderá a los Órganos y Servicios
determinados en esta Ley en sus disposiciones de aplicación y desarrollo o en
las orgánicas del Ministerio
Art. 5. Cuentas y balances de la Seguridad Social
l. Corresponde al Ministerio de Trabajo la aprobación de las Cuentas y
Balances de la Seguridad Social, que se llevarán, intervendrán y rendirán
según el procedimiento y en la fechas que el Gobierno determine a propuesta
de los Departamentos de Hacienda y Trabajo.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2. El Ministerio de Trabajo presentará al Gobierno las Cuentas y Balances para su aprobación definitiva, con especificación de los ingresos y gastos
de cada Entidad Gestora de la Seguridad Social que serán publicados seguidamente en el «Boletín Oficial del Estado». Tanto la presentación como
la subsiguiente publicación tendrán efecto dentro del año inmediatamente
siguiente a aquel al que se refieran dichas Cuentas y Balances.
Art. 6. Coordinación de funciones afines.
Corresponde al Gobierno dictar las disposiciones necesarias para coordinar la acción de los Organismos, Servicios y Entidades Gestoras del Sistema de la Seguridad Social con la de los que cumplen funciones afines de
Previsión Social, de Sanidad Pública, Educación Nacional y Beneficencia o
Asistencia Social
Legislación: Decreto de la ley de Bases sobre la Seguridad Social, de 1966.
Capítulo 9
La Educación Social en el contexto europeo.
Desde el Acta Única a la Estrategia Europea
de Lisboa
Julio Lancho Prudenciano
INTRODUCCIÓN
El presente capítulo aborda el análisis de las líneas políticas más significativas relacionadas con la educación social desarrolladas en el seno de la Unión
Europea a lo largo del periodo 1986-2000. La primera mitad de este tiempo se
inicia con la incorporación de España a la Comunidad Europea y la firma del
Acta Única Europea, que refuerza la vocación economicista de la Comunidad,
aunque la dota de una cierta dimensión social. Este periodo coincide, con hitos tan significativos para el devenir de la educación como la Conferencia
Mundial sobre Educación para Todos, reunida en Jomtiem (1990), en el plano
internacional, y como la puesta en marcha de la LOGSE en el plano nacional.
La primera parte del capítulo analiza los aspectos más significativos de este
tiempo, en la triple dimensión mundial, europea y española.
En la segunda parte del periodo, que se inicia en 1993 con la entrada en
vigor del Tratado de Maastricht (firmado en 1992 en esa ciudad holandesa) y
a la que se dedica la segunda parte del capítulo, se desarrolla un importante
debate sobre el sentido de la educación y de la formación en una sociedad
que experimenta un tránsito acelerado entre el industrialismo de las décadas anteriores y la informalización globalizadora. Este debate teórico, generado alrededor de numerosos libros blancos, tiene sin embargo una dimensión práctica evidente: la generada por la necesidad de dotar a la renqueante
economía europea de la época del grado de competitividad que sólo ofrece
una mejor formación profesional de sus ciudadanos. Producto del mismo, y
de otras discusiones similares en foros internacionales como la Conferencia
Internacional sobre Educación de Adultos de Hamburgo (1997), es la consolidación de conceptos de un enorme potencial para la educación social como
el de educación a lo largo de la vida. El periodo se cierra con la Estrategia de
Lisboa, a la que se dedica la tercera parte del capítulo, que pretende cerrar
ese debate y encarar mediante decisiones prácticas en el ámbito de la formación un tiempo azaroso para la economía europea.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
En la descripción de este proceso se destacan las enormes discrepancias
entre el discurso y las prácticas en el terreno educativo, así como la enorme
importancia estratégica dada por la Unión Europea a las políticas de formación profesional, que constituyen la parte dominante. La educación en
general, y en mayor medida la educación social, queda relegada apenas al
discurso teórico. Las grandes diferencias entre los tratamientos dados a la
educación y la formación esconden además las discrepancias entre un europeísmo minoritario, que busca fortalecerse mediante la creación de un área
económica competitiva con un cierto maquillaje cultural común, y un nacionalismo mayoritario en la mayoría de los países, que evita desactivar en
lo posible el instrumento generador de identidad nacional más poderoso del
que dispone: el sistema nacional de enseñanza.
1. LA INCORPORACIÓN DE ESPAÑA A EUROPA
Y EL ACTA ÚNICA EUROPEA
El año 1986, en el que España se incorpora a la Comunidad Europea,
fue la puerta de entrada de la joven democracia española a la normalidad
democrática integral. Es evidente que la pertenencia al club europeo de las
naciones desarrolladas que se iniciaba entonces ha ido transformado profundamente el panorama de la sociedad española. Hasta el punto de que a
las jóvenes generaciones actuales, separadas de aquellos momentos por menos de tres décadas, no les resultan fáciles de entender las condiciones de
existencia en aquel país ilusionado y pueblerino que emergía del franquismo. Pero 1986 es además el año en el que se firma el Acta Única Europea, el
tratado que transformaría la Comunidad Económica Europea, creada
en 1957, en un efectivo mercado interior caracterizado por la libre circulación de mercancías, servicios, capitales y personas. No conviene olvidar
pues, que España ingresaba en una institución cuya raíz y vocación primigenia fueron económicas1.
En una sociedad industrializada y bastante estática como la europea de
los comienzos de la segunda mitad del siglo XX, muy alejada aún de la digitalización que conformaría la actual sociedad informativa globalizada, la
1
Es sabido que la actual Unión Europea tiene como embrión a la Comunidad Europea del Carbón
y del Acero (CECA), nacida en 1951.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
clara vocación económica de la Comunidad Europea dejó a un lado claramente a la educación, a la que no se encontraba el engarce con el objetivo
fundamental de creación de un mercado común. De hecho, el Tratado de
Roma (1957) no contiene ninguna referencia a la educación. La ausencia de
la educación en el corpus normativo inicial de la Comunidad, que hoy resulta clamorosa, no le pasó desapercibida unos años después a uno de sus padres fundadores, Jean Monnet, a quién se atribuye esta rectificación: «si
tuviera que empezar de nuevo comenzaría por la educación y la cultura».
La impronta economicista de la Unión Europea, hoy modestamente
complementada por la atención a cuestiones sociales, resultaba apabullante
en los primeros quince años de funcionamiento en los que el concepto económica formaba parte de su nombre oficial. Esto es también palmario en el
ámbito de la educación y la formación. Un síntoma del grado de interés por
estos temas lo constituye el momento en que comenzaron a ser abordados.
Si los asuntos relativos a la formación profesional comenzaron a ser afrontados en 1963, seis años después de la firma del Tratado de Roma, los relacionados con la educación tendrían que esperar ocho años más, hasta 1971,
año en el que se reunieron por primera vez —y aún de manera extraoficial,
en el domicilio del ministro belga— los ministros de educación de la
Comunidad.
La primera iniciativa de cierta consistencia tomada por la Comunidad
no se materializó hasta cinco años después. En 1976 comienza la implantación del Programa de Acción en materia de educación 2, que proporcionaba
el andamiaje normativo para el desarrollo de una tímida política educativa
europea. El Programa establecía seis grandes áreas de acción:
1. Mejora de las posibilidades de formación cultural y profesional para
los trabajadores inmigrantes de países comunitarios y no comunitarios y
sus hijos.
2. Mejora de la correspondencia de los sistemas educativos europeos,
con inclusión de la denominada dimensión europea de la educación.
3. Recopilación de documentación y estadísticas educativas.
4. Cooperación en el campo de la enseñanza universitaria.
2
Resolución del Consejo y de los Ministros de Educación, de 9 de febrero de 1976, sobre un
Programa de Acción en materia de educación, Diario Oficial n.° C 38 de 19/2/1976.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
5. Enseñanza de las lenguas extranjeras
6. Igualdad de oportunidades.
Estas áreas definen un marco de acción en el que se soslaya la cuestión
esencial del establecimiento de líneas comunes entre los sistemas educativos europeos. El establecimiento de una dimensión europea de la educación, entendida como una fuerza centrípeta que fuera conformando un sistema educativo europeo, quedó reducido a la mera retórica de las
formulaciones oficiales y al establecimiento de intercambios entre profesores y expertos, que apenas han tenido una repercusión profunda en la praxis cotidiana. Al desinterés de la opinión pública de la mayoría de los países
por el logro de una entidad supranacional que integrara los valores comunes de los distintos pueblos, se añadía el interés de bastantes dirigentes políticos por mantener las peculiaridades culturales nacionales frente a esa
nueva cultura europea que podría despojarles de su identidad. A lo más que
se llegaba era a dotar de un barniz europeísta a los sistemas educativos nacionales, en cuyo tuétano no se dejaba penetrar a una corriente cultural tan
amable como alejada de la realidad cotidiana de los ciudadanos. Cuestión
distinta era la formación profesional a la que se vio desde el principio como
el lubricante capaz de facilitar la consecución de los objetivos fundamentales de la Comunidad Económica Europea. No en vano el Tratado de Roma
enuncia la intención de hacerla objeto de una política común:
El Consejo establecerá los principios generales para la ejecución de una
política común de formación profesional, capaz de contribuir al desarrollo
armonioso de las economías nacionales y del mercado común3.
En España las cosas no eran diferentes. Las primeras iniciativas importantes adoptadas por los primeros gobiernos democráticos en el ámbito de
la educación y la formación de personas adultas se dirigieron a poner en
marcha los aspectos más íntimamente relacionados con el sistema productivo. Como en el resto de los países desarrollados, estos aspectos relacionados con la formación ocupacional y la formación continua, llegarían con el
tiempo a representar la mayor parte de los recursos invertidos en educación
y formación de adultos. Como indican Bélanger y Federighi (2000: 55) en el
3
Tratado Constitutivo de la Comunidad Económica Europea, art. 128.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
curso de los últimos decenios del siglo XX, una tendencia predomina en el
campo de la educación de adultos: el énfasis sobre su función económica4.
No es extraña sin embargo esta preocupación de las autoridades españolas si se tiene en cuenta que, de todos los desafíos que se presentaban a la
titubeante e ilusionada sociedad española que estrenaba democracia en los
primeros ochenta, la crisis del modelo industrial era el más acuciante.
Dicha crisis estaba fundamentada en una estructura obsoleta de la industria española, lo que suponía una cualificación inadecuada e insuficiente de
la mano de obra. Una consecuencia de esta situación fue el declive experimentado por el empleo entre 1981 y 1985, año en el que la población ocupada ascendía solamente a algo más de diez millones y medio de personas, lo
que supone la cota más baja de los últimos treinta años.
El contexto de crisis del modelo de producción capitalista internacional
originado a partir de 1973, en el que se enmarca la depresión española de
los primeros ochenta, origina una redefinición del papel de la educación y
la formación de los adultos. Partiendo de la Declaración de Nairobi (1976),
los delegados presentes en la Cuarta Conferencia Internacional sobre la
Educación de Adultos celebrada en París en 1985, señalaban las contradicciones de una situación en la que desempleo y cambio tecnológico constituían el haz y el envés:
Considerando que muchos países se encuentran en un periodo de austeridad económica caracterizado por un elevado desempleo, por el subempleo y la aplicación creciente de la tecnología avanzada, que exige mayores
competencias de los individuos para participar plenamente en la vida
moderna [...]. Recomienda a los Estados Miembros [...] que tomen medidas
para ofrecer oportunidades de educación comparables a las personas que
no forman parte de la fuerza de trabajo, especialmente a los desempleados»
(UNESCO, 1985: 58).
Teniendo en cuenta la coyuntura económica y la política, que en el caso
de España supuso la incorporación, en 1986, a la Comunidad Económica
Europea, las acciones emprendidas por los gobiernos a partir de este momento siguieron claramente este tipo de recomendaciones. A partir de 1986
se inició el despegue de la formación ocupacional en nuestro país, mediante
la implantación del Primer Plan Nacional de Formación e Inserción
4
Texto original en francés.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Profesional (Plan FIP) que duplicó en dos años el número de personas formadas, llegando a una cifra cercana a las trescientas cincuenta mil en 1988,
en lo que influyeron sobremanera los recursos procedentes básicamente del
Fondo Social Europeo y de otros fondos estructurales. Hasta este primer
Plan FIP no comienza a entenderse en España la formación profesional
como una política activa de empleo.
Pero además, el año 1986 vio nacer el Consejo General de Formación
Profesional 5 a quien le fue encomendada la elaboración del Primer
Programa Nacional de Formación Profesional 1993-1996. En ese periodo se
acometió la elaboración del Catálogo de Títulos y del Repertorio de
Certificados de Profesionalidad, tomando como referentes las necesidades
de cualificación detectadas en el sistema productivo. Con estos trabajos,
que culminarían mucho tiempo después con la publicación en 2002 de la
Ley de las Cualificaciones y de la Formación Profesional 6, se comenzaba a
dar una respuesta operativa a las necesidades de un mercado de trabajo
en clara transformación. Dicha respuesta se enmarca en el proceso iniciado en 1985 7 por la Comunidad Europea para establecer las correspondencias entre las cualificaciones de formación profesional adquiridas por los
trabajadores en los distintos países, con el fin de facilitar la libre circulación de éstos.
La Conferencia de París planteó sin embargo otros problemas no vinculados tan directamente con las necesidades del mercado de trabajo. Los
más relevantes se referían a la necesidad de atender a las necesidades particulares de ciertos grupos8, situados habitualmente en la periferia del sistema de generación y aprovechamiento de la riqueza, al reconocimiento de la
vinculación y la complementariedad de la educación formal y no formal, y
al aprovechamiento de las nuevas tecnologías para la educación de adultos.
Todos estos problemas, motivo de la preocupación internacional en el sector de la educación de personas adultas, estuvieron presentes en el proceso
de elaboración del Libro Blanco de la Educación de Adultos, que vio la luz en
5
Creado por Ley 1/1986, de 7 de enero.
Ley Orgánica 5/2002, de 19 de junio, de las Cualificaciones y de la Formación Profesional.
7
Decisión del Consejo de 16 de julio de 1985 relativa a la correspondencia de cualificaciones de
formación profesional entre los Estados miembros de la Comunidad Europea.
8
El Informe Final se refería específicamente a las mujeres, los jóvenes, personas de edad, minorías, trabajadores migrantes y poblaciones amenazadas por el hambre.
6
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
un año tan significativo para la educación y la formación de adultos en
España como el de 1986.
Las profundas transformaciones que se estaban operando en la realidad
mundial en esos años parecían afectar también profundamente a la concepción clásica de la educación de adultos, que había seguido manteniéndose hasta entonces. Foros como la Conferencia de París o la Conferencia
Final del Proyecto número 9 del Consejo de Europa, e iniciativas como la
del proceso de elaboración del Libro Blanco español, eran a la vez motores
y testigos de un cambio profundo en la concepción del papel que la educación de personas adultas debería desempeñar en el futuro. En lo relativo a
la situación española, según el Libro Blanco, dicho cambio debería enfocarse hacia los siguientes aspectos:
Pues bien, éstos son los tres órdenes de necesidades a los que una política de educación de adultos —integrada en la política educativa y en políticas
sociales, culturales y económicas— debe orientarse si quiere estar a la altura
de los tiempos: compensar las carencias de formación básica de muchos;
proporcionar formación permanente a la mayoría, y prestar apoyo a los que
constatan en sí mismos las carencias de la formación recibida, en tanto el
sistema educativo se transforma y mejora cualitativamente (MEC, 1986: 7).
El enfoque de la educación de adultos que subyace a este planteamiento
y que se repite profusamente a lo largo de todo el Libro Blanco procede del
mundo educativo. Pesan más en él por tanto los aspectos compensatorios y
lo que Bélanger y Federighi (2000: 79) denominan políticas sociales activas,
insertas en las denominadas políticas activas de empleo. El empeño del
Libro Blanco en tratar de abarcar la globalidad de la educación y la formación de los adultos desde la parcialidad del enfoque educativo fue quizás su
mayor error. La apuesta era tal vez demasiado osada para un sector educativo bastante rígido y probablemente demasiado tímida para el sector de la
formación profesional, empeñado en la inmensa tarea de contribuir a la
transformación del sistema productivo español.
Teniendo en cuenta además su carácter fallido en cuanto a la incorporación
de su planteamiento global a la LOGSE, puede decirse que, pese a las expectativas despertadas en los ámbitos educativos del sector, no consiguió modificar
hacia un planteamiento integrador una situación en la que las decisiones sobre
la formación vinculada al sistema productivo y al empleo ignoraban radical-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
mente las decisiones sobre la educación vinculada a los aspectos sociales y
compensatorios. En palabras de (Bélanger y Federighi, 2000: 77-78):
Se puede pues, aquí también, hablar de una política dual: por una parte,
políticas de cualificación y de promoción profesional y, del otro lado, políticas de gestión de los impactos de la reestructuración respecto a los
«excluidos» y la creación de un mercado secundario de la educación de los
adultos, lo que tiene el efecto de dividir aún más las políticas de la educación de adultos9.
El Acta Única Europea (firmada en 1986, con entrada en vigor en 1987)
consolida un procedimiento de actuación de la Comunidad para el desarrollo de políticas específicas, dada la imposibilidad de promulgar unas normas
con poder efectivo sobre los países miembros. Se trata de los denominados
Programas de Acción. En ellos, a partir de una definición hecha por la
Comunidad acerca de una problemática a abordar, se establece un programa que contiene los objetivos, las líneas de acción y el presupuesto, habitualmente compartido entre la Comunidad y cada país miembro, aunque con
diferencias significativas en función de su riqueza relativa. Los programas
con mayor presupuesto y alcance en el ámbito educativo y formativo fueron
los dedicados a la formación profesional, tales como los de formación y preparación de los jóvenes en situación de dificultad para la vida adulta y profesional, como el Programa PETRA. También se desarrollaron en otros ámbitos, como el de la potenciación del conocimiento de las lenguas (Programa
LINGUA), la cooperación interuniversitaria (Programa ERASMUS), la dimensión europea de la educación (Programa JUVENTUD) y los especialmente relevantes desde el punto de vista de la educación social, programas dirigidos
a la integración social y la lucha contra las discriminaciones (sobre todo los
trabajadores inmigrantes y sus hijos), y al fomento de la igualdad de oportunidades, enfocados hacia la igualdad entre los géneros y la integración escolar de los desfavorecidos.
1.1. El Plan de Acción Internacional de Viena sobre el envejecimiento
En 1982, cuatro años antes de la firma del Acta Única Europea, se celebró en Viena la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, convocada por
9
Original en francés.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
la Asamblea General de las Naciones Unidas, con la intención de que las sociedades reaccionaran más plenamente ante las consecuencias socioeconómicas del envejecimiento de las poblaciones y ante las necesidades especiales de las personas de edad10. El resultado de dicha Asamblea fue el Plan de
Acción Internacional de Viena sobre el envejecimiento, uno de cuyos objetivos resultaba muy relevante desde el punto de vista de la educación social:
Alentar el desarrollo de una enseñanza, una capacitación y una investigación que respondan adecuadamente al envejecimiento de la población
mundial y fomentar el intercambio internacional de aptitudes y conocimiento en esta esfera11.
En el campo de la educación la Asamblea emitió una serie de recomendaciones relativas a:
— El establecimiento de programas educativos en los que las personas de
edad sean los maestros y transmisores de conocimientos, cultura y
valores.
— Que las políticas educativas reflejen el principio del derecho de los senescentes a la educación, mediante la asignación apropiada de recursos y con programas de enseñanza convenientes, reconociendo y estimulando la educación de adultos y la educación universitaria para
personas de edad.
— El esfuerzo en que los medios informativos destaquen los aspectos positivos del proceso de envejecimiento y de la ancianidad.
— La promoción de programas para personas de edad, no estructurados,
basados en la comunidad y orientados al esparcimiento, con el fin de
desarrollar un sentido de autosuficiencia.
— El estimulo y apoyo a programas encaminados a lograr un mayor y
más fácil acceso físico de los mayores a instituciones culturales tales
como museos, teatros, teatros de ópera, salas de conciertos, cines, etc.,
así como la cooperación con ellas en la organización de cursos prácticos para estas personas.
— El desarrollo de programas para educar al público de todas las edades
sobre el proceso de envejecimiento y sobre las propias personas senes10
11
Plan de Acción Internacional de Viena sobre el envejecimiento, 1982 (Resolución 37/51).
Ibídem.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
centes, incluyendo el envejecimiento en los planes de estudio y utilizando los medios informativos para este fin.
— Combatir las imágenes estereotipadas de las personas de edad.
En cuanto a las políticas de formación de profesionales dedicados a este
tipo de públicos, el Plan de Acción recomendaba que la formación en gerontología y geriatría tuviera un carácter interdisciplinar y se extendiese a todos los niveles profesionales.
Como casi siempre sucede con este tipo acontecimientos y formulaciones, el Plan Viena tuvo unos resultados discretos a corto plazo en el ámbito
europeo, en el que no existía una perspectiva coordinada. Es cierto que
desde la década de los setenta se estaban desarrollando en varios países
europeos diversas iniciativas dedicadas a la educación de las personas mayores, tales como las Aulas de la Tercera Edad, las Universidades de la
Tercera Edad y los Programas Universitarios para mayores (Requejo Osorio,
2009), pero dichas iniciativas no habían sido articuladas en forma de políticas comunitarias dado su alejamiento del núcleo estratégico de la
Comunidad en esta materia que, recordemos, era la formación de la población activa vinculada a la mejora de la productividad económica. Casi una
década después, en 1991, coincidiendo con la Adopción de los principios de
Naciones Unidas para las personas mayores 12, se crea el Observatorio
Europeo sobre Envejecimiento, un organismo de apoyo a la Comisión destinado al análisis de las tendencias sociales y demográficas: reparto de la
riqueza y condiciones de vida, salud demográfica, sanidad y cuidado a largo plazo. Un año después, en 1992, se incluye en el Eurobarómetro el sondeo sobre el envejecimiento de la población y se establece una base de datos sobre la situación de las personas mayores en los países miembros de la
Comunidad.
1.2. El Programa Juventud con Europa
En el contexto del Año Internacional de la Juventud celebrado en 1985 y
dedicado al análisis de tres grandes temáticas, la participación, el desarrollo y la paz, el Consejo Europeo de Milán de 1985 adoptó una serie de estra12
La Resolución 46/91 de la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció cinco grupos de
principios relativos a la independencia, la participación, el cuidado, la autosuficiencia y la dignidad.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
tegias para la participación de los jóvenes en el proceso de construcción de
la denominada Europa de los ciudadanos. Las relativas a la educación y la
formación eran las siguientes:
— Idiomas:
t Aprendizaje de dos lenguas, además de la materna, al finalizar la
escolaridad obligatoria.
t Posibilidad de que los profesores de idiomas desarrollasen una parte importante de su formación en el extranjero.
t Posibilidad de que los estudiantes de la enseñanza obligatoria pudieran cursar una parte de su educación en el extranjero.
—
—
—
—
—
Intercambios entre centros escolares.
Campos de trabajo voluntario para los jóvenes.
Fomentar la imagen de Europa en la educación.
Cooperación universitaria13.
Formación Profesional.
En este contexto y para desarrollar políticas dirigidas a la juventud, independientes de los sistemas educativos, la Comunidad Europea puso en marcha, en 1988, el Programa Juventud con Europa. Dicho programa estaba destinado a jóvenes entre quince y veinticinco años, organizaciones y asociaciones
juveniles, y profesionales relacionados con la juventud. En ningún caso podían beneficiarse del programa las personas a título individual. Se desarrolló
en tres fases, entre 1998 y 1999, siendo sustituido por el Programa Juventud a
partir del año 2000. Las acciones a las que se orientó el programa fueron las
siguientes:
— Intercambios juveniles, desarrollo de proyectos de jóvenes y prácticas
en el servicio de voluntariado.
— Cooperación en materias de formación de animadores juveniles.
— Cooperación entre instituciones responsables de las políticas de juventud.
— Intercambio con terceros países.
— Intercambio de información, estudios, bancos de datos y experiencias.
13
Esta cooperación interuniversitaria ha dado como fruto el Sistema Europeo de Transferencia de
Créditos (ETCS), conocido popularmente como Plan Bolonia, que permite el reconocimiento de títulos
universitarios en la Unión Europea.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
1.3. La Conferencia de Jomtiem y el Programa FORCE
Dos acontecimientos internacionales de distinto nivel, contemporáneos
a la promulgación de la LOGSE vendrían a reforzar la doble cultura de la
educación (centrada en los aspectos sociales y compensatorios) y de la formación (volcada hacia la mejora de las cualificaciones profesionales y la
mejora del sistema productivo). En 1990 tuvieron lugar la Conferencia
Mundial sobre Educación para Todos, celebrada en Jomtiem, bajo los auspicios de la UNESCO, la UNICEF, el Banco Mundial y el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y la creación por parte de la
Comunidad Europea del Programa FORCE, dedicado a fomentar el desarrollo de la formación profesional continua.
La Declaración Mundial sobre Educación para Todos aprobada en
Jomtiem recoge el clamor de la comunidad internacional ante una situación
en la que el estancamiento económico, la imposibilidad para muchos países
de atender los pagos de la deuda externa, el incremento de los desequilibrios entre los países ricos y pobres, el desmedido incremento de la población en los países subdesarrollados, las guerras civiles y la degradación del
medio ambiente, imposibilitaban el acceso a la enseñanza primaria de unos
cien millones de niños, la terminación de la misma a otras tantos y la necesaria alfabetización de casi mil millones de adultos.
Ante una situación como la descrita, el otro documento consensuado en
la Conferencia, el Marco de Acción para satisfacer las Necesidades Básicas de
Aprendizaje, diseñaba un contexto en el que pudieran concretarse los distintos objetivos nacionales, en función de los recursos disponibles y de las ayudas técnicas y financieras que pudieran proporcionarles los organismos internacionales impulsores. Los objetivos generales perseguían la reducción a
la mitad de las tasas de analfabetismo antes del año 2000 y la universalización de la educación básica. Sin embargo, la evaluación llevada a cabo al
final del decenio en el marco del Foro Mundial sobre la Educación, reunido
en Dakar, mostraba claramente la falta de realismo en la formulación de los
objetivos en Jomtiem:
La Evaluación de la Educación para Todos en el año 2000 muestra que
se ha avanzado considerablemente en muchos países. Sin embargo, resulta
inaceptable que en el año 2000 haya todavía más de 113 millones de niños
sin acceso a la enseñanza primaria y 880 millones de adultos analfabetos;
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
que la discriminación entre los géneros siga impregnando los sistemas de
educación; y que la calidad del aprendizaje y la adquisición de valores
humanos y competencias disten tanto de las aspiraciones y necesidades de
los individuos y las sociedades. (Foro Mundial sobre la Educación, 2000).
Frente al carácter paliativo de los programas dirigidos a la lucha contra
la exclusión social, cuyos medios resultan habitualmente insuficientes y
cuya ineficiencia resulta proverbial si nos atenemos a las notables diferencias entre los objetivos enunciados y los resultados obtenidos, los programas de formación profesional continua tienen básicamente un carácter preventivo. Algunas de las razones aducidas para la creación del Programa
FORCE son un buen ejemplo de ello:
La aceleración de los cambios técnicos, económicos e industriales, en
un contexto de competencia creciente y la perspectiva de realización del
mercado interior, exige en la actualidad el desarrollo de las funciones de
anticipación y de adaptación inherentes a la formación profesional continuada y el refuerzo de los dispositivos existentes14.
El programa iba encaminado a mejorar las condiciones de movilidad de
los trabajadores, tratando de que los menos cualificados se beneficiasen de
acciones formativas. También pretendía promover la igualdad efectiva de
oportunidades entre hombres y mujeres y entre los trabajadores de los distintos estados miembros. Además trataba de fomentar que las empresas,
especialmente las pequeñas y medianas, invirtiesen en formación profesional continua. Finalmente trataba de mejorar la previsión en materia de evolución de las cualificaciones profesionales.
1.4. El Memorandum sobre la formación profesional
En un contexto tan desarrollado como el de la Comunidad Europea, la
formación profesional acentúa su carácter estratégico y su condición de
mercado primario de formación para la población adulta. Muy lejos de las
preocupaciones de Jomtiem, Europa dirigía sus esfuerzos formativos a cimentar la competitividad de su sistema productivo. El Memorándum sobre
la formación profesional para la década de los noventa, publicado en 1991,
14
Decisión 90/267/CEE del Consejo, de 29 de mayo de 1990, por la que se crea un programa de
acción para el desarrollo de la formación profesional continuada en la Comunidad Europea (FORCE).
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
acentuaba la idea de considerar la formación como inversión. La consecuencia de esto es que un aumento y una mejora de la formación redundarían directamente sobre la competitividad del sistema productivo europeo.
Pero además, el Memorándum trataba de impulsar la creación efectiva de
un sistema europeo de cualificaciones profesionales.
En este contexto general, en el que se desarrollaron además iniciativas como
la Ley luxemburguesa de 4 de septiembre de 1990, de Formación Profesional
Continua y, sobre todo, las leyes francesas de 10 de julio de 1989, de orientación
educativa, por la que se crean los GRETA15, y sobre todo la ley 91-1405 de 31 de
diciembre de 1991, de reforma de la formación profesional, tuvo lugar en España,
el 16 de diciembre de 1992, la firma del primer Acuerdo sobre la Formación
Profesional Continua. Dicho acuerdo, que estuvo vigente hasta 1996, junto con
el Primer Programa de Formación Profesional 1993-1996, dieron pie a la introducción en España de dos de las propuestas más significativas del Memorándum
europeo sobre la formación profesional. La primera de ellas fue la consideración de la formación como un activo y una inversión de las empresas; la segunda fue la fijación del objetivo de crear e implantar un sistema nacional de cualificaciones profesionales, que permitiera avanzar hacia la creación del sistema
europeo. Dicho objetivo no comenzó a cumplirse, de una manera efectiva aunque parcial, hasta una década después, en 2002, cuando vio la luz la Ley de las
Cualificaciones y de la Formación Profesional16.
2. DEL TRATADO DE MAASTRICHT A LA CUMBRE DE LISBOA
2.1. La educación y la formación en el Tratado de Maastrich
La convergencia española con la Comunidad Europea en materia de formación profesional se acrecentó con la entrada en vigor, el uno de noviembre de 1993, del Tratado de Maastricht, en el que se define el papel de la
Unión respecto de la educación y la formación siguiendo el principio de
subsidiariedad con los Estados miembros. Basta comparar los dos artículos
15
Siglas correspondientes a los denominados groupements d’établissements du second degré, dedicados a la formación de adultos.
16
Ley Orgánica 5/2002, de 19 de junio. Tiene por objeto la ordenación de un sistema integral de
formación profesional, cualificaciones y acreditación, favoreciendo la formación a lo largo de la vida.
Crea el Sistema Nacional de Cualificaciones y Formación Profesional. Accesible en: http://www.boe.es/
buscar/act.php?id=BOE-A-2002-12018 [Consulta: 23/05/2013].
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
del Tratado referidos a la educación y a la formación profesional para advertir que el desequilibrio a favor de esta última siguió reforzándose
(Tabla I). Mientras que en el caso de la formación, se afirma de modo directo e inequívoco que «la Comunidad desarrollará una política de formación
profesional», en lo referido a la educación sólo se le asigna el papel subsidiario de contribuir «al desarrollo de una educación de calidad fomentando la
cooperación entre los Estados miembros».
Tabla I. Educación y formación en el Tratado de Maastrich17
Educación
Artículo 126
Formación Profesional
Artículo 127
— La Comunidad contribuirá al desarrollo de — La Comunidad desarrollará una política de
formación profesional que refuerce y complete
una educación de calidad fomentando la coolas acciones de los Estados miembros, respetanperación entre los Estados miembros y, si fuere
do plenamente la responsabilidad de los mismos
necesario, apoyando y completando la acción de
en lo relativo al contenido y a la organización de
éstos en el pleno respeto de sus responsabilidadicha formación.
des en cuanto a los contenidos de la enseñanza y
a la organización del sistema educativo, así — La acción de la Comunidad se encaminará a:
como de su diversidad cultural y lingüística.
t f acilitar la adaptación a las transformaciones
— La acción de la Comunidad se encaminará a:
industriales, especialmente mediante la formación y la reconversión profesionales;
t desarrollar la dimensión europea en la enseñanza, especialmente a través del aprendizaje y de t m
ejorar la formación profesional inicial y perla difusión de las lenguas de los Estados miembros;
manente, para facilitar la inserción y la reinserción profesional en el mercado laboral;
t favorecer la movilidad de estudiantes y profesores, fomentando en particular el reconocimiento t f acilitar el acceso a la formación profesional y
académico de los títulos y de los períodos de estudios;
favorecer la movilidad de los educadores y de las
personas en formación, especialmente de los
t promover la cooperación entre los centros
jóvenes;
docentes;
t incrementar el intercambio de información y de t estimular la cooperación en materia de formación entre centros de enseñanza y empresas;
experiencias sobre las cuestiones comunes a los
sistemas de formación de los Estados miembros; t i ncrementar el intercambio de información y
de experiencias sobre las cuestiones comunes a
t favorecer el incremento de los intercambios de
los sistemas de formación de los Estados miemjóvenes y de animadores socioeducativos;
bros.
t fomentar el desarrollo de la educación a distancia.
17
Tratado de la Unión Europea, Diario Oficial n.º C 191 de 29 de julio de 1992. Artículo 127.2
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
La mayor parte de las líneas de acción educativas siguen merodeando
alrededor del problema central que representaría una auténtica coordinación educativa europea, sin atreverse a abordarlo directamente. La función
identitaria de los sistemas educativos nacionales es dejada escrupulosamente a salvo; la convergencia cultural que representaría la dimensión europea
de la enseñanza, se fía a un lento proceso de aprendizaje progresivo de las
lenguas dominantes y a la realización de intercambios entre distintos agentes, generalmente cualificados, de los sistemas educativos. El gran avance
que alienta el Tratado de Maastrich es el del reconocimiento académico de
los títulos y de los períodos de estudios. Pero esto, que tiene mucho más que
ver con capacitaciones profesionales que con contenidos internos de los planes de estudio, se relaciona mucho más con la construcción efectiva de un
gran mercado de trabajo europeo que con la dimensión europea de la educación, entendida como proceso progresivo de acercamiento y reconocimiento cultural.
No hay circunloquios sin embargo en la definición de las líneas de acción relativas a la formación profesional. El Tratado muestra claramente
dos grandes objetivos de la Unión en este ámbito, el de «facilitar la adaptación a las transformaciones industriales», que en los años noventa constituían la principal amenaza económica, y el de «mejorar la formación profesional inicial y permanente, para facilitar la inserción y la reinserción
profesional en el mercado laboral».
2.2. Libro Blanco: Crecimiento, competitividad, empleo
No es de extrañar la insistencia en vincular formación profesional y desarrollo en un periodo como el de los primeros años noventa en el que las
transformaciones del aparato productivo se estaban produciendo de una
manera acelerada. No es casual que el año en que entraba en vigor el Tratado
de Maastrich se publicara el Libro Blanco de la Comisión Europea
Crecimiento, competitividad y empleo, cuyo punto de partida es la preocupación sobre el hecho de que los profundos cambios en el sistema productivo,
en el contexto del tránsito acelerado entre la sociedad industrial y la sociedad de la información, no iban acompañados de una modificación equivalente de la cualificación de los ciudadanos. El libro blanco insistía en la situación deficitaria de la mano de obra europea frente a sus competidores al
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
señalar que, mientras en Europa sólo un 42% de los jóvenes que abandonaban el sistema educativo a la edad legal establecida habían alcanzado los
objetivos de la educación secundaria, en Estados Unidos la proporción aumentaba al 75% y en Japón al 90%. Y lo que resultaba más grave: «en muchas disciplinas de alta tecnología, Europa no puede contar todavía con la
mano de obra indispensable para hacer investigación a nivel superior» 18
(Comisión de las Comunidades Europeas, 1993).
El libro blanco indicaba también la necesidad de flexibilizar los sistemas de educación y formación, desarrollando ofertas de formación profesional mucho más prácticas y de ciclo corto como alternativa a la universidad. Subrayaba además la importancia de que los sistemas de formación
adoptasen el principio de la educabilidad (Coombs, 1971), tratando de que
las personas fueran capaces de aprender a aprender en un contexto de
aprendizaje permanente, habida cuenta de que una proporción considerable de las personas que acceden al mercado de trabajo tendrían «que cambiar su línea de trabajo cuatro o cinco veces durante sus vidas»19 (Comisión
de las Comunidades Europeas, 1993). El influjo de este enfoque en las iniciativas españolas de educación y formación de personas adultas es evidente. Dicha influencia puede encontrarse no sólo en el plano de los principios
generales, sino en el diseño operativo de la nueva formación profesional
inicial que deriva de la LOGSE, que rompe con la estructura academicista
sustituyéndola por otra más flexible mucho más vinculada a las necesidades de cada ocupación.
2.3. La Iniciativa Comunitaria de Empleo y Desarrollo de Recursos
Humanos
La Iniciativa Comunitaria de Empleo y Desarrollo de Recursos
Humanos es una consecuencia inmediata del Libro Blanco de la Comisión
Europea Crecimiento, competitividad y empleo. Se desarrolla entre 1994 y
1999, con el objetivo de fomentar el crecimiento del empleo, principalmente
mediante el desarrollo de los recursos humanos. Este enfoque economicista
tiene una connotación compensatoria y solidaria, teniendo en cuenta las ti18
Accesible en: http://biblioteca.cunef.edu/gestion/catalogo/doc_num.php?explnum_id=449
[Consultado: 23/05/2013].
19
Original en inglés.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
pologías de los grupos sociales a los que se dirigen. Estaba dividida en cuatro líneas de acción:
— Empleo-Now: Enfocada hacia la reducción del desempleo entre las
mujeres y la mejora de su situación profesional, sus cualificaciones y
sus perspectivas profesionales.
— Empleo-Horizon: Enfocada hacia la mejora en el acceso al mercado
de trabajo de las personas discapacitadas y de otros grupos desfavorecidos en situación de desempleo o con graves obstáculos de integración debido a su grado de marginación.
— Empleo-Youthstart: Enfocada hacia la integración en el mercado de
trabajo de los jóvenes infracualificados, garantizándoles el acceso a la
educación y a la formación.
— Empleo-Integra: Enfocada hacia la integración en el mercado de trabajo de las personas pertenecientes a grupos desfavorecidos con problemas específicos: inmigrantes, refugiados, drogodependientes, exreclusos, miembros de minorías étnicas, personas sin techo y en situación
de exclusión social.
El Programa Now trataba de explorar y poner en práctica nuevas iniciativas
de formación y empleo para las mujeres. Fue el que contó con el mayor respaldo
presupuestario de los cuatro, se articulaba en cuatro grandes tipos de medidas:
t Desarrollo de sistemas adecuados de formación, orientación, asesoramiento y empleo.
t Ofertas de planes de formación continua y de itinerarios de inserción
profesional. Creación de agentes de igualdad.
t Apoyo a la creación de empresas por parte de mujeres y creación de
puestos de trabajo.
t Divulgación y sensibilización.
El Programa Horizon estaba destinado a cuatro grupos de beneficiarios:
personas con discapacidades físicas; personas con dificultades de aprendizaje;
personas con enfermedades mentales y personas con discapacidades sensoriales. Entre éstas, las personas con discapacidades físicas formaban el grupo
más importante. Los cinco grupos de actividades más importantes eran:
t Formación: Propiciando programas que dieran acceso a cualificaciones reconocidas y titulaciones. Formación de formadores.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
t Creación de puestos de trabajo: Desarrollo de modelos de empresa
social, establecimiento de entornos laborales subvencionados en nuevos sectores de crecimiento económico.
t Orientación especializada: Asistencia individualizada.
t Nuevas tecnologías: Desarrollo de competencias relacionadas con
ellas. Aprovechamiento de las posibilidades que ofrecen a este tipo de
personas.
t Enfoques integrados: Fortalecimiento de la cooperación a escala local, regional y nacional.
El Programa Youthstart se dirigía a la mejora de las posibilidades de
empleo para jóvenes menores de veinte años, potencialmente activos, parados o en situación de precariedad laboral, con un bajo nivel de estudios derivado de procesos de abandono y fracaso escolar. Los ámbitos de actuación del programa eran los siguientes:
t Nuevos sistemas de orientación, formación, asesoramiento y empleo: Fomento de la cooperación interinstitucional y mejora de los
vínculos entre las enseñanzas generales y profesionales.
t Desarrollo de una formación que desarrolle las competencias intelectuales, personales, profesionales y sociales: Recuperación de
las materias generales complementada con experiencias profesionales
reales, en un proceso conducente a la obtención de una cualificación
reconocida en el mercado laboral.
t Respaldo a la creación de empleos: En ámbitos como las artes, el
patrimonio cultural, la protección del medio ambiente, la renovación
urbana y los servicios asistenciales.
t Medidas de sensibilización: Comprensión de las dificultades específicas de este tipo de jóvenes.
El Programa Integra trataba de promover medidas que mejorasen el acceso al mercado de trabajo y las posibilidades de empleo de los grupos vulnerables excluidos de él o en peligro de estarlo. Esto suponía la lucha contra la
discriminación ejercida respecto a los emigrantes, refugiados y otras personas desfavorecidas en el mercado laboral. Para ello era necesario atenuar las
tensiones sociales, el racismo, la xenofobia y el antisemitismo y promover una
cultura de la responsabilidad cívica. En el plano de la formación, el programa
fomentaba la diversificación de la oferta de itinerarios estructurados de reinserción profesional. Finalmente se proponía ayudar a dar un nuevo senti-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
miento de pertenencia social y de ciudadanía, necesario para acabar con la
exclusión y el aislamiento de las zonas y barrios afectados por una elevada
tasa de paro. Las medidas previstas para el logro de estos objetivos eran:
t Desarrollo de buenas prácticas: Servicios comunitarios destinados a
los grupos más vulnerables; creación de centros de orientación e información en materia de sanidad, vivienda, seguridad social, problemas
jurídicos, enseñanza, formación y posibilidades de empleo. Acciones
dirigidas a promover la participación de los colectivos beneficiarios
t Desarrollo de medidas destinadas a los sistemas de formación, orientación, consejo y empleo para la actualización de las competencias de
base y el logro de la rehabilitación funcional y social.
t Creación de empleo y ayuda a la creación de empresas, cooperativas y
asociaciones entre los sectores público y privado.
t Medidas de sensibilización: Información a las personas desfavorecidas
sobre las posibilidades de empleo y formación. Sensibilización del
gran público y de los empresarios sobre las posibilidades de empleo de
estos colectivos.
Este enfoque dirigido a colectivos específicos de la Iniciativa Comunitaria
de Empleo fue abandonado a su fin, en 1999, y sustituido por un enfoque
temático desarrollado en la Iniciativa Comunitaria EQUAL a partir de 2000.
2.4. Libro blanco: hacia la sociedad cognitiva
La Unión Europea aborda el problema de la transformación vertiginosa
de los mercados de trabajo y de las sociedades mundiales, enfocándolo desde el punto de vista de la educación y la formación, en un nuevo Libro Blanco
sobre la educación y la formación, enseñar y aprender, hacia la sociedad cognitiva, publicado en 1996 en el contexto del Año Europeo de la Educación y
la Formación a lo largo de la vida. Las respuestas ofrecidas por el mencionado libro blanco se agrupaban en torno a cinco grandes objetivos. El primero
de ellos pretendía fomentar la adquisición de nuevos conocimientos, sobre
todo los relacionados con las tecnologías de la información y de la comunicación, favoreciendo el reconocimiento formal de las competencias profesionales mediante un sistema europeo.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
El segundo objetivo buscaba vincular más estrechamente la escuela y la
empresa. Esta idea se fundamenta en la nueva concepción de la formación
profesional, derivada de las profundas transformaciones tecnológicas acaecidas, según la cual los conocimientos generales son imprescindibles para el
desarrollo de las capacidades técnicas finales pese a que no formen parte del
sistema de formación profesional específica. A medida que la tecnología libera al ser humano del empleo directo de la fuerza y la habilidad personales en
los procesos productivos, las destrezas concretas obtenidas en relación con
un proceso de producción determinado ceden el paso a las capacidades generales fácilmente transferibles a situaciones distintas, cuya consecución
suele producirse en la escuela. La especialización taylorista parece dejar
paso a una aplicación selectiva de capacidades generales obtenidas fuera del
estricto subsistema de formación profesional. Como indica el libro blanco:
En el mundo moderno, el conocimiento puede ser definido en términos
generales como una acumulación de saberes fundamentales, de saberes
técnicos y de aptitudes sociales. Esta combinación equilibrada de saberes,
adquiridos en el sistema de enseñanza formal, en la familia, en la empresa,
a través de diversas redes de información, es la que confiere un conocimiento general y transferible más apropiado para el empleo20 (Comissión
Européene, 1996: 15).
El tercer objetivo era claramente compensatorio: luchar contra la exclusión, para evitar el riesgo de división de la sociedad europea entre «los que
pueden interpretar, los que sólo pueden utilizar y los que son marginados»21
(Comissión Européene, 1996: 11). El cuarto se centraba en el fomento del
aprendizaje y dominio de tres lenguas comunitarias, tratando de facilitar la
movilidad, el intercambio y sobre todo la competitividad de Europa en los
mercados internacionales. Finalmente, el quinto llamaba la atención sobre
la necesidad de equiparar las inversiones físicas y las inversiones en formación, habida cuenta de que la mejora de los procesos productivos está relacionada directamente con el aumento de las capacidades de los trabajadores.
Parece evidente que la preocupación de la Unión Europea por la nueva
situación internacional, expresada en los dos últimos libros blancos comentados y marcada por la globalización, la profunda transformación tecnoló20
21
Original en francés.
Original en francés.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
gica y la configuración de las naciones desarrolladas en sociedades informativas, ha girado en torno al mantenimiento de su situación privilegiada.
Como es sabido, dicha situación de privilegio estaba fundamentada en su
potencial económico derivado de la competitividad de su sistema productivo. Un factor decisivo para el mantenimiento de la competitividad es la mejora de la adaptabilidad de la mano de obra a situaciones cada vez más
cambiantes. Pero esta cuestión sólo parece posible transformando la concepción social de la educación y de la formación, así como las prácticas
educativas y formativas, que deben ser flexibles, en cuanto a los momentos
vitales (formación continua, educación a lo largo de toda la vida) y a los
procedimientos utilizados —sistemas de reconocimiento y validación de conocimientos y competencias adquiridas—. Como puede advertirse, en el
centro del problema está el conocimiento, aunque no se trate de perseguirlo
de una manera romántica, pues como advierte (Sanz, 2002: 186):
«Conocer es la nueva forma de producir, de tal manera que cuando se
habla de formación continua no se está tratando un asunto puramente cultural sino también, y sobre todo, un asunto económico. Desde esta perspectiva la educación no es un consumo social sino prioritariamente una inversión productiva».
2.5. El informe Delors
Pese a que su aparición coincidió con la celebración del Año Europeo de
la Educación y la Formación a lo largo de la vida, el informe Delors22, utilizado como plataforma teórica por la Quinta Conferencia Internacional sobre la Educación de Adultos (CONFINTEA V), trata de desarrollar una dimensión más utópica de la educación de adultos y se sitúa, por lo tanto, en el
polo opuesto de la visión pragmática de los comentados libros blancos de la
Unión Europea. Partiendo de la tradición acuñada por la UNESCO en los
informes Coombs23 y Faure24, la comisión Delors sitúa en el horizonte de las
sociedades modernas la posibilidad de convertirse en sociedades educativas:
22
23
24
La educación encierra un tesoro, 1996.
La crisis mundial de la educación, 1968.
Aprender a ser, 1978.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
La educación durante toda la vida se presenta como una de las llaves de
acceso al siglo XXI. Esta noción va más allá de la distinción tradicional entre
educación básica y educación permanente y coincide con otra noción: la de
sociedad educativa, en la que todo puede ser ocasión para aprender y desarrollar las capacidades del individuo (Delors, 1996: 23).
Este planteamiento supone ascender a un nuevo estadio en el desideratum de calificativos25 con los que se vienen caracterizando los cambios sociales acaecidos o por ocurrir en el postindustrialismo. La tesis del informe
Delors señala que la sociedad educativa descansa sobre cuatro pilares o aspiraciones de las personas —aprender a ser, a hacer, a conocer y a vivir
juntos— que se han hecho clásicos y que comprenderían todas las facetas
de la existencia humana. La idea de sociedad educativa contiene un salto
cualitativo importante en la relación entre sociedad y educación. Lo que en
la concepción clásica constituye una relación instrumental, ya sea para mejorar a los individuos, al sistema productivo o a la propia sociedad, en la
que fundamenta la sociedad educativa, se produce una relación genésica,
en la que lo educativo fecunda todos los ámbitos de la existencia humana.
Un planteamiento tan utópico como éste, asigna a la educación y, sobre
todo a la educación de adultos, un papel claramente desmesurado para
sus fuerzas, que no tiene en cuenta su dimensión instrumental. Y aunque
cada acción educativa se halla preñada de aspiraciones utópicas, también
lo está de condicionamientos pragmáticos entre los que destacan los derivados de las relaciones de poder, sin cuyo entendimiento es imposible encuadrar el hecho educativo en su contexto. Como señala Gómez R. de
Castro (1994: 165):
La educación, al margen de teorizaciones, ha sido el instrumento, fuente o garantía, del ejercicio del poder. Como tal ha sido apetecida por los
individuos o clases con un nivel de conciencia suficiente como para aspirar
al poder. De aquí que la educación haya sido guerrera cuando las armas han
sido el instrumento para alcanzar el poder, espiritual cuando las ideas o las
creencias han sido el instrumento para alcanzar el poder, técnica cuando la
técnica, que desemboca en armas o riquezas, sirve para el acceso al poder.
25
Entre otros se han utilizado los términos sociedad de la información, sociedad del conocimiento,
sociedad del aprendizaje
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2.6. Políticas y programas dirigidos a las personas mayores
Coincidiendo con la entrada en vigor del Tratado de Maastrich, se celebra en 1993 el Año Europeo de las Personas Mayores y de la Solidaridad
entre Generaciones. Había transcurrido una década de funcionamiento
del Plan Viena, que vino a cerrarse con el establecimiento, en 1991, por
parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de los Principios de
las Naciones Unidas en favor de las Personas de Edad 26. Dichos principios,
muy importantes desde el punto de vista teórico, se agrupaban en cinco
grandes categorías: independencia, participación, cuidado, autosuficiencia y dignidad. Los más relevantes desde el punto de vista de la educación
social reconocen el derecho de las personas de edad a «tener acceso a programas educativos y de formación adecuados», a «compartir sus conocimientos y habilidades con las generaciones más jóvenes», a disponer de
«oportunidades de prestar servicio a la comunidad y de trabajar como
voluntarios en puestos apropiados a sus intereses y capacidades», a «formar movimientos o asociaciones de personas de edad avanzada» y a «tener acceso a los recursos educativos, culturales, espirituales y recreativos
de la sociedad».
La importancia de estos principios es difícilmente cuestionable. La celebración del Año Europeo de las Personas Mayores y de la Solidaridad entre
Generaciones en un año tan significativo como 1993 cumplía el papel de
reforzar el flanco más débil representado por las políticas educativas de la
Unión Europea, que algunos autores han denominado intencionales (Valle,
2004) para distinguirlas de las políticas reales, centradas en la formación
profesional, dirigidas a la búsqueda de la competitividad. La condición intencional del citado año europeo, queda de manifiesto en la formulación de
sus objetivos, difícilmente traducibles en acciones con repercusión concreta
a medio plazo:
— Destacar la dimensión social de la Unión.
— Concienciar a la sociedad de la situación de las personas mayores, de
los retos que surgen del desarrollo demográfico actual y futuro, así
como de las consecuencias de una población cada vez más longeva
para todas las políticas de la Unión.
26
Resolución 46/91 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de fecha 16 de diciembre
de 1991.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
— Fomentar la reflexión y el debate sobre los tipos de cambios necesarios
para hacer frente a esa situación y a esos cambios.
— Promover el principio de solidaridad entre generaciones.
— Involucrar a los mayores en el proceso de integración de la UE27.
A pesar de que el empuje institucional europeo es más discursivo que práctico, en la década de los noventa del siglo XX, en la que cristaliza el concepto de
educación a lo largo de la vida, comienza a consolidarse en Europa una nueva
mirada sobre la ancianidad activa que derivará poco a poco, según cada realidad nacional en iniciativas de cierto calado. Esta mirada, sostenida por iniciativas como la celebración, en 1999, del Año Internacional de las Personas de
Edad o el Primer Fórum Europeo sobre envejecimiento en 2000, se articularía
en 2001 en AGE, la Plataforma Europea de Personas Mayores. AGE es una red
europea de cerca de 150 asociaciones de la tercera edad y otras organizaciones
de la sociedad civil que trabajan con y para las personas mayores.
2.7. La Conferencia de Hamburgo
La Quinta Conferencia Internacional sobre Educación de Adultos
celebrada en Hamburgo en 1997, constituyó un corolario del
informe Delors. Al adoptar la propuesta de éste de incorporar el término
educación a lo largo de toda la vida en sustitución del clásico de educación
permanente, ayudaba a evitar confusiones entre la educación de adultos y la
educación permanente, tal como las contenidas en la Ley General de
Educación española de 197028.
(CONFINTEA V),
Además de los temas clásicos referidos al mantenimiento de profundas
desigualdades educativas y sociales entre las distintas zonas del mundo, las
cuestiones emergentes en Hamburgo se referían a la situación deficitaria de
las mujeres frente a los varones, la necesidad de preservación y regeneración del medio ambiente, la atención a los grupos desfavorecidos —minorías, ancianos, inmigrantes, discapacitados, presos— y la situación de la
educación de adultos en relación con los medios de información de masas y
las tecnologías de la información y la comunicación.
27
92/440/CEE: Decisión del Consejo, de 24 de junio de 1992, relativa a la organización del Año
europeo de las personas de edad avanzada y de la solidaridad entre las generaciones (1993).
28
La Ley General de Educación de 1970 denomina Educación Permanente de Adultos (EPA) a la
educación de adultos, creando un notable confusionismo terminológico.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
En el fondo puede hablarse de un cierto mensaje bifronte en las temáticas contenidas en la Declaración de Hamburgo. Las más clásicas de entre
ellas parecen seguir la línea del discurso clásico de la UNESCO sobre la educación de adultos, basado en su condición compensatoria y en la utilización
de la misma como palanca de liberación para los pueblos menos desarrollados. Pero junto a estas, afloran otras derivadas básicamente de las nuevas
necesidades que aparecen en las sociedades opulentas, como son la atención de los derechos de las personas pertenecientes a grupos con determinados déficits —ancianos, discapacitados, inmigrantes, etc.—. La dualidad
del mensaje radica en su referencia a dos tipos de sociedades destinatarias:
unas desarrolladas, otras empobrecidas. Pero el mensaje es unívoco en
cuanto se mantiene siempre en la perspectiva compensatoria, incluso cuando alude a temas que podrían encuadrarse en una perspectiva economicista, como los que relacionan la educación de adultos con el mundo del trabajo o con las tecnologías de la información y la comunicación.
3. LA ESTRATEGIA DE LISBOA
La Cumbre de Lisboa de marzo de 2000, al fijar como objetivo estratégico
para la Unión Europea el de convertirse en la economía más competitiva y
dinámica del mundo antes de 2010 (objetivo que, obviamente, no se cumpliría), establece con claridad cuál es el valor relativo de sus políticas educativas
y formativas. El hecho de que se etiquete a esa utópica economía venidera
como economía del conocimiento no debería confundirnos sobre el papel de
la educación en ella. Más allá de la constatación del fracaso del citado objetivo, una vez superado el ingenuo plazo que se dieron los líderes europeos,
convendría reflexionar sobre cómo es posible tildar de economía del conocimiento a la de una región con un abandono escolar prematuro cercano al
15%29, en la que más de la cuarta parte de la población potencialmente activa
tiene un nivel de instrucción igual o menor a la secundaria inferior30, y en la
que, si bien el analfabetismo total, es decir la incapacidad completa para leer
29
Alcanzó el 14,4% en 2009. Vid. Comisión Europea, «Propuesta de recomendación del Consejo
relativa a las políticas para reducir el abandono escolar prematuro», 31/01/2011.
30
El 26,6% de los ciudadanos de la Unión con edades comprendidas entre 25 y 64 años tenían en
2011 niveles de instrucción iguales o inferiores a la secundaria inferior. Fuente: Eurostat. (Personnes
avec un faible niveau d'éducation, par groupe d'âge % de 25 à 64 ans), http://epp.eurostat.ec.europa.eu/
tgm/table.do?tab=table&init=1&plugin=1&language=fr&pcode=tsdsc430. [Consultado el 23/05/2013].
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
y escribir, está hoy en día casi completamente erradicado, el fenómeno del
analfabetismo funcional tiende a agravarse31. Hoy por hoy, pese a la vieja universalización de los sistemas educativos en Europa, el conocimiento está todavía lejos de generalizarse. Si ingenua fue la pretensión de instalar a Europa
en una década en el liderazgo de la economía mundial, mucho más lo es la de
pretender que formemos parte de una auténtica sociedad del conocimiento.
Distinto es considerar a la Europa del tránsito entre los siglos XX y XXI
como una sociedad de la información. Es sabido que a lo largo del último
cuarto del pasado siglo, como consecuencia de la radical transformación tecnológica, ha ido emergiendo un nuevo tipo de sociedades en las que el procesamiento y la gestión de la información actúan como imprescindibles motores
del funcionamiento económico y social. La conversión de la información en
materia prima para la producción de riqueza y la posibilidad de manipularla
y transmitirla instantáneamente a cualquier punto del planeta, han dado lugar al modelo dominante de la globalización, que ha transformado profundamente los modos de hacer, de producir, de estar en el mundo e incluso de ser.
En medio de ese torbellino económico y social que aún no ha cesado de
girar, el proyecto de Unión Europea para el siglo XXI que trataba de impulsar la Estrategia de Lisboa, intentaba tapar las vías de agua que se la habían
ido abriendo a una idea iniciada formalmente en el lejano 1957, en el que las
expectativas eran simplemente «promover […] un desarrollo armonioso de
las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, una estabilidad
creciente, una elevación acelerada del nivel de vida y relaciones más estrechas entre los Estados que la integran»32. Casi medio siglo después de estas
palabras contenidas en el tratado fundacional, los líderes europeos reunidos en Lisboa, tras analizar las consecuencias que este extraordinario proceso de transformación social estaba dejando en Europa, constataban la
necesidad de un cambio de rumbo:
La Unión Europea se enfrenta a un enorme cambio fruto de la mundialización y de los imperativos que plantea una nueva economía basada en el
conocimiento. Dichos cambios afectan a todos los ámbitos de la vida de las
personas y exigen una transformación radical de la economía europea33.
31
Resolución del Parlamento Europeo sobre el analfabetismo y la exclusión social [2001/2340(INI)].
Tratado Constitutivo de la Comunidad Económica Europea. Roma, 25 de marzo de 1957. Art. 2.
33
Consejo Europeo de Lisboa, 23 y 24 de marzo de 2000. Conclusiones de la Presidencia. Art. 1,
Parlamento Europeo, http://www.europarl.europa.eu/summits/lis1_es.htm [Consultado el 23/05/2013].
32
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
El hecho de que la Unión Europea tenga como condición originaria la
de ser un club económico ha dado tradicionalmente a sus políticas educativas y formativas una importancia desigual, que naturalmente también se
advierte en la Estrategia de Lisboa. Puede que haya cambiado radicalmente
la realidad mundial, pero lo que no cambia es la vocación económica de la
Unión. No es extraño que el epígrafe que contiene los objetivos educativos y
formativos en el documento de conclusiones del Consejo aluda a la «educación y formación para la vida y el trabajo en la sociedad del conocimiento» 34.
Pese a las apariencias sembradas por una machacona alusión a la sociedad del conocimiento, el modelo formativo que emana de la Estrategia de
Lisboa está vinculado directamente al sistema productivo y, por tanto, al crecimiento económico. Su marco de acción está claramente delimitado por las
necesidades de un mercado común a escala europea, capaz de competir con
las grandes potencias económicas mundiales. Su naturaleza está regida por
las grandes líneas del discurso capitalista occidental: concepción de la formación como inversión productiva y como fuente de mejora de la competitividad
en una coyuntura marcada por la profunda transformación del aparato productivo internacional y de las formas de vida en las sociedades desarrolladas.
Su carácter de fuente del desarrollo ha aumentado considerablemente su dimensión en relación con la del modelo educativo. Como se ha encargado de
resaltar la Estrategia Europea de Lisboa, las políticas de formación profesional resultan, además de importantes, urgentes. Por ello han sido articuladas
sin ambages en la dirección de la confluencia de cualificaciones, certificaciones y diplomas, desde la formación profesional a la universidad:
Los sistemas de educación y formación europeos necesitan adaptarse
tanto a las demandas de la sociedad del conocimiento como a la necesidad
de mejorar el nivel y calidad del empleo. Tendrán que ofrecer oportunidades
de aprendizaje y formación adaptadas a grupos destinatarios en diversas
etapas de sus vidas: jóvenes, adultos parados y ocupados que corren el riesgo de ver sus cualificaciones desbordadas por un proceso de cambio rápido.
Este nuevo planteamiento debería constar de tres componentes principales:
la creación de centros de aprendizaje locales, la promoción de nuevas competencias básicas, en particular en las tecnologías de la información, y una
transparencia cada vez mayor de las cualificaciones35.
34
35
Ibídem.
Ibídem, art. 25.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO EUROPEO. DESDE EL ACTA ÚNICA A LA ESTRATEGIA EUROPEA DE LISBOA
El modelo educativo, sin embargo, ha ocupado siempre una posición
muy endeble, que en el caso de la educación social cabe incluso caracterizar
de residual. No en vano se dirige a la población inactiva económicamente,
con intención compensatoria. Sin embargo adquiere una condición muy
vistosa en el discurso teórico de la Unión.
La puesta en marcha de la Estrategia de Lisboa responde a la constatación de la decadencia económica de Europa, que en la década anterior había sido la región del mundo que había experimentado un menor crecimiento. Por eso insisten en reforzar el modelo formativo, que debe conformar
una praxis materializada en medidas concretas. Por eso lo acotan claramente: aumentar la inversión per cápita en recursos humanos, conversión
de las escuelas y centros de formación en centros locales de aprendizaje
polivalentes accesibles a todos, definición de las nuevas cualificaciones básicas que deben proporcionarse a través de la formación continua, etc.
No hay prisas sin embargo para la educación, que sigue manteniendo
como principal función la conformación identitaria de los ciudadanos, de
acuerdo con los parámetros de los estados-nación. Es esta una tarea que,
pese a los discursos grandilocuentes relativos a la dimensión europea de la
educación, los dirigentes de los países miembros de la Unión no parecen
dispuestos a delegar en el limbo de la dimensión europea de la educación.
Las fuertes tensiones entre las fuerzas europeístas, cada vez más minoritarias, y las nacionalistas, cuya creciente importancia parece amenazar la
propia existencia de la Unión, se saldaron, también esta vez, con un nuevo
aplazamiento retórico del proceso de integración educativa europea, que
nunca gozó de buena salud. Así, frente a la urgencia por adoptar algunas
de las medidas relativas a la formación reseñadas en el párrafo anterior,
los líderes europeos reunidos en Lisboa volvieron a tomarse con calma la
cuestión de la educación, derivando la cuestión de nuevo hacia una vía
muerta:
El Consejo Europeo pide al Consejo de Educación que emprenda una
reflexión general en el Consejo sobre los futuros objetivos precisos de los
sistemas educativos, centrada en intereses y prioridades comunes y que
respete al mismo tiempo la diversidad nacional36.
36
Ibídem, art. 27.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
.ÈT EF VOB EÏDBEB EFTQVÏT EF FNQSFOEJEP FM QSPDFTP JOJDJBEP FO FOLisboa, en medio de una crisis turbulenta que amenaza con llevarse por
delante a la misma Unión, se camina a buen ritmo en cuanto al establecimiento de un mercado de trabajo europeo, gracias entre otras cosas al
esta-blecimiento de un sistema unitario de reconocimiento de
cualificaciones profesionales en los ámbitos universitario y de la
formación profesional. Se cumple así el lejano mandato de los padres de
Europa. Mas en ese escenario de dudas crecientes sobre la viabilidad del
proyecto europeo, la reflexión general sobre los objetivos comunes de los
sistemas educativos nacionales es cada día más retórica. Si la intención de
formular una política educativa europea común nunca fue sólida, una
década después de la Estrategia de Lisboa parece haberse convertido en
gaseosa.
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Educativo. BOE, número 238 de 4/10/1990.
Ley Orgánica 5/2002, de 19 de junio, de las Cualificaciones y de la Formación
Profesional. BOE, número 147 de 20/6/2002.
RECURSOS WEB
[ACCESO: 10/06/2013]
AGE: Platform Europe, http: //www.age-platform.org/ , Sitio web de la red europea
de personas mayores, que agrupa a unas 150 organizaciones de y para personas
mayores de 50 años. Incluye documentación sobre distintas áreas relacionadas
con los mayores y constituye un foro de las temáticas emergentes en el sector.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
EUR-Lex El acceso al derecho de la Unión Europea, http://eur-lex.europa.eu/es/
index.htm Sitio web que contiene toda la normativa promulgada por la Unión
Europea; permite además el acceso al Diario Oficial de la Unión Europea
ENVEJECIMIENTO EN RED, http://envejecimiento.csic.es/index.html Sitio web especializado en Gerontología y Geriatría, desarrollado por el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), dirigido al ámbito académico y científico,
los profesionales de los servicios sociales, los propios mayores y la sociedad en
general. Su actividad se basa en el intercambio de información sobre personas
mayores en la red.
UNESCO, Institute for Lifelong Learning, http://uil.unesco.org/es/portal/ Sitio web del
Instituto de la UNESCO para el aprendizaje a lo largo de la vida, con sede en
Hamburgo. Permite el acceso a las publicaciones, bases de datos y estadísticas de
la UNESCO sobre aprendizaje a lo largo de la vida, educación de adultos y alfabetización, incluidos los relacionados con las conferencias internacionales de educación de personas adultas.
Capítulo 10
Educación social
y movimientos migratorios
Elena Vidal Sevillano
Pedimos trabajadores, pero vinieron personas
Max Frisch
INTRODUCCIÓN
Las migraciones son un elemento determinante del mundo actual. Si
bien el ser humano ha sido desde su aparición un ser migrante, y toda la
historia de la humanidad está atravesada por los profundos cambios que
estas migraciones produjeron, no cabe duda de que en el mundo actual este
tipo de procesos se ha ampliado y potenciado hasta alcanzar unas proporciones inéditas. Las causas son múltiples y de muy variado tipo, desde la
mejora de las comunicaciones y los transportes hasta las profundas desigualdades mundiales.
En los último siglos, tanto Europa en general como España en concreto
han sido espacios emisores de emigrantes. Sin embargo, la tendencia se ha
invertido en Europa a partir de mediados del siglo XX (y en España a partir
de los años ochenta), y han pasado a ser sobre todo espacios receptores de
inmigrantes. Los cambios sociales, políticos y culturales que ello ha supuesto han transformado profundamente nuestras sociedades. La educación, y
en concreto la educación social, es un elemento básico para afrontar los
retos (pero también las posibilidades) que suponen estos cambios.
En este capítulo vamos a centrarnos, en primer lugar, en las etapas
por las que tanto Europa como España han llegado a ser espacios multiculturales con una fuerte presencia de población inmigrante. A continuación, analizaremos la evolución de las políticas migratorias europeas,
centrándonos sobre todo en las políticas de integración de los inmigrantes. Por último, haremos un repaso a las principales medidas que se toman en los sistemas educativos europeos para la integración del alumnado inmigrante y veremos algunas posibles aportaciones de la educación
social en este proceso.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
1. LA EVOLUCIÓN DEL SISTEMA MIGRATORIO EUROPEO
Como es sabido, el continente europeo ha sido a lo largo de su historia
un gran productor de emigrantes. Baste recordar que a lo largo del siglo XIX
y hasta mediados del XX, más de cincuenta millones de personas salieron de
Europa para dirigirse hacia otros continentes, especialmente América. Sin
embargo, a lo largo del siglo XX se ha ido constituyendo como un espacio
receptor de inmigración, y este fenómeno ha adquirido una enorme importancia en sus últimas décadas y en la primera del XXI.
Las mutaciones del sistema migratorio europeo a lo largo del siglo
principios del XXI se pueden dividir en cuatro etapas:
XX
y
— su formación, que tiene lugar como consecuencia de la demanda de
trabajadores extranjeros debido a la industrialización acelerada que
sigue a la II Guerra Mundial;
— el estancamiento de este proceso con la crisis de los años setenta;
— la transformación de los países del sur de Europa, tradicionales zonas
de emigración, en receptores de inmigrantes;
— la inclusión de los países del este comunitario en el sistema, también
como receptores de inmigración.
1.1. La formación del sistema migratorio europeo
Antes de la Segunda Guerra Mundial algunos países europeos (como
Francia) ya recibían flujos de inmigrantes. En otros, como el Reino Unido o
los Países Bajos, fueron los procesos de descolonización que arrancaron en
1948, con la vuelta de ciudadanos «repatriados» desde las antiguas colonias,
las políticas de «puertas abiertas» a los provenientes de éstas y las necesidades de una economía en plena expansión, los que hicieron llegar flujos importantes de inmigrantes.
Pero es a partir de los años cincuenta cuando algunos Estados centroeuropeos (como Alemania, Holanda, Bélgica o Suiza) se convirtieron en regiones de inmigración masiva de trabajadores extranjeros «temporales». Se
trataba de una emigración económica, que se concebía como temporal, fundamentalmente masculina, y que provenía básicamente de los países del
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
sur de Europa, sobre todo Italia, España (unos dos millones de emigrantes),
Yugoslavia y Grecia. Además, algunos países no europeos comenzaron en
estos años a incorporarse a este sistema migratorio como países emisores:
fundamentalmente los países del Magreb (que se dirigían sobre todo hacia
Francia, Bélgica y Holanda) y Turquía (cuyo destino era Alemania). El resultado fue una migración laboral sin precedentes en la historia de Europa.
En esta primera etapa los Estados organizaron con frecuencia los desplazamientos temporales de los trabajadores migrantes de acuerdo a la lógica del «trabajador invitado» (Gastarbeiter) mediante acuerdos con los países
de origen (como el firmado por la República Federal Alemana con España
en 1960). Esta política de gestión de flujos migratorios de mano de obra,
que no reconocía a los trabajadores como inmigrantes (permanentes) sino
como mano de obra temporal, permitía cierta fluidez y los trabajadores con
frecuencia iban y venían de un lugar a otro.
Estos procesos se produjeron como consecuencia del rápido crecimiento
económico industrial de los países centroeuropeos y de las necesidades de
mano de obra poco cualificada. Europa Occidental se benefició de la disponibilidad de trabajadores inmigrantes no solo por su bajo coste, sino también porque satisfacían una necesidad de mano de obra flexible.
1.2. La crisis de los setenta y el asentamiento de los inmigrantes
La segunda etapa se produjo con la crisis económica que comenzó a mediados de los setenta. En algunos países donde la política migratoria se basaba esencialmente en el «trabajador invitado» (como Suiza o Alemania)
hubo una marcada disminución en el número de extranjeros, debido a los
trabajadores que volvieron a sus países al perder su empleo. En otros países
que practicaban una política de migración que favorecía la residencia a largo plazo de la población migrante (por ejemplo, Reino Unido), la población
extranjera continuó aumentando, aunque sufrió el aumento del desempleo.
El incremento del paro en Europa desde mediados de los setenta produjo un cambio notable de las políticas y de las realidades migratorias. Aunque
se dio un volumen importante de retornos, las políticas restrictivas que se
adoptaron en muchos países tuvieron como efecto (aparentemente paradójico) el que los inmigrantes temporales optaran por asentarse y establecerse
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
en el país de acogida por miedo a no poder volver a entrar y, de este modo,
hicieron permanente lo que estaba concebido como temporal. Poco a poco,
se produjo un proceso de sedentarización de los trabajadores inmigrantes
que no se debía a necesidades o demandas económicas del país de acogida.
Dentro de esta lógica, también se aceleró la reagrupación familiar, con lo
que cambió de modo notable la composición de la población extranjera, ya
que aumentó la proporción de mujeres, niños y adolescentes. También comenzó otro fenómeno, que en la fase anterior había tenido menos relevancia: ante el cierre de las fronteras aumentó la inmigración irregular, aprovechando la existencia de redes étnicas informales y la oportunidad de entrar
en la sociedad de acogida como «turista». Estos factores hicieron que en la
primera parte de los ochenta el flujo migratorio neto siguiera siendo positivo en la mayoría de estos Estados, aunque con un saldo migratorio notablemente menor que en las décadas anteriores.
Todo ello planteó nuevos desafíos a las sociedades de acogida. La sedentarización condujo a procesos de integración y asimilación, pero fue una
asimilación segregada porque los inmigrantes seguían constituyendo, fundamentalmente, un estrato bajo de la clase obrera y vivían relativamente
aislados de otros grupos sociales, incluso de la clase obrera autóctona.
Además, aparecieron problemas como la entrada de los hijos de inmigrantes en el sistema escolar, la presencia de inmigrantes en el sistema sanitario
o la cuestión de la vivienda. De esta manera, apareció el reto de la cohabitación y de las interrelaciones entre poblaciones.
1.3. La Europa del Sur se hace inmigrante
La tercera etapa en el «sistema migratorio europeo» comenzó a producirse en los años ochenta. Si en los setenta, Italia, España, Grecia y Portugal
asistieron al retorno de una parte de sus emigrantes, en los ochenta estos
cuatro países comenzaron a tener saldos migratorios positivos.
En plena crisis económica, y a pesar de sufrir elevadas tasas de paro, los
países de sur de Europa se transformaron en receptores de inmigración.
Grecia, Italia, Portugal y España empezaron a ser el destino de numerosos
inmigrantes del norte de África y de países más lejanos geográficamente
como consecuencia de su propio desarrollo económico y social, del cierre
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
de los destinos tradicionales, de la proximidad a los países emisores y de los
intensos lazos históricos y económicos entre las dos laderas del Mediterráneo
y con Latinoamérica.
En el caso de España y de Italia (y más tarde en el de Grecia y Portugal),
el elemento desencadenante del saldo migratorio positivo fue el «efecto llamada» que se produjo por la reestructuración del mercado de trabajo, por un
rechazo de determinados empleos por parte de los trabajadores autóctonos y
por un proceso acelerado de transformación social. Este fenómeno está relacionado con la entrada de estos países en la Comunidad Europea (excepto,
obviamente, en el caso de Italia, miembro fundador de la misma), con el crecimiento económico que experimentaron desde mediados de los ochenta, con
el desarrollo de sus Estados del bienestar, con la mejora del nivel educativo de
la población activa y con el rápido aumento de las expectativas sociales.
La inmigración en los países del sur se produjo con frecuencia de forma
irregular, debido a las características de sus mercados laborales, a la importancia que en los cuatro países tiene la economía sumergida y a la falta de
una regulación legal adecuada de los flujos. A falta de leyes, y aprovechando
la tolerancia generalizada del «trabajo en negro», se fue consolidando una
política basada en la entrada por la «puerta trasera» de la irregularidad. La
actividad legislativa en estos países recibió un primer empuje a partir de la
segunda mitad de los años ochenta, cuando los gobiernos del sur de Europa
aprobaron las primeras de una larga lista de leyes sobre la inmigración, que
han cambiado con frecuencia desde entonces. Esta falta de dispositivos adecuados para organizar las entradas al territorio ha llevado a que estos países
pongan en marcha, casi periódicamente, «procesos de regularización extraordinaria» que se han convertido, en algunos momentos, en el cauce más
común para obtener un permiso de residencia. Las regularizaciones extraordinarias más importantes han tenido lugar en Grecia en 1998 y 2001,
Portugal en 2001, Italia en 1995, 1998 y 2002 y España en 2000, 2001 y 2005.
1.4. La inclusión de la Europa comunitaria del Este en el sistema
migratorio
La caída del muro de Berlín (1989), el derrumbe de la URSS (1991) y la
guerra civil y étnica en la antigua Yugoslavia (1991-1995) conforman una
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
serie de cambios geopolíticos que desembocaron en la entrada de diez nuevos Estados en la Unión Europea en 2004 y de Bulgaria y Rumanía en 2007.
En estos Estados se han producido transformaciones políticas, económicas
y sociales muy importantes, que han llevado a que la mayoría de ellos se
hayan transformado en países de inmigración o como mínimo hayan comenzado a tener flujos migratorios positivos.
Tras estos saldos migratorios se esconden movimientos importantes de
población en dos direcciones, porque Europa central y oriental es a la vez
región de acogida y de origen de trabajadores. Aunque se da una emigración a la Europa occidental, la región también recibe trabajadores que cruzan las fronteras orientales: rusos, bielorrusos, ucranianos, etc. que trabajan en Chequia, Polonia o Hungría y ocupan empleos similares a los que
ejercen los emigrantes que se desplazan a Europa Occidental.
2. LA FORMACIÓN DE LA «ESPAÑA INMIGRANTE»
España pasó a mediados de los ochenta, de un modo relativamente inesperado, de ser un país de emigración a tener un saldo migratorio positivo. Desde
entonces, el aumento del número de nuevos inmigrantes ha sido muy rápido y
progresivamente acelerado, sobre todo desde 1999 hasta 2002. A partir de esa
fecha, la población extranjera siguió creciendo de manera muy importante,
si bien progresivamente menos acelerada, hasta llegar a 2011, en el que por
primera vez descendió el número de extranjeros. Así, en 1999, los nacidos en
el extranjero constituían una fracción muy pequeña de la población total del
país (alrededor del 1,9%), mientras que diez años después, en 2009, el porcentaje se eleva hasta casi el 14%, es decir, unos 6,5 millones que conviven
junto a 40,3 millones de nativos1.
1
Estas cifras solo intentan mostrar la importancia del proceso, no ofrecer una medida exacta.
Resulta extraordinariamente complejo cuantificar de manera exacta el peso demográfico de los inmigrantes a causa de diversos factores. En primer lugar, por motivos técnicos, las cifras varían mucho si utilizamos los datos del censo, del padrón u otros (como el número de tarjetas de residencia, que deja fuera,
obviamente, a todos los inmigrantes irregulares). Además, antes de nada debemos especificar de qué
estamos hablando exactamente: si de personas nacidas en el extranjero, de habitantes extranjeros en
España (es decir, sin la nacionalidad española) o, incluso, de forma muy poco exacta, de personas nacidas
en el extranjero y de sus hijos (tengan o no nacionalidad española), con lo que entraríamos en el tema de
las llamadas «segundas generaciones». Por último, con frecuencia lo que nos interesa es cuantificar el
fenómeno de la llamada «inmigración económica», que se suele considerar que es la proveniente de países
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
Se pueden distinguir cuatro grandes etapas en los movimientos migratorios internacionales en España: 1) hasta 1985; 2) desde 1986 a 1999; 3) desde
2000 hasta 2007; y 4) desde 2008 en adelante. Estas etapas son marcadamente diferentes en el volumen de inmigrantes, pero sobre todo en otras características estructurales: los factores desencadenantes de los cambios, las características de los inmigrantes (su origen nacional, sus motivaciones, sus rasgos
culturales, etc.), su destino y las características del mismo, los contextos de
acogida y el impacto sobre la sociedad receptora, etc.
2.1. Primera etapa: hasta 1985
La primera etapa de la «España inmigrante» transcurre hasta 1985. En
esta época, los extranjeros residentes en España eran pocos, y muy mayoritariamente procedían de entornos culturales cercanos al español. En concreto, de los 200.000 extranjeros residentes en España en 1981, la mayoría
procedían de Europa (65%), de Latinoamérica (18%) o de América del Norte
(7%), y menos de 10% de África o Asia. Los europeos provenían de países en
general más desarrollados que el nuestro y los latinoamericanos llegaban a
España en muchos casos por razones políticas, huyendo de las dictaduras
latinoamericanas.
Al final de este período, en 1985, se promulgó la Ley Orgánica 7/1985, de
1.º de julio, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros, que fue la primera Ley de Extranjería de España. Esta ley fue fuertemente criticada por
su tratamiento policial del fenómeno migratorio y por su regulación restrictiva en materia de derechos de los extranjeros. Este enfoque reactivo no
respondía a la realidad migratoria del país (ni a una anticipación de los
flujos que se esperaban para el futuro), sino a las presiones de la Comunidad
Europea en la que España estaba a punto de ingresar y que trataba de evitar que nuestro país se convirtiera en la puerta sur de entrada a Europa.
Esta ley tuvo a medio plazo consecuencias muy negativas, pues supuso que
no se dispusiera de cauces legales adecuados para enfrentar la siguiente
etapa del ciclo migratorio.
menos desarrollados y de la que se excluyen los ciudadanos comunitarios (excepto los que proceden de
Bulgaria y Rumanía).
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2.2. Segunda etapa: de 1986 a 1999
La segunda etapa de la historia migratoria reciente de España se puede
situar entre 1986 y 1999. A mediados de los ochenta apareció una «nueva
inmigración»: era nueva por sus zonas de origen (empezando por África, y
especialmente Marruecos, y más tarde el este de Europa y algunos países
asiáticos); nueva por su cultura (al aparecer, por ejemplo, religiones no cristianas como el Islam); nueva por sus rasgos fenotípicos (árabes, negros y
asiáticos) que hacían a los inmigrantes fácilmente identificables entre la
población; nueva por sus motivaciones económicas y por la existencia de un
efecto llamada desde el mercado de trabajo español; y nueva por ser individual (de varones o de mujeres). Todos estos factores produjeron efectos importantes en la estructura social y en las actitudes de los españoles. En esta
etapa comenzó también un proceso importante de reagrupación familiar
de los «nuevos inmigrantes» y la aparición de cierta inmigración infantil y
de segunda generación. Esta etapa ha sido fundamental para la constitución de las redes migratorias desde determinados países hacia España.
El factor desencadenante de este aumento de la inmigración fue el «factor atracción», que produjo un «efecto llamada» debido a la reestructuración del mercado de trabajo que se dio en España en esos años y a un cambio notable en el nivel de atracción de los empleos de los trabajadores
autóctonos. Esto, por supuesto, no quiere decir que no tengan importancia
los elementos de expulsión de sus países de origen, pero son los cambios en
el mercado de trabajo español los que desencadenaron procesos que hicieron que España se convirtiera en un nuevo polo de atracción dentro del
sistema migratorio de la UE.
En esta segunda etapa se dio una importante contradicción entre la
fuerte demanda de trabajo foráneo por parte de los empresarios y la estrechez de los cauces existentes para la entrada regular de trabajadores inmigrantes, lo que motivó que ya en este período se tuvieran que realizar los
tres primeros procesos extraordinarios de regularización de inmigrantes
irregulares. Estos procesos muestran una característica del sistema migratorio que se va creando en España en estos años: la denominada «producción institucional de irregulares», debida a una política que favorece las
malas prácticas patronales y que procura inseguridad jurídica e irregularidad a los inmigrantes.
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
2.3. Tercera etapa: de 2000 a 2007
2.3.1. Los nuevos retos de la inmigración
Si en el año 2000 había casi 925.000 extranjeros censados en España,
que suponían un 2,3% de la población, en 2008 la cifra se elevó a casi
5.225.000, es decir, un 11,3%. Un incremento semejante supone una de las
mayores tasas de inmigración del mundo. Los cambios que ello han supuesto para la sociedad española y los desafíos en distintos órdenes que ha tenido que afrontar han sido enormes.
La nueva fase migratoria en la que entró España a partir de 2000, sin
embargo, no se debía simplemente al aumento del número de inmigrantes
(ni mucho menos al aumento de la inmigración irregular), sino también a la
diversificación de la inmigración, de su carácter, al cambio en la composición demográfica (en edad y género) de los flujos, etc.
En efecto, la consolidación de las redes migratorias comenzó a producir
un incremento y diversificación del flujo migratorio y de su distribución
sectorial y geográfica y un cambio en las características de los inmigrantes.
Por ejemplo, los procesos de reagrupación familiar, que aumentaron mucho
durante este período, motivaron que se pasara de una inmigración mayoritariamente individual a una de tipo familiar y a la aparición de las llamadas «segundas generaciones». Además, a los sectores de actividad y a las
zonas donde habían aparecido los «nichos laborales» que habían ido ocupando progresivamente los inmigrantes y donde su presencia se había consolidado, se añadieron nuevas ocupaciones que demandaban inmigrantes y
nuevas zonas donde se asentaron.
Todo ello supuso una fuerte visibilidad social del fenómeno de la inmigración e hizo que aparecieran nuevos desafíos para el sistema escolar, el
sanitario y el de vivienda. En este período comenzaron a manifestarse también las cuestiones ligadas a la ciudadanía y a la integración de los inmigrantes en el territorio donde se asientan. Estos desafíos se reflejaron en la
consolidación de una red de instituciones (fundamentalmente no estatales)
que intentaban contribuir a su integración, entre las que los sindicatos y
sobre todo algunas ONGs jugaron un papel fundamental.
En esta etapa diferentes minorías, aglutinadas sobre todo en función de su
origen nacional, comenzaron a constituirse como nuevos actores en el campo
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
social y político, lo que dio lugar a «comunidades» de diferentes orígenes nacionales que van desarrollando distintos procesos que se refuerzan entre sí:
procesos de «home-building» (formación de sentimiento de estar en casa) y de
«place-making» (a través del cual los grupos étnicos-nacionales rehacen sus
vecindarios para que correspondan más a sus necesidades y valores); procesos
de desarrollo de economías étnicas; procesos de constitución de instituciones
religiosas y otros tipos de organizaciones culturales; etc. Una buena forma de
evaluar este surgimiento de los inmigrantes como nuevos actores sociales es el
crecimiento y consolidación del asociacionismo inmigrante.
En este momento del ciclo migratorio aumentaron las luchas reivindicativas de los inmigrantes, con el apoyo de ciertas organizaciones de la sociedad civil, por la mejora de las condiciones de trabajo y de vida y, sobre todo,
por la obtención de «papeles», por el reconocimiento de una situación legal
que les «habilite» para reclamar derechos ciudadanos. Posteriormente, los
inmigrantes y sus organizaciones comenzaron a plantear en el espacio público reivindicaciones no solo de derechos civiles, culturales, sociales y económicos, sino también de derechos políticos. Apareció entonces la cuestión
de la participación política de los que no poseen la ciudadanía formal (nacionalidad), como la campaña para que la Constitución para Europa reconociera la ciudadanía europea a los residentes estables en la UE, o las campañas para el reconocimiento del derecho de voto de los extranjeros no
comunitarios en las elecciones locales en España.
Además, surgieron conflictos entre los inmigrantes y las administraciones (como los encierros en iglesias con motivo de la entrada en vigor de la
Ley 8/2000 en diciembre de 2000), conflictos entre autóctonos e inmigrantes (como los acontecimientos racistas de El Ejido de febrero de 2000) y
conflictos entre colectivos de inmigrantes (como los de marroquíes y ecuatorianos en la región de Murcia). Se dieron también problemas nuevos ligados a bandas juveniles (sobre todo, latinas), a la prostitución, o a algunos
fenómenos de delincuencia y tráfico de drogas que a veces eran asociados
con la mayor presencia de extranjeros en el territorio.
2.3.2. La institucionalización de la cuestión de la inmigración
En esta tercera etapa la inmigración comenzó a plantearse como cuestión política, e incluso como una de las cuestiones políticas clave, más allá
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
de visiones instrumentalistas, paternalistas o solidarias. Se aceptó cada vez
más que el fenómeno debía abordarse como lo que era, un problema estructural, que se intentó encauzar en primer lugar mediante la legislación. En
efecto, el período comienza con dos nuevas leyes de Extranjería en 2000 (la
4/2000 y la 8/2000), a las que siguieron dos leyes orgánicas más en 2003 y
dos reglamentos generales de desarrollo de la ley (2001 y 2004). Estas normas presentaron numerosos problemas, como la anulación por parte del
Tribunal Constitucional de varios artículos de la Ley 4/2000, en concreto
los que condicionaban el ejercicio de los derechos de reunión, manifestación y asociación y la libertad de sindicación a poseer autorización de estancia o residencia en España. En todo caso, la gran producción legislativa
muestra la inexperiencia administrativa en cuanto a la planificación, regulación y gestión interna de la inmigración. Se trataba de una política muy
restrictiva que no acababa de considerar la inmigración como un fenómeno
social estable. Además, el diseño de las políticas nacionales dependía significativamente de las iniciativas adoptadas en la UE, que tienen también un
carácter restrictivo respecto a los flujos de inmigrantes.
En todo caso, a partir de las elecciones generales de marzo de 2004, aparecieron elementos que mostraban un cambio de orientación en la política
migratoria, como la creación de la Secretaría de Estado de Inmigración y
Emigración, dentro del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, lo que
suponía sacar las competencias de inmigración del área del Ministerio de
Interior en el que se encontraban anteriormente. El dejar de considerar el
tema de la inmigración como un asunto básicamente de seguridad y relacionarlo con el mercado de trabajo y con los asuntos sociales supuso un
cambio de primer orden que permitió enfocar el que es sin duda el asunto
prioritario en este período: el de la integración social de los inmigrantes,
fundamentalmente a través del mercado de trabajo pero también mediante
su consideración en otras políticas, como la educativa, la sanitaria o la de
los servicios sociales. En esta línea, en 2007 se aprobó el Plan Estratégico
de Ciudadanía e Integración (PECI 2007-2010) que contó con una gran participación y concertación social e institucional. En su elaboración colaboraron CC.AA., Ayuntamientos, agentes sociales, asociaciones de inmigrantes y
ONGs. También muchas Comunidades Autónomas han elaborado planes
semejantes.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
2.3.3. El problema de la inmigración ilegal
Un tema que se constituye como de enorme importancia dentro del discurso político, de los medios de comunicación y de la opinión pública es el
de la inmigración ilegal. El problema de fondo era la contradicción entre la
permisividad hacia la economía sumergida y el trabajo ilegal y la rigidez de
la ley, que dejaba un margen muy estrecho para las entradas regulares. Sin
embargo, crisis como las del asalto a las vallas en Ceuta y Melilla por parte
de inmigrantes subsaharianos en 2005 o la «crisis de los cayucos» de 2006
contribuyeron a crear un estado de opinión de gran alarma sobre el tema,
potenciado en muchas ocasiones por las declaraciones de los políticos y los
medios de comunicación. La gran visibilidad del (sin duda importantísimo)
tema de la inmigración ilegal hace que en ocasiones se olvide algo tan básico como que la mayoría de los inmigrantes que residen en España lo hace
de manera regular. Por su parte, el drama de los inmigrantes muertos al
intentar cruzar el Estrecho de Gibraltar, al acceder en embarcaciones precarias a las costas de Canarias o al usar otros métodos peligrosos, produce
un ocultamiento del hecho de que la inmensa mayoría de los inmigrantes
irregulares han accedido al territorio con visados de turista u otros procedimientos similares. En todo caso, la incapacidad de las leyes para regular
adecuadamente los flujos de inmigrantes hicieron necesarios tres procesos
de regularización extraordinaria (en 2000, 2001 y 2005).
2.4. Cuarta etapa: desde 2008
A partir de 2007 la economía española empezó a dar claros síntomas de
una profunda crisis, entre cuyas principales manifestaciones se encuentra
una intensa destrucción del empleo. Una de sus consecuencias ha sido el
cambio de ciclo migratorio en España. Desde 2008 se produce una importante desaceleración de la entrada de inmigrantes. Aunque hasta 2010 todavía se da un saldo migratorio positivo, es ya de muy escasa magnitud, y en
2011, por primera vez en muchos años, el número de extranjeros censados
en España disminuye, aunque levemente. Estos datos sobre el cambio en los
saldos migratorios son los que cabe esperar de un entorno de profunda crisis económica y de alta destrucción de empleo.
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
2.4.1. Panorama de la general de la inmigración en España
Según los datos del II Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración
2011-2014, entre los rasgos que dibujan el panorama de la inmigración en
España podemos señalar los siguientes:
— En cuanto a los países de origen, se aprecia que más del 70% de la población inmigrante residente en España proviene tan solo de nueve
países diferentes (por orden: Rumanía, Marruecos, Ecuador,
Colombia, Bolivia, Bulgaria, China, Perú y Argentina).
— Las zonas con municipios con mayor porcentaje de personas inmigrantes se encuentran en la mitad este del país, especialmente en la
franja mediterránea, el valle del Ebro, Madrid y sus alrededores y todo
el corredor que va desde Madrid hasta Valencia, Alicante y Murcia.
Por el contrario, en la mitad occidental de la península, incluido el
sudoeste, se observa que el porcentaje que supone la población inmigrante sobre el total es mucho menor.
— La tónica es que haya más hombres en todas las Comunidades
Autónomas, pero con una tendencia al equilibrio entre varones (que
predominan entre los africanos y los asiáticos) y mujeres (que predominan entre los latinoamericanos).
— La población inmigrante se ha distribuido en todo el territorio nacional, asentándose en grandes ciudades, en ciudades intermedias, en
zonas periurbanas y en las propias zonas rurales, si bien tiene mayor
presencia en las zonas urbanas. También se ha producido una concentración por nacionalidades de origen, lo que se explica por el hecho de que las personas inmigrantes se hallan involucradas en redes
de familiares y de amigos.
— Se da un considerable nivel de asentamiento de muchas personas que
ya no pueden considerarse inmigrantes, sino nuevos vecinos.
— Hay un amplio sector de nacionalizados como españoles (sobre todo,
pero no solo, latinoamericanos) que sin embargo son percibidos todavía como inmigrantes.
— Un amplio sector de personas de origen extranjero vive en familia, fundamentalmente debido a procesos de reagrupación familiar pero también a la creación de familias mixtas.
— La diversificación social, que ya existía en la sociedad española, se ha
visto incrementada como consecuencia de la realidad migratoria.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
— Hay un nutrido segmento de niños y jóvenes con padres extranjeros, lo
que plantea con fuerza el tema de las llamadas «segundas generaciones»,
formadas por individuos que tienen nacionalidad española e incluso han
nacido en España, pero que se perciben en ocasiones como inmigrantes.
— La concentración residencial plantea la necesidad de evitar la guetización y mejorar la calidad de vida de los habitantes de determinados territorios con alta presencia de población vulnerable, donde además es
más probable que se produzcan conflictos con la población autóctona.
— La población inmigrante sufre una alta incidencia del desempleo,
muy superior al ya de por sí altísimo de la población en general.
— Se tiende a una creciente participación de los inmigrantes en procesos políticos, como el que tuvo lugar en las elecciones locales de mayo
de 2011, cuando, por primera vez, un considerable número de extranjeros extracomunitarios pudo ejercer su derecho al voto en sus respectivos ayuntamientos. Este hecho puede incidir notablemente en la
política de integración.
2.4.2. La nueva legislación de extranjería
El período que estamos analizando coincide con la aprobación de una
nueva Ley: la Ley Orgánica 2/2009, de 11 de diciembre, de reforma de la
Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, que responde a la necesidad de
incorporar las últimas política migratorias de la UE y de responder a los
cambios producidos en la sociedad española desde la ley anterior. Esta ley,
además de pretender mejorar la regulación de los flujos migratorios y la lucha contra la inmigración ilegal, tiene como objetivos explícitos el «establecer un marco de derechos y libertades de los extranjeros que garantice a
todos el ejercicio pleno de los derechos fundamentales» y «reforzar la integración como uno de los ejes centrales de la política de inmigración».
Además, establece una distribución de competencias sobre inmigración entre los diferentes niveles administrativos (nacional, autonómico y municipal), de manera que las Comunidades Autónomas pueden desarrollar sus
propias políticas de inmigración en algunos campos. Esta ley se completa y
desarrolla con un nuevo Reglamento de Extranjería aprobado en 2011 (Real
Decreto 557/2011, de 20 de abril).
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De especial importancia es la aprobación en septiembre de 2011 del II
Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración (PECI) 2011-2014 que tiene
como principal objetivo fortalecer la cohesión social en el nuevo contexto
migratorio, reforzando tanto los instrumentos y políticas de integración
como los servicios públicos y de participación para garantizar el acceso de
todos los ciudadanos en condiciones de igualdad. El PECI 2011-2014 entiende la integración como un proceso de adaptación mutua, y diseña una política basada en acciones que se dirigen a todos los ciudadanos, tanto inmigrantes como autóctonos. En el Plan se recogen medidas como la gestión de
la diversidad, el fortalecimiento del capital humano y la igualdad de oportunidades para garantizar la cohesión social. En su elaboración, basada en el
consenso, han participado las Comunidades Autónomas, los Ayuntamientos,
los agentes sociales, las asociaciones de inmigrantes, las organizaciones no
gubernamentales y los expertos en esta materia del mundo académico.
En un contexto de fuertes recortes presupuestarios para políticas sociales, el Real Decreto-ley 16/2012, de 20 de abril, supone la exclusión de la
población inmigrante en situación irregular del sistema sanitario público
español, al que anteriormente tenían acceso todas las personas empadronadas. Esta norma levantó una fuerte oposición tanto de una gran parte de los
profesionales sanitarios como de todo tipo de instituciones sanitarias y sociales. En general, los recortes en políticas sociales, que han afectado con
fuerza a la mayoría de la población, han sido especialmente perjudiciales
para los colectivos de inmigrantes, tanto regulares como, sobre todo, en situación administrativa irregular.
2.4.3. La posible evolución de los flujos migratorios
Aunque cualquier intento de anticipar el futuro en un campo como este
es muy arriesgado, sobre todo porque los movimientos migratorios se deben a múltiples causas que, además, afectan tanto a la sociedad de destino
como a la de origen, el cambio de ciclo migratorio parece implicar dos importantes tendencias a corto y medio plazo:
— España absorberá en los próximos años cantidades de inmigrantes mucho menores que las que fue capaz de recibir en el decenio 1998-2008,
al menos hasta que el país no sea capaz de generar empleo a un ritmo
apreciable. Sin embargo, en un futuro cercano, la fuente principal de
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nuevos flujos de extranjeros en España será, probablemente, la reagrupación familiar. La Ley 2/2009 consagra como derecho la reagrupación
de la familia nuclear: el cónyuge o pareja de hecho, los hijos menores
de 18 años y los ascendientes en primer grado mayores de sesenta y
cinco años (o cuando concurran razones humanitarias). Además, habilita para trabajar al cónyuge e hijos reagrupados. Por lo que sabemos,
en torno a la cuarta parte de los hijos de los inmigrantes en España
residían en 2007 en sus países de origen, lo que, sumado a los padres y
cónyuges en la misma situación, ofrece, al menos en teoría, un amplio
margen para llevar a la práctica estos movimientos de reagrupación
familiar. Las experiencias de otros países con más tradición migratoria
que el nuestro muestran que los inmigrantes pueden seguir afluyendo
a su destino por la vía de la reagrupación familiar, aun cuando las ventajas laborales se hayan agotado en la sociedad receptora.
— El retorno de los inmigrantes a sus países de origen ha aumentado en
estos años y es previsible que siga haciéndolo. Sin embargo, las medidas adoptadas por el gobierno para promocionar el retorno han tenido
una respuesta bastante limitada por parte de los inmigrantes, sobre
todo porque la mayoría no desean volver a sus países de origen ya que
se encuentran asentados en España y han creado lazos en nuestro país
que no desean romper. La experiencia de anteriores crisis económicas
(como la sufrida en Europa en los años setenta) muestra que las migraciones que en un primer momento se consideraban como temporales acaban haciéndose en gran medida permanentes. Es más, de manera aparentemente paradójica, en muchas ocasiones los inmigrantes
se resisten con más fuerza a salir del país precisamente en épocas de
crisis económica, ya que prevén que tendrán grandes dificultades para
volver a entrar. En muchos casos, son precisamente personas que han
accedido a la nacionalidad española las que están retornando, gracias
a la seguridad que les da el saber que pueden volver a España, donde
han formado fuertes lazos, si mejora la situación económica.
3. LAS POLÍTICAS DE INMIGRACIÓN EN EUROPA
3.1. Los dos ejes de las políticas de inmigración
Antes de comenzar el examen de las políticas de inmigración es conveniente definir claramente esta expresión. Desde los trabajos del politólogo
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sueco Thomas Hammar, es habitual establecer una distinción entre la política de control de la inmigración de un Estado y su política de integración.
— Las políticas de control de la inmigración se refieren a la regulación de los flujos y al control de los extranjeros y de las fronteras.
Están integradas por el conjunto de disposiciones y de procedimientos legales, así como por las prácticas administrativas que se utilizan
para la selección, la admisión y la entrada de los ciudadanos extranjeros en el territorio del Estado. Las disposiciones relativas al rechazo, la repatriación y la expulsión de los extranjeros forman parte
también de estas políticas.
— Por su parte, las políticas de integración comprenden el conjunto
de las disposiciones legales y de las prácticas administrativas que
regulan la vida del inmigrado en su nuevo país. Estas políticas conciernen tanto al trabajo como a la seguridad social, la vivienda, la
educación, la participación social y política y la vida cultural de los
inmigrados. Las políticas de integración de los inmigrados se refieren claramente a la incorporación, la inserción y la integración de los
recién llegados en la sociedad.
Estas dos ramas de las políticas de inmigración, las de control y las de
integración, están estrechamente asociadas, y entre unas y otras las interacciones son intensas y frecuentes. Aunque a veces pueden parecer contradictorias, ambas líneas son en realidad complementarias o interdependientes.
Muchas veces, el énfasis en el control se justifica en términos de integración,
por ejemplo cuando se afirma que la condición para poder integrar a los residentes legales es restringir el número de los admitidos. Otra conexión se da
porque las políticas de control son en realidad la primera fase de las políticas
de integración (lo que por ejemplo se observa en el posible impacto negativo
que sobre las posibilidades de integración pueden tener orientaciones fuertemente restrictivas de la entrada y permanencia, tanto por el clima social que
contribuyen a crear como por su impacto en los propios inmigrantes).
3.2. La legislación en la Unión Europea
La cooperación entre distintos Estados europeos a mediados de los años
ochenta, surgida de la voluntad marcadamente economicista de crear un
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mercado interior común en el seno de la entonces denominada Comunidad
Económica Europea, pronto se relacionó con la necesidad de protección de
las fronteras exteriores y los flujos migratorios. De ahí surgió el Acuerdo
de Schengen, firmado en 1985 y en vigor desde 1995, que tiene como objetivo finalizar con los controles fronterizos dentro de los países que forman
el espacio de Schengen y armonizar los controles fronterizos externos. Al
Acuerdo de Schengen se han adherido la mayoría de los Estados miembros
de la Unión y algunos terceros países. El acuerdo prevé la armonización de
las políticas en materia de visados y de entrada al territorio, pero insiste
básicamente en la cooperación policial y judicial. El convenio pone todo el
énfasis en el cruce de las fronteras interiores y exteriores, los visados, las
condiciones de circulación, las condiciones de establecimiento y la responsabilidad de los Estados en lo que atañe a la gestión de las peticiones de
asilo. La inmigración queda claramente conectada a otros temas como la
criminalidad y el terrorismo.
El Tratado de Maastricht o Tratado de la Unión Europea, firmado en
1992 y por el que se instituye la Unión Europea, tiene una estructura en «tres
pilares». El tema de la inmigración se engloba dentro del llamado «tercer pilar», que se refiere a «Justicia y Asuntos de Interior». Esto supone que no se
prevé una política común sobre inmigración, sino que se considera un ámbito de «interés común» y queda sujeto solamente a la cooperación entre los
gobiernos. Además, el Tratado de Maastricht supone el reconocimiento de la
ciudadanía europea, que implica varios derechos, como la libertad de circulación y residencia en todo el territorio de la Unión, el derecho de sufragio en
las elecciones municipales o la protección diplomática por parte de otro estado miembro. Ahora bien, la ciudadanía de la Unión está supeditada a la nacionalidad de uno de los estados miembros, por lo que se considera que todo
el que tiene la nacionalidad de un Estado miembro es ciudadano de la Unión,
pero supone que los inmigrantes asentados en Europa quedan excluidos de la
ciudadanía europea y relegados a la condición de no ciudadanos.
El Tratado de Ámsterdam se firmó en 1997 y entró en vigor en 1999, y
constituye el verdadero punto de inflexión a partir del cual comienza a hablarse propiamente de política de inmigración europea. Este Tratado prevé
la incorporación de la experiencia de Schengen en el «primer pilar», con lo
que se asume dentro de la Unión la visión restrictiva y encaminada directamente a la seguridad del Acuerdo de Schengen. Además, al integrarse la ma-
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yoría de las cuestiones vinculadas a la inmigración y al asilo en el primer
pilar comunitario, el papel de las instituciones comunitarias (la Comisión, el
Consejo y el Parlamento) pasa a ser fundamental. El Tratado prevé la posibilidad de crear, en los cinco años siguientes a su ratificación (hasta 2004),
una política común de inmigración, que deberá ser adoptada de forma unánime por el Consejo. A partir de este momento la cuestión de la inmigración
ha sido un tema recurrente tanto en los distintos consejos europeos como en
las comunicaciones, recomendaciones y directivas de la Unión. Sin embargo, en 2004 muchos de los objetivos quedaban aún pendientes, en gran medida porque los Estados se resisten a perder competencias en esta materia.
Tras la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam, el primer e importante paso se dio en el Consejo Europeo de Tampere (Finlandia) en 1999,
al poner el acento en la necesidad de introducir «un enfoque global de la
migración que trate los problemas políticos, de derechos humanos y de desarrollo de los países y regiones de origen y tránsito» y de «garantizar un
trato justo a los nacionales de terceros países que residen legalmente en el
territorio de sus Estados miembros. Una política de integración más decidida debería encaminarse a concederles derechos y obligaciones comparables
a los de los ciudadanos de la Unión».
Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 tuvieron consecuencias sumamente negativas en lo que se refiere a las políticas de inmigración
de la UE. Tras el costoso consenso que se había alcanzado en la Unión respecto a la necesidad de una política de aceptación e incluso paulatina promoción de la inmigración, se volvió a otra basada en la seguridad entendida
desde un modelo policial y de orden público. En concreto, no se ha dejado
de insistir en el terrorismo como una cuestión vital a tener en cuenta e íntimamente conectada a la inmigración. A pesar de ello, se han seguido dando
pasos para ir más allá de una política de inmigración basada en el control
de los flujos y obsesionada por la seguridad y avanzar hacia políticas de integración de los inmigrantes. En lo que sigue nos vamos a centrar fundamentalmente en el avance en las políticas de integración.
En el marco de Tampere, la Comisión introdujo en 2000 y 2003 (Directiva
relativa al estatuto de los nacionales de terceros países residentes de larga duración) la categoría de «ciudadanía cívica». El objetivo de la noción de «ciudadanía cívica» es garantizar la igualdad de los nacionales de terceros países con los ciudadanos de los Estados miembros de la UE en diversos
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aspectos (como las condiciones de acceso a un empleo asalariado y a una
actividad por cuenta propia, la educación, la protección social, la asistencia
sanitaria, las ventajas sociales y fiscales, la libertad de asociación y afiliación, etc.), ampliar su derecho a la libre circulación y residencia en otro
Estado miembro, y protegerlos contra una potencial expulsión. Sin embargo, no reconoce ningún derecho político a los inmigrantes, ni la ciudadanía
de la UE. Esta «ciudadanía cívica» se aplica a los «residentes de larga duración», estatuto que los países de la UE deberán reconocer a los extranjeros
después de cinco años de residencia legal e ininterrumpida, siempre que
demuestren que disponen de recursos estables y suficientes para cubrir sus
necesidades y las de sus familias. Las nociones de «ciudadanía cívica» y de
«residente de larga duración» suponen un cambio cualitativo importante en
las políticas de inmigración de la UE y se transforman en principal eje de
sus políticas de integración.
En 2003, y también en cumplimiento de los acuerdos de Tampere, se
aprueba una Directiva sobre reagrupación familiar, destinada a promover la
estabilidad social de los inmigrantes. Esta Directiva declara el derecho del
inmigrante a reagrupar a su cónyuge y sus hijos (o los de su cónyuge) menores de 18 años cuando tenga un permiso de residencia por un período de
validez «superior o igual a un año». Los Estados deben decidir, a través de
sus propias normas, sobre la reagrupación de los ascendientes.
En 2004 se aporta el Programa de La Haya, que es el segundo programa
quinquenal en materia de inmigración y asilo de la Unión Europea, tras el
de Tampere. Dado que este no había conseguido cumplir gran parte de sus
objetivos, el Programa de La Haya es menos ambicioso, aunque avanza en
el establecimiento de un sistema común de asilo y de políticas que fomenten
la inmigración legal y luchen contra la irregular. También profundiza en la
ampliación de los derechos de los ciudadanos como garantía de la plena
integración de los inmigrantes en las sociedades europeas, pero sin dejar de
hacer hincapié en el control de los flujos migratorios.
En 2004 el Consejo de Ministros de Justicia y Asuntos de Interior aprueba los «Principios Básicos Comunes para la Política de Integración de los
Inmigrantes en la Unión Europea», que pretenden ser una guía clara, sencilla y no vinculante, para que los Estados puedan juzgar y evaluar sus propios esfuerzos en este ámbito, sirviendo de complemento a los marcos legislativos existentes. Además, en relación con la Unión el objetivo es facilitar el
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diálogo entre los gobiernos, las distintas instituciones y la propia UE. A pesar de su generalidad, la aprobación de estos «Principios» es importante, ya
que constituye un primer paso en una dirección necesaria si se aspira a
mejorar la relación entre los autóctonos y los venidos de fuera. En 2005, la
Comisión Europea presenta el «Programa Común para la Integración.
Marco para la integración de los nacionales de terceros países en la Unión
Europea», que supone una concreción de los Principios Básicos Comunes.
En 2009 se aprueba el Programa de Estocolmo (el tercer programa quinquenal en materia de inmigración y asilo), que sustituye al Programa de La
Haya y es en muchos aspectos su continuación. El Programa señala como
una de sus prioridades la lucha contra la inmigración irregular, pero también apuesta por el desarrollo de un marco común para la admisión de inmigrantes con el fin de administrar mejor las fronteras y satisfacer las necesidades del mercado de trabajo. De la misma forma, continúa haciendo
hincapié en la necesidad de desarrollar leyes que garanticen la igualdad de
derechos de los inmigrantes en toda la UE.
La IV Conferencia ministerial sobre integración de los inmigrantes, celebrada en Zaragoza en 2010, aprobó una declaración sobre la integración
como motor de desarrollo y cohesión social. En esta conferencia se reiteró
la importancia de la ejecución de lo estipulado en los Principios Comunes
Básicos de Integración, la consideración de la diversidad cultural como una
oportunidad para el desarrollo económico y como una herramienta de la
lucha contra la discriminación, y el desarrollo del concepto de «capital humano», que defiende un planteamiento intersectorial que abarca, entre
otros, programas de educación y empleo.
3.3. Las políticas de integración en Europa
Las políticas de integración de los inmigrantes han tenido un escaso y
relativamente reciente desarrollo en el ámbito de la UE. Una de las causas
es que los Estados europeos se han centrado fundamentalmente en el control de flujos, y en consecuencia las políticas de integración para los inmigrantes han carecido muchas veces de continuidad, cuando no han estado
totalmente ausentes. Además, hay que tener en cuenta la importancia en
este tema de las muy diferentes historias y situaciones migratorias de cada
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uno de los Estados miembros. Por último, es necesario subrayar (y este es
un aspecto especialmente importante) que las políticas de integración se
desarrollan fundamentalmente en el ámbito regional y local, lo que dificulta la coordinación y la elaboración de una normativa común.
Sin embargo, desde la Cumbre de Tampere de 1999, se han ido proponiendo poco a poco marcos para unas políticas de integración globales. En
este sentido, como ya se ha dicho, en 2004 el Consejo adoptó los «Principios
Básicos Comunes para la Integración», estableciendo así un esquema común para un enfoque europeo sobre la integración de los inmigrantes. La
intención es que el documento sirva de referencia para la aplicación y la
evaluación de las políticas de integración tanto de los Estados como de la
UE. En 2005, la Comisión hizo público su «Programa Común para la integración», que es un intento de concretar e ir más allá de los Principios
Básicos Comunes. En esta línea se puede señalar también la publicación del
Manual sobre la Integración para responsables de la formulación de políticas
y profesionales, que describe y propone la aplicación de políticas concretas
para la integración de los inmigrantes y cuya tercera edición es de 2010.
En todo caso, tenemos que tener en cuenta que el concepto de «integración» es sumamente complejo y puede tener gran cantidad de significados.
Hay casi tantas definiciones y conceptos de integración como autores escriben sobre el tema. Conceptualizar la «integración de los inmigrantes» es
tarea muy compleja porque ha de afrontar muchos y diversos dilemas teórico-prácticos que se entrecruzan entre sí. Por ejemplo, cualquier concepto
de «integración» ha de definir si es una cuestión individual o colectiva (de
grupos sociales); si se refiere a lo objetivo (sean estructuras o condiciones
materiales de vida) o a lo subjetivo (percepciones, identidades o pertenencias); si entiende la integración como un proceso o como un resultado final;
si la integración afecta a la población en general o solo a los inmigrantes; si
se trata de la integración de los inmigrantes o de la integración con los inmigrantes (es decir, si es un proceso unidireccional que sólo afecta a los
inmigrantes o bidireccional porque afecta también, y quizás sobre todo, a
la sociedad de acogida y sus instituciones); etc.
Desde un punto de vista normativo, se puede recoger la definición de
integración que ofrecen los «Principios Comunes Básicos sobre Integración»,
aprobados por el Consejo de la Unión Europea en 2004. Estos principios
definen la integración como «un proceso bidireccional y dinámico de ajuste
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mutuo por parte de todos los inmigrantes y residentes de los Estados miembros (que) implica el respeto de los valores básicos de la Unión Europea».
Hay varios elementos significativos en esta definición:
— se concibe como un «proceso» (y no como un resultado), lo que implica momentos distintos en el corto, medio y largo plazo;
— se define explícitamente como «bidireccional», es decir, que afecta
tanto a los recién llegados como a los ya asentados en el territorio de
la Unión;
— es «dinámico», lo que puede ser interpretado en el sentido de interacción entre personas y grupos;
— va produciendo un «ajuste mutuo», es decir un cambio de instituciones
e identidades dentro del respeto a los «valores básicos» de la UE.
Se puede considerar que las políticas de integración son aquellas que,
además de garantizar la igualdad de trato (y no discriminación) en una sociedad libre y plural (es decir, de garantizar la igualdad de derechos cívicos,
sociales, económicos, culturales y políticos), fomentan la igualdad de oportunidades entre todas las personas y grupos que forman parte de la sociedad y reconocen el pluralismo cultural que incorporan los distintos grupos
sociales (antiguos y nuevos), fomentando su interacción. El resultado que
buscan estas políticas es la creación de una sociedad con fuertes vínculos
sociales (y económicos, culturales y políticos) que garanticen la pertenencia
plena de los individuos y grupos que la forman, de modo que sientan la sociedad como «suya» y al mismo tiempo se sientan aceptados por ella.
En general, y simplificando mucho, podemos distinguir dos modelos diferentes de la integración de la diversidad cultural, que a su vez van a plantear unas estrategias distintas para las políticas de integración:
— El prototipo de la primera es el modelo republicano francés. Según
esta concepción del Estado y de su relación con los ciudadanos, lo
ideal es que los inmigrantes extranjeros se conviertan en ciudadanos,
consiguiendo de este modo ser reconocidos como actores políticos individuales. Los colectivos inmigrantes (sean sus miembros ciudadanos o no) no son reconocidos como actores políticos. La terminología
republicana francesa evita los términos «etnicidad», «minorías étnicas» o «multiculturalismo», que contemplan la existencia de colectivos
diferenciados, ya sea en función del origen, la cultura, la religión o la
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clase. El principio político más importante es la igualdad entre los individuos. La diferencia queda relegada al ámbito de lo privado, y de
hecho es anticonstitucional la organización de minorías para actuar
en el espacio público.
— El segundo paradigma es el inglés. Al igual que en el caso anterior, se
espera de los inmigrantes que tengan o soliciten la ciudadanía del país
receptor de forma individual, pero el sistema político deja un margen
considerable para que puedan desarrollar manifestaciones y acciones
colectivas. Se entiende que la etnicidad y las minorías étnicas son términos relevantes (hasta el punto de que en los Censos se registra oficialmente al conjunto de la población en función de su pertenencia
étnica). Aunque el concepto de igualdad es también un concepto importante, se entiende que un inmigrante, para integrarse en la sociedad, deberá mantenerse integrado en su minoría étnica, que a su vez
deberá relacionarse con las demás minorías y con la mayoría. Hay una
potente cultura de la diferencia, de manera que los diferentes grupos
tienen el derecho a un lugar institucionalmente reconocido en el orden
público.
Según Cachón (2009), hay que evitar caer en la tentación de pensar en la
integración solo como un problema cultural. Por tanto, señala que en las
políticas de integración tienen que aunarse tres dimensiones: redistribución, reconocimiento y representación.
— Políticas de redistribución: Hay que recordar que las democracias
deben garantizar la libertad de los ciudadanos y el que esta libertad
pueda ser disfrutada de modo efectivo. Para ello, se necesita una política redistributiva que elimine o al menos reduzca las desigualdades
económicas y sociales. Por tanto, desde el punto de vista de la inmigración, lo que legitimaría al Estado de acogida es su desarrollo como
Estado de bienestar (incluyendo los aspectos culturales) que acoja eficazmente a los inmigrantes como nuevos ciudadanos en plenitud de
derechos y en igualdad de condiciones. Además, en la medida en que
el Estado les reconozca y aplique los mismos derechos que a los demás
ciudadanos, las reivindicaciones y conflictos tendrán más que ver con
aspectos cuantitativos y serán los mismos que los del resto de los ciudadanos y trabajadores.
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— Políticas de reconocimiento: El reconocimiento va más allá de la tolerancia, ya que no solo implica respeto sino también aprecio. El ser humano necesita del reconocimiento social para lograr autoapreciarse, y
de esta manera, desarrollar sus capacidades; la identidad de las personas se moldea sobre la base del reconocimiento o del menosprecio que
proviene de los otros. Ahora bien, la cultura es una de las fuentes básicas de la identidad de los individuos, y de ahí la importancia del reconocimiento de las identidades culturales para la construcción de las identidades individuales. Este reconocimiento no solo debe darse en la vida
privada, sino también en la esfera de la vida pública, utilizando en ocasiones, cuando sea necesario, medidas de discriminación positiva.
Sin embargo, debemos huir de una visión simplista de la identidad que
la reduzca al mantenimiento de unas determinadas tradiciones culturales. Para empezar, las culturas siempre son dinámicas, en cuanto
que son formas de adaptación a un entorno cambiante, y más aún en
un contexto de fuerte contacto con otras tradiciones culturales.
Además, la cultura no es un atributo homogéneo, ya que existen grandes variaciones incluso dentro del mismo medio cultural. Por último,
hemos siempre de recordar que un derecho fundamental del individuo
consiste en renunciar a su propia cultura.
— Políticas de representación: El noveno de los «Principios Básicos
Comunes para la Integración» de la UE afirma que «la participación
de los inmigrantes en el proceso democrático y en la formulación de
las políticas y medidas de integración, especialmente a escala local,
favorece su integración». También la Ley Orgánica 2/2009 sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social
ha reforzado el papel de la participación económica, social, cultural y
política para la integración de las personas de origen extranjero, estableciendo el reconocimiento de los derechos de participación social y
política y el impulso del fortalecimiento del movimiento asociativo inmigrante. Por tanto, se entiende la participación como derecho, necesidad y requisito para la integración y como proceso para la construcción de la ciudadanía en una sociedad plural y democrática. En esta
línea, tiene gran importancia el reconocimiento del derecho de voto en
las elecciones municipales, sobre todo teniendo en cuenta que es en el
ámbito local en el que se toman muchas de las decisiones que más
afectan a las personas inmigrantes en su vida cotidiana.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
4. LA INTEGRACIÓN ESCOLAR DEL ALUMNADO INMIGRANTE
EN EUROPA
4.1. Legislación europea sobre el derecho a la educación de los
menores inmigrantes
Desde 1977 nos encontramos medidas legislativas de la Comunidad
Europea referida a la escolarización de los hijos de los trabajadores migrantes, si bien aplicada exclusivamente a los hijos de inmigrantes de los Estados
miembros, que incluyen una educación adaptada a sus necesidades concretas, así como la enseñanza de su lengua materna y de su cultura de origen.
Desde el Tratado de Ámsterdam en 1999, la Unión Europea está adoptando de forma gradual una política común en materia de asilo e inmigración. Las medidas en el ámbito escolar para los menores inmigrantes pueden considerarse como parte de esta política de «integración».
Desde 2003, según la legislación europea, los menores hijos de nacionales de terceros países con el estatus de residentes de larga duración y los
hijos de demandantes de asilo reciben el mismo trato que los nacionales en
materia educativa, aunque los Estados miembros pueden exigir pruebas
que demuestren un dominio adecuado del idioma para acceder al sistema
educativo.
Sin embargo, la legislación europea no recoge ningún derecho a la educación para los menores inmigrantes que se encuentran en situación irregular dentro del territorio de la Unión Europea. A pesar de ello, la mayoría de
países, incluido España, extiende el derecho a la educación a todos los menores en edad escolar obligatoria independientemente de su estatus legal.
La legislación tampoco incluye la obligación de medidas de apoyo positivo para los menores inmigrantes. Sin embargo, todos los países ofrecen
medidas de este tipo, que en general se establecen en función de sus «necesidades», a todos los alumnos inmigrantes con derecho a la educación, independientemente de su estatus particular de inmigración o residencia.
Asimismo, otros países diseñan medidas para lograr la igualdad de oportunidades en educación que se dirigen a grupos vulnerables, definidos en función de indicadores socioeconómicos, más que a los inmigrantes propiamente dichos.
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
4.2. Medidas para la integración escolar de los menores inmigrantes
en los sistemas educativos europeos
Medidas de orientación: Los centros educativos adoptan con frecuencia
medidas para ayudar a los alumnos inmigrantes y a sus padres a la hora de
inscribirse y acceder a la información sobre las futuras opciones que ofrece el
sistema escolar. Estas medidas a menudo se centran en la mejora de la calidad
de la información entre el hogar y el centro, en especial a través del uso de
lenguas distintas a la que normalmente se emplea en este último. Por ejemplo,
la mayoría de países publican información sobre el sistema escolar en lenguas
extranjeras. Otra medida importante son los servicios de intérpretes que se
promueven en varios países, aunque en general no son obligatorios por ley.
Establecimiento del nivel de estudios adecuado: Existen dos enfoques posibles a la hora de determinar el grupo en el que se debe integrar el
alumno, una vez evaluados sus conocimientos curriculares y su nivel de
competencia en la lengua de instrucción:
— El primero (que es el existente en España y el más habitual en la UE)
se basa en evaluaciones individuales llevadas a cabo en el propio centro, que goza de autonomía para determinar el nivel de un alumno según sus propios criterios. Para muchos países la edad del menor es el
criterio fundamental al incorporarlo a un grupo.
— El segundo se basa en la utilización de criterios que se aplican de manera uniforme en todo el sistema escolar. Con frecuencia, estos criterios tienen un carácter oficial.
Modelos de integración: Los países europeos han diseñado diversas
formas de organizar la vida escolar para los menores inmigrantes residentes en sus territorios. La lengua es uno de los primeros criterios que se tienen en cuenta a la hora de distribuir a los menores inmigrantes en las clases ordinarias. Si los menores no son capaces de seguir las clases en la
lengua de instrucción, entonces la mayoría de los sistemas educativos considera que estos menores requieren ayudas concretas para cubrir sus necesidades. Estas medidas se corresponden con dos modelos principales, que a
menudo aparecen combinados en un mismo país:
— un modelo integrado, en el que los menores inmigrantes se distribuyen
en clases dentro de la educación ordinaria y siguen los métodos y con-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
tenidos curriculares dirigidos a los alumnos nativos. Las medidas de
apoyo (fundamentalmente de carácter lingüístico) se aplican de forma
individual para cada alumno durante el horario escolar normal.
Asimismo, pueden ofertarse clases extraescolares además de la enseñanza ordinaria.
— un modelo separado, en el que se agrupa a los menores inmigrantes y
se les separa del resto de alumnos durante un periodo de tiempo (más
o menos largo, según los casos), de forma que puedan beneficiarse de
una atención especial ajustada a sus necesidades.
Medidas de apoyo en el ámbito escolar: Los sistemas educativos europeos ofrecen a los menores inmigrantes un amplio abanico de medidas que
se agrupan en tres categorías:
— medidas de apoyo dirigidas a compensar las necesidades lingüísticas
de los alumnos inmigrantes. En general, estas medidas se basan en la
«inmersión lingüística». Asimismo, es posible contar con una enseñanza «bilingüe» dispensada en parte en la lengua de instrucción y, en
parte, en la lengua materna del alumno;
— medidas de apoyo dirigidas a responder a las necesidades de aprendizaje de los alumnos inmigrantes en ciertas áreas del currículo. En estas circunstancias, el contenido y los métodos de enseñanza del currículo oficial pueden modificarse expresamente, pueden organizarse
clases de apoyo curricular y, a veces, puede evaluarse a los alumnos
inmigrantes de forma distinta al resto;
— puede reducirse el tamaño de las clases con el fin de favorecer el ratio
profesor/alumno.
Personal encargado de poner en marcha las medidas de apoyo: Los
profesores responsables del grupo son los que, con ayuda de un profesor
ayudante o de apoyo, ponen en marcha las distintas medidas. En general, la
formación del profesorado de apoyo le permite prestar ayuda en la enseñanza de la lengua de instrucción y en la enseñanza de materias básicas como
la lectura, la escritura y las matemáticas. La formación de todos los docentes que trabajan con inmigrantes constituye un asunto prioritario dentro de
la formación permanente del profesorado. Por otra parte, en general, los
docentes encargados de trabajar con alumnos inmigrantes no reciben ninguna remuneración especial ni incentivo adicional. La ayuda también pue-
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
de movilizar a otros actores, que actúan de mediadores entre la cultura de
origen de los alumnos inmigrantes y la cultura del país de acogida.
Medidas de apoyo a la lengua y cultura de origen: La introducción
del apoyo a la lengua materna para los alumnos cuyo idioma no es el de
instrucción descansa sobre la base de que así se mejorará su desarrollo y
capacidad de aprendizaje y de que también se fortalecerá su sentimiento de
identidad. Muchos países europeos ofrecen a los alumnos inmigrantes medidas de apoyo para enseñarles su lengua de origen, aunque la naturaleza
de estas medidas difiere notablemente de un país a otro, pues pueden depender del país de origen de los alumnos, de acuerdos bilaterales entre el
país de acogida y el de origen, o de los responsables de educación locales o
incluso en la autoridad central. La enseñanza de la lengua materna, en la
mayoría de los casos, constituye una actividad extraescolar a la que se destinan algunas horas a la semana.
Adaptación de la vida escolar diaria: En los países europeos existen
escasas regulaciones que se refieran a las adaptaciones que podrían realizarse para que la vida diaria del centro educativo se organizase de acuerdo
con las particularidades culturales, convicciones religiosas o necesidades
de los menores inmigrantes, por lo que las adaptaciones de este tipo suelen
llevarse a cabo a discreción del propio centro. Algunas adaptaciones son las
referidas a las festividades religiosas que no aparecen en el calendario, a
actividades educativas concretas (por ejemplo a ciertas actividades colectivas como los deportes y la música), a la indumentaria (que ha adquirido
una gran relevancia en asuntos como el del velo islámico), a los menús adaptados en los comedores escolares, etc.
El enfoque intercultural en los centros educativos: Actualmente, casi
todos los sistemas educativos europeos prestan una considerable atención
al enfoque intercultural, aunque se puesta en práctica difiere de un país a
otro. Este enfoque está basado en actividades dirigidas a todos los alumnos,
tanto inmigrantes como nativos, y está pensado para influir en la cultura
del centro, es decir en todos los valores en los que se basan las relaciones
interpersonales. En los currículos, el enfoque intercultural se refleja, por lo
general, de manera transversal, y nunca se le considera una materia como
tal. Las materias en las que con más frecuencia está presente este enfoque
son la historia y la geografía y la educación para la ciudadanía, seguidas de
las lenguas extranjeras, la religión y la lengua de instrucción. En más de la
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
mitad de países, el enfoque intercultural no se limita a los aprendizajes realizados en clase, sino que se integra en otros aspectos de la vida escolar,
como la organización de eventos festivos que ponen en valor la diversidad
cultural, los intercambios con alumnos de otros países o las actividades que
implican a representantes de la comunidad inmigrante.
5. EDUCACIÓN NO FORMAL Y MEDIACIÓN SOCIAL
CON POBLACIÓN INMIGRANTE
La población inmigrante no solo presenta necesidades y retos en el ámbito de la educación formal sino, evidentemente, también en el de la no formal, de la misma manera que no son solo los niños y los adolescentes los
que presentan necesidades educativas específicas, sino también la población adulta. La tarea del educador social en este aspecto es fundamental, y
podríamos señalar cuatro grandes ámbitos de actuación:
— La educación social especializada, cuya función es favorecer la inserción social de personas y colectivos de población en situación de marginación, desadaptación, conflicto social y exclusión social, así como
prevenir tales situaciones en colectivos calificados de riesgo social. Si
bien no se debe caer en el prejuicio de considerar a priori a la población inmigrante como una población «en riesgo social», de hecho con
considerable frecuencia determinados grupos o individuos sí presentan estas características.
— La animación sociocultural, caracterizada por prestar atención a las
necesidades socioculturales y de desarrollo comunitario de una determinada comunidad, población o territorio favoreciendo la prevención
de problemáticas sociales. En este sentido cobra una especial trascendencia la promoción de la educación intercultural.
— La educación de personas adultas, que atiende a las necesidades formativas de la población adulta vinculadas a su desarrollo personal y a
su adaptación sociolaboral. En este sentido, una tarea prioritaria es la
adquisición de la lengua de la comunidad de destino, como un primer
paso indispensable para la integración del inmigrante en la sociedad
de acogida.
— La mediación social, cultural y educativa, que busca enriquecer los
procesos educativos individuales o colectivos para propiciar nuevos
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
encuentros con elementos culturales, con otras personas o grupos y
con otros lugares. La intención es facilitar las relaciones interpersonales, minimizar las situaciones de conflicto y propiciar nuevos itinerarios para el desarrollo personal, social y cultural. Este es un campo
especialmente importante en una sociedad multicultural, y por tanto
a continuación vamos a centrarnos en él.
Los principales ejes de actuación de la acción mediadora son:
— La prevención y la gestión de los conflictos. El educador social puede
prevenir muchos conflictos desde la labor que realiza en la educación
o en el ámbito vecinal, gracias al conocimiento de las relaciones sociocomunitarias que tienen lugar en la localidad.
— La construcción de una sociedad basada en la convivencia intercultural, lo que implica una nueva forma de relacionarse e interactuar en la
vida cotidiana. Este contacto se promueve a través de la intervención
comunitaria diseñando actividades que integran la perspectiva intercultural basada en los principios del respecto a la diferencia, la potenciación de lo común y el acercamiento.
Es muy importante ser consciente de que los destinatarios de estas acciones mediadoras son, en realidad, todos los sujetos de la comunidad y no
solo la población inmigrante. Es necesario de fomentar en todos los miembros de la comunidad, población inmigrante y población autóctona, la participación para afrontar problemas e intereses que son comunes a todos.
Teniendo esto muy presente, es claro que el educador debe conocer muy
bien la situación en la que se encuentra la población de origen extranjero, de
cara a tratar de incentivar que participe y se involucre en un proyecto de
construcción de sociedad intercultural. El objetivo, en realidad, es pasar de
trabajar para el inmigrante a trabajar con el inmigrante.
Los objetivos a cumplir de la acción mediadora en el ámbito comunitario son:
— Contribuir a que la convivencia intercultural sea posible: El objetivo es
conseguir un vivir cotidiano entre personas con distintos bagajes culturales, interaccionado entre sí, dando lugar a relaciones sociales e
intercambios y acercamientos, desembocando en la construcción de
una nueva cultura compartida sin que implique la eliminación de las
identidades de origen, aunque sí su posible transformación y enrique-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
cimiento. Desde el punto de vista comunitario, la convivencia intercultural persigue los siguientes fines:
t El desarrollo comunitario: potenciar el tejido de la realidad social
como canal por el que se mueven las relaciones sociales, que se puede dar de forma espontánea o estructurarse a nivel asociativo.
t La prevención y la gestión del conflicto: al conocer la realidad que
nos rodea podemos saber si hay interrelaciones positivas o si nos
encontramos con conflictos latentes o manifiestos. A partir de ahí,
se debe intentar prevenir y anticipar los posibles conflictos.
t La construcción de una sociedad intercultural: supone que todas las
actividades que se realicen tienen que tener como elemento transversal la interculturalidad, con el fin de lograr un mayor enriquecimiento mutuo.
— Fomentar la participación ciudadana: Para lograr este segundo objetivo hay que implicar a toda la población en los problemas, soluciones e
intereses comunes de la comunidad de la que se forma parte. Para
ello, es necesario favorecer e incrementar la presencia de la población
de origen extranjero y de la población autóctona en los espacios sociales e instituciones de la localidad. Ello contribuirá a la construcción de
una sociedad intercultural, pues fomentará el establecimiento de nuevas relaciones sociales y de nuevos mecanismos de comunicación y de
contacto. Los fines que se persiguen con la participación ciudadana
son la defensa y representación de los intereses propios, por un lado, y
por otro de intereses comunes con otros ciudadanos, así como la búsqueda conjunta de soluciones y la potenciación de redes de ayuda mutua. Las vías de participación que hay que poner en marcha son:
t Participación individual: se desarrollará a través de los canales de
participación ya existentes. Se trata de entidades que representen
intereses que también afectan a la población inmigrante, tales como
asociaciones de padres y madres, asociaciones vecinales, asociaciones de mujeres, juveniles, de inmigrantes, etc.
t Participación colectiva: en este caso hay que fomentar la participación tanto de las asociaciones como de los colectivos de inmigrantes. Las asociaciones actúan como interlocutores y agentes sociales
implicados, fomentando la creación de la comunidad.
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
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LECTURAS
Principios básicos comunes para la política de integración de los inmigrantes en la Unión Europea2
«1. La integración es un proceso bidireccional y dinámico de ajuste mutuo por parte de todos los inmigrantes y residentes de los Estados miembros
[…].
2. La integración implica el respeto de los valores básicos de la Unión
Europea […].
3. El empleo constituye una parte fundamental del proceso de integración y es esencial para la participación de los inmigrantes, para las contribuciones que los inmigrantes aportan a la sociedad de acogida, y para hacer
visibles tales contribuciones […].
4. Un conocimiento básico del idioma, la historia y las instituciones de
la sociedad de acogida es indispensable para la integración; permitir a los inmigrantes adquirir ese conocimiento básico es esencial para que integración
tenga éxito […].
5. Los esfuerzos realizados en la educación son fundamentales para preparar a los inmigrantes, y en particular a sus descendientes, a participar con
más éxito y de manera más activa en la sociedad […].
6. El acceso de los inmigrantes a las instituciones y a los bienes y servicios tanto públicos como privados, en las mismas condiciones que los ciudadanos nacionales y sin discriminaciones es un requisito esencial para una
mejor integración.
7. Una interacción frecuente entre inmigrantes y ciudadanos de los Estados miembros es un mecanismo fundamental para la integración. Los foros
compartidos, el diálogo intercultural, la educación relativa a los inmigrantes
y sus culturas y unas condiciones de vida estimulantes en entornos urba2
http://europa.eu/rapid/pressReleasesAction.do?reference=PRES/04/321&format=HTML&aged=0
&language=ES&guiLanguage=en
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
nos mejoran las interacciones entre inmigrantes y ciudadanos de los Estados
miembros […].
8. La práctica de diversas culturas y religiones está garantizada por la
Carta de los Derechos Fundamentales y debe quedar salvaguardada, a menos
que dichas prácticas entren en conflicto con otros derechos europeos inviolables o con la legislación nacional.
9. La participación de los inmigrantes en el proceso democrático y en la
formulación de las políticas y medidas de integración, especialmente a nivel
local, favorece su integración.
10. Las políticas y medidas tendentes a incluir la cuestión de la integración en todas las pertinentes competencias políticas y niveles de gobierno y
servicios públicos deben tomarse debidamente en cuenta en la elaboración y
puesta en práctica de medidas públicas.
11. Es necesario establecer objetivos, indicadores y mecanismos de evaluación claros para ajustar las políticas, evaluar los avances en la integración
y hacer más eficaz el intercambio de información.»
II Plan Estratégico de ciudadanía e integración (2011-2014)3
«Las actuaciones públicas en materia de integración deben ir dirigidas al
conjunto de la población y este principio de universalidad implica que los inmigrantes deben recibir una atención normalizada dentro de esos servicios.
Este es un principio que debería inspirar tanto los servicios públicos como
los privados de carácter general. Siendo lo anterior válido en anteriores momentos del proceso migratorio, lo es más hoy día si cabe: a medida que pasa
el tiempo y en el nuevo ciclo migratorio en el que se inscribe este segundo
Plan Estratégico es aún más relevante y necesario esta premisa de universalidad y normalización.
La normalización debe ser entendida como un proceso general de incorporación del conjunto de población a los servicios y recursos sociales existentes en las mismas condiciones y mediante los mismos procedimientos,
complementándose ese criterio general con un principio subsidiario de especialización para los casos de necesidades particulares no generalizables por
parte de algún colectivo o perfil social determinado.
3
http://extranjeros.mtin.es/es/IntegracionRetorno/Plan_estrategico2011/pdf/PECI-2011-2014.pdf
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Sin embargo, en la coyuntura actual sigue habiendo algunas fases del
proceso de inmigración (como la acogida) o aspectos del proceso de integración (como la enseñanza de las lenguas oficiales en España) que pueden
exigir intervenciones o servicios específicos en algunos campos, al menos con
carácter temporal. En general, cabe señalar que las intervenciones de carácter específico que pueden requerir algunos aspectos del proceso de integración están orientadas a la superación de situaciones de desventaja, hasta conseguir la plena autonomía e igualdad en el acceso a los servicios establecidos
para el conjunto de la población. En este sentido, universalidad e igualdad
son los dos conceptos centrales que vertebran la actuación de las Administraciones Públicas» (pp. 82-83).
Declaración de Zaragoza. Conferencia Ministerial Europea sobre integración (15 y 16 de abril de 2010)4
«Convendría también examinar el concepto esencial de capital humano,
considerado como un conjunto de activos inmateriales entre los que se incluyen el conocimiento, las aptitudes y las competencias (formales e informales)
que la persona ha adquirido mediante la educación y la formación. Además,
el concepto de talento humano, entendido como «un recurso económico que
permite la creación de nuevos bienes, servicios, ideas, conocimientos y tecnologías, cultura y riqueza», podría utilizarse como una perspectiva fundamental para la integración, que haga posible la formulación de políticas intersectoriales que pongan en relación el empleo, la educación y la formación.
La educación es sin duda un elemento esencial en la lucha de la UE contra la exclusión social y la discriminación. Las experiencias y el conocimiento
generados mediante la educación pueden y deben ser utilizados para crear
una coexistencia próspera basada en la solidaridad, la tolerancia y el respeto
entre todos los miembros de la sociedad.
La Unión Europea, en su esfuerzo por garantizar la estabilidad y la cohesión sociales, ha insistido en que hay una necesidad apremiante de mejorar
la calidad de los sistemas de educación y formación. El objetivo es, aparte de
contribuir al éxito educativo de niños, jóvenes y adultos, dotar a los profesores y a los formadores del profesorado de las competencias necesaria para
trabajar con niños y adultos procedentes de la migración. También el Principio Básico Común n.º 5 reconoce la importancia crucial de la educación al
4
http://extranjeros.empleo.gob.es/es/IntegracionRetorno/Plan_estrategico2011/pdf/PECI-20112014.pdf
EDUCACIÓN SOCIAL Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
manifestar que «los esfuerzos realizados en la educación son fundamentales
para preparar a los inmigrantes, y en particular a sus descendientes, a participar con más éxito y de manera más activa en la sociedad» […].
A pesar de estos esfuerzos, indicadores nacionales y estudios internacionales ponen de manifiesto de forma clara y contundente que muchos niños
migrantes siguen obteniendo unos resultados escolares menos satisfactorios que sus pares. Para que todos los niños puedan desarrollar todas sus
capacidades y sacar el máximo partido de la diversidad cultural de nuestras
sociedades, los sistemas educativos deberían desarrollar medidas globales e
integradoras, teniendo en cuenta que también son sumamente importantes
los esfuerzos realizados por los propios inmigrantes. En este orden de cosas,
hay que prestar especial atención a la enseñanza de las lenguas. Además, la
participación activa de los padres en la educación escolar de sus hijos tiene
una importancia crucial, ya desde la educación preescolar y básica […].
El objetivo de los sistemas de educación y formación deberían ser «garantizar que todos los educandos, incluidos los procedentes de medios desfavorecidos, aquellos con necesidades especiales y los migrantes, completen su
educación». Ser un inmigrante o un descendiente de inmigrantes no debería
representar un obstáculo para desarrollar una carrera profesional ni para la
movilidad social».
Capítulo 11
La Educación Social en los comienzos
del siglo XXI
Julio Lancho Prudenciano
INTRODUCCIÓN
El presente capítulo se adentra en la descripción de las principales problemáticas a las que se enfrenta la educación social en los comienzos del
siglo XXI. La inmediatez del objeto de análisis, demasiado próximo en el
tiempo como para que pueda ofrecer una perspectiva completa, obliga a
abordarlo sin intención de totalidad; impulsa también a hacer un tratamiento en el que se conjugan interrogantes y temores derivados de un tiempo fronterizo en el que la escuela ya no es lo que era, pero en el que tampoco sabemos del todo en qué puede transformarse. Por eso se ha preferido
enfocar el análisis hacia las principales cuestiones emergentes, antes que en
una descripción miscelánea de líneas de acción cuya trascendencia no es
posible atisbar todavía. Este enfoque además se ha realizado desde el punto
de vista de los problemas e interrogantes que hay que resolver, en una coyuntura endiablada de tránsito desde el industrialismo hacia la sociedad
informacional, generadora de una crisis multifacética en la que los modelos
educativos vigentes se bambolean como una cáscara de nuez en una tempestad oceánica.
El capítulo se articula en dos grandes vertientes. La primera aborda el
problema de la crisis de los sistemas educativos y formativos actuales y la
necesidad de su redefinición. Se analizan las implicaciones de la nueva
perspectiva del aprendizaje permanente, impulsada por las transformaciones económicas y sociales, partiendo de las aportaciones de un documento
muy significativo en la trayectoria educativa europea, el Memorándum sobre el aprendizaje permanente, producto del nuevo enfoque estratégico que
supuso la Cumbre de Lisboa del año 2000. Esta paradójica llamada a una
radical transformación realista de las prácticas educativas y formativas europeas introdujo en el debate la necesidad de abordar el problema de la
evaluación y el reconocimiento de las cualificaciones profesionales obtenidas fuera de los circuitos formales de aprendizaje. El análisis de esta im-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
portante aportación, que atañe también al rol tradicional de los sistemas de
formación, tiene en cuenta tanto su trabajoso parto, en el que influyen las
resistencias de sectores académicos poco proclives a ceder un monopolio
imposible como su potencialidad futura en una sociedad que cambia a velocidad de vértigo. El proceso de conformación de un sistema de reconocimiento de las cualificaciones profesionales es la puerta de entrada al de la
aparición de la nueva concepción de las competencias para la vida. Al análisis del confuso e insuficiente tratamiento dado por el sistema de enseñanza a esta nueva concepción, bajo la fórmula de educación por competencias,
se dedica la parte final de la primera parte.
La segunda vertiente se refiere al papel jugado por la educación como
instrumento de lucha contra la pobreza y la exclusión social en tres frentes
especialmente significativos. El primero es el de la educación de adultos
compensatoria, que parece hallarse empantanada en un proceso de futuro
incierto en el que se atisban soluciones liberadoras para sus usuarios. En el
segundo se analizan la función de la escuela en relación con el fenómeno
migratorio y sus dificultades para proporcionar a sus alumnos inmigrantes
una auténtica plataforma de promoción social. El tercero de los frentes se
refiere al poliédrico problema del fracaso escolar, cuyo análisis añade a los
clásicos factores de desigualdad social y desestructuración familiar, otros
referidos a la transformación vertiginosa de los modelos sociales que permitirían advertir algunas de las razones centrales de una ineficiencia que
amenaza con convertirse en sistémica.
1. HACIA LA REDEFINICIÓN DE LOS SISTEMAS DE EDUCACIÓN
Y FORMACIÓN
La Cumbre Europea de Lisboa de 2000 actuó como el gozne necesario
para intentar un giro decisivo de los enfoques de las políticas educativas y
formativas de la Unión y de sus países miembros. Dicho giro perseguía fundamentalmente adaptar la economía y la sociedad europeas a los requerimientos de una sociedad de la información que comenzaba a avanzar de
manera apabullante. El abordaje del problema suponía intervenir en dos dimensiones. La primera y más importante era la mejora de la competitividad,
lo cual exigía identificar las cualificaciones necesarias para el logro de este
objetivo y redefinir los procedimientos para la obtención de estas cualifica-
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
ciones por parte de un elevadísimo número de personas. La dificultad de
esta tarea, a la que se oponían obstáculos gigantescos como el de las inercias
académicas y sociales, se acrecentaba con la necesidad, no sólo de adaptar
las cualificaciones de las personas a las nuevas exigencias productivas, sino
de conseguir la adaptabilidad de las mismas, en una perspectiva de cambio
permanente. De hecho, a mediados de la primera década del siglo:
Más de una tercera parte de la mano de obra europea (ochenta millones
de personas) está poco cualificada, mientras que las estimaciones indican
que, de aquí a 2010, casi el 50% de los nuevos puestos de trabajo exigirá
cualificaciones de nivel superior, algo menos del 40%, enseñanza secundaria
superior y tan sólo el 15%, aproximadamente, será adecuado para trabajadores que dispongan de escolarización básica (Parlamento Europeo, 2006).
La segunda dimensión era la modernización del modelo social europeo,
lo cual exigía emprender una lucha contra la exclusión social. Pese a las
apariencias, esta segunda dimensión también tenía connotaciones económicas. La preocupación por modernizar el modelo social europeo estaba
sustentada en la idea del mantenimiento del Estado de bienestar, seña de
identidad de la Europa occidental en la segunda mitad del siglo XX, pero
también era impulsada por la necesidad de lograr un mercado de consumidores lo suficientemente sofisticado para impulsar una actividad económica globalizada y trufada de información en muy diversos soportes y formatos. Claro es que el acceso a los ámbitos de información más enriquecedores,
seguía siendo prácticamente imposible aún en 2008 para una parte significativa de la población europea. En dicho año todavía «78 millones de personas en la Unión Europea viven con riesgo de caer en la pobreza, de los cuales, 19 millones son niños» (Parlamento Europeo y Consejo, 2008).
1.1. Una nueva perspectiva sobre el aprendizaje permanente.
El Memorándum europeo
Una de las primeras herramientas para iniciar ese giro necesario en el
enfoque de las políticas educativas y formativas europeas, lo constituye el
Memorándum sobre el aprendizaje permanente presentado a debate por la
Comisión Europea tras la cumbre de Lisboa. Como se señala en su introducción «el aprendizaje a lo largo de la vida debe acompañar la transición hacia
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
una economía y una sociedad basadas en el conocimiento para que ésta pueda tener éxito» (Comisión de las Comunidades Europeas, 2000: 3). La jerarquía de los intereses económicos sobre los sociales queda evidenciada en
estas palabras, tanto como en el primero de los objetivos de la Unión fijados
en el Tratado de Maastricht, fuente de la que manan este tipo de iniciativas:
Promover un progreso económico y social equilibrado y sostenible,
principalmente mediante la creación de un espacio sin fronteras interiores,
el fortalecimiento de la cohesión económica y social y el establecimiento de
una unión económica y monetaria que implicará, en su momento, una
moneda única, conforme a las disposiciones del presente Tratado» (Tratado
de la Unión Europea (92/c 191/01 Artículo B).
El discurso europeo, a diferencia del de la UNESCO, muestra una clara
dirección: la que vincula el aprendizaje permanente con el crecimiento económico y la mejora de la competitividad. El análisis de sus seis mensajes
clave, «que sugieren una estrategia integrada y coherente de aprendizaje
permanente» (Comisión de las Comunidades Europeas, 2000: 4) muestra
palmariamente que las preocupaciones de los dirigentes comunitarios se
dirigen a cimentar una respuesta formativa adecuada a las necesidades de
la economía europea.
En esa estrategia integrada y coherente se sitúa el fomento del aprendizaje permanente como medio para la obtención de las cualificaciones básicas
precisas para conseguir la ciudadanía activa y la empleabilidad. Las cualificaciones básicas que el Memorándum apunta tienen poco de compensatorio; se refieren a las tecnologías de la información, los idiomas, la cultura
tecnológica, el espíritu empresarial y las habilidades para la socialización.
También forma parte de la misma el objetivo de «aumentar visiblemente la
inversión en recursos humanos» (Comisión de las Comunidades Europeas,
2000: 13), que conforma el mensaje clave número 2. La contextualización
del aprendizaje en clave económica contenida en este mensaje es tan evidente que no deja lugar a dudas sobre las intenciones de sus redactores.
El interés por la innovación en la enseñanza y el aprendizaje constituye
otra de las preocupaciones de los redactores del Memorándum, que apuntan
en la dirección de generar contextos eficaces de enseñanza y aprendizaje, lo
que implicaría «sistemas didácticos centrados en el usuario, con fronteras
permeables entre sectores y niveles». Aunque algo más adelante confiesan
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
que «todavía sabemos y compartimos demasiado poco, por ejemplo, sobre
como generar un aprendizaje autónomo productivo» (Comisión de las
Comunidades Europeas, 2000: 15). Tal vez sea esta la razón por la cual, mientras el discurso teórico del aprendizaje permanente y autónomo es compartido universalmente, las prácticas mayoritarias no se hayan despegado del modelo clásico del aprendizaje académico. Como señala Medina (2002: 131):
El problema, pues, no es de concepto; el problema está en que se hacen
declaraciones desde el modelo basado en la educación permanente que
tiene lugar en la comunidad (desde la amplitud espacio-temporal) y luego,
al concretar el tiempo y el espacio educativo, se retorna al modelo basado
en la enseñanza y la escolaridad (que limita la acción educativa a un tiempo
y a un espacio).
La cuarta apuesta se refiere a la necesidad de establecer sistemas válidos de reconocimiento y certificación de los aprendizajes en todo el ámbito
comunitario. Esta vieja aspiración recogida por distintos países comunitarios en leyes específicas sigue presentando todavía dificultades prácticas
para una aplicación fluida en casi todos ellos y en el ámbito europeo. Las
reticencias sobre la calidad de las capacitaciones obtenidas por procedimientos no convencionales siguen estando presentes en la mayoría de las
sociedades avanzadas, lo que supone también una contradicción entre el
discurso dominante sobre el aprendizaje a lo largo de toda la vida en contextos diversos y las prácticas habituales, temerosas de salirse de los rígidos
raíles de la costumbre. Conscientes de esta dificultad, que inutiliza su discurso, los redactores del Memorándum señalan que «es preciso convencer a
los empresarios y a los responsables de la admisión en los centros de educación y formación del valor de este tipo de certificación» (Comisión de las
Comunidades Europeas, 2000: 17).
La necesidad de disponer de servicios de orientación y asesoramiento,
que constituye el quinto mensaje, constituye la clave de arco de un modelo
didáctico basado en contextos de aprendizaje. Los profesionales de la orientación son definidos como mediadores, esto es como gestores de una información abundantísima que puede apabullar a los ciudadanos interesados
en formarse. Su papel parece evolucionar de forma paralela a la transformación de las posibilidades formativas. Cuando la inmensa mayoría de la
educación y la formación era proporcionada por los sistemas formales de
enseñanza, los orientadores debían actuar básicamente en el seno de éstos.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Tras la apertura a otros sistemas no formales, la acción orientadora necesita salir del ámbito académico y dirigir su atención adonde se manifiesten
las necesidades de los usuarios. La cuestión que plantea el Memorándum es
la necesidad de definir este nuevo papel dentro del continuum comprendido
entre el orientador escolar y el asesor de empresa, en un contexto de tensión
público-privado.
Finalmente, el Memorándum resalta la necesidad de reforzar los contextos locales para el aprendizaje permanente, utilizando la fórmula de «acercar el aprendizaje al hogar». El territorio próximo, lo local, ha sido el referente tradicional de la educación de adultos y de la educación social en general.
La nueva realidad de la globalización, parece haber oscurecido esta vinculación. El planteamiento de la Comisión Europea propone devolver la mirada hacia el entorno más cercano aunque sin descuidar los grandes horizontes, siguiendo el conocido principio de pensar en lo global, actuar en lo local.
Pero además, la idea de acercar el aprendizaje al hogar contiene un sustrato
de sofisticación, que sólo pueden permitirse las sociedades acomodadas. En
el fondo, se trata, además de proporcionar contextos de aprendizajes muy
cercanos en el barrio o en la propia ciudad, de permitir que los ciudadanos
utilicen las tecnologías informativas en su ámbito doméstico para ensanchar sus posibilidades de aprendizaje tanto en el tiempo como en el espacio
virtual.
1.2. La influencia en España del discurso pragmático europeo
La plasmación en España, a partir de la segunda mitad de los años noventa, de lo que podríamos denominar el discurso pragmático europeo, centrado en el desarrollo y modernización de la formación profesional como
fuente para el incremento de la productividad, se produce en tres momentos. El primero de ellos lo constituyó la firma, en 1996, del Acuerdo de
Bases sobre Política de Formación Profesional y del Acuerdo Tripartito sobre
Formación Continua suscritos por el Gobierno y los agentes sociales.
Dichos acuerdos supusieron la inclusión de la formación de los trabajadores ocupados (formación continua) como uno de los subsistemas del sistema de formación profesional. Esto implicó por una parte el comienzo de la
ordenación del sistema de formación de los trabajadores ocupados, que
hasta entonces había funcionado de una manera bastante desarticulada.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
Por otra, consolidaba el protagonismo en este ámbito de las organizaciones
empresariales y sindicales, adelantándose a la línea señalada por la
Estrategia Europea de Empleo, nacida en el seno del Consejo Europeo de
Luxemburgo celebrado en 1997. Durante el periodo de vigencia de estos
acuerdos (1996-2000) cerca de medio millón de trabajadores y unas cien
mil empresas participaron en actividades formativas desarrolladas a su
amparo.
El segundo momento fue la aprobación, en 1998, del Nuevo Programa
Nacional de Formación Profesional concebido como un programa de trabajo para el periodo 1998-2002. Apoyado en el concepto de aprendizaje a
lo largo de la vida, el Nuevo Programa se asentaba sobre cuatro pilares que
plasman fielmente las líneas establecidas en los libros blancos y en las directrices europeas. Dichos pilares son: la consideración de la Formación
Profesional como inversión en capital humano 1, la integración de la
Formación Profesional con las políticas activas de empleo en clave comunitaria 2, la participación de las administraciones central y autonómica y
de los agentes sociales en el Consejo General de la Formación Profesional,
y el más ambicioso, consistente en la creación del Sistema Nacional de
Cualificaciones 3.
El Nuevo Programa establecía además los objetivos para los tres subsistemas del Sistema Nacional de Formación Profesional (formación profesional inicial/reglada, ocupacional y continua), tratando de armonizarlos hacia el establecimiento de un sistema de equivalencias entre las cualificaciones
que proporcionan y potenciando la relación empresa-escuela. Evidentemente,
tanto en las líneas generales como en los desarrollos concretos, el pragmatismo europeo está presente en todas sus líneas. Este pragmatismo ya era
temido y criticado en la década anterior por el Libro Blanco de la Educación
de Adultos, que afirmaba temeroso:
Voces históricas de la educación de adultos en Europa dicen que el sector
está «enfermo» de formación profesional. Entre nosotros todavía no hay síntomas de la «enfermedad» pues lo que salta a la vista es el raquitismo de todo el
entramado formativo. Podemos, sin embargo, estar contagiándonos del virus,
1
Secretaría General del Consejo General del Consejo de Formación Profesional (2000): Nuevo
Programa Nacional de Formación Profesional (3.ª ed.), p. 15.
2
Ibídem.
3
Ibídem.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
a través de las medidas de homologación con Europa en materia de formación
e inserción profesional, que pueden producir frutos no deseados ni por su calidad ni por su oportunidad (Ministerio de Educación y Ciencia, 1986: 108).
El tercer momento lo constituye la promulgación, en 2002, de la Ley de
las Cualificaciones y de la Formación Profesional 4 , con la que se otorga naturaleza legal al cuarto pilar del Nuevo Programa Nacional de Formación
Profesional. La ley establece el denominado Sistema Nacional de
Cualificaciones y Formación Profesional, que consta básicamente de un
Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales, constituido por las
cualificaciones identificadas en el sistema productivo y por la formación
asociada a las mismas 5, y de un procedimiento de reconocimiento, evaluación, acreditación y registro de las cualificaciones profesionales 6. Este procedimiento, cuyo desarrollo ha seguido un lento y tortuoso camino que
comienza a dar sus frutos, tímidamente, en los comienzos de la segunda
década del siglo, permite la evaluación y acreditación de las competencias
profesionales adquiridas a través de la experiencia laboral o mediante vías
no formales de formación. Esta iniciativa legislativa se inscribe en la corriente normativa sobre reconocimiento de cualificaciones profesionales
desarrollada en diferentes países europeos durante los años de tránsito
entre los siglos XX y XXI, de la que forman parte la ley irlandesa de cualificaciones de 1999, la creación en Portugal en ese mismo año de la Agencia
Nacional de Educación y Formación de Adultos (ANEFA), a la que se encargó la creación de un sistema de reconocimiento y validación de competencias profesionales, y la ley francesa de modernización social, promulgada en 2001, que abordaba también la validación y la certificación de
saberes.
La lentitud y dificultad en el desarrollo de la Ley de las Cualificaciones y
de la Formación Profesional se explica por la complejidad de su tarea, aunque también por la intervención en el proceso de numerosos agentes provenientes de diversos sectores (formación profesional, reglada, formación
profesional ocupacional y continua, administraciones educativa y laboral
en el doble plano nacional y autonómico, organizaciones sindicales y empresariales), con intereses y perspectivas no siempre coincidentes. El objeti4
5
6
Ley Orgánica 5/2002, de 19 de junio, de las Cualificaciones y de la Formación Profesional.
Ibídem. Artículo 7.1.
Ibídem. Artículo 4.b.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
vo último del proceso que inicia la Ley es la organización de un sistema
capaz de producir y/o reconocer la competencia profesional en las personas,
independientemente del procedimiento seguido para lograrla. La competencia profesional es definida como «el conjunto de conocimientos y capacidades que permiten el ejercicio de la actividad profesional conforme a las
exigencias de la producción y el empleo» 7. La competencia profesional es
por lo tanto el resultado de un proceso en el que han podido intervenir en
diverso grado la construcción de aprendizajes y destrezas en contextos formativos formales o no formales y/o en contextos de experiencia práctica.
Suele ser reconocida en el mercado profesional y, con el procedimiento iniciado aquí, se pretende que sea reconocida oficialmente sin confundirla con
el camino utilizado para lograrla.
Como su nombre indica, la Ley de las Cualificaciones y de la Formación
Profesional no ordena la competencia profesional general que es el final del
proceso, sino la cualificación profesional, definida como «el conjunto de
competencias profesionales con significación para el empleo que pueden
ser adquiridas mediante formación modular u otros tipos de formación, así
como a través de la experiencia laboral» 8. Obsérvese que a la competencia
general, que suele reconocerse finalmente en el ámbito de la producción y
del empleo, se llega mediante un proceso de cualificación por vías muy diversas en el que se van adquiriendo competencias parciales que pueden ser
reconocidas y acreditadas. Ese «agregado mínimo de competencias profesionales, susceptible de reconocimiento y acreditación parcial» 9 recibe el
nombre técnico de Unidad de competencia. Es evidente que el proceso de
determinar objetivamente todas las unidades de competencia de cada cualificación profesional, con vistas a su reconocimiento y a la planificación de
la formación necesaria para adquirirlas, resulta muy complejo. Mas la complejidad se acrecienta notablemente si se tiene en cuenta que debe extenderse a las cualificaciones correspondientes a las 26 familias profesionales que
componen el Catálogo Nacional y a los cinco niveles de cualificación en los
que está dividido, de acuerdo con las directrices de la Unión Europea
(Tabla I). A principios de 2013 existían 664 cualificaciones aprobadas de un
total de unas 750 previstas.
7
Real Decreto 1128/2003, de 5 de septiembre, por el que se regula el Catálogo Nacional de
Cualificaciones Profesionales. Art. 5.1.c.
8
Ibídem.
9
Ibídem.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Tabla I. Familias profesionales y niveles de cualificación
t "HSBSJB
t .BSÓUJNP1FTRVFSB
t *OEVTUSJBT"MJNFOUBSJBT
Niveles de Cualificación
NIVEL 1
Familias profesionales
Competencia en un conjunto reducido de actividades simples,
dentro de procesos normalizados.
Conocimientos y capacidades limitados.
t 2VÓNJDB
t 4BOJEBE
t 4FHVSJEBEZ.FEJP"NCJFOUF
NIVEL 2
t *NBHFO1FSTPOBM
t 'BCSJDBDJØO.FDÈOJDB
t &MFDUSJDJEBEZ&MFDUSØOJDB
t *OTUBMBDJØOZ.BOUFOJNJFOUP
t *OEVTUSJBT&YUSBDUJWBT
NIVEL 3
t &OFSHÓBZ"HVB
Competencia en actividades determinadas que pueden
ejecutarse con autonomía.
Capacidad de utilizar instrumentos y técnicas propias.
Conocimientos de fundamentos técnicos y científicos de la
actividad del proceso.
Competencia en actividades que requieren dominio de
técnicas y se ejecutan con autonomía.
Responsabilidad de supervisión de trabajo técnico y
especializado.
t 5
SBOTQPSUFZ.BOUFOJNJFOUP
de Vehículos
Comprensión de los fundamentos técnicos y científicos de las
actividades y del proceso
t &EJGJDBDJØOZ0CSB$JWJM
Competencia en un amplio conjunto de actividades
complejas.
t .BEFSB .VFCMFZ$PSDIP
t 5FYUJM $POGFDDJØOZ1JFM
t "SUFT(SÈGJDBT
NIVEL 4
t 7JESJPZ$FSÈNJDB
t *NBHFOZ4POJEP
Diversidad de contextos con variables técnicas científicas,
económicas u organizativas.
Responsabilidad de supervisión de trabajo y asignación de
recursos.
Capacidad de innovación para planificar acciones, desarrollar
proyectos, procesos, productos o servicios.
t *OGPSNÈUJDBZ$PNVOJDBDJPOFT
t "ENJOJTUSBDJØOZ(FTUJØO
Competencia en un amplio conjunto de actividades muy
complejas ejecutadas con gran autonomía.
t 4
FSWJDJPT4PDJPDVMUVSBMFTZBMB
Comunidad
Diversidad de contextos que resultan, a menudo,
impredecibles.
t )PTUFMFSÓBZ5VSJTNP
t "
DUJWJEBEFT'ÓTJDBTZ
Deportivas
NIVEL 5
t $PNFSDJPZ.BSLFUJOH
Planificación de acciones y diseño de productos, procesos o
servicios.
Responsabilidad en dirección y gestión.
t "SUFTZ"SUFTBOÓBT
Fuente: INCUAL
El modelo de formación profesional establecido en la Ley de las
Cualificaciones y de la Formación Profesional comprende las enseñanzas pro-
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
pias de la formación profesional en el sistema educativo (ciclos formativos),
las acciones de inserción y reinserción laboral de los trabajadores y la formación continua en las empresas. Estas enseñanzas que inicialmente conformaban tres subsistemas —formación profesional reglada (formación inicial dirigida preferentemente a los jóvenes), formación ocupacional (dirigida a los
desempleados) y formación continua (dirigida a los trabajadores ocupados)—
pasan, a partir de 2006, a organizarse en dos subsistemas: el de formación
profesional del sistema educativo, que proporciona los títulos académicos de
formación profesional y el de formación profesional para el empleo, que aglutina a los subsistemas anteriores dirigidos a parados y ocupados y proporciona, en el grado máximo de la formación que ofrece, los certificados de profesionalidad. El primero de ellos depende de las administraciones educativas;
el segundo de las administraciones laborales. El modelo contempla que los
títulos de formación profesional y los certificados de profesionalidad de una
determinada ocupación comprendan las mismas unidades de competencia,
definidas en el Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales.
El modelo se completa con la existencia de un Observatorio Profesional,
destinado al estudio de la evolución de las profesiones, ocupaciones y perfiles
en el mercado de trabajo, y con la creación de los Centros de Referencia
Nacional en el ámbito de la formación profesional creados en 200810. Como su
nombre indica, estos centros están destinados a servir como referencia en el
ámbito estatal en una determinada familia profesional y «podrán incluir acciones formativas dirigidas a estudiantes, trabajadores ocupados y desempleados, así como a empresarios, formadores y profesores, relacionadas con la innovación y la experimentación en formación profesional»11. A principios de
2011 existían 48 centros de este tipo distribuidos en las distintas comunidades
autónomas. La aparentemente rápida proliferación de centros de este tipo se
explica por la incorporación a esta red de los antiguos Centros Integrados de
Formación Profesional y de los Centros Nacionales de Formación Ocupacional,
que pasaron a ser calificados como Centros de Referencia Nacional. La compleja distribución territorial española constituye un hándicap para la plena
optimización de la influencia de estos centros, cuya proyección, salvo excepciones, no sobrepasa la de la comunidad autónoma en la que se asientan.
10
Real Decreto 229/2008, de 15 de febrero, por el que se regulan los Centros de Referencia
Nacional en el ámbito de la formación profesional (BOE núm. 48, de 25 de febrero de 2008).
11
Ibídem. Art. 2.3.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
1.3. La educación por competencias
La idea del reconocimiento de las cualificaciones profesionales, que comienza a plasmarse en las legislaciones de los países europeos en los años
del tránsito entre los siglos, lleva en su seno un concepto de un enorme potencial, el del aprendizaje basado en competencias. La primera aproximación consistente a este asunto es obra de David McClelland, profesor de psicología en Harvard, quien en los años sesenta del pasado siglo empezó a
cuestionar empíricamente la proporcionalidad directa entre éxito académico y rendimiento profesional. Esta discrepancia también había sido advertida por otros autores como Collins, quien abundaba en la ineficiencia de la
escuela y en su sentido discriminador:
Ha habido pocos estudios sobre lo que verdaderamente se aprende en
las escuelas y cuánto tiempo se recuerda. Las evidencias disponibles, sugieren que las escuelas son lugares muy poco eficientes de aprendizaje.
Muchas de las técnicas utilizadas en empleos directivos y profesionales se
aprenden en los mismos lugares de trabajo, y los largos cursos de estudios
impartidos en escuelas superiores y de comercio existen, en gran parte,
para elevar el status de las profesiones y para establecer barreras entre los
practicantes y los extraños (Collins, 1989: 24).
Estas y otras críticas a la institución escolar, que comienzan a aparecer
ya a finales de los años sesenta del siglo XX, son consecuencia del declinar
de la visión optimista de la escuela como propiciadora de la igualdad de
oportunidades. En una época tan crítica como la del último tercio del siglo,
en la que se desarrollan procesos colosales como el fin del industrialismo y
la emergencia de la sociedad informacional, comienzan a advertirse las evidentes limitaciones de la escuela. Ésta parece impotente para afrontar adecuadamente tareas tan complejas como las derivadas de la transformación
del sistema de valores, la modificación de la estructura del sistema de ocupaciones y del mercado de trabajo, o la revolución tecnológica.
La aceleración de este proceso según avanza el siglo XXI no ha hecho
sino acrecentar la ineficiencia estructural del sistema educativo para responder a las demandas de una sociedad informacional en la que las tecnologías, las ideas, los conocimientos, los modos de vida y los valores circulan
y se transforman vertiginosamente configurando un mundo global cada
vez más empeñado en la diversificación uniformizadora. La ineficiencia de
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
la escuela en esta situación deriva de la pérdida de su hegemonía en la administración del saber. La estructura comunicativa reticular propiciada por
el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación ha impulsado una suerte de horizontalidad en la gestión del conocimiento que
casa difícilmente con la estructura académica piramidal. Los esfuerzos de
la escuela por acomodarse a esta nueva situación son a menudo cosméticos
y contradictorios. Cosméticos en cuanto que atienden a cuestiones estrictamente tecnológicas y metodológicas, que no alteran su ethos fundamental;
contradictorios en tanto que responden a una suerte de demagogia defensiva en la que importa más mantener al cliente dándole la razón que intentar
educarle mostrándole un camino poco placentero a corto plazo.
En una situación como la descrita, el masivo proceso de incorporación
de niños y jóvenes al sistema educativo no parece haber tenido los efectos
esperados. Al logro del viejo sueño de la escolarización total se contraponen
las elevadas tasas de fracaso y abandono prematuro. La escuela que actuaba como un evidente polo de atracción para las capas populares en las sociedades meritocráticas del industrialismo de los dos primeros tercios del
siglo XX, por su claro potencial emancipador, ha perdido gran parte de su
interés para muchos jóvenes de esas clases, incómodos en una institución
que aún no promete fáciles paraísos y qué, a ojos de miope, difícilmente les
garantiza una vida mejor.
Estupefacta ante el dilema de profundizar en su esencia primigenia de
construcción y transmisión del saber o competir en un mercado del conocimiento lleno de ofertas infinitamente más atractivas, sugerentes y llevaderas, la escuela se aferra a la única potestad que aún mantiene: la administración y emisión de títulos y diplomas. Este poder no es baladí en una
sociedad credencialista como la actual, que en esto no ha variado un ápice
respecto a la de hace treinta años, descrita por (Collins, 1989: 5):
Si escuchamos las peticiones desde todos los lados para que se introduzcan planes de estudios regulados que culminen en exámenes especiales ello
se debe, por supuesto, no a un súbito despertar de una «sed de educación»,
sino más bien al deseo de limitar el número de candidatos para estas posiciones y de monopolizarlas en provecho de los poseedores de patentes académicas. Para esta monopolización, el instrumento hoy universal es el
«examen», de aquí su ascenso irresistible.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Entendida y defendida internamente la titulación como el principal objetivo de la escuela, ésta orientará todo su bagaje y sus procedimientos al
logro del mismo. La búsqueda del título es el único armazón sólido que hoy
mantiene al sistema educativo. Eso convierte a la institución educativa en
una entidad cada vez más ensimismada, que dispone de unas reglas propias
que conviene conocer y manejar para progresar adecuadamente en ella. La
maestría en el dominio de esas reglas no implica necesariamente destreza
fuera de los muros de la escuela, así que los aprobados y los títulos reflejan
básicamente conocimiento de los procedimientos académicos. Este estado
de cosas es el que denunciaron Collins y otros críticos del sistema educativo
ya en los años sesenta del siglo XX, en los albores del tránsito hacia la sociedad informacional. En todo el tiempo transcurrido desde entonces la institución educativa no ha incrementado su funcionalidad en relación con la
sociedad en la que se desenvuelve. La razón es que ha seguido manteniendo
su ensimismamiento académico, que produce una desvinculación efectiva
con la realidad social y proporciona ciudadanos incompetentes para enfrentarse a los retos de una sociedad extraordinariamente dinámica como
la nuestra. En este escenario aparece la noción de competencia aplicada a
las destrezas no profesionales.
A mediados de la primera década del siglo XXI, los responsables de la
Unión Europea parecen tomar conciencia de esta realidad. Pese a los avances en las tasas de escolarización y permanencia en las aulas, los sistemas
educativos nacionales se mostraban ineficientes para generar personas capaces de desenvolverse con soltura en la cambiante sociedad de la información. Y sin embargo esta es la necesidad que atisban el Parlamento Europeo
y el Consejo: «Dados los nuevos retos que la globalización sigue planteando
a la Unión Europea, cada ciudadano requerirá una amplia gama de competencias para adaptarse de modo flexible a un mundo que está cambiando
con rapidez y muestra múltiples interconexiones» 12. La introducción en el
debate público del concepto de competencias clave, definidas como «aquéllas que todas las personas precisan para su realización y desarrollo personales, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo» 13,
12
Recomendación del Parlamento Europeo y del Consejo de 18 de diciembre de 2006 sobre las
competencias clave para el aprendizaje permanente. (2006/962/CE). Diario Oficial de la Unión Europea
L 394/10 de 30.12.2006.
13
Ibídem.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
implica una desconfianza en el sistema educativo y un cuestionamiento de
su monopolio en la construcción de las mismas.
El concepto de competencias clave constituye la nueva definición de la
educación básica necesaria para desenvolverse en las sociedades dinámicas y
cambiantes como la nuestra. Dicha educación básica poco tiene que ver con
la que proporcionan los sistemas de enseñanza. La propia noción de competencia clave alude al contexto social cómo ámbito en el que ponerla a prueba.
Por eso debe distinguirse la competencia social, apreciada por las personas e
instituciones presentes en un determinado ámbito, de la competencia académica, que debiendo desembocar en aquella, no siempre lo consigue.
La Recomendación de la Unión Europea no contempla estas destrezas
que configuran la nueva educación básica como una meta, sino que alude a
«las competencias clave para el aprendizaje permanente»14, entendiéndolas
como herramientas que permiten adaptarse a un mundo cambiante en el
que es necesario aprender continuamente. Las ocho competencias clave definidas por el Marco de Referencia Europeo15 son las siguientes:
14
15
Ibídem.
Ibídem.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
1.3.1. Competencias y sistema educativo
En pleno proceso de debate sobre el sentido de las competencias para el
aprendizaje permanente, se promulga en España la LOE 16 que adopta un
criterio muy restrictivo del concepto competencia, al que intenta recluir a
toda costa en el interior del sistema educativo. De este modo las competencias para el aprendizaje permanente pierden sus referentes sociales y atienden fundamentalmente a los referentes curriculares. Este intento de domesticación de la noción de competencia por parte de la escuela es palmario en
la propia definición del currículo:
A los efectos de lo dispuesto en esta Ley, se entiende por currículo el
conjunto de objetivos, competencias básicas17, contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación de cada una de las enseñanzas reguladas en
la presente Ley18.
La consideración de las competencias básicas como un apartado curricular
inserto entre los objetivos y los contenidos ha tenido tres efectos claros en las
prácticas docentes: la confusión sobre la naturaleza de las competencias, la
burocratización en el manejo de las mismas y su consideración como una
moda pedagógica más. No es posible poner puertas al campo. Reducir el enorme potencial de un concepto llamado a configurar un nuevo escenario de
aprendizaje permanente no monopolizado por la escuela, reduciéndolo a la
condición de pieza técnica del currículo escolar denota una acusada miopía.
Fomenta además una utilización tecnocrática del modelo de competencias, al
que se somete a toda suerte de encasillamientos didactistas que procuran de
nuevo el ensimismamiento de la institución educativa. Con esta pretensión de
controlar las competencias por vía curricular, la escuela está lanzando un grito
desesperado tratando de recuperar un espacio perdido. Probablemente le fuera
mejor si, interpretando adecuadamente la concepción de las competencias
como «aquéllas que todas las personas precisan para su realización y desarrollo personales, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo», tuviera la humildad de reconocer que las competencias se demuestran al
final del proceso, fuera de los muros de la escuela, en un contexto en el que ésta
ya no puede intervenir. Si así fuera, si no hubiera distracciones conceptuales, la
escuela podría dedicarse a intentar hacer bien lo que siempre ha constituido su
16
17
18
Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (BOE núm. 106, de 4 mayo 2006).
Cursiva mía.
Ibídem. Art. 6.1.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
fundamento, instruir y educar, aunque con el enfoque de que dichas instrucción y educación sean valiosas para ayudar a desenvolverse en la vida.
El modelo constructivista de competencias, en el que se encuadran la propuesta de la Unión Europea y la propia LOE, «se fundamenta en el saber actuar en un determinado contexto» (Lancho, 2009: 260). La aparición del contexto como referente fundamental para la determinación de la competencia
de una persona, en el modelo del aprendizaje a lo largo de la vida, limita
enormemente la capacidad de maniobra de las instituciones de enseñanza
formal. Éstas sólo pueden evaluar lo que ocurre en su seno y a lo sumo establecer predicciones para el futuro puesto que «si partimos de la idea de que el
contexto determina la competencia, habrá que inferir que una misma persona que dispone de determinadas destrezas puede ser competente, aplicándolas, en una determinada situación y no serlo en otras» (Lancho, 2009: 258).
Por eso llama la atención que el articulado de la LOE vincule las competencias básicas a la propia estructura interna del sistema de enseñanza, convirtiéndolas por tanto en objeto de evaluación académica —«El alumnado accederá al ciclo educativo o etapa siguiente siempre que se considere que ha
alcanzado las competencias básicas correspondientes»19 y que contenga una
visión confusa de las competencias básicas, a las que, confundiendo con las
destrezas que sí puede proporcionar la escuela, considere que pueden adquirirse con el mero paso exitoso por el sistema educativo —«Con el fin de garantizar la continuidad del proceso de formación del alumnado, cada alumno
dispondrá al finalizar la etapa de un informe sobre su aprendizaje, los objetivos alcanzados y las competencias básicas adquiridas»—20. Ahondar en la
confusión entre competencia y titulación, atribuyendo al sistema de enseñanza capacidades a las que no tiene acceso, no parece la mejor forma de reforzar a una institución como la escuela, cada vez más perpleja ante una sociedad en la que ha perdido el monopolio en la administración del conocimiento.
2. LA EDUCACIÓN COMO INSTRUMENTO DE LUCHA
CONTRA LA POBREZA Y LA EXCLUSIÓN SOCIAL
El giro estratégico realizado por la Unión Europea en el año 2000 se
advierte también en el ámbito del reconocimiento formal de los derechos de
19
20
Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. (BOE, núm. 106, 4, mayo, 2006). Art. 20.2.
Ibídem. Art. 20.5.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
sus ciudadanos. La proclamación solemne de los mismos queda recogida
en la Carta Europea de Derechos Fundamentales, publicada en dicho año. La
Carta contempla entre otros derechos los relativos al acceso a la educación,
la formación profesional y la formación permanente, lo que «incluye la facultad de recibir gratuitamente la enseñanza obligatoria»21 así como los relativos a la percepción de prestaciones y ayudas sociales en diversos campos
«con el fin de combatir la exclusión social y la pobreza»22.
En ese mismo año 2000 se cierra en España la tercera fase del proceso
de descentralización de la educación 23, en medio de un clima de optimismo
económico. No en vano son años de expansión en el ciclo económico, en los
que se registran tasas de incremento del PIB y del empleo superiores al 4%.
La fase expansiva que vive la economía española en los comienzos del milenio produce algunas consecuencias relevantes que, bastante concatenadas
entre sí, afectarán a la estructura social española de los años venideros. La
primera es la masiva incorporación de las mujeres al mercado de trabajo24;
la segunda, derivada aunque solo en cierto sentido de esta, es el mantenimiento de la baja tasa de natalidad en España, con el consiguiente envejecimiento de la población; la tercera es el enorme incremento en el número de
inmigrantes25; la cuarta es el progresivo incremento de las enormes tasas de
fracaso escolar, que al doblar el siglo ya eran superiores al 26%26.
2.1. La educación de adultos compensatoria. La conformación
del gueto
La última fase del proceso descentralizador de la educación española se
llevó a cabo paralelamente a la reforma de la misma iniciada en 1990 con la
21
Unión Europea (2000). Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Diario
Oficial de las Comunidades Europeas C 364/1 de 18.12.2000. Art. 14.2.
22
Ibídem. Art. 34.3.
23
Entre 1998 y 2000 se traspasaron las competencias educativas a las diez últimas comunidades
autónomas que aún no los tenían.
24
Dos de cada tres personas que se incorporaron a la población activa entre 1995 y 2001 eran
mujeres.
25
La cantidad de extranjeros residentes en España en 2002, más de 1,2 millones de personas, era
más del doble que la existente seis años antes, en 1996.
26
Un 26,6% de los estudiantes de ESO, en edad de hacerlo, no obtuvieron el título de Graduado en
Educación Secundaria en el curso 2000/2001.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
promulgación de la LOGSE27. Dicha norma venía impulsada por las nuevas
necesidades educativas que habían ido apareciendo en la sociedad española, que había experimentado un progreso extraordinario en las dos décadas
precedentes. En el ámbito de la educación de adultos la LOGSE mantuvo la
característica fundamental del sistema anterior, referida a la existencia de
centros y de profesorado específicos, así como la de un currículo adaptado,
destinados a proporcionar la titulación básica a las personas adultas.
Sobre este sustrato de continuidad, la LOGSE incorporaba una titulación básica de mayor rango28 correspondiente a la ampliación en dos años
de la escolaridad obligatoria, que se alargaba hasta los dieciséis. Esa modificación implicaba la elevación de la categoría del profesorado encargado de
impartir los niveles que daban acceso al título. Esto suponía la aparición en
los centros de educación de adultos de unos profesionales, los profesores de
enseñanza secundaria, completamente ajenos a este ámbito, atendido tradicionalmente por maestros.
Además, el currículo para la obtención del título básico experimentaba
un incremento en su carga horaria de al menos un curso académico. Todas
estas circunstancias supusieron algunos efectos probablemente indeseados.
La aparición del profesorado de enseñanza media y el alargamiento del currículo dotaron de un mayor componente académico a las enseñanzas básicas dirigidas a la población adulta. Esto ejerció un poderoso efecto disuasorio sobre muchas personas adultas carentes del título básico, que no
parecían dispuestas a sumergirse en unas enseñanzas con mayor grado de
exigencia temporal y académica. Pero el efecto disuasorio de las nuevas enseñanzas básicas sobre sus potenciales usuarios no era el principal freno
para su implantación generalizada. La razón fundamental de éste era el
encarecimiento que las mismas suponían frente a las anteriores. Por otra
parte, en el mercado de trabajo no existía apenas demanda del nuevo título
básico debido a su novedad. Esto supuso que en el ámbito de la educación
de adultos pudieran convivir las dos titulaciones en algunas comunidades
autónomas hasta el curso 2001-02. Obviamente gran parte de los adultos
optaron hasta cuando pudieron por la titulación antigua, menos costosa de
obtener y equivalente a efectos laborales a la nueva.
27
Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo.
El título básico previsto en la LOGSE es el de Graduado en Educación Secundaria. Dicho título
sustituyó al de Graduado Escolar recogido en la Ley General de Educación.
28
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Por todas estas razones, desde el principio de siglo comienza a producirse un desplazamiento gradual y progresivo de los públicos tradicionales de
la educación de adultos por parte de un nuevo tipo de alumnos, básicamente jóvenes procedentes del fracaso escolar. Este tipo de públicos refuerzan a
su vez la connotación academicista de las enseñanzas y fortalecen la deriva
abandonista en la que se haya gran parte de la población adulta carente de
titulación básica. Por otra parte, como consecuencia de la universalización
de la educación básica llevada a cabo a partir de los años setenta, el número
de adultos carentes de la posibilidad de completar una instrucción elemental se está reduciendo considerablemente. La conclusión es clara: el ámbito
nuclear de los sistemas específicos de educación de adultos, dedicado a la
titulación básica, viene subrayando crecientemente su carácter profundamente compensatorio.
Este carácter compensatorio se refuerza en tanto que los centros de
adultos, durante los años de bonanza económica previos a la crisis, han
constituido un regazo protector para los inmigrantes pobres. La frontera de
la pobreza, que opera claramente en cuanto al reconocimiento de las cualificaciones y competencias de las personas inmigrantes, también lo hace
respecto a las oportunidades de educación y formación que se les ofrecen.
Para los inmigrantes no hispanohablantes de clase media procedentes de
los países desarrollados se ha diseñado una red de ofertas formativas públicas —escuelas oficiales de idiomas, Instituto Cervantes— y privadas, que
operan en el mercado bajo la denominación genérica de español para extranjeros, siguiendo las directrices del Portfolio Europeo de las Lenguas, a cargo de profesorado altamente cualificado. Para los inmigrantes pobres no
hispanohablantes se ha habilitado una oferta de español para inmigrantes
en las redes de centros de adultos dependientes de las administraciones
educativas, en la que frecuentemente se improvisan los currículos y en la
que intervienen profesores no cualificados específicamente, que han debido
y deben aprender de esa experiencia cotidiana de forma bastante asistemática. Esta división tiene bastante de ignominiosa puesto que establece una
división entre el español que deben aprender los inmigrantes —es decir, los
pobres— que debe ser diferente al que necesitan conocer los extranjeros —es
decir, los ricos—; un español, para aquéllos, balbuceante y limitado a la
funcionalidad más inmediata, muy alejado del español, mucho más sofisticado, del ocio y del negocio que se ofrece a éstos.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
La línea divisoria entre inmigrantes y extranjeros, es decir entre pobres y
ricos también está marcada respecto a las ofertas dirigidas a los foráneos que
hablan español. Buena parte de los inmigrantes pobres —que a esta condición añaden la de la precariedad vital y laboral, derivada de su papel periférico en la sociedad de acogida— sólo tienen acceso a las ofertas de educación
básica existentes en los centros de adultos dependientes de las administraciones educativas. Allí, si es que tienen la suerte de disponer del tiempo necesario para dedicarlo a la formación, compartirán el espacio y el tiempo formativos con personas pertenecientes a los sectores menos dinámicos de la
sociedad española, cuestión que, cómo fácilmente se podrá comprender, no
acelera precisamente sus posibilidades de integración efectiva en ella.
La virulenta y terrible crisis económica iniciada en el último tercio de la
primera década del siglo XXI, la ineficiencia del sistema educativo y la estrechez de miras de las administraciones educativas respecto a la función de los
centros de educación de adultos, han ido agudizando el sesgo compensatorio
de los mismos. Se ha incrementado notablemente el número de adolescentes
con un bagaje negativo acumulado durante su trayectoria por el sistema de
enseñanza, con un escaso apego a la cultura y con unas perspectivas laborales
casi imposibles a corto plazo, cuestiones todas ellas que no incentivan precisamente la laboriosidad. Se ha reducido paralelamente la presencia de inmigrantes adultos, a causa de los flujos de retorno a sus países impulsados por la
mala situación económica, aunque dentro de las mayoritarias cohortes de
adolescentes que se están incorporando se mantiene una presencia significativa de inmigrantes de segunda generación. Los adultos españoles, supuestos
destinatarios centrales de estas ofertas educativas, constituyen una especie en
peligro de extinción en estos centros. Las personas con mayores niveles de instrucción están desapareciendo progresivamente de unos centros que les resultan escasamente funcionales. Es fácil comprender esta deserción si se tienen
en cuenta el público adolescente mayoritario descrito y la práctica inexistencia
de ofertas valiosas para el mercado de trabajo, a excepción del título de
Graduado en Secundaria. Las personas con bajos niveles de instrucción, pertenecientes a las generaciones que no tuvieron acceso a la escolaridad obligatoria, tienden también a desaparecer de los centros por razones de edad.
La crisis ha devuelto a las aulas de estos centros a muchas personas,
pero paradójicamente muy pocas pertenecen a la población activa. La escasa funcionalidad de los centros de educación de adultos para este tipo de
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
personas explica este fenómeno. Más que trampolines para ayudar a la gente a salir de la crisis, los centros de adultos parecen actuar como paraguas
protector de las personas en situación deficitaria. Las administraciones
educativas parecen cómodas con esta situación. No suelen entender fácilmente la necesidad de modificar el papel de los sistemas de educación de
adultos, en la dirección de hacerlos más dinámicos y atractivos para todas
las personas deseosas de aprender a lo largo de la vida, lo que implicaría
una transformación radical de sus ofertas. Parecen ancladas en una visión
estática y compensatoria de la educación básica. Esto tiene como consecuencia la articulación de toda la actividad docente de los centros de adultos en torno al título básico, y eso con suerte 29. La consecuencia natural de
esta postura es la generación de unos entornos educativos a los que solo
acceden las personas adultas en situación de desventaja —mujeres inactivas
de mediana edad en adelante, jóvenes que han fracasado en el sistema ordinario e inmigrantes—, que corren el peligro de convertirse en guetos o al
menos en ámbitos no apetecibles para el resto de los ciudadanos adultos.
Es urgente desmontar la concepción de los centros de adultos como espacios compensatorios. En primer lugar porque la propia acción compensatoria resulta mucho más efectiva en contextos de normalidad que en los
guetos. En segundo lugar porque la acumulación en los mismos de personas
en situaciones carenciales ejerce un efecto disuasorio sobre el resto que en
nada ayuda a la integración. Si se quiere convertir los centros en palancas
para la integración, es necesario inundarlos de normalidad. Esto supone
operar sobre la oferta para suscitar demandas de personas adultas instruidas y cualificadas en distintos ámbitos, sobre todo en el profesional. Estos
nuevos perfiles personales transformarían el paisaje compensatorio de estos centros y tejerían la urdimbre en la que entrelazar adecuadamente las
aspiraciones de mejora de los actuales usuarios.
2.2. Escuela e inmigración
Los fenómenos migratorios constituyen una de las señas de identidad más
características de la especie humana. Desde el principio, las personas se han
29
Todavía hoy, hay comunidades autónomas españolas en cuyos centros de adultos no se puede
obtener directamente el título de Graduado en Secundaria.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
movido, para mejorar sus condiciones de vida, para comer, para sobrevivir.
Obvio es decir que los movimientos migratorios han dependido siempre de
los modelos económicos, sociales, políticos, culturales, etc., dominantes en
cada coyuntura histórica y geográfica. Por eso en cada una han mostrado
perfiles diferentes. Un elemento básico que ha definido a todos esos modelos,
pese a su diversidad, ha sido su carácter parcial y localizado. Esta condición
otorgaba a las conductas humanas —entre ellas las migratorias— una serie
de rasgos diferenciales muy vinculados a la coyuntura determinada en la que
se producían. El paradigma imperante actualmente, definido por la mayoría
de los teóricos con el término globalización, es probablemente el primero de
la historia humana que tiende a abarcar una dimensión de totalidad; el primero que aspira a diluir los perfiles diferenciales del desarrollo humano en
una suerte de modelo común de dimensión planetaria que conlleva, entre
otros efectos, la uniformización monopolística de los modos de vivir, construida en torno a las pautas dominantes en el mundo desarrollado.
Pese a las apariencias, la inmensa mayoría de los inmigrantes que han llegado hasta nosotros en la última década no pertenecen a las capas más desfavorecidas de sus sociedades. Tampoco, lógicamente, a las élites que allí detentan el poder. Su nivel de instrucción medio es, considerado en términos
generales, superior al de la población autóctona. Sin embargo, la mayor parte
de ellos realiza trabajos de inferior cualificación a la que poseen. Parece claro
que esta situación deriva de una triple desconfianza: primera, hacia los sistemas educativos de los países poco desarrollados, cuyos productos nos parecen
—a veces con razón, pero no siempre— muy poco equiparables a los del nuestro; segunda, hacia lo foráneo, que suele casi siempre agitar viejos fantasmas
de origen remoto; tercera, y definitiva, una desconfianza radical y primaria
hacia la pobreza, una suerte de pecado original que configura la verdadera línea divisoria de la confiabilidad en nuestras sociedades otrora opulentas.
La condición socioeconómica de los inmigrantes pobres que se asientan en
España, impone a éstos los contextos educativos y vitales en los que se desenvuelven las capas populares españolas. La escuela pública es el contexto escolar que acoge a la inmensa mayoría. Un ámbito que, pese a las declaraciones
grandilocuentes de los preámbulos normativos, ha sido diseñado expresamente para los estratos más bajos de nuestra sociedad. Si la escuela pública fuera
interclasista, como indica el discurso oficial, acogería en su seno a alumnos
procedentes de las distintas clases sociales en proporción aproximada a su
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
presencia social. La realidad es bien distinta; a los centros públicos acuden
mayoritariamente los hijos de las clases populares. También lo hacen los hijos
de los inmigrantes pobres: casi el ochenta y dos por ciento de los alumnos extranjeros acudieron a la escuela pública durante el curso 2010-1130.
El ambiente que encuentra esa inmensa mayoría de alumnos foráneos,
que han sido trasplantados a una realidad extraña, no es representativo de
la sociedad española; es un ambiente conformado por las capas fronterizas
de nuestra sociedad, aquellas con las que entrarán, más tarde o más temprano, en disputa por los escasos puestos de trabajo menos cualificados y
por el acceso a las prestaciones o a los equipamientos públicos. Ese ambiente, pese a las apariencias y salvo excepciones, suele ofrecer a los inmigrantes escasas oportunidades de integración efectiva. A lo sumo sirve para
atender las necesidades más perentorias de instrucción y asentamiento,
pero difícilmente cumple la función de plataforma de integración que sería
esperable. Es complicado que pueda hacerlo en escuelas situadas en contextos sociales marcados por la ausencia de tradición cultural, embrutecidos
habitualmente por los discursos alienantes del conglomerado multimediático dominante, y en los que se da también una sobrerrepresentación de los
ciudadanos extranjeros pobres.
Estos contextos sociales, en los que se agolpan las carencias, son el marco propicio para el litigio entre sus habitantes. Casi siempre sucede así
cuando se trata de repartir la escasez. Pero la cuestión se exacerba cuando
a las diferencias individuales entre los litigantes se agregan las derivadas de
su pertenencia a ámbitos culturales diferentes. En la escuela sin embargo,
ese conflicto permanece larvado, disimulado por la pátina del buenismo
que suele presidir su modelo institucional. El conflicto directo tiende a desplazarse a otros ámbitos diferentes del escolar, en los que se tiene que discutir por conseguir una ventaja y en los que se elabora un recíproco discurso
de desconfianza y exclusión. Pero aunque la percepción de las conductas
escolares sirva para añadir argumentos a ese doble discurso excluyente, es
bastante infrecuente que éste se manifieste de forma abierta y virulenta en
la escuela. Al menos de momento. En bastantes ocasiones, la segregación
didáctica originada por el desconocimiento del idioma o el retraso académico de los que llegan, sirve para disipar el conflicto abierto.
30
Fuente: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Estadística de la Educación. Enseñanzas
no Universitarias. Alumnado matriculado. Curso 2010-2011. Resultados detallados.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
El incremento del número de alumnos extranjeros en las enseñanzas no
universitarias españolas ha ido parejo a la evolución de la explosión migratoria
experimentada por España durante la primera década del presente siglo. En el
curso 2000-01 los alumnos extranjeros presentes en el sistema educativo español no universitario no llegaban al 2%. Dicha tasa creció rápidamente hasta el
comienzo de la crisis económica en 2008, momento a partir del cual comenzó
a ralentizarse y a disminuir. Pese a todo, la tasa de participación del alumnado
inmigrante en la escuela española se ha cuadruplicado en diez años: en el curso 2011-12, los alumnos extranjeros suponían el 10% de la población escolar.
La comparación de la presencia relativa de inmigrantes y españoles en las
distintas etapas del sistema educativo muestra con claridad la situación de
desventaja en la que se encuentran aquéllos. Los alumnos inmigrantes se
concentran primordialmente en las etapas obligatorias del sistema, que son
gratuitas, en las que tienen una presencia relativa bastante superior a la de
los españoles. Dos de cada tres (el 67,4%) alumnos extranjeros estudiaban
Primaria o ESO en el curso 2010-11, al tiempo que lo hacían seis de cada diez
niños españoles (el 57,3%), tal como se puede observar en el siguiente gráfico:
Extranjeros
Españoles
Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Estadística de Enseñanzas no Universitarias. Resultados Detallados. Curso 2010-2011
Gráfico 2. Distribución del alumnado español y extranjero por tipo de enseñanza.
Curso 2010-2011
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
Pero si resulta enormemente significativa la sobrerrepresentación de los
alumnos inmigrantes en la enseñanza obligatoria, lo es mucho más la que
tienen en los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI), en los
que su presencia relativa duplica ampliamente31 la de sus compañeros españoles. La condición de aliviadero del sistema que tienen estos programas en
los que están sobrerrepresentados, junto con la condición de trampolín de
la educación infantil y de las enseñanzas postobligatorias en las que están
infrarrepresentados, indican claramente que los alumnos inmigrantes se
enfrentan a un camino más sinuoso para alcanzar el éxito escolar.
La apabullante realidad es que sólo uno de cada diez alumnos extranjeros logra superar la frontera de la enseñanza obligatoria, lo cual habla bien
a las claras de la ineficacia de nuestra sociedad para integrar a los pobres
que vienen de afuera. No conviene equivocar el enfoque. La cuestión capital
en este caso no es la extranjería sino la pobreza. No es casualidad que los
estudiantes procedentes de las zonas más desarrolladas del mundo
—Norteamérica, Europa y Oceanía— tengan una presencia relativa en el
bachillerato que cuadruplica a la de los que proceden de las más deprimidas. Sólo el 2,34% de los niños y jóvenes africanos que estudiaban en
España durante el curso 2010-11 cursaban el bachillerato frente al 9,6% de
norteamericanos y al 7,1% de los sudamericanos, pobres también en su mayoría, pero a los que el valor añadido de la lengua común permite mejorar
su presencia relativa en unas enseñanzas con un evidente potencial integrador, en las que constituyen casi la mitad del alumnado extranjero.
2.3. El problema del fracaso escolar
La encrucijada del cambio de siglo constituye el marco temporal en el
que se generaliza el modelo de escuela comprensiva establecido en la
LOGSE en 1990, cuya medida más notoria era la universalización de la enseñanza obligatoria hasta los dieciséis años. Este momento, en el que asoma entre nosotros la aspiración al logro de una auténtica igualdad de oportunidades en la escuela y en el que empieza a constatarse la dificultad para
conseguir extender a todos los beneficios de la educación, marca el comienzo de la preocupación generalizada por el fracaso escolar. La separación
31
Un 2,41% en el curso 2010-2011.
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
entre los que valían para estudiar y los que no, que había sido vista como
natural por la opinión pública española hasta los años ochenta del siglo XX,
aparecía a finales del siglo como algo incomprensible para el discurso oficial y el hecho de que uno de cada cuatro alumnos no obtuviera el título
básico como una de las mayores preocupaciones sociales.
El problema para España es que la universalización de la educación hasta los 16 años corría paralela al proceso de transformación de la sociedad
industrial en la sociedad de la información globalizada en la que hoy nos
desenvolvemos. Dicho proceso ha supuesto cambios muy profundos en tres
grandes cuestiones que resultan pertinentes para explicar este fenómeno.
El primero de ellos afecta a la estructura del mercado de trabajo, que tiende
rápidamente hacia la polarización, organizándose en torno al paradigma
80/20: 80% de trabajadores prescindibles y 20% de trabajadores imprescindibles. Esta estructura, propia de las sociedades altamente digitalizadas,
tiende a agudizar en la minoría la pulsión hacia el estudio, al tiempo que la
desactiva en la mayoría que no se ve concernida por el potencial meritocrático de la escuela, que en el industrialismo era una evidencia para todos. El
segundo cambio se ha operado en el modelo de interacción social, que ha
pasado del modelo jerárquico al reticular. Esta transformación, enormemente positiva cuando se aplica entre iguales, ha generado profundas disfunciones en los diversos contextos educativos, singularmente la familia y
la escuela, en los que la auctoritas derivada del conocimiento y la experiencia, ha sido orillada. El tercer cambio se ha producido en el paradigma ético. La escuela permanece aún en la ética del trabajo, propia del industrialismo, en el que la perseverancia y el esfuerzo eran los valores supremos. Sus
jóvenes usuarios están ya en la ética del juego (Rifkin, 2000), en la que la
apetencia y el carácter lúdico, preferentemente mercantilizados en forma de
bienes o servicios, preside toda la actividad humana.
Gran parte de las dificultades de la escuela con los alumnos que fracasan y las de estos con aquella derivan de las transformaciones estructurales
descritas. La escuela no resulta atractiva para muchos niños y adolescentes
de la España actual, porque el discurso que emite (trabaja para mejorar personal y socialmente) bien suena hueco para muchos que ven a su alrededor
a muchos titulados desempleados o con empleos precarios, bien supone un
coste personal que no están dispuestos a pagar, acostumbrados como están
a una vida conjugada alrededor del verbo apetecer. Las bajas tasas de natali-
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
dad españolas confieren una importancia desconocida anteriormente a los
roles infantojuveniles, que tienden a ocupar los lugares centrales en el desenvolvimiento familiar. Esta cuestión no ha pasado desapercibida para los
expertos en marketing que han comenzado a actuar en consecuencia, habida cuenta que «los niños se han convertido en vehículos que trasladan el
mercado al hogar, el eslabón entre los anunciantes y el bolsillo de las familias. Los más jóvenes son depositarios del saber y la conciencia consumista»
(Schor, 2006: 22). Un escenario de este tipo, sitúa desde el principio al niño
en el rol del cliente que toma decisiones de compra, pero sin preocuparse de
donde proceden los ingresos que permiten adoptarlas; un cliente al que hay
que seducir para que adopte las decisiones que interesan, alguien a quien
no conviene recordar sus obligaciones para evitar su frustración. Produce
también una alteración significativa de la relación jerárquica familiar entre
adultos y niños, que constituye el fundamento de la educación. No es extraño por tanto que el número de inadaptados escolares esté creciendo inexorablemente, pese a las medidas de índole técnica establecidas en el sistema
de enseñanza.
Todas estas cuestiones, en tanto que productos de un profundo proceso
de transformación social, se han extendido a todas las latitudes sociales.
Pero a ellas conviene añadir otros factores derivados de las desigualdades
sociales. De entre ellos, el factor primordial más estable y constante del fracaso escolar es el origen social de los alumnos, cuestión que es ya clásica
para la sociología de la educación. Es evidente que los hijos de los pobres e
iletrados tienen muchas menos probabilidades de triunfar en la escuela que
sus compañeros de las clases acomodadas. Pero junto a este factor están
apareciendo otros bastante relevantes. Uno de ellos es el género. También
resulta claro que las chicas transitan con más éxito que sus compañeros
varones por los vericuetos del sistema educativo. De hecho, sólo uno de cada
tres alumnos que no terminan la ESO pertenece al género femenino. Entre
las hipótesis que pretenden explicar este hecho conviene señalar en primer
lugar la referida al diferente proceso de socialización de chicas y chicos,
que se materializa en la asunción de roles más tranquilos por parte de aquéllas, los cuales resultan mucho más funcionales en el proceso educativo.
Una segunda hipótesis, complementaria con la anterior, apunta al diferente
ritmo madurativo entre chicos y chicas, que es mucho más acelerado y precoz en ellas. La solidez de ambas hipótesis es elevada, aunque comienza a
advertirse por una parte una tendencia homogeneizadora en los procesos
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
de socialización de ambos sexos y, por otra, un alargamiento en los procesos de maduración tanto en su parte inicial como en la final que, en muchos
casos, mantiene en un estadio adolescente a bastantes personas desde los
diez años hasta bien entrada la treintena. La condición de inmigrante, la
etnia y/o la nacionalidad es otro de los factores que explican el fracaso escolar. Su dimensión en la primera década del siglo y su especificidad, nos han
hecho describirlo separadamente en el apartado anterior, por lo que no
abundaremos más en ello. Un último factor de peso en el fracaso escolar lo
constituye el modelo familiar. La proliferación de tipos de familia diferentes al clásico de la familia nuclear tradicional, parece estar influyendo también en este aspecto. Sin entrar en valoraciones sobre los distintos modelos
familiares, convenimos con Fernández Enguita, Mena Martínez y Riviere
Gómez (2010: 89) en que «la única suposición razonable que nos atrevemos
a hacer es que la respuesta de la infancia tardía y la adolescencia a los cambios en los modelos de convivencia de los padres tiende a ser negativa».
El modelo de enseñanza comprensiva que implantó la LOGSE comprendía una serie de medidas de índole compensatoria destinadas a paliar en lo
posible las desigualdades sociales de partida, potenciales causantes del fracaso escolar. Los programas de educación compensatoria, en distintas vertientes, eran una realidad en España a principios del siglo XXI. Con algunas
variantes, derivadas de la rápida sucesión de las leyes orgánicas educativas
en nuestro país que ha originado la alternancia de los partidos en el poder,
este tipo de políticas, consustanciales con este modelo de escuela, se han
mantenido hasta el presente. En la actualidad, el sistema educativo dispone
de una serie de medidas de atención a la diversidad en la educación básica
encaminadas a posibilitar el éxito escolar de los alumnos, previstas en la
LOE. Dichas medidas, que pueden adoptar distintos nombre en las distintas comunidades autónomas, pueden ser de diverso tipo:
— Medidas de apoyo ordinario en Primaria y ESO. Tienen carácter organizativo y metodológico (refuerzo individual, agrupamientos flexibles,
ampliación del horario lectivo, estudios dirigidos).
— Medidas de apoyo específico para alumnos con necesidades educativas especiales (adaptaciones curriculares, medidas de apoyo específico para el alumnado que se incorpora tardíamente al sistema: aulas de
enlace, apoyo itinerante al alumnado inmigrantes, servicios de traductores e intérpretes).
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
— Acciones de compensación educativa (apoyo en grupos ordinarios,
grupos de apoyo fuera del aula, grupos específicos de compensación
educativa, aulas de compensación educativa).
— Programas de diversificación curricular (organización y metodología
específicas para alcanzar los objetivos de la ESO).
— Programas de Cualificación Profesional Inicial (Obtención de competencias profesionales correspondientes a una cualificación de nivel 1
en el Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales).
El problema es que todas estas medidas aplicadas sistemáticamente no
han conseguido evitar que uno de cada tres alumnos en edad de hacerlo
salga del sistema educativo sin el título básico, ni que casi cuatro de cada
diez jóvenes españoles de entre 18 y 24 años no obtenga una titulación de
educación secundaria postobligatoria (bachillerato o ciclos formativos de
grado medio). Ante la perplejidad que causan unos resultados tan alarmantes, la mayoría de las miradas se dirige prioritariamente al sistema de enseñanza y a su entorno más próximo. Pocas advierten sin embargo que los
cambios estructurales que está sufriendo nuestro mundo en el tránsito acelerado desde el industrialismo a la sociedad informacional, pueden estar en
el origen de este fracaso. Convendría reflexionar sobre los efectos de la acción combinada de tres grandes vectores a los que nos hemos referido anteriormente:
— la pérdida de potencialidad de la escuela para muchos, en su doble
vertiente de plataforma para el ascenso social y de institución monopolística en la gestión del saber, generada por la polarización del mercado de trabajo y por la presencia de nuevos proveedores de conocimiento;
— la desvalorización progresiva de su ethos, fundamentado en la autoridad que proporciona el saber, en un medio social que tiende a difuminar todo tipo de jerarquías;
— finalmente, la sustitución de la ética del esfuerzo por la ética del juego,
que enfoca las cuestiones en términos de apetencia.
El problema es que la intervención sobre estos vectores representa una
tarea ingente a desarrollar en múltiples dimensiones de la vida humana: la
económica, la tecnológica, la epistemológica y la moral, entre otras. El mantenimiento y mejora de medidas de índole compensatoria como las existentes u otras que pudieran implementarse es la condición necesaria para
LA EDUCACIÓN SOCIAL EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XXI
combatir el fracaso escolar, pero parece necesario y urgente explorar una
redefinición del papel de la escuela en una sociedad en la que declina su
importancia conforme se incrementa su accesibilidad.
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Real Decreto 229/2008, de 15 de febrero, por el que se regulan los Centros de
Referencia Nacional en el ámbito de la formación profesional. BOE 48, de 25
de febrero de 2008.
RECURSOS WEB
[ACCESO: 10/06/2013]
APRENDIZAJE INVISIBLE, HACIA UNA NUEVA ECOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN. http://www.invisiblelearning.com/es/ Sitio web que plantea un debate sobre una nueva propuesta conceptual en torno a la definición de una nueva ecología de la educación superadora de la actual presidida por la escuela tradicional. Como su
nombre indica, pone el foco de atención en los aprendizajes que pasan inadvertidos, que al fin resultan muy significativos para el desenvolvimiento de las
personas. Se presenta como una propuesta abierta que repasa diferentes enfoques alternativos al modelo dominante. Pretende constituirse como red social
de debate sobre este tipo de aprendizaje.
INCUAL. INSTITUTO NACIONAL DE LAS CUALIFICACIONES, http://www.educacion.gob.es/
educa/incual/ice_incual.html Sitio web del INCUAL, organismo oficial español
encargado de desarrollar y gestionar el Sistema Nacional de Cualificaciones y
Formación Profesional, que incluye el Catálogo Nacional de Cualificaciones
Profesionales. Proporciona una utilísima información sobre competencias profesionales en España y en diversos países, tanto en aspectos teóricos como
prácticos. Proporciona una visión de los procedimientos de acreditación y reconocimiento de las cualificaciones. Contiene estudios teóricos sobre esta cuestión y alberga un Observatorio Profesional que permite advertir la evolución de
las distintas ocupaciones y familias profesionales.
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL
OBRA SOCIAL «LA CAIXA», http://www.obrasocial.lacaixa.es/ Sitio web que incluye el
acceso a los numerosos programas de esta institución, tales como los de
Pobreza y Exclusión Social, Integración Laboral, Personas Mayores,
Interculturalidad y Cohesión Social, Voluntariado, etc. Contiene una interesantísima Colección de Estudios Sociales formada por una serie de obras fundamentales para entender las grandes transformaciones que se están produciendo
en la sociedad contemporánea.
SECRETARÍA DE ESTADO DE INMIGRACIÓN Y EMIGRACIÓN, http://extranjeros.mtin.es/es/
index.html Sitio web que alberga al Observatorio Permanente de la Inmigración,
que proporciona estadísticas, investigaciones y publicaciones dedicadas a este
fenómeno. Permite enlazar con la web de la Red Europea de Migraciones, una
iniciativa de la Comisión Europea para este ámbito.
UNED FORMACIÓN DE EDUCADORES DE PERSONAS ADULTAS, http://www.uned.es/epa/
Sitio web especializado que contiene cursos de formación para educadores de
personas adultas y una amplia red de enlaces a páginas web de instituciones
nacionales e internacionales, asociaciones, redes sociales, publicaciones, bases
de datos, centros de educación de personas adultas, etc. Resulta muy funcional
para acceder a recursos muy diversos relacionados con el sector, dada la amplísima variedad de enlaces.
Juan del Rosal, 14
28040 MADRID
Tel. Dirección Editorial: 913 987 521
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