Subido por breynermoreno9

español 13 d

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mantequilla
Una palabra del traductor a sus amigos
Yo ofrezco
desnudas, vírgenes, intactas y sencillas,
para mis delicias y el placer de mis amigos,
estas noches árabes vividas, soñadas y traducidas sobre su tierra natal y sobre el agua
Ellas me fueron dulces durante los ocios en remotos mares, bajo un cielo ahora lejano.
Por eso las doy.
Sencillas, sonrientes y llenas de ingenuidad, como la musulmana Schehrazada, su madre
suculenta que las dió a luz en el misterio; fermentando con emoción en los brazos de un
príncipe sublime —lúbrico y feroz—, bajo la mirada enternecida de Alah, clemente y
misericordioso.
Al venir al mundo fueron delicadamente mecidas por las manos de la lustral Doniazada, su
buena tía, que grabó sus nombres sobre hojas de oro coloreadas de húmedas pedrerías y
las cuidó bajo el terciopelo de sus pupilas hasta la adolescencia dura, para esparcirlas
después, voluptuosas y libres, sobre el mundo oriental, eternizado por su sonrisa.
Yo os las entrego tales como son, en su frescor de carne y de rosa. Sólo existe un método
honrado y lógico de traducción: la «literalidad», una literalidad impersonal, apenas atenuada
por un leve parpadeo y una ligera sonrisa del traductor. Ella crea, sugestiva, la más grande
potencia literaria. Ella produce el placer de la evocación. Ella es la garantía de la verdad.
Ella es firme e inmutable, en su desnudez de piedra. Ella cautiva el aroma primitivo y lo
cristaliza. Ella separa y desata... Ella fija.
La literalidad encadena el espíritu divagador y lo doma, al mismo tiempo que detiene la
infernal facilidad de la pluma. Yo me felicito de que así sea; porque ¿dónde encontrar un
traductor de genio simple, anónimo, libre de la necia manía de su renombre?...
Dominio público
3.776 págs. / 4 días, 14 horas, 9 minutos / 16.701 visitas.
Publicado el 24 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.
Cuentos
Emilia Pardo Bazán
Cuentos, Colección
A lo Vivo
Era un pueblecito rayano, Ribamoura, vivero de contrabandistas, donde esta profesión de
riesgo y lucro hacía a la gente menos dormida de lo que suelen ser los pueblerinos.
Abundaban los mozos de cabeza caliente, y se desdeñaba al que no era capaz de coger
una escopeta y salir a la ganancia.
Las mujeres, vestidas y adornadas con lo que da de sí el contrabando, lucían pendientes de
ostentosa filigrana, patenas fastuosas, pañuelos de seda de colorines; en las casas no
faltaba ron jamaiqueño ni queso de Flandes, y los hombres poseían armas inglesas, bolsas
de piel y tabaco Virginia y Macuba. Al través de Portugal, Inglaterra enviaba sus productos,
y de España pasaban otros, cruzando el caudaloso río.
Algunos días del año se interrumpía el tráfico y la industria de Ribamoura. El pueblo entero
se congregaba a celebrar las solemnidades consuetudinarias, que servían de pretexto para
solaces y holgorio. Tal ocurría con el Carnaval, tal con la fiesta de la Patrona, tal con los
días de la Semana Santa. A pesar de ser éstos de penitencia y mortificación, para los de
Ribamoura tenían carácter de fiesta; en ellos se celebraba, en la iglesia principal, espacioso
edificio de la época herreriana, la representación de la Pasión, con personajes de carne y
hueso, y encargándose de los papeles gente del pueblo mismo.
Venido de Oporto, un actor portugués, con el instinto dramático de la raza, organizaba y
dirigía la representación; pero sin tomar parte en ella. Esto se hubiese considerado en
Ribamoura irreverente. «Trabajaban» por devoción y por respeto tradicional a los misterios
redentores; pero nunca hubiesen admitido a nadie mercenario, ni tolerado que hiciese los
papeles nadie de mala reputación. Gente honrada, aunque contrabandease; que eso no
deshonra. Ni por pecado lo daban en el confesionario los frailes.
Dominio público
2.814 págs. / 3 días, 10 horas, 6 minutos / 2.264 visitas.
Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.
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