Subido por Armando Bravo

Introducción al concepto de poder en Gilles Deleuze

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Una introducción al concepto de poder en la ontología política de Gilles
Deleuze
Armando Bravo Salcido
Sumario: 1. Introducción 2. La ontología de la singularidad 3. Dos breves ejemplos en torno a la
aplicación de una ontología de la singularidad 4. Ética y poder en Spinoza y Deleuze 5. Poder y
“reproductibilidad abstracta” 6.- Poder, diagrama y sujeto 7.- Conclusiones.
Resumen: El presente trabajo busca hacer explícitas algunas consideraciones jurídico-políticas de la
propuesta ontológica de Gilles Deleuze, para tal fin procederemos desarrollando tal propuesta como
una ontología de la singularidad, para luego analizar la noción de poder como reproductibilidad
abstracta, a la vez de proporcionar unas líneas esquemáticas para el uso de estos conceptos en la crítica
de las relaciones de dominación en el capital contemporáneo.
Abstract: The present work aims to make explicit some legal-political considerations of Gilles Deleuze's
ontological proposal. In order to do so, we will proceed by explaining his theory as an ontology of
singularity. Later, we’ll analyze the notion of power as abstract reproducibility, providing some
schematic lines for the use of these concepts in the critique of the dominant relations in contemporary
capital.
Palabras clave: Gilles Deleuze, Poder, Singularidad, Aparato de Estado, Sociedades contra el Estado.
Key words: Gilles Deleuze, Power, Singularity, State apparatus, Society against state.
1. Introducción
El concepto de poder ha
sufrido diversas mutaciones en la teoría política
contemporánea. En sus acepciones más clásicas, el poder es pensado como la
facultad o capacidad de un individuo de influir o condicionar el comportamiento de
otras personas, sin embargo tal definición entra en crisis con una serie de
reflexiones
provenientes
del
marxismo,
la
escuela
de
Frankfurt
y
el
posestructuralismo, que se cuestionan la esencialidad del poder, y se centran en su
aspecto productivo como un conjunto de relaciones de fuerzas que crean de manera
activa a los objetos y sujetos en los que se encarna, así como la realidad en la que
los envuelve.
Las presentes reflexiones tienen por objeto desarrollar de manera
introductoria la forma en que el concepto de poder en Deleuze se inserta dentro del
debate de la tesis productiva del poder, con el objeto de resaltar la originalidad de
su propuesta en el contexto de los autores postestructuralistas. Las consideraciones
aquí expuestas no persiguen una conquista exhaustiva del concepto, sino un
acercamiento inicial y exploratorio, por lo que el concepto es tratado de manera
esquemática desde diversos componentes teóricos del autor. Dichos componentes,
o tienen un desarrollo más extenso en algunos trabajos anteriormente realizados
(Bravo Salcido, 2016), o lo tendrán en trabajos actualmente en desarrollo.
Es necesario mencionar que el pensamiento de Deleuze, como objeto de
investigación, ha sido desarrollado desde líneas y presupuestos epistemológicos
muy diversos. Para el presente trabajo partiremos de la idea, desarrollada entre
algunos de sus lectores, que postula que el sistema filosófico de Deleuze puede ser
clarificado partiendo de su propuesta ontológica, a la cual denominaremos ontología
de la singularidad/multiplicidad (Delanda, 2002), para de ahí desplegar una serie de
estructuras conceptuales que permitan avanzar a dominios ontológicos más
específicos y diferenciados (lo político, lo social, lo jurídico). Se puede decir que la
ontología y subdominios aquí analizados, comparten una relación de isomorfía, es
decir una semejanza formal de componentes estructurales (Deleuze & Guattari,
2006). Desde esta óptica, se considera necesario para comprender de manera clara
el concepto de poder en la obra de Deleuze el analizarlo a partir de su vinculación
con la visión ontológica del autor, así como su concretización y aplicabilidad en
diversas disciplinas, evitando así su estudio desde una metodología demarcatoria y
aislacionista.
Como precisión metodológica, podemos señalar que es claro que el
pensamiento de Deleuze no es una construcción monolítica, sino que está
caracterizado por una gran cantidad de rupturas y discontinuidades. Una de las más
claras sería la separación y el desencanto frente al estructuralismo y el psicoanálisis
lacaniano a partir de Lógica del sentido y la serie de Capitalismo y Esquizofrenia
escrita junto con Felix Guattari. Esto generará, con total razón, gran escepticismo al
momento de emitir generalidades sobre la totalidad de su pensamiento. Sin
embargo, es posible argumentar que existen ideas y estructuras conceptuales que
bajo diferentes formas y acentos, se mantienen como ejes constantes desde el
comienzo de su obra con Empirismo y subjetividad (2005) hasta algunos de sus
últimos trabajos como `Inmanencia. Una vida (2005b). Dos ejemplos concretos son
la idea de la ontología de la singularidad y la tesis del “poder como abstracción”,
que son fundamentales para la presente introducción. Por esta razón, a lo largo del
trabajo se hará referencia a obras que abarcan toda la vida del autor, así como a
otros autores en cuya obra los conceptos de Deleuze anidan y proliferan, tal es el
caso de Foucault, Guattari, Butler, Derrida o Zizek.
Iniciaremos desarrollando la propuesta ontológica de Deleuze, a la cual nos
hemos referido como “ontología de la singularidad” u “ontología de la multiplicidad”;
se proporcionarán ejemplos de la forma en que esta propuesta ontológica se
concretiza a niveles como el epistemológico y el histórico. Después, procederemos
a través del análisis de algunos conceptos de la ontología de Spinoza, para así
desarrollar la definición de poder como abstracción en la obra de Deleuze. En un
tercer momento, se hará un breve recorrido por el concepto de sociedad de control
y sus implicaciones como propuesta para una analítica de las relaciones de
dominación capitalísticas contemporáneas. Finalmente, discutiremos algunas
consecuencias de estos conceptos para la elaboración de una crítica de la
imaginación política y jurídica contemporánea, a partir de una crítica de los
conceptos de subjetivación y Estado.
2. La ontología de la singularidad
La propuesta ontológica de Deleuze es quizá la parte de su pensamiento que ha
recibido una mayor revisión en los últimos años. Entre las más destacadas se ubican
las revisiones hechas por autores de la tradición anglosajona y germana, vinculados
con los denominados “nuevos realismos filosóficos”, o “realismos especulativos”,
por autores tales como Manuel de Landa (2002), Bryant Levi (2005), Graham
Harman (2017) y en México, Mario Teodoro Ramírez Cobain (2017). Pese a que el
actual trabajo no comparte todos los presupuestos teóricos y epistemológicos de
estos autores, algo también imposible por su heterogeneidad y diversidad, comparte
la idea central de que lo que caracteriza la propuesta filosófica de Deleuze es una
ontología
singular
en
el
contexto
de
la
corriente
del
denominado
“posestructuralismo”.
La base de la propuesta ontológica de Deleuze es la crítica al concepto de
"ser" en tanto fundamento y pensamiento fundante del mundo (Pardo, 1992, p.16),
lo que lo sitúa como una crítica de la “metafísica de la presencia”, en la forma de
identificación ser-esencia, y del denominado pensamiento tipológico o arborescente
según el cual, la relación ontológica entre la esencia y el ente es emanativa, ya que
su facticidad es ontológicamente derivada de la esencia de la que participa y
expresa (Delanda, 2002, p. 41). En este sentido la propuesta de Deleuze se
presenta como opuesta tanto al platonismo como al aristotelismo que permean la
filosofía occidental. En la propuesta de Deleuze el ser puede pensarse no como una
esencia acabada o dada, preexistente o implícita, sino como una relación sintética
de los principios de lo que hacemos (Deleuze, 2005, p. 148), por lo que también el
sujeto, más que ser a través de su facultad cognoscente un garante de la armonía
preestablecida ser-mundo y su lógica del reconocimiento, es un proceso de
experimentación y plasticidad. La conclusión de Deleuze, la filosofía debe de
constituirse como la teoría de lo que hacemos (y que al hacerlo nos hace), y no
como la teoría de lo que es (Deleuze, 2005, p.148).
Las categorías, esencias y primeros principios habían sido siempre el objeto
de indagación privilegiado en el modelo de la metafísica de la presencia; los
conceptos de ser, bien, verdad, justicia, por el contrario, no son desde la concepción
filosófica de Deleuze, universales abstractos que se descubren como astros fijos en
el firmamento (Deleuze & Guattari, 2002, p. 10) sino lógicas y formas de vida
inmanentes que se experimentan y construyen en los procesos de subjetivación y
trans-subjetivación que nos forman.
Deleuze llama imagen del pensamiento, a esa configuración abstracta
específica en que el pensamiento mismo vuelve imposible pensar (Deleuze, 1987,
p. 17), esa configuración abstracta es identificable con cierta escolástica de la
filosofía, con cierto pensamiento filosófico que políticamente siempre ha dependido
de la configuración de “escuelas”, de entornos discursivos claramente delimitados
donde las formas y usos de los conceptos se encuentren fijadas según axiomas y
límites muy concretos, por ejemplo, la escuela fenomenológica, existencialista, pero
también la escuela del psicoanálisis lacaniano y del marxismo althusseriano.
La crítica a la primacía del ser como universal tiene como un segundo
elemento correlativo la crítica a una lógica representativa de lo particular. Lo
particular no se concibe como el momento contingente de la totalidad dada de una
serie, sino como momento singular en que la totalidad viva se amplía fuera de
cualquier serie dada, totalidad abierta como la denominaba Bergson, totalidad
abierta o fragmentaria la llamarían Deleuze y Guattari (2002, p.47). Por ello la tesis
central de la primera obra a nombre propio de Deleuze, es que la diferencia es
ontológica y que ser es siempre diferir, es decir, que la positividad ontológica
consiste en la forma en que hay una oposición soberana a lo dado (Deleuze, 2002,
pp. 471-473) en que se difiere, se opone y se resiste a cualquier posibilidad de
determinación, que el ser como diferencia, solo puede tener la forma de plasticidad,
experimentación, resistencia.
Funes el memorioso, personaje literario de Borges, es el personaje
conceptual de la singularidad tal como es desarrollada por Deleuze. Borges relata
la forma en que a Funes le era imposible percibir el mundo desde la matriz de la
abstracción y desde el mundo de las ideas platónicas, por ello para Funes no solo
era imposible concebir que existiera un significante como “perro”, que fuera capaz
de englobar y de significar a todos los perros existentes, pasados, futuros e
imaginarios, también le era imposible pensar que un mismo significante signifique
al mismo perro, si este era el de las 5:00 pm que miraba al norte, o el de las 10:00
am que miraba al sudeste. Funes, desde el don sacrílego de su absoluta memoria,
no puede sino percibir cada momento de lo real como un acontecimiento que
trastoca de manera absoluta el orden de lo dado, y es irreductible al margen de sus
condiciones de posibilidad, es el personaje conceptual que percibe el movimiento
de la aparente mismidad como una expresión ontológica de singularidad. Sin duda
hay un vínculo íntimo entre Deleuze y Marx, “el comunismo no es un estado que
debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos
comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual” (Marx
& Engels, 1974, p. 37), Deleuze conceptualiza la concretización de ese movimiento
bajo el término “singularidad”, y la concibe como elemento de una propuesta
ontológica, en tal sentido, la teoría de Deleuze es una problematización ontológica
del comunismo.
Es fácil argumentar que el concepto de singularidad juega un papel
fundamental en la propuesta ontológica de Deleuze, sin embargo, es sólo uno de
sus componentes, y para algunas lecturas, no el más importante. Otro de los polos
fundamentales de la ontología de Deleuze es el concepto de multiplicidad, la
multiplicidad como concepto explica el contexto y marco ontogenético en que lo
singular emerge en un proceso que puede decirse tiene la forma de una cadena de
Markov, es decir, de un conjunto de procesos semi-aleatorios (Delanda, 2002, 170;
Deleuze, 1987, p.15). Pese a la importancia de este concepto para la comprensión
integral de la propuesta ontológica de Deleuze, su adecuado desarrollo excede los
fines del presente trabajo, puesto que el concepto de poder puede ser explicado,
por lo menos de manera introductoria, tomando únicamente el concepto de
singularidad como referencia.
3. Dos breves ejemplos en torno a la aplicación de una ontología de la
singularidad
Para proporcionar dos aproximaciones a la ontología de Deleuze me gustaría
responder a dos preguntas: ¿Qué sería hacer filosofía para Deleuze? ¿Qué
implicaría una propuesta historiográfica desde una ontología de la singularidad?
Tales preguntas nos permitirán insertarnos en la óptica de Deleuze, desde los
campos de la epistemología y la historia.
A un nivel epistemológico, de acuerdo con la crítica de Deleuze, la imagen
del pensamiento se compone por una “cuádruple raíz de la representación”, bajo la
configuración de esta cuádruple raíz, pensar es siempre “representar”, siempre
situarse en el juego de una lógica de reconocimiento, la operación heurística por
excelencia es la ubicación precisa y sistemática del flujo de lo sensible dentro del
aparato mental de categorías que se posee (Deleuze, 2002, 2013) aún incluso por
supuesto, si estas ideas son de corte innato o trascendental, como pudieran asumir
ciertas formas de racionalismo o de kantismo.
Se puede decir de manera esquemática que la crítica a la imagen del
pensamiento tiene tres componentes: crítica al momento de imposición
universalización de un modo pensamiento pre-filosófico que impone su juicio a la
filosofía, lo que Nietzsche llamaría imagen moral (Deleuze, 2002, p.205); crítica a la
imagen del pensamiento como “sentido común” o “comprensión pre-filosófico”
dentro del ejercicio filosófico y finalmente, despliegue de una serie de categorías
representativa en que el correcto pensar solo puede adecuarse por una serie de
modos predicativos (analogía, semejanza) a la imagen del pensamiento impuesta
(Pardo. 2002, pp.48-50).
En el pensamiento del afuera, Foucault (2002, pp. 263-283), hace referencia
a la interesante propuesta epistemológica de Maurice Blanchot, el ser cognoscente
que se confronta de manera violenta con un afuera que en otredad lo fascina y lo
atrapa, lo obliga a profundizar en él. Butler en su tesis doctoral sobre la lógica del
amo y el esclavo en Hegel (1987), señala la forma en que la filosofía occidental ha
separado en una lógica binaria los conceptos de deseo y razón, tal es la
diferenciación de Aristóteles (2003, p. 69) al inicio de la metafísica al instituir la
voluntad de saber como voluntad por el conocimiento en sí mismo. La teoría de
Blanchot es una apología a la complementariedad deseo-razón que define al
proceso de conocimiento también como un proceso de experimentaciónemancipación. Badiou comparte con Deleuze la idea de que el pensamiento es una
singularidad ontológica, por eso dice que si pensar es pensar él afuera, pensar es
un acto inherentemente comunista, así como el comunismo es un pensamiento sin
imagen.
Deleuze señala: pensar filosóficamente es crear conceptos, fabricarlos,
esculpirlos, no adecuar el pensamiento a una forma preestablecida en que yace el
patrón de la physis, el logos o el nomos. En otro lugar propuse que una de las formas
en que la filosofía crea conceptos como un proceso de singularización es pensando
a la filosofía como crítica radical y permanente de todo poder presente (Bravo
Salcido, 2016, p.12), en la idea de pensar él afuera, como el pensamiento de los
límites titubeantes de las formas y las fuerzas que nos conforman. Estas dos
diferentes concepciones de lo filosófico son corolario respectivo de lo que hemos
denominado la metafísica de la presencia y la ontología deleuziana.
Tomemos otro ejemplo, sacado de la bella reconstrucción que hace Paul
Veyne (2008) del pensamiento de Foucault a través de la oposición entre filosofía e
historia: Veyne nos menciona que si Foucault diferenciaba la labor del historiador
frente al filósofo era para oponerse a ciertas definiciones de lo filosófico según las
cuales el filósofo tendría como función el descubrimiento de una serie finita de
conceptos, fijos universales, cuya permutación y combinatoria permitirá explicar la
totalidad del devenir de la multiplicidad de lo real, lo que en algunos sentidos los
griegos identificaban con la categoría de logos. Contrario a la labor del filósofo, la
tarea del historiador sería la de encontrar el momento singular de ruptura, en el que
un acontecimiento se sale de la cadena histórica previsible. Para ponerlos en los
términos más sencillos, desde esta óptica la finalidad de la práctica histórica no es
desentrañar la razón de la historia, sino la historia de la razón.
Diversos ejemplos se han desarrollado sobre la lógica acontecimental de la
singularidad, haremos referencias a dos trabajados por el filósofo esloveno Slavoj
Žižek: la célebre frase de Borges, para la cual, es un autor el que crea a sus
predecesores, esta aporética fórmula puede entenderse desde la lógica ontológica
del acontecimiento, cada nuevo suceso como el surgimiento de una corriente, de
una nueva sensibilidad literaria, se experimenta como un exceso ontológico, un
acontecimiento que rebasa sus causas y nos obliga a generar una nueva
interpretación histórica que nos permita encajar al fenómeno original dentro de una
serie de sucesos. La historia de los movimientos sociales no dista mucho de lo que
se ha dicho de la sensibilidad literaria, en la forma en que un acontecimiento
revolucionario obliga siempre y de una vez, a reescribir la percepción histórica
desde sus inicios, a esto se refiere la célebre idea de Rosa Luxemburgo de que es
la revolución la que crea las condiciones para la transformación de la lucha
económica en política y viceversa (2011, pp. 189, 270).
Esta perspectiva también puede complementarse con la señalada en el
anterior ejemplo, Foucault señala que uno de los fundamentos a su método
arqueológico, es la crítica de cierta forma de historia que produce una actividad
sintética de la producción política del sujeto (2002, p.24), por lo que la arqueología
puede pensarse como la forma histórica de problematización de la singularidad y
como un componente de la crítica radical a todo poder presente.
4.- Ética y poder en Deleuze y Spinoza
Uno de los vínculos entre la ontología de la singularidad de Deleuze y su
pensamiento estrictamente político, es la doctrina ética de Spinoza. Lo que atrae a
Deleuze de la ontología de Spinoza es que el ser no es pensado en función de la
esencia, sino de la potencia, por ello lo que cualifica al ser materialmente es el
conato, categoría con la cual Spinoza se refiere a la perseverancia ontológica. El
ser es ya perseverancia de sí mismo, lo que existe para colmar las posibilidades en
procesos de singularización, por ello la pregunta epistemológica no es ¿Qué es el
pensamiento?, o ¿Qué es el cuerpo?, sino, ¿De qué es capaz un cuerpo?, ¿Cuál
es el inconsciente de nuestro pensamiento? (Deleuze, 2004, pp. 27 y 28)
Podemos analizar tres corolarios de la ontología de Spinoza, su original
concepto de valor, su distinción entre moral y ética, y su teoría ética de los afectos
(Deleuze 2004, pp. 27-47). Con respecto al concepto de valor este no puede
percibirse como una esencia, ni como idea inmutable dotada de un contenido
totalmente definido, valor es todo aquello que el ser persigue y desea en momento
de intrínseca perseverancia. Mientras que la moral se refiere a la instancia de un
juicio trascendente, la ética se identifica con una “lógica inmanente de los modos de
vida”. Finalmente la teoría ética de los afectos consiste en una caracterización
ontológica de lo que Spinoza denomina “pasiones alegres” y “pasiones tristes”, para
Spinoza la alegría puede definirse como el momento en el que el ser en el
movimiento de su perseverancia intrínseca, colma el espacio que estructura sus
posibilidades de existencia, por el contrario, la tristeza es la separación del ser de
las condiciones y posibilidades de experimentar posibles devenires (Deleuze, 2008,
p. 86-87), podríamos preguntarnos desde las reflexiones de Spinoza, ¿no es acaso
el acto atómico del poder, la gestión y administración de las pasiones tristes? Es
decir, la separación sistemática, bajo la lógica del juicio trascendente moral, de los
individuos con respecto a su expresividad política, social, jurídica, existencial,
artística, sexual, etc.
Dado que la ética de Spinoza es una ética de la corporalidad, podríamos para
obtener un panorama más aterrizado, poner un ejemplo muy concreto, el de los
reaccionarios y fracasados programas de educación sexual planteados en Estados
Unidos durante gobierno Bush (Mc Ewan, 2009), los cuales tenían como eje central
el enfoque de abstinencia como vía idónea para la protección de transmisión de
enfermedades sexuales o embarazos no deseados. Desde la óptica de Spinoza, el
fracaso de estas medidas proviene de que la sexualidad se vive como la imposición
de una esencia, a la cual el sujeto solo puede acceder aceptando vivir los
presupuestos de tal esencia, que en este caso es de una moral cristiana y de un
patriarcado heteronormado. Como es sabido, la educación sexual centrada en la
abstinencia, depende de formas muy particulares de miedo e ignorancia para su
operación. Mientras menos información concreta se tenga sobre la propia vida
sexual, sobre su funcionamiento y sus precauciones mínimas, más fácil será
producir en el individuo el miedo de que cualquier práctica que se escape de la
imagen moral concreta impuesta, terminará en consecuencias desastrosas. Por
supuesto, tal miedo y opacidad en realidad solo tienen como resultado que al decidir
vivir la sexualidad responsablemente, no se tengan las herramientas adecuadas
para hacerlo y se den aquellos escenarios que precisamente se trataban de evitar.
Desde estas reflexiones que hemos hecho tomando como herramienta la
filosofía de Spinoza, podemos preguntarnos, ¿No es acaso que toda forma de
poder, implica en algún grado esta forma de paternalismo e infantilización, en que
se debe de proteger al otro de una verdad que es demasiado peligrosa como para
permitirle a él mismo lidiar con ella?. En su análisis de la cinta de Nolan, Dark Knight,
Zizek se pregunta si su imaginario no es sintomático de lo que se le presenta un
reaccionario final de las posibilidades emancipadoras de la razón, se refiere a la
idea conclusiva de la película, en que Batman toma la culpa por los crímenes de
Dent, para no manchar su imagen como “el héroe que la ciudad necesita”, afirmando
que el pacto social no solo debe estar fundado en una mentira fundamental que es
el origen mítico de la sociedad (Zizek, 2012, p.72), sino además, que defender
hasta sus últimas consecuencias, es una acción heroica y virtuosa.
¿Cuáles son los límites de la propuesta ética de Spinoza? ¿Cómo resolver el
problema del pensamiento político clásico, sobre la dificultad en establecer un
criterio fijo para validar la legitimidad de los deseos y las pretensiones del cuerpo
social? Spinoza es en efecto un iusnaturalista, como suelen describirlo los libros de
filosofía del derecho, sin embargo, es un iusnaturalismo bastante distinto a los
usuales. De acuerdo con Spinoza, se tiene el derecho “de lo que se es capaz”, tengo
el derecho de colmar el espacio de las posibilidades de mis devenires, sin embargo,
¿Qué ocurre cuando un individuo interpreta que la continuidad de la perseverancia
de su ser depende de la nulificación de la vida del otro o de su deshumanización?
Esta reflexión de Spinoza recuerda a los problemas señalados por Slavoj
Zizek (Butler et al. 2004) al momento de analizar las problemáticas de responder
hoy en día a la pregunta: ¿Quién ocupa hoy en día en estricto sentido, el papel del
proletariado? Zizek analiza la forma en que ningún individuo se sitúa totalmente
fuera de la multidimensionalidad de la precarización de la vida propia del capital
contemporáneo, por ejemplo, aún situándonos en la cúspide de la acumulación de
la riqueza, será imposible en un punto ignorar los estragos de la crisis climática y
bioética, más aún, la aceptación de la matriz capitalista neoliberal del homo
economicus como presupuesto antropológico de la vivencia en nuestras
sociedades, es una forma profundamente violenta de precarización de la
imaginación política y social, que aliena a los individuos separándolos de las
posibilidades de cuestionamiento y transformación de su realidad social concreta.
Es decir, la respuesta a esta interrogante desde la ética de Spinoza, sería que todo
acto de explotación y de la precarización de la vida del otro, implica una
precarización de la vida propia, bajo el principio de que un individuo solo sería capaz
de colmar y experimentar sus potencialidades de una manera plena, en un contexto
en que todos los individuos tuvieran una libertad necesaria y correlativa, por lo que
el concepto de deseo como componente de la ética de Spinoza es forzosamente
trans-subjetivo y colectivo, para Spinoza el individuo que ha interpretado su
existencia formando la creencia de que el desarrollo de su potencialidades depende
forzosamente de la privación al otro comete un error de razón, guiado más por la
lógica del juicio trascendente que los modos inmanentes de vida (Spinoza, 1986,
p.92).
5.- Poder y reproductibilidad abstracta
¿Qué es lo abstracto? Aquí la reflexión de Hegel sigue siendo de total pertinencia
(2017), abstracción en su forma simple, es la separación en el pensamiento de
aquello que no puede ser separado en la realidad, por ejemplo, la separación en el
pensamiento del anverso y el reverso de una hoja de papel.
Hegel decide utilizar un ejemplo que quizás no ha envejecido de la mejor
manera: una joven doncella que al presenciar la ejecución de un vil criminal, se
compadece por su bondadosa apariencia, y se pregunta, ¿Cómo es que un hombre
de tan buen ver pudo cometer actos tan horribles? Pero nos parece más adecuado
un ejemplo más contemporáneo y en boga: imaginemos una persona que va por la
calle y expresa la idea “el pobre es pobre porque quiere”, un individuo realizando tal
afirmación, está realizando en el pensamiento una separación de factores (la
voluntad individual del individuo y los resultados económicos de sus actividades, de
las condiciones materiales y el esquema de producción, explotación y precarización
en que se le inserta dentro de nuestras sociedades), que es inseparable en un
análisis materialista y concreto de las formas de sociabilidad en que se ve inserto el
individuo.
Un último ejemplo antes de proceder, tomando como referencia la
argumentación de Zizek, el denominado combate al terrorismo llevado a cabo por
el gobierno norteamericano tendría una forma eminentemente abstracta, al no
cuestionarse la forma en que el imperialismo estadounidense, mediante la
desestabilización de la región con fines geopolíticos, jugó un papel clavel en el
desarrollo de los grupos fundamentalistas en la región, por eso desde la
argumentación de Zizek, “un combate al terrorismo”, bajo el rigor de la postura
hegeliana, solo podría ser un combate al mismo imperialismo estadounidense
(2005, p.40).
Si definimos a la alienación como la separación del individuo de sí mismo, de
su más íntima materialidad es decir, de las condiciones materiales y las
herramientas, para la determinación y construcción de su realidad concreta, puede
decirse conceptualmente que la alienación es la concretización abstracta de las
formas de sociabilidad, es decir, es la lógica de abstracción, pero efectuado no en
la dimensión del pensamiento, sino a modo de tecnología concreta de
gobernabilidad, como componente de un conjunto de relaciones de fuerza que
conforman una estrategia y un diagrama.
Deleuze dice que la “repetición es imposible”, pertenece al orden del milagro
(2002, 44), recordemos el experimento ontológico con el que Leibniz daba clases
de ontología en los jardines del palacio, pidiendo a las doncellas de la corte que
encontraran dos hojas con las mismas proporciones, formas, líneas patrones. Si el
ser es diferencia ontológica, la repetición es imposible, por ello el poder no repite,
pero crea una disimulación objetiva de repetición, lo cual no es posible sin la
intervención violenta, técnica e instrumental.
Hegel decía que el derecho era política congelada, pero la idea
representativa, contractualista, sustancialista de lo político implica ya forzosamente
un grado de congelación de la vida, la existencia, la sociabilidad, la potencia. El
congelamiento de la sociabilidad se da por precarización de la realidad vivida, en
dicha precarización el sujeto es separado de las facultades que lo determinan como
constructor de su realidad social. Heidegger teorizó al Dasein como sujeto de la
angustia existencial, arrojado a un mundo que le es ontológicamente ajeno e
inherentemente extraño, pero tal ajenidad no es una propiedad ontológica del
mundo, es la facticidad vivida al devenir sujetos en un modo de producción
económica y deseante que tiene a la precarización de la vida como condición de su
reproducción, tales modos metaestables son siempre acechados por la posibilidad
de una crisis orgánica frente a la cual el poder político recurrirá a todas las formas
de violencia posible para mantener el status quo, como ejemplifica la criminalización
contra la protesta social vigente en todo el mundo al momento de escribir estas
líneas.
6.- Poder, Diagrama y sujeto
El poder no es una esencia, es una función operatoria (Deleuze, 1987, p.52), es un
conjunto de relaciones entre fuerzas. En términos de la ontología Nietzscheana, las
relaciones de poder se componen por las afectaciones de una fuerza sobre otra, no
por las afectaciones de una fuerza sobre un ente o un individuo. Un diagrama es
conjunto de relaciones estratégicas informales que son condición de posibilidad de
la reproductibilidad social, un ejemplo de diagrama es el correlativo a la formación
democrática griega, como el Agón en que disputan y compiten “hombres libres”
bajo la ley de isonomía (Deleuze, 1986, p.94), otros diagramas corresponden a las
formas de sociedad conceptualizadas desde la óptica de la teoría foucaultiana:
sociedades, soberanas, disciplinarias y de control.
En su análisis del diagrama disciplinario, Deleuze nos invita a pensarlo desde
diferentes grados de diferenciación formal, tenemos en el nivel más concreto, las
diversas instituciones disciplinarias que instituyen la ortopedia sistemática y
reticulada del cuerpo y la mente como un dispositivo original de poder, esta
multiplicidad de instancias tiene como eje virtual el dispositivo del panoptismo, tal
como es desplegado en la prisión de Bentham que implica un agenciamento óptico
en que es posible “ver sin visto” (Deleuze, 1987, p. 60), de acuerdo con Deleuze,
ver sin ser visto es una función de un diagrama cuya forma de expresión es la
imposición de una conducta humana cualquiera a una multiplicidad humana
cualquiera dentro de un espacio cerrado, por ordenación seriación del espaciotiempo. Otro ejemplo de diagrama el correlativo a las sociedades de control, que
pertenecen al momento neoliberal de la acumulación capitalista contemporánea y
que tienen como una de sus características la biopolítica, en el diagrama de las
sociedades control, ya no es necesario el modelado de los espacios cerrados, sino
la modulación de las masas, en función de una gestión de la vida en espacios
abiertos (Deleuze, 1987, p.60), por ejemplo, mediante la instrumentación neoliberal
y tecnócrata de la forma de la política pública como forma idónea de la intervención
social, pero también a través de nuevos espacios de producción semiótica que no
se identifican como una producción de sentido centralizado, si bien eso no evita que
sigan operando bajo una lógica de centralización y acumulación de todo tipo de
capitales.
Una de las innovaciones de la teoría microfísica del poder, es la concepción
de la subjetivación como un proceso dinámico mediado por una pluralidad de
relaciones de poder, no solo el sujeto formado no es quien ejerce u ostenta el poder,
sino que incluso su existencia, su constitución ontológica, no es anterior a la
sujeción de las determinaciones estratégicas del cuerpo social (1987, p.132), el
sujeto, sus identidades y sus identificaciones imaginarios, son determinaciones
positivas de las relaciones diferenciales de fuerza.
Esta es por ejemplo la muy clara limitación que se observan en las
denominadas éticas discursivas contemporáneas, inspiradas en la teoría de la
acción comunicativa habermasiana, la ontología política habermasiana presupone
sujetos definidos y previos a las determinaciones de las relaciones de poder, bajo
la forma de una naturaleza humana dialógica o discursiva. El debate es a la vez
lingüístico político y pragmático político, en un primer momento se discute si el
lenguaje es un espacio neutro en el cual los sujetos insertos, pueden construir un
espacio de imparcialidad para el desahogo de sus deseos y pretensiones, o si más
bien todo orden discursivo posee ya una predisposición de relaciones de fuerzas
que modifican las determinaciones de los que es posible decir y significar dentro de
tal contexto comunicación, es decir, que todo orden discursivo participa de una
voluntad de verdad que opera como un sistema histórico de exclusión (Foucault.
1992, pp. 15-16) y que la construcción de todo espacio plural presupone la critica
radical y permanente de todo aquellos que es asumido como presupuesto.
En este sentido el poder, como un conjunto de estrategias compuestas por
relaciones de fuerzas, es condición de posibilidad tanto de la organización de la
violencia como de la reproducibilidad social. Un autor como Zizek, para referirse a
ciertos rasgos de los modelos de dominación cotidiana en el capitalismo moderno,
hace la diferenciación entre “poder moderno” y “poder posmoderno”, el poder
moderno representa la forma clásica, autoritaria, en que el individuo es sometido
por la fuerza, coacción o amenaza de violencia a adecuarse a las formas y
conductas que le son dictadas, mientras que el paradigma posmoderno depende de
la interiorización e identificación del individuo con la norma, para generar una
adhesión espontánea no por miedo, sino por culpa (2011, p.211).
Podemos retomar un ejemplo cotidiano: de por un lado, unos padres
tradicionales que obligan a su hijo a visitar a su abuela, bajo la amenaza de
violencia: “no me importa si no deseas ir, lo harás o pagarás las consecuencias”,
podemos oponer a estos, unos padres “posmodernos”, tolerantes e inclusivos que
tal vez trataría decir algo como: “debes comprender que ir a visitarla te parece una
carga, sin embargo te ama y significa mucho para ella ir a visitarla, confiamos en
que tomarás la decisión correcta” (Zizek, 2008, p.11). Desde los conceptos que
hemos analizado, este análisis se presenta como una dicotomía en extremo
problemática, todo ejercicio de fuerza, toda acción que implica el ejercicio de la
fuerza sobre un individuo o un ente, presupone y tiene como condición de
posibilidad un conjunto de relaciones entre fuerzas que crean el horizonte de una
economía posible de la violencia, en términos de la sociología de Bourdieu, la
violencia física no se opone de la violencia simbólica, sino que es la violencia
simbólica la que construye una forma de interpretación del mundo, que normaliza y
hace posible el despliegue de los mecanismos de violencia física que pueblan
nuestro mundo (Bourdieu & Waqant, 2005, p.240).
Bryan Massumi en su lectura de capitalismo y esquizofrenia, resume de una
manera muy nítida una de las aristas fundamentales del concepto de poder el
Deleuze (1996, p.19), Massummi señala que para Deleuze, el poder representa la
instancia de reproductibilidad abstracta de un estado de cosas dado. Esta
concepción del poder, es profundamente afín con la concepción que se desarrolló
en cierto marco de interpretación posestructuralista, particularmente algunos
herederos de la escuela lacaniana, como Judith Butler, Slavoj Zizek o incluso
Laclau. Desde la óptica de Butler (2015, p. 19), el poder parece implicar siempre ya
una contradicción ontológica, la ley en su mandato superyoico, que invoca al
reencuentro metafísico entre el individuo y su ideal universal, es una ley
absolutamente imposible de cumplir, por eso diversos psicoanalistas hacen
referencia a que en la dimensión de lo simbólico, la culpa frente al mandato
superyoico solo se acrecentá mientras nos aproximamos tangencialmente al
cumplimiento absoluto de la ley y el deber, cosa que es similar a las interpretaciones
de la literatura de Kafka por parte de autores como Derrida, que ven la expresión de
una ley despótica burocrática, frente a la cual siempre se es culpable de antemano.
Sin embargo la idea contiene también otro polo, la aplicación de la ley, la
sumisión a ella, no solo implica el fracaso absoluto de la reconciliación del individuo
con la ley, sino también implica la producción de un resto, un exceso ontológico que
produce una expresividad mayor a lo que era la finalidad de la ley misma, y que en
algún sentido son garantía de la oposición y resistencia del sujeto, este argumento
es grosso modo, fundamental de la hipótesis de la proliferación de resistencias que
caracteriza la ontología política de Foucault al momento del primer volumen de la
historia de la sexualidad (1998, p. 16).
De acuerdo con la hipótesis de la proliferación de las resistencias, el poder
no puede aplicarse sin generar y hacer proliferar todo un campo de excepciones y
oposiciones inmanentes que se escapa a los designios y directrices del poder, de
ahí la gran importancia del concepto de ilegalismos en la concepción jurídica y
política en la obra de Foucault (Deleuze, 1987, p.54). Esta hipótesis productiva
puede pensarse desde diversos casos: los ejemplos clásicos de Foucault en torno
al dispositivo de poder confesional, en el cual a las estrictas restricciones morales
cristianas, se daba una co-rrelativa a la proliferación de saberes del confesor, en
torno a un discurso especializado de las prácticas prohibidas en su propia
meticulosidad, lo que implicaba también un placer de trasgresión en el confesor que
tenía como objeto aquello prohibido por la ley (Butler, 2015, p.70), o ejemplos mucho
más contemporáneos como toda la argumentación de Butler en torno a la
performatividad de la transexualidad, como productora de un exceso subversivo que
no puede reducirse a las identificaciones de la imaginación sexualizada patriarcal
de la cual toma sus elementos para después resignificarlos (Butler, 2005, 168). Pese
a que la ontología política de Deleuze, puede presentar muchas similitudes con esta
línea de argumentación, me gustaría sostener que la versión más acabada de su
ontología, se aproxima más al último Foucault, quien en sus últimos dos volúmenes
de la sexualidad se distancia de una manera significativa de la tesis productiva del
poder, sin embargo tal elaboración atiende más al concepto de subjetivación que al
de poder, por lo cual el desarrollo adecuado de la idea excede las finalidades del
presente trabajo.
Las reflexiones anteriores permiten pensar de una manera muy clara, la
forma en que el pensamiento de Deleuze está vinculada con la antropología política
de Pierre Clastres (Deleuze & Guattari, 2006, p. 364-368). Recordamos la
originalidad del pensamiento del antropólogo francés, en su obra La sociedad contra
el estado, Clastres busca hacer una crítica radical del paradigma evolucionista que
había caracterizado la antropología hasta el momento, centrada en la tesis de que
el Estado, como forma de sociabilidad, era el horizonte teleológico necesario de
toda comunidad humana, de acuerdo con la hipótesis desarrollista, toda comunidad
que alcanzara un cierto grado de desarrollo, de producción y de complejidad,
conducirán a la formación de una diferenciación formal de poder político cristalizado
en realidad que llamamos estado, este modelo de pensamiento lleva por supuesto,
a aseverar que las sociedades humanas que no conocen el desarrollo estatal, no
“entienden” su complejidad, producto de no haber alcanzado aún ese punto ideal de
desarrollo. Contra estas ideas, Pierre Clastres, a través de su estudio de las
sociedades Guayaquí, llega a la conclusión de que no solo poseen complejos
mecanismos políticos de organización, que en su elaboración no podría decirse
tienen menos complejidad que los mecanismos estatales, sino que además dicho
mecanismo complejo, tendría como función conjurar o evitar la aparición de la forma
estatal, este tipo de mecanismo tendrían que ver con la dispersión de la forma de
acumulación de los diferentes valores que circulaban por el campo social (bienes
de intercambio, bienes de prestigio, control sobre las alianzas políticas, de tal forma
que se volvía imposible que un individuo acumulara diversas formas de capital que
le permitieran ejercer un monopolio sobre el poder e instituir una división fija entre
gobernantes y gobernados, en otras de sus obras Clastres analiza la forma en que
en ciertas sociedades la guerra puede utilizarse como último recurso, con el fin de
consumir los recursos y evitar una acumulación que generaría dinámicas
monopolizadoras del poder, es decir, contra la tesis evolucionista y desarrollista de
la antropología política clásica, puede argumentarse que las sociedades sin estado,
en muchas formas y por muchos mecanismos, incluso en sus formas radicales la
guerra, son sociedades que conjuran a lo estatal como un horizonte temible que es
necesario evitar a toda costa.
Deleuze y Guattari tienen contra Clastres una sola objeción (2006, p. 366), la
del carácter problemático de una diferenciación tajante entre la existencia y la
inexistencia del Estado, para lo cual cita el trabajo de diversos arqueólogos como
Gordon Childe, que sostienen lo que él denomina la hipótesis de Urstaat, es decir
de la existencia de una dinámica de aparato de estado en la comunicación entre los
imperios y las sociedades neolíticas, tal como Catal Huyuk, equiparable al modo de
producción asiática en Marx. Pareciera que la crítica de Deleuze consiste en no
percibir el problema de estado como esencia, sino como un proceso de
sedimentación ontológica siempre en marcha, como un polo de reificación política
como congelamiento de la sociabilidad.
7.- Conclusiones
Como forma de abrir las conclusiones, presentamos un esquema sencillo con
algunas de las categorías planteadas sobre la ontología de Deleuze y su desarrollo
en diversos sub-dominios ontológicos:
Metafísica de la presencia
Propuesta
Ontológica
de
Deleuze
Problema ontológico
Ser-mundo-totalidad
Singularidad, multiplicidad
Acto- potencia
(CsO)
Problema
Imagen del pensamiento
Pensamiento
epistemológico
Cuádruple
raíz
representación
Filosofía
de
sin
imagen
la (Rizoma)
Filosofía (como creación de
(como conceptos)
escolástica)
Problema Axiológico
Moral
como
trascendente
juicio Ética como lógica inmanente
de los modos de vida
Problema político
Estado
Sociedades contra el estado
Aparato de captura
Máquina de guerra
Hemos propuesto a lo largo del trabajo una forma de aproximarse al aparato
filosófico de Gilles es Deleuze, mediante la reconstrucción de su propuesta
ontológica centrada en los conceptos de singularidad/multiplicidad. Desde la
perspectiva desarrollada tal esquema ontológico puede servir como una
herramienta filosófica útil para la teoría crítica en el análisis de los modos de
dominación contemporánea que atraviesan todo tipo de prácticas y discursos.
En el presente trabajo solo nos hemos ocupado de esbozar muy brevemente
la forma en que esta ontología puede proponer definiciones útiles para el análisis
crítico en torno a conceptos como: fundamento ontológico, totalidad, poder,
sociedad, derecho, Estado, subjetivación. Por su caracterización crítica radical de
toda forma de poder, bajo la idea que hemos desarrollado de “poder como
reproductibilidad abstracta”, considero que la problematización de la ontología
deleuziana puede proponerse como un elemento combativo, de aquello que Michel
Foucault nombró, a propósito del trabajo de Deleuze y Guattari, una introducción a
la vida no fascista.
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