Dadas los sucesos recientes me siento en la necesidad de

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Dadas los sucesos recientes me siento en la necesidad de compartir toda la información que tengo
sobre cierto fenómeno sobrenatural que seguramente acabará con mi vida en unas horas cuando
mucho. Hay algo que me mantiene encerrado en este estudio repleto de libros de ocultismo, magia
negra, misticismo y necromancia.
La tarde del día de ayer vine a esta misma casa a visitar a un amigo mío, a Luis. Su padre murió
recientemente y él me pidió que viniera para hablar de algunas cosas. Yo tenía bien sabido que su
padre tenía obsesiones con la magia desde hacía mucho, su casa estaba colmada de cosas
relacionadas, principalmente libros y “obras de arte” muy grotescas. Casi siempre vi su extraña
obsesión con ojos prejuiciosos y escépticos, ¡y eso que él siempre se miraba plenamente convencido
de lo que decía! Desde hace unas horas me resulta fácil creer todo lo que afirmaba cuando se
soltaba a hablarme sobre demonios, espíritus y sus representaciones materiales en nuestro mundo.
Ayer Luis y yo hablamos por horas, compramos algunas cervezas y estuvimos merodeando por la
casa mientras inquiríamos, del modo más filosófico que nuestras cabezas nos permitían, acerca de
nuestras razones de ser y nuestros valores existenciales.
“Jamás he creído una sola palabra de mi padre con respecto a la magia. Creo que en un afán de
comprender el mundo pese a su incapacidad científica, se entregó a una tonta fe que le diera
explicación, tal como hacían los pueblos antiguos.” Decía mi amigo desdeñosamente mientras daba
un trago a una cerveza y husmeábamos entre algunos cacharros del ático.
Entre pinturas tétricas y obscenas y algunos libros saqué una caja que llamó mi atención.
“¿Cuánto crees que le pueda sacar a un incauto vendiéndole toda esta basura?”
Preguntó mi amigo, a lo que le respondí:
“No mucho, aunque por esto podrías sacar algo.”
Me refería a la caja que recientemente había encontrado, contenía un Super Nintendo, casi nuevo.
Inmediatamente me respondió:
“¡Ha, pero si es mi viejo SNES! Mi padre lo ocultó cuando tenía apenas unos 10 años porque, según
él, desperdiciaba gran parte de mi tiempo en él… Aunque quizá tenía algo de razón.”
Un poco cansados decidimos conectar el aparato y jugar un momento. Las cervezas casi se nos
terminaban y ya era de noche. Estuvimos aproximadamente una hora jugando Yoshi’s Island. El
cartucho tenía algo raro en la carátula, el dibujo de un Yoshi parecía especialmente vívido en
comparación con el resto de la imagen que parecía adelgazada y descolorida, seguramente por la
humedad. Luego de tanto jugar decidí marcharme, aunque estaba un poco ebrio mi casa no estaba
muy lejos y podría llegar caminando.
“Adiós. No olvides cerrar la puerta, que no me quiero levantar” Fue la despedida de mi amigo, y las
últimas palabras que le oí decir.
Desperté a la mañana siguiente. Era un Sábado con un amanecer muy luminoso, demasiado para mi
gusto, en especial después de las cervezas del día anterior. Fue entonces cuando me percaté de que
había olvidado mis anteojos en casa de Luis. Era fin de semana, así que no habría problema si le iba
a visitar ese mismo día, tenía gran ansiedad por recuperarlos porque me es imposible leer sin ellos y
el lunes tenía que irme a la universidad, sin mencionar que tenía algunas tareas pendientes.
Llegué a su casa aproximadamente a las 2 de la tarde. Toqué la puerta y no hubo respuesta alguna,
pero estaba abierta. No había rastro de Luis. Había un aroma extraño y desagradable en toda la casa.
Tome mis lentes que estaban cerca del SNES y en el acto noté que la etiqueta del cartucho estaba
menos lúcida de lo que recordaba, aunque los recuerdos pueden ser engañosos luego de algunos
tragos.
Un momento después, antes de irme, eché un vistazo hacia un corredor y sobre la alfombra vi un
charco rojo que parecía ser sangre, era muchísima sangre y salía de la habitación de enfrente, que
tenía la puerta entreabierta. Caminé con cautela hacía allá. Tuve que abrir la puerta para poder ver
lo que había detrás.
Una escena que entraría en mi cerebro como un recuerdo horrible e indeleble estaría pronto frente a
mí. Era el cuerpo de Luis, sin vida, semidesnudo, y en circunstancias que hacían todo aún más
desagradable. Su piel había sido cortada metódicamente, de tal modo que estaba todo cubierto por
polígonos rojos; como escamas bordeadas de sangre. Sus ojos habían sido toscamente arrancados,
ni siquiera cortados, o al menos eso parecía por la apariencia de las heridas. Sus dientes había sido
destrozados y ahora todos parecían incisivos, quizá similares a los de un tiburón pequeño. Lo más
notorio y a la vez horrendo era su lengua. Su legua había sido estirada aproximadamente dos metros
y mostraba toda clase de llagas desagradables.
Rápidamente retrocedí y me di la vuelta por si había alguien detrás mio, algún maníaco que gustaba
de convertir a la gente en masas fétidas de muerte, quizá creyendo que hacía arte. No había nadie.
Me volví de nuevo hacia mi amigo y le toqué un brazo, me di cuenta de que tenía muchos huesos
rotos. ¡Qué clase de loco haría algo así a otro ser humano! Me entró un gran pánico cuando pensé
que el asesino podría seguir allí, y tomé un cuchillo de la cocina que estaba cerca de la habitación
donde encontré el cadáver de Luis.
Volví por aquel corredor ensangrentado, pensé que tenía que llamar a la policía. Alguien tenía que
investigar aquello que parecía propio de un asesino serial, alguno obsesionado con las lenguas y con
figuras geométricas, especialmente las de la piel.
Estaba por la mitad de corredor cuando escuché un ruido que salía de la habitación del muerto. Me
di la vuelta inmediatamente y me paralicé. Estuve de pie y sin parpadear por varios segundos. No vi
nada, pero presentía algo. Nunca me había sentido tan cerca de la muerte hasta ese momento, eran
una ansiedad y un vértigo impresionantes, ¡y eso que aún no veía nada!
Luego de un momento de suspenso vi algo, algo que no podía creer aún viéndolo. La lengua. Esa
lengua destrozada se asomaba por la puerta sujetándose del marco. Di algunos pasos hacia atrás y
tropecé, luego me arrastre mientras miraba atónito. Vi uno de los pies de Luis, no era posible que
caminara, no con todos esos huesos rotos. Sentí en ese momento una mezcla de curiosidad y miedo,
me oculté al final del corredor junto a las escaleras que dan al segundo piso y mantuve un ojo sobre
la escena.
Luis ya estaba de pie, pero no tenía una postura humana en absoluto. Su carne era como gelatina y
como las gallinas movía el cuello con cierto ritmo al andar. Se trasladaba muy lentamente y lo hacía
casi arrastrándose.
Su cabeza apareció y pude verla, aunque quizá me habría gustado no haberlo hecho. Su cráneo
estaba deformado de un modo extraño, y tenía por ojos alguna clase de polvo blanco que giraba
entorno a un par de puntos luminosos que destellaban con varias tonalidades de rojo, como estrellas
de muerte.
Un par de segundos pasaron hasta que volteó hacia donde yo estaba, su boca se movió de un modo
inusual mientras su lengua que parecía más un tentáculo se retorcía, y emitió un sonido chirriante
que taladraba los oídos y puso su mirada fija sobre mí. Entré en pánico y subí por las escaleras,
cuando debí haber salido por la entrada.
Los pasos del ser de carne se oían líquidos, como tela mojada. Desesperado traté de abrir la primera
puerta con la que me topé pero estaba cerrada, luego corrí al fondo y abrí la puerta de este estudio.
Empieza a anochecer, y luego de haberme encerrado unas dos horas en este lugar sigo escuchando a
la bestia. He dedicado mi tiempo a escribir esto esperando que sirva de algo, o quizá más bien lo he
hecho para no enloquecer.
En este estudio se encuentran las notas del padre de Luis. Algunas bitácoras más o menos recientes
señalan que estuvo tratando de llamar al espíritu de un demonio con rasgos similares a los de un
reptil sin éxito aparente. Otras notas sobre necromancia señalan que algunos espíritus suelen
aferrarse a objetos con los que compartan rasgos similares tanto físicamente como simbólicamente,
e incluso a fotografías u otras imágenes. También encontré algunas notas sobre posesiones
demoníacas en las que se describen transfiguraciones de las víctimas, aunque ninguna tan drástica
como la que he presenciado.
Espero que nadie venga a buscarme, o estará en problemas. Con frecuencia puedo oír golpes en la
puerta. Sabe que estoy aquí. También quiere mi carne. Cada vez golpea con más fuerza. Su lengua
se agita por debajo de la puerta tratando de entrar. Embiste la puerta sin parar. Sus chirridos
penetran en mi cabeza como agujas. La puerta acaba de caerse…
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