TEMA 5. LA POESÍA DE 1939 A 1975. CLAUDIO RODRÍGUEZ 1. LA POESÍA DE LA INMEDIATA POSGUERRA (Años 40) En los años anteriores a la Guerra Civil (1936-39), la poesía española había alcanzado altos niveles de creatividad con Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, los poetas del 27 y otros más jóvenes que habían empezado a publicar su obra, como Miguel Hernández, Luis Rosales o Leopoldo Panero. La Guerra Civil supone un corte profundo en la evolución de la literatura española y, por supuesto en la poesía. Esta había tenido un papel destacado durante la contienda, pues había sido utilizada por los dos bandos con un carácter combativo y bélico. Sin embargo, finalizada la guerra, la ruptura es evidente. A esta fractura contribuye la muerte de algunos de los poetas más destacados como Antonio Machado, el fusilamiento de García Lorca, el exilio de Juan Ramón Jiménez y de la mayor parte de los poetas del 27, el encarcelamiento y muerte de Miguel Hernández y sobre todo, el inicio de la dictadura franquista, que marca un nuevo tiempo presidido por el aislamiento internacional y la censura política e ideológica. La situación de España en la inmediata posguerra es de desolación. Se percibe una total falta de libertad política y la sociedad está cercada por la miseria y el hambre. Ante esta nueva realidad en la poesía española de los años cuarenta se distinguen tres tendencias: la poesía del exilio y las denominadas por Dámaso Alonso “Poesía arraigada” y “Poesía desarraigada”. En general, la poesía de esta década rehúye el vanguardismo y se centra en las preocupaciones del ser humano, en un proceso de rehumanización que ya había empezado antes de la guerra. 1.1. La poesía arraigada: Con este término, Dámaso Alonso se refiere a los poetas afines al régimen franquista que publicaron en revistas como Escorial o Garcilaso. Tratan temas como el amor, la fe católica, el paisaje o la patria, unidos al ensalzamiento del régimen de Franco y sus valores. Ofrecen una visión épica de la realidad, exaltan la nueva España y reflejan un optimismo que contrasta con la pobreza y la desolación en que vive la mayoría. Pertenecen a esta tendencia escritores cuya fe religiosa les aporta una visión serena y armónica del mundo que tratan de comunicarla con un estilo sobrio, formal, un lenguaje culto y formas métricas clásicas como el soneto. Reivindican al poeta Garcilaso de la Vega como modelo del nuevo clasicismo temático y formal que representan. Los poetas más destacados son: Luis Rosales (Abril, 1935; La casa encendida, 1949), Leopoldo Panero (La estancia vacía, 1944), Dionisio Ridruejo (Poesía en armas, 1940; Sonetos a la piedra, 1943), José García Nieto (Víspera hacia ti, 1940) y Luis Felipe Vivanco (Tiempo de dolor, 1940; El descampado, 1957). 1.2. La poesía desarraigada o existencialista: Pertenecen a esta tendencia artistas e intelectuales detractores de régimen franquista, que tuvieron que quedarse en España y someterse a la censura. 1 Los poetas desarraigados expresan la angustia y la desesperanza de los seres humanos en un mundo dominado por el vacío y el dolor ocasionados por la guerra. También indagaron en la falta de sentido de la existencia, marcada por el paso del tiempo y la muerte y de la que Dios parecía haberse alejado. Frente al mundo armonioso de los poetas arraigados, los existencialistas muestran el desajuste entre el individuo y la sociedad en la que viven. En esta tendencia se podría incluir la obra de Miguel Hernández escrita tras la Guerra Civil, Romancero y cancionero de ausencias, cuya influencia fue decisiva en estos poetas desarraigados. Suelen emplear un tono dramático y un lenguaje directo, violento y desgarrado de enorme fuerza expresiva, con imágenes tremendistas. Aunque rechazan el afán formalista de los poetas arraigados, comparten con ellos el gusto por el soneto. Entre los poetas que destacan en esta tendencia está Dámaso Alonso que en 1944 publicó Hijos de la ira, el poemario de corte existencial que lo inscribe en la corriente de poesía desarraigada. La obra presenta una visión angustiada de la realidad, un mundo dominado por la miseria material y moral, el odio y la injusticia, en el que Dios está ausente. Escrita en versículos, contiene imágenes surrealistas combinadas con un léxico coloquial y antirretórico. Otros poetas de esta corriente son: Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, Ángela Figuera, José Luis Hidalgo, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya y Blas de Otero que difunden sus obras a través de la revista Espadaña. 1.3. Poesía en el exilio: Durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco muchos intelectuales comprometidos con la República se vieron obligados a exiliarse. Muchos no tuvieron la oportunidad de regresar a España, como Juan Ramón Jiménez o poetas de la generación del 27, como Cernuda. Durante los primeros años del exilio, estos poetas escribieron sobre la derrota en la guerra, la nostalgia de la patria perdida, el recuerdo de la infancia, el anhelo de regreso y el régimen franquista al que criticaron con dureza. Con el paso de los años, adaptados a sus nuevos países de acogida, sus poéticas evolucionaron de manera diferente. Entre los poetas del exilio cabe destacar a León Felipe, Manuel Antolaguirre, Emilio Prados y Juan Gil-Albert. León Felipe escribe una poesía combativa, en un tono vehemente y declamatorio con resonancias quijotescas. Algunas de sus obras son Español del éxodo y del llanto (1939) y Ganarás la luz (1943). 2. POESÍA SOCIAL (AÑOS 50) Hacia 1950, la literatura existencialista desemboca en el llamado realismo social. Los escritores salen de su angustia interior y contemplan lo que sucede en la calle. Su punto de vista cambia, e intentan presentar con objetividad la vida colectiva española y sus conflictos, hasta alcanzar, poco a poco, un tono enérgico de testimonio, protesta o denuncia de la situación social. 2.1. Características de la poesía social: La poesía social es una lírica de realismo testimonial que continúa la línea rehumanizadora iniciada antes de la Guerra Civil, bajo la influencia de poetas como Antonio Machado, Pablo Neruda, César Vallejo o Miguel Hernández. 2 Para estos autores, la poesía debe dirigirse a la masa, a la inmensa mayoría y convertirse en una herramienta de transformación social, que dé testimonio de los problemas de España y contribuya a su solución mediante una actitud comprometida, que dé voz a los silenciados por la dictadura franquista. Los temas más frecuentes de esta poesía social son: la situación de España, la injusticia social y el anhelo de paz y libertad, presentados habitualmente con un tono pesimista, aunque en ocasiones se halle una mirada de esperanza hacia un futuro mejor. Se trata de una poesía destinada a la inmensa mayoría, al hombre de la calle, por esa razón el lenguaje poético adopta un tono llano y conversacional que expresa la riqueza poética del registro coloquial, aunque puede resultar monótono. También está condicionado por la obligación de salvar los criterios de la censura. La publicación en 1955 de Cantos iberos, de Gabriel Celaya, y de pido la paz y la palabra de Blas de Otero, marca el apogeo de la poesía social en España, una tendencia que ya se había empezado a manifestar unos años antes en obras como Las cartas boca arriba, (1951) de Gabriel Celaya y Quinta del 42 (1952), de José Hierro. 3. LA DÉCADA DE 1960 A 1975. 3.1 LA GENERACIÓN DEL 50 O LA GENERACIÓN DEL MEDIO SIGLO. LOS POETAS DE LOS AÑOS 60. “LOS NIÑOS DE LA GUERRA”. En pleno apogeo de la poesía social empiezan a publicar sus primeras obras un grupo de poetas conocidos como Generación de los 50, que sin desentenderse de las cuestiones sociales, van a marcar un nuevo rumbo en la evolución de la poesía española. Comparten casi todos ellos los siguientes rasgos biográficos: Todos eran niños durante la Guerra Civil y vivieron como adolescentes la etapa más dura de la posguerra, casi todos pertenecían a familias de orígenes burgueses, habían recibido una formación universitaria y una rica formación literaria y habían participado en el homenaje a Antonio Machado en Collioure. Muchos de ellos están conectados por las ciudades en las que habitaron, como Barcelona en el caso de Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Madrid en el caso de Carlos Bousoño, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente. Otros, en cambio, escribieron al margen de la “vida literaria”, como Antonio Gamoneda o José Hierro. Aunque estos poetas cultivan obras muy diferentes, comparten algunas características: 1. En su trayectoria parten de los presupuestos de la poesía social (compromiso ético, conciencia de las injusticias sociales, inconformismo…) pero pondrán más énfasis en lo personal, de ahí la importancia de lo autobiográfico. 2. Los asuntos más frecuentes son: la evocación de la infancia y de la adolescencia como paraíso perdido o roto a causa de la guerra; el fluir del tiempo; la conciencia de la transitoriedad humana que carga algunos poemas con un tono triste y nostálgico; el amor íntimo y erótico; la amistad; la familia; la visión crítica de España desde un punto de vista autobiográfico; la reflexión sobre la palabra poética. 3. La poesía es también una de forma de conocimiento mediante la cual el poeta indaga sobre su propia experiencia vital y sobre el mundo. 4. En el plano formal, pretenden dignificar el lenguaje poético, alejándose del prosaísmo de la poesía social. La poesía debe estar relacionada con los problemas sociales, pero debe tratarlos de un modo menos explícito, más evocador. Su rasgo más llamativo es la conversión del lenguaje coloquial en artístico; el tono conversacional, antirretórico, no oculta 3 el rigor poético. El humor y la ironía les sirven de distanciamiento respecto de las emociones o del mundo poetizado. 5. En métrica predomina el verso libre, aunque no descartan las estrofas clásicas. 6. Aunque las influencias son variadas y dispersas destacan las de los poetas sociales, Antonio Machado, Cernuda, Neruda y César Vallejo. 4. CLAUDIO RODRÍGUEZ Claudio Rodríguez nació en Zamora en 1934 y murió en Madrid en 1999. Es uno de los poetas excepcionales de la Generación del 50. Su poesía se caracteriza por la originalidad expresiva y el intenso lirismo. Comparte con los poetas de su generación el uso de un lenguaje coloquial y cierta tendencia al realismo, aunque según palabras de José Hierro es “la realidad misma con magia, ya que transforma los objetos cotidianos en símbolos transcendentes”. Su lírica intimista, marcada por la meditación en torno a la naturaleza y el paisaje castellanos, permaneció ajena a las modas y a los movimientos literarios. Entre sus temas más frecuentes se encuentra la poesía misma, entendida como don gratuito y estado de fervor, el alma, la amistad, el amor, el conocimiento, la solidaridad, la vejez, la muerte. La necesidad de dinero adquiere en su poesía un protagonismo que contrasta con la riqueza de sus contemporáneos. Cuando Claudio Rodríguez tenía trece años murió su padre y se quedaron en la ruina. Ahí empieza esa necesidad de ganar dinero que se ve reflejada en algunos de sus poemas. Publicó su primer libro Don de la ebriedad en 1953, galardonado con el Premio Adonais. Con él, inaugura una poética en la que paisaje, sentimientos, conceptos y sensaciones se funden como un todo simbólico, aunque no desligado de “lo real”, lo que denomina Carlos Bousoño “realismo metafórico”. La intensidad de su contenido se apoya en endecasílabos asonantados inspirados en el lenguaje oral y en la obra de Rimbaud. La honda vivencia del paisaje de su tierra y su transfiguración por el don de la poesía y el entusiasmo de la ebriedad del joven que sale en busca de mundo emparenta su escritura con los místicos de los siglos de Oro y con el dolor unamuniano. A partir de este momento, inició amistad con otros poetas de su generación, como Ángel González, Carlos Bousoño, Francisco Brines, Gil de Biedma, Carlos Barral y José Ángel Valente. En 1958 publicó Conjuros, título que anuncia las fórmulas conjuratorias, imperativas, exclamativas e interrogativas del libro. Con un lenguaje sencillo que habla de cosas cotidianas, nos lleva al mundo transcendental de las verdades universales. Junto al tono exclamativo predominante, aparecen la meditación y reflexión características de su obra posterior. Este mismo año de la publicación de Conjuros, se marcha a Inglaterra, donde trabajó como lector de español hasta 1964, primero en la Universidad de Nottinghan y luego en la de Cambridge. Durante su estancia en el Reino Unido ahondó en el conocimiento de la poesía inglesa y americana contemporánea, con especial interés por la obra de Wordsworth, Coleridge, Keats, T.S. Eliot, Ted Hughes y Dylan Thomas. Además, estableció una profunda amistad con Francisco Brines, entonces lector en Oxford. Instalado de nuevo en Madrid, en 1965 publica Alianza y condena, obra escrita durante los años pasados en Inglaterra, con la que obtiene el Premio de la Crítica. En este libro integra el dolor y el sufrimiento en su mundo poético y se atenúan las fórmulas metafóricas. 4 En 1976 publica El vuelo de la celebración, libro que refleja el horror ante la muerte de su hermana, asesinada en 1974 y el consuelo vengativo de la palabra. En 1987 fue elegido miembro de la Real Academia Española, donde ingresó con el discurso “Poesía como participación: hacia Miguel Hernández”. Su última obra Casi una leyenda, publicada en 1991, ahonda en la preocupación por la vejez y la muerte. Pese a huir de la fama y de cualquier tipo de fasto mundano, recibió el Premio Nacional de Poesía (1983), el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1993. 5