LUIS MONTORO FRANCISCO ALONSO CRISTINA ESTEBAN FRANCISCO TOLEDO MANUAL DE SEGURIDAD VIAL: EL FACTOR HUMANO EDITORIAL ARIEL, S. A. INTRAS ÍNDICE DE CONTENIDOS Prefacio, por CARLOS MUÑOZ-CRESPO IZAGUIRRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 15 PARTE 1: ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 CAPÍTULO 1. Los accidentes de tráfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La importancia de la motorización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Los riesgos de la conducción: los accidentes de tráfico . . . . . . . . 2.1. La magnitud de los accidentes de tráfico . . . . . . . . . . . . . . 2.2. Los accidentes de tráfico: un problema humano, un problema de salud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.3. Los accidentes de tráfico: un problema social, un problema económico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.4. Accidentes e incidentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Las causas de los accidentes: factores de riesgo . . . . . . . . . . . . . . 3.1. El vehículo como factor de riesgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.2. Los factores ambientales: la vía y su entorno como factores de riesgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.3. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 25 26 26 CAPÍTULO 2. El factor humano: riesgo y gTUpos de riesgo l. Factor humano y conducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Los grupos de mayor riesgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.1. Conductores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.2. Los peatones como grupo de alto riesgo . . . . . . . . 2.3. Los ciclistas como grupo de riesgo . . . . . . . . . . . . 3. Supervisión policial, enforcement y seguridad vial . . . . . 4. Los effores humanos en la conducción . . . . . . . . . . . . . 49 49 50 51 58 63 66 68 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 29 30 33 36 42 47 PARTE 2: PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR Introducción 75 CAPÍTULO 3. Introducción a los principios explicativos del comportamiento del conductor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Factores predisposicionales y capacidad de conducción . . . . . . . . 2.1. La idoneidad para la conducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 77 82 82 ÍNDICE DE CONTENIDOS 9 l. l. El polo extraversión-introversión . . . . . . . . . . . . . . 1.2. El continuo neuroticismo-control . . . . . . . . . . . . . . 2. Estilos cognitivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. El déficit en inteligencia emocional como factor de riesgo 4. Las tipologías del conductor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. .. .. .. . . . . . . . . . . . . . . . 175 177 179 185 188 PARTE 3: LOS TRASTORNOS Y ALTERACIONES F ÍSICAS Y PSÍQUICAS DEL CONDUCTOR COMO FACTORES DE RIESGO Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193 CAPÍTULO 9. Depresión y conducción . . . . . . . . . 1. Breve apunte sobre la depresión . . . . . . . . . . . 2. Implicaciones de la depresión en la conducción 3. Precisiones y matizaciones de interés . . . . . . . ... ... vial ... 197 197 200 205 . . . . . . . . . . 207 207 209 213 216 11. Sueño y conducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l. Breve apunte sobre el sueño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Implicaciones de la falta de sueño en la conducción y la seguridad vial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.1. Las causas de la conducción bajo los efectos de la somnolencia o adormecimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.2. Efectos de la falta de sueño en la conducción . . . . . . . . . . 2.3. Interacción del sueño con otras variables en la conducción 3. Precisiones y matizaciones de interés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219 219 CAPÍTULO 10. Estrés y conducción . . . . . . . . . . 1. Breve apunte sobre el estrés . . . . . . . . . . . . . 2. Implicaciones del estrés en la conducción y la 3. Estresores vitales y el estrés postraumático . . 4. Precisiones y matizaciones de interés . . . . . . ........... ........... y la seguridad ........... ........... ........... seguridad vial ........... ........... . . . . . . . . . . CAPÍTULO 222 223 228 232 235 CAPÍTULO 12. Fatiga y conducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l. Breve apunte sobre la fatiga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Implicaciones de la fatiga en la conducción y la seguridad vial . . 2.1. Factores que potencian la aparición de la fatiga en el conductor 2.2. Alteraciones psicofisiológicas producidas por la fatiga . . . . . 2.3. Manifestaciones de la fatiga en la conducción . . . . . . . . . . . 3. Precisiones y matizaciones de interés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237 237 239 239 240 242 244 13. Alcohol y conducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Breve apunte histórico sobre el alcohol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Descripción del alcohol y su consumo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Alcohol, seguridad vial y accidentes de tráfico . . . . . . . . . . . . . . . La alcoholemia y sus determinantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.1. Variables que afectan a la alcoholemia . . . . . . . . . . . . . . . . 4.2. La metabolización del alcohol y la curva de la alcoholemia . 4.3. La medición de la alcoholemia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Efectos del alcohol sobre las capacidades psicofísicas del conductor 5.1. Repercusiones en el comportamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.2. Incremento de las infracciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249 249 250 255 257 258 263 266 272 273 273 CAPÍTULO 1. 2. 3. 4. ÍNDICE DE CONTENIDOS 2.1. 2.2. 2.3. 2.4. Los planes y objetivos en seguridad vial . . . . . . . . . . . . . . . Identificación del problema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Desarrollo del programa de seguridad vial por objetivos . . . Análisis de las contramedidas alternativas para la seguridad vial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.5. Implementación del programa de seguridad vial por objetivos 2.6. Control y evaluación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La intervención y la prevención como objetivo prioritario de la se­ guridad vial y las ciencias del comportamiento implicadas . . . . . . 4. La intervención en seguridad vial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.1. La educación vial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.2. La formación-instrucción del conductor . . . . . . . . . . . . . . . 4.3. La intervención social: la información-persuasión . . . . . . . . 4.4. La exploración, evaluación y selección de conductores . . . . Bibliografía y referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 336 338 339 341 342 346 346 349 350 353 358 361 371 PREFACIO En sus manos se encuentra una obra que es el resultado de la dedicación, a todas luces intensa y extensa, de un equipo di­ rigido por el doctor Montoro González, a la seguridad de la cir­ culación por calles y carreteras. Y, como podrán comprobar a través de su lectura, su trabajo ha estado presidido por el rigor científico al que los investigadores del Instituto Universitario de Tráfico y Seguridad Vial (INTRAS) nos tienen acostumbrados. Un manual referido a la seguridad de la circulación en las vías públicas no es algo baladí. La movilidad de los pobladores actuales de la Tierra se ha convertido en un fenómeno normal y masivo. No se conciben hoy en día vacaciones sin viaje ni días feriados sin carretera; además el automóvil se ha convertido en instrumento de trabajo para millones de personas. Ello ha hecho que en nuestro país se haya llegado a una cifra superior a los veintidós millones de automóviles a finales del año 1999, que cir­ culan por más de ciento sesenta rriil kilómetros de carreteras guiados por más de dieciocho millones de conductores. ¿Se darían cuenta del alcance de su invento aquellos prime­ ros constructores de automóviles de finales del siglo x1x? ¿Sería consciente Henry Ford de la trascendencia de la fa­ bricación en cadena de automóviles? Lo cierto es que el siglo XX, especialmente su segunda mitad, ha sido el de la motorización: el automóvil al alcance de todos. Y ese fenómeno ha influido poderosamente en el cambio de los hábitos sociales. Merced al automóvil, los habitantes de los lla­ mados países industrializados han logrado un mayor progreso, se ha facilitado el transporte de mercancías y personas, se ha acuñado otro concepto de la libertad, se ha posibilitado la im­ portantísima industria del turismo, en una palabra, se ha cam­ biado la forma de vivir ... y también, desgraciadamente, de mo­ rir. A causa de los automóviles han muerto, desde su invención PRÓLOGO 17 fesional genera una serie de actuaciones que mejoran induda­ blemente en eficacia y eficiencia. Como comentaremos y desarrollaremos posteriormente, el problema de los accidentes de tráfico es un asunto complejo, cuyo entramado abarca aspectos relativos entre otros al vehícu­ lo, a la vía y el entorno, y al factor humano. El presente libro se centra fundamentalmente en el que es considerado por todos (y así ha sido demostrado desde la experimentación) como el ele­ mento de mayor importancia en la causalidad de los accidentes: el factor humano. La seguridad vial es un terreno que necesita del concurso de distintas disciplinas científicas. En todo caso, las aportaciones de la ciencia psicológica han tenido una relevancia diferencial en todos y cada uno de los aspectos del ámbito, aunque su im­ portancia es más evidente cuando nos referimos al factor hu­ mano. En este sentido, este libro recoge gran parte de la tradición de las aportaciones de la psicología y ciencias de la conducta al campo de la seguridad vial, tratando de realizar una actualiza­ ción de los descubrimientos realizados hasta el momento. Todo ello dentro de un modelo que permita poseer un marco de ac­ tuación claro y con valor de utilidad. Con el fin de transmitir de una manera sencilla el conjunto de conocimientos que hemos seleccionado, el libro está estruc­ turado en cuatro partes con los siguientes títulos: «Accidentali­ dad: conceptos básicos», «Principios explicativos del comporta­ miento del conductor», «Los trastornos y alteraciones físicas y psíquicas del conductor como factores de riesgo» y «El nivel de intervención». Aunque cada una de las partes constituye un bloque temáti­ co independiente, existen numerosas relaciones entre ellos que se mencionan puntualmente. El lector deberá de tener en cuen­ ta que únicamente el conjunto de todas las partes puede dar la visión global que tratamos de transmitir. Para contribuir a dicha integración, en el último apartado se describirán algunas de las utilidades y aplicaciones de todos los conocimientos expuestos en las partes previas; asimismo, al principio de cada una de las partes se realiza una introducción que pretende contribuir a lo­ grar este objetivo, independientemente de explicarse la estruc­ tura con que se organizan las mismas. INTRODUCCIÓN Que la motorización es un fenómeno social de especial rele­ vancia en nuestra sociedad es un hecho bien conocido y fácil­ mente constatable si observamos la realidad que nos circunda. Como explicaremos en esta parte, el concepto de tiempo, de dis­ tancia e incluso relaciones sociales como la amistad y la familia están determinados y modulados por los actuales sistemas de lo­ comoción. Esta utilización ascendente de la motorización que está in­ dudablemente relacionada con los beneficios que ésta reporta, no se encuentra exenta de problemáticas asociadas (polución, falta de espacio, accidentes de tráfico, etc.), que es necesario abordar y solucionar. En la medida que disminuyamos los efec­ tos perniciosos de la moderna locomoción, indirectamente po­ tenciaremos los efectos positivos y conseguiremos mejorar en última instancia la calidad de vida de nuestra sociedad. De todos los productos negativos derivados de la utilización de vehículos con motor, los accidentes de tráfico son los más im­ portantes y preocupantes. En realidad, su importancia rebasa las fronteras de la problemática de la locomoción, ya que los ac­ cidentes de tráfico son sin duda uno de los mayores problemas de salud pública con el que nos enfrentamos las sociedades mo­ dernas. Conocer la magnitud de los accidentes de tráfico es un fac­ tor sustancialmente importante (como explicaremos más dete­ nidamente en la última parte de este libro), fundamentalmente por dos aspectos. En primer lugar, porque permite concienciar a los ciudada­ nos de la importancia que tiene este factor -el de la accidenta­ lidad-, por su incidencia y gravedad de sus consecuencias, so­ bre bienes materiales y personas. En este sentido, toda interven- ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 23 actualizadas que se convertirán en herramientas de gran utili­ dad para las personas que trabajen en la seguridad vial. El lec­ tor encontrará en esta parte las referencias de estas fuentes que le serán de gran utilidad si quiere conocer con precisión la si­ tuación de la accidentalidad. Complementariamente se desarrollarán conceptos funda­ mentales, que son base de partes posteriores como es el concep­ to de «riesgo». En este sentido, se aporta información acerca de los grupos de mayor riesgo (conductores, peatones, ciclistas), ha­ ciendo hincapié en las características diferenciales de cada uno de ellos, que posteriormente es necesario trasladar a la hora del diseño, desarrollo e implementación de intervenciones. En definitiva, el objetivo que perseguimos con el desarrollo de esta parte no es únicamente el de realizar una introducción general al tema global de los accidentes de tráfico y a la seguri­ dad vial en general. Existe un objetivo complementario clara­ mente definido: generar una visión global de la problemática que oriente las actuaciones. CAPÍTULO 1 LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO 1. La importancia de la motorización El automóvil se ha convertido en un compañero inseparable en nuestras vidas y en protagonista indiscutible de la sociedad contemporánea. Conducir un vehículo es una actividad impres­ cindible, como lo demuestra el número de millones de automó­ viles que hoy «pueblan» la Tierra, o el hecho de que la utiliza­ ción de vehículos con motor sea el principal medio de transpor­ te en los países más desarrollados, ofreciendo un grado de mo­ vilidad sin precedentes, poniendo tiempo y espacio a nuestro al­ cance (Toledo, Esteban y Civera, 1995). De hecho, se puede decir que el uso masivo del automóvil ha generado una profunda transformación física, psíquica, eco­ lógica, económica, social y cultural en los países industrializados, por lo que supone de libertad individual de desplazamientos, con la modificación de los hábitos y conductas, tanto en el en­ torno laboral como en la ocupación del tiempo de ocio, propi­ ciando actividades tales como el turismo individual, familiar y colectivo, y generando en última instancia una «cultura» diame­ tralmente distinta a la de la premotorización. En el plano económico, la motorización a la que hemos lle­ gado representa tal intensidad que hace difícil su evaluación. La industria de fabricación de automóviles que, directa e indirecta­ mente, emplea en el mundo a millones de trabajadores, con una facturación de billones de dólares, constituye sin duda la rama industrial más importante y que, por ello, genera una gran tras­ lación económica en las industrias auxiliares, de transforma­ ción, de materias primas y de componentes, entre los que des- ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 27 accidentes de tráfico, cuándo y dónde se producen, quiénes son los grupos de mayor riesgo o cuáles son los tipos de infraccio­ nes más usuales, etc., para poder realizar posteriormente inter­ venciones de tipo global y/o puntual. En el presente subapartado daremos algunos datos globales de interés general sobre la accidentalidad. Aunque algunas de estas cifras carezcan de la exactitud que requeriría un análisis científico (dado lo difícil que resulta obtener estadísticas preci­ sas en todos los países), consideramos que pueden ser de gran utilidad, entre otras cosas porque pueden contribuir a mostrar la magnitud del problema al que nos enfrentamos, que es real­ mente el objetivo que pretendemos. Según estadísticas recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que al año mueren en el mundo unas 700.000 personas, siendo más de quince millones los heridos anuales. Otros datos nos indican que en el siglo xx casi 35 mi­ llones de personas han perdido la vida como consecuencia de un accidente de tráfico y más de mil millones han sufrido heridas. Tan sólo en la Unión Europea, los muertos en accidente de tráfico -entre ciudades y can-eteras- muchos años de esta dé­ cada fueron más de 60.000, estimándose una media anual en más de 150.000 inválidos temporales o permanentes. Se calcula que cada hora que pasa mueren en las can-eteras-ciudades eu­ ropeas unas 7-8 personas. En EE.UU. ha habido años en el pasado en los que murie­ ron casi 100.000 personas entre ciudades y can-eteras. En 1997, por ejemplo, fueron 41.967 las personas que perdieron la vida en un accidente y 3.399.000 resultaron heridas. Un promedio de 115 personas al día, una cada 13 minutos (NHTSA). En este país, los accidentes de vehículos con motor son la principal cau­ sa de muerte antes de los 34 años. En España el problema es muy grave, aunque ha habido una positiva evolución de la accidentalidad en la última década. Se­ gún datos de la Dirección General de Tráfico y otras fuentes es­ tadísticas, hemos pasado de unos 9.000 muertos (a treinta días) en 1989 y 170.000 heridos, a 6.000 muertos y 130.000 heridos en 1999, siempre entre ciudades y can-eteras. No obstante y tal como se comenta en páginas anteriores, la permanente evolución de la siniestralidad, así como su variabi­ lidad espaciotemporal y grupos de riesgo, hace necesario que se ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 29 Según un reciente informe de esta organización, en los pró­ ximos 25 años, los dos problemas de salud más graves con los que tendremos que enfrentarnos serán las enfermedades menta­ les con sus secuelas y los accidentes de tráfico. Pero la gravedad de los accidentes donde más se aprecia es si los comparamos con otros problemas de salud. Si atendemos a las principales causas de muerte según los años potenciales de vida perdidos, un indicador de muerte prematura, los acci­ dentes de tráfico se han convertido en el primer problema sa­ nitario del mundo, ya que duplican a determinados tipos de cáncer o de enfermedades cardiovasculares. Ello se debe prin­ cipalmente a que ninguna enfermedad diezma en estos mo­ mentos a nuestra juventud con tanta intensidad como los acci­ dentes de circulación. Resulta curioso en este contexto de la accidentalidad de trá­ fico cómo la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el accidente como un problema de salud; sin embargo, los exper­ tos coinciden en que a diferencia de otras grandes enfermeda­ des -como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y el SIDA-, el accidente tiene sin duda los mayores niveles de evi­ tabilidad, por lo que las investigaciones e intervenciones deben dirigirse hacia la prevención, como modelo de salud prioritario. 2.3. Los ACCIDENTES DE TRÁFICO: UN PROBLEMA SOCIAL, UN PROBLEMA ECONÓMICO Aparte de lo comentado anteriormente, los diferentes tipos de costes asociados a los accidentes son muy elevados. Con res­ pecto al coste social es obvio que las vidas humanas es el primer objetivo de cualquier medida de seguridad. Sin embargo, no de­ bemos menospreciar los enormes costes económicos derivados del gasto del accidente en sí, que en los países desarrollados vie­ ne a significar en términos del PIB cerca del 2 % (OECD, 1998), si tenemos en cuenta las bajas laborales, la incapacidad laboral, el absentismo, la pérdida de productividad, la asistencia sanita­ ria (10 % de ocupación de las camas hospitalarias con una es­ tancia media de 10,7 días), la reparación de los daños materia­ les, las tramitaciones, los peritajes, o la atención de todo tipo de secuelas (pensiones por invalidez, orfandad o viudedad, etc.). ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS CUADRO 1. 31 Creencias y accidente, y conceptualización actual del accidente Conceptualización del accidente -l -l -l 1 1 -l -l -l Es un problema de salud No es accidental Es controlable Es evitable Es un proceso Es una consecuencia Es prevenible Escapa de nuestro control Es imprevisto No depende de nosotros Accidente y creencia Es inevitable Es fortuito Es cosa del destino Obedece al azar Pero en el tráfico no sólo hay que hablar de accidentes, sino también de incidentes y conflictos. El tipo de eventos al que se hace referencia cuando se habla de conflictos se ha identificado con otros términos como cuasiaccidentes, incidentes o acciden­ tes blancos. Los conflictos equivalen a «accidentes», es decir, cualquier evento que se puede producir durante la conducción como consecuencia de una actuación o circunstancia insegura y que no ha conllevado ningún tipo de daños o lesiones, pero que comporta un elevado margen de riesgo efectivo durante el trans- ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 33 éste es el último peldaño de un proceso. Por tanto, la descom­ posición del incidente en procesos es vital para explicar lo que pasó en el momento antes del mismo y cuáles fueron los pará­ metros de conducta implicados y, sobre todo, cómo el individuo, al conocer estos procesos, eleva su percepción del riesgo y por tanto adopta conductas de evitación. 3. Las causas de los accidentes: factores de riesgo Voltaire afirmaba que: «No existe ninguna cosa tal como ac­ cidente. Lo que nosotros denominamos con este nombre es el efec­ to de alguna causa que no vemos. Si pudiésemos determinar la causa de un accidente tendríamos mayores posibilidades de preve­ nirlo.» Siguiendo esta línea, es pregunta obligada el planteamos ¿qué es lo que provoca en último extremo un accidente de tráfico? • ¿Son los vehículos que conducimos inseguros? • ¿Es la vía y el entorno del tráfico peligroso? • ¿Es erróneo el comportamiento de los usuarios de la vía? La respuesta no es fácil. Son muchos y complejos los factores que se encuentran implicados en un accidente. El accidente de tráfico puede considerarse como un fallo en el desempeño de las habilidades requeridas para conducir o una alteración notable de las condiciones de la vía o del vehículo. Los factores que desem­ bocan en un accidente surgen dentro de una compleja red de in­ teracciones entre el conductor, el vehículo y la vía, en unas deter­ minadas condiciones ambientales (Fell, 1976; Montoro, 1991a). Los accidentes de tráfico no son, pues, el resultado de un factor simple, sino más bien el producto de una conjunción de muchos factores. Por supuesto, no tiene la misma importancia cada variable del entramado multifactorial en la causa de los ac­ cidentes; en todo caso, los factores de riesgo más importantes parece que se asocian en todas las investigaciones con el llama­ do factor humano, y en segundo lugar los debidos al estado de la carretera y a los elementos del vehículo. Se han realizado numerosas investigaciones para ver el peso diferencial que pueda tener en la accidentalidad cada uno de los ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 37 conceden al vehículo un porcentaje medio de causa exclusiva de accidente situada entre el 5 y el 13 %, a lo que hay que añadir obviamente que en ocasiones el vehículo es causa compartida de accidentes. En este contexto es necesario tener en cuenta que en la mayoría de los accidentes por fallo en el vehículo, la causa es atribuible al mal mantenimiento de la máquina por parte de los conductores. 3 .1.1. La interacción conductor-vehículo El sistema de tráfico es un sistema unitario. Por ello para que sea efectivo el esfuerzo científico, humano y económico por dotar a los automóviles de sistemas de seguridad cada vez ma­ yores, es necesario tener también en cuenta otros factores que son en definitiva responsabilidad directa del conductor y que muestran desde otra perspectiva el peso del «factor humano» en la prevención de la accidentalidad. Nos referimos, por ejemplo, a la reparación y mantenimiento adecuado del vehículo (un tema muy grave en nuestro país), así como al conocimiento/des­ conocimiento del funcionamiento de la máquina y sus sistemas de seguridad por parte del usuario. Por ejemplo, la potenciación de todos los mecanismos de se­ guridad activa y pasiva son sin duda de una extraordinaria utili­ dad. Sin embargo, es necesario llegar a conocer en profundidad el impacto que estas nuevas e interesantes tecnologías tiene en el comportamiento del conductor, ya que algunos estudios realizados desde los años setenta han descubierto que en ocasiones, si no se forma e informa adecuadamente, las mejoras tecnológicas en los coches (siempre recomendables) pueden hacer que algunos con­ ductores sean más proclives a los accidentes, porque al tener más sensación de seguridad, «compensan» las ventajas del sistema con una tendencia a circular de una manera más arriesgada. Esta peculiar conducta -que tiene su más lejano antece­ dente en el hallazgo y generalización de la ballesta de suspen­ sión en los vehículos movidos por animales- fue descubierta hace muchos años en EE.UU., cuando se hicieron los primeros estudios de conductores que tenían vehículos dotados con air­ bag. Más recientemente, este hecho se ratificó desde otra pers­ pectiva, en una investigación realizada en Munich con un am- ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 39 Es evidente en definitiva la necesidad de que tengamos muy presente la interacción de los vehículos con todo el sistema. La aparición de nuevos desarrollos tecnológicos necesariamente tendrán que prever el impacto en todo el entorno social, ade­ más del impacto directo sobre el conductor o el peatón. Por ejemplo, la masiva extensión de vehículos eléctricos en un cor­ to período de tiempo podría llegar a significar un grave proble­ ma para la seguridad si no se reeduca a la población, ya que una de las claves que tiene el peatón para descubrir la presen­ cia de un coche es el sonido, que en este caso quedaría sensi­ blemente disminuido. 3.1.2. Factores asociados al vehículo y accidentalidad Cuando hablamos de accidentes en función del vehículo es necesario distinguir, en un primer acercamiento, el tipo de ve­ hículo de que se trate, su antigüedad y su estado. Estos elemen­ tos son determinantes. No obstante, se hace imprescindible ma­ tizar que el asunto es extraordinariamente complejo si se quie­ re hacer un análisis sofisticado y exacto, ya que existen otras va­ riables que tienen un gran peso en el tema, como el número de kilómetros recorridos por cada clase de vehículo y las caracte­ rísticas de los conductores que los manejan habitualmente como la edad y la experiencia. • Accidentalidad en función del tipo de vehículo En nuestro país, objetivamente, los turismos son el tipo de vehículo que con mayor frecuencia aparecen implicados en un accidente de tráfico, y, en consecuencia, los vehículos que más accidentes y víctimas producen, seguidos de las motocicletas, furgonetas, y a más distancia camiones y autobuses. También en otros países la tendencia es similar; por ejemplo, según datos de la NHTSA, en EE.UU., el 55 % de muertos en vehículos de mo­ tor fueron ocupantes de automóviles turismos. Esto no quiere decir que el turismo sea el vehículo que im­ plique mayor riesgo, si tenemos en cuenta los datos relativiza­ dos. Por ejemplo, los vehículos de dos ruedas tienen un riesgo de presentar un accidente grave muy superior. En realidad, la ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 45 excesivamente alto. Ello quizá se explica por la «falsa seguridad» de los conductores que circulan por una vía conocida, bajando en muchas ocasiones su nivel de alerta y atención, incremen­ tando su tolerancia al riesgo, sin adoptar las necesarias medidas de seguridad, quizá por un exceso de confianza que hace no pen­ sar que se va a producir el accidente. Es éste un proceso similar -salvando las distancias- al que ocurre con los trayectos cor­ tos en los períodos vacacionales. En segundo lugar y en relación con las autopistas, es evi­ dente, según todos los indicadores de riesgo, que éstas resultan con diferencia las vías más seguras que existen para circular. Sin embargo y pese a que las autopistas españolas tienen un di­ seño y medidas de seguridad similares a las europeas, tanto el número de accidentes por cada 100 km/año como el número de muertos por cada 1.000 accidentes son algo superiores a la me­ dia europea. Por otra parte hay que destacar cómo en las vías interurba­ nas -según datos promedio de los últimos diez años- la ma­ yor parte de los accidentes (25 %) se producen por salida de la vía (lo que los americanos llaman el accidente solitario) -aun­ que las consecuencias más graves se originan en las colisiones frontales-; en las ciudades por contra son mucho más frecuen­ tes las colisiones laterales (35 %). Las zonas industrializadas y lógicamente las de mayor atrac­ tivo turístico son las que tienen mayor tasa de accidentes. Por otra parte, la lluvia parece ser el principal factor atmosférico ad­ verso que influye negativamente en la causación de accidentes en las carreteras nacionales, no así en las autopistas. • Distribución temporal de los accidentes En más del 60 % de los casos los accidentes se producen en desplazamientos de recreo o laborales, con un incremento dra­ mático durante los fines de semana y los grandes períodos vaca­ cionales, especialmente durante la segunda mitad del año, y con mayor incidencia y gravedad durante las grandes salidas, que du­ rante los grandes regresos en el caso de los viajes de vacaciones, y a la inversa en el caso de los laborales y de los de diversión. En relación con las épocas del año, los meses de julio, agos­ to y septiembre son los meses más peligrosos y las vacaciones CAPÍTULO 2 EL FACTOR HUMANO: RIESGO Y GRUPOS DE RIESGO l. Factor humano y conducción El factor humano está involucrado en cualquiera de los ele­ mentos de riesgo a los que hemos hecho mención al tratar el ve­ hículo y la vía-entorno. En realidad, éstos son medios al servi­ cio del hombre. Tanto el vehículo como la vía son objeto de la técnica, pero es el hombre quien al hacer uso de esos 'elementos materiales que la técnica pone a su disposición tiene en su vo­ luntad el ajustar o no su comportamiento a la mejor utilización de éstos. En definitiva, del conductor depende la toma de deci­ siones que implica la actividad de la conducción de un vehículo como una «máquina» que debe controlar. En este sentido, po­ dríamos hablar de «factor conductor», pero también es el con­ ductor quien decide cuándo llevar su máquina a revisión, o cuándo elegir otro modo de desplazarse si está cayendo una tor­ menta. También es quien decide cumplir o no las indicaciones de una señal, o disminuir la velocidad y extremar las precaucio­ nes en caso de un mal estado de la carretera. La administración, los diseñadores de vías y vehículos y los legisladores se preocupan fundamentalmente de minimizar el riesgo objetivo, a través de medidas de carácter técnico, enca­ minadas a favorecer la seguridad vial. Ahora bien, lamentable­ mente, no siempre coinciden los objetivos de la administración con los del usuario de las vías, pudiendo ser muy diferentes los conceptos de riesgo de unos y otros. Así, para mejorar la efi­ cacia de las medidas preventivas debería hacerse converger am­ bos conceptos, y para ello sería necesario incorporar todos los ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 53 Vial de la Universidad de Valencia (INTRAS), tras una amplia encuesta y entrevistas a un elevado número de conductores jó­ venes, permitió elaborar un perfil psicológico del grupo de jóve­ nes conductores de alto riesgo. • Mayor necesidad de autoafinnación: que hace que algunos jóvenes sean más competitivos y se enfrenten más con las normas de tráfico. • Excesiva sobrevaloración de su capacidad: que da lugar a que algunos jóvenes -por ejemplo- minimicen los efec­ tos del alcohol cuando conducen, y consideran que no es necesario el uso de medidas de seguridad, como ponerse el cinturón o el casco. • Los jóvenes tienen una conducta más exhibicionista en gru­ po: esto les lleva a realizar mayores maniobras de riesgo, en especial cuando van acompañados en el coche o en la moto. • Los jóvenes asumen un mayor nivel de riesgo en la conduc­ ción que otros grupos de edad. Sabemos que un 50 % de los jóvenes entabla algún tipo de «competición» con los otros conductores, y un 12 % dice que lo hace frecuente­ mente cuando conduce. • Los jóvenes son más sensibles a los mensajes publicitarios: tenemos datos que nos indican que los jóvenes son más sensibles a la publicidad, especialmente hacia aquellos anuncios que incitan claramente al riesgo. Desde una perspectiva complementaria, investigadores tan significados como Miedema, Menkehorts y Van der Molen han generado un modelo, en el que señalan cinco procesos que in­ fluyen directamente sobre la evaluación del peligro en la con­ ducción, y que explica en parte el comportamiento de los jóve­ nes al volante y el porqué de su mayor proclividad a la sinies­ tralidad: 1. Las actitudes frente al tráfico. Los jóvenes -según diver­ sas encuestas- no ven en general a la conducción como una actividad peligrosa. 2. Los procesos atribucionales. Muchos jóvenes piensan que los demás no conducen bien, ellos sí, por lo que con- ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS SS más de 30 millones. En España, según el INE, en el año 2010, posiblemente más del 20 % de la población ya habrá superado los 60 años de edad. De entrada podríamos decir que los mayores de 65 años es un grupo que en porcentajes absolutos no sufren muchos acci­ dentes, pero si tenemos en cuenta el número de kilómetros re­ corridos cada año, ciertamente presentan los índices más altos de siniestralidad vial, junto con los conductores de entre 16-25 años. Además, hay algo muy importante en lo que no se suele re­ parar: en caso de accidente los ancianos tienen menos posibili­ dades de sobrevivir a un impacto similar al de un joven, mien­ tras que por contra es mucho mayor la probabilidad de sufrir lesiones graves debido a la pérdida de la masa ósea y el dete­ rioro en los mecanismos fisiológicos de respuesta. En concreto -poniendo un caso extremo-, a partir de los 80 años los re­ sultados de un accidente pueden triplicar en gravedad a los de un joven de 20 años. A la hora de explicar el porqué de la mayor proclividad al accidente de los mayores nos encontramos que la causa no son las infracciones: no corren, no conducen sin carnet, no beben, etc. El motivo general de sus accidentes se debe básicamente a deterioros de carácter psicofísico (Waller, 1991; Monteagudo, 1997). Veamos algunos de los más relevantes: Los ancianos tienen una importante pérdida de capacidades psicomotoras. Esto, por ejemplo, les aumenta notablemente el tiempo de reacción, les resta fuerza en la frenada o les interfiere en un peor manejo del volante. A ello se añade también la pérdi­ da en las capacidades mentales para interpretar, analizar y reac­ cionar correctamente en las complejas situaciones del tráfico. Esto se traduce según las estadísticas en más accidentes en las intersecciones, en las salidas de las vías rápidas y en las incor­ poraciones, donde es necesaria una mayor atención dividida. Otro de sus problemas más graves son los relativos a las de­ ficiencias en la audición y la visión, lo que es especialmente preocupante si tenemos en cuenta que el 90 % de la informa­ ción útil que recibe el conductor es visual. Además, por la no­ che este problema se incrementa, debido a la menor agudeza visual y su especial sensibilidad al deslumbramiento. Precisa­ mente en este sentido y según un estudio de la Universidad de ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 59 coche, siendo especialmente vulnerable en la ciudad, aunque la posibilidad de muerte se duplica o triplica en el caso de que el accidente se produzca en la carretera. Dentro de la vías interurbanas en España -con datos pro­ medio de los 1 O últimos años-, Galicia y la Cornisa Cantábrica son las regiones de mayor peligro. Hay varios motivos que pue­ den explicarnos este hecho: • Problemas de estilo de vida: por ejemplo, la tendencia so­ cial a usar ropas oscuras o el hecho de que haya muchos pequeños poblados que obligan a los peatones a constan­ tes desplazamientos por las vías urbanas. • Problemas derivados de unas carreteras que suelen tener unos trazados bastante más sinuosos que en otras zonas de nuestro país. • O problemas de un entorno, con mayor cantidad de lluvia y por contra con menor luz ambiental. Por otra parte y en relación con los peatones, los tipos de infracción más usuales son (medias entre ciudades y carrete­ ras): la irrupción o cruce antirreglamentario de la vía (en más del 60 % de los casos), que se da fundamentalmente en el gru­ po de edad de 5 a 14 años; el no situarse correctamente en las calzadas o en los arcenes, o marchar de manera antirreglamen­ taria por ellas, problema común desde los cinco años; y el no utilizar paso para peatones o no respetar la señal de semáforo, comportamiento especialmente grave en el grupo de edad de 65 o más años y en el de 5 a 14; quedando, no obstante, un eleva­ do porcentaje de casos en los que no existe ningún tipo de in­ fracción por parte del peatón (aproximadamente el 25 % de los casos). Un dato interesante de resaltar y poco conocido es el hecho de que el 30 % de los peatones que han sufrido un accidente es­ taba bajo los efectos de alguna bebida alcohólica. Profundizando en el grupo de los peatones, hay que distin­ guir dos grandes colectivos de riesgo: los ancianos y los niños. En el caso de los mayores, las estadísticas son claras y preocu­ pantes: la mitad de los ancianos que mueren en España en ac­ cidentes de tráfico eran peatones. ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 61 • Las aglomeraciones de los coches les disturba su atención y les produce estrés como peatones. • Se quejan de que muchos bordillos de las aceras están demasiado altos. • Existen muchas irregularidades en el suelo que en ocasio­ nes son trampas mortales para su seguridad. • Y según ellos, hay un exceso de ruido en el ambiente que les impide captar y oír si se acerca un coche. • Los niños como peatones Como peatones los niños sufren accidentes fundamental­ mente entre los 6 y los 1O años. A partir de esa edad aparecen también fuertemente los accidentes con las bicicletas, tema del que luego hablaremos. No obstante, hay que apuntar -como dato esperanzador- que en los últimos años está disminuyendo la accidentalidad de los niños como peatones, mientras que se va incrementando la de las personas mayores. Veamos en todo caso cuáles son los principales problemas por los que los niños suelen tener accidentes como peatones. En general, las causas son: imprudencia, desconocimiento de las normas y sus déficit perceptuales y cognitivo (Cambon, Turrsz y Dechaud-Rayssiguier, 1989; Pitt, Guyer, Hsieh y Malek, 1990; Manso y Castaño, 1995): • Debido a su baja estatura tienen un campo visual limita­ do. De hecho, los niños pueden llegar a tener un 40 % me­ nos de campo visual que los adultos cuando transitan por entre los coches aparcados. • Los niños tienen más problemas de visión periférica, lo que les obliga a girar más la cabeza para ver correcta­ mente y por ello tardan más en captar un coche dentro del torrente circulatorio. • Los niños presentan también más deficiencias en la audi­ ción. De hecho, los menores de 7 años, sólo por el sonido no son capaces de localizar bien la dirección de un coche que se está aproximando lateralmente, necesitando con­ firmarlo también visualmente. • El control de su atención es bajo, especialmente en los menores de diez años, lo que unido a su fuerte mundo ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 63 do para moverse con un nivel de facilidad y protección similar al de los demás usuarios de la vía, no es sólo una medida de se­ guridad, es una acción básica para tratar al discapacitado con equidad e integrarlo en la sociedad totalmente. En cualquier caso, si tomamos en cuenta como posible cri­ terio diferencial los defectos físicos de los peatones y conducto­ res implicados en los accidentes con víctimas puede apreciarse que los defectos físicos no constituyen objetivamente un factor predisponente al accidente; tan sólo en un 1,5 % de los casos existe algún tipo de minusvalía física, y generalmente se trata de defectos de visión. 2.3. Los CICLISTAS COMO GRUPO DE RIESGO Al hablar del problema de los accidentes de bicicleta, no po­ demos dejar de recordar cómo en el año 1839, a la primera bi­ cicleta que impulsaba con pedales la rueda trasera se la apodó la «quebrantahuesos», quizá por la gran intuición de nuestros antepasados respecto de lo que iba a pasar en el futuro. El tema es preocupante si tenemos en cuenta que en Espa­ ña, aproximadamente cada tres días muere un ciclista. Pero lo más grave es que según un interesante estudio hecho por la DGT, entre los sujetos de edades comprendidas entre los 7 y los 20 años, dos de cada tres reconoce haber sufrido algún acci­ dente de bicicleta con lesiones (García y Valentín, 1993). Curio­ samente, aquellos que afirman haber tenido más accidentes o accidentes más graves correlacionan con aspectos como utilizar la bicicleta con frenos en mal estado, circular en paralelo, reali­ zar frecuentes trayectos nocturnos, no usar casco, ser amantes de la velocidad rápida, maniobrar no señalizando o circular por la carretera lejos del borde derecho. Si analizamos las causas de los accidente de los ciclistas, con datos promedio de diez años podemos comprobar que el 58 % de los accidentes fueron causados directamente por los usuarios de las bicicletas. Entre las causas e infracciones más comunes de los ciclistas en el momento del accidente destacan: la dis­ tracción, los giros incorrectos, circular fuera del arcén, no res­ petar el stop, invadir el sentido contrario o velocidad inadecua­ da. A su vez, el 42 % de los accidentes fueron desencadenados ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 65 culo y cuando no como un peatón, que no necesita o no se sien­ te obligado a respetar determinadas normas; para que no se pro­ duzcan excusas ni confusiones en los conductores de vehículos con motor respecto de sus obligaciones con los ciclistas; y tam­ bién para poder controlar y sancionar con más eficacia a los ci­ clistas que infringen con impunidad las normas que hay que res­ petar. Un último aspecto que habría que potenciar -quizá por ser el más importante- es la educación vial desde la bicicleta, ya que un elevado número de niños toman contacto con el tráfico por primera vez desde la bicicleta y en el territorio de la ciudad. En muchas ocasiones allí adquieren unos malos hábitos de con­ ducción en los que se está gestando el futuro accidente ciclista y lo que es más grave, el futuro accidente de tráfico cuando ma­ nejen un vehículo con motor. Finalmente, en relación con este tema habría que tener muy en cuenta en España el acuerdo aprobado por el Congreso de EE.UU. en noviembre del año 1978: «El Congreso reconoce que la bicicleta es un eficaz medio de transporte, representa una al­ ternativa viable al transporte cotidiano para muchas personas, en la ciudad ofrece movilidad a velocidades tan altas como los coches, reduce la contaminación del aire y del ruido y por ello merece ser especialmente considerada. » Esperemos que éste sea también el caso de nuestro país. Los datos expuestos a lo largo de este capítulo y el capítulo anterior describen, entre otras cosas, cómo, dónde, cuándo y por qué se producen los accidentes de tráfico, con el fin de poder co­ nocer mejor las fuentes potenciales de riesgo y poder tomar así las medidas pertinentes. Parece evidente que dadas las caracte­ rísticas de los accidentes, para intentar disminuir las dimensio­ nes del problema es necesario realizar una intervención social amplia. En todo caso, la solución pasa por una acción múltiple que incluyera -entre otras grandes cosas- la educación vial para niños y adolescentes en colegios e institutos, encaminada no sólo a mejorar la cualificación de los futuros conductores, sino también a crear una auténtica conciencia vial en ellos; un ma­ yor énfasis en la formación de actitudes de seguridad y respeto a las normas en los centros de formación de conductores; am­ plias campañas informativas, bien planificadas y dirigidas espe- ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 69 modelos negativos en cine y TV, con vehículos que incitan a conductas temerarias; etc. Aparte de las dimensiones comentadas anteriormente, cuan­ do se habla de factor humano en la seguridad vial, la percepción social y en cierto modo las investigaciones hacen especial refe­ rencia a todo el amplio conjunto de factores psicofísicos, que in­ fluyen directa o indirectamente sobre las habilidades o sobre el complejo proceso decisional del conductor, en ocasiones con cla­ ros efectos inhibidores sobre la prudencia y que pueden desem­ bocar en una maniobra de riesgo o en su caso en un accidente. En este sentido, los principales tipos de error humano en la conducción se establecerán en función de los factores y proce­ sos psicológicos básicos que intervienen en la ejecución de esta compleja actividad, puesto que tales procesos constituyen la base no sólo del comportamiento normal en la conducción, sino también del comportamiento erróneo, inseguro, peligroso o ina­ decuado, que en tantas ocasiones constituye el principal factor implicado en las colisiones y accidentes de tráfico (Pastor y Monteagudo, 1998). Los errores humanos en la conducción pueden tener su origen en cualquiera de los factores y procesos psicológicos que el conductor pone en marcha en la realización de las ta­ reas que forman parte de esta actividad. Por tanto, la lógica que subyace es la consideración de tantos tipos de error como factores y procesos psicológicos implicados, estableciéndose así una clasificación en términos de: errores perceptivos, erro­ res atencionales, errores interpretacionales, errores de evalua­ ción, errores en la toma de decisiones, y errores motores, que a su vez se agrupan bajo las tres grandes categorías: errores de input, errores de mediación, y errores de output, o . también: errores en los niveles inferiores del procesamiento de la infor­ mación y errores en los niveles superiores del procesamiento de la información. • Errores en los niveles inferiores del procesamiento de la información • Errores de input: el término errores de input hace refe­ rencia a todos aquellos errores en la conducción que se ACCIDENTALIDAD: CONCEPTOS BÁSICOS 71 • Errores de subrutina: por ejemplo, empezar a girar antes de poner el intermitente; ponerse en marcha con el vehí­ culo sin quitar el freno de mano. • Errores de recuperación: por ejemplo, intentar cambiar a una marcha en la que ya se está; intentar frenar ante un semáforo en rojo y no encontrar, por un instante, el pedal del freno. • Errores en los niveles superiores del procesamiento de la información: errores de mediación. Errores basados en reglas y errores basados en conocimientos • Errores de mediación: estos errores ocurren en el proce­ samiento central de la información que previamente ha sido atendida y percibida por el conductor. En términos generales destacan a este nivel: los errores interpretacio­ nales del conductor; los errores evaluativos y los errores decisionales propiamente dichos. • Los errores basados en reglas ocurren como resultado de la aplicación -a un nivel semiautomático/semiconscien­ te- errónea de normas almacenadas sobre la ejecución de tareas familiares o sobre la solución de un problema en si­ tuaciones habituales de tráfico. Los errores basados en re­ glas pueden ocurrir, o bien como resultado de la aplica­ ción errónea de reglas correctas, o bien como resultado de la aplicación de reglas incorrectas (Glendon y McKenna, 1995; Reason, 1990). • Los errores basados en conocimientos, según Reason (1990), pueden darse en una múltiple variedad de formas -todas aquellas que impliquen hipótesis equivocadas o conocimientos erróneos (a un nivel de ejecución cons­ ciente) sobre algún elemento del sistema-, por lo que no se pueden establecer a priori categorías genéricas o formas más características en las que se pueden dar los errores basados en conocimientos. En todo caso, no son los fallos de respuesta ni los errores en la ejecución de lo decidido los más implicados en los accidentes, sino los errores en la búsqueda, selección y recogida de la in­ formación pertinente o, los más posteriores, de procesamiento INTRODUCCIÓN En la primera parte de este manual, entre otros aspectos, se ha pretendido dejar claro que el factor humano se encuentra im­ plicado en la mayor parte de los accidentes de tráfico. Sin em­ bargo, esta afirmación no tiene validez si no profundizamos algo más en el comportamiento del conductor. Al igual que ocurre en otro tipo de comportamiento, son muchos los elementos que determinan la conducta del que ma­ neja un vehículo. Ahondar en esta problemática supone sin duda ahondar en muchos de los fundamentos de la conducta descubiertos por las ciencias de la conducta a lo largo de su existencia. Hablar de los principios explicativos del comportamiento del conductor es hablar de procesos psicológicos básicos tales como los procesos perceptivos, atencionales, motivacionales, de principios de aprendizaje, o de diferencias individuales, de apti­ tudes, de actitudes y un largo etcétera. Resulta especialmente complicado condensar estos princi­ pios tanto en sus desarrollos genéricos como en sus desarrollos particulares dentro del ámbito de la seguridad vial. Pese a estas dificultades, en este capítulo se pretende hacer una aproximación novedosa y sencilla (sobre todo para el lector no especializado), que esperemos facilite su entendimiento des­ de una perspectiva integradora y contribuya a una mejor com­ prensión del comportamiento del conductor. Y lo hacemos por­ que entendemos que conocer con fundamento el comporta­ miento del conductor es otro de los aspectos fundamentales sobre los que se debe basar cualquier intervención para el in­ cremento de la seguridad vial. El reconocimiento de cierto tipo de procesos psicológicos, de su funcionamiento y su importancia para la conducción PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 81 a) La predisposición del conductor a actuar de una de­ terminada manera, donde juegan un papel importante: • Las facultades psicofisiológicas del conductor, sobre todo las relacionadas con la percepción, la atención, el tiempo de reacción, etc . Estas aptitudes son necesarias para la ac­ tividad de conducir, ya que ésta requiere que el conductor posea una correcta capacidad perceptiva y atencional, que le permita captar lo que ocurre en su entorno y también identificar y discriminar los estímulos relevantes que defi­ nen la situación o problema de tráfico que debe resolver en el menor tiempo posible. • Los aprendizajes motores (manejo y control del vehículo), cognoscitivos (concernientes al sistema de la carretera, Código de Circulación, normas formales e informales, re­ glas explícitas e implícitas, y también el conocimiento de los elementos de seguridad y de riesgo) y actitudinales (respeto a las normas u otros aspectos de la conducción), que nos ayudan a comprender cómo se adquieren, modi­ fican o eliminan, muchas conductas realizadas durante la conducción, y también cómo se perfeccionan y compen­ san las facultades o aptitudes del conductor. b) El proceso de asimilación-decisión-acción, donde jue­ gan un papel vital: • Los motivos y afectos (motivos extrínsecos e intrínsecos a la conducción, emociones, actitudes, etc.). • Las habilidades/capacidades cognitivas del procesamiento y asimilación de la información que recibe del entorno y del vehículo. • Las habilidades sensomotrices del conductor. Es resumen, una vez percibida la situación, en la que el su­ jeto pone en juego sus predisposiciones innatas y aprendidas, el conductor debe hacer una correcta interpretación y evaluación de la misma, es decir, debe asimilar y procesar la información. Después, el conductor debe tomar una decisión acerca de la ac­ ción o maniobra más adecuada a realizar de entre todas las po­ sibles para la situación o problema específico al que se enfren­ ta, y ejecutarla en el menor tiempo posible. PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTA MIENTO DEL CONDUCTOR 85 la capacidad hace referencia a los factores de riesgo (alcohol, fár­ macos, drogas, etc.), que serán tratados en la tercera parte de este libro. Señalar también que estos «perturbadores más o me­ nos momentáneos», no sólo han de incidir en el uso óptimo de los factores predisposicionales del sujeto conductor, sino que in­ tervienen en cualquier punto del proceso de asimilación y deci­ sión, y en definitiva en la ejecución del conductor, que tratamos en el próximo apartado. 3. El proceso de asimilación-decisión-acción Lo que hemos denominado proceso de asimilación-decisión­ acción, o de forma tradicional percepción-decisión-ejecución, parte de la consideración de la conducción de un automóvil como una tarea compleja de control de un mecanismo móvil en un entorno sometido a perpetuo cambio en el cual el ajuste de la trayectoria del vehículo al entorno se realiza de un modo con­ tinuo (Soler y Tortosa, 1985). El conductor, para realizar este ajuste debe asimilar e inter­ pretar el conjunto de las informaciones que le circundan en cada momento, con el fin de prevenir cómo evolucionará la situación sin su intervención, o cómo cambiará en función de la decisión que tome, estimando las posibles consecuencias de estas distin­ tas posibilidades de acción. La acción o comportamiento que lleva a cabo el conductor de un vehículo, como toda conducta humana, puede ser dividi­ da en tres grandes componentes o dominios que han de actuar simultáneamente en el proceso de asimilación-decisión-acción: el dominio afectivo-motivacional, el dominio cognitivo y el domi­ nio sensomotor, que van a mediatizar todo el proceso, y en par­ ticular el proceso cognitivo de la toma de decisiones. 3.1. EL DOMINIO AFECTIVO-MOTIVACIONAL El dominio afectivo incluye los afectos, emociones, senti­ mientos, y necesidades, así como las actitudes del conductor. Se trata en definitiva de las fuerzas que activan el comportamiento y lo dirigen a una meta. PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 87 cía al respecto a los procesos atribucionales en la conducción (ver capítulo 7), procesos que inciden de manera importante en la evaluación que el conductor hace de la situación, y en conse­ cuencia en su toma de decisiones y consiguientes acciones. 3.3. EL DOMINIO S ENSOMOTRIZ: L A A CCIÓN La conducta sensomotriz o psicomotora son las acciones ma­ nifiestas de un sujeto, e incluye toda la experiencia que está me­ diando entre los canales sensoperceptivos y motores. En esta es­ fera son las habilidades sensoperceptivo-motoras, los aspectos atencionales y los aprendizajes previos los que juegan un papel dominante en detrimento de otros factores. Podríamos decir que si el proceso de la conducción supone una activación de estos pro­ cesos, han de culminar y retomarse en la ejecución de la acción. Se trata de las habilidades que conducen a la realización de una acción en una determinada situación. Una vez elegida la maniobra más adecuada, el que maneja un vehículo debe ejecu­ tarla con la mayor rapidez y precisión posible, lo que se deno­ mina capacidad de respuesta del conductor y hace referencia al conjunto de actividades sensomotrices y psicomotoras que se ponen en marcha para mantener el control sobre el vehículo y sobre su trayectoria. Por ejemplo, señalizar antes de cambiar de carril es una compleja acción psicomotora que implica la coordinación viso­ manual, disponibilidad de reacción motora para accionar el fre­ no si es necesario, torcer el cuello para mirar, cambios en el pa­ trón de respiración, y de forma menos visible cambios fisiológi­ cos endocrinos y neurológicos. En definitiva, la acción que lleva a cabo el conductor debe considerarse en función de estos tres niveles o dominios simul­ táneos, modulados por las predisposiciones previas y la situa­ ción en que se desarrolla la ejecución. 4. La situación de la conducción Las situaciones en que se ve implicado un conductor pueden ser de dos tipos (Huguenin, 1988): PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 91 y por los dispositivos del vehículo, sino también por variados y complejos procesos psicológicos y personales. De hecho, lo que de­ termina la conducta del conductor es la situación que él mismo percibe, ya que cada sujeto selecciona su propia información or­ ganizándola en el espacio y en el tiempo y construyendo, por tan­ to, su propio esquema de la misma (Rumar, 1982). 2. Los procesos perceptivos en la conducción El tema de la percepción ha recibido gran atención por par­ te de los investigadores del tráfico y la seguridad vial. La im­ portancia de este proceso es obvia: casi la mitad de los acci­ dentes cuya causa se ha considerado fallo humano ocurrieron debido a errores perceptivos (Nunes, 1984). Por otra parte, di­ ferentes investigadores han confirmado que esos errores per­ ceptivos tienen, proporcionalmente, mayor peso en la causa de accidentes que los errores de respuesta (Brookhuis et al., 1994), de ahí la necesidad de investigar los procesos perceptivos sub­ yacentes a la accidentalidad. De ello deberían de sacarse tam­ bién importantes conclusiones para el proceso formativo de los conductores. Para desplazarse con seguridad, el conductor debe ajustar sus acciones al flujo constante de estimulación que accede a sus sentidos, informándole de aspectos tan importantes como el gra­ do de alineamiento con la carretera, la distancia respecto a los vehículos que le siguen o anteceden, la presencia de tramos cur­ vos, etc. En pocas palabras, conducir implica valerse de la per­ cepción para ajustarse a las cambiantes características del en­ torno en el que se produce el desplazamiento. Aunque todos los sentidos intervengan de alguna manera en este proceso, no debe subestimarse la contribución de otras modalidades sensoriales (Sivak, 1996). Sin embargo, corresponde al «sistema visual» el papel más importante respecto a su control (Lillo, 1995; Soria­ no, 1995; Aznar, Coscuella y Honrrubia, 1995). Por este motivo haremos mención especial a esta modalidad perceptiva en el si­ guiente apartado. La percepción táctil, sensible a los desplazamientos del con­ ductor sobre su asiento, y el sistema vestibular, sensible también a cualquier tipo de aceleración, informan al conductor sobre la PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 95 nante en el ámbito de la Seguridad Vial. Sin embargo, diversos estudios y revisiones muestran curiosamente la ausencia de una relación totalmente consistente entre tasa de accidentes y agu­ deza visual sin haberse podido llegar a asociar directamente los accidentes con una insuficiencia visual que no sea realmente muy significativa (Soler y Tortosa, 1987). Es posible que ello se deba a un mecanismo de tipo ho­ meostático, mediante el cual los conductores con déficit visuales, utilizan estrategias de conducción diferentes al resto de conduc­ tores, y que posiblemente se caracterizan por un mayor incre­ mento de la atención, menor exposición al riesgo, menor veloci­ dad, mayor uso de los sistemas de seguridad activa, incremento de los movimientos oculares, etc. (Szlyk, Seiple y Viana, 1995). En todo caso, la agudeza visual puede estar modificada por factores extrínsecos e intrínsecos como: la fatiga general, la edad, la hipoglucemia, las lesiones oculares, el ruido, los tran­ quilizantes, el alcohol, y el nivel de luminosidad y deslumbra­ mientos (pérdida temporal de visión al ser iluminada una zona de la retina del ojo, cuando éste no está adaptado a ese nivel de iluminación). Es evidente que existe una notable alteración con la edad de las funciones sensoriales, en especial de la agudeza y sensibili­ dad visual, pero las alteraciones visuales asociadas al propio proceso de envejecimiento constituyen el factor de riesgo de mayor trascendencia en la accidentalidad sólo cuando la con­ ducción se realiza en condiciones adversas de tráfico, baja ilu­ minación o fatiga (González-Luque, 1997). Pese a que los défi­ cit visuales de este grupo de conductores hacen que el procesa­ miento de la información del tráfico y la respuesta a la misma se demoren más en el tiempo (Verhaegen, 1995), esto puede ser compensado con la utilización de estrategias de conducción di­ ferentes a las que utilizan los conductores con una buena agu­ deza visual (Hakamies-Blomqvist, 1994a y b ). No obstante, esta compensación resulta más difícil en situaciones de tráfico am­ biguo y complejo, y en individuos con un fuerte menoscabo en sus funciones cognitivas y perceptivas (Brouwer y Ponds, 1994). El consejo de cambiar los hábitos de conducción, de acuerdo con el deterioro en la función visual, parece especialmente rele­ vante si se tiene presente que dos terceras partes de los conduc­ tores ancianos con alteraciones de visión consideran su vista PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 97 • El deslumbramiento puede también producirse durante la conducción normal cuando la variedad de niveles de ilu­ minación es muy alta y el ojo debe adaptarse a alguno de ellos, por ejemplo, al entrar o salir de un túnel. Por otro lado, la sensibilidad visual alude a la capacidad que tiene un individuo para detectar visualmente la presencia de un estímulo de escasa intensidad; por ejemplo, las luces de posición de la parte posterior de un vehículo que circula por la noche a bastante distancia por delante del nuestro. Al igual que en las investigaciones sobre agudeza visual y ac­ cidentalidad, la evidencia acerca de la relación entre sensibili­ dad al deslumbramiento e implicación en accidentes tampoco es muy consistente, salvo en el caso de conductores muy sensibles al deslumbramiento y con una agudeza visual diurna deficiente (Shinar, 1977). Un último aspecto estudiado en relación con los accidentes ha sido la visión defectuosa para los colores. Aunque este pro­ blema lo sufren un número muy pequeño de conductores, apro­ ximadamente un 8 % (Neboit, 1981; Rumar, 1982; Coren et al., 1984), tiene gran importancia ya que influye en el tiempo de reacción del conductor ante las señales de tráfico y los demás vehículos. Sin embargo, diversos estudios muestran que no exis­ te necesariamente una relación causal entre visión defectuosa de los colores y accidentalidad, ya que, como en el caso de dismi­ nución de la agudeza visual, el conductor normalmente desa­ rrolla una serie de mecanismos compensatorios que le permiten una conducción segura (Verriest, 1980; Neboit, 1981). No obs­ tante, se aconseja realizar, tanto en las señales de tráfico como en el alumbrado trasero de los vehículos, acondicionamientos simples que permitan una mejor identificación del color rojo. 2.1.2. La visión periférica La visión periférica o campo visual es todo aquello que abar­ ca la vista al mirar al frente hacia un punto fijo y se mide en gra­ dos de ángulo. Los objetos en movimiento abarcan un campo vi­ sual mayor que los estáticos, puesto que el ángulo visual varía con la distancia entre el ojo y el objeto. Este ángulo será menor cuan- 100 MANUAL DE SEGURIDAD VIAL: EL FACTOR HUMANO Además, la percepción de la velocidad a la que nos despla­ zamos cuando viajamos en un vehículo puede verse afectada por las características de la escena visual. Por ejemplo, si la carrete­ ra es estrecha y está bordeada por vegetación alta tendemos a percibir una velocidad comparativamente mayor a la que perci­ bimos si la carretera es amplia y apenas hay elementos vertica­ les que la delimiten. Éste es un ejemplo de cómo el contexto puede provocar la ilusión de que nuestra velocidad es mayor o menor que la velocidad real. Por otra parte, la exposición a una estimulación continua­ da reduce la capacidad de respuesta del conductor, lo que im­ plica graves consecuencias para su seguridad (Regan y Beberly, 1984). En este sentido, la monotonía estimular característica de muchas autopistas lleva a que el conductor, durante perío­ dos de tiempo relativamente largos, tienda a mantener su ve­ hículo a velocidad constante, al estar sometido a una estimu­ lación carente de variaciones. Los tramos rectos y las limita­ ciones de velocidad en las autopistas hacen que se reduzca la capacidad de respuesta de los mecanismos, y como conse­ cuencia de esta reducción de la capacidad de respuesta neuro­ nal, con el paso del tiempo disminuye en el conductor la sen­ sación de velocidad, y éste tiende a incrementar la velocidad al no mirar el velocímetro. Al mismo tiempo, los tramos curvos de los carriles de dece­ leración de las autopistas también suponen un incremento en el riesgo de accidente. Según Denton (1971, 1980), los accidentes que se producen en los carriles de deceleración de las autopis­ tas puede tener la explicación en las conclusiones de Dichgans y Brandt (1978) arriba expuestas. Otro fenómeno perceptivo relacionado con la percepción de la velocidad es la adaptación visual a la velocidad o efecto nega­ tivo de adaptación. La reducida capacidad de respuesta de los mecanismos neuronales del conductor le lleva a infraestimar la velocidad a la que se desplaza, tendiendo a ser ésta demasiado elevada. Por ello, cuando tenemos que salir a una vía en la que hay que circular a una velocidad inferior, puede que no reduz­ camos lo suficiente la velocidad del vehículo; es decir, como nos parecía que íbamos a una velocidad inferior a la real, la reduci­ mos menos de lo que es necesario para ajustarnos a las indica­ ciones de la nueva vía. PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 101 En el mercado existen pruebas para evaluar la precisión de nuestras estimaciones sobre la velocidad del movimiento de un objeto. Una de las más utilizadas es la que determina el deno­ minado tiempo de anticipación. En esta prueba, la tarea del su­ jeto consiste en indicar el momento en que percibe que un estí­ mulo móvil alcanza determinado punto. Los datos registrados permiten cuantificar la magnitud de la diferencia entre el mo­ mento en que el estímulo llega realmente a ese punto y el mo­ mento en que se da la respuesta. De cualquier modo, y como señala Michaud (1985), la velo­ cidad no es algo que el conductor perciba directamente sino más bien un constructo que el conductor deduce de sus propias percepciones. La velocidad depende del espacio y el tiempo, pero no hay que olvidar que el tiempo y el espacio son dos mag­ nitudes siempre escasas y con limitaciones muy estrictas. Evi­ dentemente, la percepción de las distancias y el tiempo influyen en la estimación de la velocidad, y viceversa. Sin embargo, no debemos confundir la relación física que se establece entre es­ tos elementos con las relaciones perceptuales. La percepción de la velocidad no viene dada como consecuencia única de la per­ cepción espacial y temporal. En este sentido, entrenar a con­ ductores para una buena apreciación de las distancias y para un hábil cálculo del tiempo objetivo no hace que éstos, necesaria­ mente, realicen mejores juicios de velocidad. • Percepción del espacio y el tiempo Cuando percibimos el movimiento de un vehículo estamos percibiendo en realidad una acción determinada en el espacio y en el tiempo. El tiempo está ligado a los cambios que percibi­ mos a nuestro alrededor. Cuando percibimos algo en movimien­ to, lo hacemos siempre con relación a un sistema de referencia que consideramos estable. Coren, Porak y Ward (1984) señalan las principales hipóte­ sis que han guiado la investigación en la percepción del tiempo: la hipótesis del «reloj interno» y la hipótesis del «procesamien­ to de los acontecimientos». La primera asume que existe una base fisiológica para nuestra percepción del tiempo y la segun­ da considera el tiempo como un proceso puramente cognitivo, un constructo mental que surge a través de nuestro procesa- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 103 móvil que le antecede parece apoyar la tercera. Los movimien­ tos retinianos juegan un papel crucial ante esta cuestión. Así, la estimulación percibida por los sujetos cuando conducen a alta velocidad es menor, puesto que las imágenes de la retina están en movimiento y los sujetos no pueden ver bien el escenario. A este respecto, Aznar, Coscuella y Honrrubia (1995) seña­ lan que la percepción de la distancia de seguridad se funda­ menta en la detección de un complejo parámetro del flujo ópti­ co ambiental y que éste puede derivarse de la proyección de su­ cesivas imágenes sobre la retina. Cuando tenemos delante otro vehículo, si este reduce súbitamente la velocidad debemos con­ trolar la distancia que media entre las luces indicadoras de fre­ nado del coche que se halla delante y nuestro propio vehículo en relación con la velocidad que llevamos. Sin embargo, aunque de este modo el conductor puede tener un flujo informativo cons­ tante, frecuentemente se producen discontinuidades temporales en el mismo, al desviar la mirada del parabrisas hacia los indi­ cadores del vehículo, al cambiar de música, fumar, etc. Por esta razón, los conductores no fundamentan su decisión exclusiva­ mente en la estimación de la distancia que falta para la colisión. En general, cuanto mayor es la velocidad a la que se circu­ la, menor es la distancia subjetiva percibida por el conductor en­ tre su automóvil y el que le antecede (Shiff y Oldak, 1990). El hecho de que la distancia de seguridad sea más estable cuando se circula a velocidad lenta que cuando se hace a alta velocidad sugiere que cuando las personas disponen del tiempo necesario para el proceso de toma de decisiones podrían basar sus res­ puestas en la detección de la distancia, pero no alcanzarían el nivel aceptable cuando la velocidad fuera tan alta que apenas dispusieran de tiempo para evitar la colisión (Rockwell, 1972). • La percepción de la profundidad Un último fenómeno de gran importancia en la conducción y en la seguridad vial es la visión del movimiento en profundi­ dad. Ésta hace referencia a la detección por parte del conductor de un objeto que se acerca o aleja de él, provocando una ampli­ ficación o disminución de las dimensiones de dicho objeto. Este fenómeno se produce tanto en el caso de los vehículos que ob­ servamos por el cristal central como a través del espejo retrovi- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUC TOR 2.2. 105 PERCEPCIÓN Y SEÑALIZACIÓN El problema de la percepción en la conducción está directa­ mente relacionado con el área de la señalización. La importan­ cia de la señalización para la seguridad y su desarrollo consti­ tuye un tema extraordinariamente importante. La señalización y los problemas que con ella se relacionan pertenecen al campo de lo que hoy comúnmente se denomina «factores humanos», aunque también se conoce como «ergono­ mía». Esta área de esfuerzo científico se centra en proporcionar principalmente un conocimiento riguroso y sistemático, sobre las capacidades y limitaciones de ejecución humana, relevantes para el diseño y uso de los medios y los ambientes con los que el hombre interactúa en el trabajo, así como las intervenciones en la investigación y mejora en materia de seguridad, eficacia y confort. Las señales deben cumplir, entre otras, cuatro reglas funda­ mentales para ser operativas: que sean legibles, visibles, creíbles e inteligibles. De todos es sabido que el tamaño, la forma, la co­ locación, la refractancia y el tipo de letra inciden claramente en la calidad perceptiva de la señal y por tanto en la óptima y efi­ caz traducción e interpretación por parte del conductor. • Errores relacionados con la señalización Muchos de los accidentes de circulación se asocian de una forma u otra con errores en la presentación de las señales o con la falta o mala lectura de las mismas. Las señales, lo mismo que las palabras, se consideran como sustitutivos simbólicos de in­ formación. Por lo tanto, en principio, el reconocimiento de las mismas se puede tratar de la misma manera que el reconoci­ miento de las palabras. A diferencia de las señales basadas en expresiones verbales, las basadas en dibujos (expresiones pictó­ ricas) se almacenan con más intensidad en la memoria, y por lo tanto se pueden evocar con más facilidad, pero sólo son efecti­ vas si pueden reflejar exactamente el mensaje deseado. El reconocimiento en el procesamiento de la información simbólica, como es el caso de las señales de tráfico, implica, por lo menos, dos estadios: PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 107 • Error de percepción Este tipo de error comprende los casos en los que una señal, en cuanto a su configuración física, no se percibe correctamen­ te, y, en consecuencia, su indicación no se comprende en abso­ luto, o se malinterpreta -esto es, se confunde con la indicación de otra señal-. Buck (1969) enumera cuatro fuentes de error perceptivo que implican un completo fallo en la visión de una señal: • • • • La valoración incorrecta de la posición de la señal; la aceptación de otra señal en lugar de la correcta; estar ocupado en alguna otra cosa (distracciones); no mirar la señal, a pesar de no estar distraído por otros estímulos. Entre las categorías de los errores de percepción destacan aquellas que surgen de las insuficiencias de las características fí­ sicas de las señales, desde el momento en que tales insuficien­ cias se pueden subsanar a través de medidas técnicas. Dos ejem­ plos de estos errores son el llamado «efecto fantasma» y «la mez­ cla de color». El efecto fantasma no es en realidad una ilusión, ya que está causado por la dispersión de la luz solar en el filtro del color (lente), convirtiendo de este modo en inadecuado el as­ pecto físico. A su vez, la mezcla de color puede ocurrir cuando dos luces de colores complementarios -una verde y la otra roja- están tan próximas entre sí que coinciden cuando se ven a distancia, presentando un color blanco difícil de discriminar. Otro tipo de error perceptivo es el enor de semejanza, que ocurre si las configuraciones de dos señales son tan similares que se confunden la una con la otra cuando se presentan por se­ parado. Por otra parte, una ilusión que no esté relacionada con las características físicas de la señal difícilmente se puede conside­ rar una ilusión perceptiva. Si, por ejemplo, una señal roja cla­ ramente visible es vista como verde, las causas hay que buscar­ las en el ámbito psicofisiológico. 108 MANUAL DE SEGURIDAD VIAL: EL FACTOR HUMANO • Error de reconocimiento Es un error que se da en el significado (indicación) de una señal, y es análogo a la lectura errónea (mala comprensión) de una palabra. Aunque la percepción correcta de una señal es un prerrequisito para su reconocimiento, la inversa no es necesa­ riamente verdadera, ya que una señal puede ser percibida co­ rrectamente, pero su significado (indicación) se puede confun­ dir con el de alguna otra señal, o bien ser olvidado por com­ pleto. 3. Los procesos atencionales en la conducción Los problemas derivados de la atención y las distracciones están entre las causas más importantes de accidentalidad, de ahí la necesidad de desarrollar un apartado en relación con estos procesos. Existe una intrínseca vinculación de procesos atencionales con los perceptivos, recalcando que de ellos va a depender, en buena medida, la realización o no de maniobras apropiadas du­ rante la conducción. La percepción implica un proceso activo del organismo, que busca y selecciona del medio ambiente los aspectos que proporcionan dirección a su conducta (Tudela, 1981). La importancia de la atención en la seguridad vial es, pues, evidente, así como su estrecha relación con la percepción, si se tiene en cuenta que todo proceso perceptivo del conductor comienza, necesariamente, por prestar atención a los estímulos ',, que han de ser captados (Forgus, 1975). ''I La atención es más que un mero mecanismo de selección de información. De acuerdo con las conceptualizaciones más re­ cientes, es un mecanismo de control del procesamiento cogniti­ vo (Tudela, 1992), en el sentido de que organiza y coordina el desarrollo de los procesos que operan sobré 1a i.nformaé}ón {per­ ceptivos, de memoria...). Precisamente, y tal como se decía al principio, en la base de muchos de los fallos ht1II1élHOS que pre­ ceden al accidente(errores de percepción .ü recono_cimiento, error:e�.�:gJa.foma decisio_nes y fallos en la ejecución) se en­ cu·entra una atendón inadecuada. El estudio de la atención y las causas de las distracciones son, así, imprescindibles para enten- 1e PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTA MIENTO DEL CONDUCTOR 109 der y explicar el origen de muchos accidentes y, por tanto, la for­ ma de evitarlos. El hecho de que podamos adaptarnos a un entorno comple­ jo como es el tráfico, entendiéndolo y manipulándolo adecuada­ mente, es posible gracias a nuestras capacidades atencionales, que permiten dirigir nuestros recursos mentales sobre det�rmi­ nadós-aspe-ctósde--nuestro entorno y que a su vez �¿;i-p;�JJ.1iten d'esechar o prescindir dé otros. El conductor se vería peligrosa.� mente irümdado por tanta riqueza estimular (luces, sonidos, se­ máforos, el sonido de la radio, etc.) si no escogiera de manera precisa en cada momento las informaciones de interés y des­ preciara de su campo perceptivo lo irrelevante. Así, el conductor supera la sobrecarga de información focalizando su atención, selectivamente, en una fracción del entorno relativamente pe­ queña. 3.1. LA ATENCIÓN SELECTIVA La atención puede concebirse como una especie de filtro que selecciona sólo algunos estímulos de entre los muchos po­ sibles. Esta función selectiva es lo que marca la diferencia entre ver y mirar, o, en el caso de la audición, la diferencia entre oír y escuchar; los conceptos de ver y oír se utilizan en las situa­ ciones en las que recibimos la información de forma pasiva, mientras que cuando miramos algo o cuando escuchamos algo estamos buscando activamente información, sirviéndonos para ello de nuestra atención. Precisamente mediante la atención, lo que hace el conduc­ tor es �elecciouªLestímulos clave, dando entrada y procesando sólo una pequeña porción de la enorme información sensorial recibida, quedando el resto de los estímulos más difusamente percibidos (Rabbit y Dornic, 1975). Obviamente, este proceso se puede facilitar, por ejemplo, no sobrecargando el entorno con una excesiva concentración de señales de tráfico. Una correcta conducción depende así, en buena medida, de realizar adecuadamente ese proceso de selección de «mensajes» y tomar posteriormente la decisión adecuada. Esta selección no sólo está afectada por las propias condiciones de la situación y por los dispositivos mecánicos del vehículo, sino también por di- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 113 jarnos a la vez en lo que nos está diciendo nuestro compañero de viaje (un mensaje que nos llega auditivamente) y algo que está en nuestro campo visual (lo que estás viendo a través del parabrisas). En estos casos, nuestra atención puede dividirse o distribuirse entre las dos fuentes de información. Que podamos o no podamos dividir nuestra atención entre dos tareas, cuando estamos conduciendo, depende de diversos factores. Uno de los principales es el grado de solapamiento en­ tre los recursos atencionales implicados en cada tarea. En con­ creto, cuanto más solapamiento haya entre los recursos aten­ cionales implicados en las dos tareas, menor éxito tendremos en nuestro intento de dividir nuestra atención entre ambas (más in­ terferencia habrá entre ellas). Otro factor que influye sobre la distribución atencional es el nivel de dificultad de una de las tareas (o de ambas). En gene­ ral, cuanto más difícil le resulta una tarea al sujeto, más recur­ sos atencionales tiene que poner en esa tarea, y por tanto, me­ nos recursos atencionales le quedan para otras tareas distintas a ésa; y, a la inversa, cuanto más fácil le resulta una tarea, menos recursos atencionales exige y, consiguientemente, más le quedan para otras tareas. La práctica puede ayudar a dividir con éxito la atención en­ tre dos tareas, al menos hasta cierto punto. Conducir un ve­ hículo es un ejemplo cotidiano de cómo se automatiza progresi­ vamente una tarea que inicialmente requería todo el control de la atención. La experiencia logra que la tarea se automatice y por tanto, que su realización ya no exija toda nuestra atención (Schneider y Shiffrin, 1977; Shiffrin y Schneider, 1977). Una vez se han adquirido las habilidades necesarias para conducir, la conducción se convierte en una tarea que puede ca­ lificarse de fácil porque su ejecución es, en buena parte, auto­ mática; es decir, el conductor sólo necesita feedback visual y cinestésico sobre su ejecución de forma esporádica, porque puede realizar la tarea basándose en gran medida en sus repre­ sentaciones internas y programas mentales motores. La mera presencia de ciertos estímulos hace que se desencadenen cier­ tos procesos mentales que conducirán a la realización de una respuesta concreta, de forma automática (por ejemplo, ante cierto ruido proveniente del motor, éste cambia de marcha). A diferencia de lo que ocurre en las tareas cuya ejecución no se PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 115 • Las llamadas conductas interferentes, esto es, la atención desmesurada a algún elemento ajeno a la conducción, como el paisaje, anuncios u otros objetos circundantes de la vía o del vehículo, fumar, etc., apartando la atención de las señales, la carretera o los demás vehículos. En este sen­ tido, la utilización de teléfonos móviles (aunque sean de manos libres) en el vehículo se toma especialmente peli­ grosa, ya que puede haber una sobrecarga atencional en un momento puntual en el que se requiera una atención se­ lectiva en la tarea de conducción (McKnight y McKnight, 1993; Mckenna y Crick, 1994; Briem y Hedman, 1995; Pau­ chiaudi et al., 1996). • La búsqueda de informaciones ajenas a la conducción: ba­ res, hoteles, una cabina de teléfono, etc., suele ser una de las causas frecuentes de la aparición de las distracciones. • El grado de luminosidad y sus variaciones, cambios de en­ torno o de luz, sobre todo por la noche, que hacen nece­ saria una adaptación sensorial y atencional rápida, por ejemplo, a la entrada de túneles o en el atardecer. • Una carretera demasiado conocida, confianza en la con­ ducción o en la ruta seguida, lo que puede dar lugar tam­ bién a una reducción de la alerta atencional. Es necesario destacar, en este sentido, que las salidas de la vía -sobre todo en rectas sin peligro- son, según las estadísticas, una de las primeras causas de accidente. La experiencia y familiaridad con una ruta puede llevar a que algunos con­ ductores reduzcan su nivel atencional hacia la misma y hacia la propia actividad de conducir. Esta interrupción temporal de la atención a los eventos propios de la carre­ tera -la distracción- a consecuencia de las fuertes ex­ pectativas y automatismos formados respecto a los ele­ mentos y factores de la vía por la que circulaban, por la excesiva familiaridad con la misma, lleva a la detección tardía de cualquier conflicto, obstáculo o eventualidad que se pudiera dar repentinamente en la carretera. • La localización del estímulo con respecto al conductor también tiene gran importancia. Los pasos a nivel, por ejemplo, son mucho más peligrosos -siete veces más­ cuando el tren se aproxima por la zona trasera de la visión del conductor o por la derecha, quedando así más aleja­ dos del campo atencional del que maneja un vehículo. 118 MANUAL DE SEGURIDAD VIAL: EL FACTOR HUMANO radamente, son uno de los fallos humanos más comunes que dan lugar al accidente (McKenna, 1982; Evans y Schwing, 1985; Montoro, 1991b; Van Elslande y Faucher-Aberton, 1996). 4. Las aptitudes motoras del conductor Se trata de las habilidades que en definitiva conducen a la realización de una acción en una determinada situación. Una vez elegida la maniobra más adecuada, el conductor debe ejecutarla con la mayor rapidez y precisión posible, lo que se denomina ca­ pacidad de respuesta del conductor. La capacidad de respuesta del conductor hace referencia al conjunto de actividades sensomo­ trices y psicomotoras puestas en juego por el conductor para mantener el control sobre la trayectoria del vehículo y su veloci- , dad. El control de la trayectoria viene determinado por la mani­ pulación del volante, las acciones sobre los pedales (freno, em­ brague, acelerador), la agilidad de respuesta ante estímulos com­ plejos y la respuesta en relación de la acción del conductor y el comportamiento del vehículo. En este proceso juegan un papel importante aspectos ergonómicos de diseño, el estado psicofísi­ co del conductor y la experiencia (Soler y Tortosa, 1985). ' Todo conductor, de acuerdo con su experiencia, posee un có­ digo interno que regula su capacidad para tomar decisiones. No obstante, la reflexión sobre los hábitos operativos puede ayudar a la anticipación de situaciones límite. Por ejemplo, señalizar antes de cambiar de carril es una compleja acción psicomotora que implica la coordinación visomanual, disponibilidad de reac­ ción motora para accionar el freno si es necesario, torcer el cue­ llo para mirar, cambios en el patrón de respiración, etc. En la motricidad influyen de forma decisiva la coordinación de movimientos y la rapidez con que se realizan (tiempo de reac­ ción): • Cuando existe descoordinación de movimientos anatómi­ cos (brazos y piernas), las maniobras se realizan de forma inadecuada (cambiar de marcha y frenar simultáneamen­ te, girar el volante cuando se da el intermitente, etc.). • El tiempo que tarda en reaccionar una persona ante un es­ tímulo externo se denomina tiempo de reacción. Este PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 119 tiempo suele ser generalmente de un segundo en conduc­ tores no influidos por la fatiga, el sueño, el alcohol, etc. Pero si el conductor está alertado (prevé una situación de riesgo), dicho tiempo de reacción puede llegar a situarse en 0,75 segundos. Se han señalado numerosos aspectos que tienen que ver con la eficacia de la respuesta del conductor (Prieto, 19 84). • La posición del conductor frente a los mandos. Este as­ pecto influye sobre la ejecución de movimientos por par­ te del conductor, así como sobre el campo visual del mis­ mo, pudiendo afectar su proceso perceptivo atencional. • El número y la actuación de los pasajeros, cuya interac­ ción con el propio conductor puede generar distintos es­ tados, más o menos transitorios en él, que mediaticen la conducción. • Diversos fallos técnicos (averías del vehículo). • Desconocimiento del vehículo que se conduce y de sus prestaciones. • La excesiva familiarización, o la excesiva facilidad del iti­ nerario que se está siguiendo, puede provocar monotonía y disminuir peligrosamente el nivel atencional. • El desconocimiento total, o la falta de familiaridad de una vía puede dar lugar a estrategias defectuosas de búsqueda de información. • La conducción bajo condiciones no habituales (por ejem­ plo, conducción bajo factores climatológicos adversos, mal estado de conservación de la vía, conducción noctur­ na para el que no suele hacerlo, etc.). CAPÍTULO 5 LOS FACTORES ADQUIRIDOS Y PROCESOS DE ADQUISICIÓN EN EL CONDUCTOR 1. Los principios básicos del aprendizaje y la conducción Son tres al menos las dimensiones básicas implicadas en el aprendizaje de la conducción: aspectos motores (control del ve­ hículo), cognoscitivos (conocimiento de las normas de circula­ ción) y actitudinales (respeto a las normas). En todos ellos, los modelos, principios, leyes y procesos básicos de la psicología del aprendizaje pueden ser de gran utilidad, ya que nos ayudan a entender cómo se adquieren, modifican o eliminan muchas de las conductas realizadas durante la conducción. 1.1. EL CONDICIONAMIENTO CLÁSICO Y OPERANTE Sólo unos breves comentarios sobre el condicionamiento clásico. Como bien saben los expertos, este tipo de aprendizaje nos permite aprovechar la secuencia ordenada de hechos que ocurren a nuestro alrededor, y aprender qué estímulos suelen acompañar a qué sucesos. Por ejemplo, la generalización, una de las leyes o principios básicos del condicionamiento clásico, nos explica cómo el conductor reacciona con miedo ante soni­ dos parecidos al que produce una frenada. En definitiva, una buena parte del comportamiento de los individuos ha surgido por condicionamiento clásico, siendo muchas de las conductas reflejas de los conductores producto del mismo (Esteban y To­ ledo, 1997). 122 MANUAL DE SEGURIDAD VIAL: EL FACTOR HUMANO En lo que se refiere al condicionamiento operante en dicho condicionamiento, la respuesta por parte de un sujeto produce, con una determinada probabilidad, un cambio en el ambiente. Esto predispone al conductor a que, en un futuro, una determina­ da conducta tenga una probabilidad de ocurrencia asociada a las consecuencias que haya tenido en el pasado. El condicionamiento operante es responsable de la adquisición de muchos comporta­ mientos humanos (incluidos obviamente los de tráfico), tanto ajustados como desajustados y, por tanto, vía de modificación de los mismos. Es también uno de los paradigmas que alcanza a ex­ plicar más ampliamente las acciones de los individuos en las si­ tuaciones de conducción. Probablemente, el principal modelo teó­ rico del comportamiento humano en la conducción desde esta perspectiva ha sido el modelo del análisis de conducta. 1.2. EL MODELO DE ANÁLISIS DE CONDUCTA Existen tres principios o proposiciones fundamentales en el marco del análisis de conducta (Fuller, 1996), y éstos constituyen las premisas básicas que permiten explicar parte de la conducta humana en la conducción. Por tanto, estos principios rigen o go­ biernan buena parte de las acciones y comportamientos que los conductores ejecutan durante su conducción e interacción con el sistema de tráfico: • El comportamiento está controlado por sus consecuen­ cias. Las consecuencias reforzantes de las conductas de los conductores forman y mantienen tales conductas (puesto que aumentan su probabilidad de aparición), y las consecuencias punitivas tienden a extinguirlas (puesto que disminuyen su probabilidad de aparición). • Los eventos antecedentes señalan la relación particular entre una respuesta y sus consecuencias, puesto que posi­ bilitan la discriminación de la naturaleza (reforzante o pu­ nitiva) de tales consecuencias para cada conducta. 0 El comportamiento puede llegar a estar controlado por sus antecedentes. La aparición de un determinado estí­ mulo (antecedente o discriminatorio) elicitará al conduc­ tor la naturaleza (reforzante o punitiva) de las consecuen- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 123 cias de la conducta asociada con tal estímulo (por ejem­ plo, la presencia de la policía), lo que llevará a una alta probabilidad de que emita dicha conducta en el caso de que sus consecuencias (esperadas) sean reforzantes y a una baja probabilidad de que emita dicha conducta en el caso de que sus consecuencias (esperadas) sean punitivas. Estos presupuestos los concretó Fuller en su conocido « Mo­ delo de amenaza-evitación» (ver Fuller, 1984, 1991, 1994, 1996), en el que intenta conceptualizar y explicar la conducción, den­ tro de los límites del análisis funcional, como conducta de evi­ tación de amenazas. El término «amenaza» es empleado en el modelo para hacer referencia a la posibilidad de que acontezca algún peligro, al he­ cho de que durante la mayor parte del tiempo el conductor no se está enfrentando con estímulos aversivos, sino con estímulos potencialmente aversivos o amenazas; asimismo, el modelo subraya el término «evitación» porque prácticamente todo el tiempo que pasa un conductor a los mandos de su vehículo está, o bien evitando eventos «potencialmente» aversivos, o bien evi­ tando la propia posibilidad de que esos eventos aparezcan Según el modelo de amenaza-evitación, la actividad de con­ ducción implica el aprendizaje de respuestas de evitación frente a estímulos amenazantes (Fuller, 1984). El conductor debe aprender a asociar los peligros con estímulos discriminativos de los mismos -lo que le permitirá anticipar un mayor o menor nivel de riesgo-, y a aplicar a la situación de conducción prin­ cipios de conducta bien aprendidos y consolidados que le per­ mitan evitar el peligro (Fuller, 1988a y b ). El modelo postula que frente a un estímulo señalizador (es­ tímulo discriminativo), el conductor se anticipa con su respues­ ta (respuesta de evitación) a la aparición de un peligro (estímu­ lo aversivo), lo que da lugar a una nueva situación estimular, en principio carente de riesgo (estímulo neutro). No obstante, pue­ de suceder que tras la aparición de la señal de peligro (por ejem­ plo, aproximarse a una curva sin visibilidad a elevada veloci­ dad), el conductor se encuentre con una situación neutra (por ejemplo, carretera totalmente despejada) y no con el peligro an­ ticipado (por ejemplo, un vehículo que circula a poca velocidad). El hecho de que la mayor parte de los peligros en la conducción PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 125 probabilidad de que el conductor realice una respuesta antici­ patoria de evitación está relacionada con la posibilidad de apa­ rición del estímulo potencialmente aversivo y con la historia previa de recompensas y castigos asociados con ella. La expe­ riencia previa del conductor sobre recompensas y castigos deri­ vados de su conducta es pues fundamental para aprender cuáles son los elementos precursores de los peligros y para desarrollar una buena asociación entre estímulos discriminativos y situa­ ciones potencialmente peligrosas. Por ello, el conductor novel debe aprender tanto la relación entre condiciones antecedentes, las respuestas ante ellas y las consecuencias derivadas de esas respuestas en distintas situaciones de tráfico, como un amplio repertorio de lo que podríamos denominar auténticas respuestas de evitación (Fuller, 1990). En el tema que nos ocupa, estos principios sirven para ex­ plicar adecuadamente muchos de los fallos al volante, por ejem­ plo, el exceso de velocidad. Los ingenieros de las carreteras han manipulado los estímulos antecedentes y las consecuencias en un esfuerzo por controlar la velocidad de los conductores, una técnica conocida como «traffic calming» (Devon County Council, 1991). El control de la velocidad a través de la introducción de bandas sonoras que <<castigan» al conductor si su velocidad ex­ cede unos valores críticos, puesto que producen molestia o in­ comodidad a los ocupantes del vehículo o daño al vehículo (Sa­ rin et al. , 1991); la provisión de arcenes asfaltados y carriles más anchos; la gestión del flujo de tráfico; y las restricciones obliga­ torias de velocidad, especialmente cuando existe control o su­ pervisión policial para tales restricciones (Brenac, 1990; Fuller, 1994, 1996), son ejemplos de la utilización de consecuencias para modificar la velocidad de los conductores. En general, cuando el cumplimiento de la norma no se ve apoyado o reforzado por las contingencias naturales, el com­ portamiento pasa a estar controlado precisamente por ellas (Ga­ lizio, 1979). De este modo, la aplicación de castigos -como son las multas o retirada de carnet- por el incumplimiento de una norma aumenta su probabilidad de acatamiento; y esto es espe­ cialmente interesante en el caso de aquellas normas que obligan a comportamientos no reforzados por las contingencias natura­ les y cuyo cumplimiento, por tanto, no es percibido por el usua­ rio de la carretera como reforzante. PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 3. 129 El aprendizaje perceptivo Es evidente que la actividad de conducir no consiste sim­ plemente en manejar el vehículo de manera mecánica. El con­ ductor debe ajustar el desempeño motor a las exigencias de la circulación, y también tiene que aprender, por tanto, a explorar la vía por la que circula, a jerarquizar sus elementos e informa­ ciones en función de su relevancia para la conducción y, final­ mente, a interpretar sus demandas. Si este proceso no se reali­ za adecuadamente es muy fácil que aparezca el accidente. La adquisición de estas complejas destrezas perceptivas por parte del coñductor (un tema vital y lamentablernenté descono­ cido) implica de nuevo una serie de fases, que como condición previª_presuponen un deseriipeno cuanto menos elemental de las destrezas pérceptomotoras. • Fase intravehículo. Esta primera fase es interactiva con las del aprendizaje motor, dado que se refiere a aprender a controlar los mandos del vehículo. La función funda­ mental de esta fase es la de identificar la posición de los instrumentos de control en el espacio interno del vehícu­ lo. Progresivamente, y de forma paralela a la automatiza­ ción de la tarea motora, estos controles visuales sobre los mandos van desapareciendo, o son menos frecuentes con la adquisición del conocimiento de su posición en relación al cuerpo. • Fase de alargamiento del campo perceptivo. En este perío­ do, el conductor comienza a trasladar su atención progre­ sivamente fuera del vehículo, logrando un alargamiento del campo perceptivo, lo que le permite acceder a un nuevo ni­ vel cualitativo. • Fase de ampliación de los conceptos perceptivos. Una vez adquirido el control sobre estos índices, el conductor pue­ de comenzar a adquirir una mayor extensión en el campo temporal de previsión, lo que le permitirá anticipar sus ac­ ciones y ajustar mejor su conducción. A su vez, es el mo­ mento para integrar en la percepción, por ejemplo, las se­ ñales, así como los diferentes signos que pueden permitir elaborar una decisión acertada en diversas situaciones de conducción. El aspecto esencial de esta fase es, sin em- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 135 versas situaciones, mediante un cuestionario de elabora­ ción propia; 2) utilización real del cinturón en el momen­ to en que entraban en los aparcamientos urbanos, en don­ de se les proponía responder al cuestionario. • Actitudes acerca de la utilización del cinturón de seguridad: opiniones acerca de su confortabilidad, opiniones acerca de su eficacia, y valoración general sobre los cinturones de seguridad. • Nivel de ansiedad-temor fi'ente a los accidentes de tráfico. Los resultados indicaron que las correlaciones entre las ac­ titudes y la conducta de utilización del cinturón eran consisten­ temente altas y significativas, siendo curiosamente las opiniones sobre la confortabilidad un buen predictor de la utilización del mismo; las correlaciones entre actitudes y conducta de uso del cinturón se incrementaban de forma regular desde el grupo de conductores de alta ansiedad frente a los accidentes, hasta el grupo de conductores de baja ansiedad, siendo estadísticamen­ te significativas las diferencias en las correlaciones actitudes­ conductas entre ambos grupos extremos. Con el fin de investigar la estructura y la extensión de las ac­ titudes de los conductores sobre la eficacia de eventuales medidas de seguridad vial, la preocupación de éstos por su propia seguri­ dad en la carretera y las relaciones que pueden existir entre es­ tos factores y determinadas variables demográficas, Wilde reali­ zó una interesante investigación en 1977. Para llevarla a término, Wilde desarrolló tres cuestionarios actitudinales distintos: uno de ellos pretendía evaluar el grado de preocupación personal por la seguridad vial; un segundo cuestionario pretendía evaluar el grado de confianza en la efi­ cacia de una serie de medidas susceptibles de ser aplicadas para promover la seguridad vial, así como en qué grado se aceptaría su implantación; el tercer cuestionario fue construido a partir de los dos anteriores, sólo con el fin de evaluar las tres variables enunciadas con un formato reducido. A partir de este estudio, el autor concluye que los conduc­ tores difieren en buen grado en lo que se refiere a su actitud de preocupación por la seguridad vial. Los conductores que se ca­ ract;rizan por un alto grado de preocupación pueden ser defi­ nidos como aquellos que creen que la probabilidad de tener un CAPÍTULO 6 EL DOMINIO AFECTIVO-MOTIVACIONAL DEL CONDUCTOR Sabemos que el conductor pone en juego durante la con­ ducción mucho más que sus habilidades sensoriales, perceptivas y motrices; un amplio conjunto de componentes, con un fuerte tinte motivacional, interactúan de forma compleja para deter­ minar las decisiones y comportamientos del ser humano al vo­ lante de su automóvil. La motivación en general y en el campo del conductor tiene que ver con un conjunto de relaciones entre variables que expli­ can la dirección, amplitud y persistencia de la conducta de un sujeto, si se neutralizan o se mantienen constantes los efectos de las aptitudes, destrezas y comprensión de las tareas, así como las constricciones y limitaciones que operan en el ambiente o si­ tuación. Distintas investigaciones demuestran la relevancia que tienen en la predicción de la conducción segura o peligrosa, las variables motivacionales y emocionales que afectan a la percep­ ción de riesgo, a la toma de decisiones arriesgadas y, en defini­ tiva, al modo en que se comporta el conductor. 1. La motivación en la conducción De forma general, la motivación es « algo» que tiene que ver con el porqué de la conducta tanto a nivel de activación (si pro­ ducimos una conducta o no), de dirección (qué conducta), de in­ tensidad (con qué intensidad), y de mantenimiento (y durante PRINCIPIOS EXPLICATNOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 143 En conclusión, las variables que influyen más directamente sobre el proceso decisional dependerán de la naturaleza e in­ tensidad de los factores motivacionales activos en cada momen­ to, debido al escaso control que los mecanismos inhibidores aca­ ban ejerciendo sobre el comportamiento de los conductores. En relación con el modelo de Wilde y su concepción del pa­ pel fundamental de la motivación en la conducción debemos te­ ner en cuenta dos conceptos fundamentales de su teoría: • Riesgo percibido: estimación subjetiva del riesgo de acci­ dente; el riesgo experimentado o percibido por el conduc­ tor frente a una situación. • Riesgo aceptado: es el riesgo que se está dispuesto a acep­ tar o tolerar tras una evaluación de la situación de tráfico. Según Wilde, los sujetos cuando están conduciendo compa­ ran entre riesgo percibido X riesgo aceptado, y en función de la diferencia entre ellos se tomarán decisiones con el objetivo de restablecer el equilibrio. \Es decir, frente a una determinada si­ tuación, el conductor o peatón percibe un cierto nivel subjetivo de riesgo, que inmediatamente .!;¡[H:ripara con el que desea acep­ tar. Si el nivel percibido es mayor o menor que el deseado, el su­ jeto intentará eliminar con su actuación esa discrepancia. La ac­ ción de ajuste que sigue implica, siempre, una probabilidad ob­ jetiva de riesgo de accidente, pero se ve como más ventajosa que otras posibles alternativas. Así pues, la variable clave que con­ trola el sistema es el nivel previsto (deseado) de riesgo, que es fruto precisamente de factores motivacionales. Resumiendo, la motivación del conductor apunta a un nivel concreto del riesgo que resulta de la evaluación individual de las ventajas e inconvenientes de las posibles alternativas. Ello lleva a Wilde a una conclusión extraordinariamente importante para la seguridad vial: sólo reduciendo el nivel de riesgo previsto pue­ de obtenerse una disminución de la frecuencia y severidad de los accidentes. Abundando en esta idea, se concluye que las medidas de Se­ guridad Vial no pueden lograr una drástica reducción de los ac­ cidentes si se centran únicamente en mejoras técnicas, sino que es necesario la introducción de estrategias motivacionales que vayan dirigidas a estimular en los conductores el deseo de evi­ tar los accidentes; es decir, la seguridad debe intensificarse a tra- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 147 de las conductas agresivas generales y las que se manifiestan en la conducción, los científicos han distinguido entre: • las causas endógenas propias de la persona, causas de profunda raíz personal como trastornos del estrés que pueda llevar a un juicio sesgado, y • las exógenas, procedentes del ambiente, la situación y la sociedad. 3.2. INFLUENCIAS AMBIENTALES DE L A AGRESIÓN Es ampliamente aceptado que existen numerosas variables ambientales que pueden, bajo ciertas circunstancias, bien pro­ vocar agresión, bien incrementar la probabilidad de su ocurren­ cia. El ambiente físico en el que se encuentra inmerso el con­ ductor (ruido, hacinamiento, calor, retenciones, etc.) puede in­ fluir notablemente sobre el estado fisiológico, sobre la calidad del desempeño en la conducción, sobre los juicios y deseos, y en definitiva, sobre nuestro modo de relacionarnos con los demás cuando conducimos. Entre algunos de los elementos externos que pueden propi­ ciar la aparición de comportamientos agresivos estarían los si­ guientes: La temperatura ambiental. La incidencia de delitos violen­ tos ha sido ampliamente señalado que se incrementa durante los meses de verano. Si el ambiente es caluroso y húmedo, el con­ ductor es más proclive a sentirse frustrado o colérico, llevándo­ le a adoptar conductas agresivas. El ruido. Varios estudios demuestran que un ruido estrepito­ so o irritante crea altos niveles de agresión. Otros estudios indi­ can, curiosamente, que el ruido repercute en la intensidad de la agresión latente o que ya ha sido provocada, más que añadirse a otras variables que podrían conjuntamente culminar en agresión. La probabilidad de encontrar cualquier relación casual en­ tre el ruido y la presencia o intensidad de la agresión parece re­ sidir en el nivel de control que el sujeto tiene sobre el ruido. Si el sujeto no posee control sobre el volumen o duración de un ruido irritante, el nivel de agresión provocado por cualquier otra cosa es probable que surja con más facilidad. PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 151 chos de estos sujetos han padecido recientemente un fuerte con­ tratiempo emocional o profesional, como la pérdida del empleo o una pérdida sentimental, han atravesado un divorcio, o han sufrido un daño o accidente. Desde otra perspectiva, las investigaciones ofrecen precisas descripciones del prototipo de conductor peligroso. Sería aquel individuo que manifiesta tendencias antisociales y violentas, de­ sajustado e incontrolado en sus comportamientos, con un escaso nivel de eficacia y de control personal, y que, en consecuencia, es incapaz de reaccionar adecuadamente frente al estrés emocional intenso. Estas personas buscan encontrar formas alternativas, pero inadecuadas, de responder a sus sentimientos hostiles sub­ yacentes, recurriendo al alcohol o al automóvil, con la expectati­ va de reducir su ansiedad, intentando incrementar así su senti­ miento de eficacia y su superioridad frente a los demás. Todo ello les lleva a aumentar su nivel habitual de agresividad, dando lugar a estilos de conducción violenta, competitiva, arriesgada, temera­ ria, que busca sensaciones nuevas e intensas y que por tanto les convierte en individuos de alto riesgo. 4. Altruismo y conducción Los comportamientos negativos de los conductores también tienen su contrapartida en las conductas de ayuda o altruistas, aunque lamentablemente éstas sean mucho menos frecuentes. En general, se entiende por conducta altruista aquel comporta­ miento de ayuda que cumpla, al menos, estos tres requisitos: • que no sea impuesto; es decir, que se realice de forma vo­ luntaria, • que sea desinteresado; es decir, que no se realice con la esperanza de obtener algún tipo de recompensa extrínse­ ca por parte de la víctima o de la sociedad, y • que tenga como finalidad propia ayudar o socorrer a otro u otros que se encuentran en apuros o en peligro. Rushton (1981) señala las principales características que pa­ recen motivar a una persona a comportarse de forma altruista. Se­ rían aquellos conductores que han interiorizado muchas reglas CAPÍTULO 7 EL DOMINIO COGNITIVO: PROCESOS DE ASIMILACIÓN Y DECISIÓN Como venimos señalando reiteradamente, en la tarea de conducción incorporamos no sólo nuestras aptitudes, destrezas y habilidades sensoriales y psicomotrices y un conjunto de re­ glas bien aprendidas, sino también nuestras expectativas, valo­ res, nuestra versión particular de los valores y normas de la so­ ciedad, nuestras actitudes, experiencias, motivos y emociones variables que modulan la conducción de múltiples maneras a la hora de explicarla. Algunos de estos factores han sido puestos de relieve en capítulos anteriores; sin embargo, existe un elemento modulador y muy relacionado con muchos de los factores ex­ puestos, que a su vez va a condicionar en gran manera el pro­ ceso de decisión al volante y que es la percepción de riesgo. En este capítulo, tras hablar de la percepción de riesgo, tan presente en muchos de los modelos explicativos que comentá­ bamos al principio de esta segunda parte, nos centraremos en el conductor como procesador de información, cuyo papel fun­ damental es asimilar la información, es decir, recibir los ele­ mentos sensoriales del sistema de tráfico y de sus relaciones, procesarlos, y tomar decisiones en función de dicho procesa­ miento acerca de las maniobras más apropiadas, ejecutar esas decisiones y controlar los resultados de las mismas (Soler y Tor­ tosa, 1985). Es decir, la asimilación de la información por par­ te del que maneja un vehículo se convierte dentro de la tarea de conducción en la variable clave que explica el complejo proce­ so de toma de decisión previo a la elección de cualquier ma­ niobra o acción que lleva a cabo el conductor y en la que con- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 155 un siniestro de tráfico son significativamente menores que las de sus semejantes. Por todo ello, las estimaciones objetivas de ries­ go tenderán a ser consideradas como algo significativas por la mayoría de los conductores, sólo cuando evalúen su propia con­ ducta (Svenson, 1981). Seguramente por esto, las medidas preventivas basadas ex­ clusivamente en índices objetivos de riesgo, que conllevan me­ didas de tipo represivo (por ejemplo, limitaciones de velocidad, uso de cinturones y cascos, etc.), tendrán por sí solas un escaso efecto sobre las actitudes de un buen grupo de conductores, por­ que éstos en muchos casos no comprenden suficientemente las razones que las impulsan. Así, la aparente irracionalidad de los conductores no es tal, siendo sus reacciones lógicas, en cierta medida, ya que el riesgo de accidente individual se percibe como muy bajo cuando se consideran los datos estadísticos generales (Rumar, 1982). El riesgo, cuando se conduce un vehículo, podemos definir­ lo como la probabilidad de sufrir muerte, lesiones, daños o pér­ didas. El nivel de riesgo resulta, entre otros factores, de la pro­ babilidad de que un accidente ocurra; la percepción de los re­ sultados que un accidente puede causar; y también de la habili­ dad que un conductor tiene para enfrentarse a una situación pe­ ligrosa y resolverla. En cualquiera de los momentos en que se conduce un vehículo se debe de ser consciente de que se está aceptando el riesgo de sufrir algún tipo de siniestro, o incluso la muerte. Asu­ mirlo es empezar a evitarlo, y aun cuando nunca se haya estado involucrado en un accidente de tráfico, sería absurdo pensar que se está exento de sufrirlo. Sería igualmente irreal creer que los accidentes son cosa del destino o fruto de la casualidad y que por consiguiente están fuera de nuestro control y no podemos hacer nada para evitarlos. Tanto el optimismo irrealista como la aceptación fatalista contribuyen peligrosamente a no poner los medios para evitar la probabilidad de vernos envueltos en un siniestro. El hecho cierto de que el conductor introduce en cada situación, con sus decisiones, un determinado nivel de riesgo, y, por tanto, el que la mayoría de las situaciones de pe­ ligro en la carretera estén bajo su control debería incitarle a re­ alizar un esfuerzo para reducir al mínimo el riesgo de sufrir un accidente. Para ello habrá que partir de tener muy presente PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 159 plo, circular con un coche en medio de una situación de tráfico urbano supone realizar una secuencia de decisiones con respecto a qué dirección y velocidad adopta,: En cada momento, a lo lar­ go de la trayectoria, son posibles diferentes acciones; sin em­ bargo, sólo algunas de ellas son apropiadas en el sentido de que se hayan en el estado final u objetivo deseado. Cada acción lle­ va a una nueva situación, que, a su vez, presenta al conductor una nueva serie de opciones. De esta forma, el contexto de una tarea secuencial y múltiple -como manejar un vehículo- podría representarse con una estructura en árbol con las situaciones como nodos y las opciones como ramas (ver cuadro 7). • Naturaleza de la ejecución Si una tarea es un árbol de puntos de decisión, la ejecución será una reiteración de toma de decisiones. Más concretamente, ejecutar una tarea es recorrer el correspondiente árbol situacio­ nal, desde el nodo raíz (el estado inicial) hasta una de las hojas (un estado meta) (ver cuadro 7). CUADRO 7. Arbol situacional y toma de decisiones RAMAS RAMAS RAMAS Opción A Situación B Situación A NODO Opción B NODO Estado inicial SIWACIÓN NODO Opción C Decisión B Decisión e PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 161 Una vez ha sido seleccionada una opción, lo restante es ejecu­ tarla. La caracterización del conductor como tomador de una de­ cisión y la estructura de control no son dos constructos inde­ pendientes. La estructura de control especifica cómo se realizan las decisiones. Su ciclo de funcionamiento -activación-selec­ ción-ejecución- es una interpretación teórica de ciclo percibir­ decidir-actuar de la conducta observable. De acuerdo con esto, los conductores discurren constante­ mente a través de las situaciones de tareas, organizando objeti­ vos y situaciones en acciones apropiadas. Las cuatro ideas están íntimamente entrelazadas: una vez una tarea ha sido concep­ tualizada como árboles de puntos de decisión, la ejecución es conceptualizada de forma natural como una toma de decisión; la competencia, por tanto, es representada naturalmente en es­ quemas de decisión, etc. En síntesis se trata de elegir una opción concreta a través de un árbol de alternativas en un breve lapso en el que el conduc­ tor tiene que dar una respuesta adaptativa a una situación-pro­ blema concreto, que además contiene riesgo. • Aplicación del proceso a los errores en la conducción Dada la hipótesis de que el proceso c:l� decisión,es codifica­ do en esquemas de<111�ta-situacióil.-acción'; habría únicamente un abanico de posibilidades. La-fuente más obvia de error es un esquema demasiado general. Si la situación que forma parte de un esquema es inespecífica, el esquema se activará en dema­ siadas situaciones, incluyendo posiblemente situaciones en las que su acción no es apropiada, correcta o útil. Dado que la es­ tructura de control considera todos los posibles esquemas acti­ vos durante la toma de decisiones, un esquema activado inco­ rrectamente tendría alguna probabilidad de desplazar el esque­ ma correcto y un resultado erróneo (en cierta proporción de si­ tuaciones). Si los esquemas demasiado generales son causa de errores, entonces los errores pueden ser corregidos especializando esos esquemas. El añadir condiciones a la descripción de la situación restringiría un esquema, de tal forma que se active en una serie menor de situaciones. Si esa serie menor sólo incluye situado- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 163 3. Los procesos atribucionales en la conducción Una decisión, decíamos, tiene que considerar lo que el con­ ductor pretende lograr, las características de la situación que él mismo percibe, y las capacidades del sujeto. Estos factores, como hemos visto a lo largo de los capítulos precedentes, pueden ver­ se modulados por una serie de variables de diferente índole. Una de estas variables que no hemos tratado hasta el momento, de tinte claramente cognitivo, son los procesos atribucionales. Mientras conducimos tenemos que descifrar constantemen­ te lo que está ocurriendo, lo que otros conductores están ha­ ciendo o pretenden hacer. En pocos segundos hay pues que in­ ferir, en ocasiones con pocos datos, cuál será la conducta al vo­ lante de los demás conductores. Aunque no seamos conscientes, conducir se convierte así en una compleja situación de interac­ ción social, caracterizada en muchas ocasiones por la ambi­ güedad y la incertidumbre -no sabemos exactamente qué es lo que pueden hacer los otros-, agravada por las altas velocida­ des de desplazamiento y el escaso margen de tiempo disponible para tomar las decisiones correctas y realizar las maniobras adecuadas. Algunos eventos son fácilmente reconocibles debido a que van acompañados de elementos indicadores «regulados», como la señalización de un giro (a través del intermitente). Otro tipo de indicaciones comunicativas pueden no estar reguladas, pero son tradicionales, como el saludo con la mano de un conductor cuando le abres camino en el carril para dejarle pasar. Pero hay otros muchos elementos indicadores que necesita­ mos captar en el tráfico que son incidentales. Y es que las si­ tuaciones de conducción son especialmente propicias para que aparezca la «atribución», ya que en un breve lapso y a veces con muy pocos elementos indicadores hay que inferir qué tipo de conductor se trata el que va delante o detrás de nosotros y por tanto qué comportamiento tendrá. En este sentido, es evidente que la conducta esperada de los demás desempeña un papel fundamental para la regulación del propio comportamiento al volante y la evitación del accidente. En esa previsión, juega un papel básico la atribución, que podría­ mos entenderla en este caso como la interpretación subjetiva que hacemos, el comportamiento que esperamos y la explica- PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 167 La atribución autoservilista suele servir también frecuente­ mente para hacer responsables a los demás de los fallos o acci­ dentes en los que nos encontramos implicados. Esto se suele producir sobre todo si en la situación están involucradas perso­ nas, vehículos o algunos de los elementos hacia los que existan determinados prejuicios que sirvan para propiciamos un meca­ nismo de exculpación de nuestra propia responsabilidad. Así, tal como hemos apuntado en páginas anteriores, numerosos estu­ dios en diversas culturas manifiestan, por ejemplo, cómo un ele­ vado porcentaje de conductores considera que las causas de los accidentes se deben a fallos ajenos a ellos o que los demás son más peligrosos. Muestran también que la mayoría de los que manejan vehículos se avalúan a sí mismos como mejores con­ ductores que la media y se perciben como más seguros que el promedio de los usuarios. 3.2. Los ESTEREOTIPOS Normalmente utilizamos eslogans para categorizar a las per­ sonas y los acontecimientos. Los «esquemas» son representacio­ nes que dibujamos en nuestra mente sobre las situaciones coti­ dianas a medida que las experimentamos. Estas representacio­ nes nos ayudan a reconocer rápidamente lo que está sucedien­ do con una ojeada, sin tener que imaginar cosas en cada mo­ mento que ocurran de nuevo. Los científicos cognitivos utilizan la palabra script para re­ ferirse a los subcomponentes de un esquema. Nuestra conducta puede estar dominada cautivamente por rígidos scripts, impi­ diéndonos adaptarnos y cambiar de forma apropiada. Un esquema o script puede ser la base para elaborar este­ reotipos y prejuicios. Tomamos como ejemplo los esquemas personales que forman parte de nuestras creencias sobre otras personas. Un motorista irritado porque un coche circula len­ tamente por su carril, cuando adelanta al coche y ve al con­ ductor, piensa con desdén: «Mujer tenía que ser. No deberían conducir.» Su esquema de persona de las mujeres conductoras le lleva a ver cada encuentro de esta forma sesgada. No inten­ ta descubrir la verdad y ver los eventos del tráfico de forma objetiva. PRINCIPIOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO DEL CONDUCTOR 189 ductores, que ha permitido aislar una serie de estilos de com­ portamiento al volante, a los que se atribuye una especial peligro­ sidad y ante los que por tanto los usuarios de las vías son espe­ cialmente precavidos y atentos cuando los observan. • Conductor irresponsable: engloba a quien no respeta las normas, fundamentalmente aquellas que tienen más inci­ dencia en la inseguridad de las carreteras o que agravan las consecuencias de los accidentes. Por ejemplo, condu­ cir con niños en el asiento delantero; no respetar los lími­ tes de velocidad; no adaptar la velocidad a las circunstan­ cias de la vía; conducir tras haber ingerido alcohol; con­ ducir a gran velocidad con un vehículo pesado; etc. • Conducción agresiva: su signo más evidente suele ser el no mantener las distancias de seguridad provocando nerviosis­ mo en los otros conductores, competir con los otros usuarios, «picarse» con los demás conductores con suma facilidad, realizar cambios bruscos de velocidad no justificados, acele­ rar cuando se está siendo adelantado por otro vehículo, etc. • Conducción descortés: como señalizar en el último mo­ mento o no hacerlo, no realizar el cambio de luces ade­ cuado durante la conducción nocturna, hacer detenciones repentinas injustificadas, etc. • Posición incorrecta del vehículo: circular por el carril ina­ decuado, adelantar por el lado incorrecto, aparcar a la sa­ lida de una curva o rasante sin la debida señalización o justificación, etc. • Conducción entorpecedora: mantenerse a velocidad lenta en carril de adelantamiento, no facilitar el paso a los demás conductores, circular a velocidad reducida sin motivo, etc. • Conducción con visibilidad restringida: realizar adelanta­ mientos prohibidos por el Código de la Circulación, cir­ cular a alta velocidad en condiciones climáticas adversas (niebla, lluvia intensa), llevar bultos que obstaculicen la visión, no utilizar los retrovisores, etc. • Conducción descuidada: ejecutar toda una serie de manio­ bras que no tienen en cuenta que no se es el único usua­ rio de la vía, no prestar atención a los demás vehículos o realizar otros comportamientos que puedan poner en pe­ ligro la seguridad de los demás. TRASTORNOS FÍSICOS Y PSÍQUICOS COMO FACTORES DE RIESGO 205 naciones visuales suelen ser más frecuentes que las auditivas, aunque obviamente se trata de casos extremos (Toledo y Pas­ tor, 1997). Todos estos trastornos y alteraciones físicas y psíquicas -que muestran claramente cómo la depresión puede afectar de mane­ ra importante a la conducción- no necesariamente tienen por qué estar presentes en la misma medida en todas las depresiones ni en todos los depresivos. Factores como el tipo de depresión de que se trate, el sexo, la época del año (la primavera y el otoño son especialmente propicios para la aparición de la depresión), la hora del día, los factores genéticos y ambientales, la edad del en­ fermo, el tipo de medicación que se toma, el estado físico general del individuo, las carencias orgánicas, etc., pueden incidir de ma­ nera directa en la gravedad de las alteraciones y efectos provoca­ dos por la depresión. La depresión, que como hemos dicho es uno de los trastor­ nos más comunes de nuestra civilización, ha encontrado en los últimos años importantes remedios, tanto desde las terapias no farmacológicas como desde los productos farmacéuticos. El ex­ traordinario avance en el descubrimiento de las causas de la de­ presión, junto a los adelantos en el campo de los antidepresivos, permite afirmar que las depresiones tienen, en el momento ac­ tual, altas posibilidades de curación. Sin embargo, lamentable­ mente se sabe que tan sólo un 25 % de aquellos que padecen de­ presión acuden a un especialista para someterse a tratamiento (Montoro, Soler y Tortosa, 1987b; Toledo y Pastor, 1997). 3. Precisiones y matizaciones de interés En lo que se refiere a los conductores, y a la luz de todo lo ex­ puesto, es necesario hacer algunas precisiones y matizaciones de interés, que puedan ayudar a evitar riesgos cuando se maneja un vehículo, por causa de los efectos de esta extendida enfermedad. • Si se tiene depresión y es conductor habitual debe de acu­ dir a un especialista, que aparte de aplicarle algún tipo de terapia, le aclare si el tipo de depresión, la fase y circuns­ tancias de la misma le impiden conducir o qué medidas es necesario tomar en caso de hacerlo. TRASTORNOS FÍSICOS Y PSÍQUICOS COMO FACTORES DE RIESGO 231 • Aparición de microsueños Uno de los efectos más negativos de la falta de sueño al vo­ lante es la aparición de lo que ha dado en llamarse «los micro­ sueños». Son éstos una defensa del organismo por no dormir y que hacen que durante un brevísimo lapso se pierda la concien­ cia, respecto de la carretera, señales u otros vehículos. Son en un elevado porcentaje la causa explicativa de esos restos de fre­ nada· de emergencia, con trayectoria desviada, que podemos ob­ servar en muchos tramos de las carreteras. Los microsueños suelen aparecer entre las personas que conducen muchas horas y duermen poco y que, aunque no se llegan a dormir, su nivel de vigilancia disminuye, lo mismo que su capacidad de juicio en una situación de riesgo. • Alteración de las funciones sensoriales La falta de sueño altera algunas de las funciones sensoria­ les que son de suma importancia cuando se maneja un vehícu­ lo. En general, se puede decir que el sueño sube los umbrales sensoriales, disminuyendo por contra su capacidad receptiva, por lo que se necesitan estímulos más altos de lo normal para que puedan ser captados. El sueño afecta a todos los sentidos, pero tiene especial repercusión en el órgano de la vista, en el que produce un considerable deterioro. Puede alterar la con­ vergencia binocular, crea dificultades para enfocar la vista, pro­ duce visión borrosa y potencia una mayor fatiga ocular (Mon­ toro, Soler y Tortosa, 1988b ). • Alteraciones en la percepción Las personas a las que se ha mantenido sin dormir en situa­ ciones de laboratorio para estudiar sus reacciones han mostrado curiosas alteraciones en la percepción de elementos que son vi­ tales en la conducción. Captan peor o de manera más incorrecta las señales, luces, sonidos, etc., alterándose especialmente la per­ cepción de la profundidad y del tiempo, lo que conduce una más deficiente reacción, en el caso de que sea necesaria (Montoro, Soler y Tortosa, 1988b ). Esto es de gran relevancia para la con­ ducción, ya que la estimación subjetiva de la distancia y del tiem- TRASTORNOS FÍSICOS Y PSÍQUICOS COMO FACTORES DE RIESGO 273 sube su nivel de tolerancia al riesgo. No obstante, con tasas más altas objetivamente se incrementa la posibilidad de sufrir un ac­ cidente. Son tantos los efectos que produce el alcohol en el conduc­ tor y las variables que pueden incidir en el proceso, que resulta muy difícil enumerarlas y describirlas todas de una manera completa. A continuación se hace una síntesis de las principales, sin que por ello se deba pensar que son las únicas. 5.1. REPERCUSIONES EN EL COMPORTAMIENTO En general, se puede decir que el conductor que ha bebido, normalmente infravalora los efectos y repercusiones que el al­ cohol tiene sobre su capacidad de rendimiento al volante. Este fenómeno ocurre especialmente en los jóvenes, sobre todo cuan­ do van acompañados de otras personas. El conductor que está bajo los efectos del alcohol suele tener una falsa seguridad en sí mismo, e incluso en ocasiones un sen­ timiento subjetivo de creer que tiene una mejor capacidad para conducir, aumentando la tolerancia al riesgo, lo que le lleva a to­ mar decisiones más peligrosas de lo habitual. El alcohol dismi­ nuye también el sentido de la responsabilidad y la prudencia, mientras que aumenta las conductas impulsivas, agresivas y des­ corteses, por lo que es más fácil involucrarse en situaciones agre­ sivas con el resto de los usuarios de las vías (ver cuadro 14). 5.2. INCREMENTO DE LAS INFRACCIONES Los estudios en este sentido son claros: siempre se ha en­ contrado más alcohol en sangre entre los conductores que co­ meten infracciones que en el resto de la población usuaria de ve­ hículos. Las infracciones a las normas de circulación se produ­ cen por un doble motivo. Por una parte, porque el alcohol (como veremos posteriormente) hace que se capten mucho peor todas la señales y marcas viales, con lo que es más fácil que éstas no se respeten. Por otra, el que está bajo los efectos de alguna be­ bida alcohólica tiene un menor sentido de la responsabilidad y de la prudencia. TRASTORNOS FÍSICOS Y PSÍQUICOS COMO FACTORES DE RIESGO 275 7. Conducción errática y adelantamientos antirreglamenta­ rios. 8. Señalización e iluminación incorrecta de las maniobras. 9. Circular por dirección prohibida. 10. Salida de las zonas de circulación. En definitiva, el alcohol, en la medida en que actúa sobre los centros corticales superiores deteriora y modifica el que haya un adecuado procesamiento de la información. Fruto de ésta y otras alteraciones, el conductor no sólo asume más riesgos, sino que realiza una errónea evaluación de las situaciones, lo que le lleva a cometer muchos errores que se manifiestan en las in­ fracciones enumeradas anteriormente. 5.3. ALTERACIONES EN EL TIEMPO DE REACCIÓN Uno de los cambios más significativos y graves que se pro­ ducen al consumir alcohol es la alteración del tiempo de reac­ ción del individuo. A partir de 0,5-0,8 gramos por mil, la ca­ pacidad de reacción disminuye de forma muy considerable, sobre todo para las respuestas complejas, perjudicando más que en las simples. Esto es debido a que en las primeras, jun­ to a las tareas automatizadas, interviene en ellas la toma de decisiones por parte del sujeto, que supone la intervención de la voluntad, la reflexión y la elección de decidirse entre varias opciones, lo que realmente contribuirá a retrasar aún más la emisión de la respuesta. Sobre este aspecto hay que decir que el nivel de tolerancia al alcohol determina en gran medida el efecto de éste sobre el tiempo de reacción simple y la estimación del tiempo. Así, los sujetos con baja tolerancia al alcohol tienen incrementos signi­ ficativos en el tiempo de reacción simple, incluso con niveles de alcoholemia de 0,6 gramos por mil, mientras que en los sujetos con alta tolerancia al alcohol los incrementos no son significati­ vos, incluso ni en el nivel de 0,8 gramos por mil de alcoholemia (Buela-Casal y Caballo, 1990). Las investigaciones de Stein, Allen y Cook (1985) indicaron que, bajo la influencia del alcohol, el tiempo de reacción de los sujetos en un simulador de conducción disminuía según se in- TRASTORNOS FÍSICOS Y PSÍQUICOS COMO FACTORES DE RIESGO 2. 291 Clasificación de las drogas psicoactivas Las drogas psicoactivas se pueden clasificar con arreglo a muy distintos criterios. En 1924, el farmacólogo alemán Louis Lewin, pionero de la psicofarmacología moderna, propuso una clasificación de las sustancias psicoactivas, englobándolas en cinco grandes grupos: euphorica (opiáceos y cocaína), inebrian­ tia (alcohol, éter, cloroformo, etc.), hypnotica (barbitúricos y otros somníferos), phantastica (mescalina, marihuana, beleño, etc), excitantia (café, tabaco, etc.). De acuerdo con la definición de droga que hace la OMS, dro­ ga, fármaco y medicamentos son sinónimos. Una clasificación funcional de las drogas psicoactivas tendría que estar basada en los efectos globales que éstas ejercen sobre el Sistema Nervioso Central (SNC). El psiquiatra francés Jean Delay utilizó para des­ cribir estos efectos globales un constructo al que denominó «tono psicológico», medido por dos dimensiones: nivel de vigi­ lancia (que iría del sueño a la vigilia) y estado de humor (que iría de la depresión a la euforia). De acuerdo con estos criterios -tampoco del todo definitivos, pues, por ejemplo, el opio, a pe­ sar de ser un depresor del SNC, produce euforia a la vez que en­ soñaciones, y el alcohol y la cocaína también tienen efectos alu­ cinógenos, etc.- (Gómez-Bouso, 1997), la clasificación más sen­ cilla, aceptada y extendida es aquella que divide las drogas en de­ presoras, estimulantes y alucinógenos o despersonalizantes. 2.1. DEPRESORAS O PSICOLÉPTICAS Son aquellas que al ser consumidas producen depresión de las funciones psíquicas y biológicas. Esto no significa que pro­ duzcan tristeza o estados psíquicos de depresión, sino un retardo o disminución de los impulsos. Actúan, pues, sobre el Sistema Nervioso Central disminuyendo la activación o nivel de arousal. Dentro de este grupo estarían drogas como el alcohol, los opiáceos (morfina, codeína, heroína, metadona o pentazocina, entre otras), los hipnóticos y sedantes (barbitúricos y no barbitúricos). Generalizando se podría decir que estas drogas producen como efectos principales sedación, relajación y sensación de bie­ nestar. Respecto de su repercusión para la seguridad en la con- TRASTORNOS FÍSICOS Y PSÍQUICOS COMO FACTORES DE RIESGO CUADRO 295 16. Clasificación, efectos y consecuencias para la conducción de las drogas de abuso más comunes SUSTANCIAS EFECTOS Depresoras del Sistema Nervioso Central Psicolépticos Opiáceos • Morfina • Codeína • Heroína • Metadona • Pentazocina • Relajación • Sedación • Sensación de bienestar Alcohol Hipnóticos y sedantes Estimulantes del Sistema Nervioso Central Anfetaminas y derivados anfetamínicos CONSECUENCIAS PARA LA CONDUCCIÓN • Error en la toma de decisiones • Alteración en la capacidad de identificación • Percepción visual deficiente • Enlectecimiento en el procesamiento de la información Psicoanalépticas • Euforia • Estimulación excesiva • Sobrevaloración de las propias capacidades Cocaína y «crack» Xantinas • Té • Café Drogas de diseño Psicodislépsicas o psicomiméticas Perturbadoras del Sistema Nervioso Central Depresoras derivadas del cannabis Alucinógenos • LSD • Mescalina... Nicotina • Disolventes • Colas Otros fármacos (antidepresivos, corticosteroides, anticolinérgicos, betabloqueantes, etc.) • • • • • Distorsiones perceptivas Ilusiones Alucinaciones Relajación Euforia • Dificultad para fijar la atención • Alteración de la coordinación motora • Trastornos de la personalidad • Disminución de los reflejos EL NIVEL DE INTERVENCIÓN 353 escuelas infantiles, campañas a través de teatro, la formación de Polícias locales en esta materia, etc. En todo caso, la educación vial en los centros educativos se enfrenta en la actualidad con cuatro grandes problemas que es necesario superar para su implantación con éxito: primero, la urgencia de definir un modelo claro de qué debemos entender por educación vial y como consecuencia las estrategias a desa­ rrollar; segundo, la necesidad de disponer de personal que ten­ ga al menos una cierta formación para llevar a término las enseñanzas y actividades; tercero, la necesidad de contar con materiales adecuados que puedan complementar e ilustrar las enseñanzas teóricas; y cuarto, que los responsables políticos y docentes tomen conciencia de la importancia del problema. Si bien la educación vial que se imparte en los colegios es importante, no debemos en ningún caso confiarla a este ámbito exclusivamente. Son los padres y adultos los que con un com­ portamiento ejemplar deben actuar como modelos para mejorar el comportamiento vial de los pequeños. Al respecto es muy interesante citar un estudio llevado a cabo por el Insurance Institute for Highway Safety en 1999, res­ pecto a la influencia que pueden tener los padres en el tipo de conductor que pueda llegar a ser su hijo, una cuestión que se hace más patente en la adolescencia. Por ejemplo, este estudio establece que los niños cuyos padres tienen en su haber tres o más transgresiones de la norma (cualquiera que hay sido la con­ secuencia de esta transgresión) son un 38 % más proclives a co­ meter infracciones que los hijos cuyos padres no han vulnerado la norma. O de otra forma, también los hijos cuyos padres han sufrido tres o más accidentes de tráfico tienen un 22 % más de probabilidades de tener un accidente al menos una vez, que los niños cuyos padres no han sufrido accidente alguno. 4.2. LA FORMACIÓN-INSTRUCCIÓN DEL CONDUCTOR Hasta ahora nos hemos referido a la educación de los más jóvenes, pero también tenemos que referirnos a los que próxi­ mamente van a obtener su carnet de conducir. La educación y la formación en las escuelas, que tiene como objeto al futuro conductor, ha estado lejos de tener éxito. Alguna investigación EL NIVEL DE INTERVENCIÓN 359 De hecho, indudablemente, los beneficios más genéricos en la reducción de la accidentalidad proceden de las campañas publi­ citarias dirigidas a cambiar las actitudes y conductas inadecua­ das de los conductores. Por ejemplo, la actitud de la población conductora hacia el uso del cinturón y, más recientemente, ha­ cia la combinación alcohol y conducción, ha cambiado bastan­ te como resultado de tales campañas. No obstante, hay una necesidad en ambos casos de acom­ pañar a la información persuasiva con medidas de control y su­ pervisión policial relevantes, con el fin de cambiar de forma sus­ tancial la conducta de los usuarios de vehículos. Habría, en todo caso, una necesidad continua de publicidad sobre estos y otros peligros del tráfico, debido a la entrada constante de nuevos usuarios en el sistema. La psicología social tiene mucho que aportar en este campo, especialmente en relación con el uso de grupos de iguales como presión en la conducta del conductor. Cuando los programas de educación formalizada no se cen­ tran en la generación de actitudes positivas traen como conse­ cuencia la baja aceptación de la normativa, lo que contribuye a una mayor vulnerabilidad de los sujetos del tráfico y, en defini­ tiva, a la elevación de las tasas de accidentes. Esto justifica la realización de intervenciones dirigidas de manera más específi­ ca hacia aquellas personas que ya han superado su etapa formal de educación en el ámbito de la seguridad vial. No es fácil que el desarrollo de las actitudes lo consiga la formación vial en un breve período de tiempo, por lo que queda un amplio margen de intervención. Por otra parte, aun en el supuesto de que lográramos opti­ mizar el proceso educativo, algo ciertamente muy deseable, co­ nocemos la existencia de al menos dos procesos estables que tenderán a consolidar actitudes contrarias hacia la seguridad vial a lo largo de la vida del individuo. En primer lugar, los cambios en el sistema de tráfico, que traen como consecuencia cambios de comportamiento o adap­ taciones de éste, no siempre fáciles de aceptar actitudinalmen­ te, suponen alteraciones de los hábitos más consolidados (véa­ se, por ejemplo, aceptación de un sistema de reciclaje de con­ ductores infractores, de la obligatoriedad de uso del cinturón trasero, del casco en los ciclomotores o de llevar triángulos de emergencia). EL NIVEL DE INTERVENCIÓN 363 titutos de Orientación y Selección Profesional que rápidamente se extendieron por toda España. Su programa de actividades comprendía, entre otros: estu­ dios relacionados con cuestiones de fisiología y psicología refe­ rentes al trabajo profesional; elaboración y valoración de prue­ bas técnicas; orientación y selección profesional; seguridad la­ boral; estudio de las condiciones de trabajo y racionalización y organización científica del mismo, etc. Un programa que les per­ mitió controlar cualquier actividad psicotécnica, pública o pri­ vada, realizada en el país. El éxito de las primeras selecciones y de las siguientes po­ tenciaron la actuación profesional de la psicología aplicada al transporte profesional, abriéndose incluso unas amplias posibi­ lidades de intervención en el todo el campo del tráfico y la se­ guridad vial. Curiosamente, aquellos primeros profesionales ya en los años veinte tuvieron demandas de formación (para con­ ductores, policías, educación vial en niños, campañas de seguri­ dad vial, etc.); asesoramiento técnico (para el diseño de señales de tráfico, de carreteras, organización del tráfico, etc.); o perita­ je de accidentes (Tortosa, Toledo y Pérez, 1997). En 1933, el Gobierno, sensibilizado frente al problema de los accidentes y la seguridad vial, aceptaba definitivamente las sugerencias de los especialistas de hacer algún tipo de explora­ ción psicofísica a los conductores, comenzando así en España un largo proceso legal, que ha llegado hasta nuestros días. Ya hace 65 años, en el BOE de 19-XI-1933 se publicaba un decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros, por el que se exigía obligatoriamente un certificado de aptitud psicofisiológica para la obtención de los permisos de conductores profesionales. Esta ley posiblemente «situó a España a la vanguardia de los países que adoptaban medidas científicas encaminadas a elevar la calidad y la seguridad de los conductores, así como para dis­ minuir la accidentalidad en el tráfico» (Mallart, 1974). Los Ins­ titutos mencionados anteriormente y su red territorial eran los encargados de explorar a los conductores y emitir los corres­ pondientes dictámenes de aptitud. En 1969, una Orden del Ministerio de la Gobernación esta­ blecía, con precisión, los defectos y las enfermedades determi­ nantes de la denegación de los permisos de conducir, así como las aptitudes psicofísicas que los psicotécnicos debían evaluar a Impreso en el mes de junio de 2000 en HUROPE, S. L. Lima, 3 bis 08030 Barcelona