WILLIGIS JÄGER: LAS BIENAVENTURANZAS I

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WILLIGIS JÄGER: LAS BIENAVENTURANZAS I
(MT 5,1 ss.)
Sentirnos separados de todo es el precio que tenemos que pagar por habernos
convertido en seres humanos, por la aparición en nosotros del yo de la
preconsciencia simbiótica. Aún no sabemos cómo tratar ese don del yo. Nos ha
condenado al aislamiento. Construimos vallas y decimos "mío", defendemos
nuestras posesiones o queremos quitárselas a los demás. Construimos nuevos
graneros para almacenar una cosecha que, al final, no nos sirve para nada.
Aún no sabemos cómo sentirnos solidarios, cómo vivir en comunidad, cómo
compartir con los demás y cómo reducir la desconfianza. Hay que hacer todo
eso no por motivos morales sino, esto es importante, porque todos nos
sintamos como una familia con una fuente común, de la que toda ella se
alimenta. Es la misma vida la que nos sostiene. La tendencia a la separación, al
egocentrismo, al narcisismo, supone un impedimento para la unidad. En eso
consiste el gran problema del individuo, pero también de las tribus, de los
pueblos y de las naciones.
Rumi, un místico suíí (muerto en 1492), dice en uno de sus poemas: "Quien
entre en la ciudad del amor encontrará allí solamente sitio para Uno". Allí no
existe la palabra yo, solamente nosotros o, mejor aún, Uno.
El que quiera entrar en la dimensión de lo divino, en "el reino de Dios" en
términos cristianos, tiene que traspasar la frontera que lo limita. Tiene que salir
del aislamiento del yo y entrar en un ámbito que aún no se ha dividido en
dualidades: mío y tuyo, espíritu y materia, claridad y oscuridad, bien y mal,
buena suerte y desgracia.
El concepto de persona se refiere a una persona falsa, y lleva al equívoco.
Experimentaremos nuestra "persona atemporal" cuando sea relegada la
"persona temporal" La "persona temporal" vive de la división. Pero ya la física
cuántica nos dice que no hay existencias aisladas. El científico Niels Bohr dice:
"En la física cuántica el observador interactúa con el sistema de tal forma que
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es imposible imaginar que las partículas que interactúan tienen existencia
propia, separada del observador"
En el lenguaje de la espiritualidad, diríamos: "El que entra en la ciudad del
amor encontrará solamente lugar para Uno" Allí, mi persona cambia su
identidad hacia la única primera persona del singular, que viene a ser lo mismo
que la Realidad originaria, Dios. Nuestra razón no lo puede captar; por ello, lo
mejor es no entrar en discusiones sobre esto.
Nuestra sociedad nos ha enseñado posturas básicas destructivas: mío y tuyo,
la propiedad, la defensa violenta, las conquistas despiadadas, el acopio de
bienes y su defensa a toda costa. El que quiera formar parte de la sociedad
será privado de la visión auténtica del mundo. Pero Jesús dijo que tenemos
que volvernos como niños si queremos entrar en el reino de Dios.
¿Cómo superar el aislamiento? ¿Cómo superar el pensamiento corporativo?
Porque estamos marcados en alto grado por el pensamiento corporativo. Una
empresa tiene que superar a la competencia y un partido político tiene que
ganar votos a costa de otro partido. Cada grupo se preocupa primeramente de
sí mismo, los funcionarios, los obreros, los que más ganan. El pensamiento
corporativo queda plasmado en muchas revistas y programas de televisión.
Se nos dice una y otra vez que, con la consciencia que el yo nos facilita,
estamos bien anclados en un mundo estable. Por eso creemos que en el yo se
halla seguridad. Pero en nuestro fuero interno intuimos que no hay tal
seguridad y, por ello, nos atormenta el miedo y buscamos desesperadamente
apoyo en las posesiones, en el poder y en la separación frente a los demás.
Además, contratamos un seguro, y construimos un granero más para alcanzar
aún más seguridad.
Y he ahí que el pequeño Joshua lo pone todo del revés al anunciar sus
bienaventuranzas: (Mt 5,1 ss.) la vida es de los pobres, aquellos que no
anhelan las riquezas y el poder; la tierra no será de los violentos, ni de los
conquistadores, sino de los que aman la paz. No alaba a los desconsiderados, a
los que se lucran con todo, sino a los misericordiosos. No a los perseguidores,
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sino a los perseguidos. No a los que se sirven de trucos, sino a los limpios de
corazón.
Podemos hacer toda clase de esfuerzos, pero con voluntarismo y trabajos
heroicos no alcanzaremos ese estado de espíritu. Tan sólo cuando logremos
alcanzar la experiencia de que toda vida es una cambiaremos nuestra postura
para con los demás. Solamente cuando nos duela a nosotros mismos lo que le
infrinjamos a otro dejaremos de explotar, de hacer guerras y de promover el
nacionalismo. Hasta entonces nos conviene guiarnos por las directrices que los
sabios han propuesto y que llamamos los mandamientos. El camino
contemplativo deberá conducirnos a la ciudad del amor, donde solamente hay
sitio para Uno.
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