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La vida a la luz de la Pasión de san Francisco

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La vida a la luz de la Pasión de s. Francisco
Análisis de un itinerario espiritual en la fuente
La Consideración sobre las llagas, divulgado en los Fioretti
LAPIERRE, Fernando, OFM (2004)… Nuevo Mundo 5-6, p. 305-322 (Bs.As.)
Consideraciones iniciales
Ya que, por haber presentado este trabajo al final de este simposio, tuve la gracia
de haber escuchado en todas las exposiciones anteriores la acción de los frailes en estas
tierras de América, me pareció oportuno agregar estas consideraciones previas al trabajo
inicialmente propuesto.
Uno de estos expositores definió la utopía franciscana como “la instauración del
Reino”. La pregunta que podemos intentar comenzar a responder es cómo son estos frailes
que recordamos, o mejor, cómo deberíamos ser: cuál es su utopía personal, en qué consiste y cómo se realiza en ellos esta íntima utopía de todos los franciscanos de “ser hermanos menores”.
Hablar de un itinerario espiritual, en esta tarea de hacernos hermanos, es hablar de
una guía personal para poder crecer y formarse, o hablar de elementos para poder hacer
un diagnóstico de las personas a las que hay que acompañar y ayudar a formar.
Parto de que mi ámbito de interés que es la espiritualidad y la teología espiritual,
además de la formación y el acompañamiento espiritual de los hermanos y hermanas que
el Señor nos va poniendo como compañeros de camino.
En este trabajo voy a presentar brevemente La Consideración sobre las llagas –dentro de las fuentes franciscanas– y la
doctrina que éste pincela –aquí hay un cambio no solo doctrinal
(en el contenido) sino también en la forma de hacer teología (en
la metodología)–. Sabemos del impacto que causaron las llagas de
Francisco en los franciscanos y en la espiritualidad en la Iglesia,
y todos sabemos de la influencia que ejercieron en el arte.
En el Anexo 1 agregaré las oraciones en contexto en que fueron escritas en este
opúsculo. En el Anexo 2 coloqué las notas que deberían ir a pie de página, esto para poder
hacer de una lectura de corrido de esta investigación.
Introducción
La formación siempre tuvo un lugar privilegiado en la Orden, ya Francisco manda
en la Regla a los ministros provinciales que a los candidatos “…los examinen diligentemente de la fe católica y de los sacramentos de la Iglesia. Y si creen todas estas cosas y
las quieren confesar fielmente y guardarlas firmemente hasta el fin…” (1,2-3) sean recibidos en la Orden.
Esta formación nos pone en tensión permanente. Por un lado, el amor a los orígenes, a la vida de Francisco; por otro, el amor al presente, al tiempo que el Señor nos regala
vivir y que impele a actualizar la vida franciscana. Por un lado, el amor a la utopía original
encarnada por los primeros hermanos, por otro, el amor al hombre que se hace concreto
en su cultura actual. Dos tensiones marcan nuestro hoy, nuestro presente y nuestra presencia: entre el tiempo y el espacio que vivió Francisco y nuestro ahora y nuestro aquí.
Creo que para despertar entre los frailes el entusiasmo por los tiempos intermedios, que
en este simposio queremos estudiar, habrá que verlos en relación con estos dos momentos:
el que hizo Francisco y el que intentamos hacer nosotros.
De esta formación surge, en los franciscanos, desde Francisco el amor por la Palabra: de Vida y que da vida; encarnada y hecha pan, escrita y anunciada; al punto que la
vida del hermano menor será “guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo…”1.
Por eso exhortaba a los hermanos en su Testamento: “11Y quiero que estos santísimos
misterios sean honrados y venerados por encima de todo y colocados en lugares preciosos.
12
Y cuando encuentre en lugares indebidos los santísimos nombres y sus palabras escritas,
quiero recogerlo, y ruego que se recojan y se coloquen en lugar decoroso. 13Y debemos
también honrar y tener en veneración a todos los teólogos y a los que nos administran las
santísimas palabras divinas, cómo a quienes nos administran espíritu y vida (cfr. Jn
6,64).”
De la abundante literatura que nutrió la espiritualidad de los hermanos en IberoAmérica a partir del siglo de la observancia (s. XV) vamos a considerar (esto es: pensar,
meditar, reflexionar una cosa con atención y cuidado) la influencia que pudo tener, y
seguramente tuvo, el itinerario espiritual propuesto por el autor de la Consideración sobre
las llagas en la formación tanto de los frailes como de los laicos a los que llegó este escrito
a partir del siglo XVI.
–2–
La Consideración sobre las llagas
Supongo que todos habrán oído hablar de las Florecillas de san Francisco y que la
mayoría habrá tenido contacto con el texto o con alguna anécdota, o si se prefiere, con
algo de este "ramillete de flores o de hechos" (eso es lo que significa “florecillas”) narrados en el libro de mayor divulgación de la literatura biográfica franciscana, y el clásico
del género literario denominado "florilegio".
Seguramente hasta habrán oído nombrarlo en italiano como “i Fioretti” de san
Francisco. Esto ha llevado, por momentos, a confusión en el estudio de las fuentes, porque
en España, el incunable sevillano de 1492 “el Floreto”2 fue un conjunto de escritos que
divulgó en castellano, futuro español, la vida y la espiritualidad de san Francisco ya a
partir del s. XV, no sólo entre los religiosos sino también entre los laicos3.
Los que leyeron las Florecillas4 no creo que se acuerden que al final del mismo
hay como un apéndice, quizás propuesto como conclusión del libro y también de la vida
del santo. Inmediata y claramente se nota una estructura distinta del resto de los 53 capítulos de las Florecillas. Éste solo está dividido en 5 partes o consideraciones, como los
llama el autor.
La mayoría de la crítica actual afirma que las Florecillas se compilan traduciendo
el texto latino de los “Actus beati Francisci et sociorum eius” suprimiendo todo lo referente a las llagas, por lo que es posible suponer que los compiladores ya tienen delante
este opúsculo de origen y lenguaje toscano vulgar nacido en el mismo Monte Alverna, el
cual se agrega al final.
Afirmar que primero fueron escritas las Florecillas me parece descabellado, porque sería pensar que a alguien se le pudo ocurrir traducir al latín esta obrita cargada de
teología espiritual para luego desmenuzarla y diseminar algunas partes como capítulos a
lo largo de los “Actus…”.
Ya que no hay hasta la fecha ningún mss. que contenga las Consideraciones… en
latín y nada hace sospechar que exista, estaríamos ante la única y primer fuente de pretendido carácter hagiográfico escrita en italiano a la sombra de la tradición y de la experiencia de los hermanos que quisieron quedarse custodiando la memoria de las llagas de
Francisco.
–3–
La lucidez del compilador de las Florecillas y del divulgador español agrega valor
a la obra como fuente teológica y espiritual.
La doctrina de las tres vías
Las oraciones vocales que el místico autor de Las consideraciones… hace brotar
del corazón de Francisco, después del primer escozor que nos provocan, hacen un itinerario que marcan una diferencia sustancial con la doctrina tradicional sobre el itinerario y
el acompañamiento espiritual: la doctrina de las tres vías o “triplici via”.
Ésta es teología espiritual común en la edad media, tanto que san Buenaventura al
redactar la biografía oficial de la Orden sobre la vida del santo, su Leyenda Mayor, sigue
esta estructura.
1.- En San Francisco
San Francisco también la conoce y pide con ella al final de la Carta a toda la
Orden: “Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios, danos a nosotros, miserables,
hacer por ti mismo lo que sabemos que tú quieres, y siempre querer lo que te place, para
que, interiormente purificados, interiormente iluminados y encendidos por el fuego del
Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y
por tu gracia sola llegar a ti, Altísimo, que, en Trinidad perfecta y en simple Unidad, vives
y reinas y eres glorificado, Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos.”
Para él parece que no es deseable estar encendido interiormente, sino todo encendido, o sea, todo fuego, todo vida, todo gracia, todo amor, todo pasión.
2.- La doctrina tradicional
La doctrina de la triplici via son tres vías o caminos, habla de: (1) vía purgativa,
(2) vía iluminativa y (3) vía unitiva, que según sea (1)
principiante o iniciado, (2) aprovechado o avanzado
y (3) perfecto le corresponderá comportarse de tal o
cual manera con el Señor, consigo mismo (ejercicios
espirituales) y con el prójimo. La mayoría de los autores hacen coincidir la lucha contra el pecado y la
oración vocal con la vía purgativa para los iniciados,
el acrecentamiento de las virtudes y la meditación
–4–
con la vía iluminativa para los que van aprovechando, y el amor y la contemplación para
la vía unitiva de los que van llegando a la perfección; esto propuesto comúnmente como
una ascensión espiritual o subida a un monte.
3.- La “Triplici via” de san Buenaventura
San Buenaventura, creador de la devoción al Sagrado Corazón, se da cuenta que
no existen compartimientos estancos en ningún proceso espiritual5, que es necesario unir
este proceso, y reelabora la doctrina a la luz de la vida y la pasión de san Francisco.
La influencia de Buenaventura en España es innegable, más en la mística que en
la teología6. El tratado de la “Triplici via” circula antes de 1499, ya que ésta es la primera
impresión latina que se hace en España, y ya en 1571 se hace la primera edición castellana.
Él concreta plásticamente su teoría en la Leyenda Mayor7, después de hablar de la
conversión de Francisco (cap. 1-4) dedica 3 capítulos
a cada una de las tres vías (purgativa: 5, 6 y 7, iluminativa: 8, 9 y 10 y unitiva 11, 12 y 13) pero para po-
7 10 13
der leer cronológicamente la vida del santo debería6
9
mos tomar para el inicio de su vida religiosa los cap.
12
5, 8 y 11; cuando va aprovechando los cap. 6, 9 y 12;
5
8
11
y los cap. 7, 10 y 13 (que dedica a las sagradas llagas)
para el momento de la plenitud de su vida antes de su
pascua (cap. 14-15).
De esta forma como a todos los va uniendo el Señor consigo, a todos los que son
iluminados de una manera nueva por el amor que brota del corazón de Jesús les corresponde purificarse (o hacer penitencia), tanto si recién se inician, como si van creciendo o
si están llegando a la cumbre.
El itinerario de La Consideración sobre las llagas
Esta revisión de san Buenaventura da pie a que se introduzcan con confianza modificaciones en la comprensión y explicitación de los procesos espirituales. Así vemos en
España durante el s. XVI varios caminos de acompañamiento que florecerán con esplendor a partir de los místicos franciscanos de la observancia española: los ejercicios
–5–
espirituales de san Ignacio, las moradas interiores de santa Teresa o las noches oscuras de
san Juan de la Cruz.
Sin embargo la mística franciscana surge a partir del seguimiento apasionado de
Jesucristo y del evangelio encarnado en la Vida y en la Regla de san Francisco y de sus
hermanos y hermanas y de sus compañeros de camino, y no de la reflexión de su propia
experiencia contemplativa. El hermano Francisco siempre será la “forma minorum” concretizada de la Regla.
Por eso, para comenzar a acercarnos a Francisco lo haremos «considerando», con
el autor de este opúsculo, lo que fray León vio. Éste luego de curiosearlo le pregunta: “Padre yo te he oído hablar y decir varias veces: «¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío? y
¿quién soy yo, gusano vilísimo e inútil siervo tuyo?»”
Francisco le responde que recibe “dos luces de contemplación” con las que era
iluminado sobre Dios y sobre sí. Esto marca una diferencia sustancial con lo aprendido
hasta ahora, la contemplación es iluminación (3) de Dios al alma sobre Dios o sobre ella
misma y no unión con Dios. Contemplar a Dios no
dice de mí, no dice cuánto se ha pegado mi corazón
3
al suyo, no dice cuanto lo amo. “Dios es libertad”
3
diría el Beato Juan Duns Escoto, no puedo contemplarlo si Él no se aparece, no puedo conocer nada
4
1
1
2
nuevo de Él si no me es revelado. Introspección no
2
es contemplación y auto-conocimiento es apenas
pasear por el barniz de mí. Él nos conoce “por nuestro nombre”8 “desde el seno materno”9 y aún “an-
tes”10 que algo fuese y nos “lo quiera revelar”11.
Si Vida en contemplación es iluminación, no hay dudas que la Vida en penitencia
es purificación (1), que la vía purgativa es la lucha contra los enemigos: los demonios y el
cuerpo. Aquí cabe hacer notar que esto ocurre en la primer vigilia de la segunda noche,
dos términos que usará san Juan de la Cruz al desarrollar su itinerario espiritual. La primera noche de Francisco fue en la que el Señor le concedió comenzar a hacer penitencia12.
Por medio de las oraciones están presentes, en nuestra obrita, los cuatro momentos de su
conversión: el beso al leproso13, desnudarse con el obispo frente al pueblo14, el sueño de
Espoleto15 y el encuentro con el Crucificado de San Damián16.
–6–
Otro aspecto importante que merece la pena subrayarse es que, para los franciscanos, no es el mundo ni el prójimo el enemigo: el enemigo es el demonio y el propio cuerpo
con el cual se peca17. No hay ni una sola palabra en los escritos de Francisco ni de desprecio ni de menosprecio respecto del mundo, ya que de “el Creador del mundo”18 “es la
tierra y cuanto contiene”19 y ella es “el estrado de sus pies”20 y, como las “creaturas del
mundo son saludables”21, él canta al Señor con ellas y por ellas22.
Llegamos así a la pregunta central de toda espiritualidad: ¿entonces, en qué consiste la unión con Dios?, ¿cómo saber verdaderamente que estamos unidos a Dios? ¿Cómo
saber que no hay engaño en lo que rezo y vivo?
San Juan evangelista en su primera carta nos da la respuesta que Francisco vivió
y que nuestro místico entendió: el amor fraterno en plenitud23, ese que echa fuera el temor24, es doble prueba: que Dios me ama25 y amo a Dios26.
Para Francisco y para los franciscanos el amor humano –al hermano, al amigo, al
prójimo o al enemigo– nunca es distracción en la oración sino motivo de la misma, no
hay que sacárselos de la cabeza sino llevarlos a la oración. Así lo rezaba Francisco: "Señor
Dios, ¿qué será después de mi muerte, de esta tu familia pobrecita, que en tu benignidad
me has encomendado a mí, pecador? ¿Quién la sostendrá? ¿Quién la corregirá? ¿Quién
te pedirá por ella?"
La preocupación por la suerte de los hermanos es motivo de oración y de acciones
concretas como las tiene una madre: “porque si la madre nutre y quiere a su hijo carnal
(cfr. 1Tes 2,7), ¿cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano
espiritual?”27 exhortará Francisco. Para lo cual las madres (la Iglesia28, María29, la tierra30,
Francisco31 y especialmente los ministros32 y los hermanos), ya que “uno solo es nuestro
Padre”33, tenemos que recibir y aprender de Él para bien propio y del prójimo34, y para
poder vivir en eremitorios35 al servicio de los hermanos.
Por lo tanto, queda por exclusión y por comprensión, que la Vida en fraternidad
es unión con Dios
(2)
cuando se manifiesta el amor recíproco que da vida36 hasta dar la
vida, ya que “no hay amor más grande”37.
Este cambio radical en la comprensión de la unión con Dios a partir del amor
humano y del amor entre hermanos sin exclusión de sexos (sabemos de su íntima amistad
y relación con Clara y con Jacoba aunque distinguiéndolas con suma delicadeza-
–7–
caballerosidad) se debe a la radicalidad de la vida del evangelio y al seguimiento de la
huellas de Jesucristo Pobre38 y Crucificado39.
La última oración que le hace decir el místico de las Consideraciones nos revela
la fuente que da unidad a toda la vida y de donde brota su identidad. Para Francisco la
Vida y Regla40 es la identificación con Cristo (4) por lo que dirá:
“Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido me concedas antes de mi muerte: la
primera, que yo experimente en vida, en el alma y en el cuerpo, aquel dolor que
Tú, dulce Jesús, soportaste en la hora de tu acerbísima pasión; la segunda, que
yo experimente en mi corazón, en la medida posible, aquel amor sin medida en
que tú, Hijo de Dios, ardías cuando te ofreciste a sufrir tantos padecimientos
por nosotros pecadores”
La primera impresión hiere nuestra sensibilidad, ¡no es posible que esté pidiendo
todo el dolor!, más allá que también pida, como para compensar, todo el amor. Sin embargo, al leerla sin repugnancia, vemos que en realidad está pidiendo solamente amor el
de la encarnación y el de la pascua. Todo es Pasión en Jesús y todo será pasión en Francisco después de las llagas. El Paso (Pascua) de Jesús al encarnarse41 es mucho mayor
que su vuelta al Padre42. Francisco, que lo siguió como los apóstoles, lo sabe y quiere ese
amor: el de Jesús que se le muestra pleno en el momento del anonadamiento de la encarnación y en el momento del anonadamiento de la crucifixión. Francisco sabe que el dolor
estruja en las entrañas y nos hace arrugar del amor, por eso es como si nos invitara a
considerar primero y a pedir concientes: “para que el dolor no nos haga huir del amor:
danos todo el amor y todo el dolor (que podamos soportar)…; para que el dolor no nos
haga rechazar el amor: danos todo ese Amor que pueda hacer dulce el dolor”.
Quién ve a Francisco llagado ve al pobre y a la imagen del crucificado. Sus llagas
nos muestran a Jesucristo pobre y crucificado amado en la misma carne de su criatura.
Recapitulando
A partir de Dios que es Amor43 y Amante apasionado y encarnado en Jesucristo
Francisco encuentra sentido a su vida. Su vocación se convierte en seguimiento como
peregrino y extranjero44 por los caminos del mundo45, y toda su misión tenderá a que
llegue a ser amado, por sí mismo, y por los hermanos que vaya dándole el Señor46.
A partir de esta búsqueda del amor en su vida Francisco unifica su vida y el autor,
rumiando desde dentro mismo de las llagas de Francisco y, mirando desde ahí, desde este
otro punto de vista, considera como se desarrolló este itinerario espiritual.
–8–
Primero aparece aquello que nos impide ser humanos: se hacen visibles nuestros
enemigos (que son vencidos y confundidos por la constancia y paciencia), luego aparece,
como es lógico, la preocupación por los amados de los que es más propio decir ‘nuestros
amados’ con Dios –ya que no son míos– (el descubrimiento que son más amados por Dios
que por uno mismo deja todo animado y consolado), en tercer lugar aparece, por ende, la
certeza del Dios-Amante abismo de infinita bondad, sabiduría y omnipotencia (que es
Él) frente a su amado (que soy yo: en pasivo –fondo deplorable de vileza y miseria– y en
potencia –virtud hecha santa obediencia, altísima pobreza y resplandeciente castidad–).
El autor no nos refiere las ‘Alabanzas al Dios Altísimo’(4b) compuestas por Francisco en reacción-respuesta después de recibir las llagas, como fruto de esta conformación
con Cristo, no sabemos si es porque no tenía conocimiento de las mismas –fray León las
llevaba como un tesoro junto a su pecho dobladas con la carta47 que le había dado para su
consuelo y posiblemente los hermanos creyesen que era un solo pergamino–, o porque
prefiere dejar abierta la respuesta al amor que Dios quiere arrancar en cada uno.
Conclusión:
Para finalizar vemos en la obra cómo fray León va haciendo otro itinerario espiritual que puede, para nosotros, ser fruto de otras consideraciones. Nosotros, como compañeros de camino vamos formándonos a la sombra de Francisco y de León, quién “se abrazaba a sus pies y los besaba, mientras decía entre lágrimas: «- Dios mío, ten misericordia
de mí pecador, y por los méritos de este santo hombre, hazme hallar tu gracia.»”.
LAPIERRE, Fernando, OFM (2004). “La vida a la luz de la Pasión de San Francisco.
Análisis de un itinerario espiritual en la fuente Las consideraciones sobre las llagas,
divulgado en los Fioretti”. II Simposio Internacional sobre Bibliotecas y Archivos del
Área Franciscana en América, España y Portugal. Nuevo Mundo, Buenos Aires, N° 5-6,
págs. 305-322.
–9–
Anexo 1:
Las oraciones del final de etapa (previas a la impresión de las llagas)
(1) Vida en Penitencia:
La primera noche llegaron a un eremitorio de los hermanos y allí se hospedaron. La segunda noche debido
al mal tiempo y al cansancio, no pudieron llegar a ningún lugar de hermanos ni a ningún castillo ni pueblo, y, al
echárseles la noche con mal tiempo, fueron a guarecerse en una iglesia abandonada y deshabitada, donde se echaron
a descansar. Mientras dormían los compañeros, San Francisco se puso en oración, y como continuase orando, de
pronto, en la primera vigilia de la noche, vino con gran estrépito y alboroto una muchedumbre de demonios ferocísimos, que desataron contra él recia batalla molestándole rudamente; uno lo tomaba de aquí, otro de allá; éste lo tiraba
al suelo, el otro lo lanzaba en alto; quién le amenazaba con una cosa, quién le reprochaba otra. Y así, se ingeniaban
de diversas maneras para estorbarle en su oración, pero sin lograrlo, porque Dios estaba con él. Después de aguantar
durante largo tiempo estos ataques de los demonios, San Francisco comenzó a gritar en alta voz:
- "Espíritus condenados, ustedes nada pueden fuera de aquello que les permite la mano de Dios. Por eso,
de parte de Dios todopoderoso, les digo que pueden hacer de mi cuerpo todo lo que les es permitido por Dios; yo lo
soportaré de buen grado, porque no tengo peor enemigo que mi cuerpo; si ustedes, pues, me ayudan a tomar venganza de mi enemigo, me hacen un servicio muy grande".
Entonces los demonios lo agarraron con gran ímpetu y furia y comenzaron a arrastrarlo por la Iglesia y a
molestarlo y atormentarlo con mayor saña. San Francisco se puso a gritar, y decía:
- "Señor mío Jesucristo, te doy gracias por todo el amor y la caridad de que me
haces objeto; ya que es señal de grande amor cuando el Señor castiga (corrige) bien en
este mundo a su siervo por todas sus faltas, para no tener que castigarle en el otro. Yo
estoy dispuesto a soportar alegremente todas las penas y adversidades que tú, mi Dios,
me quieras mandar por causa de mis pecados."
Los demonios por fin, confundidos y vencidos por su constancia y paciencia, se marcharon; y San Francisco,
lleno de fervor de espíritu, salió de la iglesia y se internó en el bosque próximo; allí se puso en oración, y, entre
súplicas, y lágrimas, y golpes de pecho, trataba de hallar a Jesús, el esposo y el amado de su alma. Y cuando finalmente lo halló en el secreto de su alma, ora le hablaba respetuosamente como a su Señor, ora le respondía como a
su Juez; ya le suplicaba como a Padre, ya conversaba con él como con un amigo.
En aquella noche y en aquel bosque, los compañeros, que estaban despiertos escuchando y observando lo
que hacía, le vieron y oyeron suplicar devotamente, entre lágrimas y lamentos, a la divina misericordia por los pecadores. Le vieron, asimismo, y le oyeron llorar en alta voz la Pasión de Cristo, como si la estuviera presenciando
corporalmente. En esa misma noche le vieron orar, con los brazos cruzados ante el pecho, suspendido y elevado de
suelo por largo tiempo y rodeado de una nube resplandeciente. Y así, en estos santos ejercicios pasó toda aquella
noche sin dormir.
(2) Vida en Fraternidad:
Cuando San Francisco estaba elevado del suelo a tan poca altura que él (el hno. León) podía alcanzarle, se
acercaba sigilosamente, se abrazaba a sus pies y los besaba, mientras decía entre lágrimas:
- Dios mío, ten misericordia de mí pecador, y por los méritos de este santo hombre, hazme hallar tu gracia.
Un día, entre otros, mientras estaba de esa forma bajo los pies de San Francisco, sin lograr tocarle, porque
estaba muy elevado en los aires, vio bajar del cielo una cédula escrita en letras de oro y posarse sobre la cabeza de
San Francisco; en ella estaban escritas estas palabras; La gracia de Dios está aquí. Y, cuando la hubo leído, vio
cómo volvía al cielo
Por el don de esta gracia de Dios que había en él, San Francisco no sólo era arrebatado en Dios por la
contemplación extática, sino que a veces era confortado con visiones angélicas. Estaba un día absorto en el pensamiento de su muerte y de la suerte que correría su Orden cuando él ya no viviera, y decía:
- "Señor Dios, ¿qué será después de mi muerte, de esta tu familia pobrecita, que
en tu benignidad me has encomendado a mí, pecador? ¿Quién la sostendrá? ¿Quién la
corregirá? ¿Quién te pedirá por ella?"
Y, como continuaba orando en estos términos, se le apareció un ángel enviado por Dios, que, animándolo,
le dijo:
- Yo te aseguro, de parte de Dios, que tu Orden durará hasta el día del Juicio; y que no habrá nadie tan
pecador que, si ama de corazón a tu Orden, no halle ante Dios misericordia; y nadie que por malicia persiga tu Orden
podrá alcanzar larga vida. Y, además, ningún hermano que se haga reo en la Orden de grandes pecados podrá
–10–
perseverar por mucho tiempo en ella, si no enmienda su vida. Pero no te entristezcas cuando veas en tu Orden algunos
hermanos que no son buenos, que no guardan la Regla como deben, y no pienses que por ello esta Orden va a ir
para menos, porque siempre habrá muchos, muchos, que observarán a perfección la vida del Evangelio de Cristo y
la pureza de la Regla; y estos, inmediatamente después de la muerte corporal, irán a la vida eterna sin pasar en
absoluto por el purgatorio. Algunos la observarán menos perfectamente, y estos, antes de ir al paraíso, serán purificados en el purgatorio; pero la duración de la purificación la dejará Dios en tu mano... Pero de aquellos que no guardan
absolutamente tu Regla, Dios dice que no te preocupes, porque El no se preocupa de ellos.
Dichas estas palabras, el ángel desapareció, y San Francisco quedó todo animado y consolado.
(3) Vida en Contemplación:
Estando próxima la fiesta de la cruz de septiembre, fue una noche el hermano León, a la hora acostumbrada,
para rezar los maitines con San Francisco. Lo mismo que otras veces, dijo desde el extremo de la pasarela: Señor
abre mis labios y San Francisco no respondió. El hermano León no se volvió atrás, como San Francisco se lo tenía
ordenado, sino que, con buena y santa intención, pasó y entró suavemente en su celda; no encontrándolo, pensó que
estaría en oración en algún lugar del bosque. Salió fuera, y fue buscando sigilosamente por el bosque a la luz de la
luna. Por fin oyó la voz de San Francisco, y, acercándose, lo halló arrodillado, con el rostro y las manos levantadas
hacia el cielo, mientras decía lleno de fervor de espíritu:
-¿Quién eres Tú, dulcísimo Dios mío? Y ¿quién soy yo, gusano vilísimo e inútil
siervo tuyo?
Y repetía siempre las mismas palabras sin decir otra cosa, El hermano León, fuertemente sorprendido de lo
que veía, levantó los ojos y miró hacia el cielo; y, mientras estaba mirando, vio bajar del cielo un haz de luz bellísima
y deslumbrante, que vino a posarse sobre la cabeza de San Francisco; y oyó que de la llama luminosa salía una voz
que hablaba con San Francisco; pero el hermano León no entendía lo que hablaba. Al ver esto, y reputándose indigno
de estar tan cerca de aquel santo sitio donde tenía lugar la aparición y temiendo, por otra parte, ofender a San Francisco o estorbarle en su consolación si se daba cuenta, se fue retirando poco a poco sin hacer ruido, y desde lejos
esperó hasta ver el final. Y mirando con atención, vio cómo San Francisco extendía por tres veces las manos hacia la
llama; finalmente, al cabo de un buen rato, vio cómo la llama volvía al cielo.
Se marchó entonces, seguro y alegre por lo que había visto, y se encaminó a su celda. Como iba descuidado,
San Francisco oyó el ruido que producían sus pies en las hojas del suelo, y le mandó que le esperase y no se moviese.
El hermano León obedeció y se estuvo quieto esperándole; tan sobrecogido de miedo, que, como él lo refirió después
a los compañeros, en aquel momento hubiera preferido que lo tragara la tierra antes de esperar a San Francisco, por
pensar que estaría incomodado contra él; porque ponía sumo cuidado en no ofender a tan buen padre, no fuera que,
por su culpa, San Francisco le privase de su compañía. Cuando estuvo cerca San Francisco le preguntó:
-¿Quién eres tú?
- Yo soy el hermano León, padre mío - respondió temblando de pies a cabeza -.
- Y ¿por qué has venido aquí, hermano ovejuela? - prosiguió San Francisco -. ¿No te tengo dicho que no
andes observándome? Te mando, por santa obediencia, que me digas si has visto u oído algo.
El hermano León respondió:
- Padre yo te he oído hablar y decir varias veces: "¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío? y ¿quién soy yo,
gusano vilísimo e inútil siervo tuyo?"
Cayendo entonces de rodillas el hermano León a los pies de San Francisco, se reconoció culpable de
desobediencia contra la orden recibida y le pidió perdón con muchas lágrimas. Y en seguida le rogó devotamente que
le explicara aquellas palabras que él había oído y le dijera las otras cosas que no había entendido.
Entonces, San Francisco, en vista de que Dios había revelado o concedido al humilde hermano León, por
su sencillez y candor, ver algunas cosas, condescendió en manifestarle y explicarle lo que pedía, y le habló así:
- Has de saber, hermano ovejuela de Jesucristo, que, cuando yo decía las palabras que tú escuchaste, mi
alma era iluminada con dos luces: una me daba la noticia y el conocimiento del Creador, la otra me daba el conocimiento de mí mismo. Cuando yo decía: "¿Quién eres Tú, dulcísimo Dios mío?", me hallaba invadido por una luz de
contemplación, en la cual yo veía el abismo de la infinita bondad, sabiduría y omnipotencia de Dios. Y cuando yo
decía: ¿Quién soy yo, etc.?, la otra luz de contemplación me hacía ver el fondo deplorable de vileza y miseria. Por
eso decía: "¿Quién eres Tú, Señor de infinita bondad sabiduría y omnipotencia, que te dignas visitarme a mí, que soy un gusano vil y abominable?". En aquella llama que viste estaba Dios,
que me hablaba bajo aquella forma, como había hablado antiguamente a Moisés. Y, entre otras cosas que me dijo,
me pidió que le ofreciese tres dones; yo respondí: “Señor mío, yo soy todo tuyo. Tu sabes bien que
no tengo otras cosas que el hábito, la cuerda y los calzones, y aun estas tres cosas son
tuyas; ¿qué es lo que puedo, pues, ofrecer o dar a tu majestad?". Entonces Dios me dijo: "Busca
en tu seno y ofréceme lo que encuentres". Busque y hallé una bola de oro, y se la ofrecí a Dios; hice lo mismo por tres
–11–
veces, pues Dios me lo mandó tres veces; después me arrodillé tres veces, bendiciendo y dando gracias a Dios, que
me había dado alguna cosa que ofrecerle. En seguida se me dio a entender que aquellos tres dones significaban la
santa obediencia, la altísima pobreza y la resplandeciente castidad, que Dios, por gracia suya, me ha concedido
observar tan perfectamente, que nada me reprende la conciencia. Y así como tú me veías meter la mano en el seno
y ofrecer a Dios estas tres virtudes, significadas por aquellas tres bolas de oro que me había puesto Dios en el seno,
así me ha dado Dios tal virtud en el alma, que no ceso de alabarle y glorificarle con el corazón y con la boca por todos
los bienes y todas las gracias que me ha concedido. Estas son las palabras que has oído y aquel elevar las manos
por tres veces que has visto. Pero guárdate bien, hermano ovejuela, de seguir espiándome; vuélvete a tu celda con
la bendición de Dios.
(4) Regla y Vida:
A) Identificación con Cristo
El día que precede a la fiesta de la Cruz de septiembre, hallándose San Francisco en oración recogido en
su celda, se le apareció el ángel de Dios y le dijo de parte de Dios y le dijo de parte de Dios:
- Vengo a confortarte y a avisarte que te prepares y dispongas con humildad y paciencia para recibir lo que
Dios quiera hacer en ti.
Respondió San Francisco:
- Estoy preparado para soportar pacientemente todo lo que mi Señor quiera de mí.
Dicho esto el ángel desapareció.
Llegó el día siguiente, o sea, el de la fiesta de la Cruz, y San Francisco muy de mañana, antes de amanecer,
se postró en oración delante de la puerta de su celda, con el rostro vuelto hacia el oriente; y oraba así:
- Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido me concedas antes de mi muerte: la
primera, que yo experimente en vida, en el alma y en el cuerpo, aquel dolor que Tú, dulce
Jesús, soportaste en la hora de tu acerbísima pasión; la segunda, que yo experimente en
mi corazón, en la medida posible, aquel amor sin medida en que tú, Hijo de Dios, ardías
cuando te ofreciste a sufrir tantos padecimientos por nosotros pecadores.
Y, permaneciendo por largo tiempo en esta plegaria, entendió que Dios le escucharía y que, en cuanto es
posible a una pura creatura, le sería concedido en breve experimentar dichas cosas.
Animado con esta promesa, comenzó San Francisco a contemplar con gran devoción la pasión de Cristo y
su infinita caridad. Y crecía tanto en él el fervor de la devoción, que se transformaba totalmente en Jesús por el amor
y por la compasión. Estando así inflamado en esta contemplación, aquella misma mañana vio bajar del cielo un serafín
con seis alas de fuego resplandecientes. El serafín se acercó a San Francisco en raudo vuelo tan próximo, que podía
observarlo bien: vio claramente que presentaba la imagen de un hombre crucificado y que las alas estaban dispuestas
de tal manera, que dos de ellas se extendían sobre la cabeza, dos se desplegaban para volar y las otras dos cubrían
todo el cuerpo.
Ante tal visión, San Francisco quedó fuertemente turbado, al mismo tiempo que lleno de alegría, mezcla de
dolor y de admiración. Sentía grandísima alegría ante el gracioso aspecto de Cristo, que se le aparecía con tanta
familiaridad y que le miraba tan amorosamente; pero, por otro lado, al verlo clavado en la cruz, experimentaba desmedido dolor de compasión. Luego, no cabía de admiración ante una visión tan estupenda e insólita, pues sabía muy
bien que la debilidad de la pasión no dice bien con la inmortalidad de un espíritu seráfico. Absorto en esta admiración,
le reveló el que se le aparecía, que por disposición divina, le era mostrada la visión de aquella forma para que entendiese que no por martirio corporal, sino por incendio espiritual, había de quedar él totalmente transformado en expresa
semejanza de Cristo crucificado.
En esta aparición seráfica, Cristo, que era quien se aparecía, habló a San Francisco de ciertas cosas secretas y sublimes, que San Francisco jamás quiso manifestar a nadie en vida, pero después de su muerte las reveló,
como se verá más adelante. Y las palabras fueron estas:
- ¿Sabes tú - dijo Cristo - lo que Yo he hecho? Te he hecho el don de las llagas, que son las señales de mi
pasión, para que tú seas mi portaestandarte. Y así como yo el día de mi muerte bajé al limbo y saque de él a todas
las almas que encontré allí en virtud de estas mis llagas, de la misma manera te concedo que cada año, el día de tu
muerte, vayas al purgatorio y saques de él, por virtud de tus llagas, a todas las almas que encuentres allí de tus tres
ordenes, o sea, de los menores, de las monjas y de los continentes, y también las otras que hayan sido muy devotos
tuyos, y las lleves a la gloria del paraíso, a fin de que seas conforme a mí en la muerte como lo has sido en la vida.
Cuando desapareció esta visión tan admirable, después de largo espacio de tiempo y de secreto coloquio,
dejó en corazón de San Francisco un ardor desbordante y una llama de amor divino, y en su carne, la maravillosa
imagen y huella de la pasión de Cristo. Porque al punto comenzaron a aparecer en las manos y en los pies de San
Francisco las señales de los clavos, de la misma manera que él las había visto en el cuerpo de Jesús crucificado, que
se le apareció bajo la figura de un serafín. Sus manos y sus pies aparecían, en efecto, clavados en la mitad por clavos,
–12–
cuyas cabezas, sobresaliendo de la piel, se hallaban en las palmas de las manos y en los empeines de los pies, y
cuyas puntas asomaban en el dorso de las manos y en las plantas de los pies, retorcidas y remachadas de tal forma,
que por debajo del remache, que sobresalía del todo de la carne, se hubiera podido introducir fácilmente el dedo de
la mano, como en un anillo. Las cabezas de los clavos eran redondas y negras.
Asimismo, en el costado derecho aparecía una herida de lanza, sin cicatrizar, roja y ensangrentada, que
más tarde echaba con frecuencia sangre del santo pecho de San Francisco, ensangrentándole la túnica y los calzones.
Lo advirtieron los compañeros antes de saberlo de él mismo, observando como no descubría las manos ni los pies y
que no pedía asentar en tierra las plantas de los pies, y cuando, al lavarle la túnica y los calzones, los hallaban
ensangrentados; llegaron pues a convencerse de que en las manos, los pies y en el costado llevaba claramente
impresa la imagen y la semejanza de Cristo crucificado.
(4) Regla y Vida:
B) Conformación con Cristo
«Estos escritos48 no tienen más fecha y circunstancia de composición que la carne rota en llagas de Francisco; su vida agujereada por Dios, porque "ha meditado las palabras de Dios en su corazón". Para la historia la cuenta
así el hermano León en nota de su puño y letra, escrita en tinta roja en la cara del pergamino que contiene la bendición:
"El bienaventurado Francisco, dos años antes de su muerte, hizo en el monte Alverna una cuaresma en honor de la
bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y del bienaventurado Miguel Arcángel, desde la fiesta de la Asunción de
Santa María hasta la fiesta de septiembre de San Miguel Arcángel. Y el Señor puso su mano sobre él. Después de la
visión y de las palabras del serafín y de la impresión en su cuerpo de las llagas de Cristo, compuso estas alabanzas
que están al otro lado de esta hoja, y que escribió de su mano, dando gracias a Dios por el beneficio que le había
hecho".
Tu eres Santo, Señor Dios único, que haces maravillas.
Tu eres fuerte, Tu eres grande, Tu eres Altísimo, Tu eres el Rey Omnipotente;
Vos Padre santo, rey del cielo y de la tierra.
Tu eres Trino y Uno, Señor Dios de los dioses;
Tu eres el Bien, todo Bien, Sumo Bien, Señor Dios, vivo y verdadero.
Tu eres amor, caridad; Tu eres sabiduría; Tu eres humildad, Tu eres paciencia,
Tu eres belleza, Tu eres mansedumbre;
Tu eres seguridad, Tu eres quietud, Tu eres gozo,
Tu eres nuestra esperanza y alegría, Tu eres justicia, Tu eres templanza,
Tu eres toda nuestra riqueza a saciedad.
Tu eres belleza, Tu eres mansedumbre,
Tu eres protector, custodio y defensor nuestro;
Tu eres fortaleza y refrigerio.
Tu eres esperanza nuestra, Tu eres fe nuestra, Tu eres caridad nuestra,
Tu eres toda nuestra dulzura;
Tu eres nuestra vida eterna: Grande y admirable Señor,
Omnipotente Dios, Misericordioso Salvador.»
–13–
Anexo 2:
las notas de pie de página
1
(Regla bulada) Rb 1,1
“Este es el Floreto de sant Francisco. El cual tracta dela vigda et miraglos del bienaventurado
señor sant Francisco. E de la regla delos frayles menores”
3
Fue parte de la biblioteca de Cristóbal Colón.
4
Para algunos como Francisco Sureda Blanes (cfr. Las Florecillas de San Francisco; El Cántico
del sol. Versión castellana previo cotejo de los más antiguos códices italianos. 6° ed. Espasa Calpe. Madrid) ya aparecen en el s. XV; para otros como fr. Antilín Abad Pérez ofm (cfr. Presentación al Floreto de
san Francisco -s. XV- ed. Cisneros. Madrid, 1998) recién se conocieron en España con la edición de Lucas Wadding en 1723.
5
S. Buenaventura, Obras de San Buenaventura I, ed. bilingüe, 3° ed., BAC, Madrid, 1968. Del
Itinerarium mentis in Deum, c. VI, p 527: "Y así, cuando consideras estas cosas, cada una de por sí y separadamente, tienes donde contemplar la verdad, y al considerarlas, comparadas las unas con las otras,
donde quedarte suspenso de admiración profundísima; y por eso, a fin de que tu alma suba, mediante la
admiración, a una contemplación admirable, has de considerar todas ellas en su mutua relación."
6
id. cfr. AMOROS, León. Introducción general. III Versiones Españolas de los Opúsculos de san
Buenaventura, p.65.
7
San Francisco de Asís. Escritos, Biografías y Documentos de la época (edición preparada por
José Antonio GUERRA), BAC, Madrid, 1978, p. 383. (cito textual la nota 21)
“Como se puede ver:
a) Los primeros y los últimos capítulos de esta Leyenda están colocados donde por su contenido les correspondía cronológicamente:
–Capítulos 1-4, juventud y conversión;
–Capítulos 14-15, enfermedad y muerte.
b) El cuerpo central de la obra, dividida en una triple serie de tres capítulos cada una, presenta hechos por
supuesto históricos, pero dispuestos según el esquema bonaventuriano del itinerario del alma:
–Capítulos 5, 6 y 7, vía purgativa (las virtudes ascéticas y su recompensa);
–Capítulos 8, 9 y 10, vía iluminativa (su triple objeto: las criaturas, los hombres y Dios);
–Capítulos 11, 12 y 13, vía unitiva (los dones preternaturales, incluido el de las llagas).”
8
cfr. Sal 147,4: El cuenta el número de estrellas, y llama a cada una por su nombre;
Gen 17,5.15 (Abraham y Sara): No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues
padre de muchedumbre de pueblos te he constituido… Dijo Dios a Abraham: «A Saray, tu mujer, no
la llamarás más Saray, sino que su nombre será Sara.;
Jn 1,42 (Pedro): Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el
hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra";
Jn 20,21 (María)
9
cfr. Job 31,18: ¡Siendo así que desde mi infancia me crió él como un padre, me guió desde el seno materno!;
Eclo 1,14: Principio de la sabiduría es temer al Señor, fue creada en el seno materno juntamente con
los fieles.;
Is 46,3: Escuchadme, casa de Jacob, y todos los supervivientes de la casa de Israel, los que habéis
sido transportados desde el seno, llevados desde el vientre materno.;
Is 48,8: Ni las oíste ni las hiciste ni de antemano te fue abierto el oído, pues sé muy bien que tú eres
pérfido y se te llama rebelde desde el seno materno.;
10
Jer 1,5: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.;
Sal 90,2: Antes que los montes fuesen engendrados, antes que naciesen tierra y orbe, desde siempre
hasta siempre tú eres Dios.;
11
Mt 11,27: Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre,
ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
2
–14–
(Testamento) Test 1-3: “El Señor me dio de esta manera, a mi el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia; en efecto, cómo estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el
Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los
mismos, aquello que me parecía amargo, se me torno en dulzura de alma y del cuerpo; y después de esto,
permanecí un poco de tiempo y salí del siglo.”
13
(fraternidad-castidad) cfr. (primera biografía de Tomás de Celano) 1Cel 17: beso al Leproso
14
(penitencia-pobreza) cfr. 2Cel 12; 1Cel 13-15; (Leyenda Mayor de san Buenaventura) LM 2,4;
(Leyenda de los Tres Compañeros) TComp 20: desnudo ante el Obispo
15
(contemplación-iluminación) cfr. (segunda biografía de Tomás de Celano) 2Cel 6; LM 1,3:
sueño de Espoleto
16
cfr. para antes de las llagas –seguimiento/identificación– 2Cel 10.11: oración en San Damián
y para después de las mismas –la conformación con Cristo– 1Cel 22; LM 3,1-2; Evangelio de Misión
17
(Admoniciones) Adm 10: 1 Hay muchos que, al pecar o al recibir una injuria, echan frecuentemente la culpa al enemigo o al prójimo. 2 Pero no es así; porque cada uno tiene en su dominio al enemigo.
O sea, al cuerpo, mediante el cual peca. 3 Por eso, dichoso aquel siervo que (Mt 24,46) a tal enemigo, entregado a su dominio, lo mantiene siempre cautivo y se defiende sabiamente de él; 4 porque, mientras hiciere esto, ningún otro enemigo visible o invisible le podrá dañar.
18
cfr. 2Mac 7,23: Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y
proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no
miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes;
Sab 9,9: Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo, que
sabe lo que es agradable a tus ojos, y lo que es conforme a tus mandamientos
19
cfr. 1Cor 10,26: pues, del Señor es la tierra y todo cuanto contiene.
20
cfr. Is 66,1: Así dice Yahveh: Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies, Pues
¿qué casa vais a edificarme, o qué lugar para mi reposo,
21
cfr. Sab 1,14: él todo lo creó para que subsistiera, las criaturas del mundo son saludables, no
hay en ellas veneno de muerte ni imperio del Hades sobre la tierra,
22
(Cántico de las Creaturas) Cánt
23
1Jn 3,10.14. 4,12: En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no
obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano… Nosotros sabemos que hemos
pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte…
A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha
llegado en nosotros a su plenitud.
24
1Jn 4,18: No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo;
25
1Jn 4,10.21: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados… Y hemos recibido de él este
mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.;
26
1Jn 4,8.20: Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor… Si alguno dice:
«Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios a quien no ve.
27
Rb 6,8; (Regla no bulada) RnB 9,11; cfr. (Carta a un Ministro) CtaM
28
(Carta a los Clérigos) CtaCle 13; (Testamento de Siena) TestS 5
29
(Oficio de la Pasión) OfP Antífona 2; (Saludo a las Virtudes) SalVM 1.5; (Carta a los Fieles,
2ª redacción) 2CtaFi 1,5; RnB 23,6; (última voluntad a santa Clara) UltVolCl 1
30
(Cántico de las Creaturas) Cant 9: Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra
la cual nos sustenta y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
31
(Carta al hermano León) CtaL 2: Te hablo, hijo mío, cómo una madre.
32
(Carta a un Ministro) CtaM 9-11: 9Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a
mi, siervo suyo y tuyo: si procedes así: que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiere
pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia, si
12
–15–
es que la busca. 10 Y si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. 11 Y, si mil veces volviere a pecar
ante tus propios ojos, ámale mas que a mi, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales.
33
Mt 23,9: Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el
del cielo.
34
2CtaFi 53: “madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo (cfr. 1Cor 6,20) por
el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para
ejemplo de otros (cfr. Mt 5,16).”
35
(Regla para los eremitorios) REr 1,2,4,5,8,9,10
36
Jn 17,26: “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el
amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.”
37
Jn 15,13: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.”
38
2Cel 90
39
2Cel 105
40
de las Reglas franciscanas de las tres órdenes: La regla y vida de los Menores Hermanos es
esta, a saber: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y
en castidad (cfr. Reglas ofm 1,1; osc 1,1; ofs 4).
41
Fil 2,6-8: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino
que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
42
Jn 16,28: Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre.
43
1Jn 4,8: Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.
44
Rb 6,2
45
Rb 3,10
46
Test 14
47
cfr. CtaL
48
San Francisco de Asís. Escritos, Biografías y Documentos de la época (edición preparada por
José Antonio GUERRA), BAC, Madrid, 1978, p. 24-25.
–16–
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