Subido por José Francisco Acuña Esquer

APORTACIONES A LA FORMACIÓN DOCENTE PARA EDUCAR EN Y PARA LA ONVIVENCIA; UNA MIRADA AL PLAN DE ESRUDIOS 2012

Anuncio
APORTACIONES A LA FORMACIÓN DOCENTE PARA
EDUCAR EN Y PARA LA CONVIVENCIA; UNA
MIRADA AL PLAN DE ESTUDIOS
José Francisco Acuña Esquer,
Emigdio Germán Martínez Vázquez,
Gloria Parra Barrédez
[email protected]
Centro Regional de Educación Normal “Rafael Ramírez Castañeda”
Línea temática: Modelos Educativos de Formación Inicial Docente
Palabras clave: Formación profesional, Educación inclusiva, Planes de estudio
Resumen
La educación en y para la convivencia resulta indispensable en este mundo globalizado en el que
vivimos. La cosificación que la humanidad experimenta por el exacerbado apego a la tecnología,
claramente requiere que viremos la mirada a la esencia misma del ser, rescatando los valores
universalmente consolidados, como el respeto, la tolerancia y la solidaridad.
Una de las herramientas de la sociedad para conservar las buenas prácticas para la convivencia es
la escuela; puesto que, desde pequeños, los infantes llegan a sus aulas en las cuales se busca
fortalecer los valores que la sociedad requiere para construir verdaderas comunidades de
aprendizaje, participación y aceptación. Esta virtud de las escuelas se ve ampliamente desarrollada
por la intervención de sus docentes, mismos que deben tener entre sus competencias profesionales
las necesarias para poder organizar actividades en y de sana convivencia.
La presente es una investigación documental en la que se abordan los Planes de Estudio 2012 que
la DGESPE estableció para las Licenciaturas en Educación Primaria, Educación Preescolar y las
que cuentan con enfoque Intercultural; con la finalidad de analizar la estructura de los trayectos
formativos e identificar los cursos que ofrecen formación en y para la convivencia a los estudiantes
normalistas.
Planteamiento del problema
Una de las características del ser humano es su irrenunciable condición a la convivencia. Desde
tiempos inmemoriales, el hombre ha tenido la necesidad de agrupación, en un principio para
favorecerse de las inclemencias de la naturaleza, después como forma de participación para crear
y conseguir fines comunes. A raíz de lo anterior, se puede decir, que el progreso de la vida humana
mucho ha dependido de la capacidad de este para lograr acuerdos en conjunto, mediante el diálogo
y la participación.
Si bien es cierto, el hombre es sociable por naturaleza, no basta con contar con esa condición para
que la sociedad pueda establecerse y llegar a su adultez, solo por el hecho de peregrinar por la vida;
en definitiva, el proceso de asociación y de convivencia en esta sociedad deberá transitar por
canteras más arduas y escabrosas que el solo hecho de reunirse en un espacio por un fin común; en
otras palabras, para que la sociedad obtenga los frutos deseados de corresponsabilidad, respeto,
empatía, solidaridad, entre otros, requerirá del esfuerzo conjunto de los integrantes de esta, mismo
esfuerzo que ha de procurar el entendimiento de sí mismo, además del reconocimiento de la otredad
como parte sustantiva en el desarrollo pleno de dicho sistema.
Un ser educado en la actualidad ha de poseer los conocimientos, las capacidades y las habilidades
necesarias para participar de las diferentes manifestaciones que se viven cotidianamente en el
globo. Asimismo, ha de poseer la virtud de incluirse en las diferentes esferas sociales y laborales
de manera crítica, responsable y respetuosa, siguiendo los requerimientos que la situación así le
marque. Para ello, resultan indispensables herramientas como el diálogo, la participación, la
empatía y otros valores, los cuales le permitirán a ese ser educado una actitud proactiva para
enfrentar el contexto en el que se desenvuelve.
La educación básica, a últimas fechas, ha sido saturada de requerimientos de orden moral, que la
invitan (instigan) a formalizar más aún los esfuerzos porque sus educandos, además de alcanzar
los aprendizajes esperados y consolidar los estándares curriculares, completen su formación en
valores, necesarios indiscutiblemente en la ya citada sociedad actual; de esta manera, se le confiere
a la educación la primicia de inculcar, promover, desarrollar, fomentar, formalizar y desplegar una
serie de procederes éticos que en ocasiones, permítase la expresión, nunca se han practicado al
interior del seno materno. Ante esto, el docente ha se recibir una tarea titánica, al tratar de conciliar
los contenidos temáticos, el avance gradual de los mismos y el cumplimentar las acciones para
generar un espacio sano para convivir.
En el presente trabajo de investigación se intenta mostrar, en un primer ejercicio, las aportaciones
que desde las Escuelas Normales (EN) se están realizando referente al plan de estudios vigente,
para formar docentes que eduquen para la convivencia, respondiendo a una necesidad demandante
al interior de las instituciones de educación básica y la sociedad misma.
Marco teórico
Sin lugar a dudas, los tiempos actuales están siendo regidos por parámetros muy distintos a los de
otras épocas; no son pocas las veces que se escucha en diferentes ámbitos que la violencia está a la
orden del día. No se quiere entrar en generalidades, ni satanizar espacios, más, hoy por hoy, la
sociedad se encuentra en una encrucijada en cuanto al desarrollo de la civilidad y las buenas
costumbres, estas últimas engarzadas en la convivencia sana y la participación democrática.
La violencia como tal, se “personifica” en todos los ámbitos: en el deportivo, el cultural, el familiar,
el económico, el escolar, solo por citar algunos; y es precisamente en el escolar donde se hará
énfasis, por las características propias del sistema, dedicado al desarrollo del ser humano de una
manera armónica.
La práctica se define como “ejercicio o realización de una actividad de forma continuada y
conforme a sus reglas”; una definición más es “habilidad o experiencia que se consigue o se
adquiere con la realización continuada de una actividad” (google), en este sentido, practicar para
la convivencia ha de significar trabajar en el desarrollo de una habilidad de manera constante y
permanente, que posibilite a los ciudadanos para la participación en sociedad.
Vivir en la sociedad actual contempla varias aristas, mismas que se van entrelazando para llegar a
ser una verdadera maraña de supervivencia desde el ámbito personal y social. Los avances que se
tienen en cuanto al conocimiento y el acceso a la información, la propia actividad en las redes
sociales, además el uso indiscriminado y ocioso del internet, han provocado una verdadera brecha
entre las personas. Hoy, todo es individual: la computadora, las envolturas de pastelillos y
empaques de galletas, las órdenes de comida rápida, entre otras cotidianidades; mas parece que esa
individualización vivida, ha hecho causa en el pensamiento, también individualizado, del ser
humano por su propio género; a decir de José Luis Zurbano (1998, p. 19): “la sociedad continúa
siendo una selva. Y el hombre actúa como lobo para el hombre”.
Zurbano continúa expresando que: “existe una contradicción al contrastar el derecho ineludible de
todos a la felicidad y el hundimiento moral de nuestra sociedad” (1998, p. 19); al hacer alusión al
hecho de que se busca la felicidad de hijos y alumnos, mas no se tiene la certeza de cómo actuar
ante las situaciones sociales inhumanas que no pocas veces se advierten en la sociedad actual.
Ante lo anterior, el autor plantea, tomando diferentes modelos, algunos principios para la educación
para la paz, misma que coadyuva sustancialmente al desarrollo de la convivencia, a sabiendas de
que no se puede cambiar el mundo, pero sí puede mejorarse. Los principios que resalta Zurbano en
relación a la educación para la paz son: a) el cultivo de los valores; b) Aprender a vivir con los
demás; c) facilitar experiencias y vivencias; d) educar en la resolución de conflictos; e) desarrollar
el pensamiento crítico; f) combatir la violencia de los medios de comunicación; g) educar en la
tolerancia y la diversidad; y h) educar en el diálogo y la argumentación racional. (1998, pp. 21-23).
La UNESCO (2008) sostiene que “una educación para la convivencia democrática y pacífica aspira
a desarrollar en los estudiantes una disposición, una simpatía y un sentido hacia esta visión de vida,
y además, debe entrenarlos para desarrollar en ellos las habilidades que se requieren para la vida
en común” (, p. 14). Ante esto se puede afirmar que el aprendizaje de la convivencia no se puede
limitar al orden teórico o conceptual de valores, sino que el citado aprendizaje de los mismos ha de
facilitarse desde espacios experienciales al interior de la institución escolar.
Para Dewey (como se cita en UNESCO, 2008):
Es la acción del ambiente la que lleva al niño y joven a privilegiar determinadas opciones que le
parecen más atractivas. Por esto plantea que las creencias y aspiraciones que forman parte del
objetivo de compartir una vida en común, deben ser facilitadas en su desarrollo por un entorno
favorable, en el que tales creencias tengan un sentido susceptible de ser experimentado en forma
significativa por el educando.
Aquí se enmarca una vez más la idea firme de vivenciar la práctica de los valores para la sana
convivencia; además, se incluye la necesidad de que el docente sea quien marque la pauta para
facilitar espacios que coadyuven de manera significativa.
Resulta innegable la valía que ostenta el fomento de los valores universales desde el hogar;
indiscutiblemente, la familia es el lugar óptimo para generar este tipo de prácticas, vitales para la
inserción al mundo social. Pese a ello, la familia, por muy diversas razones, se ha separado de esta
función, quedando a cargo de la institución educativa el acercamiento de los estudiantes al mundo
de la cordialidad, la armonía, la equidad y la empatía. Por ello, la escuela debe presentarse como
ese espacio privilegiado para la promoción de valores. A decir de la UNESCO (2008):
El “Enfoque experiencial o de inmersión en la construcción de la convivencia” de Kohlberg (1981)
propone la creación de escuelas que actúan como “comunidades justas”. Se basa en la creencia que
los valores no se aprenden de la misma manera como un conocimiento, sino que las personas se
apropian de estos a través de la construcción de vínculos de sentido a partir de experiencias
pertinentes. Por ello, el espacio formativo más importante es el de la convivencia, pues allí se ejercen
y experiencian de manera significativa los valores (p. 15).
En el ámbito educativo en México, a raíz de la reformulación de los Planes de Estudios para
educación básica (2009 y 2011) se puede advertir la apuesta por formalizar, desde la vida
curricular, el aprendizaje de la convivencia democrática, esto enmarcado en los diferentes
apartados que conforman dicho plan de estudio.
“Los principios pedagógicos son condiciones esenciales para la implementación del currículo, la
transformación de la práctica docente, el logro de los aprendizajes y la mejora de la calidad
educativa” (SEP, 2011, p.30); dichos principios encauzan el actuar docente en y para el sistema
educativo, por lo tanto, sin ser una guía, marca parámetros a los que ajustarse para desarrollar la
labor con calidad.
En la organización de los ya citados principios pedagógicos del Plan de Estudios de Educación
Básica, se incluyen algunos que orientan el trabajo que desde las escuelas debe fortalecerse para
trabajar el aspecto del aprendizaje para la convivencia y la paz. En este orden figura el principio
“Trabajar en colaboración para construir el aprendizaje” (SEP, 2011, p. 32) en el que se privilegia
la orientación hacia acciones para el descubrimiento y búsqueda de soluciones para construir
aprendizajes colectivos; asimismo, se establece que el trabajo colaborativo que deberá: 1) Ser
inclusivo, 2) definir metas comunes, 3) favorecer el liderazgo compartido, 4) permitir el
intercambio de recursos, 5) desarrollar el sentido de responsabilidad y corresponsabilidad, y 6)
realizarse en entornos presenciales, virtuales, en tiempo real y asíncrono (SEP, 2011, p. 32).
De igual forma, se incluye el principio: “favorecer la inclusión para atender a la diversidad”, en el
que los docentes “deben promover entre los estudiantes el reconocimiento de la pluralidad social,
lingüística y cultural como una característica del país y del mundo en el que viven”, a raíz de este
reconocimiento, deberá darse la aceptación de la riqueza propia de la diversidad grupal o escolar,
de tal suerte que puedan potenciarse las diferentes manifestaciones de capacidades, habilidades y
conocimientos de los alumnos para contribuir a la generación de saberes colectivos.
El principio “incorporar temas de relevancia social” considera que las temáticas a tratar en la
dinámica escolar se centren lo más posible en situaciones que aquejan al mundo de hoy. Desde esta
perspectiva, se busca que los alumnos participen y actúen con responsabilidad en temas
relacionados con la salud, el cuidado del medio ambiente, la diversidad cultural entre otras; al
desarrollarse este principio, se espera que se favorezcan “aprendizajes relacionados con valores y
actitudes sin dejar de lado conocimientos y habilidades” (SEP, 2011, p.40).
Por último, en relación a la educación para la convivencia, se incluye el principio “renovar el pacto
entre el estudiante, el docente, la familia y la escuela” en el que se busca promover normas para
regular la convivencia diaria, establecer vínculos entre derechos y responsabilidades y delimiten el
ejercicio del poder y de la autoridad en la escuela con la participación de la familia. Aquí se requiere
buscar las estrategias oportunas para que toda la comunidad participe en la conformación y
aplicación de las normas como parte de una necesidad de crecimiento social, más que el hecho de
que sean reprimendas hacia ciertas conductas por parte de directores y maestros.
Desde este marco en el que se requiere consolidar la participación que socialmente viene
desarrollando el ciudadano mexicano en el ámbito social, desde la dimensión nacional y la global,
cabe y conviene preguntarse ¿Qué elementos de la formación que reciben los estudiantes en las
Escuelas Normales les vuelven competentes para trabajar en las aulas y sus centros escolares en y
para la convivencia?
Metodología
El presente estudio siguió un carácter de investigación documental; mismo que a decir de Martínez
(2002):
Puede definirse como una estrategia en la que se observa y reflexiona sistemáticamente sobre
realidades teóricas y empíricas usando para ello diferentes tipos de documentos donde se indaga,
interpreta, presenta datos e información sobre un tema determinado de cualquier ciencia, utilizando
para ello, métodos e instrumentos que tiene como finalidad obtener resultados que pueden ser base
para el desarrollo de la creación científica (parr. 3).
En este orden de ideas se llevó a cabo un análisis del contenido del Plan de Estudios 2012 de la
Licenciatura en Educación Primaria, Licenciatura en Educación Preescolar y Licenciatura en
Educación Primaria Intercultural Bilingüe; este estudio permite valorar a profundidad los trayectos
formativos y los cursos propuestos por dichos planes de estudio en cuanto a la educación en y para
la convivencia.
Objetivo
El objetivo de la presente investigación es identificar en el plan de estudios 2012 que se oferta en
las escuelas Normales de México, los elementos que coadyuvan y consolidan las competencias
profesionales para educar para la convivencia en sus centros de trabajo, en relación a lo enmarcado
en el plan de estudios de educación básica y los estándares internacionales.
Resultados
La formación profesional que actualmente se ofrece en las escuelas Normales en México se
encuentra enmarcada en el Plan de estudios 2012, para Educación Primaria, Educación Preescolar
y las mismas con enfoque intercultural bilingüe. Dichos planes de estudios se presentan tres rasgos
principales, “un enfoque centrado en el aprendizaje, un currículum flexible que permite diversificar
la atención a los estudiantes y favorece su movilidad, y el desarrollo de competencias
fundamentales para participar de manera activa y comprometida en la sociedad del conocimiento”
(DGESPE, 2011, p. 14).
Resulta importante rescatar aquí el desarrollo de competencias, mismas que se promueven en dos
vertientes: las genéricas y las profesionales, estas últimas “se refieren al conjunto de
conocimientos, capacidades, habilidades y valores que el profesor de educación básica desarrolla
en torno a la profesión” (DGESPE, 2011, pp. 18-19); es decir, son las que permitirán al estudiante
normalista apropiarse de un estilo de docencia único, donde los saberes, haceres y valores, le
permitirán planificar su trabajo con conciencia del mundo que le rodea.
En el entramado que significan las competencias profesionales, estas se dividieron al interior del
plan de estudios en seis ámbitos: 1) Planeación del aprendizaje, 2) Organización del ambiente en
el aula, 3) Evaluación educativa, 4) Promoción del aprendizaje de todos los alumnos, 5)
Compromiso y responsabilidad con la profesión, y 6) Vinculación con la institución.
Al analizar las unidades de competencia desglosadas en los ámbitos, resulta necesario poner
especial atención a los denominados “Organización del ambiente en el aula”, “Promoción del
aprendizaje de todos los alumnos” y “Vinculación con la institución y el entorno” ya que en estos
se pueden identificar los parámetros que en torno a la educación para la convivencia se
promocionan en la preparación del profesional docente.
Generar los espacios óptimos para el aprendizaje, sin duda, ha de coadyuvar al fortalecimiento de
la convivencia; por ello se presenta el ámbito “Organización del ambiente en el aula”; en este, el
profesional de la educación ha de desplegar su competencia “Genera ambientes formativos para
propiciar la autonomía y promover el desarrollo de conocimientos, habilidades, actitudes y valores
en los alumnos” (DGESPE, 2011, p. 25) para facilitar un aula favorecedora de conocimientos, pero,
más que nada, que a partir de la interacción en un espacio adecuado, con el material preciso y
provisto de estrategias situadas en el aprendizaje, permita a sus alumnos participar del diálogo y la
toma de acuerdos.
En relación a las unidades de competencia promovidas en este ámbito, se retoma la idea central de
promover un clima de confianza que permita desarrollar conocimientos y valores; asimismo,
desarrolle la autonomía en los alumnos y la comunicación eficiente, tomando en cuenta las
características del grupo atendido (DGESPE, 2011, p. 25).
En el ámbito “Promoción del aprendizaje de todos los alumnos” se encuentra la competencia
profesional “Propicia y regula espacios de aprendizaje incluyentes para todos los alumnos, con el
fin de promover la convivencia, el respeto y la aceptación” (DGESPE, 2011, p. 27). En esta
competencia se busca que el estudiante normalista potencie su capacidad para orquestar, desde la
planificación didáctica y las condiciones propias de su contexto, situaciones en las que permita el
fortalecimiento de las relaciones entre sus alumnos, que en la práctica se traduce en secuencias
didácticas abiertas a la participación, el diálogo, el respeto a las opiniones y saberes de los demás
miembros de la clase.
En este mismo ámbito se muestran intereses comunes a la educación para la convivencia, en el
sentido de que el profesional egresado de este plan de estudios debe promover sus competencias
para identificar, atender y abatir las barreras para el aprendizaje que se presenten en sus alumnos,
además de atender la diversidad cultural y promover actividades que favorezcan la equidad de
género, tolerancia y respeto contribuyendo al desarrollo personal y social de los alumnos
(DGESPE, 2011, p. 27).
Esta competencia profesional del estudiante normalista, se expresa estrechamente relacionada con
una de las cinco competencias para la vida promovidas en los estudiantes de educación básica,
específicamente las competencias para la convivencia, mismas que para su desarrollo requieren:
“empatía, relacionarse armónicamente con otros y la naturaleza; ser asertivo, trabajar de manera
colaborativa; tomar acuerdos y negociar con otros, crecer con los demás; reconocer y valorar la
diversidad social, cultural y lingüística” (SEP, 2011, p. 42).
En cuanto al ámbito “Vinculación con la institución y el entorno” la competencia profesional que
alberga este es “Interviene de manera colaborativa con la comunidad escolar, padres de familia,
autoridades y docentes, en la toma de decisiones y en el desarrollo de alternativas de solución a
problemáticas socioeducativas” (DGESPE, 2011, p. 28).
En este aspecto, el profesional de la educación tiene la gran oportunidad de reconstruir la visión
educativa de la sociedad y la familia, en participación con la escuela. El docente en este sentido,
dirigirá sus esfuerzos y conocimientos al desarrollo de proyectos en los que se puedan establecer
diagnósticos y toma de decisiones coherentes al contexto en el que se desenvuelve. El tener la
posibilidad de crear proyectos de participación comunitaria, dará la oportunidad de engarzar lazos
de colaboración entre los diferentes actores del sistema educativo, en una participación
responsable, respetuosa y cordial.
Discusión y conclusiones
Educar en y para la convivencia es una tarea que ya no puede postergarse más. Los avances
tecnológicos y la globalización han provocado en el ser humano una cosificación de él mismo. La
invitación a descosificarse está abierta, teniendo la solución en la mirada a la otredad y la
participación en las diferentes manifestaciones meramente humanas.
El desarrollo de competencias para la vida contenidas en el plan de estudios de Educación Básica,
permiten fortalecer en los estudiantes las habilidades para el desarrollo personal y social,
estimulando y proveyendo espacios teóricos y experienciales dónde desplegar valores como el
respeto, la participación, la tolerancia, entre otros.
La inclusión de temáticas referidas a la educación para la convivencia en el plan de estudios de
Educación Básica es un indicador fehaciente de que el sistema educativo mexicano está buscando
cumplir con los estándares internacionales, surgidos de las diferentes jornadas de colaboración en
las que se participa.
El plan de estudios 2012 de las Licenciaturas en Educación Primaria y Educación Preescolar con
o sin enfoque intercultural, que se oferta en las escuelas normales del país, se encuentra cimentado
en tres grandes rasgos, mismos que permiten la capacitación profesional del estudiante en torno a
la investigación, la utilización de TIC y el propio trabajo en el campo educativo.
En cuanto al desarrollo o promoción de competencias para que el profesional egresado se fortalezca
en la educación para la convivencia, se encontraron algunas que se refieren a la promoción de
espacios armónicos; sin embargo, los argumentos referidos a este tipo de espacios, distan mucho
de lo que enmarca la UNESCO, puesto que se sigue considerando a un grueso poblacional de grupo
como normal, quedando en la inclusión los grupos vulnerables o niños que tienen barreras para el
aprendizaje.
Este primer acercamiento a las características del Plan de Estudios de las escuelas Normales
muestra grandes avances en el reconocimiento de la necesidad de educar para la convivencia. Por
las características propias de la investigación, habrá que retomar esta temática orientando el estudio
hacia la oferta de la malla curricular y los cursos programados en los trayectos formativos de las
licenciaturas aquí abordadas.
REFERENCIAS
DGESPE. 2011. Reforma curricular de la Educación Normal. Recuperado de:
http://www.normalcolotlan.edu.mx/noticias/2011/julio/documento.base.9.julio.2011.pdf
SEP. 2011. Plan de estudios 2011. Educación Básica. México.
UNESCO. 2008. Convivencia democrática, inclusión y cultura de paz. Chile. Recuperado de:
http://unesdoc.unesco.org/images/0016/001621/162184s.pdf
Universidad Mesoamericana (2007). Importancia y definición de la investigación documental.
Recuperado de: http://geiuma-oax.net/invdoc/importanciaydef.htm
Zurbano, José Luis. 1998. Bases de una Educación para la Paz y la Convivencia. España.
Recuperado
de:
http://www.izt.uam.mx/spring/wpcontent/uploads/2013/11/Zurbano_BASES_DE_UNA_EDUCACI%C3%93N_PARA_LA_PAZ_Y_LA_CONVIVENCIA.pdf
Descargar