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Liturgia d ela misa son ananesisTadeo y Maris

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Tadeo y Maris, una oración
antigua como origen de la liturgia
eucarística
Entre teólogos y liturgistas católicos de diversas
orientaciones un encuentro lleno de implicaciones
ecuménicas y doctrinales decisivas para toda la Iglesia
GIANNI VALENTEPUBBLICATO IL25 Ottobre 2011 ULTIMA MODIFICA20 Ottobre 20191:10
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El título "críptico" del Congreso Internacional cuya inauguración ha
tenido lugar esta mañana en la Pontificia Universidad Gregoriana
("la génesis anafórica de la narración de institución, según la
Anáfora de Tadeo y Maris"), enseguida hace pensar en materia para
especialistas. En efecto, incluso en las facultades teológicas
occidentales habría alguien que no sabría decir lo que es la llamada
anáfora de Tadeo y Maris.
Y sin embargo, en los últimos lustros, en torno a esa antiquísima
oración eucarística usada en algunas Iglesias Orientales de origen
apostólico, se ha encendido entre los teólogos y liturgistas católicos
de orientaciones diferentes una discusión llena de implicaciones
ecuménicas y doctrinales decisivas para toda la Iglesia, tan
importantes que han sido llamados a intervenir incluso los
dicasterios vaticanos. Ahora, la sede misma que acoge el Congreso y
las intervenciones de peso dejadas en manos de jesuitas orientalistas
de fama internacional – entre otros, el obispo caldeo siriano Antoine
Audo y los profesores del Pontificio Instituto Oriental George
Nedungatt, Cesare Giraudo y Robert Taft- documentan la audaz
elección realizada por expertos sectores de la Compañía de Jesús
sólo con el hecho de tratar de hacer una reflexión sistemática a
propósito del asunto visto en su totalidad.
La anáfora de Tadeo y Maris es una antigua oración eucarística que
aparece desde tiempos inmemorables en las liturgias eucarísticas de
la cristiandad sirio-oriental de Mesopotamia. Se trata de una de las
anáforas más antiguas todavía en uso: tradicionalmente atribuida a
Tadeo de Edesa y a Maris, discípulos de Jesús (aunque la mayor
parte de los estudiosos la datan en el Siglo III después de Cristo), se
usa en las liturgias de la Iglesia Asiria de Oriente en el momento de
la consagración, cuando el pan y el vino se convierten en el cuerpo y
la sangre de Cristo. Entre otras características, en su lenguaje simple
y poético, la anáfora de Tadeo y Maris tiene la peculiaridad de no
contener la llamada narración de institución, es decir, la narración
sintética de la Última Cena y la repetición ad litteram de las palabras
con las que Jesús transubstanció el pan el vino en su cuerpo y en su
sangre, instituyendo el sacramento de la eucaristía.
En Occidente, la Iglesia latina desde los tiempos de san Ambrosio ha
indicado precisamente las expresiones de Jesús ("Tomad y comed:
este es mi cuerpo... Tomad y bebed: esta es mi sangre... Haced esto
en memoria mía", como las "palabras de consagración" que tienen
que repetirse durante la oración eucarística para renovar en cada
misa lo que sucedió en la Ultima Cena. Con el pasar del tiempo, los
escolásticos del Siglo XII, con su lenguaje de origen aristotélico,
codificaron la tesis según la cual las palabras de la institución,
repetidas en la oración eucarística son la esencial e indispensable
"forma del sacramento", y efectúan por si mismas la consagración
del pan y del vino. Una doctrina que fue retomada y definida por el
Concilio de Trento, en el periodo histórico en el cual la Iglesia de
Roma luchaba contra las teorías que negaban el dogma de la
transubstanciación.
La cuestión de la "validez" desde el punto de vista católico de la
anáfora de Tadeo y Maris ha adquirido relevancia pastoral durante
los años Noventa. En el Irak asolado por las intervenciones militares
capitaneadas por occidente, los fieles de la Iglesia Caldea -en
comunión con el obispo de Roma- encontraron a menudo en la
participación en las liturgias eucarísticas de la Iglesia Asiria de
oriente- separada de la Iglesia Católica- la única posibilidad de
garantizar continuidad a la propia vida sacramental. En ese contexto,
por iniciativa del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos,
se inició a trabajar en un documento de orientación para la admisión
recíproca a la eucaristía entre las dos Iglesias, la caldea y la asiria. El
texto salió a la luz en octubre de 2001 tras haber recibido el visto
bueno de la Congregación para la doctrina de la fe, que el 17 de enero
de ese mismo año, tras un largo y detallado estudio, había
reconocido la anáfora de Tadeo y Maris como una oración válida de
consagración eucarística.
El estudio en profundidad de la anáfora de Tadeo y Maris,
intensificándose con el pasar de los años por iniciativa de los
dicasterios vaticanos, ha permitido comprobar que en la misma, las
palabras usadas por Jesús durante la institución, aunque no están
plasmadas en ella de manera literal, aparecen en muchas referencias
explícitas, aunque indirectas, a la Última Cena, al cuerpo, a la sangre
y al sacrificio de Cristo y a la oblación de la Iglesia. Cuando la
pronunciaban, los celebrantes de las comunidades cristianas de
Mesopotamia manifestaban claramente la intención de obedecer al
mandamiento de Cristo "Haced esto en memoria mía", repitiendo lo
que Él mismo había hecho. En las hipótesis científicas de algunos
expertos -que si discutirán en el Congreso que tendrá lugar en la
Gregoriana- la anáfora de Tadeo y Maris representa además una
expresión de la práctica eucarística de la Iglesia apostólica
precedente en el tiempo a las oraciones eucarísticas que contienen la
narración de la Última Cena y las palabras de institución. Una
especie de "primera versión" que llevaba en su seno, en un estado
todavía embrionario, las anáforas que más tarde englobarían como
parte constitutiva las ipsissima verba pronunciadas por Jesús en la
Última Cena.
El pronunciamiento vaticano del 2011 fue acogido con entusiasmo
por los teólogos y liturgistas de sensibilidad conciliar. "Se trata del
documento magistral más importante después de la promulgación
del último dogma católico, es decir, cuando en 1950 Pío XII
proclamó el dogma de la Asunción", ha sostenido con el ánimo de
costumbre el jesuita Robert Taft, profesor de liturgia de las Iglesias
de Oriente en el Pontificio Instituto Oriental. Con dicha decisión ha
sido reafirmado el principio católico por el cual los manuales de
teología usados en la Iglesia de Occidente, no pueden ser usados
como instrumento de medida retroactivo para juzgar la ortodoxia
dogmática de formas y prácticas litúrgicas diversas pero que han
compartido la presencia en la Iglesia primitiva, en base la común fe
apostólica. Y ha sido también aplicado en concreto el texto del
Concilio Vaticano II según el cual la Iglesia de Roma reconoce en la
Iglesia Asiria de Oriente y en las otras Iglesias Orientalescomprendidas aquéllas con las cuales no se encuentra en plena
comunión- la presencia de "verdaderos sacramentos, sobre todo, en
virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía
(Unitatis redintegratio, n° 15).
Bien diferente ha sido la reacción en ambientes teológicos y
litúrgicos de sensibilidad preconciliar. El teólogo tomista Brunero
Gherardini, considerado cercano a las posiciones de los
tradicionalistas, en un artículo ya publicado en el 2004 en la revista
Divinitas hacia referencia a la Tradición de la Iglesia definida por el
Magisterio para recordar que no tiene lugar, ni se hace una
celebración eucarística en ausencia de las palabras con las cuales
Cristo transubstanció el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre".
Si hoy el Magisterio afirmase lo contrario –deducía en ese artículo el
profesor emérito de la Lateranense- "daría la impresión de
contradecirse a sí mismo". Con este propósito, Gherardini en su
argumentación tendía a menguar la autoridad del documento
vaticano del 2001, atribuyendo su inspiración y titularidad exclusiva
al Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, entonces
guiado por el Cardenal Walter Kasper.
En realidad, en esa ocasión la validez de la anáfora oriental fue
objeto de un consenso evidente, meditado y seguramente no
"forzado" incluso por parte la de Congregación para la doctrina de la
fe. Entonces, el dicasterio doctrinal de la otra parte del Tiber, tenía a
la cabeza al cardenal Joseph Ratzinger. Junto al acuerdo con los
luteranos a propósito de la justificación por la gracia, el
pronunciamiento del vaticano sobre la admisión a la eucaristía entre
la Iglesia Caldea y la Iglesia Asiria de Oriente sigue representando
una objeción sustancial a las caricaturas que todavía atribuyen al
Papa teólogo impulsos antiecuménicos y preconciliares.
Anáfora de Addai y Mari
La anáfora de Addai y Mari es una antigua oración eucarística
Cristiana, característica de la Iglesia de Oriente. Atribuido por la
tradición a Tadeo de Edesa y Mari, discípulos de Santo Tomás
Apóstol y santos del primer siglo, se remonta al siglo III según la
mayoría de los estudiosos. Tiene la peculiaridad de no contener
consistentemente y ad litteram las palabras de la institución de la
Eucaristía por Jesucristo (" este es mi cuerpo " , " este es el cáliz
de mi sangre para la nueva y eterna Alianza. ") . En cambio, están
presentes "de manera eucarística, es decir, integrados en las
oraciones de acción de gracias, alabanza e intercesión" . Nos
referimos a tres pasajes interesantes: "hemos recibido por
tradición el ejemplo que es de TI, nos regocijamos, glorificando,
exaltando, y conmemorando y celebrando este gran y asombroso
misterio en la memoria del cuerpo y la sangre de tu Cristo, que te
ofrecemos en el altar puro y santo, como nos has enseñado, el
sacramento de la dadora de vida y divino que puedo administrar a
tu pueblo, las ovejas de tu pasto" . En 2001, la Iglesia católica ha
reconocido la validez de la anáfora de Addai y Mari, apoyada por
una tradición ininterrumpida que se remonta al post - apostólico en el contexto de la posibilidad de intercomunión, en caso de
necesidad pastoral, entre los fieles de la Iglesia asiria de Oriente y
la Iglesia Católica Caldea.
Es una plegaria eucarística (anáfora) muy primitiva (siglo III), quizá uno de los
documentos más venerables y antiguos de la liturgia cristiana. Surgió entre los
cristianos de rito siro-oriental (Siria) aunque se extendió más tarde entre los siromalabares (India). La plegaria tiene un tinte semítico (judío) que nos recuerda la
liturgia de las oraciones judías; además, contiene muchas alusiones bíblicas.
La tradición atribuye esta plegaria a los Apóstoles Santos Addai y Mari. Según esta
tradición, llena de leyendas, ellos habrían sido los evangelizadores de la Siria
Oriental. Addai o Adeo, equivalente de Tadeo pero no el apóstol del evangelio sino
uno de los setenta discípulos, fue enviado por el apóstol Tomás a evangelizar
Siria. Mari o Maris sería discípulo de Addai. Ambos, serían los fundadores de la
Iglesia de Mesopotamia y los artífices de la liturgia que lleva sus nombres.
Lo más curioso de esta plegaria, lo que la hace única y digna de estudio y
admiración, es que no tiene palabras de consagración (Tomad y comed...tomad y
bebed...), y sin embargo, es reconocida oficialmente como válida, es decir, que al
ser rezada en la celebración quedan consagrados el pan y el vino, aun sin estas
palabras.
Esto es una prueba más de que toda la plegaria eucarística tiene un sentido
epiclético y consecratorio, es decir, que en su conjunto está marcada por la
transformación y santificación del Espíritu Santo; y que las palabras tomad y
comed... no son las que consagran, como se ha creído en la tradición Occidental.
Todo esto puede pensarse para nuestras plegarias romanas, que aun conteniendo
dichas palabras, sería también todo el marco anafórico como cuerpo unívoco el que
hace presente al Espíritu Santo; por tanto, toda la plegaria sería consecratoria.
Esta anáfora Addai y Mari es común hoy entre los nestorianos. En ella es digno de
notarse la teología del Nombre de Dios y las referencias a la salvación y a la
Resurrección de Cristo, en definitiva para dejar claro que la obra de Cristo (muerte
y resurrección) está vinculada a la salvación.
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