La paraeidólica pentalogía de fungi ―Cuarto dilema― «Fornicario» una batracomiomaquia al bar de sapos Una pieza del Josepe Antalino Triunfo Introductorio al bar de sapos «La rata se esconde y el gato, ratón, la busca. Le tiene miedo al agua por alguna mística y por alguna mística la palabra ´ratón´ se asocia con el oprobio: actitudes de calidad robusta, embustera, desprolija, baja; de a rastras se arrastra con algo entre la malicia de ojos apretados y una sutileza cóncava, convexa, ambigua al final de una cañería donde los ratones concuerdan en su bar de carácter hasta secreto, en su Anticuario, pulpería de licores ardios donde sirve la babosa y van a parar las brujas, brujetas, brujildas, como Matilde, como Fiorella. La voz popular dice que las brujas engañan a los ratones haciéndoles creer que son sapos, los seducen con sus patas de araña y de golpe se encuentra un ratón jodido re jodido en un caldero, siendo revuelto con un puñado de palabría entreverando el chirín charán de las patas de araña y alguien como el Josepe queda hecho té de sapo, tendido en un domingo de fideos con tuco arriba de la mesa del comedor. El olopo tilda esta clase de boliches de mal presagio como ‘bares de sapos’, donde las ratas beben sus licores rebotando en taburetes rojos, haciendo equilibrio con los taco-aguja en ese jugueteo de piernas que distrae tanto a los ratones que morfan quesito y aceitunas, chupan whisky en una barra del demonio y ¡ay! de los renacuajos saltando entre las mesas a lo que ellos conversan muy seriamente sobre el origen de la parsimonia parando solo para comentar la cola de una ratas que se mueve lentamente.» Merwina Londés, informativo de la noche en Canal 16, 220 «MIENTRAS UN PÚBLICO HACÍA FILA» ―En un camarín del Teatro Astral. (El JOSEPE leyendo el libreto. MATILDE, mirándose al espejo, se acomodaba la vincha de pato sobre la cabeza.) MATILDE. Si, ya entendí, Josepe, que es el Acto Quinto JOSEPE. Estoy leyendo el título, Matilde. MATILDE. Ah. Bueno, no nos digamos más por nuestros nombres. JOSEPE. Podés dejar de sostener eso en tu cabeza. MATILDE. Pero si no es el pato tiene que ser algo, ya te dije, ¿qué pasa con la idea de las cosas que crecen de las cabezas?, ¡me estás cambiando todo! JOSEPE. Tranquila. MATILDE. (Sacada.) No, pero me hacés todo un chamullo de que los oscilejos lo normalizan y que entonces eso es importante ― ¡pará! ―, es importante para tu obra, tener piedras en las cabezas, y cuernos de unicornios, y macetas, y hongos, o coronas, y yo entro en esa idea, ¿entendés? Es como si me desvalijaras, ¿nunca oíste qué es lo que pasa cuando a los actores les sacás las sillas? JOSEPE. Te lo conté yo, Matilde, por favor. MATILDE. Si a un actor le pones una silla lo primero que hace es sentarse, JOSEPE. Ah listo, fenómeno, me lo vas a contar de vuelta. MATILDE. Pararse, agarrar la silla, JOSEPE. Vos sos el espejo de ella, Matilde, no el mío. MATILDE. (Levanta la silla en el aire.) La levantan en el aire y amenazan con tirársela a alguien por la cabeza JOSEPE. Cuando yo te lo expliqué no dije nada de tirársela a alguien por la cabeza. MATILDE. Dijiste sí, la levantaste en el aire y seguías hablando, la levantabas cabizbajo, medio desganado. JOSEPE. Yo pienso que, si hay algo que explicarles a los actores hay que explicárselos con desgano, uno tiene que hacerse el humilde, sino se confunden. MATILDE. El humilde, Josepe, ¿no vez que sos un narcisista? JOSEPE. Pero también me agobio. (Ríen.) MATILDE. Te gusta citarte. JOSEPE. Me agrada. (Risueñan un silencio.) JOSEPE. Entonces, a ver, contame qué le hacen los actores a la silla… MATILDE. (Diciendo lo obvio.) Se acercan y hacen lo que hacen. JOSEPE. ¿Qué hacen? MATILDE. Ya sabés lo que hacen. JOSEPE. Si, pero te quiero escuchar a vos. MATILDE. ¿Vos me estás cargando? (Dándose cuenta de que la está cargando.) Me estás cargando Josepe. JOSEPE. No te estoy cargando. Te digo en serio, me gusta escuchar versiones de la cosa. MATILDE. Pero si lo de los muebles no lo inventaste vos, es una frase hecha, ¿Quién te la dijo? ¿Renó? JOSEPE. Me la dijo Renó sí pero no tiene nada que ver. MATILDE. «A un actor le sacás los muebles y no sabe qué hacer» bravo, bravo Josepe Antalino Triunfo, es una frase fenomenal. JOSEPE. Pero eso no fue lo que dije yo. MATILDE. (Impacientemente coqueta.) ¿Que dijiste? JOSEPE. Dije que lis placeres del amur… MATILDE. (Imitando a una poeta.) Dijiste tantas cosas… JOSEPE. Tendría que dejar de pensar que la olopía es estúpida. MATILDE. La gente es estúpida en general y «bendita sea la variedá» JOSEPE. Los odio. ―Pasillos y escaleras del Astral JOSEPE. (Desde el camarín.) ¿A dónde vas? MATILDE. Al escenario. JOSEPE. (Persiguiéndola con el libreto en la mano.) Bueno vamos. (Dándole el libreto.) Tomá. ¿Llevás tu paraguas? MATILDE. No importa Josepe, quiero mojarme. JOSEPE. (Abriendo su paraguas.) Estás demasiado poeta. MATILDE. Dejame en paz, me secás. JOSEPE. Lo que yo decía era que si vos les ponés una silla lo primero que hacen es zambullirse. MATILDE. Si se la cogen. Vos por ejemplo te la cogerías. JOSEPE. Pero yo no soy actor. MATILDE. Ah, no sos actor. ¿Entonces que hacías el año pasado con un camisón haciendo cosplay del príncipe? JOSEPE. Estaba haciendo del Príncipe Noharto. MATILDE. ¿Te gusta La Puerta Azul? JOSEPE. Es una novela de mierda, la escribió un Alter demasiado Joven. MATILDE. Lo que yo te decía del pato era otra cosa, te decía que no podés sacarme un elemento tan importante como ese, ya me acostumbré al pato. JOSEPE. Es que Brita tiene que ir más allá de eso, Brit/ (Pausa.) Matilde. Quiero que estés por afuera del cuento, que tu vocablo no piense en la belleza, que seas bella en lo idílico de la pureza más romántica. Tu espontaneidad, el decir. Vos bruta en un abrigo, y el público, testigo, que te ame. MATILDE. Y después me vas a decir que querés que esté adentro y después que esté afuera. JOSEPE. Hagamos la escena. MATILDE. No voy a sacarme este pato de la cabeza, Josepe. JOSEPE. Bueno, no te lo saques. MATILDE. Es lo que te dije que iba a hacer, o que no iba a hacer. JOSEPE. Sí, tenés razón. MATILDE. Siempre una tiene razón, en todo caso decime que estás de acuerdo. JOSEPE. Estoy de acuerdo. MATILDE. Y claro que estás de acuerdo, ¿cómo podrías no estar de acuerdo contigo mismo? JOSEPE. Matilde… MATILDE. Matilde, ¿me decís Matilde? JOSEPE. Claro que te digo Matilde. ¿Cómo querés que te diga? MATILDE. ¿Por qué no me decís Britania? JOSEPE. Por qué no sos Britania. MATILDE. ¿Y soy Matilde? ¿Soy Matilde, o soy alguien que hace de Matilde? JOSEPE. Sos Matilde. MATILDE. ¿Soy Matilde? JOSEPE. Sos Matilde. MATILDE. Ah, bueno, me quedo tranquila. JOSEPE. (Notando que MATILDE se desvía.) ¿A dónde vamos? MATILDE. Al bar, a la cocina. JOSEPE. (Deteniéndole el paso y atrincherándola contra una escalera.) Para. Hagámosla. MATILDE. ¿La escena? No, Josepe, ya está. JOSEPE. La revolución de las ratas, MATILDE. ¿Te diste cuenta de la mierda qué sos? JOSEPE. Si. MATILDE. ¿Te das cuenta que no solo tu propuesta, sino que la forma en la que me cerraste el paso y la manera en la que posás ahora mismo tu brazo curvando tu espalda, arqueándola para recostarte en esa escalera que no se si una posibilidad de lector tuyo pueda estar mirando, indican que si las ratas se revolucionaran vos serías el primero al que tendrían que comerse, no? JOSEPE. (Que ya le abrió el paso y se apartó.) Y la forma en la que te corté antes sí. MATILDE. (Que sigue caminando.) Entonces vas a matarte. JOSEPE. (Que va detrás de ella.) Matemos a mi hermano. MATILDE. Es tu ídolo tu hermano. JOSEPE. ¿Cómo va a ser mi ídolo mi hermano? MATILDE. ¿Pero vos no te disfrazabas de él? JOSEPE. No, de él no, de Caracolito. Caracolito es el asistente de Super Hormiga. MATILDE. Siempre que leí sobre Loen me parecía que en realidad te disfrazabas de tu hermano. JOSEPE. Jamás me disfrazaría de mi hermano. MATILDE. Pero vestís a tu personaje del personaje que se disfraza tu hermano… JOSEPE. (Que se detiene.) No lo visto, lo disfrazo. Su vestuario es un disfraz. Y que mi hermano trabaje de disfrazarse de Super Hormiga y de sacarse fotos con los niños no tiene nada que ver con que a Loen le gustara Super Hormiga y que de Super Hormiga se disfrazara. MATILDE. (Que también se detiene y se voltea para aproximarse al otro.) Tiene mucho que ver. No le pusiste a Loen el disfraz de Caracolito, lo pusiste disfrazado de Super Hormiga. JOSEPE. Bueno no importa, pero no es por Loen ni por Super Hormiga, a Loen ya lo maté. MATILDE. (Bastante cerca del otro.) ¿Y por qué es? JOSEPE. (Diciéndole a Matilde que se le mete adentro del paraguas.) ¿No era que no querías mojarte? MATILDE. Dale, ¿por qué es? JOSEPE. No importa, salí de mi paraguas. MATILDE. No quiero mojarme. JOSEPE. Volvamos a hablar de las sillas, MATILDE. ¡Ah eso! JOSEPE. (Lamentándose.) La puta madre. MATILDE. ¿Qué pasa? ¿Te doy miedo? JOSEPE. No. Nada. Me di cuenta de algo. Pensé que habías entendido algo. MATILDE. Bueno, era eso, que decías que no eras actor pero que igual vas y te metés ahí como yo me metí debajo de tu paraguas. JOSEPE. No es lo mismo. MATILDE. Porque te doy miedo. JOSEPE. Porque yo pusé a alguien a hacer de mí. MATILDE. ¿A quién? ¿A Daset? Y a mí me pusiste a hacer de Britania… JOSEPE. Sí, Matilde, no te preocupes. Yo soy Daset, ―perdón―, yo no soy Daset, vos sos vos y estamos yendo al escenario. MATILDE. A la cocina. JOSEPE. A la cocina sí, bueno. (Silencio en el que siguen debajo del paraguas mirándose. Chuponean intenso.) MATILDE. (Una vez que su lengua quede desprendida.) ¿Y por qué si yo soy actriz vos no sos actor? Te pisaste el palito, Antalino. JOSEPE. Porqué dirijo. MATILDE. Pero actúas. JOSEPE. Está bien, tiene que ver con mi hermano. MATILDE. ¿Eh? Ya habíamos cambiado el tema Josepe, habíamos conseguido dejar de hablar de la Revolución de las ratas. Habíamos conseguido dejar de hablar de teatro, como si actuáramos que somos personas que no hacen teatro y se ven libradas del teatro y pueden hablar de cualquier otra cosa como de que se quieren coger. JOSEPE. Es que lo de actuar tiene que ver con mi hermano. MATILDE. Ah. (Pausa.) Eso es lo de… (Anonadada.) ¡Fue tu hermano! (Reflexionando.) Sí bueno tiene sentido, se saca fotos con los niños. JOSEPE. Me dio vergüenza decirte. MATILDE. ¿Y estabas de Caracolito? JOSEPE. No fue de Caracolito, ¿cómo va a ser de Caracolito? MATILDE. El tipo se disfraza de Super Hormiga, vos de Caracolito… Vos lo asistís a él y él te asiste a vos por el culo, ¿o cómo fue? Te agarró el pitito, ¿te la chupó? Tiene sentido, es fetichismo, Josepe. Siempre se dijo que Super Hormiga le daba a Caracolito, es la relación homo erótica que menos erotiza aunque vos en la novela hegemonices la pedofilia y digas que tiene algo con la Niña Brillante, que es Britania, ¿no? ¡Ya sé Josepe! ¿Y si le ponemos a Britania una piedra en la cabeza en lugar del pato? JOSEPE. Te estaba hablando en serio Mati. MATILDE. (Recapacitando.) Disculpame, pero pensé que había abusado de tu hermana no de vos. JOSEPE. No. Le pasó a Loen.