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Stenger Los métodos de la exégesis bíblica

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BIBLIOTECA DE TEOLOGÍA
WERNER STENGER
PANORAMA ACfUAL DEL PENSAM1Etfi'O CRISTIANO
14
LOS MÉTODOS
DE LA EXÉGESIS BÍBLICA
PoT WERNER STENGER
BARCELONA
LOS MÉTODOS
DELA
EXÉGESIS BÍBLICA
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
EDITORIAL HERDER
1990
1990
Ve,.,Lón
c·a>tdbn<~ de O.l'<STANTI'O RL'lZ·ÜA!<RlDO. de 1~
WIR~E~ STI"GEIL Brb/.,tht .'lüt/tode~/drrc.
Patmos V~rlag. D~"cldmf I<JR7
hiPRI'-!~5E": Bmc·elun~ 15
JALMF TRASr:RR~.
obra de
de nmieml>re de 1Y89
\'tCOI'lO gen-eral
A la memoria df'
Heinrich Kaillefdd
J9()J.J98Q
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inlormRIJN ~ la transnHSJón en c!Calq111er fnrmd u rn~Q,.,_ electrónJco.
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B~r~elona
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indice
O.
0.1.
0.2.
03.
0.4.
05.
0.6.
0.7.
Preámb wlo hermrnéu!ico
Equiparación metodológica de to<los Jos textos.
El arte del buen leer
Distanciarse del texto con ayuda de los métodos
La forma, el origen y la eficacia de los textos en
cuanto objeto de los métodos.
Exégesis histórico-crítica y métodos estructurales.
sociológieos y psicológ,ico~
Pluralidad de método~ particulares
La problemática «teológica~ del método históricocrítico.
13
13
14
15
16
11
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l.
Fu..odamentos t-eóriros
23
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25
25
27
27
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El prob/erm~ del texto ungfnal
Métodos de la criti-ca textual
Letras pequeña~. grandes efectos.
Las cláusulas de Santiago o el decálogo abreviado
¿Padre carnal de Jesús o de~po~ado <:on María?
¿Con intención o por des.cuido?
La práctica
2
El problemQ de la rraducci.ón
40
3.
Los métodos exegéticc.1 .
Texto, coherencia, estructura, significado y función.
47
1.1.
1.2.
1.2. ¡_
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3.3.4.
3.4.
3.4.1.
3.4.2
3.4.3
3.4.4.
3.4.5.
3.5.
¿Ouée~unt.exto?
«CL>herent.e y estructurada>'
«Que se hall.a, al menos relativamente, terminada
en sí y que 5e propone un <efecto determinado» .
Resumen .
Sincronía y diacronía.
Método ~innónico: crítica de las forma~
Texto, te~t<> parcial, parte deltcx:to
Prep;nación de la segmentación de un texto
Segmentanón del te;~;to
Descripc1ón de la e~tructura
Método> diacrónicos
Crit1ca htcraria
Crít1ca de las tradiciones y crítica de las fuentes
Crít1ca de la redaoción y crítica de la composidón
Crít1ca de los «lugares comunes~ (wpoi) de la tra·
dición.
Crítica de IQ-<; gé-nero~
Transición a La parte de ejemplo>,
47
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51
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2.
2.1.
2.2.
2.3.
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57
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3.1.
3.2.
3.3.
3.4.
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3.4.2.
35.
3.6.
3.7.
3.8.
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1.4 2.
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1.5
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1.6.3
Parte práctiea.
111
4.
La wc<lnÓ!I de l.fvl _v/a comida con los publicanos:
Me- 2.13-17; MI(), 9-13; Le 5,27-32
Observación preliminar y dcslirrde dd texto
Texto
Crítica de la:. forma>
M.acroe~truuuw
Microestructura
Crínca liler<-1ria
Congruencia
lncon_gruenda
Juicio crírico-lit-er~rio
Crítica de las tr<ldiciones y de la re-dacción
Crí1ic.a de IQ-<; género>.
Estilo y dcnominadón del gém;ro
Hi1toria de los géneros
Situación vital)" si1Uaci..Sn literaria
1\3
1\3
114
114
114
114
116
116
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120
123
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126
130
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4.1 _4_
4.1.5.
4.1.6.
4.1.7.
4.2.
4.2.1.
4.2.2.
4.2.3.
4.2.4.
4.2.5.
informe sobre J¡j in.sti!udón de un. profna .en su minis!erio:l:.40,1·8
Observación prelimimu y deslinde del texto
Texto.
Crítica de las formas
Macroes tructura
Microestructura
Critica literaria.
C'Iftica del género
Arrancar rspigll!; m sábado: Me 2,23-28; Mt12,1-8;
Lcó,J-5.
Observación preliminar y deslinde del texto
Sinopsis delte)(tO.
Crítica de las formas
Crítica literaria
Congruen-cia
Incongruencia
Crflica de las tradiciones
Critica del género.
Crflica de la redacción y de la composición .
Crítica de las fonnas y de la redacción de la veni6n
de Mateo .
La tempestad eil .el mar,- Me· 4,35-41. Mr 8.18-27:
Lc8,22-25
La versión de Marco~.
Observaciórt pre-liminar y deslinde del texto
Texto.
Crítica de las formas
Crítica literaria .
Crítica de las tradiciones
Crítica del género.
Crítica de la redacción y críti-ca ck la composic-ión
La versión de Mateo
Obs-ervación prcliminu 'obre crítica de las fuenies
y deslinde dcltexto .
Per.;.pectl'ra sinópti-ca
Critica de las fonna' y comparación sinóptica
Crítica de la Tedacción y comparación sinóptiCa
Crítica de la u>mpo~icaín
133
133
135
135
135
135
140
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146
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147
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149
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161
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173
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El centurión tU! Ca{arnllúm o la o:wación del hijo del
real: Mt8,5-13; Le 7,1-10; In 4,4fk-54 ,
La ven.ión de l-os Sinópticos
Observación preliminar de critica de las fuentes y
ftmciot~ario
:5.1.
S.l.L
5-.1.2.
S. U.
SJ.4.
5-.l.S.
5.L6,
5.2.
deslinde del te;o;to.
Sinopsis del texto .
Crítica de hu f(lrmas
Comparación sinóptica .
Crítica de hu fuentes y de la redacción
Critica de los géneros . . .
La versión del Evangelio de Juan ..
5:2.1.
5.2.2.
5.2.3.
5.2.4.
5.2.5.
5.2.6.
5.2.7.
Observación prelimina.r y deslinde -del texto
6.
6.1.
6.2.
6.3.
6.3.1.
6.3.2..
6.3.3.
6.4.
Un salmo del Antiguo Testamel'lro: 5!1123.
Observación preliminar
Texto ..
Crítica de las formas
Macroestructura
Micro-estructura
El carácter espacial del texto .
Critica literaria (cr!tica -de las tradiciones y de la redaoción}
Crítica de los géneros.
Género.
Situación \ita!
Crítica e historia -de ~Jugare~ comunes.. de la tradictón.
La fórmula tradicional: ..¡Tú est<h conmigo~,.
La imag.en tradicional del «templo como casa,. .
Resumen
6.5.
6.5.1.
6.5.2..
6.6.
6.6.1.
6.6.2.
6.6.3.
7.
7. t.
7.2.
10
Texto.
Cn11ca de las formas
Crítica literaria .
Crítica de ]as tradicion~ y de
Crítica rle los géneros .
Critica de la redacción
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fuentes .
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241
245
248
U~ oCili'IW
de amor del Antiguo Tesro.mento,·
Clliif4,1-7
Observación preliminar y deslinde del texto
Texto ..
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8.1.2.
8.1.3.
8.1.4.
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8.3.
8.4.
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9.3.1.
9.3.2.
11.3.3.
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9.6.1.
9.6.2.
10.
10.1.
10.2.
W.3.
Critica de las formas
Critica literaria .
Crítica del género.
251
256
257
Dos himlws a Crisro m el Nutvo TeslamenW:
FJp 2,6-11; 1 Tim 3,16.
El himno de Filipenses .
Deslinde del texto
Texto.
Critica de l.a:o; forma;; y crítica. literaria (Crl~i~ -d~ ;~
tradiciones).
Critka de la redacción
El himno a Cristo de la primera carta a Timoteo
Deslinde del texto
Texto.
Cr[tica de la~ forma~
Critic-a literaria y de la redacción .
Critica de los géneros de Flp 2,6-11 y ITim 3,16
Critica de los «lugares comunes,. de la tradición que
hablan de la preexistencia . . . . . . . . . . . .
El árbol genelll6gico de Jnús segUn Mo1eo:
Mr 1,1-25.
Obse,.,...ación p~liminar y deslinde del texto
Texto.
Crítica de las formas
Macroestructura
Microestructura
Partitura del te:o;to
Crítica de la redacdón y de la composición .
Crítica literarill, de las tradiciones y de la redacción
Crítica de IO'l «lu.!l.ares comunes• de la tradición
Generación por obra de! Espíritu y nacimiento virgio•l
Hijo de David e Hijo de Dios.
258
200
260
261
261
264
266
266
267
267
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284
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285
285
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293
294
293
295
297
Los Jextos imciales dd -sermón de la momafia,. y del
~discurse del llano•: Mr5,3-12; Le 6, 2()-26 .
Observación preliminar y des.Jinde de !os texto:s
Sinopsis de los textos .
Cdti..:a de las fonnas
302
302
303
305
11
10.3.1
lO.:U.
10.4.
10.4.3.
10.4.4.
JI.
11.1.
11.2.
11.3.
tl.3.1.
11.3.2.
Estructura de Mt 5.3-12
E~trucnua de Le 6,20-26 .. · · · · · · · · ·
· · ·
Crítica literaria, de las tradiciones (de las fuente;) Y
de la redacci-ón .
Comparación ~inóptica · · · · · · · · · · · ·
Cons.ecuencias para la crítica de la~ fuentes Y de la
redacción.
Reconstrucción en la óptic¡¡ de la crítica de las tradidorres.
Verificando la prueba: de Jesús
3
lu redacciones ft.
rra\es
La cart« de Pablo a Fi/embn
OhseJ"Vación preliminar
Texto.
Critica de las formas y de los géneros .
Macroestrnctura
Microcstructnru
Observaciones a-dicionales y referencias bib-liográfica~
Epí1ogo.
12
305
308
310
O. Preámbulo hermenéutico
310
311
314
315
330
330
331
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333
347
357
0.1. Equipar-ación metodológica de todos los textos
Comenzaremos ei presente libro cuestionando inmediatamente su mismo título. Pues, en realidad, no existe
una «metodología» específi-camente -<<bíblica». Por lo
menos, no existe en el sentido de que la Biblia fuera un
libro que debiera leerse de manera distinta y que debiera interpretarse según métodos distintos de como se leen
e interpretan los innumerables libros que constituyen la
ingente biblioteca de la humanidad. En efecto, la exégesis bíblica seria, y que deba tomarse en serio desde la
vertiente moderna de la historia de la<; ideas, depende
esencialmente del principio de que la Biblia se halla en
condiciones de igualdad metodológica con todos !m demás libros. Johann Jakob Wettstcín (1693-1754), quien,
como veremos en seguida en el capítulo 1, es para nosotros uno de Jos iniciadores de la moderna crítica textual, asentó este principio en un apéndice a su edición
deJ Nuevo Teslamento griego, formulándolo oon las siguiet1tes palabras: -«Así como hemos de leer con los mismos ojos los libros sagrados y las leyes dictadas por los
príncipes y todos los libros antiguos y modernos, así
también en la interpretación de aquellos libros (sagra13
dos) hemos de aplicar las mismas regla-s de que no-s servirnos para la comprensión de estos últimos»- 1 • La exégesis es una disciplina teológica, pero no por su método
sino por su objeto. Aunque el teólogo, como creyente,
reconozca que para él los libros de la Biblia tienen mayor autoridad que los demás libros, esa decisión de fe no
debe oonducir a que, en la interpretación, se dé a los
textos bíblicos un enfoque metodológico que sea fundamentalmente distinto del que se da a otros documentos
escritos del pasado y del presente.
O.Z. El arte del buen leer
En su obra El Anticristo, señala Friedrich Nietzsche
el peligro en que se hallan los teólogos de reclamar Jos
priviiegios en cuestión para su interpretación de la Biblia. Hace la siguiente observación: -«Otro distintivo del
teólogo es su incapacidad para la filología. Se entenderá
aquí por mología, en sentido general, el arte del buen
leer: del saber Leer los hechos sin falsearlos con interpretaciones, sin dejarse llevar del ansia de comprensión, sin
perder la circunspección, la pa-ciencia, la sutileza. La
filolog.ia como e-phexi.s [es decir, refrenándose] en la interpretación: ya se trate de libros, de noticias de un periódico, de avatares o de una información meteorológica
-por no hablar de la "'salvación del alma" ... La manera
en que un teólogo, independientemente de que trabaje
en Berlín o en Roma, interpreta una "palabra de la Escritura" o una experiencia ... es siempre tan atrevida que
un filólogo, al escucharla, se sube por las paredes»- 2 .
Las observaciones de Nietzsche niegan con razón la
legitimidad de un a-cceso teológico especial a la Sagrada
Escritura y equivalen en último término a la crítica, muchas veces justificada, que se hace a los teólogos, a saber, que se cuentan entre aquellos malos lectores que en
el texto descubren únicamente lo que ya se sabian de
antemano. Por decirlo así: en los escritos sagrados escuchan sólo el eoo de lo lJUe ellos han gritado a las montañas. Si el teólogo quiere evitar terminar encontrándose
únícamente a sí mismo en la Escritura, tiene que hacerse
filólogo en el sentido en que lo entiende Nietzsche; es
decir, debe ejercitarse, con «circunspección, paciencia y
sutileza»-, en el «arte del buen leer»-.
Como condición previa, ha de sacar a los textos sagrados de su aparente familiaridad y llevarlos a una extrañeza que permita escuchar la voz de la Biblia y no
siempre y únicamente su propia voz. Tan sólo la distancia entre el lector y el texto permite que, en la lectura, se
desconecten las proyecciones de sentido determinadas
por las propias ideas y deseos, y que se afine el oído para
escuchar la voz, frecuentemente extraña, del texto.
0.3. Distan-ciarse del texto con ayuda de los métodos
I.,o;s métodos son instrumentos para este distanciamiento. Se interponen como red de coordenadas entre el lector y el texto que sirven para la observación y la
descripción, e impiden la asimilación inmediata del texto _por el lector. Esto resultará quizás dolomso para
Quien se acerque a la Biblia con la esperanza de que el
1 U. W•n:11~1n, [}Hr ,¡,. A"'leg""g .h!s N~wn /"''""'"""''· en: No•""' Ttsoa~t~tniUm
11. ArmLudam 1751-1752. ~75
Gr~"""'
14
15
libro sagrado vaya a hablarle inmediatamente. Considerará los método-s como estorbos molestos que se interponen entre él y el fin pretendido: llegar a entenderse
directamente con la palabra de Dios. Sin embargo, la
idea de un encuentro inmediato entre el texto bíblico y
el lector es inservible para el trato cotidiano con la Biblia, especialmente para la cotidianidad de un trato justificado científicamente y significativo desde el punto de
vista de una inteUgencia intersubjetiva con la palabra de
Dios. El deseado contacto dire-cto entre el texto y el
lector quizás se conceda de vez en cuando a la le-ctura
ingenua, de forma que el texto --ex-cepcionalmentetenga todavía algo que decir por sí mismo. Pero, en cas.o
nonnal, los métodos distanciantes s.on !os únicos que
preservan al texto de ser violado por una inteligencia del
mismo que, casi siempre sin ver el proceso, redescubre
únicamente en el texto las propias ideas favoritas; por
este motivo los métodos, como también sabía Nietzsche,
son lo que «durante más largo tiempo tiene en contra
suya las costumbres e
La fol"ma, el origen y la eficada de los textos en
cuanto objeto de los métodos
En las diversas ciencias que se o-cupa.n de la interpre-
tación de textos, esos métodos llevan nombres diferentes. Además, en su impronta concreta dkhos métodos
están acomodados instrumentalmente a la ~ndolc de lo-s
textos de que se trate. Por lo demás. de ahi se deriva la
relativa justificación del titulo de nuestra obra. Pues se
entiende obviamente que, para la interpretación de la
:¡ lbíd.
16
B~bli~, que en algunos de sus textos tiene antigüedad de
m1lemos y que, lingüística y conceptualmente, procede
de un mundo enteramente distinto, hacen falta determinados conocimientos y habilidades especiales. Ahora.
bien, s.i ~os situamos en un plano fundamental, y a pesar
de los diferentes nombres e improntas que lleven en las
diversas dencias que se ocupan de la interpretación de
textos, los métodos de dicha interpretación se definen
en términos muy generales por tres aspectos básicos.
Así, determinados métodos tratan de describir ~a forma
lingüfstic.:a de los textos y sus estructuras subyacentes.
Otms métodos se preguntan acerca del sentido original
del texto, acerca de las condiciones en que se originó y
acerca de sus primeros destinatarios. Finalmente, hay
métodos que investigan las más diversas recepciones que
un texto ha experimentado o sigue experimentando en
el transcurso de su eficacia histórica. Si, en lo que respe-cta a la Biblia, esto último se considera tarea de todas
l~s disciplinas teológicas, incluso de las disciplinas prácbcas, tendremos que entender que la exégesis bíblica
está obligada de manera especial a la des-cripción de la
forma lingüística y a la investigación de las condiciones
en que se originó la Biblia. Por consiguiente, persigue
ante todo un fin ~(filológiCO>> y, al mismo tiempo, un fin
«_hist.óri_c~.,, y por esta doble tarea se denomina «exégeSLs histonco-critica>>.
0.5. Exégesis bistórico-nítica y métodos estructlll'ales,
sociológicos y psicológicos
La exégesis histórico-crftica así entendida comprende también aspectos metódicos que hoy día reciben algunas veces carácter absoluto y son presentados como
17
aparentes alternativas a dicha exégesis. Así que, por un
lado, pueden adoptarse planteamientos metódicos es~
tructurales, derivados. de la semiótica y de la lingüística y
que sirven perfectamente para dar mayor precisión y
para corrección y ampliación del instrumental filológico,
y puede intentarse integrarlos, como aquí se hace, en
dicho instrumentaL Por otm lado, el aspecto «histórico»
del método histórico--critico hace posible también integrar métodos sociológioo-s y/o psicológicos en el inventario de procedimientos de la «razón histórica». En el
futuro, estos últimos determinarán más intensamente
que hasta ahora la imagen exterior del método. Pero, en
el fondo, están ya comprendidos en la norma que dio
Johann Jakob Wettstein para añadir a la exégesis «filológica»- la exégesis «histórica» de los libros dd Nuevo
Testamento. La formula así el mencionado autor: «Ponte en la persona de aquellos a quienes los apóstoles
dieron por primera vez a leer esos libros. Trasládate en
espírjtu a la época y a las regíones en que se leyeron por
primera vez. Procura conocer lo más posible las costumbres, usanzas, hábitos, opiniones, ideas tradicionales,
proverbios, lenguaje figurado, expresiones cotidianas de
aquellos hombres, y la forma en que ellos tratan de convencer a otros o de fundamentar la fe»4 •
Ciertamente, la paleta del método histórico-critico
se enriquece ron estos aspectos metódicos, ganando posibilidades, y los resultados que con ellos se obtienen
adquieren mayor p-recisión y posibilidad de verificación
intersubjetiva. Podemos afinnar incluso que la genuina
sistemática del método histórico-crítico se manifiesta
precisamente al añadírsele las ideas procedentes de la
lingüística, de suerte que, a diferencia de lo que ocurría
4 J.J, Wetmeio, 1.<-
antes, se llega a hacer conecciones fundamentales incluso en la aplicación regular del método-. Sin embargo,
todo eso no implica un cambio de paradigmas científicos. El paradigma fundamental del método históricocritico demuestra ser capaz de abarcar como elementos
integrales los méto-dos particulares que se han desarroUado o que han surgido nuevos.
0.6. Pluralidad de métodos particulares
En el caso de la exégesis bíblica, los métodos parecen segmentarse en multitud de métodos particulares,
de forma posiblemente confusa para el principiante; e-sta
confusión se hace: aún mayor por el hecho de que, a
pesar de las reflexiones de los últimos veinte años, no se
ha Uegado todavía a un deslinde definidor y a una denominación uniforme de los métodos. Por eso, haremos
bien en tener presente la división fundamental del instrumental exegético en métodos que describen la forma
lingüistica de los textos (métodos «filológicos»-) y métodos que investigan las condiciones en que se originaron los textos (métodos «históricos»). Con la aceptación de la terminología lingüística, que capta todavía
más precisamente lo que queremos decir aquí («sincronía -diacronía»), las explicaciones que vamos a dar a
continuación, en una primera parte teórica, toman como
punto de partida esta diferenciación sencilla, pero
además intentan describir, mediante una dilucidación
definidora y una fijación terminológica, los múltiples
pasos metódicos y el lugar adecuado de cada uno de
ellos en un sistema de métodos, para que se perciba no
sólo su coordinación recíproca sino también sus correspondientes funciones especificas. En una extensa parte
19
dedicada a los ejempl-os, se ejercitarán luego los diversos métodos, aplicándolos a textos e-scogidos. En todo
este proceso, una sección «filológica», orientada a la
forma lingüística del texto, precederá siempre a una parte «hi-stórica>>, que reconstruya las condiciones en que -se
originó el texto y el sentido original del mismo.
o. 7. La problemática
histórico-crltioo
..:teológica~
del método
Más intensamente que en la parte teórica, el lector se
hará consciente, al .estudiar la parte dedicada a los ejemplos, del efecto distanciador de los métodos históricocriti:cos. Es verdad que los resultados pudieran hacerle
ver claramente que la aplicación de los métodos no es un
juego divertido, sino el camino penoso y necesario que
conduce a la comprensión de un mundo que no es sencillamente el espejo de su propio mundo. Ahora bien, la
distancia histórica, de la que se adquiere conciencia por
medio de los métodos, y que libera a los textos de la
arbitrariedad del lector y les permite hablar con su propia voz, puede, en determinadas circunstancias, privar a
esos mismos textos de la posibilidad de ser importantes
para el lector de hoy. Convertidos en objeto"S del pasado, estos textos hablan ya únicamente a ese pasado y
enmudeciendo ante las cuestiones de hoy día.
En los tiempos iniciales del método histórico-crítico,
se podía tener la idea optimista de que la comprensión
«filológica» de la fonna lingUística de un texto y la integración -:<histórica)) del mismo en la situación en que se
originó, irían seguidas inmediatamente y casi de manera
espontánea por la solución de la cuestión «teológica»
sobre lo que el texto tenía que decirnos hoy. Así pensa-
20
ba, desde luego, Johann Salom-o Semler (1725-1791),
uno de los padres de la exégesis histórico-critica, quien
nos dice: ..:Brevemente, lo más importante en la habilidad hermenéutica consiste en que uno no sólo puede
conocer con mucha certeza y precisión lo~ usos lingüísticos de la BiOlia, sino también discernir y representarse
adecuadamente las circunstancias históricas de una locución bíblica; y entonces se está ya en condiciones de
hablar actualmente de esm temas en la forma exigida por
el cambio de fos tiempos y por las circunstancias humanas distintas que hay a nuestro alrededm·, 5 •
Sin emOargo, e~te op!imismo del «descubridor» pasa
por alto la problemática que no se origina, pero si se
pone de manifiesto, mediante la aplicación de un método que tiene por objeto distanciar el texto para captar
con autenticidad lo que él quiere decirnos. Pues, gracias
a ese método, el texto se convierte en interlocutor,
apareoee ahora como alguien que habla con voz propia,
porque el lector histórico-crítico no le ordena ya lo que
debe decir. Ahora Oicn, una consecuencia no pretendida, pero inevitable, de todo ello es que la palabra del
texto se hai.la ordenada hasta tal punto u la diferente
situación del momento de su aparición, que dicho texto
parecerá que, en muchos casos. se despide del lector de
hoy y no puede ser ya interlocutor en un diálogo con él.
Albert Schweitzer (1875-1965), refiriéndose a la investigación acerca de la vida de Jesús, caracterizó así
clásicamente el dilema que esto encierra: «Es curioso lo
que le ha pasado a la investigación acerca de la vida de
Jesús. Salió en busca del Jesús histórico y creyó que
5 J S '"'mlc<. Vorbt-r€""~);( ""' rilcoloRr.>ch~~ H~""'"'~"t. '"' ""'¡¡~,..~ 8€J•lrb,.~g d<S
,_.¡,, ÁII<WM ~•f d'- T~~mg¡uJ.r Vm~<rd'!/U"JJ der
.'\poedf¡ps~. Halle 17r.l. 162
fl~wes ""f!;<~~od.,r Gott~sg~l~riFr
21
podía transportarlo a nuestra época, tal como él es, como maestro y salvador. Esa investigación soltó las
ataduras con las que Jesús había estado encadenado desde hada siglos a la peña de la doctrina de la Iglesia, y se
regocijó cuando esa figura cobró de nuevo vida y movimiento, y vio venir de nuevo hacia sí al hombre histórico Jesús. Pero Jesús no se detuvo sino que pasó de
largo por nuestro tiempo y regresó de nuevo al suyo ...
con la misma necesidad con que el péndulo, una vez
liberado, vuelve a su posición original» 6 .
Ciertamente, no puede ser tarea de una «metodología bíblica» resolver el problema de cómo hay que
pasar a través de lo histórico de Los textos bíblicos para
dar el salto cualitativo hacia los enunciados teológicos
que son de importancia hoy día. Contra esta dura nuez,
mella sus dientes constantemente la exégesis, no sólo al
hacer «teología bíblica», sino también en las reflexiones,
investigaciones y proyecciones de sus disciplinas históricas, sistemáticas y prácticas, si proceden honradamente, y en el fondo lo hará también toda la teología7 . Una
«metodología bíblica» cumplirá con su obligación cuando, además de exponer y ejercitar en \os métodos, llame
la atención sobre los límites del pensamiento históricocrítico, más allá de los cuales comienza propiamente la
ocupación teológica. Sin embargo, esta ocupación teológica no debe saltarse la labor preliminar de la exégesis
histórico-crítica, si. es que el discurso teológico no quiere
alzar sus pies del suelo de lo real en una ascensión pneumática a Jos cielos.
6 A Scllweiotz.er. V"n R""''""' z~ W.....,.., f...., G"c/tichJ< ,Jz, Ubt:•-Ütu·F<>»ch<mg,
Tut>;nga !\liJó,
JW,
7. Véa>e W. S!engor, r•~' <><kr Gaclliclut: ah Wllhrll•i"'""""'- OJo osl d~r Eu,n
llwWJgt:?, en: K K<>chl!c (dir-}, G•~• '"'"' dL• AbsoJut•n. f'~j/ruophiKh·l!trol.or,.;M Dis-
k~UU
22
rur
ChnswioN•~. Gilt~r..oh
1111!4, 163-169'.
1
Fundamentos teóricos
1. El problema del texto original
1.1. Métodos de la -crítica textual
Cuando Icemos la Biblia, no leemos el texto original,
sino traducciones del texto bíbli-co hebreo -dentro del
cual se conservan algunas partes -en arameo--y del texto
bíbli-co griego 1•
Pero aun el que pueda leer la Biblia en griego y en
hebreo, no dispondrá del texto original, sino de una tentativa de aproximación al mismo: de una tentativa con
fundamento científico. No poseemos el texto original.
Tenemos únicamente copias y copias de copias, etc., lo
que se lla dado erJ llamar los manuscritos. En el m Lindo
antiguo, la tarea de copiar era propia de esclavos o de
copistas profesionales que trabajaban a sueldo. En la
edad media, era tarea de monjes. Era una lahor penosa.
Lo sahcmos muy bien por los suspiros que dabarJ los
copistas. y de los que a veces queda constancia en anotaciones marginales: <<El trabajo de e"SCribir encorva la espalda, hace que las costillas se claven en el estómago y
origina un agotamiento físico general», así se quejaba
1 E••• ola m que, ~" "''' Met,xl<>l<>gía pensam<>< tamh•én en d c-reciente númew de los
\l>uario> p10-bionabd< lo Bobl·a~ue,"n <~)min•riO>Ic~gu>< hilllio-a,, <r'"" <1< .ld<>plar una
&cl"".:l '~'l"'""'~k frenl< "1 lo•t~ bfbhco_
25
uno de esos copistas. Y otro da un suspiro de alivio:
«Así como los que viajan se alegran de divisar a lo lejos
su patria, asi les ocurre también, al llegar al final de un
libro, a los que se han fatigado copiándolo» 2 •
A pesar de esas fatigas, y precisamente por ellas, se
deslízan errores al copiar. Errar es humano. Lo peor es
cuando el copista introduce cambios intencionadamente. Es verdad que las copias eran examinadas aten~
tamente por correctores especializados. A pesar de todo, únicamente en la transmisión manuscrita del Nuevo
Testamento encontramos unos 250 000 lugares en que
los mamtscritos difieren entre s.í; es decir, hallamos lo
que se llaman variantes textuales. El método de la critica
textual intenta dilucidar cuál de esaJ variantes textutlles se
hallaba en el texto original. Como método científico que
es, no puede decidir arbitrariamente, sino que ha de
aducir razones y criterios para la elección de una variante. Tan sólo basándose en razones puede el método afirmar que la variante del manuscrito X se halla más cerca
del texto original que la variante del manuscrito Y. Tales
criterios pueden ser, por ejemplo: el número y an·
tigii.edad de los manuscritos, o la dífusión geográfica de
la variante. Cuanto más antiguo sea un manuscrito,
cuanto mayor sea el número de manuscritos que atestigüen la misma variante (así suele argumentarse por lo
general), tanto más probable es que nos hallemos ante el
texto original. Por ejemplo, una variante que se halle en
manuscritos procedentes de Egipto, África del Norte,
Asia Menor y las Galias debe preferirse a otra que esté
2. Los-ejemplo!; e"~" tom3<1o<de u~ libro de le<"tu"' fl.cil· B M Metzg:n. T1>t:!Utof Jht
<"""''ri""""d ,..,."'"""'"· Nucya Ywk-Loodre• 1'.164. Otra
nbra imponan!e sobre <'libcal t0111ual es· K. y B. A!And, ll<• Ttto.k l•i<=n T-.r..,...>llr. E,..
Now Tommem. /.1>
,.....,.,..¡,..
Ellt/Wirtmg '" d..- ovw"==hoft/ich.t" Aus~ "'""" in T11wn" ..,.¡ hrais W ....,;,,..,
T<Jt:oknlik. Souotprt 1982.
26
atestiguada únicamente en un manuscrito procedente
-pongamos por caso- de las Galias.
Ahora bien, la critica textual no sólo cuenta mecánicamente la antigüedad y el número de manuscritos y Ja
distribución geográfica de las variantes. Además de las
razones externas, se ponderan también otras razones
que penetran en el interior del texto, es decir, que tienen
en cuenta su significación.
1.2. Letras pequeñas, grandes efectos
Lo explicaremos por medio de tres ejemplos:
1.2.1. Las cláusulas de Santillgo o el decálogo
abreviado
Cuando leemos el relato de los He~;:hos de los apóstoles sobre lo que se ha dado en llamar el concilio de
Jerusalén (Act 15), en el que se trató de una cuestión
muy discutida entonces y muy importante para el futuro
del cristianismo como religión universal que se diferenciaba del judaísmo -a saber, la cuestión de si los gentiles, al ser admitidos en la comunidad cristiana, debían o
no circuncidarse a la manera judía-, encontramos lo
que se ha dado en llamar las cláusulas de Santiago: éste,
hermano del Señor, aconseja a la asamblea que no imponga a los gentiles que se convierten la obligación de
circuncid.arse. Sin embargo,los gentiles deben abstenerse «de lo sacrificado a l-os ídolos y de la sangre y de los
(animales) estrangulad-os y de la fornicación» (Act
15,29; variante X).
Lucas, autor de los Hechos de los apóstoles, men27
ciona estas directrices a fin de estimular a los antiguos
paganos a que tuvieran consjderación con sus compañeros en la fe procedentes del judaísmo, y renunciaran a
ciertas cosas par-a no hacer imposible la convivencia en
una misma comunidad. Entre las cosas que repugnaban
a un antiguo judío por su socialización rchgiosa y cultural, y que ahora tenían que causar una impresión de falta
de piedad y de escándalo religioso, había que contar:
comer ca me de los animales sacrificados a los ídolos («lo
sacrificado a los idolos») y de los animales no sacrificados ritualmente («la sangre» y «los estrangulados») y
abstenerse de contraer matrimo-nio en un g_rado de parentesco no aceptado por los judíos («fornicación»). En
una comunidad cristiana compuesta por antiguos judíos
y antiguos paganos, estas normas tenían el sentido de
hacer posible la comensalía (eucarística) entre judeacristianos y paganocristianos, de forma que los antiguos
judíos no siutieran repugnancia ni se escandalizaran.
En un mauuscrito del sig~o VI (códice D), procedente
del Occidente romano, las cláusulas de Santiago tienen
una redacción distinta. Según ella, Santiago exige que
los pagano-s que quieran hacerse cristianos se abstengan
«de lo sacrificado a los ídolos y de la sangre y de la
fornicación, y que lo que no quieran que les hagan a
ellos, no lo bagan tampoco a los demás» (variante Y).
Por un lado, esta variante Y uos dice más cosas y,
por otro lado, nos dice menos cosas que la variante X
citada anteriormente. Omite lo de «(animales) estrangulados», pero aiiade la «regla de oro», fórmula clásica del precepto del amor al prójimo («lo que no
quieran ... », véase Mt 7,12}.
El experto en crítica textual debe resolver la cuestión
de cuál de las dos variantes -X o Y-es la original. Se
pueden aducir los siguien1cs criterios externos:
28
- La mayoría de los mauuscritos ofrece la variante X.
- Por el contrario, el códice D es el úuico testimonio en favor de la variante Y.
-En favor de la variante X hay muchos manuscritos
antiguos.
-Por el contrario, la variaute Y aparece sólo en el
códice D, que es relativamente reciente. En efecto, data
del siglo VI de nuestra era, mientras que los papiros más
antiguos que poseemos datan del siglo u.
- El códice D se difundió únicamente por el Occidente de la Iglesia; en cambio, la variante X aparece
en manuscritos procedentes de las regiones más dive-rsas.
Además de estos criterios externos, el experto en critica textual puede basarse en criterios in temas. En efecto, por medio de la omisión y de la adición ha quedado
modificado el sentido del conjunto. El copista introdujo
el cambio premeditadamente. Como vemos especialmente por la adición del precepto del amor al prójimo
en la forma de la «regla de oro», en la variante Y no se
trata ya de normas que hagan posible la convivencia
entre antiguos judíos y paganos en una sola comunidad
cristiana, sino de preceptos morales: «Lo sacrificado a
los ídolos» uo significa ya la prohibición de comer carne
de las vf.ctimas ofrecidas en los sacrificios paganos, sino
la prohibición de dar culto a los dioses paganos. Lo de la
«fornicación» no apunta ya a que los antiguos paganos
se abstengan de los matrimonios entre parientes demasiado cercanos a juicio de los judíos, sino que prohíbe
cometer adulterio. La «Sangre>> significa ahora la prohibición de cometer homicidio y no ya la exigencia rle no
comer carne rle animales que hablan muerto ahogados y
que no habían sido debidamente desangrados. Como el
29
concepto de «estrangulados» no se compagina ya con
este nuevo significado, eJ copista lo suprimió sin más, y
pudo así recordar los mandamientos más importantes
del decálogo, a saber, la prohibición del culto idolátrico,
del adulterio y del homicidio, convirtiendo de esta manera en preceptos morales lo que antes habían sido normas de consideración y respeto mutuo.
Finalmente, el experto en critico text!Ull acudirá también a la historia del texto y comprobará que la -segunda
forma textual muestra la situación histórica de una Iglesia que ya no tiene el problema de la convivencia entre
antiguos judíos y antiguos paganos en una sola comunidad cristiana, sino que se halla en una situación misionera en un entorn-o pagano en que debe recalcar la étka
cristiana con sus exigencias fundamentales del decálogo
y del precepto del amor al prójimo. P-or tanto, la conclusión de la crítica textual será: «La variante X es la original.» Por eso, es la que leemos en nuestras traducciones
de la Biblia.
1.2.2. ¿Padre cornal de Jesús o desposado con María?
El segundo ejemplo lo tomamos de la tradición manuscrita del texto del Evangelio de Mateo. Lo mejor es
tomar como punto de partida Mt 1,16 tal corno se halla
traducido en la mayoría de las versiones, con arreglo al
texto que probablemente es el original: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que fue engendrado
Je.sús, que es llamado el Cristo.»
En cambio, en una antigua traducción siríaca encontramos la siguiente variante: «Jac-ob engendró a José.
José, con quien estaba desposada la virgen María, engendró a Jesús, que es llamado el Cristo.» En el aspecto
30
de crítica textual, apenas hay ningún problema. La traducción que aparece en la mayoría de las versiones vernáculas se basa en una variante que, habida cuenta de la
antigüedad y calidad, número y distribución geográfica
de los manuscritos que la apoyan, merece ser preferida
absolutamente a la segunda variante, que sólo cuenta en
su fav-or con un manuscrito, aunque relativamente anti·
guo.
Además de estas razones externas, hay también razones internas que hablan en favor de la mayor originalidad de la variante citada en primer lugar. En ella aparece José como eJ «esposo» de Maria. En cambio, la segunda variante nos presenta a Maria como «desposada»
con José, y esto pudiera ser una asimilación al contexto
efe<:tuada por el copista, ya que en el v. 18 se dice:
~Como su madre Maria estaba desposadLl con José ... »
Seguramente se trata también de una asimilarión al contexto cuando la variante denomina expresamente a
Maria «virgen», pues con esta adición el copista o el
traductor al siriaco pensaba probablemente en que unos
versículos más adelante se dice: «He aquí que la virgen
concebirá en su seno ... » (Mt 1,23).
Cuand-o la variante hace de José el padre ctJrnal de
Jesús («losé ... engendró a Jesús, que es llamado el Cristo»), este hecho puede entenderse en criti-ca textual de
dos maneras. Una de ellas es que sea la «imitación mecánica del patrón anterior que se usa en la genealogía»3 :
~Puesto que cada nombre que aparece en la genealogía,
hasta llegar a José, está escrito dos veces sucesivamente,
pudo ocurrir que el copista (de la traducción siriaca)
hubiera seguido inadvertidamente el patrón estereotipa3. S.M. Met:tg<>, 11 ~•hoa.l com~ttk><"J o" thr Grnl Nno r.,,.....,.~l. Lon<lre'"N""'""
Yort 1971. 7
3!
do, y así, después de cometer ya en el v. 16 el error
inicial de repetir la palabra José, siguió ya el modelo
produciendo la mencionada variante»4 • Hay también
otra explicaclón, basada en la historia del texto, es decir,
en el cambio de situaciones y condiciones que influyeron
en el origen de las diferentes copias. La razón para
eliminar el giro pasivo «de la que fue engendrado Jesús»
y sustituirlo por el de la paternidad camal de José, habría que buscada en el terreno de las decisiones dogmáticas ajenas al texto. Porque quien conscientemente hace de José el padre camal de Jesús da a conocer que la
idea del «nacimiento virginal» no forma parte de la confesión de fe, propiamente tal. Sabemos por la historia de
la teología que determinados sectores cristianos formulaban la fe en Jesús como el Cristo sin servirse de la idea
teológica del «nacimiento virginal». Desde el punto de
vista de las fórmulas de fe posteriores de la gran Iglesia,
esa formulación fue considerada como herética. El hecho de que precisamente una traducción siriaca muy
antigua (del siglo IV) borrara la idea del «nacimiento
virginal» de Jesús y lo sustituyera por la idea de una
paternidad camal de José, hace sospechar que la traducción se hallaba difundida en sectores nestorianos en una
época en que el tema del «nacimiento virginal» se había
convertido ya, por parte de la gran Iglesia, en criterio
discriminante para reconocer la ortodoxia. Pues sólo
cuando el tema llegó a constituirse en problema pudieron sentir algunos -cristianos la necesidad de modificar el
texto- del Nuevo Testamento para acentuar que no se
creía en el «nacimiento virginal» y que tal opinión se
apoyaba en la Biblia.
4. ltri<lem.
32
1.2.3. ¿Con intención o por descuido?
El tercer ejemplo nos lleva a la literatura epistolar
del Nuevo Testamento y amplía también la perspectiva
de la critica textulll incluyendo los aspectos de la historia
del texto. En 1 Tim 3,16 encontramos un breve himno a
Cristo. Suponemos que no procede del autor de La
seudónima carta primera a Timoteo, sino que es citado
por ella, como vemos por la fórmula de citación que
precede al himno y que le da coherencia con el contexto:
Fórmula de citación:
«Y sin lugar a dudas, grande es el misterio de la
religión.»
Himno a Cristo:
l. «Él ( = quien) fue manifestado en carne,
2.
justificado en espíritu,
3.
visto por ángeles,
4.
proclamado entre las naciones,
5.
creído en d mundo,
6.
ascendido en gloria.»
El himno, artísticamente construido en el original
griego, habla de la ena~rnación y exaltación de Jesús
(1.• y 2. • líneas) y de su manifestación en el cielo y en la
tierra (3.' y 4.' líneas), así como también de la aceptación terrena y celestial de esa manifestación (5." y 6.'
lineas). En la tradición textual lo único problemático es
!a primera palabra det himno. Lvs manuscritos ofrecen
tres variantes textuales:
l. «Él (en griego: OQ fue manifestado en carne.»
2. «Dios (en griego: E>C) fue manüestado en carne.»
3. «Lo cuo.l (en griego: O) fue manifes.tado en carne.»
Las razones externas, et nómero y antigüedad de los
manuscritos, así como su distribución geográfica, hablan
claramente en favor de la originalidad de la primera variante: «Él(= quien) fue manifestado en carne.»
También en virtud de las r.azon.e.s internas hay que
preferir esta variante, ya que se ve claramente que la
tercera variante («Lo cual fue manifestado en carne»)
fue introducida por el copista para en~azar fácilmente
con la fónnula de -citación que precede inmediatamente.
El pronombre relativo griego en género neutro (en castellano do cual») enlaz:a mu-y bien con el sustantivo
griego neutro -«el mis.terio (de la religión)», al que puede
tomar como antecedente. En cambio, en la primera variante, el pronombre relativo griego en género masculino, «él» ( = quien), enlaza muy duramente el comienzo
del himno con la fónnula de citación. Además, se explica más fácilmente que el proceso inverso el hecho de
que, en la historia de la obtención de copias, un «quien»
(«él») original -se haya convertido en un «Dio.s (fue manifestado en carne)», por corrección intencional o por
descuido de un copista. Dada la semejanza que hay en la
escritura _!!!anuscrita dei griego entre «quien» (OC) y
«Dios» (9q, es muy fácil imaginarse que un copista de
textos bíblicos, movido simp,emente por la costumbre,
hubiera confundido el pronombre relativo masculino
«quien» (en griego OC) con la abreviatura corriente
para escribir el nombre de «Dios» (9q, por la gran semejanza que hay entre ambas formas. Cabe también
imaginarse que la modificación se lliciera intencionadamente. Porque el pronombre relativo masculino «quien»
no permite ver claramente quién «fue manifestado en
carne». Así las cosas, la variante «Dios fue manifestado
en carne» puede entenderse como el intento de un copista por aclarar un lugar oscuro del texto y hacerlo más
comprensible. Sea por descuido o intencionadamente,
eso nada importa para que afirmemos decididamente:
34
las razones externas y las internas hablan en favor de la
primera variante («Él {quien] fue manifestado en carne»), y nos hacen ver que ése es el texto original. Hasta
aquí la critica textual.
Para el método de la lz~toria del texto, que trata de
esclarecer cuándo y cómo se originaron los diversos manuscritos y las diversas variantes, nuestro lugar del
Nuevo Testamento es un magnífico ejemplo. Vamos a.
exponerlo aquí brevemente, precisamente porque nos
muestra cómo el destino de algunas personas puede depender de unas simples letras 5 • Para comprender mejor
las cosas, digamos de antemano que, en el ámbito de la
Iglesia bizantina del siglo VJ, se había impuesto la variante: «Él (quien) fue manifestado en carne.»
Pues bien, leemos en una historia eclesiástica de
aquella época: «Se dice que Macedonio, obispo de
Constantinopla (499-511), fue desterrado por el emperador Anastasia por haber falsificado los Evangelios,
concretamente aquella palabra del Apóstol: "Él fue manifes.tado en carne, justificado en espíritu."» En efecto,
en 1Tim 3,16 él había modificado una sola letra del al~
fabeto griego; en realidad no había hecho más que modificar oon un guión interior una letra, para convertir
una omicrón (O) en una zeta (9), transfonnando así un
«él» en ~<Dios»-, con la intención de decir que -«Dios>~
únicamente ;(se manifestó en carne», pero no se hizo
realmente carne. Tal enseñanza se atribuyó aJ monje
Nestorio y se la calificó de herejía. En efecto, Nestorio
propugnaba --en opinión de muchos- que la encar~
nación había consistido únicamente en una especie de
inhabitación del Dios Lagos en el hombre Jesucristo, sin
S. f"an uno cq>osio.ón mb detollada. véas< W. St~nger. Tt~l~nlÚ< ,.Js .SC!uck>al. •IJ1bl.
Zeil&ctuifh 19 {1975) 24().241; ídem. /(~ 8U<:ilJUIEJ<o"· Rcasu Wi,kung Be<do!'>!lhwtg ,/"
1'f<1h: X ull<i Y MM Nlilclupt<l ~¡,. PIJFilkl '""' F.JJ K, ~lmprimotu ... l3 {l911V) 11-ll
35
que llegara realmente a la unidad en una s.ola pers.ona.
El hecho de que Macedonio hubiera adoptado en su
Biblia la lectura «Dios fue manifestado en carne», fue
motivo suficiente para que le consideraran cercano al
hereje Nestorio, aunque en realidad no pudiera dudarse
de su ortodoxia, y Ja causa real de s.u destierro y asesinato por encargo del emperador fueran motivos políticos. En todo caso, la Iglesia ortodoxa griega lo venera
hoy día como santo.
Unos mil años más tarde, esta variante se impuso en
el á~bito de la Iglesia occidental, a través del llamado
textus receptus, que es una forma del texto debida a un
amigo de CaJvino y que fue usual en la Iglesia protestante: una variante que había sido ocasión para que en su
tiempo se condenase a Macedonio como hereje nestoriano porque su Biblia decía «Dios fue manifestado en
carne.» La ironía de la historia quíso que Jo-hann Jakob
Wett~tein (1693-1754), uno de los padres de las modernas dcncias de la critica textual, que por entonces era
párroco- e11 Basilea y enseñaba en la universidad de dicha cimlad, impugnara precisamente esa variante, basándose en el texto del Codex Alexcmdrinus, que él pudo
ver en Londres con ocasión de un viaje a esa dudad. Él
creyó que, basándose en ese códice, había que entender:
«Él fue manifestado en carne.» Pero ahora, lo que en
tiempo de Macedonio se había oonsiderado como lectura ort-odoxa, fue motivo para que a Wettstein le acusaran de que había querido horrar de las Escrituras la
divinidad de Cristo. Estigmatizado de hereje, tuvo que
abandonar la universidad y la ciudad de Basilea y marchar a Holanda.
No sólo los libros tienen su destino --corno dice el
proverbio: Habent sua [ata libelli-, sino que, a veces.,
aun las letras h.acen historia y pueden resultar peligrosas
36
para los que están involucrados en ellas. Y eso no ocurrió sól-o en el rasado.
1.3. La práctica
Estos tres ejemplos nos han permitido echar una
ojeada a los métodos y formas de trabajar de la crítica
textual. No se pretendía que, después de la lectura de
este capítulo, estuviéramos ya tan ejercitados en el ruélodo que pudiéramos considerarnos desde ese momemo
unos críticos textuales hechos y derech-os. Como podíamos ya presentir por todo lo que llevamos dicho, el crítico textual necesita, para ejercitar su oficio, muchísimas
más haOi.lidades que un buen conocimiento de las lenguas bíblicas. Podemos afirmar incluso que la critica textual, aunque teóricamente pertenezca a la exégesis, por
cuanto proporciona la condición previa para la interpretación, a saber, el texto, sin embargo- se ha convertido
prácticamente en cienci¡¡. independiente. El exegeta normal de hoy día debiera estar capacitado para seguir el
curso de una argumentación de critica textual y para
examinar críticamente sus resultados hasta el punto de
que, basándose en los materiales elaborados por la crítica textual, pueda llegar a formarse un juicio propio.
Sin embaTgo, sólo en oontados casos. llegará a especiaJizarse tanto en crítica textual que pueda realizar su labor
crítica desde el principio mismo, es decir, partiendo de
los manuscritos originales hebreos o griegos. De todos
modos, el exegeta tiene a su disposición los resultados
de las investigaciones de crí:tica textual en las ediciones
criticas de los textos. Mencionemos aquí las más jmportantcs:
37
Antiguo Testamento:
l. Biblia Hebraica, ed. por R. Kittel, Stungart
3
1937.
2. Biblia Hebwica Stmtgartensia, ed. por K. Elliger y
W. Rudolph, Stuttgart 1968ss.
3. Septuaginta IIII, e d. por A. Rahlfs, Stuttgart :81965
(texto griego).
4. Rihlia Sacra iuxta Vu!gutam versionem l/11, cd.
por B. Fischcr y otros autores, Stuttgart 1969 (texto latino).
Nuevo Tcstameuto:
1. Novum Testamentum Gmece, segúu E. y E. Nestle, ed. coujuntamente por K. Aland, M. Black, C.M.
Martini, B. M. Metzger y A. Wikgren, Stuttgart 2.1'1979.
2. The Greek New Testament, ed. por K. Aland,
M. Black, B.M. Metzger, A. Wikgren, Stuttgart 3 1975.
condiciones de aplicarlos él mismo, sino únicamente basándose en los comentarios. Es decir, conviene que sea
capaz de ver y entender la bibliografía exegética secundaria. A esto es a lo que quería estimularle el presente
capítulo. Al mismo tiempo, esperamos que haya quedado suficientemente daro que, ya en el plano de la
mera tradi-ción textual, nos movemos siempre en el ámbito de la interpretación (o «exégesis••). En efecto, por lo
que respecta al significado del texto bíblico y a su enunciado teológico. no solemos disponer de acceso directo a
ellos, sino que únicamente contamos con el acceso objetivo que nos ofrecen los métodos exegéticas.
Estas ediciones ofrecen los resultados de los estudios
de crítica textual de los diversos mauuscritos y s.efialan
en el llamado «aparato crítico••, que figura al píe de
página, debajo del texto impreso reconstruido por el
critico, las principales variantes que ofrecen los manuscritos. indicándose taks manuscritos por medio de abreviaturas especiales. El exegcta especializado estudiará el
aparato y conseguirá así hacerse una idea de !as razones
que han movido al crítico textual a decidirse por la lectura ofrecida en el texto. Además, podrá consultar en el
aparato otras variantes. que, en un caso dado. le permitan formarse una opinión distinta a la del editor critico.
Esos dictámenes, que a veces son divergentes, s.c
condensan luego en los comentarios científicos. Por este
motivo, el que los coflsulte debiera conocer un poco los
procedimientos de crítica textual, aunque no esté en
1R
39
2. El problema d€ la traducción
La traducción del texto bíblioo, de la que hemos de
echar mano cuando no dominamos las lenguas bíblicas,
es otra forma de interpretación. Pues las traducciones no
son, como quien di.ce, reproducciones digitales del texto
original, sino testimonios de una determinada comprensión del texto bíblico por el traductora los traductores, y
constituyen por tanto la meta de un proceso de interpretación. Sin embargo, las traducciones son para nosotros
el punto de partida necesario para nuestro estudio de los
textos. Por consiguiente, dependemos también en este
punto de la labor previa realizada por otros, de los teabajos de los especialistas en exégesis. Si no conocemos
las lenguas originales, tenemos pocas posibilidades de
control. A lo sumo, lo que podemos hacer es comparar
diversa~ traducciones. Por eso, es muy importante aclarar, al menos, brevemente qué es lo que ocurre en el
proceso rle traducir.
Traducir, en su sentido original, significa «pasar una
cosa de una parte a otra» {Diccionario de autoridades;
Madrid 1737, s. v. ), por ejemplo, de una orilla del río a
la otra. Pero el verbo se usa ya casi exdusivamente en
sentido figurado. Y entonces quiere decir: «Pasar un
es.crito, o tratado. de una lengua o idioma a otro»
(ibíd.). La imagen es muy acertada, porque traducir es
pasar de la l-engua original, la «lengua fuente», o ~<len·
gua de salida», a otra, la «lengua meta», o <<lengua de
llegada», la lengua a la que se traduce. Pero hay una
diferencia entre pasar un fardo de una orilla a otra y
traducir un enunciado de una lengua a otra. En el primer caso, el fardo no suele sufrir njnguna altcraci.ón.
Mientras que un enunciado, al ser traducido de la lengua
fuente a la lengua meta. experimenta necesariamente
transformaciones de diversa índole. Al traducir, lo que
se consigue más fácilmente es transportar de un idioma a
otro ~a mera significación de un enunciado lingiiístico.
En cambio, parece completamente imposible trasladar
la forma lingüística en sus aspectos fonético y gramáticosintáctico. En este punto, a lo más que se llega es a
aproximaciones. Pero aun entonces habrá que preguntarse si el efecto práctico intencior~ado de una enunciación lingüística se logra tanto en el contexto de la lengua
meta como en el de la lengua fuente.
Hay un proverbio italiano, traduttore traditore! (<<el
traductor es un traidor>•}, que pretende expresar lo fatal
que es esta realidad. La semejanza fonética y, al mismo
tiempo, la gran diferencia semántica de ambas palabras
sugiere la inevitable de-s-emejanza, a ()Csar de toda la
semejam:a, que hay emre un enunciado lingüístico original y su traducción. Al traducir ese proverbio italiano a
una lengua no románica -----como es, por ejemplo, el
alemán: Der Vbersetzer ist ein Verriiter- descubrimos
toda su verdad. Porque, en el plano semántico (es decir,
en el plano de su contenido enunciativo), se dice lo mismo en el original italiano que en su traducción alemana.
Se afirma exactamente que el traductor es un traidor.
Pero esa traducción correcta se paga al precio de una
pérdida en el plano fonológico (es decir, del sonido de
+1
las palabras) y en el plano gramático-simácrico. En
alemán no se pu-ede prescindir del verbo copulativo ist
( = es). Y esto debilita el efecto del original (da mayor
pesadez) en el plano pragmático, es decir, de los efectos
del lenguaje. Debilita la sensación de fatalidad que produce el original italiano con la omisión del verbo copulativo y la sucesión inmediata y rápida del sujeto y el predicado nominal. También el cambio en el plano formlógico tiene consecuencias para el plano de la pragmática:
La sustitución de dos palabras en aliter.ación, y que ínclllSO riman, y qllc no obstante se diferencian fonológicamente, en el original italiano, por dos palabras completamente distintas fonéticamente, en la lengua de llegada, el alemán (Ubersetzer- Verriiter), origina una
pérdida de efecto pragmático. En la semejanza y, al mismo tiempo, diferenciación fonéticas de las dos palabras
italianas reside pragmáticamente --es decir, en lo que
se refiere al efecto intencional~, la impresión que se
pretende causar en el lector, a saber, que una cosa es la
traducción más acertada posible de otra. pero que es a la
vez una «traición» a la misma. En la traducción alemana
se pierde ese juego lingüístico en la fonología, la sintaxis
y ta pragmática. aunque se transporte de un idioma a
otro la significación pura y simple del enunciado.
Por eso. en la mayoría de los casos, las transformaciones que experimenta un enunciad-o lingüístico al ser
traducido implican una pérdida de posibilidades lingüísticas en los diversos planos del lenguaje. Tan sólo en
casos muy raros, esa transformación puede significar
también una ganancia. Pero aun entonces sigue siendo
verdad el proverbio italiano. Pues, al fin de cuentas, en
esos casos no se trataría tampoco de una traducción
<•fiel)) del original. Y a la traducción habría que calificarla, en sentido riguroso, de «traidora».
Por decirlo así, toda traducción comete necesariamente una traición, sea contra la lengua de salida, sea
contra la lengua de llegada. En efecto, por un lado, la
traducción debe esforzarse po-r alcanzar la mayor congruencia estructural posible entre ambos idiomas, en los
planos fonológico, sintáctico. -semánti.co y pragmático.
Por otro lado, la diferencia entre la lengua de salida y la
lengua de llegada y la multiplicidad de los planos lingüísticos, que sería casi imposible trasladar, todos ellos y a la
vez. a una equivalencia estructural, permiten alcanzar
sólo de manera aproximada el objetivo apetecido. En su
aspiración a sustituir completamente el original por la
traducción, el traductor lo único que puede ofrecer es un
sucedáneo del original. Le queda sólo elegir entre dos
tipos fundamentales de posibilidades, teniendo ambas
que efectuar raspados en el ideal apeteddo de conseguir
la mayor adecuación posible en1re la lengua de salida y
la lengua de llegada. De los dos tipos de traducción,
uno, el denominado de equivalencia formal en la teoría
de la traducción 1 , se orienta más intensamente hacia la
forma lingüística del original en la lengua de salida. y
trata de imitarla en la sucesión de las palabras, en la
sintaxi5 y, en la medida de lo posihle, en la sonoridad y
la fonología de la lengua de llegada. En cambio. el otro
tipo de traducción, el de la equivalencia dinámica o fun·
cionaP-, se centra en el efecto pragmático que un enunciado lingüístico de la lengua de salida trata de causar en
sus oyentes.-lec1ores-receptores. y se esfuerza más que
nada por reproducir ese mismo efe<.io mediante los re1 E A_ Nida. Tawncd ~ ><<e~ce of lr•ns/o/IOJ>, Utd•n 1%4. "<'aso ademlol J Gn•lka.
H.l' R."~' (rl>.., ) ¡¡, Ul>m·rl<~n~ dFr H•brl. !o.~Au},. drr Jl.,n/ng._., tl•elef~ld l'll:l'; ~ 1\
Noda. Ch R. TaOCr LD. rraJucc'~" le&ri~ y w~c,.ro. M•dnd l1R6; L Alo~><> Schókd.
"""n-orL
cursos de la lengua de llegada. Si estos dos tipos posibles
de traducciones se consideran como los polos opuestos
de una escala, entonces las traducciones existentes se
situarán en dicha escala según la cercanía o lejania de
cada uno de los polos opuestos, sin que ello signifiqu-e
valoración alguna de la traducción de que se trate.
Conforme a la explicación que acaba de darse, la
traducción alemana Die Gute Nachricht, una traducción
de la Biblia inspirada en la traducción americana Good
news for modern man pero realizada por un equipo de
teólogos alemanes sobre la base del texto griego, persig~.te este fin de ofrecer una traducción basada en la equivalencia dinámica 3 . Habría que incluir también en esta
categoria la traducción libre (Übertragung) de Jórg Zi:nk
del Nuevo Testamento. Este último traductor parte de
la hase de que «ha pasado ya el tiempo en que una
traducción literal del Nuevo Testamento pudiera ser entendida por todos» 4 , y por eso, en su versión, trata de
desvelar «el texto antiguo tradu-ciéndolo con ayuda de
expresiones libres, describe por medio de circunlocuciones el sígnificado de las palabras difíciles que no
tienen equivalencia en alemán, y suaviza las fónnulas
demasiado densas traduciéndolas por frases de mayor
soltura,,-~.
En el otro extremo de la escala se hallan traduccio·
nes como la de la Patmos-Synop:,·e, que se fijó como
programa «seguir fielmente el texto griego» y que debe
incluirse en el tipo de traducción basado en la equivalen·
cia formal: «Las mismas palabras del original son tra3_ f},~ Gu" N<U:!Jrlch• Du fl,f>e-1 •~ ~euJ~em D<~bt·ll. '~· pr>r 1•• Sooulad<s Bibl 1ca,
<¡olólicas} prot.,;<>nte> ~""' loo; p-a1se1 de ~~~~"' aleman~ ~Mt~art 191!1 (A:m d mmno
mtmo. la, '"-'a~J""'=• Blblic'--< Un .J., ha~ patrocinado tarnbl~n -u~• ~~r.,ó~ castdlan~ J'<'n,..J~ espcciaJmeOlte ¡t.>M d loc>or la•in.oantem-•no u,.,, ~aM• ~~¡·. 1'179
4 IJa> -'"~"' T•.ram~m. tta~ •le m de J ZOni ~'"''~""" 191~. j_
5 lbid
44
ducidas siempre por las mismas palabras alemanas. Sobre todo, la estructura de la frase sigue muy de cerca la
construcción de la frase griega. De esta manera aparecen con frecuencia giros que son extraños a nuestra sensibilidad lingüística» 6 .
En algún punto de la escala, entre los dos polos de la
-«equivalencia formal» y la -«equivalencia funcional», se
hallan casi todas las demás traducciones de uso corriente: la Luiherbibel revisada, la Zürcher Bibef, la HerderBibe! y la Pattloch-Bibel, o incluso la Einheitsübersetzung (o <~traducción -católica-de la unidad>>). Todas
ellas oscilan entr-e la intención de ajustarse con equivalencia formal at texto original, y de sustituirlo por una
equivalencia funcional para que los lectores u oyentes
puedan entenderlo mejor. No podemos detenernos aquí
a estudiar las ventajas y desventajas de las diversas traducdor~es en particular, porque se trata de un problema
muy complejo. Aunque en la valoración de una traduc-ción entran en juego múltiples criterios, el decisivo es,
-seguramente, la situa-ción en que una traducción se va a
utilizar. Pues, al fin de cuentas, hay enorme diferencia
entre la situación en que se hallan Los lectores privados
de la Biblia, la utilización litúrgica de textos bíblicos y el
uso de la Biblia en la enseñanza escolar y en la catequesis. En relación con el tema de este libro -la iniciación a
los métodos exegéticas destinada a los que no tienen
conocimiento de las lenguas bíblicas- las traducciones
6. W. Ln.~twm. D••lortron1<il< ~Md tht<>!ogv;c~e Eig~'""' d<r •y~opri>clom l'•·~n~•l""· en
F_J S<h•er<e. P~1mo.1 .~)"Jmps•. Du=ldorf 10 19Sí. 16- A ~>te resp<cto. ha~ ~ue rne~ci"""'
l.amb..,n: R. P<:><h (dJr.). !;y.rwptiS<~<> Arb<-rOib"c~ z~ !Un Ewm¡;,li;,n D'" •·ofl,¡¡_,d,~~"
Sy11opsen "~'~ M<>r~us. nocl> .\l~tthaus. -·~ i~~"'' "'" d~n P~n>ll<l<" "'" tlem Jokamtn
Ev~1!gellum 101d <len ""-"lot-~~"""'-'cloe" Ve>glerchsrextell
<in<r A..,-wah/ko"""''"""'·
Z.r.ch--C<>lomo-U~ter~oh ]\>ti!J_ ""ea"' "m lnen V..S Neue T"'""'~"'· fnmim<or-Ob'""''""!:
Gr=~r>ch-lJeu.,~h. !"''E. Dio<z(<ll~n~o<. -~tuttg~n 19fl6. e~calt . F_ Lacu.-a. N"'"" T"'t~­
menJv <IIIUI•n""l ~r¡~o-<'span.ol. Tarrasa lQII4
'""''e
45
más útiles son las que se acercan al principio de la «equivalencia formal», pues tales traducciones. «pretenden
ofrecer un sustitutivo del texto griego (y hebreo) al lector que no domine la lengua griega (y hebrea): un sustitutivo que pennita realizar aproximadamente las mismas operaciones que el escriturista realiza basándose en
el texto original» 7 . Si para nuestros trabajos exegéticas
con los Evangelios se recomiendan principalmente la
Pmmos-Synopse y el Synoptischt: Arb-ei.tsbuch zu den
EvangeJien, que se utilizarán como base textual, será
preferible escoger para las dcmá.s partes de la Biblia las
traducciones que se ofrecen en los comentarios bíblicos,
porqt~e en general tales comentarios se proponen realzar
el texto original y las intenciones originales de los autores bíblicos; es decir, se trata esencialmente de una traducción orientada a la ;;(equivalencia formal» 8 .
l. P Bct<. O~'"""~~g.•pmble""' ¡,¡,., "~"'~'"'""'",¡"~'~ Tw~n ~nJ ihre Ji<UokMcM R<-
I<V<lllz. Culo:nia 1'11!1. 100 ,,,,,. in<d•la)
~- bn e•¡>;~n<>l ~ay doo ""'~P';, paca estOOo"' e<e!"ttiw> Jc los E-.ng~l"'" J. Alonw LJfO<.
A. Sán<~~l·Ferrero. E>""t~lw yevungci~>~Us. Las 1'"'1'''"''"""' d•l=rr.' prime"" Evom¡o;elrru
m smopsiS. Madnd l%<i; P. BcrK>U. M E_ Ro.>osrn~nl. J L Ms.JiHm, SuwpsiJ" de los '"<'~ro
.Ev""''f'i'"'· Bolba<> 'l\lll7. En cuan t.-. a «.>mcnt•lios en e.panol. podernos citar a rirulo me·
nmenle oroentall~~ el Com<n!dru> de Roru~on~ .,¡ III~<Vo T """""""'' ~ ,.,~, • Herder, Bar.oelmm 1967ss.
46
3. Los métodos exegéticas
3.1. Texto, coherencia, t"Structura, significado y
función
3.1.1. ¿Qué es un texto?
Ya en las reflexiones precedentes hemos tenido que
recurrir al uso de términos técnicos, porque la exégesis
bíblica, lo mismo que cualquier ciencia, tiene su tenninología especializada. En parte, esa terminología coincide con la de otras ciencias. Algunos conceptos especializados nos resultarán ya conocidos por el estt~dío de
la lingüística y de la literatura. y habremos aprendido ya
su significado técnico en los estudios de bachillerato 1•
En la -ciencia es 11ecesario el uso de lenguajes especializados, porque estos lenguajes consiguen expresar
conce()tos. de manera clara y di<;linta y permiten entenderse brevemente sobre determinadas realidades. Por
este motivo, en el marco de una iniciación a los mée<""
l. La c>iric~ u~r"ul, por ~jemplo.
m< tOO o~"' no se aplica sólo en ""'!!"si< bil>lira
Tod:H ¡., 01cnc"'' que"" dedican .al os<udiu Je Jo litor"tu>~"" bollan ;mte el ~rob~rn~ de
"""""P"'"
hailor el"""' noi~n•l "~rt~'""· >"1'"' eS<~ '"An lamiliari>-"d.<.s oon el
~~ ,;,¡.,..
1cotl"al. l'"oT lo demos. mando en nue<tr"" ~eneJ<ione< "'br~ el problema ~e la '"<iu.odón
utilll..llmos ]..., ounceptos de""''"'"'· s:'milnllc~) P'agnw.,co. cll•> npresrun<> e>t.in torn .. d.,;
óo lo terminolo¡;<a ~•l"'•,~li>.Wa ~' 1~ lin~uf«;.,. ~ la ftlolnMI•
47
todos, llay que detenerse a estudiar algunas dcfioiciones
y distinciones más que :son de importancia fundamental
y que sirven para ordenar bien los conceptos, pero evitaremos adentrarnos demasiado en la espesura tecnológica del lenguaje especializado. ¡Es más fácil decirlo que
hacerlo! Po; de pronto, al designar la palabra «texto» el
objeto fundamental de toda exégesis, el lector asociará
seguramente con esa pala Ora el concepto vago de que se
trata de una -cosa escrita. Pero ni yo he dicho con la
deseable exactitud científica ni mi lector ha entendido lo
que es pn1piamente un texto.
Una ojeada a un diccionario especializado nos -enseiiará. ademá.~.
espcciali~tas no se ha decidid() aún lo I.JUe es
un h~Ato: ~Err la.lingilí~tic.a. se dan divcr~as definiciones de qué es un
texto, según se tome oomo b.a5e una QfÍentación Qntológil:o-esendal,
funcional-intencional, de inm;;nencia te;.;tual, de analítica de la comunicación, o de t-coria de la ac~ión y de onentación al acto verbal»- 2•
«;Es la voz de la jungla la, pcn~ará el prmctptante.
lJUe en la polémica emre
Por tanto, no me queda más remedio que intentar
dar una definición que abra a golpes de machete una
vereda en la espesura, aun a riesgo de que, lo que yo
creo que es un desbroce didáctico, sea considerado por
otros un de!imomc completo desde el punto de vista
científico. Así, pues, entiendo por 1exto (en latín, textus
= «tejido», productos «textiles») una enunciación lin¡:üística coherente y e.~tructurada que se halia, al menos
relativamente, tenninada en sí y que se propone un efecto
determinado.
Examinemos ahora si, de acuerdo o;;on esta definición, el siguiente ejemplo es un texto:
«Rte/ Francisco Martínez,
Así escriOe el Sr. Martínez en el reverso de sus sobres, y añade el nombre de la calle, el número de la
casa, el código postal y el nombre de la población. (Para
simplificar las cosas, omito todos estos detalles en mi
ejemplo.)
3.1.2. «Cohenmte y estructurada»
En un primer paso, reconozco que la enunciación
lingüística consta de tres partes. Para eso no hace falta
que yo entienda todavía su significado. Para reconocer
las partes, basta que me fije en las mayúsculas con que
comienzan cada una de las palabras, en los signos de
puntuación y en los espacios entre las palabras. Es decir,
basta que me fije en caracteristicas puramente fo-rmales.
Éstas me permiten ve.r, además, que la cesur.a entre
-«Rtel» y «Francisco Martínez» está marcada más intensamente que entre «Francisco» y «Martínez>). Porque en
este último caso la cesura o corte está indicada únicamente por el espacio entre las palabras y la mayúscula
inicial ~<M» con que comienza la palabra «Martínez». En
cambio, entre «Rte/» y «Francisco» hay una cesura mucho mayor. No sólo hay un espao;;k) vacío y no sólo la
palabra 'Siguiente, «Francisco», comienza con mayúscula, sino que además hay una barra (f} como separador.
Por consiguiente, <<Rtc/)>, considerado en todo el conjunto, constituye más intensamente una unidad que
-cualquiera de las otras dos palabras «FrancisCO>> y «Martínez».
No establezco, pues, divisiones arbitrarias, sino que
en mi disgregación del texto en partes o segmentos (segmentación) he tenido en cuenta criterios, características
distintivas o señales estructurales, por las que me oriento
49
y que me permiten conocer las primeras conexiones entre las partes, así como también sus mutuas supraordenaciones (carácter principal) o subordinaciones. Esto
se confirma en el plano de los significados, es decir, en el
plano semántico.
En efecto, en el plano semántico, es decir, de su
significado, la palabra «Francisco» tiene conexión con
la palabra «Martínez», y viceversa: El nombre propio
«Francisco» efectúa una selección entre los que comparten el apellido «Martínez»; y, a su vez, el apellido selecciona entre las numerosas personas que se llaman de
nombre «Francisco". Una de las partes define siempre
con más precisión a la otra, limitando su significado. Las
partes tienen coherencia, dependen una de otra como
los eslahones de una cadena. Asimismo en el plano semántico, además de la coherencia de las partes, se descubre el carácteT pTinc:ipal y el caTácter subordinado de
las mismas, es decir, su estructura (semántica).
Por ejemplo, la abrev1atur.a «Rtel», oomo indicación del remitente,
es un elemento que e~tá ~upraordenado a los otros -dos. Se refiere a la
persona designada por su nombre y apellido, como si, por dedr!o as!,
estuviera delante del paréntesis de una fórmula matemática: ese paréntesis que une a Las otras dos partes y las constituye en unidad: «Rtel
(FraTI<:Ísoo Martínez:).»
Por consiguiente, las partes no sólo tienen coherencia unas con otras como los. eslabones de una cadena,
sino que con~tituyen una estructura más o menos complicada de carácter principal y de subordina-ción, están
enlazadas para formar una red o «tejido>> (texto) de relaciones mutuas, es decir, constituyen una estructura.
Gracias a esa estructura, las palabras y frases constituyen un conjunto uniforme con significado totaL
50
3.13. «Que se halla, al menos relativamente, terminada
en sí y que se propone u.n efecto determinado»
No utiliza uno el lenguaje para hacer -oorno quien
dice- palabras. Cuando uno habla o escribe, pretende
con-seguir algo en el oyente o en el lector. El señor Mar·
tínez escribió en el reverso del sobre la mencionada
enunciación lingüística para que el destinatario de la
carta -supiera quién era el remitente y pudiera contestarle, si fuera necesario. Para ello, tiene que entender el
texto en su significado (semántica), y al mismo tiempo
debe saber qué efecto va a causar la indicación del remitente en el destinatario (pragmática). Tan sólo cuando se comprenda el significado y la función-es decir, el
texto en su aspecto semántico y pragmático--, se podrá
juzgar si la enunciación lingüística está -<:<terminada en
sí» o ..relativamente tenninada en sí», como el texto que
hemos ofrecido en nuestro ejemplo. En efecto, ese texto
se halla integrado en el conjunto de un texto mayor y,
juntamente con la indicación del destinatario (la dirección de la carta), constituye el contenido normal del
sobre de una carta.
Y. sin embar_go, se trata de un umjunto «relativamente temu nado
en sÍ», porque, por ser ind1cación del remitente de la carta, ticm: ~u
propia función pragmátlCa, d1~tinguible de la ind1cación del destinatario- Por eso, podemo-;¡ de,]indarlo de lo que lo rodea; es dc.:ir, podemo5 deteTmimn dómle comiem:a ~· dónde termina. Scgím nuestra
definición. el ejemplo ofrecido es un «ICX!O».
Aunque, por la integración, sea más exacto decir que
se trata sólo de un «texto parcial», la propia función
pragmática --dar a conocer al destinalario de la carta
quién es el que se la remite, para que él a. su vCL pueda
también escribirle- impide que sea una «parte del tex51
to», como es --por ejemplo-- parte integrante del texto
de nuestro ejempl-o lo de «Rtef», considerado en sí, o
como lo son «Francisco» y «Martínez» considerados
aparte o juntos. Estas parles o liegmentos del texJO no
tienen función pragmática dentro del texto de nuestro
ejemplo, sino que únicamente sirven para -constituir,
juntamente con otros, la totalidad del texto en su aspecto sintáctico y semántico.
3.1.4. Resumen
En lo esencial, he desarrollado hasta ahora metódicamente tres procedimientos diversos. He descompuesto
en sus partes un texto determinado, y luego he r~com­
puesto esas partes, para ver -en el plano de la sintaxis y
de la semántica- cómo se conjuntan, en su sucesión,
como partes coherentes de una sola estructura. He procedido analítica y sintéticamente. Finalmente, en el plano de la pragmática, lle tratado de determinar la función
del texto. Gráficamente podremos representarlo así:
l. Segmentación
Francisco Martínez
b
Rtef
'
'
2.
Descri-pc~"6"
de
b +<
coherencia
y estructu.ra
a (b + e)
52
+
3. De-slinde y
definición de la
función
r-
(coneJuó ")
(textu.m)
3.2. Sillcronia y diacronía
Vamos a hacer con el texto- de nuestro ejemplo un
pequeflo experimento mental. Imaginémonos que el remite estuviera en el anverso del sobre, en el lugar en que
normalmente figura la dirección del destinatario. La
nueva -situación del texto no afectarla a nuestra segmentación del mismo. Desde el punto de vista sintáctico,
«Rte/» continuaría ostentando el carácter principal con
respecto a las otras dos partes del texto. Tanto sintáctica
como semánticamente se conserva la coherencia de
«Francisco» y «<Martínez», tal oomo se ha descrito anteri-ormente.
Sin embargo, el significado de «Rtc/» se habría oscurecido, porque no se ajustaría ya a la nueva función
que el texto adq1.1iere por el hecho de no funcionar ya
como remitente, sino como señas del destinatario.
Con una -comprensión puramente descriptiva de las
partes del texto -es decir, con una comprensión que
describa lo que existe de esas partes, en su coherencia y
estructura, tal como lo habiamos hecho basta ahora.llegariamos al final de nuestros recursos, o por lo menos
a emitir el juicio de que se trata de un texto absurdo o
inoomprensible. Y, no obstante, el servido de correos
habría sabido entenderlo, casi con seguridad, en su significado y función. Yo mismo lo he podido comprobar.
Hace algún tiempo un amigo francés me e-s-cribió una
carta en la que mi remite aparecía reproducido literalmente en el lugar destinado a las señas o dirección del
destinatario. Y la carta en cuestión llegó <1 su destino.
No hace falta ser un Sherlock Holmes ni tener la
-sagaci.dad de un veterano funcionario de correos para
reconstruir paso por paso el proceso que co-ndujo a escribir así esas señas disraratadas. Habrá que distinguir,
53
po.r lo menos, dos situaciones que se producen sucesivamente:
1) A unos amigos franceses les escribo una carta, con
mi remite habituaL
2) Mis amigos franceses comprenden sólo en parte la
indicación del remitente, es decir, oomprenden mi nombre y ape-llido, pero creen que lo de «Rtel» es algo así
como un título académico, o la abreviatura de un primer
nombre propio, y por ello me envían una carta en la que
reproducen exactamente como señas el remite de lacarta que yo le-s había enviado.
Con la explicación de cómo surgió históricamente el
texto que tengo ante mí como señas del destinamrio ha
quedado aclarada la oscuridad semántica en tomo al significado de •<Rtel». Está ahí como residuo incomprendido de una situación de uso anterior del texto. Queda
como residuo, en virtud de un malentendido. Esa explicación histórica no ha logrado ningún significado nuevo
para la parte de texto «Rte/>> en su contexto actual (las
señas de la carta), pero ha explicado de manera bastante
plausible: su presencia allí.
Por consiguiente, en el análisis de textos se pretende
descrihir un texto en el estado concreto en que actualmente se encuentra, por lo que respecta a la coherencia,
la estructura y la función: es decir, por lo que respecta a
su forma; esta perspectiva se diferencia de los intentos
de explicación que tratan de comprender y presentar el
estado actual como estado- final de un proceso histórico.
Utllizando !a tcnninología creada por el lingüista ginc·
brin-o Ferdinand de Saussure (1857-1913), diríamos que
el primer modo de ver las cosas que descrihe un estado
a~;:tual es una perspectiva sincrónica (sincronía = simultaneidad, del griego syn =al mismo tiempo; khronos =
tiempo), mientras que se sugiere la denominación de
54
perspectiva diacrónica (diacronía, del griego dia = a través de~ khronos = ~iernpo) para un modo de ver las
cosas que dé una explicación histórico-genética de un
estado- actual.
El punto- de_partida para una explicación diacrónka
lo constituye siempre una situación de hecho que no
puede expli¡;arse sincrónicamente. No se escoge a capriclw el orden de sucesión entre la perspectiva sincrónica
y la perspectiva diacrónica. En efecto, antes de que nos
preguntemos cómo algo ha llegado a ser (perspectiva
diacrónica), hay que preguntarse cómo es algo (perspectiva sincrónica). Con la sincronía y la diacronía hemos
adquirido dos conceptos fundamentales, incluso para el
sistema del método exegético. Lo mismo que en nuestro
ejemplo, vernos que también en exégesis hay que distinguir entre métodos descriptivo-sincrónicos y métodos
genético-explicativos, es decir, diacrónicos. Los estudios
sincrónicos preceden siempre a los diacrónicos'.
Estos últimos intervienen con sus intentos de explicación, una vez que se ha visto que la descripción sincrónica no basta para explicar plenamente la realidad de un
texto 4 .
3, 0 5<-r~ m.en oa<~alklad q~•- en 1• ~i"o"a de: l:tS cicrlCJas n..uu rak>. ol '"'"'" Carl von
ün<>< (1707-1778) id<.r• <1 qL,.umn del a notuTak""~P-<''"~~..:rilt" yd•sificar • ¡.,. •nmtales
el'"'"'"'"''
y plan••• ~1en ~;o<><"-"'" <k qL><
('harl"' Da!Wm (l8Q9-IB82) ~m~r<n~'~" lo lar''
de P'""""''' el •<>rig~~ O< 1~• ~•rec•e<• como rc>uir•do oJc un ~""""' ~"olutlvo de la hi>tario
nawraJ•
~u< \ambié~ en la h11ton• 11< 1" <><ncoa la ~ncronia t"ne pnorul¡¡d '"hre la
p.,=
diacn:mr•-
4_ Y, asi, el mir 011o d' la educa <le las fonn•> po<:<k "'""'d~rar-<e oomo mttoda smcronioo_ Por el"-'""""'· ~>tán dctcrmm•d"" d>acmnlcamcn[C la <nrl(~ 1/Jn~rw y, ll.a<adw; ~n
ella, la ctftka d~ las tr<>~li<i<'"" y Jo urrico de /,¡¡sfr«:nrr>. pm un l•do. r la crU.c¡¡ Je lo redoc<t<>n
y .;, la "'""P'"" ..;n. ror d otro La r:ri/~e~ Je lo> •lugaus
dt la lr•dicio~. q~<
dttotm""" e m•c•trga malm•i<• n<u~:odo>. r la cciuca dt /ru gtmro '· que "' '"'"P" -Uc ~•tru.:­
turas acuñadas. """ ramhi~o métodos do ~nen\Oco<\n diawlnoca. En c•to ,..nti<lo ,.. t>U~de
hablar r~ml>lén d<: ~Uro<~~ ~e la. tr..Joc.,ne•. de la rcdaruón. ~e lo:\ Ju~a'"' mmune'" <k: la
tn>do:oln ) OC loo !)énew>. pe<n deboero C"'Jtarst el .:oru:~pto, tan cmn~n\e ante>. de -~i•tar ra
<""'"""'
de lar> !<>rm"'"• ( ~"'"'li'"clticht<) _por.¡¡ue
~ <l>acronla_
•J'<"·" dr<t>ngL>< en\ re ~nero y forma )' <OIN: "ncro-
nío
55
3.3. Método sincl'ónico: cl'ílic-a de las formas
3.3.1. Texto, texto parcial, parte del texto
La critica de las formas -también llamada morfocrltica, o método morfocritico-- trata de comprender cuál
es la fisonomía individual y personal de un texto determinado. Está orientada sinnónicamente.
El objeto de una descripción crítica de las formas, de
una descripción sincrónica, es un texto dado, es decir,
un texto terminado en sí y con función propia, por ejemplo, un evangelio, o un texto parcial integrado en un
texto, relativamente terminado en sí y con función propia y diferenciable, corno por ejemplo el relato de un
milagro. En adelante, utilizaremos en general para ambos casos el concepto de «texto». En el primer paso hay
que hacer la segmentación del texto, o del texto parcial;
es decir, hay que dividir el texto en cuestión según determinados criterios en sus elementos o partes. Cuando
-se trate de textos parciaJes habrá que efectuar un deslinde provisional para separarlo de lo que precede y de lo
que sigue.
En un segundo paso se describirán la coherencia y la
estructura del texto, o del texto parcial, es decir, lo-s
elementos de que se com¡Kme dicho texto, y se examinarán entonces las llamadas partes del texto, viendo la
oonexión sintáctica y semántica que tienen en su sucesión (coherencia) y la relación mutua que guardan en
su textura (estructura), y que de esta manera hacen posible el significado (semántica) y el efecto (pragmática)
del texto5 .
5_ Cu&n<JQ e~ OC115!0n<> >e ui»«n<an ruptur;;s <le la ooher~J\Cla -e>~'"''. arte,.._10 no:s deJa
<al-""''"'"~ <e<tual • le on~na• en«>no:• l.a bas< del P""""d"m~nlo <liacr-ómco· la crl,.ca
ilfmm~. Peroó-st.a. en l~~>elual ¡....,de l>ln~e•tlgonón. ~ek IOda~i• d=arl•""· E~ la cril>ca
El primer paso -es decir, la segmentación del texto- podemos -calificarlo de analítico, porque mediante
él se disgrega en sus partes un conjunto dado. El segundo paso habría que verlo entonces como sintétioo. Las
partes del conjunto se contemplan en su dependencia
mutua.
3.3.2_ PTeparación de la segmentación de un texto
Lo mismo que en el ejemplo del texto utilizado hasta
ahora. para la -segmentación de textos bíblicos, o textos
parciales bíblicos, necesitamos determinados criterios.
No son apropiadas para ello las divisiones en capítulos y
versículos, que aparentemente cumplirían esta misión.
Como es bien sabido, tales divisiones fueron añadidas
más tarde y se haUan estructuradas casi siempre de manera muy arbitraria. No son más que una red de coordenadas que, sin pertenecer al texto, fueron superpuestas al mismo de manera mecánica en el cui"SO de la transmisión textual. Pueden prestar buenos servicios a nuestra labor exegética, pero no nos eximen del trabajo de
disponer adicionalmente el texto de forma que aparezcan claramente su conexión y estructura, o estructuras,
en los diversos planos del lenguaje. La actual red de
coordenadas, con su división en capítulos y versículos,
hace frecuentes cortes arbitrarios en elrexto y, además,
su malla es demasiado grande para pennitir trabajos minuciosos. Para utilizar razonablemente la red, se reoomienda que, antes de la segmentación propiamente
""'1"' f~nnas h~y que ooou:dor ~1 L<~<<>. duran,.. el ma~<>r tiem~ poo>blo. un anticip<> ~.
oonfimza, J>I'Dóllndo ~L>< '"<Oherenle <> rongn><n<e. es <lea>. M.pble. En<[""'"· la de.oon·
~ P« pnnapo<> es a.qu• malo""'"""''~'"· aun~ue M"" laOel>e <11Stltulr por una oonfulllZ..I
ingenua )'" pe.r¡u<l~t:~al. La c"rit.,., t. .. raria queda sólo aplazada. no de"'-'rtaoJa.
57
dicha del texto, se proceda a reducir su malla y ajustarla
mejor a la naturaleza del objeto, copiando a mano el
texto y escribiéndolo en líneas separadas, como los versos
de un poema.
La división en líneas debe hacen~e tomando wmo norma no sólo
cada oración principal, sino también -carla oración subordinada. La
regla genera! es que en cada oración prmctpal o subordinada hay selamente un verbo. Se dehen escribir también en lfneas separadas 1~
unidades de emuu:iación que cumplen en sí mismas una función completa, como son los vocativos, las interjecciones o los diversos elementos de las enumeraciones, a menos que estuvieran enlazadas con otros
para formar un par o un¡¡ tríada. Por el contr.ario, no deben separarse
l.as oonstru1;1;iones subOidinadas de infinitivo, porque no entran dentw
de l.as unidades de enunci<Jctún completas en sí mismas a que antes nos
referi.amus. Práctkamente hay que proceder de manera que, conservando la numerao:;ión de lo~ versículos, se s.eparen entre sf las
oraciones pnncipales, las oraciones subordinadas y las unidades de
enunciación, lo mi~mo que se escriben reparados los ver:sos de un
poema, enumerando de forma segulda cada línea hasta el fmal del
versículo, y designando las lineas püT medio de las letras a, b, e, etc.
Cuando hay incru~taciones, es derir, cuandQ una oración o una unidad
de enunciación 'l"eda interrumpida por otra, para ser reanudada
luego, entonces puede designarse claramente la incru~tadón añadiendo nú.meros a las lctm~ minúsculas (a,, a2 , a,, etc.).
Lo aclararemos mediante el ejemplo siguiente: Le
18,9-146 .
9a
a1
a
lOa
Dijo también para algunos que aodahan presumiendo
de ser jllStOS
y menospreciando a Jos demás esta p:uábola:
Dos hombres subieron al templo paTa orar:
b El c¡cmplo o.rá wgwdo 1"""1{. S<h,.<J:zcr. Wo.an r<d~n d~ F~'X~'~"' Z"m v~,.wml·
"'-' dotr f.<f"(m o.U "m<llend~r~nd !Ud''P~"' W¡¡;m•schafi. oTI.eologisdt" 0uOI1•bchl"lfl•
164 (1984) 3.. Soye<>nsc:.,nt~ do qe>< la> propucow qL>< alll"" ~'""""en relación coo elt~<!O
o:mgin•l. no"' ¡mo~cn tr•utsfenr <in modoftC.CJQDC> ol texto de una tro<iuo.;ión • nL>e>tra
lengua Así. 1''" OJOOJplo. en ¡.,. trii<lucciones al.,mana.< 'f'<'"'""" con tr=-encia .oomo
b
e
tia
b
-e
d
e
f
_g
b
!2a
be
13a
el uno era fariseo
y el otro publicano.
EL fariseo, erguido, oraba así en su interior:
¡Oh Dios!
Gracias te doy,
porque no soy como los demás hombres:
ladrones,
injw;tos,
adúlteros,
ni tampoco corno ese publicano.
Ayuno dos veces por semana:
doy el diezmo de todo
lo que posen.
El publican o, quedándose a distancia, no quería ni levantar Los
ojos al delo,
sino que se golpeaba el pecho, dictendo:
¡Oh Dios!
¡T~n misericordia de m[, que soy pecador!
Os digo que
éste descendió a su casa justificado, y aquél no;
porque todo el que se ensalza seiá humillado,
d pem el que se humilla será. cusalzado.
b
e
d
14a
b
e
3.3.3. Segmentación del texlo
El texto se encuentra así dispuesto de tal manera que
podemos proceder a deslindarlo y segmentarlo. Ahora
bien, la segmentación no puede efectuarse arbitrariamente, sino que debe ajustarse a criterios, a indicios que
aparezcan en el texto mismo, a los llamados divisores
del texto, que indican dónde hay que hacer una cesura y
dónde no hay que hacerla. Estos divisores o señales estructuradoras del texto deben ser translingüísticas, porque trabajamos con una traducción; es decir, no deben
ouaon•• princtpales y oL>to<lniJn.oda• ¡.,
oegUn H. SchW<:izer. no deben
,..1"''"""'
parttctpoO> y la. oonotru.cciono:s de
infonotivo. <[U<.
Y, oomo oonsecu<T\Cl~ O: elbo, aroreccn en lino:,..
llp<Oo1< Vemos <>Ira veo GU< ""' troducdón o:s u~"''"""' en <aso O: u<gcnou, un paliativo.
59
tener aplicación únicamente al ámbito de una sola lengua, sino que deben trascender la lengua original del
texto y ser aplicables también a su traducción a una lengua vernácula.
Sin que pretendamos ser exhaustivos, presentaremos
a continuación algunos de esos divisores o señales estructuradoras de un texto.
3.3.3.1. Divisores del texto en textos narrativos
Según el texto de que se trate, estos divisores pueden
ser muy diversos, aunque algunos rle ellos aparezcan en
todas las clases de textos. En textos narrativos, erltre los
que detx incluirse el ejemplo de texto antes citado, son
de particular importancia las señales de estructuración
temporal, de representación espacial y de constelación de
personajes, el cambio de hablantes, así como también los
progresos qlle se realicen en el eje de lo-s acontecimientos narrados.
En todo ello, las indicaciones de tiempo y lugar
tienen particular importancia para la estructuración del
texto, pues «en textos narrativos, eJ ámbito represcn
tado de objetos y hechos se caracteriza por estar referirlo al espacio y al tiernro ... Es importante sobre todo el
transcurso del tiempo; los cambios de lugar, enlamayoría de los cas-os., representan sólo un papel en conexión con el transcurso del tiempo" 7 . En las indicacio4
ne.r; temporales, se puede distinguir entre «señales ePisódiCaS o iñCldentales», por medio de las cuales «el transcurso de la acc~ón se representa como acaecido una sola
4
7_ E. G~li<h. An.Wtze '" e~m' Aummrm•A<!1lOJt5()'<UM1i«~n Eruú.IIH«<,..IJ"' '""' llmpi<-1
mWtd/..:M' ""d schnfilu_·i!<!r Enf1hll<Xrt}, •Z<:its.:~roft fPr Lilcraluno¡"""""ha!t und Li~g'-li­
!'tih B.eikf1~ 4, EnO-ll.lfof'l<hun~ l. ed. f>O• W. Haubnchs. """"~ 1976. 242.
vez», y «Señales iterativas, que caracterizan la repetición
del transcurso de la acción» 8 . Las señales episódicas ..:se
pueden dividir, adem.ás, en señales de partida y señales
de sucesión, según que la señal episódíca indique el punto de partida del transcurso de una acción o se refiera al
período designado por la señal de punto de partida»9 •
En consonancia con ello, se pueden diferenciar también las indicaciones espaciales. Y, así, hay indicaciones
cornrletas de lug-3r, en las que se registran localidades
detalladas, y lugares que plleden ser el punto de partida
o la meta de un movimiento.
Asimismo, l-os cambios en la constelación de personajes de la acción o de fig':'ras de__ lf! m_isma tienen para el
texto función cstructuradora y se cuentan, por tanto,
entre los divisores del texto o señales de estructuración.
«Esta señal se da cuando, por ejemplo, aparece una
nueva persona, o cuando una persona no participa en la
acción de un text-o parcial, o también cuando la acción
--en los diversos textos parciales- tiene como punto de
partida a diferentes personas» 10 .
Hay que añadir otras señales. Por ejemplo, el comienzo y el final del texto de nuestro ejemplo están
caracterizados por introducciones al tJj§_q!Lrso. Al principio, el narrador presenta a Jesús como narrador de
una parábola, por lo demás sin mencionar nominalmente a Jesús, es decir, sin nomi1Wlización, indicio de que
no existe aquí un comienzo absoluto del texto, en el cual
el narrador tuviera que presentar a los personajes de la
acción, sino únicamente un comienzo relativo del texto:
el comienzo que es propio de un texto parciaL Al final,
mediante una nueva introducción al discurso (v. 14a)
R. !bid., U3
9. lbidcm.
lll lbid<m.
61
efectuada por el hablante Je-sús, se marca el final de la
narración (v. 14b} y su comentario por Jesús (v. 14c +
d), deslindándolo-s así de la narración propiamente tal
(v. 10-13) de la paráboia. A propósito de la estructura-ción interna de esta parábola, nos llama la atención el
que falten por completo las señales de estructuración en
el tiempo. La narración es, en cierto modo, una parábola de validez atemporal.
3.3.3.2. Divisores del texto en textos argumentativos,
retóricos y poéticos
No hemos agotado, ni mucho menos, el conjunto de
señales divisoras del texto en rela-ción con nuestra parábola. Sin embargo, éstas se hallan, inadvertídas hasta
ahora, dentro de una parte del texto que se encuentra
incrustada en el texto narrativo circundante de la parábola, pero que debe atribuirse a otra clase de texto.
Por ejemplo, la parte de texto que sirve de final al
texto de Le 18,9-14 consta de una introducción al discurso, con la que el hablante Je-sús acentúa especialmenla parte final de -su discurso --«Os digo que ... - y de
la parte final narrativa, así realzada, de la narración parabólica -«Éste descendió a su casa justificado, y aquél
no,.._, así como también de la observación comentadora
que sirve de final a toda la parábola: «Porque todo
el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla
será ensalzado.» Esta observa-ción final, por su función
comentadora referida a la totalidad de la narración, se
deslinda de la narración. A e-sto se añade el hecho de
que, por su estructura de paralelismo antitético, adquiere cierta independencia como segmento propio del
texto.
'e
62
De esta manera hemos introducido otros criterios de
estructuración del texto, los cuales intervienen principalmente en textos poéticos: los paralelismos de la más
diversa índole. A;( como en nuestro ámbhO cultural, por
lo menos en el pasado, el paralelismo de sonido al final
del verso -la llamada rima- fue característica destacada de la poesía y, juntamente con la división en estrofas y el metro, constituyó la característica estructural
más importante de los tex:tos poéticos, así también la
poesía hebrea y el griego del Nuevo Testamento, determinado por antecedentes lingüísticos semíticos, disponen del recurso denominado parallelismus membrorum
{«paralelismo de los miembros»); el mismo actúa tanto
en el plano sintáctico como en el semántico; es decir, e-s
una espe-cie de rima de ideas o imágenes en la que dos o
más versos sucesivos expresan Jo mismo (paralelismo
sinonímico) o algo compl~m~ntario (paraleli-smo sintético) o algo que es opuesto (paralelismo antitético), con
paralelismo sintáctico o semántico, como quien dice en
«estéreO>). Esta técnica lingüística permite enunciar una
realidad repitiendo sus aspectos más diversos, como corresponde a la mentalidad oriental. Ahora bien, el lenguaje poético que ordena paralelísticamente el material
de ideas o imágenes, actúa de manera especial como
estructurador del texto gradas a la utilización de paralelismos e imágenes.
Si ex:aminamos, por ejemplo, el Sal 1, veremos cómo
las diversas dases de paralelismo y la utilización de
imágenes tienen un efecto estructurador del texto.
El salmo comienza con una bienaventuranza, con un
denominado macarismo:
la
Bienave11tu.rado el hombTe ..
63
Luego se define más concretamente a quién se considera bienaventurado. Primero se hace de manera negativa, en tres enunciados paralelos sucesivos, todos los
cuales niegan que esa persona pertenezca al grupo de los
pecadores: en cierto modo lo-s tres enunciados dicen cosas iguales y, por tanto, deben considerarse paralelismos
sinonímicos _ El número tres, como número que es de
perfección, acentúa lo perfectamente separada que está
esa persona bienaventurada del grupo de los pecadores.
Es discutible que exista una intensificación al pasar de
un enunciado ai. siguiente, lo que se ha dado en llamar
cJímax. Pero, si existe éste, el triple paralelismo intensificarla con más vigor aún el enunciado:
b que no sigue el cons.ejo de los impíos,
e ni en el camino de los errados se detiene,
d ni en la reunión de los malvados toma asiento ..
Viene luego, como wntraste, la parte positiva de la
definición del bienaventurado. Y esta vez se hace con
dos enunciados, también paralelos, de casi igual significado, es decir, por medio de un nuevo paralelismo sinonimico:
2a
b
sino que en la ley divina
~e
complace
y subTe ella medit:1, día y noche.
Viene después una imagen en la que al bienaventurado se le compara metafóricamente con un árbol:
3a
Es oomo ár\Jol plantarlo en lo:s arroyo;; ...
La imagen se precisa más, profundizando en los detalles de la metáfora:
b que da el fruto a su tiempo
y sus hojas no se secan.
e
Se destacan dos rasgos particulares_ Los puntos de
comparación oon la persona a quien se considera bienaventurada son el «éxito» (fruto) y la «estabilidad» (las
hojas no se secan); ambos enunciados son también paralelos, aunque uno de ellos realza un aspecto («éxito»)
y el otro, otro aspecto («estabilidad»). Se habla entonces de paralelismo sintético.
Luego vuelve a afirmarse lo mismo, aunque esta vez
sin imágenes, mencionándose sólo uno de los dos aspectos expresados metafóricamente («éxito»- y «estabil-idad»-):
d
e
En todo lo que hac-e
tiene éxito.
Si hasta ahora la mirada se había fijado únicamente
en el justo, en este momento co-mienza a hablarse antitéticamente de lo-s impios. Lo sorprendente es que estos últimos, por contraste con el que es considerado
bienaventurado (en singular), aparezcan en escena en
plural. lo cual nos enseña en nuestro contexto que también el número gramatical puede tener función estructurante del texto. El salmo hace que los impíos aparezcan
en escena como grupo. Constituyen, como- quien dice, el
caso normal, mientras que el justo, que evita en absoluto (v. 1) su compañía, como singular que es, constituye
la excepdón de la regla y es ensalzado, por tanto, como
bienaventurado:
4a
¡No así son los impíos!
Sin paralelismo, describe también a los «impíos» una
64
65
metáfora que aborda semánticamente dos aspectos que
se hallan en contms.tc oon los aspectos del justo descrito
en imágenes: «fracaso» y «fugacidad»:
b
Son como la p.aja.
e que se lleva el viento
Sin imágenes dice lo mismo el paralelismo sinonímico que viene a continuación:
5a
b
Por eso, l01> impí-o> no podrán sostenerse en el juicio,
ni en La ilsaml:>lea de los justos los errados.
El salmo termina con una metáfora expresada en paralelismo antitético, es decir, con dos enunciados que se
siguen paralelamente y que tienen algo en común -hablan del camino que el hombre sigue en su vida-, pero
que se hallan en contraste el uno con el otro: son los
caminos que siguen en su vi.da dos grupos opuestos, describiéndose con paralelismo antitético las diferentes metas a que conducen cada uno de ellos:
6a
Pues conooe el Señ-or el camino de los justm,
mientra~ va a la perdición la o~encla de Jos impim''.
3.3.3.3. Otros divisores del texiO
Además de los criterios de estructuración basados en
el tiempo, el espacio, los personajes de la acción, el tema
o la acción, la introducción al discurso, el paralelismo y
11 N"' hal>d S<'lrpreo.did<l, d"hn ''" de pa"', que el <..1lmo- oonoO<Ca unicamcnto, • ""'
"'l''"'o la alternati•a •impio" o •]U<Io~. y no conmc.1 ~n oemmu """'"' ""'"' ~m~a>
m•gnn udo., de [urrnd gu~ n, 1' ..:\lo <loo c-•m•n'" '"'"' '"" ~"" el hom~re d.e.,_, es=ger Por el
la locución mewfórica, los textos poéticos nos ponen
ellos mismos a disposición, como quien dice, los medios
para comprender su conexión y estructura. Pues, con
más densidad que en el lenguaje cotidiano, y tamb.i:én
que en la prosa narrativa o de argumentación, vemos que en el lenguaje poético los diversos planos del
lenguaje, como el sonido, el metro, el ritmo, la articulación, la elección y el orden de las palabras, así como
también La sintaxis y la semántica en el plano de las
pal.abras y de la fras-e, están reJacionados y se hallan en
consonancia unos con otros.
De esta manera, el lenguaje poético está capacitado
para formar su propio sistema, que goza de gran amplitud para quedar dispensado de las leyes generales del
lenguaje y que crea sus propias reglas y leyes, que han
de ser descubiertas por una lectura atenta y repetida,
pues el descubrimiento de lo desemejante y el redescubrimiento de lo semejante se hallan al comienzo de toda
C!eOC!a.
Si en los textos poéticos (y también en los textos
narrativos y de argumentación) cualquier medio lingülstico puede convertirse ---en el fondo--- en criterio de
orden y estructuración, será empresa condenada desde
un principio al fracaso el intentar comprender íntegrapar anUtet;oo •Seoior <-> perdocoón•
se~~
con don dad la ver.:lodera ra700 d.e e<a altem,.toa
nduycntc. o una ce» a u oln Anto d ~""" Dto> '""· la c>J>tcocia humana n~ tor:ne más
alternati•a ~ ue el a o.~"io de la •pe<d•<•<'m· an•q"Liaoiota frente al •Señor•. ~ue e< pie nirud d~
vida_ Vcmo5, puc•. guc el dualismo itico del .. Jmo e• prop1ammtc un dual.,mo tek:o]{>goco.
e-sd<c.r. un d~alosrno derumcnodo ~""' •~ """"·una
que,"' oon;.,l,aoco• oon la< d""
metO>!""¡~¡.,. de: la c<istcncia humona >e la conduela dc:l hombre ante la clccc>én <kl mal
"'mono <> dol truen o.m1oou. A~w~ l»en. est<>"" una nttal'l'" literaria ~ue '""<>pondo " ¡,,
realidad m i•ma. ~ que hall•m"' n.o ii\lo en el <;aJ 1, "Bo tamb1cn en otras panes cspcclalmcntr en ted"" oon <:Uotcmdt» y funcione> dico-P"oendioo> (~• <km. o•hurl•lr•'-"'l· en fonno
&lllarn~ -e"'ue"'a de 1.-.. dn< ca""""'" l'nr lo dema>, e< razonable dtfereoct., e<t~
duoh•mo éttco de un dual"""' fundomentol, óntow u ontu-l<>gico. ~u<. in~cpendicntcmcn te de
la llec><ióot él""' del ~om~re y oon ante"ruidao:l a ella, •omele el mundo, Oe<d< la "e'"'""· a
1>n pnocrpio buc"" y a uo f""lOCL~oo molo, que luchan mlr< sí
"""ud
67
mente esos medios, como quien dice de antemano, sin la
lectura de los textos concretos. Pero si tiene sentido
mencionar, junto a los medios lingüísticos. ya aludidos,
otros medios lingüísticos que aparecen con más frecuencia que otros y que, independientemente de la clase de
texto de que se trate, -sirven para ordenar y estructurar
los textos.
Con seguridad hay que referirse aqu[ a los elementos
textuales con que el autor mismo resalta la estructuración del texto, sea que él dé a conocer ya por medio de
rftuios intermedios algunas secciones particulares, como
Pablo hace varias veces en Ja primera carta a los Corintios, sea que por medio de un re.sumen indique el final de
una sección 12 •
Cumplen una fun-ción parecida las frases o partes del
texto que hacen referencia a la totalidad de un texto
como tal, sea que en un texto argumentativo el autor
manifieste a sus lectores la intención que tiene al escribir
la carta -como por ejemplo en lTim 3,15: +<Te estoy
escribiendo esta carta .. para que sepas ... - , sea que
en un texto narrativo el autor o un reelaborador posterior comenten su narración para señalar al lector cómo
debe entendei" un determinado rasgo particular de La
narración, como ocurre, por ejemplo, en Jn 21,23: «Surgió entonces entre Jos hermanos este rumor: que el discípulo aquel no moriña. Pero no le dijo Jesús que no
moriría, sino: "Si quiero que éste permanezca hasta que
yo vuelva, ¿a ti qué? ¡Tú, sígueme!"»
Esas frases no son parte de la argumentación o de la
narración del texto de que se trate, sino que, en relación
con los textos en que aparecen, se hallan en cierto modo
la
12 No ""'" releri"""" coo ello a loo 1ítuloo int~que <1 uadlxoo-r imsena para facilitar
E>oo. ti10Ilos no ~rten«:en."""" e> otmo, ol t<:J<Io que Oay q.,. interpretar.
~uturn.
68
en un metaplano, convierten en cierto modo el tema al
texto en que aparecen, de suerte que podemos denominarlas frases metana"ativas o metaargumentativa.s. Entre tales frases se pueden contar también las fórmulas de
citación, que introducen una dta o una tradición haciendo referencia a su carácter de cita. También ellas, lo
mismo que la tradición citada, pueden Uamar la atención
sobre un lugar de transición que sea importante estructuralmente. Así, por ejemplo, la fórmula de citación:
«Y sin lugar a dudas, grande es el misterio de la religión», de 1Tim 3 ,16, que introduce como confesión
tradicional de fe el himno a Cri-sto que sigue a continuación, se haUa, lo mismo que el himno citado, en un lugar
de la carta que es muy importante para comprender La
estructura del marco epistolar.
Los titulos intermedios, los resúmenes, las fórmulas
de citación y las frases metanarrativa.s o metaargumentativas tienen una cosa en común, a saber, que son, en
cierto modo, e~ementos del escenario teatral en el que se
desarrolla el drama del texto propiamente tal. Es afín a
todo ello la función de los lugares en que se realiza un
cambio de perspectiva. Así, por ejemplo, la observación
de que Pablo, al comienzo de sus cartas, en una parte
dedicada a 1a acción de gracias, sitúa primeramente a los
destinatarios en el foro de la .atención de los lectores y
luego, después de un cambio de perspectiva, orienta la
mirada del lector hacia él como autor de la carta, esta
obse.vación -digo- no sólo permite determinar cuál
es la linde de La parte de acción de gracias de las cartas,
sino que además permite indicar exactamente dónde comienza en cada caso la parte principal de La carta, el
llamado corpus de la carta, a saber, después de esta
«autorrecomendación epistolar».
Son análogos aquellos lugares del texto en donde, sin
69
título- intermedio propiamente tal, se realiza un cambio
ck tema. Ahora bien, al evaluar dónde hay un o;amhio de
tema, y al tomar esta evaluación como base para determinar la estructura, habrá que ha-cer lo que se hace
siempre al evaluar los elementos del contenido: habrá
que tener buen cuidado de no efectuar apreciaciones e
interpretaciones subjetivas. Para asegurarse contra po-sibles decisiones previas equivocadas sobre el contenido
de la carta, habrá que buscar con la mirada dónde se
observa un cambio de tema del fondo de la carta en el
llamado plano lingüístico formal. Lv-s cambios de perspectiva y de tema se cuentan entre los elementos que
hacen posible la representación del texto. Como el escenari-o o el cuadro que aparece en el escenario, d~rigen
la mirada del lector hacia una visión determinada del
acontecer o determinan --como un cambio de escenael onlen de sucesión del acontecer.
Tienen también efecto cstructurador dd texto aquellos elementos del mismo que pertenecen po-r sí mismos
a la narración o la argumentación, pero que al mismo
tiempo poseen una función que hace referencia a la totalidad de la correspondiente narración o argumentación. La técnica de lt~ inclusión, tan preferida de Mt,
quien mediante la repetición de pala Oras o frases enmarca al comienzo y al fin una sección o ~a incluye en un
marco, como hace por ejemplo con las ocho primeras
bienaventuranzas, que quedan enmarcadas por la repetición de las palabras «reino de los -cielos» en la primera (MI 5,3) y en la octava bienaventuranza (5,10).
Otra técnica lingüística importante para comprender la
estructuración de un texto es la del emparedado v boct~dillo, que Me prefiere aplicar en forma de disposición
concéntrica de los diversos textos parciales, por ejemplo, cuando enmarca el relato de la curación de la mujer
7{)
que padecía flujo de sangre (Me 5,25-34) dentro delcomienzo (Mc5,21-24) y fin (Me 5,35-43) de !.a historia de
la resurrección de la hija de Jairo. Mencionemos aquí de
nuevo los diversos paralelismos, que pueden ir unidos,oon la disposición en fonna de quiasmo en el plano de
las palabras, de las frases y de las partes del texto, y
donde vemos que la ordenación cruzada de los elementos acentúa adicionalmente, oomo sabía ya la antigua
retórica, su coherencia como sección.
Las cesuras del texto se pueden observar también
-.'
por los más diversos l!.r:onombres, sea que remitan L.
anafóricamente elementos que han precedido en el texto, sea que remitan catafóricamente a elementos que
habrán de venir luego. Pueden hacer también sus veces
·""'
las llamadas nominalizaciones, cuando determinados
pers()najes de la acción aparecen con sus nombres, o son
interpelados directamente llarnándoseles por su nombre
o por otras formas del vocativo.
Finalmente, mencionemos las conjunciones y partí;_>
cu~, que no sólo tienen 'a función de unír frlises, -sino ,.· ,.
que desempeñan también tareas de estruciUración en el
plano del texto. Como elementos que son de unión,
tiene11 al mis.mo tiempo función de divisores del tcxro.
En efecto, también se les aplica a ellas lo que puede
formularse en términos generales sobre los mencionados
criterios: Todo lo que une separa, y todo lo que separa
realiza también la función de unir.
/
3.3.4. Descripción de la estructura
/
La segmentación del texto nos ha permitido conocer
las partes del mismo que están relacionadas y se suceden
unas a otras, y que en la lectura del texto se van captan71
do una después de otra, en sucesión temporal. El estudio de los diversos divisores del texto y de las señales de
estructuración ha hecho que nos formemos ya una primera idea de la supraordenación y subordinación redprocas entre las partes del texto.
Cuando, por ~jemplo, en algunos textos narrativos
hay determinadas indicaciones temporales que abarcan
mayor espacio de tiempo, el cual aparece nuevamente
estructurado mediante indicaciones temporales detalladas, nos encontramos con un cuadro de supraordenación y subordinación de las partes del texto parecido al
que se da cuando en indj.caciones más completas de lugar se consignan localidades detalladas o cuando hallamos progresos menores de la acción dentro de un movimiento mayor de la acción, y que deben distinguirse de
este último en forma análoga a como se distinguen los
rasgos particulares de una pintura de la imagen total que
aparece en la misma, etc. Sin embargo, estas relacio-nes
mutuas de las partes del texto, perceptibles ya en la
segmentación, no sobrepasan por principio, al menos
por lo que se refiere a la totalidad del texto correspondiente, el orden de sucesión de las partes del texto. El
texto segmentado transmite sólo la imagen de ser una
cadena en la que cada eslabón está unido con el contiguo, aunque los diversos eslabones de la cadena mueslren que poseen una estructuración interna que los une.
Ahora bien, un texto no sólo queda constituido por la
conexión lineal y la sucesión temporal de los signos lingüisticos o de partes del texto, sino también por algo que
trasciende la suces.ión y que es, en cierto modo, la relación mutua en el espado de esos signos y partes del
texto. Por ejemplo, un texto narrativo no surge por la
mera yuxtaposición aditiva de episodios aislados, como
hacen los niños cuando, al contar algo, repiten constan72
temente «Y entonces», uniendo así paratác:ticamente
unos sucesos con otros. No, sino que los acontecimientos narrados en sucesión «tienen que ver a1go unos con
otros», tienen que mostrar un hilo det relato, y en cierto
modo tienen que estar relacionados unos con otros en
una sintaxis de la narración, es decir, deben estar supraordenadQS y subordinados entre sí; en una palabra; deben estar ensamblados en el conjunto de la narración,
de forma que constituyan una estructura, oomo ocurre
en su f-orma más sencilla ron la acción cuando un estadio
inicial A llega en la narración, a través de un punto
decisivo X, a un estadio final B. Puede ser que el estadio
inicial A sea una situación positiva, que se convierte en
situación negativa en su estadio final B. O que suceda lo
contrario. Un acontecimiento narrado que tenga final
negativo después de haber tenido comienzo positivo, es
-en terminología de Aristóteles- un acontecimiento
trágico, mientras que la historia que transcurra en sentido inverso puede denominarse acontecimiento cómico.
Lo que acabamos de decir, se puede representar así gráficamente:
~
A+
r---••
l
cómico
cómico
A1
______) '
punto de inflexión (peripeda)
l
B-
rrágico
En todo caso, el estadio inicial y el estadio final son
opuestos y, en la mayoría de los casos, se pueden repre73
sentar con dos conceptos opuestos. Recordemos el título
de la novela Guerra y paz. Brevemente, podemos señalar así los dos puntos de referencia de tal relación de
oposición: «guerra»- «paz», designando el signo <04 la
antítesis ( = «frente a»-).
Por ejemplo, en la historia de un milagro en el
Nuevo Testamento, la curva del acontecimiento parte
de la situación catamitosa, descrita al prindpio como
situación inicial, pasa luego por la oración en que s.e pide
la curación y la respuesta del taumaturgo accediendo
con su palabra o con su acción {o con ambas) a es.a
petición (punto de inflexión), y llega luego a la situación
final en que se describe cómo ha quedado suprimida esa
situación calamitosa («situación calamitosa» - «supresión de la misma»). Con esto va asociada al mismo tiempo la transformación e u la estructura de la constelacióu
de personajes. Esto significa: los personajes de la acción
--es decir, los protagonistas que intervienen en el acontecimiento-- se hallan al final en una relación mutua
distinta de la que tenían al principio.
El carácter de opos.ición en el planu..ikjo~ p~rso­
najes de la aCI;:Ü~Il determina también la estructura de la
parábola citada anteriormente. En efecto, el «fariseo»
y el «publicano» se hallan en oposición mutua, porque
el uno -en opinión general- es considerado «justo»,
mientras que el otro pasa por ser «pecador». Sin embargo, la parábola revela que, aunque persiste la oposición
entre ambos, las cosas «ante Dios» son distintas de lo
que se supone generalmente: «Éste (el publicano) dcsoendió a su casa justificado, y aquél no.» Por decirlo así,
el fariseo desempeña un papel «trágico» en la parábola,
y en cambio el publicano, un papel «Cómico». La correspondencia mutua entre ambos y su oposición, que hacen
que las partes del texto se hallen en relación mutua de
74
equivalencia u oposición, constituyen la estructura de la
par.á bola o, mejor dicho, una de sus estructuras, a saber,
la del plano de la acción o de los personajes de la acción.
pues un texto posee más de un plano estructural, como
lo vemos por nuestra parábola.
En efecto, otro plano de nuestra parábola que tiene
importancia estructural es, por ejemplo, e!plq_ft.!:? del disCUr§O 4e los p~_~sonajes, que aquí son el fariseo y el publicano. También aquí vemos que aparece la igualdad
(equivalencia) y la oposición, por las que los dis-cursos
de ambos se hallan en relación mutua, es decir, constituyen una estructura: Los discursos del fariseo y del publicano son equivalentes en el sentido de que en ambos
la invocación «¡Oh, Dios!>> nos hace ver claramente qnc
se trata de una oración. Pero los discursos de ambos se
hallan en oposición mutua, ya en el plano puramente
cuantitativo, por la cxhuberancia de palabras del discurso del fariseo y por la brevedad de las palabras del publicano. La opuesta valoración de los personajes así sugerida queda confirmada en el plano del contenido de la
oración: La «Oraciómr .de uno 'de ellos, -orgulloso de· sí
mismo y que mira con menosprecio a los demás, contrasta y se halla en oposición con la súplica humilde del
otro, que pide perdón.
Entre los divers.os planos estructurales de un texto,
uno de ellos es frecuentemente el determinante o el que
da jer.árquícamentc; el ~~o- En los textos narrativos, ese
plano suele ser casi sícmpre el de la acción y el de los
personajes de la acción. Asi, por ejemplo. en nuestra
parábola, la estructura existente en el plano de las indicaciones espaciales no hace más que subrayar la oposi-ción fundamental en el plano de los personajes de la
acción: Mientras que el fariseo se sitúa en lugar destacado y, «erguido, oraba así», d publicano se queda a
75
distancia (no pasa de las últimas filas) y ni siquiera se
atreve a «levantar los ojos al cielo». Con ello queda
suprimida, al mismo tiempo, la unidad del lugar en que
ambas figuras se mueven: el templo. Es sorprendente
que falten por completo las indicaciones de tiempo, y
que la estTuctura temporal no desempeiie en el texto papel alguno. Esto se ajusta al hecho de que la narración,
como parábola, presenta ante nuestros ojos algo que,
por decirlo así, tiene validez atemporal, es decir, algo
que afecta también a aquellos que en la vida confíaJJ en
sí mismos, co-mo uno de los personajes de la acción que
se desarrolla en el mundo de la parábola, «presumiendode ser justos y menospreciando a los demás». Con ellohemos entrado en otro plano estructural de nuestro texto, en el que se ¡xme en relación mutua el mundo narrado en Ja parábola y el mundo en que viven los oyentes.
Este último es interpelado en los v. 9 y 14, que sirven de
marco al «mundo narrado» de la parábola. El mundo de
los oyentes es presentado como equivalente con el mundo narrado de la parábola, de suerte que el juicio de
Jesús sobre los rersonajes de La acción en la parábola
--«Éste descendió a su casa justificado, y aquél norepresenta al mismo tiempo el juicio sobre los oyentes
de Jesú'S.
Ahora estamos ya en condicione'S de afinar más el
sistema de coordenadas consistente en la indicación de
capítulo y versículos., proveyendo a nuestro texto de enmarcaciones y designaciones por medio de letras. De
esta manera, podremos exponer ya claramente la segmentación del texto en sus diversas partes sucesivas, y
hacer ver su estructuración en secuencias principales
(momentos de la acción completos en sí mismos) y segmentos subordinados (si!Jares escénicos).
Le 189-!4
A
"
lOo Dos hombres sub-ieron a!
1
templo para orar:
b el uno era fariseo
y el otro publicano.
'
lb El fariseo. erguido. oraba así
en su intenor:
(Introducción al
del
evangelista para la
parábola)
d:iSCltrSO
(Expo-sición de la
narración)
(Introducción al
peroonaje 1)
b ¡Oh Dios!
'd
11
'f
g
h
12•
b
'
Gracias te doy,
porque no soy como los demás
hombres:
ladrones.
injustos,
adúlteros,
ni tampoco como e~e
publicano.
Ayuno dos veces por semana;
doy el diezmo de todas las
cosas
que poseo.
13• En cambio, el ¡'lublicano.
quedándose a di~tancia, no
quería ni levantar los ojos al
cielo,
b sino que se golpeaba el ¡recito,
diciendo:
m
'd
¡Oh Dios!
¡Ten mi~ericordia de mí. que
soy pecadOI!
14• Os digo:
A'
76
9a Oijo tamb-ién para algunos que
andaban presumiendo
a, de ser justo~
y menospreciando a !os demás
esta parábola:
(Discurso del
personaje I}
(Introducción al
discurso del
personaje II)
(Discurs-o del
personaje II)
(Introducción al
comentario I de
los autore~)
b Éste descendió a su casa
Justificado. y aquél no;
(Comentano 1 de
los autore~)
(Jesús}
'
(Comentano 11 de
los autore~)
(evangelista)
porque todo el que se ensalza
será humillado,
d pero el que se humill¡¡ será
ensalzado.
3.3.4.1. Sobre la estructura de los textos no narrativos
A
Si en los textos na_!T~Üvo.s__.La.....es.trn<;,tu_ra jerárquicamente deternlimlnte hay que hallarla casi Siempre en
el plano 'dii ros personajes de la acción y en el plano de
las acciones mismas, en otros textos esa cstructurahay
..
-· ·- ---...
que descubrirla frecuentemente mediante la lectura repetida y después de varios ltltf:fitoo.-En-n:uestro segundo
paradigm.a de i'extú --e-S dCcir :-en el Sal 1- nos hallamos, por ejemplo, ante la necesidad de elegir entre la
estructura paralelítica. la estructura simbólica (es decir.
de las imágenes usadas) o la estructura basada en el plano de ios personajeo de la acción como la estructura determinante, es decir, como la más apropiada para comprender estructuralmente todo el texto. Diversas tentativas de análisis han dado como resultado que la estructura de los personajes de la acción, en la que el justo (en
singular) y los impios (en plural) se contraponen en
oposición mutm:1 por lo que respecta al rumbo de sus
respectivos caminos --es decir, en última instancia con
respecto al Señor y a la acción del Señor para con uno y
otro-, es la estructura básica determinante; y a dla
están subordinadas las estructuras en el plano de los
paralelismos y en el plano de las imágenes. Partiendo de
la estructura de los personajes de la acción, el salmo se
organiza macroestructuralmente en tres secuencias:
A (v. l-3)Per~on<<Je de la acción el justo
}
...
B (v. 4-5) Per-;onaje~ de l.a acción: los impíoo
opos!Clon
C (\', 6)
Per5onaje d..: la aa;ión- el SeñoJ
Estas tres secuencias se subdividen microestructuralmente en segmentos más pequeños, mediante las estructuras subordinadas de los piiralelismos y de los círculos
de imdgenes:
7R
B
1
Macari~mlJ {v. la) del justo, -con triple paraleh~mlJ >inmtímico (v. lb,c.d) y -doble paralelismo sinonímico (2.a-b)
11
Enunciado metafórico cou p.araleli~mo sintético {v. 3a-c) y
aplicación exenta de im.ágene~ (v. 3d-e)
1
Enunciado ant1tétioo sobre los
imágenes (v. 4a,b,c)
11
Condusión final en paralelismo sinonímioo (v. 5a,b)
e
impfo~. ~on
comparación en
Paralelismo antitético que sirve de fmal (v. 6a,b)
También en este caso podremos valernos de letras,
numeraciones y enmarcacio!les de div~rsos tipos para
trasladar al texto lo que acabamos de decir:
¡, Bie-naventurado el hombr-e
b qne no sigue el cons<ejo de los impíos
1
'
ni en t:1
c<~.mmo
de los errados se detiene,
d n• en l.a Jeumón d€ los malvados toma .'lstcnto.
,,
,,
sino que en la ley divina se complace
b y 'ubre ella mcd1ta. día y noche.
;-' A
11
Es cnmo áÍtml plantado en los armyos.
b que da d fruto a su !lempo
'
y sus
hoja~
rJo
~e ~ecan:
d en tOOo lo que hace
tiene éxiw.
r
[
B
L_,
¡¡
e
,,'
,,'
No ~sí son los impíos.
b sino mmo la paja
¡,¡ue >-t: ll<;v¡; d viento.
Por eso. los impío~ no]Wdrán snst<'n<'r'ie en el juicio
b m cn la asamblea de los jllstos los errados.
"
b
Pues cono.::e el Senor el camino de
mu:mra~
píos.
lo~
justos,
va a la perdJCión la senda de los 1m-
A
"
79
3.3.4.2. Estructura{s) y forma
Así, pues, en un texto hay que distinguir diversos
planos, cuyos elementos se hallan mutuamente relacionados por medio de la igualdad y la oposición, la
equivalencia y eJ contraste; dichos planos están dispuestos de tal forma que constituyen una estructura que debe
describirse en el análisis, en el cual, al proceder a la
deS(:ripción, es importante permanecer en el plano
elegido y no mezclar entre sí los planos. Éstos se hallan
superpuestos como diversos figttrines que pueden coincidir en extensión, pero que se hallan unos encima de
otros y coinciden en parte, condicionándose así estructuralmente los unos a los otros, pero apoyándose también y reforzándose. Cada uno de esos planos efectúa,
por tanto, una determinada aportación al patrón uniforme qlle todos ellos forman en conjunto, a pesar de la
complejidad de los detallesn. A modo de comparación,
pensemo-s en el c11erpo humano. También él se compone
de diversos planos, cada uno de los cuales constituye en
sí una estructura. Por ejemplo, el sistema óseo es uno de
e-sos planos estructurales; otr-o es el sistema arterial y
veno-so; un tercer plano es el sistema de los vasos linfáticos; un cuarto, el del si-stema nervioso, cte. Estos diversos sistemas estructurados no ~inciden unos con
otros en todos los aspectos, ni son estructuralmente
idénticos, pero cooperan todos ellos «superpuestos» y
con su complejo funcionamiento combinado constituyen
el cuerpo del hombre, como los diversos planos estructurados de un texto constituyen el cuerpo del texto.
13 v.;...,. 1"'' e ¡~m¡>lo. R. !'t»rtet. Sr.rr.rkr~"'li.r.rol~~t "' W G<od&clruilut')>re/GOO•, r~~~­
""~''P""n •IU! R<uplw.....-iY"'· am Bt-"jlid,.,.., B~úw-<> •LtJ (.lraiS•.enJ. lhwe (dir_),
Uur"'""""itt<Mdwfi URd l..mgl.<wik. ErR•fmisu "n.d Pmpl'kll'<~. mi n. 1 Z"' li>rg..UIIsc!un
Jer Ld<nJI"'"'""IIJ{.ftt>}'wl. Fronclrn1 d~l Menoo 1'171. 2.46_
8"""
80
Según la clase de texto, será más o menos elevado el
númeco de esos planos estructtlrales. En los textos
poéticos, a los planos del lenguaje cotidiano se añaden
otro-s plan-os estructurados, por ejemplo, el de la rima, el
del metro, el del paralelismo, ele. Inversamente, al procederse al análisis de textos traducidos, hay que eliminar
-en lo que respecta al análisis-- determinados planos
lingüísticos. Así, por ejemplo, cuando se trata de una
traducción, tiene poco va•or incluir en el análisis el sistema de los tiempos verbales, porque no sabemos si el
traductor ha procedido consecuentemente en este punto. Por el contrario, en una traducción se conserva ampliamente la interpeiaci.ón o la estructura de la constelación de peTsonajes, de las indicaciones temporales y
espaciales, etc., de forma que se puede proceder al
análisis estructural, aunque s.e trate de una traducción,
tanto más que los patrones estnacturales de uno de los
pJanos reaparecen frecuentemente en otro plano, asegurando así la información por medio de la redundancia.
Más importante que abarcar completamente en el análisis estructural todos los planos del lenguaje e-s observar
la consecuencia del análisis, -que consiste en permanecer
primeramente en el plano, tina vez elegido, y no permitir que en su descripción se infiltren observaciones procedentes de otro plano estructural distinto. Una vez descritos ---cada uno en sí mismo-- los diversos planos estructurados, puede pensarse en comprenderlos todos
ellos en conjunto. Este efecto de conjunto de~los div~r­
sos planos estmcturales, desde los planos distantes aún
del contenido del lenguaje --como es, por ejemplo, el
plano de •a sonoridad- hasta los planos del contenido
semántico y de la función pragmática, dentro del espacio
de un texto particular y concreto C?nfigura la fisonomía
propia de un tex€o y constituye lo que se ha dado en
Rl
llamar laf.orma de c!ie t.cxto: su descripción es el objeto
propio de la crítica de las formas. Por consiguiente, el
concepto de forma se diferencia del concepto de estructura en cuanto que el primero designa el resultado de la
función conjunta de todos los planos estructurales de un
texto. mientras que el segumlo s.e refiere al ensamblamiento textual de los diversos elementos de -undeiermin3.do texto, habida cuenta de su caiácter princiral y
sUbordinado, pero sólo en uno de los numerosos planos
dellcnguaje.
Con esta distinción se precisa al mismo tiempo aquella otra que se hace frecuentemente entre los conceptos
de forma y contenido. En efecto, lo que se designa comúnmente como <<contenido>> de un texto no es algo así
como un líquido con el que se llena la «forma», como
pudiera llenarse una botella, sino tan sólo uno de aquellos planos estructurales del lenguaje que deben ser captados en su estructura por el análisis y que, en combinación con los planos estructurales de la faceta del lenguaje no expresiva de contenido, constituyen la correspondiente forma de un texto. Por tanto, ..:forma)) y
«Contenido» no son las dos caras pariguales de una misma y única moneda, sino que el «contenido», por estar
referido únicamente a una parte de lo-s planos estructurales, que en su conjunto constituyen La ,<forma», es el
concepto subordinado.
Asimismo, a diferencia de la «antigua historia de las
formas», h<~y que hacer una distinción estricta entre el
concepto deforma y el de género. Pues la <<forma» se refiere a un texto particular. y en cambio el «género» se
refiere a un tipo de texto: a un tipo al que se llega mediante la comparación de varios textos particulares p.ara
observar sus concordancias estructurales en diversos
planos.
Por tanto, habrá que distinguir también estrictamente entre los métodos de la crítica de las forma\· y los de la
critica de los géneros. Mientras que aquélla tiene una
orientación sitJcróníca, esta última pertenece a los métodos llamados diacrónicos, que van a exponerse a_ continuación.
3.4. Métodos dia-crónicos
3.4.1. Crítica literaria
Los textos que hasta ahora nos han servido de ejemplo, se nos han presentado como textos uniformemente
ensamblados en cuanto a su forma y disposición. Han
salido --por decirlo usi- de un solo molde y, por tanto,
pueden leerse de corrido. No ocurre así con todos los
textos de la Biblia. Pues en ellos «colaboraron>r ---tligárnoslo así simplificando para facilitar las cosas- muchos «autores»
Primeramente, los textos fueron transmitidos, casi
siempre oralmente, de generación en. generación, siendo
aplicados por cada una de ellas a su propia situación
particular. De esta manera fueron tran~formados., adaptados y. sin duda también. enriquecidos. con nuevas experiencias. Finalmente los mismos. que compilaron las
diversas tradiciones y las pusieron por escrito para formar un conjunto mayor -verbigracia. un evangelio--,
refundieron las tradiciones recibidas e hicieron adiciones. Por eso, en muchos textos de la Biblia hay repeticiones o incluso tensüme.~, cuando una cosa n.o encaja
perfectame!lte con la otra. El método de ]acrítica litera·
ria tiene en cuenta tales tensione~ par.a decidir en un
caso concreto si se orata üriginalmente de un texto rmifor-
me, coherente o congruente, o de un texto compuesto que
es incoherente o incongruente14 .
Con G. Strecker, podemos mencionar también otros
criterios para comprobar la uniformidad de un texto;
son 'os siguientes:
a) Duplicados y repeticiones disoo-rdantes.
b) Tensiones y contradicciones innegables.
e) Fisuras y rupturas en la construcción de las frases
y en e! transcun;o de la a-cción.
d) Datos contrarios.
e) Diferencias en el estilo y en el uso del lenguaje.
f) Elementos atlpicos del género.
g) Contradicciones chocantes a nivel del contenido15.
Se habla, pues, de «critica literaria», porque en un
texto compuesto hay que distinguir diversos estratos literarios (es decir, estratos que proceden de diferentes
tiempos o autores). («Critica» se deriva del verbo griego
krinein, que significa «juzgar».) Acudiremos otra vez a
un texto concreto para aclararlo todo brevemente (véase
el texto en página adjunta).
Si leemos atentamente el texto, nos llamará la atención el hecho de que, en el V. 10, Jesús interrumpa su
discurso a los escribas sin tenninar la frase. En el v. 11,
Jesús se dirige de nuevo al paralítico y le dice las pala14. La idea~ "'JUI presenu""" -del mé-lo!lo do la o;ritíco literaria no .... ni mucl>o '""""'"·
un olwia como pt><lieu pon'I!C... SHI """""po:o <le ori!Í<a lite"ria oc: cnu<:ndc en .. nlido mi.>
amplio y oe i<lenlifiea .::on la mJia <k W !~"""''(come> .. h.1o:e. porejempl<> . .., Lo iniciación
a loo <nt't""""" pau el clludio del Nue'l<l Teuamenl<t eocrit.a por() Sb<:clcr y U. Sdtntllt.
~""'1;, .W ,.....,....,...IIUio<llt
Golinp 11183. 4<-67), enton=. aun en el""""
<kqllt ¡><e~- la la reo de la ailiea ¡;,.,.n~ .. Lo reotrinja al enmonde laconsn><n·
cia. ""oe liene <:n <IICOIU ~,..la critica liter.oria, • .-arde que .., ¡niiiCipo> es"" .mé!OO.O
dia<:rtlmi:o, no oo real.aa oillt> IÜ&pwh" la doesaipci<ln oincr<lnica de iu cstn,u:tu,.,, Aoí <ll
W. R.ichter, E.U"f<!U llls I.M~~ f;!Oir>'ur{oirtndttes,_ltJJ.idwn Ldtr<f~Wliwo·
M""" Ntlii<Jdclogil', G<olinp tt'll. 49-72, y en G. Foilr.-r (dir.J, EnVK JeJ Al1t11 Tt.llol·
,..,/>Ir. &rfilont.llf Ur dJil Mnloct/ri<, Hoi<kiOerJ '1976. ""'-·
\~. O Str~r y U. Scllnelk. !.c.. 41.
&..,.,,,
84
Mc2112
' 1 a Y cuando 1:1 habfa regresado a Cafama\lm,
b
2
'a
b
3
'
•
b
• •'
b
'
d
'f
5
'
7
•b
Entonces lle_garon unos
trayénrlole un paralítico
cargado por c:uatro.
Y romo no pudieran acercarse a 1!1 por causa del gent(o,
quitaron el te~ho arriba
de donde él estaba;
y ruando habían he~ho una abertura,
bajaron La camilla
en que yada el paraJ(tioo.
Y Jesú$, viendo la fe de ellos•
dijo a! paralítico:
Hijo mío,
rus pecados le 3on perdongdos.
a
P.uo uwban allí se~Wdo:; algunos de los e:;cribas
raz.orwndo fll sus corazotJeS
b
•
'
••
b
10
y él les hablaba La palabra.
'd
b
9
varios dlru; despu~s se oyó
que (él) e5taba en casa.
Y se reunieron muchos,
tanto que ya no habla lugar ni aun a la pu-erta,
'
•
¿Por qrd habla tsu: iUC!
Estd blasfemando.
¿Quién puede perdorwr pecadru, sino sólo Dros?
Y al jnsttu~U Jesús, conaciendo en su esplriru
que ra.tolldb.an de !!:SU manero defiÚ'O de s! mismos,
les dijo:
¿Por qut ra.tomii.s sobre estaJ r:osiU en lluesfr'os cora;::ones?
II'UÍ!l
fó.dl, duirle al paralitico:
b
¿Qut es
a
Tu.s pecados te son per.donai.Ws,
o decirle:
Uvó.nwte, roma lU cami/Fa
y anda?
b
'd
•f
•
Pues, para que 3tpdis
el Hijo del hombre tiene autoridad en la tie"a para
perdo!'lar pec¡¡das
-dijo al paralitico-:
q~<e
85
11
"b
'd
12
'
b
'
d
'f
A ti te digv:
Levántate.
toma tu camilla
y \"etc a tu casa.
Y él ~e levantó.
y en seguida tomó su camilla
y ~alió a la vista -de todo~.
de manem que todos estaban asombrados,
)"' gloníicaban a Dios. d1clcndo:
¡Jamás bemos vhto nada como esto!
br.a~ de curación. La crúica litemría ve en ello una tensión, es decir. u.n Jugar donde chocan entre sí dos estratos del texto, y dicmmina (basándose también en otras
o-bservaciones que no podemos desarro!lar aquí, porque
eso nos llevaría muy lejos): Este texto no es uniforme.
sino- compuesto. Cofl e:1 dictsmen sobre la u.niformidad
(coherencia.) o falta de uniformidad de un texto, la crí·
tica literaria finaliza su tarea.
3.4.2. Crítica de las tradiciones y crítica de las fuentes
Una vez que l.a crítica literaria ha emitido el dictamen de que el texto en cuestión e.<>tá compuesto por
diversos estratos, interviene la crítica de las tradiciones
o la critica de las fuentes. Podemos. explicarlo valiéndonos del símil de un periódico. También éste lo componen uno o varios redactores. El redactor redacta (del
latín redigere = poner en un c:s.tado determinado, dar
cabida a una cosa en algo) los artículos. de los periodistas
o las informaciones de las agencias de noticias; es decir.
lo-s reel<~bora, suprime aquí una cosa. añade allá otra. y
determina el lugar en que dchcn aparecer en la edic-ión
ya compuesta del periódico. los. artículos así rcclabo-
radosJ(>. De manera análoga, las tradiciones orales
fueron refu.ndidas, abreviadas o ampliadas, al ser puestas por escrito. y se les asignó un lugar determinado en
el correspondiente conjunto de un escrito bíblico. A los
reelaboradores de la tradición oral. la exégesis los llama
redactores. En último término es su obra lo que hoy día
tenemos ante nosotros como texto bíblico. Por ejemplo,
los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas son esta clase de
redactores que reunieron, cada uno de ellos en sucorrespondiente libro, las tradiciones y fuentes de que disponían. Y, a pesar de todo, com;.eguimos a veces. basándonos en las mencionadas tensiones, etc., qu.e hay en el
texto actuaL traspasar la reelahoración redaccional y ver
por lo menos los contornos de la antigua tradición. De
ello se: ocupa la critica de las tradiciones. Fundándonos.
por ejemplo, en esa crítica, y en relación con el texto
antes -citado, podemos sospechar que la tradición original era una historia qu.e habl.aha únicamente de la curación de un paralítico, pero no del perdón de los pecados por Jesús: es decir, poco más o menos, como se
desarrolla la historia en la parte del texto impresa en
caracteres normales. Leamos la historia de esta forma
-es decir. omitiendo los versículos 6-10---- y percibiremos el texto como la historia de un milagro, que quiere
mostrarnos el poder de Jesús sobre la enfcrmcdad 17 .
16. E"'' m~ ~nnda "'~"ón poro a¡<mdeccr, W"lf~n~ Rer~'"'h} al cl<>etor Karl Pichler,
la ed10<Jrool Potmrl'<. la f~flg"''" l.:rbor ~"~ ru,ierOil qu~ realil•r al p-rep-anr mi m.onuomto
pano la ed1~1un.
~e
17. El paralllooo. graco•• a las pobbrao d•· '"""'"ión ~ue di'" le<~<. puede rnoHr<e de
lJe...Je •1 pu~tn d< mra d<l ~énoro (-..éase
e>ta aooigu• rnd1<ión eo una h1SOUfiO
'UJ''" ).
~ue>-o.
un mola¡:m ~o"""'"""· rom" Qlra5 que~., P-''"''""' :Su ""'~C1<n'~"'" (su bma). ""
oomparo"<>n oon el gen• ro. hal>m qu< ·~rl" en lo re<""lt~< que fuemn aquello< ñombre> que
<lo.:
oo"" de<an1rnamn ante
1"~"'
na~a.
en
•~
Ofán de llogar
h»t~ ).,~,
C.omu lu muluoud k> 1mpid<
""" '1 ~Mermo h ost~ Jes~•- ~llos sub-en ol tqe ~" ~· nu v"''~" ~" dNn,arl" abnendo ~"
l>cqueoe e~ 01. l.a a~tl~u~ tra-dmón. 1"" '" d~nll<. d-enomina de. a esle ~~p•Titu re<L><lW
•Y l~<U>. ><~nd.o la le~' dloo ... • (!.5).
87
Por consiguiente, la critica de las tradiciones «Se remonta lo más posible en el curso que condujo a la versión escrita definitiva de una unidad que tenemos ante
nosotros, y retrocede -en el-caso más favorable- hasta
su mismo origen. En todo ello se preocupa principalmente de comprender las trasformaciones a las que estuvo sometido el texto durante su transmisión, desde su
origen hasta que quedó consignado definitivamente por
escrito» 18• Por consiguiente, si -pongamos por caso-partimos de la forma redaccional definitiva que tienen
las «bienaventuranzas» en el «sermón de la montaña» de
Mt y en el «discurso de Jesús en la explanada» de Le y
retrocedemos preguntándonos qué forma tuvieron antes
estas palabras en la fuente de los login utilizada por Mt y
Le, hasta remontarnos a la forma que tuvieron como
palabras del Jesús histórico (véase infra), estamos ante
un proOiema que toca resol\'er a la crítica de las tradiciones. En este caso, critica de las tradiciones y critica
de las fuentes se tocan, puesto que las «bienaventuranzas», como vemos por la comparación sinóptica entre
Mt y Le, no llegaron a ambos evangelistas en calidad de
redactores finales como pequeña unidad aislada de tradición --que es como serían objeto de la critica de las
tradiciones-, sino formando ya parte de una fuente mayor, coherente y, como es de suponer, escrita, que, juntamente con el E\'angelio de Me, fue utilizada por Mt y
Le para la composición de sus Evangelios. La crítica de
lw fuentes descubre esa fuente basándose en las concordancias entre Mt y Le, cuando no dependen de Me, con
arreglo a la llamada teoria de las dos fuenles y la denominada fuente de fos logia o de las palabrw o de las sentencias. Esa fuente de los logia debe su nomOre a que en ella
1~
88
están reunidas principalmente tradiciones de sentencias
o palabras de Jesús. En cambio, en ella ocupan menor
lugar las tradiciones narrativas sobre Jesús, en .comparación .con lo que vemos en Me.
Por las concordancias y d'ferencias entre Mt y Le se
puede colegir retrospectivamente, con relativa facilidad,
mediante companción sinóptica, la existencia de esa
fuente. Más difícil es la labor de la critica de las fuentes
cuando no se dispone más que de un solo texto como
punto de partida para decidir acerca de las fuentes.
Ahora bien, con ayuda de la crítica Uteraria, se pueden
observar tensiones, duplicados, repeticiones, incongrueBcias, etc., en el plano lingüístico y en el de las
cosas, que ayudan, por ejemplo en el Evangelio de
Juan, a reconstruir la llamada fuente de los semeia o de
{os signos utilizada por el redactor final. También en el
caso de Me se supone que él no utilizó sólo tradiciones
aisladas, sino que en ocasiones recurrió también, por
ejemplo en la historia de la pasión, a conjuntos mayores, ya escritos, de materiales; es decir, recurrió a
fuentes. La .critica de las fuentes cuenta ya con una tradición cientifica, principalmente en La investigación del
Pentateuco ----es de-cir, de los llamados -cinco libros de
Moisés--, donde, como es bien sabido, supone haber
hallado, junto aJ Documento Sacerdotal (en alemán:
Priesterschrift), el (o los) Yahvista(s) y el Elohísta como
fuentes o documentos escritos. La denomina.ción de las
fuentes mencionadas en último lugar, se deriva de los
diversos nombres que se dan a Dios -unas veces Yahveh y otras Elohim-, pero sin que el empleo de los
diferentes nombres divinos sea el criterio único o más
importante para distinguir entre estos dos estratos que
sirvieron de fuentes.
G. F"'hrer, l.c, 119.
89
El principiante tendrá que recurrir a los trabajos previos de la
bibliografía exegética, y tendrá que hacerl\J más intensamente en Lo
que se refiere a la critica de ]¡¡s tradicione~ y fuentes que en lo que
respecta a la crítie<~ de !as fmmas 19 . En efecto, sólQ después de l;ngos
arlo~ de ejercicio se adquiere relativa seguridad en la aplicación de los
métodos. Y lrn; di(erentes Tesultados a que llan llegado !os trabajo> de
los especialistas en exége~i~ demuestran la fina capa de hido sobre la
que ñay que caminar en cuestione> rclativ.as a la crítica de las tra·
diciones y de las fuente~,)' en qué grado l.as respuesta~ siguen >i~ndo
hipotéticas.
3.4.3. Critica de la redacción y crítica de la
composición
Por lo que respecta a la crítica de las tradiciones,
diremos que la crítica de /ll redacción es algo así como la
otra cara de una misma mon-eda. Se esfuerza por describir lo que en el texto se debe al redactor, es dec-ir, a
aquel que recogió la tradición o la fuente y la reelaboró
rcdaccionalmente. Si antes se había apreciado más bien
como insignificante la participación de los redactores en
el texto acabado, y se había creído que tal participación
se limitaba principalmente a la actividad de conservador
y de transmisor, las investigaciones en materia de crítica
de la redacción nos han enseñado ahora a considerar a
los redactores d-e los libros bíblicos como escritores y
teólogos independientes, los cuales. mediante la disposición y reelaboración redaccional de los materiales tradicionales, no sólo hacían de transmisores de la tradición, sino que. además, como autores teológico-s independientes, volvian a decir~a de nuevo y a dirigirla
1~ Fn '"-' "l>ro< de'"""'-'~..,_.,¡," al An"g~o r "t "ue~oT~stornc~to y en tos oom~ntafiU> •
M .di'~""' e>e:nt'-"> p,.ede adqu1rrr d le< lo• mayo< '"J~rmacLón -po-r <J<mp-1<>. aCL!rCO de tas
h1pote>1>m~' ,,¡>üttante5 '" mdleri> de crí.,ca d' la> Juenle< de la ~uc ~udióramo• olrec<r-
1< nu;.nlr<>< en el m are~ J<~
'"
pre<entc
~""~'o
como palabra bíblica para la correspondiente situación
en que vivían. De manera análoga a como lo hace la
crítica de las tradiciones, vemos que la critica de la redacción enlaza con la:s observacione~ de la critica literaria, es decir, tiene en cuenta -lo mismo que la crítica de
las tradi-ciones- las tensiones, etc .• que hay en el texto y
que hacen sospe<.:har que distintos estratos literarios han
chocado entre sí y han producido rupturas, las cuales
permiten distinguir entre la redacción y la tradición.
Para ello hay diversos criterios. Entre otros: el uso
del le ngu.a je y el estilo de una redacción (en cuanto
pueden reconocerse a través de una traducción), pero
también los temas teológi-cos predilectos del redactor y
su técnica de composición 211 •
20 P"" .:1.'< e<t<>< pa"'" en d cst~d•o. es 'mpr-escindJb-le m~ne¡ar ~n~ cc~co,Jo~ciQ_ La
abre ol ~>ludio et le<to bibiiCO en cuanto 1nd10a 1"' lugaT« de¡,. llihha ~n que
'"~c.,-dan.:1a
aporcccn ¡.__, d>'<""-"' ""-"'hin' Y, '"'· """'P'" ndo ~l<ntamcntc e-sos ~~~ores. pued<n <<>lo< t~ma• ~ 1"' concepi<>S profe-ridO> <1<- un e>tralo detem,nodo de la
uadoc16n o de la redaccoón. A~nra '"en. ~ad•• la'
Lr~d~c<l<me> ~ uc pueden darS<: ~'
un krrnino. g"'"" m>''"'"'"~" lO< len~uas bíbhca> cnc<>ntrara otro'~' OGUI con el pro~lema
de la Ira d-."""""· Por e-so. serlo prelenbl<: '"""""" '"mp,. de uno concor<laneu~ b'"•"~~n ""'
<kl<m1nado tradUCCJO>n A si. en al<mon. 1~ tmducm'" d~ ¡, Zi.r.r~.fur-l!llul """do bo>e .ata
.!uicher Hil..-1-k,mk<mian,, V~lb/QnJ<~<> Worr-..~'amt<r- "M Zahlm- l~"~'~hms
L"r
,.~., B<~e!Ubmerwnf, ""' Ein.s<Mr.« "" Ap,kn;r>hm. pr~porada pm K Hu!>c< )- H.H.
So:hmt~ (2
bmc~ 1%9l m'~ntra>quo l~:!"'"""''d~rtOIO d~ Pa.mos está b-aiiadae"el te>lo
d~ 1• F.on!,ro«~hmtt<~~~ iKor,korJ~<r;;; .mr bnhm:JUó<"MZ"ng d.r B'bd. p<<pamda rur F J.
So:h1cr-<o. Du<S<tdorf-Siultgan l'llj'l l-.ncmt d J. Lu¡:in. Concordanc<"'<k!Nu""o Tm~­
"'"-"'"" ¡.,, lim,nm.
d"e""'
se
="'
....,¡, ,
"""'" (lhroelmm IY~l): CP J)<n)ct. Conwr<l•ncou J~ l..s SugrMas E>mmras (~an Jo>e
[CCI'\Ia R"a] 1%9. booada ~n la H3dl!«1ón de Reona-\'alern. •~ciU)< los deul~rocan<ini<=l
Una
t<><la 1• 8'bl1a "' l.a pubtica<-la f'l'' tas S.:.:ied~d.,_
en Reina-Valoro frev1"on de 1\lóü). run
•~du'"'" de 1"' ltbrw~~~tero.:an-ontcos. Parn 1<>5 l~ctores que domtnen el l.tin, rc>ultor;i mU)"
úlltet ((I.,<"Mil~n~<ar~m .\" .\mp"'rQr Monu-ole (lla<eclona 195l. pn:,..rada abaoe de !a \'¡¡/~a1.:1 ;s,XIo-CI~menlina) Parn el monc¡~ <k ICt> dtcrionan"' termtn(>lógiCO> de la 1J.1blla. ~ue
rnen<L<man tarnb1in los~~~'"' en que a~are<:<:n ¡,_,~'"e""' >oc•bl05 de lu ltibha. y .,lcmi>
c~pli<an la h 150ori• ) wnte~•d~ 1<nl1>g"" de In> diverM"' "''""""', e> rcco-mcnJabte oprend~r
al rnenm lrK olfabetc-.; ¡:ncg") bobroo-. ValH!ndoo< ~ lü< tndl<.., <St>«tales qe>e ¡o<>oeen .,,.,,
d"cwnar:ioo tcrmH>Otó~IIXlS. po-demos wm~r como- punlo- <k partt<lo un concep-to ••prc>~do
rn nu.-.tro lengu~ P"" ~all.u ~1 mrre<pnnd1enoe térmmc cla,·c en 9ne~o o en he toreo. Los
dtronn>ril>'< termmnlng""" m~' 'mi><"'""''"" wn. ThWNT ~ Th~oi<>guc~e> WM~rt>~<clr zum
Neu•~ Tesoam~"'· ~~b-l...,odo ~ajo la diroc-<ioo de (.0 K:IOtel (Stutt~~n WJJ.t979}: TbWAT ~
Theolog!S'<~C< W~mm~c~ !illft 'i.ltm T~!tamen1 publie.J<> ~a¡u la ~in:cción ~< G.J. B<>tterc<>nco-rdo~.:1a br.-~.
B-lblocO' en
pem mil) unl.
~e
flmenca !..auna (196-1¡. b"""da
tam~1ón
9!
Por lo que se refiere a nuestro ejemplo de texto
(véase p. &Ss), se puede sospechar, basándose en la critica de la redacción que el redactor introdujo el tema del
perdón de los pecados por Jesús (Los versículos impre-sos
en cursi\la). Esto condujo a la mencionada tensión de
que Jesús interrumpiera en mitad de la frase sus palabras dirigidas a los escribas. En efecto, el redactor quiso
dejar que hablase otra vez la antigua tradición. En realidad, lo que aquí le interesaba al redactor, en nuestro
caso al evangelista Marcos, era mostrar con ru tradición
que en Jesús el poder divino de curación entra en nuestro mundo. Sobrepasando la tradición recibida, pretende
él decimos que ese poder divino de curación quiere -en
Jesús-liberar a los hombres de todo lo que los paraliza,
especialmente mediante el perdón de los pecados, de la
causa más profunda de esa parálisis, a saber, del abandono de Dios en que se hallan por el pecado. La vida
debe abri:rse para ellos en toda su plenitud.
Como hemos visto, el redactor, además de tener la
posibilidad de intervenir en el texto de la tradición para
modificarlo, tiene otra posibilidad: la de asignar a su
tradición un lugar determinado en la amplia totalidad de
su escrito. Por consiguiente, hay que tener también en
w«k. H. Rinuren (5ruttpr11970!.s. rn.d_a..~ .. {}¡.cc/OIMI!iJwb!giJ:oU/..,IUJgw r • .,....,..""'
1. Modrid/; E_ len ni. C. We>t~ann, [)~...,;o uoldgi&o ,...w41 d.tl Anñg110 T...-IGmmWI. M.ulnd 1978; 11. h!o.drid.l98S hn el .. rlldiodeiNT. ~éln .. X. i.éon-Dulour, D~«io""·
M tUl N.....-o T~-,., (Madnd 19n); L. CoeM,., E. BoynuiM<, H. Bieltnhard. D"'-
cuenta el acoplamiento de los textos, es decir, su composición (en latín, compositio =montaje). Tal es la labor del método de la critica de ia composición. orHay
composición cuando un reelaborador ha -creado, por lo
menos a base de dos unidades, una obra mayor, y cuando él las agrupa con sentido y acierto y, en caso necesario, interviene de manera intensa en las tradicione-s
existentes o inserta fragmentos propios en el lugar
adecuado» 21 • Si tenemos en cuenta el entorno, es decir,
el contexto del texto que nos ha servido de ejemplo y
que habla de la curación del paralítico, enton-ces nos
sorprenderá que Mar..:os ..:omience con ello una serie de
cinco textos que se ase me jan todos ellos en que los Qdversarios de Jesús se escandalizan constantemente de la
conducta de Jesús o de sus discípulos, y en que Jesús, al
responder, pone siempre en evidencia a sus adversarios,
haciendo ver que no tienen razón. Cuando la serie de
estos textos termina en Me 3,6 con las palabras: «Y los
fariseos salieron y en seguida comenzaron a tramar con
los herodianos en contra de Jesús, cómo podrían destruirle», nos damos cuenta claramente de que esa agrupación de textos, su composición, fue idea intencionada
del redactor. De esta manera, qu)ere mostrar él, al
comienzo ya de su Evangelio, que los hombres se opusieron desde el principio a la oferta de vida que Dios les
hace en Jesús22 .
<inn<lno<rolóficod<J N - TUl4mtlllG 1 (Salam..anca 19110).11 (1911(1). Ill (ln3). lV (1984)-
0. orienlació-n mA> trokle>Ca .que filok>gloa. pero muy útil tombión ,.. X. I.Ac>tkDIIfov.r,
Voca/>UQI!iJ df IM/og/Q Mbhu (Herder, Ban:elona ''19SI!) Paro la le<tura d< otras <>l>ros
do c..tgosto .. indiopeMaMe el OMOC!miento de 11 esrntiUII piep y helm=o,
~""'""~"" .mt.<>n~:<• pueden coruuU~me en¡.., d><cl<J,.,;c, /i~ lu c•pres.,,... ¡riep; y
hebrea• q,... en el lar; ~ec:ilon. Loo d•~""' lin¡lll•tico< más imporunt ... oort.: W. Qe..,ni..,;.
F. Buhl, lf<bt.:iJclu• Wlll Ar......W.::Iw HJUtdwi!mrl>uclt ~fttrd<U Alrt T.,..,.,.. (Berl!n.(i-o..
~~litadas
bnp-HCO<klbl:r.& "I"IIOZ); W. lhuer, Gria:lzir.d!-lhuu<:ha WDnrrllorcl< !11 dm S<iln{lt!t dt!
Ntuel< Tw-tm.r ..,.,¡U. id>ria<'n 1</"doros.di<:/tm L.UtNII<r (.lkriín-l'lucva Yolt l971); W.F.
Arnc:U. F. W. GtniJI"'h, A Gr.td-Engli.llr
of rM N.rw T~lll 111<4 (1/}w• b>l"iy C~m­
..... I...U"""« (Ot;.:ago WSJ).
lo<'"""'
92
2.1. G. Fo~n:r, l.c .. 13ft.
l:l. En ocootJdo estricto. so dc:l:>c bobbr sól~ de cririm di;¡aónica <k Id e<>01prui<ión ruando
.,. red&ci.M M ;n!CI'>'cnkk>er> pn
~njun10 <!"" 011i>lc ya"'"'"' l~~ent< y. mtdirnl< l•tr"'P""
S><ión de te>los l''"'''d"'· ba mO<hli"""" romf'(<!iiOriam""''~ Wl oiwJifll:lldododo> del tuto. Un
análioio ~"" procc<ta o ~ •uo a-veriguaeiorleo bos..ó~ Unicamenl< en la oboci""'IIICllin de la
~fl'fll"'ndle"'lc nw:westnoel"llll de un !e><l<l IKI "'diaaóni<o sino sincrtlnio:o. ~ debe
dclusc pc>r tullO ~mo 1111 sclo upcoto de l:o critica de
wlamcnte que ent<:or~.CC> la
,¡.,,..,. no"' an WU<t pan:ial, oinc> '"' re~w IICBb:odD >:n si. por ejemplo. nn ev~cbo
las'"""""·
o:ons•-
~1<>.
93
3.4.4. Critica de los «lugares comunes» (topo!) de la
tradición
El principio metódico de la critica de los «lugares
comunes» de la tradi-ción se confunde fácilmente con la
crítica de las tradiciones. Y, de hecho. ambos métodos
se esfuerzan por presentar y describir los correspondiente-s hechos lingüísti-cos heredados de la tradición. transmitidos.
En el caso de la critica de las tradiciones, esos hechos
son las pequeñas unidades de tradición, relativamente
terminadas en sí mismas. que, como tales unidades
heredadas, fueron incorporadas por los redactores a
su.s escritos. En cambio, la crítica de los «lugares comunes)) de la tradición se ocupa de la idemificación y
descripción de un material acuñado subyacente a las
unidades de tradición relativamente terminadas en sí
mismas. Se trata de esquemas de pensamiento y expresión convencionales, de los llamados topoi («tópicos»,
«lugares co-munes») que, como fórmulas o clichés, esquemas, temas, ideas, imágenes y motivos acuñados, forman en cierto modo los cimientos. de las unidades de
tradición. pero que considerados en sí no son independientes.
En particular, se entiende por motivo (su etimología
latina significa <<lo que impulsa>>. do que mueve») una
situación típica que puede actuar como móvil en trascursos de acción plasmados de manera individualmente distinta Así, por ejemplo, el motivo de lo-s <<hermanos
enemigos» se ha rlasmado de distinta~ maneras en la
literatura bíblica.
También la~ imágenes y las metáforas son casi siempre, en la Biblia, tradición preacuíiada, por ejemplo la
metáfora que aparece con bastante frecuencia en los
94
salmos y que designa a Dios como «roca» del orante
(cf. Sal 28,1; 3!,3).
En cambio, los temas acuñados no se presentan ligados a imágenes, sí no más bien a asociaciones de conceptos que aparecen con bastante frecuencia, por ejemplo, el tema de la «justicia de Dios».
También algunas ideas, expuestas más como imagen
que como tema, aparecen ya acuñadas de antemano,
por ejemplo. el «dia de Yahveh» 23 .
También los esquemas tradicionales, por ejemplo el
de dos dos caminos», que se escucha en el Sall (véase
supm) y que se deja sentir como estructura más Q menos
abstracta en el trasfondo de varios textos bíblicos y extrabíblicos, son inve:;tigados por la crítica de los «lugares
comunes» de la tradición como fórmulas acuñadas, es
decir, como «frases y giros ... que poseen forma fijamente acuñada y palabras fijas, derivándose su origen de
una necesidad de la comunidad y siendo utilizadas, por
tanto, de manera habitual en la comunidad» 24 , aunque,
por otra parte, no aparecen .aislados en sí mismos. sjno
que se utilizan siempre en asociación con determinados
-contextos. Como ejemplo tenemos la fórmula de resurrección que habla de Dios como de quien «ha resucitado a Jesús de entre los muertos». La encontrarnos como fórmula tradicional recibida por Pablo y que aparece
varias veces en las cartas paulinas en cambiante reelaboracióll y en cambiante asociación contextua] (véase Ro m
10,9: lCor 15,15; ICor 6,14; ITes 1,9s, etc.).
La perspectiva de [a crítica y de la historia de los
«lugares comunes>> de la tradición no sólo aclara la co·
23 1\(JHi le~dría tambueo '" lug•r ond1cadn m<tódlcam<nro '" <TÍOlea y la hiSio-no de'"'
~""'"""''· ral corno a¡» rece en lm ~icooun~ncos Oe '""'"P'"' t~ológico• de lo fl1~11a
24 K. WeD¡;sl. C~,-,.1"/a¡;ISr~e Fotmdo "''d Li~d~r d,_, /h-cllf!.J,.NIW>IJ (~tNT 7)_ (¡jiterslo~ 1'972. 11
95
rrespondi:ente índole, significación y función de la
unidad de texto dentro de la cual se halla el topos de que
se trate, sino que, además sirve para «la comprensión de
los antecedentes socioculturales por lo-s que ha de entenderse una unidad» 25 , y tiende a presentar la historia de
ese topos o -«<ugar común», de manera análoga a como
tratan de hacerlo con los géneros la crítica y la historia
de los géneros.
3.4.5. Critica de los géneros
3.4.5.1. Estilo de género
Si la crítica de las formas se esfuerza por comprender
y describir la fisonomía individual y personal de un texto
determinado, la critica de los géneros tiende a comparar
un texto concreto con otros de igual o parecida estructu·
ca y, basándose en las concordancias estructurales, a incluirlo juntamente con ellos en un grupo, es decir, a
considerarlo -por decirlo así- oomo miembro de 11na
familia. Si la «forma» significa siempre la mera fisonomía individual de un texto particular y concreto, el concepto de «género» se refiere al «patrón común de estruc2!!. (l. fchoer. l.< • 11S. Aur>quc. 6e aweró> coo G Follrer. distlngQ en! re onti"" d= 1<><
olupr.,.o;omu ....... dc: 111 ull<IICJ6n ~ or!tirnde U trll<iociÓfl) d~ l~oedaca<ln. r.o mead~•eroala
di<tinc:ién qu= en ~Ma ohu "' h&CO entre ocrilleoil de lo!. lugar"' comu~e• de la 1radi<i011• y
•<rilica de lo!. moti,.,... "'"""~"" h&) que ao;eptor la d"tu>e1611 e~tr<: -un ~~upr wmún• de 1~
<ra.dición •q~>< cir<:ul• libtement• -<> ~ir. qac oo esto •i~~d.o con ~• delerm•no.<Jo
<:Ír<:Ll\o de penooas- ~un ~lusa• romún• de la WtdiciOO ••• el ~ue .. puede TI:COO"""' el
inlerk <k la tradoc:IÓfl de un <klcrminado doculo de •nuU>nrrt• (p. IQ2. 108), m>.., jLI5tinca
dc:oiJilar a la pnmcr11 """" •motivo• ). dcnvirublo de alli. do~gnar al n>él<>do> wmocril""'
de 1.,. ""'"'""· El oone<pl:o de •mo>lrvo•. a poe .. r <>e lo> desvai<W que es en el l=nJUolll"
rorrien«. ti<110 un scntrdo ~'<="'en I&Clcn<:ia de: lalitcraluTO. seg.ún ladcfinrCI.Óol que ~cm<><
!:notado de: du, y diflcilmcnt< p<>dr:i cmpkar.;r: ade<ll&damentc a>rno co=¡riO q~ mn¡ue cl
de •ilmte.ne• """ña.daso. ""'"'""" ocuñ.W.O.•. ora>¡¡M &<:U~- (corno hace (i. F-ohrcr. l.c ..
10:!.).
96
tura de un grupo de formas>-) 2 \ patrón que como taL no
existe en la realidad sino que se adquiere, como producto de la abtMacción, mediante la comparación de varios
textos particulares (formas) de estructura semejante.
Hay algo que asocia la crítica de los «lugares comunes» de la tradición con la crítica de los géneros, y es
que en una y otra se estudian materiales acuñados.
Ahora hien, la acuñación convencional se extiende en
este último caso a la correspondiente estructura jerárquicamente determinante de un texto, en cuanto dicho
texto sigue un patrón estructural actuante también en
otros textos: un patrón que se reconoce por el estilo
genérico, es decir, por las peculiaridades típicas precisamente de ese género.
La unidad de tradición de la curación del paralítico,
que hemos examinado desde el punto de vista de la crítica de la tradición, por su género pertenece a las narraciones de milagros. de curación y, según R. Pesch 27 , sigue en la estructura de su acción el es-quema de las historias de milagros en general y los tópicos del milagro
de curación de paralíticos en particular. En concreto,
R. Pese!"! enumera los siguientes rasgos estructurales
del género:
l. Aparición en escena del taumaturgo y de una multitud de personas (motivos introductorios y preparatorios): v. 1-2.
2. El encuentro (del enfermo, cuya enfermedad se
indica o cuya situación calamitosa se describe, con el
taumaturgo): v. 3.
3. Este encuentro se ve aquí obt\taculizado por la
26 W. Rtchtcr. 1 e. 132.
17. R Posch. Da> M~rkus~•ong<ii~m 1 (HThKtiiT !1). Fnbu<go de Bri¡; -Basilea-Viena
1~6. l'ik
dificultad para la aproximación (rasgo que en este caso
sustituye a la tradicional petición de curación): una dificultad que hay que superar, v. 4.
4. La curación (mediante orden de curación con interpelación, palabras de aliento, palabras de salvación,
orden de demostración, despedida): v. 5.11.
5. La comprobación de la curación: v. 12.
6. La demos/ración: v. 12.
7. El asombro (de la mulütud): v. 12.
8. El final a coro-: v. 12211 •
3.4.5.2. La historia de los géneros
Por cuanto los textos que se comparan para conocer
su género mediante la averiguación de sus peculiaridades tipicas --es decir, de su estilo genérico- se originaron en diversos tiempos, la crítica de los géneros debe
contarse también entre los métodos diacrónicos y tiende
no sólo a la mera comparación de los diversos representantes del género sino también a la exposición de la his·
toria de los mismos, de suerte que, por un lado, gracias
al género, se amplía nuestro conocimiento de la historia
(de Israel y de la Iglesia primitiva) y, por otro lado,
nuestro conocimiento de la historia y de sus situaciones
típicas nos permite deducir la existencia de determinados géneros literarios.
3A.5.3. Designación de los géneros
Los géneros no existen en la realidad, sino que son el
resultado de un proceso de abstracción por el que determinadas notas de una forma, que ésta comparte con
otras formas particulares, se consideran como características y en cambio otras notas no se consideran como
caracteristicas29 • Por es-o. el concepto de «género» e-s
.aJgo borroso, y esto se refleja en la multitud de términos
que se emplean para designar a los géneros. En este
particular, una ojeada a la bibliografía provocará, con
toda seguridad, cierta confusión en el principiante. En
efecto, en cada manual encontrará propuestas distintas
para clasificar y denominar a los géneros, y esta complicación aumentará más todavía si, además de recurrir a
las obras de exégesis bíbüca, consulta las obras de historia de la literatura en general 30 •
Por eso, lo más adecuado tal vez a la complicación
del problema (¿,insoluble en último ténnino?) de los géneros será partir de dos posiciones que aparentemente
se contradicen, pero que tienen en común el que ambas
quedan colgadas en el espacio, sin fundamento «último». La primera fue fonnulada a-si por W. Richter:
«Sostenemos, además, la opinión de que Jos géneros no
se obtienen por deducción de conceptos sumamente
universales, sino por caminos empíricos»31 . En el plano
de comprensión de nuestra iniciación a los métodos, es2'1.
31)_
21!. fur oon.,guienle, el -estudio "'g.Un la olp!l<a d.e la crir= <lt /<1< g<""ros ronfirmartt.
nue>tra hi¡>óu-sos críhOO---tradieional: La un!dad de !radiMOO supuesto por niJi!OirO!- =!"""de al potrón c:slructJ.o.-..1 del gtnoro. mientras ~"" la• poonco del t~xtn q110 oonSideroi.bo.rnns
adocione• p<>51enmn romt"'rlan""' r>a!rón d.el gtnero
98
W. Richter, l.c .. 1}2>¡_
Es lignif>cati..o de esta ;ill>acioln ~1 hul>o de quo d
U~iktm -~~gO'Ii!chtr Fachbtgnlf"
M P.G. MiiUer{Smngan-K~vrla<:r 191!5), 115-120,SI¡u1Cnd<> o K. Be;gcr, Bibdbnbdtsl\'l'
(Hcidelbers l9110), 47SM, e~urnerw: ~n 101al 1(}7 génerns híbl;cos, cuyo orden alf~bélio;o permo~~ ~rde ""tem""" qu~. dodo> ~1 estftdo> acmll dt la!. inve.tigaoi<>n<:< !Obr~el prot>kma de
1"" gtnci'OI!, noco ¡>001~ uno soli>Ción sistornltia del mismo. lmponantes,...fl~•ioncspt~~¡..,
para ello oe eiiCil<:ntran"" W. Rich1er> l.c., 121-152.
31 w_ Rid11tr, Le, 1J.4.
99
tas palabras se pueden entender como una especie de
exigencia para <.¡lle se lean los textos bíblicos mis.mos.
confiando en que la lectura de un texto llevará luego
consigo la lectura de otros textos, y ésta a su vez la
lectura de otros, y así su-cesivamente, de forma que en el
largo proceso de estas lecturas, dichos textos se vayan
agrupando y ordenando poco a poco en la cabeza del
lector, al parecer «de manera espontánea» y vayan formando grupos de textos estructuralmente afines.
Parecerla que el segundo con se jo está en contradicción con esta primera opinión. Dicho consejo afirma:
..:Una cierta medida de orden es mejor que absolutamente ningún orden.,. Parece que este texto hace de la
necesidad virtud, y a la vista de la multiplicidad de textos imposible de ordenar y de las numerosas asignaciones de géneros a las que se puede recurrir, exhorta
a la arbitrariedad de un cuadro ordenador de categorías.
Ahora bien, l'.e puede entender también como consejo
de que se abrevie un poco el largo camino a través de la
lectum constituidora de géneros., y de que se abrevie
aceptando, al menos de manera provisional, una ordenación de texto~ en grupos «encontrada» en su lectura
por lectore& anteriores. aunque sean especialistas en
exégesis, y que de este modo se vaya clasificando previamente de alguna manera la inabarcable multitud de textos y géneros. aunque sepamos que no se trata de un
orden con fundamento «Último».
L<~ finalidad de semejante crítica de los géneros.,
orientada a la utilidad prá!.:tica. no seria ni una sistematización atemponü de los géneros ni una interminable
enumeración de los mbmos, que en último krmino haría coincidir el <.:oncepto de género y el de texto particular.
En Lo que respecta al campo de los género~ en los.
1()()
Sinópticos, las propuestas de G. Theissen se orientan
ejemplarmente en la misma dirección. Por este motivo,
presentaremos sus mismas palabras en una extensa cita.
G. Theissen introduce un orden en los géneros de los
Sinópticos sirviéndose de dos polaridades, designadas
por las parejas de conceptos: «típico» frente a «singular», y «enseñanza» frente a «narración>>. Sirviéndose
de la segunda pareja de conceptos, se pueden definir los
«Cuatro géneros fundamentales de la tradición sinóptica»: ~<enseñanza pura, enseñanza narrativa. narración
con filo doctrinal y narración pura». o, en terminología
más tradicional: «logia (= formas gnómicas [ad. del
autol"]), parábolas, apotegmas(= narraciones biográficas con matíces gnómicos [ad. del autorJ), narracione:s~>32. La segunda pareja de conceptos conduce a una
ulterior diferenciación de los cuatro géneros fundamentales, que se dividen en dos variantes opuestas rolarmente. A este propósito dice G. Theissen: «Tanto la
cnsciianza como la narración pueden ocupan;e más de lo
típico o más de lo singular: dentro de los logia se puede
distinguir entre logia normativos y logia kerygmátiw.~.
Son normativos todos aquellos logia que formulan lo
universalmente válido en la experiencia o en la actuación: palabras o dichos sapienciales, palabras o dichos
legales, y reglas para la vida de la comunidad. Se trata
siempre de normas de c.xperLcnda o de normas de acción, de lo regular y típico, sea la regla que uno puede
comprobar. sea la regla que hay que aplicar a la acción.
En contraste con los logia normativos están todos Jos
logia kerygmáricos, es decir, los logia que anuncian y
proclaman un acontecimiento singular, sea que ese
l2. -G. Thois1«n. (/,chr'-lt!u:he W~l"i"R'""hrch,_N F.t~ Be"Hr~ '"'" fnr=g<"'¡,.,-h¡J.-h<~
Erf"m~~~C da <y"OpM<h~n han~8"'" <StUNT a). G"Ur<lah N74 126
101
acontecimiento ya haya tenido lugar (dichos en primera
persona del singular, dichos del Hijo del hombre) -o esté
teniendo lugar ahora precisamente, sea que vaya a tener
lugar en el futuro (dichos proféticos y apocalípli-cos).
Los dicllos kerygmáticos contienen siempre un mensaje
acerca de algo singular.lnterpretan el presente y desvelan el futuro. De manera parecida, hay que hacer una
distinción dentro de las parábolas: los símiles, que describen acontecimientos típicos y apelan a la experiencia
universal. Y las parábolas en sentido estricto, que describen un caso particular Interesante, que puede contener incluso rasgos improbables y singulares. De manera
análoga hay que clasificar los apotegmas: la mayoría de
ellos se proponen presentar las enseñanzas de Jesús, es
decir, no sólo lo que él dijo en un determinado lugar,
sino lo que él enseñó fundamentalmente en relación con
los problemas abordados. En contraste con estos diálogos de enseñanza y disputa, están los apotegmas biográficos, que se proponen describir un acontecimiento singular en la vida de Jesús, por ejemplo, la confesión por
la que Pedro reconoce que Jesús es el Mesías.
»Los géneros puramente rmrrativos los encontramos
también en dos formas: historias de milagros y relatos
legendarios. En nuestro caso, las historias de milagros
son las que narran lo típico de la vida de Jesús. Por eso
se hallan compendiadas en sumarios. Son episodios intercambiables y no tienen lugar fijo en la secuencia de la
vida de Jesús. El orden en que se suceden es relativamente caprichoso. Otra cosa ocurre con los relatos
legendarios: se ocupan del nacimiento y crecimiento de
Jesús, de las tentaciones que padeció, de su marcha a
Jerusalén y de la pasión. Refieren acontecimientos qt.~e
tienen un lugar inconfundible en la sucesión temporal de
la vida de Jesús» 33 .
l02
Lo que acabamos de decir se puede contemplar de
una sola ojeada en el gráfico adjunro (completado un
poco) de G. Theissen34 :
Típico
Logitl
S.fmile~
Diálo_gos
Historias de
de enseñanza milagros
y disputa
Enseñanza
purs
Enseñanza
narrati-va
Narración
oon filo
doctrirtal
Narración
pura
Parábolas
Apctegm~
Relatos
legendarios
normativos
Singular- Logia
herygmáticos
biográfico~
Desarrollar sistemas análogos que pongan en relación los demás géneros bíbhcos será por ahora un desideratum.
3.4.5.4. Situación vital (Sit.z im Leben)
La. crítica de los géneros exige que se investigue la
situación vital del género correspondiente: «ES[C patrón
estructural, por cuanto se halla previamente dado, está
ar1clado en situaciones e instituciones socioculturales tí1.1. lbi<l 12&s
J.4. lbld. 128
103
picas. lo que se ha dado en llamar ""simación vital"»-'~.
Esto quiere decir que los textos de un género tienen
correspondientemente una determinada función en la
vida de una comunidad. Podemobo decir también que por
situación vital se entiende una repetitiva situación de
uso de un determinado génew hterario en la vida de una
comunidad. Las canciones nupciales se cantan en las bodas; en cambio, las lamentaciones se cantan e11 relación
con los sepelios y .celebraciones de duelo. Por consiguiente, la situación vital no significa una determinad<:~
situación históri-ca, por ejemplo en la vida de Jesús, sino
que, como concepto sociológico que es, presupone una
comunidad, instituciones y eL uso repetido de tex:tos de
un género en situaciones que retornan de la vida de una
comunidad.
En lo que respecta a las historias de- milagros, entre
las que habrá que contar la tradición original de la curación del paralítico, podr.á afirmarse en general que su
situación vital debe huscarse en las nece-sidades misioneras de la vida de la Iglesia incipiente. Tales relatos
están al servicio de la proclamación misionera de Cristo
como Señor y varón de Dios, que con !:>U poder es capaz
de poner fin a las miserias humanas de índole más diversa, y a quien por tanto puede uno <.:onfiarse en la fe.
3.4.5.5 Situación literaria (Sitz in der Literawr)
Aunque la crítica de los géneros. en virtud de su
procedimiento. que consiste en determinar el género a
base de múltiples textos particulares que tuvieron su
origen en distintos tiempo-s, debe considerarse ur1 método diacrónico, :sin embargo. en virtud de sus resultados, posee un efe-cto retmactivo sobre el método sincrónico de la crítica de las formas. En efecto, el género
obtenido gracias a la crítica de los géneros puede ponerse al servicio (en ci:erto modo) de la crítica de las formas
como filtro para que dé realce y haga aparecer con contornos más nítidos el texto partícul<~.r objeto de estudio.
Y, así, sobre el trasfondo del género. resaltan por ejemplo los rasgos individuales del tex:to que nos ha servido
de ejemplo (véase p. 85s) y se ven con es pedal claridad
en la fonna final que obtuvo tras la labor de redacción.
En el lugar que, por el género, suele hallarse la súplica pidiendo la curación, se encuentra en nuestro texto el
relato sohre la forma. nada usual, de llegar tlasta Jesús
abriendo un boquete en el lecho: esa forma que hace
posible lo imposible y que es interpretada por Jesús como expresión de fe. Además, aunque es cierto que el
género de las historias de milagros conoce el rasgo de las
palabras de aliento que el taumaturgo dirige a los que
buscan la curación, 110s sorprenderá la manera en que
es1e rasgo genérico es individualizado aquí por el redactor: «E." singular el hecho de que a un enfermo. en el
marco de la hjstoria de un milagro, se le consuele declarando que sus pecados han quedado perdonaJos,30 • La
firmeza de una fe, que se sube incluso al tejado para
llegar hasta Jesús y, por otro lado, la capacidad que
tiene Jesús para llegar hasta las dimensiones más pr-ofundas y recónditas de la perdición humana y actuar
salvadoramentc en ellas, son contornos individuales de
nuestro texto que quedan realzados sobre e! trasfondo
del género. Así. pues, l.a visión del género no sólo con>.t.
R
1\c,.·n.
Le. 147.
1U5
firma la hipótesis de la crítica de las tradiciones. sino que
facilita la comprensión del tex:to individual en la óptica
de la critica de las formas. Finalmente,llcga a conocerse
con más nitidez de contornos, nuevamenle sobre el tras~
fondo del patrón del género, cómo la unidad de tra~
dición se modificó en su función a¡ quedar ampliada por
adiciones rcdaccionales. Además de su situación vital,
adquiere una situación literaria. En efeclo, en su versión
actual, la historia del milagro constituye ya únicamente
el marco para el escándalo que experimentan los escri~
bas por el hecho de que Jesús perdone los pecados. Se
separan violentamente las palabras de alier~to de Jesús y
sus palabras de curación que figuraban en la primitiva
historia del milagro. Las palabras de consuelo --<<Hijo
mío, tus pecados te son perdonados>>-- son ocasión para
que se escandalicen los escribas; y las palabras con que
Jesús obra la curación -<Levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa- se convierten ahora en demostración
«de la autoridad que ttene en la tierra el Hijo del hombre para perdonar pecados» (v. 10) y en refutación de la
acusación de blasfemia. El hecho -que seguramente
debe verse como adición redaccional- de que al principio Jesús «hable la palabra» a la multitud reunida ante
él, y todas esas personas. al final del texto, se queden
asombradas y alaben a Dios, conduce a una oposición
entre la multitud y los escribas que se escandalizan de las
palabras de Jesús. Los unos escuc-ban a Jesús y se sienten movidos a alabar a Dios por el acw de poder obrado
por Jesús. Y los otros acusan a Jesús de blasfemia. E11
Jesús se dividen los espíritus.
106
3-5. Transición a la parte de ejemplos
Terminamos aquí nuestras explicaciones, consctentemente breves, sobre los diversos princirios metódicos
de la exégesis bíblica. Su brevedad permi1irá consu\tar~as de nuevo en la ulterior lectura de esta obra y releer
de vez en cuando alguna que otra explicación, a fin de
que el lector tenga siempre presentes los e-lementos
teóricos de los métodos., cuando proceda a trabajar por
sí mismo sobre los ejemplos de textos que vamos a presentar a continuación.
Lógicamente, al ocuparse del análisis, deberá tener
también muy presente el texto bíblico que en cada caso
deba él analizar. Puesto que en casi todos los casos vamos a reproducir expresamente el texto, será fácil mar·
carla con alguna señal para acompañar en cada caso
la lectura, comprob.ándola sobre el texto. Además, en la
lectura, hay que tener a mano una Biblia, a fin de darnos
cuenta de cuál es la situación de cada tex:to concreto en
un contexto mayor, y también para estar en condiciones
de consultar inmediatamente las referencias que se hacen a otros lugares bíblit;;OS. Se entiende, como es natural, que la presente obra no es para ~eerla de corrido
como una novela, sino que cada uno de sus capítulos
deben considerarse como ejercicios completos en sí mismos, en los que hay que trabajar como unidades aisladas, y que conviene repasar varias. veces.
Sirviéndonos. de divers-os ejemplos de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, pondremos a prueba y
nos ejercitaremos en los principios metódicos expuestos
brevemente en la parte que estudia los mélodos de manera general. La diversidad de textos implicará que, en
el análisis, el centro de gravedad recaiga unas veces sobre una perspectiva metódica, y otras veces. sobre otra.
l07
Así, hay textos que se estudian más intensamente desde
la perspectiva de la nítica de Las formas, mientras que
en otros se acentúa más el análisis diacrónico. En
ocasior~es se llegará también a completar y profur1dizar
en las explicaciones metódicas, y seguramente a efectuar
análisis que queden rezagados en relación con las explicaciones teóricas.
La selección de los textos no pretende, ni mucho
menos, ser completa desde un punto de vista sistemático. Se lla efectuado de manera más o menos heurística,
en el sentido de que todos los textos que aquí se ofrecen
han demostrado ya concretamente su utilidad didáctica.
Además de los textos del Nuevo Testamento -que por
ser yo profesor de NT constituyen buena parte de los
ejemplos- se analizan también conscientemente algunos lextos del Antiguo Testamento (véase Il, 1.6.2;
II, 2; Il, 6; 11, 7}, porque, a pesar de la separación que se
hace tradicionalmente entre las disciplinas exegéticas
del Antiguo Testamento y las del Nuevo Testamento
~paración que está más que justificad<! por la multitud de disciplinas auxiliares que en cada caso se necesitan-, precisamente en el plano de los métodos de análisis textual orientados a una praxis de la palabra bíblica
coo justificación científica, científicamente, es recomendable rccoTdar que, no ob!>tante toda la diversidad que
pueda haber concretamente, hay operaciones fundamentales que son siempre las mismas en relaciones con
todos los textos, incluidos los textos no bíblicos.
A pesar de todo, la exégesis del Nuevo Testamento
ha determinado más intcnsilmente la selección de textos, por cuanto los ejemplos representan, todos ellos, en
el aspecto de la crítica de la~ fuentes. las posibilidades de
exégesis de lo!> Sinópticos a las que apunta la teoría de
las dos fuente-s. Y, así. hay ejemplos tomados de la tra108
dición de Marcos (véase 11, 1; IL 3; 11, 4). y también
ejemplos ofrecidos por los textos de La fuente de los
logia (véase IL 5; 11, 10), y ofrecemos igualmente un
ejemplo tomado del Eva11gelio de Juan, que presumihlemente tiene como fondo una tradición de la fuente de
los signos (semeia). Se bailan representado!>, además,
los géneros de los textos de listas (véa~e JI, 9) y de los
himnos a Cristo (véase IL R). Finalmente, se estudia
tamhién la carta a Filcmún (véas.e 11, 11). por su forma y
romo e¡emplo del género de las cartas paulinas.
Lüs textos evangélicos que sirven de ejemplo están
impresos ampliamente en disposición sinóptica, pero
dando por supuesto que el lector tendrá delante además
alguna sinopsis evangélica 37 .
Se d.a también por supuesto que una iniciación a los
métodos de los trabajos exegéticos no puede ser al mismo tiempo una iniciación a los problemas de la historia y
del entorno bíblicos, a las cuestiones relativas a la peculiaridad literaria de los diversos escri,os bíblicos o a
sus perfiles teológicos, aunque todo ello se pueda tocar
someramente y con frecuencia baya que sobrepasar el
nivel informativo que el principiante tiene en estas esferas.
Por consiguiente, el lector, al mismo tiempo que se
ejercita en los métodos. [Cndrá que irse imponiendo en
estas materias que van más all<i 0-c los métodos Por eso,
J7 1''" '""''~"""",. enllcnJ~ e~ co« .:•o<> 1• ;·u~<•vo>ic'i"n de (e~oos paral<l"' do lu..
1inop"""" 1~<. MI. Lo). <1-< forma qu~ pu•d•TI obse""'"'' f•c1lm.<TIL< lo> <onn>r·
<la~"~' la> Oii.,en"" '""' 1<>> d"""'-" b•Tig<·l'"'. "'-'b" ""~'> ~u •nd<; '-" la; _,,;ala f""
medw !k '"'lmc> doferenle,. E"u '" puede li~cor fóoilm~nte •ubrayo~do c;o~ <ole-r a2ull"'"
puniUo comunc> en Me. M<. l.-<. f" oon c-oLo• m¡o los punoos comun~•en MI~ U. cu•nJ" ""
E'""~d""
;
punoo se h•lla """""del texoo d' .~le En 1<•> p~nlc» '" ~"" ''" <re><l<l'~'"" """' d< "'""
pue<le h:ooer" gn L>>lc< d~ <olor •·ml<. Lcil >iii01}>L> aloman" más Ulll,.ad., son. P~mJo-,.s_,..
nvpJ<. ¡>JT F.J &hieT;c. Pa"ll<><·V«Iag. 1)\isseldort "l~lli. Zliccher-Ev"'8'1.en 5p•oP"·
r><>r C.H roi;~er. On<:ken-Veol~g. Wup¡:oeroal '"IYW S.Ub.e la>"~"!"" en""". •e•>< 1. 2,
""" ~ o~,. <le ]>'Og<na
\09
una historia de Israel y una historia contemporánea del
Nuevo Testamento, una introducción al Antiguo Testamento y al Nuevo, así como también una iniciación a la
teología del Antiguo y del Nuevo Teslamento, formarán
parte del irrenunciable programa de lectura de todo
aquel que quiera ambientarse de tal modo en el mundo
de la Biblia, que, con ayuda de los métodos exegéticas. pueda moverse en ella como lector bíblico emancipado3S.
110
ll
Parte práctica
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