EL HOMBRE COMO PERSONA MORAL Introducción No habría moral y, por lo tanto, tampoco normas, valores, problemas morales, ni psicología moral o pedagogía moral, etc. si el hombre no fuera en sí mismo constitutivamente moral; más aún, la inmensa pluralidad de sistemas y de teorías morales que regulan la conducta humana en toda época y lugar pone bien de manifiesto la universalidad del hecho moral. universalidad que sería imposible e impensable si en ella no se pusiera en evidencia la naturaleza moral del hombre: esta misma universalidad testifica que el hombre es constitutivamente moral y es su consecuencia; es decir, es manifestación de la moralidad intrínseca a la naturaleza humana o del hecho de que la naturaleza humana es constitutivamente moral. Pero frecuentemente ha carecido el pensamiento de una reflexión orientada a dilucidar tanto este hecho universal de la moral como las mismas teorías y problemas morales, y sobre todo la misma naturaleza moral del hombre, que es la raíz de tales teorías y problemas; a comprender, en definitiva, el sentido o significado originario y más profundamente humano de la moral. Ciertamente, para eso está la filosofía; por lo tanto, las investigaciones sobre la moral desde otras áreas del pensamiento como la psicología, la pedagogía, la sociología o la religión se han limitado generalmente en este punto a constatar como fenómeno puramente fáctico el hecho concreto de las distintas morales conocidas. sobre todo, vigentes en una época, asumiendo desde su propia perspectiva y teoría psicológica, pedagógica, sociológica, o religiosa, una u otra de esas teorías morales, muchas veces de forma implícita. Pero la asumen de manera un tanto dogmática, sin la crítica necesaria y previa de esa amplia oferta filosófica y fáctica de sistemas morales. Toda psicología moral, así como toda pedagogía moral, además de otros supuestos específicamente psicológicos y pedagógicos, tiene como fundamento o punto de referencia una concepción ética o filosófico-moral, generalmente más implícita que temáticamente pensada. De manera que algunas diferencias entre estas teorías morales psicológicas y pedagógicas tienen su origen en sus respectivos fundamentos filosóficos y morales tan distintos como las éticas de inspiración kantiana, neoaristotélica o utilitarista, por ejemplo, que han asumido. 1 Recordaré aquí, en primer lugar, alguna alusión puntual a determinadas y bien conocidas teorías de la psicología y educación morales en crítica con las cuales se pondrá bien de manifiesto el sentido del tema de este estudio porque se trata, en segundo lugar, de plantear y de explicar en sus rasgos más definitorios el desarrollo moral de las personas en su integridad, el desarrollo moral de cada persona como desarrollo humano y como desarrollo íntegro del ser humano. Lo cual significa elaborar una particular filosofía moral concebida necesariamente, a mi modo de ver, desde su ineludible fundamento antropológico en el sentido que expondré más adelante; filosofía moral que entiende el desarrollo moral desde su raíz, desde el sentido originario y más profundamente humano de la moral, o desde la naturaleza constitutivamente moral de cada uno de nosotros como ser humano. Y se trata, en tercer lugar, de exponer desde un planteamiento psicopedagógico, las implicaciones teóricas y prácticas que requiere y ha de elaborar la concepción y la realización de un desarrollo moral íntegro. Este planteamiento responde a una distinción básica: una cuestión es entender el desarrollo íntegro del ser humano hasta su plenitud posible —cabe avanzar que esta es la tarea que caracteriza a la moral— y otra es el análisis y el estudio del proceso mismo vital psicoeducativo por el que se lleva a cabo esta tarea moral que es el desarrollo pleno, íntegro, del individuo en todas sus potencialidades; dicho de otra manera: entender qué es la moral, comprender su fundamento y cómo se traduce esta concepción en propuestas morales concretas es una cuestión distinta de la cuestión que plantea estudiar mediante qué procesos psicológicos, educativos, socializadores tiene lugar en el individuo esa concreción normativa y valorativa. Pues bien, entiendo que el punto de partida psicoeducativo ha de ser, no una preconcepción de la moral, sino la realidad misma de las personas como seres humanos, la naturaleza moral de las personas en su ser lo que son como seres humanos, en su existencia y en su dinámica vital. Sólo después sabemos qué es o qué puede ser la moral en general y en sus contenidos particulares: qué son normas, valores, virtudes, etc. morales y, finalmente, pensaremos de forma más adecuada qué es el desarrollo moral como desarrollo humano íntegro, de manera que puedan elaborarse rigurosamente teorías psicopedagógicas coherentes y asumibles que lo expliquen y lo orienten. 2 Qué significa ser persona: En Grecia, «persona» era la máscara de los actores y su personaje. En Roma, su uso se extendió al derecho y cobró significado jurídico y político: era aquel individuo libre, con una serie de derechos ciudadanos, que es superior y más digno al resto de cosas y a los esclavos. El cristianismo extendió la dignidad moral de la persona a toda la humanidad, considerándola un don procedente de Dios. Para Kant, filósofo de la Ilustración, la persona es el individuo racional, libre y por eso responsable, que, como ser moral, posee dignidad y es fin en sí mismo. La persona se construye en sociedad porque el ser humano es social por naturaleza y necesita relacionarse con los demás para formarse. En la construcción moral de la persona intervienen normas, valores, creencias y virtudes que se expresan en derechos y deberes. Ser persona es también demostrarlo o hacerse merecedor de ello. Por eso, las personas han de ser ejemplares en sus comportamientos. Definición de la persona: Boecio (480-524), considerado el último filósofo romano y el primero de la Edad Media, mientras estaba prisionero en la cárcel de Pavía, escribió un libro titulado De la consolación de la filosofía, en el que entablaba un diálogo con la filosofía, a la que puso voz y figura de mujer, preguntándose por el sentido y el destino de la vida, la naturaleza del bien y del mal, y otros temas morales. Boecio, acusado de conspirar contra el emperador, fue ejecutado. Como pensador, una de sus aportaciones fundamentales es el concepto de persona. Para él, «persona es el individuo de naturaleza racional». Nos recuerda, además, que el término «persona» procede del mundo del teatro griego. Los romanos habían tomado el término «persona» del griego prósopon, que se refería a la máscara que el actor de teatro utilizaba para interpretar su papel. Pero la civilización romana extendió el uso y el significado del término «persona» más allá de la esfera artística, relacionándolo con el derecho: «persona» era el sujeto de derechos, es decir, algo que no era simplemente una cosa, un animal o un esclavo. Se trataba del ciudadano romano, quien disponía de atributos que lo convertían en persona: libertad y dignidad Persona humana añade algo no sólo a “persona” sino también a “humano”. El hombre recibe una determinación importante cuando se le considera como persona, así como la persona recibe una determinación no menos importante cuando se la considera como humana. Por tanto, no es lo mismo hombre que persona, como tampoco es lo mismo hombre que ciudadano. 3 “Hombre” es un término más genérico o indeterminado, que linda con el “mundo zoológico” (decimos hombre de las cavernas, pero sería ridículo decir persona de las cavernas); “persona” es un término más específico que tiene que ver con el “mundo civilizado” o, si se prefiere, con la constelación de los valores morales, éticos o jurídicos propios de este mundo. La misma etimología de la palabra persona demuestra que es un concepto sobreañadido al concepto de hombre. Un refrán de origen jurídico, también lo recuerda: homo plures personas sustinet, es decir, el hombre sostiene o desempeña muchas máscaras o papeles (un mismo hombre es empresario y delincuente, es padre y metalúrgico, etc.). Cuestión de niveles: Los seres humanos somos animales, pero solo existen personas humanas (aunque desde un punto de vista jurídico se admite el concepto de «persona jurídica» y, en el ámbito de la religión, el cristianismo habla de las personas que forman la Trinidad). En general, resulta redundante decir «persona humana» . Ahora bien, ¿qué convierte a un ser humano en persona? En principio, nada que no provenga de su misma naturaleza humana. Por el mero hecho de nacer humano, un individuo es considerado persona. Pero a lo largo de la historia no siempre ha sido así ni lo es todavía en todas las sociedades. Pero, si la persona es un ser humano y el ser humano es un animal, ¿por qué no existe el «animal persona»? Sencillamente, porque hablamos de niveles. No es lo mismo jugar en segunda división del campeonato de fútbol que en primera, ni hacerlo en un equipo de la mitad de la tabla clasificatoria que en uno de los aspirantes al título cada temporada. No obstante, no se trata de niveles excluyentes. Imagínate un edificio de tres plantas: para acceder a la tercera, hay que pasar necesariamente por las dos anteriores y no por ello estas desaparecen del edificio. Del mismo modo, un ser humano es siempre un animal, pero al mismo tiempo está en un nivel superior al resto de los animales: es persona. En la Antigüedad, los romanos no reconocían como personas a los esclavos y, sin embargo, estos no dejaban de ser seres humanos, aunque en muchos casos fueran tratados como animales. La persona tenía algo más que el esclavo, poseía un «plus»: las personas eran seres con dignidad. De este modo, el hecho de ser considerado persona otorga al ser humano un «plus», un añadido que mejora su estatus. El filósofo español Julián Marías lo expresaba de la siguiente forma: «Persona es poder ser más». En la actualidad, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) aprobada en el año 1948 en la ONU, se reconoce como personas a todos los seres humanos. Pero esta conquista tiene detrás una larga historia. 4 Las características de la persona: La Declaración Universal de los Derechos Humanos define a la persona como un ser moral libre y racional. Como tal, todos los seres humanos tenemos una serie de derechos inviolables y universales que suponen dignidad. Esto nos sitúa por encima de cualquier pertenencia a grupos sociales, raciales y nacionales, con independencia del sexo, de la edad y de las capacidades de cada uno. 2.1 Ser social. Desde su primer significado —máscara del actor que interpreta un papel en una obra: el personaje—, la noción de persona indica su carácter social: es el individuo que desempeña una determinada función en la sociedad, del mismo modo que el actor representa un papel en la obra de teatro. En la sociedad, la persona no está sola; al contrario, existe en relación con los otros y su desarrollo depende de esas relaciones interpersonales. 2.2 Ser racional. , libre y digno Para realizar su tarea social, la persona no puede ser un simple instrumento, una herramienta, sino que necesita ser un agente racional y libre: actuar por sí misma, autónoma y reflexivamente, asumiendo las consecuencias de sus acciones. En tanto que agente social, la persona tiene derechos, aunque también tiene deberes. Se trata de un sujeto racional y libre, por lo que es estimado como algo más «elevado» que los otros seres (los animales y las cosas). Así, a partir de la civilización romana, a la persona se le atribuyen las características de racionalidad, libertad y dignidad. Sin embargo, la cultura de aquella época no reconocía esa dignidad a todos los seres humanos. En cambio, la moral cristiana extendió universalmente esa dignidad, aunque dicha extensión no era considerada fruto de alguna ley humana, sino de la ley de Dios. El cristianismo defiende una visión teológica de la persona, derivando sus características de la voluntad creadora de Dios. Para el cristianismo, ser persona es un don de Dios entregado a todos los seres humanos. 5 2.3 Moralidad y responsabilidad. Durante el período de la Ilustración, en el siglo xviii, el filósofo alemán Immanuel Kant aplicaba a la persona estos atributos: racionalidad, libertad y dignidad. Además, insistía en que la persona pertenece al llamado «reino de los fines», que es el reino de la moral, aquel en el que cada ser racional es siempre un fin en sí mismo. Una persona es un ser moral cuya libertad lo convierte en un ser digno. Esta dignidad no es un regalo (ni de Dios ni de nadie), no es un añadido procedente del exterior, sino que es un principio intrínseco al ser humano que pone de manifiesto su radical libertad, la cual es el fundamento de su moralidad. Kant insiste en que esa libertad conlleva simultáneamente responsabilidad: puesto que la persona es un ser racional y libre, entonces estará dotada de conciencia y de la capacidad de obrar responsablemente, por lo que la «persona es el sujeto cuyas acciones son imputables». A partir de la filosofía de Kant, el concepto de persona quedaba definitivamente fundamentado en la moral, en vez de en la ley jurídicopolítica (Roma) o en la teología (cristianismo). La formación moral de la persona. 3.1 Las personas nacen y se hacen. Si somos personas, no es únicamente por haber nacido humanos ni por participar de una cultura que dignifica a los seres humanos sobre el resto de seres, sino porque construimos nuestro proyecto de vida haciéndonos responsables de nuestros actos libres. La conciencia, que implica ser libre, tiene un envés: la responsabilidad. Aunque resulte evidente que una persona lo es por nacimiento (se nace humano, en vez de ser una piedra, una planta o un oso), es cierto también que las personas se hacen, esto es, construyen su identidad personal a lo largo de su vida. Además, en esa labor de autoconstrucción no están solos, ya que se hallan en relación estrecha y fundamental con el resto de personas, con la sociedad. En este nuevo escenario de formación de la persona intervienen las normas, las creencias y los valores, que se constituyen en derechos y deberes: a) El derecho de ser libre, pero al mismo tiempo el deber de responsabilizarse de esa libertad. b) El derecho a ser tratado dignamente, pero a la vez el deber de respetar la dignidad de los demás. c) El derecho de ser igual ante la ley, pero simultáneamente el deber de obedecer esa ley. 6 3.2 Ejemplaridad de la persona. Esos derechos y deberes a los que hemos aludido sirven para establecer un modelo de persona, es decir, un arquetipo en el que el individuo se fija a la hora de actuar. Ahora bien, ese modelo no viene simplemente dado, no es algo ajeno y exterior que pertenezca a otro y nos lo imponga, sino que exige de cada uno de nosotros el compromiso de hacerlo nuestro. Cada individuo ha de esforzarse por ser ejemplar. «Ejemplaridad» quiere decir aquí adoptar una actitud virtuosa: no se trata de ser mejor que todos; más bien consiste en luchar por estar a la altura; esto es, hacerse merecedor de ser tratado como persona. Para ello, hemos de realizar, de manera libre, solidaria y coherente, nuestro proyecto de vida de acuerdo con una jerarquía de valores que dignifiquen la existencia humana y faciliten la convivencia social. Un mundo de personas es un mundo compartido, un mundo de seres libres e iguales (ante la ley), que se sostiene gracias a la virtud de cada uno, es decir, a la prudencia lograda con buenos hábitos; este es un mundo de buenas costumbres donde reina el cultivo de la justicia y de la amistad. No en vano, Aristóteles comparaba la virtud con el cálculo del «justo medio», que tenía que ver con el esfuerzo inteligente y prudente para evitar posturas extremistas y, así, lograr un equilibrio tanto en la vida individual como social. En resumen, el proceso de construcción de la persona está repleto de normas, de valores y de modelos que permiten el entendimiento mutuo y la convivencia, y estos pertenecen al ámbito de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, está presente la propia conciencia del individuo y su virtud, que corresponden a un plano moral individual. Por ejemplo, cuando un estudiante tiene que realizar un examen, se encuentra obligado por unas normas impuestas desde fuera que le prohíben copiar y que le exigen expresarse en un idioma determinado, utilizando una gramática y una ortografía adecuadas, etc. Pero, además, ese estudiante ha de observar también un código interno, que brota de su conciencia moral y que de nuevo le obliga. Así, el estudiante no solo tiene prohibido copiar, sino que sobre todo «no debe» copiar. 7 Persona y valores. 4.1 Valorando a la persona. Como ya hemos explicado al principio de la unidad, el concepto de persona nació en el contexto del teatro clásico y, dado que la literatura trabaja con personajes, podemos encontrar en ella elocuentes ejemplos del valor de la persona y del tipo de tratamiento que esta ha de recibir. En ese sentido, podemos citar a Antígona, el personaje teatral de la obra homónima de Sófocles (siglo v a. C.), o a Shylock, el personaje de El mercader de Venecia de Shakespeare (siglo xvii), como ejemplos en los que la dignidad de la persona entra en escena como tema central de la obra. Antígona pretende enterrar a su hermano, Polinices, a sabiendas de que ella misma será condenada a muerte por incumplir la ley de la ciudad dictada por su tío y gobernante, Creonte, que prohíbe dar sepultura a los rebeldes. Shylock, judío en Venecia, humillado, injuriado y tratado injustamente por las leyes de esa ciudad bajo dominio cristiano, pretende vengarse exigiendo a Antonio, su deudor, una libra de carne que arrancará de su cuerpo, concretamente del corazón. Antígona y Shylock, como personajes, pero también cualquier persona real, viven en un mundo de valores, construido culturalmente sobre opiniones, creencias, costumbres e ideas, que sirven de baremo para medir si las conductas son o no adecuadas, si son buenas o malas. A su vez, como los valores indican el grado de perfección de una cosa, de una acción o de una persona, cabe erigirlos en modelos, a los que otorgamos un nivel superior y ejemplar. Así, Antígona considera que la persona está por encima de la ley convencional de la ciudad y, entonces, decide enterrar a su hermano, aunque le cueste la vida. Creonte, por su parte, opina que la ley de la ciudad es la que tiene valor supremo y que las personas deben someterse a ella. Shylock, en cambio, reclama ser tratado dignamente, como una persona, como un ser en sí mismo valioso, pero si no recibe tal trato, adoptará medidas crueles que también atentan contra la dignidad de los otros. 8 4.2 La persona como cénit de los valores. En el mundo de las personas, los valores son los que están en juego. Pero existen muchos tipos de valores y hay que jerarquizarlos, porque no a todos ellos les otorgamos la misma importancia. Existen valores basados en la utilidad práctica: cualquier herramienta, por ejemplo. Otros son valores de tipo económico: todas las mercancías valen algo, tienen un precio. También hay valores estéticos, como la belleza. Pero, por encima del resto, se sitúan los valores éticos: la justicia, la igualdad, la libertad, la paz… Son valores que deseamos que puedan realizarse universalmente, porque nos ayudan a sostener la convivencia y a vivir felizmente. Son los ideales que tomamos en cuenta para la realización de nuestra vida personal en sociedad. Los valores, como nuestro proyecto de vida personal, son elegidos, de igual manera que Antígona elegía su destino al desobedecer las órdenes de la ciudad poniendo por encima el deber de dar sepultura a su hermano, o Shylock elegía la igualdad y la venganza. La persona es quien libremente realiza esa elección. Quienes opinan que la persona es el máximo valor se sitúan en la línea del llamado «personalismo», que es una corriente ética que da primacía al valor de la persona por encima de cualquier otra entidad, concibiéndola como el principio desde el que debe ser explicada la realidad. 1. El ser humano como ser moral. 1.1 Los seres humanos son seres morales. Los seres humanos nos encontramos continuamente con situaciones en las que estamos obligados a decidir qué hacer, a optar entre diferentes posibilidades, Las decisiones nos colocan en una peculiar condición: nos hacen responsables de las consecuencias de lo que hemos elegido, y, por tanto, se nos puede pedir cuentas de por qué decidimos eso y no otra cosa. Es decir, tenemos que justificar nuestros actos. Todo esto es lo que denominamos moralidad. Las personas no pueden evitar ser morales, porque continuamente deben elegir, justificar y responder de sus decisiones. El modo humano de estar en el mundo es, pues, decidiendo cómo se quiere estar en él. Por eso es tan importante tomar conciencia de que nuestra vida es valiosa y merece la pena ser pensada. Tomar decisiones es algo que se va aprendiendo poco a poco, y sin embargo, lo hacemos desde muy pequeños, en cada elección que realizamos. Esto, que parece tan natural es una condición original y única del ser humano Los animales responden de modo más o menos efectivo frente al medio, es decir, elaboran comportamientos que sirven para resolver los problemas de supervivencia que se les plantean. 9 Sin embargo, los seres humanos pueden ir más allá, tomando decisiones y distanciándose en cierta medida de la necesidad. Una persona puede, por ejemplo, renunciar a la comida porque está haciendo una huelga de hambre, en defensa de una causa que considera más importante que su propia vida. Esa es una elección de índole moral. Para ello ha sido necesario que esa persona tome conciencia de su vida, de su realidad, y que elabore una jerarquía de valores, es decir, un orden en las preferencias, de modo que su elección esté justificada . 1.2. La justificación moral Los seres humanos. tienen, por tanto, una condición intrínsecamente moral. O, dicho de otro modo: no pueden no ser morales. Las personas tienen la característica de la moralidad como propia, porque siempre han de elegir siempre optan, no pueden suspender el juicio., Si uno decide no decidir, de hecho, está ya tomando una decisión. La moralidad es algo espontáneo y propio del ser humano, por eso se nos pide cuentas de lo que hacemos. Estar obligado a decidir implica también tener que dar razones, ser capaz de ofrecer las claves de su elección. Cuando alguien hace algo que no comprendemos o no compartimos, inmediatamente le preguntamos: ¿por qué has hecho eso? Le estamos pidiendo explicaciones, es decir, justificaciones de su decisión. y si no es capaz de darnos buenas razones, consideraremos que su comportamiento es inaceptable. La justificación es fundamental en la vida moral porque nos obliga a ser razonables, y es la base de la comunicación y la convivencia: En condiciones normales, tienden a agruparse los individuos que comparten las mismas valoraciones y justificaciones. 1.3. La moral como que hacer. el ejercicio de la libertad Dar razones es, pues, una manera de justificar nuestros actos. Esto significa dos cosas: 1. Por un lado, que el ser humano tiene libertad para elegir. 2. Por otro lado, que la tarea moral es un quehacer, es decir, una labor dinámica de construcción que no se acaba. 10 La libertad es lo que hace posible que seamos morales. Si una persona no tiene posibilidad de elegir, difícilmente le pediremos explicaciones o le haremos responsable. Por ejemplo, si alguien es secuestrado y obligado a torturar a alguien bajo amenaza, consideraremos que la situación de falta de libertad y coacción le exime de toda responsabilidad, aunque el acto que haya cometido sea despreciable. Suponemos que no habría hecho lo mismo si hubiera sido libre para elegir, y consideramos que no podemos exigir comportamientos heroicos a todas las personas, porque sería excesivo. La libertad es una condición necesaria para el comportamiento moral. "- Nadie es completamente libre, todos estamos condicionados por multitud de factores: la cultura, la educación, el lugar donde vivimos, nuestras circunstancias biológicas, las características de la situación, las creencias, etc. Sin embargo, tampoco estamos absolutamente determinados: hay un margen de elección, y ahí es donde se pone a prueba nuestra moralidad. Los seres humanos somos un combinado de libertad y determinación. Podemos hacer algo con lo que la realidad ha hecho de nosotros. Es una libertad condicionada. 1.4. Somos el resultado de nuestras elecciones. Esa libertad nos obliga a justificar y a ir construyendo con esas elecciones una identidad. Solemos presentarnos a nosotros mismos a través de lo que hacemos, y eso es el resultado de nuestras elecciones. Haber decidido una cierta conducta significa haberse colocado en una cierta posición respecto de las demás personas, haber abierto ciertas posibilidades, haber tomado partido por algo. Cada día y en cada momento estamos eligiendo, y esto nos coloca en una posición nueva en la que seguimos construyendo nuestra identidad, El descubrimiento de la identidad personal es básico para la vida moral porque es el principal referente de nuestros actos, No es una tarea fácil, requiere un gran esfuerzo, porque la capacidad de elección supone un compromiso con nosotros mismos y es: un camino lleno de incertidumbre. 11 2. Ética y moral. En contexto filosófico, la ética y la moral tienen diferentes significados. La ética está relacionada con el estudio fundamentado de los valores morales que guían el comportamiento humano en la sociedad, mientras que la moral son las costumbres, normas, tabúes y convenios establecidos por cada sociedad. Estos términos tienen diferente origen etimológico. La palabra "ética" viene del griego ethos que significa "forma de ser" o "carácter". La palabra "moral" viene de la palabra latina morales, que significa "relativo a las costumbres". La ética es un conjunto de conocimientos derivados de la investigación de la conducta humana al tratar de explicar las reglas morales de manera racional, fundamentada, científica y teórica. Es una reflexión sobre la moral. La moral es el conjunto de reglas que se aplican en la vida cotidiana y todos los ciudadanos las utilizan continuamente. Estas normas guían a cada individuo, orientando sus acciones y sus juicios sobre lo que es moral o inmoral, correcto o incorrecto, bueno o malo 2.1. La altura moral. Del mismo modo que decimos que un equipo deportivo está alto de moral, también podemos decir de las sociedades que están altas o bajas de moral. Cuando un grupo social, o la sociedad entera, deja de creer en ideales, actúa como por inercia, sin buscar proyectos y limitándose a una supervivencia cómoda y desinteresada, solemos pensar que está baja de moral. Sin embargo, cuando una sociedad es dinámica, apuesta por modelos de vida que trata de llevar a la práctica y promueve ideales, está alta de moral. La moral es un modo de vivir, Por eso es importante no desmoralizarse: no perder el ánimo y proponer ideales de vida buena, La moral es el conjunto de valores y principios que defiende una persona 'o un grupo como propios. Eso tiene que ver con los hábitos y las costumbres, con lo que hemos vivido en nuestra experiencia, con lo que nos han enseñado y también con una cierta altura moral de la época en la que nos ha tocado vivir. Esto significa que hay diversidad moral, que no hay un patrón que pueda ser considerado el único válido o verdadero. Hay tantas morales diferentes como individuos o grupos. 12 2. Supuestos éticos de las teorías sobre la educción moral. Una reflexión crítica La reflexión psicopedagógica contemporánea se ha reflejado en múltiples investigaciones y escritos, sobre todo a partir de las obras clásicas de los principales psicólogos del modelo cognitivo-evolutivo que llevaron a su madurez el planteamiento psicológico del desarrollo moral y los problemas educativos que habrían de posibilitar y orientar este desarrollo: J. Piaget y L. Kohlberg. La amplitud y el rigor de sus investigaciones fueron precedidos, no obstante, por distintas aproximaciones previas como las procedentes de la sociología de E. Durkheim, del psicoanálisis de S. Freud y de la investigación empírica de J. Baldwin, Hartshorne y May, pero también por la quizá más notable pero menos conocida exposición del desarrollo moral expuesta por : J. Dewey en el contexto del pragmatismo o, mejor, del experimentalismo y naturalismo empírico como él mismo denominaba frecuentemente a su filosofía. Como ha observado J. M.ª Puig Rovira, J. Dewey fue el primero que formuló las tesis básicas reelaboradas después por Piaget y desarrolladas a continuación por Kolhberg y que son de trascendental importancia en el proceso educativo: «el objetivo de la educación es el crecimiento o desarrollo, tanto intelectual como moral. Los principios éticos y psicológicos pueden ayudar a la escuela en la más grande de todas las construcciones: la edificación de un carácter libre y fuerte. Sólo el conocimiento del orden y de la relación que existe entre los estadios del desarrollo psicológico puede asegurar esto» 1. tales estadios son, precisamente, los que Dewey llamaba nivel premoral o preconvencional, nivel convencional y nivel autónomo. Continuadores inmediatos de Kohlberg, pero en una línea crítica, fueron C. Gilligan y E. Turiel 2. y muy vinculados a Kohlberg están también algunos aspectos Además de este modelo cognitivo-evolutivo conocemos otros modelos teóricos para entender desde la psicología el desarrollo moral. 3. La psicología dinámica, principalmente según el pensamiento de S. Freud para quien «la moral y los sentimientos sociales más elevados se adquieren como consecuencia y exigencia de la superación del complejo de Edipo y como resultado de la compensación de los impulsos hostiles insatisfechos» 13 El conductismo entiende la moral. en términos de comportamiento. Para B. F. Skinner los modelos de conducta se adquieren mediante el aprendizaje social y se moldean y fijan por medio de las «contingencias de refuerzo» concomitantes y que son de orden social: la moral conductista se mueve totalmente en la heteronomía personal y social, y toda nuestra conducta está determinada por nuestra historia de refuerzos y contingencias. De alguna manera Miller y Dollard rompieron la rigidez de este modelo iniciando una aproximación al cognitivismo, pero la ruptura con la ortodoxia conductista es sobre todo la que llevó a cabo la Social Learning Theory desarrollada por A. Bandura, R. H. Walters, F. Mcdonald, J. Aronfreed, etc 2.2. Ni dogmatismo ni relativismo. La altura moral de una época nos obliga a reconocer los errores del pasado y a afirmar que no todo es válido. Es difícil pensar que todos los modelos morales sean igualmente defendibles. No vale lo mismo la moral del delincuente que la del defensor de los derechos humanos. Aunque es fundamental respetar y tratar de comprender las diferencias de valores, las distintas culturas. las variadas opciones morales (puede desembocar en un relativismo moral que considera todos los modelos morales como igualmente válidos), también es importante afirmar que hay ciertas opciones que son más acordes con el desarrollo de la vida, con el respeto a la diferencia, con la tolerancia, con la búsqueda del diálogo frente a la violencia, y, por tanto, son más universalizables (el error en este caso sería creer que los valores son objetivos y evidentes para todo el mundo, que constituyen una verdad única e inmutable, es el dogmatismo. Esa postura dogmática no admite la diversidad y considera que solo hay un modo correcto de entender la moral. De ahí que no se admita la discrepancia y que se anulen las diferencias llegando a adoptar una posición intolerante). La simpatía es un sentimiento espontáneo del individuo, como otros sentimientos y como otras reacciones inmediatas a determinadas cosas, hechos o personas que nos estimulan: más bien se trata de educar la manera de responder prácticamente el individuo, en la vivencia de la simpatía, así como en la vivencia de la antipatía, para que las respuestas puntuales y la manera como habitualmente responde sea moral y virtuosa. Más que educar en la simpatía hay que formar y cultivar las actitudes básicas positivas respecto a nosotros y respecto a los demás en nuestra relación. 14 3. Concepto y fundamento antropológico de la moral y del desarrollo moral. como desarrollo humano Frecuentemente se han hecho cargo los filósofos de la necesidad de definir y precisar cuestiones como el sentido de la moral, sus contenidos normativos y valorativos, sus fines y medios adecuados, su realización individual y su dimensión social, etc. y de la necesidad de asentar todo ello sobre razones sólidas mediante una argumentación racional, intersubjetiva, universalizable, etc. según los casos. Pues bien, entiendo, en primer lugar, que la cuestión del concepto de la moral y la cuestión de su fundamento, siendo formalmente diferentes, son materialmente inseparables y se remiten recíprocamente una a otra; y entiendo, asimismo, en segundo lugar, que las respuestas a ambas cuestiones requieren una referencia ineludible a la naturaleza humana en cuanto es su última razón de ser y su fundamento más radical. La primera tesis, que relaciona concepto y fundamento, es bien patente e indiscutible. La segunda tesis, que pone como sentido y fundamento de ambas la naturaleza humana misma, deja de ser clara y objetiva ya que, aun siendo constatable en toda la historia del pensamiento moral a penas la han afirmado explícitamente los filósofos alguna vez, e incluso ha sido a veces rechazada. Sin embargo, frente a quienes eliminan toda alusión directa a la «naturaleza» humana —cuando implícitamente está contenida y sustentando de manera bien patente las afirmaciones éticas de quienes la rechazan, si es que éstas han de tener una razón de mayor peso que los tópicos al uso es imprescindible contar con esta naturaleza humana como la referencia más específica y radical de todo lo que pueda ser entendido como «moral» en cualquiera de sus contenidos; por otra parte, durante más de veinticinco siglos sólo en referencia al ser humano se ha entendido la moral y sólo él es un ser moral. Pero sólo puede serlo en razón de lo que lo distingue de los demás seres naturales, es decir, en razón de su específica naturaleza humana. Esto es lo decisivo, porque qué sea la moral ya sólo puede entenderse en términos de la naturaleza humana, en función de qué sea la naturaleza humana o de cómo es el hombre por naturaleza, independientemente de las teorías preconcebidas o de ideas elaboradas de acuerdo con otras referencias que hayan pensado o supuesto los filósofos, psicólogos, sociólogos o educadores. No hay moral, decía antes, porque hay «moralistas» que piensan teorías morales, sino por la naturaleza moral del hombre y sólo en razón de su naturaleza específica entendemos que el hombre es un ser moral y qué es la moral misma. Otra es la cuestión de qué sea una concepción adecuada de la naturaleza humana: ese es el problema filosófico de pensar y desarrollar una antropología que se haga cargo del «problema del hombre» y del «hombre como problema» 15 Bien cerca tenemos en la filosofía española contemporánea una digna muestra de esta ética antropológica, como es la del profesor José Luis L. Aranguren. En su prólogo a Ética mínima, de A. Cortina, Aranguren anunciaba y denunciaba que estamos en tiempos de una ética intersubjetiva más que de ética intersubjetiva; antes predominaba una moral individual y de la felicidad, centrada en la reflexión sobre la persona, y hoy está. en primer plano una moral social centrada en la justicia, una moral política, médica, etc. Aseguraba Aranguren que una moral social no puede olvidar la moral personal, así como que estudiar qué es una sociedad justa no debe bloquear la investigación sobre la felicidad. Y tiempo atrás había explicado la distinción bien conocida entre moral como estructura y moral como contenido, en la línea del pensamiento de X. Zubiri, de su concepto de la sustantividad humana y de su concepción del hombre y de la moral. Según Zubiri, lo que en parte justifica las preferencias y elecciones Sócrates entendía que la felicidad es el bien supremo del hombre, y Platón hizo de ella algo puramente ideal pues determinó su contenido recurriendo a un mundo trascendente; pero Aristóteles afirmaba que el fin supremo de la actividad humana debe ser inmanente, que el bien moral es el bien para el hombre según su específica naturaleza y que, por lo tanto, la felicidad resulta sólo de la actividad del alma según las virtudes que le son propias. La felicidad es el bien supremo, un bien específico propio, perfecto, definitivo y completo; lo mejor, lo más bello y lo más agradable constituyen el acto más perfecto del hombre: la eudaimonía, el mejor de los bienes del alma. Pero la felicidad no resulta del azar ni es un don de los dioses, sino que es actividad del alma de acuerdo con la virtud mejor y más perfecta durante una vida entera, y que, además, se obtiene por la práctica de la virtud mediante cierto aprendizaje, como realización de lo característico de la naturaleza humana, de sus facultades espirituales, de lo divino en el hombre: la felicidad es enérgueia theoretiké. Ahora bien, el hombre feliz —makários— está provisto suficientemente de bienes externos a lo largo de su vida, aunque no depende su felicidad de las vicisitudes de la fortuna 4. Implicaciones psicopedagógicas de un desarrollo moral íntegro. la educación moral El desarrollo humano y moral del individuo implica, dada su fundamentación antropológica, un modelo antropológico de la educación y de la psicopedagogía moral. Más adelante expongo una idea general de sus características, pero antes me parece oportuno hacer un breve comentario crítico y global a distintas concepciones de la educación moral poniendo de manifiesto su insuficiencia o su parcialidad desde el punto de vista de su fundamentación antropológica, partiendo de la distinción entre una concepción humana de la moral y una concepción ética, moralista o autorreferencial de la moral. Se trata de lo siguiente. 16 De otra manera no hay razón suficiente para educar según unas u otras de esas propuestas psicopedagógicas, para asumir esos criterios, principios y objetivos, ni para que una persona condicione tanto su propia vida y la límite con todos esos compromisos en vez de vivir como quiera vivir dentro de las reglas de juego sociales y jurídicas, es decir, en tanto no interfiera injustamente en el querer ser y vivir de los otros. La respuesta sólo puede venir de una concepción humana de la moral que contempla al hombre, al ser humano, y lo ve natural e intrínsecamente comprometido tanto y tan ineludiblemente consigo mismo como con los demás: no tengo que mirar al otro porque tengo mirar al otro, ni hay que cultivar la convivencia democrática porque hay que cultivar la convivencia democrática, etc. en beneficio de la sociedad o de alguna otra entidad suprema. Nada ni nadie puede obligar moralmente a una persona: ni la simpatía ni la justicia, ni la sociedad ni la democracia, etc. 4.1. Concepción humana y concepción ética de la moral. Hay acuerdo muy generalizado en pensar que la educación moral se dirige al desarrollo de la personalidad moral del sujeto, a moralizar a las personas enseñándoles determinados contenidos y a desarrollar unas actitudes y la capacidad racional de juicio crítico que hagan de ellas personas con profundo sentido moral, conscientes de sus obligaciones morales, responsables de sus decisiones y comportamientos morales, capacitadas para la vida social y democrática y para su mejoramiento en el sentido de la justicia, valores comunes de la comunidad, etc. Creo, en cambio, que es ésta una concepción todavía superficial, que no acaba de ir al fondo de los problemas y planteamientos morales, al fondo de lo que es la educación moral porque no capta o no expresa el verdadero contenido y consistencia de la moral misma. La moral trata necesariamente de la persona humana en cuanto empieza y acaba en ella, trata del individuo concreto como ser humano que es, de lo humano del hombre, de humanizar al hombre realizando íntegramente sus potencialidades, toda su naturaleza humana, pero desarrollándola de la manera como es humano el hombre, a la manera de su naturaleza humana. La moral es, en primer lugar y ante todo, la realidad humana de cada persona, el modo de ser real, específico y originario del ser humano como tal y en todas sus dimensiones y, en definitiva, la tendencia innata, espontánea e ineludible de la naturaleza humana a la autorrealización del yo. La moral es, nada más y nada menos, moral del hombre y para el hombre, y su contenido y su objetivo sólo puede ser el hombre mismo y la autorrealización recíproca de los hombres en plenitud vivida y convivida como felicidad. 17 Pensar así la moral, en su inmediata realidad, es pensar una concepción humana de la moral. Todo lo demás, consecuentemente, no es la moral primera y fundamentalmente. La moral no es, primeramente, la historia de la moral, el desarrollo y discusión de los conceptos, cuestiones y teorías morales; ni es el estudio de los valores, virtudes, actitudes, deberes, etc. ni se ocupa ante todo de los juicios morales o de la capacidad de razonamiento moral, ni es, fundamentalmente, la aportación de la reflexión filosófica, sociológica o psicológica actual al desarrollo de las teorías morales. La moral no se ocupa del paradigma moral de una persona ideal que apenas se identifica con la persona humana concreta que se autorrealiza en su vida de cada día. La moral no puede ser, ella misma ni cualquiera de sus contenidos, su propio objeto ni su propio objetivo; la moral no es autónoma respecto al sujeto, respecto al ser humano y a la persona concreta que es su principio y su fin; no es autónoma ni prioritaria la moral y, por lo tanto, tampoco lo es ninguno de sus contenidos como la justicia, el carácter moral, qué sean las normas morales, etc. Pensar, en cambio, la moral como si fuera su propia historia, su propio objeto, autónoma respecto al sujeto, etc. es pensarla de una manera irreal, vacía de su contenido y referencia propios, como mero constructo teórico; pensar así la moral es pensar una mera concepción ética de la moral, es pensar una concepción moralista o autorreferencial de la moral. Pero así entendida, la moral carece de sentido, no es en sí misma nada excepto mero discurso mental y mera construcción teórica, aunque a veces parezca interesante. También es cierto, no obstante, que no sólo es conveniente sino incluso necesaria una reflexión racional y discursiva sobre la moral en su realidad inmediata, y que es imprescindible comprender la naturaleza moral del hombre y la moral misma. Así se ha hecho desde la antigüedad hasta nuestros días; pero se ha hecho invirtiendo la prioridad de la naturaleza humana sobre la teoría de tal manera que el resultado histórico ha sido pensar la moral y entenderla como un discurso autónomo regido por su propia lógica, como disciplina y reflexión filosófica, sociológica, psicológica a la que debe acomodarse la acción y la vida del hombre. Pero así como el físico siempre tiene presente la realidad física con la que trabaja, y es consciente en todo momento de que trabaja, investiga y habla con y sobre cosas físicas reales, sobre la naturaleza física real de las cosas; así como el discurso biológico acerca del hombre se refiere siempre al ser humano como bíos, como ser viviente, y habla necesariamente de la naturaleza humana como naturaleza viva, así también hay que tener presente siempre que la moral, que 18 trabajar, investigar y hablar sobre la moral y los problemas morales, sólo puede consistir en hablar directa y expresamente sobre las personas reales, sobre los seres humanos, sobre su vida como autorrealización de sus potencialidades naturales, sobre la naturaleza humana y sobre la naturaleza humana individual de cada uno: hablar de moral no es primeramente hablar de conceptos y de teorías morales, sino hablar del ser humano como ser naturalmente moral, de su plenitud y de su felicidad real, con todas sus implicaciones filosóficas, educativas, sociológicas, etc. en cuanto necesarias en y para la plena autorrealización del ser humano según su naturaleza humana. Así, por ejemplo, hablar de normas, valores, desarrollo moral, no es hablar de normas, etc. definidas y establecidas previamente con independencia del sujeto y que éste haya necesariamente de asumir y cumplir. Podemos preguntarnos: ¿tal norma es verdaderamente una norma moral?, ¿la moral es autónoma o heterónoma, es universal, objetiva, subjetiva …?, ¿hay, y qué serían, virtudes y acciones virtuosas?, etc. Son cuestiones morales que no se resuelven ni se responden estando más de acuerdo con Aristóteles que con Kant, apoyándose en Habermas o en Rorty o introduciendo correcciones en un sentido o en otro. No se resuelven así porque la referencia crítica primera y definitiva de estas cuestiones no es Aristóteles, Kant, Habermas o Rorty, sino el ser humano y su naturaleza humana y la felicidad de su autorrealización Ejemplos 1. la educación verdaderamente moral no debería orientarse hacia el bienestar, sino más bien hacia la autorrealización interpersonal y la felicidad; y por lo tanto también hacia el bienestar, pero en función de la autorrealización y de la felicidad. Pero entonces no sólo debería orientarse hacia el bienestar, sino también hacia otros contenidos y dimensiones de la felicidad cuya realización podría interferir el bienestar mismo en la medida en que el bienestar nunca es fin último incondicionado. 2. las concepciones expuestas proponen programas de educación moral que la orientan hacia distintos objetivos muy determinados, pero no dejan percibir la moralidad con la que sus autores pretendían caracterizarlos, ni las razones morales de fondo para que deban ser asumidos; solamente llega a percibirse en ellos los tópicos ético-morales comúnmente admitidos que parecen constituir un fundamento sólido, pero que en sí mismos no se justifican moralmente ni tienen su razón moral de ser; tan sólo constituyen razones y objetivos meramente sociopolíticos, socio jurídicos, etc. 19 2.3. Qué es la ética a Diferencias con la moral. A pesar de la complejidad y de los matices que encierra el término Moral podríamos definirlo como el conjunto de normas y valores aceptado por una determinada sociedad, que suele cristalizar en un sistema de reglas de comportamiento o código moral. Este código no siempre está escrito, pero los individuos saben si sus actos están de acuerdo o no con dicho código. La moral es algo que aprendemos en la vida cotidiana. Es fruto del proceso de socialización en una cultura concreta, es decir, de los aprendizajes y enseñanzas que hemos recibido. Todo el mundo tiene una moral. Es algo intrínseco al ser humano. La moralidad es el objeto de estudio reflexión y análisis para una disciplina que forma parte de la tarea filosófica: la ética. La ética es una disciplina rigurosa, que tiene una -metodología específica y cuyo objetivo es realizar una reflexión que aporte modelos y teorías que puedan ser aplicados a la realidad. El término ética procede del griego éthos, que significa costumbre. El mismo sentido que la palabra latina mores, de donde viene moral. Aunque en el lenguaje coloquial tomamos ética y moral como sinónimos, en el análisis filosófico son distintos. La moral tiene que ver con la estructura y los contenidos que capacitan a los humanos para juzgar, decidir y actuar conforme a valores mientras que la ética es un análisis reflexivo que toma la acción moral como su objeto de estudio y, por tanto, da un paso atrás para poder verla con claridad. Los actos humanos relacionados con el código moral son los denominados hechos morales. Son aquellos que los individuos realizan de manera consciente, libre y voluntaria, y que pueden clasificarse no solo en buenos o malos, también en honestos o deshonestos, justos o injustos. . . Los seres humanos reaccionamos de manera diferente ante circunstancias parecidas. Según se ajusten o no al código moral distinguimos tres tipos de actos: . Actos morales: aquellos que se ajustan a las normas de moralidad, como pagar cabalmente los impuestos. Actos inmorales: los que no se ajustan a las normas de moralidad contenidas en el código moral. Actos amorales: los que no guardan relación con ninguna norma moral, por ejemplo, al echarse una siesta o el comportamiento animal. . 20 43. Educación moral. La insuficiencia de las anteriores concepciones psicopedagógicas relativa a las metas de la educación moral, a las condiciones y rasgos del desarrollo moral como desarrollo humano íntegro, insuficientes porque están pensadas desde una concepción moralista o social de la moral, me lleva a exponer en positivo una concepción de la educación moral tal como se deriva de su concepción y fundamentación antropológica entendida desde la concepción humana de la moral. Ahora sólo puedo definirla y concretarla en las características y condiciones mínimas que ha de cumplir como educación moral. Pero importa tener muy en cuenta que la educación moral, ciertamente, ha de conocer y enseñar las teorías, los problemas y los conceptos históricos de la moral y las circunstancias que actualmente determinan la vida de los hombres, pero sobre todo ha de descubrir la raíz de esos problemas, el sentido y el significado más originario y más profundamente humano de la moral y se ha de ocupar del hecho moral más radical: la moralidad de la naturaleza humana o el hombre moral por naturaleza. La educación moral tiene, efectivamente, una dimensión formativa integral del sujeto y de sus capacidades, pero se ocupa ante todo de la persona, del ser humano en su integridad, en la integridad de su unidad y totalidad. Me refiero aquí, por lo tanto, no a una teoría integral de la educación moral, del desarrollo humano y moral del sujeto, sino a la idea de una educación moral para el desarrollo íntegro del individuo como ser humano y según su naturaleza humana. Continuando lo que decía en otro momento, entiendo que la moral es autorrealización personal y humana, plena, unitaria y vinculada y vinculante con la autorrealización del otro, de los otros, y por lo tanto correalizada y vivida como felicidad compartida, en y mediante la vida que vivimos, en la vida cotidiana de cada uno en toda su riqueza y en todos sus contenidos, desarrollando todas sus dimensiones naturales incluso aquellas que apenas cultivamos y que casi ignoramos empobreciendo nuestra vida y a nosotros mismos; pero también en toda su complejidad, en la abundancia de sus requerimientos, necesidades, deseos, problemas y esfuerzos compartidos y discutidos en una tupida red de relaciones interpersonales próximas y distantes, agradables y problemáticas en muchos sentidos; y sabemos que toda esta realización personal está impregnada de connotaciones psicológicas, sociales, políticas y culturales. Esto es la moral y, en consecuencia, en esto consiste la educación moral y a ello debe orientarse como su objetivo primero y último, así como a todos los factores racionales, afectivos y motivacionales que lo condicionan, posibilitan y favorecen: 21 debe ser orientación, guía, estímulo, ayuda y formación para la autorrealización correalizada, para el desarrollo íntegro del ser humano en su unidad y totalidad en la vida rica y compleja, cotidiana, de cada uno mediada desde dentro o hecha intrínsecamente por los demás en mayor o menor medida. Para todo ello bueno es conocer, desarrollar y contar con recursos y contenidos específicamente morales como valores, virtudes, actitudes, normas, etc. los cuales ayudan a llevar a cabo esta tarea moral de la autorrealización interpersonal. Por lo tanto, ellos han de ser, asimismo, contenidos de una educación moral bien definida y programada, consciente de y consecuente con su contenido y finalidad específica y apoyada en estrategias como los dilemas morales, las enseñanzas transversales, los ejercicios de autoestima, la cooperación y la construcción conceptual, etc. Finalmente, la educación moral se orienta a la transformación radical y decidida de la sociedad individualista actual en una auténtica comunidad humana, y a una profunda democratización de la democracia. Hemos oído ya muchas veces que buena parte de los grandes problemas que sufren muchos hombres de hoy y que preocupan a la humanidad actual tienen una fácil solución científica y técnica, pero requieren sobre todo una difícil capacidad moral para resolverlos 39 . La sociedad actual, sobre todo en sus esferas de poder creciente, y debido quizá a la mentalidad utilitarista y a la racionalidad instrumental predominante, plantea y busca las soluciones científicas y técnicas a los grandes problemas, aplicables, frecuentemente, sólo en la medida en que no interfieran intereses políticos, económicos, personales, de partido o de grupos de presión. Estos problemas y estos vacíos de poder hacen bien patente que las soluciones científicas y técnicas, de suyo, sólo pueden resolver problemas científicos y técnicos, pero son insuficientes y estériles para los problemas verdaderamente morales de nuestra sociedad y de la humanidad actual: los verdaderos problemas morales y humanos se resuelven moralmente, primera y necesariamente, o no se resuelven. Lo cual significa primero tomar conciencia de ellos, percibirlos, y no sólo tomar en serio los derechos y las aspiraciones más humanamente legítimas, el sufrimiento de la humanidad doliente, la indignidad que hunde y anula a muchos hombres y mujeres, sino implicarse en ellos, plantearlos críticamente y, en cuanto la respuesta humana y moral lo requiera, acudir entonces sin condiciones a los recursos científicos, técnicos y económicos necesarios. 22