Subido por Romina Vilchez

Herbert Simon

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Herbert A. Simon
Tomado de Journal of Economic Perspectives, Volumen 5 Número 2, Primavera 1991, Página
25-44. Traduccion de Guilllermo Ramírez Hernández
En la teoría económica clásica y neoclásica, los mercados están al centro del escenario; y los
actores en estos mercados son los trabajadores, los consumidores (en algunas ocasiones,
combinados dentro de las familias), las empresas, los propietarios de recursos, los gobiernos y
quizá algunos otros. En los libros de texto neoclásicos, en el mundo de la economía en un
mundo de transacciones, y estas transacciones comúnmente involucran el intercambio de
bienes, servicios, y/o dinero, en las que ambas partes de la negociación encuentran ventaja al
alcanzar estos objetivos. Se considera que junto con el consumo, el trabajo y el tiempo libre son
importantes componentes de las funciones de utilidad de las familias. Por su parte, las
utilidades, se supone, son el objetivo fundamental de las empresas y de sus propietarios.
La definición de las partes que participan en estas transacciones requiere de una descripción
mínima. Sin embargo, tan pronto como las empresas son concebidas para ser mas que un
simple engranaje en la red de transacciones al convertirse en productoras (transformadoras de
“factores” en productos), surgen dificultades y preguntas importantes para la teoría. Así, una
gran parte del comportamiento del sistema tiene lugar dentro de la propia empresa y no consiste
solamente en intercambios comerciales; ya que salvo contados casos, la mayoría de los
“actores” en las economías modernas son los empleados, los cuales no utilizan su tiempo
comerciando si lo hacen (por ejemplo, si son agentes vendedores o compradores) se da por a
sentado que comercian como agentes de una empresa en lugar de que lo hagan para sus
propios intereses, lo cual sería muy diferente.
Aquí surge las preguntas: ¿porqué existen las empresas?; ¿porqué todos los actores no se
manejan como contratistas independientes?; ¿porqué la mayoría de ellos participan con
contratos laborales, vendiendo su trabajo por un salario?. ¿Qué determina la toma o compra de
decisiones de las empresas, y establece los límites entre ellas y los mercados?. ¿Cuando
correspondería que dos actividades dominantes dependieran de una sola empresa y cuando se
manejarían por contratos separados?.
Un segundo grupo de interrogantes, cuestiona: ¿como son motivados los trabajadores de las
empresas para que trabajen por la maximización de las utilidades de la empresa? ¿qué ventaja
obtiene con esto? ¿como se concilian sus funciones de utilidad con las de la empresa?. En la
función de utilidad del empleado, usualmente se asume que el trabajo pasa de tener utilidad
negativa y ocio (incluyendo la pereza y la indiferencia al trabajo) a tener utilidad positiva ¿porque
los empleados, frecuentemente, trabajan duro?.
La respuesta (neoclásica) simple a la cuestión motivacional se deriva del contrato laboral, bajo
el cual los empleados maximizan sus utilidades aceptando la autoridad de la empresa; esto es,
estando de acuerdo en aceptar las ordenes provenientes de aquellos encargados de maximizar
las
utilidades.
Pero
esta
respuesta
induce
a
una
nueva pregunta de, como el contrato laboral es reforzado por el empresario; en particular, en lo
que se refiere a ¿cómo se induce a los empleados a trabajar más que el mínimo, y quizá hasta
con iniciativa y entusiasmo? ¿Porqué los empleados deberían intentar maximizar las utilidades
de sus respectivas empresas cuando toman las decisiones que le son delegadas?.
Estas preguntas acerca de la esfera de acción de la actividad y la operación de las empresas
han producido una sólida estructura industrial, y una rama de ésta, algunas veces denominada
“la nueva economía institucional” que trata de explicar, cuando las actividades se llevarán a
través del mercado y cuando se llevaran a cabo dentro de las propias empresas, y también trata
de explicar cómo es posible que las empresas operen eficientemente. En la literatura de la
“nueva economía institucional”, las dos ideas que juegan un papel importante en las
explicaciones son: los costos de “operación” y la “oportunidad” (por ejemplo, Williamson 1975,
1985).
Algunas explicaciones son expresadas en términos de “asimetría de la información” o
“información incompleta” (Ross, 1973: Stiglitz, 1974). En otros trabajos estos temas son
clasificados bajo la teoría de operación, la cual trata el contrato laboral como un contrato óptimo
entre el director y los agentes, y estudia como los convenios por contrato pueden resolver la
falta de responsabilidad ante el trabajo y otros problemas motivacionales.
La idea, detrás de estas ideas, es que una explicación adecuada de un fenómeno económico
se reduciría a, la maximización de el comportamiento de las partes que están comprometidas
en el contrato, dadas las circunstancias que rodean a la transacción. Los términos del contrato
estarían influenciados por el acceso de las partes a la información por los costos de negociación,
y por las posibles oportunidades de hacer trampa. El acceso a la información, los costos de
negociación y las oportunidades de trampa son a menudo tratadas como variables exógenas
que por sí solas no necesitan ser explicadas. Se ha observado que hasta los neoclásicos
introducen una clase de racionalidad limitada dentro de el comportamiento, con la exogeneidad
de los límites de la racionalidad permitiendo que la teoría permanezca dentro de el mágico
dominio de la maximización de los beneficios y las utilidades.
Una característica fundamental de las nuevas economías institucionales es que ellas conservan
el carácter central de los mercados y de los intercambios. Todo el fenómeno es explicado
transladandolos dentro (o derivándolos) del mercado de transacciones, basado en contratos
negociados; por ejemplo, cuando los empresarios se convierten en “Directores” y los empleados
en “agentes”. Aún cuando la nueva economía institucional es totalmente compatible con la
conservadora teoría neoclásica, ésta, hace que se multiplique el número de supuestos auxiliares
exógenos necesarios para que funcione la teoría. Por ejemplo, para explicar la presencia o
ausencia de ciertos tipos de contratos de seguros, el riesgo moral es considerado como un
factor importante: se asume que lo incompleto de los contratos se deriva del hecho de que la
información es incompleta ó distribuida asimétricamente entre las partes del contrato. dado que
tales ideas son introducidas comúnmente de manera casual dentro del análisis, sin ningún
fundamento empírico excepto un llamado a la introspección y al sentido común, mecanismos
de esta clase han proliferado en la literatura proporcionándole un sabor muy ad hoc.
En general, la nueva economía institucional, en gran parte, no han derivado, del trabajo empírico
de las organizaciones y de la toma de decisiones, la formulación de sus supuestos auxiliares;
(para introducirse en esta lectura ver March y Simon, 1958; Cyert y March, 1963; Kornai, 1971;
Simon, 1979). No obstante, esto es propiamente subversivo de la teoría
neoclásica en cuanto a que sugiere un programa completo de microeconomía empírica que
debe ser desarrollado para estimar los parámetros exógenos y probar la teoría empíricamente.
Hasta que esa investigación se lleve a cabo (y se tomen en cuenta la existencia de la literatura
de organizaciones y toma de decisiones), la nueva economía institucional y sus concernientes
aproximaciones son actos de fe o tal vez de devoción.
La ubicuidad de las organizaciones
Un visitante mítico de Marte, que no tiene ninguna información de la centralidad de los mercados
y de los contratos, podría encontrar a la nueva economía institucional bastante asombrosa.
Supongamos que ello (-el visitante - evadiré la pregunta de su sexo) se aproxima del espacio
hacia la tierra, equipado con un telescopio que revela las estructuras sociales; dice, que las
empresas se revelan a sí mismas, como sólidas áreas verdes con débiles contornos interiores
señalando las divisiones y los departamentos. Las transacciones comerciales se muestran
como líneas rojas conectando empresas y formando redes en los espacios entre ellas. También
dentro de las empresas (y tal vez entre ellas), el visitante ve líneas azul pálido, que son líneas
de autoridad que unen a los jefes con los diferentes niveles de trabajadores. Si el visitante mira
más cuidadosamente el escenario de abajo, él podrá observar dividida a una de las masas
verdes, como una empresa despojada de una de sus divisiones, o podría observar un objeto
verde englobando a otro. Cabe aclarar que el visitante se encuentra a una distancia tal que la
salida de un paracaídas dorado muy probablemente no sería visible.
No importa si nuestro visitante se aproxima a los Estados Unidos ó a la Unión Soviética ó a la
zona urbana de China o a la Comunidad Económica Europea, gran parte del espacio debajo del
visitante estaría dentro de áreas verdes, para casi todos los habitantes habría empleos dentro
de los límites de la empresa y, las organizaciones serían la característica dominante del paisaje.
Un mensaje enviado de regreso a casa describiendo la escena hablaría de “grandes áreas
verdes interconectadas por líneas rojas”. Sería poco probable que hablara de “una red de líneas
rojas conectando manchas verdes”.
Por supuesto, si el vehículo sobrevolara el África Central o regiones más rurales de China e
India, las áreas verdes serían mucho más pequeñas, y habría grandes espacios ocupados por
pequeños puntos negros que nosotros conocemos como familias y villas. En este caso también
las líneas rojas serían más débiles y más espaciadas porque los puntos negros serían núcleos
autosuficientes que sólo parcialmente están inmersos en los mercados. Pero por lo pronto,
limitemos nuestra atención al paisaje de las economías desarrolladas.
Cuando nuestro visitante tuviera conocimiento de que las masas verdes eran organizaciones y
las líneas rojas conectadas a ellas eran transacciones comerciales, él se sorprendería al
escuchar que a esta estructura se le llama economía de mercado. Probablemente preguntaría
que sí “¿no sería un término más apropiado el de economía organizacional?”. La selección del
nombre puede ser de gran importancia. El nombre influye en la categoría en la cual nosotros
describimos a sus instituciones y la categoría de dicha descripción puede afectar a la teoría.
Particularmente, esto puede afectar seriamente nuestra selección de las variables que son los
suficientemente importantes para ser incluidas en primer lugar en la teoría del fenómeno.
¿Como se ve a la economía cuando es observada como una economía organizacional con
relaciones de mercado entre las organizaciones?.
A este respecto, yo ya he sugerido algunas de las características más sobresalientes.
En primer término, la mayor parte de los productores son empleados de las empresas y no sus
dueños. Visto como un punto ventajoso para la teoría clásicos, ellos no tienen razón para
maximizar las utilidades de las empresas excepto hasta el límite en que puedan ser controlados
por los dueños. Más aún las empresas que producen utilidades, las organizaciones no lucrativas
y las organizaciones burocráticas, tienen exactamente el mismo problema para persuadir a sus
empleados a trabajar hacia el logro de los objetivos organizacionales a priori no existe ninguna
razón del porque sería más fácil o más difícil generar esta motivación en organizaciones
dirigidas a maximar utilidades, que en organizaciones con diferentes objetivos. Si es cierto, que
en una economía organizacional las organizaciones motivadas en producir utilidades serían
más eficientes que otras organizaciones, entonces sería necesario introducir postulados
adicionales para reponer a esto.
En segundo lugar, el sistema está cerca de un equilibrio neutral entre el uso de las transacciones
comerciales y las relaciones de autoridad para manejar cualquier asunto en particular; es decir,
pequeños cambios en la situación pueden inclinar a el equilibrio hacia un lado o hacia el otro.
Es difícil explicar los grados de integración de las actividades económicas. En muchas
instancias no es aplicable el análisis del costo de operación de las transacciones, y aún donde
si se puede, existe frecuentemente la permanencia de considerables brechas para los diferentes
grados de integración. Por ejemplo, ¿porque las comercializadoras de automóviles no son
parte de las compañías manufactureras automotrices, en vez de tener relaciones contractuales
con ellas? ¿Porqué la General Motors que ha manejado sus propias herramientas de diseño
por muchos años, recientemente decide contratar la mayor parte por fuera?. Bajo constantes
rendimientos a escala y mercados razonablemente competitivos, lo cual caracteriza a muchas
de las situaciones industriales, la toma o compra de decisiones se convierte en ambigua. La
posibilidad de utilizar internamente hojas de balance división por división y de establecer precios
internos en la negociación entre los componentes de una organización, confunde más los límites
entre las organizaciones y los mercados.
Sin la introducción de supuestos específicamente adecuados y sin el fundamento de la
evidencia empírica, la teoría neoclásica no proporciona explicación para el aspecto repetitivo de
las distribuciones de pareto, del tamaño de las empresas, en casi todas las situaciones en donde
las distribuciones del tamaño han sido estudiadas (Ijiri y Simon, 1977; Simon 1979). (En una
distribución de pareto, el logaritmo del número de empresas por encima de cualquier tamaño
dado, decrece linealmente con el logaritmo del tamaño). Estas distribuciones observadas son
difíciles de conciliar con cualquier idea que haya sido propuesta acerca del tamaño óptimo de
la empresa, pero son fáciles de explicar por medio de simples mecanismos probabilísticos que
no apelan a la optimilidad.
En resumen, la economía organizaciones plantea las preguntas del porqué gran parte de los
negocios de las economías modernas se realizan por medio de las organizaciones; qué papel
juegan los mercados en conectar estas organizaciones entre ellas; y qué papel juegan los
mercados en conectar a las organizaciones con los consumidores. Más aún, el límite entre los
mercados y las organizaciones varía ampliamente entre una sociedad y otra, y de un tiempo a
otro; entonces, ¿qué mecanismos mantienen un equilibrio altamente fluido entre ellos?. Hasta
que estas preguntas sean contestadas, existirán dificultades para esquematizar las
conclusiones acerca de las relativas eficiencias de las diferentes formas de propiedad y control
de las organizaciones, o de la relativa eficiencia de los mercados versos la planeación central.
Motivación y eficiencia en las organizaciones
Existen tres diferentes preguntas sobre la organización social que frecuentemente son
confundidas, pero que es necesario que sean consideradas por separado. La primera, es la
pregunta acerca de la eficiencia relativa de los mercados y las organizaciones. La segunda, es
la pregunta acerca de las consecuencias de tener organizaciones comunitarias bajo la
propiedad de organizaciones que producen utilidades, de organismos no lucrativos, o de
organizaciones públicas respectivamente. La tercera, es la pregunta acerca de las
consecuencias de la utilización de una planeación central de mercados que regulen las
relaciones entre organizaciones. En este momento nuestro interés es solamente con la primera
pregunta; ¿qué hace que las organizaciones funcionen tan bien o tan mal?.
En particular, ¿para quién, la utilidad es el motivo? Adolfo Berle y Gardiner Means plantean el
problema muy acuciosamente en su famoso libro, La Corporación Moderna y la Propiedad
Privada (1933) mostrando que aún a altos niveles ejecutivos, existen en las corporaciones
modernas una gran brecha entre la propiedad y el control, y correspondientemente una gran
posibilidad de discrepancia entre los objetivos de los dueños (utilidades) y los objetivos de los
administradores (estatus profesional, bienestar, una vida tranquila, etc.).
Demsetz y Lehn (1985) han respondido al argumento de Berle y Means sobre la base de que
aún las grandes corporaciones muestran una considerable concentración de la propiedad.
Característicamente, media docena de propietarios (o menos) poseen el 10 o 20 por ciento de
las acciones, lo suficiente para conservar el poder del control. Frecuentemente estos
propietarios también son los altos ejecutivos en activo, pero esta contra argumentación no es
válida. Si la empresa tiene un programa de bonos al ejecutivo y si el porcentaje en bonos de
gratificación de un ejecutivo es mayor que su porcentaje de participación de dividendos,
entonces convendrá al ejecutivo desviar ganancias de los dividendos hacia los bonos. La
mayoría de las compañías tienen sistemas de gratificación a ejecutivos que hacen a este
conflicto de interés, real. Los paracaídas dorados y las compras apalancadas son otros ejemplos
significativos de transacciones en donde los intereses de los accionistas y ejecutivos pueden
diferir fuertemente .
Si, aún a alto nivel ejecutivo pueden existir conflictos en sus motivaciones, el problema todavía
es mayor para los empleados quienes no son propietarios, o que participan solo
insignificativamente. La teoría de director-agente, en la que a menudo se apoyan los nuevos
economistas institucionales, asume los agentes dentro de las empresas podrían evadir sus
responsabilidades, a menos que éstas contribuyan directamente a sus propios intereses
económicos. Es solo mediante el monitoreo combinado con contratos que interesen a sus
naturales egoísmos, que dicha evasión de responsabilidades pueden ser disminuida. Pero el
supuesto de que los ejecutivos (y quizá otros empleados) podrán escoger la alternativa de
desarrollarse profesionalmente, y de mejorar su bienestar y su consumo, en vez de perseguir
los objetivos organizacionales como el de la maximización de utilidades, no está prescrito por
la
teoría
neoclásica, la cual a la especificación de la función de utilidad completamente abierta.
Porqué no se asume que maximizar las utilidades de las empresas es precisamente lo que
maximiza las utilidades de los ejecutivos y otros trabajadores? . En una sociedad de robots un
dueño no se establecería por menos. Pero la mayoría de nosotros pensaríamos que este es un
supuesto no realístico dentro de una sociedad humana. Una teoría organizacional sin la
especificación de la función de utilidad no es una teoría en absoluto. Y una con funciones de
utilidad no realísticas no proporciona la base para entender a las organizaciones reales. En vez
de esto, nosotros comenzaremos con postulados empíricos válidos acerca de qué motiva a la
gente real en organizaciones reales yo voy a plantear que tales postulados pueden ser
derivados de cuatro fenómenos organizacionales cuyos papeles son ampliamente
documentados en la literatura de las organizaciones: autoridad, gratificaciones, identificación y
coordinación.
Autoridad: Las relaciones de empleo
El contrato de empleo es un ejemplo de lo que actualmente se conoce como “contrato
incompleto”; es decir, algunos de sus términos no son especificados. Los empleados están de
acuerdo en hacer, en el tiempo que dura el contrato, lo que se les ordene hacer; pero las ordenes
no serán emitidas hasta un tiempo después de que el contrato es negociado (Simon, 1951;
Williamson 1975 ).
El argumento acostumbrado (dentro del esquema neoclásico) para la existencia de contratos
incompletos es que, en un mundo de incertidumbre las acciones deben ser tomadas como la
situación lo vaya requiriendo sin tiempo para la negociación. El empleado es recompensado, a
nivel de salario, por su buena voluntad de soportar el embate de esta incertidumbre derivada de
no saber que acciones se van a escoger, y en el momento en que se presente el requerimiento,
hacer cualquier cosa que el empresario proponga. Este argumento no significa que la
incertidumbre es reemplazada por la completa certidumbre en el momento de la decisión; por
el contrario la toma de decisiones bajo condiciones de incertidumbre puede ser una de las
habilidades importantes demandadas del que toma las decisiones. El punto esencial es que, la
incertidumbre para el empleador es disminuida mediante el retraso del compromiso de
especificar acciones desde que el empleo se inicia hasta el momento cuando la acción es
requerida.
Un contrato laboral contiene toda clase de limitaciones implícitas (y explícitas), que establecen
los límites a los rangos de acciones que el empleado será orientado a desempeñar. Estos límites
definen la “zona de aceptación” dentro de la cual se espera que el empleado obedezca ordenes,
la zona de aceptación es algunas veces llamada “zona de indiferencia”, y sirve para seleccionar
entre comportamientos alternativos, ya que lo que es muy importante para el empresario, puede
ser poco o de ningún interés para el empleado. Por ejemplo una secretaria usualmente tiene
poca o ninguna preferencia por escribir una carta a un cliente de la empresa o a otro, y muy
poco interés en el contenido de la carta, En igual forma un gerente de producción aceptará,
dentro
de
amplios
límites, mezclar cualquier producto que le sea ordenado producir en un mes dado.
Por lo que se refiere a la combinación de incertidumbre, por parte del empresario, de lo que será
necesario hacer en el futuro, y por parte del empleado, su amplia aceptación, de lo que a él o
ella le será ordenado hacer, hace necesario que el contrato laboral sea un convenio atractivo
para ambas partes. Cabe mencionar, que la nueva economía institucional encuentra que el
empleo logra grandes ahorros en los costos de operación, es decir, en los costos de negociar
contratos separados para cada acción.
Pero esta teoría del contrato laboral debe ser estudiada. La autoridad en las organizaciones no
se utiliza exclusivamente o principalmente para dirigir acciones específicas. Muy
frecuentemente las ordenes toman la forma de un resultado que debe ser producto (“reparar
esta bisagra”), o de un principio que debe ser aplicado (“todas las compras deben ser realizadas
a través del departamento de compras”), o definiciones de objetivos (“manufacturar lo más
barato posible con calidad consiste”). Solamente la meta final ha sido dada por la orden y no el
método para alcanzarla. El mecánico debe aplicar toda clase de conocimientos y habilidades
para reparar la bisagra; el jefe de sección debe iniciar la compra de toda clase de repuestos
necesarios para que trabaje esa sección, sin embargo, los procedimientos estándares de la
empresa deben ser considerados como las reglas básicas para la forma en la que se hacen las
compras; y el gerente de producción debe controlar los costos de producción y la calidad.
Especialmente pero no exclusivamente, los empleados a nivel ejecutivo y gerencial son los
responsables, no solo de evaluar las diferentes alternativas y escoger entre ellas, sino también
de reconocer las necesidades de las decisiones colocándolas dentro de el programa y
observando la generación de posibles acciones derivadas de dichas decisiones.
Realizar bien el trabajo no es sólo cuestión de responder a las ordenes, sino que, más bien tiene
que ver con el tomar la iniciativa para tratar de alcanzar los objetivos organizacionales.
Generalmente las ordenes, no especifican acciones concretas, en vez de esto, definen algunas
premisas que van a ser utilizadas por los empleados en la toma de decisiones de las cuales
ellos son responsables (Simon, 1947). De ahí que, el vigilar que esas ordenes sean obedecidas
no es simplemente cuestión de observar el comportamiento, sino su influencia en el proceso de
reflexión y las premisas de decisión de los empleados. Más aún usualmente es difícil ó casi
imposible descubrir cual de estas premisas de decisión se han establecido sin la revisión de la
decisión global, causando así una pérdida casi completa del ahorro que se buscaba mediante
la delegación.
La orden que un empresario podría emitir es: “¡decidir siempre, en forma tal, que se maximizen
las utilidades de la empresa!”. Pero esto sería simplemente reintroducir la pregunta de, cómo
puede ser observado el alcance de la obediencia a las ordenes, sin perder el beneficio de la
delegación. Aún si los empleados fueran robots, cuya lealtad podría ser garantizada, el
problema no estaría resuelto; aunque, el otorgar a cada robot completo albedrío daría como
resultado grandes eficiencias, generalmente, atribuibles a la especialización en la función de la
toma
de
decisiones. Necesitamos delegar dentro de lineamientos sin recentralizar lo que ya ha sido
delegado.
Si la autoridad es utilizada para transmitir premisas para la toma de decisiones en vez de,
ordenes para comportamientos específicos, entonces, diferentes expertos pueden contribuir con
su conocimiento para una sola decisión, la información y las reglas de políticas pueden fluir por
toda la organización a través de canales, sirviendo como retroalimentación -las premisas de
decisión- para muchos comportamientos organizacionales.
El departamento de contabilidad reúne la información de costos, y por ejemplo, la suministra a
la cabeza del departamento de altos hornos para ayudarle a tomar las decisiones de operación
en su departamento. En forma simultánea el gerente de altos hornos esta recibiendo
instrucciones de los especialistas en metalurgia sobre los aspectos técnicos de la operación.
Las líneas azul pálido que nuestro visitante de Marte observó dentro de las áreas verdes no
solamente eran corrientes de ordenes, sino flujos de toda clases de premisas de decisión
(restricción e información, así como ordenes desde un punto de la organización a otro).
Esta explicación del contrato laboral y de la autoridad, nos regresa a la cuestión de la motivación.
Para que la organización trabaje bien no sólo es suficiente que los empleados acepten las
ordenes literalmente. De hecho, el obedecer literalmente las reglas de operación es un método
favorito para aflojar en el trabajo durante las disputas entre los trabajadores y los gerentes, tal
como lo pueden atestiguar los visitantes a los aeropuertos cuando los controladores están
malhumorados lo que se necesita es que los empleados tomen la iniciativa y apliquen todas sus
habilidades y conocimientos para acelerar el logro de los objetivos de la organización.
Nosotros no deberíamos suponer, sin la evidencia, que las organizaciones trabajan bien; pero
el término “bien” es relativo. En la mayoría de las organizaciones los empleados contribuyen
mucho más al logro de los objetivos que el mínimo que podría ser obtenido de ellos mediante
el reforzamiento de la supervisoría en los vagos términos del contrato de empleo. ¿Porqué los
empleados no substituyen ocio por trabajo, más consistentemente de lo que lo hacen? ¿porqué
a menudo trabajan tan vigorosamente para el bienestar de la organización?.
Gratificaciones como motivaciones
Una respuesta obvia a la cuestión motivacional, es que los empleados puedan ser motivados a
aceptar la autoridad mediante el otorgamiento de gratificaciones, promocionales y
reconocimientos por avanzar en las metas de la organización ya definidas por la administración.
Ciertamente tales gratificaciones proporcionan motivación, pero solamente operan
satisfactoriamente bajo ciertas condiciones. La condición más importante es que, la contribución
de los empleados a las metas organizacionales debe ser cuantificable con razonable precisión.
Por ejemplo, los vendedores son frecuentemente compensados (al menos parcialmente) en
base a comisión. Los obreros textiles algunas veces son compensados en base a destajo,
aunque en un número continuamente decreciente de casos.
Los ejecutivos y algunos otros empleados reciben bonos que se supone están relacionados a
sus contribuciones a las utilidades pero tales sistemas de gratificación son efectivos sólo al
grado de que los resultados puedan ser atribuidos en forma precisa a los comportamientos
individuales. Si el índice utilizado para medir los resultados es inapropiados, ya sea porque no
mide las variables correctas o, porque estas no identifican correctamente las contribuciones
individuales; entonces, los sistemas de gratificaciones pueden ser drásticamente ineficientes o
aún contraproducentes. Cuando las cantidades de producción son medidas sin la adecuada
atención a la calidad, la respuesta a las gratificaciones provocará que crezcan las cantidades a
costa de la baja calidad. Cuando el cumplimiento de las políticas de la empresa que restringen
la acción no es medido, dichas restricciones serán ignoradas y violadas. Por ejemplo, el
vendedor puede falsificar el producto, los obreros pueden ignorar las reglas de seguridad, o los
administradores pueden poner dificultades a otros departamentos.
En general una mayor independencia entre los diversos miembros de la organización, hace más
difícil el medir sus contribuciones en forma individual para el logro de los objetivos
organizacionales. Sin embargo, esta estrecha interdependencia es, precisamente, lo que hace
ventajoso el organizar a la población en vez de depender totalmente del mercado de
transacciones. Las dificultades en la cuantificación asociadas con ligar gratificaciones a
contribuciones, no es superficial, sino que surge de manera natural y racional en la organización.
Grandes corporaciones de los Estados Unidos intentaron responder a este problema en los
años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, dividiendo a sus organizaciones en
componentes que eran relativamente autosuficientes. Entonces, se podía mantener la
separación de balances para cada división, y estas hojas de balance podrían utilizarse para
evaluar los resultados y calcular las gratificaciones.
Por supuesto, la divisionalización puede ser exitosa solamente hasta el punto en que las
divisiones sean, de hecho, autosuficientes. Si una división opera, principalmente, como
suministradora de partes a otras divisiones, se deben establecer políticas para la fijación de
precios a los artículos “vendidos” de una división a otra y para la determinación de las
condiciones bajo las cuales una división puede salir fuera de la empresa para adquirir partes o
artículos a más bajo precio. Por éstas y por otras razones similares la divisionalización
solamente puede traer consigo una pequeña diferencia bajo la estructura de una corporación
típica, resuelve el problema de atribuir los resultados individuales solamente a altos niveles.
Aunque las gratificaciones económicas juegan un papel importante para asegurar el apego a
los objetivos organizacionales y al régimen de autoridad, éstas están limitadas en su efectividad
.
Las organizaciones serían sistemas mucho menos efectivos de lo que actualmente son sí tales
gratificaciones fueran los únicos instrumentos o los principales instrumentos disponibles para
motivar. De hecho, la observación del comportamiento en las organizaciones muestra otras
motivaciones poderosas que inducen a los empleados a aceptar los objetivos organizacionales
y a la autoridad como base de sus acciones. Nosotros nos enfocaremos hacía el más importante
de estos mecanismos: la identificación organizacional.
Lealtad: Identificación con los objetivos organizacionales
El respeto al trabajo y la lealtad organizacional es un fenómeno generalizado en las
organizaciones (Simon 1947). Estos rasgos son, evidentemente, más fuertes entre los
empleados calificados y a nivel gerencial que entre los empleados comprometidos en trabajos
muy rutinarios (cabe mencionar que estos últimos son más fáciles de supervisar y algunas veces
pueden ser recompensados en base a destajo). En partes, estas actitudes pueden ser atribuidas
al vínculo entre el éxito global de la organización, y al desarrollo profesional a nivel personal y
las gratificaciones monetarias que éste puede proporcionar a sus empleados. Pero esta
explicación ignora el problema de la comunitariedad de beneficios que son conjuntamente
ganados y distribuidos a todos; tanto a los que no contribuyeron como a los que contribuyeron,
y las consecuentes posibilidades de libre albedrío. La calidad y el éxito de una organización
depende muy poco de la capacidad de un solo empleado (excepto de un ejecutivo o de alguien
cerca de la cabeza). ¿Porqué los empleados deben de trabajar duro si pueden ganar casi lo
mismo si haraganean?.
Por supuesto, el libre albedrío puede ser observado en las organizaciones. La eliminación del
libre albedrío es generalmente considerada como la principal razón de éxito de las reformas
agrícolas en China después de 1980, cuando la responsabilidad y gratificación por la producción
agrícola fue transferida de la comunidad a la familia. La pregunta no es si existe o no el albedrío
(son mucho menos los empleados cuyo esfuerzo es menor que su máximo) sino, ¿porqué existe
“algo” que va de la mano del libre albedrío?. ¿Porqué muchos empleados, tal vez la mayoría se
esfuerzan más que el mínimo del esfuerzo exigido?. ¿Porqué los empleados se identifican
plenamente con los objetivos organizacionales?.
La teoría evolucionaría contemporánea nos ha prevenido en contra de postular que los motivos
de la gente sean altruísticos. En los modelos de selección natural, los tipos buenos
generalmente no encajan; y no se multiplican tan rápidamente como la mayoría de sus egoístas
hermanos. El argumento de la selección natural ha sido utilizado frecuentemente, explícita o
implícitamente, para satisfacer la función de utilidad con los egoístas objetivos personales. Pero
los modelos de selección natural, no proporcionan un fuerte sustento a la idea de que las
personas solamente persiguen sus egoístas y personales objetivos económicos. De hecho,
tales modelos de ninguna manera excluyen la posibilidad de que las personas estarán
fuertemente motivadas por la lealtad organizacional, aún sin esperar ninguna recompensa
“egoísta” de esta lealtad (Simon, 1983; 1990.)
En primer lugar debería hacerse hincapié en determinar cual selección natural incrementa su
adaptabilidad; esto es, el número de progenie de un competidor exitoso. Pero en la sociedad
moderna, la obtención del bienestar o de otras recompensas egoístas no se encuentra
directamente conectada al número de progenie. De hecho las sociedades del primer mundo
generalmente muestran una correlación negativa entre el nivel de ingreso y el tamaño de la
familia. Pero renunciemos a este punto que nos distrae de nuestro principal argumento, y
supongamos que la obtención de los objetivos que usualmente se describen como egoístas
(especialmente objetivos económicos personales) contribuyen a la adaptabilidad evolucionaría.
Continuemos con el segundo punto: cada ser humano depende para su supervivencia de su
amplio e inmediato entorno social. Los seres humanos no son los mónadas independientes
leibnitzianos, algunas veces, evocados por la teoría libertaria. La sociedad no se impone sobre
los humanos; en vez de ello, ella proporciona el modelo en donde nosotros sobrevivimos,
maduramos y actuamos en el medio ambiente; las familias y el resto de la sociedad
proporcionan alimentación, refugio y seguridad durante la niñez y juventud, y posteriormente los
conocimientos y habilidades para su desempeño como adulto,. mas aún, la sociedad puede
reaccionar ante las actividades de cada persona en cada período de su vida, ya sea
facilitándolas o impidiéndolas severamente. La sociedad tiene enormes poderes, permanentes
durante la vida de una persona, para mejorar o reducir su adaptabilidad evolucionaría.
¿Qué tipo de rasgos, en adición a la fuerza y a la inteligencia personal, podrían contribuir a la
adaptación de esta criatura socialmente dependiente? Uno de estos rasgos, o una combinación
de rasgos, podría ser la llamada docilidad. El ser dócil es ser tratable, manejable y sobre todo
educable. Las personas dóciles tienden a adaptar su comportamiento a normas y presiones de
la sociedad. No estoy seguro de que la palabra “dócil” transmita adecuadamente lo que quiero
significar, pero no se de otra palabra mejor.
Que la adaptabilidad es derivable de ser dócil se vuelve evidente cuando consideramos lo
contrario a la docilidad: intratabilidad, inmanejabilidad, ineducabilidad e incorregibilidad. El
argumento no es que las personas sean totalmente dóciles o totalmente egoístas, sino que la
adaptabilidad necesita cuantificarse substancialmente en correspondencia con la influencia
social. En algunos contextos esta correspondencia implica motivación para aprender o imitar;
en otros contextos, la buena voluntad para obedecer o adaptarse. Desde el punto de vista
evolucionario, el tener una considerable medida de docilidad no es altruismo sino un egoísmo
ilustrado.
Como cualidad para sobrevivir, la docilidad, en promedio, debe contribuir a la adaptabilidad de
los individuos que la posean; sin embargo, podría llevar a un comportamiento autonocivo en
casos particulares. Entonces, los individuos dóciles pueden obtener más fácilmente los recursos
para su sobrevivencia, pero su lealtad a la nación podría conducirlos a sacrificar sus vidas en
tiempo de guerra. Cuando la docilidad esta presente, la sociedad puede explotarla enseñándole
valores que verdaderamente son altruistas; esto es, aquellos que contribuyan a la adaptabilidad
de la sociedad pero no a la individual. El único requisito es que, en balance y en promedio, el
individuo dócil debe adaptarse más que aquel que no es dócil.
Por supuesto, el mostrar que una configuración de rasgos o genes contribuiría a la
adaptabilidad, si es que existen, no prueba que existan. Pero una amplia evidencia empírica
muestra que el ser humano esta dotado de una considerable cantidad de docilidad. El propósito
del presente argumento es mostrar que esta docilidad y el altruismo al que esta induce, es
completamente consistente con la premisa de selección, de la mayor adaptabilidad. De hecho,
la teoría de selección natural predice fuertemente la aparición de la docilidad y el altruismo, en
los animales sociales.
La docilidad es utilizada para inculcar a los individuos el orgullo y la lealtad organizacional. Estos
motivos se basan en una discriminación entre “nosotros” “ellos”. La identificación con el
“nosotros”, lo que podría ser: la familia, la empresa, la ciudad, la nación, o el equipo local de
basqueball, permite a los individuos experimentar satisfacciones (ganar beneficios) de los éxitos
de las unidades seleccionadas. Así, de este modo la identificación organizacional viene a ser
una motivación para los empleados, para trabajar activamente para los objetivos
organizacionales. Por supuesto, la identificación no es el único recurso de la motivación; existe
una amplia gama de gratificaciones materiales y mecanismos coercitivos que son parte del
contrato laboral. Pero, en un esquema realista de como operan las organizaciones debe
incluirse la importancia de la identificación dentro de las motivaciones de los empleados.
La fortaleza de las identificaciones organizacionales dependerá del grado en el que las
sociedades utilicen el mecanismo “docilidad” para ser inculcado, y esto parece variar
considerablemente de una sociedad a otra. Por ejemplo, probablemente los etnógrafos estarían
de acuerdo que en la sociedad china se ejerce una gran presión para inducir la identificación
con la familia más que con las organizaciones que los emplean; mientras que en la sociedad
japonesa sucede todo lo contrario. Tales conjeturas pueden ser probadas, por ejemplo,
examinando las prácticas de nepotismo y las actitudes hacia éste, en las dos sociedades.
La fortaleza de la lealtad organizacional de los empleados no puede ser solamente atribuida a
la motivación inducida por la docilidad. También existe un importante componente cognoscitivo
lo limitado de la racionalidad humana no nos permite entender las situaciones complejas que
proporciona el medio ambiente a nuestras acciones en su totalidad. El primer paso en una
acción racional es el de centrar la atención en aspectos (estratégicos) específicos de la situación
total y formar un modelo de la situación en términos de aquellos aspectos que se sitúan en ese
centro de atención. El calculo racional tiene lugar en el contexto de este modelo, más que en la
respuesta a la realidad externa en su totalidad.
Una forma de simplificación es centrarse en objetivos particulares, y una forma de centrarse es
prestar atención a los objetivos de la organización o a las unidades de la organización. Teniendo
definida la unidad como el “nosotros” las acciones son evaluadas en términos de su contribución
a los objetivos de la unidad. La ubicuidad de ésta limitación de la atención está fácilmente
demostrada. Como un ejemplo, Dearbon y Simon (1958) presentaron a un grupo de empresarios
ejecutivos para la descripción de la actual situación de una gran empresa, y se les pidió que
identificaran los problemas más serios a los que se enfrenta la empresa. En sus propias
compañías, algunos de los ejecutivos eran los responsables de la producción, otros de las
ventas y otros de las finanzas. En la mayoría de los casos “el problema más serio” identificado
por el ejecutivo radicaba en el área de su propio departamento los problemas de producción
para los ejecutivos de producción, los problemas de ventas para los ejecutivos de ventas y así
sucesivamente.
Es común que en la vida organizacional, la identificación organizacional de la persona cambiará
con su posición, aunque las bases motivacionales para el cambio son probablemente más
ampliamente reconocidas que las bases cognoscitivas. Pero un cambio en la posición
organizacional expone a los empleados a nuevos “hechos” y fenómenos, a una nueva red de
comunicaciones y a nuevos objetivos. A cada situación de toma de decisiones corresponde,
inevitablemente, un modelo diferente, un modelo que enfatiza los componentes locales del
medio ambiente y los objetivos locales. El comportamiento es, básicamente función de la
posición. Por los límites cognoscitivos, la forma precisa que los objetivos adoptan dependerá de
que puede ser medido en la situación. En las organizaciones empresariales, los informes
contables proporcionan mediciones estilizadas de las utilidades, el tamaño, el crecimiento, la
participación en el mercado etc. Aun, si estas mediciones son solamente burdas aproximaciones
de las cosas que se supone deben ser medidas, éstas probablemente reemplacen los conceptos
“reales” no medidos en el proceso de toma de decisiones.
La buena voluntad de los empleados a todos los niveles de asumir la responsabilidad de
producir resultados no simplemente “seguir las reglas” es generalmente considerada como la
principal determinante del éxito organizacional. Esta exposición, implica que la aceptación de
responsabilidades será afectada tanto por el sistema de gratificaciones como por el
fortalecimiento de identificaciones organizacionales. Nuevamente, aquí pueden existir grandes
diferencias interculturales. El reciente establecimiento de un considerable número de empresas
internacionales con administradores y empleados reclutados de diferentes culturas
proporcionan un excelente medio de investigación para estudiar estas diferencias y sus efectos
sobre la eficiencia organizacional.
Considerando que estos desarrollos son casi nuevos, se cuenta con muy poca información
acerca de ellos; sin embargo, un ejemplo donde se encuentra información disponible es el de la
inversión conjunta entre la Toyota y la General Motors en el norte de California (Krafcik y
Womack, 1987). Aquí la Toyota se hizo cargo de una planta de la General Motors ya establecida,
equipándola con maquinaria standard, recontratando empleados principalmente de la anterior
equipo de trabajo y aceptando el mismo sindicato. Ellos han sido capaces de producir
automóviles con alrededor de 45% menos de horas de trabajo comparado con la totalidad de la
planta de G.M. que utiliza gerentes y métodos administrativos americanos, y cerca del 30%
menos de horas de trabajo que la planta de G.M., que tiene el equipo más moderno y más
adecuado y, solamente alrededor del 15% “más” de horas de trabajo que una planta de Toyota,
con iguales características, en el Japón.
Las causas de estas grandes diferencias en la eficiencia tienen muy poco que ver con la clásica
función de producción; también parece que tienen poco que ver con las diferencias culturales a
nivel obrero . Asimismo, parece que no tienen que ver con las estructuras de las gratificaciones
materiales, las cuales no son significativamente diferentes en las diversas plantas.
Entonces estas deben ser atribuidas en gran parte a las diferencias en las prácticas
administrativas (por ejemplo, las prácticas de control de calidad, y las políticas de inventario) tal
vez reforzadas por las diferencias en las posturas administrativas y de motivación.
Coordinación
Este análisis de la autoridad y de la identificación organizacional debería ayudar a explicar cómo
las organizaciones pueden ser altamente productivas aún cuando la relación entre sus objetivos
y las gratificaciones recibidas por los empleados, si es que existen, sea extremadamente
indirecta y tenue. En particular esto ayuda a explicar porque, cuidadosos estudios comparativos
generalmente han encontrado difícil el identificar diferencias sistemáticas en productividad y
eficiencia entre las organizaciones rentables, no rentables y públicamente controladas
(Weisbrod, 1989). También esto explica porque, Demsetz y Lehn (1985) no encontraron ninguna
diferencia en las utilidades, entre corporaciones que fueron manejadas y controladas por sus
propietarios y aquellas con la propiedad de capital diseminada.
Pero para entender las ventajas relativas de las organizaciones y los mercados y las
circunstancias bajo las cuales una podría operar más efectivamente que otra, debe ser
agregado un componente adicional a nuestra descripción de las organizaciones. Las
organizaciones a través del mecanismo de autoridad proporciona un medio para “coordinar” las
actividades de grupos de individuos en formas que no son siempre fácilmente logradas por los
mercados.
Tal vez la palabra coordinación es descuidada y frecuentemente se abusa de ella en las
organizaciones. Un ejecutivo experimentado, tiembla cuando se entera de que alguien ha sido
designado para “coordinar” un conjunto de actividades, ya que hablaran sobre coordinación, sin
especificaciones de lo que significa, es una forma fácil trasladar los problemas a otra persona.
Yo trataré de hacer el concepto más preciso refiriéndolo a un tipo específico de actividad.
La teoría de juegos ha subrayado lacónicamente que, en general las decisiones son
indeterminadas cuando cada parte, en una situación, está incierta acerca de las acciones de las
otras. Estos hechos se dan completamente independiente de sí sus objetivos son
complementarios o competitivos. Un simple ejemplo de esta indeterminación, es que resulta
racional para un chofer el manejar en la misma dirección del camino como los otros manejadores
con rumbo a la misma dirección cualquiera que ésta sea. No existe ninguna interrogante del
comportamiento correcto en relación al medio, pero si de la coordinación del comportamiento
de todos los actores. Tales reglas del camino, o estandarización, puede mejorar ampliamente
el funcionamiento de los sistemas en aquellas (ubicuidades) situaciones en donde, lo correcto
de la acción depende de lo que están haciendo los otros actores.
Un ejemplo más complejo de coordinación es proporcionado en el caso de una universidad,
conciba a una universidad que sólo consiste de algunos salones de clase, algunos maestros, y
algunos estudiantes. Los estudiantes y los maestros podrían negociar “simplemente” a ciertas
horas en ciertos lugares para sus clases. El caos resultante podría ser resuelto estableciendo
una oficina de registro y un horario de clases; no obstante, sería extravagante pretender que los
horarios de clases proporcionan la razón de ser de la educación en las universidades, en vez
de los convenios contractuales de enseñanza negociados a través de mercados, sin embargo,
cabe mencionar que la función coordinadora de los horarios no es trivial.
Una mejor utilización de la autoridad en las organizaciones, es la de coordinar el
comportamiento promulgando normas y reglas del camino, permitiendo así a los actores
formular expectativas más estables acerca del comportamiento del medio ambiente (incluyendo
el comportamiento de otros actores). Considerando que las organizaciones proporcionan un
mecanismo (autoridad) para el establecimiento de las reglas del camino, lo que los mercados
no hacen, uno podría suponer que las organizaciones, más que los mercados, son los
ambientes
en
donde
el
comportamiento
denominado
“expectativas racionales” sería más frecuentemente observado.
En un libro acerca de la planeación central durante la Segunda Guerra Mundial, Ely Devons
(1950) formuló la pregunta del porqué los precios son suplantados por los planes
gubernamentales, expresados como objetivos cuantitativos de producción y distribución como
mecanismos de coordinación durante los tiempo de guerra. El argumento usual para los
mercados, en el reconocido trabajo de Van Hayeck 1945, es que ellos simplifican el proceso de
decisión reduciendo la necesidad, de cada actor, de conocer que es lo que otros actores realizan
o a que situaciones se enfrentan. Entonces nosotros podríamos esperar que, en el grado en
que los mercados y los precios desempeñen esta función de simplificación, estos podrán
substituir a las decisiones centralizadas cuando la situación se vuelva más compleja por ejemplo
durante los rápidos cambios que tienen lugar cuando se pasa de una economía en tiempo de
paz a una economía en tiempos de guerra. Sin embargo, como Devons señala, es sólo en esos
tiempo cuando la planeación central tiende a aumentar. ¿Es esto irracionalidad, o existen
razones validas para el cambio?
Tal vez la respuesta es obvia. Los precios desempeñan su función informativa cuando son
conocidos o razonablemente predecibles. En un sistema, los precios inciertos producidos por
cambios impredecibles reducen la habilidad de los actores para responder racionalmente. Este
señalamiento es frecuentemente hecho por los economistas en la argumentación de los costos
de la inflación inesperada, pero sus implicaciones para escoger entre organizaciones y
mercados, es señalada menos frecuentemente. A menudo tampoco se señala que muchas
clases de incertidumbres, diferentes a las incertidumbres en los precios, pueden ser
coordinadas a través de ventajosos procedimientos organizacionales.
La dificultad que la economía ha tenido en dar buena cuenta sobre las organizaciones y su
predominio es, para gran fascinación de los economistas, atribuible a los sistemas en equilibrio.
El análisis bajo los supuestos de un perfecto conocimiento y de expectativas ciertas, tiene poca
relevancia para los aspectos de la organización económica tales como, la explicación de cómo
una economía es estructurada entre organizaciones y mercados. Los precios proporcionan
solamente uno de los mecanismos para la coordinación del comportamiento, tanto, entre las
organizaciones como dentro de ellas. La coordinación mediante el ajuste de cantidades está
muy lejos de ser uno de los mecanismos más importantes desde el punto de vista cotidiano, y
en muchas circunstancias sería más útil la distribución, que la coordinación mediante los
precios. Por ejemplo, el sistema de control de inventarios registra las cantidades de insumos
para las actividades de la organización y emite ordenes cuando estas cantidades caen por
debajo de los niveles especificados. Las ordenes, registradas por el sistema de control de
proveedores, inician la programación de la nueva producción y son utilizadas también para
ajustar los niveles de la producción agregada.
Desde un punto de vista conceptual, es completamente factible construir economías en donde
los precios están basados en los costos y la demanda final está limitada por presupuestos
restringidos, con vectores de demanda que de algún modo son insensibles a los precios. Las
cantidades de bienes vendidos y los inventarios, y no los precios, son los que proporcionan la
información para coordinar estos sistemas, como ejemplos tenemos a los modelos de insumos
producto de Leontief con vectores exógenos de demandas finales, y al teorema de HawkinsSimon (1949) que establece las condiciones bajo las cuales tales sistemas tienen soluciones no
negativas. Estos ejemplos poseen las mismas virtudes de conservar la información como las de
los sistemas de regulación de precios (Von Hayeck, 1945). Aquí cada actor necesita solo
conocer su propio negocio.
Muchos observadores de la programación de los negocios y de las prácticas del establecimiento
de precios han sostenido que (con la posible excepción de los sectores agrícola y minero), los
modelos que utilizan cantidades como señales, se aproximan más a las economías del primer
mundo que aquellos modelos en los cuales los precios son los principales mecanismos de
coordinación. No quiero debatir este punto aquí; pero, simplemente observo que los ajustes
cuantitativos juegan un gran papel en el mundo real en equilibrar las operaciones de las
diferentes organizaciones y las diferentes partes de las organizaciones.
El estilizado intercambio comercial de la teoría económica neoclásica, generalmente, involucra
solo precios y cantidades, lo cual es la base para su parsimonia en la información. Pero los
contratos actuales negociados entre empresas de negocios. Por el momento hacemos a un lado
a los productos de consumo generalmente especifican más que precios y cantidades. Los
contratos para la construcción de un edificio o de un producto de ingeniería (tal como un
generador o un aeroplano) especifican con gran detalle las peculiaridades del producto que será
entregado. Ello requiere un intercambio masivo de información, tanto en las negociaciones como
en la ejecución. Las líneas rojas comerciales que nuestro visitante marciano observa desde el
espacio no son rutas estrechas a lo largo de las cuales solamente fluye dinero y bienes, si no
amplios caminos donde cabe también un vasto flujo de información detallada.
Por lo tanto, la aseveración de que los mercados permiten a cada empresa hacer sus negocios
con poco conocimiento de sus compañeros, es mera ficción. En la industria de la construcción,
en la industria pesada, en la industria manufacturera que involucran alta tecnología y en otras
áreas, el contratar socios trae consigo un nivel de comunicación comparable a los niveles
observados entre los departamentos de la empresa, cuando los productos son manufacturados
con especificaciones, debe fluir una gran cantidad de información entre los diversos grupos
involucrados en la manufactura. Pero el amplio uso de la subcontratación en la industria
automotriz y de la construcción, solamente por mencionar dos, demuestra de que es frecuente
y completamente factible el trasladar esta información a través de los límites organizacionales,
de tal forma que la integración vertical es innecesaria. Desde esta perspectiva la diferencia entre
la comunicación del mercado y la comunicación interna y el criterio para escoger entre estas
dos concertaciones alternativas, se vuelve vago.
La selección entre precios y cantidades para coordinar los niveles de actividad de las diferentes
organizaciones o partes de la organización, no dicta por si misma los respectivos papeles de
las organizaciones y los mercados. Los precios pueden ser utilizados para coordinar las
actividades de las diferentes partes de una organización, proporcionados de alguna forma en
que puedan determinar los precios del mercado que deberían ser; y, los ajustes cuantitativos
pueden realizarse entre las diferentes organizaciones así como también dentro de ellas.
Existe una diferencia fundamental en la operación de los mecanismos de coordinación dentro y
entre las organizaciones. La coordinación entre las organizaciones dependen casi totalmente
de las motivaciones económicas y gratificaciones; y viene a ser, seriamente imperfecta en donde
quiera que los factores externos estén presentes y no puedan ser eliminados por cumplir los
contratos ya establecidos. Por otro lado dentro de las organizaciones, la identificación es un
fuerza poderosa para combatir las externalidades producidas por la vinculación con los
subjetivos por la virtud de la lealtad, se puede producir a favor de los objetivos del sistema en
su conjunto. En un departamento es menos probable descuidar la calidad para reducir los costos
sí sus miembros se identifican con el producto final. En particular, la identificación se convierte
en un medio importante para eliminar o reducir aquellas ineficiencias que son etiquetadas
mediante términos tales como “riesgo moral” y “oportunismo”.
Estas observaciones, disimuladamente, nos llevan hacia la conclusión de que el tamaño de la
organización y su grado de integración, y los límites entre las organizaciones y los mercados,
son determinados más bien por fuerzas sutiles. El amplio rango de convenios organizacionales
observables en el mundo, sugiere que el equilibrio, entre estas dos alternativas frecuentemente,
es casi neutral, con un nivel altamente contingente en la historia del sistema. Un convenio
tradicional puede ser preservado hasta que sus ineficiencias lleguen a ser agobiantes -o aún
más- la misma conclusión es sugerida por el constante flujo de fusiones comerciales y capitales
mixtos en el mundo de los negocios, siendo muchas de estas transformaciones ocasionadas
por consideraciones poco vinculadas con la eficiencia productiva o de distribución, y muchas
teniendo consecuencia sobre la eficiencia que aún no pueden ser evaluadas.
En todos estos años, una gran proporción de toda la actividad económica se ha concentrado
dentro de las paredes de grandes y constantemente crecientes corporaciones. Las áreas verdes
observadas por nuestro marciano han crecido constantemente. Ijiri y yo hemos sugerido que el
crecimiento de las organizaciones tienen poco que ver con la eficiencia (especialmente si se
considera que en la mayoría de las empresas a gran escala, las economías y las deseconomías
de escala son bastante pequeñas) pero puede ser producida esencialmente por simples
mecanismos de crecimiento estocástico (Ijiri y Simon 1977).
Pero si los mecanismos específicos de coordinación no determinan con exactitud donde se
situarán los límites entre las organizaciones y los mercados, la existencia y la efectividad de las
grandes organizaciones dependerá de que algún conjunto adecuado de mecanismos poderosos
de coordinación este disponible. Estos medios de coordinación en las organizaciones, en
combinación con los mecanismos motivacionales citados anteriormente, crea las posibilidades
de aumentar la productividad y la eficiencia a través de la división del trabajo y de la
especialización.
En general, en la medida en que se avanza en la especialización del trabajo, la interdependencia
de las partes especializadas se incrementa. De ahí que, una estructura con mecanismos
efectivos de coordinación puede llevar a la especialización más allá, que una estructura que
carece de estos mecanismos. Algunas veces se ha argumentado que la especialización del
trabajo en la industria moderna avanza completamente independiente del crecimiento del
sistema industrial. Esto puede haber sido cierto en las fases iniciales de la revolución industrial,
pero sería difícil de sostener en relación a las industrias contemporáneas. Con la combinación
de las relaciones de autoridad, sus fundamentos motivacionales, una gama de mecanismos de
coordinación y la división del trabajo, llegamos a las grandes organizaciones jerárquicas que
son tan características en la vida moderna.
Conclusiones
Las economías de la moderna sociedad industrializada pueden ser, más apropiadamente,
etiquetadas como economías organizacionales que como economías de mercado. En estos
términos, aún los mercados que conducen economías capitalistas necesitan de una teoría de
organizaciones tanto como necesitan de una teoría de mercados. Los intentos de la nueva
economía institucional para explicar el comportamiento organizacional solamente en términos
de su operación, de información asimétrica, de costos de operación, de oportunismo, y de otros
conceptos surgidos de la economía neoclásico, ignoran la clave de los mecanismos
organizacionales como son la autoridad, la identificación y la coordinación, por lo que se
consideran severamente incompletos.
La teoría presentada aquí es simple y coherente, descansa sólo sobre algunos mecanismos
que son casualmente vinculados. Mejor aun, ésta coincide con las observaciones empíricas del
fenómeno organizacional. Las grandes organizaciones especialmente las gubernamentales,
son frecuentemente caricaturizadas como “burocracias”, pero a menudo son sistemas altamente
efectivos a pesar del hecho de que el motivo de utilidad pueda penetrar a estas vastas
estructuras sólo por medios indirectos. Esta teoría de las organizaciones requiere reexaminar
algunas de las cuestiones clásicas de política económica. La primacía de las utilidades, como
elemento fortalecedor de la eficiencia organizacional se reemplaza por los objetivos
organizacionales y con las gratificaciones materiales y la supervisión, todo esto motiva a los
empleados a trabajar para la consecución de estos objetivos. Este esquema hace necesario el
retomar las preguntas de, cuando se espera que las organizaciones rentables, no rentables y
gubernamentales trabajen bien, y cuando la competencia de los mercados es necesaria para
disciplinar a las organizaciones para que se desempeñen eficientemente.
La reapertura de estas preguntas es importante tanto para las economías capitalistas como para
las socialistas. Por un lado, las economías capitalistas son de hecho economías mixtas, que se
enfrentan a una gran cantidad de problemas de regulación, y de desregulación, y de
privatización, de socialización. Por otro lado, muchas de las economías socialistas han tenido
un éxito mediocre en mantener la eficiencia de sus organizaciones, y están experimentando con
la reintroducción de los mercados, al mismo tiempo que tratan de evitar la privatización
extensiva. Las respuestas adecuadas a las preguntas de política a que se enfrentan todas las
sociedades industrializadas dependen de contar con teorías empíricamente firmes acerca del
comportamiento de las grandes organizaciones. Tales teorías no pueden ser desarrolladas
desde el escritorio. Estas requieren de la recopilación de hechos que lleve a los investigadores
a profundizar dentro de las áreas verdes (las organizaciones) que dominan el terreno de
nuestros sistemas económicos.
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