Cantar de Mio Cid El Cantar de Mio Cid se conserva en la Biblioteca Nacional en un manuscrito del siglo XIV. Consta de un total de 3730 versos y se desconoce el comienzo del poema, pues falta el primer folio del manuscrito. Sobre su autoría y su datación se han formulado diversas hipótesis: a) El texto que conocemos data de 1140 y sería obra de dos o más juglares. Los críticos señalan que el realismo del texto sugiere una redacción primitiva no muy lejana a la época de la vida del Cid (segunda mitad del siglo XI). b) La unidad y elaboración del texto apuntaría hacia un único autor culto, probablemente un hombre de leyes o quizá un clérigo. Los partidarios de esta hipótesis sitúan el texto hacia finales del siglo XII o principios del XIII y se basan en que al final del manuscrito se dice que un tal Per Abbat lo escribió en 1207. Para la mayoría este Per Abbat sería solo un copista, aunque algunos lo ven como el verdadero autor. Métrica, lengua y estilo. Los versos del Cantar se agrupan en tiradas monorrimas y asonantes, de desigual extensión (entre 10 y 20 sílabas). Los versos son irregulares, sin medida fija, y están divididos en dos hemistiquios de entre 6 y 8 sílabas, con una fuerte cesura en medio. En cuanto a la lengua del poema destacan su claridad, su concreción y su sobriedad expresiva, lo que es lógico si se piensa en los destinatarios de la recitación del juglar, que determinan también otros rasgos como las frecuentes invocaciones a los oyentes, las expresiones exclamativas que presuponen la existencia de un auditorio, o el paso constante de la narración al discurso directo, que infunde al poema un cierto carácter dramático. El carácter oral de la épica explica también la extraordinaria libertad con que se usan las formas verbales, el uso de las aposiciones y epítetos épicos que sirven para magnificar al héroe (“el que en buen hora çinxó espada”, “el que en buen hora nació”, “el de la luenga barba”,...) A la memorización de los juglares ayudarían los frecuentes paralelismos. Una característica notable de la lengua del poema es la estructuración binaria del tipo: “moros e cristianos, burgueses e burguesas, con lumbres e con candelas”. En cuanto al léxico son habituales: arcaísmos, tecnicismos (sobre todo jurídicos), arabismos y dialectalismos aragoneses. Estructura y contenido. Tradicionalmente el poema se ha dividido en tres partes o cantares: - Cantar del destierro, Cantar de las bodas, Cantar de la afrenta de Corpes. La estructura interna está marcada por el doble proceso de pérdida (destierro) y recuperación del honor del Cid (bodas de sus hijas con los infantes de Carrión), nueva pérdida (afrenta de Corpes) y nueva recuperación del honor (anuncio de nuevas bodas con los hijos de los reyes de Navarra y Aragón) Todo el poema estaría estructurado en torno al restablecimiento de la honra perdida del héroe. Desde el comienzo, el Cid sigue, por sus propios méritos, una ascensión que lo lleva a su engrandecimiento. Cuando está arriba, llega una nueva caída con la afrenta de Corpes, pero este nuevo deshonor le da pie para levantarse una vez más al vencer a los condes y emparentar con los reyes de España gracias a las nuevas bodas de sus hijas. Cualquiera que fuera el orden original de estas partes, lo que está claro es que la obra sufrió diversas remodelaciones y refundiciones hasta que el último autor la configuró tal y como hoy la conocemos. En cuanto al análisis del contenido, deben tenerse en cuenta tres niveles o planos diferentes: a) Nivel político: Castilla frente a León. El Cid, caballero castellano, se enfrenta al rey de origen leonés. Los enemigos del Cid son, en general, grandes nobles de procedencia leonesa. El poema se encuadraría en la tradición castellana antileonesa y exaltaría al Cid y con él a Castilla. b) Nivel socioeconómico: Enfrentamiento entre el pueblo y la oligarquía aristocrática. Los primeros luchan por ascender socialmente y los segundos por proteger sus privilegios. El Cantar expresa los ideales de equidad jurídica y movilidad social típicos de la época. El poema refleja en el Cid el deseo de medro de esas gentes cuyas vivencias eran semejantes y también su desprecio o rencor hacia la alta nobleza. c) Nivel individual: el héroe, Rodrigo Díaz, desterrado por el rey se enfrenta con el gran problema de recuperar su honra perdida y ganarse el pan. En este sentido, el Cid actúa como un héroe épico arquetípico, cuyas características han de ser reconocidamente superiores y cuyas acciones han de elevarse muy por encima de lo habitual. Se produce, pues, una glorificación progresiva del héroe, pero esta mitificación es el correlato de la mitificación de Castilla y los valores antinobiliarios de las gentes de frontera. Y por ello, la exaltación del Cid se corresponde con la ridiculización y la degradación de los encumbrados nobles, representados por los cobardes y mezquinos infantes de Carrión y por los mestureros (chismoso, cizañero) de la Corte. Personajes: En cuanto a los personajes, el Cid y los suyos se llevan la mejor parte. El autor presenta al héroe como un ejemplo de superación, un espejo donde ha de mirarse l hombre castellano de la época, un caballero que, gracias a su esfuerzo personal, respetando las leyes del feudalismo, consigue una cierta posición, pasa de la deshonra a la más alta de las glorias. Junto a él está su familia: su mujer y sus hijas, cuyo papel es realzar la figura de héroe como esposo y como padre. Sus mesnadas también son descritas de forma positiva. Son valientes, hombres esforzados y dignos de servirlo. La parte negativa se la llevan sus enemigos. Su negatividad engrandece la bondad del Cid y lo convierte en un héroe modélico y ejemplar. En cuanto al rey Alfonso funciona como telón de fondo en toda la obra. Su figura va evolucionando a lo largo del cantar. No hay ningún ataque directo a su persona, pero el tono con el que comienza el poema es antialfonsino, a medida que transcurre la acción se describe como un monarca ideal gracias a la intercesión del Cid.