Subido por Valentina Martínez

APRENDIZAJE DESDE LA NEUROCIENCIAS

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El aprendizaje mirado
desde las neurociencias
El aprendizaje mirado desde las neurociencias
El aprendizaje mirado desde las neurociencias
¿Qué es educar?
El concepto educar viene de la raíz latina “ex ducere”, que significa
“acompañar para sacar lo mejor de cada uno hacia afuera”, por ende,
a través de la educación promovemos que cada ser humano, logre ser
la mejor versión de sí mismo descubriendo sus talentos y capacidades. Sin embargo, en ocasiones los sistemas educacionales promueven “inculcar” que es precisamente lo contrario. In culcare significa
“de afuera hacia adentro”, es decir, insinúa una acción externa y ajena
al sujeto. Es una técnica mecanicista que no consigue resultados muy
sostenibles en el tiempo, básicamente porque la persona no hace
propio lo que recibe. En cambio, si consideramos la educación como
un medio para que cada persona pueda adaptarse, transformar y hacer su vida en el mundo que le rodea, le estamos dando un objetivo
primordial: ayudar a crecer en dignidad, y la dignidad la entenderemos como el respeto a lo que cada uno es.
Para aprender se necesitan buenos modelos de aprendizaje, no puramente lecciones escritas o atractivos videos. En niñas y niños, el
principal modelo de aprendizaje será dado por sus familias y entornos
escolares, siendo las figuras más importantes; las madres, los padres,
los tutores, las tutoras, los educadores y educadoras. En tanto, la experiencia de aprendizaje será clave para aprender. Mientras más sentidos y emociones se involucran en cada actividad, más se aprende.
Ya en la adolescencia, los pares cobran gran importancia como “agentes educadores” y los adultos del núcleo más cercano comparten con
ellos esta función de facilitar la adaptación al mundo en que vivimos.
Todo este proceso de aprendizaje a lo largo de la vida, está organizado
maravillosamente por el cerebro.
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El aprendizaje mirado desde las neurociencias
¿Cómo aprendemos?
El cerebro humano pesa cerca de 1200 gramos, tiene el tamaño de un
coco y está formado por unas 85 mil millones de neuronas. Pero sin
duda, su alcance va mucho más allá de esta escueta descripción de su
forma. Básicamente la función prioritaria de este “motor” que llevamos en la cabeza es gestionar el cuerpo humano a las mil maravillas
para que sobreviva.
Las personas nacemos con las neuronas que vamos a necesitar toda la
vida. Esto es ya un motivo importante para cuidar nuestro cerebro y
tomarnos unos minutos para aprender más sobre su funcionamiento.
La actividad cerebral no depende del tamaño del cerebro, sino que de
las conexiones que hacen sus neuronas a partir de los estímulos que
reciban desde su medio ambiente. El aprendizaje es justamente eso,
un montón de estímulos que llegan al cerebro y generan diferentes
reacciones. Estas reacciones son patrones concretos de conexiones
neuronales que nos permiten almacenar lo que aprendemos y darle
nuevos significados de acuerdo a nuestra realidad personal. Durante
el proceso educativo, actuamos directamente sobre estas conexiones,
alterando físicamente el cerebro. Educar implica entonces, cambiar el
cerebro de los demás.
Una de las células más importantes de nuestro cuerpo son las neuronas. Cada vez que recibimos un estímulo, éstas se activan y conectan
entre sí. La mayoría de ellas tienen una cola larga llamada axón y un
gran número de prolongaciones llamadas dendritas. Se relacionan
unas con otras a través de sus axones, los que se conectan a las dendritas de otras neuronas.
Estas células corresponden a la unidad estructural y funcional del sistema nervioso. Si una neurona recibe una información determinada
(en forma de estímulo) y la quiere transmitir a otra, primero debe
hacerla circular hasta el extremo de su propio axón, para que pueda
pasar a la neurona siguiente.
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Los neurotransmisores
La conexión entre dos neuronas la conocemos como sinapsis.
Las neuronas no entran en contacto físico unas con otras, ya que hay
un espacio entre las neuronas emisoras y las receptoras. Cuando una
neurona envía un estímulo a otra, genera un impulso eléctrico que
recorre su axón y luego pasa a la otra neurona mediante los neurotransmisores.
Existen diferentes tipos de neurotransmisores y cada uno tiene una
función particular, dada en función del lugar del cerebro donde se
ubica. Cualquier proceso mental o actividad de aprendizaje, idea,
recuerdo o emoción que sentimos; cada decisión que tomamos; o
cualquier cosa que decidimos va asociada a un patrón de conexiones
neuronales determinado.
La mente, por su parte, corresponde a las facultades psíquicas e intelectuales que surgen de la misma actividad cerebral.
Los genes le darán las instrucciones al cerebro para poder funcionar
con cierta información genética formada por secuencias de ADN. Las
instrucciones de funcionamiento del cuerpo; que trae la genética,
condiciona el resultado final, pero no lo determina. Esta idea es muy
importante: el resultado de nuestro desarrollo se ve influenciado por:
la carga genética que tenemos, la influencia del ambiente en que nos
movemos, pero principalmente, por la educación que recibimos.
Cada vez que aprendemos algo, el cerebro cambia. Aprendemos porque recibimos un estímulo que activa la conexión entre cientos de miles de neuronas que en la medida que se van asentando los estímulos,
van generando patrones de conexiones que dan pie al aprendizaje.
La composición del cerebro
El cerebro no es una masa de neuronas homogéneas repartidas dentro del cráneo, sino que existen zonas especializadas en tareas concretas. En el centro del cerebro, están las amígdalas, encargadas de
gestionar las emociones; el hipocampo, responsable de la memoria;
y el tálamo, que activa la atención. Como ya debes intuir, las tres son
claves para aprender.
El cerebro se hará cargo de gestionar el desarrollo del cuerpo y sus
actividades, ya que está programado biológicamente para hacerlo, sin
que tengamos que hacer grandes esfuerzos para esto.
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Los primeros años: infancia y adolescencia
Entre los 0 y 3 años, las niñas y los niños aprenden las cosas más relevantes para su vida, las que condicionarán su carácter y temperamento en la adultez. Durante este período de la vida, se activan complejos
procesos mentales como la empatía, la toma de decisiones, el control
motor voluntario, el control ejecutivo y el lenguaje, entre otros. El
cerebro a esa edad, se está adaptando al entorno donde vive y a su familia, ya que de esta manera, evitará riesgos innecesarios, aprendiendo a interpretar las señales de riesgo y las emociones. En resumen,
aprende a sobrevivir.
cesarias para conocer el entorno que les rodea. Ya en la adolescencia,
el cerebro madura y se desarrollan nuevas habilidades que permiten
el pensamiento más abstracto. Comprender un texto, reflexionar desde la filosofía, o practicar matemáticas facilitan la adaptación de las
personas a la sociedad de la que son parte. En esta etapa, el cerebro
ya es muy emocional, y requiere de estímulos muy sensibles para motivarse y aprender.
Durante los primeros años de vida, es importante que los y las menores estén en contacto con la naturaleza y no se les fuerce a estar
sentados, en estado pasivo por varias horas. Los estímulos como el
movimiento, el contacto con la naturaleza, ajustar la visión lejana, el
juego desestructurado, la música y la creatividad son experiencias ne-
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¿Qué son las emociones y cómo se relacionan al aprendizaje?
Las amígdalas son estructuras cerebrales que gestionan las emociones básicas como el miedo, la rabia o el instinto de supervivencia. Se
ubican al centro del cerebro, a la altura de las orejas.
En la corteza prefrontal están ubicadas las neuronas que coordinan
el aprendizaje y las emociones. Una de sus principales funciones es
justificar los impulsos límbicos, lo que conocemos como “funciones
ejecutivas emocionales”.
Otras funciones ejecutivas gestionan procesos cognitivos que permiten plantear metas claras y diseñar planes para lograr los objetivos
propuestos; reconocer logros; cambiar actividades; supervisar las
conductas en función de estados motivacionales y afectivos; o tomar
decisiones.
Para que podamos aprender, la parte funcional del cerebro debe realizar procesos complejos que permiten adquirir el conocimiento. Para
esto, se requiere que la información o la experiencia de aprendizaje
se empape de emociones, dinámicas y un rol protagónico de cada
estudiante.
Aprender cómo funciona el cerebro le permitirá a cada docente incorporar metodologías adecuadas que estimulen el aprendizaje vinculándolo a experiencias positivas y dinámicas.
Las emociones son patrones de comportamiento que se desencadenan de manera automática e inconsciente ante estímulos o situaciones, especialmente, cuando estamos en amenaza.
Esta área logra su maduración en la adultez, lo que nos permite comprender el por qué los niños y las niñas más pequeñas muchas veces
no logran controlar sus emociones dado que la zona de control consciente no está del todo desarrollada.
Es importante para los profesores y profesoras entender que tanto la
amígdala, como la corteza prefrontal y el hipocampo serán sus aliados
en el aprendizaje de sus estudiantes.
El hipocampo es parte del sistema límbico de las emociones y tiene
un rol importante en el aprendizaje, las emociones, la memoria y la
navegación espacial.
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Cuando la amígdala —responsable de gestionar las emociones— pone
en marcha un patrón de comportamiento, la corteza cerebral (que es
la zona reflexiva) lo recibe consciente y lo reconduce a otras áreas
para ser recordada, reflexionada, relacionada con otra experiencia.
Cuando el aprendizaje tiene componentes emocionales, el cerebro lo
interpreta como una clave de supervivencia y lo almacenará mejor, lo
que permitirá su uso con mayor eficacia. En cambio, si el aprendizaje
es puramente conceptual, desvinculado a emociones placenteras, el
cerebro entiende que puede restarle importancia.
También se ha comprobado que las emociones generan un estado de
predisposición al aprendizaje muy positivo, que hace posible apren-
der mejor los 30 minutos posteriores a una activación neuronal. En
resumen, las emociones son claves en el aprendizaje, en el aula y en
el modelo educativo.
Ahora bien, si la emoción está asociada al aprendizaje ¿Se puede
aprender a partir de experiencias negativas? Por supuesto que sí.
El miedo es una emoción poderosa que puede incluso ser motor de
aprendizaje. Durante décadas, a los estudiantes se les repetía “la letra
con sangre entra” pero tal como dijimos, la educación está al servicio
de ayudar a crecer en dignidad. Aprender con alegría y asombro sin
duda ayuda a aprender más y mejor. dejando una huella más profunda en el cerebro que se traduce en experiencias más enriquecedoras.
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