80. EL LIBRO Y LAS BIBLIOTECAS EN EL SIGLO XX 1. EL LIBRO EN EL SIGLO XX Si en el siglo XIX el libro comienza a transformarse en todos sus aspectos (físico, intelectual y comercial), será en el siglo XX cuando esas transformaciones alcancen su momento culminante, aunque siguiendo las tendencias del siglo anterior: mecanización, aumento de títulos y de las tiradas, comercialización que busca un número más amplio de consumidores. Además, aparecen nuevos soportes, técnicas reprográficas y finalmente el ordenador, que abre un mundo de nuevas posibilidades para la edición. El gran aumento de lectores que caracteriza al siglo XX se debe en parte a las políticas desarrolladas para favorecer la educación. Los avances técnicos y tecnológicos afectan a todo el proceso del libro: A medida que avanza el siglo, se advierte un progresivo desplazamiento de la mecánica por la electrónica. Sustitución de la tipografía tradicional por nuevos sistemas de impresión (heliograbado, huecograbado y offset), que permiten rápidas reediciones y reproducir fotografías y colores. La linotipia y la monotipia dejan paso a la fotocomposición, que se realiza con la ayuda del ordenador. Esto permite no sólo una mayor rapidez y precisión, sino también una reducción considerable de la mano de obra. Los autores pasan de entregar los textos escritos a máquina al formato digital gracias a los procesadores de texto. De la ilustración manual se pasa a los aerógrafos, hasta llegar a la ilustración por ordenador. La fotografía avanza desde técnicas de reproducción en blanco y negro hasta la fotografía digital. El desarrollo de las telecomunicaciones culminará con el desarrollo de Internet, y la aparición de nuevos formatos. La industria editorial se caracteriza por: Concentración geográfica, principalmente en Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Japón, Francia y España. La antigua URSS fue el principal productor hasta los años 80, dejando luego el lugar a Estados Unidos. Concentración en grandes grupos editoriales que controlan el mercado: Hachette, Mondadori, etc. Como consecuencia, los pequeños editores tienden a la especialización. Hay muchos títulos, pero con tiradas muy bajas, lo que provoca un exceso de oferta y que el producto caduque rápidamente. Gracias a los progresos técnicos, la prensa consigue hacer grandes tiradas y enriquecer los textos con información gráfica. Sin embargo, va disminuyendo el número de títulos. Las revistas ilustradas (magazines) semanales o mensuales fueron ganando el favor del público por la belleza de sus reportajes fotográficos y alcanzaron tiradas muy superiores a las de los diarios. Frente a los diarios y revistas de información y entretenimiento, con pocos títulos, grandes tiradas y sometidos a los intereses de los anunciantes, están las revistas científicas, con tiradas cortas y títulos en constante aumento. Las nuevas modalidades de producción y venta del libro se llevan una cuota elevada de la venta de libros, dejando sólo un pequeño porcentaje a la librería tradicional: El libro de bolsillo adquiere gran difusión. Su éxito se debe al pequeño tamaño, atractivas cubiertas, precio barato, comercialización similar a la prensa... Se crean clubes de libros, en los que se suprime la librería y el editor se relaciona directamente con el lector utilizando el correo o agentes comerciales. Surgen en los años 20 en Estados Unidos y pasan a Europa. Exigen de sus afiliados la compra de varios ejemplares durante un período de tiempo, para lo cual facilitan periódicamente catálogos. La venta por correo suele utilizarse por editores que ofertan libros de elevado precio especialmente concebidos para este tipo de venta o por libreros que ofrecen restos de edición con grandes descuentos. La venta a plazos se utiliza para obras de gran volumen, precio elevado y presentación atractiva que se ofrecen por el sistema de puerta a puerta. Una modalidad de venta a plazos es la venta por fascículos, en la que se venden pliegos de aparición semanal o quincenal en los quioscos. España En 1901 la producción bibliográfica española era escasa, su contenido pobre, su presentación física no muy buena y su interés puramente local. El público lector era escaso por la alta tasa de analfabetismo. A lo largo del siglo esta situación cambió radicalmente: aumentó enormemente el número de lectores y la producción creció tanto que España se convirtió en una potencia mundial del libro. Principales editoriales surgidas en las primeras décadas del siglo: Uno de los primeros editores del siglo fue Eduardo Zamacois. Importante fue también la Biblioteca Renacimiento, fundada por Victorino Prieto. En 1918 apareció Calpe, que luego se fundió con Espasa. Comenzó sus actividades con la biblioteca de bolsillo Colección Universal. Durante la Guerra Civil, la sucursal argentina inició la Colección Austral. Ortega y Gasset creó la Revista de Occidente y la editorial del mismo nombre. Fue una empresa de pequeño volumen económico pero gran importancia cultural, pues dio a conocer al gran público el pensamiento europeo reciente. En 1923 se estableció por cuenta propia Manuel Aguilar. Destacaron sus tres series Obras eternas, Joya y Crisol. En Barcelona, además de las editoriales fundadas en el siglo XIX, destacan Sopena y Labor. La Guerra Civil hizo desaparecer buen número de editoriales, pero los años 40 vieron el surgimiento de otras: La demanda de libros religiosos era grande, y en esta línea destacan la Biblioteca de Autores Cristianos, Ediciones y Publicaciones Españolas, S.A. (Epesa) y Rialp. La editorial Gredos, con ediciones de los clásicos griegos y latinos. En la misma línea están Guadarrama, Taurus y Castalia. Ediciones Destino, creada por José Vergés, cuya mayor fama viene del premio Nadal. José Janés llegó a uno de los primeros puestos de la edición española. En los años 50 se hizo cargo de su fondo la editorial Plaza, formándose Plaza y Janés. Planeta fue fundada por Manuel Lara y se consolidó publicando novelas populares traducidas del inglés. En los años 50 comenzó a interesarse por los novelistas españoles y creó un premio rival del Nadal. En la literatura de quiosco, dominan el mercado Bruguera y Molino. Nacen algunas editoriales oficiales, entre las que destacan la del CSIC y el Instituto de Cultura Hispánica. Dos editoriales iniciaron su actividad publicando textos escolares y terminaron formando grandes grupos editoriales: Anaya y Santillana. Mención especial merecen Alianza Editorial, dedicada al libro de bolsillo, y la barcelonesa Círculo de Lectores, que destaca en el mercado del club del libro. El desarrollo de la industria editorial española en el siglo XX se debió a la iniciativa de editores emprendedores, pero también a una política del libro que se inició en 1918 con la creación de la primera Cámara del Libro en Barcelona. La República creó el Instituto del Libro Español. Nada más terminar la guerra se crea el Instituto Nacional del Libro Español (INLE), que asume las funciones de las Cámaras del Libro y favorece el comercio del libro y la lectura mediante la organización de ferias y exposiciones y varias publicaciones. Desaparece en los años 80 y sus funciones pasan a la Subdirección General de la Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas. 2. LAS BIBLIOTECAS EN EL SIGLO XX Durante el siglo XX se produce una gran expansión de las bibliotecas como consecuencia del crecimiento del nivel de vida de la población, el aumento de lectores y el gran crecimiento de la producción de libros, revistas y prensa. La expansión no se limita a Europa y América, sino que se extiende a Asia y África, cuyos países acceden a la independencia y copian la organización y funcionamiento de las bibliotecas occidentales, y a los países socialistas, donde la expansión obedece a razones políticas. La oferta de las bibliotecas se diversifica, consolidándose varios tipos de bibliotecas: Bibliotecas escolares. El movimiento a su favor surge en Estados Unidos a principios de siglo. También experimentan gran desarrollo en Canadá, los países escandinavos, la URSS y Japón. En España se intenta impulsar las bibliotecas de las escuelas con el Patronato de Misiones Pedagógicas y la Biblioteca de Iniciación Cultural. Bibliotecas nacionales. Tienen atribuidos fines diversos en cada país, según su tradición y organización bibliotecaria. También sus colecciones son muy distintas, destacando por su tamaño la Library of Congress, la Lenin de Moscú y la British Library. Entre las creadas en el siglo XX, destacan Israel y Japón. Bibliotecas universitarias. Se renuevan profundamente. A la cabeza se encuentra Estados Unidos, seguido de Inglaterra, Francia, Rusia, Japón, Alemania... Su crecimiento es y sigue siendo enorme, tanto en sus fondos, como en su número y el desarrollo de los servicios. Bibliotecas especiales. Su aparición coincide con el siglo y su crecimiento ha sido muy rápido por la necesidad de conocer la información reciente que tiene los profesionales. Sus dimensiones varían mucho y son numerosísimas, tanto en empresas privadas como de organismos públicos. Bibliotecas públicas. En Estados Unidos e Inglaterra, donde nacieron, el desarrollo sigue a principios de siglo, sufren un freno con la crisis económica de los años 30 y la II Guerra Mundial; y luego renacen con fuerza por la confianza de los gobiernos en ellas como instrumento al servicio de la paz y la democracia. Se establecen normas y se organizan sistemas bibliotecarios. En Europa Occidental, donde no arraigaron en el siglo XIX, se crean a principios del XX “bibliotecas populares” dirigidas a las clases desfavorecidas, Las verdaderas bibliotecas públicas, como las entendemos hoy, no surgen hasta después de la II Guerra Mundial por influencia de Estados Unidos. El desarrollo de las bibliotecas en el siglo XX se debe en gran parte a las asociaciones profesionales, entre las que destacan por su carácter pionero la ALA y la LA. La IFLA surgió en 1927 y sus primeros pasos se centraron en la cooperación para el canje y el préstamo internacionales, la normalización bibliográfica y la formación profesional. Otra asociación internacional fue la FID, cuyos orígenes están en el Instituto Internacional de Bibliografía de Paul Otlet y Henri La Fontaine. Finalmente hay que destacar la labor de la UNESCO, que ha mostrado gran preocupación por las bibliotecas públicas, la restauración de bibliotecas dañadas durante los conflictos bélicos y el desarrollo de las bibliotecas en el Tercer Mundo. Los organismos internacionales tienen un papel importantísimo en la normalización bibliotecaria, publicando normas para la descripción bibliográfica, la catalogación y la identificación (ISBN, ISSN). La revolución más importante en la segunda mitad de siglo es la automatización, proceso que se inicia en los años 60 y se generaliza en los 80. España El siglo XX se inicia en España con una corriente reformista que en ámbito de las bibliotecas se refleja en tres medidas adoptadas por el nuevo Ministerio de Instrucción Pública: la supresión de la Escuela de Diplomática (1900), el Reglamento para el régimen y servicio de las bibliotecas públicas del Estado (1901) y las Instrucciones para la redacción de los catálogos de las bibliotecas públicas del Estado (1902). El desfase entre las necesidades de lectura e información de los españoles y la oferta que les hacían las bibliotecas dio lugar a una corriente popular en la que se encuadra Rafael Altamira, Director General de Primera Enseñanza hasta 1913, que creó una biblioteca circulante con secciones provinciales, cada una con 907 volúmenes. El interés por la lectura y la euforia nacionalista que dominaba Cataluña dieron origen a la organización bibliotecaria de la Mancomunidad de Cataluña. La cabecera de la red sería la Biblioteca de Catalunya, y estaría complementada por la Red de Bibliotecas Populares y la Escuela de Bibliotecarias. En la II República, el ministro Marcelino Domingo crea el Patronato de Misiones Pedagógicas, que dedica gran parte de su presupuesto a crear bibliotecas populares fijas y circulantes. Consiguió crear 5000 pequeñas bibliotecas de 100 volúmenes, especialmente en poblaciones con menos de 5000 habitantes. Por otra parte, en 1931 se crea la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para las Bibliotecas Públicas, a la que se confía la creación de bibliotecas municipales en los pueblos, iniciadas con lotes de 150 volúmenes que pronto pasan a 300. Al iniciarse la Guerra se habían creado 196. Durante la Guerra Civil los esfuerzos se dirigen en dos direcciones: la protección de las bibliotecas amenazadas y el establecimiento de la censura. Durante la guerra, el número de bibliotecas municipales se había reducido a 70. En 1946, el Ministerio de Educación intenta extender a las demás provincias el modelo de la Diputación de Oviedo, con un centro coordinador de las bibliotecas municipales. En los años siguientes, todas las provincias excepto Barcelona y Pamplona, que tenían organizaciones propias, van creando sus centros coordinadores. Importante fue también la Biblioteca de Iniciación Cultural creada por el Ministerio de Educación para prestar lotes de libros por correo a unas 9000 escuelas rurales y de suburbios urbanos. Dispuso de 730.000 volúmenes distribuidos en 97 lotes, infantiles, para adultos y mixtos. Funcionó durante 12 años y envió 10 millones de libros. En los años 80 y 90 se inician los grandes proyectos de automatización, que permiten un cambio en el modelo bibliotecario, refuerzan la cooperación extiende el concepto de redes de bibliotecas. Con el final del siglo, la evolución tecnológica y los cambios sociales han supuesto un nuevo reto para las bibliotecas, que deben adaptarse y replantearse su función.