Subido por airy navarro

Socrates

Anuncio
BICC, IV, I 9 4 8
ANTONIO TOVAR,
RESEÑA DE LIBROS
597
Vida de Sócrates. Madrid, Revista de Occidente, 1947,
426 págs.
Un libro sobre Sócrates es, en verdad, un caso insólito en español.
El autor nos brinda esta obra con el deseo de abarcar íntegramente el
problema socrático. Es este un libro que tiene mucho, muchísimo, de
interpretación personal; mucho de la angustia del hombre moderno que
se enfrenta a la interrogante histórica que es Sócrates. Pero, sobre todo,
es un libro de un español ^contemporáneo. Tovar se apresura a declararnos la arbitrariedad de su método para reconstruir la vida de Sócrates. Arbitrariedad relativa y muchas veces necesaria para enfrentarse a realidades históricas lejanas.
El autor analiza primero el problema de las fuentes históricas: la
fuente más antigua e inmediata son los poetas cómicos. Muchos han
negado su validez de documentos; otros, al contrario, los aceptan sin
ninguna reserva crítica. Tovar demuestra concretamente cómo no hay
que rechazar de redondo el testimonio de las Nubes. Buena actitud
ésta, ya que solo con la aceptación crítica de ellas se puede reconstruir
la imagen de Sócrates. Sabemos también que Maier ha probado hasta
la saciedad cómo las Nubes nos dan un Sócrates muy próximo al de los
Diálogos. No es posible negar hoy, pues, que el Sócrates aristofánico
contribuye en cierto grado a ayudarnos a recrear la imagen del Sócrates "real". El segundo testimonio es el de Platón. En el siglo xvm el
Sócrates platónico no gozaba de tanto prestigio histórico como el jenofontíaco; vino después una revaluación del testimonio platónico que
trajo como consecuencia la aceptación de todo lo que Platón dice sobre Sócrates. Tovar con sana precisión filológica se apresura a decirnos
que la imagen platónica de Sócrates es esencial para la reconstrucción
histórica; debemos aceptarla con ayuda de una completa crítica a base
de la cronología de los Diálogos. Es evidente que los más antiguos,
como la Apología y Critón, nos dan un Sócrates más fiel que los posteriores. También se ha demostrado la importancia del Laques, Lisis,
Cármides; para algunos el Protágoras no puede ser desdeñado; para
otros aun el Banquete, Fedón, Menón tienen auténtico valor de testimonios. Encontramos después corno tercer testimonio, el jenofontíaco: frente a los jenofontistas y antijenofontistas extremados el
autor se mantiene en el centro crítico. De los primeros hay todavía algunos rezagados: Boutroux; y como caso curioso, Zeller. (Sería
interesante ver hasta dónde llevó este último su jenofontismo). De los
segundos hay algunos que ni siquiera admiten una parcial imagen del
Sócrates jenofontíaco. En el caso concreto sde las Memorables, la crítica
de H. Maier ha hecho resaltar su valor nulo como fuente histórica.
Este ilustre socratista ha demostrado, por otro lado, que la Apología es
anterior a las Memorables. Se acepta hoy, pues, la autenticidad de la
THESAURUS. Tomo IV. Núm. 3 (1948). E. Amaya Valencia, reseña a «Antonio TOVAR. ...
598
RESEÑA DE LIBROS
BICC, IV, I 9 4 8
Apología y prioridad de ella sobre la de Platón. En general, la actitud
de Tovar es la de la aceptación crítica. Como cuarto testimonio, el de
los llamados socráticos menores: Esquines, Antístenes, Fedón, Simias,
Cebes, Critón, Glaucón, Simón, etc. El quinto es el de Aristóteles:
sabido es que hoy, gracias a la profunda crítica del mencionado H.
Maier, dicho testimonio no se acepta tan fácilmente como lo fue hace
muchos años. Tovar aprueba sin grandes reservas las críticas de H.
Maier y se inclina por eso a creer que las noticias aristotélicas sobre
Sócrates no tienen valor autónomo.
La relación de Sócrates con Atenas es para Tovar la clave para
entender mucho de las formas de vida y de pensar de este último;
porque si Sócrates se dejó penetrar del jonismo, nunca se entregó
de lleno a él. Hace incapié el autor en esta característica que podremos llamar de equilibrio. En la narración de los padres y nacimiento de Sócrates, en su trato con Xantipa, en su acción en la
batalla de Potidea, en la de Delión, en la de Anfípolis etc., en la narración, en fin, de la vida de Sócrates, Tovar muestra un talento único
para recrear la imagen del que se pareció mucho al sátiro Marsias. En
una prosa sencilla, pero preñada de imágenes sutiles, el filólogo deja
hablar al artista. Recrea así la entrada de la filosofía en las ciudades de
Jonia, Colofón, Mileto, Samos, Efeso, etc. Fue, sin embargo, en el arcontado de Calías, en el año 456 a. C. cuando el jonio Anaxágoras comprendió que el futuro de la filosofía estaba en Atenas por muchos
años. Este filósofo jonio llevó su cálido embrujo filosófico a la Atenas
aristocrática de Pendes; su V0O5, sin embargo, no le ayudó a sacar
todo el partido posible de su filosofía; de ahí que, cuando Sócrates se
dio cuenta de que la física jonia fracasaba, emprendió su segunda navegación: su SeiJTCQo? nXovc.
Uno de los capítulos más interesantes de este libro es el que trata
de las relaciones de Sócrates con la religión: se inclina a creer Tovar
que dentro de las dos corrientes que agitan la religiosidad helénica,
la corriente legalista y la corriente interiorista y mística, Sócrates toma
declarada posición en favor de la primera. Este legalismo es una de
las características más sobresalientes del Sócrates de Tovar; es más
aún: insiste en que es el primero en hacer manifiestos tales rasgos legalistas del filósofo. Acepta, p. e., el testimonio de Jenofonte, entre
otros, en lo que se refiere a la no-interiorización religiosa socrática, se
gún aquello de que "hay leyes conforme a las cuales precisamente
debemos honrar a los dioses" (Jenof., Mem., IV, 6, 2-4). |En la cuestión de la adoración a los dioses, conforme al vóp.05 de la ciudad, la
opinión de Antístenes se señala contraria]. Este Sócrates que nos representa el libro reseñado prefiere apoyarse en las verdades de su al- •
rededor, bajo la protección de la ley divina ciudadana.
Nos dice más adelante, sin embargo, que en "Sócrates el legalismo
se hace interiorista". Esta interiorización trae como consecuencia el
THESAURUS. Tomo IV. Núm. 3 (1948). E. Amaya Valencia, reseña a «Antonio TOVAR. ...
B1CC, IV, I 9 4 8
RESEÑA DE LIBROS
599
que haya un nuevo desplazamiento de la religión helénica, el que se
vinculen nuevamente los dioses con los hombres. Hay que aceptar,
pues, en cierta forma una crítica de la religiosidad anterior. Sócrates,
por lo tanto, a pesar de su legalismo lleva por vez primera los dioses
al santuario de ¡a conciencia. Acepta Tovar este extremo, pero se apresura a decirnos que Sócrates, hombre religioso, "logra conseguir la
conciliación de contradicciones que es la solución religiosa". Afirma,
además, que Sócrates nunca aceptó el formulismo hueco que muchas
veces vemos aparecer en el pensamiento platónico;' y que tampoco
se dejó llevar hasta las extremadas tendencias de la crítica jonia para
con los dioses tradicionales, ni que se inclinara hacia el misticismo.
Este Sócrates con su legalismo interiorista logra, sin embargo, renovar
completamente la religión helénica. Para el autor el hecho de que un
hombre esencialmente religioso como Sócrates sea a la vez un teorizador que hace a la moral independiente de todo vínculo religioso," no
puede ser motivo para la extrañeza que manifiestan algunos: para él
no hay ninguna contradicción en ello, puesto que Sócrates logra guardar perfecto equilibrio y logra también las supremas conciliaciones
religiosas.
Este legalismo del Sócrates de nuestro autor no nos convence en el
sentido de hacerlo casi consciente de su equilibrio. La contradicción se
hace manifiesta en muchos aspectos de la actitud de Sócrates, sobre
todo, en su angustia. Es posible que Sócrates haya sentido la "mirada de
la Esfinge" antigua, más de lo que cree Tovar.
Resalta Tovar la base de la doctrina socrática: no hay sino un bien,
el conocimiento, y un mal, la ignorancia. La ética se desprende de este
principio, pues el sumo bien, el conocimiento, resulta del manejo de
la propia razón y basta él, una vez conocido, para determinar la acción humana.
Claros son los capítulos en que trata de la dialéctica. La mayéutica
socrática no es sólo un método para arrancar sus opiniones a los interlocutores, "aspira a sacar a la luz la verdad que se produce naturalmente en el seno de la razón humana". Según Tovar, Sócrates, un terrible lógico, un racionalista que cree en la fuerza de la razón, es, por
otra parte, un reaccionario, casi un "alma de más calor que claridad".
Nos pinta el autor, por eso, a un Sócrates que prefiere a la "ilustración",
la piedad, el respeto.
Donde sí se muestra irreductible el señor Tovar es en la valoración
de los sofistas: según él todos los intentos modernos de salvarlos no
son convincentes. Pero si ya Maier {So\rates, sein Wer\ und seine geschichíliche Stellung, Tubingen, 1913), como el mismo Tovar lo recuerda, probó felizmente que lejos de ser unos subjetivistas escépticos, son
los sofistas casi unos epistemólogos, preocupados por la doctrina del conocimiento! Y además, ¿por qué creer en el valor de toda la argumentación
THESAURUS. Tomo IV. Núm. 3 (1948). E. Amaya Valencia, reseña a «Antonio TOVAR. ...
6*00
flESEÑA DE LIBROS
B1CC, IV, I 9 4 8
platónica? Hay mucho en la sofística que debemos revaluar todavía.
Agradabilísimas son, por lo demás, las caracterizaciones que Tovar trac
de Protágoras, Antifón, Predico, Trasímaco, Critias, etc.
El capítulo que trata del demonio socrático está lleno de sugerencias.
El demonio es para Sócrates una especie de sentido interior que le sirve
de comunicación con la divinidad; una verdadera interiorización de
aquella inspiración divina que se manifiesta en agüeros, oráculos, etc.
Pero Tovar nos dice que "la naturaleza del daimon fue entendida por
Sócrates como esencialmente negativa". E insiste que en esto se diferencia Sócrates de los que se inclinan por el iluminismo. Nosotros aceptamos
en parte esta concepción del demonio socrático, pero creemos con algunos grandes helenistas que esta negatividad se debe al temperamento sensual de Sócrates, que necesita freno para su expresión. En todo caso, no
entendemos del todo la argumentación de Tovar acerca del negativismo
de un daimon que sabe dar órdenes positivas. Pero para Tovar de nuevo es Sócrates un ser en equilibrio: no se deja arrastrar por lo demoníaco, pero tampoco prescinde de él. Claro que las ideas de Nietzche no
pueden ser aceptadas en cuanto ve en el daimon una prueba más del racionalismo socrático! Lo que no nos gusta del todo es esa imagen de
Sócrates siempre en equilibrio, imagen que Tovar nos regala en cada
capítulo. Por lo demás Tovar acepta en parte la influencia de corrientes
místicas como el orfismo, etc.
Las relaciones de Sócrates con sus amigos son contadas con gracioso
interés. Para Tovar dos son las principales generaciones de discípulos
socráticos: la primera que puede ser la de la primera de la guerra
del Peloponeso: Antístenes y Alcibíades son sus mejores representantes;
la segunda, la de los últimos años, centrada en Platón. Recrea con gusto
Tovar a los diferentes discípulos: Euclides, el más antiguo; Gritón, el
más fiel; Antístenes, Calias, el frivolo representante déla juventud dorada; los hermanos Querefón y Querécrates, Apolodo, Alcibíades, Aristipo,
Platón, etc. Se muestra irreductible el autor cuando se trata del problema de la autenticidad de la conversación de Sócrates con la meretriz
Teodota. Claro que se ha afirmado que pudo haber sido una transposición de un tema corriente en la literatura socrática posterior. Pero por
qué no ver con Zeller que Sócrates obra aquí por puro interés científico?
En la imposibilidad, en una reseña, de ver todos los puntos del libro que tratamos, no está demás que repitamos que ese Sócrates tan
legalista, tan concierne de su equilibrio, tan en el medio siempre; ese
Sócrates interiorista pero respetuoso de la vieja religión y que no desecha del todo los imperativos de la sangre no nos convence siempre- El
libro del señor Tovar marca, sin embargo, una verdadera etapa en los
estudios socráticos en español: es un libro de un filólogo que está al
corriente de todos los problemas históricos de la gran personalidad
ateniense; es un libro de un filósofo y de un humanista. Es agradable'
THESAURUS. Tomo IV. Núm. 3 (1948). E. Amaya Valencia, reseña a «Antonio TOVAR. ...
BICC, IV, 1948
RESEÑA DE LIBROS
6oi
saber también que la Revista de Occidente vuelve, con este libro, a
estar a la altura de sus mejores días.
E. AMAYA VALENCIA.
Asturiano y provenzal en el Fuero de Aviles (Acta
Salmanticensia Iussu Senatus Universitatis Edita. Filosofía y Letras. Tomo II, núm. 4). Madrid, C. Bermejo, 1948, 105 págs.
RAFAEL LAPESA,
Se creyó por mucho tiempo que el Fuero de Aviles, otorgado en
1155 por Alfonso VII, era el documento peninsular más antiguo escrito en romance. En 1865 D. Aureliano Fernández-Guerra y Orbe
editó esta carta puebla con un discurso preliminar en el que puso en
dudas la autenticidad del texto en cuestión. Hoy no podemos aceptar
estas dudas y sabemos también que su valor como documento más antiguo del romance peninsular está lejos de ser una realidad: los trabajos de Menéndez Pidal nos han demostrado la existencia de textos mucho más antiguo del mencionado romance peninsular. El Fuero de
Aviles, sin embargo, tiene un valor lingüístico innegable.
Rafael Lapesa acomete, por eso, el estudio de este diploma que no
solamente es interesante por su arcaísmo y peculiaridades dialectales,
sino, sobre todo porque nos revela la intervención de uno o varios redactores provenzales que pretendieron valerse del romance hablado
en Asturias sin desechar por completo sus hábitos lingüísticos originarios. Lapesa llega a decir que si el "Fuero de Aviles es el primer monumento del dialecto asturiano, constituye a la vez un texto provenzal
de interés, donde se reflejan hechos de fonética regional occitánica
que los notarios del Mediodía de Francia no solían registrar aún" (pág.
95). El romance hispánico del Fuero es muy primitivo. Lapesa demuestra certeramente cómo estos rasgos primitivos son comunes a los
de los otros textos españoles de su época: casos de conservación de la
e y apócope violenta; la sonorización en los cultismos como uigario;
la colocación del verbo al final de la frase y la abundancia de anacolutos etc. Anota el autor, también, que el Fuero no recoge algunos
rasgos esenciales del dialecto asturleonés que sin duda existía ya: diptongación de e en te y de o en uo, ue, ua; ausencia de / inicial palatalizada en /, etc. En general el lenguaje del Fuero refleja ampliamente
caracteres lingüísticos del Noroeste peninsular; pero en lo que se refiere a las peculiaridades astur-leonesas o especialmente asturianas el
problema es bastante complejo. La acomodación del redactor o redactores se vio facilitada, naturalmente, por la comunidad de rasgos pertenecientes al fondo románico primitivo. Lapesa pone de manifiesto
la confluencia de estos rasgos románicos: también acentúa la existencia de provenzalismos inequívocos: apócope de o en raucuros; pérdida
de la n final (efanzó) etc.; restos de la declinación bicasual; contrac-
THESAURUS. Tomo IV. Núm. 3 (1948). E. Amaya Valencia, reseña a «Antonio TOVAR. ...
Descargar