Subido por Daniela Valeria Miranda

metodología cualitativa "La escuela de la señorita Olga"

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“LA ESCUELA DE LA SEÑORITA OLGA”
A continuación, presento una reflexión sobre el documental “La escuela de la señorita
Olga” (1991) que trata sobre la experiencia educativa llevada a cabo por la maestra Olga
Cossettini en la Escuela Provincial “Dr. Gabriel Carrasco”, del barrio Alberdi, de Rosario
de Santa Fe de la República Argentina entre 1935 y 1950. En cuanto a la metodología y
organización escolar de esta escuela, hay que empezar destacando que la organización
institucional y las modalidades de aprendizaje de esta escuela fueron contrarias a la escuela
tradicional. Lo característico de esta escuela fue que el niño/a era el centro del proceso
educativo. Se potenciaba la iniciativa del alumnado, se fomentaba sus intereses,
necesidades y su autoeducación. Y a diferencia de las escuelas de la época que se basaban
en un modelo tradicional caracterizado por una disciplina rígida, en esta escuela se aplicaba
una autodisciplina nacida del interior del niño hacia afuera. Para Olga Cossettini era muy
importante la interacción entre la escuela y la comunidad y el contexto que nos rodea. De
hecho, en el documental se comenta que cuando Olga llega a la escuela “llega con esa
pasión, deseo inmerso de conectarse con la gente y el barrio”. Así, era importante abrir la
escuela a la vida, y por tanto, fundar los aprendizajes en variadas experiencias vivenciadas
por los niños/as, utilizando su realidad circundante como principal premisa. De ahí, la
importancia de las excursiones, salidas, paseos y observaciones que realizaban los
alumnos/as prácticamente todos los días. En esas excursiones el alumnado aprendía
lenguaje, ciencias naturales o, por ejemplo, matemáticas, a través de la medición del tiempo
del recorrido que habían realizado, de fijarse en las formas geométricas de las cosas y
calcular su superficie o el volumen de agua que tiene la fuente. Y al mismo tiempo que
hacían ese aprendizaje matemático observaban, en ese mismo lugar, la naturaleza,
disfrutando de la belleza de los rosales que acababan florecer, del follaje de los árboles en
las distintas estaciones, del canto de los pájaros,… o recoger plantas o insectos para
analizarlos en el laboratorio. También destacar las visitas que se hacían a los habitantes del
barrio como, por ejemplo, al albañil que construía casas, al carpintero que trabajaba en su
taller, o al anciano que conocía todos los acontecimientos de la pequeña ciudad, a quienes
los niños/as entrevistaban. Así, en el documental se dice que “los planes de enseñanza eran
los planes del estado pero vivificados permanentemente por una experiencia con la vida
circundante con la gente, con las circunstancias, de manera que barrio, paisaje y escuela
convivían en una armoniosa fraternidad”. Y, por supuesto, destacar las visitas que a esta
escuela realizaron personalidades ilustre. Así, los alumnos/as tuvieron la oportunidad de
conocer a Juan Ramón Jiménez (autor del libro “Platero y yo” que estaban leyendo en
clase).También, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Nicolás Guillén,
Rafael Alberti, Horacio Butler, Jorge Romero Brest o Javier Villafañe, fueron algunos de
los visitantes ilustres que establecieron diversos tipos de intercambios con los alumnos/as.
También hay que poner de relieve los conciertos de música que tenían lugar una vez por
semana donde escuchaban a Bach, Beethoven o Mozart, entre otros. Los maestros/as
aprovechaban estos conciertos para explicar la música, dar bibliografía de los autores,
diferenciar los diferentes instrumentos o para que los alumnos/as escribieran sobre la
música. Para Olga Cossettini era también importante crear una escuela basada en la
libertad, creatividad y formación artística. Se pretendía respetar las posibilidades y
características individuales desarrollando las distintas formas de expresión creadora del
educando. Ello se manifiesta, por ejemplo, en el documental cuando se habla del poema “la
muñeca de goma” donde cada alumno/a encontraba su manera de expresarse (los/as que
eran más tímidos escribiendo, otros dibujando, otros cantando,….), o las representaciones
que hacían en la escuela, como la de “platero y yo” que realizaron los alumnos y alumnas
en su teatro de títeres en honor a la visita de Juan Ramón Jimenez, o “la zapatera
prodigiosa” de Federico García Lorca. Por tanto, podemos observar de todo lo antedicho
que las prácticas educativas estaban basadas en la experimentación y en diferentes
actividades de los alumnos/as, y que las materias o conocimientos se impartían de una
manera contextualizada e integrada. Prueba de ello es que no habían maestros/as de plástica
o una clase de arte especial sino que el arte estaba en el vivir cotidiano y las asignaturas
perdían sus contornos y tanto la Biología como la Geografía podían invitar a recurrir al
pincel o a la poesía. Y además, existía una integración entre escuela y comunidad, puesto
que, como se dice en el documental “sería limitar la obra de la escuela si se creyera que
únicamente se refería a esta expresión plástica derivada en distintos caminos, había también
una formación solidaria con el medio, pueblo y gente a través de las misiones culturales que
los niños/as realizaban en los barrios llevando temas que interesaban a sectores postergados
de la sociedad y vida, como el agua, los insectos dañinos y las precauciones para decantar
el agua para evitar epidemias”. Por otro lado, en cuanto a la organización escolar, cambia
totalmente respecto del modelo tradicional, puesto que los alumnos/as no se sentaban en
clase en bancos en hileras sino que se reunían alrededor de las mesas de trabajo,
favoreciendo así la flexibilidad en la organización del aula (por ejemplo, pudiendo formar
diferentes tipos de agrupaciones del alumnado para trabajar) y favoreciendo un aprendizaje
cooperativo, activo, colaborativo y centrado en el alumnado donde el docente es un
facilitador en ese proceso de enseñanza-aprendizaje. Otro dato importante es que no
formaban filas ni utilizaban campanas ni timbres sino que sonaba la música y los
alumnos/as ya sabían que era la hora de salir al recreo. Además, la escuela tenía una
organización totalmente democrática donde los alumnos/as participaban en la organización,
gestión y toma de decisiones del centro. Prueba de ello es el Centro Cooperativo
(organismo interno de la escuela) donde los directivos/as eran elegidos entre los alumnos/as
de los grados. El funcionamiento era el siguiente, cada grado elegía sus candidatos/as, se
formaban listas de candidatos/as y cada una de las listas preparaba la elección (hacían los
carteles para la propaganda que pegaban en la fachada del patio o tiraban papeles desde la
terraza, hacían para la campaña discursos propagandísticos por los megáfonos de la
escuela). El día de las elecciones se colocaban las mesas con las urnas, los cuartos oscuros,
y todo el alumnado votaba con el correspondiente control del los presidentes de las mesas y
demás personas encargadas de ello. Cuando terminaban las votaciones se reunían todo el
colegio en el vestíbulo central y sentados alrededor de las mesas con las urnas se hacía el
escrutinio públicamente. De todo lo expuesto podemos concluir que en la Escuela Gabriel
Carrasco se defendía la idea de que la enseñanza debía basarse en los intereses y
necesidades de los alumnos/as, debía enseñar la teoría vinculada a la práctica. La actividad
era uno de los principios fundamentales y esto significaba que en la práctica educativa
cobraba especial importancia la libertad para que pudiera surgir esa actividad, la
creatividad, la autonomía, la espontaneidad, la investigación, la observación. El docente
ocupaba un papel de guía para sus alumnos/as, pero la enseñanza no estaba centrada en él,
el verdadero protagonista era el niño/a. Se prescindió en lo posible de los libros, y la
escuela se convirtió en la vida misma, donde la comunidad era el centro de la vida escolar.
Desgraciadamente, esta experiencia acabó cuando Olga Cossettini fue cesada de su cargo
por razones de tipo político (como dice el documental por “Decreto”). Pero esta
experiencia, que duró 15 años (1935-1950), influyó de manera decisiva en la vida de ese
alumnado, ofreciéndoles cosas tan importantes como apreciar el arte (música, pintura,
danza,…), gozar de las pequeñas cosas que les rodean (sobre todo amar y observar la
naturaleza) y, como en el documental narran exalumnos, “nos ofreció cosas que en nuestras
casas jamás nos podrían haber dado como una determinada visión de la vida y una
satisfacción por aprender o descubrir” o “en momentos importantes de la vida, cuando
tropiezo con dificultades (docentes, familiares u otras) apelo siempre a esa experiencia de la
escuela”. Fruto de toda esa positiva experiencia escolar fue la creación por parte de esos
exalumnos/as de una cooperativa de enseñanza en un barrio obrero.
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